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Mi visita a la Argentina en 1997 fue una de las

experiencias más maravillosas de toda mi vida", dijo el


gran maestro de la ciencia ficción Ray Bradbury,
recordando su paso por la Feria del Libro e
interrumpiendo, sin querer y a causa de su evidente
entusiasmo, a su presentador. Así empezó ayer la
videoconferencia —auspiciada por la revista Ñ y
Telefónica de Argentina— con un conmovido Bradbury,
ante más de 300 personas.

Fue Marcial Souto, su amigo y traductor —creador de la


mítica revista El Péndulo y de la segunda época de
ediciones Minotauro— el promotor de este singular
encuentro; singular sobre todo si se tiene en cuenta la
antipatía que profesa el escritor de Illinois hacia
Internet y las computadoras personales. Gabriel
Guralnik, presidente de la Fundación Ciudad de Arena,
estuvo a cargo de la entrevista, que comenzó con un
recuerdo de Farenheit 451, la inolvidable novela que
retrata un terrible futuro hipertecnologizado donde los
bomberos queman libros.

Se inició así una reflexión acerca de la relación entre el


uso abusivo de la televisión y otras tecnologías y su
relación con el hábito de leer. "Acá en Estados Unidos la
educación es muy pobre; es preciso mejorarla para que
nuestros niños crezcan sabiendo hablar, leer y escribir",
sostuvo Bradbury. "Si no, los libros en efecto ya no
harán falta, ya no habrá que quemarlos."
En relación a esta idea, aseguró que "cuando se tienen
10, 15 o 20 años ya es muy tarde para empezar a leer.
A los niños hay que alimentarlos cuando tienen hambre
de libros, lo que comienza a ocurrir entre los 4 y 5
años". Y recomienda entrar a la literatura por la ciencia
ficción: Asimov, Clarke o él mismo, porque este género
"trabaja con metáforas y mitos, que a todos nos
encantan. Yo me enamoré de esa literatura, me fui al
futuro y nunca volví; me fui a Marte y ya nunca volví".

La conversación se orientó en tonces hacia el tema


favorito de Bradbury: el espacio, el universo, el misterio
de la vida y, sobre todo, Marte. "Uno de los peores
errores que hemos cometido es haber vuelto de la Luna
y quedarnos acá. La noche de 1969 en la que
alunizamos fue muy importante para toda la
humanidad, todos entramos en un éxtasis de devoción
con el universo." De eso habla este hombre, de un
vínculo amoroso con el espacio: "Yo creo que al
universo le falta un elemento, que es el público.
Nosotros hemos sido creados para admirarlo, para
agradecerle; yo he sentido devoción hacia él toda la
vida e intento devolverle el milagro que me ha dado."

El escritor extraña la carrera espacial: "En 1969 Estados


Unidos y Rusia competían. Creo que si hoy China
anunciara planes de exploración espacial, Estados
Unidos y otros países no tardarían en responder."
La salud de Ray Bradbury ha sufrido duras pruebas en
los últimos años. Ha tenido ya dos derrames, ha perdido
la visibilidad de un ojo y tiene poca movilidad en los
miembros izquierdos de su cuerpo. Pero sigue creando:
le dicta sus historias por teléfono a su hija, que vive en
Arizona. "Es difícil y no me gusta este método, pero lo
hago. Las ideas se forman en mi cabeza y las dicto." Así
habrá nuevas novelas en los próximos meses, como
Adiós estío, continuación de El vino del estío (1957) y
En algún lugar toca una banda, acerca de un joven
periodista que llega a un pueblo habitado por
inmortales.

Bradbury es enfático, pasional. Con nuestro país, fue


amor a primera vista: "Recuerdo a mis seguidores en la
calle parándome para decirme cuánto me amaban. En
el Planetario organizaron un espectáculo en el que, al
final, proyectaron mi imagen entre las estrellas. Ojalá
pudiera volver; si mejora mi salud, volveré a la
Argentina y les haré el amor a todos ustedes."

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