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EL PASE Y LA POLÍTICA DEL

PSICOANÁLISIS
LA POLÍTICA DEL PASE EN LA AMP

POR
HERNANDO ALBERTO BERNAL Z.
EL PASE Y LA POLÍTICA DEL
PSICOANÁLISIS
LA POLÍTICA DEL PASE EN LA AMP1

Por: Hernando Alberto Bernal Z.

Contenido:
Introducción. 4
1. Planteamiento del problema. 11
1.1. Campo.
1.2. Estado de la cuestión. 11
1.3. Problema. 16
1.4. Hipótesis. 17
1.5. Metodología: el «comentario de texto». 17
2. Consideraciones generales sobre la política. 25
2.1. Del concepto de política en el psicoanálisis. 25
2.2. Política y goce. 30
2.2.1. Política de la felicidad. 32
2.2.2. Ética del deseo y política. 37
2.3. Introducción a la política del psicoanálisis. 40
2.3.1. Ciencia, política y psicoanálisis. 40
2.3.2. Política freudiana. 44
2.3.3. Política lacaniana. 48
3. Pase y política en el psicoanálisis lacaniano. 51
3.1. El dispositivo del pase: El lugar del pase
en la política lacaniana. 51
3.2. Principios de política lacaniana. 52
3.2.1. Introducción. 52
3.2.2. El semblante y lo real. 55
3.2.3. No ceder ante lo real. 59
3.2.4. Un principio ético al principio. 62
3.2.5. El acto está en el corazón del pase. 66
3.2.6. La política lacaniana y sus principios. 71
3.3. Función política del pase. 72

1Trabajo de investigación realizado en la Maestría en Ciencias Sociales


y Humanas, cohorte «Psicoanálisis, Cultura y Vinculo Social», del
Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia
(Med. Col.)
2
3.3.1. Función del pase en la institución analítica. 74
3.3.2. Pase y política del Witz. 81
4. A modo de conclusión. 86
4.1. Efectos de los testimonios del pase
en las políticas de la dirección de la cura
y la institución analítica. 86
4.1.1. Introducción. 86
4.1.2. Políticas efecto de los testimonios del pase. 89
4.1.2.1. Del término «Principio». 89
4.1.2.2. Políticas a nivel institucional. 91
4.1.2.2.1. Instante de ver. 92
4.1.2.2.2. Tiempo de comprender. 92
4.1.2.3. Políticas a nivel del dispositivo del pase. 101
4.1.2.3.1. Instante de ver. 101
4.1.2.3.2. Tiempo de comprender. 101
4.1.2.4. Políticas a nivel de la dirección de la cura. 104
4.1.2.4.1. Instante de ver. 104
4.1.2.4.2. Tiempo de comprender. 105
4.2. Momento de concluir: Identificación
de la política lacaniana. 109
5. Bibliografía. 118

3
INTRODUCCIÓN
El tema general de este trabajo de investigación
es la relación que existe entre el dispositivo del pase y
la política del psicoanálisis; en este sentido, se trata de
una investigación que tiene como campo abierto de
objetos al psicoanálisis lacaniano, y en él, de manera
muy particular, su política −la política del psicoanálisis−
y el dispositivo del pase.
La investigación se propone dar respuesta a una
pregunta que surge a partir de una hipótesis. La
hipótesis es la siguiente: «Los testimonios del pase
orientan, en el campo lacaniano, las nuevas políticas de
la dirección de la cura y de la institución analítica». La
pregunta por lo tanto es: «¿qué efectos políticos tienen
los testimonios del pase sobre la dirección de la cura y
la institución analítica?»
Esta hipótesis y su pregunta, responden a una
inquietud personal referida a dos acontecimientos
absolutamente contingentes, en el momento de dar
inicio a la Maestría en el año 1998. El primero de ellos
es la denominada «crisis de la AMP», que llegó a su
culminación durante el primer gran encuentro de
miembros de la Asociación Mundial de Psicoanálisis en
Barcelona, y en la que el dispositivo del pase hizo parte
importante del estallido de dicha crisis. Esta crisis
afectó, de modo particular, a la comunidad
psicoanalítica establecida en la ciudad de Medellín,
provocando una escisión, y posterior disolución, de la
Asociación del Campo Freudiano de Colombia −ACFC− y
del Colegio Colombiano de Psicoanálisis −CCP−,
instituciones a las que yo pertenecía. Se me hizo,
entonces, necesario, poder dilucidar, de una manera
lógica y transparente, la serie de acontecimientos
políticos que desencadenaron la crisis, tanto a nivel
mundial como local, y que deterioraron algunos
vínculos de amor y de trabajo que se habían establecido
con amigos y colegas con los que había trabajado por la
causa analítica durante más de diez años. El segundo de

4
los acontecimientos tiene que ver con un íntimo interés
en el tema del «momento del pase», momento
dilucidado por Lacan en el transcurso de un análisis
cuando éste se está acercando a su final. Hubo un tercer
acontecimiento que, de cierta manera, vino a reforzar el
interés que ya tenía el autor de esta investigación sobre
el tema del pase y la política del psicoanálisis. Se trata
de la publicación, en 1999, del seminario dictado por
Jacques−Alain Miller durante el año lectivo francés
1997−98 y titulado Política lacaniana. Este texto,
dedicado a la dilucidación de unos «principios de
política lacaniana», se convirtió en la columna vertebral
de esta investigación, no solamente por las luces que le
da a la misma, sino por ser uno de los textos
fundamentales para establecer el estado de la cuestión.
La política es un concepto que ha recibido un
tratamiento permanente en el psicoanálisis lacaniano;
de cierta manera, es un concepto que hoy está muy de
moda en él, si bien que Lacan lo sitúa desde La
dirección de la cura y los principios de su poder al nivel
de la ética y de lo que está en juego al final de un
análisis. Pero la política en el psicoanálisis no
solamente se despliega al nivel de la dirección de la
cura. Ella se hace operativa al nivel de las reflexiones
que hace el psicoanálisis sobre el comunismo, la
democracia, el capitalismo y otros tópicos de la política
en general; al nivel de las reflexiones que hace el
psicoanálisis sobre las instituciones psicoanalíticas y la
posición del analista en ellas; al nivel de las políticas
que adopta el psicoanálisis para elevar su discurso a la
dignidad de ciencia, y por último, al nivel de las
reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las políticas
que la institución debe adoptar para reconocer la
autoridad del analista. Así pues, el concepto de política
en el psicoanálisis tiene varios sentidos, que se pueden
clasificar así: 1. La política de la cura, 2. La política de
las instituciones psicoanalíticas, a dos niveles: políticas
que las rigen y políticas para garantizar a los analistas,

5
3. La política del psicoanálisis para alcanzar su estatuto
de ciencia, y 4. El examen que hace el psicoanálisis de la
política en general.
Los tres primeros puntos −la política de la cura, la
política de las instituciones psicoanalíticas y la política
del psicoanálisis para alcanzar su estatuto de ciencia−
convergen todos en uno de los temas más importantes
del psicoanálisis lacaniano de hoy: la teoría del pase.
Esta es la razón para titular este trabajo «El pase y la
política del psicoanálisis». Así pues, es en la experiencia
del pase donde se ponen en juego esos tres aspectos de
la política del psicoanálisis: la posición ética del analista
en la cura, la posición del analista en la institución, es
decir, en la Escuela, y la cuestión del estatuto científico
del psicoanálisis.
El subtítulo de este trabajo, «Función política del
pase en la A.M.P.», tiene como objetivo señalar, de una
manera aún más precisa, la orientación en la que se
inscribe la investigación, es decir, dentro de los
lineamientos clínico, epistemológico y político de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis y sus Escuelas. Y es
justamente en la Asociación Mundial de Psicoanálisis
donde, gracias a los recientes testimonios de pase, este
dispositivo ha alcanzado una enorme actualidad en
cada una de las Escuelas del Campo Freudiano. En ellas,
el dispositivo está en marcha y poco a poco, a medida
que salen a la luz nuevos testimonios, se van perfilando
los efectos de éstos sobre la política del psicoanálisis.
Realmente se está en un ámbito sin procedimientos
totalmente establecidos, es decir, abierto a la invención
en cuanto a las formas de su realización; un nuevo
campo abierto de objetos: El de los testimonios del
pase, a partir de los cuales está por establecerse su
responsabilidad institucional para el porvenir de las
Escuelas de la A.M.P. Es decir que gracias al dispositivo
del pase, y gracias a los que consienten en hacer uso de
dicho dispositivo y que cuentan cómo fue su
experiencia analítica, “que se está promoviendo una

6
mutación fundamental, un desplazamiento en los
hábitos y costumbres de la incorporación a un grupo
analítico”.2 Justamente esto es lo que justifica poder
hacer una investigación sobre los nuevos efectos
políticos de los testimonios del pase sobre la dirección
de la cura y la institución analítica.
Digo “nuevos” porque es un hecho que el pase
tiene ya una función política para las Escuelas de
orientación lacaniana, y a dos niveles: Uno institucional,
y otro clínico. En el ámbito institucional, el pase,
específicamente la Proposición del pase, hecha dentro de
la Escuela tres años después del Acta de fundación de
1964 de Jacques Lacan, se constituyó en un momento
de ruptura con lo establecido por Freud y en un
momento de subversión dentro de la misma institución;
el pase introdujo un desplazamiento de fuerzas, un
deslizamiento de poder en la Escuela, ya que con él no
se trata más de sostener los semblantes de jerarquía y
de poder dentro de la Institución analítica −semblantes
que ocultan lo real en juego en la formación de los
analistas−, sino, apuntar a lo real, a ese real ante el cual
Lacan no estaba dispuesto a ceder. Anuncia así Lacan el
primer principio de su política: «no ceder ante lo real en
juego en la formación de los analistas». A nivel clínico,
el pase introduce una exigencia a todos aquellos que
desean entrar a la Escuela, y es la de dar cuenta de que
en el análisis personal se ha llegado a un fin. Así pues,
el candidato a la Escuela es invitado a testimoniar de
ese paso que él da de analizante a analista, para
verificar si en ese acto, hay o no analista.
La Proposición del pase testimonia evidentemente
de la preocupación política de Lacan, en conexión con la
enseñanza, con la orientación. Pero fundamentalmente,
si el pase tiene una función política es porque sirve
para el reclutamiento de los analistas en la Escuela; es

2
NEPOMIACHI, Ricardo. La entrada por el pase. En: El psicoanalista
y sus síntomas. Buenos Aires: EOL−Paidós. Colección orientación
lacaniana, 1998. p. 88.
7
por medio de dicho dispositivo que se accede a ella.
Pero esta función política del pase, tanto a nivel clínico
como institucional, no agota todo lo que se puede decir
acerca de dicha función. Si bien con el pase se recluta a
los analistas que ha su vez han dado cuenta de su
propio caso, queda por saber cuáles son las
consecuencias políticas de sus testimonios, tanto a
nivel clínico como institucional. Por eso la hipótesis de
mi trabajo de investigación se orienta, no hacia lo ya
establecido en la teoría sobre la función política del
pase, sino hacia lo nuevo en la teoría, y en este sentido
este trabajo sería una contribución a la teoría del pase
en la medida en que daría cuenta de las nuevas políticas
de la dirección de la cura y de la institución analítica a
partir de los testimonios de los pasantes en el campo
lacaniano.
En términos generales, lo que se propone esta
investigación, es afrontar un problema abstracto, que
ha podido ser, o no, objeto de otras reflexiones y con la
utilización de unos conceptos que abren un campo de
objetos dentro de un marco teórico específico.
Para dar respuesta a la pregunta de investigación,
la metodología que se propone consiste
fundamentalmente en la lectura rigurosa de textos
−enmarcada dentro de la metodología para el análisis
de textos que nos transmitió Jacques Lacan y que
denominó el «comentario de texto»− sobre la teoría del
pase y de textos donde se exponen testimonios de pase
hechos por analistas que han consentido a este
dispositivo. Igualmente, se realizaron tres entrevistas,
una de ellas al Dr. Fronçoise Leguil, psicoanalista
miembro de la Causa Freudiana en París, y quien fuera
el invitado internacional de la Maestría para dictar el
seminario «Política del Psicoanálisis y Psicoanálisis de la
Política»; él estuvo en Medellín entre el 30 de octubre y
el 1° de noviembre de 1998, pero su entrevista fue
hecha en la ciudad de Bogotá con motivo de.... Las otras
entrevistas fueron realizadas a dos AEs de la Escuela de

8
Orientación Lacaniana −EOL−: al Dr. Aníbal Leserre
−haciendo uso del correo electrónico− y a la Dra.
Florencia Dassen, con motivo de su visita a la ciudad de
Medellín para dictar el seminario «Actualidad en la
Clínica Psicoanalítica», con motivo del IIº Encuentro
Colombiano del Campo Freudiano, entre el 28 y el 30 de
abril de 2000.
El «comentario de texto» es un método de lectura
que Lacan implementó desde el comienzo de la
transmisión de su enseñanza, y que es consecuente con
el descubrimiento freudiano del inconsciente. El gran
aporte de Freud fue haber empezado a leer, en los
síntomas de sus pacientes, en los sueños, en los lapsus
y los olvidos, al inconsciente; en otras palabras, Freud
descubre que el inconsciente puede ser objeto de una
lectura. La lectura del inconsciente funda en el
psicoanálisis un método de investigación propio, un
método que se adecua a su objeto. El propósito de
dicho método es extraer los elementos de estructura, de
organización, de un texto, aquellos sobre los cuales se
puede progresar en su exégesis. La aplica esta disciplina
del comentario a un texto para su elucidación, tiene
como objetivo hacerle responder las preguntas que
plantea su lectura. En este trabajo de investigación, la
disciplina del comentario de texto fue usada en todos
los textos que se trabajaron para responder a la
pregunta de investigación, y por esta razón, todo el
trabajo en su conjunto es un trabajo de investigación
que tiene como método dicha disciplina.3
El recorrido trazado hasta ahora y su contenido
se puede distribuir en los cuatros capítulos que abarcan
la totalidad del trabajo de investigación, así: el primer
capítulo trata sobre el planteamiento del problema, es
decir, el lugar del psicoanálisis en la investigación, la
definición del campo abierto de objetos, el estado de la
cuestión, el problema y la hipótesis. En un segundo

3
La metodología utilizada en esta investigación es justificada en el
apartado 1.5.
9
capítulo se hacen una serie de consideraciones
generales sobre la política, incluyendo el tratamiento
del concepto en Freud y Lacan. Después viene un tercer
capítulo dedicado específicamente a la función política
del pase en el psicoanálisis, y por último, las
conclusiones del trabajo, las cuales abarcan: las nuevas
vías del pase en la política lacaniana y los efectos de los
testimonios del pase en las políticas de la dirección de
la cura y la institución analítica.
Por último, queda agradecer a todas las personas
que de una u otra manera, me han apoyado,
acompañado y asesorado en este trabajo, muy
particularmente a Carlos Mario González, gran
interlocutor, Mario Elkin Ramírez, quien me ha dado
unas muy buenas sugerencias, Clara Cecilia Mesa, un
gran apoyo para los momentos de angustia, Juan
Fernando Pérez, mi asesor, guía y provocador de mi
trabajo, Héctor Gallo, un gran amigo y aval en muchos
sentidos, Antonella Curti, mi compañera, que sin su
paciencia y cariño nada de esto hubiera sido posible,
Marcello Alessandro, mi hijo, esa personita que tanto
sentido vino a darle mi vida, y por supuesto, mis
compañeros y amigos de la maestría, aquellos con los
que he podido establecer nuevos lazos de afecto,
aquellos con quienes compartí las ideas de mi trabajo
de investigación, todos con los que pase tan buenos
momentos y de los que aprendí muchas más cosas que
aquellas que se transmiten en la academia, personas
todas a las que admiro y respeto y de las que espero
conservar su amistad por mucho tiempo más.

10
1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.
1.1. Campo.
El campo abierto de objetos es el psicoanálisis
lacaniano, y en él, muy particularmente, su política −la
política del psicoanálisis− y el dispositivo del pase.

1.2. Estado de la cuestión.


La política, como se dijo en la introducción, es un
concepto de gran actualidad en el psicoanálisis
lacaniano contemporáneo. Lacan lo sitúa desde La
dirección de la cura y los principios de su poder al nivel
de la ética y de lo que está en juego en el fin de análisis.
[Véase, para el desarrollo de éste tema, los apartados
2.2. y 2.3.3.]. Pero la política en el psicoanálisis no
solamente se despliega al nivel de la dirección de la
cura. Ella se hace operativa al nivel de otros cuatro
campos en el interior de su discurso: primero, las
reflexiones que hace el psicoanálisis sobre el
comunismo, la democracia, el capitalismo y otros
tópicos de la política en general. Segundo, las
reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las
instituciones psicoanalíticas y la posición del analista
en ellas. Tercero, las reflexiones que hace el
psicoanálisis sobre las políticas que adopta para elevar
su discurso a la dignidad de ciencia. Y cuarto, las
reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las políticas
que la institución debe adoptar para reconocer la
autoridad del analista. Por esta razón, cada vez que se
hable de política en el psicoanálisis, hay que aclarar su
sentido, ya que tiene varios. Los podemos clasificar
entonces así: 1. La política de la cura, 2. La política de
las instituciones psicoanalíticas, a dos niveles: políticas
que las rigen y políticas para garantizar a los analistas,
3. La política del psicoanálisis para alcanzar el estatuto
de ciencia, y 4. El examen que hace el psicoanálisis de la
política en general. [Para ampliar este punto, véase el
apartado 2.1]

11
Los tres primeros puntos −la política de la cura, la
política de las instituciones psicoanalíticas y la política
del psicoanálisis para alcanzar su estatuto de ciencia−
convergen todos en uno de los temas más importantes
del psicoanálisis lacaniano de hoy: la teoría del pase.
Esto quiere decir que en la experiencia del pase están en
juego esos tres aspectos de la «política del
psicoanálisis»: la posición ética del analista en la cura,
la posición del analista en la institución, es decir, en la
Escuela, y la cuestión del estatuto científico del
psicoanálisis, al nivel de la verificación y la
confiabilidad, aspectos éstos, más que importantes, a
tener en cuenta en la investigación científica.
Del pase se puede decir que es un dispositivo
creado para elaborar una construcción lógica sobre la
experiencia analítica. Su práctica fue introducida por
Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967, para
resolver un problema institucional preciso dentro de la
Escuela Freudiana de París: ¿cómo acceder al título de
Analista de la Escuela (AE)? Dice Lacan allí: “La
terminación del psicoanálisis llamado en forma
redundante didáctico es el pasaje del psicoanalizante al
psicoanalista”. El pase es entonces la respuesta que da
Lacan a la pregunta por la garantía, es decir, cómo
garantizar que al final de un análisis, haya un analista.
Lo que se pone en juego en el pase es el problema
del fin del análisis para un analizante que desea pasar a
ser analista. El pase le permite a aquel dar testimonio
de cómo fue ese paso; el pase es el único dispositivo
con el que cuenta el psicoanálisis para verificar si un
analizante ha llegado a su fin de análisis.
Con la Proposición del ‘67, Lacan vincula el
problema de la existencia del analista con el problema
de la institución analítica, es decir, cómo articular la
Escuela con la clínica. Para Lacan, la tarea esencial de la
institución es esclarecer el problema del fin de los
análisis, en la medida en que el producto de un análisis
es un analista. Lacan define el pase como el pasaje al

12
«deseo del analista», pero ¿qué clase de deseo es este?
[Véase para esto, 2.2 y 2.3.1.]
Lacan habló en su Proposición de la recolección, la
acumulación y la comparación de los testimonios de
quienes pasan de analizantes a analistas para
determinar qué deseo es ese que se denomina «deseo
del analista», ya que dicho deseo es el eje alrededor del
cual jira el análisis, así como el pase es lo que define,
estructura y caracteriza a la Escuela.
El testimonio de los analizantes es el núcleo de la
enseñanza del psicoanálisis en tanto que él es el único
que puede responder a la pregunta de saber qué es lo
que puede transmitirse al público de una experiencia
que es esencialmente privada. Con base a ese
testimonio se busca responder a la pregunta «¿qué es
un analista?» Pase es el nombre que Lacan le dio de en
1967 a dicho testimonio.
El pase fracasó como experiencia en la Escuela
Freudiana de París. Desde el momento en que Lacan
hace su Proposición hubo oposición por parte de los
miembros de la Escuela. Son variadas las explicaciones
que se dan para dar cuenta de dicho fracaso: desde que
no se entendió lo que Lacan proponía, que las
condiciones para su aplicación eran impracticables,
hasta las dificultades que habían al interior de la
Escuela con la autoridad de Lacan y la transferencia que
se le dirigía, ya que él conservó la dirección de la
Escuela desde su comienzo (1964) hasta su final (1980).
Todas esas explicaciones no dejan de tener un carácter
político que habría que esclarecer. Lacan disuelve
entonces la Escuela Freudiana de París y pasa a fundar
la Escuela de la Causa Freudiana, con el propósito, entre
otros, de hacer posible, de hacer existir, la experiencia
del pase, es decir, de no dejar de tener como objetivo
de la Escuela responder a la pregunta «¿qué es un
analista?»; en otras palabras, dilucidar los problemas de
la formación, el deseo y el fin del análisis de los
analistas.

13
El pase, “Primeramente se propone como un
procedimiento original. No es de institución freudiana,
en el sentido en que lo es el dispositivo analítico. No lo
consagra ninguna tradición. «Pase», «pasante»,
«pasador», «jurado de confirmación», (son) otros tantos
términos inventados por Lacan”.4 Lacan, nos dice Miller,
inventó este procedimiento sobre la base de haber
descubierto el «momento del pase», cuando los análisis
se acercan a su fin. El momento del pase es un
momento “conclusivo y resolutorio de un
psicoanálisis” que, si el sujeto consiente, lo somete a
5

un examen. El pase no está prescrito para nadie, no es


un deber, es sólo una proposición, un riesgo que toma
el analizante de dar cuenta de la adopción de la
posición de psicoanalista. Es este paso de la posición de
analizante a analista el que le interesa investigar a
Lacan para responder a la pregunta «¿hay analista?».
Ahora bien, el procedimiento del pase, a pesar de
haber sido introducido por Lacan en 1967, de haber
sido el motivo, tras la disolución de la EFP, de que
muchos de sus miembros se apartaran de él; a pesar de
haberse constituido en la forma de reclutar a los
Analistas de la Escuela (A.E.) en 1974, de haber estado
en el centro de la crisis de la Escuela de la Causa
Freudiana en 1990, de haber sido objeto de
renovaciones y relanzamientos dentro del Campo
Freudiano, es un dispositivo que sigue siendo joven, y
por tal razón, sujeto a permanentes debates y críticas.
Del pase faltan por pulir sus mecanismos y
esclarecer mejor sus resultados a tres niveles: clínico
−el destino del síntoma y/o del goce al final de la cura−,
epistemológico −la enseñanza y la solución de los
problemas cruciales del psicoanálisis − y político −que
abarca desde la ética y la autoridad del analista,

4
MILLER, Jacques−Alain. Introducción a las paradojas del pase. En:
Matemas II. 3ª edición. Argentina: Ediciones Manantial. 1991. p.
108.
5
Ibid. p. 109.
14
pasando por el problema de la verificación y la garantía,
hasta las relaciones del pase con el futuro de la
Escuela−. El pase pues, como se puede ver, es un
terreno fértil para ser tomado como objeto de
investigación.
El pase, como dije hace sólo un momento, ha sido
y sigue siendo un dispositivo fuente de un sin número
de debates dentro de las Escuelas del Campo Freudiano,
de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y en otros
ámbitos distintos a la AMP. La puesta en marcha y
afinación del dispositivo del pase no ha sido nada fácil
desde el momento mismo en que Lacan lo instituyó
como una de las formas de entrada a su Escuela. No era
de extrañar entonces que él jugara su papel, cuando no
el principal, en la denominada «crisis de la AMP»,
durante el primer gran encuentro de miembros, en
Barcelona ´98, crisis que desencadenó la renuncia de
algunos de sus miembros por no estar de acuerdo, por
lo menos con relación al pase, en los siguientes puntos:6
1. La utilización de una serie de recursos que van en
contra del espíritu del dispositivo, y una serie de
divergencias sobre las condiciones en las cuales es
necesario cultivar el dispositivo del pase.
2. La supuesta ritualización, que con ayuda de una
serie de reglamentos, se ha hecho del dispositivo del
pase.
3. Divergencias en los denominados «carteles del pase»
con relación a lo que es un fin de análisis y el
desencadenamiento, por tal motivo, de una supuesta
“guerra” entre ellos.
4. La supuesta intervención, de carácter
exclusivamente político, que hizo el Delegado
General de la AMP, en favor de un pasante que no
fue nominado AE, por uno de los carteles del pase.

6
Consúltese para esto la Carta Abierta de Colette Soler a J−A.
Miller, Delegado General de la AMP, distribuida en Internet por la
lista de discusión AMP−Varia y en castellano, el día viernes 26 de
junio de 1998.
15
5. La supuesta existencia de pasantes que no podrán
ser recibidos en la Escuela como A.E. y otros que no
podrán más ser escuchados, debido precisamente a
esa supuesta “politización” del pase.
6. La aparente escisión entre los rasgos epistémicos y
los rasgos políticos en los testimonios del pase.
7. La aparente utilización del pase para la legitimación
de una jerarquía dentro de la AMP, asunto este
contrario a los propósitos con que Lacan fundó su
Escuela.
8. La pérdida de la buena fe y la confianza en el
dispositivo.
9. La prevalencia de la jerarquía y la gestión sobre las
finalidades del pase.
10. La sospecha de una centralización y control de la
dirección política y doctrinal a nivel del dispositivo
del pase −y de las instancias de gestión− en una sola
persona: el Delegado General de la AMP.
11. Por último, la nominación por parte del Delegado
General de los éxtimos del cartel del pase −lo que es
una nueva estrategia dentro del dispositivo para el
reconocimiento de los AE por las otras Escuelas de
la AMP− es tomada como una intervención política
del Delegado General.
Se ve pues, claramente, cómo el pase es un terreno
fértil para ser tomado como objeto de investigación,
sino también, y muy precisamente, su relación con la
política del psicoanálisis. [Véase más adelante, y en
estrecha relación con el estado de la cuestión, el
apartado 3.2.1.].

1.3. Problema.
Siendo el pase, actualmente, el centro de reflexión
de un sin número de dificultades y problemas, y
hallando de mi interés el esclarecimiento de la política
del psicoanálisis, me he formulado el siguiente
problema de investigación: «¿Cuál es la función política
del pase?»

16
1.4. Hipótesis.
La hipótesis fundamental que me planteo es ésta:
«Los testimonios del pase orientan, en el campo
lacaniano, las nuevas políticas de la dirección de la cura
y de la institución analítica» [Véase, para la justificación
de ésta hipótesis, el numeral 3.3.].

1.5. Metodología: el «comentario de texto».


En términos generales, esta investigación se
propone afrontar un problema abstracto que ha podido
ser, o no, objeto de otras reflexiones, y con la
utilización de unos conceptos que abren un campo de
objetos dentro de un marco teórico específico.
Para dar respuesta a la pregunta de investigación,
la metodología que se propone abarca
fundamentalmente dos puntos. Primero, la lectura
rigurosa de textos sobre la teoría del pase y de textos
donde se exponen testimonios de pase hechos por
analistas que han consentido a este dispositivo. La
lectura rigurosa está enmarcada dentro de la
metodología para el análisis de textos que transmitió
Jacques Lacan y que denominó el «comentario de
texto». Segundo, la selección de los textos a leer en
acuerdo con el tutor responsable de la dirección de esta
Investigación.
La expresión «comentario de texto» quizás pueda
sugerir a muchos la idea de una lectura no muy
rigurosa como aquella que precedería al «comentario»
propiamente dicho. Ello en virtud a una cierta
superficialidad que le es adscrita como propia al
término «comentario». Sería necesario señalar que el
propósito de Lacan al elevar esta expresión al rango de
verdadero método de investigación esta lejos de ello. Se
trata, por el contrario, de subrayar las exigencias que
plantea una lectura que pretenda ir más allá de la
información global acerca de lo que dice un texto y
expresar simplemente una opinión acerca del mismo.

17
De lo que se trata es de establecer su lógica, los
principios desde los cuales se construye, los propósitos
del mismo, todo ello para someterlo a un examen
crítico, producido tanto al interior del texto mismo, de
las relaciones internas que sostienen sus enunciados,
como de las relaciones de oposición, continuidad o
discontinuidad que guardan éstos con otros enunciados
procedentes del mismo autor, de otros autores o de la
doctrina en la cual se inscribe.
Sobre esta metodología dice Miller que “En el
campo analítico, el comentario de texto es, en palabras
de Lacan, una disciplina. (...) Lacan comentó los textos
de Freud porque consideró que el texto freudiano
portaba una palabra. (...) La palabra, tal y como la
entendía (Lacan) en esa época, la palabra verdadera, es
una palabra que constituye una emergencia nueva de la
verdad.”7 El «comentario de texto» es, pues, un método
de lectura que Lacan implementó desde el comienzo de
la transmisión de su enseñanza −durante diez años el
Seminario de Lacan se llamó Seminario de textos−, y que
es consecuente con el descubrimiento freudiano del
inconsciente. Este método se propone, primero que
todo, extraer los elementos de estructura, de
organización, de un texto, aquellos sobre los cuales se
puede progresar en su exégesis, y segundo, “hacer
responder al texto a las preguntas que él nos plantea a
nosotros.”8 El aporte de Freud, cuando él comenzó a
estudiar los síntomas de sus pacientes, sus sueños, sus
lapsus y olvidos, fue que el inconsciente puede ser
objeto de una lectura; de aquí la importancia que le da
Freud al análisis lingüístico y que lo llevó a establecer
las leyes que rigen el inconsciente. Lo que hizo Lacan
con el comentario que hace de los textos Freud, fue
justificar el predominio que él otorgó a las funciones
del significante. De otra manera, lo que Freud descubre

7
MILLER, Jacques Alain. Introducción a «Variantes de la cura−tipo.
En: Umbrales del análisis. Buenos Aires: Manantial, 1986. p. 10.
8
Ibid.
18
es que la articulación significante es la que le otorga su
verdadera estructura al inconsciente, lo que llevó a
Lacan a establecer que «el inconsciente está
estructurado como un lenguaje».9
El inconsciente es, pues, lo que se lee, y el
síntoma psicoanalizable, ya sea normal o patológico,
está sostenido, por tal razón, por una estructura que es
idéntica a la estructura del lenguaje. En el texto
inconsciente Lacan descubre los efectos de la metáfora
y de la metonimia, es decir, los mismos mecanismos
descritos por Freud como los del inconsciente. “Es bien
evidente −dice Lacan− que en el discurso analítico no se
trata de otra cosa, no se trata sino de lo que se lee, de lo
que se lee más allá de lo que se ha incitado al sujeto a
decir, que no es tanto, como dije la última vez, decirlo
todo, sino decir cualquier cosa, sin vacilar ante las
necedades que se puedan decir”.10
Ahora bien, es la lectura del inconsciente la que
funda en el psicoanálisis un método de investigación
propio, un método que se adecua al objeto del
psicoanálisis, es decir, el inconsciente mismo. Pero
dicha metodología no se reduce únicamente al
dispositivo analítico, en el cual el analista está a la
escucha de las formaciones del inconsciente, es decir,
está atento a «leer» el discurso del analizante, en lo que
dice de más o dice de menos. Dice Lacan: “Si algo puede
introducirnos en la dimensión de lo escrito como tal, es
el percatarnos de que el significado no tiene nada que
ver con los oídos, sino sólo con la lectura, la lectura de
lo que uno escucha de significante. El significado no es

9
“...el inconsciente— yo entiendo el inconsciente del cual habla
Freud— esta estructurado como un lenguaje, lo que es visible al
ojo desnudo, sin necesidad de mis lentes para verlo.” (LACAN,
Jacques. De un otro al otro. Seminario 16. clase 14. del 12 de
marzo de 1969. Inédito).
10
LACAN, Jacques. Aún. Seminario 20. Barcelona: Paidós., 1985. p.
38.
19
lo que se escucha. Lo que se escucha es el significante.
El significado es el efecto del significante”.11
El «significante» es una dimensión que fue
introducida a partir de la lingüística. La lingüística
introduce en la palabra una disociación gracias a la cual
se funda la distinción entre significante y significado.
Ella, de cierta manera, divide lo que, sin embargo,
parece ir de suyo: que cuando se habla eso conlleva el
significado. Pero, “Distinguir la dimensión del
significante cobra relieve sólo si se postula que lo que
se oye no tiene ninguna relación con lo que significa.
Este es un acto que sólo puede instituirse con un
discurso, el discurso científico”.12 Es gracias al discurso
de la ciencia, a su instauración en el pensamiento de los
hombres, que el significante se pueda postular sin tener
ninguna relación con el significado. Con el discurso de
la ciencia se hace posible vaciar el contenido de un
concepto, de un significante, para llenarlo de contenido,
para hacerlo significar otra cosa. Esto es lo que se
espera que se produzca en un análisis: “En el discurso
analítico, se trata siempre de lo siguiente: a lo que se
enuncia como significante se le da una lectura diferente
de lo que significa”.13 Esta es la razón por la cual lo que
los analistas leen es, por ejemplo, el lapsus, en la
medida en que es como lapsus que significa algo, es
decir, que puede leerse de una infinidad de maneras
distintas.
“Para hacerme entender voy a tomar una
referencia en lo que leen en el gran libro del
mundo. Observen el vuelo de la abeja. Va de flor
en flor, hace sus libaciones. Ustedes se enteran de
que va a transportar en sus patas el polen de una
flor al pistilo de otra flor. Eso leen en el vuelo de
la abeja. En un vuelo de pájaros que vuela bajo —
se le llama un vuelo, pero en realidad es un grupo

11
Ibid. p. 45.
12
Ibid. p. 40.
13
Ibid. p. 49.
20
a cierta altura— leen que se acerca una
tempestad. Pero ellos, ¿leen acaso?, ¿Lee la abeja
que ella sirve para la reproducción de las plantas
fanerógamas?, ¿Lee el pájaro el augurio de la
fortuna, como se decía antes, o sea, de la
tempestad?.
Ese es el asunto. Después de todo, no se
puede afirmar que la golondrina no lea la
tempestad, pero tampoco es seguro.
En el discurso analítico ustedes suponen
que el sujeto del inconsciente sabe leer. Y no es
otra cosa, todo ese asunto del inconsciente. No
sólo suponen que sabe leer, suponen también que
puede aprender a leer”.14
Si la lectura del inconsciente funda el método de
investigación propio de la clínica psicoanalítica, el
comentario de texto, derivado de aquel, es el método
propio de investigación en y con el psicoanálisis. Ahora
bien, ¿se puede entonces leer un texto igual a cómo se
lee el inconsciente? Precisamente, la disciplina del
«comentario de texto» está inspirada en la lectura que
se hace del inconsciente en la experiencia analítica, es
decir, que dicho método es consecuente con la
experiencia misma del psicoanálisis. Lo que hace Lacan,
al leer los textos freudianos, es someterlos al esquema
operacional que el mismo psicoanálisis ha inventado. Si
lo esencial del método freudiano para abordar las
formaciones del inconsciente, consiste en confiar en el
relato del paciente; lo esencial del método del
comentario del texto consiste en confiar en el texto
escrito, es decir, “considerar el texto como una palabra
verdadera, es decir, con su valor de transferencia.”15
Miller se pregunta, aquí, qué quiere decir esto, a lo cual
responde:
“En la disciplina analítica, el comentario, al
mismo tiempo, −es demasiado decir, en dos

14
Ibid.
15
MILLER, Op. Cit. p. 10.
21
tiempos, ligados y vinculados− el texto pregunta,
questionne, y el texto responde. Es por esta razón,
si se trata así al texto, que el comentario también
tiene un valor de transferencia. (...).
“Al mismo tiempo, el texto se pone en el
lugar del Otro, A, y las preguntas que podemos
pensar plantearle al texto, en realidad es el texto
mismo quien nos las propone a nosotros. Las
respuestas, en la disciplina del comentario, no
son nuestras respuestas, sino las que buscamos
en el texto mismo. Obedeciendo a este rigor, el
efecto de transferencia se produce de una manera
implacable.”16
¿Y qué decir sobre la interpretación del texto?
¿Acaso este se interpreta igual a como se interpreta el
inconsciente? El trabajo de interpretación de un texto
consiste en determinar el sentido que el texto asigna a
cada uno de sus términos, sentido que es efecto de la
relación que establece dicho término con los demás
términos del texto, es decir que cada noción, cada idea,
cada párrafo, se define por las relaciones que tiene con
las demás nociones, ideas y párrafos dentro del mismo
texto. Esto es absolutamente consecuente con la lógica
misma del significante: “un significante sólo vale en
relación a otro significante”17, de tal manera que un
significante sólo adquiere sentido en su relación con
otro significante, el significante es el que crea, por sus
permutaciones, el significado. Interpretar un texto
consiste, entonces, en producir el sentido que el mismo
texto impone por las relaciones que se establecen entre
sus términos; cada uno de los términos de un texto
adquiere su sentido a la luz del conjunto de términos
de la frase o el texto. En otras palabras, es “...permitirle

16
Ibid. p. 10−11.
17
MILLER, Jacques−Alain. La lógica del significante. Matemas II.
Buenos Aires: Manantial, 1991. p. 17.
22
a un texto decir lo que éste pretende decir.”18 En esto
cosiste el trabajo de interpretación en el comentario de
texto.
Al comentario de texto también se le denomina
«lectura analítica», la cual es una lectura en tres
tiempos y que vincula el acto de leer con la
investigación. Los tres tiempos de la «lectura analítica»
son: la lectura intratextual, la lectura intertextual, y por
último la lectura extratextual.
“La lectura intratextual es un primer tiempo
de lectura que aspira a investigar un texto, para
intentar establecer, sólo desde el texto mismo, lo
que éste dice.
La lectura intertextual, segundo tiempo de
lectura, en el cual se pretende cotejar y someter a
discusión unidades de análisis (párrafos,
conceptos, enunciados, etc.) de dos o más textos,
de uno o varios autores.
La lectura extratextual, tercer tiempo de
lectura, que pretende ubicar un enunciado, o un
conjunto de enunciados, como campo referencial
explícito en el cual, se supone, debe inscribirse la
lectura del texto de base.”19
De estos tres tiempos, el que más peso tiene
como procedimiento de investigación, es el primero, ya
que la lectura intratextual le exige al lector tomar “como
único objeto de lectura el texto mismo, en su mayor
integralidad y literalidad posible, es decir, que realice
una lectura sólo a partir del conocimiento que debe
tener de los códigos lingüísticos allí utilizados.”20 La
lectura intratextual, en el comentario de texto, tiene dos
propósitos: Primero, que en dicho acto, “se ejerza el

18
Pérez, Juan Fernando. Elementos para una teoría de la lectura:
lectura e interpretación. En: Revista Interamenricana de
Bibliotecología. Medellín, Vol. 20, Nº 1. Enero−Junio de 1997. p.24.
19
Ibid. p. 8.
20
Ibid. p. 10.
23
pensar”21, y segundo, “evitar (...) la proliferación de
sentidos propia del lenguaje.”22 Lo que se propone este
tipo de lectura, es reducir al máximo el malentendido
propio de la comunicación humana y que se halla
presente tanto en la lectura como en los vínculos
humanos. “La ciencia proporciona una enseñanza en
este sentido, al establecer significados unívocos en su
lenguaje, lo cual hace que los acuerdos básicos allí sean
más firmes. (...) Es la univocidad del lenguaje científico
la razón de la llamada objetividad de la ciencia, punto
tan difícil de entender para el positivismo.”23
De lo que se trata, entonces, es de emplear un
método de investigación acorde con las exigencias de la
investigación científica, de tal manera que, con dicho
tipo de lectura, se produzca “...una interpretación
básica acerca de la cual se pueda disponer de un grado
de certidumbre altamente razonable. Esa certidumbre
se funda en el hecho de que la interpretación en
cuestión está construida esencialmente a partir de lo
que debía considerarse como la fuente básica de toda
lectura, es decir el texto mismo, y no desde tesis o
decires importados al mismo por el lector...”24 Después
de esta primera lectura intratextual, se podrá pasar a
contrastar y discutir las interpretaciones, extraídas de
ella, con otros textos −lectura intertextual− y, más allá,
ubicarlas en un contexto o campo de referencias −
lectura extratextual−, de tal manera que se concibe la
lectura como una investigación que considera necesario
“establecer lo que en efecto dice un escrito, en la forma
más rigurosa posible.”25
Así pues, si a un texto se le aplica esta disciplina del
comentario para su exégesis, es con el propósito de
hacerle responder a las preguntas que plantea su

21
Ibid. p.11.
22
Ibid.
23
Ibid.
24
Ibid. p. 13.
25
Ibid. p. 21.
24
lectura, en la medida en que él es vehículo de una
palabra que puede constituirse en una nueva
emergencia de la verdad. En este trabajo de
investigación, la disciplina del comentario de texto fue
aplicada a todos los textos que se trabajaron para
responder a la pregunta de investigación, y por esta
razón, todo el trabajo en su conjunto es un trabajo de
investigación que tiene como método dicha disciplina.

2. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA


POLÍTICA.
2.1. Del concepto de política en el
psicoanálisis.
No deja de ser sorprendente que desde un texto
tan temprano como es el de La familia (1938), Lacan ya
alude a la política como tema de reflexión en su
pensamiento, en la medida en que, según la tesis
expuesta allí, las catástrofes que se presentan en la
política son un efecto de “la declinación de la imago
paterna”.26 Pensar los problemas relacionados con la
política se corresponde bastante bien con el deber que
le toca al psicoanálisis en el mundo, deber en el que
Lacan lo comprometió desde su Acto de fundación de la
Escuela Francesa de Psicoanálisis, el 21 de junio de
1964. [Véase sobre este punto el numeral 3.3.1.]
“Es mi intención que este título represente
al organismo en el que debe cumplirse un trabajo
−que en el campo que Freud abrió, restaure el filo
cortante de su verdad− que vuelva a conducir a la
praxis original que él instituyó con el nombre de
psicoanálisis, al deber que le toca en nuestro
mundo, que, mediante una crítica asidua,
denuncie sus desviaciones y sus compromisos

26
LACAN, Jacques. La familia. Argentina: Homo Sapiens, 1977. p.
112−13.
25
que amortiguan su progreso al degradar su
empleo”.27
Que los psicoanalistas se comprometan con los
problemas del mundo, con las cosas que suceden en él
y sobretodo en la medida en que la sociedad padece de
un malestar que le es inherente y que, además, se
multiplica por el hecho de que la civilización incluye en
ella el discurso de la ciencia y sus efectos, es a lo que
Lacan nos invita. ¿No suena esto a una «plataforma
política» del psicoanálisis?
Entonces, ¿política del psicoanálisis o
psicoanálisis de la política? Para poder responder a esta
pregunta, es necesario tener claro cuál es el significado
del sustantivo «política» en el psicoanálisis. Para esto
me apoyaré en un texto de Jacques−Alain Miller titulado
Política lacaniana.28 En él, Miller nos dice que hay tres
maneras de entender el sustantivo «política» en el
discurso de Lacan:
Primero que todo, hay la política en general, es
decir, las opiniones y comentarios de Lacan acerca de la
política. En sus textos se pueden pesquisar una serie de
explicaciones referentes a las democracias de los
pueblos y el partido comunista. En el transcurso de su
enseñanza, Lacan no se negó la oportunidad de
producir doctrinas sobre el capitalismo y, según Miller,
hasta ofreció una doctrina del poder fundada en el
psicoanálisis. Incluso las construcciones, los «matemas»
de Lacan, conciernen y son del registro de la política en
general, asunto este que si bien resulta enigmático, hace
pensar en las políticas del psicoanálisis para alcanzar el
estatuto de ciencia, es decir, para ser reconocido como
un discurso a la altura de la física y las matemáticas

27
LACAN, Jacques. Acto de Fundación. En: Fascículos de
Psicoanálisis: El cartel en el Campo freudiano. Argentina: Eolia. p.
5.
28
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Seminario dictado por
Jacques−Alain Miller. Colección Diva. Buenos Aires. 1999. 105 p.
(URL: http://www.amp-esp.org/FRAMSET/NAVI_CUR.HTM)
26
modernas. El «matema», esa serie de “fórmulas
matemáticas” que Lacan introduce en el trascurso de su
enseñanza, en la medida en que permite y facilita la
transmisión del discurso psicoanalítico de una manera
más coherente y formal, tiene como propósito elevarlo
a la dignidad de ciencia. Esto tiene, por consiguiente, un
alcance político para el psicoanálisis.
La segunda manera de entender el sustantivo
«política» en el psicoanálisis, tiene que ver con la
introducción de la política dentro del discurso
psicoanalítico, es decir, todo lo concerniente a la
posición de Lacan, y de los analistas en general, en las
organizaciones psicoanalíticas; sobre todo la posición
de los analistas en la organización internacional que
derivó de Freud, y que se designa actualmente por la
sigla IPA; también, por supuesto, la posición de los
analistas dentro de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis y sus Escuelas, y en general, dentro de
toda institución de carácter psicoanalítico. Esta segunda
manera de entender la política en el psicoanálisis
también abarca la relación de los analistas con sus
colegas, los estudiantes, los pacientes y el público en
general.
La tercer manera de pensar la política en el
psicoanálisis se refiere al tratamiento psicoanalítico
[Véase el apartado 2.3.3.]. En su texto La Dirección de la
cura y los Principios de Su Poder, Lacan hace uso de la
tripartición «táctica», «estrategia», y «política» dentro
del marco de la dirección de la cura. Miller dice que el
propósito de Lacan aquí es situar a la interpretación al
nivel de una táctica específicamente clínica, es decir, un
procedimiento o maniobra de la dirección de la cura.
Lacan tampoco dudará en calificar como político el
pensamiento y la argumentación acerca de las metas de
la cura analítica, es decir, todo lo relacionado con el fin
de análisis y el procedimiento del pase. La política para
la cura se puede decir que abarca y designa tanto los
objetivos de la formación de los analistas como la

27
conclusión de la cura, por eso estos temas también se
incluyen dentro de esta tercera acepción de «política»,
es decir, la que se relaciona con el tratamiento
psicoanalítico.
De estos tres registros de la política en el
psicoanálisis, el segundo es el más apropiado para
designar lo que Miller denomina «política lacaniana», es
decir, todo lo que se relaciona con la política del
analista dentro de sus instituciones. Si se repasa la
historia del psicoanálisis, desde Freud hasta Lacan, con
todos los acontecimientos que en ella han tenido lugar,
se observará que se trata de una historia llena de
accidentes. La sola carrera de Lacan en el psicoanálisis
contiene toda una serie de eventos en los que el
impacto de la política está muy presente, y incluso es
insistente. De todos estos eventos −que es necesario
entender, ordenar y organizar con el propósito de
intentar sacar sus consecuencias− Miller nos dice que se
podría extraer una «política lacaniana» que ayude a
entender los futuros acontecimientos dentro de las
instituciones psicoanalíticas.29 Ahora bien, lo
interesante de toda esta historia tan tormentosa del
psicoanálisis lacaniano, son las preguntas que se hace
Miller en su texto Política lacaniana. Dice:
“Cuando hablo de política lacaniana, no se
trata de narrar acontecimientos −aunque habría
que conocerlos, ordenarlos, organizarlos−, sino de
extraer sus principios.

29
Para comprender la historia de Lacan en y con las instituciones
psicoanalíticas, los remito al texto de Jacques−Alain Miller que
lleva por título “Escisión, excomunión, disolución: Tres momentos
en la vida de Jacques Lacan” (Manantial, Buenos Aires, 1987),
donde el autor establece los documentos y la cronología de las
causas inmediatas que llevaron a la escisión de la Sociedad
Psicoanalítica de París −que desembocó en la creación de la
Sociedad Francesa de Psicoanálisis−, de la excomunión de la que
fue objeto Lacan, y de la disolución de la Escuela Freudiana de
París en 1980.
28
Admito que se cuestione. ¿Existen
principios de política que puedan ser extraídos
válidamente de esta sucesión de acontecimientos?
[Miller se refiere aquí a la escisión, la excomunión
y la disolución] ¿Existen, por ejemplo,
prohibiciones que se podrían también deducir?
¿Hay consejos, lecciones en la conducción de las
cosas por venir, en las cuales inspirarnos? Incluso
más allá de los acontecimientos, de los principios,
está esta pregunta que no podemos dejar de
plantearnos. ¿Qué sostiene a la estructura misma
de la disciplina en esa sucesión de
acontecimientos a los que se les puede dar, con
toda reserva, el estatuto de una historia? ¿Por qué
la presencia en el tiempo de esta disciplina toma
la forma de una historia? ¿Acaso esta forma se
puede referir a la disciplina como tal, a su
estructura, incluso a un defecto de ella, si se
considera que esta historia de todas maneras en
su conjunto es "lamentable"? El punto de vista
que tomo esta noche me impide validar este
adjetivo que me surgió. La idea que sería
"lamentable" no es lo que me orienta. Entonces,
¿qué se puede eventualmente referir en esta
historia a la estructura de la disciplina?”30.
Todas estas preguntas son, indudablemente, de
gran actualidad, y lo más destacable de ellas es que
apuntan a pensar, en última instancia, el real en juego
en toda asociación de analistas, es decir, el real en juego
en la estructura, los discursos y la formación de los
analistas. Resumiendo: el psicoanálisis requiere de una
política a tres niveles: primero, para situarse frente al
malestar en la cultura, y entonces aquí cabrían todas las
reflexiones de Lacan acerca del discurso capitalista, el
comunismo, las democracias, etc. Segundo, al nivel de la
vida institucional y por lo tanto todo lo relacionado con

30
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 12.
29
las políticas de las instituciones analíticas y la
accidentada historia del psicoanálisis; y tercero, al nivel
de la clínica en sus diferentes aspectos: la dirección de
la cura, la interpretación, el final del análisis, el pase y
la garantía.

2.2. Política y goce.


Al margen de esos tres niveles se puede decir que
si hay un rasgo que distingue la política en el
psicoanálisis con relación a la política en general, es que
aquella tiene en cuenta lo real, es decir, el goce que
circula en los vínculos humanos, el goce que habita en
todo discurso. [Véase sobre esto el apartado 3.2.3.]. La
política corriente, en cambio, lo que busca es regular las
formas de goce del sujeto en el ámbito de lo colectivo.
El tratamiento del goce será entonces uno de los
elementos que permitirá distinguir la política del
psicoanálisis de la política en general, pero para hacerlo
se tiene que hacer un rodeo por lo que se puede llamar,
en principio, el reverso de la voluntad de goce: la
demanda de felicidad.
La promesa de felicidad es algo que se ha vuelto
imprescindible en el mundo contemporáneo. El ejercicio
mismo de la política se ha convertido en una manera de
gerenciar la felicidad. Pero la demanda de felicidad no
sólo la hacen los gobernados a sus gobernantes, sino
también los analizantes al psicoanalista. ¿Cómo se sitúa
entonces él frente a esta demanda? ¿Y cómo el
gobernante? Dice Lacan en La ética del psicoanálisis: “
...¿el final del análisis es lo que se nos demanda? Lo que
se nos demanda debemos llamarlo con una palabra
simple, es la felicidad. Nada nuevo les traigo aquí −una
demanda de felicidad, de happiness como escriben los
autores ingleses en su lengua, efectivamente, de eso se
trata”. Después agrega: “...la felicidad devino un factor
de la política. (...) −No podría haber satisfacción para

30
nadie fuera de la satisfacción de todos”. 31 Este
imperativo define bastante bien lo que se puede
denominar la «política de la felicidad» en la
contemporaneidad. Es más, el éxito del discurso político
se debe en gran medida a las promesas de felicidad que
siempre adelanta y que se ven aparecen bajo las más
variadas formas: bienestar para todos, mejores salarios,
más servicios de salud, más y mejor educación,
incremento en la seguridad, etc. Al parecer,
exactamente todo lo imposible de realizar es lo que
promete el político, como si supiera muy bien a dónde
apuntan los anhelos de los gobernados, es decir,
exactamente al lugar opuesto a donde va el deseo del
sujeto. Así pues, la felicidad, transformada en un factor
de la política, se sitúa al nivel de la satisfacción de las
necesidades para todos los hombres. Más exactamente,
la política que se deriva del discurso capitalista, hay
que pensarla en función de la «satisfacción» de la
demanda, bajo la promesa de satisfacer el deseo.
El problema de la satisfacción de la demanda
introduce necesariamente la dialéctica entre la
demanda, la necesidad y el deseo, la cual es necesario
aclarar si quiere sacar algunas consecuencias de las
proposiciones expuestas y, posteriormente, entender la
lógica de la demanda de pase a la Escuela y la función
política del pase en relación con lo real en juego en la
formación del analista. En otras palabras: el problema
de la demanda está estrechamente relacionado con la
política de la dirección de la cura del analista [Véase
sobre esto los apartados 2.1. y 2.3.3.].
Miller, en Lógicas de la vida amorosa,32 dice que
existen dos tipos de demanda: una que se sitúa al nivel
de la necesidad y otra a nivel del amor. La necesidad
tiene un carácter natural −alimento, calor, etc.−, pero el

31
LACAN, Jacques. La ética del psicoanálisis (1959−60). Libro 7.
Buenos Aires: Paidós. 1988. p. 348.
32
MILLER, Jacques−Alain. Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires:
Manantial, 1991.140 p.
31
psicoanálisis constata que la necesidad no se conoce
más que a través de una demanda, una demanda
dirigida a un Otro que satisface esa necesidad
originaria. Ese Otro es un Otro que tiene lo necesario
para satisfacer la necesidad. Pero junto al Otro que
«tiene» también hay Otro que «no tiene». Es a este Otro
que no tiene al que se dirige la «demanda de amor».
Entre estas dos demandas se sitúa el deseo.
Entonces, hay una transformación de la necesidad
en demanda, y un resto que es el deseo. Ahora bien, lo
que sucede es que la pulsión es ella misma una
demanda, es una forma de demanda. “La distinguimos
en tanto encontramos en la experiencia analítica una
demanda que no podemos interpretar; donde no hay
que interpretar. Hablamos de deseo cuando
encontramos, al contrario, una demanda que podemos
interpretar”.33 Esta demanda que «habla» se distingue
de otra que «no habla», una demanda silenciosa: esta es
la pulsión. Así pues, el deseo y la pulsión son dos
momentos de la demanda.

2.2.1. Política de la felicidad.


Freud ubica a la pulsión como el reverso del
deseo cuando dice que el deseo nombra un estado de
«insatisfacción» fundamental en el sujeto, en cambio la
pulsión nombra un estado de «satisfacción», es decir,
que la pulsión siempre logra satisfacerse. “Así como
podemos definir el deseo como algo siempre
insatisfecho, (el) concepto de pulsión es de algo que
siempre es satisfecho”.34 Por esto Lacan, en Televisión,
va a decir que “El sujeto es siempre feliz”. Esta idea es
una subversión de la noción que se tiene
corrientemente sobre la felicidad. Lo que Lacan dice
aquí es que el sujeto es siempre feliz en el nivel de la
pulsión en tanto que ésta es siempre satisfecha. La
«satisfacción de la pulsión» es lo que Lacan formalizará
33
Ibid. p. 52.
34
Ibid. p. 53.
32
como el objeto a en su versión de «plus de goce». Así
pues, se puede definir a la pulsión como una demanda
siempre satisfecha, que produce un «plus de goce», en
la medida en que hay un éxito constante en la
satisfacción de la pulsión. Entonces hay que distinguir
entre dos tipos de querer, dos tipos de voluntad: el
deseo y la pulsión. Pero lo que Lacan enseña es que el
deseo designa siempre una infelicidad, una
insatisfacción. “El deseo es articulado a una falta,
mientras que del lado de la pulsión hay felicidad. Una
felicidad que no se conoce a sí misma, pero que es una
felicidad”.35
Resumiendo: la pulsión es algo que en el hombre
siempre se satisface positivamente, pero esa manera de
satisfacerse le hace mal al sujeto. El sujeto neurótico,
por ejemplo, es aquel cuya pulsión se satisface en los
síntomas. Es en este contexto que el analista aparece
como aquel que se ofrece a recibir la demanda de
felicidad, pero el analista ya sabe que la demanda, como
dice Lacan, “está a la vez más allá y más acá de ella
misma, articulándose con el significante, ella demanda
siempre otra cosa, en toda satisfacción de la necesidad
exige otra cosa..”.36 Ahora bien, los pacientes llegan con
la aspiración de ser felices... ¡cuando ya lo son! Es una
paradoja: Demandan felicidad cuando ya gozan de la
felicidad que les brinda la satisfacción de la pulsión en
el síntoma. Por lo tanto, si algo sabe el analista, de lo
poco que debe saber, es que responder a la demanda no
resuelve la aspiración del paciente.
“...la aspiración del paciente se quiebra en
una nostalgia irreductible en torno al hecho de
que en modo alguno podría ser el falo y que, por
no serlo, sólo podría tenerlo, en el caso de la
mujer, con la condición de la Penis−neid, y en el
del hombre, de la castración.

35
MILLER, Jacques−Alain. Seminario el deseo de Lacan. San José:
Atuel−Anafora, 1997. p. 32.
36
LACAN, Jacques. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. p. 350−51.
33
“Esto es lo que conviene recordar en el
momento en que el analista se encuentra en
posición de responder a quien le demanda la
felicidad. La cuestión del Soberano Bien se
plantea ancestralmente para el hombre, pero él, el
analista, sabe que esta cuestión es una cuestión
cerrada. No solamente lo que se le demanda, el
Soberano Bien, él no lo tiene, sin duda, sino que
además sabe que no existe. Haber llevado a su
término un análisis no es más que haber
encontrado ese límite en el que se plantea toda la
problemática del deseo”. 37
No es necesario entonces ser psicoanalista para
advertir que hay una falla entre el deseo del sujeto y su
demanda. Lo demuestra el hecho de que los sujetos
desean mantener sus síntomas como si buscaran algo
diferente a estar mejor, es decir, ellos son felices con
sus síntomas, se satisfacen con ellos. Esta es lo que se
llama en el psicoanálisis la «reacción terapéutica
negativa». El Soberano Bien que el sujeto viene a buscar
a un análisis, él ya lo tiene, sólo que no lo sabe. De
todos modos, hay que prestarle mucha atención a la
demanda, porque ella obliga a tomar muy en serio la
relación del sujeto con el lenguaje.
En el psicoanálisis la problemática del deseo es
central, cómo lo es también para la política moderna. Y
cuando se habla de la política moderna se hace
referencia a ese discurso que necesariamente hay que
enmarcar dentro del discurso de la ciencia en unión con
el mercado, es decir, el discurso capitalista. Es al nivel
de lo económico donde se puede encontrar aquello que
promete la felicidad a los sujetos en la sociedad
contemporánea. Existe una relación estrecha entre la
ciencia y el mercado:
“El mercado explota una característica
principal del sujeto hablante: el deseo. Bajo su
forma capitalista hace creer a los sujetos que si
37
Ibid. p. 357.
34
desean es porque les falta eso que es conveniente
para su goce, que es lo que les promete. En esta
empresa enrola a la ciencia, que se encarga de
inventar el objeto que él coloca... en el mercado.
El resultado es conocido: la fabricación de sujetos
correlacionados a un más de goce, que se dirigen
a él sin pasar por el compañero”.38.
El mercado, entonces, promete el objeto de deseo
del sujeto, aquel que se cree que le hace falta para ser
feliz, lo cual genera a su vez un «plus de goce». De aquí
surge ese consumismo alocado del proletario moderno,
cuyo deseo es relanzado por el capitalismo con la ayuda
de cada nuevo objeto que sale al mercado. Lo relanza
porque no hay el objeto que venga a satisfacer el deseo,
pero el mercado hace creer al sujeto con su propaganda
que debe comprar ese nuevo objeto que ha salido al
mercado para satisfacer su deseo y así ser feliz. ¿Acaso
la política moderna no opera igual con el deseo del
sujeto? Tal vez lo único que la separa del discurso de la
ciencia es que el objeto prometido por éste lo encuentra
el sujeto en el mercado, en cambio, las promesas del
discurso político... no todas se llevan a cabo.39 De todos
modos, en ambos casos, ya sea que se satisfaga o no, el
deseo es relanzado y la demanda se vuelve cada vez
más imperiosa.
En la historia del psicoanálisis ha habido
orientaciones que han puesto al analista en posición de
responder a la demanda de felicidad del sujeto. Son
orientaciones que han hecho girar todo el logro de la
felicidad alrededor del acto genital. Pero si ni siquiera
esto lo tiene el analista para dar, entonces ¿qué da? Lo
que tiene el analista para dar “...no es más que su

38
SAURET, Marie−Jean. Psicología clínica y psicoanálisis. Trazos #1.
Medellín: Bios Editores. 1997. p. 88.
39
¿Acaso aquí, la posición del político se parece a la del analista, en
la medida en que no responde a la demanda de sus gobernados
una vez que está en el poder?
35
deseo, al igual que el analizado, haciendo la salvedad de
que es un deseo advertido.
“¿Qué puede ser un deseo tal, el deseo del
analista principalmente? A partir de ahora, podemos de
todos modos decir lo que no puede ser. No puede
desear lo imposible”40 Así pues, si hay algo contrario a
la política de la cura, esto es el establecimiento de una
relación dual entre el analista y su analizante, relación
que existiría en la medida en que se responda a la
demanda de felicidad. O como dice Eric Laurent en su
texto La familia moderna: “Es saber precisamente, que
el psicoanalista es ése cuya función política, es de
recordar que el universal no arreglará jamás más
cuestiones, que el goce en su particularidad más
abominable. Está ahí como protestación contra el ideal:
más querramos los ideales, más fabricamos el mal, lo
que Lacan llamó «representación exaltada del mal»”41
Ahora bien, si los pacientes recurren al
psicoanálisis con la esperanza de acceder a la
posibilidad de una felicidad sin sombras, y si bien el
análisis puede permitir al sujeto ubicarse en una
posición tal que las cosas le vayan bien, hay algo contra
lo cual estos propósitos se revientan: la instancia moral
del hombre, esa que Freud denominó el superyó, y que
es de una economía tal que “cuantos más sacrificios se
le hacen tanto más exigente deviene”.42 Este desgarro
del ser moral no está permitido al analista olvidarlo en
su práctica, puesto que dicho olvido puede llevarlo a,
verdaderamente, prometer el ideal de la felicidad, y así
conducirse como un político corriente. Dice Lacan:
“...la dialéctica de la demanda, de la
necesidad y del deseo, ¿es acaso sostenible
reducir el éxito del análisis a una posición de
confort individual, vinculada a esa función con

40
LACAN, J. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. p. 358.
41
LAURENT, Eric. La familia moderna. Registros. Año 4 − Tomo
Amarillo. p. 30.
42
LACAN, J. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. p. 361.
36
toda seguridad fundada y legítima que podemos
llamar el servicio de los bienes? −bienes privados,
bienes de la familia, bienes de la casa, y también
otros bienes que nos solicitan, bienes de la
profesión, del oficio, de la ciudad.
“¿Podemos hoy en día cerrar tan fácilmente
esa ciudad? Poco importa. Cualquiera sea la
regularización que aportemos a la situación de
quienes concretamente recurren a nosotros en
nuestra sociedad, es harto manifiesto que su
aspiración a la felicidad implicará siempre un
lugar abierto a una promesa, a un milagro, a un
espejismo de genio original o de excursión hacia
la libertad, caricaturicemos, de posesión de todas
las mujeres por un hombre, del hombre ideal por
una mujer. Hacerse el garante de que el sujeto
puede de algún modo encontrar su bien mismo
en el análisis es una suerte de estafa.”43

2.2.2. Ética del deseo y política.


A partir de lo anterior se puede preguntar: ¿está
el discurso analítico al servicio del discurso político,
imperante? Lacan responde que no: “No hay ninguna
razón para que nos hagamos los garantes del ensueño
burgués”.44 El ensueño burgués, tal y como lo entiende
Lacan, consiste en promover, hasta sus últimas
consecuencias, el ordenamiento universal del servicio
de los bienes, movimiento en el que se arrastra hoy en
día a todo el mundo, dando muestras claras de cómo la
exigencia de felicidad, al pasar al plano político, tiene
consecuencias. Pero, “El ordenamiento del servicio de
los bienes en el plano universal no resuelve sin embargo
el problema de la relación actual de cada hombre en ese
corto tiempo entre su nacimiento y su muerte, con su
propio deseo..”.45 Sólo existe el discurso psicoanalítico

43
Ibid.
44
Ibid. p. 362.
45
Ibid.
37
como aquel que es capaz de ofrecer al hombre la
posibilidad de resolver el problema de la relación con
su propio deseo, de tal manera que lo enfrente con la
realidad de la condición humana. Así pues, “La ética del
análisis no es una especulación que recae sobre la
ordenanza, sobre la disposición, de lo que se llama el
servicio de los bienes. Implica, hablando estrictamente,
la dimensión que se expresa en lo que se llama la
experiencia trágica de la vida”.46
Se puede, entonces, delimitar a partir de ahora,
dos campos de acción de la ética −léase también
política− tradicional y la ética del psicoanálisis: la una al
servicio de los bienes, la otra al servicio del deseo,
núcleo de la experiencia de la acción humana y sobre el
cual es posible hacer un juicio ético: “−ha usted actuado
en conformidad con el deseo que lo habita?”47
Justamente es a este polo del deseo que se opone la
ética tradicional, la ética de la política moderna, de la
cual se puede decir que forcluye el deseo. Es verdad que
lo explota, lo usa para sus fines, es a él al que dirige sus
promesas, pero lo forcluye porque de la estructura del
deseo, nada quiere saber; además, no le conviene,
porque entonces sería su fin. Por eso Lacan concluye
diciendo −aludiendo a Alejandro llegando a Persépolis
al igual que Hitler llegando a París−: “La moral del
poder, del servicio de los bienes, es: En cuanto a los
deseos, pueden ustedes esperar sentados. Que esperen”.48
Una parte del mundo se orienta, entonces,
resueltamente en el servicio de los bienes −es a lo que
apunta la política de hoy, sierva del discurso
capitalista− rechazando −se dijo hace un momento
forcluyendo− todo lo que concierne a la relación del
hombre con el deseo. Es esta oposición entre el deseo y
los servicios de los bienes −es decir, entre el deseo y la

46
Ibid. p. 372.
47
Ibid. p. 373.
48
Ibid. p. 375.
38
demanda− lo que le da un lugar al psicoanálisis, a su
ética y a su política, en el mundo contemporáneo, en la
medida en que sabe que la posición del hombre ante los
bienes es tal que su deseo no está en ellos. El polo del
deseo es el polo donde se puede medir la incidencia
política del psicoanálisis, en tanto que él está hecho
para operar la salida a los impasses que produce el
discurso capitalista y el discurso de la política, a nivel
del deseo y las demandas de felicidad del sujeto.
El deseo del sujeto no es algo colectivizable.
Mientras que el discurso político busca hacer funcionar
un «para todos», el discurso del psicoanálisis apunta a
la pura diferencia, a lo imposible de universalizar. Esto
imposible de universalizar −lo real en juego en todo
discurso− es lo que para el político resulta insoportable
en tanto que lo que quiere es gobernar, gobernarlo
todo, es decir, él siempre apunta al «todo gobernable»
−lo cual hace de gobernar una de las profesiones
imposibles, junto con educar y psicoanalizar−. Es en
este sentido que se dice que la política también apunta
a regular los modos de goce de los sujetos, poniéndolos
a gozar a todos de la misma manera, lo cual es objetado
por el malestar social. El nombre de ese malestar en
cada sujeto se denomina «síntoma». Por tanto, se
podría decir que el síntoma es la política del sujeto
contra la política colectivizable del discurso imperante.
La política del psicoanálisis tiene entonces por vocación
cambiar en algo la economía de goce que se establece
entre el sujeto, objetor del goce universalizado, y el
discurso, administrador de dicho goce. Con una gran
diferencia: el psicoanálisis no busca gobernar el plus de
goce, sino elucidarlo. Y en esa elucidación, separar al
sujeto del malestar producido por las demandas del
discurso dominante, hasta producir “la condición
absoluta, el «eso y nada más», el objeto que no tiene
equivalente, que no es colectivizable, porque no vale
para nadie más. Desde ese momento, el psicoanalista,
en el sentido de psicoanalizado, es aquel que asume

39
con conocimiento de causa su imposible de
universalizar. No sale del mundo por ello, pero es ahí
por donde se separa de las prescripciones del discurso
corriente y por lo que se hace una causa de esta
separación”.49 Es a partir de aquí, que se puede entonces
empezar a pensar en la incidencia política del
psicoanálisis, es decir, si el psicoanálisis tiene o no una
incidencia política, tanto al nivel de los discursos que
imperan en la modernidad −de lo cual esta investigación
no se ocupa−, como al nivel de la política institucional
que rige en las instituciones psicoanalíticas.

2.3. Introducción a la política del


psicoanálisis.
2.3.1. Ciencia, política y psicoanálisis.
La política, entendida como la actividad o el
conjunto de actividades que tienen como término de
referencia a la polis, es decir, el Estado, incluido su
ordenamiento y dominio, tiene en general una muy
mala reputación. Inclusive es acertado decir que esta
mala reputación es un rasgo moderno de la política
contemporánea. “La palabra política connota
regularmente la maniobra, la magulla, la manipulación
colectiva, la ausencia de claridad que se supone
requiere el campo de la ciencia, la impureza subjetiva,
la opacidad turbia”.50 Entiendo con esto que mientras la
ciencia es un campo claro, un discurso sin ambages,
que apunta al develamiento de una verdad como causa
de los fenómenos naturales, la política es un campo
opaco, mas bien falso y mentiroso, que busca el
ocultamiento de la verdad.
Cabe entonces preguntarse por las razones por
las que es introducida la política en el campo del

49
SOLER, Colette. Incidencia política del psicoanalista. En: Analecta
Nº 4 (Noviembre de 1993). Caracas: Boletín de la Biblioteca ECFC.
50
KLOTZ, Jean−Pierre. Traits Polotiques dans la Passe. La Cause
Freudienne #38. Nouveax Symptomes. Pag. 122−24.
40
psicoanálisis, sobretodo porque ella no escapa a esta
apreciación cuando es evocada en dicho campo, es
decir, que es sucia, mentirosa y corrupta. Si este es el
sentido que ha adquirido la política en nuestro tiempo,
¿por qué entonces relacionarla con el psicoanálisis, que
es un campo cercano al de la ciencia?
El psicoanálisis, sin ser una ciencia a la manera de
las ciencias llamadas «duras», está del lado del discurso
de la ciencia, es decir, busca ser rigurosa como lo es
todo saber que se llame científico. Freud inventó el
psicoanálisis en nombre de la ciencia y el psicoanálisis
mismo es una respuesta a los desafíos que ha planteado
la ciencia desde el momento en que su discurso
apareció en nuestro mundo. Si bien, con relación al
rigor científico, el discurso del psicoanálisis parecería
un discurso indigno, ¿basta esto para colocarlo del lado
del discurso político? ¿Acaso el psicoanálisis, como la
ciencia, deben estar exentos de toda política, para poder
asegurar así su rigor y su pureza? Con este argumento
es que muchos analistas buscan darle al psicoanálisis
−y a su clínica− un virtuosismo tal, que quede alejado
de los problemas de la institución psicoanalítica,
protegiéndolo así de toda incidencia política. Es en las
instituciones donde se pone en juego la política, de allí
que se quiera separar al psicoanálisis y a su clínica de
aquellas. ¿Es esto lo que nos propone el psicoanálisis de
orientación lacaniana hoy?
En Lacan la dimensión política es más manifiesta
que en Freud, sobretodo porque aprovechó toda la
herencia epistemológica que recibió −Hegel, Saussure,
Marx, etc.−. Lacan, por ejemplo, frecuentó a Karl Marx y
buscó en él uno de sus conceptos mayores, del que dice
que es su único aporte original al psicoanálisis: el
objeto a, extraído del concepto de plusvalía de Marx.
También en Lacan encontramos otra dimensión
de su obra referida a un combate político al interior del
psicoanálisis, combate que recae sobre la habilitación y
el reconocimiento del psicoanalista, es decir, todo lo

41
que tiene que ver con responder a la pregunta «¿qué es
un analista?». Lacan inicia un combate en nombre de los
fines de la cura, y de hecho, todas las crisis que
retornan dentro de la institución analítica lacaniana,
crisis que Lacan vivió y provocó, fueron siempre
motivadas por la pregunta de la formación del
psicoanalista y la cuestión del final de la cura. Este es
un punto crucial: el del fin de la cura, es decir, resolver
en nombre de qué alguien puede decir «tú eres
psicoanalista porque has llevado tu cura hasta el punto
que convenía». Pero, ¿cuál es este punto que conviene?
Otra manera de hacer esta pregunta es ¿qué clase de
analistas es la que se quiere en las Escuelas de
orientación lacaniana? −Es la pregunta que va a
responder la experiencia del pase−.
El problema está en que un analista no obtiene su
autoridad más que de sí mismo; la única cosa que da a
un analista su autoridad es su deseo. El deseo es lo que
autoriza a un analista a sostener una transferencia, y es
porque el analista se autoriza de sí mismo −y de
algunos otros− por lo que se vuelve de una importancia
crucial la política −institucional− del psicoanálisis.
Si la autoridad el analista él la obtiene de su
deseo, deseo que a su vez es producto de su análisis,
entonces la cuestión política consiste en responder a la
pregunta ¿cómo hacer reconocer dicha autoridad por la
comunidad científica? ¿Cómo hacer reconocer la
autenticidad de la autoridad analítica ante una
comunidad? De hecho, la extensión del psicoanálisis, y
por lo tanto su reconocimiento por la autoridad
científica, es el crecimiento de dicha autoridad. Ahora
bien, ¿delante de quién se hace reconocer ese deseo que
es el que funda la autoridad del analista? Es por medio
de una prueba que la autoridad se hace reconocer, y de
lo que se trata es de hacer reconocer la autoridad
analítica delante de quienes no son analistas, y esto
constituye ya toda una política del psicoanálisis,

42
política que es responsabilidad del analista, uno por
uno.51
Freud identificó la extensión del psicoanálisis a lo
que llamó el entrecruzamiento de la autoridad del
psicoanalista, autoridad que no es otra cosa que el
manejo de la suposición de saber que le es hecha; la
autoridad del psicoanalista reposa sobre lo que Lacan
denominó el Sujeto−supuesto−Saber; la política del
psicoanálisis tendrá entonces como uno de sus
objetivos, poder reemplazar ese saber supuesto por un
saber expuesto. Esto significa poner al psicoanálisis
todo, su practica clínica y su teoría, en el tribunal de la
razón.
El esfuerzo de Lacan −y ahora el de cada analista
en el dispositivo del pase−, “es darle a la práctica
freudiana los medios para que pueda ser juzgada en el
tribunal de la razón; esta es una primera toma de
posición política del psicoanalista lacaniano. La política
de Lacan fue y es finalmente, presentarse en el tribunal
de la razón”.52 Esto quiere decir, darle al psicoanálisis
un estatuto científico; que su rigor sea puesto a prueba
en su contacto con otros discursos, es decir, hacer del
psicoanálisis un discurso exotérico, un discurso común
y accesible para todos, un discurso que para nada esté
reservado a un grupo o a una elite −como sí lo son los
discursos esotéricos− que lo preservaría de todo
contacto y contaminación con otros saberes y lo
transmitirían sólo a elegidos.
Es, entonces, política del psicoanálisis,
presentarse a cielo abierto y de cara a las exigencias del

51
Esta es una de las razones por la que el psicoanálisis está en la
universidad, para confrontarse con otros saberes.
52
LEGUIL, François. Seminario: Política del Psicoanálisis y
Psicoanálisis de la Política. Organizado por el Departamento de
Psicoanálisis de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas,
Universidad de Antioquia, en el marco de la maestría en
Psicoanálisis, Cultura y Vínculo Social. Medellín, octubre 30 a 1° de
noviembre de 1998. Auditorio del Colegio Jorge Robledo. Inédito.
43
rigor de la ciencia. Esto es lo que distingue al
psicoanálisis de otro tipo de prácticas que también
recurren a los poderes de la palabra para cambiar lo
real más íntimo de un sujeto, es decir, que lo que lo
distingue de dichas prácticas, es su trasfondo científico.

2.3.2. Política freudiana.


El rechazo de la política en nombre de la clínica
psicoanalítica no parece ser para nada un asunto
freudiano, y menos aun lacaniano. En Freud se
encuentran una serie de textos que se pueden
denominar «los escritos políticos de Sigmund Freud»,
que serían diferentes a los escritos técnicos, pero que
hablan de una preocupación permanente en él sobre
temas relacionados con la polis, la ciudad y lo social; no
es para nada una preocupación moral la de Freud, sino
que es su pensar que lo social es aquello en lo cual está
sumergida la patología del sujeto. Así por ejemplo, su
texto de Psicología de las masas y análisis del yo es un
intento por integrar la psicología de las masas en el
corazón de la experiencia analítica, en la medida en que
Freud hace del par analista−analizante, una masa de
dos. También está su texto de El malestar en la cultura,
del cual se pueden extraer una serie de ideas que
hablan de la incidencia política del psicoanálisis en la
civilización.
En Freud la dimensión política siempre fue una
inquietud, sobretodo porque la práctica misma del
psicoanálisis tiene un carácter revolucionario, así pues
−dice François Leguil en su seminario «La política del
psicoanálisis y psicoanálisis de la política»53−, el niño
que es formado por el psicoanálisis puede después
adoptar una posición subjetiva tal que ni es un sujeto
opresivo, ni reaccionario; es decir, que el niño formado
por el psicoanálisis será tan suficientemente

53
Ibid.
44
revolucionario como para rechazar el campo de la
reacción y de la opresión.
La dimensión política en Freud fue destacada por
Lacan cuando dijo que nadie había gritado como él
contra el acaparamiento del goce de aquellos que lo
acumulaban sobre las espaldas de los demás. Freud
rechazó enérgicamente la desigualdad que se presenta
entre las personas que están del lado del goce y otras
que están del lado de la necesidad. Esta es, pues, una
fibra de justicia que se encuentra en Freud y que hace
parte de su espíritu revolucionario, el cual ha
permanecido desconocido hasta hoy. Freud, por
ejemplo, estaba comprometido en un combate, un
combate por la liberación sexual y contra la moral
sexual. Este punto revela sin duda una posición política
y revolucionaria en Freud: él denunció la opresión
sexual de la civilización, la represión que la civilización
impone a la pulsión sexual; él fue el primero en decir
que una liberación sexual era deseable para luchar por
la cura del sufrimiento humano. Este combate él lo
ganó, por eso hoy se observa en todo el mundo una
disminución de la represión sobre la vida sexual.
Asimismo −recuerda Leguil−, la denuncia de que
la desgracia de los seres humanos viene de las
condiciones económicas, también es freudiana. Las
concepciones materialistas de la historia no son otra
cosa que el resultado de la superestructura de las
condiciones económicas. La misma ideología es el
resultado de unas condiciones económicas, y si bien el
campo económico es un campo verdadero, no es toda la
verdad. Hay otro campo: el campo del inconsciente,
donde el peso del pasado es independiente de las
condiciones económicas. Hay entonces una alienación
económica, pero también hay otra alienación del sujeto
a los ideales de su pasado.
Por lo general, en el proceso de hominización, la
influencia de los factores económicos es sobrestimada y
la de los factores sexuales subestimada. Es verdad que

45
la base sobre la que reposa la humanidad es en última
instancia de naturaleza económica: no se puede vivir
sin trabajar; Freud mismo señaló cómo la pulsión
sexual es volcada en el trabajo y que así como el
hambre regula al amor y el trabajo regula a la
sexualidad, la civilización rechaza a la pulsión. Pero el
deseo de Freud, al denunciar todo esto, era que hubiese
más lugar para el amor, para la sexualidad y para la
pulsión en su relación con la vida.
Mientras más avanza la civilización, hay mayor
represión sexual por causas económicas, por tener que
trabajar para sobrevivir, pero Freud se opuso a esto y
buscó darle un lugar más substancial al amor y a la
pulsión. Por consiguiente, la pulsión sexual y la
civilización son inconciliables, a tal punto que la
especie humana puede llegar a extinguirse a causa de
ésta última. En esto hay un carácter visionario en Freud:
La cultura, que rechaza el sexo, puede llegar a apagar la
libido. Es la eterna lucha «pulsión Vs. cultura», lucha
que hay que leer así: El gran Otro está siempre sobre el
goce −A/J−, es decir, que el Otro del significante
reprime el goce, de tal manera que sólo el goce sexual
involucrado en la reproducción, sería el único tolerable
por la cultura, es decir, el goce que hace de un hombre
un padre y de una mujer una madre.
La idea de Freud es que el trabajo reprime la
libido y la cultura reprime la pulsión, y si bien él luchó
contra la opresión sexual, hay que señalar que la
licencia sexual que se observa contemporáneamente, es
también causa de sufrimiento neurótico, lo que se
puede traducir como «a menor represión, mayor
pulsión» −y por lo tanto, paradójicamente, mayor
sufrimiento−. Entonces, ¿qué hacer? La respuesta del
psicoanálisis es que no es a causa de la cultura que hay
sufrimiento, sino que la cultura está hecha para
reprimir la pulsión. Así pues, no se puede pensar más a
la cultura como la causa del sufrimiento, sino que ella
es efecto, es síntoma. La cultura es el síntoma del

46
fracaso de los seres humanos por reprimir la pulsión.
Cuanto más se reprime la pulsión más la pulsión
persevera, volviendo a los seres humanos culpables. En
el fondo toda sociedad está construida sobre la
tentativa de limitar la pulsión; así por ejemplo, si se
piensa que el hombre explota al hombre para gozar
más, a partir de que la cultura es un síntoma, un efecto,
habría que pensar que la explotación es una de las
formas que tiene el ser humano para tratar a la pulsión.
Existe pues, desde Freud, una asignación política
dada al psicoanalista en nombre de la razón, y es la de
luchar contra los traumatismos infligidos a la pulsión y
contra la ilusión provocada por la sed de autoridad. La
autoridad es invocada precisamente para ponerle un
límite a la pulsión. Pero la nueva misión que Freud le
asigna a los psicoanalistas −misión de carácter político−
es la de habituar a los hombres a vivir sin ilusiones. Por
ejemplo, al nivel de los ideales de justicia social, Freud
propone el abandono de dichos ideales. Si Freud asigna
esto al psicoanálisis es para hacer de la justicia, no un
ideal, sino una certeza, es decir, la causa de un deseo.
No se trata para nada de suprimir los ideales de la
sociedad, sino hacer de esos ideales, no ideas, sino
puntos de real. Por eso al psicoanalista le inquieta el
hecho de que los valores humanos sean ideales, y no
puntos de certeza.
Entonces −dice Leguil en su seminario−, la lección
política de Freud es que cada uno sienta en sí mismo
esa profunda maldad que habita en cada ser humano
−la pulsión de muerte−, no como algo moral, sino como
un punto de certeza; que cada sujeto haga la
experiencia de esa porquería, no como ideal, sino como
que nuestro ser está en la pulsión y que la pulsión
arruina los ideales −es de esto que se testimonia en el
pase−. Esta es la razón por la que, para un
psicoanalista, la igualdad, la libertad y la fraternidad no
son valores, sino síntomas de la sociedad
contemporánea.

47
2.3.3. Política lacaniana.
Lacan, sitúa a la política, desde La dirección de la
cura y los principios de su poder, en el nivel de la ética y
de lo que está en juego en el fin de análisis, lo cual no
deja de ser extraño, ya que ya que, como se vio al
comienzo de este capítulo, ética y política son en
principio dos conceptos antagónicos. Se puede
preguntar, entonces, si la política es un concepto que
conviene poner en relación con el de ética del
psicoanálisis.
Dice Lacan en el texto citado: “(...)el analista es
menos libre en su estrategia que en su táctica. Vayamos
más lejos. El analista es aún menos libre en aquello que
domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la
cual haría mejor en ubicarse por su falta de ser que por
su ser”.54 Se puede decir que el nivel de la política es el
tercero de una serie de niveles, que responden a la
pregunta de cómo el psicoanalista es convocado en la
cura. La respuesta de Lacan es que cuando un analista
dirige una cura, él paga en tres especies de monedas:
con palabras, es decir, la interpretación; con su persona,
soporte del fenómeno de la transferencia; y con aquello
que hay de más esencial en él: con su juicio más íntimo.
Estos pagos constituyen a su vez tres niveles de
intervención del analista −y cuando se habla de
intervención se puede traducir por «política del
analista»−: primero está el nivel de las palabras que se
elevan a la dignidad de la interpretación, es decir que se
elige una palabra que cambia la vida del paciente; es el
increíble poder de la palabra. Este es un nivel político
de la palabra; la política del poder de la palabra es
entonces una de las políticas del analista: elegir algo

54
LACAN, Jacques. La dirección de la cura y los principios de su
poder. Escritos 2. 10ª edición. México: Siglo Veintiuno Editores.
1984. p. 569−70.
55
MILLER, Jacques Alain. Estructura, desarrollo e historia. Santa Fe
de Bogotá: Edita GELBO, 1998. 226 p.
48
misterioso, opaco, una palabra que introduzca un
malentendido, que llame a otras palabras, que tenga
como efecto la asociación libre del paciente, que abra el
inconsciente. Este nivel, el nivel de la interpretación, es
el nivel de la táctica, que, como dice Lacan, es el de
mayor libertad en el analista.
El segundo nivel, donde el analista paga con su
persona, es el de la transferencia, y corresponde al nivel
de la estrategia; es un nivel de menos libertad, ya que
aquí el analista no puede elegir demasiado, debe hacer
sólo lo justo, en la medida en que el paciente lo convoca
a un cierto lugar, le da un lugar preciso en la
transferencia. El tercer nivel es aquel en el que el
analista se compromete sobre aquello que hay de
esencial en su juicio más íntimo. Este es el nivel
específicamente político; es el nivel donde se sitúa el
«núcleo del ser», allí donde el analista se las tiene que
ver con su deseo, es decir, con su falta en ser. A este
nivel, la libertad del analista es nula, no tiene ninguna
libertad; su deseo de psicoanalista, su ética como
analista, están en juego, al igual que la política de su
cura.
Sobre este asunto, Jacques−Alain Miller dice en su
texto Estructura, desarrollo e historia,55 que lo más
importante en la dirección de la cura es lo que el
analista quiere obtener del paciente; por esta razón es
que aquí se pone en juego el deseo del analista, que es
el deseo que anima al analista. Lo cito:
“En la política se trata −más allá de
nuestros métodos, de nuestra táctica y estrategia
clínica en un caso− de lo que queremos obtener.
Entonces, la política es la misma cosa que la
cuestión del deseo del analista; pero incluye algo
más: es, primero, la cuestión del deseo del
analista: qué quiere el analista más allá de la
terapéutica, qué quiere del paciente más allá de
esto. Pero, segundo punto, incluye también qué
queremos del analista, qué tipo de analistas

49
queremos, qué deseo en el analista deseamos
obtener. Por eso, la cuestión de la política incluye
la de la comunidad analítica, la de la Escuela, en
tanto que Lacan nos ha invitado a conceptuar la
comunidad analítica, a partir de la Escuela”.56
[Acerca de este punto, véase el capítulo 3].
Resumiendo, el analista es libre en su táctica,
menos libre en la estrategia y no es nada libre en su
política. Según Leguil, esto es el reverso de la guerra,
donde el militar es libre en su política, menos libre en
su estrategia y no es nada libre en su táctica. La política
en la cura es, entonces, el nivel de la elección forzada:
«psicoanálisis o nada», es decir, psicoanálisis o
psicoterapia, psicoanálisis o sugestión. El psicoanalista
es como un guerrero, un guerrero que jamás va al
campo de batalla. Su compromiso, su acto, su política,
es que él está en el lugar donde el poder de la palabra
se ejerce sin sugestión; el psicoanalista se coloca en un
lugar en el que su presencia no tiene nada de sugestiva.
Por lo tanto, la política del psicoanalista es aquella por
la cual no tiene ninguna elección: él está en el lugar
donde va a darle una oportunidad a su paciente de
aprender que su inscripción en el campo de la palabra,
es sin magia.
Por lo anterior es que se puede decir que “no se
ejerce jamás una actividad tan crucial como la de
cambiar la condición del sujeto sin una incidencia
política”.57 Es decir, que la cura misma de un sujeto
hace parte de las incidencias políticas del psicoanálisis.
Alguien que sufre va donde un psicoanalista y ve su
vida profundamente modificada por este acto, y ya, por
este sólo hecho, hay consecuencias políticas; lo cual
quiere decir que, así cómo ningún sujeto gobierna de
manera impune, nadie cura impunemente, nadie
psicoanaliza de manera impune. Esta es la razón por la
que hay que hablar de ética del psicoanálisis, una ética

56
Ibid. p. 190−91.
57
LEGUIL, François. Op. Cit.
50
que está más del lado de la responsabilidad que de la
convicción, una ética que es el fundamento de su
clínica.
Es también por razones políticas que la práctica
clínica se modifica de un lugar a otro: es muy diferente
psicoanalizar en un país pobre que en un país rico, y el
psicoanálisis debe adaptarse a la condición social y
económica del lugar donde se ejerce, si bien que −y es
algo muy paradójico− en todos los lugares donde la
estructura política, el Estado, le ha dado un estatuto al
psicoanálisis, el psicoanalista ha desaparecido; es una
cuestión para pensar −y para investigar en otro lugar−.

3. PASE Y POLÍTICA EN EL PSICOANÁLISIS


LACANIANO.
3.1. El dispositivo del pase: El lugar del pase
en la política lacaniana.
Para reconocer la autoridad del analista, Lacan
creó una institución, la Escuela, y en ella, un dispositivo,
el pase, de tal manera que la autoridad del analista no
solamente fuera reconocida afuera, en extensión, sino
también adentro, en intención, es decir, al interior de la
misma comunidad analítica. De esta manera, el pase,
que es un control de las capacidades del analista, se
constituye en un elemento fundamental de la política
lacaniana, dentro de la institución psicoanalítica.
El pase está en el corazón de la Escuela y
constituye su fundamento; la Escuela es la «Escuela del
pase», y esto implica necesariamente una dimensión
política. Esta es la razón por la que Miller, cuando inició
actividades la Escuela del Campo Freudiano, lanzó la
fórmula «No a la clínica sin la ética» a nivel del pase, y
de acuerdo al uso que Lacan hace del término política,
eso podría traducirse como «No hay clínica sin
política», ó también, «no hay pase sin política».58

58
Es esta dimensión política del pase, que anudada a una
dimensión clínica y a una dimensión ética, es lo que desencadenó,
51
El pase es, entonces, una de las políticas de la
Escuela, y esto en la medida en que hay un real en juego
en la formación de cada analista. Es sobre ese real que
está fundada la Escuela, por eso ella exige, con el
procedimiento del pase, una elaboración de la relación
que tiene cada analista con la causa analítica, relación
que es propia de cada uno, original. Por esto, en el
dispositivo del pase se pone en juego una dimensión de
invención, que es la que se busca transmitir a través de
dicho procedimiento. Se puede decir entonces que la
«política del pase» es una política de la sorpresa, de lo
original, de lo inédito, una política que apunta a la
invención de saber. Por ello, el psicoanalista como tal
no se aprehende más que políticamente, es decir, a
través de la prueba del pase.

3.2. Principios de política lacaniana.


3.2.1. Introducción.
El establecimiento de unos «principios de política
lacaniana», se vuelve, a estas alturas del trabajo, una
tarea ineludible, sobretodo si se desea dar respuesta a
la pregunta de investigación −«¿Cuál es la función
política del pase?»−. Para la realización de esta labor,
qué mejor apoyo que un texto de recientemente
aparición, y que se constituye, a su vez, en la
presentación del «estado de la cuestión» en lo que se
refiere a la política en el psicoanálisis lacaniano. El texto
en cuestión lleva por título Política lacaniana. Se trata
de un seminario dictado por Jacques−Alain Miller
durante el transcurso del año lectivo francés 1997−98 y
que se desarrolló en medio de la crisis que atravesó la
Asociación Mundial de Psicoanálisis en ese período,
crisis en la que la cuestión del pase estuvo en el centro
del huracán [Véase el apartado 1.2.].

entre otras cosas, la crisis de la Asociación Mundial de


Psicoanálisis en Barcelona ´98.
52
En este seminario, Miller hace un recorrido que va
desde la historia del movimiento lacaniano, hasta el
examen del dispositivo del pase, pasando por la
incidencia actual del lacanismo en la AMP, sus
relaciones con la Asociación Psicoanalítica Internacional
−la denominada IPA− y la cuestión, siempre presente en
la enseñanza de Lacan, de la formación de los analistas
y, por tanto, del final de análisis.
Miller introduce, en el transcurso de este
recorrido, una serie de principios de los que se puede
decir que van constituyendo una política que a su vez
funda y orienta al lacanismo. Dichos principios son
presentados en desorden, y algunos de ellos están
referidos de manera específica a un contexto particular,
como por ejemplo, la posición de Lacan dentro del
movimiento psicoanalítico de su época, es decir, antes
de la fundación de su Escuela, por lo que se trataría de
principios de aplicación muy puntual y no de aplicación
general. En el propósito de establecer los principios de
una política lacaniana se tendrá en cuenta,
fundamentalmente, aquellos que tengan una aplicación
general, ya que sólo este tipo de principios serán de
utilidad en la tarea de poder dar respuesta a la
pregunta de investigación; es decir, que dichos
principios, una vez extraídos, deberán servir para el
examen de la función política del pase, y más allá de
esto, servirán para establecer los medios y los fines, no
sólo de la política del psicoanálisis, sino también del
dispositivo.
Dice entonces Miller:
“(Es) En el marco de la Escuela (donde)
tenemos una posibilidad de despejar los
principios de la política lacaniana. Incluso mucho
más de lo que fue en la Sociedad que contribuyó a
fundar (la SPP)59; Lacan es el fundador único. Está
en una posición de responsabilidad institucional

59
Sigla que representa a la Sociedad Psicoanalítica de París.
53
cuya amplitud es muy extensa, verdaderamente
vasta. Allí tenemos la posibilidad de extraer sus
principios de política lacaniana, si los hay.
“¿Qué se debe considerar? Se debe
considerar el concepto mismo de Escuela, así
como el de las grandes instituciones de la
Escuela, que son tres: el cartel, el pase, y también
«Scilicet», la revista de Lacan, que situó en el
mismo grado institucional que los otros dos; y
después, la forma de hacerlas funcionar, la
manera de atrapar la cuestión del grupo”.60
La Escuela y sus tres pilares −el cartel, el pase y la
revista−, constituyen entonces el marco en el que Miller
se va a orientar para extraer los principios de política
lacaniana. Dichos principios se pueden ordenar,
entonces, según estén dirigidos a orientar a la Escuela,
al cartel, al pase y a la revista. Miller, en este texto,
prácticamente no hace uso ni del cartel ni de la revista
para extraer los principios de una política lacaniana;
tiene muy en cuenta, sí, todo lo que tiene que ver con la
Escuela y el dispositivo del pase.
Lo más relevante que dice Miller de la revista es
que Lacan la creó con el propósito de que sus alumnos
estuvieran al tanto de lo que sucedía en la Escuela, por
lo tanto, el principio que la rige es: «Tu puedes saber lo
que piensa la Escuela freudiana de París». En cuanto al
cartel, no hay nada que Miller destaque de él con
relación a la política.61

60
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op Cit. p. 40.
61
Se podría pensar que el principio que regiría al cartel, en la
medida en que es la forma de vincularse a la Escuela por la vía del
trabajo, sería: cumplir un trabajo −que en el campo que Freud
abrió, restaure el filo cortante de su verdad− que vuelva a conducir
a la praxis original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis
(y) al deber que le toca en nuestro mundo: que, mediante una
crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que
amortiguan su progreso al degradar su empleo. (LACAN, Jacques.
Acta de fundación (21 de junio de 1964). En: Fascículos de
54
3.2.2. El semblante y lo real.
Lo primero que habría que hacer en la tarea de
descubrir y organizar los principios de una «política
lacaniana», es precisar en qué consiste ésta; Miller la
define así: “Al decir «política lacaniana», aunque no me
prive de recurrir a la historia, espero elevar algunos
acontecimientos a principios susceptibles de constituir
una política lacaniana y, al mismo tiempo, estudiar la
aplicación de esos principios hoy y mañana”.62
[Respecto al sentido del concepto de «política
lacaniana», remítanse al apartado 1.2.].
Para poder hacer este ejercicio de «elevar
acontecimientos a principios de política», Miller
advierte que hay que tener muy en cuenta dos aspectos
que son esenciales a la misma «política lacaniana»: “No
creo forzar las cosas al decir que los dos términos
esenciales de esta política, de la cual se puede intentar
hacer un principio, son la antinomia o el acuerdo que se
debe encontrar entre el real en juego en la formación y
los semblantes que lo aparejan”.63
Lacan se esforzó en ordenar su trabajo a partir de
estos dos importantes términos de su elaboración
teórica: lo real en juego en la formación del
psicoanalista y el dominio de los semblantes sobre ese
real en juego [véase sobre esto los apartados 2.1., 2.2 y
3.1.]. Esta es una observación bien importante, ya que si
hay un rasgo que distingue a la política en el
psicoanálisis con relación a la política en general, es que
aquella tiene en cuenta lo real, es decir, el goce que
circula en los vínculos humanos, el goce que habita en
todo discurso. La política corriente, en cambio, lo que
busca es regular las formas de goce del sujeto en el
ámbito de lo colectivo. El tratamiento del goce será

psicoanálisis: El cartel en el campo freudiano. Buenos Aires: Eolia.


p. 5).
62
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op Cit. p. 9.
63
Ibid. p. 28.
55
entonces uno de los elementos que nos permitirá
distinguir la política del psicoanálisis de la política en
general. En cuanto al semblante, de él se puede decir
que es todo lo que es opuesto a lo real, por lo tanto, el
semblante está del lado del ser del analista. El ser es
algo que está del lado del semblante y no del lado de lo
real. Dice Miller en su texto La naturaleza de los
semblantes:
“Para responder a nuestra propia pregunta
acerca de qué es el semblante, podemos decir que
es el antónimo, lo opuesto a lo real. Ése es su
sentido moderno.
“Podemos pues, a continuación, plantear la
siguiente pregunta: ¿el ser está del lado del
semblante o del lado de lo real?
“Desde la perspectiva de Lacan, y por lo
menos en el psicoanálisis, no podemos vacilar en
distinguir el ser y lo real, y en situar el ser del
lado del semblante. A mi entender, es el sentido
exacto que se le puede dar a la condensación
lacaniana de parêtre (paraître−être,
parecer−ser)...”.
Y un poco más adelante:
“El ser no se opone al parecer −como se lo
escribe habitualmente− sino que se confunde con
él. Éste es el valor que se le debe dar a esta otra
condensación contemporánea, que Lacan señala
cuando habla de par(l)être (ser−hablante) (...).
“El parlêtre no es simplemente una
abreviación de la expresión «ser hablante». Esta
condensación atribuye al hombre, termino
genérico, un ser de semblante, atribuye el
parecer”.64
Entonces, el semblante, en la medida en que
“consiste en hacer creer que hay algo allí donde no hay

64
MILLER, Jacques−Alain. La naturaleza de los semblantes. En:
Fascículos de psicoanálisis: Arte del hacer parecer. Clínica de los
semblantes. Buenos Aires: Eolia. P. 6.
56
nada”65, se constituye en un asunto importante a pensar
con relación, justamente, a la formación de los
analistas, debido precisamente a que dicha formación
está atravesada por la pregunta «¿hay analista?». Esta
pregunta es la pregunta a la cual la investigación que se
hace con el dispositivo del pase, busca responder.
Ahora bien, decir que «hay» ¿quiere decir entonces que
el analista tiene la oportunidad de ser real? ¿Hay
semblantes en lo real? Si el semblante es lo opuesto a lo
real, ¿cómo pensar entonces esta última pregunta? Para
responder a ella hay que tener en cuenta que la
oposición semblante−real no existía antes en la
naturaleza, es decir, que el semblante no era opuesto a
lo real.
“Lacan −dice Miller− advierte (...) que el
semblante está en la naturaleza, que la naturaleza
hace abundar los semblantes. Se debe situar a los
meteoros en esta categoría, lo que se llamaba
clásicamente los meteoros, como por ejemplo el
arco iris. Esto es lo que vuelve más sutil la
oposición del semblante y de lo real, y en todo
caso es lo que justifica que utilice el término de
naturaleza de los semblantes, y no artificio de los
semblantes”.66
La oposición semblante−real sólo se hace evidente
a partir del discurso de la ciencia, es decir, que si existe
el semblante en la naturaleza, eso no quiere decir que
exista lo real en la naturaleza. “El uso idiosincrásico del
término real de Lacan que se expandió comporta que no
hay real en la naturaleza, que lo real adviene cuando los
semblantes están ordenados, coordinados de modo tal
que llegan a prescribir lo imposible”.67 Lo real es, pues,
una consecuencia de lo imposible, y lo imposible es un
«lugar» que el saber de la ciencia «localiza» gracias a
sus demostraciones; es lo que Lacan denominó, en un

65
Ibid. p. 9.
66
Ibid. p. 7.
67
Ibid.
57
primer momento, lo real como tal. La ciencia, entonces,
es un saber que a través de la vía de lo imposible, toca
lo real. Por esta razón es que la ciencia pasó a
denominarse «ciencia de lo real».
“El hecho de que lo real tome el sentido de ser
una consecuencia de lo imposible permite visualizar
que el ser es algo diferente a lo real”68. Entonces, ¿qué
significa que el analista es semblante de lo real? Si bien
el discurso de la ciencia escinde semblante y real, no se
puede decir que el semblante no tenga nada que ver con
lo real, pero si hay algo que el psicoanálisis demuestra
es que, con respecto a lo sexual, ¡no hay semblante!
“...la fórmula «No hay relación sexual» implica que no
hay semblante sexual, que no hay relación sexual a nivel
de lo real.
“¿Qué es lo que a partir de entonces puede
ex−sistir? Y, distingamos cuidadosamente esta
pregunta. ¿Lo que puede venir a ex−sistir, tiene la
oportunidad de ser real?”.69 Esta pregunta es importante
porque es la pregunta por la existencia del analista.
«¿Hay analista?» es también la pregunta que se pone en
juego en el pase. Para responderla hay que tener en
cuenta que lo real es la consecuencia de una
articulación del semblante, es decir, de la articulación
del saber de la ciencia, en la medida en que dicha
articulación demuestra lo imposible de saber,
demuestra los límites del saber.
“En el uso que conocen de Lacan, lo real
aparece como consecuencia de lo imposible. Por
ello es necesario que los semblantes sean
elevados en saber, que ese saber sea tal que tenga
consecuencias, y que la más eminente entre ellas
sea la demostración de lo imposible, contra la
cual ningún monstruo pueda prevalecer.
“Sin duda, se trata de situar primero al
saber del lado del semblante. Lo que se volvió

68
Ibid.
69
Ibid. p. 9.
58
para nosotros un rito, hablar de la invención de
saber, no tiene otro sentido más que recordar que
el saber está hecho de semblante, en especial este
saber reciente que es el de la ciencia”.70
Entonces, si la ciencia no sólo escinde el
semblante y lo real, sino que también admite que hay
un saber en lo real, se puede deducir que hay semblante
en lo real, es decir, que a partir de un imposible
determinado por los semblantes, se puede concluir:
«hay». Determinar que «hay analista», es la prueba del
pase, en la que el sujeto que deviene analista deberá dar
cuenta de que obtuvo un saber sobre de lo real en juego
en su formación, un real como resto de la operación
analítica, y que ese saber no es sino semblante de lo
real.
En ultima instancia, si Lacan se interesó en los
semblantes aparejados a lo real en juego en la
formación de los analistas, es porque él hizo una sátira
de los semblantes de la sociedad analítica en el tiempo
en que fundó la Escuela; no es que Lacan odiara esos
semblantes −de sabios y jerarcas−, sino cuando hacían
obstáculo a lo real en juego en la formación. Por eso, el
primer principio de política lacaniana que Miller va a
despejar será «no ceder ante ese real».

3.2.3. No ceder ante lo real.


Teniendo, pues, en cuenta, estos dos aspectos
esenciales de la «política lacaniana» −lo real en juego en
la formación de los analistas y los semblantes que se
aparejan a ese real−, Miller se da a la tarea de extraer
los principios de dicha política. Si esta tarea consiste en
elevar algunos acontecimientos a principios, ya se sabe,
entonces, de que tipo de acontecimientos se trata. En
términos generales se puede decir que se trata de
acontecimientos en los que se articula lo real en juego
en la formación de los analistas. A partir de esto es que

70
Ibid. p. 7.
59
Miller podrá plantear claramente ese primer principio:
“El primer principio de política lacaniana que se puede
despejar, es no ceder ante lo real en juego en la
formación. Tal como Lacan lo entendió durante toda su
vida, quiere decir no ceder ante los efectos
transferenciales de su enseñanza: hay que asumirlos
hasta el final”.71
Ahora bien, ¿Qué quiere decir Miller aquí con
«efectos transferenciales»? La transferencia, se sabe, es
transferencia de saber; es la suposición de saber a un
sujeto. Ella no sólo se circunscribe al dispositivo
analítico −la transferencia, decía Lacan, es universal−; se
la puede encontrar en todo tipo de fenómenos que
ponen en juego el saber. Pero lo importante para el
psicoanálisis respecto de la transferencia, es que ella
siempre pone en juego un punto de real, y ese punto de
real aparece bajo la forma de una repetición. Dice Lacan
en su Seminario XI: “Es moneda corriente oír, por
ejemplo, que la transferencia es una repetición. No digo
que eso sea falso, ni que no haya repetición en la
transferencia. No digo que no fue a propósito de la
experiencia de la transferencia que Freud se aproximó a
la repetición. Digo que el concepto de repetición no
tiene nada que ver con el de transferencia”.72 Y más
adelante: “La repetición es algo que, en su verdadera
naturaleza, siempre está velado en el análisis, a causa
de la identificación de la repetición y de la transferencia
en la conceptualización de los analistas. Ahora bien, es
precisamente ahí el punto donde conviene realizar la
distinción.”73 Si Lacan invita a no ceder en los efectos
transferenciales, es en la medida en que lo real tiene
una función en ella, y específicamente en la repetición.
Esta invitación de Lacan, a no ceder en los efectos
transferenciales, se puede traducir también como «no

71
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 28.
72
LACAN, Jacques. Los cuatro principios fundamentales del
psicoanálisis. Seminario XI. España: Barral editores. 1974. p. 44.
73
Ibid. p. 64.
60
ceder ante los efectos de lo real». “La relación con lo
real de que se trata en la transferencia ha sido
expresada por Freud en los siguientes términos, que
nada puede aprehenderse in effigie, in absentia (...) Esta
ambigüedad de la realidad que está en juego en la
transferencia no podemos llegar a discernirla más que a
partir de la función de lo real en la repetición”.74 Dicho
real también se pone en juego en la enseñanza del
psicoanálisis, en la medida en que dicha enseñanza sólo
se sostiene de la transferencia: “La enseñanza del
psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto a otro
sino por las vías de una transferencia de trabajo”.75 Esto
último es claramente otro de los principios de política
que fundan y orientan a la Escuela, y que se
corresponde claramente con el primero. No ceder sobre
lo real en juego en la transferencia y en la formación de
los analistas, es, pues, probablemente, el principio de
política lacaniana más importante, y de aplicación más
general en el psicoanálisis.
Se trata de un principio exigente, mucho más
exigente que cualquier principio de política, la cual
demanda a todo aquel que participa en ella −según las
observaciones de Miller en su seminario−, el «dominio
de las situaciones» y «saber lo que se quiere».76 En
política, sus jugadores −los políticos−, deben saber lo
que quieren y dominar la situación, lo cual también es
válido para la «política lacaniana». De esta observación
de Miller se puede, entonces, extraer una definición
general de política: «La política consiste en el dominio
de las situaciones, sabiendo muy bien lo que se quiere
obtener, es decir, los objetivos que se desean alcanzar».
Me parece una definición válida de política, aplicable no
sólo al psicoanálisis, sino también a la política en
general [Véase el apartado 2.2.].

74
Ibid.
75
LACAN, Jacques. Acta de fundación (21 de junio de 1964). En:
Escansión 1, 1989, p. 13.
76
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 38.
61
3.2.4. Un principio ético al principio.
Si bien Miller empieza introduciendo en este texto
un «primer principio» de política lacaniana −no ceder
ante lo real−, para la realización de la tarea de elevar
algunos acontecimientos a principios susceptibles de
constituir una política lacaniana, él plantea un
«principio al principio», es decir, plantea un principio
de política que va a guiar su trabajo de extracción de
los principios de dicha política. Se trata de un principio
que está inclusive al principio de ese «primer principio»
de política planteado por Miller. Se puede decir que es
el principio de todos los principios, un principio que
está «al principio» de la tarea de extracción de los
demás principios, lo cual se parece bastante a «la
paradoja de Russell: el catálogo de todos los
catálogos»77, lógica que conveniente bastante al
psicoanálisis en la medida en que con ella logra elucidar
la lógica del significante, aquella con la que el
psicoanálisis piensa el funcionamiento del sujeto del
inconsciente.
Hay entonces al principio, un principio que está
por fuera de todos los principios, y que por estar por
fuera, por ser éxtimo a todos los demás, funda la serie
de principios por venir. Dicho principio lo expone Miller
de la siguiente manera: “un gran principio de política
lacaniana (es) plantear los principios, aún los más
radicales, y tener en cuenta las realidades en la
aplicación”.78 Este «gran principio» de política lacaniana
lo podemos expresar también así: «hay que plantear los
77
La paradoja de Russell consiste en saber si el catálogo de todos
los libros de una biblioteca se menciona a sí mismo o no. El
catálogo mismo puede figurar en su lista de catálogos, pero la
consecuencia de esto es la paradoja de saber si ese catálogo hace
parte o no de la lista de libros de dicha biblioteca. Para una mejor
comprensión del asunto, los remito al seminario de Jacques−Alain
Miller La lógica del significante, en Matemas II, Manantial, Buenos
Aires, 1988.
78
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 47−48.
62
principios no importando todo lo radicales que sean
éstos, y teniendo muy en cuenta las consecuencias de
su aplicación». Se trata de un principio ético; es un
principio que se ajusta a la ética misma del
psicoanálisis, la cual es una ética que está del lado de la
ética que se pone en juego en la política. Parece
sorprendente que la ética del psicoanálisis pueda estar
del lado de la ética de la política si se piensa que la
política ha adquirido en nuestro tiempo el sentido de
una práctica sucia, mentirosa y corrupta, que busca el
ocultamiento de la verdad [Véase el apartado 2.3.1.].
Pero ambas éticas tienen un punto de aproximación, y
es que la ética de la política, tanto como la del
psicoanálisis, son éticas que se ocupan de las
consecuencias de los actos y no de las intenciones con
las que el sujeto actúa. Dice Miller:
“Me apoyaré en una proposición lacaniana
de los «Escritos» de la que haré también un gran
principio (p. 837). Se los doy como un principio
de dirección de la existencia, para ustedes
mismos, y para que se comporten respecto a sus
allegados: El error de buena fe es entre todos el
más imperdonable.
“¿Por que es el más imperdonable? Porque
es el error del error de quien toma sus deseos por
realidades. En el psicoanálisis, tomar sus deseos
por realidades se llama ser siervo de su fantasma.
Detrás del error de buena fe existe el goce, «el
sentido gozado» del fantasma.
“El inocente que comete el error de buena
fe demuestra que está dominado por el
inconsciente, que el inconsciente es su amo.
Saben que para Lacan el discurso del amo es el
discurso del inconsciente. Y bien, en el error de
buena fe el sujeto se revela verdaderamente como
dominado por el inconsciente como discurso del
amo”.79
79
Ibid. p. 96.
63
He aquí, entonces, otro gran principio de política
lacaniana aplicable incluso a la existencia misma del
sujeto. Es raro encontrar en el discurso del psicoanálisis
una especie de precepto dirigido a orientar la existencia
del sujeto; el psicoanálisis no es amigo de dar
sugerencias o recomendaciones que sirvan para guiar la
vida de alguien; este ejercicio es contrario a su ética,
que es una ética de la responsabilidad sobre las
consecuencias de los propios actos, es decir, que cada
sujeto debe asumir la dirección de su propia existencia,
sin que venga otro a decirle lo que tiene que hacer con
ella. Pero aquí Miller, no solamente subraya que se trata
de un gran principio, sino que también lo ofrece como
un principio de dirección del comportamiento: no hacer
las cosas de buena fe, no hacerlas a partir de las buenas
intenciones; es decir, que no hay que ser inocentes, sino
más bien maliciosos. En este sentido, se trata más bien
de un principio dirigido a los analistas, y no al público
en general.
“El malicioso, que no es de buena fe, ensaya
al menos ganarle de mano al inconsciente, como
lo hace el hombre de ingenio. Puede fracasar,
pero al menos tuvo el mérito de tratar
valientemente de engañarlos, y entonces es más
perdonable. Es más perdonable que dejarse ir en
el sentido gozado de su inconsciente. Engañar, no
ser de buena fe, implica al menos enfrentarse al
Otro de otra manera que con esa inocencia beata
que da testimonio de un goce ciego. Y, además,
cuando alguien se libra a una mala acción por
interés, puede comprenderse. El perdón y la
excusa no es lo mismo, pero alguien que se
equivoca por interés, por mala fe, que se
comportó mal, eventualmente es un torpe, pero
es excusable”.80
Es claro que hay una oposición entre la ética de la
buena intención y la ética de las consecuencias, de los
80
Ibid. p. 96.
64
resultados. “Lacan, por razones de fondo, se sitúa
desde el principio hasta el fin de su enseñanza, del lado
de la ética de las consecuencias, de los resultados, y no
de la ética de la intención. Además, es lo primero que
retuvo de Hegel: la ley del corazón, el delirio de
presunción, y más tarde, en La fenomenología del
espíritu, el alma bella. Son otras tantas versiones de las
morales de la intención”.81 La ética del psicoanálisis es,
pues, el reverso de la ética del alma bella. La ética de las
consecuencias, llamada por Miller consecuencialista, si
es la que vale para el psicoanálisis, es porque es la
única que permite juzgar al acto; es la única que
permite juzgar el estatuto del acto y su valor. “Juzgar el
acto por sus consecuencias, que el estatuto del acto
dependa de sus consecuencias, es para mí −dice Miller−
un principio cardinal de la política lacaniana”.82
La política lacaniana, como se ha visto, es
incompatible con la buena fe; la ética de la intención es
inútil en el psicoanálisis. Pero también lo es en política:
“La ética de la intención es inoperante en política.
Verdaderamente es la ética del soltero. Incluso es una
ética narcisista, la del alma bella, que mira sus buenas
intenciones sin tomar en cuenta la complejidad de lo
que se trata. Por el contrario, la ética de las
consecuencias pasa enseguida a la política porque
incluye al Otro”.83 Entonces, incluir al Otro, contar con
el Otro, se puede decir que también es un principio más
de política lacaniana.
Se tiene, entonces, dos principios más de política,
que se suman a:
• Un «primer principio»: no ceder ante lo real en
juego en la formación.
• Un «principio de la Escuela»: La enseñanza del
psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto

81
Ibid. p. 101.
82
Ibid. p. 94.
83
Ibid. p. 97.
65
a otro sino por las vías de una transferencia de
trabajo.
• Dos «grandes principios»: plantear los
principios sin importar lo radicales que sean,
• y el error por buena fe es imperdonable.
Los dos nuevos principios que se suman a los
anteriores son:
• Un «principio cardinal»: al acto se lo juzga por
sus consecuencias.
• Y un «último principio»: Incluir al Otro, contar
con el Otro, derivado del hecho de juzgar al
acto por sus efectos.
Este «principio cardinal» de política lacaniana, si
bien es aplicable a la política en general −al acto del
político, por ejemplo−, es un principio que sirve de
bisagra entre esos seis principios dilucidados hasta
ahora, y otros principios que, si bien hacen parte del
funcionamiento de la Escuela, apuntan directamente a
su centro, es decir, al pase. Es lo que se verá a
continuación.

3.2.5. El acto está en el corazón del pase.


Juzgar al acto por sus consecuencias, está en el
corazón del dispositivo del pase, al menos en tres
sentidos: Primero, si se piensa que la Proposición del 9
de octubre de 1967, donde Lacan introduce la práctica
del pase para acceder al título de Analista de la Escuela
(AE), es o no un acto de Lacan. Dice Miller:
“La cuestión del acto es una gran pregunta
filosófica, ética, política. Lacan se plantea de
entrada la pregunta acerca de si su «Proposición»,
formulada dos meses antes de ese texto, fue un
acto.
“Es el segundo párrafo (dice): «¿Es un
acto?». Está la pregunta y podría hablar horas
acerca de la respuesta: «Depende de sus
consecuencias». La frase completa dice: «Depende

66
de sus consecuencias, desde las primeras en
producirse»...”.84
Un acto no es, pues, sin consecuencias. Segundo
sentido por el que el acto está en el corazón del pase: Si
se piensa que la creación del dispositivo del pase tuvo
efectos en el psicoanálisis mismo, tanto a nivel
institucional como clínico. Dice Miller:
“Con el pase, Lacan cambia algo en el
psicoanálisis; en principio porque plantea que hay
final de análisis. El pase consiste en decir qué es
este final, pero primero en decir que él es, que
hay un fin de análisis, e incluso, para tomar la
forma con la que está mal traducido, un análisis
perfectamente terminable. Es una ruptura
sensacional, osada, con «Análisis terminable e
interminable»”.85
Se puede pensar, por tanto, que la teoría del pase
se constituye en un acto de ruptura con respecto a la
teoría freudiana sobre el fin del análisis; habría que
determinar cuales han sido las consecuencias de esta
propuesta, de esta ruptura, para la teoría psicoanalítica,
y establecer así si su invención se constituye o no en un
acto.
El pase también se constituyó en un momento de
ruptura y de revolución a nivel institucional, si se
piensa en lo subversivo que fue la Proposición para la
Escuela. El pase introdujo en ella un desplazamiento de
fuerzas y un deslizamiento de poder en la institución,
que fue sancionado con una escisión. Dice Miller: “El
escándalo del pase no fue el escándalo clínico del pase
sino el escándalo de este desplazamiento de poder en la
institución. Pero está aquí desde el principio, desde el
mismo día en que fue propuesto el pase, está allí al mes
siguiente y aún en el otro”.86

84
Ibid. p. 92.
85
Ibid. p. 42.
86
Ibid. p. 66.
67
Tercer y último sentido por el que el acto está en
el corazón del pase: si se piensa que el pase,
considerado como “el pasaje del psicoanalizante al
psicoanalista”,87 es también o no un acto. La respuesta
igualmente es aquí: «Depende de sus consecuencias».
Por esta razón es que el dispositivo del pase esta hecho
para que, con el testimonio que da el pasante de cómo
fue ese paso de analizante a analista, se puedan
determinar las consecuencias de ese paso, de ese acto, y
verificar si un analizante ha llegado a su fin de análisis
y puede, si así lo desea, ocupar el lugar de analista en la
dirección de una cura.
Abría que añadir que el pase, ya desde el punto
de vista institucional, como dispositivo inventado por
Lacan, responde a su vez a un principio efectivo, un
principio con el que Lacan partió en dos el movimiento
psicoanalítico y todo lo que tiene que ver con la
formación del analista. Inclusive se puede decir que se
trata del principio que condujo a Lacan a la fundación
de su propia institución. Es un principio que tuvo
efectos tanto en la institución como en la clínica. Dice
Miller:
“Está completamente acentuado en el
principio efectivo que Lacan formuló −un
principio de política de Lacan−: «El analista sólo
se autoriza a partir de él mismo». Lacan lanzó
esta noción en el mundo con ese principio que es
todo lo contrario del final de análisis como
metáfora paterna: todo reposa en el hecho de
recibir el título del Otro, y cuando no se lo
recibió, y bien, hace mucho mal, tiene muchas
consecuencias patológicas, etc. Aquí se trata de
un final de análisis en el que recibir el título se
vuelve completamente problemático, está
problematizado en sí mismo.

87
LACAN, Jacques. Proposición del 9 de octubre de 1967. En:
Traducciones: Demanda de análisis, análisis de la demanda.
Medellín: Fundación Freudiana de Medellín, 1991. p. 28.
68
“Por cierto, se alegaron moderaciones a este
principio: «El psicoanalista sólo se autoriza a
partir de él mismo, y de algunos otros, etc.». Es
un principio insertado en una máquina
institucional, inscrito en el frontón de la Escuela.
No es supuestamente un principio que se pasee
solo a través del mundo. Es un principio de cuya
ejecución, aplicación, hay que ocuparse”.88
Este principio, que Miller llama «efectivo», es,
prácticamente, el principio de política lacaniana que
contiene en sí mismo, implícitamente, a todos los
principios de política enumerados arriba. Este principio
−«El analista sólo se autoriza a partir de él mismo»− es
un principio que funda, verdaderamente, a la Escuela y
sus instituciones, y esencialmente, al dispositivo del
pase.
Entonces, si bien hay que tener en cuenta que la
política en el psicoanálisis tiene que ver
fundamentalmente con los acontecimientos que
marcaron la carrera de Lacan en el psicoanálisis −y de
manera muy particular con su posición respecto a la
organización internacional que proviene de Freud, es
decir, la IPA− no hay que excluir para nada la
articulación de dicha política con las finalidades de la
cura, y esto porque la gran preocupación de Lacan, aún
antes de ser expulsado de la IPA, era y sigue siendo
para los analistas que siguen sus enseñanzas,
responder la siguiente pregunta: «¿Qué sucede con los
sujetos que han pasado por un análisis?».
Esta era una pregunta crucial para Lacan, que veía
en el análisis didáctico un final de análisis como
metáfora paterna, es decir, un final en el que se pone al
sujeto en posición de ejercer el psicoanálisis en la
medida en que ha recibido, por parte del grupo
analítico, un reconocimiento, un «tú eres como
nosotros». Esta pregunta de Lacan, sobre qué sucede
88
MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Política Lacaniana. Op.
Cit. p. 47−48.
69
con el sujeto al final de un análisis, es entonces una
pregunta inseparable de la historia del psicoanálisis y,
por lo tanto, de su quehacer político. Esto es lo que
justifica preguntar por los principios que se podrían
extraer de los acontecimientos que han tenido que ver
con el dispositivo del pase.
Por interrogar el final del análisis es por lo que
Lacan fue borrado de la lista de didactas de la SPP el 2
de agosto de 1963, episodio que se conoce con el
nombre de «Excomunión». ¿Cómo responde Lacan a
esta expulsión? ¿Cómo se las arregla con los
procedimientos que estableció Freud para la formación
de los analistas? En esta ocasión “...Lacan consideró que
se podía desunir el descubrimiento del inconsciente y el
psicoanálisis de la IPA.”89 Es a partir de esta disyunción
entre el psicoanálisis y la IPA, inédita hasta este
momento en la historia del movimiento psicoanalítico,
que Lacan creó algo nunca visto en el psicoanálisis: la
Escuela, creación que calificó como una «experiencia
inaugural».
“Experiencia inaugural quiso decir que
Lacan decidió arreglárselas con el grupo analítico
en forma diferente a la de Freud. Por eso pudo
calificarla de experiencia inaugural: no continúa a
otra. No está en continuación con la experiencia
en curso que lleva el nombre de IPA. Asumió en
ese momento una ruptura con lo que llamaba la
tradición continua desde los descubrimientos
constituyentes del psicoanálisis”.90
La Escuela es también una forma diferente de
arreglárselas con la formación de los analistas a como
la consideró Freud. Él instituyó un orden de ceremonia,
animado por un número de ritos. Dice Miller:
“Las formas que Freud instituyó esconden y
hacen desconocer el real del que se trata, pero, al
mismo tiempo, en cierta forma lo protegen. Esa es

89
Ibid. p. 20.
90
Ibid. p. 20−21.
70
la hipótesis de Lacan. Freud quiso dejar
sociedades ritualizadas y formalizadas para
proteger al psicoanálisis de los psicoanalistas, y
tomó el riesgo de un estancamiento para que al
menos fuera preservado, incluso desconocido, el
real en juego en el psicoanálisis”.91
Se vuelve, por tanto, al primer principio de
política lacaniana y probablemente el más importante
de todos: «no ceder ante lo real en juego». Con la
Proposición del pase de 1967, Lacan, al mismo tiempo
que propone la fundación de la Escuela, propone el
reclutamiento de los psicoanalistas, no a través de lo
que él denominó «la cooptación de sabios», sino a
través de este procedimiento, reafirmando así que lo
que está intentando hacer es otra cosa, es decir,
inaugurando una experiencia que rompió con la
freudiana.
Para terminar, se puede, en este caso, mencionar
un último principio de política lacaniana, que tiene que
ver con que Lacan, en su Proposición, le da a la Escuela
la función de ser un organismo crítico de la IPA, es
decir, que él, a pesar de haber sido excluido de ella,
hace de la IPA un asunto de su Escuela, y en esta misma
vía, dentro de sus propósitos incluyó el “comunicar los
resultados que esperaba del pase a esta Sociedad de la
organización internacional”.92 Dicho principio dice así:
“(hay que) tener en cuenta el hecho de que un
significante puede recibir significados muy diferentes a
lo largo del tiempo”.93

3.2.6. La política lacaniana y sus principios.


Como se había señalado en la introducción de
éste capítulo, ha sido su propósito poner en relación la
pregunta de investigación −«¿Cuál es la función política
del pase?»− con los principios de política lacaniana que

91
Ibid. p. 21.
92
Ibid. p. 22.
93
Ibid. p. 35.
71
se han reseñado, en la perspectiva de dejar
completamente definida el estado de la cuestión [Véase
el apartado 1.2.].
Se hará, entonces, con el propósito de avanzar
sobre la hipótesis del trabajo de investigación [véase el
numeral 1.4.], el listado de los principios de política
lacaniana, en orden:
1. Plantear los principios sin importar lo radicales que
sean.
2. No ceder ante lo real en juego en la formación de los
analistas.
3. La enseñanza del psicoanálisis se transmite de un
sujeto a otro por las vías de una transferencia de
trabajo.
4. El error por buena fe es imperdonable.
5. Al acto se lo juzga por sus consecuencias.
6. Hay que contar siempre con el Otro.94
7. El analista sólo se autoriza de sí mismo.
8. Un significante puede recibir significados muy
diferentes a lo largo del tiempo.
¿Se puede decir que estos principios, o alguno de
ellos, definen claramente cuál es la función política del
pase? Luego de este recorrido por la política lacaniana,
no queda duda de que el pase tiene una función política
para la Escuela de orientación lacaniana, y a dos niveles:
Uno institucional, y otro clínico.

3.3. Función política del pase.


La función política del pase en la teoría queda,
entonces, establecida así: Primero, a nivel institucional,
el pase, específicamente la Proposición del pase, hecha
dentro de la Escuela tres años después del Acta de
fundación de 1964, se constituyó en un momento de
ruptura con lo establecido por Freud y en un momento

94
Principio que a su vez conduce al respeto por el Otro. Dice Miller:
Uno de los nombres de la relación con el Otro es respetar en el
Otro otra cosa que su imagen, respetar su diferencia, su
incomparabilidad. (Ibid. p. 105).
72
de subversión dentro de la misma institución; el pase
introdujo un desplazamiento de fuerzas, un
deslizamiento de poder en la Escuela, que terminó en el
retiro de algunos de sus analistas en 1969. Durante los
primeros tres años de funcionamiento, Lacan era el que
nombraba a los A.E. −analistas de la Escuela−, escogidos
entre aquellos que él consideraba que habían
respondido a las exigencias de un jurado de admisión.
La Proposición del pase fue también la respuesta de
Lacan a un texto de François Perrier, en el que le
demandaba a Lacan dar solución a la cuestión de la
autenticación del final del análisis; esto porque en la
Escuela se empezaron a recibir analistas practicantes,
los cuales no eran ni AE ni AME. La preocupación de
Perrier recaía sobre el hecho de que el analista de la
Escuela era un igual al analista practicante.
Lacan responde entonces con la Proposición, la
que no gustó para nada. Pero, fundamentalmente, la
proposición revelaba el hecho de que sostener unos
semblantes de jerarquía y de poder, ocultaban lo real en
juego en la formación de los analistas, cosa ante la que
Lacan propone no ceder. Anuncia así el primer principio
de su política.
Segundo, a nivel clínico, el pase introduce una
exigencia a todos aquellos que desean entrar a la
Escuela, y es la de dar cuenta de que en el análisis
personal se ha llegado a un fin. Así pues, el candidato a
la Escuela en invitado a testimoniar de ese paso que él
da de analizante a analista, para verificar si en ese acto,
hay o no, analista. El pase, por estas razones, fue, y de
cierta manera sigue siendo, escandaloso.
La Proposición del pase evidentemente testimonia
de la preocupación política de Lacan, en conexión con la
enseñanza, con la orientación. Pero fundamentalmente,
si el pase tiene una función política es porque sirve
para el reclutamiento de los analistas en la Escuela; es
por medio de dicho dispositivo que se accede a ella.

73
Es evidente, luego de este recorrido por la política
del psicoanálisis, que la función política del pase, tanto
a nivel clínico como institucional, no agota todo lo que
se puede decir acerca de dicha función. Por eso, la
hipótesis central que orienta este trabajo de
investigación de [Véase el numeral 1.4.], lo hace, no
hacia lo ya establecido en la teoría, sino hacia lo nuevo
en la teoría. Dicha hipótesis dice: «Los testimonios del
pase orientan, en el campo lacaniano, las nuevas
políticas de la dirección de la cura y de la institución
analítica». La idea es poder ahondar ciertos aspectos
que se ponen en juego en el pase, tanto a nivel de la
teoría del pase, como de los testimonios de pase, para
pensar si tienen o no alguna incidencia política, tanto a
nivel clínico como institucional.

3.3.1. Función del pase en la institución


analítica.
Parece sorprendente que los analistas se
interesen tanto en lo grupal, lo institucional y lo
asociativo, si se considera que existe una antinomia
entre lo analítico y lo colectivo. “Existe una antinomia
entre la experiencia analítica, en la cual uno entra solo
−la experiencia analítica se hace “uno a uno”−, y todo
movimiento que de por sí es colectivizante”.95 Esta
antinomia es la que justifica una de las grandes críticas
que se le hacen al psicoanálisis: su imposibilidad para
abordar los problemas y malestares de una gran o
pequeña masa de hombres.
Pero al parecer hay en esta antinomia una
relación proporcionalmente inversa: en la medida en
que para los analistas lo grupal tiene dificultades, en
esa misma medida ellos, a este problema, le dan toda su
importancia. Si se quisiera ir a la raíz de la
preocupación institucional, ésta se halla en una

95
MILLER, Jacques−Alain. La Escuela de Lacan. En: Elucidación de
Lacan: Charlas Brasileñas. Buenos Aires: EOL−Paidós, 1998. p. 514.
74
demostración de la enseñanza misma de Lacan; es la
siguiente: que «el analista no existe». “El analista, como
tal, no existe. Es eso lo que tienen en común el analista
y la mujer, en el sentido de Lacan. El analista no existe:
es una formulación que merecería algunos desarrollos
teóricos. Significa que no existe El analista, lo que no
impide la existencia de los analistas. Significa que no
hay un concepto de analista, una esencia de analista,
una idea, y en ese sentido los analistas pueden
representar al Otro (barrado)”.96 Si el analista puede
representar al Otro barrado es porque falta el
significante analista como tal, a pesar de que se haga
uso del significante «analista».
El analista, entonces, no existe, pero si se le fuera
a dar un predicado al analista, si se fuera a dar una
definición de analista, esta sería, como dice Miller: la
perfección del analizado. El analista, si es algo, es un
analizado, es decir que es el producto de un análisis; y
Lacan propuso un examen para verificar dicho
resultado. Esto es el pase, “el examen de la performance
del analizante para verificar si está analizado”.97 Ser un
analizado es lo que Lacan denominó la «realización del
sujeto», es decir, el momento en el que el sujeto cumple
con el imperativo freudiano: Wo Es war Soll Ich werden:
«allí donde eso era, allí el sujeto debe advenir». Es un
momento en el que el sujeto comprueba la insuficiencia
del Otro, tesoro de los significantes, para representar al
sujeto, para decir y decidir el ser del sujeto. Es un
momento que se denomina de «caída de las
identificaciones», ya que el sujeto comprueba que está
excluido del Otro, que no tiene lugar en el Otro. Y si no
tiene lugar en el Otro es probablemente porque el Otro
como tal, no existe.
Al final del análisis se afirma la insuficiencia de
toda representación; el Otro deja de existir para el
sujeto, es decir, el Otro pierde su ser, y el sujeto, al que

96
Ibid. p. 515.
97
Ibid. p. 516.
75
se le define como «falta en ser», paradójicamente,
encuentra su ser. Al final del análisis hay destitución
subjetiva por un lado, pero por otro hay el encuentro
con el plus de goce, con el objeto a, el único que le da
una certeza sobre el ser de goce al sujeto.
Hay destitución del sujeto por un lado, pero por
otro lado hay «institución», es decir, «institución
analítica». Según Miller, toda institución es un intento
de hacer existir, y para el caso de los analistas,
restablecer un Otro, un Otro donde el sujeto pueda
encontrar un lugar, y al parecer, esta tentativa de
instituir al Otro es mucho más intensa en los sujetos
que pasan por un análisis. “Porque, al someterse a la
experiencia analítica, experimentan de manera intensa
la falta en ser y tanto más aspiran a tener un lugar en el
Otro. No se sabe lo que es el analista, pero se sabe lo
que es un miembro, un secretario un presidente; y se
puede experimentar en el dolor, en el desplazamiento,
que al no saber qué es el analista, entonces más se
desea el estatuto de miembro, secretario,
presidente...”.98 Así pues, la institución analítica es
antinómica del discurso analítico; Lacan decía que el
grupo analítico es una defensa contra el mismo
discurso analítico, lo cual es una gran paradoja. Por un
lado, la institución analítica es una consecuencia del
discurso analítico, y a su vez, del discurso analítico, la
institución analítica se defiende.
Lo que justifica poder hablar de política en el
psicoanálisis, es decir, de una serie de preceptos que
rijan a la institución, es que ésta última puede
fácilmente hacer del discurso analítico, su enemigo.
El mismo discurso analítico es una forma de
vínculo social y de la teoría de los cuatro discursos de
Lacan se puede pensar, cabalmente, que es una teoría
política. Dice Miller:

98
Ibid. p. 516−17.
76
“En la ciudad del discurso, en la cual
estamos como ciudadanos y en tanto la
experiencia analítica es el ejercicio de un cierto
tipo de vínculo social, existe una política del
psicoanálisis a nivel del propio tratamiento, de la
propia experiencia. Esa política del psicoanálisis a
nivel de la experiencia analítica es el capítulo de
los fines o finalidades del tratamiento analítico.
La política del psicoanálisis en primer lugar es la
cuestión de por qué se hace un análisis, para qué
se hace un análisis, qué se trata de obtener a
través de un análisis”.99
En última instancia, la política del psicoanálisis se
dirige al final del análisis, es decir, a los destinos del
trabajo de transferencia. Pero como también hay una
«transferencia de trabajo» que se pone en juego en la
institución analítica, entonces también habría que
hablar de una política que tenga relación con la
enseñanza, con la transmisión del psicoanálisis. Y
justamente en este lugar es donde se puede situar al
pase, es decir, en un lugar de «bisagra». El pase, dice
Miller, es lo que hace que la institución analítica esté en
el corazón mismo de la experiencia analítica, ya que
aquel es la invitación a que el analizante refiera su
análisis a la institución, a una instancia de la Escuela,
aquella que se plantea permanentemente la pregunta
«¿Qué es un analista?». Como la Escuela no sabe lo que
es un analista, por eso se lo pregunta, y por eso mismo
la Escuela es la respuesta que le dio Lacan a esa falla en
el saber.
La Escuela, tal y como Lacan la pensó, fue
constituida alrededor de esa falta en el saber, alrededor
de «no saber qué es el analista», pero que busca
siempre saberlo. En esto, la Escuela de Lacan se separa
de las instituciones analíticas que se defienden del
discurso analítico haciendo estándares del analista. Son
instituciones que saben cómo debe llegar a ser un
99
Ibid. p. 518.
77
analista, cómo debe llegar a comportarse y hasta cómo
debe vestir para serlo; su formación y sus estándares
están hechos para llegar a ese ideal de analista; de
cierta manera, la Escuela Lacan la hizo contra este tipo
de sociedades llamadas ortodoxas y que llegó a
denominar «sociedades de asistencia mutua contra el
discurso analítico (SAMCDA)».
Ahora bien, ¿cómo saber que la Escuela de Lacan
no pone ningún obstáculo al discurso analítico? No es
seguro que no oponga ningún obstáculo, pero Lacan sí
quiso hacer una institución que pusiese el menor
obstáculo posible. Y el pase tiene su papel en esto, un
papel que se puede denominar, sin ningún pudor,
político; esto porque Lacan define al analista de la
Escuela a partir de la propia experiencia analítica, es
decir, que lo que favorece al discurso analítico dentro
de la Escuela es la importancia que adquiere en ella el
análisis personal y su transmisión.
“Lacan no dice que alguien se transforma
en analista de la Escuela porque enseña mucho,
porque publica mucho, porque tiene muchos
amigos, porque sabe decir a otro la palabra que
conviene para tener partidarios. No es haciendo la
pequeña política como alguien se transforma en
analista de la Escuela, sino haciendo su análisis.
Es esencial que la Escuela mantenga eso: ser un
notable, haber servido bien a la extensión del
psicoanálisis, no da ningún privilegio para ser
analista de la Escuela. Lacan logró sostener una
institución de esa manera. Realmente, puede
decirse que tal institución favorece el discurso
analítico, por lo tanto, favorece el análisis”.100
Cuando la Escuela no estaba funcionando más
para el psicoanálisis, Lacan la disolvió. La institución
analítica es, pues, un asunto bastante político para el
psicoanálisis lacaniano. Es un asunto político poder
llegar a vincular al analista que ha hecho su análisis,
100
Ibid. p. 519-20.
78
que ha llevado su análisis hasta las últimas
consecuencias, y la causa analítica. Esto porque la
propia experiencia analítica favorece la soledad del
analista: Él es analista sólo cuando analiza. El analista,
por tanto, está solo, abarca a los pacientes uno a uno y
además es a−pragmático. ¿Qué hace pues un analista en
el mundo de hoy? ¿Se reduce su política únicamente a
la cura y a la institución? Si bien en el analista es
a−pragmático, esto no debe entenderse como un
parasitismo social. Lacan invita a los analistas, desde el
momento del Acto de fundación de la Escuela Francesa
de Psicoanálisis, a tener un compromiso con el mundo,
y en este sentido, los analistas tienen intereses sociales,
no son parásitos sociales. Promueven el avance del
psicoanálisis para protegerse de los efectos
devastadores del discurso de la ciencia, intentando
responder a los problemas de la contemporaneidad.
El analista no es operativo si no pasa a la
«realidad efectiva»101, es decir, a la realidad que no es
imaginación o fantasía, sino aquella que abarca el
conjunto de cosas que ocurren efectivamente, el
conjunto de cosas existentes; es una realidad
enmarcada dentro de lo simbólico, es decir, dentro de
ese campo donde la palabra tiene una efectividad. Pero
los efectos de la palabra, ¿se reducen al marco del
dispositivo analítico?

101
La Wirklichkeit: Es el término freudiano que se le opone al de
Realität. Con Wirklichkeit Freud pretende situar una realidad
última, que, más allá de toda simbolización, el sujeto está en la
obligación de admitir, a diferencia de las representaciones que él
se puede hacer para intentar situarse en el mundo, y con las cuales
se orienta, formando lo que Freud llama la Realität psíquica −la que
a su vez no debe confundirse con la Realität material, según nos
dice Freud en La Interpretación de los sueños−. La Wirklichkeit de
alguna forma se define por su carácter último, y por tanto
desconocido, lo que le permite a Freud considerar el término para
referirse a la realidad ignorada por el sujeto y por lo tanto
inconsciente.
79
A la realidad efectiva sólo se la conoce y se la
asume por los efectos de la palabra, como consecuencia
del discurso analítico. ¿Cómo actuar entonces sobre el
conjunto de la realidad efectiva? ¿Cómo transformar de
manera metódica, desde el discurso analítico, a la
realidad? −lo que son auténticas preguntas políticas−.
Lacan, en el Acto de fundación del 21 de junio de 1964,
dice que es su intención que la Escuela “represente al
organismo en el que debe cumplirse un trabajo −que en
el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su
verdad− que vuelva a conducir a la praxis original que él
instituyó con el nombre de psicoanálisis al deber que le
toca en nuestro mundo− que, mediante una crítica
asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos
que amortiguan su progreso y degradan su empleo”.102
Esta cita es una respuesta a la pregunta por lo
que debe querer un analista. Un analista lacaniano debe
querer denunciar las desviaciones y compromisos que
amortiguan el progreso y degradan el empleo del
psicoanálisis en el mundo, es decir, que debe querer el
progreso del psicoanálisis en el mundo, su extensión, y
debe querer emplearlo sin declinar −para decirlo sin
ambages− ante lo real. Este último punto se relaciona de
manera directa con la intención, es decir, con la
formación del analista y el pase.
Esta cita del Acto de fundación también enseña
claramente cuál es la posición política de Lacan para su
Escuela. Si Lacan se lanzó a esta experiencia inédita, fue
para denunciar el desvío en el que se hallaba el
psicoanálisis en su época −denuncia que le valió el
rechazo de la IPA en 1963−, y que concierne
directamente a la convicción que tenían los analistas de
saber de antemano qué es el psicoanalista. La respuesta
de Lacan a este desvío fue sustituir las Sociedades por
la Escuela, es decir, por “una institución cuya
particularidad es la de no saber algo esencial, no saber

102
LACAN, Jacques. Acto de fundación. Op. Cit. p. 5.
80
qué es un analista. De ello pueden surgir dos
consecuencias: la primera es la apertura al no analista y
la segunda convertir esa ignorancia en un trabajo: el
pase”.103

3.3.2. Pase y política del Witz.


Entonces −esto hay que subrayarlo, ya que es lo
que distingue la Escuela de Lacan de cualquier otra
asociación, y lo que justifica la experiencia del pase en
ella−: en las Escuelas del campo freudiano no se sabe
qué es un analista. Ser analista no es una propiedad, ni
un atributo, ni un rasgo que facilite la hermandad entre
los analistas, es decir, algo que facilite la segregación.
La comunidad analítica reúne a unos sujetos que, de
cierta manera, no pertenecen a ningún conjunto; es
verdaderamente un conjunto bien paradójico. “Es al
carácter no segregativo de ese rasgo (al) que responde
la idea lacaniana de una Escuela como distinta de una
Sociedad. En la Sociedad analítica, se piensa que todos
tienen el mismo rasgo: ser analista. Por el contrario en
una Escuela no se sabe qué es un analista.”104 Y un poco
más adelante Miller agrega:
“La comunidad analítica se define por el
hecho de que en ella se debate acerca de lo que es
un analista. No se define por saberlo. No se define
por dormir sobre el saber que es un analista. Se
define por la inquietud de lograr saberlo. Esa
inquietud toma la forma operativa del pase, que
solamente tiene sentido en un conjunto serial.
“A la vez, la respuesta que da el pase a esta
pregunta, es siempre singular, vale para uno. Lo
que aprendemos es como uno se ha vuelto, o
piensa haberse vuelto analista. Falta lo universal.

103
MILLER, Jacques−Alain. La Escuela de Lacan. Op. Cit. p. 524.
104
MILLER, Jacques−Alain. Nueve facetas de la comunidad analítica.
Conferencia del 16-6-96 en el Centro Descartes, Buenos Aires. En:
Más Uno 2. Buenos Aires: EOL, agosto 1997. URL:
http://wapol.org/news/e-texts/miller0001.htm
81
Es cada vez. Lo que se aprende del pase es
singular. Por supuesto, vale por las resonancias
que suscita en los demás, pero que no es
equivalente a una descripción universal.
“En cierto modo el procedimiento del pase
es un medio de obtener de los delegados de la
comunidad que comparten el acto «solitario» del
sujeto, que sea compartido este acto por otros
que hacen el mismo movimiento con él, que lo
sostienen en ese paso”.105
Pero −se vuelve a preguntar−, ¿se conformará el
analista de hoy con denunciar las desviaciones del
psicoanálisis en el mundo y con emplearlo sin ceder
ante lo real? ¿No puede acaso el psicoanálisis adoptar
una posición política tal, que sirva para aportar una
reflexión, a manera de denuncia, sobre los problemas
que agobian contemporáneamente a la cultura y que la
hacen padecer un malestar? Se trata fundamentalmente
de denunciar las consecuencias de la forclusión del
sujeto en los discursos de las ciencias humanas y
exactas, es decir, es una denuncia contra lo real que
retorna cuando el sujeto es forcluido del vínculo social.
El analista, por tanto, está llamado a salir del
consultorio, no sólo para hablar, si así lo desea, de su
análisis, de su clínica, a una institución que lo escucha y
que de alguna forma le demanda una garantía para su
acto, sino que también sale a pensar los problemas de
un mundo que navega bajo la égida del discurso de la
ciencia, no importando si sus respuestas apuntan, como
lo hacen frecuentemente, a un real como imposible,
pero que por denunciarlo, deja en manos del sujeto
buscar o no el alivio a su propia impotencia, de la cual
él se queja y sufre.
Entonces, si existe un deber para el analista, este
es cumplir con el imperativo freudiano: Wo Es war Soll
Ich werden. Es lo mínimo que se le pide al analista, y si

105
Ibid.
82
llega a cumplir con él, ya es mucho, inclusive para el
mundo de hoy. El sujeto que se autorice a sí mismo
como analista, debe advenir como sujeto del
inconsciente allí donde «eso» estaba, allí donde ello
gozaba. Si un sujeto lleva su análisis hasta las últimas
consecuencias, habrá de hacerse responsable como
sujeto de su plus de goce, extrayendo de su relación
con este real, un saber inédito. Parece poco, si se piensa
que es una labor de cada sujeto, uno por uno. Pero es
mucho si él se decide a comunicar su experiencia a toda
una comunidad.
La importancia de ese saber sobre el plus de goce
que el sujeto obtiene de la operación analítica, es que la
comunidad analítica también está fundada en una
relación al goce, es decir, en la confesión de ese goce a
Otro. Por esta razón es que la experiencia del pase no es
una experiencia solitaria, sino más bien una elaboración
colectiva, es decir, que con el pase se hace vínculo
social, ¡es un proceso social!. El testimonio del pase
necesita del Otro, como necesita del Otro el Witz. Hay
una relación estrecha, en este punto, entre el Witz y el
pase.
“Hay gente que piensa que podemos hacer
el pase para uno solo, cuando es esencial a la
estructura de Witz del pase, que se comunique. Si
el Witz no hace reír al Otro, o llorar, o rechazar,
etc., si no hay respuesta del Otro, no hay Witz. La
lógica del Witz implica que el pase se debe incluir
en un proceso social. Además el otro del que se
trata no es la sociedad en general. La «tercera
persona» freudiana nunca es la sociedad en
general sino una comunidad particularizada con
sus propias inhibiciones, con sus propios tabú y
tótem, es decir es siempre una segregación de la
sociedad en general y es lo que nosotros
realizamos a nuestra manera”.106

106
Ibid.
83
No hay pues Escuela sin pase y pase sin Escuela, y
es deber de cada analista querer que se den las
condiciones para que pueda haber experiencia del pase.
Ellas son tres: una condición epistémica: que haya
discusión y acuerdo sobre la doctrina; una condición
institucional: un funcionamiento administrativo que
ponga en marcha el dispositivo; y una condición ética:
“El pase significa que una persona acepta
hacer confidencias de lo más precioso de su
propio análisis a colegas escogidos al azar;
implica hacer pasar a una tercera persona dichos
que estuvieron confinados hasta el momento y
reservados a un encuadre íntimo. Esa persona
eligió un analista para contarle cosas muy
íntimas; ahora se trata de contar, de relatar esas
cosas a personas que no conoce y que fueron
elegidas al azar, personas que tal vez no le
gusten. Ese desplazamiento implica una
confianza en la institución, que debe
merecerla”.107
También se necesita tener confianza en los
jurados y en la respuesta que dicho jurado da. Es así
como debe ser. Es la transformación del pase en una
«realidad efectiva».
El pase −se ha dicho ya de muchas formas− tiene
como objetivo que el sujeto, con el fantasma
fundamental y/o con el síntoma, logre decir lo
imposible; se produce en este momento, lo que se
puede denominar, una «reducción» como operación
analítica, reducción que se dirige al objeto a. Esta
operación de reducción que realiza el psicoanálisis se
logra gracias al «bien decir» analítico. “El bien decir
analítico −dice Miller− apunta a la reducción...”108 El bien
decir es constituyente de la ética del psicoanálisis, y
adquiere toda su relevancia en este punto, en la medida

107
MILLER, Jacques Alain. La Escuela de Lacan. Op. Cit. p. 535.
108
Ibid. p. 24.
84
en que la «reducción» es una palabra usada por Freud a
propósito del Witz. Dice Miller:
“(La reducción) Es la operación que consiste
en explicitar, en descomponer y enumerar los
componentes que entran en la producción del
efecto propio del chiste. En el chiste
paradojalmente, la operación reducción se
produce a partir de un texto más largo que el
chiste y que en sí mismo no es un chiste, es un
texto plano en el cual esos elementos
condensados por los mecanismos del chiste se
aíslan unos de otros. En la cura la operación
reducción no es esa, podemos incluso decir que
es una operación inversa.
“El sujeto analizante, de hecho, trae a la
cura los elementos de su historia, los vuelca, los
enumera, puede hasta contarlos, pero la
operación de reducción sólo se produce si a partir
de los elementos de esa biografía surge alguna
cosa que se parezca al Witz.”109
Es decir, que la operación de reducción es la
condensación de todos los elementos de la historia del
sujeto en un bien decir como el del chiste. De aquí que
Lacan compare el pase con el Witz, de tal manera que él
“identifica la estructura del pase con la del chiste.”110
¿Por qué? Porque en el pase de lo que se trata es de que
el sujeto formule en un bien decir su relación con el
goce, su relación con el objeto plus de goce, que no es
otra cosa que la fórmula de su fantasma: ($◊a), de tal
manera que dicha reducción incida sobre el sujeto y
afecte su modo de satisfacción pulsional. Pues bien,
esto último es justamente la finalidad del dispositivo
del pase, y lo que funda una política del Witz aplicable,
no solamente al pase, sino también a toda la comunidad
analítica.

109
Ibid. p. 24−25.
110
Ibid. p. 25.
85
4. A MODO DE CONCLUSIÓN.
4.1. Efectos de los testimonios del pase en las
políticas de la dirección de la cura y la
institución analítica.
4.1.1. Introducción.111
La lectura de artículos y testimonios referidos al
pase, con la herramienta del «comentario de texto»
[Véase el numeral 1.5], para dar respuesta a la pregunta
de investigación −«¿Cuál es la función política del
pase?»−, teniendo como trasfondo la hipótesis
propuesta −«Los testimonios del pase orientan, en el
campo lacaniano, las nuevas políticas de la dirección de
la cura y de la institución analítica»−, ha resultado ser
un trabajo muy productivo. Su mayor bondad está en
haber podido organizar de una manera lógica y
coherente, todo lo que se puede decir sobre la política
del psicoanálisis lacaniano en la actualidad, y sus
implicaciones en el dispositivo del pase. Para la
realización de esta tarea, ha sido primordial la lectura,
por un lado, de la Proposición del 9 de octubre de 1967
sobre el psicoanalista de la escuela, donde Lacan lanza
su dispositivo para saber que ocurre al término de una
relación transferencial, y por otro, el texto de
Jacques−Alain Miller, Política lacaniana, de 1999. Se

111
Este capítulo está basado en una serie de ideas que François
Leguil, Florencia Dassen y Aníbal Lesserre desarrollaron en: el
primero, en una entrevista hecha por Juan Fernando Pérez sobre el
tema de esta investigación, con ocasión del seminario organizado
por el grupo AGALMA de Bogotá, titulado El cuerpo y los modos de
goce contemporáneos, entre el 3 y el 6 de noviembre de 1999 [Ver
anexo #1]; la segunda, en una entrevista hecha por Hernando
Bernal con ocasión del Seminario “Actualidad en la clínica
psicoanalítica”, durante el IIº Encuentro Colombiano del Campo
Freudiano. Medellín, abril 28 al 30 de 2000. Organizado por Praxis,
grupo de investigación de Medellín sobre la práctica analítica y el
Departamento de psicoanálisis de la U. de A. [ver anexo #2]; y el
tercero, en una encuesta hecha también por Bernal y que Lesserre
respondió por correo electrónico [ver anexo #3].
86
podría decir que esta investigación va desde el año ‘67
hasta el año ‘99, y desde Lacan hasta Miller, si bien que
se tuvo muy en cuenta el aporte de Freud al campo de
la política en el psicoanálisis. En medio de estas fechas
y autores, se pueden situar los textos que sirvieron para
extraer las consecuencias políticas de los testimonios
del pase y la teoría del pase, ellos son: La práctica del
pase, de Esthela Solano (1996); revista Uno por Uno #45
cuyo tema fue “La Escuela con o sin el Pase”, donde se
encuentran los testimonios de Florencia Dassen y
Aníbal Leserre (1997) y El psicoanalista y sus síntomas
(1998), por mencionar sólo algunos de los más
relevantes, textos todos leídos, para esta investigación,
con la metodología del «comentario de texto».112
Ahora bien, de lo que se trata con este ejercicio
de lectura sobre lo que se dice sobre el pase −sobre lo
cual hay muchos más textos, pero que no serán,
paradójicamente, suficientes, para dar una respuesta
definitiva a la pregunta de investigación− es, poder
ubicar, esbozar si se quiere, una serie de nuevas
políticas de la institución analítica y de la dirección de
la cura, que hablen de los efectos que han tenido los
testimonios del pase sobre aquellas.
Hay que tener muy en cuenta, en esta indagación,
que el pase es una experiencia que no debe presentarse
como algo mensurable; es verdad que el pase se ha
vuelto la causa de un deseo en el acercamiento de la
gente al psicoanálisis, y esto ya es un auténtico éxito
del pase, y es muy probable que este solo hecho
modifique la dirección de cura del psicoanálisis. Pero,
¿Cuál es el aporte del AE respecto a la dirección de la
cura? Esta pregunta continuará siendo una pregunta
válida para cualquier trabajo de investigación posterior,
si bien que, una de las virtudes de los resultados de
esta investigación, es adelantar un esbozo importante

112
Un buen ejemplo de investigación con esta metodología, es el
que da Lacan en su seminario «Hamlet: un caso clínico» (En: Lacan
oral. Argentina: Xavier Bóveda Ediciones, 1983).
87
de respuesta a esta pregunta, el cual sirve para mostrar
los efectos de los aportes de los AEs a este nivel.
Es un hecho que, gracias a la puesta en marcha
del dispositivo del pase, se exige cada vez más de los
análisis, se espera más y más y se quiere ir cada vez
más allá, más lejos en la cura de cada sujeto; esto es un
hecho de la experiencia del pase, un hecho político, si
se quiere, y es el pase aquello que lo produjo.
Lo que el pase aporta como crucial y decisivo es
el hecho mismo de dar testimonio de la experiencia
analítica y de lo producido en ella, pero el efecto que
éste tiene sobre las personas y sobre la institución no
es calculable; es solamente verificable, a porteriori,
retroactivamente. En el psicoanálisis hay siempre una
dificultad y es decir cuál es el efecto de fondo del
testimonio; sólo se puede saber de los efectos una vez
que el testimonio se ha cumplido. ¿Se busca también,
con el pase, establecer nuevas vías para la política
lacaniana? Tal vez sería mejor decir que lo que se busca
es saber cuál es su política; lo que se busca es
identificar la política lacaniana. Es el esfuerzo hecho en
esta investigación.
Se tendrá que concluir que los testimonios de los
AEs han tenido un efecto en hacer avanzar la teoría
analítica, es decir, que lo que del pase se deduce para
los psicoanalistas, es que los testimonios son capaces
de hacer avanzar la teoría sobre los problemas cruciales
del psicoanálisis, que es uno de los propósitos de los
pasantes una vez que son nombrados AEs. Pero no hay
que pensar que el pase va a suprimir las increíbles
dificultades que representa la construcción de la teoría
analítica. El desafío actual, como lo es en toda la
ciencia, consiste en enfrentar un saber del cual una sola
persona no puede hacerse cargo. Entonces, hay aquí
una dimensión colectiva que es fundamental en la
orientación de Lacan. Los AEs deben demostrarse
capaces de lo que Lacan llama «ser analista de la
experiencia misma de la comunidad». Y esto tiene un

88
efecto político de carácter internacional, ya que lo que
está en juego en el pase, es el freudismo al nivel de la
comunidad internacional.

4.1.2. Políticas efecto de los testimonios del


pase.
El procedimiento llevado a cavo para la extracción
de unos nuevos principios de política a partir de la
lectura de testimonios del pase y de textos sobre la
teoría del pase, no es otro que el transmitido por
Jacques−Alain Miller en su texto de Política lacaniana,
es decir, «elevar algunos de los acontecimientos,
narrados en y sobre el pase, a principios de política»
[Véase sobre esto los numerales 3.2.1. y 3.2.2.]. Dichos
principios han sido organizados según se trate de
políticas de la institución analítica, políticas dirigidas al
mismo dispositivo del pase, y por último, políticas que
tengan que ver con la dirección de la cura. Estas tres
divisiones son ya un efecto de la lectura hecha y en
ningún momento se había planeado así. Estos tres tipos
de políticas −si se puede decir así− se revelaron, se
fueron imponiendo, en la lectura misma de los
testimonios y la teoría sobre el pase. Al final del
recorrido, hecho todo con la metodología de
«comentario de texto» [véase el numeral 1.5.], se
establecen una serie de principios de los cuales se
evaluará si resultan ser novedosos para orientar, en el
campo lacaniano, la dirección de la cura y la institución
analítica. Pero entes de entrar en materia, se hace
necesario definir el sentido del término «principio», el
cual, hasta ahora, no se ha hecho explícito. La definición
de este término facilitará la instauración y selección de
los principios de política para la institución, para el
pase y para la cura, a partir de los textos en los que se
adelantó esta investigación.

4.1.2.1. Del término «Principio».

89
Sobre el termino «principio», Aníbal Leserre
observa que al hablar sobre él en el psicoanálisis, hay
que subrayar “su acepción lógica, es decir, lo tomamos
como aquello que funda y fundamenta una acción”113,
de tal manera, que los principios de política lacaniana
enumerados hasta ahora [Véase numeral 3.2.6.], sirven,
por tanto, para fundamentar y orientar el accionar de
los analistas dentro de la institución.
En el Diccionario de filosofía de Ferrater Mora, se
dice que Aristóteles y los escolásticos se ocuparon de
pensar lo que caracterizaba a un principio como tal.
Dice, entonces, allí:
“Según Aristóteles, «el carácter común de
todos los principios es el ser la fuente de donde
derivan el ser, o la generación, o el conocimiento»
(ibid., 1013 a 16−18). Para muchos escolásticos,
‘principio es aquello de donde algo procede’,
pudiendo tal «algo» pertenecer a la realidad, al
movimiento o al conocimiento. Ahora bien,
aunque un principio es un «punto de partida, no
parece que todo «punto de partida» pueda ser un
principio. Por este motivo se ha tendido a
reservar el nombre de «principio» a un «punto de
partida» que no sea reducible a otros puntos de
partida, cuando menos a otros puntos de partida
de la misma especie o pertenecientes al mismo
orden. Así, si una ciencia determinada tiene uno o
varios principios, éstos serán tales sólo en cuanto
no haya otros a los cuales pueda reducirse. En
cambio, puede admitirse que los principios de
una determinada ciencia, aunque «puntos de
partida» de tal ciencia, son a su vez dependientes
de ciertos principios superiores y, en último
término, de los llamados «primeros principios»,

113
LESERRE, Aníbal. Una experiencia en curso.... Texto redactado a
partir de la intervención del 14 de julio de 1999, en el espacio de
Enseñanzas del pase. Inédito.
90
prime principia, es decir, «axiomas» o
dignitates.”114
Lo importante a destacar de esta cita, y que sirve
de norte para la selección de los principios extraídos de
la experiencia y los textos sobre el pase, es que un
«principio», definido como «punto de partida», no es
reducible a otros puntos de partida, de tal manera que
los «principios» de política seleccionados deben
cumplir con esta condición fundamental, es decir, que
deben ser «puntos de partida» para regir el accionar del
analista a nivel institucional, a nivel del dispositivo del
pase y a nivel de la dirección de la cura.
Hay que decir que Descartes también se ocupó de
encontrar «principios» que llenaran las siguientes dos
condiciones: “el ser tan claros y evidentes que el
espíritu humano no pudiese dudar de su verdad, y el
ser principios de los cuales pudiese depender el
conocimiento de las demás cosas, y de los cuales pueda
deducirse tal conocimiento. Tales principios serían las
verdaderas «proposiciones máximas».”115
Estas tres condiciones −que el principio no sea
reducible a otros puntos de partida; que sea tal claro y
evidente que no se dude de su verdad, y que de él
dependa el conocimiento de lo demás− guiarán, pues, la
elucidación de los principios de política que se ha
propuesto esta investigación. Ahora bien, se puede
declarar, sin lugar a dudas, que los ocho principios de
la política lacaniana esclarecidos en el capítulo 3 [véase
apartado 3.2.6.], son los prime principia, los «primeros
principios» o principios superiores de la política
lacaniana. De estos ocho axiomas dependerán, sin duda,
los principios que a continuación se enumeran.

4.1.2.2. Políticas a nivel institucional.

114
FERRATER Mora, J. Diccionario de filosofía. Tomo III (K−P).
Barcelona: Ariel, 1994. p. 2907.
115
Ibid. p. 2908.
91
4.1.2.2.1. Instante de ver.
El siguiente es el listado de los principios de
política lacaniana, efecto de los testimonios del pase, a
nivel institucional −principios de la Escuela y de los AEs
y según el modelo extraído de la lectura del texto de
Miller, Política lacaniana [Véase el numeral 3.2.6]−:
1. El pase es condición para la constitución de toda
comunidad analítica de orientación lacaniana.
2. El pase transmite en la Escuela la relación del sujeto
con el deseo del analista.
3. La Escuela es consecuencia de los actos de los AEs.
4. El AE no cede ante lo real en juego en la formación
de los analistas.
5. La posición del AE en la Escuela es la de analizante.
6. El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y
de no modelo.
7. El AE encarna al trabajador decidido.
8. En la Escuela la prudencia es inherente a la política
del uno por uno.
9. La esencia del pase reside en la subversión que
produce al nivel de la jerarquía institucional.
10.La función del AE en la Escuela tiene una duración
de tres años.

4.1.2.2.2. Tiempo de comprender.


El primer principio, que el pase es la “condición
necesaria para la constitución de toda comunidad
analítica”116 que intente ceñirse a la orientación
lacaniana, es un principio que sirve para distinguir a la
Escuela de Lacan como la Escuela del pase. A su vez, el
pase, como momento lógico o topológico, anuda, crea,
un vínculo social nuevo “en el corazón mismo del
funcionamiento de la Escuela”.117 Este vínculo entre la
Escuela y el pase es el que distingue a las instituciones

116
TOTÉ, Susana. La posibilidad por sobre la peste. En: El
psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós, 1998. p.
102.
117
Ibid. p. 103.
92
psicoanalíticas lacanianas de cualquier otro tipo de
institución. La finalidad de la operación y de la
comunidad analíticas es, entonces, el pase. Así lo dice
Leserre en su testimonio: “El pase representa, encarna,
nos da un cierto equivalente de la finalidad de nuestra
operación y de nuestra comunidad”.118
El segundo principio habla de uno de los
propósitos de pase, un propósito que no deja de ser
enigmático para la comunidad de analistas, ya que el
concepto de «deseo del analista» es un concepto que
encierra en sí mismo ésta ambigüedad: que no es fácil
decir el deseo; el deseo es algo escurridizo, que se
desliza entre las palabras y que no se dice
directamente; hay una incompatibilidad estructural
entre el lenguaje y el deseo. Aún así, con el pase se
apuesta a hacer transmisión en la Escuela, y muy
particularmente, se apuesta a “que lo que se puede
transmitir corresponde a una cierta relación con el
deseo”.119 Esta es quizás, “la apuesta más crucial del
Psicoanálisis, aquella que confronta con lo imposible de
la estructura”120, es decir, con lo real. Es, entonces,
decisivo para la Escuela, poder determinar si un analista
posee o no un «deseo de analista» decidido, ya sea para
trabajar por la causa en la Escuela, o para ocupar el
lugar de analista en la dirección de una cura. El pase
sirve, pues, para verificar el deseo del analista, es decir,
que la Escuela, que encarna al Otro que no existe,
apuesta a que el deseo del analista es verificable.
«La Escuela es consecuencia de los actos de los
AEs». Este es un principio crucial, además, es un
principio que se corresponde con el quinto principio de
los prime principia establecidos en el capítulo sobre los

118
LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... En: Uno por Uno. Revista
mundial de psicoanálisis. #45. Primavera 97. Buenos Aires: Paidós,
1997. p. 68.
119
SOLANO, Esthela. Puntuaciones. En: La práctica del pase. Buenos
Aires: EOLIA−Paidós, 1996. p. 114.
120
Ibid.
93
«Principios de política lacaniana» [Ver apartado 3.2.6.],
aquel que dice que «Al acto se lo juzga por sus
consecuencias». Este es pues, un buen ejemplo, de
cómo los principios de una determinada ciencia son, a
su vez, dependientes de principios superiores, tal y
como lo expresa Aristóteles en la definición que da de
principio.
Esta tercera máxima de política a nivel
institucional, es argumentada por Esthela Solano así:
“...«hacerse responsable del progreso de la
Escuela». Este es el sí que se le da a la Escuela,
cuando se pide el Pase: con el riesgo de ser
nombrado el candidato ha aceptado la
responsabilidad que le toca en el progreso de la
Escuela.
Esto es lo que se transformó para mí; es allí
donde hubo un cambio de posición:.
−hay una diferencia entre trabajar, y que la
Escuela se responsabilice de la respuesta que
acuerda a este trabajo, reconociéndolo, ya que, en
este caso, el responsable es el Otro, el que da la
respuesta: "Tú eres mi AME";
−y, por otra parte, dar una respuesta a la
Escuela, que implica que el sujeto es responsable,
toma parte y partido por hacer existir la Escuela.
Aquí el sujeto dice «Tu eres mi Escuela y, en tanto
tal, en lo que eres y cómo eres, eres una
consecuencia de mis actos»”.121
Un poco más adelante agrega: “El Cartel que lo
nomina (al AE) apuesta a que a ese candidato puede
confiársele la Escuela a nivel de la intención: la Escuela
puede ser juzgada a partir de sus AE...”122 Así pues, el
AE de la Escuela es alguien que se hace responsable de
su progreso y que, además, toma parte y partido por
hacerla existir. La posición del analista no es, entonces,

121
SOLANO, Esthela. La práctica del pase. En: La práctica del pase.
Buenos Aires: EOLIA−Paidós, 1996. p. 20.
122
Ibid. p. 27.
94
de cobardía, sino de responsabilidad. La Escuela existe
por sus actos, la existencia de la Escuela depende de la
existencia y el quehacer de los AEs.
El cuarto principio establecido aquí, se
corresponde también con el segundo de los «primeros
principios» de política lacaniana, el que dice que «No
hay que ceder ante lo real en juego en la formación de
los analistas». Por esto, este cuarto principio que se
deriva de aquel, dice que «el AE no cede ante lo real en
juego en la formación de los analistas». El AE tiene
como tarea fundamental, apuntar permanentemente en
la Escuela, tal y como lo hizo en su análisis, a “lo que
cesa de no escribirse”123, es decir, lo real [Véase el
numeral 3.2.3.]. Este principio es, pues, una reiteración
del establecido inicialmente a partir del texto de Miller,
pero no deja de ser importante que aparezca de nuevo
aquí en estrecha relación con la posición del AE de la
Escuela. El AE en la Escuela debe trabajar para “que no
cese de pasar su Pase, que no cese de escribirse el
tratamiento, siempre renovado, de su no querer saber.
Dicho de otro modo: el no cesar de confrontarse a lo
imposible (que) puede conducirlo al ejercicio del bien
decir, como modo incesante «de tratar el goce por
medio del discurso»”.124
Y con relación, justamente, a la posición del AE,
este quinto principio sirve para indicarla: «La posición
del AE en la Escuela es la de analizante»; en este
sentido, Esthela Solano dice que “El AE no entra en
función como Amo, sino en el lugar del esclavo que
trabaja para producir un significante nuevo. Esta
función supone un nuevo pacto del sujeto con la causa
analítica, en relación con la Escuela y en lo que se
realiza como estilo de vida. Este nuevo pacto puede
significar, también, querer ir más allá de la operación
analítica, querer saber un poco más, querer arrancar

123
Ibid.
124
Ibid. p. 39.
95
otro pedazo de lo real.”125 Así pues, la posición del AE
como enseñante, es la posición del analizante. Es una
posición en la que se privilegia, como dice Solano,126 la
invención de saber, puesto que, para enseñar, hay que
separarse del Otro del saber e iniciar una indagación de
esa la falla de saber en el Otro para poder producir, en
la medida de lo posible, algo nuevo en relación con lo
ya dicho por el Otro. La posición del AE, como
analizante, requiere, entonces, “...(de) una relación
renovada al saber (...) (y) estar a la altura de una
respuesta políticamente analítica, que reconozca la
diversidad y la haga valer en sus consecuencias”.127
Consecuentemente con lo anterior, es que se hace
posible introducir el sexto principio establecido aquí:
«El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y de
no modelo». También es un principio extraído de la
enseñanza de Esthela Solano, cuando dice que “su
creación (la del AE) consiste en hacer algo a partir del
«ex−nihilo» proveniente del colmo de destitución
subjetiva, que resulta de su análisis y es redoblada por
la nominación”.128 La destitución subjetiva es una
noción que hace referencia al término de la relación
transferencial con el analista y a la caída de dicho
analista como sujeto soporte de la transferencia
analítica. Así pues, la creatividad del AE sólo se pone en
juego en la medida en que ha habido dicha destitución,
y su creación, en tanto es algo singular, no debe servir
como modelo para otro AE; sería una contradicción que
un AE tome como modelo la creación de otro AE cuando
de lo que se trata es de que cada AE produzca un nuevo
saber, produzca un nuevo significante que horade en lo

125
Ibid. p. 33.
126
Ibid. p. 113.
127
DASSEN, Florencia. El síntoma después del pase. En: El
psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós, 1998. p.
47.
128
SOLANO, Esthela. Op. Cit. p. 39.
96
real, que es, justamente, en lo que consiste su tarea
creativa.
Otra manera de plantear lo anterior, es diciendo
que el AE tiene la tarea, en la Escuela, de hacer
«matema», es decir, transmisión: transformar lo que su
análisis le enseñó en un bien común. De lo que se trata
es de transmitir a otros, aquello que el acto analítico ha
producido como saber en el lugar de la verdad. Al
respecto dice Solano lo siguiente: “Aquí, transmisión no
equivale tanto a enseñanza, sino que sería más bien del
orden de la virtud, ya que se trata de transmitir algo
que no está articulado como un saber, para que sea
enseñable. Dicho de otro modo, ¿cómo hacer matema,
es decir, transmisión, de lo más singular de un decir,
que se recorta como producido en la experiencia,
extraído de la secuencia de los dichos? Esto se juega en
un modo de decir, que marca el estilo”.129 Es, pues,
función de los AEs, transformar su satisfacción
personal en el análisis −palabras de Solano130−, lo que su
análisis les enseñó, en un bien común, es decir, en un
saber transmisible a otros. En otros términos, la función
del pase en la Escuela apunta a “demostrar y transmitir
que la experiencia analítica no es del orden de lo
inefable, y que el pasaje de analizante a analista no
involucra una experiencia mística. Es decir que hay en
ello un esfuerzo epistémico para hacer pasar al
psicoanálisis al terreno de la ciencia, aunque en rigor se
trate de una praxis”.131 El pase, entonces, “se sostiene en
el trípode clínico, científico y político que J.-A. Miller
aísla como inherentes a la experiencia” 132 analítica.
Por todo lo anterior −porque su deseo está en
juego, porque no cede ante lo real en juego, porque es
un analizante obligado a producir, a crear un nuevo

129
Ibid. p. 38−39.
130
Ibid. p. 20.
131
SOLANO, Esthela. Puntuaciones. Op. Cit. p. 111.
132
ERNETA, Luis. Los tiempos del cartel. En: El psicoanalista y sus
síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós. 1998. p. 82.
97
saber− es que «el AE encarna al trabajador decidido», es
decir, a ese sujeto que merece verdaderamente ser
llamado así: «trabajador decidido»; es él el que
demuestra tener el deseo decidido de trabajar por la
Escuela; es él el que demuestra tener una transferencia
de trabajo renovada hacia la causa que Freud fundó. El
AE encarna verdaderamente al trabajador decidido. Los
AEs “Nos presentan una verdad de las escuelas, es
decir, la promoción que hicimos como significante amo
de la Escuela, el trabajador decidido. Y eso está
intensificado en la persona de los AE. Es decir que una
verdad de la Escuela es la existencia y la exigencia de un
fuerte superyó que hemos creado. Un superyó que dice:
habla, continúa hablando, diferente del análisis pero
que toma la secuencia del análisis”.133 Se trata de un
superyó que obliga al AE a trabajar decididamente por
la causa que lo convoca.
Es indudable que este séptimo principio se
vincula estrechamente −si no es que se deriva de él− con
el tercero de los «principios superiores» de la política
lacaniana [Ver apartado 3.2.6], el que dice que «La
enseñanza del psicoanálisis (sólo) se transmite de un
sujeto a otro por las vías de una transferencia de
trabajo». Quien mejor que un AE para alojar y producir
dicha transferencia dada su posición de trabajador
decidido, de analizante. Es su vínculo con el trabajo lo
que desencadena esa transferencia fértil que hace
posible la transmisión de una enseñanza a otros.
El octavo principio expuesto aquí, alude, de
manera particular, a la posición ética del analista en su
práctica clínica: «En la Escuela la prudencia es inherente
a la política del uno por uno». Es un principio que
implica hacer de la prudencia, una política, de ahí que
se constituya, precisamente, en un principio importante
que sirve para regula los actos de los AEs en la Escuela,
así como la neutralidad analítica regula la posición del

133
MILLER, Jacques−Alain. Intervenciones. En: El psicoanalista y sus
síntomas. EOL-Paidós. Buenos Aires. 1998. p. 75.
98
analista en el dispositivo del análisis. “La prudencia es
inherente a la política del uno por uno”,134 a lo que le
hace eco Miller cuando dice que “Los informes (...) de lo
ideal de la neutralidad analítica, apuntan a una cierta
neutralidad, objetividad, prudencia, anuncian una cierta
prudencia, cuando los testimonios necesariamente
tienen un componente «personal», una implicación
subjetiva”.135
El noveno principio, es un principio que habla de
los efectos que se espera produzca el pase en la
institución: «La esencia del pase reside en la subversión
que produce al nivel de la jerarquía institucional». El
pase, pues, tiene como principio, producir una
subversión en la Escuela. En la Escuela el pase
promueve “una mutación fundamental, un
desplazamiento en los hábitos y costumbres de la
incorporación a un grupo analítico”.136 El pase está
hecho para desplazar, para hacer una pequeña
hendidura, para hacer “vacilar los semblantes de la
institución analítica”.137 Así pues, La esencia del pase
reside en la subversión que produce al nivel de la
jerarquía institucional. El sujeto que es promovido
como AE, pasa a tener en la Escuela un lugar destacado
“que no ha conquistado por ninguno de los medios
habituales en los grupos humanos; no lo ha
conquistado por un trabajo teórico, por un trabajo al
servicio de la comunidad, no lo ha conquistado por
carisma, no lo ha conquistado por astucia en las
relaciones humanas. Lo ha conquistado por algo
totalmente subjetivo, secreto, que admitimos nosotros,

134
ERNETA, Luis. Op. Cit. p. 84.
135
MILLER, Jacques−Alain. Debate. En: Uno por Uno. Revista
mundial de psicoanálisis (Nº 45. Primavera 97) Buenos Aires:
Paidós, 1997. p. 68.
136
NEPOMIACHI, Ricardo. La entrada por el pase. En: El
psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós, 1998. p.
88.
137
MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 69.
99
que hemos admitido sin saber nada de (él)”.138 El sujeto
nominado AE de la Escuela, produce una subversión tal
en ella, que pasa de inmediato a ser objeto del mayor
interés; se convierte en una “vedette”. Se puede tratar
de alguien que nunca estuvo en puestos destacados
dentro de la institución; alguien sin un nombre o una
posición vistosa dentro de la Escuela, y que de un
momento a otro, por su nominación, viene a ocupar el
lugar de la “cúspide” dentro de la Escuela. Ya no es más
el burócrata el que ocupa este lugar; quien
verdaderamente ocupa un lugar destacado es el esclavo,
el analizante, el trabajador decidido de la Escuela,
subvirtiendo así toda la jerarquía que se pueda haber
constituido en la institución.
El último principio establecido para la institución
Escuela, es más que todo un formalismo, que además,
está siendo revisado en este momento por algunas de
las Escuelas de la AMP en el mundo, de tal manera que
es un principio que muy probablemente será
modificado en un futuro próximo, pero que, hoy por
hoy, hace parte de los axiomas que apuntan a dictar las
políticas del pase en su relación con la institución
analítica: «La función del AE en la Escuela tiene una
duración de tres años». Para la Escuela, la posición del
AE es precaria, es decir, “que su función se ejerce de
manera revocable y (...) que su porvenir y duración no
están asegurados. El AE no es un propietario
sólidamente instalado en una posición estable, es más
bien un pasajero que pasa un cierto tiempo en una
situación de precariedad.. Pero es al precario AE a quien
Lacan confía su Escuela. Es al AE a quien le imputa el
poder testimoniar de los problemas cruciales para el
psicoanálisis.”139 El AE está, entonces, para contribuir de
manera activa con la institución, aportando su trabajo a
la Escuela, durante los tres años que dura su función.

138
Ibid. p. 68−69.
139
SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 32.
100
“La apuesta es la de lograr hacer algo transmisible de lo
más crucial de la experiencia analítica.”140

4.1.2.3. Políticas a nivel del dispositivo del


pase.
4.1.2.3.1. Instante de ver.
El siguiente es el listado de los principios de
política lacaniana, efecto de los testimonios del pase, a
nivel del dispositivo del pase:
1. En el pase no hay standard.
2. El pase se hace uno por uno.
3. El pase es la articulación entre lo más singular y lo
generalizable de un saber.
4. El pase debe contribuir al saber psicoanalítico.
5. El pase da cuenta de la falla en el saber que revela el
testimonio.
6. El pase enseña que no hay saber sobre el ser del
analista.
7. La ética del pase es la del bien-decir.
8. Los testimonios de los AE no sirven para todos los
pasantes.

4.1.2.3.2. Tiempo de comprender.


Lo primero que hay que señalar, y subrayar, con
respecto al primer principio planteado en este apartado,
es que se está “en un ámbito sin reglas”.141 Pero si «en el
pase no hay standard», es en el sentido de que “Los que
se encuentran para hacer el pase, el pasante, los
pasadores, inventan un modo de relacionarse, un modo
de comunicar”.142 Que no haya standard no significa que
se trata de un procedimiento no reglamentado, es decir,
que se trata de un dispositivo que no obedece a una
lógica, a unos principios y a unos fines. Si no hay aún

140
Ibid. p. 38−39.
141
MILLER, Jacques−Alain. Intervenciones. En: El psicoanalista y sus
síntomas. Op. Cit. p. 108−109.
142
LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... Op. Cit. p. 67−68.
101
un standard, es porque “...no se ha cristalizado un
standard del testimonio de AE”,143 pero el pase como
dispositivo, responde a una lógica que regula su uso
dentro de la institución analítica.
Y dentro de esa lógica que regula al dispositivo
del pase, está por ejemplo, el hecho de que el pase se
hace “uno por uno, cada vez”.144 Este segundo principio
señalado aquí alude, a su vez, a la experiencia del
análisis, la cual no es colectiva; así como no se puede
hacer un análisis en grupo, tampoco se demanda el
pase en masa. Ambas experiencias son responsabilidad
de cada sujeto «uno por uno».
El tercer principio es un axioma que guía la
elaboración de testimonio del pasador. Es casi un
requisito en la elaboración del testimonio, que el pase
posibilite “esta inédita articulación entre lo más
singular del sujeto y lo generalizable de un saber
expuesto”.145 Este es un principio que guía tanto al
pasante, que es quien elabora el testimonio, como al
pasador y al cartel del pase, que son los que lo
escuchan.
El cuarto principio se articula muy
estrechamente con los principios expuestos en el
apartado anterior [4.1.2.2.] sobre las políticas del pase a
nivel institucional, particularmente con el quinto y el
sexto principio [véase el numeral 4.1.2.2.2], en donde el
tema fundamental es la producción de un saber inédito.
Por esta razón, este cuarto principio insiste en que el
resultado del pase debe ser “su contribución al
saber”,146 de tal manera que “...los testimonios (sean)
una elaboración de saber sobre la verdad revelada”.147

143
MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 69.
144
POJOMOVSKY, Daniel. La ingenuidad del pasador. En: La práctica
del pase. Op. Cit. p. 63.
145
GOROSTIZA, Leonardo. Un amor impío. En: La práctica del pase.
Op. Cit. p. 87.
146
ARAMBURU, Javier. Creer o saber. En: La práctica del pase. Op.
Cit. p. 81.
147
MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 68.
102
Del pase ha de surgir una elaboración de saber que se
vuelva transmisible, saber que se relaciona con un
núcleo de verdad particular del pasante y que se ha de
transformar en un saber generalizable, tal y como lo
indica el principio inmediatamente anterior a este.
El quinto principio −«El pase da cuenta de la falla
en el saber que revela el testimonio»− es un principio
que va de la mano con el anterior, a pesar de que ambos
principios parezcan, en apariencia, antagónicos. Y es
que el pase no solamente crea y matematiza un nuevo
saber, sino que él también tiene como principio precisar
“la falla del saber que revela el testimonio”148 del
pasante. Hay creación de un nuevo significante, pero
también se devela la falla que hay estructuralmente en
todo saber. Estos dos principios operan el uno con el
otro, de tal manera que el primero trasgrede el límite en
el saber, y el otro establece un nuevo límite en él, un
agujero. Y si la Escuela sabe de agujeros en el saber, es
precisamente porque éste lleva por nombre «ser del
analista». Por esta razón, el sexto principio aquí
planteado dice que «El pase enseña que no hay saber
sobre el ser del analista» Es esta falla en el saber lo que
está en el corazón de la Escuela y que es, a su vez, su
razón de ser [Véase sobre este tema el numeral 3.3.1].
“...el primer saber que funda el pase es que no hay
saber universal sobre el ser del analista, pero, y al
mismo tiempo, que no hay analista sin transmisión”.149
El séptimo principio aquí planteado, es un
principio que se corresponde con la ética propia del
psicoanálisis: «La ética del pase es la del bien-decir». En
el pase la relación del pasante con el saber se conjuga
“con el esfuerzo del bien-decir”,150 de tal manera que se
haga de esta combinación misma, algo transmisible. La

148
SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 39−40.
149
ARAMBURU, Javier. Creer o saber. En: La práctica del pase. Op.
Cit. p. 82.
150
TENDLARZ, Silvia Elena. Dejar-ser. En: La práctica del pase. Op.
Cit. p. 106.
103
ética del psicoanálisis se define como una ética del bien
decir [Ver apartado 3.3.2]; es una ética que se extiende,
por tanto, al dispositivo del pase que aquél instauró.
El último principio aquí planteado es más que
todo un principio operativo, un principio que se
corresponde con el sexto principio planteado en el
apartado anterior −«El AE de la Escuela vale como
ejemplo de creación y de no modelo»−, sobretodo en su
última parte, la de que el AE no es modelo para otros
pasantes y mucho menos para otros AEs. De este modo,
los testimonios de los AE, “no son para todos los
pasantes y no son para los pasadores”.151 Y es
precisamente a este aspecto que se refiere el primer
principio aquí planteado, de que en el pase no hay
standard, es decir, que un testimonio no sirve como
modelo para otros pasantes y pasadores que estén
trabajando en el dispositivo, ya sea dando testimonio
de un fin de análisis, ya sea escuchando dicha
demostración. Por esto Leserre insiste en que se trata
de inventar una forma de relacionarse y una manera de
comunicar el testimonio, cada vez, uno por uno.

4.1.2.4. Políticas a nivel de la dirección de la


cura.
4.1.2.4.1. Instante de ver.
El siguiente es el listado de los principios de
política lacaniana, efecto de los testimonios del pase, a
nivel, específicamente, de la dirección de la cura:
1. Por el pase el psicoanálisis interroga su clínica.
2. El pase modifica la teoría sobre el final del análisis.
3. La clínica es el amo del psicoanalista.
4. Lo universal se entiende mejor cuando se agrega la
marca de lo particular.
5. El pase es el reverso de la búsqueda de sentido.
6. El deseo del analista es lo que en última instancia
opera en el análisis.

151
MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 82.
104
4.1.2.4.2. Tiempo de comprender.
El primer principio planteado aquí dice que “...por
el dispositivo del pase, el psicoanálisis interroga su
clínica”.152 Esta ya claro que una de las políticas del
psicoanálisis es poner su practica clínica y su teoría, en
el tribunal de la razón. El dispositivo del pase está
hecho para darle a la práctica analítica los medios para
ser juzgada en el tribunal de la razón, lo cual tiene
como propósito poder darle al psicoanálisis un estatuto
científico. Ahora bien, los testimonios del pase tienen la
virtud de interrogar, ellos mismos, a la experiencia
analítica, no sólo la de cada pasador, sino también, toda
la clínica. Es gracias al dispositivo del pase y a los
testimonios que allí se presentan, que la clínica
psicoanalítica se ha transformado, y muy
probablemente se seguirá renovando en la medida en
que se escuchen más y más testimonios.
Un buen ejemplo de lo anterior, y que se enlaza
directamente con el segundo principio planteado aquí
−«El pase modifica la teoría sobre el final del análisis»−
es el vuelco que le da Jacques−Alain Miller a la
concepción que se tiene sobre el fin de análisis,
desplazando el acento desde el «atravesamiento del
fantasma», hasta la «identificación con el síntoma», giro
planteado en su texto El hueso de un análisis a partir de
escuchar testimonios del pase. Dice él allí:
“Lacan dijo que su pase era un fracaso. El
pase, tal como él lo definió inicialmente por el
atravesamiento del fantasma es un fracaso, y
además es lo que observamos en los pases
efectivos. En un pase efectivo, observamos alguna
cosa más compleja que un atravesamiento y es
eso lo que me gustaría indicar para que en el gran
trabajo colectivo de las escuelas y de la AMP
estemos más cerca de aquello que hacemos

152
TOTÉ, Susana. La posibilidad por sobre la peste. Op. Cit. p. 97.
105
efectivamente y que, sin duda, es más modesto
que un atravesamiento, pero mucho más
efectivo.153
Es un hecho entre político, epistemológico y
clínico, que “...el pase modifica (la teoría sobre) el final
del análisis.154 Esto es algo que se irá demostrando en el
uno por uno en que el dispositivo funciona, y es la
forma que tiene el saber psicoanalítico para renovarse y
avanzar a la manera del discurso de la ciencia.
También Marie−Hélène Brousse coincide con
Miller en esta apreciación. Dice ella en su seminario Los
cuatro discursos y el Otro de la modernidad:
“...la experiencia de los carteles del pase −y
aún soy miembro de un cartel del pase−, nos
enseñó y no había manera de ignorarlo, que los
pasantes no hablan de atravesamiento del
fantasma, buscaban eso como locos porque
sabían que estaba en la teoría, pero de verdad, es
decir, incluso de manera que les pudiera
convencer, no conseguían localizar este
atravesamiento. Hablaban de cambios, de
desplazamientos, hablaban de caída, de cambios
en el campo del goce inclusive, pero sin realmente
poder localizarlo como precisamente
atravesamiento del fantasma, y parecía que el
fantasma seguía, seguía...
“Tenemos que tomar en cuenta lo real de la
clínica, es la lección de Freud y de Lacan. ¿Dé qué
hubiera servido rechazar estos testimonios
porque no nos presentaban fórmulas limpias del
atravesamiento del fantasma? Mejor trabajar de
nuevo sobre el concepto. La clínica como lo he
dicho es el amo, es el amo del psicoanalista, lo
real de la clínica es nuestro único amo verdadero

153
MILLER, Jacques−Alain. El hueso de un análisis. Buenos Aires:
Tres haches, 1998. p. 61.
154
SCHWINDT, Germán Aníbal. Comentario sobre el pase. En: La
práctica del pase. Op. Cit. p. 101.
106
y también fue el amo de Freud y de Lacan, es el
amo del psicoanalista.”155
¿Por qué cambiar la concepción que se tiene sobre
el final de la cura, es una manera de interrogar a la
clínica psicoanalítica? Porque la forma como se dirige la
cura de un caso clínico, depende del tipo de teoría que
el analista tenga sobre el final, sobre cómo debe
terminar un caso clínico. Y los pases que se han hecho
efectivos han ido modificando dicha teoría sobre el
final del análisis.
Estos dos principios −el pase interroga la clínica y
modifica la teoría del final del análisis− no van,
entonces, el uno sin el otro; se conjugan de modo tal
que se puede decir que cada vez que un testimonio
interrogue la clínica, esto conducirá, sino
inmediatamente, sí poco a poco, a una modificación de
la teoría.
Se desemboca, entonces, en el tercer principio,
escrito de la manera como lo consigna Brousse: «La
clínica es el amo del psicoanalista». Es la explicitación
de un principio que ha acompañado al psicoanálisis en
su dimensión clínica desde el mismo momento en que
se interesó en los neuróticos; es un principio que ha
guiado, desde Freud, la formalización del psicoanálisis,
pero que ahora se ve reforzado por las consecuencias
que ha tenido la experiencia del pase, que se muestra
como una experiencia efectiva en hacer avanzar a la
teoría.
El cuarto principio es, como dice Miller, un
verdadero principio lacaniano: que “lo que se presenta
como universal se entiende mejor cuando se agrega la
marca de lo particular. (...) Es en el momento en que se
particulariza que tiene una suerte de devenir una
lección general”.156 Es un principio que se ha develado

155
BROUSSE, Marie−Hélène. Los 4 discursos y el Otro de la
modernidad. Santiago de Cali: Letra, 1999. p.155.
156
MILLER, Jacques−Alain. Intervenciones. En: El psicoanalista y sus
síntomas. Op. Cit. p. 76.
107
de gran utilidad a la hora de transmitir una enseñanza
sobre ese íntimo saber que se extrae de una experiencia
de análisis, saber que ha de servir a toda la comunidad
de analistas; es a lo que apuesta una Escuela del pase.
Es un principio se impone como política de toda
institución que se interese en hacer transmisión y
enseñanza, es decir, extensión del psicoanálisis; es un
axioma útil e importante para todo analista miembro de
una Escuela que participa en la tarea de extensión del
discurso psicoanalítico. Este principio, presentado aquí
como política de la dirección de la cura, es una
reiteración del tercer principio presentado como
política a nivel de del dispositivo del pase, y que dice
que «el pase es la articulación entre lo más singular y lo
generalizable de un saber».
El quinto principio expuesto aquí −«El pase es el
reverso de la búsqueda de sentido»−, es un principio
que abarca a la dirección de la cura toda. Es el axioma
lacaniano que enmarca a la ética del psicoanálisis y del
analista en el dispositivo del análisis, por eso se puede
parodiar diciéndolo así, que «el análisis es el reverso de
la búsqueda de sentido». Es un principio que se
corresponde con la política del psicoanálisis de apuntar
siempre a lo real del goce del sujeto, es decir, a aquello
que retorna en él como un sinsentido. El pase, como el
psicoanálisis, es el reverso de la búsqueda de sentido
como “búsqueda de consistencia del Otro”157. El «camino
del psicoanalizante», como caída del Ideal de sentido,
“es el camino del pase”.158 No existe otro camino para el
sujeto que desea llegar a extraer un saber sobre el goce
que está en el lugar de la causa de su deseo, y esta es,
precisamente, la tarea de todo pasante: dar cuenta de
“Lo incurable de lo real, (que es lo que) crea el deseo de

157
LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... Op. Cit. p. 58.
158
Ibid. p. 58.
108
saber mismo.”159. Es, además, la política de base del
psicoanálisis lacaniano: tratar con lo real.
El sexto principio expuesto aquí, alude,
precisamente, a ese «deseo del analista», que no por ser
enigmático, se puede dilucidar como un operador que
ocupa “...el lugar de agente como semblante de objeto
«a» en el discurso”.160 El pase enseña que dicho deseo
queda ubicado “como aquello que en última instancia
opera en el análisis”.161 Esto que puede no tener nada de
nuevo para el analista lacaniano, el pase los ilustra, una
y otra vez, con cada nuevo AE. Es de aclarar, eso sí, que
“...las articulaciones sobre el deseo del psicoanalista no
tienen nada que ver con el deseo de querer ser
psicoanalista”.162 Si algo distingue al deseo del analista
es su “enunciación como x”163 en la dirección de una
cura; éste es su sentido y su lugar en aquella.

4.2. Momento de concluir: Identificación de la


política lacaniana.
Este trabajo de investigación permitió establecer,
de manera metódica, algunos de los principios de
política lacaniana −prime principia− que Jacques−Alain
Miller produjo en su texto Política lacaniana [Véase el
numeral 3.2.6]. Ellos son, para su recuerdo, los
siguientes:
9. Plantear los principios sin importar lo radicales que
sean.
10.No ceder ante lo real en juego en la formación de los
analistas.

159
DASSEN, Florencia. Una mirada rasgada. Uno por Uno. Revista
Mundial de Psicoanálisis. Primavera ’97. #45. Paidós, Buenos Aires,
1997. p. 57.
160
LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... Op. Cit. p. 60.
161
Ibid. p. 61.
162
Ibid. p. 59.
163
Ibid. p. 59.
109
11.La enseñanza del psicoanálisis se transmite de un
sujeto a otro por las vías de una transferencia de
trabajo.
12.El error por buena fe es imperdonable.
13.Al acto se lo juzga por sus consecuencias.
14.Hay que contar siempre con el Otro.
15.El analista sólo se autoriza de sí mismo.
16.Un significante puede recibir significados muy
diferentes a lo largo del tiempo.
¿Qué otros principios se pueden agregar a éstos, a
partir de esta investigación sobre los testimonios y la
teoría del pase? Primero hay que decir que algunos de
los principios de política lacaniana que se acaban de
enumerar, han sido encontrados como fundamentales
en todo lo que tiene que ver con el dispositivo del pase.
Por ejemplo, el segundo de los principios establecidos
−«no ceder ante lo real en juego en la formación de los
analistas»− parece ser el más importante de todos. La
Escuela, el dispositivo y la cura de un sujeto, todos
giran alrededor de «lo real»; lo real está en el centro de
la Escuela, del pase y de todo análisis. Los tres −Escuela,
pase y cura− están hechos para responder a ese real que
habita en todo discurso; los tres están hechos para
responder a ese real, real que en la Escuela, es uno de
sus pilares, real que en el pase, es de lo que se da
cuenta; real que en la cura, es su producto bajo la forma
del resto, del objeto «a».
Sobre el tercer principio −«La enseñanza del
psicoanálisis se transmite de un sujeto a otro por las
vías de una transferencia de trabajo»− hay que decir
que todo lo que funciona en la Escuela, y por lo tanto en
el dispositivo del pase, con todos sus trámites, es la
«transferencia de trabajo». Además, ésta es el destino
de la pulsión del AE en la Escuela. Florencia Dassen dice
claramente que el pase permite que se devele el deseo
del analista, “...nuevo destino de la pulsión de muerte,
como el mejor modo de hacer de ese borde abyecto un

110
borde cómico, una trasposición del desecho en resto”.164
Es decir que el pase instaura “Un deseo de saber, como
enfermedad nueva, la enfermedad del psicoanálisis”.165
Dicho deseo de saber es lo que se denomina en el
psicoanálisis lacaniano «transferencia de trabajo»
[Véase para complementar el noveno principio del
numeral 4.1.2.2.].
El quinto principio −«Al acto se lo juzga por sus
consecuencias»− está presente permanentemente, tanto
en la dirección de la cura, como en el dispositivo del
pase y la Escuela. Esthela Solano, cuando habla de la
responsabilidad del AE en la Escuela, dice, sin dudarlo,
que dicho sujeto reconocerá que la Escuela “«...en lo
que (es) y cómo (es), (es) una consecuencia de (sus)
actos»”.166 Recuérdese que la ética del psicoanálisis es
una ética que se ha definido como ética de la
responsabilidad, y esto constituye la posición política
del analista en la cura, en el dispositivo y en la Escuela
[Véase el numeral 2.3.3. y 3.2.4.].
Sin el sexto principio −«Hay que contar siempre
con el Otro»− no sería posible el funcionamiento del
dispositivo del pase en la Escuela. La Escuela “...encarna
al Otro que no existe”167, y es porque hace existir al Otro
por lo que se hace posible el dispositivo del pase; si
bien al final del análisis hay la caída del Otro, la
verificación de su incompletud y su inconsistencia, la
demanda del pase hace saber que la Escuela pasa a ser
ese “...Otro que funciona (y) al cual se le puede dirigir la
demanda”.168 Esto tiene una consecuencia directa sobre
el séptimo principio de política lacaniana, uno de los
más importantes −«El analista sólo se autoriza de sí
mismo»−, y es que, el analista, como lo advirtió Lacan,

164
DASSEN, Florencia. Una mirada rasgada. p. 56.
165
Ibid. p. 57.
166
SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 20.
167
NAPARSTEK, Fabián. Comentario sobre «La hora de la verdad
para la demanda de pase». En: La práctica del pase. Ibid. p. 97.
168
Ibid. p. 97.
111
no solo se autoriza de si mismo, sino también de
algunos otros. En este caso, de Otro, es decir, de su
Escuela [Véase el numeral 3.2.5.].
El octavo principio −«Un significante puede
recibir significados muy diferentes a lo largo del
tiempo»− sí que debe ser tenido muy en cuenta cuando
de los testimonios del pase se trata, por una razón
fundamental, y es que el AE de la Escuela es un sujeto
avocado a la creación: “su creación consiste en hacer
algo a partir del «ex−nihilo» proveniente del colmo de
destitución subjetiva, que resulta de su análisis y es
redoblada por la nominación”.169 Así pues, la posición
del AE, que es la posición de enseñante en la Escuela, es
por tanto, como lo dice Solano, “la posición de la
invención de saber (...) (para) producir, en la medida de
lo posible, algo nuevo de lo que el Otro ha dicho”.170 Ese
«algo nuevo» que el AE puede producir es precisamente
un nuevo significado para un significante establecido
por la teoría psicoanalítica. Esto es absolutamente
coherente con la tarea del AE de hacer avanzar la teoría
sobre los problemas cruciales del psicoanálisis.
El primero y el cuarto principios −«Plantear los
principios sin importar lo radicales que sean» y «El
error por buena fe es imperdonable», respectivamente−
han de servir como políticas para la tarea, que es
permanente, de establecer los principios de política
lacaniana a partir del dispositivo del pase y sus efectos
tanto en el ámbito clínico, como en el epistémico y el
político. Se puede, entonces, agregar a los ocho
principios establecidos por Jacques−Alain Miller, de
acuerdo a las tres divisiones establecidas en el numeral
anterior, y continuando con su enumeración, los
siguientes, los cuales se han develado, en esta
investigación, como los más relevantes:

169
SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 39.
170
SOLANO, Esthela. Puntuaciones. Ibid. p. 113.
112
A nivel institucional:
9. El pase es condición para la constitución de toda
comunidad analítica de orientación lacaniana.
10.El pase transmite en la Escuela la relación del sujeto
con el deseo del analista.
11.La Escuela es consecuencia de los actos de los AEs.
12.El AE no cede ante lo real en juego en la formación
de los analistas.
13.La posición del AE en la Escuela es la de analizante.
14.El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y
de no modelo.
15.El AE encarna al trabajador decidido.
16.En la Escuela la prudencia es inherente a la política
del uno por uno.
17.La esencia del pase reside en la subversión que
produce al nivel de la jerarquía institucional.
18.La función del AE en la Escuela tiene una duración
de tres años.

A nivel del dispositivo:


19.En el pase no hay standard.
20.El pase se hace uno por uno.
21.El pase es la articulación entre lo más singular y lo
generalizable de un saber.
22.El pase debe contribuir al saber psicoanalítico.
23.El pase da cuenta de la falla en el saber que revela el
testimonio.
24.El pase enseña que no hay saber sobre el ser del
analista.
25.La ética del pase es la del bien-decir.
26.Los testimonios de los AE no sirven para todos los
pasantes.

A nivel de la dirección de la cura:


27.Por el pase el psicoanálisis interroga su clínica.
28.El pase modifica la teoría sobre el final del análisis.
29.La clínica es el amo del psicoanalista.

113
30.Lo universal se entiende mejor cuando se agrega la
marca de lo particular.
31.El pase es el reverso de la búsqueda de sentido.
32.El deseo del analista es lo que en última instancia
opera en el análisis.

Todos estos principios, establecidos aquí por


primera vez, son propuestos como hipótesis, es decir,
se plantean para ser discutidos por la comunidad a
quien va dirigida esta investigación. Muy probablemente
ellos servirán de base para futuras investigaciones
sobre este tema y sufrirán modificaciones,
estratificaciones y reducciones en el transcurso de
aquellas. Estos principios de política lacaniana, efecto
de los testimonios del pase y de la teoría originada a
partir de dichos testimonios, dirigidos ellos a cada uno
de los tres niveles propuestos −la institución, el pase
mismo y la dirección de la cura−, probablemente no son
los únicos, y futuros testimonios y su estudio
procurarán cernir, cada vez más y de una manera más
clara, los principios de dicha política.
De lo que sí dan cuenta los testimonios es de la
diversidad de lo heterogéneo. Este es el aspecto clínico
del pase: que dicha diversidad implica la manera
singular de pasar la experiencia del análisis al discurso
psicoanalítico. A nivel epistemológico, lo fundamental
está en lo que cada testimonio considera un problema
crucial del psicoanálisis. En cuanto al rasgo político, el
cual vale para todos los AEs, está el hacerse cargo de la
experiencia de la Escuela. Se puede pensar que las
condiciones particulares de cada Escuela pueden hacer
variar las formas, las maneras de hacer política, pero es
claro que el AE es miembro, y por tanto, responsable
del progreso y la existencia de la Escuela. Estas tres
caras del pase −institucional, epistémica y clínica−
hacen parte su armazón y no parece posible
desanudarlas o tratarlas con independencia.

114
Entonces, a la pregunta ¿Se busca con el pase la
construcción de nuevas vías para la política
lacaniana?171 Se puede responder que sí, que con el pase
se buscan nuevas vías, tomando estas vías en el sentido
de principios en su acepción lógica: como aquello que
funda y fundamenta una acción. Es un hecho, entonces,
que los testimonios de los AEs han tenido un efecto en
hacer avanzar la teoría analítica, es decir, que lo que se
deduce del pase es que los testimonios de los AEs han
hecho avanzar la teoría sobre los problemas cruciales
del psicoanálisis. Así pues, la hipótesis de este trabajo
de investigación resulta confirmada.
La extensión cada vez mayor del dispositivo del
pase hace que las consecuencias del mismo en la
comunidad analítica estén todavía por verse de manera
más clara y radical. La elaboración de los testimonios en
las enseñanzas y su recepción en la comunidad analítica
no dejará de tener efectos políticos −a la vez que
clínicos y epistemológicos−. Recibir la nominación de
AE conlleva aceptar la responsabilidad de producir
enseñanzas durante el lapso de tres años en el marco
de la Escuela. Ubicar un decir singular en lo plural de
las enseñanzas del pase se hace bajo el principio
sostenido por Lacan en su Proposición al establecer la
diferencia entre grados y jerarquías: el principio
de «volverse responsable del progreso de la Escuela,
volverse psicoanalista de su experiencia misma». Se
trata de la experiencia de Escuela, una experiencia que
tiene como axioma, evitar obturar lo nuevo
reduciéndolo a lo conocido, a lo homogéneo. Esto es
absolutamente coherente con la recomendación de
Freud de no encasillar de antemano un caso en lo ya
sabido. De aquí, entonces, que el AE de la Escuela valga

171
Ver anexo #2: Entrevista a Florencia Dassen con ocasión de IIº
Encuentro Colombiano del Campo Freudiano. Medellín, abril 28 al
30 de 2000. Organizado por Praxis, grupo de investigación de
Medellín sobre la práctica analítica y el Departamento de
psicoanálisis de la U. de A.
115
como ejemplo de creación y que los testimonios de los
AE no sirvan para todos los pasantes. La experiencia del
pase está ligada a lo heterogéneo, a lo no sabido de
antemano. Y esto es lo que hace la dificultad de esta
investigación: que la experiencia del testimonio no
puede ser interpretada desde un modelo, sino como un
ejemplo de enseñanza en donde se articula la lógica de
lo trasmitido con el estilo de quien lo trasmite.
La dimensión política del pase está en estrecha
relación con este hecho de su estructura: que la
experiencia que resulta del procedimiento del pase no
se encuadra en un modelo preestablecido. Por esto la
política que más conviene, no sólo a la experiencia del
pase, sino también, a la experiencia de Escuela, es
justamente, la política del Witz [Véase el numeral 3.3.2.].
Hoy se constata que la comunidad analítica que
lleva adelante la apuesta por el pase, acepta tanto la
dimensión clínica, como institucional y la
epistemológica, a pesar de que dicho dispositivo
mantiene su carácter subversivo, su dimensión de
apuesta, lo cual no deja de generar resistencias dentro
de la misma comunidad, de tal manera que la fuerza de
la Proposición elaborada por Lacan, necesariamente
implica que aparezca algún tipo de resistencia en el
grupo analítico que la lleva adelante. La Proposición del
Pase implica mantener siempre, como experiencia en
curso, la realización del concepto Escuela, es decir, la
Escuela siempre como una experiencia inaugural. No se
está en el fin de la historia, sino más bien al comienzo,
y por lo tanto, no han sido desarrolladas aún todas las
posibilidades de los conceptos que giran alrededor de la
Escuela y del dispositivo del pase. La Escuela, vía el
pase, continuará siendo, eso sí, el modo de tratar lo real
del grupo.
Surge en este punto, una pregunta que puede
señalar el camino para una investigación posterior
−para un Doctorado, por ejemplo− y que tiene que ver
con la reciente Declaración de la Escuela Una, hecha por

116
Jacques−Alain Miller el 23 de enero del 2000 en París.
Dice allí Miller, en uno de sus párrafos, desarrollando el
concepto de «Escuela Una»: “Escuela cuyos miembros
no reclaman en la sociedad ningún privilegio de
extraterritorialidad, sino que se activan en la vida
cotidiana y en la vida intelectual de su tiempo para
hacer pasar lo que, de la política lacaniana, es
susceptible de transmitirse a todos y de tener una
incidencia real. Porque es una Escuela que no quiere
«rendir las armas ante los impasses crecientes de la
civilización»”.172 La pregunta diría, entonces, así: «¿Qué
incidencia real tiene la política lacaniana en la
civilización contemporánea?».

172
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