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La Siempreviva, la Siempre ausente

Quiero comenzar este análisis, anotando que los personajes creados por Miguel
Torres fueron el factor que más me agradó del texto dramatúrgico, pues existe una
diferenciación entre principales y secundarios, donde Julieta ocupa un puesto de
eje sobre el que giran los demás, pero en muchas ocasiones las acciones
impulsivas, agresivas o abusivas de los personajes, hacen que la historia
enganche de manera inmediata y le dan un valor agregado.

Al salir del típico y desagradable cliché del bueno contra el malo, recurso facilista y
que le disminuye valor artístico a una obra, el autor logra que en algunas escenas
riamos con Sergio y su humor extrovertido, así como en otras lleguemos a
detestarlo por el maltrato que le propina a su servicial y sometida esposa, Victoria.

Con otras acciones, como las peripecias que deben hacer los inquilinos, para
pagar las deudas que tienen todos, con Carlos, el mejor posicionado
económicamente, se logra generar una tensión creciente, puntos de evolución en
los personajes, que hablan de una estructura dramatúrgica muy bien construida,
donde se hace una hábil transición desde las escenas expositivas, pasando casi
directamente a las de complicación.

Mientras avanza la trama, estas dificultades, acrecientan los roces ente


personajes por diferencias ideológicas o por celos desmedidos, aspectos que al
principio no pasaban de ser una conversación mientras transcurría la mañana, o
una charla de televisión, aunque más importante aún con el fondo de la radio,
siempre presente en las escenas, haciendo labor de conector y de voz contextual.

En este punto el ambiente en el que se mueven los personajes toma una


importancia superior, pues los cuartos contiguos de los inquilinos, parecen cada
vez más cercanos y en choque constante, el espacio personal se reduce a una
cortina transparente y el drama crece cuando se generan encuentros violentos en
los corredores, que es el centro de esta pequeña sociedad del patio. Se evidencia
entonces un manejo del posicionamiento de los personajes y de los elementos
para aumentar la tensión y llegar de buena manera al trágico clímax de la historia.

La anteriores descripciones del manejo del espacio, tiempo y carácter de los


personajes, son posibles gracias a las amplias acotaciones que realiza el autor en
cada escena, que mantienen un hilo entre los pequeños conflictos y el gran drama
general, un aspecto que es externo pero tiene un impacto personal en cada quien,
estas anotaciones hacen que el ambiente sea cerrado y no permite muchas
interpretaciones por parte de quien lo ve.

Otro aspecto que se muestra de manera excelente en los hechos o conflictos, son
las contradicciones que los personajes tienen en su interior y que afectan las
decisiones que toma al relacionarse con los otros, un padre que debe mantener a
su hijo en la cárcel, cuando perseguía el sueño americano, es altamente sensible
a comentarios de burla hacia el fracaso, el amor que en otrora le profesaba un
carismático hombre y que hoy solo se mantiene por obligación, es un llamado
constante a desistir de ese proyecto de vida.

Con la desaparición de Julieta, esas situaciones que estaban a punto de estallar,


encontraron, primero un alivio pasajero, pues la abrumadora realidad de la guerra
en el país, era un factor que ninguno podía cambiar desde su egoísmo o cobardía,
pero que los congregaba por el hecho de ser esa persona cálida, inteligente y
esperanzadora, pero luego sería un detonador de frustraciones acumuladas, que
solo doña Lucía, en su amor y sabiduría de madre, supo controlar.

Luego de ser testigos y partícipes de los intentos fallidos por encontrar esa
esperanza encarnada en Julieta, que tenía un futuro complicado en la carrera de
la abogacía, los personajes toman decisiones que cambian drásticamente sus
vidas, y el único testimonio de resistencia y de lucha por la verdad, es el que
queda impreso en una taciturna Lucía, quien no se pudo recuperar del todo de ese
golpe, tan certero y a la vez tan incierto como lo es la desaparición forzada.

Puede interpretarse que el final de la obra, es un tanto delirante, pero si se ve más


a fondo, es la expresión de muchas madres y familias, que han sufrido los
embates de la guerra, y que no pierden la esperanza de encontrar a sus
familiares, aunque la realidad sea aplastante y las fosas comunes casi imposibles
de encontrar, ese final poderoso y ese grito cargado de ilusión: Julieta no está
Muerta!; es una perfecta demostración de cómo la literatura, o la música y en este
caso las artes escénicas, son una herramienta de denuncia social, donde historias
tan cautivadoras sirven de relato sanador e insurgente.

El plano secuencia usado por Klych López, en la película, es un arriesgado, pero


astuto recurso con el que se podía contar esta historia, si bien es cierto que la
creación cinematográfica permite explorar miles de escenarios fuera de una casa,
la intención de mostrar una evolución de un espacio compartido tan pequeño,
mediante aspectos como una paleta de colores que se torna más oscura, juegos
de luces y de sonido o escenas de silencio exasperante, cuando todos miran
atónitos las imágenes del holocausto en el televisor, que contrasta con un partido
que días antes tuvo lugar en el mismo escenario y que produjo gritos de alegría,
son la muestra de que esta adaptación no está condenada al fracaso como
muchas otras. El final, aunque diferente, tal vez por las necesidades del mercado,
donde un espejismo a manera de duelo no sería lo más taquillero, no deja de ser
coherente a la obra, al finalizar con una poética esperanza de verdad y reparación.

Sebastián Camacho – ID: 376913


Referencias Bibliográficas:

Torres, Miguel (2010) La Siempreviva. Tragaluz Editores

Berenguer, Ángel. Alonso, José Luis. Romera, José. (2002) El texto teatral:
estructura y representación. Revista Las Puertas del Drama

Caballero, Atilio (2001) La escritura teatral. Grafein Ediciones

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