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Enrique Bustamante y Ballivián

ANTIPOEMAS

Sociedad de Publicaciones El Inca


EDICIONES ESPECIALES
México 1416 / Buenos Aires
MCMXXVII
Las cosas se han cansado
de que las movamos y
ahora quieren contemplar-
nos, movernos y vivir.
CARBÓN MINERO

En la entraña
del socavón
late la bomba
ahogándose de profundidad.

Las cañerías
arterioescleróticas
se van paralizando
de oxidaciones
y de herrumbres.

La lumbrera
vomita hombres
con luces en las frentes
que caminan
mientras reculan
las calles
en cuesta
queriéndolos jalar.

Curvados torsos
calafateados
de ácidos y grasas
tortuguean
llevando sobre sus hombros
un peso cuaternario
de galerías.

Bajo luces fijas


y ojos que se clavan
la osamenta del destino
rueda sus senas y sus ases
buscando
la carne de promesas
que le arrancarán
nuestros caninos
hambrientos.
ACUARELA

Los árboles
cansados de caminar contra el río,
se han detenido
a refrescarse los pies en el agua.

La casita,
hastiada de no salir nunca,
se apelotona contra el bosque
como en un couch-corner,
se mira en el espejo
y coqueta de follajes
se arregla los bucles de la enredadera.

Y amigo el cerro
sube
para tapar al sol
que todo el día
nos abochornó
con la mirada fija de su pupila de cobre.
VUELO

La libélula
acerada
sube
baja
piruetea.

Caída de hoja,
tirabuzón,
looping.

De pronto
la telaraña de las nubes
le atrapa la hélice,
la detiene un momento,
la succiona.

Después
bamboleando
deshecha
la libélula acerada
c
a
e.
SPORT

Rubia sportwoman
cocotte
raqueta de tennis
espuma de champán
y cabaret,
eres como una pelota
de foot-ball
que vas rebotando
y bailando
borracha de shimy
y de fox-trot.

Ríes
fresca y rubia
al recibir patadas,
porque tú
como los hombres
estás loca de foot-ball.
EL POSTE

Negro largo
solo en la cumbre,
colgado de los alambres
está el poste
del telégrafo.

A través de los vidrios


del sleeping-car
miro a Cristo
clavado en él
con los brazos abiertos.
No sufre.

Con sus manos


con sus pies
que sangran
está tranquilo
y diáfano.

Los alambres
electrizándose
se estremecen,
palpitan,
llevan palabras,
deseos.

Cristo desfallece.
Ninguna de las palabras
es la que espera,
la que viene de su padre.
Ninguna dice de Dios.

La golondrina
que aún tiene en el pecho
blanco sabor de cascarones,
juntas las manos,
le dice aquello
que nunca llevarán los alambres
en el alfabeto de Morse.
EL MOLINO

Enfrentándose
al claro sol de este día
el molino pone en la pradera
sus rebuznos de hierros
sin aceite,
mueve sus orejas
espantando a las moscas
y alegre da vueltas
a su noria perpendicular.

Cuánta frescura
nos da el alegre girante celeste
que espolea el viento
como si quisiera
dejar en descanso
hecha líquidos cristales
su perpetua fatiga de girar.

Su trotecito
ágil y acompasado
levanta un dorado polvo de reflejos,
como si sus cascos fueran
desmenuzando el sol.
NOCTURNO DEL AUTO

A 150 kilómetros
el 200 H.P.
va empujando en la noche
el triángulo de luz
cuyo vértice se incrusta
en el radiador.
Trepida isócrono
el anhelo de distancias
que agitan los émbolos
y tiembla todo el acero
un vapor de aceites
y de gasolina
y una sed de inmensidad.

Planeando sobre el camino


como un ave
de alas rodantes de caucho,
fue un vértigo toda la noche
empujar la luz hacia occidente.
Y cuando vino la aurora
en las espaldas
teníamos al sol.
SUEÑO

Piensa profundidades
negras el tintero
y miran los búhos cristales
de los lentes
mientras la mesa está dormida

Cuando ella despierte


tendrá que sacudir al hombre
para que extraiga las ideas del tintero
y recoja todo
lo que vieron los cristales,
mientras los ojos abiertos
estaban cerrados.
MARINA

Después de estrecharte en sus olas


el mar se ha tendido en la playa
todo lleno de tus ansias
de tus nervios
y de tu carne.

Para su boca ávida,


Tú,
llenos de sal los poros,
sólo eres
espuma y ola y mar.
JAZZ-BAND

En un vértigo cafre
bambolea el piano
sus pletóricas caderas nubias
mordiendo con sus dientes
largos de hambres
los epilépticos dedos del fox.

Un cornetín nos clava


su estridente metal,
los violines
electrizan las médulas
en copulescas danzas
y el bombo
bosteza estruendosamente
y golpea la tersura
de su barriga chata,
marcando el compás
con su gorro chinesco.

Si el piso encerado
no hiciera danzar a las parejas,
todas se revolcarían
en esta sala
que huele a axilas, a sexo y a fox.
CIENCIA

El libro profundo,
nuevo pero siempre cuadrangular,
donde está toda la ciencia
revolucionaria de Einstein
trabaja para meterse
en los sesos del lector.

Y piensa.
El hombre
frente a él
es siempre el mismo.

Ojos, manos, boca,


hambre,
sed, fatiga, sexo,
anhelos desconocidos.

El libro se cierra
para que el hombre
sienta la única cosa nueva,
para que la máquina
pueda volar.
SED

La pampa arenosa
de mil ojos radiantes
desde los Andes se ha extendido
para llegar al mar.

Y arrebujada en sus arenas


se ha quedado dormida
al llegar al agua
que con sus sedientas fauces innúmeras
todas sus secas ansias
quisieran beber.
PONIENTE

Tiemblan de angustia roja


las manos suicidas de la tarde
cuyo párpado azul
cierra una pupila agónica
de reencarnaciones
y de mañanas.

Sangre, sangre, sangre.


Han abierto todas sus arterias
el cielo, el mar y la playa.
EXPERIENCIA

Las cosas me han arrancado los ojos


para poder mirarme con ellos.

Asombradas de lo recóndito
me han cogido con sus manos
dentro de mí mismo
y me han dado vuelta
de revés,
como a una bolsa.

Mis entrañas
se han bañado de sol
y se han reído
de todos los cuervos.

Y ahora
aunque no tengo ojos
y estoy como todos los hombres,
me he quedado lleno,
hasta las fauces,
de luz.
AMANECER

Es tan temprano
que acaban de levantarse
los carros campesinos
que huelen a leche
y a menestrón.

Los autos
de faroles somnolientos
huyen vergonzosos
arrebujados
en sus negros impermeables,
con las cabezas pesadas
de tabaco
y de whisky.

La aurora
se asoma a su ventana
a ver si es hora de misa.
La pobrecita tiene la cara pálida
y le castañetean los dientes
porque todavía
no ha salido el sol.
MÍSTICA

La catedral
atormentada de infinito
hunde sus torres
en las nubes
para buscar a Dios.

Pero como sabe


que es un arduo problema
se tiende de espaldas
para no cansarse de esperar.

El órgano tísico
hace gimnasia
respiratoria
porque siente
que se va a quedar afónico.
PLAYA

El mar estaba
como siempre azul
dejando sus pescados
en las redes,
su espuma de jabón
en la playa
y empeñado en comparar
su azul con el del cielo.

Las fuertes botas de los pescadores


frente a las olas,
alineadas y vacías,
y muy juntas para no asustarse
de su desamparo,
abrían sus grandes bocas
hambrientas de hombres,
alzaban sus puntas cuadradas
queriendo irse por ignorados caminos
y reían grotescamente
con el humorismo post-guerra
que todas las botas viejas
han aprendido de Chaplin.
HIPÓDROMO

Huele a hierba,
a huano
y a Houbigant.

Brillan las fuertes ancas


de los potros
y las sedas
en los flancos estilizados
de las mujeres.

Ansiosos de la carrera
los asientos blancos
se han bajado hasta los pies
y todos los ojos
están listos para partir.

Se rasgan las cintas.


Hocicos, lomos, cascos,
colores, rayas, círculos.
Ruidos de galopa,
música de galope.
Espolear de avideces,
ulular de fuetazos,
y 10,000 voluntades jinetas.
Tip-top ha ganado por un hocico.

El jockey es un antropiteco
récordman.

Aún hay en el perfume


más mujer y caballo.

Todo el vértigo ha caído


en el síncope
mundano del padock.
GUARDIA

El fusil se envejece
de quietud
en su guardia estática
y perpendicular.

Está blanca de canas


bajo el sol la bayoneta.

El cañón
con astronómica curiosidad
telescopía a una estrella
en la que nunca
podrá poner el proyectil
porque el centinela
apenas quiere apuntar
al gordo pulpero
que le robó el robusto amor
fragante de leche
y de coronguina carne joven
del alma seca.
EL BASURERO

Tras las flacas mulas en la noche


rueda el carro
donde todos los cadáveres de las cosas
van hacia el descanso.

Es una orgánica descomposición


que marcha hacia el futuro
y que las alas de las moscas
llevarán a una podredumbre
o al cielo azul.

El basurero
hurga con su pala
todos los desperdicios
donde sobre la muerte
se va renovando la vida.

Él es lo único
donde la descomposición se ha detenido,
él es lo único que conserva
su anacrónica forma,
es la obra suprema
que engendraron los siglos.
El basurero.
LIBERACIÓN

Esta caja de ruedas


que todas tornan y se engranan
dando inútiles vueltas
sin cambiar de sitio,
tiene la vanidad científica del cálculo.

Divide la vida
en grados de su cuadrante
y hace las horas levantarse,
de trabajar y de comer,
y todo lo quiere regular
con su tic-tac asmático
de viejo apolillado de laboratorios.

Yo había atado
la sabia caja calculadora
al brazo de mi corazón
y toda mi vida estaba pesada en miligramos
como un tóxico.

Mas de pronto
fracasó el cálculo
detenido en un instante difunto,
y empecé a sentir la hora del hambre
en que se mastica estrellas,
y la hora de vivir
que siendo todo el tiempo
antes estaba aceitada de puntualidad.

Ahora está libre


para cortar a los vientos
el brazo de mi corazón.
LLUVIA URBANA

El cielo
apenas es un trapo sucio
que está tendido a secar.

Interminablemente chorrea
un fastidio turbio
que ensopa las calles
y que hace un lodazal al río
y obliga al corazón al infinito tedio
de los chanclos de caucho
y del impermeable
o ahoga a los pulmones
entre las cuatro paredes de un cuarto.

Y no poder sacudirnos las lanas


como los perros,
ni poder dejar que corra
libre la frescura salvaje
sobre la desnuda piel estremecida
como una hoja o como un ala.
COLONIZACIÓN

Apenas hay un límite ilusorio


en el vago horizonte,
para cerrar esta línea interminable de la pampa
que bajo las ruedas del tren se deshace
en un polvo de asfixias.

Estaciones, casas, pueblos, árboles,


todo numerado
y con nombres para saber cómo se llama.

Pueblos que no tienen rostro


y en el río que corre
se desconocen al mirarse.

Pueblos que apenas son un pedazo de carne


arrancado a la ciudad.

Pueblos donde los campesinos


tienen aún sus billetes de viaje
y no son leños de mil años
los brazos que se siembran en la Tierra.

Pueblos que han perdido el tren


en que querían irse a cualquier parte.
A apoyarse en cualquier cerro,
a mirar una cascada,
a bañarse en el océano
o a anonadarse en la urbe
en un suicidio millonario.

Pueblos que por ser graneros


no han podido ser trigales,
como sienten la nostalgia
en que queda su abandono
cuando se marcha un anhelo joven
tras todo lo que está lejos,
en el tope del último carro.
ANHELO

La campiña
temblorosa de eternidad ante la noche
se refresca en el viento y en el río.
Y perfumada de fragancias ingenuas
espera al que siempre es esperado.
Al que no tiene nombre
ni forma
y para quien son todas las palabras
y las imágenes.

Y bajo el peso de la sombra,


intranquila por saber lo que ella oculta,
clava las uñas en su misterio
y sólo encuentra la mirada
de unos ojos sin pupilas,
que callan como la sombra,
pero que están como la sombra llenos
de la voluptuosa presencia del esperado.
EL TREN

Sobre la escala tendida


que lo ata con sus grillos de hierro
al solo camino
del que puede salir,
corre el tren
mascando carbones
y bufando premuras y protestas.

Él quisiera que la escala subiera


perpendicularmente
para ir a encender a las estrellas
con la luz de su faro.

Y porque no está conforme


con su prisión apresurada,
más esclava cuanto más veloz,
se consuela
lanzando al viento su melena blanca
para que el peine de la noche
le saque chispas
que arden y vuelan
y que después trituran aceradas
las ruedas de los otros trenes
que siguen distintos rumbos
por los mismos rieles.
NUBES

Las nubes
se agarran a las copas de los árboles
para que no se las lleve el viento.

Estaban tan cansadas de viajar,


así,
locamente.
Sin libros y sin maletas,
sin prismáticos
y sin kodak,
sin sleeping
ni trasatlántico,
ni viajeras románticas
de esas que tienen un amor para cada viaje.

Estaban pálidas de monotonía


cuando bajaron a albergarse en la quebrada
y se quedaron a dormir sobre el pueblo.

Habían corrido tanto


que ya querían descansar ,
y tornándose grises
descendieron a mezclarse con las otras nubes,
nubes de polvo,
nubes de humo
y pequeñitas nubes impalpables
que desde cada angustia suben,
suben, suben,
suben imperceptibles y asfixiadas
buscando horizontes.

Qué bien que estaban ahora las nubes en el pueblo.


En las callecitas,
en la taberna.

Qué bien que se colaban


por todas las puertas
y estiraban las manos
a calentarse en el fuego.

Pero el viento ha llegado con su apresuramiento


y sin ver nada
se las ha llevado
arrancándolas de los árboles
que se doblaban impotentes.
Y las vieron partir,
¿quién sabe hacia dónde?

En el cielo,
desesperadamente azul,
apenas hay una hilacha de nube
que no ha podido quedarse
en las callecitas del pueblo,
y que tampoco el viento
se la ha podido llevar.
SOMBRA

Encerrada entre los cuatro límites


la sombra artificial
se escapa por la ventana
y va a estrellarse
contra las paredes.

Ella encuentra en todas partes


cosas hostiles.
Apenas el espacio está libre
arriba, hacia los astros.

Tan lejos.
Tan desconocido.

Y está medrosa
y descontenta
esta sombra artificial.
Tan humana.
Tan cosa de mi cuarto, de las calles,
de la ciudad.

Antes era otra,


Tenía el camino libre.
Envolvía a los montes
y daba vueltas a los árboles
e iba tocando con sus manos videntes de ciega
todas las cosas.

Entonces se extendía
hasta donde, sombra y sombra,
la sombra se hace luz.
PUNA

Para abrigarse del frío de esta altura


donde hasta el sol se ha helado,
el monte ha metido su cabeza blanca
en el pesado poncho
de las nubes.

Y en una claridad de horizontes


que toda absorbe su mirada
fija
de piedra sin ojos
que nunca han pestañeado,
chaccha la soledad
y las distancias
que dan vueltas
en su boca inmóvil.
CERVANTINA

Erecto en su coraza
el poste,
quijotescamente
hunde las mil lanzas de sus alambres
en las luminosas aspas de la aurora
que no da vueltas
porque todavía el viento está dormido.

El árbol,
escudero de la inmóvil aventura,
incrustado en la tierra a que da sombra,
hunde su cabeza entre los hombros
con vegetal que se me dá.

Los pájaros trinan en su follaje.


Pero, los pájaros son otra cosa.
También cantan en los alambres
porque las jaulas
les han enseñado a ser equilibristas
como Gómez de la Serna.

Ellos, mañana,
equilibrarán su canto
en el telégrafo sin hilos.
Y resolverán la estática
con un problema musical.
PASTORIL

Todas las nubes


se le han escapado
al pastoreo de la estrella de la tarde.

Las de blancos vellones


que se enredan en los picos de nieve.
Y las oscuras
en cuyas ubres henchidas
se ordena la lluvia.

Hay una celeste soledad abierta


y desolada,
llena de ojos
que están buscando.

Hasta la proximidad ilusoria


de las lejanías claras,
hinchado todo
el cielo sopla en su quena andina
interminablemente
el monocorde són
en que el misterio y la angustia
se han helado.
Se terminó de imprimir este libro de
Enrique Bustamante y Ballivián
en los Talleres Gráficos de la
Sociedad de Publicaciones El Inca
en el mes de enero del año 1927.

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