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Desarrollo, etnoagronomía y construcción de alternativas civilizatorias.

Chapter · March 2021

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Artemio Cruz-Leon Ranulfo Cruz Aguilar

Universidad Autónoma Chapingo Universidades para el Bienestar Benito Juárez García
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Artemio Cruz León
Arturo Franco Gaona
Compiladores

Universidad Autónoma Chapingo

Etnoagronomía.
UtopÍa y alternativas
al desarrollo
Etnoagronomía.
UtopÍa y alternativas
al desarrollo

Artemio Cruz León y Arturo Franco Gaona

Compiladores
Etnoagronomía. Utopía y alternativas al desarrollo.
© Universidad Autónoma Chapingo
km 38.5 carretera México-Texcoco, Texcoco,
Estado de México, cp 56230
Tel. 595 952 15 00, ext. 5142
Primera edición, marzo de 2021
isbn 978-607-12-0592-6
 A la maestra Laly, compañera de vida.

A Sairi, Victor Hugo y Artemio Efraim.

Además a Janet, Lupita y Abigail; y desde
luego, a Natalia Sofía.
contenido

Presentación. Artemio Cruz León. 11

Desarrollo, etnoagronomía y construcción de alternativas civilizatorias. 15
Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas. 41
Alba González Jácome
La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina. 75
Efraím Hernández Xolocotzi
La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo XX. 101
Jorge Duch Gary
Acciones y estrategias para la revalorización del saber local en la Sierra Gorda guanajuatense. 153
J. Fabián García Moya
Persistencia de la agricultura familiar campesina en México: una larga historia, sin final. 185
Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda
y Miguel Ángel Sámano-Rentería
Complementariedad entre agrohomeopatía y etnoagronomía en la producción de maíz: la 207
experiencia de Tepalcingo, Morelos. Artemio Cruz León y Felipe de Jesús Ruiz Espinoza
Propuesta del estudio de los elementos de la tecnología agrícola tradicional como 231
contribución a la Etnoagronomía.
Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de 251
innovaciones agromecánicas.
José Juan Arredondo Arredondo
Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de 269
Huajuapan de León, Oaxaca.
Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria 293
de productores de secano.
Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León.
Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café 311
(Hemileia vastatrix Berk. & Br.), en Huatusco, Veracruz.
Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de Jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera.
La gestión de proyectos culturales como herramienta para el desarrollo de 333
comunidades rurales en municipios de la comarca minera hidalguense.
Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León.
El Saber Vivir en Bien Común. Tonacayotl, Tineme Kualtsin Chicahualistle Pakilistle. 355
Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León.
La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, 369
Estado de México. Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León,
Dora María de Jesús Sangerman Jarquín y Jorge Duch Gary
Listado de autores 390
 Presentación
En 2019 se abren nuevas perspectivas productivas,
que permitirán aprovechar las tierras en desuso, pro-
teger la producción campesina y lograr una mayor
calidad de vida de los campesinos indígenas, criollos,
mestizos y afrodescendientes que habitan en el país.
Estos habitantes han tenido que soportar los pocos
recursos asignados a las comunidades rurales, car-
gas de trabajo excesivas, precios controlados de sus
productos, que generan ingresos deprimidos; el vivir
en un desplazamiento social y económico y –por si
fuera poco– para sostener a sus familias, han tenido
que migrar para buscar un gasto doméstico extra-
parcelario, fuera de sus comunidades de residencia;
muchas veces hacia el extranjero.
En resumen, los campesinos viven en condicio-
nes adversas y son una población desfavorecida, que
no han recibido apoyos reales ni han sido sujetos a
políticas públicas que les favorezca, situación que
ya es histórica.1 Esto ha redundado en el abandono
de sus tierras y la pérdida de biodiversidad, pobla-
ción, conocimientos, saberes y capacidades tecno-
productivas y culturales que los han sostenido por
miles de años. Los impactos de esta situación en la
organización social y laboral de las familias apenas
comienzan a ser descritos y comprendidos.
El nuevo gobierno mantiene, a través de la Secre-
taría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), el
Presupuesto de Egresos (PEF) 2019, el Programa
Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sus-
1  Nota de AGJ. La idea de sustituir la agricultura tradicional por
agricultura moderna, mecanizada, es antigua, ha permeado la
mente de los que se encargan de dirigir al país, independiente-
mente de su filiación política. Podríamos decir que se avecindó
en México por lo menos desde el siglo XIX, continúandose hasta
nuestros días. De aquí surge la pregunta, de cómo es que la agri-
cultura tradicional ha sobrevido a pesar de no recibir apoyos
externos a las comunidades, o de ser estos apoyos insuficientes.
11 |
 artemio cruz León
tentable (PEC); los programas de varios ramos y la
mayoría de los objetivos de la antigua Subsecretaría
de Desarrollo Rural, que quedó reducida a una coor-
dinación general.2 En conjunto, estos cuatro compo-
nentes definen las políticas sectoriales y una política
rural integral.
La Subsecretaría de Desarrollo Rural es la instan-
cia encargada de la planificación del desarrollo rural
en el país, pero no tiene la capacidad para enfrentar
tal responsabilidad ni tampoco para planear el des-
empeño del sector agropecuario. Desde hace 12 años,
los secretarios del ramo han recurrido al Departa-
mento de Agricultura de USA, o la Universidad de
Missouri, para conocer los efectos del sector agro-
pecuario en los mercados internos.3 La dependen-
cia abandonó el análisis formal del sector, que tenía
una larga tradición en la gestión pública de las zonas
rurales. Su ausencia genera que la política del ramo
carezca de un conocimiento básico para organizar
la planificación.
De aquí se deriva la importancia de este libro,
cuyo objetivo principal es mostrar que los saberes
locales combinados con la Etnoagronomía pueden
aportar los elementos epistémicos y tecnológicos
2  La información económica ha sido resumida del artículo “La
nueva transformación del campo mexicano” apareció publi-
cado en Nexos, Economía y Sociedad, del 05/02/2019 de George
A. Dyer y Antonio Yúnez Naude, economistas del Colegio de
México (COLMEX), que se dedican al estudio de la agricul-
tura en México. .
3  Dyer y Yúnez 05/02/2019.
|  12
que coadyuven a la construcción del modelo de
desarrollo agrícola para la Cuarta Transformación
en México, propuesta por el nuevo gobierno mexi-
cano. En esta construcción se propone tomar en con-
sideración varios componentes que permitan tener
éxito, tomando en consideración a los grupos de
agricultores de pequeña y mediana escala (campesi-
nos) mexicanos. Para ello, es necesario incluir en las
propuestas los siguientes componentes: 1) los sabe-
res locales (conocimiento folk); 2) el conocimiento
agrícola tradicional (combinación que incluye el
estudio y comparación entre los saberes locales con
el conocimiento científico) y 3) los alcances tecno-
lógicos logrados en México y en distintas partes
del mundo, difundidos a través de investigaciones,
publicaciones, análisis cartográfico, experiencias de
investigación, estudios en laboratorios, análisis de
varios tipos y otros.
Desde esta perspectiva, los saberes locales cons-
tituyen una parte indisoluble del desarrollo, que al
incluir lo autogestivo combinado con los elementos
citados puede construir nuevos tipos de desarro-
llo acordes con la realidad nacional, regional local
y las necesidades de los campesinos. El estudio de
los saberes locales (conocimiento folk) requiere de
esfuerzos combinados entre la población local de
lugares previamente seleccionados, y los investiga-
dores, que pasan temporadas de investigación que
pueden llegar a sumar varios meses al año.
 presentación
En este libro, se exponen los resultados de 16
estudios e investigaciones realizadas con el modelo
de Etnoagronomía, organizados bajo la tutoría aca-
démica de Artemio Cruz-León, con el legado aca-
démico de Efraím Hernández-Xolocotzi y la parti-
cipación de colegas y los entonces estudiantes del
posgrado en Desarrollo Rural de la Dirección de
Centros Regionales Universitarios de la Universidad
Autónoma Chapingo.4 La publicación tiene como
objetivo mostrar al lector los resultados de la aplica-
ción del enfoque etnoagronómico, en el que el con-
cepto de Etnoagronomía se define como:
“[...]  la etnociencia que se encarga de los
estudios de los saberes que los campesinos
indígenas y mestizos ponen en práctica durante
el proceso de aprovechamiento de los recursos
naturales, por medio de las actividades agrícolas,
pecuarias, forestales y de la fauna para obtener
los satisfactores antropocéntricos necesarios
para la subsistencia, reproducción social y
desarrollo (Cruz-León et al., 2015).
Se incluyen ocho capítulos dedicados a discusio-
nes teóricas y ocho estudios de caso. El libro, compi-
lado y organizado por Artemio Cruz-León, incluye
como autores –por orden alfabético– a: José Juan
4  La revisión académica del libro fue realizada por Alba Gon-
zález Jácome (AGJ), quien agregó al texto varias notas. En ellas
se indica que son de ella y no de los autores de los textos.
Arredondo-Arredondo, Beatriz Daniela Armen-
dariz-Mendieta, Joel Cervantes-Herrera, Ranulfo
Cruz-Aguilar, Artemio Cruz-León, Pio Giovanni
Chávez Segura, Miguel Ángel Damián-Huato, Sal-
vador Díaz-Cárdenas, Jorge Duch-Gary, Arturo
Franco-Gaona, J. Fabián García-Moya, Alba Gon-
zález-Jácome, Efraím Hernández-Xolocotzi, Ana-
bel Martínez-López, Rafael Eugenio Parrilla Arroyo,
César Adrián Ramírez.Miranda, Benito Ramírez-
Valverde, Eliseo Patricio Rosales Bustamante, Felipe
de Jesús Ruiz Espinoza, Miguel Ángel Sámano Ren-
tería y Dora María de Jesús Sangerman-Jarquín.
Esperamos que su lectura abra nuevas discusio-
nes y aportaciones al modelo de Etnoagronomía, y
su comprensión sea de utilidad para el desarrollo
autogestivo, en el que los involucrados forman parte
fundamental en la conformación, discusiones, apli-
caciones y resultados del modelo. El desarrollo de
las comunidades campesinas en México, tiene que
partir de la participación de los campesinos involu-
crados directamente (saberes), de su combinación
con el conocimiento científico y el conocimiento y
utilización de tecnologías apropiadas.
La Cuarta Transformación aplicada al tema agrí-
cola, requiere de estudios que le proporcionen las
bases sobre las cuales llevarse a cabo. Este requeri-
miento es cubierto por varios tipos de conocimiento
que, en este caso, es propuesto por la Etnoagronomía.
13 |
Desarrollo, Etnoagronomía
y Construcción de
Alternativas Civilizatorias

Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y

Ranulfo Cruz Aguilar
Se han cumplido 70 años del invento del desarro-
llo para los países del Tercer Mundo y 30 de que se
anunció su muerte; sin embargo, en la medida que
la palabra desarrollo se sigue utilizando cotidiana-
mente en los discursos políticos, en las acciones de
los programas de gobierno y hasta en las activida-
des de investigación y docencia de las universidades,
donde se continúa impartiendo licenciaturas y pos-
grados sobre desarrollo, se encuentra vigente y pare-
ce que aun le queda vida para rato. Antes de avan-
zar, recordemos la primer ocasión en que se utiizó
el término «desarrollo» –y por tanto se incluyó a los
países del sur dentro del subdesarrollo–. Fue Harry
Truman quien lo utilizó durante la toma de protesta
de su segundo periodo como presidente de Estados
Unidos de Norteamérica, el 20 de enero de 1949:
[...] debemos embarcarnos en un nuevo
programa que haga disponibles nuestros
avances científicos y nuestro progreso
industrial para la mejora y crecimiento de las
áreas subdesarrolladas. Más de la mitad de
la población del mundo vive en condiciones
que se acercan a la miseria. Su alimentación
es inadecuada. Son víctimas de la enfermedad.
Su vida económica es primitiva y estancada. Su
pobreza es un lastre y una amenaza tanto para
ellos como para las áreas más prósperas” […]
Nuestro propósito tendría que ser el de ayudar
a los pueblos libres del mundo para que, a
través de sus propios esfuerzos, produzcan más
alimentos, más vestido, más materiales para sus
casas y más potencia mecánica para aligerar sus
cargas. […] El viejo imperialismo —explotación
para beneficio extranjero— no tiene espacio en
nuestros planes. Lo que estamos vislumbrando
es un programa de desarrollo basado en el juego
limpio democrático (Truman, 1967).
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
Desde el momento de su anuncio, el desarrollo se
tornó prioridad en las actividades de los gobiernos
y la política, que lo convirtieron en la meta princi-
pal. Acosta (2015:302) lo plantea en los siguientes
términos:
Así, después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando arrancaba la guerra fría, en medio del
surgimiento de la amenaza y del terror nuclear,
con el discurso sobre “el desarrollo” se estableció
¡y se consolidó! una estructura de dominación
dicotómica: desarrollado–subdesarrollado,
pobre–rico, avanzado–atrasado, civilizado–
salvaje, centro–periferia [...]. Incluso desde
posiciones críticas se asumió como indiscutible
esa dualidad. Agrega: a partir de dicha
visualización, el mundo se ordenó para alcanzar
“el desarrollo”. Afloraron planes, programas,
proyectos, metodologías y manuales de
desarrollo, bancos especializados para financiar
el desarrollo, ayuda al desarrollo, capacitación
y formación para el desarrollo, comunicación
para el desarrollo y un muy largo etcétera.
Y así pasaron 40 años, hasta que la falta de resul-
tados en países subdesarrollados y el notable incre-
mento de las diferencias entre los países desarrolla-
dos, hicieron visible la imposibilidad para que los
primeros pudieran igualar a los segundos. Por ello,
|  18
se iniciaron los cuestionamientos a la falta de desa-
rrollo, aunado a la sobreexplotación de los recursos
naturales, característica propia del capitalismo y sus
formas de consumo, que si fueran adoptadas por
toda la población mundian, harían que los recursos
naturales del planeta resultasen insuficientes.
El cuestionamiento y desmantelamiento del desa-
rrollo tiene varios antecedentes, pero los de mayor
impacto fueron planteados por Sachs y colaborado-
res (1992) de manera magistral en la obra Dicciona-
rio del desarrollo; que inicia declarando su defunción
y, poco a poco, va deshojando los significados opues-
tos y contradictorios de sus conceptos. Con base en
ello se fundamenta la explicación de los fracasos o
más bien se sacan a la luz los verdaderos significados
y los engaños del desarrollo, al mencionar:
Los últimos cuarenta años pueden ser denomi-
nados como la Era del Desarrollo. Esta época está
llegando a su fin. Ha llegado el momento de escri-
bir su obituario. Como un majestuoso faro que guía
a los marineros hacia la costa, el ‘desarrollo’ fue la
idea que orientó a las naciones emergentes en su jor-
nada a lo largo de la historia de la posguerra. Inde-
pendientemente de que fueran democracias o dic-
taduras, los países del Sur proclamaron el desarro-
llo como su aspiración primaria, después de haber
sido liberados de su subordinación colonial. Cuatro
décadas más tarde, gobiernos y ciudadanos tienen
aún fijos sus ojos en esta luz centelleando ahora tan
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
lejos como siempre: todo esfuerzo y todo sacrificio
se justifica para alcanzar la meta, pero la luz conti-
núa alejándose en la oscuridad.
A Sachs le han seguido muchos autores que se han
sumado a la crítica del desarrollo, considerándolo
como un mito (Quijano, 2000; Munk, 2010; Gudy-
nas y Acosta, 2011; Escobar, 2014); sin embargo el
impacto crítico no ha podido erradicar las políticas y
acciones contra el Tercer Mundo que, en nombre del
desarrollo, continúan a pesar de los cuestionamien-
tos y la instauración de gobiernos plurinacionales,
democráticos y populares, en Argentina, Ecuador,
Bolivia y recientemente en México, del cual espe-
ramos que realmente pueda crear alternativas con
futuro y definitivas. En el mismo libro se plantea la
idea de llamar a los 40 años, después de 1949, como
la “Era del Desarrollo”:
Proponemos llamar era del desarrollo al periodo
histórico particular que comenzó el 20 de enero
de 1949, cuando Harry S. Truman declaró, en
su discurso de investidura, por primera vez al
Hemisferio Sur como «áreas subdesarrolladas».
El rótulo pegó y subsecuentemente aportó la
base cognitiva tanto para el intervencionismo
arrogante del Norte como para la autocompasión
patética del Sur. Sin embargo, lo que nace en
cierto momento puede morir en otro: la era del
desarrollo está declinando porque sus cuatro
premisas fundamentales han sido hechas
obsoletas por la historia (Sachs, 1992).
Con ello se esboza la necesidad de crear un
periodo diferente, al que se le ha llamado postde-
sarrollo, postmodernismo o postcapitalismo, de
acuerdo con Sachs (1992),Gudynas y Acosta (2011),
Gudynas (2014) y Acosta (2014). Munk (2010:36)
menciona que “el tema del desarrollo como teoría
y práctica para superar la pobreza y la inequidad
no ha desaparecido como una preocupación global”.
Sin embargo, lo atinado de las críticas al desarrollo
y la infinidad de pruebas de su inoperancia no han
permitido inhabilitar a sus promotores que siguen
usándolo como pretexto para cualquier actividad:
Por ahora desarrollo ha llegado a ser un con-
cepto amebiano, sin forma, pero inerradicable. Sus
contornos son tan borrosos que no denotan nada,
mientras se difunde por todos lados porque con-
nota la mejor de las intenciones. El término es cele-
brado igualmente por el FMI y el Vaticano, por los
revolucionarios que portan sus fusiles, así como los
expertos de campo que llevan sus maletines Samso-
nite. Aunque el desarrollo no tiene contenido, posee
una función: permite que cualquier intervención sea
santificada en nombre de un objetivo superior. En
consecuencia, aun los enemigos se sienten unidos
bajo la misma bandera. El término crea una base
común, un terreno sobre el cual libran sus batallas
19 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
la derecha y la izquierda, las élites y los movimien-
tos de base (Sachs 1992).
El mayor aporte surgido de los cuestionamien-
tos al desarrollo lo representa la búsqueda de sus
alternativas, pues significan el planteamiento de nue-
vas formas de organizar a la sociedad fuera; ade-
más, implican situarse fuera del capitalismo, ya con
muchos siglos de dominancia. Por ello, la tarea es de
tal envergadura que se anticipa gigantesca, a largo
plazo y por no decir imposible, pero a la vez resulta
en una utopía, un sueño a realizar. Los ejemplos exis-
tentes de alternativas socialistas y comunistas del
siglo XX montados a luz de los planteamientos mar-
xistas fracasaron. Por ello la construcción de alter-
nativas al desarrollo:
[…] necesariamente implica superar el
capitalismo y sus lógicas de devastación social
y ambiental. Esto nos abre la puerta hacia el
posdesarrollo y por cierto al poscapitalismo.
Aceptémoslo, para la mayoría de los habitantes
del planeta el capitalismo no representa una
promesa o sueño a realizar, es una pesadilla
realizada (Acosta, 2014).
Por consiguiente, la construcción de alternati-
vas al desarrollo nos ubica en el periodo poscapita-
lista y posdesarrollista,1 tarea que implica la creación
1 En este documento los términos poscapitalista, postcapita-
lista, posdesarrollo y postdesarrollo o sus derivaciones se utili-
|  20
de fundamentos teóricos que sustenten los plantea-
mientos base del postdesarrollo y expliquen la situa-
ción actual. Se ha convenido denominar época del
desarrollo al periodo aproximado de 40 años a par-
tir de 1949, donde la obra de Sachs (1992), señala el
límite y como tal el inicio de la búsqueda de opciones.
Acosta (2014) lo plantea en los siguientes términos:
[…] cuando los problemas comenzaron a minar
nuestra fe en “el desarrollo” y la gran teoría
del desarrollo hizo agua por cuatro costados,
buscamos alternativas de desarrollo. Le pusimos
apellidos al desarrollo (Quijano, 2000) para
diferenciarlo de lo que nos incomodaba, pero
seguimos en la senda del desarrollo: desarrollo
económico, desarrollo social, desarrollo local,
desarrollo global, desarrollo rural, desarrollo
sostenible o sustentable, ecodesarrollo,
etnodesarrollo, desarrollo a escala humana,
desarrollo local, desarrollo endógeno, desarrollo
con equidad de género, codesarrollo, desarrollo
étnico, desarrollo bajo de carbono [...] desarrollo
al fin y al cabo.
Una pregunta obligada es ¿cuáles son las cau-
sas del fracaso del desarrollo?, fracaso que se mani-
fiesta como la ausencia de desarrollo en todos aque-
llos lugares del Tercer Mundo en los cuales se han
zan indistintamente, debido a que en todos los casos se respetó
la cita del autor.
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
realizado programas en su nombre. Al hurgar entre
los aspectos más relevantes está la crisis ambiental
provocada por el uso indiscriminado de los recur-
sos en aquellos casos donde se ha logrado implantar
el desarrollo desde la visión occidental. Ecológica-
mente, es imposible que los recursos naturales sos-
tengan el consumismo del capitalismo, basado en
una concepción errónea de la relación de los recur-
sos naturales y sostenida por la productividad de la
ciencia y tecnología. Sachs (1992) menciona que:
[…] si todos los países hubieran seguido
exitosamente el ejemplo industrial, se habrían
necesitado cinco o seis planetas para servir
como minas y muladares. Por tanto, es obvio
que las «sociedades avanzadas» no son un
modelo; más bien es posible verlas, al fin y al
cabo, como una aberración en el curso de la
historia.
Es de sobra conocido que los recursos naturales
son finitos. Su conservación requiere una concep-
ción ética y filosófica que permitan su uso racional
y sostenible, sin embargo, la historia humana carece
de este sentido, siendo ésta una de las principales
causas de extinción de miles de especies animales y
vegetales a lo largo de la historia del Homo sapiens,
especie que lleva el mismo riesgo, si continúa con el
mismo esquema, tal y como lo describe Noah Harari
(2018) en su libro: “Sapiens, de animales a dioses”.
Esta visión distingue a la sociedad practicante de
esta filosofía de la ciencia occidental.
Un segundo aspecto de las pérdidas de los prin-
cipios del desarrollo se refiere al contexto de la lucha
entre el occidente y el mundo comunista. Estados
Unidos lanzó la propuesta de desarrollo como estra-
tegia para llamar adeptos en contra del bloque sovié-
tico, pero ahora que ha desaparecido, esta situación
cambió y con ello el nivel político de las propuestas.
Sachs (1992) menciona:
Por más de cuarenta años, el desarrollo
ha sido un arma en la competencia entre
sistemas políticos. Ahora que la confrontación
Este-Oeste se ha suspendido, el proyecto de
desarrollo global de Truman está condenado
a perder vapor ideológico y a quedarse sin
combustible político.
Aunado a lo anterior, la propuesta de desarrollo
se trata de que los países promocionados alcancen el
nivel de los países del primer mundo: algo inalcanza-
ble. En 1960 la diferencia entre un país “desarrollado”
y un “subdesarrollado, tercer mundista o periférico”
era apenas de 20 veces, cuatro lustros después, esa
diferencia se ha incrementado 46 veces; esto signi-
fica que las promesas del desarrollo son inalcanza-
bles, a pesar de los apoyos, programas y políticas
implementadas en su favor. ¿Será qué el desarrollo
para el tercer mundo es una falacia y la verdad es
21 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
que los únicos beneficiados son los países ricos? La
realidad es que nunca los dejarán mejorar su cali-
dad de vida y sin embargo, si continuarán utilizán-
dolos como centros de extracción de recursos. Por
tanto, la propuesta de desarrollo es la idea de occi-
dentalizar a las culturas del mundo, lo que significa
pérdida de la diversidad cultural con todas sus con-
secuencias. Si bien es una fortuna para la humani-
dad el fracaso del desarrollo, los efectos culturales
resultan preocupantes ya que se observa una simpli-
ficación en la arquitectura, el vestido, los alimentos y
los objetos de la vida diaria. El mercado, la ciencia y
el Estado han sido las grandes potencias universali-
zantes, quienes, apoyados en publicistas, expertos y
educadores, han logrado ocupar el espacio mental,
en el que la gente sueña y actúa con el imaginario
occidental (Sachs, 1992).
Alternativas a la falta de desarrollo
Desde la década de 1970 iniciaron los reclamos popu-
lares enlos terrenos económico, social y ambiental
ante a falta de desarrollo, sin embargo, no logra-
ron hacer mella en las ideas centrales del desarrollo
lineal, cuyos promotores siguen prevaleciendo. En
los años ochenta y noventa se desquebrajó la con-
fianza en el desarrollo como proceso planificado
|  22
para salir del atraso y se acentuaron los problemas
civilizatorios y las crisis permanentes. Ante ello, los
neoliberales llamaron a las fuerzas del mercado para
lograr el ansiado desarrollo; sin embargo, se fracasó
y surgieron los cuestionamientos por el incremento
de la pobreza en el mundo, los problemas ecológicos
y las crisis recurrentes (Acosta, 2015).
Este escenario es el que ha permitido acelerar la
construcción de alternativas al desarrollo; siendo
los pueblos originarios indígenas y campesinos, los
campesindios (Bartra, 2011 y 2014), los que desde el
sur vienen empujando y ensayando con gobiernos
populares en la toma del poder. Ellos han dejado en
la mesa las propuestas del Buen Vivir, la comuna-
lidad, el chicalahiust y otras, que podemos encon-
trar en Concheiro y Núñez (2014); por lo que se
puede decir que cada pueblo originario tiene su pro-
pia visión del desarrollo y, por lo tanto, su equiva-
lente al vocablo de la zona andina buen vivir o vivir
bien, sobre el cual se ha escrito bastante, por lo que
resulta obligada su revisión. Además, ya están en
marcha gobiernos populares ensayando esta concep-
ción, cuyas prácticas habrá que analizar e interpretar
con base en sus resultados dado que son iniciativas
propias de los pueblos originarios que se basan en la
diversidad cultural y se contraponen a la imposición
del desarrollo occidental único que se ha intentado
imponer para todo el mundo.
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
Buen Vivir o Vivir Bien
Es bien conocido que el mundo está pasando por
una crisis civilizatoria, cuya presencia se magnifica
en el mundo indígena-rural, debido a la presencia
de problemas económico-productivos, de consumo,
ambientales y culturales; resultado de un mundo
capitalista, hegemónico, globalizado.
Ante ese proceso invasivo, el buen vivir o sus
equivalentes en cualquier otra lengua indígena, es
una propuesta novedosa, sustentada en una lógica y
racionalidad diferente a la de occidente, emergente
de otras matrices civilizatorias, que desde la con-
quista han sido trastocadas. Algunos pueblos, como
el tojolabal (pueblo del sureste mexicano), retoman
el lekilaltik (lek: bien, bueno; tik: nosotros, es decir, el
“bien de nosotros”, donde el “nosotros” incluye una
totalidad diversa, porque condensa el tipo de vida en
el que ellos se conciben (Concheiro y Núñez, 2014).
El tonacayotl, vocablo de las comunidades nahuas
de Guerrero, nombra de manera poética y profunda
al maíz, cuyo significado cosmogónico forma parte
de uno de los pilares de la vida de los pueblos, al ser
base del sustento y la identidad común que fortifica
la cultura del auto sustento (Chávez y Cruz, 2019).
A pesar de ser propuestas radicales que se presen-
tan en el intento de construir alternativas a la forma
de pensar y actuar occidental, forman parte de los
conocimientos tradicionales, utilizables en la prác-
tica y en la ciencia occidental, cuando son requeri-
dos, que a pesar de no ser mesurables, los efectos
de sus resultados son pertinentes, como ocurre con
la Agrohomeopatía, la Etnoagronomía, el uso de
minerales, la producción orgánica e inocua y otros
saberes que provienen de antiguas culturas como las
de China, la India y las africanas, que con su visión
holística trascienden a las ciencias occidentales.
Por muchas razones, su concepción resulta atí-
pica desde la perspectiva académica y occidental,
ya que significa la superación del capitalismo, ten-
diente hacia el postcapitalismo. En términos de
Acosta (2015:311):
El Buen Vivir, en definitiva, plantea una
cosmovisión diferente a la occidental al surgir
de raíces comunitarias no capitalistas […] de
todas formas, el esfuerzo fundamental radica
en superar el sistema capitalista en tanto
civilización de la desigualdad, según lo entendía
el economista austriaco Joseph Schumpeter
(1883-1950) que impulsa a plantear el desarrollo
como una asignatura universal (Acosta 2003:7).
El sistema capitalista es un sistema en esencia
depredador y explotador. Un sistema que “vive de
sofocar a la vida y al mundo de la vida” (Echeverría,
2010). El Buen Vivir, en suma, propone superar el
capitalismo; se trata, entonces, de un cambio civili-
zatorio” (Acosta, 2015). El “Vivir Bien” va mucho
más allá de la satisfacción de las necesidades bási-
23 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
cas o el acceso a bienes y servicios básicos, no se
puede alcanzar a través del “desarrollo” occidental,
“porque forma parte de una memoria colectiva pre-
sente” (Concheiro y Núñez, 2014:185). Delgado et
al. (2013) agregan que: “… el desarrollo como prác-
tica destruye los valores y la cultura indígenas, des-
integra la vida comunitaria; erosiona los medios de
vida, las habilidades y los conocimientos”.
La tarea que sigue es la construcción de las alter-
nativas al sistema capitalista, en todos los sentidos;
una tarea cuyas dimensiones son gigantescas y de
tan largo plazo que cuesta trabajo imaginarla. Esa
tarea es una utopía, que guiará a los pueblos afecta-
dos por el capitalismo, a la humanidad amenazada
en su existencia por los intereses del capital y por la
amenaza de extinción de los recursos base de la vida
del hombre y las especies asociadas, por sobreexplo-
tación y contaminación de la naturaleza, que actual-
mente se encuentra indefensa.
Esa utopía, alternativa al desarrollo e idea en
construcción, tiene como base los conocimientos,
saberes y creencias de los pueblos originarios del
mundo como lo muestran Delgado y Rist (2016).
Esa idea cada vez es más clara, promovida por auto-
res nativos que han hecho ese planteamiento desde
hace muchos años y ahora se pone en marcha en
países como Bolivia y Ecuador (Gudynas y Acosta,
2011). Esta es la gran tarea utópica para las futuras
generaciones que habiten el planeta.
|  24
El desarrollo en la ciencia y la agricultura
El ofrecimiento de ayuda para el desarrollo del Tercer
Mundo, planteado por Truman en 1949 a través de la
industria, la ciencia y la tecnología, se fundamenta-
ba en el hecho de que por primera vez en la historia,
la humanidad poseía conocimientos y habilidades
para aliviar el sufrimiento. Como Estados Unidos
predominaba en el desarrollo de técnicas industria-
les y científicas, su intervención era inminente. Ello
ocurrió con la agricultura, porque el programa de
apoyo que se implantó en México tenía anteceden-
tes. En 1941 se firmó un convenio de colaboración
entre el gobierno mexicano y la Fundación Rocke-
feller, iniciando un ambicioso programa de mejo-
ramiento de la agricultura por medio de la ciencia,
cuyos resultados aplicados en otras regiones fueron
conocidos como “Revolución Verde”.
La modernización de la agricultura mexicana
se basó en el uso de semillas mejoradas, utilización
intensiva de fertilizantes químicos, uso de pesticidas,
sistemas de riego y tractorización de las actividades
agrícolas, lo que en su conjunto permitió el incre-
mento significativo en los rendimientos unitarios y
totales, así como la posterior exportación del modelo
hacia la India, Paquistán y otros países. Estos logros
fueron usados de manera propagandista hasta lograr
que le otorgaran el premio Nobel a uno de los téc-
nicos que participo en el programa (Picado, 2008).
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
Los avances tecnológicos en la agricultura se
volvieron una constante hasta convertirse en una
demanda de las empresas transnacionales que trans-
forman y comercializan insumos y servicios a los
agricultores; aspectos que convirtieron a la agri-
cultura en una carrera para incrementar constan-
temente los rendimientos por medio de innovacio-
nes tecnológicas que se tradujeron en inversiones
financieras constantes.
Con ello, la agricultura se convirtió en una acti-
vidad productiva dependiente del capital, donde lo
central implica maximizar las ganancias, sin consi-
derar los efectos que se cause a los recursos naturales,
a los aspectos sociales y se favorezca la competencia
desleal que se genera con los sistemas de producción
tradicionales debido a que no pueden rivalizar pues
carecen de capital y tecnología, la cual suele no ser
aplicativa en los espacios donde se han desarrollado,
por lo que sus productores terminan excluidos, más
pobres y abandonados.
El pecado original de la agricultura tecnificada
es el pasar por alto el límite de recuperación de los
recursos naturales, los efectos en el ambiente por el
uso excesivo de insumos y la sobreexplotación de
los recursos naturales más allá de su recuperación
natural, lo que ocasiona erosión del suelo, pérdida
biocultural y problemas de salud en el humano, por
los agroquímicos, cuyos principales efectos se mues-
tran en la presencia de enfermedades de la moder-
nidad en las comunidades, como cáncer y aquellas
metabólicas.
Sin embargo y a pesar de sus efectos, se conti-
núa apoyando esta forma “moderna” de hacer agri-
cultura. A su alrededor se han creado instituciones
de investigación, educación y extensión públicas y
privadas. Las instituciones de gobierno se estructu-
raron en función de sus necesidades, creando como
apoyo instituciones, empresas de gobierno, bancos,
aseguradoras, presas receptoras de agua, laborato-
rios de suelos y veterinarios,además de centros de
reproducción de organismos y productores de semi-
llas. Se promovieron políticas públicas, planes y pro-
gramas para apoyar y promover la nueva tecnología,
mediante asistencia técnica, asignación de recursos,
solicitudes y más. (Feder, 1977; Picado, 2008; Mazo-
yer y Roudart 2016).
En torno a la modernización tecnológica
Una de las constantes de la promoción de la tecno-
logía moderna es su poca adopción por parte de la
gran mayoría de los productores campesinos. En
escala mundial y con datos de fao se sabe que úni-
camente 6% de las unidades de producción poseen
equipamiento tecnológico completo y aplican los
avances de la agricultura moderna. Cerca de los dos
tercios restantes son productores medios con recur-
25 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
sos limitados para acceder a la tecnología moderna,
por lo que emplean tracción animal y algunos otros
elementos de la tecnología moderna. El tercio res-
tante son productores de subsistencia, sin acceso
a maquinaria ni a la fuerza de los animales por lo
cual practican una agricultura manual (Mazoyer y
Raudart, 2016).
La situación de México es muy parecida. Datos
del último censo agropecuario realizado en 2007,
muestran que 11.8% del total de unidades de pro-
ducción utilizan semilla mejorada, 18% emplea her-
bicida y 37% aplica fertilizante químico. En cuanto
al tipo de tracción utilizada, 33% usa tractor, 37%
emplea su fuerza humana y los restantes emplean
la tracción animal y motores de combustión interna
(inegi, 2009).
Tales datos reflejan la presencia de una muy baja
adopción tecnológica, a pesar de la existencia de tec-
nología moderna y un alto porcentaje de unidades
de producción que no tienen las condiciones para
utilizar la tecnología moderna asociada a la produc-
ción comercial y al desarrollo impuesto, desde esa
tecnología, por el Estado. Por lo mismo, no es raro
encontrar que 88% de los productores tradiciona-
les no usan semilla mejorada; 82% no usa herbi-
cida, 63% no utiliza fertilizante químico y 67% no
usa tracción mecánica.
Estos números muestran la existencia de una
agricultura que no usa tecnología moderna: unida-
des de producción campesina que utilizan la tecno-
|  26
logía tradicional y que tampoco tienen posibilidades,
ni interés, en producir mercancías para la obtención
de ganancias. Sin embargo, sus objetivos se identifi-
can con la seguridad alimentaria y con la agricultura
de autoconsumo, pues mediante el cultivo de 50%
de la superficie del país, intentan cubrir la demanda
alimentaria de la mitad de los habitantes de México.
La escasa adopción tecnológica moderna en la
agricultura nacional se refleja como falta de desa-
rrollo, en términos de la modernización promo-
vida por los gobiernos nacionales por mandato de
los organismos internacionales que, en nombre del
desarrollo, obligan a nuestro país a adquirir deuda
externa dirigida a promover la modernización de
zonas rurales, que cada vez están más pobres, a pesar
de los recursos canalizados.
Una visión paralela a la ciencia moderna:
las ciencias endógenas
En la actualidad se critica la visión desarrollista por
considerar los parámetros economicos como la úni-
ca forma de medir el crecimiento de los pueblos. De
similar manera juzga a su acompañante, el conoci-
miento científico, producto de la ciencia moderna
eurocéntrica o convencional, por la visión dominan-
te, hegemónica, epistemología mesurada y parcela-
da, que tiene su proceso de generación de conoci-
mientos, así como por considerarse que es la única
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
ciencia capaz de dar respuestas positivas a los retos
del desarrollo,al cual, los defensores del modo de
vida occidental, lo consideran como la única opción
para la vida, la felicidad y el vivir mejor en el planeta.
Esta consideración ha promovido “la emergencia
de voces de diferentes partes del mundo, buscando
entablar un diálogo de saberes entre conocimientos
científicos establecidos y emergentes y las múltiples
formas de saberes no-académicos activos:
[…] propios de un frente epistemológico
ontológico heterodoxo denominado como
la transdisciplinariedad que apunta a la
co-producción de saberes entre las comunidades
científicas, indígenas, campesinas, urbanas y sus
movimientos sociales, políticos o culturales
interesados en buscar alternativas más allá
de la reproducción de las actuales formas de
organización societal y de la ciencia occidental
moderna” (Delgado y Rist, 2016:36).
Bajo esta perspectiva surgen las ciencias endóge-
nas, que hacen referencia a los conocimientos y las
ciencias de los pueblos o comunidades indígenas.
las que tienen su origen en sociedades particulares,
específicas, pero que han modificado y mejorado
su calidad de vida por los diálogos interculturales e
intercientíficos. La distinción que poseen reside en
el bajo grado de modificación, debido a la mínima
interacción que tienen con otros sistemas externos
relacionados (Haverkort et al., 2013:18).
Ante ello, recuperamos el concepto de ciencia,
ciencias endógenas y desarrollo endógeno susten-
table, propuestos por Haverkort et al., (2013:19, 22),
para posteriormente considerar al paradigma “del
buen vivir” como una alternativa al desarrollo de
origen eurocéntrico:
Ciencia: es un cuerpo de conocimientos
y valores formulado dentro de un sistema
específico de visión del mundo, basado en
un marco teórico. Incluye los procesos de
producción, almacenamiento y recuperación
de los conocimientos, formulando supuestos,
principios generales, teorías y metodologías,
e implica la participación de una comunidad
de conocimiento específico, que ha llegado a
un consenso sobre la validez del proceso. El
conocimiento adquirido y la ciencia resultante es
siempre limitada y está sujeta a modificaciones
a la luz de nueva información y conocimientos.
A lo endógeno lo definen como “lo que ha sur-
gido desde dentro”; por tanto, a las ciencias endó-
genas se conciben como:
[…] las que se generan del conocimiento y la
sabiduría de las culturas y naciones indígenas
originarias y que han dado origen a grandes
civilizaciones como la china, india, maya,
27 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
aymara, quechua, azteca, africana. En el texto se
asume que las ciencias endógenas son aquellas
que no forman parte de las ciencias occidentales
modernas de origen eurocéntrico, siendo
llamadas también ciencias indígenas.
Por esta condición, forman parte del enfoque
del desarrollo endógeno sustentable, porque este
parte de la experiencia y el diálogo de saberes, que
han sido el elemento fundamental en los procesos
de aprendizaje que se derivan del pleno reconoci-
miento de los valores, conocimientos, tecnologías
creencias y estrategias que son una parte integral de
la vida cotidiana de los pueblos indígenas. Los diá-
logos de saberes han tenido un profundo impacto y
contribuido a la articulación del concepto endógeno
del “Vivir Bien” (en Bolivia) o el “Buen vivir” (en el
Ecuador) como paradigmas alternativos al desarro-
llo capitalista imperante en el mundo (Delgado, et
al. 2013).Ante esta conceptualización, es importante
considerar que los saberes y conocimientos tradi-
cionales indígenas y campesinos se consideran en
el mismo nivel de la ciencia occidental, pues cons-
tituyen otra forma de generar conocimiento y son la
base para la proliferación y avance de las diferentes
áreas del conocimiento dentro de las Etnociencias,
que a su vez se deben reconceptualizar con las cien-
cias occidentales para hacer uso sinérgico de ambas
formas de generación de conocimiento mediante
la transdisciplinariedad, entendida ésta como todo
|  28
lo que se halla entre disciplinas o como lo que atra-
viesa y traspasa las disciplinas. El principal desafíso
es hallar formas para estimular el diálogo y lograr
la cooperación entre grupos heterogéneos de acto-
res sociales con distintas formas de conocimiento
(Delgado y Rist, 2016).
Etnociencias
El reconocimiento del saber popular por diversos
autores dio paso a la construcción de las Etnociencias,
campo de estudio relativamente joven, que apare-
ció en 1950 en la obra de George Murdock Outline
of Cultural Materials, y que se sitúan en la frontera
entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias socia-
les. Beaucage (2000) definió provisionalmente a las
etnociencias como:
[…] el estudio de los contenidos y de la
organización de los saberes la naturaleza
en sociedades tradicionales, de cazadores-
recolectores, horticultores, pastores o bien
de campesinos y grupos populares en las
sociedades modernas.
Previo a su construcción, ya existían anteceden-
tes de otras ciencias naturales asociadas con el prefijo
etno, entre ellas la etnobiogía, etnobotánica, etno-
zoología; algunas actualmente tienen gran fuerza
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
en la academia, como la etnoecología, mientras que
otras apenas se están posicionando, como la etno-
tecnología y la etnoagronomía.
Argueta (1997) define a las etnociencias como
un conjunto de disciplinas y subdisciplinas gesta-
das dentro de los marcos teóricos y metodológicos,
tanto de la historia natural, como de la etnología, la
antropología, la lingüística, la biología, la geografía
y otras disciplinas, que se han desarrollado desde el
siglo XVII a la fecha, y cuyos objetos de estudio lo
constituyen ideas, procesos y formas de relación en
tiempo y espacio.
Cruz (2016) considera a las etnociencias como
una de las opciones de análisis que permite el reco-
nocimiento de los saberes tradicionales, propios de
las comunidades campesinas de nuestro país, que
son la base para el aprovechamiento de los recur-
sos naturales y la realización de las actividades pro-
ductivas primarias, y que se caracterizan por poseer
prácticas de conservación asociadas a las tradicio-
nes organizativas y culturales, lo que ha permitido
su supervivencia y su preservación.
Son asuntos no menores porque la visión moder-
nizadora está a punto de llevar al colapso a la civili-
zación basada en la visión occidental, que a su vez
considera a las etnociencias como la expresión regio-
nal del conocimiento de la agricultura practicada por
los diferentes grupos humanos que habitan dichas
regiones y considera a la agricultura como el resul-
tado de años de actividad que incluyen la experien-
cia y saberes de los pueblos originarios y mestizos
que por siglos la han practicado.
El interés por estudiar las etnociencias se rela-
ciona con la generación de nuevos cuestionamien-
tos hechos a la ciencia moderna, muchos de ellos
acordes con los graves problemas ambientales y cli-
máticos producidos desde el siglo pasado, así como
por las dudas acerca de que la ciencia occidental
o moderna, es la única forma de hacer ciencia, lo
que consideramos que no es verdad, ya que ha sido
impuesta como una forma de colonización y, lo
único que ha originado, es el encubrimiento de otras
formas de producción de conocimientos, propios de
los países catalogados como subdesarrollados.
Uno de los principales conocimientos con que
cuentan los pueblos originarios y mestizos, y que
continuamente se renueva dentro de este sistema
de saberes, es el agrícola. El conocimiento agrícola
tradicional se desarrolla en zonas marginadas bajo
condiciones de temporal o de difícil acceso para la
introducción de la agricultura comercial, por su
topografía y condiciones ambientales, y sin embargo
logra producir alimentos bajo críticas condiciones
ambientales y económicas. Esta forma de hacer agri-
cultura también requiere el apoyo de otros tipos de
conocimientos, incluido el conocimiento científico,
para poder incrementar su producción, pero no de
manera unilateral, sino combinados y dialogados.
La pregunta es ¿cómo aplicar las etnociencias en la
agricultura por medio de la etnoagronomía?.
29 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
Etnoagronomía
La producción del conocimiento es un evento
socioespiritual comunitario, no un proceso indivi-
dual de acumulación de información. Es validado
por la persona que aprende en la familia, con los
vecinos, en el mercado, durante los rituales y fies-
tas, y que lo aplica y transfiere, por medio del inter-
cambio de experiencias entre los ancianos, adultos
y niños. Bajo esta tónica, nadie se considera posee-
dor del conocimiento sobre los recursos naturales,
o la producción filosófica, ya que el conocimiento
es fruto de la dinámica social (Delgado et al., 2013).
A partir de los planteamientos sobre tecnología
agrícola tradicional elaborados por Efraím Hernán-
dez-Xolocotzi, en la década de 1970 (Hernández X.
et al., 1976-1977), Cruz et al. (2015), plantean con-
tinuar los estudios de la tecnología agrícola tradicio-
nal como parte metodológica y de apoyo a la etnoa-
gronomía, a partir de las discusiones recientes sobre
epistemología y los avances en el dialogo de saberes,
intercientífico y transdiciplinario. Se propone que la
etnoagronomía se entienda, según los planteamien-
tos de Cruz et al. (2015) como:
[…] la etnociencia, que se encarga del estudio
de los saberes que los campesinos indígenas
y mestizos ponen en práctica durante los
proceso de aprovechamiento de los recursos
|  30
naturales, por medio de las actividades agrícolas,
pecuarias, forestales y de la fauna para obtener
los satisfactores antropocéntricos necesarios
para su subsistencia, reproducción social y
desarrollo […].
De la discusión en este documento, se establece
que la denominación, de acuerdo a Delgado y Rits
(2016), es la de ciencia endógena, en sustitución de
etnociencia, ya que ello permite una visión fuera de
la dominación de la ciencia occidental y se funda-
menta en los planteamientos nuevos de la epistemo-
logía del Sur: diálogo de saberes, diálogo intercien-
tífico y transdiciplina.
La etnoagronomía plantea la posibilidad de
mejorar los sistemas tradicionales a partir del reco-
nocimiento de ellos mismos, como inicio, base y
fundamento de los nuevos sistemas, complementado
con otros conocimientos, entre ellos la ciencias, que
deberán de mejorar, enriquecer y respetar la pers-
pectiva tradicional.
La etnoagronomía dentro de la estrategia de
mejoramiento se liga con el desarrollo en la parte
material de inicio, por ello, debe de partir de lo exis-
tente, para lograr el mejoramiento productivo, es
decir el desarrollo agrícola, lo que a su vez debe de
llevar a un desarrollo de los campesinos –el mejo-
ramiento de sus condiciones de vida–, pues de otra
manera no tendría ningún sentido.
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
La tecnología tradicional indígena campesina
y el desarrollo propio
La generación de innovaciones para la agricul-
tura moderna que produjeron la Revolución Verde y
ahora los Organismos Genéticamente Modificados,
han hecho que se desvíe la mirada de la tecnología
agrícola tradicional (TAT), ocultando los beneficios
que ha otorgado por más de diez mil años a la huma-
nidad y a la propia agricultura moderna.
Uno de los pioneros que propuso el estudio de
la tecnología agrícola tradicional y los contrastes de
ésta con respecto a la moderna o de mercado, fue
Efraím Hernández X., quien, en el contexto de la
posguerra, se dio cuenta de la amplia forma y can-
tidad de sistemas agrícolas que hay en México, cuya
presencia depende en gran medida de las condicio-
nes ecológicas y de la capacidad tecnológica de los
agricultores.
Hernández Xolocotzi consideró que los con-
trastes no solo se presentan a nivel tecnológico y
biofísico, sino también en lo socioeconómico, pues
la falta de apoyo e interés, por parte de las institu-
ciones gubernamentales trae consigo graves conse-
cuencias como migración interna y externa, desem-
pleo, desplazamiento de cultivos básicos, desvío de
alimentos hacia la industria pecuaria, abandono
del campo, trabajo extraparcelario y la consiguiente
modificación, urbanización e industrialización de
los espacios rurales. El resultado final se manifestó
en la ruptura de las relaciones culturales, pérdida
de conocimientos técnicos y fuertes cambios en las
aspiraciones de la población involucrada. (Hernán-
dez X., Bello y Levy, 1995). Producto de las inves-
tigaciones en campo y de contacto con los agricul-
tores y actividades agropecuarias en diversas partes
de México, son los postulados presentes en la obra
Estudio de la tecnología agrícola tradicional.
En este enfoque los agricultores juegan un papel
central con sus conocimientos y cosmovisión; la cual
en con palabras del maestro Hernández X., “es con-
veniente aproximar a la cosmovisión occidental
científica en el esfuerzo de buscar nuevas opciones
de solución a problemas agrícolas actuales” (Díaz
y Cruz, 1998). Las necesidades de investigación y
de reconocimientos de nuestros propios recursos,
fueron originadas por el poco auspicio local que
tenía la agricultura occidental sobre la tradicional.
Ello obligó a realizar exploraciones etnobotáni-
cas, construir e impartir cursos de etnobotánica y
de su aprovechamiento agrícola, los cuales fueron
impartidos por Hernández X. Con ello se aporta-
ron los elementos teóricos iniciales para interpretar
la tecnología agrícola tradicional; pero sobre todo
para promover el surgimiento del interés por el con-
cepto de agroecosistemas, como ayuda metodoló-
gica para estudiar el aprovechamiento de los recur-
sos en forma cuantitativa y ordenada. (Hernández
X., 1985; Díaz y Cruz, 1998).
En términos generales y con base en su forma de
31 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
generación y transmisión de conocimientos, Her-
nández X. (1985) distingue dos tipos de agricul-
tura: la tradicional (campesina, subsistencia, tra-
dicional) y la moderna (mecanizada, comercial,
empresarial, científica). De las cuales considera que
“…existe un conjunto de diferencias ecológicas, téc-
nicas, socioeconómicas y culturales ligadas a los dos
tipos de agricultura”, entre tales diferencias están el
espacio, los instrumentos, el ambiente específico, las
relaciones sociopolíticas y económicas y la transmi-
sión de conocimientos, con sus respectivos aspectos
ecológicos, técnicos y socioeconómico-culturales,
como eje que denotan a cada tipo.
En el aspecto ecológico, destaca el papel de los
factores ambientales prevalecientes sobre los cli-
máticos y edáficos. En el tecnológico, se considera
el grado en que el hombre modifica las condicio-
nes ambientales e incrementa la capacidad produc-
tiva de la fuerza de trabajo. El socioeconómico se
refiere al nivel de autoconsumo de los productos, a
la comercialización, tenencia y disponibilidad de la
tierra, la cantidad y tipo de mano de obra y la polí-
tica gubernamental (Hernández X., 1985).
Estos tres elementos son factores de trascenden-
tal importancia para entender el proceso de selec-
ción y domesticación, y permiten estudiar la relación
hombre-planta a través del tiempo y en diferentes
ambientes. A ellos se suman tres dimensiones: cul-
tural, ambiental y temporal como ejes fundamenta-
les de estudio.
|  32
Sin embargo, la implementación de programas
basados en la introducción de innovaciones tecnoló-
gicas que, en fechas más avanzadas, abarcó la meca-
nización y el uso de productos industriales, como la
Revolución Verde, originaron que la tecnología agrí-
cola tradicional fuera dejándose a un lado, a pesar de
su importancia, por considerársele, entre otras cosas,
obsoleta, primitiva y atrasada. Pero, sobre todo, se
le ignoró debido a la promoción realizada por las
instituciones educativas y de investigación, públi-
cas y privadas, que definieron a la ciencia occidental
como único paradigma del campo mexicano en sus
aulas y centros de investigación, argumentando que
la tecnología agrícola tradicional y su conocimiento
no cumplía con los criterios de evaluación propios
del método científico.
Esto implica que nunca se consideró que exis-
ten otras formas de generación de conocimiento o
visiones paralelas a la ciencia moderna. Las fuertes
diferencias existentes entre el conocimiento occi-
dental y el acervo cultural tradicional, condujo al
desarrollo de una metodología de estudio de la TAT
(Hernández X. y Ramos, 1977; tomado de Hernán-
dez X., 1985); cuyo fin era conciliar y complemen-
tar estos dos tipos de conocimientos, y cuyo punto
medular para el estudio de los recursos era el con-
cepto de agroecosistemas, ya que permite el cotejo
de los procesos de selección con los de producción
agrícola y la evaluación cuantitativa de las prácticas
tradicionales a través del análisis.
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
Un marco teórico de eficiencia en el uso de flu-
jos de energía y materiales permite, al final de cuen-
tas, aportar elementos teóricos y prácticos de juicio
y análisis para los proyectos de asistencia técnica
agrícola. Esto dio oigen al método agrónómico de
la tecnología agrícola tradicional que parte de reco-
nocer los conocimientos y propone la incorpora-
ción de los elementos de la ciencia, previa prueba de
campo según el métdo experiemental, lo que lleva
al desarrollo agrícola.
Es otra forma de generar conocimiento a partir
del uso de una metodología cualitativa, que parte
de la recuperación del conocimiento empírico de la
Tecnología Agrícola Tradicional con base en el aná-
lisis de los ejes ecológico, tecnológico y socioeconó-
mico, que de implementarse permitiría emancipar
una forma de conocimiento tecnológico, cuyas bases
se encuentran en los orígenes de la agricultura y su
importancia radica en que desde entonces, ha sos-
tenido a una población en constante crecimiento.
Conocimiento emancipador y utópico
La necesidad de desvincularse del pensamiento
hegemónico occidental, reproducido por los esta-
dounidenses, ha estimulado a varios autores a cons-
truir o mostrar otras formas contrahegemónicas de
pensar e interpretar –de un modo extraordinario y
original– los asuntos más urgentes de nuestro tiem-
po; uno de ellos ha sido Boaventura de Sousa San-
tos, cuya obra, ha mostrado una forma de combate
contra la uniformidad y a favor de una ecología de
saberes emancipatorios y libertarios donde todas las
voces puedan expresarse en un mismo pie de igual-
dad, a través del interconocimiento, la mediación y
la celebración de alianzas colectivas (Gentili, 2018:13).
La visión epistemológica de De Sousa (2018)
indica que no existe un solo conocimiento hege-
mónico, sino que también existen otras voces, que
claman la presencia de formas diferentes de generar
conocimientos, basados en la práctica, la experiencia
y la lucha social. Todos ellos son ancestrales, que por
su eficiencia y eficacia persisten; por lo tanto, deben
reconocerse y ser escuchados.
A modo de una geografía del conocimiento, De
Sousa propone, como metáfora epistémica, despla-
zarse y “aprender a viajar hacia el Sur”, a escuchar y
reconocer el conocimiento que le ha permitido sub-
sistir por miles de años a los pueblos colonizados.
Para ello, es necesario “dejar hablar al Sur”, con el fin
de que se muestre, como un sur epistémico. Por ello,
nos convoca a cruzar la línea abisal o abismal: una
frontera que divide profundamente la realidad social
–entre el norte y el sur epistémico– porque todo lo
que queda al otro lado de la línea, en el norte, perma-
nece invisible o es considerado irrelevante. Pide cru-
zarla, pero sin renunciar en bloque al conocimiento
producido desde los centros de poder; siendo nece-
sario hacer una fuerte opción por recuperar, reivin-
33 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
dicar y legitimar otros modos del saber que permi-
tan gestar otras ciencias sociales: “… la finalidad del
desplazamiento —sostiene— es permitir una visión
telescópica del centro y una visión microscópica de
todo lo rechazado por el centro” (Gentili 2018:14).
Hablar del Sur es una forma de expresión y pro-
ducción de conocimientos alternativa, presente en
Epistemologías del Sur. Es un modo de lucha con-
tra el capitalismo, el colonialismo, el racismo, el
sexismo, la homofobia y el patriarcado. Partir de
las Epistemologías del Sur, implica concebir un pen-
samiento alternativo del que resultan nuevas pro-
puestas conceptuales para separar las articulaciones
entre la dominación capitalista, colonial y patriar-
cal mediante el pensamiento abisal, la sociología de
las ausencias y de las emergencias, las ecologías de
saberes, la traducción intercultural y la artesanía de
las prácticas (Meneses et al. 2018).
Ello implica un “conocimiento prudente para
una vida decente” con un “pensamiento alterna-
tivo de alternativas”, necesariamente posabismal,
que debe ser llevado a las universidades, en forma
de un proyecto distinto de la universidad moderna
de matriz eurocéntrica (Santos, 2018; Meneses et
al., 2018). Meneses et al. (2018), mencionan que
De Sousa propone “un conocimiento prudente para
una vida decente” estructurado en torno a cuatro
principios:
1. Todo el conocimiento científico-natural es
científico-social.
|  34
2. Todo conocimiento es local y total.
3. Todo conocimiento es autoconocimiento.
4. Todo conocimiento científico pretende cons-
tituirse en sentido común.
Lo cual se hace con una creciente transdiscipli-
nariedad, porque “aproximar la sugerencia de resub-
jetivación del conocimiento científico abre las puer-
tas a la traducción de este saber en un saber práctico,
que enseña a vivir, promoviendo la rehabilitación
del sentido común y de sus virtualidades”; y agrega:
“Para pensar alternativas al tiempo de desencanto y
a la actual autonomía aislacionista y derrotista, urge
recurrir a un modo de pensamiento suprimido o
marginado por las concepciones hegemónicas de
la modernidad, a saber, la utopía”.
Para De Sousa, la utopía es imaginar futuros posi-
bles, “la exploración, a través de la imaginación, de
nuevas posibilidades humanas y nuevas formas de
voluntad, y la oposición de la imaginación a la nece-
sidad de lo existente, solo porque existe, en nombre
de él, algo radicalmente mejor por lo que vale la pena
luchar y a lo que la humanidad tiene derecho”. Por
consiguiente, la utopía requiere, además de imagi-
nación, un profundo conocimiento de la realidad y
un profundo rechazo al conformismo, así como al
cierre del horizonte de expectativas y de posibilida-
des (Meneses, 2018).
En este contexto intelectual existe una crisis muy
profunda de la teoría crítica eurocéntrica, que se
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
manifiesta de varias maneras. Santos (2011) dice
que “las Epistemologías del Sur reflexionan creati-
vamente sobre esta realidad para ofrecer un diagnós-
tico crítico del presente, que tiene como su elemento
constitutivo la posibilidad de reconstruir, formular y
legitimar alternativas para una sociedad más justa y
libre”. Ello lo hace con base en cuatro planteamien-
tos: 1) preguntas fuertes y respuestas débiles; 2) con-
tradicción entre medidas urgentes y cambio civili-
zatorio; 3) pérdida de los sustantivos y 4) relación
fantasmal entre la teoría y la práctica. En palabras
de Santos (2011):
[…] las Epistemología del Sur son el reclamo de
nuevos procesos de producción, de valorización
de conocimientos válidos, científicos y no
científicos, y de nuevas relaciones entre
diferentes tipos de conocimiento, a partir de
las prácticas de las clases y grupos sociales que
han sufrido, de manera sistemática, destrucción,
opresión y discriminación causadas por
el capitalismo, el colonialismo y todas las
naturalizaciones de la desigualdad en las que
se han desdoblado; […]. En este sentido, son
un conjunto de epistemologías, no una sola, que
parte de esta premisa, y de un Sur que no es
geográfico, sino metafórico: el Sur antiimperial.
Con estos argumentos epistemológicos queda
demostrada la presencia y cientificidad de la tecno-
logía agrícola tradicional, como una utopía a seguir,
como parte del conocimiento local existente dentro
de las comunidades, el cual lentamente está avan-
zando y dialogando con los saberes occidentales den-
tro de la parcela, para mejorar los rendimientos y
recuperar el crecimiento que un día tuvo, tendiente
hacia las alternativas al desarrollo, opuestas al desa-
rrollo impuesto, al ser construidas desde la visión y
perspectiva de los pueblos explotados.
Alternativa civilizatoria
Las alternativas al desarrollo son las que los pro-
ductores marginados construyen. Habrá que partir
de la tecnología agrícola tradicional, para comple-
tar su funcionamiento, así como incorporar otros
conocimientos, acordes con las ideas y visiones de
los productores. Por ello, concluimos que se intenta
un desarrollo propio acorde con los productores con
lo que tendremos una visión que se liga con el otro
desarrollo, un desarrollo propio, al que se puede lla-
mar etnodesarrollo (Bonfil, 1990) lo cual conduce
directamente a la perspectiva del Buen Vivir, que en
México se denomina de acuerdo a cada una de las
lenguas indígenas, con lo que entonces hablamos de
las alternativas al desarrollo.
El enfoque transdisciplinario permite explicar,
describir y evaluar el conocimiento endógeno en
términos de sus propios métodos y recursos expe-
35 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
rimentales e incorporar entre los actores del proceso
de investigación-desarrollo, no solo a académicos
o comunidades científicas de diferentes disciplinas,
sino también a los investigadores locales. En este
nivel desaparecen los límites entre las diversas disci-
plinas y se constituyen en un sistema total que sobre-
pasa el plano de las relaciones e interacciones entre
las disciplinas, dando origen a una macrodisciplina,
pero fundamentalmente se da apertura a otras for-
mas de conocimientos y a otras culturas, generando
así procesos de formación colectiva, donde “todos
aprenden y todos enseñan”, dentro de un contexto
académico (Delgado et al., 2013).
Con la etnoagronomía se tiene la posibilidad de
profundizar en el conocimiento tecnológico y pro-
ductivo de los campesinos, dentro de un diálogo
intercultural, interdisciplinario e intercientífico que
apunta a lograr una visión de desarrollo que permita
caminar hacia el progreso deseado. Sobre la vali-
dación del conocimiento indígena, comunitario y
campesino Haverkort et al. (2013:37), señalan que:
El conocimiento de los pueblos indígenas no es
una colección de información y experiencias.
Es el resultado de una forma específica de
cultura y de experiencias de procesamiento de
información. Se basa en una visión particular del
mundo, en un sistema de valores y mecanismos
a través de los cuales la comunidad evalúa la
validez del conocimiento.
|  36
Por consiguiente, existen formas de crear y vali-
dar conocimientos y saberes de los indígenas y cam-
pesinos cuya presencia y manifestación tienen ante-
cedentes ancestrales y han logrado preservar la cul-
tura agrícola prehispánica, sobreviviendo a los 300
años de colonia y a los últimos 100 años de promo-
ción de la ciencia y de la Revolución Verde.
En la manifestación del conocimiento ancestral
se presenta la diversidad de más de 300 especies
mesoamericanas domesticadas cuyas tecnologías
de producción han permitido obtener rendimientos
sobresalientes, sobre todo en condiciones de esca-
sez de recursos y condiciones limitantes, mediante
las prácticas agrícolas, calendarios de producción
y otras manifestaciones propias del manejo agrí-
cola, que tienen que ver con la cultura y creencias
de los pueblos nativos. En este sentido se propone a
la etnoagronomía como la especialización del cono-
cimiento agronómico tecnológico generado por los
métodos tradicionales propios de las culturas nativas
y campesinas actuales, cuya experiencia se aplica en
la producción de satisfactores para la familia cam-
pesina.
Estos conocimientos han sido minimizados por
el colonialismo y el capitalismo por oponerse a sus
intereses. Pero a su vez la etnoagronomía plantea
la necesidad de partir de esos conocimientos para
mejorarlos con la incorporación de otras conoci-
mientos y tecnología, donde la ciencia occidental
es solo una forma más de conocimiento.
 Desarrollo, Etnoagronomía y Construcción de Alternativas Civilizatorias
Esto es una tarea propia de los campos agronómi-
cos en los que el mejoramiento de los procesos pro-
ductivos es una tarea que permite aumentar la pro-
ducción mejorando con ello las condiciones de vida
de los productores. Ello permite un tipo de desarro-
llo construido desde los saberes ancestrales y con
recursos propios, en el que se incorporan las tecno-
logías necesarias de otros saberes, desde las perspec-
tivas de los productores. Estamos ante una visión del
desarrollo distinta a la dominante, una alternativa
civilizatoria, opuesta a la civilización capitalista: de
esa magnitud se plantea la tarea a desarrollar.
Santos (2018) considera que estos conocimientos
y experiencias forman parte de la sociología de las
ausencias, debido a que son alternativas de conoci-
mientos que nunca llegaron a ocurrir, o son todos
esos silencios o aspiraciones que el paradigma domi-
nante ha prohibido por considerarlos como magia,
superstición, o simples creencias. Por lo tanto, para
traer al debate todos esos saberes ignorados u olvi-
dados es necesario que se establezca un diálogo entre
las diversas formas de validación de los conocimien-
tos.
No se trata de igualar todas las formas del saber
al conocimiento científico, sino de ser flexibles en las
formas de validez de éstos y aceptar que son funcio-
nales y por consiguiente validados por las sociedades
indígenas, mestizas y afrodescendientes campesinas,
y que a pesar de ser negadas continuarán existiendo.
Finalmente, queremos cerrar este ensayo con
un fragmento de una entrevista realizada por los
investigadores de AGRUCO-CAPTURED, a Pruden-
cio Mejía, líder comunitario de Ch’orojo, del Depar-
tamento de Cochabamba, Bolivia, quien al compar-
tir su visión sobre la enseñanza y aprendizaje en su
comunidad señala que:
El conocimiento indígena campesino originario
y el conocimiento externo tienen que ser
validados por la comunidad, si sirven a las
necesidades de la comunidad. El nivel científico,
de los expertos no es lo más importante, lo que
cuenta es la utilidad de los conocimientos para
la comunidad, su complementariedad con el
conocimiento existente, los valores y la moral
que representa (Delgado et al. 2013).
Por consiguiente, para abordar otras formas de
conocimiento, es necesario un cambio de paradigma,
en el que el conocimiento tradicional y sus tecnolo-
gías sean utilizados para beneficiar a las sociedades
campesinas indígenas, mestizas y afrodescendientes
del país. Ante todo, como afirma Escobar (1995):
El mundo de la ciencia oficial y el estado-nación
no solo está destruyendo los suelos y sedimentos
de los lagos, está congelando la imaginación
… Por tanto, hacemos un llamado al fin del
desarrollo, e invitamos a las gentes del mundo
a comenzar la tarea de reconstruir, rearmonizar,
37 |
 Artemio Cruz León, Arturo Franco Gaona y Ranulfo Cruz Aguilar
regenerar, después del final de la tormenta [los
actuales setenta años del desarrollo].
Para abrir espacios a otras formas de genera-
ción de conocimientos, donde todos quepan y sean
susceptibles de dialogar entre sí, con el fin de evitar
continuar causándole más daño al planeta, en cuyas
implicaciones estamos presentes.
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 La agricultura tradicional.
aspectos básicos, dilemas que
enfrenta y perspectivas

Alba González Jácome

42 |
 Introducción
La pobreza y el hambre en el planeta se han incre-
mentado en las últimas décadas, con cambios que se
articulan a esta situación: gran incremento poblacio-
nal, aumento en el consumo de alimentos industria-
lizados, expansión urbana e industrial sobre las áreas
rurales, cambios en la tenencia de la tierra, migra-
ción y emigración, reducción de la fuerza de traba-
jo familiar en la actividad agrícola y desaparición o
cambio de los sistemas agrícolas tradicionales a siste-
mas convencionales. Esto se conjuga en una pérdida
de los saberes campesinos que ya no se reproducen
de una a otra generación.
Además de los procesos de modernización,
industrialización y globalización que han modi-
ficado los asentamientos poblacionales y la vida
rural en México, los procesos demográficos como
la migración y la emigración, han modificado la
estructura y organización de las familias dedicadas
a la agricultura de pequeña escala. A todo esto, hay
que agregar la pérdida de los saberes (folk), del cono-
cimiento ecológico tradicional (TEK) y del conoci-
miento agroecológico tradicional (CAT), conceptos
incluidos y diluidos en el uso actual y generalizado
del término saberes, que posee significados distin-
tos a los dos anteriores.
Se agregan a estas situaciones y procesos, los
impactos derivados de la producción en gran escala
y la concentración de alimentos en varias empresas
agroalimentarias y comercializadoras. La distribu-
ción y consumo de alimentos industrializados, su
alto costo e impactos considerados como negativos,
influyen en la salud de los consumidores con efectos
no del todo conocidos. Los mecanismos de distri-
bución de alimentos mediante grandes supermer-
43 |
 Alba González Jácome
cados y tiendas de conveniencia, han modificado y
a veces también empobrecido los mercados locales;
han monetarizado las formas sociales y culturales
de intercambio de comida, como el tequio, o el true-
que con sus diferentes acepciones lingüísticas locales,
como la macoa del Estado de México (Juan 2003), el
tequio, o los procesos locales de redistribución social.
Las trasnacionales que manejan productos
agroindustriales han obtenido grandes ganancias
y reciben apoyos empresariales y gubernamentales,
lo que no ocurre con los productos que derivan de
la agricultura tradicional, de pequeña escala. Las
empresas trasnacionales homogenizan los productos
agrícolas que venden y se consumen por todo el país,
contribuyendo a eliminar variedades locales, que
son difíciles de comercializar debido a su fragilidad,
duración, poca capacidad de traslado a grandes dis-
tancias, gusto, formas de cocinarse o de consumirse
y su disponibilidad a lo largo del año. Un ejemplo
son: los aguacates “criollos”, zapotes de climas tro-
picales y templado-fríos, frutas tropicales como el
caimito, variedades locales de jitomates que, con su
diversidad de formas, colores y sabores, no llegan a
los mercados, o los distintos tipos y variedades de
chiles y calabazas, entre otros cultivos, que forman
parte de la diversidad agrícola y cultural.
Los grandes supermercados, con sus alimentos
y bebidas industrializados contribuyen con algunos
aspectos positivos, como ocurre con la reducción de
la jornada de trabajo doméstico para las mujeres y la
|  44
fatiga resultante, aunque, al mismo tiempo, e indi-
rectamente, también han reducido la agrodiversidad
y las dietas locales (Blanco 2006). Estudiar el papel
que la agricultura tradicional ha tenido y tiene en
relación con la alimentación, la salud y la economía
de las familias rurales y urbanas a las que llega, es
importante e incluye las formas de consumo de gra-
nos, como el maíz y, de las plantas y animales aso-
ciadas, a través de sistemas agrícolas como la milpa
o el huerto, entre otros muchos.
Por ello, es necesario poner en la mesa de dis-
cusión, nuevamente, a la agricultura tradicional, su
concepto dinámico, sus características principales
y sus componentes. Habría que añadir el papel que
ésta tiene en relación con enfoques como la agroeco-
logía, o con las corrientes actuales dirigidas a mejo-
rar las condiciones ambientales, económicas, socia-
les y culturales de los agricultores de pequeña escala.
Los Antecedentes
La historia de la agricultura tradicional mexicana
se inicia con la domesticación y dispersión del maíz,
que dio lugar al surgimiento de los primeros sis-
temas agrícolas tradicionales. Según datos de FAO
(Paliwal 2009), actualmente el uso del maíz como
alimento humano tiene numerosas formas; su mayor
variación se encuentra en México, seguido por paí-
ses de América Latina y del África Subsahariana,
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
donde también es un alimento básico. En los países
de Europa, donde el maíz llegó desde los siglos XVI
y XVII, es principalmente utilizado como base en la
producción de piensos y forrajes.
El maíz es la materia prima de numerosos ali-
mentos; que conforman una larga lista en las dietas
cotidianas, que incluyen, entre otros, tamales, tor-
tillas, tacos, enchiladas, tlacoyos, gordas, picadas,
sopes, huaraches, arepas, quesadillas, elotes hervi-
dos o asados, esquites, palomitas (rosetas), varios
tipos de pinole y de atoles, pozoles, pucheros, sopas;
panes, pasteles, harina de maíz tostado y harina de
maíz, maicena, así como el piki –pan de maíz de
los hopi. La lista incluye numerosas bebidas locales,
muchas de ellas ya industrializadas, que son elabo-
radas con maíz tostado y molido disuelto en agua
o con masa de maíz mezclada con cacao, como los
atoles, pinoles y bebidas locales.
También, hay que incluir en ella, las bebidas fer-
mentadas, como el sotol y la chicha; que se produ-
cen artesanal o industrialmente. Hay que considerar
otros componentes de los alimentos y bebidas que
son consumidos en México, América y en África, sin
olvidar que esta gramínea es utilizada como forraje
y es la base de alimentos industrializados destinados
para los animales. El maíz tiene innumerables usos
industriales, incluyendo los biocombustibles y los
plásticos derivados de maíz (PLA) (Paliwal, 2009).
Es la base de la alimentación de los mexicanos y de
habitantes de otros países, donde no se cultiva solo
sino en forma de policultivo, como la milpa, al que
se agregan arvenses y plantas silvestres que se reco-
lectan estacionalmente y complementan la alimen-
tación de los agricultores y sus familias.
La Agricultura tradicional. Un punto de vista desde
las Ciencias Sociales
Iniciamos con una síntesis, de lo que se ha llamado
Agricultura Tradicional, incluyendo algunos estu-
dios relevantes, que provienen de las ciencias socia-
les, particularmente de la antropología ecológica
(con el enfoque de ecología cultural), la geografía
cultural, la agroecología y los estudios de genética de
plantas. El estudio histórico de los sistemas agrícolas
tradicionales tiene diferencias en las distintas disci-
plinas que lo han abordado; si tomamos la arqueolo-
gía, la agroecología, o la etnobotánica como puntos
de partida, habría variantes en algunos conceptos.
Incluyendo que existen grupos de académicos que
piensan que la agricultura tradicional no debería
existir como concepto, porque es “[…] caduca, que
la dinámica que la sostiene ha muerto, que ante la
tecnología moderna no tiene nada que contribuir.”
(Hernández-Xolocotzi 1988:678). Se agregaría, que
no cambia y tampoco las sociedades rurales donde
se practica, ya que lo tradicional, para muchos impli-
ca que son estáticas.
No es el objetivo de este capítulo discutir al res-
45 |
 Alba González Jácome
pecto, solo enfatizar que desde el punto de vista de la
ecología cultural, lo tradicional si cambia a través del
tiempo y del espacio (procesos de adaptación social
y cultural). Por otra parte, hay que considerar varios
factores: cómo y en qué dirección queremos el cam-
bio, qué pasa con la extracción capitalista de mate-
rias primas, energía fósil, mano de obra, el deterioro
de los recursos básicos de tierra, agua y atmósfera
(Hernández-X. 1988:678). Lo importante es ver qué
aporta la agricultura tradicional al conocimiento de
los recursos potenciales, a las nuevas opciones para
el uso y manejo agrícola de alimentos no contami-
nados con agroquímicos, a la salud humana y a la
conservación de la dinámica del plasma germinal,
a las formas de organización social y del trabajo, a
la investigación, educación y a la conservación del
ambiente.
En antropología cultural, la historia de la agri-
cultura tradicional comienza en 1921, cuando O.F.
Cook publicó Milpa Agriculture, a Primitive Tropi-
cal System, un reporte sobre la roza, escrito en 1919,
para el Instituto Smithsoniano de Washington D.C.
El texto incluye una visión –en este caso peyorativa-
del sistema agrícola de roza; hecho que a lo largo del
siglo XX se refuerza con opiniones de otros estudio-
sos de la agricultura y las sociedades rurales, lo que
en el corto plazo, generó opiniones negativas y par-
ciales sobre la milpa, creando oposición a su exis-
tencia misma. En México, desde Manuel Gamio y
su obra Forjando Patria (1916), las ideas posrevo-
|  46
lucionarias apoyaron la introducción de un tipo de
agricultura “moderna […] que mejore las condi-
ciones de desarrollo de los grupos indígenas […]”,
siguiendo el modelo de la agricultura estadouni-
dense (González-Jácome 1988).
Esto implicaba introducir la siembra de soya para
sustituir al maíz, utilizar maquinaria agrícola, apli-
car fertilizantes y herbicidas (Gamio 1945:303-308;
Henton 1945:180-182; Quintana 1944:129-132) y
sustituir el cultivo de maíz por otros, dirigidos al
comercio. La creación de nuevos paisajes agrícolas
en el concepto de modernidad de la época, incluía
que el maíz debía reducir su extensión de cultivo en
México y comprarse en EUA; sembrar monoculti-
vos comerciales redituables (en especial frutas tro-
picales), eliminar zonas con hierbas (malezas, mal
monte), que impidieran el paso de la maquinaria
agrícola y los camiones de carga (Gamio 1945:303-
308). Como era de esperarse, este enfoque ha reci-
bido el apoyo de las políticas públicas sobre agricul-
tura, continúandose hasta nuestros días con la apro-
bación de políticos, empresarios y de la población
urbana en general (González-Jácome 1989: 91-117).
Las ideas que apoyaban las políticas públicas en
favor de la modernización del campo, eran aque-
llas en contra de la agricultura tradicional mexicana,
que subsisten hasta la fecha, por lo cual es impor-
tante escribir, recordando la evolución y la historia
de la agricultura tradicional. En estos tiempos, sin
este tipo de agricultura, la alimentación y la salud
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
de numerosas familias de agricultores de pequeña
escala, estarían en riesgo de sufrir percances mayores
si incluimos los resultados de los riesgos en el mer-
cado (oferta/demanda, precio cambiante del dólar
que afecta los costos y los precios de la producción
agrícola, incremento en las tasas de interés, bajos
precios otorgados al maíz producido en unidades de
pequeña escala y otros más). Además, hay que consi-
derar los riesgos ambientales y climáticos, como las
inundaciones, los huracanes, el vulcanismo y aque-
llos otros elementos socioeconómicos, que surgen
articulados a la pobreza y la desnutrición.
El surgimiento e incremento de problemas socia-
les, como la falta de apoyo a las comunidades agrí-
colas, los bajos salarios, las diferencias salariales, la
falta de empleo fijo y bien pagado, la delincuencia, el
pandillerismo, la falta de oportunidades para varios
grupos de la población, la escolaridad, la falta de
capacitación en empleos no agrícolas y otros fenó-
menos sociales y económicos más, que como acon-
tece con los demográficos (inmigración, migración,
emigración, migración de retorno), impactan negati-
vamente la actividad agrícola y la organización fami-
liar y social de las poblaciones, particularmente las
rurales1.
Encontramos –entre otros muchos– varios pro-
blemas que afectan la vida de las familias, como son:
la emigración de los jóvenes emigren para laborar en
1  González-Jácome, del Amo-Rodríguez y Gurri-García 2007.
otras regiones o países, buscando elevar sus niveles
de vida, pero que ya no regresan ni sus lugares de
origen, ni a la actividad agrícola. Compensan esto,
con el aporte monetario a las familias de proceden-
cia, que en el caso de la emigración a otros países
se convierte en remesas. También, lo que acontece
con aquellos adultos miembros de las familias, que
migran periódica o estacionalmente y/o emigran,
dejando el cultivo del campo en manos de las muje-
res o de los ancianos, como ocurre en Yucatán, o en
el Estado de México2.
Los estudios de otros antropólogos sobre el maíz
y la milpa, dieron a conocer sus ventajas y aportes3;
sin embargo, habría que analizar el peso que su
aporte ha tenido en un concepto de agricultura tra-
dicional; es decir, si cambia y se va ajustando (adap-
tando social y culturalmente) a nuevas condicio-
nes ambientales, o a las generadas por el mercado
interno en el país4. Ante la pérdida del conocimiento
agrícola tradicional es importante reconsiderar los
aportes y beneficios de este tipo de agricultura que
–a pesar de todos los elementos en contra- se ha man-
tenido a través del tiempo, mostrando ser sustenta-
ble y resiliente a los cambios drásticos externos.
2  González-Jácome 2012:522-534.
3  Beltrán 1949: 195-204; Cancian 1972.
4  González-Jácome 1988.
47 |
 Alba González Jácome
¿Qué es la agricultura tradicional?
Para definir qué es la agricultura tradicional, revi-
samos lo que numerosos estudiosos de este tipo de
agricultura han establecido y considerado como tal,
partiendo de los sistemas agrícolas que quedan com-
prendidos dentro de ella. Muchas de las investigacio-
nes se han construido y organizado, para responder
a preguntas hechas por quienes se interesan en los
sistemas y los cultivos relacionados con ellos, sus
orígenes y sus procesos de dispersión. Hay también
publicaciones donde se describen casos específicos
en regiones diversas del país.
La discusión de las preguntas y de las respuestas
que han generado conocimiento sobre la agricultura
tradicional en México no se desarrolla de manera
particular, solamente consideramos aquí una parte
de las publicaciones que se han realizado sobre este
tipo de agricultura, especialmente las relacionadas
o derivadas de publicaciones que dieron respuesta
a varias de las preguntas iniciales y/o, que discutían
aspectos teóricos al respecto.
Entre las preguntas que generaron más inves-
tigaciones están: cómo surgió la domesticación de
plantas; cómo, dónde y cuándo se domesticó el maíz;
donde se domesticó primero; cómo y hacia donde
se difundió el maíz domesticado; cómo surgen los
primeros sistemas agrícolas (milpa, huerto, terrazas,
huamil); cuándo surge el riego para fines agrícolas;
cómo cambia la agricultura tradicional, qué es, cómo
|  48
se la puede definir. Así continúa la lista de pregun-
tas y surgen una o más respuestas y más preguntas.
Los estudiosos de la agricultura tradicional con-
sideraron en primer lugar, que es aquella donde –
generalmente- los sistemas agrícolas son de origen
antiguo5. Su consumo energético es reducido, siendo
menor que el de los sistemas convencionales (Her-
nández-Xolocotzi 1988:673-678 y 2013). Ha sido
predominante en las distintas tierras agrícolas del
mundo, con climas favorables, o marginales para
la producción6.
La agricultura tradicional actual, utiliza como
insumos fertilizantes químicos combinados con abo-
nos naturales y tiene un uso limitado de maquinaria
agrícola, que se combina con los animales de tiro y
aquellos otros que son destinados al trabajo agrí-
cola, mezclando así componentes de los sistemas
agrícolas tradicionales con los convencionales7. Un
ejemplo de ello es la combinación que se da cuando
aplican abonos naturales en un año y fertilizantes
químicos durante tres o cuatro años, para volver a
aplicar los abonos naturales.
5 Armillas 1949:85-113 y 1971:653-661; Cox y Atkins 1979:111-
138; Flannery 1982; Gliessman 1999:25-31; González-Jácome
1985:521-538; Harrison y Turner 1978; Hernández-Xoloco-
tzi 2013; Palerm 1955 y 1972; Sanders et al. 1979; Siemens
1989a:233-250; Wilken 1987.
6 Hernández-Xolocotzi 1988:673-678; Wilken 1987.
7 Cruz-León 1989; Cruz-León y Martínez-Saldaña 2001; Her-
nández-Xolocotzi 2013; Rojas 2014.
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
Componentes o Elementos de la
Agricultura tradicional
Elemento fundamental en la evolución y situación
actual de la agricultura tradicional es contar –o no-
con agua y riego. Esto depende de la región y sus
características ambientales, fisiogeográficas y clima-
tológicas; del agua permanente disponible, la inten-
sidad de las lluvias, la ubicación de las tierras de cul-
tivo en relación con los cursos naturales del líquido
o con represas; de los depósitos de agua –naturales
y artificiales- que existen desde tiempos antiguos y
se siguen utilizando; de los sistemas locales o exter-
nos de conducción de agua a los terrenos y la preci-
pitación pluvial anual que se recibe en las distintas
regiones del país, así como de las formas de captu-
rarla, retenerla y utilizarla8.
Los sistemas agrícolas tradicionales que cuen-
tan con irrigación se vuelven de agricultura inten-
siva y en ellos se puede obtener altas producciones
y soportar altas densidades de población; además
de que históricamente, han sido los motores en el
incremento de la producción agrícola, así como en
el surgimiento de las ciudades y el Estado (Palerm
1955 y 1972). La prueba del tiempo funciona hasta
cierto punto, pues a través de ella se puede obser-
8 Cruz-León 2018; Gliessman 1999 y 2002; Matheny y Gurr
1979; Martínez-Saldaña 2011; Palerm 1955, 1972 y 2007;
Palerm-Viqueira y Martínez-Saldaña 2009; Rojas-Rabiela 2012
y 2013; Rojas et al., 1974; Wilken 1969
var la permanencia de ciertos sistemas agrícolas y la
forma cómo se van ajustando a las vicisitudes inter-
nas y externas9.
Una característica y factor en la supervivencia de
la agricultura tradicional es la combinación de ele-
mentos del sistema agrícola principal con otros sis-
temas de cultivo y con los elementos –o componen-
tes del ambiente natural– como la flora. Hay plantas
silvestres toleradas que surgen estacionalmente en
bordos, orillas de ríos o lagunas, orillas de caminos,
divisiones entre parcelas, franjas de vegetación natu-
ral, zonas arboladas y galerías, algunas de las cuales
han sido documentadas desde la época prehispá-
nica10. Estos sistemas incluyen flora acuática, micro-
fauna, algas, insectos y fauna silvestre mezclada con
animales domésticos11.
En algunos sistemas agrícolas se siguen mane-
jando localmente los suelos, utilizando abonos –
mezclados con restos de flora y fauna- como el
almiar o el agualodo, que se almacenan en depósi-
9 Gómez-Pompa et al. 1982:327-342; Böehm y Pereyra 1974;
González, del Amo y Gurri 2007; Rutsch y González-Jácome
2011; Palerm 1955, 1972 y 2007; Palerm y Wolf 1961 y 1972;
Palerm-Viqueira y Martínez-Saldaña 2009.
10 González-Jácome 1986:201-220; Juan-Pérez 2003; Rincón-
Maurer 2017:109-120; Wilken 1969. Un ejemplo de esto se
encuentra en Coixtlahuaca, Oaxaca, donde las arboledas irri-
gadas a lo largo del río Juquila se utilizaban para el cultivo de
frutas tropicales.
11 Altieri et al. 1989:70-82; Mariaca-Méndez 1997. Como ocu-
rre con los cerdos en el sureste del país, aves y animales de tiro,
entre otros.
49 |
 Alba González Jácome
tos naturales. Un ejemplo son las zonas con depósi-
tos de agualodo que se generan al fondo de los cana-
les en las chinampas, así como el uso de depósitos
naturales y artificiales, como jagüeyes, canales, o los
cajetes, para la retención de agua de lluvia y su poste-
rior utilización para fines domésticos y de irrigación.
Ciertos manejos del suelo, como la deposición
del ya mencionado agualodo o el uso de almáci-
gos (como los chapines en la cuenca de México),
controlan los efectos en el suelo de enfermedades
que atacan a las plantas12. Estudios recientes sobre
el perifiton en las tierras bajas mayas del Clásico
Tardío, muestran que el uso de este abono verde es
más antiguo y generalizado de lo que se pensaba13.
Los materiales acumulados (restos del maíz, plantas,
detritus animales y humanos) acumulados durante
tres o cuatro años en las esquinas de los campos de
cultivo (abonos naturales), se trituran y aplican a
los suelos agrícolas, evitando la salinización de los
suelos y manteniendo su fertilidad.
Al menos una parte de la alimentación de las
familias se obtiene de los sistemas agrícolas tradi-
cionales y de los recursos naturales con que cuen-
tan, o a los que tienen acceso; esto varía en el curso
12 García 1994 y 2007; González-Jácome 2004; Lumsden et al.
1989:83-103; Rojas-Rabiela 1983.
13 Tavera y Novelo 2003. El perifiton se obtenía de los hume-
dales y se aplicaba a los suelos de agroecosistemas como el de
huertos, sus estudios se realizaron en la reserva ecológica de El
Edén, donde participaron investigadores como Scott Fedick y
estudiosos del equipo de Arturo Gómez-Pompa.
|  50
del año, en las distintas regiones de México y en
las zonas ecológicas de que dispone una población
humana14. Mediante la recolección pueden contar
con recursos de sistemas como bosques, lagunas,
cursos de agua, barrancas, orillas de caminos y otros,
que pertenecen a las comunidades donde residen15.
Además, adecúan sus dietas cotidianas a los produc-
tos de sus cultivos, lo que recolectan, cazan o pes-
can y a lo adquirido con dinero que reciben como
producto de sus labores no agrícolas y asalariadas16.
La Agricultura Tradicional y su Combinación con
Actividades NO Agrícolas
Una característica de la Agricultura Tradicional es
su combinación con varios tipos de actividades que
no son necesaiamente agrícolas, pero que propor-
cionan ingresos monetarios a las familias. La acti-
vidad agrícola actual, se combina con la caza, pesca,
recolección, cuidado de ovejas, producción artesa-
nal, comercio en pequeña escala de productos como
quesadillas, tortillas de maíz, harina de amaranto o
de maíz tostado, comida elaborada, tamales, gelati-
14 López 2012.
15 Blanco-Rosas 2006: Juan-Pérez 2003; Márquez-Mireles 2006
y 2007; Servín-Segovia 2000 y 2002.
16 Blanco-Rosas 2006; Cahuich 2012; González-Jácome 2004b
y 2009:40-65; Juan-Perez 2003; Leyva 2017; Vanderwarker 2006;
Vargas 2007a y 2007b.
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
nas, pan de fiesta, de pulque, o de muerto; cultivo y
venta de flores y elaboración de artesanías17.
En varias partes de México, los varones adul-
tos de las familias de agricultores de pequeña escala
también realizan trabajos en actividades asalariadas
como empleados públicos, obreros en fábricas, labo-
res administrativas, empleados en comercios, traba-
jadores agrícolas estacionales, trabajadores tempo-
rales en actividades turísticas y otros18.
Las mujeres utilizan el tiempo libre para traba-
jar en una serie de labores, varias de ellas realizadas
por las noches, en sus casas, como –por ejemplo-,
el seleccionado de trapo, la maquila de prendas de
vestir19, coser a máquina las orillas de telas brillantes
a los cobertores fabricados industrialmente, coser a
máquina y a mano ropa blanca, servilletas y mante-
les para tiendas nacionales y otras actividades donde
obtienen recursos monetarios adicionales para sus
familias20.
17 González-Jácome 2007:59-95 y 2018; Mariaca-Méndez y
Robins 2007.
18 González-Jácome 2007:15-38.
19 En Tlaxcala, por ejemplo, en las décadas de 1970 y 1980
había pueblos en la región de las faldas del volcán Malitzin o
Malinche, donde las mujeres maquilaban ropa para empresas
como Victorias´Secret y jeans de varias marcas famosas y caras.
También maquilaban manteles de navidad, sábanas, colchas y
toallas para Liverpool.
20 González-Jácome 2004, 2010, 2011b 2016; González-Jácome
y Velasco-Orozco 2015.
Agricultura Tradicional y Movilidad Horizontal
Los sistemas agrícolas tradicionales están inte-
rrelacionados con aspectos demográficos, como
la población total, sus densidades, incrementos, la
cantidad de personas en las familias donde crecen,
se desarrollan, aprenden a socializarse y viven sus
miembros, de distinto sexo y edad. Por lo menos
uno de los miembros de la familia forma parte de la
migración periódica, estacional o de la emigración,
para obtener ingresos monetarios y así completar
la alimentación familiar, los gastos en la educación
de los hijos menores, o para obtener dinero para el
pago de mercancías, medicinas, electrodomésticos,
servicios o para cubrir los costos de las participa-
ciones sociales en las comunidades donde residen21.
En las familias de los agricultores de pequeña
escala, especialmente entre los jóvenes existen diver-
sos grados de escolaridad: entre ellos, quienes cuen-
tan con niveles educativos más altos dejan de lado las
actividades agrícolas y prefieren vivir en zonas urba-
nas22. Este tipo de movilidad horizontal se encuen-
tra en poblaciones cercanas, o de fácil acceso, a los
centro vacacionales y turísticos, como ocurre en
Quintana Roo, por ejemplo, a donde llegan jóvenes
21 González-Jácome 2004a, 2004b, 2009b:179-204, 2010:141-
158 y 2011b:71-111; González-Jácome, del Amo-Rodríguez y
Gurri-García 2007; Juan-Pérez 2003; Mariaca-Méndez 1997;
McNetting, 1993; Moctezuma-Pérez 2012, 2013a y 2014.
22 González-Jácome 2009:71- 111 y 2010:141-158.
51 |
 Alba González Jácome
(hombres y mujeres) para laborar en hoteles, hos-
tales, restaurantes, cafeterías, puestos para venta de
alimentos, servicios al turismo y demás23.
En los sistemas agrícolas tradicionales la fuerza
de trabajo aplicada al cultivo es familiar y no recibe
salario. Hay combinaciones entre distintos siste-
mas económicos, como ocurre en Progreso Hidalgo,
población del Estado de México. En las primeras
etapas del cultivo (preparación del suelo, siembra),
los agricultores de pequeña escala combinan la agri-
cultura tradicional (milpa) con la comercial (fresas
y flores), no reciben ingresos ni cuentan con capital,
pero tienen gastos que cubrir. La parentela y los ami-
gos colaboran con estas actividades, sin recibir sala-
rio alguno. Cuando la familia -dueña de los terrenos
y los cultivos- comienza a recibir dinero, les pagan
por su trabajo.
Este sistema de ayuda mutua es conocido como
macoa.24 La producción se dirige al consumo familiar
y al mercado; el balance entre ambos sistemas (agrí-
colas y económicos), se organiza a lo largo del año,
dependiendo de las necesidades familiares, inclu-
23 González-Jácome 2007:59-95-
24 El estudio de José Isabel Juan-Pérez (2003), muestra como los
agricultores de pequeña escala utilizan la fuerza de trabajo de
la familia, la parentela y los amigos, en forma gratuita, durante
los meses del año donde todavía no reciben ingresos. Cuando
comienzan a recibir dinero por las primeras ventas de la pro-
ducción comercial de fresa y flores, también comienzan a pagar
salarios a quienes antes les apoyaron con trabajo gratuito. Mien-
tras no les pagansalarios, les apoyan dándoles de comer.
|  52
yendo las sociales, que son de gran importancia para
el grupo y sus redes familiares y comunales.
Algunos Aspectos de la Cultura Campesina
Las poblaciones rurales, se articulan a festividades
y ceremoniales religiosos o civiles, donde participa
la comunidad y tienen una visión del mundo que
es compartida por el grupo. En estos aspectos de la
agricultura tradicional mexicana, hay una innume-
rable cantidad de escritos antropológicos que abar-
can todo el país, principalmente las regiones con
población indígena.25
La cosmovisión de las poblaciones humanas es
de gran importancia, porque han adecuado los sis-
temas agrícolas a la vida cotidiana de los pueblos a
través del tiempo; sus relaciones mitológicas con las
fuentes de agua, los cerros y la naturaleza; las tradi-
ciones sociales y culturales que tienen que ver con
lo que ellos viven y perciben de la naturaleza, ade-
más de una serie de cuestiones que suelen cambiar
con el tiempo; como lo que estas sociedades con-
25 Entre los más representativos están: Albores-Zárate 2012:475-
524; Albores-Zárate y Broda, 1997; Alcorn et al. 2006; Báez
1998; Blanco-Rosas 2006 y 2007; Broda 1991 y 2009; Cue-
vas y Navarrete 2005:39-49; Florescano 2003; González 2007;
López-Austin 1992, 1994, 1996, 1997:471-507, 2003 y 2012;
López Arena 2006; Navarrete 1997; Reyes-Montes 2017: 219-
249; Reyes-Montes y Albores-Zárate 2010:3-26; Rincón-Maurer
2017; Servín-Segovia 2000; Tuz Chi 2013.
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
sideran recursos y la manera de relacionarse con
ellos: las normas establecidas por el grupo, ideolo-
gía, ritos, mitos, leyendas, creencias y costumbres
ceremoniales.26
Las normas locales relacionadas con el cui-
dado del ambiente y los recursos naturales son muy
importantes en la vida cotidiana de los campesinos.
Hay que considerar que existen diversas formas de
control y sanciones para los transgresores de las nor-
mas locales, que van desde el ostracismo social hasta
los castigos físicos o la pérdida de derechos sobre
los recursos naturales, que están relacionados con
el cuidado del bosque, las lagunas y otros ambientes
que rodean las comunidades. Además, de las histo-
rias y rituales desarrollados por los distintos grupos
humanos en relación con las plantas y animales.27
Las ideas que las poblaciones humanas tienen y
trasmiten sobre el mundo y el ambiente local y regio-
nal son fundamentales y junto con las condiciones
climáticas que ocurren a lo largo del año (sequías,
escasez o abundancia de lluvias, inundaciones, hura-
canes, tornados, tormentas, heladas, granizadas, tor-
26 Albores-Zárate 2016: 71-117; Albores-Zárate y Broda 1997;
Alcorn et al. 2006: 600-609; Báez 1998; Broda 1991; González-
Jácome 1998:467-501 y 1999:13-21; López-Arena 2006:45-52;
López-Austin 1992 y 1997:471-507; Márquez-Mireles 2000;
Navarrete 1997; Reyes-Montes y Albores-Zárate 2010:3-26.
27 Albores-Zárate y Broda 1997; Broda 1991; Florescano 2003;
González-Jácome 2004b:153-163 y 2010:141-158; López-Aus-
tin 2012; Navarrete 1997:56-61; Rituales 2006; Servín-Segovia
2000 y 2002.
mentas eléctricas, vulcanismo y otras), conforman
una serie de ideas, conductas sociales y ceremoniales,
que están dirigidas a reducir los riesgos ambientales
y climatológicos que podrían destruir los cultivos28.
El Ambiente y la Agricultura
Estos sistemas de pequeña escala pueden ser alta-
mente productivos.29 Son importantes porque, ade-
más de que todavía son bastante compatibles con el
ambiente, permiten que las familias sean -desde el
punto de vista de la alimentación- autosuficientes
en un alto porcentaje. Por esta razón son un escudo
protector, un colchón, contra los riesgos económicos
producidos por el mercado y sus eventualidades.30
En general, los sistemas agrícolas tradicionales se
caracterizan por estar adaptados a las condiciones
locales del ambiente (altitud, relieve, tipo de suelo,
fuentes de agua disponibles, clima, régimen anual
de lluvias y la precipitación pluvial, humedad) de
cada región donde se encuentren31. Se incluyen tam-
28 Albores-Zárate 2012:475-524; Albores-Zárate y Broda 1997;
Alcorn et al. 2006:600-609; Blanco-Rosas 2006; Cahuich-Cam-
pos 2012: 125-160; López-Austin 2012; Márquez-Mireles 2000.
29 Gliessman 1989 y 2002; McNetting 1993.
30 Blanco-Rosas 2006; Cahuich 2012; González-Jácome
2009b:179-204 y 2010:141-158; González-Jácome del Amo-
Rodríguez y Gurri-García 2007; Mariaca-Méndez 1997 y 2012.
31 Armillas 1972; Donkin 1979; García-Cook 1978; García-
Cook y Angulo y González-Álvarez 2008:567-590; Buckler et
al. 1998: 151-164; Cuevas y Navarrete 2005:39-49; Figuerola
2008:345-378; Lammel et al. 2013; Márquez-Mireles 1997, 2000;
53 |
 Alba González Jácome
bién los fenómenos climatológicos anuales y cícli-
cos, como ciclones, huracanes, vientos, la escasez o
abundancia de lluvias a lo largo del año, inundacio-
nes, ornados y otros, dentro de márgenes que no son
catastróficos y aquellos otros eventos climatológicos
que destruyen las poblaciones, sus recursos natura-
les y sus cosechas.32
La flora y la fauna regionales juegan un papel
básico en las actividades de caza, pesca y recolección
y en la dieta cotidiana de los habitantes.33 Pueden ser
autosuficientes y, cuando las poblaciones mantie-
nen todavía las bases ecológicas de los sitemas, tie-
nen una relación amigable con el ambiente.34 Ade-
más, hay que tomar en cuenta las discusiones sobre
su intensividad, la fuerza de trabajo requerida, el
tiempo necesario para construir los sistemas y con la
productividad.35 La diversidad y el manejo humano
de la misma, ha sido un factor fundamental en los
procesos de ajuste (adaptación sociocultural) de los
grupos humanos a sus ambientes, altitudes y climas36.
González-Jácome 1995: 15-22, 1999, 2011a y 2018:23-50; Hug-
hes et al., 2007; Matheny y Gurr 1979; Palerm 1955; Palerm-
Viqueira y Martínez-Saldaña 2009.
32 Angulo y González-Álvarez 2008:567-590; Buckler et al. 1998:
151-164; Cuevas y Navarrete 2005:39-49; Figuerola 2008:345-
378; Lammel et al. 2013; Márquez-Mireles 2000.
33 Barba 1987: 69-115; Beltrán 1949: 195-204; Chisholm y Blake
2006: 61-172; Emslie 1981; Farrell 1990; Gliessman 1990; Gon-
zález-Jácome 2009a: 40-65 y 2010: 141-158.
34 Gliessman 1990 y 1999.
35 González-Jácome, del Amo Rodríguez y Gurri-García 2007;
Harrison y Turner 1978.
36 González Jácome 2018:23-50; Reyes-Montes, Pérez-Sáchez
|  54
Existen varias teorías sobre el origen, movili-
dad espacial y alimentación de los primeros grupos
humanos llegados al Continente Americano hace
unos 35 mil años, las cuales consideran que además
del clima, las condiciones geoambientales, la dispo-
nibilidad de recursos acuáticos, así como la flora y
la fauna, influyeron en la conformación de rutas y
corredores, por las que los primeros pobladores se
movieron desde Beringia hacia el sur del continente,
originando el reacomodo inicial de las poblaciones
primigenias a lo largo del continente.37
El concepto de qué es un recurso, o qué no lo es,
cambia con el tiempo y también de un lugar a otro;
esto fue más importante en la antigüedad, cuando
la comunicación y los medios dificultaban la rápida
movilidad de las poblaciones humanas, ya que la
difusión de conocimientos se basaba en el contacto
intergrupal de primera mano (observación vicaria).
Los procesos de invención, difusión y paralelismo,
generaron una cultura alimenticia que se enriquece
a partir de la invención de la agricultura; tanto de
esqueje (en regiones tropicales), como de grano
(probablemente en zonas semidesérticas, cercanas
a los cursos y depósitos de agua).38 La agricultura de
granos surge en México, unos 9 mil años aC.39
y Moctezuma-Pérez 2018.
37 Véanse los escritos de varios autores al respecto, compilados
por González-Jácome en 1987.
38 Graham 1974 [original 1966]; Sauer 1952.
39 Hastorf 2009: 4957–4958; Piperno et al. 2009:5019–5024.
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
Habría que agregar las discusiones sobre la sustenta-
bilidad y la resiliencia de los sistemas agrícolas tra-
dicionales; ya que la sostentabilidad es un factor que
genera –al menos parcialmente–, la resiliencia de las
sociedades campesinas y sus agriculturas. Sin esos
dos elementos, es difícil entender la permanencia de
la agricultura tradicional a través de miles de años.
Algunos Sistemas Agrícolas Tradicionales
La agricultura tradicional mexicana todavía es rica,
incluye en numerosos sistemas agrícolas. Entre ellos,
podemos citar: los huertos de secano y de regadío
con superficies que van desde unos cuantos metros
cuadrados hasta varias hectáreas. Su caracterización
es muy amplia y se concentra especialmente en los
huertos tropicales; en este tipo de agricultura tradi-
cional, las investigaciones de arqueólogos e historia-
dores son muy valiosas, al permitir comprender su
evolución e historia.40 Los estudios sobre las milpas
de secano y de regadío son también muy abundan-
40 Como la lista de publicaciones en este tipo de agricultura
tradicional es muy amplia, enunciamos solo algunos auto-
res: Caballero 1992; Cahuich.Campos 2012; Farrell 1990:169-
183; Gliessman 1989:160-168; González-Jácome 1985, 1989,
1995:15-22, 2004a, 2011a. 2012:522-534, 2018; Killion 1990;
Kimber 1966; Kumar y Nair 2006; Linares 1976; McCormack
2002; Mariaca-Méndez 2012; Mariaca et al. 2007; Mariaca-Mén-
dez González-Jácome y Arias-Reyes 2010: Moctezuma-Pérez
2013a y 2013b; Roldán-Botello 1979; Smith 2005; Smith Jr. 1967;
Vanderwarker 2006.
tes y se han desarrollado desde principios del siglo
pasado.41
Las terrazas de secano o temporal; las que utilizan
el agua de lluvias y las que son de regadío conforman
este tipo de agricultura tradicional, donde se inclu-
yen los bancales en México y en Perú los andenes.
Las investigaciones de los arqueólogos han abierto
preguntas importantes sobre su antigüedad, formas
de organización y administración. Las siembras de
maíz en cerros y montañas con y sin terrazas inclu-
yen escritos que abarcan desde la prehistoria hasta
la época actual.42
Habría que agregar los estudios y publicaciones
sobre los bancales, a los que Donkin (1979) deno-
minó semiterrazas, sistema decimonónico utilizado
por las haciendas para combinar las producciones de
trigo, cebada y/o maíz con magueyes pulqueros,43 así
como el del cultivo y producción de café, intercalado
con árboles frutales comerciales, donde los métodos
41 Una reducida muestra de ellos incluye: Blanco-Rosas 2006
y 2007; Cancian 1972; Cook 1921; Gliessman 1989 ; González-
Jácome 2009a:40-65, 2013:95-129 y 2018; González-Jácome
y Reyes-Montes 2015; Hernández 2014; Hernández-Xoloco-
tzi 1977, 1981, 1988:673-678; Hernández-Xolocotzi, Bello y
Levy 1995; Mariaca-Méndez 1988 y 1997; Palerm 1955 y 1972;
Palerm y Wolf 1961 y 1968; Pérez 1942; Pope et al. 2001; Sala-
zar-Barrientos et al. 2016:391-400; Terán 2010:54-56; Terán y
Rasmussen 1994.
42 Un ejemplo se encuentra en: Abascal y García-Cook 1973:9-
15; Armillas 1949 y 1971; Donkin 1979; González-Jácome
1989:91-117; 2014:1-30 y 2016:111-144; Moreno et al. 2016;
Mountjoy 1985; Pérez-Sánchez 2012 y 2014.
43 González-Jácome 2013b:1-52.
55 |
 Alba González Jácome
de cultivo y la tecnología agrícola corresponden a
sistemas tradicionales; mientras que la dirección de
los productos hacia el mercado es netamente capita-
lista; dichos sistemas surgen en el siglo XIX y, entre
ellos, encontramos la banquetera, el bosque de café
y el jardín de café.44
La lista de sistemas agrícolas tradicionales se
incrementa notablemente si agregamos los estudios
de sistemas con regadío permanente, tanto los loca-
les o de pequeño riego, como los que se consideran
dentro de la hidroagricultura. Dentro de este tipo
hay numerosos estudios arqueológicos, históricos,
antropológicos y geográficos. Entre ellos encontra-
mos los de depósitos naturales y artificiales -como
jagüeyes, canales, zanjas y tablones- en orillas de
lagos, lagunas, ríos, petenes, campos elevados, came-
llones y chinampas45.
En lo que se refiere al agroecosistema de chi-
nampa, los estudios son muy abundantes y en ellos
44 Blanco-Rosas 2006; Chávez y Cruz-León 2016; Mariaca-
Méndez 1997; Moguel y Toledo 1999:3-12; Nolasco-Armas
1985; Palerm 1972; Santley y Arnold 1996; Santley et al. 1997;
Servín-Segovia 2000 y 2002.
45 Armillas 1949: 85-113 y 1971:653-633; Böehm y Pereyra
1974; Darch 1983; del Amo et al. 1999: 77-101; Doolittle 1990;
Gómez-Pompa et al. 1982; González-Jácome 1999a, 2008 y
2013:95-129; González-Jácome y Velasco-Orozco 2015; Harri-
son y Turner II 1978; Hurtado y Román 2013; Palerm 1955,
1972 y 2007; Palerm y Wolf 1968; Palerm-Viqueira y Martínez-
Saldaña 2009; Rincón-Maurer 2017; Rojas 1983 2012 y 2013;
Rojas et al. 1974; Siemens 1989a y 1989b; Siemens y Puleston
1972; West y Armillas 1950; West et al.1969; Whiteford y Enge
1989; Wilken 1969:215-241.
|  56
se consideran desde el cilco agrícola, las plantas cul-
tivadas, su manejo, el agualodo, los canales y el riego,
los abonos, la estructura de las chinampas, su con-
formación, elementos que las componen, manteni-
miento, producciones agrícolas para el autoconsumo
y el mercado, hasta su situación actual y su conver-
sión en áreas de recreación para los fines de semana.
La abundante literatura al respecto se inicia desde
el Virreinato, con las descripciones del sabio Alzate
sobre el agroecosistema chinampero.46
Hay que incluir los sistemas agrícolas tradiciona-
les de pantano. que se desarrollaron en los humeda-
les, como el marceño, el calal y los campos drena-
dos o elevados. En este tema hay numerosos estu-
dios arqueológicos tanto en el área maya como en
el Altiplano Central. Se agregan a ellos los estudios
históricos, antropológicos, geográficos, botánicos
y ecológicos.47 Entre los sistemas de cultivos ubica-
dos en pantanos, orillas de ríos y lagunas están el
marceño de los humedales de Tabasco, los tecallis
en la ribera del Balsas, los cultivos de frutales a ori-
46 Solo para comenzar a ver este sistema agrícola tradicional,
iniciaríamos con los escritos de Cox y Atkins 1972; Palerm 1972
y 1977; Rojas-Rabiela 1983, 1998 y 2009; Rojas-Rabiela et al.
1974; West y Armillas 1950.
47 Ejemplo de ellos son: Armillas 1949:85-113; González-
Jácome 1999: 191-218 y 2008; González-Jácome y Velasco-
Orozco 2009 y 2015; Harrison y Turner 1978; Hurtado 2013;
Martínez-Saldaña 2011; Matheny y Gurr 1979: 441-449; Orozco
1999: 111-122; Palerm 1955 y 1972; Palerm y Wolf 1961; Sie-
mens 1989a y 1989b; Siemens y Puleston 1972; Turner II y
Harrison 1983; West et al. 1969.
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
llas del río de Oaxaca, el mawechis y los veranos de
la cuenca media del río Mayo, en Sonora y muchos
otros más, que aprovechan la humedad residual y la
posibilidad de irrigar con facilidad los espacios en
estos ecotonos.48
En zonas semiáridas, o con precipitaciones esca-
sas, han sido y todavía son, muy importantes los sis-
temas para retener, almacenar y distribuir el agua de
lluvia, que incluyen: las cajas, los jagüeyes, estanques,
chultunes y demás depósitos para la acumulación y
control de agua de lluvia. También se agregan los sis-
temas con muros y bordos que cruzan barrancos y
vaguadas, con derivaciones de canales y zanjas hacia
los campos de cultivo, así como los sistemas asocia-
dos a ringleras o muros de piedra para retener la
humedad, o los bordos y ringleras entre terrenos de
cultivo. En este tipo de agricultura tradicional, han
sido destacadas las publicaciones de los arqueólogos
y los geógrafos culturales49.
Para el estudio de la agricultura tradicional en
México, habría que considerar además, los enfo-
ques botánicos, etnobotánicos, los realizados por
la geografía cultural y la economía de plantas, que
48 Armillas 1949: 85-113; Del Amo et al. 1999:77-101; Orozco
1999:111-122; Robles-Linares 2018.
49 Abascal y García-Cook 1973: 127-134; Cruz-León et al.
2018; Darch 1983; Doolittle 1990; García-Cook y Carreón 1997;
Harrison y Turner 1978; Martínez-Saldaña 2011; Matheny y
Gurr 1979; Palerm 1972a y 1972b; Rincón-Maurer 2017:109-
121; Sanders, Parsons y Santley 1979; West et al. 1969; White-
ford y Enge 1989.
han enriquecido su conocimiento. También los que
provienen de campos como la agronomía, etnoagro-
nomía, agroecología, ecología, botánica, etnobotá-
nica y los estudios y escritos de los guardabosques50.
Habría que incluir las investigaciones y sus publica-
ciones sobre los sistemas de ensilaje, principalmente
hechos por arqueólogos y agrónomos.51
En este capítulo, solo mencionamos algunos sis-
temas agrícolas tradicionales que son de gran impor-
tancia, pero todavía se requiere de una evaluación
sobre sus aportaciones, ocurriendo lo mismo con el
conocimiento obtenido en las escasa investigaciones
hechas sobre las plagas, los patógenos y las formas
antiguas para su control.52 Además, de los estudios
relacionados con aspectos ideológicos articulados
a la agricultura.53
No son abundantes, pero si importantes, para la
comprensión de la agricultura tradicional en México,
los estudios relacionados con la tecnología agrícola,
que incluyen varios escritos.54 Faltaría tratar sobre
50 Dunmire 2004.
51 Bortot et al. 2012; Cruz-León 2018; García-Cook y Martí-
nez 2012: 91-107; Hernández-Xolocotzi. 1949 y 2013; Hirth
2012: 178-186; Manzanilla 2012: 73-90; Uruñuela y Plunket
2012: 41-60.
52 Campos 2012:125-160; García 1994:30-44 y 2007:328-341;
Lumsden et al. 1989:83-103.
53 Alcorn et al. 2006; Blanco-Rosas 2006; Florescano 2003; Gon-
zález-Jácome 2004a y 2004b; López-Austin 1992, 1994, 1996 y
2003; Navarrete 1997:56-61; Rituales 2006, entre otros, varios
de los cuales citamos unos renglones atrás.
54 Böehm y Pereyra, 1974; Cruz-León 1989 y 1997; Cruz-León y
Martínez-Saldaña 2001; Manzanilla y López 2014; Rojas-Rabiela
57 |
 Alba González Jácome
los estudios de agricultura tradicional en áreas cul-
turales y regiones de México, de los que hay nume-
rosos textos que, por el momento, quedan fuera del
objetivo de este escrito. No podemos ignorar las con-
tribuciones de los historiadores que han estudiado
la agricultura tradicional, especialmente sus estu-
dios sobre huertos en el Virreinato, sobre plantas
como el maguey, el pulque, las haciendas pulqueras
y muchos otros; requeriríamos de otro libro, para
describir sus aportaciones.
Hay que tomar en consideración las reuniones
anuales de especialistas, sobre varias áreas culturales
del México Antiguo y actual, como son -por ejemplo-
las del área maya que se realizan en Palenque, o las
del Occidente de México y otras más. Muchas pre-
sentaciones y sus escritos no tienen acceso fácil; sin
embargo, en algún momento, tendremos que reco-
pilar y analizar aquello que se produzca en ellas y se
relacione con la agricultura tradicional en México,
su historia y resultados.
Otras Publicaciones Sobre los Sistemas
Agrícolas Tradicionales
Es tarea casi imposible, cubrir la bibliografía sobre
agricultura tradicional, sobre la que existe gran
número de textos. El uso de fuentes brinda nume-
2012 y 2013:65-120.
|  58
rosas preguntas y algunas respuestas a cuestiones
fundamentales relacionadas con su capacidad de
permanencia en tiempo y espacio, o con las posi-
bilidades de ser sustentables. Solamente incluimos
aquellos que han sido muy conocidos y leídos en
las ciencias sociales mexicanas, en particular los
escritos de investigadores y académicos dedicados
al estudio de la agricultura y de los sistemas agríco-
las, en el campo de la antropología social, cultural,
etnología, arqueología, geografía cultural, ecología
y agronomía.
Recientemente surgió el enfoque de agrofores-
tería55, con estudios y publicaciones sobre los agro-
bosques, los sistemas agroforestales, las terrazas y un
tipo de huertos familiares. Los estudios de huertos
cuentan con una bibliografía muy extensa. La que
aquí citamos cubre una mínima parte de la existente;
tampoco incluye los estudios históricos sobre plan-
tas y unidades de producción como las haciendas.
Para obtener una visión general del sistema, el libro
compilado por Mariaca-Méndez en 2012, contiene
numerosos casos sobre huertos actuales, localizados
al sur y sureste de México.
Sobre los sistemas antiguos de captación y con-
trol de agua en zonas semiáridas, que tienen tanto
uso agrícola como doméstico, se discuten cuestio-
55 Con el grupo de la Unidad Morelia de la UNAM, a través del
Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, en
colaboración con la Escuela Nacional de Estudios Superiores de
la Unidad Morelia Moreno et al., 2016.
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
nes como el control sobre los recursos de agua y sus
sistemas agrohidráulicos, el surgimiento del Estado
y de las primeras civilizaciones.56 Hay que incluir en
esta lista de autores, los varios volúmenes resultado
del Proyecto sobre el valle de Tehuacán y particu-
larmente los volúmenes I y III. El Proyecto estuvo
dirigido por el arqueólogo estadounidense Richard
MacNeish, el volumen III está dedicado al agua y la
irrigación en la citada región durante la época pre-
hispánica.
Poco tratamos sobre los estudios del regadío con-
temporáneo, que incluyen la construcción de presas
con fines de riego y para generar energía hidroeléc-
trica articulada a la industrialización del país. Estas
han impactado distintas regiones de México, afec-
tando las sociedades campesinas y la agricultura tra-
dicional, al movilizar poblaciones humanas y reu-
bicarlas en lugares a veces muy distintos a los de su
residencia original.57Al respecto la bibliografía es
muy abundante y está relacionada con el desarrollo,
su problemática y los aspectos articulados.
Anotamos poca información sobre actividades
como la pesca y el comercio terrestre y marítimo,
que fueron fundamentales en la economía prehispá-
nica, novohispana, decimonónica y del siglo pasado
56 Rincón-Maurer 2017:109-120; Palerm 1972; Palerm y Wolf
1961 y 1968.
57 La lista es enorme, solo mencionamos unos pocos: González-
Jácome et al. 2018; Palerm 2007; Palerm-Viqueira y Martínez-
Saldaña 2009; Rutsch y González-Jácome 2011.
al actual. Actividades como la pesca, no existen sin
una relación con la agricultura y el comercio, y los
estudios con que contamos son pocos. Hace varios
años el CIESAS, dedicó varios volúmenes de sus
cuadernos de trabajo, a la publicación de estudios
sobre pescadores en México; tuvieron escasa difu-
sión; pero no establecen las relaciones de esta acti-
vidad con los pueblos agrícolas.
Algunas Consideraciones Finales
Desde 2007-2009, se ha dado importancia a siste-
mas agrícolas tradicionales como el huerto y la mil-
pa –entre muchos otros- para alcanzar una alimen-
tación adecuada y saludable, que cubra las necesi-
dades básicas de los agricultores de pequeña escala y
de las personas que compran los alimentos que ellos
producen. Los agricultores de pequeña escala no
han recibido apoyos políticos, legales ni financieros
que coadyuven a su existencia. Persiste hasta nues-
tros días la idea de que la agricultura convencional,
dirigida al mercado –internacional, preferentemen-
te estadounidense- es la mejor opción para el país;
por ello, los agricultores de pequeña escala deberían
dejar de producir para el autoconsumo.
Tampoco han sido favorecidos por las políticas
públicas, pues, de hecho, se les ha dejado de lado;
también, han sido compelidos a abandonar sus tie-
rras, sus sistemas de pequeña escala, e incorporarse
59 |
 Alba González Jácome
a eso que llaman modernidad. Las poblaciones
urbanas tampoco han mostrado gran aprecio por
los campesinos. Los estudios de agricultura tradi-
cional en México, son una base fundamental en el
desarrollo de la agroecología, la etnoagronomía y los
enfoques teórico/prácticos que se han desarrollado
en las últimas décadas.
Los apoyos técnicos recibidos por los agricul-
tores de pequeña escala, se han dirigido a sustituir
los sistemas agrícolas tradicionales, por modernos,
con cultivos comerciales, abandonando la siembra
de maíz y de policultivos y utilizando agroquímicos.
La falta de apoyos económicos y políticos, ha contri-
buido a la reducción de la agrodiversidad, incremen-
tado la erosión y contaminación de los suelos; se ha
deteriorado la calidad del agua y la cantidad dispo-
nible para la agricultura de pequeña escala; también,
se han reducido las zonas boscosas.58
Estos fenómenos inciden en situaciones de desas-
tre, como son la desertificación de amplios territo-
rios, los efectos negativos del cambio climático y la
contaminación de suelo, agua y aire; podemos agre-
gar también los efectos –en mucho desconocidos
todavía– de los transgénicos, lo que apenas se está
estudiando y lo que desconocemos aun de los efec-
tos en la salud humana y animal.59
58 Unos pocos de estos estudios se mencionan aquí; sin
embargo, la bibliografía es muy extensa; Del Amo-Rodríguez
2007: 97-146; Blanco-Rosas 2007: 183-212; González-Jácome
2007:59-96; Márquez.Mireles 2007:351-372.
59 Álvarez-Buylla y Piñeiro 2013.
|  60
Aunque existe -gran o aparente– preocupación
por el incremento de la pobreza y la deficiente ali-
mentación de las poblaciones humanas, el dilema
es que para miles de personas en el país, no tiene
importancia la desaparición de los sistemas agríco-
las tradicionales, que por miles de años han dado de
comer y a millones de pobladores del planeta.
Surgen varias preguntas: ¿por qué pensamos que
modernizar y considerar que ser moderno es des-
truir el pasado? ¿por qué no adquirimos el conoci-
miento básico para pensar sobre lo que conviene -o
no- al ser humano, su economía, su salud y su edu-
cación? ¿por qué pensamos que la pobreza se com-
bate con dádivas gubernamentales, o con políticas
de apoyos de cualquier otra índole, que no protegen
lo que ya tenemos, lo que ha probado tener legitimi-
dad histórica y éxito?
Mantener el conocimiento de los sistemas agríco-
las tradicionales no es una cuestión superflua, se arti-
cula con la idea de la construcción de un futuro exi-
toso para la humanidad, derivado –entre otras cues-
tiones– del conocimiento folk adquirido durante
miles de años por nuestros antecesores; de los éxi-
tos y fracasos en los ajustes ambientales, económi-
cos, sociales y culturales realizados en muchos luga-
res del mundo; de las ganancias y pérdidas que la
historia puede enseñarnos. De la solidaridad como
componente humano de las relaciones sociales y de
la comprensión de la existencia de distintas formas
de vivir y de entender el mundo
 La agricultura tradicional. aspectos básicos, dilemas que enfrenta y perspectivas
Finalmente, es básico alentar la contribución
humana a la conservación de la biodiversidad y
la diversidad cultural, de coadyuvar con acciones
concretas a reducir el deterioro de los bosques, de
los impactos negativos en el ambiente y el clima. Es
importante buscar formas sustentables para alcan-
zar la autosuficiencia alimentaria y mejorar los nive-
les de vida, considerados adecuados por las mismas
sociedades humanas. La agricultura tradicional ha
sido y es, una manera de ver el mundo, de conocerlo,
de vivir y de sobrevivir exitosamente; para ello es
necesario mantener el conocimiento que ha gene-
rado a lo largo de varios milenios. Además, es la
base de conocimiento ecológico y de la agroecología,
que apoyado en la sabiduría folk y en las investiga-
ciones de especialistas, brinda un apoyo científico a
los enfoques ecológicos de la agricultura.
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73 |
La investigación científica y
el desarrollo de tecnología
relevante en América Latina

Efraím Hernández Xolocotzi

76 |
 Antecedentes
Diversos autores (Childe, 1954; Ribeiro, 1971; Daniel,
1968) han presentado excelentes reseñas del desarro-
llo cultural de la humanidad y el papel que ha jugado
en ello el proceso de producción agrícola. Pero los
avances en las ciencias físicas, biológicas y sociales;
la inquietud –compartida con Ribeiro–, de particu-
larizar el desarrollo de los pueblos latinoamericanos,
así como las frustraciones generales derivadas de la
aplicación indiscriminada de la ciencia y la tecno-
logía occidental para la solución de nuestros pro-
blemas agrícolas, invita a una revisión somera de
las condiciones, la prehistoria y la historia del terri-
torio latinoamericano.
América Latina consiste de una masa continen-
tal desde la latitud 32°N y los 55°S; sobre la cual
se desenvuelve un espinazo volcánico por toda su
longitud; altiplanos extensos en México y los paí-
ses andinos; además de las llanuras extensas hacia
el Atlántico y más estrechas a lo largo del litoral del
Pacifico. Los diversos factores que determinan el
clima redundan en los siguientes climas favorables
a la agricultura: 1) templado húmedo; 2) medite-
rráneo; 3) cálido-húmedo; 4) semi-árido, y 5) árido
con riego. Los suelos son pedogénicamente inférti-
les, con anegación o peligro de inundaciones y con
presencia de sales, que frenan la actividad agrícola.
A la vez, la vegetación primaria presenta la necesi-
dad de su modificación y eliminación para la pro-
ducción agrícola (Muench, 1978).
Aparentemente, las diferentes migraciones asiá-
ticas al continente americano, y el aislamiento geo-
gráfico y cultural de los grupos, condujeron a un
mosaico de poblaciones étnicas muchas de las cuales
aún persisten. Veremos que las amplitudes y limi-
tantes del medio ecológico, la adaptación tecnoló-
gica, los problemas a los cuales se enfrentaron y los
77 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
diversos desarrollos socioeconómicos condujeron a
variantes en la producción agrícola.
Vavilov (1949-50) identificó dos centros prima-
rios (Mesoamérica y la zona andina) y dos centros
secundarios (Fosa Amazónica y Chiloé), de origen
de la agricultura y domesticación de plantas en Amé-
rica. Estudios posteriores han enriquecido estas con-
clusiones y profundizado en la dinámica prehistórica
de los procesos y algunos han puesto en entredicho
tanto el significado de los centros de origen (Harlan,
1971); como en su gestación independiente. Los estu-
dios arqueológicos de MacNeish (1967) y Flannery
(1973; 1976; sf.), auxiliados por botánicos, genetis-
tas y estudios multidisciplinarios, han presentado
evidencias de la antigüedad de los restos de plantas
domesticadas, sus progenitores y las secuencias en
las poblaciones cultivadas en Mesoamérica y en la
región andina.
La interpretación de los datos ha suscitado inte-
rés en este tipo de actividades entre los grupos étni-
cos del desierto al norte de Mesoamérica y entre los
grupos de las zonas cálido-húmedas neotropicales,
donde no se dan las condiciones favorables para la
conservación de evidencias encontradas en forma
rutinaria en climas áridos. Los estudios de Palerm
y Wolf (1957) han contribuido a explicar la influen-
cia del riego y la formación de centros nucleares de
civilizaciones.
Finalmente, Flannery y colaboradores (1973),
con base a estudios de campo, han llegado a formu-
|  78
lar paradigmas para el origen de la agricultura en
Mesoamérica y los Andes.
Es interesante apuntar que dicho paradigma, en
contraste con el de Mesopotamia, no está basado en
la presión demográfica, sino en la búsqueda de un
sustento, mínimo pero constante, como respuesta
a condiciones climatológicas aleatorias que reper-
cutían en producción vegetal y fauna silvestre fluc-
tuante e impredecible.
La diversidad de medios ecológicos y el desa-
rrollo de la agricultura condujo a: 1) un amplio y
profundo conocimiento ecológico y biológico; 2) el
desarrollo de conocimiento empírico en el manejo
de los recursos, elaboración de implementos y des-
treza en las labores; 3) una organización social cada
vez más amplia; 4) la atención a otras tareas produc-
tivas, y 5) el aumento de la población con la defini-
ción de varios centros de civilización.
Causas –aun no bien definidas– dieron fases de
decadencia, desorganización y reorganización, de
tal forma que a la llegada de los conquistadores ibé-
ricos, éstos se encontraron con regiones altamente
pobladas y otras prácticamente despobladas. La den-
sidad de la población indígena y su desarrollo cultu-
ral, al principio del siglo XVI, parecen haber deter-
minado la división actual de América Latina en tres
sectores: 1) el mundo europeo (Venezuela, Brasil,
Uruguay, Argentina y Chile) donde las poblaciones
indígenas han sido eliminadas casi en su totalidad
y reemplazadas por población y cultura europea;
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
2) el mundo mestizo donde prevalece la población
de origen indígena (México, Guatemala, Honduras,
Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) (Hatch 1976); 3)
el mundo por incorporar a la producción agrícola (la
zona cálido-húmeda de México y Centro América, la
fosa del Amazonas y el Orinoco), factores que tienen
gran relevancia al tema central de esta conferencia.
El periodo virreinal tuvo fuertes impactos, como:
1) fuerte reducción y redistribución de la población
indígena; mestizaje; eliminación casi total en ciertas
regiones y reemplazo por población europea; reem-
plazo de población indígena por población asiática y
africana; 2) apropiación de riquezas de valor inme-
diato, de recursos naturales y de la fuerza de tra-
bajo; 3) establecimiento de nuevos esquemas de
gobierno y nuevos gobernantes; 4) establecimiento
de una nueva religión y nuevos valores sociales; 5)
introducción de plantas y animales domesticados,
de sistemas agrícolas y de implementos para la pro-
ducción; 6) mantenimiento de la producción agrí-
cola en gran parte de las áreas americanas por sis-
temas tradicionales; la apertura de nuevas áreas y
el establecimiento de nuevas actividades producti-
vas. Además; 7) la apertura de sistemas educativos
restringidos, clasistas y con un aislamiento persis-
tente de la corriente científica occidental y posterior-
mente de los eventos que culminaron en la revolu-
ción industrial.
Durante el período de independencia, encontra-
mos una continuación o las consecuencias de las ten-
dencias virreinales, caracterizadas por: 1) una dico-
tomía cultural y política en el mundo latino-ameri-
cano mestizo; 2) una depauperización de recursos;
concentración de la propiedad de los recursos natu-
rales en unas cuantas gentes; 3) persistencia de un
mosaico de sistemas agrícolas incluyendo desde
métodos de producción prehistóricos hasta los basa-
dos en tecnologías modernas; 4) procesos de pro-
ducción que integran: sistemas, plantas y animales
domesticados indígenas y exóticos, implementos y
objetivos de la producción; 5) hegemonías naciona-
les incipientes; 6) dependencia económica y cultu-
ral de las potencias capitalistas e imperialistas occi-
dentales; 7) retraso en facilidades para educación a
toda la población, para la enseñanza superior, para la
investigación y para la ración de la tecnología cien-
tífica, y 8) industrialización incipiente.
Llegando al período actual consideramos como
problemas prioritarios de la producción agrícola: 1)
el aumento de la demanda de productos agrícolas,
de alimentos básicos, como consecuencia del incre-
mento de la población y de los niveles de vida; 2) el
divorcio entre las políticas de las poblaciones urba-
nas y las agrícolas; 3) la incapacidad de la industria
y otras actividades productivas de ocupar la mano
de obra expulsada de la actividad agrícola; 4) la limi-
tación de las áreas agrícolas en las zonas de buen
temporal y la invasión consecuente de zonas con
fuertes limitantes ecológicas; 5) el desconocimiento
del manejo de cultivos de escarda en climas cálidos-
79 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
húmedos; 6) el poco desarrollo de sistemas de irriga-
ción, salvo contadas situaciones; 7) las limitaciones
ya conocidas de la tecnología ligada con la Revolu-
ción Verde; 8) las supuestas bajas tasas de produc-
tividad agropecuaria y forestal, y 9) las relaciones
socioeconómicas de tenencia de la tierra, merca-
deo, distribución de productos, organización para
la producción, capitalización del campo, estructu-
ras y servicios sociales.
Pero estos problemas deben juzgarse tomando
en cuenta la dimensión de dependencia económica
en que se encuentra América Latina. Citamos del
estudio de Salvador Cruz Majluf (1978:27-29): La
crisis mundial y la economía mexicana:
Desde los tiempos en que Marx escribió El
Capital (1868), se vio la tendencia decreciente
de la tasa de ganancias (y también la necesaria
regularidad de la crisis para incrementar la tasa
de explotación), frente a lo cual, y para evitarla,
surge el monopolio (tal como sucedió a fines del
siglo pasado y principios del actual). Esto es un
hecho histórico que en su devenir han generado
las empresas transnacionales, como una forma
más moderna de evitar la caída de la tasa de
ganancias. Este tipo de empresas no sólo actúan
con los ‘precios administrativos’ o de monopolio,
desentendiéndose de los mecanismos del
mercado (por dominarlo) y sobreponiéndoles
sus condiciones de producción; sino que operan
|  80
a través del ‘comercio cautivo’ que les garantiza
no sólo la vigencia del pecio fijado por ellas, sino
también sus compradores.
El problema alimentario mundial
Este problema nos atrae por tres razones: 1) revela
dimensiones tan críticas que se han aumentado últi-
mamente las opiniones en el sentido de que se incre-
mentarán las carencias en el futuro y que se desatará
una “hambruna” superior a la actual; 2) nos ayuda
a mostrar cómo la crisis cíclica no necesariamente
afecta por igual a todos los sectores de la economía,
y 3) los alimentos constituyen una parte importan-
te del poder que ejercen los países imperialistas, en
particular Estados Unidos, sobre el resto del mun-
do capitalista.
Consideremos con algún detalle estos aspectos:
el crecimiento de la población es, para algunos, el
centro del problema, pues este incremento supera
con mucho al de la producción de alimentos y, en
mayor escala, cuando se trata de los países subdesa-
rrollados. Este planteamiento ha sido profusamen-
te justificado sobre la base de datos estadísticos. Sin
embargo, se ha mantenido encubierta en ellos la lógi-
ca del sistema económico que las origina. Es decir,
aunque ciertos, los datos son incompletos, pues la
causa no está en que la población crezca en demasía,
sino en que la producción, por responder a los crite-
rios de ganancias y no a la satisfacción de las necesi-
dades sociales, no puede afrontar el incremento real
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
de esa población, tenga o no poder de compra [...] los
déficits alimentarios no se producen por el exclusi-
vo crecimiento de la población, sino porque la pro-
ducción responde a las necesidades de la ganancia,
muy diferentes por cierto de las necesidades sociales.
El origen de la cultura
Partiendo de que el hombre, como los otros orga-
nismos, es el resultado de un largo proceso evoluti-
vo por medio de la selección natural, encontramos
que registra modificaciones morfológicas especial-
mente importantes en la estructura ósea, del crá-
neo, la vértebra dorsal, la pelvis, la mano, el brazo,
el pie y la pierna. La relación entre forma y función
ha conducido al desarrollo de características que
originan la cultura.
El hombre apoyado en sus atributos cultura-
les, ante las exigencias primarias de su subsisten-
cia, y de acuerdo con las condiciones ecológicas del
medio que habita, genera, por el proceso de prueba
y error (método empírico), amplio y profundo cono-
cimiento de los aspectos físicos y biológicos de dicho
medio, ensaya formas primitivas de organización
social y elabora conceptos ideológicos sobre su posi-
ción en el cosmos y las fuerzas a las cuales están
sujetos los fenómenos tangibles o intangibles. Estos
conocimientos son transmitidos de generación a
generación en forma oral –por ejemplo y por acción–
son conjugados, enriquecidos y conservados por los
más experimentados. Para obtener los productos
que satisfagan sus necesidades antropocéntricas de
los recursos naturales, el hombre inicia el proceso de
“humanizar” o incorporar la naturaleza a sus activi-
dades; en este proceso se fortalece la domesticación
del hombre.
Como resultado de los procesos anteriores, es de
inferirse que el hombre llega al punto de precisarse
en forma consciente de algunos de los problemas
con que se enfrenta. Es en este momento que surge
la tecnología, entendida ésta como la aplicación de
conocimiento a la solución de un problema. En las
fases iniciales de desarrollo, la baja capacidad de
definir los problemas, el poco cúmulo de conoci-
mientos disponibles y el manejo novedoso de gene-
rar tecnología, redundó en un largo período de len-
tos avances tecnológicos.
Consideramos conveniente señalar en este punto,
bajo el rubro de tecnología, tres grandes renglones:
1) El diseño y hechura de implementos. Bajo este
rubro incluimos el manejo y uso de plantas y anima-
les, silvestres o domesticados, pues son los elemen-
tos básicos en el flujo de energía del cual depende el
hombre para satisfacer sus necesidades fundamen-
tales. 2) Los procesos agrícolas. Esto incluye los sis-
temas de producción agrícola (prácticas y tempora-
lidad), las modificaciones de los productos para su
consumo humano y su conservación (maceración,
exposición al fuego directo, cocción, fermentación,
81 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
adición de sal, secado y otros) y la organización para
el trabajo. 3) La metodología para generar conoci-
miento y tecnología. En todas partes del mundo
donde el hombre ha practicado la agricultura, lo ha
logrado a través de habilidades, maestría y conjunto
de conocimientos derivados de los quehaceres coti-
dianos, la constante observación de prueba y error,
la conjugación de dichos conocimientos, su conser-
vación y las formas de transmisión tradicional. Esta
actividad ha generado una íntima adaptación cultu-
ral al medio ecológico por medio de sistemas de pro-
ducción, calendarios agrícolas, implementos, espe-
cies vegetales y animales domesticados, procesos
de aprovechamiento y conservación, selección bajo
domesticación y preservación del plasma germinal.
En la actualidad, una parte preponderante de
la producción agrícola del mundo es resultado de
dicho conocimiento tradicional; el conocimiento
empírico del sector agrícola involucrado1, viene
cobrando cada vez mayor interés en la investigación
agrícola en los esfuerzos de aumentar la producción
agrícola en áreas de ecología limitante. El plasma
germinal obtenido durante miles de años por estos
agricultores sigue siendo la base de las investigacio-
nes modernas de mejoramiento genético; el estudio
de los agricultores tradicionales cobra mayor vigen-
cia entre antropólogos y sociólogos ante las frustra-
1  Nota de AGJ. Actualmente es conocido como saberes. En
antropología corresponde al concepto de conocimiento folk
(popular).
|  82
ciones de los sistemas de divulgación agrícola. A las
bases de esta agricultura le llamaremos “la ciencia
mundial del saber y el quehacer agrícola”.
La ciencia occidental, su gestación y desarrollo
Debido a nuestra historia reciente de los últimos
450 años y el proceso de [a]culturación subsecuen-
te, pensamos que somos parte de la cultura occi-
dental y por sesgos de dicha cultura, nos olvidamos
que ha habido y existen otras culturas en el mundo.
Esta situación nos ha frenado en indagar el origen
y las bases de la llamada ciencia y de la llamada tec-
nología científica. Lo que llamaremos ciencia occi-
dental se empieza a definir unos cuatrocientos años
antes de la era cristiana por un grupo de pensadores
(llamados filósofos) griegos, quienes en un ambien-
te de múltiples corrientes de ideas establecieron los
siguientes postulados: 1º que el hombre funciona
en un cosmos regido por leyes; 2º, que dichas leyes
pueden ser conocidas por el hombre en su intento
de entender la naturaleza.
En torno a estos postulados se desenvuelven
ideas y proposiciones para precisar objetivos y pro-
cedimientos para auspiciar la metodología de la bús-
queda de conocimiento. Van quedando en claro: 1)
la limitación de la ciencia a los fenómenos “reales”
y la separación de los fenómenos metafísicos; 2) el
método lógico (aristotélico), para la búsqueda de
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
conocimientos; 3) el objetivo fundamental en bus-
car conocimientos por su propio valor (Métraux y
Crouzet, 1963).
Casi dos mil años más tarde en el siglo XVI, Fran-
cis Bacon añade al método: 1) la observación recu-
rrente de los fenómenos para cotejo y la aplicación
de la inducción en el proceso; 2) el planteamiento
de que la búsqueda del conocimiento debe ser para
fines utilitarios, y 3) la advertencia contra los “ído-
los” del razonamiento objetivo (Métraux y Crouzet,
1963). A pesar de que durante el siglo XVIII se ini-
cian investigaciones con el intento de resolver pro-
blemas prácticos, se puede advertir que la ciencia
occidental se desarrolló ajena a la solución de pro-
blemas prácticos; no hay en todo este período gene-
ración de tecnología científica occidental; continúa
en cambio, el proceso científico mundial agrícola
generando conocimientos y tecnología.
Es en el medio socioeconómico del siglo XIX,
durante el surgimiento de la producción industrial
y del capitalismo, donde se da el acoplamiento entre
ciencia occidental y tecnología científica; cuando los
investigadores científicos de Europa son motivados e
inducidos a enfocar sus investigaciones a la solución
de problemas utilitarios. Este proceso de generación
de conocimiento y de tecnología por medio de la
ciencia occidental queda incluido en el renglón de
tecnología según el esquema expuesto en la sección
II de este trabajo, mediante la aplicación de conoci-
mientos a la solución de un problema: el de generar
nuevos conocimientos y tecnología en forma siste-
matizada. De la obra de Guy S. Métraux y Franyois
Crouzet (1963, pp.: XXIII- XXIV ) The Evolution of
Science, citamos las siguientes notas:
La liberación final de la aristocracia intelectual
del concepto platónico de la ciencia, ocurrió en
el siguiente siglo con lo que A.N. Whitehead ha
llamado ‘El mayor invento del siglo diecinueve
[…] el invento del método del invento’. El
método del invento ‘es una definición excelente
de la tecnología. No elimina la definición general’
de la ciencia, o conocimiento sistematizado,
de las artes industriales’, pero tiene aplicación
precisa al papel del técnico entrenado moderno
y a los conjuntos humanos de técnicos quienes,
por medio de la aplicación sistemática de la
investigación y de las ‘leyes’ científicas, han
reemplazado a la ‘corazonada’ intuitiva y, en
gran parte, al inventor solitario (p. XXIV).
Ciencia pura (o académica) es la búsqueda
de conocimiento por su propio valor, una
curiosidad insaciable sobre los hechos de la
naturaleza, sin ningún objetivo utilitario.
[…] Ciencia fundamental aplicada (a veces
denominada básica) es el estudio de un
problema [que] proporciona la información
indispensable para progreso adicional, pero
valiosa para muchos propósitos en muchos
83 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
campos. Ciencia aplicada, la que confronta
un programa específico para encontrar una
respuesta específica.
[…] Tecnología, sobre la base de conocimiento
fundamental y cotejos experimentales,
desarrolla el saber-cómo-hacer y muestra cómo
se puede hacer para que los datos científicos
‘desquiten su existencia en un proceso industrial’.
El proceso de producciÓn agrícola
Durante los últimos diez años se ha ido concretan-
do una serie de inquietudes por parte de individuos
dedicados a las funciones de enseñanza, investi-
gación y divulgación en torno al tema general de
agroecosistemas y por parte de especialistas en los
campos de la agricultura y de las ciencias natura-
les y sociales. Estos esfuerzos han conducido a un
aumento en los estudios de campo y a vigorizar la
intercomunicación y la coordinación multidiscipli-
naria. Lo anterior ha puesto en claro la ausencia de
conceptos y categorías para el análisis de los fenó-
menos agrícolas tales como agricultura, agronomía,
técnica, ciencia y proceso de producción.
El grupo de investigadores agrícolas del CIES
(Centro de Investigaciones Ecológicas del Sureste)
(Chapela et al., 1978), han presentado un adelanto de
sus conjugaciones sobre estos temas del cual trans-
cribimos las siguientes líneas:
|  84
En nuestro concepto, la agricultura -entendida
como el proceso de producción agrícola- es
una actividad social producto del desarrollo
histórico de los grupos humanos que la
practican; por lo tanto, en relación a nuestro
propósito estratégico, sostenemos que sólo
conocemos una única ciencia; la ciencia de la
Historia. La Historia solo puede ser considerada
en dos aspectos, historia de la naturaleza e
historia de la humanidad. Sin embargo, no
hay que dividir estos dos aspectos. Mientras
existan hombres, la historia de la naturaleza
y la historia de los hombres se condicionan
mutuamente […] En los terrenos de la lucha
por la producción y de la investigación científica,
la humanidad está en constante progreso y la
naturaleza en constante desarrollo; nunca se
quedan a nivel determinado. Por lo tanto, el
hombre necesita sintetizar constantemente
sus experiencias. Si se estudia la agricultura
en ciertos lugares es para encontrar las leyes
particulares de esa agricultura. Es necesario
encontrar las generalidades a través de las
numerosas particularidades que se hayan
estudiado.
Sir Joseph Hutchinson, Farming and Food Supply,
(1972:55) señala que:
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
La agricultura se inició como un arte, pero su
desarrollo ha sido auspiciado por la tecnología
desde los primeros tiempos. Entre las primeras
aplicaciones fueron el uso de las matemáticas, la
astronomía y la ingeniería en surtir agua para la
irrigación en los países con climas desérticos […]
La aplicación de la tecnología a la agricultura
fue grandemente acelerada por la Revolución
Industrial y el patrón de la agricultura por una
sociedad urbana en aumento y la aplicación de
insumos tecnológicos que la sociedad urbana
hace posible.
En nuestra opinión, la agricultura de gran parte
de América Latina se encuentra a nivel de arte; es
decir, de conocimiento empírico mundial, que no
ha incorporado la tecnología derivada de la ciencia
occidental, pero que su incorporación plantea cuatro
requisitos: 1) el conocimiento íntimo y multidiscipli-
nario de la agricultura prevaleciente y su dinámica;
2) el conocimiento de la situación socioeconómica
de las poblaciones urbanas y rurales del país, de sus
limitantes, de sus aspiraciones y de sus opciones;
3) el desarrollo de otras actividades productivas, y
4) sistemas de investigación científica y generación
de tecnología científica, con sus respectivos recur-
sos humanos y físicos concordantes con las condi-
ciones ecológicas y socioeconómicas nacionales y
regionales.
La investigaciÓn científica y la tecnología relevantes
para America Latina
Dividiremos este capítulo en las siguientes partes:
1) la tecnología agrícola tradicional; 2) la situación
socioeconómica, aspiraciones, limitantes y opciones
de los campesinos; 3) el desarrollo de otras activida-
des productivas; 4) el desarrollo de la investigación y
la tecnología científica, y 5) la integración del siste-
ma de investigación y tecnología con la sociedad y
los esquemas de la toma de decisiones sociopolíticas.
La Tecnología Agrícola Tradicional (TAT)
Una serie de investigaciones han iniciado una
corriente de aportaciones sobre el conocimiento
agrícola de etnias y agricultores que practican una
tecnología predominantemente tradicional, libre del
enfoque colonialista involucrado en el concepto de
botánica económica y etnobotánica generado por
la cultura occidental central. También hay aporta-
ciones (Bradfield, 1972), en las cuales se aprecia una
fuerte presión de entender el proceso de producción
en lo mínimo requerido para modificarlo, eliminar-
lo y lograr una deseada mayor “productividad”. El
autor de este estudio y sus colaboradores (Hernán-
dez X., 1977) nos hemos fijado la meta de estudiar
los procesos tradicionales de producción agrícola
para aprender la agricultura en sí, para entender su
85 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
dinámica y para elucidar los factores que inciden
en su continuidad, su persistencia, su gestación, su
modificación y su desarrollo.
Estamos conscientes que la ciencia mundial agrí-
cola basada en conocimiento empírico, derivado de
prueba y error, manifestado en habilidad y destreza
en el proceso agrícola, tiene fuertes limitantes: 1)
porque no cuenta con un sistema de registro cuida-
doso de los hechos y las condiciones bajo las cuales
se dan; 2) porque la transmisión del conocimiento
por palabra, por ejemplo y por acción, ocurre a tra-
vés de “filtros” que van modificando, perdiendo y
sesgando dicho conocimiento en el tiempo; 3) por-
que no hay una metodología para someter los fenó-
menos a experimentación, no hay formas de cotejo
controlado, a pesar de que se registran intentos de
poner a prueba el conocimiento tradicional, por
individuos escépticos que pueden “confirmar la
regla” o “innovar el conocimiento”, y 4) por lo ante-
rior, no hay base de análisis conjugativo y predic-
tivo; por lo consiguiente, dicho conocimiento nos
acerca a la realidad, pero en menor grado que lo
esperado del método científico occidental. A pesar
de ésto, el estudio de la producción agrícola tradi-
cional durante el período colonial, muestra su capa-
cidad de aceptación de nuevos elementos y su gra-
dual reorganización.
Podemos resumir los siguientes rasgos para
México:
1. Previo a la conquista, además de la recolecta y la
|  86
caza, se practicaba la agricultura en las zonas: cálido-
húmedas, cálido sub-húmedas, la franja de transi-
ción entre cálido y templado, la templada-húmeda
y la templada-subhúmeda. El sistema generaliza-
do era la roza-tumba-quema (Turrent, 1978), com-
plementado con áreas en tierras drenadas de chi-
nampas y de riego (Wilken,1969). Los implementos
utilizados para las labores agrícolas eran hachas de
piedras, la tarpana, la macana y el palo sembrador.
Las especies cultivadas eran especies generalmen-
te anuales de Zea, maíz; Phaseolus, frijol; Cucurbi-
ta, calabaza; Capsicum, chile; Amaranthus, huautle;
Chenopodium, bledo; Physalis, tomate; Lycopersicon,
jitomate; Salvia, chia; especies con órganos carno-
sos de Manihot, yuca; Xanthosoma, macal; Ipomoea,
camote; Pachyrhizus, jícama; especies arbóreas de
Persea, aguacate; Leucaena, guaje; Crataegus, tejo-
cote; Prunus, capulín; Agave, maguey; Casimiroa,
zapote blanco; Manilkaria, chico zapote; Pouteria,
zapote mamey; Masticodendron, tempistle; Carica,
papaya; Psidium, guayaba; Theobroma, cacao. No
se registran cultivos importantes adaptados a con-
diciones invernales, de las zonas templadas o al cli-
ma mediterráneo.
2. Como resultado de la conquista se registraron
los siguientes cambios: a) apertura de zonas agríco-
las por roturación de los suelos y ampliación de sis-
temas de riego; b) establecimiento de la actividad
pecuaria en base a especies domesticadas introdu-
cidas (Florescano, 1969); c) introducción de nuevos
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
implementos y nuevos materiales: pala, coa, machete,
hacha, arado egipcio; d) establecimiento de nuevos
sistemas de cultivo (siembras al voleo) y nuevos cul-
tivos: para la zona cálido-húmeda, caña de azúcar,
plátano, cítricos; para la zona templada húmeda,
cereales menores (trigo, avena, cebada o centeno,
leguminosas de grano (ebo, haba, garbanzo, arve-
jón), leguminosas forrajeras (alfalfa, ebo), frutales
caducifolios (manzana, durazno, membrillo, cha-
bacano, pera); hortalizas adaptadas a temperaturas
bajas (lechuga, rábano, col, zanahoria, betabel).
Estos cambios fueron auspiciados por: 1) la
desorganización indígena, los nuevos sistemas de
gobierno y los valores sociales impuestos por los
conquistadores; 2) la presión conjugada de religión
y nueva formas de vida ejercida sobre la población
indígena; 3) los sistemas educativos establecidos para
enseñar el uso de nuevas prácticas agropecuarias y
de nuevas especies vegetales y animales domesti-
cadas, y 4) las ventajas de prácticas y elementos de
producción bajo las nuevas condiciones de tenencia
de la tierra de las comunidades agrícolas. Durante
las siguientes centurias el proceso empírico conti-
nuó su marcha conjugando las nuevas condiciones
socioeconómicas y los nuevos elementos producti-
vos para adaptarlos tecnológicamente a los diversos
ámbitos ecológicos.
Algunos resultados de nuestros estudios de
tecnología agrícola tradicional
Tequexquináhuac, Estado de México; con altitud de
2300 a 2600 msnm, clima templado subhúmedo; en
laderas con suelos arenosos. Mario González Espi-
nosa y colaboradores (1977) y Wilken (1977), indi-
can que, en las comunidades rurales del centro de
México, el proceso de producción agropecuaria y
forestal está dado por numerosas interrelaciones
entre varios subsistemas que incluyen al conjunto
humano; al bosque; al área de pastizal inducido; a
las parcelas agrícolas de temporal; al huerto fami-
liar; al hato mixto trashumante (vacuno, caprino,
ovino, caballar y asnal), y al ganado de solar (porci-
no y gallináceas).
El funcionamiento de estos subsistemas, más el
uso del suelo y piedra para construcción, condu-
cen a un aprovechamiento extensivo de los recursos
naturales. La presencia de ganado permite la utiliza-
ción de vegetación inducida, de residuos agrícolas y
domésticos y de arvenses. La producción de estiércol
permite una circulación parcial al suelo de minera-
les y materia orgánica, cuyo valor es reconocido por
todos los agricultores.
Los estudios de Parra y Hernández X. (1979) en
las parcelas de temporal indican: 1) que, ante lo alea-
torio de la precipitación pluvial, los campesinos se
guían por una serie de indicadores físicos y biológi-
cos especialmente relacionados con el contenido de
87 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
humedad en el suelo, para toma de decisión de sus
prácticas agrícolas; 2) que en parcelas ubicadas en
diferentes franjas climatológicas, los campesinos uti-
lizan variantes de especies cultivadas y aplican dife-
rentes prácticas, y 3) que las condiciones socioeco-
nómicas del agricultor, específicamente su dispo-
nibilidad de los medios de trabajo, determinan el
calendario agrícola observado y, que el retraso de
algunos agricultores no se debe a su falta de cono-
cimiento tradicional.
Por otro lado, Ortiz y Hernández X. (1976-77)
en el estudio de los ovinos del hato mixto trashu-
mante encuentran: 1) que los hatos están formados
por animales de varias familias y encomendados a
niños y a viejos; 2) que la subsistencia de los anima-
les depende de residuos agrícolas, arvenses, rudera-
les y vegetación secundaria; 3) que la productividad
arroja cifras negativas, y 4) que la tecnología utili-
zada parece estar muy deteriorada como consecuen-
cia de la dedicación cada vez mayor de la población
humana a empleos en los grandes núcleos de pobla-
ción del Valle de México.
Zacapoaxtla, Puebla; en la ceja oriental a barlo-
vento del Eje Transversal Neovolcánico; entre 1600 a
2300 msnm; con clima templado benigno húmedo;
laderas con suelos profundos de andosoles, Ramos
y Hernández X. (1977), encuentran: 1) que la agri-
cultura estaba basada en cultivos múltiples de maíz-
frijol mateado intercalado, frijol de guía asociado,
|  88
frijol “acalete” (Phaseolus dumosus) asociado, más
siembras en huertos familiares de árboles frutales,
chayote (Sechium), chilacayote (Cucurbita ficifolia)
y flores; 2) que la producción agrícola neta consiste
de cultivos, residuos agrícolas, arvenses comestibles
y arvenses forrajeras; 3) que hay un aprecio defi-
nido al papel de la materia orgánica (estiércol y resi-
duos agrícolas) en su aporte a minerales y capacidad
de retención de humedad en estos suelos y, 4) que
durante los últimos años la introducción de papa
para siembras en invierno ha añadido un producto
de alto valor comercial, favorecido el uso de fungi-
cidas y fertilizantes químicos y desquiciado en parte
los calendarios agrícolas y los sistemas de merca-
deo anteriores. Por otro lado, Guadarrama y Her-
nández X. (1979) encontraron que, para calcular la
productividad real bajo estas condiciones, es necesa-
rio tomar en cuenta los productos con valor de uso
que no llegan al mercado. El estudio de Fernández
et al. (1974-75) destaca la adaptación de las varian-
tes de las especies cultivadas de maíz y los nichos
ecológicos utilizados, mientras que las observacio-
nes de Ramos y Hernández X. (1977) sugieren una
selección prolongada de maíz y frijol utilizados en
la asociación.
Valles Centrales de Oaxaca; entre 1500 y 2000
msnm; con clima templado benigno, semi-húmedo
y semi-árido con terrenos planos de extensión redu-
cida y declives; con fuerte concentración de pobla-
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
ción mestiza e indígena. La zona ha sido estudiada
en sus fases prehistóricas y actuales por grupos mul-
tidisciplinarios dirigidos por K.V. Flannery (Kirkby,
1973).
Las observaciones de Hernández X. y Solano
(1979) indican que la población agrícola tiene una
clara regionalización de las tierras según su capaci-
dad de uso tomando en cuenta topografía, textura
del suelo, facilidad de riego por canales de derivación
o por pozos de poca profundidad, indicadores de la
vegetación y la capacidad de retención de humedad
de los suelos. Las tierras están muy divididas en su
propiedad y las familias rurales generalmente tie-
nen varios predios chicos distribuidos en diferentes
áreas ecológicas.
La alta población rural ha conducido a una gran
fragmentación de la tierra en predios de unos miles
de metros cuadrados en las más favorables para la
producción, hasta varias hectáreas en las zonas de
temporal. Las familias tienen un promedio de 3.5
predios distribuidos en diferentes nichos ecológicos.
Bajo estas condiciones, la producción agrícola reviste
múltiples formas que requieren conocimientos y
habilidades extensa en el manejo de cultivos, prepa-
ración del terreno, calendarios y prácticas agrícolas.
En los aluviones bajos con riego se producen hor-
talizas, flores y especias de alto valor comercial, así
como alfalfa ligada a ganado vacuno lechero para
la elaboración de quesillo; en los “yacuelos”, culti-
vos múltiples de maíz, frijol, calabaza; en los suelos
grises arenosos de temporal, maíz, higuerilla, frijol,
calabaza; en los suelos grises arenosos de temporal
más incierto, maguey “mezcalero” con maíz y frijol
intercalado; en los suelos negros arcillosos, caña de
azúcar y alfalfa en camellones.
Las unidades pecuarias familiares permiten: 1)
la utilización de todos los residuos agrícolas y la
vegetación espontánea; 2) la producción de estiér-
col de reconocido valor como mejorador del suelo;
3) la reproducción de fuerza de trabajo agrícola y 4)
ingresos complementarios por carne, cuero y lana.
Hay amplia utilización de arvenses para alimenta-
ción humana. La producción de “carrizo” (Arundo
donax) es la base para una extensa artesanía de ces-
tería; el maguey “mezcalero”, se utiliza en numero-
sas, y pequeñas, unidades agroindustriales de pro-
ducción de mezcal.
Estos estudios reflejan cientos de años de pro-
ducción agrícola en los niveles ecológico y socioeco-
nómico en que operan la gran mayoría de los cam-
pesinos del país. Existe la incorporación paulatina
de nuevas tecnologías: bombas para agua, semilla
mejorada de hortalizas y flores, cultivos como papa,
higuerilla, nopalero, “cresta de gallo” (Celosia), frijol
ejotero de vara; utilización de fertilizantes químicos,
insecticidas, fungicidas (no herbicidas); trapiches y
destiladoras.
Según las apreciaciones de agricultores indígenas
de Centro y Sur América, estas condiciones se repi-
ten en AIta y Baja Verapaz, Guatemala, en las zonas
89 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
montañosas del Río Magdalena, Colombia, en los
valles andinos de Ecuador, en el Callejón de Hua-
ylas, Perú y en el Altiplano de Bolivia. En nuestras
áreas de estudio los alumnos de agronomía se han
aproximado a una de las caras dominantes de nues-
tra realidad agrícola (Hernández X. et al..1976-77).
En un intento de profundizar en el entendimiento
de estos procesos de producción agrícola nos hemos
planteado la programación de cotejo experimen-
tal de las prácticas agrícolas a los siguientes niveles:
Costo de producción
1) Cálculo de productividad ortodoxa:
Valor producto comercial
Costo de producción.
2) Cálculo de productividad tomando en cuenta los
productos con valor de uso que no entran al mer-
cado:
(Valor producto comercial + valor estimado
producto con valor de uso)
Costo de producción
3) Producción agrícola neta expresada en energía;
4) Flujo de energía en la unidad de producción familiar;
5) Medición de la degradación del recurso suelo
según práctica agrícola usada; y
|  90
6) seguridad de producción vs factores aleatorios de
la producción.
Aspiraciones, limitantes y opciones de
los agricultores
Consideramos que aún hay pocos estudios específi-
cos que puedan informarnos sobre las aspiraciones
de los núcleos rurales; en general, los estudios glo-
bales adolecen, a nuestro juicio, de sesgos culturales
impuestos por el investigador. González-M. (1978)
en su estudio en el Ejido de Loma Tendida en El
Bajío, México, sugiere que, sobre las aspiraciones
expresadas comúnmente en la actualidad de lograr
bienestar y mayor seguridad por medio de mayores
ingresos continuos, la expresión de dicha búsqueda
está fuertemente influida por los medios modernos
de propaganda. Por otro lado, su investigación enfo-
cada a la dinámica de las familias entre el período
de 1936 a 1972 indica:
∙ Ha habido un fuerte aumento de la población;
una ligera expansión del área dotada legalmen-
te; un ligero aumento del área bajo riego.
∙ La familia originalmente estructurada en for-
ma nuclear, ha pasado a una forma extendida
[extensa]; las mujeres se casan jóvenes y pasan
a formar parte de la familia del esposo-
∙ Algunos de los hombres migran permanen-
temente; jóvenes y viejos trabajan la parcela;
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
jóvenes y maduros salen temporalmente a ven-
der su fuerza de trabajo a las labores agrícolas
en el extranjero o a otras regiones del país, o a
la industria regional, aportando ingresos a la
unidad familiar.
∙ Las mejores tierras están dedicadas a cultivos
comerciales de sorgo y de trigo; para los pro-
ductos de subsistencia se han abierto tierras
en las dotaciones ejidales de agostadero bajo el
sistema de temporal conocido como “huamil”.
∙ El aumento de necesidades familiares y la gran
dependencia económica dada por la exigencia
de insumos modernos y los precios de mer-
cado de los productos comerciales, tanto los
de sorgo y trigo, como los de las mercancías
requeridas, han dado como opción un aumen-
to en la población para la producción de fuerza
de trabajo que pueda complementar el ingre-
so familiar.
∙ Al librarse de una condición de inseguridad,
han caído en una situación en la cual la explo-
tación de la mano de obra es rampante y su
uso incierto.
Desarrollo de otras actividades productivas
Es indiscutible que el desarrollo de otras actividades
productivas puede llegar a aliviar las condiciones
socioeconómicas deprimidas de la gran extensión
de la agricultura prevalente existente en América
Latina. No estamos en condiciones de analizar esta
faceta del fenómeno, ni de evaluar las restricciones
impuestas a nuestro desarrollo por nuestra econo-
mía capitalista dependiente.
En la zona petrolera del Sureste y, podríamos
incluir por observación propia, algunas zonas de
Colombia y Ecuador, los eventos han marchado
precipitadamente de tal forma que no hay estudios
microrregionales de referencia. Han ocurrido infla-
ción, migración masiva de población desarraigada,
contaminación de áreas agrícolas y ríos, despla-
zamiento de poblaciones locales y escasez de pro-
ductos agrícolas. En este caso, como en el de cons-
trucciones gigantescas, queda en evidencia la gran
capacidad tecnológica actual en el campo de los
fenómenos físicos, y al desnudo nuestro descono-
cimiento del manejo conveniente de los recursos
naturales para la producción agrícola.
Al final de cuentas, quienes han venido usando
dichos recursos con cierta continuidad y éxito han
sido las etnias de las zonas cálido-húmedas. Quizá el
estudio de sus conocimientos y tecnologías merece
atención como punto de partida para la formulación
de las hipótesis de trabajo que impulsen nuestras
investigaciones científicas.
Investigación y tecnología científica
Hemos planteado la tesis de que la investigación
91 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
científica es un instrumento intelectual, formula-
do por el hombre con base al conocimiento empíri-
co existente, para la generación de todo lo que nos
aproxime cada vez más a la realidad de la naturale-
za, dentro de la cual está inmerso el mismo hom-
bre. Este instrumento y la educación de los grupos
humanos que lo han utilizado, se generó en el cen-
tro de la cultura occidental, Europa, y ha manteni-
do fuertes nexos “umbilicales” con Estados Unidos
de América y Australia; América Latina, en general,
prácticamente se ha mantenido aislada.
Se indica que las leyes naturales son universales,
pero en los campos en que dichas leyes, como es el
caso de la agronomía y la sociología, aun no se defi-
nen, incumbe a los núcleos humanos involucrados
establecer sus propios esquemas de investigación, so
pena de continuar en el papel de colonialismo inte-
lectual y escenario de experimentación con enfoques
ajenos a un desarrollo en concordancia con las aspi-
raciones de las poblaciones afectadas.
Para el caso, América Latina es necesario revi-
sar y reorganizar sus esquemas educativos con cui-
dado. Para formar investigadores es necesario esta-
blecer una educación universitaria de base, desde los
primeros años de educación formal, con amplitud
universal de la enseñanza, con fuerte ingrediente
de filosofía científica, con exigencia en la actividad
y capacidad intelectual, estrictamente selectiva a tra-
vés del proceso y con continua interacción entre la
praxis y la enseñanza. Requerirá tiempo y la primera
|  92
tarea tendrá que ser la formación del grupo inicial
de educadores.
Este planteamiento no se opone, ni excluye al sis-
tema nacional educativo, el cual, por otro lado, ten-
drá las funciones de preparar a la población para los
procesos productivos y de funcionamiento social, de
dar oportunidad a toda la población de desarrollar
sus capacidades, de permitir la selección de los más
aptos para las labores de investigación y tecnológi-
cas, y de permitir el flujo de intercomunicación en
los diferentes niveles de acción.
Lo anterior permitirá ubicar la programación y
la ejecución en los grupos preparados. La investi-
gación académica y básica por los investigadores; la
tecnología, por los grupos humanos tecnológicos, y
la producción, por los hábiles, diestros y conocedo-
res de los procesos.
La integración de la ciencia con la sociedad
La ciencia y la tecnología, per se, no contestan las
preguntas críticas de las sociedades humanas: ¿para
qué? y ¿para quién? Sobre estos puntos recogemos
las palabras de Bertrand Russell (1969:9):
El hombre hasta ahora se ha visto impedido
de realizar sus esperanzas, por ignorancia de
los medios. A medida que esta ignorancia
desaparece, se capacita cada· vez mejor para
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina
moldear su medio ambiente, su medio social
y su propio ser según las formas que juzga
mejores. Mientras sea sensato, este nuevo poder
le será beneficioso. Pero si el hombre es necio, le
será contraproducente. Por consiguiente, para
que una civilización científica sea una buena
civilización, es necesario que el aumento de
conocimientos vaya acompañado de un
aumento de sabiduría. Entiendo por sabiduría
una concepción justa de los fines de la vida.
Esto es algo que la ciencia por sí misma no
proporciona. El aumento de la ciencia en sí
mismo no es, por consiguiente, bastante para
garantizar ningún progreso genuino, aunque
suministre uno de los ingredientes que el
progreso exige.
Con relación al estudio de un grupo étnico de Tan-
zania, en la zona cálido-húmeda, Knight (1974:237)
concluye:
El cambio queda aún por transformar totalmente
la cultura y el proceso de conocimientos
de los Nyiha. Parece razonable argumentar
que la continuidad del cambio construirá
sobre el conocimiento tradicional y sobre la
comunicación entre dicho conocimiento y la
ciencia moderna. La alternativa es la substitución
total de nuestros sistemas de conocimiento
por el de ellos. Pongo fuertes objeciones a
tal substitución puesto que dudo tanto de la
eficacia de nuestro proceso educacional, como
de la validez de nuestro sistema científico en
medios ecológicos desconocidos.
A continuación se presenta una relación de las
investigaciones básicas y tecnológicas que se consi-
deran relevantes para la solución de los problemas
de producción agropecuaria y forestal en América
Latina. Dicha relación consiste de cuatro columnas:
La primera, señala las características ecológicas
sobresalientes y los países en los cuales se encuen-
tran amplias extensiones dedicadas a la actividad
agropecuaria y forestal. La segunda, indica la carac-
terística socioeconómica sobresaliente y representa
una subdivisión del área ecológica mayor. La tercera,
bosqueja las líneas de investigación básica que se
consideran de mayor prioridad por estudiarse; des-
taca a la vez los campos en que se considera que los
investigadores de América Latina necesitan profun-
dizar con el fin de lograr los conocimientos funda-
mentales para la solución tecnológica y socioeconó-
mica de las sociedades. La cuarta, señala los campos
de tecnología científica en los cuales se considera
que ya existen suficientes antecedentes de conoci-
miento básico que permiten la búsqueda de solu-
ciones tecnológicas a los problemas de producción.
Las columnas de investigación básica y de tecno-
logía científica señalan el conjunto de problemas por
estudiar con números secuenciados, pero al entrar
93 |
 Efraím Hernández Xolocotzi

a cada condición socioeconómica diferente, se ha iniciado dicha numeración, con numeración uniforme con
el fin de ubicar los problemas de investigación y de tecnología científica en conjuntos claramente identifica-
dos con la condición socioeconómica.

Problemas de América Latina que requieren de investigación y tecnología para su solución.

Condición
Zona ecológica Investigación básica Tecnología científica
socioeconómica
Templada húmeda
(México, Guatemala, 1.Cómo se genera, cómo se 1. Diseño y hechura de los
Colombia, Ecuador, Perú, transmite, cómo se conserva el implementos.
Bolivia, Chile, Argentina, Minifundio conocimiento.
Uruguay).
2.Inventario conocimiento de los 2.Prácticas para asegurar
Ibid. recursos; sus usos; sus métodos de reproducción y conservación
transformación para uso. recursos espontáneos
3. Móviles de selección bajo 3. Prácticas para mejorar
Ibid. domesticación. procesos de transformación.
4.Procesos de producción
productividad tomando en cuenta 4. Prueba de nuevos
Ibid. materiales de producción.
todo el con texto económico.
5. Experimentos tendientes a
5. Consejo experimental de las conservar: materia orgánica,
Ibid. prácticas agrícolas minerales, sales, suelos,
humedad.
6. Producción materia
Ibid. 6. Historia orgánica
7. Organización social y para el uso 7. Uso de agua
Ibid. de recursos.
Templada húmeda
(México, Guatemala, 8. Mecanismos de aceptación y de 8. Observación para venta y
Colombia, Ecuador, Perú, rechazo compra al mercado.
Bolivia, Chile, Argentina,
Uruguay).
Ibid. 9. Expectativas educación

|  94
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina

10. Proceso de producción y 10. Adecuación,

Ibid. productividad implementos y maquinaria
11. Cotejo experimental de las 11. Prueba nuevos materiales
Ibid. prácticas agrícolas. biológicos.
12. Mejoramiento materiales
Ibid. 12. Organización social biológicos
13. Prácticas agrícolas;
fechas siembra; fertilización;
Ibid. 13. Historia. población; humedad;
protección.
14. Mecanismos de aceptación y
Ibid. 14. Uso de agua.
rechazo.
15. Opciones actuales de aumentar 15. Circulación energía-
Ibid. el ingreso familiar. cultivos pecuarios forestales.
16. Expectativas de la educación 16. Organización para venta
Ibid. formal. y compra.
Templada húmeda
(México, Guatemala,
Colombia, Ecuador, Perú, Latifundio 17. Estudios micro- económicos. 17. Riego.
Bolivia, Chile, Argentina,
Uruguay).
18. Relaciones económicas intra e
Ibid. 18. Semillas mejoradas.
internacionales.
Ibid. 19. Fertilización.
Ibid. 20. Plaguicidas.
21. Maquinaria.
Ibid. 22. Prácticas de manejo.
Ibid. 23. Almacenamiento.
24. Pronóstico
Ibid. meteorológico.
25. Pronóstico mercados y
Ibid. precios.
Ibid. 26. Crédito.
27. Organización para
Ibid. compra venta y operación.
Árida y semiárida; micro y Etnias no 28. Conocimiento básico
macro térmico; temporal agrícolas tecnológico y súper estructural del 28. Fuentes de agua.
y riego. grupo.
(México, Guatemala,
29. Conocimientos de los recursos 29. Procesos de utilización
Venezuela, Colombia,
y sus formas de aprovechamiento. (esquilmos). espontáneos
de productos
Ecuador, Perú, Chile,
Argentina).

95 |
 Efraím Hernández Xolocotzi

30. Calendarios de actividades

productivas.
31. Historia.
32. Organización.
33. Problemas sociales y
expectativas.
34. Demografía.
35. De arriba inmediato: 29; 30; 31;
Grupos agrícolas 32; 33; 34.
(1) Temporal. 36. Cálculo riego. 36. Riego.
37. Conservación humedad.
38. Prácticas reducir efectos
erosión eólica.
39. Prueba de materiales
bióticos regionales.
40. Introducción materiales
bióticos.
41. Construcción de
terrazas; obras de captación,
escurrimiento; subsuelo, etc.
42. Estudios económicos de 42. Prácticas para evitar
b) Riego inversión y de productividad. salinidad.
43. Salinidad. 43. Conservación agua.
44. Transporte y uso agua. 44. Pronóstico mercados.
45. Mercadeo. 45. Agroindustria.
46. Semillas mejoradas,
46. Agroindustria. fertilización, densidad de
población, plaguicidas.
47. Mecanización.
48. Organización compra y
venta.
49. Divulgación.
50. Investigación aplicada.
51. Vinculación
agropecuaria.
52. Tecnología científica de
Grupos. 52. Historia. manejo; sitio; condición;
carga animal; ritmos de uso.
53. Obras de mejoramiento
para retención de humedad
53. Tenencia. y reducción de la erosión
hídrica y eólica.

|  96
 La investigación científica y el desarrollo de tecnología relevante en América Latina

54. Conocimientos empíricos de

recursos, manejo, calendarios, 54. Introducción de material
prácticas, implementos, sacrificio, biótico.
transporte, mercadeo.
55. Organización. 55. Fertilización.
56. Entrenamiento y uso de mano
de obra.
57. Productividad biológica,
agronómica y económica.
58. Estudio taxonómico,
ecológico, bromatológico, de
aprovechamiento animal y genético
del material autóctono.
Cálido húmedo (México,
Centro América,
Colombia, Venezuela, Etnias no agrícolas 59. Igual número 1, 2, 4, 6, 7, 8, 9.
Ecuador Perú, Bolivia,
Brasil, Paraguay).
60. Prácticas tendientes a conservar
recursos.
61. Superestructura.
62. Demografía.
63. Edafología, especialmente 63. Igual a 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8,
Agropecuarios. materia orgánica, flujo de 10, 11, 13, 15, 16, 19, 20, 21,
minerales, estructura. 22, 23, 24, 25.
64. Agrometeorología
65. Regionalización para la
producción.
66. Recursos bióticos y su
utilización.
67. Móviles de selección bajo
domesticación.
68. Proceso de producción y
cálculos productividad.
69. Igual a 5, 6, 7, 8, y 9; 11, 12, 13,
14, 15, 16, 17 y 18.
70. Enfermedades y plagas.
71. Fisiología recursos bióticos.
Nota: la numeración fue modificada del original, con el fin de volverlos continuos.

97 |
 Efraím Hernández Xolocotzi
Referencias bibliográficas
Bradfield, R. 1972. “Maximizing food production
through multiple cropping systems centered on
rice”. In rice, science and man. IRRI, Los Banos,
Philippines; pp. 143-163.
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|  100
 La milpa tradicional en
la porción central del
estado de Yucatán hacia
finales del siglo XX

Jorge Duch Gary

Profesor-Investigador
Universidad Autónoma Chapingo
 Preámbulo
El documento que se presenta es parte del tra-
bajo de investigación de la tesis de maestría en
ciencias realizado por el autor entre los años
1987 y 1992, titulada Disturbio forestal y agricul-
tura milpera tradicional en la porción central del
estado de Yucatán.
El texto corresponde específicamente al capí-
tulo seis de dicha tesis, La milpa: manejo tradi-
cional y cambio tecnológico; para su exposición
el contenido temático de dicho capítulo se divi-
dió en tres apartados, mismos que se reprodu-
cen en este documento: La milpa como expre-
sión territorial del trabajo campesino; Fundamen-
tos ecológicos de la milpa y el manejo tradicional,
y Dinámica de la agricultura milpera. A su vez,
cada uno de estos apartados fue subdividido
atendiendo a varios aspectos de interés, como
se podrá apreciar en su momento.
Así, los lectores se podrán percatar de que
algunos de los datos relativos a la información
acopiada, sistematizada e interpretada en tér-
minos de los resultados que se presentan, no
corresponden necesariamente a situaciones
observables en la milpa tradicional que actual-
mente se practica en el área de estudio; sin
embargo, se consideró importante su publica-
ción con la idea de establecer un punto de refe-
rencia espacio temporal para estudios posterio-
res de este importante sistema de manejo tradi-
cional en el estado de Yucatán.
La milpa como expresión territorial
del trabajo campesino
El estudio del sistema de manejo de la milpa tra-
dicional en el estado de Yucatán precisa, como
 jorge duch gary
punto de partida, acotar el significado del término
milpa como aquella superficie de terreno donde se
cultiva maíz en asociación con otras especies vege-
tales, de preferencia leguminosas y cucurbitáceas,
empleando las técnicas agrícolas y aplicando los
tiempos de trabajo requeridos para alcanzar tal pro-
pósito; por esta razón, en el presente apartado la
palabra milpa está acotada al ámbito espacio tempo-
ral, al terreno específicamente destinado a estas acti-
vidades y no al proceso de producción que implica
la agricultura milpera en su conjunto.
Tamaño y ubicación de las milpas
Es conveniente señalar, de entrada, que los campe-
sinos yucatecos reconocen genéricamente dos cla-
ses de milpas: la milpa roza, o milpa de primer año,
que es la que se siembra a continuación de la roza,
tumba y quema del monte, sin importar su edad o
altura, y la milpa caña, o milpa de segundo año –
algunas veces de tercero– de siembra consecutiva
en un mismo terreno; entre ambas milpas se dis-
tinguen pequeñas diferencias en cuanto al tamaño
de la superficie que ocupan y algunas de las técni-
cas de manejo.
Sin embargo, en lo que se refiere a las condiciones
del relieve y los suelos encontrados en los terrenos
que ocupan no existe gran diferencia entre ambas
milpas, pues se trata más bien de la intermitencia de
dos o tres ciclos de actividades que se realizan en un
|  104
 
mismo terreno, pero que forman parte de un solo
sistema de manejo.
De acuerdo con las observaciones realizadas en
las cuatro comunidades rurales estudiadas en la por-
ción central del estado de Yucatán, la forma que pre-
sentan las milpas es, en su gran mayoría, sensible-
mente rectangular o de figuras geométricas similares,
hecho que tiene como razón técnica fundamental
la costumbre ancestral de marcar el terreno donde
cada milpero decide hacer su primera milpa, para lo
cual abre dos brechas convergentes en ángulo recto,
orientadas una de norte a sur, y de este a oeste, la
otra, desbrozando el monte en aproximadamente
un metro de anchura; de este modo, el vértice que
forma el empalme de ambas brechas queda apun-
tando hacia el rumbo sureste.
Además, estas dos brechas constituyen la base de
las subsecuentes mediciones de cada terreno1, que
es la condición indispensable para poder realizar
las diversas cuantificaciones técnicas y económicas
que requiere el proceso de trabajo en sus diferentes
fases; sería muy raro, pues, encontrar en esta por-
ción territorial, incluso en toda la entidad, mil-
pas que no guarden un patrón de configuración
espacial como el descrito; las primeras están rela-
1 Estas mediciones que se cuantifican en mecates; un mecate es
una unidad de superficie que corresponde a un cuadrado de 20
m por lado (400 m2); así, una hectárea equivale a 25 mecates.
Es también usual en el medio rural yucateco aplicar el término
mecate a una longitud de 20 m.
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 1. Tamaño de las milpas roza y caña en la porción central del estado de Yucatán.

Tamaño de las milpas (mecates)

Tipo de milpa Comunidad NPE Promedio Máximo Mínimo
Dzitás 26 98 250 45
Tabi 14 60 125 25
Milpa roza
Teabo 25 60 160 20
Yaxcabá 29 106 300 30
Dzitás 10 32 100 5
Tabi 11 27 130 20
Milpa caña
Teabo 12 28 60 8
Yaxcabá 17 41 100 20
1 ha = 25 mecates.
NPE = Número de Productores Entrevistados.
Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).

cionadas con las tareas de la quema de los montes
tumbados antes de la siembra, y las segundas, con los
tiempos y los costos del trabajo y, desde luego, con
los rendimientos y el valor (de uso y de cambio) de
cada especie vegetal cultivada, especialmente maíz.
Respecto a las dimensiones de las milpas estu-
diadas entre los años 1987 a 1992, se encontró que
por lo general ocupaban superficies pequeñas, aun-
que con variaban, en mayor o menor medida, de
acuerdo con las necesidades de cada productor, de
la disponibilidad de mano de obra familiar o de las
posibilidades económicas que tuviera para contra-
tar jornaleros. El tamaño promedio de las milpas
en la porción central de la entidad no presentó dis-
crepancias significativas en 50 años, esto es, desde
que Steggerda (1941) publicó su detallado estudio
sobre la producción de maíz en el área de Chichén
Itzá; empero, sí se puede apreciar una ligera tenden-
cia hacia el incremento de la extensión superficial
promedio; en el presente estudio encontramos que
el tamaño promedio de las 638 milpas que estudió
en tres diferentes localidades, por un periodo de
cinco años, fue de 99.23 mecates, es decir, casi 4 ha.
En el Cuadro 1 se presentan los valores prome-
dio estimados a partir de las observaciones realiza-
das en las cuatro comunidades objeto del presente
estudio: de los 94 productores milperos entrevista-
dos en Dzitás, Tabi, Yaxcabá y Teabo, se estimó que

105 |
 jorge duch gary
el tamaño promedio de la milpa roza y la milpa caña
fue de 81 y 32 mecates (3.24 y 1.28 ha) respectiva-
mente, lo que equivale a un total de 113 mecates
(4.52 ha) por productor.
En un análisis más detallado sobre el tamaño de
las milpas roza y caña y su relación con otros ele-
mentos de la agricultura milpera, en el mismo cua-
dro se puede apreciar que el tamaño promedio de
la milpa roza varía de 60 mecates (2.4 ha) en Tabi y
Teabo hasta 98 y 106 mecates (3.9 y 4.2 ha) en Dzi-
tás y Yaxcabá, respectivamente.
Esta misma tendencia se observa para el caso de
la milpa caña, con una variación entre 27 mecates
en Tabi y 41 mecates en Yaxcabá (1.1 y 1.9 ha res-
pectivamente), sin que se pudiera identificar alguna
causa aparente que explicara tal diferencia; lo que sí
conviene señalar es la mayor variación que mues-
tran estos datos con relación a los registros en dos
de las comunidades del área de Chichén Itzá estu-
diadas por Steggerda (1941), quien encontró que en
las comunidades de Pisté y Xocenpich el tamaño
promedio de las milpas fue de 88.1 y 99.7 mecates
respectivamente (3.5 y 3.9 ha).
Un dato adicional es que la relación entre el tama-
ño de las milpas roza y caña encontradas en cada
una de las cuatro comunidades estudiadas es sensi-
blemente variable: de 3 a 1 en Dzitás, 2.5 a 1 en Yax-
cabá y de 2.2 a 1 en Tabi y Teabo.
El tamaño de las milpas y la relativamente
pequeña variación que se observa en la porción cen-
|  106
 
tral de la entidad a través de la historia reciente, son
dos aspectos que podrían derivar a) de la experien-
cia de los milperos, cuya decisión de trabajar una
determinada extensión de tierra está relacionada
directamente con sus necesidades de sobrevivencia
y reproducción familiar y, b) del respeto colectivo al
reconocimiento expreso de esta práctica social en las
resoluciones agrarias que se expidieron en el estado
entre 1920 y 1940, mediante las cuales las dotacio-
nes de tierra a los ejidos milperos se concedieron
con carácter comunal, estableciendo como norma
el usufructo anual de tres hectáreas de milpa roza
y una hectárea de milpa caña para cada campesino
milpero, con un periodo de descanso de 16 años
aproximadamente.
Don Demetrio, milpero de Teabo, considera que
“...lo que un campesino puede trabajar de milpa, bien
trabajado, son 50 mecates (2 ha) pero tiene que cha-
pear con coa, porque así rociado, con la herbicida,
pues se daña la calabaza.”
Sin embargo, la demanda alimentaria o de recur-
sos monetarios puede inducir a los milperos a hacer
milpas más grandes, como señala don Rufino, mil-
pero de Dzitás, quien para el ciclo agrícola de 1991
sembró 100 mecates (4 ha) y cosechó 150 cargas de
maíz (6 300 kg aproximadamente), en un año bueno,
en términos de lluvia y sin utilizar fertilizante.
Para el caso de Dzitás y Yaxcabá, se aprecia que
la mayor distancia de las milpas al poblado es de 10
km, mientras que las menores son de 2 y 1 km res-
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 2. Ubicación de las milpas en la porción central del estado de Yucatán.

Distancia a las milpas (km)

Comunidades NPE Promedio Máxima Mínima
Dzitás 24 4.8 10 2
Tabi 10 3.1 8 1
Yaxcabá 29 4.3 10 1
npe = número de productores entrevistados.
Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).

pectivamente. Para corroborar esta información, es un coeficiente de variación promedio de 55.6 %, lo

elocuente el comentario de don Bernardino, cam-
pesino de la comunidad de Teabo, quien señala que
a él le gusta tumbar montes un poquito altos: “...en
el rumbo de Chikam (un viejo rancho ganadero que
pertenece a la pequeña propiedad), donde siempre
había monte alto y no mucha gente que trabaje ahí;
pero está lejos, como ocho kilómetros y no hay camino;
me fastidié y bajé aquí; ahora trabajo en el rumbo de
San Diego Max, en el ejido.”
Para tres de las cuatro comunidades estudiadas
(Dzitás, Tabi y Yaxcabá), las distancias medias entre
el poblado y las milpas fueron de 4.8, 3.0 y 4.3 km
respectivamente.
En el Cuadro 2 se presenta la información rela-
tiva a la ubicación de las milpas, considerando la dis-
tancia de éstas con respecto al poblado; la distancia
media para tres de las cuatro comunidades estudia-
das (Dzitás, Tabi y Yaxcabá) es de 4 km, mostrando
cual es una muy clara referencia a la amplitud del
intervalo en que se mueven las distancias máximas
y mínimas que recorren los campesinos para hacer
sus milpas.
La información anterior revela que en el período
comprendido entre ambos estudios (50 años aproxi-
madamente) la ubicación de las milpas, en términos
de distancias medias, no cambió de manera signifi-
cativa, aun cuando se aprecia una ligera tendencia
hacia la disminución.
Asimismo, pareciera que los milperos yucate-
cos todavía conservan la costumbre de hacer todos
los años sus milpas en el mismo rumbo con res-
pecto al poblado: “Desde que empecé a tumbar monte,
comenta Don Manrique, campesino milpero de Tabi,
escogí hacia el oriente del pueblo, y en ese rumbo, y en
ese tablaje, escojo todos los años mi monte.”
Lo anterior no obliga, desde luego, a que las

107 |
 jorge duch gary
milpas campesinas siempre estén localizadas en
las dotaciones ejidales; en algunas comunidades es
hasta cierto punto frecuente encontrarlas en tierras
de propiedad particular, como actualmente sucede
en la porción central de la entidad.
Variedad y recurrencia ambiental
En la porción central de estado de Yucatán las mil-
pas son muy parecidas a las que se encuentran en
cualquier otra área de la entidad; aunque en Dzitás,
por ejemplo, las milpas son menos contrastadas en
su relieve que las que se localizan en Yaxcabá, Tabi
o Teabo.
Los altillos son promontorios sensiblemente cir-
culares con un suave trazo convexo sobre los que se
despliegan suelos someros y en extremo pedregosos;
entre ellos, en las planadas, los terrenos son relati-
vamente más profundos y con menor contenido de
piedras; aun así, o precisamente por la misma con-
dición agreste que presentan los suelos en su estrato
superficial, los campesinos milperos son capaces de
diferenciar terrenos buenos y malos para hacer sus
milpas, en función de la proporción de los aflora-
mientos rocosos continuos, llamados lajas, encon-
trados dentro de una determinada área.
Dice don Paulino, campesino de Tabi, municipio
de Sotuta, dice: “...no a todos les gusta hacer su milpa
aquí cerca, porque la tierra es pura laja; se van un
poco más lejos buscando terrenos buenos donde hay
tierra más negra, que le dicen káakab o káakab lu’um.”
|  108
 
En realidad, sucede que los suelos poco profun-
dos y muy pedregosos que aparecen en casi todas las
milpas, no impiden, a pesar de su somera y pétrea
apariencia, el crecimiento de las especies cultivadas;
ningún milpero con experiencia puede darse el lujo
de medir, tumbar y quemar un monte, si la superfi-
cie de terreno que podría sembrar después le resulta
menor; si las milpas son por lo común diversas en
su relieve, tanta o mayor resulta la variación de los
suelos que se pueden encontrar en ellas.
Hay que señalar que existe una correlación muy
acentuada entre las formaciones topográficas y la
distribución de los suelos; de acuerdo con lo que
afirman campesinos milperos en la comunidad de
Teabo, en las milpas hay tres tipos de suelo que en
la lengua maya se reconocen con los vocablos tsek’el,
box lu’um y chac k’áankaab.
En el primer caso, se trata de suelos muy some-
ros con una gran cantidad de piedras y abundantes
afloramientos rocosos, los cuales se localizan sobre
los altillos; en el segundo, son suelos negros, tam-
bién delgados y en extremo pedregosos, pero con
un elevado contenido de materia orgánica que los
hace fértiles y potencialmente productivos; estos
suelos se despliegan también sobre los altillos y en
una muy intrincada asociación con los primeros,
conformando con frecuencia un complejo edáfico
que para fines prácticos es considerado como un
sólo tipo de suelo.
El tercer término corresponde a los suelos locali-
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
zados en las planadas, relativamente más profundos
y libres de piedras: son de color rojo o café rojizo, lo
que indica una menor cantidad de materia orgánica,
y por ello mismo una fertilidad también menor; sin
embargo, para don Demetrio, productor milpero de
Teabo, es en el chac k’áankaab donde se da mejor el
maíz; así lo corrobora Don Luis Octaviano, quien
piensa que en el complejo tsek’el-box lu’um el maíz
produce menos: “…pienso tumbar mi monte alto este
año, porque en ese lugarcito, en el k’áankaab, más da
el maíz; en el altillo, entre las piedras, con un poquito
de sol se acaban las plantas; ahora, en el k’áankaab,
resisten más; entre las piedras, si no llueve, en 15 días
se están muriendo las matas”.
Podría interpretarse, entonces, que en la tenden-
cia de considerar mejor suelo para el maíz al llamado
chac k’áankaab, los milperos incluyen también una
valoración de la capacidad para conservar mayor
cantidad de humedad por abajo del estrato más
superficial, gracias a su mayor profundidad; pero
además hay que considerar que la diversidad de los
suelos que se encuentran en las milpas y los juicios
de valor acerca de su calidad, tienen que ver también
con saberes de orden práctico.
En la misma comunidad de Teabo hay campesi-
nos que reconocen más tipos de suelos negros en sus
milpas, pues ellos pueden identificar al menos tres
variantes: una, la representante típica de los llama-
dos box lu’um; otra es la que se denomina pus lu’um,
y que comparte algunas características la anterior,
pero que se distingue por ser un suelo de consis-
tencia suave y no tener piedras grandes; otra más es
el káakab, cuyo rasgo distintivo es la presencia de
vestigios culturales prehispánicos o más recientes
(generalmente residuos de alimentos, fragmentos
de piedra labrada, pedacería de cerámica), en razón
de haber sido escenario de asentamientos humanos
en el pasado.
Estas variantes de suelos negros son considera-
dos buenos para el maíz, en especial este último:
“…le decimos káakab, es más bueno, pero sale zacate
k’aan chiim, y para deshierbarlo te lleva tiempo; pero
es la tierra más buena para maíz; también sale el sak
kaatsim, el box kaatsim, el subín, el tsiuche, puras
matas con espino.”
La aseveración anterior es elocuente en sí misma:
la calidad de los suelos es valorada no solamente en
términos del rendimiento del maíz, sino también se
toma en cuenta la relación entre el producto que se
pretende obtener y el tiempo requerido para alcan-
zar tal fin, esto es, la productividad del trabajo y la
dificultad que entraña para los campesinos la activi-
dad milpera en esas condiciones. Sin embargo, ello
significa que el deshierbe es una tarea más ardua
aún, a menos que el monte previo a la milpa sea de
edad y altura suficiente como para ejercer un efec-
tivo control de las malezas durante el periodo de
cultivo subsiguiente.
Debe destacarse que en la comunidad de Dzitás
las opiniones de los milperos son hasta cierto punto
109 |
 jorge duch gary
coincidentes con lo que señalan los campesinos de
Tabi y Teabo; no obstante, aquellos reconocen otro
tipo de suelo al cual denominan ek lu’um o eh lu’um;
se trata de un suelo similar al k’áankaab, pero de
color café muy obscuro o negro en su estrato más
superficial, y que según Don Rufino, amable y bon-
dadoso milpero “…allá se puede dar cuando hay llu-
via, pero cuando no hay, no da”.
Sin embargo, estos suelos son algo problemáti-
cos en cuanto a su manejo debido a que en ellos, a
pesar que sustentan montes altos, (de ahí su color
obscuro y su fertilidad natural más alta) proliferan
bejucos que no pueden ser fácilmente controlados
con el deshierbe tradicional; para ello se requiere
una mayor cantidad de trabajo o varias aplicacio-
nes de herbicida, hasta que el maíz se haya logrado.
Para don Ramón, también de Dzitás, “...si hubiera
monte alto, la milpa se daría bien y no habría que
trabajar bastante; es más fácil, porque así no está
lóbrego;2 pero la lluvia es lo principal; es lo que está
fregando: no cae a su debido tiempo; es julio pero no
hay lluvia; la lluvia es lo que hace falta para que se
alimenten bien los elotitos.”
Como se ve, tanto en los comentarios de don
Rufino como en los de don Ramón, aparece una
similar referencia a la dependencia climática que
padecen las cosechas; por ello se considera que la
evaluación del potencial productivo de los suelos
2˙Para los milperos yucatecos, lóbrego significa enhierbado.
|  110
 
es un aspecto más de interpretación ambiental que
solamente edáfica, la cual se encuentra muy fuerte-
mente arraigada a la cultura productiva de los mil-
peros, sobre todo cuando el régimen pluvial se mani-
fiesta irregular en su monto y muy errático en su
comportamiento anual, tal como sucede en la por-
ción central del estado de Yucatán.
Don Medardo afirma categóricamente: “...hay
una tierra buenísima allá donde estoy; no hay tierra
como la de allá; he tumbado otros terrenos buenos, de
tierra negra, pero en comparación, no hay piedras; es
completamente planadas; no he visto tierra como la
de ahí: en los 200 mecates (8 ha), puedes decir que son
140 o 150 de planadas; tan plano que está que no ves
lo grande que es”.
La diversidad de las condiciones de relieve y de
suelo en las milpas no es demasiado amplia, aunque
se manifiestan grandes disparidades en sus formas
de expresión. Así, de acuerdo con lo observado: a) la
variabilidad entre las milpas de una misma comuni-
dad resulta poco significativa y, por lo común, menor
que aquella que se puede apreciar entre las milpas
que se localizan en distintas comunidades y, b) en
una misma comunidad no existen milperos privi-
legiados o perjudicados con relación a la calidad
de las tierras que toman en usufructo. Las milpas,
en su mayoría, contienen una similar combinación
de relieve y suelo lo que sugiere, al mismo tiempo,
un tratamiento parecido en cuanto a su manejo en
lo general, así como una productividad poco cam-
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
biante dentro de los márgenes de la fertilidad del
suelo, la que depende, como se ha visto, de la edad
de la cubierta vegetal previa al establecimiento de
la milpa. Así, la variedad de condiciones de relieve
y suelo en las milpas constituye en cierta forma una
ventaja para afrontar el azaroso comportamiento
anual del temporal, así como también para dosificar
el tiempo dedicado al trabajo agrícola.
Si la milpa fuera establecida en su totalidad en las
áreas planas donde domina el k’áankaab, casi segu-
ramente las cosechas serían más abundantes, sobre
todo en aquellos años menos lluviosos; pero el tra-
bajo requerido resultaría también mayor debido a la
proliferación de malezas que favorece esta condición.
Una consideración final que no parece fuera de
lugar y tiempo, es que la configuración topográfica
peculiar que muestran las milpas en esta porción
central de la entidad, así como las características de
sus suelos (someros y pedregosos), si bien han sido
condiciones restrictivas para la adopción de técni-
cas agrícolas modernas que pudieran mitigar el tra-
bajo inherente al sistema agrícola de roza-tumba-
quema, han contribuido a evitar la deforestación
completa de los terrenos arbolados, gracias a la difi-
cultad que representa convertir estos agrestes para-
jes en áreas destinadas a una utilización agrícola de
carácter permanente sobre la base de riego y rotu-
ración año tras año.
Los reiterados intentos gubernamentales por lle-
var hasta las milpas tradicionales del estado de Yuca-
tán la modernidad tecnológica, han encontrado más
oposición en la irregularidad de las tierras que en
la peculiar cautela que caracteriza a los campesinos
milperos para tomar sus decisiones en los diferentes
aspectos de su vida.
Secuencia de cambios fisonómicos
Cada milpa, antes de ser establecida físicamente, pri-
mero es elaborada mentalmente atendiendo a los
objetivos de producción a corto plazo; es decir, en
función del consumo alimentario familiar y el gasto
monetario para el siguiente año. Don Luis Octavia-
no comenta que “...en este tiempo pienso que voy a
tumbar mi monte; estoy pensando que ese lugarcito es
bueno para sembrar, pienso tumbarlo, entonces, para
hacer mi milpa; que tal si de una vez me muero y no
voy a comer ninguna tortilla de ese terreno”.
Así, antes ser establecida una milpa, el terreno
que ha sido seleccionado generalmente sustenta una
comunidad vegetal de selva secundaria, muy diversa
en su composición, y a la que se le conoce localmente
con el nombre genérico de monte (ka’ax en lengua
maya), que sirve para designar cualquier tipo de
vegetación arbórea.
Después de la tumba del monte, al terreno se le
identifica con el término de palizada o palotada (o
ch’aakbe’en, en lengua maya), etapa que constituye
el inicio del cultivo de la milpa.. Como resultado
de esta práctica, el terreno queda preparado para la
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 jorge duch gary
quema, porque, como señala don Honorato, milpero
del poblado de Tabi: “…desde que estoy haciendo la
tumba, estoy haciendo la guardarraya; así, cuando
voy a quemar, sólo me lleva tres días barrer toda la
orilla de mi milpa, porque ya lo dejé preparado desde
la tumba””
Durante la tumba de la vegetación arbórea se
dejan tocones que miden entre 40 cm y un metro
de altura, buscando con ello una recuperación más
rápida de la cubierta selvática, o también una reserva
de madera para leña; a diferencia, en la roza el corte
de los arbustos se realiza a una altura de 5 cm o hasta
menos, con la finalidad de que durante la quema se
reduzca aún más su altura; “…si no, se queda malo;
no puedes andar dentro de la milpa con confianza, se
te estacan los pies”. Así se expresa don Ramón, mil-
pero de la comunidad de Dzitás, quien dice que ya
casi no saca leña de la milpa.
Las milpas se distinguen en esta etapa por el color
café rojizo, o francamente rojo, que presenta la super-
ficie del suelo en las planadas, aunque desde luego
moteada por los manchones grisáceos de ceniza que
deja la combustión de las maderas, y por el color gris
de las piedras y rocas calcáreas que dominan sobre
los altillos y montículos.
Don Pedro, también agricultor milpero de Tabi,
afirma que “...para mediados de junio empieza la
siembra; dos semanas ya estuvo listo, se termina;a
veces ya cayó dos veces la lluvia, siembras 20 meca-
tes, y se para la lluvia, esperas que caiga otra, mien-
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tras esperas, cortas leña, chapeas, hasta que venga la
otra lluvia y acabas de sembrar”.
En efecto, poco a poco los tonos rojizos y grisá-
ceos le dan paso al verde brillante del maíz y otros
cultivos asociados que comienzan a germinar, trans-
figurando nuevamente el aspecto de las milpas en
particular, y del paisaje agrícola en general. Y si el
temporal se comporta de manera regular y el cui-
dado técnico es propicio a las necesidades biológicas
de los cultivos, con toda seguridad las milpas podrán
florecer y ofrecer sus frutos a los esmerados agricul-
tores; para eso hay que chapear (deshierbar) o rociar
(asperjar herbicida) y esperar el tiempo de doblar.
Los milperos saben desde el momento mismo
de la dobla si la cosecha será buena o mala, o quizá
regular. Don Pedro dice: “Cuando hay cosecha buena,
doblas poco; cuando no hay, doblas mucho pues las
matas están delgaditas y lo haces rápid.”.
Cuando se termina la cosecha, el trabajo toda-
vía no concluye en las milpas de primer año (roza),
pues es el tiempo de comenzar el chapeo de caña-
das que permanecen en pie, secándose y sirviendo
de soporte (espaldera) a las últimas guías del buul
(Phaseolus vulgaris), o de los íbes (Phaseolus lunatus),
que son sembrados en distintas secciones de la milpa.
“La milpa que se cosecha este año se va a quedar
en cañada; si la vuelves a chapear dentro de un año,
te da muy poco de cosecha; menos cosecha cada ve”;
La expresión anterior es de don Vidal, presidente
del Comisariado Ejidal de Teabo, pero frecuente en
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
boca de la gran mayoría de milperos; el aspecto de
una cañada (milpa roza ya cosechada) después del
chapeo, es muy diferente al que muestra el monte
recién tumbado, no obstante que posterior a estas
prácticas se realizan igualmente la quema, la siem-
bra, el deshierbe, etc., pues la milpa caña en cada una
de sus fases no deja de ser distinta a la milpa roza.
En primer lugar, como dice don Vidal, “...la ca-
ñada no se hace toda; sólo una parte de la milpa roza”.
En segundo término, habla don Demetrio: “…en la
cañada sólo se siembra maíz, aunque a veces calabaza,
porque más pronto salen las hierbas; se queda muy
lóbrego; además, el maíz que se siembra es el amari-
llo porque más pronto se sazona, como dos semanas
antes que el maíz blanco de la milpa roza”.
Al final, la milpa caña, sea del segundo o del ter-
cer año (pocas veces esta última opción), se aban-
dona después de la cosecha, y poco a poco comienza
a mostrar el aspecto de las llamadas en maya sak’aab
kool (milpa abandonada, en español); esta fase cons-
tituye el comienzo de la regeneración de una aso-
ciación secundaria de vegetación de selva mediana
subcaducifolia, que es la que domina en la porción
central del estado de Yucatán.
En tal proceso de sucesión vegetal, la siguiente
fase es conocida con el nombre de hubche’ o aca-
hual, particularmente cuando el tiempo transcu-
rrido desde el abandono de la milpa no rebasa los
cinco años; pasado este tiempo los terrenos arbo-
lados reciben el nombre de monte, diferenciándolo
en bajo, mediano y alto, en función de los años de
descanso que tenga la vegetación, Y, como se ha visto,
éste es el sustrato material que permite el inicio de
un nuevo periodo de cultivo de milpa roza y, para
el segundo o tercer año, de milpa caña.
Potencialidades y restricciones agroecológicas
Las milpas, desde la perspectiva inicial planteada
en este apartado, constituyen una expresión territo-
rial del trabajo campesin , pero en virtud del agreste
entorno natural dominante, las actividades agríco-
las poco se prestan para modificar las condiciones
ambientales de manera permanente y a orientarlas
para subsanar las restricciones que presentan los
terrenos según su uso y manejo. Don Juan, milpe-
ro de Dzitás, por ejemplo, afirma que.“...hay mucha
variación de temporadas ahora: no cae la lluvia a
tiempo, y si está espigando el maíz y no llueve, la
mayoría pierde su cosecha; ya casi no hay montes
altos cerca, la tierra está muy dura, las lluvias tem-
porales no son puntuales como de antes, y las tierras
de k’áankaab sólo hay dos mecates de cuatro; todo es
altillos y cerritos”; Pero también piensa que estudian-
do las formas de cómo trabajar la tierra sí es posible
aumentar la producción del maíz.
Por su parte, don Medardo, también de Dzitás,
está muy convencido de que.“...a la milpa hay que
cuidarla, ver que cuando el maíz está chico no tenga
problemas; si no, no se pone gruesa la caña, y no da
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 jorge duch gary
aunque después le pongas fertilizante y llueva bien y
a tiempo”.
En ese sentido, se entiende, entonces, que a la
milpa hay que mantenerla limpia desde que el elote
está chico, para que así las cañas (tallos de la planta)
estén gruesas..
En las milpas de la porción central, como en todo
el estado de Yucatán, las condiciones del relieve y los
suelos restringen la aplicación de diversas técnicas
agrícolas eficientes en otras condiciones; en con-
traparte, las características morfológicas del suelo y
sus propiedades físicas y químicas, son en general
favorables a los requerimientos nutricionales de los
cultivo . Gracias a tales propiedades el trabajo cam-
pesino no siempre es infructuoso, y aunque limitado
por lo regular tiene alguna retribución. Don Con-
cepción, de la comunidad de Tabi, dice: “La milpa
lleva mucho trabajo desde la tumba, la quema, la
siembra, la deshierba, la dobla, la cosecha y la aca-
rreada para traer la cosecha al pueblo, porque hay
milpas hasta ocho kilómetros de lejos; pero nosotros
nacemos con el maíz, siempre maíz estamos traba-
jando; no hay donde más”.
Podría decirse que las dos condiciones ambienta-
les propicias para la agricultura milpera son la dis-
ponibilidad de montes altos para tumbar y la pre-
sencia de un temporal bueno en cuanto a la cantidad
de lluvia y la regularidad en su distribución durante
el periodo de crecimiento de los cultivos; desafor-
tunadamente, al decir de los campesinos milperos,
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los tiempos han cambiado y ya no caen las lluvias a
tiempo, los montes sólo tienen siete u ocho años y la
tierra ya no produce; puede dar un poco más pero
poniéndole algo de fertilizante..“...ahora que regresé
a ser milpero encontré algunos cambios, aunque no
en el monte, sólo en el tiempo; ahorita se hace milpa
como antiguamente, son los mismos árboles, aunque
los montes están más bajitos, pero los tiempos han
cambiado, la lluvia no llega a su hora”.
Finalmente, hay que señalar algunos riesgos que
siempre están presentes en el establecimiento de las
milpas y que son parte del trabajo que esta actividad
conlleva; Don Vidal, de Teabo, piensa que “... el prin-
cipal riesgo en el trabajo de la milpa es cuando uno se
corta, sobre todo en la tumba y el socoleo;3 hay veces
que se traba la coa4 y en lugar de darle a la madera
le das a tu mano o a tu pie”. El problema es que las
personas que sufren este tipo de accidentes, además
de la herida que se deben cuidar, se quedan sin poder
trabajar por lo menos seis meses, hasta reponer su
fuerza; y cuando comienzan a trabajar de nuevo no
alcanzan a tumbar ni una hectárea de monte.
3  Es el corte de los arbustos que se hace antes o junto con la
tumba; pareciera que se trata de un sinónimo de la roza.
4  Instrumento de trabajo indispensable para los trabajos en la
milpa; se trata de una especie de machete con la punta encorvada.
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
Infraestructura o adecuaciones al terreno
Antes de que se iniciara el reparto agrario, los mil-
peros en el estado de Yucatán no conocían de men-
suras; cada quien hacía su milpa donde quisiera o
pudiera y, aparte de los ejidos, los que no eran de
propiedad privada eran terrenos nacionales, aun-
que no había demarcación física que separara unos
de otros; asimismo, los rancheros tenían su ganado
ramoneando libremente y compartiendo los montes
con las milpas; para tratar de evitar conflictos por la
entrada de los animales a éstas, los milperos debían,
entonces, que cercarlas con troncos y ramas de los
árboles, que sacaban del monte antes de quemarlo.
Don Octaviano, también de Teabo, comenta: “En
ese tiempo, el que tiene ganado pues él gana; el que
sólo tiene milpa pierde; los ganados sólo quieren comer
las matas de maíz y como quiera se meten a las mil-
pas; de por sí son ganados milperos; en ese tiempo
muchas personas hasta dejaron de hacer milpa, por-
que los ganados comen el maíz y el dueño no lo paga;
él te dice que no lo tienes cercado bien, y ya estuvo, no
paga, que más le voy a decir; desde que un mayoral
dice que mi cerco no sirve, estoy jodido; además, pobre
ganado, de por sí tiene hambre también”.
En aquel entonces los cercos de madera, que deli-
mitaban las milpas, y las mojoneras de piedra puestas
dentro de ellas, eran la única, si así se le pudiera lla-
mar, infraestructura que se empleaba en la agricul-
tura milpera tradicional; el cerco de madera, una vez
cumplida su función protectora de las milpas servía
para proveer de leña al productor y de materia prima
para fabricar carbón; actualmente, los cercos ya no
se construyen, debido al llamado decreto ganadero
expedido en el año de 1964 por el entonces gober-
nador del estado de Yucatán, Carlos Loret de Mola,
mediante el cual se obligó a los dueños del ganado a
mantenerlo confinado dentro de sus propiedades y
a pagar los daños que causara en las milpas circun-
vecinas a sus ranchos.
A cambio de los cercos de madera aparecieron
los de alambre de púas, lo que condujo a todo aquel
que no dispusiera de un terreno propio para encerrar
su ganado, o del dinero para cercarlo si lo tuviera,
a vender sus animales en condiciones muy desven-
tajosas.5 La época del ganado encerrado –en lugar
de la milpa–, fue favorable en cierta medida, por-
que coincidió con la época en que comenzó a mani-
festarse con mayor agudeza la escasez de los mon-
tes altos y cada vez resultaba más difícil conseguir
madera adecuada para levantar el cerco; además, ello
redundó en una reducción muy importante del tra-
bajo invertido en el cultivo de la milpa, que en pro-
medio requería de un día para avanzar un mecate
de largo.
5  Las dotaciones ejidales en la región milpera de Yucatán en la
época en que se realizó la investigación eran de carácter indiviso
y para usufructo comunitario; a partir de la instrumentación del
Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación
del Solar (procede), las dotaciones ejidales modificaron sus
formas de usufructo.
115 |
 jorge duch gary
Algunas otras construcciones rústicas casi siempre
complementaban la infraestructura milpera: el lla-
mado pacel o cobertizo, hecho con las hojas de la
palma de guano (Sabal sp.); es el lugar donde el mil-
pero descansa, se protege del sol y de la lluvia, y vigila
su milpa; sobre todo por las noches durante la época
de cosecha, para evitar daños que los animales del
monte le pudieran ocasionar o de los robos; tam-
bién son parte de la milpa las trojes donde se alma-
cena, sin el holoch,6 el maíz que se va cosechando y
seleccionando.
Fundamentos ecológicos de la milpa y el manejo
tradicional
En consecuencia con lo establecido al principio del
apartado anterior, es conveniente precisar aquí que
el término milpa ya no estará referido solamente al
ámbito espacio temporal de trabajo que los campesi-
nos yucatecos destinan a la producción de maíz y los
demás cultivos asociados; en este apartado su signifi-
cado es sensiblemente más amplio, pues comprende,
además, las bases técnicas que sustentan al sistema
de manejo, así como las modificaciones relevantes
que ha sufrido en el transcurso de las tres últimas
décadas (de 1970 a 1990).
6  Vocablo maya que se refiere a las hojas (brácteas) que cubren
la mazorca del maíz; es equivalente a «totomoxtle».
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Los ambientes productivos: barbechos y milpas
De acuerdo con Cuanalo (1980), la vegetación sel-
vática, junto con el ambiente físico y biótico donde
ésta se desarrolla, constituye el ecosistema más evo-
lucionado, complicado, productivo, eficiente y esta-
ble que se conoce; en el estado de Yucatán, como en
cualquier otra área ubicada en las tierras bajas del
trópico subhúmedo donde se practica la agricultu-
ra de roza-tumba-quema, el ecosistema original de
selva es sustituido por un agroecosistema menos
complejo y eficiente en cuanto a productividad pri-
maria: la milpa.
Lo anterior significa que la vegetación, en su
proceso de regeneración, es un ecosistema modifi-
cado; esto es, un ambiente agroecológico donde la
sucesión vegetal estará en mayor o menor medida
influenciada por el carácter del manejo que haya
tenido la milpa abandonada, y porque sus posibili-
dades de recuperación estarán también afectando el
comportamiento de las futuras milpas.
Estos ambientes agroecológicos o agroecosis-
temas, pueden ser desagregados en por lo menos
dos subsistemas principales: uno es, desde luego, la
vegetación y el otro, el suelo que la sustenta; en este
último subsistema es posible identificar también
varios estratos importantes para explicar el meca-
nismo de reproducción de los ambientes agroeco-
lógicos, entre ellos el más superficial es la capa de
residuos orgánicos en proceso de descomposición,
de más o menos 10 cm de espesor en los montes de
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
mayor edad, la cual es conocida como mantillo y
sirve como sustrato a una gran diversidad de orga-
nismos animales y vegetales, en particular bacterias,
hongos, lombrices y ácaros, debido a su capacidad
para almacenar durante largo tiempo la humedad
que aportan las lluvias y el calor que genera su pro-
pia fermentación; abajo del mantillo aparece ense-
guida el suelo propiamente dicho, en el que la frac-
ción mineral es dominante sobre la orgánica trans-
formada por lo regular en humus.7
En estas condiciones, los estratos minerales del
suelo son hasta cierto punto estables desde el punto
de vista físico, lo que les permite ser dinámicos en
cuanto a sus transformaciones químicas internas, ya
que se encuentran completamente protegidos de la
radiación solar y de la lluvia, por los estratos aéreos
y la capa de residuos orgánicos.
Cuando la vegetación selvática es sustituida
por cultivos de porte herbáceo y ciclo anual, como
sucede con la milpa, toda la protección orgánica del
sustrato mineral va siendo eliminada, primero, de
manera muy brusca con la tumba y la quema, y des-
pués, más lentamente, al quedar expuesto el suelo a
los fenómenos atmosféricos que alteran las condi-
ciones de estabilidad que tenía antes; al favorecerse
el incremento de la temperatura en la superficie del
7  Muchos autores reservan el término humus para referirse a
la fracción activa de la materia orgánica; en este trabajo se usa
para identificar a las fracciones de MO que no contienen restos
reconocibles de tejidos vegetales o animales.
suelo y de este modo la mineralización de la mate-
ria orgánica, los nutrientes que son liberados en el
mismo proceso quedan a disposición de los cultivos,
pero también se pierden por efecto de la lixiviación
y la reducción de la capacidad de intercambio catió-
nico localizada en la materia orgánica.
Al respecto, don Demetrio, campesino milpero
de Teabo, asegura que “...sembrar todos los años,
todos los años; ¡máaare! no se puede, por que sale
más hierba, y mientras, le falta un poco de fertilizante
a la tierra, y da más trabajo; contrabajo vamos a tra-
bajar; se perjudica los elotes”.
Así, dependiendo de la asociación selvática de
que se trate, de la fase sucesional en que se encuen-
tre y el tipo de suelo que la sostenga, es posible cono-
cer, al menos en teoría, el capital nutrimental depo-
sitado en un ambiente agroecológico determinado
así como la forma en que este capital se distribuye
entre las partes del sistema y cómo se mueve entre
una y otra (Nye y Greenland, 1960).
La cantidad y distribución de los nutrientes tiene
que ver con lo que es el aspecto estático del agroeco-
sistema, mientras que la parte dinámica es conocida
de manera genérica como el ciclo de los nutrientes;
no obstante, una evaluación cuantitativa de este capi-
tal nutrimental no es una empresa fácil de realizar
pues ello implica conocer:
◆  La cantidad de nutrientes y peso en materia
seca de todas las partes del monte en regene-
ración, incluyendo las raíces.
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 jorge duch gary
◆  El contenido de nutrientes y peso en materia
seca de la capa orgánica superficial (mantillo).
El contenido de nutrientes en cada uno de los
horizontes del suelo, considerando tanto la cantidad
total como la cantidad disponible en el complejo de
intercambio.
En el caso de México, parece no existir informa-
ción completa respecto a los dos primeros aspectos
listados antes, y menos aún para el estado de Yucatán,
en particular; sin embargo, es posible ofrecer algu-
nos comentarios en torno a lo relativo a los suelos
de la porción central de la entidad, sobre la base del
análisis de los datos que proporciona el inegi en sus
cartas edafológicas.8
En los Cuadros 3 y 4 se presenta información
edafológica relativa a siete perfiles de suelos locali-
zados en la porción central del estado de Yucatán: los
dos primeros fueron identificados como Cambisoles
crómicos, los dos siguientes como Luvisoles crómicos
y los tres últimos como Rendzinas.
En estos cuadros se puede ver que, con excepción
del primero, que alcanza 102 cm de profundidad,
los suelos de la porción central de la entidad son en
general someros; se aprecia también que son de color
café rojizo y rojos y, por lo regular, arcillosos; pese a
ello, es posible r conocer algunas diferencias impor-
8  Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi). 1985.
Carta edafológica Escala 1: 250,000. Hoja Mérida.
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tantes en aquellas características relacionadas con las
condiciones de fertilidad y a su variación conforme
aumenta la profundidad del suelo.
En ese sentido, esta información confirma la
regla de que mientras menor es la profundidad de la
muestra de suelo analizada, el contenido de materia
orgánica (mo) es mayor, y mayor también la capaci-
dad del suelo para retener nutrientes en forma apro-
vechable por las plantas (cic); si se observa la distri-
bución del nitrógeno, fósforo y potasio, los llamados
nutrientes mayores, en el perfil del suelo se notar, a)
que una comparación entre los tres elementos no
puede hacerse de manera directa, pues las unidades
en que se reportan cada uno de ellos son distintas
y,,b) que la tendencia a disminuir sus valores con-
forme la profundidad del suelo aumenta se mantiene
similar a la de la mo y la cic, aunque en los casos de
fósforo y el potasio la caídales más drástico.
El nitrógeno al parecer se encuentra en su mayor
parte articulado a la estructura química de la mo, o
en forma de amonio y de nitratos adsorbidos en el
complejo de intercambio, o disueltos en la solución
del suelo, y se reporta en porcentaje con respecto al
peso total del suelo. El fósforo en partes por millón,
también con respecto al peso del suelo y el potasio
en miliequivalentes (meq) por 100 g de suelo seco.
Para ofrecer una idea apegada a los problemas
que enfrentan los campesinos milperos del estado
de Yucatán con respecto a la fertilidad de los suelos,
pareciera conveniente exponer algunas interpreta-
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
ciones a las magnitudes nutricionales que se han
mostrado antes . En primer lugar, es pertinente seña-
lar que el contenido de MO que se reporta para los
estratos superficiales del suel no incluye la capa de
hojarasca ni los demás residuos de organismos vege-
tales y animales en proceso de descomposición. debe
quedar claro que los datos están exclusivamente refe-
ridos a la fracción de MO descompuesta, amorfa y
estable que se encuentra entremezclada con la frac-
ción mineral del suelo, y que recibe el nombre gené-
rico de humus; esto significa, por un lado, que en la
quema la M y el N contenido en ella, que se destruye
durante la combustión, es precisamente la que se
encuentra sobre la superficie del suelo, el llamado
mantillo, y no la que ha sido incorporada a su matriz
e forma de humus; lo que en realidad se pierde por
efecto del fuego es la reserva de carbono (C) y nitró-
geno (N) que los microorganismos del suelo requie-
ren para mantener en equilibrio los procesos de for-
mación de humus y de la liberación del N aprove-
chable por las plantas.
En segundo lugar, llama la atención que los suelos
de la porción central de la entidad muestren conte-
nidos de N cercanos en promedio al 0.5 % aunque
su intervalo de variación sea –como en los casos
de la MO y la CI– relativamente amplio (del 0.15 al
0.9 %); así, se observa que el calcio (Ca) es el ele-
mento que aparece en mayor cantidad seguido del
magnesio (Mg); tanto el uno como el otro tienen la
misma tendencia a disminuir con la profundidad
media del suelo aunque sus intervalos de variación
son distintos.
El Ca se mueve desde 23 hasta poco más de 37
meq/100 g de suelo en los estratos superiores, y entre
poco menos de 20 y 25 meq/100 g de suelo en los
estratos inferiores, lo que representa una variación
total de 10 a 16.5 ton/ha. sPor su lado, el Mg varía de
5.8 a 6.6 meq/100 g de suelo en la parte superficial y
entre 3 y 6.3 meq/100 g de suelo en el horizonte B;
en este caso, la variación total corresponde a valores
que van de 900 a 1980 kg/ha.
En contraste, el sodio (Na) se presenta en can-
tidades pequeñas, con intervalos de variación muy
estrechos y una clara tendencia a mantenerse cons-
tante a través del perfil del suelo; su contenido fluc-
túa entre 0.5 y 0.9 meq/100 g de suelo, lo que corres-
ponde a una variación total de 287.5 a 517.5 kg/ha,
cantidades que son insuficientes para que los suelos
pudieran mostrar en algún momento problemas de
sodicidad a causa de la concentración de Na en el
complejo de intercambio; en consecuencia, los cul-
tivos están libres del riesgo de toxicidad debido a
este elemento.
Recapitulando, puede decirse que los suelos de
la porción central del estado de Yucatán, en lo que
toca a su contenido de materia orgánica y de nutrien-
tes, no muestran problemas que pudieran afectar
sus niveles de fertilidad natural, salvo su paulatino
abatimiento por la mineralización del humus, y el
lavado de los nutrientes liberados en este proceso,
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 jorge duch gary

Cuadro 3. Principales características físicas y químicas de los suelos en las comunidades milperas
de la porción central del estado de Yucatán.

Tipo de suelo (fao/unesco, modificada por cetenal, 1968)

Nombre Cambisol Cambisol Luvisol Luvisol Rendzina Rendzina Rendzina
Clave edáfica Bc Bc Lc Lc E E E
Profundidad (cm) 102.0 42.0 78.0 28.0 23.0 45.0 17.0
Horizonte A1 B2 A1 B2 A1 B2t A1 B2t A1 A11 A12 A1
Espesor medio 7.5 58.5 7.5 29.0 6.0 45.0 4.0 18.0 23.0 6.5 29.0 8.5
Color 5YR 2.5YR 5YR 2.5YR 5YR 2.5YR 2.5YR 2.5YR 5YR 5YR 5YR 5YR
Arcilla (%) 32.0 42.0 36.0 45.0 34.0 58.5 36.0 45.0 32.0 42.0 46.0 22.0
pH 7.1 7.6 7.7 7.4 7.3 6.9 7.4 7.5 7.8 7.6 7.7 7.5
MO (%) 7.8 3.6 11.7 3.5 8.9 2.9 8.6 3.8 10.3 11.6 8.7 18.5
CIC (meq/100 g) 31.3 28.8 30.1 26.2 28.5 27.0 33.0 29.4 22.5 34.0 38.9 40.0
Saturación de bases (%) 101.3 98.3 105.3 109.2 114.0 103.7 98.5 94.9 204.4 117.9 110.0 97.3
Fuente: INEGI, 1980. Carta Edafológica; ESC. 1:250,000. Hoja Mérida.

así como por el consumo que realizan las arvenses
y los propios cultivos; por esta razón, los milperos
yucatecos prefieren tumbar otro monte que sembrar
continuamente un mismo terreno.
En el Cuadro 3 se observa que, al aumentar el
contenido de MO en los suelos, la CIC, o sea, el poten-
cial de retención de nutrientes para los futuros cul-
tivos aumenta proporcionalmente desde poco más
de 20 meq/100 g de suelo, hasta de 40 cuando la MO
muestra valores cercanos al 20 %; Por el contrario,
tal como se puede apreciar en el mismo3cuadro, la
CIC se comporta inversamente proporcional al incre-
mento que se observa en la arcilla, conforme la pro-
fundidad del suelo es mayor; lo anterior deja ver que
la CIC en los suelos de la porción central del estado
de Yucatán, depende más del contenido de la MO que
de la cantidad de arcilla.

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 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 4. Contenido de nutrientes en los suelos de las comunidades milperas de la porción central del
estado de Yucatán.

Tipo de suelo (fao/unesco, modificada por cetenal, 1968)

Nombre Cambisol Cambisol Luvisol Luvisol Rendzina Rendzina Rendzina
Clave edáfica Bc Bc Lc Lc E E E
Profundidad (cm) 102.0 42.0 78.0 28.0 23.0 45.0 17.0
Horizonte a1 B2 a1 B2 a1 B2t a1 B2t a1 a11 a12 a1
Espesor medio 7.5 58.5 7.5 29.0 6.0 45.0 4.0 18.0 23.0 6.5 29.0 8.5
Nitrógeno (%) 0.4 0.2 0.6 0.2 0.4 0.1 0.4 0.2 0.5 0.6 0.4 0.9
Fósforo (ppm) 1.3 1.3 2.1 1.6 1.3 0.8 1.6 1.6 2.0 2.2 1.3 ---
Potasio (meq/100 g) 1.9 1.1 0.7 0.3 1.9 0.5 1.8 1.3 1.3 2.0 0.9 0.8
Sodio (meq/100 g) 0.5 0.6 0.5 0.9 0.5 0.6 0.7 0.7 0.6 0.7 0.6 0.6
Calcio (meq/100 g) 23.0 21.9 24.7 24.4 23.8 21.9 23.8 19.7 37.5 30.9 35.0 30.9
Magnesio (meq/100 g) 6.3 4.7 5.8 3.0 6.3 5.0 6.2 6.2 6.6 6.5 6.3 6.6
Fuente: inegi, 1980. Carta Edafológica; esc. 1:250,000. Hoja Mérida

Los principios agroecológicos del sistema de manejo
La cubierta vegetal selvática es, sin ninguna duda,
uno de los componentes ambientales que han deter-
minado la persistencia del cultivo tradicional de la
milpa en el estado de Yucatán, desde la época pre-
hispánica hasta hoy en día; entre las razones más
aceptadas por los propios milperos y los estudiosos
de este sistema agrícola, destacan las siguientes: a)
la recuperación de la fertilidad de los suelos, dismi-
nuida durante el periodo de cultivo por causa de la
mineralización de la materia orgánica y pérdida de
los nutrientes, a la par de la regeneración de la vege-
tación natural y b) por ser un medio para reducir
la futura competencia de las arvenses con el maíz
y demás cultivos que se decida plantar en un deter-
minado terreno, después de ser tumbada y quemada
la masa arbolada; no obstante, es obligado recordar
que si bien dicha cubierta vegetal está compuesta por
diversas agrupaciones selváticas, las que dominan

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 jorge duch gary
en su mayor parte la panorámica rural de la entidad,
son de carácter secundario y arbustivo.
De acuerdo a Illsley y Hernández X. (1980) la
vegetación también juega un papel importante en
la definición de las formas que adoptan las prácti-
cas agrícolas, en la elección de los medios que deben
ser utilizados en cada una de ellas y los momentos
más adecuados para realizarlas; asimismo, dichos
autores complementan su información afirmando
que la vegetación le sirve a los milperos yucatecos
como un indicador del uso que debe dársele a la tie-
rra, de la competencia potencial con los cultivos, de
la capacidad regeneradora de las condiciones que se
requieren para hacer milpa y de las posibilidades de
obtener satisfactores diversos, como son los materia-
les de construcción, leña y carbón, medicinas, ins-
trumentos de trabajo y toda clase de productos de
origen animal, mediante la apicultura y la cacería.
Por su parte, Steggerda (1941) reporta en su tra-
bajo sobre la agricultura de los mayas de Yucatán,
que en el área de Chichén Itzá el abatimiento de
los rendimientos de maíz en las milpas tradiciona-
les por el uso consecutivo del terreno, año tras año,
norpudo ser correlacionado con un abatimiento de
la fertilidad natural de los suelos, medida ésta a tra-
vés de análisis químicos; después de seis años de
experimentación en dicha área, este investigador no
observó ningún decremento de la fertilidad natural
de los suelos, mientras que los rendimientos de maíz
si acusaron una disminución creciente con el tiempo.
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Steggerda (1941), citado por Illsley y Hernández
X. (1980), sostiene que en la milpa caña aparece una
mayor población de arvenses a causa de las semillas
que dejan durante el primer año, y que esto es lo que
hace bajar los rendimientos; pareciera ser que lo que
realmente ocurre es que la sucesión vegetal es, en
efecto, el proceso mediante el cual el suelo puede
recuperar la fertilidad perdida durante el periodo
de cultivo y es, al mismo tiempo, un medio eficaz
para disminuir la presencia de arvenses en las futu-
ras milpas.
El mismo autor deja entrever que la pérdida de
nutrientes sucede cuando las arvenses, las cuales
consumen una considerable cantidad de nutrientes
y compiten con el maíz y demás cultivos asociados,
no son eliminadas de raíz en la milpas; a esto hay
que agregar el arrastre de nutrientes desde los estra-
tos más superficiales del suelo hacia los de mayor
profundidad por efecto de la infiltración del agua
que aportan las lluvias; en tal sentido, la pérdida de
nutrientes del estrato superficial del suelo dependerá
también del monto de la precipitación en cada sitio,
de las condiciones del relieve y de las características
propias de cada suelo.
Asimismo, son múltiples las referencias de los
campesinos milperos con respecto a la influencia
de la vegetación, y su quema, sobre la fertilidad de
los suelos, aun cuando la explicación que ellos ofre-
cen no es en los términos agronómicos que regular-
mente emplean los técnicos y académicos que están
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
dedicados al estudio del sistema agrícola de la milpa.
Don Lorenzo, un viejo y aguerrido milpero de Teabo,
explica que.“...cuando hay un monte crecido, de 30
años o más, la milpa se ve limpia, pero sólo si es que
se quemó bien; cuando el monte está bien trabajado
se tiene que quemar bien; ahora si está mal hecho el
trabajo pues el monte no se quema”.
En la porción central del estado de Yucatán, tal
como en otras áreas de la región milpera de la enti-
dad, los tiempos de descanso de la vegetación, cons-
tituyen un elemento indicador de gran utilidad para
la toma de decisiones de los campesinos acerca de
los terrenos adecuados para hacer sus milpas, así
como para realizar pronósticos acerca de sus cose-
chas desde el momento mismo que comienzan a
elegir los montes que habrán de convertir en milpas.
Laa primera fase sucesional después de que se
abandona la milpa caña, recibe el nombre de hubche’
o monte bajo; la segunda, tankelem ka’ax o monte
mediano; a la tercera se le denomina ka’nal ka’ax o
monte alto, y la última recibe el nombre de nukuch
ka’ax o nohoch ka’ax o monte grande; el hobón ka’ax
es el monte más antiguo, la llamada montaña.
Un ejemplo de lo anterior, es la opinión de don
Bernardino, también de Teabo, quien comenta que
desde tiempo atrás.“...yo siembro en el ejido, son mon-
tes bajos, pero no hubche’; son un poquito más altos.”
La diferencia entre esta diversidad que presenta
la cubierta vegetal en la porción central del estado de
Yucatán, no es de ninguna manera fácil de captar, y
mucho menos en el corto tiempo que dura un estu-
dio como el que se presenta aquí; sin embargo, lejos
de ser esta la pretensión, se ha considerado impor-
tante incluir algunos otros testimonios recogidos
durante las jornadas de trabajo de campo, con el fin
de proporcionar una idea lo más apegada posible a
los conceptos integrados que manejan los produc-
tores milperos en dicha porción.
Don Demetrio, ya citado antes, afirma que el
monte que había sido tumbado en una de las mil-
pas que fueron visitadas con él. “..tenía como ocho
años, por eso pronto salieron las hierbas; y si esto no
se chapea pronto las matas de maíz se van a perjudi-
car; aquí es milpa roza y parece milpa caña; ya está
grande la hierba y está tupida”.
En la porción central de la entidad, los campesi-
nos milperos consideran también muy importante
saber cuáles especies hay en el monte, ya que algunos
árboles tienen un crecimiento muy rápido, como el
jabín (Pisidia pisipula) o el tsalám (Lisiloma baha-
mensis), y podría pensarse que se trata de un monte
alto, siendo que en realidad, aun cuando tenga buena
altura, es un monte de poca edad.
Es pertinente tener claro que el problema de la
fertilidad de los suelos bajo el manejo tradicional
de la milpa, es abordado por los campesinos yuca-
tecos desde una muy compleja perspectiva agroeco-
lógica, aunque no lo presuman, que articula aspec-
tos ambientales y tecnológicos de muy diversa natu-
raleza.
123 |
 jorge duch gary
La quema también es importante para el segundo
año de cultivo de la milpa, porque después de la
cosech las cañas del maíz ya secas y las hierbas que
han crecido sobre el terren son chapeadas y quema-
das para acondicionar el suelo antes de sembrar; los
milperos de la porción central del estado de Yuca-
tán piensan que no quemar implica doble trabajo y
cosechas no muy buenas, pues así lo dicen ellos mis-
mos. El método recomendado requiere más chapeo
o el uso intensivo de herbicidas, para combatir las
malezas, que a su manera controlan con el fuego, con
mayor facilidad y menor costo.
En tres de las cuatro comunidades estudiadas
se encontró que el promedio general de los barbe-
chos presenta variaciones de interés para el análi-
sis que se pretende. En el Cuadro 5 se observa que
el promedio más alto le corresponde a Tab, con 18
años de descanso; sigue Dzitás, con 12 años y, final-
mente, Yaxcabá, con 9 años, el más bajo de los trea,
en el caso de Teabo no se obtivieron datos confiables
respecto al tiempo de descanso de los montes, pero
de acuerdo a la opinión de don Lorenzo.“...aquí se
tumba monte de 7 años en promedio; la primera vez
que tumbé este monte tenía más de 75 años, después
lo tumbé cuando tenía 25 y ahora sólo 7”.
En el Cuadro 6 se presentan las frecuencias cal-
culadas para los tiempos del barbecho en tres de las
comunidades estudiadas, tanto en valores absolutos
como en términos relativos al número total de pro-
ductores entrevistados en cada una; del análisis de
|  124
 
estos datos puede interpretarse lo siguiente: a) en
ninguna de las tres comunidades el número de mil-
peros que utilizan montes de más de 12 años rebasa
50% del total consultado; b) en Dzitás, el número de
productores que tumban y queman montes menores
de 12 años representa casi 70% mientras que en Yax-
cabá es más de 90 % y, c) en Yaxcabá sólo 1% de los
productores utiliza montes con un barbecho mayor
de 18 años, mientras que en Dzitás y Tabi estos valo-
res representan 19.3% y 36% respectivamente.
Para tener una idea más precisa de la diversi-
dad que entraña actualmente la milpa en cuanto a
los principios ecológicos que la sustentan, conviene
señalar el testimonio de don Rufino, campesino de
Dzitás, quien afirma que “...tengo un terreno que ya
trabajé, ahora son más de 10 años, casi 15 años, ahí
ya puedo hacer otra vez milpa”.
La restauración de la fertilidad del suelo
El entendimiento de la circulación de los nutrientes
entre los componentes de los ambientes agroecoló-
gicos debe incluir, en la perspectiva trazada por Nye
y Greenland (1960), la explicación de: a) las trans-
ferencias de materiales entre la vegetación y el sue-
lo; b) el movimiento de nutrientes en el interior del
suelo y, c) las pérdidas y ganancias nutricionales del
agroambiente visto como un sistema.
En cuanto a la cuestión de las transferencias de
materiales, estos autores consideran que existen
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 5. Tiempos de descanso de los montes tumbados para establecer

milpas en la porción central del estado de Yucatán.

Comunidades Número de Edad del monte (años)

productores
Promedio Máxima Mínima
Dzitás 36 11.9 50 3
Tabi 14 17.8 40 6
Yaxcabá 27 8.9 25 3
Fuente: Encuesta y entrevistas.

Cuadro 6. Frecuencias relativas respecto a la edad de los montes que son tumbados
para establecer milpas en la porción central del estado de Yucatán.

Comunidades < = 6.0 6.1 a 12.0 12.1 a 18.0 18.1 a 24.0 > 24.0
NP F NP F NP F NP F NP F
Dzitás 7 26.9 11 42.3 3 11.6 4 15.4 1 3.9
Tabi 2 14.3 5 35.7 2 14.3 1 7.4 4 28.6
Yaxcabá 8 29.6 17 63.0 1 3.7 0 0.0 1 3.7
Fuente: encuestas y entrevistas.

varios procesos involucrados y conectados entre sí,
en una secuencia de carácter cíclico; estos son:
◆  Absorción de nutrientes a través del sistema
radicular de las plantas, para la conformación
de los tejidos que constituyen la biomasa.
◆  Remoción desde la vegetación y retorno al
suelo en forma de mantillo, por lavado a causa
de la lluvia, por secreciones del sistema radicu-
lar y por combustión debida a incendios.
◆  Humificación del mantillo y mineralización
del humus para liberar los nutrientes, de modo
que puedan ser nuevamente absorbidos por la
vegetación.
Como se ha visto en los cuadros anteriores, la
relación de la cantidad de MO y nutrientes con la pro-
fundidad de suelo, son claros indicadores de que el
estrato superficial es el ámbito en el que se llevan a

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 jorge duch gary
cabo la mayor parte de las transferencias de mate-
riales entre la vegetación y el suelo.
Otro indicador útil para ayudar a comprender los
flujos de materiales entre la vegetación y el suelo, es
la relación entre la MO y el color del suelo; antes de
cualquier interpretación al respecto, hay que acla-
rar que para el caso del color de suelo no debe per-
derse de vista que se trata de una variable discreta
o discontinua, mientras que la MO varía de manera
continua en cada horizonte; por otra parte, en todos
los casos se aprecia que el horizonte B de cada suelo
tiene un matiz de 2.5YR, y que esto se corresponde
con un menor contenido de MO; del mismo modo,
cuando el matiz aumenta a 5YR, es que se trata del
horizonte A cuyo contenido de MO es por lo regular
mayor a 10%, lo que significa, que el color rojo de la
matriz mineral del suelo, debido a los óxidos de fie-
rro que contiene, es atenuado en la parte superficial
del suelo por la presencia del humus que se deriva
del mantillo, que es de color castaño obscuro o negro.
Respecto al movimiento de los nutrientes en el
interior del suelo, Nye y Greenland (1960) y Cuanalo
(1980) postulan que son varios los procesos involu-
crados, entre los cuales destacan:
◆  El transporte mecánico de compuestos orgá-
nicos desde los estratos superiores del suelo a
los horizontes inferiores, debido a la actividad
de insectos y lombrices.
◆  Lixiviación de los nutrientes desde el hori-
zonte A hacia el horizonte B, a causa de la per-
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colación del agua que aporta la precipitación a
través del perfil del suelo.
En los suelos de la porción central del estado de
Yucatán, se dificulta mucho la interpretación del mo-
vimiento de los nutrientes en su interior, debido a los
elevados contenidos de Ca que muestran en todo el
perfil, lo cual pudiera estar enmascarando los valo-
res reales de este elemento en su forma intercam-
biable y, por consiguiente, el verdadero porcentaje
de saturación de bases en el complejo de intercam-
bio, que en la mayoría de los casos se encuentra por
arriba del 100 %, hecho que no parece ser posible, a
menos que parte del Ca reportado como intercam-
biable corresponda al Ca extraído de compuestos
carbonatados solubles.
Una variable que pudiera ser de utilidad para esti-
mar la movilidad de los nutrientes en el interior del
suelo es el pH; no obstante, pareciera ser que para
el caso particular de estos suelos no dice mucho al
respecto, ya que sus valores se mantienen constan-
tes con independencia de la profundidad del suelo.
En ese orden de ideas, y considerando que la preci-
pitación pluvial en la porción central de la entidad
es más bien limitada que abundante, sería de espe-
rarse que el movimiento de nutrientes hacia estratos
más profundos del suelo a causa de la lixiviación sea
reducido durante el periodo de barbecho.
En un español que parece dificultar su enten-
dimiento, don Rufino, milpero de Dzitás, explica
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
de modo sencillo la forma en que trabaja su tablaje,
rotando las milpas y los barbechos en torno a su
casa, que actualmente ya no ocupa todo el tiempo,
porque al crecer sus hijos le fue necesario ir con su
familia a vivir al pueblo para que pudieran encon-
trar sus parejas: “Salgo de mi casa así, medio me alejo
allá y tumbo; otro año, me alejo un poco más, un poco
así, y después vuelvo a tumbar donde ya hice una vez
mi milpa; cuando ahora son más de 10 años, puedo
hacer otra vez mi milpa; así, haciendo vueltas alrede-
dor de mi casa, hago mi milpa”. Lo que se quiere sig-
nificar nuevamente es el manejo del conocimiento
empírico acerca del funcionamiento del sistema de
manejo, específicamente la forma en que se obtiene
la restauración de la fertilidad de los suelos en las
milpas de la porción central del estado de Yucatán.
Como se ha mencionado en ocasiones anterio-
res, la sucesión vegetal es el mecanismo natural que
permite la recuperación de la fertilidad del suelo,
mediante la acumulación de tejidos vegetales y ani-
males muertos sobre el suelo y su subsecuente humi-
ficación.
Para una mejor caracterización y explicación de
los flujos y balances materiales en los procesos de
pérdida y restauración de la fertilidad del suelo, y
en general de sus condiciones de productividad, se
considera indispensable realizar toda una serie de
mediciones respecto a las distintas variables que se
han discutido de manera general en este apartado;
para tal propósito, será necesario realizar nuevas
investigaciones en cada una de las comunidades de
estudio, de modo que se pueda contribuir con más
y mejores conocimientos a la explicación de ambos
fenómenos.
Prácticas de manejo de las milpas
El complejo maíz-calabaza-frijol-íb constituye el com-
ponente biológico esencial de la milpa tradicional en
la porción central del estado de Yucatán; las demás
especies son de carácter complementario, las que
pueden encontrarse en asociación directa con aque-
llas que forman el citado complejo o asociadas entre
sí, ocupando pequeñas áreas localizadas dentro de
las milpas, y a las cuales se les denomina genérica-
mente pach pak’al en lengua maya (Arias, 1980).
Aun cuando pudieran mostrar alguna caracte-
rística especial en cuanto a suelos o topografía, y a
pesar de recibir un manejo diferente en términos de
cultivos, calendarios de trabaj y prácticas agrícolas,
entre otros aspectos, estas áreas deben ser conside-
radas como parte constitutiva de las milpas, debido
a que sus proporciones en espacio y tiempo están
siempre determinadas por las pautas que marcan
los cultivos esenciales del sistema.
No obstante lo anterior, la finalidad en este
apartado es el análisis de la situación específica que
guarda en la actualidad el citado complejo de culti-
vos en el área de estudie; en el Cuadro 7 se presenta
un concentrado de la proporción de cultivos encon-
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 jorge duch gary

Cuadro 7. Principales cultivos asociados con maíz en las milpas

de la porción central del estado de Yucatán.

NP Maíz Maíz y calabaza

Comunidades

Solo maíz Maíz y calabaza Solo calabaza Calabaza y frijol Calabaza e íb

NP % NP % NP % NP % NP %

Dzitás 26 14 53.8 12 46.2 6 23.1 4 15.4 2 7.7

Teabo 28 15 53.6 13 46.4 3 10.7 2 7.1 8 28.6
Totales 54 29 53.7 25 46.3 9 16.6 6 11.2 10 18.5
Fuente: encuestas y entrevistas.

trados en 54 milpas visitadas en dos comunidades
de la porción central del estado de Yucatán (26 en la
comunidad de Dzitás y 28 en la de Teabo).
Se trata en todos los casos de milpas roza, en vir-
tud de que se parte de considerar que en este tipo de
milpas es donde se mantiene aun la tradición de aso-
ciar el maíz con otros cultivos; sobre todo, a partir de
la adopción de herbicidas para realizar el control de
malezas, práctica que se ha venido intensificando a
partir de la década de los años ochenta, en especial
en milpas de segundo año.
Para corroborar esta afirmación, don Demetrio,
milpero de Teabo, opina que.“...tenemos dos clases de
maíz: uno de blanco y otro de amarillo; en la milpa
roza, blanco; en la cañada se pone maíz amarillo, por-
que éste más pronto se sazona en la cañada, como dos
semanas antes que el maíz blanco de la milpa roza”.
En el cuadro 7 también se puede observar que en
29 de las 54 milpas (53.7% del total) que se visita-
ron, el único cultivo sembrado es el maíz; se observó
también que en 46.3% restante, o sea en 25 milpas,
el maíz se encontró asociado con calabaz .,En cada
comunidad la información no varía más que en tér-
minos de décimas porcentuales; así, en Dzitás los
valores encontrados fueron de 53.% de maíz solo y
46.2% de maíz asociado con calabaza. Para el caso
de Teabo los porcentajes correspondieron a 53.6%
y 46.4% respectivamente.
Se aprecia también que en nueve de las 25 milpas
en las que se encontró maíz asociado con calabaza,
no había ningún otro cultivo, cantidad que repre-
senta 36% de las milpas sembradas con dicha asocia-
ción y 16.6 % del total de milpas estudiadas. De las
16 milpas restantes, en seis se encontró la asociación
maíz-calabaza-frijol, mientras que en las otras 10 la
asociación observada fue maíz-calabaza-íb; estas

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 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
cantidades representan 24% y 4% de las milpas con
el maíz en asociación, y 11.2% y 18.5% del total de
milpas.
Actualmente, los maíces que con mayor frecuen-
cia se emplean en la porción central del estado de
Yucatán, son los denominados localmente x’nuc nal
(maíces de mazorca grande y ciclo largo) y x’mehen
nal (maíces de mazorca pequeña y ciclo corto). El
acondicionamiento del terreno marca el inicio del
periodo de cultivo en la agricultura milpera, que
comienza con la eliminación parcial y temporal de
un medio ecológico de elevada productividad prima-
ria y gran valor económico para la población rural,
­–pero con escasa utilidad como fuente de aprovisio-
namiento de alimentos básicos–, con la finalidad de
sustituirlo por otro más adecuado a la producción
de los satisfactores necesarios para la subsistencia de
los campesinos milperos y sus familias.
En tal sentido, y para el caso concreto de la por-
ción central del estado de Yucatán, se trata de la
adaptación de las tierras enmontadas para cubrir
los requerimientos biológicos de las especies vege-
tales propias del sistema de cultivo milpero, espe-
cialmente del maíz; se señala, asimismo, que esta
práctica es imperfecta ya que si bien la quema de
la cubierta selvática ofrece la ventaja de restituir al
suelo, en forma de ceniza una parte de los elemen-
tos minerales indispensables para las plantas, no des-
truye de manera definitiva el sistema radicular de
la vegetación, lo cual propicia que los rebrotes de
los tocones aparezcan pronto entre los cultivos; esto
último, tal vez para el caso de sistemas agrícolas con
roturación año tras año resulte una desventaja, pero
para el cultivo de las milpas que requieren del barbe-
cho largo, constituye una condición favorable para
asegurar la regeneración del monte, y con ella, la
secuela de condiciones necesarias para los cultivos,
tal como se ha señalado antes.
Lo mismo que en toda la entidad, en la porción
central del estado de Yucatán, el acondicionamiento
de los terrenos que son elegidos para establecer las
milpas comprende cinco actividades principales: el
brechado, la medición, la tumba, la guardarraya y
la quema. El brechado, en palabras de los propios
campesinos milperos, es una forma de decir “...esto
es mío, ya lo breché...” .
La medición consiste en la cuantificación de la
superficie que será destinada a la siembra del maíz y
demás cultivos asociados; para ello, los campesinos
milperos trazan una retícula formada por mecates
(cuadros de aproximadamente 20 m por lado), sobre
el terreno mediante mojoneras de piedra colocadas
en las esquinas de cada uno de estos cuadros; en opi-
nión de los propios productores, esta práctica sirve
para calcular el trabajo aplicado durante el ciclo agrí-
cola, así como los rendimientos que se obtienen en
las cosechas de los distintos cultivos. “Desde septiem-
bre, dice don Concepción, milpero de Tabi, comienza
la tumba, pero en montes bajos (de cinco a siete años),
hasta en enero puede hacerse”.
129 |
 jorge duch gary
En el caso de las milpas de segundo año, la prepa-
ración del terreno sólo incluye el chapeo de cañadas;
o sea, de las cañas del maíz de la milpa roza, su api-
lamiento y la quema; antes de ésta última acción se
revisa también que la guardarraya esté limpia, con
la misma finalidad de evitar incendios de los mon-
tes circundantes.
Una vez preparado el terreno, y después de espe-
rar el inicio de las lluvias, se procede a sembrar las
milpas, actividad que en el área de estudio puede
ser realizada de varias maneras: k’óoben pak’al, que
es una siembra similar el llamado tresbolillo, la que
generalmente se realiza cuando el terreno es muy
pedregoso, tal como sucede en los altillos; noria
pak’al, la que consiste en una siembra en forma de
espiral, que va desde la periferia hacia el centro de
cada uno de los mecates trazados en la milpa, y surco
pak’al, siembra que como su nombre indica, se rea-
liza en hileras paralelas, alineadas en la misma direc-
ción que los lados de los mecates.
En realidad, el tipo de siembra tiene mucho que
ver con las costumbres de cada productor, así como
con la cantidad de semilla de maíz empleada por
unidad de superficie, la cual depende del número
de granos que son depositados en cada golpe de
siembra.
Don Filiberto, campesino de Tabi, comenta que
“...¡aaay dios! Todo te lo va a excavar los pájaros; hay
que aprovechar para sembrar cuando la tierra está
húmeda”.
|  130
 
Posterior a la siembra viene el chapeo o deshierbe
de la milpa, el cual puede hacerse en forma de harán-
ch’aac que es sólo un corte de la maleza o bien, de
lo’oche-paak, si el deshierbe se realiza a ras del suelo,
arrancando incluso la raíz de las hierbas; este último
resulta de mejor calidad en cuanto al control de las
malezas, pero requiere de una mayor cantidad de
trabajo; el chapeo, en cualquiera de sus modalida-
des, se realiza una sola vez durante el ciclo de cul-
tivo, cuando el maíz alcanza aproximadamente los
20 cm de altura.
Don Miguel, milpero de Teabo, afirma que “...la
milpa está más lóbrega (enhierbada) en las planadas
donde hay más k’áankaab, aunque sólo se le da un cha-
peo hasta la cosecha; lo hago haran ch’aac, con la coa9,
para que termine más pronto, porque sólo es cortarlo
así, porque algunas personas, de antes, lo chapean
arrancado; pero da mucho trabajo. Así, haran-ch’aac,
bien trabajado, puedes hacer hasta dos mecates al día,
pero yo sólo hago uno; me lleva un mes deshierbar los
30 mecates que es toda mi milpa”.
Actualmente la aplicación de herbicidas, espe-
cialmente el Esterón 47 y en menor medida el Gra-
moxone, ha venido generalizándose en la porción
central de la entidad, aunque no de igual manera en
cada comunidad ni en cada milpa (cuadro 8); esta
labor permite reducir el número de jornales inver-
tidos por unidad de superficie y liberar tiempo de
9  Especie de machete corto y con la punta encorvada.
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 8. Empleo de herbicidas en las milpas de la porción central del estado de Yucatán.

Dosis (lt/ha) Frecuencia

Comunidad
Promedio Máxima Mínima NPE NPA %
Dzitás 1.2 2.5 0.5 26 13 50.0
Teabo 1.3 2.0 1.0 28 9 32.1
Yaxcabá 1.1 2.0 0.7 30 27 90.0
NPE = número de productores entrevistados.
NPA = número de productores que aplican herbicida
Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).

trabajo, que puede ser derivado hacia otras activi-
dades productivas, comerciales o de cualquier tipo,
con miras a mejorar la situación actual de los mil-
peros y sus familias; sin embargo, la aplicación de
herbicidas responde a diversos factores ambientales,
técnicos, económicos y culturales, de entre los que
destacan, por un lado, la mayor o menor prolifera-
ción de malezas, lo que depende tanto de la edad del
monte previo y del tipo de suelo como de la dispo-
nibilidad de recursos monetarios para adquirir el
producto y el equipo para aplicarlo.
Muy importante resulta también la cercanía de
la milpa a las fuentes del agua necesaria para la pre-
paración de las mezclas, así como los cultivos que
cada productor haya decidido asociar en su milpa;
en aquellas milpas que se establecen en terrenos muy
pedregosos, generalmente predominan los rebrotes
de especies leñosas y no las herbáceas, los que son
más fácilmente controlados con el chapeo a mano
y con el corte con coa.
Pero en terrenos que se enhierban mucho es más
frecuente la aplicación de herbicidas; asimismo, es
más común el empleo de estos agroquímicos cuando
se trata de la milpa caña, ya que la milpa roza por lo
regular presenta una menor proliferación de malezas,
sobre todo si la cubierta vegetal ha tenido un tiempo
largo de descanso. Lo antes dicho es expresión clara
de una innovación técnica al cultivo milpero tradi-
cional, como ha sido sin duda alguna también la
adopción de fertilizantes.
En tal sentido, la aplicación de fertilizantes quí-
micos hoy constituye, para un amplio conjunto de
agricultores, una práctica agrícola fundamental para
el logro de los objetivos de la producción milpera
en esta porción de la entidad. Contrario a las reco-
mendaciones institucionales del sector, don Adolfo,

131 |
 jorge duch gary
de Teabo, explica que la aplicación del fertilizante
en las milpas “...se hace tirado junto al elotito y no
enterrado; se agarra un puñito, así, y se echa; este
año (1992), el fertilizante se lo voy a poner cuando
termine el deshierbo; en dos semanas más, a princi-
pios de agosto; yo hago hasta 7 mecates en un día, por-
que se cansa uno; ¿cuánto andar vas a hacer con un
mecate? Cuando hagas los 7 mecates, quien sabe cuán-
tas leguas ya caminaste”, (la cuantificación estimada
indica que se caminaría alrededor de una legua; o
sea, poco más o menos 4 km).10
Para complementar, está la opinión de don
Medardo, milpero de Dzitás, quien comenta: “…el
fertilizante se pone en el mero tronco; hay quien dice
que si se le pone en el mero tronco, el elote se muere;
¡que carajos se va a morir! sólo se muere si no llueve”.
También, de acuerdo con las recomendaciones
oficiales, tal como el Banrural lo consignaba en los
conceptos del crédito hasta 1989, la dosis promedio
para los suelos milperos en Yucatán, es de 134.33 kg/
ha del producto recomendado (18–46–0), lo que
representa una cantidad de 24.2 kg/ha de N y 61.8
kg/ha de P en cada ciclo de cultivo (cuadro 9).
Empero, a partir de que la milpa dejó de ser
sujeto de crédito, la dosis que se aplica generalmente
es menor, pues no todos los productores tienen los
recursos monetarios para adquirir el producto ni
tampoco los medios para transportarlo a su comuni-
10  Una legua equivale a 4 km.
|  132
 
dad; en el peor de los casos ni siquiera hasta su milpa,
a la que lo llevan cargado, poco a poco, a mecapal.
La dosis de aplicación del fertilizante en la milpa
caña es por lo regular menor a la de la milpa roza; en
estos casos se ocupa entre 50 y 75 kg/ha del mismo
producto; pero incluso hay ocasiones en las que se
considera innecesario o quizá inadecuado fertilizar
la milpa caña.
Tales consideraciones pueden asociarse con el
efecto residual del fertilizante aplicado a la milpa
roza, que sería suficiente para satisfacer la demanda
de nutrientes de los cultivos a sembrar durante el
siguiente año, así como con el riesgo de no poder
compensar la inversión monetaria, dada la mayor
infestación de malezas en la milpa caña, fenómeno
que se traduce en una mayor inversión de trabajo
o insumos industriales, ligada a un menor rendi-
miento de los cultivos, en especial del maíz.
Don Adolfo, de la localidad de Teabo, señala que
para la milpa caña no es necesaria la fertilización, “…
aunque, bueno, en esta vez sí voy a darle un poquito
de fertilizante; poquito, porque es cañada y la tierra
tiene algo de fuerza por el fertilizante de la milpa roza,
en la que se ponen tres bultos11/ha; ahora, en milpa
caña sólo un bulto o bulto y medio”.
Aparte de las funciones de protección que cum
ple la dobla en el sistema de cultivo milpero, esta
práctica juega un importante papel en la fase final
11 Cada bulto contiene 50 kg de fertilizante.
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 9. Empleo de fertilizantes en las milpas de la porción central del estado de Yucatán.
Dosis (kg/ha) Frecuencias
Comunidad
Promedio Máxima Mínima NPE NPA %

Dzitás 132.5 150.0 75.0 26 14 53.8

Teabo 143.5 166.0 100.0 28 24 85.7

Yaxcabá 128.0 150.0 75.0 30 29 96.7

NPE = número de productores entrevistados.

NPA = número de productores que aplican fertilizante.

de formación de los granos de maíz, debido a que se
favorece con ello el secado de las cañas. La cosecha
en la agricultura milpera que se practica en la por-
ción central del estado de Yucatán varía en formas
y momentos, dependiendo de la especie de que se
trate: las mazorcas son desprendidas y depositadas
en unos canastos fabricados por los propios milperos
con bejucos que crecen en los montes; estos canas-
tos se cargan sobre la espalda, también a mecapal. La
práctica tradicional de la milpa, muestra que la cose-
cha de maíz se almacena en trojes que se construyen
en la milpa misma; de ahí, el maíz es acarreado poco
a poco hasta la casa, en mazorca o ya desgranado.
Don Rufino, milpero de Dzitás, explica: “... mi maíz
lo tengo ahorita en mi milpa; pues cuando quiero com-
prar algo o me piden dinero para las compras, pues
hago maíz12 ahí y lo saco; hoy traje esta carga de maíz.”
Sin embargo, las mazorcas de las que se va obte-
ner semilla para el año siguiente, son almacenadas
en trojes, construidas en los solares de las casas de
los productores, hechas de bajareque (fustes y ramas
de poco diámetro, entre 2 y 4 cm) entrelazados de
manera que no se requiere alambre ni clavos para
mantener en pie la estructura, la cual puede ser rec-
tangular o hexagonal.
Actualmente esta práctica está siendo abando-
nada en virtud de la aparición y proliferación del
llamado pillaje, cometido, al decir de los viejos cam-
pesinos, por los jóvenes que no encuentran en la
milpa ninguna expectativa para su sobrevivencia,
12  Hacer maíz significa entre los campesinos milperos, obtener
los granos a partir del raspado de las mazorcas.

133 |
 jorge duch gary
ni tampoco trabajo como jornaleros dentro o fuera
de la comunidad; quizá los milperos que trabajan
más cerca de sus comunidades son quienes man-
tienen esta añeja tradición productiva, cada día en
mayor desuso.
Después de la segunda cosecha, esto es, la de la
milpa caña, los terrenos se dejan de trabajar deján-
dolos en aparente abandono; sobreviene el proceso
de recuperación de los montes y, con éste, la posibi-
lidad de iniciar un nuevo ciclo de trabajo agrícola en
un período de entre 7 y 10 años aproximadamente.
Dinámica de la agricultura milpera
En la porción central del estado de Yucatán, hacer
milpa no significa solamente establecer un siste-
ma agrícola en términos de su ámbito ecológico; es,
sobre todo, un medio de subsistencia para varios
miles de campesinos yucatecos; es una manera de
sobrevivir que los obliga a conocer el comporta-
miento ambiental en el tiempo para adecuar sus
calendarios agrícolas a los ritmos estacionales de
los que depende el éxito de las milpas.
En segundo término, tiene que ver la edad, expe-
riencia y habilidad de los campesinos, sobre todo en
lo que se refiere a sus decisiones respecto al rumbo y
la distancia para establecer sus tablajes y sus milpas,
así como las actividades que habrán de realizar en
cada jornada de trabajo y a lo largo del ciclo agrícola.
Por último, se plantea discutir los rendimientos y la
|  134
 
productividad del trabajo como expresión final del
esfuerzo desplegado durante el proceso productivo.
Períodos de crecimiento y estacionalidad agrícola
Como se ha visto, la porción central del estado
de Yucatán se distingue por la predominancia de un
régimen climático cálido-subhúmedo que se expresa
con variantes de los tipos Aw0 y Aw1 en el sistema
de clasificación climática de Köppen modificada por
García (1981); variantes que pueden presentarse un
mismo año en distintas comunidades, o bien, en
diferentes años en una sola comunidad; de la obser-
vación y análisis del promedio de 1985 se desprende
que, en cuanto a temperatura, Dzitás y Teabo son
ligeramente menos calurosas que Sotuta, mientras
que en cuanto a precipitación, Sotuta y Teabo son
más secas que Dzitás (o menos húmedas).
De acuerdo con el patrón de distribución anual
que muestra la precipitación en la porción central
del estado de Yucatán, se aprecian tres épocas bien
definidas: una, de mayo a octubre, en la que se con-
centra alrededor de 80 % de la descarga pluvial; otra,
de noviembre a febrero, durante la cual se puede
alcanzar un monto que varía entre 11 y 13 %, y la
tercera, de marzo a abril, en la que la lluvia fluctúa
entre 7 y 9 %.
Cuando se comparan los datos contenidos en los
cuadros 10, 11 y 12 se aprecia que siendo Dzitás la
localidad que recibe más precipitación en el año, es
en donde menos se concentra entre mayo y octu-
bre; y que, por el contrario, en Sotuta es donde se
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 10. Variación climática a través del tiempo en Dzitás (1960/1985).

Altitud Media: 27 msnm Tipo de Clima: Aw1”(i’)g
1960 1975 1985 1985

TMA PTA TMA PTA TMA PTA ETP ETP/2

26.2 1219.6 26.0 1163.3 26.4 1230.4 1253.4 626.7

P/T 46.6 44.8 46.7

TMP PTP TMP PTP TMP PTP ETPP ETPP/2

M/O valor 27.7 986.2 27.6 924.8 28.0 951.1 678.8 339.4

M/O % 80.9 79.5 77.3

TMP = temperatura media período, en OC. PTP = precipitación total período, en mm. ETP = evapotranspiración potencial, en mm.
Fuentes: García, 1981; DETENAL, 1975; Duch, 1988; SARH, 1987.

concentra más la precipitación durante dicha época,
no obstante ser ésta la que menor cantidad de lluvia
recibe al año; lo anterior significa que aun cuando
en valores absolutos la precipitación marca una ten-
dencia a incrementarse en los últimos 25 años, la
cantidad de lluvia que aporta el temporal durante
el ciclo agrícola muestra una tendencia contraria, lo
cual coincide con la opinión de algunos campesinos
milperos entrevistados en las comunidades de estu-
dio. “…la milpa ya no resulta; aquí es temporal pero
no como antiguamente”.
En Teabo también, el Sr. Palomo, viejo comer-
ciante y conocedor de la milpa, explica que “...antes,
desde junio o julio, ya estábamos comiendo maíz,
x’mehenal13 pues se podía sembrar desde abril; pero
ahora, qué esperanzas tenemos”.
Ortiz (1987) señala que la temperatura y la
humedad son los principales factores climáticos que
gobiernan la adaptabilidad y distribución espacial y
temporal de los cultivos; y que éstos, en combinación
con la radiación solar, condicionan la fotosíntesis
neta y permiten que las plantas acumulen materia
seca y se lleven a cabo sus sucesivas etapas de desa
rrollo; por tal motivo, el período de crecimiento se
13 Variedad criolla de maíz, que se distingue por su precocidad
de aproximadamente tres meses a la floración.

135 |
 jorge duch gary

Cuadro 11. Variación climática a través del tiempo en Sotuta (1960/1985).

Altitud Media: 11 msnm Tipo de Clima: Aw0”(x’)(i’)g
1960 1975 1985 1985

TMA PTA TMA PTA TMA PTA ETP ETP/2

27.5 1000.6 26.9 1108.2 27.1 1112.5 1360.5 680.3

P/T 36.3 41.2 41.0

TMP PTP TMP PTP TMP PTP ETPP ETPP/2

M/O valor 29.1 829.6 28.5 904.5 28.8 893.8 750.9 375.5

M/O % 82.9 81.6 80.3

TMP = temperatura media período, en OC. PTP = precipitación total período, en mm. ETP = evapotranspiración potencial, en mm.
Fuentes: García 1981; DETENAL, 1975; Duch, 1988; SARH, 1987.

define como el número de días en los que la preci-
pitación pluvial es mayor que la mitad de la evapo-
transpiración potencial, menos el número de días en
los que la temperatura mínima es lo suficientemente
baja para permitir el crecimiento de aquellos cultivos
que se encuentran adaptados climáticamente al área
considerada, condición que no ocurre en la porción
central del estado de Yucatán.
En la figura 1 se muestra el período de creci-
miento calculado a partir de los datos de precipita-
ción y evapotranspiración potencial de la estación
climatológica ubicada en Sotuta, Yucatán; los regis-
tros de las estaciones de Teabo y Dzitás son similares.
En dicha figura se puede observar que entre los
meses de mayo y noviembre la curva de la precipi-
tación supera en valor a la mitad de la evapotrans-
piración potencial, lo cual indica un periodo de cre-
cimiento húmedo para dicha estación. En Teabo el
periodo de crecimiento es similar en duración aun-
que ligeramente menos húmedo; en Dzitás resulta
un poco más húmedo y prolongado.
En consideración a que el suelo almacena agua en
su interior, es posible que la duración del período de
crecimiento, aumente algunos días después de la ter-
minación del temporal; aunque no hay que olvidar
las particularidades de los suelos de Yucatán, muy

|  136
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 12. Variación climática a través del tiempo en Teabo (1960/1985).

Altitud Media: 30 msnm Tipo de Clima: Aw”1(x’)(i’)g
1960 1975 1985 1985

TMA PTA TMA PTA TMA PTA ETP ETP/2

25.9 1207.2 25.7 1099.1 25.4 1092.3 1296.5 648.3

P/T
46.5 42.8 43.1

TMP PTP TMP PTP TMP PTP ETPP ETPP/2

M/O valor
27.6 968.1 27.4 893.5 26.9 872.2 718.4 359.2
M/O %
80.2 81.3 79.8

TMP = temperatura media período, en OC. PTP = precipitación total período, en mm. ETP = evapotranspiración potencial, en mm.
Fuentes: García 1981; DETENAL, 1975; Duch, 1988; SARH, 1987.

someros y con abundante pedregosidad.
Además, tomando en cuenta la ausencia total de
heladas en el estado de Yucatán, se puede afirmar
que la humedad que la precipitación pluvial aporta
sobre la porción central de la entidad, resulta sufi-
ciente para favorecer el desarrollo del maíz y los
demás cultivos asociados en la milpa.
Don Ramón, milpero de Dzitás, afirma que “...
lo principal para el cultivo de la milpa es la lluvia;
y ahora lo que nos está fregando es que no cae a su
debido tiempo14; este elote (la mata de maíz) no debe-
14 La entrevista con Don Ramón se realizó en su milpa, en
julio de 1992.
ría estar así de este tamañito, ya debería estar bien
alto; pero..., no hay lluvia”.
Y en Tabi, don Antonio, también milpero, piensa
de manera similar; para él “...el tiempo ya cambió; en
aquel tiempo, en junio o desde mayo vienen las lluvias
orientales a cada rato; hoy no”.
Además, los cambios climáticos que señalan los
campesinos milperos en la porción central del estado
de Yucatán, no sólo se refieren a las variaciones de la
precipitación pluvial; hoy hablan de mucho sol, vien-
tos y lluvias que perjudican al maíz, como los vien-
tos del norte chama’an kan iik y el kankubul (lluvia
amarilla o lluvia ácida); empero, estos fenómenos

137 |
 jorge duch gary

Figura 1. Periodo de crecimiento en la porción central del estado de Yucatán, representado

con datos climatológicos de la estación Sotuta.

Fuente: Dirección Regional de Hidrología; SARH Delegación en Mérida, Yuc.

han sido reportados desde tiempo atrás por distin-
tos estudiosos de la agricultura milpera, como aspec-
tos ligados a los ciclos que enfrenta dicha actividad
a través del tiempo.
A partir de las consideraciones que se han
expuesto no se puede concluir de manera decisiva
que el régimen climático en la porción central del
estado de Yucatán muestre hoy atributos y compor-
tamientos muy diferentes a las que prevalecían tres
décadas atrás; en tales circunstancias, la agricultura
milpera tiene que continuar supeditada a la estacio-
nalidad que impone el período de crecimiento,esto
es, a un sólo ciclo de cultivo al año.
Edad de los campesinos milperos
En el análisis de la dinámica de la agricultura mil-
pera es de importancia fundamental considerar la
edad de los productores en dos sentidos, primero,

|  138
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 13. Edad de los productores milperos en la porción central del estado de Yucatán.

Edad de los Productores (años)

Comunidad NPE Promedio Máxima Mínima

Dzitás 26 55 85 28

Tabi 15 50 75 24

Yaxcabá 28 47 78 26

Totales 69 51 85 24

NPE = número de productores entrevistados.

Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).

en términos de las condiciones físicas individuales
que permiten la realización de las tareas que le son
inherentes al proceso de trabajo en las milpas de
cada comunidad de estudio y, en segundo lugar, en
relación con los fenómenos de carácter sociocultural
que en diferentes formas, intensidades y momentos
aparecen ligados a la cuestión anterior.
De entrada, es de llamar la atención que el pro-
medio de edad de los campesinos milperos en la por-
ción central del estado de Yucatán, oscila entre los
47 y los 55 años, lo cual es en principio un indicador
de la avanzada edad que los distingue; de acuerdo
con esta información es posible derivar algunos ele-
mentos y relaciones que son de interés para el aná-
lisis propuesto:
∙ El comportamiento de las frecuencias que pre-
sentan las edades de los campesinos milperos
en la porción central del estado de Yucatán, es
diferente en cada una de las comunidades estu-
diadas.
∙ En la comunidad de Yaxcabá se encontró que
un 50 % de los campesinos milperos tienen eda-
des que varían entre los 25 y los 40 años, mien-
tras que sólo 32.1 % es mayor de 55 años; Dzitás
es la comunidad donde los campesinos milpe-
ros son de mayor edad.
∙ Puede considerarse, además, que a mayor edad
de los campesinos milperos, menor calidad ten-
drían también las labores realizadas por estos,
lo cual se expresaría en una menor eficiencia

139 |
 jorge duch gary
productiva de la milpa tradicional; no obstan-
te, de acuerdo con los resultados del análisis de
información obtenida, no se tiene la certeza de
que tal hipótesis fuera verdadera; faltaría revisar
y relacionar con esta variable los datos relativos
al trabajo invertido y los rendimientos agrícolas,
pues una hipótesis alternativa podría estable-
cer que la menor capacidad física de los milpe-
ros de mayor edad puede ser sustituida por su
mayor experiencia y habilidad para sortear los
problemas de la agricultura milpera.
∙ En el caso de Dzitás, la edad registrada en los
productores milperos es posible asociarla con
la falta de atractivo que presenta la milpa para
los jóvenes campesinos, quienes prefieren salir
a buscar trabajo como albañiles en la ciudad de
Mérida, o como empleados en la franja turís-
tica del norte de Quintana Roo, entre Cancún
y Tulúm; la comunidad de Tabi, curiosamen-
te, puede ubicarse en una situación intermedia
entre Yaxcabá y Dzitás, aun cuando la tenden-
cia parecería orientarse hacia la presencia de
una mayor cantidad de productores de avan-
zada edad.
Todo lo anterior, bajo la consideración de que el
efecto de atracción hacia los grandes centros urba-
nos y turísticos de la península de Yucatán sería de
igual magnitud para las tres comunidades estudiadas,
dado que su localización en la porción central de la
|  140
 
entidad pone a los productores milperos en iguales
condiciones de distancia y oportunidad de emigrar
hacia aquellas localidades.
En ese sentido, puede señalarse que los casos de
Dzitás y Tabi constituyen ejemplos de un sensible
debilitamiento de la cultura productiva milpera en
la porción central del estado de Yucatán, pues pare-
cería ser que el proceso de transmisión de conoci-
mientos acerca del uso de los recursos naturales y el
manejo de la milpa tradicional se está viendo cada
día más obstaculizado por la transfiguración de los
valores culturales de la población rural, si no es que
se encuentra ya en una situación de franca ruptura.
El trabajo de los milperos: cantidad y distribución
En cuanto al análisis de las prácticas agrícolas tra-
dicionales se obtuvo una descripción poco más o
menos pormenorizada de la secuencia y calendari-
zación del trabajo que se requiere desarrollar en las
milpas durante el período de cultivo, lo cual busca-
ba mostrar el conjunto de las actividades que con-
forman el sistema de manejo en su expresión cua-
litativa; corresponde abordar también los aspectos
cuantitativos que son relevantes para avanzar en el
entendimiento de la dinámica de las milpas roza y
caña en la porción central de la entidad.
En el cuadro 14 aparece la información corres-
pondiente a la cantidad de trabajo invertida en las
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
Cuadro 14. Trabajo en las milpas roza localizadas en la porción central del estado de Yucatán.
Comunidad NPE
Dzitás 26
Teabo 25
Yaxcabá 29
NPE = número de productores entrevistados.
Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).
milpas roza que son cultivadas en la porción cen-
tral del estado; de acuerdo con la información que
se refiere al primer caso, la comunidad de Teabo es,
en promedio, donde se requiere invertir más trabajo
por hectárea al año para el cultivo de las milpas tra-
dicionales (57.9 jor/ha), mientras que en la de Yax-
cabá es la localidad donde se aplica menos trabajo
(31.5 jor/ha); Dzitás, como se puede observar, ocupa
la posición intermedia (38.4 jor/ha).
Cuando se observan las cantidades máximas y
mínimas de trabajo invertido en las milpas roza de
cualquiera de las tres comunidades, de inmediato
se aprecia una gran amplitud en la variación de la
información correspondiente.
Comparando los casos de Dzitás y Yaxcabá es
posible percibir una tendencia en el sentido comen-
tado antes; en la medida que en Dzitás la mayoría
de los milperos tiene más de 55 años, la cantidad
Cantidad de Trabajo Invertido (jor/ha)
Promedio Máxima Mínima
38.4 49.8 27.0
57.9 81.2 29.2
31.5 40.3 23.4
de jornales que se requieren por hectárea durante
el ciclo es también mayor que en Yaxcabá.
En otro orden de ideas, en el cuadro 15 se pre-
senta la información relativa a la cantidad de trabajo,
medida en jornales, que se requiere invertir por hec-
tárea al año en las principales labores agrícolas en
milpas de las comunidades de Dzitás, Teabo y Yax-
cabá; se incluye también en dicho cuadro la propor-
cionalidad de cada una de estas labores, respecto del
total de jor/ha que demanda el proceso de trabajo
milpero en su conjunto.
En tres de las comunidades estudiadas la mayor
cantidad de jornales invertidos corresponde a la
tumba, al deshierbe y a la cosecha y en lo que res-
pecta a estas actividades, Yaxcabá es la comunidad
donde menos jornales/ha se requieren.
Así, cuando en Yaxcabá el número de jornales/
ha invertidos en la tumba y el deshierbe es menor
141 |
 jorge duch gary

Cuadro 15. Cantidad de trabajo invertido en las milpas de la porción central del estado de Yucatán y su
distribución por actividades.
Tumba Deshierbe Cosecha OA

Comunidad j/ha % J/ha % j/ha % %

Dzitás 14.0 36.5 9.4 24.6 7.9 20.6 18.3
Teabo 20.8 35.9 15.7 27.2 8.6 14.8 22.1
Yaxcabá 12.6 40.0 9.0 28.6 5.3 16.8 14.6

OA = otras actividades.
Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).

que en Dzitás y Teabo, el porcentaje que estas can-
tidades representan respecto al total de jornales es
mayor que en aquellas. Así lo comenta don Adolfo,
en la comunidad de Teabo: “El trabajo en la milpa,
todo es cansado; la tumba y el deshierbe son los más
cansados, la tumba poco menos porque trabajas tres
días y descansas tres; el deshierbe cansa más porque
tienes que estar agachado en la hora que lo haces”.
En el cuadro 16 se puede apreciar que en Yaxcabá
99.6% de los productores ocupa menos de 40 jor/ha
al año, mientras que en Teabo esto sólo ocurre en 8%
de los casos; asimismo, puede verse que en Dzitás se
expresa una situación intermedia al registrarse que
61.6% de los milperos ocupa menos de 40 jor/ha y
que 38.4% entre 40 y 50 jor/ha; por el contrario, en
Teabo 68% de los productores milperos aplica más
de los 50 jor/ha para completar el ciclo de cultivo y
24% entre 40 y 50 jor/ha. En el análisis de la cantidad
de trabajo que se invierte por hectárea al año en las
milpas, roza o caña, siempre existe el riesgo de caer
en la imprecisión; así, la cantidad de trabajo inver-
tido en cada una de las labores de la milpa depen-
derá, entre otros elementos, del tiempo de descanso
del monte, de la edad del milpero, de la distribución
de las lluvias, del tipo de suelo, pero también de los
intereses personales de cada milpero.
Rendimientos y productividad del trabajo
En la porción central del estado de Yucatán, lo mis-
mo que en cualquier otra área de su región milpera,
los rendimientos de la milpa y la productividad del
trabajo campesino son dos de los aspectos que más

|  142
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 16. Frecuencias relativas de la cantidad de trabajo invertido en las milpas roza de la porción cen-
tral del estado de Yucatán.
Intervalos de Variación (jornales/ha)

< 40 40 – 50 >50

Comunidad NTP NP % NP % NP %

Dzitás 26 16 61.6 10 38.4 0 0.0

Teabo 24 2 8.0 6 24.0 17 68.0

Yaxcabá 29 28 99.6 1 0.4 0 0.0

NTP = número total de productores. NP = número de productores.

Fuente: encuestas y entrevistas.

preocupación y polémica han provocado entre los
productores mismos, la población rural en general
y los diversos actores sociales ligados a la agricultu-
ra milpera a través de distintas formas y medios; lo
que puede afirmarse sin ningún temor de equivo-
cación, es el amplio margen de variación que mues-
tran los rendimientos de maíz en las milpas de las
diferentes comunidades, e incluso dentro de una
misma comunidad.
Esto se debe a un numeroso conjunto de elemen-
tos ambientales –edad del monte y comportamiento
del temporal, entre los principales–, así como a la
forma en que cada productor realiza las labores agrí-
colas que son fundamentales para este sistema de
cultivo. También es cierto que la variación en cuanto
a los rendimientos de las milpas en esta porción de
la entidad es muy variable de un año a otro, espe-
cialmente si la comparación se realiza entre los ren-
dimientos de milpa roza y los de milpa caña.
En el cuadro 17 se presenta información corres-
pondiente a los rendimientos de maíz encontrados
en cuatro comunidades de la porción central del
estado de Yucatán en diferentes años: Dzitás en 1987,
Teabo en 1988 y Yaxcabá en 1989.
Si bien esta limitación en la información que se
presenta en el cuadro 17 impide un análisis compa-
rativo por las variaciones en el tiempo, de alguna
manera permite un examen de la tendencia general
de los rendimientos de maíz en las milpas de esta
porción territorial.

143 |
 jorge duch gary

Cuadro 17. Rendimientos observados en las milpas roza establecidas en la porción central
del estado de Yucatán.
Rendimiento (kg/ha)

Comunidad NPE Promedio Máximo Mínimo

Dzitás 26 910.3 1625.0 412.0

Teabo 23 1063.5 1500.0 625.0

Yaxcabá 29 969.1 1250.0 625.0

NPE = Número de Productores Entrevistados.

En el caso de los valores del rendimiento pro-
medio que se observan en las cuatro comunidades
de estudio, no se aprecia gran variación entre Dzi-
tás, Teabo y Yaxcabá; los datos del cuadro anterior
muestran que los rendimientos de las milpas en las
comunidades estudiadas varían desde menos de 500
kg/ha hasta más de 1 600 kg/ha; estas cifras se ubican
abajo y arriba del rendimiento promedio del país en
áreas de temporal, lo cual no constituye de ninguna
manera una situación de excepción ni para Yucatán
ni para su porción central, sino que lo ubica como
una de las áreas productivas de carácter marginal en
lo que se refiere a maíz de temporal.
Don Abelardo, quien tiene sus milpas en terre-
nos del ejido de Tabi, comenta que “...la cosecha este
año (1991) dio mal, sólo un saquillo de 20 kilos por
mecate (500 kg/ha) porque no llovió allá en la milpa;
si lloviera, como es monte alto, yo sacaría como 50 o
60 kilos por mecate”.
Para ese mismo año, pero en Dzitás, don Rufino
comenta: “...cuando le puse fertilizante a mi milpa
y llovió, y no vino viento así de fuerte, y no cayeron
muchas matas, hubo buena cosecha; un mecate dio
dos cargas y media de maíz, casi 100 kilos por mecate
(2 500 kg/ha), porque una carga hay que da 40 o 42
kilos, según el maíz”.
Esta opinión de don Rufino, la refuta la de don
Lorenzo, de la comunidad de Teabo, quien señala
que “...nunca hay buena cosecha; aquí, una buena
cosecha son dos saquillos por mecate (1 000 kg/ha
aproximadamente); pero una buena cosecha, sólo
eventualmente; mayormente aquí se saca medio
saquillo por mecate, un saquillo por mecate; jamás
en mi vida, y ya estoy viejo, que un mecate de los 100

|  144
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 18. Frecuencias relativas de los rendimientos obtenidos en milpas roza de la

porción central del estado de Yucatán.
Intervalos de variación (kg/ha)
< 650 650 - 1150 > 1150
Comunidad NPE NP % NP % NP %
Dzitás 26 8 30.8 14 53.8 4 15.4
Teabo 23 2 8.7 14 60.9 7 30.4
Yaxcabá 29 1 3.5 21 72.4 7 24.1

NPE = número de productores entrevistados. NP = número de productores.

Fuente: investigación directa (encuesta y entrevistas).

kilos ¡está cabrón! hasta 50 kilos quiero ver”.
Estos y otros muchos comentarios acerca del ren-
dimiento de maíz obtenido, no hacen sino reafirmar
la idea de que en la actualidad la productividad de
las milpas en la porción central del estado de Yuca-
tán, medida en rendimientos de maíz, muestra una
gran variabilidad, no obstante la tendencia es hacia
un rendimiento medio de 650 a 1 150 kg/ha. No
obstante, una idea quizá más clara de la variación
de los rendimientos de maíz puede derivarse de la
información que se ofrece en el cuadro 18, la cual
se encuentra sistematizada en términos de frecuen-
cias relativas, referidas a una serie de intervalos de
variación establecidos en función de los datos obte-
nidos directamente de una muestra de productores
milperos entrevistados en las mismas cuatro comu-
nidades de estudio.
Empero, testimonios de campesinos milperos
de otras comunidades de la misma porción territo-
rial, sostienen que la tendencia de los rendimientos
de las milpas es similar a la de las tres comunidades
reportadas, sobre todo en cuanto a que la mayoría
de los productores sólo obtienen entre 650 y 1150
kg/ha. Don Mario, campesino de Tabi, asegura que
“...un mecate ahorita (1991) da 7 almudes15 de maíz
desgranado; el año pasado dio 14 almudes contando la
mazorca: poco más o menos 40 kg de maíz en grano”.
Si se comparan los rendimientos obtenidos en
las milpas roza con los de las milpas caña, no es
difícil advertir que en éstas las cantidades produci-
das en tres de las comunidades estudiadas son aún
más limitadas que en aquellas, por lo menos entre
25 % a 30 %.
El comportamiento de los rendimientos de las
milpas caña es similar a los de las milpas roza no
15 El almud es una unidad de medida que se utiliza para
determinar el volumen de diferentes semillas; para el caso del
maíz específicamente equivale a 3.5 kg aproximadamente.

145 |
 jorge duch gary

obstante su menor monto; empero, en lo que toca
a los rendimientos máximos y mínimos, sus com-
portamientos comparados entre comunidades son
sensiblemente diferentes, lo que se puede interpre-
tar como resultado de condiciones relativamente
distintas en el manejo de las milpas caña respecto
de las milpas roza.
Vistos los rendimientos, en términos de sus fre-
cuencias con relación a los intervalos de variación
establecidos en función de la variación encontrada
en el área de estudio, en las tres comunidades estu-
diadas, la mayor proporción de milperos obtiene
rendimientos entre los 400 y 900 kg/ha de maíz, y
es en Teabo donde proporcionalmente hay más mil-
peros que trasponen el límite de los 900 kg/ha (cua-
dro 19).
En lo que corresponde a la productividad del tra-
bajo de los campesinos milperos en la porción cen-
tral del estado de Yucatán, en el cuadro 20 se pre-
sentan los valores observados en tres de las comu-
nidades estudiadas, tanto para las milpas roza como
para las milpas caña.
De acuerdo con esta información puede seña-
larse que, en sus valores promedio, la productividad
del trabajo campesino en las milpas roza y milpas
caña muestra algunas diferencias entre una comuni-
dad y otra; así, mientras que en los casos de Dzitás y
Yaxcabá la productividad del trabajo es mayor en la
milpa roza que en la milpa caña (24.4 y 31.2 kg/jor
contra 21.2 y 29.9 kg/jor respectivamente), en Teabo
la mayor productividad del trabajo se observa en la
milpa caña (21.1 kg/jor contra 19.1 kg/jor).
Asimismo, los valores máximos registrados man-
tienen un comportamiento muy similar al de los
valores promedio, no así en cuanto a lo que toca a
la variabilidad de los valores mínimos observados,
ya que en Teabo y Yaxcabá éstos son mayores en la
milpa roza que en la milpa caña, mientras que en
Dzitás la situación es más bien a la inversa. De las
varias consideraciones que se pueden derivar de este

Cuadro 19. Frecuencias relativas de los rendimientos obtenidos en milpas caña

de la porción central del estado de Yucatán.
Intervalos de variación (kg/ha)
< 400 400 - 900 > 900
Comunidad NPE NP % NP % NP %
Dzitás 9 0 0.0 8 88.8 1 11.2
Teabo 11 1 9.1 6 54.6 4 36.3
Yaxcabá 17 1 5.9 12 70.6 4 23.5
NPE = número de productores entrevistados. NP = número de productores.
Fuente: investigación (encuesta y entrevistas).

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 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx

Cuadro 20. Productividad del trabajo en las milpas roza y caña de la

porción central del estado de Yucatán.
Productividad del Trabajo (kg/jor)
Milpa Roza Milpa Caña
Comunidad NPE Prom Máx Mín NPE Prom Máx Mín
Dzitás 26 24.4 49.8 10.9 9 21.2 28.0 12,3
Teabo 23 19.1 33.3 9.7 11 21.1 35.4 8.3
Yaxcabá 29 31.2 49.7 17.5 17 29.9 47.3 14.9

NPE = número de Productores Entrevistados. NP = número de Productores.

Fuente: encuesta y entrevistas.

análisis, dos que se deben resaltar por su importan-
cia son las siguientes: primero, que si bien los rendi-
mientos de la tierra medidos en términos de kg/ha
de maíz son claramente más altos en las milpas roza
que en las milpas caña, la productividad del trabajo
expresada en kg/jor también de maíz, no manifiesta
diferencias lo suficientemente amplias como para
interpretar que en la milpa roza dicha productivi-
dad sea mayor que en la milpa caña y, segundo, que
tanto los rendimientos de la tierra como del trabajo,
tienen valores sensiblemente distintos en cada una
de las tres comunidades de estudio.
Conclusiones sobre la racionalidad del sistema de
manejo de la milpa tradicional
Escasez y disponibilidad de montes
Respecto a la escasez y disponibilidad de montes
adecuados para hacer milpas, se encontró que exis-
te una marcada tendencia hacia la reducción de la
duración del período de descanso de los montes, y
que éste registra en las comunidades estudiadas pro-
medios un poco más elevados que los estimados de
manera general por las instituciones oficiales del sec-
tor: 11.9 años para Dzitás; 17.8 para Tabi y 8.9 para
Yaxcabá.
Además, con relativa frecuencia el periodo de
descanso tiende a ser menor cuando los terrenos
pertenecen a las dotaciones ejidales y mayor para el
caso de propiedades privadas y terrenos nacionales;
se encontró, asimismo, que dentro de la propia dota-
ción ejidal existe una diferenciación de carácter terri-
torial al respecto, en la medida que los tiempos de
descanso de los montes son por lo regular mayores
en las áreas más alejadas de los núcleos de población
rural y menores en las circunvecinas.
Se puede afirmar, en efecto, que la relación entre
escasez y disponibilidad de montes adecuados para
hacer milpas tiene su origen en la dinámica del dis-

147 |
 jorge duch gary
turbio forestal prematuro, fenómeno que resulta, a
su vez, del evidente proceso de extensificación16 que
ha venido sufriendo el cultivo de la milpa tradicio-
nal en las tres últimas décadas, no tanto por el incre-
mento superficial de las milpas individuales, que
siguen siendo de 2 a 4 ha, sino por un crecimiento
progresivo del número de milpas que se realizan
dentro de la dotación ejidal, incluso dentro de las
propiedades privadas.
Lo anterior puede ser explicado en términos de
las necesidades de trabajo que apremian a la pobla-
ción campesina siempre en aumento, lo cual ha lle-
vado a que hoy en día sea mayor el número de per-
sonas que hacen milpas, en comparación con otras
épocas de la primera mitad del siglo XX, y en menor
medida, por el acaparamiento de recursos produc-
tivos (tierra, trabajo y capital) que puede hacer un
mismo productor en una sola comunidad pese a
las normas que así lo prohiben, debido al proceso
de diferenciación socioeconómica que auspicia el
Estado, no siempre con procedimientos del todo
transparentes, a través de las políticas crediticias y de
subsidios que son instrumentados unilateralmente.
En el caso de los efectos de la edad del monte
sobre la cantidad de trabajo invertido en el cultivo
de la milpa por unidad de superficie, puede seña-
larse, primero, que en Dzitás y Teabo esta cantidad
16 El proceso de extensificación se refiere a la mayor superficie
de montes que se derriban anualmente con la finalidad de
establecer milpas.
|  148
 
es mayor que en Yaxcabá y, segundo, que sólo existe
una muy ligera tendencia a ser mayor la cantidad de
trabajo invertido por hectárea en la medida que la
edad del monte aumenta, hecho que se observa tam-
bién con mayor frecuencia en Dzitás y Teabo; esto se
explica por la mayor cantidad de jornales que resulta
necesario invertir por unidad de superficie durante
la actividad de tumba en aquellos montes que tienen
un mayor tiempo de descanso.
De acuerdo con lo anterior, parecería entonces
que no existe ninguna consecuencia del disturbio
forestal prematuro sobre la cantidad de trabajo que
se requiere aplicar en el cultivo de la milpa; empero,
hay que considerar que la menor edad de los montes
se puede asociar con un mayor empleo de herbici-
das para el control de la más abundante invasión de
malezas en las milpas abiertas al cultivo, cuando el
monte es de menor edad.
A ese respecto, se encontró que en Yaxcabá no hay
una relación aparente entre la edad de los montes
y la cantidad de herbicidas aplicados en las milpas,
lo cual podría estar indicando que el uso de estos
agroquímicos ha quedado ya incorporado al sistema
de manejo de la milpa tradicional contemporánea,
como una práctica generalizada e independiente de
las características de la vegetación; por el contrario,
en Dzitás y Teabo se observó que el uso de herbi-
cidas aún mantiene una estrecha asociación con el
tiempo de descanso de los montes, ya que su com-
portamiento tendencial muestra que a mayor edad
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
de la vegetación menor es el empleo de herbicidas.
En el caso de la aplicación de fertilizantes, la ten-
dencia observada en las comunidades de estudio fue
en el sentido de que el tipo de material empleado no
tiene relación alguna con le edad de los montes; sin
embargo, en lo que respecta a la cantidad utilizada,
si existe una marcada tendencia a disminuir con-
forme aumenta la duración del período de descanso;
lo anterior no excluye que en alguna de las comu-
nidades estudiadas, como se observó en Yaxcabá, la
aplicación de fertilizantes se haya convertido en una
práctica común, ya asimilada al sistema de cultivo y
con independencia de la edad del monte tumbado.
La tendencia del efecto que ejerce la edad de los
montes sobre el rendimiento de las milpas muestra,
en algunas comunidades, que a medida que ésta es
mayor el rendimiento de maíz crece proporcional-
mente desde menos de 600 kg/ha hasta poco más
de 1200 kg/ha en un rango de variación de montes
entre 2 y 26 años de descanso: por el contrario, en
otras comunidades se encontró que no existe nin-
guna relación causal entre ambas variables; incluso,
en Yaxcabá se pudo apreciar una ligera tendencia
en sentido inverso.
El mismo comportamiento exhibe la producti-
vidad del trabajo aplicado, considerando la canti-
dad de maíz producido por cada jornal invertido;
la debilidad productiva constituye también un ele-
mento que contribuye al proceso de extensificación
del cultivo de la milpa tradicional, toda vez que los
escasos rendimientos unitarios de maíz obligan a los
productores a desmontar superficies más amplias
que las permitidas por la normatividad comunitaria.
Intensificación del uso de la tierra
Si bien existe una tendencia a que el periodo de des-
canso de los montes se incremente conforme aumen-
ta la distancia respecto al núcleo de población, se
pudo observar que la mayor cantidad de milpas que
se abren al cultivo se ubica entre los 2 y 6 km, área
en donde la edad de los montes varía entre los 6 y
12 años; esto significa que alrededor de las comuni-
dades estudiadas, existe un cinturón territorial de
aproximadamente 4 km de ancho, dentro del cual
el uso de la tierra está sujeto también a un proceso
de intensificación, que se expresa en un retorno de
los campesinos milperos a trabajar los montes en
descanso antes de tiempo; es decir, en un disturbio
forestal recurrente y cada vez más anticipado, lo que
ha conducido, finalmente, a la situación de escasez
de montes aptos para la producción milpera exitosa.
La expansión del cultivo de la milpa, así como
la aplicación de herbicidas y el creciente empleo de
fertilizantes químicos, son factores que están contri-
buyendo en gran medida a acelerar este proceso de
intensificación del uso de la tierra,17 ya que, de una
17 En el contexto de este trabajo, el término intensificación
del uso de la tierra se refiere a la disminución del periodo de
barbecho, sin que ello implique necesariamente la ampliación
del periodo de cultivo.
149 |
 jorge duch gary
parte, cada día hay menos montes para una pobla-
ción rural en constante aumento y, de otra parte, los
agroquímicos liberan tiempo de trabajo y restituyen,
aunque sólo sea parcialmente, la fertilidad natural
de los suelos en progresivo abatimiento, aspectos,
estos dos últimos, que propician que los producto-
res puedan abrir anualmente una superficie mayor
de milpa en el ámbito de una misma dotación ejidal.
Un hecho relevante observado en el área de estu-
dio lo constituye la estrecha relación identificada
entre la distancia de las milpas respecto al poblado
y la superficie de milpa establecida por un sólo pro-
ductor; así, mientras mayor es la distancia hasta el
sitio donde un productor ubica su tabalaje (área de
rotación del trabajo), mayor es también la superficie
de terreno que abre al cultivo, generalmente repar-
tida en varias milpas, lo cual es tal vez explicable
por la menor presión que existe sobre la tierra en
las áreas más alejadas de los poblados.
En lo que corresponde a la relación entre la inten-
sificación del uso de la tierra y el empleo de agro-
químicos (herbicidas y fertilizantes) las tendencias
observadas parecen ser contradictorias con lo que
habría que esperar después de conocer el compor-
tamiento de algunos hechos señalados antes; sin
embargo, en las comunidades estudiadas se encon-
tró que a medida que la distancia donde se ubican las
milpas aumenta, la dosis de aplicación del herbicida
también se incrementa, lo que no concuerda con el
hecho de que en estas áreas el período de descanso
|  150
 
es mayor, motivo por el cual habría que esperar una
menor aparición de malezas y por lo tanto menor
necesidad de aplicar herbicidas.
La explicación que se ha formulado al respecto se
fundamenta en que, en efecto, la incorporación de
los herbicidas al sistema de manejo milpero como
una práctica habitual, hace que el productor no tome
en cuenta las condiciones de la vegetación, razón
por la cual el incremento de las dosis de aplicación
en las milpas más lejanas al poblado sea un hecho
circunstancial atribuible a otras causas no puestas
todavía al descubierto. En lo que se refiere al empleo
de fertilizantes, la información analizada no permi-
tió apreciar con claridad alguna tendencia en parti-
cular; pareciera más bien que la dosis de aplicación
no mantiene ninguna relación con la distancia de
las milpas al poblado, y que las variaciones obser-
vadas en las comunidades de estudio, dependerán,
en todo caso, de las posibilidades que tengan los
productores de adquirir y transportar el fertilizante
hasta sus milpas.
También con relación a la ubicación de las mil-
pas respecto al poblado, se pudo observar una ligera
tendencia de asociación con los rendimientos de
maíz, en el sentido de manifestarse una disminu-
ción de estos conforme la distancia de las milpas al
poblado resulta ser mayor; esta circunstancia podría
interpretarse más en términos de la falta de aten-
ción de los productores a sus milpas, sobre todo en
lo que se refiere al control de malezas y de otras pla-
 La milpa tradicional en la porción central del estado de Yucatán hacia finales del siglo xx
gas como son los pájaros y roedores, dada las dificul-
tades de acceso que impone la lejanía y las restric-
ciones que enfrentan los campesinos milperos para
el transporte, que por el hecho de existir en dichas
áreas condiciones ambientales desfavorables al cre-
cimiento de los cultivos.
Conviene insistir, una vez más, en que si bien el
disturbio forestal anticipado es la causa principal
de la escasez de montes adecuados para hacer mil-
pas, y por lo tanto de los insuficientes rendimientos
de maíz en la porción central del estado de Yucatán,
también hay que tener claro que este fenómeno es
consecuencia de la imperiosa necesidad de sobrevi-
vencia marginal a que se han visto sometidos los eji-
dos milperos en toda la entidad a través de la historia,
hecho que en la época contemporánea se ha venido
agravando más en términos de la precaria relación
que existe entre población y recursos.
Cultura productiva tradicional
Con relación a este importante, aunque frecuente-
mente menospreciado aspecto, el análisis de la infor-
mación permitió constatar la presencia de un nume-
roso y complejo conjunto de elementos culturales
externos a las comunidades, el cual obstaculiza cada
vez más el antes fluido proceso de transmisión de
conocimientos empíricos, experiencias y habilida-
des para realizar el trabajo familiar en la milpa tra-
dicional.
La avanzada edad de la mayoría de los actua-
les productores milperos, las diversas alternativas
económicas no-agropecuarias que tienen ahora los
jóvenes campesinos, las cada día mayores facilida-
des de transporte y acceso a los mercados laborales
regionales, son algunos de los elementos que más
han influido en el resquebrajamiento del acervo de
cultura productiva que debió sustentar a la agricul-
tura milpera tanto en el pasado remoto como en el
reciente.
Innovación tecnológica
En este aspecto no hay mucho que decir en fun-
ción de los resultados del análisis de la información
obtenida en las comunidades estudiadas, lo mismo
que por referencias indirectas; además de la adop-
ción casi generalizada de herbicidas y fertilizantes,
la milpa tradicional contemporánea en la porción
central de la entidad no es un sistema agrícola que
se haya visto enriquecido con innovaciones tecnoló-
gicas durante las últimas décadas; los pocos cambios
tecnológicos que ha sufrido el cultivo de la milpa,
como son el uso de variedades sintéticas de maíz que
ha desarrollado el INIFAP a través de sus campos
experimentales localizados en la entidad,18 así como
18 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y
Agropecuarias, el cual posee un campo agrícola experimental
ubicado en la porción sur de la entidad, dedicado entre otros
aspectos al mejoramiento genético de los maíces criollos de la
región peninsular.
151 |
 jorge duch gary
los métodos para el control fitosanitario y la amplia-
ción del período de cultivo de la milpa, no parecen
haber aportado todavía una solución suficiente al
problema de la debilidad productiva de la milpa, ni
técnica, ni social, ni económicamente hablando.
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DC. USA.
la revalorización del saber
local en la sierra gorda
guanajuatense

J. Fabián García Moya

 introducción
La agricultura mexicana actual atraviesa por una
profunda crisis causada por las políticas neoliberales
aplicadas al campo y la intensificación de la agricul-
tura industrial, que repercute en los habitantes del
medio rural poseedores de pequeños predios; algu-
nos de ellos con condiciones difíciles para hacer agri-
cultura, por la presencia de piedras, calidad del sue-
lo o grado de la pendiente. La agricultura industrial,
basada en las ciencias agrícolas convencionales, ha
significado la paulatina desaparición de los saberes y
conocimientos campesinos e indígenas que han sido
el fundamento de la agricultura mesoamericana a lo
largo de nueve mil años de evolución, a pesar de que
a partir de ella se produjeron las primeros simien-
tes para su creación y desarrollo, principalmente los
conocimientos tecnológicos, materiales genéticos,
así como otros elementos agronómicos.
El conocimiento agrícola tradicional campesino
(mestizo e indígena), ha sido la base de la cons-
trucción de la agricultura industrial. Estos saberes
y conocimientos constituyen un patrimonio cultural
y son el punto de partida hacia el diseño y operación
de nuevas formas productivas, que se están olvidan-
do y desapareciendo. De ahí surge la importancia
de documentarlos y rescatarlos, con el fin de que su
acervo histórico y dinamismo tecnológico se con-
serven. Recuperar y poner en práctica sistemas de
producción, comercialización, organización y con-
sumo de los sistemas agrícolas tradicionales, permite
detener el deterioro ambiental, mejorar la soberanía
y autonomía alimentaria, fortalecer las tradiciones
culturales, y en general los modos de vida de los
habitantes del campo.
 J. Fabián García moya
La Región noreste del estado de Guanajuato, México
En el noreste de Guanajuato el clima es semiárido y
la agricultura ha sido la base de su modo de vida. Sin
embargo, la ausencia de adecuadas políticas públi-
cas aplicadas al campo, ha promovido la emigración
masiva hacia los Estados Unidos de Norteamérica,
produciendo transformaciones en la forma de vida
comunitaria, en los saberes y en el paisaje de exten-
sas áreas forestales, principalmente en las partes altas
de la sierra, cuyo principal efecto ocurre a nivel de
cuenca, por la presencia de graves problemas de ero-
sión y modificaciones del clima.
En términos generales, en la región de estudio los
sistemas de producción se han simplificado, pasando
del policultivo al monocultivo, lo que implica la
reducción de la diversidad biológica y genética en
su interior, el decremento en la productividad global
del agrosistema y el incremento de plagas y enferme-
dades. Se registran también un déficit de alimentos
en la escala familiar y regional, la disminución de la
calidad e innocuidad sanitaria de los productos del
campo y una mayor dependencia en el ámbito de
los satisfactores vegetales y animales.
La agricultura está dejando de ser la principal
actividad económica de los campesinos para ceder
su espacio a la venta de fuerza de trabajo en otras
actividades y latitudes. La agricultura industrial
emplea menos fuerza de trabajo humana y animal,
que es sustituida por maquinaria, insumos quími-
|  156
cos (biocidas y fertilizantes) y combustibles fósiles.
Esta situación origina una dependencia del mercado
exterior del que se adquieren productos alimenticios,
medicinales, tecnológicos y de construcción, entre
otros; además, se ha modificado los patrones de con-
sumo que se manifiesta en el vestido, calzado, cortes
de cabello, adornos, vivienda, enseres domésticos y
en los hábitos de alimentación.
En el plano sociocultural, han cambiado las for-
mas organizativas de cooperación en escala familiar
y comunitaria. La implantación de la educación ofi-
cial básica, de alguna forma contribuye a la erosión
de la campesinidad, en tanto que lo que se acultura a
través del proyecto educativo es la visión de la oligar-
quía urbana, de las sociedades urbano-industriales
dominantes, que están orientadas al consumo y no a
las sociedades rurales. Las vías y medios de comuni-
cación han agudizado la pérdida de autonomía, valo-
res y tradiciones, debido al cúmulo de información
que aportan, facilitando el consumo y promoviendo
la agresividad mercantil. En lo político, la participa-
ción en la gestión de asuntos comunitarios, munici-
pales y regionales, tradicionalmente han recaído en
el sector masculino, que al emigrar, pierde interés
y peso específico ante el gobierno. A pesar de ello,
las mujeres siguen sin ocupar un papel relevante en
este aspecto, aunque sí en la toma de decisiones en
la familia, pues ante la ausencia del esposo o los hijos
mayores, se han visto obligadas a manejar asuntos
locales y relacionados con el campo.
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
En este contexto, es necesario analizar los proce-
sos de degradación de lo tradicional y la sustitución
por modos de vida modernos y, en lo posible, esta-
blecer procesos que reconfiguren la relación bajo
las circunstancias actuales. Esto conduce a plantear
las siguientes interrogantes sobre los saberes cam-
pesinos: ¿cuáles son los elementos locales y exter-
nos que están contribuyendo a la transformación
de la campesinidad y el saber campesino? ¿es fac-
tible diseñar una estrategia para rescatar e innovar
conocimiento que sustente autonomía, soberanía
alimentaria, salud, equidad, conservación de la natu-
raleza y vida?
Se consideró un análisis para recrear o reavivar
la conciencia de los campesinos sobre su situación,
con el fin de contribuir –de manera participativa–
a la revalorización de los procesos degradados o
perdidos, bajo las circunstancias actuales. Para ello
se consideró que la ciencia no positivista, e incluso
algunos de sus elementos, pueden aportar –en los
actuales momentos– al proceso de revalorización
de la campesinidad.
Se requiere un proceso de deconstrucción de los
conceptos, teorías, metodologías y prácticas vigentes
en la actualidad, desde la epistemología, mediante
una crítica a la ciencia convencional, en búsqueda
de una práctica científica alternativa, con participa-
ción del pueblo en la ciencia, donde no impere úni-
camente el conocimiento científico, sino el diálogo
con otros conocimientos como el campesino.
El propósito de este capítulo, es desglosar las accio-
nes para reducir el proceso de descampesinización
mediante la recuperación de saberes locales y el diá-
logo, incorporando elementos científicos alternati-
vos e identificando de forma participativa, factores
relacionados con la degradación del conocimiento
agrícola local, de la campesinidad, del ambiente eco-
lógico y de lo que pueden potenciarlos. Se requie-
re de una revisión de las características de la tradi-
ción científica positivista y sus efectos en la realidad
social y natural, para arribar en la necesidad de una
práctica científica alternativa, no positivista, donde
la hermenéutica ayude a comprender al ser social
desde sí mismo, entendiendo la realidad desde el
pensamiento sistémico y complejo.
La ciencia como generadora de conocimiento
En las sociedades con cultura occidental, ya sea por
imposición o convencimiento, la forma dominante
de producción de conocimiento se ha basado en la
ciencia, guía conductora que ha permitido no solo
interpretar, explicar y predecir la realidad social y
natural, sino también organizar la sociedad. Exis-
te en la ideología dominante una fuerte creencia y
confianza en la ciencia. Se le considera un mecanis-
mo de seguridad desde el discurso popular hasta el
político, e indudablemente desde el académico, para
respaldar posiciones, productos y servicios.
157 |
 J. Fabián García moya
Se considera que el bienestar social actual resulta
de los avances científicos y tecnológicos, por lo que
hay que continuar por esta vía para dar respuesta a
los problemas actuales de la sociedad y del ambiente
(García, 2000). Lo comúnmente aceptado como
ciencia, es todo aquel conocimiento reconocido
como tal, por la comunidad científica. Desde el
punto de vista epistemológico, es difícil tener una
definición científica de lo que es la ciencia, porque
no “hay un método científico para considerar a ésta
como objeto de la ciencia y al científico como sujeto”
(Morín, 1984:89); es decir, no se puede estudiar a
la ciencia mediante la ciencia.1 Chalmers (1999 y
2001) considera que el conocimiento científico, tal
como es comprobable en la medida que sus teorías
se deriven de los hechos, de la experiencia, adquiri-
dos mediante la observación y la experimentación
rigurosas. La ciencia debe ser objetiva y estar libre de
prejuicios; si es así se considera que los enunciados
de los hechos observados son verdaderos. Para ello,
existen dos mecanismos de aproximación al cono-
cimiento: la inducción,2 y la deducción (Bochesñky
1  Nota de agj: pero la ciencia sí se puede estudiar a través de
la historia de la ciencia, como se ha hecho con la Ecología, por
ejemplo.
2  La inducción se basa en la formación de enunciados observa-
cionales singulares, que son aquellos donde el observador usa
sus sentidos en un lugar y en un momento determinado y los
generales -o universales- se refieren a todos los conocimientos
presentes en todos los lugares y en todo momento. Esta genera-
lización, con base en los enunciados singulares que derivan de
la observación constituye el conocimiento científico que con-
forma leyes y teorías.
|  158
1975).3 El proceso inductivo debe cumplir ciertas
condiciones para que sea lógico.
La fiabilidad se basa en que el conocimiento pro-
viene del uso directo de los sentidos, cuyos enuncia-
dos observacionales la transmiten a su vez a las leyes
y teorías universales derivadas de ellos, mediante
el seguimiento de las condiciones que estipula la
correcta inducción. Estos tres elementos constitu-
yen el supuesto poder del conocimiento científico
sobre otras formas de conocimiento y la base sobre
la cual se ha establecido la racionalidad científica
como mecanismo para guiar la vida sobre el planeta.
Objeciones a la Objetividad y Fiabilidad de la Ciencia
Chalmers (2001:27-37) plantea que hay tres objecio-
nes a estas virtudes: las argumentaciones inductivas
(implica una justificación lógica) que no son lógica-
mente válidas. La experiencia como base el conoci-
miento científico no es infalible; y no se puede pre-
cisar la probabilidad de una ley con base en pruebas
finitas (que implica la probabilidad como explicación
3  El razonamiento deductivo, según Chalmers (2001:14), con-
siste en derivar explicaciones y predicciones a partir de leyes y
teorías universales. Los méritos que se asegura tiene la cien-
cia, con respecto a otras formas de conocimiento, son: poder
explicativo, objetividad y fiabilidad superior. Su capacidad de
explicación y predicción se basa en el razonamiento deductivo,
cuya base son leyes y teorías universales, obtenidas mediante
un proceso inductivo.
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
de la verdad inductiva). Tales elementos ponen en
tela de juicio el carácter de infalibilidad de la cien-
cia y, por lo tanto, la plena certeza del conocimien-
to productivo.4
Morín y Kern (1993:108) señalan que la implan-
tación de la lógica de la máquina artificial a todos
los ámbitos de la vida humana ha producido un
pensamiento parcelario que ha tomado forma en
los procesos de tecnologización y economización.
Beck (1998:235) dice que señalar la irracionalidad
de la práctica científica no implica que sea el final
de la ciencia, más bien debe ser la base para la trans-
formación de la actual práctica científica. Otra línea
4  Aristóteles desarrolló un sistema formal de lógica y de prin-
cipios unificadores y aplicó a las principales disciplinas exis-
tentes en su época: biología, metafísica, ética y política. Galileo
orientó la ciencia al estudio de los fenómenos que pudieran ser
medidos y cuantificados, lo que sigue siendo una orientación
dominante en la ciencia moderna. Un elemento adicional a la
máquina de Galileo, es el método de pensamiento analítico de
Descartes, para descomponer los fenómenos complejos en par-
tes y comprender, desde sus propiedades, el funcionamiento
del todo. Siguiendo a Platón, basó su visión de la naturaleza
en la separación de mente y materia, con lo cual el universo
material, incluyendo a los seres vivos, formaban una máquina
que podía ser comprendida en su totalidad a partir del análi-
sis de sus partes más pequeñas. El marco conceptual de Gali-
leo y Descartes fue completado por Isaac Newton, cuyo aporte
de la mecánica newtoniana fue uno de los grandes logros de
la ciencia del siglo XVII (Capra 2002: 30-40), que buscaba
la unidad mínima indivisible, para explicar todos los demás
niveles superiores. En el siglo XIX, la bioquímica consideraba
que todas las propiedades y funciones de los organismos vivos
podían eventualmente ser explicadas mediante las leyes de la
física y la química.
de crítica es la lucha cultural de muchos pueblos
por el reconocimiento de sus saberes y su lógica
de pensamiento, así como de las formas organiza-
tivas, en que basan su modo de vida.
Según Beck (1998), esto es parte de la acción
social que debe liberar a la sociedad para que la
ciencia asuma un razonamiento de fines y servi-
cio para la sociedad, porque la actual es para el
poder económico, político y militar, no para las
mayorías sociales. Las características señaladas a la
ciencia convencional, llevan a una interpretación
parcial del mundo, pero como se ha instaurado
esta concepción de la vida en los ámbitos ideo-
lógicos, sociales y culturales, se ha promovido su
reproducción histórica mediante la educación, vía
acumulación de conocimientos científicos y tec-
nológicos occidentales.
En esta parte del camino se observa el aparente
triunfo del método científico, a través del conoci-
miento de sus expertos, que ha permitido el domi-
nio sobre otros modos de conocimiento y sobre
la naturaleza, yendo más allá del control sobre los
instrumentos y las teorías. Ha definido la reali-
dad para los especialistas y para la sociedad en
general, siendo hasta cierto punto elitista, ya que
solo lo pueden hacer aquellos que logren llegar
mediante un proceso educativo prolongado y pro-
tegido (Funtowicz y Ravetz, 2000:26-27).5
5  El sistema educativo institucionalizado permite, mediante
un currículum, otorgar el reconocimiento formal para osten-
tar tal capacidad.
159 |
 J. Fabián García moya
El conocimiento científico ha sido creado bajo
una aspiración de totalidad y neutralidad, aleján-
dose paradójicamente de la naturaleza del objeto
estudiado en su intento de análisis y entendimiento
pleno; lo cual ha quedado establecido en el para-
digma social de occidente, que ha influenciado –a
su manera– el mundo por la fuerza cultural, eco-
nómica o de las armas. Budd (1983) considera que
bajo el fundamento de objetividad y credibilidad
científica, los métodos de investigación han cons-
tituido una manifestación más de la dependencia
cultural Norte-Sur.
Existe un tipo de práctica científica basado en
el saber popular que reivindica varias posiciones
del conocimiento proveniente del etnos, al cual Fals
Borda (1992) se refiere como conocimiento empírico,
práctico o de sentido común, que ha sido poseído
cultural e ideológicamente de manera ancestral por
los habitantes de las bases sociales. Este tipo de cono-
cimiento ha permitido crear, trabajar e interpretar
los recursos de la naturaleza. El conocimiento popu-
lar no ha sido codificado mediante la racionalidad
dominante, por lo que es despreciado y relegado.
Tiene su propia racionalidad y estructura de causa-
lidad así como méritos y validez en sí mismo.
Este conocimiento se generó fuera de la estruc-
tura científica formal, rompe con las reglas de la cien-
cia y por ello resulta ser subversivo. Este saber se
especifica en cada cultura, forjado a través del tiempo,
en el encuentro entre el hombre y su ambiente, posee
|  160
una diversidad de elementos y un acervo de conoci-
mientos que se transmiten de padres a hijos, “incom-
prensible, práctico y simple cuanto para los que son
ajenos a este, pero coherente con pleno sentido para
los grupos que lo han creado” (Bonilla, 1999). Cada
grupo humano, en un proceso relativamente lento,
pero seguro, va gestando su forma particular de vivir,
pensar, soñar, de interactuar equilibradamente con la
naturaleza, de ser y sentirse humano (Bonilla, 1999).
Fals Borda (1992), opina que la creación del
conocimiento que viene de la gente, contribuye a
la realización de una ciencia de la gente –o ciencia
del pueblo– que sirve y es entendida por la gente
común y no perpetúa el status quo.6 El proceso del
nuevo paradigma es revertir la información hacia la
gente en el lenguaje y formas culturales en que dicha
información fue originada. Popularizar las técnicas
de investigación, integrar la información como base
para el intelectual orgánico, mantener un esfuerzo
de acción/reflexión del trabajoreconocer a la ciencia
como parte de la vida cotidiana de todos y apren-
der a escuchar. El conocimiento vulgar surgido de la
cotidianidad es fundamental para los grupos locales
y responde a sus necesidades apremiantes, convir-
tiéndose en relevante para el encuentro de saberes
6  Nota de agj. En antropología social corresponde con el
conocimiento folk y tiene sus propias características, valores e
importancia para las poblaciones locales y para la ciencia for-
mal, porque en varios sentidos cuenta con pre-experimentación
contínua, lo que la conforma como una parte importante del
conocimiento tradicional.
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
que pretende mejoras sustanciales en las condicio-
nes de vida de las poblaciones.
Diálogo de saberes
El punto anterior demuestra que no solo la raciona-
lidad científica crea conocimiento, existen saberes
emergidos de la experiencia de las sociedades cam-
pesinas; además de los ungidos por la filosofía, la
poesía, la literatura; que ven al sujeto en su relacio-
nes sociales y mentales con nosotros, tanto de acuer-
do como de conflicto (Morín y Kern, 2003). El diá-
logo de saberes es indispensable en la construcción
del pensamiento complejo, como nuevo paradigma
para comprender la complejidad de la vida (Morín y
Kern, 2003) y la construcción de proyectos civiliza-
torios alternativos (Morales, 2004). No hay un único
e infalible sistema de razonamiento capaz de expli-
carlo todo, sino una encrucijada de conocimientos
característicos de la dinámica de la vida (Labrador
y Altieri, 2001).7
“[…] las diferencias entre culturas
especialmente cuando pertenecen a
civilizaciones diferentes, son diferencias
profundas en su orientación, en sus valores, en
7  Nota de AGJ. En antropología social eso se conoce, se ha
estudiado y está publicado desde hace varias décadas. Como
ejemplo están los varios libros escritos por Maurice Godelier
sobre la racionalidad económica.
su sentido de trascendencia, en su concepto del
mundo”. La especificidad de la matriz cultural, da
sentido y significado a los rasgos de cada cultura,
como la indumentaria, costumbres, aspira-
ciones, los modos de producir y consumir
(Bonfil, 2003:232).
Cada cultura tiene validez por sí misma, resul-
tado de su proceso histórico. La hermenéutica; con
base en la fenomenología, genera experiencia, que
abarca al mundo en sus diferentes maneras de mani-
festarse. El diálogo requiere conciliar las diferencias,
contradicciones y oposiciones interculturales, así
como eliminar las estructuras de poder para evitar
el dominio de una ciencia sobre otra. En la estrategia
del diálogo de saberes, deberán ser respetadas y com-
plementadas esas percepciones, para una mayor efi-
ciencia en su aprovechamiento y preservación. Una
nación pluricultural como México requiere:
[…]  la liberación de los pueblos y culturas
oprimidas mediante la participación de la
vida nacional, dentro de una democracia que
reconozca los derechos de los individuos, pero
también y de manera enfática, los derechos de
las colectividades históricas y de los elementos
de la naturaleza que se convierten en recursos
útiles a través de la cultura ya que […] cada
cultura define los recursos naturales que
161 |
 J. Fabián García moya
aprovecha, la forma que los obtiene y los
transforma y el destino y significado que les
otorga (Bonfil, 2003:233).8
Agricultura y saber campesino
Se entiende por agricultura al “[…] proceso de pro-
ducción histórico y socialmente determinado a tra-
vés del cual el hombre aplica sus conocimientos y
habilidades”, bajo determinados ámbitos de cosmo-
visión […] a través de los medios de trabajo para
transformar el medio ecológico, mediante el mane-
jo de poblaciones de plantas y animales, para obte-
ner satisfactores útiles a sus necesidades” (Parra et
al., 1982; Muench, 1982; Duch, 1982), para lograr la
reproducción y desarrollo de la sociedad y la natu-
raleza, de manera sostenida (Muench, 1982). Los ele-
mentos que constituyen el proceso de producción
agrícola, son naturales y sociales, con nexos direc-
tos e indirectos en influencias mutuas y de acción
recíproca.
A medida que ha imperado la orientación indus-
trial de la agricultura, se han destruido las cosmo-
visiones, conocimientos, habilidades y medios de
8  Nota de agj. Si bien existen diferencias culturales entre uno
y otro grupo humano y social, estas pueden agruparse en tipos,
de acuerdo con sus características. No se concibe un planeta
donde cada cultura es individual y no comparte ningún rasgo
cultural con otras; eso sería si hubiese aislamiento total de las
sociedades humanas y sus culturas.
|  162
trabajo que permitieron una racionalidad ecoló-
gica del uso de la naturaleza (Toledo, 1992:210);
hoy solo quedan en aquellos rincones del planeta
donde se hace lo que se llama agricultura tradicio-
nal, sin menoscabo de los esfuerzos por orientar la
agricultura orgánica en los países del norte hacia una
base agroecológica o etnoagrícola, dependiendo de
su forma de manejo y nula o mínima presencia de
elementos tecnológicos provenientes de la ciencia
occidental.
En la concepción humanista se ubica a la agri-
cultura tradicional en toda su diversidad, carcateri-
zada (Hernández X., 1985), por: 1) una prolongada
experiencia empírica que ha conducido a configu-
rar los actuales procesos de producción y las prác-
ticas de manejo utilizadas; 2) íntimo conocimiento
del medio físico-biótico por parte de los producto-
res; 3) educación no formal para la transmisión de
los conocimientos y las habilidades adquiridas; 4)
un acervo cultural albergado en las mentes de la
población agrícola como resultado de su práctica por
miles de años, en los diferentes ámbitos ecológicos
y geográficos del mundo, por millones de personas
y, 5) continua experimentación y modificación de
prácticas, implementos, semillas y calendarios.
Los procesos agrícolas tradicionales tienen una
racionalidad ecológica, ligada estrechamente con
la superestructura emanada de la cosmovisión par-
ticular de las sociedades donde se desarrolla; pue-
den servir para sistemas extensivos e intensivos de
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
aprovechamiento, para autoconsumo y producción
comercial, adaptarse a diferentes formas de orga-
nización social y adoptar “innovaciones modernas”
según sus propios razonamientos.9
Para Toledo (2002), el conocimiento campesino
(corpus) está tensado por una estructura de interac-
ciones configuradas junto con la cosmovisión de los
grupos sociales (cosmos) y la práctica manifiesta en
la técnica que ha desarrollado (praxis). El valor del
conocimiento es importante para entender las for-
mas en que los campesinos perciben, conciben y
conceptúan los ecosistemas, de los cuales dependen
para vivir. Este conocimiento generado en cada agro-
sistema, supone la acumulación histórica de formas
específicas de manejo y, por lo tanto, de soluciones
endógenas (Guzmán et al. 2000: 109,112.)
Para Altieri (1999:108-111) hay cuatro dimensio-
nes del conocimiento campesino: 1) sobre taxono-
mías biológicas locales; 2) sobre el medio ecológico,
que incluye (Toledo, 1992) los ámbitos geográficos,
físicos, vegetacional y biológico; 3) sobre la práctica
agrícola, y 4) conocimiento campesino experimen-
9  Esto tiene que ver con el modo de vida del campesinado,
donde se considera que las categorías de formación social, modo
de vida y cultura, en su unidad e interrelaciones, expresan los
distintos niveles de existencia de la sociedad, desde el mayor
nivel de esencialidad hasta sus expresiones fenoménicas y sin-
gulares, lo que permite conceptualizar la sociedad como una
totalidad. El modo de vida se refiere a las particularidades de
la formación social, como eslabones intermedios entre el carác-
ter esencial de la formación social y su manifestación fenomé-
nica de la cultura.
tal. Para entender la importancia del conocimiento
en el funcionamiento de la vida rural, es necesa-
rio ver el entramado de interacciones en que fluye
el saber, así como los diferentes niveles; es decir, el
agroecosistema, la comunidad, la región, el país, el
extranjero; en síntesis: de manera integral y sisté-
mica.
Estudio de caso
Las condiciones del medio ecológico son funda-
mentales para el campesinado, porque son el sus-
trato material con el que cotidianamente se relacio-
nan para reproducir sus condiciones materiales y
espirituales de existencia (García, 2011). La fisiogra-
fía regional incluye montañas, mesetas, lomeríos y
pequeños valles, así como reducidas áreas de alu-
vión (vegas) a la orilla de los arroyos y ríos. La geo-
logía principal es de origen volcánico, predominan
rocas andesitas y riolitas de erupciones volcánicas
del Cenozoico. Hay afloramientos de rocas sedimen-
tarias marinas del Mesozoico, principalmente calizas,
lutitas, areniscas y conglomerados, en gran parte de
los municipios de Xichú, Atarjea y noreste de San
Luis de la Paz (Rzedowski et al.,1996; CETENAL, 1973;
INEGI, 2003). 10
10  Utilizando el método de investigación-acción, a finales de
junio de 2006 se realizó en La Yerbabuena, municipio de Santa
Catarina, un diagnóstico participativo comunitario durante
seis días, para identificar la problemática, alternativas de solu-
163 |
 J. Fabián García moya
En la fisiografía y la topografía del terreno, gran
parte del material geológico está expuesto; es decir,
o no hay suelo o éste es muy somero. En la mayo-
ría del territorio hay pedregosidad, lo que reduce la
vegetación por superficie y dificulta las actividades
ción y proyectos de la comunidad. Participaron estudiantes de
agroindustrias, agroecología e irrigación, quienes apoyaron en
la impartición de diferentes cursos. Se realizó una reunión con
la mayoría de la gente de la comunidad, para presentar al equipo
y los objetivos del trabajo; se constituyeron equipos para abordar
los temas de estudio: uno para el medio ecológico, otro para los
aspectos productivos y uno más para lo sociocultural y econó-
mico. Posteriormente, se hizo un recorrido por las tierras de la
comunidad, con siete personas, (niños, jóvenes y adultos), más
3 integrantes del equipo externo. Se buscaba ubicar fisiográfi-
camente el área para identificar los recursos, su uso, los proble-
mas y algunas alternativas de solución. La parte socioeconó-
mica se abordó entrevistando principalmente a las mujeres en
la comunidad, con un cuestionario estructurado en los temas
de interés. Luego, se sistematizó la información; para concluir
con una reunión con hombres y mujeres, por separado, para
presentar y socializar la información, consensuar los proble-
mas y alternativas de solución. Los resultados de la información
obtenida se prepararon y expusieron a la gente de la comuni-
dad, el presidente municipal y el director de desarrollo social
del municipio. Esta, era para analizar el trabajo presentado y
los posibles apoyos con base en los problemas y alternativas de
solución identificados.
En la definición de la problemática se empleó una metodolo-
gía participativa, que consistió en la realización de dos reuniones,
entrevistas, recorridos y mediante lluvia de ideas se identifica-
ron los problemas más sentidos en la comunidad, para en una
segunda fase priorizarlos. El grado de importancia de los proble-
mas se consensó de acuerdo con un proceso de votación comu-
nitaria. En resumen, se trabajó en el diagnóstico del ambiente,
los procesos productivos, los aspectos socioeconómicos y cul-
turales. Finalmente, se expusieron los resultados y se definieron
problemas y alternativas de solución en forma colectiva. ollas, hoyos o jollas.
|  164
agrícolas, circunscribiéndose esta labor en peque-
ñas áreas de mesetas, o vegas del río o arroyo o en
pequeñas jollas11 con menor pendiente, donde el
suelo es más profundo. La altitud del área donde se
desarrolló el estudio, va de los 1500 a 2700 msnm.
La diversidad de altitudes, fisiografía y topografía,
han contribuido a la formación de nichos ecológicos,
permitiendo agricultura en pequeña escala.
Los tipos de suelos incluyen feozem, litosol, luvi-
sol, regosol, rendzina, chernozem y cambizol. En los
valles y áreas de poca pendiente, se encuentran sue-
los feozem háplicos, formados de material no conso-
lidado y aluvial, de color gris oscuro, de textura tipo
migajón que retienen gran cantidad de agua, son
fértiles, están en las zonas de clima BS y son apro-
vechados en el cultivo de milpa, alfalfa y hortalizas.
García (1981), clasifica el clima en la estación meteo-
rológica de la cabecera municipal de Victoria, como
BS1hw(e)g, es semiseco con lluvias en verano (w), la
precipitación media anual es de 478 mm; con un
porcentaje entre 5 y 10.2% de precipitación invernal
respecto a la total anual. La temperatura media anual
es (h) mayor a 18 °C. la temperatura media del mes
más frío es menor a 18 °C y del mes más caliente
sobre 22 °C, extremoso. La temperatura media men-
sual oscila entre 7 y 14 °C, entre el mes más frío y el
más caliente, presentándose el más caliente antes del
solsticio de verano. La vegetación de la Sierra Gorda
11  Nota de agj. Se les encuentra también con el nombre de
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
está conformada por un mosaico complejo, domi-
nada por el matorral xerófilo.
Resultados y discusión
La mayor parte del territorio tiene clima semiseco y
seco, con una reducida precipitación y lluvias erráti-
cas; así como presencia de heladas. Estas caracterís-
ticas son limitantes para la producción; sin embar-
go se diseñó una respuesta cultural tecnológica por
parte de los campesinos, consistente en la genera-
ción de variedades criollas de ciclo corto, elección
y mejora de los suelos para retener agua y obras de
microrriego para aprovechar las avenidas de arro-
yos y ríos para encauzar el agua hacia las parcelas,
subsanando en parte este déficit y logrando obtener
cosechas de granos y forrajes. A pesar de las estra-
tegias construidas, las condiciones causadas por el
cambio climático han originado que en los últimos
30 años la precipitación se haya reducido aun más,
restringiendo la calidad de vida de los campesinos.
La presencia de los ríos Victoria y Tierra Blanca
había mantenido un tipo de agricultura ribereña,
donde se realizaban dos ciclos al año de milpa y
una amplia gama de hortalizas como chile, jito-
mate, tomate, calabaza, lechuga, cebolla, ajo, cilan-
tro y otros como cacahuate y camote. A orilla de las
parcelas había frutales como aguacate, lima, limón,
naranja, nogal pecanero, durazno, níspero, granada,
guayaba, nopal, maguey, donde la mayoría de los
tipos son criollos.12 Los cambios en el ambiente son
percibidos y asimilados por los pobladores de la
región, se resiente la disminución de la precipita-
ción y su comportamiento errático, aunado a ello
se aprecia, en la escala regional, el deterioro por la
deforestación y erosión. La percepción campesina en
torno a la disminución de la precipitación, considera
que en los últimos 30 años ha disminuido, afectando
el proceso productivo y el entorno. Los comentarios
realizados por los habitantes en torno a los volúme-
nes de agua que había en los ríos y la precipitación,
mencionan que anteriormente: […] era algo muy
satisfactorio poder ver el río que hoy si trae agua, ya
que con ella se puede regar la milpa, sobre todo cuando
no llueve[…]. Esta situación se ha presentado en los
últimos años, ha obligado a la gente a emigrar.
[Ascensión García Cárdenas 1995; confirmado por
Maximino Montoya López], quien sembraba en el
cerro, el cual ahora se encuentra “pelón”, abandonado
y añade:
[…] y se acabó, todo se acabó, el cerro está
completamente pelón, no hay ninguna clase de
la guapilla, ya no hay maguey, ya no hay nopal,
todos los animales se han reducido y los años
12  Nota de AGJ: Son plantas nativas de Mesoamérica: aguacate,
nuez pecanera, agave, nopal, guayaba, chile, jitomate, tomate,
calabaza, cacahuate y camote. El concepto de “criollos” tendría
que explicarse en términos locales.
165 |
 J. Fabián García moya
secos. Sí, dejó de llover. Llovía y se mantenían
los animales en el cerro del municipio á´i. […]
Genaro Estrada en una añoranza, agrega […]
cuando llegué aquí en el 71 (1971), ahí iba a
dar agua, había agua ahí escurría el agüita, iba
corriendo para abajo, yo traía mi yunta de
bueyes y ahí iba a darles agua […] pero ahora
el agua está muy escasa, dañando las siembras
porque no llueve.
Por su parte, Gonzalo Osornio, dice sobre la llu-
via:
Pues si todo era verde. Ya ahora [d]onde eran
manantiales que había agua, pues entre más,
más poca, ya no [...] No, pus aquí, en cuestión
de pastura había, se criaba, hay un potrero que
yo administrativa como dueño, no había un
pastalón por acá así. Y era en parte porque había
más, llovía más, había más comida. Por ejemplo
a los animales solo se les chamuscaba cardón,
nopal nomás de una vez en junio, julio por hay,
listo, ya. Los bueyes hay, campeaban hasta por
allá arriba […] hasta La Laguna, todo hay pa´
allá. Comían la pitaya que se cai, el garambullo.
De acordarme de aquellos días, me dan, me da
tristeza de ver, que carajo, ya no tenemos, si
mejor dicho con que contar. Pues ya hoy [...]
los años vienen muy contrarios, ya no […] no
llueve, ya aquí tenemos ya pue'que como unos
|  166
30 años que no llueve, hay cualquier lloviznita
y [...] y listo.
En la memoria histórica y sus conexiones con la
lluvia, doña Adela Montoya, recuerda:
“[…] en el pueblo mi papá sembraba maíz,
frijol. También sembraba cacahuate [...] camote,
garbanzo, chícharo, eso era lo que se daba. Pero
entonces llovía y ahora ya no llueve ya no se da
nada en los temporales”.
También se refiere al buen temporal, que ayudaba
a los ecosistemas, donde conectaban diferentes ali-
mentos: “[…] llovía, había quelite, había verdolaga,
había frutos de tunas, cuando era tiempo de tuna”.
En percepción de la mayoría de la población, la
falta de agua era el principal problema de la comu-
nidad y de la producción de alimentos para ellos
y sus animales. Esta situación produjo cambios en
la superficie vegetal y agrícola, reduciéndose en la
mayoría de los casos. Es preocupante la reducción
de las áreas de vegetación cerrada, sobre todo en lo
alto de las cuencas, ya que por la altitud eran las de
mayor precipitación y donde se daba la recarga de
acuíferos que se aprovechaban mediante el uso de
manantiales aguas abajo.
Además, mantenían las corrientes de agua super-
ficiales, pues el río Victoria y Tierra Blanca en la
cuenca del Moctezuma fueron los que permitieron el
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
desarrollo de las poblaciones mediante la agricultura
en sus riberas. Asimismo, se observa un decremento
de la superficie dedicada a la agricultura, lo cual no
implica que esa superficie se siembre todo al mismo
tiempo, ya que en los recorridos de campo muchas
áreas agrícolas tienen solo pasto, o se siembran y por
la falta de agua no llegan a cosechar más que forraje.
Estudios de familias13
El Proceso Productivo y de Transformación. Doña
Adela recuerda que su papá sembraba maíz y frijol
en el pueblo; además era albañil, hacia paredes de
adobe y piedra y curtía pieles. También sembraba
cacahuate, camote, garbanzo y chícharo. Pero enton-
ces llovía y ahora ya no llueve, ya no se da nada en
los temporales. Tenía que hacer tortillas, pero eso
era una actividad difícil y agrega:
Hacer las tortillas también sabía pero eso era
más difícil [...] más difícil se me hacía para mí
[...] pero las hacía. Porque era desde desgranar
las mazorcas, poner el nixtamal un día antes
y moler. La molienda llevaba como unas tres
horas, cuatro horas, porque [...] lloraba el niño,
13  Son resultado de entrevistas en profundidad y observación
participante, se ha estructurado en esbozo biográfico, estrategia
económica, procesos productivos y de transformación, interac-
ción regional, características sociales de la población e infraes-
tructuras comunitarias.
tenía que sacarle la leña al comal, y volvía a
echarle más y así [...] así me la llevaba […] había
durado 11 años en México. Y pos se me hacía
más pesado, luego para lavar tenía que amarrar
un muchacho en una raíz de árbol, pa que me
dejara lavar. […] Nadie tenían quien ayudara,
todas las mujeres hacíam´os el quehacer en la
casa.
Ella tenía que hacer las cosas porque su marido
trabajaba seis meses en Estados Unidos, para traer
dinero y pagarle a los peones cuando venían a cose-
char. Antes de irse a Estados Unidos, su esposo
dejaba los procesos de trabajo avanzados; los culti-
vos hasta la segunda escarda; rehabilitados los cer-
cos de los potreros y dejaba un encargado para el
manejo de los animales, quien los alimentaban a
base de maguey y nopal picado; les daba agua en
caso de prolongarse la sequía.
Sobre el aprovechamiento de la naturaleza, se
busca eficientar los recursos mediante diversas estra-
tegias, una de ellas ha sido el uso de los ecosiste-
mas según su potencial para obtener satisfactores.
Cuando doña Adela era niña sus padres hacían agri-
cultura de temporal en la ribera del río, donde no era
posible el acceso al agua del mismo. También sem-
braban a un lado del río donde se regaba con ace-
quias de derivación y para el pastoreo del ganado se
aprovechaba la vegetación del cerro “La Faja”, que es
propiedad del municipio; así como terrenos de pro-
167 |
 J. Fabián García moya
piedad privada en el mismo cerro, mediante pago de
renta. Contaban con el huerto del solar de la casa y
otro pequeño con plantas de aguacate, plátano, alca-
traz y hortalizas, al pie de un estanque.
La conservación del suelo, el agua y la biodiver-
sidad es un elemento fundamental en la sosteni-
bilidad de los sistemas agrícolas. En la parcela de
la vega del río Victoria, El Quelite, las infraestruc-
turas que permitían la conservación del suelo y el
agua consistían en barreras de piedra reforzada con
setos vivos de carrizo, sauces, pirules y jaras, tanto
en la orilla del río como en los extremos, de acuerdo
con la pendiente del terreno y el trazo de surcos en
contra de la pendiente principal. Lo mismo ocurrió
con la construcción de acequias de derivación que
recorrían kilómetros a lo largo del río para proveer
agua para el riego, además, las crecientes, en tiempo
de lluvias, favorecían el abonado de los terrenos y
la humedad permitía el desarrollo de verdaderos
corredores vegetales, con lo cual se incrementaba
la biodiversidad.
Esto permitía la siembra de árboles frutales al
lado del seto de carrizo y adyacentes a la acequia
de riego. Los frutales (aguacate, guayaba, naran-
jos y limones) aprovechaban la humedad del cauce
del río y de la acequia, favoreciendo la creación de
nichos ecológicos para la presencia de aves, insectos
y otros organismos que reforzaron el control natural
de los organismos plaga. La incorporación de estiér-
col favoreció la conservación y el mejoramiento del
|  168
suelo, así como la eficiencia en el uso del agua. En
terrenos con pendientes pronunciadas, se conserva-
ban el suelo y el agua mediante el trazo de surcos de
contorno y contra la pendiente. Se aplicaba estiér-
col en los cultivos, o se hacía rotación de corrales
del manejo de los animales, para incorporar direc-
tamente el excremento al suelo.
A partir de la perforación de un pozo profundo
se construyó un canal de cemento para riego, que al
paso del tiempo se fue fracturando, lo que provocó
que el riego fuese ineficiente, incrementándose con
ello el costo. En 2006 se cambió la red de riego con
canaletas por el de tubos subterráneos lo que per-
mitió mayor eficiencia de afectando los corredores
de biodiversidad que habían crecido en torno a los
canales.
El solar
En la vida de doña Adela, la conformación del huer-
to y los animales del traspatio constituirían un ele-
mento central de su accionar campesino. Antes de
cumplir 10 años de edad sembró su huerto orna-
mental, desde el cercado hasta la siembra de plantas,
mencionando que:
[...] Si, íbamos al cerro a traer la chiquiñá
(Fouquieira splendens ssp. Breviflora
Henrickson), que se llama la espina chiquiña, y
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
cercaba para hacer mi, para poner mis plantitas
que floreaban [...] Conchitas, eh […] eh […] ps
chinos, esos chinos que se plantan en el suelo,
que florean morado, plantitas de flores [...] las
papas (tuberosas) esas hasta en el rancho, es
cuando puse.
Cuando se casó, doña Adela en su nuevo domi-
cilia estableció su huerto de frutales donde sem-
bró durazno, aguacates, limones y otros. El huerto
exhibe una alta diversidad, al grado de que una de
sus nietas pequeñas le llama “selva”. Todo se maneja
sin fertilizantes ni agrotóxicos y se riega con agua
de pozo. La producción es para el autoconsumo y
se venden excedentes de aguacate, limón, lima y
granada, principalmente,así como algunas plantas,
como yerbabuena y chile.
La importancia del huerto es que contribuye a
la soberanía alimentaria, porque da la seguridad de
tener diferentes productos a lo largo del año: agua-
cates, que producen alrededor de seis meses, por lo
que no compra el producto durante ese periodo y
limones que producen todo el año; además tiene
tres plantas de granada, dos de de las cuales produ-
cen los 12 meses del año. Esta, le permite contar con
ingresos para adquirir otros productos alimenticios
como azúcar, leche y queso.
La presencia del solar de la casa le permitió criar
cerdos, gallinas y guajolotes, y en algún momento
un hato de borregas que solo eran pastoreadas en las
tardes, por los niños. Los animales eran alimenta-
dos con maíz y plantas arvenses de la milpa, sin más
control sanitario que depositar madera de palo dulce
(Eysenhardtia polystachya) en los bebederos de agua,
para disminuir enfermedades. Un dato importante
es que, a donde se moviera o cambiara de residencia
doña Adela, siempre construía su solar para cultivar
plantas, criar animales de corral y de engorda para
venta en pie. Actualmente la diversidad animal se
ha simplificado. Debido a su edad, la señora, quien
considera que ya no tiene la misma fuerza, ni a los
hijos con ella para atender cerdos y ovinos, sólo con-
serva su parvada de gallinas, de donde obtiene huevo
y carne para el consumo familiar. Ahora, cotidiana-
mente, una buena parte de su tiempo lo emplea en
el manejo del huerto, con actividades como regar las
plantas, hacer podas sanitarias, incorporar mate-
ria orgánica, hacer siembras, trasplantes, cosechas
y darle de comer a sus gallinas, a las cuales alimenta
con los desechos de la cocina.
La milpa14
Doña Adela, desde su infancia, ha conocido la mil-
pa, sistema de producción agrícola que le ha acom-
14  Regularmente la milpa es un concepto que se refiere al sis-
tema de cultivos múltiples donde intervienen el maíz, el frijol y
las calabazas, así como otras plantas arvenses.
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 J. Fabián García moya
pañado, pues su padre la cultivaba. La mayor expe-
riencia –sin duda– la tuvo a partir de que se casó y
se fue al rancho La Yerbabuena. Nunca intervino
directamente en los procesos de trabajo de la pro-
ducción primaria, pero lo hacía en el manejo pos-
cosecha, pues ella y los niños eran los responsables
de seleccionar las diferentes calidades de maíz, una
vez que se vaciaban los costales. A las mazorcas les
quitaban el pelo (estigmas), que quedaban al cose-
char; también separaban las mazorcas grandes de
las más pequeñas (moloncos), las podridas de las
dañadas por enfermedades y el grano suelto que se
desgranaba durante el transporte.
Esta selección se ponía a secar al sol, extendiendo
el maíz sobre el suelo. El grano suelto y las mazorcas
enfermas –catalogados como desperdicios– se desti-
naban a la alimentación de cerdos y gallinas. Doña
Adela también intervenía de manera indirecta al pre-
parar los alimentos para los peones que ayudaban
en estas labores.
La preparación del suelo se hacía con tracción
animal. Después de la cosecha (noviembre), se bar-
bechaba en diciembre-enero, para guardar la hume-
dad residual del suelo y sembrar en marzo. Así
habría humedad suficiente para la germinación y
hasta la primera o segunda labor de cultivo, al ini-
ciar el período de lluvias en mayo. El suelo se rotu-
raba con yunta de bueyes, con un arado de madera
del tipo árabe, el cual solo tenía de metal la reja. Si
el suelo tenía terrones grandes (agregados de suelo),
|  170
ya fuese por sobrepastoreo de los animales o poca
humedad, se daba otro paso de arado en sentido
contrario y, si era necesario, se rastreaba. La rastra
consistía en dar un paso con una madera pesada,
generalmente una viga, en la cual se subía el yuntero
para incrementar el peso. La finalidad era disgregar
los terrones y arropar la humedad del suelo, de tal
manera que el agua no se evaporara, para que fuese
almacenada y estuviese disponible para la siembra
y el inicio de lluvias.
La siembra se hacía en marzo, generalmente, des-
pués del periodo de heladas, cuando el aumento de
la temperatura favorecía la germinación. El yuntero
iba abriendo surco y atrás un sembrador –casi siem-
pre un niño–, con dos morrales terciados, uno con
maíz y otro con frijol y calabaza. Para ir sembrando
en forma coordinada, con una mano lanzaba tres
o cuatro granos de maíz y de manera alterna –con
la otra– dos o tres granos de frijol; cada 10 o 15 m
dos semillas de calabaza; de esa manera se lograba
una siembra intercalada. La semilla se tapaba con
los pies, o con la yunta, dejando concluido el surco,
para empezar el siguiente.
Para surcar se colocaban dos orejeras de madera
en el arado, que eran como vertederas que permitían
abrir el surco. En la siembra se utilizaban semillas
criollas de maíz, frijol y calabaza, sin fertilizantes
ni plaguicidas, y se aplicaba estiércol. Una vez que
emergían las especies cultivadas, regularmente se
hacían dos labores al cultivo, para eliminar las arven-
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
ses. Con el paso de la yunta se tapaban algunas plan-
tas; atrás iba una persona destapando las plantas de
maíz, frijol y calabaza, arrancando las arvenses res-
tantes para evitar competencia. Esta labor se hacía
con la mano y/o con el azadón corto; se le deno-
minaba alzar y era muy pesada para los alzadores,
porque buena parte de la actividad se hacía con el
cuerpo inclinado.
En la segunda labor –ya establecidas las lluvias–
las arvenses que lograban desarrollarse se cortaban
con hoz para disminuir la competencia con los cul-
tivos y eran utilizadas como forraje de los anima-
les de trabajo y traspatio. En agosto y septiembre
se cosechaban elotes y cañas, que eran las plantas
de maíz que no fructificaban. Se cosechaba la vaina
tierna del frijol, para consumirla como verdura, así
como la flor de calabaza y su fruto tierno, muy apre-
ciados en la cocina.
El ciclo del cultivo terminaba con la cosecha,
generalmente en noviembre y diciembre. Primero se
cosechaba el frijol, si era de mata, se hacía en agosto
y septiembre, si era de guía, podía hacerse días antes
de la cosecha del maíz. Una vez recogido el grano de
maíz, se cortaba y apilaba el rastrojo, que era utili-
zado para alimentar a los animales. Limpio el terreno,
nuevamente iniciaba el ciclo.
En los cultivos de riego, el microambiente y el
agua del rio Victoria permitían hacer dos ciclos de
cultivos al año, uno de maíz-frijol-calabaza y otro
rotando parte de la superficie con garbanzo, avena,
camote (Hipomea batata), cacahuate (Arachis hipo-
gea), alfalfa y garbanzo. En pequeñas superficies se
sembraban chiles, ajos y cebollas para autoconsumo.
Un ciclo iniciaba en agosto y terminaba en noviem-
bre o diciembre y el otro comenzaba en febrero y
marzo, para terminar en junio o julio. Los entrevis-
tados recuerdan que a finales de 1990 el agua del rio
fue disminuyendo poco a poco, de manera que solo
se hacía una cosecha.
Hasta el 2000, la roturación del suelo para la
siembra se hacía con la yunta; posteriormente, en
los espacios donde era posible, se empezó a utilizar
el tractor. Ello produjo una forma de trabajo mez-
clado, entre el uso del tractor en las actividades más
pesadas y de la yunta o tronco en las ligeras. De la
milpa no solo se obtienen los granos, durante el ciclo
del cultivo existen diversas partes del maíz que resul-
tan útiles, como en el elote, el hongoconocido como
huitlacoche (Ustilago maidys), que causa una defor-
mación del grano fresco del elote, la espiga y plan-
tas sin fructificación que son utilizadas para forraje.
Sobre la recolección de frutos, semillas, tubércu-
los, hojas y tallos –estrategia importante para la vida
en el campo– doña Adela recuerda:
[...] Si, lo juntaba mi papá y lo vareaba, un
montón, todo el desmonte eran de puro orégano,
yo creo ahora ya ni hay. Llovía había quelite,
había verdolaga, había fruta de tunas, cuando
había tiempo, cuando era tiempo de tuna, tuna.
171 |
 J. Fabián García moya
También se usaban otras especies por ejemplo
para los cercos [...] Si, íbamos, íbamos al cerro a
traer la chiquiñá, que se llama la espina chiquiñá
y cercaba para hacer mi, para poner mi […] mis
plantitas que floreaban.
Recogían algunos ejemplares vegetales para los
cercos, junto con otras plantas que utilizaban como
alimento: quiotes (escapo floral de Agave atrovi-
rens); varias especies de nopales (Opuntia sp.), como
nopal tierno, hartón, cardón, redondo; quelites, tuna,
manitas (inflorescencia del sotol Dasylirion wheeleri),
chile piquín, orégano, laurel silvestre, planta de Santa
María y algunas medicinales. como betónica, cola de
caballo, cashtindini (Zaluciana augusta); también
recolectaban tierra salina para los animales, flores
de orquídeas, tierra de monte para las plantas del
huerto, limón de los arroyos, piedra y arena para la
construcción las casas. La recolección casi ha des-
aparecido en la región de estudio; solo se compran
algunos productos provenientes de esta labor, que
se comercializan en las cabeceras municipales o en
los tianguis de las propias comunidades.
En el proceso de transformación de productos
vegetales, animales y minerales, se utilizaban muy
pocos procesos sofisticados. La preparación de ali-
mentos se hacía mediante coacción, secado al sol, a
la lumbre, salado y ahumado. Además, se prepara-
ban conservas en vinagre y azúcar y la manteca de
cerdo era empleada para freír. Debido a estas cir-
|  172
cunstancias se cocinaba diariamente dos o tres veces
al día, pues los alimentos elaborados no se podían
conservar durante mucho tiempo. Los guisos dura-
ban un día y había que consumirlos para que no se
descompusieran, sobre todo en la época de clima
cálido, debido a la ausencia de energía eléctrica por
consiguiente del refrigerador.
Por eso aprendieron a conservar algunos pro-
ductos, por ejemplo la carne de cerdo se freía y se
guardaba en manteca. La manteca llevaba un buen
proceso de refinación, lo que permitía su conserva-
ción por más de seis meses. Una parte de la carne
de cerdo se transformaba en embutido, en este caso
longaniza, que se preparaba con chile seco, vinagre
natural, sal, alguna hierba de olor y se secaba o deshi-
drataba al sol, lo que permitía que se conservara por
varios días. La carne de res se conservaba salándola
y poniéndole limón al bistec, que posteriormente se
secaba al sol. Con la leche se producía queso, utili-
zando cuajo natural.
La fabricación de bebidas, como pulque o ato-
les, a base de productos vegetales, se daba mediante
fermentación natural y extracción de dulce de fru-
tos, por procesos físicos. Los frutos de mezquite se
utilizaban para preparar atole, cuyo proceso consis-
tía en colectar las vainas, molerla en un mortero de
madera o de piedra y tamizarlas: “[…] machucaban
el mezquite en un hornito con un mazo, se colaba
con una manta y luego quedaba la semilla y la semi-
lla se ponía a remojar y de eso, de esa agua hacían
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
el atole […]”, comenta doña Adela que del fruto de
pirul (Schinus molle) se elaboraba atole: “[…] de la
bolita del pirul, se juntaba y se desmoronaba y des-
pués se ponía a remojar y esa agua del pirul de la
bolita, era miel y se hacía el atole”.
Con el escapo floral del maguey (Agave atrovi-
rens) se elaboraba el quiote horneado, al cual se le
extraía el concentrado dulce masticando la fibra.
Mediante el proceso de cocción en horno de tierra
se hacía la barbacoa de vaca y borrego. La mayoría de
las materias primas para elaborar los alimentos eran
locales y naturales; lo más elaborado que se usaba en
los procesos alimenticios eran las pastas de harina
de trigo y la sardina enlatada, que se compraban en
las tiendas del pueblo.
El caso de don Sabino es parecido al de doña
Adela, aunque existían diferencias en cuanto al tra-
bajo de género de la época. Comenta que primero
fue pastor, después comerciante. Iba a traer café con
un familiar a la sierra. Después se dedicó a comprar
animales (chivos, reses) para revender. Para comer
tenía la milpa en las orillas del río, en ambas ban-
das, y un agostadero donde criaba las vacas. La pro-
ducción de la unidad familiar se basaba en la pro-
ducción agrícola y pecuaria, la recolección y la caza,
el comercio de diferentes productos, la venta de la
fuerza de trabajo de uno o dos miembros de la fami-
lia y la elaboración de prendas de acrilán mediante
maquila, hechas por dos o tres de sus hijas. La fami-
lia era multifuncional.
En cuanto a la milpa, don Sabino refiere la canti-
dad de productos que se obtienen: “[…] aquí tienen
surtido rico, mira: frijol, garbanzo, maíz, calabaza,
chilacayote y tomate de cáscara. Allá en el pinal, se
cría el tomate de papa, también, cómo era bueno
pa´ hacer el chile […]”. Además de jitomate, cebo-
llas, camote, cacahuate principalmente; y una amplia
diversidad de frutales: nogales, aguacate, duraznos,
limas, limones, naranjas, nísperos y granadas, los
cuales se sembraban a la orilla de la vega del río.
El y su familia tenían un solar, donde criaban cer-
dos, ovinos, caprinos, gallinas y sembraban plantas
ornamentales, medicinales, condimenticias y algu-
nas hortícolas. Por la edad del informante, cuando se
le entrevistó, el huerto ya no funcionaba, solo había
unas macetas con plantas ornamentales, así como
cinco gallinas, ya que vivía en la casa solo con su
esposa, quien ya no podía caminar.
La milpa, al igual que en el caso de doña Adela,
tiene el mismo significado: el territorio donde se
cultivan varias especies; un policultivo que se utiliza
para la alimentación de personas y animales. De la
milpa no solo se aprovechaba el grano del maíz, fri-
jol y también el tomate de milpa (silvestre), los ejotes,
la flor de calabaza, las calabacitas tiernas y maduras,
los hongos del maíz (Ustylago maydis), las cañas del
maíz; las arvenses, como quelites (Amaranthus híbri-
dus L., Chenopodium álbum L.) y verdolagas (Por-
tulaca oleracea L.).
173 |
 J. Fabián García moya
Para la alimentación animal se aprovechan las
tres arvenses citadas; además de aceitilla (Bidens
odorata Cav.), acahualillo (Simsia amplexicaulis Cav
Blake) y acahual (Thitonia tubaeformis Jacq. Cass),
que se toleraban en la milpa, siempre y cuando no
compitieran demasiado con los cultivos. Se emplea-
ban en la alimentación de cerdos, equinos y bovi-
nos. Del maíz verde o fresco, se utilizaban las plan-
tas jarras (que no producían grano), la espiga, el ras-
trojo y las mazorcas pequeñas que se iban separando
durante el secado y limpieza del grano (desperdi-
cios). Los olotes eran la leña, o complementaban la
alimentación de los asnos; del frijol se aprovechaba
la paja para alimentar bovinos y equinos. La calabaza
despepitada se destinaba a los cerdos y la semilla al
consumo humano. Era muy importante la siembra
del maíz asociado o milpa:
[...] Y nunca se dejaba de sembrar maíz y
frijol. No, siempre estábamos con eso. Dijo
un compadre que su hijo, ese salió, de ese
de ingeniero [...] y le dijo vámosle echando
semilla de esta [...] de esa semilla grande
(mejorada), de ésta se cría muy bien”, dice. No
le dijo mi compadre no. Si, dice, mira da unas
mazorcotas así, híjole. Pues ándale búscate la
semilla.., dice pa’ que re tiznados estudio nomás
pa’ que, hora no tengo maíz, no tengo, no se le
crío (risas), “tarugo” dijo, es que la semilla no
estaba acriollada. Le dije, habías de ver echado
|  174
una orillita, y luego habías de ver echado de
tu semilla que ya tenías acriollada aquí. Y yo
una vez traje una semilla de Paulos […] unas
mazorcotas así, mira, blancas, blancas, no muy
cargadas de surcos, porque hay unas grandes
hacina, que tienen como 18 o 20 surquitos, esa
tendría cuando mucho 12. Y llegué, entonces
ese año me dio a medias el difunto Matías hay,
dijo: “oye, mula, siembra tú mismo para que no
batalles ai, te pongo ai un mediero, no vas a estar
bien”, decía. No, porque le dije, tú en tu milpa y
yo en la mía, no dice, “pero siémbrala”, y si me
miraba pa’ acá mi milpa, muy buena, “siémbrala
hombre, dijo, siembra la milpa”[...] Pus no
hombre le dije yo [...] la siembro pero con una
condición. “De qué”, dice. Pus yo primero voy
a beneficiar la mía y después beneficeo la tuya.
“Pues tu verás, mula, lo que haces, dice.
Entonces, pus la sembré, barbeché, yo me
gustaba cruzar mi tierra, reforzarla y cruzarla
bien cruzada, que quedara bien [...] Y dije, yo
voy echar de este maíz […] pero nomás una
orilla, ni me acuerdo tenía creo como unos 20
o 25 surcos, no pus se fue la milpa, pero bien
bonita, pero espigó y ni un jilote, dio la espiga
y ni un jilote, se secó aquella flor y ni un jilote, y
dice Merce, “hay pus que fuiste a hacer con Don
Matías”. Le digo, que se conforme siquiera con
un viaje de pastura que venga a llevar, pus no,
ya no hubo maíz. Y cuando fui a levantar una
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
pastura así como esta, no se puso el rastrojalote
así grande, el rastrojito quedaba así. Volvió a
florear la espiga tu, y cuando volvió a florear
la espiga, nomás se fue el ladeadero, mira todo,
nomás güereaba [exposición de los estigmas de
la mazorca, cuya coloración es un tipo rubio] el
jilote, puros así [señala mazorcas grandes] No
pues se llevó, pueque hayan sido como unas 8
o 9 cargas de maíz, lo que se llevaba dos, tres
costalitos.
Y ya la parte lo demás que le sembré con
semilla criolla, pus también levantó buena
cosecha. Y esa semilla la tenía un señor que
se llamaba […] Leopoldo Vázquez y, una vez
le dije yo: véndame una medida de maíz, pa’
darle a mi mula.. ahí me quedé. Pero el cómo
crees que se le ponía, tenía como casi como
200 cabezas de ganado. Y está el estiércol y
ahí lo agarra la milpa, todo el estiércol ¿cómo
crees que estaba su milpa? De aquí a ahí no te
miraba y ya había un tapanquillo que tenía allí,
y abrió la puerta y sacó 6 mazorcas, dice: qué le
parece, le doy éstas por la medida de maíz o las
desgranamos, la midemos. Le digo usted verá
Don Leopoldo si la desgranamos o así, de todos
modos la voy a desgranar pa’ dársela a la mula.
No hombre sobró como un puño así mira, de las
seis mazorcas, tú crees de la medida. El olotito
estaba así, delgado. Pero se ponía la mazorcota
así, un maíz blanco, blanco como ese que entra
luego, que venden aquí y el granote grande.
En todo se manifiesta el proceso de trabajo, los
recursos genéticos, el manejo de la fertilidad del
suelo, la relación con otros componentes del agrosis-
tema y el saber local específico. Llama la atención la
introducción de semilla mejorada por un ingeniero
agrónomo, sin considerar que no estaba adaptada a
las condiciones ecológicas y tecnológicas. Ello evi-
dencia la necesidad de tener conocimiento detallado
sobre los procesos productivos, como en el sistema
de plantación del camote, el jitomate, frutales y su
importancia económica y agronómica.
Como parte de las estrategias de riego cuando era
insuficiente el agua, en las acequias comunitarias, se
aprovechaba el agua del río mediante un sistema de
charqueaderas, que consistían en hacer unas fosas en
la arena, para que se almacenara el agua, sobre éstas
se colocaba una especie de tripie de maderas loca-
les del cual colgaba una cuchara grande de madera
con la cual mediante un movimiento pendular se
elevaba el agua de nivel:
[...] Aquí mira yo aquí hacía una charqueadera,
luego hacía otra charqueadera ay, y ahí me
llevaba el agua pa’ regar hasta allá onde
entramos, regaba hasta allá. Allá afuera ponía
dos cucharas y aquí ponía una, pero cuchara
grande, pa’ que le diera abasto a las dos cucharas
de afuera. Allá dos y aquí una. Hay donde están
175 |
 J. Fabián García moya
los garambullos esos, hay tenía unos chilares. Ya
a mis hijos no les tocó esos charqueaderos. No ya
no, ya todo se iba como te digo, modernizando,
ya empezaba a hacer otra la vida. Esto fue como
de recién casados, antes de que me casara. Ya
después compramos un motor de gasolina y con
eso regábamos.
La fertilidad de los cultivos era resultado de prác-
ticas que se han comentado en la parte de infraes-
tructuras productivas, pero también del estiércol. [...]
No entonces no había fertilizante, yo lo acarreaba,
me cargaba costales o compraba estiércol y traía en
burros aquí. Era el fertilizante que le echábamos,
pero era mejor. Y el lamedal [limo] pues también
es abono, es arena delgada, le echaba allá nomás vie-
ras como pega. Mira allí hay un poco todavía, amarra
muy bien y ya con la tierra es mucho mejor.
Finalmente, don Sabino comenta que como ya
se ha quedado solo, alguna parte de su tierra la da a
“medias” o la renta y que para sembrar paga por que
le hagan las labores, pero la mayor parte de su tierra
ya no se siembra; con cierta nostalgia expresa: [...]
Hay solo se dieron unos molonquitos mira, porque
ya fue siembra de agosto y esa ya no, todavía está de
hay está mejor mira. No yo, ya aquí orilla que siem-
bro, orilla que ya el maíz está más chirgo, mira como
hay. Se hacían dos siembras al año, en enero riega
uno y siembra bien a fines de enero o principios de
febrero, luego sale en junio, y luego quitando aquélla
|  176
luego entra está en julio, porque pus hay ésta mira..,
ésta es de agosto, ya no, ya no funciona bien […].
Don Sabino platica que de niño fue pastor de
cabras, luego comercializó bovinos, ovinos y capri-
nos. Tuvo un hato de vacas que fue adquiriendo
importancia por su tamaño y funciones, del cual, a
la fecha, mantiene menos de 10 cabezas. En la ali-
mentación del ganado, algunas especies vegetales
del agostadero eran muy importantes, sobre todo
en la época de sequía. Don Sabino dice del cardón
(O. strepcantha), que no solo importa por su aprove-
chamiento, sino en la conservación del recurso para
continuar usufructuándolo. Ocurriendo lo mismo
con otros componentes del matorral xerófito del
agostadero, que era aprovechado por los animales.
El esquilmo de maíz era el más importante, pero
también se le daba el de frijol a los bovinos, caprinos
y animales de trabajo como los caballos.
Del agostadero utilizaban varias especies, pro-
pias del matorral xerofito, las cuales recolectaban
para leña y postes de madera, pero principalmente
del mezquite (Prosopis sp.) y huizache (Acasia sp.);
diversos frutos como tunas (Opuntia spp.) para
hacer melcocha; así como pitayas (Stenocereus sp.)
y garambullos (Myrtillocactus geometrizans). Del
maguey (Agave sp.) se obtenía quiote, aguamiel y
pencas para la alimentación de los animales y para
leña. Del mezquite se hacían instrumentos de tra-
bajo como arados y mangos de herramientas. Con
el carrizo de la vega del río se construían: cercos,
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
techos, para breveras y se vendía para la elaboración
de canastos; sus hojas eran para la alimentación ani-
mal. Se recolectaban chiles piquines silvestres (Cap-
sicum annun) y orégano (Lippia graveolens).15
Algunas consideraciones
A la par que se compilaba información sobre los
saberes campesinos, se recogía información sobre
la problemática actual de la comunidad. En los rela-
tos se menciona la presencia y abundancia de recur-
sos naturales, lo que contrasta con lo existente en la
actualidad. ¿Cuáles fueron los motivos que produ-
jeron esos cambios? Tal vez sus respuestas y solu-
ciones estén en el mismo saber campesino, debido
a que han experimentado, incluso globalmente, el
disipado manejo que se hace de los recursos natura-
les. Hasta ahora nos damos cuenta que son dañinos
y debemos contrarrestarlos; quizás volviendo a las
antiguas prácticas, que se han estado abandonando
desde hace 80 años; un minúsculo lapso comparado
con lo que ha perdurado el conocimiento tradicional.
El análisis16 de los problemas, causas, consecuen-
15  Aquí se considera todo el uso de la vegetación como de reco-
lección, porque no había un desarrollo del aprovechamiento
como para clasificarlo en lo definido propiamente como forestal.
16  El resultado final y las propuestas, fueron entregadas a las
autoridades municipales en turno, quienes se mostraron muy
interesados en ellas, las retomaron y empezaron a darles solu-
ción a algunas de ellas y en otras se actuó de manera directa. Se
han atendido: la construcción de cercos de piedras para dismi-
cias y posibles soluciones comunitarias realizado
(tabla 1), mostró más claridad sobre cómo afecta
cada aspecto y al identificar la causa se facilita la
propuesta de solución. Uno de los problemas más
identificados fue la escasez de agua, posiblemente
ocasionado por el cambio climático, o su sobreexplo-
tación; esta es la razón principal que origina que se
pierdan las cosechas, las semillas y el trabajo inver-
tido en el proceso productivo, y favorece también el
incremento de plagas y enfermedades, provocando
que la gente busque otras alternativas socioeconómi-
cas, como la migración. La erosión es otro problema,
producida principalmente por la tala inmoderada
que se hizo durante la Segunda Guerra Mundial,
para producir carbón.
nuir la erosión, la división de potreros y gestión relacionada con
la clínica médica y escuela. De manera directa, se han realizado
talleres de capacitación sobre huertos de hortalizas biointensivos,
uso y manejo del agua, construcción de estufas de leña, uso de
ferrocemento, elaboración de mermeladas de frutas de biznaga,
garambullo, guayaba y manzana, y de quesos tipo manchego y
Oaxaca. Talleres que en buena medida pretenden ayudar a la
solución de la problemática encontrada y que en su impartición
participaron alumnos de la Universidad Autónoma Chapingo,
de diferentes especialidades y alumnos de Telebachillerato de
la región; así como niños, mujeres y otros jóvenes de la comu-
nidad, ya que se considera que serán ellos quienes en el futuro
tomen las decisiones familiares y comunitarias.
177 |
 J. Fabián García moya

La propuesta les de la alimentación de los mexicanos: el maíz y el

La milpa debería de estar protegida por mandato
constitucional, porque permitió el florecimiento de
los pueblos mesoamericanos, luego fue adoptado
masivamente por el imperio español y mantiene su
vigencia, incluso en algunos rincones del macizo
Cantábrico en España. A ello se suma los aportes
genéticos y culturales que aportó al desarrollo de la
agricultura industrial. Esto no es casual, pues en este
sistema se han cultivado dos especies fundamenta-
frijol, sin menoscabo de otras, toleradas en su inte-
rior (Aguilar et al., 2007).
La agricultura industrial, con su plan de expan-
sión mundial a través de la Revolución Verde, no
valoró cabalmente la milpa y redujo el sistema al
unicultivo, ya fuese de maíz, frijol, calabaza o chi-
les. Por el contrario, la milpa es un sistema ecológi-
camente sustentable, ya que la integración de varias
especies, incluidas las arvenses, en un mismo espa-
cio, crea condiciones de beneficio mutuo. Así, el fri-

Tabla 1. Identificación de problemas, causas, consecuencias y posibles soluciones comunitarias

Problema Causa Consecuencia Posibles soluciones

Escasez de agua Reducción de lluvia Pérdida de cosechas Mejorar el uso del agua.
Variación época de lluvias Mayor presencia de plagas Construir infraestructura
adecuada para su
uso, distribución y
almacenamiento.
Erosión Deforestación, Disminución de la Reforestación y reducción
sobrepastoreo capacidad productiva de sobrepastoreo
Sobreexplotación de los Afectación de manantiales Realizar obras de
recursos naturales y bosques protección
Disminución de la Falta agua Comprar muchas cosas Mejorar la producción de
diversidad de cultivos Falta mano de obra para comer alimentos
(la milpa se siembra Aumento de monocultivos Migración
poco)
Falta de trabajo Mecanización del campo Emigración interna y Generación de empleo
externa local
Modificación de hábitos Problemas de salud Rezagos productivos, Gestionar la presencia de
alimenticios Atención médica local educativos, laborales un médico
Elaboración con información obtenida en el trabajo de campo

|  178
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
jol aporta nitrógeno al maíz y éste a su vez le sirve de
tutor y sombra. La calabaza sombrea a las arvenses
para que no compitan con las otras especies y pro-
tege al suelo de la erosión producida por la lluvia, al
cobijarlo prácticamente. Las arvenses contribuyen
con sus flores a incrementar la diversidad insectil y
fortalecen la cadena trófica para el control de plagas.
Además, se crean nichos ecológicos que favorecen
la diversidad.
Desde el punto de vista productivo, la milpa tiene
mucho que ofrecer. Casi en su totalidad se aprovecha
la planta de maíz, de donde se extraen elotes, grano
para alimentación animal y humana para producir
tortillas, tostadas, gorditas, sopes, tlacoyos, tamales,
atole blanco y champurrado (Esteva 2007); extraen
forraje, hojas para envoltura de diferentes tipos de
tamales regionales. El frijol y la calabaza comple-
mentan la dieta y sus usos son diversos en la cocina
mexicana.
En general, la milpa tiene múltiples funciones y
es trascendental en la vida campesina, no solo por
los aportes del maíz, sino porque ha formado parte
de las culturas mesoamericanas. De hecho la valora-
ción que hacen los campesinos de la productividad
no es solo de la gramínea, sino del sistema en su con-
junto. Como mencionó Bartra (2008) en su ponen-
cia presentada en el panel “Los retos de la socie-
dad civil ante la crisis agroalimentaria” en la Ciudad
de México: “el maíz nunca anda solo, siempre está
acompañado”; de ahí la relevancia de impulsar la
soberanía alimentaria con base en la milpa. Según
lo anterior y con base en García (2016), se plantean
los siguientes ejes para su mejoramiento integral en
la comunidad de estudio y otras regiones que tengan
la misma problemática:
1. Mejoramiento de la fertilidad mediante la apli-
cación de estiércol composteado y la siembra de fri-
jol y otras leguminosas, como haba, chícharo, forra-
jeras y calabaza; incorporación hongos micorríticos
en la semilla, que ayudan en la absorción de nutri-
mentos. Construcción de infraestructura para evitar
la erosión y pérdida de suelo fértil, como barreras de
piedra o cercos vivos con árboles frutales. Para ello
servirían los diferentes programas gubernamentales
relacionados con el apoyo al campo.
2. Mejoramiento genético de los maíces crio-
llos para incrementar la producción y resistencia
a sequía.
3. Impulsar el reacondicionamiento de los grane-
ros y los métodos tradicionales de conservación de
los granos almacenados, para evitar pérdidas por el
ataque de insectos y enfermedades durante su alma-
cenamiento.
4. Promover la reconversión productiva de los
invernaderos con especies bien adaptadas a la región
y amplias posibilidades de comercialización local
y externa, las cuales se pueden comercializar de
manera natural o procesadas.
5. Finalmente, promover el reacondicionamiento
y uso de los huertos familiares, con el fin de producir,
179 |
 J. Fabián García moya
en diferentes estratos, plantas alimenticias, medici-
nales, de ornato, sombra y más. Pues más que espa-
cios productivos, son multifuncionales, ya que tam-
bién son recreativos.
Conclusiones
La sociedad actual de la Sierra Gorda es resultado
de un largo proceso de mestizaje, donde los saberes
campesinos se han acumulado por siglos y la presen-
cia de un intento de revolución productiva enfocada
en el mercado, los trastocó. Ello causó una pérdida
de conocimientos en las nuevas generaciones, a quie-
nes se les debe apoyar para su recuperación y aplica-
ción en los nuevos sistemas productivos regionales,
que han sufrido cambios tecnológicos, ambientales
y socioeconómicos, debido principalmente a que los
patrones de consumo se han modificado.
Se ha empujado a las sociedades campesinas
hacia las “modas” y hacia un proceso de descam-
pesinización favorecido por la incorporación de la
región al mercado, a través de la construcción de
vías de comunicación, transformaciones urbanas,
medios de comunicación y migración, que da como
resultado que la agricultura haya perdido importan-
cia en la economía de la región, observándose una
tendencia a la simplificación de los sistemas produc-
tivos, como consecuencia del cambio climático y las
innovaciones agrotecnológicas.
|  180
El estudio y análisis del conocimiento campesino
regional permite entender su modo de vida intercul-
tural en diferentes escalas. En la producción agrícola
tradicional de la región no existe dependencia tecno-
lógica (sólo se manifiesta en el uso de fertilizante y
en el muy poco uso de plaguicidas y semillas mejo-
rada); esta circunstancia le permite al campesino
mantener el poder de su conocimiento y su indepen-
dencia respecto al uso de otros insumos. La tecno-
logía agrícola tradicional utilizada en la región para
preparar el terreno para el cultivo (yunta, tronco y
arado de madera) se conservan, debido a su factibi-
lidad de poder utilizarlos en terrenos agrícolas con
pendientes pronunciadas.
Agradecimientos
Agradezco a la comunidad de la Yerbabuena por su
participación en el diagnóstico y el apoyo otorgado
al grupo de la uach, con alimentación y el espacio
en la escuela comunitaria para establecer el centro
de estancia y de reuniones. Para contribuir a la segu-
ridad y soberanía alimentaria, se diseñaron talle-
res productivos con participación de alumnos de
la uach, de telebachillerato, secundaria, primaria y
personas de la comunidad, con el fin de capacitar y
recuperar productos hortofrutícolas anteriormen-
te utilizados, debido a que es muy desafortunado
para los habitantes comprar productos externos y
 la revalorización del saber local en la sierra gorda guanajuatense
carentes de inocuidad, pudiéndolos producir ellos
mismos, bajo mayores estándares de calidad, con
base en el conocimiento tradicional, en los huertos
y en las tierras que están quedando abandonadas
por diferentes causas
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183 |
 Persistencia de la
agricultura familiar
campesina en méxico: una
larga historia, sin final

Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-

León; César Adrián Ramírez Miranda y
Miguel Ángel Sámano Rentería.
 Introducción
Este estudio se realizó con el objetivo de conocer
los elementos materiales e inmateriales que fortale-
cen la persistencia de las unidades en la agricultura
familiar campesina (AFC) en el agro mexicano, y de
identificar aquellos rasgos con que cuentan dichas
unidades que le otorgan capacidades de persisten-
cia en el tiempo.1 Su aplicación permitió realizar el
análisis temporal de dicha persistencia de las uni-
dades de la AFC en el campo mexicano, más allá de
su reiterada negación, que como productor de ali-
mentos recibe del mercado al que concurre, persiste
y crece como sujeto agrario, ocupante de un espacio
y recreador de la cultura e identidad rural.
1  La información obtenida se sistematizó y sus contenidos bási-
cos se contrastaron con indicadores estadísticos nacionales. Para
ello se recurrió al uso de procedimientos propios del análisis
comparativo (Lijphart 1971), cuyo fin es comparar los indica-
dores antes y después de cierta intervención consciente.
El campo ha sufrido intensos cambios resul-
tado de dos reformas agrarias ocurridas en México,
siendo la más intensa la ocurrida en 1992, dado
que se buscaba su exterminio, vía conformación
de consorcios acaparadores de grandes extensio-
nes de tierra, lo que afortunadamente no ocurrió,
debido a la respuesta dada por la unidades cam-
pesinas que manejan la agricultura familiar. Ésta
ha sido intensamente vapuleada desde mediados
del siglo pasado al implementar una revolución
agrícola que presumiblemente iba a solucionar los
problemas de hambre del mundo, lo que nunca
hizo, pero sí creó una dependencia tecnológica
entre las compañías productoras y comercializa-
doras de insumos y los productores, lo cual pone-
mos en contexto.
Después de la Segunda Guerra Mundial (1939–
1945), bajo el influjo de crecimiento de EUA y de la
industrialización conducida por el Estado desarrollista;
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
la economía mexicana creció, el campo produjo abun-
dantes alimentos y materias primas, logrando tasas
del Producto Interno Bruto (PIB) de entre 4.5 y 6.7%
anual. Esto fue resultado de una reforma agraria con
reparto de tierras, y de las políticas de tecnificación
y modernización del campo que logró acrecentar la
producción agrícola. Sin embargo, su implementación
redujo el trabajo en el campo, originó un movimiento
poblacional del campo a la ciudad y modificó los siste-
mas de trabajo del agrícola al industrial. El desarrollo
industrial permitió a la economía mexicana pasar de
ser exportadora de materias primas a una economía
de sustitución de importaciones (García 2012)
En estas transformaciones, el sector de la pequeña
agricultura familiar campesina ( AFC ) transfirió
importantes excedentes a la industrialización del
país, con la tecnología que poseía y, en algunos
casos, aplicando los equipos y adelantos técnicos
generados por la Revolución Verde (CEPAL, 1982)
en aquellos espacios donde era susceptible aplicarla,
es decir terrenos planos y extensos con abundante
agua y suficientes recursos económicos para adqui-
rir insumos químicos y mecánicos, ubicados princi-
palmente en el norte del país. En contraposición, los
gobiernos o gobernantes en turno, p o c o impulsa-
ron la generación de tecnologías y equipos adecua-
dos a las pequeñas unidades de AFC existentes, por
lo que, hasta la fecha, han tenido que trabajar con
los recursos de que disponen, es decir, los instrumentos
propios de la tecnología agrícola tradicional.
|  188
El modelo de desarrollo de la agricultura tecnifi-
cada, denominado Revolución Verde, generó impac-
tos sobresalientes en los procesos productivos, debido
al uso intensivo de tecnologías que se utilizan como
“paquetes”, que implican tierras planas con agua y cré-
dito para la adquisición de insumos, principalmente
químicos, con lo cual aparentemente se demostraba
su éxito. Este esquema agrotecnológico fue promo-
vido por instancias internacionales a tal grado, que se
llegó a recomendar la realización de reformas agra-
rias para desarticular el poder económico y político
del latifundismo. En México ya había ocurrido la
primera reforma en 1910, en distintos países de Amé-
rica Latina, en diferentes momentos, si se impulsaron
primeras reformas agrarias (Tabla 1), como parte de
los programas revolucionarios, que tenían como fin
reorganizar la propiedad de la tierra (Wiener 2011).
La agricultura mexicana
Desde el punto de vista económico, el patrón de acu-
mulación basado en la industrialización sustitutiva
de importaciones mostró crecientes limitaciones y
en la agricultura mexicana se evidenció una crisis
en la producción de alimentos básicos, que pronto
se extendió por doquier, debido a que las ganancias
relativas de la agricultura habían beneficiado cre-
cientemente a la industria, según lo señala Bartra
(1982): “[…] la industria disfrutó de la producción
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final

Tabla 1. Reformas agrarias recientes en América

Latina

País Año de inicio País Año de inicio País Año de inicio

México 1910 Colombia 1961 Perú 1969
Bolivia 1953 Venezuela 1960 Nicaragua 1979
Cuba 1959 Chile 1964-1973 El Salvador 1980
Guatemala 1952 Ecuador 1964

oportuna y de suficiencia de bienes y salario bara-
tos, aportados principalmente por los pequeños pro-
ductores de granos básicos”. A p e s ar d e las altas
tasas del PIB registradas en la agricultura por más
de dos décadas, en México se hizo evidente que
ello no había reducido, ni eliminado la pobreza, ni
la polarización del ingreso en el campo (CEPAL, 1982).
La segunda reforma agraria mexicana
En México, la redistribución de tierras se detuvo en
los 1970; en 1992 se hicieron reformas a la legislación
agraria, que estuvieron aunadas a las reformas neoli-
berales, implementadas desde mediados de los 1980,
que representaron un cambio radical en la variedad
de opciones en la relación entre el gobierno, la agri-
cultura y el campesinado.
En el contexto de reestructuración económica
mundial y la formación de bloques económicos,
México publicó en 1992 una ley agraria que modi-
ficó el marco legal agrario, permitiendo la libre
movilidad, la inversión de capitales, la apertura de
mercados, incluidos los agrícolas, la reducción de
la función gubernamental y la apertura del mercado
de tierras. El discurso oficial señalaba que la moder-
nización del campo requería de medianas, grandes y
eficientes empresas privadas. Téllez (1994:259-260)
precisó que se lograría transformando la propiedad
social (ejidal) en privada; promoviendo un proceso
de concentración de la tierra para atraer crecientes
inversiones de capital, creación de infraestructura,
aprovechamiento de economías de escala y la moder-
nización de la agricultura.
La justificación fue que en EUA un trabajador
agrícola laboraba 61 Ha, en Canadá 97, mientras
que en México el promedio era de 3 Ha, por lo que
se hacía necesario redefinir los límites mínimos
en la tenencia de la tierra; es decir, promover su
concentración en unidades medianas y grandes e

189 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
impulsar nuevas formas de asociación de los produc-
tores, para lograr la capitalización del agro (Ángeles,
1992:10). La dimensión productiva se atendería desde
la Secretaría de Agricultura (SAGARPA) y el bienes-
tar social debería cubrirse por el Programa Nacional de
Solidaridad (PRONASOL-SEDESOL).
En este contexto, “[era] indispensable lograr mayor
competitividad de la agricultura, por lo que el incre-
mento de la productividad agrícola representaba un
cimiento indispensable” (Fraile, 1991:2). Varias ten-
dencias políticas estuvieron de acuerdo en la inmi-
nente desaparición del campesinado. Los proleta-
ristas sostenían –abiertamente– que no debían “[…]
mantenerse artificialmente estructuras ineptas en
el capitalismo con un inmenso costo social” (De la
Peña, 1992:40). En el extremo opuesto se dijo: “[que]
la nueva legislación permitía que solo 10,933 socie-
dades mercantiles, fueran las propietarias de toda la
tierra del país” (Calva, 1993: 56).
Complejidad de la Unidad de Agricultura Familiar
Campesina
En 1974, Reyes Osorio et al., con datos del Censo
Agropecuario de 1960, identificaron un numeroso
grupo de pequeñas unidades familiares con ingre-
sos insuficientes para mantener una familia típica
de la época (“Productores de Infrasubsistencia”). En
1982 la CEPAL identificó una estructura dual en la
|  190
agricultura mexicana, que implicaba: 1) un reduci-
do número de unidades de agricultura empresarial,
típicamente capitalista, y 2) un amplio grupo de uni-
dades productivas que operan con criterios distintos
a los de la empresa capitalista, a las que denominó:
“unidades de economía campesina”.2 Implícitamen-
te se estaban separando dos tipos de agricultura: la
empresarial, que contrata fuerza de trabajo, y la fami-
liar campesina, que contrata menos de 25 jornales
por año (Ramírez, 2012:34).
Se ha teorizado en torno a las relaciones que las
unidades de Agricultura Familiar Campesina (AFC)3
establecen al interior del núcleo familiar, con su
entorno y con el sistema económico en su conjunto.
Entre los aportes más relevantes se encuentran los de
Kautsky (1974), Chayanov (1974),4 Wolf (1976),
2  Nota de AGJ. Desde los 1970, en los cursos de historia eco-
nómica, se enseñaba que en México la economía se dividía en
dos grandes sectores, uno funcionando bajo el sistema capita-
lista y otro funcionando bajo la economía campesina. A eso se
le denominaba una “economía dual”.
3  Nota de AGJ. Estudiada y conocida desde hacía varias déca-
das como “familia campesina”, concepto elaborado por el eco-
nomista Alejandro Chayanov. Para mayor información sobre
el concepto, su historia y características, véase: A. González-
Jácome “Introducción general”, en: González, del Amo y Gurri
(coords.), Los nuevos caminos de la agricultura: procesos de con-
versión y perspectivas; México, Plaza y Valdés y Universidad Ibe-
roamericana, 2007:15-38.
4  Nota de AGJ. El libro de A. Chayanov sobre la economía
campesina fue publicado en inglés en 1966, traducido al inglés
por un grupo de economistas encabezado por Daniel Thorner,
Basile Kerblay y R.E.F. Smith. Con el nombre de Theory of pea-
sant Economy, publicado por The American Economic Asso-
ciation, en Illinois. La traducción de 1974 al español es incom-
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
CEPAL (1982) y Bartra (1982), entre otros; quie-
nes consideran que uno de los rasgos que carac-
terizan y distinguen a las unidades de AFC (no utili-
zar significativamente fuerza de trabajo contratada
de menos de 25 jornales por año), cualidad que
limita la típica forma de extracción de plus-trabajo
y la acumulación de capital.5
Como criterio irrenunciable básico, dichos
autores mencionan el de satisfacer la demanda
de consumo de la familia implica que los recur-
sos disponibles y la fuerza de trabajo se usen
en la forma e intensidad que lo demanden las
necesidades de consumo familiar (Chayanov,
1974; CEPAL, 1982:64). De acuerdo con Bartra
(1982:60), el objetivo central de las AFC es “[…]
lograr el óptimo bienestar posible de la familia”.
Rasgos estructurales que durante varios años han
sido y serán utilizados como característica central
para distinguir a las unidades de AFC de las de
Agricultura Empresarial (AE).
Otros criterios completan las propuestas de Cha-
yanov (1974), planteando que la intensidad del uso
de la fuerza de trabajo se encuentra en función
del grado de satisfacción de las necesidades de la
familia y la reposición de los instrumentos para la
producción.6 Wolf (1976) agrega que una caracterís-
pleta; además de que adolece de algunos errores de traducción.
5  Nota de AGJ. El texto de Chayanov dice que la fuerza de tra-
bajo es familiar y no es pagada.
6  Nota de AGJ. Chayanov introduce el concepto de edad de la
familia, que es la que establece gran parte de las necesidad que
tica del campesinado es la necesidad de contar con
distintos tipos de fondos: 1) socioeconómicos, rela-
cionados con el reemplazo de herramientas, man-
tenimiento de la granja, cuidado de los animales y
otros; 2) ceremoniales, que debe considerar la con-
servación y acrecentamiento de las relaciones socia-
les. Cubrirlo obliga al campesino a la producción
de excedentes por encima del fondo de reemplazo,
y 3) fondos de renta, para cubrir los pagos que debe
hacer como transferencia de riqueza de una parte de
la población a otra, que mantiene un control guber-
namental, económico o político.
Para Bartra (1982:48), dicho conjunto de nece-
sidades socioeconómicas y culturales, también com-
prende la obtención de fondos para: 1) el consumo
vital, 2) actividades ceremoniales, 3) reposición de
los medios de producción y 4) para transferencia de
excedentes al exterior; conceptos muy cercanos a lo
que menciona Wolf.7
En México, la tierra repartida por beneficiario casi
siempre ha sido insuficiente para que la producción
agrícola cubra las necesidades de la unidad fami-
liar, debido a su tamaño. Por lo que la AFC desde su
origen, desarrolló estrategias para complementar el
ingreso familiar mediante la pluriactividad, pues ha
tenido que participar en la producción de artesanías,
ésta tiene que llenar.
7  Nota de AGJ. Estos son conceptos antropológicos, relaciona-
dos con la teoría clásica y la economía sustantiva de las socie-
dades humanas; por eso son semejantes entre Bartra y Wolf,
ambos antropólogos.
191 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería

venta de fuerza de trabajo y realización de otras acti-
vidades económicas para subsistir. De tal forma que
si la tierra es escasa y la familia numerosa, como
h a ocurrido en México, el campesino tiene que
considerar todas las opciones posibles de inversión
de sus recursos para complementar su ingreso glo-
bal, iniciando con la diversificación de las fuentes de
ingreso de la unidad. En la Tabla 2 se resumen algu-
nos criterios sobre los diferentes tipos de agricultura
que existen en México (CEPAL, 1982). Debido a su
solidez conceptual, dicha tipología se continúa uti-
lizando hasta la actualidad.

Tabla 2. Diferencias entre agricultura campesina y empresarial en México.

Elemento Agricultura campesina Agricultura empresarial

Reproducción de los productores y de la Optimizar la tasa de ganancia y la
Objetivo de la producción unidad de producción acumulación de capital
Fundamentalmente familiar y, en ocasiones,
Origen de la fuerza de intercambio recíproco con otras unidades; Asalariada (> 25 jornales/año).
trabajo asalariada marginalmente (< 25 jornales/
año).
Compromiso laboral del Absoluto Inexistente, salvo por obligación legal
jefe con la mano de obra
Alta intensidad de mano de obra, baja den- Mayor densidad de capital por activo
Tecnología sidad de “capital” y de insumos comprados y mayor proporción de insumos com-
por jornada de trabajo prados en el valor del producto final
Destino del producto y Parcialmente mercantil Mercantil
origen de los insumos
Máximo producto total, aun a costa del des- Productividad marginal mayor que el
Criterio de intensificación censo del producto medio. Límite: producto.
del trabajo salario
marginal cero
Internalización probabilística buscan-
Evasión no probabilística: “algoritmo de
Riesgo e incertidumbre do tasas de ganancia proporcionales al
sobre-vivencia” riesgo
Carácter de la fuerza de Fuerza valorizada de trabajo intransferible o Solo emplea fuerza de trabajo transfe-
trabajo marginal rible en función de calificación
Componentes del ingreso Producto o ingreso familiar indivisible y Salario, renta y ganancias, exclusiva-
o producto neto realizado parcialmente en especie mente pecuniarias

Fuente: CEPAL 1982:79.

|  192
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
En la agricultura, los factores tierra, trabajo, capi-
tal y tecnología, son los medios indispensables para
la producción. Las unidades de la AFC disponen
de ellos de manera muy reducida, sin embargo, su
capacidad cognitiva les permite controlar el proceso
productivo y disponer, en principio, del producto
cultivado. Esta cualidad les otorga un amplio mar-
gen de autonomía dentro de la subsistencia y les
permite asegurar su reproducción social, económica,
biológica y cultural.
Kautsky (1974:15) señaló que “[…] la industria
capitalista tiene gran capacidad para logra elimi-
nar rápidamente la industria doméstica rural y que
cuanto más avanza este proceso de eliminación,
más languidece la primitiva industria doméstica
campesina y, por consiguiente, más aumenta la
necesidad de dinero del campesino”. En México el
ingreso de la familia campesina ha provenido de
diversas fuentes, lo que implica que la producción
agrícola tiene distintos niveles de importancia en
la economía familiar, lo que induce a las unidades
de AFC a conservar una serie de cualidades que les
permiten tener una notable resistencia a las condi-
ciones adversas.
Las unidades han resentido invasiones militares y
están resistiendo la negación y exclusión social desde
hace cinco siglos. Situaciones que han obligado al
campo mexicano a conservar relaciones y prácticas
sociales comunitarias en las que se comparten tra-
bajos, conocimientos, creencias, prácticas sociales,
productos y beneficios entre coterráneos y familia-
res; colectivizando con ello los riesgos, bajo concep-
tos propios, como el tequio, mano-vuelta, la gestión
conjunta, faenas, fajinasy otros que son ejemplos de
participación derivados de la identidad y pertenen-
cia de los grupos sociales a un territorio o región.8
Persistencia campesina
El apretado recuento de las particularidades más
conocidas de la unidad de AFC, aunque es abun-
dante y sugerente, presenta cierto sesgo hacia aspec-
tos relacionados con el funcionamiento económi-
co de la unidad familiar. Es muy conveniente pre-
guntarse: ¿cómo es que las unidades de AFC han
podido persistir en el tiempo y han sido capaces
de obtener los recursos de subsistencia y los exce-
dentes que se requieren para formar distintos
fondos? La respuesta a este cuestionamiento es de
gran complejidad, porque implica analizar concep-
8  Nota de AGJ. En antropología social y cultural, estos concep-
tos corresponden con los sistemas de organización social que
establecen y regulan las relaciones de ayuda mutua entre parien-
tes, parentela, amistades, compadres y miembros de la sociedad
a la que pertenecen los miembros de un grupo humano determi-
nado. Incluyen elementos culturales representados por reparto
de alimentos, participación en festividades civiles y religiosas,
labores de beneficio común y otras, incluyendo las agrícolas
no asalariadas. Se utilizan para fines de ayuda mutua entre las
familias y /o entre las familias y las comunidades donde viven
y las necesidades sociales.
193 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
tos relacionados con la persistencia campesina en el
tiempo. Para Boltvinik (2012) y Bernstein (2012) los
conceptos estructurados para explicar la persistencia
del campesinado en los países en desarrollo, pueden
agruparse dentro de tres enfoques que se muestran
a continuación:
1. Funcionalidad dentro del modo de produc-
ción capitalista.
∙ La AFC transfiere valor al capital. Los precios
se fijan por debajo del precio de producción de
la peor tierra, que está en manos de campesinos.
∙ La fijación de los precios está dirigida por los
gobiernos, que los mantienen altos para garan-
tizar mayores márgenes de ganancia a ciertos
grupos sociales, como los terratenientes y a la
vez mantener a la AFC con mínimos recursos.
∙ La AFC produce alimentos sin ganancias y los
que se abaratan debido al uso de la fuerza de
trabajo familiar.
∙ La familia aporta fuerza de trabajo estacional
sin exigir prestaciones sociales.
∙ El precio de la fuerza de trabajo aportada por el
campesino no incluye el costo de reproducción
completa de la misma.
∙ El campesino incrementa el ejército de reserva
de fuerza de trabajo industrial.
∙ Por la producción de alimentos baratos, como
por el aporte de fuerza de trabajo del campesi-
no, los salarios obreros son presionados cons-
tantemente a la baja.
|  194
∙ El campesinado es relevante en el control social
y la hegemonía.
∙ El capital requiere al campesino como fuerza
de trabajo temporal para la agricultura, la cons-
trucción y la industria.
2. La agricultura presenta barreras al avance del
capital. Las características propias de los medios de
producción utilizados y los productos obtenidos,
están sujetos a los ciclos naturales del ambiente en
el que han de producirse. Por ello, se presenta una
diferencia entre el tiempo de trabajo y el tiempo de
producción, lo que origina que, en cierta medida, se
frene la inversión de capital en la rama y disminuya
la intensidad de acumulación del capital en la misma.
Este factor económico influye en toda la rama
agrícola y vale destacar que la fuerza o intensidad
con que afecta a las distintas formas de hacer agri-
cultura (según las cualidades productivas de la tierra
de que se dispone) son muy dispares, y si las cuali-
dades productivas de la tierra de que disponen los
campesinos es diferente (habitualmente menor), que
aquella que tienen las empresas agrícolas, entonces
este factor muestra su influencia de modo diferen-
ciado, a través del mercado, a los distintos agentes
agrarios presentes en el campo.
Este factor aporta al entendimiento del compor-
tamiento del capital agrario, pues siempre ha prefe-
rido los espacios agrícolas de riego o con muy buen
temporal, resistiéndose a migrar a las regiones de
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
regular y mal temporal, debido a que de los márge-
nes de ganancia son menos previsibles.
3. El proceso de proletarización ocurre en perío-
dos más amplios de lo que se ha creído. 1) Para el
capital la mercantilización de las subsistencias es
más relevante que la proletarización total del cam-
pesinado, en tanto genera mayores ganancias. 2) La
acumulación primitiva (acumulación por despojo)
continúa hasta la actualidad. 3) El proceso de prole-
tarización es complejo y depende de la resistencia-
lucha de los campesinos para impedirlo.
Las perspectivas de análisis para explicar la per-
sistencia campesina tienen una fuerte orientación
económica y poco se exploran otras aristas que, con-
siderando la operación libre de los mercados, tomen
en cuenta la naturaleza y forma de operar de la AFC;
que podrían aportar nuevos elementos para lograr
una explicación más comprensiva de la persistencia
de dichas unidades.
En la escala mundial, la discusión sobre la per-
sistencia de la unidad de agricultura familiar cam-
pesina, ha durado más de cinco décadas; hoy por
hoy, por méritos propios, ha vuelto a ser foco de
atención del mundo académico y las ciencias socia-
les. La reiterada persistencia de las unidades de agri-
cultura familiar en las agriculturas de los países en
desarrollo, a pesar de la crítica situación en que han
quedado ubicadas en la etapa de la apertura de los
mercados agrícolas, ha puesto en la mesa de discu-
sión la cuestión acerca de ¿por qué persisten las for-
mas de producción campesina y cuál es su futuro?
Para Boltvinik (2012), el debate al respecto “[…]
apenas empieza”.
Disminución de las unidades de AFC
y concentración de la tierra
Desde 1992, en México, se implementó, sin pro-
blemas sensibles, un nuevo marco legal agrario; 25
años después se constata que no ocurrió la concen-
tración de la tierra en medianas y grandes empre-
sas, como se esperaba.9 Esto se aprecia en los resul-
tados encontrados por los Censos Agrícolas, Gana-
deros y Forestales de 1992 y 2007, los cuales indican
que la superficie de tierra ejidal, en vez de dismi-
nuir, aumentó significativamente 23.39% ( d e 7.02
millones de hectáreas registradas en 1992, llegó a
37.06 millones de hectáreas en 2007) (INEGI, 1994;
INEGI, 2009). En contraparte la propiedad privada
decreció casi medio millón de hectáreas.10.
9  Nota de AGJ. No ocurrió, porque la estrategia de las grandes
empresas capitalistas estadounidenses, era rentar la tierra por
varios años -en promedio 10- para luego de utilizarla intensi-
vamente, regresarla a los propietarios, quienes debían cubrir los
costos de recuperación de los suelos ya muy contaminados por
el uso de agroquímicos. También deberían cubrir los costos de
contaminación del agua, lo que nunca ocurría, por la falta de
datos, conocimiento de lo que ocurria y de legislación al respecto.
10  Nota de AGJ. En la década de 1980, las grandes compañías
195 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
La forma de tenencia de la tierra denominada
“dominio pleno”, manifiesta en la Ley Agraria de 1992,
se otorga a los ejidatarios y posesionarios recono-
cidos, en relación directa y exclusiva con las par-
celas que se encuentran delimitadas y que tengan
asignadas al momento de la asamblea. Ello implica
una forma previa a la privatización de la tierra, con
que se esperaba aumentara de manera significativa
la acumulación de tierras, lo que sólo se hizo con
1.93 millones de hectáreas (RAN, 2000:1); canti-
dad poco relevante si se considera que ocurrió
principalmente en áreas ejidales invadidas por la
población urbana, el turismo y la minería, donde
el valor y uso de la tierra son distintos al agrícola; lo
cual implica que el campesino aun continúa en pose-
sión de sus tierras, usufructuándolas.11
trasnacionales dedicadas a la producción de alimentos, renta-
ban las tierras por periodos de 10 años, tiempo que conside-
raban era suficiente para obtener las mayores productividades
y ganancias de las tierras. Luego, las regresaban a sus dueños,
cuando ya habían obtenido los mayores beneficios de ellas. Esto
ocurría en Estados Unidos, como me explicó uno de los propie-
tarios de una compañía trasnacional, productora de fresa que
tenía tierras rentadas bajo cultivo en Watsonville, California. El
modelo fue traído a México por las empresas agroalimentarias
como Gigante Verde, entre otras.
11  Nota de AGJ. Considerando que una parte importante de las
tierras ocupadas por la agricultura tradicional, son marginales
y la agricultura comercial requiere de tierras planas, irrigadas o
con acceso al agua, con suelos profundos, que acepten la aplica-
ción de maquinaria agrícola pesada. Hace falta conocer cuáles
y cuántas tierras crecieron, cuáles decrecieron con respecto a
la producción para el mercado y para el autoabasto, cuantas se
abandonaron y cuántas ubicadas en lugares estratégicos, fueron
compradas para construir centros turísticos, hoteles y servicios
|  196
Otro factor importante ocurrido en 1992, fue que
la frontera agrícola no creció y el reparto agrario con-
cluyó en ese año, el aumento de medianas y grandes
empresas no se vislumbró, pues solo podía ocurrir a
costa de la desaparición de las pequeñas explotacio-
nes sociales, que se conservaron en su gran mayoría
e incluso se incrementaron de 4.408 a 5.549 millones
de unidades (20.56%) (INEGI 1994 y 2009).
Una forma indirecta de concentración de tierras
fue la asociación de agricultores con empresarios y
agroindustriales, lo que se presentó en zonas y culti-
vos donde su unión ya era tradicional antes de 1992:
zonas productoras de caña de azúcar, tabaco, café,
fresa y agave para tequila, en poco más de 73 mil
unidades productivas (INEGI, 2009). Otro efecto
observado –aunque no previsto– ocurrió entre 1992
y 2008, cuando se incrementó la dependencia ali-
mentaria; según se aprecia en el aumento de impor-
tación de los principales alimentos (Tabla 3), lo cual
pudo deberse al incremento de la población y a la
reducción de precios de los cultivos básicos, que
indujo al abandono de la tierra y migración dentro
o fuera del país.
para la industria sin chimeneas. En Veracruz central, la zona de
playas localizada entre el puerto de Veracruz y Úrsulo Galván,
fueron adquiridas por empresas españolas, para construir hote-
les y desarrollar el turismo. Los antiguos propietarios serían –en
teoría- ocupados en labores de servicio para los hoteles y sus
huéspedes. Las condiciones de inseguridad en la entidad no per-
mitieron un desarrollo importante de estas empresas.
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
Tabla 3. México: Importaciones de productos básicos (1992-2008)
Año Maíz (ton)
1992 1,305,670
2008 9,145,987
Diferencial 7,840,317
Cambio % 600.48
Fuente: FAO 2015.
Otras aportaciones a la persistencia de
las unidades de AFC
Habitualmente, en el complejo de actividades pro-
ductivas que despliegan las unidades de AFC, destaca
el uso de distintos tipos de mano de obra, desde la
que aporta gran cantidad de fuerza, hasta la que
implica agilidad, delicadeza, d e s t r e z a , rapidez
de valoración y emisión de juicios de valor, o la que
recurre a la experiencia acumulada de generaciones,
muy relevante para la selección de la potenciali-
dad genética de plantas y animales en producción.
Además de la fuerza de trabajo utilizada, la fami-
lia campesina, presta y vende fuerza de trabajo, e
incorpora y valora diferentes tipos de mano de obra,
que en el mercado de trabajo –en general– carecen
de valor (p.e. infantil, femenil, senil), que se incor-
poran a diversas actividades productivas: cuidado
de los animales, almacenamiento, colecta, proce-
Trigo (ton) Soya (ton)
1,076,514 2,101,091
3,217,034 3,507,196
2,140,520 1,406,105
198.84 66.92
samiento y transformación de productos agrope-
cuarios, entre otras. Estas formas de integración de
los distintos tipos de fuerza en la familia campe-
sina, ofrece mejores resultados productivos y eco-
nómicos, sin los cuales dichas unidades tendrían
poca viabilidad en el sistema de mercado donde se
ubican, debido a la disponibilidad de recursos con
que cuenta.
Aparte de la actividad productiva que realiza, la
unidad mantiene relaciones sociales dinámicas, en
distintos ámbitos: económico, social, político y cul-
tural; con la familia ampliada,12 la colonia-barrio,
12  Nota de AGJ. Ese término de familia ampliada no existe en
antropología, se trata de un grupo de personas que incluye a la
familia nuclear (padre, madre, hijos), además de otros familiares
o personas cercanas a ella (p.e. abuelos, tíos solteros, personas
mayores, esposas de los hijos, nietos, parientes lejanos, amigos
cercanos que están solos), a los que se denominan “parentela”.
Al conjunto se le conoce como familia extensa. En el caso de
sociedades de agricultores de pequeña escala, se le denomina
familia campesina.
197 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
la comunidad, el pueblo y la sociedad, en la que se
inscribe. Entre el complejo conjunto de actividades
productivas que realizan están la producción de
alimentos, frutos y plantas para consumo, el aprove-
chamiento directo e indirecto de la vegetación natu-
ral, la colecta procesamiento y consumo de plantas y
animales silvestres, la producción-colecta-procesa-
miento-almacenamiento de plantas medicinales; el
aprovechamiento de vegetación y materiales natu-
rales para la construcción, combustible y ornamen-
tales, entre otros; actividades que requieren tener un
cúmulo de conocimientos.
Acervos de saberes
Los procesos productivos en la agricultura son com-
plejos, porque intervienen simultáneamente facto-
res físico-bióticos, socioculturales y un conjunto de
actividades propias de la producción, que son orga-
nizadas en el espacio y tiempo. En su manejo, los
campesinos requieren, de manera indispensable, de
un elaborado y profundo acervo de conocimientos,
experiencias, instrumentos y procesos tecnológicos
específicos, sin los cuales sería imposible la obten-
ción de resultados productivos aceptables.
Sobre los aspectos mágico-religiosos, Dittuer
(1960) señala que los conocimientos astronómi-
cos específicos y cálculos del tiempo, son necesa-
rios tanto para aplicarlos en la agricultura como en
|  198
la navegación marítima; que su uso es tan antiguo
que se utilizan desde la época de los grandes monu-
mentos de piedra sin labrar. Frazer (1980), dice que
los adivinos se encargaban, entre otras cosas, de la
previsión del tiempo con fines agrícolas y que de lo
acertado de sus predicciones dependía su estatus y
aún su vida.
Los campesinos incluyen en sus saberes, aque-
llos referentes a las condiciones atmosféricas y la
predicción de eventos, los cuales, en alguna medida,
guían sus actividades productivas agrícolas y gana-
deras, además de observar y predecir los fenómenos
atmosféricos y astronómicos. Igualmente, se consi-
deran a las plantas y animales, como “instrumentos
vivos de observación” en ciertas temporadas del año,
conjuntándolos en sus análisis del tiempo y del clima
(Cervantes, 1984).
Cervantes et al. ( 2015) destacan la importan-
cia de los saberes socioculturales de las unidades de
AFC, que cobran mayor relevancia en aquellos espacios
donde las condiciones ambientales presentan mayo-
res restricciones a la actividad productiva, siendo más
importantes en la capacidad de resiliencia de las pro-
pias unidades. Es cotidiano que los miembros de las
unidades de AFC, indígenas y mestizos, elaboren y
ofrezcan al mercado productos artesanales locales
y que algunos de sus miembros acudan a otras uni-
dades productivas, localidades y países, en busca de
mejorar su situación socioeconómica.
Otros permanecen en sus comunidades y par-
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
ticipan en diversas formas de solidaridad c o m u -
n i t a r i a y f a m i l i a r ; siendo quienes abonan a la
capacidad de subsistencia y persistencia de la unidad.
La concreción de detallados acervos de conocimien-
tos sobre el ambiente, los recursos naturales y sus
formas de aprovechamiento, ha sido relevante desde
tiempos antiguos. Con ellos se potencian los pue-
blos agrícolas de todas las latitudes (Mentz, 2012).
El adecuado manejo productivo de la tierra
en diversos ambientes, h a s i d o posible porque
el campesino los distingue con detalle; ello le ha
permitido desarrollar mejores prácticas producti-
vas, acordes a cada condición ambiental, como lo
señalan Hernández (1988) y Ortiz-Solorio et al.
(2005). Pero, los enfoques metodológicos en la gene-
ración de conocimientos tecnológicos tradicionales
no establecieron las relaciones causa-efecto de cada
factor implicado en los procesos productivos. Por
lo tanto, no pudieron dividir o separar los procesos
en los que intervienen simultáneamente elementos
ambientales y socio-productivos complejos, donde
interactúan poblaciones de plantas, animales y gru-
pos sociales. Esto implica que en la medida que se
pretende separar en partes cada vez más pequeñas
al sistema, se limita el conocimiento certero de los
procesos, por no considerar la complejidad en que
realmente ocurren (Morín, 1990).13
13  Nota de AGJ. La complejidad no depende del tamaño del
sistema; como escribió Odum, en sus libros de Ecología, es tan
complejo el estudio de un pino como el de un bosque de pinos,
depende del tipo de estudio de que se trate en cada caso.
Sobre el aprovechamiento de los recursos natu-
rales, se sabe que conforme se desarrollan las socie-
dades sedentarias se potencia el conocimiento, se
desarrollan técnicas y elaboran instrumentos para
el manejo, aprovechamiento, transformación y con-
sumo de recursos naturales cultivados y silvestres.
Con el tiempo, los pueblos indígenas, mestizos, crio-
llos y afrodescendientes, acumularon importantes
acervos de conocimiento; relevantes para la sobre-
vivencia y desarrollo de sí mismos.
Algunos han alcanzado el refinamiento, volumen
y cobertura suficiente para considerarse como verda-
deros patrimonios tecnológicos de los pueblos, al ser
reconocidos en acuerdos internacionales, suscritos
por la Conferencia General de la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO), organismo que promueve
desde noviembre de 1972, la identificación, protec-
ción y preservación del patrimonio cultural y natural,
considerado valioso para la humanidad. Adicional-
mente, en octubre de 2003 se aprobó la Convención
para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inma-
terial, que define como:
[…] los usos, representaciones, expresiones,
conocimientos y técnicas -junto con los
instrumentos, objetos, artefactos y espacios
culturales que les son inherentes- a las
comunidades, los grupos y en algunos casos, los
individuos reconozcan como parte integrante
199 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
de su patrimonio cultural. Estos patrimonios
suelen transmitirse de generación en
generación, siendo recreados constantemente
por comunidades y grupos atendiendo a sus
contextos, su interacción con la naturaleza y su
historia.
Con ello se acepta que los conocimientos, las cul-
turas y las prácticas tradicionales indígenas pueden
contribuir al desarrollo sostenible de los pueblos. En
2007 se hace pública la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
donde se establece que:
[…] los pueblos indígenas tienen derecho a
mantener, controlar, proteger y desarrollar
su patrimonio cultural, sus conocimientos
tradicionales; a practicar y revitalizar sus
tradiciones y costumbres; a conservar y
enseñar sus propios idiomas y sus ceremonias
espirituales; a mantener y proteger sus espacios
religiosos y culturales y a acceder a ellos;
además a mantener su integridad como pueblos
distintos, sus valores culturales e identidad
étnica, así como a la restitución de los bienes
culturales y espirituales de los cuales hayan sido
despojados (ONU 2007).
Las convenciones mundiales de la ONU eviden-
cian el reconocimiento internacional, existencia y
|  200
relevancia de otro tipo de patrimonios culturales e
identitarios, propio de las culturas indígenas, dis-
tinto al occidental; otorgándoles el derecho funda-
mental de existir, así como el compromisos de las
naciones modernas de salvaguardar y promover la
conservación y desarrollo de estos patrimonios cul-
turales y de los grupos humanos que viven conforme
a ellos.
En México, se han realizado acercamientos al
conocimiento tradicional de los pueblos originarios
sobre muy diversos aspectos. Por ejemplo, Hernán-
dez-Xolocotzi (1988) ilustra las formas de uso en
los distintos tipos de tierras existentes en localida-
des típicas del sur de México, los saberes etnobotá-
nicos en poder y uso de los pueblos, los componen-
tes típicos y la organización del cultivo en milpa y
más. Esto posibilita que la diferenciación campesina
de tierras de resultados semejantes y a veces mejo-
res que los obtenidos con tecnologías modernas de
gran cobertura, que incluyen manejo de imágenes
de satélite, foto-interpretación, sistemas de informa-
ción geográfica y otros.
Las unidades de AFC en México han heredado
variedades de semillas adaptadas a condiciones
ambientales específicas. Sabemos que los pueblos
antiguos manejaban entre 5 000 y 7000 especies
vegetales y animales (Casas y Caballero, 2015:1).
Años antes, Vavilov (1931), destacó l a s e s p e c i e s
de plantas, que fueron domesticadas y mejoradas
por los pueblos mesoamericanos y los incas. Estas
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
civilizaciones lograron el mejoramiento y diversifica-
ción genética, en niveles muy refinados, de plantas ali-
menticias como la papa, chile, frijol y maíz, entre otros.
La relación hombre-naturaleza siempre fue inte-
gral y compleja. La tecnología agrícola tradicional
estudiada en Yucatán por Hernández-Xolocotzi
(1988), muestra que los aprovechamientos agríco-
las incluían la milpa con sus variados cultivos; el
pach pakal, área hortícola inmersa o adyacente a la
milpa; el “solar”, área de uso intensivo anexo a la casa
habitación. La apicultura con abejas trigonas y meli-
ponas, de donde extraen polen y miel de la vegeta-
ción espontánea: el hubche, vegetación secundaria
de la que obtienen materiales para la construcción
y productos medicinales, forrajeros y combustibles;
ganado de solar, además de cerdos, gallinas, pavos
y patos, que fungen como alcancía para necesida-
des monetarias de urgencia y fauna silvestre. Acti-
vidades adicionales importantes son la migración,
venta de la mano de obra, producción de artesanías
y el comercio.
El cultivo de maíz se practica en ambientes diver-
sos, desde el nivel del mar hasta poco más de 3 400
msnm; en zonas húmedas ecuatoriales, en áreas
semidesérticas, en climas cálidos, o frescos de
todo el mundo y en gran variedad de latitudes al
norte y sur del ecuador. Adicionalmente, el desplie-
gue de la variedad genética de este cereal para dis-
tintos ambientes correspondió con la generación de
un variado espectro de sistemas de producción, ade-
cuados a cada condición ambiental (Hernández-
X.,1988), mediante la incorporación de prácticas
apropiadas para el uso y conservación del suelo y
el agua, lo mismo en zonas semiáridas del desierto
chihuahuense, como en las chinampas de produc-
tividad sin par en Xochimilco, Ciudad de México
(Espinosa y Mazari, 2008).
El mejoramiento genético del maíz permitió la
obtención de semillas adaptadas tanto a zonas semiá-
ridas con precipitaciones menores a 300 mm anuales,
como a zonas selváticas de Tabasco y Chiapas, donde
puede llover más de 3 000 mm al año. La variabili-
dad genética que tiene esta especie para adaptarse a
diferentes climas, es el resultado de un largo proceso
de selección y de un amplio cúmulo de conocimien-
tos sobre el temporal, el manejo y conservación del
suelo y el agua, las formas de almacenar, procesar
y consumir los granos de maíz, que se han venido
desarrollando a través del tiempo, para pasar de una
generación a otra.14
El maíz criollo es persistente, Welhausen et al.
(1951), identificaron 30 razas de maíz, y actualmente
se han incrementado a más de 59 (CONABIO s/f).
Cada una de estas razas cuenta con distintas cua-
lidades productivas, relacionadas con el contenido
14  ndependientemente de los arteros ataques que le ha infrin-
gido la ciencia occidental al producir semillas bajo condiciones
de laboratorio, originando que quienes las han adoptado, se han
vuelto dependientes de las empresas productoras y comerciali-
zadoras de insumos químicos y biológicos.
201 |
 Joel Cervantes-Herrera; Artemio Cruz-León; César Adrián Ramírez-Miranda y Miguel Ángel Sámano-Rentería
de azúcar, aceite, harina, color, sabor, forma, tipo
de mazorca, ciclo vegetativo, resistencia al ataque
de insectos plaga y a diversos microorganismos, o
resistencia a la sequía.
Por último, la existencia de un importante
acervo de saberes sobre un amplio espectro de plan-
tas usadas en la medicina tradicional, con la que
m e x i c a s y mayas sorprendieron a los ibéricos,
tanto por el conocimiento y técnicas que tenían
para el tratamiento y cura de muchos padecimientos,
como por la amplitud de la socialización lograda en
su uso. Con estos elementos, parece evidente que no
se trata de conocimientos o saberes azarosos, desarti-
culados y de poca utilidad, sino de complejos acervos
estructurados, que han permitido resolver de manera
estable, por amplios periodos de tiempo, las relacio-
nes de diversas sociedades-culturas con la natura-
leza, aun en condiciones de dominación a las que
han estado sometidas.
Conclusiones
La evidencia empírica vuelve a cuestionar el desenla-
ce previsto sobre el futuro del campesino en México,
pues a pesar de la operación de un marco legal dise-
ñado para reducir el número de unidades de AFC,
éstas han incrementado su número. La sola persis-
tencia e incremento de las unidades de AFC en la
agricultura de México, evidencia la insuficiencia de
|  202
las conceptualizaciones, pues los resultados mues-
tran que la unidad de AFC, entre otras actividades y
funciones socioculturales importantes que cumple,
despliega un complejo de actividades productivas y
recursos para la obtención de satisfactores, difícil
de encontrar en otro tipo de unidad económica
rural o urbana.
La actividad productiva agrícola y el aprovecha-
miento de la naturaleza por parte de las unidades
de la AFC, cuenta con una serie de elementos sus-
tantivos, poco valorados hasta hoy, relacionados
con importantes patrimonios tangibles e intangi-
bles que incluyen creencias, conocimientos, instru-
mentos, tecnologías, así como saberes sobre recur-
sos naturales, ambientes, dinámica ecosistémica,
procesos de colecta, producción, almacenamiento
y transformación de alimentos a partir de la flora y
fauna locales, y producción-colecta-procesamiento-
almacenamiento de plantas medicinales y materia-
les naturales para la construcción, combustibles,
ornamentales y más.
Los saberes y tecnologías tradicionales que
poseen las unidades de AFC son los productos que
heredan y transmiten a su descendencia, los cuales
siempre han sido dinámicos, ampliamente socia-
lizados, conservados y desarrollados, en la forma
y escala que se lo permite su propio conocimiento
acumulado, sus condiciones de vida, su nivel tecno-
lógico y su concepción del mundo. Sin el dominio
y uso de los acervos aumulados, no sería posible la
 Persistencia de la agricultura familiar campesina en méxico:una larga historia, sin final
obtención de resultados productivos aceptables, ni
la generación de excedentes. En esa medida tam-
poco lo sería la persistencia de la unidad familiar
campesina.
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 COMPLEMENTARIEDAD ENTRE
AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA
EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA
EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS

Artemio Cruz León y Felipe de Jesús Ruiz Espinoza

 Presentación
Dada la ausencia de programas, proyectos y recursos
para los campesinos y las necesidades de resolver
problemas de la producción agropecuaria que se
asocian con la presencia de plagas, enfermedades,
control de competidores, sustancias contaminantes
y ausencia de elementos nutricionales óptimos,
se plantea a la agrohomeopatía –basada en la
preparación de sustancias de muy bajo costo para
eliminar síntomas o daños por plagas-enfermedades,
para hacer crecer la biomasa y para descontaminar
alimentos o al ambiente–, como una estrategia para
resolver estos problemas, especialmente aplicable
para pequeños productores carentes de recursos,
aunque también pertinente en la producción
comercial.
Partimos de que la característica actual de
la producción de la mayoría de los alimentos
agropecuarios es un proceso continuo y permanente
que lleva a la contaminación del hábitat, afectando
la salud de los productores y consumidores e incluso
las áreas de trabajo, con consecuencias como suelos
contaminados con una fertilidad decreciente,
disminución de la producción de alimentos (con
desbalance nutricional), aumento de los daños
de plagas, enfermedades y venenos, además del
aumento del costo de los insumos que se emplean
para la producción.
La agrohomeopatía se presenta como una
posibilidad para desarrollar investigación concreta
que servirá como detonante en la Universidad
Autónoma Chapingo, por ser un conocimiento
agronómico útil, sencillo y simple en sus principios
209 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
y aplicación, que impacta en la docencia y el servicio
vinculado a pequeños productores. Por otra parte, los
nuevos conocimientos y tecnología que se deriven
de la investigación en agrohomeopatía permitirán
la formación de recursos humanos, tanto técnicos
como operativos con el fin de mejorar la producción
de alimentos sanos y nutritivos que contribuya a la
seguridad y soberanía alimentaria.
La agrohomeopatía refuerza la búsqueda de
alternativas no contaminantes complementarias a
esfuerzos de la agricultura tradicional, la agricultura
orgánica, la agroecología, la permacultura, la
biológica-dinámica y otras emergentes y novedosas,
que pretenden contribuir a la producción campesina
y la conservación de la vida.
Introducción
Hace más de 40 años durante el periodo de
transformación de la antigua Escuela Nacional
de Agricultura a la actual Universidad Autónoma
Chapingo, se concretaron acorde con las actividades
sustantivas de investigación, docencia, servicio
y difusión cultural, nuevas carreras. programas
centros de investigación, proyectos de servicio
universitario y actividades de difusión. En ese marco
se plantea la utilización de la etnoagronomía, en
la que participan investigadores con experiencias
académicas que son la base para la construcción de
|  210
la propuesta a la que se incorporan las experiencias
y planteamientos de otras dependencias
universitarias Desde la perspectiva teórica, la
etnoagronomía continúa con los postulados de
la Tecnología Agrícola Tradicional desarrollados
por Efraím Hernández Xolocotzi, investigador de
la ENA, de la Universidad Autónoma Chapingo
y, posteriormente del Colegio de Postgraduados.
Siguiendo la tradición agronómica de beneficiar a
los productores, particularmente a quienes usan sus
conocimientos y saberes para desarrollar la actividad
productiva, es que se propone la incorporación de
la agrohomeopatía, campo científico desarrollado
en la UACh, que complementa los los saberes
sobre control de plagas, enfermedades, problemas
de adaptación al cambio climático, fertilización y
sequía, entre otros.
La agrohomeopatía como complemento de
la etnaogronomía contribuirá en la generación
de información para la producción de alimentos
a partir de un diálogo en el que intervengan los
saberes ancestrales de los campesinos mexicanos
y la ciencia, a partir de las necesidades, recursos y
perspectivas de los campesinos, dentro de un marco
de sustentabilidad. Esto lleva implícito el cuidado
de los recursos en todas sus manifestaciones y
la inclusión del conocimiento tradicional bajo
principios de ecología, preservación y optimización
de los recursos que intervienen en la producción
para el mejoramiento y calidad de la vida rural,
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
enfocando su atención al pequeño productor del
sector.
La inclusión de estos dos campos del conocimiento
con fines de aplicación práctica, permitirán
enarbolar la propuesta de desarrollo planteado
desde los campesinos, independientemente del
adjetivo que se le añada (endógeno, local, sustentable,
etnodesarrollo, campesino o definitivamente
alternativo) Al respecto, consideramos que la
cosmovisión del campesino mesoamericano
tiene sus particularidades, presentes tanto en
comunidades zapotecas, en el kualtsin chicahualistle
de la montaña de Guerrero (Chávez y Cruz, 2016),
en el ndatun kunde ndoo de los mixtecos (Rosales,
2011) o en el Buen Vivir de la zona andina, con ideas
muy distintas a las del desarrollo occidental.
La agrohomeopatía ayuda en la tarea de
cambiar la dinámica de producción para dar
continuidad a la supervivencia de las especies, así
como en importancia al tema de la agricultura
como base esencial de estados y naciones, ya que
sin la alimentación no se pueden desarrollar las
capacidades que el ser humano necesita para
su satisfacción. Ante la actual crisis de abasto y
distribución de alimentos presentes es necesario
buscar formas de producción que preserven la
seguridad y soberanía alimentaria de los pueblos,
tomando en cuenta que la agricultura tradicional
ha podido alimentar a la humanidad, desde hace
más de 10 000 años, y ha sido base de la mayoría de
los productores del mundo, lo que les ha permitido
sobrevivir a pesar del abandono de los gobiernos y
la competencia con la producción moderna.
La agronomía actualmente es objetivada
como disciplina científica limitando su tarea a
lograr mayor productividad con una serie de
aplicaciones combinadas de las ciencias naturales,
fisicoquímicas, matemáticas, biológicas, económicas
y administrativas (Reyes, 1997). Sin embargo, esta
definición va encaminada hacia un modelo basado
en el de la revolución verde, aún cuando, de acuerdo
con la FAO (2013) de 2 500 millones de personas
que habitan en países pobres y cuya subsistencia
depende directamente del sector alimentario y
agrícola, 1 500 millones pertenecen al sector de
pequeños agricultores de escasos recursos.
El modelo de unión complementaria entre
la etnoagronomía y la agrohomeopatía, sin ser
excluyente de la atención a la producción agrícola
a gran escala propone incorporar el conocimiento
tradicional a la agronomía bajo metodologías
participativas y de estudios comparativos regionales,
logrando con ello un diálogo intercultural que
apuntaría hacia un nuevo, mejorado e incluyente
concepto de agronomía.
La etnoagronomía se propone como coadyuvante
en esta transición al ser un campo científico
enfocado en la sistematización de los conocimientos
que utilizan las comunidades nativas y mestizas
en el aprovechamiento de los recursos naturales,
211 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
particularmente los aplicados a la producción de
alimentos y satisfactores básicos de las comunidades
rurales, campo de estudio que en la ciencia occidental
corresponde a la agronomía (Cruz, 2008).
En México la etnoagronomía tiene antecedentes
en las investigaciones sobre tecnología agrícola
tradicional efectuada por el equipo de trabajo
encabezado por Efraím Hernández Xolocotzi en la
Escuela Nacional de Agricultura durante la década
de los setenta, en las que se concretaron la definición
del campo de estudio, su base conceptual y su
metodología, además de llevarse a cabo numerosos
estudios de campo que en conjunto constituyen
el desarrollo conceptual más completo de esta
Etnociencia. Sin embargo, dicho equipo nunca
utilizó el término etnoagronomía para designar los
trabajos de tecnología agrícola tradicionalmente
desarrollados.
La etnoagronomía se plantea como la continuidad
de la Tecnología Agrícola Tradicional, encargada
de la profundización de los saberes tecnológicos
característicos de los pueblos indígenas y mestizos
en sus intentos por aprovechar al máximo los
recursos naturales. Como etnociencia o más bien
como ciencia endógena, su fin último está asociado
al desarrollo agrícola de dichos pueblos, base del
desarrollo alternativo, con cualquiera de los adjetivos
que se utilicen.
La etnoagronomía da continuidad a la TAT para
generar satisfactores antropocéntricos, unificando el
|  212
conocimiento a través de la transdisciplina con apoyo
de las especialidades agronómicas complementarias
La necesidad de cambiar de modelo de
producción obedece a las implicaciones que genera
el modelo actual de contaminación y degradación
de los recursos, lo cual obliga a transitar hacia un
cambio progresivo de los procesos de producción
agrícolas con una orientación hacia la mejora
del medio cultivado, de las herramientas, de los
materiales biológicos (plantas cultivadas y animales
domésticos), de las condiciones de trabajo agrícola
y de la satisfacción de las necesidades sociales
(Mazoyer y Roudart, 2002).
Es necesario redirigir el desarrollo del sector rural
a un nivel de acción más específico y preciso, como es
la pequeña región agrícola o comunidad, enfatizando
la innovación tecnológica e involucrando en ello a
ambos campos de saberes: el conocimiento científico
y el de los saberes tradicionales, en un diálogo
para construir un desarrollo pertinente para las
comunidades, que sea sostenible y que contribuya
a la soberanía y seguridad alimentaria.
Dominancia y necesidades de las pequeñas
explotaciones
Los cambios en la calidad de vida la humanidad
prometidos por el paradigma de las revoluciones
verde y agrícola, no se han cumplido ni han
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
mostrado las mejorías esperadas. Por el contrario,
se han gestado territorios en disputa que compiten
por los recursos, y cuyo resultado ha sido favorable
para los que tienen acceso a la tecnología, insumos
y maquinaria que concentran la producción y el
capital, contribuyendo con ello a la degradación
de suelos, recursos naturales y calidad de vida de
los productores que no pueden competir en el
mercado. Sumado a lo anterior se encuentra los
problemas asociados a la salud derivados del uso
indiscriminado de plaguicidas y fármacos en la
producción, además de los tan discutidos daños
provocados por los productos transgénicos.
En el nivel global, Mazoyer (2001) habla de
la agricultura moderna que debiendo alimentar
a 6 000 millones de personas, apenas alimenta a
unos 3 000, dispone en total de 28 millones de
tractores, y posiblemente constituya un fracción
insignificante de los productores del mundo. Ello
significa que la gran motorización y mecanización
compleja que, junto con las variedades de plantas
y razas de animales seleccionados, fertilizantes,
alimentos concentrados, plantas procesadoras
de alimentos para los animales, es decir, todo lo
que constituye la punta de lanza de la revolución
agrícola contemporánea, no ha beneficiado más que
a una ínfima minoría de los agricultores del mundo.
Algunos de ellos, los que están bien equipados,
pueden cultivar más de 100 hectáreas de cereales
por trabajador y obtener un rendimiento cercano a
las 10 toneladas por hectárea, lo que equivale a una
productividad bruta del orden de 1000 toneladas
por trabajador (100 ha/trabajador x 10 t/ha). Sin
embargo, aproximadamente dos tercios de los
agricultores del mundo se han visto afectados
por la revolución verde, pues también utilizan
variedades y razas seleccionadas, fertilizantes y
productos de tratamiento, obteniendo con ello
rendimientos cercanos a las 10 toneladas de grano
por hectárea.
Aproximadamente la mitad de estos agricultores
dispone de tracción animal, lo que permite a los
mejores equipados cultivar hasta cinco hectáreas
por trabajador y acercarse a una productividad
de 50 toneladas de grano por trabajador (5 ha/
trabajador x 10 t/ha o 2,5 ha/trabajador x 10 t/ha
x 2 cosechas por año). En cambio, la otra mitad
sólo dispone de aperos estrictamente manuales,
que apenas le permiten superar 1 hectárea por
trabajador, lo que implica una productividad bruta
que supera apenas las 10 toneladas de grano por
trabajador (1 ha/trabajador x 10 t/ha o 0,5 ha/
trabajador x 10 t/ha x 2 cosechas por año).
Esta situación, en términos aproximados,
se presenta en México, en donde una minoría
de productores comerciales con equipamiento,
recursos financieros para adquirir los insumos
y apoyos gubernamentales, intercambian
ventajosamente sus productos como mercancías
por los bajos costos de producción dados por
los altos rendimientos y niveles de operación
213 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa

de sus unidades. Tal situación pone en desventaja
a los pequeños productores, quienes al concurrir
al mercado deben de ofrecer mayor cantidad de
producto a cambio de la misma cantidad monetaria,
debido a la baja continua de los precios de los
productos agropecuarios.
En el cuadro 1 se presentan los datos del censo
de 2007 –en una extracción especial dotada por
INEGI utilizada en los trabajos de la Maestría en
Ciencias en Desarrollo Rural Regional– en la que se
muestra el tipos de unidades de producción presente
en nuestro país.
A partir del cuadro 1 se puede ver que la situación
es aproximada a lo establecido por Mazoyer, (2001)
en el nivel mundial, aunque en México la situación
de las unidades de producción sin equipamiento
supera 40 % del total. De la misma manera, las
unidades de producción con tracción mecánica son
el 30 % y los menos importantes son aquellos que
utilizan tracción animal combinada con maquinaria.
Las unidades que se enfocarían preferentemente,
desde las acciones de la etnaogronomaía y
agrohomeopatía, son aquellas que no usan ningún
tipo de tracción y las de tracción animal, que
sumadas constituyen prácticamente 70 % del total
de unidades.
Estas unidades se identifican por su falta de
inversión de capital, pequeñas superficies en tierras

Cuadro 1. Total, de unidades y porcentajes por tipo de tracción utilizada.

Tipo de tracción utilizada: Unidades de Porcentaje

Producción
Sólo mecánica 1´142,207 30.42

Sólo animales de trabajo 641,332 17.08

Mecánica y animales de trabajo 382,397 10.18
Sólo utiliza herramientas manuales 1266,142 33.72
No utilizan herramientas ni ningún tipo de tracción 322,958 8.60

Total 3´755,044 100

Elaboración propia con datos del Censo 2007. INEGI (2017)

|  214
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS

de temporal, baja productividad, y falta de atención
por las políticas públicas, investigación, así como
enseñanza, transferencia y uso de tecnologías
modernas.
En contraparte, dichas unidades se distinguen
por la utilización de conocimientos y saberes nativos
que se manifiestan en una tecnología propia a la que
se le ha denominado tecnología agrícola tradicional,
misma que ha mostrado su eficiencia a través de
la sobrevivencia de los grupos humanos que la
practican y ha sido el sustento material de la cultura
propia que en ocasiones se utiliza como símbolo
e identidad nacionales. Contradictoramiente, las
naciones identificadas con la cultura campesina,
han abandonado a los campesinos a su suerte y los
recursos nacionales se han canalizado al desarrollo
de el otro tipo de unidades de producción, que
poseen capital y recursos para una agricultura
moderna productora de mercancías bajo el esquema
diseñado desde la revolución verde y que nada deja
de lado a los campesinos.
Uno de los logros de la modernización de la
agricultura se puede visualizar a partir de la adopción
de la tecnología moderna generada en los centros
de investigación y promovida por los programas de
gobierno. Los resultados se presentan en el cuadro
2, en donde se aprecia los bajos porcentajes de
unidades de producción que utilizan esa tecnología,

Cuadro 2. Utilización de distintos elementos tecnológicos en las unidades de producción

en la agricultura mexicana (2007)

Concepto Núm. de % Concepto Núm. de %

unidades unidades
Total, unidades 3´762,195 100 Con información 3´755,044 100
censadas
Fertilizantes químicos 1´397,985 37.16 Sólo con tracción 1´142,207 30.42
mecánica
Semillas mejoradas 409,149 10.88 Sólo animales de trabajo 641,332 17.08
Herbicidas Total 735,688 19.55 Mixta: Mec. y animal 382,397 10.18
Herbicidas químicos 712,369 18.93 Solo herramientas 1´266,115 33.72
manuales
Herbicidas orgánicos 48,994 1.30
Fuente: INEGI (2009). VIII Censo Agrícola, Ganadero y Forestal. Aguascalientes, INEGI.

215 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
lo cual permitiría cuestionar su bajo impacto, sin
embargo, no es el objetivo de este documento.
Por el contrario, debido a la falta de adopción de
tecnología moderna aún persisten los conocimientos
y saberes nativos que son la base para tal modo de
producción, lo que se convierte el punto central del
presente proyecto, ya que la importancia relativa
de esas unidades es muy alta, por lo que habrá
que establecer estrategias diferentes con un punto
de arranque cimentado en los conocimientos,
saberes, recursos productivos y perspectivas de
esos productores, para la generación conjunta de
soluciones a los problemas existentes en este tipo
de agricultura.
Con base en los datos del cuadro anterior resulta
pertinente responder a las siguientes preguntas:
¿cómo resuelven sus necesidades tecnológicas el
resto de las unidades de producción, es decir aquellas
que no han incorporado las modernas tecnologías
de la producción agrícola de corte industrial? o en
términos específicos ¿cómo fertilizan 62.84% de las
unidades de producción que no emplean fertilizante
químico? ¿qué hacen para no diezmar con rapidez
la fertilidad de la tierra? ¿qué semillas utilizan
89.12 % de las unidades de producción que no usa
semillas mejoradas? ¿cómo resuelve el control de
malezas 80.45% de las unidades de producción que
no emplean herbicidas? ¿por qué la gran mayoría
de las unidades de producción utiliza sólo fuerza
de trabajo humana en las labores agrícolas? pero,
|  216
además ¿qué podemos ofrecer a esa agricultura
marginada?
La aplicación de los recursos del pueblo
manejados por el Estado para apoyo y fomento del
campo mexicano se puede apreciar en el estudio de
Turrent (2012) en donde se establece que del total
de los recursos para apoyo productivo 96.4% fue
entregado a los productores de tipo empresarial,
en tanto que a los campesinos únicamente se les
entrego 1.1 %. En cuanto a los pagos directos (léase
PROCAMPO Y PROGRAN), los campesinos
únicamente recibieron 14.5 % en tanto que a los
empresarios se les entregó 72. 3 %, esto debido a
que las cantidades están en función de la superficie
y número de cabezas de ganado que poseen los
beneficiarios. Existen diferencias enormes de
montos entregados como apoyos productivos a
campesinos y empresarios; el de los primeros va de
$ 971 a $ 1,301.00 y el de los segundos de $ 7,882.00
a $47,646.00 Esta es una de las razones fundadas
para intentar crear el CNIAyT, definir sus acciones
a realizar y seleccionar a los sujetos preferentes.
De acuerdo con estos datos, no hay propuestas
de desarrollo del Estado para los campesinos, los
recursos no se aplican a este tipo de productor y
cuando lo hacen se deben de ajustar a un modelo
que se sustenta en la revolución verde. Por ello, desde
la etnaogronomía se intenta construir un desarrollo
alternativo, ya que el Estado carece de políticas
de desarrollo para los campesinos, las cuales si
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
existieran no corresponden a las características de
recursos disponibles, necesidades y perspectivas de
estos actores. Por ello, se habla de la construcción de
un desarrollo alternativo en el que los campesinos
sean los actores, el desarrollo, su desarrollo, basado
en sus recursos, conocimientos, saberes, necesidades
y perspectivas. Este tipo de propuestas podrán ser
puestas en marcha por los propios campesinos, sin
necesidad del Estado, cuya posible participación
tendrá que ser bajo las propuestas de los campesinos.
Sin duda dos modelos se han generado y se
contraponen en cuanto a la relación con la tierra;
el modelo comercial y el de producción campesina.
Bajo la perspectiva de Wolf (1977:22) los dos
modelos son distintos en cuanto a su naturaleza,
pues mientras el modelo campesino piensa en
una lógica distinta al mercado al identificar sus
necesidades de acuerdo con sus características
culturales dentro de un esquema de subsistencia, el
modelo de mercado objetiva el trabajo, colocándolo
en un círculo donde es vendedor de sus productos y
comprador de mercancías. Este modelo de inclusión
del campesino al mercado, lo coloca en un espacio
de competencia frente a su comunidad, arrasando
con su autonomía de producción de alimentos,
insumos, formas de organización (Calva,1988:293).
En el mundo, esta problemática se agudiza
dependiendo la posición que ejercen los gobiernos
nacionales en cuanto a temas de apoyo, protección al
productor, acciones para el desarrollo rural, acceso
democrático a programas, políticas que garanticen
la soberanía y seguridad alimentaria. Estos temas
que han determinado en gran medida las directrices
de inserción a la globalización a diferentes escalas
económicas, políticas, sociales y ambientales.
En México la falta de políticas de fomento a
pequeños productores ha generado el desplazamiento
de la población rural e indígena, lo cual ha
fortalecido la capacidad productiva de los estados
fronterizos y de Estados Unidos. Ello se traduce en
la pérdida de soberanía alimentaria, incremento
de precios, desaliento de la participación de
productores a pequeña escala a partir de focalización
de políticas de apoyo hacia propietarios de grandes
extensiones donde los beneficiarios del desastre son
las transnacionales en la agroindustria. (Appendini
et al., 2013).
La mano del mercado y su necesidad de extracción
de recursos naturales para cubrir necesidades
(superfluas o de primera necesidad), ha llevado al
capital a incursionar en la producción alimentaria,
minería, petróleo, turismo, etc., alcanzando a los
territorios donde habita la población indígena
y mestiza (selvas, bosques, desiertos y playas),
arrasando a su paso con formas tradicionales de
aprovechamiento de recursos y producción de
la tierra, basadas en conocimientos y saberes
ancestrales que forman parte de una cultura que
caracteriza y distingue a las comunidades rurales.
La propuesta de apostarle a la agricultura y no
217 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
sólo poner el foco de atención en la agroindustria,
reactivaría la economía local-rural en México
recuperando con ello la soberanía y seguridad
alimentaria al utilizar las ventajas de la producción
a pequeña escala, bajo un enfoque de bajos insumos
y libre de contaminantes, todo ello enmarcado por
el conocimiento de la cultura local.
La importancia de la agricultura a pequeña
escala reside en permitir la continuidad en la
producción lo cual ha hecho posible la preservación
y domesticación de los cultivos salvaguardando
la riqueza y evolución de las variedades criollas.
Con base en datos de la Comisión Nacional de la
Biodiversidad (CONABIO) México es considerado
un país megadiverso ya que forma parte del selecto
grupo de naciones poseedoras de la mayor cantidad
y diversidad de animales y plantas, casi 70% de la
diversidad mundial de especies.
México se caracteriza por su amplia y rica
variación geológica, orográfica, ambiental, y es uno
de los países con mayor diversidad biológica en el
mundo. Asimismo, en este territorio se asentaron y
desarrollaron numerosos grupos autóctonos, gran
parte de los cuales aún están presentes y constituyen
la principal riqueza cultural del país. El desarrollo de
esta riqueza cultural en un paisaje megadiverso dio
lugar también a un aprovechamiento heterogéneo de
los recursos locales que condujo a la generación de
por lo menos 100 especies cultivadas, muchas de las
cuales tienen presencia actual en diferentes ámbitos
|  218
tanto mundial como nacional. Resaltan el maíz, el
cacao, la papaya, el nopal, el jitomate, el tabaco, la
vainilla, el algodón, los magueyes, el frijol, el tomate,
entre otros[…] (CONABIO 2013).
La tarea por corregir y preservar los recursos
naturales es ardua y requiere de acciones inmediatas
a través de leyes, políticas, programas e iniciativas
específicas que incluyan la participación de las etnias,
pueblos originarios y comunidades rurales en el
ámbito de la producción de alimentos, generando
un dialogo entre gobierno, instituciones de
investigación y educación agrícola y comunidades
rurales, bajo el respeto del derecho consuetudinario
y de intercambio de saberes y prácticas agrícolas,
para con ello contribuir a la recuperación de la
soberanía alimentaria.
Pertinencia de la agrohomeopatía en pequeñas
unidades de producción
La agrohomeopatía tiene su antecedente en la
homeopatía planteada en 1796 por el médico Samuel
Cristiano Federico Hahnemann, buscando otra
manera de curar, diferente a la existente en esa época.
Hahnemann observó que cuando una sustancia se
aplica en grandes cantidades en una persona sana se
producen síntomas; si esa misma sustancia se utiliza
en forma diluida y agitada en una persona enferma
con esos mismos síntomas, entonces tales síntomas
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
desaparecen (Hahnemann, 1984). De los principios
que se fueron construyendo con la homeopatía, dos
son los esenciales, sin los cuales la homeopatía no
funciona: el similar y la dosis mínima dinamizada
(García, 1984). El similar se define como lo semejante
se cura con lo semejante; la dosis mínima dinamizada
es la elaboración de una sustancia, organismo,
microorganismo patógeno, diluido y sucusionado
conforme a las reglas de la homeopatía.
El Dr. Hahnemann aplicó la homeopatía en su
caballo que padecía oftalmia, con Natrum muriaticum,
que produce ese síntoma. La homeopatía veterinaria
difiere de la agrohomeopatía porque aquella centra
su actividad en la salud de las pequeñas especies
(Silva, 1994) y la agrohomeopatía lo hace no sólo en
la sanidad, sino también en la creación de biomasa
(Ruíz, 2003). La agrohomeopatía como ciencia tiene
su antecedentes en Europa, donde Rudolf Steiner,
fundador de la agricultura orgánica, pidió a los
esposos Kolisko, en 1923, que investigaran el uso
de la homeopatía en cultivos agrícolas y en ganado;
ellos realizaron investigaciones experimentales,
planteando lo que denominaron la agricultura del
futuro (Kolisko y Kolisko, 1939), trabajo que se
implementó conforme a un estudio antroposófico,
que privilegiaba la influencia de los astros.
Posteriormente se realizaron trabajos que
buscaban corroborar experimentos previos,
prevaleciendo la idea de probar a la homeopatía
en plantas y evidenciar así que el efecto placebo de
sustancias homeopáticas no operaba en estos seres
vivos; en ellos se observó que la planta responde a
la dinamización.
En Europa, particularmente en Francia, Inglaterra
e Italia se ha realizado investigación sobre este tema.
En la India, en los años noventa se dio un fuerte
impulso a la investigación fitosanitaria de los cultivos.
En Cuba, la investigación agrohomeopática inicia al
principiar el siglo XXI, al igual que en Brasil. En este
último país, la investigación agrohomeopática está
más consolidada, aunque está considerada como
parte de la agricultura orgánica (Ruiz, 2015).
En México la agrohomeopatía comienza a
estudiarse en forma sistemática a partir de 1990 por
el equipo formado por el ingeniero Segilfredo Castro
Inzunza y el profesor Felipe de Jesús Ruíz Espinoza
del CRUAN. Un antecedente es el trabajo realizado
en 1971 por Lara y dirigido por el profesor Curtis
Patiño del Departamento de Fitotecnia de la UACh;
en el trabajo se utilizan 50 medicamentos de patente
en cantidades cuantificables y en forma homeopática,
aplicados experimentalmente a un cultivo de frijol,
encontrándose un efecto diferenciado. En 1997, el
grupo de trabajo conformado por Castro, Curtis y
Ruiz definen y acuñan el término de agrohomeopatía.
La producción de conocimiento en esta área, desde
las primeras experiencias, hasta la presente, suma
ya más de 100 trabajos.
Por ello, la agrohomeopatia es un recurso que
complementa una propuesta sistematizada y sólida
219 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
de atención a las Unidades de Pequeña Producción,
impactando positivamente a las comunidades
rurales del país, al diversificar la propuesta vigente
de agricultura intensiva para exportación y
complementarse con la agricultura de conservación.
La experiencia en la producción de maíz
de Tepalcingo, Morelos
Don Luis Quintero Sol campesino de toda la vida,
dio sus primeros pasos entre la milpa que cultivaba
la familia, luego, a corta edad, participó con su
trabajo en la siembra y pixca, después arriando la
yunta de bueyes. En los años setentas vio llegar a
los técnicos del gobierno, el banco, y las empresas
de agroquímicos y maquinaria que les impusieron
el sorgo. Cultivo que con herbicidas y máquinas
expulsó la mano de obra joven, que se fueron de
braceros o las ciudades. El sorgo cubrió toda la
superficie cultivable hasta 2014, cuando apareció
el pulgón amarillo, plaga devastadora que acabo
con la mitad de la cosecha el primer año y cuyo
control químico es altamente riesgoso para los
trabajadores que aplican el insecticida. En cuatro
años la producción de sorgo decayó, y actualmente
(2018) sólo se siembra en la mitad de la superficie
cultivable. En el cultivo del maíz, ahora en acenso, se
reproduce el esquema productivo aprendido con el
sorgo, se utilizando variedades híbridas, maquinaria
para la siembra y cosecha, herbicida para el control
|  220
de malezas y toda clase de insecticidas. Don Luis,
respetado por su trabajo por todos sus compañeros,
es uno de esos campesinos que retornaron al maíz,
pero su experiencia de toda la vida manejando
insecticidas lo ha hecho muy sensible al riesgo de
estos productos, y por ello, cuando en una reunión
con el Comisariado Ejidal se propuso la utilización
de productos agrohomeopáticos para el control de
plagas y enfermedades, fue el único entre todos sus
compañeros que se autopropuso y dijo, “…. en mi
terreno de siembra de maíz, la mitad la manejo con
químicos, como siempre, y la otra mitad, como dicen
los profes de Chapingo, y allí que los ejidatarios y
todos los interesados vean la diferencia y cual es
mejor…”.
Esto fue el 6 de mayo del año en curso, al día
siguiente don Luis hizo la primera aplicación del
polifármaco del maíz a la 200C, y con ello inicio una
experiencia que ha logrado extenderse en muy poco
tiempo. La siembra referida fue de punta de riego, y
su manejo fue la escuela y la evidencia para que los
productores de maíz de Tepalcingo y otros lugares se
convencieran de las ventajas de la agrohomeopatía,
de tal manera que cuando se vino el temporal y había
que sembrar, allá a principios de julio, los interesados
se acercaron a don Luis para que en su parcela les
explicará que le había puesto a esa milpa que estando
rozagante causaba envidia a la vez que admiración
alos lugareños. El los acompañaba y explicaba al
mismo tiempo que ofrecía el polifármaco de maíz
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
dándole las instrucciones del uso apropiado. En caso
de dudas los mandaba con el profe de Chapingo,
Jesús Rebollosa o el comisariado ejidal.
Iniciado el ciclo de temporal, cuya fecha de
siembra fue retrasada por el exceso de lluvia en
junio, las siembras de julio, tuvieron problemas
porque en este mes la lluvia fue escasa; las plantas
resienten la falta de lluvia y el productor no puede
hacer prácticas «a su tiempo» y al gusano cogollero
le va bien la sequía. Don Luis aplicó nuevamente el
polifármaco de maíz a sus tres parcelas de temporal,
cuyos resultados mostraron plantas vigorosas a
pesar de la sequía. Ello fue otro factor que llamo la
atención a los productores, quienes se decidieron a
aplicar a sus parcelas, a grado tal que ahora suman
mas de 100 h y las expectativas son que el próximo
año se multiplique la superficie sembrada manejada
con agrohomeopatía.
La innovación tecnológica del agrohomeopático
de maíz es un éxito, logró controlar el gusano
cogollero, plaga de alto impacto en los rendimientos,
junto con otras plagas y enfermedades, permitió la
resistencia a la sequía, bajo consumo de fertilización,
redujo la compra de insecticidas a $ 3,200.00 por ha,
y se incrementaron los rendimientos en 2 toneladas
por encima del manejo técnico de la región, y sobre
todo se manejó un producto sin sustancias tóxicas
y la cosecha libre de estos productos. Con esta
innovación se convenció a los campesinos de su
comunidad y sirvió de ejemplo para comunidades
deHuitchila, Zacapalco, Colonia López Mateos,
Atotonilco, Los Sauces, Ixtlilco el Chico y Temoac
que decidieron usar el polifármaco del maíz y otros
agrohomeopáticos en cultivos como sorgo, jitomate,
pepino, caña de azúcar, frijol, cítricos, y calabaza.
Para enfrentar la demanda de los polifármacos
agrohomeopáticos, don Luis y sus compañeros están
planteando crear una organización que permita
controlar, certificar y establecer el convenio con la
Universidad Autónoma Chapingo.
La confianza en esta experiencia permitió que
uno de los campesinos propusiera ante el futuro
Secretario de Agricultura, en gira por Cuernavaca,
Morelos, la agrohomeopatía como uno de los nuevos
rubros de apoyo por parte del gobierno, así mismo,
la UACh ha hecho lo propio para ofrecer esta
experiencia ante el futuro subsecretario de Seguridad
Alimentaria, a quien invitaron al recorrido en campo
realizado el 9 de septiembre.
Esta innovación permite la sustitución de
agrotóxicos, la obtención de alimentos inocuos, el
incremento de ingresos y representa la posibilidad de
una independencia tecnológica, y empoderamiento
de los campesinos al manejar un conocimiento que
permite que ellos mismos puedan preparar los
productos que resuelvan sus problemas.
La UACh ha producido diferentes productos
agrohomeopáticos, con base a la demanda de
soluciones requeridas por los productores con
algún problema, por necesidades de investigación
221 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
de profesores o bien asociadas a trabajos de tesis.
Una vez resuelto el problema, estos productos pasan
al banco de polifármacos, en donde pueden ser
utilizados por otros productores. De esta manera,
el polifármaco de maíz a la 200 C, fue elaborado por
el método del más similar, del cual la Universidad
Autónoma Chapingo posee la patente y en su
composición incluye la solución a los siguientes
problemas de maíz:
Plagas:
Araña roja (Tetranychus spp.), pulgón
(Rhopalosiphum maidis), trips (Frankiniella
spp.), gallina ciega (Phyllophaga spp.),
gusano cogollero (Spodoptera frugiperda),
frailecillo (Macrodactylus mexicanus),
Chapulín (Sphenarium spp.), gusano elotero
(Helicoverpa zea), gorgojo del maíz (Sitophilus
zeamais M.), gorgojo castaño de la harina
(Tribolium castaneum H.) y Nematodos
(Meloidogyne incognita spp.)
Enfermedades:
Pudrición de raíz (Fusarium spp.), roya (Puccinia
sorghi), mancha de asfalto (Phyllachora maydis),
damping off (Botrytis cinerea, Alternaria,
Phytophthora, Fusarium spp.), carbón de la
espiga (Sphacelotheca reiliana)
Otros:
Resistencia a sequía, heladas, salinidad,
capacidad para absorción de nutrientes.
|  222
El proyecto y su aplicación
Los trabajos en Tepalcingo, Morelos son parte del
proyecto titulado «Agrohomeopatía y desarrollo
rural: bases para la construcción integral de una
propuesta», proyecto articulador en la modalidad
de investigación que se presentó a la convocatoria de
la Dirección de Centros Regionales para proyectos
2018, en donde se incluyen: cursos a estudiantes,
talleres a productores, reproducción de tinturas
madres, vinculación con productores, realización
de investigación con productores y en campo
experimental, realización de dos eventos científicos.
Dicho proyecto está bajo la responsabilidad de
Artemio Cruz León, en colaboración con Felipe de
Jesús Ruiz Espinoza y Joel Cervantes Herrera.
La justificación del proyecto se plantea desde
las siguientes perspectivas: a) es una respuesta a la
presencia de problemas fitosanitarios existentes en
la producción agropecuaria del país; b) respuesta
económica al alcance de los campesinos con
problemas para adquirir los productos comerciales
que se recomiendan para controlar estos problemas;
c) los resultados exitosos de las experiencias
agrohomeopáticas del grupo Chapingo; d) la
ausencia de registros experimentales que muestren
los efectos y puedan ser comparables con cualquier
otro resultado y, e) la necesidad de difundir los
resultados y lograr que estos conocimientos sean
adquiridos, aplicados y experimentados por los
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
propios campesinos, para que aporten su experiencia
y visión de prueba de los resultados.
Por otro lado, la presencia de problemas
fitosanitarios en la producción agropecuaria es
una constante y los intentos de control desde la
visión de la tecnología moderna ha llevado al uso
de diversas substancias tóxicas que eliminan a los
agentes causantes de los problemas, pero no son
selectivos y eliminan también el resto de seres vivos.
Particularmente es preocupante sus efectos sobre
los seres humanos, pues al no ser es fulminantes,
se manifiestan tardíamente como una serie de
padecimientos cuyo origen no es claro. Además
de los efectos nocivos a los «otros» seres vivos que
no tienen relación con el problema a controlar, los
productos tóxicos aplicados contaminan los hábitats
y con ello los recursos naturales, que en ocasiones
se convierten en inservibles para los fines normales,
tal es el caso de contaminación de agua, suelo, aire,
por lo cual dejan de ser productivos y se convierten
en un riesgo para otros seres vivos y para el hombre
mismo.La aplicación de la agrohomeopatía en las
soluciones de estos problemas permite resolver a la
vez el problema de la contaminación de ambientes
y recursos, efectos letales en otros organismos e
inocuidad de los alimentos en donde se aplican.
Los objetivos planteados en el proyecto fueron:
1. Establecer relaciones con productores
campesinos de México para difundir,
incrementar, capacitar y experimentar, en sus
parcelas, formulaciones agrohomeopáticas que
permitan resolver problemas de enfermedades
y plagas de cultivos y ganado, a la vez de difundir
los resultados y obtener información referencial
sobre la efectividad de las aplicaciones
agrohomeopáticas.
2. Capacitar a profesores, estudiantes y
productores, en los conocimientos, principios,
bases y metodología de la agrohomeopatía, para
garantizar su difusión a la vez que se realiza
investigación sistemática como mecanismo
para resolver problemas de producción
agropecuaria y forestal y su incidencia en el
desarrollo de comunidades campesinas.
En tanto que la metodología del proyecto
considera los siguientes aspectos:
1. Se tienen localizados y comprometidos
a grupos de productores interesados en
aplicar dinamizaciones de productos
agrohomeopáticos en producción extensiva
y con ello probar la alternativa, en el nivel
comercial, de diferentes cultivos y animales
domésticos. Los lugares de trabajo incluyen
Villaflores, Chiapas; Huitchila y Tepalcingo,
Morelos, así como Zozutla, Puebla.
2. Se parte de la existencia, en el Centro
Nacional de Investigación en Agrohomeopatía,
de un banco de polifármacos en donde existe
223 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
el material base para hacer las dinamizaciones
a aplicar en cada uno de los casos de trabajo;
es decir tenemos disponibles dinamizaciones
para hormiga arriera, maíz, sorgo, hortaliza y
diferentes productos para la atención de ganado.
Existe también la posibilidad de generar nuevos
o completar los existentes, de tal manera que se
vuelve casi infinitas las oportunidades de poner
en práctica los conocimientos para resolver
nuevos problemas.
3. A partir de la experiencia del grupo de
agrohomeopatía en Chapingo, se puede
trabajar a nivel comercial con los problemas
aquí mencionados y se intentarían trabajos con
productores de entre menos de una hectárea a
los no mayores de 100 ha, de tal manera que se
demuestre a nivel productivo, las capacidades
y virtudes de los productos generados y su
efectividad para resolver los problemas.
4. A partir del acuerdo básico con los
productores, el proyecto aporta los preparados
para resolver los problemas específicos,
mientras que a los productores les corresponde
aplicar los productos en sus parcelas de acuerdo
con la capacitación y las indicaciones facilitadas
por los responsables de la coordinación.
5. Se establecerán compromisos con para
capacitación, siembra y aplicación de los
|  224
productos y establecimiento de parcelas
experimentales en terrenos de los productores,
en los cuales se aplicarán diferentes tratamientos
y que permitirán la evaluación estadística y
de otro tipo para contrastar los resultados a
obtener.
Se realizaran cursos de capacitación a productores,
en donde:
1. Se aprenderan los principios de la
Agrohomeopatía.
2. Aplicación de los productos.
3. Se definirán los protocolos de elaboración
de tinturas madres en procesos prácticos de
aplicación y funcionamiento.
4. Se proporciona a los productores las
dinamizaciones que requieren según sus
problemas realizando instructivos específicos
para cada problema.
5. Se dará el seguimiento de la aplicación de los
productos a lo largo de los ciclos fenológicos
6. Se valoran a nivel técnico y empírico los
resultados con apoyo de los propios productores
para la sistematización de los datos obtenidos.
7. Se compararan las evidencias y pruebas
de los resultados, para dar pie al análisis de
la información, procesamiento y difusión o
publicación.
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
¿Qué pasó en Tepalcingo?
De manera general, las actividades del proyecto
con los productores de Tepalcingo, Morelos, se
enmarcan en lo anteriormente señalado; sin
embargo, las particularidades de la participación
de Luis Quintero Sol, son las que han permitido
los avances en la adopción de los productos
agrohomeopáticos en Tepalcingo, Morelos y otros
pueblos, lo cual resulta extraordinario. Pasar de 2.5
ha en el mes de mayo a mas de 100 ha en el mes de
julio y escalar hacia otros cultivos y poblaciones, es
digno de mención; además el hecho de incrementar
la productividad, disminuir los costos de producción
y, sobre, todo obtener productos libres de pesticidas,
es invaluable.
Las actividades en Tepalcingo, Morelos se
iniciaron con la realización de un curso-taller de
agrohomeopatía, llevado a cabo a principios del mes
de mayo de 2018, con los objetivos de acercar a los
productores al conocimiento y manejo de productos
agrohomeopáticos, promover su aplicación en las
actividades agroalimentarias, y posteriormente
asesorarlos en la aplicación de productos en los
cultivos principales y, de ser posible, en la ganadería.
La invitación para la aplicación del polifármaco
del maíz solo fue respondida por don Luis Quintero
Sol, campesino productor de maíz comercial, quién
ofreció la mitad de su parcela sembrada, para probar
el agrohomeopático, mientras que la otra mitad
seria manejada con productos agroquímicos como
siempre se ha realizado. A don Luis se le dieron las
indicaciones y capacitación necesaria para utilizar
adecuadamente el polifármaco Maíz 200 C. Aunque
sabía que de no funcionar el agrohomeopático estaba
en riesgo su inversión, el señor Quintero decidió
correr el riesgo. Afortunadamente los polifármacos
funcionan y los resultados fueron extraordinarios
ante la situación climática que se presentó en el
año 2018. A pesar de la sequía las plantas tratadas
parecían haber sido regadas, se controló el gusano
cogollero, la planta tomó un color verde intenso a
pesar de la falta de fertilización; todo esto enamoró
a los productores y motivo la adopción de la
tecnología agrohomeopática. El maíz, ya maduro
no sufrió acame y la producción de mazorcas en
número común de 2, y ocasionalmente 3 y hasta 4
son una garantía del incremento de los rendimientos
que se han estimado entre 20 y 50 % con respecto al
manejo tradicional.
Perspectiva
La confianza generada por los resultados en la
parcela de maíz de don Luis, fueron definitivos para
el incremento de la superficie de maíz con otros
productores, pero también para otros cultivos que
representan mayor riesgo e inversión, tal es el caso
de jitomate y pepino en invernadero, en donde los
225 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
resultados mostraron el incremento de un 100 %
en pepino a las 3 semanas de inicio de aplicación.
La evaluación de resultados en jitomate está en
proceso, pero el control de plagas y la obtención de
plantas vigorosas permite estimar un incremento
del mismo tipo que en pepino. Esto ha generado
expectativas que funcionan bajo el esquema
campesino a campesino, en donde la adopción de
innovaciones se trasmite por los mismos campesinos;
en esta adopción va la certeza de que la innovación
funciona porque es evidente en la parcela de los
compañeros y la capacitación se da en el terreno
de los hechos, ellos mismos se encargan de mostrar
al resto de compañeros y ellos también defienden
la innovación ante los incrédulos y aquellos que
tratan de minimizar los logros y por cosas de la
naturaleza humana, descalifican las cosas aún sin
haberlas probado.
Hemos visto a don Luis y sus compañeros, ante
situaciones de incredulidad y descalificación de los
agrohomeopáticos, decir de manera airada «…el
compañero nos viene a decir que las gotitas no
sirven, que no le dieron resultados, pero yo le quiero
decir que el que no sirve es él, no hace las cosas como
se le mostró. Si no se agita 200 veces como debe de
ser y no se aplica en la hora que nos indicaron los
ingenieros y no se usa equipo nuevo, solo para los
agrohomeopáticos, estos no funcionan, se tienen
que hacer las cosas como se tienen que hacer, esto
es igual que una receta médica, si no la sigues, no
|  226
te curas, no es porque la medicina no funcione, es
porque no te la tomas como te dijeron…».
La adopción de agrohomeopáticos se dio en el
transcurso de un ciclo agrícola, aunque debió de
darse en menos tiempo, ya que las aplicaciones
deben de realizarse durante el ciclo, antes de que
concluya, se paso de 2.5 a más de 100 ha. De maíz
se adoptó en jitomate, pepino, sorgo, calabaza,
frijol y caña de azúcar, y su utilización pasó de
Tepalcingo a comunidades del mismo municipio
como Huitchila, Zacapalco, colonia López Mateos,
Ixtlilco el Chico, Atotonilco, y también hacia otros
municipios como Temoac. La perspectiva es que
la utilización de productos agrohomeopáticos se
incremente en el ciclo de riego de otoño-invierno, en
donde ya se utiliza en calabaza, frijol y maíz elotero,
con productores aplicando polifármacos específicos.
Para el siguiente ciclo la perspectiva es que se alcance
unas 2000 ha en estos ámbitos, en donde el maíz
tendrá la mayor superficie sembrada.
Para lograr esto, los productores han promovido
recorridos de campo en donde invitan a instituciones,
autoridades y desde luego a campesinos, para que
vean los resultados. Una próxima reunión se tiene
programada para el 21 de noviembre del año en curso
(2019), en donde se espera mostrar la producción
en maíz y con ello demostrar en definitiva con los
resultados, el funcionamiento del polifármaco maíz
200 C. A pesar de lo adverso del clima, con sequía
durante el mes de julio que llega a durar en algunas
COMPLEMENTARIEDAD ENTRE AGROHOMEOPATÍA y ETNOAGRONOMÍA EN LA PRODUCCIÓN DE MAÍZ: LA EXPERIENCIA DE TEPALCINGO, MORELOS
localidades hasta 40 días y la sequía de dos semanas
a principio de octubre, cuando el maíz estaba en
llenado de grano, se esperan rendimientos récord
de hasta 12 toneladas por ha en algunas parcelas.
Esta experiencia ha llevado a la organización
de los productores quienes tienen entre sus
planes la creación de una figura organizativa que
permita establecer un convenio con la Universidad
Autónoma Chapingo para asegurar la capacitación
y los polifármacos, a la vez que la organización
certifique su uso y distribución, ya que dado el
potencial, se esta en riesgo de plagios, malos manejos
y descalificación de los productos. La proyección
en el tiempo de los polifármacos en Tepalcingo,
Morelos puede verse en dos sentidos, el primero
tiene que ver con la innovación que se distingue por:
Inocuidad. Los polifármacos son totalmente
inocuos, no contaminan, lo que es una gran ventaja.
Bajo costo. El costo de los polifármacos es
inustancial, se reduce a materiales y trasporte de
cantidades mínimas, ya que las dosis máximas son
de 10 gotas por ha.
Adopción masiva. Los costos y los resultados
mostrados, aseguran la adopción masiva de los
polifármacos.
La transmisión campesino a campesino, que
asegura la adopción de la innovación sin equipo
técnico especializado ni profesionales altamente
capacitados, pues los campesinos ya adoptaron la
innovación.
Por otro lado, la adopción de la innovación
de polifármacos agrohomeopáticos nos pone en
la perspectiva del aprendizaje para la elaboración,
es decir, los campesinos aprenderán a elaborar
agrohomeopáticos, para resolver cualquier
problema de plagas, enfermedades, fertilidad y
otros problemas de producción agroalimentaria.
La agrohomeopatía es también para campesinos.
Después de aprehender su uso, ver como funciona,
se aprehende su elaboración. Esto nos pone en
la perspectiva de independencia tecnológica en
productos como plaguicidas y fertilizantes.
Un análisis económico puede plantearse con
modelos de simulación o bien de manera práctica
para que sea entendido por los campesinos e
interesados. Para el modelo de simulación aún no
contamos con las datos definitivos, ya que el ciclo
de aplicación no ha concluido; por ello, optamos por
usar algunas pistas que nos den un criterio de los
aspectos económicos clásicos, es decir cuánto cuesta
o cuánto se obtiene de ganancia, o mas bien por
su trabajo y unidad de superficie, posteriormente
haremos un intento. Pero lo más importante en
este proyecto es que se trata de una innovación que
permite: a) la eliminación de agrotóxicos y con ello
la obtención de alimentos inocuos; b) los costos de
los productos son mínimos y se reducen a costos de
aplicación y adquisición de equipos de uso común
entre los campesinos; c) es una innovación que
ya fue adoptada por los campesinos y está siendo
227 |
 Artemio cruz león y felipe de jesús ruiz espinosa
difundida y, lo mas importante d) es una innovación
en la cual los campesinos aprenderán a hacer sus
polifármacos para resolver problemas actuales
y futuros en la producción, es decir, se promete
independencia tecnológica. Esto no tiene precio, se
vuelve invaluable y por ello el costo es muy bajo.
Los costos de los productos agrohomeopáticos
producidos por la Universidad Autónoma Chapingo
son muy bajos, a los productores se les proporcionan
con el compromiso de compartir los resultados
obtenidos. Para su aplicación se requiere agua
potable y equipos de aspersión, de preferencia
nuevos y de uso exclusivo para agrohomeopáticos.
Estos costos de inversión en bombas de mochila de
precios de entre 500 a 1300 pesos que duran más de
10 años. Los costos de aplicación son equivalentes
a la aspersión de cualquier insecticida y suman $
200.00 por héctarea en mano de obra.
Por ello en el caso de maíz y considerando tres
aplicaciones promedio de polifármaco de maíz 200
C se tiene que sí el costo de aplicación es de $ 600.00,
igual que en el control químico, pero dado que el
producto no tiene costo, realmente el costo en el
uso de los polifármacos reducen en $1300.00, que
representan el costo de los insecticidas y fertilizantes
foliares que sustituyen. Los costos en el resto de
actividades e insumos son similares.
Reiteramos, tres aspectos de esta tecnología, la
obtención de productos inocuos, la eliminación de
agrotóxicos y la perspectiva de una independencia
|  228
tecnológica, es realmente lo que tiene mayor valor,
además de las ventajas económicas que se vislumbran
y se podrán confirmar en campo.
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229 |
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS
ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA
AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO
CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA

Arturo Franco Gaona , Artemio Cruz León

y Benito Ramírez Valverde
232 |
 INTRODUCCIÓN
En 1986 la producción agrícola en México represen-
tó 10.3% del Producto Interno Bruto. A partir de ese
año empezó a decrecer y desde el 2000 a la fecha, no
ha superado el 3.5%. Las cifras muestran que el sec-
tor está siendo abandonado o poco productivo, por
la frecuencia con que presenta tasas bajas de creci-
miento (Escalante y Catalán, 2008); como ocurre
con Alemania (0.7%), Estados Unidos (1.4%), Japón
(1.2%) y otros países de los llamados desarrollados
(Banco Mundial, n/d). En México las cifras por sí
mismas no representan la importancia socioeconó-
mica que tiene la agricultura dentro del medio rural,
al proporcionar empleo a cerca de 3.3 millones de
agricultores y a 4.6 millones de trabajadores asala-
riados y familiares no remunerados. En la actuali-
dad la agricultura sostiene a 24% de la población de
campesinos y productores del campo que viven en
el país (Banco Mundial, n/d; McMahon et al., 2011).
Estas particularidades socioeconómicas deno-
tan la importancia que tiene el sector agrícola en el
sostenimiento del sector campesino y la crisis recu-
rrente que está padeciendo, como resultado de los
procesos de urbanización, migración, y la falta de
interés político y de apoyos, económicos y tecnoló-
gicos, con los que se puedan mejorar el suelo y los
procesos productivos. A pesar del mínimo apoyo
recibido, como paliativos, la agricultura no deja de
ser una actividad estratégica y de sostén para los
campesinos marginados del país y un producto cul-
tural y social heredado hace más de nueve mil años,
tiempo que lleva como actividad productiva multi-
funcional y diversa.
México es centro de origen y domesticación del
maíz, frijol, calabaza, chile, ciertos frutales y otros
233 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
cultivos productores de fibras, todas ellas plantas que
continúan siendo la base de la alimentación y vestido
del mexicano (García, 1991); es también poseedor
de una diversidad biológica y rico en sistemas agrí-
colas tradicionales, que resultaron de la siembra y
cuidado de plantas con importancia socio-econó-
mica y cultural. Adaptar y multiplicar estas plantas
implicó un proceso de desarrollo tecnológico que se
observa en la construcción de técnicas, artefactos y
métodos de cultivo que lentamente se fueron depu-
rando, por ejemplo, separando las mejores semi-
llas, las más grandes y bonitas, hasta lograr abun-
dantes cosechas que permitieron alimentar a una
familia, a la comunidad y finalmente a la población.
Ello se hacía con base en la observación y el método
empírico del ensayo y error. Desde sus inicios hasta
mediados del siglo XIX, la tecnología agrícola per-
maneció prácticamente sin cambios. Posteriormente
a través del método y la investigación científicas, la
tecnología agrícola se desarrolló intensamente lo
que dio como resultado el surgimiento la química
agrícola y su poderosa industria.
La domesticación y el conjunto de sus técnicas y
artefactos no fueron resultado de una mutación acci-
dental del plasma germinativo, sino de una nueva
síntesis de la experiencia acumulada, del cambio
cultural, de la mayor adaptación al medio ambiente
(Childe, 1996), y del proceso de uso y difusión del
conocimiento y tecnologías que resultan al final de
cada cosecha, cuando los campesinos se sientan a
|  234
platicar, sociabilizan sus experiencias, analizan los
viejos tratados agrícolas y extienden su práctica exi-
tosa (Barnat, 2006, tomado de Gastélum-Escalante,
2009). De ello resulta una agricultura versátil, mul-
tifuncional y apropiada a cualquier espacio que, por
muy restringido que sea, aporta recursos alimenti-
cios y económicos a quien lo cultiva. Por definición,
la agricultura es la actividad en la cual el hombre,
en un ambiente dado, maneja los recursos natura-
les, la calidad de energía disponible y los medios de
información para producir y reproducir los vegetales
que satisfacen sus necesidades (Hernández X., 1988).
En México existen básicamente tres tipos de agri-
cultura: tradicional, moderna y de transición o mixta,
que en los niveles macro y micro se desarrollan en
diferentes condiciones tecnológicas y ambientales;
cada una de ellas se distingue por el tipo de ener-
gía que utiliza en las diferentes prácticas culturales,
la diversidad tecnológica, la rentabilidad de la pro-
ducción, el grado de aprovechamiento del uso del
suelo y la biodiversidad. El modo de producción
permite caracterizar la tecnología que se utiliza en
sus procesos de manera similar a los tipos de agri-
cultura; sin embargo, tal caracterización tecnológica
no dice mucho debido a su generalización, porque
si analizamos una semilla de maíz nativo y la com-
paramos con una mejorada o una transgénica, se
aprecia que el historial tecnológico y la generación
de conocimientos de una y otra se diferencian por su
origen, por la forma de difusión del conocimiento y
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
por tipo de energía que utilizan en cada uno de sus
eventos tecnológicos, lo que las vuelve diametral-
mente opuestas.
Lo importante es que todas las semillas requi-
rieron sendos procesos de investigación, desarro-
llo y difusión para su domesticación, estabilización
ambiental y productiva. Así mientras las semillas
nativas partieron de la base, tienen como laborato-
rio el campo y como investigadores a los campesinos,
quienes la siembran, cosechan, seleccionan y con-
sumen; las otras se originaron en costosas instala-
ciones con intensa participación de investigadores
especializados y grandes inversiones de capital, el
cual se recupera e incrementa cuando son introdu-
cidas al mercado. Esta forma de desarrollo tecnoló-
gico representa a la agricultura moderna y al modelo
de producción y formación curricular en los centros
de enseñanza de la agronomía, espacios donde se le
resta importancia a la agricultura tradicional debido
a su marginalidad.
Muchos de los resultados de la investigación agrí-
cola moderna, que se basa en la óptica productiva
occidental y especialización, no son aplicables a cual-
quier espacio productivo ni son una solución para
nuestra forma de hacer agricultura debido a factores
como su alto costo, falta de conocimiento sobre su
uso, distancia, difusión, topografía, perspectivas y
necesidades diferentes, y también al hecho de que su
utilización produce dependencia económica, debido
al control genético que ejercen las compañías pro-
ductoras de semillas mejoradas; quienes evitan que
éstas sean fértiles y puedan sembrarse por segunda
vez. Ante ello, tienen que volverlas a comprar.
Conimágenes de altos niveles productivos, las
compañías semilleras buscan generar prejuicios y
menosprecio hacia la tecnología agrícola tradicio-
nal, lo indígena, la cultura, los valores, los cultivos,
la forma de hacer las cosas, y controlar todo lo que
se relaciona con la producción agrícola y la alimen-
tación del hombre y sus animales. Pero existen otras
opciones cognitivas y metodológicas que la confron-
tan, con base en la Epistemología del Sur (Santos,
2009), el Buen Vivir (CAOI, 2010; Acosta, 2008) y las
etnociencias, como la Etnoagronomía, que permiten
proponer alternativas de desarrollo agrícola comuni-
tario (Cruz et al., 2015a); la investigación de huara-
che, el estudio simple de los procesos de producción
y la tecnología agrícola tradicional; enfoques episte-
mológicos perfectamente aplicables a la riqueza que
tienen nuestros cultivos, de la que carecen los países
desarrollados (Hernández X., 2007).
El objetivo del trabajo consiste en proponer el
estudio de los elementos de la tecnología agrícola
tradicional (ETAT) como contribución al conoci-
miento de la Etnoagronomía y mostrar su parti-
cipación en la agricultura y el desarrollo rural. La
importancia del trabajo radica en que se exponen
los elementos de la tecnología agrícola tradicional y
moderna, como enfoque para el estudio de los siste-
mas agrícolas tradicionales. Su estudio y aplicación
235 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
permite recuperar, identificar, repotenciar y expan-
dir, de manera integral, los elementos que utilizan
los campesinos indígenas y mestizos en sus prácticas
agrícolas y aplicarlos como experiencias de desarro-
llo en diferentes espacios productivos e investigación.
MÉTODO
Se parte de la evidencia empírica presente en la lite-
ratura relacionada con el desarrollo de la agricultu-
ra, cuyo análisis permitió caracterizar aquellos ele-
mentos tecnológicos que la constituyen y proponer-
los como enfoque de estudios de la Etnoagronomía.
En el esclarecimiento de las dudas se acudió a la his-
toria como eje articulador y a la abstracción, para
ejemplificar el inició de la agricultura y los elemen-
tos tecnológicos que se utilizaron por primera vez
durante su descubrimiento y posterior desarrollo; y
como ambos componentes se han ido modificando
conforme al avance de la ciencia, tecnología y expe-
riencia del hombre; cuyos resultados se aprecian en
las diferentes formas de hacer agricultura y en la efi-
ciencia tecnológica que ha permitido cumplir con
un propósito productivo, aunque distribución no
sea igualitaria.
DESARROLLO
Desde sus orígenes el hombre ha construido estra-
tegias tecnológicas de subsistencia, por medio de
|  236
las cuales promovió el incremento de su especie y
mejoró su aptitud. Con la tecnología fue capaz de
adaptarse a cualquier clima, construir refugios, casas,
defenderse y producir sus alimentos en diferentes
condiciones ambientales y topográficas; reducir su
carga de trabajo e incrementar su fuerza para realizar
ciertas actividades especializadas, e hizo métodos y
herramientas con apego a los conocimientos here-
dados por sus ancestros; y condensó en su momen-
to siglos de experiencia acumulada, transmitida por
la tradición social a través de la palabra hablada y
escrita (Childe, 1996).
Al tener la necesidad de conocer, controlar y
transformar el ambiente que le rodea, para el mejor
logro de sus cultivos, el hombre crea mecanismos
capaces de incrementar la producción agrícola, o
al menos obtener algo cuando las condiciones cli-
máticas no fuesen favorables. Así empieza a con-
trolar el agua, con sistemas de irrigación y drenaje,
para proteger el suelo y evitar inundaciones. Con el
incremento de la producción aumenta la población,
surge la civilización, se forman las clases sociales,
se ejerce un control sobre los pueblos tecnológica-
mente atrasados y se inventan ritos y ceremonias
con el pretexto de lograr mejores cosechas (García,
1991); que da como resultado un incremento en el
conocimiento.
En el proceso productivo existen un conjunto
de factores que se interrelacionan, los más comu-
nes son los económicos: tierra, trabajo y capital. A
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
ellos se integra la tecnología, por la participación que
ha tenido en la intensificación de la explotación de
la tierra por medio de innovaciones. La tecnología
facilitó el trabajo al hombre e incrementó sus recur-
sos alimenticios y, discutiblemente, mejoró su cali-
dad de vida. Sin embargo, su presencia y uso no ha
sido uniforme, existe una marcada diferencia entre
la agricultura tradicional y moderna, y entre los paí-
ses desarrollados y emergentes, de donde resultan:
altos niveles de pobreza, subdesarrollo, contamina-
ción, destrucción de recursos naturales, inseguri-
dad alimentaria, mala distribución de los recursos,
económicos y productivos, y aumento de la depen-
dencia tecnológica.
A lo anterior se agrega el problema de los espacios
agrícolas tradicionales, de los cuales solo se sabe que
se encuentran dentro de las cerca de las veintidós
millones de hectáreas de temporal que tiene activas
el país (INEGI/SAGARPA, 2015). Muchos de ellos
están abandonados debido a su marginalidad, tra-
dición productiva y falta de apoyos. Oportunidad
que aprovecha la gente “modernizadora” para que
desaparezcan. Olvidando que de ellos se extrajeron
los simientes de la agricultura moderna y su pérdida
implica la desaparición del conocimiento cotidiano y
práctico de la gente ordinaria, el cual puede enrique-
cer la ciencia y mejorar la práctica de desarrollo, con
pleno entendimiento de los actores sociales, de sus
valores y comprensiones en la construcción de “pro-
yectos de sociedad” alternativos (Long, 2007). Para
evitar que desaparezcan es necesario determinar su
origen, ubicación, conformación, tecnología, cade-
nas productivas tradicionales, manejo, etcétera. En
esta labor las Etnociencias, nos pueden ser de gran
ayuda, como la Etnoagronomía, en la recuperación
y aplicación del conocimiento tradicional campesino.
ETNOCIENCIA Y ETNOAGRONOMÍA
La palabra Etnociencia fue utilizada por primera vez
por George Murdock en su fichero, en 1950, para
registrar, de manera enciclopédica, las “Ideas sobre
la naturaleza y el hombre”; donde incluía subdivi-
siones de la misma manera que la ciencia occidental,
simplemente agregándoles el prefijo “etno”, lo que
le permitió diversificar el conocimiento y particu-
larizarlo. El objeto de estudio de la Etnociencia es
el conocimiento cognitivo y utilitario, acumulado
y utilizado por los pueblos indígenas. Se conside-
ra que es una disciplina científica joven, de donde
han destacado etnociencias como la Etnobotánica, la
Etnoecología, Etnozoología, Etnoedafología y otras
(Beaucage, n. d.).
La diversificación y desarrollo de las etnociencias
contribuyó a cuestionar la racionalidad universalista
del conocimiento occidental y crear una vía de acer-
camiento y de valoración positiva hacia los conoci-
mientos indígenas (Pérez y Argueta, 2011), que se
deben recuperar, preservar, hibridarlos y repoten-
237 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
ciarlos con el conocimiento científico; por medio de
metodologías que permitan sistematizarlos y devol-
verlos a sus legítimos dueños, quienes decidan la
forma de utilizarlos. Ante esa necesidad epistemo-
lógica el estudio de los elementos de la tecnología
agrícola, tradicionales y modernos, pueden actuar
como enfoque y línea de interacción, de diálogo,
entre ciencia y conocimiento tradicional; usando
como base el entendimiento, el empoderamiento, el
respeto mutuo y el fortalecimiento del conocimiento
indígena (UNESCO, 2007).
Perdomo (2011) menciona que la agronomía clá-
sica no ha considerado el estudio de los sistemas tra-
dicionales o indígenas de producción agraria, por-
que su enfoque ha sido dirigido mayormente hacia
la agricultura moderna; que con su máximo éxito, la
Revolución Verde, “aplastó” los conocimientos tradi-
cionales, con el uso de un paquete tecnológico, pro-
ducto de la ciencia occidental. Ante la problemática
agrícola que impera en la actualidad, la revolución
verde ha perdido capacidad de respuesta (Gastélum-
Escalante, 2009: 136). Como resultado de esa inca-
pacidad surgieron otras formas de hacer agricultura,
con una visión diferente, que integran y protegen al
mundo y sus bienes. Ante ello, surge la necesidad
de mostrar otra óptica a quienes aplican la agrono-
mía, con base en disciplinas etnocientíficas como la
Etnoagronomía, Etnotecnología, tan necesarias en
el agro mexicano.
Se considera que la Etnoagronomía debe ser una
|  238
disciplina integrada al marco curricular, programas y
proyectos de la Agronomía, con el fin de reivindicar
los conocimientos sobre la tecnología agrícola tra-
dicional, como parte de un nuevo corpus de conoci-
mientos apoyados con la praxis tradicional del hom-
bre. Por definición, Etnoagronomía se va a entender
a “la etnociencia que se encarga del estudio de los
saberes que los campesinos indígenas y mestizos ponen
en práctica durante los proceso de aprovechamiento
de los recursos naturales, por medio de las activida-
des agrícolas, pecuarias, forestales y de la fauna para
obtener los satisfactores antropocéntricos necesarios
para su subsistencia, reproducción social y desarrollo
(Cruz et al., 2015b).
La Etnoagronomía, como etnociencia, liga la
cuestión tecnológica, económica-social y cultural
de los campesinos con las propuestas de desarrollo,
donde la persistencia y dominancia de la tecnología
agrícola tradicional, en la producción campesina
en México, es rica en saberes tradicionales. Ante
ello, se asume que cualquier acción que realiza esta
ciencia lleva implícito el mejoramiento de la pro-
ducción, por lo que se asocia al desarrollo (Cruz et
al., 2015a, 2015b).
Por tecnología se entiende al cuerpo de cono-
cimientos organizados y técnicas que se aplican
sistemáticamente a la producción, administración,
comercialización y distribución de bienes y servicios;
cuya presencia temporal simboliza un sistema eco-
nómico y social presente en su momento. Su aplica-
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
ción origina transformaciones que producen modi-
ficaciones al medio natural y permite el avance de
las fuerzas productivas, cuya afección principal se
observa en la base económica, social y ambiental
(Perales-Rivas, 1991); aspectos que deben conside-
rase en la construcción de propuestas sustentables
de desarrollo.
Los elementos de la tecnología agrícola (ETA)
son un conjunto de componentes de uso sistémico,
categorizados, de tipo biológico, hídrico, mecánico-
informático, químico, simbólico-religioso y conoci-
miento agronómico; que se utilizan de manera sinér-
gica para que el cultivo exprese su potencial produc-
tivo. Estos elementos se mueven de lo tradicional a
lo moderno, de lo simple a lo complejo, y poseen un
corpus de conocimientos preexistentes y una práxis,
resultado de intensas trayectorias tecnológicas fun-
cionales, producidas en diferentes campos del saber
tradicional y científico.
Desde el punto de vista cognitivo, el estudio e
integración de los ETA es muy reciente y no siem-
pre se han considerado así. Arellano (1991, 1999)
los presenta como una clasificación y los deno-
mina “innovaciones agrícolas”, donde incluye: los
elementos biológicos (que pueden ser biotecnológi-
cos); químicos, mecánicos y en lugar del agronómico
considera la organización del trabajo, que subcat-
egoriza en elementos agronómicos, zootécnicos y
dasonómicos. Cruz (2002) los clasifica de manera
similar, pero los denomina “elementos” y los des-
glosa en cuatro categorías: biológicos, químicos,
mecánicos y agronómicos; éstas a su vez las subcat-
egoriza y muestra ejemplos de uso. Sangerman et al.
(2009) los consideran como parte de los bienes de
capital o innovaciones, que pueden ser: ahorradoras
de trabajo, neutras o ahorradoras de tierra, según el
sentido de la tecnología; y los clasifican en cuatro
categorías: 1) mecánicas, 2) biológicas, 3) químicas,
y 4) prácticas agronómicas y de manejo.
Como se puede apreciar, las clasificaciones no
difieren mucho, sin embargo, en ningún caso se con-
sidera al agua como elementos tecnológicos, pare-
ciera que se le da por hecho, a pesar de la importan-
cia que ha tenido el riego y drenaje en el desarrollo
de la agricultura y de grandes civilizaciones, según
lo comentan Palerm y Wolf (1972), “puede afirma-
rse, en base a nociones teóricas, que la introducción
del regadío aumenta la productividad agrícola y trae
consigo un aumento de la densidad de la población”.
El riego permitió modificar calendarios y obtener
más de una cosecha al año, al “aumentar la superfi-
cie” o “colocar otro piso” en un mismo terreno. En
las mismas clasificaciones tampoco se considera al
elemento religioso, cuya importancia y simbolismo
tienen que ver con las creencias, festividades, cere-
monias y rituales sincréticos que se poseen y practi-
can para proteger al cultivo de cualquier contingen-
cia ambiental: ataque de plagas, enfermedades o de
algo desconocido.
Los ETA, dependiendo de la frecuencia de uso, de
239 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
la topografía del terreno, de la forma de transmisión
y generación del conocimiento, se pueden dividir en
tradicionales y modernos; cuya diferencia se encuen-
tra en: la cantidad y tipo de energía utilizada en la
realización de las prácticas agrícolas, uso de maqui-
naria e insumos químicos y biológicos. Son moder-
nos cuando provienen de los centros de investiga-
ción, públicos y privados, desarrollados con apego
al modelo de la ciencia occidental y transferidos por
grupos de técnicos especializados. Son tradicionales
cuando se generan en el campo de cultivo, por los
campesinos, con base en su experiencia y forma de
difusión del conocimiento, vía oral y de generación
en generación, según lo menciona Wilkens (1990).
Esta caracterización permite afirmar que, desde
mediados del siglo pasado, la agricultura en México
se ha vuelto cada vez más moderna y más integrada
al resto de la economía nacional. Donde la investiga-
ción agrícola, la generación de tecnología y el exten-
sionismo parecen haber olvidado el sector de la agri-
cultura tradicional, por la falta de innovaciones; a
pesar de que el financiamiento y la capacidad pública
para investigación agrícola han aumentado en forma
paulatina durante los últimos veinte años, tanto de
la iniciativa privada como pública (McMahon et al.,
2011). Ello muestra que la respuesta gubernamen-
tal siempre se ha mantenida al margen, al mostrar
incapacidad o poca voluntad política y tecnológica
para apoyar al sector tradicional.
Los Elementos de la Tecnología Agrícola, tra-
|  240
dicionales y modernos, provenientes de diferentes
áreas del conocimiento, Biología, Química, Gené-
tica, Biotecnología, diversas ingenierías y última-
mente de la cibernética y nanotecnología, aspectos
que permiten abordar su estudio desde diferentes
enfoques trans e interdisciplinarios, de los cuales
deben hacerse partícipes a los sistemas agrícolas tra-
dicionales.
LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL
Quien generó la corriente para el estudio de la
tecnología agrícola tradicional (TAT) fue Efraín Her-
nández Xolocotzi. Con su estudio, que le dedicó gran
parte de su vida, dejó un legado como paradigma
para la investigación, enseñanza y extensión en el
campo de nuestro país; y de recursos humanos, a
nivel de posgrado, que actualmente continúan apli-
cando sus conocimientos desde diferentes enfoques.
El estudio de la TAT considera tres ejes: el ambiental,
el tecnológico y el cultural, los cuales se interrela-
cionan en el estudio del agrosistema; donde el cam-
pesino y su agricultura son el eje articulador con
sus conocimientos y experiencias. Con esta visión
se busca revitalizar la propuesta del maestro Xolo
(Cruz, 2011; Pérez, 2013).
En 1976, el maestro Hernández X., definió la Tec-
nología Agrícola Tradicional (TAT) como: … aque-
llos elementos culturales emanados del conocimiento
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
empírico acumulado por las etnias rurales durante
miles de años, en sus intentos de utilizar los recursos
naturales renovables por medio de las explotaciones
agrícolas, pecuarias, forestales y faunísticas para obte-
ner los satisfactores antropocéntricos para su subsis-
tencia y desarrollo social y económico (Tomado de
Cruz et al., 2015a y 2015b). En ella destacan las nece-
sidades del hombre, su conocimiento, tecnología e
importancia que tiene el ambiente en su subsistencia.
Las prácticas agrícolas evolucionaron de lo sim-
ple a lo complejo. La colocación de una o varias
semillas en un orificio, semiseco o inundado, en
aquellos lugares donde descargan grandes aveni-
das de agua en temporada de lluvia y el fango que se
arrastra funciona como sustrato y aporte de nutrien-
tes. En esta forma tecnológica, solo se esparcen las
semillas, se espera a que germinen, desarrollen y se
cosechan, sin realizar otro tipo de trabajo o utilizar
herramientas sofisticadas. En este cultivo se usan
cuatro elementos de la tecnología: el biológico (las
semillas), el agronómico (conocimiento de las téc-
nicas de siembra recolección y estacionalidad cli-
mática), el hídrico (irrigación natural y drenaje); y
el religioso (rituales y ceremonias).
En el sistema de cultivo nómada hortense o de
roza-tumba y quema, que consiste en despejar un
lugar de monte bajo o de matorrales, excavar con
una azada o estaca, sembrar y luego recoger la cose-
cha, se incrementa el trabajo y la tecnología que se
utiliza empieza a ser más abundante y sofisticada;
debido al uso del elemento biológico (semillas selec-
cionadas), el mecánico (herramientas para rozar la
vegetación y de siembra, muy sencillas pero eficien-
tes). El conocimiento agronómico, que se especializa
en la selección del nuevo espacio a abrir, reconoci-
miento de las técnicas de cultivo, semillas, limpieza,
cosecha, almacenamiento del producto y control
de la erosión del suelo por el agua o viento y más.
En el caso del elemento químico, su uso suele ser
mínimo o nulo. El hídrico se encuentra a expensas
de la temporada de lluvias y solo se aplica en el des-
agüe, por medio de curvas de nivel. En este sistema,
el elemento religioso tiene gran relevancia porque
se realizan varias ceremonias u ofrendas antes de
cada actividad.
De esta manera es factible dar seguimiento a los
elementos tecnológicos presentes en cada tipo de
agricultura, tradicional y moderna, siendo en este
último tipo de agricultura donde se conjuntan todos
los ETA, cuyo uso, gasto energético, dependencia tec-
nológica y económica es mayor.
¿Cómo se diferencia un elemento de la tecnolo-
gía agrícola moderno de un elemento de la tecno-
logía agrícola tradicional y cómo se correlacionan
con la Etnoagronomía? De la misma forma que la
agricultura: por la frecuencia e intensidad de uso de
los seis elementos: biológicos, mecánicos-informá-
tico, conocimiento agronómico, químicos, hídrico
y religiosos; y por la forma en que se construye y
transmite el conocimiento. Se correlacionan con
241 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
la Etnoagronomía en un punto de dominancia: el
conocimiento agronómico que ha sido construido,
desarrollado y conservado por los pueblos indígenas
en sus espacios productivos y perfeccionamiento de
sus prácticas agrícolas, conformando sistemas técni-
cos productivos y culturales, pues la tecnología uti-
lizada refleja las costumbres y cultura de sus habi-
tantes y su modificación o desuso provoca pérdida
de costumbres y adquisición de nuevos patrones
de conducta, en ocasiones alejados de su realidad
(Cano-Contreras y Siqueiros, 2009). Lo que hace
falta es particularizar su estudio e intégralos como
elementos de desarrollo comunitario. Diferenciados
los elementos, es posible hacer una breve descrip-
ción y mostrar algunos ejemplos de uso, con base
en: Arellano (1999), Cruz (2002), Mariaca (2003),
Palerm (1990), Palerm y Wolf (1972), Childe (1996)
y Franco-Gaona (2016).
Elementos de la tecnología agrícola de tipo biológico
Es el elemento que considera el mejoramiento de
especies por selección antropogénica, domestica-
ción y mejoramiento genético e incluye las varieda-
des nativas o “criollas”, las sintéticas, híbridas, trans-
génicas; y el control biológico por medio del uso
de depredadores, parásitos, parasitoides, herbívo-
ros, cultivos trampa, vacunas y otras técnicas utili-
zadas como control poblacional; así como organis-
|  242
mos nitrificantes del suelo como las micorrizas, que
se encuentran en cultivos como el frijol u otras legu-
minosas, las cuales han sido aisladas y colocadas en
el mercado. Este elemento lo utilizó el hombre des-
de el momento en que ocurrió la relación simbió-
tica hombre-planta domesticada. Su uso le permi-
tió una dieta variada, debido a la siembra y mejora,
por selección, de algunas yerbas, raíces y arbustos
comestibles y a la sujeción de algunos animales a su
persona (Childe, 1996), los que multiplicó prodigán-
doles amplios cuidado.
Elementos de la tecnología agrícola de tipo químico
Son elementos derivados de la industria química,
cuya integración a la agricultura ocurrió a media-
dos del siglo XIX, cuando se sintetizaron los prime-
ros componentes químicos que nutren a la planta
(Nitrógeno, Potasio y Fósforo) y se industrializó la
producción de fertilizantes. Incluye pesticidas, como
insecticidas, herbicidas y fungicidas entre otros, así
como reguladores del crecimiento de plantas y ani-
males, hormonas, medicamentos, complementos
alimenticios, fertilizantes, oligoelementos y más. En
torno a ellos se construyó una lucrativa industria y
una dependencia química, de productores y plan-
tas, relacionada con el control de plagas y nutrición
vegetal. Es el elemento tecnológico que más pro-
blemas ha causado al ambiente (suelo, agua, aire) y
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
salud humana, por ser el que abanderó la agricultura
moderna. Su origen y desarrollo se ubica entre los
sobrantes de producción y desechos de la primera y
segunda guerra mundial, que en lugar de destruirse y
prohibir su fabricación, fue más lucrativo desviarlos
hacia el uso de la agricultura. En ello se implementa-
ron agresivos programas de mercadotecnia y sendos
acuerdos políticos para destruir la agricultura tradi-
cional, siendo un ejemplo claro la implementación
del programa contra la fiebre aftosa en México, en
1946, conocido como “rifle sanitario”, con el cual casi
desaparecieron la ganadería mexicana, pues fue uti-
lizado como punta de lanza para la modernización
agrícola del país. Sin olvidar el célebre “insecticida”
DDT, cuyos residuos se acumulan en el cuerpo graso
de todos los animales, incluido el hombre. Con su
uso se logró volver más vulnerables a los cultivos al
ataque de plagas y enfermedades, crear plagas más
resistentes y difíciles de controlar, y destruir la fau-
na y flora bacteriana del suelo.
Elementos de la tecnología agrícola de tipo
mecánico-informático
Posiblemente es el elemento tecnológico agrícola
que más modificaciones ha tenido desde sus ini-
cios y más se ha diversificado para cumplir la fun-
ción de remoción del suelo, reducir la carga de tra-
bajo al hombre, incrementar la eficiencia productiva
de su energía y mantener un control sobre el culti-
vo. Incluye artefactos e instrumentos tradicionales
y modernos, como: fuentes de fuerza, humana, ani-
mal y mecánica. Herramientas, maquinaria y sis-
temas agrícolas: manuales, mecánicos e informáti-
cos; impulsados con energía humana, animal como:
arados, yuntas, troncos y por derivados del petróleo,
como artefactos y maquinaria especializada para
remover el suelo, cosechar, desgranar, beneficiar
semillas, etc. Cuya imagen principal en la moderni-
dad agrícola es la del tractor. Aquí se encuentran las
tecnologías relacionadas con los autómatas y progra-
mas informáticos utilizados en la agricultura cubier-
ta, en la medición y control remoto de la temperatu-
ra, humedad, nutrientes, agua, concentración de Bió-
xido de Carbono, Oxígeno y otros oligoelementos.
Elementos de la tecnología agrícola de tipo
agronómico
Se considera que fue el primer elemento que partió
de la observación de determinadas cualidades con-
ductuales y de desarrollo de ciertas plantas y ani-
males, de la naturaleza, el clima, fases lunares, suelo,
etcétera, que posteriormente se fueron pasando de
un familiar a otro. Incluye el conocimiento del saber
hacer agricultura y de su conservación agronómi-
ca. Considera calendarios (tradicional, comercial,
tecnificada). Prácticas agrícolas (de conservación,
243 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
orgánica, etc.). Organización y estadística (confor-
mación de comités, juntas, consejos, grupos de tra-
bajo y otros, que se constituyen para alcanzar fines,
metas y objetivos preestablecidos mediante el esfuer-
zo colectivo y recuento de todo lo realizado).
Elementos de la tecnología agrícola de tipo hídrico
Al volverse sedentario e incrementar la población,
el hombre requirió grandes suministros de agua, la
cual empezó a almacenar y administrar. De manera
contraria, también sufría daños por las avenidas de
los ríos o de intensas lluvias. Para ello realizó obras
de mejoramiento: diques, puentes, sistemas de riego
y levantó plataformas para evitar inundaciones, pues
la tierra se volvió un tesoro invaluable y necesario
conservar. Este elemento Incluye el riego, que puede
provenir de lluvia, pozos, ríos, preses o represas. El
riego puede ser natural, por agua de lluvia, gravedad,
drenaje, etc.; o artificial, por sistemas de almacena-
miento, distribución, extracción y bombeo. El otro
elemento que aquí se incluye es el drenaje o drenado
del terreno, que puede ser natural, por pendiente o
permeabilidad del suelo; o por construcción de sur-
cos nivelados, nivelación, desfogues, etc.
|  244
Elementos de la tecnología de tipo religioso
Childe (1996) menciona que son actos de fe u ope-
raciones mágicas, presentes en ceremonias que tes-
timonian la actividad del pensamiento humano en
sentido inesperado y no económico, alejados de la
experimentación científica. Los resultados logrados
tienen tratamientos especiales. Si son negativos, es
decir fracasos, simplemente son ignorados, o más
bien, el juicio objetivo cede al lugar de la esperan-
za y el temor, y al mismo tiempo le ofrece un senti-
miento de poder sobre los elementos naturales, que
al “lograr su control” se aferra desesperadamente a
ello. Sus antecedentes datan del paleolítico, de don-
de provienen pequeñas figuritas femeninas, talladas
en piedra o marfil, de las cuales se supone que eran
amuletos de la fertilidad. Porque el poder genera-
dor de la mujer sería inherente a ellas y, a través de
ellas, se encausaría el suministro de alimentos para
la tribu, asegurando la fertilidad de la caza y de la
vegetación. Mariaca (2003) las denomina creencias
mágico-religiosas, producto del conocimiento de
agricultores mayores y de la experiencia cotidiana,
que a diferencia del conocimiento científico occi-
dental, no se limita a aspectos concretos y racionales.
Es un elemento vigoroso que ya traían los recolec-
tores de alimentos y cazadores; mucho antes de que
cualquier otro sistema socioeconómico se hubiera
establecido firmemente.
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
Con la magia se busca halagar, propiciar u obligar
a las fuerzas que traen la lluvia, el sol, la tempestad
y al huracán a que sean benevolentes con ellos. Los
rituales y sacrificios se hacen para alagar a la tierra
de donde brota cada año, mágicamente, el sustento
alimenticio comunitario, impulsado por los espíritus
de los antepasados quienes seguramente coopera-
ban en la germinación de las plantas cultivadas. Una
vez encontrado un sistema de magia o ritual para
conseguir obligar a las plantas o animales a desarro-
llarse, protegerse y producir más, la creencia se con-
vierte en consuelo dentro de los terrores de la vida.
El culto a la fertilidad y los ritos mágicos practicados
para ayudar u obligar a las fuerzas de la reproduc-
ción, deben haberse hecho más importantes en los
periodos neolíticos, donde se ayudaban de las “dio-
sas de la fertilidad” y otras divinidades; a quienes se
les rendía culto y se les ofrecía sacrificios humanos,
cuyo significado representaba dramáticamente la
muerte y resurrección del grano.
Así es posible encontrar rituales, casi cíclicos, que
realizan miles de campesinos mexicanos en sus par-
celas, con base en sus creencias, ritos, mitos, dogmas,
ceremonias, sacrificios, ilustraciones, plegarias, can-
tos, danzas, ofrendas y otras formas genéricas que
forman parte de los secretos de la agricultura; que se
hacen a modo de solicitud, petición, súplica y agra-
decimiento o acción de gracia; para desmontar, sem-
brar, conservación y protección de la milpa, plantas
y animales del monte, mayor producción, petición
de lluvia; todo ello realizado por especialistas del
ritual o sacerdotes indígenas o herederos del conoci-
miento. Para ello analizan las fases lunares, castigan
a la planta “floja” o improductiva, observan diversos
factores biofísicos del ambiente, la relación de la aso-
ciación vegetativa arvenses-cultivadas, cabañuelas y
“pintas” a principio de año, la “buena o mala mano”
en la realización de actividades agrícolas particula-
res, la canícula, el mal de ojo y otras que persisten,
ante el embate ideológico y frontal de autoridades
civiles y eclesiásticas interesadas en que desaparez-
can (Mariaca, 2003).
PROPUESTAS Y PERSPECTIVAS
Un renovado concepto de desarrollo implica la
expansión de las potencialidades individuales y
colectivas, que hay que descubrir y fomentar (Acosta,
2008). Con esta visión se espera que los elementos de
la tecnología agrícola, como instrumentos de traba-
jo y objetos de estudio, contribuyan al avance de la
Etnoagronomía, al ser utilizados en el diagnóstico y
recuperación de los conocimientos agronómicos y
experiencias etnotecnológicas relacionadas con las
técnicas agrícolas, cadenas productivas tradiciona-
les o familiares, fabricación y uso de objetos técni-
cos o artefactos, variedades cultivadas en los siste-
mas agrícolas tradicionales; prácticas, festividades
y rituales de la agricultura tradicional; sistemas de
245 |
 Arturo Franco Gaona, Artemio Cruz León y Benito Ramírez Valverde
almacenamiento y uso del agua; abonos, compos-
tas y sistemas tradicionales de control de plagas y
enfermedades en campo y almacén; y ofrecer otra
perspectiva crítica de escala de pensamiento y acción
transdisciplinaria e intercultural. De su respuesta se
espera integrar a la productividad aquellos espacios
agrícolas marginales a la economía local, combatir el
hambre, promover el empleo, impulsar el desarrollo
rural y reimpulsar la enseñanza e investigación en
el campo mexicano.
La tarea es conocer los elementos de la tecno-
logías utilizadas por los campesinos tradicionales,
particularmente indígenas, por medio del uso de las
Etnociencias, según lo expresa Cruz et al. (2015a) e
implementar alternativas de respeto, protección y
recuperación de los recursos naturales, tendiente
a la permanencia de un ambiente sano, produc-
tivo y sustentable, alejadas de la mirada monocul-
tural eurocéntrica imperante ahora (Acosta, 2008).
Pues desde 1960, cuando se promovió la Revolu-
ción verde en México, el gobierno ha buscado pro-
piciar una reconversión productiva, fundamentada
en la ciencia occidental, promovida por medio de
programas de extensionismo rural, cuyos apoyos
han sido dirigidos hacia aquellas regiones donde la
tecnología se aplica en su totalidad, principalmente
en el norte del país, olvidando el subdesarrollo en
que se encuentra la gente del sur: pobreza, desnu-
trición, insalubridad, marginalidad agrícola, “desa-
grarización”, presencia de actividades extraparcela-
|  246
rias, migración y más; que los mantiene alejados de
los mercados internacionales (Escalante y Catalán,
2008), donde los apoyos se otorgan a modo de palia-
tivos y no para desarrollo.
Realizar censos y diagnósticos sobre los siste-
mas de cultivos tradicionales, basados en su histo-
rial tecnológico, permitirá mostrar la eficiencia de
los sistemas agrícolas tradicionales existentes en el
país. Sistemas productivos sustentables, capaces de
responder al cambio climático y otros problemas
de contaminación. Porque ¿cuánto tiempo tarda-
remos en darnos cuenta del costo que va a implicar
corregir un entorno degradado, que resulta del uso
intensivo de insumos químicos? ¿qué va a ocurrir
con la utilización de los transgénicos, cuando empie-
cen a contaminar nuestros cultivos y promover su
desaparición o cuándo nos volvamos totalmente
dependientes del exterior de alimentos e insumos?
y lo más irónico ¿cuánto nos va costar adquirir los
“antídotos” para contrarrestar o solucionar los pro-
blemas de contaminación en los espacios producti-
vos, anteriormente fértiles, a los mismos que nos lo
vendieron o les compramos los contaminantes? Por
ello se propone desarrollar nuevas formas de hacer
agronomía, de crear conciencias, con base en las
etnociencias, particularmente en aquellas donde la
interrelación con el hombre y su entorno, productivo
y biótico es más cercano, como la Etnoagronomía.
Finalmente consideramos que los ETAT, como
área de estudio, pueden ser objeto de intervención
 PROPUESTA DEL ESTUDIO DE LOS ELEMENTOS DE LA TECNOLOGÍA AGRÍCOLA TRADICIONAL COMO CONTRIBUCIÓN A LA ETNOAGRONOMÍA
e investigación tendientes a reincorporar espacios
abandonados, técnicas perdidas u olvidadas y herra-
mientas fuera de uso, susceptibles de utilizarse en
espacios productivos específicos. Su uso permite ale-
jarnos de la formación “libresca” e inspirar el conoci-
miento en el pensamiento social, en la colectividad.
Con su estudio es posible construir un campo de
investigación, alternativo a la agronomía, que analice
los sistemas agrícolas tradicionales existentes en los
pueblos indígenas y mestizos, con base en la recu-
peración y recreación de los conocimientos locales
y tradiciones que poseen.
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 Los instrumentos
agrícolas de Michoacán
y la necesidad
de adaptación
de innovaciones
agromecánicas

José Juan Arredondo Arredondo

 Introducción
En 2007, en México había 5 548 845 unidades de pro-
ducción, siendo las más numerosas las que tenían
hasta dos hectáreas (2 415 716); seguidas por las de
cinco hasta 20 Ha y después, por las que se encuen-
tran entre el rango de dos hasta cinco Ha (Yúnez
et al., 2013). En Michoacán hay unidades de pro-
ducción agrícola de pequeña escala, manejadas por
campesinos, que en la realización de sus activida-
des agrícolas, utilizan diferentes fuentes de fuerza
(humana, animal, mecánica y mixta), lo que implica
una mezcla de todas en diferentes etapas de la acti-
vidad productiva.
En zonas abruptas y pedregosas, se utilizan
herramientas e instrumentos de origen prehispá-
nico, modificados o adaptados. En otras, donde es
posible, productos de la ciencia moderna, principal-
mente el tractor con sus enseres, y riego en sus dife-
rentes versiones. La utilización de estas herramientas
en la producción de maíz ejemplifica la diversidad
tecnológica existente en el país (Cruz et al., 2004) y
se manifiesta en la tecnología agrícola tradicional
utilizada en la explotación de predios pequeños con
pendientes pronunciadas.
Pareciera que no ha habido cambios significati-
vos en la producción de maíz, lo que ocurre es que
las técnicas agrícolas empleadas por los campesinos
continúan siendo las mismas, puesto que no se han
capitalizado (Valverde et al., 2007) debido al tipo de
políticas públicas para el campo y al precio de diver-
sos productos agrícolas establecido por el mercado
nacional o por organismos internacionales. Por lo
tanto, hay que considerar que si alguna o varias de
las condicionantes antes mencionadas se modifican,
la tecnología también cambiará.
 José Juan Arredondo Arredondo
Una problemática que se suma a las anteriores,
tiene que ver con la inversión de trabajo horas/hom-
bre que se dedican al campo, animales, manteni-
miento y conservación de la tecnología mecánica
que posee (aperos de labranza para animales o trac-
tor). Para dar respuesta, primeramente se debe con-
tar con recursos económicos para adquirir o reparar
el artefacto dañado, contar con técnicos especiali-
zados en su reparación y mantenimiento o con la
presencia de centros comerciales de herramientas
agrícolas en la región.
Ante ello ¿qué hacer? ¿qué han hecho los cam-
pesinos para dar respuesta a estas problemáticas?
Esta pregunta guía este capítulo, relacionado con
el conocimiento que poseen los campesinos para
solucionar los problemas que se les presentan en la
conservación y mantenimiento de sus herramientas
o necesidades de innovaciones personales que les
facilite el trabajo. Esto se relaciona con la cantidad
de jornales que se necesitan para hacer producir una
hectárea, los cuales se buscan reducir; por ejemplo,
roturar una hectárea con azadón implica 150 jorna-
les y únicamente 35 cuando se emplean animales de
tiro (Parra et al., 1989:373, citados por Cruz et al.,
2004), cantidad que se reduce aún más utilizando el
tractor, aunque los costos energéticos y económicos
no impliquen lo mismo.
Las adaptaciones que hacen los campesinos a
los instrumentos agrícolas como azadones, ara-
dos u otra herramienta para “personalizarlos” en
|  254
su tamaño, ángulo de corte, reforzamiento, modi-
ficando o incrementando su eficiencia, las realizan
ellos mismos, con la ayuda de los artesanos de la
comunidad o externos. Para la industria, la fabri-
cación o reparación de herramientas pequeñas no
es un negocio atractivo. Por ello, se debe entender
y considerar que todas las unidades de producción
deben contar con fuentes de potencia agrícola ade-
cuadas a la situación de su agricultura; es decir, no
solo adecuadas al tamaño de la propiedad, sino al
nivel tecnológico prevaleciente en el sector (habili-
dades de reparación, operación y disponibilidad de
componentes); con diseños acordes a sus necesida-
des, facilidad de manejo y mantenimiento, oportu-
nidad de capacitación, precio accesible y durabili-
dad (Negrete et al., 2012; Valverde et al., 2007); de
no tener acceso a ello, el campesino “[…] le mete la
mano” al artefacto adecuándolo a sus necesidades.
La transferencia y apropiación de tecnología es
una necesidad y una forma de acercamiento de las
innovaciones que produce el mercado nacional e
internacional, por lo que deben ser dadas a conocer
a los campesinos, quienes decidirán si les conviene
o no utilizarlas, si se adecuan o no a sus necesidades
y si cuentan con el apoyo o recursos para adquirirla,
independientemente de los objetivos que busque el
extensionismo con su difusión.
Este capítulo muestra las experiencias tecnológi-
cas de innovación, realizadas en cuatro comunida-
des marginadas a partir de la presencia del arado así
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas
como algunas adaptaciones realizadas a la maqui-
naria y herramientas encontradas en los campos de
las regiones agrícolas del estado de Michoacán, indi-
cando el tipo de mejoramiento realizado a dichos
equipos. Ello tiene que ver con el tipo de conoci-
miento que tienen los campesinos y productores,
lejos de la academia, sumado a sus necesidades y a
las habilidades que utilizan en solucionar los proble-
mas tecnológicos y económicos que se les presentan.
Resultados
Experiencias tecnológicas. Valverde et al. (2007)
señalan que “a lo largo de la historia de la agricultu-
ra, el hombre ha diseñado una diversidad de uten-
silios y herramientas manuales, algunas acopladas a
animales para facilitar las labores agrícolas, buscan-
do economía energética, eficiencia y productividad”.
Entre los instrumentos agrícolas más sobresalien-
tes encontrados en casi en todas las áreas agrícolas,
están los arados de tracción animal.
En la agricultura tradicional, en terrenos con
pendientes moderadas, son las herramientas más
importantes durante el ciclo de vida de los cultivos.
De ellos existen versiones “antiguas” y “modernas”,
por el tipo de materiales que se utiliza en su cons-
trucción, por la profundidad del surcado, por el tipo
de fuerza que utilizan y por la fuerza de arrastre que
anteponen. Por su tipo de tracción se pueden separar
en animal, jalada por animales, y mecánica, propul-
sada por el tractor.
La tracción animal fue implementada por los
españoles a mediados del siglo XVI, puesto que no
existían animales de tiro en Mesoamérica. Con ello
buscaron sustituir la fuerza humana, al menos en
aquellos espacios agrícolas donde era posible utili-
zar el arado. En Michoacán, en el valle Morelia-Que-
réndaro, la fuerza humana se continúa utilizando en
aquellos espacios que son trabajados “a mano”, por la
pendiente pronunciada que poseen o por la cantidad
de piedras que contienen (Franco et al., 2012). Esto
se opone a lo que señala Alarcón-Chaires (2001),
quien menciona que fuera de los solares no encon-
tró ningún caso en que la tracción fuera exclusiva-
mente humana.
En la actualidad la fabricación de los arados de
tracción animal en México es muy incipiente, aun-
que buscando en internet es posible encontrarlos.
Sin embargo, los que quedan en las comunidades
han sido reparados para continuar usándose. Este
trabajo comúnmente lo hacen herreros de la misma
comunidad o externos, quienes, por medio de alta-
voces, carteles o comunicación de boca en boca,
anuncian el día que van a recurrir a la comunidad a
recoger todo aquel instrumento o accesorio de metal
que requiera reparación o modificación. El arado es
una herramienta sumamente socorrida por los pro-
ductores viejos, porque consideran que no produce
plagas del suelo (Alarcón-Chaires, 2001).
255 |
 José Juan Arredondo Arredondo
En Tierra Caliente, Romero et al. (1994) men-
cionan la presencia de cuatro tipos de arados de
tracción animal: el de madera o de “palo”, el arado
“mosco”, el “polco” y el arado “mariposo” o “paloma”,
que se utilizan en la preparación de la tierra o bar-
becho, surcado para la siembra y labores de cultivo
que requieren de la remoción del suelo.
Los cuatro arados poseen mecanismos que per-
miten controlar la profundidad y el ancho del tra-
bajo; esto último se regula mediante la abertura de
las alas u orejeras, de acuerdo con el tamaño de la
planta y la práctica que se realice; los cuales se des-
criben a continuación.
Arado de palo. Se compone de una pieza de
madera fuerte (cabeza) y la mancera es parte de la
misma. En el arado radial, la cabeza tiene una forma
alargada con punta en el extremo delantero, donde
lleva empotrada una pequeña pieza de fierro llamada
reja. La mancera está en la parte opuesta de la reja,
que dirige el arado. En el centro de la cabeza, lleva
una pieza alargada y perpendicular a ella (telera),
en que se inserta el timón. Este es una pértiga alar-
gada que puede medir hasta tres metros de longi-
tud. Cerca de la mancera se recarga el timón, en el
extremo opuesto a la reja de la cabeza. En ambos
lados de la telera se localizan cuñas, que regulan la
abertura del ángulo entre la cabeza del arado y el
timón. En la punta más extrema del timón, se loca-
liza la clavija, que engancha el arado con el yugo, por
medio del barzón.
|  256
Este tipo de arado es simétrico, rompe el suelo
vertiendo el prisma cortado a ambos lados, para que
al arar, el volteo del suelo sea mínimo. Durante la
labranza no se utilizan orejeras, mientras que en la
primera y segunda escardas se utilizan orejeras de
diferente tamaño. Para la siembra se usan orejeras
para abrir surco, y una vez depositada la semilla en
el fondo húmedo del surco, se regresa labrando un
lado del surco abierto para tapar la semilla.
La madera preferida en tierra caliente, para fabri-
car un arado es el Cueramo (Cordia elaeagnoides).
Alarcón-Chaires (2001:51) menciona que los pro-
ductores viejos de Nahuatzen, Michoacán, prefie-
ren el arado de palo porque “cría menos gusanos”
debido a la menor profundidad que logra, ya que la
profundidad que hace el arado de metal en el suelo,
facilita el desarrollo de plagas, aparte de que su uso
supone una menor evaporación del suelo.
Arado mosco. Es simétrico, la cabeza es de fierro
fundido, la telera de tornillo, tuerca y contratuerca y
las alas son de placa. Su apertura se regula mediante
soleras perforadas. La mancera es de madera o de
fierro liviano. El timón puede ser corto o largo, según
el tipo de animales que se utilicen para trabajar. El
largo se prefiere para bovinos, aunque en Tierra
Caliente también se usa con equinos. El timón corto,
de 1.5 m aproximadamente, se prefiere para equi-
nos, cuando se usan balancines como elementos del
equipo de arneses. El trabajo y operación del arado
mosco es muy parecido al del arado de palo, pero
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas
por el tipo de materiales que se utilizan en su cons-
trucción, es más durable.
Arado polco. Es de vertedera y se usa en Tierra
Caliente; equivale a un arado asimétrico, porque
invierte el prisma de suelo cortado hacia un solo lado.
Tiene una cabeza de fierro, con un ala grande o verte-
dera y una reja; la mancera y el timón son de madera,
el timón es largo para ejecutar labores de labranza
primaria o aradura, con bovinos. La profundidad
del trabajo del arado polco, se regula con una solera
perforada que hace la función de una telera. En la
sierra purépecha se utiliza una variante del arado de
vertedera, llamado arado superior, con las mismas
características del arado polco, tiene timón corto
y se une al yugo de los bovinos por una cadena o
cuerda gruesa (Arredondo y Cruz, 1996). El arado
superior además de usarse para labranza primaria
en esta región, se usa en la escarda del maíz, con dos
pasos de la yunta en el mismo surco, para lograr un
eficiente control mecánico de las hierbas.
Arado de vertedera o de ala. Su construcción es de
madera, se encuentra en las sierras y bajíos michoa-
canos y en el valle de Zamora. Es otra variante del
polco y el superior, pues la mancera y el timón están
hechos de fierro. Además, no tiene una pieza que
funcione como telera. Para regular la profundidad
de trabajo, en el extremo delantero del timón lleva
dos orejas con orificios, cuyas posiciones regulan la
inclinación del ángulo de ataque del arado. Este tipo
de arado está fabricado de material muy robusto, que
funciona muy bien para labranza primaria en suelos
duros, con vegetación mediana y con pasto.
Arado mariposo o palomo. Se localiza en la tierra
caliente, sierras y bajíos michoacanos, es totalmente
de fierro, su estructura es muy parecida a la del arado
de ala de fierro, con la diferencia de que en el alma
central del arado, se unen dos alas regulables en su
abertura y cuenta con una agresiva reja de fierro, lo
cual lo hace apropiado para hacer labores de pri-
mera y segunda escarda o tabloneo. Se considera
un arado simétrico por invertir los prismas de suelo
cortado a ambos lados del centro de la reja.
En el valle de Zamora, se fabrican arados simé-
tricos, de metal ligero, utilizando perfiles de PTR de
tres pulgadas para el timón y de una pulgada para
la mancera. Las piezas se unen de manera similar
al arado mariposa de fierro sólido. Una versión de
arado simétrico de fierro sencillo, se conoce como
arado “palomita”. Como parte del trabajo1 de difu-
sión y transferencia de tecnología que realiza el
1  El método de trabajo incluyó: recorridos de campo, obser-
vación y dialogo con los dueños de los arados para la caracte-
rización de los instrumentos, actividad que se llevó a cabo en
las regiones agrícolas: tierra caliente, valle de Zamora, sierras y
bajíos michoacanos y sierra Purépecha. Se seleccionaron comu-
nidades marginadas que siembran en pequeña escala cultivos
tradicionales (maíz, frijol, avena y trigo). Se propusieron proyec-
tos de trabajo con cada uno de los equipos, realizando demos-
traciones y capacitación para las personas acerca de especifica-
ciones y calibración de cada uno de los equipos en campo, por
medio de publicaciones sencillas que los campesinos pudieran
leer e interpretar fácilmente. Después se hicieron modificacio-
nes a los equipos para hacerlos más maniobrables en campo.
257 |
 José Juan Arredondo Arredondo
Centro Regional Universitario Centro Occidente
(CRUCO) de la Universidad Autónoma Chapingo, se
muestran cuatro experiencias tecnológicas en comu-
nidades marginadas:
1. Labranza de suelos con la técnica de corte hori-
zontal, con equipamientos adicionales sencillos, se
utiliza para combatir competidores vegetales en cul-
tivos en hileras.
2. Difusión de un arado esbelto, sin vertederas ni
orejeras (o muy cerradas), con un aditamento para
sembrar y fertilizar maíz. Este se usa en las regiones
frías de Michoacán, donde se siembra maíz en sue-
los andosoles, con muy poca resistencia al corte, que
guardan humedad en capas profundas, por lo cual la
siembra puede hacerse en condiciones de humedad
residual del año anterior.
3. Trilla mecanizada de granos con máquina
estacionaria; con elementos muy similares a la tri-
lla moderna (cilindro y cóncavo regulables para dife-
rentes tamaños de semillas), que agrega en forma
separada y sencilla, la limpieza del grano.
4. Almacenamiento de granos en silos herméticos.
Los resultados
Labranza de corte horizontal
En la labranza de suelos para agricultura convencio-
nal en Michoacán, los instrumentos preferidos para
|  258
tracción animal son el arado de palo y el de vertede-
ra o ala; para tracción mecánica se utilizan una gran
variedad de herramientas de campo, como los ara-
dos de vertedera y los arados de disco para labran-
za primaria, aradura o barbecho, debido a que es
una de las actividades más pesadas que se realizan,
moviendo 1000 metros cúbicos/ha de suelo con trac-
ción animal a una profundidad de trabajo de 10 cm;
y 3000 metros cúbicos/ha de suelo a 30 cm de pro-
fundidad con el arado de tracción mecánica.
La diversidad de instrumentos de labranza de
tracción mecánica se complementa con la rastra de
discos, preferida en Michoacán y en Guanajuato.
Para formar surcos se utiliza una barra portaherra-
mientas con doble vertedera y posteriormente se
siembra con otro equipo especial, cuyo propósito
es depositar la semilla, taparla y compactarla en el
suelo húmedo cuando se presentan las lluvias en la
agricultura de temporal. Esta variedad de equipos
de labranza mueve el suelo, que queda totalmente
volteado. La labranza primaria es la más agresiva, el
corte y volteo del suelo se hace con los equipos de
vertedera o discos.
Una innovación en el trabajo de remoción de la
tierra es la labranza con arado de corte horizontal,2
que rompe el suelo y lo remueve sin voltearlo, con
lo que se aprovecha mejor la humedad del suelo. Al
2  El equipo de labranza de corte horizontal fue diseñado en el
Instituto de Investigaciones en Mecanización Agrícola de Cuba
y cuenta con versiones para tracción animal y mecánica.
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas

Figura 1. Labranza de corte horizontal

quedar la capa superior en la misma posición, se
favorece la descomposición de los residuos orgáni-
cos del cultivo anterior, lo que ayuda a la fertiliza-
ción del siguiente cultivo (Figura 1).
Arado de corte horizontal de tracción animal
A este tipo de arado se le conoce como multiarado,
porque con él se pueden hacer varias prácticas agrí-
colas (arar, surcar, cultivar y sembrar), mediante un
aditamento complementario. Sus componentes prin-
cipales son la reja, tres juegos de saetas de corte hori-
zontal y el brazo (Figura 2). Las otras partes pueden
ser diferentes a las ilustradas. Si el agricultor prefiere
una mancera en vez de dos, o un timón de madera
en vez del metálico, se pueden hacer las adaptacio-
nes necesarias para una construcción más simple.
Cuando se realiza la aradura en un campo duro
o compactado, no es necesario que el arado lleve las
saetas de corte, sino únicamente el brazo con la reja,
para hacer una aradura vertical o subsoleo; poste-
riormente se ara cruzando el terreno con las saetas
más pequeñas. La aradura horizontal –o sin volteo
de suelo– se realiza con las saetas de corte colocadas
en el arado. En la primera pasada es mejor utilizar
las más pequeñas, para profundizar el trabajo a 10
cm o más, según la dureza del terreno. Si es necesa-
rio, después de hacer un primer paso de arado, se
hace una cruza con el juego de saetas más grande y
se profundiza un poco más para realizar una aradura

259 |
 José Juan Arredondo Arredondo
Figura 2. Arado de corte horizontal.
Tracción animal.
por capas de suelo y evitar que los terrones resulten
demasiado grandes.El multiarado se puede aplicar
para control mecánico de competidores herbáceos
de los cultivos, cuando las hierbas tienen entre .03 y
.05 cm de altura. La segunda escarda se ejecuta con
las alas surcadoras. La versión de tracción mecánica
se opera de una manera similar. El rendimiento de
trabajo del arado para labranza con tiro animal es
de una hectárea por día.3
3  Esta alternativa de labranza fue promovida y apoyada en
Michoacán por una fundación italiana, cuyo apoyo fue reci-
|  260
Siembra mecanizada en suelos andosoles
Sembrar en suelos andosoles implica depositar la
semilla donde haya humedad; es decir, a una pro-
fundidad de 0.25 a 0.30 cm. Con tracción animal y
arado de palo, se requieren dos pasadas y dos per-
sonas (un sembrador y un yuntero). En el munici-
pio de Maravatío se encontró un arado de fierro de
solera de 2 pulgadas por ½ pulgada de espesor para
la curva del timón del arado; la cabeza estaba hecha
con un trozo de PTR de 2 pulgadas y en la parte de
atrás tenía un agujero para colocar un tubo de lámi-
na galvanizada. El arado tenía una punta de corte y
un par de alas regulables, la mancera estaba hecha
con solera de una pulgada por 5/8 de pulgada de
espesor, lo que resultaba en un arado muy ligero,
para hacer la siembra en una sola pasada y por una
sola persona (Figura 3).
El arado de tubo se transforma en una sembra-
dora-fertilizadora para maíz de tracción animal con
fertilizante químico impulsado con una espuela de
fierro. En lugar del tubo se adaptó una tolva para
bido por dos organizaciones de productores: una en el valle
Morelia-Queréndaro, por medio de un fondo revolvente para
financiar multiarados de tracción mecánica; y la organización
Marku Anchekoren, de Paracho, en la sierra Purépecha, que
contó con apoyo económico para promover ésta tecnología en
la versión para tracción animal. Además, la Fundación Pro-
duce Michoacán aportó recursos económicos para transferir la
labranza de corte horizontal con el apoyo técnico de la UACh,
través del Centro Regional Universitario Centro Occidente,
CRUCO.
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas
Figura 3. Arado de tubo para siembra en suelos
andosoles.
semilla, con un compartimento para fertilizante
granulado. La tolva contenía en su interior un dosi-
ficador redondo en posición vertical con 4, 6, 8 u 10
orificios, para distribuir la semilla según la densidad
de siembra elegida por el operario. El perímetro de la
espuela tiene una relación directa con el eje del dosi-
ficador del fertilizante de 160 cm. la distancia entre
semillas es de 40, 26, 20 y 16 cm aproximadamente.
La compuerta del fertilizante en abertura total per-
mitía dosificar 380 Kg; a la ½ el equipo vertía 200
kg a ¼ de abertura solo 96 kg. (Fig. 4).
Este equipo es útil para suelos de ladera, donde
los tractores no son una opción segura. Se le pue-
den adaptar dos espuelas para asegurar el giro del
eje impulsor de la semilla y el fertilizante en los sue-
los con pendiente. Al ir agregando componentes el
Figura 4. Sembradora-fertilizadora de espuela
modificada.
arado es cada vez más pesado. En Michoacán las
sembradoras para suelos andosoles se fabrican en
talleres artesanales de herrería, por lo que no exis-
ten medidas estandarizadas. Sin embargo, este arado
es una innovación que ha duplicado la eficiencia del
trabajo de siembra realizado por un solo yuntero.4
Actualmente, la tendencia de usar fertilizantes
orgánicos demanda el uso de composta, como abono,
durante la siembra y en las escardas, por lo cual se
4  La transferencia de este equipo fue apoyada en Michoacán
por la Fundación Produce, con la asesoría técnica del CRUCO-
UACh.
261 |
 José Juan Arredondo Arredondo
requiere la modificación de la sembradora con una
tolva de mayor tamaño para su dosificación. En la
mayoría de las comunidades los campesinos opinan
que la tracción animal ha sido reemplazada por los
tractores y sus enseres. Consideran que es necesa-
rio adaptar los mismos principios de trabajo en los
equipos de tracción animal para crear implementos
locales, acordes a los cultivos de la región, fáciles de
hacer y de reparar; para que resuelvan el trabajo de
siembra de forma mecanizada, sin depender de las
agroempresas comerciales expendedoras de maqui-
naria cara y compleja que no se adapta a las condi-
ciones y necesidades de la región.
Trilla mecanizada de granos en pequeña escala
La mecanización de la cosecha de granos se hace
de tres formas con instrumentos de diferente nivel:
1) trilla manual, golpeando las plantas con varas o
con el pisoteo de las plantas por animales de trabajo
(Meier, 1993), en cuya limpieza se utilizan recipien-
tes y arneros (tamices) para separar los granos de
la pajilla; 2) uso de máquinas trilladoras y limpia-
doras con motor de combustión interna estaciona-
rio; 3) mediante cosechadora de granos, que realiza
un trabajo más complejo e integral en un solo paso
(Berlijn, 1983). Esta última opción no puede ser ins-
trumentada en parcelas pequeñas y de ladera, por
lo que las opciones más viables para la agricultura
campesina son las dos primeras.
|  262
Para mecanizar en forma sencilla la trilla y lim-
pieza de granos con una trilladora fabricada con
materiales locales en un taller de herrería, con las
herramientas mínimas, con resultados positivos al
alcanzar un rendimiento de 1.2 t de frijol en una
jornada de seis horas, se tomó la idea del proyecto
Herrandina. Ahí, se encontró que es posible imple-
mentar este método en localidades pequeñas, donde
existan talleres de herrería capaces de reproducir el
mecanismo de trillado cilíndrico y cóncavo, con un
motor de combustión interna que facilite el impulso
del mecanismo.
Las máquinas pequeñas son ideales para utili-
zarse en parcelas con topografía irregular y dimen-
siones de entre una y cuatro hectáreas; sin embargo
es necesario considerar que las máquinas deben con-
tar con un tren de transporte para realizar la cosecha
en la misma parcela, con lo que se evita trasladarla
a las eras o a los patios de las casas.
Los prototipos de trilladora y limpiadora de gra-
nos fueron propuestas de Meier (1993), como una
experiencia de mecanizar la cosecha de granos en
la agricultura andina. Es una alternativa que ha sido
desarrollada para campesinos que usan equipos sen-
cillos, pero que les ayudan a realizar los trabajos de
cosecha en forma más rápida y ligera.
Siguiendo las indicaciones de los bosquejos suge-
ridos por Meier (1993a), primero se construyó la
estructura y en seguida se montaron las tapas late-
rales para armar el mecanismo de trilla. Para fabri-
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas

Figura 5. Demostración de trilla de frijol en el ejido Rincón de

Parangueo, valle de Santiago, Guanajuato.

car las estrías del cilindro y el cóncavo, se usó fierro
redondo de ½ pulgada, porque el proceso de fundi-
ción no es fácil de implementar en talleres pequeños.
Luego se colocó la base del motor para la transmi-
sión, que se calculó de 300 a 700 rpm en el cilindro,
en una transmisión de poleas para trilla de frijol,
según el rango de velocidades de rotación del fabri-
cante del motor.
Después de colocar la tolva de alimentación y el
toldo, se le agregó un eje con ruedas y un tirón para
transportarla así como un harnero (tamiz) oscilante
por el que pasan el frijol y pajilla, para después caer
en una lona o charola. Realizadas las pruebas de
funcionamiento, se hicieron dos demostraciones de
campo: una en el ejido de Rincón de Parangueo, de
valle de Santiago, Guanajuato y la otra en el ejido La
Alberca, de Morelia, Michoacán (Figura 5).
Dos personas realizan la operación de la trilla-
dora; una alimenta la máquina con plantas secas de
frijol, mientras la otra saca la paja grande ya trillada.
El grano con pajilla cae en la lona o charola y pos-
teriormente se ventea. La operación de trilla es una
de las más aceptadas por campesinos que cultivan
granos tradicionales como frijol, avena, trigo o gar-
banzo. La regulación de la separación entre el cilin-
dro y el cóncavo permite su utilización para varios
tamaños de semilla.

263 |
 José Juan Arredondo Arredondo
Limpieza de granos
La máquina limpiadora de frijol se complemen-
ta con una trilladora de tipo estacionario y ambas
están basadas en los modelos propuestos por Meier
(1993). La construcción de las máquinas se realizó
para difundir esta alternativa en la trilla y limpieza
de granos. El mejor resultado se obtuvo con frijol,
ya que con garbanzo hubo 80% de granos quebra-
dos. La limpiadora consistió en la caja propuesta por
Meier, pero el ventilador es de tambor y no de aspas
como el que plantea el autor. El movimiento para la
limpiadora es manual y para que resultara más efec-
tiva la corriente de aire del ventilador para limpie-
za en campo se agregó un motor de 3hp a gasolina.
La limpiadora deja 3% de residuos de paja des-
pués de la ventilación del material trillado, pero le
afecta la vibración del motor que afloja los compo-
nentes de la máquina. En la trilladora, la paja que
queda mezclada con el grano es de 12 a 31% (resi-
duos que se tamizan en una criba con cuadros de
6.5 mm, que filtra el frijol con pajilla, que tiene que
separar la limpiadora).
Después de tener las dos máquinas como un
módulo de trilla, se hicieron dos demostraciones
sobre su operación, en comunidades de Michoacán.
La trilla se limpia, para separar la paja de los granos,
deja residuos del tamaño de una pajilla, que es nece-
sario separar del grano y tenerlo listo para el alma-
cenamiento, o venta. En esta labor se aprovechan
|  264
corrientes de aire, o se utilizan ventiladores cuando
no hay una fuente natural de viento.
Con estos antecedentes se construyó una limpia-
dora de granos de frijol, basada en la de Meier (1993)
integrada por una máquina con un cajón, un ven-
tilador y un túnel en el que se realiza la separación
del grano y la pajilla. El impulso de la máquina de
Meier es manual y con ventilador de paletas. Esta
propuesta fue mejorada agregando un ventilador de
cilindro –de mejor funcionamiento que el de pale-
tas–, un motor de 3 hp para el impulso del ventila-
dor, criba para frijol, charola de captación del grano,
ruedas para movimientos cortos en campo y man-
ceras para dichos movimientos. El desempeño de
la máquina limpiadora es aceptable, pero requiere
ser perfeccionado para completar el módulo de tri-
lla acorde a la capacidad de campo de 1.5 t/ jornada.
El resultado muestra un trabajo acorde a la capa-
cidad de la trilladora, con un residuo de 3% de paja
mezclada con el grano, una vez ventilado el material
trillado, por lo que recomienda hacer un ventilador
más eficiente y disminuir la vibración de la máquina.
Las demostraciones del equipo se realizaron en San
Nicolás Quiriceo, Gto. y en Cuitzeo, Mich. (Figs 6 y
7). El módulo de trillado se recomienda para proce-
sar entre 1.2 y 1.5 t de frijol en vaina, ya recolectado,
lo cual se puede hacer en campo, sin necesidad de
trasladarlo al patio de la casa, por lo que es recomen-
dado para pequeños productores y campesinos con
pequeños predios.
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas
Figura 6. Capacitación para el manejo de la lim-
piadora de granos, San Nicolás Quiriceo, valle de
Santiago, Guanajuato.
Almacenamiento de granos en silos herméticos
Para los nucleos familiares el almacenamiento tiene
que ver con la conservación de productos básicos
(maíz, frijol), que forman parte de su alimentación
diaria. El uso de métodos químicos, como las pasti-
llas de fosfuro de aluminio, trae consecuencias como
el envenenamiento de personas debido a los resi-
duos existentes en los granos. La tecnología de silos
metálicos sellados herméticamente elimina el uso
de sustancias químicas, porque la falta de aire en su
interior, hace que las posibles plagas no prosperen.5
5  En Guerrero y en Guanajuato, existen proveedores de silos.
En Centroamérica y Sudamérica también se utiliza esta tecnolo-
gía, complementada con pastillas de fosfuro de aluminio, sobre
Figura 7. Capacitación para el manejo de la trilla-
dora de granos en Cuitzeo, Michoacán.
Para almacenar grano en granjas pequeñas se uti-
lizan pastillas de fosfuro de aluminio en recipientes
con tamaños variables, que van de los 50 a 200 litros
de acuerdo con las necesidades de conservación de
semilla, consumo familiar y almacén para ventas
futuras. El contenedor metálico hermético es un
recipiente de lámina galvanizada, en forma de cilin-
dro, con una entrada y una salida con tapas de rosca
que sellan herméticamente, aislando el grano seco de
las posibles plagas y hongos que pudieran dañarlo.
Esta tecnología se propuso en dos comunidades en el
estado de Michoacán: Cañada del Herrero, munici-
todo en granjas pequeñas. El INIFAP (2004, 2006) ha hecho
recomendaciones a productores sobre el uso y manejo del silo
hermético para almacenar granos y semillas.
265 |
 José Juan Arredondo Arredondo
pio de Tarímbaro y La Alberca, municipio de More-
lia, donde la totalidad de los campesinos guardan
sus granos en costales y tanques de fierro usando
pastillas de fosfuro de aluminio.
Los recipientes tienen entre 50 y 100 litros de
capacidad, cuando lo recomendado para consumo
familiar es un recipiente de entre 500 y 1000 litros.
Los silos se cotizaron comercialmente, pero son
demasiado caros, aunque finalmente fueron fabri-
cados por un hojalatero de Morelia. Una vez entre-
gados los silos, en las dos comunidades se organiza-
ron talleres de capacitación, con material informa-
tivo del INIFAP. Entre las recomendaciones destaca la
de colocar el silo bajo techo para protegerlo de sol y
lluvia, y sobre una base nivelada para aislarlo de la
posible humedad del suelo.
El silo debe llenarse con grano bien seco al 100%.
La cantidad de grano a utilizar únicamente debe
sacarse cada 15 días. El silo lleno no se debe mover
ni inclinar. El almacenamiento de granos en silos de
tipo hermético es una opción bien aceptada por los
productores de grano, sobre todo porque se evita
el uso de sustancias químicas. La limitante para la
adopción de dicha tecnología son los costos de fabri-
cación. En varias comunidades del país se han reali-
zado talleres de capacitación en hojalatería y solda-
dura para que los productores elaboren sus propios
silos, pero los resultados no han sido satisfactorios,
sobre todo en lo referente al daño de los granos, lo
cual podría indicar fallos en la construcción y falta
|  266
de capacitación para el manejo de los contenedores
metálicos.
Adaptaciones en sembradoras
En Tierra Caliente, valle de Zamora y el Bajío
michoacano, se identificaron cultivadoras de fabri-
cación industrial, de tracción animal, utilizados para
realizar la primera y segunda escarda de maíz o sor-
go, debido a que tienen un ancho de trabajo regula-
ble, de acuerdo a la medida del surco. Este equipo
no ha sido objeto de modificaciones notorias, sin
embargo tiene el problema de que en suelos duros
o apisonados con maquinaria, es difícil lograr una
profundidad de trabajo aceptable.
Un instrumento especial para control de male-
zas que se observó en la tierra caliente es el rastrillo,
que consiste en un marco de fierro soportado por
un timón-mancera de madera, cuya pieza inferior
del marco es una hoja metálica con filo, que tiene
como objetivo el control mecánico de hierbas peque-
ñas. Existen otras variantes del rastrillo, totalmente
metálicas, de fabricación regional.
Una adaptación que implica más necesidad de
trabajo y diseño, es la adaptación de una sembra-
dora de granos en los arados de tracción animal. A
un arado simétrico fabricado en Maravatío y obser-
vado en Pátzcuaro, le adaptaron un tubo para que el
yuntero, a falta de un ayudante, hiciera por él mismo
la siembra.
 Los instrumentos agrícolas de Michoacán y la necesidad de adaptación de innovaciones agromecánicas
En Cherán al arado mosco, con timón y mancera
de madera, le adaptaron un tubo con embudo y un
tapador para la semilla. En el municipio de Coeneo
a un arado de ala le adaptaron un tubo con embudo
para realizar siembra de cultivos de humedad resi-
dual. En la Sierra Purépecha se observaron arados
de madera con un tubo sembrador (Cruz, 1993; en
Pulido et al., 1996).
Como se aprecia, los propios productores o arte-
sanos han realizado adaptaciones a los arados con
accesorios que les faciliten la realización de la siem-
bra. Artesanos locales en Michoacán y Jalisco e inves-
tigadores del INIFAP, han implementado mecanis-
mos de siembra en arados de tracción animal tales
como: sembradora de cadena y espuela acoplada a
un arado mosco. En Pátzcuaro, a un arado simétrico
hechizo se le adaptó una sembradora fertilizadora de
espuela, para la siembra de maíz con fertilización
química, en suelos andosoles.
Con estos ejemplos, es evidente el mejoramiento
de los instrumentos agrícolas de tracción animal
bajo diversas condiciones, es un trabajo que requiere
ser abordado por profesionales del diseño en México.
Sin embargo, hay que considerar que cuando no
existe tal ayuda, el campesino o productor siempre
buscará la forma de solucionar su problema, con
materiales locales y de bajo costo, modificando y
adaptando sus instrumentos de trabajo tradicionales
a sus necesidades de trabajo y condiciones de suelo.
Para ello echará mano de su propio conocimiento o
de los talleres artesanales locales o regionales.
Conclusiones
Los campesinos y productores modifican y ade-
cuan sus herramientas mecánicas de acuerdo a sus
necesidades de trabajo, del suelo, cultivo y conoci-
miento; así, modifican los arados de tracción ani-
mal –e incluso de tracción mecánica–, sembrado-
ras y herramientas manuales. Ello denota la necesi-
dad de contar con instrumentos de labranza de bajo
costo y adecuados a cada región; los cuales deben
ir acompañados de capacitación para su manejo y
mantenimiento.
Las innovaciones realizadas a los instrumentos
de labranza tradicional contribuyen con ciertas ven-
tajas mecánicas a la realización de las actividades del
campo de una manera más fácil. El uso de tecnolo-
gías adecuadas para los usuarios protege el ambiente,
debido a que reduce la erosión y pérdida de suelo. La
falta de una línea de producción empresarial local,
no ha permitido el desarrollo y perfeccionamiento
de propuestas tecnológicas aplicadas al campo.
267 |
 José Juan Arredondo Arredondo
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 Tecnología agrícola
tradicional del cultivo de
pitaya en la zona norte de
Huajuapan de León, Oaxaca

Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León

 Introducción
Para proveerse de satisfactores que garanticen su
supervivencia, el ser humano ha hecho uso de los
recursos que la naturaleza le proporciona. En ello
ha aplicado el conocimiento adquirido a partir de
su experiencia cotidiana y de métodos creados por
la ciencia occidental (Hernández et al., 1995). En su
adecuado manejo ha conjuntado sistemas agríco-
las, tecnología tradicional y saberes campesinos, los
cuales se han ido acumulando y heredando de una
generación a otra. Bonfil (1994) añade que los gru-
pos humanos utilizan los recursos que tienen a su
alrededor para lograr su supervivencia, de acuerdo
a sus propias formas de vida, es decir, con base en
su cultura y cosmovisión.
La población era en el 2000, de 6,962 habitantes
(INEGI, 2000). En el desarrollo y aplicación de la tec-
nología en la agricultura, los campesinos han tenido
que aprender a conocer, con detalle, el medio que
los circunda, las condiciones ambientales imperan-
tes, las características biológicas y las necesidades
tecno-productivas de las especies que maneja. El tipo
de tecnología agrícola que comúnmente utiliza en
el cultivar es la tradicional, debido a su versatilidad,
diversidad y facilidad de adaptación a las condicio-
nes fisiográficas del terreno y especie.
Casas et al. (1994) mencionan que en la mayoría
de las comunidades rurales, donde aún se preservan
rasgos de cultura autóctona, la característica más
sobresaliente de los sistemas agrícolas es su diversi-
dad, tanto de especies y variedades de plantas que se
cultivan, como de prácticas tecnológicas utilizadas.
Ello resulta de poseer una cultura agrícola milenaria,
cuyo principio rector es lograr una producción sos-
tenida, mediante la adaptación de las plantas y uso
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
de la tecnología apropiada a las condiciones ambien-
tales imperantes en la zona o región, las cuales se
pueden encontrar en condiciones naturales o cul-
tivadas, en campo abierto o en huertos familiares.
Ante la presencia de tales condicionantes, se debe
considerar que la expresión regional de la agricul-
tura es el resultado de años de actividad que incluyen
la experiencia y saberes de los pueblos originarios
y mestizos que por siglos la han practicado (Cruz,
2016:50). De ahí surge la importancia de conside-
rar los factores físico-bióticos regionales para com-
prender la dinámica productiva de la pitaya (Ste-
nocereus pruinosus), el xoconostle (S. Stellatus) y la
jiotilla (Escontria chiotilla), cactáceas columnares
que figuran como los principales componentes de
la vegetación regional de la región mixteca y de los
huertos familiares, espacios productivos de donde
se proveen de recursos alimenticios y económicos
sus habitantes.
Ante las particularidades tecnológicas y ambien-
tales que requiere su producción, se buscó responder
preguntas relacionadas con la tecnología utilizada
en su cuidado y producción, las prácticas agrícolas y
condiciones agroecológicas que requieren y la condi-
ción socioeconómica de sus habitantes. Por lo tanto,
el objetivo de estudio consistió en mostrar la tec-
nología agrícola tradicional del cultivo de la pitaya
(Stenocereus pruinosus), el xoconostle (S. Stellatus)
y la jiotilla (Escontria chiotilla), en la zona norte de
Huajuapan de León, Oax. y la importancia que tiene
|  272
para ndatun kunde ndoo (vivir bien todos nosotros).
Estos planteamientos se hacen ante la propuesta
del Estado-nación de construir un esquema de pro-
ducción basado en el conocimiento tradicional, uti-
lizado en el cultivo de la pitaya en diferentes condi-
ciones agroecológicas y etnoagrícolas.
Antecedentes
Böege (2008), menciona que para entender los sis-
temas de producción campesina es necesario consi-
derar los procesos que generan la biodiversidad y el
contexto en el cual surge. Lo que implica, que para
entender el verdadero significado histórico, social y
cultural de la producción agrícola, ésta debe vincu-
larse con los seres humanos, sus modos de vida, y
con el acceso y propiedad de sus elementos.
Desde sus orígenes, el humano ha vivido de
la caza, pesca y recolección de ciertas especies de
plantas silvestres. Algunas de ellas han desapare-
cido, posiblemente como consecuencia de su nivel
de abundancia y forma de explotación, otras se con-
servan, tal vez por su plasticidad genética o falta de
reconocimiento como recurso alimenticio sumario.
Con el paso del tiempo la humanidad descubrió que
ciertas plantas se podían reproducir o multiplicar
si se les proporcionaba determinados cuidados. Ello
implicó la construcción de conocimientos tecnológi-
cos y fabricación de herramientas, que le permitiera
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
ahorrar trabajo, optimizar el tiempo y producir más.
También encontró plantas que podía manejar y
multiplicar para asegurar la alimentación de él, la
familia y los animales que podía tener cerca. Se per-
cató de la presencia de otros recursos que la natura-
leza proveía, los cuales consideró que no requerían
cuidados, debido a su abundancia, forma de pensar
que modificó cuando se percató de que cada vez era
más difícil encontrarlas, o ya no había. El resultado
fue implementar estrategias y normas que permitie-
ran su mejor aprovechamiento, por lo que trasladó
muchas plantas a su casa, dándoles diferentes usos.
Con ello conformó un espacio alternativo de sus-
tento familiar, recreativo y productivo, proveedor
de alimentos, medicinas y otros recursos tangibles
e intangibles, que solo son capaces de otorgar los
huertos familiares.
En las zonas semiáridas del país, se desarrollan
especies de cactáceas que representan un recurso
alternativo valioso para las comunidades que las
habitan (Aguilar y Trujillo 2009), es el caso de las
pitayas, too dichi, o tnu dich, como se conocen en la
Mixteca Baja de México, choconostli y jiotilla, plan-
tas xerófitas utilizadas desde la época prehispánica
cuyo aprovechamiento se basa en el conocimiento
tradicional y tecnología mesoamericana (Luna y
Aguirre, 2001a; Luna et al., 2001c).
En la Mixteca hay gran riqueza varietal de pita-
yas con una amplia diversidad genética, que han
sido estudiadas por diferentes autores (Flores; 2003).
Martínez (1993) caracterizó morfológicamente 15
cultivares tradicionales de pitaya (Stenocereus prui-
nosus), de tres comunidades (ocho de Chichihualte-
pec, cinco de Tianguistengo y dos de Tepeyahualco),
describiendo sus nombres locales, su palatabilidad,
color, forma y consistencia: agradable, agria, ama-
rilla, boluda, de riego, enana, organal, vidriosa, cán-
taro, de flor, espina amarilla, espina negra, hormiga,
amarilla de Tepeyahualco y roja de Tepeyahualco.
Esto muestra un alto grado de variación, diferen-
cias morfológicas de la planta y características físi-
cas y químicas del fruto, aunque constituyen única-
mente una muestra debido a que no fueron estudia-
dos todos los tipos existentes.
Luna (1999) encontró más de 30 variantes (de
las cuales 10 son las más comerciales) de S. Pruino-
sus, las cuales son reconocidas principalmente por
color, tamaño y forma del fruto; tamaño y color de
la espina; tamaño y cantidad de semillas; dulzura,
sabor y época de maduración. De S. stellatus encon-
tró más de 10 variantes, las cuales se caracterizan
y clasifican principalmente por su color, época de
madurez, tamaño, dulzura, y otras menos evidentes
como cantidad y tamaño de las semillas.
Por la variabilidad y cualidades de sus frutos,
estas cactáceas se cultivan en grandes extensiones
o en los traspatios, son cosechados y colectados por
los habitantes de la región para autoconsumo o para
la obtención de recursos económicos. Las ganancias
se balancean, ya que algunas variedades tienen un
273 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
valor comercial superior a otras, por su color, sabor,
dulzura, aroma, textura y otras cualidades organo-
lépticas (Luna et al., 2001c). Los usos de la pitaya
incluyen la fabricación de vinos, helados, merme-
ladas, conservas, forraje, aguas frescas y otras bebi-
das refrescantes y más; según las recetas propias de
cada región.
Para conocer la tecnología agrícola tradicional
utilizada en el cultivo de las pitayas, se identificaron
y caracterizaron los sistemas agrícolas en tres comu-
nidades: Cosoltepec, San Pedro y San Pablo Tequix-
tepec, y Santiago Chazumba, donde se registraron
similitudes y diferencias.1 Se recogió información
sobre la diversidad de especies vegetales presentes
y de cultivares tradicionales de pitaya y choconostli.2
1  Materiales y método. El análisis de la región y estudio de las
cactáceas se hizo por medio de cartografía digital, lectura del
paisaje, recorridos de campo, entrevistas semiestructuradas a
informantes clave y campesinos, siguiendo la bola de nieve. Se
registró información sobre los sistemas de producción y comer-
cialización, la diversidad de cultivares y fuentes de ingreso con la
finalidad de explicar: presencia y dinámica de las pitayas, identi-
ficar la vocación natural de la región, y las fortalezas y debilida-
des que presentan los actores locales que inciden en el proceso
de desarrollo. La zonificación agroecológica regional se realizó
con base en las características biofísicas y agronómicas homo-
géneas y criterios específicos, como: altitud, topografía, tipo de
suelo, clima y tipo de vegetación; elementos que al conjugarse
crean condiciones ambientales diferenciadas, lo que permitió
separarlas. El recorrido de campo se hizo por huertos familia-
res y plantaciones comerciales.
2  Se anotaron las prácticas realizadas a la pitaya y los instru-
mentos utilizados, para su posterior comparación entre comu-
nidades. Para construir los calendarios agrícolas se registraron
las fechas de las prácticas que anualmente realizan a sus huer-
tos de pitaya. Con grupos de campesinos se realizó una discu-
|  274
Zona de estudio
La complejidad fisiográfica de Oaxaca, permite
explicar la amplia gama de climas que posee, resulta-
do de la presencia de distintas zonas térmicas, com-
binadas con una distribución desigual de la lluvia y el
efecto espacial diferencial de los sistemas meteoroló-
gicos que afectan el estado. Así, en el territorio oaxa-
queño es posible encontrar climas cálidos, húmedos,
subhúmedos, áridos, muy áridos, templados con un
alto grado de humedad y semifríos (Trejo, 2004).
La Mixteca es una zona abrupta, heterogénea,
con una orografía accidentada, bien marcada. Per-
tenece a la subprovincia Depresión del Balsas y se
caracteriza por poseer gradientes altitudinales y pen-
dientes propias de una topografía baja. El 75% del
territorio presenta pendientes por debajo de los 12º,
el resto supera los 23º de inclinación. Existen cinco
sistemas de topoformas, definidas como el “conjunto
de formas del terreno asociadas según su patrón o
patrones estructurales y/o degradativos” (INEGI s/f);
estas son: sierra compleja, sierra volcánica de lade-
ras escarpadas, llanura de piso rocoso o cementado,
sierra de laderas tendidas y lomerío con cañadas.
El clima en la zona media, que va de los 1 600 a
los 1 800 msnm, está determinado por su ubicación
en la zona de convergencia entre el Eje Neovolcánico
sión para estudiar los diferentes puntos de vista, la diversidad
de fechas y su justificación desde la perspectiva campesina, la
cual grabó y analizó.
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
y la Sierra Madre del Sur. Por su gradiente altitudi-
nal, que va de los 1,360 msnm a los 2,560 msnm, la
Mixteca posee varios tipos de climas. En la parte más
baja de la región, en los límites del estado de Puebla
con el municipio de Totoltepec de Guerrero, el clima
es BS1kw, es decir: semiárido templado con tempe-
ratura media anual entre 12 °C y 18 ºC, temperatura
del mes más frio entre -3° C y 18 ºC, temperatura
del mes más caliente menor de 22 ºC. Con lluvia en
verano y porcentaje de lluvia invernal de 5 a 10.2%
del total anual. Otro tipo de clima que se observa,
es el semiárido cálido BS1(h´)w, con temperatura
media anual mayor de 22 ºC, temperatura del mes
más frio mayor de 18 ºC, con lluvias en verano y por-
centaje de lluvia invernal de 5 a 10.2% del total anual.
De noviembre a abril el área es dominada por los
vientos del oeste y en ocasiones por la corriente de
chorro, que suele introducir humedad; sin embargo,
la cantidad que deposita es mínima con relación a
la que puede caer en la época de lluvias, ya que la
penetración de los nortes, que podrían ser la fuente
de humedad, no es tan importante en esta zona. Esto
explica una marcada estacionalidad de la región y las
pocas lluvias ocasionales en la época de estío.
En la parte media de la región predomina el
tipo climático (A) C (w0), el cual tiene las siguien-
tes características: temperatura media anual mayor
de 18 ºC, temperatura del mes más frio menor de
18 ºC, temperatura del mes más caliente mayor de
22 ºC. La precipitación del mes más seco es menor
de 40 mm; las lluvias de verano tienen un índice P/T
menor de 43.2% y el porcentaje de lluvia invernal va
del 5% al 10.2% del total anual.
La región forma parte de la cuenca del río Ato-
yac-A, incluye las subcuencas Acatiltlan-Acatepec,
Mixteco-Petlalcingo y San Juan Ixcaquixtla, cuenta
con corrientes de agua intermitentes, distribuidas
geográficamente de manera irregular, entre las que
destacan el río de las Manzanas y el río Huapanan.
Su distribución hace que en la zona baja (<1600
msnm) se concentre la mayor cantidad de agua
disponible. Los tipos de suelo que predominan son
regosol, litosol, redzina y cambisol.
La cobertura vegetal incluye bosques, selvas,
matorrales, pastizales, agricultura y asentamientos
humanos. Los cardonales y tetecheras se desarrollan
en elevaciones de 1 600 msnm a 1 900 msnm, en un
clima semicálido-semiárido, en planicies o laderas
de cerros pedregosos con rocas ígneas o calizas y
sobre suelos aluviales. Estas asociaciones vegeta-
les se componen de cactáceas columnares, simples,
ramificadas o en forma de candelabros de 2 a 15 m
de altura: Ephalocereus columna-trajani, Escontria
chiotilla, Myrtillocactus geometrizans, Neobuxba-
mia tetetzo, Pachycereus weberi, Stenocereus stella-
tus, Polaskia chende y P. chichipe. Entre ellas se mez-
clan elementos arbóreos del bosque espinoso o selva
baja caducifolia como Parkinsonia praecox, Lysiloma
acapulcense, Prosopis laevigata, Amphipterygium
adstringens, Ceiba parvifolia, Ipomoea arborescens,
275 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
Gyrocarpus mocinoi y Fouquieria formosa, así como
Opuntia sp y Agave sp. Estas asociaciones correspon-
den parcialmente al matorral al matorral xerófilo de
Rzedowski (1978).
Böege (2008) menciona que Oaxaca y otros esta-
dos del sureste concentran la mayor diversidad de
especies de plantas y animales así como la mayor
presencia de pueblos indígenas en el nivel nacional.
De dichas comunidades indígenas surge una rela-
ción natural-cultural, debido a los distintos tipos
de ecosistemas, usos del suelo y biodiversidad que
tienen en su territorio, de cuya conservación se con-
sideran responsables.
Esta región es una de las principales zonas pro-
ductoras de pitaya. Cuenta con una enorme riqueza
intraespecífica y amplia experiencia en el cultivo. El
manejo que se le da a las dichis mixtecas se basa en
un acervo de conocimientos generado por lo mix-
tecos a lo largo del tiempo en las diferentes condi-
ciones ambientales que de una u otra manera han
influido dialécticamente en el modo de vida cam-
pesino.
En la Mixteca Baja, la pitaya crece en las peo-
res condiciones naturales, frecuentemente donde se
practican actividades pecuarias y a veces en los terre-
nos de cultivo agrícola. Es una actividad importante
de recolección y producción que complementa y a
veces satisface la subsistencia y el ingreso monetario
en más de 50 localidades del área (Luna, 1999). En
la producción de pitaya, las condiciones desfavora-
|  276
bles repercuten de manera importante en la produc-
ción y calidad del producto, por lo que reconocerlas
favorecerá su cultivo.
Es necesario caracterizar las zonificaciones
agroecológicas y etnoagrícolas para identificar tanto
las unidades del ecosistema explotadas de manera
semejante como los conocimientos tradicionales
que tienen los campesinos de la región, quienes no
has sido influenciados por el conocimiento europei-
zante, resultado de la agricultura moderna o comer-
cial, construido en los laboratorios de los centros
de investigación públicos y privados (Cruz, 2016).
La región de estudio tiene tres zonas agroecoló-
gicas altitudinales, baja, media y alta, con caracte-
rísticas ambientales y productivas particulares, que
comparten rasgos sociales, económicos, demográ-
ficos y culturales similares. La zona baja va de los
1 360 msnm a los 1 600 msnm; la media de los 1 600
a los 1 800 msnm, y la alta de los 1 800 a los 2 000
msnm. Entre las zonas descritas existen pequeñas
franjas de vegetación natural que hacen las veces de
barrera. Las zonas agroecológicas y las comunida-
des que las integran se muestran en la Tabla 1 y la
zonificación en el Mapa 1.
La zona baja o de producción intensiva
La zona baja es la de mayor interés para el desa-
rrollo del cultivo pues concentra la mayor superfi-
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca

Tabla 1. Distribución espacial de las comunidades por zonas agroecológicas

Coordenadas
Zona Comunidades Altitud
x y
San Juan Frontera 1380 623006 2014230
Río Limón 1437 626632 2017330
San Miguel Ixtapan 1510 623537 1995931
Baja
Santo Domingo Tianguistengo 1540 627265 2021805
San Jose Chichihualtepec 1556 625886 2011493
Tultitlán de Guadalcazar 1590 627087 1999205
Olleras de Bustamante 1625 635916 2015684
Lunatitlán del Progreso 1630 633415 2010576
San Juan Joluxtla 1654 632498 2007895
Santa María Acaquizapan 1714 634197 2006615
Santiago Chazumba 1725 639711 2011568
Media Trinidad Huaxtepec 1738 636958 2008038
Huapanapan 1742 640478 2006159
San José Trujapan 1772 643078 2009257
San Sebastián de la Frontera 1800 642198 2018499
Santa Lucia 1816 9409 2013853
Cosoltepec 1838 627926 2006421
Santa Catalina Chinango 1807 631640 2002493
San Juan Nochixtlán 1814 622741 2002535
Alta
San Pedro y San Pablo Tequixtepec 1860 635638 1997397
San Juan Yolotepec 1872 633066 2002405

277 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León

Mapa 1. Zonificación de la zona de estudio

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 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
cie de plantaciones comerciales de pitaya; las cuatro
comunidades que la conforman suman alrededor de
120 hectáreas y en ella se obtiene 50% de la produc-
ción regional. Aquí se concentra la mayor diversi-
dad genética debido a las características ambienta-
les que posee, pues el clima es más caluroso, libre de
heladas, recibe mayor cantidad de lluvia y el suelo
posee buen drenaje, lo que permite el desarrollo de
las raíces. Como es la parte baja de la región, aquí
convergen los ríos que nacen en la parte alta y en sus
orillas existen pequeñas áreas con agricultura de rie-
go. Se considera que es una zona de alto potencial
productivo para la pitaya y el xoconostle en todas
sus comunidades, con excepción de Ixtapan y Tul-
titlán, donde la producción es más baja.
La zona media o jiotillera
En esta zona se ubican varias comunidades produc-
toras de pitaya en las que la producción de pitaya se
realiza en pequeños huertos familiares y, en menor
grado, en plantaciones comerciales. Es la zona más
importante para la recolección de jiotilla y xoco-
nostle silvestre, por lo cual se le conoce como “zona
jiotillera”. En ciertas áreas las pendientes son muy
pronunciadas. Tiene mesetas entre las tres principa-
les elevaciones (cerro del Faisán, ubicado en Cosol-
tepec; Las Cumbres, en el territorio de Olleras de
Bustamante y cerro de Tequixtepec) las cuales crean
una topografía muy accidentada, lo que origina que
el suelo sea muy delgado y susceptible a la erosión,
minimizando la presencia de espacios dedicados a
la agricultura y cultivo de pitaya.
La zona jiotillera abarca las comunidades de
San Juan Joluxtla, Santa María Acaquizapan, Trini-
dad Huaxtepec, Olleras de Bustamante y Lunatitlán
del Progreso. La especie más próspera es la jiotilla
(Escontria chiotilla), dando como resultado que sea
la zona de recolección de frutos más importante para
las comunidades y la forma de obtener ingresos ante
la imposibilidad de practicar la agricultura. Aquí se
ubican menos comunidades productoras de pitaya
que en la zona baja, debido en gran parte a la pre-
sencia de suelos calcáreos, pendientes pronuncia-
das y a las condiciones ambientales predominantes,
ya que la temperatura y la precipitación disminu-
yen, dando lugar al clima semiseco templado. Por
las condiciones ambientales restrictivas, la agricul-
tura se realiza en pequeños espacios y en las orillas
de los ríos existentes.
Se le considera como una zona poco apta para
el cultivo de la pitaya y el xoconostle, ya que sólo se
encuentran en las cañadas, debido a la presencia de
microambientes, suelos diferentes y temperatura, o
en pequeños huertos familiares, que, en su mayoría,
se encuentran por arriba de los 1 800 msnm; lo que
implica que la zona no es adecuada para cultivar
las pitayas en gran escala. Es importante conside-
rar que la jiotilla se ha convertido en una especie de
la misma importancia económica que la pitaya y el
xoconostle, debido a la poca inversión que requiere
279 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
su explotación y al hecho de presentar dos tempo-
radas de fructificación.
La zona alta o de huertos
Flores (2003) menciona que las formas de aprove-
chamiento de la pitaya en la región Mixteca inclu-
yen la recolección en pitayeras silvestres, así como
su producción en huertos familiares y plantaciones.
Los huertos son espacios de producción ubicados en
los terrenos adyacentes a las casas donde las familias
mixtecas cultivan una amplia diversidad de plan-
tas (frutales, ornamentales, medicinales, hortalizas).
En ellos se encontró una alta diversidad, que com-
prendió 42 especies: 20 frutales, 9 medicinales y 13
ornamentales. Cada huerta posee su propia riqueza
y variación. Lo cual coincide con Casas et al. (1994):
quienes señalan que “cada huerta combina un núme-
ro grande de especies, lo cual se traduce en la dis-
ponibilidad continua de diferentes tipos de frutas a
lo largo del año”.
Las plantas del huerto familiar que requieren
mayor cuidado y protección, están ubicadas junto
a la casa, y generalmente son las de porte herbáceo,
como las medicinales, condimentos o de ornato:
hierbabuena, ruda, romero, epazote, albahaca. Las
otras, que son menos “delicadas” están distribuidas
en el resto del huerto: guaje (Leucaena esculenta),
jiotilla (Escontria chiotilla), xoconostle (Stenoce-
|  280
reus stellatus), pitaya (Stenocereus pruinosus), nopal
(Opuntia spp.), ciruela (Spondia purpurea), chupan-
dia (Cyrtocarpa procera), cacaloxochitl (Plumeria
rubra), mezquite (Prosopis laevigata), pirul (Schi-
nus molle) y cazahuate (Ipomoea spp.), entre otras.
Estas plantas conviven con otras especies tanto
vegetales como animales. En las huertas se amarra
la yunta en temporada de siembra y las bestias de
carga. En su interior hay gallinas y guajolotes. Son
espacios donde las plantas y animales que ahí habi-
tan, sirven para complementar la dieta de los cam-
pesinos y los excedentes que existen se comerciali-
zan para obtener ingresos.
A pesar de la diversidad encontrada en los huer-
tos, la pitaya y el xoconostle predominan en su inte-
rior – circundándolos- aunque existe una diferen-
cia entre las zonas agroecológicas: en la zona baja
domina la pitaya, mientras que, en la media y alta,
la pitaya y el xoconostle. Lo anterior explica porque
la zona baja tiende a la especialización en el cultivo
de la pitaya.
Los campesinos mixtecos han generado un
amplio acervo de conocimientos para aprovechar
los recursos locales, mediante una respetuosa rela-
ción hombre-naturaleza, que les ha permitido sobre-
vivir y desarrollarse por varios miles de años en con-
diciones ambientales restrictivas. Es por esto, que
las sociedades humanas han buscado la manera de
aprovechar y conservar los recursos disponibles. En
sentido estricto, la agricultura es la actividad en la
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
cual el hombre, en un ambiente dado, maneja los
recursos naturales, la calidad y cantidad de energía
disponible y los medios de información, para pro-
ducir y reproducir los vegetales que satisfacen sus
necesidades (Hernández X, 1988).
El cultivo de la pitaya se hace en diferentes siste-
mas de producción y microambientes. En la distri-
bución natural de Stenocereus pruinosus, S.stellatus y
Escontria chiotilla influyen factores relacionados con
la altitud, geología, suelos, temperatura, precipita-
ción y tipos de vegetación (Aguilar y Trujillo, 2009).
A ellos se suman las actividades antropogénicas, que,
como menciona Casas (2002), influyen en la actual
distribución de las plantas domesticadas. El trabajo
que se realiza a los huertos es básicamente familiar,
predomina el de las mujeres y los niños, quienes abo-
nan con cenizas y estiércol de animales las plantas y
cosechan los frutos bajos. El trabajo rudo o pesado
lo realizan los hombres, como los cortes y transporte
de plantas y, en ocasiones, la limpieza del huerto
Las plantaciones comerciales
La pitaya se ha convertido en un cultivo atractivo
para los campesinos ya que requiere menos cuidados
que los cultivos básicos y genera más ingresos; por
tal motivo el campesino ha vuelto la vista hacia estas
plantas, dándose a la tarea de ampliar las extensiones
plantadas para obtener más producto. Esto conduce
a la necesidad de establecer plantaciones con inte-
rés netamente comercial, para lo cual se requieren
cultivares seleccionados de acuerdo con los reque-
rimientos del mercado.
La importancia de esta forma de explotación, es
la estrategia diversificada de producción que per-
mite obtener producto en diferentes épocas del año,
tanto para el autoconsumo como para la venta en
los mercados regionales. Los móviles de selección
de los cultivares inicialmente se basan en el sabor,
color y tamaño, sin importar el rendimiento. Encon-
tramos pitayas de varios tamaños, colores y sabores
en diferentes etapas de maduración. Esta forma de
selección de plantas para los cultivares no es muy
estricta, porque no existen presiones externas y se
seleccionan buscando producción en diferentes épo-
cas del año, para su venta en los mercados regionales.
Este sistema de producción es reciente en la
región, pues fue apenas hace una década cuando la
pitaya se empezó a comercializar en mercados extra-
rregionales. Este sistema agrícola tiene mayor inten-
sidad en la zona baja, en las comunidades de San José
Chichihualtepec y Santo Domingo Tianguistengo.
Actualmente, la primera tiene mayor superficie plan-
tada y mayor producción. Una particularidad de las
plantaciones comerciales es que la diversidad espe-
cífica se reduce, aparte de las pitayas, solo algunos
árboles se toleran, como el mezquite, el cazahuate y
el guaje. La pitaya no compite con otras especies por
luz, nutrientes ni por agua, ya que generalmente en
281 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
las plantaciones comerciales existe poca vegetación.
Con base en el manejo que se le da en los huertos,
se generaron nuevas prácticas orientadas a mejorar
la producción, objetivo que han conseguido. En la
zonas media y alta el sistema se implementó recien-
temente con el apoyo gubernamental y el interés de
los propios productores, sin embargo, se puede con-
siderar incipiente ya que está en proceso de asimilar
y desarrollar nuevas técnicas que permitan obtener
mayor rendimiento.
Los productores se han preocupado por lograr
frutos “de mayor calidad”, lo que ha implicado una
rigurosa selección de los cultivares existentes en cada
una de las comunidades. Se ha optado por propa-
gar aquellos que producen frutos de buen tamaño,
colores vistosos, dulces y de muy buen sabor; sin
embargo, esto no siempre es posible, porque los cul-
tivares considerados productores de mejor fruto y –
por ende– de mayor calidad, se han cotizado a mayor
precio en algunas comunidades y en otras simple-
mente no hay suficientes brazos para transplantar;
entonces se siguen sembrando los disponibles, igual
que ocurre con el maíz, cada productor tiene su pro-
pia “semilla”, en este caso sus propios cultivares.
Establecer plantaciones comerciales no es tan
simple, porque se requiere terreno, material vegeta-
tivo y abono como insumos, además de que la téc-
nica de siembra demanda mayor cantidad de mano
de obra. En lo que se refiere a las nuevas prácticas, los
productores hacen microcuencas para captar agua
|  282
de lluvia, abonan y podan, aunque son pocos los
que fertilizan o combaten plagas y enfermedades.
Las plantaciones recientes tienen pocos problemas
fitosanitarios; en general se encuentran sanas, aun-
que existe el problema de los hongos, que atacan
a las plantas de mayor edad. Otro problema gene-
ralizado es el barrenador, que causa el aborto del
fruto, reduciendo considerablemente el rendimiento.
La tendencia a una mayor homogeneidad genética
puede conducir a mayores problemas fitosanitarios
en el futuro.
Algunos campesinos utilizan maquinaria para
cavar las cepas o zanjas y herramientas, como la
desbrozadora, para eliminar las arvenses, motosie-
rra para cortar árboles y arbustos y camioneta para
transporte o acarreo de la fruta. La mano de obra
para el mantenimiento de las plantaciones comer-
ciales es familiar, en la mayoría de los casos; sin
embargo, cuando ésta no es suficiente se utilizan
jornaleros, sobre todo para la limpieza y la cosecha.
El traslado de la fruta de la huerta a la casa, o centro
de acopio, se realiza en bestias de carga, pero en los
últimos años algunos productores empiezan a uti-
lizar camionetas, principalmente quienes manejan
fuertes volúmenes por día.
La fruta cosechada de mejor calidad se vende al
acaparador de la comunidad, en el centro de aco-
pio o se comercializa en los mercados regionales,
ya sea en efectivo o por trueque. La pequeña, o que
presenta algún daño, se deja en la huerta o se cose-
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
cha para cambiarla por maíz, tortillas y frutas en los
tianguis regionales de San Juan Ixcaquixtla, Morali-
llo, Santiago Chazumba y otros, donde aun se con-
serva esta tradición.
Elaboración con datos de campo.
Los calendarios agrícolas. Las fechas cuando se rea-
lizan las labores agrícolas, responden a dos facto-
res: la disponibilidad de tiempo y las condiciones
ambientales. La principal actividad de los campesi-
nos de la microrregión es la agricultura, pues a través
de la milpa aseguran su alimentación durante una
parte del año. Las labores empiezan en abril con el
barbecho de los terrenos, lo cual toma de una a tres
semanas, dependiendo de la extensión del terreno
cultivado. Se hace una pausa para cosechar la pitaya
y esperar que se establezca el temporal y se reanudan
hasta la primera o segunda semana de junio cuan-
do se comienza a sembrar, en el caso de que ya se
hayan establecido las lluvias, de lo contrario se espe-
ra hasta que llueva.
La siembra ocupa casi todo el mes de junio y julio.
Luego se hace una pausa, mientras los campesinos
ocupan su tiempo en el pastoreo de la yunta y en
cuidar la siembra del ataque de la hormiga arriera
(Atta sp.) y otros depredadores. El aporque o “labor”
comienza en la segunda semana de agosto y tarda
dos semanas. Después no se realizan más labores
culturales y el campesino dispone de tiempo libre,
desde finales de agosto hasta la segunda semana de
noviembre, cuando comienza la dobla de la espiga
o “despunte”. Se continúa con la cosecha del fríjol y
la pizca de maíz, concluyendo con el corte del zacate
en la primera semana de diciembre.
En resumen, se puede decir que el campesino se
mantiene ocupado de junio hasta diciembre en las
labores de cultivo de la milpa y actividades afines
(Tabla 2), restándole el periodo de diciembre a mayo
para otras actividades distintas al cultivo del maíz.
La pitaya demanda poco tiempo si lo comparamos
con el maíz, sin embargo, los productores tienen
otras actividades, así que dedican solo una parte de
su tiempo libre al cuidado de las huertas de pitaya,
aunque en los últimos años algunos productores le
han dado mayor importancia, debido a los atracti-
vos ingresos económicos que les genera.
La fisiología de la pitaya está estrechamente ligada
a la precipitación y temperatura del ambiente, de esta
forma, en el periodo de lluvias, la planta absorbe el
agua necesaria para sobrevivir el resto del año; el
periodo de lluvias es de junio a octubre, posterior-
mente la pitaya utiliza sus reservas para florecer y
fructificar. Durante este periodo cualquier daño a
la planta la hace susceptible al ataque de hongos y
bacterias, motivo por el cual los campesinos no cor-
tan brazos ni las podan en este intervalo de tiempo;
además el manejo se dificulta porque las plantas se
vuelven frágiles y pesadas.
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 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León

Tabla 2. Calendarios agrícolas de la milpa y la pitaya en la microrregión pitayera, Oaxaca

Actividad/mes EE FF MM AA MM JJ JJ AA SS OO NN D
Labores Pitaya
Desmonte            
Cepas    
Obtención brazos        
Plantación        
Cercado
perimetral            
Abono      
Cajeteo        
Podas        
Control malezas          
Control de plagas
y enfermedades.    
Cosecha        
Labores milpa                                                
Barbecho      
Siembra    
Control malezas    
Aporque    
Despunte  
Pizca (cosecha)    
Corte de zacate  

Desgrane                                                

Elaboración con datos de campo.

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 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
Durante la época de secas la humedad relativa
disminuye y es el momento idóneo para realizar
cortes de brazos a la pitaya, pues las condiciones
son poco propicias para el desarrollo de patógenos.
Cuando se corta el esqueje y se deja bajo la som-
bra por algún tiempo, se le provoca estrés hídrico,
lo que facilita la cicatrización del corte y se evitan
pudriciones; además se favorece el rápido enraiza-
miento cuando se siembra y comienzan las primeras
lluvias, lo que se realiza estratégicamente para que
la planta responda favorablemente a las precipita-
ciones, asegurando el prendimiento o supervivencia
de los esquejes establecidos. En esta época se elimi-
nan las arvenses arbustivas, para asegurar su muerte
por escasez de agua, ya que de hacerlo en la época
húmeda tienen posibilidades de sobrevivir.
Debido a las condiciones ambientales prevale-
cientes en la zona baja, el ciclo agrícola y de la pitaya
se inician un poco antes que en la zona media y alta;
es decir, las labores, e incluso la cosecha, inician con
15 a 20 días de diferencia por las condiciones climá-
ticas de cada una y los respectivos ajustes realizados
por los campesinos.
Los calendarios de los agricultores resultan del
conocimiento folk y la experiencia de muchas gene-
raciones en torno a la fenología de la pitaya y del
clima. Las cabañuelas (predicciones para todo el
año, basadas en el comportamiento de los primeros
días) pronostican los momentos idóneos para rea-
lizar cualquier actividad agrícola. También pueden
saber si será un año productivo o no. Los anteceden-
tes pueden ser de origen prehispánico, pero se adap-
taron a los cambios introducidos en la conquista,
como el calendario gregoriano. Este conocimiento
ha mejorado con las experiencias acumuladas y la
introducción de nuevas técnicas, provocando que el
manejo agrícola esté en cambiando constantemente.
El manejo y conocimiento de las especies son
distintos en cada comunidad. Aquí se generaliza-
ron para resumirlas, pero cada campesino, según su
experiencia, toma sus propias decisiones y establece
las fechas de actividades que mejor le convienen,
aunque éstas no presentan gran variación.
Las prácticas agrícolas utilizadas en la producción
Actualmente en la Mixteca baja, principalmente, se
cultivan la pitaya y el xoconostle y se recolectan la
jiotilla, el garambullo, el chico y el gigante. Las dos
primeras se cultivan con mayor intensidad por los
ingresos económicos que generan. La otra especie
en menor medida, aunque también contribuye a la
economía campesina. Su importancia no solo es eco-
nómica, ya que son plantas que han convivido con
los grupos nativos, desde hace miles de años, con-
dición que ha sido base para la selección de cultiva-
res que produzcan frutos de mayor tamaño, sabor o
color, que faciliten su comercialización en mercados
suprarregionales.
285 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
Los frutos de todas las pitayas mixtecas son
comestibles. No obstante, algunas especies tienen
“frutos de buena calidad”, jugosos y de sabor dulce o
agridulce, mientras que otras tienen “frutos de regu-
lar calidad”, que se cosechan ocasionalmente, tienen
espinas largas o abundantes, un sabor no muy agra-
dable al paladar (agrio o insípido), o son difíciles de
obtener, debido a que las poblaciones o individuos
son escasos, o su cosecha es difícil. Otras plantas tie-
nen “frutos de mala calidad”, los cuales carecen de
una pulpa jugosa o abundante y por lo tanto rara
vez son consumidos.
El manejo de los cultivares y huertos familiares
se basa en el acervo de conocimientos generados por
los campesinos-productores, los cuales cuando se
describen desde el punto de vista agronómico, pare-
cieran no tener ningún tipo de relación. Ante ello
se debe considerar que dichos espacios no fueron
construidos explícitamente con enfoque comercial,
sino con fines de autosuficiencia y protección, del
suelo o de los huertos, al ser utilizados como cercos
vivos, posiblemente, en última instancia, para venta
o trueque en los mercados regionales.
En la conservación y cuidado de los huertos fami-
liares, la nueva plantación o resiembra se hace solo
para reponer plantas muertas. Para ello, se toma un
esqueje y se planta en una cepa pequeña, arrimán-
dole un poco de tierra en el pie. El abonado se hace
depositando cenizas del fogón o de manera indirecta
al amarrar los animales de trabajo en un lugar estra-
|  286
tégico, permitiendo con ello que el abono se deposite
en las plantas cercanas. Se le hace una limpia cada
uno o dos años después de la temporada de lluvia o
en su defecto se introducen animales para que con-
suman la hierba y el pasto. No se poda, a menos que
la planta estorbe el paso o haya sufrido un desgaje.
En algunas fechas pre-establecidas se hace el sahu-
mado con restos de plantas de pitayas muertas y hier-
bas secas, para “alejar las malas energías” del cultivo;
de manera indirecta esta práctica ayuda a controlar
las plagas presentes, aunque ha disminuido en los
últimos años. Entre el huerto y los animales domés-
ticos siempre ha habido una relación; por ejemplo,
es común que las gallinas y guajolotes recorran y ras-
quen en la tierra de la huerta, eliminando así larvas
e insectos adultos del suelo.
Por su aparente resistencia, facilidad reproduc-
tiva y supuestos mínimos cuidados, las pitayas pre-
sentes en los huertos presentan un grado de des-
cuido; esta condición debe avaluarse, debido a que
forman parte de un sistema de producción integral,
donde en pequeños espacios se combinan especies
animales y vegetales que satisfacen las necesidades
de sus habitantes y estos otros frutales pueden con-
tribuir a al mejoramiento de su economía y nutrición.
La importancia de este sistema agrícola radica en
que la producción de pitaya y xoconostle que se pro-
ducen en las comunidades de la zona media y alta,
se basa en el manejo de estos espacios, que, si bien
por superficie no representan mucho, sí por número
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca

de campesinos que trabajan con esta tecnología. La Las prácticas que se muestran en la Tabla 3, se
descripción del manejo de las plantaciones comer- realizan en mayor parte en la zona baja, ya que en
ciales se muestra en la Tabla 3. la intermedia y alta están en proceso de transición

Tabla 3. Prácticas agrícolas realizadas en las plantaciones comerciales de pitaya

Nombre Descripción Objetivo
Desmonte o limpia de Limpiar el terreno de arbustos que puedan
Se eliminan arbustos que no son útiles.
terreno competir con la pitaya.
Realizar una cavidad en el suelo donde
Cepas Se cavan cubos de 0.3-0.4 m por lado. se plante el brazo de pitaya y retenga la
humedad.
Segmentos o partes terminales de 0.6-0.9 m o Selección de material vegetativo sano para
Obtención brazos mayores de cultivares seleccionados. resiembra o nuevas áreas.
Establecer plantas con los cortes cicatri-
Después de dejar cicatrizar durante 15 días, se zados en las cepas para que comiencen
Plantación plantan dos días antes o después de luna llena. a enraizar y se vean beneficiadas con las
primeras lluvias.
Con alambre de púas se realiza un cercado a Proteger la plantación de daños por gana-
Cercado perimetral toda la plantación. do.
Se agrega de 1 a 2 kilos por planta y se mezcla Incrementar el rendimiento del cultivo.
Abonado con la tierra.
Se cava alrededor del tallo y en sentido contra- Incrementar la retención de humedad y
Cajeteo rio a la pendiente. conservación del abono aplicado.
Se cortan segmentos de 0.8 a 1.2 para propa- Obtener material vegetativo y eliminar
Podas gar, si está enfermo se elimina todo el tallo. plantas enfermas o avejentadas.
Eliminar con pico y machete las plantas no ten con laarbustos
Eliminar y herbáceas que compi-
Control malezas pitaya e impiden el libre tránsito
deseadas en el huerto o plantación. por la huerta.
Con trapos viejos se tapa el fruto o se elimina Evitar que la producción se vea mermada
Control plagas y el tallo afectado; aplicación de polvo formici-
enfermedades y las plantas se dañen.
da.
Corte diario de frutos enteros en madurez fi- Contar con frutos para su comercializa-
Cosecha siológica en la mañana con “chicol” y canasto. ción y obtención de recursos.
Fuente: datos de trabajo de campo.

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 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
del huerto familiar al cultivo comercial. Las prác-
ticas agrícolas resultan del conocimiento que los
pobladores de cada una de las comunidades poseen
sobre los recursos naturales y que han conservado y
mejorado durante generaciones. Actualmente se está
generando conocimiento sobre un manejo más rigu-
roso e intensivo para obtener mayores rendimientos
y elevar los ingresos familiares.
Un factor importante a favor del productor es
que las prácticas agrícolas que se le hacen a estas
plantas son pocas; sin embargo, si equiparamos las
anteriores con el manejo actual, se puede notar que
se han incrementado, posiblemente por la tenden-
cia de contar con plantaciones comerciales, donde
se utiliza gran cantidad de tecnología tradicional,
que ha sido la base para el aprovechamiento de estos
recursos y la búsqueda de la autosuficiencia alimen-
taria y productiva. Sin embargo, existe una tenden-
cia hacia el monocultivo, lo cual puede originar pér-
dida de recursos genéticos y de la autosuficiencia ali-
mentara, pues la producción se dirigiría totalmente
al mercado, lo que causaría que en vez de producir
tendrían que comprar.
La economía regional y las prácticas agrícolas
La finalidad de la unidad de producción campesina
es la satisfacción de sus necesidades, mientras que
la unidad de producción moderna tiene como fin
|  288
obtener un mayor nivel de beneficio monetario a
través de la venta de sus productos en el mercado.
La diferencia entre ambas unidades de producción
es que la moderna unidad agropecuaria suspende la
producción cuando la utilidad monetaria comienza
a decrecer; en cambio, la unidad campesina puede
continuar trabajando e incluso aumentar la intensi-
dad del trabajo de sus miembros, o incorporar más
individuos, hasta que el volumen total de producto
sea considerado suficiente para satisfacer sus nece-
sidades (Núñez y Díaz, 2006).
El trabajo de la unidad campesina se basa en
la pluriactividad: agricultura, ganadería extensiva,
recolección de plantas silvestres e insectos y venta
de fuerza de trabajo local (jornaleo) y, al exterior, la
migración. Por las restricciones ambientales de la
región mixteca, desarrollar la agricultura comercial
es difícil, por lo que los ingresos obtenidos por sus
productos y mano de obra, alcanzan apenas para
satisfacer necesidades básicas, no para acumular o
invertir en actividades rentables. Por ello, los campe-
sinos deben complementar sus ingresos con la ayuda
económica de los migrantes, proveniente de familia-
res que trabajan en Puebla o en la Ciudad de México.
La migración hacia Estados Unidos es poca en
la zona de estudio, por lo que el flujo de remesas es
bajo y la agricultura sigue siendo la base de las fami-
lias mixtecas y las dichis, últimamente, se han con-
vertido en un complemento significativo del ingreso
campesino.
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
La agricultura en tierras de temporal es de sub-
sistencia. Las áreas de cultivo están en lugares con
cierto grado de pendiente, asociadas a suelos some-
ros y pedregosos. La gente utiliza yunta de bueyes,
caballos y burros para trabajar la tierra. En los últi-
mos años se ha presentado el uso del tractor para
realizar el barbecho y en ocasiones el surcado. El
sistema de producción es la milpa, conformada con
maíz, fríjol, sandía y calabaza. Los terrenos varían
en extensión, van desde 0.50 hasta 2 hectáreas. Las
actividades inician en mayo con el barbecho y con-
cluyen en diciembre con la cosecha (Tabla 2).
Los rendimientos –escasos y variables– depen-
den de la abundancia de lluvias. Si no se presentan
en etapas críticas de desarrollo del cultivo, la cosecha
se pierde. La estrategia para asegurarla es la siembra
del maíz en diferentes fechas, algunas tempranas y
otras tardías; dependiendo si se adelanta o atrasa el
temporal o periodo de lluvias. La producción es para
el autoabasto, con pocos excedentes. Por la escasez
de lluvia en los últimos años, la cosecha de la milpa
sólo alcanza para cubrir las necesidades de alimento
durante una parte del año.
En la región existe producción agrícola a ori-
lla de los ríos, con riego, donde se cultivan plan-
tas agroforestales, mezcladas con especies frutíco-
las (mango, plátano, cítricos, mamey, zapote negro,
tinado), hortalizas (jitomate, calabacita, tomate de
cáscara) y básicos (maíz y frijol). La producción se
destina al mercado y al autoabasto, complementada
con la producción de temporal. Los terrenos de riego
son de extensión reducida; en la zona media, donde
no sobrepasan 0.50 hectáreas. En la zona baja hay
terrenos hasta de 2 hectáreas; aunque la mayoría
son pequeños, no todos los pobladores tienen espa-
cios para la producción agrícola. La producción se
comercializa en la misma comunidad, en otras o en
los tianguis regionales.
En la región se aprovechan otras especies vegeta-
les que completan los ingresos o la dieta. Se colecta
pochote (Ceiba sp.), guaje (Leucaena esculenta), chu-
pandia (Cyrtocarpa procera), quelite santo, chiltepín
(Capsicum sp.), xoconoctli (S. stellatus), piñón (Cni-
dosculus sp.), cacaya (Agave sp.), sábila (Aloe barba-
densis), dichi ve´e o gigante (Neobuxbaumia mezca-
laensis) y jiotilla (E. chiotilla).
A ello se suma la recolección de insectos comes-
tibles: hormigas “chicatana” o “arriera” (Atta sp.),
que abundan en la regiòn y llegan a constituir serias
plagas para la milpa y las pitayas; la chinche o texca
(Rachilis gigas) que se se recolecta en los pastizales
de la zona alta y se consume después de hervirse y
tostarse en el comal con sal; la chinche de mezquite
o “cocopaches” (Euchistus sp.), así como las cuetlas
(Arsenura armida), larvas de mariposa que anidan
en los “calahuates” conocidos también como cuetlas.
En la zona baja se consumen larvas de otra mari-
posa que se alimenta de las hojas del árbol conocido
como “rompegota”, de ahí su nombre “gusano de
rompegota”. Posiblemente el insecto que más consu-
men es el el chapulín (Orthoptera), característico de
289 |
 Eliseo Patricio Rosales Bustamante y Artemio Cruz León
la dieta oaxaqueña. Los chapulines, la texca, cuetlas
y el gusano de rompegota se comercializan en los
mercados regionales. Esto se debe a que los insectos
mencionados no se recolectan en todas las comuni-
dades; sin embargo, el consumo si es generalizado.
Las dichis y la economía campesina de
la microrregión
La comercialización de la pitaya y el xoconostle, da
a la mayoría de los campesinos de la zona baja, sufi-
cientes ingresos para cubrir parte de las necesidades
de la familia (ropa, medicinas, calzado y demás). En
Chichihualtepec hay productores cuyos ingresos van
de los 5 mil a los 30 mil pesos anuales, suma con-
siderable dadas las condiciones económicas de la
microrregión, lo que es un alto porcentaje del total
anual. La diferencia está en función de la superficie
plantada de pitaya. En Santo Domingo Tianguisten-
go se encontró una situación similar, pues algunos
productores ganan más de 20 mil pesos. En Cosol-
tepec se encontró un huerto de seis hectáreas, del
cual, anualmente, obtienen entre 40 mil y 70 mil
pesos. De las otras comunidades no se tienen regis-
tros, porque los campesinos no anotan sus ingresos,
pero refieren que son considerables.
Las dichis son una fuente de ingresos segura para
los campesinos que las cultivan. Esta actividad se
complementa con la venta de ganado, milpa, sala-
|  290
rios y programas sociales (para quienes los tienen).
Algunas comunidades, a pesar de tener poca pro-
ducción de pitaya y oconostle, como las de la zona
media y alta, obtienen mayor ganancia en los volú-
menes pequeños, porque el esquema de comercia-
lización es de venta directa al consumidor en los
mercados regionales.
En San José Chichihualtepec entregan toda la
producción a un solo intermediario, con quien
negocian un precio fijo durante toda la temporada,
modelo que les deja pocas ganancias. Pero, a los pro-
ductores les importa el ingreso total anual obtenido,
al producir, cosechar y comercializar en la misma
comunidad. Ambas estrategias son válidas y obe-
decen a esa lógica campesina que no tiene que ver
con la acumulación de ganancias, sino con asegurar
su sobrevivencia a través de múltiples ingresos. San
José Chichihualtepec es un ejemplo del caso, pues
sus productores de pitaya ha intentado comercia-
lizarla en mercados regionales, pero la calidad y el
volumen que manejan, causan que los precios sean
demasiado bajos.
Conclusiones
Las condiciones ambientales limitan la presencia
de las diferentes especies de pitayas, xoconostle y
quiotilla, característica que permitió determinar tres
zonas etnoagronómicas de acuerdo a su altitud: baja
 Tecnología agrícola tradicional del cultivo de pitaya en la zona norte de Huajuapan de León, Oaxaca
(hasta 1 600 msnm de altitud); media (de 1 600 a 1
800 msnm) y alta (más de 1 800 msnm). En estas
zonas existen diferencias en cuanto a la especie que
se explota y manejo del sistema. La zona baja es la de
mayor producción de S. pruinosus. La zona media
es de colecta de jiotilla (E. chiotilla) y la alta se carac-
teriza por la abundancia de huertos familiares, don-
de se explotan las pitayas.
La tecnología utilizada está adaptada a las con-
diciones ambientales y culturales de la región y obe-
dece a los intereses particulares de los campesinos,
basados en la recolección y producción diversifi-
cada para la autosuficiencia mediante el consumo
y la venta o intercambio de los excedentes en los
mercados regionales. La pitaya es un recurso local
adaptado a las condiciones ambientales de la región
de la que, por los milenios de convivencia hombre-
planta, se ha generado un amplio conocimiento para
su cultivo, que está basado en una producción diver-
sificada que forma parte de los modos de vida cam-
pesinos y que responde a su cosmovisión e intere-
ses particulares.
Las prácticas agrícolas para la producción han
evolucionado, y lo seguirán haciendo, ante la nece-
sidad de producir más para los mercados regiona-
les y extrarregionales. La presencia de conocimiento
empírico ayudará a enfrentar los nuevos retos pro-
ductivos y servirán para ndatun kunde ndoo (vivir
bien todos nosotros) o sobrevivir en el actual modelo
económico impulsado desde el Estado-nación. La
pitaya, el xoconostle y la jiotilla han cobrado impor-
tancia en los últimos años en la región oaxaqueña,
hasta llegar a ser una importante fuente, aunque no
la única, de ingresos.
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 Propuesta para mejorar
el manejo de milpa y la
seguridad alimentaria de
productores de secano

Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León

 INTRODUCCIÓN
La alimentación es un derecho que se consigue con
la seguridad alimentaria; o sea, cuando todas las per-
sonas tienen en todo momento acceso físico, social y
económico a alimentos suficientes, inocuos y nutri-
tivos que satisfagan sus necesidades y preferencias
alimentarias para llevar una vida activa y sana (FAO
et al., 2014).
El maíz ha sido un sistema agrícola especial para
las familias campesinas e indígenas de México, sobre
todo para quienes los siembran en secano donde nor-
malmente es asociado con frijol, calabaza y arven-
ses, policultivo conocido como milpa. Mediante el
manejo de este policultivo las familias campesinas
han salvaguardado durante milenios, una relación
solidaria con la naturaleza que les ha permitido re-
producir los bienes esenciales que consumen.
Este grano es aprovechado en México como valor
de uso por, al menos, el 41% del total de unidades
de producción censadas (5’ 548, 845) que sólo pro-
dujeron para el autoconsumo (INEGI, 2008). Esta
cifra indica que probablemente el maíz es para los
mexicanos el bien con el más alto aprovechamiento
social de las potencialidades productivas de la acti-
vidad humana. El valor de uso es la cualidad objetiva
de la riqueza resultado de un trabajo útil que satis-
face necesidades humanas concretas. La utilidad (del
maíz) está fundada en las diversas necesidades (cor-
poral, festiva, simbólica) que satisface (García, 2009).
Por esta razón, se asume que la milpa es base de la
seguridad alimentaria, admitiendo un consumo per
cápita anual promedio de 500 Kg (Warman, 2001).
Este policultivo aporta, según la FAO (2013), segu-
ridad alimentaria; biodiversidad y recursos genéti-
cos; conocimientos tradicionales; diversidad cultu-
ral; sostenibilidad, viabilidad económica, capacidad
de adaptación y servicios ecosistémicos. No obstante,
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León

la importancia de la milpa, ésta no aparece en la esta-
dísticas oficiales de México.
La relevancia del maíz es mayor en aquellas
entidades del país con menor seguridad alimen-
taria. Datos del SIAP (2016) y CONEVAL (2010)
muestran que en los estados donde los habitantes
tienen menor seguridad alimentaria, los producto-
res aumentaron su contribución absoluta y relativa
en la siembra de maíz (Cuadro 1). Así, mientras en
1980 estas cuatro entidades aportaron el 27.9% del
total de maíz sembrado, 35 años después este por-
centaje se incrementó a 35.4.
Lograr la seguridad alimentaria exige aumentar
los rendimientos unitarios. En maíz de secano este
objetivo es una asignatura pendiente porque en 35
años (1980-2014) el rendimiento aumentó 660 Kg,
equivalente a 0.8% por año. En riego estas cifras fue-
ron, respectivamente, de 3,080 Kg y 3.7% por año
(SIAP, 2016).
Para revertir esta tendencia se propone llevar a
cabo una evaluación racional de como los produc-
tores manejaron el maíz, que permita diseñar un
Modelo de Intervención Tecnológico eficiente que
se pueda transferir a los menos eficientes.
El manejo de maíz como policultivo, al contrario
de lo que se cree, es intensivo y complejo. Su marco
epistémico es el propio manejo, apoyado en un dia-
logo de saberes y el principio de la biomímesis.
El manejo se refiere a la forma en cómo el pro-
ductor combina durante el ciclo agrícola, los facto-
res de la producción (tierra, trabajo y tecnología) de
que dispone. Con este fin ejecuta varias tareas (bar-
becho, siembra, etc.) hechas sucesivamente a nivel
de campo, las cuales están fuertemente influidas por

Cuadro 1. Hectáreas sembradas y rendimiento (Kg ha-1) de maíz en áreas de secano entre
1980 y 2014 en entidades con menor seguridad alimentaria.
Entidad Seguridad alimentaria Hectáreas sembradas Rendimiento
federativa (%) 1980 2014 1980 2014
Chiapas 45.2 519,490 689,016 2,340 1,770
Guerrero 30.5 368,942 436,486 1,500 2,790
Oaxaca 47.9 413,117 542,242 1000 1,120
Puebla 46.2 494,694 509,595 1,680 1,600
Nacional 55.7 6,437,837 6’157,655 1,650 2,310
Fuente: Elaboración propia con datos del SIAP 1980-2014 (2016) y CONEVAL (2010).

|  296
 Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria de productores de secano
condiciones de producción endógenas (clima, suelo,
flora, etc.) y exógenas (programas de fomento agrí-
cola, ingresos, etc.) inmutables a mediano plazo.
De los recursos que participan en el manejo des-
taca la tecnología porque es la palanca más eficaz
para mejorar la productividad. Representa el cono-
cimiento científico aplicado a la producción que se
materializa en objetos (máquinas y artefactos) o en
sistemas de gestión de la actividad económica (Katz,
1999). Innovar significa introducir cambios tecnoló-
gicos significativos (radicales) o cambios menores y
rutinarios (incrementales/progresivos) (Manual de
Oslo, 2006).
Las innovaciones radicales tienen como sello
epistemológico la Ley del Mínimo de Liebig que pos-
tula que el vegetal crece a una tasa tan alta como lo
permita el factor del crecimiento que esté menos dis-
ponible. Este factor puede ser un nutrimento, la tem-
peratura ambiente o del suelo, la humedad ambiental
o del suelo, etc. (López y Alvarado, 2010). Mediante
esta Ley se justifica, epistémicamente, la creación
de fórmulas de producción para cada práctica agrí-
cola que comprende el manejo, porque cada una se
considera como el factor del crecimiento que está
menos disponible.
Para crear las fórmulas de producción el para-
digma productivista ha usado el enfoque recomen-
daciones generales (Laird, 1977), con el fin de origi-
nar cambios radicales en el manejo de cultivos y en
su potencial productivo. Por razón de este método,
se han creado y recomendado paquetes tecnológi-
cos que promueven el uso inmoderado de agroquí-
micos, con poca relación con la especificidad eco-
lógica local.
En la evolución del paradigma productivista
han intervenido varias entidades internacionales y
nacionales, pero desde 1985 el Instituto Nacional
de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias
(INIFAP) es la agencia que atiende las demandas de
productores y cadenas agroindustriales en innova-
ción (INIFAP, 2016).
Las innovaciones progresivas son el soporte del
paradigma agroecológico y están enraizadas en el
conocimiento campesino a nivel local, promoviendo
un manejo basado en el diálogo de saberes y la bio-
mimesis. El dialogo de saberes se refiere a que se
aplican en el mismo proceso de producción, prácti-
cas agrícolas ancestrales (progresivas) y modernas
(radicales) inventadas y desarrolladas en épocas dis-
tintas. Con la biomimesis, el productor realiza prác-
ticas agrícolas que imitan la estructura vegetacional
y funcional de los ecosistemas naturales.
En este trabajo, validado pon productores de maíz
de secano de San Nicolás de los Ranchos, Puebla-
México se identifica, diseña y caracteriza un modelo
de intervencion tecnologico y se evalúan las inno-
vaciones aplicadas y su impacto en la productividad
del maíz; se analizan los procesos agroecológicos
clave del modelo; se calcula el índice de seguridad
real de los productores y el de seguridad potencial
297 |
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León
que pueden alcanzar, si los productores menos efi-
centes aplicaran el modelo.
LA CUESTIÓN METODOLÓGICA
Descripción de la zona de estudio
San Nicolás de los Ranchos se ubica en las faldas
del Popocatépetl, a 40 Km de la zona Metropolita-
na de Puebla. Su clima es frío con lluvias en verano
y predominan los suelos regosoles. Se sembraron
2,211 hectáreas de secano, y el cultivo más impor-
tante fue el maíz ya que cubrió el 61% del área total
(SIAP, 2016).
Métodos y técnicas de investigación
La metodología aplicada abarcó cinco fases.
a) Encuesta. Se diseñó y aplicó un cuestionario
a una muestra de productores miembros del Pro-
grama Directo de Apoyo al Campo (PROCAMPO),
con preguntas referidas a las condiciones que influ-
yen en el manejo del maíz. Se calculó el tamaño de
la muestra (Cochran, 1977) estimada en 77 produc-
tores. Estos datos permitieron:
b) Crear una tipología de productores según sus
rendimientos. Con este fin, se eligieron a los maice-
ros de mayor y menor rendimiento cuya diferen-
cia se dividió entre tres, y el cociente derivado se
fue adicionando a los rendimientos menores para
construir tres tipos de productores: bajo (< a 33.33),
medio (33.34-66.66) y alto rendimiento o exitosos
(> a 66.66) (Damián y Toledo, 2016).
|  298
c) Evaluar las innovaciones radicales y progresi-
vas aplicadas en el manejo del maíz, según el cálculo
del índice de apropiación de tecnologías radicales
(IATR) y el grado de empleo de tecnologías progre-
sivas (GETP) y los tipos de productores según sus
rendimientos (Damián y Toledo, 2016).
d) Caracterizar el patrón tecnológico utilizado
por los maiceros eficientes en el manejo del maíz y
a los tipos de productores, según su eficiencia pro-
ductiva.
e) Calcular los índices de seguridad alimenta-
ria familiar real y potencial para estimar la canti-
dad de kilogramos de maíz en que los productores
menos eficientes reducirían su déficit en este grano
(Damián y Toledo, 2016).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Innovaciones radicales y rendimientos
Se calculó el Índice de Apropiación de Tecnologías
Radicales (IATR), comparando las tecnologías reco-
mendadas por el Instituto Nacional de investiga-
ciones Forestales, agrícolas y Pecuarias (INIFAP),
(Cuadro 2), versus las prácticas de manejo hechas
por los productores. Se le asignó un valor nominal
al paquete tecnológico de 100 puntos y se ponderó
cada elemento tecnológico según su impacto en la
productividad: 10 para la fecha de siembra, 20 para
la variedad, 15 para la densidad de población, 25 y
5 para la dosis de fertilización y fecha de aplicación
del fertilizante, 6 y 4 para el tipo y dosis de herbici-
 Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria de productores de secano

Cuadro 2. Patrón tecnológico recomendado por el INIFAP para el manejo de maíz

en San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México.

Fecha de siembra Entre Marzo-Mayo

Tipo semilla
Densidad de plantas (ha)
Fórmula fertilización
Fecha fertilización
Tipo herbicida y dosis (ha)
Tipo insecticida y dosis (ha)
H-30, H-33, H-34, H-40, H-48, H-50 H-137, H-139, VS-22
50 mil plantas
140-60-00 y 110-50-00
Durante la siembra y segunda labor
Gesaprím 50 (1 Kg), 500 FW (1.5 L); Gesaprím 50 (1 Kg) más Hierbamina (1
L).
Volatón 2.5%, Furadán 5% o Volatón 5% (12-25 Kg); Folimat 1000 (0.5 L);
Parathión (1 L) metílico 50% o Malathión (1 L) disuelto en 200 L de agua por
hectárea.
Fuente: INIFAP, 2009.

da, 6 y 4 para el tipo y dosis de insecticida y 5 para
el combate de enfermedades.
Al calcular el IATR (Cuadro 3) se encontró que
es bajo y diferenciado, encontrándose que sólo el
40.6% de las innovaciones recomendadas por el
INIFAP se aplicaron; no hubo relación significativa
entre el uso de estas tecnologías y el rendimiento
(n=144, r= 0.0155, p=0.8789), y no existió diferen-
cia estadística significativa entre las medias del ren-
dimiento de los maiceros de baja y media apropia-
ción (t=-0.6930, p=0.4900).
Al estimar el GETP (Cuadro 4) se halló que
prevalecen las innovaciones progresivas, donde el
GETP en promedio, fue mayor 20.7 unidades que
el IATR, y hubo diferencias estadísticas signifi-
cativas entre los promedios del rendimiento de
los productores de medio y alto GETP (t=2.0350,
p=0.0155).
Tipología de productores según su
potencial productivo
Se encontró que los rendimientos menor y mayor
fueron de 500 y 2,200 Kg por hectárea; la dife-
rencia fue de 1,700 Kg; el cociente fue de 567 y los
rangos construidos para maiceros de bajo, medio
y alto rendimiento fueron, respectivamente, <1,067,
1,068-1,635 y >a 1,635. El patrón tecnológico utiliza-
do por los productores de alto rendimiento o efi-

299 |
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León

Cuadro 3. Número de productores, IATR y rendimiento (Kg ha-1) por tipo de productores
de San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México.

Baja Media Prom. Mpal.

Mpios/Indicador
Núm. % Núm. % Núm. %
Productores 17 22 60 78 77 100
IATR 28.3 44.1 40.6
Rendimiento* 1359 a
1343 a
1347

Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009. * Letras iguales en las medias de
rendimiento, indica que no hay diferencia estadística significativa entre ellas (Prueba t de Student, p<0.05).

Cuadro 4. Número de productores, GETP y rendimiento (Kg ha-1) por tipo de productores
de San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México.
Baja Media Alta Prom. Mpal.
Indicador
Núm. % Núm. % Núm. % Núm. %
Productores 9 12 37 48 31 40 77 100
GETP 20 54.1 81.9 61.3
Rendimiento* 778 a 1285 b 1585 c 1347

Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009. * Letras distintas en las medias de
rendimiento, indica que hay diferencia estadística significativa entre ellas (Prueba de Tukey, p<0.05).

|  300
 Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria de productores de secano

cientes, fue considerado como el Modelo de Inter-
vención Tecnológico.
Los resultados (Cuadro 5) muestran que: todos
los productores aplicaron el dialogo de saberes en el
manejo del maíz; casi una tercera parte de los pro-
ductores encuestados fueron eficientes; la diferen-
cia en rendimientos fue significativamente mayor
entre productores de medio y bajo rendimien-
tos, que entre los de alto respecto a los de medio
(prueba de Tukey p<0.05), y el aumento del IATR
no se reflejó en mayores rendimientos (n=144, r=
0.0908, p=0.4324), pero a mayor GETP el rendi-
miento fue significativamente superior (n=144, r=
0.4621, p<0.0001).
Caracterización del patrón tecnológico de los
productores eficientes
El patrón tecnológico de los productores eficientes
corrobora la relevancia que tienen las innovaciones
progresivas en el manejo de maíz (Cuadro 6). Si se
comparan este patrón con el recomendado por el
INIFAP se notan grandes discrepancias:
1. El INIFAP recomendó la siembra de híbridos y
la mayoría de los maiceros cultivaron semillas crio-
llas porque: a) las prefieren para elaborar tortillas; b)
tienen una adaptación milenaria a los agroecosiste-
mas locales; c) poseen una productividad estable a
través del tiempo, y d) son pilares de la reproduc-

Tabla 5. Número de productores, IATR, GETP y rendimientos (Kg ha-1) según su eficiencia productiva de
San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México.
Baja Media Alta Prom. Mpal.
Indicador
Núm. (%) Núm. (%) Núm. (%) Núm. (%)
Productores 27 35 28 36 22 29 77 100
IATR 37 b
32 a
37 b
36
GETP 59 a
66 b
74 c
66
Rendimiento 763 a 1438 b 1,971 c 1,347

Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009. * En cada hilera (rendimiento, IATR y
GETP), letras distintas en las medias indica que hay diferencia estadística significativa entre ellas (Prueba
de Tukey, p<0.05).

301 |
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León

Cuadro 6. Innovaciones utilizadas en el manejo del maíz por los productores eficientes de San Nicolás de
los Ranchos, Puebla-México.

Baja Media Alta Prom. Mpal.

Dato/Innovación
% % % %
Área sembrada maíz (Ha) 62.25 77 79.5 218.75
Conservación suelos 81 69 61 70
Fecha siembra febrero 0 1 0 0
Fecha siembra marzo 66 75 71 71
Fecha siembra abril 0 0 29 11
Semilla criolla 97 100 100 99
Densidad de plantas (Número) 57,356 63,623 60,966 60,667
Asociación de cultivos 31 34 31 32
Asociación con leguminosas 3 32 26 30
Asociación con calabaza 0 0 3 1
Rotación de cultivos 48 64 84 67
Aplicación estiércol (Kg/Ha) 550 590 1,383 803
Aplicación fertilizantes 96 79 96 90
Aplicación herbicidas 85 36 52 56
Aplicación insecticida 43 14 25 26
Fuente: elaboración propia con datos obtenidos de la encuesta, 2009.

ción ganadera que provee a la agricultura estiércol
y fuerza de tracción animal.
2. El agroquímico más utilizado fue el fertilizante,
aunque en dosis menores que las recomendadas por
el INIFAP, por el tipo de suelos (regosoles) que pre-
dominan, que son de formación incipiente y baja
fertilidad.
3. Otro agroquímico usualmente empleado en el
manejo del maíz es el herbicida, sustituto de mano
de obra. La exclusión de los pequeños productores

|  302
 Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria de productores de secano
de las políticas públicas ha causado la emigración y
senectud de la población rural, y el encarecimiento
de la mano de obra. Del total de miembros de las
familias de los productores (434 personas), 20% emi-
graron y su edad promedio fue de 54.5 años.
4. El agroquímico menos utilizado fue el insecti-
cida. Herrera et al. (2005), refieren que la diversidad
y abundancia de la artropodofauna es mayor en poli-
cultivos que en monocultivos, promoviendo el sur-
gimiento de cadenas y redes tróficas, lo que inhibe
el perjuicio que ocasionan las plagas.
5. Hay tres actividades (conservación de suelos,
asociación y rotación de cultivos) y dos insumos
(semilla criolla y estiércol), que el INIFAP no con-
sidera en su paquete tecnológico, aun cuando los
maiceros los aplicaron masivamente.
EL MODELO DE INTERVENCIÓN TECNOLÓGICO
Y LA AGROECOLOGÍA
Las evidencias encontradas indican que en el mane-
jo de la milpa prevalecen tecnologías progresivas,
las cuales constituyen las raíces que nutren al para-
digma agroecológico, sostenido por el diálogo de
saberes y la biomimesis. Como veremos enseguida
son las innovaciones progresivas de origen campe-
sino las que promueven el potencial productivo del
patrón tecnológico de los milperos eficientes.
Por ejemplo, la asociación maíz-frijol-calabaza
potencia la relación agua-suelo-planta-ambiente, ya
que el frijol fija nitrógeno atmosférico que es apro-
vechado por el maíz, el cual le sirve de tutor al frijol;
la calabaza, con su amplio follaje y hábito rastrero,
salvaguarda al suelo de la erosión, promueve la fil-
tración de agua e inhibe la evaporación del agua y el
crecimiento de arvenses. La conservación de suelos
evita la pérdida de nutrientes y potencia sus capaci-
dades productivas de aquéllos.
El estiércol es un indicador clave de la calidad del
suelo, ya que provee nutrientes a la planta, mejora
la estructura y textura del suelo, aumenta la airea-
ción, la penetración y retención de agua, estimula
el desarrollo de microorganismos benéficos para la
planta y promueve la captura de carbono (Robert,
2002). Por su parte, la aplicación de fertilizante sin-
tético, tecnología radical, funciona como catalizador
ya que este elemento es primordial para el desarro-
llo de microorganismos que descomponen la mate-
ria orgánica.
A la par, las tecnologías campesinas, sobre todo la
asociación de cultivos, promueve la biomimesis, al
re-crear una estructura vegetal que consta de varios
“pisos”, como los ecosistemas naturales, originando
una mayor biodiversidad de flora y fauna arriba-
abajo del suelo y adentro-alrededor del agroeco-
sistema. En esta biodiversidad co-existen plantas
C4 y C3 con necesidades de energía radiante dis-
tintas para transformar compuestos inorgánicos en
orgánicos, promoviendo el uso eficiente de energía
solar. Asimismo, las plantas asociadas tienen siste-
mas radiculares diversos, por lo que no establecen
303 |
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León
competencia entre sí por nutrientes. Al contrario,
estas plantas crean complementariedades porque,
como ya se dijo, la presencia de leguminosas en la
asociación aumenta la disposición de nitrógeno en
el suelo, macronutriente esencial para el crecimiento
de las plantas.
Además, una mayor biodiversidad genera más
biomasa abajo del suelo que se traduce en mayor
abundancia y riqueza de microorganismos que se
encargan de descomponer la materia orgánica y de
reciclar los nutrientes y la energía. Asimismo, una
mayor biodiversidad de flora y fauna adentro y alre-
dedor de la milpa favorece la creación de redes trófi-
cas que inhiben el daño que ocasionan ciertos pató-
genos a la milpa. El bajo empleo de insecticidas por
los milperos eficientes puede estar relacionada con
la asociación de cultivos, la cual genera un habitad
idóneo para que haya mayor abundancia y riqueza
de artropodofauna en la milpa y, por tanto, de cade-
nas y redes tróficas, responsables del equilibrio bio-
lógico que existe en la milpa.
Si en esta biodiversidad hay redundancia de espe-
cies por la función que juegan en el agroecosistema
(Walker, 1992), éstas crearan una redundancia de
relaciones que aseguran pocas fluctuaciones en los
agroecosistemas (estabilidad) y de ocurrir un cam-
bio ambiental extremo, estas especies redundantes
tienen mayor capacidad para absorber las pertur-
baciones y/o para recuperar pronto la funcionali-
dad del sistema milpa (resiliencia). Un sistema res-
|  304
iliente es más perdurable en el tiempo; es decir, es
sostenible. Las especies redundantes están repre-
sentadas por la diversidad de arvenses presentes en
el agroecosistema y que el paradigma productivista
ha denominado peyorativamente como “malezas o
malas hierbas”.
Mientras que en el manejo del maíz como mono-
cultivo es ineludible la competencia entre plantas por
luz solar, agua y nutrientes, en el manejo de la milpa
priva la complementariedad entre sus componentes,
donde uno no puede existir sin el otro. De esta com-
plementariedad, y no de los rasgos individuales de
los elementos, derivan las interacciones y sinergias
que potencian el desarrollo de las fuerzas producti-
vas que dormitan en el seno de la tierra y del trabajo.
TIPOS DE PRODUCTORES Y EFICIENCIA PRODUCTIVA
En los datos expuestos en el Cuadro 7, se nota que
los tipos de milperos ostentan condiciones de vida
similares: son minifundistas extremos y con baja
disponibilidad a los medios de producción; sus gas-
tos promedios son muy bajos y están fuertemente
subsidiados por las remesas; la producción se des-
tina al autoconsumo y despliegan varias estrategias
de sobrevivencia, destacando: la venta de fuerza de
trabajo, el manejo de la parcela, del traspatio y del
ganado mayor y menor, así como la recolección de
bienes de la naturaleza.
No obstante, los eficientes se caracterizan por-
que han diversificado sus tareas en el sector prima-
 Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria de productores de secano

Tabla 7. Rasgos socioeconómicos y disponibilidad a medios de producción, según el rendi-

miento de los productores
de San Nicolás de los Ranchos, Puebla-México.

Prom.
Indicadores Bajo Medio Alto Mpal.
Edad (años) 58.5 52.4 52.1 54.5
Remesas ($/mes/per cápita) 112 94 91 100
Gasto promedio ($/mes/per cápita) 726 657 648 677
Autoconsumo de maíz (%) 78 36 9 43
Autoconsumo y venta de maíz (%) 22 64 91 57
Pluriactivos primarios* (%) 15 64 100 57
Pluriactivos secundarios** (%) 70 25 0 34
Maicero*** (%) 15 11 0 9
Área sembrada maíz (promedio ha) 2.3 2.8 3.6 2.8
Posesión de tractor (%) 7 7 18 10
Posesión de yunta (%) 43 54 77 57
Ganado mayor (núm. cabezas/promedio) 1.2 2.2 6.9 3.2
Ganado menor (núm. cabezas/promedio) 9.8 12.4 23.3 14.6
Fuente: elaboración propia con datos de la encuesta, 2009. *Productores que cultivaron maíz y realizaron otras
tareas en ramas económicas del sector primario. ** Ejecutaron otras actividades en los sectores secundario y tercia-
rio. *** Incluye a productores que sólo sembraron maíz.

rio relacionados con el manejo de la milpa. En cam- ingreso de los hogares (De Grammont, 2009: 274),
bio los de bajo y medio potencial productivo, en los pero también como una causa de la reducción de
sectores secundario y terciario. La pluriactividad ha la renta agrícola (Anseeuw and Laurent, 2007: 660)
sido reconocida como una fuente del aumento del ya que obstruye las iniciativas, las capacidades, la

305 |
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León
difusión del conocimiento y la sinergia agricultura-
ganadería. 4. Han diversificado sus tareas en el sec-
tor primario afines al manejo de maíz y los menos
eficientes en los sectores secundario y terciario por
su cercanía con la Zona Metropolitana de Puebla. La
pluriactividad es una eficaz estrategia de sobreviven-
cia para los hogares rurales (Vernimmen, et al, 2003).
Pero, otros estudios (Anseeuw and Laurent, 2007)
han señalado que los hogares que han diversificado
sus ingresos, han reducido su renta agrícola, por-
que la pluriactividad causa menor especialización y
mayor regresión tecnológica, que se va a revelar en
menores rendimientos unitarios.
Asimismo, los productores eficientes tienen
mayor acceso a la yunta (detentan el 49% de ganado),
para ejecutar sus labores agrícolas, salvaguardando
la relación agricultura-ganadería, creadora de siner-
gias peculiares en el manejo de maíz.
Revertir los bajos rendimientos de los maiceros
menos eficientes requiere reducir la brecha tecno-
lógica con respecto a los eficientes, por razón de la
transferencia del patrón tecnológico que utilizaron
los productores eficientes a los menos eficientes. Sólo
así, podrán aumentar sus rendimientos por hectárea
y su seguridad alimentaria.
SEGURIDAD ALIMENTARIA FAMILIAR REAL Y POTENCIAL
La estructura familiar de los maiceros encuestados
fue de 401 personas. Al estimar la seguridad alimen-
taria familiar real, considerando un consumo de 500
|  306
Kg al año, se encontró que: 57% de personas alcanza-
ron la seguridad alimentaria; cada miembro familiar
dispone, en promedio al año de 726 kilogramos de
maíz; cada persona con seguridad alimentaria pro-
duce un excedente anual de 767 kilogramos, que ven-
derían en los mercados local y/o regional. En con-
traste, los que no cuentan con seguridad alimentaria
tienen que adquirir en el mercado 253 kilogramos
al año de maíz, 51% del total de maíz que consumen.
Si se transfiere el Modelo de Intervención Tec-
nológico a los productores de bajo y medio, sus ren-
dimientos hipotéticamente crecerían 150 y 38%, de
forma respectiva. Al estimar la seguridad alimen-
taria potencial se encontró que 81% de personas la
alcanzarían y cada miembro familiar dispondría en
promedio de 1035 kg, y el déficit de rendimiento de
253 kilogramos para alcanzar la seguridad alimen-
taria descendería a 227 Kg.
Otros resultados encontrados avalan la posi-
bilidad de potenciar los rendimientos unitarios
mediante la aplicación del enfoque agroecológico
en el manejo de cultivos. Pretty et al. (2011) evalua-
ron 40 proyectos de 20 países africanos donde se
intensificó el manejo de cultivos durante 2001-2010
mediante el mejoramiento de las cosechas, la lucha
integrada contra plagas, la conservación de suelos
y la agroforestería. En 2010, el rendimiento medio
se multiplicó por 2.13, incrementado la producción
total de alimentos en 5.8 millones de toneladas al
año, igual a 557 kg por familia/año.
 Propuesta para mejorar el manejo de milpa y la seguridad alimentaria de productores de secano
El Movimiento Campesino a Campesino (Holt,
2008) incrementó los rendimientos del maíz de
media tonelada por hectárea a tres, como resultado
de fabricar compost, de hacer rotaciones con legu-
minosas e intercalar nuevos cultivos en las áridas
parcelas de Vicente Guerrero del municipio de Espa-
ñita, Tlaxcala-México.
En el Faro Agroecológico establecido en Jolal-
pan, Puebla-México se obtuvieron, durante el ciclo
agrícola verano-otoño de 2015, 482.5 Kg/ha de maíz
cuando se manejó como monocultivo y 2,599.2 Kg/
ha en policultivo. Además, en el policultivo se obtu-
vieron 68.6 y 48.5 Kg/ha de frijol y de calabaza, res-
pectivamente. (Damián, 2015). Estos contrastantes
rendimientos fueron alentados por la sequía que
afectó a la República Mexicana durante el ciclo de
secano de 2015, ya que está demostrado que los poli-
cultivos son más resilientes que los monocultivos
(Holt, 2008). La sequía, como se sabe, es un fenó-
meno climatológico acentuado por el cambio cli-
mático, por lo que su recurrencia es, y será, un fac-
tor que redundará en un descenso sustantivo de los
rendimientos por hectárea y en una merma de la
seguridad alimentaria.
REFLEXIONES FINALES
En las últimas seis décadas el Estado mexicano ha
tratado de modernizar a la agricultura mediante la
generación y transferencia de un paquete tecnoló-
gico homogéneo y radical para mejorar el manejo
del maíz que ha sido adecuado para la agricultu-
ra de riego, pero no para los productores de seca-
no, porque sus condiciones de producción y de vida
son distintas.
Las evidencias encontradas muestran que la
mayoría de los productores de secano aplican un
dialogo de saberes y el principio de la biomímesis en
el manejo del maíz, donde prevalecen las innovacio-
nes campesinas. También indican que este manejo
es diferenciado, donde convergen productores con
capacidades productivas distintas, destacando los
eficientes, cuyo manejo está articulado a la agroeco-
logía, la cual ha re-creado una biodiversidad funcio-
nal arriba-abajo del suelo y adentro-alrededor de
los agroecosistemas, de donde derivan los mayores
rendimientos unitarios. Estas “nuevas” formas de
manejo están disponibles entre los milperos; basta
identificarlas y transferirlas a los menos eficientes
para fortalecer el abasto de maíz y la seguridad ali-
mentaria familiar de los productores más pobres de
México. Hay que considerar que la transferencia de
estas innovaciones siempre será más fácil, si lo com-
paramos con el uso de paquetes tecnológicos basa-
dos en innovaciones radicales.
AGRADECIMIENTOS
Al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y a
la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
por el financiamiento otorgado para efectuar esta
investigación.
307 |
 Miguel Ángel Damián Huato y Artemio Cruz León
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309 |
 Conocimiento tradicional y
ciencia moderna, diálogo para
enfrentar a la roya del café
(Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz

Anabel Martínez-López,
Artemio Cruz-León, Dora María de Jesús
Sangerman-Jarquín, Salvador Díaz Cárdenas
y Joel Cervantes-Herrera
312 |
 Introducción
De acuerdo con datos del Servicio de Información
Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), actualmente se
cultiva café en 16 estados de la República Mexicana,
de los cuales Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Puebla y
Guerrero son las entidades con mayor producción,
concentrando aproximadamente el 90% del total del
país (SIAP, 2017), y también, representan los territo-
rios con mayor diversidad cultural y étnica en el país,
lo que los hace poseedores de tradiciones cuya his-
toria se ha construido con base en relaciones inter-
culturales.
De acuerdo con Díaz et al. (2004), los conoci-
mientos productivos y tecnológicos de las comuni-
dades campesinas tienen un carácter intercultural,
funcional, sistemático e innovador, en cuyo proceso
lo simbólico y lo ritual está presente de modo inhe-
rente. Las investigaciones evidencian la existencia de
un sistema campesino de conocimientos producti-
vos y tecnológicos, cuya ruta técnica difiere del sis-
tema tecnoproductivo moderno. Según Díaz et al.
(2004), la existencia de un paradigma tecnoproduc-
tivo campesino y otro moderno, no implica el ais-
lamiento o autonomía del primero; por el contrario,
en las elecciones técnicas cotidianas del campesino,
se produce un acoplamiento entre los saberes tra-
dicionales y los conocimientos técnicos modernos.
Por otro lado, Leff (2011) menciona que la crisis
ambiental es un problema de las formas del cono-
cimiento con las cuales hemos construido la civili-
zación moderna y de las formas como hemos des-
truido la naturaleza, degradado los ecosistemas y
contaminado el ambiente; al tiempo que hemos sub-
313 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
yugado los saberes que se fueron construyendo en
el proceso de coevolución de las culturas con sus
naturalezas, con sus territorios y sus mundos de vida.
En esta perspectiva surge la revalidación de los
saberes locales y la activación del diálogo de sabe-
res dentro de una racionalidad ambiental, para lle-
gar a la sustentabilidad (Leff, 2011). Delgado y Rist
(2016) establecen que al entablar un diálogo de sabe-
res entre conocimientos científicos establecidos, los
emergentes y las múltiples formas de saberes no-
académicos activos, se buscan alternativas a la crisis
planetaria actual, iniciando desde un frente denomi-
nado transdisciplinariedad que apunta a la copro-
ducción de saberes entre las comunidades científicas,
indígenas, campesinas, urbanas y sus movimientos
sociales, políticos o culturales interesados en buscar
alternativas más allá de ciencia occidental moderna.
En el sector cafetalero se restituyeron los sistemas
de producción desde la creación de las instituciones
gubernamentales destinadas al apoyo para tecnifi-
cación del cultivo, con la visión de aumentar el ren-
dimiento, sin considerar el agotamiento de los sue-
los por el uso de agroquímicos y la contaminación
del agua, aire y plantas. Los pequeños productores
de café que en su mayoría viven en condiciones de
pobreza, no pueden realizar una mayor inversión
en mano de obra, ni en la compra de insumos. El
esquema implementado por las políticas públicas
actuales no está homogeneizado para las condicio-
nes de producción de café predominantes en México.
|  314
Hasta el momento, no se ha podido encontrar
un método para erradicar en nuestro país la enfer-
medad, causada por Hemileia vastatrix, por lo que
sigue siendo una amenaza constante; lo que queda
por hacer, es establecer una convivencia con la enfer-
medad, a través de propuestas alternativas de manejo,
tomando en cuenta los conocimientos científicos y
no científicos transdisciplinariamente, con el fin de
mitigar la incidencia de esta enfermedad en los cafe-
tales y mantener los rendimientos.
Es importante retomar y conjugar el conoci-
miento y las tecnologías agrícolas tradicionales rea-
lizadas por los campesinos productores de café, para
que a partir de ellos y con los avances de las investi-
gaciones científicas, se estructure una estrategia de
manejo que permita mantener las plantaciones libres
de cualquier patógeno que puediera causar mermas
en los rendimientos.
Para contribuir al planteamiento anterior, la pre-
sente investigación tiene el objetivo de estudiar las
prácticas de manejo tradicional realizadas por los
productores de café en la región de Huatusco, Vera-
cruz y, a partir de ello, relacionarlas en un modelo
transdisciplinario con los avances de la ciencia agro-
nómica para establecer estrategias que contribuyan
a mitigar el problema de roya quepuedan ser imple-
mentadas por los productores afectados por el ata-
que de esta epifitia.
La ventaja de una estrategia tecnológica cons-
truida de esta manera, radica en la necesidad que
 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz
existe de ella, así como la participación de los conoci-
mientos nativos complementada con conocimientos
científicos; con ello se garantiza el conocimiento de
la propuesta por parte de los productores, la cual no
requiere ser transferida por el conocimiento implí-
cito, ni tampoco, necesariamente, recursos externos
para su instrumentación.1
El impacto de Hemileia vastatrix en
los países productores
El café pertenece a las materias primas del grupo
de los commodities o productos no industrializa-
dos, y sigue siendo el segundo más importante a
nivel mundial, después del petróleo. La produc-
ción cafetalera impulsa el desarrollo económico de
los 20 principales países productores del mundo,
1  Metodología. Se parte de una revisión documental sobre los
efectos causados por la roya en los países productores en los últi-
mos años y particularmente sobre las condiciones que resultan
favorables para el desarrollo del hongo. Se entrevistaron produc-
tores de tres comunidades en la región de Huatusco, Veracruz;
Emiliano Zapata, Axocuapan y Mesa del Rancho, para diag-
nosticar el manejo actual de los cafetales y detectar las prácticas
tradicionales utilizadas en el manejo de sus recursos producti-
vos, también llamados recursos locales, nativos y tradicionales,
basados en su conocimiento, habilidades tecnológicas, formas
de organización, hábitos de trabajo, creencias y valores propios,
con lo cual se reconocen los saberes para su utilización en pro-
puestas de desarrollo tomando en cuenta la participación de
las comunidades campesinas cafetaleras, enfocado a mitigar
los daños ocasionados por roya del cafeto.
promueve su desarrollo regional y es generador de
empleo permanente para millones de personas (OIC,
2017). Desde su llegada a México a fines del siglo
XVIII la importancia del cultivo ha residido en que
es un generador de divisas y un motor de la econo-
mía campesina. Por lo anterior, cualquier reducción
en el precio del producto, un aumento en los costos
de producción, o el ataque de plagas y enfermedades
que reduzcan el rendimiento, puede afectar drásti-
camente a las familias cafetaleras.
En nuestro país, las enfermedades del café en su
mayoría son causadas por hongos, siguiéndole en
importancia los nematodos y un pequeño porcen-
taje se le atribuye a bacterias u organismos simila-
res (Castillo, 1993). Hoy en día se ha observado la
presencia de nuevas bacterias en los cafetos, resul-
tado de la introducción de variedades resistentes a
la roya del café; por lo tanto, se recurre a prácticas
integradas de control, derivadas tanto de la forma
tradicional de cultivo como los más recientes des-
cubrimientos de la ciencia para el control de plagas
y enfermedades.
Según las estadísticas de la Organización Inter-
nacional de Café (OIC), Brasil ocupa el primer lugar
en producción y exportación de café en escala mun-
dial y es uno de los países más afectados por roya, la
que causó una merma en las exportaciones del ciclo
agrícola 2015-2016 al ciclo agrícola 2016-2017; entre
los meses de octubre a enero de 2017 Brasil exportó
12 316 millones de sacos de 60 kg, mientras que en el
315 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
ciclo anterior exportó13 088 millones de sacos de 60
Kg, lo cual refleja una reducción de 5.9% (OIC, 2017).
Ocurre la misma situación en los países produc-
tores de América Central. El aumento en la inciden-
cia de roya del café en el ciclo 2012-2013, además de
la caída en los precios internacionales desde el 2011
hasta finales del 2013, que desincentivaron la pro-
ducción, resultó en una disminución en el volumen
producido y causó un fuerte efecto negativo, ya que
el café es a menudo la única fuente de ingresos usa-
doa para comprar alimentos y suministros para el
cultivo de los granos básicos (Avelino et al., 2015).
De aquí se deriva que la epidemia de la roya del café
también ha tenido impactos indirectos en la seguri-
dad alimentaria.
En el Salvador, el país más afectado, la produc-
ción disminuyó 70% entre las cosechas 2010-2011 y
2013-2014. En Honduras, país que había llegado a su
producción más alta en la historia en el 2011-2012, la
producción de café disminuyó 23% hacia 2012-2013.
Guatemala experimentó una disminución de 18%
entre 2011-2012 y 2013-2014, y Nicaragua, el país
menos afectado en términos de producción global,
experimentó una disminución de 11% entre 2011-
2012 y 2013-2014 (PROMECAFÉ, 2016).
La importancia de H. vastatrix en México, radica
en que, existe una superficie sembrada del cultivo
de café de 734 291.03 ha, de las cuales se cosechan
664 885.10 ha con una producción de 1,026,251.98
toneladas de café cereza. Esta superficie está cons-
|  316
tantemente amenazada por la presencia de H. Vas-
tatrix, por lo que sigue siendo un riesgo potencial
para la cafeticultura nacional. La situación también
ha causado reducciones en el valor de producción,
puesto que en el año 2015 se presentó una disminu-
ción de 253 millones de pesos, con respecto al valor
de producción del año 2014 (SIAP, 2016).
La inminente expansión de esta enfermedad en
las regiones cafetaleras del mundo, causa impactos
directos en el ingreso de los pequeños productores
y de los jornaleros. Aunque el sector cafetalero pre-
senta una leve recuperación en cada país en términos
de producción global, en algunas regiones donde los
productores dependen totalmente de esta actividad,
este impacto sigue siendo muy fuerte. Adicional-
mente, existen situaciones en las que los costos de
producción superan los ingresos por la venta de la
cosecha, derivado de una penalización en el precio
por las bajas calidades que emanan del ataque de la
roya (PROMECAFE, 2016).
El patógeno
La roya al igual que el café, también es originaria
de África. Según Anzueto (2013), existe un informe
de 1861 en ese continente, sobre la presencia de una
enfermedad en una zona de cafetos silvestres de la
especie arábica, que afectó algunas plantas, pero no
de manera epidémica. En esta zona predominaron
 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz
cafetos con algunos niveles de resistencia natural,
propiciando que la roya pasara desapercibida por
un tiempo como enfermedad importante en Áfri-
ca. Fue reportada formalmente por primera vez a
principios de 1869, en una plantación de la isla asiá-
tica de Ceilán, hoy Sri Lanka. En ese mismo año, el
micólogo británico Berkeley describió y nombró al
hongo responsable de la enfermedad: Hemileia vas-
tatrix (Avelino y Rivas, 2013).
Un estudio realizado por Castillo (1992) sobre la
epidemiologia de la roya del cafeto, en la zona alti-
tudinal media de Huatusco, Veracruz, establece las
siguientes etapas del hongo:
Establecimiento: cuando la enfermedad se pre-
senta con los niveles mínimos de infección, es decir,
entre 6 y 12.5% de incidencia de hojas enfermas. El
periodo del año que abarca los meses de mayo a julio
en la zona media de Huatusco, se caracteriza por
ser lluvioso y el de temperaturas más altas (Rivillas
et al., 2011); Avelino y Rivas, 2013) esta etapa es de
diseminación, que se realiza por medio de esporas
microscópicas, de 30 por 20 micras, denominadas
urediniosporas, que conforman el polvillo amarillo
o naranja característico del envés de las hojas del café.
Se lleva a cabo en tres fases: liberación, disper-
sión y depositación sobre la hoja; a esta fase le sigue
la germinación, cuando una vez depositada la espora
en el envés de la hoja, emite de uno a cuatro tubos
germinativos en un periodo de 6 a 12 horas. El tubo
germinativo crece hasta encontrar los estomas; aquí
es donde por primera vez, se establecen relaciones
tróficas entre el hongo y el hospedero, dando así
comienzo a la infección en un sentido estricto.
De crecimiento: en esta fase la enfermedad
comienza a incrementarse de forma gradual y según
los datos registrados en la región de estudio, se pre-
sentó en el segundo periodo lluvioso de agosto a
noviembre; los niveles de infección oscilaron entre
11.5 y 29%, hubo descenso de temperatura y mayor
humedad relativa respecto al periodo anterior, lo
cual favoreció la germinación de esporas.
De máxima infección: fase donde se registraron
los mayores niveles de infección que se presenta
durante los meses de diciembre a febrero. La inci-
dencia osciló entre 37 y 40 % de hojas enfermas.
Durante este periodo se presentan las temperaturas
más bajas del año en la región, de 16 a 18 °C, la pre-
cipitación y humedad relativa también disminuyen,
condiciones que provocan mayor condensación de
agua en las hojas, favoreciendo la penetración del
hongo, se incrementa la esporulación y aumenta la
severidad.
Rivillas et al. (2011) y Avelino y Rivas (2013),
establecen que esta etapa consiste en dos fases, en
la primera, llamada colonización, una vez que pene-
tra al interior de la hoja el hongo desarrolla unas
estructuras llamadas haustorios, los cuales entran
en contacto con las células de la planta y extraen los
nutrientes para su crecimiento y comienzan a apre-
ciarse zonas cloróticas o amarillentas en la hoja. El
317 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
periodo comprendido entre el inicio de la germina-
ción y la expresión de los primeros síntomas consti-
tuye el periodo de incubación.
La segunda fase es la de reproducción. Luego de
30 días después de la colonización, el hongo está lo
suficientemente maduro para diferenciarse en soros,
que son los encargados de producir nuevas uredi-
niosporas, a razón de 1600 por mm2 de hoja, por un
periodo de 4 a 5 meses, que serán dispersadas para
iniciar el nuevo ciclo. La emergencia posterior del
esporóforo y la producción de nuevas uredosporas
infecciosas constituyen la etapa de la esporulación.
El tiempo transcurrido entre el inicio de la germi-
nación y la esporulación, se llama periodo de laten-
cia y representa la variable de mayor importancia:
cuanto más corto sea, más rápido podrá repetirse el
ciclo y más grave será la epidemia.
Castillo (1993) y (2017) establece además, la
fase de decadencia, que normalmente coincide con
el periodo de cosecha en México y la cual resulta
primordial tomar en cuenta debido a que los cafe-
tos en esta etapa tienden a perder la mayor cantidad
de hojas por efecto de la enfermedad, por la mani-
pulación de la cosecha y por el desgaste nutricional.
Esto permite a la planta recuperarse de la epidemia
y volver a empezar un ciclo vegetativo con mínima
incidencia del hongo. Este momento es un punto
clave a la hora de implementar un manejo integrado,
adecuado para fortalecer al cultivo y reducir o amor-
tiguar la incidencia de roya.
|  318
Barquero (2013), Avelino y Rivas (2013) y Virgi-
nio y Astorga (2015) coinciden en que la liberación
de las uredosporas solamente es posible en presen-
cia de agua libre, durante todo el proceso hasta la
penetración y esta puede lograrse a través de las sal-
picaduras provocadas por la lluvia. Además de tem-
peraturas que oscilan entre 21-25°C, con promedio
de 22°C y condiciones de oscuridad. Dicho autores
señalan que para formarse el apresorio –el cual es
una modificación de las hifas– para la infección de
una célula epidérmica del huésped, se requiere de
un periodo de entre 5.3 y 8.5 horas, pero si hay pre-
sencia de luz y falta de agua durante un periodo de
24 a 48 horas, la germinación se inhibe. Lo mismo
pasa cuando se evapora o se reduce la disponibili-
dad de agua en la hoja, ya que afecta el crecimiento
de los tubos germinativos de las esporas.
Influencia de los factores ambientales
y de manejo sobre el ataque de roya en la región de
Huatusco, Veracruz
De acuerdo con Avelino y Rivas (2013), la germina-
ción es la etapa del ciclo patológico mejor estudiada.
Las condiciones óptimas incluyen una temperatura
promedio de 22 °C, obscuridad y agua libre durante
todo el proceso, hasta la penetración. Estos autores
señalan que la formación de un apresorio sobre el
estoma es necesaria, para que se realice la penetra-
 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz

Foto 1. Síntomas de roya en cafetos jóvenes, Emiliano Zapata, Tlaltetela, Veracruz.

ción y las temperaturas frescas entre 13 y 16°C favo-
recen esta formación. La alternancia de altas tem-
peraturas (22ºC–28°C) favorece la germinación de
las esporas y las bajas temperaturas (13ºC-16°C) la
formación del apresorio, permitiendo que la infec-
ción se realice en menos de 6 horas (Avelino y Rivas,
2013).
Tomando en cuenta los promedios de temperatura
registrados por el Servicio Meteorológico Nacio-
nal en la zona de estudio, se presentan los prome-
dios mencionados por los autores, que aunados a
la precipitación pluvial y días con lluvia, se forma
un ambiente propicio para el desarrollo del hongo
Hemileia vastatrix. La lluvia actúa como factor
determinante en la germinación de las esporas, en
su dispersión e indirectamente sobre otros factores
ambientales, tales como la humedad relativa, la tem-
peratura y la luminosidad (Virginio y Astorga, 2015).
El cultivo de café requiere una humedad relativa
de entre 70% y 85% para su buen desarrollo, pero si
la humedad excede este índice se presentan proble-
mas fúngicos, tal como menciona Castillo (2017)
cuando infiere que con una humedad relativa mayor
al 85% se pueden alcanzar índices de infección de
roya de hasta el 50%. En Huatusco, según datos
registrados en la estación meteorológica, la hume-
dad relativa puede llegar hasta 100% en días nubla-
dos y por las noches, un aspecto más que influye en
el desarrollo del patógeno, si se toman en cuenta las
referencias de los autores.
El hongo penetra por los estomas bien formados,
lo que permite explicar que las hojas muy jóvenes
cuya maduración de los estomas es aún incompleta
por lo que son menos receptivas que las hojas adul-
tas (Avelino y Rivas, 2013). Sin embargo, durante el
recorrido por los cafetales en las comunidades de
estudio, se pudo observar la aparición de síntomas
severos de roya en plantas jóvenes (foto 1), debido

319 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
a que las variedades nuevas actualmente están per-
diendo resistencia, además de la presencia de episo-
dios inusuales de lluvia ocasionados por el cambio
climático, lo que propicia condiciones de humedad
favorables para el desarrollo del hongo.
La germinación ocurre con mayor frecuencia de
noche, aunque también podría realizarse de día en
cafetales cultivados bajo sombra con mala regulación
(Avelino y Rivas, 2013). Según la Red de Agricultura
Sostenible, en los cafetales debe existir una densidad
mínima de sombra de 40% en todo momento; Esca-
milla y Díaz (2016) determinaron que 100 árboles
del género Inga por hectárea, en el sistema especia-
lizado, proporcionan 40-60% de sombra.
Los resultados de las entrevistas muestran que
los productores tienen establecidos en promedio 86
árboles de sombra por hectárea, con un mínimo de
10 y un máximo de 200 árboles. Como puede apre-
ciarse, es una distribución poco proporcional, ya
que mientras en algunas parcelas están eliminando
la sombra debido a la introducción de nuevas varie-
dades, en otros cafetales la sombra es excesiva, propi-
ciando así la aparición del hongo de la roya en zonas
donde existe acumulación de humedad. Es impor-
tante mencionar que 90% de los productores no des-
infecta sus herramientas de trabajo, este es uno de
los factores causantes de infección y contaminación
de hongos y bacterias promotores de enfermedades
entre las plantas de café, entre fincas, e incluso entre
comunidades y regiones.
|  320
Hacia un diálogo de saberes entre las ciencias
endógenas y la occidental
En México instaurar proyectos sustentables ha teni-
do su mayor vigencia y desarrollo en las áreas rura-
les, donde las iniciativas son principalmente de las
comunidades y cooperativas. Esto se explica por la
notable presencia de los ejidos y las comunidades
indígenas que manejan más de la mitad del terri-
torio nacional y poseen aproximadamente 80% de
los bosques y selvas, generando en sus territorios
cerca de una tercera parte del agua y son los prin-
cipales responsables de la agricultura de temporal
(Toledo, 2011).
Desde esta perspectiva es importante aprovechar
que la ciencia occidental moderna comienza a reco-
nocer otras formas de generar conocimientos, par-
ticularmente en las ciencias naturales, por lo que
abren muchas formas posibles de colaboración con
otros sistemas de conocimiento diferentes a la cien-
cia occidental que se les han denominado como cien-
cias endógenas (Delgado y Rist 2016).
A partir del denominado diálogo de saberes, es
posible relacionar los avances de la ciencia respecto
a la curva epidemiológica del hongo de roya, lo que
permite establecer las bases para un manejo inte-
grado de la enfermedad, así como enfocar las labores
y técnicas agrícolas a la prevención y no a la cura-
ción. Actualmente se sigue atacando a la enferme-
dad en la fase exponencial de desarrollo, o en la fase
 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz
de decadencia, cuando ya el patógeno causó el daño
en todo el ciclo del cultivo.
Castillo (2017) recomienda un manejo integrado
que comience con la aplicación de las más indispen-
sables prácticas culturales –como la poda–, inclu-
yendo los distintos tipos que contribuyan a mejo-
rar el nivel del follaje productivo, la renovación de
cafetos por bloques, adecuada fertilización química
y orgánica, regulación de sombra y control de male-
zas. Para estas tareas los productores aun utilizan
herramientas tradicionales como azadón de ahoyar,
azadón parado (guataca), machete, pala recta, cha-
peadora, desbrozadora, serrucho, motosierra, hacha,
excavadora, tijeras, lima, bomba fumigadora y tena-
tes para la cosecha.
Las propuestas participativas que contemplen las
prácticas agrícolas tradicionales y los avances de la
ciencia, y que resulten en proyectos de un desarro-
llo como lo conciben los campesinos, deben estable-
cerse desde la transdisciplinariedad. Delgado y Rits
(2016) afirman que la transdisciplinariedad enfatiza
la necesidad de proyectar la producción del cono-
cimiento científico más allá de sus disciplinas; es
decir, reconoce la pluralidad de las formas de cono-
cimiento, de las visiones del mundo y de los valores
éticos que se conectan dentro de los distintos grupos
sociales y culturales.
Un desafío importante para lo transdisciplinar
consiste en hallar formas de estimular el diálogo y
la cooperación entre grupos heterogéneos de acto-
res sociales, con distintas formas de conocimiento,
en vez de imponer una sola visión “coherente” del
mundo, a través de un discurso hegemónico que
silencia todos los demás discursos y se coloca fuera
del objeto de análisis.
La revalorización e inclusión de los saberes tra-
dicionales de los campesinos cafetaleros referentes
al manejo de la plantación asociados con los avan-
ces de la ciencia, son un campo posible para elabo-
rar proyectos de desarrollo agrícola y rural desde
la perspectiva del Buen Vivir planteado por Gudy-
nas y Acosta (2011), como un vínculo directo con
los saberes tradicionales que estaban subordinados,
que cuestionan los trasplantes culturales y se alejan
de la idea del desarrollo como crecimiento econó-
mico, forzando la destrucción, tanto de las relacio-
nes sociales como de la armonía con la naturaleza.
El manejo tradicional del cultivo
en la región de huatusco
Las seis labores culturales agrícolas más importan-
tes realizadas por los pequeños productores de café
en la región de estudio son la limpia o chapeo, poda,
deshije, resiembra, viveros y fertilización, realiza-
das en las pequeñas unidades de producción hasta
de una hectárea, lo que coincide con lo encontrado
por Beristain (2001). Los productores consideran
estas actividades como las más importantes a rea-
321 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
lizar para evitar el ataque de enfermedades, princi-
palmente roya. La información obtenida en campo
muestra que las principales prácticas agrícolas reali-
zadas por los productores en las parcelas de café, se
describen de la siguiente manera:
La poda de cafetos se hace una vez por año por
93% de los productores; la fecha en que se practica
varía en un periodo de siete meses, con inicio en
febrero hasta el mes de agosto; 7% restante realiza
podas una vez cada dos años. Los productores que
han resembrado con variedades nuevas, expresaron
que han dejado de realizar esta actividad, debido a
que estas variedades no retoñan igual que las varie-
dades tradicionales, por lo que, únicamente, después
de 4 o 5 años cuando la planta se agota, la renuevan.
La poda de los árboles de sombra se hace una vez
al año (55% de los productores). El 14% no lo realiza,
mientras que otro 14% sólo hace manejo eventual.
10% poda los árboles de sombra cada dos o tres años
y 7% cada 4 o 5 años. Hay una división proporcional
entre los que realizan poda de los árboles de som-
bra y los que lo hacen ocasionalmente, o no la rea-
lizan. La fecha de poda de los cafetos, puede ser en
marzo, abril, mayo, o hasta julio, incluso cualquier
día, siempre y cuando no coincida con la época cer-
cana a la cosecha, ya que las ramas por cortar pueden
ocasionar la caída de frutos y afectar el rendimiento.
El deshierbe o chapeo, es realizado por 48% de
los productores tres veces por año, en los meses de
marzo, julio y octubre; sólo dos productores men-
|  322
cionaron realizarlo cada mes para mantener limpio
el cafetal todo el año. La frecuencia de esta actividad
depende, en gran medida, de la extensión de terreno
y de la disponibilidad de mano de obra familiar. El
86% de los entrevistados realiza la práctica de deshije
una vez por año, desde febrero hasta octubre; 10% de
ellos no realiza esta actividad y 4% restante la realiza
dos veces por año, en mayo y octubre.
Todos los productores comentaron que realizan
las labores de poda de cafetos, deshije y cosecha,
cuando la luna está llena. En palabras de los pro-
ductores, cuando hay luna recia y se poda, la planta
tiene un mayor crecimiento vegetativo después de
esta práctica.
Dentro de las labores culturales, los producto-
res practican la conservación de suelos, realizando
actividades específicas en terrenos de ladera, como
las medias lunas, que consisten en cavar una zanja
con esta forma, poniendo al centro la planta de café,
para acumular hojarasca que al descomponerse sirva
como abono, retenga la humedad y evite la forma-
ción de cárcavas. Es una práctica heredada a través
del tiempo que se considera como un elemento de
la Tecnología Agrícola Tradicional (TAT).
Otras prácticas realizadas para la conservación
del suelo es deshierbar o chapear con machete, ya
que de esta forma no se remueve suelo, en tanto que
al realizarse con azadón provoca deslave en zonas
de ladera. También, la selección de árboles que pro-
ducen mayor cantidad de hojas y las tiran a lo largo
 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz

del año, como en el caso del chalahuite; se tiene for-
mación de materia orgánica, con lo cual se retiene
humedad y recicla nutrientes por ello, es una prác-
tica de conservación.
El periodo de cosecha comprende de octubre a
marzo y se extiende hasta abril y mayo en las zonas
más altas, como Emiliano Zapata y Axocuapan,
periodo similar a lo encontrado por Hernández y
Flores (2014) en esta misma región, quienes seña-
lan: a) que los mayores porcentajes de cosecha se
obtienen de noviembre a febrero y b) que la cose-
cha inicia primero en las partes bajas, generando
cafés de menor calidad, por lo cual tienen un precio
menor en el mercado, y posteriormente continua en
las partes altas, la más codiciada por los comprado-
res de café cereza por su mejor calidad (Hernández
y Flores, 2014).
Una práctica importante al término de la cosecha
es la recolección de frutos caídos, actividad que los
productores realizan lo mejor posible, ya que esto
puede influir en la aparición de enfermedades, pues
se vuelve un reservorio de hongos y bacterias que
pueden afectar los cafetos el siguiente ciclo. Las siete
prácticas principales que combinan las tradiciona-
les y las correspondientes a la tecnología moderna
para el mantenimiento óptimo del cultivo, según lo
mencionado por los productores son las siguien-
tes (tabla 1).

Tabla 1. Actividades agrícolas realizadas en el cultivo del café en la región de estudio

Práctica Frecuencia Periodo de realización

Poda 1 vez por año Febrero-agosto
Regulación de sombra 1 vez por año Marzo-mayo
Deshierbe (chapeo) 3 veces por año Marzo, julio y octubre
Deshije 1 vez por año Febrero-octubre
Fertilización (abonado) 1 a 2 veces por año Mayo y octubre
Aplicación de fungicidas (caldo 1 a 2 veces por año Marzo y septiembre
bordelés y oxicloruro de cobre)
Abril-junio o septiembre-
Encalado 1 vez por año diciembre

323 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
La opinión de los productores respecto a la estra-
tegia más funcional para controlar las enfermedades,
es mantener los cafetos fertilizados; la aplicación de
fungicidas químicos tiene menor importancia, pues
únicamente 3% de los productores los aplica, pues
de acuerdo con su experiencia, la utilización de fun-
gicidas químicos en el cultivo causa daños a la salud
y contamina el suelo y las plantas.
La integración de los saberes agrícolas y los avances
científicos en el control de roya
Partiendo de las actividades de manejo realizadas
actualmente por los productores a lo largo del año
en la zona de estudio (figura 2), se realizó un calen-
dario de manejo y prácticas combinadas, toman-
do en cuenta los conocimientos y prácticas técni-
cas de los productores, con base en sus opiniones y
recomendaciones, así como las condiciones locales
de producción, condiciones climáticas de la región,
para obtener un efecto preventivo y aminorar la inci-
dencia de roya en las plantaciones.
El resultado es el calendario de manejo presen-
tado en la figura 3, que combina ambos conocimien-
tos expresados en el calendario y prácticas agrícolas
que permitirán un mejor control de roya.
Una forma en que los avances de la ciencia pue-
den contribuir a complementar las prácticas agríco-
las tradicionales es considerar lo recomendado por
|  324
Castillo (2017), quien menciona que las aplicacio-
nes de fungicidas protectores deben hacerse al inicio
del periodo de lluvias, en la fase inicial de desarro-
llo de la enfermedad, es decir, cuando los niveles de
infección en las hojas son bajos. Como se muestra
en el calendario, esta fase se presenta en los meses
de marzo a mayo; para proteger las hojas son nece-
sarias tres aplicaciones con oxicloruro de cobre o su
equivalente, cada 25-30 días, en una proporción de
3 kg/ha, dirigiendo la mezcla al envés de las hojas.
El periodo de penetración y germinación varía
considerando el cambio climático, como ya ha suce-
dido en años anteriores; sin embargo, para la situa-
ción actual, la recomendación es distribuir las tres
aplicaciones en el periodo de marzo a junio, como
se muestra en el calendario, tomando en cuenta que
también es importante evitar la aplicación de cobres
en la floración. Si se aplican preventivos después de
la infección, éstos ya tienen un mínimo efecto, pues
una vez lograda la infección el hongo presenta un
crecimiento exponencial sin retorno.
Los fungicidas de contacto, conocidos como pre-
ventivos o protectores, actúan formando una capa
sobre el envés de las hojas del cafeto, para evitar la
germinación de las esporas de la roya su invasión al
tejido interno. Los fungicidas de este tipo que han
tenido buenos resultados en la prevención son, caldo
visosa, caldo bordelés, caldo sulfocálcico, oxicloruro
de cobre y aceite de neem (ANACAFÉ, 2018); se pue-
den utilizar otros productos a base de cobre y azufre,
Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz

Figura 2. Calendario de manejo actual realizado por los productores

de la región de estudio

Figura 3. Calendario de manejo anual que combina prácticas tradicionales

y modernas y el conocimiento de condiciones ambientales y efectos sobre el
comportamiento de la roya en la región de Huatusco, Veracruz

325 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
siempre y cuando se respeten las recomendaciones
de aplicación.
Los productores realizan el encalado, cuya reco-
mendación es recomendable, justo al término de
la cosecha, directo al suelo alrededor de los cafetos,
teniendo mayor eficiencia si se realiza previamente
un análisis de suelos dado que representa una inver-
sión. Es importante valorar este paso que es clave
para un manejo adecuado, ya que además de obte-
ner un diagnóstico de los requerimientos y deficien-
cias específicas del suelo, las aplicaciones posterio-
res serían más exactas, lo que puede representar un
ahorro y al mismo tiempo se obtendrán plantas más
sanas y vigorosas.
El objetivo del encalado es modificar el pH del
suelo, con lo cual se mejora la disposición de nutrien-
tes que le sirven a la planta para obtener mayor nutri-
ción. El encalado debe realizarse terminando la cose-
cha y antes del inicio de la floración, si al produc-
tor no le da tiempo de realizarlo en este periodo, lo
puede hacer 40 días antes de la primera aplicación
de fertilizante (Castillo, 2017). Esta es la forma en
que la ciencia asiste a un mejor aprovechamiento
de los fertilizantes ya aplicados por los productores.
El periodo de producción vegetativa y amarre
de fruto en estas comunidades es entre abril y sep-
tiembre, cuando los productores pueden recorrer
la actividad de poda de cafetos, poda de árboles de
sombra, recepas donde sea necesario, sobre todo de
plantas enfermas, desinfección y chapeo. Es común
|  326
que el productor después de cuatro cosechas renueve
sus cafetos, pero lo recomendable es que puedan
obtener hasta 10 cosechas, con buen manejo y con
podas cada año. Con esto se reduce el desgaste del
suelo por extracción de nutrientes, se le permite a
la planta expresar su potencial productivo y se evi-
tan reinversiones en periodos cortos, aspectos que
beneficiarán a los cafeticultores.
La recepa debe efectuarse para rejuvenecer a la
plantación, y la poda para estimular a la planta a
generar mayor cantidad de raíces, lo que hace que
los brotes sean más vigorosos; con la poda se dejan
solo los necesarios para incrementar la producción.
Hay resistencia de los productores a eliminar
plantas viejas y enfermas por los años que llevan
en producción y por el valor que cada una repre-
senta, pero para poder mantener los cafetales con la
menor incidencia de roya posible, situación con la
que han estado luchando, es necesario eliminarlas
al término de la cosecha, ya que una planta vieja es
más susceptible de ser atacada. Con esto también se
evita que absorban el fertilizante, sin ningún resul-
tado en producción; es decir, que se desaproveche
pues su recuperación es casi imposible.
La práctica de deshije es recomendable si se dejan
dos o máximo tres rebrotes por planta, eliminando
los hijuelos que se observen con síntomas de roya
porque no serán productivos, propagarán el hongo
al quedarse dentro del cafetal y le permitirán seguir
completando sus ciclos de un año a otro.
 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz
Para una selección de variedades de acuerdo a las
condiciones de clima, altitud y calidad es recomen-
dable resembrarlas juntas y por lotes pequeños, para
poder observar sus problemas específicos, conocer
el periodo de floración, fructificación y cosecha; es
decir, tener conocimiento de las diferencias entre
variedades. En las semanas siguientes hasta antes
del inicio de la cosecha, es conveniente la renovación
paulatina y por lotes, ya sea con variedades tradicio-
nales o con variedades resistentes que se adapten a
las condiciones agroecológicas, si los productores
decidieran seguir integrándolas a sus parcelas.
Escamilla (2016) propone para la zona media-
alta las variedades Oro Azteca, Geisha, Costa Rica,
Colombia, Sarchimor, Marsell e híbridos, pues tie-
nen buena adaptación; sin embargo, es aconsejable
que los productores y sus organizaciones realicen
perfiles de calidad de estas variedades debido a las
diversas condiciones agroecológicas que se presen-
tan en cada región.
Por último, considerando que los productores
únicamente tienen la posibilidad de aplicar fertili-
zante una vez por año –y en muy pocas ocasiones
dos veces–, es recomendable realizar una aplicación
en este periodo y otra al término de la cosecha, de
manera inmediata a la poda de los cafetos, tomando
en cuenta las deficiencias que muestre el análisis
de suelos. Actualmente se aplican y recomiendan
las fórmulas 20-10-10, 18-12-06 y 18-46-00, sulfato,
urea, DAP, fertilizantes orgánicos y, en la medida de
lo posible, fertilizantes de la empresa Yara para dis-
tintas etapas del cultivo, los cuales en opinión de los
productores, son productos que han observado que
reverdecen las hojas y proveen de follaje a los cafetos.
Por ejemplo, el YaraMila HIDRAN es un fertili-
zante que contiene nitrógeno en forma de nitratos,
que no se pierden en el campo por volatilización y
es de solubilidad inmediata al contacto con el suelo.
Lo recomendable es aplicar 220 gramos/planta dis-
tribuida en tres aplicaciones, la primera en preflora-
ción, la segunda en crecimiento del fruto y la tercera
al final de la cosecha. Sin embargo, puede ajustarse
a la disponibilidad de recursos de cada productor.
Es importante no perder de vista el conocimiento
de los campesinos productores de café en el manejo
del cafetal y lo que para ellos representa, en el sentido
de que tanto el cultivo, como las formas de organi-
zación en los niveles familiar, comunitario y regio-
nal, en interrelación para lograr el mantenimiento
y continuidad de la producción, forman parte de lo
que para ellos significa bienestar, más allá de la idea
de desarrollo consolidado a mediados del siglo XX,
que concibe a este como un proceso de evolución
lineal, esencialmente económico, mediado por la
apropiación de recursos naturales y guiado por dife-
rentes versiones de eficiencia y rentabilidad econó-
mica (Gudynas, 2011).
La idea de desarrollo de los productores de
café, no se enfoca al mejoramiento económico o la
obtención de bienes materiales. Tal percepción se
327 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera

vio reflejada al preguntarles que harían si dispusie-
ran de una mayor cantidad de recursos económicos;
la respuestas inmediatas incluyeron sembrar más
cafetos, aumentar la aplicación de abonos e inver-
tir en la transformación del grano. El mundo del
pequeño productor gira en torno al café, cosmovi-
sión que concuerda con la idea de Gudynas (2011)
sobre el Buen Vivir como una alternativa a la idea de
desarrollo, apartada de las visiones clásicas de cre-
cimiento económico perpetuo, de progreso lineal y
del antropocentrismo, para enfocarse en el bienestar
de las personas en un sentido ampliado a sus afec-
tividades y creencias, lo cual ofrece enormes poten-
ciales hacia el futuro.
dades producen café de menor calidad. Por lo tanto,
los productores deben valorar estratégicamente las
variedades a introducir, con base en la obtención de
los rendimientos suficientes que les permita remune-
rar la inversión y continuar con la siembra del cultivo.
Además de la aplicación de fungicidas de con-
tacto como medida preventiva, existen otras opcio-
nes alternativas, una de ellas es la agrohomeopatía
recomendada por Pérez y Ruíz (2017), basada en
un conocimiento agronómico distinto, con el cual
se pretende eliminar el daño causado por las plagas
o los microorganismos, de manera preventiva y con
base en la respuesta de la planta.
Las ventajas más importantes de este método son,
la ausencia de sustancias toxicas, accesibilidad, bajo

Aportaciones de la ciencia occidental

para el control de roya

La variedad San Román es un catimor con resis-

tencia a roya (Foto 4). Si bien se con el uso de esta
variedad se resuelve el problema de incidencia de
Hemileia vastatrix es , por otro lado, muy suscep-
tible a otras enfermedades y plagas, como la nigua.2
El control se hace por patrones resistentes y en oca-
siones los injertos no se adaptan a las zonas altas, lo
cual es conocido por los productores. Estas varie-

2  Nombre local aplicado al daño en raíz por nematodos, que

debilita la planta. Una planta con nigua es más susceptible a
Foto 4. Planta joven, variedad San Román,
enfermarse. Emiliano Zapata, Tlaltetela, Veracruz.

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 Conocimiento tradicional y ciencia moderna, diálogo para enfrentar a la roya del café (Hemileia vastatrix berk. & br.), en
Huatusco, Veracruz
costo y que su implementación no requiere de gran-
des instalaciones, por lo que cualquier productor
puede elaborarlos; además se conservan las cualida-
des naturales de los cultivos como olor, sabor, tex-
tura y color, determinante para el caso del mercado
de café de especialidad y no causa daños al suelo,
aire, agua, al productor que lo aplica, ni al consumi-
dor. Por lo que es una alternativa viable que podría
tomarse en cuenta para complementar el manejo
tradicional del cultivo.
Discusión
La integración del calendario de manejo no se basa
únicamente en podas y fertilización. También es
indispensable evitar –en la medida de lo posible–
la trasmisión de enfermedades de una planta a otra,
mediante la desinfección de herramientas de trabajo
después de manipular plantas enfermas. Además es
necesaria la observación constante de la plantación
para detectar nuevos brotes de roya o síntomas de
otras enfermedades e implementar inmediatamen-
te actividades preventivas como la aplicación de cal
al suelo, que realizan actualmente los productores
y que efectuada oportunamente detiene significati-
vamente la incidencia.
La propuesta planteada en este capítulo, busca
redistribuir las prácticas agrícolas tradicionales y
convencionales a lo largo del año, con tecnología
tradicional y tecnología moderna, para que resul-
ten más efectivas y tengan un efecto preventivo en la
incidencia de roya y de otras enfermedades y plagas
del café. El resultado será un cafetal en óptimas con-
diciones de nutrición, donde los efectos del hongo
sobre la producción sean mínimos. No se pretende
eliminar el hongo, lo que hasta el día de hoy no
ha sido posible, sino estimular los mecanismos de
defensa de la plantación a través de su manejo ade-
cuado y oportuno, con lo que se logrará mantener
los rendimientos. Esto representa la estabilidad en
obtención de medios de subsistencia para los peque-
ños cafeticultores y los lleva a alcanzar el bienestar
social, ambiental y económico dentro de la unidad
de producción familiar y, con ello, el desarrollo agrí-
cola y rural de las regiones cafetaleras.
Conclusiones
Existen pequeños productores en las regiones cafe-
taleras, que han desarrollado conocimientos y prác-
ticas agrícolas que les permiten atenuar los efectos
causados por la roya del café. El manejo actual de
los cafetales se basa en gran medida en los saberes
agrícolas tradicionales, que forman parte de su expe-
riencia. Los productores han tenido la capacidad de
enfrentar el problema de roya implementando este
conocimiento, a la vez que han adoptado tecnolo-
gía moderna (convencional) para mantener el cul-
329 |
 Anabel Martínez-López, Artemio Cruz-León, Dora María de jesús Sangerman-Jarquín,
Salvador Díaz Cárdenas y Joel Cervantes-Herrera
tivo en producción, pues para la mayoría de ellos es
su única fuente de ingresos y, más importante, una
forma de vida, de tradición y de cultura.
Se pueden mitigar los efectos causados por la
roya del café, cuando el productor sigue estricta-
mente un calendario de manejo del cafetal. Es posi-
ble seguir cultivando las variedades tradicionales
como Typica, Bourbon, Mundo Novo y Caturra,
que producen cafés de mejor calidad y posibilitan
la apertura de nuevos mercados para los pequeños
productores. Como resultado, se logra generar un
desarrollo propio entre las familias y comunidades
cafetaleras, partiendo de sus intereses, aspiraciones
y de un desarrollo rural regional mediante el diá-
logo de saberes entre lo tradicional y lo convencional.
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|  332
 LA GESTIÓN DE PROYECTOS
CULTURALES COMO HERRAMIENTA
PARA EL DESARROLLO DE
COMUNIDADES RURALES EN
MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA
HIDALGUENSE

Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León

 Introducción
“Una política sensata de desarrollo cultural en el pla-
no regional implica poner en juego conjuntamente
tres tipos de acciones: abrir la región al mundo, culti-
var su especificidad histórica y cultural, y, finalmente,
estimular la participación de los habitantes ya que
se trata de un desarrollo endógeno autosustentado”
(Giménez, 1999:52).
La gestión de la cultura, considerada ésta última
el cuarto pilar del desarrollo sustentable, ha cobrado
relevancia en nuestras políticas públicas a partir de
lo establecido por las Naciones Unidas a través de
documentos como la Agenda 21: “asegurar la sus-
tentabilidad en el turismo mediante un programa
de trabajo que propone estrategias y acciones en el
corto, mediano y largo plazo, con el objeto de for-
talecer la dinámica de las regiones turísticas, incluir
a las comunidades locales en las actividades econó-
micas generadas y asegurar la preservación de los
recursos naturales y culturales en los destinos turís-
ticos de México” (SEGOB, 2008).
México cuenta con instrumentos, como la Ley de
Desarrollo Rural Sustentable, en los que la diversidad
cultural es considerada una de las principales forta-
lezas del país para alcanzar la equidad social, y en
las que el patrimonio cultural y natural son recursos
dignos de estricta protección: como ejemplos están
los programas derivados del Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, como el Programa de Apoyo
a Culturas Municipales y Comunitarias, o bien, pro-
gramas federales de impulso al turismo como “Pue-
blos Mágicos de México” que buscan, a través de la
cultura, la preservación del entorno.
Sin embargo, en México, la gestión cultural, con-
tinúa sin consumar sus objetivos como estrategia
para la sustentabilidad económica, social y ambien-
tal. Como muestra están los precarios resultados
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León
en varios ámbitos del bienestar social –educación,
empleo, salud, etc.– que presentan muchas regio-
nes del país, pese a su riqueza natural y cultural des-
tacada: una realidad que contrasta con el ideal de
desarrollo cultural expresado en nuestra legislación.
Es el caso de la Comarca Minera Hidalguense,
donde el compromiso gubernamental y civil con la
preservación del medio ambiente y la cultura, así
como un importante historial de inversión para la
cultura y el turismo, contrastan con los niveles de
desempleo y migración que presenta la región.
Una de las diez regiones “geoculturales” del
estado de Hidalgo, La Comarca Minera, está una
conformada por 6 municipios circunvecinos de
Pachuca, capital estatal: Epazoyucan, Huasca de
Ocampo, Mineral de la Reforma, Mineral del Chico,
Real del Monte y Omitlán de Juárez. Esta región
constituye un territorio delimitado por su espectro
de conurbación, pero al mismo tiempo definido por
una especificidad de características geográficas y por
un patrimonio cultural que es herencia de la prin-
cipal actividad económica del estado durante cinco
siglos: la producción de plata.
Durante al menos dos sexenios, se ha hecho una
intensa promoción de la Comarca Minera como ruta
turística, encabezada por el gobierno del estado, en
colaboración con actores civiles y privados. Pero
la proyección del desarrollo económico en esta
región, es paradójica, ya que implica, por una parte,
el fomento al turismo, y por otro, el crecimiento de
|  336
los complejos habitacionales e industriales en zona
conurbada de Pachuca.
Según INEGI (2010) entre los años de 1990 y el
2010 toda la zona presentó una tasa constante de cre-
cimiento anual del 3.1%, mientras que Mineral de
la Reforma vio un aumento del 7.4% al 11.3% en la
segunda década de dicho periodo. Como consecuen-
cia, el uso del suelo para la agricultura ha sido despla-
zado en pocos años por la construcción de asenta-
mientos humanos, y en menor medida para la indus-
tria. Mientras tanto, en los municipios que integran
el área norte de la Comarca, se ha intensificado el
tránsito turístico, gracias a la existencia de reservas
ecológicas de orden federal y estatal, como el Parque
Nacional El Chico y una fracción de la Reserva de
la Biósfera de la Barranca de Meztitlán, además de
diversos atractivos naturales y culturales.
Cabe tomar en cuenta la cercanía de esta región
con la capital del país y la creciente inmigración pro-
veniente de los estados colindantes con Hidalgo, así
como el patrimonio histórico en torno a la minería
y la existencia de vastas áreas de preservación de
recursos naturales. Por ello, las estrategias de desa-
rrollo económico emprendidas por el gobierno han
prestado especial atención al turismo.
Derivado del Plan Estatal de Desarrollo (PED
2011-2016), Hidalgo cuenta con un Programa Sec-
torial de Turismo y Cultura (Gobierno del Estado de
Hidalgo 2011): éste instrumento marcó las pautas
para el trabajo de dos organismos de acuerdo con
 GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE
las premisas de sustentabilidad: 1) La Promotora
Turística de Hidalgo, organismo encargado “for-
mular estudios y proyectos de servicios al turismo,
identificar reservas territoriales, promover obras de
infraestructura para elevar la oferta turística, con-
solidar centros turísticos preservando el equilibrio
ecológico, y garantizar la comercialización de los
espacios donde se ofrezcan los servicios turísticos
(Gobierno del Estado de Hidalgo, 2011: 26), y 2)
El Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de
Hidalgo, anteriormente adscrito a la Secretaría de
Educación Pública, y encargado de operar progra-
mas de conservación e investigación sobre el patri-
monio cultural, enfocado principalmente a la preser-
vación de bienes inmuebles y religiosos, y del patri-
monio cultural intangible.
Proyecto clave de la PROTURH es el Programa
de Desarrollo Turístico del Corredor de la Montaña,
que tiene como fortaleza el mejoramiento de las vías
carreteras y los servicios turísticos en los municipios
de la Comarca Minera, y el ingreso de tres de sus
municipios al programa federal “Pueblos Mágicos”:
Huasca de Ocampo (2001), Real del Monte (2004) y
Mineral del Chico (2011). Resultados del programa,
son el aumento de la afluencia anual de turistas a la
región, superior al millón, y la derrama económica,
que en algunos municipios supera los 43 millones
(SECTUR, 2014a).
Sin embargo, estas estrategias han dejado en
rezago a un gran número de comunidades rurales,
en las cuales los sistemas productivos agropecuarios
han reducido su alcance como actividad económica
y fuente de ingresos, ya que no han logrado aña-
dirse a la cadena de valor que representa la activi-
dad turística. Los efectos de este fenómeno se inten-
sifican debido a dos situaciones: la cultura agrícola
de las comunidades se degrada como consecuencia
de la emigración de su población joven, y por otra
parte están las demandas del sector turístico que no
coadyuvan a preservar el patrimonio natural y cul-
tural de la región.
Municipios como Omitlán de Juárez y Huasca
presentan índices de intensidad migratoria “Alto”
y “Muy Alto” respectivamente, tanto a los EE.UU.
como a otras urbes del país, de acuerdo con el Con-
sejo Estatal de Población (2013).
Con la pérdida de los sistemas productivos tradi-
cionales, el daño a los recursos naturales se agrava, y
con ello se limitan las posibilidades de elevar la com-
petitividad turística de los municipios.
La hipótesis ante tal fenómeno es que la gestión
actual de proyectos culturales en la comarca minera
hidalguense no permite la integración de las comu-
nidades rurales al desarrollo turístico, ya que no
toma en cuenta el aprovechamiento de los sistemas
productivos del sector primario como expresiones
de su capital social y cultural.
En este contexto, se propuso una agenda de aná-
lisis del capital cultural que representan cuatro dife-
rentes sistemas productivos primarios subsisten-
337 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León
tes en la región, así como la evaluación del capital
social presente en las comunidades para su aprove-
chamiento gestión de proyectos culturales que pue-
dan integrarse a la oferta turística de los municipios.
El objetivo de la investigación fue identificar el
aprovechamiento del capital social y cultural de las
comunidades rurales y la sustentabilidad en pro-
yectos de gestión cultural presentes en la comarca
minera hidalguense; Analizar la relación entre
el capital social y cultural con el territorio de la
Comarca Minera hidalguense (territorio incluye:
recursos naturales y sistemas productivos), e Iden-
tificar las posibilidades de desarrollo turístico de
los principales sistemas productivos presentes en la
Comarca Minera hidalguense.
Como justificación a la presente investigación, es
importante alinear el análisis de los resultados de las
políticas estatales para el turismo con los objetivos
de desarrollo sustentable. Para la sistematización de
la dimensión social y cultural de una comunidad, la
investigación estuvo basada en el concepto de Capital
Cultural, descrito y clasificado por Pierre Bourdieu
(1979), y la interpretación de éste en relación con el
territorio, realizada por Gilberto Giménez (1999). Se
revisaron interpretaciones y clasificaciones del con-
cepto de Capital Social y aplicadas al ámbito turís-
tico y empresarial (Bourdieu, 1985, Citado en Bar-
bini 2008 y Rodriguez-Modroño, 2012).
Según la síntesis de estas propuestas teóricas, el
capital social se manifiesta al interior y al exterior de
|  338
las comunidades a través de normas, valores y redes,
los cuales constituyen recursos socio-estructurales
que facilitan acciones. Con base en tales clasifica-
ciones fue posible determinar indicadores de capi-
tal social y capital cultural presentes en las comuni-
dades estudiadas.
Giménez (1999) relaciona la clasificación del
capital cultural con el territorio. El espacio geográ-
fico representa la primera categoría de análisis del
capital cultural, ya que el territorio, incluidos en éste
los recursos naturales y los sistemas productivos, es
construido culturalmente. Por ello es crucial reali-
zar un recuento histórico de los sucesos políticos,
demográficos y las actividades productivas que die-
ron lugar a la configuración actual de una región.
El territorio constituye un capital cultural en tres
dimensiones:
1) en los “bienes ambientales”, o aspectos geográ-
ficos que han sido antropizados (áreas ecológicas,
paisajes rurales y pueblerinos, sitios pintorescos,
peculiaridades del hábitat, monumentos, redes de
caminos y brechas, sistemas de riego, etc.)
2) En la distribución espacial de las institucio-
nes y las prácticas: ello da lugar a la cultura etnográ-
fica (rituales, vestimentas, festividades de ciclo anual,
gastronomía, narraciones, etc.). Ésta y la anterior
dimensión representan el potencial más evidente
para el desarrollo turístico de una región, ya que
constituyen el capital cultural objetivado.
3) En su tercera dimensión, “el territorio puede
 GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE
ser apropiado subjetivamente como objeto de repre-
sentación y de apego afectivo, y como símbolo de
pertenencia socio-territorial. Los sujetos (individua-
les o colectivos) interiorizan el espacio integrándolo
a su propio sistema (Giménez, 1999). Esta dimen-
sión permite comprender la relación de la cultura
con los movimientos migratorios. Como se men-
cionó anteriormente, la emigración constituye uno
de los criterios de análisis de competitividad de la
región, ya que no solo es consecuencia de las caren-
cias económicas, sino que tiene un impacto en el for-
talecimiento de los procesos de gestión del desarro-
llo al interior de las comunidades y en la capacidad
de la población para atender los requerimientos del
desarrollo turístico. Es en ésta dimensión en la que
mayores problemáticas enfrenta la gestión cultural.
De forma general, el capital social se entiende
como un conjunto de normas y organizaciones
sociales –verticales y horizontales– que facilitan la
cooperación entre los agentes en la persecución de
un beneficio común, y que tienen un impacto en
la eficacia y eficiencia de una comunidad. Barbini
y Rodríguez-Modroño describen la tipología con
enfoque microsociológico de redes y un enfoque
sinérgico (Grootaert y Van Bastelaer, 2001, citado
por Barbini, 2008, y Rodríguez- Modroño 2012): el
capital social se desarrolla en dos grandes dimensio-
nes micro/macro (cuadro 1).
La actividad minera, eje de la vida social y cultu-
ral de dicha región desde la época prehispánica hasta
el siglo XX, sufrió importantes transformaciones,
con rumbo a su deceso, a partir de su privatización
en los años noventa. Ello dio lugar a un fenómeno
migratorio, a la actual configuración de actores polí-
ticos, y a una fuerte dependencia de todos los sec-
tores productivos a las políticas gubernamentales.
Lo anterior brinda un referente de las causas políti-
cas, económicas y demográficas que propiciaron el
actual panorama de la Comarca Minera hidalguense,
en la que se ubica este trabajo.
De acuerdo con el Servicio Geológico Mexicano
(2011) el distrito minero Real del Monte y Pachuca
ha producido a la fecha – más de en 460 años- alre-
dedor de 40,000 t de plata y 231 t de oro, lo que
representa 16% de la producción nacional de plata
y 6% de la producción mundial. La extracción de
minerales metálicos y no metálicos desde la época
prehispánica y durante la Colonia hizo de la mine-
ría la base de la evolución económica nacional hasta
el siglo XIX.
En la historia de la actividad productiva que dio
vocación a la Comarca Minera se distinguen cinco
etapas históricas clave:
1) La extracción de obsidiana, que data de aproxi-
madamente el 900 A.C. Pastrana (1998, 2009) y
Cobean (2002) estiman que el sistema de yaci-
mientos de obsidiana de la Sierra de la Navajas
(Pachuca) fue el más grande del centro de México y
fue fundamental para los centros urbanos del cen-
tro la Cuenca de México, como Teotihuacan, Tula y
339 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León

Cuadro 1. Clasificación del Capital Social

Dimensiones del capital social

Capital social estructural Capital social cognitivo Capital social institucional:
Formado por las redes y los Compuesto por normas calidad de las instituciones
recursos a los que se accede a informales y valores, formales y de los poderes públicos
través de ellas tales como la confianza, en su rol activo de suministro
la cooperación, la de información, promoción y,
reciprocidad, el civismo, regulación
etc.
Tipos de capital social: enfoque de redes y sinérgico
Capital social de unión Son los lazos orientados hacia el interior que promueven
(bonding social capital) la solidaridad y fortalecen el sentimiento de pertenencia e
identidad en grupos homogéneos
Capital social de aproximación Está formado por las conexiones orientadas al exterior que unen
(bridging social capital) a personas de diferentes ámbitos sociales
Capital social de vinculación Son los lazos verticales con instituciones formales
(linking social capital)
Fuente: Grootaert y Van Bastelaer (2001) en Barbini (2008) y Rodriguez Modroño (2012).

la Triple Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba).
2) Tras la Conquista, el descubrimiento de
minas de plata en Real del Monte, y el desarrollo del
“método de beneficio de patio” (limpieza del metal
con mercurio) por Bartolomé de Medina en 1555,
la minería se convirtió en el eje de construcción un
nuevo espacio económico regional durante todo el
virreinato. Desde la primera mitad del siglo XVIII,
la explotación de la Comarca fue promovida por
de Pedro Romero de Terreros, I Conde de Regla. Al
llegar la Guerra de Independencia, la minería entró
en una profunda crisis económica y demográfica.
3) Durante la primera mitad del siglo XIX, la
entrada de capitales ingleses y nueva tecnología de
vapor hicieron posible reactivar las minas. En 1823,
Thomas Kinder y John Taylor formaron la Compañía
Británica de Real del Monte. Durante dos periodos
de la Compañía –de 1824 a 1849 con capital inglés y
de 1850 a 1906 con capital mexicano-, este distrito
fue el más importante del país, y llegó a aportar la
cuarta parte de la producción nacional de plata en
1850. Al finalizar este periodo la presencia de capi-

|  340
 GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE
tal inglés retrocedió y la Compañía Minera pasó a
manos de mexicanos (Saavedra y Sánchez, 2006).
4) Tras la introducción de la vía férrea, crucial
para la producción minera y durante el Porfiriato,
las políticas de no intervención del Estado estimu-
laron la entrada de más capitales extranjeros princi-
palmente norteamericanos. México se volvió depen-
diente de las potencias extranjeras y se sentaron las
bases de la minería actual (Saavedra y Sánchez, 2008).
5) Entre 1927 y 1953 la Compañía Minera evo-
lucionó hasta conformarse como una cooperativa
en manos de los trabajadores. En 1956, el gobierno
de la república formó la Compañía Real del Monte
y Pachuca, primera paraestatal del país, e inició la
adquisición de lotes mineros emprendiendo traba-
jos para su explotación (Servicio Geológico Mexi-
cano, 2011). La compañía continuó siendo impor-
tante fuente de empleo hasta los años sesenta y fue
escenario de movimientos obreros, hasta su priva-
tización a inicios de los años noventa.
Herrera (1979), Saavedra y Sánchez (2006) des-
criben un intenso flujo de insumos agrícolas para la
producción minera y su fuerza de trabajo entre dife-
rentes localidades de la comarca. La distribución del
trabajo, regida por La Compañía Minera Pachuca y
Real del Monte, se distinguió por la separación geo-
gráfica de las operaciones de la actividad minera:
La zona noroeste (Pachuca-El Chico- Real del
Monte) donde se ubicaron las minas, contaba con
escasas corrientes de agua pero se beneficiaba de los
bosques cercanos para el suministro de combustible.
En Omitlán, también escaseaban los recursos
hidrológicos, pero había posibilidad de utilizar el
agua extraída de las minas de Real del Monte, por
lo que ahí se ubicaron las haciendas de beneficio y
molienda, donde también se realizaban las activi-
dades de administración y maquila de algunos pro-
ductos.
En Guascazaloya (ahora Huasca) por la abun-
dancia de agua, se establecieron las haciendas que
requerían mayores insumos agrícolas.
Además, la Compañía logró fuertes contratos con
proveedores privados de combustibles forestales, y
finalmente, el control de vastas áreas boscosas.
Esta organización influyó también en la distribu-
ción demográfica, dando lugar a asentamientos que
perduran hasta nuestros días como sitios históricos:
Por ejemplo, el trazo urbano de Real del Monte a
partir del establecimiento de trabajadores y empre-
sarios ingleses desde 1826: en un periodo menor a
30 años, los mineros “Cornish” dejaron un legado
cultural que perdura hasta la actualidad como uno
de los principales atractivos turísticos de la región.
Otro ejemplo son las haciendas de beneficio que
actualmente son uno de los atractivos turísticos más
populares; así como la enmarcación de las minas en
el crecimiento de las zonas urbanas, dando lugar a
los barrios más antiguos de Pachuca.
Valenzuela, Palacios, et. al., (2008) describe un
conjunto de principios para la revaloración del
341 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León

Figura 1. Distribución del espacio productivo del distrito minero Pachuca-Real del monte (1850-
1906), en Saavedra y Sánchez (2006)

patrimonio minero, así como los riesgos de promo- Valenzuela distingue tres factores primordiales
verlo sin desarrollar otras áreas productivas en una para evaluar el potencial de desarrollo turístico en
comarca de producción mineral. Para ello considera este tipo de escenarios mineros en declive:
tres factores: a) La dinámica demográfica de la región en rela-

|  342
 GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE
ción con los tres sectores económicos: civil, privado
y público. En los municipios vecinos a Pachuca, la
población económicamente activa diverge entre la
más joven que encuentra como principal atractivo el
sector de la administración pública y los servicios en
dicha ciudad capital, y la población de mayor edad
cuya disposición para la innovación del sector pri-
mario es limitada.
b) Las políticas e instrumentos públicos que faci-
litan el financiamiento del turismo a nivel nacional,
regional y municipal: aunque en México los instru-
mentos estatales de planeación dictan las directrices
para el desarrollo turístico regional, éstos se valen
en gran medida de programas federales como el de
“Pueblos Mágicos” que apuntan directamente a pro-
yectos de municipales, y además son los ayunta-
mientos los que tienen responsabilidad directa sobre
recursos cruciales para el ordenamiento territorial.
c) Los actores públicos, privados y civiles que
participan del ordenamiento del turismo a nivel
“comarcal”: es en esta escala donde se materializan
las políticas de protección y promoción turística del
patrimonio en general, es decir, en el ámbito inter-
municipal, llamado a operar como auténtico titular
del destino turístico y como catalizador de toda la
oferta turística en un territorio (Valenzuela, Pala-
cios, et al., 2008).
Estos tres aspectos son contemplados en los atri-
butos que presenta un sistema productivo sustenta-
ble. (Masera; Astier, et al. 2000: 18-19), en un enfo-
que sistémico, reconocen que estos atributos per-
miten el desarrollo económico y ambiental, no de
manera aislada, sino que tocan de manera transver-
sal las dimensiones ecológica, económica y ambien-
tal de un sistema.
Materiales y métodos
La metodología seguida tuvo como ejes conduc-
tores los siguientes:
◆ La definición sociocultural del espacio, pro-
ducto la evolución histórica de la minería y los dife-
rentes actores que impactaron el territorio; la diversi-
ficación agrícola de la región, producto de su varie-
dad de climas y de la subordinación de la agricultura
a la actividad minera;
◆ El capital cultural y el capital social presentes
en las localidades marginadas como recursos para
emprender proyectos productivos enfocados al
turismo sustentable.
◆ La gestión del capital cultural y el capital social
para elevar indicadores de sustentabilidad en su
dimensión social.
El producto final de esta metodología consiste
en un mapa de rutas turísticas alternativas, las cua-
les integran proyectos culturales donde los produc-
tores agrícolas tienen una importante participación
(figura 2).
Las fases realizadas durante la investigación fue-
ron las siguientes:
343 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León

Figura 2. Mapa de rutas alternas al Corredor Turístico de Montaña.

|  344
 GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE
◆ Selección, caracterización y análisis de forta-
lezas y debilidades de los principales sistemas
productivos tradicionales a nivel Comarca.
◆ Identificación y sistematización del capital
cultural objetivado e incorporado en cada sis-
tema productivo.
◆ Análisis del capital social y cultural de las loca-
lidades por medio de indicadores y conclusio-
nes según los atributos de sustentabilidad
Las rutas se detallaron con el análisis de las for-
talezas y debilidades de dichos proyectos de acuerdo
con atributos de sustentabilidad. A partir de este
análisis se elaboraron propuestas generales para
impulsar los proyectos a través de la gestión del capi-
tal cultural y social en las localidades.
Posterior a la síntesis de los sistemas agropecua-
rios principales de cada municipio y de su principal
oferta turística y cultural, mediante dos inventarios
de “bienes ambientales” y “bienes culturales”; fueron
seleccionados los proyectos y localidades a describir
mediante dos criterios: presentar un Índice de Mar-
ginación alto y un Índice de Rezago Social medio o
bajo (SEDESOL, 2014) y ser sitio de algún proyecto
relacionado con su producción primaria. Las prin-
cipales herramientas y técnicas para realizar estas
descripciones fueron:
Investigación documental
◆ Anuarios y reportes del INEGI y de la SEC-
TUR, (Sistemas de Información Geográfica:
Mapa Digital v6 del INEGI, así como el Sis-
tema de Información Cultural del Conaculta):
◆ Información estadística y geográfica de indi-
cadores de población
◆ Información estadística de potencial y pro-
ducción agrícola.
Recorridos en campo
◆ Descripción de aspectos del paisaje y de la cali-
dad de las vías carreteras.
◆ Descripción de los proyectos culturales presen-
tes en las localidades
Entrevista estructurada a productores
◆ Caracterización de los sistemas productivos.
◆ Percepción de debilidades y fortalezas de los
sistemas productivos.
Entrevistas semiestructuradas a agentes de
órganos civiles y de gobierno
◆ Agenda de promoción turística y cultural de
los municipios.
◆ Instrumentos que facilitan u obstaculizan los
proyectos culturales.
Resultados y discusión
El primer inventario revela el potencial de la región
con base en sus “bienes ambientales”, retomando la
definición del capital cultural objetivado, que en su
relación con el territorio incluye los recursos natu-
345 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León
rales y sus sistemas de manejo, organizados en los
siguientes rubros:
a) Preservación de los recursos naturales;
b) Potencial agropecuario;
c) Agentes de deterioro de los recursos naturales.
Los datos ordenados corresponden a la informa-
ción reportada por el INEGI en su Anuario Esta-
dístico y Geográfico de Hidalgo (2013) y de la pro-
ducción anual por municipio en el 2011, y al Mapa
Digital de México v6.1 (2015) del INEGI.
Como síntesis de este inventario, todos los muni-
cipios de la Comarca presentan un importante
número de hectáreas en reforestación, con excep-
ción de Mineral de la Reforma donde las superficies
reforestadas son reducidas y las áreas boscosas han
cedido paso a desarrollos habitacionales. La mayor
parte de estas áreas de se encuentran bajo control
federal o estatal: es el caso del Parque Nacional “El
Chico” (Mineral del Chico), El Bosque “El Hiloche”
(Real del Monte), el Parque Ecológico de “Cubitos”
(Pachuca) y superficies bajo control ejidal o privado
como “El Nopalillo” (Epazoyucan) y la localidad de
“Puentecillas” (Omitlán).
En contraparte, las Agendas de Competitividad
Turística de Destinos como Huasca o Mineral del
Chico, tienen pendientes la implementación de plan-
tas de tratamiento de aguas, la reducción de la ero-
sión del suelo y la prevención de otro tipo de con-
taminación: lumínica y auditiva, como aspectos a
|  346
evaluar por la SECTUR (2014 a, 2014b). También
se hace referencia a un importante número de minas,
aunque la mayoría de éstas se encuentren en inacti-
vidad o en incipiente proceso de reactivación. Estos
vestigios de minas inactivas son uno de los temas
en esta agenda para atender la sustentabilidad de
las localidades cercanas a las minas: destaca que las
zonas cercanas a minas de reciente cierre presentan
mayor deterioro ambiental, mientras que aquellas
cercanas a las haciendas han sido objeto de mayor
cuidado y revitalización para el turismo.
Otro aspecto a tratar es el manejo de residuos
sólidos, producto de la afluencia turística, pero
sobretodo de la densidad de población en Pachuca
y Real del Monte, que concentran más del 20% de
la población del estado.
En cuanto al potencial agropecuario, el INEGI
(2007, 2011, 2013) marca las siguientes especifici-
dades:
En 2007, Hidalgo ocupaba el 7° sitio nacional
en número de unidades de producción agropecua-
ria, Sin embargo este sitio no corresponde a su sitio
como productor de alimentos básicos como el maíz
y el frijol, ya que su producción se ciñe al abasto
de la población estatal: 4 de los 7 municipios de la
Comarca Minera se encontraron en el rango más
bajo de unidades de producción: de 393 a 1526: Epa-
zoyucan, Mineral de la Reforma, Real del Monte y
Pachuca.
En los otros tres municipios, con mayor número
 GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE
de unidades, la superficie ocupada por bosques
supera a la superficie agrícola: Mineral del Chico,
Omitlán y Huasca. Sn embargo, en 2007 ninguno
de los municipios de la Comarca figuró entre los 5
municipios con mayor superficie reforestada.
Tres municipios destacan en cuanto al cultivo de
árboles frutales, de los cuales la manzana es el prin-
cipal. La producción de rosas distingue al munici-
pio de Mineral del Chico. Aunque la producción
de cultivos básicos para la alimentación es notable-
mente más baja que la de otras regiones del estado,
sí destaca en la producción de forrajes y de ganado.
Relacionando estas especificaciones con la des-
cripción de la cultura etnográfica hidalguense, es
posible explicar por qué la región destaca como des-
tino gastronómico, aunado al potencial del patrimo-
nio minero, gracias a platillos como la barbacoa, y
la incorporación de la gastronomía británica. En
cuanto al maguey, cultivo que de alto valor cultural
para el estado, su producción en la Comarca Minera
es menor a la de municipios del Valle del Mezquital,
otra de las regiones con mayor oferta turística y gas-
tronómica del estado. Sin embargo, ello no descarta
que, debido al flujo turístico que se concentra en el
Corredor de Montaña, se pueda hacer aprovecha-
miento de otros cultivos como la naranja y el café.
En cuanto al inventario de “bienes culturales”, se
realizó una síntesis de los principales indicadores
de servicios turísticos, concentrados la mayoría en
Pachuca y Huasca; pero también de los instrumen-
tos institucionales que determinan el patrimonio
cultural material e inmaterial. La existencia de estas
declaratorias oficiales es, en la mayoría de los muni-
cipios, un factor fundamental para la atracción turís-
tica, aunque no funjan como espacios de rentabili-
dad económica: es el caso de los templos católicos
con declaratoria de monumentos históricos en el
centro de Epazoyucan y de Mineral del Chico, que
actualmente convocan gran parte de las actividades
turísticas y culturales de los municipios, y a las que
se integra la producción primaria como un distin-
tivo más de las comunidades (cuadro 2).
Otra de las formas de gestión del capital cultural
es el apoyo a la creación artística, literaria y a la inves-
tigación en materia de cultura, e incluso de artes, a
través fondos como el del Programa de Apoyo a las
Culturas Municipales y Comunitarias y el Fondo
Nacional para la Cultura y las Artes; fondos artesa-
nales estatales y federales.
Con base en estos dos inventarios, y mediante
recorridos por las vías terrestres alternas al Corredor
Turístico de Montaña, se localizaron cuatro comuni-
dades con diferentes sistemas de producción agrope-
cuaria y manejo forestal, en los cuales, los proyectos
culturales se han convertido en fuente importante de
ingreso económico aunado a la agricultura, o bien,
donde se han emprendido estos proyectos con el
fin de desarrollar atributos de identidad, cohesión y
preservación de la cultura para afrontar problemas
sociales. Se distinguen cuatro sistemas representa-
347 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León

Cuadro 2. Inventario de oferta turística y cultural por municipio

Oferta Referencias del Sistema de Información
turística general * Cultural del CONACULTA***
Epazoyucan 1 Rancho Cinegético 3 Bibliotecas públicas
Artesanía en Obsidiana 1 Museo Comunitario
1 Presa para pesca 1 Monumento histórico (ExConvento de
1 Campamento San Andrés)
3 Ferias patronales 1 PACMYC: restauración de arte sacro.
2 Festivales: Festival Prehispánico;
Huasca de Programa « Pueblos Mágicos » 1 Biblioteca pública
Ocampo 4 Festivales religiosos 1 Centro Cultural
Artesanía: bordados 1 Fondo Estatal para la Cultura y las Artes
2 ExHaciendas Hotel 5 estrellas 1 PACMYC (Rescate de la Gastronomía
Hoteles y casas rurales Huasquense)
Restaurantes
1 criadero de trucha
1 pabellón gastronómico-artesanal
Mineral del Programa « Pueblos Mágicos » 3 Bibliotecas públicas
Chico 8 hoteles de 2, 4 y 5 estrellas. 1 Fondo estatal para la cultura y las artes:
24 establecimientos gastronómicos Taller arte y artesanía musical.
5 zonas de ecoturismo, 1 Presa para pesca
2 parroquias
3 Festivales religiosos
Mineral de la 3 Restaurantes típicos 3 Fondos estatales para la Cultura y las
Reforma Gastronomía: derivados del Maguey: Pulque, Artes:
Chinicuiles, Mixiotes, Escamoles, Barbacoa de Difusión del Patrimonio Cultural: Alfarería,
borrego Creadores con Trayectoria: Fotografía
1 Parroquia. Desarrollo de Grupos Artísticos: Son
Huasteco
1 Revista de Arte y Cultura
6 Bibliotecas públicas
Mineral del Programa « Pueblos Mágicos » 1 Centro Cultural
Monte 9 Monumentos, 4 templos 3 Museos
7 festivales 1 Biblioteca
1 Casa histórica: Conde Romero de Terreros 1 Centro Educativo (Universidad)
1 Portal de comercio y 1 parián.
Artesanía en Plata
Gastronomía: paste inglés, pulquerías

|  348
GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE

Omitlán de 2 Exhaciendas 2 Bibliotecas públicas

Juárez 8 Restaurantes 1 PACMYC : (Rescate de la promoción de
Bebidas y alimentos frutales artesanales fiestas patronales)
Artesanía en barro y latón
1 área natural protegida
1 criadero de trucha.
Pachuca 1 casa de artesanía 1 Declaratoria UNESCO: Fototeca Nacional
11 festivales 1 Edificio: patrimonio ferrocarrilero
2 monumentos históricos: (El Reloj; Museo 9 Bibliotecas y 11 librerías
Nacional de Fotografía) 12 teatros y auditorios
Gastronomía: Pastes. 11 museos y galerías
Museo: Mundo Futbol Y Salón de la Fama 8 centros culturales
Templo y ExConvento de San Francisco 4 centros cinematográficos
Museo de Minería 92 fondos editoriales y publicaciones
128 becas artísticas y culturales

Declaratorias de patrimonio cultural material e inmaterial

Registro oficial Sitio
Declaratorias de 1) Fotografía de Hugo Brehme (Pachuca)*
la UNESCO 2) Panteón Inglés y Museo del Paste, asociados a declaratoria de la región minera de Cornwall
como patrimonio de la humanidad (Real del Monte)**
Monumentos 1) Museo Nacional de la Fotografía (Pachuca)
históricos 2) Museo Regional de Hidalgo*
(SIC) 3) Ex Convento San Andrés (Epazoyucan)*
4) Iglesia de la Purísima Concepción (Mineral del Chico) **
5) Ex – haciendas de: San Miguel Regla; Santa María Regla; San Juan Bautista (Huasca de
Ocampo)**
Patrimonio 1) Centro Cultural del Ferrocarril (Pachuca)*
ferrocarrilero
Fuente: * Sistema de Información Cultural (SIC) CONACULTA, ** Agenda de Competitividad Turística del Destino, (2014a, b y c)

349 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León
tivos de la región (cuadro 4). La respuesta a la hipó-
tesis de que la actual gestión de proyectos cultura-
les no ha tomado en cuenta el aprovechamiento de
los sistemas productivos como expresiones de su
capital social y cultural no es del todo afirmativa,
ya que hay ejemplos de proyectos culturales que sí
integran a la producción agrícola y representan una
nueva fuente de ingresos para los productores, aun-
que esto ha sido parcial en todos municipios y no es
una condición general en la región.
La gestión cultural, como se ha llevado a cabo
en la región, no ha culminado su objetivo de fungir
como pilar de la sustentabilidad: los altos índices
de intensidad migratoria y de rezago educativo, así
como el alto porcentaje de población en edad pro-
ductiva que no recibe remuneración, son los prin-
cipales indicadores de deficiencia en la dimensión
social de los sistemas productivos. Este fenómeno
se manifiesta en dos vertientes:
Municipios como Epazoyucan y Omitlán, los
órganos gubernamentales presentan una proyec-
ción organizada de la gestión cultural para el desa-
rrollo rural, y ésta contempla a la producción agrí-
cola y forestal, lo cual significa un avance para que
las comunidades que tengan proyectos por realizar
accedan a apoyos en diferentes aspectos: financie-
ros, capacitación, difusión, etc. Sin embargo, ambos
ayuntamientos reconocen que la organización y
respuesta del sector civil son precarias, y es preciso
recordar que la gestión cultural contempla la parti-
|  350
cipación equitativa de los tres sectores de la sociedad
para ser una fuente de ingresos exitosa. En ambos
casos, las autoridades se enfocan en la generación
de capacidades para el emprendimiento de nego-
cios –gastronómicos y artesanales- para movilizar
los productos de sus localidades.
En Mineral de la Reforma, por el contrario, es
difícil percibir una agenda organizada para elevar
el potencial cultural por parte del gobierno muni-
cipal, ya que las políticas de desarrollo sustentable
están más bien enfocadas al ordenamiento territo-
rial para facilitar la urbanización, no en la valora-
ción del patrimonio cultural o natural. Esto impide
el aprovechamiento de las fortalezas de su sector civil,
como son: una mayor tendencia al asociacionismo y
creación de redes, así como mayores perspectivas de
profesionalización entre la población juvenil.
En ambos casos, la participación de la iniciativa
privada en la gestión cultural ha sido precaria, por
los riesgos que implica invertir en proyectos que no
han contado con la estrategia mercadológica ade-
cuada, como la comercialización de artesanías o la
preservación del maguey. La ausencia de negocios
que exploten el potencial de estos sistemas en sitios
turísticos como Pachuca y Real del Monte, es notable.
En Mineral del Chico, en cambio, el aprovecha-
miento del potencial cultural para el turismo ha
resultado benéfico para el sector privado, por lo que
existe ya una amplia cooperación entre éste y los
pocos órganos de la sociedad civil que operan en el
GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES PARA EL DESARROLLO DE COMUNIDADES RURALES EN MUNICIPIOS DE LA COMARCA MINERA HIDALGUENSE

Tabla 2. Resumen de proyectos culturales por localidad

Sistema Ruta Ubicación Proyectos culturales en relación
(localidades) aproximada
Maguey para La Pila, Oriente de “Promotra cultural La Pila”: organización de familias de la
producción de Mineral de la Pachuca, comunidad que promueve actividades culturales a partir
pulque y maíz de Reforma zona de sus festividades religiosas y agrícolas.
temporal para limítrofe Realiza, desde hace una década, el “Festival de Culturas
autoconsumo; con Real del Populares” cada mes de agosto.
Monte. Planea la instalación de un parque temático para la
preservación de especies vegetales.
Árboles de San Antonio El Noreste de “Feria de la Manzana”: proyecto municipal para la
manzana y otros Paso, Omitlán. Pachuca promoción del consumo de los frutales y productos
frutales para venta y Real del derivados.
y autoconsumo; Monte.
Flores de ornato Capula, Noroeste de - Ruta “Corredor del Viento”: recorrido por caminos
en invernadero Mineral del Pachuca. antiguos de tránsito de la minería y hacia los actuales
para venta; Chico. invernaderos.
- Festividades en el centro histórico: “Lluvia de rosas”
durante misa de Pascua
- Feria de la Manzana y la Begonia.
Manejo forestal El Nopalillo, Oriente de - Visita a minas de obsidiana en un área de reserva
- la extracción Epazoyucan Pachuca y forestal.
mineral. Mineral de - Producción artesanal en obsidiana.
la Reforma. - Museo Comunitario de Tomazquitla, ubicado en el
Exconvento de San Andrés Apóstol: narra la historia de la
obsidiana en el municipio.
Fuente: elaboración propia

351 |
 Beatriz Daniela Armendáriz Mendieta y Artemio Cruz León
municipio. Sin embargo, no hay que olvidar que la
perspectiva educativa y profesional de su población
aún es incipiente. En este caso, la gestión cultural
requerida ya no solo debe enfocarse al aprovecha-
miento de las áreas forestales y comercialización de
los productos agrícolas para el turismo, sino integrar
temas de conservación ambiental.
En todos los casos, se propone que la agenda
de gestión cultural se especialice en la educación
ambiental y proponga diferentes formas en las que
la población, especialmente el sector juvenil, se invo-
lucren en el registro de la transformaciones de su
entorno, ya que esto puede convertirse en un recurso
para el turismo.
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353 |
El Saber Vivir en Bien Común
Tonacayotl, Tineme Kualtsin
Chicahualistle Pakilistle

Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León

356 |
 introducción
En comunidades nahuas de Guerrero el maíz es
nombrado en náhuatl tonacayotl, de manera poé-
tica y profunda. Esta concepción expresa más de
un significado. Es sinónimo de energía-bienestar,
mantenimiento humano, frutos de la tierra. Se com-
pone de las palabras: to, nuestro, de todos, común;
nacatl, carne, lo que sustenta; yotl, corazón, alegría,
amor. Tonacayotl (maíz) es un ser vivo, “tiene cora-
zón, alma, escucha, se alegra, es bendecido, ofrecido,
es guardián, se enflora, se le agradece, se le ofren-
da […]”; además de ser la base de la alimentación
y el sustento, también representa alegría (pakilistle).
El tonacayotl es por tanto uno de los pilares de la
vida de los pueblos, base del sustento y la identidad
común, existe una fuerte cultura del autosustento;
tener en casa maíz, frijol, semilla de calabaza, picante
y otros productos, significa tener alegría, prestigio
y tranquilidad.
La milpa no solo es el maíz. En ella conviven
una diversidad de plantas (y de animales). Cada uno
de los diversos maíz, frijol, calabaza, chile, quelites,
tomatillo, chayote, entre otros, son complementarios
entre sí. Todos se necesitan, son una unidad cons-
tituida por la diversidad. Unos alimentan, enrique-
cen y apoyan a los otros. Por ejemplo, el frijol y otras
leguminosas aportan nitrógeno a la tierra; las cala-
bazas, con sus hojas amplias, conservan la humedad
de la tierra; el maíz sirve de guía al frijol, porque es
en él donde se enreda para crecer, siendo su soporte;
el maíz aporta sombra a la calabaza. Por esto, la idea
del monocultivo que llevaría al empobrecimiento
del suelo es impensable, teniendo en cuenta que es
un universo diverso y complementario (Concheiro
y Núñez 2014:197)
En la actualidad cobran sentido las expresio-
nes de supervivencia y resistencia locales, fuera del
357 |
 Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León
marco de la modernidad, como formas de vida cam-
pesina con epistemologías propias, hasta ahora nega-
das, invisibles o mal interpretadas (Santos 2009).
El Buen Vivir en México es parte de la vida de
los pueblos originarios, de una “vida pasada”,
fundada en una memoria colectiva presente. Sin
embargo, producto de los más de quinientos
años de dominio y sometimiento colonial y
capitalista, ese vivir, sustentado en una lógica
y racionalidad diferente a la de occidente,
emergente de otras matrices civilizatorias,
ha sido trastocado. No obstante, a partir de
una permanente confrontación y lucha de
clases, los pueblos “insisten” en defender sus
cosmovisiones y cosmovivencias como parte
de ese Otro vivir que implica el bien para todos,
incluidos hombres, mujeres, plantas, animales,
tierra, agua, viento, montañas, muertos, sol,
luna, entre muchos otros. Porque todos son
complementarios y necesarios en un universo
conformado por una compleja diversidad
(universo–diverso) (Concheiro y Núñez,
2014:185).
Cada pueblo tiene formas propias de concebir
el buen vivir; sabios de comunidades nahuas com-
parten los siguientes términos que reflejan concep-
ciones del bienestar común: tineme, juntos, andar,
unidad; cualtsin, cosa buena, bien, bello, que sirve;
|  358
chicahualistle, bienestar, fortaleza, valentía, dar salud,
guarnecer; pakilistle, alegría, felicidad. Por tanto,
algunos atributos del tineme cualtsin chicahualistle
pakilistle son el estar bien con la familia y la comuni-
dad, tener alimento, agua, salud, casa, sostén, trabajo,
alegría, fiesta, unidad, tranquilidad, paz.
[…] algunos pueblos, como el tojolabal (pueblo
maya del sureste mexicano), retoman el lekilaltik
(lek: bien, bueno; tik: nosotros, es decir, el “bien
de nosotros”, en donde el “nosotros” incluye
una totalidad–diversa), porque condensa el
tipo de vida en el que ellos se conciben. Al
igual que ellos, diversos pueblos del territorio
mexicano, desde 1994, año del levantamiento
armado indígena campesino del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, buscan la
edificación de una alternativa al modo de vida
del capital, producción-consumo de mercancías
que persigue la ganancia (Concheiro y Núñez,
2014:185).
[…] el planteamiento del lekilaltik, surgido del
pueblo tojolabal, como una puesta en práctica
que se torna revolucionaria, no sólo por la
lucha de clases en la que permanentemente
ha estado inmerso este pueblo, sino porque
hoy presenta una alternativa radicalmente
distinta a la del capital. Pero trascendemos esta
propuesta local para pensar el Buen Vivir como
 El Saber Vivir en Bien Común. Tonacayotl, Tineme Kualtsin Chicahualistle Pakilistle
un universal posible, y consideramos algunos
de los planteamientos de los más de 2 mil
proyectos alternativos (entre ellos movimientos
campesindios de alcance nacional; el modo de
vida que emerge de la milpa, materializada en
los ejidos y comunidades agrarias indígenas, en
donde como parte de la comunalidad, pervive el
respeto por la Madre Tierra, el trabajo colectivo,
la solidaridad, el consenso, entre otros) a los que
hemos hecho referencia, para ejemplificar que
se contempla en ellos los rasgos de Buen Vivir
(Concheiro y Núñez, 2014:186).
En un nivel conceptual, el buen vivir es un para-
digma emergente emanado de los saberes tradicio-
nales y de las perspectivas de futuro en comunida-
des campesinas e indígenas andinas, alternativo a la
idea de desarrollo en Latinoamérica.
Sus referentes más conocidos son el sumak kaw-
say del kichwa ecuatoriano y el suma qamaña del
aymara boliviano. Pero no está restringido a ellos y
posturas similares se encuentran en otros pueblos
indígenas y algunas son de reciente configuración.
Pero también se nutre de aportes desde tradiciones
críticas y contestatarias… como el ecologismo bio-
céntrico y el feminismo… De esta manera, el buen
vivir es un conjunto de ensayos para construir otros
ordenamientos sociales y económicos más allá de
los cercos impuestos por la Modernidad (Gudynas,
2012:50).
La escala comunitaria es el núcleo duro de la
civilización mesoamericana que persiste a más de
cinco siglos de colonialismo, expresada en diversi-
dad de pueblos indígenas-campesinos de México. En
la institución de lo comunal resisten lógicas de vida
guardianas del patrimonio biocultural de los pueblos,
valioso para todo el país. Tonacayotl y cualtsin chi-
cahualistle son ejemplos de conceptualizaciones del
sustento y bienestar directamente relacionados con
la agricultura y estrechamente ligados a la persisten-
cia de los sistemas agrícolas tradicionales y formas
de vida campesina: “[…] no es casualidad que los
núcleos agrarios, en particular de los pueblos indí-
genas, quienes poseen más de 19 millones de hec-
táreas, cuenten con una parte importante del total
de la riqueza biológica de la nación y del mundo”.
Por el contrario, ésta se explica a partir de la
forma en como estos pueblos se han relacionado
con la Naturaleza, en particular con la madrecita tie-
rra. Al respecto, decíamos que ellos son parte de este
mundo natural, no se separan de él, constituyendo
esa complementariedad, basada en la solidaridad y
ayuda mutua. Pero también por sus prácticas coti-
dianas, a partir de su visión del mundo, su cosmo-
vivencia, en donde lo que importa no es el bienestar
individual, sino el bien de todos los integrantes de la
comunidad (del nosotros, al que hacíamos referen-
cia para el caso del pueblo tojolabal). Y el ejido y las
comunidades, en donde cotidianamente se recrean
la asamblea y el trabajo colectivo, como parte de la
359 |
 Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León
comunalidad, que apuntan a un vivir distinto, son
fundamentales (Concheiro y Núñez, 2014:198).
Las ceremonias propiciatorias y los rituales agrí-
colas expresan la cosmovisión, simbolismo y espi-
ritualidad de los pueblos. Para su realización se
despliega trabajo personal, familiar y comunita-
rio, organizado a través de sistemas cargos. En las
agri-culturas y cosmovisión de los pueblos no existe
una separación entre el mundo material y el espiri-
tual, entre la naturaleza y la sociedad. Su visión de
mundo reconoce la superioridad de fuerzas creado-
ras y dadoras de vida, que son respetadas, se les pide
permiso y agradece: el agua, los vientos, la tierra, el
maíz. Así se propician atmósferas de bienestar indi-
vidual, familiar y comunitario.
El diálogo respetuoso con los conocimientos de
los pueblos campesinos indígenas sobre sus agri-
culturas y manejo de sus recursos naturales, puede
contribuir a la formulación de propuestas de afirma-
ción y/o transformación socioambiental pertinentes,
en beneficio de las condiciones de vida y trabajo de
familias, comunidades y regiones. En este sentido, el
diálogo de saberes pertinente y con equidad episte-
mológica es una propuesta que se alimenta de expe-
riencias concretas en distintas geografías.
Sirve como base para para construir nuevos hori-
zontes y alternativas al “desarrollo”, con base en las
formas propias del saber vivir el bien común, con
visión de largo plazo e identidad propia, que res-
ponde a las necesidades y expectativas de los actores,
|  360
sujetos y/o comunes. Este enfoque, eminentemente
posdesarrollista, refuerza la necesidad de construir
alternativas con base en las aspiraciones, conoci-
mientos y formas de vida de los pueblos, fortale-
ciendo sus capacidades para proyectar su devenir.
Las críticas al desarrollo dentro de la modernidad
son cuantiosas y bien fundamentadas. El desarrollo
se basa en la normalización, en diferentes escalas y
contextos, de un sistema civilizatorio en crisis per-
manente. Se advierte que la era del colonialismo no
ha terminado, sus mecanismos se agudizan cada vez
más. El discurso de Truman disfrazó de democracia
y justicia al neocolonialismo en la era moderna. Se
trata de una contraposición de valores morales, éti-
cos, políticos, que trastoca todos los ámbitos socia-
les, tecnológicos y del conocimiento en su conjunto.
Como parte de las características de esta crisis,
vivimos una mercantilización, un consumismo (pro-
ducto de una fetichización que domina el mundo)
y un individualismo extremos, que han llevado a la
pérdida de toda condición humana. Estas caracte-
rísticas, además de ser resultado, son parte de las
causas (o condición) del proceso de crisis en el que
estamos inmersos. Frente a esto, el Buen Vivir emer-
gente desde los pueblos indígenas de América, es hoy
una alternativa civilizatoria, que implica una filosofía
particular y una práctica distinta a la planteada por
el mundo occidental, un vivir diferente, en donde la
“vida buena” se equipara con el “cuánto tienes” (Con-
cheiro y Núñez, 2014:187).
 El Saber Vivir en Bien Común. Tonacayotl, Tineme Kualtsin Chicahualistle Pakilistle
La búsqueda de otros caminos ha sido fructífera
en la construcción de nuevos horizontes, en diferen-
tes áreas del conocimiento; se aceptan cada vez más
la diversidad de visiones para proponer y construir
el mejoramiento de la vida humana, nuevos orde-
namientos sociales y económicos fuera de la moder-
nidad. El buen vivir surge como alternativa civili-
zatoria, proyecto político de movimientos sociales
con participación activa en la construcción de nue-
vos estados-nación de carácter multicultural. La ela-
boración de concepciones sobre el buen vivir debe
estar respaldada por la acción colectiva-común, a
partir de consensos que fortalezcan el poder social
para una mayor regulación de territorios específicos.
Se observan nuevos mecanismos de intervención
en las comunidades, vía discursos ecológico-susten-
tables que continúan ausentes de metodología y diá-
logo pertinente, sectorizan la población por intereses
del capital financiero que busca vender productos y
servicios, fomentan la dependencia, provocan pro-
blemas ambientales, dependencias tecnológicas y
discordias en el tejido social. Los sistemas de manejo
comunitarios son perfectibles, se ubican casos de
debilitamiento de las instituciones y normativas.
También existen ejemplos de comunida-
des con buen manejo de sus territorios y recursos.
La escala comunitaria es el núcleo duro de la civili-
zación mesoamericana que persiste a más de cinco
siglos de colonialismo, expresada en diversidad de
pueblos indígenas-campesinos de México. En las
instituciones de lo comunal resisten lógicas de vida
guardianas del patrimonio biocultural de los pue-
blos, valioso para todo el país.
Tonacayotl y cualtsin chicahualistle son ejem-
plos de conceptualizaciones del sustento y bienes-
tar directamente relacionados con la agricultura y
estrechamente ligados a la persistencia de los siste-
mas agrícolas tradicionales y formas de vida cam-
pesina. Existen atributos propios sobre el bienestar
común fuera del marco de la modernidad.
La importancia del estudio del Buen Vivir
Los siguientes planteamientos, ideas y reflexiones
están basados en la experiencia directa de acompa-
ñamiento y en aprendizajes colectivos, a partir de
diversos y numerosos espacios de intercambio. La
finalidad es descifrar la persistencia, adaptabilidad
y transformaciones de agriculturas tradicionales de
montaña que forman parte central de la vida, iden-
tidad y trabajo de los pueblos indígenas y mestizos
en una región de estudio y otras partes de México
y el mundo.
Existe una tendencia creciente de la ciencia
moderna, que privilegia intereses privados, desdi-
buja la neutralidad del conocimiento, convirtién-
dose en un mecanismo de supresión hacia otras for-
mas cognitivas. La ciencia hegemónica se basa en la
361 |
 Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León
regulación del statu quo1 de la modernidad, limita
los campos de acción y reflexión e impide que se
abran nuevos horizontes de conocimiento al care-
cer de formas en diálogo pertinente con otras epis-
temologías.
Esta desigualdad epistémica ha sido cuestionada
en distintos campos del conocimiento, en el caso de
las ciencias agrícolas existen bases teórico-metodo-
lógicas suficientes para mirar de otra forma las agri-
culturas construyendo nuevos paradigmas y rein-
ventar el conocimiento.
Los pueblos tienen otros puntos de vista sobre el
saber y el vivir; en muchos de ellos, su papel como
guardianes de la agrobiodiversidad es innegable, por
tanto, es significativo seguir sumando esfuerzos para
construir nuevas relaciones de carácter pos-desa-
rrollista y pos-colonialista. Recobrando el carácter
emancipatorio del conocimiento que permita cons-
truir medios reales para el mejoramiento de las con-
diciones de vida de la humanidad.
Al dialogar con los pueblos sobre sus agricultu-
ras encontramos tendencias generales y compartidas
en sus significados, técnicas, problemáticas, trans-
formaciones y aspiraciones. Los sistemas agrícolas
tradicionales persisten junto a las relaciones sociales
que los sustentan, continúan produciendo alimen-
tos y pueblos; se estima que sus experiencias pueden
1 Se traduce como estado del momento actual, referencia al
estado global de las cosas.
|  362
aportar valiosas alternativas a la actual crisis climá-
tica y civilizatoria por la que atraviesa la humanidad.
Saber vivir en bien común, tonacayotl, tineme
kualtsin chicahualistle pakilistle (energía, sustento
y bienestar comunitario) –título de este artículo–
se basa en la crítica al desarrollismo y la propuesta
de construir nuevos horizontes de transformación
social a partir de elementos culturales y aspiracio-
nes propias de los pueblos, discutiendo los vínculos
entre la agricultura y el bienestar común.
El modelo económico capitalista imperante, en
su fase neoliberal, tiende a despreciar las sociedades
rurales, aumentando la presión sistemática sobre los
modos de vida locales, con creciente dependencia
tecnológica y alimentaria hacia consorcios nacio-
nales e internacionales; aumenta la tendencia a la
privatización-mercantilización de recursos natura-
les. Esto es parte de un proceso histórico-estructu-
ral de explotación, despojo, desprecio, exclusión y
represión hacia los campesinos de Latinoamérica y
el mundo (Rubio, 2001).
Derivado de esta otra idea del mundo, la pervi-
vencia de estas otras civilizaciones ha sido posible
como producto de una confrontación permanente
y una larga lucha por la “madrecita tierra” (Con-
cheiro y Diego, 2002), que comienza con el inicio
de la Conquista y colonización, extendiéndose a lo
largo de todo el continente americano (en la región
que después sería nombrada como México, algunas
de las rebeliones fueron: 1542, los caxcanes de Zaca-
 El Saber Vivir en Bien Común. Tonacayotl, Tineme Kualtsin Chicahualistle Pakilistle
tecas; 1609-1610, los yaquis; 1650, los rarámuris;
1761, los mayas). Algunas de esta “Otras civilizacio-
nes” se hicieron visibles en México (y a nivel mun-
dial, producto de las redes sociales creadas a partir
del Internet) el 1 de enero de 1994, con la aparición
pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacio-
nal, EZLN (Concheiro y Núñez, 2014:189).
Las problemáticas complejas que enfrenta el
campo mexicano agudizan la desigualdad contra las
sociedades rurales, se expresan en fenómenos como
la jornalerización del campesinado, la migración, el
narcotráfico, la violencia, las dinámicas de acapara-
miento de tierras y recursos estratégicos, la pérdida
de soberanía nacional -incluyendo la alimentaria- el
desabasto, la degradación socioambiental, etcétera.
Estos escenarios vaticinan un desmantelamiento del
campo mexicano y con ello de las formas de vida y
riqueza biocultural tejida en milenios por los pue-
blos campesinos-indígenas (Böege, 2008).
En un contexto global de crisis civilizatoria y cli-
mática cobra vigencia la construcción de alternativas
para hacer frente a la producción de alimentos y el
buen manejo de agroecosistemas. Un referente fun-
damental es el entendimiento de las formas de apro-
vechamiento y diversificación llevadas a cabo por
los pueblos nativos, pues la sustentabilidad de sus
sistemas ha sido estudiada, medida y comprobada.
A raíz de los procesos de colonialismo y moder-
nidad, las agri-culturas han sido impactadas negati-
vamente, en algunos casos subvaloradas y destruidas.
Hernández y Ramos (1977) señalan que:
“[…] el menosprecio y la falta de estudio de
la tecnología agrícola tradicional han restado
dinamismo a la enseñanza, solidez a la vértebra
de la divulgación agrícola, orientación a la labor
de investigación agrícola nacional y equilibrio
a los intentos gubernamentales de mejorar las
condiciones de la población rural”.
Este otro vivir –iniciado varias décadas atrás– en
un principio no fue nombrado como Buen Vivir,
sino como una alternativa de vida frente a la pro-
puesta de vivir desde occidente, basada en el desarro-
llismo, cuya teoría dice Ruy Mauro Marini (1994:2),
“[…] implica la modernización de las condiciones
económicas, sociales, institucionales e ideológicas
del país”, de acuerdo con “los patrones vigentes en los
países capitalistas centrales”. El desarrollo se define
a partir de los indicadores: producto real, grado de
industrialización e ingreso per cápita. La emergencia
de estos conceptos se edifica en un contexto histó-
rico de sometimiento en la inmensa mayoría de los
pueblos indígenas (Concheiro y Núñez, 2014:190).
Megaproyectos como la minería a cielo abierto,
son las principales amenazas para el uso y disfrute
de territorios indígenas-campesinos en más de una
tercera parte del territorio nacional. En Guerrero
363 |
 Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León
–por ejemplo– existe una disputa por el control terri-
torial del llamado cinturón de plata y oro de la Sie-
rra Madre del Sur.2
Estudios realizados en otras partes del mundo
han ayudado a entender y visibilizar la importancia
y viabilidad de los sistemas agrícolas tradicionales
en el contexto de la actual crisis civilizatoria –climá-
tica, política, económica, ecológica–, (Toledo, 2005).
El fortalecimiento de estos agroecosistemas en dife-
rentes regiones del mundo ha mostrado su capaci-
dad de respuesta ante la fragilidad climática (Holt-
Giménez, 2002; Pratec, 2011). En la escala global,
en los ámbitos de la construcción del conocimiento,
se ha puesto énfasis en corregir la falta de equidad
epistémica entre sociedades, con el fin de superar las
relaciones de colonialismo en el mundo, avanzando
al mismo tiempo hacia la justicia social a partir de
la justicia cognitiva (Santos, 2009).
El Buen Vivir plantea otra modernidad: “lo indio
también es moderno” (Rivera Cusicanqui, 2011),
una “nueva” utopía emergente de una práctica mile-
naria, de otra matriz civilizatoria, que difiere de la
matriz civilizatoria dominante en occidente. En esta
otra modernidad, un eje fundamental es la lucha
por la dignidad. Una dignidad rebelde, como lo ha
2  Entre 2005 y 2010 cerca de 200 mil hectáreas del territorio
indígena de la Región Costa Montaña del estado han sido entre-
gadas por el Gobierno Federal a empresas extranjeras, a través
de concesiones de 50 años, para que realicen actividades de
exploración y explotación minera, sin tomar en cuenta el dere-
cho al territorio y a la consulta de los pueblos indígenas (Tla-
chinollan, 2011).
|  364
planteado el EZLN, ejemplo para los indignados del
mundo (González-Casanova, 2012).
Paradigma de esta lucha son los movimientos del
Buen Vivir de Ecuador y Bolivia, en América Latina,
cuyo surgimiento en Bolivia se encuentra –en parte–
en la gran marcha indígena de 1990, por el Territorio
y la Dignidad, que recorrió más de 500 kilómetros,
dando paso, entre otros, a la constitución del Territo-
rio Indígena Parque Nacional Isiboro-Sécure,TIPNIS
(Concheiro y Núñez, 2014:194-195).
Este otro vivir en México se ha expresado en el
México profundo, en el México silencioso (Lomnitz,
1999), desde donde han emergido propuestas alter-
nativas de proyección local y nacional, que articu-
lan lo universal posible. Entre ellas, los más de 2 mil
proyectos o experiencias (agroecológicos, del uso de
otra moneda, de una banca alternativa, del cuidado
del bosque, la construcción de autonomías, comer-
cialización, consumo responsable, entre otros), que
constituyen los diversos zapatismos (Toledo, 2013),
inspirados en la edificación de una alternativa que
vislumbre un mundo distinto, hoy fundamental, ante
la crisis civilizatoria por la cual estamos atravesando.
(Concheiro y Núñez, 2014:196).
La perspectiva integral de la agricultura tradicional
Tomando en cuenta el contexto mencionado, se bus-
ca aportar a la comprensión de los sistemas agrí-
 El Saber Vivir en Bien Común. Tonacayotl, Tineme Kualtsin Chicahualistle Pakilistle
colas tradicionales desde una perspectiva integral,
tomando en cuenta sus características y problemá-
ticas, contribuir con elementos clave para el forta-
lecimiento de las sociedades campesinas, con base
en los conocimientos tradicionales y las expectativas
comunes de los pueblos.
Arribar al conocimiento a partir de los siguientes
cuestionamientos: ¿cuáles son las principales carac-
terísticas, transformaciones y problemáticas de los
sistemas agrícolas tradicionales y cómo se explica su
persistencia?, ¿cómo generar conocimiento etnoa-
gronómico a partir de un diálogo pertinente que
fortalezca comunidades y regiones para el mejora-
miento de las condiciones de vida con base en los
sistemas agrícolas y de manejo territorial existen-
tes?, ¿cómo se conceptualiza el bienestar común y
qué elementos de la tecnología agrícola tradicional
lo detonan?
Como hipótesis se establece que la persistencia
de los sistemas agrícolas tradicionales tiene estrecha
relación con la práctica y concepción de bienestar
común. Se explica a partir de las relaciones sociales
en las expresiones tecnológicas, que conservan ras-
gos y significados propios. Se recurre a los principios
de estudio de la tecnología agrícola tradicional (TAT)
y se adecuan elementos de la metodología de explo-
ración etnobotánica (Hernández-Xolocotzi,1987).
Otra fuente de inspiración metodológica parte
del acompañamiento a procesos de agroecología
comunitaria sistematizados en el Morral campesino,
que tiene los siguientes principios y pasos (Marie-
lle et al., 2012): 1) conocer y revalorar experiencias
y memorias campesinas; 2) entender los problemas
y amenazas, y 3) construir la utopía, el sueño, el pro-
yecto y el camino.
Algunos organismos, como el Centro Mexicano
de Derecho Ambiental (CEMDA), han reconocido el
aporte de los pueblos indígenas, tribales y campesi-
nos al nuevo paradigma del buen vivir y han adelan-
tado propuestas de cambios en la estructura, legisla-
ción y política pública del Estado mexicano, como:
• Reconocer en el marco jurídico mexicano el
derecho de las personas y de la Tierra al buen
vivir.
• Consolidación del Estado constitucional y
multicultural de derecho: cumplir con los
Acuerdos de San Andrés.
• Las políticas públicas que surjan del Plan
Nacional de Desarrollo deben contemplar una
visión sostenible, multicultural y de derechos
humanos.
• Reconocer los territorios de los pueblos indí-
genas y comunidades equiparables a fin de que
éstas ejerzan su derecho a la autonomía.
• Reconocer la propiedad comunal de los recur-
sos naturales que tradicionalmente han hecho
uso los pueblos indígenas y comunidades equi-
parables, esto es, reconocer la soberanía perma-
nente de los pueblos no modernos y no occi-
dentales sobre sus recursos naturales.
365 |
 Pío Giovanni Chávez Segura y Artemio Cruz León
• Desarrollo de la legislación secundaria que
garantice el derecho a la consulta de los pueblos.
• Todo proyecto de desarrollo debe cumplir
cabalmente con el régimen de derechos huma-
nos contenido en la Constitución, en los trata-
dos internacionales y su interpretación.
A manera de conclusión
El Buen Vivir surge como una alternativa civilizato-
ria, es un proyecto político de movimientos sociales,
con participación activa en la construcción de nue-
vos estados-nación de carácter multicultural. La ela-
boración de concepciones sobre el buen vivir debe
estar respaldada por la acción colectiva-común, a
partir de consensos que fortalezcan el poder social
para una mayor regulación de territorios específicos.
Se observan nuevos mecanismos de intervención
en las comunidades vía discursos ecológico-susten-
tables, continúan ausentes de metodología y diálogo
pertinente, sectorizan la población por intereses del
capital financiero que busca vender productos y ser-
vicios, fomentan la dependencia y el paternalismo,
provocan problemas ambientales, dependencias tec-
nológicas y discordias en el tejido social.
Los sistemas de manejo comunitarios son perfec-
tibles, se ubican casos de debilitamiento de las insti-
tuciones y sus sistemas normativos, principalmente
políticas públicas. También hay que considerar, que
existen ejemplos de comunidades con buen manejo
|  366
de sus territorios y recursos.
La relación entre decisiones y elementos cultura-
les no es estática, por ejemplo, elementos culturales
impuestos, con el paso del tiempo pueden conver-
tirse en apropiados. Se esboza primero una línea del
tiempo con periodos y eventos que han determinado
las transformaciones agrícolas. En segundo término,
se adapta la propuesta de Bonfil para el análisis de
dichos cambios tecnológicos.
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abril.
–––2013. “Los zapatismos en un mundo que se des-
morona”. En: La Jornada. México, febrero 15.
LA COMUNALIDAD Y EL DESARROLLO
RURAL: EL CASO DEL EJIDO EMILIANO
ZAPATA, MUNICIPIO DE AMECAMECA,
ESTADO DE MÉXICO

Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora

María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
370 |
 RESUMEN
En el presente artículo se llevó a cabo una revisión
de los conceptos pertinentes a la investigación, cuyo
objetivo fue establecer el marco teórico para el estu-
dio de la comunalidad y el desarrollo comunitario en
el ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca,
Estado de México. El presente trabajo de investiga-
ción se llevó a cabo en el período que comprende
de enero de 2019 a marzo de 2020. Se partió de una
revisión bibliográfica: libros, artículos, tesis y revis-
tas indexadas electrónicas concentradas en bases de
datos Redalyc, Biblioteca Digital UNAM, Scribd y
Scielo, así como consultas a la Biblioteca Central de
la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) acer-
ca de los aspectos teóricos de la comunalidad y sus
principios. La comunalidad es el modo de hacer la
vida en el medio rural en donde los actores sociales
cuidan y defienden su territorio, realizan obras de
conservación a través del trabajo colectivo que se
consensa en asamblea y se disfruta y goza a través de
la fiesta comunal. Se observa que los conceptos que
se estudian en la presente investigación se manifies-
tan de forma cotidiana en el ejido Emiliano Zapata
a través de las faenas para realizar brechas cortafue-
go, rehabilitación de caminos, reforestación, en los
consensos en asamblea para resolver los problema
internos y externos; en la defensa que hacen de su
territorio y la compartencia de sus excedentes pro-
ductivos que se ofrecen en la fiesta para el goce y
disfrute de todos.
Introducción
En la presente investigación se abordan los aspec-
tos conceptuales necesarios para entender la comu-
nalidad a partir del análisis de los cuatro pilares que
la integran: territorio, asamblea comunal, trabajo
colectivo y fiesta, así como los principios de res-
peto, trabajo y reciprocidad. La idea central es aso-
371 |
 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
ciar todos los conceptos, para poder comprender
lo que acontece en el área de estudio, que permita
acercarse a la práctica de la comunalidad en el ejido
Emiliano Zapata.
Se parte de reconocer que la crisis global que
enfrenta el capitalismo como un sistema de acumu-
lación por despojo a escala mundial (Ramírez, 2012)
es la responsable de las mayores catástrofes socioam-
bientales y financieras de la humanidad desde el siglo
XVI; lo que ha creado profundas desigualdades y
grandes oligopolios que se han apoderado de los
recursos naturales, principalmente de los países del
Sur. La búsqueda de generar mecanismos para la
sobreexplotación del trabajo, la ganancia extraor-
dinaria y las ganancias financieras (Ramírez, 2012)
tienen al día de hoy a los campesinos del mundo
produciendo en condiciones precarias, enfrentando
precios reducidos y una competencia externa desleal,
adem´s de que se encuentran sujetos a una forma
de subordinación que excluye y mina su capacidad
productiva (Rubio, 2012:43-44) y de organización
comunitaria, lo que concluye en un pensamiento
cada vez más individualista como motor de la nue-
vas generaciones en las comunidades rurales y urba-
nas de todo el mundo.
En oposición en los pueblos originarios de todo
el mundo, pero particularmente en Mesoamérica,
se identifica a la comunalidad como el mecanismo
de resiliencia que se presenta como una alternativa
al desarrollo occidental que busca la reproducción
|  372
social de las comunidades rurales, un sistema orga-
nizativo con una visión propia con base en los cono-
cimientos ancestrales que han heredado de genera-
ción en generación y esto incluye una cosmovisión
de respeto al territorio y sus recursos naturales como
el espacio en donde se hace la vida colectiva a través
del respeto, trabajo y reciprocidad.
El objetivo del presente escrito es la construcción
teórica a partir del análisis de los conceptos y aspec-
tos empíricos que intervienen en la comunalidad
en el ejido Emiliano Zapata, a partir de entender
el impacto en el modo de vida, la toma de decisio-
nes colectivas para resolver los problemas de carác-
ter ambiental, social y económico, y la organización
comunitaria reflejada en las faenas y las practicas
de distribución de los excedentes de producción
mediante las fiestas que buscan celebaración, ritua-
lidad, recreación y gozo colectivo.
Lo anterior se justifica por la importancia del
tema en su carácter territorial y organizacional
colectivo y como un fenómeno de resistencia de las
comunidades para enfrentar los intentos de indivi-
dualización del pensamiento comunal que se pre-
senta a través de la influencia que tiene el capita-
lismo occidental.
Este análisis permitirá establecer los cimientos
para la edificación del conocimiento propio que
permita entender la lógica del modo de vida de las
comunidades del medio rural que tiene como obje-
tivo central, el bienestar común, intentos poco fre-
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.
cuentes y particularmente ausentes en las organiza-
ciones ejidales de mestizos.
El sistema capitalista hegemónico se presenta
como el principal problema que enfrenta la lógica
colectiva de las comunidades rurales a las que busca
arrancarles su cosmovisión, cultura e identidad, así
como dominar su territorio y la naturaleza a través
del extractivismo y mercantilización de la misma, lo
que causa altos impactos ambientales, desigualdades,
pobreza y competencia de mercados. Ante esta situa-
ción la comunalidad se presenta como una alterna-
tiva; desde lo propio, que busca enfrentar al indivi-
dualismo y hacer el nosotros a través de la cohesión
social que brinda el trabajo colectivo, la asamblea,
que protege el territorio y que comparte la fiesta.
Como hipótesis se establece que los conceptos del
presente trabajo se imbrican entre sí y estructuran el
tema de investigación. Se reconoce que la comunali-
dad es el modo de vida de las comunidades rurales
que tienen como principios comunitarios el respeto,
el trabajo y la reciprocidad que fortalecen el tejido
social comunitario a través de las relaciones de amis-
tad, parentesco y compadrazgo que se manifiestan
en el cuidado del territorio, la faena como trabajo
colectivo, la asamblea como institución y máxima
autoridad que a través del consenso toma decisio-
nes para el bien común y la fiesta como el premio al
trabajo, ritualidad y espacio de compartencia para
la recreación y gozo colectivo.
Antecedentes
La revisión bibliográfica de revistas indexadas elec-
trónicas concentradas en bases de datos (Redalyc,
Biblioteca Digital UNAM, Scribd y Scielo), así como
en consultas en la Biblioteca Central de la Universi-
dad Autónoma Chapingo (UACh) sobre los aspectos
teóricos de la comunalidad y sus principios, es parte
de la metodología utilizada que tuvo como objetivo
fue central investigar los conceptos que integran el
presente trabajo. Los antecedentes que existen de la
comunalidad son relevantes para contextualizar y
comprender el tema en discusión.
El presente trabajo constituye el marco teórico de
una investigación más amplia, construida desde una
epistemología alternativa a la que sostiene el orden
mundial. Para ello, se parte de manera sucinta de las
características particulares de los pueblos indígenas
u originarios y su visión colectiva, se construye una
definición de comunalidad o modo de vida comunal
que se presenta como el eje de una estrategia alter-
nativa de los pueblos originarios y rurales frente al
modelo hegemónico capitalista, así como la identi-
ficación de los elementos principales, y por último,
se presentan estos elementos en su relación con el
desarrollo rural desde una perspectiva de educación
para la vida comunitaria.
A lo largo del documento se intenta dar respuesta
a preguntas como ¿quiénes son los pueblos indíge-
nas? ¿cuál es su visión? ¿qué es la comunalidad o
373 |
 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
modo de vida comunal? ¿qué es el ejido? Para ello,
se hace uso de los conceptos téoricos existentes y en
la medida de lo posibe se intenta ejemplificar con
aspectos empíricos a partir de la práctica del ejido
Emiliano Zapata, de Amecameca, México.
Pueblos indígenas
A partir de Navarrete (2008:8) se establece que el tér-
mino indígena se refiere a ser originario de un país,
desde tiempos ancestrales y que conlleva a diversos
significados culturales, económicos y políticos que
hacen de México una nación con identidades cul-
tuales y étnicas muy fuertes.
El Instituto Nacional de los pueblos Indígenas
(INPI)1 señala que los pueblos indígenas son los pri-
meros pobladores del territorio nacional. Su historia
se remonta al poblamiento de nuestro continente y al
surgimiento de la civilización mesoamericana hace
aproximadamente cuatro mil años y a las culturas
de Aridoamérica (INPI, 2018:6). Por lo tanto, hablar
1 La Comisión Nacional de los Pueblos Indígenas (CDI) se trans-
formó en el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI)
a través del decreto presidencial por el cual se expide la ley que
crea dicho instituto de fecha 04 de diciembre de 2018.El Insti-
tuto Nacional de los Pueblos Indígenas es el nuevo organismo
público del Gobierno de México que tiene como mandato defi-
nir, normar, establecer y ejecutar todas las políticas, programas,
proyectos y acciones públicas para garantizar el ejercicio y la
implementación de los derechos de los pueblos indígenas y afro
mexicano, su desarrollo integral y sostenible, así como el forta-
lecimiento de sus culturas e identidades.
|  374
los pueblos indígenas es sinónimo de hablar de los
descendientes de los pueblos originarios.
En 1963 Cook y Borak demuestran por primera
vez, que un año antes de la conquista española, los
indígenas superaban los 25.2 millones de personas
(McCaa, 1999:233).
Reyes (2019) afirma que los pueblos indígenas,
en nuestro continente, se integran por sujetos que
viven en comunidad, son descendientes directos de
aquellas civilizaciones que existieron en el territorio
americano antes de la invasión española y se carac-
terizan la gran variedad de lenguas que utilizaban
(Reyes, 2019:22). Para el caso del municipio de Ame-
cameca se establecieron comunidades indígenas del
linaje chichimeca-totolilpanea que dio origen al pue-
blo de Amaquemecan antes de la conquista.
La identidad cultural de los pueblos indígenas
es comunal, es decir comparten una visión colec-
tiva que se refuerza en las fiestas del santo patrono
del pueblo, en las cere­monias públicas, en las luchas
políticas, en la defensa de la propiedad de las tie­rras
de la comunidad y en las relaciones y conflictos exis-
tentes entre la comunidad con los grupos vecinos y
con el propio gobierno (Navarrete, 2008:19).
Visión de los pueblos indígenas u originarios
La visión colectiva de los pueblos indígenas es ances-
tral y se practica en asentamientos humanos peque-
ños y distantes de las grandes ciudades, por ejemplo,
las serranías, cuyas condiciones de accesibilidad son
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.
difíciles; lo que permitía experimentar la necesidad
de sobrevivencia de manera conjunta; es decir, nacer
en comunidades pequeñas ligadas a la tierra hace
que la cooperación, la reciprocidad, la solidaridad se
diera como un elemento natural de relación humana
y con ello floreciera el nosotros, lo que permitía expe-
rimentar la necesidad de sobrevivencia de manera
conjunta (Martínez, 2009:33).
Un principio central de la visión colectiva es la
reciprocidad, considerada parte de la ética de la vida
comunal, y que consiste en la actitud permanente y
no selectiva de dar para recibir, de compartir lo que
se tiene para recibir lo mismo en el futuro. Se trata de
una fuerte obligación moral: todo el que recibe algo
está obligado a devolver lo mismo, ya sea trabajo,
dinero o alimento; la ruptura de este intercambio
es considerada una inmoralidad grave y una forma
de incapacidad o falta de deseo para ser parte de la
comunidad (Maldonado, 2015:154).
Comunalidad
Es importante señalar que para comprender mejor
el significado de comunalidad, es necesario remi-
tirse al origen, para ello es trascendental mencionar
que la comunalidad nació a la vez como concepto
y como término (Esteva, 2015:176) a mediados de
los años ochenta y fue acuñada por los antropólo-
gos oaxaqueños indígenas Floriberto Díaz Gómez2
2 Floriberto Díaz Gómez es considerado como uno de los
principales defensores y analista de la vida comunitaria-
(Santa María Tlahuitoltepec, mixe) y Jaime Mar-
tínez Luna3 (Guelatao de Juárez, zapoteco), siendo
estos sus dos máximos exponentes y que afirman
que la comunalidad es el resultado de la lucha por
la defensa de los intereses comunes como: los bos-
ques y minas de su territorio y de los modos de vivir
en comunidad. Otros pensadores como Benjamín
Maldonado Alvarado,Juan José Rendón Monzón y
Arturo Guerrero Osorio, estos últimos sin ser indí-
genas, compartieron una visión del modo de vida
comunal que los llevo a escribir muchas de sus obras.
Al final cada uno hace un aporte diferente que com-
plementa y enriquece el concepto que consideramos
contribuye con su observación y propuesta a la dinamización de
la realidad indígena, en tanto a la forma de organización social, así
como en la cultura, educación y derechos jurídicos. Consideraba
que lo valioso de las formas de elegir a las autoridades y decidir
los asuntos importantes de las comunidades indígenas está en
la constante búsqueda de consensos.
3 Jaime Martínez Luna. Antropólogo, investigador y músico
zapoteco de San Pablo Guelatao, Oaxaca. Ha sido un destacado
promotor cultural de la Sierra Norte oaxaqueña; sobre todo es
reconocido por su lucha en defensa del territorio y los recursos
naturales de las comunidades serranas. Fundador de la Asociación
Civil Comunalidad, cuyo papel ha sido preponderante en los
movimientos sociales y políticos hacia la afirmación indígena
y la autonomía. Es pionero en los proyectos de comunicación
audiovisual indígena. Algunas de sus publicaciones son:
Guelatao, ensayo de historia sobre una comunidad serrana
y Comunalidad ydesarrollo (ambos libros editados por la
Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA).
Actualmente, es el primer Rector de la Universidad Autónoma
Comunal de Oaxaca (UACO), recientemente creada en marzo
de 2020, bajo el modelo educativo que privilegia el conocimiento
crítico de la colectividad, al reconocer la cultura que se genera
en los pueblos a partir de su experiencia concreta.
375 |
 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
como el principal en esta investigación. Díaz (2014)
señala que el término comunalidad se define como
la inmanencia de la comunidad (Díaz, 2014:46), es
decir la comunalidad es intrínseca a la comunidad
y viceversa.
Derivado de lo anterior, se reconocen tres aspec-
tos que constiuyen los pilares dentro de la comu-
nalidad de los pueblos originarios: la tierra como
principio y fin de vida; la comunidad como máxima
creación para vivir y disfrutar de la madre tierra; y
el trabajo comunal, –manifestado en tequio, faenas,
fatigas, representación de autoridad, mayordomias,
etc.–, como energía transformadora que se man-
tiene en constante contacto creativo con la natura-
leza. De ellos derivan los demás sistemas comunita-
rios de la organización política, económica, religiosa,
cultural y social (Díaz, 2014:77) que fortalecen los
lazos del tejido social comunitario.
El elemento central de la comunalidad para Díaz
es el territorio y lo visualiza como la madre tierra;
por la que se lucha y se defiende a las presentes y
futuras generaciones y a las formas de vida que allí
habitan (Ortiz, 2019:47), el lugar donde se establece
la comunidad, donde se produce la milpa como ali-
mento esencial para la reproducción de la vida. Es el
elemento en donde nace la cultura que se transmite
de generación en generación a través de la historia
oral y el lugar en donde el trabajo se vuelve colectivo.
Otro aporte al concepto de comunalidad lo hace
Martínez (2003) quien afirma que es el pensamiento
|  376
y la acción de la vida comunitaria, así como el resul-
tado de la apropiación social de la tierra y de los códi-
gos de relación que se deciden por medio de la comu-
nalicracia (Martínez, 2003:51). Es decir, a través del
consenso colectivo en la asamblea comunal; en el
caso de los ejidos es por medio de la asamblea ejidal.
Derivado de lo anterior, el eje de la comunali-
dad más importante es el trabajo, la donación comu-
nal de trabajo tanto en el ejercicio del poder como
en la fiesta, en la ayuda mutua, en el uso y defensa
del territorio sin que sea una imposición. Esto hace
que el trabajo se realice con gusto y sabiendo que
quien cumple con sus obligaciones obtiene dere-
chos (Martínez, 2003:9), el trabajo otorga recono-
cimiento y respeto para quien lo realiza a beneficio
de la comunidad.
Por su parte, Maldonado (2001:3) encontró que
el concepto de comunalidad es una manera de nom-
brar y entender el colectivismo indígena. Es la lógica
con la que funciona la estructura social y la forma
en la que se define y articula la vida social. La comu-
nalidad es una característica básica de la vida indí-
gena en Oaxaca, su carácter es colectivistay siempre
está presente y se hace evidente sobre todo cuando
alguna actitud individualista la confronta (Maldo-
nado, 2002:72). Dado que el origen, estructura y
funcionalidad del ejido, esta basado en la concep-
ción indígena, por extensión funciona igual, aunque
se trate de poblaciones no indígenas en términos
estrictos. La comunalidad tiene cuatro elementos
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.
centrales: territorio, trabajo, poder y fiesta comunal
que son atravesados por diversos elementos cultu-
rales como lengua, cosmovisión, religiosidad, cono-
cimientos, tecnologías, etc., en un proceso cíclico
permanente (Maldonado, 2001:4).
Maldonado (2001) sostiene que la comunalidad
no es una cualidad exclusiva de los pueblos indíge-
nas, y se encuentra presente también en numerosas
comunidades rurales no indígenas que se rigen por
la reciprocidad y la participación en cargos, asam-
blea, trabajos colectivos, fiesta e incluso poseen
comunalmente su territorio. Así mismo, señala que
la comunalidad fuera del tejido social comunitario
no tiene muchas posibilidades de reproducción; el
tejido social comunitario está dado por las relacio-
nes familiares, así como por el matrimonio que no
solo se reduce a relaciones entre la pareja contra-
yente, sino que es también y de manera importante
una relación entre las familias entre los nuevos espo-
sos al crear lazos de compadrazgo entre las nuevas
familias. (Maldonado, 2015:153).
Rendón (2003:9) afirma que la idea de la comu-
nalidad como principio rector de la vida indígena
surge y se desarrolla en medio de la discusión, la
agitación y la movilización, pero no como una ideo-
logía de combate sino como una ideología de identi-
dad, mostrando que la especificidad indígena es su
ser comunal con raíces históricas y culturales pro-
pias y antiguas, a partir de las cuales se busca orien-
tar la vida de los pueblos como pueblos. Rendón
(2011: 21-23) señala que la comunalidad tiene cua-
tro elementos fundamentales: territorio comunal,
el poder político comunal, el trabajo comunal y la
fiesta comunal.
Guerrero (2013) sostiene que la comunalidad es
el nombre de nosotros, es la acción colectiva de los
pueblos que nacen de la resistencia. Es vida y muerte
cotidiana que no requiere ser nombrada para ser y
estar. Al mundo comunal basta con vivirlo (Gue-
rrero, 2013:39), es decir, la comunalidad se vive.
La comunalidad tiene cuatro pilares, por lo que
se asemeja a la rosa de los vientos: territorio, auto-
ridad, trabajo y fiesta, conceptos que coinciden
con los señalados por los autores anteriores. Sin
embargo, Guerrero (2016) describe a la comunali-
dad como una espiral de la experiencia, compuesta
de dos dimensiones: acuerdo y ejercicio comuna-
les, es el giro de compartencia donde se realiza el
nosotros comunal. Para finalizar, la comunalidad
es un concepto creado para explicar una realidad
que posiblemente no existe en ninguna otra parte
del mundo mas que en América (Reyes, 2019:7), es
decir el modo de hacer la vida de las comunidades
indígenas y rurales del país.
A manera de resumen y para tener una mejor
panorámica de lo anterior en el cuadro 1 se mues-
tran los elementos de la comunalidad con base en
la visión de sus principales exponentes:
377 |
 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary

Elementos de la comunalidad desde la visión de sus principales exponentes

Autor Pilares de la comunalidad

La tierra, como Los ritos,
Floriberto La asamblea El servicio El trabajo
Madre y como ceremonias y
Díaz Gómez comunal gratuito colectivo
territorio fiestas
Jaime El trabajo-sistema
El territorio La asamblea Tequio La fiesta
Martínez Luna de cargos
Benjamín La fiesta
Maldonado El territorio El poder El trabajo comunal
Alvarado
Juan José El territorio El Poder El Trabajo La fiesta
Rendón comunal comunal comunal comunal
Monzón
Arturo
Guerrero La tierra La asamblea Tequio Nosotros Fiesta
Osorio

Todos coinciden en los cuatro pilares de la comu-
nalidad: territorio, asamblea, trabajo colectivo y la
fiesta, articulados por los principios de respeto, tra-
bajo y reciprocidad.
El cuadro 2 permite de una manera evidente
identificar cuáles son las diferencias entre el pensa-
miento individualista y la comunalidad, destacan los
conceptos de compartencia, comunalicracia, econo-
mía social y solidaria.
Ejido
El ejido actual tiene sus origen en la época prehis-
pánica, aunque no se utilizó el término como tal, es
aquí donde se ubican sus antecedentes en la forma
de propiedad comunal, como el calpulli, existente
entre los aztecas. Corresponde a la etapa colonial
el uso del concepto ejido (Ventura, 1998:4). Carlos
V en 1523, fue quien dicto la primera disposición
relativa al señalamiento de los ejidos en la Ciudad
de México y en 1573, se estableció el deber de dotar
a los pueblos de ejidos. Estas tierras se daban en
usufructo de forma individual para su disfrute a los
pobladores con la obligación de trabajarlas siempre.
Cuando un lote quedaba desocupado era repartido
entre aquellos que lo solicitaban (Ventura, 1998:5-6).
Pese a la llegada de los españoles a México –y
hasta el presente–, no se han logrado liquidar, pese a
los obstáculos, ataques y deformaciones de que han

|  378
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.

Cuadro 2. Diferencias entre el pensamiento individualista y la comunalidad.

Individualismo Comunalidad
Propiedad privada Propiedad colectiva
Capitalismo hegemónico Economía social y solidaria
Aprovechamiento responsable de la
Mercantilización de la naturaleza naturaleza
Competencia Compartencia
Democracia Comunalicracia
Beneficio propio Beneficio colectivo
Impera el yo Impera el nosotros
Dueño de la naturaleza Es parte de la naturaleza
Conocimiento científico Conocimiento endógeno

sido objeto a lo largo de casi 500 años, las formas
comunales y colectivas de la tenencia y usufructo de
la tierra, vigentes entre los indígenas y campesinos
del país (Ventura, 1998:1).
El artículo 27 constitucional establece desde 1917,
que en nuestro país coexisten legalmente cuatro
tipos de tenencia de la tierra, la pequeña propiedad,
el ejido, la propiedad comunal y los bienes o terrenos
nacionales (Ventura, 1998:2). Es importante señalar
que el artículo 27 constitucional reconoce la figura
jurídica del ejido, pero no conceptualiza su signifi-
cado, así mismo la constitución reconoce la visión
occidental a través de la pequeña propiedad y los bie-
nes o terrenos nacionales (la administración corre
a cargo del Estado), que son de carácter individua-
lista, y por otra parte, la visión de los pueblos ori-
ginarios a través de los bienes comunales y el ejido,
de carácter colectivo.
El ejido es un concepto dinámico y evolutivo
que ha variado conforme el devenir histórico y sus
transformaciones sociales, así, de acuerdo a esta idea,
tenemos que la moderna aceptación del término
difiere sustancialmente, tanto del antiguo ejido espa-
ñol, como del ejido colonial que tuvo vigencia en
el territorio de la Nueva España, no obstante que
en ambos constituyen los remotos antecedentes en
que encontramos su origen (Rodríguez, 1982:1). En
el artículo 13 de la Ley de ejidos de noviembre de

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 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
1920 se formula el concepto legal de ejido estable-
ciendo que la tierra dotada a los pueblos se deno-
minará ejido (Rodríguez, 1982:3). Existen varias
posturas doctrinales ya transcritas, que de ninguna
manera debemos considerar equivocadas, sino tan
solo incompletas, pues resulta evidente que el ejido
es tanto el conjunto de tierras, como el núcleo de
población, como también es una forma de tenen-
cia de la tierra de conformidad a lo preceptuado en
el artículo 27 de nuestra ley fundamental (Rodrí-
guez, 1982:4).
Es preciso señalar que el ejido es inalienable,
inembargable, intransferible e indivisible y que se
caracteriza por tener tierras de cultivo, cuya pose-
sión es individual; tierras de monte de posesión
colectiva o uso común, y en muchos casos zonas
de urbanización en donde está asentado el poblado,
parcela escolar, parcela de la mujer y una superficie
necesaria para el establecimiento de una granja agro-
pecuaria, todas ellas de carácter colectivo. La dife-
rencia con los bienes comunales estriba en que estos,
en su mayoría, tienen en su poder células reales, que
protegía la legislación novohispana, y son usufruc-
tuadas por quienes las trabajan en forma colectiva,
es decir son tierras de uso común.
En México la Secretaria de Desarrollo Agrario,
Territorial y Urbano (SEDATU) a través de la Pro-
curaduría Agraria (PA) reportó en el año 2016 un
total de 29 533 ejidos y 2 360 comunidades (Qua-
dri, 2016:86), lo que representa la tierra de carácter
|  380
social y que tienen presencia en el 52.5% del total del
territorio nacional, lo que significa que en más de la
mitad del país se práctica algún tipo de comunalidad
y modos de vida ancestrales que se han conceptuali-
zado en este apartado de marco teórico para su mejor
comprensión en el presente trabajo de investigación.
Materiales y métodos
En la investigación que nos ocupa se abordan los
conceptos o ejes de análisis que relativos a la comun-
calidad a saber: territorio, asamblea, trabajo colec-
tivo y fiesta comunal. También se define como uni-
dad de estudio al ejido Emiliano Zapata. El estudio
se fundamentó con un enfoque cualitativo y cuan-
titativo y en la perspectiva de las ciencias sociales
y naturales. En la investigación, que inició con la
revisión bibliográfica para el entendimiento de la
teoría, se establecieron objetivos concretos a partir
de la problemática que enfrenta la unidad de estu-
dio que se pretende resolver a través de una meto-
dología y los recursos, económicos y técnicos que
estuvieron al alcance.
Con la información que se obtuvo de la revisión
bibliográfica, se analizaron los conceptos que inte-
gran la estructura de la investigación y se identi-
ficaron los puntos donde se articulan e imbrican.
Se trata de comprender como la comunalidad for-
talece el tejido social comunitario en el ejido Emi-
liano Zapata en sus diferentes dimensiones: territo-
rio, asamblea, trabajo colectivo y fiesta comunal. Esta
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.

parte del trabajo se considera como la parte teórica
de la investigación.
Resultados y discusión
Para tener una referencia del sitio donde se rea-
lizó la investigación, se llevó a cabo la regionaliza-
ción de la misma. La zona de estudio se ubica en
las faldas de la Sierra Nevada, dentro de la provin-
cia del Eje Volcánico y en la cuenca del río Mocte-
zuma-Pánuco (López, 1999:21:31), zona a la que
también se le denomina región de los volcanes y es
un macizo montañoso forestal. El ejido Emiliano
Zapata se encuentra en el municipio de Amecameca,
Estado de México (figura 1).

Figura 1. Mapa del área de estudio.

Fuente: elaboración propia a partir del programa ArcGIS 10.5

381 |
 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
Territorio
La vida comunal se da en un territorio en donde las
familias se interrelacionan mediante lazos y ritua-
les que constituyen la vida comunitaria a partir de
la reciprocidad como regla (Maldonado: 2001:4). El
territorio comunal es el espacio en donde se asienta
y vive la comunidad; desde el punto de vista físico
comprende suelos, bosques, costas, aguas y todos
los recursos naturales que son aprovechados, defen-
didos y desarrollados en forma comunal, ya sea
de manera directa e indirecta, así como las zonas
arqueológicas y sitios ceremoniales y sagrados como
cuevas, ríos, cerros, árboles, manantiales, entre otros.
Existen aspectos que deben ser comprendidos como
parte del territorio de la comunidad, conforman la
organización comunal y se dan en su seno, los cua-
les podrían ser la base material, económica-cultural
para un desarrollo sustentable y autónomo (Rendón,
2002:21). En este mismo sentido, el ejido Emiliano
Zapata ha defendido su territorio de manera frontal
a partir de 2011, enfrentando el intento de un despojo
de 8 hectáreas que a la fecha se encuentra como con-
flicto agrario con los bienes comunales de Ameca-
meca en la Procuraduría Agraria. A través de faenas
colectivas se han realizado obras de conservación y
restauración de su bosque, reconociendo su riqueza
biológica y poniendo en práctica de manera cotidia-
na sus conocimientos endógenos para la identifica-
ción de plantas medicinales, hongos comestibles y
para la predicción del tiempo.
|  382
Asamblea
Las instituciones de una comunidad están represen-
tadas por la asamblea, los cargos y los tequios que
son las tres dimensiones con las que se organiza la
autoridad comunal con base en sus propios acuerdos.
En la asamblea se dirimen diferencias, hay discusión
de las problemáticas comunes y se toman acuerdos
necesarios a través de la construcción de consensos.
La asamblea es la encarnación del nosotros comu-
nitario, de la autonomía relativa, y sobre todo, de la
dignidad comunal (Guerrero, 2026:116). En el ejido
Emiliano Zapata, antes del 2010, el asambleísmo era
poco recurrente, y no es sino a partir del 2011 que
las asambleas se realizan de manera constante para
atender todos los asuntos relacionados a la vida del
ejido, desde asuntos ligados a la tenencia de la tierra,
sus linderos, hasta consensos para desarrollar pro-
yectos de inversión que generen empleos, ingresos
y excedentes económicos para beneficio del núcleo
agrario y expresión de la comunalidad. En la figura
2 se presenta la práctica de las reuniones en el eji-
do, que permite identificar el número de asambleas
y la participación de los ejidatarios en cada una de
ellas (figura 2).
En la asamblea, constituida con 16 ejidatarios
vivos, durante el periodo de 2010 al 2020 se han lle-
vado a cabo 36 asambleas, de las cuales 25% han sido
en primera convocatoria y 75% han sido en segunda
convocatoria con una asistencia promedio del 65%,
es decir con 10 ejidatarios por asamblea en prome-
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.
No. de Asambleas en el ejido Emiliano Zapata
2010-2020
Fuente: propia a partir de la revisión del archivo del ejido Emi-
liano Zapata periodo 2010-2020
dio. Los asuntos de mayor relevancia están ligados
a la defensa del territorio (linderos, juicios agrarios
con particulares y Bienes Comunales de Ameca-
meca), informes físico-financieros, nombramiento
de los representantes al cargo de comisariado ejidal
y consejo de vigilancia, nombramiento de comités
para la realización de faenas a lo largo de cada año,
enajenación de derechos agrarios a favor del ejido
Emiliano Zapata, apoyos económicos para aque-
llos ejidatarios que lo requieren, principalmente por
motivos de salud, apoyo para gastos funerarios, reco-
nocimiento de nuevos avecindados, aceptación de
nuevos ejidatarios, solicitud de apoyos al gobierno
federal y estatal en materia de conservación forestal
e infraestructura ecoturística, gestión del programa
de manejo forestal maderable, reparto de exceden-
tes económicos y la regulación jurídica a través de la
gestión de los permisos como licencias de funciona-
miento comercial, registro de la plantación de árbo-
les de navidad, manifestación de impacto ambiental,
registro sanitario, entre otros. Es importante men-
cionar que todos los acuerdos son consensuados en
asamblea con el objetivo de tener el mayor impacto
positivo para el beneficio de todos los ejidatarios. La
información aquí recabada fue proporcionada por
don Agustín Germán Peña López4 en entrevista rea-
lizada el 28 de septiembre de 2020.
Una característica del acuerdo comunal es su inte-
gralidad: no es una esfera autónoma de la dinámica
social, como en el derecho positivo, sino que abarca,
permea e involucra a la totalidad del mundo (raíz,
acuerdo y ejercicio), y a las tres dimensiones de la
realidad: cósmica, divina y humana (Panikkar:1999).
4 Agustín Germán Peña López, nació el 28 de mayo de 1949
en San Pedro Nexapa, municipio de Amecameca, Estado de
México. Es ejidatario por sucesión, su papá Don Genaro Peña
Trujillo lucho durante 20 años para lograr el ejido en 1999.
Actualmente es el Secretario del Comisariado Ejidal 2018-2021,
es el responsable de tener en custodia el acervo histórico del
ejido. Es campesino siembra maíz y se dedica a la ovinocultura.
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 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary
Trabajo colectivo
El tequio, que se asume como la faena o labor que
cada ciudadano otorga a la comunidad una o dos
veces al mes, es el trabajo que permite la realización
de obras de carácter general de embellecimiento y
de servicio, tales como escuelas, clínicas de salud,
sistemas de abastecimiento de agua, etc.,(Martínez,
2009:88). Para el caso del ejido Emiliano Zapata
la faena es programada por el comisariado ejidal
y coordinada por el presidente de vigilancia. Cada
faena se apunta y se firma en una lista, cada ejidata-
rio debe hacer una faena por mes de 8 horas, cada
una en actividades colectivas como poda de árboles
de navidad, chaponeo, apertura y mantenimiento de
brechas cortafuego, reforestación y mantenimiento
de la planta reforestada, combate de incendios fores-
tales y plagas y enfermedades.
Como una expresión del trabajo colectivo se
encuentra lo correspondiente al servicio que se
presta a nivel de ejidatario en la estructura de orga-
nización y representación de dicha organización; tal
es el caso del nombramiento de las autoridades eji-
dales quienes deben realizar funciones específicas no
remuneradas, con lo cual se logra el reconocimiento
de los ejidatarios, la comunidad, lo que les permite
conservar su derechos colectivos e individuales den-
tro del ejido e incluso fuera de ese ámbito.
Fiesta comunal
La fiesta comunal se manifiesta como una ins-
|  384
titución ceremonial para rendir culto a los santos
patronos de los pueblos; los cuales sustituyeron a
las deidades antiguas (Rendón, 2002: 23). Es el ele-
mento más importante de la comunalidad ya que
simboliza el premio al trabajo en donde cada uno
de los habitantes de la comunidad participa a tra-
vés de mayordomías, que forman parte de los siste-
mas de cargos cívico religiosos, que a su vez es con-
siderada como una institución que funciona como
un marco de referencia para la acción colectiva
(Romero, 2017:56). Para la realización de la fiesta
comunal se realizan actividades físicas, en especie o
aportación económica amén de no dejar de cooperar
en las celebraciones de la comunidad. Un ejemplo de
lo antes mencionado es el caso del poblado de San
Pedro Nexapa lugar de donde son originarios los eji-
datarios de Emiliano Zapata que celebra a su santo
patrono el 29 de junio de cada año, organizado por
mayordomías que son elegidas por la comunidad un
año antes para brindar alimentos: el tradicional mole
de guajolote o gallina, arroz, frijoles, tamales de anís
y frijol, así como tortillas de maíz azul y blanco. Fue-
gos pirotécnicos, música, adornos de festón de pino
y papel china multicolores que adornan las calles del
pueblo por donde pasa San Pedro en procesión a
partir de las seis de la tarde hasta las diez de la noche
que es cuando llega nuevamente a la iglesia. Se auxi-
lian del delegado que es quien pasa durante todo un
año antes a las casas de las familias del pueblo para
pedir la cooperación para la fiesta de San Pedro y San
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.
Pablo. Otro grupo es el de los bailadores que se coro-
nan en la iglesia para ofrecer el baile de chinelo, así
como el de los moros y cristianos durante tres días:
la víspera, la fiesta y el recalentado, así lo refiere don
Francisco Agustín Pedregal Agustín5 en entrevista
del día 22 de septiembre de 2020. En este sentido, los
campesinos del pueblo de San Pedro Nexapa realizan
fiestas, y estas fiestas están ligadas originalmente al
ciclo agrícola del maíz: labranza, siembra, cultivo y
cosecha. Las fiestas familiares más representativas se
celebran en los meses de diciembre y enero de cada
año cuando reciben la cosecha. La manera de reali-
zar la celebración comienza encalando el cencolote
y pasando el sahumador en cada una de sus esqui-
nas y se agradece con una oración la llegada de la
cosecha, la costalada se estiba en un costado para la
posterior limpieza y llenado del cencolote; después,
la familia invita a disfrutar de la comida, general-
mente un mole con guajolote o gallina, arroz, torti-
llas a mano y un fuertecito para que no haga daño la
comida, lo anterior es un gesto de agradecimiento
de la llegada de la nueva semilla quedará sustento a
5 Francisco Agustín Pedregal Agustín, nació el en San Pedro
Nexapa, Municipio de Amecameca, Estado de México. Es
campesino y ejidatario del núcleo agrario de Emiliano Zapata
desde que se creó el 23 de noviembre de 1999. Ha sigo ganadero
(ovinocultor) desde hace más de 35 años. Fue secretario del
comisariado ejidal en el periodo 2002-2005 y 2011-2014.
Actualmente se desempeña como Presidente del Consejo de
Vigilancia del periodo 2018-2021. Es un fuerte defensor de la
tierra a él se le atribuye el dicho: “Mientras los demás se pelean,
nosotros seguimos avanzando”
la familia, así lo refiere en entrevista el 25 de junio
de 2020 don Mario Sánchez Peña6, campesino de
San Pedro Nexapa y ejidatario de Emiliano Zapata.
Otro de las relaciones que fortalece el tejido social
comunitario es el compadrazgo, que se establece
formalmente a través del rito de relación especial
entre los compadres y también entre el ahijado y su
padrino (Maldonado, 2015:153). El caso de estu-
dio que nos atañe es un ejemplo de las relaciones
que entraman el tejido social comunitario, el ejido
Emiliano Zapata desde su constitución en 1999 fue
integrado originalmente por 24 familias del pueblo
de San Pedro Nexapa que entre sí tenían relaciones
familiares como padres e hijos, esposas y esposos,
yernos y nueras, suegros y consuegros, que termi-
naron en compadrazgos entre las 24 familias, esto
permite dimensionar la cohesión social comunita-
ria, la lucha colectiva que duro un poco más de 20
años para lograr ante la reforma agraria la dotación
de 96.7 ha y la creación de un nuevo ejido.
6 Mario Sánchez Peña, nació el 29 de mayo de 1953 en San
Pedro Nexapa, Municipio de Amecameca, Estado de México,
fue guarda parques durante 35 años y actualmente se encuentra
jubilado del Parque Nacional Iztapopo de la Comisión de
Áreas Naturales Protegidas (CONANP). Fue presidente del
comisariado del ejido Emiliano Zapata período 2015-2018.
Gestionó ante la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (SEMARNAT) y la Protectora de Bosques del Estado
de México (PROBOSQUE) el Programa de Manejo Forestal
Maderable (PMF) del ejido Emiliano Zapata, vigente hasta el
24 de octubre de 2026.
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 Rafael Eugenio Parrilla Arroyo, Artemio Cruz León, Dora María de Jesús Sangerman Jarquin y Jorge Duch Gary

Figura 3. Tejido social comunitario, ejido Emiliano Zapata.

Fuente: Propia a partir de la entrevista al Sr. Mario Sánchez Peña-ejidatario.

En la figura 3 se puede observar que las relacio- Conclusiones

nes de parentesco equivalen al 47.37 %, seguido por
las relaciones de compadrazgo con un 28.95% y en
tercer lugar las relaciones de amistad con un 23.68%,
lo que evidencia la fortaleza del tejido social comu-
nitario del ejido Emiliano Zapata desde su creación
en 1999. Por lo tanto, la comunalidad es un concepto
que explica la fortaleza del conocimiento producido
por la comunidad, que tiene pilares sólidos y parti-
cularidades complementarias (Martínez, 2015:40),
de tal forma, que surge al interior de la cultura oral
(Jiménez y Peralta, 2020: 14).
Se reconoce que los pueblos indígenas actuales de
México son descendientes de los pueblos origina-
rios de Mesoamérica, con modos de vida de orden
comunal, y una visión endógena7 de ver y explicar
el mundo que les rodea, que les permite una articu-
lación como sociedades con cultura propia que han
7 El adjetivo endógeno se emplea para nombrar a aquello que
surge en el interior de algo o como consecuencia de motivos
internos. Es decir, que se transmite de generación en genera-
ción a través de la oralidad.

|  386
 La comunalidad y el desarrollo rural: el caso del ejido Emiliano Zapata, municipio de Amecameca, Estado de México.
mantenido durante casi cinco siglos como resultado
de una resiliencia ante los embates de la moderni-
dad capitalista. Estas comunidades se identificas en
un manejo de de propiedad de la tierra comunal o
bien de los ejidos.
Por otro lado, en la vida cotidiana de los núcleos
agrarios en donde se practica el trabajo colectivo que
beneficia a todos a través de las faenas y que además
sea recreativo, así mismo que las decisiones toma-
das para tratar los asuntos y solución de problemas
son resultado del consenso en las asambleas como la
máxima autoridad y es ésta, la que ejerce el poder a
través de la comunalicracia. Que se vea al territorio
como la madre tierra a la que se defiende y se cuida,
el espacio que brinda identidad y que la fiesta sea el
premio al trabajo, entonces es ahí, cuando se vive la
comunalidad, sin importar que sea en un espacio
rural o urbano.
Por último, la participación colectiva entre los
adultos, jóvenes y niños en el trabajo; fortalece el
tejido social comunitario, la vinculación de la comu-
nidad para de enfrentar los grandes retos del desa-
rrollo rural debe considerar la disminución de la
pobreza, la desigualdad, la generación de nuevas
oportunidades a través de la implementación de
proyectos ambientales, sociales y económicos para
incrementar los niveles de bienestar.
La comunalidad aquí discutida tiene su equiva-
lente en la visión del “buen vivir” desarrollada en las
culturas ancestrales de Sudamérica, y de amplia difu-
sión en el medio académico, ambos casos se presen-
tan como una forma de reconocimiento de la capa-
cidad epistemológica de los pueblos originarios, a
partir de lo cual se pueden construir alternativas al
desarrollo que llega a los ejidos y comunidades desde
la visión occidental, que busca cambiar la forma de
vida local, promovido por las instituciones del estado
y organizaciones de diferente índole.
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Pág. 1-268.
Ventura, T.S. (1998). El ejido en México. Tesis
Profesional. UNAM. México. Pág.1-188.

389 |
ÍNDICE DE AUTORES
José Juan Arredondo-Arredondo
Profesor-Investigador, Universidad Autónoma
Chapingo, Texcoco, Estado de México.
Beatriz Daniela Armendariz-Mendieta
Dirección de Centros Regionales Universitarios,
Universidad Autónoma Chapingo, Texcoco, Estado de
México.
Joel Cervantes-Herrera
Profesor-Investigador. Ingeniería en Agricultura
Sostenible. Centro Regional Universitario Centro
Norte. Universidad Autónoma Chapingo. México.
Ranulfo Cruz-Aguilar
Departamento de Enseñanza, Investigación y Servicio
en Agroecología. Universidad Autónoma Chapingo,
Texcoco, Estado de México.
Artemio Cruz-León
Profesor-Investigador. Doctorado en Desarrollo
Rural Regional. Dirección de Centros Regionales
Universitarios. Universidad Autónoma Chapingo,
Texcoco, Estado de México.
Pio Giovanni Chávez-Segura
Grupo de Estudios Ambientales AC.
Miguel Ángel Damián-Huato
Profesor Investigador, Instituto de Ciencias,
Benemérita UniversidadAutonoma de Puebla.
Salvador Díaz-Cárdenas
Centro Regional Universitario Oriente. Universidad
Autónoma Chapingo, Huatusco, Veracruz.
|  390
Jorge Duch-Gary
Dirección de Centros Regionales Universitarios.
Universidad Autónoma Chapingo, Texcoco, Estado de
México
Arturo Franco-Gaona
Colegio de Postgraduados, Campus Puebla.
J. Fabián García-Moya
Universidad Autónoma Chapingo, Texcoco, Estado de
México.
Alba González-Jácome
Profesora Invitada. Dirección de Centros Regionales
Universitarios. Universidad Autónoma Chapingo,
Texcoco, Estado de México.
Efraím Hernández-Xolocotzi (+)
Colegio de Postgraduados, campus Montecillo, Estado
de México.
Anabel Martínez-López
Egresada de la Maestría en Ciencias en Desarrollo
Rural Regional. Dirección de Centros Regionales
Universitarios. Universidad Autónoma Chapingo,
Texcoco, Estado de México.
Rafael Eugenio Parrilla Arroyo
Maestrante de la Maestría en Ciencias en Desarrollo
Rural Regional. Universidad Autónoma Chapingo,
Texcoco, Estado de México.
César Adrián Ramírez-Miranda
Profesor-Investigador. Dirección de Centros
Regionales Universitarios. Universidad Autónoma
Chapingo, Texcoco, Estado de México.
Benito Ramírez-Valverde Miguel Ángel Sámano Rentería
Colegio de Postgraduados, campus Montecillo, Profesor-Investigador. Doctorado en Ciencias en
Estado de México. Ciencias Agrarias. Sociología Rural. Universidad
Eliseo Patricio Rosales Bustamante Autónoma Chapingo, Texcoco, Estado de México.
Egresado de la Maestría en Ciencias en Desarrollo
Dora María de Jesús Sangerman-Jarquín
Rural Regional. Dirección de Centros Regionales
Campo Experimental Valle de México, INIFAP.
Universitarios. Universidad Autónoma Chapingo,
Texcoco, Estado de México.
Felipe de Jesús Ruiz Espinosa
Centro Regional Universitario del Anáhuac.
Universidad Autónoma Chapingo, Texcoco, Estado
de México.

391 |
 Impreso por la Imprenta Universitaria
de la UACh, en Km 38.5 carretera
México-Texcoco, Estado de México, esta
obra se terminó de imprimir en agosto
de 2021. Tiraje 200 ejemplares.
 El objetivo principal de Etnoagronomía.
Utopía y alternativas al desarrollo, es
mostrar que los saberes locales de las
comunidades agrícolas y campesinas de
México, combinados con la etnoagronomía
–ciencia endógena que se encarga de los
estudios de los saberes que los campesinos
indígenas y mestizos ponen en práctica
durante el proceso de aprovechamiento de
los recursos naturales–, pueden aportar los
elementos epistémicos y tecnológicos que
coadyuven a la construcción de un nuevo
modelo de desarrollo agrícola, para obtener
los satisfactores antropocéntricos necesarios
para la subsistencia, reproducción social y
desarrollo.
El modelo etnoagronómico, planteado
bajo la perspectiva del pensamiento de
Efraím Hernández Xolocotzi, puede aportar
los elementos epistémicos, tecnológicos y de
actitud que coadyuven a la construcción de
un modelo de desarrollo agrícola en México,
tomando en consideración los grupos
campesinos de nuestro país.
Esperamos que la lectura de esta obra
abra nuevas discusiones y aportaciones al
modelo etnoagronómico y su comprensión
sea de utilidad para el desarrollo autogestivo
de nuestro país.

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