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cienciamx.com/index.php/ciencia/humanidades/2163-suicidio-una-forma-de-comunicacion
De acuerdo con el sociólogo, hay una historia en el suicida que se logra ver a través de su
actuar: la manera en cómo prepara la escena no es casual. A través de objetos, fechas, la
manera de vestir, la decisión de cómo morir y los posibles mensajes póstumos dan
cuenta de la historia familiar.
Para el especialista, la persona que se da muerte también trata de saldar una cuenta
pendiente en la estructura familiar: reprochar algo, agredir a alguien, o simplemente
demostrar que perdió por completo el sentido de la existencia; pero siempre busca
comunicar lo que en vida no logró transmitir.
La investigación sobre este tema realizada por el doctor Payá Porres y su grupo de
colaboradores culminó con la publicación del libro El don y la palabra. “Estudiamos al
interior de los expedientes –proporcionados por la Semefo– los testimoniales de la
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familia, la escena del crimen, las cartas póstumas y los peritajes, para tratar también de
mirar la relación que existía en estos discursos”, indicó.
“Tenía que ver con el análisis de la dinámica de la familia y ver cuál era esta dinámica,
cuál era el conflicto y cuáles eran las formas de comunicación que se podían dar al
interior de la familia, en principio, para que alguien pudiera tomar la decisión de salir de
la estructura”, abundó el especialista.
Destacó que “don” en antropología significa “regalo”, un regalo que muchas veces es
imperceptible y se transmite a través de afectos y objetos; es lo que establece el vínculo
con el otro.
“A veces esos dones no son bondadosos y el cuerpo aparece sacrificado dejando ese
legado que, por mucho que se quiera olvidar, es una de las situaciones más difíciles para
el ser humano, porque la muerte retorna. Es lo que nos permite ver el psicoanálisis: hay
cosas que no se olvidan, se reprimen, pero todo lo que se reprime retorna”, explicó el
sociólogo.
El cuerpo y su actuar
Como en todo ritual, lo que no se dice se actúa, afirmó Payá Porres al referir que el
suicida comunica el porqué de su decisión mediante una especie de rito. “Podían dejar
actas de nacimiento, álbum de fotografías, cuadernos, etcétera, más la escena como
ellos la preparaban. Llegamos a ver que había gente que utilizaba el cuerpo como una
manera de reprochar al otro, como proyectil hacia el otro; esto está fundamentado por
la teoría psicoanalítica”, dijo.
Como lo refirió el investigador, quien con sus colaboradores analizó detalladamente los
expedientes, las escenas estaban “obsesivamente descritas”; gracias a eso encontraron
diversos escenarios. “Por ejemplo, el escenario de la vejez y la enfermedad es muy
diferente al escenario del reproche y la venganza, y este último, al de la niñez y la
adolescencia”, mencionó.
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El suicidio adquiere un sentido diferente
para el hombre viejo y/o enfermo. Una
persona cuyo cuerpo se convierte en un
enemigo a través del dolor y la incapacidad,
y para quien el abandono juega un papel
muy fuerte, está fuera de cualquier tipo de
juego del deseo familiar o social. No tiene
ningún anclaje de sentido con respecto a la
vida. No hay nada que saque a flote a esa
persona, ni cultural ni deportiva ni
afectivamente hablando, expresó Víctor
Payá.
La pregunta para la investigación era cómo ese legado podía dejar algo en el grupo y de
qué manera podía modificar su dinámica, expuso el investigador: “Tú no me quieres en
vida; aunque esté no represento un lugar y una posición en la estructura grupal o
familiar en vida, a ver si en la muerte logro eso”.
El experto narró que a pesar de que él y su equipo tuvieron acceso a los expedientes,
estaba prohibido fotocopiarlos, escanearlos o tomarles fotografías; lo que les
permitieron fue apuntarlos a mano con la finalidad de que se cambiaran nombres. “Nos
decían que tuviéramos cuidado, por eso cambiamos nombres. A veces las cartas
(póstumas) tienen teléfonos, y hay un seguimiento de la justicia cuando la carta acusa
directamente a alguien”, indicó.
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Asimismo, el especialista y su equipo realizaron seminarios de discusión teórica donde
examinaban las cartas y los discursos, y donde leían textos que les permitieran discernir
frases y complicaciones. “Por ejemplo, todas las cartas son ambivalentes: hablan de amor
y odio. ¿Cómo desentrañar ese discurso paradójico? ¿Cómo darle una interpretación
teórica a alguien que ama tanto pero que a la vez detesta? Eso nos llevaba a la teoría”,
destacó Payá Porres.
Según el sociólogo, no hay familia que esté vacunada contra cuestiones de violencia. “No
se trata de echarle la culpa a nadie, pero sí se trata de reconocer que hay historias.
Cuando los médicos hablan de enfermedad mental o de suicidio, siempre reconocen la
historia de los sujetos, siempre están presentes las dinámicas de familia”, advirtió.
El sujeto, por mucho que tenga una depresión crónica endógena, tiene una historia; y la
historia de la familia muchas veces puede alimentar esa depresión, si no es que la
generó, concluyó el doctor Payá Porres.
Esta obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.
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