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Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Departamento de Historia
Maestría en Historia
Escuelas de Construcción Histórica
Profesor Isidro Vanegas
Presentado por Luis Alejandro Castro Sanchez

Informe: “Las Preguntas del Historiador”, en Doce Lecciones de Historia,


Antoine Prost

La obra Doce Lecciones de Historia de Prost constituye un aporte importante en la


formación como historiador y en la consecución de conceptos del orden práctico y
metodológico para el desarrollo de la labor académica y disciplinar del mismo. Sin
embargo son muchos los interrogantes que la lectura del capítulo “las preguntas
del historiador nos deja a manera de reflexión, teniendo en cuenta que se
establece una primicia para el largo debate sobre el inicio del trabajo del
historiador frente a lo que desea develar del pasado, su importancia, sus fuentes y
la forma como se plantea la ruta para conseguir la verdad critica de los hechos
que pueden considerarse como históricos.

En este orden de ideas la lectura plantea 2 instancias para la reflexión, que de una
u otra forma son el punto de inicio para la razón de ser de esta disciplina como lo
es el proceso de hacer historia:

1- Las preguntas como punto de partida de la historia: es en este punto donde


al autor comienza abrir camino hacia lo que puede ser el verdadero sentido
de un documento o la importancia del mismo basado en el planteamiento
del historiador, por ejemplo la afirmación “no hay documento sin preguntas”,
en este dinámica es fácil interpretar que existe una génesis ante el trabajo
del historiador, y es por esto que la misma debe ser producto de una
reflexión inicial propuesta desde la óptica de quien estudia o hace historia.
La historia como saber abarca todas las dimensiones del ser humano, lo
que sin duda alguna nos permite hablar de un conocimiento que no tiene
límites, ahora bien es el historiador quien plantea la pregunta inicial, para
darle forma o vida al estudio y consecución del hecho histórico. ¿Por qué
no hay documento sin preguntas?, el autor plantea diversos enfoques que
pueden dar respuesta a este interrogante, pero en este sentido se debe
tratar de ser objetivo para no dar pie al largo debate que enmarca los
alcances de esta disciplina, luego entonces el documento como fuente
información al aire representa eso mismo, solo una partida que contiene
algo. Es en este punto donde la lectura nos lleva a pensar, ¿Quién le da
valor al documento?, en este caso es el historiador, el documento adquiere
sentido e importancia si el historiador establece preguntas frente al mismo,
preguntas que sin lugar a duda darán forma y origen a lo que puede
constituir un verdadero hecho histórico. Teniendo en cuenta esta primera
parte de la lectura entonces podemos entender, que la relación preguntas
documentos son la génesis del que hacer histórico, pueden haber una
relación positiva al decir que no existe documento sin preguntas, en la
medida en que los documentos adquieren valor y son fuente de
información, si el historiador tiene claro a que van a responder o por otra
parte, podemos abrir el debate respecto al mismo valor del documento si al
explorar su contenido podemos encontrar la respuesta a algo a lo que no se
tenía previamente cuestionado, pero esto sería uno de los aportes de este
primer punto de la lectura a los cuestionamientos sobre el proceso practico
y metodológico para hacer historia.
2- ¿se puede hacer historia sin documentos?: en esta segunda instancia el
autor plantea una afirmación que a mi modo de ver es cuestionable desde
diferentes ópticas “…la historia se hace con documentos escritos. Pero
también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos escritos si estos no
existen.” Esta afirmación puede constituir o bien otro punto de partida o un
punto de inflexión ¿Por qué?, sencillamente porque con todos los
elementos y métodos que nos plantea la historia para su cosecha, se
recalca mucho la idea de que sin archivo o sin documento no hay historia,
pero es entonces donde el autor nos dice a través de una cita, si la misma
naturaleza o los mismos artefactos, obras, construcciones o edificaciones
del ser humano como objeto inertes y mudos, no puede brindar un relato
histórico dirimido por el mismo historiador ¿acaso los edificios, una
herramienta o una pintura tallada en el piedra pueden ser fuente
información para hacer historia?. Bajo esta óptica podemos entrar indagar y
cuestionar muchos de los procedimientos metodológicos y en especial en la
académica, que hacen que la labor del historiador de alguna manera se
entorpezca, por estar tan sumido y limitado a la veracidad y exploración de
las fuentes de información documentales. Es en entonces donde la lectura
nos lleva a otra reflexión y es ¿Por qué se duda mucho de las
interpretaciones de los historiadores cuando no existe una fuente
documental escrita?

Estas dos reflexiones son el punto de partida de la lectura para llevarnos a una
serie de cuestionamientos que giran en torno a la esencia de lo que representa
las preguntas para el historiador. ¿Por qué son tan importantes las preguntas?
En la segunda parte de la lectura vemos como el autor plantea lo que se
conoce como las huellas del pasado, los documentos y como a partir de los
mismos ya explorados, se pueden plantear nuevos interrogantes. Pero
entonces ¿Por qué nuevos interrogantes? Porque dentro del oficio del
historiador se puede hablar de una exploración colectiva en la medida en que
las corrientes y escuelas de los historiadores se interesan por un mismo hecho
histórico y una interpretación que se enmarca en los mismos intereses, pero
también podemos hablar de un cuestionamiento individual en la medida en que
el historiador tenga la capacidad de sacar todo el repertorio documental para la
obtención de información y a su vez todo el arsenal metodológico para
profundizar en los cuestionamientos y dar respuesta a los mismos; así lo
plantea la lectura.

Dentro de la lectura encontramos otros apartados teóricos respecto lo que se


pueden manifestar en la discusión sobre los límites de la historia, si es que
existe un límite. Por ejemplo se habla de las maneras de hacer avanzar la
historia, en donde se plantea que la más simple es colmar las lagunas. Y es
aquí donde el autor comienza a definir y adentrarnos en esa perspectiva de lo
que es, lo que significa y representa en la labor del que hacer histórico. Lo que
más se resalta en este punto es una de las consecuencias que deja los
interrogantes sobre lo que está escrito, sobre lo que no se ha escrito o sobre lo
que se escribe sobre lo escrito, este juego de palabras nos lleva entender la
importancia de los procesos de reflexión sobre todo en la historia crítica. A
partir de aquí comienza el debate sobre una de estas consecuencias y es que
“nunca terminamos de escribir la historia”, son estos cuestionamientos los que
enriquecen el debate sobre la importancia de las preguntas, porque según el
autor durante una parte del siglo XX, se pensaba que lo que se escribía de una
u otra forma constituía una verdad absoluta y casi que marcaba un fin, hoy en
día sabemos que las develaciones del pasado surgen a partir de los
interrogantes que plantea el historiador, son los acontecimientos ya descritos
los que marcan nuevas investigaciones históricas a partir de ellos. Este punto
de la lectura también nos conecta con los razonamientos del historiador, por
ejemplo entender que el abanico de preguntas que se consideran legítimas son
cambiantes.

Dentro de las últimas nociones que nos deja la lectura, nos adentramos en un
planteamiento basado en lo que representa el arraigo personal hacia lo que
pueden ser las preguntas del historiador. En este punto el autor nos referencia
a través de múltiples ejemplos como autores históricos han enmarcado sus
estudios no solo a su época, sino a los compromisos de diversos ordenes que
pueden interpretarse de sus obras. Es aquí donde la lectura plantea un nuevo
debate y es hasta qué punto el historiador obedece a sus compromisos o
percepciones individuales. Normalmente creemos que los cuestionamientos de
un historiador son imparciales y se limitan simplemente a un orden descriptivo,
especialmente los historiadores clásicos, pero con una serie de ejemplos el
autor incluso habla de las perspectivas interpretativas de la escuelas
positivistas de la historia, y como estos autores que aparentemente escriben
sin compromisos personales o perspectivas criticas si obedecen a un orden,
que aunque sea de la época tiene un tinte de arraigo personal en los
cuestionamientos de la historia que hacen. Por ejemplo el interés el interese
profesional por la evolución de la colectividad es un factor que de una u otra
forma podría definir parte del compromiso de un autor.

Finalmente la última parte de la lectura establece lo que podría ser uno de los
sentidos del que hacer histórico y el tinte final para las soluciones históricas, y
es el peso de la personalidad. El autor comienza este apartado aclarando que
no existe labor intelectual sino existe un interés del orden personal que
conlleve a la realización del mismo, es decir para hacer historia o investigar en
cualquier otra disciplina se debe tener al menos una pasión por lo que se hace.
Y es en este punto de la personalidad en donde podemos ver como la
colectividad puede quebrarse teniendo en cuenta que desde la perspectiva
humana los historiadores poseen conductas, creencias y hábitos de vida
distintos. En este sentido no podríamos cuestionar de alguna manera la
construcción del conocimiento histórico de las escuelas, pero si podríamos
decir que los interrogantes que plantea cada historiador son parte de una
construcción individual muy sumida a la personalidad. Es muy interesante ver
como el autor incluye incluso elementos del psicoanálisis para abrirnos camino
en el debate de la personalidad dentro del trabajo histórico. Sin duda alguna el
inconsciente emerge en cada obra del historiador; así lo plantea la lectura.

Desde mi modo de ver la lectura es muy valiosa en este proceso de formación


como historiadores, contiene muchos elementos conceptuales que puede
abrirnos camino a un sin fin de interrogantes, pero que pueden enriquecer
sobre todo el debate sobre las formas, métodos y procesos en la investigación
histórica. La importancia de las preguntas radica en que de las mismas
obtenemos el punto de partida para la investigación. El oficio del historiador
está marcado por una cantidad de elementos que no solo se limitan al orden
académico e intelectual, sino a intereses personales, formaciones colectivas o
pensamientos netamente individuales.

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