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El poeta y ensayista colombiano recupera la historia del fundador de Pamplona y

organizador de la segunda expedición al Amazonas, en su primera novela Ursúa.

por Andrés Zambrano D.

Pedro de Ursúa fue un perdedor y eso, como lo dice el escritor William


Ospina, se nota en los libros de historia. Sebastián de Belalcázar, Pedro de
Heredia o Jiménez de Quesada tienen sus estatuas, con armaduras y todo,
en las ciudades que fundaron, y capítulos importantes en los libros. Ursúa
no, de pronto en Pamplona (Norte de Santander) ciudad que fundó, pero
hasta ahí llega su celebridad. Era parte del panorama, pero no era dueño
de un ejército, ni de un territorio, la lealtad a sus superiores conspiró
contra su lugar en la historia.

Es más, el alemán Werner Herzog solo le asignó un papel de reparto en su famosa película
Aguirre la ira de Dios, donde el protagonista es Lope de Aguirre, su asesino. Ospina encontró
que este “perdedor” era dueño de una historia fascinante, que además le permitía dar cuenta
de uno de los periodos más alucinantes y desconocidos de la historia colombiana: la
conquista. Recorrió Colombia antes que Colombia fuera siquiera una idea. Ursúa, como se
titula su primera novela, es la historia de este caballero Navarro que terminó sus días en
medio del Amazonas. En realidad es su prehistoria, porque es la primera parte de una
trilogía que continúa con los títulos de El país de la canela y La serpiente sin ojos. Sobre este
proyecto monumental, que en su primera parte tiene 474 páginas, y su debut como
novelista, habló Ospina.

La trilogía

“La primera tiene que ver con Pedro de Ursúa, el organizador de la segunda expedición al
Amazonas y que luego fue asesinado por Lope. Eso se ha contado mucho, desde novelas que
han escrito los peruanos, los españoles y los brasileños, hasta la película de Werner Herzog.
Pero casi todos se ocupan de Lope.

“Investigando sobre las primeras expediciones al Amazonas descubrí que Ursúa había sido
un personaje fundamental. En esa labor lo que iba a ser una novela se ha convertido en
varias. Primero porque me sentía en la necesidad de contar la vida de Ursúa y me di cuenta
que coincidía con el comienzo de la existencia de Colombia como nación occidental. El país
de la canela contará cómo fue la primera expedición, la de Orellana y La serpiente sin ojos se
ocupará de los últimos días de Ursúa y ese viaje demencial, ya no de aventura y
descubrimiento como la de Orellana, sino de conquista.”

Ursúa, el perdedor

“Los libros de historia casi siempre están enfocados hacia


los triunfadores. En el caso de los conquistadores, como
(Hernán) Cortés y (Francisco) Pizarro, siempre se destacan
los que consiguieron grandes tesoros, fundaron ciudades y
dominaron grandes regiones. Ursúa fue un gran derrotado
pero me permite hablar de Colombia y del nacimiento del
país. Pedro de Heredia solo tuvo que ver con la región de
los zenúes y con Cartagena, Sebastián de Belalcázar solo
con el sur y un poquito con Santa Fe de Bogotá. Jiménez de Quesada no tuvo nada que ver
con el resto del país, sino con el Río Magdalena y la sabana. Ursúa, en cambio, recorrió el
país entero.”

La investigación

“Llevo seis años trabajando en este libro. Pero ese tiempo se añade a los que utilicé en
Auroras de sangre (1999), que fue también una aproximación a los tiempos de la conquista a
través de la obra de Juan de Castellanos.

“En este libro he tenido que aproximarme a las otras fuentes que me pudieran mostrar la
vida de Ursúa y la de sus contemporáneos. Traté de leer solo crónicas, no literatura narrativa
ni narrativa moderna. Quise ver las fuentes primarias porque me interesaba rescatar todo lo
que tuviera de verdadero, de seguro, y de cierto esa historia. Utilicé las crónicas de Fray
Pedro Simón, Pedro Cieza, Lucas Fernández Piedrahita y Gonzalo Fernández de Oviedo. Con
ellas fui componiendo ese mosaico que nosotros conocemos solo fragmentariamente. No
tenemos una idea del conjunto y creo que para los colombianos es muy necesario saber
cómo fue el siglo XVI y cómo nació este país. Pero también creo que para lo que nosotros es
historia, el resto del mundo puede leerlo como un relato fantástico.”

El lado humano

“Si no era un aristócrata, por lo menos era una persona que tenía una posición y un linaje en
Navarra. Creo que lo que lo caracteriza es la lealtad y la disciplina del guerrero. Él siempre
está acatando la voluntad de sus superiores, aunque siempre quisiera estar haciendo otra
cosa. Es un personaje que muestra esa doble cara de lo que fue la conquista. No es un
periodo que se pueda contar de una manera simple, mostrando a los conquistadores ni como
monstruos, ni como ángeles, que es como se suele hacer.

“Aquí existe una mirada sobre el conquistador que lo convierte en un paladín de la


civilización y no hay ciudad colombiana que no tenga su conquistador de bronce en una
colina, a diferencia de México, dónde es imposible encontrar la estatua de un conquistador
español, solamente hay monumentos a Montezuma y a Cuathemoc. Tenemos que verlos en
su complejidad. Apreciar al mismo tiempo el valor, la temeridad, la gallardía y también la
barbarie y la locura”.

El narrador

“Algunos me han dicho que tal vez lo que más les gusta es
el narrador porque es la historia misma. Es además un ser
muy complejo, un mestizo que está lleno de afecto por un
conquistador pero que al mismo tiempo está lleno de
prevenciones frente a él. Diría que ese es nuestro caso, los
latinoamericanos no podemos dejar de sentirnos parte de la
civilización europea y parte de este mundo americano que
fue tratado tan cruelmente por ella. Y tenemos que hacer
un esfuerzo por entender esos dos mundos, por comprender
la complejidad de nuestro origen”.

El lenguaje

“Hay un desafío que es importante, es contar una historia de hace cinco siglos en un
lenguaje que no sea el de ese tiempo, lo cual haría la novela algo totalmente arcaico e
ilegible. Pero al mismo tiempo tengo el deber de que ese lenguaje contemporáneo me dé un
mundo que no es el de hoy, de sentir ese doble asombro de una lengua muy moderna y un
mundo muy nativo, muy original, es como narrar hoy un infierno en el paraíso.

“Es importante que el lenguaje produzca ese deslumbramiento, que no nombre las cosas
como algo habitual si no que haga surgir ante nosotros cosas desconocidas y nos sorprenda
con ellas. Creo que esa es la labor de la poesía, esto es un relato y hay un ritmo narrativo,
pero los recursos de la poesía son necesarios a cada momento para que el asombro se
produzca, el misterio se revele y para que el ritmo del lenguaje sea cautivante”.

La mina de oro

“En el caso de Colombia la historia es una suerte de mina escondida que no ha sido todavía
narrada por la literatura y la verdad es que yo creo que solo cuando la literatura narra las
cosas estamos en condiciones de imaginar verdaderamente qué ocurrió. La historiografía nos
da datos aislados, tiene el deber de ser austera y no puede permitirse hablar con la fluidez
de la literatura. La historia dice que un conquistador entró en una ciudad, pero no dice si
llovía, si había charcos, si las personas abrieron o cerraron las puertas al verlo pasar, y esa
es la vida”.

El pasado en presente

“Para mí fue muy sorprendente descubrir que las cosas que


uno cuenta del siglo XVI se parecen a lo que sucede hoy en
Colombia. La realidad es que he llegado a la conclusión de que en Colombia no ha finalizado
la conquista de América. Y en esa medida seguimos viviendo episodios muy similares a los
que sucedieron hace cuatro siglos y medio, donde unos señores de la guerra, poderosos y
ricos, están en condiciones desplazar a miles de seres humanos que han ocupado sus
territorios y donde la sed de riqueza a toda costa es como la única fuente de legitimidad. El
derecho no vale, la propiedad no se respeta, solo el que tiene codicia, ambición y fuerza se
impone”.

La humanidad vs. la naturaleza

“Colombia y América Latina siguen viviendo la tragedia de un choque ciego entre la voluntad
humana y la naturaleza. En realidad el mayor tesoro del planeta, que es la selva amazónica,
está más amenazado que nunca y esa amenaza diría que nace de que la civilización
occidental no se ordena con base en la naturaleza si no en contra de la naturaleza. Esta
guerra contra la naturaleza, que hace que la rentabilidad a toda costa sea más importante
que la supervivencia de la especie es lo único que explica que desde tan temprano los
conquistadores hayan creído que tenían la capacidad de dominar la selva y el río.”

“La verdad es que esas expediciones de conquista terminaron en locura y muerte porque uno
puede dominar un pequeño predio, pero una selva como el Amazonas es una locura. Siento
eso porque la mirada que he arrojado sobre el siglo XVI señalaba que la historia iba por ese
camino, a construir un gran choque de un modelo de civilización que no respeta la naturaleza
y una naturaleza que solo nos garantiza la vida si es respetada.”

Gabo

“La está leyendo y todavía no tengo el comentario final, me ha hecho unos cuantos por
supuesto. Más en el tono de un escritor, él dice que lee con una caja de herramientas para
mirar como está articulada y eslabonada la historia. En un momento me dijo que le parecía
que la novela tenía un tono joyciano, supongo que aludía al hecho de que suceden muchas
cosas simultáneamente, de que no es una novela que va de comienzo a final siguiendo el hilo
de unos acontecimientos sino que al tiempo en otras partes están pasando otras cosas”.

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