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Diario urgente de
Venezuela
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Mañana será historia
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1.a ed., Fundación Editorial El perro y la rana, 2019
1.a edición, © Txalaparta, 2019
1.a edición, © Periferia/La Fogata, 2018
tur
© Marco Teruggi
© Fundación Editorial El perro y la rana
Edición
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Claudia Morales
Corrección
Damarys Tovar
Erika Palomino
José Jenaro Rueda
Fotografías a
Marcos Salgado
Marcelo Volpe
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Eduardo Viloria
Tatuy Televisión Comunitaria
Fotografía de portada
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Mónica Piscitelli
ISBN 9789801445043
DL DC2019000922
1. Venezuela. Política y gobierno. Siglo XXI. 2. Venezuela.
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987.0642
T332
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secuestrada por la dictadura cívico militar
el 24 de noviembre de 1976,
cuando tenía 3 meses de edad.
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a la edición venezolana
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Venezuela antes de Hugo Chávez era escasamente conocida a
nivel mundial por sus hermosas mujeres, así como por ser un
país exportador de petróleo. Hoy por hoy, se encuentra en el ojo
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del huracán y es conocida hasta en el rincón más recóndito del
planeta. Todos tienen algo que decir sobre Venezuela: país que
enfrenta desde hace años una guerra no convencional de varias
dimensiones que incluye bloqueo de activos y cuentas, saboteo
económico, amenaza de intervención armada y una escalada co-
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municacional a nivel internacional, a lo que se le suman una serie
de distorsiones y problemas internos, entre otras cosas.
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Por tal motivo, mediante el presente diario, Marco Teruggi
explica lo acontecido en Venezuela a través de la crónica de al-
gunos personajes y acontecimientos narrados desde la cotidiani-
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El subsuelo de la Revolución Bolivariana
P RÓLOGO | ATILIO B ORÓN *
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Cronistas y estudiosos de las revoluciones, casi invariablemente,
concentran el foco de sus análisis en los movimientos, tensiones y
conflictos que se producen en las alturas del Estado: el gobierno,
el partido gobernante, los opositores, el imperialismo, “la emba-
lec
jada”, los grandes medios concentrados, las organizaciones cor-
porativas de la burguesía, etcétera. Pocos son los que se internan
en las profundidades de los procesos revolucionarios, explorando
el sustrato popular que los sostiene, yendo a la búsqueda de ac-
tores anónimos que se encuentran en el subsuelo profundo, escu-
chando sus quejas, pero también tomando nota de las razones por
a
las que con sus afanes y luchas cotidianas hacen que la revolución
no se venga abajo.
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Si un mérito tiene –aparte de muchos otros– este libro del so-
ciólogo y militante revolucionario argentino Marco Teruggi, es
precisamente ese: ser un diario, una bitácora del día a día de una
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con mucha poesía. A través de sus páginas la lectora o el lector se
internarán en las raíces del proceso iniciado por el Comandante
a
Chávez, interpelando, como este lo hizo en vida, a las mujeres y
hombres del pueblo, a la masa plebeya tradicionalmente explo-
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tada, oprimida y despreciada, por la cual Chávez ofrendó su vida.
Y este pueblo le respondió –y todavía le responde– reafirmando
su fe en la revolución, su confianza en la revolución, su necesidad
de revolución. Pero también muestra una diáfana consciencia de
lec
sus yerros, sus distorsiones, sus promesas incumplidas; consciencia
también de la corrupción que anida en las entrañas de los aparatos
estatales y que justifica, por enésima vez, aquella repetida consigna
del Comandante: “¡Comuna o nada!”.
La revolución contada por el pueblo chavista produce, en la obra
de Teruggi, una crónica vívida y lacerante. A lo largo de más de
a
dos años recogió testimonios de aquellos cuyas voces jamás se escu-
chan, combinadas con agudas observaciones de los modos de vida
ar
y actitudes de las opulentas clases dominantes del Este de Caracas,
y cuyas fortunas y privilegios han sobrevivido –“¡por ahora!”, como
de nuevo diría Chávez– al vendaval revolucionario. Recorrió ciu-
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promovidos y protegidos por Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos
desde Colombia– y grupos mafiosos que pululan por toda Vene-
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zuela, la conspiración del empresariado que alimenta sin cesar el
“bachaqueo” y hace de la desaparición programada de productos
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de primera necesidad, sobre todo alimentos y medicinas, fuente de
fenomenales ganancias y enormes sufrimientos para la población.
La estrategia de desgaste del imperialismo y sus lacayos locales es
clara y evidente, como ya lo advierte nuestro autor en el día 3 de su
lec
jornada:
veces vista en este tipo de ensayos. Por eso, su libro es una atrapante
radiografía en movimiento tomada muy de cerca, codo a codo, con
el noble y bravo pueblo bolivariano que, pese a la frustración que
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La mirada de nuestro autor es la de un militante revolucionario
que procura, con este excepcional documento, contribuir al rescate
a
de una revolución amenazada como nunca antes. La gravedad de
la situación no puede ni debe ser soslayada. El proyecto emancipa-
tur
torio de Chávez está herido y, para repararlo, habrá que contar con
una inusual combinación de lucidez política, eficacia de la gestión
gubernamental, aunadas a un ataque resuelto y sin cuartel contra
quienes desde adentro, a veces disimulados dentro del chavismo y
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en otras ocasiones abiertamente desde fuera, laboran incansable-
mente para liquidar el más radical y significativo proceso revolu-
cionario puesto en marcha desde la Revolución Cubana. Pero junto
a una crítica radical, imprescindible para la salud de la revolución,
Teruggi exuda en su texto la pétrea solidez de la base social del
chavismo y su conmovedora fidelidad al legado del Comandante
a
Eterno, que le enseñó a su pueblo que el chavismo es la “redención
de los pobres por sus propias manos”.
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La derrota o una indigna capitulación serían el preámbulo de
una matanza. Nuestras revoluciones –agrego– han sido generosas
con sus enemigos. Chávez no disolvió la Corte Suprema que, luego
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comuneros con la derrota de la Comuna de París, en 1871, o con
las fuerzas de Gadaffi en Libia en 2011. A diferencia de nosotros, la
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burguesía y el imperio son implacables: carecen de límites morales,
son inescrupulosos y no perdonan. Como toda clase dominante,
tur
matar a los rebeldes, insurrectos, revoltosos, desobedientes, es algo
constitutivo de su ADN. Decíamos en un viejo texto de nuestra
autoría que en Nuestra América aun las más tímidas reformas
desencadenan sangrientas contrarrevoluciones y, de producirse
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tan desafortunado desenlace, Venezuela no sería la excepción a esa
regla1.
Teruggi, como muchos que compartimos a grandes rasgos su vi-
sión, propone salvar la revolución antes de que sea demasiado tarde.
No es un académico neutro, un cronista impasible ni un enemigo de
la revolución, sino todo lo contrario. Es un hombre profundamente
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identificado –como también lo es el autor de estas líneas– con la no-
bleza y el patriótico latinoamericanismo del proyecto emancipato-
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rio de Chávez y que cree que la revolución solo podrá ser rescatada
de su parálisis mediante una discusión democrática, horizontal,
comprometida, del pueblo chavista con sus principales dirigentes
p
periencia cubana: “El peor error que hemos cometido fue creer
que alguien sabía cómo se hacía una revolución”. Y nadie lo sabe.
Los libretos y los talmúdicos manuales esgrimidos sin cesar por los
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“sedicentes doctores de la revolución” –esos que viven de apostro-
far a Maduro, a Evo, a todo liderazgo popular, y son ciegos ante los
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designios del imperialismo– jamás fueron los inspiradores de las
auténticas revoluciones. Lo que se requiere es una apelación a la
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sabiduría popular que se cristaliza en las organizaciones sociales
del campo y la ciudad, a ese núcleo duro “chavista hasta la muerte”;
ese subsuelo granítico al que nos referíamos en el título de estas
páginas, que preserva en sus entrañas el futuro de la Revolución
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Bolivariana, amparado en los dos millones de viviendas otorgadas
a los pobres de las ciudades y el campo en los últimos seis años, un
récord inigualado a nivel mundial. El gobierno de Nicolás Maduro
está sometido a un implacable acoso que ha producido una suerte
de parálisis administrativa de su gobierno. Y no se trata de culpar
al presidente por esto, porque la inmensidad y el carácter multifa-
a
cético de los ataques han logrado colocar al Gobierno Bolivariano
en una postura reactiva y defensiva. Tiene que parar los golpes
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de afuera, las traiciones y capitulaciones de adentro; los planes de
enemigos cada vez más empeñados no solo en dar vía libre a la con-
trarrevolución, sino inclusive en acabar con su vida.
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bolsas, llegaron noventa y siete, desaparecieron cuarenta y siete en
el camino.
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La verdad siempre es revolucionaria, decía Gramsci; y Teruggi
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no hace otra cosa que exponer, con inmenso amor por esa maravi-
llosa tierra bolivariana –“que me hizo suyo”, dice en otro pasaje de
su libro; como nos hizo suyos a tantos otros, agregaría yo–, esa dolo-
rosa verdad. Con la esperanza de la pronta resolución del problema
lec
que con ella se denuncia.
La corrupción es un cáncer que destruye los procesos revolucio-
narios. Es un mal endémico en el mundo actual, que se manifiesta
bajo diferentes ropajes, pero existe y actúa por doquier. Ni el Vati-
cano está a salvo de ese flagelo. A veces la impotencia de los gobier-
nos agiganta su impacto; en algunos casos se trata de negligencia,
a
en otros de complicidad. Toda revolución lleva en su seno las semi-
llas de la contrarrevolución, y la radiografía que nos muestra nues-
ar
tro autor devela con enceguecedora claridad esta ley de todas las
revoluciones. Fidel, una vez más, advirtió a los cubanos que su revo-
lución sería indestructible desde afuera, pero podría sucumbir ante
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demócratas son una banda siniestra que, en caso de ser gobierno,
sembrarían horror y muerte en Venezuela.
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La reconocida lealtad al chavismo habla de lo profundo que
ha calado en las clases populares, significación que se evidencia
tur
en la desesperación de Washington por poner fin a la Revolución
Bolivariana –y, con ello, asestar un golpe mortal a los procesos pro-
gresistas o de izquierda que todavía sobreviven en algunos países de
la región–, o sembrar el desánimo en las fuerzas que bajo diferentes
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condiciones luchan por construir un mundo mejor. Por todas las
razones antes aducidas es que damos una cálida bienvenida a este
libro, llamado a ser un importante aporte a la lucha por la continui-
dad de la Revolución Bolivariana.
En el día 40 de su diario, Teruggi escribe, con palabras que hago
enteramente mías: a
... cualquier crítica, polémica que pueda darse, nunca deberá ol-
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vidar a quién se enfrenta: al imperialismo norteamericano y a
sus ejecutores nacionales que tejen planes donde mueren chicos
llamados Bryan, se incendian instituciones, se busca la confron-
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Venezuela comenzó con forma de mar. Luego vino el aire espeso
Caribe y la luz que persiguen los locos. Llevaba conmigo una mo-
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chila, la valija de mi bisabuela, tres libros que pensaba indispensa-
bles, la certeza de estar en el exacto lugar donde debía estar. Iba en
búsqueda de una mujer, un país, una forma de vencer el tiempo. Era
enero de 2013, dos meses antes de que muriera Hugo Chávez.
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Desde esos días hasta hoy, mayo de 2016, viví en dos casas, tres
hoteles y perdí el apego a las cosas materiales, incluso los libros. Solo
se salva el mate. Ahora vivo en una casa con diez personas, muchos
internacionalistas, los pocos que no nos fuimos. Desde que llegué, mi
oficio ha sido el de cronista; lo aprendí texto a texto, en la urgencia de
contar tanta realidad que nunca se detiene, que se escapa, que logra-
a
mos retener en partes, pequeñas en relación con la furia y la magia
con que se suceden los días. Es tanto lo que no entra en un libro.
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Es el momento más difícil de la revolución. Siempre se dice lo
mismo, siempre es cierto. Nunca estuvimos tan cerca de pensar que
podríamos perder el gobierno. Llevamos tres años con insurreccio-
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Antes, en esa esquina había un toldo rojo que instalaba el cha-
vismo para las elecciones. Se debatía sobre el socialismo. Ahora,
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cada vez más, se habla sobre el precio del arroz, la mantequilla, la
pasta. En enero de 2013 era imposible pensar que estaríamos así.
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* * *
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No soy objetivo. Nadie pretende serlo en Venezuela, esté del lado
en el que esté. Vine a ser parte de una historia y la defiendo. A veces
recibo crosses, golpes al estómago, mastico piedras. Es parte de la
apuesta, de jugarse. Tal vez algún día crea que ya no deba hacerlo.
Ese día todavía no asoma. Asoman otras cosas, como preocupacio-
nes por los asesinatos de chavistas. Ayer, por ejemplo, mataron de
a
tres tiros a un camarógrafo de Ávila TV, un canal nuestro. Hace
pocas semanas fue el turno de un alcalde del chavismo. Esas muer-
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tes suceden de manera semanal, son políticas. Pocos, tanto dentro
como fuera del país, saben que ocurren. Son el tiempo subterráneo.
Existe otro tiempo, de propaganda, declaraciones, amenazas
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tumbra, como a las colas, a los horarios tempranos donde las nueve
de la noche parecen las tres de la mañana, queda poca gente en las
calles, y poca luz en muchas zonas por la emergencia energética. Esto
de la costumbre es poderoso. Como el orden en el caos, los cotidianos
que se rearman. Hoy lunes, por ejemplo, vuelvo del mercado cerca de
casa. Compré frutas y verduras por cuatro mil bolívares. Eso costaba
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un pasaje de avión ida y vuelta a Argentina el año en que llegué. Pre-
paro un jugo de sandía sin agregar azúcar, ya no se consigue.
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Lo bueno de la crisis es que se come sano.
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Día 2
La Cruz Roja de Curaçao se prepara para recibir posibles “refu-
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giados venezolanos”. Así empieza el día. Lo anuncia El Universal,
con citas del director del organismo internacional: “Si las cosas
siguen así, creemos que la gente va a tratar de huir de su país y
vendrán al nuestro. Por supuesto que no tenemos la capacidad de
ayudar a todos”.
No es la noticia principal. El asunto esta semana es que mata-
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ron al Picure y al Topo. El primero era uno de los delincuentes más
buscados. En su prontuario figura el asesinato de un inspector del
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Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas
(Cicpc), dos policías, el robo a la viceministra de Pueblos Indígenas,
el asesinato de cinco personas en una fiesta de quince –incluida la
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Justicia y Paz, luego de anunciar su muerte y la incautación de un
fusil M-16, un AK-47, dos fusiles automáticos livianos (FAL), dos
pistolas y una granada fragmentaria. A los dos días tuvo lugar un
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ataque contra la comisaría de El Callao, cercano al lugar de la
muerte del Topo, donde luego del fuego fueron recogidos ochenta
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casquillos de FAL y fusil R15.
Las noticias del Picure y el Topo son portadas de diarios, redes,
debates. El ataque a la comisaría no lo es, por lo alejado de la región
y porque desde hace más de un año los ataques a cuerpos de seguri-
lec
dad del Estado y sus instalaciones son periódicos. Tan solo en abril
se registraron: un ataque con granadas a la delegación principal del
Cicpc en la ciudad de Maracay, otro con disparos y granadas a una
comisaría en la misma ciudad, otro a una delegación del Cicpc en
plena Caracas, el asesinato de un integrante del Ejército y otro de
la Guardia Nacional. a
La ola recrudeció desde abril de 2015. El fin de semana del 26 y
27 de septiembre de ese año tuvieron lugar cinco ataques con gra-
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nadas a sedes policiales. Abrir un periódico y ver la noticia de un
atentado con granada forma parte de lo posible.
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* * *
lo
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Dos elementos interesan particularmente en estos momentos:
- El primero: “Si bien se está enarbolando el camino pacífico,
legal y electoral, ha crecido la convicción de que es necesario pre-
a
sionar con movilizaciones de calle, buscando fijar y paralizar a im-
portantes contingentes militares que tendrán que ser dedicados a
tur
mantener el orden interno y seguridad del gobierno, situación que
se hará insostenible en la medida en que se desaten múltiples con-
flictos y presiones de todo tipo”.
“El referéndum es la cobertura –así lo escribe Kurt–, no la es-
lec
trategia real”.
- En segundo lugar: “Con los factores políticos de la Mesa de
la Unidad Democrática hemos venido acordando una agenda co-
mún, que incluye un escenario abrupto que puede combinar accio-
nes callejeras y el empleo dosificado de la violencia armada”.
El empleo dosificado de violencia son el Topo, el Picure, ataques
a
con granada, el asesinato de un alcalde, de periodistas, militantes,
militares, desapariciones de dirigentes campesinos. También las
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acciones que se desprendan de los llamados de la derecha a descar-
gar su enojo en las calles, como el que prepara Capriles Radonski
contra el CNE.
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Día 3
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La noche del llano encierra todas las noches del mundo. Avan-
zamos en una oscuridad profunda, tenemos cuidado con los
animales que cruzan la ruta, osos hormigueros, cunaguaros, ser-
pientes. De lado y lado se extienden distancias de esteros y pas-
tizales, casas que empiezan el día antes que el sol, con el ordeño
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y el café recién colado. Atrás de nosotros queda Calabozo, San
Juan de los Morros. Suenan joropos, vallenatos, salsas, siempre
fuertes, como para ahuyentar una muerte que se ha instalado en
a
el corazón de los días.
Llegamos a San Fernando de Apure. Las calles están en calma,
tur
algunos gatos y perros mastican basura en la puerta del mercado
cerrado; las estrellas están donde tienen que estar. Estamos frente
al local de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ),
donde decenas de comuneros se preparan para viajar hacia Cara-
lec
cas. Mañana tendrá lugar la movilización convocada por Maduro
para anunciar la puesta en marcha del Motor de la Economía Co-
munal, uno de los quince que deben reactivar la economía. Será en
simultáneo a la convocatoria de la derecha para volver a intentar
llegar al CNE. Son días de muchas noticias: el presidente renovó el
estado de excepción y emergencia económica; Álvaro Uribe pidió
a
invadir militarmente Venezuela; hubo un ataque con disparos y
granadas a policías, que dejó un niño muerto y seis heridos en el
ar
barrio 23 de Enero, en Caracas.
—Mire, comando, en esta avenida fue el último acto de Chávez
en Apure –dice un compañero. Esa tarde de septiembre del 2012,
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meses, unos años; libre de todo esto después de haber hecho reali-
dad el proyecto de la patria que soñamos.
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Los barrios en el llano tienen casas bajas, con frentes verdes, naran-
jas, azules, amarillos casi fosforescentes, calles planas alargadas
por el sol. A esta hora de la mañana se escucha un griterío y un
camión con bolsas de comida. Es día de distribución casa por casa
y aparece un primer problema: la encargada bajó cuatro bolsas en
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casas de familiares suyos y todos se dieron cuenta. En la reunión se
había acordado que fuera una sola, a menos que vivieran más de
nueve personas en el hogar.
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Segundo problema: el camión se quedó sin gasolina. Esto se
soluciona fácil, todos empujan. Planilla, firma; entrega de bolsa
tur
con arroz, aceite, pasta, leche, harina de trigo, también de maíz,
y caraotas. No se logra resolver el problema de la encargada y los
escuálidos acusan a los chavistas, mientras los chavistas intentan
solucionar el asunto. Se decide reforzar la organización, así mismo
lec
redactar y firmar un pedido de revocación de la responsable, quien,
ante el problema, decidió seguir arriba del camión y ya está lejos.
—Se hizo la loca –me dice una vecina.
El día sigue en el galpón de la Empresa de Propiedad Social Ca-
bresteros de San Fernando; un equipo de personas organiza bolsas
de comida. Casi todo gira alrededor del alimento, el desabasteci-
a
miento y aumento de precios son un golpe diario al estómago. Los
combos que van a repartir son de varios tipos; algunos incluyen
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productos de higiene: pasta dental, desodorante, papel higiénico.
Impresiona ver esas pacas de arroz, harina y pasta. El contraste es
inmenso, comparado con los dos paquetes que se consiguen luego
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organización popular.
El modo de funcionamiento es el siguiente: la alcaldía obliga
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propiedad social.
Los resultados son buenos. En la oficina hay un mapa del munici-
pio con todos los puntos de distribución que tiene el Estado: Produc-
tora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (Pdval), Mercal, y el
Plan Comunal de Abastecimiento Seguro. Este último es el que im-
pulsa la empresa. Los precios no son subsidiados como en el Pdval,
27
sino que se los garantiza a su valor justo. Una bolsa completa cuesta
entre dos mil trescientos y tres mil quinientos bolívares, según los
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productos que contenga. Solo un litro de aceite revendido está en
dos mil quinientos bolívares.
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Cabrestero es quien arrea el ganado arriba del caballo.
* * *
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En la tarde se lleva adelante otra venta casa por casa. Se trata de un
Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), la forma
de organización impulsada desde el Estado con el objetivo de
garantizar que los alimentos lleguen a precio regulado, crear un
nuevo sistema de distribución ante la crisis, descomprimir miles de
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colas que se generan todos los días en todo el país. Una respuesta
ante un cuadro crítico que busca incorporar a las comunidades.
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Llega el camión de alimentos, la tensión es grande. El desabas-
tecimiento provoca angustia, miedo, rabia; presiona sobre el pecho
y la mesa. Descargan las bolsas para contarlas y organizar la re-
p
partición según el censo hecho por el CLAP. Debería ser una por
casa, pero pueden ser más debido al hacinamiento: es decir, varias
familias en una vivienda. Problema: se esperaban ciento cuarenta
lo
las zonas más golpeadas, con casas de adobe, de zinc, a orillas del
río. La gente pregunta si puede comprar dos o más bolsas, dinero
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La estrategia de desgaste sobre la revolución es clara: hacer de
cada acto del cotidiano una batalla, llevar el conflicto a los barrios,
a
empujar a los pobres a especular sobre los pobres, a acusar al go-
bierno, votar contra el gobierno; desandar lo que es el chavismo,
tur
una experiencia popular de organización, politización y moviliza-
ción. El punto central está hoy en la comida que no aparece, se re-
vende, se especula, se aprovecha. Por eso lo primero son los CLAP,
las experiencias nacientes en el país, como acá en San Fernando. Es
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urgente descomprimir las colas y hacerlo con un ejercicio de demo-
cracia participativa.
Importa resolver el problema y generar un avance político.
Día 4 a
—Mire, coplero, a nosotros nos va a tocar defender esta vaina; lo
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que se viene es candela y el pueblo no se va a dejar quitar nada –me
dice un miliciano.
El hombre impone respeto por su forma de pesar cada palabra
p
pampeanas.
—Vamos, coplero –me dice el compañero miliciano.
A unas horas de noche nos espera el borde del país.
Despertamos en Guasdualito, a media hora del río Arauca y del
cruce internacional. Es un pueblo que tiene llano en todo a su alre-
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dedor, un calor que presiona, una plaza Bolívar con cañas altas y
bancos frescos. Acá rige otro tiempo, otras lógicas. Caracas queda
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mensuales, hasta dos millones, solo vendiendo leche –dice el primer
compañero.
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—Tenemos que conformar los CLAP con la fuerza chavista
convencida, porque hay gente que quiere meterse solo porque se
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maneja comida –dice la segunda compañera.
—Se debe producir; no solo recibir, sino ser autosostenible y
distribuir –dice un tercer compañero.
En la ciudad, el kilo de casi todas las frutas y verduras llegó a
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mil bolívares. Un sueldo mínimo alcanza para treinta y tres kilos.
Se pasó de comer carne a pollo, patas de gallina y mucha verdura.
Los precios aumentan, ya no se consiguen los productos, los escon-
den, los revenden, contrabandean. Las carnicerías en Guasdualito,
zona ganadera, están vacías; la carne es traficada ilegalmente en
Colombia y revendida a precio mayor en el centro del país. La es-
a
trategia es empujarnos a la escasez que está programada. No hay
azar sino planes con acciones que desencadenan otras reacciones,
ar
ensayos de guerra. Existen generales invisibles; balas que no se ven,
pero matan; empresarios sin cascos, pero que desabastecen: un en-
tramado de golpes en simultáneo que buscan la asfixia. Estamos in-
p
* * *
culebras en los pastos, perros mojados que piden entrar a las ca-
sas, plaga como nubes que rodean el olor de esos perros; una niña
que va al colegio con uniforme, zapatos limpios, recuerdos de
inundaciones, disparos, abrazos de su madre y su padre, que tiene
como animales preferidos los monos, las mariposas y las jirafas.
Se llama María José y es una luz en la lluvia.
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Eso es lo que se ve.
Lo invisible es mucho más grande.
a
—Aquí todavía gobierna Chávez, compadre, la arquitectura
que dejó –dice un compañero.
tur
Tomamos un café antes de salir a la cantidad de reuniones que
nos esperan. La arquitectura es la unidad cívico-militar, las dos
partes fundantes. El Caracazo en 1989, desencadenante del ciclo
revolucionario, fue el único episodio solamente civil. El alzamiento
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de 1992 fue militar y civil, así como lo fue el rescate del presidente
en el Golpe de 2002, civil y militar. Chávez venía del campo y de
la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb). El imaginario
chavista está fundado sobre esa unidad; es imprescindible y un
equilibrio permanente. En la frontera se ve lo que no entra en el
mito. Cruzar a Colombia, paso cerrado oficialmente desde agosto
a
de 2015, cuesta diez mil bolívares ida y vuelta. Todos lo saben acá.
Existe el pedido de que las alcabalas estén compuestas por milita-
ar
res y sectores del pueblo organizado. Cuesta hasta el punto de que
se intentó y no se pudo. El asunto es complejo, la Fanb es leal y el
imperialismo, en estos tres años sin Chávez, no logró desprender a
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* * *
—Que pase lo que tenga que pasar, pero que pase ya, compadre
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–dice un compañero.
Hay siete cabezas de vaca y una de cerdo en el piso, huesos blan-
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31
—No se puede vivir guindando todo el tiempo, compadre –dice
el mismo amigo, apoyando el cuchillo.
Acaba de hablar Vladimir Padrino López, general en jefe de
a
la FANB, en cadena nacional. Todo está tenso, como a punto de...
“En este momento Venezuela está amenazada”, dijo Padrino
tur
López. Anunció la puesta en marcha de las noventa y nueve áreas
de defensa del país, del plan concebido en la nueva doctrina militar
bolivariana: militares y pueblo, a través de la Milicia Bolivariana,
son parte de la defensa integral.
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—Si se arma la coñaza van a soltar a los paracos y aquí no hay
más ley –dice una compañera.
La estrategia de infiltración de paramilitares tiene años. Pri-
mero en zonas de frontera y luego en todo el país, para disputar
territorios populares, asesinar selectivamente, inundar de insegu-
ridad el país, traer métodos de muerte desconocidos hasta hace
a
poco en Venezuela; el descuartizamiento, por ejemplo. Están ahí,
detrás de un puesto de café, de ropa, de televisores, en la calle.
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Observan, anotan, fichan. Son un ejército sin uniforme, uno de los
elementos centrales de la guerra invisible. Desgastan, preparan el
escenario, son una fuerza que actúa sin involucrar políticamente a
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Día 5
—Ponen a Maduro y a un mono y votan al mono, comando,
aunque se dé vuelta el país, lo único que quieren es sacarlo –di-
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Es el segundo día de despliegue del Plan de Ejercicio de Acción
Integral Independencia II; cuatrocientos ochenta batallones de
Cuerpos de Combate de la Milicia Bolivariana y doscientas no-
a
venta y siete formaciones especiales en conducción y apoyo naval
están desplegados en las noventa y nueve áreas de defensa integral,
tur
ubicadas en las veinticuatro zonas operativas del país. Son tres-
cientos cuarenta mil milicianos en total, según anuncia un mayor
general de la FANB.
Los milicianos llegan al centro de operaciones en motos, camio-
lec
nes; vienen del pueblo, del campo; como pueden, y muchos sin co-
mer. Algunos con uniformes milicianos, otros con botas de goma,
vaqueros, camisetas. Tienen edades desde la adolescencia hasta la
vejez. Son, en su mayoría, comuneros y mujeres, humildes todos. La
certeza del chavismo.
—Las mujeres somos capaces y guerreras; capaces de cosas que
a
los hombres no pueden –dice una de las milicianas. Todas asienten.
Los hombres también.
ar
Están reunidos cuatro batallones que hoy deben ponerse en for-
mación, pasar la supervisión, realizar prácticas de emboscada y
tiro. Es el tercer fin de semana consecutivo para algunos. La for-
p
mación es militar: botas que hacen ruido contra botas, pasos largos
para comenzar a marchar, cabezas derechas, brazos firmes, per-
misos para hablar y retirarse.
lo
33
* * *
a
—Profesores, obreros, médicos, abuelos, campesinos, todos debe-
mos ser milicianos; somos los que vamos a asegurar y resguardar
tur
nuestro propio territorio. En caso de una invasión nos defendere-
mos con armas y con inteligencia social. Una viejita en un rancho,
por ejemplo, que vive sola, puede decir con una seña si el enemigo
está lejos, cerca o ya pasó –dice el cabo primero.
lec
Las acciones principales de la Milicia están pensadas para
desgastar y resistir en el mismo territorio. Sin uniforme ni casco,
como una red de hombres y mujeres preparados integralmente
para informar, hostigar, sabotear, defender, infiltrar. De aparato
a aparato no se podrá ganar. Al lado se encuentra Colombia, con
uno de los ejércitos más grandes del continente, subordinado a los
a
Estados Unidos, que tiene allí siete bases militares. Los movimien-
tos revolucionarios no ganan en la confrontación arma contra
ar
arma, sino porque tienen la base popular, el código del pueblo que
permite la fuerza que el otro nunca tendrá. Así lo enseñó Rodolfo
Walsh. En esta guerra, el enemigo golpea sobre el pueblo para
p
34
Día 6
a
Vuelvo a Caracas luego de dos semanas fuera. Todo está más apre-
tado, tenso. Se habla de robos, homicidios, colas, más colas, nuevos
tur
precios oficiales que no se respetan. La pérdida de poder adquisitivo
sigue cada vez más grande. En el mes de mayo tuvieron lugar más
de cincuenta saqueos en el país, a supermercados, gandolas, alma-
cenes, etc. Son parte de la táctica de la oposición que busca desatar
lec
conflictos en zonas populares, llevar los ataques a nuestros territo-
rios. Si no pasó a escala mayor, es decir saqueos reales, es porque las
clases populares no lo quisieron así. Hay condiciones materiales,
pero no políticas. Por ahora.
Vivir de a muchos es una ayuda en este contexto: hacemos comi-
das colectivas, compartimos datos para comprar productos clave,
a
mensajes para avisar cuando llegan camiones al supermercado de
la esquina, sobre todo cuando traen pasta y arroz. Ninguno de no-
ar
sotros tiene más de lo que tenía al llegar. Al contrario. Un día se
deberá escribir la historia de los internacionalistas en Venezuela.
Me refiero a los centenares que pusieron y ponen cuerpos, horas,
p
calle, riesgos, sin pedir nada. Quedamos pocos, las condiciones son
cada vez más limitadas; cuesta, desde la visa hasta una habitación
para vivir. Muchos se fueron cuando murió Chávez, una tendencia
lo
35
* * *
a
Siguen las noticias de asesinatos de fuerzas de seguridad del Estado.
Primero un comisario jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia
tur
(Sebin), emboscado por ocho personas a las 9:30 p. m., luego un ex-
comandante general de la Milicia Bolivariana, mayor general Félix
Vázquez. Sucedió a las 12 del día en plena vía de Caracas, iba con
su nieta. Ese mismo día fueron asesinados cinco policías. Es parte
lec
de la estrategia del golpe prolongado.
—Comando, salimos esta noche para Barinas.
—Fino compa, ahí nos vemos.
—Vuelvo a armar el bolso: ropa, equipo de mate, computadora.
Dos días en Caracas nada más. Suficiente para pasear unas horas,
tomar unos cafés en la plaza Bolívar, ver en qué anda cada quién.
a
Es bueno salir de la capital, también regresar. Es cierto, todo ter-
mina temprano, está al borde de, pero la ciudad tiene un Caribe
ar
que atrapa y siento que hay un lugar para mí, pequeño, entero. Va a
ser difícil partir un día, como quien parte de verdad. Por ahora los
llanos y otro viaje de noche para llegar de madrugada. Venezuela
p
Día 7
so
36
viene por algún lado, de frente, de espaldas, por arriba; que viene
seguro y nadie sabe cómo pararlo. Y sonreír por el olor a café en
a
la taza de plástico rojo, la compañera que sienta a su hija sobre las
piernas luego de unas semanas sin verla, el agua que sale del pozo,
tur
el día que empieza desde la cima de la rama más alta con sus loros
y sus cantos.
* * *
lec
—La gente sigue siendo chavista, coplero, pero ya no le tiene con-
fianza al gobierno.
—Estamos asediados, compadre, y después del asedio viene el
asalto. Si estás anillado, empujas toda la fuerza a un punto del anillo
a
para romperlo.
Los compañeros están preocupados. Tomamos café en un lo-
ar
cal de Barinas, luego de una jornada de debate con comuneros de
ciento treinta y seis comunas del país. Es una militancia sobre todo
campesina, de base, de tierra en las manos, en la historia. Algunos
p
prenderlo, para acercarse a esa tensión que no crea, sino que anula.
No tienen la verdad absoluta, como nadie. Poseen sí, muchos, el
pulso de las calles de tierra, los cerros de ladrillos y laberintos, los
límites y potencias de la organización estratégica desarrollada teó-
ricamente por Hugo Chávez. También se equivocan: existen casos
de corrupción, falta de democracia. No podría ser de otra manera,
37
sus errores son de quien aprende a autogobernarse. En la reunión
de hoy se debatió al respecto: es necesario mejorar cualitativamente
a
las comunas. Quienes se oponen al empoderamiento no cometen
errores, esa es su concepción política, ideológica, económica.
tur
—A ellos no les duele –me dice un comunero de avanzada edad,
campesino, llanero de pura cepa.
No escribiría lo que escribo ni pensaría igual de no haber reco-
rrido y compartido en decenas de comunas durante estos años. En
lec
cada una encontré puertas abiertas, héroes anónimos más fuertes
que yo, que me invitaron un plato de sopa, un jugo de moringa, a
vivir lo que significa el chavismo: esa redención de los pobres por
sus propias manos.
Día 8
a
ar
En el centro de la mesa sirven arroz, sopa, arepas, pirañas y plá-
tanos fritos. Nos sentamos todos, mi libreta en el bolso, los mache-
tes a un lado, los botas con barro, algunas motos estacionadas,
p
también es nuestra.
—La idea es contar sobre la comuna, qué producen, cómo se
organizan –explico.
—Claro, hermano, vamos a ver los sembradíos y hablamos.
La comuna se llama Las Colonias del Viento; fue registrada
F
38
igual que el municipio Páez. En Apure hay ciento once comunas,
de las mil quinientas cuarenta y cinco registradas a nivel nacional.
a
—El alcalde es chavista, pero responde al Estado burgués –dice
un compañero.
tur
Avanzamos por el camino de tierra, entre plátanos y ajíes. El
compañero se agacha para juntar algunos y mostrármelos con or-
gullo, como quien sabe del trabajo, las adversidades, las lluvias y
soles que pasaron para lograrlo. Un ají es mucho más que un ají.
lec
—Me sumé a la comuna por Chávez, por el proyecto que traía
ese hombre. Hasta lo último vamos a luchar, porque él murió, pero
quedan sus planes –habla con firmeza.
Está parado sobre un campo seco, palo largo en mano para ha-
cer pequeños pozos donde irán las semillas de maíz; lo sigue un
perro de cerca, usa franela y gorra rotas, piel oscura, gastada. Su
a
problema principal es que no consigue los insumos para producir.
Ni él ni casi nadie en la comuna y en todo Apure.
ar
—No es tanto lo caro, sino que cae en manos de intermediarios
y bachaqueros –dice el compañero comunero.
Un saco de veinte kilos de semillas de maíz cuesta doce mil bo-
p
39
* * *
a
Se trata de un proyecto político que planteó apoyar desde el Estado
la propia deconstrucción de ese Estado para crear la institucio-
tur
nalidad comunal. Está escrito en leyes, programas de gobierno,
reflexiones de Chávez. “Se debe pulverizar el Estado burgués”, es-
cribió. Las comunas deben ser la forma principal de avanzar hacia
ese objetivo, territorializar el socialismo, materializar la transfe-
lec
rencia de competencias, recursos de las primeras instancias estata-
les a la organización comunal, a su gobierno y su economía. En Las
Colonias del Viento existen los órganos de autogobierno en pie: el
parlamento comunal, la asamblea general, el banco de la comuna,
el consejo de planificación, el de economía comunal, el ejecutivo.
La relación con las instituciones no siempre es mala. La comuna
a
le vende maíz a la planta procesadora de harina estatal A la Carga.
El problema es que el maíz ya listo para la arepa regresa de forma
ar
irregular. Por eso, entre otras cosas, pusieron en pie el mercado
comunal donde los productores venden o cambian su kilo a cuatro-
cientos bolívares, contra los mil doscientos del mercado paralelo.
p
Día 9
Caracas encandila. Estamos arriba, en el cerro, en uno de los
F
40
Pastora. Hay callejones de tierra, reguetón, bachata; escaleras an-
gostas hacia la derecha, la izquierda, arriba, zinc, ropa colgada de
a
las rejas de las ventanas, gente que saluda, baldes para transportar
el agua que generalmente falta; la sensación de que la ciudad está
tur
allá lejos. La ecuación es sencilla: cuanto más alto, más humilde.
La jornada de distribución de alimentos lleva varias horas. Las
bolsas fueron subidas a pie hasta el centro de acopio, donde los veci-
nos se acercan, firman la planilla y las cargan hacia sus casas. Es la
lec
primera jornada del CLAP acá.
—Esto es pueblo salvando pueblo –dice un compañero.
Los CLAP son el nuevo centro de ataque de la derecha. Si gol-
pean ahí es porque vamos bien. Tan bien como confirmar que los
últimos intentos de saqueos en Caracas fueron armados directa-
mente por la oposición. Uno de los compañeros estuvo en el ope-
a
rativo, donde el objetivo era explicarles a quienes esperaban en las
colas que de ahora en adelante casi todo sería vía CLAP. Un golpe
ar
duro al negocio de los revendedores, al plan de desgaste de la dere-
cha. Era también imprescindible despejar las grandes avenidas que
rodean el Palacio de Miraflores: la Sucre, la Urdaneta, la Baralt;
p
es nítido: 80% son mujeres con vidas duras, varios hijos, franelas
rojas gastadas, un bajar y subir sin tregua.
so
—En casi todas las casas que hemos entrado hay un afiche de
Chávez –dice una de ellas.
Existe un enemigo que todos reconocen: los bachaqueros. Mu-
chas veces son del mismo barrio, organizados en grupos, dedicados
a hacer colas; tienen arreglos con comerciantes y policías. Consiguen
F
41
gana? El mes de mayo fue el más duro; el ministro de Economía tuvo
que reconocerlo y afirmó que dentro de un mes la situación habrá
a
mejorado. Recuerda una declaración similar del año anterior, hecha
por el ministro de Alimentación que terminó involucrado en un caso
tur
inmenso de corrupción: la Operación Gorgojo. Sigue libre y en te-
levisión. Dicen los compañeros que junio y julio serán los meses más
difíciles, si llegamos a agosto estaremos casi salvados.
lec
* * *
Chávez murió demasiado joven. Eso quema cada noche como el sol
del mediodía. En lo alto del cerro encuentro muchas de las respues-
tas que busco. a
Con ellos me juego.
ar
Día 10
p
42
en la cola del Mercal. La matriz en las redes es la de acusar al go-
bierno, al chavismo, a Maduro.
a
Ya circula la información de cómo se organizan los actos que
buscan ser mostrados como saqueos espontáneos por el hambre.
tur
El nombre operativo es el de Comandos Tácticos de Saqueo y la
acción consta de varios elementos:
lec
información sobre el horario de llegada de los camiones, lo
que permite crear el rumor y la expectativa en tensión.
2. El grupo armado: está comprendido entre dos y tres perso-
nas que cargan armas de fuego y someten a quien deba ser
sometido –o lo matan, como al conductor en La Vega que no
quiso entregar el camión–. Este grupo cobra entre veinticin-
a
co y treinta mil bolívares.
3. Una célula de entre dos y cuatro hombres que tienen como
ar
tarea romper el cerco y llamar al saqueo. Son los segundos
en entrar al lugar. Cobran diez mil.
4. Los llamados azuzadores: cuatro o más personas, general-
p
43
en violencia; quieren saqueos, los organizan; necesitan ese quiebre
simbólico: el del pueblo alzado contra el gobierno. Es el sueño po-
a
lítico de la derecha. Hasta el momento no ha sucedido, quedan
márgenes de maniobra económica; el chavismo tiene una fuerza
tur
de identidad y política que permite resistir, y la oposición, aun con
la victoria electoral que obtuvo en diciembre, no representa una
alternativa, no tiene liderazgos, un país posible que mostrar.
Estamos a contrarreloj, una reserva es finita, se debe reponer.
lec
La dirigencia reconoce que mayo fue el peor mes. Los CLAP, que
ya son quince mil en el país, amortiguan la caída. A mi barrio toda-
vía no han llegado, y cada vez vienen menos productos regulados
y necesarios –harina, pasta, arroz–. Para comprar en la bodega
privada se debe hacer la cola a las cinco de la mañana, conseguir
uno de los doscientos números que se dan a las seis, y esperar toda
a
la mañana por si llega algún camión con la mercadería esperada.
La semana pasada vino uno. Conversando con un compañero a
ar
quien el CLAP le llegó dos veces, decidimos hacer un trueque: un
desodorante por un kilo de arroz, el oro blanco.
p
* * *
lo
44
Día 11
a
Petare es el barrio más grande del continente, así dice el mito. Allá
hubo focos de violencia como parte de la estrategia en curso. Decido
tur
ir a ver lo que sucedió, la información se consigue muy arriba o muy
abajo, en los medios casi nada. Tomo el bus –para variar, a ritmo
de salsa erótica– en la esquina de mi casa, casi un punta a punta
caraqueño, del oeste popular hasta más allá del este. En el trayecto
lec
están las zonas de clases medias, altas, edificios de vidrios oscuros,
hoteles, palmeras elegantemente colocadas, maiameras. A la iz-
quierda, es decir el norte, durante todo el recorrido está el Ávila;
imponente, dice lo pequeño de uno, lo inmenso del país, recuerda
que detrás de él está el mar que siempre regresa. El paisaje humano
es invariable: motos de a montones, carros con nubes de humo
a
negro, murales de Chávez/Maduro/la revolución; consignas de
campañas pasadas, algunos esténciles de Leopoldo López; puestos
ar
de venta de frutas, verduras, chicharrones, discos; colas en puertas
de establecimientos con paraguas para taparse del sol.
—La gente está cansada, vale –dice una adulta mayor que se
p
45
Vi lo que se ve a primera vista, sigo. En esta guerra importa lo
invisible.
a
tur
* * *
lec
a los bachaqueros; les conviene venderles un kilo de azúcar a mil
quinientos y no venderlo a precio regulado al pueblo –dice una
compañera que sabe de lo que habla.
Es comunera, trabaja en una empresa de propiedad social a
unas cuadras del metro. Fue inspectora popular para fiscalizar y
controlar la reventa. Conoció el poder de las redes de revendedores
a
de Petare.
—En la cola te pueden acuchillar, o si te ven al día siguiente te
ar
matan –afirma.
Hacía dos años que no iba a la empresa de la comuna Aguerrido
Tamanaco. Ahí escribí una de mis primeras crónicas en diciembre
p
46
lugar está algo caído, no hay dinero para arreglar filtraciones, pero
es de ellos, de su lucha, de su esfuerzo diario, de su trabajar hasta
a
las diez de la noche para terminar las entregas; de saberse parte del
proyecto de Chávez.
tur
Están preocupados por los hechos de violencia de la semana
anterior, reseñados por toda la derecha como saqueos espontáneos
del pueblo hambreado.
—Esto no fue saqueo, fue delincuencia y vandalismo. Destro-
lec
zaron locales, golpearon a comerciantes que los dejaban entrar, se
llevaron máquinas; había grupos de motorizados que animaban y
daban vueltas, gritaban “saqueo, saqueo”, y los camiones venían
con las puertas sin seguridad para que pudieran abrirlas –dice la
compañera–. Y algo más: dos casas comunales fueron destrozadas,
también una referente comunal fue secuestrada.
a
En Petare hay veintiocho comunas registradas. La guerra se
despliega en el territorio, afina la mirada. Como una disputa de
ar
posiciones, balas, bandas que toman espacios, buscan acorralar
los lugares comunitarios. Quedamos en grabar un video sobre una
jornada de CLAP. Ya hicieron una y el resultado fue bueno en la
p
Día 12
F
PD
Hay basura en los árboles, las esquinas, las cunetas, los canteros,
los cordones que separan las manos de la avenida. Basura reven-
tada, basura vieja, basura desguazada, basura que deja olor en to-
das partes, basura apilada. Y gente que vende jugos, camina, pone
un puesto de chicharrones, otro de frutas, hace sus cosas. Valencia
es gobernada por la oposición. Imagino, le digo al compañero que
47
maneja, que se podrían armar unas protestas para lograr que la ba-
sura sea recolectada. Me equivoco, la apatía se apoderó de muchos.
a
También me equivoco al pensar que el gobernador chavista vaya a
hacer algo chavista, como acercarse a buscar soluciones, construir-
tur
las desde la lógica ya conocida de paralelear: construir un gobierno
paralelo que dé las respuestas que no da el de la oposición.
—Por aquí no viene el gobernador, y cuando viene llega con
muchos carros, se baja unos minutos y se va –dice el compañero.
lec
El exalcalde, chavista, está preso por corrupción. Proceso la in-
formación mientras vamos en el carro, hace mucho calor, mi ven-
tanilla está rota y el olor entra a ráfagas. Estamos en la parroquia
Miguel Peña, zona sur, popular. En el norte no hay basura, me
dicen. Quien quiera sacarla acá debe contratar un servicio privado.
¿Quién puede en esta época? Estamos de paso, vamos más al sur,
a
a la Comuna Agropecuaria Negro Primero –en homenaje a ese
hombre que peleó, como pocos, junto a Simón Bolívar–. El paisaje
ar
es verde, inmenso, de cerros, caminos pequeños, racimos de selvas,
valles, flores, lianas, pájaros, casitas acá y allá. Algo de paraíso.
La comuna fue la primera registrada en el estado a principios de
p
48
renuncié a mi oficio de cronista en el ministerio. Las gestiones que
siguieron no estaban interesadas en narrar el protagonismo popu-
a
lar. Se volvió, como en casi todas las prensas ministeriales, a escribir
notas sobre el ministro.
tur
El objetivo del encuentro de hoy en la Negro Primero es llevar
adelante un taller de formación y realizar una autocrítica sobre la
construcción de las comunas: en qué se falla, qué errores se come-
ten, cómo solucionarlos. Los problemas, se sabe, no vienen todos de
lec
afuera. Reconocer los propios es a veces lo que más cuesta. Se habla
del problema de dirigentes que se alejan de las bases, de las asam-
bleas en los territorios, de compañeros que buscan la comuna sola-
mente para cuestiones materiales y se alejan al ver que no aparecen.
—¿Las contradicciones del dirigente en la comuna se parecen
a las contradicciones de la dirigencia de la revolución? –pregunta
a
un compañero.
El historiador francés Marc Bloch, autor de La extraña derrota,
ar
un libro biográfico que narra la derrota francesa ante los alemanes
en la segunda guerra mundial, escribe que los dirigentes militares
eran parte de una sociedad, de un cuerpo histórico en una época
p
49
fuego, que en el llano extravía a la gente por la noche, ni en ninguno
de esos cuentos. Aquí hacen falta dirigentes que hagan lo que hay
a
que hacer” –dice otro.
Lo malo vuelve, lo malo se puede romper. Cenamos sardinas
tur
con casabe y mango de postre. Conversamos sobre las preocupa-
ciones que tenemos, las dificultades materiales de la militancia
–más duras en el interior del país que en Caracas–, la necesidad
de armar estructuras económicas para aguantar tanto coñazo que
lec
viene en manada para quebrar los días.
En este mismo momento otros se enriquecen, arman nuevos
negocios de la crisis.
¿Quiénes son esos otros?
Día 13
a
ar
El plan en la casa es comprar pacas de pasta, arroz, lo que se
consiga. Hacer una inversión de muchas y tener varios kilos. Los
precios suben, se gasta más y se vuelve con menos. La institución
p
pasta, el arroz, el aceite, el café, la leche, los huevos y los pollos; son
otras tres las responsables del abastecimiento de pañales, papel
higiénico, dentífrico, jabón y toallas; y unas diez más para los
medicamentos. Esos son los productos que faltan, una evidencia
de quiénes conducen el ataque, de la estructura concentrada de
F
50
demás es política y escribir, que es hacer política. Recorro, escucho,
converso; intento unir los puntos para narrar, ordenar y transmitir.
a
Más que descubrir lo oculto, se trata muchas veces de relacionar las
cosas para construir conclusiones inestables. Se trabaja por aproxi-
tur
maciones: cuanta más información, más posibilidad de no equivo-
carse. Existen dos maneras de obtener informaciones: por lo bajo,
en los territorios; o por lo alto, con la dirigencia. Es casi imposible
saber qué sucede solo con periódicos y redes sociales.
lec
No se sale mucho en estos días por falta de presupuesto, en-
tonces escribo, leo, hablo con los compañeros de la casa, miramos
la Copa América, compartimos recetas con cada vez más frutas y
verduras. Mi habitación no tiene mucho: la valija de mi bisabuela,
reservas de comida en una mochila, algunos libros –perdí la manía
de acumularlos–; fotos de la infancia, mis viejos, mis hermanos,
a
mi tía Diana; una bufanda de los años de protestas en Argentina
colgada en la pared, y un ventilador para espantar los mosquitos.
ar
Estoy poco en Caracas, cada semana voy para algún estado. Son
muchas horas de carro, noches en casas de compañeros, debates
interminables, tragos de cocuy de vez en cuando, un país que me
p
Día 14
so
51
Pasamos por la refinería del estado Anzoátegui. El paisaje es
seco, con cactus, monte árido, polvo, lagunas con flamencos rosa-
a
dos, el mar a la izquierda, mariposas amarillas y blancas en todas
partes. El destino es Cumaná, el primer punto continental al cual
tur
llegó Cristóbal Colón, quien al arribar pensó que estaba en el pa-
raíso, y desató infiernos.
Llegamos a las nueve de la noche, la ciudad está casi desierta, se
ven policías en muchas partes, algunos vecinos en las veredas, los
lec
restaurantes cerrados. Todavía se sienten los efectos de la violencia
que fue presentada como saqueo por la derecha, versión que adop-
taron algunos compañeros. Uno de los objetivos es averiguar qué
sucedió. Nos dan un primer dato: algunas comunidades, consejos
comunales, defendieron el Mercal y varias bodegas ante los destro-
zos que se desataban en toda la ciudad y sus alrededores, dirigidos
a
por grupos de motorizados armados; una violencia en movimiento,
de golpes rápidos, desencadenantes de más violencia.
ar
* * *
p
del Golfo de Cariaco, uno de los paisajes más lindos del país: mar
Caribe, aguas calmas y transparentes, muelles, barquitos de pesca,
so
52
compañero sale a encarar para negociar, lo acompaño; caminamos
diez minutos hasta llegar al lugar de la tranca, el pedido público es
a
un camión de alimentos, el método son unos troncos sobre la ruta
angosta y unas treinta personas. Dejan pasar de a cinco carros cada
tur
cierto tiempo. Indagamos, el que lideriza la tranca es un dirigente
local de la derecha. No se identifica como tal, la táctica es impulsar
cortes de ruta y presentarlos como espontáneos. Es la estrategia del
desgaste, unida a los robos de camiones de alimentos y los hechos
lec
masivos, como ocurrió en Cumaná. Pasamos luego de una hora y
media. Llegamos a otro corte de ruta, esta vez por agua, siempre
con troncos. Llevan cinco horas, ninguna autoridad apareció. ¿No
debería acercarse el alcalde chavista a conversar y descomprimir?
Pienso en el pantano estatal, la falta de iniciativa, esas cosas. La
acción es entre improvisada, armada y confusa. A la hora pasamos,
a
se nos hace tarde. Lo bueno es que por la noche no debería haber
tranca por manifestaciones en las vías. Sucre parece ser el tubo
ar
de ensayo de estas semanas, de lo que se quiere replicar a nivel
nacional: una dinámica de acciones locales, luego centralizadas,
violentas, planificadas, anónimas, y así sucesivamente.
p
53
* * *
a
—Teruggi, ¿sabes lo que significó que Chávez dijera poder armado
del pueblo?
tur
Es la primera frase que encuentro al abrir la libreta. Anoto y
anoto diálogos, ideas, debates. Es una época en la que emergen
conclusiones, muchas son duras, ninguna mueve la certeza: Chá-
vez tenía razón, su estrategia era la correcta. La comuna, siempre
lec
la comuna, el poder popular, el autogobierno. No le dieron los tiem-
pos. Quién podía pensar que se iría tan rápido.
—Esta es una crisis política que se manifiesta en lo económico
–dice un compañero.
La reunión es con la militancia de la Corriente Revolucionaria
Bolívar y Zamora, así como de las comunas reunidas; hace falta
a
reagrupar fuerzas, unir lo disperso, prepararse para lo que está por
venir, lo que ya llegó, como la violencia de Cumaná. Acá nadie le
ar
dice saqueo, se refieren a vandalismo organizado. Algunas conclu-
siones sobre los hechos:
p
54
almacenes la gente entraba, robaba, volvía a su casa a dejar
las cosas y regresaba nuevamente por algo más.
a
5. Se vio a policías robando. La situación se controló con los
refuerzos venidos de los estados vecinos. En ese escenario –su-
tur
mado a la realidad material– todo invitaba a robar.
6. Arrestaron a cuatrocientas cincuenta personas, de las cuales
varias eran buscadas por robos, homicidios, etc. Son pocos
los autores intelectuales detenidos. Entre ellos está un exdi-
lec
putado chavista y exdirector regional del organismo encar-
gado de fiscalizar.
55
Día 15
a
La frontera con Colombia, lugar donde se juega una batalla que
desequilibra. En 2014, según declaraciones oficiales, el 40% de los
tur
alimentos se iba de contrabando para el otro lado. El tema está nue-
vamente en el debate público; se habla de una próxima reapertura
luego de casi un año de cierre, una reunión entre las cancilleres,
declaraciones cruzadas, shows comunicacionales montados por
lec
la derecha, una tensión diplomática de alto voltaje; una realidad
hecha de mitos, especulaciones, silencios. El desconocimiento pú-
blico sobre lo que sucede es inmenso.
Voy nuevamente hacia allá a comprender más subterráneos.
Me acompaña un compañero que fue fiscal del Instituto para la
Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios (In-
a
depabis) entre 2010 y 2014. Lograron, entre 2012 y 2013, detener
varias gandolas, armar una red de inteligencia institucional-po-
ar
pular. El precio fue alto: dos compañeros del equipo fueron sica-
riados. Vamos a El Amparo, donde está el puente internacional
que desemboca en Arauca, Colombia.
p
56
4. El cruce es en canoa, chalupa y bongo; este último mide cin-
cuenta metros de largo y cuatro metros de ancho.
a
Anoto en la libreta mientras entramos al pueblo de calles y casas
tur
humildes. Primer detalle: los negocios están llenos de mercancías;
lo importante es lo que no se ve. En la calle que da sobre el río to-
das las casas tienen portones de unos cuatro metros de alto: ahí se
almacena lo que se va a pasar. Varios negocios tienen el fondo de
lec
comercio que da directamente sobre el río. En el pueblo hay zonas
de estacionamiento para que las gandolas esperen la llegada de la
noche; los mayoristas son nocturnos, los minoristas cruzan de día.
—Esto es una sociedad de cómplices: el que no es gasolinero es
contrabandista, el que no es contrabandista es bachaquero, el que
no es bachaquero es narcotraficante, y el que no es nada de eso es
a
familia de alguno de ellos –dice el compañero–. Quien se meta
contra esa sociedad paga los costos, los dos fiscales son una muestra
ar
clara. No fueron los primeros.
—Aun cuando fue una buena decisión cerrar la frontera por lo
que se estaba planteando, hoy por hoy lo que hicieron fue un daño
p
* * *
57
El lado colombiano tiene, por su parte, un actor central: el po-
derío articulado del expresidente Álvaro Uribe, quien reconvirtió
a
al paramilitarismo en bandas criminales y contrabandistas. El eje
fronterizo colombiano se transformó en un nudo central de la gue-
tur
rra contra Venezuela; el gobierno legalizó las casas de cambio para
devaluar el bolívar, autorizó a las gasolineras para vender com-
bustible contrabandeado, y dejó las compuertas abiertas para la
entrada de todas las mercancías ilegales. Los pueblos de la frontera
lec
colombiana dependen del contrabando, cuando la frontera fue ce-
rrada el impacto fue inmediato en la vida económica de lugares
como Cúcuta. Aun con las críticas y debates planteados, es cierto
que existieron golpes al contrabando; lo reconoce la misma BBC
británica. En un reportaje hecho en Cúcuta vieron cómo las ven-
tas en gasolineras habían aumentado –por la baja de botellones de
a
gasolina vendidos en la calle– y los mataderos colombianos habían
comenzado a trabajar más –menos ganado venezolano.
ar
Resulta difícil saber números. ¿A quién pedírselos? No los hay.
Como en muchas cosas, se trata de juntar datos dispersos, hablar
con compañeros que conocen los laberintos, desarrollar instinto
p
58
a
tur
ec
URBANISMO CIUDAD TIUNA
FOTO: MARCELO VOLPE
r al
pa
Día 16
Algunos lugares cargan el tiempo de Chávez. Ciudad Tiuna, por
lo
con sus canchas al pie, sus consejos comunales, su bien hecho. Ahí
viven varios compañeros, una amiga de Telesur que se acaba de
mudar. Logró comprar el combo Mi Casa Bien Equipada: nevera,
cocina, aire acondicionado, televisor y hasta calentador. Todo ac-
cesible, plan de gobierno. Le falta lo demás, de a poco. Los precios
F
adelante.
El asunto es y será siempre el techo propio. Y eso ya está.
Pintamos su departamento de noche. El barrio chino de Ciudad
Tiuna –así llamado porque fue construido por empresas chinas–
atesora la calma que no tiene Caracas en su día. Solo una bachata
llega desde un edificio cercano. Eso es silencio en Venezuela.
59
Pintamos de blanco la cocina, el comedor; cuidamos cada gota
de pintura. Piensa en pintar una pared de algún color, siempre es
bueno en una casa. Tiene algo de miedo al mudarse: significa ale-
a
jarse de la casa donde vive con la madre, el hermano, la cuñada
y el sobrino. Los hogares son así en Venezuela, se multiplican las
tur
familias dentro, los cuartos hacia arriba cuando se puede; hablo
de las barriadas, los ricos siempre multiplican casas. Alquilar es
imposible, la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) es una
dignificación masiva. Irse es una libertad, y es también más soledad
lec
en una ciudad sola y en lucha por la comida.
Caracas se ve grande en su noche. Falta poco para el primero
de septiembre, fecha elegida por la derecha para su #TomaDeCa-
racas. Hace días que se habla de eso, como un rumor que crece,
se expande por mensajes de Whatsapp; conversaciones cruzadas,
datos que se recopilan, hipótesis que se arman y se descartan. Pa-
a
rece seguro que necesitan armar un río revuelto, instalar la matriz
de una crisis humanitaria para desencadenar mayores sanciones
ar
norteamericanas. El plan todavía no da frutos y todo indica que el
referéndum para buscar la revocatoria de Maduro no tendrá lugar
este año. Van a volver al intento callejero que no lograron reacti-
p
* * *
so
60
La insurrección soñada no parece posible.
—En este país los que tumban gobiernos son los barrios y los
militares –dice un compañero.
a
Mientras hablamos llegan imágenes del golpe de Estado institu-
cional contra Dilma Rousseff. Es el tercer golpe que veo en directo,
tur
el primero fue contra Manuel Zelaya en 2009, el segundo contra
Fernando Lugo en 2012. Ese último también lo había visto por te-
levisión en Caracas, en un restaurante de Bellas Artes, con la mujer
por la cual me vine a Venezuela. No imaginábamos en esos días
lec
que podría suceder en Brasil, ni que gobernaría Mauricio Macri en
Argentina. Nos quedan pocos aliados, el ALBA a nivel continental:
Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua. El anillo estratégico.
La derecha saldrá envalentonada con las ganas de tumbar de
2014, de guarimbas y fuego. Hay odio de clase/político acumulado.
Sin ese elemento no se puede comprender el enfrentamiento, sus
a
lógicas profundas. Los grupos entrenados para la confrontación
vendrán mañana, así se dice, como se dicen tantas cosas en las horas
ar
previas. Ya hay un mito “1S” que se arma y desinfla a cada hora.
Iremos a la marcha de los escuálidos con dos compañeros, necesita-
mos la información de primera mano, ver cómo se mueven, cuántos
p
¿Vuelve el fuego?
so
Día 17
Nos vamos al este de la ciudad, a meternos en la boca escuálida.
Somos tres: Roberto, chileno; Katy, apureña; y yo. Vamos a la zona
F
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mayoría es gente de plata; blanca, rubia, elegante, deportiva, cool, y
buena hasta que desea matar a un chavista. También se ha sumado
a
gente de los barrios.
—Che, ¿esta gente dónde vive que no la veo nunca en Caracas
tur
ni en el país? –pregunto.
—Solo la vas a ver aquí y en las telenovelas –me dice mi amiga.
—Mira, soltaron el zoológico –le dice una señora de sombrero
blanco, estilo inglés, a otra igual de emperifollada. El zoológico son
lec
unos jóvenes de barrio, piel oscura, que están ante la misma tarima.
Nos quedamos un rato en la movilización opositora, el calor
arrasa. Los dirigentes de la MUD que hablan son como su base
social: adinerada, alejada desde siempre de las clases populares. Pa-
sado el mediodía nos vamos a la concentración del chavismo sobre
la avenida Bolívar. El contraste es inmediato, en la música, la ale-
a
gría, los colores de piel, las formas de caminar y de hablar. Las bases
sociales movilizadas son una evidencia del corte de clase. Como
ar
dice una pared de mi barrio: el peo es de clases. Somos muchos
y es la quinta movilización seguida. La política tiene una dimen-
sión callejera, de demostración de fuerza, y si hoy la derecha puede
p
62
paso que tienen pensado, suelen tener más capacidad cuando ope-
ran desde el anonimato del ataque económico que al exponerse,
a
porque sienten que existe la posibilidad de un desenlace. Parecen
pensar que esas condiciones están dadas. La derecha –siempre es
tur
bueno recordarlo– tiene esa capacidad sorprendente de dispararse
a los pies: acumula fuerza y luego la pierde por sus inconsistencias,
peleas internas, lecturas erradas de la sociedad, los tiempos políti-
cos. Cometen errores cuando salen en ofensiva y se exponen.
lec
* * *
Salú.
so
Día 18
Los ricos viven en zonas donde no se puede ir en transporte pú-
blico. Están escondidos, solo van algunos buses para que lleguen
F
63
de rejas; rejas que cierran la entrada a casas grandes, mansiones,
réplicas de la Casa Blanca, entradas largas, helipuertos en los jar-
a
dines, perros lindos y asesinos, campo de golf Lagunita Country
Club, calles vacías. Maneja Cecilia Todd, nos enseña esta zona
tur
donde se concentra gran parte del odio contra el chavismo, con-
tra los pobres, donde en 2002 censaban a cada vecino para saber
cuántas armas tenía en caso de que se acercaran los chavistas. Son
tan extranjeros en su tierra como violentos, tan película de Miami,
lec
convencidos de una superioridad portada en los apellidos y las
caras desde hace décadas y siglos.
—¿En qué trabajan los ricos en Venezuela? –pregunta un
compañero.
Tienen negocios, inversiones, inmobiliarias, porcentajes en el
extranjero, ingresos en dólares, asuntos que se pasan de padre a
a
hijo, que vienen –como casi toda riqueza en este continente– de
crímenes originarios. Nuevos ricos nacidos del petróleo, familias
ar
oligárquicas de siglos, amos del valle. ¿Trabajar como quien tra-
baja? Eso no. Si un día retoman el poder político directo serán san-
guinarios. Cargan odio desde que comenzó la revolución. Odio y
p
64
a
tur
lec
a
par
lo
so
F
PD
a
“Una de las más hermosas frustraciones de mi vida fue no haberme
quedado a vivir en esta ciudad infernal”, escribió Gabriel García
tur
Márquez. Simón Bolívar la nombró en una oportunidad “la infe-
liz Caracas”. La actual Caracas no es ninguna de las dos, tampoco
la que se encontró Hugo Chávez en sus primeros días de gobierno.
Las zonas exclusivas continúan como marca de la riqueza, pero las
lec
modificaciones fueron grandes: se recuperaron espacios públicos,
parques, plazas, bulevares, teatros, vida; se construyeron muchos
otros desde cero; se peleó Caracas para democratizarla, darle una
planificación, terminar un espacio inconcluso desde su fundación.
El chavismo está en las marcas de la ciudad, en edificios de la Gran
Misión Vivienda Venezuela, urbanismos enteros, murales, pintadas;
a
puntos de venta de café, chocolate, comida; teleféricos que suben a lo
más alto de los barrios de San Agustín y Petare. Más desteñido que al
ar
llegar en 2013, pero ahí, siempre ahí, contra el sol que borra, la crisis
que enflaquece, las miserias propias, la guerra que recrudece.
Caracas es una superposición de infiernos heredados con políti-
p
una ciudad, las marcas que deja en nosotros este tiempo que no
perdona la inocencia y pide jugarse hasta el nocaut.
so
Día 19
El país se abre plano, como pampa, antes de llegar al Orinoco.
F
invierno, los esteros están bajos, las vacas calmas, y los animales
esperan que caiga la noche para salir: caimanes, chigüires, lapas,
cunaguaros, osos hormigueros; lo que no se ve. Siempre lo que no
se ve: la guerra, la plusvalía, lo que está por venir. Vamos por la
ruta que se abre derecha, con curvas alargadas, algunos puentes,
y cuatrocientas mil hectáreas que fueron entregadas a los pueblos
66
indígenas por la revolución. Tampoco se ve. No hay alambres que
separen parcelas, carteles que lo indiquen; ahí están, nos obser-
a
van mientras avanzamos en auto y el compañero dice que ahí se
quedaría a vivir de viejo, frente a ese río transparente, con ese
tur
horizonte en las manos.
El río Orinoco separa Apure de Amazonas. Subimos el auto a
la chalana para cruzar, quedamos de pie en la parte de adelante,
silenciosos, América es inmensa.
lec
Del otro lado algo cambia. Algo enorme, prehistórico. Co-
mienza un paisaje de tierra roja, racimos de selva, piedras negras y
gigantescas, puestas sobre la superficie como si una mano hubiera
arrojado desde el cielo puñados de meteoritos. El río corta el país,
sus formas, la manera de respirar. Hay algo mágico, de una época
lejana, que llama desde muy adentro. Al borde del camino hay
a
comunidades de indígenas Jibi, Piaroa, Baré, Warao, y más –son
unos veinte pueblos en Amazonas–, con casas de la Gran Misión
ar
Vivienda Venezuela, que a la fecha ya llegó a 1.150.000 vivien-
das entregadas. Amazonas parece fuera del imaginario nacional,
caído del mapa. Pasamos la noche en Puerto Ayacucho, capital del
p
del cual no sabemos mucho antes de llegar. Son familias que se fue-
ron de la ciudad al campo, siguiendo el mensaje de Hugo Chávez.
so
Comunas.
—Escuchamos a Chávez llamar a la siembra y pa’llá fuimos
–dice Santiaga, cuando nos subimos al taxi entregado por el
gobierno. Santiaga es una mujer de unos sesenta años, lleva seis
viviendo donde nos lleva. Es de las más antiguas. El viaje sigue en
moto a partir de la entrada del consejo comunal Mata Gorda; el
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carro bajo no puede adentrarse mucho más. Lo que hay frente a
nosotros no es una inmensidad común, es un paisaje ondulado con
a
pasto amarillo, cortado por piedras gigantes unas arriba de otras
con hilos de ríos que descienden de sus cimas; algunas parecen
tur
pedazos de montaña cubiertas de selva, palmeras, lianas. Andar
en moto por esos caminos es parecido a la libertad. Hay vacas,
caballos y cerdos sueltos; mientras en los ríos viven monos tití. Si
se mira atentamente se pueden ver pisadas de jaguares. De eso me
lec
habla el chico de quince años que maneja, así como de historias
de guerrillas, ajusticiamientos, mototaxismo para ganar unos
bolívares, y lo que ya es su oficio: el trabajo de la tierra.
Estacionamos en la puerta de una casa, bajo el techo de palma;
la señora cocina casabe, los chicos corren y el hombre nos lleva
hacia sus tres hectáreas sembradas. Nos adentramos en el conuco,
a
una parcela con producción diversificada: tienen yuca, plátano,
topocho, auyama, ají, maíz y arroz –que no se produce en Ama-
ar
zonas, prueban y funciona–. El hombre camina rápido, no frena,
tiene el orgullo de su trabajo, su esfuerzo que le da de comer a su
familia de catorce hijos.
p
uñas, sudor. El trabajo es duro bajo ese sol y ese calor que se pega
hasta en la lengua. Cómo no tener su orgullo y felicidad de niño.
Lleva cinco meses trabajando ahí, es de los más nuevos. Su casa
también fue entregada por la Gran Misión Vivienda Venezuela.
La historia es la siguiente: siete años atrás, las tierras, unas
F
68
conucos y hoy tienen cuarenta hectáreas produciendo, más el
ganado. Crecieron sin apoyo de nadie y son soberanos, autónomos
a
económicamente: una rareza en Venezuela donde casi todas las
experiencias tienen una dependencia del financiamiento estatal.
tur
Se insiste sobre eso en la asamblea a la que asistimos: cómo con-
seguir financiamiento del Estado sin dañar el modelo que crea-
ron; conservar poder sobre las semillas, los abonos, la forma de
producción colectiva y diversificada. No entrar en la misma lógica
lec
de dependencia económica que se traduce en política. Lo que tie-
nen es mucho, en particular, desde una hipótesis de una pérdida
de gobierno. Es necesario pensar esa posibilidad para organizarse,
construir las defensas, las estrategias económicas, los planes b, las
reservas para frentear lo que vendría. En Mata Gorda tienen res-
puestas construidas. a
—Si el imperio llega a tocarnos va a querer hacernos esclavos;
esa es la opinión de todos nosotros, por eso nos ves haciendo todo lo
ar
que hacemos –dice Santiaga.
p
Día 20
Regreso a Caracas luego de tres semanas fuera. Catorce horas de
lo
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¿Se podía hacer otra cosa? Cada uno tiene su valoración. Es di-
fícil una buena salida cuando se está contra las cuerdas. Creo tam-
a
bién que se podría haber evitado estar en esta casi total defensiva.
—Comando, Maduro está resistiendo a una guerra más arre-
tur
cha que la que le hicieron a Chávez –dice un compañero.
Si en lo económico parece existir un equilibrio inestable en al-
gunos sectores –el farmacéutico, en cambio, sigue sin mejoras–, en
lo político la pelota vuelve a acelerarse con furia: la recolección de
lec
firmas para el referéndum revocatorio para sacar a Maduro fue anu-
lada una semana antes de su inicio. El argumento legal y real dado
por el CNE es que ha existido fraude en la recolección del 1% inicial
–aquel con el cual se hace el pedido–, donde firmaron muertos y se
detectaron otras irregularidades como firmas sin huella y nombres
sin cédula. El asunto, se sabe, es que existe una tensión permanente
a
entre lo legal y lo legítimo. Lo legal es cierto, la legitimidad, en cam-
bio, es poca. ¿Cómo lograr que no parezca un temor del gobierno a
ar
medirse en las urnas, una jugada programada para anular un dere-
cho constitucional, una artimaña para quedarse en el poder? Es un
catalizador, la derecha anuncia que es un golpe de Estado que no
p
Día 21
F
70
por la calle de la gloria, a ellos que vienen de lo más rancio del
pasado, el presente; hombres de la burguesía, acostumbrados al
a
poder, a mandar, a dominar. Visten de negro, de traje, de gris, de
resentimiento acumulado.
tur
Anuncian el crimen con orgullo: enjuiciar a tres de los cinco
poderes del Estado, incluido al mismo presidente, a quien acusan
hasta de abandono de cargo porque está de gira internacional por
los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
lec
(OPEP). Llaman a la FANB a no obedecer órdenes del gobierno.
Huelen que pueden, son resoluciones similares a las tomadas por el
poder legislativo en Chile días antes del bombardeo a la Casa de la
Moneda. El martes habrá movilización del chavismo, sesión de la
AN (Asamblea Nacional) para ir contra el presidente, y el miércoles
será la movilización de la derecha. Su base social festeja la inminen-
a
cia de la confrontación, de la salida del régimen –sin saber cómo–.
Capriles Radonski, que en abril de 2002 entró por la fuerza a la Em-
ar
bajada cubana, anuncia que no descarta ir al Palacio de Miraflores.
Todos acá saben lo que eso significa. Los llamados dicen que la cosa
va en serio. Están lanzados.
p
* * *
lo
71
* * *
a
El lunes amanece como una especulación. Es hora de llamados,
conspiraciones, lectura de los impactos internacionales. La dere-
tur
cha parece fuerte, la Organización de Estados Americanos (OEA)
le responde a coro y el continente está en su peor momento desde
los últimos quince años. En cuanto a Estados Unidos, atraviesan el
último tramo de campaña electoral para elegir al nuevo presidente:
lec
mantienen silencio. Pueden apoyar por debajo de la mesa, pero no
juegan una intervención fuerte ni explícita. La mañana es de ma-
tes, ataduras de cabos, conversaciones, la sensación de un país que
está a punto de... En la calle todo sigue igual, hay cola frente al su-
permercado de la esquina, esa extraña sensación de una tormenta
tropical que cubre el cielo. a
Pasado el mediodía llega la noticia inesperada: el Papa Fran-
cisco recibe a Nicolás Maduro en el Vaticano. Horas más tarde
ar
aparece el anuncio que asfixia a la misma derecha: un enviado
del Papa, junto con una delegación de expresidentes, está reunido
con representantes del Partido Socialista Unido de Venezuela
p
72
el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) –el mismo que quieren des-
tituir–, está en desacato, por lo que sus decisiones no son válidas.
a
¿Tienen una carta debajo de la manga?
tur
Día 22
La calle, ese gran ring de la política, tiene que ser del chavismo.
lec
Es martes, la confrontación está acelerada, vamos a la moviliza-
ción que terminará frente al Palacio de Miraflores donde hablará
Maduro. La concentración es masiva, alegre, popular; el sujeto
histórico de la revolución está presente, es humilde, de barrio, mili-
ciano, trabajador. Es el país profundo, país en movimiento, que una
vez más sale a mirar la historia de frente.
a
Simultáneamente, la AN sesiona para debatir este único punto:
“Inicio del proceso de evaluación y determinación de la situación
ar
constitucional del presidente de la República”. Pueden, según
indican los constitucionalistas que les dan argumentos, declararlo
en falta absoluta o declarar la responsabilidad política. El juicio
p
73
* * *
a
Miércoles, siete de la mañana. Pongo la pava, armo el mate –ese
país en la distancia–, cocino unas arepas. Vamos otra vez a ver a la
tur
oposición desde adentro, saber qué fuerza, táctica y organización
tienen. Se concentran en la autopista Francisco Fajardo, en el este,
cerca de Altamira, su bastión. La gente movilizada se reduce a su
base histórica, las tensiones entre los dirigentes de derecha son evi-
lec
dentes. Anuncian una hoja de ruta que conducirá dentro de ocho
días a una movilización al Palacio y la reacción es inmediata, co-
mienzan los silbidos: quieren ir a Miraflores ya. Todo lo demás es
cobardía, traición.
Desconcentramos por la autopista, pasamos frente a la base
militar de La Carlota en dirección a Chacaíto. Me gusta conocer
a
las ciudades caminándolas por sus huesos: se ve el comedor de un
indigente, la basura, los grafitis; un mundo permanente e invisible
ar
para los carros veloces y polarizados. No está claro a esta hora si la
derecha busca estirar una mentira o sabe algo que los demás no,
si tiene un as debajo de la manga. Llegamos al bulevar de Sabana
p
* * *
so
74
cambió en los dieciocho años, nunca lograron un apoyo real
de los sectores populares.
a
3. El frente internacional: la avanzada ocurre en tiempo de
elecciones presidenciales en Estados Unidos. Resulta impo-
tur
sible una escena de Hollywood. Cuentan a su favor con el
apoyo irrestricto del secretario general de la OEA y de la
alianza de Argentina-Brasil-Paraguay. Es poco. Rusia ya se
posicionó contra toda injerencia.
lec
4. El empresariado: engranaje central del ataque económi-
co, no se suma todavía de lleno a este round. Fedecámaras,
así como las Asociaciones de Comercio y Producción de
Venezuela, protagonistas del Golpe del año 2002, no están
llamando al paro convocado para el viernes.
a
Dejan libertad de acción a cada empresa. Tibio.
Se especula con varias opciones: el as debajo de la manga. No
ar
tienen una lectura correcta de la correlación de fuerzas, están ad-
ministrando una mentira, improvisan.
p
* * *
lo
75
Día 23
a
Llevamos una semana de iniciado el intento de desenlace del
golpe. La hipótesis de la improvisación es probable. Anuncian
tur
que una parte irá al diálogo, luego que nadie; finalmente que
sí, que nunca dijeron que no, solamente no aceptaban que fuera
en la isla de Margarita y tenía que ser en Caracas, como efecti-
vamente ocurre este domingo. No todos se sientan en la mesa,
lec
faltan María Corina Machado, Voluntad Popular y otras fuerzas
menores. Asiste el enviado del Vaticano, tres expresidentes, el
chavismo, y Nicolás Maduro da unas palabras como presidente
de la República y dirigente del movimiento bolivariano. Es bre-
ve, como las imágenes y lo que trasciende.
La derecha dice que mantendrá su cronograma legislativo
a
y callejero intacto.
El tiempo se acelera. Llega al país el subsecretario de Asuntos
ar
Políticos de los Estados Unidos, Thomas Shannon, quien se reúne
públicamente en Miraflores y apoya el diálogo. Nadie en este mo-
mento puede oponerse –Papa mediante– a que las partes se sienten.
p
cer? Deben responderle a una base social que vuelve a quedarse con
ganas de choque, palacio y revancha. Regresan a las canchas de
golf, los bares del este de Caracas, los viajes al extranjero, los carros
de vidrios polarizados; el miedo al otro; el odio hacia todo aquel que
parezca chavista, es decir, a los humildes del país, la mayoría.
76
* * *
a
Vuelve el ataque sobre la economía al caer el plan de Golpe: el
dólar paralelo pasa de mil bolívares a mil setecientos. Tienen la
tur
iniciativa, la política puede ser nuestra, los rieles principales del
desgaste económico están en sus manos. En unos días quebraron
la sensación de cierta estabilidad de cambio que se mantenía desde
junio. La economía es, más nítidamente que nunca, una forma
lec
de hacer política: aumentó de manera acelerada el dólar el día
que comenzó el diálogo, era un domingo. Estamos contra las cuer-
das y solo una toma de decisiones por parte de la dirección puede
cambiar la tendencia. No parecen dispuestos a hacerlo. Tal vez no
puedan, no sepan.
a * * *
ar
Salimos a tomar unas cervezas al bar Las Delicias, en La Pastora.
Es un viaje al chavismo y al pasado, con paredes cubiertas de afiches
p
no voló por los aires, la alegría quedó de nuestro lado. Acá estamos,
peleamos, inventamos, contamos.
so
Día 24
Armamos los bolsos, subimos al bus, vamos a La Guaira, la costa
F
77
transporte pirata para treinta personas. Cobra el precio que quiere,
todos se empujan para subir, una desesperación que se repite en
a
los transportes públicos. Subimos colgados. Bordeamos la costa de
Vargas, dejamos los últimos pueblos, agarramos cerro, vegetación,
tur
nubes, curvas; pueblitos de los que solo se ven las luces de noche.
—Coño, compa, lo que hay es un problema grave del ejercicio
de la autoridad –dice un compañero, y resume un gran asunto.
Conversamos en el bus entre curvas y bachata. Un problema de
lec
autoridad es bueno y malo a la vez. Bueno porque los órdenes his-
tóricos, generalmente injustos, no suelen ser respetados. Para ser
exactos, no es que no se respeten, sino que la gente se iguala; en el
mejor sentido de la palabra, no les debe nada ni les teme; “naide” es
más que “naide”. Malo porque –es una posible conclusión– toda so-
ciedad necesita una forma de autoridad, presidencial, colectiva, au-
a
togestionaria; el Estado comunal en la visión estratégica. Es nítido
en un país formado durante catorce años bajo un liderazgo como el
ar
de Chávez, donde su ausencia se traduce en una multiplicación de
falta de autoridad. Pasa en los autobuses piratas, que cobran el pre-
cio que deciden de manera arbitraria; en las colas al alba para com-
p
dólar negro. En otras palabras, captan los dólares que genera el Es-
tado a través del petróleo; no producen, importan, dejan las divisas
fuera del país y manejan los hilos del desabastecimiento. ¿Por qué,
entonces, el Estado no toma el control de algunas importaciones
estratégicas? Hasta ahí todo parece claro. Pero, en caso de naciona-
lizarse, ¿a quién le sería entregado el control de las importaciones?
78
¿Qué sector, fuerza, hombre/mujer, puede garantizar una gestión
transparente y eficiente?
a
Se puede formular el problema de otra manera, con la hipóte-
sis que sostiene que la medida de nacionalización no es necesaria,
tur
que de lo que se trata es de regular lo que existe. El problema no
sería la arquitectura de importaciones, sino la falta de control sobre
la misma; es decir, que se deben apretar las tuercas, hacer que la
institucionalidad cumpla con lo que ya está pautado, fiscalice los
lec
puertos, las rutas de distribución, los precios, etc. ¿Por qué tiene
tanta dificultad para hacerlo? Por el mismo asunto de autoridad y
corrupción. ¿Quién fiscaliza a los fiscales?
No existe una respuesta mágica. Se necesitan medidas radica-
les, de eso no hay duda. ¿Cómo llevarlas adelante? ¿Con qué sujeto,
fuerza, bloque? Nadie sabe la verdad de la revolución.
a
ar
* * *
por sus habitantes –“Si nos jodes, te jodemos”, dice un cartel peda-
gógico–, todo es tranquilidad. Los pelícanos se tiran en picada a
cazar peces, el agua es tibia, pasan algunas nubes, un río que des-
lo
uno es uno.
Día 25
F
79
Daría todo por volver a esos días en que el amor amoraba
con todo el viento de esta ciudad; la revolución era en cada
a
esquina, era mi mejor yo: nosotros. Viví luego en un hotel
en Parque Central y otro en plaza Venezuela. Trabajaba
tur
en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura como
cronista. Me acostumbré a las habitaciones pequeñas, con
un espejo, un cuadro, un baño amarronado y mostaza, una
hornilla eléctrica en la mesa de luz. Mi única exigencia se
lec
resumió entonces a una ventana.
2. Cada semana subimos a los barrios Lídice, Manicomio y
Puerta Caracas. El objetivo es aportar a la construcción de
una o varias comunas. Empezamos por la parte de alimen-
tación, el frente más urgente; el primer paso es un mercado.
El plan es trabajar el intercambio entre comunas campesi-
a
nas y consejos comunales, pero sin intermediarios privados
ni institucionales. Es complejo en un país donde lo imprede-
ar
cible es ley. El mercado comienza a las cuatro de la mañana,
horario en que deben estar los camiones. El de verduras y
hortalizas llega a las diez; el de la carne, traída desde Apure,
p
80
la política. ¿Qué organismos internacionales reclamarán la
muerte de Frijolito? ¿Qué portada de diario de intoxicación
a
masiva contra Venezuela pedirá justicia y nombrará a los
Frijolito que periódicamente son asesinados por razones po-
tur
líticas? La guerra, su escenario en el cual estamos inmersos,
nunca descansa; tiene objetivos, asaltos por todos los ángu-
los, en tiempos lentos o de furia. ¿Quién sabe cómo se gana
esta guerra? ¿Quién sabe cómo se detiene la muerte?
lec
Día 26
La economía es un arma de guerra. El dólar paralelo subió de
mil cuatrocientos bolívares a cuatro mil quinientos bolívares en
a
un mes. La impunidad de la especulación recorre los negocios,
los comerciantes remarcan precios en las noches. El ataque tiene
ar
efecto dominó: disminuye el poder adquisitivo de las clases popu-
lares, las compras se hacen sobre los productos más necesarios; al
bajar el consumo baja la producción en aquellos rubros que no son
p
cuánto va a costar.
—Si seguimos así, el año que viene no va a quedar nada, ni
PD
nosotros.
¿Cómo se hace para inflar artificialmente un dólar ilegal de esa
manera? El sistema es el siguiente: una resolución colombiana, la
Resolución n.º 8, aprobada durante el gobierno de Andrés Pastrana
como parte del Plan Colombia, que permite que existan dos cam-
bios de peso/bolívar en el país: el que dicta el Banco de la República
81
de Colombia y el que marcan las casas de cambio en la frontera,
que están en manos de mafias de narcotraficantes y paramilitares
a
vinculados al uribismo, sus ampliadas estructuras de poder. Eso
significa que el precio de la moneda venezolana en Colombia se es-
tur
tablece desde la frontera. Sobre ese cambio se realiza el cálculo del
dólar ilegal, que es marcado cada día a través de varios mecanismos
de comunicación, en particular una página web. La cotización no
depende de la oferta y la demanda de dólares en Venezuela, ni de
lec
la liquidez monetaria, ni de la cantidad de producción, sino de una
fijación arbitraria, organizada dentro del plan de desestabilización
internacional. Los ataques más pronunciados sobre la moneda su-
ceden en épocas electorales y en momentos de fracasos políticos de
la derecha, de sus pantanos crónicos.
Los comerciantes utilizan ese dólar como referencia y eso tam-
a
bién es un engaño, pues el mercado del dólar ilegal paralelo solo
representa el 10% de las divisas circulantes, los demás dólares son
ar
aportados por el Estado –centralmente del petróleo–, de los cuales
el 90% son a diez bolívares por cada dólar. Es falso que los impor-
tadores tengan que comprar los dólares en el mercado paralelo –a
p
82
* * *
a
El monstruo emerge por varias partes. Los bancos restringieron
la cantidad de dinero que se puede retirar. Se formaron colas in-
tur
mensas en cajeros de toda la ciudad. Se necesita dinero en mano
ante el aumento de precios, en particular porque varios productos
–como la comida, en determinados mercados– se deben pagar en
efectivo. Todo eso sumado a que estamos en período de fiestas de
lec
fin de año, cuando se consume mucho más: eligieron el momento
justo para desatar otra ola de angustia masiva. Según un comuni-
cado, estarían por emitirse nuevos billetes de quinientos bolívares
para hacer frente a la situación. Ya comenzó el negocio por la falta
de oferta ante la demanda: se vende efectivo con 15% de comisión.
Bachaqueo de billetes. a
Algún día se hará una cronología de los diferentes ataques en
cada uno de sus niveles: asesinatos/económicos/geopolíticos/co-
ar
municacionales; y se verá a lo que está enfrentada la revolución. Por
si faltara algo más, hace semanas que llueve todos los días. Eso, en
esta fecha del año, es peligroso: las dos tragedias desencadenadas
p
cabeza, a mis espaldas, se llena de agua cada día más, se hincha por
dentro. Esperemos que resista, que no vomite todo en una tarde de
so
Día 27
F
83
mil millones de bolívares en billetes de cien están fuera del país:
en Colombia, Paraguay, Estados Unidos, Alemania, Ucrania, la
a
mitad del total de todos los billetes de cien, cerca de quinientos
millones de dólares.
tur
Todos debemos deshacernos de los billetes. Gasto rápidamente
los pocos que tengo; las colas en los bancos son gigantes, dentro y
fuera, algunos llegan con cajas llenas. Se achica el dinero circu-
lante, se premiará a quienes paguen con tarjeta. Se espera que el
lec
jueves entren en circulación los nuevos billetes de quinientos. Por
el momento es otro espasmo de masas, angustia colectiva. Vivimos
en una sociedad bajo descargas permanentes.
La pregunta es: una vez emitidos los nuevos billetes, ¿cómo se
evitará que suceda lo mismo que con los de cien, que, entre tantas
cosas, son utilizados como papel para falsificar otras monedas?
a
¿Qué mecanismos operarán para romper el círculo? El cierre de
frontera se levantará. Aunque, por experiencia demostrada, los
ar
pasos fronterizos son imposibles de clausurar; reaparecen como
laberintos con sus reglas, jefaturas y disputas.
p
* * *
lo
por setenta y dos horas más. La calle quema. Hay intentos de sa-
queos, cortes, protestas, pedradas en el paso fronterizo de Táchira,
mezcla confusa de espontaneidad desatada por grupos organizados
que trabajan sobre el escenario. Volvemos a los rumores de Twitter
que muestran imágenes de Puerto La Cruz, Mérida, Maturín, El
Callao, Maracaibo, San Félix, Valera, etcétera; que no dejan ver
84
qué sucede, solo especular, difundir como ácido. Padecemos la ren-
guera crónica de nuestra comunicación.
a
Dos hombres comentan en el banco:
—Coño, van a acabar con todo, ¿no ves cómo nos tienen? Esto
tur
es el Gobierno Bolivariano.
—No es la culpa de los bancos, es culpa del gobierno.
Los dos hombres hablan fuerte, para que se escuche. Retroce-
demos en la disputa del sentido común: bancos buenos y gobierno
lec
malo. Si la situación es dura en Caracas, en el interior, donde los
pagos con tarjeta son pocos, el cuadro es a veces crítico.
* * *
a
Dos hipótesis podrían explicar el escenario. En primer lugar,
el sabotaje interno. Un elemento en ese sentido es la decisión de
ar
Maduro de reemplazar al director de la Superintendencia de
las Instituciones del Sector Bancario el mismo día del anuncio.
Significa, por intuición, que no era capaz de encabezar la nueva
p
85
* * *
a
Casa de Gobierno, quemaron pacas de billetes de cien, saquea-
ron un Mercal. Los compañeros se plantaron a defender el Pdval,
tur
frentearon a un grupo de sesenta personas organizadas. Las accio-
nes fueron convocadas por radio y encabezadas por dirigentes de
Voluntad Popular, Acción Democrática y la exalcaldesa opositora,
apoyados con gente traída de Lara y Táchira. Ya tienen práctica en
lec
esas acciones.
* * *
86
Día 28
Llegó 2017, al fin. Punto de partida: San Juan de los Morros, des-
a
tino a las montañas donde operó el Frente Simón Bolívar, en el
estado Lara. Tenemos auto, provisiones, abrigos, la gasolina sigue
tur
económica a pesar del aumento de principios del 2015 –un tanque
lleno cuesta la mitad de una empanada–; allá nos esperan varios
amigos. La ruta pasa por La Encrucijada, Maracay, Valencia,
Morón, Yaritagua, San Felipe, Barquisimeto. Los paisajes pasan
lec
de rocosos tipo prehistóricos a campos de un amarillo seco, colinas
verdes, selváticas, calor de costa, tierra y roca; horizontes áridos
con cactus, hasta entrar a El Tocuyo. De ahí en adelante la ruta
sube con curvas cada vez más apretadas, cruza pueblos, se adentra
en las montañas. Es el inicio de la cordillera de Los Andes, o su
final. a
El sitio se llama Hato Arriba. El frío y el viento parecen del sur.
Son casas dispersas, calles de tierra, valles, cimas de colores ocres,
ar
montañas cortadas con cuchillo, movidas por las placas, expuestas
desde hace siglos a las miradas y los silencios, como los de Argimiro
Gabaldón, el comandante Carache. Desde ahí planificaba el desa-
p
rrollo del frente guerrillero, armaba planes para expandir las zonas
de acción. Dirigía uno de los primeros frentes armados a principios
de los años sesenta, organizado por las Fuerzas Armadas de Libe-
lo
87
años sesenta con Gerardo, Reinaldo, Emira Meresvic y un grupo
de compañeros. Sus épicas y dificultades para hacer peligrar el
sistema político monopolizado por Acción Democrática y Copei.
a
Fueron años de represión, de inauguración de la desaparición como
método contrarrevolucionario moderno, torturas; cuerpos tirados
tur
al mar, como el de Alberto Lovera, en las costas de Anzoátegui. La
metodología guerrillera, con frentes en Lara, Falcón, Portuguesa,
Yaracuy, Anzoátegui, Sucre y Miranda, entre otros estados, fue
una respuesta a un régimen; una forma de lucha acompañada de
lec
alzamientos militares, como el de Carúpano y Puerto Cabello.
Argimiro recibió el disparo de una M2 por parte de un com-
pañero en diciembre de 1962. El hombre habría apoyado el arma
que debía estar descargada en el piso y el gatillo se disparó. Existen
debates sobre lo accidental del hecho. Ocurrió cuando el ejército
lanzaba el cerco sobre la zona de la guerrilla. “Somos la vida y la
a
alegría en tremenda lucha contra la tristeza y la muerte”, escribió
Carache.
ar
* * *
p
* * *
PD
88
a
tur
a lec
par
lo
so
F
PD
89
acceso a la comida en la capital que en el interior, una situación
que agravó la corrosión de los lazos de solidaridad. En la comuna,
conformada por once consejos comunales y novecientas diecio-
a
cho familias, lograron poner en marcha planes de siembra –la
comuna da los financiamientos a los productores asociados, que
tur
luego le vierten un porcentaje de la producción–, mantener la
caja rural de ahorro, centralizar los CLAP de manera comunal,
garantizar una estabilidad económica. Eso, en esta etapa, es in-
menso. Los números indican la fuerza comunal: para las eleccio-
lec
nes de las vocerías de la comuna votó el 70% de la comunidad,
más que para las elecciones legislativas de 2015 que perdimos.
En el circuito de la montaña, donde hacen vida ciento veintidós
comunas, ganó el chavismo en las legislativas. Ahí está la fuerza.
—La gente cree en la comuna –dice otra parlamentaria.
Los compañeros se encuentran expuestos a los saboteos inter-
a
nos. El ejemplo más reciente es el de esta misma comuna: enviaron
un camión a buscar diez toneladas de maíz al estado fronterizo de
ar
Portuguesa, con autorización por escrito de la GNB, pero, al llegar
a la primera alcabala, la policía estadal pidió cien mil bolívares para
poder pasar, avisando que más adelante se encontrarían con tres
p
90
Día 29
La comuna Negro Miguel decidió rescatar una finca. Se trata
a
de mil doscientas hectáreas que son propiedad del capitán Plaza,
exalcalde del municipio Quibor, de las filas del chavismo, según
tur
investigaciones de los compañeros. Todo estaba en ruina: el gal-
pón de gallinas ponedoras, la vaquera; el agua contaminada,
los pastos crecidos; en cuanto a los animales: de trescientos cin-
cuenta solo quedaban veintiséis enfermos y en malas condicio-
lec
nes; de igual forma se encontraron decenas de maquinarias del
Estado abandonadas. Una imagen nítida de la corrupción. La
decisión de recuperar las tierras fue tomada por el parlamento
de la comuna. El tema, de a poco, comienza a instalarse en al-
gunos medios; llegan fotos al correo, mensajes de Whatsapp, una
comunicación artesanal. a
El hecho trae una pregunta: ¿cuánto tiempo pasó desde que se
dio una acción de lucha de rescate de tierra? ¿Cuán quieto se en-
ar
cuentra el movimiento popular y detenidos los avances? En este
caso, la confrontación sucede contra un cuadro burocrático, co-
rrupto, ejemplo de las tendencias que hunden el proceso, raspan
p
dad, una reacción a esta situación que vivimos, que se asemeja por
momentos a un tren que choca en cámara lenta. Las acciones de
lucha son pocas con respecto a lo que habría imaginado años atrás.
El entramado popular depende, casi siempre, del financiamiento
estatal, y la autonomía política está directamente ligada a la econó-
F
91
La falta de respuesta estatal preocupa. Las comunas reconocen
a la dirección, tienen las puertas abiertas. La dirección, en cambio,
a
no suele reconocerlas, no va a hablar, a escuchar lo que se quiere.
Cuando se acerca es para decir lo que se debe querer. Si ministros,
tur
alcaldes, y ese etcétera de caras que solo aparecen a veces en tele-
visión, se sentaran a hablar, la situación podría tomar otro ritmo.
Puede parecer disparatado para otro proceso político, acá no lo
es: la política se volvió a fundar con Hugo Chávez; la corbata dejó
lec
de ser una marca de importancia, se puso en práctica otra forma
de la política. Se vieron ministros con palas en las comunidades,
asambleas hasta largas horas de la noche con un diálogo de igual
a igual. Eso intentó empujar Nicolás Maduro con el Gobierno de
Calle a principio de su gestión, en 2013. Eso se pide, eso no pasa. El
último caso conocido es el de un ministro que mudó su despacho del
a
centro de Caracas a una quinta privada con protección militar. En
vez de acercarse se alejan, en vez de escuchar apelan a la liturgia. Es
ar
el distanciamiento hacia la forma de hacer política de Chávez; así
se percibe aguas abajo. Se agranda la distancia entre el idioma con
aire acondicionado y el idioma de la calle.
p
Día 30
Cada época tiene una lengua. A veces el presente, esa brutal in-
F
92
La revolución venezolana –no podía ser de otra forma– creó su
propia lengua. Las palabras que en los demás países son propias de
a
organizaciones, carreras universitarias o memorias, acá se hicieron
de masas. Socialismo, poder popular, democracia participativa,
tur
revolución, bolivarianismo, imperialismo, formaron la lengua po-
lítica. Todo ministerio es “del poder popular”, quien sea parte del
chavismo es “revolucionario” y el comandante es “eterno”.
Durante el transcurso del proceso revolucionario esa lengua
lec
cambió. En parte, por decisión de Hugo Chávez. Cada etapa tuvo
ideas/palabras/fuerza. Primero fue un proyecto nacionalista, con
alusiones a una tercera vía y reconstrucción del proyecto indepen-
dentista traicionado; luego –en 2005– vino la idea del socialismo
que, a su vez, maduró hasta sintetizarse en la dirección del Estado
comunal. ¿Existió una transformación de estrategia entre el líder
a
nacionalista y el que planteó destruir el Estado burgués, o cambió
según avanzaba/hacía avanzar la sociedad en sus aprendizajes?
ar
Manejaba ese tiempo con una capacidad extraordinaria. Peda-
gogo para millones por radio, televisión y actos, explicó ideas du-
rante horas, días, años, e hizo que fueran adoptadas como propias
p
irrepetible.
PD
93
* * *
a
Entre lo que nombra una palabra y la realidad existen tensiones,
promesas, pasos y frustraciones. La palabra puede empujar, ope-
tur
rar como invitación a construir, proyectar un futuro. ¿Cuál es la
distancia entre lo que se nombra y lo que existe? ¿De qué habla una
sociedad en una etapa determinada? ¿Cuáles son sus imaginarios,
valores, identidades, y cómo partir desde allí para construir el pro-
lec
yecto hacia el cual se quiere ir?
En Venezuela, esa relación parecía clara hasta los años anterio-
res. La lengua de la revolución describía el país, a la fuerza social
transformadora; proyectaba un horizonte de temporalidad impre-
decible –el socialismo– con pasos concretos en esa transición. Exis-
tía una conexión visible entre las palabras y las cosas, casi posible
a
de tocar. Lo que se decía era lo que se vivía, lo que se vivía buscaba
construir lo que se decía.
ar
La etapa cambió a partir del 5 de marzo de 2013, con la partida
de Hugo Chávez. Se modificó la correlación entre las fuerzas, las
tácticas, las alianzas continentales, los liderazgos. No fue brusco
p
que hablen lo que se habla en las calles para rearmar en las mayorías
una posibilidad de país-promesa en el marco de la revolución?
94
* * *
a
El proceso revolucionario debe recrear su lengua, interpelar a un
cotidiano que descree en forma creciente de la política, que siente
tur
que esta se aleja de sí. Los grandes discursos asentados sobre la gesta
independentista se hacen agua, la repetición del concepto de guerra
económica cada vez interpela menos. ¿De qué habla la gente? ¿Qué
quiere escuchar?
lec
No significa desechar el acumulado de palabras, sino reorde-
nar y buscar palabras nuevas; saber que la lengua no puede quedar
como vanguardia desprendida en esta etapa de repliegue. Menos
aún tiene que ver con cuestionar el horizonte del proyecto. Se puede
volver a la pregunta inicial y contestarla así: Hugo Chávez profun-
dizó su discurso a medida que encontraba respuestas en el pueblo,
a
lo acompañó en el proceso. Utilizó las palabras para profundizar. Si
se retrocede políticamente, ¿no se debe entonces también repensar
ar
la lengua para volver a conectar con las mayorías? ¿No es mejor
poner a descansar algunas palabras?
No se trata de un asunto de dirección formal de la revolución, del
p
95
mirarlas a fondo, cepillarlas, sacarles el polvo y luego usarlas si se
cree que deba hacerse: “... Si uno se descuida, el lenguaje es una de
a
las jaulas más terribles que nos está siempre esperando...”.
tur
Día 31
Algo se mueve por abajo, busca, huele cómo, de qué manera. No
lec
es sencillo presionar y es necesario para avanzar o no retroceder.
Luego de la comuna Negro Miguel es el turno del Bloque Estadal
de Comunas del estado Portuguesa, espacio que reúne setenta
comunas. Se movilizaron al Ministerio del Poder Popular para
las Comunas en Caracas, para exigir un diálogo sobre planes de
siembra, viviendas, vialidad, distribución de alimentos, mercados
a
comunales, transferencias, registro y actualización de vocerías de
consejos comunales y comunas.
ar
Nos enteramos de la noticia, llamamos, armamos los equipos,
vamos a filmar, a respaldar con imágenes; que se vea la produc-
ción, que hablen los protagonistas. Sesenta y cuatro comunas, de
p
96
nombran. El país desmejora, la institucionalidad es la peor propa-
ganda de sí misma.
a
Llegamos a las 9:00 p. m. Guardamos los equipos, bolsos y el
carro. El día y el calor empiezan al alba en el llano. Unas cervezas
tur
frías, el cielo de Portuguesa sobre las cabezas, joropo, pleno presente.
* * *
lec
El tiempo tiene una característica inevitable en el llano: es mu-
cho más de lo anunciado. En particular cuando los caminos son
de tierra, se viaja en la parte de atrás de un camión bajo el rayo
del sol y el polvo envuelve el aire. Hacemos un recorrido produc-
tivo. En las zonas bajas del estado se producen granos, ganado y
a
azúcar. Por lo general, en las comunas están agrupados pequeños
productores que poseen entre cuatro y diez hectáreas. Necesitamos
ar
imágenes de apoyo para darle legitimidad a las comunas que son
acusadas de solo existir en el papel y ser financiadas por la derecha.
Conversamos con las voceras; el diagnóstico es claro: se terminó la
p
–como el que nos mueve por el llano–, con vista al cielo. Con esos
mismos camiones, entregados entre 2014 y 2015 por el ministerio,
so
trancaron la avenida.
En cada casa nos regalan comida, matan un chivo delante de
nosotros para que llevemos a Caracas, nos dan queso, pescado.
Hay otro país, otro ritmo, los días tienen otras formas. Los recla-
mos políticos/económicos son centralmente dos: las viviendas y el
F
código para transportar alimentos fuera del estado. Les resulta im-
posible sacar la producción a otras partes, a otras comunas, y aquí
PD
97
Seguimos hacia la parte alta del estado, las montañas que se
unen con Lara y Trujillo. El paisaje invita a no irse nunca más: ár-
a
boles florecidos de color naranja, nubes bajas que parecen neblina,
casas de colores azules/violetas/rosas/verdes, más fuertes que el
tur
sol; ríos que cruzan por el valle, un frío que entra por las ventanas;
puestos de frutas, chicharrón; mil ochocientos metros. Se produce
café –ese que tanto se busca y que ya casi siempre es ligado con
grano tostado–, cambur, cachamas, comunidad. Llegamos al co-
lec
rredor Fabricio Ojeda, conformado por catorce comunas.
—El corredor es un sistema de agregación, como la ciudad co-
munal, donde construimos territorios liberados, que tienen que
ser altamente productivos y no solamente producir para una co-
muna. Como gobierno, en lo político, económico y social debemos
ser autosustentables –dice Nairubia Silva, vocera de la Comuna
a
Socialista Agroproductiva El Arañero Latinoamericano, y vocera
ejecutiva del Bloque Estadal de Comunas–. La pugna en contra de
ar
los comuneros es por el poder. Queremos crear una planta procesa-
dora de harina comunal; vemos cómo casi todo el maíz de los silos
del Estado se lo lleva Empresas Polar. En la comuna Divina Pastora
p
Territorio comunalizado
PD
98
* * *
a
Pasados los días, ya en Caracas, nos enteramos de que el Bloque
pudo reunirse con el ministro. Los resultados serían –dicen– bue-
tur
nos. Se verá en el desarrollo, la pugna porque se materialicen. Si el
resultado es positivo, el mensaje lo es más aún: la presión puede dar
resultados. Presionemos.
lec
Día 32
Es 27 de febrero de 2017 cumplo treinta y tres años. Mi cuarto cum-
pleaños en Venezuela. Estamos en Sorte, las montañas sagradas
a
de María Lionza, en Yaracuy. Desde que entramos vemos altares;
gente con tabaco, velas, collares, pulseras; más altares con santos
ar
negros, blancos, indígenas, mestizos, malandros; familias enteras,
sonido de tambores, casas de zinc con comida, ceremonias, pregun-
tas. Caminamos despacio, en silencio; algo está abierto, como en
p
por un muerto.
Escuchamos, observamos.
PD
99
* * *
a
Amanecemos en un pueblo en la costa de Falcón, a pocos kilómetros
de Chichiriviche. Alguien trepa sobre la palmera para bajar unos
tur
cocos. En la cocina hay arepas sobre el budare, café colado. Pasa
una nube, queda el sol. El Caribe tiene una fuerza única. Huele a
brisa, a tener un desierto a las espaldas y el mar de frente.
Debe ser la luz. La que persiguió el pintor Reverón.
lec
Preparo el mate para ir a la playa.
Ya soy esto también, el Caribe habita mis palabras y miradas.
Día 33
a
Paso la noche del 4 al 5 de marzo en mi habitación. Es pequeña, sin
ventanas. El ventilador siempre está prendido para alejar los mos-
ar
quitos. No tengo mucho, sigo sin acumular objetos, los que tengo se
gastan. Ni me falta ni me sobra. Al pie de la cama hay una mochila
con arroz, pasta, aceite, leche en polvo, algunos atunes y azúcar.
p
sobre Chávez que no se haya dicho antes? Tengo una vela prendida.
Termino el texto al alba.
* * *
F
La culpa es de Chávez.
PD
100
como quisiéramos. Las personas tampoco. Nosotros mismos
no alcanzamos lo que deseamos ser: esa distancia es nuestra
a
propia contradicción.
Es un duelo. “Ya no es mágico el mundo”, escribió Jorge Luis
tur
Borges. Ya no es mágica la revolución. Alguna vez lo fue,
así lo indica la memoria, aunque, se sabe, la reconstrucción
del pasado cambia en permanencia. Es una de las grandes
disputas. En particular, cuando tiene en su pleno centro a
lec
un hombre como Hugo Chávez, quien se propuso refundar
un país y quedó inscrito en cuerpo y pasión de varias gene-
raciones.
Ante eso, se podía prever que luego de su muerte la dere-
cha intentaría varias estrategias respecto a su figura: con-
trastarla con la de Nicolás Maduro –era un populista serio
a
comparado con el actual presidente ignorante–, o echarle la
culpa de todo y, por derivación, achacársela a la dirección
ar
como continuadora de su pensamiento. Han alternado los
discursos para desgastar, confundir y borrar lo que parece
imborrable. La indiferencia nunca fue una opción política.
p
101
voces, ese pueblo –pocas veces se usó con tanta propiedad
esa palabra–, ese dolor de la ausencia que puede abrir las
a
puertas de la locura. Fueron diez días de entierro, de kiló-
metros de cola día y noche; de escuchar debates de política,
tur
economía, sociedad; la profundidad de Chávez en la gente,
en particular los más humildes. ¿Alguien que lo haya vivido
puede sostener por un minuto que esos millones estaban ahí
por petróleo a cien y consumo?
lec
3. Es necesario comprender/sentir la profundidad de su huella
para analizar las estrategias que ha tenido que emplear la
derecha. Sin eso difícilmente se pueda comprender cómo,
con tanta guerra prolongada de desgaste, Chávez todavía
está en pie, la revolución no ha sido hundida. ¿Por qué con
colas, aumentos de precios, impunidad del bachaqueo, dólar
a
criminal, no han tenido efecto los llamados a saqueo de la
derecha? No se puede entender cómo se vive la economía,
ar
si no se analizan los pasados, las conquistas, los miedos, las
frustraciones, las formas de imaginar lo que vendrá.
Por eso el empeño en golpear a Chávez y hacerlo en el pun-
p
102
del poder político del chavismo, sino un piso de consenso
para aplicar las medidas que tendría pensada la contrarre-
a
volución para su proyecto de país. Lo que está en juego es
la interpretación de esta realidad, saber cómo se llegó a este
tur
punto.
¿Quién tiene la culpa? ¿Chávez, Maduro, el imperialismo,
los monopolios económicos, la corrupción, el socialismo?
Quien logra convencer gana una parte central de la dispu-
lec
ta. Es la estrategia –cobarde– de esta guerra: actúa bajo la
negación de sí misma y señala a Chávez, el proyecto y el go-
bierno como responsables. Por eso la comunicación es vital.
El chavismo –su lineamiento oficial– peca ahí de una ho-
mogeneidad discursiva que lo hace predecible y repetitivo.
4. El millón quinientas mil viviendas entregadas en seis años
a
es uno de los argumentos de mayor peso. ¿En cuántos países
se ha dado un proceso similar? ¿Qué otro gobierno puede
ar
decir que ha hecho lo mismo? Eso es Chávez, el Palacio de
Miraflores convertido en refugio para quienes se quedaron
sin casas después de las vaguadas, una política de masas
p
inédita en la historia.
El asunto es que la memoria es una constante reconstruc-
ción. En particular, en un país con una población muy jo-
lo
103
psicoanalista Enrique Pichon Rivière. No existe certeza de
lograr lo que nos proponemos. Los mismos números juegan
a
en contra: las victorias son la excepción y no la regla. Igual
se pelea, se empuja, se milita para conseguir la anomalía.
tur
Esa es la apuesta, la de Chávez, la de quienes nos antecedie-
ron y –esperamos– de quienes vendrán.
Con su liderazgo, la idea del futuro era nítida. Aunque la
propuesta fuera tan compleja como la construcción de una
lec
sociedad no capitalista, existía vanguardia y retaguardia,
una dirección clara del proceso. Se iba en determinada di-
rección, la desembocadura era posible, casi una certeza. Era
una contracorriente temporal: sucedía mientras en el mun-
do se habían instalado los relatos de los finales de las ideo-
logías, del protagonismo de las masas, y de la posibilidad de
a
transformar en favor de los pobres. Esos son los mensajes
que hoy regresan desde las cenizas de las derechas latinoa-
ar
mericanas. Buscan alejar a la gente de la política, reivindi-
car la meritocracia, el éxito de los grandes empresarios; el
individuo solo, asustado, que debe sacrificarse y agradecer
p
104
Seguramente los haya, no podría ser de otra manera. Su
corrección no está en el modelo de la derecha, sino conte-
a
nida en los propios marcos teóricos de Chávez. Hace falta
más Chávez: ocupar plantas que cierren, como la fábrica
tur
Thomas Greg & Sons, en Lara; rescatar tierras financiadas
y abandonadas, como la finca Tío Bravo, ocupada por la
comuna Negro Miguel, en Yaracuy; hacer valer los dere-
chos y acuerdos, como el Bloque Estadal de Comunas de
lec
Portuguesa, que se movilizó a Caracas ante incumplimien-
tos por parte de la institución.
Se pueden desatar avances en esta resistencia.
No tenemos derecho a perder. La historia no funciona como
cálculos matemáticos de fuerzas en pugna. Si la derecha re-
toma el poder político, ese ciclo no abrirá un proceso que
a
permita –como se puede escuchar– aclararnos contradic-
ciones que nos hagan regresar luego al gobierno con mayor
ar
claridad. La política no es ajedrez y el enemigo no perdona.
No es mágica la revolución, es una gran disputa de poder.
p
* * *
lo
noche ya y todos estamos con el dolor como única certeza. Estoy con
Vanessa, Yanina, con gente conocida que pasa, que llora. Nos va-
mos a la plaza Bolívar en moto con Emilio; la mujer que quiero está
ahí. La vida nunca volverá a ser igual. Lo sabemos en ese momento.
Algo acaba de partirse en pedazos con furia.
105
Hoy somos pocos en la casa. Nadie fue al Cuartel, un síntoma de
la época o de las formas del duelo. Resulta casi imposible explicar
a
lo que significó Chávez en la vida de la gente, por eso hay que es-
cuchar, preguntar. Cada uno tiene algo que viene de lejos. Cuando
tur
entrevisto a Kevin Rangel, cuenta que tenía diez años cuando se
despertó por el ruido de disparos y fuegos el 4 de febrero de 1992.
Vivía con su familia cerca del Fuerte Tiuna. Ahí supo de Chávez.
Hoy es dirigente nacional de la CRBZ, vive en Calabozo. ¿Qué se-
lec
ría de su historia, su pensamiento, su presente, si Chávez no hubiera
existido?
No nos conoceríamos y yo no estaría acá en este mediodía de do-
mingo 5 de marzo cocinando caraotas; recordando el 6 de marzo,
cuando bajé de casa hasta La Hoyada para ser parte de la procesión
que llevaba a Chávez por las calles de la ciudad hasta la capilla
a
ardiente, donde lo velaríamos por diez días. Pasé luego decenas
de veces por esa avenida Nueva Granada, cuando trabajaba en el
ar
Ministerio de Comunas. Ese día llevaba dos meses en Caracas, no
sabía dónde estaba; solo que la Historia, con mayúscula, era eso
que vivía. Extraño ese país, ese amor, esa voluntad, ese poder que
p
Día 34
Operación La Popa N.° 1 de 2017: la Fanb desmanteló un campa-
F
106
* * *
a
Domingo, artículo de opinión de Mario Sanoja en el diario
Últimas Noticias:
tur
El 27 de febrero (de 1989) es una seria advertencia para todos
los irresponsables líderes de la derecha terrorista que animan la
guerra económica, que sueñan y salivan ante la perspectiva de
lec
una explosión social que derroque la revolución. La violencia de
la guerra no respeta las clases sociales. Nosotros, los que vivimos
en la Caracas de clase media o alta, no estamos preparados ni
mental ni materialmente para ella: nuestras familias serán las
primeras víctimas.
a
El clima de la época, los fantasmas que sobrevuelan lo posible.
La guerra.
ar
* * *
p
107
* * *
a
Ministerio del Poder Popular para las Comunas. Volvía de su tra-
bajo, recién cruzada la avenida Urdaneta, hacia la plaza Bolívar y
tur
el metro. Charlamos un rato. La burocracia y el cambio de gestión
empantanaron todo, no tiene nada que hacer en el trabajo, aunque
intenta. No quiere no hacer nada. Sabe que lo que aporta no tiene
ninguna repercusión; eso a la lógica burocrática le es totalmente
lec
indiferente. ¿Cambiar de trabajo? Sí, pero no puede ganar menos;
el sueldo apenas le alcanza. Busca y no sabe si regresar a la casa de
sus padres en Trujillo. Está cansada, desilusionada.
La revolución como revolución se descascara.
a * * *
ar
—Mira, chamo, levántate; están censando –bajo.
Abrieron un centro de salud Barrio Adentro en la cuadra. Le
pusieron por nombre Eliezer Otaiza, nombre de un dirigente cha-
p
vista asesinado hace pocos años. El médico recorre casa por casa
para saber cuántas personas viven, qué problemas tienen, qué ne-
cesidades existen. Cuenta que se formó con estudiantes cubanos,
lo
argentinos y marroquíes.
so
* * *
108
Día 35
Llegan noticias de desalojos campesinos en Barinas. Las imágenes
a
muestran ranchos quemados, los testimonios hablan de violencia y
complicidad de actores del gobierno regional. Armo el bolso, llego
tur
al terminal de La Bandera; ocho horas en bus, salsa baúl, arepas,
Barinas. Es imposible reconstruir desde Caracas, solo una página
web informa del asunto; los medios oficiales, como es costumbre,
mantienen su inalterable línea de país feliz. Nada que amenace ese
lec
orden entra en sus pantallas y titulares.
Los compañeros me esperan, nos vamos en moto a recorrer
los rescates de tierra que están peleando. Conversamos con los
campesinos; quienes están amenazados saben qué precio tiene su
muerte: una camioneta último modelo y veinte millones de bolí-
vares. Almorzamos raya de río, bajo un toldo que oficia de refugio.
a
Ordeno los diferentes casos, los más recientes son los tres predios
desalojados: Las Mercedes, El Orticero, Jobito. Intervinieron de
ar
madrugada con quema de ranchos, destrucción de siembras, enve-
nenamiento de pozos, sin mostrar orden de desalojo. Las Mercedes
ardió por más de tres días. No es la primera vez que sucede, en el
p
* * *
F
¿Cuántas veces tiene que darse un hecho para dejar de ser un caso
PD
109
tierras en pocas manos al iniciar la revolución: en 1998, según el
censo agrícola, existía una superficie agrícola de 30.052.358 hec-
a
táreas, donde el 0,49% de los predios concentraba el 22,6% de la
totalidad de esas tierras; es decir, dos mil cuatrocientos cuarenta
tur
y cinco predios detenían 6.630.200 hectáreas. Menos del 2% de
terratenientes tenían el 60% de la tierra, y más del 60% de campe-
sinos tenían el 3%. Se rescataron y expropiaron cerca de cuatro mil
hectáreas, una política –llamada por Chávez en 2004 como guerra
lec
al latifundio– que comenzó a detenerse cerca de 2011. No existe
balance público sobre los logros, los errores que se cometieron, el
saldo actual, los diferentes resultados en las tierras que fueron a
manos de campesinos, ni de aquellas que quedaron en manos de
empresas estatales.
¿Lo que sucede en Barinas es un caso aislado o también sucede
a
en otros estados del país? Es la otra pregunta central. Está en juego
comprender por qué ocurre, en particular en el marco de una gue-
ar
rra donde el epicentro es la comida. ¿Cómo analizar estas contra-
dicciones, los actores en juego? Tal vez, como dice un campesino,
la cuestión se resume a un peo de clases, y no todos los que visten de
p
* * *
so
110
difuso con dirigentes de primera línea que hacen loas –¿por tác-
tica o estrategia?– al empresariado, mientras queda relegado el
a
universo comunal/campesino. También están otros compañeros
dentro de la dirección, que empujan en el sentido que parece re-
tur
volucionario en las circunstancias actuales. ¿Cómo son las corre-
laciones de fuerzas, los equilibrios, las complejidades de la unidad
imprescindible?
Vamos por las calles de Barinas en dirección al terminal de au-
lec
tobuses. Llueve, me esperan otras ocho horas hasta Caracas. Llego
en la noche a casa. Un vaso de ron, logramos instalar comunicacio-
nalmente el caso de Barinas.
La realidad está a punto de dar otro vuelco violento. Todavía
no lo sé.
Día 36
a
ar
—Hermano, ¿hay un golpe de Estado en Venezuela? –recibo el men-
saje, acabo de pasar por la plaza Bolívar, el Palacio de Miraflores,
p
111
dice, ante cámaras, sin lograr disimular el guion aprendido, que la
resolución rompe el hilo constitucional. Esa misma noche Maduro
a
anuncia la reunión del Consejo de Seguridad de la Nación para
solucionar el problema, y al día siguiente el TSJ da marcha atrás
tur
con las dos cláusulas de la polémica. Vuelta carnero. No llegamos
al mismo lugar: el hecho es el catalizador sobre el que se lanza la
derecha.
Se viene un choque de poderes, un intento de asalto.
lec
La pregunta política es por qué, en pleno ataque internacional,
el TSJ tomó esa resolución. Era predecible que desembocaría en un
escenario de más presión internacional, incertidumbre nacional, y
desgaste de la gente. La razón es, hasta donde se sabe, la imposibili-
dad de avanzar en una iniciativa de creación/modificación de em-
presas mixtas petroleras. Para eso, según la Ley de Hidrocarburos,
a
es necesaria la aprobación de la AN. ¿Qué modificación o creación
estaba frenada? Debía ser estratégica para tomar esa decisión en
ar
estos momentos. No es parte del debate público.
Los elementos están en desarrollo. La derecha insiste en su uti-
lización del poder legislativo como espacio desde el cual dirigir la
p
112
Día 37
a
La primera convocatoria reúne a la clase alta del este caraqueño,
la de siempre, pequeña. Con el pasar de los días –y contra varios
tur
pronósticos–, el escenario cambia, las movilizaciones aumentan
de volumen, de violencia, y el cuadro de asalto callejero de 2014
reaparece. Vienen de frente por nosotros, más preparados, finan-
ciados, con toneladas de odio y frustración acumuladas. Sienten
lec
que pueden, que el momento es ahora. ¿Sobre qué elementos llega-
ron a esa conclusión? Inundar el panorama de imágenes, tenden-
cias en Twitter, rumores. Decido ir hasta donde están para contar
desde dentro, mostrar quién es quién en estos asaltos, comprender
el esquema en desarrollo. Mototaxi, Altamira, su bastión histórico,
territorio de ellos. a
No son más de cuatrocientos. Se dividen en tres: la vanguardia,
que es la parte que busca la confrontación con la policía; una masa
ar
fluctuante, que corre hacia la parte de adelante cuando parecen
ganar la pulseada y vuelve a las corridas unos pocos segundos des-
pués, ante los gases; y la retaguardia, que observa, come helado,
p
113
Se ven otros personajes: motorizados solidarios que sacan a al-
guien sobre expuesto a los gases, vecinos que recargan las botellas
a
de agua y alientan desde las ventanas, curiosos que se detienen a
observar, vendedores de agua y limones, mototaxistas a la espera
tur
de pasajeros.
No existe liderazgo visible. Algunos logran generar una suerte
de conducción que rápidamente se desvanece, sirve para orien-
taciones en momentos de caos. Visto desde afuera, resulta difícil
lec
saber quién dirige. ¿Alguien lo hace realmente? ¿O la estructura
de células que está al frente funciona de manera autónoma, con la
única orden de confrontar y destrozar hasta el cansancio? La po-
licía aguanta en su esquina durante horas, hasta que decide avan-
zar una o dos cuadras. Para eso aumenta la cantidad de gases y la
distancia a la cual los lanza. ¿Qué debería hacer? El esquema de la
a
derecha consiste en crear el choque, fabricar violencia, muertos,
para luego mostrarse como víctimas, manifestantes desarmados
ar
que solo piden libertad.
p
* * *
Alguien dice que es porque robó; otros, porque pidió a la gente que
bajara la violencia. La situación es explosiva: cualquier cosa puede
so
* * *
F
114
Día 38
a
¿Cuántos retuits son necesarios para construir una verdad? ¿Cuán-
to tiempo en tendencia, minutos de Periscope, repetición de vi-
tur
deos, memes, fotos, hacen falta para que sea aceptada como cierta?
¿Cuánta distancia existe entre la realidad y esa verdad? ¿La reali-
dad es finalmente esa verdad?
lec
Hoy, 8 de abril a las 3:00 p. m., las calles de la ciudad son una
mezcla entre la batalla de Alepo y una insurrección de masas;
la policía reprime con furia dictatorial, y un gas de color rojo
deja entrever la posibilidad de un ataque químico por parte del
“régimen”. Hay héroes, jóvenes, gente grande, familias; miles que
dicen basta, que “resisten”; están decididos a llegar hasta donde
a
sea necesario para “lograr la libertad”. Eso se vive en la capital de
Venezuela, una “lucha por la democracia y la justicia”.
ar
Así dicen las redes sociales y las agencias internacionales de
noticias.
p
115
Por la noche, la avenida y cercanías están llenas de escombros,
palos, alcantarillas levantadas. La dirección de la Magistratura
a
tiene los restos del incendio que hizo la derecha; la misma que dice
que fue obra del gobierno. El resto de Caracas, es decir, casi toda
tur
la ciudad, tiene la imagen de siempre, la de la noche sola que la
caracteriza.
* * *
lec
La verdad se construye y se disputa. La derecha dice que es repri-
mida en las calles. La realidad, vista en el terreno y no a través de
las redes, es que, al llegar al punto donde se les impide el paso, se ac-
tivan los grupos de choque organizados, muchos financiados, que
a
inician la confrontación. Algunos fueron detenidos con explosivos
y pistolas. Se les impide el paso al oeste por dos razones principales:
ar
evitar el encuentro con la movilización chavista y que destrocen
instituciones, como lo han hecho, como dicen que harán. La de-
recha busca el hecho mediático, lo arma, lo difunde a través de
p
una dictadura que los castiga y persigue. Segundo, hacer creer que
son un pueblo y no una minoría clasista. Tercero, instalar esas ideas
so
116
Venezuela se enfrenta a un estado de inestabilidad debido a la
falta de alimentos y medicamentos. La incertidumbre política
a
continúa y hay un deterioro de la situación económica. Esta cre-
ciente situación de crisis podría obligar a una respuesta regional
tur
inmediata.
lec
en rojo.
* * *
y noche.
Estamos en fase de avanzada frontal, que se despliega a medida
que avanzan las semanas.
lo
Día 39
1. Lo que mata de las balas es la velocidad. Como las dos que
atravesaron el cuerpo de Bryan Principal el martes por la
F
117
—Culpo a los opositores, culpo a la derecha que manifestó y
le quitó la vida a mi hijo –dijo la madre, Marbelys Jiménez.
a
Pidió justicia.
La derecha acusó a los “colectivos”, esa palabra que pasó a
tur
condensar el mal en el imaginario escuálido. Se trataría de
grupos chavistas que habrían aprovechado una acción de
calle de la derecha, en un urbanismo hecho por el gobierno,
para asesinar a un chico. Un sin sentido que para muchos es
lec
verdad. No importa la lógica cuando todo es parte de una
“maquinaria dictatorial”. Desde esa perspectiva, cualquier
acción es concebida como engranaje del plan totalitario. No
creerán nunca que sus dirigentes hayan diseñado esa y otras
muertes, incluso que podrían programar la de gente de su
propia base social, es decir, ellos mismos, que acusan de todo
a
al gobierno. Pasó en 2002 con los francotiradores. Cuando
se necesita río revuelto, se lo revuelve hasta lo más hondo.
ar
Lo que mata de las balas es la velocidad. Y en el caso de la
derecha, su cobardía.
2. Esa derecha decidió acelerar el tiempo, empujarlo hasta
p
118
y bodegas, quemas de instituciones –la Magistratura, el
Instituto Nacional de Nutrición (INN)–, uso de barricadas,
a
guayas y armas.
Su objetivo anunciado es desembocar en instancias masi-
tur
vas, como la planteada para el 19 de abril de 2017. Lograr
esa masividad demandaría un manejo de fuerza propia y de
capacidad alta de interpretación de la sociedad venezolana,
algo en lo cual no ha dado grandes aciertos en estos años.
lec
El primer elemento es el que parecen controlar: ahí están los
grupos formados, entre otros, por Voluntad Popular, pagos,
verticales, que responden a una orden. El segundo, en cam-
bio, depende de la capacidad de hacer política, de convocar,
dotar de objetivos a la movilización, atraer masividad. Para
eso necesitan romper los límites de su propia base social y
a
conectar con las demandas que tiene una gran parte de la
sociedad que, históricamente, les desconfía. ¿Podrán hacer-
ar
lo desde su lógica golpista y confrontativa? El 19 será una
prueba. Si no, seguirán, como decía Bertolt Brecht: como
burgueses asustados, que es lo más parecido a los fascistas.
p
119
de Televisión) como si la realidad de la cual todos hablan
no existiera, simplemente logra que se busque en otra parte.
a
¿Cuál es esa otra parte, dónde se consigue hoy la informa-
ción? Se trata de un problema que viene de antes, de dema-
tur
siado lejos para una revolución que juega en estos tiempos
2.0.
¿Cuál es hoy la situación del chavismo, de su base social?
Algunos hechos indican movimientos necesarios dentro de
lec
un escenario de desgaste, como lo son algunas asambleas
populares. Esta situación de avanzada violenta interna y
externa genera mayor unidad y fortaleza propia, el regre-
so de la épica. El chavismo se encuentra en su laberinto: la
calle y el territorio deben ser su bastión principal, necesita
información certera y no rumores, y su desafío es no caer en
a
provocaciones, porque la derecha busca, mata, se acerca a
territorios populares, quiere la confrontación civil. Lograrlo
ar
sería un argumento de peso para alimentar el frente exter-
no, el principal. El titiritero, siempre hay que recordar, no
es venezolano.
p
120
Día 40
a
Es necesario entender el escenario de la confrontación para reali-
zar balances sobre las sucesivas jornadas. La movilización del 19
tur
de abril de 2017 fue la séptima que encabezó la derecha desde el
inicio de este nuevo intento de asalto al Palacio. Son fechas en las
que pueden quebrarse correlaciones de fuerza, suceder vuelcos
catastróficos. Esta vez Julio Borges, presidente de la AN, había
lec
realizado un llamado a la FANB a no reconocer al presidente; el
Departamento de Estado de Estados Unidos había emitido un co-
municado contra el gobierno, y once países del continente habían
firmado una declaración conjunta. Los disparos venían en simul-
táneo desde varios ángulos.
Del lado del chavismo, el presidente Nicolás Maduro había de-
a
nunciado la luz verde dada por los Estados Unidos para el golpe,
había activado un plan especial ante la amenaza –el Plan Za-
ar
mora–, y arrestado a varios grupos preparados para ensangrentar
la jornada; el chavismo se preparaba para movilizarse en todos los
puntos del país.
p
121
de violencia mercenaria, civil y paramilitar. Visto así, se trata de
una victoria chavista. En particular, porque en el caso de este 19 el
a
despliegue de fuerzas chavistas fue multitudinario. Si la derecha se
planteaba disputar Caracas, la realidad indicó que necesita más.
tur
Su base social actual es grande, pero insuficiente para un objetivo
de esa magnitud. Sin un crecimiento hacia las barriadas, le será
muy difícil ocupar la capital como había planteado hacerlo: el plan
era con 26 puntos de salida.
lec
En los balances públicos, los voceros de la derecha dicen lo con-
trario: ellos fueron miles y miles mientras el chavismo tan solo un
puñado. De eso se trata la disputa por el sentido. Quien logra con-
vencer, gana. Dicen, por ejemplo y sin pruebas, que el joven muerto
en el barrio San Bernardino, este 19, fue responsabilidad del go-
bierno; un hecho que hubría sido para amedrentar a quienes se mo-
a
vilizaban. Quienes tienen memoria –y recuerdan, por ejemplo, que
Julio Borges encabezó el Golpe de Estado de 2002– saben que la
ar
derecha ha utilizado como modus operandi el asesinato con francoti-
radores, en los momentos de agudización de la confrontación. ¿Este
fue el caso? No se sabe aún. Tampoco en el caso de la joven muerta
p
122
* * *
a
Balance de la violencia: destrozos en varias ciudades del país, se-
senta y dos heridos, trescientos doce detenidos, tres muertos. Un
tur
francotirador asesinó a un GNB. La joven de San Cristóbal murió
de un balazo disparado por un hombre, militante del partido Vente
Venezuela, de María Corina Machado, quien disparó veinte veces
desde su ventana contra un grupo de motorizados, es decir, chavis-
lec
tas. No se sabe quién mató al joven de San Bernardino todavía. Si
nos pudieran matar a todos los chavistas, lo harían.
Día 41
a
La sucesión de imágenes avanza hasta las náuseas. Aparecen per-
sonajes de un día, como el joven pálido, desnudo y flaco, que sube
ar
sobre un carro hidrante y luego camina con los brazos abiertos.
Quiere simular la icónica imagen de la niña vietnamita, Kim Phuc,
mezclada con la de Jesús crucificado. La fotografía se difunde. En
p
123
ante las acciones de vandalismo. Se transmiten imágenes de Ciu-
dad Tiuna, donde los vecinos salen a respaldar al gobierno: “si se
a
prende un peo con Maduro me resteo”, dicen. La derecha empuja
la realidad hasta el punto de quebrarla. El chavismo reacciona con
tur
madurez: no confronta, ocupa espacios, se resguarda cuando es
necesario.
¿Hasta dónde piensa llegar la derecha?
La situación toma otra complejidad, si la tesis de los malandros
lec
se mantiene y profundiza. Se podría conectar la infiltración para-
militar, las mega bandas, lo acumulado en silencio.
El monstruo crece por las redes: la versión es que grupos chavis-
tas, los colectivos –como dicen– bajaron de los cerros a amedren-
tar a los manifestantes pacíficos y fueron ellos quienes atacaron el
hospital maternal. Hay titulares como: “Colectivos de amor lanzan
a
lacrimógenas contra maternal infantil en El Valle”. Dan vuelta a los
sujetos, a las responsabilidades y –este es el punto– el antichavismo
ar
asume esa tesis como verdadera.
p
* * *
Día 42
F
PD
124
Estos ochenta y dos casos son los que han sido contabilizados en
los episodios de violencia callejera, convocados por los dirigentes
a
de la derecha en los últimos cuatro años. No entra la cantidad de
cuadros del chavismo asesinados en sus casas, calles y territorios.
tur
Este 22 de abril, por ejemplo, cuatro personas le dispararon a Jac-
queline Josefina Ortega. Era dirigente del PSUV, parte del consejo
comunal Francisco de Miranda y del CLAP. Casos similares han
ocurrido por decenas –¿o más?– en los últimos años. Son presenta-
lec
dos como crímenes por intento de robo, salvo cuando la excesiva
evidencia –por quién fue la víctima o cómo ocurrió el crimen– no
permite la mentira.
Han preparado el terreno desde hace tiempo. La infiltración
de paramilitares en zonas de frontera y barriadas no es un mito, su
accionar tampoco. El lunes, por ejemplo, fueron interceptados dos
a
sujetos con tres fusiles FAL con escudos de la FANB, tres carga-
dores con capacidad para veinte cartuchos, y ochocientos noventa
ar
y nueve cartuchos calibre 7,62x51mm, ocultos en un comparti-
miento secreto ubicado entre el tablero y el motor del camión en
el que iban.
p
se puede pensar que se proyecta algo similar a lo que ahí ocurre; con
un futuro engranaje de democracia formal y asesinatos sistemáti-
so
cos de las fuerzas populares, como los ciento cincuenta y seis diri-
gentes sociales asesinados en los últimos catorce meses; sin hablar
de casos como el exterminio de la Unión Patriótica entre los años
ochenta y noventa. La pregunta es: ¿qué plan tiene la derecha para
Venezuela? ¿Qué lectura hacen del acumulado chavista, su arraigo
F
125
* * *
a
hecho de violencia, cada incendio de autobús, institución, hospital,
negocio, es obra del chavismo que infiltraría grupos al interior de
tur
las movilizaciones. Cada muerte ocurrió a manos del “régimen”.
Así lo debatieron en la AN el martes: apuntaron contra los “colec-
tivos paramilitares armados por el gobierno”, similares a las SS
nazis, como lo afirmó un diputado durante la sesión. De esa manera
lec
titulan diarios en el mundo, así como lo hace El País, de España:
“Los colectivos siembran el terror en Venezuela”. Ellos serían los
autores de los asesinatos, los fuegos, la prueba de la ruptura del
Estado de derecho, el arma de la “dictadura” en la calle.
Su base social cree eso. Todo lo que escribo acá sería mentira.
Están convencidos de que su dirigencia no tiene que ver con las
a
muertes y la violencia, aun cuando se vea en un video al dirigente
Freddy Guevara dando órdenes a los grupos de choque. Los ven-
ar
tiocho muertos de este ciclo, los cuarenta y tres de las guarimbas,
las once víctimas de 2013, aún los del golpe de Estado de 2002 –del
cual niegan la misma existencia–, todo es obra del chavismo. La
p
en su Facebook dice:
so
126
medios de comunicación opositores y su dirigencia, ha generado
un deseo de revancha masivo, en particular entre las clases altas.
Han linchado a varios chavistas en sus movilizaciones. “El odio
a
sostiene la crueldad que es la planificación sistemática del sufri-
miento y el dolor”, escribe Alfredo Grande. Planificación, plan,
tur
¿cuál es el que tiene la derecha?
Creen que es el momento; están movilizados desde el 6 de abril,
con saldo de muertos, heridos, destrozos. Ya han sido arrestadas
más de mil doscientas ochenta y nueve personas, entre las cuales
lec
hay policías también. La fuerza que tienen acumulada no se ha mo-
dificado, es insuficiente. Por eso aumenta la cantidad de víctimas.
Ya lo anunció el sábado pasado Ramos Allup, al convocar a orar
por “los muertos que seguramente habrá”. Es el escenario que ne-
cesitan construir para el inmenso armado mediático internacional.
Dependen de ese frente, necesitan acelerar sus tiempos. No hay que
a
descartar, entonces, ninguna acción de violencia de alto impacto
internacional, real o montada.
ar
* * *
p
común argentino, el país está “al borde del hambre”, bajo las ór-
denes de un “régimen que reprime”, se “niega a recibir la ayuda
PD
127
futuros prestigios –mejor despegarse antes de la futura caída–, otros
por una desinformación evidente, soberbia, así como también por
la aplicación de claves de análisis desfasadas para el escenario del
a
conflicto venezolano.
Sobra una intelectualidad que reproduce su lugar de poder aca-
tur
démico y de revistas.
¿Dónde están los John William Cooke de nuestra época?
Día 43
lec
El chavismo retoma la iniciativa luego de un mes contra las cuerdas:
se pondrá en marcha un proceso para convocar y votar una AN
Constituyente (ANC). Lo anuncia Maduro frente a la movilización
masiva reunida el primero de mayo en Caracas. Ya lo había dejado
a
entrever en su programa de televisión En contacto con Maduro; era
parte de las hipótesis en medio de un escenario de incertidumbre
ar
marcado por la escalada de violencia sostenida de la derecha. Se
trata de salir del laberinto por arriba.
Legalmente, la convocatoria se basa en los artículos 347 y 348
p
de la Constitución:
128
más de quinientos, tendrá lugar de manera directa y secreta. Ellos
encabezarán la ANC.
El chavismo tiene dos tareas que podrían estar contenidas den-
a
tro de este llamado. En primer lugar, mantener la paz, es decir,
evitar que se desaten los hilos de la guerra civil que busca la derecha.
tur
Esta hipótesis ha sido puesta blanco y negro sobre la mesa por un
analista de derecha, Luis Vicente León, quien afirmó que:
lec
lo que lleva al país a la conformación de grupos paramilitares
y guerrilleros que pasan a formar parte de la vida cotidiana del
país, pero con el gobierno manteniendo el poder.
encima.
Día 44
F
129
alcanza el miserable sueldo para comprar una llanta? En especial
los negocios de expendios de sustancias alucinógenas, como las
a
licorerías y discotecas. Si las vemos abiertas, candela les vamos a
meter, se quejan porque no hay comida ni alimentos y el sueldo no
tur
alcanza, pero para el trago sí les alcanza. Duraremos en las calles
hasta que caiga este narco-Estado.
lec
cios cerrados, celebrando que los comerciantes se habrían sumado
a la lucha. Algunos mensajes tienen firma de cabecillas de grupos
paramilitares. ¿Son reales, falsos? Lo cierto es que han quemado
autobuses por transitar cuando estaba prohibido.
Abro el Whatsapp: llega una imagen de una pierna a la que le
falta un pedazo de carne de varios centímetros de profundidad, el
a
comando de la GNB incendiado. Pasó en Tovar, estado de Mérida,
entre Táchira y Barinas, corredor de violencia paramilitar. Varios
ar
comuneros y militantes del PSUV resguardan la casa del alcalde,
quien es el próximo objetivo. Otro video: dos hombres son golpea-
dos por una turba en un centro comercial; pensaron que eran cha-
p
poco lo logran.
so
* * *
130
* * *
a
Vuelvo a mi casa. A la esquina llegó un camión con comida regu-
lada; la cola es grande. Hay harina de trigo y de maíz, se espera con
tur
la misma desesperación que hace dos años. ¿Cómo presentar la
propuesta de la ANC en ese marco?
—Las condiciones al momento del llamado eran malas en lo
objetivo y lo subjetivo –dice una compañera en un foro.
lec
Es la única carta que tenemos. ¿Qué ve Maduro que no vemos?
Día 45
Salimos hacia Apure por la tarde. Vamos con Eduardo y con Julián,
a
que llegó hace poco de Argentina como parte de la brigada Eva
Perón. Viaje en autobús, parada para unas arepas de cochino frito,
ar
llegada a San Fernando a medianoche, casa frente al mercado
de los perros que revuelven basura, la avenida vacía donde habló
Chávez, los colchones en el piso, el chinchorro guindando, el aire
p
acondicionado prendido.
—Me quedaría a vivir un año en el llano –dice Julián, mientras
desayunamos piraña frita.
lo
131
—Yo soy chavista, pero no tengo nada que llevar a mi casa –dice
un compañero de un consejo comunal donde se realiza una asam-
blea. Propone que, en la nueva Constitución, el control de precios
a
pase a manos de las comunidades, ya que la institución no puede
frenar la escalada diaria. Las intervenciones se multiplican para
tur
pedir medicamentos para hijos enfermos, ayuda para casas caídas,
cajas CLAP con retraso. Comida, sobre todo. La necesidad es evi-
dente. Un opositor aprovecha para generar tensión, gritos; acusa
con mentiras. La complejidad del escenario es de una angustiante
lec
evidencia:
¿Cómo desarrollar el proceso constituyente entre tanta necesi-
dad acumulada?
¿Cómo construir el puente entre el CLAP y el gran cuadro
nacional?
—Tenemos que hacer de la Constituyente una herramienta de
a
lucha –dice Zambrano.
El problema evidente es que el asunto no es el texto sino su apli-
ar
cación; es la distancia entre lo que se anuncia y lo que realmente su-
cede. Lo evidente también es que el objetivo central, en este preciso
momento, no es la redacción de un nuevo texto constitucional, sino
p
Día 46
F
PD
132
cierre prolongado de acceso a zonas –como al municipio Andrés
Bello, durante dos semanas– y los ataques sobre cuarteles militares
y policiales. Concentración de fuerza en lo concreto y en lo simbó-
a
lico: la “épica gocha” debe servir como incentivo para el resto del
país, como un efecto moralizador. Para eso los videos, las declara-
tur
ciones, las imágenes.
Táchira como retaguardia, ejemplo y punto desde donde agu-
dizar el saboteo de alimentos al país, como se vio en las imágenes
de ataques a camiones de comida. La táctica ha sido atacar sobre
lec
la troncal cinco, que sale desde San Cristóbal hacia Caracas –con
agresiones a la altura de La Pedrera y de Socopó, por ejemplo–; y la
troncal uno, que parte desde San Cristóbal hacia El Vigía. Golpear
la distribución y abastecimiento de comida –base de toda guerra–
ha sido una constante desde hace años, que ha generado desgaste en
la gente. Intentan profundizarla en esta fase insurreccional.
a
Han multiplicado puntos de despliegue paramilitar en el país.
Trazando una línea desde San Cristóbal hacia Caracas se puede
ar
construir un eje que pasa por Mérida –El Vigía, Tovar, por ejem-
plo–, Barquisimeto, Valencia, hasta llegar a Los Teques y San An-
tonio de Los Altos. También una línea que une a través de Socopó,
p
133
* * *
a
Las guerras se preparan, el desarrollo del entramado paramilitar
colombiano también: existen mutaciones entre el paramilitarismo
tur
del 2002/2008 y lo que ahora vemos en acción. Ya no se ven pinta-
das de las Autodefensas Unidas de Venezuela, ni se trata –excep-
tuando algunos casos– de fuerzas traídas desde afuera. Ha existido
un proceso de enraizamiento en el territorio, por ejemplo, a través
lec
de la captación y conformación de bandas criminales.
El proceso, acelerado a partir de 2011, fue el siguiente: detectar
a los líderes de bandas criminales –como el caso del Picure–, darles
formación y tecnificar su armamento; cambiar los métodos de com-
bate, de crimen; brindar logística, retaguardia; incorporarlos a una
estructura. Para afuera son hampa común; en lo invisible, son parte
a
del entramado paramilitar, con jerarquías y tareas. El proceso de
formación también se dio con jóvenes de partidos políticos, como
ar
Lorent Saleh, enviado a Colombia a recibir entrenamiento para
luego aplicarlo en Venezuela.
No usan nombres ni insignias, ni asumen la responsabilidad
p
134
quienes financian parte de las acciones. La última retaguardia está
del otro lado de la frontera: en Colombia.
a
tur
* * *
lec
potenciadas por un andamiaje comunicacional que genera confu-
sión, miedo, rumor. Se han multiplicado por el país y, por lo que
indican los últimos acontecimientos, van a recrudecer. El ejemplo
del lunes en Barinas muestra la magnitud y potencia de lo que está
en desarrollo: ataque y quema de seis estaciones de policía, el local
del PSUV, el CNE, el Inces, el Inavi y centros comerciales; más de
a
diez trancas en zonas populares; intento de penetrar en el destaca-
mento de la GNB.
ar
Los ataques apuntan centralmente a los flancos del chavismo
que la derecha define como fuertes: la unidad institucional –De-
fensoría, Tribunal Supremo de Justicia, FANB, etc.–, la estructura
p
acontecimientos.
Es parte del plan que presiona, que intenta inundar de una vio-
so
lencia cada vez más fuerte, como el caso del joven que fue linchado
y quemado vivo en Altamira, o el número de víctimas que se incre-
menta a cada nueva acción callejera de la derecha. Lo necesitan
para fracturar la sociedad con odio, para escalar en la insurrección
y para su frente exterior, del cual esperan una intervención mayor.
F
135
Día 47
a
Caracas, 6:00 a. m.; comienza la rutina del trabajo en la ciudad. La
agenda del día indica violencia a la altura de la autopista Francisco
tur
Fajardo, una nueva confrontación mediática y armada; un posible
epicentro de terror en un punto del interior del país, que dejará
un muerto o más, y nuevas presiones internacionales. Como si se
tratara de un orden dentro del asedio, un cotidiano del impacto
lec
incorporado a la fuerza por la mayoría.
A esta hora todo está en calma, en particular en el oeste ca-
raqueño. Nadie diría que estamos en guerra, tampoco lo parece
al salir en dirección hacia Guárico, punto bisagra del país por su
ubicación fronteriza con ocho estados. El plan para estos días es re-
correr, escuchar, mostrar el país en movimiento con Telesur; com-
a
prender qué sucede en lo que se encuentra fuera de cámaras.
El camino es el país. Primero una tranca por falta de comida:
ar
varios meses sin que lleguen productos CLAP. Luego una protesta
de la derecha a alturas de El Sombrero, la localidad desde donde
se desplegaba El Picure. Los opositores no obstruyen la calle, están
p
136
el 56% del mercado de harina de maíz precocido. No se identifican
con ningún espacio político, solo con su negocio, y necesitan del
a
Estado. En caso de ganar la derecha, dicen desde su razonamiento
pragmático, el país iría peor.
tur
Acá los escudos, los gases lacrimógenos, los destrozos de Bari-
nas que ocurren en estos momentos, parecen algo lejano. ¿Cuántos
países existen al mismo tiempo? A Valle de la Pascua no ha llegado
el asedio de la derecha. ¿Será parte de una próxima fase del plan?
lec
Salimos al alba hacia Apure. La vendedora de empanadas y café
donde desayunamos nos cuenta que compra esa misma harina en su
comunidad a precio de mercado negro, es decir, tres veces más caro.
¿Cuánto tiempo se necesita para conocer el mapa de la verdad
de las cosas?
a * * *
ar
No entendemos la distancia en el llano, venimos de la ciudad apre-
tada, siempre a punto de, tan Caracas, camioneta, metro, mototaxi,
p
137
mitos de la improductividad estatal, funciona. El turismo se man-
tiene, aún afectado por la violencia y la inseguridad. El Hato, que
ha pasado a llamarse Unidad de Producción Socialista Agroecoló-
a
gica El Cedral, tiene catorce mil cabezas de ganado y es parte, a su
vez, de la Empresa Socialista Ganadera Bravos de Apure –también
tur
estatal–, que agrupa nueve hatos y un total de cuarenta mil cabezas
de ganado. Uno de esos hatos, El Frío, fue recuperado luego de años
de mala gestión. Es cierto que espacios bajo administración directa
del Estado no dieron resultado por falta de seguimiento, corrup-
lec
ción, impunidad, inexperiencia, mando de personas no prepara-
das, direcciones cerradas a la participación de los trabajadores, y el
eterno confiar en la renta petrolera.
Pero algunos, como este, funcionan. Son casos modelo. Acá se
desarrolla la política del punto y círculo: se realiza trabajo social en
las comunidades que lo rodean y se apoya a los pequeños producto-
a
res con créditos sin especulación bancaria. La empresa es parte de
algo más que su propia ganancia, está enmarcada en un proyecto
ar
planteado de manera integral. En cuanto a las ventas, se hacen a
un precio menor que el del mercado, con prioridad para los canales
estatales: escuelas, los Pdval, los Mercal.
p
* * *
138
menos. Tardamos unas seis horas de cola en Elorza para llenar los
tanques. Aprovechamos para seguir una movilización de derecha
que pasa a una cuadra de la concentración chavista. Ni disparos, ni
a
linchamientos, ni piedras. La violencia de la derecha –hablo de su
base social y no de sus formaciones de choque callejero y paramili-
tur
tares– es, ante todo, clasista. Por eso en este pueblo del llano nadie
incendia a un chavista o a alguien simplemente sospechoso de serlo.
Tampoco pasa en los barrios.
Quedan tres horas hasta Guasdualito. Llueve y la inmensidad
lec
toma tonos de grises que la estiran un poco más. Este país es her-
moso por toneladas.
Apure es profundamente chavista. Es necesario comprender
el impacto que tuvo Chávez en estos pueblos olvidados, relegados,
caídos del mapa histórico y político de Venezuela. El nivel de
organización es muy alto, tanto comunero –todo el municipio
a
Páez está cubierto de comunas– como miliciano. En esta zona,
los movimientos populares han enfrentado el contrabando y el
ar
paramilitarismo colombiano desde hace años, y han decidido,
en este contexto, crear las Brigadas de Defensa Popular Hugo
Chávez. El planteamiento es claro: defender el territorio, las
p
139
* * *
a
Llegamos a Socopó, uno de los puntos neurálgicos en esta etapa de
la guerra. Se trata de un pueblo gobernado por un alcalde de de-
tur
recha, con fuerte presencia de narcotráfico, influencia paramilitar
y ganaderos. Eso le brinda un bloque compacto, al cual se suma
una parte de los comerciantes. Tienen condiciones para disputar el
territorio. Socopó está en una posición clave: sobre la ruta que une
lec
San Cristóbal –retaguardia del paramilitarismo– con la ciudad de
Barinas, además tiene un puente que al ser trancado impide el paso
completo. Trancar Socopó es impedir uno de los pasos principales
hacia Caracas, y de Táchira a la capital van gran parte de las ver-
duras y hortalizas.
La situación al llegar es tensa. Tuvieron lugar cinco días de ba-
a
talla frontal –el 19 y 20 de abril, y del 22 al 24 de mayo–, de terror,
como dicen los vecinos. Las amenazas a dirigentes y líderes comen-
ar
zaron el mismo 20 de abril, con motos recorriendo las calles con
una lista de chavistas para matar. La noche del 22 ocasionaron la
interrupción del fluido eléctrico del pueblo, lanzaron una bengala
p
compañera.
Socopó es un ensayo de lo que parece un nuevo momento de la
avanzada paramilitar. Contiene todos los elementos. Es parte de la
táctica desplegada por la derecha, que desplaza los enfrentamien-
tos sobre el territorio como una jugada de ajedrez, que tiene puntos
clave que golpear. Ya pasó por más de diez ciudades.
140
Todas las variables están en su máximo voltaje. Intentan que
una salte por los aires y desbarranque la correlación de fuerzas a
a
su favor. Una de las tareas es comprender esa realidad, informarla,
construir claves para su análisis, actuar y escuchar. La realidad
tur
está en las redes y en los territorios. Ahí se encuentra un país en mo-
vimiento, una de las mayores fuentes de información, las mejores
síntesis comuneras, populares, chavistas.
Ese país tiene las puertas abiertas.
lec
Pide ser contado.
Día 48
El conflicto se ha instalado en La Candelaria, una zona céntrica
a
de mucha inmigración española, italiana, y portuguesa; una clase
media decaída, que guarda vestigios de épocas que ya no son, muy
ar
opositora. Unos quince minutos a pie separan Miraflores de las ca-
lles que son barricadas. Paso por la plaza principal, donde se con-
centran los vecinos que son una tribuna de aliento a la violencia
p
141
clásico de guarimbas, similares a las de 2014. Desde entonces hasta
la semana pasada, a mediados de junio, el escenario ingresó a la
a
segunda fase. El punto de quiebre fue el ataque en El Valle, que
marcó la primera incursión violenta en las barriadas, encabezada
tur
por grupos armados. En los días posteriores comenzaron a darse
controles temporales de territorios –de un día a una semana–, así
como asaltos a cuarteles del ejército y estaciones de policía. Algunos
puntos emblemáticos donde se desplegó esa táctica fueron Valen-
lec
cia, Barinas, Socopó, La Grita, San Antonio de los Altos, Los Te-
ques y San Cristóbal. Esas semanas tuvieron como signo distintivo
no solamente el despliegue del terror sobre el territorio, sino tam-
bién el aumento de muertos diarios. Se trató de una fase de prueba
de las capacidades propias; la respuesta del gobierno, las fuerzas de
seguridad y del chavismo. De eso sacaron balances, conclusiones,
a
lecciones.
Esta semana comenzó lo que parece la tercera fase. Su punto
ar
distintivo: el desplazamiento del frente hacia el oeste de Caracas,
para acercarse y rodear Miraflores. El punto clave elegido es este, el
centro, con un doble propósito. En primer lugar, simbólico: mostrar
p
142
internacionales, sino también construir escenarios mediáticos/po-
líticos, como lo fue el de la muerte de Neomar Lander. El caso es
a
paradigmático: transformaron en mártir a un joven de diecisiete
años, que murió por culpa de un mortero mal manipulado. Según
tur
la derecha, fue asesinado por la GNB. Su base social está conven-
cida de que fue, como cree, que cada muerte desde inicios de abril
es obra del gobierno.
Neomar cumple, como La Candelaria, un rol también simbó-
lec
lico: inocula más odio, rencor, deseo de muerte hacia todo chavista
y al gobierno. Con el joven –acompañado de una campaña mediá-
tica preparada de antemano– se profundiza la idea de que todo es
válido, incluso necesario, para derrocar la “dictadura”.
Llevamos dos meses de ensayo de movimientos armados, fo-
gueo contra las fuerzas de seguridad, preparación de los diferen-
a
tes niveles de enfrentamiento callejero. Los indicios señalan que el
cuadro irá en ascenso, con un objetivo: impedir la realización de
ar
la Asamblea Nacional Constituyente. Para eso cuentan con la di-
mensión legítima/jurídica, encabezada por la Fiscal General de la
República, y con la violencia. Podría darse, dentro de ese plan, una
p
143
en el oeste caraqueño. La derecha, por su parte, aun con todo el
arsenal comunicacional, no ha logrado el objetivo clave de sumar
a
a los sectores populares a sus llamados políticos; ha conseguido, sí,
su participación en algunas jornadas de saqueos, como en Barinas.
tur
El cuadro es complejo. Estamos inmersos en una guerra de con-
tornos borrosos, de fronteras que se deshacen. Comprenderla es
una necesidad. Viene de frente.
lec
Día 49
Caracas, 7:00 a.m., 19 de junio de 2017. El día amanece fresco,
es época de lluvias. El mate está listo, los pronósticos políticos del
día no son buenos, la derecha anunció una gran movilización a la
a
capital. Reviso redes sociales, declaraciones, amenazas públicas de
algunos de sus dirigentes. Habrá un muerto, es casi seguro; lo dice
ar
la costumbre de rojo que nos han impuesto desde hace ochenta días.
El chavismo marchará también. Será en el oeste de la ciudad,
zona donde la derecha intenta incursiones tanto de día como de no-
p
che desde hace una semana, por ahora sin demasiado éxito; salvo el
de generar pánicos, incertidumbres, sentido –para ellos– de cerca-
nía de victoria. La violencia, a veces, parece un objetivo en sí dentro
lo
144
y los órganos vueltos ceniza; autopsias de jóvenes en primer plano;
un asesinato con pistola de perno –utilizada para matar vacas–;
a
madres opositoras y chavistas llorando a sus hijos; un Guardia Na-
cional ensangrentado y luego muerto, atado de manos, con el torso
tur
desnudo; motorizados tirados en el piso por haber resbalado en el
aceite puesto para eso en las barricadas; personas sospechosas de
ser chavistas, golpeadas en centros comerciales; un conductor de
camión con el cráneo abierto por no dejarse robar por los grupos
lec
de choque; la quema de un hospital maternal, de instituciones con
guarderías y niños dentro; hombres con capuchas y armas de fuego
controlando territorios durante horas o días. Por nombrar solo al-
gunos casos.
¿Dónde quedan esas imágenes? ¿Qué modifican en lo profundo
del país? a
El plan de la derecha no es solamente quitar del gobierno a Nico-
lás Maduro, es hacerlo a través de la inyección de terror en la socie-
ar
dad, del daño sobre las psiquis, del ensayo del caos; la validación en
un sector de la población de “la necesidad de eliminar chavistas”.
La forma en la cual llegarían a su objetivo condicionaría las posibi-
p
* * *
so
joven muerto, aun y sobre todo los que ella misma mata de manera
directa e indirecta.
PD
145
julio, por eso aprietan: han generado “legitimidad internacional”;
un parcial cerco geopolítico; una violencia con capacidad de acti-
a
vación en varios puntos del país; algunas fuerzas entrenadas que
han asediado pueblos durante días; y el momentáneo acuerdo de la
tur
clase dominante venezolana, religiosa, económica y política.
Termina otro día en Venezuela. La costumbre de rojo, pienso.
De escribir otro muerto, también he cambiado yo mismo por haber
visto tanta imagen. Mañana tendremos una nueva asamblea en
lec
el barrio para debatir sobre la ANC; para ver cómo enfrentar la
subida indetenible de precios, que afecta en particular a los más
humildes, para encontrarnos y conjurar la negación del otro. Hay
un país que se resiste a ser ceniza.
Día 50
a
ar
Ciento cincuenta familias campesinas del municipio Obispo Ra-
mos de Lora, en Mérida, rescatan quinientas sesenta hectáreas del
terrateniente Iván Guillermo Rondón Ruiz. La información llega
p
escalada.
“Vamos por las tierras que Chávez les dio”, fueron algunas de las
PD
146
de clase: terratenientes, grandes empresarios, partidos de la vieja
derecha, fuerzas políticas de laboratorio creadas por el chavismo.
a
Un bloque que, a su vez, se encuentra entrelazado y subordinado
al frente internacional que financia, diseña y opera desde Estados
tur
Unidos.
En el dinero de la violencia pueden verse los intereses reales del
conflicto.
No es la primera medida que se toma contra un terrateniente
lec
involucrado en el apoyo a destrozos, trancas, ataques a instituciones
y a fuerzas de seguridad del Estado. Hace pocos días fueron resca-
tadas tierras en el municipio Pedraza, Barinas, de un terrateniente
que había puesto a disposición el retroexcavador utilizado en las
jornadas de terror en Socopó, donde llegó a ser quemada y derrum-
bada el 24 de mayo –con ese retroexcavador– la estación de policía.
a
En ambos casos se trata de acciones impulsadas por consejos
campesinos y, en el caso de Mérida, acompañado por la CRBZ. Es
ar
una respuesta ante la avanzada que se despliega sobre los territorios.
Se necesita que la institucionalidad acompañe a los campesinos,
pero, hasta el momento, como en Barinas, la respuesta es negativa.
p
Día 51
Estamos a cuatro horas de la frontera con Brasil. Parece una zona
caída del país, una sociedad minera, una realidad que dice que
F
147
con motosierras, ni que ocurra una masacre en una mina, donde
casi nunca se presentan dolientes para reclamar.
a
Los paisajes son inmensos, con tierra roja, barro constante de la
lluvia que cae cada noche. Tiene momentos de selva, de montaña,
tur
de llanura espesa. Verde, todo verde.
Había estado en el pueblo en 2015, para un reportaje sobre los
festivales. Recuerdo historias como la mezcla cultural producto de
las migraciones de países de las Antillas Menores, que acá se jugó
lec
el primer partido de fútbol en Venezuela, que la música se llama
Calipso y se canta en un inglés creolizado. Estamos ante una socie-
dad organizada alrededor de la minería, una actividad ilegal pero
legítima. Se ve desde el primer momento en las calles: mineros que
regresan embarrados de las botas hasta la cintura, cargando sus
bateas de madera como sombreros chinos, los cerca de quinientos
a
negocios que compran oro. Es el pueblo del oro y se llama El Callao.
Acá no se habla mucho.
ar
* * *
p
tran unos veinte mil mineros. Hay casas con paredes de zinc, techos
de lona, maderas para sostener estructuras provisionales, calles de
tierra y barro, negocios donde se consiguen todos los productos,
pozos por todos lados, como si miles de topos buscaran cada día
bajo tierra, a unos cuarenta metros de profundidad, sin ningún tipo
F
148
* * *
a
—Vamos a estar claros, la página que leen los mineros se llama
Dólar Today.
tur
La cotización del dólar ilegal es sabida por todos acá. El precio
del oro es internacional, varía en bolsa, ronda los cuarenta y tres
dólares el gramo. El precio en el mercado local cambia según como
se cotice el bolívar al cambio ilegal, ese que actualiza cada día la
lec
tasa de especulación. Al minero se le paga por un oro no procesado,
que luego se limpia y aumenta de precio. Es el movimiento diario
de miles de personas en esta sociedad articulada alrededor del oro,
con sus reglas y jerarquías.
Lo primero es comprender.
Existen dos tipos de minería artesanal: la sedentaria, que es de
a
explotaciones que llevan años, y la bulla. Las técnicas para sacar el
oro son varias: de aluvión, que es sobre río y se trabaja con batea o
ar
extractor; y la de barranco, que son pozos de un metro y medio de
ancho, que llegan hasta aproximadamente ciento cincuenta metros
de profundidad y luego se abren en galerías de otras decenas de
p
metros.
El número total de mineros en Bolívar es incierto. Se estima que
alrededor de la actividad hacen vida cerca de doscientas cincuenta
lo
* * *
PD
149
Si es del Estado, significa que nadie más puede extraer ni vender.
¿Qué hacer entonces con la economía ilegal de varios municipios
a
donde miles de personas dependen esencialmente de esos ingresos?
Es una economía con reglas propias, distribución y disputa de zo-
tur
nas mineras entre bandas. El Estado intenta regularizar y recupe-
rar el control de la zona. Parece haber optado por la estrategia de
la negociación antes que por confrontar. Es una gran disputa por el
territorio entre mineros, grupos armados y el Estado. Se necesita
lec
el Estado; su ausencia es, en la práctica, la ley del más fuerte, y el
fuerte es cruel, domina por la potencia de las balas y el miedo. Un
ejemplo: a media hora de acá está Tumeremo, donde tuvo lugar una
masacre pública el 4 de marzo de 2016. Diecisiete mineros resulta-
ron muertos. La derecha quiso hacer del suceso un caso político,
con el objetivo de señalar al Estado como culpable. No lo logró, la
a
operación se desmontó en pocos días.
—En la mayoría de las minas ha habido masacres –dice una
ar
compañera.
El plan es ordenar la minería artesanal: apoyar con insumos –ex-
plosivos para la explotación, maquinarias para el procesamiento de
p
* * *
F
150
cuerpo, gimen, el parásito los invade por dentro. Hay niños. Parece
un retroceso en el tiempo: epidemia, búsqueda de oro, pobreza.
a
En un rancho, a orillas del río, un joven está recostado en una ha-
maca. Toma agua, vomita, combate la fiebre. No tiene tratamiento.
tur
—Eso, si no se cura, te mata –le dice una vocera del consejo
comunal.
—Lo sé –contesta.
Se buscan respuestas para combatir la crisis de salud. La situa-
lec
ción nacional de falta de medicamentos, debida al saboteo de las
grandes empresas farmacéuticas y burocracias estatales, hace la
respuesta insuficiente. El cuadro se agrava por falta de fumigación,
y en El Callao existen ríos y estanques de agua cerca de cada mo-
lino donde se procesa la tierra que contiene oro: hay centenares de
molinos. a
ar
* * *
151
* * *
a
La propuesta hacia la minería artesanal es también transitar del
uso del mercurio al del cianuro. El primero es utilizado para retener
tur
el oro dentro de la arena. Una vez que ambos se encuentran unidos
se procede a quemar el mercurio –que contamina el aire– para que
quede únicamente el oro. El cianuro, en cambio, liquidifica el oro,
y este, dentro de unos tanques con agua, es absorbido por pequeños
lec
pedazos de carbón que luego son separados del oro. El cianuro,
dicen los mineros en El Callao, no contamina, se descompone. Sin
embargo, el uso de ese material está prohibido en varios países:
varios derrames de cianuro han ocurrido por parte de empresas
privadas mineras contaminando ríos, como la Barrick Gold en
Argentina, en 2015 y 2016. a
Es justamente sobre la política por parte del Estado hacia las
empresas privadas, dentro del Arco Minero, donde existen pocas
ar
informaciones. Según anuncios oficiales recientes del ministro de
Minería, ya están en marcha acuerdos con algunas de ellas; como
la Gold Resort, de Canadá, para el oro; una empresa de Suráfrica
p
152
así como también erradicar la pobreza material que se ensancha:
tanto se llevan de aquí y tan poco regresa, dicen los mineros. La
a
riqueza del oro debe ser para el Estado, la producción nacional; y
para quienes día tras día bajan a ciento cincuenta metros con una
tur
linterna, una pala y una barra, y revuelven el barro con una batea
en busca de un brillo de oro pegado al mercurio.
* * *
lec
Mientras averiguamos, filmamos, escribimos, llega una noticia
desde Caracas: se produjo un ataque desde un helicóptero sobre
el Tribunal Supremo de Justicia y el Ministerio del Poder Popular
para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz. El autor, que escapó,
a
difunde un video a través de Instagram. Estamos en horas y días
críticos, la situación puede dar un vuelco. La policía acá en el pueblo
ar
manda a toda la gente a la casa. Mañana volveremos a la capital,
veremos si el trancazo al que convoca la derecha estará en nuestro
camino. Esta semana en El Callao ha sido una ventana a otro país
p
Día 52
Incendiaron sesenta toneladas de comida en un depósito de Mercal,
en Lechería. Nos avisan mientras vamos en el carro; el sitio queda
F
153
El hecho marca dos elementos. El primero es que el eje econó-
mico está en primer plano del intento de asedio hacia el golpe de
a
Estado. Así lo indican el aumento de precios sostenido –en las calles
de Lechería el kilo de harina de trigo subió de cuatro mil quinientos
tur
a nueve mil en una semana, y el azúcar de cinco mil a siete mil en
tres semanas–, así como los bloqueos y secuestros de camiones de las
redes de distribución de alimentos del Estado.
El segundo elemento es la frontalidad del ataque. Hasta el
lec
momento la trama de la guerra económica se había desarrollado
casi siempre en las sombras, en el anonimato, en la negación de su
misma existencia. Con esta acción, la guerra emerge y se muestra
como tal; necesita desabastecer a los sectores más humildes en este
plan de asalto final –dicen– que está en marcha.
—La oposición está jugando con el hambre del pueblo; ellos
a
tienen plata, nosotros no –dice una señora, mientras prepara bolsas
de comida con lo que quedó en el Mercal.
ar
Los quince productos que serán entregados a través de los
CLAP cuestan diez mil ochocientos setenta bolívares, su precio de
calle sería unos ciento cuarenta mil bolívares –el sueldo mínimo
p
154
La pregunta es entonces otra: ¿buscan legitimidad o avanzan
en acciones que saben que no reunirán consenso? En el segundo
a
caso sería una muestra de desesperación en el intento de quebrar
la correlación de fuerzas, el predominio de una línea de guerra que
tur
ha aceptado que resulta imposible sumar a los sectores populares
desde la política, y que es necesario llevar a escenarios mayores
de desesperación y caos que puedan generar explosiones sociales.
Atacar para quitar la comida es, dentro de esa lógica, la mejor
lec
táctica.
* * *
Día 53
F
che con libertad para matar, en la que los ricos salen a cazar po-
bres. En Venezuela parecen darse momentos así, donde cualquier
cosa puede suceder; como si una campanada sonara, las puertas se
abrieran y la muerte mirara desde el otro lado.
Cada día tiene una alta probabilidad de transformarse en un
acontecimiento catastrófico; además de las víctimas, que son como
155
un reloj que casi no falla. La derecha se adelanta en el calendario:
convocan a un plebiscito para el 16 de julio. Será para preguntar
a
–afirman– tres puntos:
tur
1. ¿Rechaza o aprueba la realización de la ANC?
2. ¿Demanda a la FANB y los funcionarios respetar la Consti-
tución?
3. ¿Aprueba que se proceda a la renovación de los poderes pú-
lec
blicos, la realización de elecciones libres, así como la confor-
mación de un gobierno de unidad nacional?
La hipótesis que se abre es la del doble gobierno y el conflicto
prolongado.
Esta posibilidad tiene dos elementos centrales: el político y el
armado. En lo político ya lo han anunciado, el plan es, además de
a
desconocer el gobierno de Nicolás Maduro y la ANC, avanzar en la
creación de nuevos poderes públicos. Esto significa intentar poner
ar
en pie un gobierno paralelo. Para legitimar esa línea, que ya está
en desarrollo, han convocado al plebiscito, donde la cuestión no es
su legalidad o no, ni cuánta gente votará; de lo que se trata será de
p
156
acciones de gran envergadura durante varios días en diferentes ciu-
dades, no parecen en condiciones de sostener esas posiciones en un
a
esquema, por ejemplo, de “territorios liberados”. Poseen ventaja de
los sentidos a nivel internacional, no tan clara en el ámbito nacional
tur
–su violencia los desgasta y expone al rechazo– y pareciera faltarles
capacidad en la calle para un plan de esa dimensión.
Este escenario se prolongaría. Sus acciones violentas, por el mo-
mento sin nombre, podrían tomar identidad política y desplegar su
lec
estructura armada de manera pública, incluso diferenciada de los
partidos opositores, como ya esbozan a través de la diferencia entre
Mesa de Unidad Democrática y la resistencia.
Resulta difícil saber cómo podría terminar un cuadro de esas
características. Algunos dirigentes de la derecha dejan entrever lo
que proyectan, como Juan Requesens, de Primero Justicia, quien
a
afirmó en un foro: “Para llegar a una invasión extranjera tenemos
que pasar esta etapa”.
ar
* * *
p
157
de cierta estructura armada y la pantalla pública de su nueva herra-
mienta en construcción: los comités de rescate de la democracia. El
a
CNE ya anunció que protegerá cada lugar de votación.
Planteado así el cuadro, el ciclo que se abrió a principios de abril
tur
no parece tener una resolución cercana. Los Estados Unidos, que
conducen la estrategia, han decidido empujar a Venezuela hasta sus
límites políticos, sociales, culturales, comunicacionales y militares.
Quieren retomar el poder político, subordinar la economía a sus
lec
intereses y desplegar una revancha masiva sobre un movimiento
histórico. ¿Están dispuestos a hacer más de lo que hacen, pasar a
una acción directa? La derecha que depende de ellos está en un
callejón peligroso: no dispone de la fuerza suficiente para lograr su
plan, no parece dispuesta a renunciar; ha planteado un objetivo de
máxima sin posibilidad de negociaciones intermedias.
a
Ganar o perder.
ar
Día 54
p
158
juego y no lo es, porque el muerto no es un juego, el quemado no es
un juego, el asedio no es un juego –me escribe una compañera.
a
Es el sentimiento de muchos. Se verá más claro en unos días,
según como se desarrollen los acontecimientos. A veces lo mejor
tur
es dejar correr, observar las reacciones, preguntarse muchas veces
por qué, cuál es el cálculo. La derecha, por su parte, también parece
desconcertada. López fuera de rejas significa el fin del show de su
mujer Lilian Tintori, el regreso al terreno casi directo de uno de los
lec
dirigentes que puede hacerles sombra a los demás. Es un problema
en las filas de zamuros que son los dirigentes de la derecha. Estamos
a una semana del plebiscito.
Tengo una certeza: aquellos a quienes la dirección perdone,
luego no nos perdonarán. Lo dicen las experiencias históricas,
aunque Chávez perdonaba. Lo hizo, cruz en mano, con quienes
a
hicieron el golpe de Estado en 2002; así como también lo hizo con
corruptos internos que hoy son un monstruo que devora el mismo
ar
acumulado chavista. Podía hacerlo porque pensaba tener herra-
mientas para sostener la situación. ¿O porque no tenía condicio-
nes para castigar? Los que hoy encabezan la guerra son quienes en
p
literal.
Simón Bolívar escribió en el Manifiesto de Cartagena, en 1812,
luego de la caída de la Primera República:
nal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que to-
davía no habíamos enteramente construido!
159
* * *
a
“Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas,
en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se
tur
veían llegar”. Rainer María Rilke.
Me lo manda mi viejo. Pienso en el plan que tenía de irme en
octubre. En Buenos Aires me espera mi hermana, amigos, compa-
ñeros, historia mía, cuentas pendientes, una vida que hacer. ¿Cómo
lec
irme en este escenario? ¿Cómo poner una fecha y decir “hasta acá”?
Día 55
Hoy es domingo 16 de julio de 2017, día del plebiscito de la derecha y
a
del simulacro electoral de la ANC. Hoy no es el día crítico, es su punto
de inicio. Salimos a recorrer la ciudad, nos metemos en El Valle,
ar
Petare, La Candelaria, La Pastora, la Universidad Bolivariana, en
Catia. Al llegar a la avenida Sucre veo un muerto a pocos metros; el
clima parece un disparo a punto de impactar. Una imagen se repro-
p
160
El objetivo es el acto, una cifra acordada, su reconocimiento
internacional; presentarlo como un mandato popular para llevar
a
adelante las nuevas oleadas de violencia en ascenso. Legitimar la
violencia. Ya lo tienen, ¿ahora qué?
tur
La respuesta llega este lunes y confirma la hipótesis: anuncian
el nombramiento de un “gobierno de unidad nacional” y de nuevos
magistrados para el TSJ. Es el intento del doble gobierno, una he-
rramienta que se ha visto en otros escenarios de guerra. Para dar
lec
vida a esa táctica necesitan profundizar la presión internacional
que les permita el reconocimiento diplomático, agudizar la violen-
cia en sus dimensiones y métodos. Estamos en lo que llamaron la
“hora cero”, el “punto de no retorno”.
¿Tienen posibilidad? El frente internacional parece relativa-
mente sólido, aunque no resulta claro hasta dónde están dispuestos
a
a avanzar los norteamericanos en este momento. Se sabe de próxi-
mas maniobras militares en la frontera amazónica compartida en-
ar
tre Brasil, Colombia y Perú, la presión económica que opera como
cerco; se ven contornos borrosos con centro claro. El escenario na-
cional es para ellos mucho más frágil: sostener un esquema de esa
p
161
enfrentamiento; agravar más los efectos de la guerra sobre la eco-
nomía, el Estado, la sociedad y la cultura. Eso es un objetivo, en sí,
a
estratégico.
tur
* * *
lec
vidades, las condiciones de la pelea por nocaut en la que estamos.
El problema es sobrestimarla, caer en triunfalismos contrapro-
ducentes. Quedan dos semanas para jugar la única carta que te-
nemos para desarmar la violencia en ascenso: la ANC. Ese es el
objetivo principal. Dentro de eso existen otros objetivos y nece-
sidades, planteados desde que el presidente hizo el llamado a la
a
Constituyente: romper con los actos hechos para aplaudir a diri-
gentes y dar forma a asambleas populares reales en los territorios;
ar
permitir que haya crítica, interpelación, recoger las propuestas
que emerjan de las bases; volver a impulsar un ejercicio de partici-
pación protagónica, muchas veces opacado por lógicas verticales
p
parece alejarse de ella. Tal vez ya lo esté del todo. Si esa mayoría se
expresa el 30 de julio, habrán perdido.
Están enceguecidos por sí mismos, sus aliados, sus redes sociales.
Empujaron el país al borde. Si fracasan, estarán ante una de-
rrota como onda expansiva.
162
Estamos en un empate catastrófico que puede quebrarse con los
resultados del 30 de julio.
a
Día 56
tur
Faltan cuatro días para la votación de la ANC, mañana comienza
el paro de cuarenta y ocho horas. La derecha se queda sin tiempo.
lec
Saldré a las seis de la mañana de casa, en moto, para recorrer el este
de la ciudad; ver cuánto logran desplegar, qué fuerza tienen en sus
barricadas; cuánto negocio cerrado, transporte detenido, autopista
vacía. Tengo un mapa con diferentes puntos: las urbanizaciones
donde tienen históricamente más fuerza; las zonas del este que no
conozco por alejadas, cerradas, excluyentes; el centro, el oeste, los
a
barrios. Veremos si tienen lo que dicen tener. Es el mejor método
para conseguir información segura, al menos una parte central.
ar
Lo otro es por redes, grupos de Whatsapp, análisis de medios, en
particular los suyos.
La moto es una necesidad; ya tengo una. Tenemos prohibida
p
163
colombiano, delincuentes rentados. Las fronteras entre los niveles
del brazo armado son difusas, aprietan con objetivos selectivos. A
partir de mañana veremos el carácter que toma, se abrirán nue-
a
vamente las puertas de la purga, aunque no parece que tengan la
fuerza para impedir las elecciones del domingo. Quemarán, mata-
tur
rán, destrozarán, elevarán el nivel de la violencia: ¿bombas, incen-
dios, falsos positivos? Todo puede pasar.
Varios compañeros ya no pueden regresar a sus casas: están
marcados.
lec
Hay una caza de chavistas en redes, urbanizaciones, calles, etc.
Creo que la clave está en lo que vendrá después. Si la derecha
inscribirá o no candidatos para las elecciones de gobernadores,
si los Estados Unidos desconocerán al gobierno y reconocerán la
incipiente institucionalidad paralela para darle financiamiento y
armamento. Ya los alcaldes procesados por el TSJ pretenden des-
a
conocer la sentencia por no reconocer el poder público. Todo es una
gran especulación, la misma incertidumbre: la ecuación no les da el
ar
resultado, ¿qué piensan hacer?
Lo debatimos en la mesa de la casa con Emilio y Yusbeli, con una
compañera de Prensa Latina al regreso de Telesur; con el Turco y
p
Día 57
F
164
Comemos unas empanadas a la espera de que suceda algo. Pasa la
mañana.
Son como dos ciudades, de espaldas una a la otra. El corte, como
a
es habitual, es de clases.
Parece una calma que antecede la tormenta. ¿Habrá tormenta?
tur
El escenario cambia en horas de la tarde, aparecen los dos niveles de
violencia que tiene organizada la derecha. El primero se desarrolla
en Bello Campo, donde grupos de choque –“escuderos”, bendeci-
dos por curas y dirigentes como Freddy Guevara– van a buscar el
lec
enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. Su objetivo es generar
el hecho mediático, la imagen que sus medios se encargan de ma-
sificar de manera invertida, donde presentan los sucesos como una
“arremetida del gobierno” contra ellos. Sus líneas de choque orga-
nizadas actúan con piedras, bombas molotov y morteros. Tiene a
personas armadas que disparan desde el techo de un edificio.
a
El segundo nivel se activa en varios puntos de la ciudad, como
Petare y Macaracuay. Sin cámaras ni construcción épica, como en
ar
torno a los “escuderos”. Son grupos que atacan con armas de fuego
a las fuerzas de seguridad del Estado.
Algo similar ocurre en otros puntos del país, como en el estado
p
* * *
165
les da la espalda, hay hartazgo de su violencia, de sus métodos que
no encuentran consenso; se nota la desesperación de quienes toda-
a
vía intentan armar trancas con basura y ramas, que con gente.
La derecha, que anunciaba su fuerza indetenible, se parece a la
tur
novela de Osvaldo Soriano: Triste, solitario y final.
Día 58
lec
Treinta de julio. Querían pelear y el chavismo peleó. El resultado
fue inmenso: 8.089.820 votos a favor de la ANC. No lo espe-
raban los analistas de derecha que pensaban al movimiento de
Hugo Chávez contra las cuerdas, casi rendido. Tampoco muchos
dentro de las propias filas: años de resistencia, en particular eco-
a
nómica, parecían haber desgastado con dureza la fuerza propia.
La jornada electoral fue difícil en varios lugares. La derecha ha-
ar
bía anunciado que sabotearía los comicios y así intentó hacerlo. Los
puntos de ataque se concentraron en algunas zonas en particular:
Táchira, Mérida, Lara, Zulia, y Caracas. En esos lugares desple-
p
166
La violencia desplegada por la derecha no fue de quien avanza,
acorrala y toma posiciones. Se trató de acciones que caracterizan a
a
quien pierde, tiene desesperación y, sobre todo, poca gente. Se vio
nuevamente en las calles: el llamado a detener la elección solo tuvo
tur
eco en su base social histórica, clasista, minoritaria, que aplaudió
la explosión de la bomba que hirió a seis policías –uno resultó que-
mado en el 80% de su cuerpo– y no pudo generar, en el caso de
Caracas, más que algunos focos de violencia.
lec
No hubo comprensión de lo que pasó en las urnas, al punto de
negarlo. La dirigencia de la derecha lo hizo por estrategia política
y su base social porque –como desde el inicio de la revolución– no
logró comprender cómo las mayorías populares pueden tener pen-
samiento, conciencia, estrategia y sentido del momento histórico.
Hicieron lo de siempre: subestimaron al chavismo.
a
Y el chavismo hizo lo que hace cuando lo atacan de frente: fue
contundente.
ar
* * *
p
167
existía antes de 1999, de quién es la derecha que se presenta como
solución a los problemas del país. Puede estar descontento con la
a
dirección y la situación económica –como de hecho lo está–, pero
tiene el hilo histórico muy presente. En una batalla crucial, como lo
tur
fue este domingo, salió a pelear con esa claridad.
Por último –podría ser lo primero–, por el mismo Hugo Chávez,
el orgullo del chavismo, que es un orgullo de clase, de historia, de
piel; esa misma piel y clase que se transformó en motivo para ser
lec
quemada por la derecha.
Surge una pregunta: ¿solamente votó el chavismo? Pudo haber
sucedido que gente de oposición haya ido a votar, y rechazar el ca-
llejón violento y sin salida planteado por su propia dirigencia. En
varias zonas se reportó la presencia de votantes de oposición: en los
barrios, la gente se conoce. a
ar
* * *
168
Por eso, más que nunca, dependen del frente internacional. Por
ese lado parece que vendrán las próximas acciones. Tal vez a través
a
de nuevas formas de la violencia. Esa derecha que parecía en avan-
zada se encuentra en crisis. No se debe caer en triunfalismo. La
tur
confrontación no termina mañana ni pasado y puede sorprender.
Llegó para quedarse, y mutar.
El chavismo mostró el domingo que está de pie y dispuesto a
pelear contra el enemigo histórico; lo hace de manera inmensa.
lec
Mañana sigue una nueva batalla.
* * *
169
explosión de los policías en Altamira, que apareció reseñada como
ataque del propio gobierno. Algún día se tendrá que contar cómo
a
los grandes medios de comunicación fueron parte activa de la men-
tira sobre Venezuela para legitimar una intervención extranjera.
tur
La mentira no tiene costo, la invitación a la muerte tampoco.
Se tendrá que contar también cómo la gente salió a votar a pesar
de las amenazas. Se vieron imágenes de personas cruzando ríos
para llegar a sus centros de votación. Historias que llegan, como
lec
esta que envía escrita un compañero desde Mérida:
Inmenso.
170
Día 59
a
A esta hora la derecha debía estar, según sus cálculos, en una po-
sición de fuerza radicalmente diferente: sentada en el Palacio de
tur
Miraflores o en el despliegue de un gobierno paralelo, combinado
con movilizaciones de masas y acciones violentas, incluidas milita-
res. Se había planteado la apuesta a todo o nada/ahora o nunca, y
hoy se encuentra en una disputa interna para ver cómo seguir y no
lec
terminar peor que al iniciar la escalada de los cien días.
Pasó lo que les suele pasar: se equivocaron en sus análisis. So-
brestimaron la fuerza propia, subestimaron al chavismo, leyeron
de manera errada el estado de ánimo de las masas; así mismo, cal-
cularon mal las coordenadas del campo de batalla y, en las batallas,
las responsabilidades son colectivas pero diferenciadas: el peso ma-
a
yor recae sobre los generales. Hubo una derrota táctica en el marco
de un equilibrio inestable prolongado, y eso trae cambios, facturas,
ar
desbandadas y reposicionamientos.
¿Por qué evaluaron de manera equivocada las condiciones para
la toma del poder de forma violenta? Se combinan varios elemen-
p
171
que las masas descontentas acompañarían su llamado a la calle
para sacar al “régimen”, y que su propia fuerza tenía capacidad
a
de desplegarse hasta alcanzar la masividad policlasista y nacional
necesaria. Esa combinación de elementos iba a tener, a su vez, inci-
tur
dencia sobre factores políticos e institucionales del chavismo que, al
ver el ascenso irrefrenable de las masas en su pedido de elecciones
generales, se iba a cambiar de bando. Solo sucedió con la Fiscal
General y algunos dirigentes intermedios puntuales –y no fue por
lec
las masas, sino por cálculo y compra política–. Lo más importante
en ese plan era la FANB, y no se quebró.
Esos cálculos condujeron a sostener la hipótesis de la salida vio-
lenta durante más de cien días, con puntos clave como el anuncio
de que sería elegido el próximo presidente en elecciones primarias.
Lo había proclamado Ramos Allup, el primero en decir luego que
a
participará en las elecciones regionales. Entre un anuncio y el otro
pasaron quince días, y en el medio una fecha clave: la victoria de la
ar
ANC, de la política. La derecha desconoció públicamente los resul-
tados, pero su impacto fue innegable: abrió un cambio de táctica en
desarrollo.
p
172
por tres sectores que, aunque sostienen posiciones diferentes –por
pragmatismo o convicción–, no parecen tener fronteras tan claras.
a
1. El primero está conformado por los partidos de derecha más
tur
históricos, como Acción democrática, presidido por Ramos
Allup, que, aunque acompañó la escalada de violencia, su
apuesta reside y residió en la estrategia del desgaste del go-
bierno –en particular, por el efecto de los ataques econó-
lec
micos– para acumular en votos el descontento popular y
apostar a victorias electorales.
2. El segundo está dirigido por Voluntad Popular y Primero
Justicia –cuyos dirigentes están inhabilitados para presen-
tarse como candidatos–, siendo este el sector que apostó a
la salida por la fuerza, trabajó en la conformación/financia-
a
miento/entrenamiento de grupos de choque, y se vinculó de
manera directa con grupos paramilitares colombianos.
ar
3. El tercer grupo o sector es el que se ha autodenominado
“resistencia” y se ha multiplicado con varios nombres según
las zonas del país. El discurso es el del rechazo a la traición de
p
173
preparación de los grupos más radicales. La autoría del hecho de-
bería buscarse en el tercer sector, que parece vinculado, por debajo
de la mesa, al segundo, y a dirigentes de la derecha como el senador
a
norteamericano Marco Rubio. Seguramente intenten más accio-
nes como esta, o mayores. Hay síntomas de desesperación, y eso
tur
puede traer violencia y apuestas más radicales.
A este cuadro deben agregarse las dos principales líneas de
fuerza de la derecha: la económica y el frente internacional. En el
primer caso se ha visto cómo, luego del 30 de julio, se produjo un
lec
ataque frontal contra la moneda al aumentar vertiginosamente el
dólar paralelo. El objetivo es disparar los precios, desgastar a la po-
blación, distanciarla de esa manera del gobierno, agravar el cuadro
de dificultad material, e intentar asfixiar los cotidianos de las clases
populares. En cuanto a lo internacional, la escalada sigue dirigida
desde los Estados Unidos, con apoyo central desde Colombia y los
a
gobiernos subordinados de la región.
El resultado es que la derecha ha vuelto a depender de dos estra-
ar
tegias que expresan su incapacidad. Una es golpear a la población
para llevarla al desespero e intentar traducir esa situación en votos.
La otra es pedir la intervención norteamericana, disfrazada de la
p
* * *
PD
174
abierta del carro de regreso a mi casa, con el viento fresco del valle
cuando amanece.
Es la primera salida en mucho tiempo.
a
Día 60
tur
El gobierno norteamericano recorre el continente para generar un
acuerdo contra Venezuela. Colombia, Argentina, Panamá; los pre-
lec
sidentes se muerden la lengua, dicen estar en desacuerdo con una
intervención militar. No existe consenso para defender esa postura.
La van a trabajar por debajo de la mesa. ¿Cómo, cuándo? Es un
tema de conversación recurrente con varios compas, un intento de
aproximación a lo que podría venir. Lo que anuncian de manera
pública son los ataques económicos y diplomáticos; buscan apretar
a
hasta el quiebre, cerrar el cerco, impedir el funcionamiento de la
economía venezolana en cada punto donde puedan. Ya no lo disi-
ar
mulan, el bloqueo es anunciado con impunidad.
Estamos en la mira del imperialismo, somos el punto rojo.
El chavismo sigue con la iniciativa entre sus manos con la ANC:
p
tes está fuera del país, como sucedió con los de cien el año pasado.
La situación de frontera no ha mejorado, por el peso de las mafias
y por las dificultades propias. ¿Por qué milagro no se llevarían los
nuevos billetes para el otro lado?
No se ve perspectiva de mejoría en lo económico. Cuesta ver la
línea, el plan. Existe confusión, un intento de construcción de un
175
empresariado nacional, una decisión de no fiscalizar el precio de
los productos y haber dado por tierra los precios justos sin nunca de-
a
cirlo. Según algunos compañeros, solo se habría ejecutado un 30%
del plan de siembra nacional de 2017; eso es no tener una economía
tur
de guerra en medio de una guerra. Creo que no la hemos tenido en
estos cuatro años.
Lo estatal disfunciona, lo comunal no es un objetivo visto desde
la mayoría de la dirección; el privado, con quien se quiere hacer el
lec
acuerdo, no brinda los resultados esperados.
Algunos debates tienen que ver con la necesidad de que el Es-
tado asuma directamente la importación en algunos sectores; re-
visar la política de pago sistemático de la deuda externa –más de
sesenta y tres mil millones de dólares desde 2014–, que no se traduce
en mejoras internacionales y quita capacidad de importación de
a
alimentos; pararse en condición de fuerzas para negociar, es decir,
ejercer poder sobre los sectores que conducen los hilos centrales de
ar
la economía, en particular, la distribución y comercialización. Este
equilibrio es un hundimiento de a pedazos. ¿Hasta cuándo mante-
nerlo? Preguntas, las mismas que emergen cada vez que bajan las
p
* * *
so
176
Día 61
a
Salimos a las 4:00 a. m. de Caracas. Vamos un equipo de Telesur
en dirección a Barinas y Táchira para reportar las asambleas po-
tur
pulares impulsadas por constituyentes. El problema de la gasolina
comienza desde Portuguesa, son largas colas en las pocas gasoline-
ras abiertas. Almorzamos cachapa con queso, cochino frito, yuca y
jugo de parchita. El camino es una sola ruta que se abre paso en el
lec
llano, una inmensidad cortada por nubes en el cielo y algunas casas
en la tierra.
Llegamos a Sabaneta, el pueblo donde nació Chávez. Hay mu-
rales desde la entrada, invitaciones al museo, el patio de la infancia.
Acá se crió, trepó árboles, despertó sus pensamientos, soñó con ju-
gar béisbol, ser militar; acá comenzó el hombre que construyó el
a
liderazgo más grande de este siglo. Campesino, humilde; marcó
a varias generaciones de Venezuela, del continente. Acá estamos,
ar
años después, en la entrada del pueblo, a la espera de un constitu-
yente. La historia no se detiene, deja cenizas en lugares profundos.
Nos vamos al Complejo Agroindustrial Azucarero Ezequiel Za-
p
177
Al terminar tomamos unas cervezas en una tasca. Suena una
salsa. Dormimos en un hotel.
a
Nos esperan dos jornadas largas. La primera es una asamblea
en el Centro Genético Florentino, un espacio rescatado por la re-
tur
volución, hundido por las gestiones. El nuevo gerente lleva cinco
meses al frente, reconoce el robo que se hizo en las gestiones ante-
riores; la pérdida de maquinaria, ganado, terrenos y política. El
espacio es para el debate entre constituyentes y productores agrí-
lec
colas. La denuncia de la corrupción está presente en cada inter-
vención. También las propuestas y algunas tensiones con quienes
son el nuevo poder público. Los mismos campesinos, comuneros,
piden paciencia, reproducen por momentos el mismo discurso his-
tóricamente criticado. Son ahora un poder, aunque en los hechos
no hayan tenido espacio público para expresarse, ni demasiado es-
a
pacio interno para proponer. Estas asambleas son las primeras que
se realizan luego de la instalación de la ANC, que tiene más de un
ar
mes. Solo algunos constituyentes las impulsaron, para otros no es
una necesidad.
Nos vamos hacia Barinitas, situada en el pie de monte, donde
p
178
electorales hasta donde pudieron: fueron atacados catorce en el
municipio. Luego todo volvió a una normalidad que ya no lo será.
a
Todos se vieron las caras, de qué es capaz cada uno. ¿Cómo será la
próxima batalla?
tur
Cuatro horas en carro para regresar a Santa Bárbara. Llegamos
de madrugada, vamos al torneo de coleo –dos personas a caballo
deben tumbar un toro por la cola– y a bailar bachata y reguetón.
Es tarde, de madrugada. Quedan diez horas para llegar a Caracas.
lec
La realidad se mueve a cuentagotas hacia adelante. El debate no es
cómo avanzar hacia el socialismo, sino cómo frenar el retroceso.
Día 62
a
Con la ANC está en debate el modelo de sociedad. Dentro de él, la
economía ocupa un lugar medular: el pan de cada día es necesa-
ar
rio para lo demás, salvo en momentos de excepcionalidad política
que, se sabe, no son eternos. Ese pan puede ser garantizado por un
privado, por el Estado, por una comunidad organizada o por una
p
179
fundaron; con los planes de desarrollo agrícola y los objetivos tra-
zados? Ahí parece estar la zona compleja que, al abordarse poco,
a
dificulta el debate sobre el modelo, posibles medidas centrales a
tomar en este país bajo guerra, donde el Estado debe tener un papel
tur
vertebral.
* * *
lec
Particularizar la discusión puede reducir su alcance, llevarla a detalles
que no son el punto que acá se busca. Hacerlo en abstracto puede qui-
tarle fuerza a la argumentación. A modo de equilibrio imposible, voy
a poner una experiencia reciente: el debate con obreros del Complejo
Agroindustrial Azucarero Ezequiel Zamora y con productores agrí-
a
colas en el Centro Técnico Productivo Socialista Florentino, ambos
en Barinas, de propiedad estatal. La conclusión a la que se llega es que
ar
los proyectos estuvieron bien planteados, según las capacidades del
territorio, los mercados de compra y venta y, sin embargo, no logra-
ron desarrollarse. Funcionan en un porcentaje de producción inferior
p
180
asunto es, por ejemplo, Álvaro García Linera, que en una entrevista
reciente plantea la pregunta central: ¿qué hacer ante ese problema?
a
Es un hecho que te corroe la moral, y la única fuerza que uno
tur
tiene cuando se viene de abajo es la fuerza moral (…) Si te vuelves
tolerante pierdes tu fuerza moral (…) Si pierdes moralmente pier-
des generacionalmente, la peor derrota de un revolucionario es la
derrota moral, puedes perder en elecciones, perder militarmente,
lec
perder la vida, pero sigue en pie tu principio, tu credibilidad;
cuando pierdes la moral ya no te levantas.
181
Debatir las causas de la situación de la economía estatal es clave
para abordar el modelo y las medidas necesarias, inmediatas y es-
a
tratégicas. La hipótesis es que el problema no es el modelo –como
señala la derecha–, sino que no se logró desarrollar como estaba
tur
previsto en la estrategia. Eso se debe, en parte, a la corrupción que
ha frenado y, a veces, quebrado, iniciativas clave. Lo señaló Nicolás
Maduro en su discurso ante la ANC: “Lo nuevo no termina de na-
cer y, a veces, se echa a morir por culpa de la burocracia y la corrup-
lec
ción. Y lo viejo no termina de morir y, a veces, se viene con un puñal
a matar lo nuevo”. La corrupción en la esfera estatal no es obra del
chavismo, sino parte endémica de la formación económica, política
y estatal petrolera; un lubricante constitutivo del capitalismo. No es
un problema nuevo ni se resuelve con una estocada mágica.
a * * *
ar
Tuvieron lugar varios arrestos en las últimas semanas: en el
Ministerio Público, en Pdvsa, en el Hospital de Valencia, y Maduro
p
182
en la paralización de la economía para asfixiar a la población. Pero
cumplen también otro objetivo, el de descomponer el tejido social,
a
romper las solidaridades populares. Se ha visto en los últimos tiem-
pos cómo la corrupción ha ido en ascenso en el espacio público
tur
cotidiano, en lo pequeño; una “democratización de la microco-
rrupción” analizada por García Linera, pero ya no solamente en el
Estado sino también en la sociedad.
Es central ejercer la justicia, aplicar el peso del Estado sobre el
lec
mismo Estado, sobre los grandes privados, empezar desde arriba,
desde adentro, para llegar aguas abajo; lo popular no es sinónimo
automático de inocencia. Es necesario hacerlo para aplicar las me-
didas tomadas, impulsar la fuerza económica propia que puede
desarrollar el Estado –que se da de manera exitosa en algunas ex-
periencias–, acompañar el desarrollo social/comunal, establecer
a
acuerdos con el sector privado que se cumplan y no terminen siendo
una fuente de enriquecimiento ilegal.
ar
Necesitamos debatir el Estado, su potencia y sus fallas; balan-
cear lo hecho, corregirlo en nuestra estrategia; ponerles nombre a
los responsables de los robos y enjuiciarlos, y no volver a crear las
p
* * *
183
Día 63
a
Querido Vicente Zito Lema:
El tiempo es la distancia de uno mismo. Cinco años, casi, en Venezuela,
tur
son muchas distancias a la vez. No me pesa, lo pienso a veces, como hoy en mi
habitación, la que aparece en mis textos, la que ha mutado tantas veces desde
el primer día en que llegué a Caracas el 9 de enero de 2013. Tengo menos cosas
que aquel día; algunas me las robaron en un hotel, otras quedaron en una casa
lec
de la cual me fui. El listado de mis pertenencias es sencillo: algunos libros,
yerba mate, ropa, cuatro fotos de familia y valijas. Es poco, suficiente para
estos días. Hoy lo pensaba mientras caminaba por la avenida Urdaneta, a dos
cuadras de la plaza Bolívar, donde conversamos una vez. Me vi a mí mismo
por esa avenida, tan lejos de cuando la recorría al instalarme en esta ciudad.
Ni el país ni yo nos parecemos, solo nos quedan a veces las memorias invisibles.
a
La pregunta que me hago es hasta cuándo me quedaré. La contesté varias veces,
nunca acerté en la respuesta. Iba a volver en octubre a Argentina y acá estoy, en
ar
mi habitación, seguro que terminaré este año acá. Mañana es domingo y tendré
un día en calma, subiré a la montaña, escribiré, seguiré los acontecimientos que
desde inicios de agosto volcaron por completo en la superficie y entraron en una
p
cia que aceleró las horas, los pensamientos; cambió la manera de moverse en
la ciudad, las redes sociales, la manera de decir o callar. Vi, escuché, entendí
so
cosas que nunca antes. Algo cambió dentro, se hizo más duro, por necesidad, por
instinto. Lo que está por venir será más difícil, todas las variables del escenario
lo indican. Estos días, este hoy en que leo a Humberto Constantini y decido
escribirte, son una excepción en la manera de vivir esta época venezolana, esta
condensación histórica que pesa sobre el cielo. Tengo plena conciencia de este
F
tiempo en el que estoy inmerso, es la razón principal por la cual estoy acá. En
lo personal crezco, ejerzo el oficio de periodista con el privilegio de vivir de eso,
PD
escribo un libro desde hace más de un año, una suerte de diario de la revolución;
estoy en el presente, le conozco el fuego. En lo general, la situación no es la que
quisiera: la dirección posee una gran capacidad para mantener el poder político
y no dejarse devorar por el imperio, a la vez que parece que no dará pasos en
dirección al proyecto socialista que se desdibuja en sus centros principales. Las
bases organizadas no tienen fuerza para revertir el escenario en que vivimos. En
184
cuanto a lo que se prepara enfrente, lo sabés mejor que yo: época tras época nos
enfrentamos al mismo enemigo.
a
A veces pienso en volver, te decía. En particular, cuando los acontecimientos
se frenan y la normalidad es ese pantano en el que estamos. Tengo todavía por
tur
crecer acá, no sé cuánto, y sé que tengo el privilegio y la responsabilidad de estos
días que serán futuro y, como tal, objeto de disputa. No es lo único, también
tengo miedo a que esta realidad sea mañana recuerdo, como la nostalgia del
presente, del poema de Jorge Luis Borges. ¿Hago falta en este momento en Ar-
lec
gentina? Creo que acá, hoy, aporto.
Te escribo porque sé que entenderás esto que te cuento, porque, como dijiste
una vez, maestro es aquel que pone al otro en su propio camino. Eso hiciste en los
talleres de poesía, las charlas en tu casa, las respuestas a tanta pregunta, las en-
señanzas que me trasmitiste como brújulas para los momentos más complejos.
Encontré hace poco una entrevista en la cual hablás sobre Rodolfo Walsh,
a
sobre tu generación; es algo que pienso mucho, en la mía también, en nuestras
capacidades y límites. ¿Estaremos a la altura?
ar
Ya son las dos de la mañana. Todo está en silencio en la casa, la ciudad, el
país, en el mar que está cerca y vuelve una y otra vez a los pies de la montaña.
Espero que estés bien, de salud, familia, escritura. Me vendrían bien unos
p
Marco
Septiembre de 2017.
so
Día 64
Salgo para Mérida al foro de los diez años de Tatuy TVC, una
F
185
enfrentamientos fuertes en cada episodio de guarimba, actos de
terror, muertos. Una parte importante de la población es históri-
camente opositora.
a
Nos quedamos tres días. Conocemos la experiencia de la tele-
visora, los desafíos de producir materiales cuando la economía se
tur
dolariza y los ingresos siguen en bolívares, cómo reinventarse sin
dinero; algo que para la militancia argentina es un debate de siem-
pre y que en la Venezuela chavista es algo nuevo para muchos, en
particular en Caracas. En Tatuy hay un compañero vasco, otro
lec
californiano; un grupo de unas quince personas, gente joven, mili-
tante. No sé qué pasaría con el PSUV si se perdiera el poder político
en Venezuela. Estoy seguro –hasta donde lo permite la seguridad
política– que Tatuy TVC tendría herramientas ya desarrolladas
para resistir, enfrentar un nuevo escenario desde la lógica de la
construcción militante, sin viáticos/carros/comida para hacer po-
a
lítica/últimos pisos de edificios/teléfonos corporativos.
Hablamos, salimos, reímos, amanecemos. Subimos hasta el ini-
ar
cio del páramo, tomamos un chocolate caliente dentro de una nube;
hablamos de lo tanto que se puede hablar de lo que sucede, lo que
podría estar por venir en este momento de tanta incertidumbre. Las
p
* * *
PD
186
insurreccionales, las contradicciones y disputas pesan sobre una
derecha que depende del frente internacional. Ya dicen que habrá
fraude, que las condiciones en el CNE no están dadas, y anuncia-
a
ron que se retiran de la recién empezada mesa de diálogo con el
gobierno en República Dominicana.
tur
Estamos en la recta final: a un año de las presidenciales, con las
mejores condiciones continentales para los Estados Unidos que, en
boca de Donald Trump, anuncian nuevas sanciones, amenazas,
y prohibiciones. Lo hacen desde la ONU, donde Venezuela es se-
lec
ñalada como parte del eje del mal integrado por Corea del Norte,
Irán, y Siria. Estamos en primera división. ¿Están dispuestos a
una derrota electoral que signifique seis años más de presidencia
chavista? Por eso la pregunta es: ¿qué se pondrá en marcha si los
resultados de octubre son negativos para la derecha? Si ganan en-
tonces podría prevalecer la línea que sostiene una salida electoral
a
al conflicto, que sería acompañada por más desgaste económico.
Se verá el quince.
ar
* * *
p
Día 65
F
PD
187
gobernadores. En las farmacias restantes se limitan a decir que no
tienen lo que busco. La cantidad de respuestas negativas es abruma-
a
doramente superior a las afirmativas. Las farmacias venden papas
fritas, refrescos, antigripales, productos de belleza, algodones; an-
tur
tibióticos nada. Solo vi, en una, una amoxicilina en noventa y seis
mil bolívares la caja, para siete días. En el CDI tampoco consigo
antibióticos. Una doctora me ofrece conseguirlos a cambio de un
kilo de harina de maíz; conoce a alguien que trabaja en el almacén
lec
general –dice.
La situación de la medicina ha tenido una sola dirección:
retroceso.
Nunca se estabilizó, como los alimentos en algunos meses, ni
reapareció a mayor precio.
Lo mío es ocasional. ¿Cuánta gente necesita antibióticos de ma-
a
nera permanente? En las colas de las farmacias hay gente mayor,
bastón en mano. ¿Qué representa cada respuesta negativa que le
ar
dan? El gobierno tiene un discurso débil para el problema de la
salud, no lo dimensiona en las realidades de la gente. El promedio
de ministros de salud es de dos por año. Dicen que el actual está
p
188
el Estado, no llegan a La Pastora desde hace un año o más. ¿Dónde
están?
a
La infografía señala tres responsables: las empresas a las cuales
se les han asignado los dólares para importar –multinacionales,
tur
como Bayer–, quienes bloquean financieramente el país –como
parte del ataque desde los Estados Unidos–, y los corruptos que
permiten que las empresas roben y no se desarrollen los planes pro-
ductivos. Se proponen cuatro posibles soluciones:
lec
1. Importar desde otros países con otras empresas.
2. Dejar de darles los dólares a quienes los roban.
3. Producir mayor cantidad de medicamentos.
4. Juzgar a empresarios y funcionarios corruptos.
a
De estas propuestas, una sola aparece como una posibilidad
que maneja el gobierno: importar desde otras partes, en particular
ar
desde la India, como anunció el vicepresidente. Todavía se espera
que el anuncio se materialice. La decisión está relacionada con la
de abrir comercios en otras monedas que no sean el dólar, como
p
negocios/acuerdos.
Los resultados no llegan, pierde el común, los de a pie.
En cuanto a las detenciones, existen anuncios de arrestos de di-
rectores de hospitales, bachaqueros de metro y otras versiones de
mafias subterráneas. La corrupción se ha apoderado de los medi-
F
189
recorrer farmacia tras farmacia para escuchar la misma respuesta,
ver la misma desolación en las estanterías, el impacto sobre millo-
a
nes de personas desde hace unos tres años. Cuando llegué, en enero
de 2013, una farmacia era una farmacia con antibióticos.
tur
Finalmente consigo: una amiga periodista cubana logra reunir
la cantidad de pastillas.
Casi todo se resuelve por otras vías en Venezuela.
En esas condiciones votarán millones de personas el 15 de octubre.
lec
¿Votarán?
Día 66
Un voto de guerra para retener poder político. Es una de las carac-
a
terísticas del 15 de octubre de 2017. “Toda revolución es una forma
de conquistar tiempo”, analiza Álvaro García Linera. Y en estos úl-
ar
timos años hemos visto cómo el tiempo electoral/político/militar,
ha sido foco de la batalla. La pregunta es: ¿ganar tiempo para qué?
Para cuatro cosas:
p
intentarían avanzar.
Funcionarían como las alcaldías y gobernaciones que entre
abril y julio estaban bajo su dirección. Desde allí hubo apo-
yo logístico por debajo de la mesa y explícito a los grupos de
choque, retiro de las fuerzas de seguridad locales, liberación
F
190
dirigen los hilos, es decir, los Estados Unidos, saben que la
sorpresa es un factor clave.
a
2. Esperar que mejoren las condiciones internacionales. El
conflicto venezolano es parte de la disputa geopolítica. Por
tur
un lado, Estados Unidos y sus alianzas subordinadas cons-
truyen escenarios diplomáticos, comunicacionales, milita-
res y económicos. Por el otro, el chavismo juega sus cartas:
relaciones con China, Rusia, países emergentes, petroleros;
lec
intentos de evitar la asfixia impuesta a través de la fuerza del
dólar y las sanciones. En Venezuela se condensa una de las
batallas del mundo.
El mapa de alianzas actual está ligado también a la peor
correlación continental de los últimos años. No será eter-
no, el año que viene habrá elecciones en México, Colombia
a
y Brasil, países que pueden reequilibrar el cuadro. Pero es
más que eso, la cuestión de las relaciones internacionales
ar
remite a la vieja pregunta: ¿puede desarrollarse una revolu-
ción en un solo país? “El tiempo se convierte en el núcleo del
hecho revolucionario: tiempo para esperar que otros hagan
p
191
de ganancias extraordinarias e ilegales; reventas en el mer-
cado negro de medicamentos, billetes, comida; negocios a
a
costa de las demandas cada vez más urgentes de los sectores
populares. La derecha ha ganado posiciones en esa batalla
tur
cultural.
Nuevamente, con análisis de Linera, “nunca hay un triunfo
político sin un previo triunfo cultural”. La derecha también
puede ser gramsciana.
lec
4. Avanzar en el desarrollo de la sociedad por venir. La revo-
lución no es una fecha, un acto, sino un proceso. Tiene días
fundantes, momentos de reflujos, avances y expansiones de-
mocráticas, aprendizajes colectivos, delegación en los gober-
nantes o acción directa por parte de las clases populares. La
revolución tampoco es el Estado, sino, centralmente, la am-
a
pliación de la comunidad y su construcción de poder. Resulta
difícil evaluar en qué situación se está en ese punto, ¿qué in-
ar
dicadores para medir qué exactamente? Una cosa es clara: es
dentro de la revolución donde pueden desarrollarse las for-
mas de la sociedad socialista, con centralidad comunal.
p
192
* * *
a
Ganar gobernaciones no significará un cambio de vínculo entre go-
bernadores y tramas comunales que, por lo general, no son buenas;
tur
tampoco se traducirá en una mejora de las condiciones materiales,
un alivio de los puntos de asfixia, ni creará nuevas condiciones sig-
nificativas en el plano internacional. Permitirá mantener poder po-
lítico, continuar con la construcción del proceso, el desarrollo de las
lec
tensiones internas, ganar tiempo en el marco de una revolución que
resiste al aislamiento continental y las agresiones norteamericanas.
Resulta extraño que en una guerra, bajo asedio, se piense en
regalar posiciones como forma de castigo a los generales. Esa idea
encierra otra de trasfondo, errónea y peligrosa: si la derecha gana,
se crearía un cuadro que permitiría eliminar las contradicciones
a
del chavismo y se traduciría en un retorno liderado por los sectores
no burocráticos. El problema es que la política y la historia no son
ar
un juego de ajedrez; las condiciones que permitieron gestar este
proceso no se repetirán y el enemigo, en caso de hacerse con el po-
der político, no perdonará.
p
Día 67
so
193
–mexicana–, reporteras; los camarógrafos, los conductores, los
equipos que estaremos todo el día en la calle. Nos toca Miranda, el
a
estado gobernado por Capriles, donde va de candidato su sucesor,
Ocariz, quien compite con Héctor Rodríguez por el chavismo,
tur
con un remix del cuarteto de Rodrigo a Maradona como canción
de campaña.
Petare es el bastión popular. La última vez que estuve fue en
una emboscada de malandros/paracos a la policía. Eran los días
lec
de fuego.
Parece que fue hace tanto y solo pasaron meses.
La mañana transcurre tranquila, todos los reportes marcan una
participación baja/regular, sin incidentes. Cubrimos otros centros
electorales del barrio y nos vamos hacia Río Chico. Son dos horas
de carretera, de paisajes de montañas con selvas, ranchos, edificios
a
de la Misión Vivienda, más cerros; y un calor que sube, se pega,
entra por las ventanas abiertas. En el pueblo, con una brisa marina
ar
que contienen los árboles, hace una humedad que impacta. Cara-
cas es una eterna primavera. Esperamos unas horas a que llegue el
candidato. Esther hace pases en vivo; entrevistamos a la gente que
p
194
Todavía no se puede decir nada, ya los festejos se arman en el muro
de Petare, la entrada al barrio; suena el cuarteto a todo volumen,
a
llegan las motos; todo está de rojo, de baile, de una alegría que
hemos olvidado, como dice la canción. Sigue la cobertura en vivo,
tur
mandamos los primeros videos para redes; Miranda es el territorio
más importante para ser recuperado, sería el batacazo mayor. A las
9:30 p. m. me llevan de nuevo al canal; vamos con María Alejandra
Díaz al programa especial de análisis que conduce Tatiana Pérez.
lec
Estamos detrás de cámara cuando llegan los resultados: dieciocho
gobernaciones a favor del chavismo, incluida Miranda; cuatro para
la oposición, y queda una por definir. Un resultado que hace unos
meses hubiera sido de fantasía, hace unas semanas muy lejano, hace
unos días muy poco probable. Entramos al programa con un mapa
del país marcado por colores. A las 12:00 a.m. terminamos, 1:00
a
a.m. en la casa. Mañana a escribir desde primera hora.
ar
Día 68
p
miento histórico sería una imagen despintada de lo que fue, con ca-
pacidad para unos últimos guantazos al aire en una pelea perdida,
so
195
fraude o no reconocimiento de los votos hasta el reconteo. ¿Dirán
que hubo fraude allí donde perdieron y reconocerán los resultados
a
donde ganaron?
El chavismo ganó. La iniciativa política está de su lado: tiene
tur
la ANC en ejercicio y un mapa de gobernaciones a su favor. La
derecha, por su parte, quedó fuertemente golpeada. Por un lado,
el ala insurreccional/armada, principalmente Voluntad Popular y
Primero Justicia, sumó su derrota de ayer a la de julio. El primero
lec
se quedó sin gobernaciones y el segundo perdió Miranda, el es-
tado gobernado por su principal dirigente, Capriles Radonski. En
cuanto a Acción Democrática, más propenso a una estrategia elec-
toral, quedó con tres gobernaciones, sin pasar a ser una alternativa/
amenaza para el chavismo.
Significa que la derecha sufrió dos derrotas consecutivas en los
a
últimos meses, sus dos alas quedaron malheridas y sus líderes de-
mostraron no tener liderazgo. Su dependencia hacia los Estados
ar
Unidos y aliados, como la Unión Europea, se torna mayor. Las se-
ñales desde allá se pusieron en marcha aun antes del domingo –¿ya
anticipaban el resultado?– con la instalación del TSJ ilegal en la
p
196
cultural. Y así como la dirección ha ratificado la capacidad para
resolver el conflicto político y llevarlo a los votos y no a la muerte,
a
también ha dado señales de su dificultad severa para resolver esas
necesidades económicas. ¿Es por un problema de modelo, de co-
tur
rrupción, de ataques internacionales? ¿Una mezcla de todo eso?
Ahí se debe poner la fuerza, la rectificación interna y las alianzas
internacionales; esto último parece más avanzado, en particular,
con las alianzas rusas y chinas. La mayoría de la población –así lo
lec
dicen los votos– quiere que sea este gobierno, este proyecto histó-
rico, el que resuelva los problemas a los que se enfrenta el país. La
derecha sigue sin poder constituirse como una alternativa viable,
como una propuesta de país creíble, una solución a las dificultades,
producto de su propia incapacidad política para leer a la sociedad
venezolana; de entender las razones del chavismo, los territorios
a
y pasiones desde donde se gestó y se renueva este movimiento
histórico.
ar
Si se mide en plazos electorales, no queda mucho tiempo. Las
elecciones de alcaldes deberían ser dentro de poco y las presiden-
ciales en un año. Con los resultados de las gobernaciones como
p
intenten acelerar las acciones, sea para volver a intentar una salida
por la fuerza o para agudizar el desgaste sobre la población, y el caos
so
197
armadas de la derecha, enfrentar el peso de la economía y dar los
primeros pasos para la sociedad por venir. Radicalizar la democra-
a
cia podría ser una de las tareas para esta etapa.
Venezuela, contra los pronósticos de quienes poetizan su caída,
tur
está de pie y dio una lección histórica: se puede enfrentar esta nueva
forma de guerra y ganar. Eso representa una victoria en lo subje-
tivo, un mensaje hacia afuera; una muestra más de que el legado de
Hugo Chávez y el recorrido protagónico de la revolución se arrai-
lec
garon en las profundidades del pueblo humilde, y desde esas zonas
nace la fuerza en los momentos más difíciles.
Día 69
a
Fui a la agencia de la aerolínea donde adquiriré el pasaje para ir a
pasar las fiestas en Argentina con mi familia: se fue del país. Intenté
ar
con Conviasa, la estatal; solo vende pasajes a Panamá y Cuba.
—¿Tiene alguno en venta? –pregunto, por curiosidad.
—Solo de ida a Cuba, señor.
p
varios engranajes.
Los bancos dan veinticinco mil bolívares por día, a veces menos.
En otras oportunidades no tienen efectivo y nadie puede retirar, ni
en caja ni por cajero. La gente espera a que alguien deposite, llegue
un camión, o que algo suceda. A veces sí, a veces no. Lo pequeño
F
198
Cuestionar significa ser traidor, pequeñoburgués, no entender lo
que sucede. No es especulación, lo dicen en redes sociales y pro-
a
gramas televisados. El rechazo más violento suele venir de quienes
visten bien, comen bien, viven bien. El debate se achica, la comu-
tur
nicación oficial se reduce aún más. No habrá cambios, las victorias
electorales agudizan la percepción de victoria total que algunos
tienen. La realidad diaria continúa su retroceso, su acercamiento a
zonas de colapso en diferentes partes.
lec
Algunas noches salimos a tomar unas cervezas al bar conocido
como El Gardeliano, en honor a Carlos Gardel, quien está retra-
tado en cuadros y murales, aunque no en la música, pues se escucha
pura salsa. Desde allí se ve el 23 de Enero y el cuartel 4 de Febrero,
donde reposa Chávez. Observo la llama del cuartel, las luces del
barrio, la noche caraqueña, la historia que vivimos.
a
Hace días que no logro escribir un análisis.
El juego está muy cerrado. Benditas birras.
ar
Día 70
p
—¿Por qué?
—Por culpa del bruto que volvió a aumentar los salarios, ahora
so
todo va a aumentar.
—¿Quién es el bruto?
—Maduro, quién va a ser.
—¿Te parece que es culpa suya si los empresarios suben todos
los precios?
F
199
Guasdualito parece territorio lunar. Las condiciones son precarias,
el carro casi no tiene amortiguadores, huele a caucho quemado
a
cada vez que los neumáticos tocan el plástico; no tiene aire ni mú-
sica. El calor, evidentemente, es implacable. En la entrada del pue-
tur
blo hay, como cada día, una cola eterna para cargar gasolina.
La plaza Bolívar es un bálsamo; corre la brisa, tiene cañas de
bambú como racimos de flores, bancos rojos, puestitos callejeros;
idéntica a la última vez que vine, idéntica a la próxima vez que
lec
venga. Nos vamos a la sede del Pdval, que se ha ampliado desde la
última vez: sembraron y tienen cría de gallinas. Llegamos cuando
acaban de matar unas vacas, están las cabezas amontonadas sobre
una mesa, los perros en busca de algo que caiga. Nos sentamos
en la habitación con aire acondicionado a ver las primeras ideas:
tenemos que armar la campaña, pensar los colores de camisa; los
a
formatos en que vamos a sacar los materiales, grabarlos, editarlos,
y difundirlos. Queda un mes y una semana. El candidato es cono-
ar
cido, no es un paracaidista, como sucede a veces. La última postu-
lante por el chavismo en el municipio se fue a Estados Unidos, luego
de perder. Nunca más volvió.
p
200
es el candidato oficial de la revolución. Su recorrido militante le da
fuerza y arraigo. Viene de la construcción comunal, de escenarios
a
de guerra que se han desarrollado en esta zona del país. Son muchos
los muertos.
tur
—Me da tristeza, mucha tristeza. Viene gente a golpearme la
puerta para pedir comida –dice una compañera, constituyente por
el estado Apure.
Muestra fotos de personas detenidas, que se han envuelto carne
lec
debajo de la ropa para pasarla, que llevan centenares de vasos de
plástico a Colombia. Todo puede ser vendido y genera hiper ga-
nancia. El trabajo es mínimo. ¿Es trabajo? Los que hacen la cola en
la gasolinera luego revenden la gasolina sin necesidad de cruzar:
viene un mayorista a recogerla en la misma casa.
Visitamos a un productor al alba, es la hora de las mejores tomas,
a
el ordeño, los gallos; esa luz que nace desde abajo, la frescura que to-
davía existe. Hablamos con el hombre, chavista, que ha podido am-
ar
pliar su trabajo gracias a un crédito que le dio la revolución. Habla
de la ingratitud de quienes recibieron y escupen sobre quien brindó
las posibilidades. Analizamos los costos de producción del queso
p
para entender por qué cuesta tan caro. Armo un mapa, cuanto más
entienda mejor podré explicar; y si algo cuesta en esta zona del país
es justamente eso: entender.
lo
* * *
201
de vez en cuando; la luz que cambia a medida que pasan las horas,
llueve, sale el sol, todo se pone color trigo. Hacemos escala en el pue-
a
blo de Chávez. Llegamos a las 2:00 p. m. a Caracas. Otra vez vein-
ticuatro horas de viaje. No serán muchos días, en breve volveremos
tur
a Guasdualito para seguir la campaña. Ahora disfruto la ciudad, es
la Feria Internacional del Libro. Compré Puerta de Caracas, de Aní-
bal Nazoa; un libro de pequeñas crónicas de la ciudad entre 1970 y
1990. Fue uno de los primeros que me prestaron al llegar a vivir acá.
lec
Estoy muy solo. Me doy cuenta.
A veces me dominan las pasiones tristes.
Reivindico el derecho a estar triste, aun cuando el llano todavía
está en la palma de la mano.
Día 71
a
ar
Me instalo unas semanas en Guasdualito. Estoy en la casa de una
pareja chavista, Mora y Juan, en una habitación, con agua para el
mate. Allí disfruto de sustanciosas conversaciones sobre religión,
p
necesidades colectivas.
Algunas imágenes quedan grabadas, como la de una anciana
PD
202
—Dependemos del bachaqueo y lo poco que podamos conse-
guir por ahí, para qué le voy a caer a coba –dice un hombre que
a
vive con su esposa y cinco hijos en una casa de zinc, de seis metros
cuadrados y piso de tierra.
tur
Revender se ha vuelto la única manera de poder alcanzar la
subida de precios. Cada vez más personas viven de eso. Escucho,
observo la pobreza estructural que se agranda en sus bordes con la
crisis, que abarca más y más. La gente se las rebusca y, en zona de
lec
frontera, la forma de rebusque es vender del otro lado.
Vamos hasta El Amparo, el último pueblo. Del otro lado está
Arauca, en el medio el puente internacional José Antonio Páez.
Recorremos las casas pegadas al río; casas humildes, agujereadas,
a medio hacer, donde todos viven de bachaquear. Muchos son cha-
vistas. El movimiento de canoas es permanente, algunas pescan,
a
otras van de lado a lado, debajo del puente, frente a todos. De noche
pasan los mayoristas. Hablamos con una familia que se vino desde
ar
el centro del país a rebuscárselas por acá. Caminamos, escucha-
mos; es una demanda sin fin. Los casos más urgentes son atendidos
con lo que se puede; se desarrolla una política para cuando se gane
p
abierta, el camino de frontera con gente que se va del país, los atra-
cos. Nos hemos acostumbrado, el que llega de afuera no; en parti-
cular, si había venido unos años antes, cuando el país avanzaba y
parecía estar venciendo. Explicarles es explicarse a sí mismo lo que
se vive, aquello de lo cual uno ya está hecho.
F
203
Día 72
a
El Fiscal General anuncia semanalmente nuevos avances en las in-
vestigaciones contra la corrupción. Sus anuncios son de los que más
tur
se escuchan. Esta vez sus palabras son mayores: fueron detenidos
los expresidentes de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima
(Pdvsa) y ministro de Petróleo, Eulogio del Pino y Nelson Martínez.
El primero había estado al mando de la petrolera estatal desde el
lec
año 2015 hasta el mes de agosto, y del ministerio hasta el pasado
domingo 26 de noviembre de 2017.
Se esperaba que un anuncio de estas características pudiera su-
ceder. Las investigaciones, iniciadas en septiembre con la huida
de la exfiscal, en lancha por el Caribe, comenzaron a destapar la
trama de corrupción instalada en diversas áreas de Pdvsa. En los
a
últimos dos meses se multiplicaron los anuncios de detenciones, lle-
gando al arresto, la semana pasada, de los directivos de Citgo, la
ar
filial de Pdvsa en los Estados Unidos. Las capturas de gerentes iban
en ascenso. El jueves llegaron a sesenta y cinco.
El Fiscal dijo que se está ante un desfalco a la Nación gestado du-
p
del país: el 95% de los dólares que ingresan al país provienen del
petróleo.
so
204
* * *
a
Estos anuncios llegan en uno de los momentos más complejos del
país. El chavismo mantiene la iniciativa política. La actuación de la
tur
fiscalía es muestra de eso, la victoria electoral del 15 de octubre en
las gobernaciones también lo es, así como los pronósticos de cara a
las elecciones municipales del 10 de diciembre de 2017. La revolu-
ción, que oscilaba entre la defensiva y el empate, está en la ofensiva
lec
política en esta segunda mitad del año, mientras la oposición entró
en una fase de rupturas y desorientación estratégica.
Simultáneamente, el cuadro económico empeora de manera
sostenida. Las diferentes esferas de la vida diaria –conseguir di-
nero en efectivo, realizar una operación bancaria, viajar en auto-
bús, recargar saldo en el teléfono, comprar medicamentos, etc.– se
a
han transformado en pequeñas/grandes batallas; así mismo, el au-
mento de los precios, ligado al dólar ilegal pero real en su impacto,
ar
ha hecho ingresar a la economía en un cuadro similar a la hiperin-
flación. La pérdida de poder adquisitivo es cotidiana.
En el plano geopolítico, es sobre el frente económico donde se
p
optaron por concentrar los golpes sobre el flanco más débil para
generar nuevas condiciones políticas.
La batalla contra la corrupción se enmarca en esa totalidad del
escenario. Un mapa de las zonas afectadas muestra cómo las mafias
se habían instalado principalmente en el petróleo y las importa-
F
205
públicamente, sino de quienes aparecían en pantallas de televisión,
ocupaban puestos de dirección, vestían de rojo y hablaban en nom-
a
bre del legado de Hugo Chávez. El mismo Eulogio Del Pino había
tuiteado el 26 de noviembre:
tur
Gracias presidente @NicolasMaduro por haberme dado el ho-
nor de estar a su lado en años tan difíciles y de tantos ataques.
Siempre seré leal a usted y a nuestro comandante Chávez, con los
lec
trabajadores petroleros saldremos adelante de toda esta coyun-
tura. ¡Viviremos y venceremos!
* * *
lo
206
Es, por último, una señal generalizada de que el Ministerio Pú-
blico actuará. Esto es clave en un momento en que la corrupción
a
y la impunidad parecen haberse transversalizado en medio de la
crisis económica. La mayoría de los venezolanos de a pie señalan la
tur
corrupción como uno de los principales problemas, ligada directa-
mente a la crisis económica. El pedido de justicia –de castigo– se ha
generalizado. Comenzar por las partes más altas es una señal, una
voluntad que se debe subrayar y apoyar de manera comunicacio-
lec
nal y política. En la lucha contra la corrupción están concentradas
algunas de las principales batallas de esta etapa de la revolución
venezolana.
Día 73 a
Tercera victoria electoral en menos de cuatro meses. Nuevamente,
ar
de forma contundente. Maduro afirmó en horas de la noche que
ganamos trescientas ocho de las trescientas treinta y cinco alcal-
días. El mapa arroja una correlación de fuerza en las urnas con
p
fundamento.
Las respuestas se deben buscar en la forma en que cada una de
PD
207
con mayor posibilidad, con peleas públicas, acusaciones de trai-
ciones cruzadas, varios candidatos en un mismo municipio. La
a
imagen fue la de una fuerza en crisis, con las principales figuras
enfrentadas entre sí.
tur
Ese escenario venía construyéndose desde la derrota sufrida con
la elección de la ANC, que se tradujo tanto en la ruptura de la Mesa
de la Unidad Democrática (MUD), como en un cuadro de desmo-
ralización de su base social, que también comenzó a acusar a sus
lec
dirigentes de traidores. Eso condujo a la derrota en las elecciones de
gobernadores –el fracaso político tiene efecto dominó– y agudizó el
extravío estratégico ya evidente. Los principales partidos pasaron,
en cuatro meses, de llamar a sacar al gobierno a través de la vio-
lencia callejera, para luego presentarse a elecciones y, finalmente,
la abstención. El resultado del domingo era, entonces, predecible.
a
Esta incapacidad opositora reafirma, a su vez, un elemento
clave para pensar el desarrollo del conflicto venezolano, y es que,
ar
luego de dieciocho años de proceso revolucionario, la derecha no
ha logrado conformarse como una alternativa para la mayoría de
la población. Su falta de credibilidad está en su momento de mayor
p
ciento treinta y tres días, tiene varias razones; una de ellas es que se
mantuvo la unidad. Mientras la oposición se dividió, cada vez más,
el chavismo conservó la figura de Nicolás Maduro como liderazgo
que se consolidó y presentó candidaturas unitarias en la mayoría de
los lugares, tanto en las regionales como en las municipales.
208
Otra razón es la coherencia discursiva. El chavismo no cayó
nunca en el llamado a la confrontación callejera al que lo desafió la
a
derecha entre abril y julio. La propuesta siempre fue por la resolu-
ción electoral, y por esa vía se logró desandar la escalada violenta y
tur
mantener el poder político. Unidad y estrategia versus pelea interna
y desvaríos estratégicos.
Una razón más puede buscarse en el apoyo acumulado de la
revolución. Así como la derecha no logra consolidarse como al-
lec
ternativa para las mayorías, el chavismo tiene una de sus fuerzas
en la dimensión identitaria en las clases populares. El chavismo es
más que la dirigencia y las diferentes mediaciones, con sus aciertos
y errores; es una experiencia política, de vida, organizativa, que
viene transitando una parte del pueblo venezolano y que le permite
enfrentarse a estas contiendas electorales con una base que no tiene
a
la derecha. Existe una conciencia del momento histórico, de lo que
se juega, de lo que se puede perder en caso de una derrota electoral.
ar
Allí pueden encontrarse algunas de las razones de esta tercera
victoria electoral, en una etapa en la que muchos analistas afirma-
ban y reafirmaban que todo enfrentamiento en las urnas conduci-
p
209
en que las derechas del continente, subordinadas a Estados Unidos,
buscan recuperar terreno perdido y muestran –como en el caso
a
del fraude electoral en Honduras– hasta dónde están dispuestas a
llegar. Haber logrado una nueva victoria electoral es inmenso, es
tur
una lección de política, una muestra de las peleas que puede dar la
revolución venezolana.
* * *
lec
Ganamos en Guasdualito. Ahora comienza lo más difícil, el compa-
ñero tiene entre sus manos un cascarón vacío: el alcalde saliente fue
arrestado por corrupción pocos días antes de las elecciones. Debe
poner en pie los servicios, construir respuestas a todo lo conversado
a
con la gente, producir, gobernar en una crisis en zona de frontera.
Tiene detrás y a los lados a una organización para apoyarlo, cons-
ar
truir una estrategia que haga del municipio un modelo de lo posible
y de lo revolucionario en esta época. Ser alcalde no es un premio,
es una responsabilidad donde los problemas son a toneladas y los
p
presupuestos pequeños.
lo
Día 74
so
210
compañero. Vamos en su carro con bolsas de billetes que son la ga-
nancia de un mercado comunal. La gente paga con los de baja deno-
a
minación, los del nuevo cono son revendidos en Colombia. Bajamos
del vehículo para el almacén para comprar queso; el hombre dice el
tur
precio, agarra los ladrillos de billetes y los pesa. Son tantos que no
los cuenta, sabe que cien mil bolívares en billetes de cincuenta pesan
determinada cantidad de gramos, y con cien mil no se compra ni un
kilo de queso. Imágenes de la hiperinflación.
lec
Me quedo unos días en La Pedrera, estamos en un barrio de
calles de tierra, con un calor que se pega. Vamos a comer a la casa
de una compañera que vive en una urbanización construida por
el consejo comunal. El tiempo pasa lento, trascurre al ritmo de al-
gunas notas vallenatas. No hay alegría por haber ganado las mu-
nicipales; acá, como en muchos pueblos, existe una sensación de
a
desgobierno.
Mi objetivo es cruzar a Colombia, algo que se ha transformado
ar
en una odisea. Más y más gente opta por la frontera a medida que
la crisis se agrava; van a trabajar para luego volver, se van definiti-
vamente, pasan para vender algo y regresar; muchos tienen ambas
p
211
—Casi todos los de mi curso ya se fueron del país –me dice una
compañera que estudia inglés en una universidad en la ciudad de
a
San Cristóbal.
—Ay, Marco, pasamos navidad en el pueblo y ya ves, pura gente
tur
grande, los jóvenes se han ido –me dice otra compañera, que volvió
a pasar las fiestas en su casa.
Se revenden los lugares en la fila para sellar el pasaporte: fila
VIP a veinte mil pesos colombianos, casi la mitad de un sueldo
lec
mínimo venezolano.
La frontera, sus dinámicas, zonas cercanas, imágenes. Es un
mundo brutal cada día más grande. Se ve descomposición, reventa,
necesidad; los efectos de una guerra que se ensancha sobre errores
propios; se alimenta de los demonios metidos dentro de la estatali-
dad, de quienes tienen puestos de poder y los usan para quedarse
a
con un porcentaje. Es la batalla silenciosa, diaria, de valores, ética,
integridad; que arrastra; contra la cual muchos resisten con los actos
ar
del cotidiano, con solidaridad, por ejemplo; como la madre de una
compañera que es de Cúcuta, que cruza conmigo y compartimos
desayuno. Historias de vidas que se levantaron de la pobreza. Es
p
Día 75
Hay -12 ºC de temperatura. En casa todos duermen; estoy afuera
fumando un cigarrillo. Hay un silencio espeso por la nieve, siluetas
F
212
que defiende Venezuela como se defendió y se defiende Cuba, así
como se hizo con Chile, Argentina o El Salvador. Es una respon-
a
sabilidad grande, un ejercicio de traducción política de un país al
límite; un conflicto que desborda, que anuncia un año de furia que
tur
por el momento está en fase de preparación. La ANC anunció que
las elecciones serán el 22 de abril de 2018, la reacción internacional
fue instantánea, de choque frontal. Mandan los Estados Unidos,
sus subordinados y aliados. Estamos justamente en zona de sus alia-
lec
dos, con una Unión Europea que tomó la ofensiva en el ataque.
Parecemos solos contra todos.
¿Lo estamos? Tenemos a Rusia y a China, así como una legiti-
midad en crisis.
Me gusta Estocolmo, es una ciudad sobre río y mar, con islas,
puentes; un frío como de metal; miles de exiliados, muchos chile-
a
nos, algunos argentinos que todavía quedan, un uruguayo mara-
villoso, nuestra historia. Por las noches tomamos vino, escuchamos
ar
tango, hablamos de los tiempos cruzados, las generaciones que son
un camino, este tiempo que nos toca. Nunca pensé que estaría en
2018 en Suecia para defender a Venezuela. Cómo haberlo imagi-
p
213
Aunque el chavismo vote una ley de inversiones extranjeras que
le abra las puertas al capital transnacional; aun cuando haya nue-
a
vos desalojos campesinos en Barinas, Portuguesa, Sur del Lago, y
el horizonte comunal no sea el de la dirección, peleamos contra el
tur
imperialismo. Ahí está el centro de gravedad del conflicto hoy y lo
hacen saber con todas las letras: el secretario de Estado estadouni-
dense recorrió los gobiernos subordinados, el jefe del Comando Sur
estuvo en Colombia, movilizaron tropas a la frontera, y cada día
lec
aumenta la construcción del escenario de violencia abierta como
forma de acceso al poder político.
¿Pueden lanzar una acción de fuerza? Resulta difícil saber
cuándo, aunque las variables indican que irán en esa dirección.
Decidieron no presentarse a las elecciones presidenciales del 22 de
abril de 2018, al menos los principales partidos. Significa que apos-
a
tarán a vaciar la contienda; a acusar al ganador, es decir, a Nicolás
Maduro, de ilegítimo, cosa que ya anunciaron varios de sus aliados
ar
internacionales. La estrategia no es la electoral, entonces, ¿cuál es?
Se abren dos posibilidades principales: que apuesten al colapso eco-
nómico y que se desate en estallido social, o que, en caso de fracasar
p
el argumento humanitario.
3. Un despliegue paramilitar de gran envergadura.
4. Un quiebre en la FANB.
214
* * *
a
Hace frío en Caracas en este principio de año. Duermo abrigado,
el agua de la ducha está helada en las mañanas. Quisiera volver a
tur
fumar un cigarrillo bajo la noche nevada de Estocolmo.
Día 76
lec
El gobierno lanzó una criptomoneda, el Petro, respaldada en pe-
tróleo. Es la primera moneda virtual puesta en circulación por un
Estado, tiene el costo inicial de un barril de petróleo, su primera
preventa es con descuento para atraer inversionistas y generar
confianza. La noticia es central, es nuestra carta principal en este
a
cuadro crítico. Así parece y la presentan. Los objetivos son dos:
romper el cerco financiero impuesto a las transacciones, garantizar
ar
el ingreso de divisas, construir canales por fuera del dólar y, por
otro lado, lograr competir con el dólar paralelo hasta neutralizarlo.
Lo primero resulta claro, el lanzamiento, el martes 20 de febrero;
p
bolívares? No se sabe.
Las visiones más negativas plantean que solo servirá para darle
más dólares a una burguesía importadora, enquistada dentro del
gobierno o con grandes acuerdos con el gobierno. Ellos nunca de-
jan de ganar, tragan divisas como barril sin fondo. Una parte del
F
215
construir sobreexpectativa a una medida que no será milagrosa.
No existe solución mágica. Tanto por variables internas –corrup-
a
ción– como por la dimensión del ataque internacional y la situación
actual del capitalismo mundial, que parece entrar en una fase de
tur
posible nueva crisis sobre crisis, y su huida hacia adelante a través
del mecanismo de las guerras –ya estamos en ese escenario–.
Mientras tanto el dólar se ha mantenido alrededor de doscientos
treinta mil bolívares desde hace dos semanas. En agosto de 2017
lec
costaba cerca de quince mil.
* * *
Día 77
Salimos en la noche en dirección a El Maizal, al encuentro de
lo
216
amenazaron, pusieron causa judicial y están desplazando a los co-
muneros de las instancias de base del PSUV.
a
El caso es nítido. Por eso despertó solidaridad, indignación. El
encuentro es una forma de reunir todo aquello que se expresó y pen-
tur
sar cómo seguir hacia adelante. Los debates en las mesas de trabajo
tienen una marca difícil de borrar: la distancia entre el acumulado
comunal –en particular, del interior del país– y el denominado mo-
vimiento popular caraqueño, que plantea la forma comunal como
lec
vía al socialismo, pero en su práctica política no ha desarrollado el
poder comunal como tal y, en gran parte, se ha estancado. Hay ra-
zón, falta fuerza. El universo comunero tiene, en cambio, arraigo,
producción, ensayo de autogobierno, unque le falta aún unidad
como movimiento, capacidad de articulación, así como de conver-
tirse en actor político nacional y de ocupar un espacio que solo él
a
puede motorizar.
Lo sucedido en El Maizal evidencia la maduración de una ex-
ar
periencia comunal. El razonamiento es el siguiente: si, como en
el caso de la mayoría de las comunas, el vínculo con la alcaldía
es malo debido a la falta de reconocimiento al sujeto comunal,
p
217
comunas se propongan disputar espacios institucionales, al tiempo
que construyen una nueva institucionalidad en su territorio, es una
a
maduración que era esperable. Las respuestas desde el poder cons-
tituido también lo eran.
tur
Digo “las respuestas” porque los casos de Cagigal y Apure ayu-
dan a complejizar el cuadro y no llegar a la conclusión de que siem-
pre el PSUV actúa de manera cerrada, o que ningún comunero
tiene posibilidad de acceder a una alcaldía por fuera del PSUV. En
lec
el caso de El Maizal es innegable que la respuesta fue autoritaria,
burocrática, desconociendo al sujeto de la revolución, al chavismo
que resiste la avalancha de dificultades económicas, el que cons-
truye y vota a favor del proceso.
Estas diferentes resoluciones no pueden tampoco desdibujar
el trazo generalizado respecto a la cuestión comunera: no está en
a
agenda. Casi no aparece en medios oficiales y las políticas de go-
bierno no suelen apuntar en esa dirección, llegando, a veces, a ir
ar
directamente en su contra en algunos territorios. ¿El CLAP es la
forma de comunalizar el poder en esta etapa de enfrentamiento de
guerra? Puede ser un argumento para intentar tapar una orienta-
p
218
* * *
a
Compramos unas botellas de cocuy para traer a Caracas. Llegamos
en la noche, cuando la ciudad está en calma, quedan pocas perso-
tur
nas en sus calles, basuras abiertas, perros merodeando. El Ávila
está cubierto de nubes que bajan como una avalancha estática.
* * *
lec
—Mano, la crisis también golpea a las parejas; me separé hace
poco, ¿oíste? –me dice un compañero conductor que me lleva a dar
una entrevista. Lo cotidiano, los vínculos, las noches; todo está bajo
presión. a
Voy a la playa a pasar un domingo, comemos dos pescados fritos
y dos maltas: un millón trescientos mil bolívares, el equivalente al
ar
sueldo mínimo con tickets de alimentación incluidos. Es en “playa
Pelúa”, a una hora de Caracas. El mar está inmenso y las palmeras
tan imponentes. Lo necesitaba.
p
Día 78
lo
219
personas, queremos evaluar la situación antes de enviar las imáge-
nes. Decidimos difundirlas al llegar a la conclusión de que todos se
a
patean la pelota, no hay posibilidad de resolver la situación desde
la correlación de fuerzas locales; pasarán Semana Santa presos y
tur
seguramente más. La única forma es instalar el tema hasta que lle-
gue arriba, lo más arriba posible. Para eso las fotos y la articulación
comunicacional.
lec
* * *
las dos fiscales, el INTI regional –que no reconoció los papeles del
INTI nacional– y las fuerzas de seguridad. Una de las fiscales fue
PD
220
ese monte de inmensidad a producir en tierras improductivas du-
rante años. El rescate está dividido por consejos campesinos, con-
a
formados por agrupaciones de familias y cada una tiene alrededor
de dos hectáreas. Ahí arman los “cambuches”, que son estructuras
tur
de palo y telas, donde tienen sus pocas herramientas, que les roban
cada vez que arremeten contra ellos. Es impresionante para uno,
que está hecho de ciudad.
El domingo vamos a un rescate que lleva diez años. La idea es
lec
mostrar que los campesinos producen, tienen su conuco. Se trata de
dos cosas: liberar a los presos y desatanizar los rescates; combatir la
idea que se ha instalado en algunos, que sostienen que la política de
rescate/expropiación fue un error; que nada de eso produce, que los
campesinos agarraron los créditos para comprarse motos y que, por
ende, quienes nos salvarán son los grandes empresarios de la tierra.
a
Esa tesis no declarada ronda discursos, políticas económicas que no
se dicen; se traduce en apoyo a la agroindustria como apuesta cen-
ar
tral, junto con el intento de conformar un nuevo empresariado agrí-
cola. Parte de ese nuevo empresariado está dentro del chavismo,
en espacios de poder o de cercanía, y marca la orientación de las
p
221
El lunes, temprano, tienen la audiencia que les da la libertad
plena.
a
Creo que existen tres miradas en la dirección: los que quieren
continuar con el proceso histórico de democratización de la tierra,
tur
quienes buscan congelar, es decir, ni avanzar ni retroceder, y los que
buscan la restauración. La primera mirada es minoría. La apuesta
al empoderamiento y avance del sujeto histórico de la revolución no
está a la orden del día. En el dilema de conservar mediante pactos
lec
o avanzar profundizando donde se pueda, ha ganado la primera
opción. Preocupa la poca fuerza del movimiento campesino, sin eso
resulta difícil pensar en disputar decisiones y horizontes.
Hablo con varios de los que estuvieron detenidos. Unos melli-
zos de quince años, la compañera con su hija, dos compañeras que
viven en El Pinar. Gente humilde, trabajadora, con claridad polí-
a
tica. Van a volver a los cambuches, a continuar con lo que hacían.
La justicia no pierde su marca de clase. ¿Cuántos terratenientes
ar
presos hay? ¿Cómo pueden ganar los campesinos versus miles de
dólares? El Fiscal General arrestó a dieciseis fiscales en los últimos
meses, acusados de abuso de autoridad y corrupción. Dinero mata
p
222
Día 79
a
Sale a la puerta un encargado, pocos minutos antes de que abra el
banco. Anuncia que no hay dinero, que no esperen en vano. Casi
tur
todos los que están en la cola iban a eso. Uno de ellos se acerca por
otro motivo, necesita una nueva tarjeta:
—No, viejo. Nada de plástico –le contesta.
Ni tarjetas ni efectivo en el banco, se parece a las farmacias sin
lec
antibióticos. Imágenes del cotidiano de una ciudad que se mueve
más lenta en sus calles. El transporte esta colapsado. La disyuntiva
es la siguiente: el metro, público, gratis –ya no se paga el pasaje que
era simbólico–, con el 70% de las escaleras mecánicas rotas, pocas
unidades en varias líneas. Cobrarlo a precio de mantenimiento se-
ría elevarlo a un valor que pocos podrían pagar debido a la falta de
a
dinero en efectivo. La otra opción para transportarse son los auto-
buses privados, que cobran dos mil bolívares en efectivo, y siempre
ar
está la posibilidad latente de un asalto. Quienes pueden optan por el
metro, que además tiene la capacidad permanente de sorprender:
desde hace meses, en sus túneles y andenes suena Radio Miraflores,
p
incluidos. No solamente se gana poco, sino que hay que pelear para
tener esa plata en efectivo. Hice tres horas de cola en el banco.
PD
223
Hacía tiempo que no nos veíamos, aprovechamos para ir a al-
morzar; es Semana Santa y las calles parecen a las de la serie The
a
walking dead. Tarde libre, comemos un golfeado en Artesanos Café,
nos cruzamos con más amigos en la plaza Bolívar, vamos por unas
tur
cervezas. Regreso temprano a la casa, tengo mucho trabajo acumu-
lado, escribir y escribir, entregas para varias páginas; juntar unos
pocos de bolívares para cerrar cuentas que tampoco cierran.
—Compra tela y manda a que te cosan la sábana –me dicen.
lec
Lo bueno de la crisis es que las cosas se remiendan: la ropa, los
zapatos y sus suelas. Ahora cuidamos todo un poco más.
Estamos a menos de dos meses de las presidenciales. No hay
ambiente electoral, salvo por los diseños que mandan a los grupos
de Whatsapp. Las calles, las conversaciones, los ánimos, no hay am-
biente electoral, y no es cualquier elección. Como si se supiera que
a
ganará Maduro, que la victoria no cambiará el curso de las cosas,
que en definitiva estamos jodidos; pero es como el metro, lo otro es
ar
peor. El presidente promete que, si gana, sanará la economía; que
conducirá una batalla sin cuartel. Quisiera que fuera así. No creo ni
dejo de creer. Hasta el momento, en más de tres años no ha logrado
p
son de guerra y siguen ahí: fuga de billetes, aumento del precio del
dólar paralelo, hiperinflación; así mismo, la corrupción arranca
so
224
Algunas líneas oficiales para la campaña son no hacer críticas
y no hablar de crisis económica. Para adelante, esperanza, amor,
a
futuro.
Junto con eso llegan noticias desde la FANB: varios detenidos,
tur
en particular en el Batallón Ayala, el encargado de Caracas. ¿Ha-
brá alguna acción de fuerza la noche de las elecciones o en ese in-
mediato después? De no suceder, entonces seguramente sigamos en
este cuadro. ¿Por cuánto tiempo? Indefinido, con una crisis agudi-
lec
zada por las sanciones económicas cada vez más fuertes de Estados
Unidos y sus aliados. Nos quieren llevar hasta el límite y asfixiarnos.
—La gente encontró las formas de rebuscárselas –dice un
compa.
No todos. Se ven más chicos pidiendo comida en la calle, perso-
nas inclinadas ante la basura.
a
Llega una noticia desde Brasil: van a encarcelar a Lula.
Las derechas avanzan, utilizan todos los métodos.
ar
Habrá movilización mañana en Caracas.
Llega otra noticia desde Portuguesa: nueva detención de cam-
pesinos en un rescate de tierras. Les quemaron la casa y el tractor.
p
Día 80
Barinas de punta a punta, la capital; Pedraza, Santa Bárbara. Nos
F
tores, familias que llevan años asentadas, que siembran, crían; nos
hablan de otros que vendieron sus hectáreas y de terratenientes que
metieron grupos armados dentro de un rescate para implosionarlo.
Armamos las piezas de un cuadro complejo, donde la solidaridad
automática no rige y es necesario moverse con contactos en los te-
rritorios. Se puede saber lo que sucede en el país con información
225
desde muy abajo o desde muy arriba, en el medio se sabe poco. Los
medios, por su parte, son en gran medida aparatos de propaganda
a
que solo permiten comprender, a medias, cómo se encuentra la di-
rección de cada una de las dos fuerzas enfrentadas.
tur
Conocemos a una productora de huevos en Santa Bárbara. Me
regala dos cartones, es decir, sesenta huevos. Los llevo de regreso en
bus a Caracas, hasta mi casa; doce horas con los cartones sobre las
piernas, cuidándolos como si fueran oro. Lo son en esta coyuntura
lec
donde regresó la hiperinflación que se había frenado relativamente;
el dólar pasó de doscientos mil a cerca de setecientos mil en unos
diez días, los precios vuelven a aumentar diariamente. Se sabía que
sería así previo a las elecciones, pues expone la vulnerabilidad de la
estructura económica actual: estamos agarrados, cuando deciden,
se acelera la caída como en un agujero. Hoy, sesenta huevos son un
a
salario mínimo y medio. Mañana será más.
Ya se decía que subirían el dólar a un millón antes de las eleccio-
ar
nes. El Fiscal General ordenó el arresto del dueño de una página
de cotización ilegal del dólar, porque ya no es una sola sino varias
las que presionan hacia arriba. También se puso en marcha la
p
monetario y fijación del dólar paralelo. A los pocos días fueron de-
tenidos once directivos de Banesco, “de su alta gerencia”, subrayó
so
226
hiere a sí mismo al repetir que si le dan diez millones de votos resol-
verá el tema económico e irá contra las mafias. La lógica debería ser
a
la inversa: avanzar en golpes certeros desde ayer para construir un
escenario más favorable para el veinte, y mostrar que tiene herra-
tur
mientas para lo que afirma que hará.
En frente está el exchavista y exintegrante de la MUD, Henri
Falcón, con su propuesta de dolarización de la economía; el plan-
teo de iniciar con un salario de setenta y cinco dólares mensuales
lec
que irá, según dicen, en un ascenso irrefrenable. Se abstiene de
contar de dónde sacaría el dinero y de aclarar que, de dolarizarse
la economía, setenta y cinco dólares no serían nada. Carga con
el peso de ser un exchavista, de no provenir de las altas alcurnias
a las que pertenecen los dirigentes de oposición, y de ser atacado
por la misma derecha que lo acusa de haber sido comprado por el
a
gobierno. Luego está Javier Bertucci, el outsider, evangélico –que
parece movilizar más gente que Falcón–, que organiza actos políti-
ar
co-religiosos, sancochos populares; que tiene el arrastre así como el
techo que significa ser evangelista, y mucho dinero.
Todo indica que Maduro ganará. No se sabe qué pasará luego.
p
227
Día 81
Faltan doce días para las presidenciales, Maduro está en cam-
a
paña por el país. El dólar pasó los ochocientos mil bolívares; Macri
anunció que volveremos al Fondo Monetario Internacional (FMI).
tur
Empecé el libro La vida, manual de instrucciones, de Georges Perec.
En la farmacia de abajo aparecieron antibióticos. Fui a Globovisión
a una entrevista y la productora, llamada Génesis, se va del país al
igual que varios de sus amigos. El agua volvió a normalizarse en la
lec
casa, así que ya no hay alarma roja ni baldes para acá, baldes para
allá. El tema campesino sigue en movimiento: se dieron tres títulos
a rescates, tres ataques armados: en uno llegaron a punta de plomo,
montados a caballo y en Hilux, mientras en el último aparecieron
de noche, armados con armas largas y una lista de cinco campesi-
nos para matar; se llevaron a dos frente a sus familias y compañe-
a
ros, lamentablemente aparecieron ultimados con dos disparos cada
uno. Los candidatos opositores no irán juntos, como decía el rumor.
ar
La embajada de Francia les pide a sus ciudadanos que tengan re-
servas de comida y agua potable por una semana, en vísperas de las
elecciones. En julio nace mi sobrina; mi hermana aprende a tocar
p
Día 82
F
PD
Son las 3:30 a.m., me como una arepa, suena el clarín de diana
desde una corneta chavista, en unos minutos me pasan a buscar.
Llegó el día. De una manera extraña, con una campaña que no
logró trascender más allá los actos y canciones pegadizas, no se
hizo espíritu, ánimo; hablo del chavismo. Del lado de la derecha
el cuadro se dividió entre quienes iban a votar por Falcón, quienes
228
votarían por Bertucci, y los abstencionistas, la mayoría de la oposi-
ción. Conversé con uno de ellos y me planteó las siguientes tesis, que
son generalizadas entre ellos: Falcón es un candidato puesto por
a
el chavismo para legitimar la farsa electoral, no hay más remedio
que esperar más sanciones, penurias y desastres para salir del cha-
tur
vismo. Como un camino de dolor que debe atravesarse, dolor que
se pregona pero que viven otros: él cobra mínimo cinco millones
de bolívares en cada consulta médica. Creen que con tanto colapso
económico por venir Maduro tendrá que renunciar, los militares
lec
harán un golpe, o intervendrán desde afuera. Así razonan. En
cuanto a la calle, la tienen todavía perdida: el miércoles anterior a
las elecciones movilizaron unas doscientas personas de su histórica
base social rancia.
Todos sabemos que después del 20 de mayo de 2018 la situación
será más complicada. Los escuálidos desean que colapse para salir
a
de esto, que es para ellos el absurdo chavista lleno de pobres igno-
rantes, mantenidos con dádivas, y un régimen de corruptos dicta-
ar
toriales. Los chavistas piensan cómo enfrentar lo que está por venir;
mucha gente saca cuentas para irse, se irán, no hay números toda-
vía del total que emigró. Muy pocos creen que habrá una mejora
p
destartala casi al llegar; está, como muchas otras cosas, atado con
alambre–, donde ya hay pequeñas colas en los centros de votación.
PD
229
toda legitimidad. Hace meses que construyen esa matriz. Algunas
cosas son totalmente predecibles, como lo es también lo que dirán
a
los grandes medios de comunicación mañana, las portadas ya están
listas desde hace días.
tur
El día se divide en partes: mostrar lo que se vive en las calles, ir a
programas de televisión, y subirme a una moto de Telesur para re-
correr los centros de votación durante la tarde. Rodamos por todo
el oeste: Pinto Salinas, Sarría, La Pastora, 23 de Enero, La Vega,
lec
Antímano, atravesamos El Paraíso, Montalbán; subimos por los
cerros hasta arriba, ese arriba de la canción de Alí Primera que
dice que “abajo está la ciudad” y acá estaban los techos de cartón;
todavía los hay, casas de ladrillo a la vista sobre quebradas, arqui-
tecturas equilibristas. Cuanto más arriba más se vota, el asunto es
de clases. La sensación al recorrer la ciudad es que la participación
a
es baja respecto a otras elecciones. Es eso, sensación que se sabrá
verdadera o no en horas de la noche.
ar
No ocurren incidentes durante el día. Tengo el cansancio físico
de pararme a las tres de la mañana, así como de andar horas so-
bre una moto para arriba y para abajo. Hay que recorrer Caracas
p
230
resultado final. Quien finalmente se sumó a ese coro es Falcón, que
no reconoce los resultados. No tiene mayor carta que jugar, está al
a
borde de una caída frontal de su trayectoria política ya golpeada.
Bertucci reconoce los números; lo suyo fue una victoria ya que pasó
tur
de casi nada a menos de un millón de votos, logró recorrer el país y
construirse como figura.
Amanecemos con el país en calma, sin resaca postelectoral en
las calles, con una victoria apretada entre los dientes y la mirada
lec
puesta en los ataques que ya se multiplican en titulares, donde se
hacen acusaciones de fraude, de falta de legitimidad, secuestro de
la democracia, así como de no reconocimiento. A los titulares se
suman las declaraciones del Grupo de Lima, de España, el G7, y
las predecibles sanciones estadounidenses que profundizan el plan
de asfixia. Algunos de los puntos centrales anunciados son: el Es-
a
tado venezolano no podrá vender, transferir o dar como garantía
activos en los que posea más del 50% a ciudadanos o instituciones
ar
estadounidenses –incluida deuda pública y bonos de Pdvsa–, se li-
mita el acceso al sistema financiero estadounidense y aumentan
las limitaciones para hacer transacciones en dólares. El objetivo,
p
231
venir son inmensos, el mayor interrogante es la economía, ¿cuál es
el plan?
a
Las ruedas de prensa de los partidos opositores demuestran el
punto de arrinconamiento al que han llegado. No impactan, han
tur
perdido legitimidad; dependen de lo que se decida desde afuera. La
calle no les responde ni logran movilizar ni armar acciones violen-
tas, que intentan la noche del domingo y el lunes con la metodología
malandro pago, barricadas, acción nocturna. ¿Han llegado hasta
lec
este punto sin saber qué harían luego? Así es, al parecer. Pocas veces
se ha visto una derecha tan estructuralmente incapaz, con récord
de suicidios políticos y dependencia de los Estados Unidos.
Lo que sucedió antes, durante y después de la elección fue fi-
nalmente lo que se preveía, tanto en victoria como participación,
reacciones internacionales, así como en la continuidad del día des-
a
pués con los movimientos previstos de agresiones y defensas. El 21
de mayo de 2018 es igual al 20, pero con más titulares y amenazas
ar
contra nosotros. La economía sigue su curso, sube el dólar que llegó
a un millón, suben los precios, siguen las dificultades; así iba a ser y
así es. Tenía razón el asesor de empresas que parte de la siguiente
p
hipótesis: para saber qué va a pasar lo más seguro es pensar que se-
guirá relativamente igual, pero olvida el factor Venezuela. ¿Quién
podía decir en febrero de 2017 que en mayo estaríamos enfrentando
lo
por el clima que se vivía en esos días. ¿Sucederá una nueva jugada
sorpresa que hoy solo vemos borrosa? Tal vez. Aunque el cuadro
depende, sobre todo, de la decisión de los Estados Unidos y de hasta
dónde están dispuestos a avanzar. Las opciones son limitadas: co-
lapso económico –su apuesta central–, golpe desde adentro, inter-
F
232
Día 83
a
La realidad está estancada. La expectativa por los anuncios econó-
micos es poca, no se espera contundencia y se teme que lo anunciado
tur
se evapore luego. Eso pienso. Pasó más de un mes del resultado elec-
toral, no ha habido cambios, ni maniobras, ni redireccionamientos.
Puede ser falta de posibilidad, asunto de poder real –interno– con
el enemigo, las fronteras donde eso se une en realpolitik, intereses
lec
económicos. La realidad para la mayoría sigue la misma dirección:
la desmejora, a veces acelerada, a veces moderada. El dólar pasó
de un millón a dos millones en tres semanas. Seguirá ese camino,
nada indica lo contrario. Con este panorama es probable que el
cuadro se extienda por un tiempo indefinido. Podría cambiar por
tres variables: a
1. Un estallido social: parece lejano, no se percibe.
ar
2. Un golpe desde adentro: siempre merodea, podría tomar di-
ferentes formas.
3. Una acción desde el extranjero. Depende de varios factores:
p
233
—Mira, cuesta trescientos cincuenta mil, pero decidimos co-
brar seiscientos mil; es eso o no viajamos, ¿qué prefieres? –es lo
a
que dice el conductor y no es una metáfora, la semana anterior casi
no salían. Ahora hay más buses y son más caros. ¿Qué prefiero?
tur
Supongo que lo segundo. ¿Quejarse, preguntar? Imposible. La au-
toridad está en crisis, la institucionalidad también. Paso varios días
fuera de Caracas, compruebo lo que sospecho: el agujero negro de
la frontera nunca se detiene, se agranda. De noche cruzan buses
lec
cargados de carne, queso, sacos de billetes; gandolas y más gando-
las. De día lo hacen los minoristas, gente que viene de varias partes
del país, llena los hoteles, vacía los pueblos y va hacia el otro lado;
el guardia cobra mil pesos por cada kilo que pese el animal que se
cruce, las canoas van y vienen.
Acá el héroe no amanece. Esta sociedad de frontera tiene es-
a
pacio para acoplarse, pero no hay margen para enfrentarla, salvo
desde muy arriba. Por ahora se ven cosas menores en esa dirección,
ar
que no afectan el modus operandi ni las magnitudes del contrabando
de extracción.
Hablo con una muchacha, me cuenta que trabaja en limpieza
p
234
Otra parte del país resiste: productores que buscan la manera
de conseguir los insumos a pesar de la falta de políticas; campesinos
a
que se mantienen en sus rescates; jóvenes que no piensan irse, como
se ha puesto de moda, sino que piensan en hacer política chavista
tur
en su barrio o colegio. Gente que abre las puertas de su casa con un
plato de lo que tenga, que presta efectivo sin porcentajes, que re-
gala; que no hace negocios con la comida, sino que la transforma en
política organizativa justa. Trabajadores que se mantienen en mi-
lec
nisterios con sueldos mínimos porque creen que se puede, que la re-
volución no es solo un gobierno; gente que escribe, hace programas
de radio, filma, saca fotos sin pedir nada a cambio; milicianos que
se paran a las tres de la mañana, ordeñan, y luego salen en moto, en
camiones, o en lo que puedan, a participar de un entrenamiento.
Consejos comunales que se renuevan; comunas que se obstinan en
a
el horizonte estratégico.
La parte que devora no tiene límites.
ar
La que resiste no tiene fuerza acumulada para revertir el es-
cenario, que puede prolongarse; es lo más probable, a menos que
aparezca la carta imprevista. En Venezuela eso también es siempre
p
sector está imbuido de las victorias electorales, otro arma sus nego-
cios y repite discursos necesarios, otro cree que hay una batalla que
so
Día 84
PD
235
Caracas tiene la ventaja del metro; que amortigua la crisis del
transporte; cuando se detiene se parece a las demás ciudades: al
a
borde del colapso. Esta situación se agudiza, es parte de las varia-
bles principales del desgaste. Nosotros caminamos, otros no tienen
tur
esa posibilidad.
El gobierno no tiene respuesta suficiente con su flota de auto-
buses, tampoco capacidad de brindar repuestos a precio justo a los
transportistas privados, que suelen ser opositores y especuladores.
lec
Muestra de ello fue cómo inmovilizaron muchas unidades en va-
rias de las elecciones recientes. Debería haber nueve mil unidades
en Caracas para cubrir la demanda, circulan unas mil. Se multi-
plican otros tipos de transportes como, por ejemplo, los que fueron
bautizados como “perreras”; son camiones con barandas de ma-
dera o metálicas, llamados también popularmente transbarandas.
a
Ya han muerto varias personas al caer de ellas, las imágenes son
diarias; en algunos pueblos solo se viaja en camiones.
ar
Llevamos diecisiete meses de contracción del Producto Interno
Bruto (PIB). Las sanciones norteamericanas aplicadas con bisturí
sobre Pdvsa surten efecto; de igual manera, la misma Pdvsa no
p
tres en 2012.
Según investigaciones, este año deberían ingresar al país treinta
PD
236
En ese cuadro existen varios debates y propuestas. Algunos
plantean que se debe liberar el control de cambio, otros afirman
a
que eso sería entregar las armas; en el medio hay matices, pregun-
tas, debates sobre las formas de llevar adelante o no la medida. No
tur
se escucha todavía la posición oficial; se ven indicios, algunos he-
chos que se averiguan por pedazos, como la autorización de que las
casas de cambio oficiales cambien el dólar a más de dos millones,
para acercarse al paralelo que ya escaló a más de tres de millones.
lec
El objetivo parece ser captar las remesas.
Es necesario analizar en mayor profundidad las características
de la dirección, de quienes están al mando de las decisiones cla-
ves de la economía: su conformación política, económica, el país
que proyectan. ¿Estamos frente a un nuevo sector empresarial que
abarca, entre otras cosas, tierras, medios de comunicación, impor-
a
taciones, articulado en grupos políticos con espacios de poder y
alianzas con el viejo empresariado? Afinar el lápiz, entender las
ar
evoluciones, mutaciones.
A fines de julio tendrá lugar el cuarto congreso del PSUV, un
punto clave para ver posibilidades de avance o no, rectificaciones
p
mos hacer lo que nos decían que no podíamos –dice uno de ellos,
resume la cuestión.
El frío en el páramo golpea como invierno seco andino. A unas
horas de allí está la carretera panamericana, Tucaní, donde vamos
a una escuela de formación campesina. Dormimos en la montaña
que tiene un paisaje natural imponente, olor a café tostado; una
237
inmensidad por delante que llega a tener como horizonte el lago
de Maracaibo, que se confunde en la palidez con el cielo. En la
a
noche se ven los rayos poderosos del Catatumbo. La pelea por la
tierra sigue, con respuestas a cuentagotas y sin concluir por parte de
tur
las instituciones, con una voluntad que no se quiebra aguas abajo.
Quedan inmensidades por conquistar. A unas pocas horas de acá,
a Cúcuta, llegaron Cascos Blancos de Argentina para atender –di-
cen– la situación de los migrantes venezolanos.
lec
Regresamos a Caracas. Nuevamente los jugos de fruta cerca
del puente Llaguno, las largas horas en la habitación frente a la
computadora en textos para diferentes trabajos, el intento de expli-
car(me) este maravilloso “país en movimiento”, como lo nombró el
poeta Víctor Valera Mora, El Chino. Hoy compro velas blancas,
coloco un vaso de agua, leo el nuevo libro de cuentos que terminó
a
mi madre. Sus palabras cuentan mundos del adentro y del afuera;
una mirada como un cerezo sobre la vida que nos rodea, que nos
ar
hace que creamos. Ella había escrito de mí que era un haz de raíces
desenterradas. Tenía razón.
Releo frases del poema de Rilke que me envió mi padre el año
p
pasado:
larga vida; y después, por fin, más tarde, quizá se sabrían escribir
las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son, como
so
238
huele a madreselva. Me fui poco tiempo después de que floreciera
la orquídea de La Plata.
a
Salgo a caminar por Caracas, hace semanas que busco a una
persona sin encontrarla.
tur
Día 85
lec
—Si Venezuela es una amenaza para la región, ¿por qué simple-
mente no la invadimos? –dijo Donald Trump a puertas cerradas.
Fue en agosto de 2017, poco después de votada la ANC.
Lo desaconsejaron desde adentro por diferentes vías. En esos
días lo declaró públicamente al afirmar que no descartaba la op-
ción militar, buscó un posible consenso con gobiernos latinoameri-
a
canos que no logró. A los pocos días anunció el paquete de ataques
económicos que, desde entonces, tomaron más volumen, áreas;
ar
fortificaron el bloqueo.
El año 2017 pudo haber experimentado una guerra civil, una
intervención, más de lo que fue y enfrentamos; amenazó con desha-
p
cernos. Lo que hoy vivimos es, a la vez, todo lo que se logró evitar,
los escenarios que no se lograron activar.
Es mucho lo que se desactivó, la capacidad que mostró Maduro
lo
para salir de los momentos políticos más complejos, con el caso pa-
radigmático de la ANC. ¿En qué escenario estaríamos hoy sin esa
so
239
en 2002, luego en Bolivia sin éxito, Honduras, Paraguay y Brasil,
con reproducciones adaptadas de escenarios sirios y ucranianos.
a
Es necesario analizar el mapa continental, los diferentes cam-
pos de intervención que despliega el Comando Sur en sus escena-
tur
rios de guerra en desarrollo: golpes parlamentarios; colaboraciones
militares permanentes o específicas; entrenamiento, capacitación
y adoctrinamiento; cambios normativos que facilitan la consoli-
dación y ejercicio de estados de excepción, dirigidos a combatir al
lec
real, potencial o imaginario enemigo interno; patrullajes militares;
instalación, refuncionalización o modernización de bases milita-
res; aumento en los presupuestos de seguridad y defensa; avitua-
llamiento con equipos de combate y vigilancia de alta tecnología;
sistemas cooperativos de inteligencia; fuerzas especiales con inte-
grantes oficiales o contratistas (mercenarios); ejercicios militares
a
conjuntos; creación de fuerzas de tarea combinadas; sabotaje ali-
mentario, sanitario y/o de servicios básicos; (agua, electricidad, co-
ar
municaciones); creación de grupos de choque; bloqueo comercial y
financiero; desestabilización monetaria; deuda; operativos de “uso
de la ley como arma de guerra” o Lawfare; y hasta utilización de
p
doce entre enero y septiembre del 2018. Los Estados Unidos están
desplegados, con objetivos de corto, mediano y largo plazo; operan
PD
240
Quieren a Venezuela como un campo de cenizas. Enfrentamos
todo el fuego que caerá sobre un proceso que se proponga cambiar
a
el orden de las cosas, intolerable para quienes conducen los poderes
reales, aquellos que muchas veces desconocemos. ¿Cuál es la can-
tur
tidad de desinformación que cargamos? Aprender de Venezuela
es una necesidad para quien quiera romper con una posición de
subordinación continental y de saqueo nacional.
No todo es culpa del imperialismo. Es tan evidente como la ac-
lec
tuación del imperialismo.
Nos quieren en la barbarie, en la pobreza, en el enfrentamiento
a bala y machete. Somos, en parte, lo que necesitan que seamos
cuando nos animalizamos; nos devora el capital y la guerra. Somos,
a su vez, la pelea de un país que no se rinde, aguanta en palabras,
silencios y actos, como el acontecido en estos días cuando se fundó
a
una comuna en lo alto de Lídice; donde se hacen asambleas entre
vecinos y se resuelven, de manera colectiva, los problemas que se
ar
superponen y parecen aplastar. Es una pulseada diaria, subterrá-
nea, entre millones, en la cual casi todos estamos. ¿Quién cuenta
la historia de nuestros héroes? Creo que muy pocas sociedades po-
p
suele serlo con más fuerza en las zonas populares, en lo alto de las
barriadas, en los pueblos alejados de los centros, en las periferias
de las periferias. Tomamos unos mates, el encierro al que a veces
obliga la escritura puede opacar los horizontes; es necesario andar
en asambleas, rescates, charlas y demás actividades.
F
puerta hacia la inmensidad de este país que me hizo suyo, que ad-
miro y que extrañaré.
241
Día 86
a
—Una operación completa de cirugía estética, implantes, corpiño
especial, liposucción y faja, cuesta miles de dólares en una clínica
tur
de alto nivel del este de Caracas –me dice una chica que trabaja de
recepcionista en una clínica.
La miro sorprendido, mientras estamos como en un tetris en un
vagón del metro:
lec
—¿Y hay gente que paga por eso, no bajó la cantidad?
—No, qué va, si como mínimo hacen cerca de tres operaciones
por día.
Ve gente famosa, con escolta, políticos, carros polarizados, el
mundo que no vemos y nunca pierde. Nunca. Ella gana en bolívares
el equivalente a tres dólares al mes, vive en un cerro, toma el metro
a
en horas pico; dejó de estudiar porque ya no puede pagar la univer-
sidad. ¿Qué puede pensar de la revolución? ¿De los dirigentes que
ar
aparecen en televisión y repiten que estamos en el año de despegue
de la economía y la construcción de un robusto modelo de desarro-
llo? Me pregunta, como tantos:
p
242
que muchas veces las quebraron. El diagnóstico gana por nocaut, se
confirma al recorrer el país.
a
Esa tendencia también se expresa en lo político, en el retorno y
predominio de formas contra las cuales se había alzado la revolu-
tur
ción bolivariana: el monopolio de la palabra pública; dirigentes que
ordenan desde últimos pisos de torres ministeriales sin consultar;
la arrogancia de funcionarios sin base, legitimidad ni arraigo; el
ataque al debate crítico.
lec
La otra forma restauradora es silenciosa y permanente. Sin dar-
nos cuenta, han ganado espacio las desigualdades que eran cons-
titutivas del orden injusto; los pobres son más pobres, marginados
en posibilidades. Se aplacó la disrupción, el contagio de la palabra
política, el espíritu que habitaba el país hace unos años atrás. De a
poco ha retornado la “normalidad” que la revolución se propuso
a
combatir. Gran parte de la dirigencia mantiene niveles de vida que
algunos no logran esconder, o que no se preocupan en exhibir. La
ar
tendencia restauradora, la capacidad de regreso y reproducción
del orden antiguo está ante nosotros cada día, en nosotros mismos.
¿Dónde está lo revolucionario de la revolución?
p
gente que no piensa en irse del país pase lo que pase: una trama irre-
ductible sobre la cual podría sustentarse una contraofensiva. ¿De
quién depende que suceda? En parte de la dirección, por la marca
de fuego de este proceso que necesita de esa decisión y empuje desde
arriba, pero, por otra parte, también depende de los movimientos
F
243
Los debates históricos están sobre la mesa. ¿Cuál es el costo de
ganar la guerra con el freno del proceso revolucionario? ¿Se la puede
a
ganar sin la puesta en movimiento de las formas revolucionarias de
la política y la economía? ¿Si se avanza en las transformaciones
tur
vendrán más ataques? ¿Los ataques no vendrán de todas maneras,
digamos lo que digamos, hagamos lo que hagamos, a menos que
entreguemos el petróleo y las inversiones chinas y rusas? Las pre-
guntas están desde que comenzó esta etapa, ha costado sintetizar
lec
los análisis.
Este escenario se agudiza a medida que el tiempo se prolonga,
las elecciones ya son memoria lejana por la velocidad de los aconte-
cimientos políticos, y no se vislumbran decisiones macroeconómi-
cas para torcer la direccionalidad actual, ni hay una recuperación
de la capacidad del gobierno sobre la economía, así como tampoco
a
hay un cambio de las formas de dialogar con la gente. La situación
de desigualdad se agranda.
ar
¿Hasta cuándo se aguantará? La misma aturdidora incerti-
dumbre.
p
* * *
lo
244
Día 87
a
La inmovilidad hunde. La acción no es victoria asegurada, es su
posibilidad necesaria; lo mostró la marcha campesina que reco-
tur
rrió más de cuatrocientos kilómetros a pie, desde Portuguesa hasta
Caracas. En su camino reunió solidaridades, una épica de lo que
se hace con pocos recursos materiales, una dosis explosiva de vo-
luntad y acierto político. No fueron muchos en el inicio, pero sí los
lec
suficientes para generar efectos desencadenantes y recordar que la
movilización es vital para el proceso político. La revolución nece-
sita presiones desde abajo.
Fueron recibidos en Caracas luego de destiempos propios de la
falta de costumbre de la dirección. La última acción similar –con
sus distancias– había sido la movilización de la comuna El Mai-
a
zal, en diciembre pasado. Maduro se reunió con sus integrantes,
ordenó la cadena nacional de radio y televisión, dio el micrófono
ar
a los campesinos y campesinas que hablaron con las verdades que
arden en los rescates del país: de las zonas de balas, de los desalo-
jos, los enjuiciamientos, sobre la corrupción a todo nivel a favor
p
245
potencia, seguida de dispersión y nuevamente, ahora, proceso de
consolidación.
a
tur
ec
r al
pa
MARCHA CAMPESINA EN SANTA BÁRBARA DEL ZULIA
FOTO: TATUY TVC
* * *
lo
246
* * *
a
Esa pelea sucede mientras la macroeconomía está en el ojo del de-
bate. El 2 de agosto de 2018 aparece en gaceta oficial N.ro 41.452
tur
la derogación de la Ley del Régimen Cambiario y sus Ilícitos, así
como, del artículo 138 del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de
Ley del Banco Central de Venezuela en lo que concierne exclusi-
vamente al ilícito referido a la actividad de negociación y comercio
lec
de divisas. Días después el Presidente Maduro anunció que a partir
del 20 de agosto de 2018 se le quitarán cinco ceros al bolívar –ya
no son tres como estaba previsto– y que la moneda tendrá su valor
atado al petro, así como también, que se favorecerán las importa-
ciones de agroinsumos y de bienes de capital. Sobre cada uno de los
puntos se desarrollan debates, preguntas, incógnitas, debido a que
a
las medidas son expuestas sin demasiadas precisiones. Resulta di-
fícil pronosticar resultados. Como en el caso campesino, no parece
ar
existir una respuesta mágica dentro de un cuadro tan complejo,
asaltado por el bloqueo norteamericano, las tensiones internas y los
focos de corrupción. El último anuncio del presidente, consistente
p
247
están fuera enviarán su dinero por los canales legales? Son muchas
las preguntas, al igual que sobre el petro; sobre la eliminación de los
a
cinco ceros; los impactos que tendrá, por ejemplo, en las tarifas de
los servicios y la gasolina.
tur
¿Cómo reaccionarán quienes hacen de la economía su principal
trinchera para devastarnos?
* * *
lec
Un apagón dejó a casi toda Caracas en la oscuridad. La capital ex-
perimenta en carne propia lo que sucede en otros estados. Saboteo,
falta de inversión y colapsos. Terminó el IV Congreso del PSUV, la
unidad del chavismo se mantiene: compleja, tensa, como toda uni-
a
dad de estas dimensiones en una época de tanta crisis y violencia.
ar
* * *
p
que han hecho de esta causa el tiempo de sus días y noches, sin pedir
nada a cambio. Sancocho colectivo, fútbol, camioneta embarrada,
PD
248
Día 88
a
Quisieron matar al presidente. Lo vimos por televisión, ocurrió en
la avenida Bolívar, en el acto del 81.er aniversario de la GNB. Su
tur
respuesta fue serenidad y algo de asombro ante un dron que explo-
taba de manera poderosa en el aire. Estaba rodeado del alto mando
militar y de algunos de los principales representantes de los poderes
públicos. Se activaron los mecanismos de seguridad a su alrededor,
lec
cortaron la transmisión en vivo. Quedamos ante la duda-certeza.
El ministro de Comunicación e información anunció que se trató
de un intento de asesinato al presidente Maduro; él mismo, en la
noche, confirmó lo sucedido. Un magnicidio frustrado. Esta vez el
lobo llegó; la derecha jugó la carta para volar por los aires –literal-
mente– el escenario político.
a
El ataque fue con dos drones modelo DJI M600; uno, el que
llegó cerca del presidente, estaba preparado con pentrita y pólvora,
ar
mientras el otro con C4. El primero fue desorientado por inhibi-
dores de señal y detonó fuera del perímetro del objetivo principal;
el segundo también cayó desorientado y explotó en el primer piso
p
249
* * *
a
El hecho, que desconcertó en el momento, no resultó sorpresivo: se
sabía que podía suceder, como parte del repertorio de acciones den-
tur
tro del escenario de guerra en el cual estamos inmersos. Un repaso
de los últimos meses evidencia que se habían desactivado intentos
de golpe desde el interior de la FANB, así como de grupos armados
compuestos de civiles y desertores. En el primer caso, un hecho no-
ec
torio fue la desarticulación, en marzo de este año, del Movimiento
de la Transición al Pueblo, que tenía epicentro en batallones clave
como el Batallón Ayala, en pleno Caracas. Mientras, otro de esos
r al
pa
lo
so
F
PD
250
casos de intento de golpe fue la acción dada a conocer a posteriori por
el portal Bloomberg, la Operación Constitución, que –afirmaron–
a
debió haberse realizado antes de las elecciones presidenciales para
impedir los comicios y secuestrar a Maduro.
tur
Por otra parte, en el caso de grupos armados desarrollados por
fuera de la FANB, el hecho más notorio fue el de Oscar Pérez, actor/
desertor/lanzagranadas que aparece en la palestra pública en julio
de 2017 con el ataque desde un helicóptero sobre el Ministerio del
lec
Poder Popular para el Interior, Justicia y Paz, y el TSJ. Él y el grupo
que lideraba cayeron a principios de este año: estaban en su es-
condite con armas robadas en varias acciones militares –la última
a finales de 2017–, desde donde dispararon contra los cuerpos de
seguridad del Estado que fueron a detenerlos. Fue presentado como
héroe y mártir por la prensa internacional. Su muerte no significó el
a
fin del intento de construcción de un brazo armado que tiene años
en desarrollo: no es casualidad que muchos implicados en el intento
ar
de magnicidio hayan sido antes guarimberos, muestra de que los
lapsos de silencio no han sido sinónimo de abandono del objetivo de
derrocar a Maduro, sino de haber pasado a un eslabón más alto en
p
251
triángulo internacional, el centro de gravedad del conflicto contra
Venezuela.
a
En cuanto a las complicidades adentro de la FANB, aparecen de
a poco los elementos. Fue apresado un general de división, miembro
tur
del alto mando de la GNB: fue quien, al parecer, había entregado a
los autores del atentado la información sobre el lugar, la hora y los
asistentes al acto. Ese general había sido designado en enero pasado
como coordinador para el otorgamiento de autorizaciones que
lec
permitieran “garantizar y optimizar el flujo logístico y la gestión de
los procesos de abastecimiento de los supermercados, hipermercados
y cadenas de supermercados” en el Comando de Abastecimiento
Soberano. También fue detenido un general de brigada de la
FANB, quien era coordinador de la Misión Abastecimiento en el
mercado mayorista de Coche, en Caracas, desde 2016. Tenían en
a
sus manos hilos centrales para enfrentar la guerra económica. Así se
explica, entre otras cosas, por qué determinadas políticas o medidas
ar
fracasan. La presencia de conspiradores en el más alto nivel.
p
* * *
252
desesperación; una demostración de hasta dónde estarían dispues-
tos a ir.
a
¿Qué escribiría en este momento, en caso de haber muerto
Maduro?
tur
¿Cómo serían la calle, la noche, las redes, los planes a, b y c?
Vivimos en un país que es blanco principal, la tierra a ser arra-
sada. No existe el derecho a la inocencia.
lec
Día 89
Un enemigo acorralado es peligroso. La derecha venezolana lo está
por culpa de sus propios errores, su estrategia golpista que la lleva
crónicamente a lanzar asaltos al poder por la fuerza. ¿En cuántos
a
países se recurre al intento de asesinato del presidente? ¿Qué se
diría en caso de un acto similar en España, Argentina o Colombia?
ar
¿Qué pedirían los grandes medios de esos países para con los res-
ponsables materiales e intelectuales? Acorralados y enfrentados, es
decir, débiles y dependientes. Primero Justicia y Voluntad Popular,
p
253
El eje está en el extranjero. Ninguna de las corrientes de la de-
recha parece tener capacidad de acumulación de fuerza interna.
a
Tampoco logran conectarse con las protestas reivindicativas que
se multiplican: trabajadores de la electricidad, enfermeros, pen-
tur
sionados, vecinos. Los conflictos aparecen, plantean cuestiones
salariales, de infraestructura, de servicios. Como muestra de esa
desconexión derecha-conflictos reivindicativos, en un episodio
de protesta María Corina Machado fue echada cuando intentó
lec
acercarse. Es probable que las demandas aumenten mientras este
cuadro hiperinflacionario se mantenga. El chavismo, el gobierno,
puede acercarse políticamente a las protestas, escuchar, dialogar,
o bien darles la espalda bajo señalamiento de que todo es producto
de infiltrados opositores –real a veces, aunque insuficiente para ex-
plicar el surgimiento de las protestas–. Es temprano todavía para
a
saber la evolución de este escenario en ascenso. Dependerá de las
respuestas políticas, pero, por sobre todo, de las económicas, de la
ar
capacidad de torcer el movimiento macroeconómico casi unilate-
ral hacia un desastre cada vez peor. No habrá salario que alcance
mientras haya hiperinflación, que es la expresión visible de los efec-
p
254
el gobierno retoma el control de una situación prolongada, ya es
una normalidad de varios años. La estrategia del enemigo hará lo
a
posible para impedir la estabilización: ya han anunciado ataques
contra Citgo, la filial de Pdvsa en los Estados Unidos; recrudecen
tur
las medidas, aunque sin ser todavía un embargo petrolero. La es-
trategia golpista siempre trabaja sobre dos tiempos: el de desgaste
económico y el de los intentos de desenlace bajo la forma que sea
posible. El ataque a Citgo es parte del primero, mientras el intento
lec
de magnicidio del segundo. Varias voces alertan que podrían darse
nuevos manotazos en un corto plazo. Varias voces denuncian, tam-
bién, las complicidades dentro del gobierno; aquello que se llama
desde hace años la quinta columna.
Una revolución son muchas peleas en simultáneo. No se pueden
ganar todas a la vez. He allí la importancia del arte de la conduc-
a
ción, de la unidad, del bloque de poder, de los tiempos.
Maduro afirmó que el intento de magnicidio fue por el impacto
ar
que tendrán las medidas económicas anunciadas; resulta apresu-
rado decir si efectivamente lograrán su objetivo. Podrían darse di-
ferentes escenarios: uno de ellos sería una prolongación del empate
p
hacer negocios: ¿se irán por las ganancias o hacia los precipicios que
cavan los partidos de derecha? ¿Logrará el gobierno convencer a los
empresarios, aun cuando tampoco –como afirman algunos investi-
gadores en materia económica– tienen capacidad propia suficiente
para reimpulsar la economía? El cuadro interno es de una inesta-
F
255
trinchera que es un pilar de la guerra que nos han impuesto, que
avanza, y que amenaza con devorarnos. No existe respuesta mágica.
a
tur
* * *
lec
muestra de eso, puesto que, además del impacto para millones de
recalcular todo con cinco ceros menos –adecuación de tarifas de
por medio–, no se sabe si debido a la hiperinflación regresarán rápi-
damente los ceros; si el contrabando que devora billetes también lo
hará con este nuevo cono o si, por el contrario, se logrará estabilizar
el flujo de dinero en la calle y, en consecuencia, se frenaría la venta
a
de billetes –ya se venden en más de 300% de su valor– y se desapare-
cería una de las preocupaciones cotidianas de millones de personas.
ar
Preocupación y especulación: los productos en la calle cuestan tres
veces más al pagar con tarjeta que al pagar en efectivo. Los análisis
cargan deseos: los escuálidos desean que todo fracase, el gobierno
p
256
El debate no es el socialismo, es frenar un escenario que arrasa
como una guerra que es, combinada con errores, corrupciones a
a
gran escala y lógicas de poder.
tur
* * *
lec
sigue su “juicio oral y público contra el acusado Nicolás Maduro”.
Lo hace desde el Congreso Nacional de Colombia, en Bogotá: no
podría ser de otra manera. Nadie en Venezuela sabe quiénes son
los integrantes de ese TSJ ilegal, solo se conoce el nombre de Luisa
Ortega Díaz, la exfiscal escapada en lancha, que dejaba salir a todo
guarimbero en la época de asalto al poder y que había creado un
a
escenario de impunidad y mafias en el Ministerio Público. Se ha
convertido en un personaje mediático internacional. Nadie sabe
ar
tampoco del “juicio” en Venezuela. Son acciones para el frente
exterior, el esquema de gobierno paralelo que continúa como una
carta que podría tomar más fuerza en otro momento de asalto.
p
257
* * *
a
Descubrieron la Operación Caín para asesinar dirigentes chavis-
tas, un esquema paramilitar que iba a comenzar desde Táchira,
tur
su bastión y retaguardia nacional en la frontera con Colombia,
epicentro del desarrollo y la mutación paraca –han matado a más
de trescientos treinta y siete dirigentes sociales en Colombia desde
enero de 2016–. Recuerda el asesinato del diputado Robert Serra
lec
y su compañera, en Caracas, o el del periodista Ricardo Durán.
Ahora, en otra etapa de la derecha, de fracaso del magnicidio, hay
necesidad de quebrar por la fuerza la situación, de avanzar en ac-
ciones de sabotaje, muerte y alto impacto político.
a* * *
ar
El Fiscal anunció la detención de tres responsables por el asesinato
de los compañeros del rescate La Escondida, entre ellos, el terrate-
niente Ricardo Mora. La justicia es a veces algo de luz en la selva,
p
imprescindible.
lo
* * *
so
* * *
F
258
Día 90
a
Como un pez que cae en el agua luego de estar asfixiado fuera de
ella, así sentimos los días siguientes a la entrada en vigencia de las
tur
medidas. Cinco ceros menos, el salario mínimo pasó de cinco mi-
llones a ciento ochenta millones, es decir, mil ochocientos, el equi-
valente a medio petro –treinta dólares, ya que el barril de petróleo
cuesta sesenta–; una devaluación de 2900%, los precios que habían
lec
aumentado comenzaron paradójicamente a guardar una relación
con los ingresos y la gente salió a comprar masivamente. Fueron las
primeras imágenes en todo el país, no faltaban mercancías, faltaba
plata. El gobierno anunció haber llegado a un acuerdo con grandes
empresas para regular precios en alimentos y productos de higiene,
en búsqueda de un salario que alcance, lejos de la pulverización a la
a
cual se había llegado.
Junto con eso vino el movimiento esperado, pedido: la fiscali-
ar
zación popular, la activación del chavismo. Las imágenes se mul-
tiplicaron en todo el país: el alcalde de Boconoíto salió con veinte
personas a verificar los precios y terminó rodeado de mil; en La Pe-
p
259
que serán abiertas? Deberían ser los privados nacionales e interna-
cionales, ¿tendrán la voluntad y capacidad? ¿Serán acuerdos inter-
a
nacionales con gobiernos aliados los que permiten ese ingreso de
dólares para una demanda insaciable? El gobierno firmó acuerdo
tur
con empresas privadas para la explotación de pozos petroleros. El
petro comprado en bolívares parece imprescindible para estabili-
zar la moneda y disputarle terreno al dólar ilegal.
El equilibrio es inestable. Los acuerdos de precios son con
lec
quienes han desabastecido, aumentado, apretado hasta la deses-
peración. ¿Respetarán los acuerdos económicos que son, a su vez,
políticos? Una estabilización de la economía sería una estabiliza-
ción del cuadro general nacional. Dependerá de la capacidad de
gobierno, la institucionalidad, la presión popular en la fiscaliza-
ción, y de la ganancia empresarial que esta vez se quedará con dó-
a
lares del Estado a través de las materias primas que les garantiza el
acuerdo firmado. Nunca pierden.
ar
Las reacciones no se hicieron esperar. Los comerciantes aumen-
tan precios, esconden mercancías, hacen lo que se preveía: jugar
con los miedos inculcados por años de violencia económica, es de-
p
260
frontera con Venezuela; medios que cubren la ruta de los migrantes,
el tema aumenta y aumenta, se repite una matriz ya utilizada antes
a
de acciones de fuerza norteamericanas en otros países. El senador
republicano Marco Rubio anuncia que no descarta la intervención
tur
militar en Venezuela, país que es –dice– una amenaza para los Es-
tados Unidos. Sostiene que las condiciones han cambiado. Prepa-
ran el escenario, la matriz de opinión; alinean a los gobiernos del
continente. ¿Darán el paso? ¿Cómo será? Parecen más cerca. Por el
lec
momento asedian, no dejan descanso, buscan el ángulo del asalto.
Leo las noticias mientras estoy en mi cuarta hora de espera para
retirar dinero de un cajero en Barinas. La distancia entre la geopo-
lítica y el cotidiano de a pie es inmensa, y su relación es directa.
El pueblo sigue con contadas unidades de transporte, pocas luces,
poco efectivo; ya ha vuelto a comenzar el tráfico de dinero hacia la
a
frontera –ofrecen 400%– y en algunos supermercados se ven colas
de horas para comprar productos a precios regulados: medio kilo de
ar
café cuesta sesenta bolívares de un salario de mil ochocientos, antes
costaba seis millones frente a un salario de 5 millones. La pelea in-
mediata se refleja en los precios.
p
que nos dejaría con pocas cartas en caso de salir mal, de ahogarse
en una nueva subida de precios y desabastecimiento. ¿Cuánto más
so
* * *
F
261
rescate queda cerca del pueblo de Sabaneta de Barinas, donde nació
Chávez. La situación agraria está en peores condiciones de lo ima-
a
ginado, el Estado entregó insumos a destiempo y a veces no prestó
ningún apoyo; la producción será baja –dicen– tierra adentro.
tur
La contradicción central no debe tapar a las demás, estratégicas.
Venezuela no será salvada por las agroindustrias y los monopolios.
Conseguimos pasajes para ir a la capital. Caracas y la furia,
Caracas y la magia.
lec
Barinas huele a calor húmedo, a sombra fresca, a un mundo
conocido.
Día 91
a
Llegó la lluvia y con sus aguaceros las goteras en la casa, en los dedos
que escriben sobre el teclado, en las noticias de Nicaragua, los de
ar
siempre que asaltan y nos quieren ceniza; los errores propios, los
dolores que quedarán en una sociedad ya dolida. El ruido del agua
en las láminas de zinc aturde mientras los tanques están vacíos; lle-
p
vamos diez días sin que corra una gota por las cañerías, usamos la
que queda con meticulosidad, tenemos una ingeniería del reciclaje.
Así está casi toda la ciudad.
lo
262
Venezuela se abría ante mí con forma de mar. Ha pasado mucho
tiempo y ahora este árbol crece debajo de mi cama. Lo bueno es el
a
olor a glicinia y naranjo, como la ciudad de La Plata en primavera.
Debería subir al árbol para ver la ciudad desde arriba. ¿Aguan-
tur
tarán sus ramas?
Es incómodo eso de las goteras. Se mojó el calendario que traje
de Suecia, tampoco lo entendía mucho. El tiempo puesto en cua-
drados con números ayuda un poco. Igual me pierdo, tengo re-
lec
ferencias del adentro, formas de hablar con el tiempo, como con
meloncito; o la vista que levanto al escuchar el canto de las gua-
camayas en el cielo de Caracas y me dice que los años pasan y la
capacidad del asombro sigue. No puedo disimular la sonrisa de lo
maravilloso. Me pasa también al ver el Ávila envuelto en nubes, o
cuando bajo a la costa de Vargas y siento el calor con olor a mar y
a
sé que en unos minutos estaré ahí; tan Caribe, tan pelícanos, tan
barcos de pescadores, tan salsa; tan querer detenerlo todo y fundar
ar
un mundo con mis hermanos, mi viejo alzándonos a los tres, la mi-
rada del cerezo de mi vieja cuando florece; mis amigos de París, de
Argentina; los amores que no pude y todavía amoran.
p
Día 92
Es un barrio de montaña, donde se mezcla la espesura de la selva
con las nubes; las casas de ladrillo a la vista, las de estilo colonial;
F
263
semanalmente y dejan de prestar servicio. Se utiliza peso colom-
biano para casi todo, para marcar precios, pagar, ahorrar; varias
a
fiscalizaciones a comercios fracasaron porque los comerciantes
fueron avisados del operativo.
tur
La frontera es la zona más afectada; su lógica y sus reglas se han
extendido hasta Barinas. También está la frontera marítima, por
donde se va la mayor parte del contrabando de gasolina y otros
minerales a las islas del Caribe o a Colombia.
lec
Paso unos días en una comuna de Táchira que está en proceso de
conformar su banco para poder financiar a los productores. ¿Quién
pondrá el dinero para el banco? Al parecer será el Estado. La lógica
de pedir y la dificultad de la autosustentabilidad se repite –con al-
gunas excepciones– desde la comuna hasta el empresariado; unos
con voluntad de crecer y lograr un desarrollo, los otros como forma
a
de acumulación improductiva histórica. La comuna tiene calles
de tierras, más de ciento cuarenta casas construidas con la fuerza
ar
comunal; un río al finalizar el barrio, pájaros que al caer la noche
buscan los árboles, iguanas, zancudos que se multiplican; algunas
noches de rumba de pueblo. Me gustan las noches de salsa, bachata
p
264
Las medidas han logrado una reactivación de algunas dinámi-
cas económicas: mayor consumo, posibilidad de conseguir dinero
a
en efectivo en los cajeros en Caracas; el dólar paralelo ha subido de
manera más lenta, el oficial está tasado en sesenta y un bolívares so-
tur
beranos mientras el ilegal rodea los cien. La economía se dolariza:
una cita en el dentista se paga en dólares, al igual que un alquiler, un
carro; la gente abandona el bolívar como moneda de ahorro.
El aumento de los precios no se detiene: se calcula que en un
lec
mes los salarios perdieron 70% de su poder adquisitivo. Se debe a
la hiperganancia que aspiran tener los comerciantes, la presión de
las materias primas que elevan los demás costos, el aumento de to-
dos los productos no regulados que presiona sobre los treinta y tres
regulados, y la dificultad del acuerdo que busca lograr el gobierno
con los empresarios. a
Varios productos regulados no han aparecido desde que se
anunciaron los precios justos, en particular, la carne, los huevos y
ar
el pollo. Cuando aparecen es a precio mayor en la calle. Si la diná-
mica se mantiene, llegaremos a fin de año a una situación similar a
la que existía antes de las medidas, es decir, con salarios regulados
p
265
* * *
a
El cuadro internacional, en cambio, es una sucesión de tormen-
tas cada vez más fuertes. El debate público acerca de Venezuela se
tur
disputa entre los intervencionistas y los que descartan esa opción.
Hablo de lo que dicen en los medios, que no es igual a las piezas que
se mueven por debajo. El eje que promueve la intervención tiene
voceros clave como el senador republicano, Marco Rubio; el se-
lec
cretario de la OEA, Luis Almagro; el vicepresidente de los Estados
Unidos, Mike Pence, y el mismo Donald Trump. Este último dijo,
públicamente, durante la 73.a Asamblea General de la ONU, que
la situación se resolvería fácilmente si los militares venezolanos
se propusieran dar un golpe de Estado; repitió que no descartaba
ninguna opción y afirmó que era necesario limpiar Venezuela. Lo
a
hizo ante cámaras, medios, periodistas; con impunidad de imperio
y arrogancia de poder enfrentada por pocos, como Evo Morales,
ar
quien al micrófono, a pocos metros, le dijo durante su interven-
ción: “... a Estados Unidos no le interesa la democracia. Si así fuera,
no habría financiado golpes de Estado y apoyado a dictadores...”.
p
266
editorial, dejó expuesta la diferencia: Venezuela es una dictadura,
pero las vías de ataque deben ser económicas y diplomáticas, no
a
militares. Ese es el acuerdo que comparten públicamente y tras las
puertas la mayoría de los sectores: republicanos y demócratas, go-
tur
biernos del Grupo de Lima, así como de la Unión Europea. Se debe
sumar a este cuadro las elecciones legislativas y de gobernadores
en los Estados Unidos, en una situación donde Trump se ve ame-
nazado desde adentro de su administración, su partido y el partido
lec
adverso, y en la cual se deja rienda suelta a quienes buscan la vía
militar como forma de consolidar su bloque.
Entender Venezuela es analizar la geopolítica, las formas de la
guerra, de los negocios de las crisis humanitarias. La Usaid –Agen-
cia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, depen-
diente del Departamento de Estado– aprobó un total de sesenta
a
millones de dólares para Colombia, para hacer frente a la “crisis ve-
nezolana”; Pence anunció un desembolso de cuarenta y ocho millo-
ar
nes para el mismo tema, y un grupo de senadores norteamericanos
hacen lobby para aprobar una ley contra Venezuela que, entre otras
cosas, plantea solicitar cuarenta millones de dólares más. Algunos
p
sombra.
* * *
F
267
arribó un buque hospital chino al puerto de La Guaira. Guerra de
imágenes, de apretones de manos, de contrabalanceo de fuerzas.
a
China, en plena confrontación arancelaria con los Estados
Unidos que incluye petróleo, que despliega una fuerza económica
tur
mayor con la llamada ruta de la seda, que participó de los alec-
cionadores ejercicios militares desplegados por Rusia en el mes de
septiembre, que ingresa en el continente y es vista como amenaza
por el imperio. Es el margen de maniobra actual de Maduro, nece-
lec
sidades mutuas.
Hay algo más que acuerdos, se filtra también un encandila-
miento por el modelo chino.
Pence respondió: “Beijing está extendiendo la vida del gobierno
corrupto e incompetente de Maduro en Venezuela; ellos hacen un
préstamo cuestionable de cinco billones de dólares para ser pagados
a
con petróleo” –dijo ante cámaras. El acuerdo con China les duele.
ar
Día 93
p
268
a su vez, compita con otro: el importador, el que gana la partida
en adquisición de dólares, negocios, proyección; y que también es
a
parte del gobierno, de manera directa o como empresario aliado.
Esas dos burguesías son las que se han consolidado –la revolucio-
tur
naria no da los frutos que quisieran sus impulsores– y conforman el
nudo de la apuesta económica.
Lo que parece más seguro es que el gobierno busca crear un gran
acuerdo entre el empresariado propio y el viejo empresariado para
lec
estabilizar la economía, a la vez que como modelo económico. Es
una de las claves de las medidas, de la proyección. Lo demás queda
de a poco por fuera. ¿Funcionará? Por el momento no parece; una
parte importante del gran empresariado es parte de la desestabili-
zación, apuesta a la caída del gobierno; negocia y no cumple, una
y otra vez. a
Se necesita el ingreso de capitales para invertir. De eso no hay
duda. El asunto es que la táctica parece en realidad estrategia, el
ar
modelo de transición al socialismo comunal se aleja y el ideario
chino –partido fuerte/economía liberalizada/manejo de áreas
clave por parte del Estado– cobra fuerza, manteniendo políticas
p
sociales como las viviendas, que ya son dos millones doscientas mil
entregadas. ¿Por qué no desarrollar una política tripartita de eco-
nomía productiva privada, importadora y estatal/comunal? No
lo
* * *
PD
269
una época con zonas de oscuridad creciente; percibimos bordes,
algunas partes más nítidas, mucha violencia.
a
Vivimos una dificultad de modelos alternativos, emancipato-
rios. Venezuela lo ofrecía; esa dimensión está hoy alejada, pues hoy
tur
ofrece respuestas a cómo resistir al imperialismo, desplegarse en
disputas geopolíticas, no ceder ante revoluciones de colores sacadas
de manuales, no caer en ingenuidades de la batalla política donde
la derecha es capaz de incendiar la democracia y las instituciones.
lec
Es mucho, es menos de lo que era; es la necesidad de recoger lo
más avanzado que se logró, atesorarlo, proyectarlo cuando llegue
el momento. ¿Hasta qué punto se le puede pedir a Venezuela, a su
proceso político, que dé respuestas transicionales en medio de la
sangría?
a * * *
ar
La producción petrolera cayó a 1.197.000 barriles diarios. Cuando
en noviembre del año pasado intervinieron Pdvsa, anunciaron que
p
industria petrolera.
270
* * *
a
Regresó la novela. Dialogar o no dialogar. El gobierno español
ofreció diálogo en lugar de sanciones y los sectores acorralados
tur
pusieron el grito en el cielo. Acusan la invitación de ser una “ma-
niobra del régimen”, desde la derecha europea hasta el coro proin-
tervención encabezado por Antonio Ledezma, María Corina
Machado, Primero Justicia y Voluntad Popular. Se desesperan, su
lec
negocio es recibir millones de dólares y trabajar para una acción
violenta internacional, que saque al gobierno con la fuerza que la
oposición no tiene.
El llamado al diálogo muestra una sensatez por parte del go-
bierno español, un reconocimiento del callejón sin salida al que
conducen los sectores intervencionistas, a la vez que un intento por
a
parte del gobierno, que busca convocar a la derecha menos golpista
para establecer reglas de convivencia. No creo que prospere una
ar
posible mesa de diálogo, por los antecedentes, por lo avanzado de la
escalada, así como el nivel de desespero al que llegaron la mayoría
de factores de la derecha, quienes en su caída política han perdido
p
su acumulado.
lo
* * *
so
271
conocida, amiga. Luego están las noches en el barrio, en el bar de la
esquina, en restaurantes chinos, y en el 23 de Enero.
a
Caracas nos hace y nos deshace.
Se la padece o se la goza, me dijeron hace tiempo.
tur
Día 94
lec
Ganar es excepción. Las revoluciones ocurren pocas veces, nadie
sabe exactamente cómo nacen, ni cómo se cabalgan, ni las desem-
bocaduras a las que llevan. Se las vive cuando están, envuelven,
piden, escupen, vuelven a abrazar. No se puede jugar con las revo-
luciones, ni cansarse y decir hasta acá. Nadie sabe tampoco cuánto
tarda en regresar a un mismo país, si es derrotada. ¿Regresa? No
a
hay tabaco, ni santos, ni libros, ni epifanías, ni guías que puedan
decirlo. Ocurren y se tiene el privilegio de vivirlas si así se elige. Se
ar
les puede dar la espalda, renegarlas; hacer un listado de todo lo in-
completo, errado, desarreglado; lo alejado de lo que debería haber
sido, o nos gustaría que fuera. Se puede, sí. O se decide entrar en su
p
país profundo que renació y en ese acto fundó una historia en plena
tormenta.
PD
272
alegres que hacen cantar los cuerpos aun en las dificultades que
empujan a los límites de cada uno. No seremos las cenizas que nos
a
han preparado como destino.
Este libro no tiene final. No puede tenerlo mientras esta historia
tur
se encuentra en una sucesión de asaltos y trincheras que apren-
dimos a reconocer, a pelear. Los años nos cambiaron formas de
mirar, pronunciar y borrar palabras; de inventar las que no apare-
cían para decir esto que vemos, y somos. Estamos inmersos en una
lec
batalla que tiene en estas páginas a algunos de sus protagonistas y
variables de esta guerra, puestos sobre la mesa como en un ajedrez
con los movimientos que seguramente serán. Algunos no pueden
ser previstos todavía, la carta del azar siempre está en juego. La
pelea –se ha repetido hasta el cansancio– es peleando.
Mientras escribo estas líneas, la noche de Caracas se ha desfon-
a
dado en un aguacero que intento agarrar en mis manos. Estoy en
mi habitación que pronto será recuerdo; oigo el paso de los muertos
ar
que me antecedieron, les enciendo velas, les ofrezco agua; pienso
en los vivos que me cuidan y cuido; imagino a quienes vendrán a
pedir cuentas justas, preguntarán qué habremos hecho cuando un
p
Día 95
so
—Me voy a España a pedir asilo –me dice una venezolana, mien-
tras esperamos en el aeropuerto de Bogotá para embarcar. Va unas
semanas de regreso a Caracas, luego se irá, después de haber estado
F
273
El negocio del asilo venezolano favorece principalmente a dos
figuras: a quienes abultan números de la matriz de “refugiados”
a
para afirmar la idea de la “crisis humanitaria” y la “dictadura”; y
a quienes, sin más brújula que el negocio y la oportunidad, se van
tur
a países donde saben que se lo concederán. Seguramente existen
quienes cobran por armar las carpetas del asilo: donde existe una
“necesidad” aparece un negocio, en dólares.
Hace más de dos meses que estoy fuera, miro el avión que me
lec
llevará de regreso; ordeno los papeles, los recuerdos que se superpo-
nen; remplazo los pesos argentinos por los bolívares soberanos en el
bolsillo, preparo la cédula venezolana. La palabra “Caracas” suena
grande desde lejos, como vértigo, como lo inmenso del aire tibio
que respiraré al bajar del avión en La Guaira, tan cerca del mar. El
Caribe tiene potencia de vida.
a
Fueron muchas presentaciones –en Argentina, Bolivia, Chile–
sobre Venezuela; el continente, esta época que por momentos pa-
ar
rece una caída libre con pocos agarres en las paredes. En cada lugar
las mismas preguntas, la misma arrasadora desinformación. Esta-
mos frente a los grandes medios de comunicación, los presidentes de
p
274
Al llegar corroboro lo que me contaban: la política de reimpulso
económico fue devorada. Es diciembre y dimos una vuelta canela
a
en el aire, caímos en el mismo sitio –que nunca es igual–: estamos
otra vez con salarios pulverizados, la bola de nieve crece, nadie sabe
tur
cómo detenerla.
Falta poco para navidad. Diciembre tiene magia; la plaza Bo-
lívar y el centro están iluminados; hay colas para comprar regalos,
colas en los ministerios para perniles, combos navideños. Nunca
lec
deja de sorprender esta guerra-crisis-bola de nieve; todo se desmo-
rona pero aguanta, se mantiene. Quién diría que estas calles, estas
risas, esta gente que baila en la plaza, es Venezuela.
Voy el domingo al mercado a comprar frutas, verduras y pes-
cado. La hiperinflación obliga a gastar la plata que no se tiene, una
buena opción es comprar comida y congelarla.
a
Un elemento llama la atención: varias personas pagan con di-
nero en efectivo, eso era impensable hace tres meses atrás; parece
ar
ser la única variable visible que ha mejorado. Lo demás es costum-
bre de situación, la normalidad de un cuadro que se prolonga y no
parece tener fecha cercana de cambio, a pesar de las promesas que
p
Dios, en algo que diga que después vendrá algo mejor; o en que es
cierto que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
so
275
su metamorfosis. ¿Quiénes ganan? ¿Cuál es la composición de esa
fracción en proceso de enriquecimiento por debajo de la mesa?
a
Se ve quienes pierden. Subimos el 24 de diciembre a los Altos de
Lídice a recorrer las casas de la parte más alta del cerro; allí repar-
tur
timos regalos que pudimos comprar gracias al aporte solidario que
recaudamos en las presentaciones del libro en Chile –cada activi-
dad, viaje, comida, fue alimentado/a por el esfuerzo militante, por
la voluntad de pelea–.
lec
Caracas brilla a medida que avanza el sol; el mediodía es encan-
dilador con el reflejo de los techos, la subida y bajada de escalones,
los llamados a las casas más humildes, donde no habrá más regalos
que los que llevamos en el bolso mágico. Hay pobreza, casas de ma-
dera, pisos de tierra, montón de carajitos con papagayos, fogones a
leña para cocinar. La misma sonrisa, la misma tristeza, la misma
a
pelea desde que el mundo es mundo, y solo la revolución dijo algo
diferente. Josmer se queda callado en la última casa, hay imágenes
ar
que duelen.
¿Cuánto tardaremos en arreglar lo que se rompe delante de no-
sotros en vivo y en directo?
p
* * *
lo
Llega el año 2019, los fuegos artificiales, los cohetes, los brindis con
so
A resistir…
276
Día 96
a
Mucha gente, mucha plata y mucho caos, síntesis de esperar el bus
en El Silencio para ir a La Guaira. No existen más los transportes
tur
piratas ya que no hay más oficiales, es decir, con precio regulado.
Todo es pirata y, como sucede en Venezuela, funciona con su des-
orden y sobreprecios: el pasaje debería costar cerca de setenta y
cinco bolívares; cobran ochocientos. Consigo autobús a quinientos
lec
–coroné, pienso– y adelante del transporte, casi lleno, se acercan
dos policías, sin disimulo, a pedirle plata al conductor: tres mil bo-
lívares.
—No pagues la matraca –gritan los pasajeros.
El chofer paga y arrancamos. Al llegar a la entrada de Vargas
nos detienen nuevamente, esta vez el policía sube, pregunta el pre-
a
cio; contestamos: ¡quinientos!, y arrecho ordena al transportista
que devuelva cuatrocientos bolívares a cada pasajero. Incrédulos,
ar
recibimos el dinero. Ahora sí coroné de verdad –pienso–; me queda
dinero para el regreso de la tarde. Una vez en playa Coral, me dis-
pongo a disfrutar del paisaje, del momento; con mate, ron, sol, pe-
p
lícanos, compañía; todo lo que hace bien. La playa está full; todos
van con su comida preparada; ya nadie compra pescado, tostones,
fosforeras. Cada imagen parece una síntesis del país.
lo
277
último punto parece importante, sigue la construcción de una na-
rrativa donde se invierten los términos –la víctima se transforma
a
en futura victimaria– y se prepara a la opinión pública para un
posible ataque de falsa bandera, es decir, inventado para justificar
tur
escaladas. El 10 de enero entraremos en una nueva peligrosa fase.
El anuncio del Grupo de Lima tuvo lugar luego de la visita del
secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, a Brasil y a
Colombia. En la primera parada estuvo en la juramentación de
lec
Bolsonaro como presidente, luego con Duque. Alineó los dos prin-
cipales países que son los territorios por donde acelerar los ataques
y que tienen como política exterior hacia el continente la que sea
dictada por los Estados Unidos. Les gusta, existe un goce del neo-
colonizado que se repite en los Macri, Piñera; las clases altas que
parecen hechas con fotocopiadora.
a
La Asamblea Nacional (AN) da el tercer acto, asume su nuevo
presidente de Voluntad Popular (VP) y afirma con la misma soltura
ar
que las veces anteriores: “A partir del 10 de enero Nicolás Maduro
estará usurpando la Presidencia de la República, en consecuen-
cia, esta Asamblea Nacional asume la representación del pueblo”.
p
afirman. Dice todo lo que le piden que diga, es el guion para quien
pide ser perdonado.
PD
Ya todas las piezas están posicionadas para el día 10. Ese día no
estallará nada, guerra anunciada no mata soldados. Comenzará
la nueva etapa marcada por un intento de nuevo asalto que, como
hemos aprendido, será más fuerte que el del 2017, que fue más vio-
lento que el del 2014.
278
* * *
a
La economía continúa su retroceso. El dólar ilegal paralelo ha au-
mentado a más de mil bolívares soberanos, volvió a ganarle de mano
tur
al oficial, que –decían los mitos propagandísticos– iba a alcanzar al
criminal para estabilizarse ahí. No sucedió y se disparó, como an-
tes de cada gran día político. El bucle, la repetición. Seguramente
habrá un nuevo aumento de salarios, nuevos bonos, la misma conti-
lec
nuación de la guerra-crisis-metamorfosis donde pierde la mayoría
y un sector se enriquece.
—Mira, aquí lo que hay que hacer es trabajar para la burbuja
–dice una comerciante que tiene un restaurante.
¿Quiénes conforman la burbuja? Viejos y nuevos empresarios.
¿Quiénes son? Los viejos son conocidos; los nuevos son la franja que
a
se enriquece desde el Estado, o en negocio con el Estado, con im-
portaciones, compras de porcentajes de empresas estatales, negocio
ar
cambiario. Se sabe de ellos por cuentos locales o cuando huyen a
los Estados Unidos y se declaran perseguidos por “el régimen”. Ese
aumento de fortunas, empresas, negocios, sucede mientras parece
p
que nada sucede… son las piedras que se desplazan en lo hondo del
río sin orillas que es hoy Venezuela.
¿Quiénes devoran a la revolución desde adentro?
lo
279
reencontrarse, tomar mates, cafés, actualizar las informaciones. El
nivel de incertidumbre sobre el 2019 es grande. Ya se adelanta que
a
podría haber una elección anticipada de la AN. La carta de lo im-
predecible es una de las más poderosas.
tur
—Estamos en tiempo de reciclaje –dice Arinay, la peluquera
que de vez en vez me escucha contar cuentos mientras me corta el
cabello.
Prefiero escucharla, con su alegría de los buenos días, las histo-
lec
rias del barrio, la familia, el amor, los consejos.
—Reciclaje –repite; se ríe de su sentencia tan acertada para tra-
ducir de buena manera la crisis económica que no perdona casi a
nadie.
Mañana serán las elecciones, el dólar ya está en mil ochocientos
bolívares soberanos. a
En breve me espera la frontera, termómetro de lo que está por
venir. Mochila, bolso, mate, el camino país adentro; luego Colom-
ar
bia a presentar el libro.
Esta época nos hace, nos funda, nos obliga siempre a más.
p
Día 97
lo
tido generar una fuente de ingresos, que riega como río a la vez que
seca como desierto.
PD
280
ropa: dinero para algunos, falta de productos o a precios colombia-
nos para todos.
a
—Aquí todo el mundo vive de eso, de manera directa o indi-
recta; es un negocio para Colombia. Con el contrabando se abaste-
tur
cen de mercancías baratas, y con el cuento de la crisis humanitaria
reciben millones de dólares en ayuda que se meten en los bolsillos
–me dice la compañera.
Hay claridad, dificultad cada vez mayor. Trabaja como profe-
lec
sora, el sueldo no le alcanza, el transporte pasa de vez en cuando,
son menos en su trabajo, como en todos los lugares donde el ingreso
es asalariado. No hay respuesta a la situación, no la habrá a corto
ni mediano plazo. Aguantar, frentear, resolver. Ella, como mucha
gente, no quiere irse del país. Se levanta cada mañana, inventa el
desayuno, prepara los almuerzos; se arregla, sale de su casa, con-
a
versa con vecinas en la parada del bus, sonríe, pelea. La desigual-
dad se agranda, no llegan respuestas que no sean las ya conocidas,
ar
las que no han traído soluciones hasta el momento.
Sigue el alza del dólar: esta casi a tres mil bolívares soberanos; un
aumento arrasador en siete días. Frenamos disparos con las manos.
p
281
robar fondos del Estado, anunciar amnistía para militares y civiles,
pedir acciones “humanitarias”. Es decir, acciones militares, bajo
a
un formato que todavía está por verse.
“No hay presidente en este momento en Venezuela que haya
tur
sido electo de manera democrática y mientras no haya una nueva
votación el presidente es Juan Guaidó”, afirma Marco Rubio ante
micrófonos. Aprietan el acelerador sobre la soga de la economía y
preparan el asalto a la fortaleza que, según los cálculos, debieron
lec
debilitar lo suficiente. Un esquema parecido al de Libia. ¿Cuál será
el acontecimiento que desencadene los hechos? ¿Será bajo un re-
loaded paramilitar ahora con nombre, apellido, liderazgo visible,
así como más capacidad de fuego y muerte? ¿Una serie de acciones
en la frontera para la escalada con acciones terroristas? ¿Un golpe
desde adentro? ¿Desde la OTAN, de la cual forma parte Colombia?
a
Hemos salido del cuadro agosto 2017-diciembre 2018. Entra-
mos en la nueva etapa dentro del cuadro general de guerra híbrida.
ar
Intentarán movilizar nuevamente a su base social. ¿Podrán?
Han puesto el 23 de enero, fecha simbólica, para la primera con-
centración. Relanzan la épica por las redes.
p
* * *
so
282
esta temática–, por lo tanto, el gobierno tiene responsabilidad en
el hecho. El atentado le permite maniobras de ataque en el frente
a
internacional, alejar la posibilidad de un acuerdo de paz –ya han
hundido el firmado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
tur
Colombia (FARC) – y seguir por la vía del incremento de la perse-
cución y asesinatos internos.
El escenario parece a la espera del elemento detonante que ace-
lere el asalto.
lec
* * *
283
Día 98
a
Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela. Lo hizo
a una distancia de diez estaciones del metro, desde el Palacio de
tur
Miraflores; lo reconoció Donald Trump por Twitter, y tras él los
gobiernos del continente que responden a lo que les sea instruido.
El primer presidente 2.0. Un cuadro de laboratorio construido
desde el 2007 con estrategia de revolución de colores, financiado
lec
por los Estados Unidos. Guarimbero, de Voluntad Popular, el par-
tido más derrotado luego del 2017. Fue colocado en la presidencia
de la AN por el acuerdo rotatorio de los partidos, y puesto para el
papel de presidente interino por ser un cuadro menos gastado, de
extracción más popular y porque tal vez es el plato principal del
festín al que fue invitado. a
No queda duda, se trata de un “gobierno” montado desde
afuera, en reuniones llevadas a cabo en Brasil, Colombia y Estados
ar
Unidos en el mes de diciembre. Guaidó repite discursos, sigue ór-
denes, no sabe qué decir además de sus tres supuestas fases: “cese de
usurpación”, “gobierno de transición” y “elecciones libres”.
p
284
Europeo, el Grupo de Lima –menos México, que se ha unido a
Uruguay para trabajar sobre un posible diálogo.
a
Pence afirma que la hora del diálogo ha terminado. El frente
internacional crea las condiciones internas, allá está la fuerza, lo
tur
que está por venir.
La partición queda hecha. Guaidó no es reconocido por la ma-
yoría de los países, lo es por el bloque liderado por los Estados Uni-
dos; el que ha desencadenado todas las agresiones militares de los
lec
tiempos recientes. Para saber qué puede suceder es necesario seguir
a quienes mandan y toman riendas públicas como: John Bolton,
asesor de seguridad; Mike Pence, vicepresidente; Mike Pompeo, se-
cretario de Estado; Elliot Abrams, el enviado especial para mane-
jar la cuestión Venezuela; Steven Mnuchin, secretario del Tesoro;
Marco Rubio, senador republicano, y el mismo Donald Trump.
a
El contraste con lo nacional es prístino. La derecha calentó la ca-
lle los días anteriores al 23 de enero, con una serie de acciones enca-
ar
denadas: sorpresivamente, un grupo de la GNB tomó una estación
de policía para robar las armas, pero fueron detenidos en Cotiza; lo
articularon con focos de violencia que pasaron a Mecedores, Puerta
p
285
el epicentro y la decisión de derrocar a Maduro está tomada, el
discurso del imperialismo es de ofensiva final: Duque afirma que
a
quedan pocas horas, Bolton amenaza a Maduro con Guantánamo,
Trump afirmó como posible el envío de tropas a Venezuela; todo
tur
es parte de la operación de presión, de acorralamiento. ¿En cuánto
tiempo y con qué actores piensan hacerlo? No se sabe aún la res-
puesta. Una parte central de los ataques va hacia la FANB; para
quebrarla aparecen cuentas de Instagram y Facebook de “soldados
lec
de la FANB”, que llaman a desconocer a Maduro, a los generales. Es
una inmensa operación que aturde, tiene pocas horas de descanso
por día –cuando las hay–; busca atemorizar, disuadir al chavismo
de pelear, quebrar militares, instituciones, cuadros y dirigentes. El
tiempo ha alcanzado una velocidad que no entra en cada día.
Charlo con una periodista libanesa, traza automáticamente
a
paralelismos con lo sucedido en Siria, como quien ha visto el dia-
blo y reconoce sus pasos. Ese mismo reflejo no existe en una parte
ar
importante de izquierdas y progresismos del continente: la guerra
contra Venezuela ha sido llevada a puntos que no se pensaban po-
sibles hace poco, no entran en categorías de análisis de esta época
p
es el chavismo.
¿Si han avanzado más allá de lo que se pensaba posible? ¿Por qué
so
286
el dinero saqueado. Las guerras cuestan plata, generan ganancias,
movimiento del capital que siempre gana.
a
Resulta imposible arriesgar hoy una hipótesis de desenlace.
En el 2017 se activó la carta constituyente. ¿Qué carta se jugará
tur
ahora? Es muy temprano para saberlo aún.
¿Qué condiciones internas tienen para avanzar? ¿Qué nece-
sidad de victoria urgente que no lograron en otros países? Cada
análisis es una superposición de variables, mapas, planes dentro del
lec
plan; actores en acción y otros por entrar en escena. Todavía no ha
actuado Colombia como se intuye que lo hará.
La “ayuda humanitaria” es el punto donde se condensarán las
variables: anunciaron que la harán ingresar al país por tierra o mar:
Cúcuta, Brasil y/o una isla del Caribe. Será seguramente el caballo
de Troya, una pinza, el intento de quebrar el territorio con todo el
a
apoyo de las grandes agencias de noticias, como Reuters Latam,
que puso a Guaidó en su portada de Twitter.
ar
Maduro no permitirá que ingresen. ¿Será la chispa para la con-
frontación abierta? Muchas preguntas, reflejos analíticos del asalto
del año 2017 que solo explican algunas de las variables.
p
287
fue literalmente escuálida. El golpe 2.0. ¿Cómo se remata? Pregun-
tas que se abren, entrecruzan y superponen. Estamos en lo inédito.
a
Maduro asomó la posibilidad de llamar a elecciones adelantadas
de la Asamblea Nacional; plantea que el diálogo es la única forma.
tur
¿Cuál es la respuesta justa hoy? ¿La hay?
Caracas ha vuelto a ser hervidero de reuniones; espera de ex-
plosión; continuidad de los días, las escuelas, los buses, las motos;
los precios en alza, los dólares desvariados con el oficial más alto
lec
que el paralelo –el gobierno no informa acerca de sus medidas–; el
café con leche, la cachapa; la plaza Bolívar; el mate temprano, en
la tarde; las noches que se apagan con las ideas aceleradas; los ciga-
rrillos ocasionales; los mensajes de Whatsapp que se acumulan; los
grupos que se crean; los rumores que se desmienten; las tendencias
de Twitter, las especulaciones, las entrevistas; la salsa que suena en
a
la esquina; las papas rellenas, los jugos de guanábana con fresa,
cambur con mango; la actualización permanente, el teléfono co-
ar
lapsado, las salas de reuniones; la moto para recorrer las moviliza-
ciones, sacar fotos, enviar, subir, difundir; más café, más mate; más
preguntas, más rompecabezas.
p
Día 99
so
288
La escena está volcada sobre los tres puentes: el Simón Bolívar,
el Tienditas y el Santander. Los camiones pasarán –lo repitieron
a
hasta las náuseas con prepotencia–. Es la hora de la fiesta de los
monstruos y sus cómplices.
tur
El centro del mundo es Cúcuta la pobre, paramilitarizada, con-
trabandista, desigual y bachaquera, que hoy es tierra de lágrimas
de millonarios, de lentes de cámaras que cuestan mucho más que
inumerables años de trabajo de un obrero. Un gran set de cine, la
lec
escenografía de un asalto, el día anunciado; el que volcará el curso
de los acontecimientos, imparable, inminente, indetenible; el punto
de condensación de la potencia que debe generar el quiebre de la co-
rrelación de fuerzas. Lo han vendido así entrevista tras entrevista,
declaración tras declaración.
Del lado de Venezuela se espera en cada uno de los puentes; en su
a
parte de adelante, retaguardia, a los lados, por debajo, por arriba. Se
debe aguantar la puerta, que no ceda, que no desborde, que el ariete
ar
no la parta; que la violencia del impacto sea absorbida con orden para
no dar imágenes, aunque los medios ya no necesitan imágenes para
decir lo que les interesa. Van a golpear con furia. Se sabe desde hace
p
en las líneas medias y bajas como en los altos mandos. Ellos ponen
el dinero, los medios, sus alianzas diplomáticas; mientras Colombia
se encarga del territorio, se expone de otra manera. Quienes irán
al choque son pobres: venezolanos y colombianos. La evidencia
internacional y clasista es innegable. Eso tampoco importa para
F
289
a
tur
a lec
p ar
lo
so
F
PD
a
así como de fuerzas militares, sociales y políticas. Si la única verdad
es la realidad, entonces este 23 de febrero quedarán comprobadas
tur
varias de las hipótesis que parecen certeras. La derecha lo sabe,
necesita acercar su narrativa triunfante a los hechos, demostrar que
no tiene el error de cálculo que parece haber repetido. Cada bloque
tiene mucho en juego.
lec
Es una batalla, una patriada.
* * *
gado para intentar una masacre que luego los medios tergi-
versarían?
so
291
discurso: el dictador –afirman– mandó a quemar comida
y medicinas mientras bailaba. La caricatura está montada.
a
Maduro habría cruzado la línea, dicen.
tur
A las seis de la tarde el escenario parece irreversible. No logra-
ron que el acontecimiento tuviese un impacto arrasador; no ingre-
saron para marcar bandera simbólica, no tienen capacidad para
hacerlo. El resultado es poco para la derecha, queda expuesta en su
lec
mentira: el escenario no es como lo presentaba. La vicepresidenta
de Colombia anuncia en la mañana del 24 de febrero que no volve-
rán a intentar el ingreso en los días siguientes. Dejan algunos focos
de guarimberos en los puentes para mantener viva una llama de
tensión y noticia. La policía colombiana, como el día anterior, les
libera el territorio y les da retaguardia.
a
La noticia de los puentes se desinfla. El foco pasa ahora a los
salones diplomáticos: primero el Grupo de Lima, luego el Consejo
ar
de Seguridad de Naciones Unidas. Los sectores intervencionistas se
frustran: la palabra intervención no cala en los discursos, es recha-
zada por mayoría, incluso por sus propios aliados.
p
292
Conocí gente maravillosa en la frontera que puso el cuerpo y la
pasión para aguantar la puerta: periodistas, comuneros, militantes
a
del partido, milicianos, dirigentes; el chavismo.
tur
* * *
lec
cimientos a la espera del próximo por venir. Lo dice la intuición,
la experiencia desarrollada en Venezuela, la lectura de posibles
movimientos según el cuadro general, los actores, los tiempos, los
territorios, las correlaciones, los límites. ¿Cuáles son esos límites?
Los nuestros, los de Estados Unidos.
Estos días son de resolver cosas pendientes, tomar unos cafés,
a
unas cervezas, amistades y pensar; siempre pensar, como si la
mente nunca dejara de estar activa, hasta el último segundo antes
ar
de dormir y desde el primer mensaje de Whatsapp que se abre en la
mañana, a la espera de que nada grave haya sucedido durante las
horas de sueño.
p
nario Venezuela 2019 que, según sus cálculos, debería estar en otra
situación.
¿Mintieron? ¿Creyeron su propia mentira? ¿Se equivocaron
otra vez con un análisis similar? El ministro de relaciones exteriores
de Pedro Sánchez confiesa que no pensaban que a cinco semanas de
F
293
Aún falta, aunque su base social la pida a gritos. ¿Quiénes son?
El mismo sector social que, semana tras semana, pierde impulso;
a
parece darse cuenta de que no tiene fuerza suficiente para torcer
el curso de los acontecimientos a favor de su deseo. Por eso mira y
tur
suplica a Estados Unidos.
Una de las demostraciones de esa base reducida aparece con el
regreso de Guaidó al país. Sucede luego de su visita a los gobier-
nos de Colombia, Paraguay, Argentina y Ecuador. Se multiplican
lec
las amenazas por parte de Estados Unidos, el Grupo de Lima y la
Unión Europea, de tomar represalias en caso de ser arrestado al
regresar. Finalmente, sucede lo que se preveía: Guaidó ingresa el
lunes de carnaval por el aeropuerto de Maiquetía, sella su pasa-
porte, va al acto en la plaza de Las Mercedes donde estaba su base
social: 85% clases medias-altas y 15% popular; se muestra triun-
a
fante, anuncia poco y nada, termina el día. El mejor escenario para
el chavismo. Los carnavales no se detienen, el país sigue su ritmo de
ar
días feriados. La derecha vuelve a demostrar su incapacidad para
conectarse con los tiempos populares, ampliar su base de apoyo,
convencer a quienes no lo están, sumar a su llamado político a las
p
* * *
294
El apagón es nacional, violentamente total. Solo los lugares con
generadores propios tienen luz y algo de internet. Llegó el acon-
a
tecimiento que se intuía, el desencadenante, que tomó forma de
blackout, como tuitean Marco Rubio y las agencias internacionales.
tur
Estamos arrojados a un espacio-tiempo desconocido.
Las calles guardan una extraña tranquilidad. Hay escasas se-
ñales de focos de protestas y violencia. Existe una preocupación
que aumenta a medida que pasan las horas, casi todo lo que nos
lec
rodea depende de la energía eléctrica: el agua, las comunicaciones,
el transporte, los sistemas de pago, la gasolina, la refrigeración de
la comida, los hospitales. Detener la electricidad es detener un país,
ponerlo en cuenta regresiva en su macroeconomía y en cada uno de
sus hogares. Lo descubrimos a medida que pasan las horas, llega la
segunda noche sin luz, sin señal de regreso. Caracas es una ciudad
a
fantasma; solo quedan iluminados determinados restaurantes en
Las Mercedes, donde se paga en dólares; algunas estaciones de ser-
ar
vicio, ciertos hoteles, puestos de perros calientes, canales de televi-
sión, faros de motos y carros. Apagar el auto en la calle es quedarse
en la oscuridad y el silencio, el imponente silencio que deja la falta
p
295
El ciberataque al sistema central, el ataque electromagnético
sobre canales de transmisión, los sabotajes físicos/materiales y las
a
complicidades internas, es decir, la traición. Utiliza palabras des-
conocidas para las inmensas mayorías del mundo, conceptos que
tur
luego de ser investigados aparecen como probables por el desarro-
llo norteamericano en el área, así como por los antecedentes de
ataques con estas características contra Irán y Ucrania. El pro-
blema –uno de los tantos– es la distancia entre esa explicación y la
ec
pelea por llenar un botellón de agua –lo abstracto y lo concreto–,
así como la credibilidad del mensajero.
El apagón puede ser analizado en la secuencia de los ata-
ques a los que se les ha hecho frente. La retórica intervencionista
r al
pa
lo
so
F
PD
296
disminuyó luego del 23 de febrero de 2019 y el golpe se trasladó a
uno de los escenarios que más ha trabajado la lógica de guerra en-
a
cubierta: la negación de la responsabilidad del ataque para, además
del impacto, socavarle legitimidad al gobierno. Menos exposición
tur
intervencionista y más golpe subterráneo. El objetivo principal del
apagón nacional es generar el colapso que detone la conmoción,
que se traduzca en una explosión social que acelere el cuadro com-
pleto. Sobre esa ola inmensa, que la derecha no logra generar por
lec
fuerza propia, debe trabajarse el asalto al poder. Empujar hasta el
ahogo que –se sabe– genera reacciones. Por eso, el termómetro en
las calles es central, las formas de enfrentar los tantos problemas
desencadenados sobre un cuadro prolongado de dificultades, la
manera de pensar individual y colectivamente.
Una conclusión llama la atención: ir al palacio presidencial a
a
protestar no parece formar parte del registro de acciones en la ma-
yoría de las barriadas populares. La gente busca cómo resolver el
ar
tema del agua yendo a manantiales, cortando caños, organizán-
dose para la llegada de los camiones cisternas enviados por el go-
bierno; con acciones colectivas, solidarias, de resolución personal;
p
bre, donde la única respuesta sería bajar de los cerros y volar lo que
tenga que ser volado por los aires. Tal vez por una combinación de
so
electricidad en amplias partes del país. Para ese día ya han apare-
cido dos artículos en medios adversos al chavismo:
El primero, en la revista Forbes, donde se plantea la tesis de la
posibilidad del ciberataque en términos generales y en el caso con-
creto de Venezuela.
297
El segundo, en The New York Times, que ratifica lo que habíamos
afirmado con sustento de imágenes: que los camiones quemados
a
en el puente fronterizo fueron por bombas molotov lanzadas por
la oposición. La mentira, develada por disputas internas nortea-
tur
mericanas, queda evidenciada, aunque nadie la reconozca ni se
retracte; ni Pence, ni Abrams, ni Almagro, ni cuanto dirigente que
hubiese utilizado ese argumento para gritar que Maduro había
traspasado todos los límites y que era necesario avanzar contra el
ec
gobierno. El canciller colombiano continúa declarando que fue el
gobierno venezolano.
Martes 13 de marzo de 2019. La luz vuelve a Maracaibo, a la
comuna El Maizal; hay noticias de saqueos en Maracaibo, en par-
al
ticular, en el Sambil; colas de agua en Caracas, un progresivo pro-
ceso de estabilización hasta que en la noche aparece la imagen de la
llegada de agua en una casa de Petare. Lo peor de los cinco días pa-
rece haber pasado. ¿Qué sigue? No se puede saber en este momento.
r
pa
lo
so
F
PD
298
Seguramente sea peor que el apagón. Lo dice la lógica, la experien-
cia, el estilo de esta pelea que Estados Unidos continúa planteando
a
como ofensiva final, para lo cual se preparan estrategias a mediano
y corto plazo; tal y como lo muestra el pedido de quinientos millones
tur
de dólares en el presupuesto nacional del 2020 para “la transición
en Venezuela”.
Somos el punto central donde se definen correlaciones conti-
nentales, mundiales, geopolíticas; una parte del tablero de disputa
lec
entre potencias, proyectos y posibilidades.
Martes en la noche, cocino carne que trajo el operativo de
CLAP proteínas, busco información, leo, pregunto. Saber más es
una necesidad, una obligación. Entender para explicar y actuar.
Vendrán días y noches de furia.
Día 100
a
ar
Una chica escribe décimas. Escucho el orden de las rimas mientras
tomamos un café en el centro de la ciudad. Vive en Propatria, tra-
p
cia por su situación de no poder salir por las tardes, las noches, y
acceder a las cotidianeidades que ambicionan la mayoría de jóve-
so
nes. Gana cuarenta mil bolívares al mes, casi diez dólares, el equi-
valente a diez cafés con leche que vende en su trabajo. La escucho y
veo a miles como ellas; un sentido común que se ha instalado, una
batalla de ideas en retroceso, el tiempo estratégico que no se mide
por maniobras tácticas y aciertos para mantenerse en el gobierno.
F
299
venezolano, es sábado, la gente baila salsa, ríe; algunos me saludan
–épale chamo, te vi en televisión–. La acompaño al metro, camino
a
hacia mi casa, pienso en el tiempo largo que nos devora “como las
estrellas: sin prisa, pero sin pausa”.
tur
Algunos días son rutina: ver redes, periódicos de varios países,
seguir a los diferentes operadores internacionales, los programas
maiameros, la mediocridad de quienes se ven a sí mismos como por
encima de todos nosotros, cansa, seca la imaginación, la belleza, la
lec
creación. Cuando puedo, leo unas páginas del libro que me acom-
paña en estos días: Las ciudades imaginarias, de Ítalo Calvino, que na-
rra acerca de las ciudades que Marco Polo le cuenta al Gran Khan.
Saco fotos de Caracas, les agrego fragmentos de las ciudades de
Polo. También lo hago con frases de José Ignacio Cabrujas: “Cara-
cas está construida sobre la base de una vieja manera de hablar de
a
los caraqueños, de una vieja tradición caraqueña que es ‘mientras
tanto’ y ‘por si acaso’”.
ar
Me gusta pensar en las ciudades; hay algo de sus tiempos, nostal-
gias que invento, siento; obsesiones por sus formas pasadas, quiénes
las habitaron, nos antecedieron, quiénes vendrán. El primer día
p
que llegué a Caracas supe que había llegado tarde y que estaba
a tiempo. ¿Estamos a tiempo todavía? Cuánto quedará de este
tiempo en diez años. Las ciudades devoran, se devoran.
lo
den hacer frente a los cortes diarios de luz y los que quedan en pe-
numbras. Son islas de luz y dólares en medio de los apagones que
ocurren cada día, cada noche, sin aviso. Paso por un hotel a conver-
sar con un periodista, hablo con el recepcionista: lleva cuarenta y
tres noches seguidas de trabajo, gana noventa mil bolívares al mes,
el que más gana entre los trabajadores. El precio de la habitación
300
sencilla por una noche es noventa y ocho mil bolívares. El sueño del
patrón: todo el salario de un mes, de un trabajador, con horas noc-
a
turnas, es más barato que la habitación más económica. ¿Le hablo
de Estados Unidos? ¿Del bloqueo?
tur
Se percibe resignación, una terrible idea de que ni la economía
ni la política mejorarán. Mientras, por una parte, la oposición es
casi inexistente, el gobierno intenta resolver lo básico para mante-
ner el pulso vital, lo demás queda a merced de cada quien, como
lec
pueda. Mucha gente se ha ido fuera y a otras partes del país. Ma-
racaibo no importa en el debate, Caracas es el centro absoluto de
la política.
Maracaibo tiene algo de Buenos Aires en sus formas de hablar,
pretensiones con o sin fundamentos.
Tomo un café con el cronista Juan Romero, quien me cuenta la
a
historia del lago desde la colonia, en la independencia y las raíces
ininterrumpidas que explican conflictos. Zulia es un estado que po-
ar
dría ser el territorio escogido para un proceso de desestabilización
bajo un esquema mercenario. Desayuno un “tumbarancho”: una
arepa rebozada en una mezcla de huevo, harina y otras cosas más,
p
y luego frita para ser rellenada con los más diversos ingredientes;
fue la primera recomendación que me hicieron de probar comida
marabina. Hace calor, como me advirtieron que haría, pero no más
lo
frontera de La Guajira.
Pudiera ser un paraíso con manglares, salares, horizontes bo-
rrosos de calor. Es un inmenso corredor de mercancías con lógicas
de Mad Max y lejano oeste. ¿Cuál es la ley? ¿El derecho?
El 29 de abril por la noche aprovecho que hay luz e internet para
ver, con retraso, el capítulo de Game of thrones. Fumo un cigarrillo,
301
miro el cielo de Maracaibo, me acuesto. Me despiertan los mensajes
al alba con la imagen de Guaidó junto a Leopoldo López y unos
a
militares. Sucedió lo que se intuía que podía pasar: el tiempo se
acaba de acelerar. El país se vuelca a seguir los acontecimientos, se
tur
repiten los mismos videos, las mismas palabras en los teléfonos: una
película golpista en redes sociales que detiene a millones de perso-
nas. ¿Y ahora qué?
Desde muy temprano se sabe que la acción, en términos milita-
lec
res, no tiene posibilidad. No han ingresado a la base de La Carlota;
son un puñado de hombres en armas, atrincherados en el distribui-
dor de Altamira; bastión opositor, lejos del poder, ningún cuartel
se pronuncia a favor. El esquema político pareciera ser el siguiente:
convocar a la gente a plegarse a la acción de humo, desde la fuerza
que deberían tener los liderazgos de Guaidó, López –que acaba de
a
escapar de su prisión domiciliaria con apoyo de servicios de inte-
ligencia que se voltearon– y la imagen de las armas. Son las mejo-
ar
res cartas de la derecha, a las cuales se suman diputados de la AN
y dirigentes opositores sin base. La acción se encuentra cerca del
mediodía con su espejo real: cinco mil personas dispersas en los al-
p
302
la primera idea que se instala. El plan militar no funcionó, quienes
debían plegarse no lo hicieron. ¿Les tendieron una trampa?
a
Abrams, “el carnicero”, dice en una entrevista que tenían un
acuerdo con Vladimir Padrino López, comandante en jefe de la
tur
FANB; con Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de
Justicia; e Iván Hernández, de la Guardia de Honor Presidencial,
con un papel firmado con varios puntos para un gobierno conjunto
transitorio.
lec
Abrams miente, casi todos lo hacen; lanzan pistas, confunden,
operan; llegan al ridículo. Como Pompeo, quien sostiene que Ma-
duro tenía un avión listo para irse de Venezuela, pero los rusos lo
obligaron a quedarse. Lo cierto es que la pieza fuerte que lograron
quebrar fue a quien dirigía el Servicio de Inteligencia –ahora pró-
fugo– que permitió que López escapara de su casa. No tuvo fuerza
a
para más. El plan no salió como se esperaba: la salida de López por
la puerta grande era solo uno de los objetivos. ¿Midieron reacciones
ar
para la próxima acción? ¿Fue un ensayo? Las certezas son inesta-
bles, Maduro aparece en la madrugada del 2 de mayo de 2019 en
un acto con la FANB. La foto cierra momentáneamente estos mo-
p
mentos de incertidumbre.
Los periódicos descargan notas y editoriales contra el intento
del 30 abril en la mañana: caen Guaidó, López, la derecha venezo-
lo
con Arreaza, luego con Pompeo, hasta que los focos se tornan ha-
cia Irán, donde Estados Unidos vuelve a aumentar presiones en
clave de la tensión Trump/Bolton: el primero buscaría negociar,
el segundo sueña desde años atrás con un Irán devastado y arrodi-
llado, dentro del reordenamiento de un Medio Oriente estratégico
de Israel. Esa disputa interna es trabajada por The New York Times,
303
The Washington Post, ¿cuán real es? Siempre es necesario sospechar,
ampliar preguntas como, por ejemplo, ¿por qué Trump nombró a
a
Bolton? ¿Él lo nombró?
Guaidó pierde cámaras y fuerza; López queda en la residencia.
tur
Se rompieron más límites: casi todos los presidentes que apoyan la
salida de Maduro se posicionaron a favor del intento militar que
presentaron como una acción por la democracia. España mantuvo
una línea disonante al oponerse a la acción de fuerza tan evidente-
lec
mente golpista, pero luego le dio la embajada a López como casa.
Los días que siguen al 30 de abril de 2019 son la evidencia de que
la derecha no logra rearmar la calle ni retomar iniciativa. El efecto
derrota es similar al del 23 de febrero de 2019, con el agravante de
que ya han pasado más de cuatro meses desde la autoproclamación
de Guaidó y a su impotencia se suma la crisis de expectativas, las
a
divisiones, y las acciones de la justicia que avanzan sobre varios di-
putados que estuvieron esa madrugada. El círculo se cierra, huele
ar
a que no pueden avanzar más; a que sus opciones, pocas, se agotan
y Estados Unidos no está dispuesto a dar el paso que necesitan. Lle-
gando a ese punto aparece lo inevitable: el reconocimiento de una
p
fines del 2020. Por otra parte, Maduro plantea adelantar las elec-
ciones de la AN, presiona y acorrala.
PD
304
o Irán. Si prometen hacerlo en una negociación, ¿cumplirían? El
interlocutor es traicionero. Es parte de su problema cuando ofrece
a
amnistías, recompensas, garantías de salvación; para la muestra
Libia. El ataque sobre la economía solo ha tenido una dirección:
tur
la ampliación y profundización. Acciones sobre barcos petroleros,
importadores de alimentos, más de cuatro mil millones de dóla-
res bloqueados en bancos internacionales, impedimentos para que
bancos venezolanos –incluido el BCV– puedan operar con dólares;
lec
robo de activos, filiales, empresas; el cierre progresivo y violento de
la economía del país para cortarle el ingreso de dinero, medicinas y
alimentos, para intentar asfixiarla.
La dirección del chavismo ya no explica la política económica.
Importa más lo que no dice que lo que anuncia. ¿Porque no puede
hacerse responsable públicamente de las decisiones que toma?
a
¿Porque no quiere dar información al enemigo, al punto de no ex-
plicarle a la gente que día tras día enfrenta las batallas? El tiempo
ar
económico es un círculo repetido: retroceso, mutaciones de las difi-
cultades –del desabastecimiento a los precios inalcanzables– y con-
signas repetidas en boca de funcionarios de alto nivel. No importa
p
que lo diga o que lo piense yo; importa qué ven, piensan y viven
los millones que día tras día se levantan a cocinar empanadas; a
conducen un taxi, una moto, una lancha de pesca; quienes abren
lo
un almacén, una tienda de zapatos; los que se van del país, los que
mandan a un familiar afuera para que resuelva y ayude a resolver.
PD
305
180,9%; 274,4% en el 2016; 862,6% en el 2017 y 130.060,2% en el
2018. ¿Cuánto será este año? ¿Por qué publicaron los números en
a
este momento? ¿Qué se hace con estas cifras?¿Qué piensa la direc-
ción, quienes toman decisiones que nadie más puede tomar?
tur
Tengo el presentimiento de que vendrá un nuevo ataque más
violento que los anteriores.
El cielo de Caracas se desfondó hoy por la tarde.
La derecha festeja, anuncia que no hubo acuerdo en Oslo.
lec
Guaidó mantiene su postura pública intransigente, los maiameros
sangre o nada celebran la decisión, el sector de la oposición que
acompaña sin opinar difunde el comunicado. ¿Qué pasó realmente
en Noruega? Maduro revela que existió un trabajo de varios meses
de conversaciones secretas previas, afirma lo que se intuye: la de-
recha tapa su juego. “Sean valientes, díganle a su gente la verdad”,
a
dice con referencia a Oslo. El problema de plantear todo o nada es
que no se puede acordar un punto intermedio sin parecer luego un
ar
traidor ante de los ojos de quien creyó ese plan. Como en el 2017.
Ese es el barranco, el callejón, la forma de la derecha que mide mal
y huye hacia adelante. ¿Hasta cuándo podrá sostenerlo sin un acon-
p
306
a
tur
ec
r al
pa
CHUAO, ARAGUA
lo
Día 101
F
307
a
Pienso en su frase en una tarde que anuncia aguacero de mayo,
en caída desde las montañas. ¿Hacemos las cosas más bellas? ¿Nues-
tur
tra justicia es más justa que la del adversario? ¿Nuestra democracia
es más democrática? ¿Nuestra igualdad?
Haroldo decía también que: “... la vida es una especie de borra-
dor, que uno nunca termina de pasarla en limpio. Y mi vida es un
lec
perfecto borrador, bien borroneado, bien tachado, vuelto a reescri-
bir, nunca completo, nunca terminado”.
¿La revolución es un borrador?
Día 102 a
Escribo bajo la noche de Venezuela. Las montañas callan, las
ar
estrellas se ven claramente; las ideas recorren siglos, islas; pala-
bras que se pegan a las mismas ideas, buscan como se busca en las
fisuras, se muestran con nuevas preguntas. Soy en lo que no logro
p
una hora más, o menos. El país está lanzado y nadie sabe cómo
PD
308
a
terminará; si contaremos, buscaremos sobre cenizas, reiremos, en-
derezaremos la montaña con la que amanecemos cada día.
tur
Escribo y la noche me rodea como una pregunta sobre la es-
palda, en los dedos que escriben, en las imágenes que me entrega el
tiempo sin preguntarme: mi cumpleaños del año 2000 en una plaza
de mi barrio parisino bajo la nieve y una novia de padres lejanos
lec
como los míos; las paredes que ayudé a levantar en un campo de
Cataluña; mi primera clase en un sótano de la universidad de La
Plata; la primera autopista cortada fuego en mano; el día que des-
cubrí a los muertos en la sombra de mis palabras y recité el epitafio
de mi abuelo que decía: “sin prisa pero sin pausa como las estrellas”;
la mañana en que llegué a La Guaira con dos valijas, una mochila,
a
tres libros; el calor del Caribe como la vida pegada al pecho; la
subida hasta El Valle; Caracas; la muerte de Chávez; las primeras
ar
crónicas; los amaneceres país adentro; las colas para la comida; la
distancia entre esas mañanas y mi infancia en un colegio de la rue
d’ Alésia donde nadie me decía Bolívar, San Martín, jamás escla-
p
lec
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Caracas - Venezuela, 1010.
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