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Historia y escritura
Michel de Certeau (1925-1986)
Obra:
La posesión de Ludun 1970
La toma de la palabra y otros escritos políticos 1974
La cultura en plural 1975
La invención de lo cotidiano 1980
La fábula mística 1982
Historia y psicoanálisis, entre la ciencia y la ficción 1987
En este texto inicial, va a partir del análisis de una alegoría dibujada por Jan Van der
Straet en 1619 donde se representa el encuentro entre el explorador Américo Vespucio y
una india llamada América. Lee allí la presencia de Occidente como dispositivo de
poder dominador y dador de sentido, frente al cuerpo innominado de una mujer acostada
y desnuda, que es el símbolo de lo exótico y lo diferente para aquél que va a dotarla de
un nombre.
La historia hace hablar al cuerpo que calla con lo cual produce un desfasaje entre la
opacidad silenciosa de la realidad, y el lugar desde donde se produce su discurso. Los
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documentos marcan la ausencia de quien los dejó allí, son un murmullo venido desde lo
lejos, el sonido de la inmensidad desconocida que seduce y amenaza al saber.
La historiografía moderna es, por tanto, una inteligibilidad que se establece en relación
al otro, se desplaza al modificar lo que constituye su otro: el salvaje, el pasado, el
pueblo, el loco, el niño, el tercer mundo. Sus variantes son la etnología, la psiquiatría,
la pedagogía, etc. que se ocupan de saber decir lo que el otro calla, este es el trabajo
interpretativo de la ciencia.
Estgas ciencias, por ello, son heterologías, discursos sobre el otro que se basan en el
gesto de dividir. El intérprete hace un corte. A partir de un lugar presente selecciona lo
que debe ser comprendido y lo que debe ser olvidado (el resto). Pero este resto se
insinúa en las fallas del discurso como lapsus (se resiste).
De Certeau define la historiaografía como una disciplina que desde hace cuatro siglos es
una escritura y una práctica que simboliza a una sociedad capaz de controlar el espacio
que ella se ha dado. Reemplaza el cuerpo vivido con el enunciado de un querer saber o
un querer dominar el cuerpo. Transforma la tradición recibida en texto producido. Lo
dado es lo construido en el presente., la tradición deviene en pasado, que se excluye, se
explota por métodos nuevos para no perder nada de ella
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El pasado se vuelve una ficción del presente. La escritura establece una distancia entre
el aparato explicativo (presente/reducción científica/metaforización narrativa de las
estrategias del poder) y el material explicado (documentos con curiosidades de los
muertos). Lo real que se inscribe en el discurso historiográfico proviene de las
determinacines del lugar y ese lugar de escritura muestra
dependencia de un poder
dominio de las técnicas referidas a estrategias sociales
juego con lo simbólico y el referente que tiene el autor frente al público
En la historia concebida no como cronología sino como arqueología, el texto marca una
carencia, obliga siempre a escribir más. La laguna es una marca del lugar en el texto y
el cuestionamiento del lugar por el texto. La relación entre logos y arche (principio,
comienzo que es su otro). La historiografía se apoyua en ese otro (arché) que la vuelve
posible y puede colocarlo antes o designarlo como lo que autoriza la representación de
lo real sin serle jamás idéntico. Arché: no se puede decir solo se insinúa el el texto por el
trabajo de dividir o con la evocación de la muerte.
Usa la historia religiosa para ver de qué manera se dio la confrontación entre la
historiografía y la arqueología a la que ha reemplazado y permite analizar la relación
entre historia e ideología. En él, De Certeau ve la historia como práctica y como
discurso. En este sentido se ubica en una práctica desde la cual puede dar testimonio por
las condiciones de sus trabajo; en un período (historia moderna) y en un lugar
(situación francesa)/
Subraya:
1. la singularidad de cada análisis para poner en tela de juicio la posibilidad de
sistematización totalizante
2. el carácter histórico de los discursos por lo que no se pueden comprender en tanto a
contenido sin tener en cuenta las prácticas de dónde proceden (articulación
contenido y operación). Pone el acento en la expresión hacer historia y focaliza más
el hacer que el objeto del hacer.
3. Define historia como una práctica (una disciplina), su resultado (el discurso) y su
relación bajo la forma de una producción.
Le interesan las relaciones que el discuso mantiene con su otro : lo real. Por ello subraya
que la lectura del pasado, por más controlada que esté por el análisis de documentos,
siempre está guiada por una lectura del presente. Se organizan en función de
problemáticas impuestas por la situación. Relaciona esto con el tema del intelectual
orgánico (Gramsci) ya que se analiza la posición social que ocupan y los discursos con
los cuales la manifiestan
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La historia está entre la leyenda y la criteriología que hace de ella el único análisis
crítico de sus procedimientos. La práctica del historiador es la suya y la del otro (la
época o sociedad que hoy lo determina). La historia es el relato de esta relación de
exclusión y fascinación, de dominación o de comunicación con el otro (lo cercano, lo
futuro). De este modo nuestra sociedad se narra a sí misma gracias a la historia. Es
nuestro mito.
En la historia una sociedad dice Yo no soy aquella (el pasado) y también soy algo
distinto de lo que quiero ser y estoy determinada por lo que niego.. Es parte de los mitos
por los cuales una sociedad representa sus relaciones ambiguas con sus orígenes, y sus
relaciones con ella misma.
Esta comunicación de una sociedad consigo misma se opera por la remisión a un tercero
que es su objeto. Pero el objeto que circula es el ausente. Mientras que su sentido opera
la relación o es un lenguaje entre el narrador y sus lectores, es decir entre presentes. La
cosa comunicada es un ausente, su pasado, un muerto.
En este sentido la historia es el mito del lenguaje, manifiesta la condición del discurso:
una muerte. El discurso es un decir que se apoya sobre lo que ya pasó, hay un comienzo
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El discurso se apoya en una muerte (ausencia) pero para contradecirla, hablar de los
muertos en contradecir la muerte, negar la muerte, desafiarla. Es resucitar. Literalmente
esta palabra es un engaño, la historia no resucita a nadie pero evoca la función de una
disciplina que trata a la muerte como objeto de saber y al obrar así da lugar a
intercambios entre vivos.
Capítulo 8
Lo que Freud hace con la historia. A propósito de “Una neurosis demoníaca en el
siglo XVII”
Cuando recibimos el texto ya se llevó a cabo una operación que eliminó la alteridad y su
peligro. Se guardan del pasado fragmentos empotrados en el rompecabezas del presente.
Estos signos acomodados en forma de leyenda pueden ser leídos de otra manera,
comienza así otra historia donde puede leerse la heteronomía “esto pasó” dentro la
homogeneidad del lenguaje: “esto se dice”, “esto se lee”.
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La palabra historia oscila entre dos polos : la historia que se cuenta , histoire, y la que
ocurre geschichte. El historiador parte siempre del primer sentido para tender hacia el
segundo, para descubrir con el texto propio de su cultura, la realidad de que algo pasó en
otra parte y de otro modo, de este modo produce la historia. Con los trozos que le
organizó de antemano la imaginación de la sociedad, realiza desplazamientos, añade
otras piezas, establece diferencias y comparaciones, descubre con estos indicios las
huellas de otras cosas que remiten a un construcción ya desaparecida. Crea ausencias.
Con los documentos produce un pasado que es tomado pero no absorbido por su nuevo
discurso. Su trabajo es un acontecimiento, no repite, por eso transforma a la historia-
leyenda en historia- trabajo.
De Certeau se pregunta a qué responden y adónde nos llevan las incursiones de Freud
en la región “histórica” de su cultura. Como analista, qué hace con la historia. Este
trabajo es también un nuevo modo de usar el psicoanálisis, porque el recurso a la
muerte del padre, el Edipo, o la transferencia ha sido usado para todo por el historiador.
Sobre todo para cubrir lo que no entiende. Circunscriben lo inexplicado pero no lo
explican, dan testimonio de una ignorancia. Se les encuentra donde una explicación
económica o sociológica deja un hueco. Literatura de elipsis, arte de presentar los
residuos, sensación de un problema pero no análisis freudiano.
La historia que Freud retoma en “Una neurosis demoníaca en el siglo XVII”, consta en
una carta de presentación escrita por el cura Leopoldo Braun para el abad del monsterio
de Mariazell y fue copiada en el Trophaeum.
Esta era una carta de presentación que contaba que unos años antes el pintor enseguida
de llegar a la iglesia de Pottenbrum había sido atacado por terribles convulsiones. Ante
estos síntomas el cura del lugar lo interrogó y el pintor le confesó haber hecho un pacto
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Según otro relato que consta también en el Trophaeum, en el monasterio fue exorcizado
y tuvo una visión del diablo como un dragón alado a partir de la cual pudo cancelar el
pacto. Después de unos días, liberado, se dirigió a la casa de su hermana en Viena. Un
año después volvió a tener convulsiones y parálisis en una pierna y copió estos estados
en un diario. que ilustró él mismo con sus visiones (1678).
Luego, retornó al monasterio y se quejó de esto que atribuía a un segundo pacto con el
diablo hecho con tinta. Se repitieron los exorcismos y de nuevo se anuló el pacto. Poco
después tomó los hábitos con los Hermanos de la misericordia y tomó el nombre de
Crisóstomo. Murió en 1700 allí. El hermano provincial que relata su vida se volvió más
tranquila aunque cuando tomaba algo de vino le venía la tentación maligna. En el
manuscrito está cuidadosamente copiados los dos pactos hechos por el pintor donde se
comprometía a ser hijo de Satanás.
Para Freud estos manuscritos del siglo XVII forman parte de su presente pero de un
presente no analizado. Estos textos forman parte del conjunto de las lecturas, los
intereses y el mundo de Freud. Allí se da un lugar al documento antes de que le mismo
Freud se autorice. El analista ya está dentro del lenguaje (el de sus clientes, amigos,
lecturas) antes de actuar como sabio. Desde este punto de vista el manuscrito no le
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Al igual que en su terapeútica, Freud descubre en las palabras una organización que
revela un origen. Estas palabras son remitidas al acontecimiento que están ocultando y
que se convierte, a la vez ausente y presente, en un pasado.
La historia aparece aquí como el producto de un acto científico que proviene del
psicoanálisis. Tomando el caso del pintor, Freud convierte las relaciones entre palabras
en huellas de relaciones entre tiempos. En la superficie del texto se ensamblan las
palabras en función de cosas borradas o perdidas, que convierten a éste en el signo
engañoso de acontecimientos pasados.
El caso del pintor parece ser por si mismo histórico porque pertenece al siglo XVII, lo
cual nos permite clasificarlo dentro de los casilleros cronológicos del presente, en
realidad se convierte en histórico en el momento en que se inscribe dentro de una
problemática de la historia, problemática que Freud no puede dejar de manifestar con su
trabajo interpretativo.
Las línea de trabajo de Freud descubren en el pasado legible el presente oculto. Dirá que
lo más antiguo es lo más claro. Por eso reconoce bajo otras palabras, las del siglo XVII,
la misma estructura neurótica del presente. Freud toma como realidad histórica lo que en
realidad es coherencia de su discurso historiográfico, y como un orden en la sucesión de
los hechos, lo que es orden postulado e impuesto por su pensamiento.
Freud evoca un más acá del siglo XVII, hacia arriba un principio: un tiempo primitivo
en el que la dualidad del padre, proyección de la relación ambivalente con el padre, se
presentaba en una personalidad única a la vez Diablo y Dios. Al principio reinan lo uno
y lo simple. Este prototipo primitivo se desgarró y fragmentó en la primera imagen
infantil : sumisión tierna/desafío hostil y se explicitó en dos personajes opuestos
Diablo/Dios. El progreso fragmenta al aclarar.
Si el pasado es más legible que el presente es por esta ley descubierta por Freud que da a
toda explicación como límite original y como primera evidencia la simple
representación de una ambigüedad insuperable.
Estos materiales se encuentran en la misma posición de los hechos del los que hablan a
Freud sus clientes. Palabras y hechos que son elaborados. El analista capta el material
del lenguaje como un producto (del trabajo inconciente) . El problema es cómo trata
Freud estos materiales del siglo XVII ¿como significante o como realidad?
Freud trata al lenguaje de algo simple (único) que ya no está ahí y solo queda convertido
en múltiple, cada vez más oculto por la fragmentación elucidadora.
Esta ciencia establece como ley del lenguaje y como su propia ley, una diferencia de
tiempos y un trabajo del tiempo. Si bien en relación con la concepción de la
historiografía cientificista del hegelianismo, es decir la visión en término de progreso,
de una visión totalizadora de la historia,. Freud le cambia el sentido a los elementos que
encuentra fabricados por la etnología y la historia de su época. Los organiza en base a
otro tipo de unidad o de objeto científico; relativiza y aún invierte esta idea de progreso.
Plantea otro problema.
en relación en cada nueva elucidación con las anteriores y las vecinas, en la medida
en que ver mejor lo que está representado es a la vez una necesidad científica y
una nueva manera de ser engañado sin que uno lo sepa.
Así como el pintor va sustituyendo los padres, el pacto puede extenderse como sospecha
a todas las formas actuales del saber o del comercio. Los sutitutos del padre se inisnúan
en la amplitud de las estructuras sociales o ideológicas. Estos ersatz ya no tienen la
apariencia del diablo imaginario sino que se presentan con los colores del día, de lo
normal, del saber. El hecho de que el pintor se vaya con el diablo después de haber
perdido al padre, y con los Hermanos después de haber expulsado al diablo, es fácil de
explicar, pero las mil formas actuales con las que las instituciones hagan del anormal
una máscara de la norma oculta es lo menos visible y lo más difícil de descubrir.
Así como la historia puede considerarse una sucesión de terapéuticas, también el culto a
la ciencia, la liturgia comercial y las prácticas analíticas lo son.
Pero en Freud se produce un diferencia, según de Certeau, entre esa ley que se repite y
de la cual su elucidación podría ser una repetición más y el acto, la praxis.
Pero de esto se distingue el acto freudiano, sin él la ciencia sería el equivalente del
diablo o de la congregación, Entre la racionalidad de la que da testimonio el análisis y
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Por lo menos eso es lo que nos presenta esta forma de historia que es la praxis
freudiana. Repite y señala que nada objetivo garantiza la diferencia. Estas dos figuras
la de la historia y la de la praxis nos remiten a la ambigüedad de la palabra historia,
palabra inestable que se juega entre la leyenda (texto recibido, ley que es preciso leer,
provecho de una sociedad) y el convertirse en otro (riesgo de asegurarse a sí mismo la
existencia)
Freud traza una línea divisoria entre estas dos vertientes de la práctica psicoanalítica, va
a enunciar el criterio que lo liberará de recibir a su propia ciencia como una “ley
nutricia”. Como autor se autoriza al arriesgarse, su acto se refiere a cierto olfato que no
puede definirse bien porque es suyo. Para él la praxis es siempre un acto arriesgado que
nunca elimina la sorpresa. No se puede indentificar con la ejecución de una norma.
Quizás la locura del pintor radicara en la libertad que se tomaba de hacerle mueca a los
ángeles del santuario cuando tomaba vino y de ir al santuario para hacerle muecas al
diablo. Quiere decir Freud que todo sabio se burla de su propia ciencia, existiría una
embriaguez de tacto, una locura de acto?
El sabio que se permite se combina con la ciencia que permite. Hay pues entre el acto
psi. y la ciencia psi una articulación posible, pero nadie nos asegura ese acto. El tema
está entre lo obligación de hacer la historia o la aceptación del privilegio se ser
hijos.