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Novela policial boliviana, el dedo en la llaga

(Como quien no quiere la cosa)


Lourdes Reynaga

No sólo las artes mayores reflejan el proceso de una sociedad.


(Julio Cortázar)
Tal como afirma el epígrafe de Cortázar, el arte suele presentarse como un
acompañante de los distintos procesos de transformaciones sociales; las artes
denominadas “mayores” pero también las artes “menores”, aquellas que Umberto
Eco clasificaría dentro de lo masivo, tal vez incluso de lo popular en el más estricto
sentido de la palabra1. El arte, no necesariamente presentándose como
comprometido, didáctico o activista, suele aparecer de forma paralela a todas las
transformaciones sociales transcendentales, a veces adelantándose un poco, a
veces incluso brillando por su ausencia2, pero manifestándose de alguna manera.

Siguiendo esta perspectiva, la presencia y manifestaciones artísticas que nacen o


se intensifican paralelamente al transcurso de una importante transformación
histórica, es que este ensayo pretende mostrar cómo la novela policial en Bolivia
surgió como acompañante de las transformaciones sociales y del proceso de
descolonización que vivió Bolivia a partir de y durante la primera década del siglo
XXI. Los policiales bolivianos, a partir de su proximidad con el realismo crudo, se
aproximaron y tocaron temas sensibles en la sociedad boliviana contemporánea,
lo interesante se encuentra en que no lo hicieron desde una perspectiva de
denuncia o comprometida, ni siquiera con el afán de educar, instruir o practicar
algún tipo de activismo, sino como una parte del ambiente en que la trama misma
de la novela se desarrollaba. Por otro lado, a través de la experimentación con las
formas, léase, personajes, estructura y lenguajes, plantearon la escritura de un
tipo de narrativa con sus propias peculiaridades. Es decir, cuando hablamos de
policiales bolivianas, pese a existir la categorización en el subgénero narrativo

1
Para este trabajo, si bien aludo la clasificación que hace Eco del arte en Apocalípticos e Integrados, es
importante mencionar que omitiré, por no agregarle complejidad a un tema desde ya bastante complejo, las
reflexiones de García-Canclini acerca de la noción de “popular”.
2
Me refiero particularmente a la casi ausencia de producción cuentística y novelística durante fines de la
década de 1970 e inicios de la de 1980.

1
policial y pese a que es posible rastrear vínculos con el neopolicial norteamericano
de inicios del siglo XX, la novela y el cuento policial bolivianos tienen
particularidades esenciales que no encuentran igual en otros espacios y esto se
debe a la rica coexistencia de una diversidad de culturas alimentando la escritura
misma de los policiales. Por otro lado, como ya señalé, el complejo proceso de
descolonización se encuentra implícito de alguna manera en las tramas de
algunas novelas policiales como se verá en las páginas siguientes.

Para esto realizaré primero una brevísima introducción a la novela policial, un


contextualización de la novela policial boliviana en el período mencionado, luego,
una aproximación a la coyuntura misma a partir de la categoría de ciudadanía y,
finalmente me quedaré con el estudio de dos casos: La saga de Santiago Blanco
de Gonzalo Lema y Periférica Blvd de Adolfo Cárdenas Franco.

2
Narrativa policial

Para Ángeles Encinar: “Se ha considerado el término de narrativa policial como la


acepción más amplia que permite englobar a toda la narrativa de detectives y la
narrativa criminal e incluye modalidades o subgéneros tan destacados como son
la narrativa negra, el relato de enigma y el de espionaje” (Encinar, 1998: 9). Sin
embargo, es necesario establecer un par de precisiones para comprender a
cabalidad de qué estamos hablando al referirnos al término “policial”.

El nacimiento del policial clásico se atribuye a Edgar Allan Poe, a partir de los
cuentos: “La carta robada” (1844), Lo crímenes de la calle Morgue” (1841), “El
escarabajo de oro” (1843) y “El misterio de Marie Roguet” (1842-1843). En estos
cuentos se establece el mito de la resolución de casos a partir del razonamiento
puro. A partir de estos cuentos, otros autores como Artur Conan Doyle y Gilbert
Keith Chesterton se dedican a cultivar el género, el propio Jorge Luis Borges en
Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) retoma esta tradición llevándola al
extremo al hacer que el “detective” resuelva los casos estando preso.

Por su parte, la novela negra policial nace sin ninguna pretensión de arte, sino
más bien como un producto de consumo masivo, destinado a un mercado
heterogéneo y, por lo tanto, como parte de la variedad de publicaciones de las
pulp magazine. En la década de 1920, estas publicaciones comienzan a
especificarse con la aparición de la revista Black Mask (1920) que se ocupaba
únicamente de textos policiales que, a diferencia del policial clásico, ya no
presentaban soluciones basadas en el razonamiento lógico, sino en la acción.
Surge entonces un tipo particular de detective que contribuye a popularizar las
publicaciones. Desde cierta perspectiva, el auge de lo policial tiene que ver con un
vínculo social referido a la admisión de una consciencia sobre el crimen.

Esta conciencia masiva salió a la superficie por primera vez en las famosas revistas sensacionalistas,
cuyo auge fue más o menos simultáneo al del crimen organizado. Su prototipo era Black Mask,
fundada en 1920 por dos desconocidos intelectuales norteamericanos, H: L. Menckeny, George Jean
Nathan, en un intento por reunir fondos para financiar su (más refinada) revista Smart Set. Varios

3
colaboradores de Black Mask después se hicieron famosos, entre ellos Erle Stanley Gardner y
Dashiell Hammet. (Mandel, 1986: 39)

En el policial clásico había primado el razonamiento intelectual, lógico y de una


limpieza casi quirúrgica. Por ello, cuando surge el policial negro, crudo, lleno hasta
la saciedad de sangre vísceras, corrupción, contrabando, alcohol, pintado en un
mundo en el que el único móvil para todo es el dinero, se toma como un policial
mal escrito. En un primer momento no se lee con seriedad ni puede tomarse como
algo más que un producto destinado al consumo rápido y al olvido. Es mucho
después que las novelas policiales negras vuelven a leerse y la crítica descubre
en ellas elementos altamente rescatables y un trabajo pulcro en aspectos como el
lenguaje, los personajes, las historias y las descripciones del medio.

Si en una primera época, el policial negro se toma como una depauperación del
armonioso género clásico3, en décadas posteriores adquiere un sello de
legitimidad a través de autores como Raymond Chandler, Dashiell Hammet, entre
otros. Estos autores comienzan a ser publicados en editoriales “serias” ya lejos del
papel de baja calidad y portadas sencillas que habían caracterizado su primera
época. Editoriales “(…) a través de las cuales ambos [Chandler y Hammet] fueron
conocidos por un público masivo y tal vez ‘ingenuamente’ adicto, que no se
detenía, precisamente, en el desciframiento de las sutilezas ideológicas, textuales
o estructurales de libros como Viernes 13 o El largo Adiós, sino en la fruición de
ciertos rasgos (humor, causticidad, sentimentalismo, sentido de la fatalidad,
escepticismo, ritmo narrativo, intuición del dolor) que los diferenciaba nítidamente
de las patanerías o los pastiches de Cheyney y Spillane” (Rivera y Lafforgue,
1995: 88)

Con la legitimidad intelectual adquirida, el policial negro comienza también a


generar cultores en Latinoamérica como en otras partes del mundo y se populariza
su escritura en un nivel distinto al original, es decir, al de consumo masivo.

3
Ricardo Piglia en Crítica y Ficción se ocupa de este tema.

4
Policial en Bolivia

En este sentido, lo primero que se debe tomar en cuenta es que la etiqueta de


“policial” identificado en primera instancia con los cuentos de Poe y los relatos de
Conan Doyle y, en una segunda instancia, con autores como Hammett y Chandler,
presenta particularidades específicas en Bolivia. Si bien se admite un corpus de
textos como conformadores de una “narrativa policial boliviana”, el género
desarrollado no tiene sino algunos contactos con los aspectos fundamentales de lo
que se entiende por policial. Siguiendo esta línea, entre el año 2000 y el 2010 se
publican una serie de textos “policiales”, lo que resulta llamativo ya que antes de
este período no se había publicado narrativa policial en Bolivia. Cronológicamente
la publicación de estos textos es la siguiente:

- 1994 Publicación de American Visa de Juan de Recacoechea (Ganadora


del premio de novela Guttentag)4
- 2000 Se publica la novela Ladies Night de Ramón Rocha Monroy.
- 2001 Es publicada la novela Mundo negro de Wilmer Urrelo.
- 2001 Se presenta la primera edición de El viento de la cordillera. Un thriller
de los 80 de Alison Spedding.
- 2001 Se publica la colección de cuentos Un hombre sentimental de
Gonzalo Lema.
- 2004 Se publica la novela Periférica Blvd. de Adolfo Cárdenas.
- 2004 Sale como suplemento “Dos muertos”, la colección de cuentos
policiales que contiene tanto el cuento ganador como los finalistas del
primer concurso de narrativa policial auspiciado por el periódico La Prensa.
- 2004 “El caso de las 17 tapitas de cerveza” se publica como parte de la
biografía Memoria solicitada que escribe Blanca Wiethüchter acerca de
Jaime Sáenz.
- 2004 Dime contra quién disparo la novela de Gonzalo Lema, es publicada.

4
Se incluye en este listado, pese a no tratarse de una novela policial propiamente dicha, sino más bien de una
novela negra debido al vínculo existente entre el policial y la novela negra en Bolivia.

5
- 2004 La segunda edición de El viento de la cordillera. Un thriller de los 80,
de Alison Spedding, ve la luz.5
- 2007 Fantasmas asesinos de Wilmer Urrelo, gana el premio nacional de
novela Santillana.
- 2008 La toma del manuscrito de Sebastián Antezana, gana el premio
nacional de novela Santillana.
- 2010 Santiago Blanco, la saga de Gonzalo Lema sale a la luz.

En la lista precedente llama la atención la variedad entre el tipo de escrituras


existentes. La prolija narración de Wiethüchter o el intento erudito de Antezana
conviven con la crudeza del lenguaje de Spedding y con los juegos de lenguaje de
Cárdenas, las imágenes desagradables de Urrelo y Rocha Monroy coexisten con
los relatos, a veces juguetones, de “Dos muertos”. Lo mismo sobre la procedencia
y edades de sus autores, es decir, la producción de policiales no se concentra en
una sola ciudad ni en un solo tipo de autores, provienen de distintos puntos de
dentro y fuera del país (Spedding es inglesa, Antezana nace en México), sus
edades oscilan entre los veintipocos años y los casi setenta, para algunos es la
primera incursión en un texto publicado, otros son autores con varios títulos
editados en su haber; lo mismo con respecto a las editoriales que producen estos
textos y que van desde las más artesanales, pasando por la imprenta de un
periódico, hasta las editoriales más reconocidas en el ámbito nacional. ¿Qué
tienen en común entonces? Para empezar, la escritura en un subgénero que no se
había manifestado antes, así como dotar de una tipología muy particular (y cada
cual de una forma distinta) al policial negro. Eso, desde luego, sin mencionar el
momento específico en que ocurre esta avalancha de publicaciones.

Es importante aclarar que en la producción de policiales en Bolivia:

Lo negro resalta del libro por un pesimismo social sobre los choques entre destinos
particulares y destinos colectivos, por un sombrío y discreto galanteo, y por una escritura
siempre al límite entre periodística y frenética. Una ejecución en regla de los falsos
5
Incluyo las dos ediciones de esta novela porque considero importante que en un período tan breve, un texto
que no estaba escrito por uno de los escritores más leídos en el momento o que no hubiera sido publicado por
una editorial conocida, haya agotado su primera edición.

6
semblantes de la sociedad, la caída irremediable del hombre social. Una perpetua
comprobación del fracaso mezclada a ínfulas poéticas y a una basta empresa de
rehabilitación del mundo flotante que nunca tiene derecho a voz ni voto. Ninguna solución
es presentada, ninguna alternativa es posible: la novela negra no es didáctica ni partidaria,
incluso cuando es política. (Nathanaël Tribondeau)

Por lo tanto no sorprende que en el contexto boliviano el policial se relacione


íntimamente con la literatura negra, estrechando la frontera hasta casi
desaparecerla. Es por esta razón que se incluye American Visa dentro del listado
del auge del policial, pero no es la única razón. American Visa se presenta como
un antecedente en términos estilísticos para la existencia de los textos policiales
que llegaron después, se presenta una suerte de detective amateur torpe y
descuidado que es capaz de descubrir, sin embargo, los puntos neurálgicos de la
corrupción del sistema. Los personajes ya no se presentan como idealizados, sino
como netamente bolivianos en costumbres, descripción física e incluso lenguaje,
pero tratando que el lenguaje no resulte forzado. La descripción de los lugares no
omite aspectos como olores desagradables, tugurios descascarados y oscuros
perdidos en el corazón de ciudades caóticas, calles y plazas invadidas por
comerciantes y un paisaje casi asfixiante, entre otros.

Otro aspecto importante es que en los policiales publicados (con contadas


excepciones que se van hacia el otro extremo) la presencia del contexto histórico
social es fundamental. Ya sea en maneras de reproducir formas coloquiales de
comunicación (como en Periférica Blvd.), en la ambientación en una determinada
ciudad boliviana (Ladies Night) e incluso la ficcionalización de personajes reales.
Y, valga la repetición, este contexto aparece sin una finalidad didáctica ni activista.

7
Contextos

Entre los factores clave para el surgimiento del policial en Bolivia entre 2000 y
2010 y se encuentra el momento histórico social por el que el país atraviesa
durante este período. El acercamiento a este momento es planteado por Álvaro
García Linera en “Ciudadanía y democracia en Bolivia” (1900-1998), un ensayo
publicado en 19996, a partir del establecimiento de la categoría de ciudadanía:

Hablar de ciudadanía es, por tanto, la verificación de una sensibilidad colectiva convertida
en un hecho estatal, que trasmuta un temperamento socializado en un dispositivo público
que normativiza la vida política de todos. No es casual, entonces, que los procesos de
formación ciudadana sean también aquellos de la construcción de las naciones, pues se trata
de dos maneras de abordar el mismo problema de la constitución del yo colectivo. (García
Linera, p. 139)

En donde el ciudadano no sería un sujeto que tiene derechos civiles y políticos y


está capacitado para ejercerlos, sino el sujeto que se asume como poseedor de
estos derechos. Partiendo de esta noción de ciudadanía, García Linera divide la
historia de Bolivia en tres momentos clave identificados por: La ciudadanía de
casta (1825), la ciudadanía corporativa (1952) y la ciudadanía irresponsable
(1986).

La ciudadanía de casta, admitida desde la fundación de la República de Bolivia


tiene dos características fundamentales, es hereditaria y se construye desde la
negación del mundo indígena en la constitución del Estado. Aunque se dan
momentos breves de ruptura y excepciones a estos principios, son escasas y se
sofocan rápidamente. La ciudadanía corporativa, surge a partir de la Revolución
de 1952 cuando la sociedad decide intervenir en lo político a través de la fuerza,
sin dejar más opción que la legitimación de sus derechos ciudadanos. Llama la
atención, sin embargo, que:

Si bien la plebe armada, en un arrebato histórico, abroga el monopolio de las decisiones


políticas basadas en el linaje, el conocimiento letrado y el dinero, jamás, a no ser en
momentos extremos y cortos, ha de abandonar la creencia de que el apellido, el dinero y el
6
Este ensayo es parte de La potencia plebeya.

8
conocimiento letrado son los requisitos imprescindibles para gobernar los asuntos públicos.
(García Linera, p. 147)

Es decir, según lo planteado por García Linera, se establece una democratización


política, una intervención en los asuntos de Estado ejercida a través del sindicato
(de ahí que se denomine a esta ciudadanía corporativa), donde la sociedad
trabajadora se plantea únicamente como contestataria, como demandante, pero
no como soberana, ni con la capacidad de acceder a puestos de poder. Estas
nociones permanecen incluso cuando, 50 años después, esta misma sociedad
consigue un acceso a estos espacios:

Después del acceso al Parlamento, Felipe Quispe manifestaba:


Lo que pasa es que no pensamos como ellos, no comemos como ellos, no hablamos como
ellos, no vestimos como ellos. Hay una diferencia tremenda, una contradicción, un choque
de culturas: cultura política indígena frente a cultura política dominante liberal […] El MIP
tiene diputados que no están a la altura de otros que han estado años acá. Por eso tienen
miedo a exponer sus ideas […] Para nosotros este es un nuevo escenario […] Esta no es
nuestra cancha, la nuestra es hacer movilizaciones, bloqueos, donde participan miles de
comunarios. (Zuazo, p. 21)7

Esta ciudadanía entra en crisis en el momento en que la legitimidad


institucionalizada del sindicato es puesta en crisis por el propio Estado, se da un
cambio en la forma de organización del trabajo social, se produce el cierre de las
grandes empresas que aglutinaban grandes cantidades de obreros y los contratos
laborales se flexibilizan de forma que incentiven la competencia laboral mientras
se va disolviendo toda unidad laboral, a partir de ese momento el tipo de
ciudadanía se desvía hacia lo individual y surge lo que García Linera llama
ciudadanía irresponsable. La ciudadanía irresponsable nace más o menos en
1986 a partir de la consolidación efectiva del voto como sistema de elección de los
gobernantes y la consolidación y reglamentación de un sistema de partidos. Este
sistema de elección se basa en el principio de la delegación, en donde el individuo
elige una autoridad a la que delega la responsabilidad de la toma de decisiones. El
problema se da en que más que una delegación, se trataría de una suplantación
ya que en el momento de ceder el poder de decisión el ciudadano renuncia a

7
Citado a partir de: “Felipe Quispe”, Pulso Nº 164, La Paz, 2002.

9
cualquier reclamo por medio de una vía legítima desde el punto de vista estatal, su
participación entonces estaría reduciéndose a acudir a las urnas para cada nueva
elección. Cualquier otra opinión o desacuerdo no tiene lugar. Sin embargo,
permanecen como formas de reclamo, aquellas establecidas en la anterior
ciudadanía a partir de los sindicatos.

Las ciudadanías establecidas permiten realizar un recorrido a través de la vida


histórica y política de Bolivia, sin embargo, en los últimos años, con la llegada a la
Presidencia de Evo Morales se hace evidente que un tipo diferente de ciudadanía
se presenta. Esto no se da de la noche a la mañana, es parte de un proceso
iniciado en 1994 a partir de dos hechos fundamentales: la promulgación de la Ley
de Participación Popular y el VI Congreso de la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB).

La Ley de Participación Popular (LPP) es promulgada el 20 de abril de 1994 por el


entonces Presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada. Esta ley reconoce
las entonces denominadas OTB (Organizaciones Territoriales de Base) rurales y
urbanas, reconoce las Secciones de Provincia, aumenta competencias y recursos
de los Gobiernos Municipales y admite como representantes de las OTB a
autoridades originarias elegidas según usos y costumbres. Se señala además,
entre las obligaciones de las OTB, el informar y rendir cuentas de sus actos a la
comunidad a la que pertenecen ya que se aclara que estos se realizan en
representación de la misma8. En un nivel menor, el ciudadano recupera la
legitimación de su derecho a participar en las decisiones que le afectan de una u
otra manera. La legitimación, porque la elección de autoridades según usos y
costumbres, aunque no se reconocía institucionalmente, continuaba.

En este mismo año, 1994, se lleva a cabo el VI Congreso de la CSUTCB que


manifiesta entre sus resoluciones: la necesidad de la creación de un nuevo Estado
con una nueva Constitución y la aprobación de la formación de un instrumento

8
Información tomada de: “Ley Nº 1551. Ley del 20 de abril de 1994. Ley de Participación Popular” en
Compendio de Leyes de 1825 a 2009. Nueva Constitución Política del Estado y Legislación Laboral
Boliviana

10
político que permitiera la participación en las próximas elecciones. Al año
siguiente, en marzo de 1995, durante el Congreso Tierra, Territorio e Instrumento
Político, llevado a cabo en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, tanto la CSUTCB
como otras organizaciones sociales, definen la creación de la Asamblea por la
Soberanía de los Pueblos a cuya cabeza se encontraba Alejo Véliz. La ASP no
consigue inscribirse en la Corte Nacional Electoral y participa en las elecciones
siguientes con la sigla prestada de Izquierda Unida. A raíz de conflictos internos
entre Alejo Véliz, Felipe Quispe y Evo Morales, surge una división que culminará
con la creación del MAS – IPSP (Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político
para la Soberanía de los Pueblos) que se plantea no como un partido político, sino
como un instrumento político surgido desde las bases.9

No parece casual, en este sentido que en 1994 se haya publicado American Visa,
un antecedente a la novela policial boliviana. Cabe resaltar que esta novela se
hizo bastante conocida acompañada por su versión cinematográfica.

El año 2000 estalla en Cochabamba la llamada Guerra del Agua que desata una
crisis política social y a partir de 2002 se desencadenan una serie de protestas
que encuentran su punto máximo en la Guerra del Gas en la ciudad de El Alto en
octubre de 2003. Esta guerra concluye con la renuncia del entonces presidente
Gonzalo Sánchez de Lozada. En las siguientes elecciones generales, en 2005, el
MAS – IPSP consigue el triunfo con una mayoría absoluta. 10 Leyendo
paralelamente el proceso de publicación de policiales. Se tiene una primera
incursión en 2001, un silencio durante dos años que desemboca en una
publicación amplia en 2004, este espacio no tendría gran importancia si en 2004

9
En Zuazo, Moira, op. Cit.
10
Cabe resaltar que si bien se da la presencia de Evo Morales como primer Presidente indígena de Bolivia
está también su participación en diferentes posiciones dentro de organizaciones sindicales. Esto explicaría en
parte hechos como, por ejemplo, que en su momento Alejo Véliz o Felipe Quispe no hayan conseguido un
apoyo mayor en las urnas. La subsistencia de resabios de la importancia de los sindicatos en el
establecimiento e institucionalización de una ciudadanía corporativa convive con el deseo de sectores
indígenas de legitimarse como partícipes del poder y de la toma de decisiones. Se hablaría entonces de una
ciudadanía participativa que, a diferencia de la anterior, sí asume una responsabilidad real por la toma de sus
decisiones, por los efectos de las mismas y que tendría que preocuparse de hacer un seguimiento al proceso.

11
hubiera salido a la luz tan sólo un título, pero además de ser 3 los títulos que salen
a la luz repentinamente, en 2004 la Cinemateca Boliviana organiza un ciclo
dedicado al cine negro mundial.

12
El proceso es interesante en la saga de Santiago Blanco, escrita por Gonzalo
Lema. Ya que se trata de la única saga policial publicada y, si se toma en cuenta
los años de publicación (2001, 2004 y 2010) permiten ver diferentes elementos
llamativos en cada uno. La saga de Santiago Blanco, el detective creado por
Gonzalo Lema, está compuesta por dos libros de cuentos y una novela. El primer
libro de cuentos Un hombre sentimental, publicado en 2001, contiene los cuentos:
“Un hombre sentimental”, “El gordo de La Paz”, “No me deje solo” y “Adiós,
Angelina”. En este libro hace su aparición el detective Blanco. El segundo texto,
publicado en 2004, es la novela Dime contra quién disparo. Finalmente está la
colección de cuentos Fue por tu amor, María, publicada en 2010, que contiene los
cuentos: “Cuando desperté era sábado”, “Una pena de amor”, “El club de golf”,
“Fue por tu amor María”, “El hombre araña”, “El Legend of the Seas”, “Cualquier
rato nos llaman” y “Nota final”, que marca el final de la carrera de Blanco con un
retiro voluntario.

En un cuento de la primera entrega, “El gordo de La Paz” (2001) se tiene el


siguiente fragmento:

Tuvimos que quedarnos en la esquina de la plaza porque la marcha de los campesinos


cocaleros había desembocado frente a la policía. Iba a decirle al gordo lo que aquello
significaba cuando empezaron los silbidos y los insultos con voluntad atronadora. El
prefecto, panzón y calvo, había aparecido en su balcón. Tenía a su secretario, a su
guardaespaldas, al jefe de su partido, a su edecán y a sus secretarios metiendo la cara al
mismo retazo de espacio, temerosos todos de no salir en la foto.
Caminamos con Marvic hacia la policía.
No pude aguantarme.
–¿Qué opina usted de los cocaleros?
Marvic continuó caminando, agitado.
–No mucho –me dijo-. Son los más lastimeros harapientos, productores, sin
embargo, de las más poderosas fortunas del momento. Los veo y no lo creo.
No cedí a la tentación de voltear a observarle qué cara tenía cuando escupía todo eso.
Caminé recto entre el gentío maloliente que seguía rugiendo contra el gobierno. Eran
campesinos. Cientos. Tenían camisas y pantalones que en la feria se encuentran a montones,
y en los pies tierra y ojotas, y de espaldas parecían cualquier cosa, como por ejemplo un
invento del cine nacional. Pero no: eran campesinos bolivianos y hedían a vaca, o a toro, o a
cualquier cosa de cuero no tratado. (Lema 1, p. 54)

13
La publicación de este cuento se da en el año 2001, a poco de la llamada Guerra
del Agua, el retrato responde posiblemente a una de las tantas movilizaciones que
se producen en este período. En la búsqueda del realismo y de la relación con el
contexto en el que el libro es escrito –casi toda la saga está ambientada en
Bolivia, en la ciudad de Cochabamba–, es imposible omitir un suceso de esta
naturaleza. Ya en una página anterior, al revisar el contexto en el que los textos de
Lema son publicados se había tocado el tema de la participación política de
diversos sectores, los cocaleros entre ellos, a través de formas como marchas,
bloqueos y medidas de presión, en donde se exigen ciertos puntos sin asumir el
control del espacio de poder pertinente para poder efectivizarlos. Tiene sentido
entonces la afirmación de Marvic, al señalar que aunque exista un poder
económico respaldando a este sector (puede o no existir, nos remitimos al
comentario del texto) en realidad no sirve en la participación de la toma de
decisiones de un modo institucional.

Sin embargo, la primera entrega tiene una particularidad, la importancia de la


imposibilidad. En los cuatro cuentos que conforman esta primera parte, no se
habla demasiado del contexto, pero sí se insertan otros aspectos. Uno de los
casos de los que debe ocuparse Blanco, consiste en resguardar las manos del
Che. En este mismo caso, se enamorará de una mujer, Angelina, que vive en un
mundo imaginario. Al final, las manos se ponen a salvo, pero Angelina, perdida en
la realidad distorsionada que le ofrece su mente, se suicida.

La segunda entrega, la novela, permite mucha más libertad en cuanto a la


inclusión de opiniones políticas:

–Ni Cristo resucita a la COB, pero no hay quien le haga entender eso al maestro
Lechín. Siempre fue así: terco. Se le metía una idea en la cabeza y empezaba a darle
con todo hasta conseguirlo. ¿Se fijó usted con qué rabia hizo propaganda en contra
de Durán? Prefirió que los votos de los viejitos del PRIN favorecieran a Banzer.
Con tal de salirse con la suya se metería con el mismísimo diablo.
–¿Usted votó por el MNR?

14
–Ni muerta. Yo voté por Banzer porque esa consigna nos lanzó el maestro a todos
los ex. Yo acaté, más por amor que por estar de acuerdo. Gran lección de la escuela
del sindicalismo: uno para todos, todos para uno (Lema 2, p. 181)

Este diálogo funciona como una forma de acercamiento al lector. Es a partir de la


inclusión de comentarios puestos en boca de los distintos personajes, que se
trabaja a favor del realismo, buscando reflejar, más que la situación política del
país, la forma de pensar de distintos sectores. En este caso, la mujer tiene un
vínculo con la COB y explica la lealtad que implicaba lo que García Linera
denominó ciudadanía corporativa, en donde la participación democrática se daba
a través de organizaciones sindicales. Entonces, esta mujer, en tanto personaje
sirve para representar a este sector, llevando al extremo la pertenencia y el
asumirse parte de una ciudadanía corporativa.

Por otra parte, existe un personaje, Ballivián, partidario de la dictadura:

–Ya no entiendo a este país con tanta ley para todo y que sin embargo nadie cumple ni
acata. Ahora son capaces de meter bala en el Parlamento por una cuestión de buena o mala
redacción de un artículo. Qué absurdo. Se legisla sin parar y las leyes no se cumplen ni
siquiera en las ciudades, imagínese en el campo. En mis épocas se metía bala al enemigo
político y punto. La política era cosa de machos, no de abogadillos de cuello mugroso
prendidos a los curules como sanguijuelas. El Estado gasta mucho dinero para que ellos
protagonicen la historia de la frustración política boliviana. (Lema 2, p. 185)

Algo que resulta contraproducente si se toma en cuenta el cuento Adiós Angelina,


en el que se habla de las manos del Che. Sin embargo, existe algo en común,
ambos extremos se presentan como entes alejados de la realidad. Ballivián está
retirado (igual que la mujer partidaria de la COB), y el abuelo de Angelina, custodio
de las manos de Ernesto Che Guevara, también pasa sus días como militar en
retiro, con la nieta como única compañía. Se trata de personajes que en su
momento participaron activamente en la vida de su medio pero que tuvieron que
ceder la posta a quienes vinieron después.

En otros momentos, el equilibrio lo pondrá el propio Blanco, refutando las


opiniones con las que no esté de acuerdo, sin embargo, sus objeciones nunca se
darán a conocer al interlocutor, serán propiedad exclusiva del detective. Aunque,

15
claro, esto no impide que lleguen al lector, permitiendo esbozar un perfil del
protagonista con referencia a su posición política. Es llamativa en este sentido, la
conversación con la dueña de casa, maestra también:

–Dice que a la gente se le raja las caras con esas heladeras. Por eso es medio mudita. Si
abren la boca les entra una ráfaga helada que puede partirles los pulmones. Una barbaridad.
(…) Blanco se encogió de hombros por varias razones. La gente de aquí no parecía ser
gente de aquí. Criticaban el frío, la altura, detestaban a los indios, querían transformar a una
llama en Twiggy. Aquello sólo podía significar que se consideraban ajenos al medio,
extraños a la llajta. Pero no se iban. Vivían por generaciones en las alturas sin comprender
nada, sin querer su terruño. Hijos de puta. (Lema 2, p. 93-94)

Este fragmento sirve para poner de manifiesto prejuicios existentes. Sirve también
para plantear un posible debate fuera de las páginas del libro y a través de él un
acercamiento al lector. El medio boliviano es un espacio en el que la política
convive con la cotidianeidad, temas políticos e históricos están presentes en todo
momento y más en el período en que la saga fue publicada. Como se planteó en
el acápite destinado a la descripción del contexto, el período 2000-2010 fue
particularmente conflictivo, otros temas se dejaron de lado para centrar la atención
en temas políticos e ideológicos, los prejuicios se hicieron evidentes. Un fragmento
particularmente revelador al respecto es el siguiente:

– (…) Antes se comía mucho charque en las casas porque el contacto con el campo
era mayor. Los indios venían y nosotros íbamos constantemente. Todo eso se echó a
perder con el 52. Ya ni se llaman indios, sino campesinos.
– Ajá.
–Por eso odio a los monos ¿Qué se sacó luego? Nada. Pobreza. El campesino es un
flojo, no le gusta trabajar, sólo farrear y vota como un animalito por quien le regala
un balde de chicha. Así no hay futuro para nadie. Ni siquiera mandan a sus hijos a la
escuela. Si viera usted la desolación de las aulas en el campo. Uno, dos, tres
alumnos. A veces ninguno. Si dan ganas de renunciar pero no hay vacancias en la
ciudad. (Lema 2, p. 155)

Hay una crítica que parte del prejuicio de que los campesinos son holgazanes y
rechazan la educación que se les proporciona. Pero hay otros prejuicios en la
novela, algunos son evidentes, como los manifestados por la mujer con la que

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Blanco conversa, otros, sin embargo, perviven por debajo. Es lo que pasa en el
deseo que manifiesta Blanco de adoptar a un niño indígena:

Entonces tal vez si Marilú aceptaba, además de los propios, un adoptado. Un k’echi, un
cabellos parados nacido en las montañas, de vientre y pinga indígenas. Así pues sí. Esa era
su última contraoferta. Se matrimoniaban si ella aceptaba que él llegara con un quechua
adoptado de mejillas p’aspas. ¿Se animaba? ¿Lo aceptaría como uno propio junto a los que
vendrían? Se trataba de tomar una decisión sin arrepentirse. Quedaba claro que el niño
estaría inclusive por delante del matrimonio mismo, así de sagrado.
Marilú guardó silencio al otro lado de la línea.
–Acepto. Qué tierno. (Lema 2, p. 196)

Más allá de lo “tierna” que pueda sonar en tanto proposición, se sigue


manteniendo la idea básica de negar el campo como espacio adecuado y
valedero. El planteamiento de Blanco busca la aceptación de lo indígena por
encima incluso de la institución social base del matrimonio, sin embargo, siempre
dentro de los límites de la ciudad.

En otro momento, en la tercera entrega, será un personaje diferente, el abogado


Lema, que planteará algo similar. En “Fue por tu amor María”, Lema es el padre
del hijo ilegítimo de una muchacha de Punata, desde el principio ella se niega a
revelar el nombre del padre de su hijo y lo educa en el pueblo en el que vive.
Blanco se entera del nombre del padre y lo confronta: “- ¿Ya se animó a contarlo?
–preguntó. Blanco entendió que se refería a ella-. Es una buena señal. Entonces
podré traerlo a Cochabamba en unos pocos años para que estudie en el Calvert.”
(Lema 3, p. 455) En este caso la afirmación es directa, el abogado niega no sólo el
espacio en el que el hijo nace y es educado, sino también a la madre. Se parte del
prejuicio de que la educación citadina es la más adecuada en todos los casos,
incluso cuando el hijo deba vivir como un paria, sin la plena aceptación del padre y
con la ausencia de la madre.

Lo que trabaja Lema con la inclusión de comentarios y prejuicios tiene que ver con
la apuesta por el realismo. Cada uno identifica a segmentos de la sociedad que
asumen las opiniones como verdades y parte de un conocimiento y análisis en

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común. Esa apuesta por el realismo busca también la identificación de diversos
lectores que puedan encontrarse también reflejados en los personajes de la saga
de Blanco.

Hay un aspecto fundamental en toda la saga. Una contradicción completa sobre la


infancia de Santiago Blanco. Esta contradicción se da entre dos textos. En la
novela se indica:

(…) revisando sus múltiples bolsillos comprendió que estaba a un paso de pedir limosna. Ni
modo. No era, en todo caso, la primera vez que se hallaba en estado de indigencia. En
realidad fue siempre su suerte. En la infancia los panes guardados, durísimos, recalentados
para dar la idea de galletas crocantes; el salto del desayuno a la cena, del té al almuerzo del
día siguiente. En fin. Los pantalones rotos a lo largo de toda la adolescencia y juventud. Los
zapatos abiertos de las puntas. Típico. (…) (Lema 2, p. 47)

Pero en Fue por tu amor María, la historia es distinta:

Recordaba que en su infancia, en cambio, despertar de madrugada era un placer por el canto
de los pájaros: las golondrinas, los canarios, los ulinchos, los mismos tordos y los loros…
Punata era una fiesta matinal incomparable. Él salía a comprar pan porque a su tía July le
gustaba que fuera pan del día. Se entretenía en el camino buscando a los pájaros en medio
del follaje de los árboles (…) Era un niño feliz pese a todo. (Lema 3, p. 420)

Las dos versiones varían en el tipo de pan consumido y la forma en que la infancia
se recuerda, la primera parece pesimista, la segunda, en cambio, es feliz. Líneas
después se incorporan también en la dieta del niño los duraznos sustraídos de una
huerta vecina y otros alimentos:

Y corría sin cesar porque era un niño contento. En la casa lo esperaba su tía Julieta, un lindo
perro de múltiples razas y un cuarto íntegro para él. ¿Con qué más se soñaba a esa corta
edad? Por las mañanas tenía leche fresca de la vaca de la casa. Al mediodía tenía chancho,
lechón, cordero o corazón de vaca, siempre con papa blanca y fideo macarrón. Y en las
noches tomaba café con pan de Arani, el pueblo vecino. Por eso era un niño gordo y
contento aunque no hubiera conocido a su papá. (Lema 3, p. 423)

Así, mientras la primera versión habla de hambre en la infancia, la segunda la


niega. No se trata entonces de una imprecisión solamente, sino de dos versiones
distintas en donde el personaje cambia la forma de recordar su infancia. Esta

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contradicción es más llamativa porque con la publicación de las tres entregas en
un solo volumen, en 2010, las dos historias están dentro del mismo texto.

¿Qué quiere decir esto? El que en una primera versión, pesimista, se hable de
hambre y carencias en la ciudad, y en la segunda se hable con optimismo de la
abundancia del campo. Más que eso ¿qué ha cambiado para que esto pase? A
través de Blanco, Gonzalo Lema muestra dos tendencias presentes en el
imaginario boliviano durante la época mencionada. Sin embargo, pese a este
optimismo, llama la atención que los cuentos exclusivos de la última entrega se
aparten un poco del contexto y, exceptuando “Fue por tu amor, María”, pierdan el
contacto con la realidad. Así se tiene a Blanco a bordo de un barco ocupándose
en un caso muy lejos de Bolivia o preocupándose por encontrar a un hombre que
ha huido del país abandonando a su esposa y llevándose el producto de un
cuantioso robo que eventualmente le será robado a él.

Hay dos temas más. Uno, el tema de los apellidos, presente ya en la novela y, por
otro lado, la descripción física de Blanco y su pertenencia a un determinado grupo
social que se da en la última entrega. El tema del apellido se trata con otros
personajes, el coronel al mando de Blanco y el detective: “Pendejo, usted me
desprecia tanto que no me hace caso. ¿Cómo un Blanco va a hacer caso a un
Martínez? Ni que el mundo estuviera al revés. Claro que el Blanco es nadie y el
Martínez es un oficial graduado en la escuela panameña. Eso no importa para el
infeliz sangre azul (…)” (Lema 2, p. 117) Páginas más adelante, la protesta es
mayor y se establece la creencia de un posicionamiento social basado en un
sistema que priorizaría el apellido por sobre otros factores:

–Ah, carajo, pero si aquí está el sangre azul de apellido Blanco. Por supuesto que no
saludará a su coronel. Cómo, psss, por mucho que uno sea graduado en la Escuela
de Oficiales de Panamá. Y si no saluda siquiera, cómo, entonces, pedirle una
explicación… No, señor. No dará ninguna Él no vino a jugar porque no valía la
pena atajar para su inferior. No le dio la gana. Es un Blanco, después de todo. Eso es
harto. ¿Cómo un Blanco va a obedecer a un Martínez? Jamás. Sería bajar muchas
gradas en la escala social. (…) Es impune. Puede incumplir sus compromisos y
puede dejar de redactar informes y, pese a todo, cobrar su sueldo. Cuánta ventaja

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por ser un Blanco. Aunque sea un Blanco pobre, pobrísimo, diría yo. (Lema 2, p.
155-156)

Sin embargo, Blanco no tiene el menor interés en aceptar o refutar esta creencia,
porque a él, en realidad, el apellido no le da ningún beneficio al interior de la
trama. Así el personaje del coronel sirve como excusa para reflejar un modo de
pensar, contribuyendo con lo que se había estado observando respecto de
prejuicios. El trabajo que se da al tema de los nombres y apellidos funciona de
diferentes formas pero en busca de un objetivo común, atraer la atención del
lector. En una institución que se asume de organización vertical, como la Policía,
nada tiene que ver un discurso de esa naturaleza, el subordinado incumple, se
somete al castigo correspondiente asignado por el superior y el trabajo continúa.
Blanco no puede hacer nada acerca de su apellido o el del otro, por lo tanto el
fragmento pretende plasmar un prejuicio pero situándolo en un espacio que al
mismo tiempo sugiera que se trata de ficción. En este aspecto se tiene mucho
cuidado de no tocar directamente puntos sensibles como otro prejuicio que podría
articularse mejor con la queja, el racismo.

En este sentido, el apellido Blanco es también revelador. Quitando las mayúsculas


en ambos fragmentos, la intención es evidente. Basta con: “Es un blanco, después
de todo” o “cuánta ventaja por ser un blanco”. Posiblemente para atenuar el efecto
contraproducente (el racismo tiene siempre un dejo a tema tabú) de plantear las
presuntas ventajas de alguien debido a su color de piel, Gonzalo Lema introduce
en Fue por tu amor María, una descripción del detective: “Blanco se veía al fondo
del cuadro, como un vulgar parroquiano más. Pensó que era un cholo
químicamente puro. Le faltaba un sombrero, una camisa blanca y las abarcas. Ni
duda alguna sobre su pertenencia social. Era moreno, mediano de estatura,
barrigón…” (Lema 3, p. 440) Leyendo los fragmentos anteriores desde esta
descripción, la posible presencia de una discusión sobre un tema racista se
elimina, quedando únicamente la cuestión de los apellidos que si bien genera
controversia, es mínima comparada con la que la presencia de un racismo velado
puede provocar.

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Sin embargo, sí se establece una diferencia notoria con otro personaje, el
abogado Lema: “El abogado se puso de pie y dio tres grandes trancos por su
oficina. Estaba impecable. El pantalón bien planchado y luciendo una caída
espectacular sobre los zapatos. La camisa fina, de corte exacto, formándole el
cuerpo.” (Lema 3, p. 457) El abogado se presenta como el personaje vencedor en
un caso de Blanco: “- Lo suyo es una manera de pensar –dijo, con tono sereno-,
pero siempre le faltarán pruebas. Son conjeturas como tantas otras. No puede
negar que lo de Terceros es un crimen perfecto.” (Lema 3, p. 457) Porque si bien
el detective resuelve el crimen, la imposibilidad de castigar a los culpables
constituye el eje central de la trama, el detective afirma que será cuestión de
tiempo, pero no hay nada que indique que pasará. Por otro lado, el abogado se
muestra también vencedor en la posesión (porque la mujer aparece en calidad de
objeto a poseer y ‘marcar’) de María, una mujer mucho más joven que ambos y, se
supone, hermosa. En esta presunta superioridad, Lema demuestra haber vencido
en donde Blanco sólo pudo intentar, Mientras Blanco tiene una lista de fracasos,
Angelina, Soledad, Marilú, Lema no sólo transforma a María en su amante, tiene
un hijo con ella sino, sobre todo, logra la fidelidad de la mujer que, aun siendo
acosada por decenas de pretendientes, más jóvenes, propietarios de tierras, etc.,
nunca cede ante ninguno de ellos y su fidelidad llega al punto de no revelar, sino
hasta el final, cuando ya es imposible callar, el nombre del padre de su hijo.

Esta descripción también le permite al autor establecer una distancia con su


personaje. No por nada el abogado se llama Gonzalo Lema. Sin embargo, es
sumamente interesante encontrar a un personaje, protagonista además,
autoidentificado como “cholo químicamente puro” sin ese dejo despectivo que
suele acompañar a la palabra.

En las páginas anteriores se ha intentado una aproximación al género policial


desarrollado en Bolivia en el período 2000-2010. Se ha planteado la posibilidad de
un paralelismo entre el contexto social y el surgimiento de dicho género tomando
además un caso concreto.

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A través de la lectura de la saga de Santiago Blanco, el detective creado por
Gonzalo Lema se ha visto el vínculo de los textos con el medio en el que son
escritos, que les sirve además de ambiente. Se han encontrado aspectos
sumamente interesantes respecto de la reproducción de prejuicios y temas
sensibles y cómo la posición desde la que se narra puede cambiar, cambiando la
trama en una contradicción voluntaria y evidente.

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Bibliografía
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Tendencias, del periódico La Razón. La Paz, domingo 2 de mayo de 2010.
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Compendio de Leyes de 1825 a 2009. Nueva Constitución Política del
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2001

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