Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTRODUCCIÓN
1
Asumirla como sistema fue la clave del éxito de estos programas en Usa (Grant Eláter) y Japón. En nuestro medio intentó
replicarse por la FNC, el INCORA en los años 60s, y actualmente por la Cooperativa Colanta .
1.1 Relación de la extensión con los Planes de Desarrollo y las políticas
macroeconómicas.
Conecta la extensión con los objetivos –implícitos o explícitos- atribuidos del Desarrollo Rural 2,
a partir de los objetivos generales sugeridos por el DR se diseñan los instrumentos y
estrategias de la política agraria. Desde una exploración de las políticas agrarias en los dos
siglos anteriores se pueden caracterizar -muy generalmente- las siguientes fases de la
evolución agraria:
Inserción en las corrientes civilizadoras y en la agro-exportación (1850-1950) (la mejor
presentación del asunto está en JA Bejarano Economía y poder e historia de las ciencias agrarias) .
Hay que partir de cuestionar aspectos de los objetivos que se les adscriben a las políticas
agrarias, haciéndose preguntas del siguiente tenor:
2
Se sigue, parcialmente, una periodización sugerida por A Machado, respecto a las “prácticas de desarrollo” en su
artículo “El Concepto de desarrollo rural” (Fondo DRI-1994), donde habla de D Comunitario (comienzos de los 60s,
JAC), Reformismo Agrario (mediados de los 60s), Desarrollo Rural Integrado (1972.1987), Desarrollo Amplio y
moderno (80s, PNR), visión holistica. Pero además como Mesa Bernal plantea que sólo con Staca surgiría la
extensión en Colombia, nos preguntamos por qué sólo surgió hasta esa época. Siguiendo a Bejarano en Economía y
Poder, plantearemos que sólo hasta los años 50s -después de recorrer un azaroso camino entre 1850 y 1950- se darían
los elementos para una consolidación de las políticas agrarias.
3
Se corresponde a lo que Machado llama “Desarrollo amplio y moderno”. Las épocas u etapas se traslapan. Aquí no
se exploran a profundidad aspectos del PNR
2
¿En qué medida la comunicación y la capacitación, vinculados casi siempre con los
propósitos de maximizar, optimizar y hacer sostenible la producción agropecuaria, se
articulan con un Desarrollo Rural Integral que responda por objetivos de mejora en las
condiciones de vida de las poblaciones rurales, de dignificación y conservación de su
cultura, de democratización de la sociedad rural y de la sociedad en general y para
hacer más protagónica la economía y la sociedad rural y avanzar en el logro de la paz?
¿En qué medida las técnicas a transferir consideran la disyuntiva de la sostenibilidad
productiva y el cambio climático? ¿De qué manera la extensión responde por los
denominados “enfoques diferenciales de género, juventud y etnias?
3
simple transferencia, previas motivaciones económicas y actitudinales, se hará
prevaleciente el enfoque de “difundir”, dar a conocer esas técnicas de la RV y facilitar
con el crédito la adopción de lo que se ha promovido con visitas, ferias, revistas,
asesoráis.
Ajuste tecnológico mediante la investigación de las realidades ambientales y
económicas del propio medio (agricultura tropical y desarrollo endógeno), a partir de
reconocer que las realidades productivas de los campesinos, su organización de los
predios, sus posibilidades de realizar sus productos en los mercados son diferentes. Se
hablará de una investigación en campo con los propios productores, IAP, para crear
“tecnologías apropiadas”.
Optimización productiva y desarrollo gradual de tecnologías adaptadas localmente,
mediante el diagnóstico derivado de la Metodología de Sistemas de Producción; las
alternativas tecnológicas serán siempre múltiples y tanto como la transferencia de
tecnología se prestará atención a condiciones medioambientales que determinan el
nivel productivo y las oportunidades productivas, igual ocurre con la oferta de servicios
y las posibilidades de comercializar, por ende los predios tendrán muy diferentes
jerarquías de “agroecología”.
Tecnologías organizacionales, de formación del recurso humano y para el desarrollo
comunitario y democrático, más importante que la transferencia tecnológica y como
una condición previa, es el surgimiento de organizaciones y de liderazgos, que los
productores tengan conciencia de sus condiciones y se sientan participes de lo que hay
que buscar, la técnica será simplemente una “herramienta”, un “medio”.
La producción orgánica y sostenible, la agroecología.
4
2.1 La preextensión (1850-1950): elementos preparatorios en la definición de una política
Agraria y particularmente de extensión, a través de la exploración de la historia de las
ciencias agrarias (según Bejarano)
Tan sólo hasta 1956 se emprendió propiamente un programa de extensión en Colombia con el
proyecto piloto de Staca (Servicio de Asistencia Técnica Colombo Americano). Pero la
extensión tiene un vinculo indisoluble con las actividades que dieron forma a las políticas
agrarias: -la Institucionalización Política y Administrativa (estructuración de los organismos y
normas en que se definirán las políticas, Ministerios y legislación agraria), -la Agremiación
(particularmente de los productores empresariales) y las organizaciones campesinas; -el
desarrollo de los servicios de crédito y comercialización; -la enseñanza y la profesionalización
de los oficios agropecuarios mediante el establecimiento de la instrucción, la capacitación y las
escuelas universitarias; - la investigación y el establecimiento de las estaciones experimentales
y los campos de experimentación; - el surgimiento de formas de comunicación especializada
(libros, revistas, programas radiales); las estadísticas agrícolas; y, finalmente, - lo que se ha
dado en llamar el “fomento agrícola”.
5
(Bejarano, 1987: 117,). Esas publicaciones y los “jardines botánicos” 4 son el mejor
testimonio de la preocupación que por el saber agronómico se tenía en las
“Academias Científicas” y particularmente en las “Sociedades Económicas de
Amigos del País”5; desde ellas se difundían las innovaciones en las técnicas de
cultivo y las mejoras en las razas y semillas. En Colombia sólo hasta 1850,
surgieron “Sociedades de Agricultores” (Bejarano, 1987: 116-120). La segunda
revolución agrícola, se desato después de 1850; se caracterizó no sólo por los
desarrollos mecánicos, sino principalmente por la aplicación de la ciencia en los
nuevos procedimientos, originaría la aplicación generalizada de máquinas y abonos
minerales, y la oferta de semillas y razas especializadas, haciendo posible una
“agricultura intensiva” (Bejarano, 1987:127, 128). En el mundo, las escuelas
agronómicas de nivel superior surgieron después de 1850 (Bejarano, 1987:120).
Hacia 1870 las preocupaciones por el atraso de la agricultura nacional frente a
otros países, llevó a concretar iniciativas relacionadas con la enseñanza de la
agricultura, la fundación de periódicos (“El Agricultor”) 6, la creación del
7
Departamento de Agricultura , la fundación de las Sociedades de Agricultores y el
establecimiento de un servicio de Extensión Agrícola gubernamental. La primera
Sociedad de Agricultores de Colombia se fundó en 1871” (Bejarano, 1987:144). La
enseñanza agrícola en Colombia fue decisiva para emprender más tarde procesos
de extensión rural, adecuados a las necesidades del campo. Inicialmente se procuro
4
Desde allí, gracias a los avances de la “botánica”, se propagaron en Europa el plátano, el azúcar, materias fibrosas,
la batata, colorantes y aromáticas para los farmaceutas.
5
Desde las cuales se originaron las “sociedades de agricultores” encargadas de la consulta al gobierno y de hacer
pruebas de cultivos, analizar cenizas, criar ganados modelos, analizar los remedios a las epizootias, mejorar las lanas,
establecer en cada ciudad depósitos de granos, promover el cultivo de tierras incultas, redactar informes, traducir y
difundir libros.
6
Publicado entre 1868-1901, “el Agricultor impulsó la agremiación de los agro-
exportadores y produjo importantes consecuencias en el aumento de la
productividad agrícola y la elevación de la calidad de los productos para ponerlos en
mejores condiciones de competencia internacional… el periódico publicaría los
primeros textos para la enseñanza de la agricultura y los primeros manuales
prácticos” (Bejarano, 1987:146, 151.)
7
Decreto ejecutivo 337/1878, gobierno de Julián Trujillo, adscrito al Ministerio del
Tesoro. Su responsable sería Salvador Camacho Roldan y como comisario Juan de
Dios Carrasquilla, presidente de la sociedad de agricultores. Procuraba reunir
información para que el gobierno pudiera incidir en la marcha de la agricultura. Pero
las informaciones siempre fueron fragmentarias. La escasez de recursos impidió la
distribución de semillas, si bien se publicaron las primeras estadísticas y se logro
armar la primera biblioteca especializada en agricultura. Bajo la dirección de Carlos
Michelsen Uribe el Departamento de agricultura sobrevivió hasta finales del XIX.
Bajo la dirección de Carrasquilla se buscó la importación y distribución de semillas
mejoradas (eucalipto y tabaco traído de Jamaica), la introducción del alambre de
púas, diversos tipos de forraje y los esfuerzos por aclimatar el café de Liberia. Junto
con las Sociedades de Agricultores se intentó promocionar las ferias agrícolas; en
1880 se realizó la primera exposición agrícola. Se importaron 22 arados y se intento
pedir otros 100 arados más, para distribuirlos y alquilarlos. También mediante L
15/1884 se establecieron primas a los agricultores de quina, caucho y cacao y
premios en las exposiciones. Se promovió la participación en exhibiciones
internacionales, Bremen 1873, con una colecta de productos agrícolas de Colombia
(Bejarano, 1987: 148, 149, 150.)
6
formar “instructores” que pudieran responder por los intentos de insertar la
enseñanza agrícola en la educación en general. “Desde 1870 la UN ofrecía cursos
de agricultura en su escuela de Ciencias Naturales y en 1874 Cundinamarca
estableció la primera escuela agrícola de Colombia. El gobierno de Trujillo ofreció
subsidios para la instrucción agrícola dictada en las escuelas de primaria, medida
que estímulo la fundación de algunas escuelas agrícolas en Cundinamarca, Boyacá,
Santander 8, que dependían de instructores foráneos. Para la misma época se
procura el establecimiento de “campos de experimentación” donde los agricultores
pudieran poner en práctica diversos métodos y establecer comparaciones por
medio de demostraciones prácticas.
8
El colegio Solano de Duitama en 1880 dictaba cursos sobre el cultivo morera, lino,
manzano, peras, higos, almendros, cereales, hortalizas, fabricación de vino, vinagre
y aceite, cuidado de vacas y lechería, amapola y extracción de opio, fabricación de
instrumentos de hierro y madera. En Santander el Instituto García Rovira; Instituto
Agrícola en Villa de Leiva; Instituto Nariño en Cundinamarca (Bejarano, 1987:157)
En 1874 se estableció la quinta modelo en la hacienda El Chicó (Bejarano,
1987:161).
9
Un positivismo peculiar centrado en el afán utilitario que se sobreponía y limitaba
el quehacer científico. Se cayó en el error de de adoptar y absorber las aplicaciones
de la ciencia antes que la ciencia misma, sin advertir que detrás del excitante
progreso industrial y técnico se oculta el trabajo puro y desinteresado…la
educación se preocupaba ante todo por desarrollar el “espíritu práctico” (Bejarano,
1987:158)…Carrasquilla ponía en claro que el Agrónomo –a diferencia del agricultor
práctico- es el hombre de la teoría, el que estudia la ciencia y trata de sacar los
principios científicos…un agricultor práctico logra deducir algunas leyes de
aplicación especial, no logra explicarlas ni hacerlas extensivas a diversos cultivos ni
a localidades distantes de sus operaciones…en consecuencia Carrasquilla propone
crear una escuela de Agronomía al mismo nivel de la de Medicina y Ciencias
Naturales…creadas en Francia desde 1848 y tempranamente en México en 1854,
Escuela Nacional del Agricultura en Chapingo (Bejarano, 1987:159, 160)
7
abrirse en 1885; como el instituto fue cerrado la experiencia no pudo arrancar, por
lo que dictó algunos cursos en la facultad de medicina (Bejarano, 1987:166, 167) 10.
10
Bejarano no sigue más la pista a Vericel, por tanto no da cuenta de cómo hacía 1893 impartiría cursos regulares de
los que resultan la formación del primer veterinario colombiano, Federico Lleras Acosta, posterior padre de los
estudios bacteriológicos en Colombia.
11
Bogotá, Medellín (café, algodón, tabaco), escuela tropical (banano, cacao); el criterio regional evita la duplicación
de estudios.
12
Su origen fue la escuela práctica creada por Pedro Justo Berrio. Al ser reestructurada en 1927 por la misión
Chardon de Puerto Rico, sería la base de la Facultad de Ciencias Agropecuarias a mediados de los 30s
8
permitió un notable fortalecimiento de la educación agronómica y de la
investigación en las estaciones. (Bejarano, 1987: 180-184).
9
recursos; pero hubo momentos en que a nivel nacional se contó hasta con 40
granjas experimentales e institutos, resultado de las recomendaciones de Misiones
como la Denemoustier. La Ley 11 de 1923 creó la Oficina de Sanidad Agrícola para
atender la parasitología y atender las importaciones. En 1928 se reorganiza el
Departamento de Agricultura del Ministerio de Industria y se establecen programas
para la importación de razas, investigación en entomología, los efectos de los
fertilizantes mediante el establecimiento de un laboratorio de química agrícola y
establecimiento de campos demostrativos y granjas experimentales.
Hacia 1936 se establecen las Granjas Infantiles Padre Luna, que en 1941
entregaban el titulo de agrimensor. Por recomendación de la Misión Pedagógica
Puertorriqueña de Lorenzo García Hernández, se les encomendó la formación de
maestros rurales. En 1943 se registran 30 de estas escuelas que a la vez eran
estaciones experimentales, con 1.000 estudiantes, siempre con la influencia
Europea. En 1947 se contaba con 3 facultades de agronomía, la de Medellín 1925,
Palmira 1934 y Manizales 1947. La SAC se interesó en la creación de la facultad de
Bogotá a fines de los 40s; en Nariño se abrió una escuela en 1947 que cerró en
1953; en el Tolima funcionó a partir del 60. Desde su creación el Fondo del Café se
había comprometido en establecer granjas experimentales y demostrativas en las
zonas cafeteras. Resultado de esto es que la estación La Esperanza de Chinchiná se
transformó luego en Cenicafé que capacitaba profesionales, desde 1935 se
registraba el funcionamiento de 11 comités con sus respectivas granjas (Bejarano,
1987: 194-1969).
En 1947 llegó la misión Johnson que organizó los trabajos de extensión y originó los
primeros programas de formación de agrónomos en el extranjero. En 1943 se
estableció la Misión Rockefeller que en 1950 implantó la estación en Tibaitatá que
hizo importantes donaciones a las facultades y trabajo especialmente en el
fitomejoramiento. La labor de mejoramiento de semillas en arroz, caña, naranja,
papa, maíz, trigo, algodón, en las estaciones de Palmira, Armero, etc., tendría
notorios efectos en los rendimientos a partir del segundo cuarto del S XX, cuando
en algunos productos se obtuvo rendimientos superiores en un 100% a los
tradicionales, y se empezó a avanzar en la fertilización controlada (Bejarano, 1983:
196-203).
Síntesis: Desde los albores de la independencia la preocupación por el atraso productivo del
país, llevo a impulsar, por cuenta de personas ilustradas y de productores aventajados,
inquietudes que inicialmente se relacionaron con la instauración de jardines botánicos y la
formación de Sociedades de Amigos del País y de Clubes de Agricultores – que no de
organizaciones gremiales-. Estos grupos, de cuenta propia se ocuparían del desarrollo de
10
publicaciones especializadas, la importación de algunas maquinarias, la introducción de
semillas, la realización de ferias agropecuarias y la promoción de la probable venta de
productos nacionales en el extranjero. Hacia la década del 70 del s xix, cuando estas
iniciativas cobran más forma, esos clubes y asociaciones consiguen interesar al gobierno por la
educación agrícola y por la creación de Departamentos e Instituciones que al interior de los
Ministerios de Hacienda, el Tesoro o Industrias, se ocupen expresamente de los asuntos
agrícolas. En la mayoría de oportunidades los miembros de aquellas asociaciones operarían a
la vez como profesores y como funcionarios. De estas iniciativas sobrevendría la esporádica y
discontinua instauración de cursos y cátedras de enseñanza agrícola y en algunos casos el
establecimiento de escuelas de instrucción. Las revistas perdurarían por cortos periodos y los
intentos por recopilar información agrícola y registros de producción y climatología, serían
igualmente eventuales. Más que la formación de escuelas profesionales, las escasas iniciativas
educativas con algún éxito se registran a de educación media, con centros de instrucción
agrícola, a los que en algunos casos se les adicionan granjas prácticas.
Terminaría el XIX, y en el siglo XX persisten las inquietudes por enraizar la educación y por
dotar a la actividad agropecuaria un perfil institucional dentro del Estado. Hacia 1909 las viejas
sociedades y asociaciones de amigos darán origen a la SAC y en 1913 crea el Ministerio de
Industrias y Agricultura. Durante este siglo aunque se cuenta con mayor claridad sobre la
necesidad de una formación profesional, el establecimiento de la enseñanza profesional
agrícola tendrá avatares y habrá que esperar a la segunda mitad de la década del 30 para que
se establezcan permanentemente las tres primeras facultades de estudios agrícolas (Medellín.
Palmira, Manizales), actividad que se reforzará hacia el final de la década del 40 con la
creación de escuelas en Bogotá, Ibagué, y Nariño. De otra parte, el interés por impartir una
enseñanza práctica, llevo a su vez a que las escuelas de instrucción estuviesen
complementadas por granjas, que en muchos de los casos a más de cumplir una función
demostrativa, adquirieron el carácter de estaciones experimentales y de meteorología. Aspecto
importante de las granjas y escuelas es que se procuró diferenciarlas por pisos térmicos y por
renglones productivos, en lo que era una aproximación al carácter diverso de nuestra
geografía. Por estos mismos años, en 1926, se crea un laboratorio profiláctico que se entiende
por primera vez de la inspección y el control sanitario. Sólo en las proximidades de los años 30,
en 1928 se estará hablando de estudios de entomología y suelos y de la promoción a la
investigación o de la función estatal de la investigación agrícola (L 132/31).
Característica de buena parte de los intentos realizados hasta prácticamente la década del 30
es su falta de continuidad y de sistematicidad. El hecho puede atribuirse a que la preocupación
11
de aquellos difusores no encontraba el respaldo de una transformación de la estructura agraria
y a la ausencia de un aumento en la demanda de alimentos y materias primas que hicieran
de aquellas iniciativas una necesidad sentida Ya desde 1930 se había creado al interior del
ministerio de agricultura una “división de extensión”, que daba continuidad a los esfuerzos de
impartir instrucción a nivel de la “educación práctica”, pero pasarían algunos años antes de que
se adelantara una actividad continuada y directa con los agricultores; entretanto la difusión, la
transferencia y la motivación operaria de una manera indirecta a través de labor de los técnicos
y del efecto demostrativo desplegado desde las estaciones experimentales y al fomento
representado por con la distribución de semillas. Valga resaltar que ya por esos años se le
adscribía labores de extensión a las granjas experimentales como las de la Federación de
Cafeteros, que la creación de las 30 granjas del Padre Luna, ya son un atisbo de las tareas de
extensión.
Debió esperarse hasta los años 40s antes de que, la Ley 5/ 45 se propusiera “fortalecer la
extensión, la demostración y las granjas experimentales”. Será con la colaboración de la Misión
Rockefeller, al adelantar trabajos expresos de investigación en fitomejoramiento, que como
resultado de estas experiencias se aconseje la realización de experiencias pilotos en extensión
y la creación de una unidad de investigación al interior del ministerio. Valga anotar que un
cuadro como el descrito es incompleto si a la vez no se hace un seguimiento más detallado de
los procesos gremiales y del surgimiento del crédito agrario.
En síntesis, transcurrirían más de 70 años, desde que por primera vez se manifestará la
preocupación por el desarrollo agrícola del país, antes que se definiera expresamente una labor
de extensión, entendida en el supuesto del trabajo directo y continuo, de asesoría y atención de
los productores rurales. En el interregno fueron cobrando forma una serie de actividades
relacionadas con la extensión, tales como el fomento, la transferencia a través de las granjas
demostrativas y las estaciones experimentales, la capacitación y la enseñanza agrícola, la
institucionalización política de la actividad y la organización de los productores. Según se dijo
en la introducción, aunque peculiares, todas ellas son actividades indispensables para abocar
con algún éxito la labor de extensión, pues sin el aporte de las mismas es imposible que pueda
surgir lo que propiamente es una labor de extensión. Valga señalar que la actividad
desarrollada en transferencia, difusión, comunicación, se entendía simplemente como el interés
de dar a conocer, para que se replicaran, las prácticas y las tecnologías provenientes de los
países más desarrollados. Se iniciaba apenas la labor de investigación, particularmente en la
selección y multiplicación de variedades mejoradas. Habría que esperar mucho tiempo antes
de que se propusieran otras alternativas tecnológicas.
12
Síntesis: Una vez consolidada la enseñanza, las Instituciones básicas propiamente agrarias, el
crédito y contando con el aporte de los gérmenes organizativos gremiales, los años 50s y 60s,
serán los de la consolidación de una agricultura empresarial. Una economía agrícola en auge
demandó y permitió el establecimiento de instrumentos de política más nítidos y estables: caso
del crédito y los fondos de fomento principalmente, y, posteriormente los atisbos de una
reforma agraria integral.
Fue un contexto en que los objetivos de política apuntaron básicamente a expresos aumentos
de la producción y la productividad, a la sustitución de importaciones, como forma de respaldo
al proceso de industrialización en marcha, y en algunos casos a la retención de población y a
mejoras en el ingreso de la población rural, asuntos sociales a los que la industrialización no
conseguía dar completa respuesta. En este ámbito se debió apelar a la capacitación y
motivación de los productores empresariales y campesinos. Para esto se acudió a formas
directas de transferencia. Nace la extensión con el trabajo piloto de la Staca, y desde entes
como los Fondos de Fomento. Posteriormente las instituciones que intervinieron en el fomento
de la producción (Caja Agraria, INCORA, Secretarías de Agricultura, los gremios) desarrollaron
mecanismos expresos de extensión, a partir del “crédito asistido” y desde los servicios de
atención de la Federación de Cafeteros.
13
Como se notará, para Mesa la clave de la extensión reside en la capacitación del agricultor
para mejorar la productividad 13; pero si fuera solamente esto sería exclusivamente fomento, de
manera que también debe educar y capacitar para la mejora de la dignidad del campesino, por
mejorar su forma de vida, dotarlo de autonomía y otorgarle incidencia social. Entendida así será
algo más que transferencia, y se aproxima más a un desarrollo integral campesino.
Veamos algunas de las anotaciones que, según Mesa Bernal, pueden fundamentar nuestra
apretada síntesis:
Por esa época se creó el fondo rotario para proporcionar a los agricultores servicios
como semillas, maquinaria, facilidades de mercado, estímulo a las cooperativas.
Contemplaba los trabajos de difusión, propaganda, cine rural, para divulgar los
conocimientos entre los agricultores, también se utilizaban las publicaciones,
carteles y circulares que se preparaban en las estaciones experimentales. (Se)
planteaba bonificación para los agricultores que sembraban plantas de tardío
rendimiento como cacao, caucho, frutales. Se fomentó la huerta casera ideada por
Ospina Pérez, se editó una cartilla de 200.000 ejemplares y repartió 1.450.000
paquetes de 16 tipos de semillas, el fomento a la caña repartía gratuitamente
variedades resistentes.
14
semejante al de Puerto Rico y USA, para brindar educación al agricultor y su
familia; se quiso fomentar el cooperativismo y la asistencia técnica. Se solicitó la
colaboración del Departamento de Agricultura de USA el cual envió una misión que
participó en los proyectos de riego de Saldaña y de Coello y realizó ensayos de
riego por aspersión para frutales en Chía. Dejaron la base de proyectos para crear
las divisiones de investigación y economía en el Ministerio, 1951” (Mesa, 1993: 238.
sub nuestro).
“En 1941 se crea el Fondo ganadero de Antioquia. En los mismos años el Fondo
Rotario Ovino, aporte de los importadores de lana que pagaban el 2% del valor de
los hilados importados. En los 50, entre la Caja y el INA, crean el instituto zoo-
profiláctico, VECOL. En 1955 nace la Federación Nacional de Ganaderos. Para 1993
habían ya 24 Fondos” (Mesa, 1993:240)
Los servicios gratuitos no eran apreciados por el agricultor, pero igual se debía
hacer extensión. En 1950 se crea la división de extensión y se conserva la de
investigación. En 1953 se crea Staca Servicio Técnico Agrícola Colombo Americano,
con abundancia de recursos, personal, autonomía, material didáctico, importación
de maquinaria. Se inicia con un Programa Piloto en Boyacá, en 1956, que hizo
énfasis en grupos juveniles, aprender haciendo, planear trabajar sobre lo planeado,
hacer lo bueno mejor y lo mejor perfecto para el mejoramiento agrícola del hogar,
(e incidir) en la incorporación de la comunidad… El Ministerio dio énfasis a la
inducción de la mecanización, Staca recibió maquinaria para vender (Mesa,
1993:242).
15
A partir de 1959 se replicó servicio de extensión Staca. Se acogió su metodología y filosofía
pese a la falta de personal capacitado en la Caja, Fondo Algodonero, Fondo Tabacalero,
Secretaría de Antioquia, arroceros. En 1960 el Congreso Cafetero integró el programa de
servicio de extensión. Hacia 1962 el Ministerio tenía 47 agencias de extensión, con 223 clubes
de jóvenes y 3463 socios. La Federación acogió la filosofía de la extensión pese a que rompía
el paternalismo anterior, en 1962 contaba con 80 seccionales y 134 mejoradoras del hogar,
actividades respaldadas en un fondo rotario que financiaba los proyectos para
avanzar en la diversificación.
Para resumir, 1945-1970 han sido los años de mejores realizaciones a favor
del campo y cuando se prestó un decidido apoyo al agricultor: Se creó el
Ministerio, puesta en marcha de los institutos de fomento y de las federaciones,
importancia de la Caja de Crédito y del INA, creación de VECOL, el ICA y el INCORA,
15
Se concretaría en el ICA con la Escuela de Graduados que con la misión Nebraska trajo 32 profesores, formando
98 magísteres y 38 doctores. Entretanto la fundación Rockefeller atendió a 126 becarios en un solo año y dejo un
fondo de fideicomiso en el Icetex
16
llegada de la fundación Rockefeller y de Staca, creación de los Fondos Ganaderos,
del Banco Ganadero y de la Federación de Ganaderos.
Síntesis: Mesa Bernal, director del Ica en sus primeros años y durante muchos años docente de
extensión en la UN, fue el principal animador de la formación en extensión y defensor de las
políticas relacionadas con la misma. Lo que señala sobre los años 1945-1970, del nacimiento
de la extensión y de su real empoderamiento, no puede pasar desapercibido. Agreguemos, sus
consideraciones acerca de que desde finales de los 50 ya existía claridad sobre lo singular que
era la extensión y lo que debía ser su filosofía. Lo que Mesa B no cuestiona es cómo toda la
actividad de extensión en esos años estuvo expresamente atada al paradigma de la revolución
verde.
2.3 Años 70s y 80s: el DRI una estrategia política para la modernización productiva
campesina: del “campesinado viable” a una política de Desarrollo Integral Campesino.
Síntesis: La derrota o negación de los movimientos campesinos de los años 60s y el hundimiento
de los programas de reforma agraria, en la búsqueda de una política paliativa, llevarían a
impulsar programas de modernización productiva ya no exclusivamente dirigidos a los
empresarios sino ahora a los sectores campesinos que contaran con tierra y alguna capacidad
de inversión, esto es viables, para convertir a esos campesinos en pequeños empresarios
agrarios, mediante lo que desde años anteriores se llamaban “programas integrales”, en los
17
que a más de la capacitación técnica se contemplaba la dotación de servicios sociales y de
infraestructura.
De otra parte los objetivos productivos ya no eran exclusivos, pues se reconoció la importancia
de otros componentes sociales y organizativos. Hacia el final de los 90 las actividades técnicas
quedaron al mismo nivel de las estrategias organizacionales e institucionales, puesto que la
extensión debería atender tanto la producción agrícola como la organización comunitaria y la
creación de redes y empresas. Así mismo, el Estado perdería el monopolio en la ejecución de
los programas y se le daría igual protagonismo a las organizaciones privadas y gremiales y a
las ONG.
Veamos, en la descripción de Vargas del Valle, quien fuera director del DRI por muchos años,
la percepción que tiene de estas décadas:
16
policultivos, cultivos asociados y alternos, uso de recursos propios, intensificación de la mano de obra, la auto-
subsistencia y el préstamo de mano de obra como forma de amortiguamiento (Véase Siabatto)
18
El impulso a los procesos de industrialización por la CEPAL, apoyada por la Alianza
para el Progreso llevaron a ver el papel del agro como simple abastecedor de
alimentos, materias primas, generador de excedentes mano de obra y
proporcionador de divisas, para lo cual era imperativo modernizarlo. Significaba
modificar la estructura de la propiedad agraria que evidenciaba altos índices de
concentración y bajos niveles de utilización de la tierra; la mayoría de la población
campesina presentaba aberrantes niveles de pobreza y de calidad de vida debido al
escaso acceso a los factores productivos. Se trataba de seguir el sendero de países
como Francia, Usa, Japón y el sudeste Asiático que previamente al proceso de
industrialización, desarrollaron y modernizaron las fuerzas productivas del sector
rural. En este contexto se aprobó la Ley 135 de 1961, con un enfoque integral pues
consideraba que la tierra constituye apenas uno de los factores de producción y
que era indispensable complementar la entrega de la tierra con el acceso a otros
factores y servicios de apoyo a la producción (crédito, asistencia técnica, apoyo a la
comercialización, adecuación de tierras). El INCORA hizo énfasis en la compra de
tierras, muchas de ellas marginales, adelantó ambiciosos programas de
adecuación, pero tuvo dificultades en coordinar el necesario proceso de
acompañamiento y por ello asumió muchas de las funciones de otras entidades
(Vargas del V, 1993:269,270).
En los inicios de los 70, los terratenientes tradicionales ante las numerosas
invasiones, iniciaron un proceso de intensificación de los usos del suelo para lo cual
reclamaron ayuda del Estado, a cuyo efecto se expidió la Ley 5 de 1973 que destinó
importantes recursos financieros para la capitalización. Al mismo tiempo la Ley 4 de
1973 concretó los acuerdos entre los partidos tradicionales con el “Pacto de
Chicoral”, que desaceleró el proceso de reforma agraria, estableciendo “niveles
mínimos de productividad” que significaron la imposibilidad de afectar predios. El
proceso de reforma agraria entró en letargo hasta que se promulgó la Ley 30 de
1988. El propósito de las reformas agrarias parece haber sido más estimular un uso
más intensivo que modificar la estructura de la propiedad (Vargas del V, 1993:271).
19
prioridades el Plan de Alimentación y Nutrición (PAN) y el Desarrollo Rural Integrado
(DRI). El PAN debía resolver necesidades nutricionales de las poblaciones
vulnerables, especialmente madres y niños lactantes en las ciudades y regiones
con mayores niveles de desnutrición. El DRI constituía la estrategia productiva para
modernizar y hacer más eficiente la producción de alimentos en zonas de economía
campesina, especialmente de minifundio andino; comprendía la coordinación de
acciones e inversiones de diversa índole para asegurar la integralidad del
desarrollo, al contemplar aspectos productivos (asistencia técnica y crédito), de
mercado, infraestructura básica (caminos, electrificación, acueductos) y de
servicios sociales (educación y salud). Más que estimular el acceso a la tierra, era
necesario dotarlos de capacidad empresarial, que se lograría a través de asistencia
técnica y capacitación, acompañada de mejores servicios básicos y de
infraestructura (Vargas del V, 1993: 272, 274. Sub nuestros)
Para la Fase I del programa se consiguieron créditos BID y BIRF por Us$ 129.5, en
total Us$ 200 millones con las contrapartidas nacionales. Se atendieron 213
municipios en 8 departamentos, a través de 21 distritos. La ejecución del programa
fue centralizada a través de entidades públicas del nivel nacional, bajo la
coordinación del DNP. Los principales ejecutores fueron el ICA, la Caja de Crédito, el
INCORA, el INDERENA, el Sena, la central de cooperativas (CECORA), el Fondo de
Caminos Vecinales, el Instituto Colombiano de Electrificación (ICEL), el INS, el ICCE
y el Ministerio de Salud. Las evaluaciones demostraron la bondad de la estrategia
tanto para los beneficiarios directos e indirectos (que se beneficiaron de las obras
comunales y de infraestructura), pues se evidenciaron ingresos y calidades de vida
superiores frente a las poblaciones testigo; pero las evaluaciones no mostraron el
impacto diferenciado por componente y se dieron diferencias regionales en el
impacto del programa. Los resultados fueron aceptables en regiones de tradición
campesina, pero modesta en las regiones de campesinos nuevos y de tierras
marginales. Ello corrobora la importancia del acceso a la tierra para las economías
campesinas, pues es alrededor de este factor como el campesino accede más
fácilmente a otros factores y servicios. La participación activa de la comunidad
beneficiaria y de las autoridades locales no fue una preocupación especial,
consecuente con el modelo centralizado; tampoco hubo exigencias de
multiplicación de recursos a través de mecanismos de cofinanciación, lo cual le dio
al programa un tinte centralista y paternalista (Vargas del V, 1993: 274,275. Sub
nuestro).
Hacia 1982 se inició la Fase II, con empréstitos BIRF y BID por Us$ 118, hasta
alcanzar una ejecución de Us$ 330 millones, los municipios de la Fase I seguían
recibiendo atención con recursos ordinarios del presupuesto. La Fase II comprendió
20
124 municipios de 13 departamentos. Se hicieron modificaciones en la ejecución
del programa mediante participación de la comunidad y las autoridades locales en
los “Planes Distritales”, pero tal participación no se institucionalizó y no se permitió
la apropiación crítica de la estrategia por la comunidad que siguió recibiendo el
programa como algo ajeno. En esta Fase se incluyó en la ejecución a las Secretarías
de Agricultura y los Comités de Cafeteros e instituciones especializadas en
comercialización, pero la asignación presupuestal se hacia a través del presupuesto
nacional (Vargas del V, 1993: 275,276, 277).
21
El PDIC pretendió alcanzar 620 de los anteriores 350 municipios del DRI. Otros 350
municipios serían cobijados por el PNR. Se estableció el mecanismo de diagnóstico
para la identificación de los problemas del Desarrollo Rural en cada municipio,
mediante “fichas veredales”, se esperaba amplia participación ciudadana y
promover la concertación en las decisiones municipales, que se conciliarían en el
Comité DRI Municipal en el que además de las autoridades estaban representadas
las comunidades. El PDIC fue concebido como programa a largo plazo, 15-20 años,
y estableció un mecanismo de cofinanciación de proyectos: el Fondo DRI transfiere
a los municipios, a fondo perdido, un porcentaje del total de los proyectos elegibles.
Cada 5 años se revisan los criterios de elegibilidad y la matriz de cofinanciación
para los municipios. El PDIC procuraba complementar los “esfuerzos fiscales de los
municipios”, estimulándolos con nuevas y mayores “transferencias” nacionales.
22
Desarrollo Rural, dentro de un marco general, para dar coherencia a los planes,
proyectos y servicios, de manera que los instrumentos (crédito, gestión empresarial
para la comercialización y la agroindustria, desarrollo tecnológico, reforma agraria,
adecuación de tierras, caminos, acueductos, saneamiento básico, vivienda rural,
educación, salud, manejo de recursos naturales, organización campesina) se
ordenaran con base en los criterios específicos, de obligatoria atención en todos los
planes, acciones y proyectos. Esos criterios serían: la competitividad productiva,
participación comunitaria, perspectiva de género y sostenibilidad.
En algunos casos sería una política complementaria o competiría con el DRI por
recursos. Más que al propósito de la modernización los objetivos de la política
serían la búsqueda de la gobernabilidad; en consecuencia los proyectos sociales,
comunitarios y organizacionales estarían al mismo nivel que las iniciativas
productivas.
23
Sólo hasta 1986 el Plan adquirió financiación y definición conceptual, la
participación ciudadana se ubicó como estrategia para el desarrollo de la
democracia en las zonas apartadas y atrasadas, experiencia que sirvió para
incorporar en la constitución del 91 los principios de participación ciudadana y una
nueva cultura institucional en el diseño y formulación de proyectos de desarrollo. El
CONPES de 1984 aprobó una Política para la Mujer Campesina, reconociendo su
condición de productoras potencialmente eficientes, pero sin acceso a los servicios
de apoyo; la falta de un desarrollo conceptual condujo a que solo se desarrollaran
algunos proyectos puntuales, pero se conformaron numerosos grupos de mujeres
organizadas que empezaron a ejercer influencia en el movimiento y las
organizaciones campesinas (Vargas del V, 1993: 277, 278. Sub nuestros)
síntesis: Se hace evidente que hacia finales de los 80s más que productivistas y
modernizantes, los objetivos de los planes del DR, viran hacia propósitos de readecuación
institucional, a tono con el replanteamiento del modelo de desarrollo que introducirá en estos
años. Entonces, los conceptos y acciones guía serán: técnicas diagnósticas, cofinanciación,
optimización de recursos, esfuerzo fiscal, subsidio a la demanda, “libre concurrencia” en la
demanda y la oferta de proyectos, género, a más –claro está de- de los principios de
participación y descentralización. Esas adecuaciones institucionales encontrarían expresión en
la Constitución de 199117. Por esto decimos que en relación a las zonas rurales y campesinas,
que pasan a ser el objetivo de la extensión, preocupa ante todo la gobernabilidad que se
espera lograr mediante la reducción de la pobreza y la mitigación del conflicto.
2.4 Las Umatas (1990-2005?): más política que programa real. De la descentralización y
la participación a la disolución de las políticas de extensión.
Síntesis: Sugeriremos, como hipótesis, que más que un real interés por modernización
productiva, los intereses Estatales –en relación con las economías campesinas- a partir del
17
La Constitución de 1991 estableció dentro de los principios básicos la participación ciudadana, la
planificación, el fortalecimiento de la democracia local, la descentralización política y administrativa, la
especial protección a las actividades agropecuarias de los pequeños productores, la sostenibilidad de los
recursos naturales y la igualdad de géneros y edades.
24
inicio de los programas de liberalización y apertura económica, parecen obedecer
principalmente al aseguramiento de la gobernabilidad. Después de algún impulso inicial, el
impacto real de las políticas importa poco, particularmente en la parte productiva, tal vez
porque se considera que los protagonistas de la productividad serán otros actores económicos
empresariales, economías de escala o acaso algunas Alianzas Productivas. Entonces una vez
se agotan los recursos, se buscan otras justificaciones y se relanza el mismo modelo, pero
manteniendo el presupuesto de adelgazar el Estado y dar protagonismo a lo privado, tratando
de que las propias comunidades, las ONGs, los gremios y empresas prestadoras asuman
responsabilidades y funciones que antes recaían en el Estado. Igualmente será decisivo el
criterio de la cofinanciación, para asegurar aportes comunitarios, de los usuarios, los entes
territoriales, las ONGs y las empresas.
Más importancia que a las inversiones directas, se trata de enfatizar las estrategias y los
discursos organizacionales; mediante la metodología de sistemas, más que a la transferencia
de tecnologías de punta, se opta por la optimización de las tecnologías existentes y por el
desarrollo de propias estrategias de cambio productivo a cuenta de las mismas comunidades.
Aunque se enfatice el discurso modernizador y participativo, ni los resultados productivos ni la
incidencia de las comunidades y la real participación parece ser la deseada. Sin embargo, debe
destacarse que la época introduce la preocupación por lo ambiental y lo sostenible a cuyo
efecto se acude como herramienta a los POT (Plan de ordenamiento territorial).
Dos historias
A comienzos de los 90s la creación de las Umatas se hizo obligatoria a efecto de que los
municipios recibieran recursos de transferencias. El Estado aportaría proporcionalmente al
funcionamiento de las Umatas y de los proyectos de cofinanciación, según una tipología de 5
25
municipios (grandes capitales, municipios mayores, municipios intermedios, municipios
menores -232- y municipios básicos -579-), que atendía a las NBI e índices de ruralidad. La
participación del gobierno nacional con “transferencias”, variaba del 90% para los municipios
básicos, al 50% para las grandes capitales; al final de 5 años en los municipios recaerái buena
parte del funcionamiento, 50% para los básicos, 20%- 10% para las grandes capitales y áreas
metropolitanas.
Con recursos de crédito BID, BIRF, los Fondos DRI, PRONATTA, FIS, FINDETER, iniciaron
convocatorias para “proyectos básicos” y “proyectos especiales”. Tras la inscripción de los
pequeños productores se establecía la planta administrativa básica de cada Umata: aparte del
Director y secretaria, un técnico atendía 150 productores y un profesional coordinaba entre 5-6
técnicos. Todos los funcionarios requerían de registro profesional y se las dotaba de equipos
audiovisuales, parcelas, medios de movilización, en lo que se denominaba “proyecto básico”.
Al final de la década, La Ley 607/2.000 intento reestructurar las Umatas, a título de darle mayor
importancia a la “elegibilidad” en la prestación del servicio, el cual podría ser incluso privado, y
a este efecto se le entregaría un “subsidio” al pequeño productor. Todo apuntaba a la
promoción de la privatización del servicio. Así mismo se procuró intentar una nueva concepción
en la extensión, propiciando la asociación de municipios, mediante los Centros Provinciales de
Gestión (CPGA). En realidad la Ley 607 fue más bien una corroboración parcial de la pérdida
de importancia de las Umatas; dado que a partir fines de la anterior década, al depender de los
26
presupuestos municipales y con el debilitamiento del cofinanciamiento, la estructura
organizativa de cada Umata se adelgazó, se desarrollaron pocos proyectos y hasta sus
funciones se hicieron confusas, confundiéndolas con las actividades de otras dependencias
municipales como las Oficinas de Planeación. Pero con formalismo y ampulosidad filosófica en
la nueva ley se intentó ocultar la realidad de una política que carecía de financiamiento y de
voluntad política.
Con la ley 607 del 2000, que crea los Centros Provinciales de Gestión Agro-empresarial –
CPGA-, empieza el desmonte parcial y lento de las Umatas. Serán organismos de carácter
subregional, justificados con los propósitos de búsqueda de la ‘competitividad’ a partir de las
“regiones fuertes y competitivas”, pero albergaban la no explicita intención de empezar a
privatizar la asistencia.
Los CPGA son declarados obligatorios para acceder a las transferencias; pero dependan
prioritariamente del financiamiento municipal. Su estructura administrativa se convierte en
caprichosa, pues depende de las ‘voluntades’ de los mandatarios locales, y seleccionando los
proyectos a ejecutar y a través de una EPSAGRO –léase Empresa Prestadora de Servicios
Agropecuarios- los lleva a cabo. Así se trasluce la privatización del servicio de asistencia
técnica, que antes prestaban las Umatas gratuitamente. Muchos mandatarios locales no
acogen los CPGA y no han desmontado sus Umatas, o en su defecto han creado Secretarías
de Agricultura municipales, de manera que los CPGA no existan en todos los municipios.
De otra parte, la crisis fiscal ha disminuido las transferencias y la fortaleza de los fondos, por lo
que para amainar este déficit se estableció el criterio de elegibilidad: el productor puede
27
escoger quién lo atienda. A este efecto se establecen, supuestamente, fondos de subsidio
para pagar el servicio, se apunta a un modelo de asistencia técnica más contratada o
particular. Se Introduce el criterio de economías de escala, de Cadenas Productivas, Alianzas y
Empresas Agrarias, para intentar involucrar a los pequeños productores en todo el proceso
productivo.
Tanto las Umatas como los CPGA guardan criterios de trabajo común en la definición de Zonas
agro-ecológicas y sistemas de producción; UAF y su cálculo; la estructuración de los CMDR y
la Comisión Municipal de Asistencia Técnica. Otorgan importancia decisiva a los criterios de
planificación: POA (Programa Operativo Anual), PAM (Plan Agropecuario Municipal), Plan
Zonal de desarrollo, POT (Plan de ordenamiento territorial), a los proyectos, en todos los
cuales debe participar la comunidad y contar con el aval del CMDR.
28
Ensayos: Umatas;
Adopción: productores
El 25 de julio de 2007 se sancionó la ley 1152 de “Desarrollo Rural”, que va en contra de los
derechos y aspiraciones de las comunidades indígenas, negras y campesinas del país y
además privilegia apetitos de las transnacionales y el capital nacional –por cuanto entrega la
soberanía alimentaria y el campo a sus intereses-, pero que además atomiza nuevamente la
institucionalidad del sector.
Síntesis: La filosofía del funcionamiento de las Umatas será muy similar a las de los Fondo Dri
que las originaron. De novedosa tuvo el que en la década del 90 pretendió ser una política de
aliento con cobertura nacional, a todos los municipios del país, si bien – atendiendo a los
principios neoliberales- se sugería el traslado de las responsabilidades del Estado a los
municipios, a las comunidades e incluso a los entes privados. Cuando en el presente siglo, se
hizo evidente la falta de recursos, se disfrazo el desmonte de las Umatas detrás de un
ampuloso discurso justificatorio (Ley 607/2000 y CPGA), pero lo que en verdad se corrobora es
la falta de una política de Estado respecto a la asistencia técnica. Hoy en día la política de
extensión está prácticamente desmontada y se reduce a la actividad que adelantan con mucho
esfuerzo no todos los municipios, algunas Universidades y ONGs y entes privados como los
Fondos Parafiscales, en los renglones productivos en que han sido creados. El censo Agrario
del 2015, evidenció que sólo el 10% de los productores recibían una asistencia técnica que no
era del todo adecuada, y la Misión Rural no pudo ser más contundente:”la asistencia técnica
sufrió un fuerte debilitamiento por eliminación del (SINTAP), con cobertura
insuficiente (10%). Se presta con una visión lineal, ignora el papel de los
productores en la investigación e experimentación, carece de un enfoque de
conformación de redes, hace uso muy limitado de las TIC. La asignación de recursos
se da través de convocatorias poco apropiadas, con exceso de procedimientos y
falta de continuidad en la provisión de servicios correspondientes; el aporte
departamental y municipal es muy pequeño”.
3. CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
La extensión rural en Colombia y en todos los países Tercer Mundistas, ha obedecido más,
desafortunadamente, a la influencia sobretodo de Estados Unidos, que a las verdaderas
necesidades y particularidades de estos países. Este nefasto ‘plagio’ a ultranza, entre otros
factores, ha propiciado el rezago de la agricultura colombiana frente a otros países.
29
Pero la peor parte de esas consecuencias las han soportado los campesinos colombianos, a
quienes la inestabilidad en las políticas y el desacierto en su formulación y aplicación, les ha
generado condiciones de atraso, marginalidad, pobreza, desempleo.
De otra parte, a nuestro juicio, una de las causas de los fracasos de las PDR en Colombia, ha
sido la inestabilidad de las políticas; la falta de permanencia en el tiempo no ha permitido
obtener los resultados previstos, pues, aunque ellas deberían ser políticas de Estado, no pasan
de ser políticas de gobierno, teniendo en cuenta el poder hegemónico imperante en ese
momento.
Desde hace más de 3 años, con la Ley 617 de 2000 se empezaron a desmontar las Umatas y a
crear los CPGA. Consideramos que la creación de los CPGA es tristemente la privatización del
servicio de Asistencia técnica que el Estado debe prestar gratuitamente a los campesinos. De
la misma manera que el Estado ha ido privatizando los servicios de salud y educación, con los
CPGA y las EPSAGRO está privatizando este servicio.
30
engrosar esas filas del terror y de muerte. Una reforma agraria verdadera es imperativa, porque
de no ser así las consecuencias de la actual situación serán graves, particularmente en lo que
refiere al desempleo y la seguridad alimentaria; pero esta vez, no ahondaremos más en ello.
Los esfuerzos, algunos válidos otros no tanto, por prestar asistencia, asesoría y
acompañamiento a los campesinos colombianos en sus procesos productivos, no han dado los
resultados esperados, en muchas ocasiones porque sin haber probado realmente la eficiencia
de una estrategia determinada, se acaba con ella, solo porque la idea no fue la del gobernante
que llega, lo que no ha permitido permanencia de dichas estrategias en el tiempo para poder
ser medidas en su justo valor. Para el caso que nos ocupa, consideramos que en vez de
implementar los CPGA y las EPSAGRO, se debería reestructurar y fortalecer las Umatas, de tal
manera que cuenten con el personal, equipos y recursos suficientes para sacar adelante los
proyectos que, en unión con las comunidades, se prioricen.
En el país ya hay suficiente institucionalidad y mucha normatividad, para proponer alguna más.
Igualmente, que hay suficientes estrategias para intentar montar una nueva; si queremos
brindar a los campesinos los procesos de extensión rural que el Estado debe ofrecer, se deberá
retomar los artículos 57 y subsiguientes de la Ley 101 de 1993, que daban vida a las Umatas y
que fueron derogados por la Ley 607 de 2000 para crear los CPGA, y revivir las Umatas
brindándoles todo el apoyo que necesitan para poder ejercer a cabalidad sus funciones. La
operatividad del fortalecimiento de las Umatas se daría nombrando, como otrora, profesionales
idóneos, de distintas profesiones y conocedores de su municipio para crear unidades fuertes
que retomen la extensión rural en su localidad; pero que trabajen articuladamente, uniendo
esfuerzos y recursos con los municipios vecinos para ejecutar proyectos comunes, sin
necesidad de crear más organismos que hacen más distante e inaccesible la asistencia técnica
al pequeño productor.
Esa es la forma más expedita y viable de impedir la muerte de la Extensión Rural en nuestro
país, además de que las Umatas en su estructuración y operatividad se articulen realmente
desde el principio con las instituciones del sector presentes en cada región, para que todas las
entidades hablen un mismo idioma y no llegue cada una a sugerir prácticas distintas a las que
sugiere otra entidad, como generalmente ha pasado. La idea es volver a ofrecer una asistencia
técnica integral, donde el mensaje que den las Umatas sea el mismo que ofrezcan las
universidades de la región, el SENA, CORPOICA, EL ICA, las secretarías de agricultura, las
federaciones, etc. Y además que los procesos productivos que se implementen en las regiones
sean concertados con los productores, pensando primero en las ventajas comparativas y
competitivas de cada región, en la seguridad alimentaría de los colombianos y en los planes de
prospectiva de las regiones y del país agropecuario; pero que no se quede en retórica, sino que
se cumpla. Creemos que sí se puede. Lo que hace falta es voluntad política!
31
Quizá, si eso se diera, sería posible un campo más amable y humano para contribuir a
dignificar la condición humana de los 15 millones de compatriotas nuestros, que aún viven y
labran día a día los campos colombianos, para brindarnos el alimento que necesitamos los
citadinos.
BIBLIOGRAFÍA
Mesa B, Daniel. Extensión y Fomento Agrícola en Colombia (1945-1970). En
Machado, Absalón; comp. La agricultura y las políticas sectoriales. Ministerio de
agricultura 80 años; tercer mundo editores, 1994.
Congreso de Colombia: Ley 101 de 1993, 607 del 2.000, 811 de 2003 y Decreto
reglamentario 2980, Decreto 1300 de 2003, Ley 1152 de 2007
Ley 707/2000
Machado C, Absalón. El concepto del DR. Fondo Dri del Meta, 1997.
www.secretariasenado.gov.co/leyes/D1300003.HTM
32