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Volver a jugar
en el Jardín
Una visión de educación infantil
natural personalizada
Jorge Ullúa
Ullúa, Jorge
Volver a jugar en el jardín: una visión de educación infantil natural
personalizada - 1a ed. 2 reimp. - Rosario: Homo Sapiens Ediciones, 2014.
120 p. ; 22x15 cm. (Educación inicial dirigida por Laura Pitluk)
ISBN 978-950-808-549-8
ISBN: 978-950-808-549-8
AGRADECIMIENTOS ..................................................................................................................... 9
PRÓLOGO ........................................................................................................................................ 11
A MODO DE INTRODUCCIÓN ............................................................................................... 15
9
PRÓLOGO
Este libro de la colección de Educación Inicial, como todos los que per-
tenecen a la misma, nos llena de orgullo.
Un libro que trata sobre el juego, sobre Volver a jugar en el Jardín,
y desde esta mirada implica un aporte al debate actual sobre la pérdida
del lugar que lo lúdico debe tener en la educación infantil. Una mirada
crítica del camino que el Nivel Inicial está recorriendo los últimos tiem-
pos, en los cuales parece que perdió el rumbo en algunos sentidos, aun-
que creció y se enriqueció en otros.
El juego, corrido de la escena educativa en los otros niveles del sis-
tema, históricamente priorizado y reconocido como eje central en el
Nivel Inicial, ha ido perdiendo su lugar fundamental para los niños pero
también para la didáctica, inmerso en un mundo competitivo, apurado,
absorto en los logros con resultados eficientes y estandarizados.
En este encuadre social y educativo, un libro con una propuesta pen-
sada y elegida, sustentada en marcos teóricos reflexivos e innovadores,
desarrollada y evaluada en lo cotidiano, es de una riqueza incomparable.
Un libro con una propuesta rica y diferente, que se aleja del común
devenir educativo y se concreta en instancias reales que dan cuenta de
su valor y sus potencialidades. Una visión de educación infantil natural
personalizada.
Sin embargo, estos planteos no implican desterrar ni criticar otros
estilos educativos e institucionales, siempre que se basen en el respeto
por los niños como sujetos de derecho. Un autor reflexivo y respetuoso
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de la diversidad necesariamente plantea sus propuestas y opiniones sin
necesidad de apoyarse en injuriar a otras posturas y posibilidades a fin
de lograr explicitar la propia.
Los buenos libros, como este, integran aportes teóricos contunden-
tes y, a su vez, la sabiduría de la experiencia y la validez de la práctica
concreta.
Y este libro incluye prácticas escolares cotidianas, realidad educa-
tiva, niños, familias y educadores concretos, partícipes de un proyecto
que cobra vida en situaciones reales.
Parte de un problema que preocupa al autor desde hace tiempo y
lo llevó a pensar en nuevas posibilidades que concreta día a día en la ins-
titución que coordina: ¿Cómo enseñar a los niños de un modo más natu-
ral? A partir de allí explicita, desde su punto de vista y abordando mar-
cos teóricos sumamente interesantes, los problemas de la enseñanza en
la educación infantil para presentar luego su propuesta: «La enseñanza
en contextos de sentido».
Presenta, a su vez, su visión sobre el enseñar y jugar retomando
aportes actuales significativos con respecto al tema y presentando nue-
vamente su propia propuesta a partir del análisis sobre el juego como
soporte de conocimientos y el papel del adulto durante el juego como
acompañante y generador de textos de juego.
No podían faltar, entonces, las relaciones entre juego y contenidos
escolares, el lugar de las disciplinas curriculares y el planteo de una pla-
nificación didáctica diferente y coherente con esta propuesta; así como
el reconocimiento del ambiente como soporte de la enseñanza y el desa-
rrollo acerca de los juguetes y los objetos para jugar.
Todos estos ejes abordados desde una mirada peculiar, pensados
desde otras modalidades y posibilidades que abren las puertas a nuevos
caminos, nunca únicos sino conformando la trama educativa posible
que vamos tejiendo todos los que buscamos día tras día nuevas posibi-
lidades, preocupados por la educación de los niños pequeños.
Educación que puede asumir diversas formas e instancias, estilos
que pueden ser diferentes y poner en juego distintos criterios y accio-
nes, pero que jamás deben olvidar la prioridad ubicada en esas infancias
que crecen en el marco de un mundo desarmado y muchas veces hos-
til. Y no sólo nos referimos al dolor de los niños que viven situaciones
de falta de satisfacción de sus necesidades básicas, cuestión imperdona-
ble que nos denigra como seres humanos adultos responsables de los
más pequeños y que ubica a los gobiernos en una falta irreparable que
no acepta justificación de ningún estilo; nos referimos también a los
niños que no son escuchados ni tenidos en cuenta ni acariciados, a la
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falta de tiempo para leerles, para jugar con ellos, para detener el apuro
diario y centrar la mirada en lo más importante: su desarrollo como
seres humanos potentes. Sosteniendo esa disponibilidad afectiva, cor-
poral y lúdica que les permitirá sentir que el mundo es un lugar cálido
diseñado para cuidarlos y protegerlos. Y esto, salvando las grandes dis-
tancias con las situaciones de niños en riesgo, también en los otros casos
es una falta imperdonable.
Un autor reconocido y respetado en sus diversos roles: docente de
Nivel Inicial, director, profesor, formador, capacitador, autor en diver-
sas situaciones e instancias.
Un autor que le imprime validez y vida a las ideas y a sus posibles
concreciones.
Un marco teórico que le brinda sustento a las propuestas. Ideas
que pueden y deben ser adecuadas a las diferentes realidades.
Y como eje central de todo el desarrollo del libro: la educación de
los niños pequeños y la vida en las instituciones de Nivel Inicial, siem-
pre desde la búsqueda de las mejores posibilidades educativas y las accio-
nes respetuosas que deben enmarcar la educación infantil.
LAURA PITLUK
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A MODO DE INTRODUCCIÓN
Nos proponemos, en este libro, compartir las ideas que hemos desarro-
llado desde el estudio y la práctica; no presentarlas como un «modelo» a
seguir, ni como un compendio de «recetas» exitosas. Nuestro interés es
«compartir» nuestras experiencias, aciertos y desacierto, éxitos y fraca-
sos, certezas e incertidumbres en el desarrollo curricular de nuestro pro-
yecto. Compartimos nuestro proyecto desde el campo y la perspectiva
didáctica. Y en tanto entendemos a ésta (la didáctica) como una disci-
plina científica, no podemos pensar que lo que sostenemos teóricamente
sean verdades absolutas. Si hablamos/escribimos desde un encuadre
didáctico, es decir, científico, lo que aquí decimos tiene la provisoriedad
propia de la ciencia. Lo que denominamos «principios» a lo largo de este
libro son supuestos teóricos que nos orientan y guían en el aquí y ahora del
trabajo con los niños en nuestra escuela. Podrá parecer que en algunos
casos partimos de principios filosóficos alejados de la realidad, pero desde
nuestro punto de vista, la realidad sólo cobra sentido si es entendida
desde estos «principios filosóficos».
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Capítulo 1
Contextualizando el trabajo
Un problema como punto de partida:
¿cómo enseñar a los niños de un modo más natural?
Proceso Objetivo
Subjetivo
Resultado Objetivo
Subjetivo
CUADRO 1
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«Se entiende por educación —como proceso en sentido
subjetivo— al conjunto de operaciones psico-gnoseológico
morales por las cuales un sujeto humano desarrolla sus capa-
cidades naturales. El sentido objetivo alude a todas las activi-
dades que se organizan para permitir el proceso subjetivo. El
resultado objetivo es un determinado nivel cultural de un
grupo social alcanzado por medio de ese proceso, y el subje-
tivo es el hombre educado, el sujeto en cuanto ha adquirido
una nueva forma accidental que lo ha especificado en deter-
minado sentido» (Vázquez, 1981).
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Intentamos entender a nuestros niños como personas en interac-
ción constante con la realidad, es allí donde la realidad se convierte en
texto, en provisión para sus capacidades potenciales. Se presenta frente
a nosotros cada día un grupo de niños; cada uno de los niños que lo inte-
gra llega con una historia, un sentido profundo de su ser, un anhelo, una
misión, una manera de ver el mundo. ¿Cómo podemos responder a sus
necesidades, si antes no les preguntamos a cada uno de ellos, quién es y
qué busca en nosotros?
Como maestros nos planteamos educar al hombre; pero ¿nos pre-
guntamos quién es el hombre?
No hay planificación o diseño de la enseñanza posible (al menos
desde nuestra posición) si antes no nos preguntamos, como grupo de
maestros, ¿quién es el hombre para nosotros?
La pregunta por el ser profundo del hombre encuentra una res-
puesta posible a partir de la consideración de lo más inmediatamente
observable: el actuar. Cada uno descubre en los demás, y advierte por su
propia experiencia interior, una pluralidad de actos de diversa natura-
leza. Como dice Stella Vázquez (1981), una descripción sin presupues-
tos ni prejuicios permite un doble descubrimiento: dimensiones no reduc-
tibles entre sí, tanto en el sujeto cuanto en la realidad: lo sensible, lo
espiritual (no en el sentido de religión, sino como lo profundo). Dimen-
siones que en el niño se expresan, actúan, a través de capacidades.
Capacidades que distinguimos para entenderlas, pero que en el
actuar confluyen frente a la complejidad de la realidad (Cuadro 2).
Dimensión vegetativa
Dimensión sensible
Dimensión espiritual
CUADRO 2
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Al tomar la mamadera, al jugar con la masa, al dibujar con un cra-
yón, esa leche, esa masa, ese crayón le «dicen» al niño diferentes cosas
a diferentes niveles o dimensiones; la leche ingresa al cuerpo, pero ¿está
lo suficientemente calentita como me gusta?; soy alguien querido; alguien
me alimenta; el mundo vale la pena.
Podríamos hacer el mismo ejercicio con la masa o con el crayón.
Las experiencias que vive el niño lo nutren, o no, a diferentes niveles. El
niño todo actúa sobre la realidad y ésta le habla a todas sus dimensiones.
Cada uno de los actos remite a principios operativos, capacidades
diversas que a su vez interactúan. Creemos que es posible ir logrando
modos estables e integrados de obrar en cada capacidad, modos que lla-
mamos hábitos (en el sentido filosófico del término). Esta constitución
de hábitos (en el sentido amplio y pleno de la palabra) se relaciona con el
principio de estabilidad y la recursión de las actividades. Desarrollaremos
estos principios de las actividades más adelante.
El niño puede no sólo advertir el objeto de tal o cual acto, sino tam-
bién advertirse a sí mismo, complacido, alegre, triste, etc., como resul-
tado interior de esa captación. Puede advertirse afectado (empatía/anti-
patía), conmovido y movido en una u otra dirección, y también moverse
a sí mismo en sentido convergente o divergente respecto del estado inte-
rior. Actos estos, propios de la dimensión afectiva.
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conocer quién es quién, en su grupo de alumnos. Sabe que no hay res-
puestas o acciones únicas. Esa caída es un diálogo con la realidad, es un
intercambio con el medio. Y la maestra sabe desde dónde participar en
esa relación para «sostener» en la caída, el golpe, el raspón, la rabia, la
vergüenza, el enojo, la risa, el cálculo mal hecho, lo resbaladizo de la
arena sobre el caminito, lo inestable del barro que se ha formado debajo
del ciruelo, la humedad que ha quedado en los pantalones…
Todos y ninguno podrían ser contenidos de la enseñanza. Distintas
serán las respuestas del maestro. Pero nunca podrá responder/actuar si
no se ha preguntado antes, en el sentido profundo de la cuestión: ¿quién
se ha caído?, ¿qué busca aprender?
La naturaleza humana del niño es una realidad compleja, con estra-
tos ónticos irreductibles, ordenados jerárquicamente y relacionados en
una unidad. Esas dimensiones indican líneas de desarrollo con térmi-
nos propios, es decir, fines ínsitos, connaturales y perfectivos. Al mismo
tiempo, el niño se halla en una situación socio-histórico-cultural con-
creta, con características singulares que nos exigen conocerlas y valo-
rarlas para poder adecuar nuestra tarea educativa.
Niño Maestro
Realidad
CUADRO 3
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al niño como sujeto aislado, y no como niño en interacción con otros
seres humanos (incluido el maestro) (Cuadro 3).
Además de contemplar al maestro como otro complejo en el diseño
de las propuestas de enseñanza, consideramos también como telón de
fondo de la enseñanza:
• Los cambios profundos de nuestra cultura actual en razón de las
transformaciones científicas y tecnológicas.
• Los cambios de mentalidad que van creando los medios masi-
vos de comunicación.
• La crisis ética y el relativismo dominante, que nos plantean el
desafío de ayudar a los niños a iniciarse en la construcción de
criterios propios de verdad, bien y belleza.
O
O
O
P
O
P Capacidad en
P
O P desarrollo
Dimensiones P
P
P
P Potencia
P
O O Objeto propio
O físico y simbólico
O CUADRO 4
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Como hemos dicho, el medio se presenta así como un texto para
ser leído desde cada niño. Los contenidos, como desarrollaremos más
adelante, son entonces los objetos físicos y simbólicos más aptos para
el desarrollo de las dimensiones propias del niño como ser humano.
Esto nos plantea nuestra meta: hacer de la escuela un ambiente rico,
que provea a cada niño de aquello que necesita para su desarrollo.
Desde nuestra perspectiva, el niño viene a nuestra escuela no para
aprender matemáticas, ciencias sociales, plástica, lectura, etc. Sino que
viene a desarrollarse como ser humano, y para ello necesita de la reali-
dad como insumo necesario para, interactuando con ella, poder desarro-
llarse. Las ciencias descubren el orden de la realidad desde diversas
miradas; así a nosotros, como adultos, nos ayuda «mirar» la realidad
desde la perspectiva de las matemáticas, de las ciencias sociales, de la
plástica, etc.
Presentamos así nuestro enfoque natural de la enseñanza; no por-
que tengamos a los niños en contacto con la naturaleza más horas que
otras escuelas, sino porque nuestro punto de partida para trabajar con
los niños es «la Naturaleza del Niño como ser Humano». Y la realidad natu-
ral y cultural como el currículum propio del niño.
Denominamos a nuestro enfoque Educación Infantil Natural
Personalizada. Hemos explicado hasta aquí por qué hablamos de educa-
ción natural.
Esta naturaleza compleja que es el ser del niño se manifiesta en la
acción concreta de este en el mundo. De esto se desprende la impor-
tancia del maestro como observador. Si no observa al niño, no puede
advertir su actuar, y así entender su naturaleza. En definitiva, no puede
prestar ninguna ayuda como enseñante si no conoce a quién tiene
delante de sus ojos.
Al observar, el maestro descubre como ese yo que es cada niño se
manifiesta como un todo hasta en su corporeidad. Vemos al niño en sus
manifestaciones complejas desde el hacer, el sentir y el pensar. En toda
actividad de la escuela, interjuegan pensar, sentir y hacer. Si bien, como
veremos en otro capítulo, los maestros trabajan sobre una área más que
sobre otras, según las necesidades del niño en cuanto a su desarrollo y
al momento de vida concreto que aquí y ahora se presenta.
Enseñar a los niños desde un enfoque más natural implica, para
nosotros, tomar como punto de partida la naturaleza humana del niño y
ayudar a sostener los puentes que el aprendiz tiende entre él y la reali-
dad; atentos al desarrollo de sus potencialidades de forma equilibrada,
pues concebimos que la persona es un todo sustancial que piensa siente
y hace.
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Los problemas de la enseñanza en la educación infantil
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hay un enseñante adulto al frente de la clase diciendo (oralmente) «algo»
a otros que observan y escuchan ese «algo», todos al mismo tiempo. Ese
«algo» es «puesto», «cae» en la clase para que ésta sea clase. Es decir, si
observamos, por ejemplo, el pizarrón, para que se vea que se está ense-
ñando, algo debe estar escrito. Cuando hemos pedido a algunas perso-
nas (educadores o alumnos del profesorado) que dibujen «la enseñanza»,
nunca, por ejemplo, han hecho una plaza, con un hombre sentado y
niños jugando en los juegos. Siempre se resaltan los procedimientos de
«hablar» y «escuchar», «observar» y «mostrar». Si bien no negamos que
al explicar, al mostrar y al escribir podemos enseñar, la enseñanza a
niños pequeños implica otros rasgos que la perfilan como una actividad
altamente compleja. Dar la mano, hacer «upa», mirar con ternura, con
seguridad o con aprobación, bailar «junto con», ordenar la clase, lim-
piar alguna nariz, beber un té caliente también pueden ser procedimien-
tos de enseñanza.
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dando una brillante «clase» sobre la llegada de la primavera; aunque no
han reunido a ningún grupo, no pusieron las sillas en ronda, no han
preguntado ni dicho nada al respecto. Simple y contundentemente a la
vez, han cambiado la decoración de la mesa del desayuno. Han puesto
en «signos» sus ideas. Cada niño «leerá» estos signos desde donde sabe,
puede y quiere, en el momento en que lo considere oportuno. No ha
sido casual. La decoración ha sido planeada.
Esta idea de enseñar creando escenarios pone en tensión la idea
de enseñanza como explicación con la perspectiva de enseñanza como
«poner en signos». Podrán decirnos que al explicar pongo mis ideas en
signos verbales; y esto es cierto. Pero preferimos concebir la enseñanza
como «poner en signos» (insignare) porque es un concepto más amplio,
que involucra a la explicación, pero no se condiciona sólo a esta.
En muchas ocasiones, nos preguntan si estamos de acuerdo con
«enseñar» en el Jardín Maternal, por ejemplo. Creemos que lo que nos
quieren preguntar es si creemos que es posible «explicar» algo en el Jardín
Maternal. Para nosotros esto ha traído serios problemas al Nivel Inicial.
Muchos maestros acusan a la «enseñanza de contenidos curriculares»
como la culpable de la desaparición del juego dentro del Jardín de
Infantes. O, por ejemplo, cuando se cuestiona a algún maestro sobre la
cantidad de tiempo que sus alumnos pasan sentados durante el día, el
docente se defiende aludiendo a que tienen que enseñar tal o cual conte-
nido. Si bien los discursos teóricos contradicen, y algunos hasta podrán
negar contundentemente, lo que nosotros decimos, cualquier observador
atento de muchos Jardines de Infantes de nuestro país podrá detectar que
si el maestro sabe que está siendo observado, muy rara vez trabajará (ense-
ñará un contenido) utilizando un procedimiento como la creación de esce-
narios y la observación. Algo se verá internamente obligado a decir. El
muy conocido «¡Qué lindo!», o «¿Qué están haciendo?». O cualquier otra
intervención verbal que le dé la tranquilidad interior de que está desple-
gando su tarea de enseñante. No estamos emitiendo una crítica, sino que
ubicamos estas posiciones en tensión para abrir la discusión.
Desde nuestra perspectiva planteamos como «rasgos» de la activi-
dad denominada «enseñanza» a los siguientes:
• Es una actividad, un hacer, una práctica cultural.
• Es una actividad que involucra a dos o más personas, en una rela-
ción dialéctica.
• No todos los participantes de esta actividad poseen los mismos
niveles de conocimiento
• Se intenta promover la posibilidad de aprender.
• Es intencional.
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• Se estructura de alguna manera para alcanzar cierta sistematicidad.
• Es una actividad generada por el maestro.
• Implica «señalar», poner en signos.
• Se ubica en el ámbito de los hábitos, las capacidades y los saberes.
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de las competencias humanas, de forma de colaborar con el desarrollo
armónico de la persona en el hacer, el sentir y el pensar.
La gran dificultad que encierra la educación infantil se encuentra,
a nuestro entender, en la distancia en cuanto a su desarrollo, y por ende,
en su manera de «ver», «sentir» y «entender» el mundo que se presenta
entre el niño y su maestro. El docente dedicado a la educación infantil
necesita de un profundo conocimiento del desarrollo evolutivo del niño
y del desarrollo de la humanidad. Dado que, desde nuestro enfoque
sobre la enseñanza, entendemos que en el desarrollo de los niños se
«repiten», «re-descubren» y «re-inventan» las grandes etapas del desarro-
llo de la humanidad. En un ejemplo concreto, para entender como un
niño «re-inventa» la aritmética, es necesario conocer cómo surgió ésta
a través de la historia de la matemática.
Hasta aquí hemos perfilado nuestra concepción acerca de los pro-
blemas de la enseñanza en la educación infantil, ya que entendemos que
resulta imposible «conceptuar» cerradamente o encriptar la idea de ense-
ñanza, sobre todo en el caso de la educación a niños pequeños. Dada la
complejidad que encierra la escolarización de los niños menores de seis
años, la enseñanza se presenta como una construcción teórico-práctica
sujeta a constantes tensiones, propias de las revisiones teóricas y de los
ajustes que surgen de nuestros propios esquemas prácticos de trabajo
(también en constante proceso de de-construcción y reconstrucción).
Una situación…
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Nos cuenta la maestra:
Volviendo a la situación…
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• ¿Los niños de jornada completa deben volver a saludarse como
lo hicieron en la mañana?
• ¿Hay que esperar a todos los niños para saludarse?
• ¿Deben saludarse todos juntos y al mismo tiempo?
• ¿Debe ser el saludo la primera propuesta pedagógica de la tarde?
• ¿Debe ser el saludo la primera propuesta pedagógica de la jornada?
• ¿Cómo se saludan los niños de dos y tres años en contextos no
escolares?
• ¿Debemos enseñar a saludar?
• ¿Qué hace distinto el saludo dentro y fuera de la escuela?
• ¿Cómo viven las maestras este momento?
• ¿Cuánto tiempo «reloj» dura esta propuesta?
• ¿Cómo sienten el «tiempo vivido» los maestros durante esta
propuesta?
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Distingamos estas finalidades:
CUADRO 5
31
¿Por qué es tan importante que la tarea tenga una clara finalidad
para el niño? Porque sólo si el niño puede encontrar sentido a su tarea,
entrará en ella y se comprometerá desde su voluntad para poder real-
mente aprender de forma significativa.
Desde nuestra perspectiva, las propuestas de enseñanza deben
encuadrarse en contextos de sentido. Es decir, el niño debe reconocer
la situación, poder establecer relaciones significativas con sus saberes,
tener clara cuál es la finalidad de la misma. Las acciones humanas son
compartidas y aprehendidas gracias a los marcos de significación que
construimos junto con los «otros». Si volvemos a la primera situación
nos saludamos por algo y para algo, nos saludamos de una manera en
especial. El problema está en si nos saludamos porque la maestra lo
dice; pero en esa práctica ni siquiera ella entiende el sentido de su
acción. ¿Por qué saluda a los niños de jornada completa como si los
hubiera visto recién? ¿Por qué deben estar todos juntos para saludarse,
si la que saluda es la maestra a cada niño en particular? Nos resulta
indispensable aclarar que no estamos «juzgando» la actividad como
buena o mala, sino tratando de establecer parámetros de análisis para
poder comprender si los niños pueden encontrarle sentido a esta acti-
vidad, o se trata de una «ejercitación escolar». No las consideramos
actividades buenas o malas en sí mismas, sino que nos preguntamos si
las propuestas son coherentes o no con la propuesta general del pro-
yecto pedagógico de la escuela.
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• Los niños ávidos por aprender encuentran sentido a sus tareas.
Algunas personas sostienen que los niños deben hacer ciertas tareas
sólo por el hecho de estar en la escuela. Debajo de esta concepción sub-
yace una idea o concepción de escuela bastante distinta a la nuestra.
Desde nuestro enfoque, los niños no vienen al jardín para aprender a
ser alumnos, sino que son alumnos de un jardín y lo aprenden a ser por-
que necesitan ayuda para aprender a vivir en el mundo. La escuela nos
ayuda a abrirnos a mundo, la escuela es parte del mundo, no una imi-
tación o mera simulación de éste.
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La matemática, la lengua, el arte, el juego…
La cultura se gesta por y para algo…
Resulta imposible pensar que podamos ser partícipes de la cultura por medio
de actividades vacías de significado.
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comienza a gestarse un «respirar» común de toda la clase. Después de
treinta o cuarenta minutos de que ha finalizado la franja horaria para
ingresar, los niños son invitados a preparar el desayuno. Esto implica
ordenar los materiales que se han utilizado. Allí, como hemos dicho, el
grupo tiene una «respiración» común. Y antes de ir al baño para lavarse
las manos, todo el grupo en ronda realiza un saludo general del día.
Simbólicamente, estamos marcando el inicio de las tareas «comunes»
de la actividad del grupo como tal. Pero cada niño ya ha sido saludado
de forma individual. Si bien en el momento de la ronda de saludo pre-
vio al desayuno, el maestro, mientras saluda a todo el grupo, detiene su
mirada en cada uno de los niños que conforman al grupo total, este
momento no marca el inicio de las tareas de enseñanza. Dado que estas
se han iniciado al momento en que ha entrado el primer niño al jardín.
Ya estamos enseñando con los materiales que hemos puesto en las ofer-
tas pedagógicas, ya estamos enseñando al poner el mantel y la canasta
con galletitas.
35
Propuesta didáctica
Procedimientos
del maestro
Actividad
del niño
CUADRO 6
36
Propuesta didáctica en contextos de sentido
Procedimientos
del maestro
Actividad
del niño
CUADRO 7
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servir más adelante», o «no se le puede buscar sentido a todo» (desde
el maestro).
A modo de síntesis…
2. Citado en Pozo Municio, J. I. (1999) Aprendices y maestros. La nueva cultura del aprendi-
zaje. Alianza Editorial. Madrid.
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Capítulo 2
Enseñar y jugar
El juego como soporte de conocimientos
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Entendemos al juego como una actividad altamente compleja, ligada
a los niveles más profundos del hombre en relación con su esencia como
ser humano. Al mismo tiempo, el juego tiene existencia independiente-
mente de sus jugadores, o de ser jugado. El juego de la mancha existe.
Las piezas del juego de las damas y su tablero conforman un juego.
Nos referiremos en este capítulo al juego como actividad del hom-
bre. Actividad, como ya hemos planteado, compleja.
Jugar implica un acto de la voluntad. Jugar es un hacer, pero no siem-
pre abiertamente visible. Jugamos a no pisar las líneas de la vereda mien-
tras caminamos, jugamos a adivinar quién baja del colectivo en la próxima
parada. En el primer caso, nuestras acciones físicas pueden ser inter-
pretadas de múltiples formas; para algún ocasional observador puede
ser un juego, y para otro, puede ser una persona que trata de esquivar las
baldosas flojas de la vereda después de un lluvioso día. En el segundo
caso (el «adivinar»), un observador no podría detectar nuestro juego,
sólo nosotros como jugadores podremos saber si estamos jugando o no.
La misma situación de «adivinar» quién bajará en la próxima parada
puede ser un juego o no serlo. Estamos viajando cómodamente sentados
y nuestro «adivinar» no tiene otra finalidad que el mero hecho y placer
por adivinar, nos arriesgaríamos a decir que nos encontramos jugando.
Pero si viajamos de pie, en un colectivo lleno de pasajeros, nuestra acción
de «adivinar» puede estar ligada a la especulación para conseguir un
asiento y poder viajar más cómodos. En el segundo caso, no podríamos
asegurar que se tratara de un juego.
Por lo que hemos dicho resulta muy difícil determinar con total
seguridad cuándo un niño juega y cuándo no. Siempre nos quedará un
espacio de duda que sólo puede responder el propio jugador. Resulta
interesante rescatar aquí el conmovedor film de Roberto Benigni La vida
es Bella1 donde, a nuestro juicio, se abre un enorme interrogante: ¿quién
juega, el padre o el hijo? ¿Quién sostiene el juego de quién?
Volvamos al Jardín…
1. Film italiano de 1997 que presenta la vida de un padre e hijo en la Italia fascista de
los años cuarenta.
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repetirse nunca más de esa misma forma. El formato tal vez se repita pero
el estado de los saberes en algún aspecto habrá cambiado. Igualmente,
esos saberes no tienen todos el mismo peso o preponderancia para sos-
tener el juego (Cuadro 8).
CUADRO 8
SS SS
Este entramado de saberes que conforma el juego tiene ciertos ras-
gos muy particulares. Por un lado, este entramado permite generar
un espacio o red de contención donde el niño puede moverse, puede
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«tirarse» en esta red sin temor a cometer errores. En el juego, el error
tiene un sentido distinto que en el resto de las propuestas. Por otra parte,
esta red de contención nos da tal nivel de seguridad que en el juego me
permito «morir». En el juego puedo «probar» y los resultados son parte
del juego. Esto permite al niño realizar «ensayos» sobre la realidad, sin
que las consecuencias lo perjudiquen.
Cuando un niño juega ha decidido (acto de la voluntad) entrar en
el juego; entra desde aquello que conoce, que sabe o puede hacer. Todo
jugador que se inicia en un juego parte desde sus saberes previos y estos
son los suficientes para poder «entrar» en el campo lúdico. Si alguien
ha decidido jugar, es porque ha detectado que tiene algún saber para
poder entrar en el juego. Esto implica que el jugador ha activado sus
saberes que actuarán de «conceptos inclusores» para tejer su nueva
estructura de conocimientos a medida que avanza en su dominio del
juego.
Desde este lugar nos resulta imposible separar juego de aprendi-
zaje. Todo niño que juega, aprende. No puede jugar sin aprender. Si en-
tendemos el aprendizaje como el proceso de apropiación del mundo que
realiza el sujeto. Aprender implica hacer propia la realidad. Para jugar,
el niño aprende. Aprende la estructura del juego, aprende sobre los sa-
beres que son necesarios para jugar. Cada jugador entra al juego desde
sus saberes. Y a su vez, éstos se encuentran en distintos grados de desa-
rrollo. Al jugar, cada uno de los saberes se desarrolla en función de la en-
trada que el jugador ha realizado al campo lúdico. Para aprender de modo
significativo es necesario que el material a ser aprendido tenga una es-
tructura y que la misma esté a la altura de la estructura de conocimien-
tos del aprendiz. Y es requisito indispensable que el que aprende quiera
aprender. En una situación de juego, el jugador juega porque quiere,
no puede ser obligado a jugar. Todo juego posee una estructura que le da
una coherencia interna. Y por último, como ya hemos planteado, cuando
el jugador toma la decisión de entrar en el juego lo hace desde sus sabe-
res previos, es decir, encuentra una «entrada», una puerta apropiada
para articular lo que sabe con el juego.
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Diversas concepciones se desprenden de esta relación juego-ense-
ñanza. En primer lugar, para algunos autores jugar y enseñar son dos
procesos irreconciliables. En segundo lugar, otros han creado juegos
para enseñar. Y por último, encontramos a aquellos que sostienen como
nosotros que jugar y enseñar son dos actividades que comparten rasgos
comunes y otros diferenciadores. Es en los aspectos comunes donde
juego y enseñanza parecen sostenerse uno a otro sin contradicciones
sustanciales.
Para poder aclarar un poco más acerca de cuáles son las relaciones
entre dos actividades humanas como el juego y la enseñanza, podemos
hacer un planteo de cuáles son los rasgos comunes de ambas. Ya hemos
delineado los rasgos de la enseñanza en el Capítulo 1. Continuaremos
avanzando entonces sobre el juego.
Algunos autores, como Garvey (1985), afirman que el juego posee
una naturaleza sistematizada y sostenida por reglas. El fenómeno lúdico
es entendido al mismo tiempo como producto y huella de la herencia
biológica del hombre y de su capacidad creadora de cultura. Desde este
lugar, se superan posiciones aparentemente contradictorias como las
visiones naturalistas y ambientalistas2 acerca de la concepción de juego.
Desde la corriente naturalista (Schiller, Spencer, Kant, Froebel, Freud,
Gross, entre otros) el juego es una actividad determinada por la natu-
raleza humana, entendida como naturaleza de carácter biológico o espi-
ritual. Desde este enfoque, el juego se desarrolla espontáneamente en
el interior del niño y la influencia del medio social pasa a un segundo
plano. En la línea opuesta, los ambientalistas (Huizinga, Elkonin, Bauzer
Medeiros, Vigotsky, entre otros) sostienen que el juego está condicio-
nado fuertemente por el medio social y cultural. El juego es presentado
como una actividad propia del hombre como tal o como no natural,
dado que requiere de un aprendizaje por parte de los niños que tiene
lugar a partir de las interacciones sociales.
Desde nuestra posición, el hombre nace con un potencial lúdico,
con la posibilidad de poner en acto su capacidad de jugar; pero es el
medio social el que presenta formatos de juego que se convierten en
«objeto» de esa potencia. Gracias al entorno social-cultural, el hombre
activa su capacidad de juego. En esta interacción sujeto-medio es donde
se genera el jugar como actividad humana.
Existen rasgos o elementos comunes que podemos encontrar en
las distintas definiciones sobre juego planteadas desde diversas corrien-
tes o enfoques. Estos rasgos comunes son:
43
• El juego es placentero.
• El juego no tiene metas o finalidades extrínsecas.
• El juego es voluntario y espontáneo.
• El juego implica cierta participación activa por parte del jugador.
• El juego ofrece cierto nivel de incertidumbre.
44
acto de aprender. Lo mismo sucede en el juego, el jugador no
tiene absoluta certeza de cómo finaliza el juego. Siempre el juego
encierra un margen de incertidumbre.
• En el juego y en la enseñanza participan personas; en ambos
casos despliegan actividades diferentes pero complementarias,
los jugadores juegan, mientras el maestro enseña. Juego y ense-
ñanza son actividades que implican relaciones dialécticas, en las
que tanto jugadores como enseñantes quieren participar. Y esta
participación es «dialogada».
• Al igual que la enseñanza, el juego cobra sentido y significado en
el marco de un entorno cultural.
• En el juego y en la enseñanza no todos los participantes poseen
los mismos niveles de conocimiento.
• Así como en la enseñanza se intenta promover el aprendizaje, es
imposible pensar en un jugador que quiera participar de un juego
sin querer aprenderlo. No se puede jugar sin hacer el intento de
aprender el juego. Al jugar se aprende el mismo juego, se mejora
todo cuanto de él se sabe de manera paulatina y creciente.
• Ambas actividades portan algún formato que las sostiene como
tales.
• Durante el juego se crean entramados de significados que se
ponen en «signos» al igual que en la enseñanza.
• Al jugar se ponen en acto hábitos, capacidades y saberes que pue-
den ser objeto de la enseñanza.
45
P
P
P
P
CUADRO 9
46
El maestro, durante el desarrollo de la propuesta didáctica, com-
bina estratégicamente los procedimientos que ha previsto en la plani-
ficación de su tarea, más aquellos que considera pertinentes, teniendo
en cuenta la impredecibilidad propia de la situación de enseñanza.
Estos procedimientos están ligados al objeto de conocimiento que el
maestro desea sostener, es decir al saber, que se desea convertir en con-
tenido (Cuadro 10).
Objeto de Contenido
Saber conocimiento
Para el maestro
Para el niño
Para el juego
CUADRO 10
47
por C. Kamii y R. De Vries (1982), en sus investigaciones acerca de las
implicancias didácticas de la teoría de Piaget. Entendemos como «puen-
tes» a los tipos de conocimiento planteados por Piaget. Pensamos que
distinguir qué tipo de conocimiento prevalece en el proceso de apren-
dizaje de un niño en relación con un objeto nos ayuda a definir qué tipo
de procedimientos debemos seleccionar para generar una estrategia.
A modo de ejemplo:
48
Dicen las autoras que en la educación infantil se dice a menudo que
los niños realizan su aprendizaje yendo de lo «concreto» a lo «abstracto»,
considerándose como «abstracto» la utilización de imágenes y palabras
para representar objetos reales. Y aclaran que cuando Piaget habla de
«abstracción» se refiere al proceso por el cual el niño estructura su cono-
cimiento y no su habilidad para utilizar imágenes y palabras. Seguida-
mente, distinguen dos clases de abstracción: simple y reflexiva.
La abstracción simple es la abstracción de las propiedades que están
en los objetos (en la realidad externa). El niño obtiene información sobre
los objetos actuando sobre ellos. La abstracción simple es una parte im-
portante del conocimiento físico.
En la abstracción reflexiva lo que se abstrae no es «observable». En
la abstracción reflexiva el niño crea e introduce relaciones entre objetos.
Por ejemplo: esta puerta es más grande que esta ventana. La puerta no
es grande ni pequeña en sí misma sino en relación con algo. El conoci-
miento lógico-matemático está construido por abstracción reflexiva.
Lo que ocurre cuando el niño tiene «experiencias lógico-matemá-
ticas con objetos» es abstracción reflexiva.
Según Kamii y DeVries la diferencia entre el conocimiento físico
y el lógico-matemático se hace más clara cuando consideramos el papel
de la retroalimentación o feed-back.
En el conocimiento físico (abstracción simple), el feed-back viene
de los objetos. Los niños descubren las propiedades de los objetos
actuando sobre ellos. En el conocimiento lógico matemático por el con-
trario el feed-back viene de las relaciones coordinadas que el mismo
niño ha creado. Estas relaciones existen en la cabeza del niño y no en
los objetos.
Pero debemos tener en cuenta que la abstracción simple no sucede
sin la abstracción reflexiva. Es decir el conocimiento físico no puede
darse si no es en un marco lógico-matemático.
¿Qué dicen las autoras sobre el conocimiento social?
Lo que hace que una tela sea una bandera no es la tela, sino el acuerdo
o consenso de una comunidad.
49
A modo de síntesis
CUADRO 11
50
aprendizaje que debe activar el niño. Tomamos el siguiente cuadro de
Ignacio Pozo (1996b) para poder clarificar lo que sostenemos.
CUADRO 12
Intervención
resultados buscados
Análisis
51
CUADRO 13
Desarrollo
Curricular
Cómo …desarrollar esa Situación de
Diseño
…debe organizarse la
situación de enseñanza
para que el niño (si quiere)
pueda activar los procesos
de aprendizaje.
52
son los convenientes? En primer lugar, creemos pertinente analizar el
contenido que deseamos enseñar. Esto es: todo contenido es un objeto
de conocimiento complejo sobre el cual el niño actúa según sus posibi-
lidades. Necesitamos clarificar sobre qué aspecto del contenido hare-
mos hincapié. Es decir, se requiere de una clara definición del conte-
nido para poder seleccionar los procedimientos adecuados para la
enseñanza.
Pasemos a un ejemplo
CUADRO 14
53
CUADRO 15
3. Para este ejemplo los contenidos han sido seleccionados de los Lineamientos
Curriculares para el Nivel Inicial de la Provincia de Buenos Aires. Año 2007.
54
Analicemos caso por caso…
CUADRO 16
4. Ídem.
55
físicos. Recalcamos aquí nuevamente que en este caso en particular, la
palabra (hablada), está en un segundo plano, son otros los signos que
pasan a ser figura.
56
Otro procedimiento sería que el maestro se sentara en la mesa de
trabajo a armar un barquito (en el caso de este ejemplo) y dispusiera de
material suficiente como para que los niños que quisieran se sumaran
a su propuesta de trabajo.
57
proceso que se «va dando» durante la interacción del niño con el objeto.
Es decir, el niño se encuentra aprendiendo mientras juega con el objeto;
cierto acompañamiento verbal «sostiene» el movimiento interno que
se produce en los esquemas de conocimiento. Es muy importante esta
aclaración para que el maestro no piense que estamos enseñando «des-
pués» del juego, sino que con estos procedimientos en particular, sos-
tenemos un proceso que se ha iniciado durante el juego.
Aquí, inversamente a lo que hemos planteado para el resto de los
procedimientos, la participación verbal tiene un lugar destacado. Es por
medio de la palabra hablada que sostenemos preponderantemente la
reorganización de las experiencias vividas.
En nuestra escuela dedicamos un momento en especial para des-
plegar estos procedimientos de un modo particular. Durante el des-
ayuno los maestros conversan con los niños acerca de las experiencias
vividas en la clase. Esta conversación no es obligatoria, es decir, partici-
pan los niños que lo desean (de un modo espontáneo). El maestro sugiere,
realiza el planteo a modo de un tema más de conversación en la mesa. Es
decir, si se observa un momento de desayuno en nuestra escuela podrán
advertir que conviven distintos temas de conversación y distintos sub-
grupos que a lo largo del tiempo de desayuno se van re-configurando.
Esto no quiere decir que no se hable de otro tema que no sea las expe-
riencias vividas en la escuela, sino que es el maestro el que tiene como
finalidad introducir su participación en la conversación desde este lugar,
sin que signifique esto que no sostendrá «otros» temas de conversación
que naturalmente planteen los niños.
58
Hasta aquí podemos re-diseñar el Cuadro 16 de la siguiente manera:
CUADRO 17
Sugerimos preguntar:
• «¿qué pasará si…?»,
• «¿podías hacer…?»,
• «¿qué cosa podríamos usar para…?»,
• «¿cómo hiciste…?»,
• «¿cómo hace X para poder…?».
5. Ídem.
59
• Las construcciones son un campo propicio para el desarrollo
del conocimiento físico.
CUADRO 18
6. Ídem.
60
En el caso del conocimiento social, el formato preponderante de
la enseñanza, desde nuestra perspectiva, está ligado a la palabra del
adulto. La lengua como mediador por excelencia. Tomando un con-
cepto amplio de «lengua», si seguimos la definición del diccionario que
dice: «modo particular de expresarse»7, resulta interesante pensar que
el hombre posee una diversidad de lenguajes. Cada uno de ellos con
menor o mayor grado de «arbitrariedad», en tanto cobran sentido en
un marco socio cultural definido. Hemos hablado ya de la importancia
de los gestos del maestro, de sus movimientos, de su cuerpo, como por-
tador de lenguaje. El maestro habla con su cuerpo. Pero nos referire-
mos en este apartado específicamente a procedimientos de enseñanza
ligados al lenguaje oral específicamente.
61
Los maestros al explicar utilizan:
• Afirmaciones: se enuncia algo.
• Interrogaciones: se espera que los niños respondan algo.
• Generalizaciones: se establecen elementos comunes a diversos casos.
• Ejemplos: se presentan situaciones/casos donde se «manifiesta» la
idea/concepto que se desea transmitir.
CUADRO 19
Afirmaciones Interrogaciones
Generalizaciones AG IG
Ejemplos AE IE
62
• Comparaciones: comparar es hacer ver que una realidad es igual o
distinta cualitativa o cuantitativamente a otra. Las comparaciones
pueden ser por:
– Identificación: porque lo nuevo es igual a lo conocido.
– Discriminación: porque lo nuevo se parece, pero es distinto
de lo conocido.
– Analogía: porque lo nuevo es en parte igual y en parte dis-
tinto de lo conocido.
• Contexto: consiste en situar un acontecimiento en su medio.
• Aplicaciones: se indica cómo y por qué un caso particular es
una comprobación: ilustración, falsación, crítica, etc., de una
generalización.
• Distorsiones y exageraciones: una exageración inicial de la afirmación
o pregunta puede ser útil para preparar a los alumnos a compren-
der una información.
• Ayudas: son medios para centrar la atención en aspectos críticos.
Pueden ser medios audiovisuales o sugerencias verbales.
• Repeticiones: es útil repetir informaciones y hacer síntesis periódicas.8
CUADRO 20
Procedimientos
de enseñanza
63
CUADRO 20 (cont.)
Procedimientos
de enseñanza
Tipo de Social
conocimiento
preponderante
CUADRO 21
9. Para este ejemplo los contenidos han sido seleccionados de los Lineamientos Curriculares
para el Nivel Inicial de la Provincia de Buenos Aires, año 2007.
10. Ídem.
64
Cuando el contenido «se monta» sobre el desarrollo del conoci-
miento lógico-matemático, el papel del maestro se centra en la instala-
ción de un problema que active el establecimiento de relaciones.
González y Weinstein (1998) nos advierten que no toda consigna
plantea un problema. «Para que una consigna se transforme en un pro-
blema a resolver, es necesario que indique a los niños lo que deben rea-
lizar sin sugerir la forma de hacerlo». Y agregaríamos desde nuestra pers-
pectiva: y sin que quiebre el formato lúdico que los niños han montado
en su juego.
Este punto sobre el que nos advierten las autoras es muy impor-
tante a la hora de participar/intervenir en una situación de enseñanza
que se encuentra «montada» sobre un proceso de aprendizaje sostenido
preponderantemente por el desarrollo del conocimiento lógico-mate-
mático. Las preguntas que puede instalar el maestro deben focalizarse
en la «apertura» de la situación. Es decir, la pregunta no perseguirá una
respuesta cerrada. La pregunta debe promover el interés por resolver
una situación, generar una incertidumbre, abrir la posibilidad de ela-
borar diversos modos de resolución de un problema.
La pregunta ocupa un lugar preponderante en los procedimientos
para generar situaciones problemáticas. En el encuadre lúdico, las mis-
mas consignas de resolución de los juegos se presentan como genera-
doras de problemas. En el caso de los juegos, una pregunta de un adulto
fuera del encuadre lúdico, puede ser una interrupción y no un proce-
dimiento de enseñanza. La resolución de un juego, o de tareas cotidia-
nas como poner la mesa o entregar materiales a los compañeros, son
situaciones que generan problemas.
A modo de síntesis presentamos el Cuadro 22:
CUADRO 22
Procedimientos
de enseñanza
65
CUADRO 22 (cont.)
Procedimientos
de enseñanza
CUADRO 23
66
«A partir del concepto de zona de desarrollo próximo
desarrollado por Vigotsky, Bruner define como andamiaje la
estructuración que el adulto proporciona al niño, y que le per-
mite actuar en el límite superior de sus capacidades e ir asu-
miendo el dominio de la situación, a medida que logra com-
petencia en la acción. El niño avanza bajo la tutela del adulto
o de un compañero más competente. Estos otros actúan como
conciencia vicaria de la situación, hasta el momento en que el
niño es capaz de asumir conciencia y control de sus propia
acción» (Sarlé, 2001).
67
con la maestra (por ejemplo, le alcanzan los ovillos de lana, o sostienen
los utensilios que necesita para cocinar). En el Jardín de infantes, los niños
que lo desean ayudan al maestro trabajando junto a él.
Las tareas domésticas, en tercer lugar, sostienen procesos complejos
como la evaporación (en el planchado), la acción del fuego (en la cocción)
o la fabricación (en el tejido) desde la simplicidad del hacer. El maestro
no explica o da consignas durante la realización de las tareas domésticas.
La realización frente a los niños de las tareas domésticas es en sí misma
la propuesta de enseñanza, sin que el niño tenga que realizarla como
actividad. Algunos niños «retoman» estas tareas bajo el formato de juego
durante distintos momentos del día. Así podemos ver a niños cocinando
con tierra o arena, armado collares y tejidos con lanas, piedras y hojas
de los árboles.
En el caso de la fabricación de los juguetes o la reparación de los ma-
teriales de la clase, el maestro «agrega» un valor o plus a la tarea domés-
tica. Cuando los niños observan a sus maestros hacer o reparar los mate-
riales de la clase «viven» el trabajo, el esfuerzo que otra persona pone
sobre aquello que ellos usarán. Al momento de utilizar los elementos de
la clase, estos portan ese valor puesto por otro humano, y en contrapar-
tida, los niños los «cuidan» de un modo distinto, los valoran en el uso.
68
Hemos intentado en este capítulo mostrar cómo sostenemos la
enseñanza durante el juego de los niños. En nuestra escuela, los niños
juegan mientras los maestros enseñan por medio de distintos procedi-
mientos. La selección de estos procedimientos está ligada al contenido,
y consecuentemente, al tipo de conocimiento que el niño despliega para
apropiarse de él.
A modo de síntesis…
Berta Finkel
69
Capítulo 3
El ambiente físico
71
están cerrados y controlados. Esto permite una circulación libre de los
niños por sus casas y por el patio de juegos.
Los niños seleccionan a qué y con qué jugar, por lo que gran parte
de la escuela se constituye en espacios para jugar.
La «casa» los provee de espacio, aire, agua, luz del sol, tierra, arena,
plantas y una serie de elementos que se pueden convertir en juguetes.
Pero la escuela no es sólo un conjunto o combinación de elemen-
tos. Estos elementos no están puestos; están «dispuestos» de un modo
que los convierte en textos. Cada elemento es una letra de este texto.
Las cosas son organizadas para «decir». El ambiente a jugar, a disfrutar,
a leer, a correr, a experimentar. Al mismo tiempo el ambiente invita a
que quienes lo habitan lo «re-escriban».
72
de aprender a apreciar las obras (plano del hacer) o contextualizar la
obra (plano del pensar).
Al ubicar una obra de arte el maestro dice «qué siente» sobre esta
obra. ¿Qué obra nos recibe en el hall de entrada?, ¿qué obra acompaña
el momento del cuento?, ¿hay obras de arte en la cocina o en el baño?,
¿para qué?, ¿cuál es su sentido? No resulta igual colocar una reproducción
colgada con cintas de pegar que se ven en las esquinas que presentar una
reproducción con un marco (aunque éste sea de cartón).
Los colores y las formas son elementos que los niños combinan en
sus juegos. Si se observa atentamente a un niño frente a una obra de arte,
se puede observar cómo «juegan en el color», «repasan» las formas con
sus ojos y algunos con sus dedos.
Llegamos en otoño a la escuela, una hermosa reproducción de Fader nos
recibe, junto a ella una mesa con un bello arreglo de ramas y hojas secas sujetas
con un lazo de seda.
Colores, formas, texturas y aromas son combinados por los maes-
tros en un área de la escuela generando un ambiente de enseñanza. Los
maestros reciben a los niños con una magnífica clase sobre ciencias natu-
rales, historia y arte. Pero los maestros no han «explicado nada». Los
maestros hablan por medio del ambiente. El cuadro y el arreglo perma-
necen durante unas semanas. Algunos niños leen la escena desde el pri-
mer día en que se la han encontrado en la reopción, otros la leen días
después. Algunos al entrar hacen comentarios, otros, sólo observan,
algunos recogen cosas en el camino a la escuela para completar la escena
o armar otras escenas durante el momento de juego. ¿Puede alguien
dudar de que esto es una clase?
Todos los elementos se combinan y hablan; por eso la escuela tiene
la obligación de cuidar los «textos» que presenta por medio del ambiente.
Estos textos se escriben con las formas de las aulas, con los rayos del sol
que entran por las ventanas, con las texturas de las cortinas, con la dis-
posición de los muebles, con los aromas de los objetos. Se necesita de un
maestro con enorme percepción y sensibilidad, dado que es él el encar-
gado de «escribir» este texto y de ser capaz de comprender los diversos
modos de «lectura» que los niños realizarán sobre su escrito.
No se trata de «colgar» o no «colgar» obras de arte, se trata de «decir algo
con ellas».
Es deseable que los distintos espacios de la escuela se conviertan
en «instalaciones» que ofrecen marcos de enseñanza y enseñanza en
sí mismos.
73
• Cualquier espacio de la escuela puede decir algo.
El tiempo de parque
74
• El ambiente externo permite la interacción de niños y maestros.
75
• Por medio de los materiales el maestro abre la posibilidad
de crear escenarios de juego.
76
agua y tres o cuatro barquitos de papel. Esta distribución de materiales
se realiza sin explicación verbal. El maestro habla «espontáneamente»
con los niños mientras acomoda los materiales. La sugerencia está en el
escenario que monta y no en la consigna. Un grupo de niños pide entrar
para buscar una pequeña bolsa de tela que contiene «bolitas» para jugar
en la tierra.
77
vital de las personas que lo usaron. Desde esta perspectiva el material de
desecho es presentado como estímulo para investigar y experimentar.
El concepto de patio de desechos fue desarrollado por primera vez
en el kibutz Sde Eliahu por Malka Hass, según las autoras, hace más de
cincuenta años. El material encierra una riqueza multifacética; pero
exige un control y cuidado sumamente responsable por parte de los
maestros. Siguiendo este enfoque, hemos enriquecido el espacio exte-
rior de juego de nuestra escuela con:
• Elementos para construir.
• Utensilios de la vida cotidiana.
• Partes de distintos artefactos.
• Materiales para experimentación, excedentes de agricultura, de
la industria o de la construcción (no tóxicos).
78
• Los niños cuentan con una rica variedad de elementos para su juego
en el parque.
Los juguetes
79
Desde nuestro enfoque, el principal rasgo que debiera mantenerse
a la hora de seleccionar estos objetos es el potencial lúdico del material.
Esto es, un objeto que abra el campo de juego, que permita entradas
múltiples a la creación de situaciones lúdicas.
Asociamos tanto los juegos a los juguetes que rara vez nos detene-
mos a pensar acerca de su diferencia. Los juegos no requieren de jugue-
tes para su desarrollo. Los hay de todo tipo, con y sin la necesidad de
recurrir a un objeto para alcanzar su mayor expresión. Los juegos exis-
ten desde que el mundo es mundo. Los juguetes, en cambio, son pro-
ducto de una conjunción de cambios sociales, culturales y económicos
que se producen con el desarrollo del capitalismo, la emergencia de una
nueva idea de familia más íntima y centrada en una pareja y sus hijos,
y una nueva concepción de infancia entre cuyos atributos está el de
tener posesiones propias de la edad.
Esto no significa que antes de que estos profundos cambios se pro-
dujeran no hubiera juguetes. Los antropólogos han señalado que los
primeros juguetes no eran más que objetos rituales de la comunidad
que se dejaban a disposición de los niños. Tal parece ser el origen de las
pequeñas figurillas de barro, cerámica o madera que constituyen las
muñecas más remotas.
Sin embargo, éstos no eran juguetes tal como los conocemos ahora,
como objetos que contribuyen a definir la infancia, cargados de significa-
dos sociales y culturales y sobre todo objetos del mercado. El surgimiento
de una industria de juguetes está vinculado a la modernidad, al ascenso
de la burguesía, a la construcción social de la infancia y la familia nuclear
y al desarrollo del capitalismo industrial. Estas marcas de origen, aunque
un tanto lejanas, se ponen en juego cuando compramos juguetes, cuando
los elegimos, cuando rechazamos algunos en beneficio de otros y —sobre
todo— cuando pensamos en ellos. En este sentido, se podría pensar a los
juguetes —los que usamos, compramos, regalamos, guardamos, tiramos—
como objetos industriales, ligados al mercado y al consumo así como tam-
bién a las costumbres y los rituales de nuestra vida en común.
La instalación definitiva de los juguetes en la vida de los niños se
dio cuando fue posible producirlos en masa a partir de la aparición y
la utilización de materiales de gran capacidad productiva, como los
plásticos, que permitieron aumentar los volúmenes de producción y
circulación. El plástico permitió hacer juguetes lavables, manipulables,
irrompibles y durables.
Desde nuestro enfoque de la enseñanza, le cabe a la escuela enrique-
cer el repertorio de juguetes a los cuales tienen acceso los niños. Por eso
se incorporan juguetes fabricados con maderas, piedras, sogas y telas.
80
En el patio, los juguetes producidos industrialmente se mezclan con
la tierra, el agua y los juguetes artesanales en una suerte de armonía
lúdica.
81
Los objetos para jugar
Maestro Jugador
Enseña Juega
Material Objeto
Juguete
didáctico
CUADRO 24
82
ya hemos explicado «dice» con su modo de actuar sobre los objetos. La
estantería del parque en la que se encuentran los materiales para el juego
al aire libre debe conservar, mantener, ofrecer el mismo cuidado esté-
tico que la estantería de los libros de la biblioteca. El cuidado sobre los
objetos dice a los niños «estos son objetos para que juegues», «estos son
juguetes para disfrutar al mismo tiempo que aprendes sobre el mundo».
83
• Aquí los niños están jugando bajo una refrescante lluvia de primavera.
Como los velos que cubren a las madonnas del renacimiento, las dis-
tintas «capas» o velos que conforman el ambiente cubren, protegen,
sostienen y dicen al niño algo. Las paredes y los techos nos protegen
del frío, del calor o de la lluvia. Los colores de las cortinas, de los techos
y las paredes, la calidad del piso, nos aportan sensaciones, calidez, aspe-
reza, aceptación o rechazo. La cantidad y variabilidad con que la luz
solar ingresa por las ventanas se combina con los elementos de cada
ambiente contándoles a los niños cómo transcurre el tiempo, las horas
del día, y las estaciones del año. Los floreros con sus flores hablan de
estaciones y de fiestas. Las fotos y las pinturas cuentan sus historias. El
niño se mueve dentro de la escuela, va corriendo estos velos, va leyendo
estos textos; pero no lo podría hacer solo. Es el maestro el que sabe
cómo ayudar a cada niño a ir despojándose de las envolturas de la rea-
lidad. Al mismo tiempo que sabe también cuando un niño ha sido des-
pojado tempranamente de estos velos y necesita aún de ellos para poder
crecer libre y fuerte a la vez.
84
• El ambiente debe ofrecer calidez, orden, magia y desafío a la vez.
A modo de síntesis
85
Capítulo 4
CUADRO 25
87
En el Cuadro 25 intentamos representar al niño y al maestro.
Planteamos la acción del maestro (enseñanza) sosteniendo el objeto de
conocimiento, dándole carácter de contenido escolar.
Estos objetos son complejos. El niño va apropiándose de estos obje-
tos a distintos niveles. Desde nuestro enfoque un ser humano nunca
puede alcanzar el «ser» de las cosas, sino que lo que realiza son apro-
ximaciones sucesivas sobre el objeto de conocimiento. Estos objetos
conforman la realidad física y simbólica en la que nos movemos. Pero
son «recortados» para su estudio por los distintos campos de la ciencia
y el arte. Es desde allí desde donde los selecciona el Estado y los trans-
forma en contenido escolar. Desde esa perspectiva, el contenido es una
fabricación.
El Estado nos prescribe por medio de los Diseños Curriculares
jurisdiccionales los contenidos que debemos enseñar. Es aquí donde
cobra una sustancial importancia el Proyecto Educativo Institucional
(PEI). Por medio de la organización y jerarquización de los contenidos
escolares en el PEI, más específicamente en el ámbito del Proyecto
Curricular de la escuela, imprimimos nuestro enfoque de la enseñanza
sobre las prescripciones del Estado. No contradecimos lo que el Estado
plantea, sino que lo ofrecemos a nuestros niños según nuestro enfoque
filosófico.
88
Es imposible pensar desde esta perspectiva en aprender matemá-
ticas sin comprender su sentido en la realidad que nos circunda. Y resal-
tamos el término sentido, pues no debe confundirse con utilidad.
En una reunión de padres una mamá (que estudia en el profeso-
rado de enseñanza primaria) comenta:
—Yo tenía una profesora de matemáticas que decía que hasta el cuarto grado
se puede aprender matemáticas jugando al supermercado; pero después los chi-
cos tienen que aprender matemáticas por las matemáticas en sí…
Según nuestra perspectiva la matemática explica lo que sucede en
la realidad. No tiene sentido, y podríamos decir existencia, si no es en la
realidad misma. La matemática no es puesta en el supermercado sino
que está, circula, explica y sostienen lo que sucede en él.
Igual razonamiento podemos plantear para cualquiera de las dis-
ciplinas curriculares.
89
Las disciplinas curriculares pueden posarse sobre diferentes situa-
ciones escolares y transformar un saber en un contenido escolar, es allí
donde aparece la tarea del maestro como sostenedor de ese saber, sin
olvidar la diversidad de procedimientos de enseñanza que hemos pre-
sentado en los capítulos anteriores.
Desde nuestra perspectiva el «jugar por jugar» coexiste con el «jugar
y enseñar».
El niño siempre «juega por jugar», si estuviera jugando por otra
razón que no fuera el mero jugar, no estaría jugando. Estaría haciendo
una tarea (parecida a un juego), pero no estaría jugando. Sin embargo,
al mismo tiempo, mientras él juega (por jugar), necesita aprender para
sostener el juego (como ya lo hemos explicado en el Capítulo 2). En
tanto el niño tiene la posibilidad/necesidad de aprender, el maestro
tiene la posibilidad de enseñar. Es así que coexisten «juego y enseñanza»
con el «jugar por jugar». Finalmente, cabe aclarar una vez más que,
cuando hablamos de enseñar, lo que se enseña (el contenido) es intrín-
seco del propio juego. Es siempre un saber que el juego porta en sí, y no
un agregado externo. Este/os saber/es que el juego porta son al mismo
tiempo objeto de conocimiento de las ciencias y el arte, y consecuente-
mente, puedo posar la mirada de las disciplinas curriculares sobre un
juego, sin alterarlo como tal.
Consideramos que el «jugar para enseñar» carece de existencia, dado
que desde la perspectiva del jugador, este no tiene otra finalidad que
jugar. Y desde la perspectiva del enseñante este no juega (en los térmi-
nos en los que lo hemos planteado en el Capítulo 2). Esto es: el niño
juega para jugar y el maestro no juega cuando enseña (aunque parti-
cipe del juego).
Jugar y enseñar
CUADRO 26
90
Organización y secuencia de los contenidos:
la planificación didáctica
1. Ídem.
91
donde el maestro hace «otras tareas». Las ofertas son el formato prin-
cipal de enseñanza de nuestra escuela.
¿Por qué consideramos altamente valiosa la propuesta didáctica de
ofertas?
Nos dice Pozo (1996a) que, según Ausubel,
Y continúa aclarando:
92
Por otra parte, cuando alguien decide entrar al juego lo hace desde
donde sabe y puede, es decir, desde donde su propia estructura de cono-
cimiento puede establecer relaciones entre lo nuevo y lo conocido. En otros
términos, cuando alguien juega, en algo conoce el juego, aunque la mayor
parte de los saberes sean sostenidos por otro.
Organizaremos lo escrito en el siguiente cuadro (Cuadro 27):
CUADRO 27
La estructura cognitiva del alumno debe Siempre que se juega, algo del
contener ideas inclusoras (en relación juego se conoce.
con lo nuevo a ser aprendido).
93
• la observación de los niños,
• proponiendo un juego,
• realizando una tarea.
94
• El arenero se ha convertido en un moderno negocio.
95
Los juegos…
• Preparando la tierra.
96
Dentro de la sala opera la misma lógica. Un maestro se ubica en la
mesa de trabajo con alguna tarea mientras el otro maestro circula por las
distintas ofertas.
El momento de parque finaliza con el saludo a la bandera. En ese
momento, los niños se reúnen para izar la bandera, mientras un niño
anuncia a todo el jardín que se está izando el pabellón nacional, tocando
una campanilla.
97
Cómo continúa la jornada…
• Momento de ofertas.
98
• Otra perspectiva de las ofertas en Casa de Maternal.
99
• La ronda rítmica.
100
Luego del cuento, una parte de los niños de la escuela se retira y
otra permanece en la escuela, pues sus familias han decidido que par-
ticipen de los talleres que se dictan por la tarde.
Presentamos el siguiente cuadro a modo de síntesis del ritmo de
la mañana:
CUADRO 28
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CUADRO 28 (cont.)
Hemos planteado hasta aquí el ritmo del día. Todos los días están
organizados de la misma forma y no se alteran. Puede ajustarse el hora-
rio, es decir, permanecer un momento más afuera o adentro de la sala,
prolongar o acortar un poco el desayuno. Pero la secuencia de activida-
des es respetada estrictamente.
Este ritmo diario se encuadra en un ritmo semanal. Esto es cada
día de la semana en la mesa de trabajo y en la tarea del maestro hay algo
que se mantiene secuencialmente.
A modo de ejemplo, en la mesa de trabajo puede organizarse de la
siguiente manera…:
• Lunes: dibujo.
• Martes: modelado.
• Miércoles: cocina.
• Jueves: pintura.
• Viernes: manualidades.
Esto implica que el niño conozca qué día el maestro prepara tal o
cual actividad. Esto también le da tranquilidad cuando no ha finalizado
aquello que se ha propuesto, y desea continuarlo. Sabe que tal o cual
día puede continuar sin dificultades su trabajo.
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• Maestra en la mesa de trabajo.
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CUADRO 29
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• Maestra en la mesa de trabajo durante las ofertas pedagógicas.
Dentro de este encuadre del año, cada semana se repite, como hemos
mostrado, con el ritmo semanal.
Dentro de este encuadre del año, el maestro que trabaja recorriendo
los subgrupos de juego durante las ofertas, focaliza sus procedimientos
de enseñanza en los contenidos de una disciplina curricular en particular.
A modo de ejemplo, mostramos cómo nos hemos organizado…
CUADRO 30
• Otoño Matemáticas
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Esto no quiere decir que las disciplinas curriculares sólo se traba-
jen en determinada época del año, sino que, cuando los niños eligen las
ofertas, el maestro organiza su participación (sus estrategias) enfocán-
dose en un área o disciplina curricular. Así, por ejemplo, si el niño ha
elegido jugar con construcciones durante otoño, el maestro participará
del juego (si es posible) sosteniendo procedimientos ligados a las
Matemáticas. Pero si nos encontráramos en invierno, los procedimientos
de participación girarían en torno a las Prácticas sociales del lenguaje
oral y escrito. Esto nos permite organizarnos, dada la diversidad de pro-
puestas que los niños pueden generar durante las ofertas, y no perder la
intencionalidad pedagógica de la tarea.
En el trabajo que gira en torno a las celebraciones, el maestro tra-
baja los contenidos pertinentes de las distintas áreas o disciplinas curri-
culares, independientemente de la época. Mientras que en las ofertas se
focaliza en un área o disciplina curricular en particular, como hemos expli-
cado. Esto permite que todas las tareas de la escuela sean encuadradas
dentro de los contenidos fijados por los documentos curriculares.
El siguiente cuadro (Cuadro 31) sintetiza las relaciones entre los
ritmos con que trabajamos en nuestra escuela.
Ritmo de la época
Ritmo de la celebración
Ritmo de la semana
CUADRO 31
106
¿Cómo planificar la tarea bajo esta lógica?
Propuesta 1
CUADRO 32
Propuesta 1
CUADRO 33
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Pero para el caso de las ofertas, no es posible pensar en una lógica
lineal recursiva como la que hemos presentado en el Cuadro 33. Las
ofertas responden a una lógica de diseño que denominamos «menú».
Dado que el niño elige qué y cuándo hacer, el maestro tiene que tener
prevista una variedad de propuestas que respondan a la necesidad de
los niños. Para este diseño, trabajamos con lo que denominamos
«Campos fértiles de conocimiento».
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Intencionalmente hemos seleccionado dos campos bien distintos
para que se pueda observar la diversidad de configuraciones a las que
podemos denominar campos.
2. Estos aprendizajes fueron establecidos relacionando las posibilidades del campo con
los contenidos planteados por el Documento Curricular de la Provincia de Buenos
Aires vigente hasta el año 2007.
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• A identificar algunas relaciones causales en hechos cotidianos.
• A explorar plásticamente con diferentes materiales.
• A lograr un progresivo equilibrio postural y seguridad en los
desplazamientos.
• A explorar nuevos movimientos corporales.
• A desarrollar coordinaciones manipulativas.
• A integrarse al grupo de pares.
• A adquirir pautas, normas y actitudes propias del funcionamiento
grupal.
• A localizar sensaciones placenteras o no, en diferentes partes de
su cuerpo.
• A iniciarse en la representación del espacio conocido, recono-
ciendo algunas posiciones de los objetos: cerca-lejos, adentro-
afuera, arriba-abajo, encima de-debajo de.
• A iniciarse en el conocimiento y uso de números pequeños.
110
sentido. Es así que delineamos las «propuestas didácticas» (ver Capítulo
1, Cuadro 6). Estas propuestas didácticas son encuadradas dentro de
las cuatro «épocas» de enseñanza anuales. Pero no aseguramos que se
llevarán a cabo, sino que el maestro dispondrá de ellas al estilo de un
menú o «carta». Sabemos qué podemos enseñar y cómo hacerlo den-
tro de un campo fértil de conocimiento, pero es el niño el que nos indica
el cuándo definitivo.
La planificación por campos fértiles de conocimiento nos resulta
útil para dar respuesta a la multiplicidad de actividades que realizan los
niños simultáneamente en su juego dentro de las ofertas pedagógicas.
Si volvemos al arenero, encontraremos cinco niños que están haciendo
cinco cosas distintas; el maestro conoce el campo y sabe qué es posible
aprender. Pero también conoce a cada uno de los cinco niños y sabe qué
puede aprender cada uno. Al mismo tiempo, dispone de su menú de
procedimientos de participación (que puede combinar en una estrate-
gia de enseñanza). Este menú se encuadra, recordemos, en la época de
enseñanza, y en algunas ocasiones también con saberes propios de la
celebración que se está preparando.
Podrían los maestros preocuparse por cómo «complejizar» las pro-
puestas de enseñanza. Si el campo es estudiado profundamente, al igual
que el juego del niño, por el maestro, éste encontrará que la propia géne-
sis del juego y la complejidad de los diversos elementos que componen
el campo y las relaciones entre ellos, presentan un desarrollo complejo
de por sí. Pero para esto es necesaria:
• una estricta observación de los niños en contextos escolares y no
escolares,
• un profundo estudio de la realidad social y natural,
• un conocimiento serio de los procesos de aprendizaje y
• una fina sensibilidad para entablar una relación saludable entre
niño, maestro y realidad.
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A MODO DE SÍNTESIS FINAL…
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