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La función administrativa,
los sistemas de
organización y otros aspectos
Dwight Waldo
Esta obra, selección de lecturas de diversos
trabajos escritos por destacados especialis-
tas, destinada por el autor originalmente a
libro de texto en cursos generales de admi-
nistración pública, tiene también la finali-
dad de servir como introducción para
estudios más avanzados sobre este respecto.
Los principios que sigue son:
Cubrir los temas comprendidos en los
cursos más generales de administración
pública, tratados en los libros de texto y
en cursos compendiados.
Explorar con mayor extensión que la per-
mitida en libros de texto, por razón del
tiempo o de la índole del libro, algunas
de las más importantes tendencias, teo-
rías y controversias.
Poner de manifiesto algunos de los diver-
sos puntos de vista en materias sobre las
cuales pueden disentir -y disientan- hom-
bres inteligentes y experimentados.
Citar pasajes lo bastante extensos, a veces
ensayos completos, para dar a conocer
debidamente el sentido y el espíritu del
autor.
Estos trabajos reflejan un gran interés tanto
por los problemas teóricos que en el pasado
decenio fueron planteándose cada vez con
mayor intensidad como cuestiones previas
en el estudio administrativo, así como por
el papel de la administración y la organiza-
ción en la sociedad moderna.
La amplia experiencia administrativa de
Dwight Waldo se manifiesta al presentar
esta acertada selección de trabajos como la
- Administración
pública
RED NACIONAL DE BIBLIOTECAS ,-
PUBLICAS
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LA FUNCiÓN ADMINISTRATIVA, LOS SISTEMAS
DE ORGANIZACiÓN Y OTROS ASPECTOS
Dwight~do
Departamento de Ciencias Polftlcas
Unlverslty o, California, ItrIl.,
- - - - - - - - - Editorial Trillas
México
Versión española:
Lic. Odón Durán D'Ocón
Revisión literaria:
Fernando Islas
Título de estaobra en inglés:
Ideasand Issues in PublicAdministration
©1953, McGraw·Hill Book CompanyInc.
Estados Unidos de América
La presentación y disposición en conjunto de
ADMINISTRACIÓNPÚBLICA
son propiedad del editor. Prohibida la reproducción
parcial o total de esta obra,por cualquier medio o método,
sinautorización por escritodel editor
Derechos reservados conforme a la ley
©1967, EditorialTrillas, S. A.
Av. Río Churubusco 385, Col. PedroMaría Anaya,
Deleg: Benito Juárez, 03340, México, D. F.
Miembro de la Cámara Nacional de la
lndustrillEditorilll. Reg. núm. 158
Primera ediciónen espallQI, 1967 (ISBN 96S·24·0083·X)
Reimpresiones, 1974,1976, 1978, 1979 Y 1980
DWIGHT WALDO
INDICE GENERAL
2 La materia de la burocracia 52
Burocracia - H. J. Laski 53 .
Burocracia - Max Weber 58
El tipo monocrático de administración burocrática -
Max Weber 64
7
8 Indíce
10 Clasificaci6n 296
Aspectos básicos de la posición-clasificación -
Ismar Baruch 297
Clasificación: principios y métodos - Lucius Wilmerding, Jr., 303
17 Planeamiento 449
Planeamiento gubernamental - Sir Henry N. Bunhury 450
La investigación y el planeamiento como funciones
de la administración y la dirección
administrativa - H. S. Person 455
10 Indice general
Significado y método
de lo administración pública
\
1
El papel de la administración en la
sociedad moderna
van claramente más allá que los problemas que plantean los malos
impulsos. Tales problemas comprenden, por ejemplo, la ignorancia
y la inercia humanas. Comprenden también problemas de mecá-
nica social y relaciones personales. El perito en administración
que cuente con experiencia encontrará difícil creer que los pro-
blemas administrativos a que se pasa revista en este ensayo se
modificarían gran cosa bajo cualquier sistema económico.
La verdad central revelada por este ensayo es la de que todos
nosotros, en una sociedad moderna, trabajamos en los túneles de
Centralia núm. 5. El bienestar, la felicidad y las mismas vidas
de todos nosotros, por así decirlo, descansan en proporción no escasa
en el funcionamiento de mecanismos administrativos que nos ro-
dean y apoyan. Desde las cuestiones centrales de comida y techo
a las periféricas de nuestra actividad intelectual, la calidad de
administración en la sociedad moderna afecta a nuestra vida coti-
diana. En la actualidad puede depender vuestra vida de la admi-
nistración de los' medios reguladores de la pureza en una casa
farmacéutica; mañana puede que dependa de las decisiones de un
departamento de Estado que tenga a su cargo los vehículos de
motor, y la semana próxima podrá depender de la sensatez admi-
nistrativa de un funcionario del Departamento de Estado. Querá-
moslo o no, la administración nos afecta a todos. Mejor será, si
queremos seguir viviendo, que nos demos cuenta de ello.
\
en la sociedad moderna 15
Ciento once hombres murieron en aquella .explosión. Muertos ínnece-
sariamente, pues casi todas las personas que tenían intervención sabían desde
hacía meses, quizá años, que la mina era peligrosa. Pero nadie había hecho
nada efectivo con respecto a ello. ¿Por qué no? Examinemos los anteceden-
tes de la explosión. Estudiemos la mina y los mineros, a Joe Bryant y Bill
Rowekamp y algunos otros, así como a numerosas personas que podían
haber salvado las vidas de los mineros y no lo hicieron. Los mineros hab1lm
recurrido en diversas direcciones en demanda de ayuda.v.pero no' lograron
ninguna: ni del gobierno del Estado, ni del gobierno federal,J1Í.,dé su pa-
trono ni de su propio sindicato. (Para orientamos en el laberinto de orga-
nismos públicos hemos de tener en cuenta cuatro agencias con autoridad
para el caso: el Estado de Illinois, el gobierno de los Estados Unidos, la
Centralia Coal Company y la United Mine Workers of America, es decir,
la UMWA de John L. Lewís.) Veamos de precisar a quién incumben las res-
ponsabilidades por el desastre ...
La mina Centralia núm. 5 fue abierta a tres km al sur de Centralia en
1907. Debido a su edad, su laberinto de galerías de trabajo es extenso, cu-
briendo quizá dieciséis km cuadrados, pero está considerada como una mina
mediana, ya que emplea únicamente 250 hombres y no produce más que
dos mil toneladas diarias de carbón. Pertenecía a la Centralia Coal Company,
filial del imperio Bell & Zoller, uno de los "seis grandes" entre los industriales
del carbón de Illinois... El domicilio de Bell & Zoller estaba en Chícago
(la mayor parte de los domicilios sociales de las grandes empresas de carbón
están en Chícago o en San Luis); no vivía en Centralia ninguno de los fun-
cionarios o directores de Bell & Zoller.
Dos son los principales riesgos de explosión en las minas carboníferas:
el polvo de carbón y el gas. El polvo de carbón es nocivo para la respira-
ción y sumamente explosivo. Parte del polvo producido por las máquinas
al cortar y cargar el carbón queda en suspensión en el aire, y parte en el
suelo y las paredes de los túneles; de suerte que una explosión local lanzará
más polvo al aire, donde hará explosión y, a su vez, levantará más polvo en
el aire, que también estallará, y a medida que se produzca esta cadena de
reacciones, la explosión se propagará a toda la mina o hasta que encuentre
algo que la detenga.
El mejor sistema para detenerla, método que se viene empleando desde
hace unos veinticinco años, es el empleo del polvo de piedra. El espolvoreo
con piedra consiste simplemente en aplicar piedra pulverizada en las pare-
des y techos de las galerías; cuando se produce una explosión local, se llena
el aire de una nube de polvo de piedra juntamente con el polvo de carbón,
y como el polvo de piedra es incombustible, termina la explosión. El espol-
voreo con piedra no evita una explosión, pero la localiza. La ley de Illinois
obliga a espolvorear con piedra una mina peligrosamente polvorienta. Las
autoridades no estaban de acuerdo en si la mina Centralia tenia o no gas,
pero todo el mundo convenía en que era sumamente sucia y polvorienta.
Los hombres que trabajaban en ella habían estado quejándose del polvo
desde hacía tiempo -uno recuerdo que al caminar "quedaba polvo en las
huellas", otro que "terminado el trabajo, expelía al toser flemas de polvo
como nueces"- y ya en 1944, más de dos años antes del desastre, se había
16 El papel de la administración
Cada tres meses durante 1942, 1943 Y 1944 inspeccionó Scanlan la mina
Y repitió sus recomendaciones, añadiendo otras nuevas: "Que la mina sea
suficientemente espolvoreada con piedra." ¿Y qué pasó con sus infonnes?
Los enviaba por correo al Departamento de Minas y Minerales de Spring-
fíeld, la agencia que tiene la alta inspección de minas de carbón y mineros.
Springfield está dominado por el Palacio del Estado (Statehouse), un viejo
edificio de chapiteles y torres y balcones, de columnatas y cúpulas. En su
amplia escalinata central hay una estatua de Lincoln, de piedra. En su inte-
rior todo es lóbrego, raído, de falso brillo. El Departamento de Minas y
Minerales ocupa tres habitaciones de elevado techo en una esquina trasera
del segundo piso. El director del Departamento utiliza la pequeña, conforta-
ble y más interior oficina, cuyas ventanas rozan las hojas de los árboles del
prado de Statehouse, y es allí donde se reúne la Junta de Minas. En teoría,
es la Junta de Minas la encargada de hacer cumplir la legislación minera y el
director ejecuta sus disposiciones; en la práctica, el director tiene grandes
facultades discrecionales por su cargo.
En 1941 el gobernador Green nombró director a Robert M. Medill,
afable, panzudo y rubicundo hombre de unos sesenta y cinco años, quien,
cuando tenía dieciséis, había trabajado en una mina. Medill avanzó rápi-
damente como administrador; tenía talento para ganar dinero y gozaba
gastándolo. Ingresó en el partido republicano en 1920, sirvió unos pocos
años como director del Departamento de Minas y Minerales; volvió después
a los negocios (principalmente en la administración de minas) y luego,
después de trabajar por la elección de Green en 1940, fue recompensado una
vez más con la dirección. MilI volvió a nombrarlo en 1944 con -dice Me-
dill- "la aprobación de una multitud de banqueros y hombres de negocios
de todo el Estado. Y mineros. Conté con el respaldo de las cuatro sec-
ciones. Con esto se refiere a la United Mine Workers y su rival más
modesta la Progressive Mine Workers, y las dos asociaciones de grandes y
de pequeños empresarios. Obtener el respaldo de esos cuatro grupos, ce-
losos entre sí y ávidos de poder, no es pequeña hazaña. Como director,
Medill cobraba 6 000 dólares al año (que después han subido a 8 (00) más
gastos de representación por 300 ó 400 al mes. Habitaba una extensa resi-
dencia campestre en Lake Springfield, con espaciosas praderas y una ave-
nida de tres carriles.
Al departamento de Medill llegaron, pues, los informes de inspección de
Driscoll ScanIan sobre la mina Centralia núm. 5. Pero MediII no vio los pri-
IW'roS trece infonnes (1942-1944), que fueron examinados por rutina por
flcbert Weir, un hombrecillo sin imaginación, atosigado, quien había subido
desde las filas del sindicato minero y, por recomendación de éste, fue nom-
brado por Creen director auxiliar del Departamento (4 000 dólares al año,
ahora 5200). Cuando el correo nevaba un informe de inspector, pasaba
primero por las manos de la secretaria de Medill, quien pasaba el informe al
segundo de MediD, a Weir. Timbraba ella el búorme (con la fecha de re-
cepción) ... y lo depositaba en la mesa de Weir. A veces, no siempre. Weir
leía el infonne. Lo pasaba a una de la media docena de mecanógrafas quienes
trabajaban en el amplio recinto exterior, 1a cual corregfa los errores de
gramática y las faltas de ortografía que hubiera en las recomendaciones del
18 El papel de la administración
mina) '. Rowekamp redactó los cargos: " ... y estando la mina tan seca y
sucia podría producirse una explosión ... "
Weir estuvo en Centralia el 17 de abril de 1945, pero sólo para inves-
tigar los cargos contra Brown, no para averiguar la condición en que se
hallaba la mina. Dijo a los mineros que debían haber dirigido sus denuncias
al representante del ministerio público del Estado. Pasó cerca de un mes
antes de que, el 11 de mayo, escribiera Weír un memorándum dirigido a la
Junta de Minas diciendo que el superintendente de la compañía reconocía
que se habían disparado los petardos estando los obreros en la mina, pero que
esto se había hecho ."en un caso de urgencia" y no volvería a ocurrir;
y la Junta se negó a revocar el certificado del gerente Brown.
Mientras tanto, el 12 y el 13 de abril Scanlan había hecho su inspección
reglamentaria y encontró que las condiciones eran pe,ores que en febrero. Dijo
al superintendente: "Ahora, Norman, reclame a Chicago por qué no le
dan tiempo para cerrar la mina y limpiarla. Yo voy a proporcionarle algún
tiempo", y le dio a escoger entre cerrar totalmente la mina o destinar a
limpiarla tres días el la semana. El superintendente, dijo Scanlan, replicó
que no sabía qué habría de hacer, que tenía que ponerse en "contacto con
Chícago", pero Scanlan respondió: "no creo que sea posible esperar a que
usted se ponga en contacto con Chícago. Es ya tiempo de que vosotros, los
compañeros que trabajáis en las minas os consideréis lo bastante impor-
tantes para manejarlas sin estar en contacto con Chicago", Así pues, por
la recomendación de Scanlan, la mina produjo carbón solamente cuatro días
a la semana, y los otros tres días se destinaban a la limpieza. Durante algún
tiempo Scanlan estuvo satisfecho de los resultados, pero el 25 de junio
informaba de nuevo que había demasiado polvo, y el inspector federal
Perz coincidía: "No se emplea medio alguno para atenuar el polvo." Des-
pués de su inspección en octubre, .Scanlan, una vez más, se sintió inducido
a escribir una carta a Medíll, pero el único resultado fue otra carta de
Weir a la compañía, carta que también quedó sin respuesta.
Ahora bien, hay que saber que, para que dé resultado, el espolvoreo
con piedra y el trabajo de limpieza deben realizarse en forma continua,
cosa que no ocurría en Centralia núm. 5. En diciembre de 1945 las cosas
habían llegado al extremo. Scanlan escribió a Medill diciéndole que el
sindicato de la mina, el local 52, solicitaba que se instalase un sistema
de aspersión para humedecer el carbón, que el administrador de la mina,
Brown, había dicho que él no podía ordenar un gasto.tan "insólito", y que
el superior de Brown, el superintendente Prudent, "no ftnso hablar de ello,
se marchó y me dejó plantado". Y el sindicato local 52 trató de nuevo de
hacerse cargo del asunto. En una reunión especial celebrada el 12 de di-
ciembre acordaron los miembros formular cargos tanto contra el administra-
dor de la mina, Brown, como contra el superintendente Prudent. La de-
nuncia oficial de Rowekamp, escrita a máquina en papel del sindicato
local, fue seguida al día siguiente por una carta escrita sin abreviaturas
en papel de diez centavos para esquelas, y firmada por veintiocho mineros.
Esta comunicación fue debidamente timbrada en Springfield "recibida". Y llegó
otro informe de Scanlan.
22 El papel de la administración
cabeza. Aquella tarde, en los lavabos, los hombres estaban furiosos. Aguar-
daron una o dos semanas y después escribieron a Medill preguntando qué
era lo que había hecho. El 22 de enero de 1946 respondió Medill; la
Junta de Minas, aceptando el criterio de la comisión especial, ha ' consi-
derado que "no hay pruebas suficientes" para revocar la certif~a(.lÍón de
Prudent y de Brown.
No se tomó ningún trabajo. Pero al día siguiente envió a Scanlan una
copia del informe de la comisión, en el que se observaban varias viólacíones '
de las leyes de minas: insuficiente espolvoreo de piedra; práctica ilegal
para abrir los compartimientos; falta de teléfonos o deficiencia de su colo-
cación; más de un centenar de hombres trabajando en una división o sepa-
ración, corrientes de aire. De hecho, la comisión estuvo en general de acuerdo
Con Scanlan, excepto en que ésta no hizo hincapié en el polvo ni re-
comendó el sistema de aspersión. Así pues, desautorizó a Scanlan por su
recomendación en cuanto a la aspersión, detalle que hay que recordar.
Descubrió que se estaba violando la ley pero se negó a revocar los certi-
ficados del superintendente y del administrador de la mina, otro punto que
habrá que recordar. Weir explicó que la Junta había estimado que debían
introducirse mejoras como dividir las corrientes de aire y que, de todos
modos, las "condiciones no eran distintas que las de la mayor parte de las
minas en el Estado". Y este es el estribillo que la compañía y el Departa-
mento repitieron hasta la saciedad después del desastre. Pero de hecho
¿puede haber algo más perjudicial? La mina no estaba peor que la mayor
palie de las otras; la mina voló; por lo tanto, algo puede volar.
Los mineros de Centralía no quedaron satisfechos. "Esto se tratará en
la reunión", recuerda Rowekamp. El sindicato local 52 se reunía dos viernes
por la noche cada mes en su destartalado local del piso superior. Los direc-
tivos se sentaban frente a una grande y pesada mesa; los miembros, frente
a aquéllos, se sentaban en unas sillas plegables que habían comprado de
segunda mano a un empresario de pompas fúnebres. La asistencia fue
ahora más nutrida que de costumbre, pues los hombres estaban excitados
y algunos de ellos habían dicho a sus esposas que la mina estaba peligrosa.
Querían hacer algo, pero, ¿qué? El Estado los había desairado. ¿Por qué,
pues, no llegaban hasta los más altos directivos de su sindicato, el UMWA?
¿Por qué no hasta el propio John L. Lewis?
Uno de ellos dijo: "Hay que seguir el procedimiento debido para encon-
trar el hombre que conviene, hay que empezar desde abajo e ir subiendo
poco a poco, ¿no es así? SI le escribimos a Lewis, éste nos remitirá directa-
mente a Spud White." Spud White es Hugh White, el cervigudo presi-
dente del UMWA en Illinois (distrito 12) nombrado por Lewis. Ahora bien,
Lewis había suspendido en el distrito 12 el derecho a nombrar sus propios
funcionarios durante las sangrientas rivalidades de los años que siguieron
a 1930, cuando los miembros, disgustados con lo que ellos llamaban sus
métodos dictatoriales, y quejosos de que había sueldos secretos, expulsiones,
extravío de fondos, robos de urnas y jefes que aparecian en las listas de
raya de los concesionarios de minas, se habían rebelado; finalmente se
formó la Progressíve Mine Workers y Lewis conservó pleno mando en la
24 El papel de la administración
UMWA. Diez años más tarde, los funcionarios de la UMWA en Illinois pi-
dieron que les restituyera su autonomía, pero Lewis se las compuso para
sustituirlos por sus hombres de confianza, entre ellos Spud White. En
1946, el presidente White, minero de carbón procedente del Sur, celebraba
consultas en altos niveles con LeW1S, cobraba 10000 dólares al año, más
gastos (que solían igualarse al sueldo) y sostenía una espaciosa casa en una
aireada pradera en el más hermoso suburbio residencial de Springfield, una casa
blanca que daba acceso un paseo circular, rodeada de cipreses y siemprevivas.
Evidentemente, los confundidos mineros de Centralia habían recurrido
ya al distrito 12 en demanda de ayuda, es decir, a White. Cierto es que
MurrelI Reak, el hombre de la UMWA en la Junta de Minas y estrecha-
mente ligado con White, había pedido a Weir que le proporcionase una
copia de las conclusiones de la comisión especial. "Las necesito para po-
derlas mostrar a la UMWA del distrito. De aquí, a su vez, podrán escribir
al sindicato local e indicarles que sus cargos no tenían fundamento o más
bien no eran de índole que justificasen la revocación del administrador de
la mina. Certifíquelas ..." Jack Ripon, el corpulento vicepresidente del
distrito 12 y brazo derecho de White, dijo recientemente: "Ya oímos que
había habido quejas, pero nosotros no podíamos hacer nada; era el Departa-
mento de Minas el que había de ocuparse de ellas,"
Pero en ocasiones anteriores la UMWA había dado los pasos necesarios
cuando no había actuado el Estado. Un sindicalista ha dicho: ''White podía
haber cerrado la mina en veinticuatro horas. _Y lo que debió haber hecho
era llamar a Medill y decirle que iba a soliviantar a todos los mineros
del Estado si no dejaban la cosa limpia. Esta es una responsabilidad básica del
sindicato -si uno no protege a su propia esposa y a su hija no irá a hacerlo
el vecino de la calle."
-Quizá los mineros del sindicato local 52 sabían que habrían de arre-
glarse solos. Continuaron dirigiendo sus quejas oficiales al Estado de Illinois.
El 26 de febrero Rowekamp escribió una vez más a Medill: "Muy señor
mío: En nuestra reunión reglamentaria del sindicato local 52. En cumpli-
miento de una moción presentada, en mi calidad de secretario me dirigí
a usted para comunicarle que los miembros del sindicato local 52 están
descontentos con el informe de la comisión especial. de investigación... "
Sin respuesta. Así pues, los miembros del sindicato lecal encomendaron a
William Rowekamp que escribiese a su más alta autoridad, a su gobernador,
Dwíght H. Creen.
Esto le costó no poco tiempo. Elmer Moss le preguntó si ya había ter-
minado, y Rowekamp respondió: "Ya he dicho, Elmer, que no puedo ir de
prisa; esta es una carta importante y me llevará algún tiempo," La escribió
primero a lápiz y la mostró a un par de muchachos, a los cuales les pareció
que sonaba bien. Después, afirmándose en su asiento e inclinándose sobre
SU pequeño pupitre de roble en la sala de su casa de las afueras de la
ciudad, pasó la carta a máquina lenta y cuidadosamente -"para hacer algo
iInportante como esto, he de tomarme mi tiempo para no cometer errores
y que no quede sucio". Empleó la papelería oficial del sindicato, que lleva
en una e$quina la divisa del sindicato -un pico y una pala en cruz- y en
en la sociedad moderna 25
tritq, dijo recientemente: "Si yo recibo una carta aquí, la remito al depar-
tamento que haya de ocuparse de ella, y el mismo ocurre con el goberna-
dor Green -quien sufrió las consecuencias de una mala publicidad, que no
debería haber sufrido, pues no puede estar enterado de todo." La simpatía
que Ripon muestra por Green es comprensible. l!:l debió saber cómo opinaba
Green, pues él y Spud White recibieron una copia de la misma carta. Dice
Ripon: "Oh, nosotros recibimos una copia. Pero aquello no era cosa nues-
tra, no se nos pedía que hiciésemos nada. Estábamos con las manos atadas.
¿Qué habíamos de hacer con aquello? Creo que se la dimos a Reak." Quizá
Murrell Reak, el hombre de la UMWA en la Junta de Minas, creyó que ya
había tratado el asunto (fue Reak, quien, con sorpresa de Scanlan, había
coincidido con los otros miembros de la comisión especial para respaldar al
superintendente y al administrador de la mina en sus violaciones de la ley y
había mostrado tan gran interés en ayudar a White a convencer a los miem-
bros del sindicato local 52 de que "sus cargos eran infundados"). F.n todo
caso, Reak, por lo visto, no llamó la atención de la Junta acerca de la carta
"salve nuestras vidas", aunque era una rama local de su propio sindicato
la que se sentía agraviada. Y White tampoco bizo nada.
En cuanto a Medíll, el día en que recibió la carta llamó a Scanlan a
Springfield y, dice Scanlan, "lo reprendió severamente". Según Scanlan, Me-
dill "me ordenó que redujese la extensión de mi informe de inspección",
porque Medíll creía que unos informes tan extensos podían alarmar a los
mineros, "aquellos condenados buenas piezas" que sabían leer en inglés (Me-
dill negó la frase); pero Scanlan tomó esta orden en el sentido de que
Medíll deseaba que él hiciera las cosas fáciles a los concesionarios "es lo
mismo que si le ordenaran a uno pasar por alto ciertas cosas". Y un día,
durante esta larga controversia; estuvo Medíll fastidiando al padrino político
de Scanlan en un corredor del palacio del Estado y dijo que pensaba des-
pedir a Scanlan. El padrino de Scanlan se negó a sancionar a éste y, de no
haber sido por eso, Scanlan estaba convencido, habría perdido seguramente
su empleo.
Pero a unos centenares de millas de distancia estaban ocurriendo hechos
más importantes que habían de afectar al destino de los mineros de Cen-
tralia. En Washington, D. C., John L. Lewís y los concesionarios de minas
de carbón bituminoso de la nación no llegaron a ponerse de acuerdo y los
mineros se declararon en huelga; y el 21 de mayo de 1946, el presidente
Truman ordenó la incautación de las minas por el gobierno para su explo-
tación. Ocho días más tarde, Lewis y Julius A. Krug, secretario del interior,
firmaban el famoso convenio Krug-Lewis. A pesar de las violentas pro-
testas de los concesionarios, este convenio incluía un código federal de
seguridad. Fue redactado por la Oficina de Minas (una parte del Depar-
tamento del Interior de los Estados Unidos). y entonces, por primera vez
en la historia, pudo ya el gobierno federal ejercer funciones de policía sobre
la seguridad en las minas de carbón.
De manera que los esfuerzos de los mineros del sindicato local 52 por
salir del laberinto administrativo de su propio Estado no habían dado lugar
más que a una lluvia de memorandos, informes, cartas y descubrimientos
28 El papel de la administración
no1127
en la sociedad moderna 29
y nada más natural que le ayudasen los hombres. hechura de Creen. entre
los que estaba Medill. "Alguien". dice Medíll, le había dicho que se espe
raba que le aumentasen el sueldo a quince mil o veinte mil dólares. El 31 de
enero de 1947 Ilamó a todos sus inspectores de minas a la estación de sal-
vamento minero del Estado en Springfield (a expensas del Estado) y les díjo
-según el inspector Scanlan, quien estuvo presente- que había que sacar
dinero entre los concesionarios de minas de carbón "y que el día ante. lor
había dicho a cuatro que tenían obligación de cotizar y que dos de eli -s
ya habían contribuido con mil dólares. .. y que iba a ponerse en contacto
con las grandes compañías. y nosotros estábamos en contacto con las inde-
pendientes y con las pequeñas." La versión de Medíll varió ligeramente:
manifestó que había dicho a los inspectores que, como republicano, estaba
interesado en derrotar a los demócratas en Washington y en Chíeago, que
si ellos encontraban a algún simpatizante, estaría muy bien que le dijesen
a dónde podía enviar su dinero. que todas las contribuciones habían de ser
voluntarias.
Después de la reunión, Scanlan se sintió inclinado a dimitir. pero pensó
que quizá el gobernador Creen no sabía nada acerca del plan y recordó que
/ en una ocasión había recibido una carta de Creen (como recibieron todos
los empleados del Estado) pidiéndole su ayuda para dar al pueblo una
administración honesta. ScanIan había .contestado al gobernador "que yo
he estado siempre en contra de los políticos corrompidos que trafican con
los cargos y no iba a ser uno .de ellos, y recibí una afable expresión
de gratitud... el gobernador. .. me dijo que eran cartas como la mía las
que le daban valor para actuar... " Scanlan no solicitó contribuciones a los
concesionarios de minas de carbón.
Pero otros inspectores 10 hicieron. y también lo hizo un jefe de partido
en Chicago. Lo mismo hizo MediD: él mismo dice que su viejo amigo David
H. Devonald, vicepresidente concesionario de la Peabody Coa! Company le
dio mil dólares y Jobn E. Jones. un prominente ingeniero de seguridad, contri-
buyó con cincuenta dólares (Jones trabaja para otro de los "seis grandes"conce-
sionarios y más tarde para él). No se ha hecho nunca la cuenta del total recau-
dado el sacadinero oh duró mucho tiempo. Según Medíll, otro de los "próximos
consejeros del gobernador Creen le dijo que los concesionarios de minas de
carbón se quejaban de Que él y sus inspectores estuvieran presionándolos
para que hiciesen donativos y. de ser así. era mejor que parase aquello. Así
10 hizo. en otra conferencia de inspectores el 7 de marzo.
Como quiera que no hay en lllil'ois ninguna ley que prohíba a una com-
pañía o a un individuo que conttibuya en secreto a una campaña política.
estamos planteando una cuestión de moralidad política. no de índole legal.
El Departamento de Minas y Minerales ha sido desde hace tiempo una agen-
cia poIftica. Un inspector tiene el cargo por designación política y se espera
de él que. durante las campañas. contribuya personalmente, lleve los carte-
lones de propaganda de los candidatos y consiga votos. Si se negase. su
protector político lo despediría. (No obstante. pedir dinero a los conce-
sionarios de minas de carbón era. por lo visto. cosa nueva para los inspec-
tores;) Hoy los políticos simpatizantes de Springfield dicen: "MediD estaba
en la sociedad moderna
haciendo lo mismo que todos los demás departamentos hacían y han hecho
siempre, pero le pararon el carro." Pero hay que advertir que los inspectores
de Medill tenían a su cargo la salvaguardia de vidas, deber más serio que
el de la mayor parte de los empleados del Estado y que para cumplir con
su deber habían de vigilar a los concesionarios de minas y que era 'de
aquellos mismos concesionarios de quienes sugería Medill que habían de sa-
car dinero. Un senador de los Estados Unidos quien investigó el asunto
calificó aquello de "reprensible".
Ahora bien ¿qué influencia tuvo esto en el desastre de Centralia? Nadie,
probablemente, recaudó fondos de Centralia Coal Company. Pero la colecta
es una prueba más -y una de las más fuertes- de que el departamento del
gobernador Creen tenía buenas razones para estar en términos amistosos
con los concesionarios de minas cuando, como su policía que era, debía
estar apartado de ellos. Como dijo hace poco un minero en Centralia, "si
una compañía da un millón de dólares, algo deberá esperar a cambio de ello".
En esto estriba la responsabilidad de Creen. No en que debido a la cha-
pucería de un secretario dejase de acudir al llamamiento de los mineros de
"salve nuestras vidas", sino más bien en que mientras sus propagandistas
iban haciendo discursos a través de la nación, atrás, en su tierra, sus leales
secuaces estaban más ocupados en levantar un rico tinglado político para él
que en administrar el Estado por él. Además, el enriquecer la maquinaria
política de Creen se ajustaba lindamente a las ambiciones personales de
Medill y otros, y Creen no les ponía freno. Al ir del brazo con sus viejos
amigos, los opulentos concesionarios, Medill aseguraba su situación perso-
nal. Hay pruebas de que Bell & Zoller habían influido para que fuese nom-
brado director, y recuérdese que Weir había trabajado como capataz de Bell
& Zoller. Por temperamento no se esforzaba Medill en hacer cumplir las
leyes. En cuanto a los inspectores, bien pocos se esforzaban por lo que pu-
diera crearles problemas: algunos inspectores, después de salir del Departa-
mento, habían encontrado buenos empleos como funcionarios de las com-
pañías de carbón. En todo caso, como ha dicho un inspector, "si uno tratase
de tenerlos a raya, se habrían reído de uno y le habrían dicho: vamos, hom-
bre, si no tengo más que comunicarme con Springfield." Como dijo un
hombre, "Era aquello una • gradable combinación que funcionaba en bene-
ficio de todos, de todos menos de los mineros." Y el hombre de los mineros
en la Junta, Murrell Reak de la UMWA, no se oponía a la combinación. Ni
Creen la objetaba.
Cuando terminaba la campaña electoral de Chícago, abajo en Centralia,
el 18 de marzo, el inspector federal Perz estaba haciendo otra inspección de
rutina. El superintendente general Johnson le dijo que la compañía había
encargado una tubería para un sistema de aspersión unos meses antes, pero
no había llegado todavía, "que esto representaría un gasto considerable ...
que todavía no se habían hecho los arreglos definitivos... pero que él
trataría de ello con los altos funcionarios de la compañía" en Chicago. Sean-
lan y el superintendente Niermann estuvieron también allí, en la oficina
desmantelada y raquítica de la mina, con su desvencijado mobiliario y las
rasgadas cortinas de sus ventanas, hasta las 19:30 horas. No se había es-
34 El papel de la administración
polvoreado con piedra desde hacía cerca de un año pero ahora la compa-
ñía tenía una carretada de polvo de piedra en el sótano y Scanlan sacó la
impresión de que se aplicaría el siguiente fin de semana (cosa que no se
hizo). Perz, también, juzgó a Johnson "muy concienzudo... muy compe-
tente". Scanlan hizo a máquina su informe: había anotado aburridamente
unas cuantas recomendaciones importantes y añadido que "las recomenda-
ciones anteriores habían de cumplirse juntamente con aquellas"; y lo envió
por correo a Springfield. Perz se fue a su casa y escribió su propio informe,
reconociendo que se habían corregido diecisiete riesgos, pero haciendo cin-
cuenta y dos recomendaciones, la mayor parte de las cuales las había hecho
ya en noviembre (1a compañía y el CMA estaban todavía en correspondencia
sobre aquel informe de noviembre) Perz terminó su escrito el sábado por la
mañana y envió por correo el informe a la oficina de Vincennes, que pro-
bablemente comenzó a tramitarlo el lunes.
Las ruedas habían estado girando en Springfield también, y el martes 25
de marzo Weir firmó una carta oficial dirigida a Brown poniendo en marcha las
últimas recomendaciones de Scanlan: "El Departamento respalda ... " Pero
aquel día, a las 15:26 horas, antes de que se vaciase en el Departamento el
saco de la correspondencia saliente, la mina Centralia núm. 5 estalló.
El último de los cadáveres fue recogido a las 5:30 horas del quin-
/' to día después de la explosión. El "Lunes Santo" la bandera del nuevo pa-
lacio municipal flotó a media asta y todos los comercios de la ciudad cerra-
ron. Ya habían comenzado los funerales 'por los ciento once. [ohn L. Lewis
clamó que los ciento once habían sido "asesinados por negligencia criminal" del
secretario Krug y declaró un "periodo de luto nacional" de seis días durante
aquella Semana Santa, y aunque no faltó quien dijera que no hacía otra cosa
que aprovechar un subterfugio para hacer lo que los tribunales le habían prohi-
bido -una huelga y un reto a Krug- no por ello dejó de manifestar que
en toda la nación eran solamente dos las minas de hulla que hubieran cum-
plido totalmente con el código de seguridad; y así, Krug cerró las minas.
Se iniciaron seis investigaciones separadas, dos para averiguar 10 que
había ocurrido y cuatro para averiguar la causa. Los peritos federales y
estatales convinieron, en general, que la ignición se había producido proba-
blemente en el extremo final, o en el frente o en la quinta entrada de Oeste;
que se trató estrictamente de una explosión de polvo de carbón, que proba-
blemente el polvo ardió por una carga explosiva que había sido atacada y
encendida en forma peligrosa -encendida con UJ a mecha de llama, .atacada
con polvo de carbón- y que la explosión local -me de ello resultó se pro-
pagó por el polvo dé carbón a cuatro secciones de trabajo de la mina, cal-
mándose cuando llegaba a las zonas espolvoreadas con piedra...
¿Y qué resultó de todas aquellas investigaciones del desastre de Centra-
lía? El Gran Jurado del condado de Washington declaró no procesar a Scanlan
y a cinco funcionarios de la compañía que iban en grado ascendente de
autoridad, por no haber lugar pasando de Brown, Niermann Johnson y Young
hasta McDonald. El Gran Jurado decretó el proceso de la Centralia Coal
Company, como corporación, por dos motivos de "negligencia culpable" (o
imprudencia temeraria) en el cumplimiento de la legislación de minas -no
en la socledad moderna
espolvorear con piedra y hacer trabajar a más de cien hombres en una sola
abertura ventilada- y también procesó a Medill y a Weir por "manifiesto
incumplimiento del deber". La compañía se alJanó -se acogió al nolo t:on-
tendere, o sea, no discutir los cargos- y fue sancionada con la multa máxi-
ma: quinientos dólares por cada infracción, en total mil (o sea, menos
de diez dólares por cada vida de minero muerto). La ley prevé también una
pena de cárcel hasta seis meses pero, desde luego, no puede meterse en la
cárcel a una corporación.
Mientras se escriben estas líneas se hallan todavía en tramitación los pro-
cesos contra Medill y Weir, y entre circunstancias interesantes. La fianza para
Medill fue proporcionada por Charles E. Iones, John W. Spence, G. C. Curtfs
y H. B. Thompson, y todos ellos estaban conectados con la divisi6n de pe-
tróleo y gas del departamento del que fue cesado Medill, y uno de ellos
es también uno de los abogados defensores de Medill. Pero no es esto todo.
Medill y Weir plantearon una cuestión de competencia para cambio de tri-
bunal, apoyada por numerosos affidavi"· de residentes del condado de
Washington de que existía perjuicio. Dichos effidavfts fueron recogidos por
tres inspectores de la división de petróleo y gas. Con ello se logró que se
transfiriera la competencia al condado de Wayne, que está dominado por
un sector de la organizaci6n política del gobernador Creen, cuya jefatura
local desempeña uno de aquellos hombres, Spence. No hay memoria reciente
de que se haya condenado en 1llinois a un jefe de departamento o a quien
ocupe un cargo similar y esté bien apoyado, y no hay muchos motivos para
suponer que Medill o Weir sean condenados. Medill llevó al cabo un acto
de gran lealtad política cuando soportó la mayor parte de los cargos en
Centralia, haciendo que se detuviera la investigaci6n antes de que llegase
hasta otros que están por encima de él, y también cabe que tenga su re-
compensa.
¿Por qué no cerró nadie la mina de Centralia antes de que estallase? He
aquí una pregunta difícil. La opinión de Medill (y de algunos de los inves-
tigadores) es que el inspector Scanlan pudo haber cerrado la mina y, legal-
mente, esto es cierto: la legislación de minas dispone expresamente que un
inspector puede cerrar una mina en que se viole persistentemente la ley.
Pero los inspectores lo han hecho muy raramente, sólo en circunstancias
excepcionales, y casi siempre consultando con el Departamento. Scanlan
creyó que si hubiera cerrado la mina de Centralia, Medill, simplemente, lo
habría despedido y habría nombrado otro inspector más tratable. Ad~más,
la facultad para cerrar no le correspondía exclusivamente, pues también la
tenía la Junta de Minas (¿y no será esta división de autoridades uno de
los principales factores causantes del desastre?) Robert Weir dijo: "Nosotros,
honradamente, no creíamos que la mina fuese bastante peligrosa para ce-
rrarla." Esto parece fantástico, pero hay que creerlo. Pues si Scanlan lo
hubiera creído realmente, es seguro que la habría cerrado, aunque un ins-
pector más maleable la hubiese vuelto a abrir. Lo mismo habría hecho la
autoridad federal, así como Medill o la compañía misma. Y con toda segu-
ridad los mineros, de creer en las inminencia del peligro, no habrían ido a
trabajar allí.
El comité investigador del gobernador Creen echó la culpa del desastre
al Departamento, a Scanlan y a la compañía. Los demócratas, en el comité
paritario legislativo de Illinois presentaron un dictamen de minoría culpando
a la compañía, a Medill, a Weir y a la administración de Creen por el "cri-
men industrial y político ... " La mayoría republicana se confesó incapaz de
fijar una acusación. Después de un tremendo estira y afloja por cada especial
interés, se aprobó alguna nueva legislación estatal como resultado del acci-
dente, pero nada que hiciera mella en el orden jurídico: las violaciones son
todavía faltas (excepto la cuestación para campañas políticas hecha por
inspectores, que es un crimen); no puede considerarse como un golpe fuerte
el multar con mil dólares a una compañía que tiene un capital de un millón
de dólares. Ni puede por ley acusarse concretamente a los funcionarios de las
compañías en lugar de procesar a corporaciones abstractas, y es todavía fácil
para el funcionario de una compañía esconderse detrás de una nebulosa
cadena de mandos que llegue hasta "la estratosfera de la ciencia de las
transacciones en Chicago o San Luis. Es difícil creer en el poder coactivo de
una ley a menos que los infractores puedan ser encarcelados.
En cuanto al Congreso de los Estados Unidos, ya no hizo nada. El sub-
comité del Senado recomendó que el Congreso fije normas de seguridad y
dé al gobierno federal facultades para hacer cumplir tales normas: "Se im-
pone una actuación inmediata y positiva." Pero el Congreso se limitó a or-
denar que la Oficina de Minas se informase en la próxima sesión de si los
concesionarios cumplían voluntariamente con las recomendaciones de los ins-
pectores federales.
Después del desastre de Centralia cada hombre responsable sufrió su
infierno particular y para salir de él encontró su chivo expiatorio particular:
la escasez de mano de obra de tiempos de guerra, la escasez de materiales,
otro funcionario, los mineros, o, en el más lastimoso de los casos, la "fra-
gilidad humana". Seguramente fue un extraño destino el que sacó a Dwight
Creen de una sala de justicia donde, como un joven cruzado, derrotó a Al
Capone, llevándolo a un hotel de Centralia donde, pasados quince años, se
encontró frente a frente con William Rowekamp, quien quería saber por qué
no había hecho nada Creen acerca de la petición de los mineros al rogarle
que "salve nuestras vidas". Los mineros de Centralia, cuando buscaban a
alguien que compartiese su convicción de' que estaban en peligro sus vidas,
tropezaron con el mundo oficial, una enorme organización apenas humana.
El inspector del Estado, el inspector federal, la Junta de Estado, el federal
CMA, los funcionarios de la compañía, todos los cuales invocaban siem-
pre la existencia de una "autoridad superior", pasaban constantemente de
mano en mano un río de memorandos y cartas. resoluciones y leyes y
reglamentos, y cuya identidad personal se esfumaba. Cuando uno trata de
fijar la responsabilidad por el desastre, se encuentra una y otra vez, COrRO
les ocurrió a los mineros, no con un individuo determinado. sino con una
multitud de individuos fundidos en un vasto, inasequible, insensato organís-
\
en la sociedad moderna 37
mo. Quizá sea este inmutable iuggernautO el verdadero traidor o villana del
drama. La verdad es que todos los que estaban revestidos de autoridad se
hallaban demasiado lejos de las personas cuyas vidas dependían de ellos. Y
esto no es sino confesar una vez más que al hacer nuestra sociedad tan com-
pleja la hemos hecho imposible de manejar.
*
Las dos selecciones siguientes presentan lo que podríamos de-
nominar una "filosofía de la administración". A pesar de algunas
visibles diferencias de criterio, los dos autores dan respuestas aná-
logas al mismo problema. El problema es: ¿Cómo hay que dar a
nuestras vidas individuales y colectivas un significado y una di-
rección a mediados del siglo xx? Los autores coinciden en la creen-
cia de que la administración, en un sentido amplio, puede ayu-
darnos tanto a precisar con claridad nuestros objetivos como a
lograrlos plenamente.
La esencia del tema es que el definir nuestros objetivos y el
acertar con los medios para lograrlos debe tener lugar bajo nuevas
condiciones en la experiencia de la raza humana. Una infinidad
de factores relacionados entre sí, pero principalmente el desarro-
llo de la ciencia y la técnica modernas, han creado una nueva "con-
dición de hombre": Nunca antes del siglo xx había existido un nú-
mero de hombres que se aproximase a la cifra actual de dos mil
trescientos millones. Jamás, con anterioridad en su historia, ha sido
la manera de vivir del hombre -en los órdenes económico, social,
político, cultural- tan compleja y tan rápidamente cambiante. Las
reducidas sociedades de la historia y la prehistoria ajustadas a la
tradición han sido ahora sustituidas por la dinámica Gran Socie-
dad mundial.
Inventada en los "últimos cinco minutos" de la experiencia del
hombre en la Tierra, no se descubre a priori razón alguna por la
que esta Gran Sociedad haya de ser permanente. Es posible que se
consuma en los fuegos de la guerra, o simplemente se desmorone
por falta de acierto o decisión de sostenerla. Aun si continúa exis-
tiendo, tampoco se descubre a priori razón alguna por la que haya
de ser "buena". Si no está debidamente dirigida puede acentuar
las tradicionales calamidades humanas y aun añadir algunas otras
nuevas.
¿Cómo mantener la Gran Sociedad y cómo transformarla en
una Sociedad Buena? Ambos autores creen que la administración
o [uggernaut es una denominaci6n del dios hindú Vishnú, cuyo carro es
sacado en procesión, y existe la creencia de que muchos peregrinos se echan bajo
las ruedas del carro para morir purificado. N. del T.
El papel de la administración
\
en la sociedad moderna
pasa a ser en todos los sentidos encomiables una empresa social de funda-
mental importancia pública.
Además, si un atributo importante de un arte bello es acrecentar la vi-
sión comprensiva en nuevas zonas de la realidad a la que responden los
sentimientos humanos con una directa satisfacción, entonces el esfuerzo
administrativo puede dar por resultado la creación de relaciones humanas
asociadas que son sin duda alguna atributo de un arte bello. Un arte, como
en algún lugar ha dicho Whitehead, "pone conscientemente de manifiesto un
delimitado fragmento del esfuerzo humano que logra su propia perfección
dentro de sus propios límites".
La administración, bien practicada, pone de manifiesto un delimitado
fragmento de la facultad creadora humana tendiendo a su propia índole de
perfección en la realización y logro de un bien gracias a esfuerzos asociados.
Pero la administración mal practicada puede llevar consigo una grave res-
ponsabilidad social. Puede resultar monótona, rutinaria, impersonal y tirá-
nica; y cuando está de tal modo corrompida se convierte en algo feo y
destructor de la espiritualidad. Puede, desde luego, cambiar de aspecto
cuando se practica en forma voluntariosa, altanera y arbitraria y entonces
sus resultados pasan a ser peligrosamente antisociales.
Esto es lo que tenía en mente un agudo observador social cuando escribió:
"Jamás el sistema general de la existencia gravitó tan pesadamente sobre
los hombres, reduciéndolos -a fuerza de horarios, de toda clase de impactos
físicos sobre sus sentidos, de exigencias de rapidez, de imitación obligatoria,
del abuso de la producción en masa, y así sucesivamente- al nivel de
meros productos de una cierta organización que trata de hacerlos todo lo
posiblemente análogos unos a otros incluso en sus gustos personales y sus
diversiones. Somos los esclavos de una maquinaria cuya intromisión en
nuestras vidas no cesa de intensificarse, gracias a los medios que nosotros
creamos y que la imponen cada vez con más amplitud en el ambiente
que rodea nuestras vidas. El fanático de la rapidez estorba al fanático de
la rapidez, y esto mismo ocurre con los fanáticos de las ondas etéreas y los
fanáticos de las playas y de las montañas. Si añadimos a estas limitaciones que
surgen de nuestra recíproca intromisión en nuestros placeres, aquellas
que imponen las modernas disciplinas de trabajo sobre la mayoría de nos-
otros, encontraremos que la dictadura no hace más que completar el sistema
de presiones y limitaciones de que los hombres modernos, aun en los países
más libres políticamente, son víctimas más o menos conscientes."
Esta forma de caracterizar la condición de la sociedad expresa algunos
de los peligros que estamos examinando aquí. Y si el "sistema general de
existencia ha de gravitar menos pesadamente, si los hombres modernos de las
sociedades políticamente libres no han de ser evictímas>, si las disciplinas
que el trabajo impone sobre la mayoría de nosotros no han de ser destruc-
toras para el espíritu, la buena administración habrá de asumir una parte
considerable del esfuerzo necesario para aminorar esos peligros". Habrá de
practicarse en gran escala, con una filosofía meditada y con un arte con-
sumado ...
. . . Recordemos que un arte requiere un medio de expresión. Y en el
caso de la administración el medio parece ser tripartito. Su plena expresión
42 El papel de la administración
*
La obra escogida que a continuación trasladamos, es un resu-
men de un ensayo sobre "La sociedad americana y la administra-
ción pública" del profesor John M. Gaus. Mejor que cualquier otro
escritor sobre administración pública, el profesor Gaus ha entre-
lazado las teorías y las técnicas de la administración juntamente
con las tendencias y los problemas del siglo xx en Norteamérica.
Debido en gran parte a su influencia, hay en la actualidad una
tendencia a estudiar la administración en relación con lo que él
ha puésto de moda, su ceecología", o relación entre un organismo
y su medio.
En la obra a<Juí escogida en lo que se hace hincapié es en la
administración publica más que en la privada, y el papel de la ad-
ministración pública se ajusta a los particulares problemas de Nor-
teamérica. Escrita en el tiempo que siguió al año 1930, en medio
de la Gran Depresión, el ensayo muestra algunas de las marcas
características de aquel momento. Pero aun cuando hayan podido
cambiar los contornos de algunos problemas, aquello a que se da
más importancia en el ensayo es el cambio mismo como guía del
papel que debe representar la administración pública: la buena
administración facilita los cambios pero atenúa, adaptándolas, sus
consecuencias; permite -y aun fomenta- los cambios en la so-
ciedad, pero protege, durante ellos, "el sentido de seguridad del
mdividuo, así como su sentido de finalidad",
Se pregunta: ¿A qué otras cosas habría dado mayor importan-
cia el profesor Caus, qué nuevas tendencias o problemas podría
haberse planteado, si hubiera aplicado su tema "regular los cam-
bios por medio de la administración" a la América posterior a
1950?
/
en la sociedad moderna 43
La sociedad norteamericana
y la administración pública o
,
JOHN M. GAUS
"Lo mismo que nuestros estudios políticos y económicos han tendido por
espacio de doscientos años a tener en cuenta únicamente las cuestiones
económicas relacionadas con la manera de vivir, así también en nuestra
actual manera de vivir hemos permitido inadvertidamente que el desarrollo
del desenvolvimiento económico nos lleve a una condición de extensa des-
integración sociaL.. Cabe sospechar que los estudios de Chicago tienen
importancia no sólo para las investigaciones relativas al crimen y al suicidio,
sino también para quienes estudien las relaciones industriales, la psiconeu-
rosis y la enseñanza."
"El desarrollo económico operado durante los pasados cien años ha infe-
rido un rudo golpe a la fraternidad- económica. Gradual, pero rápidamente,
grandes sectores en la organización de la actividad económica se han tras-
ladado del mercado a la administración ... En 1929, aproximadamente el
cuarenta y nueve por ciento de toda la riqueza corporativa -excluyendo la du-
plicación de corporaciones financieras- estuvo dominado por doscientas corpo-
raciones. La dirección de cerca de la mitad de la actividad industrial ha pasado
a ser una cuestión administrativa para doscientas grandes unidades administra-
tivas .. , El cambio de organización desde la plaza del mercado a la orga-
nización por la acción administrativa ha llegado tan lejos que la plaza del
mercado parece haber pasado a ser un elemento de influencia desorganiza-
dora y no organizadora ... O hemos de hacer del mercado un elemento
satisfactoriamente coordinador, o sustituirlo por otros sistemas coordinadores."
extender su hogar hasta dichos lugares, y que para cumplir debidamente sus
tareas, ha de contratar a agentes adecuados tales como funcionarios de salu-
bridad, directores de juegos, inspectores de fábrica, censores de películas,
pues en otro caso su hogar quedaría desamparado. Ambos, marido y mujer
pueden ver que esos servicios colectivos que extienden su eficacia a algo
que se acerca a la 6rbita de las fuerzas que ellos deben fiscalizar, ha de
extenderse muchas veces hasta muy lejos en el Estado, la región la naci6n.
y no es eso todo. Cuando Chicago decidi6 proporcionarse un adecuado
aprovisionamiento de aguas, la geografía exigi6 que se estableciesen algunos
medios pare disponer también de alcantarillado; esto llev6 consigo discre-
pancias con otras ciudades del Estado, después con otros Estados y final-
mente con un Estado extranjero. Estamos aprendiendo en una escuela muy
cara que el armamento no es un problema que pueda resolver un Estado
por sí solo; el contar con armamento adecuado es algo que está en relación
con el que tengan los demás, y todos a su vez están en relaci6n con las
disputas que puedan provocar con motivo de su empleo, y así nos encontra-
mos con que nuestras soluciones locales, que figuran en primer término en
la sociedad internacional de que formamos parte y que requieren aquí, tam-
bién, agentes que nos sirvan a todos nosotros. Aquí la tarea de romper con
la tradici6n de viejos símbolos es de suma dificultad, pero debemos resol-
verlo si queremos lograr 10 que nuestro sistema independiente haga posible ...
Podría parecer evasivo el hablar de esas nuevas organizaciones como medio
para extender la 6rbita del esfuerzo individual en un grado proporcionado al
en cierto modo irresponsable poder coercitivo de las fuerzas naturales y las
organizaciones humanas con que el individuo ha de estar en relaci6n. Po-
dría resultar más inteligible decir que estamos sumergiendo al individuo
y las teorías relativas a su lugar en la sociedad debajo del Estado y las
teorías del socialismo. Eso sería olvidar que éstas, también, han estado pues-
tas a prueba por su enriquecimiento de individuos los cuales integran el Estado.
Es cierto que hablar del individuo como inversionista, productor y consu-
midor es exagerar un aspecto de su vida. A pesar de las teorías sobre el
interés económico, el individuo, antes que todo, es una persona, un ser
humano, cuyas "necesidades se satisfacen primeramente en el círculo fami-
liar y después en la comunidad, cuyo grado de civilizaci6n influye directa-
mente en la calidad de la vida de familia. De aquí que sea primordialmente
el ciudadano, el miembro del pueblo, aquél cuyo lugar en la sociedad de-
mande la mayor consideraci6n. Si durante los años críticos de la infancia son
la pobreza y las inseguridades de toda índole circunstancias caracterlsticas
de la familia en que vive, y presentan un ambiente de conflictos, apuros y
esfuerzos; si durante la niñez la falta de escuelas, de juegos, de vida colec-
tiva impiden el tipo de desarrollo del individuo en el que puedan adquirirse
buenas costumbres y desarrollarse potenciales capacidades, resultará que no
ha llegado a idearse la base de un civismo adecuado para pensar en esos
apremiantes problemas.
La tarea de prever las consecuencias de actos contemporáneos, de dis-
poner las adaptaciones necesarias, es inmensamente difícil en la vida indi-
vidual o familiar. Las dificultades aumentan con el volumen y la com-
50 El papel de la administración
Burocracia •
H. J. LASKI
nor en tales subordinados el que los err- .res sean los mmunos; la manera
más sencilla de lograrlo es reducir lo más posible la esfera de las novedades.
El sistema de nombramiento por oposición o examen de competencia, adop-
tado como precaución necesaria contra los peligros de la influencia, significa
que el joven funcionario asciende en el departamento, y que su ascenso
depende en gran parte de la recomendación de sus superiores. Siendo así
las cosas, puede lograrse con demasiada facilidad una elevada recompensa
a base de ajustarse al código del departamento. En todo caso, un nombra-
miento desde fuera es muy mal visto, y podrá comprobarse que la mayor
parte de los funcionarios logran su ascenso por antigüedad. Esto, como nor-
ma, equivale a confundir la antigüedad con la experiencia. En los Estados
Unidos no puede decirse que exista una burocracia en el sentido europeo
del término; lo reducido de los sueldos y el funcionamiento del sistema
del despojo impiden la continuidad en el servicio tal como se conoce en
Europa. Pero este sistema tiene grandes inconvenientes: El carecer de
atractivo para que los hombres capaces se dediquen al servicio cíyíl con
el consiguiente bajo nivel en la calidad del trabajo administrativo. La dis-
continuidad en los cargos más altos del departamento resulta a veces peor
que la excesiva continuidad.
Vale la pena observar que estas características indeseables de la buro-
cracia no se dan tan solo, ni mucho menos, en el servicio del Estado, sino
que concurren allá donde exista una organización en gran escala. Sindicatos,
iglesias, instituciones de trabajo social, grandes sociedades industriales, todas
estas organizaciones se ven obligadas, por la cuantía de los intereses que
representan y por su complejidad, a compartir los mismos hábitos de la
burocracia. El hecho de que los funcionarios tengan pleno conocimiento de
los detalles técnicos de su trabajo lleva consigo el aumento del poder que
tienen en sus manos. La necesidad de normas da lugar a una reglamentacíén
estereotipada. Las innovaciones no inspiran confianza, ya que suponen pres-
cindir de la rutina habitual. El hecho, por ejemplo, de influir en un gran
partido político para que cambie de orientación suscita el recelo de sus di-
rigentes; el esfuerzo para persuadir a una gran empresa constructora de
buques para que sustituyan el hierro por el acero; la dificultad de convertiI
una caja para asistencia de los obreros en una organización caritativa por el
escepticismo en cuanto a 10 que habrá de averiguarse; todos estos no son
más que meros ejemplos de la fuerza de la costumbre en quienes se han
especializado en un determinado departamento. Es raramente difícil en un
congreso sindical que los funcionarios arrastren a los delegados para que
acepten orientaciones sobre las cuales tengan sus dudas como individuos.
Una gran empresa de negocios, mientras obtenga dividendos. no ha de pre-
Ocuparse por sus accionistas. La Iglesia católica se vanagloria de no haber cam-
biado desde su fundación, y los innovadores han tenido siempre que optar en-
tre el cisma y la sumisión. Aun en un Estado relativamente nuevo como es
la República Soviética, los procedimientos del partido comunista son objeto
de innumerables acusaciones de esta clase dirigidas contra los funcionarios.
En una empresa en gran escala, los hombres que deseen evitar respon-
sabilidades (y esto es lo que desean en su mayoría) tienen forzosamente la
tendencia a evitar grandes experimentos. En una democracia política esto
La materia de
*
"Burocsacía" tiene en la ciencia social contemporánea un sig-
nificado muy distinto del que se le da en el anterior ensayo. La
comprensi6n de este otro significado supone dar un importante
paso hacia la comprensi6n de la sociedad en que vivimos.
la burocracia 57
En la ciencia social contemporánea se emplea el término bu-
rocracia para indicar un tipo general de organización humana que,
por significativos conceptos, se distingue de otros tipos de orga-
nización humana. Como tipo de organización, la burocracia ofrece
características buenas y malas. Sus "malas" características se en-
cuentran entre las que incluye el término cuando se emplea en su
sentido popular y despectivo; en cierto modo, las dos acepciones
del término se sobreponen una a otra. Pero los dos empleos pueden
distinguirse claramente. Uno, el popular, es connotativo, emocio-
nal, impreciso; el otro es denotativo, analítico, preciso.
El autor de los siguientes pasajes, Max Weber' (un alemán quien
murió en 1920) fue uno de los grandes especialistas en historia,
y dichos pasajes son parte de lo que uno de los traductores de
Weber denomina acertadamente "una formulación clásica de las
características de la organización burocrática". Otros eruditos po-
drían sostener -y sostienen- que en tal o cual aspecto se equivocó
Weber en su análisis de la burocracia como tipo de organizaci6n
humana. Pero, en su mayor parte, su análisis es aceptado como
verídico y significativo.
La erudición de Weber abarca diversas culturas y se extiende
a ·través de los siglos. Trató de apreciar la sociedad humana como
un todo, a fin de formular un sistema para clasificar y analizar
todas las instituciones humanas. No es éste el lugar adecuado para
presentar, aunque sea en resumen, su sistema de sociología, pero
es interesante comentar dos o tres aspectos de sus ideas, a fin de
que los pasajes que abajo se transcriben puedan verse en pers-
pectiva.
En el análisis de Weber hay tres tipos principales de autoridad
o principios de "legitimidad" en la organización humana. Uno de
ellos es la "autoridad tradicional", autoridad sancionada simple-
mente por el tiempo y la posición aceptada del que la ejerce. Este
tipo de autoridad tiende a caracterizar las sociedades primitivas,
o sociedades "civilizadas" en que el derecho y la ciencia son
rudimentarios. Otro tipo de autoridad es la "autoridad carismáti-
ca" basada en cualidades personalidades de jefatura o magnetismo
y que puede ir acompañada de la creencia de que el jefe caris-
mático es sobrehumano. Este tipo de autoridad es el que se atri-
buye al héroe guerrero o al profeta religioso. El tercer tipo de
autoridad es el "racional" o "autoridad legítima". Esta es la que
se basa en un conjunto de normas aceptadas como '1egítimas"
~or los miembros de una organización. La autoridad legítima es
Inherente al cargo, no a la persona, y nadie puede ejercerla si no
ha ocupado el cargo "de acuerdo con las normas".
Este tercer tipo de autoridad legítima en la organizacion bu-
58 La materia de
Burocracia o
MAX WEBER'
Características de la burocracia
La esfera oficial moderna funciona de la siguiente específica manera:
I. Existe el principio de zonas de precisa y oficial jurisdicción, que
están generalmente reguladas por normas, es decir, por leyes o reglamentos
administrativos.
1. Las actividades reglamentarias requeridas para los fines de la es-
tructura gobernada burocráticamente están distribuidas de una manera fija
como deberes oficiales.
2. La autoridad que ha de dar las órdenes necesarias para el cumpli-
miento de tales deberes está distribuida de una manera estable y se halla
estrictamente delimitada por normas relativas a los medios coercitivos, físi-
lo que respecta a todos los funcionarios judiciales y, cada vez más; a todos
los funcionarios administrativos.
4. El funcionario percibe una reglamentaria compensación pecuniaria
de un salario normalmente ya establecido y la seguridad para la vejez, re-
presentada por una pensión. El salario no se mide como premio por el tra-
bajo realizado sino de acuerdo con el cargo, es decir, de acuerdo con la
clase de función (el rango o la categoría) y, además, posiblemente según
la duración o el tiempo de ,restación de los servicios. La relativamente
grande seguridad de los ingresos del funcionario, así como la compensación
que representa la consideración social, hace que el cargo sea una posición
apetecible, especiahnente en países en que ya no hay ocasiones para hacer
fortuna en las colonias. En tales países esta situación permite que los sueldos
de los funcionarios sean relativamente bajos.
5. El funcionario puede "hacer carrera" dentro del orden jerárquico del
servicio público. Asciende desde un cargo más modesto y de paga más redu-
cida a posiciones más elevadas. El funcionario de tipo medio desea natural-
mente una determinación mecánica de las condiciones para ascender, sino
en cuanto al grado o categoría al menos en cuanto a sueldo. Desea que tales
condiciones se fijen en atención a la antigüedad, o posiblemente de acuerdo
Con grados alcanzados en un perfeccionado sistema de exámenes de compe-
tencia. En una y otra parte, tales exámenes imprimen su carácter inde1ebilis,
o sea, como lo que se llama el "pliegue profesional" en el funcionario y
tienen para su carrera un efecto que perdura toda la vida. A esto se añade
el deseo de restringir el derecho al cargo y la tendencia cada vez mayor a
crear un espíritu de clase y asegurar el bienestar económico. Todo ello ha
hecho surgir la tendencia a considerar los cargos como "prebendas" de quie-
nes reúnen las condiciones que dan los títulos profesionales. La necesidad
de tener en consideración las personas en general y las calidades intelec-
tuales aunque los títulos o certificados de enseñanza sean de categoría infe-
rior, ha motivado que los más altos cargos políticos, especialmente los de
"ministro", sean provistos principalmente sin referencia a tales títulos o cer-
tificados de estudios.
*
El texto consignado más arriba es fundamentalmente un aná-
lisis y descripción de un tipo de burocracia. En el texto siguiente
sostiene Weber la "superioridad" de la organización burocrática y
desarrolla la tesis de que, desde luego, el mundo moderno depende
de la burocracia. Una sociedad en gran escala, técnicamente avan-
zada, por así decirlo depende para su existencia de la superior
"eficiencia" del tipo' burocrático de organización. La burocracia
es no menos un aspecto de las instituciones capitalistas que de
las instituciones gubernamentales, cosa contraria a una creencia
muy generalizada. Y aun cuando los socialistas hayan condenado
históricamente la burocracia no menos que los capitalistas, el so-
64 La materia de
El tipo monocrático
de administración burocrática"
MAX WEBER
Administración burocrática o
tuir la que no lo sea, pues ellos son los mandatarios del soberano: el pueblo,
son, dentro de SUS atríbucíones, supremos y responsables ante los votantes.
Si los votantes desaprueban los métodos aplicados por sus representantes,
cuando llegue la siguiente elecci6n, buscarán a otros hombres que conozcan
mejor la manera de ajustar su actuaci6n a la voluntad de la mayoría.
Lo mismo ocurre con el poder ejecutivo. También en este campo no hay
más que una alternativa entre el gobierno arbitrario de funcionarios des-
póticos y el gobierno del pueblo y este gobierno, ejecutado a través de los
instrumentos creados por la ley. Constituye un eufemismo el dar el nombre
de gobierno a aquel en que los gobernantes sean libres de hacer lo que a
ellos les parezca que proporciona a la comunidad una situaci6n de bienestar
y, en cambio; en el Estado en que la administraci6n está sujeta a la ley
los ciudadanos pueden hacer valer sus derechos ante un tribunal contra los
excesos ilegales de la autoridad. El supuesto estado de bienestar no es otra
cosa que el despotismo de los gobernantes. (Incidentalmente cabe apreciar
que hasta un gobierno despótico no puede prescindir de reglamentos y tra-
mitaciones burocráticas para no degenerar en un régimen caótico y desínte-
grarse en una multitud de minúsculos despotismos.) También la finalidad
del estado constitucional es el bienestar público. El signo característico que
10 distingue del despotismo es el que no sean las autoridades sino los repre-
sentantes del pueblo debidamente elegidos los que hayan de decidir Qué es
10 más conveniente para la comunidad. Este es el único sistema que hace
al pueblo soberano y garantiza sus derechos de autodeterminación. Bajo
este sistema los ciudadanos son soberanos no solamente el día de las elec-
ciones sino, igualmente, entre una elección y otra.
La administraci6n, en una comunidad democrática, no s610 está sometida
a la ley, sino también al presupuesto. La fiscalizaci6n democrática es así-
mismo fiscalización presupuestaria. Los representantes del pueblo tienen las
llaves del tesoro. No puede gastarse un solo centavo sin autorización del
Parlamento, y es ilegal emplear los fondos públicos para cualesquier gastos
distintos de los aprobados por el Parlamento.
La administraci6n burocrática, en un régimen democrático, significa ad-
ministración de estrecho acuerdo con la ley y el presupuesto. No es de in-
cumbencia del personal administrativo ni de los jueces averiguar qué es 10
que habría de hacerse en interés del bienestar público ni c6mo habrían de
gastarse los fondos públicos. Esta es labor del soberano, o sea, del pueblo y
sus representantes. Los tribunales, las diversas dependencias de la adminis-
tración, el ejército y la marina hacen 10 que la ley y el presupuesto les orde-
nan. No son ellos sino el soberano quien dirige la política ...
La afirmaci6n de que la administraci6n burocrática es un instrumento
indispensable del gobierno democrático resulta paradójica. Muchos podrían
objetarla, pues son demasiados los que están acostumbrados a considerar el
gobierno democrático como el mejor sistema de gobierno y la administraci6n
burocrática como uno de los grandes males. ¿C6mo pueden andar juntas
esas dos cosas.. una buena y otra mala?
A esas objeciones podemos responder una vez más que la burocracia no
es en sí ni buena ni mala. Es un método de administraci6n que puede apli-
carse en diversas esferas de la actividad humana. Hay un determinado caro-
administración pública y la privada? 71
po, el del manejo del aparato del gobierno, en que hay que recurrir necesa-
riamente a los métodos burocráticos. Lo que mucha gente considera en la
actualidad como un mal no es la burocracia como tal, sino la expansi6n de
la esfera en que se aplica la administraci6n burocrática. Esta expansión es
consecuencia inevitable de la progresiva restricci6n de las libertades, del cíu-
dadano individual, de la tendencia inherente a las políticas económicas y
;1
.
sociales del momento actual hacia la sustituci6n de la direcci6n del- gobíer-
no por la iniciativa privada. La gente reniega de la burocracia, peréNo .qp,et
en realidad les preocupa son los manejos para hacer que el Estado sea socia-
lista y totalitario.
Siempre ha habido burocracia en América. La administraci6n de las adua-
nas y del servicio exterior ha sido siempre manejada de acuerdo con .príncí-
pios burocráticos. Lo que caracteriza nuestro tiempo es la expansi6n de la
esfera de intromisi6n del gobierno en los negocios y en muchos otros aspec-
tos de la vida del ciudadano. Y esto da por resultado de una sustituci6n
de la administraci6n burocrática por la administración utilitaria.
Los juristas, los fil6sofos y los políticos velan por la supremacía de la ley
desde un ángulo distinto del que interesa en el presente libro. Desde su
punto de vista, la principal función del derecho es limitar el poder de las
autoridades y de los tribunales para causar daños al ciudadano individual
y para restringir sus libertades. Si se asigna a las autoridades la facultad de
encarcela- y aun de matar a las personas, ha de poder restringirse y circuns-
cribirse claramente este poder. En otro caso, los funcionarios públicos o los
jueces se. convertirían en déspotas irresponsables. La ley determina las con-
diciones en que el juez tiene el derecho y el deber de sentenciar y el polícía
el de disparar sus armas, La ley protege al pueblo contra las arbitrariedades
de quienes ocupan cargos de autoridad.
El punto de vista en que se sitúa este libro es un tanto diferente. Aquí
tratamos de la burocracia como un principio de administraci6n y organiza-
ción técnica. Este libro estudia las normas y los reglamentos no simplemente
como medios de protección para el pueblo y para salvaguardar los derechos
del ciudadano y su libertad sino como medidas para la ejecuci6n de la
voluntad de la suprema autoridad. La necesidad de limitar el albedrío de los
S'1bordinados se halla presente en toda organización. Cualquier organización
~e desintegraría si faltasen tales restricciones. Nuestra labor consiste en in-
vestigar las características peculiares de la administración burocrática y esta-
blecer su distinci6n de la administración comercial o de negocios.
La administración burocrática es una administración que está obligada
a cumplir con normas y reglamentos precisos fijados por la autoridad de un
organismo superior. La tarea de los burócratas consiste en ejecutar lo que
tales normas y reglamentos le ordenan. Su arbitrio para obrar mejor según
su propia convicción está rigurosamente restringido por tales disposiciones.
La administración comercial o utilitaria es una administración orientada
con fines de lucro. El objetivo de la administración comercial es la obten-
ción de beneficios. Como quiera que el éxito o el fracaso en obtener dicha
72 ¿En qué se diferencian la
*
El autor del trabajo seleccionado que se transcribe a conti-
nuación está de acuerdo con Ludwig von Mises en que "el gq-
bierno no es diferente"; pero está en total desacuerdo en cuanto
a la naturaleza y, especialmente, en cuanto a la necesidad y el
valor de las diferencias. Aquí se encuentra una interpretación favo-
rable para la administración pública, aun sin ser desfavorable para
la administración privada.
Periodista y editor antes de 1933, Paul H. Appleby, el autor,
administración pública y la privada? 75
fue a Washington con la administración del Nuevo Trato (New Deal)
como secretario auxiliar del Departamento de Agricultura. Pasó
la experiencia de los tumultuosos acontecimientos de la depresión
y de la guerra mundial en un alto cargo federal, y después fue de-
cano de la Maxwell School of Citizenship and Public Mfairs (Es-
cuela Maxwell de Civismo y Asuntos Públicos) de la Universida de
Syracuse, prominente institución iniciadora de las enseñanzas
de administración pública.
El trabajo seleccionado es el primer capitulo de un libro titu-
lado Big Democracy, publicado en 1945, el primero de diversos
escritos en que el decano Appleby ha tratado de destilar la esen-
cia de su experiencia en administración pública. Para sus muchos
admiradores tales escritos constituyen una combinación única de
atinada observación, aguda percepción y criterio equilibrado.
El decano Appleby está dispuesto a admitir que en algunos as-
pectos y en cierto modo el gobierno no está sujeto a una vara de
medir dólares y centavos. Desde luego, es en esto en lo que insiste
en sus escritos sobre administración, así como sobre polltica. En-
foca la administración pública de una manera consciente y directa
hacia el «interés público", que tiene para él la máxima importancia
y la mayor dificultad. No niega que la administración privada,
orientada para la obtención de beneficios, sirva al interés públíeo,
pero se niega a admitir que la administración pública sea un pro-
blema de escasa importancia, como parece hacer Von Mises. Para
él, en cambio, la administración pública debe realizar su labor
debidamente para que la administración privada pueda realmente
obtener benefícíos.
. Su pregunta: ¿Hasta qué punto debe la tesis expuesta por Lud-
WIg von Mises calificarse a la luz de las ideas expuestas por el
decano Appleby?
El gobierno es diferente o
PAUL H. ApPLEBY
, • De Big Democracq (Nueva York, 1945), págs. 1-10. Reproducido por auto-
nzación de Alfred A. Knopf, Inc,
76 ¿En qué se diferencian la
dones; tienden a ser más extensamente estimulados. Así pues, todo hombre
de inclinaciones políticas que haya tenido experiencia de organización y
mando tendrá mayores probabilidades de éxito como funcionario público
por la razón de que es casi seguro que haya desarrollado amplitud de visión
y actitud de interés público;
Puede ser lamentable, pero es en todo caso un hecho que, debido a fac-
tores que escapan a su dominio, ninguna industria puede lograr sus aspira-
ciones sociales. También es cierto que ninguna industria puede mirar el
interés público lo mismo que el interés industrial. Esta no puede ser su fun-
ción, pues ha de tener otra diferente y más estrecha. El gobierno existe
precisamente por la razón de que hacen falta en la sociedad personas espe-
ciales que desempeñen la función de fomentar y proteger los intereses pú-
blicos. ,
La gente tiende a desarrollar un sentido de responsabilidad con ! el:pecto
a las funciones de que se es responsable oficialmente. Generalmente, 1., i ler -
sona que entra en el servicio del gobierno tiende a desarrollar un especialiÍfado
de responsabilidad pública. Pero existen amplios grados de diferencia en pste
respecto, como todo el mundo sabe. Una honda concentración en o':as fun-·
ciones incapacita a muchas personas para el servicio del gobierno. Yo he
visto a no pocos hombres de negocios que, trabajando para el gobierno, no
podían darse cuenta de las diferencias entre éste y la empresa privada. Sin
ser venales, algunos piensan que sus posiciones en el gobierno no son ni más
ni menos que un especial y afortunado privilegio, algo así como ser primo
de un agente de compras. Otros tienen la idea fija de que la mejor manera
posible de fomentar el bienestar público consistiría en ayudar a las empresas
privadas y suponen, claro está, que su simple deber gubernamental consiste
en favorecer a las empresas privadas.
.La empresa privada, en cambio, no tiene el mismo criterio en su general
actitud hacia el gobierno. En todas las demás cosas distintas de las que hace
en provecho propio, la mentalidad comercial espera que el gobierno se deje
guiar por un punto de vista de interés público. La brevedad de las noticias ca-
blegrafiadas deja a veces las cosas más claras que la extensión con que se tras-
miten en casa las noticias. Fijémonos, por ejemplo, en este despacho publicado
por la edición en París del New York Herald-Ttibune para el año 1934:
"Inversiones banqueros estadounidenses respaldan política Roosevelt.
White Sulphur Spríngs, W. Va., octubre 31 -la Convención de la Asociación de
Bancos de Inversión, reunida aquí, ha ofrecido hoy su plena asistencia al
presidente Roosevelt en su campaña de recuperación.
"Se ha aprobado una resolución en que se declara que los miembros de
~a asociación deben respaldar al presidente en toda» las medidoa que no pe1'-
1udiquen sus propios intereses. Los banqueros han ofrecido a Roosevelt BU
sincero apoyo en particular en todos sus esiuerzos favorables (J eUos.n
le, pues todo antiguo empleado es considerado como una fuente de infor-
mación autorizada e interna.
En la empresa privada el mismo empleado puede perder todo crédito por
el mismo hecho' de haber sido despedido. Los empleados del gobierno son
muchos menos en número que los de empresas particulares, pero los casos
de trabajadores gubernamentales destituidos que se han dirigido a la prensa
con denuncias contra sus antiguos jefes deben ser al menos mil veces más
frecuentes. Una persona despedida es siempre una persona ofendida. Pero
así como una persona despedida de un empleo privado es de escaso interés
para la prensa, el cese de una persona de un empleo públíeo es considerado
siempre como un asunto de interés público.
Esto no quiere decir que yo no haya visto lo contrario. No estoy ahora
haciendo otra cosa que llamar la atención sobre ello como un hecho que
establece una gran diferencia entre el gobierno y la empresa privada. Pero el
público hará bien en juzgar tales informes para compararlos en perspectiva
con situaciones similares no sacadas a relucir en el campo privado.
Debido a tales circunstancias, todo jefe gubernamental vive, se mueve
y subsiste en presencia de la dinamita púhlica. Toda acción que P!}(,~l\ em-
prender está influida por esta condición -ya sea antes, ya después una
explosión.
Debido a esta situación el gobierno gasta millones de dólares cada año,
millones que no habrían de gastarse en una empresa privada. E.... sentido
~stricto, el gobierno tiene tendencia por tanto a ser menos eficaz debido a su
mdole pública. Pero toda vez que el gobierno, debido a tal atención y exa-
men, actúa más en interés del público el efecto total es que ello lo hace
más eficaz en cuanto a h consecución 'de su objetivo central.
Como ejemplo de que 105 empleados disgustados o despedidos causan
gastos de millones de dólares al año, permítaseme citar el caso de un hom-
bre a quien yo jamás he visto, pero cuyas actividades tuve ocasión de conocer
por espacio de diez años. Durante todo este tiempo (y también durante los
diez años anteriores) estuvo sosteniendo una ininterrumpida serie de cam-
pañas contra media docena de los más aptos jefes en el gobierno. Habló ad
hominem y ad infinitum a los redactores de las columnas de chismorreo. Es-
cribió al director de la Oficina del Presupuesto, a otros funcionarios admi-
~istrativos y a miem~ros del Congreso. Formuló centenares de cargos por
Irregularidades de conducta, ninguno de los cuales estuviera justificado. No
obstante, cada uno de ellos hubo de ser cuidadosamente investigado e infor-
mado. Sus superiores no se atrevían a dejarlo de lado por haberse comuni-
cado Con miembros del Congreso, pues de hacerlo así, quizá algunos de
ellos hostiles se habrían convencido de la veracidad de las acusaciones. Esto
le costaba al gobierno centenares de veces más que su sueldo, y continuó
en su cargo hasta que llegó a la edad de la jubilación.
Así pues, la índole pública de los asuntos que maneja el gobierno esta-
blece una gran diferencia en disciplina de organización. Los empleados del
g?bierno discuten a veces su trabajo con otros en forma tal que estarían
dispuestos a dejarlo por otro en que cobrasen sueldo de una organizaci6n
privada. Tanto la prensa como el público esperan y estimulan este tipo de
pláticas. Los ejefes de empresas privadas que entran en el gobierno sin
82 ¿En qué se diferencian la administración pública y la privada?
experiencia que los haya preparado para tal situación suelen encontrar suma-
mente difícil adaptarse a ella. Pero es de absoluta necesidad que procedan
a cierto ajuste.
Generalmente, cuanto mayor es una corporación, más compleja resulta.
Una persona de fuera puede fácilmente sentirse perdida en cualquiera de
sus campos de operaciones: materias primas, mercados, producción, relacio-
nes obreropatronales, finanzas y gerencia. Pero en relación con el gobierno
de los Estad, IS Unidos aun la corporación más extensa resulta pequeña y
sencilla. Y (" .antas más grandes corporaciones tengamos, más complejo habrá
de resulta- el gobierno. El gobierno, tratando de una manera u otra casi
toda clac~ de asuntos, requiere en sus más altos funcionarios una especial
competencia para manejar relaciones entre todas las variadas y poderosas
fuerzas, activi':ades y elementos en el país. En la cumbre la tarea consiste
en manejar .elaeíones entre las complejas partes de toda la nación, en dar
tanto forr a como orientación a la vida de todo un pueblo. A ese nivel existe
un arte: ... 1 ..arte de la política. Solamente un político puede ser presidente.
El pre; ídente ha de saber economía, pero no debe actuar como un econo-
mista; ha de saber derecho, pero no puede actuar como un jurista; ha de
isaber de negocios, pero río debe actuar como un hombre de negocios; ha
de saber sociología, pero no debe actuar como un sociólogo; ha de conocer
la investigación, pero no debe actuar como un científico; ha de tener cono-
cimientos de agricultura, de cuestiones obreras, de finanzas, pero no debe
actuar como un agricultor, ni como un obrero ni como un banquero. Ha de
conocer de todas esas cosas ampliamente, a fin de saber de política: su éxito
o su fracaso como presidente depende de su manera de actuar como político.
En su grado más perfecto, la política es la habilidad de estadista.
El arte de gobernar es diferente de todas las demás profesiones porque
es más extenso y abarca más que cualquier otro en la esfera de la acción.
El pensamiento puramente especulativo, la emoción, pueden ampliar el cam-
po y\ llegar a más lejanos horizontes, pero cabe dudar que superen eJ1 esto
al gobierno, pues éste puede llegar también a donde lleguen lo intelectual Y
emocional. El gobierno es diferente porque ha de tener en cuenta todos
los deseos, necesidades, acciones, pensamientos y sentimientos de ciento cua-
renta millones de personas. El gobierno es diferente porque gobierno es política.
\
4
El estudio de la administración pública
Estudio de la administración 1»
WOODROW WILSON
estas leyes? La otra cuestión, relativa a cómo serían administradas las leyes
con inteligencia, equidad, rapidez y sin dar lugar a rozamientos, se dejaba
al margen como un "detalle práctico" que los empleados podrían resolver
una vez los doctores, los sabios, se hubieran puesto de acuerdo en cuanto
a los principios.
El que la filosofía política tomase esta dirección no era cosa accidental;
no podía esperarse que los filósofos políticos la cambiasen por ninguna otra.
El filósofo de todos los tiempos es, como dice Hegel, "nada más que el
espíritu de su tiempo expresado en términos abstractos", y la filosofía polí-
tica, lo mismo que la filosofía de cualquier otra índole no ha hecho otra
cosa que sostener el espejo en que se reflejan los acontecimientos contem-
poráneos. Lo que preocupó en los primeros tiempos fue casi exclusivamente
la constitución del gobierno y, consecuentemente, era esto lo que ocupaba
el pensamiento de los hombres. Poco o nada preocupaba la administración
y menos lo que era atendido por los administradores. Las funciones del
gobierno eran sencillas, porque la vida misma era sencilla. El gobierno se
producía imperativamente y obligaba a los hombres sin pensar en consultar
sus deseos. No existía un sistema complejo de ingreso y de deuda pública
por el que hubieran de devanarse los sesos los financieros. Nadie que tuviera
en sus manos el poder duraba lo bastante para saber cómo debería emplearlo.
La grande y única pregunta era: ¿Quién lo poseerá? Las poblaciones eran de
números manejables. La propiedad era cosa sencilla: había muchas fincas
agrícolas, pero no acciones ni bonos; más ganado que inversiones de intereses.
He dicho que todo eso era cierto en los "primeros tiempos"; pero fue
sustanciahnente cierto también en tiempos posteriores. No hay que mirar más
atrás del último siglo para ver las complejidades del comercio y las perple-
jidades de la especulación comercial, ni el portentoso surgimiento de las
deudas nacionales. La buena reina Bess creyó sin duda que los monopolios
del siglo XVI eran una cosa demasiado difícil para manejarla sin quemarse
las manos, pero tales monopolios han caído en olvido en presencia de los
gigantescos del siglo XIX. Cuando Blackstone lamentaba que las corporacio-
nes -las sociedades anónimas- no tuviesen cuerpo para golpearlas ni alma para
condenarse, se anticipaba en un siglo al momento oportuno para tales lamen-
taciones. La perenne discordia entre el amo y el trabajador que con tanta
frecuencia perturba ahora la sociedad obreropatronal comenzó antes de la
"muerte negra" y el "estatuto obrero"; pero nunca antes de nuestros días asu-
mieron tan enormes proporciones como las que han asumido ahora. En
resumen, si las dificultades de la acción gubernamental se aprecian atisbando
en otros países, es en el nuestro donde podemos ver su culminación.
Esta es la razón por la cual las tareas administrativas han de ajustarse
de una manera tan estudiada y sistemática a normas de política cuidadosa-
mente probadas; la razón por la que tenemos ahora 10 que nunca habíamos
tenido antes: una ciencia de la administración. No es que hayan terminado,
ni mucho menos, los más pesados debates sobre el principio constitucional;
pero ya no son de interés práctico más inmediato que las cuestiones de
administración. Está resultando más difícil aplicar una constitución que for-
mularla ...
administración pública 87
Apenas hay un solo deber del gobierno que antaño fuera sencillo y que
ahora no sea complejo; antes en el gobierno había pocos amos y ahora
tiene amos a montones. Las mayorías, que antiguamente se limitaban a so-
brellevar al gobierno, ahora lo dirigen. Así como en un tiempo pudo el
gobierno plegarse a los caprichos de una corte, ahora debe seguir los deseos
de una nación.
y tales deseos van ampliándose rápidamente para convertirse en nue-
vos conceptos de los deberes del Estado; de modo que, al mismo tiempo que las
funciones del gobierno se van haciendo cada día más complejas y difíciles,
van multiplicándose considerablemente en número. La administración está
en todas partes tomando en sus manos nuevas empresas ...
Es por ello por lo que debe haber una ciencia de la administración que
enderece los caminos del gobierno, que haga sus negocios menos comercia-
les, que enderece y purifique su organización y que corone de respeto el
cumplimiento de sus deberes. Hay razón para que exista dicha ciencia.
Pero ¿dónde ha progresado dicha ciencia? Seguramente no en este lado
del océano. No puede apreciarse gran cosa de método científico imparcial
en nuestras prácticas administrativas. La venenosa atmósfera del gobierno
municipal, los tortuosos secretos de la administración estatal, la confusión,
el régimen de prebendas y la corrupción constantemente reiterada descu-
bierta en las oficinas de Washington nos impiden creer que sean todavía
en los Estados Unidos cosa corriente cualesquier conceptos claros de lo
que constituye una buena administración; los escritores norteamericanos no
han tomado hasta la fecha una parte importante en el adelanto de esta
ciencia, la cual ha encontrado sus maestros en Europa. No es hechura
nuestra; es una ciencia extranjera, que habla muy poco el lenguaje de los
.principios ingleses o americanos. Se expresa solamente en idiomas extran-
jeros; las ideas que expresa son totalmente extrañas para nuestra mentalidad.
Sus objetivos, sus ejemplos, sus condiciones, están casi exclusivamente ba-
sados en las historias de razas extranjeras, en precedentes de sistemas extran-
jeras, en lecciones de revoluciones extranjeras. Ha sido desarrollada por
profesores franceses y alemanes, y es consecuentemente adaptada en todas
partes a las necesidades de un estado compacto y conformada para aplicarse a
formas de gobierno sumamente centralizadas; al paso que, para responder
a nuestras finalidades, debe. adaptarse no a un estado simple y compacto
sino radicalmente, en ideas, en principios, así como en sus objetivos.
a formas de gobierno sumamente descentralizadas. Si queremos utilizarla la
hemos de americanizar, y esto no ya en la forma, meramente en el lengua-
je, sino radicalmente, en ideas, en principios, así como en sus objetivos.
Debemos aprender de memoria nuestras constituciones; debemos sentir en
nuestras venas la fiebre burocrática; debemos respirar mucho aire libre norte-
americano.
Si se busca una explicación del motivo de que una ciencia tan mani-
fiestamente susceptible de ser útil a todos los gobiernos por igual ha sido
objeto de atención prímeramente en Europa, donde durante mucho tiempo
los gobiernos constituyeron un monopolio, más bien que en Inglaterra o
en los Estados Unidos, donde desde hace tiempo viene siendo una franqui-
88 El estudio de la
\
administración pública 91
11
El campo de la administración es un campo de negocios. Ha sido apar-
tado del apresuramiento y la pugna propios de la política, en la mayor ~'
U
parte de sus aspectos se halla al margen incluso del controvertible campo
del estudio constitucional. Es una parte de la política únicamente como el
sistema de contabilidad doméstica forma parte de la vida de sociedad; única-
mente como la maquinaria tiene parte en el producto manufacturado. Pero,
al mismo tiempo, se halla muy por encima del modesto nivel del mero
detalle técnico por el hecho de que a través de sus más grandes principios
está directamente conectada con los eternos principios de la sabiduría polí-
tica, las verdades permanentes del progreso político.
El objeto del estudio administrativo es liberar los métodos ejecutivos
de la confusión y carestía del experimento empírico y colocarlos sobre ci-
mientos que descansan hondamente en principios estables.
Esta es la razón por la que debemos considerar la reforma del servicio
civil en su etapa actual solamente como un preludio de una ulterior reforma
administrativa. Estamos ahora rectificando métodos de nombramiento; debe-
mos llegar a un ajuste de las funciones ejecutivas más acertado y prescribir
mejores métodos de organización y actuación ejecutiva. La reforma del servi-
cio civil no es, pues, más que una preparación moral para lo que ha de
seguir. Hay que clarificar la atmósfera moral de la vida oficial estableciendo
la santidad del cargo público como un mandato público y, al hacer que el
servicio sea neutral, se abre el camino para que sea como un negocio co-
mercial. Suavizando sus motivos 10 haremos capaz de mejorar sus métodos de
trabajo.
Permítaseme extenderme algo sobre lo que he dicho acerca del mundo
de la administración. Lo más importante que cabe observar es la verdad
en que tanto y tan afortunadamente hemos insistido sobre nuestros refor-
madores del servicio civil; es decir, que la administración se halla fuera
de la esfera propia de la política. Las cuestiones administrativas no son
cuestiones políticas. Aun cuando sea la política la que fije las tareas para
la administración, ésta no debe sufrir que maneje sus oficinas.
Existe una distinción de alta autoridad; eminentes escritores alemanes
insisten en esto, como es natural. Bluntschli, por ejemplo, aconseja que se
separe la administración tanto de la política como del derecho. La política,
92 El estudio de la
dice, es una actividad del Estado "en cosas grandes y universales", al paso
que "la administración, en cambio", es "la actividad del Estado en cosas
individuales y de poco momento. La política es, pues, el dominio especial
del estadista, V la administración lo es del funcionario técnico" ...
Otra distinción existe que hay que tener en cuenta en todas nuestras
conclusiones y que, aunque no se refiere sino a otro aspecto de la existente
entre política y administración, no resulta tan fácil de apreciar: me refíe ro
a la distinción entre cuestiones constitucionales V administrativas, entre los
ajustes gubernamentales esenciales para el principio constitucional y aqte-
llos que son meramente instrumentales para la posibilidad de cambios en 101
objetivos de una conveniencia de sabia adaptación.
No es fácil hacer comprender a todo el mundo con exactitud dónde
reside la administración en los diversos departamentos de cualquier gobierno
accesible sin entrar en tantas particularidades que induzcan a confusión y
distinciones tan minuciosas que lleguen a perturbamos. No hay líneas de
demarcación que delimiten las funciones administrativas de las que no lo
son, que puedan trazarse entre tal y cual departamento del gobierno sin
que hayamos de ir de lo alto de una colina al fondo de un valle, sobre
vertiginosas alturas de distingos y a través de densas selvas de disposiciones
reglamentarias, acá ye acullá, alrededor de "síes" y "peros", "cuándos" y "sin
embargos", hasta que unos y otros se pierdan de vista para quien no esté
acostumbrado a esa clase de investigaciones y consecuentemente no habi-
tuado al uso del teodolito del discernimiento lógico. Una gran parte de la
administración va de inc6gnito para la mayor parte de la gente, confun-
diéndose ora con los "manejos" políticos, ora con los principios constitu-
cionales.
Una clara visión de la diferencia entre los dominios de la ley constitu-
cional y los de la función administrativa no debe dejar lugar a errores ...
La administración pública es la ejecución detallada y sistemática del derecho
público. Cada aplicación especial, particular, de la ley general, es un acto
de administración. La fíjadíón y la recaudación de impuestos, por ejemplo,
el ahorcar a un criminal, el transporte y la entrega del correo, el equipal'
y reclutar el ejército V la armada, etc., son todos evidentes actos de admi-
nistración; pero las leyes generales con arreglo a las cuales deben hacerse
todas esas cosas es también evidente que se hallan fuera y por encima de la
administración. Los vastos planes de actuación gubernamental no son admi-
nistrativos; la ejecución detallada de tales planes sí que es administrativa.
Las constituciones, por tanto, no se ocupan más que de aquello que ins-
trumentalmente ha de servir al gobierno como base para regularla ley ge-
neral. Nuestra constitución federal observa este principio al no decir nada
acerca del más grande de los cargos puramente ejecutivos, y hablando úni-
camente del Presidente de la Unión en cuanto ha de compartir las funciones
legislativas y políticas del gobierno, y únicamente de aquellos jueces de más
alta jurisdicción en cuanto han de interpretar y guardar sus principios, y no
de aquellos que han de hacer simple declaración de los mismos.
Esto no es precisamente distinción entre Voluntad que se impone Y
Hecho con que se cumple, porque el administrador debe tener y tiene
administración pública 93
de poner nuevas calderas y graduar los fuegos que impulsan nuestra maqui-
naria gubernamental, no hemos de dejar que las viejas ruedas y junturas y
válvulas y bandas rechinen y zumben y estallen al funcionar movidas por la
nueva fuerza. Debemos poner nuevas partes funcionales allí donde se ad-
vierta la menor falta de fuerza y de ajuste. Será necesario organizar la
democracia implantando exámenes para apreciar la competencia de los
hombres que aspiren al servicio civil ya definitivamente preparados para
soportar pruebas libres en que se demuestren sus conocimientos técnicos.
En la actualidad se ha hecho indispensable un servicio civil con la debida
preparación técnica.
Bien sé que un cuerpo de funcionarios civiles preparados por una ense-
ñanza especial y arraigados, después de su nombramiento, en una organi-
zación perfecta, con apropiada jerarquía y disciplina característíca; ha de
parecer a un gran número de personas sensatas que contiene elementos que
pueden combinarse para formar una clase oficial perniciosa: un cuerpo
aparte, semicorporativo, sin afinidades ni buena disposición para las personas
progresivas y de espíritu libre, y con el corazón achicado por la mezquindad
de una oficialidad gazmoña. Ciertamente, una clase tal sería tan temible
como dañina en los Estados Unidos. Todas las medidas que se adoptasen
para crearla serían medidas de reacción y locura.
Pero el temer la creación de un funcionarismo oficial dominante y anti-
liberal como resultado de los estudios que estoy proponiendo es olvidar
totalmente el principio sobre el que más quisiera insistir. Este principio
es que la administración en los Estados Unidos debe ser en todos los aspec-
tos sensible para la opinión pública. En todo caso necesitamos contar con
un cuerpo de funcionarios preparados a conciencia que presten sus servicios
mientras observen buen comportamiento; ésta es una absoluta necesidad
en este asunto. Pero el recelo de que tal cuerpo pueda llegar a ser algo
antiamericano desaparece en el momento en que se responde a esta pregunta:
¿Qué es lo que constituye un buen comportamiento? Pues esta pregunta lleva
en sí misma la contestación que salta a la vista: pronta, sincera lealtad a la
política del gobierno al que se sirve es lo que constituye un buen compor-
tamiento. Esta política no tendrá ni un ápice de funcionarismo oficial. No
será la creación de funcionarios permanentes, sino de estadistas cuya respon-
sabilidad frente a la opinión pública será directa e inevitable ...
El ideal para nosotros es un servicio civil ilustrado y competente y con
facultades bastantes para actuar con sentido y energía, pero tan íntimamente
conectado con la ideología popular, por medio de elecciones y constantes
consultas al pueblo, que quede fuera de cuestión toda posible arbitrariedad
o un espíritu de clase.
*
El trabajo seleccionado a continuación es el cuerpo de un dís-
c~rso pronunciado en 1939 por el difunto Charles A. Beard, diri-
gido a un grupo encargado de investigaciones gubernamentales.
Muy conocido por sus escritos históricos, Beard fue también una
96 El estudio de la
cosas -tanto los objetos físicos como la vida orgánica, incluyendo a los seres
humanos- están sujetos a leyes y pueden explicarse en términos mecánicos.
Aquéllos no niegan que todas las cosas materiales y humanas puedan estar
sujetas a leyes. Confiesan honradamente que no lo saben. Se contentan con
apreciar 10 que denominan "series determinantes" de materia y fuerza que
pueden ser correctamente denominadas encadenamientos o ilaciones deter-
minantes. El ingeniero tiene en cuenta esas series cuando hace descender
cierto volumen de agua a una altura dada sobre un determinado tipo dado
de turbina engranada a una dinamo. Su ciencia le permite definir por
adelantado, por su conocimiento de los factores que intervienen, que la
operación producirá un resultado determinado con el que puede contarse
COn toda seguridad. Los hombres de ciencia proceden también por análisis
y clasificación y algunas de sus ciencias no han avanzado mucho más allá
de la etapa de clasificación. Hasta esto es útil. Nosotros empleamos clasifi-
caciones cuando tomamos coca-cola en lugar de cerveza.
Yo, por mi parte, prefiero limitar el término ciencia a los conjuntos de
conocimientos que sean totahnente deterministas en sus reglas y axiomas.
Pero con esto se excluirían la mayor parte de las ciencias naturales y, ade-
más, la raza humana, como demuestran los diccionarios, persiste en emplear
el término ciencia en SU sentido etimológico y más amplio. Me inclino ante el
veredicto del uso y, además, no encuentro palabra más conveniente y exacta
que el término ciencia para expresar el conjunto de conocimientos y prác-
ticas a que se da el nombre de administración.
\
administración pública 101
Organización
Organización
5
Teoría de la organización: el género
\
el género 107
un puro proceso. Esto implica una relación entre dos elementos: por una
parte, las personas que crean y utilizan el proceso, y por otra, la finalidad
u objeto del mismo. Nuestro propósito es estudiar la organización simple-
mente como un proceso, lo cual supone el estudio de su estructura interna ...
La organización ha sido considerada como el aspecto formal de laad-
ministración, así como el mecanismo de la administración, el canal a través
del cual tienen realización efectiva las medidas y orientaciones de la admi-
nistración. Esto es verdad pero no toda la verdad. Además, la administra-
ción se ha dicho que es la estructura de todo grupo moviéndose hacia un
objetivo común. Aquí también el símil es acertado, valga por lo que valiere.
Esto parece implicar que la organización supone únicamente diferenciación
de deberes individuales, como ocurre en el cuadro de la organización fami-
liar. Pero los deberes deben estar en relación con el procedimiento, y es
aquí donde encontramos la verdadera dinámica de la organización, la fuerza
motriz gracias a la cual se mueve hacia su objetivo determinado.
Organización, por lo tanto, se refiere a algo más que la estructura del
edificio. Se refiere al cuerpo completo, con todas sus funciones correlativas.
Se refiere a esas funciones tal como aparecen én acción, el mero pulso y los
latidos del corazón, la circulación, la respiración, el movimiento vital, por
así decirlo, de la unidad organizada. Se refiere a la coordinación de todos
esos factores en cuanto éstos cooperan para el propósito común.
Esta exposición de la relación existente entre organización y adminis-
tración indica también lo que se quiere expresar con el término sistema
en la organización. Una organización se relaciona con el procedimiento y
lleva consigo la relación recíproca entre deberes así como los deberes en
sí mismos, por 10 que el sistema puede ser definido como técnica del proce-
dimiento.
La introducción de la palabra "técnica" nos da otro sesgo de las rela-
ciones entre organización \y administración. Podría parecer que la organiza-
ción estuviera en cierto modo subordinada a la administración. En el sentido
práctico así es, pues el instrumento debe siempre estar subordinado a aquello
de que es instrumento, y un deber de la administración es proporcionarse su
propio instrumento administrativo, 10 cual supone organizar. Pero en otro
sentido es inversa la relación. Si el edificio presupone al constructor, u orga-
nizador, la función de la administración presupone también el edificio, o
sea, algo que administrar. Comparemos, pues, esos dos conceptos en tér-
minos de técnica.
El arte o técnica de la administración, en sus relaciones humanas, puede
describirse como el arte de dirigir e inspirar a la gente, que debe basarse
en una profunda e inteligente comprensión humana. La técnica de la orga-
nización puede describirse como aquella que relaciona funciones o deberes
específicos en un conjunto coordinado. La manifestación de las diferencias
entre organizar y administrar muestra claramente su íntima relación. Muestra
también, y este es nuestro actual propósito, que la técnica de organizar eS
anterior, en orden lógico, a la de administrar. Un excelente organizador
puede ser un deficiente jefe o administrador, en el caso de que sus cuali-
dades temperamentales no 10 faculten para la última de dichas tareas. por
\
el género 109
El principio coordinativo
o Ecclesia, palabra derivada del griego que significa reunión, era la asam-
blea popular en que los rétores u oradores discutían los proyectos, que eran vo-
tados por el pueblo. N. del T.
el género 111
tanto, que todo lo que Sea formal en formas organizadas debe apoyarse en
fundamentos psíquicos.
Una verdadera coordinación debe estar basada en una real comunidad
de intereses por conseguir un objetivo deseado. Igualmente cierto es que una
comunidad de intereses que sea verdadera, no s6lo en lo objetivo sino también
en la conciencia de cada cual, puede proceder únicamente de una comunidad
de comprensión. Esto significa no solamente que la administración y los
miembros deben entenderse entre sí, sino también que todos y cada uno
deben comprender cuál sea el verdadero objetivo y, por tanto, que cada
grupo representado en la organización debe comprender cómo y por qué
la consecución de aquel objetivo es esencial para el bienestar de todos.
La razón, a mi juicio, es obvia. La comunidad de intereses o, digámoslo
así, un interés común, no constituye, por lo que respecta a la conciencia
humana, una identidad de interés. La única manera concebible de lograr
una verdadera integración de todos los intereses del grupo en organización
es utilizar políticas u orientaciones administrativas que puedan hacer una
realidad más tangible para cada miembro del grupo aquella comunidad de
intereses. >
El prlncjpio funcional
Con el término "funeíonalísmo" queremos expresar la distinci6n entre
clases de deberes. Así, esto se distingue claramente del principio gradual.
Para dar un ejemplo militar, la diferencia entre generales y coroneles es una
de las gradaciones en autoridad y es, por tanto, gradual. La diferencia entre
un oficial de infantería y un oficial de artillería, en cambio, es funciorwl,
porque hay una clara diferencia en la indole de los respectivos deberes.
Esta definición del funcionalismo está justificada por el uso corriente.
Pero existe un sentido inventado, debido, como todos los inventos del len-
guaje, a las deficiencias de éste. En términos estrictos, la palabra "función"
significa el acto de realización o ejecución, y puede designar cualquier acti-
vidad que aparezca en la organización, y aún a la misma suprema autoridad.
Es necesario, por tanto, hacer hincapié en que cuando hablamos de funcio-
nalismo en la organización queremos significar diferenciación funcional entre
fas clases de deberes.
Las funciones pueden ser innumerables por su variedad según el proce-
dimiento que sea necesario para conseguir un propósito determinado. Puede
observarse en la fabricación moderna, donde la técnica de producción en
masa ha introducido tan minuciosas divisiones de trabajo que casi cada tarea
individual ha llegado a constituir una función separada. Aquí surge la cues-
tión de si en esta gran variedad de funciones habrá un común denominador.
¿Hay algunos príreípíos universales de funcionalismo, en los que se incluyan
la suma de todas las funciones y, de ser así, pueda identificarse en ellas el
mismo orden lógico que hemos ya observado en el proceso gradual? Tales
principios de funcionalismoexisten y siguen el mismo orden.
el género 117
primarias en la misma tarea indica cuán difícil es que encontremos esas fun-
ciones completamente separadas en la estructura general de la organización.
Todo lo más, esta separación será relativa. En el tipo secular de gobierno,
donde aparece con mú precisión que en otras formas, ha consistido simple-
mente en un desarrollo propio de los tiempos modernos, y tal separación
nunca es completa, aun en un gobierno moderno.
En nuestra constitución el brazo legislativo conserva el derecho de juzgar
cuando se ha formulado una acusación ante él. Análogamente, el senado,
dada su autoridad para confinnar o rechazar nombramientos oficiales, posee
una función ejecutiva. Así, cuando el senado se reúne a puerta cerrada
para estudiar la procedencia de tales noinbramientos, se dice que celebra
"sesión ejecutiva". Por otra parte, el jefe del ejecutivo, debido a su función
consultiva, respaldada por su derecho de veto, posee un grado de autoridad
en la esfera legislativa. Lo cierto es que el ideal de la eficiencia organizada
es no la completa separación, sino la correlación integrada de las tres fun-
ciones primarias.
e orrelación funcional. Aquí puede sostenerse que el último propósito de
todo organizador es la correlación integrada de todas las funciones. Ello es
cierto, y tal correlación, para ser verdaderamente científica, debe basarse en
los principios de la organización. El organizador habría de conocer las tres
distinciones primarias que se encuentran en la base de todo funcionalismo.
'Debería saber que esos plincipios funcionales son universales en toda orga-
nización; que aun la función accesaria que denominamos "personal" debe
tener alguna relación con todas ellas. Debería saber que, así como las tres
fonnas graduales constituyen el principio de la coordin0ci6n progresiva, del
mismo modo las tres formas funcionales universales deben ser la base de
toda coordinact6n efectiva. Debe identificar esos principios funcionales, tal
como aparezcan en cada tarea,' Y hacer de ellos la base de su correlación.
La historia del funcionalismo en la organización puede relatarse breve-
mente, en sus trazos más amplios. Hemos visto que el principio funcional
está siempre presente en toda empresa organizada, pero el sumamente diver-
sificado funcionalismo de la organización fabril de nuestros días, por ejem-
plo, es una caracteristica desarrollada en los tiempos modernos. Aun en
formas más antiguas de organización, podemos rastrear a través de las edades
una creciente diversidad en deberes funcionales. Esto se debía no sólo al
crecimiento de tales organizaciones, sino principalmente al adelanto en la
esfera de los conocimientos humanos, especialmente los de carácter técnico.
En una época primitiva, relativamente desprovista de esos conocimientos, .
las diferencias funcionales se limitaban a unas pocas y de índole sencilla,
pero el progreso de la técnica ha introducido otro y suplementario. funciona-
lísmo. El funcionalismo técnico apareció por primera vez en la organización
militar, donde el empleo de diferentes armas introdujo las verdaderas dis-
tinciones funcionales entre las diferentes armas del servicio.
E8peciflcacl6n de deberes: la inlportancia de una exacta especificación de
todos los deberes individuales, en sus efectos sobre la moral de una orga-
nización, puede verse por medio de ejemplos bien eonooídos en toda expe-
riencia humana. Con no poca frecuencia hemos oído decir de las institucio-
el género 119
nes organizadas de todas clases que son lanzadas "por medio de la política".
Un pensador superficial podría tomar esto como un reflejo sobre el personal.
Si pudiera conocer bien este personal podría quedar sorprendido al darse
cuenta de lo bueno que es en realidad. En proporción de diez a uno, debemos
dirigirnos a la organización, más que al personal, para descubrir la v~fdadera
causa de un trastorno.
Decir que tales condiciones, cuando se presentan, son una falta que'l'Ueda
achacarse a la administración es cierto pero no suficientemente explícito. Son
debidas al olvido administrativo de las necesidades de organización formal
y la aplicación de sus principios.
Cuando se coloca a un miembro de una organización en una posición
que lleve añejos deberes mal definidos, en su relación con otros deberes
¿qué ocurre? El trata, naturalmente, de dar su interpretación propia de
aquellos deberes y. cuando puede, imponer aquel criterio a quienes están por
encima de él. En este proceso se encuentra con otros que están en casos
análogos, siendo resultado inevitable de ello que se produzcan fricciones y
falta de coordinación.
En el aspecto positivo. el proceder ordenadamente abre paso a la prác-
tica de "deslindar los terrenos". En el aspecto negativo el resultado es eludir
responsabilidades o, según frase popular, "pasar el paquete". Estas condi-
ciones se. agravan cuando la misma jefatura toma por el atajo sin conside-
rar las consecuencias que a la larga puedan producirse. Las dos condiciones
suelen ir juntas, pues el jefe que no tiene el debido cuidado en la especi-
ficación de los deberes subordinados es presumible que sea desordenado en
el cumplimiento de los que le son propios. La verdadera coordinación en el
sentido formal puede únicamente lograrse gracias a la exacta delimitación
de los deberes. y esto debe comenzar desde arriba. Sin ello se producirán
fricciones incluso en la cumbre, y bajo tales condiciones es inútil buscar
armonía en las líneas inferiores.
El tipo opuesto de jefe, de aquel que procura la exacta especificación
de los deberes correspondientes a cada función, en su relación con las demás
funciones, como punto de primordial importancia podrá a veces parecer
formulista, pero en los resultados será ampliamente justificado por todas
las experiencias.
La razón y las pruebas se combinan para demostrar que la exactitud en la
especificación de las tareas es una necesidad para la creación de una verda-
dera armonía colectiva. La armonía en esta fase puede ser meramente pasiva,
aunque manifestada en la ausencia de fricciones. Para trasladar esta armo-
nía pasiva a una armonía activa y eficiente, se necesita algo más. y aquí
hemos de recordar la frase del mariscal Foch de que la obediencia activa
presupone siempre comprensión. El empleado que tenga a su cargo algún
deber o función, si lo concibe solamente en sí mismo, podrá cumplir sus de-
beres pasivamente. Pero cuando ve su relación con otras funciones conco-
mitantes, y la relación de todas ellas con respecto al propósito total, sigue
entonces un proceso mental que lo relaciona a él, personalmente. con el
objetivo y contribuye a transformarlo de un participante pasivo en uno
activo en el propósito común. Cuando todos los miembros de una organi-
120 Teoría de la organización:
*
El trabajo que acabamos de transcribir fue una manifestación
cuidadosamente resumida de muchas teorías tradicionales ..acerca de
la organización. El trabajo seleccionado a continuación se incluye
para indicar la índole de algunas tendencias en curso.
Los dos términos que describen la más vieja teoría de la orga-
nización en comparación con la más nueva son "administración ra-
- zonable" y "admínístracíón orientada", Por razonable quiere signi-
ficarse que tendía a hacer hincapié en el poder de la razón humana
para dominar los hechos de las relaciones humanas y dirigir estas
relaciones por caminos lógicamente trazados a fin de lograr metas
predeterminadas. Este concepto abstracto y formal se simboliza por
la carta de organización, en la que las personas son "cajas cuadra-
das", Por organización orientada quiere significarse que está trazado
el papel del funcionario ejecutivo, de los "gerentes", cargándose la
mano en aspectos técnicos gracias a los cuales puedan, los que ocu-
pan cargos de autoridad, manejar la organización, En conjunto re-
sultaba optimista en cuanto al grado de posible manejo por parte
de los gerentes.
La teoría nueva se aparta de la antigua en un considerablemente
mayor reconocimiento de factores no racionales en la naturaleza hu-
mana. Acentúa lo no racional, incluso lo subconsciente. Dirige su
atención también a la extensa zona de nuestras vidas no dirigidas,
al menos de una manera fácil y normal, a lograr las metas de orga-
nizaciones de las cuales puede que lleguemos a ser miembros. La
nueva teoría trata de introducir en su sistema de conceptos los
factores emocionales y sociales que fueron descuidados en la primi-
tiva teoría. No es tanto que abandone el racionalismo como que
procure lograr un más alto y más amplio racionalismo, un raciona-
lismo que introduzca lo no racional y lo irracional dentro de su
esfera y mando.
Pero la nueva teoría se aparta un tanto de la vieja en cuanto
reduce la orientación del administrador. Mientras es buscado el
"más alto racionalismo" y éste da por resultado una más perfecta
el género 129
quedar clara su relación mutua. Sin esta orientación de las partes hacia el
todo, los miembros de una agencia corren el riesgo de actuar con finalidades
encontradas y no como una unidad eficiente .en cuanto a sus fines. Sin una
constante orientación las partes tienden a salirse de quicio. La técnica se
divorcia del prop6sito y existe únicamente para sí misma. La oficina se des-
integra y separa. Sus divisiones se convierten en satrapías independientes.
La labor de la agencia se realiza gracias a un pacto entre los jefes de diví-
si6n. El remedio para curar la ignorancia común acerca de los prop6sitos
comunes es la instrucción. Cuando se produce la desintegración de las partes
de una oficina debido a la común ignorancia en cuanto a las conexiones
internas de finalidad, funci6n y actividad, entonces es evidente que debe
haber instrucci6n sobre tales puntos. Esta materia será estudiada más ade-
lante como un aspecto de las comunicaciones.
11
Sin decirlo, apoya una creencia y una forma de expresarla que ha mere-
cido la aprobación de Urwick, Fayol, Mooney y Beílley, Se sostiene que es
evidente que Urwick en su obra Element8 01 Administration observa que "no
hace falta hacer comentarios sobre esta manifiesta exigencia, salvo hacer una
adve~ncia contra la común suposici6n de que la necesidad de una cadena
gradual o de escala presupone que cada actuación debe pasar penosamente
por todos los eslabones de la cadena, tanto si va en dirección de abajo
arnDa como de arrfba abajo". Aquí se encuentra todo el simbolismo habitual
de la teología de la administraci6n, incluyendo el místico signo de la pirá-
mide. Ello es abstracto y formulario. Esto es metáfora, no cíenoía, Es una
figura del lenguaje, no una representación de características observadas.
Lo mismo que un artículo de fe en un credo religioso, la jerarquía es un
sfmbolo de la creencia en una forma mítica de la organización administra-
tiva. Y, nuevamente, como un artículo de fe religiosa, existe esa creencia
a pesar de la falta de pruebas para apoyarla y confirmarla, y enfrentándose
OOn frecuencia a pruebas que contrarían la verdad de este artículo de fe.
Cuando más, la noción de jerarquía es un slmbolo de relaciones que se tienen
por deseables, en que algunos-se imponen a otros en un orden apretado. La
carta de organización es el emblema convencional del culto. El jefe-dios per-
manece en su solitaria cumbre, y sus subordinados quedan bajo él a uno
y. otro lado, con sus facies vueltas hacia el 'resplandor de la radiante autori-
el género 155
dad, que ellos no pueden generar sino tan solo reflejar. Generalmente no
hay en la carta de organizaci6n lugar pará el cuarenta al noventa por ciento del
personal ni en la oficina frontal, ni en el cuartel general ni en la oñcína cen-
tral. Una más verdadera representación volvería de arriba abajo la convencional
carta de organizaci6n piramidal, con la parte más numerosa ocupando el
lugar central.
Sería muy atrevida presunción contradecir tanta piedad. Pero la expre-
sión convencional de la organización de la autoridad y la práctica de la
jefatura en las organizaciones administrativas no es siempre simbólicamente
precisa ni viablemente exacta. El grano de verdad no es sino la necesidad
de orden en el universo administrativo. Pero no es preciso que sea un orden
autoritario. Los dioses, para emplear la frase de Norman Douglas, no han
de ser forzosamente dioses verticales. La expresión gráfica no ha de ser
forzosamente una pirámide de cajones. Si han de usarse los diseños propios
de la geometría. Quizá un círculo resultaría más apropiado y expresivo, con
las partes dispuestas de una manera ordenada alrededor del centro. Las
nuevas nociones acerca de la estructura de las moléculas. átomos y electrones
pueden proporcionar nuevos diagramas. Cada uno de ellos es un cosmos, un
microcosmos que reproduce el sistema solar, en que las partes elementales
se mantienen en una relación ordenada COn respecto al centro. Si la metá-
fora ha de dar color a la expresión, quizá la forma inicial de la organizaci6n
administrativa habría de hallarse en la física nuclear y no en la teología.
La estructura de autoridad y la práctica de jefatura en una organización
administrativa. negociado o departamento, pueden variar según el modelo
normal. Muchas veces hay un gobierno de la agencia informal e invisible
que se burla del formalismo abstracto de los reglamentos y de las normas
impresas. La administraci6n es una manera limitada de gobernar y pone
de manifiesto los problemas característicos de otras estructuras políticas.
Uno de estos es el contraste entre la fórmula legal y el hecho práctico. En los
países británicos, por ejemplo. el primer ministro es responsable ante el rey
según la fórmula legal y ante el pueblo según la realidad práctica. En Nor-
teamérica, el presidente y el Congreso fijan la política pública. según la
fórmula legal, pero en la práctica esto se debe a grupos privados. Esto es,
por ejemplo, lo que ocurrió en 1946, cuando los ganaderos y los industriales
del rarnn de la alimentaci6n abolieron de hecho el régimen de precios sobre
la carne, chocando contra la política pública declarada en los estatutos. Lo
mismo ocurre en las agencias administrativas. La distribuci6n de facultades
reales y de influencia en la dirección de una agencia puede disentir totalmente
de la distribución formal o legal. Los jefes "naturales" del grupo no han de
ser forzosamente quienes formalmente ocupan los cargos. La burocracia in-
>- formal puede determinar el curso y los destinos de la agencia a pesar de la
burocracia formal.
Repetimos que el germen de verdad en el insistente empleo del concepto
de jerarquía es la necesidad de orden. Pero ¿cómo puede ese orden alterarse?
La teología de la administración hace de ello una funci6n y un subproducto
de la voluntad del jefe-dios expresada en su mando. Hay orden porque él
quiere orden. Su mando procede de la cumbre de los olímpicos reglamentos,
136 T eoría de la organización:
III
\
el género 137
IV
En unos párrafos anteriores se aludió brevemente al tema de las comu-
nicaciones, dejando para más adelante tratarlo más detenidamente. Diji-
mos que el remedio para la Común ignorancia del propósito común del grupo
b~ocrático es la instrucción, y que la instrucción es un aspecto de las comu-
~caciones. El jefe-dios en el mito épico del imperio administrativo es un
dIOS vertical que experimenta todas las dificultades de comunicación que
d~cribe Norman Douglas, Estando perpendicularmente a una gran distan-
CIa, es preciso idear un "enojoso código de signos verbales, ininteligible para
el COmún de las gentes, para la expresión de deseos, mutuos". En el con-
cepto de negociado como grupo social, no obstante, la comunicación es un
proceso funcional que actúa a través de todo el cuerpo, como la sangre que
proporciona alimento y aire a los tejidos. Si en alguna parte del organismo
188 Teoría de la organización:
v
El negociado tiene quizá un problema especial, consistente en la exten-
sión de la organización administrativa que contiene un servicio de campaña.
y esto nos lleva como de la mano a la aplicación de los criterios expresados.
A base de una selección equivocada de lecturas es fácil llegar a la conclusión
de que la administración se refiere casi exclusivamente a la conducta CAF-14
o mejor, en Washington, u otra oficina central de cuartel general. Esto es
un subproducto de la teología de la administración y su preocupación por
el jefe-dios y sus obras. Vista en su totalidad, la parte más numerosa de una
oficina no puede estar en el cuartel general de la ciudad sino en el campo.
La coloración teológica del concepto de jerarquía suele teñir la especu-
lación y la práctica en que están comprendidas las relaciones entre oficina
y campo. Hay un sentido semírrelígíoso que hace decir muchas veces que
la oficina central es la cima y el campo es el fondo, estando la pril11era
arriba y el segundo abajo. La relación de superior a inferior tiene aqui el
mismo sentido que cuando decimos que una persona es de alto bajo naci-
miento. El modelo militar pone de manifiesto esta relación de grado y cate-
\ ,.~ .
el género 139
goría con lamentable fidelidad. Muchas son las complicaciones que resul-
tan de esta manera de pensar cuando entra en juego el campo. Es mucho
más fácil, por ejemplo, mantener la fíceíén teol6gica de un jefe-dios que
nunca se aparece a sus humildes servidores de las filas pero cuya voluntad
es interpretada para éstos por unos sacerdotes intermediarios. La dificultad
de comunicación es agravada por los factores del tiempo y la distancia.
El mismo carácter remoto de la relación de pábulo a la confusión,
Es importante dentro de la estructura de un negociado, donde todos
están a fácil distancia unos de otros, idear disposiciones de comunicación
que sirvan para informar. Y ello es doblemente importante cuando la geo-
grafía separa el centro del resto de la organización. El campo y sólo el cam-
po puede informar al cuartel general acerca de los problemas del negociado
tal como éstos se presentan al margen de los hechos V las realizaciones en
que la agencia se encuentra con sus parroquianos. El cuartel general no
puede proporcionar más que la jefatura que dirige el movimiento interno
del grupo hacia el propósito común. Y aun esta división del trabajo es un
tan~o artificial, pues el cuartel general no tiene el monopolio de la política,
así como el campo no tiene el monopolio de la actuaeíén, La relación es
mutua y recíproca y cada zona de competencia proyecta imperceptiblemente
su sombra en la otra. El campo debe intervenir en la formulación de la
poUtica y ambos, la oficina central y el campo deben compartir la actuación.
El concebir las comunicaciones del cuartel general según el sistema de
arquería verbal es sumamente inadecuado para el manejo de grandes em-
presas en el campo. Los que hacen las flechas en la oficina central satisfacen
una cierta concupiscencia al acariciar letales proyectiles y constituye un
placer encorvar el arco que las lanza más allá de la vista. Pero tanto los
?echeros como los arqueros están representando una fantasía. Con frecuencia
~ducen al grupo a empresas mal estudiadas e imprudentes a causa de la
ínsuficiencia del conocimiento de los hechos en el campo. O bien, como ha
OCurrido muchas veces, el campo se entera por primera vez de importantes
Cambios de política al leer los periódicos. El mal se debe a la deficiencia
en las comunicaciones. El remedio está en las manos de la oficina central.
Una oficina que implanta un establecimiento de campaña sin atender a estas
necesidades mina la fuerza y la eficacia del grupo.
VI
algunas variedades
SCHUYLER C. WALLACE
Entre los difíciles problemas relacionados con el proceso de la organización
de departamentos figura la determinaci6n de los criterios con arreglo a los
cuales las unidades administrativas subordinadas han de agruparse en una
estructura departamental. En diversas ocasiones y lugares se ha tenido en
consideración una multiplicidad de factores para formar las decisiones. Pero,
en su mayor parte, esos factores corresponden a una serie de categorías
de las cuales se han deducido un número limitado de generalizaciones.
Como resultado de esas generalizaciones se reconoce comúnmente que
el proceso de departamentalizaci6n descansa en cuatro conceptos princi-
pales de la organización: a) función; b) proceso de trabajo; e) clientela,
y d) territorio.
A primera vista puede parecer evidente por sí mismo el carácter de esos
diversos aspectos de la organización, pero no es así, ni mucho menos. Antes
de ocuparnos del punto relativo a su aplicación, no estaría de más que
examinásemos la naturaleza de los conceptos mismos.
La dificultad que supone precisar esos conceptos para hacerlos sus-
ceptibles de aplicaci6n automática salta a la vista al relacionarlos con el
"principio" del funcionalismo mismo. Se cree generalmente que el término
denota el agrupamiento en una organizaci6n departamental de aquellas uni-
dades administrativas subordinadas que se dedican a los mismos o similares
Propósitos, a la solución de los mismos o similares problemas. Sobre la base
de tal hip6tesis, las diversas unidades militares destinadas a la defensa del
territorio son comúnmente agrupados en un departamento de guerra; las
unidades navales, en un departamento de marina.
Esta delimitaci6n es perfectamente satisfactoria, valga por lo que valiere,
pero desgraciadamente sirve para poco más que indicar la característica do-
minantp- del concepto. Quedan sin precisar sus limites exactos. Las dificultades
inherentes a esta delimitación pueden, quizá eludirse por medio de una
serie de proguntas,
¿Deben las diversas unidades militares y navales del gobierno agruparse
en distintos establecimientos militares y navales, tal como se ha sugerido
anteriormente? ¿O deberían integrarse en un solo departamento de defensa
taci6n dada más arriba, carácter funcional. En consecuencia, la simple emm-
nacional? Ambos tipos de organizaci6n tendrían, de acuerdo con la delimi-
ciaci6n de .un "principio de administraci6n" resulta de escasa o ninguna
aYUda para la soluci6n del problema.
Hay todavía otro aspecto de la delimitaci6n que abre la puerta a la
Funcf6n
\
algunas variedades 147
\
algunas variedades 149
ejerza en relación con las menos espectaculares pero más frecuentes rela-
ciones cotidianas existentes entre la administraci6n y determinados sectores
del cuerpo político sobre la interpretación de los pormenores de diversas
disposiciones legales. Así, el fabricante que está molesto y obstaculizado por
el hecho de que le soliciten diversas informaciones la Oficina de Ingresos
Interiores y la Oficina de Aduanas, con lo que se complica innecesariamente
su contabilidad, puede recurrir, planteando en junto la cuestión, a la Teso-
rería (o Secretaría de Hacienda) con la seguridad de que el problema será
resuelto interdepartamentalmente y que no habrá de seguir el lento y enojoso
proceso de la negociación interdepartamental o hundirse en un charco de
celos y negligencia interdepartamental...
Pero a pesar de las ventajas inherentes al principio del funcionalismo
como base de la integraci6n departamental, no dejan de verse claramente
en él ciertos defectos.
El primero es la dificultad de diferenciar la ilusi6n del funcionalismo
de la realidad del mismo. Por ejemplo, en relación con el reciente propósito de
cambiar el nombre del Departamento del Interior por el de Departamen-
to de Conservación con motivo de que esta última denominación expresa
con más precisión su finalidad, surge inevitablemente la cuestión: ¿Conser-
vación de qué? ¿De nuestras fronteras territoriales? Los departamentos de
Estado, Guerra y Marina cabe suponer que tienen algún ligero interés en el
asunto. ¿O de recursos humanos? Los departamentos del Trabajo, de Agri-
cultura 'y de Comercio podrían todos alegar que tal departamento invadiría
algunas, si no todas, de sus actividades. ¿De nuestros recursos naturales?
'El Departamento de Agricultura ya protestó, y más bien enérgicamente, por
~uanto la utilizaci6n efectiva de las tierras agrícolas es parte y parcela de
todo programa dedicado a la conservación de nuestros recursos naturales.
En otras palabras, el término funcionalismo es, aparentemente, capaz de
t¡¡n amplia ínterpretacíón, o interpretación errónea, que podría justificar la
creación de un departamento que acaparase todo el gobierno. No hace falta
decir que, en tal sentido, en el concepto de funcionalismo carece totalmente
de valor como base de la integración departamental.
Pero la dificultad de diferenciar la ilusión de la realidad en el funciona-
lismo no acaba aquí. De ser así, resultaría la tarea relativamente sencilla.
El verdadero problema se presenta en casos tales como el de la proyectada
consolidaci6n de los departamentos de Guerra y de Marina en un depar-
tamento de la Defensa Nacional, de que ya hemos hablado en páginas ante-
fiores; la integración de las unidades de salubridad, enseñanza y beneficencia
en Un departamento de bienestar público; o alternativamente la combina-
ción del trabajo, la seguridad social y la beneficencia en un solo Departa-
mento de Asuntos Sociales. ¿Cuál es la idea que pudiera en verdad dar
Cuerpo al principio de la organización de acuerdo con la función ... ?
Más perjudicial en sus efectos para las operaciones departamentales es el
hecho de que, agrupando las unidades administrativas subordinadas en una
serie de departamentos sobre la base de la función, se produzca, como fre-
cuentemente se produce, una actitud de autosuficiencia por parte de los
directores departamentales, que dé por resultado tanto un antagonismo admi-
150 Teoría de la administración:
nistrativo como una falta de buena voluntad para cooperar ccn otros depar-
tamentos. El mero hecho de que los directores departamentales tengan bajo
su dirección todas las unidades del gobierno relacionadas con determinadas
actuaciones y con la solución de los problemas a que está dedicado el depar-
tamento conduce con frecuencia al desarrollo de un prejuicio o hinchazón
departamental que puede afectar a la capacidad de los directores departa-
mentales para ver sus asuntos en una amplia perspectiva. Por ejemplo
el Departamento de Agricultura se siente muy inclinado a preocuparse por el
desarrollo de nuestros recursos hidráulicos en gran parte desde el punto de
vista de la erosión de nuestro suelo, haciendo poco o ningún caso de la
utilización de tales recursos ni desde el punto de vista de la producción de
energía eléctrica ni desde el de la navegación. Análogamente, con la crea-
ción de un Departamento de Servicios Públicos se correría el riesgo de que
el fomento de nuestros recursos hidráulicos se considerase esencialmente
como un problema de energía eléctrica, y no de navegación o de erosión del
suelo. Además sería muy probable que otro prejuicio caracterizase el pro-
yectado Departamento de Transportes, el cual sería fácil que considerase
el desarrollo de nuestro sistema fluvial exclusivamente desde el punto de
vista de sus ~osibilidades como arterias para el comercio ...
Apenas menos deletéreo que ninguno de los inconvenientes anteriormente
citados en su influencia sobre el proceso de la administración es el hecho
de que la rígida aplicación del principio del funcionalismo a la estructura
administrativa complica innecesariamente el número de contactos entre el
público y el gobíemaBí la Oficina India, por ejemplo, se seccionase en las
partes que la constituyen, y las diversas partes fueran adscritas a una serie
de departamentos funcionales, algunas de sus actividades irían al ministe-
rio de Hacienda, otras a un departamento de Bienestar Público, unas terceras
al Departamento de Agricultura, y las restantes actividades acá y acullá
y a cualquier parte. Por lo que respecta a los "pobres indios" el resultado
sería confusión tres veces confundida. Sería necesario para cada individuo
indio resolver sus varios y distintos problemas con una multiplicidad de
agencias gubernamentales, en lugar de tratar con una sola oficina. Análoga-
mente, si se reorganizase la Administración de Veteranos sobre la base de la
función, sus diversas actividades se desparramarían entre diversos depar-
tamentos. Ciertos aspectos de su trabajo se asignarían a la Secretaria de Ha-
cienda, y otros a un departamento de bienestar público; el equilibrio se
repartiría entre subdivisiones administrativas en otras partes todavía de la
estructura departamental. La consecuencia inevitable sería en una multipli-
cación de los cargos a través de los cuales habría necesariamente. el vete-
rano de resolver sus asuntos.
Sería ciertamente discutible si las ventajas que pudieran lograrse con una
rígida aplicación del principio del funcionalismo compensarían con creces o
no los inconvenientes.
Otro resultado de la general aplicación del principio funcional sería
dejar de tomar en consideración una serie de factores políticos que en una
democracia no pueden ciertamente dejar de ser atendidos.
algunas variedades 151
Proceso
Un método alternativo de integración departamental es el que se funda
en el proceso de trabajo en atención ya sea al personal, ya al equipo. Así,
habría que reunir en un solo departamento a todos aquellos que practicasen
una determinada profesión u otra relacionada con la misma, como ingenie-
ría, enseñanza, medicina, derecho, ciencia militar o naval, o que hicieran
uso de un complicado equipo similar. No hace falta decir que la aplicación
de este principio exigiría un cambio radical en la plantilla de muchos depar-
tamentos, tal como están organizados en la actualidad. Un departamento de
salubridad habría de incluir a todos los médicos y todas las enfermeras, tam-
bién a los bacteriólogos, psicólogos, etc. No sólo manejaría todas las tareas
generales de salubridad pública para el gobierno, sino también los servicios
de salubridad actualmente prestados por las escuelas y las diversas unida-
des de beneficencia; y si el principio se aplicase enérgicamente, habría de
caer igualmente dentro de su jurisdicción la labor médica del ejército y
de la marina. Los miembros de la profesión jurídica habrían de agregarse al
Departamento de Justicia o, como con más precisión debería llamarse, De-
partamento de Derecho, y destinarse desde allí a asignaciones concretas.
Análogamente, los ingenieros habrían de tener su cuartel general en el De-
partamento de Ingeniería y podrían lógicamente ser asignados a otras uni-
dades cuando surgiera la necesidad de ello. Aqu] también, si el principio
se llevase hasta su lógica conclusión, el trabajo de ingeniería del ejército
y de la marina podría ser ejecutado circunstancialmente desde el Departa-
mento de Ingeniería.
Se asegura que este principio de organización conduce a "la máxima
utilización de la técnica más adelantada, y al concentrar en una sola oficina
cada clase de labor (técnicamente distribuidas) hace posible en cada caso
la utilización de divisiones de trabajo más eficaces y especializadas". De
este modo la' escuela de medicina estaría agregada al departamento de salu-
bridad y no al de educación, se hallaría en contacto constante con sus cole-
gas de profesión y recibiría un estímulo profesional que de otro modo no es
probable. Además tendría acceso a laboratorios mucho mejor equipados de
los que en otro caso pueden conseguirse. Finalmente, el mayor volumen del
trabajo médico canalizado hacia el departamento de salubridad desde todas
las fuentes de origen posibilitaría un grado en otro casi inasequible de espe-
cialización dentro del departamento en relación con diagnósticos, prevención y
tratamiento.
La utilización de esta base de integración departamental haría tambiér
posible una considerable medida de economía, tanto como resultado de un
más extenso uso de un sistema de ahorro de trabajo como de la producción
en masa. AsÍ, la concentración de todos los trabajos de imprenta en la Oficina
Impresora del Gobierno ha evitado indudablemente la duplicidad no sólo
de máquinas linotipistas y de prensas para cada uno de los departamentos,
sino que también ha reducido radicalmente la duplicación de personal. Si-
guiendo esta misma tendencia, el Comité Presidencial de Dirección Admi-
152 Teoría de la administración:
Clientela o material
Un tercer posible método de integración departamental es el que se basa
en la clientela o el material. Este principio quizá se comprenda más clara-
mente con el ejemplo de la organización de la Administración de Vetera-
nos, "que trata de todos los problemas que afectan a los veteranos, ya se
trate de salubridad, hospitales, seguros, beneficencia o enseñanza". Otros
ejemplos podrían proporcionamos también el Servicio de Inmigración y Na-
tur~ación, la Junta de Menores y la Oficina de Asuntos Indios. Cada uno
de esos organismos se ocupa de su clientela en diversas relaciones. El Servi-
cio de Inmigración y Naturalización maneja los problemas de los inmi-
grantes no desde un sector sino desde tres: el jurídico, el financiero y el
médico. La Junta de Menores, con el criterio de que cada niño no puede
dividirse en sus partes integrantes sino que debe considerarse como una sola
entidad, se ocupa de todos los aspectos del bienestar del niño: salubridad,
enseñanza y orientación profesional. La jurisdicción de la Oficina de Asun-
tos Indios es todavía más comprensiva, abarcando prácticamente todas las
actividades gubernamentales -salubridad, enseñanza, finanzas- relat-ivas a
esos pupilos tutelados por la nación. Puede asegurarse, hasta cierto punto
al menos, que los departamentos de Agricultura, Trabajo y Comercio han
sido organizados sobre un modelo semejante, en cuanto cada uno de ellos
atiende a las necesidades particulares de un gran sector del cuerpo político.
En consecuencia, el Servicio de Extensión Agrícola, que desde un punto de
vista funcional podría bien estar adscrito a la Junta o Negociado de Ense-
ñanza, forma parte, en realidad, del Departamento de Agricultura. Durante
mucho tiempo la Junta Federal de Orientación Profesional estuvo adscrita al
156 Teoría de la administración:
consideran como un solo conjunto, que según el término medio de sus ele-
mentos constitutivos ..•
También tiene importancia desde el punto de vista de la eficiencia admi-
nistrativa el hecho de que los departamentos organizados sobre la base de la
clientela o el material, en contraste con los basados en el proceso de trabajo,
proporcionan pocas veces un volumen de labores suficiente para hacer po-
sible una división del trabajo totalmente satisfactoria, o, lo cual es igual-
mente importante, para deparar carreras satisfactorias sobre la base de que
personas capacitadas se sentirán atraídas al servicio del gobierno.
Finalmente, bajo ciertas circunstancias al menos, se ha dicho que este
tipo de integración departamental pone indebidamente la administración al
servicio de las exigencias de los grupos que presionan. Se ha reconocido
generalmente que la Administración de Veteranos goza de gran simpatía en
la camarilla de Cabilderos Veteranos, deduciendo el peso de su influencia
de las demandas de la King Legion en sazón y fuera de sazón ...
Territorio
*
Un problema de organización que tiene mucha mayor impor-
tancia para la administración pública que para la privada es el re-
lativo a la «independencia". Una verdadera independencia en el
funcionamiento y las teorías que justifican esa independencia no
son, desde luego, desconocidas en la administración privada. Pero
las teorías y condiciones especiales bajo las que ha de actuar el
gobierno plantean especiales problemas en la administración pú-
blica.
En la administración privada la independencia, cuando ésta es
considerada como un tema de discusión, es fácil que se aprecie en
relación con la "eficiencia". El gerente de una unidad o una sucur-
salo filial en operación se preguntará si la independencia de cierto
tipo ceda rendimiento" en el sentido de proporcionar mayor produc-
ción o menos gasto. También en el gobierno se presentan con fre-
Cuencia análogos problemas de eficiencia. Pero el gobierno de los
Estados Unidos se desarrolla bajo una filosofía política según la
164 Teoría de la administración:
experimento merece un estudio más detenido del de que hasta ahora ha sido
objeto. El tribunal estaba curiosamente organizado; sus jueces procedían de
la barra federal, siendo seleccionados por la Justicia Mayor (Chief luetice)
de los Estados Unidos. Prestaban servicio por un término de cinco años, a la
expiración del cual volvían a sus antiguos cargos en los tribunales de circuito.
El Tribunal de Comercio no apreció la significación del experimento que
se estaba realizando, e insistió en tramitar de nuevo prácticamente todos los
casos que a él llegaban procedente de la Comisión de Comercio lnteresta-
tal, y sus propias decisiones estaban sometidas a revisi6n ante la Suprema
Corte en trámite de apelación. La acusación contra uno de sus miembros, el
juez Archbald, y la destitución del mismo acentuaron la impopularidad a
que se había hecho acreedor en otras esferas. Fue abolido en 1912.
En 1924 estableció el Congreso la United States Board of Tax Appeals
(Junta de Apelación Fiscal de los Estados Unidos) para que se hiciera cargo
de las funciones que anteriormente había desempeñado el Comité de Apela-
ción y Revisión de la Tesorería o secretaría de Hacienda. La Junta de Ape-
laciones Fiscales es prácticamente un tribunal legislativo. Sus funciones son
de orden judicial. Su facultad discrecional no es superior a la de ningún
tribunal de derecho. Sus miembros son nombrados para ejercer el cargo en
un término de doce años y pueden ser destituidos por el Presidente únicamente
por causas fijadas en el reglamento. No pertenece al Departamento de Te-
sorería sino que está declarado como un establecimiento independiente en el
Departamento Ejecutivo. En el Congreso se manifestó una fuerte oposición
a que estuviese en modo alguno sujeto a la influencia de la Tesorería. Tra-
mita un considerable volumen de asuntos que le llegan desde las diversas
oficinas y divisiones de la Tesorería relativos a problemas de las leyes fiscales.
En tercer lugar, el Congreso ha creado ciertos tribunales legislativos para
la revisión de ciertas clases de resoluciones administrativas. Estos tribunales
no están organizados de acuerdo con el artículo de la Constitución relativo al
Poder judicial sino establecidos por el Congreso en el ejercicio de sus díver-
sas facultades delegadas. En 1855 se creó el Tribunal de Quejas, que en
1866 experiment6 algunas cambios en cuanto a su procedimiento y sus fa-
cultades. En 1909 creó el Congreso el Tribunal de Apelaciones Aduanales
para que se hiciese cargo de la labor que había estado encomendada a la
Junta de Tasadores Generales perteneciente a la Tesorería. Creó el Tribunal
Aduanal en 1922, y en 1930 convirtió el Tribunal de Apelaciones Aduanales
en Tribunal de Apelaciones Aduanales y sobre Patentes. Los jueces de todos
esos tribunales ocupan cargos vitalicios y no se ocupan de asuntos adminis-
trativos.
d' .Todo este movimiento orientado hacia la separación de los aspectos [u-
IClales y los procesos administrativos o reguladores vale bien la pena de ser
explorado. Ha sido fácil crear esos tribunales allí donde las funciones admí-
~trativas implicadas son principalmente cosa de rutina y donde las cues-
ti?nes de derecho que no llevan consigo gran cosa de discrecionalidad admí-
llíStrativa. Allí donde el plan se ha puesto en práctica ha funcionado bien
Por regla general, pues proporciona una revisión de los actos administrati-
vos por un tribunal imparcial y competente.
174 T coda de la administración:
tica por métodos honestos y francos. Pero cuando la política está siendo
determinada por un organismo que al mismo tiempo realiza una labor
judicial, es imposible influir políticamente sin peligro de corromper la im-
parcialidad del juez. En la mayor parte de los casos en que se ha ejercido
"presión" en la comisión independiente el propósito ha sido influir en el
aspecto discrecional de la misma y no en la parte judicial de su actuación.
Alguna vez el presidente ha ejercido presión cuando la política de la comi-
sión ha chocado con la suya propia. Los intereses privados han ejercido
presión, a veces directamente, y a veces por medio de la intervención de
miembros del Congreso, y esta presión no siempre se ha limitado a la polí-
tica de la comisión sino que en ocasiones ha tendido a influir en la función
judicial. Las comisiones han de realizar tareas judiciales entretejidas con
determinaciones de política que a veces están sujetas a acres controversias
partidistas o a antagonismos económicos de clase. No es éste el ambiente
en que han de ser juzgados los derechos individuales, pero es una debilidad
vital inherente al sistema de la comisión independiente lo que hace esto
necesario.
Un segundo peligro para la neutralidad de la comisión independiente
consiste en el hecho de que, al tramitar algunos de los asuntos más impor-
tantes, actúe a un tiempo como acusador y como juez. Esto no sólo socava la
rectitud judicial, sino que también debilita la confianza pública en aquella rec-
titud. Esta lamentable situación se produce en las labores de la Comisión de
Comercio Federal. Una parte importante de las tareas de la comisión con-
siste en refrenar las prácticar comerciales de competencia desleal y dar
contra las mismas, órdenes de cesar y desistir. Esta es la primera etapa del
procedimiento en que la comisión, con la ayuda de la plana mayor de su
personal, practica una investigación y formula una acusación. La segunda
etapa es la formal audiencia ante la comisión en que ésta decide si se han
probado los cargos contenidos en la acusación o dispone un cese y desiste
o no da lugar a la acción. No puede menos que ser fuerte la tentación
que habrá de asaltar a la comisión de dar por probadas sus propias acusa-
ciones, y es natural que el hombre de negocios no esté de acuerdo con que
SUs derechos sean juzgados por un tribunal "interesado". Como con toda
claridad resulta del estudio que de la Comisión de Comercio Federal hizo
Gerard Henderson, una de las razones por las cuales la Suprema Corte con-
cedió tan escaso respeto a las actuaciones de la comisión se debe a que
los expedientes, en muchos de los casos jurídicos tramitados por la comisión,
demostraban una tendencia a "fabricar" un expediente que pudiera legitimar
SUs órdenes. Esta predisposición despertó la suspicacia de la Suprema Corte,
que procedió a examinar con todo rigor el resultado de las pruebas ...
, Parece, por tanto, que la comisión independiente, como institución o
teCníca, obstaculiza la dirección administrativa efectiva al asignarse impor-
tantes funciones de determinación de política a organismos independientes.
También parece que esta misma combinación de funciones pone en peligro
la neutralidad judicial de las comisiones. Parece además que esta dificultad
es innata, ya que las mismas funciones son al mismo tiempo determinantes
de la política y judiciales. Situar las comisiones independientes, tal como
182 Teoría de la administración:
•
Lo mismo que en el caso de las comisiones reguladoras inde-
pendientes, la primera idea en el trabajo seleccionado a continua-
algunas variedades 185
iguales que las existentes entre un Estado y una corporación municipal. Las
ventajas que se supone que produciría el sistema de holding consisten en que
a) reduciría la carga del Congreso; b) proporcionaría continuidad y libertad
de acción, que no pueden lograrse en el Congreso; e) hacerse cargo pura-
mente de negocios y servicios técnicos del gobierno fuera del domínío de
la política; d) estimular el desarrollo de los servicios de carrera, y B) ~itar
que las corporaciones hayan de cumplir con reglamentos y proeedímíentos
aplicables a los servicios gubernamentales. Willoughby hace hincapié en que
la característica esencial de su proyecto es "la adopción por el Congreso
de la política consistente en delegar en una oficina de directores subordinada
la directa responsabilidad de ejercer las funciones dirección general, inspec-
ción y mando". En dos respectos no llega Willoughby tan lejos como algunos
de los últimos teóricos de la autonomía corporativa. Según su proyecto el
Congreso conservaría la facultad de proceder a la revisión del presupuesto
anual y practicaría cada año una auditoría por medio del contralor general.
Es significativo que en ninguna parte del estudio de Willoughby se
haga la menor referencia al presidente. Esta omisión procede de su creencia
de que el presidente de los Estados Unidos no tiene autoridad administrati-
Va y que el canal de la autoridad va directamente de los servicios administra-
tivos a la legislatura, excepto cuando esta última haya dispuesto otra cosa.
Según su opinión el presidente no puede ni siquiera dar órdenes a los jefes
de los departamentos ejecutivos con respecto al cumplimiento de sus deberes.
Para Willoughby la teoría de la autonomía corporativa es un resultado lógico
de su interpretación de la Constitución.
Quienes han desarrollado de manera más completa la teoría de la auto-
nomía corporativa son Marshall E. Dimock y C. Herman Pritchett. Mientras
en la argumentación de Dimock se encuentra implícita una interpretación
de la función del presidente comparable a la expuesta por Willoughby, su
criterio está basado principalmente en las que él considera como característí-
cas inherentes a la forma corporativa de organización. Aun reconociendo
que no hay ninguna magia innata en la palabra corporación, Dimock dís-
tingue entre corporaciones "auténticas" y otras que no hayan sido estable-
cidas siguiendo el lineamiento de los "principios" y, por tanto, no son dignas
de tal nombre. El único atributo esencial de una auténtica corporación es
la autonomía, el derecho de dirigir y administrar sus propios asuntos. Dimock
sostiene que autonomía significa "concentrar poderes de dirección y admí-
nistración en manos de personas competentes y darles suficiente libertad en el
manejo de las riendas para la consecución de los resultados deseados. Este
~ el privilegio de que se las deje solas mientras no infrinjan las normas pre-
vIamente establecidas".
. Dimock enumera también algunas otras características de organización,
f~ancieras y de operación, que permiten distinguir una "auténtica" corpora-
c~on del gobierno. La primera es el financiamiento propio y la libertad fínan-
clera. Esto lleva consigo la supresión de las subvenciones votadas por el
Congreso; facultad para tomar dinero a préstamo; capacidad para retener
las ganancias como capital de trabajo o como reservas; libertad, en materia
de gastos, de los reglamentos y restricciones gubernamentales, y libertad, en
190 Teoría de la administración:
Dimock y Pritchett se han dejado fascinar de tal modo por la parte que
cubre el pastel que no se han preocupado por mirar lo que tenía dentro.
Eso ha motivado que se preocupasen por manifestaciones relativamente su-
perficiales de la forma corporativa, tales como las juntas de directores Y la
autonomía organizada, nada de lo cual constituye la fuerza vital de la corpo-
raci6n del gobierno.
Dimock, en particular, acentúa el carácter esencial de un cuerpo inde-
pendiente de directores. "Dejemos que los burócratas estudien la pérdida de
la identidad corporativa si no son reinstaladas las juntas representativas",
advierte. Dimock no explica la razón por la cual dar a una comisión o un
II
Las corporaciones del gobierno están organizadas para cumplir una Hna-
lidad pública autorizada por la ley. Este hecho se olvida muchas veces. Por
lo que respecta a finalidad, una corporación no puede díferencíarse ele cual-
quier otra agencia del gobierno. Este criterio fue vigorosamente sentado por
la Suprema Corte de los Estados Unidos en el caso de C~rry Cotton Milis
contra U.S. (327 U.S. 536) cuando sostuvo que el hecho de "que el Con-
greso opte por darle el nombre de corporación no altera sus características
hasta el punto de hacer de ella una cosa distinta de 10 que reahnente es,
una agencia escogida por el gobierno para cumplir finalidades puramente
gubernamentales".
Con la sola excepción del Instituto de Asuntos Interamericanos, todas las
corporaciones del gobierno de los Estados Unidos administran programas de
carácter predominantemente industrial o comercial. Tales programas produ-
cen ingresos y potenciahnente se sostienen por sí mismos. Realizan un gran
número de transacciones comerciales con el público. Aun cuando ello pueda
parecer evidente por sí mismo, es necesario advertir que las corporaciones
del gobierno no desempeñan funciones cuasijudiciales ni cuasile~islativas.
Escritores populares han confundido, por su aparente analogía en estructura,
las corporaciones del gobierno con las comisiones reguladoras independien-
tes. Así, escribe David Lawrence: "Básicamente la RFC se supone que es
una «agencia independiente, y no una parte del departamento ejecutivo de
la Casa Blanca, sino una creación del Congreso, como lo son otras juntas ~
agencias independientes," Este criterio no encuentra apoyo ni en la ley ni
en la práctica. En el caso Morgan la Suprema Corte declaró que un director
TVA no es comparable a un miembro de una comisión reguladora y, 10 mismo
que cualquier otro funcionario de la rama ejecutiva, sirve a voluntad del
presidente. Las funciones de una corporación son las mismas que las de una
agencia administrativa, pero la diferencia entre ambas está en el método
empleado para cumplir las funciones.
Toda vez que no hay una ley federal de corporaciones, una corporación
del gobierno no tiene más facultades que las que se precisen en la ley del
Congreso creándola. A pesar de esto, es notable la uniformidad en cuanto
a las facultades concedidas a las corporaciones del gobierno por el Con-
greso. Con algunas variantes de poca importancia, las corporaciones del
gobierno pueden demandar y ser demandadas; adquirir bienes en su propio
nombre; utilizar sus ingresos; obtener fondos, ya mediante préstamos del
algunas variedades 193
III
El problema de la descentralización •
DAVID B. TRUMAN
*
El trabajo seleccionado a continuación es claramente distinto
del precedente tanto en tono cuanto en contenido, aunque está d~
dicado al mismo tema: el problema de "niveles y relaciones rect-
proeas", Preparado y expuesto en una conferencia en la escuela
graduada del Departamento de Agricultura durante la segunda
Guerra Mundial, es una de las notables series que tratan de las
relaciones entre Washington y el interior. Su autor es Donald C.
Stone, quien ha tenido una variada experiencia en importantes
cargos administrativos.
relaciones reciprocas 209
Como podía esperarse, toda vez que fue expuesto por un admi-
nistrador con práctica a un grupo que contaba con experiencia ad-
ministrativa, la conferencia es una manera llana y sencilla de tratar
el asunto. Los diálogos que integran la parte inicial de la confe-
rencia no siguen el ritmo exacto de la conversación, pero contie-
nen la auténtica manera de sentir los problemas administrativos
que ponen de manifiesto.
Como la conferencia de Mr. Stone fue la primera de una serie
y vino a servir de introducción, toca sólo de manera muy ligera
muchos temas de importancia, pero proporciona una espléndida
revisión de muchos de los problemas de niveles y relaciones recí-
procas tal como se presentan a un administrador federal.
• • o
ci6n de hotel, después de terminadas las sesiones del día, están echando
chispas tres administradores de distrito. El que procede de Pocatello está
diciendo: "Esos tipos de Washington no tienen sentido de la realidad. El
distrito de Columbia no es los Estados Unidos. Los procedimientos escritos
no sirven; no tienen en cuenta las realidades de las operaciones. Yo no puedo
seguirlos y terminar mi tarea. Se quejan si el Congreso trata de aprobar
un decreto atando las manos de un administrador con minucias administra-
tivas y ellos van y escriben procedimientos reglamentarios tan minuciosos
como si noso' ros hubiéramos de actuar como un robot. Una cosa es sentarse
en un c6m( 10 sillón en Washington y dictar un nuevo procedimiento y otra
muy distir..a es tratar de aplicarlo en Pocatello."
El ho.abre procedente de Salt Lake se manifiesta de acuerdo: "Otra cosa:
hay el. Washirgton un centenar de peritos de sill6n cómodo ocupados en
un centenar ,. j ángulos de nuestro programa. Cada uno de ellos cree que su
insignifica'1'.¿ compartimiento es el más importante de todos, el único aspecto
importan , y que hay que dedicar al mismo todo el tiempo disponible."
"Lo que ustedes están diciendo, observa el hombre procedente de Mon-
tana, es que estamos sobrefuncionalizados -esta es una expresión un cincuenta
por ciento de Washington- y en todo caso estamos sobrefuncionalizados hasta
el punto de que no existe la autoridad de línea sobre nosotros. No tenemos
uno sino cien amos, que no pueden ponerse de acuerdo entre ellos. La mayor
parte de la desorganización del interior existe en la idea de los funcionarios
de Washington y en las relaciones entre ellos."
• • •
Mientras estemos en San Luis, veamos lo que están haciendo en la
Purities and Derange CommÍ88ÍOn. Creo que si ustedes escuchan podrán oír
al jefe contestando a su ayudante que le ha hablado de otra visita por el
director de personal de Washington.
"Mucho es el bien que podría hacer si destinase más tiempo del que
destin6 el año pasado. Por primera vez nadie de la División de Personal de
Washington estuvo aquí desde hace dos años. Se presentó el viernes a cosa
de las diez, me tom6 dos horas de mi tiempo hablándome de la guerra,
y a mediodía, de pronto, se excusó diciendo que había de tomar el tren
de la una para Nueva Orleáns. No estuvo en nuestra sección de personal,
donde Ross estuvo esperando, cargado de preguntas ... ¡Bonito lugar, Nueva
Orleáns para un fin de semanal"
• • o
para realizar el programa del otoño? Pues bien, hoy he recibido una carta
de Mullins, el director. diciéndome que lo abandone. Dice Que no le gus-
taría a la ~ente de por aquí. [De por aquí, figúratel ¡Como si él conociera
mucho lo de por aquíl Lo Que me quema la sangre es que no sea nadie
que conozca estas cosas quien tome las decisiones. Mullins no escribió esta
carta, ya lo sé. Estas cosas pasan por debajo de la línea sin que nadie les
hága caso allí donde unos jovenzuelos con dos mil dólares de sueldo pa-
vonean su genio constructivo sobre ellas. :€ste seguramente estaba cansadí-
simo por sus clases nocturnas de derecho."
• • •
En Cansville, Kansas, un director de agencia estatal había estado encar-
gado de tramitar negociaciones entre su oficina regional y Washington para
el nombramiento de un inspector de trabajo migratorio. Las negociaciones
habían marchado con lentitud, mientras las cosechas maduraban y grupos
de trabajadores inmigrantes se amontonaban en las oficinas locales en busca de
trabajo, acudiendo a una profusa publicidad de que el programa esta-
tal-federal atendería aquel servicio. El funcionario está al teléfono escu·
chando a un desesperado administrador local que le dice: "Hay aquí 500
hombres solicitando empleos; se me habría de haber dicho a d6nde debo
dirigirlos. ¿Qué he de hacer?"
"Dígales que se está celebrando en Washin¡ton una reuni6n para tomar
el té y Que todos los peritos en clasificación están consultando una bola de
cristal para ver si la hoja de clasificaci6n para el «inspector de trabajo mi-
gratoriO) debe decir Que él tiene amplia discrecionalidad o extensa discre-
cionalidad."
• • •
Dirigiéndonos al Norte, encontraremos a Smíth, el chiflado operador de
la oficina de Wabasha de la Barn Debit Administration, agitando una volu-
minosa circular, de aspecto oficial.
"Oiga, jefe, ya podemos cerrar la tienda si hemos de adoptar esta nue-
Va política sobre préstamos. Esto puede aplicarse a los agricultores de Nueva
Inglaterra, pero nunca funcionará con nuestros agricultores aquí en Dakota
del Sur. Esto indica con toda seguridad que la mente del jefe de la ~cci6n
de oréstamos no se ha apartado nunca de Nueva Inglaterra, aunque hayan
trasplantado su cuerpo a Washington, para ocupar el bonito despacho en el
CUarto 210."
• • o
que viene citada para saber en qué estado se halla su reclamaci6n. La pri-
mera semana estuvimos pensando si la cuesti6n habría de resolverse en
Washington. La segunda semana el negociado regional estaba buscando su
reclamaci6n porque no se había tomado nota de su recepción. La tercera
semana el director regional y el fiscal regional estaban discutiendo acerca
de si habría de turnarse aquí o enviarla a Washington; la cuarta sema-
na pasaba por el pugilato entre la unidad receptora y la unidad registradora
en Washington; la quinta había un desacuerdo entre los adjudicadores y los
revisores de reclamaciones acerca de la cantidad a que tenía derecho la
señora, Después, la sexta semana los abogados de Washington intervinieron
y plantearon la cuesti6n de si la señora tenía o no derecho alguno. Esta
semana me dijeron que la reclamaci6n se había sometido a la atenci6n de
uno de los miembros de la junta especialmente interesado en la cuestión
relativa a la elegibilidad de la reclamación. ¿Qué puedo decirle ahora a
esta señora? Ella es muy inteligente; se ha proporcionado una copia del acta
y está refiriéndose a la sección 103q y diciendo: ca mí me parece que la
cosa está bien clara; no puedo comprender que pueda haber ninguna dífí-
cultad».
La vida en Washington
• • •
Supongamos que hiciésemos nuestra próxima parada en la calle V, edí-
ficio de la DPQ Administration por solo un momento -la octava habita-
ci6n para la Administraci6n en el año fiscal de 1942 y el quinto de sus trece
edificios. Allí vemos a 1. M. Harassed, jefe, muy trabajador, de la División
del Interior. Se recuesta en su silla, enciende su pipa, y filosofa dirigiéndose
a su nueva mecan6grafa: "Para todos esos negociados del interior yo SOY
un piojo. Yo soy el tipo que niega a Keokuk una alfombra nueva; a Fort
Wayne un nuevo gabinete de aprovisionamientos; a DalIas una librería; a
Spokane un refrigerador para el agua, y así sucesivamente. Cada oficina
del interior cree que es la más importante y que son perfectamente justi-
ficables cada una de Sus excentricidades. ¡Como si el Negociado de Pres~
puestos y el Comité de Subsidios nos dieran a nosotros el dinero que cansl -
relaciones recíprocas 213
• • •
En otra agencia el jefe de una división de servicio está hablando con el
administrador:
"Habrá usted de poner la censura en el lugar correspondiente. El jefe
de operaciones no me envía aquellos papeles de Cincinnati. ¿C6mo puedo
yo ser responsable por el programa de reclutamiento si sus hombres del inte-
rior me crean un cortocircuito?"
• • •
El director de CRA está celebrando una conferencia con sus hombres
del interior. Ellos han descubierto su punto flaco de trabajar en el vacío al
preparar instrucciones para el interior y dar 6rdenes imposibles de cumplir
debido a su ignorancia de las condiciones del interior. Dice el director:
"¿Para qué tenemos funcionarios del interior sino para que nos digan
cuáles son las condiciones del interior? Hay una razón por la que estén uste-
des aquí y otra por la que gastemos tanto tiempo en desarrollar un programa
de informaci6n de trabajos. Desde hace dos años he estado esperando esto
y la idea todavía no ha rozado la superficie."
El tesorero del RDF está chillando a su jefe de estadística: "Ya esta-
mos a diez del mes y todavía me faltan los informes de seis regiones. ¿No po-
dría hacer usted algo en esto?"
"Mi querido Roberts, si tiene usted alguna idea de la manera de hacer
que esos muchachos del interior se den cuenta de que cada mes ha de ter-
minarse más pronto o más tarde, pásemela, Una V otra vez les he enviado
circulares diciéndoles que preparen los informes pronto, pero cada vez
parece Que les viene de sorpresa cuando se ha acabado el mes. Ahora no me
diga que los despida, pues los nuevos harían exactamente lo mismo,"
nico del cuartel general son cosas de rutina y no hay razón alguna por la cual
no puedan producirse esos contactos directamente. No obstante, habrán de
producirse con el consentimiento de la principal línea de mando. El jefe
en Washington de las operaciones del interior, o quienquiera a que él pueda
nombrar, tiene como uno de sus deberes más importantes, la tarea de deter-
minar continuamente los tipos de actuación, la clase de informes, las maneras
de tratar las materias técnicas que deben ser manejadas directamente entre el
personal de las oficinas del interior y las unidades funcionales del cuartel
general en Washington sin andar todo el tiempo arriba y abajo a través de
la línea principal de autoridad. Tiene la obligación de procurar que sa-
lirse de la rutina y de lo que no lo sea es cosa corriente y observada, Y
que las oficinas del interior reciban la ayuda especializada, las orienta-
ciones, la guía y los planes que necesiten. Análogamente, es también de su
incumbencia asegurar que los directores del interior creen organizaciones
y ejecuten programas de acuerdo con las políticas establecidas por la plana
mayor de la agencia de Washington.
esas tareas. Si una agencia envía boletines que contengan políticas y proce-
dimientos básicos que dejen "frío" al personal del interior, tal agencia deberá
poner una marca negra en su libro mayor.
La verdadera tarea del personal de Washington consiste en ayudar a
hacer este trabajo al personal del interior. Esto supone supresión del concepto
"directivo", presupuestos para artículos de línea, revisión de operaciones,
auditorías previas de asuntos en discusión y, lo peor de todo, el haber de
escribir extensas cartas y memorandos antes de que pueda emprenderse
una actuación que precisa con urgencia. Todas esas cosas matan la inicia-
tiva, asfixian la administración, ponen en berlina al gobierno. La delegación
de autoridad debe ser de verdad y no limitarse a estar en el papel. Tal de-
legación de autoridad debe seguir el espírtu de un alto funcionario de una
de las agencias federales que recientemente dijo a sus gerentes del interior
que siguieran adelante y actuasen cuando fuera necesaria la actuación, aun
violando reglamentos, si fuere necesario, dando de ello cuenta después a su
agencia. únicamente con esta clase de administración podremos esperar
que se sientan atraídos por el servicio del interior funcionarios capaces, res-
ponsables y de amplio criterio.
Este sistema eliminaría casos de agencias del interior puestas en peligro
por presupuestos que fueron preparados para ellas sin darles ocasión para
hacer conocer cuáles eran sus necesidades. Aplicando esta filosofía no podría
darse el caso de que un empleado nuevo entrase en el despacho de un diri-
gente del interior que no hubiera oído nunca hablar de él y le dijese:
"Me ha enviado el señor tal y tal, su director de personal, en Washington,
el cual me dijo que he de ser el ayudante ejecutivo de usted." Ya no habrían
de ir representantes del interior en Washington y presentarse en los cuarte-
les generales regionales y en las oficinas del interior para proceder a una inves-
tigación como parte principal de su técnica de revisión de los progresos en el
interior. Ni informarían los funcionarios del interior que todo va bien y que
no hay problemas ante la perspectiva de una visita del personal del cuartel
general...
Rotaci6n de personal
En los ejemplos dados anteriormente podrá verse la frecuencia con que
el personal del interior tiene escaso conocimiento de los problemas a que se
enfrentan los funcionarios de Washington y, a su vez, el personal de Wash-
ington carece de elementos para apreciar la labor realizada en el interior.
Yo hago hincapié en recomendar que se adopte de una manera más general
la rotación del personal. Los funcionarios de Washington deben tener cono-
címiento de lo que OCurre en el interior, haciendo viajes en la mayor medida
posible para palpar la realidad, y los funcionarios del interior deben a su vez
ser reclamados desde Washington para desempeñar allí importantes encargos.
Además, el personal de una oficina de distrito habría de trasladarse perió-
dicamente a otras oficinas de distrito. Los dividendos que estas prácticas
proporcionarían serían pingües, tanto por lo que beneficiarían a cada uno
de los empleados como por las ventajas que proporcionarían a las operacio-
nes y a la administración de cada dependencia.
218 Niveles y
El arte de la comunicación
Otra esfera en que deben mejorarse las relaciones entre Washington Y el
interior es la de la comunicación: comunicación del interior con Washington
y de Washington con el interior. Este es solamente un aspecto, pero el as-
pecto más difícil, en la cuestión relativa a la comunicación entre personas
y unidades dentro de una organización.
La finalidad de la comunicación es, a mi ver, informar, trasmitir ideas,
instruir. La vida de la administración depende de la adecuada comunicación,
ya sea una forma de discusión directa entre superior y subordinado, ya en la
de conferencias, llamarlas telefónicas, cartas, memorandos, órdenes, círcu-
lares, manuales, o lo que sea. La información debe ir desde la línea de opera-
ciones hasta la cumbre, a fin de que la dirección y política de esta última
sea fundamentada, y las decisiones e ideas que broten de la cumbre lleguen
hasta las mismas raíces de la organización; si están bien planeadas, el resul-
tado será una actuación productiva.
La libre corriente de la información desde el fondo hasta lo alto y desde
lo alto hasta el fondo es vital para la dirección eficaz. Frecuentemente la
base de las críticas que formulan los funcionarios del interior al sostener
que Washington no conoce los problemas del interior proviene de la falta
de personal del interior para informar al centro. En unas cuantas agencias
-y creo que está aumentando su número- la dirección en lo alto ha esta-
blecido a su alrededor un sistema y ha ensamblado una cadena de relaciones
con el personal que estimula la trasmisión hacia arriba de los cambios de
procedimiento sugeridos, problemas que hay que resolver, dificultades con
que se tropieza y remedios propuestos. En cambio, en otras agencias los
más altos funcionarios se han propuesto, y lo han logrado, encerrarse en una
torre de marfil. Los obstáculos que impiden la debida trasmisión de infor-
mes en las agencias de gran volumen habrán de superarse a base de sensi-
bilidad por parte de la dirección en la cumbre acerca de estos problemas de
comunicación, inteligentes políticas sobre personal y persistencia en la tra-
mitación de consultas en todos los niveles. Ello contribuirá también a hacer
más inteligibles las Instrucciones, los boletines, las cartas, los memorandos
de carácter administrativo.
No menor importancia reviste el problema de las comunicaciones en las
relaciones entre el gobierno y los ciudadanos. Si el empleado del interior
está bien informado acerca de las materias administrativas así como de los
programas, podrá tratar con los ciudadanos de una manera más inteligente
e inteligible, lo cual supone colocar al gobierno federal ante los ojos de los
relaciones recíprocas 219
Personal
8
Valores en conflicto y tendencias
emergentes
WILLIAM TURN
arrastrar a la gente para que vaya a las urnas a ejercer el derecho de sufragio
que tanto costó conseguir. Millares de personas no votan nunca porque la
época de su inscripción o registro como votantes pasa antes de que la cam-
paña despierte su interés y no están todavía lo suficientemente interesadas
para hacer el esfuerzo de irse a inscribir. Otras se manifiestan salvajemente
excitadas con respecto a las ideas o los candidatos entre los días de la elec-
ción y abominan del gobierno desde el principio hasta el fin, pero se olvidan
de todas sus objeciones el día de la elección. Para impulsar a la acción a esos
perezosos, para asegurar que nuestra forma democrática de gobierno sea
verdaderamente democrática y representativa de una mayoría de todo el
pueblo y no solamente de unos cuantos egoístas, resultan esenciales las orga-
nizaciones de partidos militantes. Éstos deben estar ejercitados y adiestrados,
hay que trabajar de firme con los pelotones torpes, y en ocasiones hay que
proceder a un desfile de tipo militar.
Este trabajo requiere la labor de muchos hombres, los cuales deben clasi-
ficarse como capitanes, jefes de ciudad, representantes de distrito. En las
épocas de empadronamiento y en los días de elecciones debe haber pelotones,
telefonistas, transporte gratuito y generalísimos de amplio radio. Cada día
del año los jefes uel partido se han de ocupar activamente de las tareas que
requiera la organización, estando en estrecho contacto con las grandes masas,
con las personas de tipo medio, cuya participación es vital para todo proceso
democrático auténtico, instruyendo acerca de su modo de pensar, y expo-
niendo para la gente la interpretación de las orientaciones políticas a que van
a ajustarse.
Ahora bien, algunos hombres trabajan por amor y otros por la gloria.
Pero la gloria alcanza solamente a algunos de los más destacados dirigentes;
no puede servir de incentivo para todos, incluso para aquellos cuyo amor
debe permanecer vivo. Existe en la democracia la idea esencial de que los
jefes saldrán del pueblo. Deberán pertenecer a la clase que vive como ellos.
¿Qué puede, pues, ser más razonable sino que los buenos ciudadanos que
han demostrado su capacidad y su devoción a los principios de la democra-
cia dentro de su partido sean escogidos para que presten servicios con res-
ponsabilidad en el gobierno cuando haya cargos que proveer? He oído decir
que habríamos de estar mejor adiestrados en la escuela como preraración
para el servicio público, pero ¿qué mejor adiestramiento puede haber que
las lecciones prácticas que forman parte del ordenado y disciplinado adelanto
dentro de la organización? El reconocimiento del .néríto en las organizaciones
de partido, como su reconocimiento en cualquier )tra parte, se logra en pro-
porción a los buenos servicios prestados.
Mi experiencia personal ha constituido una clara confirmación de este
principio. Después de un aprendizaje que incluía algunas tareas de rutina
como el reparto de hojas sueltas y la fijación de cartelones de campaña, co-
mencé a aprender los fundamentos de la organización del partido como jefe
de barriada y 110 tengo ambages en dar cuenta de mis actividades como tal:
ponerme en relación con mis vecinos. Cuando llegaba al vecindario una
familia nueva, trababa conocimiento con ellos lo más pronto posible, procu-
raba introducirlos y hacía que tomaran parte en las actividades de nuestra
tendencias emergentes 227
comunidad. En la época del empadronamiento no me retrasaba y persistía
en llamarles la atención, dispuesto a informarles acerca de cómo y dónde
habían de inscribirse, ayudándoles a disponer del tiempo que fuera necesario
y formaba listas en que se incluía a quienes tuviesen necesidad de trans-
porte o hubiesen de cuidar de un niñito.
Cuando hube probado mi sinceridad y capacidad se me autorizó para
ocupar un asiento en los consejos del partido. AHí encontré a hombres que te-
nían la categoría de jefes en la comunidad y que creían honradamente que
las orientaciones políticas de nuestro partido redundarían en bien de nuestro
pueblo. Eran con frecuencia irreverentes, pero nunca traidores. Se reunían
y estudiaban seriamente la elección de candídatos que apoyasen sinceramente
las tendencias políticas del partido y que parecieran gozar de la confianza
del mayor número de las personas integrantes de nuestra comunidad.
Al acercarse el momento de la elección, era perfectamente natural que
mis vecinos y yo hablásemos de los candidatos, y toda vez que mi partici-
pación en las reuniones del partido me habían facilitado conocer a los can-
didatos mejor que la mayor parte de mis vecinos, éstos se complacían en
escuchar lo que yo podía contarles. Algunos de los candidatos hablaban
en los mítines de nuestro vecindario, y nos gustaban tamo a mis vecinos
como a mí las presentaciones y conversaciones informales que les daban
ocasión para expresar sus opiniones y hablar directamente con hombres que
tenían sus intereses en el corazón. Por regla general la gente no está muy
interesada por las ideas abstractas; pero cuando esas ideas se asocian con
Juan, r'euro, Pablo, a los que se cunoce como amigos y como jefes, entonces
es cuando realmente están cubiertos de carne los huesos de la democracia,
y el gobierno es algo que despierta interés y tiene un significado.
El éxito de un candidato representa mucho más que obtener una ciruela del
pastel del patronazgo; representa la satisfacción de saber que los asuntos
públicos están en manos de colegas en quienes se puede tener confianza.
CUando se están desenvolviendo políticas nuevas, esto tiene una importancia
enorme. Es propio de la naturaleza humana sentir recelo ante cualquier cam-
oio en la manera de hacer las cosas, ya se trate de la manera de iniciar un
nuevo predicador el servicio religioso, ya de una ordenanza municipal per-
mitiendo dar vuelta cuando en el semáforo hay luz roja. Sin el confiado y
simpatizante apoyo de jefes y soldados, hay mucho desperdicío de actividad
antes de que el pueblo otorgue a las nuevas ideas un veredicto favorable.
1 El tipo cursivo de estas citas fue añadido por el autor. Por cierto que el
primero de esta serie es de James A. Farley. anteriormente citado. D. W.
2S2 Valores en conflicto y
Como sugiere Farley, las personas que dan mal servicio o que sabo-
tean las políticas de sus superiores deben ser cesadas. El problema básico que
él plantea quedaría resuelto en gran parte desde el primer momento si los
funcionarios fueran seleccionados primeramente por su capacidad para el
trabajo administrativo y su entusiasmo por el servicio público y no por su
entusiasmo en favor de determinadas tendencias políticas.
Pero, dejando totalmente aparte este punto, cabe hacer objeciones a la
opinión de Farley sobre la administraci6n del gobierno. En primer lugar,
cuando es frecuente y grande el cambio del personal administrativo, surgen
las correspondientes dificultades para escoger las personas indicadas para los
cargos. No es fácil encontrar personas que po se a n las cualidades exigidas
y que sean, al mismo tiempo, políticamente aceptables, que puedan permi-
tirse dej al' sus negocios o profesiones para ir a ocupar un importante cargo
público por un breve periodo. La experiencia del Departamento de Tesorería
de los Estados Unidos para cubrir una plaza de subsecretario y tres de ayu-
dantes del secretario entre 1933 y 1940 es una buena prueba. En aquella
época había seis subsecretarías y ocho ayudantías de secretario y s610 en dos
casos fue el cambio resultado de un ascenso.
En segundo lugar, la renovación del personal administrativo por razones
políticas es contraria a la idea de que pueda hacerse una carrera en el
servicio del gobierno, con posibilidad de ascender a cargos de responsabili-
dad e importancia. Incluso Farley, como partidario de la renovación, re-
conoce el valor que tiene el que los empleados de carrera puedan ascender
a posiciones elevadas. El primer designado durante el Nuevo Trato o New
Deal para desempeñar el cargo de cuarto ayudante del Director General de
Correos, encargado de las remisiones a los nuevos edificios, fue un promi-
nente demócrata. Cuando renunci6 "para aceptar una posición más lucrativa
tendencias emergentes 235
"Yo creo que la objeción que la mayor parte de la gente opone al sistema
actual es que los empleos debidos al patronazgo se utilizan para construir
las maquinarias políticas. Esto es un hecho, y sería una insensata falsedad
negarlo, Además, me doy perfecta cuenta de que cuando las organizaciones
políticas comienzan a pensar en los empleos y no en otra cosa, cuando olvi-
dan que los asuntos públicos deben ocupar el primer lugar, han comenzado
a entonar su canto fúnebre sin darse cuenta de ello. La historia demuestra
paladinamente que el afán por los empleos por parte de los dirigentes de
corta visión ha destrozado más organizaciones políticas, tanto republicanas
como demócratas, que cualquier otra causa. Este es el peligro contra el que
hay que estar en guardia; en realidad esto es algo inherente a toda organi-
zación. La protesta del público es la mejor manera de disciplinar una orga-
nización contra este tipo de cosas.
"Pero las personas inclinadas a suponer que el patronazgo, y sólo el pa-
tronazgo, es la única cosa que mantiene unidos los partidos políticos, se
equivocan de medio a medio. Yo estoy convencido de que con la ayuda
de unos cuantos ingredientes tales como tiempo, paciencia, y trabajar de
firme, podría construirse un gran partido político en los Estados Unidos sin
1a ayuda de un solo empleo que ofrecer a los partidarios que lo sirvieran."
*
El título del trabajo inserto a continuación, "Volvamos al siste-
ma de los despojos", indica que el mismo corre parejas con "En de-
fensa del patronazgo". Pero en lugar de constituir una seria prono-
sición para volver al sistema del patronazgo, no es sino una enérgica
invectiva contra la manera como es administrado el servicio civil
por el gobierno federal, y un requerimiento para que mejore. Es
un relato periodístico sobre la mala disposición del servicio civil
para atender a intereses personales y una solicitud en pro de una
disposición más positiva por parte de la administración.
El autor, John Físcher, es un periodista profesional, y su ensayo
fue escrito para el Harpet's Magazine poco después de la segunda
Guerra Mundial. Pero Fiseher había tenido siete años de exp~-
tendencias emergentes 237
11
Así como los defectos del Servicio Civil se perciben con toda claridad,
no resulta fácil descubrir las razones que lo justifiquen.
Pero no todas las censuras deben recaer en los comisarios del Servicio
Civil. Hay allí personas activas, bien intencionadas, que lamentan sincera-
niente las deficiencias de su organización.
El personal permanente de la comisión es la camarilla de Washington
más apegada en forma innata a la tradición. Esos bur6cratas veteranos saben
que sus jefes entran y salen, mientras ellos permanecen. Están adiestrados
en el arte de la resistencia pasiva y no tienen intención de permitir que un
engreído comisario se entremeta indebidamente con sus procedimientos con-
sagrados por el tiempo. Su ídolo es Teodoro Roosevelt, el único comisario
del Servicio Civil que llegó al más alto cargo nacional -su escritorio se
guarda como reliquia en el salón central de su cubil de la cal'e F- y miran
COn suspicacia cualesquier ideas que él no hubiese aprobado en 1895.
El cerrado circulo interno del personal permanente está integrado por
hombres que comenzaron a trabajar en la comisión como mensajeros o escri-
bientes hace veinte años y ascendieron a posiciones de importancia por esca-
lafón de antigüedad. Pocos de ellos han tenido experiencia alguna en los
negocios privados o en otros departamentos del gobierno, y no tienen idea
de los problemas de una agencia en funcionamiento.
Dos son los principios que les sirven de norma. El primero es "mantener
alejados a los bribones". El Servicio Civil, a su modo de ver, es una especie
de fuerza de policía destinada a impedir que las personas designadas por el
patronazgo político se encaramen a los empleos federales. Esto sí que lo hacen
bien; pero rara vez sienten responsabilidad alguna que los induzca a una
242 Valores en conflicto }'
acción positiva para realizar el trabajo propio del gobierno, ni para persuadir
a las personas más convenientes para que entren en el servicio federal.
La segunda norma que guía a la burocracia de la comisión es aumentar
la dignidad y las atribuciones de la profesión personal. A tal fin han elaborado
una jerigonza especial que ninguna persona ajena al servicio puede com-
prender, más una complicada estructura de reglamentos, formulismo ofici-
nesco y ritual, que solamente al cabo de años de estudio puede llegar a
aprenderse. T.eclaman del gobierno en conjunto lo que el doctor Floyd W.
Reeves, prc'esor de administración en la Universidad de Chicago, calificó de
"una casi Idolátrica adoración" de las "minuciosas y anticuadas normas"
de la ccaisión.
Es difícil censurarlos por esto, pues al fin y al cabo no hacen más que
lo que las pr- 'esíones jurídica y médica hicieron hace siglos. Pero el resultado
no es otre cosa que un malgasto de interés en complejidades y formulismos
que es ( l gran parte responsable de la mala reputación del sistema del
Servicio Llvü.
Pero la mayor parte de culpa le corresponde al Congreso. Falto de real
entusiasmo por la idea del Servicio Civil, nunca se ha preocupado por formu-
lar una legislación que comprenda todo lo necesario para un sistema moderno
y eficaz de administración personal. En lugar de ello, ha incrustado la ley
inicial de 1883 con unos cuantos remiendos y reglamentos especiales. De esto
ha resultado una verdadera chapucería jurídica capaz de desorientar al ad-
ministrador más activo. Hay, por ejemplo, una ley que fija las oondiciones
especiales que se requieren para ser inspector de minas de carbón; otra que
dispone que los empleados de la Farmers' Home Corporatíon deben residir
en el Estado en que trabajen; otra especifica que los superintendentes de los
cementerios nacionales han de ser veteranos del ejército lisiados, sin que ~e
admita a marineros o soldados de marina. Todas estas leyes y much-s mas
parecidas socavan el principio de que los empleos han de ser para los
hombres más aptos, pues cada una tiende a conferir especial preferencia
a un determinado grupo de cazadores de empleos. Son simplemente fórmulas
para legalizar el favoritismo y el patronazgo en gran escala.
Además, el Congreso se ha negado reiteradamente a dar a la Comisión
el dinero suficiente para contratar un personal adecuado o desempeñar debí-
damente sus funciones. (Hasta hace pocos años, un funcionario del interior
no disponía más que de un teléfono y había de pedir sillas prestadas a la
cárcel federal cuando había de celebrar alguna reuníón.) Ni ha habido nunca
fondos suficientes para aplicar métodos de pruebas científicas o mantener
los registros al día con frecuentes exámenes.
Es, desde luego, cierto que la Comisión no se esfuerza gran cosa por
obtener el dinero que necesita, y que en ocasiones ha llegado a estimular
al Congreso para que aprobase leyes deficientes. Hace sólo unos cuant?S
meses, por ejemplo, logró la comisión que se diera fuerza de ley a la mas
absurda de las normas, la llamada "Regla de la terna", que limita a tres
nombres la facultad para proveer un cargo. El doctor Reeves, destacada
autoriJad en el campo de la administración pública, calificó esta medida de
"verdadero desastre".
tendencias emergentes 24~
III
*
A mitad de la segunda Guerra Mundial un grupo de ex alumnoS
del profesor Charles E. Merriam, mentalidad fecunda en la ciencia
política americana, escribieron en colaboración un libro de ensayos
para honrar al maestro que los había inspirado. Rindiendo tributo
a la firme fe en lo futuro de los "valores de la democracia" que les
había inculcado el profesor Merriam, el tema y título del libro fue
El futuro del gob~no en los Estados Unidos.
tendencias emergentes 245
LEONARD D. WHITE
en el servicio público éste no podrá menos que subir de tono. Pero lo que
no queda elaro es el grado en que puedan estos diversos grupos contri-
buir a la alta administraci6n, y las tendencias actuales no nos dan una pauta
de lo que ocurrirá en lo futuro.
Es también lógico que la función de la administración media quede más
claramente diferenciada en el servicio público futuro. Tal función puede
identificarse fácilmente, ya que se halla entre las múltiples operaciones pro-
pias de dependientes de oficina y de especialistas relativas a casos concre-
tos, por una parte, y las operaciones de alta administración relativas a situa-
ciones de orden general, por otra. En la mayor parte de servicios públicos nacio-
nales hay un sector o zona de responsabilidad bien marcada. Su personal
está muchas veces inmovilizado en otros países pero nunca lo ha estade y es
ilógico que lo esté en los Estados Unidos a no ser por consideraciones de
competencia y adaptabilidad.
En fin, parece probable que haya de poder producirse una lenta y gradual
diferenciación de funciones en el servicio público, que conduzca a un más
claro reconocimiento de las especiales tareas de la alta administración, de
la administración de tipo comercial, de las profesiones liberales, de la admí-
nistraci6n media y posiblemente de otras zonas de la administraci6n. Esta
corriente no llevará consigo tendencia alguna a establecer barreras entre esos
respectivos grupos, salvo las que naturalmente se deduzcan de la índole del
trabajo que haya de hacerse. Más mezquina e infundada malicia ha des-
pertado el hecho de no apreciar que puede especializarse una zona y aten-
derse a su mejoramiento sin introducir un sistema cerrado de personal que
tenga resabios de casta o de artificiosidad. A fin de mantener abierta la
puerta a las oportunidades en armonía con estimados ideales norteamericanos
no es necesario oponer la organización de diferentes tareas gubernamentales.
2. Desarrollo de carreras en el servicio público. Estrechamente relacio-
nada con la diferenciaci6n de funciones se encuentra la ulterior evolución
y general aceptaci6n de un sistema de carrera en el servicio público, even-
tualmente en una escala genuinamente nacional y contribuyendo a un servicio
público internacional. La idea fue formulada en 1933 por la Comisión de
Estudios sobre Personal del Servicio Público, de la cual era activo miembro
Charles Merriam: "Recomendamos ... que se tomen las medidas necesarias
para hacer del empleo público un trabajo que valga la pena para toda la vida,
facilitando y haciendo atractivo el ingreso a la fl' .nte joven, hombres Y mu-
jeres de capacidad y carácter, y con oportunidaa de adelanto en el servicio
y ascenso a cargos de distirici6n y honor." Algunas ramas del servicio, espe-
cialmente los cuerpos científico y profesional han logrado ya su condición
jurídica y ponen de manifiesto el buen rendimiento que un servicio de carrera
responsable da a un gobierno democrático.
Otras dos ramas del servicio nacional están ahora maduras para la acción:
la administrativa de más alto grado y la jurídica. Las recomendaciones del
Comité del Presidente para el Mejoramiento del Serviéio Público (1941) para
la organización del servicio-carrera en esos dos aspectos vitales estaban ins-
piradas en la Comisi6n de Estudios sobre Personal en el Servicio Público
y el Comité del Presidente sobre Dirección Administrativa. La alta adminis-
tendencias emergentes 249
tracíón está especialmente indicada para un servicio de carrera; su función
es esencialmente la misma en el cuartel general que en el interior, en los
gobiernos federal, estatal y municipal y con sus actividades en planeamíento,
presupuestos, personal y procedimientos quizá podría llegar a ser Uno de los
primeros servicios de una verdadera carrera nacional. Parece verQ~ÍIr1il que
en la próxima década se hagan grandes esfuerzos en esa dirección y qüe pueda
lograrse llegar a la meta en proporción considerable al cabo de dos déce-
níos, Es bien cierto que "la marcha progresiva de la democracia amerí-
cana en este momento de nuestra historia depende más de una administración
eficaz que de cualquier otro factor", según palabras escritas en el informe
del Comité del Presidente para la Dirección Administrativa en 1937, cuando
todavía se creía evitable la crisis de la guerra mundial.
Un servicio de carrera en la alta administración se facilitará con el fruc-
tífero resultado de los experimentos actualmente en curso bajo la dirección
de L. L. Thurstone con el fin de precisar las características que constituyen
la capacidad administrativa. Cabe suponer que tales características existen,
que pueden determinarse, y que los individuos pueden ser sometidos a pruebas
en que se descubra en qué grado las poseen, por lo que se han puesto ya los
cimientos para una selección científica de un futuro cuerpo administrativo.
Podría admitirse el ingreso en este cuerpo a una edad juvenil para dar
tiempo al adiestramiento y desarrollo de la capacidad de las personas que
constituyeran una promesa de éxito administrativo, con lo que se excluiría
a aquellas que con base en su antigüedad o por presión de amistades sola-
mente aspirasen a cargos medios y altos en la administración y a posiciones
directivas.
Con respecto al lugar de los abogados en el futuro cuerpo administrativo,
no podemos hablar con confianza. El derecho y la política han sido tradicio-
nalmente estrechos compañeros, lo que ha conducido a los abogados a la
propia sede de la autoridad. El derecho y la administración son inseparables;
en todo caso de importancia el administrador ha de consultar al asesor jurí-
'1
dico. El veto de un abogado con respecto a un determinado curso de acción,
basado en ilegalidad, obliga al personal administrativo a reconsiderar el caso.
Tanto los abogados como los administradores hallan difícil precisar los lími-
tes del papel del abogado en el servíeío público.
La formación gradual de un cuerpo de administradores que se distingan por
su probada aptitud natural y preparación especial puede por tanto chocar
con la tendencia (inspirada por propincuidad, autoridad y comptencia per-
sonal) contraria a la aceptación del abogado como fuente principal del alto
personal administrativo. Es cierto que muchos altos funcionarios proceden de
otras profesiones así como de la jurídica. Pero solamente los abogados entre
las muchas profesiones (excluyendo el caso especial de la instrucción pública)
parece normal que sean aptos para que se logre con acierto la creación de
Un cuerpo especialista de administradores. Sin negar la capacidad, lealtad
e idealismo de la profesión jurídica, podemos esperar que como grupo no
monopolicen las más altas posiciones administrativas en 1950 ó 1960.
Con respecto tanto a los jefes de administración como a los abogados de
gran categoría puede resultar enojoso el problema de su asignación (o dispo-
250 Valores en conflicto y
*
De cuando en cuando en nuestra historia como nación la lear-
tad de los funcionarios y empleados públicos ha sido un tema de
discusión política y un problema en la administración pública
(¿acaso podría ser una cosa sin ser también la otra?) En el pe-
riodo posterior a la segunda Guerra Mundial este problema ha
cobrado nuevas dimensiones y ha entrado en una fase aguda. Cuan-
do estamos escribiendo estas líneas dicho problema es uno de los
más graves en nuestra vida nacional.
En el breve trabajo seleccionado a continuación están clara-
mente compendiadas las recientes manifestaciones y delineadas al-
gunas de las discusiones de mayor importancia. Su autor es el pro-
fesor William Seal Carpenter, de la Universidad de Princeton, quien
durante siete años fue administrador del sistema del servicio civil
de Nueva Jersey. El trabajo seleccionado procede de un reciente
libro sobre "El asunto inacabado de la reforma del servicio civil".
La discusión es espinosa. ¿Es la distinción entre ideas "des-
leales y subversivas" y actos desleales y subversivos una distinción
realista? ¿Qué diferencia hay entre los principios que deben apli-
carse en la esfera pública y los correspondientes a la esfera privada,
recordando de qué manera se mezclan lo "público" y lo "privado".
en la Gran Sociedad, especialmente en tiempos de crisis? ¿Son los
principios determinantes distintos en una democracia que en una
dictadura, o el problema de la seguridad es el mismo, sea cual
fuere la teoría oficial del gobierno?
encarar con sus acusadores ni conocer los cargos que se le imputen. En esta
cuestión no se halla involucrado el derecho a los empleos públicos, pues no
existe tal derecho. Mientras los procedimientos del programa sobre lealtad
en los gobiernos federal y estatal no granticen debidamente la reputación
de los ciudadanos leales, poca será la atracción que hombres y mujeres inte-
ligentes y capaces sientan por los empleos públicos.
*
Por muchos conceptos es el trabajo seleccionado a continuación
un estrecho compañero del precedente. También trata de la cues-
tión de la lealtad, pero está enfocado no hacia el problema de la
defección ideológica sino hacia el de la honestidad moral y la in-
tegridad pecuniaria. Este problema, lo mismo que el ideológico,
ha sido una plaga para el servicio público a través de nuestra histo-
ria. Igual que el problema ideológico, éste ha sido en los últimos
tiempos también abultado e intensificado. En uno y otro caso no es
exagerado decir que lo futuro de la democracia norteamericana de-
penderá de su solución satisfactoria. •
Herbert Emmerích, su autor, ha sido director de la Cámara
de Compensación (Clearing House) de la Administración Públi-
ca desde 1945. Es una destacada figura en la administración pública
norteamericana, habiendo servido con distinción en muchos y di-
versos cargos, y siendo autor de una copiosa producción de notables
ensayos y libros. Emmerich dedica este ensayo a los miembros
de la Sociedad Americana de Administración Pública por medio de
su órgano oficial. Como veremos, el ensayo va más allá de su tema,
delineando claramente las recientes tendencias observadas en el
servicio público.
Se pregunta: ¿Ha logrado Emmerich, en su afán de perspec-
tiva, una verdadera perspectiva, una opinión verdaderamente equi-
librada? ¿O está demasiado cerca de la escena, es demasiado parti-
dista, para lograr la objetividad que busca? ¿Están bien fundadas
sus observaciones y sugestiones del apartado JI?
Un escándalo en Utopia o
HERp.ERT EMMEHICH
Creo que puede sostenerse que hemos andado un largo camino en cuanto
al respeto de los ciudadanos por el servicio público y en elevar los niveles
que éstos esperaban que alcanzase. Las mismas cosas que ahora están siendo
causa de sorpresa e indiKllación como desviaciones de dicho nivel fueron en
muchas ocasiones de nuestra historia consideradas desgraciadamente como
algo que podía darse por descontado por constituir una manera habitual de
Pt'oceder. Basta con que recordemos los bajos niveles que prevalecían a fines
258 Valores en conflicto y
11
A la luz de esas perspectivas ¿qué podemos hacer acerca de los escándalos
ocurridos en el gobierno? ¿Cómo podemos dar impulso al ciclo positivo de la
administración pública y frenar el ciclo negativo? Yo creo que la respuesta
se apoya en dos direcciones. Una consiste en acelerar el ritmo de poner en
práctica las cosas que ya sabemos acerca del arte y la ciencia de ·la admi-
nistración y la otra consiste en acelerar el ritmo de las investigaciones Y los
descubrimientos en aquellos aspectos en que todavía estamos ignorantes. Este
artículo no pretende haber agotado todos los camines para llegar a la ver-
dad, pero no podemos dar fin a esta historia sin poner uno o dos ejemplos
de· lo que pretendeaaos indicar.
El tono del despacho O la oficina principal determina el tono de toda
admmistración. y y no puedo Plenos que ~ desde un punto de vista ad-
tendencias emergentes 265
ministrativo alguna de las cosas que ocurrieron en la oficina principal du-
rante la administración de Truman que han sido generalmente atacadas
desde un punto de vista político. Yo serví al gobierno durante dicha admi-
nistración como asesor y como miembro del Comité Asesor del Presidente
sobre Administración y he venido a respetar muchas cosas buenas que se
hicieron. Pero el tono en algunas secciones de la oficina principal no fue bueno.
Después de 150 años sin ayuda alguna, se proporcionaron en 1939 al
Presidente de los Estados Unidos una Plana Mayor de la Casa Blanca y una
Oficina Ejecutiva para que le prestasen su asistencia, y estos organismos.
como la mujer del César, es preciso que estén pOI," encima de toda sospecha.
Más importante todavía que las notorias incorrecciones que se dieron a la
publicidad es el peligro de que la oficina más alta intervenga en las opera-
ciones departamentales. No basta que la Oficina Ejecutiva deba dar un tono
y crear un ambiente para que los departamentos y las agencias rivalicen en
respetabilidad y honestidad; los miembros de la Oficina Ejecutiva deben
inclinarse hacia atrás para asegurarse de que están operando "en el debido
nivel", como indica el deán Paul Appleby. La Oficina Ejecutiva y el personal
o plana mayor de la Casa Blanca no pueden menos que tener deberes y res-
ponsabilidades de carácter político; pero en lo esencial tales responsabilidades
deben limitarse al campo político y el presidente debe insistir en que los
miembros de su personal eviten convertirse en centros de influencia o puer-
tas traseras con motivo de especiales presiones en casos concretos. Ni debe
el presidente tener a su disposición una gestapo para el atisbo o vigilancia
en los departamentos y agencias del gobierno. La excelente labor realizada
por esa administración fomentando el mejoramiento administrativo y des-
centralizando responsabilidades no debe ser menoscabado por intrusiones
de fuera en las operaciones diarias de detalle cuya responsabilidad incumbe
a los jefes de departamento y de agencia.
Los secretarios de los departamentos tienen a su vez el deber de crear
un ambiente que deberán emular los negociados y las agencias y evitar
entre.neterse en operaciones de detalle. Como los gerentes administrativos
que Son jefes de un numeroso personal, necesitan también un sistema de
ajuste de cuentas relativo a la actuación de las agencias a su cargo. No PII)-
pugno aquí una especie de servicio policíaco para revelar irregularidades
qUe puede descubrir un buen auditor de contabilidad, sino constructivos
estudios directivos, auditorías e inspecciones por un personal capacitado al
nivel del departamento o gran negociado. Tales estudios deben darse a conocer
a los jefes de departamento y de negociado y deben servir para estimular las
buenas prácticas y prescindir de las malas.
Creo que ha quedado ampliamente demostrado que al nivel del fun-
cionamiento el sistema del patronazgo es anticuado y peligroso. Una oficina
regional o del interior es especialmente susceptible a las presiones políticas,
y las revelaciones de la Oficina de la Renta Interior ha indicado una vez más
que hasta las personas de carrera que ocupan cargos en el servicio civil no
SOn inmunes a la tentación cuando el recaudador, o el delegado del mis-
mo que son sus patronos, tienen lealtades políticas para con «ras personas
qUe su jefe en Washington. Sean cuales fueren las deficiendlls de nuestro
Valores en conflicto y tendencias emergentes
actual sistema del servicio civil los recientes sucesos me inducen a la con-
clusión de que necesitamos extender el servicio civil a los niveles regional
e interior.
Quizá haya llegado el tiempo para proceder a otra especial revisión de la
condición de los abogados en el gobierno, tanto en Washington como en el
interior. Puede ser que ya estemos en condiciones de dar el paso adelante
de seleccionar los fiscales de los Estados Unidos y el personal del Ministerio
Público siguienrlo el sistema del mérito y dándoles cargos inamovibles.
. Se necesitan mejores métodos para reclutar y adiestrar el personal ejecu-
tivo y técnico) interino y de tiempo parcial, tanto para los cargos dentro del
país como ',ara las misiones allende los mares. En la actualidad se utilizan
para ese personal unrec1ub'.miento atolondrado e inadecuados métodos de
información. Carla vez se va prestando más atención a la idea de establecer
un cuerpo df' reserva civil de los Estados Unidos para asegurar y hacer
fructifiw ~ 'U clase de talento.
En el a.,.'leCto de investigación e innovación, creo que deberíamos proce-
der a um profunda revisión del adiestramiento y la instrucción que reciben
los empleados del gobierno después de su ingreso en el servicio público y en
periodos críticos .de sus carreras. No conozco programa alguno de adiestra-
miento en el servicio del gobierno que estudie el medio en que opera
el gobierno o los puntos de ética contenidos en los moldes de una
buena práctica de gobierno. El código de ética que ha sido recomendado,
el subcomité para el establecimiento de una comisión de ética en el gobierno
podría ser útil como punto de partida, pero cada agencia tiene sus problemas
especiales de soluciones que no son tan claras como para que se haya pen-
sado en ellas, y aun dentro de una misma agencia los problemas éticos varían
según los diversos campos de trabajo. He visto a muchos científicos puros
y rígídos ejecutivos ingresar en el servicio del gobierno decididos a "no
tener nada que ver con la política o los políticos", y he visto a muchas
personas inexpertas ingresar en el servíeío público suponiendo que era una
práctica gubernamental inteligente y admitida a hacer favores a funcionarios
elegidos y a sus amigos. Se supone que los nuevos funcionarios del gobierno
conocen las normas, y es sorprendente la falta de instrucción acerca de la
conducta que debe observarse. Son sorprendentemente pocas las conferencias
departamentales para dar a conocer o enseñar las normas de conducta de-
seables. Hay aquí lugar tanto para estudios como para ideas nuevas. Nece-
sitamos métodos nuevos para sobreponernos a esas suposiciones tan fuera de
la realidad, pues el buen servidor del gobierno debe tener una rara mezcla
de flexibilidad Y firmeza. Debe comprender el principio del transigir en
que descansa el proceso de hacer política de un Estado democrático Y apre-
ciar que no supone transigir en cuanto a los principios el aplicar la política
a casos concretos.
9
Enseñanza y reclutamiento
*
Como su título hace suponer, el siguiente ensayo «¿Existe una
clase administrativa norteamericana?" se refiere a las discusiones
que reflejan las dos selecciones anteriores. Su autor es el profesor
Rowland Egger, quien además de una alta competencia profesional
POsee el don de un elegante estilo.
En 1946 entre los actos celebrados con motivo del segundo
centenario de la Universidad de Princeton se organizó una confe-
272 Enseñanza y
• Alusión a los naturales del país de Liliput, cuya estatura no pasaba de quince
centímetros y los del país de Brobdingnag, que eran altos como un campanario,
y que aparecen en los Viajes de GuDiver, de ¡onatban Swift. N. del T.
reclutamiento 279
el verdadero significado de la ingeniería romana y del genio jurídico romano,
y allí vi con claridad la elemental conexión entre el desarrollo de la civilización
urbana (que es como decir simplemente el desarrollo de la civilización) y
el progreso del ingenio humano para aprovechar los desperdicios animales,
y comencé a comprender y apreciar su decisiva influencia en el desarrollo
cultural del hombre moderno.
Además, con solamente un ligero remordimiento por la terrible pérdida
de tiempo que ello supone, puede observarse que son pocas las cosas que
escribió Aristóteles que Jowett" no mejorase considerablemente en su tra-
ducción.
El postulado de Meriam de que la habilidad administrativa y el interés
por la administración son cosa aparte y distinta de la órbita de un plan de
estudios, supone que probablemente no pueda enseñarse el arte de dirigir
a los hombres por medio de los mecanismos docentes formales. Seguramente
sir James Grigg estaría de acuerdo con esta opinión. Pero desde este punto
el argumento se bifurca marcadamente. Siendo así que no puede enseñarse el
arte de dirigir a los hombres, sir James y el profesor Woodward llegan a la
conclusión de que solamente una instrucción de cultura general (frase cuyo
sentido invita a la discusión) que proporcione un sentido de la forma y una
fácil percepción de las relatividades constituye una enseñanza apropiada para
la clase administrativa. La Comisión Investigadora y el Comité Reed res-
ponderían que incluso si el arte de dirigir a los hombres no puede enseñarse
por los métodos docentes formales, los principios y las prácticas contenidos
en el empleo científico de los instrumentos de dirección, eso sí que puede
enseñarse. Lewis Merícm insistiría en que entre los políticos por una parte
y el personal profesional y técnico por otra no hay lugar para una clase admi-
nistrativa, ni hace ninguna falta aunque pudiera encontrarse lugar para ella,
así que no hay que preocuparse por formar una.
Antes de dar por terminada esta fase de la discusión, citemos como prueba
a uno de los hombres de ciencia profesionales cuyo fantasma invoca Lewís
Meriam con tanto desembarazo. El doctor W. W. Stockburger, uno de los
grandes funcionarios de carrera del servicio federal, comenzó como profesor
auxiliar de botánica en la Universidad Denison, después pasó a ser fisiólogo,
encargado de las plantas estimulantes y similares en la Oficina de la Industria
de las Plantas y finalmente ascendió a director de personal del Departa-
mento de Agricultura de los Estados Unidos. Como resultado de su larga, rica
y variada experiencia como hombre de ciencia y como administrador, el
doctor Stockburger escribe lo siguiente:
.. Benjamín Jowett fue un erudito inglés del siglo XIX, profesor en Oxford.
Muy influido por la cultura alemana, fue profesor de griego. Tradujo diversas obras
de Platón y la política de Aristóteles, sobre el cual escribió unos notables ensayos.
Nota del T.
280 Enseñanza y
"00
t a vez que una <carreras presupone un cargo inamovible en el que
van awnentando los conocimientos y la habilidad, debe limitarse el ingreso,
en el curso normal de los hechos, a las posiciones más bajas dentro de cada
servicio y a un grupo de aspirantes jóvenes. No puede decirse que exista
una carrera si los altos cargos se cubren generalmente con elementos prove-
nientes de fuera, oponiéndose así un obstáculo un ascenso desde lo más
bajo hasta lo más alto del servicio".
*
Poco después del año cuarenta, la Asamblea del Servicio Civil
de los Estados Unidos y el Canadá publicó una serie de autorizados
y previsores volúmenes Que tratan de los aspectos más importantes
de la administración pública en materia de personal. El trabajo
que seleccionamos a continuación es el capítulo introductorio del
volumen titulado "Reclutando aspirantes a ingresar en el servicio
público".
Este capítulo es un resumen cuidadosamente estudiado y hábil·
mente presentado del problema del reclutamiento de personal en
los Estados Unidos. Se esbozan en él los antecedentes históricos del
problema, en un epítome de los conceptos fundamentales, tanto
tradicionales como contemporáneos; se estudian los factores cultura-
les, económicos y sociales que influyen en el reclutamiento. Se
reseñan al final los pasos que hay que dar para un "programa po-
sitivo" de reclutamiento, atribuyéndose la responsabilidad para SU
logro a la "agencia central de personal". .
No todas las personas que se
dedican al estudio de la adrni-
nistración estarían de acuerdo con todo el contenido del capítulo,
pues, por ejemplo, existe una escuela que abomina de la agencia
central de personal y quisiera que se redujesen sus funciones. En
reclutamiento 287
conjunto, no obstante, el capítulo representa hoy lo mismo que
hace diez años "una opinión bien informada" sobre la historia pa-
sada, el estado actual y un deseable desenvolvimiento futuro del
reclutamiento en los Estados Unidos.
El reclutamiento de aspirantes a ingresar en el servicio público
fue redactado por un comité que presidió J. Donald Kingsley, co-
autor de un libro de texto sobre administración pública de gran
difusión. El capítulo reproducido se debe en su mayor parte a la
pluma del presidente.
Debido a que la comisión del servicio civil fue inicialmente concebida como
Un instrumento para comprobar algunos de los más graves abusos de un sis-
tema de despojos para los partidos, su importancia histórica ha sido negativa.
Su objetivo primordial era evitar el favoritismo, no mejorar las normas positi-
vas del servicio público. El reclutamiento y la selección eran los únicos terrenos
en que funcionaba la típica comisión. Pero en el ejercicio de esas funciones los
Por estas y otras razones sugerimos tres principios básicos como cirnien~o~
para cualquier sistema de reclutamiento, cada uno de los cuales procede f
hecho de que el servicio público moderno ha de estar organizado sobre a
base de constituir una carrera.
1. El reclutamiento debe normalmente cubrir la parte más. baja de es~
las ampliamente concebidas y bien integradas de clases de cargos; los m-
veles más altos deberán cubrirse por ascenso. d
2. El reclutamiento debe normalmente comprender a personas de eda
relativamente juvenil, haciéndose las debidas excepciones para ciertos cargos
tura de las clasificaciones a fin de poner aparte aquellos tipos de cargos que
conducen a técnicas amplias de reclutamiento. No podemos dar nueva fonna
de la noche a la mañana a los sistemas que se han estado desarrollando du-
rante cincuenta años. La administración en cuanto al personal del servicio
público es como una fábrica de tejidos donde si se quiere hacer un cambio
fundamental en un sector es preciso alterar toda la instalación. Toda varía-
ción en el sistema de reclutamiento repercute en todo el sistema de personal.
Supone una política de clasificación y ascensos, de adiestramiento, de proce-
dimientos de examen, y demás. La elaboración de tales reajustes en la
intrincada maquinaria de la administración del personal de los servicios púo
blicos tomará tiempo. Tales cambios no pueden llevarse al cabo simplemente
por lo que diga el informe de un comité, sino que se producirán como resul·
tado de una constante presión de los administradores del personal y de
otros durante un considerable periodo. Pero parece importante fijar esta meta
y trazar un esbozo en que se indique el camino que debe seguirse. Cuando
se haya hecho esto, podremos recorrer paso a paso el camino con cierto grado
de unanimidad.
;
Aspectos básicos de la posición-clasificación •
ISMAR BARUCH
Posición o cargo
Una buena definición del término "posición" debe hacer hincapié en las
características que sirven de base para su clasificación.
*
En 1933 se constituyó la Comisión Investigadora del Persona!
del Servicio Público, integrada por eminentes especialistas en admi-
nistración y por hombres sin tales conocimientos pero provistos de
espíritu público. La Comisión dirigió un amplio y minucioso estudio
de todos los aspectos de los servicios públicos en los Estados Uni-
dos y en 1935 presentó un informe general de sus conclusiones y
recomendaciones. Juntamente con su informe general se presen-
taron varios estudios especiales debidos a miembros de su plana
mayor. El trabajo seleccionado a continuación es un capítulo de uno
de dichos estudios especiales. Su autor es Lucius Wilmerding, Jr.,
quien sirvió a la Comisión como ayudante del director de inves-
tigaciones.
Un destacado libro sobre administración de personal califica
este ensayo como una "enérgica censura del sistema de clasifica-
ción norteamericano". A juicio de este editor, en el ensayo se con-
signa el general argumento teórico contra la típica clasificación de
posiciones pensando en la forma más convincente así como la más
concisa. No obstante, para algunas personas el ensayo de ~il
merding es capcioso y chinchoso, procediendo su tendencia agresIva
de una equivocada experiencia de los "hechos de la vida" en el
trabajo personal norteamericano.
Se pregunta: ¿Están los argumentos formulados basados en la
realidad, o constituyen esencialmente un "caso de controversia" su-
perficialmente plausible pero realmente inaplicable en la escena
norteamericana? ¿Cuál es el peso del argumento de que la deter-
minación de lo que el gobierno debería hacer ha de preceder al
análisis y la clasificación de lo que hace? .
El ensayo de Wilmerding va seguido por seis párrafos CIta-
dos del informe de la Real Sociedad Canadiense sobre clasificación
en los servicios públicos. Este pasaje indicará que aunque.la IJl~
nera de tratar el asunto de Wilmerding pueda parecer acade-
mica", sus ideas tienen verdadera importancia para los <'h.ombr~s
de negocios". Como podrá observarse, parte del estudio de WI1·
merding se refiere al Canadá.
Clasificación 303
Consideraciones generales
así por el estilo. Se ha supuesto, por lo tanto, que podrían hacerse ahorros pare-
cidos estableciendo especificaciones fijas con respecto a porteros, abogados,
empleados menores, subalternos, ete., y exigiendo a los jefes de departamento
que las ol:lerven en el reclutamiento, las asignaciones y los ascensos.
En este supuesto, los clasificadores se sienten reforzados por una sólida
fe en los métodos de análisis que ellos mismos han ideado. Pues, como el
doctor Abraham Flexner ha indicado:
Una teoría errénea. Innecesario es decír que toda teoría que parta del
supuesto de que pueden los hombres ser tratados de la misma manera que las
cosas es sumamente discutible. Si bien los aprovisionamientos y el equipo pue-
den fabricarse de acuerdo con especificaciones fijas, no ocurre lo mismo con los
hombres. Como acertadamente dijo el profesor Graham:
"Se consideró necesario dar dieciséis diferentes pasos para clasificar a c.ada
empleado perteneciente al servicio, lo cual supuso un total de cerca de 800 000
O~raciones. Se enviaron tarjetas a todos los empleados del servicio civil pi-
diéndoles información acerca de sus cargos y añadiendo imprudentemente
cue si en la tarjeta no había espacio suficiente para describir sus deberes
~odían añadir una hoj~ adicional. No pocos fueron los que aprovecharon esta
Inesperada oportunidad para mostrar lo que ellos valían para la nación. Se
Partía de la base de que estos modestos relatos serían comprobados cuida-
dosamente por los funcionarios superiores, especialmente por los diputados,
pero estos últimos, en su mayor parte, vieron con poca simpatía el conjunto
de la idea y se encontraron demasiado ocupados para revisar un par de miles de
respuestas, una a una. A base de los precisos datos así obtenidos, Y con
la aYUda de ocasionales conferencias con los departamentos Y la Comisión,
f~nnularon los expertos lo que fue conocido oficialmente como La clasifica-
ción del Servicio Civil del Canadá. Otras personas menos caritativas le dieron
l~ denominación de «el libro de las hromas), eel libro amarillo) o «el mejor
libro de cuentos escrito en idioma inglés)."
.!JOS Clasüicación
Recomendaciones
En los párrafos anteriores he criticado los resultados de la teoría y el
método norteamericanos de clasificación en dos aspectos: su minuciosidad en
los detalles y su ceguera ante las distinciones de mayor importancia. Como
remedio a esos errores sugiero que se invierta el método de clasificación. En
lugar de edificar la clasificación aglomerando respuestas a cuestionarios, que
los clasificadores tomen el servicio civil en conjunto y procedan por divi-
sión y subdivisión. Saben ellos, sin necesidad de hacer costosos análisis de
empleos, que el gobierno necesita los servicios de médicos, abogados, porte-
ros, oficinistas, y así sucesivamente. Por tanto, dado su conocimiento del go-
bierno, deberán determinar las diversas carreras que hacen falta en el servicio
civil, subdividiéndolas hasta el punto que sea necesario de acuerdo con las
políticas aplicables para el reclutamiento y los ascensos ...
Mientras en la clasificación no se reconozca la importancia de la divisi6n
del trabajo, no se logrará organizar el trabajo en el servicio civil en forma
tal que el gobierno pueda estar enterado de lo que debería haberse hecho y
de lo que debe hacerse.
Clasificación en el servicio o
'Id ~ . En relación con estudios especiales, Comité del Presidente sobre Dirección
. m11lIstrativa (Washington, 1937), págs. 59-133.
314 Organización para 'la
de acuerdo con el mérito, y por otra se halla el problema político práctico del
patronazgo.
Por espacio de más de cincuenta años el ideal de igualdad de oportuni-
dades de acuerdo con el mérito ha encontrado su expresión práctica en el
servicio federal por medio de la selección de candidatos cuyo nombramiento
se ha debido al resultado de exámenes de oposición. El poder discrecional
del poder ejecutivo está en cierto modo limitado por un procedimiento re-
glamentario hasta el punto en que se siga rigurosamente el ideal de igualdad
de oportunidades de acuerdo con el mérito. Los procedimientos reglamenta-
rios del tipo de los seguidos en el servicio civil son raramente seguidos en
las más eficientes empresas privadas. La propia Ley del Servicio Civil re-
conoce el hecho de que la sujeción rigurosa a tal procedimiento puede en
algunos casos resultar incompatible con la buena administración, por lo
que en dicha ley se han previsto excepciones que se dejan al arbitrio del
jefe del ejecutivo; pero en aquellas esferas del servicio en que se considera que
solamente el mérito debe tenerse en cuenta para cubrirlas, el jefe del ejecutivo
no puede permitirse así mismo, ni permitir a sus subordinados, el ejercicio de
la facultad discrecional en la medida que es típica de la industria privada.
Las esferas del servicio accesibles al patronazgo parece que podrían pro-
porcionar al jefe del ejecutivo una amplia posibilidad de ejercer sus facul-
tades discrecionales para lograr un elevado tipo de administración del
personal, pero, de hecho, no es éste el caso. Aun dejando de lado las limitacio-
nes de la facultad discrecional en relación con los muchos nombramientos
para los que se requiere la ratificación por el Senado, el jefe del ejecutivo
tropieza con la dificultad que supone su posición como jefe político.
De ello resulta que el jefe del ejecutivo se halla constantemente ante
un conflicto entre sus responsabilidades políticas y sus responsabilidades
administrativas en la dirección de las actividades del personal en aquellas
esferas del servicio en que cuenta con la mayor facultad discrecional para
la administración del personal. Desde el punto de vista de sus responsa-
bilidades administrativas existe la tendencia de que busque el mejor pero
sonal que pueda conseguirse y dirija las otras actividades de personal sobre
la base de las exigencias para lograr una actuación de gran calidad. Desde el
punto de vista de sus responsabilidades políticas, la dirección en un pro-
grama de considerable magnitud bajo las circunstancias políticas existentes
requiere una constante serie de concesiones, desde un ligero favoritismo por
personas dotadas de "juego libre", hasta decididos nombramientos para cargos
políticos aunque los designados no reúnan las condiciones necesarias y desde
los que pueden ejercer una decisiva influencia en la calidad del trabajo
en grandes esferas del servicio. El resultado es un constante cambio de
moldes, que en ocasiones se distinguen por ejemplos de administración de ex-
traordinariamente buena calidad, pero que en conjunto motivan una ad·
ministración notoriamente inferior a lo que debería ser.
Por espacio de muchos años, la Comisión del Servicio Civil operó primor-
dialmente como una agencia inspectora central. Juntamente con la mayoría de
las comisiones de nivel estatal y central, se consideraba que su labor más
importante consistía en sustituir por un sistema basado en el mérito en com-
petencia el del botín o los despojos en los nombramientos iniciales. Pocas per-
sonas se sorprendieron cuando de un tiempo en otro se fueron asignando
nuevas responsabilidades en materia de personal, extensivas a todo el servicio,
a otras unidades del gobierno. Así, ya en 1932 se administraban separadamente
las clasificaciones de cargos, las tasas de eficiencia y los retiros. Otras im-
portantes esferas -tales como ascensos, traslados, adiestramiento, salubridad
y seguridad, condiciones de trabajo, relaciones entre empleados, procedimien-
tos de personal- fueron objeto de escasa o ninguna influencia o direcci6n
central. .
Pero esta situación no dejó de ser. combatida. En una de las más cuida-
dosas y constructivas apreciaciones que jamás se hayan hecho del trabajo
del personal federal, Herman Feldman indicaba en 1931 que "el mayor
defecto consiste en que no existe responsabilidad en parte alguna para mu-
chas funciones que cualquier organización privada con el volumen de una
vigésima de la fuerza federal habría desde hace mucho tiempo considerado
indispensable delegar en funcionarios responsables". Y añade:
"Muchos amigos de la Comisión creen por tanto que los tipos más cons-
tructivos de actividad sobre personal no pueden llevarse al cabo eficazmente
por una agencia que deba forzosamente prestar tanta atención al cumpli-
miento de reglamentos restrictivos. Se ha dicho que las actividades regula-
doras como las encomendadas a la Comisión impiden el desarrollo de actitudes
de amistosa cooperación, necesarias para otros tipos de actividad central en
materia de personal."
Presupuestos
•
12
Progresos de la 'idea presupuesto'
sido tramitados los asuntos; en fin, sugerir un plan gracias al cual puedan
cooperar el presidente y el Congreso; el primero, presentando ante el Con-
greso y el país un programa administrativo claramente expuesto con base al
cual haya de actuarse; el segundo, presentando al presidente una legislación
definida con arreglo a la cual haya de actuar.
Recomendaciones e introducción o
El presidente:
.. H. Doc. 354, 62 Congr, 2a. ses., págs. 7-12. Esta es la declaración que
respalda las recomendaciones, dirigida al presidente por el Comité de Economía
y Eficiencia. .
340 Progresos de la
•
El siguiente trabajo escogido sobre el progreso de la idea de
presupuesto es obra de una distinguida autoridad en la materia,
A. E. Buck, quien intervino en los estudios tanto del Comité del
Presidente sobre Dirección Administrativa como en los de la Comi-
sión Hoover. El ensayo aquí reproducido fue escrito a mediados
de la década del año veinte y lo presentamos por cuanto resume
bien el pensamiento de aquel tiempo acerca de los presupuestos.
En dicho ensayo se relaciona una controversia que surgió en-
!re los defensores del "presupuesto ejecutivo" y los partidarios del
presupuesto legislativo". Esta controversia surgió debido a la natu-
ral diferencia de intereses y de modo de ver entre los poderes eje-
cutivo y legislativo en el sistema de gobierno norteamericano. Los
procedimientos presupuestarios tanto de oh-os tipos de gobierno
-aunque sean democráticos- como de las organizaciones de em-
presas de negocios particulares no encajan fácilmente en los mol-
des de la vida política norteamericana. La historia de la contro-
versia entre los defensores del presupuesto ejecutivo y los partidarios
del presupuesto legislativo es la historia de los intentos por ajustar a
la práctica constitucional v política norteamericana las ideas y téc-
nicas sobre presupuestos desarrolladas en otras partes. Esta contro-
versia se ha ido debilitando a medida que se han ido haciendo ajus-
tes y estableciéndose hábitos. Se pregunta: ¿Cuáles son los ajustes
que se han hecho, las ideas y los procedimientos presupuestarios
distintivamente norteamericanos? y ¿cuáles son los problemas pre-
844 Progresos de la
• De Annah, vol. 113 (mayo, 1924), págs. 31-39. Un tanto abreviado. Re-
producido por autorizaci6n de The Annau 01 the American Academll 01 polítical
and Social Science.
"idea del presupuesto" 345
tarlo a la decisión del cuerpo legislativo. Una vez aprobado por éste, debe
haber alguien encargado de ponerlo en ejecución. Ha demostrado la expe-
riencia que el sistema presupuestario es más eficaz cuando la persona o el
grupo de personas que formule el proyecto de presupuesto se encarga de
ponerlo en ejecución. Este deber, por lo tanto, ha de recaer lógicamente en
el poder ejecutivo. Así pues, resulta necesario desde el punto de vista pre
supuestarío que la dirección del poder ejecutivo sea real y efectiva. Saben-os
que cuando una persona ha de poner en ejecución un proyecto por ella f .r-
mulado es más lógico que ponga mayor cuidado en la preparación de1
proyecto, y esto es especialmente cierto cuando el proyecto ha de ser aprobado
por un organismo independiente antes de entrar en vigor. Esta situación tien-
de por sí misma a imponer una considerable dosis de responsabilidad en el
poder ejecutivo por lo que respecta al programa presupuestario Pero hay
algunas cuestiones importantes en relación con esto que todavía no han sido
planteadas.
Si bien el jefe del poder ejecutivo, especialmente en nuestros gobiernos
nacional y estatales, es directamente responsable ante el pueblo por el cargo
que desempeña, no está obligado a obedecer los deseos del pueblo mientras
desempeñe el cargo. Esto se debe en gran parte al hecho de que el jefe del
poder ejecutivo es elegido por un término fijo y es independiente del cuerpo
legislativo. Se han formulado diversas proposiciones en armonía con nues-
tro sistema constitucional para remediar esta situación. Se ha propuesto, como
se indica en un lugar anterior del presente artículo, que revisemos nuestro
sistema constitucional a fin de establecer entre las ramas ejecutiva y legisla-
tiva las mismas relaciones que existen en Inglaterra.
2. Ayuda de una plana mayor. Hemos descubierto que los pormenores
en la preparación de un presupuesto requieren especial asistencia o ayuda
de una plana mayor, es decir, de una persona o un grupo de personas, según
la magnitud del gobierno, que puedan dedicar su atención exclusivamente
a la reunión de datos para el presupuesto y ayuden al jefe del ejecutivo en la
formulación del proyecto de presupuesto. El negociado de presupuestos del
gobierno nacional y los departamentos de finanzas y otras agencias de los go-
biernos de muchos Estados y ciudades han proporcionado el personal com-
petente que preste la ayuda a que nos referimos.
3. Extensa y cuidadosa informaci6n presupuestaria. Esta es la base sobre
la cual se edifica el proyecto de presupuesto. La información presupuestaria
debe ser cuidadosa y digna de confianza. Debería ser de un carácter tal que
indicase claramente el alcance del trabajo y los resultados de las diversas ac-
tividades del gobierno. Al preparar el presupuesto hay que saber cuatro
cosas: a) El trabajo que ha de realizar el gobierno (actividad); b) la agen-
cia del gobierno que habrá de realizar dicho trabajo (unidad de organiza-
ción); e) lo que costará el trabajo (expresado en términos de compras, coste
de operación, y resultados), y d) cómo se podrá cubrir el coste (con ingre-
sos, empréstitos, etc.).
El trabajo que el gobierno está realizando, o cuya realización emprenderá,
es en gran parte materia de política pública. No obstante, tal política afecta
directamente al presupuesto, como demuestra el rápido aumento de lo que
"idea del presupuesto" 349
cuesta el gobierno debido a nuevas y ampliadas actividades. Esto indica la
creciente necesidad de presupuestos proyectados científicamente como un
medio de mantener el equilibrio entre los ingresos y los egresos del gobierno.
Obvias son las razones por las que haya de proyectarse el trabajo con
referencia a determinado departamento o división del gobierno. No puede
hacerse el trabajo sin que se encargue de ello alguna agencia responsable.
No puede determinarse con precisión el coste del trabajo mientras no se
haya estudiado lo que la agencia que ha de ejecutarlo requiera en cuanto a
servicios, artículos y demás. La organización y los métodos de tales agen-
cias son de vital importancia en la preparación del presupuesto, ya que
influyen directamente en el coste y en el carácter de los servicios que han
de prestar.
Para determinar lo que hayan de costar los trabajos del gobierno a los
fines de preparación del presupuesto, hay tres métodos de cálculo: a) Por
medio del análisis de compras, es decir, de los servicios, artículos y demás que
ha de comprar el gobierno para realizar su trabajo; b) por medio de un
análisis de la operación de los departamentos, divisiones y agencias guberna-
mentales, y e) por medio de un análisis de los resultados actuales del servicio
departamental e institucional.
Hasta el tiempo presente, toda la información obtenible para fines presu-
puestarios se ha basado prácticamente en el análisis de las compras. Las esti-
maciones presupuestarias presentan con más o menos detalle las necesidades
departamentales e institucionales en términos de servicios, artículos, propieda-
des y obligaciones y comparan esas necesidades con los gastos pasados y pre-
sentes cubiertos por las mismas cosas. Esas estimaciones se basan en informes
registrados por el sistema de contabilidad, la mayor parte de los cuales se rela-
cionan únicamente con transacciones resultantes de compras y de pagos hechos
Por el gobierno. En tiempos anteriores se hicieron no pocos esfuerzos encami-
nados principalmente a clasificar y sistematizar esta información. Como resul-
tado de ello sabemos con precisión lo que cuesta comprar los servicios, artícu-
los, propiedades y demás que hacen falta para la marcha de un departamento
del gobierno, pero tenemos escasa o ninguna información acerca de cómo
emplea el departamento esas cosas o de los resultados que obtiene.
Un análisis de lo que cuesta la realizaci6n de las diversas clases de trabajo
bajo diferentes departamentos y agencias del gobierno, expresado en unidades
COmparables, sería muy valioso para determinar las necesidades presupuestarias.
Algo es lo que se ha hecho ya en este sentido en algunos campos del trabajo
gubernamental, pero la información de este modo obtenida no ha sido em-
pleada en modo alguno para formular el presupuesto. Tal información haría
Posible preparar el presupuesto de manera que reflejase el trabajo por rea-
lizar así como las cosas que haya que comprar. Sería también de gran valor
Para el administrador al dar cumplimiento a lo previsto en el presupuesto.
Un análisis de los resultados actuales de los servicios del gobierno parece
más importante que cualquier otro medio para determinar lo que cuestan
las diversas actividades y la comparaci6n con las demandas contenidas en el
presupuesto para poder realizar tales actividades. Los ciudadanos y contribu-
yentes están interesados no en mantener un elaborado mecanismo guberna-
350 Progresos de la
No niego que exista algún conflicto entre esos dos objetivos, pero creo que
este conflicto puede conciliarse; que un análisis más fundamental indicará
que un presupuesto que sirva como un eficaz instrumento de dirección ejecu-
tiva sirve también como el más eficaz instrumento de fiscalización legislativa.
Esta es la tesis que deseo sostener.
de la dirección ejecutiva, y en este respecto son como una cara de los apli-
cables a la fiscalización legislativa. El presupuesto democrático requiere la
conciliación de esos dos distintos criterios,
1. Programa eiecutioo. Es recomendable que el presupuesto refleje el
programa del jefe del ejecutivo, Cuando, una vez aprobado, pasa a ser el pro-
grama del gobierno, reflejando todas las responsabilidades y actividades del
gobierno en sus aspectos políticos, económicos y sociales. La formulación
del presupuesto debe, por tanto, combinarse estrecha y directamente con la
formulación del programa general del jefe del ejecutivo. La elaboración del
presupuesto y la del programa son pues dos caras de la misma moneda; ambas
deben estar bajo la inmediata dirección del jefe del ejecutivo. Este principio
se aplica a todos los gobiernos: federal, estatal y municipal o local.
2. Responsabilidad eiecutioa. La aprobación de cantidades por el Con-
greso autoriza ordinariamente, no dirige, una agencia para gastar dinero. La
rama ejecutiva es la encargada de cumplir la función establecida por ley o
implícita en el texto de la medida aprobatoria de la partida. En otras pala-
bras, la aprobación de cantidades por el Congreso no es una orden de que
se gaste ni establece una agencia "revestida de autoridad". La agencia está
encargada, bajo la dirección del jefe del ejecutivo, de ejecutar, de la manera
más económica, lo autorizado por la ley. El jefe del ejecutivo, por su parte,
debe procurar que los programas de la agencia sean llevados al cabo de
acuerdo con la finalidad legislativa y se ejecuten con la mayor economía
posible.
3. Información. La preparación del presupuesto, la actuación legislativa
y la ejecución del presupuesto deben basarse totalmente en los informes
financieros y de operación procedentes de las unidades administrativas del
gobierno. Debe tenerse al corriente la información tanto a la rama ejecutiva
como a la legislativa acerca de los progresos del trabajo con respecto a
los diversos programas y proyectos, a las obligaciones contraídas, a los gastos
hechos, a los ingresos recaudados, a las personas empleadas, a los objetivos
logrados y a otros hechos de reliev i, Un sistema presupuestario sin tal in-
formación es ciego y arbitrario.
4. Instrumentos adecuados. La responsabilidad por el presupuesto eje-
cutivo requiere instrumentos administrativos adecuados. El jefe del ejecutivo
debe tener bajo su inmediata dirección una organización de personal hacen-
dario adecuado. Además, el jefe del ejecutivo debe contar con ciertas
facultades que le permitan la ejecución más económica posible de las finali-
dades del poder legislativo. Tales facultades incluyen, entre otras, la autori-
dad para hacer distribuciones mensuales o trimestrales de las cantidades
votadas y para crear reservas con dichas cantidades. Las reservas se apli-
carán en casos de contingencia o quedarán sin gastar cuando el cambio de
condiciones permita la ejecución de las finalidades del Congreso con menos
del importe de la cantidad aprobada. Un sistema de agencias informadoras,
como el que anteriormente he mencionado, es también un instrumento esen-
cial para la ejecución de un presupuesto.
5. Procedimientos múltiples. El gobierno moderno incluye muy diversoS
tipos de operaciones. Funciones de administración cotidiana; construcción
teoría presupuestaria 363
*
Figura ciertamente entre los más importantes progresos logra-
dos durante los últimos años en materia de presupuestos, o presu-
puesto de funcionamiento. El trabajo seleccionado a continuación
explica el presupuesto de funcionamiento y lo distingue del mé-
todo tradicional. A primera vista puede parecer que la diferencia
es una cuestión técnica que solamente reviste importancia para
quienes tienen un profundo interés profesional en materia de pre-
supuestos. Pero, como ocurre con muchas cuestiones técnicas, si
nos tomamos el trabajo de comprenderlas, veremos que llevan en
sí importantes problemas de vida colectiva y de felicidad indi-
vidual.
Dicho trabajo está tomado del informe sobre preparación de
presupuesto y contabilidad presentado por la Comisión Hoover,
nombre con que suele designarse la Comisión para la Organización
de la Rama Ejecutiva del Gobierno. Esta comisión, presidida por
el ex presidente Herbert Hoover, fue creada por una ley del Con-
greso en 1947 para estudiar la organización y la administración
federal y hacer recomendaciones con fines de lograr economía,
eficiencia y responsabilidad. La finalidad de la Comisión Hoover
era, pues, análoga a la del anterior Comité del Presidente sobre
Dirección Administrativa, denominada con frecuencia Comité
B~ownlow, por el nombre de su presidente, Louis Brownlow. Si
bIen la Comisión Hoover siguió los principales lineamientos de la
teoría y la política fijados por el Comité Brownlow, había no obs-
tante algunas significativas diferencias en sus respectivos énfasis
y recomendaciones, provenientes de las de composición y manera
de ver de ambos organismos, así como del cambio de circunstancias
políticas. El Comité Brownlow y su plana mayor estaban integra-
do~ por "académicos y funcionarios civiles con respaldo académi-
co y eran relativamente homogéneos; la Comisión Hoover y su
plana mayor estaban integrados por "empleados públicos, hombres
de negocios, acedémicos y funcionarios civiles", y eran relativa-
mente heterogéneos. En cuanto a su forma de presentación y al
t~~or de sus recomendaciones, el trabajo seleccionado a continua-
C~?n es del tipo de los muchos informes presentados por la Comi-
SIon Hoover.
. El trabajo seleccionado consiste en la parte primera del informe
~:tulado "Presupuesto de funcionamiento y contabilidad", y una
1 ustración contenida en la quinta parte, el "Anexo" al informe, en
lJ68 Desenvolvimiento de la
Presupuesto de funcionamiento
Recomendación núm. 1:
El nuevo concepto
Desde luego, 10 primero que ha de hacer el Comité de Aprobación de
cantidades (Appropriations Committee) es revisar 10 que se ha hecho Y lo
que se propone para el periodo futuro, examinando siempre esto último ,a
la luz de la experiencia pasada. El sistema que proponemos cápacitana
a esos comités para decidir más fácilmente el gasto básico para cada año; es
decir, cuál sería la magnitud de todos los programas federales.
El Plesupuesto de funcionamiento haría posible que la presentación y
aprobación del documento del presupuesto se lograsen en un más breve pe-
riodo. No demoraría ni embarazaría la actuación del Congreso a causa del
presupuesto. Aseguraría una más completa estimación de los gastos Y u~as
cifras de ingresos más precisas para el siguiente periodo presupuestarlo.
teoría presupuestaria !l7l
La revisión ejecutiva y legislativa de las estimaciones funcionales y de
las justificaciones de programa bajo el presupuesto de funcionamiento se con-
centraría alrededor de dos cuestiones básicas:
Primera: Cuál es la magnitud conveniente de todo programa o función im-
portante del gobierno en cuanto a necesidad, relación con otros programas y
proporción del total de gastos del gobierno. Esta es esencialmente una cuestión
de política pública y debe responderse por funcionarios responsables de la
rama ejecutiva y eventualmente por el Congreso.
Segunda: Cómo puede ejecutarse con eficiencia y economía un programa
aprobado del gobierno. En otras palabras, ¿podría la misma cantidad de
trabajo llevarse al cabo más satisfactoriamente bajo diferentes disposiciones
y por medio de procedimientos mejorados a más bajo coste?
El presupuesto de funcionamiento capacitaría a los administradores para
atribuir responsabilidad a funcionarios subordinados para la clara ejecución
de las disposiciones tomadas por el Congreso. Esto simplificaría también
el sistema de información y de contabilidad.
Recomendación núm. 2:
Recomendación núm. 3:
Recomendamos que las estimaciones presupuestarias de todos los depar-
tamentos y agencias operantes del gobierno deben dividirse en dos categ01'Ía&
primordiales: gastos de operaciones corrientes e inversiones de capital.
Recomendación núm. 4:
Recomendamos que es de interés público el que se ponga en claro esta
cuestión, en todo caso, de si el presidente debe tener autoridad para reducir
gastos para los que se han aprobado cantidades, si todavía se están cum-
pliendo los fines perseguidos por el Congreso.
SERVICIO FORESTAL
SERVICIO FORESTAL
n. Estudios forestales
A. Protección y administración
B. Mejoras de capital
Dirección administrativa
14
El ¡efe ejecutivo
Ser un ejecutivo o
LENT. D. UPSON
administrador. Puede usted infonnar, ilustrar y lisonjear a su jefe con toda la pa-
ciencia del mundo; puede pedirle permiso para hablar al jefe de él; como último
recurso puede decirle que va a prescindir de él y que tanto él como usted
habrá de atenerse a las consecuencias. No hay más que una nonna: no
salvar el conducto de vuestro superior para llegar al de más arriba sin decirle
a aquél que vais a hacerlo ...
Pero no hay que tener confianza en la teoría cósmica del progreso. Pocos
superiores llegan a ahorcarse aunque se les dé cuerda suficiente. L'\ incom-
petencia es la última de las culpas por las que se despide a la gente.
No tratéis de resolver por vosotros mismos los detalles, que ésta es otra
forma de decir que no conocéis hechos que no necesitáis conocer, pero pro-
curad estar seguros de los que necesitéis conocer. No podéis conocer, ni se
supone que conozcáis, la multiplicidad de los detalles que supone la mar-
cha de una empresa importante. Tratar de conocer esas cosas significa errores
involuntarios y situaciones penosas. Que vuestros subordinados recuerden
eso por vosotros, poniendo el debido cuidado. No hay detrimento alguno para
una buena administraci6n en consultar a un subordinado cuando se necesite
infonnaci6n, o presentarlo a un grupo de personas de fuera cuando sea ne-
cesario, y esto puede ser conveniente para el desarrollo de su personalidad
y para vuestros asuntos.
Muchos administradores completan sus sistemas de infonnación oficial
con las habladurías departamentales. Las habladurías se han de manejar con
mucha cautela, pues de lo contrario vuestros empleados se convertirán en
un hato de facciosos y cuentistas. Las habladurías de cantina son, desde lue-
go, del dominio público; las habladurías de alcoba son y deben ser confi-
denciales.
No pidáis a vuestro superior la aprobación de planes de los que estéis
seguros. El mero hecho de pedirla plantea la cuestión de si son o no proceden-
tes. Si es preciso discutir un tema con un superior, suele ser conveniente que
llevéis un grupo con vosotros. A uno de vuestros compañeros se le ocurrirá la
respuesta oportuna mientras vosotros la estéis meditando, o al menos confun-
dirá el caso de tal manera que vuestro superior se quedará a oscuras. El
hablar alto y la confusión pueden decidir la victoria o la derrota. Esta técnica
administrativa da buenos resultados especialmente en las audiencias públicas.
Una alternativa consiste en llevar siempre dos planes, uno bueno y otro
malo. Vuestro jefe se pasará media mañana destrozando vuestro plan malo
y después estará tan fatigado que aprobará el bueno sin modificación alguna.
Vuestros subordinados habrán indudablemente aprendido ya estas téc-
nicas. Pero ¿qué hacer si uno de vuestros subordinados se va por los cerros
de Ubeda por practicarlas? Frenadlo, si es un buen elemento, o lo nombr6
el alcalde o es sobrino de un fuerte accionista. De no ser así, prescindid de él
después, aproximadamente, del tercer error -o resígnaos,
No estéis "muy ocupados". Un buen jefe debe saber o delegar su trabajo
o no tomar más del que pueda hacer bien. Y el remedio enérgico cuando
las cosas se ponen "dífícíles" es llegar a la oficina una hora antes por la ma-
ñana, y el fácil es reducir las charlas en la oficina con conocidos, amigos
y colegas -quienes parecen siempre estar haciendo algo digno de censura.
poder ejecutivo
hay que confundir el ser un jefe considerado con el papel de un "blando", que
condesciende desdeñasamente y que espera que el personal le lleve flores
cada vez que se cae en una cloaca.
Una vez al año, cuando menos, reflexionad sobre vuestro personal y pre-
guntaos a vosotros mismos lo que realmente valen vuestros empleados. Esto
les evitará la molestia de pedir un aumento de sueldo o aceptar otro empleo,
y a vosotros os evitará el daros cuenta de que algún subordinado vale más
de lo que estáis pagando y que le habéis estado robando en beneficio de
vuestra organización. Cuando un empleado ha de amenazaros con que tiene
otra oferta para mejorar, lo mejor que podría hacer es aceptar la otra oferta,
con base en la teoría de que está trabajando para el hombre que no lo
amerita o para la organización que no lo merece.
De cuando en cuando pedid la opinión de vuestros colegas y subordinados
sobre cualquier problema que se haya presentado. Esto les halagará mucho.
Dad siempre las gracias por los libros o reproducción de artículos es-
critos por vuestros compañeros, de los que os hayan enviado un ejemplar
por cortesía. Hay que enviarles una carta particular, diciendo: "Gracias por
su libro (o artículo) que ya he visto publicado (o reproducido) en Saturday
Review of Literature (o en Collegian, o en Trivia). Ello es una prueba más
de su habilidad y cultura. (Esta expresión debe suprimirse si puede utilizarse
como una palanca para un ascenso.) Voy a examinar el libro (o el artículo)
en todos sus detalles. Sinceramente." Todas estas manifestaciones correspon-
den a la verdad menos el "sinceramente".
No perdáis tiempo tratando de impresionar con vuestra importancia a
vuestros colaboradores ni a vuestros clientes. Si vuestros subordinados son
tan listos como deberían, sabrán todo lo bueno que sois sin haber de sentir
el peso de vuestra grandeza durante siete horas al día, más el tiempo extra.
Cuando llaméis a un auxiliar a vuestro despacho, siendo más conveniente para
que vayáis todos vosotros a él, os echaréis a pensar si no habría sido mejor
cambiar de oficina permanentemente _..
Un derivado de lo anterior es el caso del dirigente ejecutivo que utiliza
la técnica del teléfono para darse importancia. Los malos modales son in-
ternacionales, pero florecen plenamente gracias al fertilizante de la ciencia
con medios tales como el teléfono, el automóvil y el timbre eléctrico. podréis
exhibir vuestra total falta de educación mandando al diablo a vuestro oyente
por teléfono cuando sabéis que no puede daros una bofetada. Entonces po-
dréis jactaros de vuestro heroísmo con vuestra SL -:retaria.
Puede que no hagáis esto, pero puede que encarguéis .a vuestra secretaria
que llame a alguien por teléfono y dejar que éste escuche algo que estábais
acabando de decir antes de contestar. Esto quizá os hará pensar que estáis
impresionando a alguien, pero mientras tanto, alguien se estará dando cuenta
de que sois unos presuntuosos asnos.
Procurad manteneros firmes. Es posible que no se realicen nunca los pe-
ligros que os preocupen. Es tan raro el valor, que un poco de él puede depa-
raras posibilidades en que no hayáis pensado nunca. Las repercusiones de
un error no son tan graves como teméis cuando estáis indecisos entre el sí y
el no. Una buena regla: en la duda, seguid adelante.
poder ejecutivo 387
Desde luego, la valentía física es muchas veces resultado de falta de ima-
ginación; la valentía moral es siempre un producto derivado de la honestidad
intelectual.
Las reglas son un excelente sustitutivo de las ideas y de la fibra necesaria
para tomar decisiones. He aquí por qué las reglas gozan de tanta popularidad
entre funcionarios del gobierno y de universidades y entre los burócratas en
general. Cuando os halléis en una situación difícil, sacad el libro de las reglas
y -abracadabra- habréis salido del paso sin haber gastado una chispa de
inteligencia o de valentía. De este modo guardaréis vuestra fuerza para
las grandes crisis.
Si sois un administrador en una organización de servicio público, una
agencia social, o cívica, o del gobierno, una excelente ayuda en vuestro
cargo será una "buena prensa". De hecho, una "buena prensa" puede daros la
reputación de buen administrador aunque no lo seáis.
Con tal que vuestro jefe no sienta aborrecimiento por el propietario editor
del periódico o viceversa, maquinad alguna idea descabellada, utópica,
para el suplemento dominical del periódico, y seréis hombre hecho. Los
informadores del palacio municipal os bendecirán como una fuente de no-
ticias, el público pensará que sois un gran hombre, sin recordar luego que
la mayor parte de vuestras sugestiones fueron a parar al limbo de las cosas
olvidadas.
Pero hay que' cultivar a los periodistas y atender a sus idiosincrasias.
Inicialmente eran muchachos jóvenes como vosotros, que del otro lado del
patio universitario estudiaban periodismo, inglés o cualquier otra cosa y
publicaban artículos en el periódico estudiantil. A través de los años se han
vuelto cínicos porque han conocido a demasiados farsantes, coyotes y ciuda-
danos prominentes con demasiadas llaves maestras. Se manifiestan con gran
celo en pro de los desvalidos y están recelosos de cualquiera que tenga
dos pares de pantalones. Esta actitud económicosocial no es congénita sino
resultado de lo que los matemáticos dicen ser una ineptitud universal para
comprender quién es mano en el juego.
Al juzgar las acciones de los hombres dudaréis siempre si están motivadas
por la sagacidad o por la casualidad. Cuando tengáis la menor duda, in-
clinaos en favor;., de la casualidad. Cabe que se haya planeado una elemental
estrategia, pero el desenvolvimiento afortunado es generalmente resultado
de circunstanc\;tS fortuitas. Incidentalmente, el más desconcertante artificio
I
¡
!
del mundo es ) ptotal honestidad.
No creáis ,¡r...¡s de la mitad de lo que oigáis decir acerca de corrupción
en los asuntos ~blicos, y sólo la mitad de la mitad cuando 10 que oigáis
! provenga de m'rC<¡las personas. La mayor parte de los casos de soborno que
I
1
Intermediarios "oportunos", alguna campaña solicitando aportaciones reali-
~ad~s por gente dudosa, en que la mitad del dinero obtenido va a parar al
~lsillo de quien lleva. al cabo la campaña y no al fondo de la campaña
/lllSma. En muchos casos' la corrup~Tl será manifiesta sobre la mesa, pero
I
t
no habrá transgresión de ninguna ley salvo la de la común decencia. Algún
388 El jefe del
aspecto positivo supone respeto por vuestro cargo si no por vosotros mismos,
la utilizaci6n, a veces, de un coche oficial, en el que vuestro personal realice
vuestros encargos y vuestras tareas doméstico-personales. Esto va acompaña-
do de la obligaci6n de procurar que vuestro personal perciba salarios justos,
que las contingencias familiares sean resueltas con un mínimo de molestias que
la benevolencia y la conveniencia no sean cosas impuestas.
Mis colegas aficionados a la psicología dicen que los anteriores consejos
constituyen un malgasto de tiempo y de tinta; que los directores ejecuti-
vos no s610 nacen y no s610 se hacen, y que muchos de los que nacieron para
serlo se deshicieron porque sus familias los empujaron demasiado o los
retienen demasiado desde que dejan la cuna. En consecuencia piden cariño,
atenci6n, categoría, y se ponen pesados con sus superiores, sus subordinados
y sus iguales, y tienen otros caprichos mentales demasiado numerosos para
mencionarlos. Esos traumas de la infancia, niñez y adolescencia se ha dicho
que son demasiado graves para remediarlos leyendo unas cuantas reglas que
no dejan en su mente más que un punto ciego.
*
El trabajo seleccionado a continuación sobre el papel y los mé-
todos propios de un jefe ejecutivo gubernamental completa la
anterior «carta" del decano Upson y proporciona una interesante
comparación en cuanto a estilo y perspectiva. El escritor Donal C.
Stone, ha sido presentado anteriormente como autor de Washington-
Field Relationships.
El ensayo de Stone es una excelente relación-sumario de la
reciente ideología acerca del jefe ejecutivo. Se observará, por ejem-
plo, que se da importancia a las limitaciones prácticas de la
autoridad formal de un jefe ejecutivo; la ingenuidad de la primi-
tiva teoría administrativa sobre este punto, se recordará que ha
sido tratada con humorístico ingenio por el profesor Latham en un
trabajo seleccionado en la parte 2. También se hace hincapié en las
"comunicaciones"; un aspecto de las actividades admínístratívas
que cada vez está siendo objeto de mayor atención.
Salta a la vista la diferencia de tono entre la carta del decano
Upson y el ensayo de Stone. Se pregunta: ¿hay entre una y
otro diferencias de bulto en el análisis y en las recomendaciones?
592 El jefe del
Espero que estos comentarios sobre las actividades hacia las cuales debe
orientar sus energías un jefe ejecutivo no den la impresi6n de que todo lo
que necesita es tener cierta visi6n de lo que de él se espera y proceder en con-
secuencia. Desgraciadamente una buena parte de su tiempo se hallará bajo
la presión de personas y de cosas que requieran su atenci6n más allá de
sus posibilidades para tratarlas debidamente. Su vida será una sucesi6n de en-
trevistas, llamadas telef6nicas, documentos. No podrá evitar el invertir una
parte de su tiempo en intervenir en muchos problemas que pueden parecer
de poca importancia en sí mismos, pero que pueden tener graves consecuen-
cias para su organización. personas que no cumplen como es debido, dificulta-
des y diferencias entre el personal, el descontento de algunos ciudadanos, una
poder ejecutivo 399
Los comentarios acerca de este punto se han enfocado hacia los medios
por los cuales utiliza y extiende el jefe ejecutivo su personalidad, sus ideas
y su tiempo. Esto se sale no poco del marco de la institución a través de la
cual debe funcionar. Ninguna de sus actividades personales o negociaciones,
ninguno de sus tratos tendrá verdadera trascendencia si su institución no
está organizada de manera que pueda él manejarla con rienda firme en todas
las cuestiones esenciales y en todos los momentos críticos.
Estar al corriente. Condición esencial número uno es la de que el jefe
ejecutivo sepa lo que está ocurriendo en su organización. Si se sabe orga-
nizar debidamente para este fin, podrá seguir la pista del curso de los asun-
tos y percatarse de los puntos débiles y los puntos fuertes, de los problemas
poder ejecutivo 405
cipales de salubridad que están al día, por ejemplo, se han apartado del
sistema de organizar los servicios de enfermeras de salubridad pública sobre
~ base de tipos especializados de trabajo: tuberculosis, enfermedades ve-
néreas, cuidado de niños. Se han autocoordinado en gran medida las unida-
des o distritos integrados por un grupo de enfermeras aptas para hacer
frente a variados problemas y situaciones, con lo cual se reduce la carga que
~sa sobre las más altas posiciones administrativas.
Otra desventaja se observa en unidades o agencias encargadas de fun-
ciones relativamente estrechas. Si la agencia exige el apoyo de un tipo de
interés especializado o de objetivo único, cabe que se ejerza sobre el jefe
ejecutivo una indebida influencia en un solo sentido, y será más difícil para él
conservar su organización dentro del debido campo visual ...
¿Es él un éxito?
Este estudio se ha referido a algunas de las cosas que puede hacer el jefe
ejecutivo para armonizar los demás elementos de su organización y obtener
de ellos el mejor partido posible. Hacemos hincapié en que ésta es la manera
como cimenta su influencia en su organización y conduce a ésta hacia sus
objetivos. Para terminar, debemos reiterar nuestro punto de vista, antes
expuesto, de que aunque no es fácil que el jefe ejecutivo salga airoso si trata
su organización como algo en que pueda mandar como en cosa propia, no
estará ciertamente en desventaja si se hace cargo del papel de verdadero jefe.
El hecho de que sea el depositario de la autoridad formal en su organi-
zación es un poderoso elemento para que desenvuelva su posición titular en
una verdadera fuerza y poder. Además, le corresponde a él determinar en todo
caso cuáles son las cuestiones que desee que se sometan a su decisión. Aun
cuando no pueda decidir gran cosa en su organización, hablando en sentido
cuantitativo, su elección acerca de cuáles son los asuntos que haya de re-
solver él determinará la manera cómo su organización resuelva sus dificulta-
des de importancia. La realidad es que, en su mayor parte, b a de depender
de los demás; por tanto, el grado en que toda la organización funcione den-
tro de una estructura comúnmente aceptada determinará cierta rapidez y
seguridad en sus movimientos hacia adelante.
15
Dirección y administración
departamental
Deberes administrativos
de Jos servicios del gobierno debe comprender una creciente eficiencia por
medio de una mayor producción total por unidad de dinero gastado.
Para ampliar en cierto modo, podemos decir que el papel administrativo
del jefe de departamento implica el cumplimiento de los siguientes diversos
deberes:
1. Debe revisar los propósitos básicos del esfuerzo del departamento a
la luz de instrucciones reglamentarias y de la general facultad discrecional
que las mismas le confieran. Dentro de los límites de esas instrucciones le-
gislativas puede modificar los objetivos debido a los deseos presidenciales
o con motivo de un cambio de circunstancias. Y puede sugerir cambios en la
autorización reglamentaria y la aprobación del Congreso. Pero debe asegurar
el que se cumplan los objetivos básicos.
2. Debe fomentar un sentido de lealtad al propósito común o a una meta
general en toda la agencia. Debe estar atento a las relaciones internas en-
tre las actividades de los negociados u oficinas y procurar el logro de una
efectiva colaboración en la realización de un propósito común.
3. Debe dar el departamento una positiva sensación de jefatura. En ge-
neral debe estar disponible para consultas y estudio de asuntos con sus inme-
diatos colaboradores y sus subordinados operantes. Debe estar dispuesto a
tomar decisiones a la luz de la mejor información disponible y dentro de
la estructura política básica del departamento. Debe estimular las iniciativas
y la actividad entre sus colaboradores y subordinados y cultivar un sentido
de trabajo de equipo. Debe estar pronto para enterarse de toda labor acer-
tada y reconocerla. Debe poseer la valentía necesaria para insistir en la lealtad
a un objetivo común, aunque para ello haya de recurrir a la necesaria ac-
tuación disciplinaria.
4. Debe estar constantemente alerta a fin de aprovechar las ocasiones
propicias para lograr la más eficaz ejecución de los servicios departamen-
tales. Aquí especialmente hay muchas técnicas disponibles que puedan ayu-
darle para responder a muy diversas cuestiones. ¿Cuán detalladas y cuán
adecuadas son las preparaciones previas para la actuación administrativa?
¿Qué labor ha dejado de ser de interés vital o siquiera útil? ¿Pueden redu-
cirse los servicios domésticos o realizarse a menos coste? ¿Qué cambios se
experimentarían en la organización si cada cual contribuyera a un cumpli-
miento más satisfactorio o eficaz de los servidos? ¿Qué métodos de trabajo
podrían simplificarse o mejorarse? ¿Qué información hace falta y es utili-
zada acerca de la eficiencia de los métodos de trabajo? Evidentemente,
ningún administrador puede llevar personalmente al cabo la tarea de hallar
las respuestas de éstas y a otras preguntas parecidas. No es labor propia del jefe
de departamento sumergirse en un mar de detalles en cuanto a la admi-
nistración. Pero el jefe de departamento debe insistir en que se formulen y
se contesten tales preguntas.
El jefe de departamento cuenta con colaboradores que le ayuden en el
desempeño de su propio papel de jefe y subordinados que se ocupen de los
detalles de operación. Pero sólo él mismo puede ejercer la constante influen-
cia personal que establece la diferencia entre la ejecución ordinaria y la
extraordinaria de los servicios del gobierno.
administración departamental 415
PAUL H. APPLEBY
Hay algunas otras zonas en que puede ser necesaria cierta restricción
legal a las facultades presidenciales, obligándose al presidente a ejercer una
más general, más en reserva, más de "última instancia" facultad de mando,
un mando menos inmediato y directo. A mi juicio, tales zonas son mucho
más reducidas de lo que generalmente se cree, y las restricciones a las fa-
cultades del presidente deberían ser menos severas de lo que generalmente
son. Las zonas en cuestión incluyen las del "derecho administrativo", cuyo
proceso regulador incluye funciones cuasijudiciales. Esas zonas especiales
deben distinguirse en cierto modo de zonas de otros tipos de programas de
actuación, pero creo que aún con respecto a ellas ha existido la tendencia a
restringir demasiado las facultades presidenciales. La "posibilidad de defi-
nitivo mando" adquiere aquí un muy importante significado. Pero tanto aquí
como en otras zonas en que hay menos justificación, ha existido la tendencia
de privar al presidente y a sus ejecutivos responsables de incluso un real
mando definitivo. Son esas las zonas en que el lema es "sepárese la adminis-
tración de la política'. En tales casos se manifiesta el esfuerzo inconsciente
de mantener la administración separada de la democracia. En algunos de esos
casos obligarían las leyes a la administración a continuar durante largo tiempo
de acuerdo con las .ídeas del grupo mayoritario que patrocinó la aproba-
ción de tales leyes. En otros casos concretos el esfuerzo se encamina a separar
del pueblo el mando político y dejarlo en manos de un determinado grupo
de expertos tales como abogados, hombres de ciencia, militares, etc.
Con o sin bases en las leyes, los subadmínistradores buscan y fornt!llltan
la autonomía administrativa. Esta tendencia es peligrosamente efectiva prin-
cipalmente al estar apoyada por prácticas que permiten que intereses par-
ticulares dominen considerablemente los negociados u oficinas y los programas
que les han sido encomendados. La debida influencia y definitivo mando
de todo el pueblo quedan violadas por tal administraci6n autónoma. Re-
sultan difíciles e intrincados la coordinación, la integración e importantes
medios gracias a los cuales todos los programas de gobierno quedan some-
tidos a la fiscalización de toda la nación. Don Price ha declarado acerca de
esto: "El verdadero problema de representación y responsabilidad no se plan-
tea entre el jefe del poder ejecutivo y la legislatura, sino entre éstos, por un
lado, y, los departamentos, los negociados y las comisiones legislativas. por
otro, que tratan de ir por sus propios respectivos caminos.-
El tema relativo a la organización alrededor de un jefe de departamento
debe estudiarse antes que todo con motivo de la relación entre un jefe de
departamento y los negocios centrales que tienen por objeto asegurar- un
gobierno representativo y responsable, dando efectividad a la demoa-acia.
La autonomía de las oficinas es una negación de la democracia, y la depar-
tamental es una negación todavía más completa.
son los miembros del gabinete, pero no tengo seguridad acerca de cuánto
nosotros -o ellos- reflejamos en el cuadro. El miembro del gabinete que
consciente y sistemáticamente organiza su departamento de manera que tanto
positiva como imaginativamente contribuya a la función presidencial de in-
tegración gubernamental, todavía ha de aparecer en la escena. La actuación
habitual se inclina tan marcadamente en otra dirección, que uno de los más
profundos observadores de nuestro gobierno se sintió inducido a declarar
con toda seriedad que los miembros del gabinete son característicamente
'10s peores enemigos del presidente".
Ciertamente, entre ellos mismos, y en sus respectivas relaciones con el
presidente, los miembros del gabinete muestran más espíritu de competencia
que de colaboración. Son los defensores de especiales intereses particulares, en
competencia, de grupos especializados funcionalmente. Son competidores con
respecto a las cantidades aprobadas por el congreso, a la autoridad y al
prestigio. Tratando de simplificar y hacer manejables sus cargos, resienten
y resisten los esfuerzos encaminados en pro de la integración gubernamental.
Tranquilamente, incluso planteando sus diferencias con el presidente ante las
comisiones del Congreso, pueden en cualquier momento obstruir los propó-
sitos de aquél. (Si hace falta un ejemplo, recuérdese la historia de los es-
fuerzospor la reorganízacíón.) La estructura de las comisiones del Congreso
refleja intereses especiales en gran parte del mismo modo que los reflejan
los departamentos ejecutivos. En la altura como en la rama ejecutiva lo que
hace falta es traducir la política especial en una mejor política general; los
tratos recíprocos entre el personal de los negociados y los departamentos
con las comisiones del Congreso impiden esta traducción. Los jefes de de-
partamento, entonces, proporcionan al presidente muchas más dificultades
de las que le evitan. Probablemente esto último ocurriría en la mejor de las
circunstancias, pero nadie puede dudar que el gobierno saldría beneficiado
de un mayor esfuerzo realizado por los jefes de departamento o bajo sus
órdenes que actuase imaginativamente en pro de un mejor cumplimiento de
las necesidades presidenciales, que abarcan todo el gobierno.
No me estoy refiriendo a ningún determinado gabinete, desde luego, y
no trato de estudiar la cuestión en forma extravagante. Quisiera simplemente
indicar que la debida organización alrededor de un jefe de departamento
necesita apuntar hacia arriba, hacia el presidente y, alrededor, hacia el
resto del gobierno, y no hacia abajo, en interés de las órdenes y regulaciones
propias del secretario. Desde luego, la corriente hacia abajo de la autoridad
asume un nuevo significado si la adecuada integración de un departamento
se estima como un preliminar para la mejor unificación del gobierno. Es
frecuente que los peores pecados de competencia entre departamentos se
cometan sin la participación o el conocimiento de los jefes de departamento.
Por lo que respecta a ellos son esos pecados de omisión; la comisión es imputa-
ble a los negociados u oficinas.
Los problemas de integración tanto en lo político como en lo administra-
tivo hacen vacílar hoy más que nunca debido a la enormemente mayor com-
plejidad de nuestra sociedad. El entrelazamiento de intereses por parte de
diversos departamentos gubernamentales es comparable al creciente entre-
tejimiento, permítasenos decirlo, de la física y la química. Pero el más
administración departamental 419
11
habria de ser mucho menos. Los dos departamentos militares de nuestro go-
bierno han tenido una gran participación en el desenvolvimiento de la idea
de la plana mayor o Estado mayor, pero a mí me parece que en los últimos
años han violado muchos principios básicos de la organización y la adminis-
tración. Ninguno de esos departamentos ha establecido el debido equilibrio
en la organización departamental y, en ambos, se han combinado de tal
modo el Estado mayor y las operaciones, que han reducido al mínimo las fun-
ciones propias del secretario. Esta última situación constituye una victoria
del técnico, d-l especialista, sobre el generalísta, y yo creo que da por re-
sultado una T :l1ítica menos verdaderamente pública. La plana o Estado mayor
no debe u.c- rpar el papel de los jefes de operación. La plana mayor y el se-
cretario ji' itos deben ser un todo superior, mayor, diferente a la suma de
los jefes de operación. El presidente o jefe de la plana mayor debe ser menos
que el conjllO') de ésta y, desde luego, menos que el secretario.
Podría r .gerir dogmáticamente otras cuantas ideas como normas conve-
nientes; la plana mayor debería tener un carácter colegiado en que la prin-
cipal discip.il'la habría de consistir en el intercambio recíproco de referencias.
La print:ipal responsabilidad del jefe o presidente de la plana mayor debería
consistir en hacer cumplir ese intercambio recíproco de referencias y pro-
curar obtener del mismo la mayor síntesis posible. Ninguna plana mayor
debería tener una función o un campo coextensivo del de un solo negociado;
lo prefedble sería que la función y el campo de cada principal plana mayor
auxiliar abarcase todo el departamento como una contribución al proceso
de traducir el material resultante de su actuación a términos secretariales.
No debería permitirse que ninguna organización de plana mayor tuviese una
posición operante si ello supusiese competencia con una agencia encargada
de operar. La función normal de la plana mayor no debería implicar la re-
visi6n de la opini6n de los negociados en los mismos términos en que ésta
se hubiere formado, sino la revisión y la anticipación en términos que estu-
viesen por encima del campo de la competencia especial del negociado.
El entrar en más detalles acerca de las funciones relativas a la plana
mayor iría más allá de los fines perseguidos en el presente escrito. Aquí
comienzan tan intrincados problemas relativos tanto a situaciones especiales
de un programa, como a la necesidad de un criterio flexible para hacer
frente a un cambio de condiciones, que sería indispensable un análisis muy
pormenorizado. Las clases de actividades por medio de las cuales realiza
un secretario su labor son sorprendentemente escasas: él se comunica con
la gente -ciudadanos individuales, representantes de grupos organizados,
miembros del Congreso, otros funcionarios nacionales, funcionarios estatales
y locales, jefes de partido, sUS propios funcionarios ejecutivos; firma cartas,
6rdenes, documentos; hace .declaraeíones, pronuncia discursos, testifica ante
comisiones del Congreso; examina la prensa y lee los periódicos, obtiene
noticias e informes de la opinión, lee memorandos, informes y recomen-
daciones. La organizaci6n de plana mayor ha de tener en cuenta todo eso,
porque aquí es donde puede producirse la confusión o la integración. Esas
cosas representan toda la política y la administración departamental en tér-
minos secretariaIes, y reclaman la atención de la plana mayor: la selección
y utilización del personal; la admínístracíón, y dirección presupuestaria y
administración departamental 425
Experimemosenelawmbrado
Las investigaciones de la Western Electric se iniciaron hace cosa de dieci-
séis años, en la fábrica Hawthorne, con una serie de experimentos sobre
el alumbrado. La finalidad era descubrir la relación entre la calidad y can-
tidad del alumbrado y la eficiencia de los trabajadores industriales. Estos
estudios duraron dieciséis años, y no voy a describirlos pormenorizadamente.
Bastará con indicar que los resultados fueron completamente distintos de lo
que . se había esperado.
En un experimento se dividieron los trabajadores en dos grupos. Un gru-
po, denominado "grupo de prueba", había de trabajar bajo diferentes inten-
sidades de iluminación. El otro, denominado "grupo de comprobación", ha-
bía de trabajar bajo una intensidad de iluminación todo lo constantemente
igual posible. Durante el primer experimento, el grupo de prueba fue so-
metido a tres diferentes intensidades de iluminación de magnitud creciente,
24, 46 Y 70 bujías-píe." ¿Cuáles fueron los resultados de este primer ex-
perimento? La producción aumentó en ambos departamentos, en el grupo
de prueba y en el grupo de comprobación, y el aumento de producción fue
aproximadamente de la misma magnitud en ambos casos.
En otro experimento, la luz a la que trabajaba el grupo de prueba se
fue disminuyendo de 10 a 3 bujías-pie, al paso que el grupo de comprobación
trabajaba, como antes, bajo un nivel constante en la intensidad de ilumina-
ción. En este caso, el grado de producción en el grupo de prueba aumentó
en lugar de disminuir. Esto mismo ocurrió en el grupo de comprobación.
Todavía en otro experimento, se hizo creer a los trabajadores que la ilu-
minación iba siendo aumentada, aunque, en realidad, no se operó cambio al-
guno en su intensidad. Los obreros comentaron favorablemente el mejora-
miento en la condición del alumbrado, pero no hubo cambio apreciable en
la producción. En otra ocasión se hizo creer a los trabajadores que iba siendo
reducida la intensidad de la iluminación, aunque de nuevo, en realidad, no
hubiera cambio alguno. Los obreros se lamentaron algo de que hubiera me-
nos luz, pero otra vez no hubo cambio apreciable en la producción.
y finalmente, en otro experimento, se redujo la intensidad de iluminación
del mundo acerca de un pequeño grupo de trabajadores por tan largo periodo.
Pero ¿qué hubo en cuanto a resultados? Pueden determinarse muy bre-
vemente. Cuando se ha dicho y hecho todo cuanto se podía, tales resultados
llegan aproximadamente a esto: Un hábil estadístico pasó varios años tratand i
de relacionar las variaciones en la producción con las circunstancias físicas de
aquellas cinco operarias. Por ejemplo, relacionó las horas que cada 1 iu-
chacha había pasado en la cama la noche antes con la producción del a: 1
siguiente. Debido a que algunas personas dicen que el efecto de acostarse
tarde una noche no se siente al día siguiente sino dos días después, rela-
cionó las variaciones en la producción con la que habían obtenido el resto
de las operadoras dos noches antes. Menciono esto solamente para hacer
resaltar el hecho de que no olvidó trucos conocidos y que realizó un trabajo
minucioso y concienzudo, en el que invirtió muchos años. El intento de re-
lacionar los cambios en las circunstancias físicas con las variaciones en la
producción no dio por resultado una sola correlación de suficiente signifi-
cación estadística que pudiera ser reconocida por ningún estadístico com-
petente como dotada de significado alguno.
Ahora, desde luego, sería engañoso decir que este resultado negativo fuese
la única conclusión a que se llegara. Hubo conclusiones positivas, y no tomó
a los experimentadores más de dos años descubrir que habían equivocado
el camino. J)espués de dos años de labor, ocurrieron ciertas cosas que les
>'t1t()reroñ "abrir los ojos y recapacitar. Diferentes condiciones experimenta-
les de trabajo en la índole de los cambios, en el número y duración de
las pausas de descanso y diferencias en la duración de la jornada diaria y
semanal se habían introducido en aquella asamblea de relevo de la estan-
cia de prueba. Por ejemplo, los investigadores introdujeron primero dos des-
cansos de cinco minutos, uno por la mañana y otro por la tarde. Después
aumentaron la duración de esos descansos. Durante un periodo experimental.
sirvieron a las operadoras un refrigerio especialmente preparado durante el
descanso. En periodos posteriores, disminuyeron la duración de la jornada de
trabajo en media hora y después en una hora. Durante algún tiempo dieron
libre la mañana del sábado a las operadoras. En junto, fueron introducidos
trece periodos así de diferentes condiciones en los primeros dos años.
Durante el primer año y medio del experimento, todo el mundo estaba
feliz, tanto los investigadores como las operarias. Los investigadores estaban
felices porque al mejorar las condiciones de trabajo aumentó rápidamente el
cupo de la producción. Esto parecía ser una sólida prueba en favor de su
hipótesis preconcebida de que la fatiga era el principal factor en la limita-
ción de la producción. Las operarias estaban felices porque estaban siendo
mejoradas sus condiciones de trabajo, ganaban más dinero y eran objeto de
considerable atención por parte de la administración. Pero entonces un in-
vestigador -uno de aquellos tipos obstinados- sugirió que se restableciesen
las condiciones de trabajo primitivas, es decir, que se volviese a una jornada
de cuarenta y ocho horas íntegras a la semana sin descansos, refrigerios y
todo lo demás. Esto fue en el periodo XII. Entonces, cuando todo iba mar-
chando tal como teóricamente debía marchar, se agrió aquella situación bien-
hadada. Pero la producción, en lugar de sufrir la baja que se esperaba, man-
tuvo su alto nivel.
o dirección 41n
Una vez más se vieron obligados los investigadores a recordar que las
s~tuaciones humanas resulta que son complejas. En toda situación humana,
SIempre que se introduce un simple cambio -un rato de descanso, por ejem-
plo- pueden también producirse otros cambios no provocados e imprevistos.
Lo que aquí estoy diciendo es muy sencillo. Si se hacen experimentos con
una piedra, la piedra no sabe que se está experimentando con ella, lo cual
facilita la tarea de quienes hacen experimentos con piedras. Pero si es un ser
humano el que está siendo objeto de experimentos, es lógico que se dé cuenta
de ello. Por lo tanto, sus actitudes hacia el experimento y hacia los experi-
mentadores han de ser un factor muy importante en la determinación de
sus respuestas a la situación.
Pues eso es lo que ocurrió en la asamblea de relevo de la estancia de
prueba. Para los investigadores era esencial que los trabajadores prestasen
su plan y sincera cooperación al experimento. No pidieron a las operarias
que trabajasen más o mejor, dependiendo de la actitud de éstas hacia las
condiciones que se les imponían. Querían que trabajasen según su sentir,
de suerte que ellos pudiesen estar seguros de que eran las diferentes condi-
ciones físicas de trabajo las únicas responsables de las variaciones en la pro-
ducción. Para cada uno de sus cambios experimentales necesitaban sujetos
pasivos cuyas respuestas no estuviesen influidas por los llamados "factores
psicológicos".
A fin de lograr esto, los investigadores hicieron cuanto pudieron porob-
tener la completa cooperación de sus sujetos pasivos, con el resultado de que
se alteraron casi todas las prácticas generales del taller. Se consultó a las
operarias acerca de los cambios que se habían introducido y, desde luego,
se abandonaron diversos planes porque tropezaban con la desaprobación de
las muchachas. Se les interrogó amablemente acerca de sus reacciones a las
condiciones impuestas, y muchas de esas conferencias se celebraron en la
oficina del superintendente. Se permitió a las muchachas que hablasen
durante el trabajo; se suprimió su "espantajo"; su salud física y su bienestar
pasaron a ser asuntos de gran interés; se exploraron cuidadosamente sus opi-
niones; esperanzas y temores. Lo que ocurrió fue que en el mismo proceso
de establecer las condiciones para la prueba -un supuesto experimento "com-
probado"- los experimentadores habían alterado completamente las condi-
ciones sociales del local. Se había introducido inadvertidamente un cambio
que era mucho más importante que las innovaciones experimentales planea-
das: se había revolucionado la inspección habitual en el local; esto influyó
en las mejores actitudes de las muchachas y en su mejorada porción de
producción.
mentes humanos para obtenerlos. Aquel año nacio una idea nueva. Los ex-
perimentadores percibieron oscuramente un nuevo método de regulación
humana. Aquel año se pasó el Rubicón, desde donde ya no se podría volver
a los "buenos viejos días". Ni se les ocurrió a los experimentadores volver a
ellos, pues entraron en un mundo tan interesante, atractivo y lleno de promesas,
que hizo que los "buenos viejos días" pareciesen balbuceos y juegos de niños.
Cuando aquellos experimentadores decidieron entrar en el mundo del
"significado", con muy pocos instrumentos, pero con un muy fuerte sentido
de curiosidad y deseo de aprender, les acaecieron muchas interesantes aven-
turas. Se haría el cuento largo contándolas todas o aun una pequeña parte
de ellas. Cometieron muchos errores, pero no les asustaba aprender.
Al principio les costó dificultad atenerse a prestar plena y total atención
a lo que una persona tuviera que decirles sin interrumpirla antes de que hu-
biese terminado. Les resultó difícil aprender a no dar consejos, a no formu-
lar o suponer juicios morales acerca de Quien les hablase, a no discutir, a
no ser demasiado listos, a no dominar en la conversación, a no hacer pre-
guntas tendenciosas. Les resultó difícil hacer hablar a las personas sobre
materias que fueran importantes para ellas y no para el entrevistador. Pero
lo más importante de todo es que hallaron difícil enterarse de que quizá la
cosa más significativa para una persona no fuera algo propio de su inmediata
situación en el trabajo.
Pero, poco a poco, fueron aprendiendo todas esas cosas. Aprendieron que,
más pronto o más tarde, una persona tiende a hablar de lo que ocupa prin-
cipalmente su mente a un oyente simpático y hábil, Y se hicieron más aptos
para interpretar lo que una persona está diciendo o tratando de decir. Desde
I luego, amparaban las confidencias Que se les hacían, y garantizaban que nada
de lo Que un empleado dijese sería utilizado contra él. Poco a poco apren-
dieron a forjar un sencillo instrumento humano -imperfecto, ciertamente-
l
para obtener la clase de datos que necesitaban. Dieron a este método el
nombre de "entrevistar". No me atrevería a decir el número de horas de la-
i bor por hombre que se invirtieron para forjar este instrumento. A los estudios
-ealizados con su empleo siguió un cambio gradual del concepto que se
tenía del obrero y de su comportamiento.
aplica a cosas que son importantes para las personas, y e) proyectan una
nueva luz sobre la condición previa para una efectiva colaboración. Con
demasiada frecuencia pensamos en la colaboración como algo a que se pueda
obligar lógica o jurídicamente. Los estudios de la Westem Electríc demues-
tran que esto es materia mucho más propia del modo de sentir que de la
lógica. Los trabajadores no son individuos aislados, sin relaciones; son ani-
males sociales y deben ser tratados como tales.
Esta afirmación -la de que el trabajador es un animal social y debe ser
tratado como tal- es sencilla, pero la sistemática y consistente aplicación
de este criterio en la práctica no lo es. Si se aplicase sistemáticamente en
la práctica, revolucionaría el trabajo personal de hoy en día. Nuestro pro-
greso técnico en los últimos cien años ha sido enorme. Nuestros métodos
para manejar a la gente son todavía arcaicos. Si ha de sobrevivir esta civi-
lización, habremos de adquirir una nueva comprensión de las motivaciones
y la conducta humana en las organizaciones de negocios; una comprensión
que pueda aplicarse a la práctica con sencillez pero con eficacia. Las inves-
tigaciones de la Westem Electric han aportado un primer paso en esta
dirección.
•
El autor del. trabajo seleccionado a continuación, T. N. Whi-
tehead, es también profesor de la Universidad de Harvard, com-
pañero de F. J. Roethlisberger. Whitehead, lo mismo que Roeth-
lisberger, ha sido influido por Elton Mayo, y su modo de pensar
es parecido. Este trabajo es un capítulo de un libro en que tam-
bién se hace referencia a los estudios de Hawthome.
Como antecedente del ensayo del profesor Whitehead puede
recordarse el trabajo del profesor Latham (en la parte 2) en que
éste satiriza las teorías de organización a base del "jefe-dios", las
más ingenuas ideas de algunos anteriores teorizantes sobre orga-
nización, según las cuales las organizaciones y los miembros que
las integran pueden ser manejados a voluntad por quienes osten-
tan la autoridad formal. En los últimos años se han combinado
cierto número de factores para infiltrar, en las personas que se
dedican al estudio de la administración, un sentido de la gran
complejidad de las organizaciones formales en gran escala de la
sociedad moderna y un profundo sentido de las dificultades a que
ha de hacer frente un gerente o administrador. Uno de esos fac-
tores lo constituyen los estudios de Hawthome y las muchas ideas
y los posteriores estudios que ha provocado. Otro factor es el
impacto de la psicología en los estudios administrativos. Desde
que la moderna psicología ha hecho hincapié en los aspectos no
racionales e irracionales de la naturaleza humana, están siendo
construidas y acomodadas a esas normas las teorías sobre orga-
nizaci6n y dirección administrativa. Otro factor es el impacto de
o dirección 459
l~s conceptos y datos antropológicos y sociológicos, que han aña-
dído nuevos colores y dimensiones al mundo administrativo.
Esos tres factores -los estudios de Hawthome, los conceptos
psicológicos y los conceptos antropológicos y sociológicos- pue-
den verse entrelazados en el ensayo de Whitehead. No aprecia-
mos nosotros, según él indica, que las organizaciones, lo mismo que
los individuos, tienen una gran zona "subconsciente" en que la co-
municación resulta difícil, los motivos son oscuros y -de acuerdo
con ideas tradicionalmente aceptadas- no racionales. Es eviden-
te, por ejemplo, que el racionalismo de la teoría económica clásica,
con su "hombre económico" sagazmente calculado nos induce a
esperar un racionalismo en la conducta de las organizaciones, ente
cuya falsedad se ha demostrado. Nos hemos enterado también de
que no sólo hay "sociedades" y "clases" dentro de una organización,
sino también que las organizaciones existen dentro de sociedades
y culturas, que deben estudiarse y construirse siempre dentro del
medio que las rodea. En una expresiva metáfora: una organización
es un iceberg o montaña de hielo, de la que solamente es visible
sobre la superficie una octava parte de su volumen.
Uno de los resultados de esas nuevas corrientes de ideas ha
sido un enfoque de la atención hacia la jefatura o dirección. Si los
obstáculos para la coordinación de esfuerzos son grandes, si la
inercia de la institución es tan grande que la disposición de una
orden por un administrador o funcionario ejecutivo es, en el mejor
de los casos, nada más que el comienzo de esfuerzo coordinado
para lograr los objetivos oficiales de la organización, entonces el ad-
ministrador o funcionario ejecutivo debe ser un "jefe" un "dirigen-
te". Es decir, su capacidad no ha de estar limitada a dar órdenes
sino que ha de comprender la influencia sobre la conducta de los
miembros de la organización. Las condiciones bajo las cuales y
los medios por los que puede lograrse esto han sido recientemente
temas de intenso estudio. Un resultado de este interés, por ejemplo,
ha sido la adición de la zona de "comunicación" al estudio admi-
nistrativo.
El siguiente ensayo es un conciso y a la vez sugestivo estudio
de algunos de los temas que se comprenden en los corrientes es-
tudios del aspecto de la jefatura. En él aplica el autor su atención
a la organización privada. Se pregunta: ¿Qué cambios, si es que
precisan, serían necesarios para que estas generalizaciones resultasen
ciertas y aprovechables para la administración pública?
Moral y jefatura
do advertir que las habilidades en el día de hoy son no poco del tipo más
primitivo. Pero, la explícita habilidad lógica no será el resultado de otra cosa
que de esporádicas explosiones de cambios, que surgen directamente de una
apreciación de los procedimientos corrientes. El paso final que ha logrado ya
dar la humanidad es el de organizar deliberadamente el pensamiento lógico
de un modo tal que conduzca a una corriente de mejoras. Hablando en sen-
tido lato, lo que se ha logrado es una orientación del proceso pensante hacia
una continua evolución de cada vez mejores procedimientos técnicos.
Ya se ha observado anteriormente, como un rasgo excepcional, que el di-
rigente sencillo, a pesar de su intensa fidelidad emocional a las técnicas tra-
dicionales, no manifiesta un particular disgusto al abandonar una técnica vieja
por una mejor que él comprenda como un hecho familiar. En cuanto el pensa-
miento adopta la forma de procurar captar las relaciones de causa a efecto
de términos o cosas aceptados, es decir, en cuanto es lógico como pensamien-
to, el proceso no suscita ningún particular sentimiento. La resistencia emo-
cional aparece cuando se pide que se reconozca que algún acto o cosa es
incompatible con un sentimiento ya existente. Pero parece que los modestos
adelantos técnicos introducidos por un jefe aceptado, basados en procesos
lógicos, (no necesariamente del todo explícitos), no afectan a una suficiente
porción de prácticas aceptadas para causar resentimiento.
El resentimiento y la resistencia emocional son generalmente los guar-
dianes de esas actitudes y conductas que no pueden investigarse por proce-
dimientos lógicos, dado el desarrollo mental de los individuos en cuestión.
Los sencillos detalles de las tareas del obrero son materia acerca de la cual los
hombres dirigentes de todas las épocas han podido reflexionar, y por esta
razón han podido establecer comparaciones entre posibilidades alternativas
sin violar lo sancionado socialmente. Esto desde luego no significa que tales
hombres consideren que la reflexión por sí sola sea una virtud; es cierto que
desde los más remotos tiempos ha habido personas que hayan demostrado
poseer ese don, pero como fenómeno general, la aceptación gustosa de es-
porádicos avances técnicos como resultado de una demanda de desarrollo
sistemático es cosa de relativamente reciente historia.
El pensamiento socialmente orientado en sociedades o grupos sencillos
depende de la absoluta "realidad" del veredicto social. Esto es malo, esto es
bueno, indudablemente son tomados en consideración. No obstante, el pen-
samiento lógico lleva consigo, o hace probable, una comparación de esto con
esto. Simultáneamente se toman en consideración, como posibilidades, dos
o más conceptos o procedimientos. Nada se tiene por absolutamente bueno o
malo a priori, sino que se examinan con sentido crítico los relativos méritos
de las dos cosas.
Tales actividades mentales debilitan inevitablemente la fuerza de la san-
ción social, al menos con respecto a aquellas materias hacia las cuales se adop-
ta habitualmente esta actitud. Esas materias liberadas primera y principal-
mente de la fiscalización social del modo indicado fueron los procedimientos
técnicos; hasta muy recientemente no se sujetaron en forma habitual al mismo
proceso los hábitos y las actitudes sociales, y aun ahora ello es posible única-
mente en un grado mucho menor de lo que algunas veces se supone.
Moral y jefatura
449
451} Planeamiento
Planeamiento gubernamental o
•
H. S. Person, autor del trabajo seleccionado a continuación, se
ha presentado a sí mismo como "Consultor en economía y dirección
de negocios", pero también ha contribuido con notables aportacio-
nes a la literatura a que dio vida el movimiento de Dirección Ad-
ministrativa Científica, habiendo logrado también grandes éxitos
en la práctica. Al igual que otros de los más eminentes'directores
administrativos científicos, su interés en la administración pública
y su contribución a la misma ha sido muy grande.
En este ensayo, Person examina el tema de la investigación y
el planeamiento más de cerca y desde una perspectiva distinta.
Henry Bunbury escribió como un administrador público, contem-
plando las tendencias del planeamiento y el mecanismo del pla-
neamiento nacional en términos de comparación. Person escribe
Planeamiento 455
acerca del planeamiento como una "función de la administración y
la ~irección administrativa". Escribe desde "dentro", como un pro-
fesíonal, y sobre aspectos más técnicos del planeamiento.
Pero esto, por cierto que sea, induce en cierto modo a error.
P~rque lo importa~te para el criterio que Person tiene del planea-
míento, como podra verse, es que se trata de un aspecto de la buena
administración y dirección que penetra en todo; que es a un tiempo
un proceso y una cualidad equivalente en junto a una "dirección
inteligente" de la empresa colectiva; no una actividad que pueda
emprenderse y aplicarse como una pieza especial de un equipo, y
no forzosamente identificada con los especialmente denominados
órganos de planeamiento.
Se pregunta: ¿Puede aplicarse el análisis que Person hace de
la función de planeamiento lo mismo al gobierno que a la empresa
privada? ¿He tratado en debida forma el problema de cómo debe-
ría organizarse y regularse la función del planeamiento en el sis-
tema de gobierno norteamericano? ¿y la cuestión de quién planea
a los planeadores?
cion, por ejemplo, el sentido que aquí le hemos dado; en otros se emplea
para designar las funciones de un empleado jefe.
También en el gobierno se agrava la confusión debido a factores tales
como los siguientes: una constitución con su división de responsabilidades
y autoridades, con sus comprobaciones y cotejos; resoluciones judiciales, y
costumbres que han arraigado en las relaciones entre las partes flexibles de
un gobierno organizado. Pero si se piensa en el gobierno como la organización
de un pueblo para la dirección de los negocios o asuntos públicos, y se pien-
sa teniendo en mente las funciones, las tres básicas de dirección, administra-
ción y gerencia se destacan con toda claridad. Nosotros pensaríamos y pla-
nearíamos en términos de funciones lógicas, pero al ejecutar nuestros planes
hemos de traducir nuestro lenguaje científico al lenguaje de aquellos en
quienes hemos de confiar su ejecución, y nos vemos obligados incluso a mo-
dificar nuestros planes para hacer frente a hábitos establecidos y proseguidos
con obstinación.
Planeamiento y ejecución
Eficiencia y responsabilidad
18
Indole y medición de la eficiencia
El criterio de eficiencia •
HERBERT A. SIMON
Pero por otra parte, los valores que los servicios públicos tratan de rea-
lizar pueden apenas expresarse en términos concretos. Finalidades tales como
un departamento de recreos -para "beneficiar la salud", "proporcionar di-
versión", "desarrollar buenos ciudadanos"- pueden declararse en términos
tangibles y objetivos antes de que puedan observarse y medirse sus resul-
tados. Aquí se plantea un serio dilema. Los valores hacia los cuales deben
estar dirijidos dichos servicios no proporcionan criterios suficientemente con-
cretos para ser aplicados a específicos problemas de decisión. No obstante,
si se emplean como criterio los índices de valores en lugar de los valores
mismos, es fácil Que se sacrifiquen los "fines" por medios más tangibles: la
sustancia por la forma.
Una nueva dificultad surge por la falta de un común denominador de
valores. Una actividad puede realizar dos o más valores, como ocurre en el
caso del departamento de recreos mencionado más arriba. ¿Cuál es la impor-
tancia relativa de los diversos valores que orientan las actividades del depar-
tamento? El departamento de salubridad proporciona un ejemplo del mismo
problema. ¿Redistribuirá el año próximo este departamento sus fondos para
reducir la mortalidad infantil o para aumentar los medios de la clínica para en-
fermedades venéreas? La observación de resultados, medidos en términos del
índice de valores, puede simplemente indicar la extensión hasta la que son
logrados diversos objetivos según se siga uno u otro curso de acción. A menos
que ambas actividades estén dirigidas hacia exactamente el mismo valor, la
medición de resultados no puede indicar cuál sea el curso de acción prefe-
rible. El razonamiento sólo puede aplicarse a las decisiones administrativas
después de haberse fijado los pesos relativos de los valores en discusión.
EL CUMPLIMIENTO ES CUESTIÓN DE GRADO. La delimitación de objetivos
no agota el elemento valor en una decisión administrativa. Es necesario
determinar, además, el grado hasta el cual haya de lograrse el objetivo. Una
ordenanza municipal puede delimitar la función del departamento de ex-
tinción de incendios como "la protección de la ciudad contra el peligro de
incendio". Pero esto no implica que la ciudad se proponga extender las
facilidades para la extinción de incendios hasta el punto de que se elimine
totalmente el peligro de incendio, lo cual sería una tarea evidentemente
imposible. Además, se incurre en una petición de principio al decir que el
departamento de extinción de incendios debe reducir las pérdidas "todo lo posi-
ble", pues la posibilidad de reducir las pérdidas depende de la cantidad de
dinero disponible para los servicios de protección y prevención contra in-
cendios.
Las cuestiones de valor no quedarán eliminadas del problema de pro-
tección contra incendios de aquella ciudad hasta que se haya determinado
que: a) el departamento de extinción de incendios debe tender a limitar las
pérdidas por incendios a X dólares por cabeza; b) el municipio deberá
aprobar una partida de Z dólares que, de acuerdo con la información dispo-
nible, permite que la finalidad e) se lleve a ejecución. Los valores están
implicados, pues, no sólo en la delimitación de objetivos, sino también en la
determinación del nivel de suficiencia de los servicios a que se refiere. La con-
secución de objetivos es siempre una cuestión de grado.
El proceso de "determinación de política", tal como se produce en nues-
476 Indole y medición
HARVEY PINNEY
•
El trabajo seleccionado a continuaci6n demuestra la corriente
tendencia observada en muchas personas dedicadas al estudio de
la administraci6n a hacer hincapié en la "relatividad" de la eficien-
cia, a insistir en que ha habido mucha generalizaci6n precipitada
e indemostrada acerca de la eficiencia, que es preciso someter a
nuevo examen. El autor, Paul Appleby, actualmente decano de
la Escuela Maxwell de Asuntos Públicos y de Ciudadanía, ha sido
ya anteriormente presentado en este libro.
Gran parte del ensayo trata de la eficiencia relativa de empre-
sas privadas y públicas, y desarrolla la tesis de que "no hay diferen-
cia absoluta, universal e intrínseca" en grado de eficiencia entre
unas y otras que más bien no son entidades totalmente compara-
bles. Completamente aparte de la verdad o falsedad de la tesis,
resulta importante que esta actitud sea actualmente asumida por
distinguidos especialistas en admínístracíón, tanto en administra-
ción privada como pública. Pues una de las más salientes carac-
teristicas de las corrientes sobre administración pública hace una
generación era la ardiente convicción de que la empresa de nego-
cios privada es más eficiente que el gobierno y que la eficiencia
de este último podría aumentarse con la adopción de formas de
organización, métodos y procedimientos que han tenido éxito en
las empresas de negocios. El decano Appleby ha destacado entre
quienes insisten en que el gobierno ha de medirse no por normas
tipo de beneficio monetario o eficiencia mecánica, sino de acuerdo
con su capacidad para hacer frente a pruebas "políticas" de obe-
diencia y aceptaci6n por el pueblo.
Se pregunta: ¿Es éste un punto de vista correcto? ¿Es cierta
la proposici6n que afirma que "no hay prueba objetiva para la
amplia eficiencia a no ser la supervivencia?
de la eficiencia 489
Evaluación de la eficiencia
La mercancía de moda no es apropiada para la producción en serie. Las
tiendas o almacenes pequeños pueden entrar en acción y abastecer un mer-
cado de tales mercancías antes de que llegue a quedar organizada una
empresa grande. Es bien claro que un artículo que depende principalmente
de ciertos hábiles artesanos manuales pueda producirse con más eficiencia
en un taller reducido. No son esas las únicas ventajas que acompañan a lo
reducido en volumen. El propietario de una imprenta que hace operaciones
por un mill6n de d61ares, me decía a mí en una ocasi6n, que cualquier em-
pleo de impresor que cueste menos de cien d6lares le sale caro porque cuesta
otro tanto encontrar un empleo que funcione en su establecimiento. Pero lo
cierto es que hay centenares de talleres modestos en que se puede obtener
beneficio, incluso con empleos de cinco dólares.
Hace algunos años me explicaba a mí un industrial la diferencia de efi-
ciencia en dos instalaciones que él había manejado, fabricando ambas produc-
tos similares. Una de ellas había estado en producción solamente tres años,
estando empleadas en ella trescientas personas. La otra había estado operando
durante treinta años, con millares de empleados. Pero, a proporción de sus
respectivas funciones, ofrecían ambas una base para computar su relativa
eficiencia. Lo que él descubrió fue que la nueva fábrica no era ni con mucho
tan eficiente como la antigua era, según dijo, demasiado nueva para ser
La eficiencia es relativa
No existe una diferencia absoluta, universal e intrínseca ni entre la di-
rección administrativa pública y la privada ni entre la de una empresa de nego-
cios grande y otra pequeña que pueda servir como orientación segura para
determinar, sobre tal base, si una determinada función debe estar confiada
al gobierno. Pero hay otros objetivos y consideraciones de acuerdo con los
cuales deba el pueblo asignar al gobierno talo cual determinada función,
por ser más o menos deseable que confiarla a la administración privada.
Estos otros objetivos y consideraciones varían con los tiempos y es seguro
que cambiarán en el futuro del mismo modo que cambiaron en el pasado.
Estas cosas son los factores vitalmente importantes, que cuentan más en la
balanza de la democracia que la relativa eficiencia del gobierno -aunque
ésta sea también importante- en el desempeño de una función que podría
haberse confiado a manos privadas.
Aun cuando hubiera de creerse que el gobierno es mús eficiente que
otras formas de empresa, hay otros valores distintos del valor de la eficiencia
y que hemos de tener en cuenta. Puede que nuestros descendientes abracen
de la eficiencia
La dinámica de la competencia
La principal ventaja comúnmente atribuida a la empresa privada es la
del dinamismo. La "iniciativa individual" y la "libre competencia" son lemas
populares, que hemos creído que han sido el principio de nuestro rápido
progreso. Pero con respecto a esos factores influye más en nosotros el senti-
miento que el frío análisis y la medición objetiva. Tomemos, por ejemplo,
el cargo comúnmente formulado de que tenemos una "economía de derroche";
este derroche ha sido blandamente defendido, o justificado, como buena
economía, ya que, en definitiva, proporciona un beneficio general. Pero pa-
492 Indole y medición
rece que nadie ha tratado de formular un balance, una precisa estimación del
total coste de nuestros dispendios y la total compensación dinámica resultante.
Probablemente no tomaremos nunca una resolución sobre una base tal.
pero vale la pena que nos detengamos algo a examinar la cuestión. Antes de
la guerra, un amigo mío que está en el negocio del petróleo me dijo que si
un automovilista que fuera de Richmond a Los Angeles comprase una pinta
de gasolina en cada gasolinera que encontrara en el camino, tendría al llegar
a Los Angeles no sólo lleno el depósito, sino que podría llenar el depósito
de dos coches remolcados o trailers. Este no es más que un aspecto de la
cuestión populannente tratada en una serie de artículos del CoUiers Weekly,
"Demasiadas compras al menudeo". Este es un cuento viejo para cualquiera
que visite la ciudad en que vivió antes y observe los efectos de la mortalidad
entre las casas de negocios. La un tiempo familiar Calle Principal se ha
convertido en un lugar extraño, yeso a pesar de que no puede saber de otros
cambios entre sus visitas, que no dejaron rastro alguno.
A pesar de que todos oigamos hablar de "duplicación" en el gobierno,
yo he observado que éste no es más que un problema importante en la admi-
nistración pública que en cualquier otro campo. La burocracia es su propio
obstáculo contra la duplicación, yen gran parte por la misma razón el hombre
de negocios querría, si pudiese, acabar con la competencia. La duplicación
existe en casi todos los campos no gubernamentales, y aunque exista la creencia
general de que esto es una bendición, no lo ve así el hombre de negocios
cuando va directamente contra ella y, al contrario, hace todo cuanto puede
por librarse de la "libre competencia" que tan sonoramente defiende durante
las campañas políticas.
Uno de nuestros periódicos de negocios nacionales solicitó hace dos o tres
años que el Departamento de Justicia suspendiese la ejecución de las le-
yes antitrust. El escritor no atacaba al Congreso pidiendo la derogación de las
leyes. ¡En cambio atacaba a Thunnan Arnold porque trataba de hacerlas
cumplir! Lo hizo consultando la creencia nacional en la libre competencia
e insistiendo en la inevitabilidad de empresa cada vez más voluminosas.
He aquí tres de sus párrafos:
"La vieja teoría de la competencia era la de que ésta reduciría los precios
hasta estar un poco por encima del coste de producción a fin de asegurar
un pequeño margen de beneficio neto y la continuidad del negocio. Actual-
mente, tal como nos ha enseñado la experiencia repetidamente, la desenfre-
nada competencia obliga a una baja de los precios hasta un nivel inferior
al coste de producción.
"En toda guerra de competencia de precios, que tantos políticos pa-
recen creer que habría de estimularse, el más bajo nivel de precio oscila
entre un 10 y un 20% por debajo del coste de producción. Esto significa
que una corporación con los mayores recursos no puede menos que vencer
al fin de cualquier lucha en competencia. Esto significa también que en una
guerra de precios, los competidores habrán de combatir, agotándose gra-
dualmente sus fuerzas hasta que, como los gallos de pelea, muera uno de
ellos o mueran ambos. Pero, al revés de los gallos, los industriales tienen ínte-
de la eficiencia 495
lígencía y juicio. Así que hacen lo posible por desviar la ley; al mismo tiempo
se unen como para evitar suicidios...
"Con la mejor intenci6n, trataron de resucitar y revitalizar esto por medio
de la promulgaci6n de leyes. Trataron de desviar una corriente económica
y acabar con las combinaciones por medios legales. Desde luego, fracasaron.
La ley natural se burló cínicamente de nuestro hombre poderoso y de nues-
tras leyes antitrust. Dentro de los últimos 50 años y desde la aprobación de
la ley Sherman, ha habido una verdadera hecatombe de unidades pequeñas.
A saltos y a empujones han ido surgiendo combinaciones de ellas y socieda-
des, hasta el punto que hoy constituye una excepci6n la llamada empresa
independiente. Oficialmente no hemos reconocido todavía la inmutabilidad
de la ley natural. La lucha contra ésta se ha sostenido a base de un enorme
derroche en gastos legales."
Anatomía de la eficiencia
El más consistente y más reflexivo argumento con respecto a la relativa
eficiencia del gobierno y de las empresas de negocios es el de que la com-
petencia, que cabe presumir presente en los negocios y ausente del gobierno,
494 Indole y medición
garantiza la eficiencia en los negocios y que, por tanto, la empresa privada
es más eficiente que la empresa pública. Pero puede preguntarse si la com-
petencia está realmente ausente de la administración gubernamental. Cada
una de los millares de partidas del presupuesto está en cerrada competencia
con las demás para su aprobación por el Congreso. Cada negociado, cada
programa, cada proyecto ha de luchar por la vida y por los fondos que ne-
cesita. Un jefe de sección se halla bajo una presión tremenda al preparar las
estimaciones justificativas de lo que solicita; ha de jugar a la baja, escatimar,
o reducir las estimaciones para proyectos que no tenga esperanza de justificar
plenamente en contraste con otras partidas procedentes de otras secciones.
Durante el año siguiente ha de estar continuamente vigilando y revisando
toda parte de su trabajo que pudiera hacer a su sección completamente vul-
nerable. El jefe de división atraviesa por el mismo proceso, para llegar al
fin del año con una solicitud de presupuesto que sepa que podrá defender
contra las solicitudes de otras divisiones en el negociado. El jefe de negociado
actúa de un modo análogo al manejar las solicitudes para todas sus divisio-
nes, aceptando las que crea posible justificar en la competencia departamental
con otros negociados. Y 10 mismo ocurre con el departamento. Presenta éste
al Negociado de Presupuestos únicamente lo que cree poder justificar en
competencia con los otros departamentos. El Negociado de Presupuestos
atraviesa por el mismo proceso al preparar lo que ha de someter al presidente
y al Congreso. Finalmente el Congreso sostiene largas discusiones, en que
se critica y desmenuza detalladamente el presupuesto en previsión de las
probables reacciones que después, en sus casas, experimentarán los constitu-
yentes. Invariablemente esas discusiones dan por resultado reducciones pre-
cisas; pero puede ser que aun esas reducciones no representen el final del
calvario. Aun cuando las cámaras no pueden decidir reducciones concretas,
pueden ordenar recortes horizontales, dejando que las dependencias en-
cuentren la manera de hacer particulares reducciones.
Este proceso se asemeja mucho a lo que ocurre en las empresas de ne-
gocios. Aquí la corriente que determina el proceso puede provenir de la com-
petencia en el sentido de la necesidad de obtener beneficios, al paso que en el
gobierno la corriente que determina el proceso viene del deseo de obtener
la aceptación y aprobación del pueblo. Pero el proceso es esencialmente el
mismo. ¿Puede alguien asegurar que esas diferentes aspiraciones actuando
a través de similares procesos administrativos produzcan resultados esencial-
mente distintos?
Puede preguntarse también si la competencia es en todo caso una fuerza
tan constante en los negocios privados, o tan claramente una fuerza que
impulsa la eficiencia, como muchos suponen.
Un perfecto monopolio se vería evidentemente libre de las inmediatas
y más duras presiones de la competencia. Pero hay muchos grados y clases
de monopolio, de suerte que la competencia se reduce al mínimo de incon-
tables maneras y en diversos grados. Está en la misma naturaleza de los
negocios el desear la eliminación de la competencia. También está en la misma
naturaleza de los negocios el tratar de establecerse en su propio nivel com-
petitivo llamando la atención hacia puntos distintos de los calculados para
estimular la comparación objetiva entre sus productos y los de sus competí-
de la eficiencia 495
" ... en este país, con el sufragio universal, el hombre que trabaja en un em-
pleo público no necesita recurrir a la huelga. Integra una camarilla y marcha
juntamente con los políticos. Cuenta con el sufragio. No podemos prescindir
de la organización. Esos empleados se organizarán, de una manera u otra.
La verdadera solución consiste, no en tratar de destruir las organizaciones de
servidores públicos, sino en darles reconocimiento oficial, para confiarles
una parte de la administración de su departamento, y entonces sujetarlos a
esa responsabilidad ... "
iniciación y por fomentar, por propia iniciativa, más elevados niveles de todas
clases, puesto que el público en general y el término medio de sus repre-
sentantes en una junta profesional o en una legislatura es de suponer que
tengan muy poco conocimiento de las posibilidades y condiciones en este
campo. No menos sorprendente es el surgimiento de esfuerzos por mejorar
la administración desde dentro, tales como los realizados por muchas ligas
estatales de municipios federados en la American Municipal Association (Aso-
ciación Municipal Norteamericana), la International City Managers' Association
(Asociación Internacional de Presidentes Municipales) y grupos parecidos;
o la valiosa cooperación en el mejoramiento de la administración lograda
por el Servicio de Salubridad Pública de los Estados Unidos, por medio
de sus reuniones mixtas y del intercambio de estudios e informes logrado
a través de publicaciones y de otros medios con los funcionarios .de salubridad
pública estatales y municipales ...
No hemos alcanzado, ni mucho menos, los límites de las posibilidades
de la experimentación en los viejos tipos de responsabilidad. Desde luego,
tan solo estamos comenzando el cuidadoso estudio de cuestiones de opinión
pública y problemas de responsabilidad política en términos generales. Pero
a medida que va aumentando la discrecionalidad administrativa van haciendo
falta mucho más eficaces métodos e instrumentos de educación cívica y fis-
calización política. Puede ser que en los Estados Unidos, por ejemplo, en-
contremos conveniente la vuelta al sistema de partidos y de responsabilidad
política del periodo anterior a Jackson, en que la organización de los partidos
estaba fundada en los miembros del partido que tenían representación en la
legislatura elegida y en posiciones ejecutivas, es decir, aquellos que tenían
responsabilidad con facultad legal para hacer buena aquella responsabilidad
en la legislación y la administración del momento. Tal división de organi-
zación de partidos sería una mejora sobre el actual sistema de convención,
y se podría conservar el uso de una elección primaria como un medio de
fiscalización general sobre el personal seleccionado para representar al par-
tido en aquellos cargos. Esto merecería las legítimas críticas dirigidas contra
la excesivamente limitada y rígida clase gobernante que desplazaron las con-
venciones de partido, pero evitaría los todavía más graves aspectos de irres-
ponsabilidad debida a las complicadas componendas de convención y comité
dentro del partido, que introdujo el movimiento [acksoníano, Además, podría
sin duda mejorar considerablemente las relaciones entre la administración y
la legislatura en el sentido de clarificar sus respectivas partes de responsabi-
lidad. Aquellos de nosotros que, Quizá indebidamente, hemos criticado nuestro
propio sistema podemos advertir que los países parlamentarios están también
descontentos en este punto. El ex senador Bronsom Cutting propuso, en la
Conferencia Progresista, celebrada en Washington en 1931, que en vista de
la amplia delegación de poderes hecha por el Congreso a favor de las
dependencias administrativas, debería establecerse un comité mixto perma-
nente del Congreso, para vigilar la aplicación por las autoridades administra-
tivas de aquellas disposiciones generales. Estas y otras proposiciones deta-
nadas que podrían mencionarse tienen un gran valor, ya que con estos
procedimientos llevados a la práctica, podrían reducirse los riesgos de un
estrecho y egoísta profesionalismo en el servicio civil.
en una democracia 505
*
El siguiente ensayo sobre "Medición de la responsabilidad ad-
ministrativa" de Arthur A. Maass y Laurence l. Radway, del De-
partamento de Gobierno de la Universidad de Harvard, se extiende
a las mismas cuestiones que el profesor Gaus en el ensayo prece-
dente. La manera de tratar el asunto y el estilo son muy dife-
rentes, pues presentan no una revisión y un comentario, sino una
enumeración y una argumentación.
Tal como se indica en el ensayo del profesor Gaus, la exposi-
ción razonada y los métodos para lograr responsabilidad en la ad-
ministración en el moderno Estado democrático son diversos y,
hasta cierto punto, confusos y contradictorios. Responsabilidad ante
el pueblo en general, frente al pueblo organizado en "grupos de
506 Responsabilidad administrativa
las posibles consecuencias de cada alternativa y, por medio del jefe ejecutivo,
trasmitir esta infonnación a la legislatura juntamente con sus propias re-
comendaciones.
El burócrata está especialmente bien equipado para esta labor debido a
las oportunidades con que cuenta para desarrollar técnicas y normas acep-
tadas profesionalmente; su ocasión propicia para observar de primera mano
la manera como operan las políticas en la práctica; su capacidad para tem-
plar los entusiasmos por las teorías con una sagaz apreciación de lo que es
práctico y de lo que no lo es; y su. habilidad para representar intereses
que no estén bien representados por grupos influyentes organizados, como,
por ejemplo, los consumidores.
saber "dónde aprieta el zapato", cómo hay que hacer las cosas para que
resulten mejor, qué es lo que puede considerarse como rutina o formalismo
innecesario, y así sucesivamente. De este modo es posible precisar el criterio
para calibrar o medir las responsabilidades administrativas frente al pueblo
en general -la extensi6n hasta la cual se solicita la cooperaci6n voluntaria
del público en general para programas cuyo éxito dependa en forma sig-
nificativa de tal cooperaci6n. La aplicación de este criterio requiere una eva-
luación de métodos para diseminar, recoger y utilizar el tipo de infonnaci6n
a que se hace referencia más arriba.
para mantener el contacto con los grupos del exterior y presentar sus quejas
y sugestiones. Una técnica frecuente consiste en establecer comités asesores
compuestos de representantes distinguidos de los intereses especiales. La ex-
periencia que e~ tiempos de guerra se ha tenido con tales organismos aseso-
res, especialmente con la junta de producción de guerra y la oficina de
administración de precios fue sumamente afortunada, y a partir de tal expe-
riencia se han desarrollado técnicas mejoradas para la utilizaci6n de orga-
nismos asesores.
Aquí manifestamos una preferencia general en favor de los sistemas de
asesoramiento. Hay que dar al administrador un incentivo para que gane el
asentimiento del grupo, y la representaci6n del grupo debe ser libre de re-
chazar o criticar según estime conveniente. Incrustar la representaci6n de inte-
reses en la estructura gubernamental, al menos sobre una base fragmentaria,
es invitar a los sumos jerarcas a la supresi6n de demandas de grupo o de
una improcedente responsabilidad derivada de las mismas. Además, la rela-
ción de asesoramiento debe ser formalizada o legalizada, ya que una relación
informal abre la puerta a una coacci6n o presi6n invisible con el consiguiente
peligro de una actuaci6n que parezca irresponsable a todos los terceros. Hay
que conceder, sin embargo, que esos resultados no se han de producir ne-
cesariamente en cada situaci6n; que una preferencia general por la consulta
formalizada puede proceder de una aceptaci6n sin crítica de la tradicional
ideología democrática, y que cada caso debe examinarse en sus propios
méritos. Con este criterio, un descubrimiento de que los grupos influyentes
han sido directamente integrados en la estructura administrativa, o en el
extremo contrario, que existe una completa irregularidad en la relaci6n entre
el bur6crata y el vocero del grupo, ha de considerarse únicamente como una
bandera roja indicadora de una posible falta de responsabilidad adelante.
Hasta el punto en que el jefe del poder ejecutivo sea considerado respon-
sable por la legislatura y por el público en cuanto a la administración de
un programa de amplitud gubernamental, tratará él a su vez de establecer
la responsabilidad de las dependencias administrativas para consigo mismo.
Al hacer esto deberá establecer los deberes por los cuales son responsables
las dependencias y los medios por los que pueda depurarse esa responsa-
bilidad.
Tanto en la formulación como en la ejecución de programas, las depen-
dencias operan habitualmente de acuerdo con las políticas generales o la
filosofía de la administración. Las grandes líneas de tal política suelen ser
trazadas por el jefe del poder ejecutivo; pero no puede esperarse que éste
disponga una dirección detallada en todas las materias. Tiene derecho a es-
perar que, dentro de las limitaciones de específicas determinaciones legisla-
tivas, adapten las dependencias sus actividades a sus directivas políticas gene-
rales y a la amplia filosofía de su administración. El punto hasta el cual se
logren tales adaptaciones es un criterio de importancia de la responsabilidad
de una dependencia oficial frente al jefe del poder ejecutivo.
Además, casi todas las agencias operan en campos en que también rea-
lizan los programas y los intereses de otras organizaciones inmediatamente
subordinadas al jefe del poder ejecutivo. Si han de cumplirse los designios
fijados por el presidente con el máximo de eficacia, es esencial que to-
das esas dependencias obren de concierto. Ciertamente, está llegando a ser
de buen tono observar que un ejecutivo avezado a las cosas del mundo puede
preferir que no se llegue a la completa coordinación de su organización, toda
vez que los ocasionales conflictos entre sus subordinados le permiten a él
dominar la situación y asegurarse de que los conflictos políticos le sean some-
tidos a él para su resolución. Pero una decisión para adoptar este extraño
sustitutivo de un efectivo servicio de inteligencia debe descansar en el su-
perior, no en el subordinado. Generalmente, una dependencia subordinada
el jefe del poder ejecutivo tiene el deber de no emprender una acción que
no haya sido cuidadosamente ajustada con otras dependencias interesadas por
medio de los procedimientos establecidos para la coordinación. Así, un segundo
criterio de importancia de la responsabilidad para con el jefe del poder eje-
cutivo es el grado hasta el cual coordina una dependencia su trabajo con el
de otras dependencias. Un criterio estrechamente relacionado es el grado
hasta el cual queden resueltas dentro de la rama, ejecutiva las cuestiones de
detalle que sean objeto de discusión y no merezcan la atención legislativa.
Los restantes criterios de responsabilidad para con el jefe del poder eje-
cutivo se relacionan con los medios para lograr una concertada conformidad
con su programa. Llevan consigo técnicas para la organización departamental
y aún de más arriba destinadas a proporcionar la jefatura pública. Estas
técnicas incluyen no sólo la unidad de alto mando y lineamientos claramente
formulados de autoridad, sino también la existencia de efectivos órganos de
plana mayor a apropiados niveles en la jerarquía administrativa. En los últi-
mos años se han hecho algunos progresos en el logro de tales elementos de
plana mayor, especialmente en los servicios de plana mayor administrativa
(presupuestos y personal) y planeamiento a largo plazo. El progreso de
la plana mayor general para política ha quedado un tanto retrasado. Bajo la
518 Responsabilidad administrativa
25 F~~f:' ~---
T--14h
burocracia, consideraciones que entran en
la construcción de un departamento, el pro-
blema de la descentralización, el patronaz-
go, el sistema de los despojos, los presu-
puestos, el ejecutivo, la evolución de la mo-
derna condición del jefe, planeamiento
gubernamental, eficiencia, etc.
OBRAS AFINES
RELACIONES PÚBLICAS
SU administración en las organizaciones
Jorge Ríos Szalay
La presente obra abarca todos los aspectos
de las relaciones públicas analizando cada
uno de manera acuciosa y dinámica.
El autor hace además una exposición de
cómo la función de relaciones públicas for-
ma parte de una organización.
Es una obra a nivel superior destinada a
estudiantes en administración de empresas,
relaciones públicas, relaciones comerciales,
mercadotecnia y publicidad, así como a
estudiantes de comercio.
FINANZAS PÚBLICAS
Harlod M. Groves
La obra analiza y describe tanto filosófica
como económicamente los diversos tipos
de impuestos, la naturaleza de las finanzas
públicas y su distribución.
Dentro de los diferentes impuestos se estu-
dian los relativos a la propiedad, la renta,
donaciones y sucesiones, los artículos de
consumo, los vehículos de motor, los recur-
sos naturales y otros más, tanto de carácter
general como especial, analizando en cada
caso desde los juicios éticos hasta sus apli-
caciones reales y prácticas.