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SEXUALIDAD

Pregunta: 1. Masturbación de la mujer.


Hola Padre. Antes que nada, gracias por encontrase en este foro para
ayudar en las dudas que por lo regular tenemos. Mi duda es acerca
de la masturbación femenina, y es que a mí me pasa que me cuesta
mucho trabajo no llevar a cabo esta práctica. Soy mama soltera, pero
ahora no convivo con el papá de mi hijito; pero en ocasiones siento
como si mi cuerpo me lo pidiera y en un momento de confusión y
alteración accedo a la autoestimulación. Cuando lo hago, al principio
me relajo y tranquilizo, pero en seguida me surge una tremenda
culpabilidad que me hace sentir mal. He consultado a algunos si esto
está mal y es pecado, o no, pero me han dado respuestas distintas,
que me han dejado confusa. Me gustaría saber su opinión y que me
indique cómo poder superar este problema. Que Dios lo bendiga.
Vicky.
 Respuesta:
Estimada Vicky:
 La masturbación en la mujer y en el varón tienen la misma moralidad y, en
general, los mismos efectos, que explico más largamente en los artículos
cuyos links le envío abajo de esta breve respuesta.
Resumiendo debo decirle:
 1) La masturbación es, objetivamente, un uso indebido de la sexualidad,
que está hecha, por su misma estructura, para la unión entre el varón y la
mujer, en una entrega amorosa y total (por eso jamás se realiza
plenamente fuera del matrimonio, que es la única institución que garantiza
esa mutua pertenencia total).
2) Por tanto, si usted realiza este acto con plena libertad, es un pecado.
3) Si usted lo realizara involuntariamente (como puede ocurrir en quien
está dormido, o en estado de vigilia, es decir, sin plena conciencia de estar
despierto o dormido), o por efecto de una enfermedad que la empuja
compulsivamente a estos actos, etc., no sería pecado (al menos no sería
pecado “grave”), porque para cualquier pecado (no solo para éste) hace
falta obrar con plena libertad (que no significa alguna malicia especial, sino
el modo en que realizamos nuestros actos libres de cada día).
4) Además, la masturbación, tanto por el placer, como por las circunstancias
en las que muchos la realizan (por ejemplo, por una búsqueda ansiosa del
placer, o para escapar de la tristeza, o como reacción ante fracasos,

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desesperación, etc.) tiende a arraigarse volviéndose un hábito vicioso que
esclaviza a la persona. Y en algunos casos más graves (especialmente,
cuando se asocia a la pornografía) puede llegar a originar una adicción,
volviendo a la persona “adicta sexual”, que es una enfermedad cada vez
más frecuente en nuestro tiempo.
Para completar esto que le he dicho de modo excesivamente resumido, le
sugiero la lectura de los siguientes artículos que la ayudarán mucho:
1º – Miguel Fuentes – Luchar contra la masturbación
 (Aquí encontrará no sólo los aspectos morales y psicológicos sino también
algunas pautas para luchar contra este hábito).
 2º – John Harvey – trad. Miguel Fuentes – El problema pastoral de la
masturbación
Este estudio analiza las causas psicológicas de este problema y da pautas
muy atinadas para abordarlo pastoralmente.
 3º – Miguel Fuentes, La castidad ¿posible?
 4º – Miguel Fuentes – La trampa rota (cuando el vicio se ha vuelto una
adicción)
En Cristo y María

Pregunta: 2. Vicio de pornografía y masturbación en un casado.


Bueno primeramente me da gusto encontrar a una persona como
usted y espero me pueda ayudar. soy un hombre con 15 años de
casado, y amo mucho a mi esposa pero vivo terriblemente
atormentado por la pornografía y me masturbo muy frecuentemente
y eso está creando en mí que no me ame y sienta en ocasiones odio
por mí mismo. Le he pedido ayuda a DIOS pero cada vez es peor al
grado que mi vida ya no es vida ya no disfruto los momentos de mi
existencia, le pido por favor ayuda y una oración por mi alma.
 
Respuesta:
Estimado:
Considero que su problema tiene que ver con la adicción sexual. Lo primer
que usted tiene que hacer es examinarse a sí mismo para ver si su
problema es un simple vicio que puede llegar a dominar con ayuda

2
puramente espiritual o bien ya es un problema adictivo; en este segundo
caso, necesita ayuda profesional.
Le envío a continución un examen orientativo que ofrecen en la página de
Sexólicos Anónimos ( http://www.sa.org/ ) y que puede servirle para ver cuál
es la gravedad de su problema.
Examínate a Ti Mismo

1. ¿Se te ha ocurrido alguna vez que necesitas ayuda para modificar tu


comportamiento o pensamientos sexuales?
2. ¿Que te iría mucho mejor si no te ‘dejaras llevar’ por los impulsos
sexuales?
3. ¿Que el sexo o los estímulos exteriores te controlan?
4. ¿Has tratado alguna vez de parar o limitar aquello que consideras
perjudicial en tu conducta sexual?
5. ¿Utilizas el sexo para huir de la realidad, aliviar la ansiedad o porque
no sabes resolver los problemas que la vida te plantea?
6. ¿Tienes sentimientos de culpa, remordimientos o depresiones
después?
7. ¿Se ha vuelto más compulsiva tu búsqueda de sexo?
8. ¿Perjudica a las relaciones con tu cónyuge?
9. ¿Te ves obligado a recurrir a imágenes o a recuerdos durante el acto
sexual?
10.¿Se apodera de ti un impulso irresistible cuando la otra parte toma la
iniciativa o te propone relaciones sexuales?
11.¿Estás siempre saltando de pareja en pareja o de amante en amante?
12.¿Crees que ‘el amor verdadero’ te ayudaría a liberarte de la lujuria, a
abandonar la masturbación o a dejar de ser tan promiscuo?
13.¿Tienes una necesidad destructiva, una necesidad sexual y emocional
desesperada de alguien?
14.La búsqueda de sexo, ¿hace que no prestes atención a tus
necesidades o al bienestar de tu familia y de los demás?
15.¿Se ha reducido tu rendimiento y tu capacidad de concentración en la
medida en que el sexo se ha vuelto más compulsivo?
16.¿Te roba tiempo que debieras dedicar al trabajo?
17.¿Cuando buscas sexo acudes a un medio social más bajo?
18.¿Te entran ganas de alejarte lo más rápidamente posible de la otra
persona una vez finalizado el acto sexual?
19.¿Te masturbas y tienes relaciones sexuales con otras personas, a
pesar de que tu cónyuge es sexualmente satisfactorio?
20.¿Te han arrestado alguna vez por algún delito relacionado con el
sexo?

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© 1997-2006 Sexaholics Anonymous Inc.
Si usted responde que sí más de una de estas preguntas, le sugiero que lea
nuestros otros artículos sobre adicción sexual y busque un profesional que
pueda orientarlo o un grupo de Sexólicos Anónimos.
En caso de buscar un grupo, asesórese también con un buen sacerdote
para que los principios morales que orientan el grupo respondan
adecuadamente a la moral que nos enseña la Iglesia.
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 3. Pornografía de un casado por internet.


Tengo 50 años, casado y con varios hijos. Desde hace un tiempo
tengo problemas de depresión y accidentalmente descubrí una
página de pornografía en la computadora de uno de mis hijos. Desde
ese momento no he podido vencer la curiosidad y la tentación de
volver a mirarla. Sé que esto está envenenando mi mente, pero no sé
cómo luchar. ¿Puede indicarme algo? Muchas gracias y que Dios lo
bendiga.
 
Respuesta:
Estimado:
Le contesto con un interesante artículo de Steve Wood titulado
precisamente ‘Libérese de la pornografía’. Espero que pueda ayudarle.
Libérese de la pornografía- 12 pasos
Por Steve Wood
He aquí doce pasos muy importantes que, si los lleva a cabo en su totalidad,
le ayudarán en gran medida a erradicar su adicción:
1. Destruya todo lo que tenga de pornografía.
Destruya todas las revistas pornográficas, videos, discos flexibles, y todas
las referencias y archivos pornográficos en Internet de su computadora.
¡Hágalo ahora mismo!
Usted no puede ‘solo en cierto modo’ desear la pureza y esperar obtenerla.
Usted debe tomar la firme decisión de liberarse de la pornografía, y luego
actuar en base a esa decisión.
2. Tome medidas radicales para reorientar su vida.

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El Catecismo dice, ‘La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona
humana’ (Sección 2332). Por lo tanto, si usted se encuentra bajo la
influencia de un pecado sexual que domina su vida, como la adicción a la
pornografía, necesitará tomar medidas radicales para reorientar su vida.
Usted deberá desarrollar un plan de protección a fin de evitar las ocasiones
remotas y próximas de pecado. Esto podría significar: ir de compras a
diferentes tiendas para eludir siquiera el hecho de echar un vistazo a
cualquier cuestión relacionada con la pornografía; tomar una ruta diferente
con destino al hogar; romper con cualquier rutina que pudiera llevar al
pecado; llevar pequeñas cantidades de efectivo; cancelar subscripciones a
periódicos que contengan propagandas de lencería; cancelar ciertos
canales de cable – o deshacerse completamente del cable; y/o dejar de
‘recorrer’ canales. ¡Tome estas medidas ahora mismo!
‘Dejemos entonces las obras propias de la oscuridad y tomemos las armas
de la luz. Como en pleno día, andemos decentemente; así pues, nada de
banquetes con borracheras, nada de prostitución o de vicios, o de pleitos, o
de envidias. Más bien, revístanse de Cristo Jesús el Señor. No se conduzcan
por la carne, poniéndose al servicio de sus impulsos’. Romanos 13,12-14
(Nota: San Agustín dirigió una vez su atención a este pasaje al azar. El hecho
de leerlo, lo impulsó a una conversión radical y a apartarse de su estilo de
vida licenciosa.)
Con relación al Internet, usted necesitará ya sea instalar un buen programa
de filtro cuya contraseña sea mantenida por su esposa o un buen amigo, o
bien suscribirse a un proveedor ‘limpio’ de Internet. Usted también
necesitará trasladar la computadora de su hogar a una ubicación más
abierta y visible. Se deben tomar medidas similares con la computadora de
su lugar de trabajo; La Norma Industrial ha informado que el 70% del
tráfico de pornografía en Internet ocurre entre las 9:00 a.m. y las 5 p.m.
(información citada en el Archivo Católico Nacional, 19/Jun/00).
‘Si tu ojo derecho [por ejemplo, el monitor de la computadora y la conexión
a Internet] es ocasión de pecado para ti, sácatelo y tíralo lejos; porque es
más provechoso para ti perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu
cuerpo vaya al infierno. Y si tu mano [por ejemplo, un ‘click’ con el ratón] es
para ti ocasión de pecado, córtatela; porque es mejor perder una parte de
tu cuerpo y no que todo tu cuerpo vaya a parar al infierno’. Mateo 5:29-30
3. Busque a un sacerdote que trabaje con usted.
Trate de encontrar a un sacerdote que tenga experiencia en ayudar a las
personas a superar las adicciones a la pornografía. Haga uso frecuente del
Sacramento de la Penitencia. Sea honesto y abierto. Recuerde, un sacerdote

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no puede diagnosticar una cura a menos que le suministren todos los
hechos.
He conocido a hombres católicos adictos a la pornografía en cada
comunidad que he visitado durante los últimos tres años. No estoy
hablando de hombres católicos inactivos, sino de hombres que llevan a sus
familias a misa cada domingo. A excepción de parroquias que cuentan con
menos de una docena de familias, se podría afirmar con seguridad que
existen hombres católicos involucrados en la pornografía en cada parroquia
de Norte América. Este es un problema monumental que ha invadido los
corazones de los hombres de la iglesia. El mismo no desaparecerá por sí
solo. Es necesario tomar medidas con suma urgencia a nivel parroquial.
Se necesita formar pequeños grupos de recuperación y responsabilidad
con respecto a la pornografía bajo la dirección de sacerdotes parroquiales.
El establecimiento de grupos de responsabilidad es una oportunidad
perfecta para ciertos grupos de hombres católicos de cooperar con
sacerdotes y parroquias locales en la lucha de uno de los combates más
críticos del hombre contemporáneo.
4. Busque a un amigo responsable.
Busque al menos un amigo responsable con quien pueda contar 24 horas al
día si fuera necesario. El teléfono le podrá ayudar a evitar la tentación en
momentos vulnerables. Esta estrategia del teléfono es similar a la de
Alcohólicos Anónimos, cuando una persona tentada a volver al alcoholismo
puede llamar a un amigo en cualquier momento y pedirle oración y aliento.
También podría ser de utilidad obtener una llamada diaria (o inclusive una
de mañana y otra de noche) de verificación de parte de su amigo
responsable. Como mínimo, su amigo debería preguntarle cada semana si
usted se ha mantenido libre de pecados sexuales. Esta responsabilidad es
de incalculable valor para ayudarle a sobrellevar momentos de tentación.
Douglas Weiss, un adicto sexual recuperado y disertante sobre adicciones
sexuales reconocido a nivel nacional, ha manifestado, ‘No he
experimentado, ni he conocido a ninguna persona que haya experimentado
una recuperación de la adicción sexual por si sola’ [énfasis propio]. No caiga
en la tentación de saltarse los pasos #3 y 4. Usted necesitará la ayuda de
otros a fin de obtener una esperanza realista de erradicar su adicción.
‘A un solitario se le puede vencer, pero dos resisten, y la cuerda triple no se
rompe fácilmente’. Eclesiastés 4:12
5. Comience una vida de lectura diaria de las Sagradas Escrituras.
No existe una manera rápida y fácil de borrar la pornografía de su mente.
Solo le llevó unos cuantos ‘clicks’ involucrarse en la misma, pero le llevará

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cierto tiempo y disciplina mental salirse de ella. Una causa de la extrema
dificultad de borrar las imágenes pornográficas de la mente es que, cuando
un hombre observa pornografía, una sustancia química llamada epinefrina
es liberada en el cerebro. Esta emisión de epinefrina causa una profunda
impresión de la imagen visual a ser almacenada en el cerebro. Cuando un
acto de auto estimulación acompaña a la observación de pornografía,
ocurre una liberación de epinefrina aún mayor, haciendo de esta manera
que la impresión de la imagen sea aún más marcada. Dichas imágenes
pueden hostigar a un hombre por décadas. Tenga la seguridad que existe
una salida para la adicción a la pornografía – pero no se engañe con la
promesa de una salida fácil.
Uno de los pocos métodos efectivos de sacarse estas imágenes
pornográficas de la cabeza es pasar cierto tiempo leyendo y memorizando
las Sagradas Escrituras cada día. Para muchos de ustedes podría ser
particularmente provechoso si tuvieran un momento para las Sagradas
Escrituras a la mañana y a la noche. Además, usted necesitará iniciar un
programa de memorización de las Sagradas Escrituras. En mi experiencia,
un plan disciplinado para memorizar las Sagradas Escrituras es necesario
para erradicar la corrupción de su cerebro.
‘Ocupad vuestras mentes con buenos pensamientos, o el enemigo las
llenará con malos pensamientos. Desocupadas, no pueden estar.’ – Santo
Tomás Moro (Fuente: La voz de los Santos por Francis W. Johnston, Libros
TAN, Rockford, IL 1986), pág. 67.
Las Sagradas Escrituras pueden transformar sobrenaturalmente su mente.
Esto no es una teoría, ¡realmente funciona!
‘En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada
de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los
huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos más
íntimos.’ Hebreos 4:12
Sea consciente de que podría parecer que las cosas empeoran cuando
usted comienza una lectura extensiva a las Sagradas Escrituras. Cuando la
Palabra de Dios, junto con el poder del Espíritu Santo, se encuentre
eliminando ciertas imágenes pornográficas profundamente arraigadas,
estas imágenes muy subconscientes saldrán a la superficie de su mente.
Cuando esto ocurra, usted se encontrará en las etapas iniciales de ser
purificado de adentro para afuera.
‘Pues él es como el fuego de una fundición y como la lejía que se usa para
blanquear. El actuará, en consecuencia, como un fundidor o como un
lavandero. Purificará a los hijos de Leví y los refinará como se hace con el
oro y la plata’. Malaquías 3:2-3
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Una vez que las imágenes desarraigadas vayan a su conciencia, no se atreva
a deleitarse mentalmente en ellas. Ore en ese momento, y utilice su
disciplina mental para ponerlas fuera de sus pensamientos conscientes.
Asegúrese de orar por protección para que estas imágenes no retornen.
Finalmente, centre su atención en Cristo – no en sus problemas. Los
programas de recuperación de drogas, alcohol, y de adicción a la
pornografía de mayor resultado son aquellos que incorporan el
componente vital de la fe. Es extremadamente difícil superar una adicción
centrándose compulsivamente en el problema mismo. Los apetitos
adictivos necesitan ser redirigidos al que puede satisfacer nuestras
necesidades con cosas buenas (Salmo 103:5).
‘Es imposible que cualquier bien creado constituya la felicidad del hombre.
Pues la felicidad es el bien perfecto que sosiega el apetito por completo.
Ahora bien, el objeto del deseo, por ejemplo del apetito del hombre, es el
bien universal. Por lo tanto, es evidente que nada puede sosegar el deseo
del hombre, salvo el bien universal. Este se debe encontrar, no en ninguna
criatura, sino solamente en Dios’. Santo Tomás de Aquino, Tratado de
Teología, 1-2, Pregunta, Artículo 8.
‘El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre
ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre
hacia Sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no
cesa de buscar’. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), Sección 27.
‘Nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti’. – San Agustín
La lectura, meditación, y memorización de las Sagradas Escrituras le
ayudará a redirigir y transformar sus pensamientos y apetitos.
‘Ahora, hermanos, los invito por la misericordia de Dios a que se entreguen
ustedes mismos como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ése es
nuestro culto espiritual. No sigan la corriente del mundo en que vivimos,
más bien transfórmense por la renovación de su mente’. Romanos 12:1-2
6. Aprenda a discernir y a combatir los ataques espirituales.
Las adicciones sexuales y la pornografía abren a la persona a la influencia
de espíritus malignos. Antes de que se inicie un ataque espiritual, usted
podría estar luchando con sus propios pensamientos lujuriosos. Un ataque
espiritual se inicia cuando un espíritu silenciosamente se inmiscuye en su
mente, agregando intensidad a sus pensamientos lujuriosos, o inculcando
pensamientos adicionales. Usted podrá detectar que esto ocurre cuando
surja la lujuria humana ordinaria y luego, repentinamente, toma vida propia
y parece imposible quebrantarla.

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Si un episodio de pensamientos lujuriosos abrumadores incluye un ataque
espiritual, usted no podrá quebrantarlo solamente con un esfuerzo mental.
Es muy fácil desalentarse y sentirse completamente abrumado por la lujuria
y el ataque espiritual que la acompaña. No obstante, usted podrá
quebrantar rápidamente el poder del ataque primero dándose cuenta de lo
que está sucediendo, y luego elevando una oración que pida protección
espiritual a su ángel guardián y a San Miguel Arcángel.
Una de las partes más difíciles en la defensa de un ataque espiritual es
aprender a ser consciente cuando el mismo está sucediendo. Los ataques
espirituales son operaciones encubiertas que necesitan disfrazarse para
lograr su cometido. Pida a Dios que le dé un continuo discernimiento.
Luego de que cese un ataque espiritual, sus disciplinas mentales aún serán
necesarias para controlar sus pensamientos.
7. Usted necesitará la gracia de Dios… mucha gracia.
Los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, son como ríos de agua viva
que dan fortaleza a su alma. Aproveche cada oportunidad de recibir la
gracia frecuentando a los Sacramentos.
Además, utilice los sacramentales tales como: agua bendita, crucifijos,
medallas de San Benito (bendecidas por un sacerdote con la oración de
exorcismo), etc. Estos pueden ser muy efectivos para superar o prevenir los
ataques espirituales.
Si su trabajo requiere de viajes, entonces usted conoce las tentaciones
adicionales que los hombres enfrentan cuando se hallan en camino. Yo
recomiendo que utilice un crucifijo o una medalla sagrada durante todo su
viaje, y un uso abundante de agua bendita en la habitación de su hotel.
Asimismo, cuente con amigos que oren por usted durante su viaje. Cuente
además con un amigo a quien rendirle cuentas luego de su regreso.
8. Los vicios y las virtudes se fortalecen con la práctica.
Una adicción a la pornografía nunca se encuentra estática. La misma se
inicia con lo que parece solamente una pequeña afición a los placeres
digitales. Sin darse cuenta, ya se ha enganchado a las tentaciones
tecnológicas. Luego, usted comienza a buscar más pornografía gráfica. A
medida que su conciencia se desensibiliza, las imágenes que le repugnaban
cuando usted comenzó a observar pornografía se volverán atractivas. El
paso más peligroso (a menudo fatal para la vida matrimonial y familiar) es
cuando los hombres desean llevar a la práctica las imágenes que han visto.
‘La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz,
o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado’. CIC, Sección 2339.

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Si usted observa pornografía, sus vicios se han fortalecido por la práctica
repetida, y las virtudes correspondientes de castidad y pureza son muy
débiles. Llevará tiempo, pero cuanto más practique la virtud más fácil la
misma se tornará. Los cambios que resulten de la práctica de la virtud le
darán esperanza y la fortaleza para perseverar.
San Pablo afirmó, ‘Por eso no nos desanimamos. Al contrario, mientras
nuestro exterior se va destruyendo, nuestro hombre interior se va
renovando día a día’ (2 Corintios 4,16). Cuanto más rompa con su adicción
sexual, más fácil será superarla. Tenga en cuenta, no obstante, que eso
llevará tiempo, perseverancia, y esfuerzo.
‘Déjenme que ajuste mis palabras a su debilidad natural: hubo un tiempo
en que hicieron de sus miembros los esclavos de la impureza y de la
injusticia, y con eso se hicieron malos. Lo mismo ahora, hagan de sus
miembros los esclavos del bien y así llegarán a ser santos’. Romanos 6,19
9. Rece.
Rece el Rosario con frecuencia. En el plan de Dios, la Madre Santísima va a
aplastar la cabeza de la serpiente. María puede tener una función vital
neutralizando el veneno de la serpiente de la pornografía.
San José, el custodio de la Sagrada Familia y el protector de la Iglesia, le
puede asistir poderosamente en la batalla contra la adicción sexual. San
José, el hombre justo y recto, es el modelo perfecto de pureza para los
hombres. Todo hombre cristiano que luche contra la pornografía debería
pedir la protección de San José y su intercesión para obtener la pureza.
‘La súplica del justo tiene mucho poder’. Santiago 5,16
Consagración a San José
Amado San José, acepta esta consagración de todo mi ser a ti, que tú
siempre seas mi padre, mi custodio y mi guía en el camino de la salvación.
Obtén para mi una gran pureza de corazón y una ferviente devoción a la
vida interior. Concédeme que, siguiendo tu ejemplo, pueda dirigir todas mis
acciones hacia la mayor gloria de Dios, en unión con el Sagrado Corazón de
Jesús y el Inmaculado Corazón de María en unión contigo. Amén.
Oración a San José para obtener un corazón puro
Oh San José, que fuiste bendecido por el Señor con la beatitud prometida a
los puros de corazón, ya que durante tu vida terrena compartiste la vida de
Jesús y viviste en Su presencia visible. Dígnate interceder por mi ante tu
amado Hijo. Pídele que me ayude, para que mi conciencia sea recta y veraz,
y que mi corazón sea puro.

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Libérame de la doblez y la malicia. Llena mi corazón de esperanza para que
nunca dilate innecesariamente en mis pesares. Te pido con fe simple y
ardiente para que pueda servir a mis hermanos y hermanas con un corazón
generoso. De esta manera, como tu, me deleitaré en el profundo gozo y en
la paz de la presencia misericordiosa de Dios.
Oración del Oratorio de San José, Montreal, Quebec
No permita que los enemigos de su alma lo mantengan aislado. Pida la
protección y fortaleza de las intercesiones de los santos. Pida la intercesión
de su santo patrón. En particular, se sabe que la intercesión de San Benito
es excepcionalmente poderosa contra los espíritus perversos.
Otro paso juicioso sería contactar con una orden religiosa contemplativa, y
pedirles que recen por usted diariamente en sus intenciones (ref. Santiago
5,16). Se han constatado respuestas extraordinarias como resultado de las
intercesiones de una orden religiosa sagrada.
10. Precauciones físicas prácticas.
Sus defensas espirituales se debilitan cuando usted se permite perder
energías por causa de poco sueño, o demasiado trabajo y tensión. Si usted
se encuentra fatigado, tome ciertas precauciones adicionales contra las
tentaciones hasta que usted restablezca su condición física.
Demasiado alcohol o el uso de drogas aturdirá su conciencia y disminuirá
su capacidad de actuar con buen criterio.
‘Sean sobrios y estén despiertos, porque su enemigo, el diablo, ronda como
león rugiente, buscando a quien devorar’. 1 Pedro 5,8
Una excesiva cantidad de tiempo ocioso y mucho tiempo de soledad hacen
que una lucha contra la pornografía sea más difícil. Llene su tiempo de ocio
con servicios edificantes y otras actividades. Usted podría necesitar efectuar
otros cambios prudentes a fin de reducir la cantidad de tiempo en que se
encuentra solo.
Como se mencionó anteriormente, la observación de pornografía libera
sustancias químicas en el cerebro que condicionan la mente a involucrarse
en conductas repetidas a fin de recibir una estimulación adicional
placentera. Un terapista de adicciones sexuales ha experimentado buenos
resultados con un ejercicio simple para ayudar a recondicionar el cerebro.
El plan consiste en utilizar una tira de goma en la muñeca durante 30 días.
Cada vez que ocurra un pensamiento impuro, el hombre tirará
bruscamente de la tira de goma, enviando un signo neurológico de dolor.
Su cerebro será recondicionado parcialmente cuando el mismo comience a
relacionar el dolor con los pensamientos impuros.

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11. No se dé por vencido después de una recaída.
Un arranque abrumador de culpa y desaliento podría ocurrir luego de una
recaída. Si usted cayera en una falta pecaminosa, necesitará estar
preparado para un ataque violento de condena. La Biblia denomina a
Satanás como ‘el acusador’ de los cristianos (Ap 12:10). Luego de una
recaída, Satanás estará listo para bombardearle con dudas acerca del amor
de Dios hacia su persona. San Pablo dice ‘tengan siempre en la mano el
escudo de la Fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio’
(Efesios 6:16). En este punto, usted necesitará recordar aquellos versículos
de las Sagradas Escrituras acerca del amor inquebrantable y de la
misericordia de Dios que ha memorizado. Dichos versículos le podrán
preservar de la condena y la desesperación. (Vea los versículos en los
Juegos de Memoria de las Sagradas Escrituras para obtener Mentes Puras, y
lea el Salmo 51 y Romanos 8:31-39.)
Usted necesitará discernir cuidadosamente entre la condena y la
convicción. La condena del ‘acusador’ tiene el efecto de alejarle de Dios. La
convicción del Espíritu Santo le conduce hacia Dios para buscar el perdón y
la reconciliación. Si usted cae, ciertamente no debería dejar la lucha. Acuda
al Sacramento de la Penitencia y pida el perdón de Dios. Siempre estará
siempre accesible.
‘El SEÑOR asegura los pasos del hombre y le interesa sumamente su
conducta. Por eso, al caer el bueno no queda en tierra, porque el SEÑOR lo
toma de la mano’. Salmo 37,23-24
12. Obtenga la ayuda de su esposa
Su esposa probablemente ya esté enterada de su adicción y se encuentre
emocionalmente agobiada por ello. Usted probablemente solo se está
engañando a sí mismo mintiéndole a su esposa acerca de su adicción a la
pornografía. Deje de mentirle.
El hecho de mentirle a su esposa acerca de donde ha estado, donde se ha
gastado el dinero, o el negar el uso de pornografía destruirá la confianza y
debilitará aún más su matrimonio. Muchas esposas descubren que la
mentira acerca de la pornografía es tan devastadora como la adicción
misma. Usted necesitará de la paciencia de su esposa, de sus oraciones, y
de su perseverancia para ayudarle a superar esta adicción. La mentira
puede destruir su matrimonio. Deje de mentirle y dígale la verdad, aunque
sea humillante. La mayoría de las esposas están dispuestas a ayudar a sus
esposos a superar una adicción – si sus esposos son honestos con ellas. Un
esposo humilde y honesto descubrirá a una aliada valiosa para superar la
pornografía (Ver Eclesiastés 4,12).

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Deje de transferir las culpas – es una de las maneras más antiguas de evitar
la responsabilidad moral. (Recuerde la inaceptable excusa que Adán dio a
Dios por comer el fruto prohibido (Génesis 3). Su adicción a la pornografía
no es culpa de su esposa. Mas bien es el resultado de sus opciones morales
pecaminosas. El camino al arrepentimiento y a la recuperación comienza
cuando usted asume la responsabilidad de sus acciones.
Aunque los hombres a menudo son reacios a hacerlo, sería sensato
comunicar sus necesidades sexuales a su esposa de una manera tierna y
gentil. Santo Tomás de Aquino, cuando discutía la obligación mutua con
respecto al pago de la deuda matrimonial decía, ‘Pero, no sea que lleguen a
relaciones prohibidas, que cada uno tenga su esposa y cada mujer su
marido’. (1 Corintios 7,2). El mismo menciona que este precepto acerca de
las obligaciones mutuas con respecto a la deuda matrimonial es
particularmente importante cuando un esposo se encuentra hostigado por
la concupiscencia.
‘No se nieguen el derecho del uno al otro, sino cuando lo decidan de común
acuerdo, y por cierto tiempo, con el fin de dedicarse con más intensidad a la
oración. Pero después vuelvan a juntarse; de otra manera, al no poder
dominarse, Satanás los haría caer’ (1 Corintios 7, 5).
‘¡Bendita sea tu fuente, y sea tu alegría la mujer de tu noviazgo! ¡Sea para ti
como hermosa cierva y graciosa gacela; que sus pechos sean tu recreo en
todo tiempo, que siempre estés apasionado por ella! ¿Cómo te apasionarías
por una mujer cuyo origen ignoras y reposarías en el regazo de una ajena?’.
Proverbios 5,18-20.
Con toda probabilidad, usted ha dañado su matrimonio a lo largo de su
adicción pornográfica. Una comunicación matrimonial debilitada, así como
la falta de confianza, intimidad, y de relaciones sexuales frecuentemente
acompañan a la adicción a la pornografía. Tome ahora las medidas para
fortalecer su matrimonio.
Para obtener una lista de organizaciones disponibles y de maneras
prácticas de fortalecer su matrimonio (en inglés) vaya a www.dads.org y
desplácese hasta o ‘cliquee’ en ‘Vínculos,’ y luego ‘cliquee’ en ‘Ayuda para
Matrimonios Deteriorados.’
Ayudas para vencer la adicción a la pornografía http://dads.org/get-
help/pornography-addiction/
Cuando usted se aparte gradualmente de la pornografía, su vida
matrimonial mejorará. Asimismo, la consolidación de su matrimonio le
fortalecerá contra la atracción hacia la pornografía.
Gentileza de  www.corazones.org

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Pregunta: 4. Castidad en el noviazgo I.
Estimado Padre: ¿Es pecado acariciar a mi novia antes de casarnos?
Nos vamos a casar dentro de dos meses. Gracias
 
Respuesta:
Estimado:
Te respondo con lo que escribe el Padre Jorge Loring *:
Los novios deben tratarse íntimamente. Pero en este trato íntimo y con
confianza no han de permitirse ciertas confianzas ni intimidades. Es más,
deben ser muy discretos en permitirse ciertas manifestaciones amorosas, si
no quieren manchar sus relaciones de pecados. No puedes permitirle a tu
cariño muchas cosas que él te pide con fuerza. Es necesario que aprendas a
llevar tu noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Es muy
importante que te propongas firmemente llevar tus relaciones
prematrimoniales en gracia de Dios.
Eso será atesorar bendiciones del cielo para el matrimonio. En cambio, si
siembras de pecados el camino del matrimonio, cómo puedes esperar con
confianza que Dios os bendiga después?
En los muchísimos casos de matrimonios desgraciados, con graves
problemas, he tenido la curiosidad de preguntar cómo les fue en el
noviazgo. Hasta ahora ni un solo caso ha desmentido esta ley inexorable:
fueron noviazgos con grandes descuidos morales y con enormes lagunas
en su preparación.
Que tus relaciones sean cariñosas, pero castas . Que tus manifestaciones
de cariño sean limpias.
Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión
impura, han de redundar, tarde o temprano, en perjuicio de vuestra
verdadera y perdurable felicidad.
Cuando unos novios se han revolcado en el cieno de la lujuria, viven un
amor sucio, envilecido, que después les amarga. En cambio, unos novios
que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen
una ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de
la vida confirma esto continuamente.
Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar
las exigencias de la castidad antes del matrimonio, les ayudarán
poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad en

14
el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto
tendrá un día su recompensa .
‘He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se
abrazaban largamente y a cada instante…, y en el momento de su
matrimonio estaban ya cansados. Nosotros nos acariciamos de vez en
cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano. Tal vez
alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices. Todo es
fresco entre nosotros.
Nada está enmohecido. Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada,
ni lo estará jamás…
Estoy seguro que el respeto es el guardián de la felicidad de los esposos. No
gusta lo que no se ha deseado durante mucho tiempo… Los hogares duran
en proporción inversa a las concesiones pasionales que los precedieron.
Cualquier cosa que se usa sin medida y sin control acaba hartando’
(JOUVENROUX: Cuando se descubre el amor, VI, 8. Ed. Nova Terra. Barcelona).
En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que
el Sol todos los días se pone tras las montañas. La vida del matrimonio no
es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el
matrimonio.
Por eso debes tener mucha cautela en tus manifestaciones de amor. Los
novios todavía no son esposos. Muchas cosas que entre esposos son
perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un
peligro de pecar. Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación
sexual.
La excitación tiende a la satisfacción completa. Es muy difícil que los novios
que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el
límite de las intimidades lícitas. Una caricia lleva a otra mayor; y es
preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es
pecado. Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con
que sean breves, delicadas y ‘tan sólo de los hombros para arriba, bajando
sólo por el brazo’. Los novios, como todos los demás solteros, pecan
gravemente si con sus mutuas caricias se provocan voluntariamente un
deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro
próximo de provocarlo. Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen
obligación de resistirlas y no consentir en ellas. El amor es insaciable;
siempre pide más. A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él
quiere saltar por encima de todo. Por eso hace falta que la razón controle el
amor para mantenerle en la línea de la moralidad.

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Los novios todavía no están casados. Su amor les lleva al deseo de la
entrega total, pero todavía no tienen ese derecho. Dice el Nuevo Catecismo
de la Iglesia Católica: ‘Los novios están llamados a vivir la castidad en la
continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo
respeto y un aprendizaje de la fidelidad.
Reservarán para el matrimonio las manifestaciones de ternura específicas
del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad’.
Esto se consigue con la ayuda de Jesucristo. Sin la gracia de Dios es
imposible. De ahí la necesidad de una vida sacramental durante el
noviazgo.
Te recomiendo que estéis siempre en sitios bien visibles. Nada de sitios
solitarios y oscuros. La oscuridad y la soledad son peligrosas.
Una de las mejores defensas morales para el comportamiento de los novios
son unos ojos ajenos que los estén mirando. El comportamiento de los
novios debe ser tal que en todo momento puedan ser observados por sus
padres.
La castidad, aunque a veces es difícil y exigente, es no obstante posible en
el noviazgo; pero con ciertas condiciones. Quien quiera conservarla es
preciso que pague su precio. Los que no tengan voluntad para hacer los
esfuerzos que se necesitan, para echar mano de las fuerzas sobrenaturales
mediante la oración y los sacramentos, que no se extrañen de su fracaso y
de sus caídas. La experiencia, a Dios gracias, atestigua que muchos novios
cristianos han vivido y viven un noviazgo casto.
Por otra parte, si ella fue para él una ‘mujer fácil’ no será raro que, después
de casados, a él le atormenten los celos de que también lo pueda ser para
otros. Una mujer así no ofrece garantías de fidelidad matrimonial.
Desgraciado el hombre que se casa con una mujer lujuriosa. Tendrá dudas
horribles sobre si los hijos de su mujer son de él o son de otro hombre.
Conozco casos dramáticos.
Además, esas concesiones a la lujuria seguro que os dejan asqueados.
Os sentiríais mucho más felices si vuestro amor os uniera con Cristo en la
comunión, que no rebajados en la degradación del pecado. Sé de novios
que tuvieron una época de pasión desenfrenada, y que cuando luego
orientaron su vida por un camino de rectitud y pureza, me confesaron que
este segundo modo de amar les hacía mucho más felices.
Algunos chicos les dicen a las chicas que ellos prefieren a las que ya lo han
probado todo. Pero eso es un truco para lograr de ellas más fácilmente lo
que quieren sacar, y luego abandonarlas con la misma facilidad, de quien
tira un trapo viejo. Es lógico! Un chico sensato no se casa con una chica que

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el día de mañana puede salirle rana. Si no ha respetado su pureza de
soltera, qué garantías tiene de que no resultará adúltera después de
casada?
Algunas chicas quieren retener a un chico haciendo concesiones ilícitas.
Pero cuando no hay amor, esto puede retrasar la ruptura, no la evita. Y si la
ruptura ha de llegar, es mejor que ocurra antes de la boda.
A la mujer, ordinariamente, no le interesa el sexo si no va precedido del
amor y la ternura. El hombre es más impulsivo y pasional, y puede separar
el sexo del amor.
Las mujeres tienen una gran fuerza natural para amar, pero por su
extraordinaria sensibilidad se dejan influir mucho por las impresiones
exteriores, y están por lo tanto, expuestas a grandes trastornos en su vida
afectiva. Deben estar muy vigilantes para dominar su afectividad.
Y mira, esos chicos y chicas que durante su noviazgo faltaron gravemente a
la pureza, están acumulando, sin pretenderlo, una gran cantidad de
sufrimientos. Por lo menos sospecharán el uno del otro constantemente.
Siempre recuerdan sus caídas anteriores. Sospechan que su cónyuge pueda
caer de nuevo; y eso es natural. Porque si alguien no respeta la ley de Dios
antes del matrimonio, qué garantía ofrece de que la respetará después de
casado? Si hoy cedes a la tentación, tu marido podrá algún día dudar, con
razón, de tu fidelidad. En cambio, si ahora eres intransigente, cuando le
asalte la duda pensará: ‘imposible, si yo no logré nada de novio!’
Y te advierto una cosa: de todas las faltas contra la pureza que cometáis en
vuestro noviazgo, la culpable eres tú. Que el chico tenga momentos en que
pierda la cabeza y quiera de ti lo que no debe, es natural. Pero si tú no
quieres, no pasará nada. Y en estas ocasiones tú eres mucho más serena.
Debes por lo tanto imponerte. Y no creas que por eso vas a perderle.
Aunque él se enfade, la cosa será pasajera. Si te quiere, volverá a ti. Y si no
vuelve, es que no te quería a ti, sino que quería usar de ti para saciar sus
apetitos. Y quien te rebaja de esta manera, es indigno de ti. Ése, más vale
que se vaya. Si te casaras con él, no serías la reina, sino la esclava. Y antes
de ser esclava, más vale quedarse libre.
El quedarse soltera no tiene por qué ser una desgracia; y un matrimonio
fracasado, sí lo es. Y de la peor especie. La mujer soltera sólo es
desgraciada cuando no sabe llenar su vida con un ideal de servicio al
prójimo, que la haga sentirse realizada. La que logra hacerlo puede ser más
feliz que una casada.
Oye, además, lo que severamente dice Jesucristo: Si tu ojo, tu mano o tu
pie, son causa de escándalo, es decir, de pecado, arrójalos lejos de ti,

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porque más te vale entrar con un ojo, una mano o con un pie en el cielo
que con los dos ojos, las dos manos o los dos pies, ser arrojada al infierno.
Aplícalo a tu caso actual de relaciones: más vale entrar sin novio en el reino
de los cielos, que con novio, ser arrojada al infierno.
Que nunca, ante tu conciencia, te avergüences de tus relaciones
prematrimoniales. Sé una novia digna, limpia y pura.
No olvides, que tu novio, es únicamente un novio, que puede no llegar a ser
tu marido. Ámalo, sí con ilusión y cariño; pero sin mancharte.
Cuanto más cristiana y delicada seas en tus relaciones, más feliz serás el día
de tu boda, más bella aparecerás ese día ante Dios y ante él…! No transijas.
Pura hasta el altar!
Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e
ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada
que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte. Que tus hijas, al contarles tus
amores, puedan decirte con orgullo y envidia: ‘Qué hermoso es el amor así!
Nosotras también queremos ser unas novias tan buenas y puras como tú…’!
Tendrás valor para decirles que sean puras, si tú no lo fuiste?
Piensa también en tus futuros hijos. Ellos, no es fácil que sepan cómo se
desarrollaron las relaciones de sus padres, pero sí que te verán a ti, su
madre, con tus defectos y virtudes. Y éstas no se improvisan.
Si fuiste una novia intachable, serás sin duda alguna una madre ejemplar.
Piensa en el consuelo inmenso que tendrás, si algún día tu hijo te dice que
su mayor ilusión es encontrar una novia que sea como tú eres.
No olvides que el encanto de la mujer, le viene de ser pura cuando es joven,
y de ser madre cuando es mayor.
Las dos cosas se han reunido en María. Ella, Virgen y Madre. Ella,
Inmaculada.
Legiones de jóvenes, puestos sus ojos en María, han conservado íntegro el
tesoro de su pureza.
Admirable y encantador el ejemplo de Santa María Goretti, que se deja
matar antes de perder la castidad. Y gracias a Dios las goretis son muchas.
Recuerda a Josefina Vilaseca y otras muchas en España, menos conocidas
pero no menos heroicas.
 Tomado de Padre Jorge Loring, ‘Para salvarte’, 68,20
P. Miguel A. Fuentes, IVE

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Pregunta: 5. Castidad en el noviazgo II.
Tengo 23 años, de profesión mercadólogo, mi duda es acerca de los
besos y los abrazos, pienso que a veces es difícil establecer la barrera
entre los besos y los abrazos que son ilícitos y los lícitos, mi pregunta
concreta es lo siguiente: ¿besar en la boca utilizando la lengua es
ilícito? Para mí, casi está claro que sí, porque es casi imposible dar un
beso de esa forma y no despertar alguna sensación placentera,
aunque en algunas ocasiones he besado a mi novia utilizando la
lengua y el beso fue de una manera tan tierna y sintiendo el amor que
ella me transmite, que no se despertaron esas sensaciones
placenteras. Saludos, y considero muy importante su presencia en la
red, ya que son pocas las páginas que proponen conductas
moralmente buenas con fundamento en lo que se dice y con
propuestas coherentes. Hasta luego y espero su respuesta.
 
Respuesta:
Contesto con lo que expone el P. Antonio Royo Marín, en su Teología Moral
para Seglares, sobre los besos y abrazos (cf.  Teología Moral para Seglares,
B.A.C., Madrid, Tomo 1, n. 601):
1) Constituyen pecado mortal cuando se intenta con ellos excitar
directamente el deleite venéreo, aunque se trate de parientes y familiares (y
con mayor razón entre éstos, por el aspecto incestuosos de estos actos)
2) Pueden ser mortales, con mucha facilidad, los besos pasionales entre
novios (aunque no se intente el placer deshonesto), sobre todo si son en la
boca y se prolongan algún tiempo; pues es casi imposible que no
representen un peligro próximo y notable de movimientos carnales en sí
mismo o en otra persona. Cuando menos, constituyen una falta grandísima
de caridad para con la persona amada, por el gran peligro de pecar a que
se la expone. Es increíble que estas cosas puedan hacerse en nombre del
amor. Hasta tal punto les ciega la pasión, que no les deja ver que ese acto
de pasión sensual, lejos de constituir un acto de verdadero y auténtico
amor -que consiste en desear o hacer el bien al ser amado-, constituye, en
realidad, un acto de egoísmo refinadísimo, puesto que no vacila en
satisfacer la propia sensualidad aún a costa de causarle un gran daño moral
a la persona amada. Dígase lo mismo de los tocamientos, miradas, etc.,
entre esta clase de personas.
3) Un beso rápido, suave y cariñoso dado a otra persona en testimonio de
afecto, con buena intención, sin escándalo para nadie, sin peligro (o muy
19
remoto) de excitar la propia o ajena sensualidad, no puede prohibirse en
nombre de la moral cristiana, sobre todo si hay alguna causa razonable
para ello; por ejemplo, entre prometidos formales, parientes, compatriotas
(donde haya costumbre de ello), etc.
4) Lo que acabamos de decir puede aplicarse, en la debida proporción, a los
abrazos y otras manifestaciones de afecto.
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 6. Castidad en el noviazgo III.


Si bien está claro que las relaciones premaritales son pecado, quisiera
algunas precisiones sobre el tema de los besos y las caricias en una
pareja que aún no ha contraído nupcias.
 
Respuesta:
Respondo, ante todo, con las reflexiones del Padre Carlos Buela, en el
artículo ‘El noviazgo católico’ (cf. Revista Diálogo nº 4 [1992], pp. 11-14):
LAS AFECTUOSIDADES
Siendo jóvenes y briosos, con el bichito del amor en el corazón,
mentalizados por toda una propaganda pansexualista y, a veces, incluso
por algún -como los llama el P. Cornelio Fabro- ‘pornoteólogo’, es evidente
que en la manifestación del amor mutuo se muestren demasiado efusivos.
Hay toda una moda, a la que no muchos se sustraen, en bailes,
atrevimientos en el caminar juntos, prendidos como ventosas, en
apasionados e interminables besos, colgados uno de otro como sobretodos
del perchero; nuestro lunfardo caracteriza esto con una palabra:
‘franeleros’. En lengua culta se los llama sobadores. A muchos jóvenes les
han hecho creer que la esencia del noviazgo consiste en pasarse horas
sobándose y sobándose más que cincha de mayordomo. Esos coqueteos,
manoseos y besuqueos de los novios y novias sobadores que se adhieren
entre sí como hiedra a la pared y que no llegan a una relación sexual
completa se realiza, en el fondo, por razón de que los placeres imaginarios
son más vivos, más fascinantes, más duraderos, más íntimos, más secretos,
y más fuertes que los placeres y deleites del cuerpo. Es mucho más
excitante y más ‘espiritual’, para algunos, el hacer todo como para llegar a la
relación sexual, pero quedarse en el umbral. Aún fuera del aspecto moral,
esas desmedidas son de muy deplorables consecuencias:

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1) Son causa muchas veces de frigidez, sobre todo en la mujer, ya que por
un lado siente cierto placer y al mismo tiempo, miedo de que las cosas
pasen a mayores, por lo que busca reprimir aquello que siente.
2) Según me aseguran algunos médicos, puede ser, en algún caso, causa
de infecundidad en el matrimonio: el dolor que luego de grandes
efusividades sienten en sus órganos genitales ambos novios, es indicio
innegable de que la naturaleza protesta por un uso indebido.
3) Generalmente, esas prácticas empujan a la masturbación y al joven,
además, al prostíbulo (donde lo masturban ya que no es un acto de amor lo
que allí hace con una prostituta). Lo más grave aún, es que quien está
habituado a la masturbación, aún casado lo sigue haciendo, en
consecuencia el mismo acto matrimonial deviene en una masturbación de
dos. El egoísmo del que cae habitualmente en el pecado solitario es tan
crónico, que, por resultante, concluye siendo impotente de realizar el acto
sexual por amor, como Dios manda. A ello empujan las novias que muy
sueltas de cuerpo excitan al novio creyendo que así, ellos las van a amar
más. No dudo en afirmar que ésta es la causa principal de tantas
desgracias familiares. Cuando ella o él descubre que el otro lo usa como
‘objeto’, es decir, por egoísmo, la muerte del amor es casi inevitable y de allí,
las peleas, rupturas y separaciones. Porque, es preciso decirlo con toda
claridad: generalmente, cuando en un matrimonio anda bien lo sexual, todo
otro problema encuentra solución fácilmente.
4) No hay que olvidarse de que ‘aunque todas las potencias del alma estén
inficionadas por el pecado original -enseña Santo Tomás- especialmente lo
está (entre otras facultades)… el sentido del tacto’, que, como todos
sabemos, se extiende por todo el cuerpo.
5) Tratándose de seres normales, es muy poco lo que les puede provocar
excitación; entonces, hay que evitar completamente todo aquello que
pueda producirla. Querer evitar excitaciones y no evitar las efusividades, es
como pretender apagar un incendio con nafta. Los novios en el tema de la
pureza tienen las mismas obligaciones que los solteros. A la pregunta
siempre repetida: ‘Padre, ¿hasta dónde no es pecado?’, algunos responden
con la consabida fórmula que se puede encontrar en cualquier buen
manual de moral: ‘mientras no haya consentimiento en ningún placer
desordenado’. Pero este principio por más que los jóvenes lo tengan
grabado en su alma con letras de fuego, pierde toda eficacia cuando se
enciende la llama de la pasión; de ahí que lo más prudente es aconsejar a
los novios, como se hacía antaño: ‘Trátense como hermanos’. Percibimos la
sonrisa sobradora de algunos que se pasan todo el día hablando de
‘hermanos’ (no refiriéndose a esto), mas la experiencia nos dice que eso es

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lo efectivo e innumerables novios y novias nos lo han agradecido de todo
corazón y viven, ahora, un muy feliz matrimonio. Todos los sacrificios que
se hagan durante el noviazgo para respetarse mutuamente, son nada
comparados con los tan grandes y dichosos frutos, que por esos sacrificios,
se tendrá en el matrimonio. Todo lo que los jóvenes hagan en este sentido
no terminarán de agradecerlo el día de mañana, porque redundará en la
felicidad del cónyuge, en la felicidad de los hijos y en la felicidad de quienes
los rodeen. Y, por el contrario, lo que no hagan en éste sentido, dejándose
arrastrar por el torbellino de la pasión, será causa de amarga tristeza, de
grandes desilusiones y frustraciones. El fruto del egoísmo no puede ser la
alegría ni la paz. La alegría es la expresión de aquel ‘a quien ha caído en
suerte aquello que ama”.
Hasta aquí cuanto dice el P. Buela. Podemos sintetizar la doctrina moral
sobre las afectuosidades en general diciendo lo siguiente:
-son lícitas las demostraciones de afecto, aceptadas por las costumbres y
usansas, que son signo de cortesía, urbanidad y educación;
-son ilícitas las expresiones púdicas (abrazos, besos, miradas,
pensamientos, deseos) con la intención expresa y deliberada de placer
venéreo o sexual, aunque no se tenga voluntad de llegar a la relación sexual
completa;
-también son ilícitas cuando, aun sin tener intención deliberada de placer
venéro o sexual, son ocasión próxima de actos pecaminosos internos
(malos pensamientos, deseos, etc.);
-con más razón son ilícitas las relaciones sexuales completas.
En resumen: ‘reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones
de ternura específicas del amor conyugal’ (Catecismo de la Iglesia Católica,
nº 2350).
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 7. Sobre la homosexualidad.

Gerard J. M. van den Aardweg es un acreditado psicólogo holandés,


catedrático desde hace más de treinta años, casado, padre de siete
hijos, que ha dictado cursos en Estados Unidos, Canadá y Brasil. Autor
de numerosos libros, ensayos y artículos sobre la homosexualidad,
aborda en este artículo las causas y las posibles soluciones de una de
la variantes de la homosexualidad.
 
Respuesta:

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Homosexualidad es la atracción sexual hacia personas del propio sexo. En
cromosomas, hormonas sexuales y constitución física los homosexuales
son normales. Hubo un tiempo, el de Freud, en que se pensó que se debía a
factores hereditarios, pero esta hipótesis hoy ha sido científicamente
desechada. Los homosexuales son biológicamente normales, lo que no es
normal es el ejercicio de la homosexualidad. Es de advertir que el
homosexual tiene instintos heterosexuales; lo que ocurre es que se le
bloquean por alguna razón, que puede ser un complejo de inferioridad.
Quienes de verdad se empeñan en luchar contra ese complejo, aun en
casos de transexualidad, en uno o dos años acaban con sus obsesiones.
Para dar la impresión de normalidad, hay quien asegura que quizá uno de
cada cinco hombres tiene ‘tendencias’ homosexuales, pero las estadísticas
lo desmienten y ponen de manifiesto que en realidad no pasan de un uno o
dos por ciento.
El movimiento mundial para la emancipación de los homosexuales trata de
eludir cuestiones fundamentales, se sirve de medias verdades y de
falsedades totales y maneja el concepto de discriminación para suscitar
compasión. Hace del homosexual una víctima.
UNA CAUSA: LA FALTA DE MADUREZ
En la pubertad, puede tratarse de un fenómeno transitorio. Hay casos en
que la homosexualidad arraiga en los primeros años de juventud. Este
hecho ha llevado a algunos a pensar que no tiene sentido procurar
desarraigarla. La teoría más en boga es que la homosexualidad se basa en
una perturbación del llamado ‘sentido de identidad sexual’. La realidad
demuestra que los homosexuales están afectados no sólo en su faceta
sexual, sino en todo su mundo emotivo. Su vida emotiva coincide mucho,
por ejemplo, con la de tipo ansioso, compulsivo o depresivo, caracterizada
por depresiones, nerviosismo, problemas relacionales y psicosomáticos. No
son capaces, en determinados aspectos de su vida emotiva, de madurar y
de ser adultos y, pese a querer aparentar jovialidad y alegría no son felices
interiormente. La causa no está en la discriminación de la que se quiere
acusar a la sociedad que les haría ‘víctimas’ de ella, sino en fuerzas que
actúan en el interior mismo de los interesados (…)
¿SE PUEDE CURAR LA HOMOSEXUALIDAD?
Mucha gente no sabe que la génesis psíquica de esta condición sexual
carece en absoluto de misterio y que su terapia es posible. El método que
he utilizado consta de dos partes: la primera consiste en hacer adquirir al
interesado una visión clara de la propia identidad y de su propio mundo
afectivo; la segunda, en afrontar esa situación. Llevamos a las personas a
reírse de sí mismas (el humorismo puede ser muy saludable) y a la

23
adquisición de hábitos positivos: valentía, honestidad consigo mismo,
autodisciplina, capacidad de amar a los demás; así, hasta lograr que el
homosexual pierda sus hábitos neuroinfantiles.
Es esencial neutralizar la autoconmiseración crónica. Es obligado decir que:
– En un treinta por ciento de los casos, la curación es completa: acaban
desarrollando actitudes y hábitos sexuales normales y afectivos y una vida
emotiva adulta. Por supuesto, una curación sólo sexual no sería una
curación completa.
– Otro treinta por ciento de personas cambia más o menos gradualmente,
pierde sus obsesiones homosexuales y asume una actitud emotiva nueva,
aunque no lo suficiente para poder hablar de curación completa.
– Hay otros que progresan con extremada lentitud por su estado neurótico
grave, pero también éstos, si son ayudados por una asistencia y un
tratamiento constructivos, adquieren fuerza y coraje y poco a poco van
perdiendo sus depresiones, nerviosismos y ansiedades.
RESPONSABILIDAD DE LOS EDUCADORES
Los complejos homosexuales se pueden evitar educando a un muchacho
como muchacho y a una chica como tales. No se pueden intercambiar y
mezclar las cosas. Una total identificación, la total identidad de roles que
quiere cierto feminismo exacerbado es absurda. Los sacerdotes y
educadores tienen un papel importantísimo cuando aportan al crecimiento
psicológico una contribución mucho mayor de la que a veces son
conscientes. Cuidado con creer que todo ‘amor’ es bueno; hay formas de
amor compasivas y neuróticas que revelan una personalidad dividida en sí
misma y que necesitan una guía moral firme y segura. Los pacientes que
viven su fe de manera positiva tienen las mayores esperanzas de un cambio
radical en su homosexualidad: ésta es mi experiencia de años.
El problema de la homosexualidad es presentado en una injustificada
atmósfera de fatalismo. La homosexualidad sigue siendo vista por la
mayoría de la gente a la luz de prejuicios e ideas preconcebidas, infundadas
y superadas de las que, por desgracia, no están ausentes profesionales
(médicos, sociólogos, psicólogos, sacerdotes, periodistas). Si a ello
añadimos la falta de puesta al día de la Psiquiatría y de la Psicología, se crea
una situación de la que se aprovecha la estrategia de la emancipación de
homosexuales militantes, flanqueada por el ‘establishment progre’
occidental que pretende hacer creer que la homosexualidad es una
variante normal de la sexualidad humana, que homosexual se nace y que
no se puede cambiar. A todos ellos no les vendría mal una mejor
información.

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LA FALACIA DE LA RESIGNAClÓN
Los responsables mejoran poco a poco las situaciones concretas. Hay
directores espirituales que animan correctamente a los homosexuales a
vivir la castidad y el dominio de sí mismos, pero de hecho consideran que
es imposible desarraigarla. Es muy equivocada la actitud de no pocos
hombres de Iglesia que, de buena fe, pero víctimas probablemente de la
escasa difusión de las experiencias terapéuticas, consideran que el mejor
modo de ayudar a los homosexuales es enseñarles la resignación y la
aceptación del sacrificio que supone su situación, en lugar de animarles y
ayudarles a salir de ella, con paciencia y perseverancia.
Además de ignorancia, demuestran ingenuidad, ya que es dificilísimo, por
no decir imposible, convivir con las propias tendencias homosexuales sin
dejarse arrastrar por ellas. El camino de la curación de los homosexuales no
pasa por la compasión y mucho menos por la aceptación de su situación
como ‘normal’. Es impresionante y doloroso constatar cuántos médicos,
terapeutas, sacerdotes, psicólogos ignoran el deseo de cambiar que tienen
muchas personas con tendencias homosexuales. La afectividad desviada no
es más que un aspecto de una personalidad inmadura. La terapia debe
apuntar a enseñar al paciente a reconocer y combatir toda una gama de
expresiones deego-centrismo infantil, de temores, complejos de inferioridad,
reacciones consolatorias, afectaciones y autocompasiones. En la esfera
afectiva crecemos cuanto mayor es la confianza en nosotros mismos como
hombres o como mujeres con plenitud y felicidad. Un psiquiatra holandés
que militaba en el movimiento de emancipación homosexual cuenta la
curación de una lesbiana gracias a un sacerdote dotado de buen sentido
psicológico, que le dijo: ‘¡Si es que tú te has quedado en cuando eras una
niña … ! ‘. Su proceso de cambio duró un tiempo, pero acabó reconociendo
ante el psiquiatra que su problema había desaparecido ‘como una pierna
amputada, que no vuelve’.
G. J. M. VAN DEN AARDWEG
(MUNDO CRISTIANO)

Pregunta: 8. Sobre el travestismo.


Estimado Señor: buscando una respuesta di con su dirección, y
quisiera que me respondiera lo siguiente: ¿Cómo ve la iglesia el
‘travestismo’? ¿es pecado? ¿y el travestismo dentro del matrimonio?
 
Respuesta:

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Mons. Elio Sgreccia señala al travestismo como una síndrome de raíz
psicológica, en el cual no hay deseo profundo de cambiar de sexo sino
simplemente un deseo psíquico de vestirse como el sexo opuesto como
condición necesaria para alcanzar la excitación sexual; se trata de una
anomalía sexual.
Las anomalías sexuales son formas de perversión sexual, nativas o
adquiridas por hábitos viciosos, en las que el instinto sexual discurre por
cauces extraviados y anormales.
El hecho de padecer alguna anomalía sexual (es decir experimentar la
inclinación anómala) no significa necesariamente un pecado, a menos que
haya sido adquirida voluntaria y libremente por repetición de actos
viciosos. Sin embargo, quien la padece está obligado a reprimirla, al igual
que el hombre normal debe reprimir sus instintos desordenados. Si no
consiente a sus inclinaciones y las combate, no hay pecado; en caso
contrario, sí.
Dentro del matrimonio siguen valiendo los conceptos anteriormente
dichos, y cuando esta actitud es pecaminosa se agrava con la malicia propia
de la infidelidad (un cónyuge se debe al otro en cuerpo, afecto y
pensamiento).
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 9. Castidad en el noviazgo IV.


El amor de los novios ¿incluye el sexo?
 
Respuesta:
El hombre sensual confunde el placer con la felicidad. Su ansia de placer
acaba con el verdadero amor, y al rebajar su concepto de la mujer, ha
matado la felicidad de su matrimonio .
Es verdad que el amor incluye el sexo ; pero puede haber sexo sin nada de
amor: por ejemplo, el que va con una prostituta. Ortega y Gasset en su
ensayo ‘Estudios sobre el amor’ analiza la diferencia entre amor y apetito
sexual. Dice que no es lo mismo desear que amar: el drogadicto desea la
droga, y al mismo tiempo la odia porque sabe que es su ruina.
El deseo es egoísta. El amor es generoso. Cuando deseo, busco algo que me
satisface. Cuando amo, busco satisfacer a alguien(797) .
No es lo mismo deseo que amor. Al desear busco para mí, al amar quiero el
bien de la persona amada. El sediento desea agua para saciar su sed, y un

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hombre puede desear a una mujer para saciar su lujuria. Pero ni el sediento
ama el agua, ni ese hombre ama a esa mujer. Por eso cuando el sediento
deja de tener sed, pierde su interés por el agua, y cuando ese hombre
encuentra otra mujer que le apetece más, cambia con facilidad de persona.
El amor es estable.
A veces las películas exponen la tragedia, no rara en la vida real, de dos
amores cruzados. Una persona ama a otra que no le corresponde, y al
mismo tiempo es amada por otra que le deja indiferente. Si uno de estos
amores es imposible por tratarse de persona casada, es claro que la
solución es centrarse en el único amor posible, para ver si es también
razonable. Pero si los dos amores son igualmente posibles, a veces la
solución no es fácil. Es difícil acertar. Además de la inclinación del corazón,
hay que examinar otras cosas para unir el corazón con la cabeza.
Hay una canción que dice que a todo el mundo le gusta cambiar de comida,
de trabajo y de amor; pues toda la vida igual resulta insoportable. Pero el
amor no es ni una comida, ni un trabajo. El que necesita cambiar de amor
es porque tiene la desgracia de que nunca ha amado, y por lo tanto tiene
una total ignorancia de lo que es el amor.
El que ama de verdad es feliz viviendo con la persona amada toda la vida.
Por eso las frases de amor son: ‘te querré siempre’ , ‘te querré hasta la
muerte’ .
Pero quien dice: ‘te querré sólo una semana, pero la semana que viene
querré a otra’ , ése no ama. Lo que tiene se llama un ligue, un capricho
pasajero, o lo que sea, pero no es amor. El amor, lo es para siempre o no es
amor. Un amor condicionado es un amor putrefacto. Un amor ‘a ver cómo
funciona’ es un brutal engaño entre los dos. Un amor sin condiciones puede
fracasar, pero un amor con condiciones, no sólo es que nazca fracasado, es
que no llega a nacer .
Hay personas para quienes sólo vale el momento presente del amor. No les
preocupa qué pasará el día de mañana. Estas personas no saben lo que es
amar. El enamorado quiere que su amor dure toda la vida.
Desearía que no se acabase nunca. El amor, o es para siempre o deja de ser
amor, para convertirse en aventura pasajera.
El vicioso necesita continuamente cambiar a nuevas experiencias; pero el
auténtico amor nunca encuentra rutinario lo que es sincera expresión de
cariño.
Y naturalmente los que hacen vida sexual sólo por apetencia, para
satisfacer un deseo, donde cada uno busca el placer que el otro le
proporciona a él, eso, evidentemente tiene que terminar mal. Amor no es el

27
placer que sienten dos estando juntos. Esto puede ser coincidencia de
egoísmos. Uno comienza a amar cuando llega a ser capaz de sacrificarse
para hacer feliz a la persona amada. El egoísmo es la muerte del amor;
mientras que el sacrificio es la verdadera prueba del amor. Cuando los
novios se han templado en el sacrificio por el bien del otro, el matrimonio
será una delicia . Pero si lo que han hecho de novios es fomentar su
egoísmo, es lógico que su matrimonio sea un fracaso.
El amor nunca es egoísta . Todo lo que sea instrumentalizar en busca de la
propia satisfacción, no es amor. Y esta instrumentación puede ser
simultánea por ambas partes. Incluso en las verdaderas manifestaciones de
cariño hay que tener cuidado de no penetrar en el campo de lo que es
derecho exclusivo de casados.
Sin virtud y sin amor no puede haber matrimonio feliz. Muchos
matrimonios fracasan porque su noviazgo fue una calamidad. Estos
matrimonio tenían que fracasar necesariamente. Lo normal es que de un
mal noviazgo salga un mal matrimonio, y que de un buen noviazgo salga un
buen matrimonio. Habrá excepciones, pero son las menos. El número de
matrimonios felices es proporcional al de las parejas que se casan por
amor, y no por lujuria. Cuando un chico y una chica se unen en matrimonio
sólo porque se apetecen sexualmente es lógico que ese matrimonio sea un
fracaso. La convivencia estable de dos personas es imposible que sea
agradable si entre ellas no hay verdadero amor.
Muchos creen que se aman y sólo se desean. En Estados Unidos el 50% de
los matrimonio de jóvenes menores de veinte años, se divorcian antes de
los dos años(798).
La experiencia de la vida demuestra que la unión sexual pasajera es mucho
menos satisfactoria que la que realiza una pareja estable que se ama. La
libertad sexual, la unión sexual episódica, al principio puede parecer
gratificante, pero a la larga deja el alma triste. Por eso quienes van de
cuerpo en cuerpo buscando ese tipo de satisfacciones es lógico que
terminen hartos de todo, sin ilusión por nada, cansados de vivir, incapaces
de amar y resignados a no encontrar esa felicidad duradera con la que toda
persona sueña.
Las aventuras sexuales pueden durar más o menos, pero por carecer de
amor, suelen terminar mal. Sólo el verdadero amor puede proporcionar
una felicidad perdurable. Lo que hacen es animalizar a las personas e
indisponerlas para la verdadera felicidad que está en el amor espiritual.
La felicidad de la persona humana no puede reducirse a satisfacciones
corporales, que no superan el nivel animal. ‘Es una experiencia humana que

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el nivel puramente sexual ni le aporta al hombre una felicidad duradera ni
es capaz de satisfacer los anhelos más profundos del corazón'(799).
Muchas personas que han pasado por diversas aventuras amorosas,
después, reconocen que han perdido el tiempo, pues no han encontrado el
verdadero amor, y ahora sueñan con formar una familia estable, pero ya es
tarde.
El amor enriquece el sexo. Por eso los novios no deben tener ningún temor
a que su vida sexual no vaya a ir bien en el matrimonio. Si se aman de
verdad, la vida sexual irá bien. Por eso es un error decir que los novios
deben conocerse sexualmente antes del matrimonio. Dice Eduardo López
Azpitarte, Catedrático en Granada, que no conoce ningún matrimonio con
amor que haya fracasado en su vida sexual. Los fracasos en la vida sexual
suelen ocurrir cuando hay falta de armonía en el terreno psíquico pues esto
repercute en el terreno sexual.
Algunos dicen que si un chico y una chica se quieren para vivir
matrimonialmente no necesitan ningún papeleo burocrático . Eso es muy
cómodo, pero no es serio. En la vida todas las cosas serias se formalizan
con un documento. Si tú le prestas a un amigo un millón de pesetas, no te
basta su palabra, por muy amigo tuyo que sea. Te quedas más tranquilo si
te echa una firmita en un papelito. Pues el matrimonio es una cosa muy
seria, en la que se pone en juego la educación de unos hijos que necesitan
un hogar, y eso no puede estar a merced de una pareja que no quiere
comprometerse a vivir juntos, y por lo tanto en cualquier momento difícil,
por los que necesariamente pasan todas las parejas, uno de los dos podría
dejar al otro plantado y marcharse, a veces, precisamente en una edad en
la que será muy difícil encontrar nueva pareja, y la soledad atormentará al
otro todo el resto de su vida.
Aparte de que los hijos tienen derecho a un hogar estable indispensable
para su educación. Pero además, los niños pueden traumatizarse al darse
cuenta del rechazo de los demás por su situación anómala. Y si se casan
después de tener el hijo, el trauma puede ser de alguno de la pareja hacia
ese hijo que le ha obligado a casarse contra su voluntad. Por eso la Iglesia
no está de acuerdo con esas parejas que quieren vivir matrimonialmente,
pero sin formalizar el matrimonio .Un mismo acto (coito), cambia de
valoración moral si cambian las circunstancias (matrimonio) que pueden
conceder un derecho que antes no se tenía.
La base de la felicidad matrimonial está en el amor espiritual entre ambos
cónyuges. Éste es perdurable, el que no hastía nunca. Y cuanto más pongas
de carnal en tu cariño, menos sitio dejas para lo espiritual. Unas relaciones
en las que hay concesiones a la concupiscencia, se rebajan, pierden

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elevación y espiritualidad, es decir, pierden fortaleza en su vínculo
fundamental. En cambio, cuando el instinto es frenado por la virtud, una
aureola de elevación ilumina ese cariño, y un autodominio y mutuo respeto
fortalece el vínculo que va a unirlos para toda la vida. Cuando se da este
amor espiritual, el noviazgo es un tiempo de mutua educación: él se hace
más puro, deja ciertos amigos, etc., por darle gusto a ella; y ella viste con
más decencia, vence más su genio y sus caprichos, etc., por darle gusto a él.
Pero cuando el amor del noviazgo está basado sobre la carne y el instinto,
ese amor es egoísta, busca sólo su propia satisfacción. El egoísmo adquirirá
en el matrimonio proporciones insospechadas.
Alegría es la satisfacción por haber alcanzado un deseo. Es saborear algo
bueno que esperábamos.
La alegría está sobre el placer. El placer está en los sentidos, y la alegría en
el alma. La alegría es el camino hacia la felicidad. La alegría es causa de
optimismo, satisfacción y regocijo. La alegría enriquece interiormente y
hace que la vida merezca la pena de ser vivida.
La felicidad se lleva en el alma. Dijo Frankl en su obra ‘El hombre en busca
de sentido’: ‘La felicidad no se puede buscar nunca directamente. Sólo
puede venir como consecuencia de haber entregado lo mejor de nosotros
mismos por una causa noble’.
Como dijo el Dr. Rodríguez Delgado, ‘no es lo mismo placer que felicidad’. El
placer está en los sentidos. La felicidad en el alma.
El amor tiene dos vertientes, el cariño, que es amor del alma, y el deseo que
es amor del cuerpo. El cariño está hecho de ternura, admiración, respeto,
etc. El deseo trata de poseer el cuerpo del otro, culminando en la unión
sexual. La diferencia entre amor y deseo está en que el amor se siente
atraído por las virtudes de la persona, y el deseo por la belleza corporal. El
amor es más espiritual, va más dirigido a la belleza del alma. Va surgiendo
poco a poco con el trato de la persona querida. El deseo brota más
explosivamente. Va dirigido al atractivo corporal. Es más violento, busca
expresarse en abrazos y besos frenéticos, que son maneras de tratar de
poseer el cuerpo del otro. Son conatos de la unión sexual. El deseo nace del
cuerpo. Se siente en el cuerpo, se dirige al cuerpo del otro. El amor es
menos explosivo y violento. Es más profundo, más satisfactorio. Más
reconfortante. Está hecho de ternura, admiración, respeto e identificación
con la persona querida .
A veces se dan solteros, ya mayorcetes, que han encontrado una pareja con
quien hacer vida sexual, y no quieren atarse con el matrimonio.

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Son unos egoístas que buscan sólo su propia satisfacción, incapaces de
amar a nadie, y por lo tanto incapaces de hacer feliz a nadie. Sólo se
quieren a sí mismos, y a la larga es inaguantable convivir con ellos.
Quienes de solteros quisieron siempre satisfacer sus caprichos y de novios
no tuvieron inconveniente en ceder a sus pasiones, llegan al matrimonio
con un alma ferozmente egoísta y un cuerpo ávido de placeres. Como es
natural el matrimonio no puede darles todo lo que ellos quieren, y su falta
de sentido cristiano les hace infelices incluso en esta vida.
El resultado de esto son los fracasos matrimoniales que vemos por todas
partes.
Muchos se quejan de su matrimonio cuando ya no hay remedio, porque un
vínculo indisoluble los ata para toda la vida. Pero pocos caen en la cuenta
de que su fracaso matrimonial se debe a que tomaron el noviazgo como
una diversión, y contrajeron el matrimonio a la ligera, con frivolidad y
sensualidad.
Muchos fracasos matrimoniales , muchos matrimonios desgraciados se
deben a haber tenido un falso concepto del amor. El cine, las novelas, las
canciones de la radio y los seriales están llenos de ideas paganas sobre el
amor. Quien bebe en esas fuentes, es natural que sienta los efectos del
veneno. El matrimonio es una cosa muy seria, y como todas las cosas
serias, requiere su preparación adecuada.
La frivolidad, la ligereza, la pasión y el jugar al amor han matado el
verdadero amor. Los chicos y las chicas se gustan por el atractivo físico, por
el instinto sexual, por la satisfacción que el otro les produce a sí mismos. Y
esto es egoísmo, no es amor. Y el egoísmo es caprichoso, voluble, pasajero.
Estos amores apasionados y egoístas no pueden dar una felicidad estable.
Pronto se cansan y ansían cambiar de objeto.
Los objetos no se aman . Se utilizan para uno, y luego se tiran o se
arrumban. Una chica que no se hace respetar se rebaja a ser un juguete. Y
los juguetes duran más o menos, pero terminan arrumbados y olvidados.
Me escribía una chica: ‘Padre, es un asco. Todos los chicos vienen a lo
mismo. Si no te dejas, no les interesas’. El dejarse instrumentalizar por
temor al abandono es un disparate, pues quien instrumentaliza no ama, y
quien no ama terminará abandonando. Para algunos chicos, las chicas son
como esos objetos que llevan una etiqueta que dice: ‘Tírese después de
usarla’.
El amor es otra cosa. El amor es dar. Es enriquecer, dignificar, ennoblecer a
la persona amada.
Nunca gozarla para sí mismo. Eso es egoísmo .

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Y el egoísmo es la muerte del amor, mientras que el sacrificio es la
verdadera prueba del amor.
Cuando los novios se han templado en el sacrificio por el bien del otro, el
matrimonio será una delicia. Pero si lo que han hecho de novios es
fomentar su egoísmo, es lógico que su matrimonio sea un fracaso.
Ya dijo Aristóteles que ´’amar es buscar el bien de la persona amada'(800).
Santo Tomás de Aquino dijo: ‘Amar es desear el bien de alguien'(801).
Y Sócrates que ‘el amor es darse'(802).
Jean Guitton aprendió de niño estos versos que expresan la misma idea:
‘Por tu felicidad, daría la mía.
Aunque nunca tuvieras que saberlo.
Con tal de oír alguna vez en la distancia la risa de la dicha, nacida de mi
sacrificio’.
Y el, muy conocido en Nueva York, Dr. Domínguez: ‘El amor, al contrario que
el dinero, cuanto más se da, más se tiene; cuanto más generoso, es más
grande y más hermoso’.
‘Amor, no es buscar ser comprendido, sino comprender;
no es buscar ser perdonado, sino perdonar;
no es buscar ser alegrado, sino alegrar;
no es buscar ser amado, sino amar.
Amar, es saber sacrificarse, hasta estrujarse el corazón por la felicidad de la
persona amada.
Si no quieres sufrir, no ames;
pero, si no amas, para qué quieres vivir?’.
El ser humano es persona, no es cosa. El amor integra el respeto a la
persona, o no es amor, aunque haya manifestaciones eróticas; pues el
amor no consiste en la excitación de los sentidos. El auténtico amor no se
dirige sólo al cuerpo, sino a toda la persona.
‘El amor es un don en sí mismo y no es posible entregarse a medias. El
amor es total, o ya no es amor'(803).
‘El amor conyugal es un amor de totalidad. Siendo un amor total, tiene que
ser un amor definitivo. Un amor total que tiene reservas en el tiempo, no
puede ser un amor total… La totalidad del amor es indivisible… Por su
propia esencia es fiel y exclusivo. Un amor total no puede ser compartido
con varias personas'(804).
En el sentido más general, puede describirse el carácter activo del amor
afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir…

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Dar es más satisfactorio, más dichoso, que recibir; amar, es más importante
que ser amado. Al amar, se siente la potencia de producir amor -antes que
la dependencia de recibir siendo amado-. El amor infantil sigue el principio:
‘amo porque me aman’. El amor maduro obedece al principio: ‘me aman
porque amo’. El amor inmaduro dice: ‘te amo porque te necesito’. La
concupiscencia dice: ‘Te amo porque eres un bien para mí’. El auténtico
amor dice: ‘Te amo porque deseo lo que es un bien para ti’. El amor
recíproco no es el hartazgo de la concupiscencia de cada uno, que es una
coincidencia de egoísmos.
La reciprocidad verdadera no puede nacer de dos egoísmos sino que ha de
suponer necesariamente el altruismo de cada uno. Amar es darse y darse
significa limitar su libertad en provecho de otro. La limitación de la libertad
podría ser en sí misma algo negativo y desagradable, pero el amor hace que
por el contrario, sea positiva, alegre y creadora. La libertad está hecha para
el amor… El hombre desea el amor más que la libertad: la libertad es un
medio, el amor es un fin .
El único amor perdurable, el que da una felicidad creciente al paso del
tiempo, el único amor que da la máxima felicidad posible en este mundo, es
el amor que por encima de la satisfacción propia busca el bien de la
persona amada, aunque para ello tenga que renunciar a sus propias
apetencias.
Amor que se busca a sí mismo, fracasa irremediablemente. El amor eleva, la
pasión envilece. El amor que busca el bien de la persona amada, llegará a
encontrar la verdadera dicha. La experiencia de la vida confirma la verdad
de todo esto. Por eso vale tan poco enamorarse del cuerpo, que es amor
sexual. Y en cambio, hay tantas garantías de éxito en el amor del alma, que
es espiritual. Si lo que buscas, en lo que llamas amor, es saciar tu sed, no
amas, desengáñate. Si lo que buscas es servir, ennoblecer, perfeccionar a la
persona amada, felicítate: has encontrado el camino del verdadero amor. Y
cuanto más haya de esto, más feliz te hará ese amor.
Considera despacio estas ideas:
-Si te extasías ante su belleza…, es sólo no es amor: es admiración.
-Si sientes palpitar tu corazón en su presencia…, eso sólo no es amor: es
sensibilidad.
– Si ansías una caricia, un beso, un abrazo, poseer de alguna manera su
cuerpo…,eso sólo no es amor: es sensualidad.
-Pero si lo que deseas es su bien, aun a costa de tu sacrificio…,
enhorabuena: has encontrado el verdadero amor.

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Con todo hay que tener en cuenta que uno puede sacrificarse no sólo por
amor, sino también por deseo. Se pueden hacer grandes sacrificios para
obtener cosas: un automóvil, una prenda de vestir, etc.; y las cosas no se
aman. Sólo se desean. Y cuando se consiguen se cambian por otra cosa
mejor, más buena o más moderna.
‘Bajo el nombre de amor circula una mercancía que es su negación y
caricatura. Lo grave es que se está vilipendiando el amor verdadero por
parte de todos esos falsarios de la sexualidad humana. Lo grave es que a
fuerza de presentar una imagen deformada de la sexualidad, se
compromete su valor como ser humano'(805).
El sexo normal ya no atrae; se está echando mano a extravagancias y
perversiones. Están en venta el sadismo y el masoquismo, y, junto a ellos, la
homosexualidad masculina y femenina, y todo lo demás. Se presentan
nuevas formas de cohabitación del hombre y de la mujer, como el sexo en
grupo, el cambio de parejas, etc. Pero también de estas novedades se irá
cansando el consumidor . El ambiente hedonista que nos invade se ríe del
amor desinteresado. Sólo le interesa buscar gratificaciones placenteras. No
tiene más horizonte que saciar los instintos. No admite otro valor que lo
agradable. Éste es el círculo angosto, asfixiante, del erotismo. Aunque, por
fortuna, son muchos los ejemplos de un amor generoso, libre de la tiranía
del egoísmo y del reduccionismo envilecedor(806).
Alfonso López Quintás en su libro ‘El amor humano’ expone estas ideas:
‘Erotismo es la separación de la sexualidad del amor conyugal con el fin de
procurar gratificaciones placenteras. (…) La mera explicación de cómo se
obtienen sensaciones placenteras ya constituye, de hecho, una incitación al
mero erotismo. No forma para el amor, deforma. Lanza por una vía
contraria al verdadero amor.(…) La caricia erótica acaricia el cuerpo, la
caricia amorosa acaricia el alma.
El hombre, por ser sensible, siente atracción hacia los estímulos
gratificantes. Y esto es para él un valor. Pero como al mismo tiempo es
espiritual, no puede tener como meta el disfrutar de los estímulos sensibles
placenteros. Para él son superiores la verdad y el bien.
Orientar su vida según una auténtica jerarquía de valores le hace madurar
como persona humana y le otorga paz y felicidad. (…) Un hombre no puede
ser feliz cuando se realiza a medias. Cuando se queda por el camino presa
de atractivos efímeros. El ser humano se realiza cabalmente cuando pone
todas sus potencias al servicio de la realización de las posibilidades más
valiosas. (…) El hombre debe elegir en cada momento no lo más apetecible,
sino lo más conveniente para su desarrollo personal. (…) Lo agradable es un
valor. Pero colocar lo agradable en la cima de la escala de valores es

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hedonismo, que toma como ideal de la vida acumular gratificaciones fáciles
y sensaciones placenteras. (…) Haber perdido el sentido del sacrificio debe
ser calificado como una de las mayores calamidades del siglo XX.
Desde hace dos siglos se viene interpretando todo sacrificio como una
represión y una amputación del verdadero ser del hombre. Es éste un error
que puede destruir de raíz nuestra vida personal. (…).
Conceder la primacía a los valores más elevados constituye el núcleo de la
virtud humana de la responsabilidad. (…). La voluntad al servicio de un ideal
valioso adquiere una energía indomable (…). El mayor empeño de nuestra
existencia debe ser realizarnos como persona humana(807)
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 10. Mirar la belleza de una mujer.


Estimado teólogo: Mi pregunta es: ¿es pecado el simple hecho de
mirar una chica en el gimnasio, o en la playa? ¿es pecado pensar: qué
linda chica, qué buen cuerpo, etc.? Gracias.
 
Respuesta:
Estimado:
La ‘impureza’ es el nombre genérico que significa a los pecados tanto
internos como externos de la lujuria no consumada. Principalmente
significa los pecados externos, como son las vistas torpes, las palabras
obscenas, los tactos, besos, abrazos, gestos impúdicos, y cosas semejantes
(cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 2-2. q. 154. Art. 1. ad. 5)
¿La vista mutua de hombres y mujeres es pecado? Que el mirar a la mujer
sea fea o hermosa cuando se hace por urbanidad o con necesidad es lícito,
porque siéndolo el trato civil entre personas de ambos sexos, debe serlo
también el mirarse el hombre y mujer, pues sin estas vistas no puede
mantenerse la sociedad civil entre ambos. Ni hay culpa en mirar con más
gusto una mujer hermosa, que otra fea; porque la hermosura fue criada
por Dios, y de su natural deleita más como es indubitable, que la fealdad;
por ser aquélla objeto más proporcionado con la potencia, que ésta. Si
alguno preguntare, ¿si el movimiento sensual excitado con la vista de la
mujer sea pecado? Responderemos que esto depende de varias
circunstancias; porque si la mirada es inocente, y el movimiento no es
querido en manera alguna, y hubiese la debida resistencia, no habrá culpa,
sino antes bien habrá mérito. Porque aunque algunos digan, que toda
tentación carnal es, por lo menos, pecado venial, nosotros reputamos por

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más verdadero lo contrario. Una cosa es, que por la corrupción de nuestra
naturaleza viciada suceda esto regularmente, y otra que siempre sea así.
Habiendo, pues, la debida resistencia, la tentación carnal no es pecado,
como lo dice S. Tomás (1-2. q. 8. Art. 3. Ad. 3).
No obstante lo dicho, la mirada de una mujer hermosa o bien compuesta, si
es con mucha detención, puede ser culpa grave por razón del peligro,
como lo fue en el rey David y lo ha sido en otros, que asaltados de la
muerte por las ventanas del alma, que son los ojos, cayeron
miserablemente en el pecado. Y aun cuando la vista sea pasajera, si se mira
a mujer con intención lasciva, habrá culpa grave, como lo dice Jesucristo
en el Evangelio capítulo 5, de S. Mateo: ‘quien mira a una mujer deseándola,
ya ha adulterado con ella en su corazón’.
¿Es pecado mortal el mirar los órganos sexuales, así del hombre como de la
mujer? Hay que decir que siendo deliberado, lo es, no sólo en el hombre
respecto de la mujer, sino también en esta respecto de aquél; porque
siendo el objeto tan torpe, excita gravemente a la lascivia. Si la mirada fuere
casual o indeliberada, o con motivo de curación podrá estar libre de
pecado. También es culpa grave mirar de propósito el concúbito (la relación
sexual) del varón con la mujer; pues sin duda es un objeto capaz de excitar,
con la mayor vehemencia, a la lascivia. El amante de la pureza debe huir
muy lejos de los peligros de macular su candor, conociendo su flaqueza
nacida de una naturaleza corrupta y a ningún vicio más inclinada que al de
la lascivia.
(He resumido lo anterior del ‘Compendio Moral Salmaticense’, de Marcos de
Santa Teresa, autor clásico en Moral que sintetiza la enseñanza de Santo
Tomás de Aquino y de la tradición de la Iglesia).
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 11. Contagio de enfermedades con preservativo.


Padre: mi pregunta tiene que ver con la transmisión del Sida. En la
escuela nos han dicho que si no queremos enfermarnos con el Sida,
tenemos que usar preservativos en nuestras relaciones sexuales. Yo
lo he hecho así varias veces; pero en una discusión algunos dijeron
que esto no es totalmente seguro. ¿Qué me puede decir usted sobre
esto, porque estoy un poco preocupado?
Gracias. Joseph.
Respuesta:
Estimado Joseph:

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Te respondo exclusivamente a tu pregunta sobre la eficacia del preservativo
para evitar el contagio del Sida, pidiéndote que completes mi respuesta con
las que ya he dado sobre la moralidad de las relaciones sexuales antes o
fuera del matrimonio y sobre la moralidad del uso del preservativo en las
relaciones sexuales. Estas respuestas y otras sobre el mismo tema las
podrás encontrar en la misma página de www.teologoresponde.org
Respecto de la ineficacia del preservativo para prevenir las enfermedades
de transmisión sexual y en especial el Sida, también he escrito un artículo
que trata del tema explícitamente (puedes ver aquí y también aquí).
Vale la pena señalar al respecto que en la página de UNICEF dedicada a los
jóvenes, al tratar del problema del SIDA y su prevención (titulado ‘El ABC de
la prevención’), en un artículo que no se caracteriza por su buena
orientación moral (habla como algo normal de la masturbación, las
relaciones prematrimoniales y homosexuales estables, etc.), reconoce, sin
embargo, que el único medio 100% seguro es la abstinencia sexual. Esto
quiere decir, que fuera de la abstinencia cualquier otro método (y hace
referencia explícita al preservativo) NO ES SEGURO y por tanto NO EVITA EL
CONTAGIO, aunque pueda disminuirlo en parte. El texto dice literalmente:
‘El único método que ofrece la seguridad al 100% de no contraer el VIH durante
un contacto sexual es la abstinencia: en otras palabras, hace falta abstenerse o
no tener relaciones sexuales con penetración vaginal, anal u oral. Para la
mayor parte de los jóvenes, esto significa en la práctica retrasar la edad en que
se tienen las primeras relaciones sexuales.
Además de proteger contra el VIH, la abstinencia es también el único
método que impide en un 100% contraer otra enfermedad que se trasmita
sexualmente. Y una relación sexual sin penetración es sin duda el único
método anticonceptivo (para evitar el embarazo) totalmente fiable’ Y más
adelante sigue:
‘Si tienes relaciones sexuales con penetración, puedes reducir en gran medida el
riesgo de infección utilizando un preservativo en cada ocasión y colocándolo
correctamente. Si se utilizan correctamente, los preservativos son un método
muy eficaz de protección y anticoncepción. Pero como a veces se rompen o se
salen, no son un método 100% seguro’.
(http://www2.unicef.org:60090/voy/spanish/explore/aids/explore_639.html   ).
No estoy de acuerdo con el artículo en cuanto se dice que los preservativos
‘son un método muy eficaz de protección’. Esto está muy discutido, como
podrás ver en los artículos citados más arriba. Indudablemente disminuyen
los riesgos, pero no tanto como para llamarlo ‘muy eficaz’. Es, como alguien
ha expresado, una ‘ruleta rusa’ en la cual se juega con la muerte.

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Además quedan pendientes los problemas morales mencionados en mis
otros artículos citados.

Pregunta: 12. El pecado de la impureza en general.


Hola, soy un joven católico y ando algo confundido con las leyes tan
estrictas respecto al sexo que tiene la religión; me parecen tan radicales y
fuera de la realidad de la naturaleza humana como las de Moisés. Me
encantaría más información al respecto pues sería más fácil decir como
los orientales: “hacer un buen uso”. De aquí mi otra pregunta: ¿qué es
buen uso?
Respuesta:
Estimado:
Los principios religiosos sobre la vida sexual son principios que no
pertenecen exclusivamente a la ley revelada sino ante todo a la ley natural
(ley también divina, pero labrada en la misma naturaleza del hombre, en la
luz de su inteligencia y en sus inclinaciones naturales). Al revelarlas a los
hombres, Dios se limita a repetir en su revelación positiva, un
mandamiento inscripto en nuestra naturaleza.
La necesidad de que el uso correcto de la sexualidad tenga lugar dentro del
matrimonio y siempre de tal modo que no se cierre artificialmente la vida,
se deriva:
(a) De modo positivo: de la misma estructura de la naturaleza humana y de
sus inclinaciones naturales; la facultad generativa se ordena de la
perpetuación de la especie, y el placer sexual se ordena a manifestar la
plenitud del acto en que la especie se perpetúa. No se ordena a una
autosatisfacción. Y todo acto sexual que no sea oblativo (es decir, que no
tenga por finalidad y motivo fundamental el ser una entrega) es un acto de
egoísmo (es decir de autorreferencia: la persona se busca a sí misma; y
“usa” a otra, del sexo opuesto o del mismo sexo, para procurarse el placer a
sí mismo).
(b) Por la exigencia de la especie humana para ser perpetuada: la especie se
perpetua no sólo procreando sino educando a la prole que ha sido
generada. Pero la educación necesaria para la prole sólo es garantizada
dentro de un matrimonio monógamo, estable y perpetuo. Por eso el uso de
la sexualidad debe restringirse a este marco.
(c) De modo negativo: por las consecuencias que se seguirían para la
especie humana si el uso de la sexualidad fuera lícito de ejercer de modo
indiscriminado: dentro y fuera del matrimonio, con otro o consigo mismo.
En definitiva estas consecuencias son las que vemos en aquellos países
donde se practica el libertinaje sexual y donde el matrimonio ha caído en
38
gran desprestigio: la sociedad ha caído en una profunda insatisfacción y
marcha hacia la extinción.
Esto responde también a tu segunda pregunta: hacer buen uso del sexo es
hacer uso de él dentro del matrimonio, para fomentar el amor conyugal y al
mismo tiempo con apertura a la vida.
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 13. Adicción a la masturbación.


Hola , ¿como está? Bueno lo mío no sé si es psicologico . Lo que a mí
me pasa es que me dan ganas de masturbarme con el solo hecho de
ver fotos, películas, revistas, o hablar de sexo . Puedo llegar a hacerlo
varias veces en el día. Yo quiero parar con esto, pero hace ya varios
años que no tengo poder para controlarme. No sé si usted me puede
ayudar. Quisiera saber si lo mío es normal o no. Sé que es un vicio,
pero he hecho lo que me han dicho algunos sacerdotes pero
igualmente sigo cayendo. Por favor ayúdeme ; le quedare toda la vida
agradecido. J.
 
Respuesta:
Estimado:
Comprendo su problema porque he tratado ya varios casos como el suyo.
Es sumamente importante que usted tome conciencia que su problema (si
es como usted dice, una ‘adiccion’) ya no se limita a un problema de vicio o
pecado sino que pasa al campo de la enfermedad.
Qué es la adicción sexual
La adicción sexual es una conducta compulsiva, es decir, que lleva a realizar
una acción determinada mas allá de la voluntad propia impidiendo detener
su práctica por periodos prolongados. La adicción se hace inmanejable y el
adicto pierde en cierta medida su libertad.
La adicción sexual puede manifestarse como adicción a la pornografía, a la
masturbación, a la prostitución, a la homosexualidad, a la violación, etc. Es
un problema serio equiparable al del alcoholismo o la drogadicción, y se
caracteriza por la pérdida del dominio de la persona sobre sus actos, al
menos en esos campos.
Esto no lo puede solucionar el adicto solo sino que necesita ayuda. Esa
ayuda debe provenir tanto de un sacerdote (si es una persona católica)
como de un médico especializado; también hay grupos y asociaciones que
39
trabajan con estos problemas siguiendo el mismo método de Alcohólicos
Anónimos; le recomiendo entrar en alguna de sus páginas y leer
atentamente lo que allí dicen; y luego póngase en contacto con ellos.
Todavía está a tiempo.
Consecuencias de la adicción sexual 
Lo que en un momento comienza como un desorden aislado se torna
compulsivo, y es en este punto donde le llamamos adicción. Ésta provoca
una fuente de infelicidad y de problemas para el afectado que está
imposibilitado para controlar su conducta.
Como la víctima no tiene control sobre sí mismo, pronto va reincidiendo en
estas conductas sexuales desordenadas que le generan más y más
malestar, ansiedad e incomodidad al hacer lo que no quería hacer y estar
donde no se quería estar.
Es en ese momento de profundo malestar, ansiedad, incomodidad y
confusión cuando el adicto tiende al rechazo de sí mismo por no ser capaz
de controlar su conducta sexual. Al ser sexo dependiente, el afectado ha
perdido el equilibrio entre el deseo, la necesidad y sus emociones.
Otras consecuencias que la adicción produce son el pavor a la pérdida del
cariño de sus seres queridos, temor a ser rechazado por la sociedad y
quienes le rodean, lo que provoca que lleve una doble vida en la cual ante
los demás conserva una imagen limpia aunque ante sí mismo se sienta la
persona más sucia del mundo.
Sin embargo, no siempre es posible ocultar todas las consecuencias.
Pronto, producto de su doble vida sus entornos laboral, familiar, espiritual y
social se verán afectados. En el entorno laboral su rendimiento decaerá a
causa de una profunda depresión, tendrá problemas para concentrarse, e
incluso puede cambiar su temperamento, que le llevará a tener nuevos
problemas con los empleados, clientes y personas que tienen contacto con
él en el trabajo.
En la familia igual que en el trabajo nuevos problemas surgirán, sobre todo
con el cónyuge quien será el primero en sentir que algo anda mal.
Probablemente la economía podría decaer por la improductividad en el
trabajo y el gasto que genera el consumo del sexo. La atención a los hijos
puede ser mermada por el tiempo que consume la adicción. La educación
de los pequeños también está en riesgo, ya que el adicto siente que carece
de autoridad moral para corregir, aconsejar y reprimir a los hijos.
El plano espiritual se podría decir que es el primero en dañarse y el más
afectado de todos. La víctima se siente realmente sucia ante la presencia
divina e indigna de perdón. No se atreve siquiera a levantar su rostro para

40
orar y pedir auxilio. Pierde la confianza en la misericordia de Dios pues está
ensimismado en sus pecados. Existe más daño aún cuando esta persona es
un creyente comprometido y trabaja a favor de la fe pues el grado de
conciencia es aún mayor y seguramente habrá intentado escapar de la
adicción en innumerables ocasiones sin obtener resultados.
Debido a esta dura lucha contra sí mismo y la constante derrota, no
solamente se habrá perdido la confianza en la misericordia de Dios sino
también en la confianza en sí mismo. Llegará a creer que no tiene sentido
seguir luchando pues ha perdido la esperanza.
La pérdida de la esperanza es un asunto grave, pues como dice el dicho: ‘la
esperanza muere al último’. Si la víctima ha perdido toda esperanza lo más
probable es que ya haya pensado o esté pensando en el suicidio.
En el entorno social las consecuencias llegan en un segundo tiempo, es
decir, después de afectar a los tres entornos principales. Cuando una
familia es destruida por la adicción sexual, pronto tendremos un numero
más en las estadísticas de desintegración familiar; si tenemos
desintegración familiar la sociedad es afectada pues los hijos de estas
familias desintegradas quedarán posiblemente con un fuerte trauma que
viene de todo lo que vivieron antes de ver la separación de sus padres.
Si un adicto pierde, la sociedad pierde también, pues es precisamente que
producto de ésta adicción tenemos violadores, pervertidos sexuales, acoso
sexual, abuso infantil, prostitución y un sin fin de consecuencias derivadas a
su vez de todo esto.
Algunas páginas que puede visitar para solicitar ayuda
Sexólicos Anónimos de España:  http://sexolicosanonimos.org/
También:
http//www.sa.org
http//www.slaafws.org
http//www.sca-recovery.org/
http//www.jesussaves.cc/
http//www.adicciones.org/enfermedad/sexo/
https://saa-recovery.org/espanol/
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 14. Adicción a prostíbulos.


Estimado Padre:
He leído algunos artículos sobre el problema de la adicción sexual y
veo claramente que mi problema es ese. Yo tengo adicción al sexo

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con mujeres; difícilmente puedo estar una semana sin ir a un
prostíbulo. No quiero hacerlo; tengo novia y la amo, y quiero casarse
con ella. Pero a pesar de mi amor, hay en mí como una segunda vida,
y a veces después de haber estado con mi novia (a quien respeto y no
he pedido nada inmoral), siento una necesidad irresistible de ir a un
prostíbulo. Sobra decirle que económicamente esto me está llevando
al desastre. Pero además mi problema más grande es que estoy cada
vez más depresivo, angustiado, y asqueado de mí. ¿Puedo salir de
esto? ¿Podré vencer mi problema? Deme alguna orientación.
 
Respuesta:
Estimado:
Usted necesita ayuda profesional y urgente. Le envío este interesante
testimonio que puede orientarlo. Está tomado de la página de Sexólicos
Anónimos de España (http://sexolicosanonimos.org/)
LA VICTORIA SOBRE LA LUJURIA Y LAS TENTACIONES 
Cuando interrumpimos nuestras conductas adictivas habituales y somos
capaces de mantenernos sobrios durante un cierto periodo de tiempo,
descubrimos que aunque no cedamos a nuestras compulsiones, las
obsesiones todavía nos persiguen, aunque a veces puedan desaparecer
durante un tiempo. La lujuria, tal como lo hemos comprobado, puede
adoptar muchos disfraces, y a medida que avanza la sobriedad
aprendemos a reconocerlos. Para una persona, la lujuria puede consistir en
desear a alguien. Para otra, en la obsesión con que la deseen. Para otra, se
puede presentar como una necesidad sexual o emocional desesperada de
alguien. En cualquier caso, es nuestra actitud interna la que constituye el
problema, y el trabajo que corresponde a nuestra recuperación ulterior
consiste en un cambio de actitud y en la victoria progresiva sobre la lujuria.
La lujuria sólo cede ante el trabajo lento y paciente del programa en
compañía de otros que hacen lo mismo. Esta es una de las razones por la
que necesitamos permanentemente la fraternidad de la sobriedad. Las
recompensas son infinitas y nos proporcionan la auténtica libertad que
siempre hemos anhelado.
En el siguiente texto, un miembro nos cuenta cómo venció la obsesión que
tenía con la lujuria. Estas sugerencias nos han ayudado a muchos a
mantenernos sobrios y han resultado útiles para vencer la lujuria y las
tentaciones.
COMO VENCÍ MI OBSESIÓN CON LA LUJURIA

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¿Cómo la vencí? No fui yo. Una mujer de AA, después de intervenir en una
reunión, me dijo citando el capítulo quinto de Alcohólicos Anónimos  que
‘Dios podía y lo haría si lo buscábamos’. Así fue como lo conseguí.
Permitiéndole a Dios que lo hiciera, ya que yo no podía. Pero Dios podía y lo
haría—y así sucedió—. Pero tuve que asistir a las reuniones y aprender
cosas como esas. ‘Reuniones, reuniones, reuniones, reuniones’. Eso fue lo
que me decían. ‘Sigue trayendo el cuerpo’. ‘Trabaja los pasos, trabaja los
pasos, trabaja los pasos’. Yendo a las reuniones y trabajando los pasos; de
este modo lo logré. Así fue como aprendí a dejar que la gracia de Dios
penetrara en mí y eliminara la obsesión. Paso a relatar las conductas que
me ayudaron:
1. Dejar de practicar la compulsión . Interrumpí mis actividades sexuales
adictivas en todas y cada una de sus formas, incluidos los actos sexuales
conmigo mismo y las relaciones sexuales fuera del matrimonio. La obsesión
con la lujuria no disminuye si sigo practicando conductas lujuriosas.
2. Dejar de satisfacer la obsesión . Esto significaba eliminar dentro de mi
esfera de control todos los materiales impresos y visuales y otros símbolos
de mi tiranía. Tenía que dejar de satisfacer a la lujuria en las miradas, en el
uso de la televisión, de las películas y de la música, y dejar de utilizar y de
escuchar el lenguaje de la lujuria.
También tenía que dejar de vivir exclusiva y permanentemente encerrado
en mí mismo. Eso era una de las ventajas que proporcionaba el asistir a
muchas reuniones. La mayoría de nosotros vivimos encerrados en nosotros
mismos, rara vez estamos en el mundo real.
3. Participar en la fraternidad del programa . No conozco a nadie que
pueda permanecer sobrio y libre de la obsesión con la lujuria sin la ayuda
de otros adictos. Yo no pude. La fraternidad  es donde tiene lugar la acción,
donde está la magia, donde se establece la Conexión, donde nos
sentimos parte  de algo.
Al principio, lo único que era capaz de hacer era asistir  a las reuniones. Más
tarde seguí el consejo que me habían dado de participar en la mecánica de
las mismas: colocar las sillas, limpiar, ocupar puestos tales como los de
encargado de las publicaciones, tesorero o secretario. El hecho de
participar hizo que me sintiera parte integrante de algo  , en vez de
estar aparte  de todo- mi eterno problema. Más tarde fui capaz de salir a
tomar café, comencé a tratar a los miembros de forma individual, e inicié el
molesto pero necesario proceso de mejorar relacionándome y abriéndome
a otros fuera de las reuniones.
4. Admitir que era impotente . Al comienzo del todo, cuando la
compulsión me arrastraba a la acción, lo único que era capaz de hacer era
43
gritar: ‘Soy impotente; por favor, ayúdame.’ A veces hasta cien veces al día.
A medida que comencé a experimentar el primer paso a fondo, la palabra
impotencia se convirtió para mí en la más hermosa del vocabulario. Todavía
lo es. Más tarde descubrí que era impotente frente a mí mismo.
Cuanto más combatía a la lujuria, más se resistía y contraatacaba; mi fuerza
de voluntad parecía incrementar el poder de la lujuria en vez de mantenerla
a raya. La lectura del primer paso del Doce y doce  me ayudó a comprender
que mi impotencia era ‘la base firme sobre la que se podían construir vidas
felices y plenas’ (pág. 19). Finalmente, dejé de intentar parar. Sólo
admitiendo a otros miembros el poder que la lujuria tenía sobre mí era
capaz de recibir el poder necesario para vencerla.
5. Rendirme . Si no nos hemos rendido, la mera admisión de impotencia no
nos ayuda a contactar con nuestro Poder Superior. En mi caso, al principio,
admití mi derrota y capitulación al grupo a cuyas reuniones asistía y me
puse en sus manos. Esto implicaba acudir a las reuniones y ser lo más
sincero, abierto de mente, y adoptar la mejor disposición posible. De esta
forma llegué a experimentar el segundo paso y a tener la esperanza de que
un Poder superior a mí me devolvería el sano juicio. Esto preparó el camino
hacia la rendición que más tarde tendría lugar en el paso tercero, y esta
rendición consistiría en ponerme en manos de Dios tal como Lo
concebimos.
En lo que a mi lujuria respecta, sabía exactamente lo que para mí
significaba rendirme y qué era lo que tenía que hacer. Cada vez que tenía
alguna tentación, procedente de mi interior o del exterior, decía: ‘Renuncio
a la oportunidad que tengo de desear a esta persona; por favor, libérame
de este deseo.’ Y tal como lo afirma ‘Dios podía y lo haría…’, así sucedió.
Puede que haya sentido algún malestar o miedo, y puede que haya tenido
que repetir el acto de rendición varias veces, pero me da buenos
resultados. Al principio estaba asustado, pero continuaba sobrio, y
paulatinamente, a medida que iba superando las tentaciones, me iba
resultando más fácil.
6. Sacar a la luz lo que hay en nuestro interior . Cuando comencé a ver
que por lo que parecía nunca me curaría de la posibilidad de desear con
lujuria, me vi obligado a incorporar los otros pasos a mi vida. Los pasos
cuarto y quinto me brindaron la posibilidad de examinarme críticamente.
Esto fue probablemente el cambio de actitud más importante en el primer
periodo de mi recuperación.
Pero tuve que continuar realizando mini-inventarios con la lujuria, tal como
se sugiere en los pasos quinto y décimo. Cuando veía que alguna
experiencia, imagen, recuerdo, o pensamiento se apoderaba de mí, tal

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como a menudo sucedía, lo sacaba a la luz comentándoselo a otra persona
del programa. Los exponía al aire y a la luz del sol. La lujuria odia la luz y
huye de la misma. Ama los escondrijos oscuros de mi ser. Una vez que
permito que se acomode ahí, se reproduce como los hongos. Pero en
cuanto la expongo a la luz, mostrándosela a otro sexólico en recuperación,
pierde el poder que sobre mí ejercía. La luz mata la lujuria. Actuaba así en
casos concretos, no con generalidades. A veces implicaba robarle a alguien
su tiempo, pero me purificaba y me mantenía sobrio. Cada vez que lo
hablaba con alguien con actitud de rendición, el poder que esa experiencia
o recuerdo ejercía sobre mí desaparecía. Otro descubrimiento nuevo e
importante.
7. Confiar . Cuando ya iba siendo capaz de vivir libre de la lujuria, e iba
confiando cada vez más en el poder de Dios para vencer la obsesión,
adquirí la costumbre de comenzar el día con una oración en la que, durante
ese periodo de veinticuatro horas, ponía mi lujuria y me ponía a mí mismo
en las manos de Dios. Esto quería decir que estaba aprendiendo a vivir sin
la lujuria y que quería sinceramente liberarme de la misma. Ahora
comienzo el día con la oración del tercer paso (de Alcohólicos Anónimos  ,
pág. 59), cambiando algunas palabras para que se adecuen a mi caso
personal. Es más o menos así:
‘Te ruego que me mantengas sobrio y me protejas de la lujuria hoy, porque
solo yo no puedo…En este día te ofrezco mi voluntad y mi vida, para que
obres en mí según tus deseos. Libérame de la servidumbre del ego, para
que pueda cumplir mejor tu voluntad. Elimina los obstáculos que haya en
mi camino y haz que mi victoria sobre los mismos sea un testimonio para
aquellos que con el apoyo de tu fortaleza, de tu amor y de la puesta en
práctica de tu forma de vida, reciban mi ayuda. Concédeme hoy lo que
necesite. Hágase tu voluntad y no la mía’.
8. Utilizar las publicaciones del programa . El Doce y doce  y Alcohólicos
Anónimosfueron mis primeras guías en el trabajo de los pasos. Siempre
encontré lo que necesitaba en esos documentos fundacionales del
programa de los doce pasos. Muchos de nosotros descubrimos que
trabajar los principios descritos en nuestras publicaciones ensancha el
horizonte de nuestra sobriedad y es muy útil. Al utilizarlos aprovechando la
soledad y el recogimiento de nuestros momentos de tranquilidad,
enriquecemos la visión que tenemos de nosotros mismos y de nuestra
recuperación, de acuerdo con nuestra realidad y circunstancias.
9. Trabajar los otros defectos . Descubrí para mi sorpresa que la lujuria no
era mi problema fundamental. Era sólo un síntoma más de mi enfermedad
espiritual subyacente- mis actitudes enfermizas. La lujuria era sólo una

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manifestación más de esta enorme fuerza negativa que yacía en mi interior
y que trataba de irrumpir de la forma que fuera. Tan pronto como la lujuria
comenzaba a disminuir, aparecía el resentimiento. Más tarde el miedo.
Después el espíritu crítico y de condena. Era como intentar taponar el
agujero de una presa. Mientras tratas de tapar una grieta, se abre una
nueva en otro lugar, porque hay una masa enorme de agua tras la presa, y
la presión que ejerce hará que se desborde por el punto más débil.
Esta masa enorme de agua es mi lado destructivo y negativo. Y el grado en
el que puedo conectar con la fuerza positiva (Dios) revela la medida en la
que estoy desconectado de la parte negativa en cualquiera de sus formas.
Gracias a Dios, hoy soy libre y capaz de decidir qué es lo que quiero.
La consecuencia más positiva de tener que  trabajar mis defectos para
liberarme de la obsesión con la lujuria es la posibilidad de conectar
finalmente con la vida. Pero no puedo liberarme de una obsesión mientras
estoy ebrio de otra. No puedo estar libre de la lujuria mientras me
encuentro borracho de resentimientos, etcétera. Asistí a reuniones de
estudio de los pasos para conocer los métodos que otros utilizaban para
superar sus defectos. Me dijeron que una de las mejores formas de cortar
de raíz los resentimientos es rezar por la persona a la que guardo rencor.
Pide para ellos lo que quieres para tí, me recomendaron. ¡Me dio resultado!
La primera persona que me ayudó a alcanzar la sobriedad fue objeto de
innumerables oraciones diarias. Al parecer no le beneficiaron mucho
(¿quién sabe?), pero a mí me impidieron caer en la trampa del
resentimiento.
10. Aprender a dar en vez de recibir . Esta técnica también daba buenos
resultados con la lujuria. Cuando capto una imagen apetecible de refilón, en
vez de dejarme llevar por el impulso que me arrastraba a mirar y beber,
rezaba por esa persona y continuaba mi camino sin mirarla. Podía ser un
simple: ‘Dios la bendiga y le proporcione lo que necesite’. O dependiendo
de la intensidad del estímulo lujurioso, podía ser más ferviente: ‘Dios la
bendiga y le ayude; hágase Su voluntad en su vida’.
Comencé a hacer lo mismo con las modelos de los anuncios que ejercían un
poder semejante sobre mí. Cuando actúo de esta forma, me siento mejor y
recibo algo que es limpio, fuerte, libre y bueno. De alguna manera, me
convierto en un canal transmisor del bien, en vez de abrirle un conducto a
la lujuria a través del cual penetre la maldad. El grado en el que bebo de esa
imagen indica en qué medida soy esclavo de la misma; la medida en la
que doy  de mí a otro es la medida en la que me libero de su poder.
Además…resulta mucho más fácil conseguir la victoria dando que

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intentándolo a través del fastidioso y mortificante recurso a la fuerza de
voluntad.
Haz la prueba alguna vez: no puedes desear con lujuria a alguien por quien
rezas de este modo. He aquí una experiencia tal como la relata una mujer
de SA:
Recuerdo al comienzo de mi sobriedad un video muy sugestivo en unos grandes
almacenes. Sentí una atracción irresistible, y sin darme cuenta de lo que me
había pasado, esa imagen se apoderó de mí. Comencé a rezar una y otra vez
por esa cantante. El resultado fue increíble. Desde entonces lo he hecho muchas
veces, y siempre me da buenos resultados  .
Esta acción puede servir para enmendar de forma indirecta los daños
causados a todos los objetos anónimos de mi lujuria y de mis actos
sexuales- esos extraños a los que ayudé a consolidar su forma de vida
destructiva. Parece ser una ley natural del universo: recibo en la medida
que doy.
11. Elegir un padrino de SA . Necesitaba a alguien que tuviera una visión
de mí más objetiva que la que yo tenía, aunque esa persona tuviera
también sus propios defectos. (Cada vez que me decidía por un padrino
encontraba que tenía defectos lo suficientemente grandes como para
justificar mi rechazo si hubiera querido buscar una excusa). Lo que me daba
mejor resultado era pedir ayuda y seguir sus instrucciones. Establecimos un
contacto regular y hacía lo que me decía. Esto me transformó en una
persona dispuesta a aprender y me evitó muchos sufrimientos y pérdida de
tiempo.
12. Buscar amigos del programa . El sexolismo me había impedido
disfrutar de la verdadera intimidad. Me había convertido en un ser solitario,
incapaz de dar y de recibir amor. Para recuperarme tuve que dejar de
aislarme y comenzar a tratar a la gente. Pero no sabía cómo hacerlo. Al
principio, para mantenerme sobrio, me vi forzado a hacer algunas llamadas
telefónicas. Después, a medida que le contaba a otros mis tribulaciones y
ellos me hablaban de sus problemas, se fue creando un vínculo entre
nosotros. Compañeros de sobriedad- ¡qué alegría! Contribuyó a que ese
mundo interior, tan gris y solitario, del ego aislado se transformara en la luz
radiante de los tiempos alegres que pasábamos juntos. La victoria sobre la
lujuria no era la aburrida y deprimente experiencia que yo me temía.
Comenzaba a contactar con la vida y a sentir brotes de gozo. Comenzaba a
adquirir lo que la lujuria en realidad había estado buscando. No puedo
liberarme de la tiranía de mis deseos lujuriosos y disfrutar de la experiencia
de la liberación interior sin este contacto con lo real.

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13. Transmitir el mensaje de mi recuperación . Al principio, comencé
cautelosamente a hablar de mi obsesión sexual y de mi deseo de
recuperación a los que en sus alusiones dejaban traslucir tener problemas
semejantes. No sabía que esto era parte del paso duodécimo. Lo hacía
porque quería. Después comencé a transmitir la verdad de mi propia
experiencia en otras reuniones a las que asistía. Muy pocos respondían,
pero el caso es que a mí me ayudaba.
Bill W. de AA solía decir que el paso duodécimo ‘exige poco dinero y mucho
tiempo’. Descubrí que estar dispuesto a emplear una fracción del tiempo y
del dinero que había empleado en mi adicción, en transmitir el mensaje de
recuperación, me ayudaba a mantenerme sobrio. Cuando doy
desinteresadamente así de mi tiempo y de lo que tengo, recibo los
valiosísimos dones de la liberación de la lujuria, además de alegría y
serenidad. En el transcurso de este proceso, he dado los primeros pasos
vacilantes e inseguros en el aprendizaje de cómo amar a otro ser humano.
No podía pedir mejor recompensa.
14. Realizar actos de amor . La sobriedad negativa -limitarme a no
hacerlo- termina en fracaso al cabo de cierto tiempo. Eso fue lo que conocí
durante muchos meses, y ese es el motivo por el que un día, sin tener
ningún problema concreto y después de haberle dicho a un antiguo
compañero de enseñanza secundaria que era un borracho de sexo
recuperado, comencé mi viaje de regreso a la adicción. No sabía lo que me
había ocurrido. No fue un pequeño desliz. Fue una auténtica caída. Caí con
todo el equipo.
El aspecto más crucial de mi recuperación es que fracasaré a menos que
encuentre lo que mi lujuria en realidad está buscando. Interrumpir lo
negativo sin conectar con lo positivo no sirve de nada. Para los sexólicos
como yo nuestra opción es el todo o la nada. ‘Andarnos con medias tintas
no nos sirvió de nada’ dice Alcohólicos Anónimos  en la página 59. Y en mi
caso es verdad.
La gente del programa me enseñó que los pensamientos adecuados nunca
producen las acciones adecuadas, pero que si realizo las acciones
correspondientes, los pensamientos y los sentimientos adecuados vienen a
continuación. Durante mi sobriedad sexual descubrí que sólo me sentía
inclinado a tocar a mi esposa de forma sensual, erótica o sexual. Nunca la
había tocado como persona  , de forma espiritual,  podríamos decir. Pero me
di cuenta que si realizaba la acción de tocarla como persona, el deseo de
hacerlo se producía a continuación. Nunca podré olvidar la primera vez
cuando, ya sobrio, después de todo ese caos y de una separación horrible,
un día fui capaz de mirarle a los ojos, de extender la mano, tocarle el brazo

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y darle las gracias. ¡De qué manera esa conexión hizo fluir la fuerza del
amor! Después  de haber realizado esa acción los ojos se me llenaron de
lágrimas.
En otra ocasión, mi esposa había preparado sopa, pero las emociones
negativas se habían apoderado de mí y me dirigía hacia la puerta, sin saber
adónde iría a continuación. Me detuve  el tiempo suficiente para llamar a mi
padrino que me recordó bruscamente que era domingo y que estaba
ocupado (ninguno de mis padrinos pretendieron ser santos). En diez
segundos identificó el “problema” (la obsesión conmigo mismo) y después
de decirme: ‘Siéntate y tómate la sopa’ me colgó el teléfono. Me senté sin
pensarlo, mecánicamente, y tomé la sopa que ella me había preparado. El
ansia terrible de tener que salir corriendo desapareció. Llevé a cabo la
acción, y los sentimientos surgieron a continuación.
La oportunidad más grande de practicar el amor no es en las reuniones,
sino en el hogar. Ese es el lugar en el que me resulta más difícil. Es mucho
más fácil para mí rezar por las prostitutas y los otros miembros de SA que
realizar actos de amor para con mi esposa e hijos. Pero tengo que hacerlo si
quiero dar el salto a la vida. ¡Y yo quiero vivir!
Otro acto de amor que produce resultados sorprendentes es el de rezar por
mi esposa; pedir para ella lo mejor. Está relacionado con uno de los temas
antes citados, el de la práctica de dar en vez de la de tomar. Desde que
limité mis actividades sexuales a las relaciones con mi esposa, descubrí, al
redactar mi inventario, que mi dependencia de ella era enfermiza. En
consecuencia, para poder eliminar dicha dependencia, me abstuve con su
consentimiento de toda actividad sexual con ella durante un período de
tiempo considerable.
Más tarde, llegué a la conclusión de que tenía que estar dispuesto a
prescindir por completo de sexo mientras mi dependencia estuviera
todavía afectada por alguna forma de ‘intercambio de afecto por sexo’. ‘Con
esposa o sin ella, no dejaremos de beber mientras dependamos más de
otras personas que de Dios.’ ( Alcohólicos Anónimos  , pág. 91).
Por lo tanto, cada vez que experimentaba algún sentimiento negativo hacía
mi esposa, rezaba por ella. Lo hacía aunque no me apeteciera. Me daba
muy buenos resultados. Tengo que estar siempre dispuesto a renunciar al
resentimiento y a perdonar. Para casos como este, los pasos sexto y
séptimo nos vienen como anillo al dedo.
15. Reconocer y satisfacer mi sed de Dios . A medida que adquiría un
nuevo estado de conciencia, comencé a presentir que mi impulso más
importante no era ni hacia el sexo, ni el de acaparar poder, ni hacia
cualquier otra cosa que se me ocurriera, sino mi sed espiritual -el ansia de
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Dios, mi necesidad del mismo Dios. Al parecer, lo que busco en estas
borracheras visuales de lujuria mientras camino por las fascinantes
avenidas del mundo es un contacto, una conexión. Lo que quiero en
realidad es establecer el gran Contacto con la fuente de mi vida. Y para mí
como enfermo, la Mujer es la fuente de mi vida, mi dios. La lujuria me
engaña y me hace creer que no puedo vivir sin ella, cuando en realidad lo
que no puedo es vivir sin Dios.
Así, otra técnica que uso y que me da muy buenos resultados en el
momento de la tentación es pedir— antes  de volver la cabeza y beber—’Sea
lo que sea aquello que busco ahora, permíteme encontrarlo en Ti’. Cada vez
que una persona me atrae, repito una y otra vez esta oración. Me da muy
buenos resultados. ¿Hay acaso otro modo mejor de practicar el paso
undécimo?
Este principio de sustituir las tentaciones por la oración da buenos
resultados con todas mis emociones negativas. La presencia divina penetra
en el lugar que la lujuria, el resentimiento, el miedo o el juzgar a otro
ocupaban en mi mente y lo llena. Sustituyo lo irreal por lo Real. Recurro a
Dios en esas situaciones. Cerrar los ojos me ayuda.
16. Expulsar la lujuria y las tentaciones de mi interior . Hay ciertas
épocas en las que me da la impresión de que camino a través de un campo
de minas, con todo tipo de cargas explotando a mi alrededor. Su severidad
y persistencia hacía que me preguntara si no estaba sufriendo un ataque.
En ocasiones semejantes, he llegado al extremo de expulsarlas oralmente
de mi interior, como si se tratase de una presencia maligna y extraña, y
recurriendo, no a mi propio poder o autoridad, sino al de mi Poder
Superior. No estoy seguro de comprenderlo, y tampoco le doy demasiada
importancia, pero me ha dado buenos resultados, especialmente cuando
me daba la impresión que estaba a merced de los acontecimientos. Más
tarde, en el transcurso de los años, he oído a otros miembros contar
experiencias semejantes.
17. Buscar refugio en Dios . Invoco a menudo la presencia de Dios para
protegerme, a modo de escudo, de mi propia lujuria o emociones, o de la
lujuria o emociones de los demás. Tan pronto como me siento abrumado o
veo la imagen de refilón y me entran deseos de volver la cabeza y beber,
digo: ‘Recurro a Tu presencia para protegerme de mi lujuria (o de lo que
sea).’ Pero, ¡tengo que ser yo el que sujete y levante ese escudo! Tengo que
acudir a Dios en búsqueda de protección.
Otro mensaje que Le envié hoy, después de algunos años de sobriedad es
más o menos: ‘Rechazo esta lujuria (u otra emoción o actitud negativa);

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quiero que tú Te hagas cargo de ella.’ Cada vez que lo hago, da buenos
resultados, pero primero tengo que renunciar a la misma.
18. Mirar a la lujuria a los ojos . Estoy aprendiendo una forma nueva de
resistir a las tentaciones que sufro durante el día para evitar que
reaparezcan y me ataquen mientras duermo. He observado que a veces
puedo, durante el día, en vez de renunciar de verdad a la lujuria, recurrir a
la fuerza de voluntad para arrinconarla en algún lugar fuera de mi vista. A
veces, después de haber hecho esto, la lujuria regresa en forma de sueños
eróticos y lo hace de un modo tal, que me daba cuenta perfecta de que
podía sucumbir a la adicción en sueños, sin necesidad de tocarme para
nada, y sabiendo que tenía la opción y la libertad de no hacerlo. ¡Llama la
atención lo poderosas y terribles son esas tentaciones!
Estoy tan harto de verme en situaciones límites, que he decidido tomar
medidas preventivas. Antes de irme a dormir, repaso de forma deliberada
todas las tentaciones con que la lujuria me asedió durante el día, y miro a
las personas de frente. Expongo cada persona a la luz, ante Dios, y en
actitud de rendición, admito mi impotencia ante la lujuria. Digo: ‘Conoces mi
corazón, cuánto deseo sumergirme en la lujuria. A ti te la entrego. Ven y
vence a mi lujuria. La rechazo, no quiero tener ninguna relación con ella—
sea consciente o inconscientemente—. Quiero que tú te hagas cargo de
ella. Por favor, ayúdame a mantenerme sobrio de toda mi lujuria esta
noche’. A menudo añado una oración por la persona objeto de la tentación,
para así salir de mí mismo en actitud de dar. Es mi forma de mantenerme
puro a nivel inconsciente. Es la forma en la que supero el miedo a la caída
durante el sueño.
RESUMEN
Estas diferentes formas de combatir la lujuria requieren práctica, pero son
muy eficaces. Para programarme a mí mismo para la lujuria me hicieron
falta muchos años. Descubrí que lleva tiempo interrumpir esta
programación y programarme a mí mismo para la realidad.
Cuando recurría a las técnicas citadas, me sentía artificial y forzado.
No quería  hacerlo; no me sentía bien. Trato de no confiar nunca más en
esos sentimientos enfermizos; ellos son los responsables de que esté hoy
aquí, de que me encuentre en esta situación.
Tomar algunas de estas medidas era como matar una parte de mi ser, ya
que iban contra mis inclinaciones naturales. Pero descubrí que lo que
necesitaba para alcanzar la libertad era declararle la guerra a mi forma
antigua de pensar y de obrar. Tenía que llevar a cabo una serie de acciones,
me apeteciera o no.

51
Me conviene tener siempre presente que no es la persona que está fuera la
causante de mi lujuria y de mi malestar; soy yo. Esto trae a colación otro
tema. La lujuria de la que quiero estar sobrio es la mía  . Yo la convertí en lo
que es. Soy adicto a la lujuria. Del mismo modo, soy una persona resentida
e iracunda, una persona que juzga y condena, una persona miedosa. No
existe cura para mí si niego, evado o tapo mis defectos. ‘Los secretos son la
medida de mi enfermedad.’
Por otra parte, puedo vivir libre del poder que estos defectos ejercen sobre
mí, si recurro a Dios en vez de a estas emociones negativas. De esta forma
obtengo una tregua día a día, hora a hora, de esa prisión que es la lujuria,
etc., siempre que mi actitud sea la correcta. Y lo es si trabajo los pasos y las
tradiciones y voy a las reuniones, a muchas reuniones.
Al parecer Dios, al no extirpar de mi naturaleza la tendencia a la lujuria, al
resentimiento, al miedo, etc, ha decidido no eliminar esa parte de mí en la
que viven y surgen mis defectos.  Si lo hiciera, no tendría ninguna necesidad
de Él, sería un autómata. De lo que se trata es de lograr una victoria
progresiva sobre la lujuria. Yo mismo soy lo que podríamos llamar un
pecador. Pero Dios, para transcender mis pecados, me suministra el poder
del que yo carezco. ¡La victoria se produce a través de la gracia de Dios que se
manifiesta en mi impotencia!
Esa es la bella paradoja de este programa: en y por mi impotencia recibo el
poder -y el amor- que proceden de lo alto.
Y esa es la diferencia entre negarse a sí mismo y rendirse. La negación de
mí mismo -el reprimirme- sólo me ha supuesto sufrimientos y fracasos.
Reconocer lo que soy, rendirme y confiar en el poder divino me produce
alivio, libertad y gozo.
La recuperación es un trabajo interno.
La lista de sugerencias que te ofrecemos para vencer la lujuria siempre
estará incompleta, tan  incompleta como la lista de experiencias que
recogemos en este libro. Cada persona que se mantiene sobria, a medida
que su recuperación se enriquece, añadirá a esta lista en la que se refleja
nuestra experiencia  colectiva aquello que le ha resultado útil. Nuestras
vidas, tal cual son, son el verdadero libro, ‘conocido y leído por todos los
hombres’. A medida que el tiempo transcurre, descubrimos más cosas, y
todo mejora. Ésta es la gran aventura de la recuperación de la adicción al
sexo.
(del libro Sexólicos Anónimos  , pág. 159-170. Copyright ©1998, SA Literature)
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 15. La pastoral frente a la masturbación.


52
¿Qué consideraciones hay que tener en cuenta desde el punto de
vista pastoral ante el hábito de la masturbación?
Respuesta:
Teniendo en cuenta que se han compuesto muchos libros sobre el
problema de la masturbación, alguien puede preguntarse por qué
otro teólogo más siente la necesidad de escribir sobre este tema. ¿Acaso
no es presuntuoso creer que uno tiene algo nuevo que decir acerca de un
problema tan antiguo que desde hace siglos afecta a hombres y mujeres?
Respondo que hay algo que aportar al tema; por ejemplo, la respuesta que
uno puede dar a las nuevas concepciones sobre esta materia, y la
contribución de la experiencia personal que he adquirido aconsejando a
personas que luchan contra el hábito de la masturbación. He alcanzado
actuales percepciones sobre la psicología de la masturbación, a partir del
estudio de la adicción sexual, de la que la masturbación es el principal
ejemplo.
También he quedado impresionado al apoyar espiritualmente a grupos que
consideran el hábito de la masturbación algo serio, como es el caso de
“Sexólicos Anónimos” (Sexaholics Anonymous: S.A.[1]) y “Adictos Anónimos
al Sexo y al Amor” (Sex and Love Addicts Anonymous: S.L.A.A.[2]),
“Homosexuales Anónimos” (Homosexuals Anonymous: H.A.[3]) y “Courage”
(Valentia[4]). Este es, sin duda, un feliz cambio respecto de la teología de
Ann Landers quien consideraba la masturbación como una posible forma
de terapia.
Otra razón por la cual intento escribir sobre esta materia es el hecho de que
muchas personas que luchan con su debilidad no reciben ayuda espiritual
adecuada o una apropiada guía moral. En algunos casos son mal guiados
por personas que les han dicho que la masturbación ayuda a realizar el
acto conyugal o que es parte en el proceso de recuperación de dificultades
sexuales. Hoy día se sabe bien que el hábito de la masturbación puede
verificarse en todas las etapas de la vida, desde la infancia hasta la vejez.
Puede encontrárselo en niños, adolescentes, jóvenes, casados, ancianos,
religiosos, seminaristas y sacerdotes.
Por favor, nótese que me refiero a “la tendencia” (más precisamente “la
tendencia desordenada”). Muchas personas han conseguido, de diversas
formas, controlar la tendencia a través de un plan de vida espiritual. Pero
hay otros que luchan en la oscuridad; es para este último grupo para el que
escribo.
Comenzaré con una definición de la masturbación y luego presentaré
algunas consideraciones psicológicas. A continuación pasaré revista a la

53
enseñanza del Magisterio y finalizaré con algunas sugerencias pastorales
que incluyen elementos para un programa pastoral con el que se puede
ayudar a quienes tratan de vencer un problema crónico.
Consideraciones psicológicas en torno del hábito de la masturbación
La masturbación es llamada a veces “autoabuso” u “onanismo” y en
manuales profanos “autoplacer”. Cuando la estimulación psíquica tiene
lugar durante el sueño se habla de “polución nocturna”. El Padre Benedict
Groeschel usa el término masturbación para referirse a las acciones que
ocurren estando dormidos o semidormidos, o los actos de los niños y la
conducta sexual de la primera adolescencia; en cambio, reserva el término
autoerotismo para la actividad de los adolescentes más grandes y de los
adultos “quienes, por diversas razones, se buscan a sí mismos y encuentran
un sustituto de la vida real en esta conducta simbólica e intensamente
frustrante”[5]. En el clásico artículo sobre la teología de la masturbación, el
Padre J. Farraher, SJ, la describe como “la estimulación de los órganos
sexuales externos hasta el punto de clímax u orgasmo realizado por uno
mismo, mediante movimientos de la mano u otros contactos físicos, o bien
por medio de fotografías provocativas o imaginaciones (masturbación
psíquica), o bien por la combinación de estímulos físicos y psíquicos”[6]. En
sentido amplio también incluye la masturbación mutua en la que varias
personas se estimulan mutuamente los órganos genitales.
Pero tal vez la descripción más penetrante del hábito de la masturbación la
encontramos en una carta de C.S. Lewis, citada por Leanne Payne en The
Broken Image: “Para mí el verdadero mal de la masturbación consiste en
que toma un apetito —que legítimamente usado hace salir al individuo de sí
mismo para completar (y corregir) su propia personalidad en la de otra
persona (y en último término en los hijos y nietos)— dirigiéndolo en sentido
contrario, hacia la prisión interior de sí mismo, para crear un harén de
novias imaginarias. Y este harén, una vez aceptado, se resiste a ser
abandonado para salir y unirse verdaderamente con una mujer real.
Porque tal harén se encuentra siempre a mano, siempre dócil, no exige
sacrificios ni renuncias y puede ser adornado con atracciones eróticas y
psicológicas con las que ninguna mujer real puede competir”[7]. Esta cita
puede aplicarse tanto a hombres como mujeres, y expresa la idea de la
masturbación como una huida personal de la realidad hacia la prisión de la
lujuria.
Factores que contribuyen al hábito de la masturbación
La masturbación es un fenómeno complejo. La Congregación para la
Educación Católica, en 1974, señaló que una de las causas de la
masturbación es el desequilibrio sexual, y que en la educación “habría que

54
dirigir más bien los esfuerzos hacia las causas en vez de centrarse en atacar
el problema de forma directa”[8]. De hecho, hay muchos factores
implicados en el término “desequilibrio sexual”, como veremos.
Esta es una sabia actitud. No comprenderemos por qué una persona está
oprimida con este hábito a menos que conozcamos algo de su trasfondo
histórico. Al escuchar a las personas nos damos cuenta que una de las
principales causas que lleva a alguien al aislamiento, a la fantasía y a la
masturbación, es la soledad. Y generalmente, la soledad va unida a
sentimientos de profundo odio y rencor contra sí mismo. Cuando el mundo
real es cruel y prohibitivo la persona se vuelca a la fantasía, y cuando
emplea mucho tiempo en un mundo de fantasía termina esclavizado con
objetos sexuales (porque éste es el modo en que ve a las demás personas:
como objetos).
A partir de esto esa persona huirá hacia el irreal pero deleitable mundo de
su imaginación. Tal es el comienzo de la adicción sexual, tan bien descrita
por Patrick Carnes[9].
El hábito de la masturbación con frecuencia se hace compulsivo, es decir, la
persona se vuelve incapaz de controlar la actividad masturbatoria aunque
lo intente con grandes esfuerzos. Generalmente tal persona no tiene plena
conciencia de su situación y necesita tanto terapia como dirección
espiritual.
A veces, sin embargo, el hábito de la masturbación es temporal y
circunstancial. Así, por ejemplo, ocurre que la tendencia a masturbarse
desaparece ni bien una persona cambia de entorno. Tal es el caso de una
religiosa de veinticinco años que, en un momento dado, se encontró
rodeada de religiosas más viejas con quienes no tenía verdadera
comunicación, y más adelante pasó a trabajar con religiosas de su misma
edad. Inmediatamente se dio cuenta de que en el primer grupo estuvo
aislada y solitaria, mientras que en el segundo había conseguido establecer
amistades reales. Se podrían dar muchos ejemplos en los que la actividad
masturbatoria es síntoma de fuerzas subyacentes en la vida de la persona.
Estos síntomas, tan variados en términos de edad, circunstancias externas
de vida y disposiciones interiores, serán descritos y evaluados en la sección
pastoral de este ensayo. Basta decir, por ahora, que, el primer paso que el
sacerdote o consejero debería dar es escuchar cuidadosamente la historia
de la persona que solicita su consejo. Obviamente esto debería hacerse
siempre que no haya largas colas de penitentes fuera del confesionario, y
preferiblemente en un despacho parroquial, y sólo cuando el consejero
perciba que la persona que solicita su consejo lo hace voluntariamente,
necesitado de guía espiritual. Volveré sobre los factores psicológicos

55
cuando discutamos los casos particulares, después de considerar la
moralidad del acto y del hábito masturbatorio.
Moralidad de la actividad masturbatoria
La Declaración sobre ciertas cuestiones concernientes a la moral sexual
(Persona humana), afirma que “con frecuencia se pone hoy en duda, o se
niega expresamente, la doctrina tradicional según la cual la masturbación
constituye un grave desorden moral”[10]. Así, por ejemplo, un popular
manual escolar señala que la evidencia empírica ha cambiado las actitudes
de muchos respecto de la masturbación, colocando a los moralistas en la
complicada posición de sostener que “virtualmente todo varón es culpable
de pecado mortal”[11]. Los autores obviamente han ignorado la distinción
entre gravedad objetiva y culpa subjetiva. En su extensa revisión de
opiniones sobre la gravedad de la masturbación los autores de Human
sexuality hablan de un creciente consenso que ve la malicia moral de la
masturbación como “una inversión sustancial de gran importancia”[12].
Añaden correctamente que a lo largo de la tradición cristiana, se ha
considerado que cada acto de masturbación es grave e intrínsecamente
malo, y, además, pecado mortal cuando es realizado con plena advertencia
y consentimiento. Dos recientes estudios ofrecen al lector el trasfondo de la
tradición cristiana sobre la moralidad de la masturbación. El primero es un
estudio histórico de Giovanni Cappelli sobre el problema de la
masturbación durante el primer milenio.
Entre sus conclusiones cabe destacar: 1) En ningún lugar del Antiguo o del
Nuevo Testamento hay alguna explícita confrontación con el tema de la
masturbación; 2) Cappelli no encuentra en los escritos de los Padres
Apostólicos ninguna mención de la masturbación; 3) Las primeras
referencias explícitas a la masturbación se encuentran en los libros
penitenciales anglosajones y celtas del siglo VI, en donde el tema es tratado
de modo práctico y jurídico; 4) Sin embargo, sería erróneo interpretar el
silencio de los Padres sobre la masturbación como una aprobación tácita de
esta última o como una supuesta indiferencia. Los principios que ellos
elaboraron sobre la ética sexual y sus actitudes generales podrían haberlos
llevado fácilmente a condenar la masturbación. Ignoramos por qué no se
hizo así; probablemente se debió al hecho de que los primeros escritores
cristianos estaban principalmente preocupados con los pecados sexuales
que, por naturaleza, eran interpersonales[13].
El segundo estudio se refiere a las normas relativas y absolutas de la moral
sexual en San Pablo. Analizando la interpretación de Silverio Zedda sobre
cuerpo-persona en San Pablo, William E. May dice que Zedda no encuentra
una explícita referencia al vicio del autoerotismo. “Pero la condenación de

56
dicho pecado puede, aquí, deducirse indirectamente de la enseñanza de
San Pablo, tomando como punto de partida aquellos textos en que éste
condena la pasión malvada en general, en los cuales los teólogos
encuentran condenado también el vicio solitario… De modo análogo puede
considerarse que el autoerotismo es uno de los elementos de la condición
de aquellos solteros a quienes San Pablo aconseja el matrimonio: ‘si no
puedes contenerte, cásate; porque es mejor casarse que abrazarse’ (1Co
7,9)”[14]. Zedda también entiende como condenaciones implícitas de la
masturbación Gal 5,23; 2Co 7,1 y 1Te 4,4.
Sin embargo los autores de Human sexuality dicen que la extensión que ha
tomado la práctica masturbatoria, particularmente entre los varones,
dificulta a los moralistas continuar sosteniendo la posición tradicional. Esto
parece estar en agudo conflicto con el sentido común. Estos moralistas
infravaloran la cuestión de la gravedad objetiva del acto, amparándose en
la opinión de que, en el plano pastoral, la falta de plena advertencia y la
ausencia de completa libertad, frecuentemente impide que tales actos sean
mortalmente pecaminosos. El P. Farraher, sin embargo, argumenta, de
modo convincente, a partir de la constante enseñanza de la Iglesia, que la
masturbación es una seria violación del orden moral cuando la persona es
plenamente consciente de la malicia del acto y, a pesar de todo, lo realiza.
Al no cumplir los fines unitivo y procreativo a los que se ordena el acto
conyugal, constituye un acto pecaminoso y seriamente desordenado[15].
Farraher señala, también, que la estimulación sexual por parte de una
pareja casada es moralmente lícita en la medida que conduzca al acto
matrimonial a la unión sexual natural o completa[16]. Farraher es muy
preciso acerca de lo que constituye malicia grave en la masturbación al
escribir: “para que una persona sea formalmente culpable de un pecado
mortal de masturbación, su acto debe ser el fruto de una elección
plenamente deliberada de algo que advierte de modo perfecto como
seriamente pecaminoso”[17]. Si tal acto se realiza sólo de modo parcial o
con imperfecto consentimiento de la voluntad, será pecado venial; y “si no
hubiera elección libre de la voluntad tampoco habría ninguna culpabilidad
pecaminosa, incluso en el caso en que la persona fuera consciente de lo
que está haciendo”[18]. Farraher continúa señalando que no hay pecado
aún cuando una persona prevea que la estimulación sexual y el orgasmo se
van a seguir de alguna acción que ella está realizando libremente, mientras
no intente tal estimulación sino sólo la permita, teniendo razones
suficientemente serias para obrar así (lo que viene a ser una aplicación del
principio de doble efecto)[19].
Farraher corrige el malentendido de muchos católicos que piensan que al
experimentar una estimulación sexual, incluso contra su voluntad, cometen

57
pecado mortal[20]. Entre la generación actual, sin embargo, no creo que
sean muchos los que sufran de tal sentido de culpabilidad; por el contrario,
es probable que a muchos le sorprenda oír que la masturbación es
pecaminosa. Por eso, es necesario instruir a los fieles con las cuidadosas
distinciones de Farraher para evitar, por un lado, la ansiedad de conciencia,
y, por otro, no se caiga en un laxismo irracional.
Al igual que en el tema del control de natalidad, también en la cuestión de
la masturbación se observa un distanciamiento de la enseñanza oficial de la
Iglesia, desde el momento en que el P. Charles Curran argumentó, en 1966,
que cada acto de masturbación no debe ser considerado en sí mismo como
un desorden “siempre y necesariamente grave”[21]. Los autores de Human
sexuality comentan la posición de Curran como un significativo adelanto
teológico. No se dice que la masturbación no sea pecado, o que no
envuelva un serio pecado; sino que “no necesariamente cada uno de los
actos de masturbación constituye la materia grave que se requiere para un
pecado mortal”[22]. Sin embargo, la posición de Curran y de los autores de
Human sexuality es directamente impugnada en la enseñanza de la
Declaración vaticana sobre Ética Sexual (Persona humana) a la que ya me
he referido. La Congregación para la Doctrina de la Fe, reafirma, así, la
enseñanza constante de la Iglesia sobre la grave inmoralidad objetiva de la
masturbación, refiriéndose a esta última como “un acto intrínseca y
seriamente desordenado”[23].
Los argumentos a favor de la posición de la Iglesia y la respuesta de los
moralistas católicos a las principales objeciones contra esta enseñanza
están resumidas en Catholic Sexual Ethics[24]. Querría seleccionar algunos
puntos de sus argumentos.

1) Aún admitiendo que ciertos textos citados como condenatorios de


la masturbación pueden tener otra interpretación (Gn 38,8-10; 1Co
6,9; Ro 1,24), la Sagrada Escritura condena el uso irresponsable del
sexo, lo que ciertamente se aplicaría a la masturbación. La
Declaración Persona humana dice que incluso si la Escritura no
condena este pecado por su nombre “la tradición de la Iglesia ha
entendido rectamente que está condenado en el Nuevo Testamento
cuando éste habla de ‘impureza’, ‘falta de castidad’ y otros vicios
contrarios a la castidad y a la continencia”[25].
2) Los autores de Catholic Sexual Ethics responden bien a la objeción
que dice que la condenación de la masturbación es una forma de
maniqueísmo y estoicismo. Por el contrario, son quienes aceptan la
masturbación los que no pueden mirar de modo consistente sus

58
cuerpos y su actividad sexual como partes integrales de sí mismos, ya
que los actos masturbatorios no realizan los bienes humanos básicos
de la mutua donación y procreación. La masturbación usa el cuerpo
como instrumento de placer y es, en realidad, una forma de dualismo,
ya que, en este contexto, convierte al cuerpo en un objeto para el
placer del alma[26].
Además la enseñanza [de la Iglesia] no se basa en la premisa estoica de que
el único fin de la unión sexual es la procreación. La enseñanza de la
Gaudium et spes, nn. 47-52, así como la Humanae vitae[27], sostiene
claramente que la unión sexual en el matrimonio tiene otros fines, incluía la
expresión del amor mutuo. Por el contrario, la masturbación no ayuda a
ninguno de los grandes bienes del matrimonio, permaneciendo un acto
solitario.
Catholic Sexual Ethics también responde a la objeción de que la
masturbación, en algunas circunstancias, no constituye un grave desorden
moral. Una de esas circunstancias sería la masturbación en la adolescencia.
La respuesta es que la Iglesia siempre ha reconocido que las circunstancias
alteran algunos casos y que hay grados de responsabilidad en las diferentes
clases de masturbación. Pero la Iglesia también sostiene que el acto de
masturbación permanece objetivamente una falta seria. La enseñanza de la
Iglesia distingue, correctamente, entre la gravedad objetiva del acto
masturbatorio y la responsabilidad subjetiva del que lo realiza. Esta
importante distinción, que elabora Farraher, nos permite sostener la
posición tradicional al mismo tiempo que nos autoriza a comprender una
variedad de factores mitigantes que disminuyen la culpa personal del
masturbador, supuesto que él quiera poner de su parte todo lo necesario
para vencer su mal hábito o, en ciertos casos, su compulsión.
En mis cuarenta y siete años de experiencia pastoral todavía no he
encontrado un penitente que no desee librarse del hábito de la
masturbación o que continúe masturbándose deliberadamente. Es más
probable que, quienes continúan con este hábito de forma deliberada, no
se acerquen a la confesión, o bien no confiesen este pecado porque les han
lavado el cerebro haciéndoles creer que la masturbación no es pecado o, al
menos, que sólo es un pecado venial que no hay obligación de confesar.
Los autores de Catholic Sexual Ethics también responden al argumento de
Charles Curran de que un acto aislado de masturbación no puede ser
gravemente pecaminoso, sino que solo sería pecado grave la práctica
constante de tal actividad. La falacia en este argumento consiste en que
pierde vista que el foco primario de la responsabilidad es el acto libremente
elegido y no la conducta, la cual brota de una serie de actos libremente

59
realizados. Nuestra personalidad moral, o carácter, se forma mediante
estos actos, y si una persona debe convertirse, la conversión comienza con
un acto libremente elegido. Así enseña San Agustín en sus Confesiones[28].
En la práctica, los autores que sostienen que la masturbación no es materia
grave, han quedado impresionados por estudios estadísticos que muestran
que la mayoría de los adolescentes y un gran porcentaje de las
adolescentes se masturban. Pero tales estudios no describen la frecuencia
de la masturbación ni el estado de conciencia del masturbador. Tampoco
toman en consideración el fenómeno verdaderamente actual de los grupos
de apoyo espiritual para vencer adicciones sexuales, como Sexólicos
Anónimos[29] y Adictos Anónimos al Sexo y al Amor[30]. Ambos grupos
tratan la masturbación compulsiva como una adicción sexual que hay que
vencer a través de la práctica de los Doce Pasos[31]adaptada a los
problemas sexuales.
También se puede argumentar, contra la tesis de Curran, desde un punto
de vista pastoral. En la práctica no tratamos con personas implicadas en un
acto masturbatorio aislado. Cualquiera que sea la edad de la persona nos
enfrentamos con actos reiterados, o con un hábito, o con una compulsión.
La tesis de Curran tampoco toma en cuenta que un acto deliberado de
impureza tiende a repetirse conduciendo a la formación de un mal hábito,
el cual, en algunos casos, se convertirá en una compulsión sexual, es decir,
en un patrón de comportamiento sexual sobre el que la persona, a pesar
de sus esfuerzos, no tiene verdadero control. La cuestión moral es si uno
puede ser considerado responsable de dar conscientemente el primer paso
que termina en la formación de un mal hábito. ¿Acaso no estamos
seriamente obligados a evitar el comienzo de tal hábito? Además, si un acto
aislado y deliberado de masturbación no fuese una violación grave del
orden moral, ¿qué impedirá que una persona caiga en el hábito? Es
probable que ésta no trate de evitar el acto y termine así cayendo
fácilmente en un hábito que, en determinadas circunstancias, puede
convertirse en compulsivo. Estas son cuestiones pastorales que Curran no
examina.
Consideraciones sobre la responsabilidad moral del masturbador
En el plano pastoral hay que distinguir entre el masturbador habitual y el
compulsivo. Por definición el habitual todavía tiene control sobre su
conducta, dominándose por largos períodos de tiempo y recayendo por
cortos períodos. Puede ser que use la masturbación como sustitutivo de la
relación sexual ya sea porque no tiene ninguna mujer a su disposición
(como los prisioneros), o porque es divorciado, o porque nunca se ha
casado, o bien porque tiene miedo de contraer Sida. Sin embargo, es capaz

60
de detener el hábito cuando esté motivado para hacerlo, por lo general por
motivos religiosos. Muchas de las razones mencionadas también se aplican
a la mujer que cae en este hábito de masturbación. La soledad y la
depresión son factores poderosos tanto en hombres como en mujeres. En
algunos casos, sin embargo, la persona cruza la línea del hábito para entrar
en el campo de la compulsión, es decir, terminan masturbándose muy
frecuentemente a pesar de recurrir a remedios ordinarios para evitarlo.
Probablemente en este caso estamos ya tratando con un problema de
adicción sexual.
La masturbación como una forma de adicción sexual
Los consejeros pastorales y los confesores se encuentran con frecuencia
con personas que se masturban diariamente a pesar de querer librarse de
esta compulsión. Tales individuos viven con culpa y vergüenza. No se
satisfacen cuando el consejero intenta consolarlos diciéndoles que no son
culpables de pecado grave ya que carecen de control sobre la
masturbación. Quieren saber qué pueden hacer para recuperar el control
de sus impulsos sexuales. La primera cosa que el consejero puede hacer es
estudiar las adicciones sexuales y aprender qué puede hacerse para ayudar
a un masturbador compulsivo.
La adicción sexual puede definirse como una pseudo relación con una
experiencia sexual mentalmente perturbadora con efectos destructivos
sobre uno mismo y en algunos casos también sobre otras personas[32].
Como Patrick Carnes explica: “el adicto sustituye una relación saludable con
otras personas por una relación enfermiza con un evento o proceso. La
relación del adicto con una ‘experiencia’ trastornante se convierte en central
para su vida”[33].
Carnes subraya que la gente tiende a confundir adicción sexual con
actividad sexual frecuente o placentera. La diferencia está en que la
persona normal puede aprender a moderar su conducta sexual, mientras
que el adicto no puede hacerlo. Ha perdido la capacidad de decir “no” en
razón de que su conducta forma parte de un ciclo de pensamientos,
sentimientos y actividad que no puede controlar. En lugar de gozar del sexo
como una fuente de autoafirmación y del placer en el matrimonio, el adicto
sexual lo usa como un alivio del dolor o del stress, análogamente al
alcohólico que depende del alcohol. A diferencia del amor, la enfermedad
obsesiva transforma el sexo en una necesidad primaria ante la cual todo lo
demás puede ser sacrificado, incluyendo la familia, los amigos, la salud, la
seguridad y el trabajo[34].
Sin desarrollar todas las fases de una adicción, lo cual Carnes y Anne Wilson
Shaef hacen en sus libros, nos basta decir que el masturbador compulsivo

61
tiene esperanza; y esto por varias razones. Ante todo, puede llegar a
entender que él no es una mala persona sino alguien que sufre una
enfermedad, la cual puede ser tratada y vencida. En la medida en que se
aborrece a sí mismo y se considera inútil (vergüenza) cree que no tiene
esperanza (desesperación). En segundo lugar, con la ayuda de un director
espiritual y de un médico, puede tomar conciencia de que es posible vencer
su adicción. También necesitará practicar los Doce Pasos participando en
grupos de apoyo. A este respecto encontrará una ayuda invalorable en las
sesiones grupales de Sexólicos Anónimos y Adictos Anónimos al Sexo y al
Amor.
Al afirmar que hay esperanza para el masturbador compulsivo, no me baso
únicamente en lo que dicen los libros, sino en mi experiencia de haber
enviado a personas a Sexólicos Anónimos o a Adictos Anónimos al Sexo y al
Amor, y también en el trabajo que he realizado con miembros de Courage
en New York City (Courage es un grupo de apoyo espiritual para personas
católicas con tendencia homosexual que desean vivir una vida casta). El
crecimiento en la práctica de la castidad no se alcanza de la noche a la
mañana. Es un proceso gradual, a veces con caídas penosas. Exige una
entrevista periódica con un director espiritual, un sincero reconocimiento
de la impotencia personal, asistencia perseverante a las reuniones, plena
honestidad al hablar de sí mismo y la práctica diaria de la meditación u
oración afectiva. Esto me lleva a establecer una importante distinción que el
director espiritual tiene que hacer cuando aconseja a un masturbador
compulsivo, puesto que deberá ayudarlo a empezar a amarse a sí mismo
de modo adecuado.
Distinción entre conducta pasada y presente
El adicto debe distinguir entre la responsabilidad de su conducta pasada y
la responsabilidad por sus acciones presentes y futuras. Es, sin embargo,
prácticamente imposible evaluar detalladamente la conducta pasada del
adicto. No tenemos medios para clasificar las especies y grados de la
conducta sexual compulsiva, ni de cualquier tipo de conducta compulsiva.
Cada masturbador compulsivo proviene de un conjunto diferente de
circunstancias de vida, con diverso patrón de rasgos personales. Como
Rudolf Allers escribió hace años, y otros sostendrían igualmente: “Nada
podemos saber acerca de la naturaleza de los presuntos impulsos
irresistibles a menos que sepamos todo cuanto sea posible sobre la
personalidad total”[35].
Como en otras formas de adicción, la masturbación compulsiva comienza
en la fantasía, la cual llena la mente en tal medida que no deja lugar para
que otros pensamientos y motivos, que pueden contrarrestar su fuerza,

62
tengan la oportunidad real de distraer a la persona de las imágenes
voluptuosas que empujan a la masturbación. La conciencia se cierra sobre
una sola idea, una sola imagen. Esto es compulsión en sentido pleno.
Hay otra forma de compulsión en la que una persona termina sumergida
en el objeto de su deseo, sintiendo que, para encontrar algún alivio físico,
debe aceptar el impulso, o de lo contrario, sufrirá mucho. En este caso la
persona es consciente de que puede resistir, y de que hay otra opción. Hay
una libertad mínima, pero apenas alcanza para constituir culpa grave. Se ve
más claro en el caso de los que luchan contra este impulso al tratar de
dormirse por la noche, o cuando la tentación los sorprende en medio de la
noche o en el momento de despertarse. Farraher comenta extensamente
las situaciones en las que la persona, que ha resistido la tentación de
masturbarse estando despierto, a veces resulta abrumado por fantasías
sexuales al tratar de dormirse o al despertarse por la mañana. En la medida
en que alguien realmente se esfuerce en desviar su atención, no comete
pecado si llega a producirse el orgasmo. Cuando duda si hizo suficientes
esfuerzos para tratar de librarse de esas fantasías, puede interpretar la
duda a favor de su inocencia. De acuerdo a las normas tradicionales de la
teología moral puede presumir que en el momento de las tentaciones
nocturnas su intención es la misma que tiene habitualmente cuando está
despierto. A quien tiene sentimiento de culpa, los confesores y directores
espirituales debería asegurarles que no hubo pecado, en la medida en que
pueda presumirse que la masturbación fue involuntaria. “Decirle que, si se
esfuerza y usa los medios sobrenaturales, puede evitar incluso esas
experiencias involuntarias, puede causar severa ansiedad e incluso
desesperación, puesto que no es posible evitar lo que es realmente
involuntario”[36].
Como confesor, a veces, uno trata con personas que son verdaderamente
fieles a Dios, a su familia y a la Iglesia, y que al mismo tiempo permanecen
abiertos a situaciones eróticas en las que tienen grandes dificultades para
permanecer castos. De modo semejante encontramos sacerdotes,
hermanos y religiosas obsesionados por fantasías sexuales, que se sienten
compelidos a entregarse a ellas. Incluso se sienten empujados a
masturbarse algunos que no encuentran placer en la masturbación. En
todas estas situaciones recomiendo dos pasos: 1º buscar un médico
profesional que acepte las enseñanzas de la Iglesia; y 2º asistir
regularmente a grupos de apoyo espiritual donde puedan comentar esos
conflictos penosos y tendencias compulsivas. Hay también otra situación en
la que puede encontrarse el masturbador compulsivo. La llamaré ‘el
momento de la verdad’. También vale para los masturbadores no
compulsivos.

63
Según Allers el, así llamado, impulso irresistible, es tal antes de estar
plenamente desarrollado. La persona tiene el sentimiento intranquilo de
que algo está por ocurrir. Se encuentra envuelto en cierta forma de
fantasía, que a menudo incluye literatura o videos pornográficos. Se da
cuenta de que debería librarse de la fantasía o de la pornografía pero no lo
hace. Tal vez a nivel inconsciente hay un impulso a buscar el placer en la
masturbación, lo que no admitirá en el plano consciente. Así Allers sostiene
que la persona es, de algún modo, responsable por no aprovechar el
momento de la verdad, y por permitir ser esclavizado por el deseo[37].
“Está acción puede, por tanto, estar exenta de responsabilidad, y sin
embargo no ser excusable, porque, de hecho, la persona ha consentido a
su desarrollo”[38].
De hecho, cuando el masturbador compulsivo practica los Doce Pasos,
reconoce la oculta insinceridad y el deseo de gozo sexual que estaban ya
presentes en sus anteriores afirmaciones de que, en realidad, no quería
hacerlo. Parte de la curación consiste en volverse más honesto respecto de
las propias motivaciones. Como dice el siguiente poema:
Autobiografía en cinco pequeños capítulos por Portia Nelson
1. Camino calle abajo.
Hay un hoyo profundo en la vereda. Caigo en él.
Estoy perdido… No tengo ayuda. No es mi culpa.
Me tomará toda la vida encontrar una salida.
2. Camino por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la vereda.
Pretendo no verlo.
Caigo nuevamente en él.
No puedo creer que estoy en el mismo lugar. Pero no es mi culpa.
Todavía me lleva largo tiempo salir.
3. Camino por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la vereda.
Nuevamente caigo en él… Es un hábito.
Mis ojos están abiertos.
Sé donde estoy.
Es mi culpa.
Salgo inmediatamente.
4. Camino por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la vereda.
Paso por el costado.
5. Camino por otra calle.

64
Aproximaciones pastorales a la masturbación
En el plano pastoral es inútil especular sobre cuán responsable fue el
masturbador compulsivo en el pasado; es mejor ayudar a forjar un
programa espiritual. La cuestión es si el adicto usará los medios conocidos
para controlar su conducta en el futuro. Ahora es el momento de
considerar con más detalles las aproximaciones pastorales al problema de
la masturbación.
Algunas falsas aproximaciones. La aproximación más descaradamente
errónea consiste en pensar que los adolescentes terminarán por superar
este problema de forma natural. Muchos no lo logran. Otro mito es pensar
que si uno practica la masturbación tiene menos probabilidad de tener
sexo con personas de su mismo sexo o del sexo opuesto. Esto puede ser así
en algunos casos, pero la experiencia de muchas personas es que la
masturbación los preparó para tener sexo interpersonal. También, en
ciertas situaciones, algunos han recomendado la masturbación como un
medio para aliviar tensiones corporales, como una forma de terapia sexual.
Otros terapeutas usan la masturbación como supuesta terapia para revivir
experiencias traumáticas sexuales ocurridas durante la niñez (aproximación
que ya no es usada por médicos serios). Algunos homosexuales han usado
la masturbación mutua como “sexo seguro”. Ciertos consejeros incluso
minimizan el problema obviando cualquier advertencia fuera de “no
preocuparse por el tema”. De hecho, muchos sacerdotes, seminaristas y
profesores de religión en nuestras escuelas católicas todavía consideran el
hábito de la masturbación como un tema de poca importancia, o quizá
como un problema puramente psicológico. Etc.
Algunas aproximaciones útiles. La actitud correcta parece ser tratar la
masturbación habitual y la compulsiva como problemas que tienen
solución, siempre y cuando se siga un programa de vida espiritual. La
persona que tiene este problema debe hacerse responsable de su futuro. A
medida que más se libere de su desorden, también se volverá más
responsable. Esto quedará más claro al presentar algunas situaciones
típicas de las distintas condiciones de vida. Comenzaré con los
adolescentes, y más adelante hablaré del tema de la masturbación en la
infancia.
Adolescentes
Teniendo en cuenta que los adolescentes reciben un bombardeo de
estímulos sexuales a través de los medios de difusión, que de sus padres y
maestros a menudo descuidan darles directrices morales, y que incluso los
sacerdotes y religiosos permanecen en silencio sobre este tema, no debería
sorprendernos que los más jóvenes ignoren la moralidad de la

65
masturbación. Puede ser que muchos hayan quedado esclavizados en la
práctica de la masturbación antes de tener completa conciencia de que se
trata de algo moralmente malo. Uso la expresión “completa” porque a
pesar del lavado de cerebro intentado por nuestra cultura, muchos jóvenes
tienen la sensación incómoda de que la masturbación es algo malo[39].
Al mismo tiempo se sienten incapaces de controlar un hábito que ya existe,
y a causa de su vergüenza y culpa evitan por timidez hablar del tema con
consejeros, y menos aún con sacerdotes, a quienes ven como personas de
autoridad. Inciertos sobre sí mismos, confundidos sobre los valores
propuestos por la cultura, y a veces por su propia familia, estos jóvenes se
repliegan rápidamente dentro del mundo fantasioso del romance y del
placer sexual.
A menudo temerosos de las relaciones reales con personas de otro sexo, se
refugian en el país de fantasía de la masturbación. Si a este caos moral se
añade la enseñanza ambigua y errónea que en algunas escuelas católicas
se imparte, en las clases de religión, sobre la masturbación, se podrá
entender por qué nuestros jóvenes, en el confesionario, no mencionan la
masturbación como un problema moral. Esto da a los sacerdotes toda la
razón para responder seriamente a los jóvenes que preguntan sobre este
tema.
Debemos darles una dirección espiritual adecuada, reconociendo su deseo
de ser castos, y aconsejarles específicamente sobre esta materia al modo
que lo hace el P. Benedict Groeschel en El coraje de ser castos[40].
Quizá no lleguemos a tomar conciencia del enorme sentimiento de culpa
que padecen los adolescentes que cargan con el hábito de la masturbación.
Sienten que hay algo equivocado en lo que hacen, a pesar que les hayan
dicho “no te preocupes por esto” o “no puedes evitarlo” o “ya madurarás y
lo superarás”. Necesitan instrucción y guía, pero no la recibirán hasta que
no se les informe sobre la moralidad de la masturbación, y sobre los
factores psicológicos que a menudo impiden el ejercicio del libre albedrío.
Opino (y también otros confesores) que muchos adolescentes no se
acercan a la comunión dominical porque creen que no pueden vencer este
hábito.
Jóvenes solteros
Según un mito muy extendido estos jóvenes deberían haber superado el
hábito de la masturbación de modo natural. Pero, con la costumbre de
retrasar el matrimonio hasta los 25-30 años, con noviazgos demasiado
largos, y con la estimulación constante de citas ocasionales, y las
provocativas propagandas que aparecen en los medios de comunicación,
no sorprende que muchos hombres y mujeres caigan en la práctica de
66
caricias fuertes que llegan al orgasmo. Realmente se trata de una
masturbación mutua como el sexo oral. Quienes caen en estas prácticas se
consideran vírgenes por no haber tenido contacto genital. Se los llama
técnicamente “vírgenes”, pero necesitan recuperar la virtud de la pureza.
Otros solteros viven fantaseando cuando están ociosos. Al no mantener
ningún noviazgo serio por diversas razones, inciertos sobre qué hacer de
sus vidas, y sin estar atados a un cónyuge e hijos, a menudo se refugian en
diversas formas de fantasía como novelas románticas, revistas
pornográficas, películas eróticas, frecuentando bares nocturnos de viernes
a domingos, y cosas por el estilo. Tienen muchos conocidos pero, en
realidad, son muy solitarios. Su tendencia a masturbarse a menudo
traspasa la línea llegando, si se presenta la oportunidad, a las relaciones
genitales con otras personas. Resumiendo: han hecho del sexo un ídolo. Si
uno les menciona su soledad, la negarán señalando que tienen muchos
“amigos”. Tienen los placeres de la actividad sexual sin responsabilidad.
Es muy difícil acercarse a este grupo, que habitualmente viene a Misa para
Navidad y Pascua por complacer a sus familias. Quizá cuando pasen de los
treinta años y empiecen a darse cuenta que la vida tiene más riqueza que la
que ofrece el sexo, buscarán dirección espiritual. En este caso, la actividad
sexual no es el principal problema sino solo un síntoma del profundo vacío
espiritual.
Solteros adultos
Mi experiencia me ha enseñado que cuando los cristianos entran en la
mitad de los treinta años sin haber elegido una vocación en la vida, como el
matrimonio, la vida religiosa, el sacerdocio o la consagración laical al
servicio de Cristo, comienzan a plantearse el sentido de su vida personal. A
menudo se han enfrascado tanto en sus carreras que fácilmente pueden
reprimir los pensamientos fastidiosos sobre sus obligaciones cristianas; sin
embargo, los deseos sexuales permanecen tan fuertes como siempre; de
hecho, más intensos; y las personas pueden emplear mucho tiempo en
fantasías, convirtiéndose la imaginación en algo compulsivo que lleva a la
masturbación frecuente, cuando no diaria.
Esto, a su vez, produce fuertes sentimientos de vergüenza y culpa. Si esta
persona no busca ayuda espiritual para este problema, o si, buscándola, no
la encuentra, continuará llevando su peso hasta la adultez o la vejez. Puede
ser que alguien esté obrando muy bien en las demás áreas de la vida, y al
mismo tiempo se sienta desesperado por su pecado secreto. Tal vez le
parezca que nadie puede darle esperanza de resolver el problema, puesto
que los consejeros espirituales a los que ya ha recurrido, no han atinado
con el modo adecuado de enfrentarlo. Es posible que le hayan aconsejado

67
que al confesarse no mencione la masturbación, ya que no tiene ningún
control real sobre ella. ¿Qué posibles remedios puede sugerir en estos
casos un director espiritual?
Algunas directivas espirituales
Creo que las siguientes directivas son probadamente eficaces:
1) Ayude a que la persona reflexione sobre del sentido de su vida, sus
esperanzas, sus éxitos y decepciones, sus frustraciones y su soledad. Hay
que tratar de descubrir qué es lo que lo está abatiendo, porque a menudo
la masturbación es un síntoma de intranquilidad del alma, y eso es lo
primero que se debe atacar.
2) Si esta persona está yendo a la deriva, hay que darle un plan de vida
espiritual, como el que he escrito para personas homosexuales[41].
3) Hágalo tomar conciencia de que muchos seres humanos tienen la
tendencia a escaparse hacia placenteros mundos de fantasía cuando la
realidad se vuelve dura y árida, y la masturbación brota a menudo de la
fantasía sexual. La estrategia espiritual consiste en aprender cómo volver
de la fantasía sexual a la realidad ni bien uno nota que ha quedado
envuelto en tales imaginaciones. Una técnica que funciona con algunas
personas es hacer una breve oración y luego alguna actividad externa y
física, como algún trabajo doméstico, salir a caminar y cosas por el estilo.
¿Ha tenido usted alguna vez imaginaciones de ira, celos o tentaciones
sexuales y en ese momento ha sonado el teléfono? ¿Acaso no desapareció
la fantasía en el mismo momento en que respondió el teléfono? La clave es
permanecer en la realidad.
4) También hay que decir que, además de comentar su dificultad con un
director espiritual, debería tratar de encontrar un grupo de apoyo como
Sexólicos Anónimos. Algunos masturbadores compulsivos descubrieron en
estos encuentros, verdadera amistad. El cultivar amistades reales con
personas reales reduce significativamente el poder de la fantasía sexual, al
mismo tiempo que da un sentido de autoestima.
La masturbación entre los casados
En las prácticas masturbatorias de los casados encontramos diversos
factores. Algunas personas llegan al matrimonio con el hábito previamente
formado. Otros caen en estos actos solitarios al encontrarse lejos de sus
cónyuges o cuando no pueden tener relaciones sexuales a causa de alguna
enfermedad o porque perciben que sus cónyuges no son plenamente
receptivos a los actos conyugales. Hay veces que una pareja practican la
masturbación como forma de control de la natalidad. Algunos matrimonios
usan el sexo oral, el sexo anal y la mutua excitación genital hasta producir

68
el orgasmo en lugar de la relación propiamente sexual[42]. Ocurre también
que, a veces que un esposo cae en la masturbación porque teme ser
incapaz del acto sexual. El enfoque pastoral dependerá de las distintas
situaciones[43].
En el caso en que uno de los dos cónyuges haya llegado al matrimonio con
el hábito de la masturbación, es necesario forjarse una idea adecuada de su
historia para poder ayudarlo/a a vencer el hábito. Pero si el hábito está
relacionado con problemas entre los esposos, el director espiritual debería
ayudar a los cónyuges a superar sus dificultades, mandándolos, si fuese
necesario, a un consejero matrimonial profesional. A veces uno de los
cónyuges cae en este hábito, por sentirse solitario, a causa de la completa
desatención por parte del otro. Por difícil que sea esta situación, esa
persona puede aprender a transformar su deseo sexual en virtuosos
sacrificios por los hijos y por el cónyuge desatento. Cuando sea posible uno
debería tratar de acercarse él mismo al cónyuge indiferente. Suele ocurrir
que algunos hombres de mediana edad se encierran tanto en su trabajo
que no ignoran cuánto descuidan a sus esposas, las cuales, en su soledad,
se sienten tentadas de buscar la complacencia en la masturbación o en el
adulterio. Otras veces, el hombre que teme ser incapaz de satisfacer a su
esposa en el acto sexual, se aboca (como forma de evasión) a su trabajo o a
otras actividades sociales. Además, en la vida contemporánea, muchas
mujeres casadas se comprometen tanto con sus carreras, que dedican muy
poco tiempo a sus esposos e hijos, sentando las condiciones para que los
primeros busquen gratificación sexual en el adulterio o en la masturbación.
La masturbación en los seminaristas
Tiempo atrás, los directores espirituales de seminaristas, tanto religiosos
como diocesanos, vigilaban mucho la idoneidad espiritual de quienes
tenían a cargo. La masturbación se consideraba un problema serio que
debe superarse antes de hacer los votos perpetuos o de recibir el
diaconado. Se indicaba, tentativamente, que todo candidato debería estar
libre del hábito de masturbación al menos un año antes de la profesión
perpetua o del diaconado. Si la masturbación se hubiera vuelto
involuntaria, dicha persona debería buscar terapia profesional, porque
nadie debe entrar en el estado de celibato con el peso de culpa y vergüenza
que engendra tal debilidad[44]. Se informaba a los seminaristas que
estaban obligados a tener un director espiritual fijo, en lugar de ir saltando
de un confesor a otro. Hoy en día, con el abandono del sacramento de la
reconciliación entre los religiosos y sacerdotes, tenemos que reiterar la
importancia del confesor fijo.

69
Ahora bien, dudo que en la actualidad nadie sepa realmente qué aconsejan
los directores espirituales a los seminaristas que tienen el hábito de la
masturbación. Supondría, en base a los retiros que he predicado a
sacerdotes y hermanos por espacio de doce años, que tal consejo es
acribillado por aquella línea de teología moral que considera que la
masturbación no es un serio desorden moral. Por tanto, es necesario, en
primer lugar, una instrucción básica tanto sobre la gravedad objetiva del
acto como sobre la obligación personal de trabajar al respecto. Además,
puesto que la masturbación puede volverse compulsiva, en ocasiones se
hace necesario explicar la dinámica de la compulsión sexual.
Entre los que escribieron sobre la masturbación, sigue influyendo
fuertemente en seminaristas y religiosos, la perspectiva de Donald
Goergen. Goergen sostiene que la masturbación no es “intrínsecamente
inmoral”[45]. Él cree que, para algunos, la masturbación puede ser madura
e integrada, y para otros inmadura y no integrada. La masturbación
adolescente, como también muchas formas adultas de masturbación,
según este autor, puede ser saludable y no perjudicial. Goergen considera
que la masturbación no es inmoral o pecaminosa para el célibe, aunque no
le permita alcanzar su ideal. Dice asimismo: “la masturbación es un
elemento de la vida personal de un célibe que refleja una necesidad genital,
que espera superar con el crecimiento, no porque la genitalidad sea
totalmente inapropiada, sino porque no le sirve particularmente en su vida
célibe”[46].
A pesar de que las posiciones de Goergen contradicen la enseñanza de la
Iglesia sobre la moralidad de la masturbación y sobre el significado de la
castidad consagrada, desde su publicación han influido en muchos
seminaristas y religiosos. Más adelante volveré sobre Goergen. Ahora me
abocaré al seminarista que quiere superar el hábito de la masturbación.
Al seminarista se aplican los mismos principios que he indicado al hablar de
los solteros, con la diferencia de que el seminarista ha hecho un
compromiso de vida célibe, mientras que el laico puede pensar en el
matrimonio. Tal vez el seminarista tema, a raíz de sus dificultades que
experimenta, no ser capaz de vivir la vida célibe, y considere, por tanto, la
posibilidad de abandonar el seminario o la vida religiosa. Antes de tomar tal
decisión, debería comprender que necesita el consejo tanto del psicólogo
clínico como del sacerdote director [espiritual], a quienes debería permitir
que se consulten mutuamente sobre su situación. Es imprudente que, tanto
el sacerdote-director como el psicólogo, trabajen aisladamente, como ha
sucedido con frecuencia en el pasado con trágicos resultados.

70
También es imprudente que los directores espirituales de un seminario, o el
equipo de formadores de una congregación religiosa, carezcan de una
política clara sobre la necesidad de la castidad interior, incluyendo el estar
libre del vicio de la masturbación como requisito para la ordenación o la
profesión perpetua. El director espiritual en el seminario debería considerar
cuidadosamente la historia personal de aquellas personas turbadas por
tentaciones obsesivas de masturbación. Las tentaciones pueden indicar
algo que va más allá de la lujuria ordinaria, y no hay manera de averiguarlo
sin alguna forma de asesoramiento. Ocurre a veces que un candidato se
siente atormentado por tentaciones eróticas cuando está inseguro de su
vocación,. Quizá necesite dirigir la atención a la raíz de su vocación.
Cada situación será diferente. Si el confesor o el psicólogo o el seminarista
tienen dudas, quizá el ausentarse del seminario, por un año, para hacer
algún tipo de trabajo pastoral, pueda resultar beneficioso. Al final de ese
período podrá reevaluarse la situación. Debe tenerse en cuenta que ningún
programa de formación de seminario o de una congregación religiosa
enfrenta el mundo real cotidiano. Se trata (el tiempo de formación) de una
vida en un ambiente relativamente protegido, en el que la imaginación
trabaja horas extras, se sobredimensionan los reveses de la vida, y en el
que las dificultades emocionales con los compañeros pueden volverse
obsesivas. No debe sorprendernos que en tales circunstancias la
imaginación se descontrole, provocando fantasías sexuales y tentaciones
de masturbación.
Resumiendo mis reflexiones sobre seminaristas y religiosos varones en
período formación, creo que hoy tenemos a disposición mejores medios
para superar la masturbación habitual y compulsiva. Se ha reconocido el
valor que tienen, en la lucha por la castidad, los sistemas de apoyo
espiritual, y hemos aprendido a remontarnos más allá de los actos de
masturbación, buscando sus causas. Como directores espirituales miramos
al hombre en su totalidad. Si, por un lado, notamos que una persona,
durante un período de tiempo, ha mostrado una notable mejoría,
superando las tentaciones de masturbación, deberíamos animarlo a seguir
intentándolo. Al decir “mejoría” incluyo más que el simple evitar
masturbarse. Me refiero a un cambio de actitud hacia la propia sexualidad,
una aceptación de la propia naturaleza corporal, y la integración de los
deseos sexuales en la percepción de su papel en el sacerdocio o en la vida
religiosa; lo que William F. Lynch llama “la libre sublimación de los deseos
sexuales”[47].
Si, por otro lado, percibimos que, a pesar de darle asesoramiento
psicológico, el esfuerzo de una persona por superar la práctica de
masturbación no lleva a ningún progreso, parece que deberíamos

71
aconsejarle que deje la vida religiosa o el seminario. La falta de progreso
constituye un buen fundamento para dudar de la vocación religiosa de esa
persona, y tal duda debe resolverse a favor de la Iglesia con el alejamiento
de esa persona.
La masturbación en sacerdotes y hermanos
Hablando de modo general, las tentaciones de masturbación entre
sacerdotes y hermanos se relacionan con problemas emocionales, como la
soledad, el odio hacia sí mismo, la ira, e incidentes del pasado. Tal vez estas
personas miren esas tentaciones con menos temor que quienes aún no han
sido ordenados o quienes todavía no han hecho sus votos perpetuos,
puesto que se sienten seguros. No obstante, sienten a menudo que viven
una doble vida, considerados célibes por quienes trabajan diariamente con
ellos, pero avergonzados por la práctica de la masturbación, que a veces es
compulsiva. Muchos están influenciados por el ambiente pansexual en que
vivimos; por ejemplo, no es raro que un religioso o sacerdote, cansado de
las arduas ocupaciones y reuniones diarias, antes de acostarse encienda la
televisión, y termine viendo alguna película sexualmente provocativa. El
efecto puede ser la masturbación y sueños perturbados.
Esto vale también para muchos laicos que resbalan por el lujurioso mundo
ficticio del cable televisivo. Se necesita rigurosa honestidad para evitar los
estímulos sexuales innecesarios, y esforzarse por permanecer en el mundo
real. Debería adoptarse la costumbre de confesarse semanal o
quincenalmente. Algunos religiosos y sacerdotes, además, asisten
periódicamente a reuniones de apoyo espiritual como Sexólicos Anónimos,
para librarse de su conducta sexual.
La masturbación entre las religiosas
Los factores que encaminan a una religiosa a una conducta masturbatoria
no difieren mucho de los que afectan a otras mujeres solteras, casadas o
divorciadas. Un elemento que comparte análogamente con el religioso
varón es la inmadurez emocional. Esto significa, en la práctica, que tales
personas no han madurado emocionalmente en su relación con el sexo
opuesto, y que, como los adolescentes, son proclives a gastar considerable
tiempo fantaseando, sufriendo, como resultado, la tendencia a
masturbarse. Como en el caso del religioso varón, el sentido de culpa crece
al percibir que viven una vida doble.
A diferencia del religioso varón, es menos probable que la religiosa llegue a
involucrarse genitalmente con otra persona. Tal vez esto se deba, en parte,
al que los religiosos varones tienen su tiempo menos organizado y su
responsabilidades hacia la comunidad son menores que en el caso de las
religiosas. Sin embargo, como hoy en día muchas religiosas visten como
72
laicas, estudian carreras profanas, y viven en departamentos, pueden
terminar involucradas emocionalmente con otras personas, de tal manera
que se intensifique la fantasía sobre la experiencia sexual, y, si se abandona
la vida de oración, les resulte más difícil resistirse a la masturbación. Dado
el temor que les causa el terminar en actos sexuales con las personas con
quienes se han involucrado emocionalmente, es posible que se limiten a
imaginaciones y masturbación. Otras religiosas, a pesar de vivir en
conventos de clausura o semi-clausura, y de vestir sus hábitos religiosos,
quizá no tengan en quien confiar fuera, del sacerdote. Esta soledad es
campo fértil para la fantasía sexual. Por supuesto también pueden influir
otros factores, como experiencias sexuales traumáticas en la infancia,
soledad, ira y baja autoestima.
Homosexualidad y masturbación
Hay que establecer varios puntos. Ante todo, en la persona que cree ser
homosexual, hay que examinar qué tipo de fantasía es la que lo empuja a la
masturbación. ¿Se trata de fantasías con niños o adolescentes? ¿Son
imágenes sadomasoquistas, como ser golpeado por otra persona o hacer
daño a otro? De ser así tal persona necesita terapia profesional. En segundo
lugar, si el individuo se considera bisexual porque ha tenido experiencias
sexuales con personas de ambos sexos, habría que ayudarlo a reflexionar
sobre sus patrones de fantasía. Si la fantasía es primariamente de
naturaleza heterosexual, es probable que la persona sea de orientación
predominantemente heterosexual; pero si la fantasía es de naturaleza
predominantemente homosexual, entonces, es probable que, en este
punto de su desarrollo, se haya asentado en una orientación homosexual.
Califico mi posición de este modo, porque los adolescentes que fantasean
con personas del mismo sexo pueden superar esta clase de imaginaciones
durante el proceso de maduración, en particular con alguna ayuda
terapéutica[48].
Considero que las personas homosexuales tienen más dificultades con la
masturbación que las heterosexuales. La persona homosexual a menudo
no quiere admitir, ni ante sí mismo, que tiene esta orientación,
encerrándose a veces en una vida de intensa fantasía con masturbación
compulsiva[49]. Además, teme reconocer esta orientación ante otras
personas, pensando que la masturbación puede ser una alternativa segura,
particularmente ahora con la crisis del Sida. Además, teniendo en cuenta
que a estas personas les cuesta establecer intimidad y amistad, mucho más
que a las heterosexuales, no debería sorprendernos que tiendan al hábito
de la masturbación. Sin embargo, este hábito a menudo las hace
vulnerables a la promiscuidad. Se comienza primero con la fantasía y la
masturbación; luego se termina vagabundeando por lugares frecuentados

73
y, más tarde, encuentran algún compañero para pasar la noche. Así, en
discusiones grupales, las personas homosexuales puntualizan la gravedad
de este problema en sus propias vidas, mirando un desliz en esta práctica
como un fracaso en su lucha por la castidad.
En la actual epidemia de Sida la masturbación mutua se ha convertido en la
forma principal del así llamado “sexo seguro”. Si bien puede ser
médicamente seguro, al mismo tiempo destruye la relación personal con
Dios, e impide que la persona se vuelva sexualmente integrada en la
relación consigo mismo. Incluso cuando el hábito de la masturbación es
involuntario, manifiesta una falta de integración dentro de la persona. Ya
sea voluntaria o involuntaria, la masturbación engendra profundos
sentimientos de culpa y vergüenza en la persona. Debemos, por eso,
explorar estos sentimientos.
Culpa y vergüenza en todas las formas de masturbación
Hay que distinguir dos clases de culpa: la sana y la neurótica. Cuando hago
libremente algo malo debería sentir culpa por quebrantar la ley divina
escrita en las tablas de carne del corazón humano (Ro 2,15). Pero, si
rechazo dar a un alcohólico el dinero para un trago de whiskey y siento
culpa por no atender su pedido, en realidad estoy experimentando cierta
culpa neurótica. Es la clase de culpa que experimentan los niños cuando
ven que sus padres se separan o divorcian, sintiendo que ellos tienen la
culpa. De la misma manera, en la cuestión de la masturbación, muchas
personas se torturan a sí mismas innecesariamente. Me refiero ante todo a
quienes viven bien y cuyo único “pecado” es la masturbación. El director
espiritual o confesor que conoce las luchas que han tenido estas personas,
suele tratar de aclararles que no han consentido libremente al impulso de
masturbarse.
No hay pecado grave si una persona se masturba sin tener pleno
conocimiento, como ocurre estando semidormido o semidespierto, o
cuando alguien es arrastrado por una pasión súbita y se halla a sí mismo
cometiendo el acto a pesar de la resistencia de la voluntad. Una de las
consecuencias del pecado original es que las pasiones humanas tienden a
vencer los actos voluntarios (cf. Ro 7,1-20). Una persona puede aceptar este
principio y sin embargo sentir culpa en su corazón, por la masturbación,
porque se dirá: “si hubiera luchado con más firmeza, no habría tenido las
fantasías y habría sido capaz de librarme de todos mis pensamientos
impuros”.
El problema con este sentimiento de culpa es que presupone que los seres
humanos tenemos control perfecto sobre nuestras pasiones, no sólo sobre
la lujuria sino también sobre la avaricia, la ira y otras emociones

74
desordenadas. Sabemos que no tenemos un control semejante. La persona
que ha caído en masturbación, sin embargo, debe creer que, con la gracia
de Dios, puede vencer el hábito de la masturbación. Pero eso exige cumplir
fielmente un plan de vida espiritual. A veces también exige tratamiento
psicológico, al que me referiré más adelante. Mi experiencia pastoral me ha
enseñado que el sentido de culpa es compañero inseparable de la
masturbación. En muchas personas, sin embargo, existe también un
sentimiento de vergüenza, distinto de la culpa.
Diferencia entre culpa y vergüenza
La vergüenza va más allá de la culpa; esta última entraña solamente el
sentimiento y el juicio de que uno ha ido contra su conciencia y que, por
tanto, deber arrepentirse de sus malos hechos; en cambio, la vergüenza es
el sentimiento de que yo no soy bueno, no valgo nada y no puedo controlar
mi conducta. Este odio intenso hacia uno mismo está en la raíz de la
masturbación compulsiva, así como en la raíz de otras formas de
compulsión. Probablemente la masturbación compulsiva esté más
extendida que toda otra adicción sexual, porque es más accesible, y puede
realizarse en un período de tiempo largo, en total secreto y aparentemente
sin efectos sociológicos dañinos. De hecho es desechado como algo no
problemático. E. Michael Jones lo llama “el vicio introductorio y más
accesible”[50].
Algunas ulteriores sugerencias para vencer la práctica de la
masturbación
Habiendo descrito algunas de las principales formas de la actividad
masturbatoria y omitido la consideración de otras especies más oscuras,
paso a ofrecer algunas sugerencias pastorales que han sido útiles a algunas
personas. Al dar estas indicaciones soy consciente de que no existen
recetas infalibles y que a veces, a pesar del uso diligente que se haga de
tales sugerencias, algunos pueden recaer ocasionalmente en una tendencia
tan profundamente enraizada en sus personas. Al desarrollar un enfoque
pastoral, debemos comprender el fenómeno de la masturbación dentro del
contexto de la vida de la persona porque allí se esconde el significado que
tiene para esa persona. La masturbación en el niño es algo muy diferente
de la masturbación del adolescente o del adulto, y entre los adultos hay
diferentes clases de actividad masturbatoria, cada una de las cuales exige
una diversa actitud pastoral.
En la infancia: sea cual sea la razón de la masturbación infantil, es
improbable que el director pueda tratar directamente con el niño incapaz
de maduro razonamiento moral. Los padres, sin embargo, tienen la
responsabilidad de asegurarse que un niño pequeño no se dañe a sí mismo

75
con la masturbación frecuente. André Guindon cita expertos que
consideran que la excesiva masturbación produce grandes exigencias sobre
el corazón y el sistema nervioso. También nota este autor que el daño
psicológico es similar al que se encuentra en adolescentes, concluyendo
que el desentenderse de la “prolongada e intensiva (énfasis del autor)
masturbación, particularmente en el período entre los seis años y la
pubertad, sin pedir consejo a un especialista, es moralmente
irresponsable”[51].
Ordinariamente, la masturbación en un niño no exige dar consejos al niño
sino más bien instruir a los padres para que enfrenten la masturbación
ocasional con tranquilidad tomando conciencia de que entre las causas
comunes de esta práctica suele contarse el anhelo de afecto por parte del
niño o la inconsciente seducción que realizan los padres que se bañan con
sus hijos. Por último, habría que instruir adecuadamente a los niños
respecto de la higiene física de sus órganos genitales.
Dirección pastoral de adolescentes
Como ya he tratado el caso de los adolescentes añadiré sólo algunas
reflexiones. Una hace relación a la fuerte vida que tiene la fantasía en el
adolescente y el deseo de experimentar el orgasmo sexual. La presión que
suele ejercer el grupo de amigos para que alguien experimente la
masturbación se encuentra más extendida entre los varones que entre las
chicas. Además, en la primera adolescencia los muchachos tienden a
dedicar mucho tiempo a la fantasía. Esto se puede contrarrestar ayudando
a que los más jóvenes salgan del mundo de la imaginación y permanezcan
en el de la realidad, en el que pueden formar amigos reales. Sin duda no es
algo fácil teniendo en cuenta la música que alimenta a nuestros jóvenes.
Quizá necesiten un círculo de estudio y juegos más estructurado y exigente
que los ayude a vivir en el mundo real.
Una educación sexual apropiada de parte de los padres o de sus delegados
en lo que respecta a las poluciones nocturnas y la menstruación posibilitará
que los jóvenes tomen conciencia de que tienen un problema común a
muchas otras personas. En este terreno los más jóvenes pueden pensar
que están completamente solos con su problema. El joven debe
comprender que no se peca accidentalmente. Para que haya pecado una
persona debe comprometerse libre y conscientemente en esta actividad. Si
una persona es cuidadosa y sincera en su vida espiritual, en su esmero por
amar a Dios, es probable que no consienta plenamente al acto de
masturbación. El acto aislado debe juzgarse en la perspectiva más amplia,
examinando la relación total que la persona tiene con Dios: “si el conjunto
de la vida espiritual es generalmente bueno y sano, entonces puede

76
presumirse con seguridad que no hay pleno consentimiento y no hay
responsabilidad de pecado mortal aun a pesar de haber hecho algo que es
materia grave”.
Es necesario repetir los principios morales sobre la buena voluntad que no
siempre resultan obvios no ya a los jóvenes, sino incluso a los adultos. He
aquí algunos:
La erección espontánea no es pecado; el hecho de luchar contra las
imaginaciones sexuales indica que uno no da su pleno consentimiento, si es
que hay algún tipo de consentimiento; y en caso de duda sobre el
consentimiento puede presumirse que no fue pleno.
Debería mostrarse a los dirigidos que existe una estrecha correlación entre
estados depresivos, ira, soledad, fantasía sexual y la tentación de
masturbarse, y que, en tales circunstancias, uno debería hacer un esfuerzo
especial del alma y del corazón para dirigirse hacia el mundo real y, en
particular, para concentrarse en las necesidades del prójimo. Como ya he
mencionado, cuando la fantasía tiende a vencernos, es muy recomendable
dedicarse a alguna actividad externa que rompa el encanto de la
imaginación. En pocas palabras, necesitamos ejercitar autodisciplina sobre
nuestra imaginación durante las horas en que estamos despiertos. He
descubierto que, para quienes tratan de vencer el hábito de la
masturbación, es muy útil, la sugerencia, ya mencionada, de mantenerse en
la realidad. Esto también es útil para el masturbador compulsivo, pero,
como ya hemos indicado, para vencer toda clase de compulsión se necesita
practicar fielmente los Doce Pasos, y alguna forma de grupo de apoyo
(como Sexólicos Anónimos).
Hay que recordar a los jóvenes que la adquisición de la virtud es trabajo de
toda la vida y que Dios no garantiza curaciones instantáneas de la debilidad
humana, a pesar de que, en materia de castidad, pensamos que Él debería
hacer todo instantáneamente. Parece que, en algunos casos, Dios continúa
dándonos la gracia de volver a intentarlo una vez más, a pesar de las
frecuentes caídas del pasado. “Debemos, en efecto, estar seguros que la
castidad perfecta (como la caridad perfecta) no se alcanza mediante ningún
esfuerzo meramente humano. Debes pedir la ayuda de Dios. Y aún cuando
ya la hayas pedido, tal vez te parezca que no recibes ninguna ayuda o que
recibes menos de la que necesitas. No te preocupes. Después de cada caída
pide perdón, levántate e inténtalo nuevamente. A menudo lo primero que
Dios nos concede no es la misma virtud sino el poder de volver a
intentarlo”[52].
A la luz del conocimiento que tenemos de la masturbación masculina con
su énfasis sobre el acto físico y el alivio de la tensión sexual, no nos

77
sorprende que la masturbación esté más extendida entre los adolescentes
varones que entre las adolescentes mujeres. La naturaleza de la anatomía
sexual femenina, la difusión de las zonas erógenas, la edad más tardía en
que se alcanza el pico de potencia sexual en la mujer y su visión más
romántica de la relación sexual, son algunas razones por las que la
tentación de masturbarse no es tan fuerte para la joven como para el joven.
Es probable que las jóvenes entiendan menos el sentido de sus respuestas
físicas que los muchachos, y por consiguiente, pueden llegar a masturbarse
de forma indirecta y oculta sin tener conciencia de lo que erróneo de su
acto[53]. A veces, algunos rituales de limpieza se convierten en modos de
masturbación. Sin embargo, con la disponibilidad de materiales eróticos, los
jóvenes de ambos sexos han tomado más consciencia de las fuentes del
orgasmo. Las músicas y letras de canciones abiertamente provocativas
empapan los años más tempranos de la juventud.
Así, en la dirección espiritual de chicas uno encuentra tanto aquellas que se
formaron el hábito sin comprender su significado, cuanto las que saben
ahora lo que están haciendo pero se sienten incapaces de controlarlo. Este
último grupo necesita la clase de ayuda que hemos indicado para el
compulsivo. Para el primer grupo aprovechará una actitud más indirecta,
ayudándoles a comprender sus vidas como un todo. En efecto, la
masturbación de una jovencita puede ser síntoma de disturbios en su
familia y con sus pares, por más que sean problemas superficiales. Sin dejar
de lado los medios ya mencionados para evitar la masturbación, habría que
aconsejar a la joven que armonice sus relaciones con quienes son
importantes para ella y, quizá por vez primera en su vida, enfrentarse con
su propia autoimagen. Tal método indirecto lleva tiempo pero aporta más
beneficios.
Avisos espirituales para adultos acosados por el problema de la
masturbación
Sería repetitivo elaborar la tesis según la cual, por lo general, los adultos
que practican la masturbación tienen una fuerte tendencia narcisista que
deben enfrentar y vencer. A veces se hace necesaria cierta terapia
profesional. Como ya hemos indicado, es necesario cambiar el patrón de
vida, lo que puede lograrse más efectivamente con una seria dirección
espiritual. Esto nos lleva a considerar los efectos espirituales de la
masturbación; aspecto raramente discutido. El Dr.William Kraft y el P.
Bernard Tyrrell, sin embargo, han iluminado los aspectos espirituales de la
masturbación[54].
Kraft sostiene que el principal mensaje encerrado en el acto masturbatorio
es que la vida social, espiritual, emocional y física del masturbador todavía

78
no está integrada. Su amplia experiencia clínica le ha permitido percibir la
seductiva naturaleza de la masturbación, ya que es un medio fácil y
accesible para reducir las tensiones y para explorar las sensaciones
genitales sin comprometerse en una relación interpersonal. La fantasía que
precede tales actos goza de la seguridad del secreto. Cuando este acto se
convierte en la principal fuente de intimidad y satisfacción, perjudica el
crecimiento espiritual. En ese momento se deja de vivir en el mundo real y
se pasa a vivir en el mundo de las personas ficticias “en el que todo es
posible y no hay límites”.
Kraft sostiene también que la masturbación del adulto proviene con
frecuencia de experiencias no genitales, de modo tal que detrás de ella hay
algo distinto del placer genital. Los adultos a menudo se masturban por
“aburrimiento, ansiedad y soledad”[55]. Cuando un adulto busca intimidad
con otros sólo en su imaginación, en vez de hacerlo en la realidad, esto es
signo de inmadurez. Se supone que la sexualidad humana se orienta hacia
otra persona, expresando amor y ternura en comunión con el otro.
Asimismo, Kraft considera como candidatos para la masturbación a quienes
viven vidas “muy cerebrales, del cuello para arriba”, por su ansia de vivir
“del cuello para abajo”. Su falta de encarnación en la vida diaria crea
tensiones que pueden buscar reducirse a través de la masturbación.
Aunque tales personas (usualmente religiosos o solteros) puedan encontrar
cierto alivio temporal por esta vía, no crecen espiritualmente. Algunos,
queriendo justificar la masturbación, van más allá, exagerando lo corporal a
expensas de la verdad espiritual[56]. En la historia personal de estos
últimos se puede detectar un largo período de represión de los deseos
afectivos. Una reacción similar se ve en los religiosos adictos al trabajo. El
desafío es, por tanto, superar la masturbación reestructurando la vida
personal en una vida integrada. Lo que no es poca cosa en nuestra cultura
pansexual.
Kraft recomienda un programa similar al de Alcohólicos Anónimos, en el
que subraya la importancia de la mortificación: “A veces se necesita
bastante mortificación para disminuir nuestro deseo físico de satisfacción
genital… Semejante al alcohólico a quien su cuerpo le reclama un trago, el
masturbador tiene que aprender a decir ‘no’ en bien de un sano
fortalecimiento”[57]. Podemos añadir que Sexólicos Anónimos ha puesto
un énfasis similar en desarraigar la masturbación a través de los Doce
Pasos.
Al acercarnos al ideal de integrar nuestra sexualidad en nuestra
personalidad, se corre el peligro de ilusionarse pensando que “el solo hecho
de tomar conciencia del problema nos permitirá cambiar nuestros

79
sentimientos y nuestra conducta”. De este modo, estamos subestimando la
fuerza que el hábito tiene en nuestras vidas, ya que nuestros cuerpos
pueden haber quedado condicionados a desear experiencias
tranquilizantes. La masturbación puede llegar a convertirse en una parte
tan importante de la conducta de alguna persona, que su supresión dejaría
una experiencia de profundo vacío, que hay que llenar de alguna manera.
Pienso que lo que ayuda a llenar ese vacío, es la experiencia de verdadera
relación con Dios que se da a través de la oración, y la experiencia de
amistad con otras personas.
En los programas que siguen los Doce Pasos aplicados a la lucha contra las
adicciones sexuales, se insiste en que no basta con la buena intención y el
poder de la voluntad. La mortificación y la libre sublimación de los deseos
sexuales son vías positivas para integrar nuestra sexualidad, suprimir
inmediatamente los deseos sexuales. También el abandonarnos
voluntariamente en las manos de Dios. Asimismo, la gracia redentora de
Dios ayudará a que la persona encuentre verdadera intimidad en vez de
placeres carnales. Pero todo esto toma tiempo.
De modo más inmediato hay que vigilar los propios estados anímicos, así
como los patrones recurrentes de fantasía y masturbación. Uno suele
advertir los sentimientos y estados anímicos que preceden habitualmente
la masturbación. Esto ayuda a que se evite caer en la masturbación. Ya que
uno de los momentos difíciles tiene lugar al irse a dormir, conviene buscar
modos para evitar el trabajo de la fantasía. Relajarse más durante el resto
del día, y ocupar el corazón con buenas lecturas antes de acostarse, reduce
las tensiones que se experimentan en esos momentos. No es bueno
intentar dormir estando tensionado; porque en esas condiciones, por lo
general, las fantasías sexuales atormentan.
En esta era de HBO y de los canales nocturnos de cable, la persona
angustiada por tendencias de masturbación debería evitar como la peste la
mayoría de los filmes que son ofrecidos en estos medios. Algunos caen en
la tentación de justificar mirar ese tipo de producciones en nombre de la
cultura, pero el problema es la pornografía que suele acompañarlas.
Una de las áreas más inexploradas por la investigación sigue siendo la
relación existente entre incesto abuso sexual infantil y la tendencia a
masturbarse en la vida adulta. Tengo pocas dudas de que las víctimas de
abuso sexual y/o incesto padecen diversos problemas sexuales, y creo que
uno de ellos es la aparición temprana de la conducta masturbatoria. Un
sacerdote católico puede ayudar mucho a estas personas.
El artículo del P. Bernard Tyrrell, que básicamente es una crítica del libro
Sexual Celibate del P. Donald Goergen, ilumina también este problema.

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Muestra que Goergen yerra al intentar una explicación adecuada de los
aspectos teológicos del celibato consagrado y afirma, en cambio, que la
masturbación en los religiosos debe ser vista como algo contrario al
celibato y a la vida de los votos. Sugiere que “…la principal culpa que el
consagrado célibe experimenta al masturbarse es resultado de las fantasías
que revuelve en la imaginación y los deseos que estas conllevan. Me parece
obvio, desde un punto de vista de la psicología y del sentido común, que el
célibe consagrado que deliberadamente imagina fantasías de actos
sexuales y cosas por el estilo, al masturbarse se hunde necesariamente en
una experiencia existencial contradictoria entre el celibato libremente
elegido y su concreta realización”[58]
Por esta razón, Tyrrell está en desacuerdo con la hipótesis de Goergen
sobre la masturbación inculpable de los célibes consagrados. Es
incompatible la aceptación cordial del celibato con la trivialización del
problema de la masturbación en un religioso. Es materia grave aunque la
persona tal vez no sea culpable de pecado grave por falta de advertencia o
por la existencia de aquellos impedimentos de la libertad que encontramos
en los masturbadores compulsivos. Pero tales personas están obligadas de
dar los pasos necesarios para librarse de su hábito o compulsión. En esta
empresa la gracia divina siempre es suficiente[59].
Conclusión
El hábito/compulsión de la masturbación es un problema descuidado en el
ministerio pastoral de la Iglesia en Estados Unidos. La idea de que no se
trata de un problema grave desconoce los datos de los directores
espirituales y consejeros juiciosos. Los consejeros de las áreas de adicción a
las drogas y adicción sexual insisten en que sus pacientes quieren librarse
del hábito/compulsión que alimenta su autocomplacencia. El Dr. Kraft lo
considera un serio impedimento para una verdadera integración sexual. Es
tiempo de que los confesores y directores espirituales aprendamos de
nuestros colegas profesionales laicos y que aportemos, de nuestra parte, la
sabiduría de la enseñanza plurisecular de la Iglesia.
Escrito por John Harvey OSFS

Pregunta: 16. Ir al cine.


Estimado Padre: Mi pregunta tiene que ver con el cine. Realmente me
gusta mucho ir al cine, pero reconozco que muchas películas tienen
escenas deshonestas e incluso pornográficas, a pesar de que las
películas en sí no son sobre argumentos inmorales (siempre algo
indecente ‘cuelan’). Esto me trae preocupaciones de conciencia. ¿Qué
opina usted de esto? ¿Se puede ir o no se puede ir al cine teniendo en

81
cuenta que casi todas las películas siempre tienen algo indecente?
Gracias
 
Respuesta:
Estimado:
Te contesto con este artículo del P. Jorge Loring, en su obra ‘Para Salvarte’
(N. 68,5).
El cine, en sí mismo, no es malo. Es un vehículo de cultura, un transmisor de
ideas. Es un arte que, si se utiliza rectamente, puede servir para dar gloria a
Dios.
Pero desgraciadamente, hasta ahora, se ha empleado más para hacer el
mal que para hacer el bien.
El Episcopado italiano publicó una Declaración sobre la situación moral del
cine en la que decía: ‘Salvo laudables excepciones, que merecen nuestra
consideración y aliento, la mayor parte de la producción cinematográfica
italiana ha ido constantemente hacia un progresivo y desenfrenado
deterioro moral’.
Por eso te aconsejo que no te aficiones demasiado al cine.
El cine tiene una tremenda fuerza persuasiva. Anula la personalidad,
arrastra, emboba, hipnotiza. Nos identifica con el protagonista y nos
proyecta su psicología, su modo de ser, su ejemplo. Es un arma psicológica
fenomenal. Y cuanto más potente es un arma tanto más peligroso es su mal
uso.
El cine tiene serios peligros. El primero, aunque menos grave que el
segundo, es su exhibicionismo sexual. El daño depende, naturalmente, de
las circunstancias. No es lo mismo en los fríos espectadores nórdicos que
en los ardientes meridionales. No es lo mismo el dominio de una persona
culta que la reacción gamberra del populacho.
No es lo mismo la serenidad de la madurez que la excitabilidad de la
juventud.
Pero no seamos ingenuos cerrando los ojos ante este peligro real.
Peligro que no sólo existe mientras dura la proyección de la cinta. La
imaginación seguirá después trabajando con las imágenes que se le
quedaron grabadas, y es muy fácil que se produzcan después tentaciones
desagradables. Pensemos, por ejemplo, lo frecuente que son las películas
que proyectan escenas de amor en la cama (y no precisamente entre
esposos).
82
Pero el peor daño del cine es por la fuerza con que transmite las ideas. El
lenguaje de la imagen tiene un gran valor emotivo que conquista de modo
casi invencible y cambia poco a poco el fondo del psiquismo, aun contra la
propia voluntad, que no advierte lo que sucede dentro de sí.
Por ejemplo: una película me presenta un marido que no se entiende con
su mujer, por incompatibilidad de caracteres. En cambio se ha enamorado
locamente de su secretaria que es de enormes cualidades, y le corresponde
en su amor. Pero no pueden casarse porque son católicos.
Instintivamente nos apena que la Iglesia se oponga a ese matrimonio.
En ese momento no se advierten los males que se seguirían a la familia, en
general, de permitir el divorcio. Instintivamente aprobamos el adulterio de
dos personas que nos han ganado el corazón. De esta manera se nos va
cambiando la mentalidad sin casi advertirlo.
El cine enfoca y resuelve muchos problemas humanos al margen de Dios,
como si no existiera una Ley Divina y un destino sobrenatural del hombre.
Son películas que están hechas con un criterio que no tiene, generalmente,
nada de cristiano, y a fuerza de verlas, va uno cambiando, sin darse cuenta,
su modo de pensar cristiano para pensar como los del cine. Son una lima
para un espíritu cristiano. Tú no lo notas, pero siempre se llevan algo. Una
conducta inmoral interpretada por una artista agradable nos inclina a la
justificación. Con esto empieza a evolucionar nuestro criterio cristiano, y al
fin, arrastrado por el ejemplo del cine, se termina poniendo por obra lo que
tantas veces se vio en la pantalla con fuerza seductora.
Como estas ideas están expuestas de un modo agradable y simpático, las
admitimos con facilidad.
Tenemos que filtrar estas ideas y rechazar todo lo que no esté de acuerdo
con nuestras ideas cristianas.
Los pueblos no mueren porque se les combata o conquiste, sino porque se
les corrompe. Pues el cine está teniendo la virtud trágica de corromper
hasta la conciencia de nuestro pueblo. Muchos españoles de hoy ya no
piensan en español, ni en cristiano, sobre problemas tan capitales como
son la familia y el amor. A fuerza de ver en el cine, cosas que están mal,
aunque al principio nos repelen y las censuramos, poco a poco nos vamos
acostumbrando, y es posible que, si se nos presenta la ocasión, hagamos
también nosotros lo que antes nos hubiera horrorizado.
Conozco a un matrimonio que a los cuatro años de casados vivían
inmensamente felices con un auténtico cariño mutuo y gozando de la
alegría de dos hijos como dos soles. Un día la mujer, influenciada por la
ligereza y frivolidad con que se ven en el cine escenas de adulterio,

83
aprovechando un viaje de su marido, no le importó correr una aventurilla
( qué tiene de particular!: es la frase con la que queremos justificarlo todo),
y se acostó con otro hombre. Y como todo lo que se hace termina por
saberse, un día su marido se enteró. Fue tal la tragedia que se armó que
nunca, en su vida, aquellas dos personas pasaron días peores. El marido
me decía: ‘Si es verdad que me quería, cómo ha podido hacerme eso? Es
que no me quería. Todo lo que me decía era mentira. No puedo volver a
hacer el amor con ella. Se me pone delante que me está engañando. No
puedo seguir con ella!’ Y lloraba de desesperación, de rabia y de pena. Y ella
también lloraba de arrepentimiento, al ver que por un capricho frívolo
había hundido la felicidad de su hogar.
En materia de amor, el cine hace daño tanto a las personas casadas como a
las solteras.
El cine hace daño a los casados porque con mucha frecuencia presenta
como la cosa más natural, y casi inevitable, las expansiones amorosas
extramatrimoniales de casados. Y esto no puede ser! Toda expansión
amorosa extramatrimonial de un casado, es adúltera. Con la gracia de Dios
se pueden superar todos los conflictos amorosos que se presenten al
corazón.
El daño que el cine hace a las personas solteras es, entre otras cosas, por
enseñar una enorme facilidad para llegar al acto sexual: derecho exclusivo
de casados. Además, porque muchísimas veces presenta como motivo
suficiente para el matrimonio el atractivo corporal, y eso es mentira!
Este atractivo es un factor, pero él sólo no basta. Muchísimos fracasos
matrimoniales se deben precisamente a que se basaron exclusivamente en
el atractivo corporal, y se descuidaron otros valores de mayor importancia.
Aparte del daño que el cine hace, con sus escenas, en la emotividad de la
mujer, le hace otro daño también grave en su psicología: la mujer se siente
arrastrada a imitar los modales, las actitudes y conducta de las artistas que
se presentan como mujeres deslumbradoras, y hacen brotar en la
espectadora el natural deseo de resultar ellas mismas también atractivas. Al
principio, las cosas que chocan con la moral se rechazan, pero a fuerza de
verlas en la pantalla se les va quitando importancia y acaban por asimilarse.
El cine ha hecho muchísimo daño a las chicas enseñándolas modales
insinuantes y provocativos, a mirar con descaro, un modo de ser frívolo y
fácil, y a ser condescendientes en aventuras amorosas. Cuántas chicas
adoptan en público y en privado, posturas y actitudes atrevidas,
influenciadas por lo que vieron en el cine, dándose cuenta o sin darse
cuenta del todo! Cuántas chicas se han hecho unas frescas por lo que

84
vieron en el cine! Cuántas chicas cayeron más hondo de lo que jamás
sospecharon por seguir unos primeros pasos que aprendieron en el cine!
Algunas chicas, influenciadas por el ambiente erotizado, son fáciles en
llegar a todo, sin pensar en las consecuencias, pues en las películas lo ven
continuamente y nunca pasa nada. Pero en la vida real, sí. La vida real no es
el cine. Cuántas solteras embarazadas, después se lamentan de lo que
hicieron! Pero ya es tarde! ‘Hay películas que, de hecho, son para muchos
una verdadera escuela de vicio. Al exhibir ante la juventud escenas de
besos prolongados y lascivos se les incita a hacer otro tanto, haciéndoles
creer que tales acciones son la señal necesaria del amor, y afianzándoles en
la convicción de que eso se puede hacer, pues tantos otros lo hacen. Así se
mata poco a poco en las almas el sentido del pudor y de la pureza'(784).
Muchas películas tratan de una chica que se lía con un casado, una
prostituta que seduce a un jovenzuelo, una mujer que engaña a su marido,
etc., etc. Siempre a base de pecados sexuales.
Cuándo veremos películas que exalten las virtudes de un buen padre de
familia, de una madre honrada y de una chica decente? Hacer esto es
mucho más difícil. Aquello es mucho más fácil. Por eso abundan las
películas a base de los bajos fondos de la vida.
Hay que combatir las películas que inculcan ideas contrarias a la moral
católica.
El público es el que manda en el cine. Si una película deja la sala vacía, no se
repetirá . Pero si una película resulta ‘de taquilla’ se multiplicarán las
películas de este tipo.
Si queremos moralizar el cine, hay que hacer el vacío a las películas
indeseables. Con este método ‘La Legión de la Decencia’ en Estados Unidos,
logró imponerse a los directores de Hollywood.
En cuestión de espectáculos inaceptables para la conciencia cristiana,
conviene adoptar con energía la consigna de no asistir a ninguno por tres
fines simultáneos: evitar el peligro propio, dar buen ejemplo y exigir que no
se den espectáculos indecentes por el medio humano más eficaz,
tratándose de empresarios poco delicados de conciencia, que consiste en
negar la cooperación económica.
Pío XII en su ‘Encíclica Miranda Prorsus’, sobre el cine, la radio y la televisión,
dice: ‘Los juicios morales, al indicar claramente qué películas se permiten a
todos y cuáles son nocivas o positivamente malas, darán a cada uno las
posibilidades de escoger los espectáculos…, harán que eviten los que
podrían ser dañosos para su alma, daño que será más grave aún por
hacerse responsable de favorecer las producciones malas y por el

85
escándalo que da con su presencia’. El Concilio Vaticano II nos exhorta a
‘seguir las indicaciones de la censura moral y a evitar los espectáculos
peligrosos, entre otras cosas, para no contribuir económicamente a
espectáculos que puedan hacer daño espiritual’.
El punto de vista estético no basta para justificar cualquier espectáculo. La
curiosidad no es motivo suficiente cuando se trata de espectáculos
degradantes Oigamos de nuevo a Pío XII P O XII: Encíclica ‘Miranda Prorsus’:
‘Culpable sería, por tanto, toda suerte de indulgencia para con cintas que,
aunque ostenten méritos técnicos, ofenden, sin embargo, el orden moral; o
que, respetando aparentemente las buenas costumbres, contienen
elementos contrarios a la fe católica'(785).
Es notable que muchos cristianos difíciles para dar su dinero a obras de
caridad y apostolado, lo den sin escrúpulos a espectáculos que
descristianizan las costumbres. Regatean su dinero para lo bueno, y lo dan
alegremente para lo malo.
Pero no te contentes con no ir tú a esas películas. Procura además
convencer a otras personas para que tampoco vayan. Si los católicos
quisiéramos colaborar a la acción moralizadora de la Iglesia, Cristo reinaría
mucho más en el mundo. Pero hay católicos que consideran a la Iglesia
como una aguafiestas a quien hay que dar de lado para poder pasar la vida
más divertida; y así están haciendo el juego a Satanás para que sea él quien
domine en el mundo. Es inconcebible, y da pena decirlo, pero la realidad es
que, a veces, los primeros en obstaculizar la obra moralizadora de la Iglesia,
son los mismos cristianos.
El cine es un estupefaciente, y si se adormece tu sensibilidad espiritual, qué
conciencia moral podrá protegerte? Cuando el timbre de alarma de la
conciencia y del remordimiento está estropeado, el alma corre peligro.
Cuántas veces la voz de la conciencia ha hecho dar un frenazo ante el
abismo del pecado! Y también, cuántas veces la voz de Dios resonando en
el alma ha levantado a una vida de perfección!

Pregunta: 17. Fotografiar desnudos.


Estimados: Soy fotógrafo y tengo la duda de que si es posible (o
moralmente adecuado) fotografiar a una persona desnuda, en una
pose natural, o sea no provocativa, con fines puramente artísticos.
Nunca he hecho tal tipo de fotografía pero quiero saber si podría
estar con una conciencia tranquila en caso de llegar a hacerlo. Por
favor sáqueme de dudas (si es posible).
Respuesta:

86
Estimado:
Esta es una consulta que exige una respuesta amplia para poder
fundamentarse.
1. LA DESNUDEZ EN SÍ MISMA
La desnudez no es en sí una cosa inmoral: Dios, después de haber formado
el cuerpo humano, lo juzgó muy bueno (Gn 1,31). ¿De dónde viene el
posible desorden? Lo tenemos expresado en las dos actitudes sucesivas
que leemos en el Génesis:
a) ‘Ambos estaban desnudos… sin avergonzarse de ello’ (Gn 2,25).
b) ‘Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron
una hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores’ (Gn 3,7). ‘Te he oído -dice
Adán a Dios- en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí.
¿Y quién te ha hecho saber que estabas desnudo?’ (Gn 3,10-11).
La aparición de la vergüenza muestra un cambio de estado en el hombre y
la mujer. Ese cambio viene por el pecado original que introduce un
desorden en la actividad humana. Ese desorden que queda como secuela
del pecado se denomina ‘concupiscencia’. La concupiscencia desordenada
altera el orden y naturaleza de las cosas; en el plano de la sensualidad y
sexualidad ordena el cuerpo al placer venéreo egoísta, alterando el fin de la
sexualidad que es la mutua complementariedad esponsal (realizando la
doble dimensión de la sexualidad: unitiva y procreativa). La concupiscencia,
pues, hace que la tendencia sexual pase de ser ‘donación plena de amor’
(sólo posible en el contexto conyugal) a ‘posesión egoísta’, convirtiendo al
otro (al cuerpo del otro) en objeto de uso en lugar de ser término de
donación.
El problema del desnudo en el estado actual de la naturaleza humana
(herida por el pecado) es que puede convertirse en ocasión de lo que se
denomina ‘mirada concupiscente’: la mirada que se posa en el cuerpo como
objeto de deseo, integrándolo en la concupiscencia desordenada del
corazón. El doble mal que se sigue es, por un lado, el pecado de la persona
que mira rebajando el cuerpo a objeto de placer; y la pérdida de la dignidad
en la persona que se expone a ser mirada como objeto.
Dentro del matrimonio, en cambio, guarda su dimensión original. Allí el
cuerpo desnudo, al manifestarse como es, es decir, mostrar visiblemente la
complementariedad sexual, se convierte en palabra (todo gesto es una
palabra). Mostrándose se dicen que se dan, que se complementan, que los
dos no son más que uno, como sus cuerpos (dos mitades de un solo ser) lo
muestran. En esta esfera, al haber sido sellada por el pacto matrimonial,
esta dimensión guarda toda su verdad.

87
De aquí que el velar el cuerpo (la función del vestido) constituya un callar el
tema de la sexualidad ante quien no se debe hablar u ofrecer la sexualidad.
2. LA MANIFESTACIÓN ARTÍSTICA DEL DESNUDO
Ha dicho Juan Pablo II en su Catequesis del 6 de mayo de 1981: ‘En el
decurso de las distintas épocas, desde la antigüedad -y sobre todo, en la
gran época del arte clásico griego- existen obras de arte cuyo tema es el
cuerpo humano en su desnudez; su contemplación nos permite centrarnos,
en cierto modo, en la verdad total del hombre, en la dignidad y belleza
-incluso aquella ‘supresensual’- de la masculinidad y feminidad. Estas
obras tienen en sí, como escondido, un elemento de sublimación, que conduce
al espectador, a través del cuerpo, a todo el misterio personal del hombre.
En contacto con estas obras -que por su contenido no inducen al ‘mirar
para desear’ tratado en el Sermón de la Montaña-, de alguna forma
captamos el significado esponsal del cuerpo, que corresponde y es la
medida de la ‘pureza del corazón’. Pero hay también producciones artísticas
-y quizás más aún reproducciones- que repugnan a la sensibilidad personal
del hombre, no por causa de su objeto -pues el cuerpo humano, en sí
mismo, tiene siempre su dignidad inalienable- sino por causa de la cualidad
o modo en que artísticamente se reproduce, se plasma, o se representa.
Sobre ese modo y cualidad pueden decidir los diversos coeficientes de la
obra o de la reproducción artística, como otras múltiples circunstancias,
más de naturaleza técnica que artística. Es bien sabido que a través de
estos elementos, en cierto sentido, se hace accesible al espectador, al
oyente, o al lector, la misma intencionalidad fundamental de la obra de arte o
del producto audiovisual. Si nuestra sensibilidad personal reacciona con
repugnancia y desaprobación, es porque estamos ante una obra o
reproducción que, junto con la objetivación del hombre y de su cuerpo, la
intencionalidad fundamental supone una reducción a rango de objeto, de
objeto de ‘goce’, destinado a la satisfacción de la concupiscencia misma. Esto
colisiona con la dignidad del hombre, incluso en el orden intencional del
arte y la reproducción’.
Como puede verse, el problema no es en primera instancia el ‘objeto
material’ representado porque el cuerpo en sí es algo bueno. Se trata de un
problema que va al nivel del ‘objeto moral’. Ese objeto (el cuerpo desnudo o
semidesnudo) está plasmado, o representado o reproducido (este término
‘reproducir’ es usado por Juan Pablo II para expresar el arte de la fotografía
en contraposición con la pintura y la escultura que más bien representa,
interpreta; como puede verse en la Catequesis del 15 de abril de 1981) con
una intencionalidad que le infunde el ‘artista’ a través de las cualidades o
modos en que la reproduce (posturas, enfoques, gestos, realismo, viveza,
etcétera). ‘Al espectador, invitado por el artista a ver su obra, se le comunica

88
no sólo la objetivación, y por tanto, la nueva ‘materialización’ del modelo o
de la materia, sino que, al mismo tiempo, se le comunica la verdad del
objeto que el autor, en su ‘creación’ artística, ha logrado expresar con sus
propios medios’ (Catequesis del 6 de mayo de 1981).
De aquí que:
a) Cuando esa intencionalidad supone una reducción del cuerpo a rango de
objeto de goce, destinado a la satisfacción de la concupiscencia, la imagen
atenta contra la dignidad de la persona (de la que es representada y de la
que mira) y se inserta en la ‘mirada concupiscente’, en la ‘pornovisión’
(Catequesis del 29 de abril de 1981) que Jesucristo equipara con el adulterio
del corazón: ‘Yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya
adulteró con ella en su corazón’ (Mt 5,28).
b) Cuando la obra tiene ese elemento de ‘sublimación’ que incluye la
cualidad de no inducir al ‘mirar para desear’, no parece ofrecer objeciones
morales.
Ciertamente que hay una gran diferencia entre las artes que ‘representan’
(pintura, escultura) y las que ‘reproducen’ (fotografía, cine). Las primeras
tienen la cualidad de poder ‘sublimar’, ‘transfigurar’ el cuerpo. De alguna
manera pueden espiritualizarlo y hacer prevalecer en la representación (y
por tanto, en la mirada del espectador) el aspecto estético, la belleza, la
verdad del cuerpo humano. Las segundas ‘reproducen’ el cuerpo vivo y por
tanto, están más inmediatamente ligadas a la experiencia del hombre
(experiencia herida por la concupiscencia).
Recordemos también, que los problemas no radican sólo en la mayor
desnudez de la obra sino en la capacidad de insinuar un mensaje sobre la
imaginación.
Recuerdo, por último que la encíclica Humanae vitae (nº 22) de Pablo VI,
subraya la necesidad de ‘crear un clima favorable a la educación de la
castidad’.
3. ARTE Y MORAL
En estos límites que la moral pone a la representación artística, algunos ven
una indebida invasión de la moral en el terreno propio del arte. Respecto
de esto debo recordar que ‘lo bello y lo artístico, como obra humana y
destinada al uso humano, entran de lleno en la órbita de las leyes morales.
Estas no regulan tanto el arte en sí, como su uso; en otros términos
alcanzan directa e inmediatamente al artista, y sólo indirecta o
mediatamente, pero no menos urgentemente, también al arte. La
independencia del arte no es, por tanto, autonomía absoluta de expresión
externa y de divulgación. El arte es independiente en sí mismo, en sus

89
principios y en sus normas o reglas artísticas y formales, pero no lo es en
cuanto al uso del mismo'[1].
De aquí los principios morales para nuestro tema[2]:
1º ‘Es ilícito hacer o exponer una imagen objetivamente obscena’.
2º ‘Las imágenes no objetivamente obscenas no son por esto mismo
siempre accesibles a todo el público; muchas personas, especialmente las
más jóvenes, no tienen todavía el sentimiento artístico necesario para
poder apreciar en su justo valor ideal las grandes obras de arte y serán
arrastrados fácilmente por el desnudo hacia sentimientos más bajos’.
3º ‘En cuanto a las imágenes torpes: ‘el concepto de imagen torpe es un
concepto objetivo, es decir, que no se ha de juzgar según las disposiciones
subjetivas de los espectadores, sino según el contenido de la imagen
misma… En la especie de imagen torpe se encuadran todas las imágenes
(pinturas, esculturas, fotografías, etc.) que:
1) se ponen deliberadamente (ex fine operantis, por fin del que hace la obra)
al servicio de la impureza, esto es, que han sido hechas por el autor con el
fin objetivamente visible de provocar sentimientos deshonestos;
2) que visto su objeto y el modo de representarlo, causan ordinariamente
sentimientos o sensaciones torpes en la generalidad de las personas
normales. No son por lo tanto norma ni el autor ni otras personas
excepcionalmente habituadas a esta materia, ni por otra parte tampoco
personas jóvenes o inexpertas. A esta segunda categoría pertenecen: a) las
imágenes que representan desnudos de modo provocativo, cuando por su
ambiente, arte, color, estilo, etc., no consiguen alejar del pensamiento y del
sentimiento las impresiones malas; b) imágenes que representan acciones
obsenas’.
4º ‘Componer una imagen torpe, por ser objetivamente mala, es siempre
pecado. En cambio, mirar una imagen torpe no es malo en sí, y es pecado
solamente para aquellos que lo hacen con mala intención o que corren el
peligro de sufrir sus consecuencias desordenadas’.
 P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 18. Reality Shows.


¿Qué decir de los Reality shows? ¿Es lícito mirarlos y participar en
ellos?
 
Respuesta:

90
Los Reality shows no necesitan presentación; son de todos conocidos.
Nacieron en Europa, luego fueron transplantados a Estados Unidos y ya
invadieron buena parte del mundo. Las reglas del presunto ‘juego’ son
sumamente elementales: un grupo de personas encerradas juntas durante
un tiempo relativamente largo y aisladas del resto del mundo, son
observadas día y noche por todo aquel que quiera dedicar su tiempo a
fisgonear por alguna de las innumerables cámaras que los espían[1]. Según
relaciones de simpatía o antipatía, los telespectadores votan
telefónicamente eliminando paulatinamente los participantes (y dejándose
sacar su dinero con cada llamada). El último que permanece gana una
codiciable suma de dinero. A contracambio de dedicar su tiempo en
escudriñar la vida del grupo, los responsables del programa prometen
mostrar todos los pormenores de su vida cotidiana, incluidas pasiones,
intimidades, tentaciones, etc.
Sin entrar en la cuestión de la gran estafa que esto parece suponer para el
público (porque prometen mostrar la vida espontánea de personajes
simples y en realidad -según dicen los que conocen los entretelones del
montaje- se trata de un libreto cuidadosamente estudiado[2]) la consulta
que nos pregunta por los aspectos morales de este fenómeno (y por tanto
vale igual si se trata de una realidad o de una ficción).
Y me apuro a responder diciendo que, a mi parecer, a los llamados ‘reality
shows’ debemos hacer serias impugnaciones morales y psicológicas.
1. Un paso más en la degradación…
A esto hemos llegado por la necesidad de inventar nuevos ‘excitantes’. Estos
espectáculos son, en el fondo, el reemplazo del teleteatro o telenovela o
culebrón, que han perdido ya su capacidad de atraer la atención del
público.
Se trata, ésta, de una ley muy conocida por los vendedores de pornografía,
y denominada ‘ley de la novedad’. Se puede expresar diciendo: ‘para
impresionar sensorial y psíquicamente hay que variar y renovar’. Aplicado al
campo de la lujuria, la psicología humana sabe que, por su carácter
repetitivo, la pornografía tiene el gran inconveniente de embotarse, caer y
volverse ‘anodina’, en el sentido de perder su capacidad de excitación.
Señalaba el eminente psiquiatra G. Zuanazzi: ‘estamos en un círculo vicioso:
estímulo e inmunización; nuevo estímulo, mayor inmunización y más sutil
búsqueda de emociones. Es un juego de bric-à-brac, en el que está en juego
el desastre sexual y la infelicidad humana'[3]. Por eso, el productor de
pornografía se ve exigido a buscar constantemente formas nuevas de
sexualidad, todavía inexplotadas. Esta ley lleva, pues, a sondear nuevos
campos de degeneración: de la heterosexualidad, habrá de pasar al campo

91
de la homosexualidad, de aquí a la pedofilia, de ésta al sadismo, y así
sucesivamente.
Sin llegar a tales extremos, los vendedores de dramones televisivos, aplican
la misma ley al campo de los sentimientos y de las pasiones. Por eso han
tenido que pasar, paulatinamente, de hacer enamorar a la sirvienta con el
niño rico al adulterio, de aquí a los triángulos amorosos, de éstos al
melodrama del incesto o al sacrilegio (en una época se puso de moda
meter algún cura o alguna monja dentro de alguna truculenta tragedia
sentimental) y de aquí a la homosexualidad… pero ni aún así han podido
satisfacer la sed de novedad que se despierta en quien comienza a bajar la
cuesta de la morbosidad. Y como la ficción ha dejado de excitar, se prueba
ahora con la ‘realidad’ desnuda (o la apariencia de realidad, como es este
caso).
2. Voyeurismo y exhibicionismo
Desde el punto de vista psicológico y moral, ¿ante qué deformación de la
personalidad humana estamos? En el fondo, se manifiesta como una forma
(atenuada o incipiente) de voyeurismo y de exhibicionismo. No quiero decir
que se trate propiamente de las perturbaciones patológicas designadas con
estos términos (el voyeurismo es una perversión por la cual se busca la
excitación contemplando las partes íntimas del cuerpo humano; el
exhibicionismo, en cambio, consiste en el impulso a mostrar los órganos
genitales). Pero sin llegar a estas parafilias, este tipo de fenómenos nos
ponen en la misma línea. De hecho el éxito de este tipo de ‘shows’ se
fundamenta en la convergencia de dos tendencias moralmente deformadas
del ser humano: por un lado, la ambición de ser mirado, y, por otra, el afán
de fisgonear en las vidas ajenas.
1º El gusto por ‘ser mirados’, por exhibir públicamente la propia intimidad,
es una degeneración moral (y podría terminar en una perversión
psicológica). Se opone al pudor que es parte integrante de la templanza y
tiene por función preservar la intimidad de la persona. El pudor ‘designa el
rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado’, dice el Catecismo[4].
Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las
personas y con la relación que existe entre ellas; protege el misterio de las
personas y de su amor; invita a la paciencia y a la moderación en la relación
amorosa. El pudor es modestia. ‘Mantiene silencio o reserva donde se
adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción'[5].
Dice también el Catecismo: ‘Existe un pudor de los sentimientos como
también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los
exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las
incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda

92
confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir
a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías
dominantes'[6]. Sería erróneo restringir esto al campo de la castidad y de la
pureza. En realidad toda la intimidad de la persona, del matrimonio y de la
familia está protegida por la sombra bienhechora del pudor.
Hablando de los reality shows, un artículo ya citado dice: ‘el investigador y
doctor en psicología, Roberto Follari, comenta que esto encuentra
explicación en el sentimiento del ‘placer de mirar y ser mirado’, aunque sea
por un rato. ‘No sólo tiene que ver con la posibilidad de ganar un premio
sino con la gloria de ser mirado por diez minutos, por más que no sea’ (…) El
investigador describió el perfil en el que, en general, se insertan la mayoría
de los participantes. ‘Se trata de seres anónimos, en algunos casos
frustrados o de clases populares, o sin otras posibilidades de destacarse
que la de desnudar sus pasiones reales o ficticias en televisión’. ¿Si mienten
o dicen la verdad?, ‘eso no importa, lo importante es que la gente los
reconozca por la calle y sientan que pueden compartir la gloria de las
grandes estrellas’, agregó. Por otro lado, para la socióloga Graciela
Cousinet, el desnudar las pasiones por TV responde a la puesta en marcha
de un proceso de ‘mercantilización’ de las relaciones sociales. Esto es, ‘cada
vez son más las relaciones de este tipo que se compran y se venden. Ahora
resulta que ir al baño vende y llama la atención”[7].
2º Esto se combina con la tendencia (no menos pervertida) a fisgonear la
vida ajena, es decir, el voyeurismo (curiosidad exacerbada respecto de lo
sexual y de la intimidad ajena). Hasta hace un tiempo este tipo de
pervertido parecía caracterizarse como aquel individuo que contemplaba
con unos binoculares o un telescopio la vida privada de la vecina del edificio
de enfrente. Hoy en día tenemos el ‘reality show’, y en lugar de prismáticos
hay un canal televisivo que cumple su misma función. Lo importante es que
nos demos cuenta de que se trata de la misma cosa. Para que se verifique
esta corrupción psicológica y moral da lo mismo que la persona observada
se preste o no a ello. Algunos deben creer que su actitud no es inmoral
porque las personas fisgoneadas se ofrecen voluntariamente. ¡Es falso! Lo
esencial de este comportamiento es el gusto morboso que experimenta el
fisgón en mirar por el ojo de la cerradura (aunque sea una cerradura
virtual, como la que proporciona la camarita de televisión). Cuando una
neurosis ‘fija’ esta tendencia (creada por este tipo de programas) podemos
enfrentarnos a un verdadero caso de voyeurismo.
Es interesante (y trágico) el giro moral que va dando al respecto nuestra
sociedad. Hasta hace poco tiempo ser tachados de mirones, entremetidos,
curiosos, chismosos, hurones, etc., era un insulto, una identificación muy
baja (en varias novelas costumbristas se describen personajes con estas

93
características, resultando siempre aborrecibles al lector). Ahora ese mismo
vicio pasa desapercibido, y las intimidades, pasiones, vicios, etc., del grupo
de personas que prestan su intimidad por televisión, son la comidilla y la
habladuría cotidiana en las oficinas, el colegio, los comercios, el colectivo o
el taxi. ¿Será un efecto de la globalización? ¿No será que en vez de una
‘aldea global’ estamos construyendo un conventillo sin fronteras?
3. La sociedad que estamos construyendo
Hace poco, en una popular revista italiana, una jovencita defendió la
versión italiana de uno de estos ‘reality show’; alguien se había atrevido a
criticarlo diciendo que este programa ‘modificaba el modo de pensar de la
gente’; ella sostenía que no. A pesar de su buena intención, las pocas líneas
de su defensa eran una demostración de lo acertada que estaba la crítica:
sus modos de pensar estaban moldeados por ese programa.
Estos programas, lo acepten o no lo acepten sus seguidores, producen
gravísimas consecuencias en la sociedad. ‘Ni extremadamente críticos ni
defensores del fenómeno, los sociólogos y psicólogos consultados aseguran
que estos programas no son inofensivos para el espectador'[8].
Las ideas y actitudes que se ponen de manifiesto en estos shows son de
orden inmoral. No hablemos aquí de las pasiones desordenadas que se
muestran o se promete mostrar, al menos en algunas versiones de estos
espectáculos (peleas, celos, obscenidades, sexo, impudor, ociocidad, etc.).
Esto cae de maduro. Pero la misma mecánica del fenómeno contiene una
inmoralidad: en efecto, se trata de un juego, pero ¿qué es lo que está en
juego? El premio es el dinero y la fama; por contraposición, el castigo es la
vuelta al anonimato. Los que premian y castigan son (al menos así se les
hace creer) los televidentes que votan a quien mantener y a quien echar. El
mecanismo de juego consiste, por tanto, en la astucia para serruchar el piso
a los demás participantes (si no, ¿cómo se podría ganar?), pero mostrando
una cara positiva, ‘buena onda’, espíritu de equipo, es decir, la simpatía
necesaria para ganarse al público votante. Sin embargo, en esa pequeña
sociedad de competidores, ‘nadie ayuda a nadie, por más que simule lo
contrario'[9]. En el fondo esto es el reino de la hipocresía que disfraza la
‘rivalidad’ de camaradería. Por esto en algunos países como Francia y
Grecia, algunos sectores de la sociedad han reaccionado con fuerza contra
estos shows televisivos. El diario griego Kathimerini ha acusado a uno de
estos programas de ‘hacer emerger las características más repugnantes de
la naturaleza humana’.
La sociedad absorbe estas actitudes y estos mecanismos como esponja.
Una demostración de esto es la manipulación que los productores de estos
programas ejercen no sólo sobre los participantes sino también sobre la

94
audiencia: los juicios que hace la gentes sobre cada uno de los participantes
están manejados por los productores. ‘En los resúmenes que se emiten
durante la semana, el encadenamiento de imágenes es arbitrario y
constituye una herramienta esencial para manipular la opinión pública. La
edición -lo han dicho los familiares hasta el cansancio, ustedes muestran lo
peor de mi hijo, yo llamé a la producción para denunciarlo, me dijeron que
iban a revisar los tapes, pero no pasó nada, en este país es siempre lo
mismo- establece tendencia, va torciendo el pensamiento del público, va
moldeando su humor'[10]. De la misma manera se van manipulando los
juicios de valor, pues las relaciones de simpatía y antipatía (que son
sentimentales y fácilmente manipulables) respecto de cada personaje van
originando juicios de valor sobre sus comportamientos: tendemos a
‘justificar’ los actos de quienes amamos y a ‘condenar’ los comportamientos
de quienes odiamos.
Por eso no es totalmente exacto (aunque sí en cierta medida) lo que se dice
a menudo: que estos shows son un reflejo de la sociedad contemporánea.
Es más cierto lo contrario, a saber: que, por la fuerza de los medios de
comunicación (que son ‘creadores de opinión’, como a veces se dice) los
programas televisivos van moldeando la sociedad, es decir, logran que la
audiencia termine hablando, pensando y actuando como hablan, actúan y
piensan los personajes que contempla. Muchos, viendo estos programas,
tal vez se pregunten asombrados: ‘¿así somos nosotros?’. Y por no perder el
tren de la sociedad (¡suprema vergüenza!) se subirán también ellos al
último vagón de un tren fantasma.
En todo caso puede decirse que estos ‘reality shows’ son un reflejo de la
sociedad en clave ‘futurista’. Es decir, como reflejo de la sociedad a la que
tiende rápidamente nuestra mal encarada globalización. Un par de
observaciones muy interesantes hace Víctor Hugo Ghitta en un artículo
periodístico, evocando la novela de Georges Orwell ‘1984’, que es una
metáfora de la opresión que ejerce el poder en los regímenes totalitarios,
que se puede sintetizar en una especie de nuevo mandamiento: ‘no
escaparás’. También recuerda el libro ‘Vigilar y castigar’, de Michel Foucault,
escrito en los años 70: ‘En ese trabajo Foucault examina los sistemas de
encarcelamiento contemporáneos, el modo en que denigran la condición
humana y establecen una vigilancia jerárquica para desarrollar lo que
denomina ‘la ortopedia social’. En ese volumen, Foucault incorpora un
término que perdurará en el tiempo: el panoptismo. Dicho en dos palabras:
el panóptico es una torre de observación desde la cual la autoridad puede
vigilar los movimientos del prisionero. Su idea aparece, según lo registra
Foucault, durante el estallido de una epidemia en el siglo XVII: los
ciudadanos son aislados en sus hogares, no mantienen contacto con el

95
prójimo; es decir, la autoridad controla sus relaciones, Regístrese un dato
curioso: a comienzos de esa década, un grupo de intelectuales que integra
Foucault publica un opúsculo titulado ‘Intolerables’. Se escribe allí: ‘Son
intolerables: los tribunales, los hospitales, los manicomios, la escuela, el
servicio militar, la prensa, la tele, el Estado”[11]. ¿No son los reality shows
una nueva forma de totalitarismo intolerante (totalitarismo cibernético)?
¿No están (involuntariamente, por supuesto) predisponiendo la mentalidad
del hombre moderno para dejarse manipular la vida por una nueva
sociedad ‘panóptica’? Dejemos estos interrogantes para los sociólogos y los
futurólogos.
***
Sintetizando el juicio moral que nos merecen los reality shows: son una
injuria (y muy grave) a la dignidad de la persona humana; injuria que
cometen tanto los productores, como los participantes, cuanto los
espectadores. Así como no sólo es culpable del pecado la prostituta que
comercia con su cuerpo sino también la sociedad de vividores y lujuriosos
que la empuja a ganarse así la vida (sin demanda no hay oferta), del mismo
modo son culpables de la degradación del ser humano tanto los que lucran
vendiendo su intimidad o desnudando sus pasiones en público, cuanto los
que los exponen y quienes los miran. Si la plebe romana, degradada y
corrupta, no hubiera estado hambrienta de pan y circo a los tiranos del
Imperio no se les habría ocurrido hacer correr tanta sangre en sus
anfiteatros. ¿Quiénes eran las fieras salvajes: los animales o los
espectadores? ¿Terminó el Imperio o hemos perpetuado lo peor que nos
dejó en herencia?
P. Miguel A. Fuentes, IVE

Pregunta: 19. Recuerdos impuros.


¿Estoy en pecado si recuerdo a un ex novio? Solo me acuerdo del trato
que tenía conmigo y comparo a mi actual pareja con él.
Respuesta:
Estimada:
La memoria es una facultad sensible del hombre por medio de la cual se
retiene y recuerda lo pasado. La memoria retiene toda clase de
conocimientos, buenos y malos. Recordar significa hacer presente algo del
pasado. En el lenguaje común, se habla de “buenos recuerdos”, por
ejemplo, los beneficios recibidos de nuestros padres; y se habla de “malos
recuerdos”, cuando se trata de un hecho desagradable, triste, etc.

96
Pero en la teología moral católica, se entiende por “malos recuerdos”
aquellos cuyo contenido es pecaminoso, como por ejemplo, los pecados
mortales cometidos, las escenas deshonestas que hayamos visto, las
informaciones inconvenientes (a la fe y a la moral) que hemos recibido a
través de las lecturas, fotografías, Internet, etc.
Ahora bien, ¿cuándo los recuerdos pecaminosos constituyen pecado? Hay
dos principios:
1° Cuando se advierte la gravedad de tales recuerdos y se consienten
plenamente (es decir, se quieren plenamente) son de suyo pecado mortal.
Si tal recuerdo se rechaza inmediatamente, no hay pecado. Cuando se ha
rechazado a medias, es decir, no con bastante prontitud o generosidad, hay
pecado venial.
2° Es pecado mortal cuando se intenta y busca voluntariamente el
recuerdo pecaminoso para obtener un placer en ello.
Estos criterios valen también para los malos pensamientos y los malos
deseos (Cf. Antonio R. Marín, Teología moral para seglares, t. I, B.A.C.,
Madrid 1996, n. 570-571).
Pero también es necesario tener presente dos cosas:
– Primero, la vida cristiana no consiste únicamente en no pecar; sino
también en la práctica de las virtudes (las teologales: fe, esperanza y
caridad; y las morales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Así, puede
uno recordar cosas pasadas, pero: ¿es conveniente? ¿Se puede sacar algún
provecho? ¿Es útil? Como dice el apóstol San Pablo:«Todo me es lícito»; mas
no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por
nada! (1 Co 6,12).
– Segundo, como dice el refrán: “Las comparaciones son odiosas”. A veces
no son útiles, y otras veces no son convenientes.
¡Anímese a vivir su noviazgo con alegría y fe! Ruegue al Buen Pastor y a su
Santísima Madre, la gracia de conocer si son el uno para el otro y para
siempre, que no es otra cosa que descubrir la voluntad del Buen Dios sobre
vuestras vidas, es decir, la vocación al matrimonio cristiano.
En Cristo y María.
P. Héctor Guerra, IVE

Pregunta: 20. Parvedad de materia en la lujuria.


Mi pregunta va orientada a moral sexual. ¿Cuál es el fundamento
teológico de considerar “non parvitas materiae” en todos los pecados

97
contra el 6° y 9° mandamientos? ¿Existe alguna definición magisterial
al respecto? El teólogo Marciano Vidal dice en su “Moral de Actitudes”
que esta categorización moral corresponde a un error en la
antropología biológica, pues según él, Santo Tomás de Aquino
considera que el esperma ya contiene “homúnculos”, o sea hombres
en estado embrional y por tanto todo derrame seminal contendría
hombres en estado embrionario. ¿Es real esta afirmación? ¿Cómo le
respondería usted?
Respuesta:
Estimado,
“Parvitas materiae”, quiere decir “parvedad (= pequeñez) de materia”; el
principio que usted menciona: “que no hay parvedad de materia” quiere
decir que, desde el aspecto material, cualquier acto realizado contra lo que
se manda en esos “mandamientos” es suficiente para que haya pecado
mortal.
Ha sido, indudablemente, una enseñanza tradicional el que en materia
sexual todo desorden es algo objetivamente serio o grave y constituye, por
tanto, materia suficiente para que haya pecado mortal. No se dice, sin más,
que en cada caso concreto sea pecado mortal, pues para que haya
efectivamente un pecado mortal no basta con que se verifique un desorden
grave objetivo sino que además hace falta que sea conocido como tal por
quien lo realiza y que lo haya querido o aceptado realizar libremente
(podrían, pues, darse causas atenuantes como la ignorancia, violencia, falta
de libertad o deliberación, etc.) .
[1]

En la segunda mitad del siglo XX muchos teólogos se apartaron de esta


enseñanza afirmando que esta doctrina hacía una diferencia injustificada
entre las cuestiones sexuales y las de otras virtudes (como las de la justicia
social, por ejemplo, donde sí se habla de que puede haber parvedad de
materia); en consecuencia exigían que se reinterpretara el principio (como
Grundel, B. Haring y otros) o bien lo califican de insostenible (J. Ziegler, A.
Valsecchi) . Sin embargo, no es exacto decir que la doctrina de la “no
[2]

parvedad de materia” sea algo que afecte tan solo al campo sexual; hay
otros pecados en que tampoco se da parvedad de materia; así, por ejemplo
dice el Catecismo: “Hay actos que, por sí y en sí mismos,
independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre
gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el
perjurio, el homicidio y el adulterio” . Nótese que se indican actos en que se
[3]

injuria a Dios, en que se atenta contra la vida del prójimo y -en tercer lugar-
la sexualidad.

98
En los documentos del magisterio no aparece la expresión “no parvedad de
materia”, pero sí lo esencial que este principio quiere indicar. Es muy claro a
este propósito el párrafo de la Declaración Persona humana que critica el
mal uso de la teoría de la opción fundamental (con la que muchos de estos
autores negaban la no-parvedad de materia en cuestiones sexuales): “…
Según la tradición cristiana y la doctrina de la Iglesia, y como también lo
reconoce la recta razón, el orden moral de la sexualidad comporta para la
vida humana valores tan elevados, que toda violación directa de este orden
es objetivamente grave” . Al decir “toda violación directa… es objetivamente
[4]

grave”, está enseñando precisamente lo que la tradición teológica anterior


indicaba con el principio de “no-parvedad de materia”. “Toda violación”
incluye no sólo los actos externos sino también los pensamientos y los
deseos.
Más claro todavía se hace al ver que inmediatamente el texto de la
Declaración distingue este juicio de gravedad objetiva, del juicio de la
responsabilidad subjetiva: “Es verdad que en las faltas de orden sexual,
vista su condición especial y sus causas, sucede más fácilmente que no se le
dé un consentimiento plenamente libre; esto invita a proceder con cautela
en todo juicio sobre el grado de responsabilidad subjetiva de las mismas”.
Con esto se pone de manifiesto que la expresión “directa” (toda violación
directa) no era una alusión a los elementos subjetivos del acto sino
simplemente que hacía referencia a una “violación propia del orden sexual”.
Finalmente el documento une ambas esferas (la objetiva y la subjetiva) al
señalar que si bien se deben tener en cuenta los elementos subjetivos
(conocimiento y libertad de la persona, u otros condicionamientos) esto no
debe llevar a sostener “que en materia sexual no se cometen pecados
mortales”.
Si vamos al Catecismo de la Iglesia Católica veremos que al hablar de la
lujuria en general no se afirma directamente la gravedad (entiendo
gravedad en el sentido de mortalidad, es decir, “pecado mortal”) de todos
los pecados en esta materia; tan solo la objetividad del desorden que ellos
entrañan; en efecto, señala que “el placer sexual es moralmente
desordenado cuando es buscado por sí mismo separado de las finalidades
de procreación y de unión” . [5]

Pero al pasar a hablar, a continuación, de cada una de las especies de


lujuria, se usa una terminología equivalente a la que expresa la “no-
parvedad de materia”. Así, por ejemplo de la masturbación afirma
(apelando a dos fuentes: “el magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una
tradición constante” y “el sentido moral de los fieles”) como “un acto
intrínseca y gravemente desordenado” . Y se refiere al acto considerado en
[6]

99
sí, objetivamente, o si se quiere: materialmente; es el acto considerado en
su aspecto material, objetivamente, al margen del conocimiento y de la
libertad del sujeto que lo realiza. Por eso, se añade a continuación los
demás elementos del juicio concreto sobre la responsabilidad moral de los
sujetos que lo cometen; para esto, dice, deberá tenerse en cuenta: “la
inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de
angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez
reducir al mínimo la culpabilidad moral”. Nótese, pues, que todos estos
factores pueden atenuar o reducir la “culpabilidad moral”. Culpabilidad es la
responsabilidad que a alguien le cabe por la ejecución de un acto
desordenado. El acto es gravemente desordenado en sí, pero la
culpabilidad o responsabilidad de uno puede estar atenuada por ignorancia
o falta de libertad u otros factores. Lo que se ha afirmado, es, por tanto, la
gravedad objetiva del desorden sexual en todo su género.
Los demás párrafos del Catecismo que hacen referencia a las otras “ofensas
contra la castidad” mantienen el lenguaje de “gravedad” (es decir, pecado
grave por su objeto o intrínsecamente grave) para el juicio objetivo: así al
hablar de la fornicación se dice que es “gravemente contraria a la dignidad
de las personas y de la sexualidad humana” ; la pornografía “atenta
[7]

gravemente a la dignidad (…); es una falta grave” ; en la prostitución quien


[8]

paga “peca gravemente”, y dedicarse a ella “es siempre gravemente


pecaminoso” (y luego nuevamente indicará la posibilidad de atenuación de
la imputabilidad en las víctimas de chantaje, presión, etc.) ; la violación “es
[9]

siempre un acto intrínsecamente grave” ; los actos homosexuales “son


[10]

intrínsecamente desordenados” ; al hablar de las uniones libres dice de


[11]

modo universal: “el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el


matrimonio; fuera de éste constituye siempre un pecado grave” , pero es
[12]

evidente que el Catecismo no desconoce que algunas personas tienen una


enorme ignorancia en estos temas, por tanto, está hablando de la gravedad
material (y decir “siempre grave” equivale a decir “no admiten parvedad de
materia”). Más adelante, en el resumen del capítulo, el mismo Catecismo
llama a muchos de los actos que acabamos de mencionar: “pecados
gravemente contrarios a la castidad” ; al hablar de la anticoncepción dice
[13]

que es “intrínsecamente mala” . Lo dicho debe extenderse también a los


[14]

actos interiores pues varias veces se cita la expresión de Jesucristo: El que


mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón
(Mt 5,28) ; le cabe pues el mismo juicio que el adulterio, el cual está
[15]

“absolutamente prohibido” y “denunciado en su gravedad por los


profetas” . Téngase en cuenta que los actos internos se califican
[16]

moralmente del mismo modo que los actos externos que tienen el mismo
objeto moral (así, por ejemplo, el acto interno de deseo o complacencia en
una acción homosexual tiene la misma calificación que el acto externo, por

100
tanto es propiamente hablando un acto homosexual aunque de deseo o
pensamiento). Debe decirse, entonces, que comparten también la misma
calificación teológica que tales actos: o sea, en este caso, son
intrínsecamente graves por su objeto . [17]

Se distingue siempre, por tanto, entre gravedad -o gravedad objetiva o


gravedad intrínseca- que hace referencia a la materia, y responsabilidad,
imputabilidad y culpabilidad, que es la atribución del delito o pecado a un
sujeto en lo que juega un papel importante el conocimiento y la
voluntariedad que se tenga en el momento de realizar el acto. Los primeros
términos responden, en los textos arriba citados, a lo que la tradición
teológica ha acuñado como “no-parvedad de materia” . [18]

El motivo de este juicio objetivo no es el que se indica en la consulta, sino el


que está indicado en algunos de los documentos que hemos señalado,
especialmente en la Declaración Persona humana, al decir que “el orden
moral de la sexualidad comporta para la vida humana valores tan elevados”
que su transgresión es objetivamente grave; son cosas ordenadas de modo
intrínseco -por su objeto- al fin último de la vida; por esta razón todo uso
desordenado comporta una desviación del fin último de la vida al menos
objetivamente; este es el juicio moral del magisterio y de Santo Tomás (y no
el indicado por el consultante) . Se trata, pues, de la grandeza de los
[19]

valores implicados en la sexualidad, que está dada por varios capítulos: (a)
por la relación que tiene el uso de la sexualidad con Dios: Dios ha
concedido al uso de la sexualidad la dignidad de ser el vehículo por el cual
el hombre se asocia al acto creador de los nuevos seres humanos (y por
eso, llamamos a los padres pro-creadores); (b) por la relación que tiene el
sexo con la existencia de la humanidad: de su recto uso depende la
perpetuación de la especie humana (y digo de su recto uso, porque para
que haya auténtica perpetuación debe haber generación y educación de la
prole); (c) por la relación que tiene el sexo con el amor humano: es el acto
de comunión más perfecto que puede darse entre dos seres humanos, el
varón y la mujer, pues representa objetivamente la entrega total y sin
restricciones de todo el ser de una persona a otra persona; es acto de
donación personal (de la persona del amante a la persona del amado); todo
uso del sexo fuera de este contexto implica el uso fraudulento de un
lenguaje cuasi sagrado.
En cuanto a las tesis de Marciano Vidal carecen de autoridad pues con esos
mismos principios el autor ha llegado a legitimar la masturbación para
ciertos casos, las relaciones prematrimoniales, la homosexualidad, etc.,
todo lo cual ha motivado una Notificación de la Congregación para la
Doctrina de la Fe que obligó a este teólogo a retractarse de sus posiciones .[20]

101
P. Miguel A. Fuentes, IVE
Bibliografía:
Se pueden leer los textos del Catecismo citados en las notas y también:
Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, sobre
algunas cuestiones de ética sexual; Congregación para la Doctrina de la Fe,
Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C.Ss.R., 22
de febrero de 2001.
[1]
 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1857.
 Se puede ver: B. Haring, “Sexualidad”, en: Diccionario de Teología Moral,
[2]

Paulinas 1978, p. 1014.


[3]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1756. Cf, también nn. 2148; 1856.
 Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana,
[4]

sobre algunas cuestiones de ética sexual, n.10.


[5]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2351.
[6]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2352.
[7]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2353
[8]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2354
[9]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2355.
[10]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2356
[11]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357.
[12]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2390.
[13]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2396.
[14]
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2370.
 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1456 (en la nota); 2336; 2380 (en nota);
[15]

2513; 2528.
[16]
 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2380.
 Calificación o especie teológica quiere decir en moral la gravedad: mortal
[17]

o venial. En cambio, especie moral de un acto significa qué clase de acto es:
homosexualidad, fornicación, robo, venganza, etc.
 Por eso no tienen fuerza los argumentos con los que se intenta criticar
[18]

esta doctrina; por ejemplo afirma López Azpitarte: “La malicia del acto
radica en la renuncia a vivir los valores de la sexualidad, que en cada gesto
concreto se eliminan. Si una conducta aislada no llegara a herir gravemente

102
el sentido de aquella, se debería admitir, como en otros campos de la
moral, la parvedad de materia” (López Azpitarte, E., Ética de la sexualidad y
del matrimonio, Madrid, 1992, p. 173). No hace falta hablar de parvedad de
materia porque “renunciar” o no a “vivir los valores de la sexualidad” se
explica por los elementos subjetivos del acto: la plena o no plena
voluntariedad del acto.
 El Catecismo en el n. 1856, cita el texto de Santo Tomás (Summa
[19]

theologiae, I-II, 88, 2): “Cuando la voluntad se dirige a una cosa de suyo
contraria a la caridad por la que estamos ordenados al fin último, el pecado,
por su objeto mismo, tiene causa para ser mortal… sea contra el amor de
Dios, como la blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo,
como el homicidio, el adulterio, etc… En cambio, cuando la voluntad del
pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden, pero
que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo, como una
palabra ociosa, una risa superflua, etc., tales pecados son veniales”.
 Congregación para la Doctrina de la Fe, Notificación sobre algunos
[20]

escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C.Ss.R., 22 de febrero de 2001. En el


preámbulo se habla de “los errores y de las ambigüedades encontrados” en
las obras examinadas de Marciano Vidal (“La propuesta moral de Juan Pablo
II. Comentario teológico-moral de la encíclica Veritatis Splendor” y “Moral de
Actitudes”); al pasar a la Nota doctrinal, punto 2: “Cuestiones particulares”,
se toca el tema que aquí hemos tratado indicando entre tales errores y
ambigüedades: “El Autor sostiene que no se ha probado ‘la gravedad ex
toto genere suo de la masturbación’. Ciertas condiciones personales son en
realidad elementos objetivos de ese comportamiento, por lo ‘que no es
correcto hacer abstracción objetiva de los condicionamientos personales y
formar una valoración universalmente válida desde el punto de vista
objetivo’. ‘No todo acto de masturbación es materia objetivamente grave’.
Sería incorrecto el juicio de la doctrina moral católica de que los actos
autoeróticos son objetivamente acciones intrínsecamente malas”.

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