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MITO Y MITOLOGÍA

Mito y mitología son dos expresiones que suelen usarse como intercambiables.
Ambas se aplican, por ejemplo, a la serie de dioses o seres sobrenaturales de la
Grecia antigua. Consideramos que un intento de separación es conveniente para
la hipótesis que sirve de fundamento al libro en cuanto a su máxima claridad.

El mito relata una historia sagrada, es decir, un acontecimiento primordial que tuvo
lugar en el comienzo del tiempo. Los personajes del mito no son seres humanos:
son dioses o héroes civilizadores, y por esta razón sus gestas constituyen misterios.

La existencia del mito nos remite a un pasado lejanísimo y que lo aleja de las
posibilidades de los hombres, lo que implicaría la desaparición del mito en la historia
del hombre. Los hombres, aun los que viven en la concepción sagrada, tienen una
voluntad de aproximación, voluntad que tendería a terminar en el fracaso, aunque
en apariencia se produzca una proximidad.

Mitología, en cambio, es una expresión que preferimos limitar a la nominación de


un sistema o sistemas cuyo origen se encuentra en el mito, pero que la evolución lo
ha transformado en un conjunto de situaciones y personajes delimitados en sus
funciones y significados.

El mito es el origen; la mitología, su concretización dentro de un sistema religioso


determinado. Sin embargo, los mitos que dieron origen a la mitología todavía
pueden experimentar toda su eficacia en otros contextos históricos o reaparecer
bajo formas diversas.

Si suponemos igualdad entre mito y mitología, nos sería imposible afirmar la


existencia del mito en el hombre moderno. A excepción de la recreación de los
temas mitológicos a lo que nos ha acostumbrado la tradición.
MITEMA Y MITOLOGEMA.

ARQUETIPOS

Hemos optado por la expresión mitema, siguiendo las tendencias de la lingüística


moderna, para la unidad del mito, y por mitologema para aquella de la mitología.

La palabra mitologema no es nueva en la tradición crítica y ha sido usada con un


significado que la aproxima al arquetipo de Jung. Nosotros emplearemos el
término arquetipo (como antes hemos sugerido) sólo en referencia al plano
psicológico y de acuerdo con la acotación de Jung:

Elementos estructurales numinosos de la psique y (que) poseen cierta autonomía


y energía especifica en virtud de la cual pueden atraerse los contenidos de la
conciencia que les convenga.

En cambio, mitema y mitologema corresponden a las unidades mínimas


constituidas de una estructura mítica y mitológica respectivamente.

ESTRUCTURA MÍTICA Y ESTRUCTURA

MITOLÓGICA

Tanto el mito como la mitología (en el sentido propuesto) se constituyen por


unidades cuyo significado y función se explican integralmente sólo en la cadena,
en el sistema, en el cual se encuentran. Podemos establecer cierta situaciones
claves constitutivas, sin las cuales la historia se resiente seriamente. Estas
situaciones son los mitologemas, tales como el robo del fuego, el castigo de los
dioses, el tormento, etc. Cada una de estas puede aparecer de manera
independiente de la leyenda de Prometeo o incorporarse a otra estructura
mitológica.
A estas estructuras anteriores, de existencia previa, las denominamos estructuras
míticas, cuya vigencia no se agota con su actualización en un contexto
determinado.

LA IMAGEN ARQUETÍPICA

Precisar su significado involucra considerarla como una clase de imagen literaria.


La imagen no es algo exclusivo de la obra literaria. Tenemos imágenes en la lengua
corriente y en una variedad de expresiones artísticas. Podría afirmarse que la
imagen está adherida siempre a la idea de mimesis.

La imagen no es algo, sino su doble, y, por lo tanto, tiene la capacidad de evocarlo.


La imagen literaria tiene la particularidad de crear un objeto por medio del lenguaje,
cuya función es evocar o reproducir en el plano de la ficción.

Gastón Bachelard apunta como rasgo fundamental de la imagen literaria su carácter


poético, en su sentido originario de “creación”.

El poeta o hablante intenta comunicar un temple de ánimo o una intuición del


mundo. Para ello recurre al lenguaje, y con la palabra construye “imágenes” capaces
de evocar o representar aquello que ha querido expresar. El poeta opta por una de
las múltiples posibilidades. En esta opción influyen una variedad de factores, los
que oscilan desde su propia experiencia personal, el contexto histórico social, la
función de la literatura, hasta la tradición a la cual pertenece.

En el caso de Garcilaso de la Vega, la expresión del temple de ánimo o el estado


sentimental se pone de manifiesto por medio de una imagen con evocaciones
implícitas en la tradición. Diferentes tradiciones poéticas estimulan la originalidad.
La imagen no puede ser entendida sólo por su posible originalidad. El de Garcilaso
viene de una zona afectiva, emotiva que en términos modernos podríamos llamar
estados de ánimo.

Como ha señalado Jung, la motivación de la imagen se explica por causas


psicológicas. Hay, sin embargo, otra zona en la psique del hombre que también se
expresa en la poesía, y que no corresponde al plano consciente o del inconsciente
personal. Él lo denomina como inconsciente colectivo. Pues, para nosotros, la
imagen arquetípica es aquella que se funda o se gesta en el inconsciente colectivo.
La imagen arquetípica causa impacto en la imaginación del oyente. En síntesis, las
imágenes arquetípicas vendrían a ser las imágenes que se fundan y portan lo que
Jung ha distinguido como arquetipos del inconsciente colectivo. Lo anterior no
presupone la misma eficacia poética de las imágenes arquetípicas en todos los
lectores, aunque esencialmente se caracterizan por su universalidad. Pese al
carácter universal del arquetipo, una imagen que lo evoque tendrá efectos distintos
en, por ejemplo, un ambiente oriental o uno occidental.

La mayor eficacia de una imagen arquetípica se ha de producir en un contexto


literario adecuado, como corresponde, a un mundo mítico o motificado. La imagen
arquetípica se aproxima a lo que Bousoño ha llamado “la visión”, ya que ambas
presentan un objeto o situación con una característica que le proporciona una
aureola o impacto emocional originado en la magnificación numinosa.

Para nosotros, en cambio, las imágenes arquetípicas serán sólo aquellas


sustentadas o enraizadas en los arquetipos del inconsciente colectivo.

EL MOTIVO

Consideramos que motivo es una situación típica que se repite. Caracterización que
sugiere de inmediato que los que hemos llamado mitemas o mitologemas podrían
ser confundidos con los motivos. Sin embargo, no todo motivo es un mitema o
mitologema, y viceversa.

El motivo básico en la novela de Albert Camus La Caída puede ser pensando en


ambas direcciones según el tipo de análisis que se lleve a cabo. Es un motivo
porque constituye una situación típica reiterada, que encontramos en otras obras, y
que se repite dentro de la misma obra. En la misma obra tenemos el motivo del grito,
que se manifiesta por primera vez cuando el protagonista cruza el puente y no se
detiene a ayudar a la joven que se ha lanzado al rio. El grito es un motivo, pero no
un mitema.

Es conveniente distinguir entre mitemas, mitologemas o motivos básicos y


secundarios, ya que no siempre poseen la misma importancia estructural en el todo
de la obra.

El mitema nos importa en dos dimensiones: Actualización de cierta unidad mítica


rastreable en la tradición de la aventura del héroe y, al mismo tiempo, como portador
de un contenido ideológico.

El motivo, en cambio, nos interesa fundamentalmente en este último aspecto. Como


señala Kayser, el motivo por ser una situación que se repite, tiene la posibilidad de
cargarse con gran contenido humano, y, en consecuencia, es indicio de una visión
de mundo, sensibilidad o sistema de valores.

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