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Marina Tampini
(extracto)
Este escrito trata sobre la práctica artística del Contact Improvisation (CI), que hace al
cuerpo su protagonista, un cuerpo que se produce junto a otros, en el interjuego de
roces, apoyos y superficies compartidas: cuerpos en movimiento atravesados por
fuerzas que se pliegan y despliegan para encontrarse.
Steve Paxton, creador del CI, hacia la década de 1970, explora los movimientos
reflejos del cuerpo cuando es afectado por las fuerzas físicas de la gravedad, la fuerza
centrífuga, el momentum, en caídas, roladas y choques. Esta indagación crea un
lenguaje que privilegia el movimiento originado a partir del sentido táctil: el cuerpo se
abre al contacto sensible con el suelo y con otros cuerpos.
Si el poder se ejerce sobre los cuerpos, como lo señalara Michel Foucault, las
prácticas corporales constituyen un campo rico para la reflexión. Desde esta
perspectiva, cuerpo y subjetividad constituyen un tándem indisociable que, en el caso
de una práctica como el CI, resultan un territorio fértil para el pensamiento.
Steve Paxton observa lo limitado del modelo de los cinco sentidos y da cuenta de la
compleja experiencia que supone la improvisación. Además, señala, a partir de un
análisis de distintas artes, que los cinco sentidos funcionan en interrelación. Paxton
encuentra investigaciones científicas que proponen modelos de veinticinco sentidos,
o modelos (como el del Budismo) que incluyen a la mente o la conciencia como un
sentido más. Así, Paxton abre a los investigadores preguntas imaginarias sobre el
sentido de la gravedad, sobre la velocidad con que sensorializamos (sense) el
pensamiento, sobre el modo en que cada sentido modifica nuestra experiencia del
tiempo.
De esta manera, Paxton concluye que el modelo de los cinco sentidos es muy
limitado para explicar los múltiples aspectos de la experiencia sensible. Para justificar
esta postura, recuerda una experiencia muy adecuada para pensar las limitaciones de
los modelos de los cinco sentidos cuando pretenden dar cuenta de lo que ocurre en
la danza o en los deportes: “Me impresionó mucho ver a una mujer ciega atajar un
plato que se le resbaló mientras lo lavaba. Quedaba claro que no eran los ojos los que
funcionaban. Hace sentido, como suele decirse, que nuestro cuerpo está totalmente
sintonizado con los efectos de la fuerza de gravedad, que la velocidad de caída de un
objeto es bastante obvia para nuestro cuerpo, que cualquier discusión acerca del
tiempo subjetivo debería incluir al factor gravitatorio en sintonía con los sentidos
humanos”.
En un estudio más reciente sobre el tacto en el CI, Isabelle Uski hace un aporte en la
misma dirección de Paxton. Sostiene que hoy existe consenso respecto a la
intersensorialidad. Ella señala algunos rasgos del sentido del tacto y de las palabras
asociadas a la categoría táctil y destaca particularidades que fácilmente podríamos
pasar por alto. Por ejemplo, menciona que el tacto es el único sentido que no tiene
órgano propio: “Los estímulos táctiles se perciben a nivel de la piel, pero también de
los músculos, las articulaciones, órganos, vasos sanguíneos, del oído interno gracias
a las terminaciones libres y a los mecanorreceptores” (Uski, 2003, 12-23). Por ello, el
tacto exige la proximidad del contacto (aunque puede ser mediada por un objeto).
Siempre que tocamos somos tocadas. El sentido del tacto es el único que puede
modificar a voluntad el campo perceptual involucrado. La percepción táctil es
secuencial y requiere de trabajo para producir una representación unificada. El verbo
para el sentido táctil es tocar, y no discrimina entre la acción realizada con o sin
atención, como sí lo hacen los verbos oír/escuchar,ver/mirar.
La autora concluye con dos preguntas que desafían el sentido común. La primera es:
¿los cinco sentidos pueden reducirse a uno solo, es decir, el tacto?, pues la lengua y
el paladar contactan y sienten la comida; la oreja, las ondas sonoras; la nariz, las
emanaciones; los ojos, los rayos luminosos. La segunda es: dado que el tacto es el
único de los cinco sentidos que compromete la totalidad del cuerpo, ¿no sería
asimilable a la idea del cuerpo-sentido que enunció Merleau Ponty? (Uski, 2003, 12-
23)
Veamos una larga y precisa cita de Uski. “Resultó que como no existía órgano propio
del tacto, una determinada forma de jerarquía se había impuesto: algunas partes del
cuerpo, a menudo muy sensibles, van a solicitarse mucho más que otras y se utilizan
bajo modalidades muy codificadas. Se podría groseramente clasificarlas en dos
categorías: las que se combinan a una modalidad exploratoria y ejecutora o más bien
instrumental (la mano) y las que desempeñan un papel en el despertar libidinal (son
entonces estas muy solicitadas, o evitadas). El CI casi va a invertir esta utilización
jerarquizada de nuestras capacidades táctiles, no solamente comprometiendo el
cuerpo de manera más homogenizada, sino también asignando nuevas intenciones a
toda parte del cuerpo implicada. Así pues, la mano parece perder su papel
instrumental y manipulador, y las partes genitales o pregenitales (como el ano y la
boca) parecen perder parcialmente su consistencia erógena. Pero, sobre todo, el
contacto avanza sobre toda la superficie del cuerpo. Puesto que los receptores y
terminaciones libres están presentes por todas partes, el CI intenta utilizarlos. El
concepto de tacto exploratorio se vuelve pertinente sobre la totalidad del cuerpo”
(Uski, 2003, 19).
Vale aclarar que la idea de escucha es muy usada en los procesos de aprendizaje de
CI, e indica una actitud receptiva y atenta. El préstamo del verbo escuchar, del
sentido auditivo, quizás se deba a la inexistencia de un verbo específico para el
sentido del tacto, aunque esta cuestión compleja merece un mayor despliegue. En
particular, Uski se detiene en analizar el lenguaje usado en clases de CI.
Se trata de la relación con otrx como yo mismx, de mi misma naturaleza, pero en una
instancia anterior a la de convertirnos en sujetos. El tacto habilita la molecularización,
la percepción de intensidades, texturas, volúmenes, consistencias, flujos que se
suceden a velocidades mayores que las que nuestra mente puede aprehender, flujos
a los que otorgamos forma humana.