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Departamento de Historia
Maestría en Historia
Escuelas de Construcción Histórica
Profesor Isidro Vanegas
Presentado por Luis Alejandro Castro Sanchez
En este orden de ideas la lectura plantea 2 instancias para la reflexión, que de una
u otra forma son el punto de inicio para la razón de ser de esta disciplina como lo
es el proceso de hacer historia:
Estas dos reflexiones son el punto de partida de la lectura para llevarnos a una
serie de cuestionamientos que giran en torno a la esencia de lo que representa
las preguntas para el historiador. ¿Por qué son tan importantes las preguntas?
En la segunda parte de la lectura vemos como el autor plantea lo que se
conoce como las huellas del pasado, los documentos y como a partir de los
mismos ya explorados, se pueden plantear nuevos interrogantes. Pero
entonces ¿Por qué nuevos interrogantes? Porque dentro del oficio del
historiador se puede hablar de una exploración colectiva en la medida en que
las corrientes y escuelas de los historiadores se interesan por un mismo hecho
histórico y una interpretación que se enmarca en los mismos intereses, pero
también podemos hablar de un cuestionamiento individual en la medida en que
el historiador tenga la capacidad de sacar todo el repertorio documental para la
obtención de información y a su vez todo el arsenal metodológico para
profundizar en los cuestionamientos y dar respuesta a los mismos; así lo
plantea la lectura.
Dentro de las últimas nociones que nos deja la lectura, nos adentramos en un
planteamiento basado en lo que representa el arraigo personal hacia lo que
pueden ser las preguntas del historiador. En este punto el autor nos referencia
a través de múltiples ejemplos como autores históricos han enmarcado sus
estudios no solo a su época, sino a los compromisos de diversos ordenes que
pueden interpretarse de sus obras. Es aquí donde la lectura plantea un nuevo
debate y es hasta qué punto el historiador obedece a sus compromisos o
percepciones individuales. Normalmente creemos que los cuestionamientos de
un historiador son imparciales y se limitan simplemente a un orden descriptivo,
especialmente los historiadores clásicos, pero con una serie de ejemplos el
autor incluso habla de las perspectivas interpretativas de la escuelas
positivistas de la historia, y como estos autores que aparentemente escriben
sin compromisos personales o perspectivas criticas si obedecen a un orden,
que aunque sea de la época tiene un tinte de arraigo personal en los
cuestionamientos de la historia que hacen. Por ejemplo el interés el interese
profesional por la evolución de la colectividad es un factor que de una u otra
forma podría definir parte del compromiso de un autor.
Finalmente la última parte de la lectura establece lo que podría ser uno de los
sentidos del que hacer histórico y el tinte final para las soluciones históricas, y
es el peso de la personalidad. El autor comienza este apartado aclarando que
no existe labor intelectual sino existe un interés del orden personal que
conlleve a la realización del mismo, es decir para hacer historia o investigar en
cualquier otra disciplina se debe tener al menos una pasión por lo que se hace.
Y es en este punto de la personalidad en donde podemos ver como la
colectividad puede quebrarse teniendo en cuenta que desde la perspectiva
humana los historiadores poseen conductas, creencias y hábitos de vida
distintos. En este sentido no podríamos cuestionar de alguna manera la
construcción del conocimiento histórico de las escuelas, pero si podríamos
decir que los interrogantes que plantea cada historiador son parte de una
construcción individual muy sumida a la personalidad. Es muy interesante ver
como el autor incluye incluso elementos del psicoanálisis para abrirnos camino
en el debate de la personalidad dentro del trabajo histórico. Sin duda alguna el
inconsciente emerge en cada obra del historiador; así lo plantea la lectura.