EL PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN EN EL DERECHO AMBIENTAL
Ambientalmente, el Principio de Precaución fue consagrado en Colombia con la
Ley 99 de 1993, entendido primordialmente con un carácter proteccionista, teniendo como fin orientar la conducta de toda persona natural o jurídica para prevenir o evitar daños al medioambiente. ¿Cuál ha sido el desarrollo jurisprudencial del Principio de Precaución en materia ambiental en Colombia? En la sentencia C-073 de 1995 fue incluido como aquel que exhorta a la protección del sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras. La C-293 de 2002 profundizó sobre su alcance, y concluyó que, cuando la autoridad deba tomar decisiones específicas encaminadas a evitar un peligro de daño grave, debe proceder de acuerdo con las políticas ambientales trazadas por la ley, aunque no cuente con certeza científica absoluta. En la C-339 de 2002, la Corte desarrolló el Principio aplicado en la actividad minera, indicando que, ante la falta de certeza científica frente a los efectos de la explotación en determinada zona, la decisión debe inclinarse por la protección del medioambiente. En la sentencia C-988 de 2004, se expresó la necesidad de la prueba del riesgo para evitar la arbitrariedad en la aplicación del Principio de Precaución. Con ello se evidenció el deber de las autoridades ambientales de determinar hasta dónde es admisible o no el riesgo argumentado. En la misma línea, con la C-595 de 2010 se indicó que este Principio exige una postura activa de anticipación, con un objetivo de previsión de la futura situación medioambiental en pro a optimizar el entorno de vida natural. Es decir, la Corte se separa de la prioridad proteccionista para dar relevancia a la seguridad jurídica. Finalmente, en la sentencia proferida el 25 de enero de 2019, con radicado 2014- 218, el Consejo de Estado indicó que el Principio de Precaución supone la necesidad de que la autoridad ambiental no tome la falta de certeza científica absoluta como una excusa para impedir o dilatar la adopción de medidas tendientes a la protección del medioambiente y de los recursos naturales. ¿Por qué es relevante el último pronunciamiento del Consejo de Estado sobre el Principio de Precaución? Es posible afirmar que, con el reciente pronunciamiento del Consejo de Estado las autoridades ambientales no podrán continuar con su argumento caprichoso y generador de inseguridad jurídica. Lo anterior, toda vez que ya no podrán limitar la ejecución de proyectos y actividades bajo un llano ejercicio de mera liberalidad y arbitrariedad. Así las cosas, las autoridades ambientales podrán dar aplicación al Principio de Precaución siempre y cuando evidencien, fundamenten y motiven los siguientes aspectos: la certeza de la ocurrencia de un daño irreversible y que la limitación o prohibición de la actividad está encaminada a impedir la consolidación de un impacto ambiental negativo. Con este pronunciamiento se ratifica que, si bien el objetivo del Principio de Precaución es garantizar la protección de un ambiente sano y una sostenibilidad ambiental para las generaciones futuras, este no puede limitar arbitrariamente el aprovechamiento de los recursos naturales que cumplen las habilitaciones y restricciones contenidas en el ordenamiento legal. En otras palabras, tanto las autoridades ambientales como los jueces deben morigerar la aplicación de este. ELEMENTOS Y FINES Conforme a la doctrina, y en especial a la doctrina argentina citada en las referencias, se tiene que, tanto en el Derecho Internacional como en el Derecho Interno, sus elementos y fines son: 1. La anticipación o previsibilidad del peligro 2. El peligro de daño 3. La gravedad e irreversibilidad del daño 4. La incertidumbre con respecto a la probabilidad de daño que puede causar la actividad o la ausencia de certeza científica absoluta 5. La adopción de medidas pertinentes para evitar el daño al medio ambiente.
Es positivo observar que el Principio de Precaución ha sido acogido por el Estado
colombiano y que las autoridades administrativas y judiciales ya han procedido a su consideración con el fin de proteger el medio ambiente. No obstante, parecería que aún existe un poco de mesura en la aplicación del Principio de Precaución, y que además, no se han atendido los conceptos doctrinales enunciados por la doctrina nacional y foránea en esta materia. Igualmente, parecería que continúa prevaleciendo el desarrollo económico de los pueblos sobre el desarrollo sostenible del medio ambiente, pues el Principio de Precaución en su esencia, naturaleza y prescripción legal requiere de medidas inmediatas, urgentes y precautorias para evitar cualquier daño o amenaza de daño al medio ambiente. Indudablemente, el Principio de Precaución compromete la responsabilidad del agente que ha puesto en riesgo de daño al medio ambiente y a la autoridad pública que no aplica dicho Principio de manera acertada. Esto contribuye a la consumación del daño o a la prolongación del riesgo de daño, por lo que se debe comenzar a trabajar en el tema de la responsabilidad por los daños causados al medio ambiente no sólo por el agente sino por las autoridades públicas cuando, por ejemplo, en algún fallo o decisión no se adopten verdaderas medidas cautelares o precautorias como la de cierre inmediato o cesación inmediata de la actividad. De todas formas, se espera la evolución de la jurisprudencia en este tema y la participación activa de los particulares en casos que ameriten la aplicación del Principio en estudio, con el fin de construir una tesis jurisprudencial más a tono con la protección al medio ambiente que busca el Principio de Precaución.
El principio de precaución según la resolución de Niza
Mediante resolución tomada por el Consejo Europeo en diciembre del 2000 en Niza, los estados miembros de la Unión Europea precisaron el principio de precaución. Cuando una evaluación pluridisciplinaria, contradictoria, independiente y transparente, realizada sobre la base de datos disponibles, no permite concluir con certeza sobre un cierto nivel de riesgo, entonces las medidas de gestión del riesgo deben ser tomadas sobre la base de una apreciación política que determine el nivel de protección buscado. Dichas medidas deben, cuando es posible la elección, representar las soluciones menos restrictivas para los intercambios comerciales, respetar el principio de proporcionalidad teniendo en cuenta riesgos a corto y a largo plazo, y por último ser reexaminadas frecuentemente de acuerdo con la evolución de los conocimientos científicos. Por último, el Consejo europeo acentuó la importancia de la consulta e información a la sociedad civil.
PRINCIPIO DE PREVENCIÓN EN EL DERECHO AMBIENTAL
El Principio de prevención es aquel por el que, ante una situación de riesgo cierto, deben adoptarse las medidas de vigilancia y previsión necesarias para evitar las posibles consecuencias negativas. Este principio se basa en la primera de las virtudes cardinales mencionada por Aristóteles: la prudencia. Al traducir la phronesis –razón práctica- aristotélica por prudentia, Cicerón [710 d.C.] la define como “la ciencia de las cosas que es necesario buscar y de aquellas de las que es necesario huir”(Cicerón, 1980). Los estoicos habían caracterizado la prudencia como el arte de distinguir “la ciencia de las cosas que hay que hacer, de aquellas que no hay que hacer y de aquellas otras que no hay que hacer ni dejar de hacer, o la ciencia de las cosas que son buenas, de aquellas que son malas y aquellas otras que no son ni buenas ni malas”. El ejercicio de la prudencia se compone, por lo tanto, de la habilidad del hacer eficaz, y de ética o el buen hacer. En el marco del Derecho ambiental, que es el instrumento rector que tiene como propósito regular, dirigir, prohibir o autorizar actos y hechos derivados de los hombres, se utilizan los principios de prevención y precaución como sinónimos o para hacer referencia a la necesidad de tomar medidas anticipadas para evitar daños al ambiente. Sin embargo, el principio de prevención es el más importante de todos, a tal punto, aseguran algunos, que si se aplica eficientemente los demás principios no tendrían razón de ser. A partir de un breve análisis en la evolución de las normas del Derecho ambiental, pueden distinguirse varias etapas presididas por diferentes principios: a) En un primer momento, dichas normas trataban de remediar en lo posible el daño ya producido, imponiendo al causante el pago de indemnizaciones y, en lo posible, actuaciones de reparación de los perjuicios causados y restablecimiento del entorno afectado al estado anterior a ese daño. En esta etapa el principio inspirador del Derecho ambiental era «quien contamina paga». b) El desarrollo científico y tecnológico permitió posteriormente predecir ciertos daños con bastante exactitud, es decir, gracias a la ciencia podía afirmarse con seguridad que ciertas amenazas derivadas de actuaciones humanas se convertirían en daños a la naturaleza. En la medida en que tales predicciones eran fiables, el legislador pudo dictar normas tendentes a la prevención de tales daños. En esta etapa no se trata pues de remediar un daño ya causado, sino de prevenirlo, surge así el principio de prevención. c) Ese principio de prevención que caracterizó la segunda etapa se basaba en la certeza de la predicción del daño, en definitiva en la seguridad de que, dada cierta actividad humana, se producirán determinados daños a la naturaleza. Sin embargo en la tercera etapa se carece de esa certidumbre: dada cierta actividad humana, es probable que sobrevengan ciertos daños, pero no hay una prueba irrefutable de la materialización de esa amenaza; ahora bien, la mera posibilidad, basada en estudios científicos, de que se produzcan ciertos daños, permite al legislador dictar normas cuya aplicación será sin duda controvertida por esa incertidumbre en el riesgo. Su principio inspirador no es el de prevención, sino el de cautela, que aconseja no tomar decisiones arriesgadas, en tanto no se esté científicamente seguro de las posibles consecuencias.
El principio está asentado en la idea de “diligencia debida” de los sujetos de
Derecho internacional, es decir, en la obligación de vigilancia y adopción de previsiones en relación a los bienes y personas bajo su jurisdicción, a fin de asegurarse que, en condiciones normales, no causen perjuicios transfronterizos. Esta obligación está constituida por el conjunto de “estándares mínimos” de comportamiento de diligencia exigibles internacionalmente (diligencia suficiente). Esta diligencia, es el mínimo constitucional y legal imprescindible para el cumplimiento de las obligaciones internacionales (“derecho interno internacionalmente indispensable”)1.
ESTAS SON LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS PRINCIPIOS DE PREVENCIÓN Y
DE PRECAUCIÓN PARA PREVENIR DAÑOS AMBIENTALES
Según una sentencia de la Sección Tercera del Consejo de Estado, el principio de
precaución está llamado a operar antes de que se ocasione un daño y previamente a que se tenga certeza absoluta sobre la ocurrencia del mismo, y no precisa de que se pruebe que la actividad que se pretende realizar va a causar un daño, sino que basta con que existan suficientes elementos que permitan considerar que puede tener la virtualidad de ocasionarlo, para que la intervención administrativa cautelar pueda ser realizada. La diferencia con el principio de prevención es que este parte de la base de la existencia de suficiente certeza respecto de los riesgos o de su probabilidad de ocurrencia, de tal manera que actúa dentro de una cadena de causalidad conocida con el fin de interrumpir el curso causal respectivo y de prevenir la consumación del daño. El principio de prevención supone que el riesgo puede ser conocido anticipadamente y que pueden adoptarse medidas para neutralizarlo, mientras que el de precaución comporta que el riesgo de daño ambiental no puede ser conocido anticipadamente porque no se pueden conocer materialmente los efectos a mediano y largo plazo de una acción, indicó el alto tribunal (C. P. Hernán Andrade).
Consejo de Estado Sección Tercera, Sentencia 760012331000200050427101