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PRIMERA PARTE
Esta tesis doctoral, que podría insertarse en el género jurídico-proyectivo, pretende examinar y sistematizar las
tendencias actuales que se advierten en el campo de la responsabilidad civil, y en base a su análisis y persistencia a
través de los últimos tiempos, estimar la prospectiva, mediante una suerte de futurología científica de ese instituto.
La elección del tema surge de la admiración que provoca el avance tecnológico en las últimas décadas y que
constituye un desafío para que la Argentina asuma, mediante su modernización, la integración dentro de esta nueva
etapa del mundo coincidente con la entrada al siglo XXI.
El trabajo desarrolla los estadios del proceso técnico y la influencia que ellos tuvieron en las ciencias sociales y que,
obviamente, se manifiestan en el Derecho por la interdependencia de los fenómenos científicos, económicos,
políticos y sociales. Como referencia histórica, se analiza brevemente la Revolución Industrial y sus aspectos más
salientes: maquinismo, urbanismo e industrialismo y las consecuencias jurídicas de esa etapa técnica que fueron:
La regulación de los daños por accidentes laborales, la problemática de los automotores, los perjuicios causados por
aeronaves a los terceros en la superficie, y, en fin, la aplicación de la teoría del riesgo en nuestro artículo 1113,
párrafo segundo, segunda parte del CódigoCivil.
La era tecnológica -a su turno- presenta nuevos problemas al derecho de daños: responsabilidad civil por productos
elaborados, las últimas formas de dañosidad en el ejercicio de las profesiones riesgosas, la transmisión de
enfermedades contemporáneas como el sida, el daño colectivo, los daños nucleares, el daño ambiental,
responsabilidad civil emergente de la informática, los futuros daños que aún nos aguardan como consecuencia del
desarrollo de la biotecnología. Todo ello ha generado la preocupación de los juristas en los últimos tiempos,
tendiente a lograr la adecuación del Derecho a aquellas manifestaciones.
DERECHO DE DAÑOS
I. LA RESPONSABILIDAD CIVIL
El concepto actual de la responsabilidad civil comporta algo más que una forma de sanción;
SARSFIELD
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
En el Derecho primitivo la responsabilidad era objetiva, a tal punto que a cada daño
correspondía una pena sin interesar la culpa del agresor; se relacionaba la injusticia y el
daño.
Alterini predica que la cultura actual está teñida de primitivismo, "que significa una actitud
de retorno a la simplicidad anterior a los refinamientos de la civilización en la era
tecnológica y, en su caso, de apartamiento de los cánones académicos... Así pues, la
inmersión en el primitivismo cultural -que el jurista describe- es coincidente con el
desarrollo de la imputación objetiva del deber de resarcimiento, y aun con su atribución a
grupos, cuando no se puede establecer quién de sus integrantes fue el causante del daño
(responsabilidad colectiva)...".
Todo ello nos hace reflexionar sobre la coincidencia con las palabras de López Olaciregui
cuando nos dice que en el Derecho de hoy no interesa tanto el daño causado sino el daño
injustamente sufrido por la víctima.
Las formas iniciales de imputación objetiva se remontan al Código de Hammurabi de hace
cuarenta siglos y a las leyes de Manú. Se produce recién la transformación del fundamento
de la responsabilidad civil con la Lex Aquilia que destacó la importancia del elemento
subjetivo: la víctima estaba obligada a producir la prueba de la culpa del dañador.
En su trabajo "Culpa y riesgo", Alberto Juan Pardo analiza la evolución histórica de la
responsabilidad, la reacción contemporánea y la solución intermedia.
La "teoría del riesgo" nace en Francia a fines del siglo pasado; básicamente niega la
exclusividad de la culpa como fundamento de la responsabilidad civil y propicia la
responsabilidad objetiva.
El advenimiento de la responsabilidad objetiva a través de la teoría del riesgo se puede
situar alrededor de 1880 y reconocer como influencia antecedente las teorías del penalista
antropólogo Ferri, que fueran introducidas en Francia por Sauzet y Sainctelette en el campo
de aplicación de lo que hoy denominaríamos accidentes del trabajo. El argumento
esgrimido por estos juristas apuntaba a la responsabilidad del patrono por los daños
producidos a los obreros por la maquinaria de la fábrica. La necesidad de protección del
trabajador surgía como consecuencia lógica del desarrollo del maquinismo con sus
improntas en el Derecho de daños como vimos en el capitulo anterior. Ello tuvo por
respuesta una fuerte oposición de la corriente individualista liberal, lo que hace decir a
Planiol que resultaba "monstruosa".
El gran debate entre subjetivistas y sostenedores de la nueva teoría había quedado abierto:
los primeros trataban de interpretar el sistema de la culpa dándole un marco de aplicación
más amplio, en especial para que abarcara los casos de responsabilidad refleja. En ésta es
donde el fundamento de la culpa se veía más resentido, al no poder fundar la culpabilidad
del agente del daño en el hecho propio que era el sustento de la responsabilidad subjetiva.
Intentaron poner el acento en la presunción de responsabilidad que pesaba sobre el autor:
ella cedía solamente ante la culpa de la víctima, de un tercero por el que no se es
responsable o por el caso fortuito inexcusable (interpretación efectuada por la Corte de
Casación del Art. 1384 del Código de Napoleón).
Henri y LÉon Mazeaud, principales expositores de esta corriente, refiriéndose a la
responsabilidad por los daños causados con la intervención de cosas, manifestaron que
existe una guarda jurídica, distinta de la material: ella puede resumirse como un derecho de
dirección sobre las cosas, que hace que se responda de los daños causados por las mismas.
Esta presunción sólo puede destruirse por las eximentes de responsabilidad: caso fortuito,
fuerza mayor o el hecho de un tercero. No juega una suposición de culpa como en la
corriente clásica, sino que ésta es presupuesta en la guarda.
La responsabilidad objetiva de los tiempos modernos llega para superar el enfoque y se
produce a través de las ideas de Josserand y Saleilles, basadas en dos principios que a su
vez constituyen sus dos corrientes:
a) el riesgo-provecho, formulado por el primero justifica la responsabilidad por el provecho
económico que goza el que introduce el riesgo.
"Aquel que crea, que vigila y que dirige un organismo cuyo funcionamiento es susceptible
de perjudicar a otro, se instituye en editor responsable de los daños que este organismo
cause sobre su camino, abstracción de toda idea de falta de responsabilidad".
Decía el jurista por el año 1900: "La culpa no es aquí sino un procedimiento de
construcción jurídica, un sesgo en que el legislador ha incurrido para encubrir su
intromisión omnipotente, ella no es fuente verdadera de la obligación, y cuando la
jurisprudencia la invoca es solamente para rendir tributo a una idea tradicional
perfectamente arraigada en nuestro espíritu y nuestras costumbres; pero yendo a lo hondo
de su pensamiento y sus resoluciones, únicamente el título subsiste, la cosa ha
desaparecido...".
b) el riesgo-creado, sostenido por Ripert, supone un acto anormal ponderado según las
condiciones normales de la época y del ambiente.
La jurisprudencia francesa tuvo un vuelco hacia la responsabilidad objetiva en el caso "Jean
D'Heur c/Galeries Belfortaises” en el año 1930, en el que la Corte de Casación francesa
condenó a indemnizar a la víctima de un accidente de tránsito, cambiando radicalmente la
opinión subjetivista que hasta ese momento era mayoritaria.
En la doctrina francesa, André Tunc -que anotó la obra de los hermanos Mazeaud- adoptó
una posición mixta o intermedia, enlazando el sistema de la culpa con el objetivo.
En nuestro país, los primeros sostenedores de la teoría objetiva fueron Arturo Barcia López,
Enrique Galli y Leonidas Anastasi.
Contemporáneamente es evidente que Guillermo Borda fue partidario de la teoría del riesgo
que introdujo por ley 17.711, en la segunda parte del segundo párrafo del artículo 1113 del
Código Civil.
Esta reforma fue criticada en sus detalles por algunos de nuestros más destacados civilistas:
Atilio Aníbal Alterini -en principio de acuerdo con su inclusión en el Código Civil- le
imputaba tres omisiones que compartimos:
a) su limitación al "riesgo de la cosa", sin abarcar la actividad riesgosa y concretamente los
accidentes de automotores que tantos problemas suscitaron en la interpretación judicial y
doctrinaria.
b) la falta de tope indemnizatorio que acompaña a toda responsabilidad objetiva como está
legislada en los daños a terceros en la superficie provocados por las aeronaves (2.000
argentinos oro), en los daños laborales contemplados en la ley 24.028 (u$s 55.000) y, en los
daños nucleares tratados en la Convención de Viena (u$s 5.000.000), sin perjuicio de
liberarse ese límite máximo para el caso de probarse la culpa o el dolo del agente.
c) el silencio del artículo 1113; segunda parte, párrafo segundo del Código Civil en cuanto
no contempla el caso fortuito genérico como otra causal de eximición, habiéndose limitado
a las dos eximentes -culpa de la víctima y de un tercero- que no son más que elementos que
destruyen el nexo causal.
Las reservas que planteó la reforma del artículo 1113, segunda parte, párrafo segundo del
Código Civil se ven plasmadas en los años siguientes a su sanción, en las conclusiones de
las V Jornadas de Derecho Civil, que, si bien admiten la regulación normativa del riesgo
siguen considerando la culpa como regla general de la responsabilidad civil.
La doctrina contemporánea -con excepción de alguna voz aislada- acepta ya sin reservas la
responsabilidad objetiva; rechaza como fundamento único y excluyente la culpabilidad por
insuficiente e insatisfactorio, y postula como solución la responsabilidad por el riesgo
creado que no expulsa la idea de la culpa pero se ubica junto a ella.
Los últimos encuentros de la doctrina civilista -reiterando posiciones homogéneas
anteriores- declararon: "El factor de atribución riesgo no es excepcional y tiene por lo tanto
la misma jerarquía cualitativa que los restantes criterios de imputación".
Particularmente afirmo el criterio de la expansión cuantitativa de los casos de
responsabilidad objetiva basada en la teoría del riesgo.
La teoría del riesgo, típico producto jurídico de la era industrial, tuvo su primera aplicación
legal en el Código de Comercio de 1862 en los artículos 162 y 184 y en el Código de
Minería del año 1886 en su artículo 58, y se encuentra normativamente receptada en la
legislación argentina en estos sistemas de daños:
a) Ley de Accidentes de Trabajo 9688 del año 1915, modificada por ley 12.610 y artículo
2º, ley 15.448, Ley de Infortunios Laborales 24.028 y la nueva Ley de Riesgos del Trabajo
24.557.
b) Código Aeronáutico de 1954 reemplazado por ley 17.285.
c) Convención de Viena sobre Responsabilidad Civil por Daños Nucleares, aprobada en
nuestro país por ley 17.048.
d) Ley 17.711 en su reforma al artículo 1113, segunda parte, párrafo segundo del Código
Civil.
Analizaremos la construcción teórica de cada uno de estos institutos y sus caracteres más
singulares: daños laborales, daños a terceros en la superficie causados por aeronaves, daños
nucleares, los alcances de aplicación del artículo 1113, segunda parte, párrafo segundo del
Código Civil, y dentro del mismo el tema de los accidentes de automotores.
a) Accidentes de trabajo
1. Teorías que fundamentan la responsabilidad objetiva en los infortunios
laborales
El advenimiento del maquinismo y de la industrialización transformó especialmente las
condiciones de trabajo de los empleados, quienes concentrados en las grandes urbes se
aplicaban preferentemente a la actividad fabril.
Fueron las modalidades impuestas por el proceso técnico a la vida de los trabajadores lo
que determinó las incipientes demandas a los patrones y la consecuente regulación de
normas y principios legales que justificaron él nacimiento de una nueva rama del Derecho:
el derecho laboral. Este conjunto normativo venia a proteger a uno de los débiles del
Derecho -al decir de Josserand-, que en esta circunstancia era el trabajador.
"Desde otro punto de vista, el desarrollo industrial mediante la utilización de nuevas
técnicas y materiales, creó mayor peligrosidad en el trabajo, multiplicando los accidentes a
diario".
Las normas del derecho civil no alcanzaban para cubrir la responsabilidad por los riesgos
laborales con su base subjetiva sustentada en la prueba de la culpa de quien alegara el daño,
y así la doctrina universal encontró algunos fundamentos distintos para la reparación de los
infortunios laborales; primero, el "riesgo profesional” reservado a las actividades
industriales: se aplicaba independientemente de la culpa del patrón y la indemnización
resultaba tarifada de acuerdo con la escala del salario percibido por el empleado. El
principio del "riesgo profesional" se aplicó a la industria, pero acarreaba la desventaja de
dejar en descubierto cierto tipo de actividades independientes de la producción, a los
empleados de comercio, a los de servicio doméstico, de casas de renta, entre otros.
Surge como solución el fundamento del "riesgo de la autoridad" con aplicación específica a
casi todas las actividades.
Cuando se pretendió dar un sustento de cuño civilista a la reparación de los accidentes
laborales, se elaboraron las teorías contractuales por un lado, y por otro, las
extracontractuales. La primera nos habla de un deber de seguridad debido por el patrón al
obrero a quien le debe asegurar una completa integridad, tesis ésta expuesta por Saintelette
en Bélgica y Sauzet en Francia a la que adhirió contemporáneamente Saleilles. Ella trató de
encontrar en el derecho civil las bases para la solución del problema laboral, pero la
inexistencia normativa fue un obstáculo insalvable; efectivamente, no había disposición que
permitiera inferir ese deber de garantía, con la consecuencia de la responsabilidad objetiva,
donde el solo daño ya hacia presumir la violación de aquel deber, originando la
responsabilidad del patrón.
La tesis extracontractual basada en los artículos 1109 y 1113 del Código Civil fue aplicada
por nuestros tribunales hasta el año 1905, en virtud de la existencia de una culpa in
omitendo, que partía del supuesto que el accidente hubiera podido evitarse con las
precauciones necesarias.
El criterio objetivo de responsabilidad es desarrollado por Josserand y Saleilles con
fundamento en la teoría del riesgo, lo que provoca en Planiol el siguiente comentario: "En
lugar de culpa se nos propone como base de la responsabilidad civil, la idea de riesgo;
cualquiera que haga nacer un riesgo nuevo para otro, se responsabiliza del daño que ese
riesgo origina. El solo hecho de la creación de un riesgo basta para obligar al que lo crea; la
cuestión de saber si el autor ha incurrido en culpa o no es indiferente. Así la noción de
culpa aparece absorbida por otra más amplia. Se desembaraza el juez de toda misión
moralizadora para limitarse a la investigación de un simple vínculo de causalidad".
La teoría del "caso fortuito" es propuesta por Fusinato, que ampliando aún más la extensión
del resarcimiento, imputa al patrón la responsabilidad por los accidentes del obrero, aun
cuando este último los hubiera provocado por su culpa, o cuando hubiere ocurrido por caso
fortuito. "Quien aprovecha la utilidad de una persona o de una cosa, justo es que asuma el
riesgo que el empleo o uso de esa cosa origina".
Conforme la posición de Fusinato (que tiene su aplicación por extensión de las reglas del
mandato y locación de obra) sólo quedaría como eximente de responsabilidad la fuerza
mayor caracterizada por la extraneidad a la empresa. Por lo tanto la imprudencia o
negligencia del obrero la asimila al caso fortuito y queda dentro del marco de la
reparabilidad que le debe el patrón.
A estas tesis civilistas que fundamentaron la responsabilidad por los accidentes de trabajo,
se sumaron luego las específicas del área del derecho laboral, como la del "riesgo
profesional" que así explican sus mentores: "...El trabajo comporta peligros y
particularmente el trabajo industrial. El patrón que hace trabajar a un obrero lo expone al
riesgo de accidentes. No se puede decir que haya culpa de su parte al exponer así a su
obrero; es una necesidad del progreso industrial, una consecuencia de la complejidad del
mecanismo que engendra una producción de calidad superior y de un costo menor... El
patrón saca provecho de este utilaje peligroso; es equitativo que soporte los riesgos. El
riesgo debe ser la contraparte del provecho...".
Esta teoría propone una tarifación del daño; la indemnización seria el "seguro" que el
patrón garantiza al obrero -que en lugar de ser convencional es legal- fijado de antemano
por la ley; también le asegura un privilegio para su cobro y la seguridad de hacerla efectiva
por medio del Estado en caso de insolvencia del patrón.
Una postura más moderna, pero siempre en el campo del derecho laboral, es la del "riesgo
de autoridad" que establece un contorno más amplio que la del riesgo profesional, pues
abarca mayor cantidad de supuestos como la responsabilidad del maestro respecto del
aprendiz, o las del trabajo de carácter transitorio.
Nos hemos extendido en desarrollar las doctrinas elaboradas en torno a los accidentes de
trabajo porque ellas fueron la cuna de las posteriores aplicaciones de la teoría del riesgo en
la responsabilidad civil.
Las posiciones doctrinarias expuestas permitieron la incorporación de las primeras
legislaciones de accidentes de trabajo en Europa; Suiza en 1881 aceptó la tesis de
Saintelette del riesgo profesional, Inglaterra en 1879 basó su legislación en la misma
corriente, así como la ley francesa de 1898; para llegar finalmente a nuestro país, donde en
1902 se presentaron varios proyectos de ley de accidentes de trabajo, promulgándose el 11
de octubre de 1915 la ley 9688. Ella reconoce innumerables modificaciones a través de los
siguientes cuerpos normativos: ley 22631/40, ley 12.647; dec.-ley 10135 (ley 12.921); ley
13.649; decretos-leyes 505/56, 7604/57; 7606/57; 8064/57; 4038/58; ley 18.018; ley 18.913
y ley 19.233.
Por último, en el año 1991 fue sancionada la ley 24.028 que rigió la materia hasta la entrada
en vigencia de la ley 24.557, que el Congreso de la Nación sancionó como Ley de Riesgos
del Trabajo (LRT) y el Poder Ejecutivo de la Nación promulgó el 3 de octubre de 1995.
2. Sistema actual de reparación de los accidentes laborales
La responsabilidad civil que surge para el empleador de la anterior ley 24.028 es objetiva,
reconociéndose como únicos eximentes: la prueba del dolo del obrero que haya provocado
intencionadamente el accidente, o la fuerza mayor extraña al trabajo. Hay obligación de
reparar cuando el accidente proviene de fuerza mayor o caso fortuito inherente a la
empresa.
En las eximentes de responsabilidad, la ley 24.028 había avanzado con relación a la 9688 a
favor del obrero, ya que esta última admitía como causal de excusación la culpa grave y
exclusiva del empleado (Art., 4º); y la ley 24,028 exigía dolo del obrero para que el
empleador se eximiera.
Goldenberg, comentando la anterior ley 9688, decía que el "régimen indemnizatorio de
infortunios del trabajo establecido por ella, inspirado en el francés del año 1898, responde a
un sistema transaccional que puede sintetizarse del modo siguiente: por un lado, se amplia
la responsabilidad del empleador por los accidentes ocurridos a sus subordinados y 'por el
hecho o en ocasión del trabajo', de la que sólo puede eximirse mediando acto intencional de
la víctima, culpa grave de ella o fuerza mayor extraña al trabajo; pero como contrapartida
se reduce el resarcimiento del daño a la tasa predeterminada por la ley". El precio que se
pagó por la cobertura jurídica de las víctimas fue la limitación indemnizatoria que no
permite la valoración total del perjuicio sufrido.
La ley 24.028 no sólo prescribía indemnizar infortunios laborales (enfermedad profesional
y enfermedad accidente),sino también comprendía el accidente in itinere (Art., 3º).
La indemnización tenía un tope en la ley 24.028 que llegaba a u$s 55.000 en caso de
muerte o incapacidad total y permanente y de u$s 82.500 cuando "el trabajador
incapacitado necesite la asistencia permanente de otra persona" (Art. 80).
El fallo plenario de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo de la Capital Federal
en autos "Alegre, Cornelio c/Manufactura Algodonera Argentina" de octubre de 1971,
resolvió que se puede acceder a la reparación plena del artículo 1113 del Código Civil
optando por la acción de derecho común a que se refería el artículo 17 de la ley 9688
(opción admitida en el Art. 16, ley 24.028). Una vez escogida la vía de la ley común se
cierra la posibilidad del resarcimiento prescripto por la ley 24.028, no pudiendo el
empleado acumular ventajas de uno y otro sistema. Por ejemplo, no puede reclamar el
accidente in itinere; las causales de eximición de responsabilidad son más beneficiosas para
el obrero en la ley especial; la indemnización laboral está protegida de la garantía común de
los acreedores (es inembargable y no puede ser sometida a cesión o renuncia); y, como
ambas acciones son excluyentes, la opción de la vía común le impide volver sobre la
pretensión resarcitorio laboral... "el que haciendo uso de la opción viabiliza su reclamo a
través de las normas del derecho común, corre con el álea emergente de la exclusión de vías
que consagra el mencionado texto legal.
El tratadista Juan D. Pozzo comentaba a raíz del fallo plenario mencionado, al poco tiempo
de su pronunciamiento: "...podemos señalar ya la muerte de la actual legislación de
accidentes del trabajo a breve plazo, ya que las indemnizaciones a reclamar se excederán en
mucho a las fijadas por la ley 9688. Ello a su vez traerá consecuencias desastrosas para los
patronos que nunca podrán calcular de antemano los gastos que deberán afrontar para el
pago de las indemnizaciones...".
La discusión de los especialistas se centró en la naturaleza de la obligación de indemnizar;
en el caso de utilizar la opción, ¿la responsabilidad se ubicaba en la órbita contractual o
extracontractual? Nos manifestamos adhiriendo a la postura extracontractual con aplicación
del artículo 1113, segunda parte, párrafo segundo del Código Civil, por la utilización de
cosas riesgosas o viciosas en la causación del daño a la persona del obrero, quien, por otra
parte no podría estar en peor situación que el tercero que se lesionara en el mismo lugar por
el mismo accidente, y recordamos los numerosos fallos de la Suprema Corte de Justicia que
determinaron que la obligación que pesa sobre el empleador de resguardar la vida y la
integridad del trabajador (deber de seguridad) no depende de una convención entre las
partes, sino que es estrictamente legal: su violación constituye la antijuridicidad que da
nacimiento a la responsabilidad extracontractual.
También las Primeras Jornadas Australes de Derecho celebradas en Comodoro Rivadavia
se pronunciaron, por mayoría, por la opción de la vía del derecho común conferida por el
artículo 17 de la ley 9688, con aplicación del artículo 1113 del Código Civil, si bien una
muy calificada minoría sostuvo la responsabilidad "contractual” del patrón por los
accidentes sufridos por el obrero que se sustenta en el "deber de seguridad" que emana del
contrato de locación de servicios celebrado.
Carlos M. Aldao Zapiola analiza todas las posibilidades de reclamo que tiene el trabajador
ante el sufrimiento de un infortunio laboral, y concluye que son seis las vías por las que el
empleado puede accionar en la búsqueda de la reparación del daño:
a) Acción especial acordada por la actual ley de infortunios laborales.
b) Acción de derecho común según las normas del Código Civil.
c) Acción de derecho común contra terceros causantes del accidente.
d) Acción contra la Caja de Accidentes de Trabajo, frente a la insolvencia patronal
judicialmente declarada.
e) Acción que surge del artículo 208 de la Ley de Contrato de Trabajo, que "aun
refiriéndose principalmente a accidentes y enfermedades desvinculadas del trabajo... puede
también comprender accidentes del trabajo y enfermedades profesionales".
f) Acción de reagravación o de revisión cuyo ejercicio está reservado al accidentado; esta
acción no está normativamente contemplada, es creación jurisprudencial para atender
aquellos casos de "trabajadores que luego de recibir una indemnización como resultado de
una incapacidad, denuncian la aparición de consecuencias mediatas agravantes, derivadas
del mismo accidente y no tenidas en cuenta por desconocidas en la anterior determinación".
La evolución legislativa en nuestro país en la materia de los accidentes de trabajo, según
Aldao Zapiola, registra cinco etapas:
Primera etapa: anterior a la sanción de la ley 9688 rige el Código Civil en la órbita de la
responsabilidad extracontractual estructurada sobre la culpa o el dolo del agente (Arts. 1067
y 1109, Cód. Civ.), que acudió en situaciones especiales a presunciones de culpabilidad
(inversión de la carga probatoria) y excluyó en otras la posibilidad de que el principal
acreditare su falta de culpa (Arts. 1118 y 1119). Como regla dominante sólo los actos
voluntarios e ilícitos, realizados con discernimiento, intención y libertad, eran susceptibles
de originar una reparación civil, y por excepción se admitían casos de culpa presunta por el
riesgo de las cosas.
Segunda etapa: la ley 9688 creó un sistema especial que modificó el régimen jurídico
vigente, pero solamente en lo que a esa acción especial se refiere, porque dejó subsistente
(Art. 17, ley 9688) la acción de derecho común.
Tercera etapa: la ley 17.711 al dar nuevo texto al artículo 1113 del Código Civil posibilitó
al trabajador sustentar su reclamo en el marco de la responsabilidad objetiva, siempre y
cuando el daño hubiere sido causado por el "vicio o riesgo de la cosa". La decisión del fallo
plenario de la Cámara de Apelaciones del Trabajo de la Capital Federal ya mencionado, fue
acogido por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, también en el año 1971.
Cuarta etapa: desde estos precedentes jurisprudenciales se aplicó en todo el país la solución
aportada: la opción del artículo 17 de la ley 9688 posibilitaba al trabajador recurrir a la
reparación extracontractual, objetiva y plena del artículo 1113 del Código Civil.
Quinta etapa: con la sanción de la ley 20.744 del régimen de Contrato de Trabajo de 1974 y
reformada en 1976 por ley 21.297 se modifica la situación preexistente a raíz de su artículo
75 que dice: "El empleador debe hacer... y adoptar las medidas que según el tipo de trabajo,
la experiencia y la técnica sean necesarios para tutelar la integridad psicofísica y la
dignidad de los trabajadores, debiendo observar las disposiciones reglamentarias
pertinentes sobre higiene y seguridad en el trabajo".
El sector de la doctrina que no comparte la solución del plenario "Alegre c/Manufactura" y
que considera que la opción del artículo 17 de la ley 9688 sólo posibilita la acción de
responsabilidad civil contractual, encuentra sustento en este artículo 75 de la ley 20.744 e
interpreta que el deber de seguridad a cargo del empleador genera una obligación de
resultado o de medios, según que el trabajo del subordinado se realice "en un lugar
controlado por el empleador y bajo la supervisión de éste... o en lugares que él no controla,
como el caso de los visitadores médicos...". En el concepto de Llambías, se originaría una
obligación de resultado en la primera circunstancia por el control directo del empleador, y
de medios en el segundo caso. Igual posición sustenta Livellara, para quien simplemente el
daño que sufre el trabajador es prueba suficiente de que el empleador no concretó el deber
de seguridad que le impone la Ley de Contrato de Trabajo en el artículo 75, criterio similar
al que utiliza Vazquez Vialard.
Para Alterini, Goldenberg, entre otros, "la transgresión de ese deber de seguridad de
resultado daría lugar a una acción autónoma con responsabilidad objetiva y no sujeta al
tope cuantitativo fijado por la ley 24,028; es problemática la naturaleza contractual o
extracontractual de la responsabilidad que resultaría, aunque en cualquier caso el plazo de
prescripción es de dos años" (Art. 258, ley 20.744).
Los civilistas que han mantenido su posición en la órbita contractual, por lo general
adhieren a una obligación de medios, como lo expresa Trigo Represas, para quien el
empleador no se ha obligado a devolver al trabajador sano y salvo a su casa, sino a actuar
con la diligencia apropiada, comportamiento que normalmente conducirá al resultado
esperado -aunque no debido- de preservar la salud del trabajador (obligación de medios).
En este estado de aplicación se encontraba la legislación y la interpretación doctrinaria
cuando aparece la ley 24.557/95 de Riesgos del Trabajo (LRT) que modifica
sustancialmente las soluciones sobre la responsabilidad civil por los infortunios laborales:
Primero: veda al trabajador y a sus derechohabientes la posibilidad de acudir a la vía civil
con la sola excepción derivada del artículo 1072 del Código Civil (dolo del empleador