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Pero parece que hay alguna diferencia entre los fines, pues unos son actividades, y los otros,
aparte de éstas, ciertas obras; en los casos en que hay algunos fines aparte de las acciones,
son naturalmente preferibles las obras a las actividades (Et. Nic. 1094a).
Un tercer rasgo relevante se encuentra en el hecho de que Aristóteles piensa que los
fines de cada actividad humana pueden ordenarse unos a otros por relaciones de
subordinación hasta llegar a la idea de un fin final o último de la vida humana, que se
plantea precisamente como la gran incógnita que se propone investigar en su famosa Ética.
Finalmente, el cuarto rasgo, relacionado con el anterior, radica en la asignación del estudio
del fin final a la ciencia política, por ser esta la más directiva y la que tiene a su cargo a
todas las demás ciencias prácticas. De ahí entonces que el estudio del bien último o fin final
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de la vida humana esté asignado a la ciencia de la política. Este último rasgo lo relacioné
con la idea de John Rawls en la filosofía política contemporánea respecto de que la justicia
es ante todo una cualidad y una virtud de las instituciones, más que de las personas y de sus
acciones (si bien no son excluyentes), pues las posibilidades de la acción individual están
predeterminadas por el marco institucional bajo el cual despliegan sus vidas.
Todo lo anterior tiene importantes consecuencias para pensar en qué consiste actuar
políticamente. Pero antes de pasar a esto, quiero referirme brevemente a una segunda teoría
de la acción que ha sido sumamente influyente a partir de la modernidad. Me refiero a la
teoría de la acción de Immanuel Kant. Él define la acción como la capacidad de una
sustancia para producir un cambio en el mundo, de acuerdo con una causa que es capaz de
activar la fuerza de esa sustancia, para efectuar dicho cambio. Esta descripción de la acción
es en buena medida mecanicista y fisicalista, es decir, la acción es descrita bajo conceptos
propios de la ciencia física o mecánica clásica de Isaac Newton, como son por ejemplo los
conceptos de ‘fuerza’, ‘acción-reacción’ (causa y efecto). Es cierto que Kant se asegura de
que su teoría de la acción no sea completamente mecanicista, pues debe asegurarse de que
haya un espacio para la libertad, pues de otro modo esta descripción de la acción no le
serviría para describir la acción moral, que solo tiene sentido en un ser libre, que no actúa
mecánicamente. Eso lo logra incorporando el concepto de máxima o principio subjetivo
como la causa capaz de activar la fuerza de la sustancia. Y como para Kant las máximas las
puede configurar la razón del agente, y precisamente la razón pura, que según Kant es
capaz de proveer por sí sola la idea del bien absoluto (universal y necesario), sin recurrir a
ninguna otra fuente, entonces la acción puede ser libre. De esta forma, la formación de los
propósitos del agente escaparía al mecanicismo, aunque aún quedan evidentes ragos
mecanicistas en cómo describe el resto de la acción. Por ejemplo, cuando señala que la
máxima opera como una causa que tiene la “capacidad de activar la fuerza”, podemos
preguntarnos: ¿y cómo la activa? Y sobre todo en la relación entre la sustancia (agente) y el
efecto (el cambio que produce en el mundo).
Veamos ahora cómo los elementos de estas dos teorías de la acción van, por así
decir, coagulando, pese a sus importantes diferencias (las que se agudizan según cómo cada
autor piensa luego la ‘moralidad’ de la acción, más allá de la estructura de toda acción en
general), un trasfondo conceptual, de los términos bajo los cuales comprendemos todo
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actuar humano en el mundo, y que recibimos como una herencia de presupuestos o
implícitos.
Este “modelo estándar” (llamo así a los elementos de ambas teorías que, pese a sus
diferencias, se transfieren como herencia a la posteridad (como fragmentos aislados de las
reflexiones en donde tenían pleno sentido) nos conduce a concebir la acción política como:
Algunos ejemplos en donde podemos ver las aporías que el “modelo estándar” parece
generar.
Vamos ahora la aporía que nos interesa a nosotros y cómo su planteamiento presupone la
caracterización que hicimos previamente sobre el “modelo estándar”.
Cita de Bobbio a La paz perpetua de Kant: una máxima que yo no pueda hacer pública sin
que con ello dé al traste con su propósito, que debe ser mantenido en secreto para que se
logre, que yo no pueda confesar públicamente sin provocar la resistencia inmediata de
todos contra mi propósito, una máxima tal no puede explicar esta reacción necesaria y
universal de todos contra mí (…) como no sea por la injusticia con que amenaza a cada cual
(Kant en Bobbio, 2013: 53-54).