Está en la página 1de 6

Historia de la tortura

La Historia de la tortura en Occidente comienza en la


Antigua Grecia y alcanza su periodo de "esplendor" entre
los siglos XII y XVIII. En la segunda mitad del siglo XVIII y
principios del siglo XIX fue abolida en todos los sistemas
judiciales europeos, pero reapareció en el siglo XX, al ser
utilizada por los regímenes fascistas y comunistas y
también por estados democráticos, como Francia durante
la Guerra de Argelia. Este hecho dio nacimiento a un
movimiento internacional de lucha contra la tortura, en el
que tuvo un protagonismo especial Amnistía
Internacional, y que culminó con la aprobación por la ONU
en 1984 de la Convención contra la tortura y otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes. Sin embargo, la
tortura no desapareció como lo demostró el caso de la
prisión de Abu Ghraib.
Grecia Editar

En la Antigua Grecia la tortura se aplicaba a los esclavos -y en ciertas circunstancias a los


extranjeros- cuando testificaban en un juicio para asegurarse que decían la verdad. La
palabra dada por un miembro de pleno derecho de la polis era suficiente porque poseía
honor, en cambio el esclavo carecía de ese estatus ya que ni siquiera era una persona -era
"ganado de pie humano", "andrapoda", junto al tetrapoda, o "ganado de cuatro patas"- por
lo que sólo la coerción física hacía equiparable su testimonio al de un ciudadano.[1] El
argumento utilizado por los griegos para este diferente trato del ciudadano –que nunca
podía ser sometido a tortura- y del esclavo era que el hombre libre que cometía perjurio
era declarado infame (atimos), lo que significaba una pérdida de derechos, y además debía
pagar una multa. Estos castigos no se podían aplicar al esclavo pues carecía de honor y de
dinero.[2]
Pintura mural de una tumba etrusca que muestra una flagelación.

La tortura en Grecia recibía el nombre de basanos. Era un procedimiento que, por ejemplo,
se utilizaba cuando un ciudadano acusado de un delito pedía que sus esclavos testificasen
para demostrar que era inocente, y cuando pedía que testificaran los esclavos de otro,
debía conseguir el permiso de su propietario. Hay indicios de que la tortura fue más
utilizada en los casos políticos que en los litigios civiles o penales comunes.[3]

Las formas de tortura en Grecia están descritas en una escena de la obra de teatro Las
Ranas de Aristófanes. Jantia, uno de los personajes es acusado de robo –en realidad se
trata de un esclavo que ha intercambiado su papel con su amo, que ha pasado a ser su
esclavo- y le dice a su denunciante:[4]

Roma Editar
En la República, como en Grecia, sólo los esclavos podían
ser torturados, pero únicamente en los procesos
criminales, no en los civiles –en el siglo II d.C. también se
extendió a este ámbito-.[5] Existía la prohibición de que
los esclavos fueran torturados para conseguir pruebas
contra sus amos. Hasta una fecha tan tardía como el año
240 d.C. se mantuvo el derecho del propietario a castigar y
a torturar a sus esclavos, cuando sospechaban que habían
cometido un delito contra ellos dentro de sus
propiedades.[6]

Pintura mural románica del siglo XI que muestra la


tortura de Sabino de Hermópolis y San Ciprián en el siglo
III mediante ungulae, garfios que laceraban la carne.

2
El ciudadano nacido libre gozaba de inviolabilidad y no
podía ser sometido a tortura, pero durante el primer siglo
del Imperio se introdujo la tortura judicial y extrajudicial
en los casos de traición (crimen laesa maiestatis) por
orden del emperador. "La idea de majestad que antes
residía colectivamente en el pueblo romano ahora residía
en la persona del emperador. El emperador no podía hacer
la ley, pero podía establecer excepciones a la ley que no
reconocían necesariamente los viejos privilegios del
hombre libre, particularmente cuando estaba en peligro la
seguridad imperial (o se imaginaba que lo estaba)".
Suetonio relata que "mientras Calígula almorzaba o se
divertía, a menudo se hacían en su presencia
interrogatorios mediante tortura", Claudio, " siempre
exigía el interrogatorio mediante la tortura", y Domiciano,
"para descubrir conspiradores ocultos, torturaba a
muchos del partido opositor mediante una forma de
indagatoria, insertando fuego en sus pudendas, y también
les cortaba las manos a algunos de ellos".[7] El jurista
romano Arcadio Carisio proclamó:[8]
Pero cuando la acusación es de traición, que concierne a la
vida de los emperadores, todos sin excepción han de ser
torturados, si son llamados a dar testimonio, y cuando el
caso lo requiera
A partir del siglo III d.C. la tortura judicial se aplicó a una
categoría de hombres libres, los inferiores o humiliores,
quedando exenta la minoría de los honestiores –a
excepción de los delitos de traición-. No "fue la tortura la

3
única carga que implicaba el estatus de humiliores.
Ciertos tipos de castigo, como el castigo corporal de ser
arrojados a las bestias feroces o de ser crucificados, eran
el destino de los humiliores convictos. La clase más baja
de los ciudadanos libres del Imperio, sujetos a los
interrogatorios y castigos que antaño sólo habían sido
aplicables a los esclavos y a los ciudadanos libres en casos
de traición, ahora había descendido jurídicamente a ese
mismo nivel. La ciudadanía ya no ofrecía a todos los
ciudadanos la protección que antes brindaba".[9] También
se aplican a los humiliores formas de pena de muerte
antes reservadas a los esclavos, como la "muerte por
fuego".[5]

En un rescripto de comienzos del siglo IV de los


emperadores Diocleciano y Maximiano se dice que los
jueces "sólo deben recurrir a ella [a la tortura] cuando el
rango de las personas involucradas justifica tal acción". A
partir del siglo III d.C. la dignitas (el "ser digno de respeto,
deferencia y reverencia", como la definió Cicerón, y cuya
pérdida acarreaba la infamia e ignominia, que era la peor
de las desgracias) sólo correspondía al grupo de los
honestiores, mientras que los humiliores habían perdido
esa cualidad que caracterizó al ciudadano romano
durante la República y el Alto Imperio. Así, al considerarse
que no poseían dignitas –que eran infames-, los humiliores
tenían que ser sometidos a tortura, como a los esclavos,
para que su testimonio tuviera validez ante el tribunal. La

4
dignitas sólo correspondía a los honestiores y así lo
recordaron los emperadores Diocleciano y Domiciano
cuando volvieron a publicar un rescripto del Marco Aurelio
del siglo II:[10]
El Divino Marco decidió que los descendientes de hombres
que son llamados "Muy Eminentes y Muy Pefectos" hasta
sus bisnietos no estén sujetos a las penalidades de las
torturas infligidas a los plebeyos…

El potro (miniatura medieval). Fue el método de tortura


más utilizado por los romanos.
El nombre que utilizaban los romanos para la tortura
judicial era quaestio per tormenta o quaestio
tormentorum (quaestio, era la investigación en el
procedimiento penal romano; tormentum originalmente
se refería a una forma de castigo, que incluía la pena de
muerte infamante a la que sólo estaban sujetos los
esclavos durante la República, y que a partir del Imperio
también se aplicó a los hombres libres por ciertos
crímenes). Así la definía Ulpiano:[11]
Por tortura debemos entender el tormento, el sufrimiento
corporal y el dolor empleados para obtener la verdad
El método de tortura más utilizado por los romanos era el
potro. Otros métodos, algunos de ellos tomados de los
griegos, eran el lignum, dos trozos de madera que rompían
las piernas; el ungulae, uso de garfios que laceraban la

5
carne; la tortura con metales calientes al rojo; la
flagelación; la mala mansio (o 'mala casa') que consistía en
poner al reo en un espacio estrecho. También diversas
formas de pena corporal fuero utilizadas como métodos
de tortura, como "el castigo con barras, los azotes y los
golpes con cadenas"

También podría gustarte