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Diario urgente de
Venezuela
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Mañana será historia
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1.a ed., Fundación Editorial El perro y la rana, 2019
1.a edición, © Txalaparta, 2019
1.a edición, © Periferia/La Fogata, 2018

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© Marco Teruggi
© Fundación Editorial El perro y la rana

Edición

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Claudia Morales

Corrección
Damarys Tovar
Erika Palomino
José Jenaro Rueda

Fotografías a
Marcos Salgado
Marcelo Volpe
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Eduardo Viloria
Tatuy Televisión Comunitaria

Fotografía de portada
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“El pueblo en la Asamblea Nacional” (2016)


Cortesía Agencia Venezolana de Noticias

Diseño de portada y diagramación


lo

Mónica Piscitelli

Hecho el Depósito de Ley


ISBN: 978-980-14-4504-3
so

Depósito legal: DC2019000922

Teruggi, Marco, 1984.


Diario urgente de Venezuela. Mañana será historia /Marco Teruggi.
Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana, 2019. 312 p.
Incluye referencias bibliográficas.
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ISBN 9789801445043
DL DC2019000922
1. Venezuela. Política y gobierno. Siglo XXI. 2. Venezuela.
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Condiciones económicas. Siglo XXI. 3. Venezuela.


Condiciones sociales. Siglo XXI. 4. Teruggi, Marco, 1984.
Diarios I. Título.

987.0642
T332

IMPRESO EN LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA


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Diario urgente de
Venezuela
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Mañana será historia
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MARCO TERUGGI
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A Clara Anahí Mariani Teruggi,

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secuestrada por la dictadura cívico militar
el 24 de noviembre de 1976,
cuando tenía 3 meses de edad.

a Te encontraremos o nos encontrarás.


par
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A manera de presentación

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a la edición venezolana

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Venezuela antes de Hugo Chávez era escasamente conocida a
nivel mundial por sus hermosas mujeres, así como por ser un
país exportador de petróleo. Hoy por hoy, se encuentra en el ojo

lec
del huracán y es conocida hasta en el rincón más recóndito del
planeta. Todos tienen algo que decir sobre Venezuela: país que
enfrenta desde hace años una guerra no convencional de varias
dimensiones que incluye bloqueo de activos y cuentas, saboteo
económico, amenaza de intervención armada y una escalada co-
a
municacional a nivel internacional, a lo que se le suman una serie
de distorsiones y problemas internos, entre otras cosas.
ar
Por tal motivo, mediante el presente diario, Marco Teruggi
explica lo acontecido en Venezuela a través de la crónica de al-
gunos personajes y acontecimientos narrados desde la cotidiani-
p

dad hasta el conflicto internacional, pasando por la experiencia


de organización popular, críticas, análisis, la descripción de un
paisaje, cartas, una reflexión o un diálogo. No se escatiman re-
lo

cursos para que el lector pueda entender y hasta sentir de la mejor


manera el contexto venezolano. Por esta razón, la presente publi-
cación cuenta también con algunas imágenes vivas, que lograron
so

congelar en el tiempo y para la historia momentos del día a día


de los personajes de estos relatos, a la vez que se resaltan el pro-
tagonismo y resiliencia del venezolano. Agradecemos por ello a
Marcos Salgado, Marcelo Volpe, Eduardo Viloria, a Tatuy Tele-
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visión Comunitaria y a la Agencia Venezolana de Noticias por su


inestimable colaboración con las fotografías.
PD

Finalmente, este diario se escribe con la esperanza de informar,


difundir, generar debates necesarios, acciones ineludibles y mu-
chas veces urgentes, para evitar un desenlace funesto. Conscientes
de que el pueblo venezolano está en plena gesta de su historia, con
un pasado heroico a cuestas, en sus manos está escribir un relato de
lucha y victoria, y no uno de subordinación y violencia.

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El subsuelo de la Revolución Bolivariana
P RÓLOGO | ATILIO B ORÓN *

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Cronistas y estudiosos de las revoluciones, casi invariablemente,
concentran el foco de sus análisis en los movimientos, tensiones y
conflictos que se producen en las alturas del Estado: el gobierno,
el partido gobernante, los opositores, el imperialismo, “la emba-

lec
jada”, los grandes medios concentrados, las organizaciones cor-
porativas de la burguesía, etcétera. Pocos son los que se internan
en las profundidades de los procesos revolucionarios, explorando
el sustrato popular que los sostiene, yendo a la búsqueda de ac-
tores anónimos que se encuentran en el subsuelo profundo, escu-
chando sus quejas, pero también tomando nota de las razones por
a
las que con sus afanes y luchas cotidianas hacen que la revolución
no se venga abajo.
ar
Si un mérito tiene –aparte de muchos otros– este libro del so-
ciólogo y militante revolucionario argentino Marco Teruggi, es
precisamente ese: ser un diario, una bitácora del día a día de una
p

revolución; decir, como lo hace en el remate del día 89 de su larga


travesía, “lo que no se cuenta en las historias de las revoluciones, los
acontecimientos que cambian el curso de la historia”.
lo

Justamente, ese decir que viene “desde abajo” es lo que convierte


a su libro en una obra excepcional y fascinante, que ilumina no solo
so

aspectos por largo tiempo ocultos en la sombra de la experiencia


bolivariana, sino también cuestiones que, con distintos matices, se
han presentado en muchos otros países. Aporta un vívido retrato
de la vida cotidiana en la Venezuela Bolivariana, sometida al ata-
que implacable del imperio y también a la ineptitud de muchos de
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sus burócratas y al cáncer de la corrupción. Se trata de una cró-


nica escrita desde la necesidad de preservar las conquistas de la
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revolución, narrada con una inusual maestría y, por momentos,

* Atilio Borón (Buenos Aires, 1943) es politólogo y sociólogo. Investigador


superior del Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica
de Argentina (Conicet). Doctor en Ciencia Política de la Universidad de
Harvard. Director del PLED (Programa Latinoamericano de Educación
a Distancia) del Centro Cultural de la Cooperación.

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con mucha poesía. A través de sus páginas la lectora o el lector se
internarán en las raíces del proceso iniciado por el Comandante

a
Chávez, interpelando, como este lo hizo en vida, a las mujeres y
hombres del pueblo, a la masa plebeya tradicionalmente explo-

tur
tada, oprimida y despreciada, por la cual Chávez ofrendó su vida.
Y este pueblo le respondió –y todavía le responde– reafirmando
su fe en la revolución, su confianza en la revolución, su necesidad
de revolución. Pero también muestra una diáfana consciencia de

lec
sus yerros, sus distorsiones, sus promesas incumplidas; consciencia
también de la corrupción que anida en las entrañas de los aparatos
estatales y que justifica, por enésima vez, aquella repetida consigna
del Comandante: “¡Comuna o nada!”.
La revolución contada por el pueblo chavista produce, en la obra
de Teruggi, una crónica vívida y lacerante. A lo largo de más de
a
dos años recogió testimonios de aquellos cuyas voces jamás se escu-
chan, combinadas con agudas observaciones de los modos de vida
ar
y actitudes de las opulentas clases dominantes del Este de Caracas,
y cuyas fortunas y privilegios han sobrevivido –“¡por ahora!”, como
de nuevo diría Chávez– al vendaval revolucionario. Recorrió ciu-
p

dades grandes y también pequeñas aldeas campesinas; trajinó por


las calles y barrios populares y por inhóspitos caminos rurales, com-
partiendo de la mañana a la noche los ingentes esfuerzos del pueblo
lo

chavista para salvar la revolución de la inepcia y la corrupción que


caracteriza a una parte de sus dirigentes, tan prestos a exhibirse
so

por las calles de Venezuela con la franela “roja-rojita”, como para


entrar en todo tipo de transa con los contrabandistas, bachaqueros,
así como empresarios “fugadólares” y acaparadores.
Teruggi fue testigo y compañero en la lucha de los pobres de
la ciudad y el campo frente a los interminables sacrificios que le
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impone la agresión estadounidense, pero, como allí se explica, no


basta con el imperialismo para comprender la causa de los sufri-
PD

mientos populares. Esta conclusión aparece con nitidez en innume-


rables conversaciones con la gente de pueblo. El criminal accionar
de aquel es evidente, pero también lo es que su eficacia se acre-
cienta exponencialmente por un mortífero combo de corrupción
oficial, ineptitud en el manejo de la política económica, la labor de
un invisible pero letal ejército de paramilitares y narcos –invasores

12
promovidos y protegidos por Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos
desde Colombia– y grupos mafiosos que pululan por toda Vene-

a
zuela, la conspiración del empresariado que alimenta sin cesar el
“bachaqueo” y hace de la desaparición programada de productos

tur
de primera necesidad, sobre todo alimentos y medicinas, fuente de
fenomenales ganancias y enormes sufrimientos para la población.
La estrategia de desgaste del imperialismo y sus lacayos locales es
clara y evidente, como ya lo advierte nuestro autor en el día 3 de su

lec
jornada:

Hacer de cada acto del cotidiano una batalla, llevar el conflicto


a los barrios; empujar a los pobres a especular sobre los pobres, a
acusar al gobierno, votar contra el gobierno, desandar lo que es el
chavismo: una experiencia popular de organización, politización
a
y movilización.
ar
Gracias a las agudas capacidades de nuestro autor como ana-
lista, observador y participante en la lucha cotidiana por la sobrevi-
vencia de la revolución, la crónica transmite una inmediatez pocas
p

veces vista en este tipo de ensayos. Por eso, su libro es una atrapante
radiografía en movimiento tomada muy de cerca, codo a codo, con
el noble y bravo pueblo bolivariano que, pese a la frustración que
lo

le provoca la exasperante demora –¿o la impotencia?– oficial para


resolver sus demandas más urgentes, el temor que le inspiran los
so

paramilitares y las mafias, así como los nefastos resultados de un


proceso de progresiva erosión de los lazos sociales espoleados por
la escasez y las necesidades insatisfechas, se empeña heroicamente
en salvar la revolución amenazada. Lo que registra en su incisivo
y desgarrador relato –minucioso, exento de hipérboles y grandiosa
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retórica– es la tragedia de un proceso revolucionario, acosado sin


pausa por poderosos enemigos internos en connivencia con otros
PD

que desde el exterior –los gobiernos de Estados Unidos y Colom-


bia, principalmente– conspiran para producir la “solución final”
al desafío que lanzara Hugo Rafael Chávez Frías, aquel diciembre
de 1998 cuando fuera elegido presidente de la Cuarta República,
luego de lo cual Venezuela, y toda América Latina, cambiarían
para siempre.

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La mirada de nuestro autor es la de un militante revolucionario
que procura, con este excepcional documento, contribuir al rescate

a
de una revolución amenazada como nunca antes. La gravedad de
la situación no puede ni debe ser soslayada. El proyecto emancipa-

tur
torio de Chávez está herido y, para repararlo, habrá que contar con
una inusual combinación de lucidez política, eficacia de la gestión
gubernamental, aunadas a un ataque resuelto y sin cuartel contra
quienes desde adentro, a veces disimulados dentro del chavismo y

lec
en otras ocasiones abiertamente desde fuera, laboran incansable-
mente para liquidar el más radical y significativo proceso revolu-
cionario puesto en marcha desde la Revolución Cubana. Pero junto
a una crítica radical, imprescindible para la salud de la revolución,
Teruggi exuda en su texto la pétrea solidez de la base social del
chavismo y su conmovedora fidelidad al legado del Comandante
a
Eterno, que le enseñó a su pueblo que el chavismo es la “redención
de los pobres por sus propias manos”.
ar
La derrota o una indigna capitulación serían el preámbulo de
una matanza. Nuestras revoluciones –agrego– han sido generosas
con sus enemigos. Chávez no disolvió la Corte Suprema que, luego
p

del fallido golpe del 11 de abril de 2002, estableció arteramente que


lo que se había producido había sido “un vacío de poder”. Salva-
dor Allende respetó puntillosamente una Constitución oligárquica y
lo

las corruptas instituciones de una república que había sido pensada


para una minoría. Lula respetó con fidelidad la dictadura mediática
so

de la Red O Globo, pensando que con ello se ganaría sino el apoyo


por lo menos la neutralidad de los bandidos que la dirigían; esto lo
está pagando con la escandalosa sentencia que lo envió a la cárcel
por decisión de un juez que es asiduo participante en los cursos de
“goodpractices”, que organiza Washington para instruir a sus peones, y
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le costó nada menos que la destitución de Dilma Rousseff. No puede


haber duda alguna en el sentido de que una eventual derrota de la
PD

Revolución Bolivariana desencadenaría una represalia salvaje que


hundiría el país en un baño de sangre. Pensar en una transición “a la
Moncloa”, como algunos politólogos del imperio y sus acólitos lati-
noamericanos aseguran, es una criminal engañifa.
Si llegara a producirse la transición hacia el “postchavismo”
–y espero que no–, se inspiraría más en la matanza sufrida por los

14
comuneros con la derrota de la Comuna de París, en 1871, o con
las fuerzas de Gadaffi en Libia en 2011. A diferencia de nosotros, la

a
burguesía y el imperio son implacables: carecen de límites morales,
son inescrupulosos y no perdonan. Como toda clase dominante,

tur
matar a los rebeldes, insurrectos, revoltosos, desobedientes, es algo
constitutivo de su ADN. Decíamos en un viejo texto de nuestra
autoría que en Nuestra América aun las más tímidas reformas
desencadenan sangrientas contrarrevoluciones y, de producirse

lec
tan desafortunado desenlace, Venezuela no sería la excepción a esa
regla1.
Teruggi, como muchos que compartimos a grandes rasgos su vi-
sión, propone salvar la revolución antes de que sea demasiado tarde.
No es un académico neutro, un cronista impasible ni un enemigo de
la revolución, sino todo lo contrario. Es un hombre profundamente
a
identificado –como también lo es el autor de estas líneas– con la no-
bleza y el patriótico latinoamericanismo del proyecto emancipato-
ar
rio de Chávez y que cree que la revolución solo podrá ser rescatada
de su parálisis mediante una discusión democrática, horizontal,
comprometida, del pueblo chavista con sus principales dirigentes
p

y funcionarios estatales para que, movilizados y organizados, se


libre una impostergable guerra sin cuartel contra los agentes in-
ternos del imperialismo y la reacción: los corruptos dentro y fuera
lo

del gobierno, la oposición sediciosa y violenta, los paramilitares,


las mafias y los empresarios deshonestos, todos coludidos para de-
so

rrotar la revolución. A lo largo de las páginas de este libro queda


demostrado que esta, como tantas otras que relampaguearon en la
historia, solo podrá ser salvada si profundiza el curso de acción, si el
gobierno escucha de verdad al pueblo y actúa en consecuencia. Solo
un nuevo impulso revolucionario –plebeyo, “desde abajo”, arrolla-
F

dor– podrá salvar la revolución.


Porque, como lo dijera tantas veces Fidel con relación a la ex-
PD

periencia cubana: “El peor error que hemos cometido fue creer
que alguien sabía cómo se hacía una revolución”. Y nadie lo sabe.
Los libretos y los talmúdicos manuales esgrimidos sin cesar por los

1 Atilio Borón. Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Clacso,


Buenos Aires: 2003, pp. 196-205.

15
“sedicentes doctores de la revolución” –esos que viven de apostro-
far a Maduro, a Evo, a todo liderazgo popular, y son ciegos ante los

a
designios del imperialismo– jamás fueron los inspiradores de las
auténticas revoluciones. Lo que se requiere es una apelación a la

tur
sabiduría popular que se cristaliza en las organizaciones sociales
del campo y la ciudad, a ese núcleo duro “chavista hasta la muerte”;
ese subsuelo granítico al que nos referíamos en el título de estas
páginas, que preserva en sus entrañas el futuro de la Revolución

lec
Bolivariana, amparado en los dos millones de viviendas otorgadas
a los pobres de las ciudades y el campo en los últimos seis años, un
récord inigualado a nivel mundial. El gobierno de Nicolás Maduro
está sometido a un implacable acoso que ha producido una suerte
de parálisis administrativa de su gobierno. Y no se trata de culpar
al presidente por esto, porque la inmensidad y el carácter multifa-
a
cético de los ataques han logrado colocar al Gobierno Bolivariano
en una postura reactiva y defensiva. Tiene que parar los golpes
ar
de afuera, las traiciones y capitulaciones de adentro; los planes de
enemigos cada vez más empeñados no solo en dar vía libre a la con-
trarrevolución, sino inclusive en acabar con su vida.
p

Bajo esas condiciones, gobernar se convierte en un esfuerzo ti-


tánico y, en honor a la verdad, hay que reconocer que hasta ahora
el presidente obrero ha sabido capear un tremendo temporal. Pero
lo

en los últimos tiempos su capacidad para seguir neutralizando las


arremetidas en su contra se ha visto debilitada por la demorada –en
so

realidad, ¡muy demorada!– rectificación del rumbo económico y


la falta de un combate a fondo contra la corrupción –exigida una y
cien veces en los diálogos de Teruggi con la gente de pueblo– ligada
con la mafia, los paramilitares y el empresariado, cuyo accionar
desangra día a día la legitimidad de la revolución. Un ejemplo de
F

los tantos lo ofrece en su crónica cuando dice que:


PD

Llega el camión de alimentos, la tensión es grande. El desabasteci-


miento provoca angustia, miedo, rabia; presiona sobre el pecho y
la mesa. Descargan las bolsas para contarlas y organizar la reparti-
ción según el censo hecho por el CLAP. Debería ser una por casa,
pueden ser más debido al hacinamiento, es decir, varias familias
en una vivienda. Problema: se esperaban ciento cuarenta y cuatro

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bolsas, llegaron noventa y siete, desaparecieron cuarenta y siete en
el camino.

a
La verdad siempre es revolucionaria, decía Gramsci; y Teruggi

tur
no hace otra cosa que exponer, con inmenso amor por esa maravi-
llosa tierra bolivariana –“que me hizo suyo”, dice en otro pasaje de
su libro; como nos hizo suyos a tantos otros, agregaría yo–, esa dolo-
rosa verdad. Con la esperanza de la pronta resolución del problema

lec
que con ella se denuncia.
La corrupción es un cáncer que destruye los procesos revolucio-
narios. Es un mal endémico en el mundo actual, que se manifiesta
bajo diferentes ropajes, pero existe y actúa por doquier. Ni el Vati-
cano está a salvo de ese flagelo. A veces la impotencia de los gobier-
nos agiganta su impacto; en algunos casos se trata de negligencia,
a
en otros de complicidad. Toda revolución lleva en su seno las semi-
llas de la contrarrevolución, y la radiografía que nos muestra nues-
ar
tro autor devela con enceguecedora claridad esta ley de todas las
revoluciones. Fidel, una vez más, advirtió a los cubanos que su revo-
lución sería indestructible desde afuera, pero podría sucumbir ante
p

los estragos de la corrupción. El rentismo petrolero, el fenomenal


desequilibrio de los precios relativos –comenzando por el absurdo
precio de la gasolina, ahora mínimamente atenuado– y la ruptura
lo

de la integración social producida por el “sálvese quien pueda” en


la infinidad de colas formadas por la interminable búsqueda de
so

alimentos y medicinas –que o bien son objeto de acaparamiento


mafioso-empresarial o que, cuando aparecen, lo hacen con precios
exorbitantes por la llamada “hiperinflación inducida”–, son todos
factores que potencian las tendencias al “bachaqueo” y, con este, a
la corrupción de funcionarios civiles y militares. No obstante, como
F

bien señala nuestro autor, pese a esta desafortunada situación, el


intervencionismo norteamericano no ha podido todavía reclutar
PD

a ningún sector significativo de las fuerzas armadas para que se


abalancen sobre el Palacio de Miraflores y pongan fin al gobierno
de Maduro. Tampoco ha podido convencer a la mayoría del pueblo
a que abandone la convocatoria que le hiciera Chávez porque sabe,
o presiente, que quienes hoy posan como sinceros y progresistas

17
demócratas son una banda siniestra que, en caso de ser gobierno,
sembrarían horror y muerte en Venezuela.

a
La reconocida lealtad al chavismo habla de lo profundo que
ha calado en las clases populares, significación que se evidencia

tur
en la desesperación de Washington por poner fin a la Revolución
Bolivariana –y, con ello, asestar un golpe mortal a los procesos pro-
gresistas o de izquierda que todavía sobreviven en algunos países de
la región–, o sembrar el desánimo en las fuerzas que bajo diferentes

lec
condiciones luchan por construir un mundo mejor. Por todas las
razones antes aducidas es que damos una cálida bienvenida a este
libro, llamado a ser un importante aporte a la lucha por la continui-
dad de la Revolución Bolivariana.
En el día 40 de su diario, Teruggi escribe, con palabras que hago
enteramente mías: a
... cualquier crítica, polémica que pueda darse, nunca deberá ol-
ar
vidar a quién se enfrenta: al imperialismo norteamericano y a
sus ejecutores nacionales que tejen planes donde mueren chicos
llamados Bryan, se incendian instituciones, se busca la confron-
p

tación civil, se intenta un quiebre democrático. Venezuela debe


ser defendida; las dudas, incertidumbres, resueltas dentro del
chavismo. No existe nada por fuera. Perder no es una opción.
lo

Palabras sabias que debemos extender a procesos similares, so-


metidos por igual a la brutal injerencia del imperialismo y sus
so

sórdidos aliados locales.

Lo que está ocurriendo últimamente en Nicaragua es parte del


mismo guion, como lo es el continuo ataque al que está sometido Evo
en Bolivia y Salvador Sánchez Cerén en El Salvador. Como lo estuvo
F

Rafael Correa, vilmente traicionado por un personaje salido de al-


gunas de las más lúgubres y bizarras tragedias narradas por William
PD

Shakespeare. Seremos fieles al legado de Chávez, de Fidel, del Che,


de Allende, de tantas y tantos patriotas latinoamericanos de ayer
y hoy, que luchan a brazo partido contra la mayor y más criminal
superpotencia jamás conocida en la historia de la humanidad, y este
libro nos ayuda a entender por qué.
Buenos Aires, 31 de agosto de 2018

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AVENIDA BOLÍVAR. CARACAS, 2017


FOTO: MARCELO VOLPE
Día 1

a
Venezuela comenzó con forma de mar. Luego vino el aire espeso
Caribe y la luz que persiguen los locos. Llevaba conmigo una mo-

tur
chila, la valija de mi bisabuela, tres libros que pensaba indispensa-
bles, la certeza de estar en el exacto lugar donde debía estar. Iba en
búsqueda de una mujer, un país, una forma de vencer el tiempo. Era
enero de 2013, dos meses antes de que muriera Hugo Chávez.

lec
Desde esos días hasta hoy, mayo de 2016, viví en dos casas, tres
hoteles y perdí el apego a las cosas materiales, incluso los libros. Solo
se salva el mate. Ahora vivo en una casa con diez personas, muchos
internacionalistas, los pocos que no nos fuimos. Desde que llegué, mi
oficio ha sido el de cronista; lo aprendí texto a texto, en la urgencia de
contar tanta realidad que nunca se detiene, que se escapa, que logra-
a
mos retener en partes, pequeñas en relación con la furia y la magia
con que se suceden los días. Es tanto lo que no entra en un libro.
ar
Es el momento más difícil de la revolución. Siempre se dice lo
mismo, siempre es cierto. Nunca estuvimos tan cerca de pensar que
podríamos perder el gobierno. Llevamos tres años con insurreccio-
p

nes, sicariatos, paramilitares, contrabando, escasez y la derrota le-


gislativa de diciembre de 2015. Un año venezolano parecen tres de
otro país. Las colas son una imagen de cada día, desde el alba hasta
lo

el final de la tarde. Son para conseguir comida, remedios, artículos


de higiene, cualquier producto a precio regulado. Voy cada semana
so

a diferentes colas; vuelvo, como todos, con lo que consiga. Se compra


según el último número de cédula, el mío termina en tres: puedo ir
martes y sábados. Nunca pensé que sentiría tanta felicidad por com-
prar pollo, café, pasta, aceite.
Se ha instalado una cola permanente en la puerta del super-
F

mercado de la esquina de casa. Los vecinos esperan que lleguen


camiones con alimentos a precio regulado por el gobierno. Es una
PD

pequeña sociedad con sus reglas, organizadores, miserias, y risas.


—¿Qué hay? –pregunta un viejo ante la cola que no se mueve.
—Aquí lo que hay es ilusión y esperanza, chico –contestan dos
viejas.
Se ríen.

21
Antes, en esa esquina había un toldo rojo que instalaba el cha-
vismo para las elecciones. Se debatía sobre el socialismo. Ahora,

a
cada vez más, se habla sobre el precio del arroz, la mantequilla, la
pasta. En enero de 2013 era imposible pensar que estaríamos así.

tur
* * *

lec
No soy objetivo. Nadie pretende serlo en Venezuela, esté del lado
en el que esté. Vine a ser parte de una historia y la defiendo. A veces
recibo crosses, golpes al estómago, mastico piedras. Es parte de la
apuesta, de jugarse. Tal vez algún día crea que ya no deba hacerlo.
Ese día todavía no asoma. Asoman otras cosas, como preocupacio-
nes por los asesinatos de chavistas. Ayer, por ejemplo, mataron de
a
tres tiros a un camarógrafo de Ávila TV, un canal nuestro. Hace
pocas semanas fue el turno de un alcalde del chavismo. Esas muer-
ar
tes suceden de manera semanal, son políticas. Pocos, tanto dentro
como fuera del país, saben que ocurren. Son el tiempo subterráneo.
Existe otro tiempo, de propaganda, declaraciones, amenazas
p

públicas. En estos días el asunto es el referéndum revocatorio que


la oposición busca activar contra el presidente Nicolás Maduro.
El vicepresidente declaró que la derecha sabe que no le darán los
lo

tiempos para llevarlo adelante, que miente a sus seguidores. Capri-


les Radonski, dirigente opositor, tuiteó que marcharán hasta las
so

puertas del Consejo Nacional Electoral (CNE) en caso de no tener


respuesta. La última vez que llamó a marchar, y fue escuchado,
once chavistas resultaron asesinados. Fue el 15 de abril de 2013,
cuando desconoció la victoria de Maduro como presidente.
Resulta difícil saber qué pasará esta vez. Probablemente nada.
F

Vivir en Venezuela es tener la certeza de que algo grande, casi catas-


trófico, puede desencadenarse en cualquier momento. Uno se acos-
PD

tumbra, como a las colas, a los horarios tempranos donde las nueve
de la noche parecen las tres de la mañana, queda poca gente en las
calles, y poca luz en muchas zonas por la emergencia energética. Esto
de la costumbre es poderoso. Como el orden en el caos, los cotidianos
que se rearman. Hoy lunes, por ejemplo, vuelvo del mercado cerca de
casa. Compré frutas y verduras por cuatro mil bolívares. Eso costaba

22
un pasaje de avión ida y vuelta a Argentina el año en que llegué. Pre-
paro un jugo de sandía sin agregar azúcar, ya no se consigue.

a
Lo bueno de la crisis es que se come sano.

tur
Día 2
La Cruz Roja de Curaçao se prepara para recibir posibles “refu-

lec
giados venezolanos”. Así empieza el día. Lo anuncia El Universal,
con citas del director del organismo internacional: “Si las cosas
siguen así, creemos que la gente va a tratar de huir de su país y
vendrán al nuestro. Por supuesto que no tenemos la capacidad de
ayudar a todos”.
No es la noticia principal. El asunto esta semana es que mata-
a
ron al Picure y al Topo. El primero era uno de los delincuentes más
buscados. En su prontuario figura el asesinato de un inspector del
ar
Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas
(Cicpc), dos policías, el robo a la viceministra de Pueblos Indígenas,
el asesinato de cinco personas en una fiesta de quince –incluida la
p

quinceañera–, robo de automóviles, tráfico de drogas, extorsión a


hacendados y comercios. Era conocido por sus fotos con armas lar-
gas, pacas de billetes, la sonrisa siempre grande y una gorra en la
lo

cabeza. Tenía veintisiete años. Cuatro días después de muerto tuiteó


contra el gobierno. Los muertos mandan tuits, algunos malandros
so

son creaciones políticas.


La acción tuvo por nombre Operación Madriguera. Treinta y
tres horas de persecución hasta dar con sus últimos pasos en un ga-
llinero. La muerte fue confirmada oficialmente y a través de selfies
de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) junto al
F

cuerpo baleado del Picure. Otro muerto 2.0.


El Topo, por su parte, apareció en la escena mediática venezo-
PD

lana luego del asesinato de diecisiete mineros el 11 de marzo del


2016, en la localidad de Tumeremo. El hombre era el acusado prin-
cipal de los hechos. Se dice que se había realizado varias cirugías
faciales desde entonces. “Nuestro objetivo es liberar al país de estas
bandas paramilitares que están vinculadas a un plan contra la es-
tabilidad de la patria”, declaró el ministro de Relaciones Interiores,

23
Justicia y Paz, luego de anunciar su muerte y la incautación de un
fusil M-16, un AK-47, dos fusiles automáticos livianos (FAL), dos
pistolas y una granada fragmentaria. A los dos días tuvo lugar un

a
ataque contra la comisaría de El Callao, cercano al lugar de la
muerte del Topo, donde luego del fuego fueron recogidos ochenta

tur
casquillos de FAL y fusil R15.
Las noticias del Picure y el Topo son portadas de diarios, redes,
debates. El ataque a la comisaría no lo es, por lo alejado de la región
y porque desde hace más de un año los ataques a cuerpos de seguri-

lec
dad del Estado y sus instalaciones son periódicos. Tan solo en abril
se registraron: un ataque con granadas a la delegación principal del
Cicpc en la ciudad de Maracay, otro con disparos y granadas a una
comisaría en la misma ciudad, otro a una delegación del Cicpc en
plena Caracas, el asesinato de un integrante del Ejército y otro de
la Guardia Nacional. a
La ola recrudeció desde abril de 2015. El fin de semana del 26 y
27 de septiembre de ese año tuvieron lugar cinco ataques con gra-
ar
nadas a sedes policiales. Abrir un periódico y ver la noticia de un
atentado con granada forma parte de lo posible.
p

* * *
lo

Por la emergencia energética no se trabajará los días miércoles, jue-


ves y viernes en las instituciones del Estado. Los lunes y martes hasta
so

las dos de la tarde. La situación es grave por la sequía.

* * *
F

Unos días atrás se conoció el documento del Comando Sur, lla-


mado “Operación Venezuela Freedom 2”, firmado por su actual
PD

jefe, el almirante Kurt Tidd: “La derrota en las elecciones y la des-


composición interna del régimen populista y antinorteamericano
recoge el impacto exitoso de nuestras políticas impulsadas con fuer-
zas aliadas en la región en la fase 1 de esta operación”.
Los sucesos de nuestra vida forman parte de un plan coman-
dado por los Estados Unidos. Estamos en su segunda fase.

24
Dos elementos interesan particularmente en estos momentos:
- El primero: “Si bien se está enarbolando el camino pacífico,
legal y electoral, ha crecido la convicción de que es necesario pre-

a
sionar con movilizaciones de calle, buscando fijar y paralizar a im-
portantes contingentes militares que tendrán que ser dedicados a

tur
mantener el orden interno y seguridad del gobierno, situación que
se hará insostenible en la medida en que se desaten múltiples con-
flictos y presiones de todo tipo”.
“El referéndum es la cobertura –así lo escribe Kurt–, no la es-

lec
trategia real”.
- En segundo lugar: “Con los factores políticos de la Mesa de
la Unidad Democrática hemos venido acordando una agenda co-
mún, que incluye un escenario abrupto que puede combinar accio-
nes callejeras y el empleo dosificado de la violencia armada”.
El empleo dosificado de violencia son el Topo, el Picure, ataques
a
con granada, el asesinato de un alcalde, de periodistas, militantes,
militares, desapariciones de dirigentes campesinos. También las
ar
acciones que se desprendan de los llamados de la derecha a descar-
gar su enojo en las calles, como el que prepara Capriles Radonski
contra el CNE.
p

El asunto no es Radonski sino las fuerzas infiltradas en el terri-


torio. Células paramilitares implantadas para disputarle territorio
al chavismo, controlar el espacio público, los tráficos ilegales, des-
lo

gastar a la población. No se identifican casi nunca, presentan sus


crímenes como producto de la delincuencia común. Es la lógica que
so

vertebra la estrategia de la derecha. No reconoce ninguno de sus


actos, niega su estrategia.
Lo difícil en Venezuela no es contar los muertos, sino saber
quién los mató y demostrarlo.
F

Día 3
PD

La noche del llano encierra todas las noches del mundo. Avan-
zamos en una oscuridad profunda, tenemos cuidado con los
animales que cruzan la ruta, osos hormigueros, cunaguaros, ser-
pientes. De lado y lado se extienden distancias de esteros y pas-
tizales, casas que empiezan el día antes que el sol, con el ordeño

25
y el café recién colado. Atrás de nosotros queda Calabozo, San
Juan de los Morros. Suenan joropos, vallenatos, salsas, siempre
fuertes, como para ahuyentar una muerte que se ha instalado en

a
el corazón de los días.
Llegamos a San Fernando de Apure. Las calles están en calma,

tur
algunos gatos y perros mastican basura en la puerta del mercado
cerrado; las estrellas están donde tienen que estar. Estamos frente
al local de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ),
donde decenas de comuneros se preparan para viajar hacia Cara-

lec
cas. Mañana tendrá lugar la movilización convocada por Maduro
para anunciar la puesta en marcha del Motor de la Economía Co-
munal, uno de los quince que deben reactivar la economía. Será en
simultáneo a la convocatoria de la derecha para volver a intentar
llegar al CNE. Son días de muchas noticias: el presidente renovó el
estado de excepción y emergencia económica; Álvaro Uribe pidió
a
invadir militarmente Venezuela; hubo un ataque con disparos y
granadas a policías, que dejó un niño muerto y seis heridos en el
ar
barrio 23 de Enero, en Caracas.
—Mire, comando, en esta avenida fue el último acto de Chávez
en Apure –dice un compañero. Esa tarde de septiembre del 2012,
p

en plena campaña presidencial dijo Chávez:

Yo le pido a Dios, si sigue siendo tan generoso con nosotros, le


lo

pido a Dios que me conceda el último sueño mío que es liberarme,


volver a ser libre como el viento, aunque sea por unos días, unos
so

meses, unos años; libre de todo esto después de haber hecho reali-
dad el proyecto de la patria que soñamos.

Sin lugar a dudas movió a un pueblo llanero...


F

* * *
PD

Los barrios en el llano tienen casas bajas, con frentes verdes, naran-
jas, azules, amarillos casi fosforescentes, calles planas alargadas
por el sol. A esta hora de la mañana se escucha un griterío y un
camión con bolsas de comida. Es día de distribución casa por casa
y aparece un primer problema: la encargada bajó cuatro bolsas en

26
casas de familiares suyos y todos se dieron cuenta. En la reunión se
había acordado que fuera una sola, a menos que vivieran más de
nueve personas en el hogar.

a
Segundo problema: el camión se quedó sin gasolina. Esto se
soluciona fácil, todos empujan. Planilla, firma; entrega de bolsa

tur
con arroz, aceite, pasta, leche, harina de trigo, también de maíz,
y caraotas. No se logra resolver el problema de la encargada y los
escuálidos acusan a los chavistas, mientras los chavistas intentan
solucionar el asunto. Se decide reforzar la organización, así mismo

lec
redactar y firmar un pedido de revocación de la responsable, quien,
ante el problema, decidió seguir arriba del camión y ya está lejos.
—Se hizo la loca –me dice una vecina.
El día sigue en el galpón de la Empresa de Propiedad Social Ca-
bresteros de San Fernando; un equipo de personas organiza bolsas
de comida. Casi todo gira alrededor del alimento, el desabasteci-
a
miento y aumento de precios son un golpe diario al estómago. Los
combos que van a repartir son de varios tipos; algunos incluyen
ar
productos de higiene: pasta dental, desodorante, papel higiénico.
Impresiona ver esas pacas de arroz, harina y pasta. El contraste es
inmenso, comparado con los dos paquetes que se consiguen luego
p

de largas horas de espera en un supermercado. Cabresteros per-


tenece a la alcaldía y fue creada en agosto de 2015, luego de ver
la eficiencia de experiencias de distribución desarrolladas por la
lo

organización popular.
El modo de funcionamiento es el siguiente: la alcaldía obliga
so

a los privados a venderle el 40% de sus productos al precio estipu-


lado por la ley, y luego son vendidos en las jornadas como las que
vimos. Es una forma de garantizar que las cosas lleguen y de cortar
redes de mercado paralelo organizadas por los mismos privados.
El vínculo con Cabresteros es tenso, los supermercadistas buscan
F

ganancias extraordinarias con la reventa callejera. Compran me-


nos cantidad y tipos de productos para no venderle a la empresa de
PD

propiedad social.
Los resultados son buenos. En la oficina hay un mapa del munici-
pio con todos los puntos de distribución que tiene el Estado: Produc-
tora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (Pdval), Mercal, y el
Plan Comunal de Abastecimiento Seguro. Este último es el que im-
pulsa la empresa. Los precios no son subsidiados como en el Pdval,

27
sino que se los garantiza a su valor justo. Una bolsa completa cuesta
entre dos mil trescientos y tres mil quinientos bolívares, según los

a
productos que contenga. Solo un litro de aceite revendido está en
dos mil quinientos bolívares.

tur
Cabrestero es quien arrea el ganado arriba del caballo.

* * *

lec
En la tarde se lleva adelante otra venta casa por casa. Se trata de un
Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), la forma
de organización impulsada desde el Estado con el objetivo de
garantizar que los alimentos lleguen a precio regulado, crear un
nuevo sistema de distribución ante la crisis, descomprimir miles de
a
colas que se generan todos los días en todo el país. Una respuesta
ante un cuadro crítico que busca incorporar a las comunidades.
ar
Llega el camión de alimentos, la tensión es grande. El desabas-
tecimiento provoca angustia, miedo, rabia; presiona sobre el pecho
y la mesa. Descargan las bolsas para contarlas y organizar la re-
p

partición según el censo hecho por el CLAP. Debería ser una por
casa, pero pueden ser más debido al hacinamiento: es decir, varias
familias en una vivienda. Problema: se esperaban ciento cuarenta
lo

y cuatro bolsas, llegaron noventa y siete, desaparecieron cuarenta


y siete en el camino.
so

—En todo hay un negocio, compadre –me dice un compañero.


La situación económica es un incentivo para el negocio de lo que
sea, a todo nivel, una antítesis de la organización colectiva y los valo-
res impulsados por el chavismo. Los vecinos registran el problema,
se reunirán para resolverlo. El recorrido se hace en calma, primero
F

las zonas más golpeadas, con casas de adobe, de zinc, a orillas del
río. La gente pregunta si puede comprar dos o más bolsas, dinero
PD

en mano. Todavía hay plata en esta crisis. La distribución sigue en


las partes más consolidadas del barrio. Los vecinos saben cuántos
viven en cada casa, dónde se encuentran enfermos, ancianos, varios
niños, problemas mayores para conseguir comida. La organización
permite ejercer justicia en el cuadro de una situación material que
desmejora de manera sostenida desde hace un año o más.

28
La estrategia de desgaste sobre la revolución es clara: hacer de
cada acto del cotidiano una batalla, llevar el conflicto a los barrios,

a
empujar a los pobres a especular sobre los pobres, a acusar al go-
bierno, votar contra el gobierno; desandar lo que es el chavismo,

tur
una experiencia popular de organización, politización y moviliza-
ción. El punto central está hoy en la comida que no aparece, se re-
vende, se especula, se aprovecha. Por eso lo primero son los CLAP,
las experiencias nacientes en el país, como acá en San Fernando. Es

lec
urgente descomprimir las colas y hacerlo con un ejercicio de demo-
cracia participativa.
Importa resolver el problema y generar un avance político.

Día 4 a
—Mire, coplero, a nosotros nos va a tocar defender esta vaina; lo
ar
que se viene es candela y el pueblo no se va a dejar quitar nada –me
dice un miliciano.
El hombre impone respeto por su forma de pesar cada palabra
p

y silencio. Vamos hacia la frontera con Colombia. Es de noche, solo


hay alcabalas, árboles inmensos que alumbran los faros, una ruta
despareja y angosta. Nos detenemos a cenar en un restaurante en
lo

la entrada de un casi pueblo. Suena una bachata, los camiones es-


tán estacionados. Entre pueblo y pueblo hay soledad, inmensidades
so

pampeanas.
—Vamos, coplero –me dice el compañero miliciano.
A unas horas de noche nos espera el borde del país.
Despertamos en Guasdualito, a media hora del río Arauca y del
cruce internacional. Es un pueblo que tiene llano en todo a su alre-
F

dedor, un calor que presiona, una plaza Bolívar con cañas altas y
bancos frescos. Acá rige otro tiempo, otras lógicas. Caracas queda
PD

lejos en varios sentidos. El día empieza en una reunión para poner


en marcha los CLAP, priorizar zonas según las necesidades. No
hay para todos todavía.
—Los que están pelando bolas, comiendo pata de gallina y papa
sancochada, son los que están en el pueblo, no tienen vacas ni co-
chinos; en cambio, el campesino más pingo se gana doscientos mil

29
mensuales, hasta dos millones, solo vendiendo leche –dice el primer
compañero.

a
—Tenemos que conformar los CLAP con la fuerza chavista
convencida, porque hay gente que quiere meterse solo porque se

tur
maneja comida –dice la segunda compañera.
—Se debe producir; no solo recibir, sino ser autosostenible y
distribuir –dice un tercer compañero.
En la ciudad, el kilo de casi todas las frutas y verduras llegó a

lec
mil bolívares. Un sueldo mínimo alcanza para treinta y tres kilos.
Se pasó de comer carne a pollo, patas de gallina y mucha verdura.
Los precios aumentan, ya no se consiguen los productos, los escon-
den, los revenden, contrabandean. Las carnicerías en Guasdualito,
zona ganadera, están vacías; la carne es traficada ilegalmente en
Colombia y revendida a precio mayor en el centro del país. La es-
a
trategia es empujarnos a la escasez que está programada. No hay
azar sino planes con acciones que desencadenan otras reacciones,
ar
ensayos de guerra. Existen generales invisibles; balas que no se ven,
pero matan; empresarios sin cascos, pero que desabastecen: un en-
tramado de golpes en simultáneo que buscan la asfixia. Estamos in-
p

mersos en ella, lo hablamos en asambleas, artículos, conversaciones


al finalizar el día, como hoy, en la casa de dos compañeros que duer-
men con su hija. A ella le asesinaron a su hermano en 2003, luego de
lo

una marcha contra el contrabando, de día, en plena calle. Casi no


habla de él. Son muchos muertos acá y el tiempo nunca para.
so

* * *

Es invierno, llueve todos los días. Hay charcos, barriales, escara-


F

bajos, pájaros amarillos y negros que cantan como gotas, mangos


que caen maduros, orquídeas que emergen debajo de las ramas,
PD

culebras en los pastos, perros mojados que piden entrar a las ca-
sas, plaga como nubes que rodean el olor de esos perros; una niña
que va al colegio con uniforme, zapatos limpios, recuerdos de
inundaciones, disparos, abrazos de su madre y su padre, que tiene
como animales preferidos los monos, las mariposas y las jirafas.
Se llama María José y es una luz en la lluvia.

30
Eso es lo que se ve.
Lo invisible es mucho más grande.

a
—Aquí todavía gobierna Chávez, compadre, la arquitectura
que dejó –dice un compañero.

tur
Tomamos un café antes de salir a la cantidad de reuniones que
nos esperan. La arquitectura es la unidad cívico-militar, las dos
partes fundantes. El Caracazo en 1989, desencadenante del ciclo
revolucionario, fue el único episodio solamente civil. El alzamiento

lec
de 1992 fue militar y civil, así como lo fue el rescate del presidente
en el Golpe de 2002, civil y militar. Chávez venía del campo y de
la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb). El imaginario
chavista está fundado sobre esa unidad; es imprescindible y un
equilibrio permanente. En la frontera se ve lo que no entra en el
mito. Cruzar a Colombia, paso cerrado oficialmente desde agosto
a
de 2015, cuesta diez mil bolívares ida y vuelta. Todos lo saben acá.
Existe el pedido de que las alcabalas estén compuestas por milita-
ar
res y sectores del pueblo organizado. Cuesta hasta el punto de que
se intentó y no se pudo. El asunto es complejo, la Fanb es leal y el
imperialismo, en estos tres años sin Chávez, no logró desprender a
p

un sector para encabezar un golpe de Estado. Algunos hombres se


vendieron, pocos.
Si en 2014 la derecha hubiera tenido un sector capaz de llevar
lo

adelante un asalto militar, seguramente hubiera logrado otro des-


enlace. Incendiaron la calle hasta quedarse solos.
so

* * *

—Que pase lo que tenga que pasar, pero que pase ya, compadre
F

–dice un compañero.
Hay siete cabezas de vaca y una de cerdo en el piso, huesos blan-
PD

cos y pesados; sangre en el mostrador, las manos y las camisetas. Los


compañeros de la Empresa de Propiedad Social Bolívar Chávez
vendieron todo a ochocientos bolívares el kilo, contra mil trescien-
tos de las carnicerías; la cola empezó a la una de la mañana, tensa,
con empujones, saboteadores de la oposición, sin incidentes mayo-
res. La situación es difícil para muchos.

31
—No se puede vivir guindando todo el tiempo, compadre –dice
el mismo amigo, apoyando el cuchillo.
Acaba de hablar Vladimir Padrino López, general en jefe de

a
la FANB, en cadena nacional. Todo está tenso, como a punto de...
“En este momento Venezuela está amenazada”, dijo Padrino

tur
López. Anunció la puesta en marcha de las noventa y nueve áreas
de defensa del país, del plan concebido en la nueva doctrina militar
bolivariana: militares y pueblo, a través de la Milicia Bolivariana,
son parte de la defensa integral.

lec
—Si se arma la coñaza van a soltar a los paracos y aquí no hay
más ley –dice una compañera.
La estrategia de infiltración de paramilitares tiene años. Pri-
mero en zonas de frontera y luego en todo el país, para disputar
territorios populares, asesinar selectivamente, inundar de insegu-
ridad el país, traer métodos de muerte desconocidos hasta hace
a
poco en Venezuela; el descuartizamiento, por ejemplo. Están ahí,
detrás de un puesto de café, de ropa, de televisores, en la calle.
ar
Observan, anotan, fichan. Son un ejército sin uniforme, uno de los
elementos centrales de la guerra invisible. Desgastan, preparan el
escenario, son una fuerza que actúa sin involucrar políticamente a
p

nadie, hacen el trabajo sucio y pueden ser activados para un intento


de toma del poder político.
Capriles Radonski declara a la BBC que “un levantamiento mi-
lo

litar está en el ambiente”.


so

Día 5
—Ponen a Maduro y a un mono y votan al mono, comando,
aunque se dé vuelta el país, lo único que quieren es sacarlo –di-
F

ce un compañero mientras se acomoda la gorra de la Milicia


Bolivariana. Son las siete de la mañana, esperamos para ir al cam-
PD

po de entrenamiento. Conversamos sobre la coyuntura política, el


gobierno de Macri, las estrategias de desestabilización, los que son
chavistas y no apoyan a Nicolás Maduro.
—Yo soy chavista, comando, revolucionario en las buenas y en
las malas –dice otro.

32
Es el segundo día de despliegue del Plan de Ejercicio de Acción
Integral Independencia II; cuatrocientos ochenta batallones de
Cuerpos de Combate de la Milicia Bolivariana y doscientas no-

a
venta y siete formaciones especiales en conducción y apoyo naval
están desplegados en las noventa y nueve áreas de defensa integral,

tur
ubicadas en las veinticuatro zonas operativas del país. Son tres-
cientos cuarenta mil milicianos en total, según anuncia un mayor
general de la FANB.
Los milicianos llegan al centro de operaciones en motos, camio-

lec
nes; vienen del pueblo, del campo; como pueden, y muchos sin co-
mer. Algunos con uniformes milicianos, otros con botas de goma,
vaqueros, camisetas. Tienen edades desde la adolescencia hasta la
vejez. Son, en su mayoría, comuneros y mujeres, humildes todos. La
certeza del chavismo.
—Las mujeres somos capaces y guerreras; capaces de cosas que
a
los hombres no pueden –dice una de las milicianas. Todas asienten.
Los hombres también.
ar
Están reunidos cuatro batallones que hoy deben ponerse en for-
mación, pasar la supervisión, realizar prácticas de emboscada y
tiro. Es el tercer fin de semana consecutivo para algunos. La for-
p

mación es militar: botas que hacen ruido contra botas, pasos largos
para comenzar a marchar, cabezas derechas, brazos firmes, per-
misos para hablar y retirarse.
lo

—La Milicia es el pueblo en armas –dice el cabo primero del


Batallón de Milicia de Empleo Local Simón Bolívar, perteneciente
so

a la Ciudad Comunal Socialista Simón Bolívar.


Se trata de la nueva doctrina de defensa. Ya no es la Escuela de
las Américas, aquel centro de formación de genocidas latinoameri-
canos, sino un proyecto bolivariano. La enseñanza de Bolívar fue
que las guerras y las independencias contra los imperios se ganan
F

con indígenas, negros, mestizos, blancos, campesinos, artesanos,


pescadores, malolientes, descalzos, sucios, cristianos, paganos y
PD

santeros. Toda la plebe, las clases peligrosas. De eso y otras cosas


hablamos mientras se juntan mangos para esperar el almuerzo.
Somos muchos y el sitio es simbólico: desde acá partió, el 29 de
octubre de 1988, el comando militar que terminó con la vida de
catorce campesinos en la Masacre de El Amparo. Los tiempos, con
sus contradicciones, han dado un giro de trescientos sesenta grados.

33
* * *

a
—Profesores, obreros, médicos, abuelos, campesinos, todos debe-
mos ser milicianos; somos los que vamos a asegurar y resguardar

tur
nuestro propio territorio. En caso de una invasión nos defendere-
mos con armas y con inteligencia social. Una viejita en un rancho,
por ejemplo, que vive sola, puede decir con una seña si el enemigo
está lejos, cerca o ya pasó –dice el cabo primero.

lec
Las acciones principales de la Milicia están pensadas para
desgastar y resistir en el mismo territorio. Sin uniforme ni casco,
como una red de hombres y mujeres preparados integralmente
para informar, hostigar, sabotear, defender, infiltrar. De aparato
a aparato no se podrá ganar. Al lado se encuentra Colombia, con
uno de los ejércitos más grandes del continente, subordinado a los
a
Estados Unidos, que tiene allí siete bases militares. Los movimien-
tos revolucionarios no ganan en la confrontación arma contra
ar
arma, sino porque tienen la base popular, el código del pueblo que
permite la fuerza que el otro nunca tendrá. Así lo enseñó Rodolfo
Walsh. En esta guerra, el enemigo golpea sobre el pueblo para
p

desgastarlo y separarlo de su Gobierno. Aislar al presidente de


las bases chavistas es preparar el escenario para confrontaciones
directas. Sin las masas, Chávez no hubiera regresado en abril de
lo

2002. Nadie condujo ese levantamiento popular.


Los milicianos conversan y ríen mientras esperan el almuerzo.
so

Preguntan sobre Argentina, si allá también hay milicias, cómo está


el país, qué hago en Venezuela, cuánto tiempo llevo. Comemos mu-
chos mangos que caen de los árboles, solo hay que juntarlos.
Me gusta este lugar.
F
PD

34
Día 6

a
Vuelvo a Caracas luego de dos semanas fuera. Todo está más apre-
tado, tenso. Se habla de robos, homicidios, colas, más colas, nuevos

tur
precios oficiales que no se respetan. La pérdida de poder adquisitivo
sigue cada vez más grande. En el mes de mayo tuvieron lugar más
de cincuenta saqueos en el país, a supermercados, gandolas, alma-
cenes, etc. Son parte de la táctica de la oposición que busca desatar

lec
conflictos en zonas populares, llevar los ataques a nuestros territo-
rios. Si no pasó a escala mayor, es decir saqueos reales, es porque las
clases populares no lo quisieron así. Hay condiciones materiales,
pero no políticas. Por ahora.
Vivir de a muchos es una ayuda en este contexto: hacemos comi-
das colectivas, compartimos datos para comprar productos clave,
a
mensajes para avisar cuando llegan camiones al supermercado de
la esquina, sobre todo cuando traen pasta y arroz. Ninguno de no-
ar
sotros tiene más de lo que tenía al llegar. Al contrario. Un día se
deberá escribir la historia de los internacionalistas en Venezuela.
Me refiero a los centenares que pusieron y ponen cuerpos, horas,
p

calle, riesgos, sin pedir nada. Quedamos pocos, las condiciones son
cada vez más limitadas; cuesta, desde la visa hasta una habitación
para vivir. Muchos se fueron cuando murió Chávez, una tendencia
lo

que coincidió con el fin de una etapa de abundancia política y pe-


trolera. Habrá que contar de ese compañero chileno médico que
so

busca dónde trabajar desde hace meses y acaba de partir hacia la


frontera del Zulia, del filósofo italiano que arrastra la desilusión de
este tiempo, de los compañeros gallegos que acaban de regresarse y
extrañamos en la casa.
Somos parte de la revolución.
F

La revolución es un sueño eterno, dijera Andrés Rivera, tan


eterno como la posibilidad de la derrota.
PD

35
* * *

a
Siguen las noticias de asesinatos de fuerzas de seguridad del Estado.
Primero un comisario jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia

tur
(Sebin), emboscado por ocho personas a las 9:30 p. m., luego un ex-
comandante general de la Milicia Bolivariana, mayor general Félix
Vázquez. Sucedió a las 12 del día en plena vía de Caracas, iba con
su nieta. Ese mismo día fueron asesinados cinco policías. Es parte

lec
de la estrategia del golpe prolongado.
—Comando, salimos esta noche para Barinas.
—Fino compa, ahí nos vemos.
—Vuelvo a armar el bolso: ropa, equipo de mate, computadora.
Dos días en Caracas nada más. Suficiente para pasear unas horas,
tomar unos cafés en la plaza Bolívar, ver en qué anda cada quién.
a
Es bueno salir de la capital, también regresar. Es cierto, todo ter-
mina temprano, está al borde de, pero la ciudad tiene un Caribe
ar
que atrapa y siento que hay un lugar para mí, pequeño, entero. Va a
ser difícil partir un día, como quien parte de verdad. Por ahora los
llanos y otro viaje de noche para llegar de madrugada. Venezuela
p

es una enorme conspiración que nunca para. En ella ando, escribo.


lo

Día 7
so

Todo es ruido de aves, loros verdes como racimos en un samán,


pájaros azules y otros de un amarillo fuerte, de palmeras a man-
gos, del techo al tanque de agua. En el patio andan cachorros de
perros, gatos, patos, gallinas, hormigas, bichitos de caparazones
duros; caminan en el piso de tierra plana, al pie de árboles altos,
F

tan altos que se parecen a la inmensidad.


En un patio así creció Chávez. A unas cuadras de acá mismo, en
PD

este pueblo de Sabaneta.


Lo primero al despertar de una noche dormida entre auto y col-
chón es una ducha, una arepa y un café. Temprano, como siempre
en la llanura tallada por el sol, la lluvia y el calor. Luego sentarse en
una silla a escuchar cómo crece la mañana. Darse cuenta de que
uno está ahí, en un fin de mayo con el tiempo como un disparo que

36
viene por algún lado, de frente, de espaldas, por arriba; que viene
seguro y nadie sabe cómo pararlo. Y sonreír por el olor a café en

a
la taza de plástico rojo, la compañera que sienta a su hija sobre las
piernas luego de unas semanas sin verla, el agua que sale del pozo,

tur
el día que empieza desde la cima de la rama más alta con sus loros
y sus cantos.

* * *

lec
—La gente sigue siendo chavista, coplero, pero ya no le tiene con-
fianza al gobierno.
—Estamos asediados, compadre, y después del asedio viene el
asalto. Si estás anillado, empujas toda la fuerza a un punto del anillo
a
para romperlo.
Los compañeros están preocupados. Tomamos café en un lo-
ar
cal de Barinas, luego de una jornada de debate con comuneros de
ciento treinta y seis comunas del país. Es una militancia sobre todo
campesina, de base, de tierra en las manos, en la historia. Algunos
p

vienen de experiencias anteriores, de los años noventa, en la re-


gión de los llanos del alto Apure, zona de explotación, latifundios,
avionetas privadas, ausencia de derechos para quien protestara.
lo

Ausencia como desaparecer en la noche en el monte, y aparecer,


con suerte, ahogado en un río.
so

Es necesario hacer del chavismo una fuerza indestructible en el


territorio. Así lo resumen. Una expresión real de socialismo, contra
la derecha que puede tomar el gobierno, contra la burocracia polí-
tica que frena todo proceso de organización popular que no sea tu-
telado, como una suerte de telaraña extendida en las instituciones,
F

que impide con papeles, sellos, llamados telefónicos, desviación de


recursos, porcentajes. Hay que hablar con los comuneros para com-
PD

prenderlo, para acercarse a esa tensión que no crea, sino que anula.
No tienen la verdad absoluta, como nadie. Poseen sí, muchos, el
pulso de las calles de tierra, los cerros de ladrillos y laberintos, los
límites y potencias de la organización estratégica desarrollada teó-
ricamente por Hugo Chávez. También se equivocan: existen casos
de corrupción, falta de democracia. No podría ser de otra manera,

37
sus errores son de quien aprende a autogobernarse. En la reunión
de hoy se debatió al respecto: es necesario mejorar cualitativamente

a
las comunas. Quienes se oponen al empoderamiento no cometen
errores, esa es su concepción política, ideológica, económica.

tur
—A ellos no les duele –me dice un comunero de avanzada edad,
campesino, llanero de pura cepa.
No escribiría lo que escribo ni pensaría igual de no haber reco-
rrido y compartido en decenas de comunas durante estos años. En

lec
cada una encontré puertas abiertas, héroes anónimos más fuertes
que yo, que me invitaron un plato de sopa, un jugo de moringa, a
vivir lo que significa el chavismo: esa redención de los pobres por
sus propias manos.

Día 8
a
ar
En el centro de la mesa sirven arroz, sopa, arepas, pirañas y plá-
tanos fritos. Nos sentamos todos, mi libreta en el bolso, los mache-
tes a un lado, los botas con barro, algunas motos estacionadas,
p

rodeados de árboles en flor, cerdos, gallinas, charcos. El agua es


fresca, sale de tinajas de barro. Huele a cocina de leña. Los chistes
van rápido: compadre acá, compadre allá, risas, escupida negra
lo

de chimó. Me tratan bien, como siempre. A los minutos ya recibo


un chiste, atajo como puedo. Hay algo de la picardía llanera que
so

también es nuestra.
—La idea es contar sobre la comuna, qué producen, cómo se
organizan –explico.
—Claro, hermano, vamos a ver los sembradíos y hablamos.
La comuna se llama Las Colonias del Viento; fue registrada
F

en 2013, tiene cinco mil hectáreas de extensión y está compuesta


por siete consejos comunales. Es esencialmente agrícola, siembran
PD

maíz, ají, frijol, caraota, topocho, plátano, quinchoncho, auyama,


lechoza, guayaba y cilantro de monte. Tienen un mercado comunal
que funciona cada domingo por la mañana, una empresa de pro-
piedad social de transporte; de igual forma, construyeron ochenta
casas de forma autogestionada. Está situada en el municipio Bi-
ruaca, donde ya casi toda la extensión está cubierta por comunas,

38
igual que el municipio Páez. En Apure hay ciento once comunas,
de las mil quinientas cuarenta y cinco registradas a nivel nacional.

a
—El alcalde es chavista, pero responde al Estado burgués –dice
un compañero.

tur
Avanzamos por el camino de tierra, entre plátanos y ajíes. El
compañero se agacha para juntar algunos y mostrármelos con or-
gullo, como quien sabe del trabajo, las adversidades, las lluvias y
soles que pasaron para lograrlo. Un ají es mucho más que un ají.

lec
—Me sumé a la comuna por Chávez, por el proyecto que traía
ese hombre. Hasta lo último vamos a luchar, porque él murió, pero
quedan sus planes –habla con firmeza.
Está parado sobre un campo seco, palo largo en mano para ha-
cer pequeños pozos donde irán las semillas de maíz; lo sigue un
perro de cerca, usa franela y gorra rotas, piel oscura, gastada. Su
a
problema principal es que no consigue los insumos para producir.
Ni él ni casi nadie en la comuna y en todo Apure.
ar
—No es tanto lo caro, sino que cae en manos de intermediarios
y bachaqueros –dice el compañero comunero.
Un saco de veinte kilos de semillas de maíz cuesta doce mil bo-
p

lívares en AgroPatria, la distribuidora de insumos estatal, armada


sobre la nacionalizada AgroIsleña. En el privado cuesta treinta
mil. El problema es que en AgroPatria no hay. Mejor dicho: llega,
lo

pero es desviado desde adentro a manos de terceros, a los cuales


se debe acudir. Todos lo saben acá. Los campesinos humildes lo
so

padecen, se necesita el apoyo del Estado para conseguir semillas,


venenos, abonos. Para eso fue creada precisamente AgroPatria.
Son problemas viejos que conocí al escribir mi primera crónica co-
munal, en octubre de 2013. Preocupa que sigan ahí, tan ahí como
una inundación que nunca se va y no deja crecer las frutas, la co-
F

mida que necesita el pueblo en esta guerra. Piden que AgroPatria


pase a gestión comunal.
PD

Ese hombre luchará hasta el final, por Chávez.

39
* * *

a
Se trata de un proyecto político que planteó apoyar desde el Estado
la propia deconstrucción de ese Estado para crear la institucio-

tur
nalidad comunal. Está escrito en leyes, programas de gobierno,
reflexiones de Chávez. “Se debe pulverizar el Estado burgués”, es-
cribió. Las comunas deben ser la forma principal de avanzar hacia
ese objetivo, territorializar el socialismo, materializar la transfe-

lec
rencia de competencias, recursos de las primeras instancias estata-
les a la organización comunal, a su gobierno y su economía. En Las
Colonias del Viento existen los órganos de autogobierno en pie: el
parlamento comunal, la asamblea general, el banco de la comuna,
el consejo de planificación, el de economía comunal, el ejecutivo.
La relación con las instituciones no siempre es mala. La comuna
a
le vende maíz a la planta procesadora de harina estatal A la Carga.
El problema es que el maíz ya listo para la arepa regresa de forma
ar
irregular. Por eso, entre otras cosas, pusieron en pie el mercado
comunal donde los productores venden o cambian su kilo a cuatro-
cientos bolívares, contra los mil doscientos del mercado paralelo.
p

De eso hablamos mientras caminamos por los sembradíos, saluda-


mos a comuneros, nos detenemos a ver lo que crece. Es una tierra
generosa. Los compañeros saben de economía, de Estado, de poder
lo

que se hace popular, de historia.


Chávez confió en ellos, en sus poderes creadores.
so

Día 9
Caracas encandila. Estamos arriba, en el cerro, en uno de los
F

barrios más emblemáticos de la ciudad. El oeste de la ciudad se


extiende sobre miles de techos plateados y casas de ladrillo a la
PD

vista, mezcladas con edificios. El calor es duro, la luz para filmar


es mala: todo o nada, explosión u oscuridad. El compañero sube
escalones tras escalones, cámara en mano; trepa por los pasillos
que llegan siempre un poco más arriba, tan arriba que es montaña
verde, el inicio de El Ávila –del otro lado está el mar– hasta el sector
bautizado Vista Hermosa, último rincón de Altos de Lídice, en La

40
Pastora. Hay callejones de tierra, reguetón, bachata; escaleras an-
gostas hacia la derecha, la izquierda, arriba, zinc, ropa colgada de

a
las rejas de las ventanas, gente que saluda, baldes para transportar
el agua que generalmente falta; la sensación de que la ciudad está

tur
allá lejos. La ecuación es sencilla: cuanto más alto, más humilde.
La jornada de distribución de alimentos lleva varias horas. Las
bolsas fueron subidas a pie hasta el centro de acopio, donde los veci-
nos se acercan, firman la planilla y las cargan hacia sus casas. Es la

lec
primera jornada del CLAP acá.
—Esto es pueblo salvando pueblo –dice un compañero.
Los CLAP son el nuevo centro de ataque de la derecha. Si gol-
pean ahí es porque vamos bien. Tan bien como confirmar que los
últimos intentos de saqueos en Caracas fueron armados directa-
mente por la oposición. Uno de los compañeros estuvo en el ope-
a
rativo, donde el objetivo era explicarles a quienes esperaban en las
colas que de ahora en adelante casi todo sería vía CLAP. Un golpe
ar
duro al negocio de los revendedores, al plan de desgaste de la dere-
cha. Era también imprescindible despejar las grandes avenidas que
rodean el Palacio de Miraflores: la Sucre, la Urdaneta, la Baralt;
p

vistas desde el cielo, el presidente estaba rodeado.


Por eso estamos en lo alto del cerro. Para filmar un corto con las
voces de quienes empujan los CLAP. El diagnóstico, como siempre,
lo

es nítido: 80% son mujeres con vidas duras, varios hijos, franelas
rojas gastadas, un bajar y subir sin tregua.
so

—En casi todas las casas que hemos entrado hay un afiche de
Chávez –dice una de ellas.
Existe un enemigo que todos reconocen: los bachaqueros. Mu-
chas veces son del mismo barrio, organizados en grupos, dedicados
a hacer colas; tienen arreglos con comerciantes y policías. Consiguen
F

lo que nadie consigue y lo revenden a precios inmensos. Es pueblo


que saquea al pueblo, el veneno que la derecha inyecta, la antíte-
PD

sis de la cultura política chavista. Ante eso está planteado el CLAP,


la organización de la comunidad, la bolsa que es mucho más que
una bolsa, donde vienen seis harinas, dos paquetes de pasta, azúcar,
arroz; todo por novecientos bolívares. En el mercado negro un kilo
de arroz cuesta dos mil quinientos, el medio cartón de huevos pasó
de un día para otro de mil doscientos a mil ochocientos. ¿Cómo se

41
gana? El mes de mayo fue el más duro; el ministro de Economía tuvo
que reconocerlo y afirmó que dentro de un mes la situación habrá

a
mejorado. Recuerda una declaración similar del año anterior, hecha
por el ministro de Alimentación que terminó involucrado en un caso

tur
inmenso de corrupción: la Operación Gorgojo. Sigue libre y en te-
levisión. Dicen los compañeros que junio y julio serán los meses más
difíciles, si llegamos a agosto estaremos casi salvados.

lec
* * *

Chávez murió demasiado joven. Eso quema cada noche como el sol
del mediodía. En lo alto del cerro encuentro muchas de las respues-
tas que busco. a
Con ellos me juego.
ar
Día 10
p

Nos matan, no es una metáfora. El viernes fueron tres personas: el


conductor del camión que quisieron robar, el carnicero portugués
del barrio y un miembro de la Guardia Nacional Bolivariana. Un
lo

Policía resultó herido de bala. Sucedió en el barrio La Vega, el ata-


que duró unas horas; las imágenes en las redes, como parte de la
so

estrategia de rumor y confusión, no mostraron mucho.


—Salí de mi casa y vi a un chamo con una molotov, uno de los
malandros del barrio –me dijo una compañera.
Pudo irse para el centro en camioneta, luego cerraron los acce-
sos. No fue un saqueo popular, sino un intento organizado de robo
F

a camión, la táctica actual. Luego derivó en agresiones a la policía,


quema de cauchos: las imágenes que necesita la derecha. Las infor-
PD

maciones en estas batallas de redes sociales y disparos se consiguen


conversando. Cada día aparece en la tendencia de Twitter un nuevo
lugar, donde –según fotografías difusas y videos breves– se estarían
produciendo saqueos, muertes y enfrentamientos. Hoy, por ejem-
plo, es #Guatire: una niña de cuatro años fue asesinada, ocho per-
sonas heridas. Sucedió cuando unos hombres en moto dispararon

42
en la cola del Mercal. La matriz en las redes es la de acusar al go-
bierno, al chavismo, a Maduro.

a
Ya circula la información de cómo se organizan los actos que
buscan ser mostrados como saqueos espontáneos por el hambre.

tur
El nombre operativo es el de Comandos Tácticos de Saqueo y la
acción consta de varios elementos:

1. La complicidad con quienes distribuyen los alimentos: dan la

lec
información sobre el horario de llegada de los camiones, lo
que permite crear el rumor y la expectativa en tensión.
2. El grupo armado: está comprendido entre dos y tres perso-
nas que cargan armas de fuego y someten a quien deba ser
sometido –o lo matan, como al conductor en La Vega que no
quiso entregar el camión–. Este grupo cobra entre veinticin-
a
co y treinta mil bolívares.
3. Una célula de entre dos y cuatro hombres que tienen como
ar
tarea romper el cerco y llamar al saqueo. Son los segundos
en entrar al lugar. Cobran diez mil.
4. Los llamados azuzadores: cuatro o más personas, general-
p

mente mujeres, que inician el saqueo. Cobran seis mil bolí-


vares.
5. Quienes documentan, filman y fotografían los hechos para
lo

enviar los materiales a quienes manejan las redes sociales. Se


desconoce la tarifa.
so

6. Los organizadores: son quienes reclutan a las personas. Por


lo general, son cuadros bajos de Voluntad Popular, el parti-
do de Leopoldo López. También se ha señalado el trabajo
de un dirigente de Primero Justicia –el partido de Capriles
Radonski, recibido por Mauricio Macri en la Casa Rosada.
F

Los datos se consiguieron a través de personas que fueron arres-


PD

tadas. Es parte de la guerra que despliegan sobre el territorio. Ya no


es como en épocas de guarimbas, donde la acción se concentraba
en las zonas de clase alta, sino que ahora llevan el fuego a los ba-
rrios populares, con grupos armados. Siempre apuntan a objetivos
estatales, nunca grandes supermercados privados. Buscan capita-
lizar el descontento material creado por su estrategia y traducirlo

43
en violencia; quieren saqueos, los organizan; necesitan ese quiebre
simbólico: el del pueblo alzado contra el gobierno. Es el sueño po-

a
lítico de la derecha. Hasta el momento no ha sucedido, quedan
márgenes de maniobra económica; el chavismo tiene una fuerza

tur
de identidad y política que permite resistir, y la oposición, aun con
la victoria electoral que obtuvo en diciembre, no representa una
alternativa, no tiene liderazgos, un país posible que mostrar.
Estamos a contrarreloj, una reserva es finita, se debe reponer.

lec
La dirigencia reconoce que mayo fue el peor mes. Los CLAP, que
ya son quince mil en el país, amortiguan la caída. A mi barrio toda-
vía no han llegado, y cada vez vienen menos productos regulados
y necesarios –harina, pasta, arroz–. Para comprar en la bodega
privada se debe hacer la cola a las cinco de la mañana, conseguir
uno de los doscientos números que se dan a las seis, y esperar toda
a
la mañana por si llega algún camión con la mercadería esperada.
La semana pasada vino uno. Conversando con un compañero a
ar
quien el CLAP le llegó dos veces, decidimos hacer un trueque: un
desodorante por un kilo de arroz, el oro blanco.
p

* * *
lo

Vamos al teatro con la compañera de La Vega, hoy no es día para


volver a su barrio. Vemos El vendaval amarillo, de César Rengifo.
so

Cuenta la historia de cómo la industria petrolera en manos de los


Estados Unidos arrasó con las familias, las casas, los pueblos, a
principios del siglo veinte. Cambió el curso del país, su desarrollo,
sus clases, sus ingresos, sus posibilidades. Es la marca de fuego que
hoy todavía quema. Salimos a caminar por Bellas Artes, tomamos
F

unas cervezas, la noche está en calma, una calma de trinchera.


PD

44
Día 11

a
Petare es el barrio más grande del continente, así dice el mito. Allá
hubo focos de violencia como parte de la estrategia en curso. Decido

tur
ir a ver lo que sucedió, la información se consigue muy arriba o muy
abajo, en los medios casi nada. Tomo el bus –para variar, a ritmo
de salsa erótica– en la esquina de mi casa, casi un punta a punta
caraqueño, del oeste popular hasta más allá del este. En el trayecto

lec
están las zonas de clases medias, altas, edificios de vidrios oscuros,
hoteles, palmeras elegantemente colocadas, maiameras. A la iz-
quierda, es decir el norte, durante todo el recorrido está el Ávila;
imponente, dice lo pequeño de uno, lo inmenso del país, recuerda
que detrás de él está el mar que siempre regresa. El paisaje humano
es invariable: motos de a montones, carros con nubes de humo
a
negro, murales de Chávez/Maduro/la revolución; consignas de
campañas pasadas, algunos esténciles de Leopoldo López; puestos
ar
de venta de frutas, verduras, chicharrones, discos; colas en puertas
de establecimientos con paraguas para taparse del sol.
—La gente está cansada, vale –dice una adulta mayor que se
p

encontraba a mi lado, señalando una cola.


Petare se ve de lejos: un cerro alto, totalmente cubierto de ca-
sas de ladrillos. Es solo el principio, siguen más cerros, un telefé-
lo

rico, laberinto de escalones y pasillos; lo que dejaron décadas de


exclusión. Suerte de agujero negro de la política gobernado por
so

la derecha, bastión de bachaqueros, paramilitares como sombras,


pobreza, disparos. La diferencia con otros barrios es la escala, la
densidad, lo avasallante. Los puestos de los bachaqueros están uno
tras otro, los hay con dos mayonesas y hasta con bolsas de arpillera,
de las cuales sacan paquetes de arroz, harina, pasta, desodorante,
F

dentífrico. Hay estratos entre bachaqueros, jóvenes que sobreviven


y mafias ya engordadas. Los precios son los mismos en cada caso:
PD

un litro de aceite, dos mil quinientos bolívares; un kilo de pasta, mil


ochocientos bolívares; una leche, dos mil bolívares. Son productos
regulados –la leche, por ejemplo, está por ley en setenta bolívares–.
En la esquina hay un destacamento de la GNB. La decisión política
de no ir contra la reventa callejera sigue intacta. A la gente le duele
la impunidad.

45
Vi lo que se ve a primera vista, sigo. En esta guerra importa lo
invisible.

a
tur
* * *

—Mi impresión es que el problema no son los bachaqueros. El


problema son los dueños de los supermercados que les venden

lec
a los bachaqueros; les conviene venderles un kilo de azúcar a mil
quinientos y no venderlo a precio regulado al pueblo –dice una
compañera que sabe de lo que habla.
Es comunera, trabaja en una empresa de propiedad social a
unas cuadras del metro. Fue inspectora popular para fiscalizar y
controlar la reventa. Conoció el poder de las redes de revendedores
a
de Petare.
—En la cola te pueden acuchillar, o si te ven al día siguiente te
ar
matan –afirma.
Hacía dos años que no iba a la empresa de la comuna Aguerrido
Tamanaco. Ahí escribí una de mis primeras crónicas en diciembre
p

de 2014. El objetivo era visibilizar la emergencia de la economía co-


munal: salvo algunas excepciones, no lo logramos. No fue por falta
de intentos. El problema es que la comunicación oficial, con todo
lo

su aparato, tiene como política mostrar a un puñado de dirigentes


y a un gobierno protector que monopoliza la palabra. Son pocos
so

los espacios, discursos, programas que aborden desde otro lugar la


revolución, los sujetos, los procesos, lo que sucede. Es parte de las
fallas que se arrastran, que impiden tener capacidad de respuesta
en este conflicto que tiene en la comunicación un arma vertebral.
La empresa pertenece a la comuna; elaboran bolsas ecológicas.
F

Trabajan por encargos, sobre todo, de escuelas de la zona. No sabía


si todavía estarían, pensé que tal vez la combinación de guerra eco-
PD

nómica, burocracia y soledad los había asfixiado. Los problemas


que tenían dos años atrás continúan casi iguales. Lo más impor-
tante es que siguen. La claridad política es la que había conocido:
producir desde la comuna un producto ecológico que vaya con el
quinto punto del Plan de la Patria –salvar el planeta– y apoyarse
sobre resortes estatales para conseguir materias primas y vender. El

46
lugar está algo caído, no hay dinero para arreglar filtraciones, pero
es de ellos, de su lucha, de su esfuerzo diario, de su trabajar hasta

a
las diez de la noche para terminar las entregas; de saberse parte del
proyecto de Chávez.

tur
Están preocupados por los hechos de violencia de la semana
anterior, reseñados por toda la derecha como saqueos espontáneos
del pueblo hambreado.
—Esto no fue saqueo, fue delincuencia y vandalismo. Destro-

lec
zaron locales, golpearon a comerciantes que los dejaban entrar, se
llevaron máquinas; había grupos de motorizados que animaban y
daban vueltas, gritaban “saqueo, saqueo”, y los camiones venían
con las puertas sin seguridad para que pudieran abrirlas –dice la
compañera–. Y algo más: dos casas comunales fueron destrozadas,
también una referente comunal fue secuestrada.
a
En Petare hay veintiocho comunas registradas. La guerra se
despliega en el territorio, afina la mirada. Como una disputa de
ar
posiciones, balas, bandas que toman espacios, buscan acorralar
los lugares comunitarios. Quedamos en grabar un video sobre una
jornada de CLAP. Ya hicieron una y el resultado fue bueno en la
p

comunidad. Tienen pegadas en la pared las hojas con los censos


de los habitantes de cada consejo comunal, las personas prioriza-
das –ancianos, enfermos, mujeres solas con hijos– y cómo proceder
lo

en cada zona. La respuesta urgente es la comida. El CLAP es una


herramienta para construir un paliativo colectivo ante el desabas-
so

tecimiento y la inflación programada.


Esta compañera no se rinde.
¿Cómo pensar en hacerlo?

Día 12
F
PD

Hay basura en los árboles, las esquinas, las cunetas, los canteros,
los cordones que separan las manos de la avenida. Basura reven-
tada, basura vieja, basura desguazada, basura que deja olor en to-
das partes, basura apilada. Y gente que vende jugos, camina, pone
un puesto de chicharrones, otro de frutas, hace sus cosas. Valencia
es gobernada por la oposición. Imagino, le digo al compañero que

47
maneja, que se podrían armar unas protestas para lograr que la ba-
sura sea recolectada. Me equivoco, la apatía se apoderó de muchos.

a
También me equivoco al pensar que el gobernador chavista vaya a
hacer algo chavista, como acercarse a buscar soluciones, construir-

tur
las desde la lógica ya conocida de paralelear: construir un gobierno
paralelo que dé las respuestas que no da el de la oposición.
—Por aquí no viene el gobernador, y cuando viene llega con
muchos carros, se baja unos minutos y se va –dice el compañero.

lec
El exalcalde, chavista, está preso por corrupción. Proceso la in-
formación mientras vamos en el carro, hace mucho calor, mi ven-
tanilla está rota y el olor entra a ráfagas. Estamos en la parroquia
Miguel Peña, zona sur, popular. En el norte no hay basura, me
dicen. Quien quiera sacarla acá debe contratar un servicio privado.
¿Quién puede en esta época? Estamos de paso, vamos más al sur,
a
a la Comuna Agropecuaria Negro Primero –en homenaje a ese
hombre que peleó, como pocos, junto a Simón Bolívar–. El paisaje
ar
es verde, inmenso, de cerros, caminos pequeños, racimos de selvas,
valles, flores, lianas, pájaros, casitas acá y allá. Algo de paraíso.
La comuna fue la primera registrada en el estado a principios de
p

2013, ahora existen cuarenta y ocho. Llegamos a la casa principal,


perteneciente a un latifundista expropiado: hay bustos de Chávez,
del Negro Primero y Zamora, una vista privilegiada; y el almuerzo
lo

más popular en estos tiempos económicos: sardinas.


—Hablando clarito y raspao, está bien jodido para todos. Esta-
so

mos aguantando y mucha gente arruga, hay desánimo; voceros a


los que les falta la comida en la casa. Estamos resistiendo, algo de lo
que podría estar por venir ya está acá –dice un compañero.
“Las comunas no le convienen a la burguesía, ni a la oligarquía,
ni en lo interno al alcalde ni al gobernador”, se dice. El período de
F

mayor visibilidad del movimiento comunero fue 2013-2014 cuando


se convirtió, por política del ministerio y capacidad propia, en un
PD

actor con creciente centralidad, con voz, presencia y fuerza de trac-


ción. Se multiplicó en números, articulaciones, ocupación del es-
pacio público. Luego, con los cambios de ministros, la política del
ministerio regresó a las lógicas burocráticas. Terminó entonces el
mejor momento del movimiento comunal; no volvió a ocupar nue-
vamente la escena política como un vector con protagonismo. Ahí

48
renuncié a mi oficio de cronista en el ministerio. Las gestiones que
siguieron no estaban interesadas en narrar el protagonismo popu-

a
lar. Se volvió, como en casi todas las prensas ministeriales, a escribir
notas sobre el ministro.

tur
El objetivo del encuentro de hoy en la Negro Primero es llevar
adelante un taller de formación y realizar una autocrítica sobre la
construcción de las comunas: en qué se falla, qué errores se come-
ten, cómo solucionarlos. Los problemas, se sabe, no vienen todos de

lec
afuera. Reconocer los propios es a veces lo que más cuesta. Se habla
del problema de dirigentes que se alejan de las bases, de las asam-
bleas en los territorios, de compañeros que buscan la comuna sola-
mente para cuestiones materiales y se alejan al ver que no aparecen.
—¿Las contradicciones del dirigente en la comuna se parecen
a las contradicciones de la dirigencia de la revolución? –pregunta
a
un compañero.
El historiador francés Marc Bloch, autor de La extraña derrota,
ar
un libro biográfico que narra la derrota francesa ante los alemanes
en la segunda guerra mundial, escribe que los dirigentes militares
eran parte de una sociedad, de un cuerpo histórico en una época
p

determinada; “eran –dice– lo que el conjunto de la comunidad


francesa les había permitido ser”. Plantea que se debía indagar
en la misma sociedad, en sus retaguardias, partidos, sindicatos,
lo

intelectuales, para realizar un análisis completo. Nadie escapa a


la carga de su tiempo; algunos pueden romperla, como Chávez,
so

¿hasta dónde? Los errores y contradicciones de la dirigencia no


son de su exclusividad, provienen de pautas culturales, políticas,
modos de relacionarse. Cada uno de los niveles tiene una respon-
sabilidad diferente.
Por eso el 6 de diciembre todos tuvimos algo que ver en la de-
F

rrota, pero no se puede equiparar la responsabilidad del vocero de


un consejo comunal con la de un jefe de campaña de un estado.
PD

Decir “la culpa es de todos” es una forma tramposa de abordar el


debate, de no hacerse cargo. La pregunta no deja de ser nítidamente
cierta: ¿las contradicciones del dirigente comunal no son las mis-
mas que las de la dirección?
“Yo no creo en eso del peso cultural, de que toda la vida fuimos
así, que estamos acostumbrados a la sumisión; ni creo en la bola de

49
fuego, que en el llano extravía a la gente por la noche, ni en ninguno
de esos cuentos. Aquí hacen falta dirigentes que hagan lo que hay

a
que hacer” –dice otro.
Lo malo vuelve, lo malo se puede romper. Cenamos sardinas

tur
con casabe y mango de postre. Conversamos sobre las preocupa-
ciones que tenemos, las dificultades materiales de la militancia
–más duras en el interior del país que en Caracas–, la necesidad
de armar estructuras económicas para aguantar tanto coñazo que

lec
viene en manada para quebrar los días.
En este mismo momento otros se enriquecen, arman nuevos
negocios de la crisis.
¿Quiénes son esos otros?

Día 13
a
ar
El plan en la casa es comprar pacas de pasta, arroz, lo que se
consiga. Hacer una inversión de muchas y tener varios kilos. Los
precios suben, se gasta más y se vuelve con menos. La institución
p

que debe regular los precios no tiene incidencia en la vida diaria y


nadie cree demasiado en lo que pueda hacer. La escasez principal
es de alimentos procesados que controlan los grandes empresarios
lo

de la agroindustria. No son más de diez empresas las responsables


de producir y distribuir el 80% de la harina de maíz, de trigo, la
so

pasta, el arroz, el aceite, el café, la leche, los huevos y los pollos; son
otras tres las responsables del abastecimiento de pañales, papel
higiénico, dentífrico, jabón y toallas; y unas diez más para los
medicamentos. Esos son los productos que faltan, una evidencia
de quiénes conducen el ataque, de la estructura concentrada de
F

la economía, del no-poder que tiene el Estado a pesar de que la


matriz de la derecha afirme exactamente lo contrario. ¿Debería
PD

expropiar, nacionalizar? Primero es necesario prever lo hecho,


corregir, reimpulsar la producción estatal; luego proyectar nuevos
avances. No hay señales de esto aguas arriba.
Lo bueno de la crisis son los inventos. La arepa de yuca enca-
beza la lista; espero que ahora no suban demasiado el precio de
la yuca. Casi todo el presupuesto se va en alquiler y comida. Lo

50
demás es política y escribir, que es hacer política. Recorro, escucho,
converso; intento unir los puntos para narrar, ordenar y transmitir.

a
Más que descubrir lo oculto, se trata muchas veces de relacionar las
cosas para construir conclusiones inestables. Se trabaja por aproxi-

tur
maciones: cuanta más información, más posibilidad de no equivo-
carse. Existen dos maneras de obtener informaciones: por lo bajo,
en los territorios; o por lo alto, con la dirigencia. Es casi imposible
saber qué sucede solo con periódicos y redes sociales.

lec
No se sale mucho en estos días por falta de presupuesto, en-
tonces escribo, leo, hablo con los compañeros de la casa, miramos
la Copa América, compartimos recetas con cada vez más frutas y
verduras. Mi habitación no tiene mucho: la valija de mi bisabuela,
reservas de comida en una mochila, algunos libros –perdí la manía
de acumularlos–; fotos de la infancia, mis viejos, mis hermanos,
a
mi tía Diana; una bufanda de los años de protestas en Argentina
colgada en la pared, y un ventilador para espantar los mosquitos.
ar
Estoy poco en Caracas, cada semana voy para algún estado. Son
muchas horas de carro, noches en casas de compañeros, debates
interminables, tragos de cocuy de vez en cuando, un país que me
p

hace al mismo tiempo que lo escribo. Es austero, pleno, agotador,


equilibrista; es lo que mejor puedo aportar ahora.
Hay demasiada realidad y esa realidad es extraordinaria.
lo

Día 14
so

Salimos hacia el oriente, pasamos por Petare, la costa de Higuerote;


el país se desovilla en rutas pequeñas rodeadas de una selva verde,
espesa; pueblitos de casas verdes/rosas/amarillas/naranjas/vio-
F

letas fosforescentes; toldos en las orillas donde venden queso, nai-


boa, catalinas, salsas picantes. En el camino hay un árbol tumbado
PD

sobre la carretera, una modalidad de robo frecuente en esa zona:


detienen los carros y salen del monte con armas. Así le pasó hace
unos meses al gobernador de Anzoátegui, aunque la hipótesis más
segura es que el objetivo era asesinarlo. La camioneta blindada
quedó con decenas de impactos de bala. La noticia no sorprendió
demasiado, la costumbre instalada.

51
Pasamos por la refinería del estado Anzoátegui. El paisaje es
seco, con cactus, monte árido, polvo, lagunas con flamencos rosa-

a
dos, el mar a la izquierda, mariposas amarillas y blancas en todas
partes. El destino es Cumaná, el primer punto continental al cual

tur
llegó Cristóbal Colón, quien al arribar pensó que estaba en el pa-
raíso, y desató infiernos.
Llegamos a las nueve de la noche, la ciudad está casi desierta, se
ven policías en muchas partes, algunos vecinos en las veredas, los

lec
restaurantes cerrados. Todavía se sienten los efectos de la violencia
que fue presentada como saqueo por la derecha, versión que adop-
taron algunos compañeros. Uno de los objetivos es averiguar qué
sucedió. Nos dan un primer dato: algunas comunidades, consejos
comunales, defendieron el Mercal y varias bodegas ante los destro-
zos que se desataban en toda la ciudad y sus alrededores, dirigidos
a
por grupos de motorizados armados; una violencia en movimiento,
de golpes rápidos, desencadenantes de más violencia.
ar
* * *
p

Vamos en camioneta a buscar al núcleo de comuneros que asistirá


a un taller de formación. El camino zigzaguea paralelo a la costa
lo

del Golfo de Cariaco, uno de los paisajes más lindos del país: mar
Caribe, aguas calmas y transparentes, muelles, barquitos de pesca,
so

casitas en la orilla, montañas hacia la derecha, pelícanos pescando,


venta de mariscos en el camino.
—Mire, compa, ahí a su izquierda está un complejo hotelero
que había sido expropiado, bien bonito, ahora está cerrado y aban-
donado –dice el compañero del estado.
F

Un poco más adelante:


—Aquí a la derecha se inauguró una planta despulpadora de
PD

frutas, la tomó una cooperativa, vendieron las máquinas y constru-


yeron casas en el terreno.
Los análisis sobre las políticas de expropiación/nacionaliza-
ción/inauguración todavía son una cuenta pendiente, sobre todo
en los análisis públicos. El carro se detiene, levantamos la vista:
la cola es larga, hay un corte de ruta por una manifestación. El

52
compañero sale a encarar para negociar, lo acompaño; caminamos
diez minutos hasta llegar al lugar de la tranca, el pedido público es

a
un camión de alimentos, el método son unos troncos sobre la ruta
angosta y unas treinta personas. Dejan pasar de a cinco carros cada

tur
cierto tiempo. Indagamos, el que lideriza la tranca es un dirigente
local de la derecha. No se identifica como tal, la táctica es impulsar
cortes de ruta y presentarlos como espontáneos. Es la estrategia del
desgaste, unida a los robos de camiones de alimentos y los hechos

lec
masivos, como ocurrió en Cumaná. Pasamos luego de una hora y
media. Llegamos a otro corte de ruta, esta vez por agua, siempre
con troncos. Llevan cinco horas, ninguna autoridad apareció. ¿No
debería acercarse el alcalde chavista a conversar y descomprimir?
Pienso en el pantano estatal, la falta de iniciativa, esas cosas. La
acción es entre improvisada, armada y confusa. A la hora pasamos,
a
se nos hace tarde. Lo bueno es que por la noche no debería haber
tranca por manifestaciones en las vías. Sucre parece ser el tubo
ar
de ensayo de estas semanas, de lo que se quiere replicar a nivel
nacional: una dinámica de acciones locales, luego centralizadas,
violentas, planificadas, anónimas, y así sucesivamente.
p

Llegamos a buscar al último compañero a la comuna La Ya-


guaina, metida monte adentro –las tierras planas todavía son de
terratenientes–. Nos esperan con verduras sancochadas, sardinas y
lo

mango: carbohidratos, proteínas y vitaminas, señala el compañero.


A las sardinas les dicen blue jeans en Sucre: combinan con todo.
so

Regresamos en la noche a la casa que nos prestan en lo alto del


parque natural Mochima, tomamos unos rones, algunos compa-
ñeros juegan al truco venezolano; estamos rodeados de vegetación,
de paraíso en guerra, ¿nunca termina la guerra?; de un país que ca-
mina al filo y sigue, que abre puertas, tritura, abraza, regala pasio-
F

nes alegres sin pedir nada a cambio; impredecible, violentamente


caribeño, no apto para principiantes ni puristas.
PD

53
* * *

a
—Teruggi, ¿sabes lo que significó que Chávez dijera poder armado
del pueblo?

tur
Es la primera frase que encuentro al abrir la libreta. Anoto y
anoto diálogos, ideas, debates. Es una época en la que emergen
conclusiones, muchas son duras, ninguna mueve la certeza: Chá-
vez tenía razón, su estrategia era la correcta. La comuna, siempre

lec
la comuna, el poder popular, el autogobierno. No le dieron los tiem-
pos. Quién podía pensar que se iría tan rápido.
—Esta es una crisis política que se manifiesta en lo económico
–dice un compañero.
La reunión es con la militancia de la Corriente Revolucionaria
Bolívar y Zamora, así como de las comunas reunidas; hace falta
a
reagrupar fuerzas, unir lo disperso, prepararse para lo que está por
venir, lo que ya llegó, como la violencia de Cumaná. Acá nadie le
ar
dice saqueo, se refieren a vandalismo organizado. Algunas conclu-
siones sobre los hechos:
p

1. Se podía evitar, ya circulaba la información de que iba a


suceder, y en los días anteriores se habían desatado ensayos
locales con un muerto y varios camiones saqueados. La in-
lo

teligencia popular y comunal lo había detectado y avisó. No


hubo política alguna para prevenirlo.
so

2. Grupos organizados transportaban gente, indicaban los pun-


tos a saquear, abrían las persianas de los locales con pistolas
y martillos. El plan de acción fue puesto en marcha en sus
diferentes focos al mismo tiempo: arterias principales, barrios
y centro de la ciudad.
F

3. De los cincuenta y siete establecimientos saqueados –sin con-


tar camiones–, los ataques fueron particularmente sobre los
PD

supermercados que son parte de la distribución a los CLAP


y a las comunidades. Ningún establecimiento de Empresas
Polar –el oligopolio de la alimentación– fue atacado.
4. Los hechos comenzaron en la mañana y recién a las 6 de la
tarde tuvieron lugar las primeras detenciones. En algunos

54
almacenes la gente entraba, robaba, volvía a su casa a dejar
las cosas y regresaba nuevamente por algo más.

a
5. Se vio a policías robando. La situación se controló con los
refuerzos venidos de los estados vecinos. En ese escenario –su-

tur
mado a la realidad material– todo invitaba a robar.
6. Arrestaron a cuatrocientas cincuenta personas, de las cuales
varias eran buscadas por robos, homicidios, etc. Son pocos
los autores intelectuales detenidos. Entre ellos está un exdi-

lec
putado chavista y exdirector regional del organismo encar-
gado de fiscalizar.

Y lo más importante para comprender la dimensión del acu-


mulado histórico: hubo tres puntos que fueron defendidos por la
comunidad. Se trató de gente que se convocó para hacer frente a los
a
motorizados que daban vuelta, armados, para incitar los destrozos.
—Toda la cuadra estaba full de gente, “nosotros no saqueamos,
ar
nosotros resguardamos” era la consigna; estábamos con palos a la
espera, ahí, como carne de cañón, ¿tú sabes la lucha que se dio para
tener esto? –dice una compañera que estuvo resguardando junto a
p

dieciocho CLAP hasta el día siguiente.


Esa información no trascendió por ningún medio del Estado.
Otra vez el disparo comunicacional a los pies. Era uno de los mejo-
lo

res argumentos para mostrar que el pueblo no estaba saqueando,


sino defendiendo lo alcanzado con la revolución.
so

—La falla es de los gobernantes, no se les ve la cara, tienen que


estar en cada hueco, en cada rincón; tenemos que verlos en la calle.
Cónchale, ya están blancos de tanto estar en la oficina, a ellos no
les duele. Aquí hay muchas casas donde no hay una harina, una
sardina, ni un pan. Y sabes qué, da tristeza escuchar en las colas
F

cómo se habla de nuestro gobierno, y la culpa la tienen ellos mismos


y la guerra psicológica –dice una comunera de la comuna Nellys
PD

Calles, nombre que recuerda a una compañera que fue sicariada.


—No podemos dejarnos ir consumiendo poco a poco, tenemos
que defender esta revolución –dicen.

55
Día 15

a
La frontera con Colombia, lugar donde se juega una batalla que
desequilibra. En 2014, según declaraciones oficiales, el 40% de los

tur
alimentos se iba de contrabando para el otro lado. El tema está nue-
vamente en el debate público; se habla de una próxima reapertura
luego de casi un año de cierre, una reunión entre las cancilleres,
declaraciones cruzadas, shows comunicacionales montados por

lec
la derecha, una tensión diplomática de alto voltaje; una realidad
hecha de mitos, especulaciones, silencios. El desconocimiento pú-
blico sobre lo que sucede es inmenso.
Voy nuevamente hacia allá a comprender más subterráneos.
Me acompaña un compañero que fue fiscal del Instituto para la
Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios (In-
a
depabis) entre 2010 y 2014. Lograron, entre 2012 y 2013, detener
varias gandolas, armar una red de inteligencia institucional-po-
ar
pular. El precio fue alto: dos compañeros del equipo fueron sica-
riados. Vamos a El Amparo, donde está el puente internacional
que desemboca en Arauca, Colombia.
p

Reúno los primeros datos:

1. En Apure hay hasta unas mil trochas –pasos ilegales– en


lo

tiempo de verano, cuando no llueve y los terrenos no están


anegados. Abrir una tiene un precio y cobradores oficiales.
so

Hay un modus operandi claro.


2. Cruzar el puente cuesta alrededor de diez mil bolívares, de-
pende luego de qué se traiga. Me entero días después, por un
compañero que estuvo en la frontera del Zulia, de que allá el
costo de cruce es veinte mil bolívares.
F

3. Lo que más se contrabandea es gasolina y alimentos. En la


época en la que trabajó el compañero se pasaban unas se-
PD

senta gandolas por noche; hoy resulta difícil saber cuántas.


Se ha contrabandeado en grandes cantidades todo tipo de
mercancías: cemento, tractores, insumos para la producción,
comida, ganado. En la zona frente a Puerto Contreras se
reúne el ganado en un corral, y cuando llegan a unas dos o
tres mil cabezas se les empuja al río para que crucen a nado.

56
4. El cruce es en canoa, chalupa y bongo; este último mide cin-
cuenta metros de largo y cuatro metros de ancho.

a
Anoto en la libreta mientras entramos al pueblo de calles y casas

tur
humildes. Primer detalle: los negocios están llenos de mercancías;
lo importante es lo que no se ve. En la calle que da sobre el río to-
das las casas tienen portones de unos cuatro metros de alto: ahí se
almacena lo que se va a pasar. Varios negocios tienen el fondo de

lec
comercio que da directamente sobre el río. En el pueblo hay zonas
de estacionamiento para que las gandolas esperen la llegada de la
noche; los mayoristas son nocturnos, los minoristas cruzan de día.
—Esto es una sociedad de cómplices: el que no es gasolinero es
contrabandista, el que no es contrabandista es bachaquero, el que
no es bachaquero es narcotraficante, y el que no es nada de eso es
a
familia de alguno de ellos –dice el compañero–. Quien se meta
contra esa sociedad paga los costos, los dos fiscales son una muestra
ar
clara. No fueron los primeros.
—Aun cuando fue una buena decisión cerrar la frontera por lo
que se estaba planteando, hoy por hoy lo que hicieron fue un daño
p

moral por la burla al pueblo, que ve cómo el presidente dice una


cosa y la realidad es muy distinta. La frontera nunca estuvo cerrada
para el contrabando, lo condicionaron: si antes pasaba alguno que
lo

no pagaba, ahora todos pagan. Está cerrada para quienes la necesi-


tan –afirma otro compañero.
so

* * *

El contrabando comenzó a cambiar de carácter a partir del año


F

2010 y la modificación estructural se dio en 2013, al articularse con


el plan trasnacional de asedio contra el proceso. Ya no se trató de
PD

la cultura de frontera, articulada alrededor de los tipos de cambio,


sino de un esquema que se propuso desabastecer el país. Un objetivo
que no es asunto de pequeñas transacciones, ni de bachaqueros
minoristas, sino de poderosas estructuras que del lado venezolano
incluyen un entramado con actuación en instituciones, empresas
estatales y privadas, así como en la FANB.

57
El lado colombiano tiene, por su parte, un actor central: el po-
derío articulado del expresidente Álvaro Uribe, quien reconvirtió

a
al paramilitarismo en bandas criminales y contrabandistas. El eje
fronterizo colombiano se transformó en un nudo central de la gue-

tur
rra contra Venezuela; el gobierno legalizó las casas de cambio para
devaluar el bolívar, autorizó a las gasolineras para vender com-
bustible contrabandeado, y dejó las compuertas abiertas para la
entrada de todas las mercancías ilegales. Los pueblos de la frontera

lec
colombiana dependen del contrabando, cuando la frontera fue ce-
rrada el impacto fue inmediato en la vida económica de lugares
como Cúcuta. Aun con las críticas y debates planteados, es cierto
que existieron golpes al contrabando; lo reconoce la misma BBC
británica. En un reportaje hecho en Cúcuta vieron cómo las ven-
tas en gasolineras habían aumentado –por la baja de botellones de
a
gasolina vendidos en la calle– y los mataderos colombianos habían
comenzado a trabajar más –menos ganado venezolano.
ar
Resulta difícil saber números. ¿A quién pedírselos? No los hay.
Como en muchas cosas, se trata de juntar datos dispersos, hablar
con compañeros que conocen los laberintos, desarrollar instinto
p

para saber a quién creer y cuánto creer; un ejercicio militante y


periodístico. La certeza final es la pregunta: ¿cómo solucionar el
problema de la frontera, que es un asunto nacional e internacional?
lo

Desde el inicio de la guerra varios sectores plantearon la ne-


cesidad de impulsar la fiscalización popular, codo a codo con la
so

institución; poner contralores en gasolineras, mayoristas, puertos,


fronteras, junto con la FANB. La correlación de fuerzas nunca
lo permitió, pero eso no descartó la hipótesis articulada a otras
propuestas como la viabilidad económica de las zonas de fronte-
ras, es decir, alternativas para que la población no dependa del
F

contrabando. Un problema tan complejo no puede ser resuelto


únicamente por la FANB, debe implicar a un pueblo productor,
PD

miliciano, comunero, y contralor. No se ganan las guerras popu-


lares sin masas protagónicas. ¿A quién no le conviene que esto se
desarrolle?
La encrucijada de la frontera parece la encrucijada de la
revolución.

58
a
tur
ec
URBANISMO CIUDAD TIUNA
FOTO: MARCELO VOLPE
r al
pa

Día 16
Algunos lugares cargan el tiempo de Chávez. Ciudad Tiuna, por
lo

ejemplo, la urbanización situada en el corazón del territorio de la


FANB en pleno Caracas. Decenas de edificios ya se construyeron,
so

con sus canchas al pie, sus consejos comunales, su bien hecho. Ahí
viven varios compañeros, una amiga de Telesur que se acaba de
mudar. Logró comprar el combo Mi Casa Bien Equipada: nevera,
cocina, aire acondicionado, televisor y hasta calentador. Todo ac-
cesible, plan de gobierno. Le falta lo demás, de a poco. Los precios
F

y sueldos de esta época no permiten inversiones, sobre todo de quie-


nes siguen el ritmo del sueldo mínimo. Eso no importa, se verá más
PD

adelante.
El asunto es y será siempre el techo propio. Y eso ya está.
Pintamos su departamento de noche. El barrio chino de Ciudad
Tiuna –así llamado porque fue construido por empresas chinas–
atesora la calma que no tiene Caracas en su día. Solo una bachata
llega desde un edificio cercano. Eso es silencio en Venezuela.

59
Pintamos de blanco la cocina, el comedor; cuidamos cada gota
de pintura. Piensa en pintar una pared de algún color, siempre es
bueno en una casa. Tiene algo de miedo al mudarse: significa ale-

a
jarse de la casa donde vive con la madre, el hermano, la cuñada
y el sobrino. Los hogares son así en Venezuela, se multiplican las

tur
familias dentro, los cuartos hacia arriba cuando se puede; hablo
de las barriadas, los ricos siempre multiplican casas. Alquilar es
imposible, la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) es una
dignificación masiva. Irse es una libertad, y es también más soledad

lec
en una ciudad sola y en lucha por la comida.
Caracas se ve grande en su noche. Falta poco para el primero
de septiembre, fecha elegida por la derecha para su #TomaDeCa-
racas. Hace días que se habla de eso, como un rumor que crece,
se expande por mensajes de Whatsapp; conversaciones cruzadas,
datos que se recopilan, hipótesis que se arman y se descartan. Pa-
a
rece seguro que necesitan armar un río revuelto, instalar la matriz
de una crisis humanitaria para desencadenar mayores sanciones
ar
norteamericanas. El plan todavía no da frutos y todo indica que el
referéndum para buscar la revocatoria de Maduro no tendrá lugar
este año. Van a volver al intento callejero que no lograron reacti-
p

var desde la violencia de 2014, que dejó cuarenta y tres muertos.


lo

* * *
so

Nos reunimos por la mañana en un departamento, frente a un


ventanal que da sobre el barrio de San Agustín. La cortina se mueve
liviana, siempre hay viento en la altura de estos edificios. Se trata de
analizar el escenario del primero de septiembre, poner las informa-
ciones en común como una baraja de cartas y descubrir la jugada
F

que se viene. No es sencillo, es algo que parece grande pero no se ve.


¿Venden humo, calientan motores, tienen una acción prevista que
PD

no conocemos? Anunciaron la activación de los autodenominados


Comandos del Cambio. Tal vez haya muertos. En cuanto a la can-
tidad de gente movilizada es difícil saber, diez mil sería poco, pero
bastante, dado el bajo nivel de movilización de los últimos tiempos.
Pueden lograr el efecto mediático deseado con planos cerrados de
cámaras, entrevistas lagrimeantes y sangre.

60
La insurrección soñada no parece posible.
—En este país los que tumban gobiernos son los barrios y los
militares –dice un compañero.

a
Mientras hablamos llegan imágenes del golpe de Estado institu-
cional contra Dilma Rousseff. Es el tercer golpe que veo en directo,

tur
el primero fue contra Manuel Zelaya en 2009, el segundo contra
Fernando Lugo en 2012. Ese último también lo había visto por te-
levisión en Caracas, en un restaurante de Bellas Artes, con la mujer
por la cual me vine a Venezuela. No imaginábamos en esos días

lec
que podría suceder en Brasil, ni que gobernaría Mauricio Macri en
Argentina. Nos quedan pocos aliados, el ALBA a nivel continental:
Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua. El anillo estratégico.
La derecha saldrá envalentonada con las ganas de tumbar de
2014, de guarimbas y fuego. Hay odio de clase/político acumulado.
Sin ese elemento no se puede comprender el enfrentamiento, sus
a
lógicas profundas. Los grupos entrenados para la confrontación
vendrán mañana, así se dice, como se dicen tantas cosas en las horas
ar
previas. Ya hay un mito “1S” que se arma y desinfla a cada hora.
Iremos a la marcha de los escuálidos con dos compañeros, necesita-
mos la información de primera mano, ver cómo se mueven, cuántos
p

son, romper el cerco de las redes y dimensionar lo real de su día que


será su gran día.
Venezuela parece a punto de... Otra vez.
lo

¿Vuelve el fuego?
so

Día 17
Nos vamos al este de la ciudad, a meternos en la boca escuálida.
Somos tres: Roberto, chileno; Katy, apureña; y yo. Vamos a la zona
F

comprendida entre Chacao y Altamira, donde se desarrollan los


acontecimientos. El objetivo es medir desde adentro. Y la primera
PD

impresión es que alcanzaron un número importante, lejos del mi-


llón que decían que iban a movilizar; se calculan unas veinticinco
mil personas; mucho en relación con lo que venían logrando, poco
en el objetivo de quebrar la correlación de fuerzas. La última vez
que reunieron a tantos fue en 2014, en el ciclo de violencia que
terminó con cuarenta y tres muertos y Leopoldo López preso. La

61
mayoría es gente de plata; blanca, rubia, elegante, deportiva, cool, y
buena hasta que desea matar a un chavista. También se ha sumado

a
gente de los barrios.
—Che, ¿esta gente dónde vive que no la veo nunca en Caracas

tur
ni en el país? –pregunto.
—Solo la vas a ver aquí y en las telenovelas –me dice mi amiga.
—Mira, soltaron el zoológico –le dice una señora de sombrero
blanco, estilo inglés, a otra igual de emperifollada. El zoológico son

lec
unos jóvenes de barrio, piel oscura, que están ante la misma tarima.
Nos quedamos un rato en la movilización opositora, el calor
arrasa. Los dirigentes de la MUD que hablan son como su base
social: adinerada, alejada desde siempre de las clases populares. Pa-
sado el mediodía nos vamos a la concentración del chavismo sobre
la avenida Bolívar. El contraste es inmediato, en la música, la ale-
a
gría, los colores de piel, las formas de caminar y de hablar. Las bases
sociales movilizadas son una evidencia del corte de clase. Como
ar
dice una pared de mi barrio: el peo es de clases. Somos muchos
y es la quinta movilización seguida. La política tiene una dimen-
sión callejera, de demostración de fuerza, y si hoy la derecha puede
p

afirmar que tuvo una convocatoria que demuestra una capacidad


renaciente, no puede decir que fue más que el chavismo. Falta para
eso, ¿pasará algún día?
lo

La jornada termina sin violencias, una victoria nuestra. La de-


recha se enfrenta a sus propias tensiones: prometió la de máxima,
so

que era ir al CNE con miras al Palacio de Miraflores, y terminó


encerrada en su bastión caraqueño, con discursos de poco vuelo y
un llamado a tocar cacerolas. Las redes sociales expresan ese des-
contento, se posiciona la etiqueta #MalditaMUD. A pesar de eso,
el balance es positivo para la derecha, lograron movilizar otra vez
F

a su base social y algunos anillos más. Están enfrentados a su pro-


blema que se repite de manera cíclica: ¿qué hacer con lo que logran
PD

acumular? Estamos en septiembre y en enero habían prometido,


desde la conquistada AN, que en seis meses iban a sacar a Maduro
del gobierno. ¿Cómo? Ahí está la pregunta. Por el momento, con
la profundización de los ataques sobre la economía, el frente inter-
nacional, las acciones violentas de destrozos presentados como sa-
queos, y ahora la movilización de calle. Veremos cuál es el próximo

62
paso que tienen pensado, suelen tener más capacidad cuando ope-
ran desde el anonimato del ataque económico que al exponerse,

a
porque sienten que existe la posibilidad de un desenlace. Parecen
pensar que esas condiciones están dadas. La derecha –siempre es

tur
bueno recordarlo– tiene esa capacidad sorprendente de dispararse
a los pies: acumula fuerza y luego la pierde por sus inconsistencias,
peleas internas, lecturas erradas de la sociedad, los tiempos políti-
cos. Cometen errores cuando salen en ofensiva y se exponen.

lec
* * *

Termino de escribir la crónica sobre la jornada, la envío a


Argentina. Luego de la movilización llueve como solo llueve en
a
el Caribe, el agua golpea con fuerza las láminas del techo de la
casa –como si algo fuera a quebrarse–, inunda las habitaciones, el
ar
comedor, desborda los baldes debajo de las goteras, se mete entre
los pies, enloquece a la perra, aplaca la ciudad. Queda el silencio
que le sigue a la inmensidad. Ahora hay una botella de ron, debates
p

sobre el día, estimaciones de números, de sensaciones de las mar-


chas, estar en paz, esa delgada paz que marca el presente.
Estamos acá, brindamos.
lo

Salú.
so

Día 18
Los ricos viven en zonas donde no se puede ir en transporte pú-
blico. Están escondidos, solo van algunos buses para que lleguen
F

quienes trabajan para ellos. Es un universo que el resto del país


–la mayoría– desconoce, que se muestra ante todos cuando va a
PD

las movilizaciones opositoras. No viajan en metro, en autobús, se


trasladan en autos siempre polarizados; no van a los mismos bares,
ni centros comerciales, ni cines. Su mundo es cerrado, le dan la
espalda al país del cual se creen la mejor parte. Lo observo mien-
tras vamos en auto por La Lagunita, en el este del este de Caracas,
antigua zona cafetalera, de colinas frescas, carros de lujo detrás

63
de rejas; rejas que cierran la entrada a casas grandes, mansiones,
réplicas de la Casa Blanca, entradas largas, helipuertos en los jar-

a
dines, perros lindos y asesinos, campo de golf Lagunita Country
Club, calles vacías. Maneja Cecilia Todd, nos enseña esta zona

tur
donde se concentra gran parte del odio contra el chavismo, con-
tra los pobres, donde en 2002 censaban a cada vecino para saber
cuántas armas tenía en caso de que se acercaran los chavistas. Son
tan extranjeros en su tierra como violentos, tan película de Miami,

lec
convencidos de una superioridad portada en los apellidos y las
caras desde hace décadas y siglos.
—¿En qué trabajan los ricos en Venezuela? –pregunta un
compañero.
Tienen negocios, inversiones, inmobiliarias, porcentajes en el
extranjero, ingresos en dólares, asuntos que se pasan de padre a
a
hijo, que vienen –como casi toda riqueza en este continente– de
crímenes originarios. Nuevos ricos nacidos del petróleo, familias
ar
oligárquicas de siglos, amos del valle. ¿Trabajar como quien tra-
baja? Eso no. Si un día retoman el poder político directo serán san-
guinarios. Cargan odio desde que comenzó la revolución. Odio y
p

miedo, la peor combinación, sumada a una alta dosis de imbeci-


lidad, como con el caso de los bombillos de ahorro: se oponían a
que el gobierno les hiciera el cambio porque –decían– dentro de los
lo

nuevos bombillos estaban instaladas cámaras con que los vigilaba


Fidel Castro desde Cuba. Se lo creían.
so

Vi un hecho repetirse desde que llegué al país: la amargura, la


bronca, la violencia, siempre estuvo de lado de los escuálidos. No
son lo mismo que los opositores que simplemente no son chavistas y
pueden vivir en el este o en un barrio. Hay una dimensión de irracio-
nalidad en el escualidismo, ceguera, deseo de revancha, por haber
F

visto arrebatados sus privilegios amasados durante generaciones;


privilegios simbólicos, sobre todo. Son minoría, la base social histó-
PD

rica de la derecha con la cual no se puede conversar.


El chavismo, en cambio, fue fundando en la mayoría, en la ale-
gría, en la gozadera. El contraste entre las movilizaciones, los senti-
mientos, la humanidad, es inmensa.

64
a
tur
lec
a
par
lo
so
F
PD

AVENIDA URDANETA. CARACAS, 2018


FOTO: MARCELO VOLPE
65
* * *

a
“Una de las más hermosas frustraciones de mi vida fue no haberme
quedado a vivir en esta ciudad infernal”, escribió Gabriel García

tur
Márquez. Simón Bolívar la nombró en una oportunidad “la infe-
liz Caracas”. La actual Caracas no es ninguna de las dos, tampoco
la que se encontró Hugo Chávez en sus primeros días de gobierno.
Las zonas exclusivas continúan como marca de la riqueza, pero las

lec
modificaciones fueron grandes: se recuperaron espacios públicos,
parques, plazas, bulevares, teatros, vida; se construyeron muchos
otros desde cero; se peleó Caracas para democratizarla, darle una
planificación, terminar un espacio inconcluso desde su fundación.
El chavismo está en las marcas de la ciudad, en edificios de la Gran
Misión Vivienda Venezuela, urbanismos enteros, murales, pintadas;
a
puntos de venta de café, chocolate, comida; teleféricos que suben a lo
más alto de los barrios de San Agustín y Petare. Más desteñido que al
ar
llegar en 2013, pero ahí, siempre ahí, contra el sol que borra, la crisis
que enflaquece, las miserias propias, la guerra que recrudece.
Caracas es una superposición de infiernos heredados con políti-
p

cas públicas chavistas. En ella hacemos nuestros días, nos hacemos


con una ciudad. Hay risas, debates, dolores de cabeza, comidas co-
lectivas, birras bien frías; hay lo que vivimos, creamos. Somos como
lo

una ciudad, las marcas que deja en nosotros este tiempo que no
perdona la inocencia y pide jugarse hasta el nocaut.
so

Día 19
El país se abre plano, como pampa, antes de llegar al Orinoco.
F

Parece esa “tierra panza arriba bajo un cielo gigantesco”, como


describió Raúl Scalabrini Ortiz la llanura argentina. Es el fin del
PD

invierno, los esteros están bajos, las vacas calmas, y los animales
esperan que caiga la noche para salir: caimanes, chigüires, lapas,
cunaguaros, osos hormigueros; lo que no se ve. Siempre lo que no
se ve: la guerra, la plusvalía, lo que está por venir. Vamos por la
ruta que se abre derecha, con curvas alargadas, algunos puentes,
y cuatrocientas mil hectáreas que fueron entregadas a los pueblos

66
indígenas por la revolución. Tampoco se ve. No hay alambres que
separen parcelas, carteles que lo indiquen; ahí están, nos obser-

a
van mientras avanzamos en auto y el compañero dice que ahí se
quedaría a vivir de viejo, frente a ese río transparente, con ese

tur
horizonte en las manos.
El río Orinoco separa Apure de Amazonas. Subimos el auto a
la chalana para cruzar, quedamos de pie en la parte de adelante,
silenciosos, América es inmensa.

lec
Del otro lado algo cambia. Algo enorme, prehistórico. Co-
mienza un paisaje de tierra roja, racimos de selva, piedras negras y
gigantescas, puestas sobre la superficie como si una mano hubiera
arrojado desde el cielo puñados de meteoritos. El río corta el país,
sus formas, la manera de respirar. Hay algo mágico, de una época
lejana, que llama desde muy adentro. Al borde del camino hay
a
comunidades de indígenas Jibi, Piaroa, Baré, Warao, y más –son
unos veinte pueblos en Amazonas–, con casas de la Gran Misión
ar
Vivienda Venezuela, que a la fecha ya llegó a 1.150.000 vivien-
das entregadas. Amazonas parece fuera del imaginario nacional,
caído del mapa. Pasamos la noche en Puerto Ayacucho, capital del
p

estado, situada frente al río que divide al país de Colombia. Hablo


de metros.
El viaje es para escribir una crónica sobre un consejo comunal,
lo

del cual no sabemos mucho antes de llegar. Son familias que se fue-
ron de la ciudad al campo, siguiendo el mensaje de Hugo Chávez.
so

Les dijeron que en el lugar elegido no crecería nada; hoy producen,


y mucho. Son las que se pueden llamar experiencias silvestres, for-
madas únicamente por las comunidades, sin apoyos. Hay muchas
en todo el país, regadas; son hombres y mujeres que escuchaban
los Aló Presidente, los discursos, y siguieron las líneas de trabajo a
F

medida que evolucionaron: Círculos Bolivarianos, Comités de


Tierra Urbanas, Mesas Técnicas de Agua, Consejos Comunales,
PD

Comunas.
—Escuchamos a Chávez llamar a la siembra y pa’llá fuimos
–dice Santiaga, cuando nos subimos al taxi entregado por el
gobierno. Santiaga es una mujer de unos sesenta años, lleva seis
viviendo donde nos lleva. Es de las más antiguas. El viaje sigue en
moto a partir de la entrada del consejo comunal Mata Gorda; el

67
carro bajo no puede adentrarse mucho más. Lo que hay frente a
nosotros no es una inmensidad común, es un paisaje ondulado con

a
pasto amarillo, cortado por piedras gigantes unas arriba de otras
con hilos de ríos que descienden de sus cimas; algunas parecen

tur
pedazos de montaña cubiertas de selva, palmeras, lianas. Andar
en moto por esos caminos es parecido a la libertad. Hay vacas,
caballos y cerdos sueltos; mientras en los ríos viven monos tití. Si
se mira atentamente se pueden ver pisadas de jaguares. De eso me

lec
habla el chico de quince años que maneja, así como de historias
de guerrillas, ajusticiamientos, mototaxismo para ganar unos
bolívares, y lo que ya es su oficio: el trabajo de la tierra.
Estacionamos en la puerta de una casa, bajo el techo de palma;
la señora cocina casabe, los chicos corren y el hombre nos lleva
hacia sus tres hectáreas sembradas. Nos adentramos en el conuco,
a
una parcela con producción diversificada: tienen yuca, plátano,
topocho, auyama, ají, maíz y arroz –que no se produce en Ama-
ar
zonas, prueban y funciona–. El hombre camina rápido, no frena,
tiene el orgullo de su trabajo, su esfuerzo que le da de comer a su
familia de catorce hijos.
p

—Ya no trabajo más en fundo de otro –dice.


Lo seguimos como podemos. El fotógrafo busca los ángulos, las
luces, camina tras los pasos que van entre plantas de maíz, troncos
lo

caídos, arroyos, rodeado de árboles negros que fueron presas del


fuego que preparó el terreno. No hubo ninguna ayuda: machete,
so

uñas, sudor. El trabajo es duro bajo ese sol y ese calor que se pega
hasta en la lengua. Cómo no tener su orgullo y felicidad de niño.
Lleva cinco meses trabajando ahí, es de los más nuevos. Su casa
también fue entregada por la Gran Misión Vivienda Venezuela.
La historia es la siguiente: siete años atrás, las tierras, unas
F

cinco mil hectáreas improductivas, fueron expropiadas a un


latifundista por el Instituto Nacional de Tierras (INTI). Algunas
PD

familias ingresaron a los terrenos para comenzar a producir. Desde


las instituciones les dijeron que allí no podía crecer nada, que era
imposible, a tal punto que no mandaron a los técnicos. Pero ellos
insistieron, casi todos venían de la ciudad, sin mucha experiencia
de cómo hacer frente al universo de la siembra y la cosecha. Tres
años después fundaron Mata Gorda, pusieron su esfuerzo en los

68
conucos y hoy tienen cuarenta hectáreas produciendo, más el
ganado. Crecieron sin apoyo de nadie y son soberanos, autónomos

a
económicamente: una rareza en Venezuela donde casi todas las
experiencias tienen una dependencia del financiamiento estatal.

tur
Se insiste sobre eso en la asamblea a la que asistimos: cómo con-
seguir financiamiento del Estado sin dañar el modelo que crea-
ron; conservar poder sobre las semillas, los abonos, la forma de
producción colectiva y diversificada. No entrar en la misma lógica

lec
de dependencia económica que se traduce en política. Lo que tie-
nen es mucho, en particular, desde una hipótesis de una pérdida
de gobierno. Es necesario pensar esa posibilidad para organizarse,
construir las defensas, las estrategias económicas, los planes b, las
reservas para frentear lo que vendría. En Mata Gorda tienen res-
puestas construidas. a
—Si el imperio llega a tocarnos va a querer hacernos esclavos;
esa es la opinión de todos nosotros, por eso nos ves haciendo todo lo
ar
que hacemos –dice Santiaga.
p

Día 20
Regreso a Caracas luego de tres semanas fuera. Catorce horas de
lo

auto, de nuevo el barrio, la música, las papas rellenas, las motos,


la salsa, el sabor, las cervezas del viernes en la noche. Yo, des-
so

colocado. Bajo al supermercado, una sorpresa, los estantes están


llenos con marcas diferentes de pasta, importadas todas. Están
ahí, apiladas, como simples pastas que son en un simple supermer-
cado. Parece haber regresado cierto gobierno sobre la economía.
El problema es que en la relativa estabilización el costo recae sobre
F

el pueblo: los productos reaparecen a precios inalcanzables. Se


ingresa, a menos que se logre revertir la tendencia, a un esquema
PD

clásico de estanterías abastecidas, billeteras que no alcanzan, bur-


guesía importadora con cuentas engordadas. El abastecimiento
es fruto del acuerdo trabajado por meses con los empresarios y
anunciado por voceros del gobierno, donde los productos regresan
y los precios se liberan. ¿Dónde estaban antes las pastas que ahora
están en las estanterías?

69
¿Se podía hacer otra cosa? Cada uno tiene su valoración. Es di-
fícil una buena salida cuando se está contra las cuerdas. Creo tam-

a
bién que se podría haber evitado estar en esta casi total defensiva.
—Comando, Maduro está resistiendo a una guerra más arre-

tur
cha que la que le hicieron a Chávez –dice un compañero.
Si en lo económico parece existir un equilibrio inestable en al-
gunos sectores –el farmacéutico, en cambio, sigue sin mejoras–, en
lo político la pelota vuelve a acelerarse con furia: la recolección de

lec
firmas para el referéndum revocatorio para sacar a Maduro fue anu-
lada una semana antes de su inicio. El argumento legal y real dado
por el CNE es que ha existido fraude en la recolección del 1% inicial
–aquel con el cual se hace el pedido–, donde firmaron muertos y se
detectaron otras irregularidades como firmas sin huella y nombres
sin cédula. El asunto, se sabe, es que existe una tensión permanente
a
entre lo legal y lo legítimo. Lo legal es cierto, la legitimidad, en cam-
bio, es poca. ¿Cómo lograr que no parezca un temor del gobierno a
ar
medirse en las urnas, una jugada programada para anular un dere-
cho constitucional, una artimaña para quedarse en el poder? Es un
catalizador, la derecha anuncia que es un golpe de Estado que no
p

puede permitirse. Anuncian una sesión especial en la AN, un plan de


movilizaciones, viaje a la OEA y el etcétera del repertorio conocido.
El objetivo, anuncian, es destituir al presidente el tres de noviembre.
lo

La cita principal lleva por nombre la Toma de Venezuela. ¿Un nuevo


primero de septiembre con más gente? ¿Con violencia abierta?
so

A ponerse alpargatas porque lo que viene es joropo.

Día 21
F

Seguimos el anuncio del intento del golpe parlamentario por redes


sociales. El motivo de la sesión especial de la Asamblea Nacional
PD

(AN) en manos de la derecha es: “Debate sobre la restitución de la


Constitución de la República de Venezuela, el orden constitucio-
nal y la democracia”. Plantean que tuvo lugar un golpe de Estado
dirigido por el mismo chavismo. Los discursos hablan de libertad,
se agrandan a medida que se suceden, sienten que están cerca, que
pueden; que algo de la historia está por redimirlos y hacerlos entrar

70
por la calle de la gloria, a ellos que vienen de lo más rancio del
pasado, el presente; hombres de la burguesía, acostumbrados al

a
poder, a mandar, a dominar. Visten de negro, de traje, de gris, de
resentimiento acumulado.

tur
Anuncian el crimen con orgullo: enjuiciar a tres de los cinco
poderes del Estado, incluido al mismo presidente, a quien acusan
hasta de abandono de cargo porque está de gira internacional por
los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo

lec
(OPEP). Llaman a la FANB a no obedecer órdenes del gobierno.
Huelen que pueden, son resoluciones similares a las tomadas por el
poder legislativo en Chile días antes del bombardeo a la Casa de la
Moneda. El martes habrá movilización del chavismo, sesión de la
AN (Asamblea Nacional) para ir contra el presidente, y el miércoles
será la movilización de la derecha. Su base social festeja la inminen-
a
cia de la confrontación, de la salida del régimen –sin saber cómo–.
Capriles Radonski, que en abril de 2002 entró por la fuerza a la Em-
ar
bajada cubana, anuncia que no descarta ir al Palacio de Miraflores.
Todos acá saben lo que eso significa. Los llamados dicen que la cosa
va en serio. Están lanzados.
p

* * *
lo

Durante la sesión, un grupo de chavistas ingresa a la Asamblea


so

Nacional. Son hombres y mujeres de a pie, doñas, jóvenes. ¿Cómo


no entrar ante la presencia de un golpe en vivo y en directo? La cara
de susto de los diputados de la derecha es de una evidencia ridícula.
Luego los acusan de hordas. Otra vez su prensa descarga todo el
desprecio clasista a quienes no son más –ni menos– que la gente
F

humilde de este país. ¿Cuánto tiempo podría gobernar la derecha


en Venezuela? Todo el chavismo respalda lo ocurrido.
PD

Una caniche orina la Asamblea.

71
* * *

a
El lunes amanece como una especulación. Es hora de llamados,
conspiraciones, lectura de los impactos internacionales. La dere-

tur
cha parece fuerte, la Organización de Estados Americanos (OEA)
le responde a coro y el continente está en su peor momento desde
los últimos quince años. En cuanto a Estados Unidos, atraviesan el
último tramo de campaña electoral para elegir al nuevo presidente:

lec
mantienen silencio. Pueden apoyar por debajo de la mesa, pero no
juegan una intervención fuerte ni explícita. La mañana es de ma-
tes, ataduras de cabos, conversaciones, la sensación de un país que
está a punto de... En la calle todo sigue igual, hay cola frente al su-
permercado de la esquina, esa extraña sensación de una tormenta
tropical que cubre el cielo. a
Pasado el mediodía llega la noticia inesperada: el Papa Fran-
cisco recibe a Nicolás Maduro en el Vaticano. Horas más tarde
ar
aparece el anuncio que asfixia a la misma derecha: un enviado
del Papa, junto con una delegación de expresidentes, está reunido
con representantes del Partido Socialista Unido de Venezuela
p

(PSUV) y de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). El 30 de


octubre de 2016 comenzará formalmente el diálogo, en la isla de
Margarita. La base social escuálida reacciona de inmediato, acu-
lo

san de traición a sus propios dirigentes que asistieron, de engaño,


como el primero de septiembre. La derecha prometió confronta-
so

ción y su base así lo quiere. Varios de los principales dirigentes de


la derecha afirman haberse enterado por televisión. Así no irán a
ningún diálogo, dicen.
La intervención del Vaticano es una jugada clave. La derecha
lo pedía, ¿cómo rechazar ahora la mediación? El gobierno los puso
F

contra la pared. Parecen dispuestos a no plegarse a lo acordado.


Se corroen por dentro y nuevamente aparece una división entre
PD

quienes parecen plantear la avanzada golpista como un mecanismo


de presión para negociar con el gobierno en condiciones de mayor
fuerza, y aquellos que leen la posibilidad de acuchillar la demo-
cracia en nombre de la democracia. La pregunta es: cómo piensan
hacerlo sin la FANB, sin masas populares; con una AN que, según

72
el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) –el mismo que quieren des-
tituir–, está en desacato, por lo que sus decisiones no son válidas.

a
¿Tienen una carta debajo de la manga?

tur
Día 22
La calle, ese gran ring de la política, tiene que ser del chavismo.

lec
Es martes, la confrontación está acelerada, vamos a la moviliza-
ción que terminará frente al Palacio de Miraflores donde hablará
Maduro. La concentración es masiva, alegre, popular; el sujeto
histórico de la revolución está presente, es humilde, de barrio, mili-
ciano, trabajador. Es el país profundo, país en movimiento, que una
vez más sale a mirar la historia de frente.
a
Simultáneamente, la AN sesiona para debatir este único punto:
“Inicio del proceso de evaluación y determinación de la situación
ar
constitucional del presidente de la República”. Pueden, según
indican los constitucionalistas que les dan argumentos, declararlo
en falta absoluta o declarar la responsabilidad política. El juicio
p

político –como sucedió en Brasil– no está contemplado en la


Constitución. Su poder de fuego es real pero limitado. Declaran
la responsabilidad política de Maduro, lo citan a presentarse en el
lo

recinto. La derecha juega fuerte y está nerviosa, ataca al general en


jefe Vladimir Padrino López luego de que la FANB haya emitido
so

un comunicado reafirmando su lealtad al presidente y haciendo un


llamado a respetar la Constitución.
Maduro recibe la movilización frente a Miraflores. Regresa de
gira: del intento de estabilizar el precio del petróleo y de la visita al
Papa, dos crosses que pegaron donde tenían que pegar. El tiempo
F

está en caída libre, la derecha empuja públicamente a la confronta-


ción. ¿Hasta dónde irán?
PD

73
* * *

a
Miércoles, siete de la mañana. Pongo la pava, armo el mate –ese
país en la distancia–, cocino unas arepas. Vamos otra vez a ver a la

tur
oposición desde adentro, saber qué fuerza, táctica y organización
tienen. Se concentran en la autopista Francisco Fajardo, en el este,
cerca de Altamira, su bastión. La gente movilizada se reduce a su
base histórica, las tensiones entre los dirigentes de derecha son evi-

lec
dentes. Anuncian una hoja de ruta que conducirá dentro de ocho
días a una movilización al Palacio y la reacción es inmediata, co-
mienzan los silbidos: quieren ir a Miraflores ya. Todo lo demás es
cobardía, traición.
Desconcentramos por la autopista, pasamos frente a la base
militar de La Carlota en dirección a Chacaíto. Me gusta conocer
a
las ciudades caminándolas por sus huesos: se ve el comedor de un
indigente, la basura, los grafitis; un mundo permanente e invisible
ar
para los carros veloces y polarizados. No está claro a esta hora si la
derecha busca estirar una mentira o sabe algo que los demás no,
si tiene un as debajo de la manga. Llegamos al bulevar de Sabana
p

Grande. Regresamos a Venezuela.


lo

* * *
so

Una cosa es anunciar un golpe de Estado y otra es poder llevarlo a


cabo. El plan de la derecha nació flojo de papeles, se alzaron públi-
camente con tres elementos casi seguros y uno incierto:

1. La AN: declarada en desacato por el Tribunal Supremo de


F

Justicia por haber incluido a diputados suspendidos. Desde


ese espacio quieren iniciar el juicio político al presidente. El
PD

asunto es que, según la Constitución, el legislativo no tiene


esa facultad.
2. Las movilizaciones: si bien lograron fechas con una impor-
tante concurrencia, el sujeto es profundamente clasista y
marcado por una relación de sospecha con su propia diri-
gencia. Prometieron Miraflores y nadie cumplió. Su base no

74
cambió en los dieciocho años, nunca lograron un apoyo real
de los sectores populares.

a
3. El frente internacional: la avanzada ocurre en tiempo de
elecciones presidenciales en Estados Unidos. Resulta impo-

tur
sible una escena de Hollywood. Cuentan a su favor con el
apoyo irrestricto del secretario general de la OEA y de la
alianza de Argentina-Brasil-Paraguay. Es poco. Rusia ya se
posicionó contra toda injerencia.

lec
4. El empresariado: engranaje central del ataque económi-
co, no se suma todavía de lleno a este round. Fedecámaras,
así como las Asociaciones de Comercio y Producción de
Venezuela, protagonistas del Golpe del año 2002, no están
llamando al paro convocado para el viernes.
a
Dejan libertad de acción a cada empresa. Tibio.
Se especula con varias opciones: el as debajo de la manga. No
ar
tienen una lectura correcta de la correlación de fuerzas, están ad-
ministrando una mentira, improvisan.
p

* * *
lo

El paro que habían anunciado como medida para escalar el con-


flicto fracasa. No cuentan con el respaldo de trabajadores para de-
so

tener los resortes de la economía, ni con una burguesía que frene


las empresas. Los ricos pueden hacer una huelga 2.0, dejar los autos
estacionados y trucar fotos, sacarlas a las seis de la mañana con las
autopistas semivacías y luego retuitearlas durante la mañana para
mostrar el “éxito” del paro. La mentira tiene patas cortas.
F
PD

75
Día 23

a
Llevamos una semana de iniciado el intento de desenlace del
golpe. La hipótesis de la improvisación es probable. Anuncian

tur
que una parte irá al diálogo, luego que nadie; finalmente que
sí, que nunca dijeron que no, solamente no aceptaban que fuera
en la isla de Margarita y tenía que ser en Caracas, como efecti-
vamente ocurre este domingo. No todos se sientan en la mesa,

lec
faltan María Corina Machado, Voluntad Popular y otras fuerzas
menores. Asiste el enviado del Vaticano, tres expresidentes, el
chavismo, y Nicolás Maduro da unas palabras como presidente
de la República y dirigente del movimiento bolivariano. Es bre-
ve, como las imágenes y lo que trasciende.
La derecha dice que mantendrá su cronograma legislativo
a
y callejero intacto.
El tiempo se acelera. Llega al país el subsecretario de Asuntos
ar
Políticos de los Estados Unidos, Thomas Shannon, quien se reúne
públicamente en Miraflores y apoya el diálogo. Nadie en este mo-
mento puede oponerse –Papa mediante– a que las partes se sienten.
p

No hay correlación para un Hollywood show. La derecha se baja pú-


blicamente del plan. No pueden, no llegan. Voluntad Popular se
opone a la decisión. La oposición se descose, su base social no se
lo

hace esperar: la etiqueta en Twitter es, como luego del primero de


septiembre, #MalditaMUD.
so

Es una victoria del chavismo. Evita por ahora la confrontación


civil, las aguas comienzan a bajar. Es difícil saber qué se acordó
para obligar a que se retomen los rieles constitucionales. Se conoce
de cinco políticos presos, de la derecha, liberados en la noche del
lunes –encarcelados, por ejemplo, por portar armas de guerra–. No
F

parece suficiente para haber motivado la decisión de desactivar su


plan. ¿Habían estirado hasta lo insostenible lo que no podían ha-
PD

cer? Deben responderle a una base social que vuelve a quedarse con
ganas de choque, palacio y revancha. Regresan a las canchas de
golf, los bares del este de Caracas, los viajes al extranjero, los carros
de vidrios polarizados; el miedo al otro; el odio hacia todo aquel que
parezca chavista, es decir, a los humildes del país, la mayoría.

76
* * *

a
Vuelve el ataque sobre la economía al caer el plan de Golpe: el
dólar paralelo pasa de mil bolívares a mil setecientos. Tienen la

tur
iniciativa, la política puede ser nuestra, los rieles principales del
desgaste económico están en sus manos. En unos días quebraron
la sensación de cierta estabilidad de cambio que se mantenía desde
junio. La economía es, más nítidamente que nunca, una forma

lec
de hacer política: aumentó de manera acelerada el dólar el día
que comenzó el diálogo, era un domingo. Estamos contra las cuer-
das y solo una toma de decisiones por parte de la dirección puede
cambiar la tendencia. No parecen dispuestos a hacerlo. Tal vez no
puedan, no sepan.
a * * *
ar
Salimos a tomar unas cervezas al bar Las Delicias, en La Pastora.
Es un viaje al chavismo y al pasado, con paredes cubiertas de afiches
p

de Fania All Star, cantantes de boleros, imágenes de campaña de


Chávez y de Maduro; un recuento de la mejor música y política del
país. Brindamos, reímos; es noche de festejar que la caja de Pandora
lo

no voló por los aires, la alegría quedó de nuestro lado. Acá estamos,
peleamos, inventamos, contamos.
so

Día 24
Armamos los bolsos, subimos al bus, vamos a La Guaira, la costa
F

de Caracas. Se hace necesario cortar la superposición de textos/


reuniones/textos, sentir que el mar todavía es mar. Cruzamos el
PD

Ávila, llegamos a la parada donde salen los buses para La Sabana,


el destino final.
—Felipe José, el bus, está en camino –gritan.
Somos demasiados para poco transporte, la cola se hace grande,
esperamos con la tranquilidad con que se espera en este Caribe. Un
café, un pan, conversaciones en la fila. Luego de dos horas llega un

77
transporte pirata para treinta personas. Cobra el precio que quiere,
todos se empujan para subir, una desesperación que se repite en

a
los transportes públicos. Subimos colgados. Bordeamos la costa de
Vargas, dejamos los últimos pueblos, agarramos cerro, vegetación,

tur
nubes, curvas; pueblitos de los que solo se ven las luces de noche.
—Coño, compa, lo que hay es un problema grave del ejercicio
de la autoridad –dice un compañero, y resume un gran asunto.
Conversamos en el bus entre curvas y bachata. Un problema de

lec
autoridad es bueno y malo a la vez. Bueno porque los órdenes his-
tóricos, generalmente injustos, no suelen ser respetados. Para ser
exactos, no es que no se respeten, sino que la gente se iguala; en el
mejor sentido de la palabra, no les debe nada ni les teme; “naide” es
más que “naide”. Malo porque –es una posible conclusión– toda so-
ciedad necesita una forma de autoridad, presidencial, colectiva, au-
a
togestionaria; el Estado comunal en la visión estratégica. Es nítido
en un país formado durante catorce años bajo un liderazgo como el
ar
de Chávez, donde su ausencia se traduce en una multiplicación de
falta de autoridad. Pasa en los autobuses piratas, que cobran el pre-
cio que deciden de manera arbitraria; en las colas al alba para com-
p

prar en las farmacias, en las que la policía pone arbitrariamente a


decenas de personas por delante; hasta en la dificultad de consoli-
dar el liderazgo presidencial que necesitamos.
lo

Este asunto se une con la impunidad, ligado, a su vez con la


corrupción. Un problema que corroe hasta el hueso. Lleva a com-
so

plejizar cada pregunta como, por ejemplo, la nacionalización de


determinados rubros de importación. La conclusión que se des-
prende de los análisis económicos es clara: los grandes empresarios
consiguen los dólares preferenciales brindados por el Estado –diez
bolívares por cada dólar en cerca del 80% de los casos–, sobrefactu-
F

ran lo que importan, acaparan y arman redes de distribución ilega-


les para abastecer el mercado paralelo, con precio de venta atado al
PD

dólar negro. En otras palabras, captan los dólares que genera el Es-
tado a través del petróleo; no producen, importan, dejan las divisas
fuera del país y manejan los hilos del desabastecimiento. ¿Por qué,
entonces, el Estado no toma el control de algunas importaciones
estratégicas? Hasta ahí todo parece claro. Pero, en caso de naciona-
lizarse, ¿a quién le sería entregado el control de las importaciones?

78
¿Qué sector, fuerza, hombre/mujer, puede garantizar una gestión
transparente y eficiente?

a
Se puede formular el problema de otra manera, con la hipóte-
sis que sostiene que la medida de nacionalización no es necesaria,

tur
que de lo que se trata es de regular lo que existe. El problema no
sería la arquitectura de importaciones, sino la falta de control sobre
la misma; es decir, que se deben apretar las tuercas, hacer que la
institucionalidad cumpla con lo que ya está pautado, fiscalice los

lec
puertos, las rutas de distribución, los precios, etc. ¿Por qué tiene
tanta dificultad para hacerlo? Por el mismo asunto de autoridad y
corrupción. ¿Quién fiscaliza a los fiscales?
No existe una respuesta mágica. Se necesitan medidas radica-
les, de eso no hay duda. ¿Cómo llevarlas adelante? ¿Con qué sujeto,
fuerza, bloque? Nadie sabe la verdad de la revolución.
a
ar
* * *

Vamos por la calle que lleva a la playa. El pueblo está organizado


p

por sus habitantes –“Si nos jodes, te jodemos”, dice un cartel peda-
gógico–, todo es tranquilidad. Los pelícanos se tiran en picada a
cazar peces, el agua es tibia, pasan algunas nubes, un río que des-
lo

emboca y forma un lago de agua dulce. Tengo un libro de César


Rengifo, dos amigos a mi lado, Juan y Roberto. El mar es mar y
so

uno es uno.

Día 25
F

1. En un hotel de la avenida Baralt fui feliz. Era 2012, no en-


tendía la ciudad, no sabía de sus calles, sus códigos, su valle
PD

y los cerros. Iba del hotel a la plaza, de la plaza a esa mujer,


de regreso al hotel, esa habitación de colores rosas/verdes/
celestes. Recuerdo a Chávez en televisión, volvía de Cuba
con un rosario en la mano luego de su operación. No sa-
bía que estaba en el preciso centro de la historia. Un año
después comenzaba la etapa en la que me encuentro hoy.

79
Daría todo por volver a esos días en que el amor amoraba
con todo el viento de esta ciudad; la revolución era en cada

a
esquina, era mi mejor yo: nosotros. Viví luego en un hotel
en Parque Central y otro en plaza Venezuela. Trabajaba

tur
en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura como
cronista. Me acostumbré a las habitaciones pequeñas, con
un espejo, un cuadro, un baño amarronado y mostaza, una
hornilla eléctrica en la mesa de luz. Mi única exigencia se

lec
resumió entonces a una ventana.
2. Cada semana subimos a los barrios Lídice, Manicomio y
Puerta Caracas. El objetivo es aportar a la construcción de
una o varias comunas. Empezamos por la parte de alimen-
tación, el frente más urgente; el primer paso es un mercado.
El plan es trabajar el intercambio entre comunas campesi-
a
nas y consejos comunales, pero sin intermediarios privados
ni institucionales. Es complejo en un país donde lo imprede-
ar
cible es ley. El mercado comienza a las cuatro de la mañana,
horario en que deben estar los camiones. El de verduras y
hortalizas llega a las diez; el de la carne, traída desde Apure,
p

llega a la una de la tarde, ocho horas de atraso. “Tranquilo,


hermano, el tiempo de Dios es perfecto”, me dice un com-
pañero ante la situación. El precio es imbatible: dos mil
lo

ochocientos bolívares el kilo contra los cuatro mil en el su-


permercado. La comunidad compra tranquila, la espera es
so

costumbre. Nuestra primera jornada es un éxito; a pesar de


los errores y destiempos, logramos armar el mercado contra
las decenas de posibilidades en contra. Por suerte no llovió,
el cielo se había desfondado la noche anterior.
3. Noticia del barrio 23 de Enero: Yonaiker Frijolito Ojeda,
F

de pocos años de edad, fue asesinado de cinco disparos


en el rostro y veinte en el cuerpo. Usaba una remera de la
PD

Fundación Alexis Vive, la organización de la cual era parte.


Los tiros vinieron del barrio Observatorio, en la punta del
cerro, la parte que divide el 23 de Enero con El Guarataro.
Es parte de los ataques contra el chavismo, sus organizacio-
nes en territorios clave; intentos de disputar, arrinconar y
avanzar por el plomo allí donde nunca lo han logrado por

80
la política. ¿Qué organismos internacionales reclamarán la
muerte de Frijolito? ¿Qué portada de diario de intoxicación

a
masiva contra Venezuela pedirá justicia y nombrará a los
Frijolito que periódicamente son asesinados por razones po-

tur
líticas? La guerra, su escenario en el cual estamos inmersos,
nunca descansa; tiene objetivos, asaltos por todos los ángu-
los, en tiempos lentos o de furia. ¿Quién sabe cómo se gana
esta guerra? ¿Quién sabe cómo se detiene la muerte?

lec
Día 26
La economía es un arma de guerra. El dólar paralelo subió de
mil cuatrocientos bolívares a cuatro mil quinientos bolívares en
a
un mes. La impunidad de la especulación recorre los negocios,
los comerciantes remarcan precios en las noches. El ataque tiene
ar
efecto dominó: disminuye el poder adquisitivo de las clases popu-
lares, las compras se hacen sobre los productos más necesarios; al
bajar el consumo baja la producción en aquellos rubros que no son
p

prioritarios; las pequeñas y medianas empresas tienen dificultad


para cubrir los costos fijos. Atacar la moneda en esa escala es de-
sencadenar una inundación. Y atacar la moneda nacional, quitarle
lo

la comida, los medicamentos y los productos de higiene a la gente,


es lo que más sabe hacer la derecha en este conflicto. El método de
so

desgaste revela la clase de enemigo al cual se enfrenta el proceso


revolucionario.
Escucho una conversación en el supermercado de la esquina de
la casa.
—Mira, pana, hay que comprar ya porque luego no se sabe
F

cuánto va a costar.
—Si seguimos así, el año que viene no va a quedar nada, ni
PD

nosotros.
¿Cómo se hace para inflar artificialmente un dólar ilegal de esa
manera? El sistema es el siguiente: una resolución colombiana, la
Resolución n.º 8, aprobada durante el gobierno de Andrés Pastrana
como parte del Plan Colombia, que permite que existan dos cam-
bios de peso/bolívar en el país: el que dicta el Banco de la República

81
de Colombia y el que marcan las casas de cambio en la frontera,
que están en manos de mafias de narcotraficantes y paramilitares

a
vinculados al uribismo, sus ampliadas estructuras de poder. Eso
significa que el precio de la moneda venezolana en Colombia se es-

tur
tablece desde la frontera. Sobre ese cambio se realiza el cálculo del
dólar ilegal, que es marcado cada día a través de varios mecanismos
de comunicación, en particular una página web. La cotización no
depende de la oferta y la demanda de dólares en Venezuela, ni de

lec
la liquidez monetaria, ni de la cantidad de producción, sino de una
fijación arbitraria, organizada dentro del plan de desestabilización
internacional. Los ataques más pronunciados sobre la moneda su-
ceden en épocas electorales y en momentos de fracasos políticos de
la derecha, de sus pantanos crónicos.
Los comerciantes utilizan ese dólar como referencia y eso tam-
a
bién es un engaño, pues el mercado del dólar ilegal paralelo solo
representa el 10% de las divisas circulantes, los demás dólares son
ar
aportados por el Estado –centralmente del petróleo–, de los cuales
el 90% son a diez bolívares por cada dólar. Es falso que los impor-
tadores tengan que comprar los dólares en el mercado paralelo –a
p

cuatro mil quinientos bolívares– para traer las mercancías e insu-


mos para lo poco que producen. Sí es verdad, en cambio, que el ne-
gocio es comprar dólares del Estado a diez bolívares, sobrefacturar
lo

desde el origen e introducir en el mercado a precio de dólar ilegal;


obligar a los pequeños y medianos empresarios a seguir el ritmo, y
so

generar un aumento de precios en casi todos los rubros. Un negocio


que da resultados en moneda nacional y extranjera. ¿Quiénes son
esas empresas, sus conexiones y jugadas políticas? Grandes multi-
nacionales, empresarios –algunos emergentes– cercanos a dirigen-
tes del gobierno, ¿quiénes más? El mapa de los que roban y ganan.
F
PD

82
* * *

a
El monstruo emerge por varias partes. Los bancos restringieron
la cantidad de dinero que se puede retirar. Se formaron colas in-

tur
mensas en cajeros de toda la ciudad. Se necesita dinero en mano
ante el aumento de precios, en particular porque varios productos
–como la comida, en determinados mercados– se deben pagar en
efectivo. Todo eso sumado a que estamos en período de fiestas de

lec
fin de año, cuando se consume mucho más: eligieron el momento
justo para desatar otra ola de angustia masiva. Según un comuni-
cado, estarían por emitirse nuevos billetes de quinientos bolívares
para hacer frente a la situación. Ya comenzó el negocio por la falta
de oferta ante la demanda: se vende efectivo con 15% de comisión.
Bachaqueo de billetes. a
Algún día se hará una cronología de los diferentes ataques en
cada uno de sus niveles: asesinatos/económicos/geopolíticos/co-
ar
municacionales; y se verá a lo que está enfrentada la revolución. Por
si faltara algo más, hace semanas que llueve todos los días. Eso, en
esta fecha del año, es peligroso: las dos tragedias desencadenadas
p

por las vaguadas fueron en diciembre, la segunda dio inicio a la


Gran Misión Vivienda Venezuela en el año 2011. Ya algunas ciu-
dades se están inundando. El cerro del Ávila, que siento sobre mi
lo

cabeza, a mis espaldas, se llena de agua cada día más, se hincha por
dentro. Esperemos que resista, que no vomite todo en una tarde de
so

piedras como casas, casas derrumbadas, centenares de muertos,


una emergencia de masas.

Día 27
F

Caracas es caos. Nicolás Maduro anunció el domingo 11 de di-


PD

ciembre de 2016 que sacará de circulación los billetes de cien


bolívares, los de más alto valor, para combatir las mafias de con-
trabando de extracción y el ataque a la moneda. El plazo anun-
ciado es de setenta y dos horas, con una prórroga de diez días
para comerciantes, transportistas, etc.; es decir, para quienes tra-
bajen con grandes cantidades. Las cifras impactan: trescientos

83
mil millones de bolívares en billetes de cien están fuera del país:
en Colombia, Paraguay, Estados Unidos, Alemania, Ucrania, la

a
mitad del total de todos los billetes de cien, cerca de quinientos
millones de dólares.

tur
Todos debemos deshacernos de los billetes. Gasto rápidamente
los pocos que tengo; las colas en los bancos son gigantes, dentro y
fuera, algunos llegan con cajas llenas. Se achica el dinero circu-
lante, se premiará a quienes paguen con tarjeta. Se espera que el

lec
jueves entren en circulación los nuevos billetes de quinientos. Por
el momento es otro espasmo de masas, angustia colectiva. Vivimos
en una sociedad bajo descargas permanentes.
La pregunta es: una vez emitidos los nuevos billetes, ¿cómo se
evitará que suceda lo mismo que con los de cien, que, entre tantas
cosas, son utilizados como papel para falsificar otras monedas?
a
¿Qué mecanismos operarán para romper el círculo? El cierre de
frontera se levantará. Aunque, por experiencia demostrada, los
ar
pasos fronterizos son imposibles de clausurar; reaparecen como
laberintos con sus reglas, jefaturas y disputas.
p

* * *
lo

Es viernes y los nuevos billetes todavía no aparecen. Algunos caje-


ros entregan todavía los de cien. Es decir que, luego de horas de cola
so

para depositar los ahorros de billetes de cien y esperar más horas


para sacar dinero en billetes de cincuenta, veinte o cinco, la má-
quina vuelve a dar los mismos billetes que fueron entregados. Los
bancos solo dan cinco mil bolívares por persona, y solo se pueden
hacer los canjes en el Banco Central de Venezuela (BCV). Ayer el
F

gobierno anunció que estirará el plazo hasta el 20 de diciembre;


también, que la frontera con Colombia y Brasil quedará cerrada
PD

por setenta y dos horas más. La calle quema. Hay intentos de sa-
queos, cortes, protestas, pedradas en el paso fronterizo de Táchira,
mezcla confusa de espontaneidad desatada por grupos organizados
que trabajan sobre el escenario. Volvemos a los rumores de Twitter
que muestran imágenes de Puerto La Cruz, Mérida, Maturín, El
Callao, Maracaibo, San Félix, Valera, etcétera; que no dejan ver

84
qué sucede, solo especular, difundir como ácido. Padecemos la ren-
guera crónica de nuestra comunicación.

a
Dos hombres comentan en el banco:
—Coño, van a acabar con todo, ¿no ves cómo nos tienen? Esto

tur
es el Gobierno Bolivariano.
—No es la culpa de los bancos, es culpa del gobierno.
Los dos hombres hablan fuerte, para que se escuche. Retroce-
demos en la disputa del sentido común: bancos buenos y gobierno

lec
malo. Si la situación es dura en Caracas, en el interior, donde los
pagos con tarjeta son pocos, el cuadro es a veces crítico.

* * *
a
Dos hipótesis podrían explicar el escenario. En primer lugar,
el sabotaje interno. Un elemento en ese sentido es la decisión de
ar
Maduro de reemplazar al director de la Superintendencia de
las Instituciones del Sector Bancario el mismo día del anuncio.
Significa, por intuición, que no era capaz de encabezar la nueva
p

política o que era parte activa de la fuga de billetes, por omisión o


acción. El sabotaje interno, articulado con bancos privados, es una
posibilidad.
lo

Eso no explica un elemento clave: la demora del avión con los


billetes. La información del retraso fue dada no solamente por
so

el gobierno, sino por el editor de Bloomberg –portal de noticias fi-


nancieras– para América Latina, Daniel Cancel, quien informó
el viernes que “ese avión lleno de billetes de quinientos bolívares
impresos por Crane Currency todavía no ha despegado de Suecia
para la entrega en Venezuela”. ¿Por qué el avión que debía llegar el
F

jueves seguía en Suecia el viernes? ¿La empresa sueca, que provee


exclusivamente de dólares al Departamento del Tesoro, tendría
PD

un retraso de tres días por azares? Los ataques financieros contra


Venezuela fueron parte central de las asfixias de este año, y entre
sus principales protagonistas estuvieron las calificadoras de riesgo
norteamericanas, el Departamento del Tesoro y los operadores del
Fondo Monetario Internacional. ¿Este destiempo sería una casua-
lidad, mala suerte?

85
* * *

Mandan fotos desde Guasdualito: incendiaron tres bancos y la

a
Casa de Gobierno, quemaron pacas de billetes de cien, saquea-
ron un Mercal. Los compañeros se plantaron a defender el Pdval,

tur
frentearon a un grupo de sesenta personas organizadas. Las accio-
nes fueron convocadas por radio y encabezadas por dirigentes de
Voluntad Popular, Acción Democrática y la exalcaldesa opositora,
apoyados con gente traída de Lara y Táchira. Ya tienen práctica en

lec
esas acciones.

* * *

Maduro aclara el cuadro el sábado por la noche: solo quedaba el 5%


a
de los billetes de cien bolívares en manos del BCV, pero se volvió
a tomar control del 70% de los mismos luego de una semana del
ar
anuncio. El Estado se estaba quedando sin dinero, estábamos a las
puertas de un posible shock financiero. Se trató de una jugada para
sorprender al enemigo, en particular las grandes mafias, y lograr
p

una repatriación de billetes que de otra manera hubiera sido impo-


sible. Les dolió: el dólar paralelo bajó en una semana de cuatro mil
quinientos bolívares a dos mil quinientos.
lo

¿Qué cantidad de la población comprendió la sucesión de he-


chos, actores involucrados? ¿Para cuántos no aparece como una
so

muestra de improvisación, incapacidad de gobierno, un error más


de Nicolás Maduro, quien acusa de todo al imperialismo nortea-
mericano? Muchas veces no gana quien tiene razón, sino quien
sabe convencer; y en eso –no es una novedad– la comunicación del
chavismo se encuentra por detrás de su política. Es temprano para
F

pronosticar el resultado final en términos de saldo político: si lo su-


cedido quedará como una de las decisiones más radicales tomadas
PD

por el presidente desde el inicio de su gobierno; un error ridículo,


como siempre quiere convencer la propaganda de la derecha; o un
golpe que se desinflará.
Maduro anuncia una prórroga para entregar los billetes de cien.
Los que quemaban paquetes de billetes en Guasdualito deben
maldecir las cenizas.

86
Día 28
Llegó 2017, al fin. Punto de partida: San Juan de los Morros, des-

a
tino a las montañas donde operó el Frente Simón Bolívar, en el
estado Lara. Tenemos auto, provisiones, abrigos, la gasolina sigue

tur
económica a pesar del aumento de principios del 2015 –un tanque
lleno cuesta la mitad de una empanada–; allá nos esperan varios
amigos. La ruta pasa por La Encrucijada, Maracay, Valencia,
Morón, Yaritagua, San Felipe, Barquisimeto. Los paisajes pasan

lec
de rocosos tipo prehistóricos a campos de un amarillo seco, colinas
verdes, selváticas, calor de costa, tierra y roca; horizontes áridos
con cactus, hasta entrar a El Tocuyo. De ahí en adelante la ruta
sube con curvas cada vez más apretadas, cruza pueblos, se adentra
en las montañas. Es el inicio de la cordillera de Los Andes, o su
final. a
El sitio se llama Hato Arriba. El frío y el viento parecen del sur.
Son casas dispersas, calles de tierra, valles, cimas de colores ocres,
ar
montañas cortadas con cuchillo, movidas por las placas, expuestas
desde hace siglos a las miradas y los silencios, como los de Argimiro
Gabaldón, el comandante Carache. Desde ahí planificaba el desa-
p

rrollo del frente guerrillero, armaba planes para expandir las zonas
de acción. Dirigía uno de los primeros frentes armados a principios
de los años sesenta, organizado por las Fuerzas Armadas de Libe-
lo

ración Nacional como parte de la estrategia del Partido Comunista


de Venezuela. Se había iniciado en 1962 con la toma del pueblo de
so

Humocaro Alto, cerca de donde estamos. Era el inicio de la Cuarta


República, el sistema de control político bipartidista nacido luego
de la insurrección popular que dio por tierra el 23 de enero de 1958,
con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. La Cuarta fue puesta
en crisis por el Caracazo, el alzamiento de 1992, y derrotada con
F

la victoria presidencial de 1998. Estamos en la Quinta República.


Es necesario tener mirada de montaña.
PD

La comuna donde estamos tiene por nombre Capitán Carmelo


Mendoza, un hombre que peleó junto a Carache en el frente gue-
rrillero; fue capturado en abril de 1965, torturado, asesinado y
desaparecido por el ejército en el caserío de Cujisal, ubicado den-
tro de la comuna. Fue exhumado treinta y nueve años más tarde.
Tomamos unos mates, hablamos sobre el proceso guerrillero de los

87
años sesenta con Gerardo, Reinaldo, Emira Meresvic y un grupo
de compañeros. Sus épicas y dificultades para hacer peligrar el
sistema político monopolizado por Acción Democrática y Copei.

a
Fueron años de represión, de inauguración de la desaparición como
método contrarrevolucionario moderno, torturas; cuerpos tirados

tur
al mar, como el de Alberto Lovera, en las costas de Anzoátegui. La
metodología guerrillera, con frentes en Lara, Falcón, Portuguesa,
Yaracuy, Anzoátegui, Sucre y Miranda, entre otros estados, fue
una respuesta a un régimen; una forma de lucha acompañada de

lec
alzamientos militares, como el de Carúpano y Puerto Cabello.
Argimiro recibió el disparo de una M2 por parte de un com-
pañero en diciembre de 1962. El hombre habría apoyado el arma
que debía estar descargada en el piso y el gatillo se disparó. Existen
debates sobre lo accidental del hecho. Ocurrió cuando el ejército
lanzaba el cerco sobre la zona de la guerrilla. “Somos la vida y la
a
alegría en tremenda lucha contra la tristeza y la muerte”, escribió
Carache.
ar
* * *
p

Escuchamos por radio los anuncios de cambio de gabinete.


Nombre por nombre, ministerio por ministerio. Quienes se retiran
lo

lo hacen sin rendir balances. Suelen pasar de cargo en cargo: un


día gobernador, luego ministro, luego vicepresidente, luego otro
so

ministerio, luego diputado, etc. Es una lógica arraigada. Algunos


durarán tal vez menos de un año. ¿Cómo gestionar y desarrollar
política en tan poco tiempo? Cada nuevo ministro hace borrón y
cuenta nueva, la refundación es un principio de casi toda gestión.
F

* * *
PD

—El 2016 fue un buen año en la comuna –dice una parlamenta-


ria. Quedamos asombrados. El año que acabamos de pasar fue,
sin dudas, el más difícil de esta etapa de la revolución, marcado
entre otras cosas porque la guerra golpeó con fuerza en Caracas,
ciudad siempre protegida por el chavismo. Resultó más difícil el

88
a
tur
a lec
par
lo
so
F
PD

AGRICULTOR URBANO, ALTOS DE LÍDICE, CARACAS, 2018


FOTO: EDUARDO VILORIA

89
acceso a la comida en la capital que en el interior, una situación
que agravó la corrosión de los lazos de solidaridad. En la comuna,
conformada por once consejos comunales y novecientas diecio-

a
cho familias, lograron poner en marcha planes de siembra –la
comuna da los financiamientos a los productores asociados, que

tur
luego le vierten un porcentaje de la producción–, mantener la
caja rural de ahorro, centralizar los CLAP de manera comunal,
garantizar una estabilidad económica. Eso, en esta etapa, es in-
menso. Los números indican la fuerza comunal: para las eleccio-

lec
nes de las vocerías de la comuna votó el 70% de la comunidad,
más que para las elecciones legislativas de 2015 que perdimos.
En el circuito de la montaña, donde hacen vida ciento veintidós
comunas, ganó el chavismo en las legislativas. Ahí está la fuerza.
—La gente cree en la comuna –dice otra parlamentaria.
Los compañeros se encuentran expuestos a los saboteos inter-
a
nos. El ejemplo más reciente es el de esta misma comuna: enviaron
un camión a buscar diez toneladas de maíz al estado fronterizo de
ar
Portuguesa, con autorización por escrito de la GNB, pero, al llegar
a la primera alcabala, la policía estadal pidió cien mil bolívares para
poder pasar, avisando que más adelante se encontrarían con tres
p

alcabalas más que pedirían lo mismo. Pidieron cobrar en efectivo o


por transferencia, directamente desde la sede del cuartel. ¿Cómo se
frena ese deterioro ético que llega al punto de cobrar con transferen-
lo

cia en las alcabalas? El camión quedó frenado. Es uno de los tantos


ejemplos de lo que se descose en silencio.
so

Hace ya algún tiempo escribió Argimiro, el comandante Cara-


che, en una de sus cartas:

... El revolucionario cree y practica la organización, la solida-


ridad, y la promueve en el pueblo; le enseña a defenderse y a
F

luchar por lo que le corresponde. Al revolucionario venezolano


le corresponde limpiar la patria de corruptos y farsantes, ha-
PD

cer de la rebelión que hoy tenemos una revolución verdadera


y cerrarles el paso a las pretensiones dañinas y perversas de la
burguesía y el imperialismo norteamericano...

Los días son lindos en la montaña. Hay amistad, silencio,


tiempo.

90
Día 29
La comuna Negro Miguel decidió rescatar una finca. Se trata

a
de mil doscientas hectáreas que son propiedad del capitán Plaza,
exalcalde del municipio Quibor, de las filas del chavismo, según

tur
investigaciones de los compañeros. Todo estaba en ruina: el gal-
pón de gallinas ponedoras, la vaquera; el agua contaminada,
los pastos crecidos; en cuanto a los animales: de trescientos cin-
cuenta solo quedaban veintiséis enfermos y en malas condicio-

lec
nes; de igual forma se encontraron decenas de maquinarias del
Estado abandonadas. Una imagen nítida de la corrupción. La
decisión de recuperar las tierras fue tomada por el parlamento
de la comuna. El tema, de a poco, comienza a instalarse en al-
gunos medios; llegan fotos al correo, mensajes de Whatsapp, una
comunicación artesanal. a
El hecho trae una pregunta: ¿cuánto tiempo pasó desde que se
dio una acción de lucha de rescate de tierra? ¿Cuán quieto se en-
ar
cuentra el movimiento popular y detenidos los avances? En este
caso, la confrontación sucede contra un cuadro burocrático, co-
rrupto, ejemplo de las tendencias que hunden el proceso, raspan
p

la olla y acumulan dólares en cuentas en el exterior. Es una batalla


con dos frentes: contra la improductividad de las tierras y contra la
burocracia. La respuesta fue la de enviar a la GNB, intimidar. No
lo

hay pronunciamientos oficiales.


Es una acción importante dentro de una situación de inmovili-
so

dad, una reacción a esta situación que vivimos, que se asemeja por
momentos a un tren que choca en cámara lenta. Las acciones de
lucha son pocas con respecto a lo que habría imaginado años atrás.
El entramado popular depende, casi siempre, del financiamiento
estatal, y la autonomía política está directamente ligada a la econó-
F

mica. ¿Cuán diferente sería el mapa actual si este tipo de iniciativas


tuvieran lugar en diferentes puntos del país, si la burocracia se viera
PD

incomodada, si la dirección fuera presionada con la legitimidad po-


pular? Algunos compañeros plantean que se deben impulsar luchas
concretas en los territorios, acompañar a la gente en sus reclamos.
El filo es peligroso: la derecha tiene como táctica fabricar acciones
callejeras y presentarlas como espontáneas. Lo vimos durante 2016
con los supuestos saqueos, que eran programados y financiados.

91
La falta de respuesta estatal preocupa. Las comunas reconocen
a la dirección, tienen las puertas abiertas. La dirección, en cambio,

a
no suele reconocerlas, no va a hablar, a escuchar lo que se quiere.
Cuando se acerca es para decir lo que se debe querer. Si ministros,

tur
alcaldes, y ese etcétera de caras que solo aparecen a veces en tele-
visión, se sentaran a hablar, la situación podría tomar otro ritmo.
Puede parecer disparatado para otro proceso político, acá no lo
es: la política se volvió a fundar con Hugo Chávez; la corbata dejó

lec
de ser una marca de importancia, se puso en práctica otra forma
de la política. Se vieron ministros con palas en las comunidades,
asambleas hasta largas horas de la noche con un diálogo de igual
a igual. Eso intentó empujar Nicolás Maduro con el Gobierno de
Calle a principio de su gestión, en 2013. Eso se pide, eso no pasa. El
último caso conocido es el de un ministro que mudó su despacho del
a
centro de Caracas a una quinta privada con protección militar. En
vez de acercarse se alejan, en vez de escuchar apelan a la liturgia. Es
ar
el distanciamiento hacia la forma de hacer política de Chávez; así
se percibe aguas abajo. Se agranda la distancia entre el idioma con
aire acondicionado y el idioma de la calle.
p

Qué lectura de este conflicto se puede hacer desde un despa-


cho de último piso, con menú gourmet. Apoyamos comunicacional-
mente; las comunas cercanas lo hacen con compañeros, semillas,
lo

maquinarias. Lo peor es el aislamiento, el clásico disparo que acusa


de saboteo.
so

Día 30
Cada época tiene una lengua. A veces el presente, esa brutal in-
F

mediatez 2.0, no permite verlo; resulta útil mirar al pasado, bus-


car en otros momentos políticos, así como ver qué palabras les
PD

daban forma, sentido y perspectiva a las fuerzas que pugnaban


por transformar y mantener el orden. Se puede indagar en la poe-
sía, condensación musical de las palabras, en volantes, declaracio-
nes, y ensayos. Allí se puede rearmar un mundo, ver lo que ya no
existe. Las palabras quedan a veces encerradas en otros tiempos,
como marca de lo que se intentó.

92
La revolución venezolana –no podía ser de otra forma– creó su
propia lengua. Las palabras que en los demás países son propias de

a
organizaciones, carreras universitarias o memorias, acá se hicieron
de masas. Socialismo, poder popular, democracia participativa,

tur
revolución, bolivarianismo, imperialismo, formaron la lengua po-
lítica. Todo ministerio es “del poder popular”, quien sea parte del
chavismo es “revolucionario” y el comandante es “eterno”.
Durante el transcurso del proceso revolucionario esa lengua

lec
cambió. En parte, por decisión de Hugo Chávez. Cada etapa tuvo
ideas/palabras/fuerza. Primero fue un proyecto nacionalista, con
alusiones a una tercera vía y reconstrucción del proyecto indepen-
dentista traicionado; luego –en 2005– vino la idea del socialismo
que, a su vez, maduró hasta sintetizarse en la dirección del Estado
comunal. ¿Existió una transformación de estrategia entre el líder
a
nacionalista y el que planteó destruir el Estado burgués, o cambió
según avanzaba/hacía avanzar la sociedad en sus aprendizajes?
ar
Manejaba ese tiempo con una capacidad extraordinaria. Peda-
gogo para millones por radio, televisión y actos, explicó ideas du-
rante horas, días, años, e hizo que fueran adoptadas como propias
p

por quienes, años antes, nunca se hubieran imaginado ocupar ese


lugar político. Las revoluciones –valga la necesaria obviedad– se
hacen con las personas de cada tiempo, en gran parte alienadas,
lo

colonizadas, con sueños de consumir celulares y plasmas, que en


Venezuela votaban, por ejemplo, por el partido Acción Democrá-
so

tica. La base social del chavismo no cayó del cielo.


Una fotografía de la Venezuela de los años ochenta-noventa
y una de 2012 muestran la dimensión del recorrido. El país cam-
bió trescientos sesenta grados y cada fuerza –la transformadora
y la conservadora– creó una lengua propia, única y, sobre todo,
F

irrepetible.
PD

93
* * *

a
Entre lo que nombra una palabra y la realidad existen tensiones,
promesas, pasos y frustraciones. La palabra puede empujar, ope-

tur
rar como invitación a construir, proyectar un futuro. ¿Cuál es la
distancia entre lo que se nombra y lo que existe? ¿De qué habla una
sociedad en una etapa determinada? ¿Cuáles son sus imaginarios,
valores, identidades, y cómo partir desde allí para construir el pro-

lec
yecto hacia el cual se quiere ir?
En Venezuela, esa relación parecía clara hasta los años anterio-
res. La lengua de la revolución describía el país, a la fuerza social
transformadora; proyectaba un horizonte de temporalidad impre-
decible –el socialismo– con pasos concretos en esa transición. Exis-
tía una conexión visible entre las palabras y las cosas, casi posible
a
de tocar. Lo que se decía era lo que se vivía, lo que se vivía buscaba
construir lo que se decía.
ar
La etapa cambió a partir del 5 de marzo de 2013, con la partida
de Hugo Chávez. Se modificó la correlación entre las fuerzas, las
tácticas, las alianzas continentales, los liderazgos. No fue brusco
p

sino que, con los meses/años, la épica y la sensación de victoria que


habitaban el país se hicieron opacas, menores; se entremezclaron
con la crisis desatada que rige estos días. Con la modificación del
lo

escenario las palabras comenzaron a gastarse. La lengua de la revo-


lución se distanció de la lengua de la gente y viceversa. El cotidiano
so

se volcó hacia la persecución de los productos acaparados por los


monopolios económicos y se alejó del mundo por venir, planteado
desde la aparición de Hugo Chávez en 1992. Cada vez tomó más
fuerza el presente como asfixia económica y el futuro se hizo in-
cierto. Esa fue y es parte central de la estrategia de la derecha: el
F

desgaste de la política, las emociones, la épica. ¿Cómo enfrentarla?


¿Cómo trabajar las palabras, situarlas en esta nueva etapa, lograr
PD

que hablen lo que se habla en las calles para rearmar en las mayorías
una posibilidad de país-promesa en el marco de la revolución?

94
* * *

a
El proceso revolucionario debe recrear su lengua, interpelar a un
cotidiano que descree en forma creciente de la política, que siente

tur
que esta se aleja de sí. Los grandes discursos asentados sobre la gesta
independentista se hacen agua, la repetición del concepto de guerra
económica cada vez interpela menos. ¿De qué habla la gente? ¿Qué
quiere escuchar?

lec
No significa desechar el acumulado de palabras, sino reorde-
nar y buscar palabras nuevas; saber que la lengua no puede quedar
como vanguardia desprendida en esta etapa de repliegue. Menos
aún tiene que ver con cuestionar el horizonte del proyecto. Se puede
volver a la pregunta inicial y contestarla así: Hugo Chávez profun-
dizó su discurso a medida que encontraba respuestas en el pueblo,
a
lo acompañó en el proceso. Utilizó las palabras para profundizar. Si
se retrocede políticamente, ¿no se debe entonces también repensar
ar
la lengua para volver a conectar con las mayorías? ¿No es mejor
poner a descansar algunas palabras?
No se trata de un asunto de dirección formal de la revolución, del
p

discurso de Maduro, sino de la construcción política en esta etapa


en términos generales; desde la lengua institucional y la de los mo-
vimientos populares, hasta la forma de construir procesos de orga-
lo

nización y movilización en los territorios. ¿Se debe convocar desde


consignas que apelen al “comandante eterno”, “la lealtad”, “patria
so

o muerte”, o se debe interpelar, invitar desde las problemáticas con-


cretas de la gente para vincularlas nuevamente al gran proyecto?
¿Cómo se propone hoy, en un barrio, la construcción de una
comuna?
¿Qué palabras usar/no usar en una nota de prensa, una entre-
F

vista, una crónica?


Estamos ante la obligación de volver a construir una lengua al
PD

interior de la revolución, nuevos códigos; atrapar lo que se dice en


las calles, las colas, las barriadas, para desde ahí traducirlo a la pro-
puesta política. Es complejo por estar inmersos en la dimensión 2.0,
la inmediatez brutal que dificulta ver con claridad. Seguramente,
para lograrlo, haya que renacer desde donde se nació: la gente. Es
hora, como decía Julio Cortázar, de tomar las palabras en la mano,

95
mirarlas a fondo, cepillarlas, sacarles el polvo y luego usarlas si se
cree que deba hacerse: “... Si uno se descuida, el lenguaje es una de

a
las jaulas más terribles que nos está siempre esperando...”.

tur
Día 31
Algo se mueve por abajo, busca, huele cómo, de qué manera. No

lec
es sencillo presionar y es necesario para avanzar o no retroceder.
Luego de la comuna Negro Miguel es el turno del Bloque Estadal
de Comunas del estado Portuguesa, espacio que reúne setenta
comunas. Se movilizaron al Ministerio del Poder Popular para
las Comunas en Caracas, para exigir un diálogo sobre planes de
siembra, viviendas, vialidad, distribución de alimentos, mercados
a
comunales, transferencias, registro y actualización de vocerías de
consejos comunales y comunas.
ar
Nos enteramos de la noticia, llamamos, armamos los equipos,
vamos a filmar, a respaldar con imágenes; que se vea la produc-
ción, que hablen los protagonistas. Sesenta y cuatro comunas, de
p

las setenta, tienen todas las instancias de autogobierno conforma-


das. Son ciento diez comunas en el estado, algunas en proceso de
construcción. Con ciento treinta, todo el territorio de Portuguesa
lo

quedaría cubierto por comunas. Se trata de la principal zona pro-


ductiva del país, granero nacional que da el 40% de todo lo que se
so

consume a nivel nacional. No sé mucho más, solo conozco Gua-


nare, la capital. Lo demás en mi imaginación es llano y calor.
Salida: cuatro de la tarde; tiempo aproximado: cinco horas.
Vamos con Emilio y Yusbeli, agarramos las curvas de salida de
Caracas, las que suben y recuerdan lo cerca que está el campo.
F

Hay algo mío en estos caminos, ya no me sorprenden, todavía me


emocionan. Tomamos mates, suena una salsa, vamos bien. Con
PD

la oscuridad llega la falta de gestión: carreteras sin luces ni líneas


blancas, un festival de huecos; igual que en Caracas y las principa-
les troncales del país. El socialismo y la eficiencia no pueden estar
reñidos, decía Chávez. Una eficiencia en las gestiones ayudaría a
darle cuerpo a tantas palabras que cada vez se alejan más de lo que

96
nombran. El país desmejora, la institucionalidad es la peor propa-
ganda de sí misma.

a
Llegamos a las 9:00 p. m. Guardamos los equipos, bolsos y el
carro. El día y el calor empiezan al alba en el llano. Unas cervezas

tur
frías, el cielo de Portuguesa sobre las cabezas, joropo, pleno presente.

* * *

lec
El tiempo tiene una característica inevitable en el llano: es mu-
cho más de lo anunciado. En particular cuando los caminos son
de tierra, se viaja en la parte de atrás de un camión bajo el rayo
del sol y el polvo envuelve el aire. Hacemos un recorrido produc-
tivo. En las zonas bajas del estado se producen granos, ganado y
a
azúcar. Por lo general, en las comunas están agrupados pequeños
productores que poseen entre cuatro y diez hectáreas. Necesitamos
ar
imágenes de apoyo para darle legitimidad a las comunas que son
acusadas de solo existir en el papel y ser financiadas por la derecha.
Conversamos con las voceras; el diagnóstico es claro: se terminó la
p

paciencia, la espera pasiva. La gente está dispuesta a salir, la movi-


lización a Caracas fue la muestra de eso; se juntó dinero de donde
no había, viajaron en autobuses y en camiones con las sillas atrás
lo

–como el que nos mueve por el llano–, con vista al cielo. Con esos
mismos camiones, entregados entre 2014 y 2015 por el ministerio,
so

trancaron la avenida.
En cada casa nos regalan comida, matan un chivo delante de
nosotros para que llevemos a Caracas, nos dan queso, pescado.
Hay otro país, otro ritmo, los días tienen otras formas. Los recla-
mos políticos/económicos son centralmente dos: las viviendas y el
F

código para transportar alimentos fuera del estado. Les resulta im-
posible sacar la producción a otras partes, a otras comunas, y aquí
PD

hay en cantidades lo que falta afuera. La diferencia de precio entre


un estado y otro es grande, la comida es el inmenso negocio.
—Coño, pana, para traspasarle al privado eso sí es rápido, pero
para las comunas es imposible –dice un comunero.

97
Seguimos hacia la parte alta del estado, las montañas que se
unen con Lara y Trujillo. El paisaje invita a no irse nunca más: ár-

a
boles florecidos de color naranja, nubes bajas que parecen neblina,
casas de colores azules/violetas/rosas/verdes, más fuertes que el

tur
sol; ríos que cruzan por el valle, un frío que entra por las ventanas;
puestos de frutas, chicharrón; mil ochocientos metros. Se produce
café –ese que tanto se busca y que ya casi siempre es ligado con
grano tostado–, cambur, cachamas, comunidad. Llegamos al co-

lec
rredor Fabricio Ojeda, conformado por catorce comunas.
—El corredor es un sistema de agregación, como la ciudad co-
munal, donde construimos territorios liberados, que tienen que
ser altamente productivos y no solamente producir para una co-
muna. Como gobierno, en lo político, económico y social debemos
ser autosustentables –dice Nairubia Silva, vocera de la Comuna
a
Socialista Agroproductiva El Arañero Latinoamericano, y vocera
ejecutiva del Bloque Estadal de Comunas–. La pugna en contra de
ar
los comuneros es por el poder. Queremos crear una planta procesa-
dora de harina comunal; vemos cómo casi todo el maíz de los silos
del Estado se lo lleva Empresas Polar. En la comuna Divina Pastora
p

cosecharon ochocientas hectáreas en el anterior ciclo, un millón


de kilos arrimados a los silos. Nosotros, el pueblo, las comunas, les
hacemos propuestas, pero les resbala.
lo

Almorzamos frente a la bloquera comunal. Funciona bien.


Cada vez que veo una bloquera recuerdo a Leo Santillán –her-
so

mano de Darío, asesinado el 26 de junio de 2002–, la bloquera de


Lanús; las tardes de reunión, de asambleas que fueron uniones y
rupturas, parte fundacional de mis maneras de pensar, concebir
la militancia, la opción de vida que se reconstruye cada día. En la
entrada de la bloquera, una bandera grande reza:
F

Territorio comunalizado
PD

ejerciendo soberanía popular


ni un paso atrás
comuna o nada

98
* * *

a
Pasados los días, ya en Caracas, nos enteramos de que el Bloque
pudo reunirse con el ministro. Los resultados serían –dicen– bue-

tur
nos. Se verá en el desarrollo, la pugna porque se materialicen. Si el
resultado es positivo, el mensaje lo es más aún: la presión puede dar
resultados. Presionemos.

lec
Día 32
Es 27 de febrero de 2017 cumplo treinta y tres años. Mi cuarto cum-
pleaños en Venezuela. Estamos en Sorte, las montañas sagradas
a
de María Lionza, en Yaracuy. Desde que entramos vemos altares;
gente con tabaco, velas, collares, pulseras; más altares con santos
ar
negros, blancos, indígenas, mestizos, malandros; familias enteras,
sonido de tambores, casas de zinc con comida, ceremonias, pregun-
tas. Caminamos despacio, en silencio; algo está abierto, como en
p

una iglesia, un templo. Es el intento de comunicarse con los dioses


y los muertos.
En el río juegan niños, una señora se lava el pelo, otra ríe a su lado.
lo

Cerca de ellas, dos hombres están acostados dentro de una figura de


polvo blanco. Hay velas, aguardiente, tambores, sol; familias que
so

pasan con colchones, carpas; otro círculo, más figuras, pétalos de


flores mezclados con alcohol, nombres que no comprendo; invoca-
ción de santos, de lo que nos rodea, no vemos, existe tal vez, en este
lugar existe. Tomamos mate en la orilla del río. Frente a nosotros, a
cuatro piedras de distancia, un hombre está a punto de ser habitado
F

por un muerto.
Escuchamos, observamos.
PD

El muerto es un negro de voz ronca.


Alguien pide, necesita. Como todos nosotros.
Cumplo treinta y tres años. ¿Qué necesito hoy? Compro una
vela para el muerto que me cuida. La prenderé esta noche junto a
un vaso de agua.

99
* * *

a
Amanecemos en un pueblo en la costa de Falcón, a pocos kilómetros
de Chichiriviche. Alguien trepa sobre la palmera para bajar unos

tur
cocos. En la cocina hay arepas sobre el budare, café colado. Pasa
una nube, queda el sol. El Caribe tiene una fuerza única. Huele a
brisa, a tener un desierto a las espaldas y el mar de frente.
Debe ser la luz. La que persiguió el pintor Reverón.

lec
Preparo el mate para ir a la playa.
Ya soy esto también, el Caribe habita mis palabras y miradas.

Día 33
a
Paso la noche del 4 al 5 de marzo en mi habitación. Es pequeña, sin
ventanas. El ventilador siempre está prendido para alejar los mos-
ar
quitos. No tengo mucho, sigo sin acumular objetos, los que tengo se
gastan. Ni me falta ni me sobra. Al pie de la cama hay una mochila
con arroz, pasta, aceite, leche en polvo, algunos atunes y azúcar.
p

Está la yerba mate, no puede faltar. En menos de veinticuatro horas


sonará el cañón de las 4:25 p. m., hora en que cuatro años atrás
moría Hugo Chávez. Trabajo a contrarreloj, los tiempos no alcan-
lo

zan, la noche tampoco. Mañana no escucharé los discursos prede-


cibles. El idioma oficial gasta la palabra justa. Escribo. ¿Qué decir
so

sobre Chávez que no se haya dicho antes? Tengo una vela prendida.
Termino el texto al alba.

* * *
F

La culpa es de Chávez.
PD

1. Ya no existe el derecho a la inocencia. Las revoluciones son


esto que vivimos y nos quema. Están hechas de héroes, trai-
dores, jugadas épicas, sucias, mayorías anónimas, enemigos
a la espera de acuchillar por la espalda, golpes de gloria y
golpes al estómago, infinidad de disputas de poder. No son

100
como quisiéramos. Las personas tampoco. Nosotros mismos
no alcanzamos lo que deseamos ser: esa distancia es nuestra

a
propia contradicción.
Es un duelo. “Ya no es mágico el mundo”, escribió Jorge Luis

tur
Borges. Ya no es mágica la revolución. Alguna vez lo fue,
así lo indica la memoria, aunque, se sabe, la reconstrucción
del pasado cambia en permanencia. Es una de las grandes
disputas. En particular, cuando tiene en su pleno centro a

lec
un hombre como Hugo Chávez, quien se propuso refundar
un país y quedó inscrito en cuerpo y pasión de varias gene-
raciones.
Ante eso, se podía prever que luego de su muerte la dere-
cha intentaría varias estrategias respecto a su figura: con-
trastarla con la de Nicolás Maduro –era un populista serio
a
comparado con el actual presidente ignorante–, o echarle la
culpa de todo y, por derivación, achacársela a la dirección
ar
como continuadora de su pensamiento. Han alternado los
discursos para desgastar, confundir y borrar lo que parece
imborrable. La indiferencia nunca fue una opción política.
p

La derecha quiere mostrar hoy –ahí está su esfuerzo– que


en la génesis misma del proyecto chavista se encuentran las
causas de la crisis actual. El problema fue Chávez, el padre.
lo

Todo sería culpa suya: lo que falta, lo que duele, lo que ya


no se puede.
so

El objetivo es así golpear lo material, las ideas y al líder. Un


ataque que intenta borrar el pasado, vaciar el presente, des-
hacer el futuro. Son las condiciones que necesita la derecha
para convencer a una mayoría de darle su voto.
2. Han pasado cuatro años. Guardo dos recuerdos, entre
F

muchos. El primero en 2005, en Mar de Plata: llovía, ha-


bía cantado Silvio Rodríguez, y Hugo Chávez habló de
PD

Francisco de Miranda, de nuestra historia común. Ante él


había banderas con la cara de Eva Perón, Martín Fierro,
el Che, Darío Santillán. Éramos un estadio lleno. Tenía 21
años, estaba por comenzar a militar.
El segundo fue en Caracas, el 5, 6 y los días siguientes de
marzo de 2013. En particular el seis: esa multitud, esas

101
voces, ese pueblo –pocas veces se usó con tanta propiedad
esa palabra–, ese dolor de la ausencia que puede abrir las

a
puertas de la locura. Fueron diez días de entierro, de kiló-
metros de cola día y noche; de escuchar debates de política,

tur
economía, sociedad; la profundidad de Chávez en la gente,
en particular los más humildes. ¿Alguien que lo haya vivido
puede sostener por un minuto que esos millones estaban ahí
por petróleo a cien y consumo?

lec
3. Es necesario comprender/sentir la profundidad de su huella
para analizar las estrategias que ha tenido que emplear la
derecha. Sin eso difícilmente se pueda comprender cómo,
con tanta guerra prolongada de desgaste, Chávez todavía
está en pie, la revolución no ha sido hundida. ¿Por qué con
colas, aumentos de precios, impunidad del bachaqueo, dólar
a
criminal, no han tenido efecto los llamados a saqueo de la
derecha? No se puede entender cómo se vive la economía,
ar
si no se analizan los pasados, las conquistas, los miedos, las
frustraciones, las formas de imaginar lo que vendrá.
Por eso el empeño en golpear a Chávez y hacerlo en el pun-
p

to más crítico: la economía, con argumentos que se repiten


como un manual en los países del continente donde la dere-
cha quiere retomar los hilos directos del poder. El más uti-
lo

lizado: la política económica fue un despilfarro, se les dio a


los pobres más de lo que se les podía dar, será necesario un
so

sinceramiento y un sacrificio por varios años. El populismo


sería una ilusión de consumo para las clases populares de
cara a mantenerlas quietas en la pobreza. Basta escuchar
la conversación que tuvieron hace poco Mauricio Macri y
Mario Vargas Llosa, donde condensan esa contraofensiva
F

ideológica: los gobiernos “chavistas” de América Latina sig-


nificaron desconexión con el mundo, derroche de dinero,
PD

negación al progreso, autoritarismo.


La derecha venezolana ni siquiera tiene la virtud de cons-
truir su propio guion. No es necesario, lo que importa saber
es si ese núcleo de ideas poco a poco permea en la sociedad
y se instala como nuevo sentido común. Eso implicaría no
solamente una puerta abierta para una hipotética pérdida

102
del poder político del chavismo, sino un piso de consenso
para aplicar las medidas que tendría pensada la contrarre-

a
volución para su proyecto de país. Lo que está en juego es
la interpretación de esta realidad, saber cómo se llegó a este

tur
punto.
¿Quién tiene la culpa? ¿Chávez, Maduro, el imperialismo,
los monopolios económicos, la corrupción, el socialismo?
Quien logra convencer gana una parte central de la dispu-

lec
ta. Es la estrategia –cobarde– de esta guerra: actúa bajo la
negación de sí misma y señala a Chávez, el proyecto y el go-
bierno como responsables. Por eso la comunicación es vital.
El chavismo –su lineamiento oficial– peca ahí de una ho-
mogeneidad discursiva que lo hace predecible y repetitivo.
4. El millón quinientas mil viviendas entregadas en seis años
a
es uno de los argumentos de mayor peso. ¿En cuántos países
se ha dado un proceso similar? ¿Qué otro gobierno puede
ar
decir que ha hecho lo mismo? Eso es Chávez, el Palacio de
Miraflores convertido en refugio para quienes se quedaron
sin casas después de las vaguadas, una política de masas
p

inédita en la historia.
El asunto es que la memoria es una constante reconstruc-
ción. En particular, en un país con una población muy jo-
lo

ven, que en una parte considerable –un tercio o más– no


recuerda la miseria de los millones que fundó el ciclo re-
so

volucionario. Para las nuevas generaciones la realidad son


Canaimas, Gran Misión Vivienda Venezuela, horas de cola
para alimentos y medicamentos, mercado paralelo, teléfo-
nos última generación, Centros de Diagnóstico Integral, au-
mento diario de precios, amigos y familiares fuera del país,
F

etc. La figura de Chávez es más frágil en ellos. Así será con


cada nueva generación. La interpretación de quién fue el
PD

líder del movimiento se convertirá en un terreno de disputa


mayor. En particular, si la realidad económica no logra es-
tabilizarse y mejorar.
5. Se trata de asumir un compromiso pleno sin promesa de
una sociedad de justicia total. El mundo perfecto no pue-
de existir: no sería humano, como decía el psiquiatra y

103
psicoanalista Enrique Pichon Rivière. No existe certeza de
lograr lo que nos proponemos. Los mismos números juegan

a
en contra: las victorias son la excepción y no la regla. Igual
se pelea, se empuja, se milita para conseguir la anomalía.

tur
Esa es la apuesta, la de Chávez, la de quienes nos antecedie-
ron y –esperamos– de quienes vendrán.
Con su liderazgo, la idea del futuro era nítida. Aunque la
propuesta fuera tan compleja como la construcción de una

lec
sociedad no capitalista, existía vanguardia y retaguardia,
una dirección clara del proceso. Se iba en determinada di-
rección, la desembocadura era posible, casi una certeza. Era
una contracorriente temporal: sucedía mientras en el mun-
do se habían instalado los relatos de los finales de las ideo-
logías, del protagonismo de las masas, y de la posibilidad de
a
transformar en favor de los pobres. Esos son los mensajes
que hoy regresan desde las cenizas de las derechas latinoa-
ar
mericanas. Buscan alejar a la gente de la política, reivindi-
car la meritocracia, el éxito de los grandes empresarios; el
individuo solo, asustado, que debe sacrificarse y agradecer
p

lo poco que tiene.


Por eso es tan importante para ellos arrodillar la memoria
de Chávez. Hay en él una condensación de lo posible, un
lo

ejemplo para legar de generación en generación; lecciones


de política, de economía, de vida. La gente habla bien de
so

Chávez. Se lo recuerda, extraña e invoca. Es una incomo-


didad para quienes, dentro del proceso, custodian intereses
ajenos a los que se propuso defender el proyecto. Es la posibi-
lidad de decir cada mañana: yo soy Chávez. Asumir esa res-
ponsabilidad, dejar de delegar en otros el peso de los bienes
F

y los males, esa costumbre destructiva de la cual casi nadie


está exento. Sin inocencia: habrá corruptos, oportunistas,
PD

personas cercanas a la idea que nos hacemos del hombre y


la mujer nueva, experiencias de poder comunal, miliciano,
mediaciones políticas en permanente debate.
Para rearmar la idea de mañana es necesario volver a
Chávez, indagar si algunos problemas actuales tienen su gé-
nesis en errores suyos.

104
Seguramente los haya, no podría ser de otra manera. Su
corrección no está en el modelo de la derecha, sino conte-

a
nida en los propios marcos teóricos de Chávez. Hace falta
más Chávez: ocupar plantas que cierren, como la fábrica

tur
Thomas Greg & Sons, en Lara; rescatar tierras financiadas
y abandonadas, como la finca Tío Bravo, ocupada por la
comuna Negro Miguel, en Yaracuy; hacer valer los dere-
chos y acuerdos, como el Bloque Estadal de Comunas de

lec
Portuguesa, que se movilizó a Caracas ante incumplimien-
tos por parte de la institución.
Se pueden desatar avances en esta resistencia.
No tenemos derecho a perder. La historia no funciona como
cálculos matemáticos de fuerzas en pugna. Si la derecha re-
toma el poder político, ese ciclo no abrirá un proceso que
a
permita –como se puede escuchar– aclararnos contradic-
ciones que nos hagan regresar luego al gobierno con mayor
ar
claridad. La política no es ajedrez y el enemigo no perdona.
No es mágica la revolución, es una gran disputa de poder.
p

* * *
lo

Envío el texto, paso todo el día 5 en mi casa. Reviso escritos, datos.


El precio promedio del petróleo durante los años de Chávez fue cin-
so

cuenta y cinco dólares y no cien, como quieren instalar en los ima-


ginarios. Preparo caraotas, tomo café, atravieso recuerdos. A las
4:25 p. m. del 5 de marzo de 2013 estoy en la calle, de repente sopla
un aire frío con lluvia helada, veo gente frente a una pantalla en un
quiosco de la avenida Baralt. Escucho a Maduro, camino rápido a
F

casa, los compañeros lloran frente a la pantalla. Vamos al Hospital


Militar; hay sirenas, gente que deambula, corre, llora, grita; es de
PD

noche ya y todos estamos con el dolor como única certeza. Estoy con
Vanessa, Yanina, con gente conocida que pasa, que llora. Nos va-
mos a la plaza Bolívar en moto con Emilio; la mujer que quiero está
ahí. La vida nunca volverá a ser igual. Lo sabemos en ese momento.
Algo acaba de partirse en pedazos con furia.

105
Hoy somos pocos en la casa. Nadie fue al Cuartel, un síntoma de
la época o de las formas del duelo. Resulta casi imposible explicar

a
lo que significó Chávez en la vida de la gente, por eso hay que es-
cuchar, preguntar. Cada uno tiene algo que viene de lejos. Cuando

tur
entrevisto a Kevin Rangel, cuenta que tenía diez años cuando se
despertó por el ruido de disparos y fuegos el 4 de febrero de 1992.
Vivía con su familia cerca del Fuerte Tiuna. Ahí supo de Chávez.
Hoy es dirigente nacional de la CRBZ, vive en Calabozo. ¿Qué se-

lec
ría de su historia, su pensamiento, su presente, si Chávez no hubiera
existido?
No nos conoceríamos y yo no estaría acá en este mediodía de do-
mingo 5 de marzo cocinando caraotas; recordando el 6 de marzo,
cuando bajé de casa hasta La Hoyada para ser parte de la procesión
que llevaba a Chávez por las calles de la ciudad hasta la capilla
a
ardiente, donde lo velaríamos por diez días. Pasé luego decenas
de veces por esa avenida Nueva Granada, cuando trabajaba en el
ar
Ministerio de Comunas. Ese día llevaba dos meses en Caracas, no
sabía dónde estaba; solo que la Historia, con mayúscula, era eso
que vivía. Extraño ese país, ese amor, esa voluntad, ese poder que
p

tocaba a la gente, nos tocaba, habitaba nuestras palabras. Nada


de eso sería sin Chávez. Tampoco esta habitación donde estoy de
nuevo frente a la computadora, con la tarde sobre la espalda, otra
lo

vela prendida, este libro que escribo. La historia es injusta y la feli-


cidad demasiado frágil.
so

Día 34
Operación La Popa N.° 1 de 2017: la Fanb desmanteló un campa-
F

mento de ciento veinte paramilitares en Táchira. Murieron entre


nueve y doce de ellos durante el operativo. Dos sargentos resultaron
PD

heridos. Encontraron uniformes del ejército colombiano, venezo-


lano y estadounidense. Hay otras informaciones que circulan por
debajo: hace pocas semanas un sector paramilitar dictó toque de
queda en un pueblo de la frontera. En algunos municipios ya es cos-
tumbre, se ha instalado el control y la cultura paramilitar.

106
* * *

a
Domingo, artículo de opinión de Mario Sanoja en el diario
Últimas Noticias:

tur
El 27 de febrero (de 1989) es una seria advertencia para todos
los irresponsables líderes de la derecha terrorista que animan la
guerra económica, que sueñan y salivan ante la perspectiva de

lec
una explosión social que derroque la revolución. La violencia de
la guerra no respeta las clases sociales. Nosotros, los que vivimos
en la Caracas de clase media o alta, no estamos preparados ni
mental ni materialmente para ella: nuestras familias serán las
primeras víctimas.
a
El clima de la época, los fantasmas que sobrevuelan lo posible.
La guerra.
ar
* * *
p

Llega el Clap por primera vez a nuestra cuadra. Hacemos la cola;


la vocera del consejo comunal abre para revisar: diecinueve pro-
lo

ductos. Dos paquetes de pasta, un kilo de azúcar, dos kilos de arroz,


dos mayonesas, una salsa de tomate, dos carnes enlatadas –símil
so

segunda guerra–, dos atunes en lata, un kilo de leche en polvo, cua-


tro paquetes chicos de granos, un kilo de harina de trigo, un litro de
aceite. Todos los productos son importados. Nos vemos por fuera
todos con sonrisa ante la caja, con paquetes en cada mano; ¿Somos
conscientes de la violenta normalidad que vivimos?
F

Los Clap llegan a seis millones de familias. En mi barrio llega


cada tres semanas, a once mil bolívares. Tan solo un litro de aceite
PD

en el supermercado, a precio regulado, cuesta diez mil. El Clap,


que algunas veces trae productos nacionales, es la base de carbo-
hidratos y algo de proteína: atún en lata y frijoles. Sin la caja sería
imposible llegar a lo que hoy, ¿se llega? No es un modelo socialista,
es un modelo de economía capitalista en estado de guerra.

107
* * *

Me crucé con una compañera con quien compartía oficina en el

a
Ministerio del Poder Popular para las Comunas. Volvía de su tra-
bajo, recién cruzada la avenida Urdaneta, hacia la plaza Bolívar y

tur
el metro. Charlamos un rato. La burocracia y el cambio de gestión
empantanaron todo, no tiene nada que hacer en el trabajo, aunque
intenta. No quiere no hacer nada. Sabe que lo que aporta no tiene
ninguna repercusión; eso a la lógica burocrática le es totalmente

lec
indiferente. ¿Cambiar de trabajo? Sí, pero no puede ganar menos;
el sueldo apenas le alcanza. Busca y no sabe si regresar a la casa de
sus padres en Trujillo. Está cansada, desilusionada.
La revolución como revolución se descascara.

a * * *
ar
—Mira, chamo, levántate; están censando –bajo.
Abrieron un centro de salud Barrio Adentro en la cuadra. Le
pusieron por nombre Eliezer Otaiza, nombre de un dirigente cha-
p

vista asesinado hace pocos años. El médico recorre casa por casa
para saber cuántas personas viven, qué problemas tienen, qué ne-
cesidades existen. Cuenta que se formó con estudiantes cubanos,
lo

argentinos y marroquíes.
so

* * *

Escribo estos párrafos sueltos en los momentos libres, generalmente


por la noche. Me falta agregar que el secretario general de la OEA,
F

Luis Almagro, volvió a desatar el tema de la Carta Democrática.


El martes por la noche comenzó a faltar gasolina en casi todo el
PD

país, un asunto que puede sobredimensionarse –o apagarse rápido,


espero–. Escribo, releo, y pienso que suelo contestar que todo sigue
igual en Venezuela, que no sucede gran cosa. El orden en este país
es una constante sucesión de pequeños o grandes cataclismos.
Lo hemos normalizado.
Lo extraordinario es cotidiano.

108
Día 35
Llegan noticias de desalojos campesinos en Barinas. Las imágenes

a
muestran ranchos quemados, los testimonios hablan de violencia y
complicidad de actores del gobierno regional. Armo el bolso, llego

tur
al terminal de La Bandera; ocho horas en bus, salsa baúl, arepas,
Barinas. Es imposible reconstruir desde Caracas, solo una página
web informa del asunto; los medios oficiales, como es costumbre,
mantienen su inalterable línea de país feliz. Nada que amenace ese

lec
orden entra en sus pantallas y titulares.
Los compañeros me esperan, nos vamos en moto a recorrer
los rescates de tierra que están peleando. Conversamos con los
campesinos; quienes están amenazados saben qué precio tiene su
muerte: una camioneta último modelo y veinte millones de bolí-
vares. Almorzamos raya de río, bajo un toldo que oficia de refugio.
a
Ordeno los diferentes casos, los más recientes son los tres predios
desalojados: Las Mercedes, El Orticero, Jobito. Intervinieron de
ar
madrugada con quema de ranchos, destrucción de siembras, enve-
nenamiento de pozos, sin mostrar orden de desalojo. Las Mercedes
ardió por más de tres días. No es la primera vez que sucede, en el
p

estado tuvieron lugar veinte desalojos en cuatro años, podrían ser


más. Los diferentes actores se patean la pelota: la dirección nacio-
nal del Instituto Nacional de Tierras (Inti) señala al Inti regional;
lo

la Gobernación, el Tribunal Agrario y la GNB no se pronuncian.


Todos participaron de los desalojos. La pregunta es quién dio la
so

orden en este y en cada caso.


Nadie se hace responsable.

* * *
F

¿Cuántas veces tiene que darse un hecho para dejar de ser un caso
PD

aislado y transformarse en una tendencia? ¿Veinte es suficiente? Lo


que está en debate en Barinas es saber por qué desde hace cuatro
años se han multiplicado los desalojos a campesinos. Algo que ha
sucedido a la par que se detuvo el avance legítimo y legal sobre
los terratenientes dueños de grandes extensiones de tierras impro-
ductivas. Venezuela tenía una de las mayores concentraciones de

109
tierras en pocas manos al iniciar la revolución: en 1998, según el
censo agrícola, existía una superficie agrícola de 30.052.358 hec-

a
táreas, donde el 0,49% de los predios concentraba el 22,6% de la
totalidad de esas tierras; es decir, dos mil cuatrocientos cuarenta

tur
y cinco predios detenían 6.630.200 hectáreas. Menos del 2% de
terratenientes tenían el 60% de la tierra, y más del 60% de campe-
sinos tenían el 3%. Se rescataron y expropiaron cerca de cuatro mil
hectáreas, una política –llamada por Chávez en 2004 como guerra

lec
al latifundio– que comenzó a detenerse cerca de 2011. No existe
balance público sobre los logros, los errores que se cometieron, el
saldo actual, los diferentes resultados en las tierras que fueron a
manos de campesinos, ni de aquellas que quedaron en manos de
empresas estatales.
¿Lo que sucede en Barinas es un caso aislado o también sucede
a
en otros estados del país? Es la otra pregunta central. Está en juego
comprender por qué ocurre, en particular en el marco de una gue-
ar
rra donde el epicentro es la comida. ¿Cómo analizar estas contra-
dicciones, los actores en juego? Tal vez, como dice un campesino,
la cuestión se resume a un peo de clases, y no todos los que visten de
p

rojo y están en puestos de poder defienden la misma clase. Eso, en


este caso, es una evidencia.
lo

* * *
so

Han sido más desalojos aun dicen los compañeros. El escenario es


confuso, un río que corre revuelto con piedras. No podemos arries-
gar más de veinte sin pruebas, es decir, el nombre de los predios. En
caso de debate público se deben poder sustentar las afirmaciones.
F

Dejamos preguntas para armar el rompecabezas.


No se trata solamente de exponer la situación que se vive en
PD

Barinas, sino explicarla. Sería reduccionista y falso decir que esto


muestra la traición del actual gobierno, que ahora se desaloja cam-
pesinos en vez de darles tierras, que Maduro no es Chávez, y ese
largo etcétera que acompaña una postura repetida. La política no
es fácil y dos más dos no siempre son cuatro. Existen intentos de
restauración en marcha al interior del proceso, un rumbo político

110
difuso con dirigentes de primera línea que hacen loas –¿por tác-
tica o estrategia?– al empresariado, mientras queda relegado el

a
universo comunal/campesino. También están otros compañeros
dentro de la dirección, que empujan en el sentido que parece re-

tur
volucionario en las circunstancias actuales. ¿Cómo son las corre-
laciones de fuerzas, los equilibrios, las complejidades de la unidad
imprescindible?
Vamos por las calles de Barinas en dirección al terminal de au-

lec
tobuses. Llueve, me esperan otras ocho horas hasta Caracas. Llego
en la noche a casa. Un vaso de ron, logramos instalar comunicacio-
nalmente el caso de Barinas.
La realidad está a punto de dar otro vuelco violento. Todavía
no lo sé.

Día 36
a
ar
—Hermano, ¿hay un golpe de Estado en Venezuela? –recibo el men-
saje, acabo de pasar por la plaza Bolívar, el Palacio de Miraflores,
p

la ciudad está en calma.


Un compañero chileno también recibió un mensaje. No es la
primera vez que llega una señal de alarma desde afuera, mientras
lo

acá nada aparece a la vista. Los grandes medios de comunicación


arman matrices que escupen en masa. Preparo unos mates, entro
so

a las redes a buscar información, se consigue más en el Twitter que


en muchas páginas.
El asunto es el siguiente: el TSJ (Tribunal Supremo de Justicia)
tomó la resolución de quitarle competencias a la AN y la inmu-
nidad a los parlamentarios. La AN se mantiene en desacato por
F

tener a tres diputados electos de forma fraudulenta, anunció varias


veces que iba a terminar con Nicolás Maduro, intentó un golpe de
PD

Estado en octubre, ratificó en enero que no reconoce al presidente.


La decisión del TSJ es legal. El problema, otra vez, es lo legítimo. A
nadie en la calle parece importarle lo sucedido, la ciudad sigue tan
caraqueña, tan en búsqueda de precios y productos.
No existe un autogolpe, como titula la derecha. Todo parece
en cierta estabilidad, hasta que la Fiscal General de la República

111
dice, ante cámaras, sin lograr disimular el guion aprendido, que la
resolución rompe el hilo constitucional. Esa misma noche Maduro

a
anuncia la reunión del Consejo de Seguridad de la Nación para
solucionar el problema, y al día siguiente el TSJ da marcha atrás

tur
con las dos cláusulas de la polémica. Vuelta carnero. No llegamos
al mismo lugar: el hecho es el catalizador sobre el que se lanza la
derecha.
Se viene un choque de poderes, un intento de asalto.

lec
La pregunta política es por qué, en pleno ataque internacional,
el TSJ tomó esa resolución. Era predecible que desembocaría en un
escenario de más presión internacional, incertidumbre nacional, y
desgaste de la gente. La razón es, hasta donde se sabe, la imposibili-
dad de avanzar en una iniciativa de creación/modificación de em-
presas mixtas petroleras. Para eso, según la Ley de Hidrocarburos,
a
es necesaria la aprobación de la AN. ¿Qué modificación o creación
estaba frenada? Debía ser estratégica para tomar esa decisión en
ar
estos momentos. No es parte del debate público.
Los elementos están en desarrollo. La derecha insiste en su uti-
lización del poder legislativo como espacio desde el cual dirigir la
p

confrontación política. Quieren, además de destituir al TSJ, votar


la “ruptura del orden constitucional y la permanencia de golpe de
Estado”. Su plan tiene el epicentro en lo internacional, una muestra
lo

de su debilidad interna, sus no liderazgos, disputas, la imposibili-


dad de dar el salto que no dieron desde 1999 para confrontar de
so

igual a igual. Por eso tanta OEA, ataque económico, infiltración


de paramilitares.
Estamos en una nueva coyuntura rabiosa que irá en ascenso.
Pasaron solo cinco meses desde la anterior. Vendrán muertos.
F
PD

112
Día 37

a
La primera convocatoria reúne a la clase alta del este caraqueño,
la de siempre, pequeña. Con el pasar de los días –y contra varios

tur
pronósticos–, el escenario cambia, las movilizaciones aumentan
de volumen, de violencia, y el cuadro de asalto callejero de 2014
reaparece. Vienen de frente por nosotros, más preparados, finan-
ciados, con toneladas de odio y frustración acumuladas. Sienten

lec
que pueden, que el momento es ahora. ¿Sobre qué elementos llega-
ron a esa conclusión? Inundar el panorama de imágenes, tenden-
cias en Twitter, rumores. Decido ir hasta donde están para contar
desde dentro, mostrar quién es quién en estos asaltos, comprender
el esquema en desarrollo. Mototaxi, Altamira, su bastión histórico,
territorio de ellos. a
No son más de cuatrocientos. Se dividen en tres: la vanguardia,
que es la parte que busca la confrontación con la policía; una masa
ar
fluctuante, que corre hacia la parte de adelante cuando parecen
ganar la pulseada y vuelve a las corridas unos pocos segundos des-
pués, ante los gases; y la retaguardia, que observa, come helado,
p

conversa, comenta como frente a un show de acción. La retaguar-


dia se sitúa en los alrededores de la plaza, sobre la avenida princi-
pal; la masa fluctuante se encuentra a partir de media cuadra más
lo

adelante, hasta la zona donde no llegan los humos de los gases; la


vanguardia intenta acercarse al cordón de policía que impide el
so

paso hacia la autopista. Ese sector coloca las guayas cruzadas, de


esquina a esquina, para impedir que pasen motorizados –decapi-
tarlos, como en 2014–, arroja aceite en el piso, arma las bombas
detrás de una pared.
La escena se repite incansablemente durante horas. Existen mo-
F

mentos de euforia colectiva, generada por la adrenalina, la sensa-


ción de la epopeya. Entonces arrancan portones, los atraviesan en
PD

las calles, rompen carteles luminosos, juntan piedras y piedras, las


golpean sobre el zinc, se dan ánimo, corren en banda hacia la poli-
cía. A los pocos segundos regresan más rápido de lo que fueron, con
las mismas piedras y molotovs en las manos. Corren más de lo que
confrontan. Hay algo de juego en ellos, palabras impostadas como
hambre: “dictadura”.

113
Se ven otros personajes: motorizados solidarios que sacan a al-
guien sobre expuesto a los gases, vecinos que recargan las botellas

a
de agua y alientan desde las ventanas, curiosos que se detienen a
observar, vendedores de agua y limones, mototaxistas a la espera

tur
de pasajeros.
No existe liderazgo visible. Algunos logran generar una suerte
de conducción que rápidamente se desvanece, sirve para orien-
taciones en momentos de caos. Visto desde afuera, resulta difícil

lec
saber quién dirige. ¿Alguien lo hace realmente? ¿O la estructura
de células que está al frente funciona de manera autónoma, con la
única orden de confrontar y destrozar hasta el cansancio? La po-
licía aguanta en su esquina durante horas, hasta que decide avan-
zar una o dos cuadras. Para eso aumenta la cantidad de gases y la
distancia a la cual los lanza. ¿Qué debería hacer? El esquema de la
a
derecha consiste en crear el choque, fabricar violencia, muertos,
para luego mostrarse como víctimas, manifestantes desarmados
ar
que solo piden libertad.
p

* * *

Linchan a una persona a pocos metros de donde estoy parado.


lo

Alguien dice que es porque robó; otros, porque pidió a la gente que
bajara la violencia. La situación es explosiva: cualquier cosa puede
so

suceder en cualquier momento. Un chavista sería automáticamente


golpeado por la multitud.

* * *
F

Regreso en moto por la Cota mil, voy a la casa de unos compañe-


PD

ros argentinos. Cuento lo que vi, lo que parece estar en desarrollo.


Tenemos que anticiparnos, entender lo que se nos viene encima y
busca arrancarnos. Se parece al intento callejero de 2014, conocido
como guarimbas. Es más que eso: si vuelven a lanzar una ofensiva
es porque tienen otras cartas debajo de la manga.

114
Día 38

a
¿Cuántos retuits son necesarios para construir una verdad? ¿Cuán-
to tiempo en tendencia, minutos de Periscope, repetición de vi-

tur
deos, memes, fotos, hacen falta para que sea aceptada como cierta?
¿Cuánta distancia existe entre la realidad y esa verdad? ¿La reali-
dad es finalmente esa verdad?

lec
Hoy, 8 de abril a las 3:00 p. m., las calles de la ciudad son una
mezcla entre la batalla de Alepo y una insurrección de masas;
la policía reprime con furia dictatorial, y un gas de color rojo
deja entrever la posibilidad de un ataque químico por parte del
“régimen”. Hay héroes, jóvenes, gente grande, familias; miles que
dicen basta, que “resisten”; están decididos a llegar hasta donde
a
sea necesario para “lograr la libertad”. Eso se vive en la capital de
Venezuela, una “lucha por la democracia y la justicia”.
ar
Así dicen las redes sociales y las agencias internacionales de
noticias.
p

A la misma hora, en el oeste, la mayoría de la ciudad y el país:


calma absoluta. Solo el Palacio de Miraflores está más custodiado
que de costumbre y el servicio de metro deja de prestar servicio co-
lo

mercial solo en algunas estaciones. No sucede nada si no se mira las


redes sociales ni las agencias. Es un sábado cualquiera.
so

Averiguo, y el escenario en el este, su bastión, es el siguiente: el


epicentro de violencia son algunas cuadras de la avenida Liber-
tador; lanzan piedras, arman barricadas, atacan los camiones
hidrantes o ballenas, tienen teléfonos inteligentes último modelo,
levantan las manos abiertas para las fotos, arman las poses, se re-
F

tuitean, construyen la épica y la verdad. ¿Cuántos son? En total,


y en su mejor momento, unos seis mil. Son doscientos en algunos
PD

focos, en otros se trata de células. No importa, los planos cerrados


de fotografía pueden suplantar la masividad –lección número uno
al mirar imágenes–, y una foto en calle angosta, o con curva, puede
construir una inmensidad. ¿Quiénes son?: clases medias altas y al-
tas, la burguesía y sus hijos.

115
Por la noche, la avenida y cercanías están llenas de escombros,
palos, alcantarillas levantadas. La dirección de la Magistratura

a
tiene los restos del incendio que hizo la derecha; la misma que dice
que fue obra del gobierno. El resto de Caracas, es decir, casi toda

tur
la ciudad, tiene la imagen de siempre, la de la noche sola que la
caracteriza.

* * *

lec
La verdad se construye y se disputa. La derecha dice que es repri-
mida en las calles. La realidad, vista en el terreno y no a través de
las redes, es que, al llegar al punto donde se les impide el paso, se ac-
tivan los grupos de choque organizados, muchos financiados, que
a
inician la confrontación. Algunos fueron detenidos con explosivos
y pistolas. Se les impide el paso al oeste por dos razones principales:
ar
evitar el encuentro con la movilización chavista y que destrocen
instituciones, como lo han hecho, como dicen que harán. La de-
recha busca el hecho mediático, lo arma, lo difunde a través de
p

sus cuentas, lo masifica con la trama de alianzas comunicacionales


nacionales e internacionales.
Necesitan cuatro cosas: primero, mostrarse como víctima de
lo

una dictadura que los castiga y persigue. Segundo, hacer creer que
son un pueblo y no una minoría clasista. Tercero, instalar esas ideas
so

a nivel mundial para construir una matriz. Cuarto, difundir al in-


terior del país la imagen de una capital caotizada.
La pregunta es: ¿logran esos objetivos? Lo hacen si se construye
en el continente, Estados Unidos y Europa, una imagen de confu-
sión extrema donde solo emerjan las ideas de dictadura, violación
F

de derechos humanos y libertad de prensa. Para ellos es imprescin-


dible, dependen del frente exterior, responden a esas demandas.
PD

Cada imagen legitima las declaraciones del secretario de la OEA,


de presidentes como Mauricio Macri; de gobiernos europeos, que
ya piden intervenciones alegando que el tiempo del diálogo terminó.
El Comando Sur de los Estados Unidos emite declaraciones:

116
Venezuela se enfrenta a un estado de inestabilidad debido a la
falta de alimentos y medicamentos. La incertidumbre política

a
continúa y hay un deterioro de la situación económica. Esta cre-
ciente situación de crisis podría obligar a una respuesta regional

tur
inmediata.

Lanzaron misiles de manera unilateral sobre Siria horas antes


de las declaraciones. El imperialismo existe, su peligrosidad está

lec
en rojo.

* * *

Anunciaron su agenda de confrontación, el día central será el 19 de


a
abril, fecha aniversario de los cuatro años de la asunción de Maduro
como presidente. Entre tanto, se verá la capacidad de reagrupar,
ar
armar el tablero internacional, construir un escenario que permita
evitar un desborde de violencia mayor. Los acontecimientos están
en desarrollo, los mensajes, llamadas y reuniones se multiplican día
p

y noche.
Estamos en fase de avanzada frontal, que se despliega a medida
que avanzan las semanas.
lo

Están lanzados. Veremos con qué cuentan.


so

Día 39
1. Lo que mata de las balas es la velocidad. Como las dos que
atravesaron el cuerpo de Bryan Principal el martes por la
F

noche. Tenía catorce años, vivía en la Ciudad Socialista


Simón Bolívar, en Barquisimeto; su madre lo había enviado
PD

a comprar empanadas. Quedó en el eje de los disparos que


habían comenzado a las 8:30 p. m., cuando desde un carro
abrieron fuego contra un puesto de la GNB. Quince horas
después murió.

117
—Culpo a los opositores, culpo a la derecha que manifestó y
le quitó la vida a mi hijo –dijo la madre, Marbelys Jiménez.

a
Pidió justicia.
La derecha acusó a los “colectivos”, esa palabra que pasó a

tur
condensar el mal en el imaginario escuálido. Se trataría de
grupos chavistas que habrían aprovechado una acción de
calle de la derecha, en un urbanismo hecho por el gobierno,
para asesinar a un chico. Un sin sentido que para muchos es

lec
verdad. No importa la lógica cuando todo es parte de una
“maquinaria dictatorial”. Desde esa perspectiva, cualquier
acción es concebida como engranaje del plan totalitario. No
creerán nunca que sus dirigentes hayan diseñado esa y otras
muertes, incluso que podrían programar la de gente de su
propia base social, es decir, ellos mismos, que acusan de todo
a
al gobierno. Pasó en 2002 con los francotiradores. Cuando
se necesita río revuelto, se lo revuelve hasta lo más hondo.
ar
Lo que mata de las balas es la velocidad. Y en el caso de la
derecha, su cobardía.
2. Esa derecha decidió acelerar el tiempo, empujarlo hasta
p

quebrar la realidad. Si para eso son necesarios más Bryans,


los habrá. Si hace falta inventar causas de muertes, las in-
ventará, como la de Ricarda Lourdes González, que habría
lo

fallecido –según se quiso hacer creer– por inhalación de ga-


ses lacrimógenos lanzados por la policía. Su hija aclaró que
so

no fue por eso, sino que ella quiso trasladar a su madre al


hospital por problemas de salud, y no pudo llegar debido a
las barricadas.
Buscar el quiebre se tradujo en seis movilizaciones en dos
semanas. Algunas con mayor concurrencia –unas ocho mil
F

personas–, como el 6 de abril; otras con apenas pocos miles


de personas, o menos. El carácter de las mismas mutó, in-
PD

tentan combinar las formas de lucha: algunas centralizadas,


con mayor convocatoria; otras, descentralizadas y simul-
táneas, de tipo mediáticas públicas o en las sombras, y el
rumor. Buscan dónde encontrar la grieta, el desgaste, el ata-
que que duela. Hoy son su peor imagen: células con lógica
de vandalismo, destrucción de sus territorios, de licorerías

118
y bodegas, quemas de instituciones –la Magistratura, el
Instituto Nacional de Nutrición (INN)–, uso de barricadas,

a
guayas y armas.
Su objetivo anunciado es desembocar en instancias masi-

tur
vas, como la planteada para el 19 de abril de 2017. Lograr
esa masividad demandaría un manejo de fuerza propia y de
capacidad alta de interpretación de la sociedad venezolana,
algo en lo cual no ha dado grandes aciertos en estos años.

lec
El primer elemento es el que parecen controlar: ahí están los
grupos formados, entre otros, por Voluntad Popular, pagos,
verticales, que responden a una orden. El segundo, en cam-
bio, depende de la capacidad de hacer política, de convocar,
dotar de objetivos a la movilización, atraer masividad. Para
eso necesitan romper los límites de su propia base social y
a
conectar con las demandas que tiene una gran parte de la
sociedad que, históricamente, les desconfía. ¿Podrán hacer-
ar
lo desde su lógica golpista y confrontativa? El 19 será una
prueba. Si no, seguirán, como decía Bertolt Brecht: como
burgueses asustados, que es lo más parecido a los fascistas.
p

3. Lo que borra la frontera de lo real y lo irreal también es la


velocidad, la de los tuits, grupos de Whatsapp, audios, fotos,
rumores que se superponen hasta inundar la subjetividad.
lo

Es un tiempo de veinticuatro horas, acelerado y siempre


a punto de un estallido. Sin eso, lo anterior no tendría ese
so

impacto. El plan no se sostiene sin el andamiaje comunica-


cional que sobredimensiona los mismos hechos, o que inclu-
so los inventa. La derecha acertó ahí, pica adelante, lanza
matrices, pone al chavismo a desarmar. Se sabe que el que
posiciona la idea está a la ofensiva, y el que tiene que des-
F

montarla está a la defensiva.


Lo que más se necesita es información. Menos propaganda
PD

de dirigentes y más datos, números, noticia de los hechos


que suceden en tiempo real. La arquitectura de comunica-
ción oficial no logra, por el mismo método, hacer frente a la
dinámica de múltiples ataques que se viralizan por redes. La
respuesta parece la de un gigante lento que suele pegar más
en el vacío que en el blanco. Hacer en VTV (Venezolana

119
de Televisión) como si la realidad de la cual todos hablan
no existiera, simplemente logra que se busque en otra parte.

a
¿Cuál es esa otra parte, dónde se consigue hoy la informa-
ción? Se trata de un problema que viene de antes, de dema-

tur
siado lejos para una revolución que juega en estos tiempos
2.0.
¿Cuál es hoy la situación del chavismo, de su base social?
Algunos hechos indican movimientos necesarios dentro de

lec
un escenario de desgaste, como lo son algunas asambleas
populares. Esta situación de avanzada violenta interna y
externa genera mayor unidad y fortaleza propia, el regre-
so de la épica. El chavismo se encuentra en su laberinto: la
calle y el territorio deben ser su bastión principal, necesita
información certera y no rumores, y su desafío es no caer en
a
provocaciones, porque la derecha busca, mata, se acerca a
territorios populares, quiere la confrontación civil. Lograrlo
ar
sería un argumento de peso para alimentar el frente exter-
no, el principal. El titiritero, siempre hay que recordar, no
es venezolano.
p

4. El país está nuevamente en sus días más complejos. Cualquier


crítica o polémica que pueda darse nunca debe olvidar a
quién se enfrenta: al imperialismo norteamericano y a sus
lo

ejecutores nacionales, que tejen planes donde mueren chicos


llamados Bryan, incendian instituciones, buscan la confron-
so

tación civil, e intenta un quiebre democrático. Venezuela


debe ser defendida; las dudas, incertidumbres, resueltas den-
tro del chavismo. No existe nada por fuera. Perder no es una
opción.
De lo contrario, habrá un gobierno de burgueses asustados
F

que dispararán con velocidad.


PD

120
Día 40

a
Es necesario entender el escenario de la confrontación para reali-
zar balances sobre las sucesivas jornadas. La movilización del 19

tur
de abril de 2017 fue la séptima que encabezó la derecha desde el
inicio de este nuevo intento de asalto al Palacio. Son fechas en las
que pueden quebrarse correlaciones de fuerza, suceder vuelcos
catastróficos. Esta vez Julio Borges, presidente de la AN, había

lec
realizado un llamado a la FANB a no reconocer al presidente; el
Departamento de Estado de Estados Unidos había emitido un co-
municado contra el gobierno, y once países del continente habían
firmado una declaración conjunta. Los disparos venían en simul-
táneo desde varios ángulos.
Del lado del chavismo, el presidente Nicolás Maduro había de-
a
nunciado la luz verde dada por los Estados Unidos para el golpe,
había activado un plan especial ante la amenaza –el Plan Za-
ar
mora–, y arrestado a varios grupos preparados para ensangrentar
la jornada; el chavismo se preparaba para movilizarse en todos los
puntos del país.
p

Existían varias hipótesis acerca de lo que podía pasar y desen-


cadenar la tragedia. La más fuerte era que grupos entrenados, ar-
mados y financiados por la derecha se introdujeran en el oeste de la
lo

ciudad –zona por excelencia del chavismo– para desatar enfrenta-


mientos entre civiles. Esto hubiera significado la apertura de una
so

escalada de final incierto y peligroso; un escenario favorable a la


derecha, empecinada en caotizar el país hasta el borde de la ingo-
bernabilidad para pedir a gritos la intervención extranjera.
Los peores augurios no tuvieron lugar: el tablero estuvo contro-
lado dentro de los márgenes de lo posible venezolano. A menos que
F

sucediera la hipótesis de enfrentamientos dentro de los barrios, o


un repentino llamamiento de un sector de la FANB, era difícil que
PD

se diera un vuelco. En cuanto a un posible alzamiento popular, se


sabe que cuando la gente, las barriadas, se alzan, simplemente lo
hacen, no lo anuncian durante días por redes sociales.
¿Quién gana en una fecha como la del 19? Quien logre conducir
el escenario al desenlace deseado. En el caso del chavismo, a la paz;
en el caso de la derecha, al desborde que conlleve a mayores niveles

121
de violencia mercenaria, civil y paramilitar. Visto así, se trata de
una victoria chavista. En particular, porque en el caso de este 19 el

a
despliegue de fuerzas chavistas fue multitudinario. Si la derecha se
planteaba disputar Caracas, la realidad indicó que necesita más.

tur
Su base social actual es grande, pero insuficiente para un objetivo
de esa magnitud. Sin un crecimiento hacia las barriadas, le será
muy difícil ocupar la capital como había planteado hacerlo: el plan
era con 26 puntos de salida.

lec
En los balances públicos, los voceros de la derecha dicen lo con-
trario: ellos fueron miles y miles mientras el chavismo tan solo un
puñado. De eso se trata la disputa por el sentido. Quien logra con-
vencer, gana. Dicen, por ejemplo y sin pruebas, que el joven muerto
en el barrio San Bernardino, este 19, fue responsabilidad del go-
bierno; un hecho que hubría sido para amedrentar a quienes se mo-
a
vilizaban. Quienes tienen memoria –y recuerdan, por ejemplo, que
Julio Borges encabezó el Golpe de Estado de 2002– saben que la
ar
derecha ha utilizado como modus operandi el asesinato con francoti-
radores, en los momentos de agudización de la confrontación. ¿Este
fue el caso? No se sabe aún. Tampoco en el caso de la joven muerta
p

en San Cristóbal. Las investigaciones, informó el vicepresidente,


están en marcha. Este escenario de sangre e imágenes viralizadas
es el que necesita la derecha para su andamiaje comunicacional,
lo

con titulares apocalípticos que posiciona en el mundo.


Todo está en desarrollo. La oposición golpista convocó nueva-
so

mente a las calles para este jueves 20 de abril de 2017. No resulta


claro con qué fuerza y con qué método piensan quebrar la corre-
lación de fuerzas: tal vez no sea ese el plan, sino el de desgastar y
presionar. Van a seguir, eso es seguro.
Venezuela es un gran laboratorio de las nuevas formas de la gue-
F

rra. Comprender cómo se mueve es clave para pensar los balances


de estas jornadas. Permite entender que los ataques son constantes
PD

y que no deberá sorprender que asalten con más fuerza, incendios


de instituciones, declaraciones de agresión internacional disfra-
zadas de preocupación. Somos objetivo número uno del imperia-
lismo en el continente.

122
* * *

a
Balance de la violencia: destrozos en varias ciudades del país, se-
senta y dos heridos, trescientos doce detenidos, tres muertos. Un

tur
francotirador asesinó a un GNB. La joven de San Cristóbal murió
de un balazo disparado por un hombre, militante del partido Vente
Venezuela, de María Corina Machado, quien disparó veinte veces
desde su ventana contra un grupo de motorizados, es decir, chavis-

lec
tas. No se sabe quién mató al joven de San Bernardino todavía. Si
nos pudieran matar a todos los chavistas, lo harían.

Día 41
a
La sucesión de imágenes avanza hasta las náuseas. Aparecen per-
sonajes de un día, como el joven pálido, desnudo y flaco, que sube
ar
sobre un carro hidrante y luego camina con los brazos abiertos.
Quiere simular la icónica imagen de la niña vietnamita, Kim Phuc,
mezclada con la de Jesús crucificado. La fotografía se difunde. En
p

simultáneo se multiplican focos de violencia en varias partes del este


de la ciudad, saboteos al sistema eléctrico, palos de luz tumbados
para trancar calles, gases lacrimógenos. Hasta ahí nada fuera de
lo

la normalidad en un escenario de intento de golpe. El panorama


varía por la noche, los reportes hablan de un cambio de sujeto. Un
so

compañero tuitea: “Con El Valle ya tenemos que hablar de una


nueva fase del golpe de Estado: opositores contratando hampa co-
mún para generar violencia”.
El Valle, la Redoma de la India y El Paraíso son los tres lugares
de Caracas donde el escenario se repite. Tienen armas automáticas
F

y comienzan a saquear. Los rumores aplastan por las redes. Un di-


rigente del PSUV aclara en Periscope, en los grupos de Whatsapp
PD

se mandan informes; se intenta saber qué sucede, quién es quién


en una trinchera nocturna donde es atacado un hospital maternal,
obligando a la evacuación de cincuenta y cuatro personas. Llegan
informes de reacciones nuestras: vecinos de El Valle salen a las
calles a defender la revolución, aplaudir la llegada de los blinda-
dos, disputar el territorio; van a amanecer cuidando las panaderías

123
ante las acciones de vandalismo. Se transmiten imágenes de Ciu-
dad Tiuna, donde los vecinos salen a respaldar al gobierno: “si se

a
prende un peo con Maduro me resteo”, dicen. La derecha empuja
la realidad hasta el punto de quebrarla. El chavismo reacciona con

tur
madurez: no confronta, ocupa espacios, se resguarda cuando es
necesario.
¿Hasta dónde piensa llegar la derecha?
La situación toma otra complejidad, si la tesis de los malandros

lec
se mantiene y profundiza. Se podría conectar la infiltración para-
militar, las mega bandas, lo acumulado en silencio.
El monstruo crece por las redes: la versión es que grupos chavis-
tas, los colectivos –como dicen– bajaron de los cerros a amedren-
tar a los manifestantes pacíficos y fueron ellos quienes atacaron el
hospital maternal. Hay titulares como: “Colectivos de amor lanzan
a
lacrimógenas contra maternal infantil en El Valle”. Dan vuelta a los
sujetos, a las responsabilidades y –este es el punto– el antichavismo
ar
asume esa tesis como verdadera.
p

* * *

Son doce muertos en El Valle. Ocho fallecieron electrocutados al


lo

ingresar ilegalmente a una panadería.


Murió la señora que había recibido una botella de hielo lanzada
so

por un escuálido desde un edificio en La Candelaria.


Lunes 23 de abril: un muerto en Mérida, otro en Barinas, otro
en El Tocuyo.

Día 42
F
PD

Veintiocho muertos y más de cuatrocientos treinta y siete heridos es


el número de víctimas en menos de un mes. Si se suman los cuarenta
y tres asesinados en las guarimbas en 2014 y los 11 de abril de 2013,
son ochenta y dos. “Ninguna pulseada se resuelve cortando el brazo
del contrincante”, escribe el psicoanalista Alfredo Grande. Salvo si
existe un plan de exterminio. ¿Qué plan tiene la derecha?

124
Estos ochenta y dos casos son los que han sido contabilizados en
los episodios de violencia callejera, convocados por los dirigentes

a
de la derecha en los últimos cuatro años. No entra la cantidad de
cuadros del chavismo asesinados en sus casas, calles y territorios.

tur
Este 22 de abril, por ejemplo, cuatro personas le dispararon a Jac-
queline Josefina Ortega. Era dirigente del PSUV, parte del consejo
comunal Francisco de Miranda y del CLAP. Casos similares han
ocurrido por decenas –¿o más?– en los últimos años. Son presenta-

lec
dos como crímenes por intento de robo, salvo cuando la excesiva
evidencia –por quién fue la víctima o cómo ocurrió el crimen– no
permite la mentira.
Han preparado el terreno desde hace tiempo. La infiltración
de paramilitares en zonas de frontera y barriadas no es un mito, su
accionar tampoco. El lunes, por ejemplo, fueron interceptados dos
a
sujetos con tres fusiles FAL con escudos de la FANB, tres carga-
dores con capacidad para veinte cartuchos, y ochocientos noventa
ar
y nueve cartuchos calibre 7,62x51mm, ocultos en un comparti-
miento secreto ubicado entre el tablero y el motor del camión en
el que iban.
p

Visto desde la historia argentina, se podría pensar que se está


en la antesala de lo que vendría en caso de que la derecha se hi-
ciera con el poder político. Visto desde la actualidad colombiana,
lo

se puede pensar que se proyecta algo similar a lo que ahí ocurre; con
un futuro engranaje de democracia formal y asesinatos sistemáti-
so

cos de las fuerzas populares, como los ciento cincuenta y seis diri-
gentes sociales asesinados en los últimos catorce meses; sin hablar
de casos como el exterminio de la Unión Patriótica entre los años
ochenta y noventa. La pregunta es: ¿qué plan tiene la derecha para
Venezuela? ¿Qué lectura hacen del acumulado chavista, su arraigo
F

territorial y popular? ¿Cómo piensan este momento de desgaste y


un hipotético gobierno con ese sujeto que no han logrado quebrar?
PD

¿Cortar el brazo de la pulseada? ¿Cuántos muertos son necesarios?

125
* * *

La derecha afirma que todo es responsabilidad del gobierno. Cada

a
hecho de violencia, cada incendio de autobús, institución, hospital,
negocio, es obra del chavismo que infiltraría grupos al interior de

tur
las movilizaciones. Cada muerte ocurrió a manos del “régimen”.
Así lo debatieron en la AN el martes: apuntaron contra los “colec-
tivos paramilitares armados por el gobierno”, similares a las SS
nazis, como lo afirmó un diputado durante la sesión. De esa manera

lec
titulan diarios en el mundo, así como lo hace El País, de España:
“Los colectivos siembran el terror en Venezuela”. Ellos serían los
autores de los asesinatos, los fuegos, la prueba de la ruptura del
Estado de derecho, el arma de la “dictadura” en la calle.
Su base social cree eso. Todo lo que escribo acá sería mentira.
Están convencidos de que su dirigencia no tiene que ver con las
a
muertes y la violencia, aun cuando se vea en un video al dirigente
Freddy Guevara dando órdenes a los grupos de choque. Los ven-
ar
tiocho muertos de este ciclo, los cuarenta y tres de las guarimbas,
las once víctimas de 2013, aún los del golpe de Estado de 2002 –del
cual niegan la misma existencia–, todo es obra del chavismo. La
p

dirigencia opositora construye una mentira a través de una arqui-


tectura comunicacional. Su base, fundada en el odio al chavismo y
el deseo de revancha, no la pone en duda. Por ejemplo, un escuálido
lo

en su Facebook dice:
so

Después de que caiga este gobierno, debemos tener claro que no es


venezolano, ni tu pana, ni tu amigo, ni mucho menos tu hermano
el que apoyó todo este desastre a lo largo de todos estos años,
es decir, no puede haber reconciliación, perdón y mucho menos
consideración; los chavistas son como el cáncer, y para que jamás
F

volvamos a llegar donde hoy nos encontramos debemos erradicar


por completo esa plaga; hay que perseguirlos, buscarlos, llevarlos
PD

a campos de concentración y cámaras de gas al mejor estilo nazi.

Decenas lo aplauden. Mensajes similares se multiplican día


tras día.
No se trata de toda la base social de la derecha. Sin embargo,
la subjetividad que han producido, a lo largo de dieciocho años los

126
medios de comunicación opositores y su dirigencia, ha generado
un deseo de revancha masivo, en particular entre las clases altas.
Han linchado a varios chavistas en sus movilizaciones. “El odio

a
sostiene la crueldad que es la planificación sistemática del sufri-
miento y el dolor”, escribe Alfredo Grande. Planificación, plan,

tur
¿cuál es el que tiene la derecha?
Creen que es el momento; están movilizados desde el 6 de abril,
con saldo de muertos, heridos, destrozos. Ya han sido arrestadas
más de mil doscientas ochenta y nueve personas, entre las cuales

lec
hay policías también. La fuerza que tienen acumulada no se ha mo-
dificado, es insuficiente. Por eso aumenta la cantidad de víctimas.
Ya lo anunció el sábado pasado Ramos Allup, al convocar a orar
por “los muertos que seguramente habrá”. Es el escenario que ne-
cesitan construir para el inmenso armado mediático internacional.
Dependen de ese frente, necesitan acelerar sus tiempos. No hay que
a
descartar, entonces, ninguna acción de violencia de alto impacto
internacional, real o montada.
ar
* * *
p

Escribo mientras llegan imágenes, noticias. Al empezar la nota


eran ventiocho muertos, al finalizarla son veintinueve, tal vez
lo

treinta, se trata de una víctima en Valencia. Se suman dos inte-


grantes de la GNB heridos de balas, así como un ataque a un galpón
so

de la Corporación Venezolana de Alimentos (CVAL) en una urba-


nización en Barquisimeto.
Cuentan desde Argentina que la presión comunicacional es ar-
ticulada, sistemática y furiosa: periódicos, programas de televisión,
redes, enviados especiales, todo es contra Venezuela. En el sentido
F

común argentino, el país está “al borde del hambre”, bajo las ór-
denes de un “régimen que reprime”, se “niega a recibir la ayuda
PD

humanitaria internacional”, “no deja que los medios se expresen


libremente” y “asesina a través de grupos armados por el mismo
Maduro”. Algunos intelectuales acompañan la campaña desde
una posición –dicen– de “izquierda”: validan la tesis del gobierno
represivo, autoritario, por fuera del Estado de derecho, y las mani-
festaciones pacíficas/democráticas. Algunos lo hacen por no perder

127
futuros prestigios –mejor despegarse antes de la futura caída–, otros
por una desinformación evidente, soberbia, así como también por
la aplicación de claves de análisis desfasadas para el escenario del

a
conflicto venezolano.
Sobra una intelectualidad que reproduce su lugar de poder aca-

tur
démico y de revistas.
¿Dónde están los John William Cooke de nuestra época?

Día 43

lec
El chavismo retoma la iniciativa luego de un mes contra las cuerdas:
se pondrá en marcha un proceso para convocar y votar una AN
Constituyente (ANC). Lo anuncia Maduro frente a la movilización
masiva reunida el primero de mayo en Caracas. Ya lo había dejado
a
entrever en su programa de televisión En contacto con Maduro; era
parte de las hipótesis en medio de un escenario de incertidumbre
ar
marcado por la escalada de violencia sostenida de la derecha. Se
trata de salir del laberinto por arriba.
Legalmente, la convocatoria se basa en los artículos 347 y 348
p

de la Constitución:

El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente


lo

originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una


ANC con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo or-
so

denamiento jurídico y redactar una nueva Constitución (…) La


iniciativa a la ANC podrá tomarla el presidente o presidenta de la
República en Consejo de Ministros.

Políticamente, el llamado es de alto impacto: apela al origen


F

del proceso chavista que tuvo la ANC de 1999 como un elemento


fundante, y puso en marcha una iniciativa propia, tan grande como
PD

lo es reformar una Constitución. La idea es defenderse con una res-


puesta democrática y participativa, construir una línea para todo
el chavismo que deberá agruparse en torno al objetivo común y,
sobre todo, convocar a la mayoría de la sociedad para construirlo.
El proceso –subraya Maduro– será de ciudadanos y ciudadanas,
no de partidos políticos. La elección de los constituyentes, que serán

128
más de quinientos, tendrá lugar de manera directa y secreta. Ellos
encabezarán la ANC.
El chavismo tiene dos tareas que podrían estar contenidas den-

a
tro de este llamado. En primer lugar, mantener la paz, es decir,
evitar que se desaten los hilos de la guerra civil que busca la derecha.

tur
Esta hipótesis ha sido puesta blanco y negro sobre la mesa por un
analista de derecha, Luis Vicente León, quien afirmó que:

Este escenario se puede prolongar por un tiempo impredecible,

lec
lo que lleva al país a la conformación de grupos paramilitares
y guerrilleros que pasan a formar parte de la vida cotidiana del
país, pero con el gobierno manteniendo el poder.

En segundo lugar, es necesario revitalizar la fuerza propia y vol-


ver a construir mayoría. Para eso es necesario una línea política
a
clara, unificadora, que rearticule el bloque propio con una meta
amplia y estratégica. En esa dirección la convocatoria de Maduro
ar
puede ser clave. Pero es también imprescindible, en particular para
rearmar una mayoría política y electoral, dar respuesta a los pro-
blemas económicos que caen sobre los hombros de los más humildes
p

y las clases medias. Uno de ellos es el aumento de los precios. Hoy


el presidente anunció que los congelará, una medida urgente. Los
tiempos, en Venezuela, se achican.
lo

Prendo una vela blanca, pongo un vaso de agua en el piso.


Es bueno acercar a quien nos protege. El tiempo se nos cierra
so

encima.

Día 44
F

—Lo más arrecho del paramilitarismo es la “cultura” que crea en


la sociedad, compadre –me dice un compa.
PD

Un volante con el siguiente escrito circula por un pueblo de


frontera:

A partir del 17/05/17 ningún negocio debe abrir. Ningún trans-


porte público o privado, los quemaremos. Las cavas las vamos
a usar y quemar para tapar nuestras calles, ¿acaso a ustedes les

129
alcanza el miserable sueldo para comprar una llanta? En especial
los negocios de expendios de sustancias alucinógenas, como las

a
licorerías y discotecas. Si las vemos abiertas, candela les vamos a
meter, se quejan porque no hay comida ni alimentos y el sueldo no

tur
alcanza, pero para el trago sí les alcanza. Duraremos en las calles
hasta que caiga este narco-Estado.

Las amenazas son diarias. Se multiplican videos con los nego-

lec
cios cerrados, celebrando que los comerciantes se habrían sumado
a la lucha. Algunos mensajes tienen firma de cabecillas de grupos
paramilitares. ¿Son reales, falsos? Lo cierto es que han quemado
autobuses por transitar cuando estaba prohibido.
Abro el Whatsapp: llega una imagen de una pierna a la que le
falta un pedazo de carne de varios centímetros de profundidad, el
a
comando de la GNB incendiado. Pasó en Tovar, estado de Mérida,
entre Táchira y Barinas, corredor de violencia paramilitar. Varios
ar
comuneros y militantes del PSUV resguardan la casa del alcalde,
quien es el próximo objetivo. Otro video: dos hombres son golpea-
dos por una turba en un centro comercial; pensaron que eran cha-
p

vistas, los confundieron. Ese es el estado de ánimo de su base social


activa.
Quieren transformar el país en un incendio de violencia. De a
lo

poco lo logran.
so

* * *

El periódico El Nacional –bastión golpista– publica la misma foto


de la pierna del GNB, y dice que eso es la muestra de que la GNB
F

dispara con armas caseras sobre los manifestantes. El periodismo


muere cada día un poco más. ¿Hasta dónde puede morir?
PD

130
* * *

a
Vuelvo a mi casa. A la esquina llegó un camión con comida regu-
lada; la cola es grande. Hay harina de trigo y de maíz, se espera con

tur
la misma desesperación que hace dos años. ¿Cómo presentar la
propuesta de la ANC en ese marco?
—Las condiciones al momento del llamado eran malas en lo
objetivo y lo subjetivo –dice una compañera en un foro.

lec
Es la única carta que tenemos. ¿Qué ve Maduro que no vemos?

Día 45
Salimos hacia Apure por la tarde. Vamos con Eduardo y con Julián,
a
que llegó hace poco de Argentina como parte de la brigada Eva
Perón. Viaje en autobús, parada para unas arepas de cochino frito,
ar
llegada a San Fernando a medianoche, casa frente al mercado
de los perros que revuelven basura, la avenida vacía donde habló
Chávez, los colchones en el piso, el chinchorro guindando, el aire
p

acondicionado prendido.
—Me quedaría a vivir un año en el llano –dice Julián, mientras
desayunamos piraña frita.
lo

Hay algo mágico que llama, pide quedarse.


El cronograma es apretado: asambleas para el proceso consti-
so

tuyente y un reportaje sobre el paramilitarismo. Lo que hoy existe


es un fenómeno muy diferente al de hace veinte años: están en-
raizados, camuflados, articulados a una estrategia golpista, y no
solamente como brazo armado de los ganaderos, como a principio
de los años dos mil. ¿Qué se hace contra paramilitares que tienen
F

por objetivo asesinatos selectivos, es decir, en parte, a compañeros


nuestros?
PD

Asistimos a reuniones con los docentes de San Fernando de


Apure, luego en varias comunas. Todas son para convocar a la
ANC, al protagonismo popular que enflaquece por errores de la
dirigencia, con un discurso homogéneo y despegado de la realidad;
por las ráfagas de guerra económica que golpean de frente, por limi-
taciones de las mismas organizaciones que critican a la dirigencia.

131
—Yo soy chavista, pero no tengo nada que llevar a mi casa –dice
un compañero de un consejo comunal donde se realiza una asam-
blea. Propone que, en la nueva Constitución, el control de precios

a
pase a manos de las comunidades, ya que la institución no puede
frenar la escalada diaria. Las intervenciones se multiplican para

tur
pedir medicamentos para hijos enfermos, ayuda para casas caídas,
cajas CLAP con retraso. Comida, sobre todo. La necesidad es evi-
dente. Un opositor aprovecha para generar tensión, gritos; acusa
con mentiras. La complejidad del escenario es de una angustiante

lec
evidencia:
¿Cómo desarrollar el proceso constituyente entre tanta necesi-
dad acumulada?
¿Cómo construir el puente entre el CLAP y el gran cuadro
nacional?
—Tenemos que hacer de la Constituyente una herramienta de
a
lucha –dice Zambrano.
El problema evidente es que el asunto no es el texto sino su apli-
ar
cación; es la distancia entre lo que se anuncia y lo que realmente su-
cede. Lo evidente también es que el objetivo central, en este preciso
momento, no es la redacción de un nuevo texto constitucional, sino
p

desandar el asalto golpista al poder. Hacerlo sobre rieles democrá-


ticos, electorales; ganar con la fuerza de la política, de la iniciativa
que deje Orsai a la violencia abierta, que ha entrado en nuestros
lo

pueblos, barrios, casas.


Nos quedamos pocos días en San Fernando. Falta tiempo,
so

sobran acontecimientos; la realidad avanza a una velocidad que


aturde. Es necesario conocer el país profundo, la Venezuela que no
se cuenta.

Día 46
F
PD

El diseño paramilitar tiene Táchira como retaguardia profunda.


Ese estado, frontera con Colombia, se transformó en centro de
acciones paramilitares desde el año 2014. Allí está gran parte del
acumulado, la infraestructura y la experiencia ensayada. Desde el
inicio de este ciclo, allí se agudizaron las amenazas sobre la pobla-
ción, los comerciantes, los transportistas; los toques de queda, el

132
cierre prolongado de acceso a zonas –como al municipio Andrés
Bello, durante dos semanas– y los ataques sobre cuarteles militares
y policiales. Concentración de fuerza en lo concreto y en lo simbó-

a
lico: la “épica gocha” debe servir como incentivo para el resto del
país, como un efecto moralizador. Para eso los videos, las declara-

tur
ciones, las imágenes.
Táchira como retaguardia, ejemplo y punto desde donde agu-
dizar el saboteo de alimentos al país, como se vio en las imágenes
de ataques a camiones de comida. La táctica ha sido atacar sobre

lec
la troncal cinco, que sale desde San Cristóbal hacia Caracas –con
agresiones a la altura de La Pedrera y de Socopó, por ejemplo–; y la
troncal uno, que parte desde San Cristóbal hacia El Vigía. Golpear
la distribución y abastecimiento de comida –base de toda guerra–
ha sido una constante desde hace años, que ha generado desgaste en
la gente. Intentan profundizarla en esta fase insurreccional.
a
Han multiplicado puntos de despliegue paramilitar en el país.
Trazando una línea desde San Cristóbal hacia Caracas se puede
ar
construir un eje que pasa por Mérida –El Vigía, Tovar, por ejem-
plo–, Barquisimeto, Valencia, hasta llegar a Los Teques y San An-
tonio de Los Altos. También una línea que une a través de Socopó,
p

Barinas hasta Valencia. Sobre esos ejes se han desplegado –o están


en preparación– acciones similares: ataques a instituciones pú-
blicas; incendios de transportes, locales del PSUV, territorios po-
lo

pulares/chavistas; destrozos y robos a comercios; terror sobre la


población, barricadas prolongadas; ataques con armas de fuego a
so

policías, guardias, cuarteles; asesinatos de chavistas y de los propios


manifestantes de la derecha.
En ese plan entra la inserción de paramilitares en Apure, el in-
cendio de autobuses en el estado Bolívar, el intento de mostrar terri-
torios liberados y bajo control, como San Antonio de Los Altos. Se
F

trata de un esquema de asalto que multiplica los focos en varios pun-


tos del país y se desplaza sobre el territorio con fuerzas de choque;
PD

busca cercar Caracas, el oeste, el Palacio de Miraflores. La guerra


no está por venir, la guerra está en desarrollo. No hay que esperar el
desembarco, ya hay componentes militares que están desplegados
sobre el territorio.

133
* * *

a
Las guerras se preparan, el desarrollo del entramado paramilitar
colombiano también: existen mutaciones entre el paramilitarismo

tur
del 2002/2008 y lo que ahora vemos en acción. Ya no se ven pinta-
das de las Autodefensas Unidas de Venezuela, ni se trata –excep-
tuando algunos casos– de fuerzas traídas desde afuera. Ha existido
un proceso de enraizamiento en el territorio, por ejemplo, a través

lec
de la captación y conformación de bandas criminales.
El proceso, acelerado a partir de 2011, fue el siguiente: detectar
a los líderes de bandas criminales –como el caso del Picure–, darles
formación y tecnificar su armamento; cambiar los métodos de com-
bate, de crimen; brindar logística, retaguardia; incorporarlos a una
estructura. Para afuera son hampa común; en lo invisible, son parte
a
del entramado paramilitar, con jerarquías y tareas. El proceso de
formación también se dio con jóvenes de partidos políticos, como
ar
Lorent Saleh, enviado a Colombia a recibir entrenamiento para
luego aplicarlo en Venezuela.
No usan nombres ni insignias, ni asumen la responsabilidad
p

de los actos. Al contrario: atacan, queman, matan, y acusan al


chavismo de la responsabilidad de los hechos. La disputa es por el
sentido de los actos. El paramilitarismo es, entre otras cosas, un mé-
lo

todo. Se ha venido multiplicando por todo el territorio. Este lunes


llegó, por ejemplo, al municipio Baruta.
so

¿Quiénes actúan en cada caso? ¿Son paramilitares, bandas cri-


minales con dirigentes que son parte de una estructura paramili-
tar, hampa común reclutada y pagada para confrontar, gente que
espontáneamente se suma? ¿Dónde empieza uno y dónde termina
el otro? Parte de la táctica está en la confusión. Matan, queman,
F

disparan, disputan territorios. Bien decía Charles Baudelaire: “... el


mejor truco del diablo es convencerte de que no existe...”.
PD

¿A quiénes responden? La estructura de confrontación callejera,


de paramilitarismo venezolano, está dirigida centralmente por Vo-
luntad Popular que, junto con Primero Justicia, son los dos partidos
que tomaron la dirección de la escalada insurreccional. Las alian-
zas en los estados llaneros son principalmente con los ganaderos,

134
quienes financian parte de las acciones. La última retaguardia está
del otro lado de la frontera: en Colombia.

a
tur
* * *

¿Hasta dónde? Lo que está en marcha son acciones de carácter


militar, con logística, infraestructura, armamento, preparación;

lec
potenciadas por un andamiaje comunicacional que genera confu-
sión, miedo, rumor. Se han multiplicado por el país y, por lo que
indican los últimos acontecimientos, van a recrudecer. El ejemplo
del lunes en Barinas muestra la magnitud y potencia de lo que está
en desarrollo: ataque y quema de seis estaciones de policía, el local
del PSUV, el CNE, el Inces, el Inavi y centros comerciales; más de
a
diez trancas en zonas populares; intento de penetrar en el destaca-
mento de la GNB.
ar
Los ataques apuntan centralmente a los flancos del chavismo
que la derecha define como fuertes: la unidad institucional –De-
fensoría, Tribunal Supremo de Justicia, FANB, etc.–, la estructura
p

de dirección –con acoso y escarnio a familiares–, los barrios popu-


lares –como en el caso de El Valle o Barinas– y, ahora, la toma de
instalaciones militares. En esa lógica se puede seguir el hilo de los
lo

acontecimientos.
Es parte del plan que presiona, que intenta inundar de una vio-
so

lencia cada vez más fuerte, como el caso del joven que fue linchado
y quemado vivo en Altamira, o el número de víctimas que se incre-
menta a cada nueva acción callejera de la derecha. Lo necesitan
para fracturar la sociedad con odio, para escalar en la insurrección
y para su frente exterior, del cual esperan una intervención mayor.
F

¿Qué tipo de intervención? Tal vez la lógica de aguardar el gran


acontecimiento sea equivocada; la intervención ya está en marcha
PD

y es, como el paramilitarismo, invisible.

135
Día 47

a
Caracas, 6:00 a. m.; comienza la rutina del trabajo en la ciudad. La
agenda del día indica violencia a la altura de la autopista Francisco

tur
Fajardo, una nueva confrontación mediática y armada; un posible
epicentro de terror en un punto del interior del país, que dejará
un muerto o más, y nuevas presiones internacionales. Como si se
tratara de un orden dentro del asedio, un cotidiano del impacto

lec
incorporado a la fuerza por la mayoría.
A esta hora todo está en calma, en particular en el oeste ca-
raqueño. Nadie diría que estamos en guerra, tampoco lo parece
al salir en dirección hacia Guárico, punto bisagra del país por su
ubicación fronteriza con ocho estados. El plan para estos días es re-
correr, escuchar, mostrar el país en movimiento con Telesur; com-
a
prender qué sucede en lo que se encuentra fuera de cámaras.
El camino es el país. Primero una tranca por falta de comida:
ar
varios meses sin que lleguen productos CLAP. Luego una protesta
de la derecha a alturas de El Sombrero, la localidad desde donde
se desplegaba El Picure. Los opositores no obstruyen la calle, están
p

con sus carteles, vuvuzelas, gorras tricolores, franelas blancas; son


la superficie de las batallas, lo más auténtico, tal vez, de la oposición.
Todo alrededor es inmensidad: monte, pájaros, vacas.
lo

Son horas de llanura hasta llegar a Valle de La Pascua, zona


ganadera y agrícola. El recorrido es hasta una planta privada de
so

procesamiento de harina de maíz precocido, Doña Goya. Está en-


marcada en los convenios firmados con el Estado, que brinda apoyo
con insumos y maquinaria. La capacidad es de cien toneladas dia-
rias empaquetadas. El 70% está destinado a los CLAP, que es la
otra parte del acuerdo. Se trata de estimular un empresariado con
F

vocación de mercado nacional, desligado de la lógica especulativa


de pedir dólares subsidiados para importar sobrefacturado y ven-
PD

der a precio de dólar paralelo/ilegal.


¿Todavía puede crearse una burguesía nacional en América
Latina?
Recorremos, conversamos con los directivos de la empresa para
comprender la lógica de quienes buscan emerger dentro de un mer-
cado, donde una sola familia, dueña de Empresas Polar, controla

136
el 56% del mercado de harina de maíz precocido. No se identifican
con ningún espacio político, solo con su negocio, y necesitan del

a
Estado. En caso de ganar la derecha, dicen desde su razonamiento
pragmático, el país iría peor.

tur
Acá los escudos, los gases lacrimógenos, los destrozos de Bari-
nas que ocurren en estos momentos, parecen algo lejano. ¿Cuántos
países existen al mismo tiempo? A Valle de la Pascua no ha llegado
el asedio de la derecha. ¿Será parte de una próxima fase del plan?

lec
Salimos al alba hacia Apure. La vendedora de empanadas y café
donde desayunamos nos cuenta que compra esa misma harina en su
comunidad a precio de mercado negro, es decir, tres veces más caro.
¿Cuánto tiempo se necesita para conocer el mapa de la verdad
de las cosas?
a * * *
ar
No entendemos la distancia en el llano, venimos de la ciudad apre-
tada, siempre a punto de, tan Caracas, camioneta, metro, mototaxi,
p

rápido que no se llega. Acá el tiempo se deshace de tanto horizonte


verde y horas que pasan. Viajamos de día, por las noches las rutas
son peligrosas: falta iluminación, señalizaciones; hay posibilidad
lo

de animales en la carretera –vacas, chigüires, osos hormigueros,


caimanes– y atracos armados.
so

Paramos para entrevistar a una señora que vende carne de baba


secada al sol, piraña molida para curar todo tipo de dolor, picantes
de hormigas culonas; prepara casabe, resiste al calor que aplasta,
literalmente, aplasta. Los puestos de venta están alineados al borde
de la carretera. Todos venden lo mismo. Más adelante, más atrás
F

y para cada lado, sigue la inmensidad. No falta comida producida


acá. Falta la otra, la comida del CLAP. Mientras entrevistamos, se
PD

escucha entre gritos y risas:


—¡Di que no se consigue arroz, ni pasta, ni azúcar!
El plan era estar en el Hato El Cedral a inicios de la tarde, llega-
mos a las 9:00 p. m. Se trata de cincuenta y tres mil hectáreas que
fueron compradas en 2008 por el Estado, que ahora posee el 90%.
El otro 10% le pertenece al antiguo dueño. El lugar, en contra de los

137
mitos de la improductividad estatal, funciona. El turismo se man-
tiene, aún afectado por la violencia y la inseguridad. El Hato, que
ha pasado a llamarse Unidad de Producción Socialista Agroecoló-

a
gica El Cedral, tiene catorce mil cabezas de ganado y es parte, a su
vez, de la Empresa Socialista Ganadera Bravos de Apure –también

tur
estatal–, que agrupa nueve hatos y un total de cuarenta mil cabezas
de ganado. Uno de esos hatos, El Frío, fue recuperado luego de años
de mala gestión. Es cierto que espacios bajo administración directa
del Estado no dieron resultado por falta de seguimiento, corrup-

lec
ción, impunidad, inexperiencia, mando de personas no prepara-
das, direcciones cerradas a la participación de los trabajadores, y el
eterno confiar en la renta petrolera.
Pero algunos, como este, funcionan. Son casos modelo. Acá se
desarrolla la política del punto y círculo: se realiza trabajo social en
las comunidades que lo rodean y se apoya a los pequeños producto-
a
res con créditos sin especulación bancaria. La empresa es parte de
algo más que su propia ganancia, está enmarcada en un proyecto
ar
planteado de manera integral. En cuanto a las ventas, se hacen a
un precio menor que el del mercado, con prioridad para los canales
estatales: escuelas, los Pdval, los Mercal.
p

La propiedad estatal, junto con la privada y la social/comunal,


son las tres formas de propiedad en Venezuela. En esta época de
apertura –dramática– constituyente, varios proponen que la ter-
lo

cera forma sea incorporada constitucionalmente.


Hacemos las entrevistas, recorremos, filmamos. Las casas son
so

un racimo en la inmensidad, en todas las direcciones hay una ex-


tensión que no sabríamos cómo atravesar. Nos suben a una embar-
cación pequeña para recorrer por el río Matiyure. A pocos metros
pasan venados, chigüires, caimanes, garzas de un metro y medio
que levantan un vuelo pesado y largo.
F

Estamos conmovidos ante la impotente belleza del paisaje.


PD

* * *

Estamos en zona de frontera. Colombia no está del otro lado del


río, Colombia ya está acá. En la música, los acentos, la economía, la
población. La gasolina, en cambio, está del otro lado, una parte al

138
menos. Tardamos unas seis horas de cola en Elorza para llenar los
tanques. Aprovechamos para seguir una movilización de derecha
que pasa a una cuadra de la concentración chavista. Ni disparos, ni

a
linchamientos, ni piedras. La violencia de la derecha –hablo de su
base social y no de sus formaciones de choque callejero y paramili-

tur
tares– es, ante todo, clasista. Por eso en este pueblo del llano nadie
incendia a un chavista o a alguien simplemente sospechoso de serlo.
Tampoco pasa en los barrios.
Quedan tres horas hasta Guasdualito. Llueve y la inmensidad

lec
toma tonos de grises que la estiran un poco más. Este país es her-
moso por toneladas.
Apure es profundamente chavista. Es necesario comprender
el impacto que tuvo Chávez en estos pueblos olvidados, relegados,
caídos del mapa histórico y político de Venezuela. El nivel de
organización es muy alto, tanto comunero –todo el municipio
a
Páez está cubierto de comunas– como miliciano. En esta zona,
los movimientos populares han enfrentado el contrabando y el
ar
paramilitarismo colombiano desde hace años, y han decidido,
en este contexto, crear las Brigadas de Defensa Popular Hugo
Chávez. El planteamiento es claro: defender el territorio, las
p

instalaciones, prevenir los ataques de la derecha. Para eso no hay


mejor herramienta que la inteligencia y organización de la gente;
no cualquier gente articulada con el Estado, sino la que viene de un
lo

proceso de transformación de dieciocho años.


El calor en Guasdualito le gana a todos los demás calores. El
so

ambiente es de calma y espera. Se sabe qué puede suceder, las pre-


venciones están desplegadas, las asambleas también. En las comu-
nas se habla de la ANC, de cómo organizar reuniones con toda la
comunidad, de dialogar y escuchar al otro; ese otro que puede estar
hastiado, desilusionado, envuelto en la búsqueda de alimentos y de
F

precios accesibles. Estamos en las reuniones: en la política comu-


nera está condensado lo mejor del chavismo.
PD

¿Cómo se cuenta tanto? ¿Cómo se narra Venezuela, una revo-


lución y su contrarrevolución?
Lanzo un mango alto para que caigan otros del árbol. Salen
volando guacamayas.
Las vacas observan. Un compañero filma la tarde en su hora
más larga.

139
* * *

a
Llegamos a Socopó, uno de los puntos neurálgicos en esta etapa de
la guerra. Se trata de un pueblo gobernado por un alcalde de de-

tur
recha, con fuerte presencia de narcotráfico, influencia paramilitar
y ganaderos. Eso le brinda un bloque compacto, al cual se suma
una parte de los comerciantes. Tienen condiciones para disputar el
territorio. Socopó está en una posición clave: sobre la ruta que une

lec
San Cristóbal –retaguardia del paramilitarismo– con la ciudad de
Barinas, además tiene un puente que al ser trancado impide el paso
completo. Trancar Socopó es impedir uno de los pasos principales
hacia Caracas, y de Táchira a la capital van gran parte de las ver-
duras y hortalizas.
La situación al llegar es tensa. Tuvieron lugar cinco días de ba-
a
talla frontal –el 19 y 20 de abril, y del 22 al 24 de mayo–, de terror,
como dicen los vecinos. Las amenazas a dirigentes y líderes comen-
ar
zaron el mismo 20 de abril, con motos recorriendo las calles con
una lista de chavistas para matar. La noche del 22 ocasionaron la
interrupción del fluido eléctrico del pueblo, lanzaron una bengala
p

al aire y comenzaron los destrozos; una manada dirigida con obje-


tivos claros, empezando por los alimentos subsidiados del gobierno.
La estación de policía fue atacada durante cuatro horas con armas
lo

de fuego, incluido un francotirador; hirieron de bala a seis policías


–el objetivo era matarlos– y dejaron el módulo incendiado y des-
so

truido por un retroexcavador. Quedan ruinas.


Esto es la guerra. Tiene batallas, balas, asedios, tácticas, puen-
tes, compañeras y compañeros amenazados y asesinados. No hay
dudas de eso al llegar a Socopó y comprender lo que acá pasó,
pasará.
F

—¿Vino alguna televisora del gobierno para acá? –pregunto.


—Nadie, estamos como olvidados –me contesta una
PD

compañera.
Socopó es un ensayo de lo que parece un nuevo momento de la
avanzada paramilitar. Contiene todos los elementos. Es parte de la
táctica desplegada por la derecha, que desplaza los enfrentamien-
tos sobre el territorio como una jugada de ajedrez, que tiene puntos
clave que golpear. Ya pasó por más de diez ciudades.

140
Todas las variables están en su máximo voltaje. Intentan que
una salte por los aires y desbarranque la correlación de fuerzas a

a
su favor. Una de las tareas es comprender esa realidad, informarla,
construir claves para su análisis, actuar y escuchar. La realidad

tur
está en las redes y en los territorios. Ahí se encuentra un país en mo-
vimiento, una de las mayores fuentes de información, las mejores
síntesis comuneras, populares, chavistas.
Ese país tiene las puertas abiertas.

lec
Pide ser contado.

Día 48
El conflicto se ha instalado en La Candelaria, una zona céntrica
a
de mucha inmigración española, italiana, y portuguesa; una clase
media decaída, que guarda vestigios de épocas que ya no son, muy
ar
opositora. Unos quince minutos a pie separan Miraflores de las ca-
lles que son barricadas. Paso por la plaza principal, donde se con-
centran los vecinos que son una tribuna de aliento a la violencia
p

que se desarrolla a cien metros. En cada foco, separado por unas


dos cuadras cada uno, se encuentra un grupo de unas diez perso-
nas encapuchadas, con objetos incendiados y armas. La tensión es
lo

total, nadie puede cruzar ni acercarse; cualquier cosa puede pasar,


herir, matar.
so

Doy la vuelta a la zona hasta llegar a la avenida Universidad,


donde se encuentra un grupo de chavistas. Son doñas, jóvenes,
adultos, señalados en las redes y en las calles como “los de la Misión
Vivienda”. Están agrupados en la esquina, espontáneos; intentan
avanzar hacia las guarimbas que ya están en su tercera noche con-
F

secutiva. Es un campo de batalla urbano. Se camina pegado contra


la pared. Desde los edificios les lanzan botellas de agua congelada,
PD

piedras, o cualquier objeto contundente. Una señora de unos se-


senta años da la orden de que los niños se retiren. Si alguien quiere
saber qué es el chavismo, ahí está esa señora.
Estamos ante los primeros movimientos de lo que podría ser la
tercera fase de violencia. La primera tuvo lugar desde inicios de
abril hasta el 20 de ese mes. Hasta esa fecha se trataba del cuadro

141
clásico de guarimbas, similares a las de 2014. Desde entonces hasta
la semana pasada, a mediados de junio, el escenario ingresó a la

a
segunda fase. El punto de quiebre fue el ataque en El Valle, que
marcó la primera incursión violenta en las barriadas, encabezada

tur
por grupos armados. En los días posteriores comenzaron a darse
controles temporales de territorios –de un día a una semana–, así
como asaltos a cuarteles del ejército y estaciones de policía. Algunos
puntos emblemáticos donde se desplegó esa táctica fueron Valen-

lec
cia, Barinas, Socopó, La Grita, San Antonio de los Altos, Los Te-
ques y San Cristóbal. Esas semanas tuvieron como signo distintivo
no solamente el despliegue del terror sobre el territorio, sino tam-
bién el aumento de muertos diarios. Se trató de una fase de prueba
de las capacidades propias; la respuesta del gobierno, las fuerzas de
seguridad y del chavismo. De eso sacaron balances, conclusiones,
a
lecciones.
Esta semana comenzó lo que parece la tercera fase. Su punto
ar
distintivo: el desplazamiento del frente hacia el oeste de Caracas,
para acercarse y rodear Miraflores. El punto clave elegido es este, el
centro, con un doble propósito. En primer lugar, simbólico: mostrar
p

la cercanía al objetivo final, el asedio al poder central, para buscar un


efecto moralizador luego de semanas de desgaste y de dificultad para
masificar las movilizaciones. Desde las redes sociales se posiciona
lo

La Candelaria como ejemplo a multiplicar, como lo habían sido


semanas antes las acciones en Táchira. En segundo lugar, militar: el
so

despliegue de grupos de combate cerca de Miraflores, a través de los


cuales podrían intentarse acciones de mayor envergadura.
Esta fase, que busca generar varios focos como La Candelaria,
cuenta, además, con otros elementos; uno de ellos es la agudización
del control de la información. El acceso a las movilizaciones de la
F

derecha ha sido cerrado para los periodistas que no respondan a


su estrategia. Lo han hecho saber tanto de manera indirecta, con
PD

linchamientos a quienes son sospechosos de ser chavistas; así como


de manera directa, con el ataque con armas de fuego a periodistas:
el pasado lunes en la madrugada resultó herida una reportera de
Telesur. Quien cubra las actividades de la derecha y no sea afín a
su política corre riesgo de muerte. Esto no solamente les permite
manejar la totalidad de la matriz para las redes sociales y los medios

142
internacionales, sino también construir escenarios mediáticos/po-
líticos, como lo fue el de la muerte de Neomar Lander. El caso es

a
paradigmático: transformaron en mártir a un joven de diecisiete
años, que murió por culpa de un mortero mal manipulado. Según

tur
la derecha, fue asesinado por la GNB. Su base social está conven-
cida de que fue, como cree, que cada muerte desde inicios de abril
es obra del gobierno.
Neomar cumple, como La Candelaria, un rol también simbó-

lec
lico: inocula más odio, rencor, deseo de muerte hacia todo chavista
y al gobierno. Con el joven –acompañado de una campaña mediá-
tica preparada de antemano– se profundiza la idea de que todo es
válido, incluso necesario, para derrocar la “dictadura”.
Llevamos dos meses de ensayo de movimientos armados, fo-
gueo contra las fuerzas de seguridad, preparación de los diferen-
a
tes niveles de enfrentamiento callejero. Los indicios señalan que el
cuadro irá en ascenso, con un objetivo: impedir la realización de
ar
la Asamblea Nacional Constituyente. Para eso cuentan con la di-
mensión legítima/jurídica, encabezada por la Fiscal General de la
República, y con la violencia. Podría darse, dentro de ese plan, una
p

espiral creciente a medida que pasen las semanas, para desembocar


en una expansión y combinación de formas de violencia/terror en
el país, que intenten impedir la realización de las votaciones o afecte
lo

directamente la votación, llevando a una baja participación que


agrave el cuadro de empate.
so

No es de sorprender, entonces, que en los próximos días se pro-


fundice el intento simbólico y militar de acercarse a Miraflores, de
desplazar los grupos de choque a los barrios populares de Caracas,
junto con una reedición, con más fuerza, de las jornadas de violen-
cia en el interior del país. Se trataría de una combinación de todas
F

sus formas de lucha en una misma fase.


Las preguntas son: ¿de cuántos hombres y mujeres armados y
PD

entrenados disponen para llevar adelante las acciones? ¿Qué capa-


cidad de ataque conjunto tienen? Existe una dimensión clave de lo
invisible, del rumor, de la especulación. Es una guerra que trabaja
sobre lo psicológico y emotivo. Por eso la presencia de chavistas
autoconvocados en la noche del sábado es una buena señal: es la res-
puesta activa ante el intento de despliegue de sus grupos de choque

143
en el oeste caraqueño. La derecha, por su parte, aun con todo el
arsenal comunicacional, no ha logrado el objetivo clave de sumar

a
a los sectores populares a sus llamados políticos; ha conseguido, sí,
su participación en algunas jornadas de saqueos, como en Barinas.

tur
El cuadro es complejo. Estamos inmersos en una guerra de con-
tornos borrosos, de fronteras que se deshacen. Comprenderla es
una necesidad. Viene de frente.

lec
Día 49
Caracas, 7:00 a.m., 19 de junio de 2017. El día amanece fresco,
es época de lluvias. El mate está listo, los pronósticos políticos del
día no son buenos, la derecha anunció una gran movilización a la
a
capital. Reviso redes sociales, declaraciones, amenazas públicas de
algunos de sus dirigentes. Habrá un muerto, es casi seguro; lo dice
ar
la costumbre de rojo que nos han impuesto desde hace ochenta días.
El chavismo marchará también. Será en el oeste de la ciudad,
zona donde la derecha intenta incursiones tanto de día como de no-
p

che desde hace una semana, por ahora sin demasiado éxito; salvo el
de generar pánicos, incertidumbres, sentido –para ellos– de cerca-
nía de victoria. La violencia, a veces, parece un objetivo en sí dentro
lo

de su plan. ¿Cuál es realmente su plan? ¿Estirar una mentira como


lo han hecho varias veces?
so

Pasaron dos meses desde el 19 de abril, fecha que anunciaban


como día final. Parece que fue hace tanto. El tiempo se ha quebrado
en este país. Tomo un mate, la concentración inicia frente al metro
Colegio de Ingenieros. Salgo.
Somos muchos. Es una respuesta a su intento de dominio del
F

espacio público. La marcha llega hasta cerca de la AN, transcurre


en calma, con esa alegría que no se ha olvidado. Cerca de las doce
PD

ya se sabe de la activación de grupos de choque de la derecha en el


este de la ciudad, zona gobernada por ellos.
Ochenta días, noventa fallecidos, más de uno diario. Hemos
visto imágenes de opositores incendiando a personas sospechosas
de ser chavistas; una de esas personas, internada, relatando sus gri-
tos de “no me maten, quiero vivir”; un joven con el pecho arrancado

144
y los órganos vueltos ceniza; autopsias de jóvenes en primer plano;
un asesinato con pistola de perno –utilizada para matar vacas–;

a
madres opositoras y chavistas llorando a sus hijos; un Guardia Na-
cional ensangrentado y luego muerto, atado de manos, con el torso

tur
desnudo; motorizados tirados en el piso por haber resbalado en el
aceite puesto para eso en las barricadas; personas sospechosas de
ser chavistas, golpeadas en centros comerciales; un conductor de
camión con el cráneo abierto por no dejarse robar por los grupos

lec
de choque; la quema de un hospital maternal, de instituciones con
guarderías y niños dentro; hombres con capuchas y armas de fuego
controlando territorios durante horas o días. Por nombrar solo al-
gunos casos.
¿Dónde quedan esas imágenes? ¿Qué modifican en lo profundo
del país? a
El plan de la derecha no es solamente quitar del gobierno a Nico-
lás Maduro, es hacerlo a través de la inyección de terror en la socie-
ar
dad, del daño sobre las psiquis, del ensayo del caos; la validación en
un sector de la población de “la necesidad de eliminar chavistas”.
La forma en la cual llegarían a su objetivo condicionaría las posibi-
p

lidades de la revancha y la resistencia.


lo

* * *
so

Son las 10 p. m. Quisiera no haber tenido razón con el pronóstico


del muerto. Su fallecimiento no ha servido para modificar la corre-
lación de fuerzas a favor del golpe de Estado. Solo hace subir otro
nivel la rabia, la injusticia, el desencuentro cada vez más ancho. La
derecha hará de su nombre el de un mártir, igual que el de cada
F

joven muerto, aun y sobre todo los que ella misma mata de manera
directa e indirecta.
PD

Tampoco la reunión extraordinaria de la OEA en México logró


romper la correlación de fuerzas. El resultado no fue el esperado
para la derecha. El ataque internacional por la vía “legal” no da los
números esperados. Seguirán con el intento y, en paralelo, con el
financiamiento vía ONG a la derecha y su estructura de paramili-
tarismo colombiano. El momento para lograr su plan es este junio/

145
julio, por eso aprietan: han generado “legitimidad internacional”;
un parcial cerco geopolítico; una violencia con capacidad de acti-

a
vación en varios puntos del país; algunas fuerzas entrenadas que
han asediado pueblos durante días; y el momentáneo acuerdo de la

tur
clase dominante venezolana, religiosa, económica y política.
Termina otro día en Venezuela. La costumbre de rojo, pienso.
De escribir otro muerto, también he cambiado yo mismo por haber
visto tanta imagen. Mañana tendremos una nueva asamblea en

lec
el barrio para debatir sobre la ANC; para ver cómo enfrentar la
subida indetenible de precios, que afecta en particular a los más
humildes, para encontrarnos y conjurar la negación del otro. Hay
un país que se resiste a ser ceniza.

Día 50
a
ar
Ciento cincuenta familias campesinas del municipio Obispo Ra-
mos de Lora, en Mérida, rescatan quinientas sesenta hectáreas del
terrateniente Iván Guillermo Rondón Ruiz. La información llega
p

como una bocanada política. Las razones de la acción son dos: la


improductividad de dos de sus haciendas, El Trébol y El Cristo,
denunciadas desde hacía dos años al INTI. Así como el apoyo de
lo

Rondón a los hechos de violencia que tuvieron lugar en el munici-


pio: financió con bebida, comida y armas a quienes el 16 de mayo
so

atacaron la alcaldía, una casa de alimentación, y trancaron la ca-


rretera durante varios días.
Tomaron la medida para enfrentar la arremetida de los terrate-
nientes contra el campesinado, su intento de revancha económica y
política articulada e impulsora del plan de golpe de Estado en plena
F

escalada.
“Vamos por las tierras que Chávez les dio”, fueron algunas de las
PD

frases que se les escuchó decir públicamente.


El apoyo de terratenientes ha sido una constante en las accio-
nes violentas que comenzaron desde inicios de abril. Ese mismo
esquema se aplicó en Táchira y Barinas, evidenciando la trama de
actores políticos y económicos que buscan retomar el control di-
recto del poder en Venezuela. Su conformación es una radiografía

146
de clase: terratenientes, grandes empresarios, partidos de la vieja
derecha, fuerzas políticas de laboratorio creadas por el chavismo.

a
Un bloque que, a su vez, se encuentra entrelazado y subordinado
al frente internacional que financia, diseña y opera desde Estados

tur
Unidos.
En el dinero de la violencia pueden verse los intereses reales del
conflicto.
No es la primera medida que se toma contra un terrateniente

lec
involucrado en el apoyo a destrozos, trancas, ataques a instituciones
y a fuerzas de seguridad del Estado. Hace pocos días fueron resca-
tadas tierras en el municipio Pedraza, Barinas, de un terrateniente
que había puesto a disposición el retroexcavador utilizado en las
jornadas de terror en Socopó, donde llegó a ser quemada y derrum-
bada el 24 de mayo –con ese retroexcavador– la estación de policía.
a
En ambos casos se trata de acciones impulsadas por consejos
campesinos y, en el caso de Mérida, acompañado por la CRBZ. Es
ar
una respuesta ante la avanzada que se despliega sobre los territorios.
Se necesita que la institucionalidad acompañe a los campesinos,
pero, hasta el momento, como en Barinas, la respuesta es negativa.
p

Estas acciones no deben pasar desapercibidas ni sobredimensio-


narse, son el intento de retomar niveles de iniciativa popular ante el
asedio de la derecha. Hay en estas medidas un acto de resistencia,
lo

avance y justicia: ya han sido sembradas cinco mil matas de plátano.


so

Día 51
Estamos a cuatro horas de la frontera con Brasil. Parece una zona
caída del país, una sociedad minera, una realidad que dice que
F

tres muertos en una semana no son tantos. Desde Caracas es un


mito, una suma de noticias periodísticas sangrientas: masacres, sa-
PD

queos, bandas, paramilitares, contrabando, ataques a estaciones


de policía. ¿Qué hay de cierto? ¿Qué se podrá contar? ¿Cómo se
le podrá decir? El conductor que nos traslada de Puerto Ordaz a
El Callao cuenta acerca del fusil R15 que le pusieron en la cabeza
mientras cruzaba un pueblo en el carro. La violencia normalizada
parece más alta acá. No sorprenden historias de cuerpos picados

147
con motosierras, ni que ocurra una masacre en una mina, donde
casi nunca se presentan dolientes para reclamar.

a
Los paisajes son inmensos, con tierra roja, barro constante de la
lluvia que cae cada noche. Tiene momentos de selva, de montaña,

tur
de llanura espesa. Verde, todo verde.
Había estado en el pueblo en 2015, para un reportaje sobre los
festivales. Recuerdo historias como la mezcla cultural producto de
las migraciones de países de las Antillas Menores, que acá se jugó

lec
el primer partido de fútbol en Venezuela, que la música se llama
Calipso y se canta en un inglés creolizado. Estamos ante una socie-
dad organizada alrededor de la minería, una actividad ilegal pero
legítima. Se ve desde el primer momento en las calles: mineros que
regresan embarrados de las botas hasta la cintura, cargando sus
bateas de madera como sombreros chinos, los cerca de quinientos
a
negocios que compran oro. Es el pueblo del oro y se llama El Callao.
Acá no se habla mucho.
ar
* * *
p

Nos reciben en la Compañía General de Minería de Venezuela,


C.A. (Minerven), empresa del Estado. En la entrada hay una mina
lo

de oro ilegal. Es una bulla, lugar que se armó ante el anuncio de


vetas de oro, que se construyó clandestino y donde hoy se encuen-
so

tran unos veinte mil mineros. Hay casas con paredes de zinc, techos
de lona, maderas para sostener estructuras provisionales, calles de
tierra y barro, negocios donde se consiguen todos los productos,
pozos por todos lados, como si miles de topos buscaran cada día
bajo tierra, a unos cuarenta metros de profundidad, sin ningún tipo
F

de seguridad. De vez en cuando mueren algunos. Como cuando


llegamos: las lluvias inundaron todo, se metieron como muerte por
PD

los túneles; fallecieron dos, cuatro resultaron heridos y se habla de


más desaparecidos. Es un barrial donde en medio del río de cobre,
que es la calle, todo el campamento busca oro con las bateas. Están
sentados en el agua, buscan el oro, como hace siglos, con una dife-
rencia: el mercurio.

148
* * *

a
—Vamos a estar claros, la página que leen los mineros se llama
Dólar Today.

tur
La cotización del dólar ilegal es sabida por todos acá. El precio
del oro es internacional, varía en bolsa, ronda los cuarenta y tres
dólares el gramo. El precio en el mercado local cambia según como
se cotice el bolívar al cambio ilegal, ese que actualiza cada día la

lec
tasa de especulación. Al minero se le paga por un oro no procesado,
que luego se limpia y aumenta de precio. Es el movimiento diario
de miles de personas en esta sociedad articulada alrededor del oro,
con sus reglas y jerarquías.
Lo primero es comprender.
Existen dos tipos de minería artesanal: la sedentaria, que es de
a
explotaciones que llevan años, y la bulla. Las técnicas para sacar el
oro son varias: de aluvión, que es sobre río y se trabaja con batea o
ar
extractor; y la de barranco, que son pozos de un metro y medio de
ancho, que llegan hasta aproximadamente ciento cincuenta metros
de profundidad y luego se abren en galerías de otras decenas de
p

metros.
El número total de mineros en Bolívar es incierto. Se estima que
alrededor de la actividad hacen vida cerca de doscientas cincuenta
lo

mil personas. El número ha ascendido fuertemente en los últimos


cuatro años, tanto debido al precio del oro, que ha subido con la
so

guerra económica, como por la situación de dificultad material que


existe en el país: en las zonas mineras se puede ganar mucho. Los
costos también pueden ser altos.
F

* * *
PD

Desde el año 2008 el oro es propiedad exclusiva del Estado. Hasta


ese entonces, la explotación estaba principalmente en manos de
empresas extranjeras y de la minería artesanal. A partir de ese año
el Estado tomó formalmente el control: en la práctica, el ejercicio se
hizo más complejo.

149
Si es del Estado, significa que nadie más puede extraer ni vender.
¿Qué hacer entonces con la economía ilegal de varios municipios

a
donde miles de personas dependen esencialmente de esos ingresos?
Es una economía con reglas propias, distribución y disputa de zo-

tur
nas mineras entre bandas. El Estado intenta regularizar y recupe-
rar el control de la zona. Parece haber optado por la estrategia de
la negociación antes que por confrontar. Es una gran disputa por el
territorio entre mineros, grupos armados y el Estado. Se necesita

lec
el Estado; su ausencia es, en la práctica, la ley del más fuerte, y el
fuerte es cruel, domina por la potencia de las balas y el miedo. Un
ejemplo: a media hora de acá está Tumeremo, donde tuvo lugar una
masacre pública el 4 de marzo de 2016. Diecisiete mineros resulta-
ron muertos. La derecha quiso hacer del suceso un caso político,
con el objetivo de señalar al Estado como culpable. No lo logró, la
a
operación se desmontó en pocos días.
—En la mayoría de las minas ha habido masacres –dice una
ar
compañera.
El plan es ordenar la minería artesanal: apoyar con insumos –ex-
plosivos para la explotación, maquinarias para el procesamiento de
p

las arenas donde se encuentra el oro– y que el Estado se convierta


en comprador de la producción de los mineros, para fundirla y de-
positarla en el BCV. Así se evitaría que el oro artesanal vaya a cir-
lo

cuitos ilegales. La respuesta de los mineros es favorable: el Estado,


la posible legalidad, significa poder evitar los canales irregulares
so

que hoy existen. Se sabe: lo ilegal se convierte en sombra, negocio e


imposición de fuerza.

* * *
F

Hay una epidemia de malaria en El Callao y las zonas cercanas.


PD

El consejo comunal de Nacupay ha atendido a más de mil casos en


una población de unas ocho mil personas. Faltan medicinas para
el tratamiento. Cerca de doscientas personas se acercan cada día al
hospital para recibirlo, están en la entrada; algunos abrigados por
los temblores de frío que preceden a la subida de fiebre. Les duele el

150
cuerpo, gimen, el parásito los invade por dentro. Hay niños. Parece
un retroceso en el tiempo: epidemia, búsqueda de oro, pobreza.

a
En un rancho, a orillas del río, un joven está recostado en una ha-
maca. Toma agua, vomita, combate la fiebre. No tiene tratamiento.

tur
—Eso, si no se cura, te mata –le dice una vocera del consejo
comunal.
—Lo sé –contesta.
Se buscan respuestas para combatir la crisis de salud. La situa-

lec
ción nacional de falta de medicamentos, debida al saboteo de las
grandes empresas farmacéuticas y burocracias estatales, hace la
respuesta insuficiente. El cuadro se agrava por falta de fumigación,
y en El Callao existen ríos y estanques de agua cerca de cada mo-
lino donde se procesa la tierra que contiene oro: hay centenares de
molinos. a
ar
* * *

¿Por qué sigue el minero en la pobreza material si gana tanto? Por


p

tres razones principales: la primera, porque, salvo si trabaja con


batea en aluvión, no gana el 100% del oro que extrae; debe pagar
porcentajes a diferentes eslabones de la cadena: como el uso del
lo

extractor de arena, el camión que transporta los sacos de tierra, el


molino donde los procesa. Al final se queda con menos de la mitad.
so

La segunda, que ese mucho que igual es menos de la mitad, es


poco ante los costos de vida en El Callao. En el pueblo se encuentran
todos los productos a un precio mucho mayor al de, por ejemplo,
Caracas; la especulación es alta, la posibilidad de evadirla es casi
nula. Finalmente, existe una tercera razón que es la primera que to-
F

dos dicen al responder a esta pregunta: la mala administración del


dinero, es decir, el consumo casi automático de las ganancias. Sacar
PD

oro para venderlo, gastarlo, y volver a empezar al día siguiente; ese


es el cotidiano de la mayoría –dicen.
Quienes sí progresan materialmente son, en particular, los due-
ños de los molinos. Algunos, en convenio con el Estado, ampliaron
su capacidad y sus maquinarias.
—El minero nace minero y muere minero –dice uno de ellos.

151
* * *

a
La propuesta hacia la minería artesanal es también transitar del
uso del mercurio al del cianuro. El primero es utilizado para retener

tur
el oro dentro de la arena. Una vez que ambos se encuentran unidos
se procede a quemar el mercurio –que contamina el aire– para que
quede únicamente el oro. El cianuro, en cambio, liquidifica el oro,
y este, dentro de unos tanques con agua, es absorbido por pequeños

lec
pedazos de carbón que luego son separados del oro. El cianuro,
dicen los mineros en El Callao, no contamina, se descompone. Sin
embargo, el uso de ese material está prohibido en varios países:
varios derrames de cianuro han ocurrido por parte de empresas
privadas mineras contaminando ríos, como la Barrick Gold en
Argentina, en 2015 y 2016. a
Es justamente sobre la política por parte del Estado hacia las
empresas privadas, dentro del Arco Minero, donde existen pocas
ar
informaciones. Según anuncios oficiales recientes del ministro de
Minería, ya están en marcha acuerdos con algunas de ellas; como
la Gold Resort, de Canadá, para el oro; una empresa de Suráfrica
p

y otra de Angola para la explotación del diamante; y tres para el


coltán. En cada caso, el Estado debe tener al menos el 55% de las
acciones. ¿Cómo será la explotación? ¿Qué garantías ambientales
lo

habrá con empresas con antecedentes de contaminación? ¿Existen?


En ese punto residen las principales preguntas y preocupaciones de
so

muchos acerca del Arco Minero.


No hay número oficial sobre la cantidad de reservas de oro que
tiene el país. Se estima que está entre los primeros del mundo, tanto
por las cantidades como por la calidad del oro. País bendecido, país
que muchos necesitan saquear.
F

El desafío en la zona minera es grande y complejo. Histórica-


mente irresuelto: es una actividad que en El Callao lleva más de un
PD

siglo. Se está ante la necesidad de regularizar una de las produccio-


nes de más alto valor que tiene Venezuela, de reforzar las reservas y
divisas de un país que las necesita en tiempos de una economía so-
metida a ataques de guerra con complicidades internas. El asunto
es lograr el objetivo sin contaminar y sin rifar el futuro nacional
–ese que no contemplan las grandes empresas trasnacionales–;

152
así como también erradicar la pobreza material que se ensancha:
tanto se llevan de aquí y tan poco regresa, dicen los mineros. La

a
riqueza del oro debe ser para el Estado, la producción nacional; y
para quienes día tras día bajan a ciento cincuenta metros con una

tur
linterna, una pala y una barra, y revuelven el barro con una batea
en busca de un brillo de oro pegado al mercurio.

* * *

lec
Mientras averiguamos, filmamos, escribimos, llega una noticia
desde Caracas: se produjo un ataque desde un helicóptero sobre
el Tribunal Supremo de Justicia y el Ministerio del Poder Popular
para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz. El autor, que escapó,
a
difunde un video a través de Instagram. Estamos en horas y días
críticos, la situación puede dar un vuelco. La policía acá en el pueblo
ar
manda a toda la gente a la casa. Mañana volveremos a la capital,
veremos si el trancazo al que convoca la derecha estará en nuestro
camino. Esta semana en El Callao ha sido una ventana a otro país
p

profundo; un país que retrocede, que se instala en el estómago.


Me siento en la habitación del hotel a escribir. Termino a la una
de la mañana, solo suena un reguetón lento en la calle. Noche de
lo

poco dormir y de aguacero en la selva.


so

Día 52
Incendiaron sesenta toneladas de comida en un depósito de Mercal,
en Lechería. Nos avisan mientras vamos en el carro; el sitio queda
F

en el camino de nuestro viaje hacia Caracas, nos desviamos para


allá. El panorama es desolador: bultos y bultos de comida quemada;
PD

mantequilla, pasta, carne, azúcar derretida, leche, arroz; por tone-


ladas. Entre cincuenta y sesenta en total, de las ciento ochenta que
se encontraban en la noche del jueves, cuando dos personas ingre-
saron y prendieron fuego al depósito. El incendio duró casi una
hora. Se retiraron con el edificio en llamas, dejando tres grafitis:
“chavistas malditos”, “no más hambre” y “viva Leopoldo”.

153
El hecho marca dos elementos. El primero es que el eje econó-
mico está en primer plano del intento de asedio hacia el golpe de

a
Estado. Así lo indican el aumento de precios sostenido –en las calles
de Lechería el kilo de harina de trigo subió de cuatro mil quinientos

tur
a nueve mil en una semana, y el azúcar de cinco mil a siete mil en
tres semanas–, así como los bloqueos y secuestros de camiones de las
redes de distribución de alimentos del Estado.
El segundo elemento es la frontalidad del ataque. Hasta el

lec
momento la trama de la guerra económica se había desarrollado
casi siempre en las sombras, en el anonimato, en la negación de su
misma existencia. Con esta acción, la guerra emerge y se muestra
como tal; necesita desabastecer a los sectores más humildes en este
plan de asalto final –dicen– que está en marcha.
—La oposición está jugando con el hambre del pueblo; ellos
a
tienen plata, nosotros no –dice una señora, mientras prepara bolsas
de comida con lo que quedó en el Mercal.
ar
Los quince productos que serán entregados a través de los
CLAP cuestan diez mil ochocientos setenta bolívares, su precio de
calle sería unos ciento cuarenta mil bolívares –el sueldo mínimo
p

es, con bono de alimentación incluído: doscientos mil–. La comida


subsidiada es primordial en este escenario de aumento de precios
que asfixia. Quemar el Mercal significa atacar directamente a los
lo

sectores populares: esa comida va destinada a escuelas, centros de


salud, geriátricos, misiones sociales, casas de alimentación, con-
so

sejos comunales. Las clases media alta y alta no dependen de esos


alimentos.
—Anoche estaba sufriendo y lloré por esto, porque esto nos per-
tenece a nosotros todos –dice un hombre ante el barro de escom-
bros, restos de comida y cenizas que están en el piso del Mercal.
F

Esa frase condensa una pregunta: ¿qué legitimidad puede re-


unir la derecha con una acción de este tipo? Sus voceros afirman
PD

que fue un autoatentado del gobierno –como el ataque del helicóp-


tero– y se deslindan de toda responsabilidad. Los medios de comu-
nicación repiten esa matriz día y noche. Aun así, ¿es posible que,
más allá de su base social radicalizada, sectores mayoritarios de
la población aprueben el hecho o crean que fue obra del gobierno?
Pareciera que no.

154
La pregunta es entonces otra: ¿buscan legitimidad o avanzan
en acciones que saben que no reunirán consenso? En el segundo

a
caso sería una muestra de desesperación en el intento de quebrar
la correlación de fuerzas, el predominio de una línea de guerra que

tur
ha aceptado que resulta imposible sumar a los sectores populares
desde la política, y que es necesario llevar a escenarios mayores
de desesperación y caos que puedan generar explosiones sociales.
Atacar para quitar la comida es, dentro de esa lógica, la mejor

lec
táctica.

* * *

Salimos desde la ciudad de Barcelona. El carro se accidenta a la


a
media hora. Esperamos cuatro horas en la carretera. Cerca está
la refinería, alrededor hay flores de santa rita, montes y, más allá,
ar
el mar. Llegamos en la noche a Caracas. Ceno, me ducho, salgo a
la terminal de autobús hacia Barquisimeto; llegamos a las 2 de la
madrugada. Hay restos de los destrozos en cada esquina. La ciudad
p

fue asediada por la violencia. Un compañero del Frente Francisco


de Miranda fue asesinado mientras retiraba una barricada. Se dice
que eran unas dos mil personas con un esquema de diez o quince
lo

por esquina, aprovisionados de alcohol, comida, drogas, dinero y


armas. El ataque duró tres días.
so

El tiempo está acelerado, parece a punto de romperse.

Día 53
F

En varias conversaciones aparece nombrada la película La purga,


que trata de una sociedad donde una vez por año existe una no-
PD

che con libertad para matar, en la que los ricos salen a cazar po-
bres. En Venezuela parecen darse momentos así, donde cualquier
cosa puede suceder; como si una campanada sonara, las puertas se
abrieran y la muerte mirara desde el otro lado.
Cada día tiene una alta probabilidad de transformarse en un
acontecimiento catastrófico; además de las víctimas, que son como

155
un reloj que casi no falla. La derecha se adelanta en el calendario:
convocan a un plebiscito para el 16 de julio. Será para preguntar

a
–afirman– tres puntos:

tur
1. ¿Rechaza o aprueba la realización de la ANC?
2. ¿Demanda a la FANB y los funcionarios respetar la Consti-
tución?
3. ¿Aprueba que se proceda a la renovación de los poderes pú-

lec
blicos, la realización de elecciones libres, así como la confor-
mación de un gobierno de unidad nacional?
La hipótesis que se abre es la del doble gobierno y el conflicto
prolongado.
Esta posibilidad tiene dos elementos centrales: el político y el
armado. En lo político ya lo han anunciado, el plan es, además de
a
desconocer el gobierno de Nicolás Maduro y la ANC, avanzar en la
creación de nuevos poderes públicos. Esto significa intentar poner
ar
en pie un gobierno paralelo. Para legitimar esa línea, que ya está
en desarrollo, han convocado al plebiscito, donde la cuestión no es
su legalidad o no, ni cuánta gente votará; de lo que se trata será de
p

anunciar/validar internacionalmente esa estrategia.


El problema en ese camino será lograr darles peso real a los po-
deres que intentarán construir. No basta con anunciar las cosas para
lo

que sucedan, práctica recurrente en la derecha. Tendrá importancia


la respuesta de las alianzas internacionales, así como la profundi-
so

zación de la estrategia violenta. Para esto último tienen una ventaja


y un problema. Lo primero es que han trabajado para legitimar su
violencia, algo que en gran parte han logrado internacionalmente.
Cuentan para eso con la participación activa de los grandes medios
de comunicación, de la maquinaria articulada del imperialismo
F

que intoxica de imágenes y titulares. En Venezuela, según esa ma-


triz, no existen paramilitares, grupos de choque entrenados, ban-
PD

das de delincuentes financiadas para hacer destrozos; sino que se


trata de estudiantes, pueblo hambreado, jóvenes que resisten contra
la dictadura. Justifican todos los actos violentos como supuestos au-
togolpes del propio gobierno.
El problema que tienen es que no basta con legitimar, también
es necesaria la fuerza material en el terreno. Si bien han desplegado

156
acciones de gran envergadura durante varios días en diferentes ciu-
dades, no parecen en condiciones de sostener esas posiciones en un

a
esquema, por ejemplo, de “territorios liberados”. Poseen ventaja de
los sentidos a nivel internacional, no tan clara en el ámbito nacional

tur
–su violencia los desgasta y expone al rechazo– y pareciera faltarles
capacidad en la calle para un plan de esa dimensión.
Este escenario se prolongaría. Sus acciones violentas, por el mo-
mento sin nombre, podrían tomar identidad política y desplegar su

lec
estructura armada de manera pública, incluso diferenciada de los
partidos opositores, como ya esbozan a través de la diferencia entre
Mesa de Unidad Democrática y la resistencia.
Resulta difícil saber cómo podría terminar un cuadro de esas
características. Algunos dirigentes de la derecha dejan entrever lo
que proyectan, como Juan Requesens, de Primero Justicia, quien
a
afirmó en un foro: “Para llegar a una invasión extranjera tenemos
que pasar esta etapa”.
ar
* * *
p

Existen otros interrogantes que se resolverán con las semanas. Uno


de ellos es si la derecha –o una parte, al menos– inscribirá a sus
lo

candidatos a principios de agosto para las elecciones de goberna-


dores que serían en diciembre de 2017. En caso de no hacerlo, sería
so

una confirmación más del punto de no retorno, de imposibilidad


de solucionar el conflicto a través de un diálogo entre partes con
resolución en las urnas. Se haría más clara la hipótesis del conflicto
prolongado a la espera de un quiebre en la FANB o una interven-
ción extranjera de otro nivel. Si anotan a sus candidatos, sería un
F

indicativo de que la resolución final tendría una parte electoral, una


fisura entre sus filas.
PD

El escenario también tendrá cambios en función del resultado del


30 de julio de 2017: una alta participación le daría legitimidad y base
política al chavismo. Un escenario contrario agudizaría la confron-
tación. La derecha hará todo lo posible para no llegar hasta esa fecha
y ese día montarán –es lo más probable– un esquema de asedio a los
centros de votación, las carreteras, los transportes, con el despliegue

157
de cierta estructura armada y la pantalla pública de su nueva herra-
mienta en construcción: los comités de rescate de la democracia. El

a
CNE ya anunció que protegerá cada lugar de votación.
Planteado así el cuadro, el ciclo que se abrió a principios de abril

tur
no parece tener una resolución cercana. Los Estados Unidos, que
conducen la estrategia, han decidido empujar a Venezuela hasta sus
límites políticos, sociales, culturales, comunicacionales y militares.
Quieren retomar el poder político, subordinar la economía a sus

lec
intereses y desplegar una revancha masiva sobre un movimiento
histórico. ¿Están dispuestos a hacer más de lo que hacen, pasar a
una acción directa? La derecha que depende de ellos está en un
callejón peligroso: no dispone de la fuerza suficiente para lograr su
plan, no parece dispuesta a renunciar; ha planteado un objetivo de
máxima sin posibilidad de negociaciones intermedias.
a
Ganar o perder.
ar
Día 54
p

Sábado 8 de julio de 2017: le acaban de dar prisión domiciliaria a


Leopoldo López. Las redes sociales estallan, el chavismo se siente
traicionado. Predomina la bronca; una ministra sale a expresar
lo

públicamente su desacuerdo con la medida. Otros –pocos– man-


tienen la postura ya conocida: aquel que critique es traidor e igno-
so

rante político. La medida tiene un aspecto positivo para el frente


internacional sumamente frágil, lo descomprime. No significa que
la derecha volverá a reconocer al TSJ por esta decisión. Su plan no
parece modificable a estas horas, un sector cerró la puerta con llave
y la tiró al mar.
F

—Veo y siento que la gente no deja de ser una piecita de un aje-


drez para otros. Siento que la gente nunca importó realmente, que la
PD

justicia tampoco es justicia; que simplemente cuando me conviene


moverla la muevo, como una pieza de ajedrez. Lo que yo creía,
que se estaba haciendo justicia para la gente del 2014, no es así; era
una ficha aguantada ahí para cuando se necesitara, y la verdad eso
de utilizar la justicia como un juego político siempre me ha pare-
cido algo bien rudo, sobre todo para las víctimas, porque parece un

158
juego y no lo es, porque el muerto no es un juego, el quemado no es
un juego, el asedio no es un juego –me escribe una compañera.

a
Es el sentimiento de muchos. Se verá más claro en unos días,
según como se desarrollen los acontecimientos. A veces lo mejor

tur
es dejar correr, observar las reacciones, preguntarse muchas veces
por qué, cuál es el cálculo. La derecha, por su parte, también parece
desconcertada. López fuera de rejas significa el fin del show de su
mujer Lilian Tintori, el regreso al terreno casi directo de uno de los

lec
dirigentes que puede hacerles sombra a los demás. Es un problema
en las filas de zamuros que son los dirigentes de la derecha. Estamos
a una semana del plebiscito.
Tengo una certeza: aquellos a quienes la dirección perdone,
luego no nos perdonarán. Lo dicen las experiencias históricas,
aunque Chávez perdonaba. Lo hizo, cruz en mano, con quienes
a
hicieron el golpe de Estado en 2002; así como también lo hizo con
corruptos internos que hoy son un monstruo que devora el mismo
ar
acumulado chavista. Podía hacerlo porque pensaba tener herra-
mientas para sostener la situación. ¿O porque no tenía condicio-
nes para castigar? Los que hoy encabezan la guerra son quienes en
p

2002 salieron corriendo del Palacio de Miraflores: López, Capriles,


Borges, Allup, entre otros.
¿Se debe perdonar en política?
lo

¿No vuelven siempre a asesinar quienes fueron perdonados?


Asesinar como metáfora o de manera literal. En Venezuela es
so

literal.
Simón Bolívar escribió en el Manifiesto de Cartagena, en 1812,
luego de la caída de la Primera República:

A cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía


F

otra conspiración que se volvía a perdonar, porque los gobiernos


liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia crimi-
PD

nal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que to-
davía no habíamos enteramente construido!

159
* * *

a
“Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas,
en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se

tur
veían llegar”. Rainer María Rilke.
Me lo manda mi viejo. Pienso en el plan que tenía de irme en
octubre. En Buenos Aires me espera mi hermana, amigos, compa-
ñeros, historia mía, cuentas pendientes, una vida que hacer. ¿Cómo

lec
irme en este escenario? ¿Cómo poner una fecha y decir “hasta acá”?

Día 55
Hoy es domingo 16 de julio de 2017, día del plebiscito de la derecha y
a
del simulacro electoral de la ANC. Hoy no es el día crítico, es su punto
de inicio. Salimos a recorrer la ciudad, nos metemos en El Valle,
ar
Petare, La Candelaria, La Pastora, la Universidad Bolivariana, en
Catia. Al llegar a la avenida Sucre veo un muerto a pocos metros; el
clima parece un disparo a punto de impactar. Una imagen se repro-
p

duce en cada lugar: el chavismo sale a votar masivamente. Aguantó


demasiado, hoy puede expresarse de manera democrática y lo hace.
Está de pie, vota hasta entrada la noche. El sujeto histórico emerge,
lo

los pobres, los barrios, el mundo tachado, despreciado y escupido


por la derecha. Las profundidades del chavismo son una muestra del
so

efecto Chávez, la identidad Chávez, lo revolucionario de la revolu-


ción.
La derecha lo niega públicamente, sigue el guion ya planificado:
afirma que el simulacro fue una derrota absoluta y que en su ple-
biscito votaron, dicen, 7.676.894 personas. Anuncian el número en
F

una rueda de prensa, donde los acompañan expresidentes latinoa-


mericanos con prontuarios de saqueos y rechazos populares. No
PD

importa que la cantidad de mesas instaladas no permitía recibir ese


número de votantes, ni que se haya visto cómo su movilización se
desinfló luego del mediodía; tampoco que hayan quemado cuader-
nos y urnas antes de finalizar el día. Importa decir que la victoria es
indiscutible, total.

160
El objetivo es el acto, una cifra acordada, su reconocimiento
internacional; presentarlo como un mandato popular para llevar

a
adelante las nuevas oleadas de violencia en ascenso. Legitimar la
violencia. Ya lo tienen, ¿ahora qué?

tur
La respuesta llega este lunes y confirma la hipótesis: anuncian
el nombramiento de un “gobierno de unidad nacional” y de nuevos
magistrados para el TSJ. Es el intento del doble gobierno, una he-
rramienta que se ha visto en otros escenarios de guerra. Para dar

lec
vida a esa táctica necesitan profundizar la presión internacional
que les permita el reconocimiento diplomático, agudizar la violen-
cia en sus dimensiones y métodos. Estamos en lo que llamaron la
“hora cero”, el “punto de no retorno”.
¿Tienen posibilidad? El frente internacional parece relativa-
mente sólido, aunque no resulta claro hasta dónde están dispuestos
a
a avanzar los norteamericanos en este momento. Se sabe de próxi-
mas maniobras militares en la frontera amazónica compartida en-
ar
tre Brasil, Colombia y Perú, la presión económica que opera como
cerco; se ven contornos borrosos con centro claro. El escenario na-
cional es para ellos mucho más frágil: sostener un esquema de esa
p

envergadura demanda más de lo que hasta el momento han logrado


desplegar en las calles; más que jóvenes de clase media convencidos
de su épica, grupos de encapuchados con armas en mano y fuerzas
lo

paramilitares. El poder no se anuncia como una posesión, el po-


der –entre otras cosas– se ejerce. Nombrarán a los magistrados, ¿y
so

luego qué? Nadie les prestará atención en el país.


Parecen manejar varios tiempos: el del conflicto prolongado y el
del choque frontal antes del 30 de julio de 2017. Esto último ha sido
anunciado por el actor –quién lanzó dos granadas a la sede del TSJ
desde un helicóptero robado del Cicpc– que lee sus discursos por
F

telepronter, los diferentes dirigentes de la derecha, los análisis del


conflicto. Para prever qué podrían hacer en esa escalada se puede
PD

elaborar un listado de todas las acciones desplegadas en más de cien


días, imaginar que todas tendrán lugar y agregarle nuevas formas.
¿Será suficiente para sostener un intento de nuevo gobierno, im-
pedir la ANC y sacar al presidente Nicolás Maduro? No parece:
siguen sin FANB ni clases populares movilizadas. Tienen suficiente
capacidad para continuar el proceso de desgaste, destrucción,

161
enfrentamiento; agravar más los efectos de la guerra sobre la eco-
nomía, el Estado, la sociedad y la cultura. Eso es un objetivo, en sí,

a
estratégico.

tur
* * *

Es necesario subrayar la fuerza propia. Opera sobre las subjeti-

lec
vidades, las condiciones de la pelea por nocaut en la que estamos.
El problema es sobrestimarla, caer en triunfalismos contrapro-
ducentes. Quedan dos semanas para jugar la única carta que te-
nemos para desarmar la violencia en ascenso: la ANC. Ese es el
objetivo principal. Dentro de eso existen otros objetivos y nece-
sidades, planteados desde que el presidente hizo el llamado a la
a
Constituyente: romper con los actos hechos para aplaudir a diri-
gentes y dar forma a asambleas populares reales en los territorios;
ar
permitir que haya crítica, interpelación, recoger las propuestas
que emerjan de las bases; volver a impulsar un ejercicio de partici-
pación protagónica, muchas veces opacado por lógicas verticales
p

con manejo de recursos. Es el chavismo contra la vieja política que


lo habita y reduce, el chavismo contra sí mismo en un escenario que
se encuentra al límite.
lo

La confrontación planteada de modo insurreccional por la de-


recha puede favorecernos. La evidencia del enemigo nacional e
so

internacional, su cercanía, sus planes, su violencia que lo desgasta


nacionalmente, pone sobre la mesa las dimensiones de la batalla en
la cual estamos inmersos. En el simulacro se votó por una ANC, pero
también contra una derecha que tiene como plan quemar el país. Ese
segundo objetivo convoca no solamente al chavismo, sino a quienes
F

no desean que el conflicto se dirima con trincheras, granadas y per-


sonas incendiadas en la calle. Esa es la mayoría del país y la derecha
PD

parece alejarse de ella. Tal vez ya lo esté del todo. Si esa mayoría se
expresa el 30 de julio, habrán perdido.
Están enceguecidos por sí mismos, sus aliados, sus redes sociales.
Empujaron el país al borde. Si fracasan, estarán ante una de-
rrota como onda expansiva.

162
Estamos en un empate catastrófico que puede quebrarse con los
resultados del 30 de julio.

a
Día 56

tur
Faltan cuatro días para la votación de la ANC, mañana comienza
el paro de cuarenta y ocho horas. La derecha se queda sin tiempo.

lec
Saldré a las seis de la mañana de casa, en moto, para recorrer el este
de la ciudad; ver cuánto logran desplegar, qué fuerza tienen en sus
barricadas; cuánto negocio cerrado, transporte detenido, autopista
vacía. Tengo un mapa con diferentes puntos: las urbanizaciones
donde tienen históricamente más fuerza; las zonas del este que no
conozco por alejadas, cerradas, excluyentes; el centro, el oeste, los
a
barrios. Veremos si tienen lo que dicen tener. Es el mejor método
para conseguir información segura, al menos una parte central.
ar
Lo otro es por redes, grupos de Whatsapp, análisis de medios, en
particular los suyos.
La moto es una necesidad; ya tengo una. Tenemos prohibida
p

una parte de la ciudad, por chavistas. No puedo acercarme hasta


allá, nadie usa distintivo chavista en la calle; el metro se ve envuelto
en silencio cuando se acerca a las paradas del este; a partir de plaza
lo

Venezuela nadie habla, se instala una tensión. El jueves pasado


prendieron fuego a un hombre que pasaba frente al metro de Alta-
so

mira, por chavista. Otro fue golpeado e incendiado en Anzoátegui,


luego lo rodearon entre dos para tirarle piedras y moverlo con el
pie, como se mueve a un animal muerto. Van más de veinte in-
cendiados desde que empezó la insurrección de la derecha. Todos
afrodescendientes, pobres o chavistas.
F

Para la derecha son sinónimos.


Son los episodios públicos para romper los límites de lo posible,
PD

lo tolerado. Por la noche se multiplican los otros ataques, como los


que sucedieron contra la radio de la comuna Ataroa, una base de
misiones, el consejo comunal Nudito Palo Blanco. Muchas de estas
acciones quedan en el desconocimiento; los golpes son rápidos, per-
manentes, aturden. Se acercan a los territorios, descargan. ¿Quié-
nes son? Los grupos entrenados, células de extracción paramilitar

163
colombiano, delincuentes rentados. Las fronteras entre los niveles
del brazo armado son difusas, aprietan con objetivos selectivos. A
partir de mañana veremos el carácter que toma, se abrirán nue-

a
vamente las puertas de la purga, aunque no parece que tengan la
fuerza para impedir las elecciones del domingo. Quemarán, mata-

tur
rán, destrozarán, elevarán el nivel de la violencia: ¿bombas, incen-
dios, falsos positivos? Todo puede pasar.
Varios compañeros ya no pueden regresar a sus casas: están
marcados.

lec
Hay una caza de chavistas en redes, urbanizaciones, calles, etc.
Creo que la clave está en lo que vendrá después. Si la derecha
inscribirá o no candidatos para las elecciones de gobernadores,
si los Estados Unidos desconocerán al gobierno y reconocerán la
incipiente institucionalidad paralela para darle financiamiento y
armamento. Ya los alcaldes procesados por el TSJ pretenden des-
a
conocer la sentencia por no reconocer el poder público. Todo es una
gran especulación, la misma incertidumbre: la ecuación no les da el
ar
resultado, ¿qué piensan hacer?
Lo debatimos en la mesa de la casa con Emilio y Yusbeli, con una
compañera de Prensa Latina al regreso de Telesur; con el Turco y
p

Florencia, de la brigada Eva Perón; en cada chat, cada entrevista,


cada construcción del ajedrez de fuerzas. No les dan los números.
Mientras, los dirigentes de derecha piden a la gente que tome pre-
lo

visiones ante el próximo paro y la embajada de Francia indica a sus


ciudadanos que no salgan a la calle.
so

Caracas era una guerra, diremos algún día.

Día 57
F

Salgo al encuentro de una ciudad sublevada. Moto, chaleco, casco,


conductor de Telesur; vamos punto por punto donde deberían es-
PD

tar. Altamira, Prados del Este, Chacao, Boleíta, nada. Algunos


grupos pequeños, endemoniados y solitarios; cortes de calle con
más escombros, basura, troncos, alambres; qué gente. La gran me-
dida de paro con despliegue de acciones para escalar la violencia
hasta impedir las elecciones es un bluff. Hay sí negocios cerrados,
poco transporte. En el oeste la situación es de total normalidad.

164
Comemos unas empanadas a la espera de que suceda algo. Pasa la
mañana.
Son como dos ciudades, de espaldas una a la otra. El corte, como

a
es habitual, es de clases.
Parece una calma que antecede la tormenta. ¿Habrá tormenta?

tur
El escenario cambia en horas de la tarde, aparecen los dos niveles de
violencia que tiene organizada la derecha. El primero se desarrolla
en Bello Campo, donde grupos de choque –“escuderos”, bendeci-
dos por curas y dirigentes como Freddy Guevara– van a buscar el

lec
enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. Su objetivo es generar
el hecho mediático, la imagen que sus medios se encargan de ma-
sificar de manera invertida, donde presentan los sucesos como una
“arremetida del gobierno” contra ellos. Sus líneas de choque orga-
nizadas actúan con piedras, bombas molotov y morteros. Tiene a
personas armadas que disparan desde el techo de un edificio.
a
El segundo nivel se activa en varios puntos de la ciudad, como
Petare y Macaracuay. Sin cámaras ni construcción épica, como en
ar
torno a los “escuderos”. Son grupos que atacan con armas de fuego
a las fuerzas de seguridad del Estado.
Algo similar ocurre en otros puntos del país, como en el estado
p

Lara, donde grupos de la derecha atacan e incendian la alcaldía


de Duaca. Nuevamente lo presentan como una arremetida de las
fuerzas de seguridad del Estado. Siempre, suceda lo que suceda,
lo

aunque la evidencia sea innegable, el esquema es el mismo: poner


como víctimas a quienes atacan, disparan, queman, etc.
so

* * *

El bando de la derecha anuncia el éxito total de su medida. Saben


F

que no es así, que venden humo en un contexto en el cual ya no


pueden hacerlo. Los trabajadores no se sumaron al paro, una parte
PD

del empresariado tampoco lo hizo, se mantienen en su repertorio


de acción insuficiente para el objetivo de máxima. La elección es un
hecho y quedan tres días. Tampoco lograron consenso: una de las
imágenes que más se vio en el este fue la de gente esquivando ba-
rricadas vacías, camino a su lugar de trabajo. El paro no sumó, las
trancas no sumaron, fueron los mismos, incluso menos. La mayoría

165
les da la espalda, hay hartazgo de su violencia, de sus métodos que
no encuentran consenso; se nota la desesperación de quienes toda-

a
vía intentan armar trancas con basura y ramas, que con gente.
La derecha, que anunciaba su fuerza indetenible, se parece a la

tur
novela de Osvaldo Soriano: Triste, solitario y final.

Día 58

lec
Treinta de julio. Querían pelear y el chavismo peleó. El resultado
fue inmenso: 8.089.820 votos a favor de la ANC. No lo espe-
raban los analistas de derecha que pensaban al movimiento de
Hugo Chávez contra las cuerdas, casi rendido. Tampoco muchos
dentro de las propias filas: años de resistencia, en particular eco-
a
nómica, parecían haber desgastado con dureza la fuerza propia.
La jornada electoral fue difícil en varios lugares. La derecha ha-
ar
bía anunciado que sabotearía los comicios y así intentó hacerlo. Los
puntos de ataque se concentraron en algunas zonas en particular:
Táchira, Mérida, Lara, Zulia, y Caracas. En esos lugares desple-
p

garon un abanico de acciones de violencia: ataque con granadas y


armas de fuego a centros electorales, persecución a chavistas hasta
en la casa, trancas con grupos armados, volantes intimidatorios,
lo

amenazas, barricadas, bombas sobre la policía, incendio de la vi-


vienda de un prefecto, el asesinato de otro candidato. El saldo es
so

grave: varios muertos que la derecha nunca reconocerá como re-


sultado de su accionar.
El objetivo era sembrar un clima de terror, impedir que la gente
votara. La respuesta fue contundente: la gente cruzó ríos, evitó ba-
rricadas, amenazas, y fue a votar. Una de las imágenes más sig-
F

nificativas, por su dimensión, tuvo lugar en Caracas en el centro


electoral del Poliedro, abierto para permitir que votaran quienes
PD

habían recibido amenazas en sus edificios y urbanizaciones. Fue-


ron miles y miles que, durante el día y hasta entrada la noche, vo-
taron allí; gente de zonas de clase media, alta –donde, en el caso
de Caracas, se concentraron las intimidaciones– y de extracción
popular, en una muestra de la amplitud social del chavismo.

166
La violencia desplegada por la derecha no fue de quien avanza,
acorrala y toma posiciones. Se trató de acciones que caracterizan a

a
quien pierde, tiene desesperación y, sobre todo, poca gente. Se vio
nuevamente en las calles: el llamado a detener la elección solo tuvo

tur
eco en su base social histórica, clasista, minoritaria, que aplaudió
la explosión de la bomba que hirió a seis policías –uno resultó que-
mado en el 80% de su cuerpo– y no pudo generar, en el caso de
Caracas, más que algunos focos de violencia.

lec
No hubo comprensión de lo que pasó en las urnas, al punto de
negarlo. La dirigencia de la derecha lo hizo por estrategia política
y su base social porque –como desde el inicio de la revolución– no
logró comprender cómo las mayorías populares pueden tener pen-
samiento, conciencia, estrategia y sentido del momento histórico.
Hicieron lo de siempre: subestimaron al chavismo.
a
Y el chavismo hizo lo que hace cuando lo atacan de frente: fue
contundente.
ar
* * *
p

Existen varias explicaciones para los 8.089.820 votos. Una de ellas


es la agudización del conflicto planteado por la derecha. El cha-
lo

vismo vio y resistió con conciencia y disciplina política, durante más


de cien días a una oposición que incendió instituciones, gente, espa-
so

cios comunales, calles, camiones, comida, autobuses; y que anunció


el asalto al Palacio de Miraflores. Esa visibilidad del enemigo, su
salida del escondite, favoreció la polarización política, dinámica
en la cual se hace fuerte el chavismo. La votación del domingo fue,
entre otras cosas, contra la escalada de violencia de la derecha y por
F

la ANC como forma democrática de abrir el debate. El chavismo,


contra quienes lo acusan de antidemocrático y violento, mostró que
PD

concibe la salida del conflicto a través de la vía electoral.


Otra explicación reside en las características del chavismo como
movimiento histórico, que desarrolló en los años de revolución un
profundo aprendizaje político/histórico, producto del liderazgo de
Hugo Chávez y las formas de democracia participativa. El cha-
vismo tiene, entre sus elementos fuertes, una noción clara de lo que

167
existía antes de 1999, de quién es la derecha que se presenta como
solución a los problemas del país. Puede estar descontento con la

a
dirección y la situación económica –como de hecho lo está–, pero
tiene el hilo histórico muy presente. En una batalla crucial, como lo

tur
fue este domingo, salió a pelear con esa claridad.
Por último –podría ser lo primero–, por el mismo Hugo Chávez,
el orgullo del chavismo, que es un orgullo de clase, de historia, de
piel; esa misma piel y clase que se transformó en motivo para ser

lec
quemada por la derecha.
Surge una pregunta: ¿solamente votó el chavismo? Pudo haber
sucedido que gente de oposición haya ido a votar, y rechazar el ca-
llejón violento y sin salida planteado por su propia dirigencia. En
varias zonas se reportó la presencia de votantes de oposición: en los
barrios, la gente se conoce. a
ar
* * *

Se ganó una batalla clave en el marco de una guerra no conven-


p

cional prolongada. Tuvo la importancia de medir la fuerza propia


–algo que estaba rodeado de preguntas en los últimos meses– y
de darle la legitimidad necesaria a la ANC. Se necesitaba un re-
lo

sultado mayor al plebiscito de la derecha, aunque el número del


plebiscito fuera falso. Su condicionamiento era real, en particular
so

en lo internacional. El resultado del chavismo superó con amplitud


una de las cartas principales de la derecha.
La respuesta golpista será la prevista: el no reconocimiento de la
ANC, como lo anunciaron este viernes el presidente de Colombia
y todos los dirigentes de la derecha. El problema al cual están en-
F

frentados es la disminución de su volumen de fuerza. No lograron


legitimar su violencia en la sociedad –salvo en partes de su histórica
PD

base social–; existe un desgaste de la lógica de confrontación per-


manente, y los sectores por fuera de esa base histórica que se habían
sumado al llamado se alejaron, producto de la falta de resultados.
La derecha promete más de lo mismo. Y ese más de lo mismo
perdió el domingo en las urnas, y durante toda la semana en las
calles.

168
Por eso, más que nunca, dependen del frente internacional. Por
ese lado parece que vendrán las próximas acciones. Tal vez a través

a
de nuevas formas de la violencia. Esa derecha que parecía en avan-
zada se encuentra en crisis. No se debe caer en triunfalismo. La

tur
confrontación no termina mañana ni pasado y puede sorprender.
Llegó para quedarse, y mutar.
El chavismo mostró el domingo que está de pie y dispuesto a
pelear contra el enemigo histórico; lo hace de manera inmensa.

lec
Mañana sigue una nueva batalla.

* * *

Hasta ahí la crónica pública, terminada a las 3:30 a.m., veinti-


a
cuatro horas después de haber iniciado el día. A las 4:00 a.m.
estábamos en los puntos de votación de La Pastora, para filmar,
ar
poner música, marcar territorios ante intentos de saboteo. Ya
desde las 5:00 a.m. estaba formada una cola con doñas, militantes
del PSUV, chavismo al pie del cañón, rodilla en tierra. A las 6:30
p

a.m. me fui en moto a recorrer la ciudad. Primer punto: El Paraíso,


donde un grupo de encapuchados estaba sobre la azotea de un edifi-
cio con unas banderas. Imposible sacarles una foto, podrían dispa-
lo

rar. Presumo que se han replegado de la plaza Madariaga, mientras


otro foco se había desplazado Paraíso adentro, donde vimos dece-
so

nas de pequeñas barricadas y enfrentamientos con la policía. De ahí


al 23 de Enero, con los centros de votación de la Fundación Alexis
Vive, la tranquilidad de la zona con fuerte organización popular.
Entre El Paraíso y el 23 de Enero hay dos mundos, dos clases,
dos tiempos políticos.
F

El Poliedro fue un impacto, por la fuerza, la cantidad. Varios


votantes que quisimos entrevistar no aceptaron ser filmados por
PD

miedo a ser reconocidos en sus edificios y urbanizaciones. En algu-


nos lugares de clase alta de Caracas los vecinos pusieron cadenas
para impedir que se saliera a votar. En el interior desplegaron gru-
pos con armas largas y granadas, destruyeron varios centros elec-
torales y sacaron a sus fuerzas paramilitares. Los grandes medios
de comunicación, como se sabía, no relataron los incidentes, solo la

169
explosión de los policías en Altamira, que apareció reseñada como
ataque del propio gobierno. Algún día se tendrá que contar cómo

a
los grandes medios de comunicación fueron parte activa de la men-
tira sobre Venezuela para legitimar una intervención extranjera.

tur
La mentira no tiene costo, la invitación a la muerte tampoco.
Se tendrá que contar también cómo la gente salió a votar a pesar
de las amenazas. Se vieron imágenes de personas cruzando ríos
para llegar a sus centros de votación. Historias que llegan, como

lec
esta que envía escrita un compañero desde Mérida:

Sesenta camaradas de la aldea el Rincón, Parroquia Mariano


Picón Salas, cuando se disponían a salir a votar fueron atacados
por grupo de encapuchados con armas de fuego, les disparaban
a los pies amenazándolos con matarles si no se devolvían a sus
a
casas. Uno de los camaradas, en legítima defensa, responde a los
ataques y logra replegar a los terroristas por unos minutos. La
ar
avenida Los Próceres estaba absolutamente sitiada y con apos-
tamiento paramilitar que les impedía salir a cualquier centro de
votación nucleado. El grupo se dividió en treinta, que caminaron
p

saltando barricadas y desafiando terroristas en cada paso; otro


grupo de treinta subió montaña arriba, por senderos del parque
nacional Sierra de la Culata, y caminaron cuatro horas para sa-
lo

lir al sector Santa Rosa La Hechicera y poder llegar al centro


electoral Alberto Carnevali. Ya en el sitio se encontraron ambos
so

grupos, se unieron a las colas en espera de ejercer su derecho hu-


mano de votar. Los demás votantes ofrecían su apoyo, sus ropas,
alimentos y bebidas al verles empapados, cansados y sucios. Les
ofrecían alojamiento, los camaradas contaban sus hazañas para
llegar a votar, pero con el convencimiento pleno para hacerlo.
F

Siendo las 6 y tanto de la tarde, aún en cola, los valientes camara-


das empezaron a buscar linternas para internarse en la montaña
PD

y volver a su casa. Ya habían cumplido con su deber por la paz y


la patria. Ya habían votado superando el miedo que infringieron
los terroristas. Ejercieron su derecho humano a votar.

Inmenso.

170
Día 59

a
A esta hora la derecha debía estar, según sus cálculos, en una po-
sición de fuerza radicalmente diferente: sentada en el Palacio de

tur
Miraflores o en el despliegue de un gobierno paralelo, combinado
con movilizaciones de masas y acciones violentas, incluidas milita-
res. Se había planteado la apuesta a todo o nada/ahora o nunca, y
hoy se encuentra en una disputa interna para ver cómo seguir y no

lec
terminar peor que al iniciar la escalada de los cien días.
Pasó lo que les suele pasar: se equivocaron en sus análisis. So-
brestimaron la fuerza propia, subestimaron al chavismo, leyeron
de manera errada el estado de ánimo de las masas; así mismo, cal-
cularon mal las coordenadas del campo de batalla y, en las batallas,
las responsabilidades son colectivas pero diferenciadas: el peso ma-
a
yor recae sobre los generales. Hubo una derrota táctica en el marco
de un equilibrio inestable prolongado, y eso trae cambios, facturas,
ar
desbandadas y reposicionamientos.
¿Por qué evaluaron de manera equivocada las condiciones para
la toma del poder de forma violenta? Se combinan varios elemen-
p

tos. En primer lugar, la posición de clase de la dirigencia. La direc-


ción del movimiento estuvo y está en manos de hombres y mujeres
de la burguesía, la oligarquía, cuadros en su mayoría de clase me-
lo

dia-alta, formados en esa política e imaginario. Sería falso decir


que no han desarrollado estructuras en algunas zonas populares,
so

pero no de dirección, y son minoritarias. A ese elemento se suma


otro agravante para sus cálculos: una parte de su dirección, tanto
venezolana como norteamericana, se encuentra en el extranjero,
en particular en Estados Unidos.
Esas lecturas, marcadas por una distancia de clase y de país,
F

se ensancharon por el efecto búmeran de una de sus fuerzas: las


redes sociales. Asumieron que la dinámica expresada en las redes
PD

era representativa del estado de ánimo de las mayorías. Pensaron


que la capacidad desplegada –con millones de dólares– en Twitter,
Facebook, Instagram y Youtube, era la que realmente existía; que la
radicalidad allí expresada era la radicalidad popular real.
De esa manera creyeron que el gobierno estaba a un empujón de
caer, que su respaldo popular era minoritario y contra las cuerdas;

171
que las masas descontentas acompañarían su llamado a la calle
para sacar al “régimen”, y que su propia fuerza tenía capacidad

a
de desplegarse hasta alcanzar la masividad policlasista y nacional
necesaria. Esa combinación de elementos iba a tener, a su vez, inci-

tur
dencia sobre factores políticos e institucionales del chavismo que, al
ver el ascenso irrefrenable de las masas en su pedido de elecciones
generales, se iba a cambiar de bando. Solo sucedió con la Fiscal
General y algunos dirigentes intermedios puntuales –y no fue por

lec
las masas, sino por cálculo y compra política–. Lo más importante
en ese plan era la FANB, y no se quebró.
Esos cálculos condujeron a sostener la hipótesis de la salida vio-
lenta durante más de cien días, con puntos clave como el anuncio
de que sería elegido el próximo presidente en elecciones primarias.
Lo había proclamado Ramos Allup, el primero en decir luego que
a
participará en las elecciones regionales. Entre un anuncio y el otro
pasaron quince días, y en el medio una fecha clave: la victoria de la
ar
ANC, de la política. La derecha desconoció públicamente los resul-
tados, pero su impacto fue innegable: abrió un cambio de táctica en
desarrollo.
p

Las conclusiones fueron la inversión de sus premisas: el chavismo


no estaba nocaut y dio una lección histórica; los sectores populares
miraron, en su mayoría, desde lejos, a la dirigencia opositora y re-
lo

chazaron la violencia; la fuerza propia –compuesta por su base so-


cial ampliada, los grupos de choques y sectores paramilitares– no
so

alcanzó a quebrar el cuadro de empate. El poder político queda


demasiado lejos de esas coordenadas. Cayeron entonces uno tras
otro en el anuncio esperado: la participación en las elecciones bajo
el ordenamiento del mismo poder electoral que acusaron una y otra
vez de ilegal, ilegítimo y fraudulento. Freddy Guevara, de Voluntad
F

Popular, ya anunció que el “camino es electoral”.


Algunos todavía no se han pronunciado, producto de desacuer-
PD

dos, incapacidad para una disputa electoral –como María Corina


Machado–, tensión con una base social defraudada a la cual le pro-
metieron un poder inminente para anunciarle cien días después
una vía electoral, y crisis interna. Estos meses de escalada recon-
figuraron el mapa interno de la derecha, que parece compuesta

172
por tres sectores que, aunque sostienen posiciones diferentes –por
pragmatismo o convicción–, no parecen tener fronteras tan claras.

a
1. El primero está conformado por los partidos de derecha más

tur
históricos, como Acción democrática, presidido por Ramos
Allup, que, aunque acompañó la escalada de violencia, su
apuesta reside y residió en la estrategia del desgaste del go-
bierno –en particular, por el efecto de los ataques econó-

lec
micos– para acumular en votos el descontento popular y
apostar a victorias electorales.
2. El segundo está dirigido por Voluntad Popular y Primero
Justicia –cuyos dirigentes están inhabilitados para presen-
tarse como candidatos–, siendo este el sector que apostó a
la salida por la fuerza, trabajó en la conformación/financia-
a
miento/entrenamiento de grupos de choque, y se vinculó de
manera directa con grupos paramilitares colombianos.
ar
3. El tercer grupo o sector es el que se ha autodenominado
“resistencia” y se ha multiplicado con varios nombres según
las zonas del país. El discurso es el del rechazo a la traición de
p

los dirigentes que aceptaron ir a las elecciones, la necesidad


de escalar en la confrontación callejera y la reivindicación
de las acciones de violencia, como los ataques el día de las
lo

elecciones. Sus espacios comunicacionales son centralmente


las redes sociales y Miami. Resulta difícil saber si se trata de
so

un proceso de relativa espontaneidad, o si la “resistencia” fue


creada para desplegar acciones planificadas, por ejemplo, por
el segundo sector, bajo otra identidad. ¿Cuántos son, quiénes
dirigen? Según algunas propias declaraciones maiameras, son
grupos dispersos que no tienen centro de mando.
F

Desde ese análisis se puede entender, por ejemplo, el asalto al


PD

Fuerte Paramacay el 8 de agosto para robar armas. No se trata


–como los ataques a cuarteles durante los meses de mayo/junio/
julio– de medidas en el marco de una escalada que busca acorra-
lar, de ofensiva; se trata de un intento de mantener medidas de
alto impacto –con fuerte repercusión internacional–, junto con la

173
preparación de los grupos más radicales. La autoría del hecho de-
bería buscarse en el tercer sector, que parece vinculado, por debajo
de la mesa, al segundo, y a dirigentes de la derecha como el senador

a
norteamericano Marco Rubio. Seguramente intenten más accio-
nes como esta, o mayores. Hay síntomas de desesperación, y eso

tur
puede traer violencia y apuestas más radicales.
A este cuadro deben agregarse las dos principales líneas de
fuerza de la derecha: la económica y el frente internacional. En el
primer caso se ha visto cómo, luego del 30 de julio, se produjo un

lec
ataque frontal contra la moneda al aumentar vertiginosamente el
dólar paralelo. El objetivo es disparar los precios, desgastar a la po-
blación, distanciarla de esa manera del gobierno, agravar el cuadro
de dificultad material, e intentar asfixiar los cotidianos de las clases
populares. En cuanto a lo internacional, la escalada sigue dirigida
desde los Estados Unidos, con apoyo central desde Colombia y los
a
gobiernos subordinados de la región.
El resultado es que la derecha ha vuelto a depender de dos estra-
ar
tegias que expresan su incapacidad. Una es golpear a la población
para llevarla al desespero e intentar traducir esa situación en votos.
La otra es pedir la intervención norteamericana, disfrazada de la
p

forma que sea necesaria. Esa realidad es muestra de debilidad y no


de fuerza.
La elección del 30 de julio de 2017 fue una victoria del chavismo.
lo

Esa nueva situación dentro del equilibrio inestable trajo efectos


dentro de una derecha que se volvió a equivocar furiosamente. Esa
so

ventaja chavista debe ser traducida en acciones urgentes. La princi-


pal, además de la justicia, es la economía; y se sabe que la economía
es concentración de política. Ahí parece estar el desafío central de
la revolución.
F

* * *
PD

Salimos de noche a San Agustín. Es un bar metido barrio adentro,


angosto, salsero, cervecero; con algunos compañeros conocidos,
una mano nueva sobre mi mano; la madrugada de Caracas sobre
el patio de tierra del bar, las calles vacías, resacosas, sucias, inmen-
sas; algo mías, tan mías como mirarlas en paz desde la ventanilla

174
abierta del carro de regreso a mi casa, con el viento fresco del valle
cuando amanece.
Es la primera salida en mucho tiempo.

a
Día 60

tur
El gobierno norteamericano recorre el continente para generar un
acuerdo contra Venezuela. Colombia, Argentina, Panamá; los pre-

lec
sidentes se muerden la lengua, dicen estar en desacuerdo con una
intervención militar. No existe consenso para defender esa postura.
La van a trabajar por debajo de la mesa. ¿Cómo, cuándo? Es un
tema de conversación recurrente con varios compas, un intento de
aproximación a lo que podría venir. Lo que anuncian de manera
pública son los ataques económicos y diplomáticos; buscan apretar
a
hasta el quiebre, cerrar el cerco, impedir el funcionamiento de la
economía venezolana en cada punto donde puedan. Ya no lo disi-
ar
mulan, el bloqueo es anunciado con impunidad.
Estamos en la mira del imperialismo, somos el punto rojo.
El chavismo sigue con la iniciativa entre sus manos con la ANC:
p

conformó la comisión por la justicia, intervino la Fiscalía General,


denunció casos de corrupción, mafias metidas en las profundida-
des y superficies. Rompió el empate, avanza en la dinámica del
lo

conflicto político. El retroceso se mantiene, en cambio, en lo eco-


nómico: los precios son un coñazo en cada compra, una muestra de
so

la impunidad. El dólar paralelo subió 83% en cinco días luego de


las elecciones, tuvo un pico de veinte mil bolívares y ahora está en
catorce mil; no se pueden sacar más de diez mil bolívares diarios de
los cajeros y en el país se multiplican negocios/casas donde se puede
conseguir efectivo a cambio de una comisión desde el 15% hasta el
F

30%. Se compran los billetes por transferencia o punto de pago, mil


cuestan mil doscientos, por ejemplo. Una gran cantidad de los bille-
PD

tes está fuera del país, como sucedió con los de cien el año pasado.
La situación de frontera no ha mejorado, por el peso de las mafias
y por las dificultades propias. ¿Por qué milagro no se llevarían los
nuevos billetes para el otro lado?
No se ve perspectiva de mejoría en lo económico. Cuesta ver la
línea, el plan. Existe confusión, un intento de construcción de un

175
empresariado nacional, una decisión de no fiscalizar el precio de
los productos y haber dado por tierra los precios justos sin nunca de-

a
cirlo. Según algunos compañeros, solo se habría ejecutado un 30%
del plan de siembra nacional de 2017; eso es no tener una economía

tur
de guerra en medio de una guerra. Creo que no la hemos tenido en
estos cuatro años.
Lo estatal disfunciona, lo comunal no es un objetivo visto desde
la mayoría de la dirección; el privado, con quien se quiere hacer el

lec
acuerdo, no brinda los resultados esperados.
Algunos debates tienen que ver con la necesidad de que el Es-
tado asuma directamente la importación en algunos sectores; re-
visar la política de pago sistemático de la deuda externa –más de
sesenta y tres mil millones de dólares desde 2014–, que no se traduce
en mejoras internacionales y quita capacidad de importación de
a
alimentos; pararse en condición de fuerzas para negociar, es decir,
ejercer poder sobre los sectores que conducen los hilos centrales de
ar
la economía, en particular, la distribución y comercialización. Este
equilibrio es un hundimiento de a pedazos. ¿Hasta cuándo mante-
nerlo? Preguntas, las mismas que emergen cada vez que bajan las
p

aguas de la confrontación política, cuando se regresa al cotidiano


sin épica visible y la batalla es la comida y los medicamentos.
lo

* * *
so

El 70% de mis ingresos son para comer. Lo demás para el alquiler,


salir alguna vez, pagar un taxi, una cena fuera. Cada vez menos.
Este mes de agosto es un invierno que viene de frente. La ecuación
es siempre la misma: los precios suben y la cantidad disminuye. La
F

sensación generalizada es de impunidad de los comerciantes, falta


de gobierno, un país que no se sostiene.
PD

¿Qué futuro ofrece la revolución?


Ofrece resistir, impedir que la derecha descargue su revancha.
Se desdibuja la idea de mejoría, de proyecto, de vivir bien.
Es un barco que andaba, apagó sus motores, siguió con el
impulso, se detuvo, retrocede.

176
Día 61

a
Salimos a las 4:00 a. m. de Caracas. Vamos un equipo de Telesur
en dirección a Barinas y Táchira para reportar las asambleas po-

tur
pulares impulsadas por constituyentes. El problema de la gasolina
comienza desde Portuguesa, son largas colas en las pocas gasoline-
ras abiertas. Almorzamos cachapa con queso, cochino frito, yuca y
jugo de parchita. El camino es una sola ruta que se abre paso en el

lec
llano, una inmensidad cortada por nubes en el cielo y algunas casas
en la tierra.
Llegamos a Sabaneta, el pueblo donde nació Chávez. Hay mu-
rales desde la entrada, invitaciones al museo, el patio de la infancia.
Acá se crió, trepó árboles, despertó sus pensamientos, soñó con ju-
gar béisbol, ser militar; acá comenzó el hombre que construyó el
a
liderazgo más grande de este siglo. Campesino, humilde; marcó
a varias generaciones de Venezuela, del continente. Acá estamos,
ar
años después, en la entrada del pueblo, a la espera de un constitu-
yente. La historia no se detiene, deja cenizas en lugares profundos.
Nos vamos al Complejo Agroindustrial Azucarero Ezequiel Za-
p

mora, una empresa inaugurada por el mismo Chávez a inicios de la


revolución. Hoy el panorama es el que presentan demasiadas em-
presas del Estado: maquinarias paradas, proyectos truncos, a me-
lo

dio funcionar. El plan era sembrar cañas alrededor del azucarero,


procesarlas ahí mismo y ampliar las áreas, como la producción de
so

caramelos. El punto y el círculo. Hoy apenas hay caña sembrada, la


melaza es importada y el azúcar en Sabaneta se consigue a precio
saboteado. Conversamos con los obreros fuera de cámaras, tienen
propuestas, diagnósticos. La asamblea es real, lo que se dice des-
pués también. ¿Quiénes son responsables de lo que sucedió? ¿Cuá-
F

les son las diferencias de peso dentro de esas culpas? El impacto es


económico y subjetivo.
PD

Seguimos la jornada en la plaza Hugo Chávez de Sabaneta,


hecha por los rusos. Logramos romper el impacto de las cámaras
que disciplinan los discursos y algunos se sueltan, apilan verdades
que duelen. La primera y principal es la corrupción. Es un tema que
emerge en todas partes, salvo en el (no) debate oficial.

177
Al terminar tomamos unas cervezas en una tasca. Suena una
salsa. Dormimos en un hotel.

a
Nos esperan dos jornadas largas. La primera es una asamblea
en el Centro Genético Florentino, un espacio rescatado por la re-

tur
volución, hundido por las gestiones. El nuevo gerente lleva cinco
meses al frente, reconoce el robo que se hizo en las gestiones ante-
riores; la pérdida de maquinaria, ganado, terrenos y política. El
espacio es para el debate entre constituyentes y productores agrí-

lec
colas. La denuncia de la corrupción está presente en cada inter-
vención. También las propuestas y algunas tensiones con quienes
son el nuevo poder público. Los mismos campesinos, comuneros,
piden paciencia, reproducen por momentos el mismo discurso his-
tóricamente criticado. Son ahora un poder, aunque en los hechos
no hayan tenido espacio público para expresarse, ni demasiado es-
a
pacio interno para proponer. Estas asambleas son las primeras que
se realizan luego de la instalación de la ANC, que tiene más de un
ar
mes. Solo algunos constituyentes las impulsaron, para otros no es
una necesidad.
Nos vamos hacia Barinitas, situada en el pie de monte, donde
p

se hará otra asamblea. El pueblo fue asediado durante los meses


pasados. Unas doscientas personas fueron traídas, quemaron la al-
caldía y la estación de policía, destrozaron negocios. Las pruebas
lo

están ahí, a la vista. Salimos de noche hacia Santa Bárbara, a unas


cuatro horas. Debemos adelantar ruta, subiremos hasta El Cobre,
so

cerca de la frontera con Colombia. El guía será Pedro Alvarado,


constituyente comunero. Llegamos a la una de la mañana, salimos
a las siete, el camino es largo.
Desayunamos pizca andina: una sopa elaborada con huevo, le-
che, papas, cilantro, y cebollín. Todavía estamos en la parte baja de
F

Táchira. Vamos hacia la montaña, tenemos que pasar el páramo.


En El Cobre los vecinos opositores salieron a la calle a impedir
PD

las elecciones, a perseguir a sus propios vecinos chavistas de toda


la vida. Es un lugar muy pequeño donde todos se conocen. Fue
como un carnaval violento: se trastocaron el espacio y el tiempo, lo
prohibido fue posible, la violencia se apoderó de la gente y el pue-
blo se transformó en escenario de batalla. Los chavistas, como en
los otros lugares, decidieron no confrontar. Protegieron los centros

178
electorales hasta donde pudieron: fueron atacados catorce en el
municipio. Luego todo volvió a una normalidad que ya no lo será.

a
Todos se vieron las caras, de qué es capaz cada uno. ¿Cómo será la
próxima batalla?

tur
Cuatro horas en carro para regresar a Santa Bárbara. Llegamos
de madrugada, vamos al torneo de coleo –dos personas a caballo
deben tumbar un toro por la cola– y a bailar bachata y reguetón.
Es tarde, de madrugada. Quedan diez horas para llegar a Caracas.

lec
La realidad se mueve a cuentagotas hacia adelante. El debate no es
cómo avanzar hacia el socialismo, sino cómo frenar el retroceso.

Día 62
a
Con la ANC está en debate el modelo de sociedad. Dentro de él, la
economía ocupa un lugar medular: el pan de cada día es necesa-
ar
rio para lo demás, salvo en momentos de excepcionalidad política
que, se sabe, no son eternos. Ese pan puede ser garantizado por un
privado, por el Estado, por una comunidad organizada o por una
p

alianza entre partes. Parece ser un consenso dentro del chavismo


para este momento y los años que vendrán.
Dentro de ese consenso existen debates. Uno de ellos tiene que
lo

ver con lo estatal. El punto de acuerdo es que su intervención es ne-


cesaria y ciertas ramas de la economía deben estar bajo su control.
so

Sería necesario determinar cuáles, según los objetivos de la etapa


que atravesamos y en la perspectiva de transición al socialismo. Sin
embargo, la discusión suele presentarse con dificultad para hacer
balances de los dieciocho años de intentos, ensayos, y planes ya eje-
cutados. ¿Qué se pudo y qué no? ¿Por qué?
F

El asunto parece pendiente. La derecha lo salda de la manera


que necesita para construir su sentido común neoliberal: el Estado
PD

es ineficiente; el privado, en cambio, sí sabe gestionar. La argumen-


tación para revertir esa matriz se centra, sobre todo, en desmontar
el mito del gran empresariado eficiente y popular; así mismo, de-
mostrar las mafias y el parasitismo que ha mantenido con las divisas
estatales. Pero en el Estado como tal: ¿qué sucede con la producción
bajo su control, con las empresas que se expropiaron, compraron,

179
fundaron; con los planes de desarrollo agrícola y los objetivos tra-
zados? Ahí parece estar la zona compleja que, al abordarse poco,

a
dificulta el debate sobre el modelo, posibles medidas centrales a
tomar en este país bajo guerra, donde el Estado debe tener un papel

tur
vertebral.

* * *

lec
Particularizar la discusión puede reducir su alcance, llevarla a detalles
que no son el punto que acá se busca. Hacerlo en abstracto puede qui-
tarle fuerza a la argumentación. A modo de equilibrio imposible, voy
a poner una experiencia reciente: el debate con obreros del Complejo
Agroindustrial Azucarero Ezequiel Zamora y con productores agrí-
a
colas en el Centro Técnico Productivo Socialista Florentino, ambos
en Barinas, de propiedad estatal. La conclusión a la que se llega es que
ar
los proyectos estuvieron bien planteados, según las capacidades del
territorio, los mercados de compra y venta y, sin embargo, no logra-
ron desarrollarse. Funcionan en un porcentaje de producción inferior
p

de lo que podrían, según su capacidad instalada, que no es tampoco la


que debería ser, ya que tenía que ampliarse según el plan.
¿Qué sucedió entonces? ¿Qué razones impidieron el desenvolvi-
lo

miento de esas empresas? No se trata en estos casos, como sí sucedió


en otros, de compras de empresas que estaban por ser quebradas
so

por sus dueños, con maquinaria obsoleta y mercados cerrados. Las


respuestas, entonces, son varias, pero se concentran en un punto:
la corrupción, es decir el mal manejo de los fondos, la utilización
de lo público para beneficio personal/familiar como, por ejemplo,
dinero que llegó y no fue invertido, ganado y maquinarias vendidas
F

ilegalmente. El universo de la corrupción es mucho más amplio:


evasión de impuestos, cuentas en paraísos fiscales, sobrefacturacio-
PD

nes y un etcétera en el cual los grandes empresarios son expertos.


Se trata de un tema de difícil abordaje porque, en parte, es un
arma con la cual la derecha –inmersa hasta el cuello en la corrup-
ción– ataca a todos los procesos progresistas y revolucionarios. El
problema es que las explicaciones que no proporcionamos son da-
das por esos mismos otros. Quien desde filas propias aborda este

180
asunto es, por ejemplo, Álvaro García Linera, que en una entrevista
reciente plantea la pregunta central: ¿qué hacer ante ese problema?

a
Es un hecho que te corroe la moral, y la única fuerza que uno

tur
tiene cuando se viene de abajo es la fuerza moral (…) Si te vuelves
tolerante pierdes tu fuerza moral (…) Si pierdes moralmente pier-
des generacionalmente, la peor derrota de un revolucionario es la
derrota moral, puedes perder en elecciones, perder militarmente,

lec
perder la vida, pero sigue en pie tu principio, tu credibilidad;
cuando pierdes la moral ya no te levantas.

Explica, con el énfasis puesto en la dimensión moral y la necesi-


dad de identificar a los responsables, juzgar, golpearse a sí mismo.
Ese impacto moral es evidente. En particular por la impunidad
a
que generalmente ha existido ante estas situaciones. Podrían pen-
sarse varias hipótesis para explicar que se haya aplicado, central-
ar
mente, la lógica de sancionar con apartar del cargo –a veces para
ir a un puesto de igual importancia– y no la de enjuiciar: la cultura
política, la correlación de fuerzas, la falta de seguimiento que per-
p

mita conducir los casos a la justicia. Seguramente existan más ex-


plicaciones. La falta de castigo a los responsables afecta a obreros,
productores agrícolas, habitantes de la zona y del país; a la batalla
lo

de ideas de la revolución y su construcción de sentido común.


Existe otra dimensión, además de la moral: la económica. Pon-
so

gamos un caso que aparece sistemáticamente en cada comuna y


territorio agrícola: AgroPatria, la empresa estatal que debe sumi-
nistrar insumos para la producción. Todas las descripciones seña-
lan que la empresa no suele tener los insumos necesarios, y esos
mismos insumos son revendidos por redes de bachaqueros. Las
F

investigaciones conducen a la complicidad entre personas de la


empresa y revendedores. La ganancia para los corruptos y las ma-
PD

fias es grande, el peso para los productores también: sus costos de


producción se elevan, sus ganancias disminuyen, los precios –con
beneficios extraordinarios para los intermediarios– aumentan; la
capacidad adquisitiva se ve golpeada, la guerra se agudiza para los
sectores populares.

181
Debatir las causas de la situación de la economía estatal es clave
para abordar el modelo y las medidas necesarias, inmediatas y es-

a
tratégicas. La hipótesis es que el problema no es el modelo –como
señala la derecha–, sino que no se logró desarrollar como estaba

tur
previsto en la estrategia. Eso se debe, en parte, a la corrupción que
ha frenado y, a veces, quebrado, iniciativas clave. Lo señaló Nicolás
Maduro en su discurso ante la ANC: “Lo nuevo no termina de na-
cer y, a veces, se echa a morir por culpa de la burocracia y la corrup-

lec
ción. Y lo viejo no termina de morir y, a veces, se viene con un puñal
a matar lo nuevo”. La corrupción en la esfera estatal no es obra del
chavismo, sino parte endémica de la formación económica, política
y estatal petrolera; un lubricante constitutivo del capitalismo. No es
un problema nuevo ni se resuelve con una estocada mágica.
a * * *
ar
Tuvieron lugar varios arrestos en las últimas semanas: en el
Ministerio Público, en Pdvsa, en el Hospital de Valencia, y Maduro
p

ha pedido retomar la investigación sobre el robo millonario en


Cadivi, el ente del Estado que administraba y otorgaba las divisas
para las importaciones. Si se le suma también el caso, por ejemplo,
lo

de Pequiven, empresa estatal en la que el gerente fue arrestado por


corrupción a principio de año, el resultado es que el problema afecta
so

áreas clave del Estado para el desarrollo económico, y que existen


responsabilidades en altas esferas. Las capacidades para enfrentar
los ataques de guerra serían de otra magnitud, con una estatalidad
de capacidad productiva consolidada, con una justicia en las zonas
donde la corrupción se ha instalado y coincide con los planes de
F

quienes conducen la estrategia contra Venezuela. Una coinciden-


cia que puede explicarse por la acción de los factores de guerra para
PD

generar corrupción en áreas y territorios geográficos estratégicos.


Esto último ubica la corrupción dentro del problema mayor ac-
tual: el plan de colapso de la economía, desplegado por el bloque
golpista, conducido desde los Estados Unidos. Las desviaciones de
fondos, complicidades de frontera, falta de seguimiento, saboteo,
tienen por objetivo –para quienes dirigen la guerra– engranarse

182
en la paralización de la economía para asfixiar a la población. Pero
cumplen también otro objetivo, el de descomponer el tejido social,

a
romper las solidaridades populares. Se ha visto en los últimos tiem-
pos cómo la corrupción ha ido en ascenso en el espacio público

tur
cotidiano, en lo pequeño; una “democratización de la microco-
rrupción” analizada por García Linera, pero ya no solamente en el
Estado sino también en la sociedad.
Es central ejercer la justicia, aplicar el peso del Estado sobre el

lec
mismo Estado, sobre los grandes privados, empezar desde arriba,
desde adentro, para llegar aguas abajo; lo popular no es sinónimo
automático de inocencia. Es necesario hacerlo para aplicar las me-
didas tomadas, impulsar la fuerza económica propia que puede
desarrollar el Estado –que se da de manera exitosa en algunas ex-
periencias–, acompañar el desarrollo social/comunal, establecer
a
acuerdos con el sector privado que se cumplan y no terminen siendo
una fuente de enriquecimiento ilegal.
ar
Necesitamos debatir el Estado, su potencia y sus fallas; balan-
cear lo hecho, corregirlo en nuestra estrategia; ponerles nombre a
los responsables de los robos y enjuiciarlos, y no volver a crear las
p

mismas estructuras que no se sostienen por sus lógicas de funciona-


miento, faltas de seguimiento y castigo. De lo contrario, se puede
correr el riesgo de repetir errores, no lograr construir soluciones
lo

necesarias en este cuadro de guerra, y mantener una cultura de


impunidad que, se sabe, genera más impunidad.
so

* * *

Maduro se fue de gira internacional.


F

Las elecciones de gobernadores serán el 15 de octubre.


Me trajeron tabaco de Argentina, vuelvo a fumar por las noches.
PD

183
Día 63

a
Querido Vicente Zito Lema:
El tiempo es la distancia de uno mismo. Cinco años, casi, en Venezuela,

tur
son muchas distancias a la vez. No me pesa, lo pienso a veces, como hoy en mi
habitación, la que aparece en mis textos, la que ha mutado tantas veces desde
el primer día en que llegué a Caracas el 9 de enero de 2013. Tengo menos cosas
que aquel día; algunas me las robaron en un hotel, otras quedaron en una casa

lec
de la cual me fui. El listado de mis pertenencias es sencillo: algunos libros,
yerba mate, ropa, cuatro fotos de familia y valijas. Es poco, suficiente para
estos días. Hoy lo pensaba mientras caminaba por la avenida Urdaneta, a dos
cuadras de la plaza Bolívar, donde conversamos una vez. Me vi a mí mismo
por esa avenida, tan lejos de cuando la recorría al instalarme en esta ciudad.
Ni el país ni yo nos parecemos, solo nos quedan a veces las memorias invisibles.
a
La pregunta que me hago es hasta cuándo me quedaré. La contesté varias veces,
nunca acerté en la respuesta. Iba a volver en octubre a Argentina y acá estoy, en
ar
mi habitación, seguro que terminaré este año acá. Mañana es domingo y tendré
un día en calma, subiré a la montaña, escribiré, seguiré los acontecimientos que
desde inicios de agosto volcaron por completo en la superficie y entraron en una
p

calma sospechosa. Por debajo, el enemigo prepara posiciones, organiza su tropa,


mide los golpes que vendrán.
Es extraño tener un día tranquilo. Los últimos meses fueron de una violen-
lo

cia que aceleró las horas, los pensamientos; cambió la manera de moverse en
la ciudad, las redes sociales, la manera de decir o callar. Vi, escuché, entendí
so

cosas que nunca antes. Algo cambió dentro, se hizo más duro, por necesidad, por
instinto. Lo que está por venir será más difícil, todas las variables del escenario
lo indican. Estos días, este hoy en que leo a Humberto Constantini y decido
escribirte, son una excepción en la manera de vivir esta época venezolana, esta
condensación histórica que pesa sobre el cielo. Tengo plena conciencia de este
F

tiempo en el que estoy inmerso, es la razón principal por la cual estoy acá. En
lo personal crezco, ejerzo el oficio de periodista con el privilegio de vivir de eso,
PD

escribo un libro desde hace más de un año, una suerte de diario de la revolución;
estoy en el presente, le conozco el fuego. En lo general, la situación no es la que
quisiera: la dirección posee una gran capacidad para mantener el poder político
y no dejarse devorar por el imperio, a la vez que parece que no dará pasos en
dirección al proyecto socialista que se desdibuja en sus centros principales. Las
bases organizadas no tienen fuerza para revertir el escenario en que vivimos. En

184
cuanto a lo que se prepara enfrente, lo sabés mejor que yo: época tras época nos
enfrentamos al mismo enemigo.

a
A veces pienso en volver, te decía. En particular, cuando los acontecimientos
se frenan y la normalidad es ese pantano en el que estamos. Tengo todavía por

tur
crecer acá, no sé cuánto, y sé que tengo el privilegio y la responsabilidad de estos
días que serán futuro y, como tal, objeto de disputa. No es lo único, también
tengo miedo a que esta realidad sea mañana recuerdo, como la nostalgia del
presente, del poema de Jorge Luis Borges. ¿Hago falta en este momento en Ar-

lec
gentina? Creo que acá, hoy, aporto.
Te escribo porque sé que entenderás esto que te cuento, porque, como dijiste
una vez, maestro es aquel que pone al otro en su propio camino. Eso hiciste en los
talleres de poesía, las charlas en tu casa, las respuestas a tanta pregunta, las en-
señanzas que me trasmitiste como brújulas para los momentos más complejos.
Encontré hace poco una entrevista en la cual hablás sobre Rodolfo Walsh,
a
sobre tu generación; es algo que pienso mucho, en la mía también, en nuestras
capacidades y límites. ¿Estaremos a la altura?
ar
Ya son las dos de la mañana. Todo está en silencio en la casa, la ciudad, el
país, en el mar que está cerca y vuelve una y otra vez a los pies de la montaña.
Espero que estés bien, de salud, familia, escritura. Me vendrían bien unos
p

mates, un taller de poesía, escuchar.


Te mando un abrazo grande.
Dale otro de mi parte a Regine.
lo

Marco
Septiembre de 2017.
so

Día 64
Salgo para Mérida al foro de los diez años de Tatuy TVC, una
F

televisora comunitaria. Voy con Óscar, del Comando Creativo.


El avión llega a El Vigía, zona baja del estado conocida como
PD

Sur del Lago, donde se han realizado algunos rescates de tierras


en estos últimos meses. Es un territorio donde la lucha contra el
latifundio ha sido central, con muertos, sicariatos, paramilitares
que todavía están y son más. Nos vamos en carro con Fabricio,
montaña arriba, aunque no tanto: más allá está el páramo, la
puna venezolana. La ciudad es linda y trágica, acá tuvieron lugar

185
enfrentamientos fuertes en cada episodio de guarimba, actos de
terror, muertos. Una parte importante de la población es históri-
camente opositora.

a
Nos quedamos tres días. Conocemos la experiencia de la tele-
visora, los desafíos de producir materiales cuando la economía se

tur
dolariza y los ingresos siguen en bolívares, cómo reinventarse sin
dinero; algo que para la militancia argentina es un debate de siem-
pre y que en la Venezuela chavista es algo nuevo para muchos, en
particular en Caracas. En Tatuy hay un compañero vasco, otro

lec
californiano; un grupo de unas quince personas, gente joven, mili-
tante. No sé qué pasaría con el PSUV si se perdiera el poder político
en Venezuela. Estoy seguro –hasta donde lo permite la seguridad
política– que Tatuy TVC tendría herramientas ya desarrolladas
para resistir, enfrentar un nuevo escenario desde la lógica de la
construcción militante, sin viáticos/carros/comida para hacer po-
a
lítica/últimos pisos de edificios/teléfonos corporativos.
Hablamos, salimos, reímos, amanecemos. Subimos hasta el ini-
ar
cio del páramo, tomamos un chocolate caliente dentro de una nube;
hablamos de lo tanto que se puede hablar de lo que sucede, lo que
podría estar por venir en este momento de tanta incertidumbre. Las
p

montañas son inmensas, en algunas zonas de un verde peruano, en


otras son tierra seca, rocas y cactus. Dan ganas de quedarse, subir,
deshacerse del espacio de la ciudad que uno carga dentro; dejar
lo

Caracas, habitar las regiones que no son megalópolis colapsadas.


¿Por qué nos quedamos en Caracas?
so

Me gusta Caracas, tenemos que escribirle más poesía, más


homenaje.
Llegamos al aeropuerto. Calor implacable. Autobús, Catia, la
furia de la capital.
F

* * *
PD

Quedan menos de tres semanas para las elecciones. Resulta muy


difícil un pronóstico acerca de los resultados. A principios de marzo
parecía claro que la derrota era casi inevitable para el chavismo.
Seis meses después, ciento cincuenta y nueve muertos y una vio-
lencia destructiva de por medio, las cosas cambiaron. Los meses

186
insurreccionales, las contradicciones y disputas pesan sobre una
derecha que depende del frente internacional. Ya dicen que habrá
fraude, que las condiciones en el CNE no están dadas, y anuncia-

a
ron que se retiran de la recién empezada mesa de diálogo con el
gobierno en República Dominicana.

tur
Estamos en la recta final: a un año de las presidenciales, con las
mejores condiciones continentales para los Estados Unidos que, en
boca de Donald Trump, anuncian nuevas sanciones, amenazas,
y prohibiciones. Lo hacen desde la ONU, donde Venezuela es se-

lec
ñalada como parte del eje del mal integrado por Corea del Norte,
Irán, y Siria. Estamos en primera división. ¿Están dispuestos a
una derrota electoral que signifique seis años más de presidencia
chavista? Por eso la pregunta es: ¿qué se pondrá en marcha si los
resultados de octubre son negativos para la derecha? Si ganan en-
tonces podría prevalecer la línea que sostiene una salida electoral
a
al conflicto, que sería acompañada por más desgaste económico.
Se verá el quince.
ar
* * *
p

El domingo vamos a la playa de Macuto. Una fosforera, unas cer-


vezas, salsa, vallenato en vivo para juntar monedas, barcos de pes-
lo

cadores, pelícanos. En frente el mar, de espaldas la montaña. Es mi


lugar preferido cerca de Caracas. Debería ir una vez al mes.
so

Apareció mi abuelo en un sueño. También el amor que a veces


amora. Fumo de vez en cuando. Llueve mucho en estos días. Hace
bien, aplaca el pensamiento.

Día 65
F
PD

—No, mi amor, nada de eso, nada de antibióticos.


Farmacia número uno, estación Gato Negro.
Escucho esa frase en once de las dieciocho farmacias que re-
corro el sábado 7 de octubre de 2017 en la mañana, desde Catia
hasta Bellas Artes. Camino, entro en cada una; pregunto, como
todos, antes de hacer la cola. Faltan ocho días para las elecciones de

187
gobernadores. En las farmacias restantes se limitan a decir que no
tienen lo que busco. La cantidad de respuestas negativas es abruma-

a
doramente superior a las afirmativas. Las farmacias venden papas
fritas, refrescos, antigripales, productos de belleza, algodones; an-

tur
tibióticos nada. Solo vi, en una, una amoxicilina en noventa y seis
mil bolívares la caja, para siete días. En el CDI tampoco consigo
antibióticos. Una doctora me ofrece conseguirlos a cambio de un
kilo de harina de maíz; conoce a alguien que trabaja en el almacén

lec
general –dice.
La situación de la medicina ha tenido una sola dirección:
retroceso.
Nunca se estabilizó, como los alimentos en algunos meses, ni
reapareció a mayor precio.
Lo mío es ocasional. ¿Cuánta gente necesita antibióticos de ma-
a
nera permanente? En las colas de las farmacias hay gente mayor,
bastón en mano. ¿Qué representa cada respuesta negativa que le
ar
dan? El gobierno tiene un discurso débil para el problema de la
salud, no lo dimensiona en las realidades de la gente. El promedio
de ministros de salud es de dos por año. Dicen que el actual está
p

por salir: ¿qué (no) hizo? No se sabrá. Un área estratégica como la


salud, bandera fundacional de la revolución, está en crisis en sus
tres niveles: primario, con CDI/Barrio Adentro; secundario, en los
lo

hospitales; terciario, con los especialistas. La derecha golpea a dia-


rio sobre ese punto. La realidad le da la razón sobre el diagnóstico:
so

el abastecimiento en el área de salud no mejora.


¿Por qué no hay medicamentos? Así titulamos una infografía
que repartimos en el barrio Manicomio el día de la reinauguración
de un consultorio Barrio Adentro. Los consejos comunales, a través
de sus vocerías de salud, se reunieron durante un mes para rehabili-
F

tar el lugar: arreglo de paredes, pintura, mural, baño. Los acompa-


ñaron Barrio Adentro a través del compañero Roberto, chileno. El
PD

resultado es bueno, la comunidad se apropió del espacio, no esperó


que el Estado resolviera con recursos; algo que es a contracorriente
de la cultura política territorial chavista. En el consultorio comen-
zarán a funcionar otras actividades, como fisioterapia, y ya existen
clases de parto humanizado. Pero no hay medicamentos, o muy
pocos: los que traen desde Cuba. En cuanto a los que debería dar

188
el Estado, no llegan a La Pastora desde hace un año o más. ¿Dónde
están?

a
La infografía señala tres responsables: las empresas a las cuales
se les han asignado los dólares para importar –multinacionales,

tur
como Bayer–, quienes bloquean financieramente el país –como
parte del ataque desde los Estados Unidos–, y los corruptos que
permiten que las empresas roben y no se desarrollen los planes pro-
ductivos. Se proponen cuatro posibles soluciones:

lec
1. Importar desde otros países con otras empresas.
2. Dejar de darles los dólares a quienes los roban.
3. Producir mayor cantidad de medicamentos.
4. Juzgar a empresarios y funcionarios corruptos.
a
De estas propuestas, una sola aparece como una posibilidad
que maneja el gobierno: importar desde otras partes, en particular
ar
desde la India, como anunció el vicepresidente. Todavía se espera
que el anuncio se materialice. La decisión está relacionada con la
de abrir comercios en otras monedas que no sean el dólar, como
p

yuanes, rupias y rublos. No es tarea sencilla, se está contra el mo-


nopolio del dólar y contra las corporaciones de la salud, principales
poderes fácticos del mundo. La relación con las corporaciones y la
lo

visión al respecto no es lineal: la dirección del ministerio parece en


manos del sector que tiene allí su apuesta principal y mantiene los
so

negocios/acuerdos.
Los resultados no llegan, pierde el común, los de a pie.
En cuanto a las detenciones, existen anuncios de arrestos de di-
rectores de hospitales, bachaqueros de metro y otras versiones de
mafias subterráneas. La corrupción se ha apoderado de los medi-
F

camentos de manera transversal: desde las importaciones, los puer-


tos, los canales de distribución, las farmacias.
PD

—Mentira, comando, muchas farmacias tienen, pero dicen que


no y luego los revenden –explica un compañero. ¿Cómo saber a
ciencia cierta?
Los antibióticos se han vuelto un negocio. Es parte de la descom-
posición que se percibe en varias esferas de la vida diaria, donde
todo puede ser un negocio, incluso la vida de la gente. Desespera

189
recorrer farmacia tras farmacia para escuchar la misma respuesta,
ver la misma desolación en las estanterías, el impacto sobre millo-

a
nes de personas desde hace unos tres años. Cuando llegué, en enero
de 2013, una farmacia era una farmacia con antibióticos.

tur
Finalmente consigo: una amiga periodista cubana logra reunir
la cantidad de pastillas.
Casi todo se resuelve por otras vías en Venezuela.
En esas condiciones votarán millones de personas el 15 de octubre.

lec
¿Votarán?

Día 66
Un voto de guerra para retener poder político. Es una de las carac-
a
terísticas del 15 de octubre de 2017. “Toda revolución es una forma
de conquistar tiempo”, analiza Álvaro García Linera. Y en estos úl-
ar
timos años hemos visto cómo el tiempo electoral/político/militar,
ha sido foco de la batalla. La pregunta es: ¿ganar tiempo para qué?
Para cuatro cosas:
p

1. Impedir el avance de trincheras de la contrarrevolución.


Podemos pensarlo en términos de posiciones. Cada gober-
lo

nación sería un espacio que, en caso de ser ocupado por la


derecha, se convertiría en un nuevo territorio desde donde
so

intentarían avanzar.
Funcionarían como las alcaldías y gobernaciones que entre
abril y julio estaban bajo su dirección. Desde allí hubo apo-
yo logístico por debajo de la mesa y explícito a los grupos de
choque, retiro de las fuerzas de seguridad locales, liberación
F

del territorio para la escalada incendiaria.


Cada espacio institucional que consigan podría convertirse
PD

en esa plataforma. Seguramente de otra manera: las fases


de violencia callejera no son iguales unas a otras, parten de
líneas similares, luego aumentan en sus formas y métodos.
Así lo muestran las comparaciones entre las jornadas de abril
de 2013, febrero/abril de 2014, abril/julio de 2017. Quienes

190
dirigen los hilos, es decir, los Estados Unidos, saben que la
sorpresa es un factor clave.

a
2. Esperar que mejoren las condiciones internacionales. El
conflicto venezolano es parte de la disputa geopolítica. Por

tur
un lado, Estados Unidos y sus alianzas subordinadas cons-
truyen escenarios diplomáticos, comunicacionales, milita-
res y económicos. Por el otro, el chavismo juega sus cartas:
relaciones con China, Rusia, países emergentes, petroleros;

lec
intentos de evitar la asfixia impuesta a través de la fuerza del
dólar y las sanciones. En Venezuela se condensa una de las
batallas del mundo.
El mapa de alianzas actual está ligado también a la peor
correlación continental de los últimos años. No será eter-
no, el año que viene habrá elecciones en México, Colombia
a
y Brasil, países que pueden reequilibrar el cuadro. Pero es
más que eso, la cuestión de las relaciones internacionales
ar
remite a la vieja pregunta: ¿puede desarrollarse una revolu-
ción en un solo país? “El tiempo se convierte en el núcleo del
hecho revolucionario: tiempo para esperar que otros hagan
p

lo mismo”, dice Linera.


3. Estabilizar la economía. El tiempo se obtiene, entre otras
cosas, con estabilidad económica. Es justamente ahí don-
lo

de el pantano/retroceso se siente con fuerza. Son al menos


tres años en este cuadro, con una agudización de los proble-
so

mas: aumento de precios, dólar ilegal; falta de medicinas,


escasez de billetes, de repuestos y de artículos de higiene. Es
también en ese punto donde se dificulta prever una mejora.
Por la fuerza del ataque/bloqueo exterior y de los grandes
empresarios, los precios internacionales del petróleo, por la
F

corrupción que atacó áreas estratégicas, por las señales con-


tradictorias acerca de hacia dónde se busca ir para resistir y
PD

avanzar, así como el poco impacto de las medidas tomadas


en la cotidianeidad.
La economía no solamente golpea los bolsillos populares,
sino también las subjetividades. Podemos preguntarnos qué
efectos causa en las conciencias y en los sentidos comunes
una economía que amplía sus áreas de microcorrupción,

191
de ganancias extraordinarias e ilegales; reventas en el mer-
cado negro de medicamentos, billetes, comida; negocios a

a
costa de las demandas cada vez más urgentes de los sectores
populares. La derecha ha ganado posiciones en esa batalla

tur
cultural.
Nuevamente, con análisis de Linera, “nunca hay un triunfo
político sin un previo triunfo cultural”. La derecha también
puede ser gramsciana.

lec
4. Avanzar en el desarrollo de la sociedad por venir. La revo-
lución no es una fecha, un acto, sino un proceso. Tiene días
fundantes, momentos de reflujos, avances y expansiones de-
mocráticas, aprendizajes colectivos, delegación en los gober-
nantes o acción directa por parte de las clases populares. La
revolución tampoco es el Estado, sino, centralmente, la am-
a
pliación de la comunidad y su construcción de poder. Resulta
difícil evaluar en qué situación se está en ese punto, ¿qué in-
ar
dicadores para medir qué exactamente? Una cosa es clara: es
dentro de la revolución donde pueden desarrollarse las for-
mas de la sociedad socialista, con centralidad comunal.
p

Ese desarrollo tiene que ver en parte con la voluntad –o no–


de la dirección y del andamiaje institucional, así como de
la fuerza que impriman los diferentes vectores políticos/so-
lo

ciales organizados. El Estado proporciona condiciones para


crear comunidad/organización o, al contrario, burocracia
so

–política e institucional– para operar como freno de mano


del mismo proyecto que conforma. El cuadro bajo gobierno
de derecha no sería debatir las tensiones internas, las con-
tradicciones creadoras o destructoras, sino cómo resistir a la
revancha que se descargaría –los cuerpos incendiados entre
F

abril y julio fueron una antesala de eso–.


PD

192
* * *

a
Ganar gobernaciones no significará un cambio de vínculo entre go-
bernadores y tramas comunales que, por lo general, no son buenas;

tur
tampoco se traducirá en una mejora de las condiciones materiales,
un alivio de los puntos de asfixia, ni creará nuevas condiciones sig-
nificativas en el plano internacional. Permitirá mantener poder po-
lítico, continuar con la construcción del proceso, el desarrollo de las

lec
tensiones internas, ganar tiempo en el marco de una revolución que
resiste al aislamiento continental y las agresiones norteamericanas.
Resulta extraño que en una guerra, bajo asedio, se piense en
regalar posiciones como forma de castigo a los generales. Esa idea
encierra otra de trasfondo, errónea y peligrosa: si la derecha gana,
se crearía un cuadro que permitiría eliminar las contradicciones
a
del chavismo y se traduciría en un retorno liderado por los sectores
no burocráticos. El problema es que la política y la historia no son
ar
un juego de ajedrez; las condiciones que permitieron gestar este
proceso no se repetirán y el enemigo, en caso de hacerse con el po-
der político, no perdonará.
p

No olvidemos las balas que entraban en nuestras casas hace tan


solo meses.
lo

Día 67
so

Domingo 15 de octubre, 3:00 a.m., despierto; 3:20 a.m. pasa el


carro de Telesur en dirección al canal; 4:25 a.m. equipo completo;
4:45 a.m. estamos en la puerta de un centro electoral en Petare.
La mañana parece noche, entran los testigos, los milicianos cus-
F

todian, se cierran los puestos de comida nocturna, abren los de la


mañana, con las primeras empanadas de carne molida y pabellón.
PD

Vamos calle arriba a disparar los cohetes que marcan, junto al


toque de diana, el inicio de la jornada electoral. Es la simbolo-
gía chavista, de Chávez; la épica electoral que todavía subsiste,
aunque desteñida a esta hora y en estos meses. Se habla de absten-
ción desde hace días; sería, se dice, uno de los factores determi-
nantes. Tomamos un café. Están Esther –madrileña– y Adriana

193
–mexicana–, reporteras; los camarógrafos, los conductores, los
equipos que estaremos todo el día en la calle. Nos toca Miranda, el

a
estado gobernado por Capriles, donde va de candidato su sucesor,
Ocariz, quien compite con Héctor Rodríguez por el chavismo,

tur
con un remix del cuarteto de Rodrigo a Maradona como canción
de campaña.
Petare es el bastión popular. La última vez que estuve fue en
una emboscada de malandros/paracos a la policía. Eran los días

lec
de fuego.
Parece que fue hace tanto y solo pasaron meses.
La mañana transcurre tranquila, todos los reportes marcan una
participación baja/regular, sin incidentes. Cubrimos otros centros
electorales del barrio y nos vamos hacia Río Chico. Son dos horas
de carretera, de paisajes de montañas con selvas, ranchos, edificios
a
de la Misión Vivienda, más cerros; y un calor que sube, se pega,
entra por las ventanas abiertas. En el pueblo, con una brisa marina
ar
que contienen los árboles, hace una humedad que impacta. Cara-
cas es una eterna primavera. Esperamos unas horas a que llegue el
candidato. Esther hace pases en vivo; entrevistamos a la gente que
p

vota, a los acompañantes internacionales; mostramos que la jor-


nada transcurre en total normalidad, que el tiempo de votación es
rápido; todo es transparente. Ya sabemos que cantarán fraude. La
lo

expectativa de una victoria del candidato chavista existe, aunque


reducida: Miranda es bastión opositor desde hace años, territorio
so

donde están algunos de los municipios más escuálidos, ricos; desde


donde lanzaron el plan de asalto sobre Caracas, ya que el estado
contiene una parte de la capital. Recuperar ese territorio es tener
una posibilidad de desactivar la punta de lanza insurreccional so-
bre el Palacio de Miraflores.
F

Volvemos a Caracas en la tarde, rumbo al canal, desde donde


salgo hacia Globovisión para analizar el curso de la jornada, lo que
PD

está en juego. Los números no están todavía claros a las 6:30 p. m.


No conozco a nadie que pronostique lo que luego sucederá. Del ca-
nal a Petare nuevamente, a cubrir el cierre de mesas, la normalidad
electoral. Cerca de las 8:15 p. m. se escuchan los primeros rumores
de que Héctor podría ganar. Me lo confirma Orlando, un com-
pañero que trabaja en el equipo de comunicación del candidato.

194
Todavía no se puede decir nada, ya los festejos se arman en el muro
de Petare, la entrada al barrio; suena el cuarteto a todo volumen,

a
llegan las motos; todo está de rojo, de baile, de una alegría que
hemos olvidado, como dice la canción. Sigue la cobertura en vivo,

tur
mandamos los primeros videos para redes; Miranda es el territorio
más importante para ser recuperado, sería el batacazo mayor. A las
9:30 p. m. me llevan de nuevo al canal; vamos con María Alejandra
Díaz al programa especial de análisis que conduce Tatiana Pérez.

lec
Estamos detrás de cámara cuando llegan los resultados: dieciocho
gobernaciones a favor del chavismo, incluida Miranda; cuatro para
la oposición, y queda una por definir. Un resultado que hace unos
meses hubiera sido de fantasía, hace unas semanas muy lejano, hace
unos días muy poco probable. Entramos al programa con un mapa
del país marcado por colores. A las 12:00 a.m. terminamos, 1:00
a
a.m. en la casa. Mañana a escribir desde primera hora.
ar
Día 68
p

¿De dónde nace la fuerza del chavismo?


Algunos análisis de derecha y de izquierda coinciden en un
punto: el chavismo ya no tendría fuerzas para la batalla. El movi-
lo

miento histórico sería una imagen despintada de lo que fue, con ca-
pacidad para unos últimos guantazos al aire en una pelea perdida,
so

a punto de caer por nocaut furioso o sobreacumulación de golpes.


Así lo repiten desde hace varios años, cada vez más seguros, y de esa
certeza desprenden conclusiones que escriben en artículos o pro-
yectan en planes para el definitivo retorno al poder político.
La realidad en los comicios electorales les quita la razón y ca-
F

pacidad política: el chavismo no solo tiene fuerzas, sino que logra


victorias electorales inmensas. Este domingo fue una nueva prueba
PD

de eso, al quedar en sus manos diecinueve de las veintitres gober-


naciones en juego –todavía queda una por definirse–. Un resultado
contrario a los pronósticos repetidos por una oposición triunfalista;
por los medios de comunicación dominantes que habían hecho un
vacío alrededor de la contienda y ahora no saben cómo explicar
lo sucedido, salvo con la –predecible e insostenible– denuncia de

195
fraude o no reconocimiento de los votos hasta el reconteo. ¿Dirán
que hubo fraude allí donde perdieron y reconocerán los resultados

a
donde ganaron?
El chavismo ganó. La iniciativa política está de su lado: tiene

tur
la ANC en ejercicio y un mapa de gobernaciones a su favor. La
derecha, por su parte, quedó fuertemente golpeada. Por un lado,
el ala insurreccional/armada, principalmente Voluntad Popular y
Primero Justicia, sumó su derrota de ayer a la de julio. El primero

lec
se quedó sin gobernaciones y el segundo perdió Miranda, el es-
tado gobernado por su principal dirigente, Capriles Radonski. En
cuanto a Acción Democrática, más propenso a una estrategia elec-
toral, quedó con tres gobernaciones, sin pasar a ser una alternativa/
amenaza para el chavismo.
Significa que la derecha sufrió dos derrotas consecutivas en los
a
últimos meses, sus dos alas quedaron malheridas y sus líderes de-
mostraron no tener liderazgo. Su dependencia hacia los Estados
ar
Unidos y aliados, como la Unión Europea, se torna mayor. Las se-
ñales desde allá se pusieron en marcha aun antes del domingo –¿ya
anticipaban el resultado?– con la instalación del TSJ ilegal en la
p

sede de la OEA. Es una certeza: el chavismo pelea contra Estados


Unidos. Si solo fuera un asunto nacional, el adversario político sería
pequeño, casi sin posibilidades.
lo

Esto no significa subestimar las posibles reacciones que pue-


dan desencadenarse desde dentro de Venezuela, articuladas a lo
so

internacional. El mapa de las gobernaciones muestra que la dere-


cha quedó con zonas estratégicas: fronterizas y petroleras. En un
esquema de desgaste y asaltos, donde los ataques alternan entre
la economía y la violencia política, esto puede indicar que en esos
territorios y nudos económicos podrían profundizarse algunos de
F

los golpes más fuertes. Es seguro que volverán a atacar; el conflicto


alterna en sus formas, nunca se detiene.
PD

El chavismo, por su parte, queda con la ratificación de la inicia-


tiva política en sus manos y la urgencia de resolver la guerra/crisis
económica. El resultado de ayer mostró que el tiempo de la política
puede imponerse sobre el tiempo de la economía a la hora de votar,
pero ese desgaste económico representa una erosión permanente
en la vida de la gente de a pie, en las subjetividades, en la batalla

196
cultural. Y así como la dirección ha ratificado la capacidad para
resolver el conflicto político y llevarlo a los votos y no a la muerte,

a
también ha dado señales de su dificultad severa para resolver esas
necesidades económicas. ¿Es por un problema de modelo, de co-

tur
rrupción, de ataques internacionales? ¿Una mezcla de todo eso?
Ahí se debe poner la fuerza, la rectificación interna y las alianzas
internacionales; esto último parece más avanzado, en particular,
con las alianzas rusas y chinas. La mayoría de la población –así lo

lec
dicen los votos– quiere que sea este gobierno, este proyecto histó-
rico, el que resuelva los problemas a los que se enfrenta el país. La
derecha sigue sin poder constituirse como una alternativa viable,
como una propuesta de país creíble, una solución a las dificultades,
producto de su propia incapacidad política para leer a la sociedad
venezolana; de entender las razones del chavismo, los territorios
a
y pasiones desde donde se gestó y se renueva este movimiento
histórico.
ar
Si se mide en plazos electorales, no queda mucho tiempo. Las
elecciones de alcaldes deberían ser dentro de poco y las presiden-
ciales en un año. Con los resultados de las gobernaciones como
p

indicativos, significa que el chavismo tiene posibilidades de man-


tenerse –la economía será clave– y la derecha se encuentra ante
más incertidumbres que certezas. Esto podría traducirse en que
lo

intenten acelerar las acciones, sea para volver a intentar una salida
por la fuerza o para agudizar el desgaste sobre la población, y el caos
so

en la vida cotidiana. Uno de los planes de la derecha es empeorar el


cuadro general para llegar a las contiendas electorales con el mayor
desgaste posible, y traducir el descontento en votos. Hasta el mo-
mento solo funcionó en las elecciones legislativas de 2015, aunque
no es la única explicación de aquellos resultados.
F

Como se sabe, las elecciones son un momento dentro del pro-


yecto bolivariano que se plantea construir el socialismo del siglo
PD

XXI –un horizonte borroso en esta etapa–. Es decir que la revolución


es más que las imprescindibles victorias en las urnas; es, central-
mente, una construcción de poder popular territorial/económico,
de una nueva institucionalidad comunal. Ahí se debe volver a po-
ner la mirada y articularla con lo económico. El pueblo venezolano
ha demostrado tener la capacidad para resistir las provocaciones

197
armadas de la derecha, enfrentar el peso de la economía y dar los
primeros pasos para la sociedad por venir. Radicalizar la democra-

a
cia podría ser una de las tareas para esta etapa.
Venezuela, contra los pronósticos de quienes poetizan su caída,

tur
está de pie y dio una lección histórica: se puede enfrentar esta nueva
forma de guerra y ganar. Eso representa una victoria en lo subje-
tivo, un mensaje hacia afuera; una muestra más de que el legado de
Hugo Chávez y el recorrido protagónico de la revolución se arrai-

lec
garon en las profundidades del pueblo humilde, y desde esas zonas
nace la fuerza en los momentos más difíciles.

Día 69
a
Fui a la agencia de la aerolínea donde adquiriré el pasaje para ir a
pasar las fiestas en Argentina con mi familia: se fue del país. Intenté
ar
con Conviasa, la estatal; solo vende pasajes a Panamá y Cuba.
—¿Tiene alguno en venta? –pregunto, por curiosidad.
—Solo de ida a Cuba, señor.
p

Al país le faltan repuestos. Las comunas tienen camiones que no


pueden arreglar por el precio de cada parte, las alcaldías y minis-
terios tienen cementerios de autos. Las cosas solo parecen avanzar
lo

a correntadas, cuando llega una orden de lo más alto. Como si el


mecanismo automático, la maquinaria estatal, se hubiera roto en
so

varios engranajes.
Los bancos dan veinticinco mil bolívares por día, a veces menos.
En otras oportunidades no tienen efectivo y nadie puede retirar, ni
en caja ni por cajero. La gente espera a que alguien deposite, llegue
un camión, o que algo suceda. A veces sí, a veces no. Lo pequeño
F

es una batalla: conseguir efectivo, un antibiótico, un producto de


higiene –van y vienen según las temporadas–; viajar por el país, ya
PD

que no hay efectivo y la cantidad de unidades disminuye.


Lo político avanza: habrá elecciones de alcaldes en diciembre.
Se rumora que se podrían adelantar las presidenciales. Podemos
ganar y estabilizar el poder político. ¿Luego vendrían las medi-
das económicas? El problema es la realidad que se desarma. La
dirección, su parte más visible, agudiza su intolerancia a la crítica.

198
Cuestionar significa ser traidor, pequeñoburgués, no entender lo
que sucede. No es especulación, lo dicen en redes sociales y pro-

a
gramas televisados. El rechazo más violento suele venir de quienes
visten bien, comen bien, viven bien. El debate se achica, la comu-

tur
nicación oficial se reduce aún más. No habrá cambios, las victorias
electorales agudizan la percepción de victoria total que algunos
tienen. La realidad diaria continúa su retroceso, su acercamiento a
zonas de colapso en diferentes partes.

lec
Algunas noches salimos a tomar unas cervezas al bar conocido
como El Gardeliano, en honor a Carlos Gardel, quien está retra-
tado en cuadros y murales, aunque no en la música, pues se escucha
pura salsa. Desde allí se ve el 23 de Enero y el cuartel 4 de Febrero,
donde reposa Chávez. Observo la llama del cuartel, las luces del
barrio, la noche caraqueña, la historia que vivimos.
a
Hace días que no logro escribir un análisis.
El juego está muy cerrado. Benditas birras.
ar
Día 70
p

—Che, está como desierta esta gasolinera.


—Sí, y se va a poner peor.
lo

—¿Por qué?
—Por culpa del bruto que volvió a aumentar los salarios, ahora
so

todo va a aumentar.
—¿Quién es el bruto?
—Maduro, quién va a ser.
—¿Te parece que es culpa suya si los empresarios suben todos
los precios?
F

—Claro, cómo no los van a subir, si no, no ganan lo suficiente.


Vamos camino a Guasdualito a apoyar la campaña de un com-
PD

pañero que se postulará como candidato para alcalde del municipio


Páez. La estación de servicio está semivacía, al igual que las estan-
terías. El país parece detenerse en algunos puntos. La salida fue
a las 11:00 a.m. de Caracas, pasamos la noche en Santa Bárbara,
y llegamos a las 11:00 a.m. siguiente al pueblo. El último tramo,
entre la Ciudad Comunal Campesina Socialista Simón Bolívar y

199
Guasdualito parece territorio lunar. Las condiciones son precarias,
el carro casi no tiene amortiguadores, huele a caucho quemado

a
cada vez que los neumáticos tocan el plástico; no tiene aire ni mú-
sica. El calor, evidentemente, es implacable. En la entrada del pue-

tur
blo hay, como cada día, una cola eterna para cargar gasolina.
La plaza Bolívar es un bálsamo; corre la brisa, tiene cañas de
bambú como racimos de flores, bancos rojos, puestitos callejeros;
idéntica a la última vez que vine, idéntica a la próxima vez que

lec
venga. Nos vamos a la sede del Pdval, que se ha ampliado desde la
última vez: sembraron y tienen cría de gallinas. Llegamos cuando
acaban de matar unas vacas, están las cabezas amontonadas sobre
una mesa, los perros en busca de algo que caiga. Nos sentamos
en la habitación con aire acondicionado a ver las primeras ideas:
tenemos que armar la campaña, pensar los colores de camisa; los
a
formatos en que vamos a sacar los materiales, grabarlos, editarlos,
y difundirlos. Queda un mes y una semana. El candidato es cono-
ar
cido, no es un paracaidista, como sucede a veces. La última postu-
lante por el chavismo en el municipio se fue a Estados Unidos, luego
de perder. Nunca más volvió.
p

El primer día de rodaje es en El Nula, a tres horas de donde


estamos. Vamos por tramos de asfalto y otros de tierra. El puente
principal se cayó el 4 de octubre y el camino quedó cortado. Los
lo

paisajes son de inmensidad verde, esteros, garzas, llano adentro.


Bordeamos la frontera con Colombia, que es un río; pasa un hom-
so

bre a caballo que lleva un rebaño, una canoa pequeña a contraco-


rriente. En el horizonte están las montañas de San Camilo, cerca
de Táchira.
El tiempo es otro. Solo logro intuirlo.
Estamos en el final del país. O en su principio.
F

Participamos en dos asambleas: la primera con el PSUV, la se-


gunda con los docentes. El compañero explica las propuestas que
PD

trae, como la necesidad de construir sistemas de cogobierno con las


comunidades organizadas, y de producir. La recepción es buena
por las características del compañero, porque se presenta a través
del PSUV, el partido visto por la mayoría del chavismo como el
partido de Chávez, donde están puestas las expectativas aun con
sus errores indisimulables. El compañero, conocido como Chema,

200
es el candidato oficial de la revolución. Su recorrido militante le da
fuerza y arraigo. Viene de la construcción comunal, de escenarios

a
de guerra que se han desarrollado en esta zona del país. Son muchos
los muertos.

tur
—Me da tristeza, mucha tristeza. Viene gente a golpearme la
puerta para pedir comida –dice una compañera, constituyente por
el estado Apure.
Muestra fotos de personas detenidas, que se han envuelto carne

lec
debajo de la ropa para pasarla, que llevan centenares de vasos de
plástico a Colombia. Todo puede ser vendido y genera hiper ga-
nancia. El trabajo es mínimo. ¿Es trabajo? Los que hacen la cola en
la gasolinera luego revenden la gasolina sin necesidad de cruzar:
viene un mayorista a recogerla en la misma casa.
Visitamos a un productor al alba, es la hora de las mejores tomas,
a
el ordeño, los gallos; esa luz que nace desde abajo, la frescura que to-
davía existe. Hablamos con el hombre, chavista, que ha podido am-
ar
pliar su trabajo gracias a un crédito que le dio la revolución. Habla
de la ingratitud de quienes recibieron y escupen sobre quien brindó
las posibilidades. Analizamos los costos de producción del queso
p

para entender por qué cuesta tan caro. Armo un mapa, cuanto más
entienda mejor podré explicar; y si algo cuesta en esta zona del país
es justamente eso: entender.
lo

Pregunto y pregunto varias veces lo mismo.


so

* * *

Se sabe cuándo se llega a Guasdualito, nunca se sabe cuándo se


regresa. Los tiempos son otros, todo es cuesta arriba: conseguir cau-
F

chos, efectivo, por ejemplo. Es demasiado riesgoso viajar sin esas


dos cosas. Pasamos un día para solucionar eso; los compañeros se
PD

mueven, consiguen. Mientras tanto llueve y vuelve a llover; se crean


cortinas de agua, sorderas, charcos, barro, encierros en casas, la
belleza de un cielo que cae del mismo.
Agarramos camino a las 2:00 p. m. en dirección a San Fernando,
desvío hacia Bruzual para empalmar con Sabaneta. El camino es
solamente llano, horizonte y más horizonte; algún auto que pasa

201
de vez en cuando; la luz que cambia a medida que pasan las horas,
llueve, sale el sol, todo se pone color trigo. Hacemos escala en el pue-

a
blo de Chávez. Llegamos a las 2:00 p. m. a Caracas. Otra vez vein-
ticuatro horas de viaje. No serán muchos días, en breve volveremos

tur
a Guasdualito para seguir la campaña. Ahora disfruto la ciudad, es
la Feria Internacional del Libro. Compré Puerta de Caracas, de Aní-
bal Nazoa; un libro de pequeñas crónicas de la ciudad entre 1970 y
1990. Fue uno de los primeros que me prestaron al llegar a vivir acá.

lec
Estoy muy solo. Me doy cuenta.
A veces me dominan las pasiones tristes.
Reivindico el derecho a estar triste, aun cuando el llano todavía
está en la palma de la mano.

Día 71
a
ar
Me instalo unas semanas en Guasdualito. Estoy en la casa de una
pareja chavista, Mora y Juan, en una habitación, con agua para el
mate. Allí disfruto de sustanciosas conversaciones sobre religión,
p

política, economía y comida llanera, así como también me di ban-


quete con mucho coporo frito y guisado también. La dinámica de
campaña es permanente: cada día tenemos un casa por casa, es
lo

decir, un recorrido en un barrio donde el candidato habla unos


minutos con cada vecino, pide voto, cuenta planes. Suele ser en la
so

tarde, a veces a las 2:00 p. m., cuando el calor es un latigazo. Detrás


de cada puerta se encuentra un mundo de necesidades: remedios,
ladrillos, sillas de ruedas, trabajo, comida, más comida, techos, pi-
sos, cloacas, agua.
—La gente es noble –me dice un compañero–, pone primero las
F

necesidades colectivas.
Algunas imágenes quedan grabadas, como la de una anciana
PD

doblada en una cama, con el alivio de un ventilador; o la de una


adolescente embarazada, con un chico en brazos que debería ca-
minar pero no lo logra; o la de un viejo en la puerta de su rancho,
machete en mano, chimó en boca, unas hectáreas sembradas, si-
lencioso; o la de un hombre frente a su casa, con la mano quemada,
color rosa, que logró que no se incendiara todo.

202
—Dependemos del bachaqueo y lo poco que podamos conse-
guir por ahí, para qué le voy a caer a coba –dice un hombre que

a
vive con su esposa y cinco hijos en una casa de zinc, de seis metros
cuadrados y piso de tierra.

tur
Revender se ha vuelto la única manera de poder alcanzar la
subida de precios. Cada vez más personas viven de eso. Escucho,
observo la pobreza estructural que se agranda en sus bordes con la
crisis, que abarca más y más. La gente se las rebusca y, en zona de

lec
frontera, la forma de rebusque es vender del otro lado.
Vamos hasta El Amparo, el último pueblo. Del otro lado está
Arauca, en el medio el puente internacional José Antonio Páez.
Recorremos las casas pegadas al río; casas humildes, agujereadas,
a medio hacer, donde todos viven de bachaquear. Muchos son cha-
vistas. El movimiento de canoas es permanente, algunas pescan,
a
otras van de lado a lado, debajo del puente, frente a todos. De noche
pasan los mayoristas. Hablamos con una familia que se vino desde
ar
el centro del país a rebuscárselas por acá. Caminamos, escucha-
mos; es una demanda sin fin. Los casos más urgentes son atendidos
con lo que se puede; se desarrolla una política para cuando se gane
p

la alcaldía, se prioriza: será imposible abarcarlo todo y a la vez.


Algo presiona en el pecho.
Julia y Fede vienen hasta Guasdualito, acaban de llegar de Ar-
lo

gentina. Aterrizar en esta Venezuela de finales de 2017 impacta:


las colas, los viejitos en las colas, la reventa de casi todo de manera
so

abierta, el camino de frontera con gente que se va del país, los atra-
cos. Nos hemos acostumbrado, el que llega de afuera no; en parti-
cular, si había venido unos años antes, cuando el país avanzaba y
parecía estar venciendo. Explicarles es explicarse a sí mismo lo que
se vive, aquello de lo cual uno ya está hecho.
F

El día del cierre de campaña armamos una fiesta en el barrio.


Cornetas, cerveza; merengue, salsa, bachata; calle de tierra, con-
PD

versaciones, risas, la noche del Apure inmenso sobre nuestras ca-


bezas. Vuelvo a Caracas con pescado y carne, luego de dos días de
camino en un carro al que se le rompieron las pastillas de frenos, el
clutch y el tanque de gasolina. Todo atado con alambre, Venezuela
2017.

203
Día 72

a
El Fiscal General anuncia semanalmente nuevos avances en las in-
vestigaciones contra la corrupción. Sus anuncios son de los que más

tur
se escuchan. Esta vez sus palabras son mayores: fueron detenidos
los expresidentes de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima
(Pdvsa) y ministro de Petróleo, Eulogio del Pino y Nelson Martínez.
El primero había estado al mando de la petrolera estatal desde el

lec
año 2015 hasta el mes de agosto, y del ministerio hasta el pasado
domingo 26 de noviembre de 2017.
Se esperaba que un anuncio de estas características pudiera su-
ceder. Las investigaciones, iniciadas en septiembre con la huida
de la exfiscal, en lancha por el Caribe, comenzaron a destapar la
trama de corrupción instalada en diversas áreas de Pdvsa. En los
a
últimos dos meses se multiplicaron los anuncios de detenciones, lle-
gando al arresto, la semana pasada, de los directivos de Citgo, la
ar
filial de Pdvsa en los Estados Unidos. Las capturas de gerentes iban
en ascenso. El jueves llegaron a sesenta y cinco.
El Fiscal dijo que se está ante un desfalco a la Nación gestado du-
p

rante diez años. Las consecuencias económicas son déficits fiscales,


baja en la producción petrolera, deterioro de las instalaciones, la
consolidación de una trama de corrupción en el pulmón económico
lo

del país: el 95% de los dólares que ingresan al país provienen del
petróleo.
so

Los métodos de robo fueron varios: contratos con sobreprecios


en varias filiales, sabotaje a la producción, contratos para refinan-
ciar la empresa sin aprobación del ejecutivo nacional, alteración de
cifras fiscalizadas de producción de crudo, ventas de petróleo sin
declarar. En el caso de Eulogio Del Pino, una de las principales acu-
F

saciones es la de haber sido parte del caso de corrupción en Petro-


zamora, en el que se perdieron quince millones de barriles diarios
PD

entre 2015 y 2017, equivalentes a quinientos millones de dólares. Se


le acusa, junto con Martínez, de peculado doloso propio, concierto
de funcionario público con contratista, incumplimiento al régimen
de seguridad de la nación, asociación para delinquir, uso indebido
de sistemas de información y daños a la industria petrolera.

204
* * *

a
Estos anuncios llegan en uno de los momentos más complejos del
país. El chavismo mantiene la iniciativa política. La actuación de la

tur
fiscalía es muestra de eso, la victoria electoral del 15 de octubre en
las gobernaciones también lo es, así como los pronósticos de cara a
las elecciones municipales del 10 de diciembre de 2017. La revolu-
ción, que oscilaba entre la defensiva y el empate, está en la ofensiva

lec
política en esta segunda mitad del año, mientras la oposición entró
en una fase de rupturas y desorientación estratégica.
Simultáneamente, el cuadro económico empeora de manera
sostenida. Las diferentes esferas de la vida diaria –conseguir di-
nero en efectivo, realizar una operación bancaria, viajar en auto-
bús, recargar saldo en el teléfono, comprar medicamentos, etc.– se
a
han transformado en pequeñas/grandes batallas; así mismo, el au-
mento de los precios, ligado al dólar ilegal pero real en su impacto,
ar
ha hecho ingresar a la economía en un cuadro similar a la hiperin-
flación. La pérdida de poder adquisitivo es cotidiana.
En el plano geopolítico, es sobre el frente económico donde se
p

han concentrado los ataques, por la imposibilidad que ha mostrado


el chavismo hasta la fecha para revertir el cuadro en lo nacional –en
lo internacional ha mostrado mayor capacidad de maniobra– y por
lo

las derrotas sucesivas de las tácticas insurreccionales y electorales


de la oposición. Los Estados Unidos y sus aliados/subordinados
so

optaron por concentrar los golpes sobre el flanco más débil para
generar nuevas condiciones políticas.
La batalla contra la corrupción se enmarca en esa totalidad del
escenario. Un mapa de las zonas afectadas muestra cómo las mafias
se habían instalado principalmente en el petróleo y las importa-
F

ciones, espacios clave para asfixiar la economía dentro del plan de


desestabilización internacional. Existía una complicidad de hecho
PD

entre la corrupción y el ataque económico que operaba como un


freno a la posibilidad de recuperación de los indicadores econó-
micos: las principales herramientas estaban tomadas. ¿Hasta qué
punto lo están todavía?
El impacto de estos anuncios también debe verse en lo polí-
tico. Ya no se trata de arrestos de administradores desconocidos

205
públicamente, sino de quienes aparecían en pantallas de televisión,
ocupaban puestos de dirección, vestían de rojo y hablaban en nom-

a
bre del legado de Hugo Chávez. El mismo Eulogio Del Pino había
tuiteado el 26 de noviembre:

tur
Gracias presidente @NicolasMaduro por haberme dado el ho-
nor de estar a su lado en años tan difíciles y de tantos ataques.
Siempre seré leal a usted y a nuestro comandante Chávez, con los

lec
trabajadores petroleros saldremos adelante de toda esta coyun-
tura. ¡Viviremos y venceremos!

Esas encarcelaciones son un acto de justicia al interior del


chavismo.
¿Hasta dónde llegan las tramas de corrupción? Por el momento
a
existen especulaciones, disparos cruzados en redes sociales entre
dirigentes; y la sospecha de que ni Del Pino ni Martínez son la parte
ar
más alta de redes poderosas y ramificadas, que no solamente abar-
can las áreas del petróleo y las importaciones.
p

* * *
lo

El frente que se abrió tiene otras implicaciones. Muestra una vo-


luntad política por parte de Nicolás Maduro y el Fiscal General
so

para enfrentar un problema que afecta de manera grave el cuadro


nacional. Un fenómeno que no fue creado por el chavismo, no es
parte de su proyecto, pero que en los hechos se ha consolidado y
lo ha golpeado con fuerza. Asumir el problema, ponerlo sobre la
mesa, nombrarlo y combatirlo, es una acción política que pocos go-
F

biernos del continente hicieron estando al frente de sus mandatos.


Eso significa, a su vez, haberle quitado una bandera a la oposición,
PD

que –sin ningún papel en regla y teniendo su génesis muchas veces


en hechos de corrupción– se presenta como ejemplo de honestidad.
Tenía –como todas las derechas del continente– la acusación de
corrupción como eje central en la construcción de sentido contra
el chavismo. ¿Qué puede decir ahora que una parte del gobierno
asumió esa confrontación?

206
Es, por último, una señal generalizada de que el Ministerio Pú-
blico actuará. Esto es clave en un momento en que la corrupción

a
y la impunidad parecen haberse transversalizado en medio de la
crisis económica. La mayoría de los venezolanos de a pie señalan la

tur
corrupción como uno de los principales problemas, ligada directa-
mente a la crisis económica. El pedido de justicia –de castigo– se ha
generalizado. Comenzar por las partes más altas es una señal, una
voluntad que se debe subrayar y apoyar de manera comunicacio-

lec
nal y política. En la lucha contra la corrupción están concentradas
algunas de las principales batallas de esta etapa de la revolución
venezolana.

Día 73 a
Tercera victoria electoral en menos de cuatro meses. Nuevamente,
ar
de forma contundente. Maduro afirmó en horas de la noche que
ganamos trescientas ocho de las trescientas treinta y cinco alcal-
días. El mapa arroja una correlación de fuerza en las urnas con
p

amplia mayoría para el chavismo que, además, sumó una nueva


gobernación, para un total de veinte de veintitrés. ¿Cómo se ex-
plican estos resultados?
lo

El argumento de la oposición y sus alianzas internacionales es


siempre el mismo: fraude, el botón automático ante cada resultado
so

adverso. La falta de credibilidad de esa acusación proviene, en


parte, por la comprobada fiabilidad del mecanismo electoral; y de
ellos mismos, ya que cuando una parte de la derecha –la que gana–
reconoce los resultados, la otra –es decir, la que pierde– no. Se sabe
en la dinámica del conflicto venezolano que esto es sistemático y sin
F

fundamento.
Las respuestas se deben buscar en la forma en que cada una de
PD

las fuerzas llegó a las elecciones. La oposición lo hizo con varios


elementos en su contra y con esa capacidad única de dispararse a
los pies. Lo primero fue que una parte importante, en particular,
los principales partidos, decidió no participar. No significa que la
derecha no se haya presentado, allí están las alcaldías que ganaron
como prueba de que acudieron. Fueron sin muchas de sus figuras

207
con mayor posibilidad, con peleas públicas, acusaciones de trai-
ciones cruzadas, varios candidatos en un mismo municipio. La

a
imagen fue la de una fuerza en crisis, con las principales figuras
enfrentadas entre sí.

tur
Ese escenario venía construyéndose desde la derrota sufrida con
la elección de la ANC, que se tradujo tanto en la ruptura de la Mesa
de la Unidad Democrática (MUD), como en un cuadro de desmo-
ralización de su base social, que también comenzó a acusar a sus

lec
dirigentes de traidores. Eso condujo a la derrota en las elecciones de
gobernadores –el fracaso político tiene efecto dominó– y agudizó el
extravío estratégico ya evidente. Los principales partidos pasaron,
en cuatro meses, de llamar a sacar al gobierno a través de la vio-
lencia callejera, para luego presentarse a elecciones y, finalmente,
la abstención. El resultado del domingo era, entonces, predecible.
a
Esta incapacidad opositora reafirma, a su vez, un elemento
clave para pensar el desarrollo del conflicto venezolano, y es que,
ar
luego de dieciocho años de proceso revolucionario, la derecha no
ha logrado conformarse como una alternativa para la mayoría de
la población. Su falta de credibilidad está en su momento de mayor
p

evidencia. Consiguieron desacumular, en un lapso de medio año,


el capital político que hubieran logrado reunir. Se encaminan a
las presidenciales de manera desunida, desgastada, con tres inten-
lo

tos insurreccionales fracasados y cuatro elecciones perdidas en el


tiempo del mandato de Nicolás Maduro. Lograron un solo triunfo
so

electoral, en diciembre de 2015, que no supieron administrar.


La situación en que se encuentra la oposición es producto de
sus propios desaciertos –que son, además, en algunos casos, por
órdenes dictadas desde Estados Unidos– y de la capacidad polí-
tica del chavismo, que logró salir de un empate y de una defensiva
F

que parecían, por momentos, acorralarnos. Esa recuperación de la


iniciativa, que se materializa en este tercer resultado electoral en
PD

ciento treinta y tres días, tiene varias razones; una de ellas es que se
mantuvo la unidad. Mientras la oposición se dividió, cada vez más,
el chavismo conservó la figura de Nicolás Maduro como liderazgo
que se consolidó y presentó candidaturas unitarias en la mayoría de
los lugares, tanto en las regionales como en las municipales.

208
Otra razón es la coherencia discursiva. El chavismo no cayó
nunca en el llamado a la confrontación callejera al que lo desafió la

a
derecha entre abril y julio. La propuesta siempre fue por la resolu-
ción electoral, y por esa vía se logró desandar la escalada violenta y

tur
mantener el poder político. Unidad y estrategia versus pelea interna
y desvaríos estratégicos.
Una razón más puede buscarse en el apoyo acumulado de la
revolución. Así como la derecha no logra consolidarse como al-

lec
ternativa para las mayorías, el chavismo tiene una de sus fuerzas
en la dimensión identitaria en las clases populares. El chavismo es
más que la dirigencia y las diferentes mediaciones, con sus aciertos
y errores; es una experiencia política, de vida, organizativa, que
viene transitando una parte del pueblo venezolano y que le permite
enfrentarse a estas contiendas electorales con una base que no tiene
a
la derecha. Existe una conciencia del momento histórico, de lo que
se juega, de lo que se puede perder en caso de una derrota electoral.
ar
Allí pueden encontrarse algunas de las razones de esta tercera
victoria electoral, en una etapa en la que muchos analistas afirma-
ban y reafirmaban que todo enfrentamiento en las urnas conduci-
p

ría irremediablemente a una derrota chavista. Un triunfo que se da


en el momento de mayores dificultades económicas del país. Una
situación que no debe verse de manera aislada al cuadro político: la
lo

profundización del ataque sobre la economía busca condicionar el


voto, generar escenarios que la incapacidad opositora no logra por
so

peso propio. Existen relaciones directas entre dólar ilegal, aumento


de precios, desabastecimiento y jornadas electorales.
Lo que sigue es un desafío inmenso y urgente para el chavismo:
estabilizar la economía, frenar el retroceso material que arroja
imágenes de un país donde las acciones de lo cotidiano se han con-
F

vertido en batallas para la mayoría de la población. Eso significa


tanto profundizar las alianzas internacionales, las vías para evitar
PD

la asfixia que buscan imponer el gobierno norteamericano y sus


aliados, así como recuperar la capacidad del gobierno sobre la eco-
nomía y enfrentar los enemigos internos de la revolución.
Ganar elecciones significa la posibilidad de continuar con el
proyecto histórico. Se dio un nuevo paso en esa dirección y no sola-
mente en un contexto de adversidad interna, sino en un momento

209
en que las derechas del continente, subordinadas a Estados Unidos,
buscan recuperar terreno perdido y muestran –como en el caso

a
del fraude electoral en Honduras– hasta dónde están dispuestas a
llegar. Haber logrado una nueva victoria electoral es inmenso, es

tur
una lección de política, una muestra de las peleas que puede dar la
revolución venezolana.

* * *

lec
Ganamos en Guasdualito. Ahora comienza lo más difícil, el compa-
ñero tiene entre sus manos un cascarón vacío: el alcalde saliente fue
arrestado por corrupción pocos días antes de las elecciones. Debe
poner en pie los servicios, construir respuestas a todo lo conversado
a
con la gente, producir, gobernar en una crisis en zona de frontera.
Tiene detrás y a los lados a una organización para apoyarlo, cons-
ar
truir una estrategia que haga del municipio un modelo de lo posible
y de lo revolucionario en esta época. Ser alcalde no es un premio,
es una responsabilidad donde los problemas son a toneladas y los
p

presupuestos pequeños.
lo

Día 74
so

Uno siente que llega a la frontera. Las gasolineras están cerradas


o con colas que duran hasta dos días, y entre los llanos aparecen
colinas, ríos transparentes. Vamos a La Pedrera, de ahí a Cúcuta,
Colombia. En La Pedrera el cuadro es colosal: parece haber más
carros frente a la gasolinera que habitantes en el pueblo. Camiones,
F

camionetas, autos, motos, de un lado y el otro, que esperan su turno.


Cada uno debe tener el chip que se necesita para poder cargar en
PD

zona de frontera. Los chips, como casi todo, se revenden. Algunos


tienen cinco, seis. Su trabajo es el de esperar a que llegue gasolina,
hacer cola, revenderla.
—Mire, compa, nosotros podemos terminar con este problema,
pero ¿qué va a hacer toda esta gente después? No van a trabajar
por un sueldo mínimo, ni ponerse a sembrar yuca –me dice un

210
compañero. Vamos en su carro con bolsas de billetes que son la ga-
nancia de un mercado comunal. La gente paga con los de baja deno-

a
minación, los del nuevo cono son revendidos en Colombia. Bajamos
del vehículo para el almacén para comprar queso; el hombre dice el

tur
precio, agarra los ladrillos de billetes y los pesa. Son tantos que no
los cuenta, sabe que cien mil bolívares en billetes de cincuenta pesan
determinada cantidad de gramos, y con cien mil no se compra ni un
kilo de queso. Imágenes de la hiperinflación.

lec
Me quedo unos días en La Pedrera, estamos en un barrio de
calles de tierra, con un calor que se pega. Vamos a comer a la casa
de una compañera que vive en una urbanización construida por
el consejo comunal. El tiempo pasa lento, trascurre al ritmo de al-
gunas notas vallenatas. No hay alegría por haber ganado las mu-
nicipales; acá, como en muchos pueblos, existe una sensación de
a
desgobierno.
Mi objetivo es cruzar a Colombia, algo que se ha transformado
ar
en una odisea. Más y más gente opta por la frontera a medida que
la crisis se agrava; van a trabajar para luego volver, se van definiti-
vamente, pasan para vender algo y regresar; muchos tienen ambas
p

nacionalidades. Es una válvula de descompresión. Hablo de gente


de barrio, humilde, no de quienes andan en redes sociales con fotos
de su despedida en el aeropuerto y que, según la última moda, se lle-
lo

van un mosaico de la obra de arte de Cruz Diez. Acá es pueblo que


busca formas de enfrentar lo que no tiene perspectiva de mejorar.
so

Ese cuadro se agrava, se ha conformado una economía de frontera


que involucra a todas las partes del país; ejes por donde pasa la ma-
yoría de la gente, hoteles para aguantar la noche, autobuses para
rutas de la reventa.
¿Cuánta gente se ha ido? ¿Cuántos cruzan a diario? ¿Cuán-
F

tos son venezolanos, colombo/venezolanos? No existen números


certificados por el momento. La derecha habla de éxodo, crisis
PD

humanitaria. Es el lenguaje que necesitan para armar su matriz


internacional que dé pie a la intervención. Lo cierto, al cruzar el
puente internacional, es que el movimiento de gente es grande. Una
impresión no es suficiente para afirmar una verdad, en particular,
en un territorio tan complejo.

211
—Casi todos los de mi curso ya se fueron del país –me dice una
compañera que estudia inglés en una universidad en la ciudad de

a
San Cristóbal.
—Ay, Marco, pasamos navidad en el pueblo y ya ves, pura gente

tur
grande, los jóvenes se han ido –me dice otra compañera, que volvió
a pasar las fiestas en su casa.
Se revenden los lugares en la fila para sellar el pasaporte: fila
VIP a veinte mil pesos colombianos, casi la mitad de un sueldo

lec
mínimo venezolano.
La frontera, sus dinámicas, zonas cercanas, imágenes. Es un
mundo brutal cada día más grande. Se ve descomposición, reventa,
necesidad; los efectos de una guerra que se ensancha sobre errores
propios; se alimenta de los demonios metidos dentro de la estatali-
dad, de quienes tienen puestos de poder y los usan para quedarse
a
con un porcentaje. Es la batalla silenciosa, diaria, de valores, ética,
integridad; que arrastra; contra la cual muchos resisten con los actos
ar
del cotidiano, con solidaridad, por ejemplo; como la madre de una
compañera que es de Cúcuta, que cruza conmigo y compartimos
desayuno. Historias de vidas que se levantaron de la pobreza. Es
p

un mundo que presiona sobre otro, busca quebrar las fortalezas y


arrasar.
Son mis últimas imágenes de 2017.
lo

Levanto mi copa, todavía estamos de pie.


so

Día 75
Hay -12 ºC de temperatura. En casa todos duermen; estoy afuera
fumando un cigarrillo. Hay un silencio espeso por la nieve, siluetas
F

de árboles sin hojas, un principio de febrero helado. Observo lo


inmóvil, pienso en mí, en estar acá en las afueras de Estocolmo
PD

en este 2018, en las charlas que ya dimos sobre Venezuela y las


que daremos. Hace una semana que estamos en esta gira, primero
Bruselas, luego París, ahora Suecia, seguirá Burdeos y, al final,
Madrid. Nos invitaron los grupos de solidaridad con la revolución
para contar, debatir, y reconstruir apoyos. Compañeros de los años
setenta, sus hijos/hijas, internacionalistas; gente que busca puentes,

212
que defiende Venezuela como se defendió y se defiende Cuba, así
como se hizo con Chile, Argentina o El Salvador. Es una respon-

a
sabilidad grande, un ejercicio de traducción política de un país al
límite; un conflicto que desborda, que anuncia un año de furia que

tur
por el momento está en fase de preparación. La ANC anunció que
las elecciones serán el 22 de abril de 2018, la reacción internacional
fue instantánea, de choque frontal. Mandan los Estados Unidos,
sus subordinados y aliados. Estamos justamente en zona de sus alia-

lec
dos, con una Unión Europea que tomó la ofensiva en el ataque.
Parecemos solos contra todos.
¿Lo estamos? Tenemos a Rusia y a China, así como una legiti-
midad en crisis.
Me gusta Estocolmo, es una ciudad sobre río y mar, con islas,
puentes; un frío como de metal; miles de exiliados, muchos chile-
a
nos, algunos argentinos que todavía quedan, un uruguayo mara-
villoso, nuestra historia. Por las noches tomamos vino, escuchamos
ar
tango, hablamos de los tiempos cruzados, las generaciones que son
un camino, este tiempo que nos toca. Nunca pensé que estaría en
2018 en Suecia para defender a Venezuela. Cómo haberlo imagi-
p

nado cuando tenía dieciocho años, vivía en París y mi madre me


mostraba imágenes del golpe de Estado de 2002. Era algo lejano,
tan lejano como pensar que estaría apagando un cigarrillo en la
lo

noche helada antes de entrar a la casa.


Al regresar a Venezuela, luego de dos semanas, me encuentro
so

el país peor de lo que lo había dejado. Siempre es así, el retroceso


nunca se detiene; tiene momentos de estancamiento, en el mejor de
los casos. La realidad diaria de las clases populares sigue marcada
por más dificultades, los discursos oficiales siguen en otro lenguaje;
la revolución como revolución es un proyecto cada día más lejano.
F

Así me preguntó Julia en diciembre:


—¿Qué es lo revolucionario de la revolución?
PD

Estados Unidos no se hace esa pregunta. Necesita desplazar a


China y a Rusia del continente, recuperar el control directo sobre el
petróleo; hacer cenizas este proyecto soberano, latinoamericanista,
dentro del plan de caotización y desfiguración del Estado-Nación
que necesita el capital.

213
Aunque el chavismo vote una ley de inversiones extranjeras que
le abra las puertas al capital transnacional; aun cuando haya nue-

a
vos desalojos campesinos en Barinas, Portuguesa, Sur del Lago, y
el horizonte comunal no sea el de la dirección, peleamos contra el

tur
imperialismo. Ahí está el centro de gravedad del conflicto hoy y lo
hacen saber con todas las letras: el secretario de Estado estadouni-
dense recorrió los gobiernos subordinados, el jefe del Comando Sur
estuvo en Colombia, movilizaron tropas a la frontera, y cada día

lec
aumenta la construcción del escenario de violencia abierta como
forma de acceso al poder político.
¿Pueden lanzar una acción de fuerza? Resulta difícil saber
cuándo, aunque las variables indican que irán en esa dirección.
Decidieron no presentarse a las elecciones presidenciales del 22 de
abril de 2018, al menos los principales partidos. Significa que apos-
a
tarán a vaciar la contienda; a acusar al ganador, es decir, a Nicolás
Maduro, de ilegítimo, cosa que ya anunciaron varios de sus aliados
ar
internacionales. La estrategia no es la electoral, entonces, ¿cuál es?
Se abren dos posibilidades principales: que apuesten al colapso eco-
nómico y que se desate en estallido social, o que, en caso de fracasar
p

eso, avancen con una línea armada.


Esa línea armada podría ser de cuatro maneras principales:
lo

1. Una intervención de los Estados Unidos.


2. Una acción de fuerzas conjuntas con base en Colombia, con
so

el argumento humanitario.
3. Un despliegue paramilitar de gran envergadura.
4. Un quiebre en la FANB.

—Mire, compa, la intervención no está a la vuelta de la esquina,


F

pero la están trabajando –me dice un compañero.


Lo más probable sería una combinación de la segunda y la
PD

tercera. La cuarta nunca puede ser descartada. Pueden aparecer


acciones de saboteo, de conmoción, como ocurre con los ataques
eléctricos. El objetivo es que la población llegue al 22 de abril en
las peores condiciones económicas y psicológicas. No parece haber
fuerza para impedirlas, ni que ese sea su objetivo. Dirán que es una
dictadura, hagamos lo que hagamos.

214
* * *

a
Hace frío en Caracas en este principio de año. Duermo abrigado,
el agua de la ducha está helada en las mañanas. Quisiera volver a

tur
fumar un cigarrillo bajo la noche nevada de Estocolmo.

Día 76

lec
El gobierno lanzó una criptomoneda, el Petro, respaldada en pe-
tróleo. Es la primera moneda virtual puesta en circulación por un
Estado, tiene el costo inicial de un barril de petróleo, su primera
preventa es con descuento para atraer inversionistas y generar
confianza. La noticia es central, es nuestra carta principal en este
a
cuadro crítico. Así parece y la presentan. Los objetivos son dos:
romper el cerco financiero impuesto a las transacciones, garantizar
ar
el ingreso de divisas, construir canales por fuera del dólar y, por
otro lado, lograr competir con el dólar paralelo hasta neutralizarlo.
Lo primero resulta claro, el lanzamiento, el martes 20 de febrero;
p

parece bueno, ya existen compradores en yuanes, euros, dólares, y


un acuerdo con Rusia y China que están por lanzar sus criptomo-
nedas. Lo segundo está todavía por verse; para lograr ese cometido
lo

es necesario –afirman algunos analistas– abrir la venta de Petros


en bolívares, y eso no tiene fecha aún. ¿A cuánto lo venderían en
so

bolívares? No se sabe.
Las visiones más negativas plantean que solo servirá para darle
más dólares a una burguesía importadora, enquistada dentro del
gobierno o con grandes acuerdos con el gobierno. Ellos nunca de-
jan de ganar, tragan divisas como barril sin fondo. Una parte del
F

debate es qué se hace con el dinero que entra al país.


El asunto del Petro no es el socialismo. La criptomoneda está
PD

pensada para jugar en el terreno financiero, capitalista, especula-


tivo; el espacio en el cual se mueve la economía real que nos tiene
en jaque. Lo necesitamos para enfrentar la asfixia, es una jugada de
avanzada que puede dar buenos resultados o hundirnos aún más:
jugamos con lo especulativo. El problema es ponerle adjetivo de
socialismo a lo que no lo es, mantener un relato de mundo feliz y

215
construir sobreexpectativa a una medida que no será milagrosa.
No existe solución mágica. Tanto por variables internas –corrup-

a
ción– como por la dimensión del ataque internacional y la situación
actual del capitalismo mundial, que parece entrar en una fase de

tur
posible nueva crisis sobre crisis, y su huida hacia adelante a través
del mecanismo de las guerras –ya estamos en ese escenario–.
Mientras tanto el dólar se ha mantenido alrededor de doscientos
treinta mil bolívares desde hace dos semanas. En agosto de 2017

lec
costaba cerca de quince mil.

* * *

En dos días saldremos para El Maizal, una comuna de Lara que


a
organiza un encuentro de solidaridad en apoyo a Ángel Prado, su
principal vocero, también constituyente a quien se le impidió pre-
ar
sentarse como candidato a la alcaldía.
p

Día 77
Salimos en la noche en dirección a El Maizal, al encuentro de
lo

solidaridad previsto para el fin de semana. Pasamos la noche en


Acarigua, estoy desde temprano en la comuna para el evento.
so

Somos unas quinientas personas, comunas de Lara, Portuguesa,


Falcón; organizaciones como la CRBZ, Alexis Vive, así como gru-
pos de solidaridad con la causa Maizal, que se articularon a partir
de lo sucedido en las municipales.
Qué es lo que se defiende en lo concreto del caso: el reconoci-
F

miento de la victoria de Ángel Prado, vocero de la comuna, como


alcalde ganador del municipio. Ángel, constituyente electo, no fue
PD

autorizado por el Consejo Nacional Electoral ni la ANC a presen-


tarse como candidato para las elecciones del pasado 10 de diciem-
bre. Las razones en lo legal para impedirle presentarse fueron poco
sólidas; en cuanto a lo legítimo, nunca tuvieron con qué sostenerse.
En términos sintetizados, le impidieron presentarse, consiguió ha-
cerlo, y le quitaron los votos que le daban la victoria. Además, lo

216
amenazaron, pusieron causa judicial y están desplazando a los co-
muneros de las instancias de base del PSUV.

a
El caso es nítido. Por eso despertó solidaridad, indignación. El
encuentro es una forma de reunir todo aquello que se expresó y pen-

tur
sar cómo seguir hacia adelante. Los debates en las mesas de trabajo
tienen una marca difícil de borrar: la distancia entre el acumulado
comunal –en particular, del interior del país– y el denominado mo-
vimiento popular caraqueño, que plantea la forma comunal como

lec
vía al socialismo, pero en su práctica política no ha desarrollado el
poder comunal como tal y, en gran parte, se ha estancado. Hay ra-
zón, falta fuerza. El universo comunero tiene, en cambio, arraigo,
producción, ensayo de autogobierno, unque le falta aún unidad
como movimiento, capacidad de articulación, así como de conver-
tirse en actor político nacional y de ocupar un espacio que solo él
a
puede motorizar.
Lo sucedido en El Maizal evidencia la maduración de una ex-
ar
periencia comunal. El razonamiento es el siguiente: si, como en
el caso de la mayoría de las comunas, el vínculo con la alcaldía
es malo debido a la falta de reconocimiento al sujeto comunal,
p

entonces por qué no acceder a esa institución y poner en marcha


experiencias de cogobierno y cogestión. Significaría ampliar el
campo de acción, de posibilidades, de crecimiento.
lo

Esa conclusión, producto del desarrollo colectivo, no es exclusiva


de El Maizal. También sucedió en la comuna Cagigal, estado Sucre,
so

y en el municipio Páez, estado Apure. En el primer caso se trata de


una experiencia similar al Maizal, donde el vocero principal fue pro-
puesto para la candidatura; en el segundo, un candidato proveniente
de la construcción de la Ciudad Comunal Campesina Socialista Si-
món Bolívar, impulsada por la CRBZ. En Cagigal ganó por fuera del
F

PSUV; en Apure, yendo como candidato del PSUV.


No resulta sorprendente que varios procesos lleguen a síntesis
PD

similares. Nunca estuvo planteado descartar la disputa del poder


político en el proceso chavista. Al contrario, Chávez siempre desa-
rrolló la idea de un círculo virtuoso –¿imposible?– entre el Estado
como impulsor de políticas contra el mismo Estado. La disputa
por el Estado fue un punto nodal: no hace revoluciones, pero no
se puede transitar un proceso revolucionario sin él. Que varias

217
comunas se propongan disputar espacios institucionales, al tiempo
que construyen una nueva institucionalidad en su territorio, es una

a
maduración que era esperable. Las respuestas desde el poder cons-
tituido también lo eran.

tur
Digo “las respuestas” porque los casos de Cagigal y Apure ayu-
dan a complejizar el cuadro y no llegar a la conclusión de que siem-
pre el PSUV actúa de manera cerrada, o que ningún comunero
tiene posibilidad de acceder a una alcaldía por fuera del PSUV. En

lec
el caso de El Maizal es innegable que la respuesta fue autoritaria,
burocrática, desconociendo al sujeto de la revolución, al chavismo
que resiste la avalancha de dificultades económicas, el que cons-
truye y vota a favor del proceso.
Estas diferentes resoluciones no pueden tampoco desdibujar
el trazo generalizado respecto a la cuestión comunera: no está en
a
agenda. Casi no aparece en medios oficiales y las políticas de go-
bierno no suelen apuntar en esa dirección, llegando, a veces, a ir
ar
directamente en su contra en algunos territorios. ¿El CLAP es la
forma de comunalizar el poder en esta etapa de enfrentamiento de
guerra? Puede ser un argumento para intentar tapar una orienta-
p

ción. No significa que los CLAP no sean imprescindibles, que mu-


chas comunas no trabajen con los Comités, ni que los hagan parte
de las dinámicas comunales: las políticas no son lineales, son el re-
lo

sultado entre orientaciones y capacidad de (re)significar en cada


lugar. Pero, en términos generales, la situación es de un poder cons-
so

tituido que no reconoce al constituyente comunal, lo percibe como


amenaza; no piensa en transferencias de recursos, competencias,
en abrir espacios. No es algo nuevo.
Se puede contestar a esto con la afirmación de que quienes no
han estado a la altura han sido las comunas, el movimiento comu-
F

nero, que no logró construir instancias reales de autogobierno y au-


togestión. Sin dudas, existen dificultades debido a lo ambicioso de
PD

los objetivos; a la complejidad de poner en pie experiencias con esa


potencia, los tiempos que toma conformar un sujeto histórico que se
autogobierne, y a las culturas políticas del chavismo dependientes
del Estado. No creo que la hipótesis de la igualdad de responsabili-
dades sea válida, por las evidentes desigualdades de poder, recursos
económicos y herramientas.

218
* * *

a
Compramos unas botellas de cocuy para traer a Caracas. Llegamos
en la noche, cuando la ciudad está en calma, quedan pocas perso-

tur
nas en sus calles, basuras abiertas, perros merodeando. El Ávila
está cubierto de nubes que bajan como una avalancha estática.

* * *

lec
—Mano, la crisis también golpea a las parejas; me separé hace
poco, ¿oíste? –me dice un compañero conductor que me lleva a dar
una entrevista. Lo cotidiano, los vínculos, las noches; todo está bajo
presión. a
Voy a la playa a pasar un domingo, comemos dos pescados fritos
y dos maltas: un millón trescientos mil bolívares, el equivalente al
ar
sueldo mínimo con tickets de alimentación incluidos. Es en “playa
Pelúa”, a una hora de Caracas. El mar está inmenso y las palmeras
tan imponentes. Lo necesitaba.
p

Día 78
lo

Nos avisan que treinta y dos campesinos están detenidos en El


so

Vigía, estado Mérida, Sur del Lago. Llamo a Yoleida, compañera


constituyente de Mérida, arreglo para irme con ella; llegamos a
El Pinar el viernes en la mañana. El cuadro es complejo: llevan
una semana presos en la comisaría del Cicpc; hay dos compañe-
ras amamantando, una de ellas permanece con su bebé de cinco
F

meses. El tema todavía no está muy instalado comunicacional-


mente. Llegamos a la comisaría, en la entrada están los familiares.
PD

Logramos entrar al patio a ver a los detenidos y fotografiarlos. Sé, al


momento de tomar las imágenes, que cargan la potencia que puede
poner en marcha el movimiento que destrabe esta situación. Los
fotografío a todos contra la pared, a las mujeres, a la compañera
con su bebé en brazos. Mientras tanto Yoleida habla, pregunta, es-
tamos rodeados de varios policías. Al salir nos reunimos con varias

219
personas, queremos evaluar la situación antes de enviar las imáge-
nes. Decidimos difundirlas al llegar a la conclusión de que todos se

a
patean la pelota, no hay posibilidad de resolver la situación desde
la correlación de fuerzas locales; pasarán Semana Santa presos y

tur
seguramente más. La única forma es instalar el tema hasta que lle-
gue arriba, lo más arriba posible. Para eso las fotos y la articulación
comunicacional.

lec
* * *

Salen. El impacto era como se esperaba, el tema se difunde rápido,


el Twitter chavista está en marcha. La cultura política del Twitter
es poderosa en Venezuela. Asunto de Chávez.
a
La situación es la siguiente: los campesinos rescataron trescien-
tas cincuenta hectáreas del fundo La Magdalena. Están ahí desde
ar
octubre, el INTI nacional declaró esas tierras 95% improductivas
y los autorizó a producir, cosa que hacen. Hace una semana fue
una comisión, integrada por un juez, una fiscal, el Cicpc y la GNB,
p

e intentó llevarse detenidos a tres campesinos del rescate. Al ver


esa situación, quienes estaban en ese momento optaron por lo que
haría cualquiera de este lado de las clases sociales: solidarizarse y
lo

decir que, de llevarse a los tres compañeros, entonces tendrían que


llevárselos a todos. Así fue, y al llegar a la comisaría golpearon a
so

varios, los hicieron dormir varias noches en el piso, luego en celdas


con cloacas colapsadas; a la compañera con el bebé de cinco meses
la instalaron bajo una parte techada del patio, sobre un colchón, al
lado de una detenida amarrada, con problemas psiquiátricos. La
conclusión a la que llegamos es que todos cobraron: los dos jueces,
F

las dos fiscales, el INTI regional –que no reconoció los papeles del
INTI nacional– y las fuerzas de seguridad. Una de las fiscales fue
PD

vista junto con el terrateniente en un carro. ¿Cuánto cobró cada


uno? Se sabe que lo hacen en dólares. Depende de cuántas partes
deban pagarse. Se trata de tierras tipo A, es decir, las mejores, a dos
horas de Colombia.
El sábado recorremos otro rescate, el del fundo El Carmen,
para fotografiar, entrevistar y mostrar lo que representa meterse en

220
ese monte de inmensidad a producir en tierras improductivas du-
rante años. El rescate está dividido por consejos campesinos, con-

a
formados por agrupaciones de familias y cada una tiene alrededor
de dos hectáreas. Ahí arman los “cambuches”, que son estructuras

tur
de palo y telas, donde tienen sus pocas herramientas, que les roban
cada vez que arremeten contra ellos. Es impresionante para uno,
que está hecho de ciudad.
El domingo vamos a un rescate que lleva diez años. La idea es

lec
mostrar que los campesinos producen, tienen su conuco. Se trata de
dos cosas: liberar a los presos y desatanizar los rescates; combatir la
idea que se ha instalado en algunos, que sostienen que la política de
rescate/expropiación fue un error; que nada de eso produce, que los
campesinos agarraron los créditos para comprarse motos y que, por
ende, quienes nos salvarán son los grandes empresarios de la tierra.
a
Esa tesis no declarada ronda discursos, políticas económicas que no
se dicen; se traduce en apoyo a la agroindustria como apuesta cen-
ar
tral, junto con el intento de conformar un nuevo empresariado agrí-
cola. Parte de ese nuevo empresariado está dentro del chavismo,
en espacios de poder o de cercanía, y marca la orientación de las
p

políticas que no van hacia campesinos, comuneros, ni a pequeños y


medianos productores.
Hay más y es el problema que rastreamos desde el año pasado:
lo

existe una voluntad restauradora, una arremetida oligárquica que


tiene dinámicas locales, a la vez que, enmarcada dentro de la si-
so

tuación nacional, los terratenientes ven la posibilidad de recuperar


terreno perdido, de hacerse de nuevas porciones; leen una señal
que les permite hacerlo. Por eso se suceden desalojos en Barinas,
Portuguesa, Sur del Lago, y no se ven resoluciones a favor de los
campesinos. Puertas adentro, el balance sostiene que lo anterior fue
F

errado, que el campesino y el Estado resultaron improductivos. La


pregunta es: por qué las empresas agrícolas del Estado, en general,
PD

no funcionaron. ¿Qué sucedió?


El domingo, al finalizar la tarde, llega la noticia: los treinta y dos
fueron liberados. La presión comunicacional funcionó, operó sobre
las contradicciones, hizo entrar en acción a quienes se oponen a
que esto suceda. La decisión de sacarlos fue por una orden política
desde arriba.

221
El lunes, temprano, tienen la audiencia que les da la libertad
plena.

a
Creo que existen tres miradas en la dirección: los que quieren
continuar con el proceso histórico de democratización de la tierra,

tur
quienes buscan congelar, es decir, ni avanzar ni retroceder, y los que
buscan la restauración. La primera mirada es minoría. La apuesta
al empoderamiento y avance del sujeto histórico de la revolución no
está a la orden del día. En el dilema de conservar mediante pactos

lec
o avanzar profundizando donde se pueda, ha ganado la primera
opción. Preocupa la poca fuerza del movimiento campesino, sin eso
resulta difícil pensar en disputar decisiones y horizontes.
Hablo con varios de los que estuvieron detenidos. Unos melli-
zos de quince años, la compañera con su hija, dos compañeras que
viven en El Pinar. Gente humilde, trabajadora, con claridad polí-
a
tica. Van a volver a los cambuches, a continuar con lo que hacían.
La justicia no pierde su marca de clase. ¿Cuántos terratenientes
ar
presos hay? ¿Cómo pueden ganar los campesinos versus miles de
dólares? El Fiscal General arrestó a dieciseis fiscales en los últimos
meses, acusados de abuso de autoridad y corrupción. Dinero mata
p

política. Lo más probable es que vuelvan a darse nuevos desalojos.


Voy el último día al río. Me llevan los chicos de la familia donde
me quedo; son hermanos, primos, vecinos. El agua es fresca, es-
lo

tamos en el punto donde se encuentran la llanura y la montaña, a


orillas de la panamericana. Pescan con las manos los peces chupa
so

piedra, también un cangrejo; juegan a aguantar la respiración y a


dar vueltas canela desde una roca. Río con ellos; uno me recuerda
a mí mismo de niño. Me piden que les diga palabras en argentino.
Cargo un bolso con lechoza, yuca y plátanos; tomo la buseta en
dirección a Caracas.
F

Esta vez ganamos una batalla.


PD

222
Día 79

a
Sale a la puerta un encargado, pocos minutos antes de que abra el
banco. Anuncia que no hay dinero, que no esperen en vano. Casi

tur
todos los que están en la cola iban a eso. Uno de ellos se acerca por
otro motivo, necesita una nueva tarjeta:
—No, viejo. Nada de plástico –le contesta.
Ni tarjetas ni efectivo en el banco, se parece a las farmacias sin

lec
antibióticos. Imágenes del cotidiano de una ciudad que se mueve
más lenta en sus calles. El transporte esta colapsado. La disyuntiva
es la siguiente: el metro, público, gratis –ya no se paga el pasaje que
era simbólico–, con el 70% de las escaleras mecánicas rotas, pocas
unidades en varias líneas. Cobrarlo a precio de mantenimiento se-
ría elevarlo a un valor que pocos podrían pagar debido a la falta de
a
dinero en efectivo. La otra opción para transportarse son los auto-
buses privados, que cobran dos mil bolívares en efectivo, y siempre
ar
está la posibilidad latente de un asalto. Quienes pueden optan por el
metro, que además tiene la capacidad permanente de sorprender:
desde hace meses, en sus túneles y andenes suena Radio Miraflores,
p

es decir, los discursos de Maduro, canciones de Silvio Rodríguez.


No se me ocurre mejor forma de sabotaje interno.
Hoy me toca buscar efectivo. Lo necesito para viajar al inte-
lo

rior, pagar mi caja CLAP. Es imposible prescindir totalmente de


los billetes. Se terminó lo que tenía, que administré como pepitas
so

de oro. El cuadro, como la mayoría de las cosas, ha empeorado:


solo se puede sacar dinero por taquilla una vez al mes, lo demás por
cajeros, de los cuales muchos están vacíos. Por taquilla son veinte
mil, por cajero diez mil, una empanada cuesta cincuenta mil. El sa-
lario mínimo es un 1.307.646 bolívares, con tickets de alimentación
F

incluidos. No solamente se gana poco, sino que hay que pelear para
tener esa plata en efectivo. Hice tres horas de cola en el banco.
PD

Fui a ver un juego de sábanas –cambié de habitación en la casa


y, por ende, de cama–: promedio de cinco millones y medio. Casi
cinco sueldos mínimos. Un neumático de carro, veinte millones. Se
prevé una nueva alza del dólar para estos días.
—Yo no sé cómo este país amanece cada día –dice una amiga.

223
Hacía tiempo que no nos veíamos, aprovechamos para ir a al-
morzar; es Semana Santa y las calles parecen a las de la serie The

a
walking dead. Tarde libre, comemos un golfeado en Artesanos Café,
nos cruzamos con más amigos en la plaza Bolívar, vamos por unas

tur
cervezas. Regreso temprano a la casa, tengo mucho trabajo acumu-
lado, escribir y escribir, entregas para varias páginas; juntar unos
pocos de bolívares para cerrar cuentas que tampoco cierran.
—Compra tela y manda a que te cosan la sábana –me dicen.

lec
Lo bueno de la crisis es que las cosas se remiendan: la ropa, los
zapatos y sus suelas. Ahora cuidamos todo un poco más.
Estamos a menos de dos meses de las presidenciales. No hay
ambiente electoral, salvo por los diseños que mandan a los grupos
de Whatsapp. Las calles, las conversaciones, los ánimos, no hay am-
biente electoral, y no es cualquier elección. Como si se supiera que
a
ganará Maduro, que la victoria no cambiará el curso de las cosas,
que en definitiva estamos jodidos; pero es como el metro, lo otro es
ar
peor. El presidente promete que, si gana, sanará la economía; que
conducirá una batalla sin cuartel. Quisiera que fuera así. No creo ni
dejo de creer. Hasta el momento, en más de tres años no ha logrado
p

estabilizarla más que por breves momentos. No hay indicadores


que digan que mejorará; ni el anuncio de que le quitarán tres ceros
a la moneda, ni las compras de criptomoneda. Las raíces de la crisis
lo

son de guerra y siguen ahí: fuga de billetes, aumento del precio del
dólar paralelo, hiperinflación; así mismo, la corrupción arranca
so

posibilidades y quiebra planes, aunado al esquema interno de prio-


rizar los acuerdos con el empresariado importador y agro por sobre
lo demás. No se dice, sucede. Se refleja en los desalojos campesinos
que se multiplican, el desconocimiento del mundo comunal, lo poco
que se le da a la producción social/comunal y lo mucho que se les
F

da a los grandes. Con una cuestión central: los empresarios no son


algo ajeno al gobierno, son también parte; una parte que emergió
PD

y se consolidó en estos años con compras de medios de comunica-


ción, tierras, empresas, etc. Una nueva burguesía, la apuesta de una
parte de esta dirección que encarna, a su vez, ese actor. No se van a
quitar a ellos mismos.

224
Algunas líneas oficiales para la campaña son no hacer críticas
y no hablar de crisis económica. Para adelante, esperanza, amor,

a
futuro.
Junto con eso llegan noticias desde la FANB: varios detenidos,

tur
en particular en el Batallón Ayala, el encargado de Caracas. ¿Ha-
brá alguna acción de fuerza la noche de las elecciones o en ese in-
mediato después? De no suceder, entonces seguramente sigamos en
este cuadro. ¿Por cuánto tiempo? Indefinido, con una crisis agudi-

lec
zada por las sanciones económicas cada vez más fuertes de Estados
Unidos y sus aliados. Nos quieren llevar hasta el límite y asfixiarnos.
—La gente encontró las formas de rebuscárselas –dice un
compa.
No todos. Se ven más chicos pidiendo comida en la calle, perso-
nas inclinadas ante la basura.
a
Llega una noticia desde Brasil: van a encarcelar a Lula.
Las derechas avanzan, utilizan todos los métodos.
ar
Habrá movilización mañana en Caracas.
Llega otra noticia desde Portuguesa: nueva detención de cam-
pesinos en un rescate de tierras. Les quemaron la casa y el tractor.
p

Averigüé: el pasaje de autobús cuesta trescientos mil en efectivo,


solo ida; seiscientos mil ida y vuelta, debería ir al banco cada día
durante dos meses para lograr reunir el efectivo. Opto por lo mismo
lo

que todos: comprarlo a 80% por encima de su valor; en algunos lu-


gares cuesta 100% o más. Reúno el dinero, salgo para el país lejano.
so

Día 80
Barinas de punta a punta, la capital; Pedraza, Santa Bárbara. Nos
F

metemos en los rescates, filmamos la producción, vamos en moto a


llano abierto, inmensidad de frente. Conversamos con los produc-
PD

tores, familias que llevan años asentadas, que siembran, crían; nos
hablan de otros que vendieron sus hectáreas y de terratenientes que
metieron grupos armados dentro de un rescate para implosionarlo.
Armamos las piezas de un cuadro complejo, donde la solidaridad
automática no rige y es necesario moverse con contactos en los te-
rritorios. Se puede saber lo que sucede en el país con información

225
desde muy abajo o desde muy arriba, en el medio se sabe poco. Los
medios, por su parte, son en gran medida aparatos de propaganda

a
que solo permiten comprender, a medias, cómo se encuentra la di-
rección de cada una de las dos fuerzas enfrentadas.

tur
Conocemos a una productora de huevos en Santa Bárbara. Me
regala dos cartones, es decir, sesenta huevos. Los llevo de regreso en
bus a Caracas, hasta mi casa; doce horas con los cartones sobre las
piernas, cuidándolos como si fueran oro. Lo son en esta coyuntura

lec
donde regresó la hiperinflación que se había frenado relativamente;
el dólar pasó de doscientos mil a cerca de setecientos mil en unos
diez días, los precios vuelven a aumentar diariamente. Se sabía que
sería así previo a las elecciones, pues expone la vulnerabilidad de la
estructura económica actual: estamos agarrados, cuando deciden,
se acelera la caída como en un agujero. Hoy, sesenta huevos son un
a
salario mínimo y medio. Mañana será más.
Ya se decía que subirían el dólar a un millón antes de las eleccio-
ar
nes. El Fiscal General ordenó el arresto del dueño de una página
de cotización ilegal del dólar, porque ya no es una sola sino varias
las que presionan hacia arriba. También se puso en marcha la
p

operación “Manos de papel” en la que detuvo a ciento setenta y


cinco personas y bloqueó mil ciento treinta y tres cuentas banca-
rias –casi todas de Banesco– por los delitos de extracción de cono
lo

monetario y fijación del dólar paralelo. A los pocos días fueron de-
tenidos once directivos de Banesco, “de su alta gerencia”, subrayó
so

el Fiscal. Golpes necesarios, tardíos, que permiten acercarse a la


dimensión de la red criminal; evidencian complicidades de mucho
tiempo. Las fronteras entre los actores son tan complejas que siem-
pre regresa la misma pregunta: ¿quién es quién en esta guerra?
Mientras los anuncios ocurren, la realidad continúa con su pro-
F

ceso que devora, presiona, mastica. La campaña electoral, que ya


está en marcha, no emerge en los cotidianos, solo en los actos con
PD

tarimas y cámaras. Lo cotidiano es resolver, conseguir un puñado


de dólares por mes –así sean veinte–; empujar para entrar al metro,
a la camioneta, al mañana. Maduro hace lo que se pensaba que
haría, una campaña donde se sostiene en la fuerza histórica de la
revolución, políticas sociales recientes y promesas sobre cuestiones
económicas no resueltas, que son las más urgentes, nos queman. Se

226
hiere a sí mismo al repetir que si le dan diez millones de votos resol-
verá el tema económico e irá contra las mafias. La lógica debería ser

a
la inversa: avanzar en golpes certeros desde ayer para construir un
escenario más favorable para el veinte, y mostrar que tiene herra-

tur
mientas para lo que afirma que hará.
En frente está el exchavista y exintegrante de la MUD, Henri
Falcón, con su propuesta de dolarización de la economía; el plan-
teo de iniciar con un salario de setenta y cinco dólares mensuales

lec
que irá, según dicen, en un ascenso irrefrenable. Se abstiene de
contar de dónde sacaría el dinero y de aclarar que, de dolarizarse
la economía, setenta y cinco dólares no serían nada. Carga con
el peso de ser un exchavista, de no provenir de las altas alcurnias
a las que pertenecen los dirigentes de oposición, y de ser atacado
por la misma derecha que lo acusa de haber sido comprado por el
a
gobierno. Luego está Javier Bertucci, el outsider, evangélico –que
parece movilizar más gente que Falcón–, que organiza actos políti-
ar
co-religiosos, sancochos populares; que tiene el arrastre así como el
techo que significa ser evangelista, y mucho dinero.
Todo indica que Maduro ganará. No se sabe qué pasará luego.
p

La posibilidad de continuar con esta temporalidad significa una


profundización del país caníbal que resiste. A menos que venga
una nueva oleada frontal de violencia, difícil saberlo hoy, aunque
lo

es seguro que preparan todos los escenarios. Los norteamericanos


anuncian más sanciones a la economía y las presiones diplomáticas
so

se agudizan, las mismas tendencias en desarrollo.


Ya es mayo, comienzan las primeras lluvias; escribo para varias
páginas a la vez. Época de juntar millones de bolívares que valen
cada semana menos. Pasan cosas buenas en Caracas; como el Festi-
val Internacional de Teatro, la reapertura del bar El Rajatabla, así
F

como la comuna que está en construcción en Altos de Lídice.


Estamos a semanas de las elecciones, mañana será historia.
PD

227
Día 81
Faltan doce días para las presidenciales, Maduro está en cam-

a
paña por el país. El dólar pasó los ochocientos mil bolívares; Macri
anunció que volveremos al Fondo Monetario Internacional (FMI).

tur
Empecé el libro La vida, manual de instrucciones, de Georges Perec.
En la farmacia de abajo aparecieron antibióticos. Fui a Globovisión
a una entrevista y la productora, llamada Génesis, se va del país al
igual que varios de sus amigos. El agua volvió a normalizarse en la

lec
casa, así que ya no hay alarma roja ni baldes para acá, baldes para
allá. El tema campesino sigue en movimiento: se dieron tres títulos
a rescates, tres ataques armados: en uno llegaron a punta de plomo,
montados a caballo y en Hilux, mientras en el último aparecieron
de noche, armados con armas largas y una lista de cinco campesi-
nos para matar; se llevaron a dos frente a sus familias y compañe-
a
ros, lamentablemente aparecieron ultimados con dos disparos cada
uno. Los candidatos opositores no irán juntos, como decía el rumor.
ar
La embajada de Francia les pide a sus ciudadanos que tengan re-
servas de comida y agua potable por una semana, en vísperas de las
elecciones. En julio nace mi sobrina; mi hermana aprende a tocar
p

un vals peruano en la guitarra y combate la humedad porteña.


Estoy muchas horas encerrado en mi casa frente a la computa-
dora, con mate y café; por la noche fumo tabaco que me trajeron;
lo

debería prender una vela blanca y poner un vaso de agua, ya que


hace mucho que no lo hago, eso y escribir poesía.
so

Hay una extraña calma en el país.


No sé qué pueda pasar después del 20 de mayo. Necesito
reinventarme.

Día 82
F
PD

Son las 3:30 a.m., me como una arepa, suena el clarín de diana
desde una corneta chavista, en unos minutos me pasan a buscar.
Llegó el día. De una manera extraña, con una campaña que no
logró trascender más allá los actos y canciones pegadizas, no se
hizo espíritu, ánimo; hablo del chavismo. Del lado de la derecha
el cuadro se dividió entre quienes iban a votar por Falcón, quienes

228
votarían por Bertucci, y los abstencionistas, la mayoría de la oposi-
ción. Conversé con uno de ellos y me planteó las siguientes tesis, que
son generalizadas entre ellos: Falcón es un candidato puesto por

a
el chavismo para legitimar la farsa electoral, no hay más remedio
que esperar más sanciones, penurias y desastres para salir del cha-

tur
vismo. Como un camino de dolor que debe atravesarse, dolor que
se pregona pero que viven otros: él cobra mínimo cinco millones
de bolívares en cada consulta médica. Creen que con tanto colapso
económico por venir Maduro tendrá que renunciar, los militares

lec
harán un golpe, o intervendrán desde afuera. Así razonan. En
cuanto a la calle, la tienen todavía perdida: el miércoles anterior a
las elecciones movilizaron unas doscientas personas de su histórica
base social rancia.
Todos sabemos que después del 20 de mayo de 2018 la situación
será más complicada. Los escuálidos desean que colapse para salir
a
de esto, que es para ellos el absurdo chavista lleno de pobres igno-
rantes, mantenidos con dádivas, y un régimen de corruptos dicta-
ar
toriales. Los chavistas piensan cómo enfrentar lo que está por venir;
mucha gente saca cuentas para irse, se irán, no hay números toda-
vía del total que emigró. Muy pocos creen que habrá una mejora
p

económica en breve o mediano plazo. Yo no lo creo, las variables no


indican que pueda suceder: son guerra, plan confuso, corrupción,
límites estructurales; aun con el petróleo que ya está en 80 dóla-
lo

res por barril. Se vota en una situación compleja; el voto en estas


circunstancias tiene peso, historia, como lo resumió una votante
so

chavista: “Si perdemos será un peo y si ganamos también, pero los


chavistas estamos para esa vaina, para enfrentar y seguir pa’lante”.
Son las 3:30 a.m. Luego de unos veinte minutos deja de sonar la
diana y Caracas queda cortada de noche y soledad. El cielo parece
más grande a esta hora. Vamos en el carro hasta Altos de Lídice –se
F

destartala casi al llegar; está, como muchas otras cosas, atado con
alambre–, donde ya hay pequeñas colas en los centros de votación.
PD

Todavía vive un chavismo que mantiene la mística electoral. El


plan es filmar, entrevistar, fotografiar, subir a redes sociales; mos-
trar que la votación funciona con normalidad, que asiste gente. Los
escuálidos harán exactamente lo contrario: necesitan mostrar que
la abstención es generalizada –llegarán a decir que 80%– y que la
votación no solamente es un fraude, sino que, además, carece de

229
toda legitimidad. Hace meses que construyen esa matriz. Algunas
cosas son totalmente predecibles, como lo es también lo que dirán

a
los grandes medios de comunicación mañana, las portadas ya están
listas desde hace días.

tur
El día se divide en partes: mostrar lo que se vive en las calles, ir a
programas de televisión, y subirme a una moto de Telesur para re-
correr los centros de votación durante la tarde. Rodamos por todo
el oeste: Pinto Salinas, Sarría, La Pastora, 23 de Enero, La Vega,

lec
Antímano, atravesamos El Paraíso, Montalbán; subimos por los
cerros hasta arriba, ese arriba de la canción de Alí Primera que
dice que “abajo está la ciudad” y acá estaban los techos de cartón;
todavía los hay, casas de ladrillo a la vista sobre quebradas, arqui-
tecturas equilibristas. Cuanto más arriba más se vota, el asunto es
de clases. La sensación al recorrer la ciudad es que la participación
a
es baja respecto a otras elecciones. Es eso, sensación que se sabrá
verdadera o no en horas de la noche.
ar
No ocurren incidentes durante el día. Tengo el cansancio físico
de pararme a las tres de la mañana, así como de andar horas so-
bre una moto para arriba y para abajo. Hay que recorrer Caracas
p

en moto, es imprescindible para conocerla, sumarse a su ritmo de


salsa, rabia y Caribe.
Los resultados llegan con la tradicional aparición de Tibisay
lo

Lucena, rectora del CNE. La tendencia irreversible le da más de


cuatro millones de votos a Maduro en ventaja sobre Falcón. Al día
so

siguiente se sabe que el total definitivo de Maduro es 6.157.185 vo-


tos, con 46% de participación. Ese porcentaje abre varios debates.
Al ser medido en parámetros internacionales –qué participación en
Chile o Colombia, por ejemplo–, está dentro de los números que se
manejan en otros países, incluso aún más. La participación medida
F

en términos nacionales arroja otras posibles conclusiones: en pri-


mer lugar, que la campaña abstencionista de las principales fuerzas
PD

opositoras tuvo impacto en su base social y, en segundo lugar, que


una parte de los sectores populares del chavismo no fueron a votar;
principalmente por dos razones: la situación económica y el descon-
tento con formas de la política que ejerce la dirección. Nada nuevo.
El resultado está dentro de lo que se esperaba. La derecha nacio-
nal e internacional iba a decir lo mismo cualquiera hubiera sido el

230
resultado final. Quien finalmente se sumó a ese coro es Falcón, que
no reconoce los resultados. No tiene mayor carta que jugar, está al

a
borde de una caída frontal de su trayectoria política ya golpeada.
Bertucci reconoce los números; lo suyo fue una victoria ya que pasó

tur
de casi nada a menos de un millón de votos, logró recorrer el país y
construirse como figura.
Amanecemos con el país en calma, sin resaca postelectoral en
las calles, con una victoria apretada entre los dientes y la mirada

lec
puesta en los ataques que ya se multiplican en titulares, donde se
hacen acusaciones de fraude, de falta de legitimidad, secuestro de
la democracia, así como de no reconocimiento. A los titulares se
suman las declaraciones del Grupo de Lima, de España, el G7, y
las predecibles sanciones estadounidenses que profundizan el plan
de asfixia. Algunos de los puntos centrales anunciados son: el Es-
a
tado venezolano no podrá vender, transferir o dar como garantía
activos en los que posea más del 50% a ciudadanos o instituciones
ar
estadounidenses –incluida deuda pública y bonos de Pdvsa–, se li-
mita el acceso al sistema financiero estadounidense y aumentan
las limitaciones para hacer transacciones en dólares. El objetivo,
p

declarado, es el de cerrar más vías de financiamiento a Venezuela;


cortar canales de importación de productos esenciales como me-
dicamentos, repuestos, alimentos; incrementar la presión sobre la
lo

economía hasta volverla inviable, un colapso, que luego decante o


se articule con una acción de fuerza que obligue a la salida de Ma-
so

duro. ¿No es guerra?


Rusia declara ilegales las sanciones, reconoce a Maduro; se su-
man China, Irán, Turquía, Siria, Palestina, Argelia, Bolivia, El
Salvador, Nicaragua, Cuba, entre otros, y el bloque geopolítico
propio cierra filas. El presidente de la República Popular de China,
F

Xi Jinping, expresa su voluntad de elevar a un nivel superior la


alianza estratégica integral entre China y Venezuela. Maduro se
PD

proclama ante el CNE, habla de diálogo, perdones; la dimensión


de lo que significa haber llegado hasta acá, la victoria que construyó
desde su lugar de dirección principal de la revolución. Anuncia que
el encargado de negocios estadounidense, Todd Robinson, tiene
cuarenta y ocho horas para irse del país debido a sus acciones inje-
rencistas. Hay poca gente en la entrada del CNE. Los desafíos por

231
venir son inmensos, el mayor interrogante es la economía, ¿cuál es
el plan?

a
Las ruedas de prensa de los partidos opositores demuestran el
punto de arrinconamiento al que han llegado. No impactan, han

tur
perdido legitimidad; dependen de lo que se decida desde afuera. La
calle no les responde ni logran movilizar ni armar acciones violen-
tas, que intentan la noche del domingo y el lunes con la metodología
malandro pago, barricadas, acción nocturna. ¿Han llegado hasta

lec
este punto sin saber qué harían luego? Así es, al parecer. Pocas veces
se ha visto una derecha tan estructuralmente incapaz, con récord
de suicidios políticos y dependencia de los Estados Unidos.
Lo que sucedió antes, durante y después de la elección fue fi-
nalmente lo que se preveía, tanto en victoria como participación,
reacciones internacionales, así como en la continuidad del día des-
a
pués con los movimientos previstos de agresiones y defensas. El 21
de mayo de 2018 es igual al 20, pero con más titulares y amenazas
ar
contra nosotros. La economía sigue su curso, sube el dólar que llegó
a un millón, suben los precios, siguen las dificultades; así iba a ser y
así es. Tenía razón el asesor de empresas que parte de la siguiente
p

hipótesis: para saber qué va a pasar lo más seguro es pensar que se-
guirá relativamente igual, pero olvida el factor Venezuela. ¿Quién
podía decir en febrero de 2017 que en mayo estaríamos enfrentando
lo

asaltos armados a cuarteles y personas quemadas en la vía pública?


Podía suceder por la lógica del conflicto, las variables en curso, no
so

por el clima que se vivía en esos días. ¿Sucederá una nueva jugada
sorpresa que hoy solo vemos borrosa? Tal vez. Aunque el cuadro
depende, sobre todo, de la decisión de los Estados Unidos y de hasta
dónde están dispuestos a avanzar. Las opciones son limitadas: co-
lapso económico –su apuesta central–, golpe desde adentro, inter-
F

vención extranjera de fuerzas conjuntas del continente lideradas


por ellos, despliegue de fuerzas paramilitares colombianas con ac-
PD

ciones terroristas. Los diferentes diagnósticos indican que no están


cerca de un cuadro de intervención, aunque esté sobre la mesa. La
situación podría entonces prolongarse de manera, hasta ahora, in-
definida. No debemos olvidarnos del factor Trump.
Es miércoles en la noche. Caracas está en calma. Nos devora la
economía.

232
Día 83

a
La realidad está estancada. La expectativa por los anuncios econó-
micos es poca, no se espera contundencia y se teme que lo anunciado

tur
se evapore luego. Eso pienso. Pasó más de un mes del resultado elec-
toral, no ha habido cambios, ni maniobras, ni redireccionamientos.
Puede ser falta de posibilidad, asunto de poder real –interno– con
el enemigo, las fronteras donde eso se une en realpolitik, intereses

lec
económicos. La realidad para la mayoría sigue la misma dirección:
la desmejora, a veces acelerada, a veces moderada. El dólar pasó
de un millón a dos millones en tres semanas. Seguirá ese camino,
nada indica lo contrario. Con este panorama es probable que el
cuadro se extienda por un tiempo indefinido. Podría cambiar por
tres variables: a
1. Un estallido social: parece lejano, no se percibe.
ar
2. Un golpe desde adentro: siempre merodea, podría tomar di-
ferentes formas.
3. Una acción desde el extranjero. Depende de varios factores:
p

en primer lugar, del cuadro mundial del conflicto, las cartas


de Estados Unidos y la manera de jugarlas en Medio Oriente
y en el Pacífico. Ahí tienen el foco principal. Significa que
lo

no van a incrementar el frente venezolano o que, justamen-


te, por concentrar fuerzas allá, deben asegurar el continente
so

primero. La mayoría de los análisis plantea la primera op-


ción, no es seguro. En cuanto a la vía a través de Colombia,
con fuerzas aliadas/subordinadas en el continente, todavía
no parece a la vuelta de la esquina; puede que no llegue
nunca a materializarse. Dependerá de varios factores, en-
F

tre otros, del resultado de las presidenciales entre Duque y


Petro; lo más probable es que gane el primero, uribista, y el
PD

cuadro se agudice. ¿Hasta dónde?

Mientras tanto, Donald Trump posa junto a Kim Jong-Un.


Sonríen. Flash.
Anoto mientras viajo en los buses Caracas-Abejales-Guas-
dualito-San Fernando-Caracas.

233
—Mira, cuesta trescientos cincuenta mil, pero decidimos co-
brar seiscientos mil; es eso o no viajamos, ¿qué prefieres? –es lo

a
que dice el conductor y no es una metáfora, la semana anterior casi
no salían. Ahora hay más buses y son más caros. ¿Qué prefiero?

tur
Supongo que lo segundo. ¿Quejarse, preguntar? Imposible. La au-
toridad está en crisis, la institucionalidad también. Paso varios días
fuera de Caracas, compruebo lo que sospecho: el agujero negro de
la frontera nunca se detiene, se agranda. De noche cruzan buses

lec
cargados de carne, queso, sacos de billetes; gandolas y más gando-
las. De día lo hacen los minoristas, gente que viene de varias partes
del país, llena los hoteles, vacía los pueblos y va hacia el otro lado;
el guardia cobra mil pesos por cada kilo que pese el animal que se
cruce, las canoas van y vienen.
Acá el héroe no amanece. Esta sociedad de frontera tiene es-
a
pacio para acoplarse, pero no hay margen para enfrentarla, salvo
desde muy arriba. Por ahora se ven cosas menores en esa dirección,
ar
que no afectan el modus operandi ni las magnitudes del contrabando
de extracción.
Hablo con una muchacha, me cuenta que trabaja en limpieza
p

doméstica al otro lado, sin papeles; cobra doscientos veinte millo-


nes de bolívares mensuales. El sueldo mínimo en Venezuela son
dos millones quinientos mil. Un neumático de moto vale setenta
lo

millones, gasté cinco millones en un analgésico y un antibiótico.


Me escribe un compañero del estado Bolívar: un gramo de oro vale
so

setenta millones. La economía hace metamorfosis, parece caníbal,


una plaga. El país no parece, sin embargo, cerca del estallido. Hay
una parte que se devora a diario. Pusieron a dirigir a Industrias
Diana –empresa expropiada que produce o debería producir, entre
otras cosas, aceite– a un militar investigado por presunta masacre
F

y contrabando. Otro militar dirige AgroPatria –empresa expro-


piada que debe garantizar los insumos para la producción agrí-
PD

cola– y AgroFanb –la empresa agrícola de los militares–, mientras,


hoy por hoy, no hay insumos para los campesinos. La lista es larga.
Ya no se trata de qué medidas tomar, sino también de qué caracte-
rísticas tiene la dirección real, quiénes toman decisiones, conducen
hilos, importaciones, empresas, etc.

234
Otra parte del país resiste: productores que buscan la manera
de conseguir los insumos a pesar de la falta de políticas; campesinos

a
que se mantienen en sus rescates; jóvenes que no piensan irse, como
se ha puesto de moda, sino que piensan en hacer política chavista

tur
en su barrio o colegio. Gente que abre las puertas de su casa con un
plato de lo que tenga, que presta efectivo sin porcentajes, que re-
gala; que no hace negocios con la comida, sino que la transforma en
política organizativa justa. Trabajadores que se mantienen en mi-

lec
nisterios con sueldos mínimos porque creen que se puede, que la re-
volución no es solo un gobierno; gente que escribe, hace programas
de radio, filma, saca fotos sin pedir nada a cambio; milicianos que
se paran a las tres de la mañana, ordeñan, y luego salen en moto, en
camiones, o en lo que puedan, a participar de un entrenamiento.
Consejos comunales que se renuevan; comunas que se obstinan en
a
el horizonte estratégico.
La parte que devora no tiene límites.
ar
La que resiste no tiene fuerza acumulada para revertir el es-
cenario, que puede prolongarse; es lo más probable, a menos que
aparezca la carta imprevista. En Venezuela eso también es siempre
p

una hipótesis. En caso de no suceder, la realidad irá desmejorando.


¿Hasta qué punto? Nadie lo sabe. Creo que todavía no hay un hasta
acá que pueda marcarse. ¿Qué piensa la dirección? Intuyo que un
lo

sector está imbuido de las victorias electorales, otro arma sus nego-
cios y repite discursos necesarios, otro cree que hay una batalla que
so

dar para reencauzar el rumbo del proyecto y no permitir que sea


devorado.
Miro mucho a Argentina últimamente.
¿Hay un lugar para mí en la fila?
F

Día 84
PD

Caminamos desde la estación Los dos Caminos hasta plaza


Venezuela, una hora larga por la ciudad. El metro está detenido
por fallas y en la avenida no hay buses. Los mototaxistas están pa-
rados, no hay efectivo para pagarles. La gente camina por las ave-
nidas que suelen estar solas, otras personas hacen colas infinitas.

235
Caracas tiene la ventaja del metro; que amortigua la crisis del
transporte; cuando se detiene se parece a las demás ciudades: al

a
borde del colapso. Esta situación se agudiza, es parte de las varia-
bles principales del desgaste. Nosotros caminamos, otros no tienen

tur
esa posibilidad.
El gobierno no tiene respuesta suficiente con su flota de auto-
buses, tampoco capacidad de brindar repuestos a precio justo a los
transportistas privados, que suelen ser opositores y especuladores.

lec
Muestra de ello fue cómo inmovilizaron muchas unidades en va-
rias de las elecciones recientes. Debería haber nueve mil unidades
en Caracas para cubrir la demanda, circulan unas mil. Se multi-
plican otros tipos de transportes como, por ejemplo, los que fueron
bautizados como “perreras”; son camiones con barandas de ma-
dera o metálicas, llamados también popularmente transbarandas.
a
Ya han muerto varias personas al caer de ellas, las imágenes son
diarias; en algunos pueblos solo se viaja en camiones.
ar
Llevamos diecisiete meses de contracción del Producto Interno
Bruto (PIB). Las sanciones norteamericanas aplicadas con bisturí
sobre Pdvsa surten efecto; de igual manera, la misma Pdvsa no
p

logra aumentar la cantidad de barriles de producción diaria: la


meta, anunciada desde noviembre, es de dos millones al día, qui-
nientos mil más de los que se están produciendo. El precio del barril
lo

comenzó a recuperarse el año pasado, oscila en los sesenta y cinco


dólares, un precio superior al de los años del descenso catastrófico
so

iniciado a mediados de 2014; similar a etapas anteriores. Los pre-


cios, contra el mito falso del barril a cien que permitió que se hiciera
la revolución, fueron: treinta y tres en 2004, cuarenta y cuatro en
2005, cincuenta y siete en 2006, ochenta y seis en 2008, cincuenta y
tres en 2009, setenta y uno en 2010, noventa y ocho en 2011, ciento
F

tres en 2012.
Según investigaciones, este año deberían ingresar al país treinta
PD

y cinco mil millones de dólares por exportación de petróleo –si se


elevase a dos millones diarios, entrarían diez mil millones más–, en
2016 fueron veintiséis mil cuatrocientos setenta y tres millones. El
peso de la deuda es menor: en 2016 fueron dieciséis mil millones,
este año es la mitad. Las reservas actuales son bajas, están en ocho
mil setecientos cincuenta y seis millones de dólares.

236
En ese cuadro existen varios debates y propuestas. Algunos
plantean que se debe liberar el control de cambio, otros afirman

a
que eso sería entregar las armas; en el medio hay matices, pregun-
tas, debates sobre las formas de llevar adelante o no la medida. No

tur
se escucha todavía la posición oficial; se ven indicios, algunos he-
chos que se averiguan por pedazos, como la autorización de que las
casas de cambio oficiales cambien el dólar a más de dos millones,
para acercarse al paralelo que ya escaló a más de tres de millones.

lec
El objetivo parece ser captar las remesas.
Es necesario analizar en mayor profundidad las características
de la dirección, de quienes están al mando de las decisiones cla-
ves de la economía: su conformación política, económica, el país
que proyectan. ¿Estamos frente a un nuevo sector empresarial que
abarca, entre otras cosas, tierras, medios de comunicación, impor-
a
taciones, articulado en grupos políticos con espacios de poder y
alianzas con el viejo empresariado? Afinar el lápiz, entender las
ar
evoluciones, mutaciones.
A fines de julio tendrá lugar el cuarto congreso del PSUV, un
punto clave para ver posibilidades de avance o no, rectificaciones
p

o no. Es el partido de Chávez, el de gobierno, de la revolución; hay


que pelear el PSUV, preservar la unidad con debate.
Conversamos estas cosas con unos compañeros que llegaron
lo

de Argentina, nos vamos a Mucuchíes, en los Andes merideños,


donde existe una experiencia de productores de papa que han de-
so

sarrollado una producción nacional de semillas, que abarca el 10%


de las necesidades del país. Han enfrentado las mafias que acapa-
raban la importación de semillas de papa y frenaban el desarrollo
nacional.
—Somos gente común haciendo cosas que antes estaban re-
F

servadas a otros; nos decían que no podíamos porque no teníamos


técnicos especializados, rompimos tabúes, los campesinos sí pode-
PD

mos hacer lo que nos decían que no podíamos –dice uno de ellos,
resume la cuestión.
El frío en el páramo golpea como invierno seco andino. A unas
horas de allí está la carretera panamericana, Tucaní, donde vamos
a una escuela de formación campesina. Dormimos en la montaña
que tiene un paisaje natural imponente, olor a café tostado; una

237
inmensidad por delante que llega a tener como horizonte el lago
de Maracaibo, que se confunde en la palidez con el cielo. En la

a
noche se ven los rayos poderosos del Catatumbo. La pelea por la
tierra sigue, con respuestas a cuentagotas y sin concluir por parte de

tur
las instituciones, con una voluntad que no se quiebra aguas abajo.
Quedan inmensidades por conquistar. A unas pocas horas de acá,
a Cúcuta, llegaron Cascos Blancos de Argentina para atender –di-
cen– la situación de los migrantes venezolanos.

lec
Regresamos a Caracas. Nuevamente los jugos de fruta cerca
del puente Llaguno, las largas horas en la habitación frente a la
computadora en textos para diferentes trabajos, el intento de expli-
car(me) este maravilloso “país en movimiento”, como lo nombró el
poeta Víctor Valera Mora, El Chino. Hoy compro velas blancas,
coloco un vaso de agua, leo el nuevo libro de cuentos que terminó
a
mi madre. Sus palabras cuentan mundos del adentro y del afuera;
una mirada como un cerezo sobre la vida que nos rodea, que nos
ar
hace que creamos. Ella había escrito de mí que era un haz de raíces
desenterradas. Tenía razón.
Releo frases del poema de Rilke que me envió mi padre el año
p

pasado:

Se debería esperar y saquear toda una vida, a ser posible una


lo

larga vida; y después, por fin, más tarde, quizá se sabrían escribir
las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son, como
so

creen algunos, sentimientos (se tienen siempre demasiado pronto),


son experiencias. Para escribir un solo verso, es necesario haber
visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los
animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué mo-
vimiento hacen las flores al abrirse por la mañana. Es necesario
F

poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros


inesperados, en despedidas que hacía tiempo que se veían llegar.
PD

Hoy floreció una orquídea en la terraza. Hace casi seis años


florecía otra ante mí en el patio de la casa de mi abuela en la calle
59 de La Plata. Había muerto unos meses atrás, el 21 de agosto.
La enterramos el 22, día de la masacre de Trelew. Recuerdo esa
orquídea amarilla con pintitas naranjas. Esta tiene flores blancas y

238
huele a madreselva. Me fui poco tiempo después de que floreciera
la orquídea de La Plata.

a
Salgo a caminar por Caracas, hace semanas que busco a una
persona sin encontrarla.

tur
Día 85

lec
—Si Venezuela es una amenaza para la región, ¿por qué simple-
mente no la invadimos? –dijo Donald Trump a puertas cerradas.
Fue en agosto de 2017, poco después de votada la ANC.
Lo desaconsejaron desde adentro por diferentes vías. En esos
días lo declaró públicamente al afirmar que no descartaba la op-
ción militar, buscó un posible consenso con gobiernos latinoameri-
a
canos que no logró. A los pocos días anunció el paquete de ataques
económicos que, desde entonces, tomaron más volumen, áreas;
ar
fortificaron el bloqueo.
El año 2017 pudo haber experimentado una guerra civil, una
intervención, más de lo que fue y enfrentamos; amenazó con desha-
p

cernos. Lo que hoy vivimos es, a la vez, todo lo que se logró evitar,
los escenarios que no se lograron activar.
Es mucho lo que se desactivó, la capacidad que mostró Maduro
lo

para salir de los momentos políticos más complejos, con el caso pa-
radigmático de la ANC. ¿En qué escenario estaríamos hoy sin esa
so

carta o si la participación el día en que se eligió hubiera sido baja?


Esa capacidad política de la dirección para acertar con la ANC y
quebrar el curso de acumulación hacia la asfixia es lo que no apa-
rece en lo económico. Nos ahogamos.
Los Estados Unidos lo saben, aprietan para ensanchar lo que
F

duele, para que el país no pueda refinanciarse, pagar, cobrar, im-


portar; para que Pdvsa no logre levantarse de sus errores –algunos
PD

intencionales, de sabotaje; otros producto de la corrupción–. Pelea-


mos contra el imperialismo, contra su estrategia desarrollada y per-
feccionada durante décadas en el continente y fuera también: desde
las dictaduras de los años setenta en el sur del continente, la contra-
rrevolución en Nicaragua con la táctica de los contras, la invasión y
masacre a Panamá; el golpe de Estado que no lograron acá mismo

239
en 2002, luego en Bolivia sin éxito, Honduras, Paraguay y Brasil,
con reproducciones adaptadas de escenarios sirios y ucranianos.

a
Es necesario analizar el mapa continental, los diferentes cam-
pos de intervención que despliega el Comando Sur en sus escena-

tur
rios de guerra en desarrollo: golpes parlamentarios; colaboraciones
militares permanentes o específicas; entrenamiento, capacitación
y adoctrinamiento; cambios normativos que facilitan la consoli-
dación y ejercicio de estados de excepción, dirigidos a combatir al

lec
real, potencial o imaginario enemigo interno; patrullajes militares;
instalación, refuncionalización o modernización de bases milita-
res; aumento en los presupuestos de seguridad y defensa; avitua-
llamiento con equipos de combate y vigilancia de alta tecnología;
sistemas cooperativos de inteligencia; fuerzas especiales con inte-
grantes oficiales o contratistas (mercenarios); ejercicios militares
a
conjuntos; creación de fuerzas de tarea combinadas; sabotaje ali-
mentario, sanitario y/o de servicios básicos; (agua, electricidad, co-
ar
municaciones); creación de grupos de choque; bloqueo comercial y
financiero; desestabilización monetaria; deuda; operativos de “uso
de la ley como arma de guerra” o Lawfare; y hasta utilización de
p

catástrofes naturales para rediseñar territorialidades y controles.


Así los reúnen Ana Esther Ceceña y David Barrios, investigadores
del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica.
lo

Un panorama de movimientos del Comando Sur muestra la


evolución de sus posiciones en el continente: la escalada contra
so

Venezuela; los roles de países clave como Colombia, que vuelve


a ser gobernada por el uribismo y ha pasado a ser socio global de
la OTAN; Panamá; las nuevas posiciones en proceso de consoli-
dación en Ecuador y Paraguay; los ejercicios militares conjuntos
realizados y por realizarse bajo diferentes nombres y fachadas,
F

doce entre enero y septiembre del 2018. Los Estados Unidos están
desplegados, con objetivos de corto, mediano y largo plazo; operan
PD

sobre todos los tiempos, contra las fuerzas de transformación po-


pulares actuales y las que puedan emerger; contra las inversiones
chinas, rusas, en un diseño de nuestro continente según sus nece-
sidades políticas, económicas, culturales. Es un imperio y está en
un escenario de disputa mundial. Somos parte de esa disputa, de
su necesidad.

240
Quieren a Venezuela como un campo de cenizas. Enfrentamos
todo el fuego que caerá sobre un proceso que se proponga cambiar

a
el orden de las cosas, intolerable para quienes conducen los poderes
reales, aquellos que muchas veces desconocemos. ¿Cuál es la can-

tur
tidad de desinformación que cargamos? Aprender de Venezuela
es una necesidad para quien quiera romper con una posición de
subordinación continental y de saqueo nacional.
No todo es culpa del imperialismo. Es tan evidente como la ac-

lec
tuación del imperialismo.
Nos quieren en la barbarie, en la pobreza, en el enfrentamiento
a bala y machete. Somos, en parte, lo que necesitan que seamos
cuando nos animalizamos; nos devora el capital y la guerra. Somos,
a su vez, la pelea de un país que no se rinde, aguanta en palabras,
silencios y actos, como el acontecido en estos días cuando se fundó
a
una comuna en lo alto de Lídice; donde se hacen asambleas entre
vecinos y se resuelven, de manera colectiva, los problemas que se
ar
superponen y parecen aplastar. Es una pulseada diaria, subterrá-
nea, entre millones, en la cual casi todos estamos. ¿Quién cuenta
la historia de nuestros héroes? Creo que muy pocas sociedades po-
p

drían hacer frente a tanto. Ahí también está Chávez.


Camino con Jesús por el barrio; tiene un hijo, Luciano, que ya
cumple varios meses. Anda en La Pastora de arriba abajo todos
lo

los días, hay proyectos en marcha, como una ruta de transporte


comunal que urge; porque lo que impacta en el centro de la ciudad
so

suele serlo con más fuerza en las zonas populares, en lo alto de las
barriadas, en los pueblos alejados de los centros, en las periferias
de las periferias. Tomamos unos mates, el encierro al que a veces
obliga la escritura puede opacar los horizontes; es necesario andar
en asambleas, rescates, charlas y demás actividades.
F

Desde Altos de Lídice se ve como Caracas se extiende sobre los


cerros que, de a poco, quedan despoblados hasta ser puro verde,
PD

puerta hacia la inmensidad de este país que me hizo suyo, que ad-
miro y que extrañaré.

241
Día 86

a
—Una operación completa de cirugía estética, implantes, corpiño
especial, liposucción y faja, cuesta miles de dólares en una clínica

tur
de alto nivel del este de Caracas –me dice una chica que trabaja de
recepcionista en una clínica.
La miro sorprendido, mientras estamos como en un tetris en un
vagón del metro:

lec
—¿Y hay gente que paga por eso, no bajó la cantidad?
—No, qué va, si como mínimo hacen cerca de tres operaciones
por día.
Ve gente famosa, con escolta, políticos, carros polarizados, el
mundo que no vemos y nunca pierde. Nunca. Ella gana en bolívares
el equivalente a tres dólares al mes, vive en un cerro, toma el metro
a
en horas pico; dejó de estudiar porque ya no puede pagar la univer-
sidad. ¿Qué puede pensar de la revolución? ¿De los dirigentes que
ar
aparecen en televisión y repiten que estamos en el año de despegue
de la economía y la construcción de un robusto modelo de desarro-
llo? Me pregunta, como tantos:
p

—¿Qué haces en este país donde todo el mundo se quiere ir?


Es parte de la crisis que es más que económica, de la tendencia
restauradora que avanza por dos vías: una política/económica a
lo

veces visible, y otra subterránea, social, diaria. La primera puede


rastrearse en decisiones sobre orientaciones en diferentes áreas, por
so

ejemplo, el caso agrario es uno de los más evidentes: se frenaron


las expropiaciones, los rescates, existen apoyos a medio camino en
los casos más conflictivos, se multiplicaron los desalojos y ataques
–intentaron matar con una motosierra a una dirigente campesina
en el rescate Buena Esperanza, en el Sur del Lago–; de igual forma,
F

el apoyo a la producción campesina se ha dejado progresivamente


de lado. Hoy el pequeño y mediano productor está, en gran parte,
PD

desprotegido en una economía que devora a quien no le pueda


seguir el ritmo. Se han disminuido hasta la casi desaparición las
instituciones creadas para incentivar y apuntalar esa producción;
bien sea por razones políticas de priorización, de corrupción, así
como el otorgamiento de empresas clave del Estado a directorios

242
que muchas veces las quebraron. El diagnóstico gana por nocaut, se
confirma al recorrer el país.

a
Esa tendencia también se expresa en lo político, en el retorno y
predominio de formas contra las cuales se había alzado la revolu-

tur
ción bolivariana: el monopolio de la palabra pública; dirigentes que
ordenan desde últimos pisos de torres ministeriales sin consultar;
la arrogancia de funcionarios sin base, legitimidad ni arraigo; el
ataque al debate crítico.

lec
La otra forma restauradora es silenciosa y permanente. Sin dar-
nos cuenta, han ganado espacio las desigualdades que eran cons-
titutivas del orden injusto; los pobres son más pobres, marginados
en posibilidades. Se aplacó la disrupción, el contagio de la palabra
política, el espíritu que habitaba el país hace unos años atrás. De a
poco ha retornado la “normalidad” que la revolución se propuso
a
combatir. Gran parte de la dirigencia mantiene niveles de vida que
algunos no logran esconder, o que no se preocupan en exhibir. La
ar
tendencia restauradora, la capacidad de regreso y reproducción
del orden antiguo está ante nosotros cada día, en nosotros mismos.
¿Dónde está lo revolucionario de la revolución?
p

Existen resistencias, compañeros y compañeras que organizan


sus barrios; iniciativas para frenar el retroceso a través del protago-
nismo popular, poner a producir la tierra; cuadros dentro del Estado
lo

que buscan por dónde avanzar; políticas de Estado que continúan,


como las más de dos millones de viviendas entregadas desde 2011;
so

gente que no piensa en irse del país pase lo que pase: una trama irre-
ductible sobre la cual podría sustentarse una contraofensiva. ¿De
quién depende que suceda? En parte de la dirección, por la marca
de fuego de este proceso que necesita de esa decisión y empuje desde
arriba, pero, por otra parte, también depende de los movimientos
F

populares que no han logrado reunir aún lo suficiente para con-


vertirse en poder, con capacidad de disputar ni crear espacios de
PD

dirección. ¿Qué proyecto tiene la dirección actual, sus conductores


centrales? ¿A qué conclusiones han llegado puertas adentro?
La guerra; primero la guerra, luego la revolución y todo lo
demás.
La guerra y la revolución son inseparables, avanzamos o
retrocedemos.

243
Los debates históricos están sobre la mesa. ¿Cuál es el costo de
ganar la guerra con el freno del proceso revolucionario? ¿Se la puede

a
ganar sin la puesta en movimiento de las formas revolucionarias de
la política y la economía? ¿Si se avanza en las transformaciones

tur
vendrán más ataques? ¿Los ataques no vendrán de todas maneras,
digamos lo que digamos, hagamos lo que hagamos, a menos que
entreguemos el petróleo y las inversiones chinas y rusas? Las pre-
guntas están desde que comenzó esta etapa, ha costado sintetizar

lec
los análisis.
Este escenario se agudiza a medida que el tiempo se prolonga,
las elecciones ya son memoria lejana por la velocidad de los aconte-
cimientos políticos, y no se vislumbran decisiones macroeconómi-
cas para torcer la direccionalidad actual, ni hay una recuperación
de la capacidad del gobierno sobre la economía, así como tampoco
a
hay un cambio de las formas de dialogar con la gente. La situación
de desigualdad se agranda.
ar
¿Hasta cuándo se aguantará? La misma aturdidora incerti-
dumbre.
p

* * *
lo

Nadie puede asegurar la Venezuela de mañana, la manera en que


se hará poesía o se destruirá la poesía; ni cómo estarán quienes
so

hoy aparecen en pantallas pronunciando discursos ante desfiles y


salones. Habrá invariantes: los barrios con su tiempo auténtico; la
capacidad de siempre pelear; la salsa así como la calle por la que
se abre la noche; la noche enamorada de sus soledades con basura
degollada y taxis que llevan a parejas a los hoteles; las habitaciones
F

alquiladas en casas; el Caribe cerca, metido en la manera de decir


las palabras “amor”, “mi vida”; quisimos tanto.
PD

244
Día 87

a
La inmovilidad hunde. La acción no es victoria asegurada, es su
posibilidad necesaria; lo mostró la marcha campesina que reco-

tur
rrió más de cuatrocientos kilómetros a pie, desde Portuguesa hasta
Caracas. En su camino reunió solidaridades, una épica de lo que
se hace con pocos recursos materiales, una dosis explosiva de vo-
luntad y acierto político. No fueron muchos en el inicio, pero sí los

lec
suficientes para generar efectos desencadenantes y recordar que la
movilización es vital para el proceso político. La revolución nece-
sita presiones desde abajo.
Fueron recibidos en Caracas luego de destiempos propios de la
falta de costumbre de la dirección. La última acción similar –con
sus distancias– había sido la movilización de la comuna El Mai-
a
zal, en diciembre pasado. Maduro se reunió con sus integrantes,
ordenó la cadena nacional de radio y televisión, dio el micrófono
ar
a los campesinos y campesinas que hablaron con las verdades que
arden en los rescates del país: de las zonas de balas, de los desalo-
jos, los enjuiciamientos, sobre la corrupción a todo nivel a favor
p

de terratenientes, de las inconsistencias ministeriales; asimismo,


del desamparo de uno de los sujetos de la columna vertebral de la
revolución. El Ministerio del Poder Popular para la Comunicación
lo

e Información, que había intentado cerrar sus pantallas al tema de


la marcha campesina, tuvo que abrirlas en el acto. Quienes acusa-
so

ban a los campesinos de infiltrados tuvieron que callarse; quienes


dijeron que Maduro no los escucharía, también. La política no es
lineal.
¿Fue como queríamos que fuera? No. Sucedió como se logró,
con esa voluntad, esa presión. ¿Qué otro proceso político en el con-
F

tinente construye escenarios como este?


El problema es el derrotismo o la sobredimensión. La marcha
PD

campesina no cambiará la direccionalidad de la política agraria


ni las contradicciones internas. No hay plumazos que solucionen,
ni llaves únicas. Existe sí la necesidad de emerger como actores,
disputar espacios, sentidos, construir correlaciones de fuerza.
Se avanzó. Vienen más acciones campesinas, reagrupamientos,
así como la consolidación de una fuerza que se caracterizó por su

245
potencia, seguida de dispersión y nuevamente, ahora, proceso de
consolidación.

a
tur
ec
r al
pa
MARCHA CAMPESINA EN SANTA BÁRBARA DEL ZULIA
FOTO: TATUY TVC

* * *
lo

A las pocas horas del acto asesinaron a tres campesinos. Fue en


el predio La Escondida, Barinas. Sicariaron a tres. Uno de ellos,
so

Reyes Parra, dirigente del rescate, fue mutilado, degollado y rema-


tado por un tiro de gracia. Método paramilitar, método Uribe. Con
Eduardo habíamos entrevistado a Reyes y redactado notas donde
contaba las amenazas, los disparos, las corridas, así como las sen-
tencias de muerte del presunto dueño de las tierras. Su voz quedó
F

en un video donde explica la muerte que le mandaron por encargo:


—Está ahí el señor Ricardo Mora –presunto dueño, quien los
PD

mandó a matar–, portando pistolas; esas que llaman escopetas pa-


jizas, y nosotros no enfrentamos la situación porque no tenemos
armas; las armas que tenemos son el machete, la escardilla y la pala.
Impotencia, rabia, la verdad de la lucha por la tierra.

246
* * *

a
Esa pelea sucede mientras la macroeconomía está en el ojo del de-
bate. El 2 de agosto de 2018 aparece en gaceta oficial N.ro 41.452

tur
la derogación de la Ley del Régimen Cambiario y sus Ilícitos, así
como, del artículo 138 del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de
Ley del Banco Central de Venezuela en lo que concierne exclusi-
vamente al ilícito referido a la actividad de negociación y comercio

lec
de divisas. Días después el Presidente Maduro anunció que a partir
del 20 de agosto de 2018 se le quitarán cinco ceros al bolívar –ya
no son tres como estaba previsto– y que la moneda tendrá su valor
atado al petro, así como también, que se favorecerán las importa-
ciones de agroinsumos y de bienes de capital. Sobre cada uno de los
puntos se desarrollan debates, preguntas, incógnitas, debido a que
a
las medidas son expuestas sin demasiadas precisiones. Resulta di-
fícil pronosticar resultados. Como en el caso campesino, no parece
ar
existir una respuesta mágica dentro de un cuadro tan complejo,
asaltado por el bloqueo norteamericano, las tensiones internas y los
focos de corrupción. El último anuncio del presidente, consistente
p

en regular el precio de cincuenta productos, se desvaneció con los


días. ¿Cómo se regula con hiperinflación?
Lo positivo es la toma de decisiones para orientar políticas. En
lo

particular, respecto al ilícito cambiario, que despenaliza las opera-


ciones de divisas entre particulares naturales y jurídicos en casas de
so

cambio. Se busca incentivar la llegada de capitales, su inversión en


el país, la generación de condiciones y confianza; así como acceder
a una nueva fuente de dólares: las remesas; se calcula que en 2017
ingresaron dos mil millones de dólares y que este año serán 6 mil
millones –representan un 60% de lo que se supone, según diversas
F

estimaciones, que se importó en el año 2017–. El problema es que


ese dinero no ingresa nunca al Estado, circula por el mercado pa-
PD

ralelo. Es una fuente antes inexistente, como la emigración a esta


escala que la produce.
¿Se logrará detener el mercado paralelo? ¿Existirán suficientes
dólares ahora que solo serán del sector privado, mientras que el
Estado tendrá uso exclusivo de los que produce a través del petróleo
y no los someterá a la venta a precio de dólar regulado? ¿Quienes

247
están fuera enviarán su dinero por los canales legales? Son muchas
las preguntas, al igual que sobre el petro; sobre la eliminación de los

a
cinco ceros; los impactos que tendrá, por ejemplo, en las tarifas de
los servicios y la gasolina.

tur
¿Cómo reaccionarán quienes hacen de la economía su principal
trinchera para devastarnos?

* * *

lec
Un apagón dejó a casi toda Caracas en la oscuridad. La capital ex-
perimenta en carne propia lo que sucede en otros estados. Saboteo,
falta de inversión y colapsos. Terminó el IV Congreso del PSUV, la
unidad del chavismo se mantiene: compleja, tensa, como toda uni-
a
dad de estas dimensiones en una época de tanta crisis y violencia.
ar
* * *
p

Estuve en la asamblea extraordinaria de la Ciudad Comunal


Campesina Simón Bolívar, en la inmensidad del Apure. Fue uno
de los primeros lugares que conocí en Venezuela, en 2011. La ex-
lo

periencia de autogobierno continúa, se renueva; enseña la certeza


de los horizontes estratégicos, las piedras que se lanzan lo más lejos
so

posible. No es suficiente, es imprescindible.


Nos fuimos a un río de Barinas con comuneros de la Ciudad Co-
munal El Maizal, de la CRBZ, para descansar de las horas llaneras
de viaje de Caracas al Apure, así como de la actividad. Ángel, Pe-
dro, Kevin, Karina, tantos nombres de compañeros y compañeras
F

que han hecho de esta causa el tiempo de sus días y noches, sin pedir
nada a cambio. Sancocho colectivo, fútbol, camioneta embarrada,
PD

sin frenos bajo la lluvia; la tarde en la montaña, envueltos entre


arboledas con selva, y salsa; joropo en la noche. Lo que no se cuenta
en las historias de los procesos que cambian el curso de la historia.
Venezuela lo hizo, pelea por seguir y no ser arrasada.
Es tanto lo que no entra en las páginas de este libro, ni de todos
los libros de todas las revoluciones.

248
Día 88

a
Quisieron matar al presidente. Lo vimos por televisión, ocurrió en
la avenida Bolívar, en el acto del 81.er aniversario de la GNB. Su

tur
respuesta fue serenidad y algo de asombro ante un dron que explo-
taba de manera poderosa en el aire. Estaba rodeado del alto mando
militar y de algunos de los principales representantes de los poderes
públicos. Se activaron los mecanismos de seguridad a su alrededor,

lec
cortaron la transmisión en vivo. Quedamos ante la duda-certeza.
El ministro de Comunicación e información anunció que se trató
de un intento de asesinato al presidente Maduro; él mismo, en la
noche, confirmó lo sucedido. Un magnicidio frustrado. Esta vez el
lobo llegó; la derecha jugó la carta para volar por los aires –literal-
mente– el escenario político.
a
El ataque fue con dos drones modelo DJI M600; uno, el que
llegó cerca del presidente, estaba preparado con pentrita y pólvora,
ar
mientras el otro con C4. El primero fue desorientado por inhibi-
dores de señal y detonó fuera del perímetro del objetivo principal;
el segundo también cayó desorientado y explotó en el primer piso
p

de un edificio cercano. El primero iba a estallar desde arriba, el


segundo desde el frente.
Las informaciones llegaron rápidamente y la culpa descargada
lo

en el mismo eje: Estados Unidos-Colombia-Venezuela. En los días


siguientes fueron detenidas varias personas, una de ellas había par-
so

ticipado en el asalto al Fuerte Paramacay en agosto del año pasado


–donde fueron robadas armas de guerra–; mientras otros once de
los implicados habían participado en las guarimbas de 2014 y 2017.
Los supuestos autores reivindicaron el ataque el mismo día. Un
comunicado fue leído desde Miami por la golpista Patricia Poleo,
F

defensora de la tesis de que solo se podrá terminar con el chavismo


mediante la violencia armada. La acción llevaría por nombre Ope-
PD

ración Fénix, dirigida por algunos oficiales, suboficiales y soldados,


activos y en reserva, de la FANB. Desde una cuenta de Twitter,
@soldadosdfranela, también hubo una adjudicación del hecho,
como una acción que habría sido civil y militar.

249
* * *

a
El hecho, que desconcertó en el momento, no resultó sorpresivo: se
sabía que podía suceder, como parte del repertorio de acciones den-

tur
tro del escenario de guerra en el cual estamos inmersos. Un repaso
de los últimos meses evidencia que se habían desactivado intentos
de golpe desde el interior de la FANB, así como de grupos armados
compuestos de civiles y desertores. En el primer caso, un hecho no-

ec
torio fue la desarticulación, en marzo de este año, del Movimiento
de la Transición al Pueblo, que tenía epicentro en batallones clave
como el Batallón Ayala, en pleno Caracas. Mientras, otro de esos

r al
pa
lo
so
F
PD

ATENTADO CON DRONES. 4 DE AGOSTO DE 2018


FOTO: MARCOS SALGADO

250
casos de intento de golpe fue la acción dada a conocer a posteriori por
el portal Bloomberg, la Operación Constitución, que –afirmaron–

a
debió haberse realizado antes de las elecciones presidenciales para
impedir los comicios y secuestrar a Maduro.

tur
Por otra parte, en el caso de grupos armados desarrollados por
fuera de la FANB, el hecho más notorio fue el de Oscar Pérez, actor/
desertor/lanzagranadas que aparece en la palestra pública en julio
de 2017 con el ataque desde un helicóptero sobre el Ministerio del

lec
Poder Popular para el Interior, Justicia y Paz, y el TSJ. Él y el grupo
que lideraba cayeron a principios de este año: estaban en su es-
condite con armas robadas en varias acciones militares –la última
a finales de 2017–, desde donde dispararon contra los cuerpos de
seguridad del Estado que fueron a detenerlos. Fue presentado como
héroe y mártir por la prensa internacional. Su muerte no significó el
a
fin del intento de construcción de un brazo armado que tiene años
en desarrollo: no es casualidad que muchos implicados en el intento
ar
de magnicidio hayan sido antes guarimberos, muestra de que los
lapsos de silencio no han sido sinónimo de abandono del objetivo de
derrocar a Maduro, sino de haber pasado a un eslabón más alto en
p

el tipo de estructuras y operaciones.


Con el pasar de los días fueron dados a conocer más elementos.
El entrenamiento de los dos equipos que manejaron los drones –pi-
lo

lotos, explosivistas, enlaces– fue dado en Colombia, en Chinacota,


cerca de Cúcuta, bastión paramilitar. Los drones fueron pasados
so

por partes a Venezuela, con el objetivo principal de realizar el aten-


tado en una fecha anterior. También fueron confirmadas las auto-
rías intelectuales: Juan Requesens, diputado de Primero Justicia,
fue detenido y confesó haber sido parte de los cruces de frontera a
pedido de Julio Borges; Requesens, el mismo que reivindicó el cerco
F

financiero internacional como una medida necesaria, al igual que


las acciones de saboteo de distribución de alimentos, y que afirmó,
PD

micrófono en mano, la necesidad de la violencia de 2017 para lograr


que tuviese lugar una intervención internacional. Borges, prófugo
con anterioridad, enlace internacional –protagonista de las giras
por Estados Unidos y la Unión Europea–, habló desde Bogotá, base
de operaciones del golpismo, junto con Miami: negó y se victimizó,
como se sabía que haría. Las conexiones siguen hacia arriba, el

251
triángulo internacional, el centro de gravedad del conflicto contra
Venezuela.

a
En cuanto a las complicidades adentro de la FANB, aparecen de
a poco los elementos. Fue apresado un general de división, miembro

tur
del alto mando de la GNB: fue quien, al parecer, había entregado a
los autores del atentado la información sobre el lugar, la hora y los
asistentes al acto. Ese general había sido designado en enero pasado
como coordinador para el otorgamiento de autorizaciones que

lec
permitieran “garantizar y optimizar el flujo logístico y la gestión de
los procesos de abastecimiento de los supermercados, hipermercados
y cadenas de supermercados” en el Comando de Abastecimiento
Soberano. También fue detenido un general de brigada de la
FANB, quien era coordinador de la Misión Abastecimiento en el
mercado mayorista de Coche, en Caracas, desde 2016. Tenían en
a
sus manos hilos centrales para enfrentar la guerra económica. Así se
explica, entre otras cosas, por qué determinadas políticas o medidas
ar
fracasan. La presencia de conspiradores en el más alto nivel.
p

* * *

Los drones se acercaron al objetivo. ¿Cuántas operaciones de estas


lo

características fueron desactivadas antes de ser puestas en marcha?


Por cada hecho conocido existen varios que no lograron ser. Los
so

grandes medios de comunicación y algunos gobiernos de derecha


hicieron lo que se preveía: relativizaron el hecho, lo banalizaron, le
atribuyeron un “supuesto”, le llamaron “evento” –como el Grupo
de Lima– o cualquier palabra para no decir lo que fue; lo negaron
o acusaron al gobierno de ser autor de “un montaje” para perpe-
F

tuarse en el poder político. Complicidad directa; las matrices de


esos medios son conocidas: acusan al gobierno de todo mal, rodean
PD

de vacío cualquier logro, ponen en duda la evidencia del carácter


antidemocrático y golpista de la derecha. Son una pieza imprescin-
dible, protagonistas del crimen.
La alerta está en su nivel más alto. La derecha, ante sus fraca-
sos consecutivos, busca un hecho desencadenante que vuelque el
curso de los acontecimientos. Los drones son muestra de debilidad,

252
desesperación; una demostración de hasta dónde estarían dispues-
tos a ir.

a
¿Qué escribiría en este momento, en caso de haber muerto
Maduro?

tur
¿Cómo serían la calle, la noche, las redes, los planes a, b y c?
Vivimos en un país que es blanco principal, la tierra a ser arra-
sada. No existe el derecho a la inocencia.

lec
Día 89
Un enemigo acorralado es peligroso. La derecha venezolana lo está
por culpa de sus propios errores, su estrategia golpista que la lleva
crónicamente a lanzar asaltos al poder por la fuerza. ¿En cuántos
a
países se recurre al intento de asesinato del presidente? ¿Qué se
diría en caso de un acto similar en España, Argentina o Colombia?
ar
¿Qué pedirían los grandes medios de esos países para con los res-
ponsables materiales e intelectuales? Acorralados y enfrentados, es
decir, débiles y dependientes. Primero Justicia y Voluntad Popular,
p

los dos partidos conductores nacionales de las estrategias armadas,


están disminuidos: dirigentes prófugos, presos, sin caudal electoral,
en una superposición de derrotas desde agosto de 2017 hasta la fe-
lo

cha. Esa posición los lleva a desesperarse. ¿Qué intentarán ahora


que Borges no puede ingresar al país, Radonski está inhabilitado
so

y su base social disminuida por haberla conducido a callejones sin


salida? Los dos partidos creados como nueva derecha para enfren-
tar el chavismo fueron ensayos de laboratorio que terminaron más
cerca de paramilitares que de derechas siglo XXI.
La respuesta acerca de qué harán debe buscarse fuera del país;
F

en particular, ahora que Duque es presidente de Colombia, es decir,


que comanda Uribe, y sigue un guion de pasos predecibles como
PD

retirarse de la Unasur. Su apuesta es la OTAN –legado de Santos–,


la subordinación sin fisuras a la política exterior norteamericana. El
panorama es sencillo dentro de la complejidad: la hipótesis más pro-
bable es que, si no realizan una acción de fuerza, Maduro se manten-
drá en la presidencia. ¿Están dispuestos a eso? ¿Los Estados Unidos
lo están? ¿Qué piensan arriesgar para cortar ese escenario probable?

253
El eje está en el extranjero. Ninguna de las corrientes de la de-
recha parece tener capacidad de acumulación de fuerza interna.

a
Tampoco logran conectarse con las protestas reivindicativas que
se multiplican: trabajadores de la electricidad, enfermeros, pen-

tur
sionados, vecinos. Los conflictos aparecen, plantean cuestiones
salariales, de infraestructura, de servicios. Como muestra de esa
desconexión derecha-conflictos reivindicativos, en un episodio
de protesta María Corina Machado fue echada cuando intentó

lec
acercarse. Es probable que las demandas aumenten mientras este
cuadro hiperinflacionario se mantenga. El chavismo, el gobierno,
puede acercarse políticamente a las protestas, escuchar, dialogar,
o bien darles la espalda bajo señalamiento de que todo es producto
de infiltrados opositores –real a veces, aunque insuficiente para ex-
plicar el surgimiento de las protestas–. Es temprano todavía para
a
saber la evolución de este escenario en ascenso. Dependerá de las
respuestas políticas, pero, por sobre todo, de las económicas, de la
ar
capacidad de torcer el movimiento macroeconómico casi unilate-
ral hacia un desastre cada vez peor. No habrá salario que alcance
mientras haya hiperinflación, que es la expresión visible de los efec-
p

tos de los ataques sobre la moneda y de no haber logrado acertar en


una respuesta.
Estoy fuera de Caracas. Una compañera describe el cuadro:
lo

—La mayoría de la gente está en la calle, soportando los coñazos


ya casi que sin quejarse, con cara de agotados por el transporte, el
so

calor, el dinero: ese es el ambiente. El transporte ha estado empeo-


rando a diario; cada vez más hay una tensa calma, la calle parece
siempre domingo.
El cotidiano continúa su metamorfosis, los efectos de una eco-
nomía que arrasa, el plan prolongado: somos un ensayo, su mayor
F

descarga, su resistencia más inesperada. Paso por la gasolinera que


a mediados de noviembre estaba medio vacía, ahora lo está en un
PD

90%: estanterías vacías, restaurante vacío, mesas vacías; una sola


cajera con un punto de venta que funciona de vez en cuando. Si no
fuera por ella, parecería una película futurista donde todos han
muerto y quedamos algunos sobrevivientes.
Los anuncios del 20 de agosto son esperados por muchos; se
necesita que algo pase, que se detenga la caída, que se indique que

254
el gobierno retoma el control de una situación prolongada, ya es
una normalidad de varios años. La estrategia del enemigo hará lo

a
posible para impedir la estabilización: ya han anunciado ataques
contra Citgo, la filial de Pdvsa en los Estados Unidos; recrudecen

tur
las medidas, aunque sin ser todavía un embargo petrolero. La es-
trategia golpista siempre trabaja sobre dos tiempos: el de desgaste
económico y el de los intentos de desenlace bajo la forma que sea
posible. El ataque a Citgo es parte del primero, mientras el intento

lec
de magnicidio del segundo. Varias voces alertan que podrían darse
nuevos manotazos en un corto plazo. Varias voces denuncian, tam-
bién, las complicidades dentro del gobierno; aquello que se llama
desde hace años la quinta columna.
Una revolución son muchas peleas en simultáneo. No se pueden
ganar todas a la vez. He allí la importancia del arte de la conduc-
a
ción, de la unidad, del bloque de poder, de los tiempos.
Maduro afirmó que el intento de magnicidio fue por el impacto
ar
que tendrán las medidas económicas anunciadas; resulta apresu-
rado decir si efectivamente lograrán su objetivo. Podrían darse di-
ferentes escenarios: uno de ellos sería una prolongación del empate
p

y retroceso por tiempo indeterminado, o bien un impulso con rea-


comodo de actores económicos que decidan apostar a resolver la
situación dentro del actual gobierno –convivir–, ya que optar por
lo

sacarlo por la fuerza sería abrir las puertas a una incertidumbre de


mayor caos. No es el gobierno de los empresarios, pero les ofrece
so

hacer negocios: ¿se irán por las ganancias o hacia los precipicios que
cavan los partidos de derecha? ¿Logrará el gobierno convencer a los
empresarios, aun cuando tampoco –como afirman algunos investi-
gadores en materia económica– tienen capacidad propia suficiente
para reimpulsar la economía? El cuadro interno es de una inesta-
F

bilidad creciente, el frente exterior de una amenaza frontal. En el


medio se deben agregar las variables de corrupción, oportunismo y
PD

falta de confianza. Adicional a lo anterior, el Estado tiene dificulta-


des para actuar como tal en determinadas áreas, con una empresa
petrolera que pierde alrededor de dieciocho mil millones de dólares
anuales por extracción ilegal de gasolina –dicho por el presidente–,
y una frontera con Colombia por donde se desangra la economía,
se concentran formaciones paramilitares; donde se ha gestado una

255
trinchera que es un pilar de la guerra que nos han impuesto, que
avanza, y que amenaza con devorarnos. No existe respuesta mágica.

a
tur
* * *

Se deben acoplar muchas variables para frenar la marea. La recon-


versión, es decir, el paso del bolívar fuerte al bolívar soberano, es

lec
muestra de eso, puesto que, además del impacto para millones de
recalcular todo con cinco ceros menos –adecuación de tarifas de
por medio–, no se sabe si debido a la hiperinflación regresarán rápi-
damente los ceros; si el contrabando que devora billetes también lo
hará con este nuevo cono o si, por el contrario, se logrará estabilizar
el flujo de dinero en la calle y, en consecuencia, se frenaría la venta
a
de billetes –ya se venden en más de 300% de su valor– y se desapare-
cería una de las preocupaciones cotidianas de millones de personas.
ar
Preocupación y especulación: los productos en la calle cuestan tres
veces más al pagar con tarjeta que al pagar en efectivo. Los análisis
cargan deseos: los escuálidos desean que todo fracase, el gobierno
p

repite que entraremos al nuevo tiempo económico; una parte del


chavismo acompaña ese discurso, otra hace preguntas con base en
las incertidumbres que dejan los anuncios oficiales, mientras otra
lo

hace negocios. Espero que la dirección acierte esta vez, lo necesi-


tamos.
so

La reconversión debe ir de la mano con el efecto de la deroga-


ción de la Ley de Régimen Cambiario y sus Ilícitos, articulados
con la paridad bolívar/petro –es decir, que el bolívar valdrá con
relación al petro, que a su vez valdrá el precio de un barril de petró-
leo–: las dos unidades contables que tendrá a partir de ahora el país
F

–Pdvsa cobrará todo en petro–, así mismo deben articularse con la


confianza en la moneda y la inversión de capitales privados. Son al-
PD

gunas de las variables que deben funcionar de manera simultánea,


a las cuales se les agregan otras dos: el subsidio directo a la gasolina
para dueños de vehículos de todo tipo, y la internacionalización de
su precio como forma de cortar el contrabando hacia Colombia y el
Caribe, dice el anuncio.

256
El debate no es el socialismo, es frenar un escenario que arrasa
como una guerra que es, combinada con errores, corrupciones a

a
gran escala y lógicas de poder.

tur
* * *

El “TSJ en el exilio”, así llamado desde su huida el año pasado,

lec
sigue su “juicio oral y público contra el acusado Nicolás Maduro”.
Lo hace desde el Congreso Nacional de Colombia, en Bogotá: no
podría ser de otra manera. Nadie en Venezuela sabe quiénes son
los integrantes de ese TSJ ilegal, solo se conoce el nombre de Luisa
Ortega Díaz, la exfiscal escapada en lancha, que dejaba salir a todo
guarimbero en la época de asalto al poder y que había creado un
a
escenario de impunidad y mafias en el Ministerio Público. Se ha
convertido en un personaje mediático internacional. Nadie sabe
ar
tampoco del “juicio” en Venezuela. Son acciones para el frente
exterior, el esquema de gobierno paralelo que continúa como una
carta que podría tomar más fuerza en otro momento de asalto.
p

El secretario de Defensa de los Estados Unidos, James Mattis


–autor de frases como “necesito que el ejército sea más letal”– inicia
una gira por Brasil, Argentina, Chile y Colombia. Estamos, según
lo

anunció la Casa Blanca, en el “año de las Américas”. El plan de con-


trol del continente avanza en sus puntos fuertes con los gobiernos
so

subordinados que se pliegan con una sonrisa; se preparan ejercicios


militares conjuntos –es decir, dirigidos por los Estados Unidos–
como los del mes de septiembre en Colombia; se arman para nuevos
ataques contra sus objetivos centrales; el principal: Venezuela. ¿Ha-
brá un falso positivo en la frontera como excusa? Duque se refirió
F

a la necesidad de realizar nuevas elecciones en Venezuela; el guion


predecible avanza.
PD

257
* * *

a
Descubrieron la Operación Caín para asesinar dirigentes chavis-
tas, un esquema paramilitar que iba a comenzar desde Táchira,

tur
su bastión y retaguardia nacional en la frontera con Colombia,
epicentro del desarrollo y la mutación paraca –han matado a más
de trescientos treinta y siete dirigentes sociales en Colombia desde
enero de 2016–. Recuerda el asesinato del diputado Robert Serra

lec
y su compañera, en Caracas, o el del periodista Ricardo Durán.
Ahora, en otra etapa de la derecha, de fracaso del magnicidio, hay
necesidad de quebrar por la fuerza la situación, de avanzar en ac-
ciones de sabotaje, muerte y alto impacto político.

a* * *
ar
El Fiscal anunció la detención de tres responsables por el asesinato
de los compañeros del rescate La Escondida, entre ellos, el terrate-
niente Ricardo Mora. La justicia es a veces algo de luz en la selva,
p

imprescindible.
lo

* * *
so

Clara Anahí cumple cuarenta y dos años. No descansaremos. La


encontraremos o nos encontrará.

* * *
F

Nació mi sobrina, se llama Uma. Es linda como el sol que le crece en


PD

los ojos a su mamá y a mi hermano. Somos felices.

258
Día 90

a
Como un pez que cae en el agua luego de estar asfixiado fuera de
ella, así sentimos los días siguientes a la entrada en vigencia de las

tur
medidas. Cinco ceros menos, el salario mínimo pasó de cinco mi-
llones a ciento ochenta millones, es decir, mil ochocientos, el equi-
valente a medio petro –treinta dólares, ya que el barril de petróleo
cuesta sesenta–; una devaluación de 2900%, los precios que habían

lec
aumentado comenzaron paradójicamente a guardar una relación
con los ingresos y la gente salió a comprar masivamente. Fueron las
primeras imágenes en todo el país, no faltaban mercancías, faltaba
plata. El gobierno anunció haber llegado a un acuerdo con grandes
empresas para regular precios en alimentos y productos de higiene,
en búsqueda de un salario que alcance, lejos de la pulverización a la
a
cual se había llegado.
Junto con eso vino el movimiento esperado, pedido: la fiscali-
ar
zación popular, la activación del chavismo. Las imágenes se mul-
tiplicaron en todo el país: el alcalde de Boconoíto salió con veinte
personas a verificar los precios y terminó rodeado de mil; en La Pe-
p

drera se activó la alcaldía junto con los CLAP, consejos comunales


y comunas, que ejecutaron decomisos y vendieron a precio justo; en
Caracas fue filmado cómo una farmacia perteneciente a una gran
lo

cadena vaciaba las gandolas, pero el chavismo fue hasta la puerta a


exigir que repusieran los productos y bajaran los precios; grupos de
so

motorizados salieron en caravana a recorrer comercios y fiscalizar.


Así sucesivamente en cada pueblo, como si se hubiera esperado de-
masiado y ahora, al fin, con una lista de precios acordados, se pudo
salir a pelear en ofensiva.
Los días de euforia inmediata tienen futuro incierto. El éxito
F

de las medidas depende de muchas variables a la vez, algunas de


las cuales no han sido totalmente anunciadas. Una de ellas es si el
PD

petro podrá, efectivamente, ser comprado en bolívares, lo que sería


un mecanismo para arrinconar al dólar paralelo, ya que se podría
comprar una divisa más económica que serviría para comercio in-
ternacional, o para comprar dólares o euros. ¿Quién pondrá los
dólares ahora que la Ley del Régimen Cambiario y sus ilícitos ha
sido derogada? ¿Quién abastecerá las trescientas casas de cambio

259
que serán abiertas? Deberían ser los privados nacionales e interna-
cionales, ¿tendrán la voluntad y capacidad? ¿Serán acuerdos inter-

a
nacionales con gobiernos aliados los que permiten ese ingreso de
dólares para una demanda insaciable? El gobierno firmó acuerdo

tur
con empresas privadas para la explotación de pozos petroleros. El
petro comprado en bolívares parece imprescindible para estabili-
zar la moneda y disputarle terreno al dólar ilegal.
El equilibrio es inestable. Los acuerdos de precios son con

lec
quienes han desabastecido, aumentado, apretado hasta la deses-
peración. ¿Respetarán los acuerdos económicos que son, a su vez,
políticos? Una estabilización de la economía sería una estabiliza-
ción del cuadro general nacional. Dependerá de la capacidad de
gobierno, la institucionalidad, la presión popular en la fiscaliza-
ción, y de la ganancia empresarial que esta vez se quedará con dó-
a
lares del Estado a través de las materias primas que les garantiza el
acuerdo firmado. Nunca pierden.
ar
Las reacciones no se hicieron esperar. Los comerciantes aumen-
tan precios, esconden mercancías, hacen lo que se preveía: jugar
con los miedos inculcados por años de violencia económica, es de-
p

cir, el temor a no encontrar productos, que es mayor al de conse-


guirlos a precios hiperinflacionarios –que haya, aunque sea caro–.
Por primera vez se logra que la culpa sea descargada sobre ellos, ya
lo

no se acusa de manera directa al gobierno por la situación, sino que


muchos señalan como responsables a comerciantes, bodegueros,
so

y transportistas. La pelota pasó de su lado, pero los grandes me-


dios los muestran como víctimas de decisiones del “régimen” –aun
cuando el gobierno anunció el pago de la nómina de todas las pe-
queñas y medianas empresas para evitar que ese aumento recaiga
sobre los precios–. La pulseada es diaria.
F

Mientras esa batalla se libra en las calles y los anaqueles, el frente


internacional amplía su nivel de acción: Ecuador se retira de la
PD

ALBA; los Estados Unidos mandarán un barco de ayuda humani-


taria a las costas de Colombia para enfrentar –dicen– la situación
de los migrantes venezolanos –Evo Morales denunció la acción–,
y toma cada vez más fuerza la operación “crisis humanitaria” a
través de la “crisis de los refugiados”. Portadas de diarios, decla-
raciones de gobiernos, envío de la Fuerza Armada brasileña a la

260
frontera con Venezuela; medios que cubren la ruta de los migrantes,
el tema aumenta y aumenta, se repite una matriz ya utilizada antes

a
de acciones de fuerza norteamericanas en otros países. El senador
republicano Marco Rubio anuncia que no descarta la intervención

tur
militar en Venezuela, país que es –dice– una amenaza para los Es-
tados Unidos. Sostiene que las condiciones han cambiado. Prepa-
ran el escenario, la matriz de opinión; alinean a los gobiernos del
continente. ¿Darán el paso? ¿Cómo será? Parecen más cerca. Por el

lec
momento asedian, no dejan descanso, buscan el ángulo del asalto.
Leo las noticias mientras estoy en mi cuarta hora de espera para
retirar dinero de un cajero en Barinas. La distancia entre la geopo-
lítica y el cotidiano de a pie es inmensa, y su relación es directa.
El pueblo sigue con contadas unidades de transporte, pocas luces,
poco efectivo; ya ha vuelto a comenzar el tráfico de dinero hacia la
a
frontera –ofrecen 400%– y en algunos supermercados se ven colas
de horas para comprar productos a precios regulados: medio kilo de
ar
café cuesta sesenta bolívares de un salario de mil ochocientos, antes
costaba seis millones frente a un salario de 5 millones. La pelea in-
mediata se refleja en los precios.
p

Algunos plantean que las medidas pueden estabilizar la econo-


mía con muchas batallas mediante, otros afirman que, al contrario,
pueden acelerar el cuadro de crisis; son la gran jugada del gobierno
lo

que nos dejaría con pocas cartas en caso de salir mal, de ahogarse
en una nueva subida de precios y desabastecimiento. ¿Cuánto más
so

podría aguantar la gente? Esta victoria económica es imprescindi-


ble, como lo fue la ANC.

* * *
F

Vamos al rescate La Escondida antes de regresar a Caracas. En-


PD

trevistamos a los compañeros, nos muestran la siembra, cuentan las


amenazas, del asesinato de Parra; los hombres que lo degollaron le
cortaron los testículos y se los metieron en la boca; filmaron todo.
Una violencia paramilitar colombiana, una forma del horror que
no es casualidad sino método para dejar la huella del terror. El te-
rrateniente detenido está en Colombia, se espera su extradición. El

261
rescate queda cerca del pueblo de Sabaneta de Barinas, donde nació
Chávez. La situación agraria está en peores condiciones de lo ima-

a
ginado, el Estado entregó insumos a destiempo y a veces no prestó
ningún apoyo; la producción será baja –dicen– tierra adentro.

tur
La contradicción central no debe tapar a las demás, estratégicas.
Venezuela no será salvada por las agroindustrias y los monopolios.
Conseguimos pasajes para ir a la capital. Caracas y la furia,
Caracas y la magia.

lec
Barinas huele a calor húmedo, a sombra fresca, a un mundo
conocido.

Día 91
a
Llegó la lluvia y con sus aguaceros las goteras en la casa, en los dedos
que escriben sobre el teclado, en las noticias de Nicaragua, los de
ar
siempre que asaltan y nos quieren ceniza; los errores propios, los
dolores que quedarán en una sociedad ya dolida. El ruido del agua
en las láminas de zinc aturde mientras los tanques están vacíos; lle-
p

vamos diez días sin que corra una gota por las cañerías, usamos la
que queda con meticulosidad, tenemos una ingeniería del reciclaje.
Así está casi toda la ciudad.
lo

Paso muchas horas en la habitación, escribo, leo algunos libros,


sigo sin tener muchos. Desde hace días crece un árbol debajo de mi
so

cama, parece un naranjo con una glicinia enredada. Hacía mucho


que no crecía uno. Debo revisar si de tanta gotera no tengo tam-
bién un manglar, y dentro peces rojos como los que teníamos en
mi casa de chicos; o el rojo, que en realidad era naranja, al que le
decíamos meloncito, que vivía en una fuente en el hospital Necker
F

de París donde estaba internado a mis cuatro años, y lo iba a visitar


cuando salía a caminar por el jardín. Entro como puedo a la pieza,
PD

de a poco solo queda espacio para la cama, la ropa, los estantes, la


yerba mate, las fotos en la pared: la de mi tía Diana, una torre Eiffel
dibujada por Jean Cocteau, una niña de César Rengifo; otra donde
estamos trepados junto con mi hermano y mi hermana arriba de mi
viejo en una playa, parece un gigante, lo es; mi vieja de perfil ante
el mar, serena. Son las que traje al llegar, en enero de 2013, cuando

262
Venezuela se abría ante mí con forma de mar. Ha pasado mucho
tiempo y ahora este árbol crece debajo de mi cama. Lo bueno es el

a
olor a glicinia y naranjo, como la ciudad de La Plata en primavera.
Debería subir al árbol para ver la ciudad desde arriba. ¿Aguan-

tur
tarán sus ramas?
Es incómodo eso de las goteras. Se mojó el calendario que traje
de Suecia, tampoco lo entendía mucho. El tiempo puesto en cua-
drados con números ayuda un poco. Igual me pierdo, tengo re-

lec
ferencias del adentro, formas de hablar con el tiempo, como con
meloncito; o la vista que levanto al escuchar el canto de las gua-
camayas en el cielo de Caracas y me dice que los años pasan y la
capacidad del asombro sigue. No puedo disimular la sonrisa de lo
maravilloso. Me pasa también al ver el Ávila envuelto en nubes, o
cuando bajo a la costa de Vargas y siento el calor con olor a mar y
a
sé que en unos minutos estaré ahí; tan Caribe, tan pelícanos, tan
barcos de pescadores, tan salsa; tan querer detenerlo todo y fundar
ar
un mundo con mis hermanos, mi viejo alzándonos a los tres, la mi-
rada del cerezo de mi vieja cuando florece; mis amigos de París, de
Argentina; los amores que no pude y todavía amoran.
p

Un árbol no entra en una valija. Creo que me pide que vuelva


a mí mismo, a la posibilidad de ser dos. Voy a plantar el árbol en lo
alto del cerro, desde donde se ve la ciudad y el mar.
lo

Me dará sombra para el camino.


so

Día 92
Es un barrio de montaña, donde se mezcla la espesura de la selva
con las nubes; las casas de ladrillo a la vista, las de estilo colonial;
F

el agua cae en goteras como sogas. Las afueras de San Cristóbal


son para quedarse un tiempo largo, por el clima y la belleza. Su
PD

realidad, en cambio, es una sucesión de coñazos. El sábado por la


tarde la ciudad está a medio cerrar; las colas para las gasolineras
son de varias curvas, tienen gasolina pero los guardias dicen que
se encuentran vacías para revenderla a mayor precio. Casi no que-
dan unidades de transporte, la mayoría van hasta las puertas de la
frontera para revender las cuotas de gasolina que les son asignadas

263
semanalmente y dejan de prestar servicio. Se utiliza peso colom-
biano para casi todo, para marcar precios, pagar, ahorrar; varias

a
fiscalizaciones a comercios fracasaron porque los comerciantes
fueron avisados del operativo.

tur
La frontera es la zona más afectada; su lógica y sus reglas se han
extendido hasta Barinas. También está la frontera marítima, por
donde se va la mayor parte del contrabando de gasolina y otros
minerales a las islas del Caribe o a Colombia.

lec
Paso unos días en una comuna de Táchira que está en proceso de
conformar su banco para poder financiar a los productores. ¿Quién
pondrá el dinero para el banco? Al parecer será el Estado. La lógica
de pedir y la dificultad de la autosustentabilidad se repite –con al-
gunas excepciones– desde la comuna hasta el empresariado; unos
con voluntad de crecer y lograr un desarrollo, los otros como forma
a
de acumulación improductiva histórica. La comuna tiene calles
de tierras, más de ciento cuarenta casas construidas con la fuerza
ar
comunal; un río al finalizar el barrio, pájaros que al caer la noche
buscan los árboles, iguanas, zancudos que se multiplican; algunas
noches de rumba de pueblo. Me gustan las noches de salsa, bachata
p

y a veces de rancheras, en los pueblos perdidos en el mapa; es el


tiempo lejos de la capital, de las cámaras, de la noticia acelerada. La
frontera es vanguardia y pelea sin cuartel, acá se instalan dinámi-
lo

cas que luego llegan hasta la capital.


Para entender la viabilidad de las medidas económicas se deben
so

abordar tres dimensiones: las medidas como tal, el contexto en el


cual se implementan, y los actores que las llevan adelante. El con-
texto es el de un tiempo prolongado de retroceso que ha generado
transformaciones en los hábitos económicos, formas de resolución
salvajes y especulativas y de lógicas previamente arraigadas y am-
F

pliadas por una ausencia de autoridad. La microcorrupción coti-


diana se ha desatado: peajes, dólares para abrir puertas, trámites;
PD

las formas ilegales se han instalado, ampliado y naturalizado. Se


sabe, se comenta. Ese factor opera contra la posibilidad de estabili-
zación, pone en jaque medidas, pone en crisis las zonas de certezas:
un jubilado revende su pensión en efectivo para cobrar el triple en
transacción bancaria y así poder comprar sus medicamentos y co-
mida. ¿Se le puede condenar? ¿Cómo se ovilla todo lo desovillado?

264
Las medidas han logrado una reactivación de algunas dinámi-
cas económicas: mayor consumo, posibilidad de conseguir dinero

a
en efectivo en los cajeros en Caracas; el dólar paralelo ha subido de
manera más lenta, el oficial está tasado en sesenta y un bolívares so-

tur
beranos mientras el ilegal rodea los cien. La economía se dolariza:
una cita en el dentista se paga en dólares, al igual que un alquiler, un
carro; la gente abandona el bolívar como moneda de ahorro.
El aumento de los precios no se detiene: se calcula que en un

lec
mes los salarios perdieron 70% de su poder adquisitivo. Se debe a
la hiperganancia que aspiran tener los comerciantes, la presión de
las materias primas que elevan los demás costos, el aumento de to-
dos los productos no regulados que presiona sobre los treinta y tres
regulados, y la dificultad del acuerdo que busca lograr el gobierno
con los empresarios. a
Varios productos regulados no han aparecido desde que se
anunciaron los precios justos, en particular, la carne, los huevos y
ar
el pollo. Cuando aparecen es a precio mayor en la calle. Si la diná-
mica se mantiene, llegaremos a fin de año a una situación similar a
la que existía antes de las medidas, es decir, con salarios regulados
p

que no cubren un cartón de huevos y un kilo de queso. La euforia


fiscalizadora se aplacó, como se suponía que pasaría. La pulseada
es diaria, aprieta; los autobuseros en Caracas quieren aumentar el
lo

pasaje sin autorización, lo hacen de hecho o esconden las unidades.


El metro ha vuelto a cobrar luego de más de un año gratis; la gente
so

paga, lo ve como justo y necesario. El servicio sigue deteriorado, ¿si


se paga se puede reclamar?
La ecuación de aumento de precios sin aumento de dólares
hace menos rentable el envío de remesas: un puñado enviado desde
afuera permitía resolver muchas cosas diarias. Ese puñado es más
F

difícil de conseguir por la situación económica de la región y rinde


menos en el país.
PD

El frente económico es complejo, con pocos números oficiales;


muchas impresiones, elucubraciones, necesidades, cartas que se po-
nen de a poco sobre la mesa.

265
* * *

a
El cuadro internacional, en cambio, es una sucesión de tormen-
tas cada vez más fuertes. El debate público acerca de Venezuela se

tur
disputa entre los intervencionistas y los que descartan esa opción.
Hablo de lo que dicen en los medios, que no es igual a las piezas que
se mueven por debajo. El eje que promueve la intervención tiene
voceros clave como el senador republicano, Marco Rubio; el se-

lec
cretario de la OEA, Luis Almagro; el vicepresidente de los Estados
Unidos, Mike Pence, y el mismo Donald Trump. Este último dijo,
públicamente, durante la 73.a Asamblea General de la ONU, que
la situación se resolvería fácilmente si los militares venezolanos
se propusieran dar un golpe de Estado; repitió que no descartaba
ninguna opción y afirmó que era necesario limpiar Venezuela. Lo
a
hizo ante cámaras, medios, periodistas; con impunidad de imperio
y arrogancia de poder enfrentada por pocos, como Evo Morales,
ar
quien al micrófono, a pocos metros, le dijo durante su interven-
ción: “... a Estados Unidos no le interesa la democracia. Si así fuera,
no habría financiado golpes de Estado y apoyado a dictadores...”.
p

Pence, por su lado, se refirió a una hipótesis que trabajan quienes


buscan activar el resorte de la aceleración armada: Estados Unidos
estará del lado de Colombia en caso de que Venezuela ataque mili-
lo

tarmente. Sin filtros, por la calle del medio.


El avance de esas declaraciones provoca tensiones. No existe
so

consenso dentro del continente para sostener públicamente la ne-


cesidad de la intervención militar. Por otro lado, tampoco existe
acuerdo interno en las dos partes esenciales para llevar adelante la
acción: Estados Unidos y Colombia. El primero es el que decide,
el segundo el que, en parte, ejecutaría, ya que Colombia sería el
F

territorio a través del cual se iniciaría y desplegaría la avanzada


de fuego, según los análisis. Las noticias se multiplican acerca de
PD

supuestas incursiones de militares venezolanos, es la preparación


en el terreno de los sentidos.
La exposición abierta del desacuerdo apareció públicamente
cuando el periódico The New York Times acusó públicamente al
gobierno de Donald Trump de haberse reunido con sectores gol-
pistas venezolanos. Luego, en un segundo artículo firmado como

266
editorial, dejó expuesta la diferencia: Venezuela es una dictadura,
pero las vías de ataque deben ser económicas y diplomáticas, no

a
militares. Ese es el acuerdo que comparten públicamente y tras las
puertas la mayoría de los sectores: republicanos y demócratas, go-

tur
biernos del Grupo de Lima, así como de la Unión Europea. Se debe
sumar a este cuadro las elecciones legislativas y de gobernadores
en los Estados Unidos, en una situación donde Trump se ve ame-
nazado desde adentro de su administración, su partido y el partido

lec
adverso, y en la cual se deja rienda suelta a quienes buscan la vía
militar como forma de consolidar su bloque.
Entender Venezuela es analizar la geopolítica, las formas de la
guerra, de los negocios de las crisis humanitarias. La Usaid –Agen-
cia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, depen-
diente del Departamento de Estado– aprobó un total de sesenta
a
millones de dólares para Colombia, para hacer frente a la “crisis ve-
nezolana”; Pence anunció un desembolso de cuarenta y ocho millo-
ar
nes para el mismo tema, y un grupo de senadores norteamericanos
hacen lobby para aprobar una ley contra Venezuela que, entre otras
cosas, plantea solicitar cuarenta millones de dólares más. Algunos
p

sectores se hacen ricos con la “crisis humanitaria”, no les conviene


el fin del conflicto; no son los únicos, pues tampoco sería rentable
para contrabandistas, narcotraficantes y paramilitares que viven
lo

del caos fronterizo.


La oposición venezolana, que ya era poca cosa, es apenas su
so

sombra.

* * *
F

A la geopolítica se le responde con geopolítica: Maduro fue a reu-


nirse con el presidente de China y firmó veintiocho acuerdos eco-
PD

nómicos y políticos. Algunos versan sobre materia energética: la


empresa Corporación Nacional de Petróleo de China invertirá en
el país, Pdvsa le cederá 9,9% de las acciones de la empresa mixta
conjunta Sinovensa, y Venezuela exportará un millón de barriles
diarios a aquel país; se ampliará el trabajo en áreas de minería, gas,
tecnología y relaciones políticas. A los pocos días de los acuerdos

267
arribó un buque hospital chino al puerto de La Guaira. Guerra de
imágenes, de apretones de manos, de contrabalanceo de fuerzas.

a
China, en plena confrontación arancelaria con los Estados
Unidos que incluye petróleo, que despliega una fuerza económica

tur
mayor con la llamada ruta de la seda, que participó de los alec-
cionadores ejercicios militares desplegados por Rusia en el mes de
septiembre, que ingresa en el continente y es vista como amenaza
por el imperio. Es el margen de maniobra actual de Maduro, nece-

lec
sidades mutuas.
Hay algo más que acuerdos, se filtra también un encandila-
miento por el modelo chino.
Pence respondió: “Beijing está extendiendo la vida del gobierno
corrupto e incompetente de Maduro en Venezuela; ellos hacen un
préstamo cuestionable de cinco billones de dólares para ser pagados
a
con petróleo” –dijo ante cámaras. El acuerdo con China les duele.
ar
Día 93
p

“Crear una burguesía revolucionaria”. Lo dijo el ministro de Agri-


cultura Productiva y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, entonces las
redes estallaron. Expresó con una inusual sinceridad cuál es su ob-
lo

jetivo. El plan es fortalecer la gran agroindustria, el empresariado


emergente que está dentro del gobierno, como aliado cercano,
so

como proyecto de un sector. Las palabras expresaron políticas rea-


les en curso.
Esa apuesta es, simultáneamente, la puesta en segundo plano de
lo demás: de la economía comunal, social; de pequeños y medianos
productores, así como de las empresas en manos del Estado, salvo
F

algunas neurálgicas, como Pdvsa. Es una de las razones de la falta


de política para la producción de alimentos; de reimpulso de lo que
PD

se encuentra en manos del Estado, que se dejó secar de a poco,


de manera consciente o simplemente por mala administración, y
donde ahora asoman las privatizaciones bajo diferentes figuras.
La burguesía del ministro, que de manera menos sobreadjeti-
vada sería una burguesía nacional, expresa la voluntad de crear un
empresariado que produzca para consumo interno y exporte; que,

268
a su vez, compita con otro: el importador, el que gana la partida
en adquisición de dólares, negocios, proyección; y que también es

a
parte del gobierno, de manera directa o como empresario aliado.
Esas dos burguesías son las que se han consolidado –la revolucio-

tur
naria no da los frutos que quisieran sus impulsores– y conforman el
nudo de la apuesta económica.
Lo que parece más seguro es que el gobierno busca crear un gran
acuerdo entre el empresariado propio y el viejo empresariado para

lec
estabilizar la economía, a la vez que como modelo económico. Es
una de las claves de las medidas, de la proyección. Lo demás queda
de a poco por fuera. ¿Funcionará? Por el momento no parece; una
parte importante del gran empresariado es parte de la desestabili-
zación, apuesta a la caída del gobierno; negocia y no cumple, una
y otra vez. a
Se necesita el ingreso de capitales para invertir. De eso no hay
duda. El asunto es que la táctica parece en realidad estrategia, el
ar
modelo de transición al socialismo comunal se aleja y el ideario
chino –partido fuerte/economía liberalizada/manejo de áreas
clave por parte del Estado– cobra fuerza, manteniendo políticas
p

sociales como las viviendas, que ya son dos millones doscientas mil
entregadas. ¿Por qué no desarrollar una política tripartita de eco-
nomía productiva privada, importadora y estatal/comunal? No
lo

tengo la respuesta. Los hechos muestran cómo la escala se ha orde-


nado, así como quiénes ganan y quiénes pierden. ¿Cuál es la fuente
so

del nuevo empresariado? ¿Cómo se enriqueció?


¿Cuál es la ruta, las conexiones, entre el empresariado emer-
gente y la corrupción?
F

* * *
PD

Jair Bolsonaro, el candidato fascista de Brasil, llegó a la segunda


vuelta. Noticias trágicas para Brasil, Venezuela, el continente. Un
resultado que golpea sobre certezas, zonas de autocomplacencia de
izquierdas, progresismos, nacionalismos populares. ¿Qué capta la
derecha que no logramos captar? ¿Qué no vemos? Estamos ante

269
una época con zonas de oscuridad creciente; percibimos bordes,
algunas partes más nítidas, mucha violencia.

a
Vivimos una dificultad de modelos alternativos, emancipato-
rios. Venezuela lo ofrecía; esa dimensión está hoy alejada, pues hoy

tur
ofrece respuestas a cómo resistir al imperialismo, desplegarse en
disputas geopolíticas, no ceder ante revoluciones de colores sacadas
de manuales, no caer en ingenuidades de la batalla política donde
la derecha es capaz de incendiar la democracia y las instituciones.

lec
Es mucho, es menos de lo que era; es la necesidad de recoger lo
más avanzado que se logró, atesorarlo, proyectarlo cuando llegue
el momento. ¿Hasta qué punto se le puede pedir a Venezuela, a su
proceso político, que dé respuestas transicionales en medio de la
sangría?
a * * *
ar
La producción petrolera cayó a 1.197.000 barriles diarios. Cuando
en noviembre del año pasado intervinieron Pdvsa, anunciaron que
p

la producción diaria rondaba 1.700.000 barriles diarios, y que en


enero estaríamos en dos millones. Es el nivel más bajo de los últimos
treinta años, a excepción de los días del sabotaje petrolero de finales
lo

de 2002, principios de 2003. Sucede mientras los precios están en


alza; alcanza a setenta y cinco dólares por barril venezolano.
so

En 2016, cuando comenzó la emergencia y el precio de barril


cayó a veintiún dólares, la producción era de 2.558.000 barriles
diarios. En diciembre de 2012 era de 2.743.000 barriles. El go-
bierno atribuyó la responsabilidad de la gran caída a la corrup-
ción y al complot interno, por lo que detuvo a responsables del más
F

alto nivel. ¿Qué sucedió de noviembre pasado hasta la fecha? No


se sabe. Solo este último número. El país no puede avanzar sin la
PD

industria petrolera.

270
* * *

a
Regresó la novela. Dialogar o no dialogar. El gobierno español
ofreció diálogo en lugar de sanciones y los sectores acorralados

tur
pusieron el grito en el cielo. Acusan la invitación de ser una “ma-
niobra del régimen”, desde la derecha europea hasta el coro proin-
tervención encabezado por Antonio Ledezma, María Corina
Machado, Primero Justicia y Voluntad Popular. Se desesperan, su

lec
negocio es recibir millones de dólares y trabajar para una acción
violenta internacional, que saque al gobierno con la fuerza que la
oposición no tiene.
El llamado al diálogo muestra una sensatez por parte del go-
bierno español, un reconocimiento del callejón sin salida al que
conducen los sectores intervencionistas, a la vez que un intento por
a
parte del gobierno, que busca convocar a la derecha menos golpista
para establecer reglas de convivencia. No creo que prospere una
ar
posible mesa de diálogo, por los antecedentes, por lo avanzado de la
escalada, así como el nivel de desespero al que llegaron la mayoría
de factores de la derecha, quienes en su caída política han perdido
p

su acumulado.
lo

* * *
so

Me voy para Argentina a presentar la primera edición del libro.


Salgo algunas noches a despedirme y la gente me abraza como a
quien se va del todo. Es un clima de estos años, gente que se ha ido
del país; noticias de alguien que ahora está en Chile, Argentina,
España; de listas de amistades que se achican para salir a tomar
F

algo –sin hablar de la falta de dinero–. Hay una nostalgia de despe-


didas permanentes en la ciudad. Como si a Caracas le faltaran ri-
PD

sas, manos, frases, cuerpos. Caracas resiste por su Caribe, su salsa,


su capacidad de la magia.
Voy algunas noches al Teatro Teresa Carreño, donde los bares
se han multiplicado. Se reúne un sector del chavismo; algunos ac-
tivos, otros desencantados, al igual que chavistas que hacen nego-
cios y se alejaron de la política. Hay cocuy, grupos de salsa, gente

271
conocida, amiga. Luego están las noches en el barrio, en el bar de la
esquina, en restaurantes chinos, y en el 23 de Enero.

a
Caracas nos hace y nos deshace.
Se la padece o se la goza, me dijeron hace tiempo.

tur
Día 94

lec
Ganar es excepción. Las revoluciones ocurren pocas veces, nadie
sabe exactamente cómo nacen, ni cómo se cabalgan, ni las desem-
bocaduras a las que llevan. Se las vive cuando están, envuelven,
piden, escupen, vuelven a abrazar. No se puede jugar con las revo-
luciones, ni cansarse y decir hasta acá. Nadie sabe tampoco cuánto
tarda en regresar a un mismo país, si es derrotada. ¿Regresa? No
a
hay tabaco, ni santos, ni libros, ni epifanías, ni guías que puedan
decirlo. Ocurren y se tiene el privilegio de vivirlas si así se elige. Se
ar
les puede dar la espalda, renegarlas; hacer un listado de todo lo in-
completo, errado, desarreglado; lo alejado de lo que debería haber
sido, o nos gustaría que fuera. Se puede, sí. O se decide entrar en su
p

juego, sus preguntas; su tiempo que no pide permiso e invita, obliga


a mucho más de lo que se hace. Las revoluciones no son cómodas.
Vale la pena pelear. Con todo lo visto, golpeado, batallado sin
lo

tregua; lo que se acertó y se erró –mañana se dirá con facilidad:


esto estuvo bien y aquello mal–; todo lo que la revolución hizo, des-
so

hizo, volvió a crear; el futuro que tocamos y ahora buscamos con la


punta de los dedos. ¿Cómo se mide lo que da una revolución? Tengo
menos cosas materiales que al llegar, el orden de las prioridades
es el que me enseñaron hombres y mujeres de a pie que siempre
hicieron sin esperar nada a cambio. Son los héroes, las heroínas; el
F

país profundo que renació y en ese acto fundó una historia en plena
tormenta.
PD

Queda mucho por delante; violencias que se preparan y serán


descargadas sobre un pueblo que decidió que la vida debe ser vida,
y eso no lo permite el orden material de las cosas, el modo de repro-
ducción de la injusticia. Habrá un país que resista mientras lo habite
el sol de Chávez en la mañana, ante el café con murmullo de barrio,
el campesino ante la inmensidad boca arriba del llano, las pasiones

272
alegres que hacen cantar los cuerpos aun en las dificultades que
empujan a los límites de cada uno. No seremos las cenizas que nos

a
han preparado como destino.
Este libro no tiene final. No puede tenerlo mientras esta historia

tur
se encuentra en una sucesión de asaltos y trincheras que apren-
dimos a reconocer, a pelear. Los años nos cambiaron formas de
mirar, pronunciar y borrar palabras; de inventar las que no apare-
cían para decir esto que vemos, y somos. Estamos inmersos en una

lec
batalla que tiene en estas páginas a algunos de sus protagonistas y
variables de esta guerra, puestos sobre la mesa como en un ajedrez
con los movimientos que seguramente serán. Algunos no pueden
ser previstos todavía, la carta del azar siempre está en juego. La
pelea –se ha repetido hasta el cansancio– es peleando.
Mientras escribo estas líneas, la noche de Caracas se ha desfon-
a
dado en un aguacero que intento agarrar en mis manos. Estoy en
mi habitación que pronto será recuerdo; oigo el paso de los muertos
ar
que me antecedieron, les enciendo velas, les ofrezco agua; pienso
en los vivos que me cuidan y cuido; imagino a quienes vendrán a
pedir cuentas justas, preguntarán qué habremos hecho cuando un
p

mundo parecía a punto de quebrarse y pedía lo mejor de nosotros.


La tormenta apacigua el presente.
Mañana nos levantaremos antes que el sol.
lo

Día 95
so

—Me voy a España a pedir asilo –me dice una venezolana, mien-
tras esperamos en el aeropuerto de Bogotá para embarcar. Va unas
semanas de regreso a Caracas, luego se irá, después de haber estado
F

en Colombia sin mucho éxito.


—¿Alguna vez te pasó algo como para pedir el asilo? –le pre-
PD

gunto; intuyo la respuesta.


—No, nada, pero así es más fácil para quedarse allá. Tengo unas
fotos de cuando estuve en manifestaciones de la oposición, con eso
y otras cosas más armo mi carpeta y listo –habla con la picardía de
la trampa que sabe que funcionará.

273
El negocio del asilo venezolano favorece principalmente a dos
figuras: a quienes abultan números de la matriz de “refugiados”

a
para afirmar la idea de la “crisis humanitaria” y la “dictadura”; y
a quienes, sin más brújula que el negocio y la oportunidad, se van

tur
a países donde saben que se lo concederán. Seguramente existen
quienes cobran por armar las carpetas del asilo: donde existe una
“necesidad” aparece un negocio, en dólares.
Hace más de dos meses que estoy fuera, miro el avión que me

lec
llevará de regreso; ordeno los papeles, los recuerdos que se superpo-
nen; remplazo los pesos argentinos por los bolívares soberanos en el
bolsillo, preparo la cédula venezolana. La palabra “Caracas” suena
grande desde lejos, como vértigo, como lo inmenso del aire tibio
que respiraré al bajar del avión en La Guaira, tan cerca del mar. El
Caribe tiene potencia de vida.
a
Fueron muchas presentaciones –en Argentina, Bolivia, Chile–
sobre Venezuela; el continente, esta época que por momentos pa-
ar
rece una caída libre con pocos agarres en las paredes. En cada lugar
las mismas preguntas, la misma arrasadora desinformación. Esta-
mos frente a los grandes medios de comunicación, los presidentes de
p

derecha, los salones diplomáticos y las oleadas de inmigrantes. Pa-


recemos un boxeador que recibe coñazo tras coñazo y tiene como
defensa un solo golpe que pega, casi siempre, en el aire.
lo

Son casi cien mil venezolanos y venezolanas en Argentina,


casi todos trabajan en servicios públicos muy visibles: peluquerías,
so

quioscos, restaurantes, centros de atención al cliente, ventas de co-


mida en la calle, en el metro. Se sabía poco o nada de Venezuela
antes de su llegada: Catherine Fulop, la isla de Margarita, las tele-
novelas, Chávez y recientemente Maduro.
Venezuela se ha transformado en una zona de silencio, aislada;
F

un dispositivo para legitimar discursos derechizantes; una palabra


que huele a lo que nunca se debería ser. La política para desarmarla
PD

es poca y casi siempre sin impacto; faltan iniciativas que permitan


apartarnos de la caída a la cual nos empujan; falta política. ¿Cuál
política? ¿Qué idiomas se construyen para analizar lo que sucede y
convencer de que es necesario defender y pelear? La narrativa de la
revolución se encuentra en una crisis que se agranda a medida que
pasa el tiempo y la economía involuciona.

274
Al llegar corroboro lo que me contaban: la política de reimpulso
económico fue devorada. Es diciembre y dimos una vuelta canela

a
en el aire, caímos en el mismo sitio –que nunca es igual–: estamos
otra vez con salarios pulverizados, la bola de nieve crece, nadie sabe

tur
cómo detenerla.
Falta poco para navidad. Diciembre tiene magia; la plaza Bo-
lívar y el centro están iluminados; hay colas para comprar regalos,
colas en los ministerios para perniles, combos navideños. Nunca

lec
deja de sorprender esta guerra-crisis-bola de nieve; todo se desmo-
rona pero aguanta, se mantiene. Quién diría que estas calles, estas
risas, esta gente que baila en la plaza, es Venezuela.
Voy el domingo al mercado a comprar frutas, verduras y pes-
cado. La hiperinflación obliga a gastar la plata que no se tiene, una
buena opción es comprar comida y congelarla.
a
Un elemento llama la atención: varias personas pagan con di-
nero en efectivo, eso era impensable hace tres meses atrás; parece
ar
ser la única variable visible que ha mejorado. Lo demás es costum-
bre de situación, la normalidad de un cuadro que se prolonga y no
parece tener fecha cercana de cambio, a pesar de las promesas que
p

se repiten cada diciembre afirmando que “el próximo año será el


de recuperación”. Titulares repetidos, escepticismo y necesidad de
creer: en Maduro, en la fuerza de los elementos, en el tiempo, en
lo

Dios, en algo que diga que después vendrá algo mejor; o en que es
cierto que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
so

Varias zonas de la economía se dolarizan: ventas de carros, mo-


tos, alquileres y dentistas; la dolarización se extiende además a cur-
sos de idioma, entradas a discotecas en el este, comidas, negocios
y más. ¿De dónde saca la gente los dólares en efectivo? El análisis
de la economía venezolana parece por momentos un ejercicio de
F

desencriptamiento matrixeano. El país tiene varias dimensiones:


hay quienes tienen dólares por remesas/negocios/viajes; quienes
PD

aumentan sus servicios al ritmo de la hiperinflación; quienes con-


trabandean/revenden en calles y fronteras; quienes están cada
vez más jodidos y dependen de las políticas sociales del Estado,
de operativos de venta subsidiada de lo que sea, de bonos, inicia-
tivas comunitarias, etc. La desigualdad crece, la economía sigue

275
su metamorfosis. ¿Quiénes ganan? ¿Cuál es la composición de esa
fracción en proceso de enriquecimiento por debajo de la mesa?

a
Se ve quienes pierden. Subimos el 24 de diciembre a los Altos de
Lídice a recorrer las casas de la parte más alta del cerro; allí repar-

tur
timos regalos que pudimos comprar gracias al aporte solidario que
recaudamos en las presentaciones del libro en Chile –cada activi-
dad, viaje, comida, fue alimentado/a por el esfuerzo militante, por
la voluntad de pelea–.

lec
Caracas brilla a medida que avanza el sol; el mediodía es encan-
dilador con el reflejo de los techos, la subida y bajada de escalones,
los llamados a las casas más humildes, donde no habrá más regalos
que los que llevamos en el bolso mágico. Hay pobreza, casas de ma-
dera, pisos de tierra, montón de carajitos con papagayos, fogones a
leña para cocinar. La misma sonrisa, la misma tristeza, la misma
a
pelea desde que el mundo es mundo, y solo la revolución dijo algo
diferente. Josmer se queda callado en la última casa, hay imágenes
ar
que duelen.
¿Cuánto tardaremos en arreglar lo que se rompe delante de no-
sotros en vivo y en directo?
p

* * *
lo

Llega el año 2019, los fuegos artificiales, los cohetes, los brindis con
so

lo que se tiene, las amistades que siguen en el país. Observo el cerro


de Catia, los racimos de casas, las luces; esa capacidad de no ren-
dirse. Venezuela se parece al fragmento del verso que Juan Gelman
escribió a Buenos Aires, pero con cielo Caribe:
F

… Hay que aprender a resistir


Ni a irse ni a quedarse
PD

A resistir…

276
Día 96

a
Mucha gente, mucha plata y mucho caos, síntesis de esperar el bus
en El Silencio para ir a La Guaira. No existen más los transportes

tur
piratas ya que no hay más oficiales, es decir, con precio regulado.
Todo es pirata y, como sucede en Venezuela, funciona con su des-
orden y sobreprecios: el pasaje debería costar cerca de setenta y
cinco bolívares; cobran ochocientos. Consigo autobús a quinientos

lec
–coroné, pienso– y adelante del transporte, casi lleno, se acercan
dos policías, sin disimulo, a pedirle plata al conductor: tres mil bo-
lívares.
—No pagues la matraca –gritan los pasajeros.
El chofer paga y arrancamos. Al llegar a la entrada de Vargas
nos detienen nuevamente, esta vez el policía sube, pregunta el pre-
a
cio; contestamos: ¡quinientos!, y arrecho ordena al transportista
que devuelva cuatrocientos bolívares a cada pasajero. Incrédulos,
ar
recibimos el dinero. Ahora sí coroné de verdad –pienso–; me queda
dinero para el regreso de la tarde. Una vez en playa Coral, me dis-
pongo a disfrutar del paisaje, del momento; con mate, ron, sol, pe-
p

lícanos, compañía; todo lo que hace bien. La playa está full; todos
van con su comida preparada; ya nadie compra pescado, tostones,
fosforeras. Cada imagen parece una síntesis del país.
lo

De regreso –al ritmo de la salsa baúl, reguetón y ventanas que


vibran– leo la noticia anunciada: el Grupo de Lima no reconocerá
so

a Nicolás Maduro en su nuevo mandato a partir del 10 de enero


de 2019. Firmaron todos los países –Argentina, Brasil, Canadá,
Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras,
Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía– menos México, que re-
cuperó soberanía en sus relaciones internacionales con la presi-
F

dencia de Andrés Manuel López Obrador. La declaración parece


pecar del síndrome de la derecha venezolana: anunciar cosas que
PD

luego no logra traducir a hechos concretos. El Grupo de Lima


sostiene, entre otras cosas, que: el poder debe pasar a la Asam-
blea Nacional, que se deben extender las sanciones económicas, la
defensa de la empresa Exxon Mobil en el conflicto territorial del
Esequibo –varios países darán marcha atrás en este único punto–,
y que Venezuela no debe atacar militarmente a sus vecinos. Este

277
último punto parece importante, sigue la construcción de una na-
rrativa donde se invierten los términos –la víctima se transforma

a
en futura victimaria– y se prepara a la opinión pública para un
posible ataque de falsa bandera, es decir, inventado para justificar

tur
escaladas. El 10 de enero entraremos en una nueva peligrosa fase.
El anuncio del Grupo de Lima tuvo lugar luego de la visita del
secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, a Brasil y a
Colombia. En la primera parada estuvo en la juramentación de

lec
Bolsonaro como presidente, luego con Duque. Alineó los dos prin-
cipales países que son los territorios por donde acelerar los ataques
y que tienen como política exterior hacia el continente la que sea
dictada por los Estados Unidos. Les gusta, existe un goce del neo-
colonizado que se repite en los Macri, Piñera; las clases altas que
parecen hechas con fotocopiadora.
a
La Asamblea Nacional (AN) da el tercer acto, asume su nuevo
presidente de Voluntad Popular (VP) y afirma con la misma soltura
ar
que las veces anteriores: “A partir del 10 de enero Nicolás Maduro
estará usurpando la Presidencia de la República, en consecuen-
cia, esta Asamblea Nacional asume la representación del pueblo”.
p

Nuevamente no lo reconocen, debaten si habrá vacío de poder o


usurpación; se adjudican un poder que no tienen como traducir a
los hechos si no es a través de una violencia que ellos mismos no son
lo

capaces de ejecutar por cuenta propia. El asunto no son ellos, sino


los generales y financistas que están en los Estados Unidos. El or-
so

den de los movimientos indica los niveles de importancia: Estados


Unidos, Colombia, Brasil-Grupo de Lima, derecha venezolana.
Aparecen otros acontecimientos catastrofistas, como la huida
de un magistrado del Tribunal Supremo de Justicia a los Estados
Unidos; lo entrevistan, lo desprecian y adulan; ese es el camino,
F

afirman. Dice todo lo que le piden que diga, es el guion para quien
pide ser perdonado.
PD

Ya todas las piezas están posicionadas para el día 10. Ese día no
estallará nada, guerra anunciada no mata soldados. Comenzará
la nueva etapa marcada por un intento de nuevo asalto que, como
hemos aprendido, será más fuerte que el del 2017, que fue más vio-
lento que el del 2014.

278
* * *

a
La economía continúa su retroceso. El dólar ilegal paralelo ha au-
mentado a más de mil bolívares soberanos, volvió a ganarle de mano

tur
al oficial, que –decían los mitos propagandísticos– iba a alcanzar al
criminal para estabilizarse ahí. No sucedió y se disparó, como an-
tes de cada gran día político. El bucle, la repetición. Seguramente
habrá un nuevo aumento de salarios, nuevos bonos, la misma conti-

lec
nuación de la guerra-crisis-metamorfosis donde pierde la mayoría
y un sector se enriquece.
—Mira, aquí lo que hay que hacer es trabajar para la burbuja
–dice una comerciante que tiene un restaurante.
¿Quiénes conforman la burbuja? Viejos y nuevos empresarios.
¿Quiénes son? Los viejos son conocidos; los nuevos son la franja que
a
se enriquece desde el Estado, o en negocio con el Estado, con im-
portaciones, compras de porcentajes de empresas estatales, negocio
ar
cambiario. Se sabe de ellos por cuentos locales o cuando huyen a
los Estados Unidos y se declaran perseguidos por “el régimen”. Ese
aumento de fortunas, empresas, negocios, sucede mientras parece
p

que nada sucede… son las piedras que se desplazan en lo hondo del
río sin orillas que es hoy Venezuela.
¿Quiénes devoran a la revolución desde adentro?
lo

Por momentos pienso que estamos ante una repetición Kierke-


gaardiana, que en la superficie aparece como novedad, mientras
so

que en las profundidades se repite el mismo orden.


Es necesario ordenar el debate, relacionar las partes, conectar
la trama de corrupción –las mafias, como las nombra el mismo
Maduro– con los nuevos empresarios, puestos clave de gobierno,
Pdvsa, lógicas de poder real, las no decisiones que se toman.
F

Ordenarlo en público y en privado, a quienes leen, ven videos, y


a quienes vienen a Venezuela a defender para estas fechas clave.
PD

¿Cómo construir una explicación de lo que sucede? ¿Cómo


explicar que no sea mediante la construcción de Venezuela
como país víctima o solamente desde el desglose de los ataques
internacionales?
Charlamos en el salón del hotel donde ya llegaron compañe-
ros/as de varios países para la asunción del 10 de enero. Es bueno

279
reencontrarse, tomar mates, cafés, actualizar las informaciones. El
nivel de incertidumbre sobre el 2019 es grande. Ya se adelanta que

a
podría haber una elección anticipada de la AN. La carta de lo im-
predecible es una de las más poderosas.

tur
—Estamos en tiempo de reciclaje –dice Arinay, la peluquera
que de vez en vez me escucha contar cuentos mientras me corta el
cabello.
Prefiero escucharla, con su alegría de los buenos días, las histo-

lec
rias del barrio, la familia, el amor, los consejos.
—Reciclaje –repite; se ríe de su sentencia tan acertada para tra-
ducir de buena manera la crisis económica que no perdona casi a
nadie.
Mañana serán las elecciones, el dólar ya está en mil ochocientos
bolívares soberanos. a
En breve me espera la frontera, termómetro de lo que está por
venir. Mochila, bolso, mate, el camino país adentro; luego Colom-
ar
bia a presentar el libro.
Esta época nos hace, nos funda, nos obliga siempre a más.
p

Día 97
lo

Parecen hormigas: cada uno va cargado con un bulto que le so-


brepasa la cabeza, les inclina la espalda, les hace caminar a paso
so

pesado y decidido hacia el cruce. Son casi todos jóvenes; algunos


llevan gasolina, otros paquetes envueltos, comida tal vez.
Son las ocho de la noche, emergen de calles y callejones, forman
parte del paisaje común de “este pueblo de frontera que podrían ser
todos los pueblos de frontera”. Es la dinámica diaria que ha permi-
F

tido generar una fuente de ingresos, que riega como río a la vez que
seca como desierto.
PD

—¿En Caracas se consiguen los productos básicos? –me pre-


gunta una compañera.
—Casi todo, pero el problema son los precios –le contesto.
—Aquí ni siquiera eso, se lo llevan todo…
El dinero que entra por contrabando de hormiga y de extrac-
ción abastece las compras en los negocios, los puestos de comida, de

280
ropa: dinero para algunos, falta de productos o a precios colombia-
nos para todos.

a
—Aquí todo el mundo vive de eso, de manera directa o indi-
recta; es un negocio para Colombia. Con el contrabando se abaste-

tur
cen de mercancías baratas, y con el cuento de la crisis humanitaria
reciben millones de dólares en ayuda que se meten en los bolsillos
–me dice la compañera.
Hay claridad, dificultad cada vez mayor. Trabaja como profe-

lec
sora, el sueldo no le alcanza, el transporte pasa de vez en cuando,
son menos en su trabajo, como en todos los lugares donde el ingreso
es asalariado. No hay respuesta a la situación, no la habrá a corto
ni mediano plazo. Aguantar, frentear, resolver. Ella, como mucha
gente, no quiere irse del país. Se levanta cada mañana, inventa el
desayuno, prepara los almuerzos; se arregla, sale de su casa, con-
a
versa con vecinas en la parada del bus, sonríe, pelea. La desigual-
dad se agranda, no llegan respuestas que no sean las ya conocidas,
ar
las que no han traído soluciones hasta el momento.
Sigue el alza del dólar: esta casi a tres mil bolívares soberanos; un
aumento arrasador en siete días. Frenamos disparos con las manos.
p

El debate cotidiano se entrecruza con el cuadro general. Ma-


duro tomó posesión para su segundo mandato; al día siguiente, una
parte de la AN, presidida por el desconocido Juan Guaidó, realizó
lo

una concentración para anunciar que podría asumir la presidencia


temporaria en caso de contar con el apoyo del pueblo, la FANB y
so

la comunidad internacional; es decir, que no tiene con qué, avanzó


sin dar el paso que pareció que dio, algo así. “La derecha es pura
carroña, caimanes del mismo charco”, diría un compañero llanero.
Parece que han puesto a Guaidó como la carta sacrificable; debe
creerse un héroe.
F

El asunto es lo que sucede puertas afuera; las líneas de los docu-


mentos, los pasos, las posturas; todo parece diseñado en el frente
PD

exterior. El 15 de enero de 2019 la AN en desacato vota la ley para


ingresar al escenario que se gestaba: declara como usurpador a Ni-
colás Maduro; anuncia la pronta conformación de un gobierno pa-
ralelo/ilegal de transición, reconocido por los Estados Unidos y su
marco de alianzas tuit de Mike Pompeo, y el llamado de Mike Pence
a Guaidó para hacerse de una “legalidad” con el fin de congelar/

281
robar fondos del Estado, anunciar amnistía para militares y civiles,
pedir acciones “humanitarias”. Es decir, acciones militares, bajo

a
un formato que todavía está por verse.
“No hay presidente en este momento en Venezuela que haya

tur
sido electo de manera democrática y mientras no haya una nueva
votación el presidente es Juan Guaidó”, afirma Marco Rubio ante
micrófonos. Aprietan el acelerador sobre la soga de la economía y
preparan el asalto a la fortaleza que, según los cálculos, debieron

lec
debilitar lo suficiente. Un esquema parecido al de Libia. ¿Cuál será
el acontecimiento que desencadene los hechos? ¿Será bajo un re-
loaded paramilitar ahora con nombre, apellido, liderazgo visible,
así como más capacidad de fuego y muerte? ¿Una serie de acciones
en la frontera para la escalada con acciones terroristas? ¿Un golpe
desde adentro? ¿Desde la OTAN, de la cual forma parte Colombia?
a
Hemos salido del cuadro agosto 2017-diciembre 2018. Entra-
mos en la nueva etapa dentro del cuadro general de guerra híbrida.
ar
Intentarán movilizar nuevamente a su base social. ¿Podrán?
Han puesto el 23 de enero, fecha simbólica, para la primera con-
centración. Relanzan la épica por las redes.
p

Las armas nos apuntan cargadas.


lo

* * *
so

Estalla una bomba en una escuela de policía en Bogotá; hay veinte


muertos, muchos heridos. Julio Borges tuiteó de inmediato que es
necesario investigar si Venezuela está involucrada. Llama a la gue-
rra abierta, a las balas y los muertos que, que de acontecer verá en la
distancia por las redes para darles like.
F

Por otra parte, Iván Duque afirmó que el responsable es el ELN


(Ejército de Liberación Nacional), de lo cual se derivan dos líneas:
PD

La primera es la ruptura de la mesa de diálogos con esa guerrilla


colombiana –que venía en retroceso–, y la solicitud para que Cuba
detenga y entregue a quienes están en la negociación.
La segunda es la matriz que han instalado con fuerza en los úl-
timos meses, de que el gobierno venezolano ampararía al ELN en
su territorio –se han multiplicado los artículos en sus portales con

282
esta temática–, por lo tanto, el gobierno tiene responsabilidad en
el hecho. El atentado le permite maniobras de ataque en el frente

a
internacional, alejar la posibilidad de un acuerdo de paz –ya han
hundido el firmado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de

tur
Colombia (FARC) – y seguir por la vía del incremento de la perse-
cución y asesinatos internos.
El escenario parece a la espera del elemento detonante que ace-
lere el asalto.

lec
* * *

Nos come la distancia entre la política y la economía. Los anuncios


llegan a los mismos resultados, nada indica que habrá cambios. Es
a
una encerrona.
La pelea es en tres frentes simultáneos:
ar
- No ceder al choque que viene a sacarnos violentamente del
poder político.
- Estabilizar la economía.
p

- Lograr que la revolución no quede presa bajo un pragmatismo


de poder/negocios y un alejamiento de sus elementos emancipadores.
No existen condiciones para esas tres peleas juntas. Tenemos
lo

que intentarlo igual.


Tomo unos mates para respirar. Del otro lado se ven las luces
so

de Colombia. La noche cumple su oficio, prendo una vela blanca,


coloco un vaso con agua. Llega a mi mente un fragmento del poema
“Las cosas claras” de de Roberto Jorge Santoro:

… que venga la vida y me golpee


F

de nada vale cerrar los ojos…


PD

283
Día 98

a
Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela. Lo hizo
a una distancia de diez estaciones del metro, desde el Palacio de

tur
Miraflores; lo reconoció Donald Trump por Twitter, y tras él los
gobiernos del continente que responden a lo que les sea instruido.
El primer presidente 2.0. Un cuadro de laboratorio construido
desde el 2007 con estrategia de revolución de colores, financiado

lec
por los Estados Unidos. Guarimbero, de Voluntad Popular, el par-
tido más derrotado luego del 2017. Fue colocado en la presidencia
de la AN por el acuerdo rotatorio de los partidos, y puesto para el
papel de presidente interino por ser un cuadro menos gastado, de
extracción más popular y porque tal vez es el plato principal del
festín al que fue invitado. a
No queda duda, se trata de un “gobierno” montado desde
afuera, en reuniones llevadas a cabo en Brasil, Colombia y Estados
ar
Unidos en el mes de diciembre. Guaidó repite discursos, sigue ór-
denes, no sabe qué decir además de sus tres supuestas fases: “cese de
usurpación”, “gobierno de transición” y “elecciones libres”.
p

El problema es que no logran el primer punto: sacar a Nicolás


Maduro. No tiene territorio, no ejerce poder, es direccionado desde
la Casa Blanca.
lo

La derecha es operadora en el terreno, su actor principal es


Voluntad Popular, le sigue Primero Justicia, con Julio Borges en
so

salones internacionales. Existen desacuerdos por debajo –salvo la


permanente voluntad de sangre de María Corina Machado–, pero
están amarrados por quienes ponen los millones y mandan. Dema-
siados años de inversión y malos resultados, así como inestabilidad
de los actores locales. Estados Unidos tomó las riendas de manera
F

abierta; esa exposición, con su habitual retórica de libertad y de-


rechos humanos, les permite acelerar acontecimientos, al mismo
PD

tiempo que fortalece al chavismo y genera el rechazo de quienes


guardan nociones de soberanía y patriotismo.
El plan tiene pasos. Ya se han dado varios: reunión en la OEA,
Consejo de Seguridad de la ONU, declaración de reconocimiento
de Guaidó por parte de Israel, Gran Bretaña, el Parlamento

284
Europeo, el Grupo de Lima –menos México, que se ha unido a
Uruguay para trabajar sobre un posible diálogo.

a
Pence afirma que la hora del diálogo ha terminado. El frente
internacional crea las condiciones internas, allá está la fuerza, lo

tur
que está por venir.
La partición queda hecha. Guaidó no es reconocido por la ma-
yoría de los países, lo es por el bloque liderado por los Estados Uni-
dos; el que ha desencadenado todas las agresiones militares de los

lec
tiempos recientes. Para saber qué puede suceder es necesario seguir
a quienes mandan y toman riendas públicas como: John Bolton,
asesor de seguridad; Mike Pence, vicepresidente; Mike Pompeo, se-
cretario de Estado; Elliot Abrams, el enviado especial para mane-
jar la cuestión Venezuela; Steven Mnuchin, secretario del Tesoro;
Marco Rubio, senador republicano, y el mismo Donald Trump.
a
El contraste con lo nacional es prístino. La derecha calentó la ca-
lle los días anteriores al 23 de enero, con una serie de acciones enca-
ar
denadas: sorpresivamente, un grupo de la GNB tomó una estación
de policía para robar las armas, pero fueron detenidos en Cotiza; lo
articularon con focos de violencia que pasaron a Mecedores, Puerta
p

Caracas, Lídice y Catia. Al día siguiente fueron repetidos y am-


pliados en San Agustín, El Valle y Petare. Los jóvenes, pichones de
malandro en su mayoría, son pagados con treinta dólares la noche;
lo

mientras que las bandas, cuya tarea es confrontar militarmente con


las fuerzas de seguridad del Estado, cobran cincuenta mil dólares.
so

Guarimbas dolarizadas. Es mucho más que eso; según diferentes


análisis, hemos ingresado a la tercera fase de la estrategia prolon-
gada del golpe: la guerra. Entraremos en la cuarta, de seguir los
acontecimientos por este camino; es decir, de mantenerse el cha-
vismo en el poder. Mientras, la ciudad está en una tensa calma,
F

en su cotidianeidad de batalla por la economía; a la espera de algo


catastrófico, desencadenante, incendiario. Como si dos ejércitos
PD

estuvieran frente a frente con las armas apuntadas y cargadas, y


nadie dispara.
Cada día parece un mes. Tenemos que entender, anticipar, des-
montar, informar, analizar, organizar, volver a entender; contar en
textos, videos, tuits, imágenes, llamadas telefónicas, de Whatsapp;
cafés con corresponsales que llegan de varios países. Venezuela es

285
el epicentro y la decisión de derrocar a Maduro está tomada, el
discurso del imperialismo es de ofensiva final: Duque afirma que

a
quedan pocas horas, Bolton amenaza a Maduro con Guantánamo,
Trump afirmó como posible el envío de tropas a Venezuela; todo

tur
es parte de la operación de presión, de acorralamiento. ¿En cuánto
tiempo y con qué actores piensan hacerlo? No se sabe aún la res-
puesta. Una parte central de los ataques va hacia la FANB; para
quebrarla aparecen cuentas de Instagram y Facebook de “soldados

lec
de la FANB”, que llaman a desconocer a Maduro, a los generales. Es
una inmensa operación que aturde, tiene pocas horas de descanso
por día –cuando las hay–; busca atemorizar, disuadir al chavismo
de pelear, quebrar militares, instituciones, cuadros y dirigentes. El
tiempo ha alcanzado una velocidad que no entra en cada día.
Charlo con una periodista libanesa, traza automáticamente
a
paralelismos con lo sucedido en Siria, como quien ha visto el dia-
blo y reconoce sus pasos. Ese mismo reflejo no existe en una parte
ar
importante de izquierdas y progresismos del continente: la guerra
contra Venezuela ha sido llevada a puntos que no se pensaban po-
sibles hace poco, no entran en categorías de análisis de esta época
p

latinoamericana. Es un cuadro inédito y una parte de la intelectua-


lidad se cree inmune a la guerra comunicacional; opina, desde el
desconocimiento, acerca de cómo opera el enemigo y sobre cómo
lo

es el chavismo.
¿Si han avanzado más allá de lo que se pensaba posible? ¿Por qué
so

pensar que lo que sigue –es decir, un formato de intervención– no


puede darse?
¿Cómo se regresa de un punto de no retorno?
Trump afirma que no habrá diálogo. No tienen lugar las pro-
puestas de los gobiernos de México y Uruguay, las posturas del Va-
F

ticano o del secretario general de Naciones Unidas. Piensan que


tienen como; afirman que no dejarán de avanzar hasta que caiga
PD

Maduro. Por el momento, el ataque se sitúa visiblemente en lo co-


municacional, en el ámbito diplomático/geopolítico y financiero.
Han robado siete mil millones de dólares a Pdvsa y afirman que
las ventas de petróleo que entren a Citgo irán a una cuenta conge-
lada, es decir, las robarán también. Piensan financiar el golpe con

286
el dinero saqueado. Las guerras cuestan plata, generan ganancias,
movimiento del capital que siempre gana.

a
Resulta imposible arriesgar hoy una hipótesis de desenlace.
En el 2017 se activó la carta constituyente. ¿Qué carta se jugará

tur
ahora? Es muy temprano para saberlo aún.
¿Qué condiciones internas tienen para avanzar? ¿Qué nece-
sidad de victoria urgente que no lograron en otros países? Cada
análisis es una superposición de variables, mapas, planes dentro del

lec
plan; actores en acción y otros por entrar en escena. Todavía no ha
actuado Colombia como se intuye que lo hará.
La “ayuda humanitaria” es el punto donde se condensarán las
variables: anunciaron que la harán ingresar al país por tierra o mar:
Cúcuta, Brasil y/o una isla del Caribe. Será seguramente el caballo
de Troya, una pinza, el intento de quebrar el territorio con todo el
a
apoyo de las grandes agencias de noticias, como Reuters Latam,
que puso a Guaidó en su portada de Twitter.
ar
Maduro no permitirá que ingresen. ¿Será la chispa para la con-
frontación abierta? Muchas preguntas, reflejos analíticos del asalto
del año 2017 que solo explican algunas de las variables.
p

Los días no tienen descanso. Es imprescindible desmontar las


operaciones, ver, buscar fuentes, confirmar hipótesis. Como en la
movilización del sábado 2 de febrero de 2019, donde la derecha
lo

volvió a mostrar lo que es.


—Es una clase social –me dice un compañero–. Es de una evi-
so

dencia brutal. Tienen consciencia de sus intereses a la vez que están


convencidos de ser la mayoría del país, su mejor parte.
La arrogancia los devora, la negación del otro –el chavismo–
los ciega; el deseo de revancha los aturde, la ridiculez también: en
varias partes llevan banderas norteamericanas, réplicas de la es-
F

tatua de la libertad, carteles con el deseo de que llegue el capitán


América. No cambian. Los barrios populares no se acercan a esas
PD

convocatorias, quienes van son minoría. Por el momento, parece


que la estrategia es cuidar a la propia base social, la fuerza no está
ahí, saben que no son las movilizaciones las que tumbarán a Ma-
duro, aunque ellas generan imágenes para los medios. No obstante,
la mentira ha llegado al punto en que el mismo Trump felicitó, por
Twitter, una masiva movilización de la derecha cuando realmente

287
fue literalmente escuálida. El golpe 2.0. ¿Cómo se remata? Pregun-
tas que se abren, entrecruzan y superponen. Estamos en lo inédito.

a
Maduro asomó la posibilidad de llamar a elecciones adelantadas
de la Asamblea Nacional; plantea que el diálogo es la única forma.

tur
¿Cuál es la respuesta justa hoy? ¿La hay?
Caracas ha vuelto a ser hervidero de reuniones; espera de ex-
plosión; continuidad de los días, las escuelas, los buses, las motos;
los precios en alza, los dólares desvariados con el oficial más alto

lec
que el paralelo –el gobierno no informa acerca de sus medidas–; el
café con leche, la cachapa; la plaza Bolívar; el mate temprano, en
la tarde; las noches que se apagan con las ideas aceleradas; los ciga-
rrillos ocasionales; los mensajes de Whatsapp que se acumulan; los
grupos que se crean; los rumores que se desmienten; las tendencias
de Twitter, las especulaciones, las entrevistas; la salsa que suena en
a
la esquina; las papas rellenas, los jugos de guanábana con fresa,
cambur con mango; la actualización permanente, el teléfono co-
ar
lapsado, las salas de reuniones; la moto para recorrer las moviliza-
ciones, sacar fotos, enviar, subir, difundir; más café, más mate; más
preguntas, más rompecabezas.
p

¿Cómo termina esto?


Peleo, peleamos, pelearemos.
lo

Día 99
so

Es 23 de febrero de 2019, día D. Las cámaras de las agencias in-


ternacionales están listas, las líneas de guarimberos y materiales
para armar bombas molotov preparados, los grupos armados están
apostados a la espera de una orden, los camiones con la “ayuda hu-
F

manitaria” van camino a los puentes internacionales; los presiden-


tes de Colombia, Chile, Paraguay; los generales internacionales,
PD

los operadores locales; los helicópteros, los drones; los puestos de


salud; los militantes de derecha con chalecos azules, las tribunas
con banderas tricolores, los espectadores ocasionales; los puestos
con mercancías anti-Maduro en las calles de Cúcuta; todo está en
su respectivo lugar.

288
La escena está volcada sobre los tres puentes: el Simón Bolívar,
el Tienditas y el Santander. Los camiones pasarán –lo repitieron

a
hasta las náuseas con prepotencia–. Es la hora de la fiesta de los
monstruos y sus cómplices.

tur
El centro del mundo es Cúcuta la pobre, paramilitarizada, con-
trabandista, desigual y bachaquera, que hoy es tierra de lágrimas
de millonarios, de lentes de cámaras que cuestan mucho más que
inumerables años de trabajo de un obrero. Un gran set de cine, la

lec
escenografía de un asalto, el día anunciado; el que volcará el curso
de los acontecimientos, imparable, inminente, indetenible; el punto
de condensación de la potencia que debe generar el quiebre de la co-
rrelación de fuerzas. Lo han vendido así entrevista tras entrevista,
declaración tras declaración.
Del lado de Venezuela se espera en cada uno de los puentes; en su
a
parte de adelante, retaguardia, a los lados, por debajo, por arriba. Se
debe aguantar la puerta, que no ceda, que no desborde, que el ariete
ar
no la parta; que la violencia del impacto sea absorbida con orden para
no dar imágenes, aunque los medios ya no necesitan imágenes para
decir lo que les interesa. Van a golpear con furia. Se sabe desde hace
p

días, se confirma a medida que se acerca la hora del show mundial.


Parecen tener, como uno de los objetivos, ingresar por la fuerza,
aunque no puedan sostener luego la posición. Marco Rubio, Elliot
lo

Abrams y Mike Pence necesitan que se cree la mayor dimensión del


caos; que haya fuego, muertos, tragedia; quiebre de la FANB, tanto
so

en las líneas medias y bajas como en los altos mandos. Ellos ponen
el dinero, los medios, sus alianzas diplomáticas; mientras Colombia
se encarga del territorio, se expone de otra manera. Quienes irán
al choque son pobres: venezolanos y colombianos. La evidencia
internacional y clasista es innegable. Eso tampoco importa para
F

las grandes agencias; dirán lo que necesitan decir, corroborarán


las ideas que han instalado; venderán sus imágenes a otros grandes
PD

medios que las reproducirán, a su vez, hasta ser portada de diario


en un bar de Buenos Aires con medias lunas y café con leche.
Somos muchos, muchas. Estoy donde debo estar. El día será un
año, o más. Puede abrirse en una escalada abierta o terminar en
una victoria para el chavismo, que demuestre que ni la FANB está
al borde del quiebre, ni las masas van a levantarse a pedir la ayuda

289
a
tur
a lec
p ar
lo
so
F
PD

PUENTE SIMÓN BOLÍVAR. 24 DE FEBRERO DE 2019


FOTO: MARCOS SALGADO
humanitaria y respaldar a Guaidó. Hoy se verá la distancia entre la
correlación de redes sociales, salones diplomáticos-conspirativos,

a
así como de fuerzas militares, sociales y políticas. Si la única verdad
es la realidad, entonces este 23 de febrero quedarán comprobadas

tur
varias de las hipótesis que parecen certeras. La derecha lo sabe,
necesita acercar su narrativa triunfante a los hechos, demostrar que
no tiene el error de cálculo que parece haber repetido. Cada bloque
tiene mucho en juego.

lec
Es una batalla, una patriada.

* * *

El día tiene varios momentos centrales:


a
1. Las imágenes de miembros de la FANB que cruzan a
ar
Colombia, luego de desertar. Les prometieron amnistía y 20
mil dólares. No son muchos, los sobredimensionan comuni-
cacionalmente.
p

2. Dos tanquetas de la FANB embisten contra quienes están


sobre el puente Simón Bolívar y sus cordones de seguridad.
Quienes van dentro son desertores. ¿Cuánto les habrán pa-
lo

gado para intentar una masacre que luego los medios tergi-
versarían?
so

3. El puente Tienditas, que sería la vía principal de ingreso de


la “ayuda humanitaria”, queda vacío. Guaidó anuncia cerca
de las 4:00 p. m. que la ayuda no pasará por allí. ¿Qué suce-
dió? ¿Qué elementó no se dio? Horas más tarde ese mensaje
circula por todos los puentes, es una derrota simbólica.
F

4. La derecha quema dos camiones en el puente Santander y


responsabiliza –para crear confusión– a la Policía Nacional
PD

Bolivariana y a la Guardia Nacional Bolivariana de haberlo


hecho, aunque no tenga ninguna imagen para demostrarlo.
Se ve, al contrario, la imagen de dos bombas molotov lan-
zadas por un encapuchado que impacta sobre uno de los
camiones. ¿Fue un error o un plan b en caso de que los ca-
miones no entrasen? Utilizan esa escena en cada siguiente

291
discurso: el dictador –afirman– mandó a quemar comida
y medicinas mientras bailaba. La caricatura está montada.

a
Maduro habría cruzado la línea, dicen.

tur
A las seis de la tarde el escenario parece irreversible. No logra-
ron que el acontecimiento tuviese un impacto arrasador; no ingre-
saron para marcar bandera simbólica, no tienen capacidad para
hacerlo. El resultado es poco para la derecha, queda expuesta en su

lec
mentira: el escenario no es como lo presentaba. La vicepresidenta
de Colombia anuncia en la mañana del 24 de febrero que no volve-
rán a intentar el ingreso en los días siguientes. Dejan algunos focos
de guarimberos en los puentes para mantener viva una llama de
tensión y noticia. La policía colombiana, como el día anterior, les
libera el territorio y les da retaguardia.
a
La noticia de los puentes se desinfla. El foco pasa ahora a los
salones diplomáticos: primero el Grupo de Lima, luego el Consejo
ar
de Seguridad de Naciones Unidas. Los sectores intervencionistas se
frustran: la palabra intervención no cala en los discursos, es recha-
zada por mayoría, incluso por sus propios aliados.
p

El 23 no fue el punto de apoyo que buscaban tener para avan-


zar al siguiente paso. La desescalada es progresiva en los discursos,
Abrams descarta las salidas militares de forma subrayada. El plan
lo

público contra Venezuela queda enmarcado en lo político e institu-


cional. Estados Unidos no consigue aprobación de su propuesta en
so

Naciones Unidas, la vicepresidenta de Venezuela da una rueda de


prensa con el canciller ruso en Moscú.
La balanza vuelve al punto de equilibrio de fuerzas, lo que se
traduce en una victoria simbólica interna para el chavismo.
La operación contra Venezuela deberá ser por debajo de la mesa,
F

en los terrenos donde son especialistas quienes están al mando como


Abrams, o la política de Estado colombiana; lo denuncia el canci-
PD

ller ruso al afirmar que Estados Unidos se encuentra comprando


armas en Europa del este para llevarlas a Venezuela, mientras el
vicecanciller venezolano afirma que Estados Unidos prepara una
guerra mercenaria contra el país. ¿Cómo será? ¿En qué territorios,
tiempos? ¿Con qué métodos? Estamos en un momento emblemá-
tico y trascendental.

292
Conocí gente maravillosa en la frontera que puso el cuerpo y la
pasión para aguantar la puerta: periodistas, comuneros, militantes

a
del partido, milicianos, dirigentes; el chavismo.

tur
* * *

Después de un impacto viene un reacomodo, un vacío de aconte-

lec
cimientos a la espera del próximo por venir. Lo dice la intuición,
la experiencia desarrollada en Venezuela, la lectura de posibles
movimientos según el cuadro general, los actores, los tiempos, los
territorios, las correlaciones, los límites. ¿Cuáles son esos límites?
Los nuestros, los de Estados Unidos.
Estos días son de resolver cosas pendientes, tomar unos cafés,
a
unas cervezas, amistades y pensar; siempre pensar, como si la
mente nunca dejara de estar activa, hasta el último segundo antes
ar
de dormir y desde el primer mensaje de Whatsapp que se abre en la
mañana, a la espera de que nada grave haya sucedido durante las
horas de sueño.
p

El conflicto exige siempre más, saber sobre más temas; profun-


dizar análisis, investigaciones, variables, muchas veces de manera
artesanal; ante una máquina aceitada de un imperio con décadas
lo

de experiencia en esto, con departamentos especializados e ingen-


tes recursos económicos y muchos errores también; como este esce-
so

nario Venezuela 2019 que, según sus cálculos, debería estar en otra
situación.
¿Mintieron? ¿Creyeron su propia mentira? ¿Se equivocaron
otra vez con un análisis similar? El ministro de relaciones exteriores
de Pedro Sánchez confiesa que no pensaban que a cinco semanas de
F

haberse autoproclamado Guaidó el escenario sería este. Sus aliados


reculan, piensan. El paso a la escala militar demanda otros acuer-
PD

dos, tiempos y preparaciones comunicacionales en los respectivos


países. Guaidó amenaza crónicamente con activar el artículo 187,
numeral 11, de la Constitución de la República Bolivariana de Ve-
nezuela, que le permitiría pedir una intervención extranjera y pre-
sentarla como “cooperación militar”, ya que –explican– Estados
Unidos estaría colaborando con el “legítimo gobierno de Guaidó”.

293
Aún falta, aunque su base social la pida a gritos. ¿Quiénes son?
El mismo sector social que, semana tras semana, pierde impulso;

a
parece darse cuenta de que no tiene fuerza suficiente para torcer
el curso de los acontecimientos a favor de su deseo. Por eso mira y

tur
suplica a Estados Unidos.
Una de las demostraciones de esa base reducida aparece con el
regreso de Guaidó al país. Sucede luego de su visita a los gobier-
nos de Colombia, Paraguay, Argentina y Ecuador. Se multiplican

lec
las amenazas por parte de Estados Unidos, el Grupo de Lima y la
Unión Europea, de tomar represalias en caso de ser arrestado al
regresar. Finalmente, sucede lo que se preveía: Guaidó ingresa el
lunes de carnaval por el aeropuerto de Maiquetía, sella su pasa-
porte, va al acto en la plaza de Las Mercedes donde estaba su base
social: 85% clases medias-altas y 15% popular; se muestra triun-
a
fante, anuncia poco y nada, termina el día. El mejor escenario para
el chavismo. Los carnavales no se detienen, el país sigue su ritmo de
ar
días feriados. La derecha vuelve a demostrar su incapacidad para
conectarse con los tiempos populares, ampliar su base de apoyo,
convencer a quienes no lo están, sumar a su llamado político a las
p

calles. Son veinte años sin acertar.


Todo parece a la espera del próximo golpe. Necesitan un ele-
mento desencadenante. La lógica es la siguiente: ante cada ataque
lo

derrotado sigue uno mayor.


so

* * *

Jueves 7 de marzo de 2019, son las 4:45 p. m. La luz se apaga. Estoy


tomando un café con mi amiga Fania, corresponsal del semanario
F

Brasil de fato; terminamos de charlar, salimos del sitio, ya la ciudad


es un caos; el metro no funciona, las pocas camionetas colapsan,
PD

no hay suficiente efectivo. La luz no regresa durante la noche y en


la mañana vamos a la plaza Bolívar, donde se reúne mucha gente
para saber qué sucede. La incomunicación es casi total, las señales
están caídas; buscamos algunas radios; mensajes que repiten lo que
dijo la vicepresidenta y el ministro de comunicación: la denuncia
del saboteo.

294
El apagón es nacional, violentamente total. Solo los lugares con
generadores propios tienen luz y algo de internet. Llegó el acon-

a
tecimiento que se intuía, el desencadenante, que tomó forma de
blackout, como tuitean Marco Rubio y las agencias internacionales.

tur
Estamos arrojados a un espacio-tiempo desconocido.
Las calles guardan una extraña tranquilidad. Hay escasas se-
ñales de focos de protestas y violencia. Existe una preocupación
que aumenta a medida que pasan las horas, casi todo lo que nos

lec
rodea depende de la energía eléctrica: el agua, las comunicaciones,
el transporte, los sistemas de pago, la gasolina, la refrigeración de
la comida, los hospitales. Detener la electricidad es detener un país,
ponerlo en cuenta regresiva en su macroeconomía y en cada uno de
sus hogares. Lo descubrimos a medida que pasan las horas, llega la
segunda noche sin luz, sin señal de regreso. Caracas es una ciudad
a
fantasma; solo quedan iluminados determinados restaurantes en
Las Mercedes, donde se paga en dólares; algunas estaciones de ser-
ar
vicio, ciertos hoteles, puestos de perros calientes, canales de televi-
sión, faros de motos y carros. Apagar el auto en la calle es quedarse
en la oscuridad y el silencio, el imponente silencio que deja la falta
p

de motores, aires acondicionados, faroles y cuanto objeto produzca


ruido. La ciudad está detenida. Nos detuvieron.
Regresa la luz por unas horas y a las 11:30 a.m. del sábado 9 de
lo

marzo de 2019 vuelve a producirse un apagón generalizado, que


dejó sin servicio eléctrico a una gran parte del país. El impacto es
so

grande, en lo concreto y lo psíquico, la certeza de la inestabilidad


y vulnerabilidad. Es día de movilizaciones, de la voluntad de lle-
gar sin metro; solo hay camionetas. El chavismo logra una buena
demostración de fuerzas; la oposición continúa en su territorio re-
ducido, sin capacidad de ampliar bases, consensos, sujetos. Guaidó
F

anuncia sin anunciar, patina en el mismo lugar de amenaza sin


concreción.
PD

La disputa por las interpretaciones se cristaliza en dos trinche-


ras. La derecha afirma que el apagón fue por negligencia, corrup-
ción, falta de inversión y un incendio; es decir, responsabilidad
absoluta de Nicolás Maduro, de su gobierno y del mismo Chávez.
El gobierno desarrolla la tesis del sabotaje con cuatro vertientes:

295
El ciberataque al sistema central, el ataque electromagnético
sobre canales de transmisión, los sabotajes físicos/materiales y las

a
complicidades internas, es decir, la traición. Utiliza palabras des-
conocidas para las inmensas mayorías del mundo, conceptos que

tur
luego de ser investigados aparecen como probables por el desarro-
llo norteamericano en el área, así como por los antecedentes de
ataques con estas características contra Irán y Ucrania. El pro-
blema –uno de los tantos– es la distancia entre esa explicación y la

ec
pelea por llenar un botellón de agua –lo abstracto y lo concreto–,
así como la credibilidad del mensajero.
El apagón puede ser analizado en la secuencia de los ata-
ques a los que se les ha hecho frente. La retórica intervencionista
r al
pa
lo
so
F
PD

PLAZA VENEZUELA DURANTE EL APAGÓN. 7 DE MARZO DE 2019


FOTO: MARCOS SALGADO

296
disminuyó luego del 23 de febrero de 2019 y el golpe se trasladó a
uno de los escenarios que más ha trabajado la lógica de guerra en-

a
cubierta: la negación de la responsabilidad del ataque para, además
del impacto, socavarle legitimidad al gobierno. Menos exposición

tur
intervencionista y más golpe subterráneo. El objetivo principal del
apagón nacional es generar el colapso que detone la conmoción,
que se traduzca en una explosión social que acelere el cuadro com-
pleto. Sobre esa ola inmensa, que la derecha no logra generar por

lec
fuerza propia, debe trabajarse el asalto al poder. Empujar hasta el
ahogo que –se sabe– genera reacciones. Por eso, el termómetro en
las calles es central, las formas de enfrentar los tantos problemas
desencadenados sobre un cuadro prolongado de dificultades, la
manera de pensar individual y colectivamente.
Una conclusión llama la atención: ir al palacio presidencial a
a
protestar no parece formar parte del registro de acciones en la ma-
yoría de las barriadas populares. La gente busca cómo resolver el
ar
tema del agua yendo a manantiales, cortando caños, organizán-
dose para la llegada de los camiones cisternas enviados por el go-
bierno; con acciones colectivas, solidarias, de resolución personal;
p

con algunos dólares en sectores populares y sumas grandes en las


zonas del este.
Un conjunto de movimientos que no conducen al punto de quie-
lo

bre, donde la única respuesta sería bajar de los cerros y volar lo que
tenga que ser volado por los aires. Tal vez por una combinación de
so

arraigo chavista, idiosincrasia venezolana, acciones del gobierno


y temores. Las clases medias no tienen ni tendrán fuerza para dar
vuelta a la situación. Si el país debía entrar en apocalipsis… no lo
hizo, lo que no significa que los impactos no hayan sido brutales,
múltiples, profundos.
F

El lunes por la mañana, es decir, cuatro días después, la situa-


ción parece haberse estabilizado en la generación y distribución de
PD

electricidad en amplias partes del país. Para ese día ya han apare-
cido dos artículos en medios adversos al chavismo:
El primero, en la revista Forbes, donde se plantea la tesis de la
posibilidad del ciberataque en términos generales y en el caso con-
creto de Venezuela.

297
El segundo, en The New York Times, que ratifica lo que habíamos
afirmado con sustento de imágenes: que los camiones quemados

a
en el puente fronterizo fueron por bombas molotov lanzadas por
la oposición. La mentira, develada por disputas internas nortea-

tur
mericanas, queda evidenciada, aunque nadie la reconozca ni se
retracte; ni Pence, ni Abrams, ni Almagro, ni cuanto dirigente que
hubiese utilizado ese argumento para gritar que Maduro había
traspasado todos los límites y que era necesario avanzar contra el

ec
gobierno. El canciller colombiano continúa declarando que fue el
gobierno venezolano.
Martes 13 de marzo de 2019. La luz vuelve a Maracaibo, a la
comuna El Maizal; hay noticias de saqueos en Maracaibo, en par-

al
ticular, en el Sambil; colas de agua en Caracas, un progresivo pro-
ceso de estabilización hasta que en la noche aparece la imagen de la
llegada de agua en una casa de Petare. Lo peor de los cinco días pa-
rece haber pasado. ¿Qué sigue? No se puede saber en este momento.
r
pa
lo
so
F
PD

OPERATIVO DE DISTRIBUCIÓN DE AGUA EN MACARAO. 12 DE MARZO DE 2019


FOTO: MARCOS SALGADO

298
Seguramente sea peor que el apagón. Lo dice la lógica, la experien-
cia, el estilo de esta pelea que Estados Unidos continúa planteando

a
como ofensiva final, para lo cual se preparan estrategias a mediano
y corto plazo; tal y como lo muestra el pedido de quinientos millones

tur
de dólares en el presupuesto nacional del 2020 para “la transición
en Venezuela”.
Somos el punto central donde se definen correlaciones conti-
nentales, mundiales, geopolíticas; una parte del tablero de disputa

lec
entre potencias, proyectos y posibilidades.
Martes en la noche, cocino carne que trajo el operativo de
CLAP proteínas, busco información, leo, pregunto. Saber más es
una necesidad, una obligación. Entender para explicar y actuar.
Vendrán días y noches de furia.

Día 100
a
ar
Una chica escribe décimas. Escucho el orden de las rimas mientras
tomamos un café en el centro de la ciudad. Vive en Propatria, tra-
p

baja de cajera en un restaurant, tiene veintidós años. Me pregunta


qué pienso del gobierno; le devuelvo la pregunta y se transforma:
frustración, rabia; culpa al gobierno, a su corrupción, a su indolen-
lo

cia por su situación de no poder salir por las tardes, las noches, y
acceder a las cotidianeidades que ambicionan la mayoría de jóve-
so

nes. Gana cuarenta mil bolívares al mes, casi diez dólares, el equi-
valente a diez cafés con leche que vende en su trabajo. La escucho y
veo a miles como ellas; un sentido común que se ha instalado, una
batalla de ideas en retroceso, el tiempo estratégico que no se mide
por maniobras tácticas y aciertos para mantenerse en el gobierno.
F

¿Le hablo del imperialismo? ¿Del bloqueo? El chavismo le habla al


chavismo: ¿cómo se convence a una joven de esa edad? ¿Cómo se
PD

habla en su idioma? ¿Quién se pregunta cómo hablar en su idioma


en vez de repetir el mismo discurso, una y otra vez, de manera ho-
mogénea y predecible? Dejamos de conversar de política y vuelve a
transformarse, a contarme sobre décimas, poesía, música, y sobre
los cincuenta dólares que ganó cantando como corista una noche
en una discoteca del este de la ciudad. Caminamos por la plaza El

299
venezolano, es sábado, la gente baila salsa, ríe; algunos me saludan
–épale chamo, te vi en televisión–. La acompaño al metro, camino

a
hacia mi casa, pienso en el tiempo largo que nos devora “como las
estrellas: sin prisa, pero sin pausa”.

tur
Algunos días son rutina: ver redes, periódicos de varios países,
seguir a los diferentes operadores internacionales, los programas
maiameros, la mediocridad de quienes se ven a sí mismos como por
encima de todos nosotros, cansa, seca la imaginación, la belleza, la

lec
creación. Cuando puedo, leo unas páginas del libro que me acom-
paña en estos días: Las ciudades imaginarias, de Ítalo Calvino, que na-
rra acerca de las ciudades que Marco Polo le cuenta al Gran Khan.
Saco fotos de Caracas, les agrego fragmentos de las ciudades de
Polo. También lo hago con frases de José Ignacio Cabrujas: “Cara-
cas está construida sobre la base de una vieja manera de hablar de
a
los caraqueños, de una vieja tradición caraqueña que es ‘mientras
tanto’ y ‘por si acaso’”.
ar
Me gusta pensar en las ciudades; hay algo de sus tiempos, nostal-
gias que invento, siento; obsesiones por sus formas pasadas, quiénes
las habitaron, nos antecedieron, quiénes vendrán. El primer día
p

que llegué a Caracas supe que había llegado tarde y que estaba
a tiempo. ¿Estamos a tiempo todavía? Cuánto quedará de este
tiempo en diez años. Las ciudades devoran, se devoran.
lo

Sabemos lo que va a suceder en la batalla: un asalto. Las pre-


guntas del millón son: ¿cuándo, dónde, cómo? Hay que buscar las
so

señales, cruzar todas las variables, intentar adelantarse.


Parto hacia Maracaibo para entender más. Las imágenes son
las de una ciudad en crisis: tiendas cerradas, poca gente en las ca-
lles, algunos semáforos en funcionamiento, casi sin transporte pú-
blico –como en todos los pueblos del país–; pastizales, basuras; colas
F

para gasolina y para dinero en efectivo.


La ciudad se divide entre los sitios con planta eléctrica que pue-
PD

den hacer frente a los cortes diarios de luz y los que quedan en pe-
numbras. Son islas de luz y dólares en medio de los apagones que
ocurren cada día, cada noche, sin aviso. Paso por un hotel a conver-
sar con un periodista, hablo con el recepcionista: lleva cuarenta y
tres noches seguidas de trabajo, gana noventa mil bolívares al mes,
el que más gana entre los trabajadores. El precio de la habitación

300
sencilla por una noche es noventa y ocho mil bolívares. El sueño del
patrón: todo el salario de un mes, de un trabajador, con horas noc-

a
turnas, es más barato que la habitación más económica. ¿Le hablo
de Estados Unidos? ¿Del bloqueo?

tur
Se percibe resignación, una terrible idea de que ni la economía
ni la política mejorarán. Mientras, por una parte, la oposición es
casi inexistente, el gobierno intenta resolver lo básico para mante-
ner el pulso vital, lo demás queda a merced de cada quien, como

lec
pueda. Mucha gente se ha ido fuera y a otras partes del país. Ma-
racaibo no importa en el debate, Caracas es el centro absoluto de
la política.
Maracaibo tiene algo de Buenos Aires en sus formas de hablar,
pretensiones con o sin fundamentos.
Tomo un café con el cronista Juan Romero, quien me cuenta la
a
historia del lago desde la colonia, en la independencia y las raíces
ininterrumpidas que explican conflictos. Zulia es un estado que po-
ar
dría ser el territorio escogido para un proceso de desestabilización
bajo un esquema mercenario. Desayuno un “tumbarancho”: una
arepa rebozada en una mezcla de huevo, harina y otras cosas más,
p

y luego frita para ser rellenada con los más diversos ingredientes;
fue la primera recomendación que me hicieron de probar comida
marabina. Hace calor, como me advirtieron que haría, pero no más
lo

que en Guasdualito o Calabozo.


Maracaibo es la crisis, una mezcla de postales del quiebre neo-
so

liberal noventista argentino con lógicas petroleras y desérticas. Es


la imagen del eje fronterizo que parece, salvo puntos de excepción,
caerse del mapa: Zulia, Trujillo, Mérida, Táchira, Apure, Amazo-
nas, Bolívar. Es la urgencia permanente, los penales permanentes,
el apagar incendios permanentes, la resistencia a la cotidianeidad
F

que fue quebrada. Maracaibo es la capital del estado, lo más cui-


dado, y está en mejores condiciones que lo que se ve camino a la
PD

frontera de La Guajira.
Pudiera ser un paraíso con manglares, salares, horizontes bo-
rrosos de calor. Es un inmenso corredor de mercancías con lógicas
de Mad Max y lejano oeste. ¿Cuál es la ley? ¿El derecho?
El 29 de abril por la noche aprovecho que hay luz e internet para
ver, con retraso, el capítulo de Game of thrones. Fumo un cigarrillo,

301
miro el cielo de Maracaibo, me acuesto. Me despiertan los mensajes
al alba con la imagen de Guaidó junto a Leopoldo López y unos

a
militares. Sucedió lo que se intuía que podía pasar: el tiempo se
acaba de acelerar. El país se vuelca a seguir los acontecimientos, se

tur
repiten los mismos videos, las mismas palabras en los teléfonos: una
película golpista en redes sociales que detiene a millones de perso-
nas. ¿Y ahora qué?
Desde muy temprano se sabe que la acción, en términos milita-

lec
res, no tiene posibilidad. No han ingresado a la base de La Carlota;
son un puñado de hombres en armas, atrincherados en el distribui-
dor de Altamira; bastión opositor, lejos del poder, ningún cuartel
se pronuncia a favor. El esquema político pareciera ser el siguiente:
convocar a la gente a plegarse a la acción de humo, desde la fuerza
que deberían tener los liderazgos de Guaidó, López –que acaba de
a
escapar de su prisión domiciliaria con apoyo de servicios de inte-
ligencia que se voltearon– y la imagen de las armas. Son las mejo-
ar
res cartas de la derecha, a las cuales se suman diputados de la AN
y dirigentes opositores sin base. La acción se encuentra cerca del
mediodía con su espejo real: cinco mil personas dispersas en los al-
p

rededores de Altamira. No pueden moverse en lo militar, tampoco


tienen un apoyo popular masivo; solo les queda el repliegue: los
militares se van a la embajada de Brasil; López a la de Chile, luego
lo

a la de España, y Guaidó a su hotel. En menos de doce horas López


escapó, se presentó como conductor de una insurrección y volvió a
so

encerrarse. ¿La operación era para liberarlo? Es una de las prime-


ras preguntas, de las tantas que se van a generar a partir de esa tarde
confusa y lamentable de la derecha.
Al aterrizar en Caracas a las siete de la noche de ese mismo día,
voy directo a Telesur. Al llegar está María Alejandra Díaz en la
F

mesa de invitados, hacemos un análisis de la realidad rápidamente,


a la velocidad a la que obligan estos escenarios. Estamos ante un
PD

nuevo fracaso de la fiesta de los monstruos.


Caracas es hermosa, resiste ante las caídas de otras ciudades.
¿Qué pasó el 30 de abril de 2019? Se lo preguntan editores, pe-
riodistas, presidentes, ministros, diplomáticos, soldados, vecinos,
analistas, taxistas, vendedores de comida, generales, mis padres;
la noche, la luna y todas las estrellas. Fue un golpe fallido. Esa es

302
la primera idea que se instala. El plan militar no funcionó, quienes
debían plegarse no lo hicieron. ¿Les tendieron una trampa?

a
Abrams, “el carnicero”, dice en una entrevista que tenían un
acuerdo con Vladimir Padrino López, comandante en jefe de la

tur
FANB; con Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de
Justicia; e Iván Hernández, de la Guardia de Honor Presidencial,
con un papel firmado con varios puntos para un gobierno conjunto
transitorio.

lec
Abrams miente, casi todos lo hacen; lanzan pistas, confunden,
operan; llegan al ridículo. Como Pompeo, quien sostiene que Ma-
duro tenía un avión listo para irse de Venezuela, pero los rusos lo
obligaron a quedarse. Lo cierto es que la pieza fuerte que lograron
quebrar fue a quien dirigía el Servicio de Inteligencia –ahora pró-
fugo– que permitió que López escapara de su casa. No tuvo fuerza
a
para más. El plan no salió como se esperaba: la salida de López por
la puerta grande era solo uno de los objetivos. ¿Midieron reacciones
ar
para la próxima acción? ¿Fue un ensayo? Las certezas son inesta-
bles, Maduro aparece en la madrugada del 2 de mayo de 2019 en
un acto con la FANB. La foto cierra momentáneamente estos mo-
p

mentos de incertidumbre.
Los periódicos descargan notas y editoriales contra el intento
del 30 abril en la mañana: caen Guaidó, López, la derecha venezo-
lo

lana; quedan heridos los norteamericanos. Los análisis se multipli-


can sobre lo que sería la situación a lo interno, donde, por un lado,
so

Trump estaría descontento con las fuentes de inteligencia, los infor-


mes, los operadores, y buscaría una salida que no desemboque en
un pantano militar; mientras que el ala Bolton/Pompeo sí estaría
dispuesta a ir a ese escenario.
Acontece una reunión en el Pentágono, un llamado de Trump
F

a Putin, las aguas que parecían por reventar comienzan a bajar


en los discursos. Las reuniones con Rusia se encadenan, primero
PD

con Arreaza, luego con Pompeo, hasta que los focos se tornan ha-
cia Irán, donde Estados Unidos vuelve a aumentar presiones en
clave de la tensión Trump/Bolton: el primero buscaría negociar,
el segundo sueña desde años atrás con un Irán devastado y arrodi-
llado, dentro del reordenamiento de un Medio Oriente estratégico
de Israel. Esa disputa interna es trabajada por The New York Times,

303
The Washington Post, ¿cuán real es? Siempre es necesario sospechar,
ampliar preguntas como, por ejemplo, ¿por qué Trump nombró a

a
Bolton? ¿Él lo nombró?
Guaidó pierde cámaras y fuerza; López queda en la residencia.

tur
Se rompieron más límites: casi todos los presidentes que apoyan la
salida de Maduro se posicionaron a favor del intento militar que
presentaron como una acción por la democracia. España mantuvo
una línea disonante al oponerse a la acción de fuerza tan evidente-

lec
mente golpista, pero luego le dio la embajada a López como casa.
Los días que siguen al 30 de abril de 2019 son la evidencia de que
la derecha no logra rearmar la calle ni retomar iniciativa. El efecto
derrota es similar al del 23 de febrero de 2019, con el agravante de
que ya han pasado más de cuatro meses desde la autoproclamación
de Guaidó y a su impotencia se suma la crisis de expectativas, las
a
divisiones, y las acciones de la justicia que avanzan sobre varios di-
putados que estuvieron esa madrugada. El círculo se cierra, huele
ar
a que no pueden avanzar más; a que sus opciones, pocas, se agotan
y Estados Unidos no está dispuesto a dar el paso que necesitan. Lle-
gando a ese punto aparece lo inevitable: el reconocimiento de una
p

iniciativa de diálogo en Noruega que causa el efecto de disparos


cruzados en las filas de la derecha. En Miami, los programas de los
“escuálido/gusanos” acusan a sus interlocutores de traición, mien-
lo

tras Guaidó intenta dibujar la situación de forma tal que parezca


que dialogan sin dialogar, que su hoja de ruta no ha cambiado y que
so

todo comienza con la salida de Maduro de la presidencia.


No tienen correlación de fuerzas internas suficientes para una
buena negociación. Es posible que intenten acciones desesperadas
para mejorar un cuadro que empeora con su incapacidad, y con la
iniciativa del chavismo que anuncia que prolongará la ANC hasta
F

fines del 2020. Por otra parte, Maduro plantea adelantar las elec-
ciones de la AN, presiona y acorrala.
PD

¿Cuál es nuestra correlación de fuerzas?


¿Cuál es el país que se desovilla ante nuestros ojos?
¿Qué posibilidades existen de salir de este cuadro económico
arrasador?
Los norteamericanos no parecen dispuestos a levantar los blo-
queos económicos. No lo han hecho con Cuba, Corea del Norte

304
o Irán. Si prometen hacerlo en una negociación, ¿cumplirían? El
interlocutor es traicionero. Es parte de su problema cuando ofrece

a
amnistías, recompensas, garantías de salvación; para la muestra
Libia. El ataque sobre la economía solo ha tenido una dirección:

tur
la ampliación y profundización. Acciones sobre barcos petroleros,
importadores de alimentos, más de cuatro mil millones de dóla-
res bloqueados en bancos internacionales, impedimentos para que
bancos venezolanos –incluido el BCV– puedan operar con dólares;

lec
robo de activos, filiales, empresas; el cierre progresivo y violento de
la economía del país para cortarle el ingreso de dinero, medicinas y
alimentos, para intentar asfixiarla.
La dirección del chavismo ya no explica la política económica.
Importa más lo que no dice que lo que anuncia. ¿Porque no puede
hacerse responsable públicamente de las decisiones que toma?
a
¿Porque no quiere dar información al enemigo, al punto de no ex-
plicarle a la gente que día tras día enfrenta las batallas? El tiempo
ar
económico es un círculo repetido: retroceso, mutaciones de las difi-
cultades –del desabastecimiento a los precios inalcanzables– y con-
signas repetidas en boca de funcionarios de alto nivel. No importa
p

que lo diga o que lo piense yo; importa qué ven, piensan y viven
los millones que día tras día se levantan a cocinar empanadas; a
conducen un taxi, una moto, una lancha de pesca; quienes abren
lo

el metro, una sala de cine; quienes venden cotufas, café, puestos


de estacionamiento; quienes editan un libro, una película; quienes
so

echan gasolina; quienes venden cocadas, cigarrillos; quienes siem-


bran la tierra, cosechan, ordeñan; quienes cargan tobos de agua,
bombonas de gas; quienes dan clases; los universitarios; quienes
barren la calle, redactan notas, piensan un poema, estudian, afi-
lan cuchillos, juntan la basura; quienes abren un museo, un bar,
F

un almacén, una tienda de zapatos; los que se van del país, los que
mandan a un familiar afuera para que resuelva y ayude a resolver.
PD

¿No deberían saber?


La sociedad se ha dividido en tres: quienes viven de salarios en
bolívares y bonos, quienes tienen acceso a dólares, y quienes venden
servicios y mercancías a los que tienen dólares.
El BCV da números luego de tres años: el PIB se contrajo 52,2%
desde el 2013 hasta casi fines del 2018. La inflación en el 2015 fue

305
180,9%; 274,4% en el 2016; 862,6% en el 2017 y 130.060,2% en el
2018. ¿Cuánto será este año? ¿Por qué publicaron los números en

a
este momento? ¿Qué se hace con estas cifras?¿Qué piensa la direc-
ción, quienes toman decisiones que nadie más puede tomar?

tur
Tengo el presentimiento de que vendrá un nuevo ataque más
violento que los anteriores.
El cielo de Caracas se desfondó hoy por la tarde.
La derecha festeja, anuncia que no hubo acuerdo en Oslo.

lec
Guaidó mantiene su postura pública intransigente, los maiameros
sangre o nada celebran la decisión, el sector de la oposición que
acompaña sin opinar difunde el comunicado. ¿Qué pasó realmente
en Noruega? Maduro revela que existió un trabajo de varios meses
de conversaciones secretas previas, afirma lo que se intuye: la de-
recha tapa su juego. “Sean valientes, díganle a su gente la verdad”,
a
dice con referencia a Oslo. El problema de plantear todo o nada es
que no se puede acordar un punto intermedio sin parecer luego un
ar
traidor ante de los ojos de quien creyó ese plan. Como en el 2017.
Ese es el barranco, el callejón, la forma de la derecha que mide mal
y huye hacia adelante. ¿Hasta cuándo podrá sostenerlo sin un acon-
p

tecimiento que cambie el cuadro de fuerzas? La política nacional es


de fortaleza del chavismo, la internacional de empate, la económica
es el principal problema. ¿Tiene posibilidad el gobierno de mejorar
lo

el cuadro? Si no lo tiene y los números empeorarán, ¿mantendrá su


misma posición en una negociación?
so

Necesito mar, salsa, cerveza, pescado.


Necesito Río de la Plata, asado, vino, pan, cumbias.
Necesito la cocina de mi casa, mi familia, mi idioma primero.
Tomo unos mates en la terraza.
F

Caracas es primavera, verano, otoño, Caribe.


PD

306
a
tur
ec
r al
pa

CHUAO, ARAGUA
lo

FOTO: MARCELO VOLPE


so

Día 101
F

Haroldo Conti decía poco tiempo antes de su desaparición:


PD

Creo, con Galeano, que nuestra suprema obligación es hacer las


cosas más bellas que las de los demás, sobre todo, que lo que las
puede hacer el adversario. Pero aun haciendo belleza creo que
podemos hacer una literatura política. Lo político emergerá con
naturalidad, no como una cosa impuesta.

307
a
Pienso en su frase en una tarde que anuncia aguacero de mayo,
en caída desde las montañas. ¿Hacemos las cosas más bellas? ¿Nues-

tur
tra justicia es más justa que la del adversario? ¿Nuestra democracia
es más democrática? ¿Nuestra igualdad?
Haroldo decía también que: “... la vida es una especie de borra-
dor, que uno nunca termina de pasarla en limpio. Y mi vida es un

lec
perfecto borrador, bien borroneado, bien tachado, vuelto a reescri-
bir, nunca completo, nunca terminado”.
¿La revolución es un borrador?

Día 102 a
Escribo bajo la noche de Venezuela. Las montañas callan, las
ar
estrellas se ven claramente; las ideas recorren siglos, islas; pala-
bras que se pegan a las mismas ideas, buscan como se busca en las
fisuras, se muestran con nuevas preguntas. Soy en lo que no logro
p

decir, lo incendiado por conciencia, por intuición, por el ejército al


que pertenezco, al que nombro por el peso elegido del presente del
cual nadie escapa. Nadie.
lo

A esta hora, en la que intento este capítulo de un cierre imposi-


ble, un asesor norteamericano conspira desde algún lugar; grupos
so

mercenarios cruzan por una de las miles de trochas en la frontera,


otros se entrenan en un campamento; alguien con un mapa dibuja
los puntos que serán incendiados en Caracas cuando den la orden,
recibe instrucciones desde fuera; suenan teléfonos con llamadas
de tantos países, cada segundo es una conspiración, cada hora
F

una hora más, o menos. El país está lanzado y nadie sabe cómo
PD

308
a
terminará; si contaremos, buscaremos sobre cenizas, reiremos, en-
derezaremos la montaña con la que amanecemos cada día.

tur
Escribo y la noche me rodea como una pregunta sobre la es-
palda, en los dedos que escriben, en las imágenes que me entrega el
tiempo sin preguntarme: mi cumpleaños del año 2000 en una plaza
de mi barrio parisino bajo la nieve y una novia de padres lejanos

lec
como los míos; las paredes que ayudé a levantar en un campo de
Cataluña; mi primera clase en un sótano de la universidad de La
Plata; la primera autopista cortada fuego en mano; el día que des-
cubrí a los muertos en la sombra de mis palabras y recité el epitafio
de mi abuelo que decía: “sin prisa pero sin pausa como las estrellas”;
la mañana en que llegué a La Guaira con dos valijas, una mochila,
a
tres libros; el calor del Caribe como la vida pegada al pecho; la
subida hasta El Valle; Caracas; la muerte de Chávez; las primeras
ar
crónicas; los amaneceres país adentro; las colas para la comida; la
distancia entre esas mañanas y mi infancia en un colegio de la rue
d’ Alésia donde nadie me decía Bolívar, San Martín, jamás escla-
p

vos, ni esclavas; ni el mundo que me hizo y devuelvo en palabras


bajo la noche del cielo de Venezuela que me arropa; la conspiración
que me rodea me pide velas para los muertos, vasos de agua, nom-
lo

brarlos mientras veo los cerros de Caracas sobre una motocicleta;


el Ávila, más atrás el mar que siempre está, los pelícanos; la historia
so

que busco de frente pasa rápido a mis costados en muros de ce-


mento, de disparos, mientras me pregunto cómo terminaremos; en
qué lugar de la memoria quedarán nuestros días; la manera en que
decidimos que pelear era la forma de hablarle a esta época. ¿Dónde
estás Clara Anahí? ¿Dónde está la verdad de la revolución? ¿Existe
F

el día que nos aguarda con la arena limpia? Escribo.


PD
a
tur
a lec
p ar
lo
so

PENÍNSULA DE PARAGUANÁ, FALCÓN, 2018


FOTO: MARCELO VOLPE
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PD
a
tur
Fundación Editorial El perro y la rana

lec
Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,
Caracas - Venezuela, 1010.
Teléfonos: (0212) 768.8300 / 768.8399

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a Facebook: El perro y la rana


Twitter: @elperroylarana
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Este libro se terminó de imprimir


en el mes de octubre de 2019
en la Fundación Imprenta de la Cultura
Guarenas - Venezuela
La edición consta de 5.000 ejemplares
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