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Pea 2S hel! ‘ora (LA ORACION “Al curas estado de aienacin y confusén del hombre en la sociedad | ‘vera es quizd mis ‘Sopertable’ porque se vive en comin, con una | (0 NT E i PLATI vA ‘ullitud de disracionesyevasioes, yfabidn con oportuniades para una accnfructifera y un genuinooluido cristana de uno mismo, Para cult en toda vida se encuentra el fundamento de La dua y de a pre- ‘gunta personal que mas tarde o mis temprano debe enfrenarnos cara a cara con ol ltimo significado de nuestra vida, Esta pregunta a uno ‘smo nunca puede darse sin un carta "paver existencil, un sentido de insequridad, de prdia, deel, de pecad. Un send de que uno de luna manera ha sida inf no tanto a las normas morales sociales, sina a su propia verdad interior.» (1915-1968) ya en vida, pero sobre tod a partir de su ‘ert, se ha camvertdoen uno de Ls maestrsesprtuales de ilo, {a profunda traicin monsticay contemplative resuenaen sus escrts anu lenguaj cercano ala sesibiidad actual. TW Iii i pec ‘oscsao04s ° | tats SEE eee ee eee | onacin COWTEMPLATIDA Tulo osgina: Contemolatie Prayer ‘Taducoin: Emilio Ortega Sebastian Diser de cubita: Estudio SM, Pablo Niez {© Davion, Longman and Todd, 1973 © PPC, Edita y Dstroudera, SA Cr Erwque Jarie! Ponce, 4 28016 Masia ISBN: 36-288-1314.0 epost legal: M1.608-1996 Folooomposcon: Gralla SL. Impreso en Espata/ Printed in Spain Imprenta SM Joaquin Turn, 39 - 28084 Madtid Prooso Entre fo escrito por William Blake, creo que so puede estacar una frase: «Hemos sido colocades en la tierra para vivir en ella durante un breve periodo de tiempo. Asi podemas aprender a asimilar los "rays luminosos del ‘amor’ Una expresién perfecta, acabada, como lo es lo ‘escrito por Thomas Merton sobre la oracién monastic, Porque en esta frase de William Blake se nos da la clave de la grandeza humana, totalmente tragpasada por los srayos del amore. Y al mismo tempo nos recuerda lo que le falta al hombre para convartise en vehiculo de esos ‘ayos luminosos del amor». Aqui, en esta afimacién casi apodictica, hay dos rasgos, ambos con el mismo valor, sobre e deseo que tiene el hombre de verse sumido en los srayos luminosos del amore, Y al mismo tiempo se ros habla de su miedo a corer eb riesgo de verse ex puesto a su poder transformante, Porque si rezar significa cambiar, no es extratio que los hombres, incuse los con- sagrados a esa latea, se apresuren a ponerse vestiduras protectoras, a llevar delantaies que les eviten toda radia: Cién, que inciuso lleguen, en los momentos de su oracion comunitaria, a buscar la seguridad de los refugios para escapar a los efectos de esos =1ayos tuminosos. del amor» y seguir como estén. En este loro, que sin quererlo se ha convertido en el testamento de Thomas Merton, éste no intenta otra cosa mas que sefialar los «tayos luminosos del amor y em 5 pujarnos al conocimiento de nuestros lugares de refugio Contta eos, asumicos de una forma més © menos cons lente y voluntaria. Poca parecer una tarea negativa in- tentar despojar a los hombres de todas sus vestiduras de evasién y dejatios exouestos antes de habeties dado tiempo a tomar las decisiones necesaias, Si la oracion merece ¢! caltcativo de teal, es, para empezar, un co- nnocimiento de nuestra fnitud, de nuestra necesidad, de nuestra apertura al cambio, de nuestra preparacién para ‘ser sorprendidos, y hasta colmados de extrafiaza por los srayos luminosos del amore. En los antiguos tealros habia a menudo tes 0 cuatro tolones con escenas de un enorme reaismo, pintadas en ellos. Antes de la representacién de la obra, a intervalos, ‘estas telones se levantaban, uno tras otro. Nunca se es- taba seguro de si se trataba de un nuevo telén pintado, © de si habia empezado ya la tepresentacién de la obra Pro al final, cuando se levantaba el imo tel6n pintado, ya no habia nada entre los actores y et espectador. La oracién auléntica puede estar velada por muchas ceortinas que tienen que levantarse antes de palpar la rea lidad de la obra misma. Thomas Merton nos va descr bendo todas esos telones, esos velos, hasta que, al fn, ‘nos vernos obligados a ver todos esos velos ¥ telones ‘como lo que son en la realidad, algo que tiene que de: saparecer antes del comienzo de la obra misma, En este libro, no se arroga la pretension de defender la vida mondstica. Lo ha hecho ya en otros. Tamipoco ha ‘escrito una especie de manual como su ensayo, corto, pero admirable, Spiritual Directions, Mas bien, La oracién ‘contemplativa s6lo ambiciona ser un tratado mas general sobre la naturaleza de la oracién. ‘Se dan por sabidos dos peligros que el libro apenas intenta soslayar. Un monje, maduro en afios y en vida relgiosa, siente una gran devocién y respeto por los mo: mentos de oracién corunitaria, Por eso core un minima peligro si lee las agudas sugerencias de Thomas Merion, ‘cuando dice que hasta la vida itigica puede convertirse en un coro circuto de rutin y reglamentaciin que puede ssorvir de lugar de esconaite, un telén de seguridad, puede crear monjes producidos en serie, hombres y mu- Jeres que representan una pantomima de perteccién, con lun desconocimiento total de su mediocridad espirtual y de ser en realidad victimas por fata de amor del sistema Los monjes entenderén perfectamente estas palabras y lenire los veteranos asustados de esta vida, esos ejrci ios comunes de piedad siempre serén bien rectidos como formas de initacién y recuerdo de su paticipacion personal a lo que ese centro comunitario invita, pero que no impone por si mismo, eto, para las comunidades formadas fuera de la vi vencia monacal, quiza el papel de este foco corporaivo ‘no sea tan palpable, y se sientan movidos a pensar las cticas de Thomas Merton como indicadores de que la otacién privada es suficiente. Es importante, por tanto, ue Jos lectores de este libro, procedentes del campo no rmonéstico, tengan en cuenta el contexto corparativo en fl que la oracién privada tiene siempre lugar. El segundo peligro se encuentra en todo tratado ge- eral de oracién, aunque ésta sea mondstica. Porque cada hombre 0 mujer que ora se encuentra en un nivel de desarrolo tan distinto y hay tantas formas dilerentes de entrar en la oracién —y de evadirse— en este asunto de la vida en el que Dios nos muestra de una forma especial la fuerza de su poder, que la mayoria de los tratados sobre la oracion en general no tienen en cuenta 7 las partiovaridades sagradas del alma necesitada. Pero cuando se trata del cima de la oracién, y sobre todo del proceso que los alemanes aman Entiarwung, la transpi facién de la stalsa Inteiondads, la del stebano reunido», la dol snacisismo infant interes, la de los intentos de agarrarse a una seguridad narcisista, la det culto @ los {doios que nos hemos fabricado, esos idolos mentales de Un Dios que no nos va a causar problemas ni moiestias, es capaz de legar a su tarea de una forma indyecta, suficente para dejar de lado la fullidad de todo lo que se ha escrito sobre este tema y acercamnos a lo que Nay realmente detrds del ultimo telén de seguridad. Thomas Merton fue apasionadamente consciente de la crisis interior de nuestra 6poca y de la extrema necesidad de la dimensién contemplativa. Pero parece haber Esco: ido hablar a esa época nuestra en crisis por medio de ln pequefio grupo de gente de desecho, entregado en cuerpo y alma a la tarea de ofrecer su vida @ wa fuente de Ia auténtica vider. ¥ es que si por medio de su trabajo, como una especie de masajsa espirtual, puede desa- tarlos de ataduras y ser de alguna ayuda a la hora de liperar a algunos de sus hermanos y hermanas de vida mondstica de los apegos importantes que les estén ha: ciendo setroveder, también podria ofrecer ase mismo gu 180 al mundo, para que tocara su corazén herido y lo CConvencido, como P. T. Forsythe acostumbraba a con- fesar, de que sla oracién es a la religion fo que la bis: ‘queda primitva es a la cienciae, Thomas Merton destaca las perspectivas monasticas a las que son llamados a integrarse. Porque desde los comienzos de este libro in siste en que e! monje leva a su nueva vida toda la vida del mundo que parece haber abandonado. Y afirma abier- 8 tamente que el monje esta lamado a explorer e! conficto universal mismo del pecado y sus aspiraciones descr. denadas. Y lo hacen de forma mds total, y con mayor dedicacion que sus hermanos, que se entregan a 18 tra bajos de misericoccia y creatvidad en el mundo. Insiste fen que el monje y la monja «dejan el mundo solamente para escuchar las voces més protundas que han dejado atts. Tampoco Thomas Merton esta asustado de las voces: ‘ms profundas que ha dejado alrés. No tiene duda al {guna en llamar a Baudelaire y Rimbaud scristianos por féricoss. Esta pertectamente preparado también para la ‘mar la atencién sobre el hecho de que existerciaisias como Heidegger, Camus y Sartre han mirado a la muerte cara a cara, han profundizado hasta los abisinos de la nada del hombre, han probado en su espiniy la falta de autenticidad det hombre y han exigido @ gritos su libe- racién. Esta proparado para alabar su fulmnante poder ppara desnudar al hombre y para insistr en que quien se atreve a avanzar por los cflerentes niveles de oracion, no puede escapar de estas despiadadas revelaciones de la stuaci6n exstencial del home. Thomas Merton no esté solamente abierto a las voces existencialistas de nuestro tiempo, sino también a la con- trbucién, tan importante como abandonada, a la cultura ‘mondstica, que pueden aportanos nuestros compatieros de viaje contemplative y que se engloban en el zen bu ‘dsta, en el hinduismo y en el sutisrio musulmén, Estaba ‘convencido de que la visién que tienen del mundo esos misticos y sus vivencias deberian ser puestas cade vez més a disposicién de los monjes cristianos, a la hora de la basqueda, por parte de éstos, de los niveles mas pro- fundos de oracion SS, como observa Thomas Merton en su primera pagi- 1a, sla vida mondstica es ante todo una vida de oracién>, fentonces la cracién personal, que exige un compromiso Cteciente de todos los poderes del que ora, se comierte fn el asunto mas importante. No es suficiente con haber ejado Egipto. Los monjes estén llamados a entrar en la tierra prometida, y entrar no significa solamente hacero con 10s pies, sino también con el corazén. Pararse de: masiado pronto es la forma mas corrente de meterse en un calloin sin salida en el camino de la oracién Thomas Merton califica esta complacencia como de Luna especie de separacién de Dios. El padre Monchanin cl apéstol francés de la oracién, que vio en el sur de la India, lo resume en una frase: -Hay demasiadas con: Ciencias encerradas tras un muro.» 2Podria raferrse a es: tos esilos complacientes. de monjes que, en lo que se reflere a la vida personal de oracién, han puesto en orden Su condicién de seres dispersos, y que cuando meditan 7o logran situarse por encima de un sentimiento de au- lojustficacién, usando la regla de mecir de la compara ion, para asegurarse eos mismos de que sus vidas son, ‘al menos, no peores que las de la mayoria de los que se encuentran en su misma forma de vida? ‘Thomas Merton, desde el principio del ibro, afta que tun agudo sentido de necesidad es un gran simulador de la complacencia en materia de oracién. Pero tras todas las necesidades con las que nuestra situacién en el mun: do nos presiona, est, omnipresente, la necesidad que brota de ruestra finitud, Pascal expresa esta necesidad fon sus Pensamientos cuando escribe que hay en todo hombre un «abismo infinto» que solamente puede ser le nado por un objeto infinito © inmutable, es deci, sola- mente por Dios mismo (Sect. Vil, 428). Thomas Merton 10 ve emerger 10s niveles més profundos de oracién de este deseo interior, ulo de nuestra pobreza y del vacio que ssentimos interiormente. La cracién y ol sacricio se apoyan y exigon la una al fro y, para Thomas Merion, cualquier practica que nos purifica, que eumenta la humildad, que hace surgir en asotros un sentimienta nueva de nuestra finiud y de nuestra condicién de crialuras, es recemendable, Y aun- ‘que ! sulrimiento en si mismo puede ser la forma mas profunda de oracién, también esté muy claro que cual Auer atisbo de activism que nos obliga a olvidanos folalmente de nosoties, o cualquier mario prematuro, © luna especie de egocentrismo. En este sentido, quiza la perspectiva mds profunda es la de que los sactlicios que luno escoge son casi siempre inferires a los que nos liegan sin pedis, que son los que se nos presentan ‘abundantemente en nuestro camino. En La oracign cor femplata vuelve de nuevo al sacerdote Monchanin: «Nos 9s sufciente con saber que estamas en el sitio en el que Dios quiere que estemos, y levar @ cabo nuestio trabajo, incluso cuando no se trate mas que de un trabajo de hormiga, infintamente pequefio, y con unos resultados imposibles de cotejar. Estamos en la hora del Huerto de los Olvos, y de la noche, la hora del silencio oferent, la hora de la esperanza. Ani estd Dios solo, sin rostro, des: ‘conocido, al que no sentimos, pero que sigue siendo el Dios que no poderos negar = (Quiz4 la vision més profunda de todo o! libro procede: Je a guia que se nos ofrece en él sobre cémo sor Miberados de nuestras complacencias y cobardias, y sobre ccémno movernos hacia la presencia de Dios, que es un fuego abrasador. Porque Blake conocia bien hasta qué punto es un asunto largo y costoso aprender a soportar " los rayos luinosos del amor. Si es verdad que la ora cién més profunda en su culminacién es un perpetvo ren- dirse 2 Dios, como consecuencia, toda macitacion y los actos especticos de la oracién pueden verse como pre- paaraciones y puniicaciones para cisponernos 2 entrar en f8se camino que nunca acaba, Efectivamente, lo que a menudo esta ocuto es que hay en nosotros’ un miedo tertile, que se aduefia de nosotros ante tal expectatva Si soy como creo ser y Dios es como me lo he imagi nado, entonces, quiza pueda soportar ariesgarme a ello eero qué pasara si al final me doy cuenta de que es distinto a como me lo habia imaginado, y qué si, en su presencia terrible, todas las capas de lo que yo habia pensado que era yo mismo se disuelven y tiene lugar un encuentro aterrador e impredecible? Ahora empezarnos a encarar e! pavor humano, ese pavor que encubre el err uentro desconocido con la muerte, el miedo que en pe: ‘quefio crea tan a menudo una crisis a la hora del com- promiso. ‘Thomas Merton prosigue tangulamente: «Debernos: dejarnos llevar desnudos e inermes al centro de ese pa vor en el que nos encontramos solos frente @ Dios, en nuestra nade sin explicacién, completamente dependien- tes de su providencia, en una necesidad apremiante de! ddon de su gracia, su perdén y la luz de la fe..», porque sla verdadera contemplacién no es un truco psicoi6gico, sino una gracia teologal. Aqui describe un vacio que le= a hasta la verdadera ralz de nuestta naturaleza, porque los limites han sido eliminados Cuando la crisis del compromiso sobrevive a tal acon- tecimiento, es porque ajo el miedo hay un amor suf- Cienternente grande como para soportar el peligro de la revelacion y del descubrimiento, La oracién contemplative 2 os habla en un lenguaje muy semejante al de La Nube do! Desconocido, que nos asegura que para penetra’ el ‘miedo profunde que nos intunde la presencia dentro del Dascarocido dentro de la Nube, debemos luchar con el dardo afiado de un amor anhelante, y no abandonar la paartida pase lo que pase (l, 4). El no abandones» es el ello de la constancia det amor y el fondo de esta fide- lidad del «dardo aflado del amor anhelantes, Uno es que la santidad y la oracién mondstica, en el fondo, son la misma cosa? ‘Thomas Merton murié en un accidente que sufié en Bangkok en diciembre de 1968. Esperaba encontrarse all ‘con Jean Leclereq en una reunién de lidores de ia vida rmonacal de Asia. I tema central det encuentro era sobre la renovacion de la vida mondstica en aquella area de! mundo, Este testamento suyo, La oracién contempiativa, fs portador de su propio mensaje de renovacién. Los ‘monastetios serdn renavados en la medida en que un ‘mayor niimero de monies, en un esponténeo brote de libertad experimental, encuentren sus caminos cada vez ‘con mayor profundidad, hacia la orientacién contemplat- va, de una vida entera dedicada a la oracién. Nada puede Fedimir nuestros tiempos, restablecer el sentido de la ima- gen divina que vive en todo ser humiano, y resailar el sentido interior y exterior de la responsabilidad de los hombees y mujeres de unos pata con otros, como un volver a revitalzar los niveles més profundos de oracion, Douglas V. Steere 13 LA ORACION CONTEMPLATIVA ‘Aunque camine en tinieblas, sin haar una luz, que ‘confie en e/ nombre del Serior y se apoye en su Dios, (ts 50,10) Les daré intelgencia para que reconozcan que yo soy {1 Senor; ellos serén mi puebio y yo seré su Dios. (or 24.7) IntRooucciON EI monje es un cristiano que ha respondido a una la- mada especial de Dios y se ha retirado de las preocu- paciones mas activas del mundo, para dedicarse ente- Famente al arepentimiento, ala conversion, ala metancia, @ la renuncia y a la oracién, En térmminos positives, de- bbemos entender la vida eonéstica, sobre todo, como una vida de oracién. Los elementos negativos. la soledad, e! ayuno, la obedienc.a, la penitencia, la renuncia a la pro- Pladad y a todo tipo de ambiciones, todos esos elemen tos se oriontan a dojar expodito el camino de tal mado que la oracién, la mecitacion y la contemplacién puedan llenar el espacio creado por el abandono de otras preo cupaciones. Lo que so ha escrito sobre la oracién en estas paginas, vva diigido en primer lugar a los monjes. Pero, lo mismo ‘que un libro de psicoandliss escito por un psicoanalis- ta y para los de su misma profesion puede también, si no es demasiado técnica, lamar a las puertas de los ptotanos, pero que tienen un cierlo interés por esos temas, lo mismo pasa con este libro. Por eso un estucio préctico mas que académico de la oracién monastica debe ser interesante para todos los erstanas, puesto que lode cistiano se ha comprometido @ ser, en cierto sen- tido, un hombre de oracién, Aunque pocos tienen el deseo de la soledad 0 vocacién para la vida monds- tica, todos los cristianos deben, al menos en teorla, tener ” bastante interés por la oracion, de tal forma que pue- den ser capaces de leer y servrse de lo que aqui se ‘esctive para los monjes, adapténdolo a las crcunstencias de su propia vocacion. Ciertament, en el aprosuramiento de Ia vida urbana moderna, muchos encararemos ta no- ccesidad de cierto silencio interior y de una discipina sen- collamerte para sentirnos nosotros mismos, para mante- er nuestra identidad humana y oristiana y nuestra liber- tad espirtual. Para promover eso debemos buscar a menudo momentos de reli y oracién en los que protun- dzar nuestra vida de mecitacién, Estas paginas tratan sobre la auténtica naturaleza de la oracién, més que so- bre algunas técnicas especiales, reservades a unos po- 08. Lo que aqui se dice es aplicable a cualquier cistia no, aunque, en este titime caso, quizé con menos énfasis fn la inlensidac de algunos procesos, més propios de la vide en soledad, a vida monastica es, primero, esencialmente sencilla, En el monaquismo primitivo la oracién no ora necesaria- mente ltGrgica. La iturgia era vista, a menudo, casi como ‘algo ‘eservado a los monjes y candnigos. Por eso, los primeros monjes en Egipto y Siria seguian una Iituria muy rudimentaria, y sus oraciones personales eran cirec- tas y sin complicacién alguna, Por ejemplo, leemos on los dichos de los Padres del Desierio' que un monje pregunid a san Macario como orar. Le respondi: «No es necesario servirse de muchas palabras. Solamente ex- liende tus brazos y di: "Seer, ten compasién de mi como tt desees y como ti bien sabes." Y si el enernigo te tienta fuartemento, di: "Sefior, ven y ayédame."» En las Aecthegrata, 19, PG. 34249 18 CConferencias de oracién de Casiano, vemos el gran em- Pefio que mostraban los monjes para encontrar la sin- plicidad en la oracién, hecha a base de frases cortas, sacadas do los Salmos y de otras partes de la Escritura Una de las més frecuentemente usadas era Deus, in agiutorim meum intende, “Dios mi, ven en mi aii”. ‘A primera vista uno podtla preguntarse qué tienen que Yer unas oraciones tan sencilas con la conterplacién Para empezar, los Padtes det Desierto no se considera- ban ellos misinos como misticos, aunque de hecho, a menudo Io eran, Cuidaban mucho el no ir en busca de ‘experiencias estraordinarias y luchaban denadadamente por encontrar la pureza del corazén y el control de sus ensamientos, para guardar sus mentes y corazones va: ios de preccupaciones y cuidados, para que de esa forma pudieran al mismo tiempo ovidarse de ellos mis: mos y dedicar todo su ser al amor y al servicio de Dios Este amor se expresaba en primer lugar en el amor a la Palabra de Dies. La oracién se extraia de las Escrtu: ‘as, especialmente de los Salmos. Los primeros monjes vejan en el Salterio no solamente un compendia de todos los demés libros de la Biblia, sino un libro de una eficacia especial para la vida ascética, en el que se adivinaban los mociones de! corazén en su lucha conta las fuerzas do as tnieblas* La sbatalla de los Saimos» siompre se interpretaba en referencia a la guerra interior contra las pasiones y contra el demonio. La meditacién era, sobre todo, meditato scripturarum®, Pero no debemos imagi- = Contrencia 10 » Simo 002. + San anata, Ep. 2 Marton * Ch Dam dean Lecea, Love of Laing anc the Beste of God, New Yor, Foca Unversty Poss, 196, cape. 1 19 narnos @ los monjes primitivos aplicéndose ellos mismos. fauna verdadera meditacién analtica de la Biblia. Para ellos la meditacion consistia en hacer suyas las palabras de la Biblia, memorizéndolas y repténdolas, con una con- ‘conttacién sencil, «desde el corazon», Por tanto, «el 6o- razéne al final juega un pape! central en esa forma pri- mitiva de oracién mondstica, Se le picid a san Macario que explicase una frase de Un salmo: «EI meditar de mi corazon esté en tu presen- cia Fruto de ello, dio una de las primeras descripciones de la soracién del corazén« que para él consisia en in- vocar el nombre de Crislo con profunda atencién, en el campo real dol ser de uno, es decir, en el -corazém, Considerado como raiz y fuente de la verdad interior de cada uno. Invocar el nombre de Cristo en el «corazén de uno» era equivalente a llamarla con la més profunda y sincera intansidad ce la fe, manifestada por la concentra cidn de todo el ser de uno despojado de todas las cosas ro esenciales y reducico a la nada, salvo a la invocacion del nombre del Sefior con una simple peticion de ayuda. San Macario decia: No existe ninguna olra medilacion mas perfecta que el salvlico y bendito nombre de nuestro Sefor Jesuctsto, que mora sin interupcién en ti, como festé escrito: "Grtaré coma un péjaro y meditaré como una tértola.” Es lo que hace el hombre devoto que per: severa en su invocation del nombre salvifico de Nuestro Sefior Jesuctistos Los monies de las iglesias otientales, en Grecia y en Rusia, han usado durante siglos un manual de oracién llamado Phitokalia. Se trata de una antologia de citas de © De frien, lado por Resch en Ooctine AscHiave ces Premiers Mates Egptens. pt 20 los Padres monacales de Oriente desde al siglo tercero hasta la Edad Media, todas ells relacionadas con la soracion del corazén« 0 la soracién de Jesiis». En la es: ccuela de Ia contemplacion shesicésticas, que florecié en los centros mondsticos de la peninsula del Sinai y det Monte Atos, este tipo de oracién fue estucturada hasta Cconverirse en una técnica especial, casi esolérica, En el presente estudio no vamos a meternos en detalles sobre fsa técnica que a veces, de una forma ivesponsable, ha sido comparada con el yoga. Solamente enfatizaremos la esencial simplicidad de la oracién monéstica en la pe mitiva soracién del corazéne, que consistia en el recogi miento inter, en el abandano de los pensamientos que istraian y en la humilde invocacién del Sefior Jesiis con las palabras de la Bibla con un intenso esptitu de fe, Esta simple practica era considerada de crucial importan- cia en la oracién monastica de la Iglesia oriental, puesto que se cela que el poder sacramental del Nombre de sJesis trala consigo el Espiritu Santo al corazén del monje ‘rant. Dice asi un texto tipico, tradicional Un hombre se enriquece por la fe, y si quiere por la esperanza y a humiad, con las que el mene se ing al dicismo nomire de Nuestro Sefior Jesuersto; ¥ 8e feniquece también por la paz y et amor. Porque éstas son realmente tes ramas cel bo! de la via pantad 0 Dios. Un hombre que se acerque a él, que fo toque 2 su debido tempo y que coma de 6 como esta man, edo, conseguir una vida perdurable, eterna, y 0 la ‘mute, como en e! caso de Adin... Nuestros gloroa0s ‘macatios...en les que moraba el Espitu Sano, nee en ‘sefan sabiamerte a todos nosoties. aspeciamenta a los ‘que desean abrazar el campo del siencio cvino, es de co, 8 los mongs, y consagtarse a Dios, renunciando al at uno, a pescticar el -hesicasrro= con sabiduia, ya pre- fart su peton con una esperanza firme. Estos homores Podtian tener, como préctca y ocupscién constant, fa inwocacion de su mas santo y dulesmo nombxe, levén- ‘solo siempre en su mente, en el coraxén y en los la bos.” La peéctica de tener of nombre de Jesis siempre pro- senta en la conciencia era, para los anliguos monjes, ot secteto del «control de sus ponsamiontos» y de sus vic- torias ante la tentacién, Eso acompafiaba a todas las actividades de la vida mondstica, imbuyéndoles de ora- cin. Era la esencia de la meditacién monastic, una for- rma especial de esa préctica de la presencia de Dios de la que san Benito, a su vez, hizo la piedra angular de la vida y maditacién mondsticas. Esta préctica bésica y sim- ple pudo, evidentemente, expandise para incluir el pen samiento de la pasién, muerte y resurreccién de Cristo, las cuales san Alanasio fue de los primeros en asaciarlas 4 las diferentes horas canénicas de oracion ® Sin embargo, en interés de la sencilez, nos centrare- mos en la forma mas elemental de la mecitacién monds- tica, y hablaremos de la oracién del corazén como un medio de mantenemos en la presencia de Dios y de la realidad, enraizada on la verdad interior de uno mismo, Haremos referencia a los textos antiguos de vez en cuan- do, pero nuestro desarrollo del tema seré esencialmente madarno. Después de todo, algunos de los temas basicos dal existoncialismo de Heidegger, que subyacen realmente en 7 Kadiovaty and Palmer, Whigs Kom te Pia on Prayer of tne Hat. p. 172-173. De Wigintate, 12-16 22 €! ineluctable hecho de la muerte, en la necesidad que odo hombre ene de la autentcidad, y en algun tipo de lberacion espitual, pueden recordarnos cma en el que la oraciéa mondstica foeec6, y que no esta ausente de nuestro mundo moderno. Todo lo contrario. Esta es una edad que, por su misma naturaleza de tiempo de crisis, de revolucion, de lucha, exge una busqueda es- pecialy un constante cuestionamiento, que constituyen el trabajo del monje en su meditacion y oracién. Porque el monje busca algo més que su propio corazén, Bucea prolundamente en el corazén del mundo, pero s6lo para escuchar con mayor intensidad las vooes mas profundas y més abandonadas que proceden de esas profundida- des abisales interores Por es0 el téimino contemplaciin es a la vez insu ciente y ambiguo cuando se apica a las formas mis elevadas de la oracién cristina. Nada hay més ajaro a la auténtica ttadicién mondstica y contemplatva en la Iglesia (por ejemplo, la carmeltana), que una especie de gnosticiem que elevaria al contemplativo sobre el crisia no orcinaro, inckéndole en un reino de conccimiento y ‘experiencia esotéricos, libréndole de las luchas ordinarias| ¥ suffimientos do la exstencia humana, y elevandole a un estado priviegiado entre las espirtualmente puros, como 8) fuera casi un angel, no tocado por las pasiones, y sin necesidad de la mediacién de los sacramentos, la cari dad y la cruz. La forma de la oracién ronastica no es una especie de escape sutl de la madiacién do la on- camacion y de la redencién. Es un camino especial de seguir a Cristo, y de compartir su pasion y resurteccsén yy 8u redencién del mundo, Por esta raz6n precisamente las dimensiones de la oracién en soladad son las del hombre orcinario sometido a la angustia, la bisqueda de 23 ‘sf mismo, con sus momentos de nausea y de vanidad, falsedad y capacidad para la treiciin. Lejos de establecer una seguridad narcsista accesible, el camino de la ora- cién nos enirenta cara a cara con et punto més central yy més profunde donde el vacio parece abrise a una ne- (gra desesperacion. E1 monje se enfrenta a esta seria po- sbilidad, y la rechaza, como el hombre de Camus se fnienta al «absurdo- y lo trasciende por medio de su libertad. La opcién do la desesperacién absoluta so cam- bia en una periecta esperanza, debido a la siplica pura y humilde de la oracién mondstica, El monje se entrenta flo peor, y descubre en allo la esperanza de lo mejor. De la muerte, la vida. Del abismo, y de una manera que 1 llagamos comprender, surge e! don misterioso del Espiritu enviado por Dios para hacer nuevas todas las cosas, para transtormar el mundo creado y redmido, y restaurar todas las cosas en Cristo. Este es al trabajo crealivo y sartador del monje, con- seguido en el silencio, en la dasnucez de espitu, en el vacio, en la humildad. Es una participacién en la muerte salvadora y en la resurteccién de Cristo. Por eso, todo cristiano puede, si asi lo desea, entrar en comurién con este silencio de la Iglesia orante y meditativa, que es la Iglesia del Desierto. 28 I clima en el que florece la vida mondstica es el del dsierio®, donde esté ausente la comodidad del hombre, En ese desierlo desaparecen las rutinas en las que se ‘apoya el hombre de la ciudad, y siente que le dan una ‘aparente seguridad. En esie clima, la oracién debe apo- yatse en Dios, en la pureza de la fo. Adin viviendo en ‘comunidad, el monje se ve obigado a explorar el yermo Interior de su propio ser en sollario. La Palabra de Dios, ‘que es siempre su consuelo, representa al mismo tiempo su afccién. La Iturgia, que es su gozo y que le revela la gloria de Dios, no puede lenar el covazén que previa- mente no haya sido humilado y vaciado de todo miedo. Aleliya @8 ol cantico del desierto, El cristiano, aunque sea un monje 0 un ermitafo, no 8 alguien que vive en un aislamiento individual. Es un miembro de la comunidad de alabanza, del Pueblo de Dios. Alluya es la aclamacién victorosa del Salvador Re- sucitado, ¥ también et mismo Pueblo de Dios, cuando colebra la gloria del Sehor en ol tabemdculo de belleza que se clerne sobye él, guiado, imantado por la nube brilante de su presencia, sigue en plena peregrinacién, ‘Aclamamos a Dios como miembros de una comunidad ‘que ha sido bendecida y salvada y que esté en viaje para elas 361-10. 8 fencontrarse_con el que se nos acerca en su adeno prometido. También como indviduos nos reconocemos pecadores. La oracién del monje esta dictada por la do- ble perspectiva interior de su propia conciencia, de su condicin de pecador y redimido, por la ira y la compa- si6n, Asi es también la oracién de todo cristiano. Pero el monje est llamado a explorar més profunda y amplia- mente estas dimensiones, y con un mayor estuerz0 que sus hermanos, que se entregan en el mundo a trabajos de misericardia 0 a obras de creacién, En este estudio nos vamos a preocupar, sobre todo, de la oracién personal, especialmente en sus aspectos de meditacién y contempiacién. Se sobrentiende que la ‘oracién personal de! monje esta embebida en una vida de salmadia, celebracion litirgica, y en una lectura me- ditada de la Escritura (lsctio diving). Todo esto tiene una dobie dimensién, la personal y la comunitaria. Aqui vamos 2 caflnos, sobre todo, al esfuerzo dl monje, que intenta profundizar on las consecuencias de la realidad absoluta totaltaria, de su lamada a la vida en Cristo, que progre- Sivamente se le revola en la soledad en la que se en cuentra solo con Dios, estén 0 no fisicamente presentes sus hermanos. Dostayevsk,, en Los hermanos Karamazov, nos hace ver con claridad lo que Rozanov ha tamado un «conficto| €etemo+ en ei monaquismo, y, sin duda, en el cristianismo come tal. El conficto entre lo rigido, autoritatio, lo con- vencido de su rectitud, la aciud ascética de alguien que exige que se le imite, puesto que &! es el maestio, que se aisla del mundo con un esfuerza terrible, y luego se siente cuaificado para dar cursos sobre ese magisterio espiritual. ¥ el Staretz, Zossima, el hombre compasivo de ctacién que se identifica a si mismo con ol pecador, con 26 ‘1 mundo eno de dolores, para pedir la bendicién de Dios sobre ese mismo mundo. Hay que resaltar, que en ol momento presente de exal tacién y renovacién del monaquismo, nos asimilamos: cada vez més con el tivo de Zossima. ¥ esta clase de spirit monéstico es carismético mas que inetitucional Tiene menos necesidad de estructuras rgidas, y ee aban- dona totalmente a fa (nica que necesitamos, a la de la obediencia a la palabra y al esprit de Dios, confirmada por sus ffulos de humidad y amor compasivo. Por eso, €l tipo Zossima de monaquismo puede muy bien forecer fn las situaciones mas inesperadas, hasta en medio del mundo. Quiza tales «monjes» no tengan vinculacién mo- nstica alguna. Pero, al mismo tiempo. hay que acmitir que las esttuc- tures comunes tienen un valor que no debe ser subest- mado, Et orden, la paz, la comunicacin y el amor fra- temos, ofecidos por una comunidad de trabajo y oracién, son Ios lugares normales en los que la vida de oracién se desarrolla, No hace falta decir que tales comunidades ro deben reproducir solamente los modelos de regula dad y de observancia de la vida conventual de los tra penses, cartulos 0 carmelias, tal como los hemos co- nocide hasta ahora. 7 En esta forma de otacién, tal como ha sido descrita, por los escritores primitivas de la vida monastica, la me- ditatio debe ser vista en su estrecha relacién con la sai ‘moda, lect, orato y conterpvatio. Es una parte de un todo continuo, la vida entera uniicada del monje, con- versato monastica, su nueva orientacién desde el mundo hacia Dios. Separar la mecitacion de la oracién, de la lectura y de la contemplacién es falsiicar nuestra con Ccopcién de la forma mondstica de oracién. A medida que la meditacién se va haciendo cada vez més contempla tiva, vemos que no se trala solamente de un medio para conseguir un fin, sino que también tiene algo de la misma naturaleza de un fin. Por eso, la oracién mondstica, es pecialente la meditacion y la oracién contemplativa, es ro tanto un camino para encontrar a Dios como un ca miro para descansar en él, en quien hemos encontrado, que nos ama, que esta a nuestro lado, que viene hasta nosotros para coniiguraimas con él. Dominus enim prope est. La oracién, la lectura, la mecitacién y la conternpla- én lenan el aparente «vacio» de la soledad y el silencio monasticos con la realidad de la presencia de Dios y, @ parti de ahi, podemos aprender el verdadero valor del silencio y experimentar et vacio y la fnlidad de esas for- mas de distraccién y comunicacién sin sentido, que en nada contribuyen 2 la seriedad y sencilez de la vida de oracion, 29 Se puede dar un valor enorme a la celebracién co- ‘munitatia, la que Se expresa con cantos, con ejercicos que implican a toda la persona. Tiene su espacio propio. Pero la oracién de la que habiamos aqui, y @ la que calficamos de monéstica por excelencia, aunque también podria aplicarse la misma palabra a la vida de cualquier seglar que se sionta alraico por ese tipo de alabanza al Sefor, es una oracion de silencio, sencllz, contemplativa, y de unidad mediativa, una integracién de toda su per- sona en una atenta escucha del coraz6n, La respuesta ‘que busca notmaimente esta oracién tiene poco que ver coon Ja del testi jubioso y que se explaya en palabras. Es una rendicién total y sin palabras del corazén en el silencio. La unidad inseparable dal silencio y de la oracién mo: néstica fue bien descrita por un monje si, aac de Ninive, Muchos buscan con avez, par el nico que encuen- tra es @1 que permanece en silencio continuo... Todo hombre que encuenia sus daicas en una multixd de palabras, aunque diga en elas cosas admirabes, esta vacie iteroxmente. Si amas la verdad, 86 arrante do! ‘iencio, El sienele, como la lz del so, Isninaré a Dios fen ty te Hora de los fantasmas de la ignoranca. siencio te nie al mismo Dios, ‘Ama el slancio por encima de todas as cosas. Te trae €l futo que la lengua no alearza a descr. A principio tenemos que ferzanos a guardar silencio, Que Dios te Cconceda experimentar ese -algor quo nace det silencio. ‘Con seo pracicaro, como consecuencia de tu estuezo, te inundard una luz inonarable..y después de un breve tiempo, una cera dura nace en el coraxin de este 20 ejercico y el cuerpo se siente embebido cas por la er 22 para pemmanecer en siencio, ‘Tengo que decir que ol término oracién mental es to- talmente desorientador en el contexto rondstico, Muy po- ‘cas veces oramos solamente con la mente. La meditacion| monastica, a oracién, oratio, la contemplacién y la lectura comprometen a todo el hombre, y brotan del centro de! corazén del ser humano, de su corazén renavado por e! Espirtu Santo, que tesponde totalmente a la gracia de Cristo. La oracién mondstica empieza menos con scon- sideraciones» que con una welta al corazéne, encom ttando el centro mas profundo de uno mismo, despertan: o las proundidades mas hondas de nuestro sor y de nuestra vida, Por eso, en estas paginas, la palabra mesitacién ser Uusada mas 0 menos como equivalente a lo que los mis- ticos de la Iglesia oriental han llamado -oracion del co- razéne, al menos en el sentido general de una oracién que busca sus races en el campo més autéatico de nuestra existencia, no solamente en nuestra mente o en nuestros afectos. Por la -oracién dol corazérie buscarnos 2 Dios mismo en las profundidades de nuestto ser y o encontramos all invocando el nombre de Jesis en fe, ‘admiracién y amor El término «oracién mentale desgraciadamento sugiere una via en la vide de oracién entte la oracién «de la mente» con o sin «actos» espectficos, y la sencila oracién vocal, ya sea ésta publica 0 privada. Esto, a su vez, im- plica otra via entre la oracién piibica y la privada Oe esta cistincién surgen todo tipo de problemas. Y, de he- ccho, cuando una persona esta convencida de que hay Lun Conflicto entre estas «divisions» de la vida de oracién, 3 resulta de ahi una cierta distocacién espisitual. Pero en la tradicién monéstica primitiva no exstia tal dvision i tal Conficto. Toda la vida del monje es una armoniosa unidad fen la que varias formas de oracién tienen su lugar y su tiempo, pero en la que, de una manera o de oa, se piensa que el monje est «orando siempre». San Basilio, por ejemplo, cuando habla de lo que os escitores mo- ddeinas llaman oracion privadae, ¢© refere a la oracién del monje durante su tempo de trabajo. Esta oracion cconsisie, en parte, en la recitacién de los saimos, en parte en las palabras sencilas y esponténeas del monje, (© en acciones sin palabras, diigidas a Dios. Tocas las horas son buenas para la or@cin y Ia sa rmocia, pues mientras nuestras manos estén ccupadas fn sus trabajos, podemes alabar a Dios con la lengua © 51 no, con ol corazén... Asi que en medio de nuesto tvabajo pacemos cumalr con la obigacién de ore, dar co gracias al que ha concedido fuerza 8 nuostas manos ara cumple con nuests trabajos, intelgencia a nves- tras mortos para adcui los conocimienios.. Asi loga mos a formeamnos un espirty recagido, cuando en toda aceién pedimos a Dios ol éxto de nuestas trabajos y salisfacemos nuestra deuds de gist a él. ¥ cuando marienemos sierore presente en nuestas mentes laf naldad de apracare." En ta tradicion celta, un pooma atribuido a san Colum- bano describe la vida eremitica en una isla en el ooéano, y da alguna idea de las distintas formas de oracién que estructuran y configuran las actividades del cla en un todo orgénico, Después de describirse a si mismo como Tang Puls, 0.37. Ascets! Wks, New York, 1980, p98, 32 2 un desterrado que «ha vuelto su espalda a Inlandae y que se siente mavido por el arrepentimiento, mientras mira las olas que mueren en la playa, describe su satis- faccién por la vida que lleva de dolor de los pecados y de alabanza divina: ‘Que yo pueda bendecr al Serr, que lo consenea todo Er clo con sus iconables érsenes branes. 1a tiera con su costa y sus torentes ‘Que yo pueda encanta fodos fos lbras, ‘buenos ara cualquier aima, En algunos momentos aronitadb an ronar dl ceo quo, 0 otros cantanoo salmos, En algunos mamerios cantemplando al Rey dos Cleos, santo ouero de ode En algunos momentos dedicado al tabaio sin angus ste asi resutard celicioso, En algunos momentos pidendo ajuda a las ocas, En algunas momentos pescando En algunos momentos danco de comer al pobre. En algunos momentos en la carcar (a cldla solar) ‘También san Beda describe ‘a constante meditacion de los monjes celts y de los seglares que acompanaban a san Aidan en su misién en Northumivia en el siglo sép: timo. Une fa vida de oracién vital de los monjes al fervor el mismo Aidan, Su vida era tan dererte dol dourimento de nuestros Yiorpos que todos los que lo acomoaraban, ya fueren monje toneuratos 0 seajares, se ocupaban oe Ja ora in, ya sea Feyendo las Esortuas 0 hablando sobre ios "Glade per WG. Hanson en Ey Maraste Schl of Heine Cambrege, 1927.» 28, 2 salma. Era 24 ocupacién daria a de ls que ¥0 acom pfaban, en cualuier sto en el que estuvesen, Hay que sofalar ol amplio sentido que Beda da a la palabra meditacién, identiicéndola con la lecio y con la salmodia, También hay que ferse en que no ve diferencia alguna entre monjes y seglares, que vivian de una forma ‘muy parecida la misma clase de oracién continua, basada on la Biba En estos textos tradicionalas encontramos no s6lo una: visién muy sencila, amplia y saludable de la vida de ora- cién, sino ademas una que esté completamente unificada, ain siendo diversa, en perfecta armonia con la naturaleza. Esto quiere decir, para empezar, que cada uno reza ‘como quiere, ya sea vocalmente 0 en «Su corazénw. La oracién vocal significa aqui, en primer lugar, la recitacion © el cénlico de los saimos. Esta forma de oracién no fexige una lucha para estar recogido 2 pesar del trabajo, los viajes 0 cualquier otro tipo de actividades, sino que fluye de la vida diata y esta de acuerdo con el trabajo y cualquier tioo de obligacion. Es, pues, un aspecto del trabajo del monja, un clima en cual el monje trabaja, porque supone un reconacimiento consciente de la de- pendencia respecto a Dios, Tampoco aqu las formas que ‘adopta ese «econocimienton estin defnidas 0 prescrilas. No hay nin solo instante en que el monje pueda con- siderar a Dios «ahi fuerae 0 en cualquier parte. Pero cada no procederd de acuerdo con su fe y su capacided. El lina de su oracién es, puss, de reconocimiento, gratitud Yy amor totalmente abediente, que s6lo busca agradar a Dios. Encontramos la misma sencilez en el capitulo $2 ‘stra Ecclesia, M5 34 de la Regia, donde san Benito nos habla de la oracién personal y prada. «Si alguno desea rezar en eecreto, dBjale que se vaya y rece, no en voz alta, sino eon ldgri ‘mas y fervor en su corazén» El cima de oracién que se sugiere en esta expresién tradicional, «ldgrimas y fervor el corazén», es el del arrepentimiento y del amor. Podemos analzar aqui el concepto de wel corazéns. Se fefiere al campo més. profundo de la psicologia de la personalidad de cada uno, al santuario interior donde el reconocimiento de uno mismo va mas alla de la reflexion analtica y se abto a la controntacién metafsica y teologal ‘con el Abismo de lo desconocido, ya presente, al «que 88 mas intimo a nosotios que nosotros mismos> "Une rae ctaca do Lae conesones de ean Agu, W Segin estos textos, vemos que en la meditacién no ebemos buscar un «métodor 0 sistema, sino culivar Una wactitude, una svisién general, hecha de fe, apertura, atencién, reverencia, expectacién, sdplica, conianza y (g070, Todas eslas fealidades embeben nuestro ser de amor, en la medida en que nuestra fe nos dice que es- tamos en presencia de Dios, que vivinos en Crisio, que en el Espintu de Dios vemos» a Dios nuestio Padre sin svetles, Lo conocemos en lo «desconocido». La fe es el vinculo que nos une a él en e Espiritu que nos da la luz y el amor ‘Algunas personas, sin duda, tienen un don esponténeo para la oracion meditativa. Esto no es corriente hoy. La ‘mayor parte de los hombres tienen que aprender a me- tar. Hay formas para aprender a meditar. Pero no de- bbomos esperar encontrar mélodos magicos, sistemas {que hagan evaporarse en ol aire todas las dficuitades tados los obsidculos. La meditacién es a veces muy di- fii Si aquantamas los tiempos difciles en la oracién. ¥ lesperamas con paciencia los tiempos de la gracia, po- demos legar a descubxr que la meditacién y la oracién Consttuyen unas experiencias gozosas. Pero no debemos juzgar el valor de nuestra mecitacion por «cdmo nos sen- timoss, Ura meditacién diel, y aparentemente inructuo- ‘83, puede de hecho ser mucho mas valida que ola que 8 fil. foliz, luminosa y aparentemante, un gran xt, a Hay un «movimiento» de la meditaciin, ave expresa el fimo «basico» pascual de la vida cistiang, el paso de la muerte a la vida en Cristo. A veces, la oracion, ta medi- tacién y la contemplacién son muerte, algo asi como doscencer a nuesira nulidad, un reconocimiento de sen timas sin ayuda, una frustracion, infdeidad, contusion, ig- rorancia. Fijaos fo comin que es esto en fos saimos " Si necesitamas ayuda on la meditacién, podemos acudir a los textos de la Escritura que expresan esta protunda tristeza del hombre en su nada y en su total nevesidad, ‘dependencia de Dios. Por eso, cuando decidimos enfren: tamos a las duras realdades de nuestra vida, cvando reconocemos que necesitamos orar mucho y con abso lata humildad para entrar totalmente en los caminos de la fa, 6! nos arranca de las tnieblas a la uz, nos escucha, responde a nuestras oraciones, se da cuenta de nuestras necesidades y nos concede la ayuda que le pedimos, aunque no sea mas que déndonos més fe para creer ue 6 puede y quiere ayudamos cuando fo considere oportuno. Ya es una respuesta sufciente sla alternancia entta la oscuridad y la fe constituye una espacie de didlogo erire el cristiano y Dios, una dia- 'éetica que nos lleva hacia profundidades cada vez ma: yores en nuestra conviceién de que Dios es nuestro todo. Por estas alternancias crecemos en el desapego de no- sotros mismos y en la esperanza. Debomos damos cuen ta dol gran bien que podemos conseguir solamente por esta fidelidad a la meditacidn. Un nuevo reino se abre ante nosolfos, que no puede descubtirse de otra manera Lamadlo el «eino de Dios». Hay que hacer todo esluerzo y sactiicio para entrar en ese reino, Tales sacniicios son Ver por afro los saras 56,39, et 8 ‘ampiiamente recompensados por sus resultados, incluso ‘cuando éstos no nos gon clafos, mucho menos eviden- tes. Pero se necesita un esfuerz0 iluminadlo, bien aligiso yy apoyado, Inmediatamente nos entrentarnos a uno de los proble- mas oe la vida de oracién, el de aprender cuando los estuerzos de uno estén iiuminados y bien diigidos, y cuando brotan de nuestras contusas veleidades y de nuestros deseos inmaduros. Seria una equivocacion su poner que basta la buena voluntad, que por sf misma es ‘garantia sutciente de que todos nuestios esiuerzos con ssoguirén al fi un buen resultado, Pueden cometerse erto- res muy series, incluso con la mejor buena voluntad. Al- {gunas tentaciones y desiiusiones tienen que ser vistas ‘Como parte normal de nuestra vida de oracién, y cuando tuna persona piensa que ha conseguido una ciertafaci- ddad en la contemplacién, puede encontrarse a si misma alimentando toda clase de ideas extrahas y, lo que os peor todavia, apegarse a ellss con una entrega ciega, enfebrecida, convencida de que se trata de gracias so. brenaturales y sefiales de que Dios bendice sus estuer- 208, cuando, en realidad, ellas le dejan simplemente en- trever que ha tomado un camino equivacado y que quizé se encuentre en un serio pele, Por esta razén, la humidad y aceplacién décit de un sano consejo son muy necesatios en Ia vida de oracién, Aunque la direccién espintual no es totalmente necesaria fen la vida del cristiano coriente, y aunque un relgioso podria ser capaz de avanzar solo hasta un cierto punto sin ella (muchos tienen que hacerlo as), se converte en una necesidad moral para el que intenta profuncizar en su vida de oracién. De abi la tradicional impartancia del spade espititual, que puede ser el abad 0 bien otro 39

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