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Derecho

Romano
José Ignacio Morales

EDITORIAL
TRILLAS
México. Argantina. España.
C olom bia. Puerto Rico. Van*
0
Catalogación en la fuente
Morales, José Ignacio
Derecho romano. - 5a ed. - México : Trillas,
1989 (reimp. 1995).
551 p. ; 25 cm.
Bibliografía: p. 551
I5BH 968-24-5255-2

1. Derecho romano. I. t.

LC-H455'M6.5 D -540.54'M449d 1576

Derechos reservados
© 1987, Editorial Trillas, 5. A. de C. V.,
Av. Río Churubusco 585, Col. Pedro María Anaya,
C. P. 05540, México, D. F.

División Comercial, Cate, de la Wiga 1152, C. P. 09459


México, D. F. Tel. 6550995, FAX 6550870

Miembro de la Cámara Nacional de la


Industria Editorial. Reg. núm. 158

Primera edición, 1972


5egunda edición, 1987 (l5Bh 968-24-2162-4)
(Primera publicada por Editorial Trillas, 5. A. de C. V.)
Tercera edición, 1989 (758/1 968-24-5255-2)
Reimpresión, 1992

Segunda reimpresión, marzo 1995

Impreso en México
Printed in México
Lex debet esse justa, honesta, posibilis, secundum naturam.
Patriae consuetudinem, loco temporique conveniens, utilis,
manifiesta, nullo privato commodo, sed pro communi civium
utilitate conscripta. (La ley debe ser justa, honesta, posible,
no contraria a la naturaleza, conforme a las costumbres,
conveniente al lugar y tiempo, útil, clara y dirigida no al
bien privado, sino a la utilidad común de los ciudadanos.)
Prólogo

Lo que me impulsó a escribir esta obra fue la certidumbre de que


era indispensable que existiera un estudio sintetizado, una sinopsis com­
pleta del derecho romano, en el cual el m étodo pedagógico coadyuvara
a conocer mejor la legislación romana, su evolución y el orden cronoló­
gico en que fueron apareciendo las leyes y se constituyeron en la base
de los derechos organizados en casi la totalidad del mundo, así como el
propósito de que les sea útil a los estudiantes.
Un libro de esta naturaleza es particularmente necesario para los
que se inician en el estudio o en la práctica del derecho. El material que
lo integra se presenta de manera sencilla y abarca los elementos básicos
del derecho romano, los cuales se describen con explicaciones claras y
precisas que facilitan el conocimiento de algunas instituciones jurídicas
con las que aquéllos frecuentemente habrán de encontrarse.
Porque cuando se quiere penetrar en la ciencia jurídica sin ninguna
preparación acerca de los fundamentos del derecho romano, es muy di­
fícil entenderla: sin las nociones, conceptos y fundamentos que aquél
provee es imposible lograr la comprensión del universo jurídico. Es co­
mún que se reciba, como instrucción relativa al derecho que nos ocupa,
un cúmulo de conocimientos inconexos, los cuales muchas veces son
memorizados y que, por ello, de ninguna manera ayudan a comprender
el derecho como ciencia.
De ahí que el propósito de esta recopilación sea la de llevar en for­
ma sencilla, comprensible y fácil, a los jóvenes que comienzan la carrera
de derecho, el conocimiento de las instituciones romanas, con la fina­
lidad de que comprendan su lenguaje jurídico, el origen de las materias
de que se trata y las relaciones existentes entre ellas.
El estudio histórico de cualquier legislación permite apreciar objeti­
vamente los esfuerzos que llevaron a su formación, así como revivir las

7
8 PRÓLOGO

instituciones y valorar las costumbres. Y como, por otra parte, conside­


ramos indispensable recurrir a las fuentes romanas para obtener de ellas
—sobre todo por lo que se refiere al derecho civil— los antecedentes de
la legislación actual, es que hemos procurado reunir y sistematizar en
este trabajo lo más im portante de cada uno de los renglones menciona­
dos, a efectos de que todo aquel que se dedique al estudio de tan im por­
tante rama tenga las armas, las máximas, las prescripciones, las raíces, el
magnífico pensamiento de los jurisconsultos romanos, cuyo conocimien­
to y manejo son imprescindibles en el hacer cotidiano del abogado, par­
ticularmente, como se dijo, del civilista.
Indice de contenido

Prólogo

Cap. 1. Generalidades históricas 13


Leyenda sobre la fundación de Roma, 14.

Cap. 2. Primeros órganos de gobierno en tiempo de la Monarquía: las tri­


bus, las curias por comicios, las gens, el rey y el senado 15
Rómulo, primer rey de Roma, 15.

Cap. 3. Los sucesores de Rómulo 18


Numa Pompilio, 18. Tulio Hostilio, 22. Anco Marcio, 24. Tar-
quino Prisco, 24. Servio Tulio, 24. Tarquino el Soberbio, 27. Los
comicios centuriados y los comicios por tribus, 27.

Cap. 4. La República 29

Cap. 5. La Dictadura 33
Tribunos de la plebe, 33. Asimilación patricioplebeya, 34.

Cap. 6. Ley de las XII tablas 36


Contenido de las XII tablas, 36.

Cap. 7. Continúa la lucha entre patricios y plebeyos. LaLey Canuleya 46


Los ediles curules, los pretores, los censores y loscuestores, 46. La
Ley Licinia, 47. La plebe alcanza algunos logros, 47.

Cap. 8. Roma continúa su expansión 49


Los triunviros, 52. Los procónsules, los comicios y los demago­
gos, 52. Lex provinciae, 53. La lucha por la tierra, 54. Mario y
10 ÍNDICE DE CONTENIDO

Sila. Las leyes Cornelias, 55. Julio César, 58. Primer triunvirato,
59. Leyes julias, 60. Segundo triunvirato, 63.

Cap. 9. Nace el Imperio 64


Augusto, 64. Los Césares posteriores a Augusto, 66.

Cap. 10. Breve panorama de la literatura, el arte, las ciencias y la filosofía


durante el Imperio romano 71
El siglo de Augusto, 71. El periodo comprendido entre la muerte
de Augusto y la de Marco Aurelio, 72. Otros hombres de ciencia,
escritores, historiadores y poetas de la época, 73. Nueva etapa, 76.

Cap. 11. Comienza la anarquía militar 80


Constantinopla, 83.

Cap. 12. La codificación de Justiniano 92


Instituía, 93. Decisiones de la ley, 94. Código revisado o repetitae
praelectionis, 94. El cuerpo del derecho civil y algunas leyes dic­
tadas por los jurisconsultos, 95.

Cap. 13. Gobernantes romanos de Rómulo a Justiniano 103

Cap. 14. Algunas reglas del derecho romano 107

Cap. 15. Locuciones latinas de uso frecuente 125

Cap. 16. Algunos principios del derecho romano 130


Fuentes del derecho, 132. La ley, 133. El plebiscito, 133. El se-
nadoconsulto, 133. Las constituciones imperiales, 133. Los edic­
tos de los magistrados, 134. Las respuestas de los prudentes, 135.
Los jurisconsultos, 136. Escuela de sabinianos y proculeyanos,
137.

Cap. 17. El pueblo romano y sus leyes 139


Formación de la ley, 139. Importancia del senado, 141. Los edic­
tos, 141. Constituciones imperiales, 142. Respuesta de los pru­
dentes, 142. Decisiones de los pretores fundadas en la equidad,
142.

Cap. 18. Instituciones del derecho romano 144


Personas, cosas y acciones, 144. De los derechos, 144. Actos ju ­
rídicos, 146.

Cap. 19. Interpretación de la ley 151

Cap. 20. De las personas 153


ÍNDICL DI-CONTENIDO 11

Cap. 21. La esclavitud 156


Fuentes jurídicas de la esclavitud, 156. La guerra, 157. Causas
civiles de esclavitud, 159. Forma de salir de la esclavitud, 162.
Medios para otorgar la libertad, 163. Condiciones del liberto, 166.

Cap. 22. Status civitatis 167


Patria potestad, 170. Fuentes de la patria potestad, 170. Justas
nupcias, 171. Parentesco, 176. Legitimación, 179. Adopción,
180. Formas de disolver la patria potestad, 182. Tutela, 184. Cú­
ratela, 188. Capitis deminutio (disminución de cabeza), 191.

Cap. 23. Las cosas 193


Terminología, 193. Definición de cosa en el derecho, 194. Pri­
mera clasificación de las cosas, 195. Cómo se dividían las cosas
patrimoniales, 199. Segunda clasificación, 200. Tercera clasifica­
ción, 202. Cuarta clasificación, 203. Quinta clasificación, 203.
Sexta clasificación, 204. Séptima clasificación, 206.

Cap. 24. El poder jurídico de las personas (físicas o morales) sobre las cosas 208
Derechos que las personas (físicas o morales) pueden ejercer sobre
las cosas, 208. Derechos reales, 208. Del dominium, 210. Carac­
terísticas del derecho de dominio, 212. Historia del derecho de
dominio en Roma, 213. La propiedad quiritaria frente a la propie­
dad bonitaria, 213. De la posesión, 215.

Cap. 25. Modos de adquirir el dominio según el derecho natural 220


Ocupación, 220. La accesión, 220. Tradición, 222.

Cap. 26. Modos de adquirir la propiedad según el derecho civil romano 223
Mancipación, 223. Cesión en juicio (in jure cessio), 224. Tradi­
ción, 224. Usucapión, 224. Adjudicación, 227. Ley, 227.

Cap. 27. Servidumbres 228


Servidumbres reales, 228. Servidumbres personales, 229.

Cap. 28. Derechos reales pretorianos 231


Jus in agro vectigali. 231. k'nfiteusis, 231. Superficie, 231. Hi­
poteca, 232.

Cap. 29. Las obligaciones 233


Clasificación de las obligaciones, 233. Efectos de las obligaciones,
234. Modalidades de las obligaciones, 234. Obligaciones sancio­
nadas y no sancionadas, 235.
12 ÍNDICE DE CONTENIDO

Cap. 30. Los contratos 236


Contratos consensúales, 239.

Cap. 31. Obligaciones que nacen como deun contrato(cuasicontrato) 243

Cap. 32. Obligaciones que nacen de un delito 245

Cap. 33. Obligaciones que nacen como deun delito (cuasidelito) 248

Cap. 34. Garantías reales y personales 249


Garantías reales, 249. Garantías personales, 251.

Cap. 35. Extinción de las obligaciones 253

Cap. 36. Sucesiones 256


Sucesión, 256. Herencia, 256. Testamento, 256.

Cap. 37. Donaciones 268


La dote, 269.

Cap. 38. Procedimiento judicial romano 270


Imperium (imperio), 270. Actio (acción), 270. Los sistemas pro­
cesales, 271. Proceso, 272. Semejanza entre los procesos, 273. El
magistrado, 273. El pretor, 273. El juez, 274. Jueces pedáneos,
274. El árbitro, 275. Jurados, 275. Organización del régimen ju ­
dicial romano durante las acciones de la ley y el sistema formula­
rio, 276. Sistema de las acciones de la ley, 279. Legis actionis,
281. Procedimiento formulario, 284. Sentencia, 288. Procedi­
miento extraordinario (extraordinaria cognitio), 289.

Apéndice. Cuadros sinópticos de derecho romano 296


Historia (2 partes), 296. Historia externa, 297.

Bibliografía 351
1
Generalidades históricas

Enclavada en la península itálica, Roma constituyó para los pueblos


antiguos el centro del mundo. Algunos autores dividen dicha península
en tres regiones: la continental o septentrional (Etruria, Lacio, Um­
bría, Sabinia, Samnia y pueblos propios); la meridional (Campania,
Apulia, Calabria, Laconia y Bruttibun), y las islas de Sicilia, Cerdeña
y Córcega, que están geográficamente próximas a la península, razón
por la cual su historia está ligada a la territorial.
El norte de la península estaba habitado, entre otros, por los vénetos
y los ligures, pueblos cuyo origen no podría precisarse aunque se sabe
que vivían en los litorales de los golfos de Venecia y de Génova.
Los griegos colonizaron el sur de la península, que comprende las
comarcas de Campania, Calabria y la isla de Sicilia. Estas regiones fue­
ron tan importantes que en conjunto recibieron el nombre de Magna
Grecia.
En la región central o propia se asentaban varias comunidades, den­
tro de las cuales destacó el pueblo etrusco, integrado por una raza carac­
terizada por su talento artístico y cuyo origen aún no ha sido determi­
nado con certeza, aunque su aparición se sitúa entre los siglos ix y vm
antes de J. C.
En esa misma región se hallaban los italiotas, que se componían de
dos grupos; el primero lo constituían los venebrios, los volscos y los
samnitas; el segundo lo formaban los latinos, que integraban a los ecuos,
los rútulos y los oscos.
En la región del centro se fundaron, en el valle del Lacio, dos impor­
tantes ciudades: Alba Longa y Roma a orillas del río Tíber.
Lo que de su nacimiento se conoce está lleno de incertidumbre, de
elementos legendarios y de la imprecisión de las tradiciones.
Se dice que Alba Longa fue fundada por el héroe Eneas, sobrevi­
viente de la Guerra de Troya, y Roma por Rómulo, a quien se le supone

13
14 CAP. 1. GENERALIDADES HISTÓRICAS

príncipe procedente de aquélla y, lógicamente, descendiente de Eneas.


Ambos orígenes míticos satisfacían las aspiraciones romanas de te­
ner una génesis heroica y una ascendencia divina, con lo cual emulaban
al modelo griego, pueblo al que los romanos siempre admiraron cultu­
ralmente.
Roma, pues, tuvo también su origen legendario, digno de su poderío
y grandeza y acorde con la vanidad, la ambición y el ideal de un pueblo
eminentemente conquistador. Se fija como año de su fundación —y es el
comúnmente aceptado— el 753 antes de J. C. y se tiene por cierto que
Rómulo, su fundador, fue quien instauró el primer régimen político
establecido en ella.

LEYENDA SOBRE LA FUNDACIÓN DE ROMA

Numitor, rey de Alba Longa, fue depuesto por su hermano Amulio.


Este, para garantizarse que la descendencia de Numitor no le perturba­
ra el disfrute del trono usurpado, consagró a la hija única de aquél, de
nombre Rhea Silvia, como sacerdotisa del culto de Venus,* la cual no
obstante el voto de castidad que le im ponía su sacerdocio, fue poseída
por el dios Marte y dio a luz un par de gemelos a quienes se llamó Rómu­
lo y Remo
Amulio ordenó que se asesinara a los dos infantes, pero para salvar­
los de una muerte segura, Rhea Silvia los colocó en una cesta que de­
positó sobre la corriente del río Tíber, para que ésta los alejara del
inminente peligro que corrían.
La cesta se detuvo en un remanso y una loba que oyó el llanto, res­
cató y protegió a los niños e, incluso, según la leyenda, los amamantó.
Después, un pastor los encontró y terminó de criarlos.
Cuando ya adolescentes conocieron su origen real, los gemelos regre­
saron a Alba Longa y recuperaron, para su abuelo Numitor, el trono.
La leyenda, como la historia, coinciden en atribuir a Rómulo la fun­
dación de Roma en el año 753 antes de J. C. y señalan como asiento
inicial de ésta el Monte Palatino.
Luego, por una disputa, Rómulo mató a su hermano Remo. Rómu­
lo fue el primer rey de Roma.

* Las sacerdotisas del culto de Venus recibían el nombre de Vestales


2
Primeros órganos de gobierno
en tiempo de la Monarquía:
las tribus, las curias por comicios,
las gens, el rey y el senado

RÓMULO, PRIMER REY DE ROMA

Aun cuando hemos afirmado que los conocimientos obtenidos has­


ta hoy relativos al origen y la fundación de Roma pertenecen más a la
leyenda que a la historia, se acepta que la base étnica de la Urbs fue
aportada por tres pueblos: los ramneses, los titienses y los luceres. Los
primeros eran de raza latina y estaban bajo el mando de Rómulo; los se­
gundos, de raza sabina, eran subordinados de Tatio y los terceros, de
raza etrusca, tenían por jefe a Lucumio. Los vocablos mencionados
reconocen también el significado de “ leñadores” , “nobles” e “ilustres” ,
respectivamente.
Dichos pueblos se agrupaban en tres diferentes tribus, cada una de
las cuales se dividía en diez curias, subdivididas a su vez en diez gens.
La gens se constituía por el parentesco y agrupaba familias que proce­
dían de un tronco común. La jefatura de la gens residía en el paterfami-
lias (el señor, el más viejo), cuya autoridad patriarcal estaba impregnada
de un carácter tanto judicial como religioso.
Sus hijos se denominaban patricii y estaban supeditados, dentro de
la gens, alpaterfamilias, pero fuera de ella gozaban de todos los derechos
particulares. La gens se complementaba con los protegidos del paterfa-
milias, denominados clientes. Cada gens se identificaba por un elemen­
to común a sus componentes: el nombre (nomen gentititium ).
Las tres tribus se hallaban bajo la autoridad de un rey, que no go­
bernaba de manera absoluta sino mediante el auxilio de un cuerpo
colegiado: el senado.
Debemos insistir en que la primitiva Monarquía romana no era una
monarquía absoluta. El rey ejercía una autoridad que le era delegada
por los patricios, porque la “soberanía” , el poder, residía en ellos.

15
16 CAP. 2. PRIMEROS ÓRGANOS DE GOBIERNO

Los patricios ejercían ese poder en unas asambleas llamadas com i­


cios por curia. Estos comicios eran los que elegían al rey y lo investían
de autoridad; también promulgaban las leyes: leges curiatae. El voto se
em itía por curia. Dentro de la respectiva curia, se votaba por cabeza
para determ inar el sentido en que ésta votaría en los comicios.
El rey subsumía tres grandes funciones: jefe del ejército, magistra­
do judicial y sumo sacerdote. Para tom ar decisiones, el rey consultaba
con el senado, cuerpo integrado por los paires, personas mayores y con
mucha experiencia, algunos de los cuales eran, incluso, magistrados.
El senado era, pues, un órgano permanente de gobierno, al cual el
rey estaba obligado a consultar todas las decisiones relativas a los nego­
cios públicos. Este órgano nace en tiempos de Rómulo y prolonga su
existencia hasta el Bajo Imperio.
Durante algunas etapas de la historia del pueblo romano el papel del
senado fue en ocasiones brillante; en otras fue oscuro, debido a su acti­
tud de sumisión incondicional a la voluntad del rey o del emperador. El
senado desempeñó sus funciones sin estar provisto de facultades ejecuti­
vas tan amplias como las de los magistrados o legislativas, como las de
los comicios, o judiciales o religiosas. Sin embargo, aparece en toda la
historia romana desempeñando un papel destacado en la actividad gu­
bernativa.
Dentro de las facultades del senado destaca la del ejercicio de la auc-
toritas p atrum ; es decir, la ratificación de las leyes y elecciones. Tam­
bién em itía resoluciones de carácter legislativo que recibían el nombre
de senatus consultus, las cuales eran obligatorias en el derecho público,
pero no tenían fuerza de ley en el derecho privado.
En lo que concierne a la religión, el senado ordenaba las ceremonias,
los sacrificios y las oraciones públicas, e intervenía en la prohibición o
en la admisión de los cultos extranjeros.
En la función electoral podía habilitar la edad de los emancipados
para que satisficieran el requisito exigido por la ley.
En lo tocante a la guerra o la paz, el senado realizaba actividades
previas a su declaración o a su concertación, respectivamente y, ade­
más, podía celebrar tratados por cuenta propia y sin ninguna otra inter­
vención.
En caso de fallecimiento del rey, el senado tenía la potestad de nom­
brar un inter-rex, mientras se elegía al sucesor definitivo.
Es sabido que el senado influía ante los cónsules para la designación
de los dictadores y otorgaba a éstos sus facultades. Intervenía también
en la demarcación de las provincias, en la determinación de la autoridad
que debía ser establecida en ellas y en el nombram iento de sus magis­
trados.
Como se advierte, estas funciones eran, más o menos, de reducida
importancia. ¿En dónde radica, pues, la particular relevancia que el se-
RÓMULO, PRIMER REY DE ROMA 17

nado tuvo en la vida de Roma? La razón descansa en el hecho de que la


economía romana quedó en sus manos y las finanzas siempre fueron di­
rigidas por él. Era el senado el que determinaba la derrama de los gastos
públicos, vigilaba las inversiones, fijaba los tributos a que Roma tenía
derecho y señalaba las contribuciones para la guerra. Y aunque muchas
autoridades en la materia opinan que estas facultades correspondieron a
los comicios curiados, del estudio de la evolución de Roma se despren­
de que era el senado quien las ejercía.
El primer senador que figuraba en el Album Senatorium recibía el
nombre de princeps senatus y era considerado el jefe y representante
del senado. Sin embargo, no presidía las sesiones o asambleas, sino que
lo hacía el magistrado que las convocaba; es decir, que las asambleas se
celebraban por iniciativa de un magistrado con facultades para convo­
car, el cual podía ser un cónsul o un pretor. Los tribunos de la plebe,
en un principio, no entraban a ocupar las curules, sino que escuchaban
desde la puerta los debates senatoriales . Posteriormente fueron autori­
zados para convocar y presidir.
Las sesiones o asambleas senatoriales se iniciaban después de haber
invocado los auspicios divinos, como era costumbre. El presidente del
senado rendía un informe acerca de los motivos de la convocatoria, se
discutían las rogationes propuestas y a continuación votaban los sena­
dores en el orden en que aparecían en el Album Senatorium .
En el periodo republicano, los cónsules, a cuyo cuidado estaba el
mandato, formularon el Album Senatorium.
El Album Senatorium se integraba siguiendo la jerarquía de los car­
gos que hubieren desempeñado los magistrados como censores, cónsules,
pretores, ediles curules, ediles de la plebe, tribunos, cuestores; luego, se
colocaba a todas aquellas personas que no habían sido magistrados.
Posteriormente, dicha formulación quedó a cargo, cuidado y res­
ponsabilidad del plebiscitum ovinium , el cual era dirigido por los censo­
res y, por lo tanto, su elaboración se hizo quinquenal.
Esta composición social y estas formas d e gobierno fueron las que
existieron durante el reinado de Rómulo, que fue, como se ha dicho, el
primer monarca romano.
A su muerte, en el ejercicio de una de sus mencionadas facultades,
el senado nombró un inter-rex, que gobernó hasta que se eligió a un
sucesor. Rómulo fue elevado a la categoría de dios y adorado con el
nombre de Quirinus.
3
Los sucesores de Rómulo

NUMA POMPILIO

Numa introdujo en Roma la afición por las letras, consagró la propie­


dad y la puso bajo la protección del dios Término. La justicia se fundó
en los dioses y el hogar se colocó bajo el amparo de los dioses lares; los
sepulcros gozaban del cuidado de los dioses manes. Por su parte, los cri­
minales eran encomendados a una divinidad vengadora; incluso las gue­
rras tuvieron su culto sagrado.
En la esfera político-social, Numa distribuyó al pueblo en gremios
de oficios por medio de los Collegias, los cuales eran corporaciones de
artesanos pertenecientes a la plebe, creados con el propósito de fortale­
cer el poder del monarca sobre los paterfamilias.
Además, Numa estableció la Lex regia de imperio, que con el nom­
bre de imperium confería autoridad a los magistrados para ejecutar las
resoluciones, y de potestas a la autoridad administrativa. Numa le restó
facultades al senado, las que absorbió como monarca. Asumió la res­
ponsabilidad y el mando de las fuerzas armadas, la administración del
tesoro y el manejo de las relaciones con los pueblos vecinos. Las curias
y el senado sólo se reunían si él las convocaba.
Si por causa de guerra, invasión o negociaciones Numa abandonaba
Roma, investía como su depositario, en calidad de rey, a uno de sus pre­
dilectos a quien llamaba praefectus-urbi, el cual reunía en su persona el
poder del Estado y la autoridad municipal.
El absolutismo, lo aparatoso de su administración y el fanatismo rei­
nante en el pueblo, elevaban al rey a un rango divino y, como tal, era
considerado propietario absoluto de los intereses de la ciudad.
Lo esplendoroso de la majestad real llevó a Numa a recorrer las ca­
lles en un carro provisto de una silla llamada curul. Se cubría con una

18
NUMA POMPILIO 19

toga de color púrpura y adornaba su cabeza una corona hecha de hojas


de roble. A su cortejo precedía siempre un grupo de lictores o portado­
res de un haz de varas y un hacha, conjunto este que se conocía con el
nombre de fasces y que simbolizaba la autoridad y el poder sobre la vida.
Numa Pompilio fue el primero que implantó el año de 12 meses regi­
do por el ciclo lunar, ciclo que, como se sabe, se cumple en 30 días, por
lo que mandó agregar ciertos meses —que se llamaron intercalares— de
modo tal que cada 24 años los días se regularizaran y el periodo concor­
dara con el del ciclo solar.
Se atribuye también a Numa Pompilio la creación de los feriales,
personajes a quienes se reconocía un carácter sagrado y que en nombre
del pueblo iban a intimar la paz a los pueblos vecinos, ya que estaban
autorizados para establecer alianzas o romperlas.

Los feciales y las guerras justas

El ferial, investido de una especial y privilegiada representación, se


trasladaba a los límites del pueblo con el cual Roma tenía reclamacio­
nes que alegar, e invocando a los dioses por testigos de la justicia de su
causa, pedía satisfacción. Hacía la reclamación en público, luego entra­
ba en territorio del pueblo vecino, repetía en todas partes el reclamo en
nombre de Roma y señalaba un plazo de 33 días para satisfacerla y aten­
derla buenamente. Para este caso no existía distinción entre días hábi­
les o inhábiles, fastos o nefastos: todos eran hábiles hasta completar el
plazo señalado.
No deja de sorprender que ya en aquella época, cuando aún no se
había ganado el respeto que llegaría a tener, con el correr del tiempo,
el derecho de gentes, pudiese un ferial recorrer el territorio del que ha­
bía de ser su enemigo y éste le tuviese la consideración y le guardase la
deferencia que en la actualidad, y con base en los altos principios de de­
recho internacional, se concede a los parlamentarios.
Vencido al fin el plazo señalado y no obtenida la reparación solicita­
da, el rey daba cuenta al senado romano y al pueblo y si por mayoría de
votos se acordaba la guerra, iba entonces otra vez el ferial a los límites
de la tierra enemiga y declaraba en nombre del senado y del pueblo ro­
mano, en testimonio de lo cual arrojaba en tierra enemiga una saeta
cuya punta estaba mojada de sangre. La guerra así declarada se conside­
raba justa.

La religión en Roma

Numa Pompilio creó el cargo de los flámines, que eran dial, marcial
y quirinal, a los que se encomendó el culto a Júpiter, Marte y Rómulo;
20 CAP. 3. LOS SUCESORES DE RÓMULO

estos funcionarios debían ser elegidos entre los patriarcas. Instituyó los
sacerdocios de los Salios y de las Vestales y se cree que también el de
los Arvales.
Los Salios eran sacerdotes destinados al culto de Marte y cuidaban
la guarda del broquel o escudo del dios, escudo que se tenía por sím­
bolo de la grandeza de Roma. Lo guardaban con tanto celo que cons­
truyeron otros once iguales para que el original no fuera conocido. El
nombre de Salios lo recibieron por los saltos que daban cuando, en
el mes de marzo, llevaban los broqueles en procesión por las calles de
Roma. Estos sacerdotes vestían túnica de púrpura y portaban tahalíes
de cobre y casco; durante la procesión golpeaban los escudos con unas
espadas cortas.
Las Vestales constituyen una institución que Numa Pompilio tom ó
de los etruscos. En principio fueron dos y posteriorm ente su número se
fijó en seis; las Vestales eran electas por el pontífice máximo entre niñas
cuyas edades fluctuaban de los 6 a 10 años, cuya obligación principal
era conservar la virginidad por espacio de 30 años. Los 10 primeros de­
bían dedicarlos a la iniciación de los misterios y sacrificios de la diosa
Vesta; los 10 siguientes se destinaban solamente a cuidar de los sacrifi­
cios y los últimos 10 años eran dedicados a la enseñanza. Pasados esos
30 años, las Vestales podían casarse.
Estas sacerdotisas cuidaban permanentem ente el fuego sagrado en
el área de la diosa Vesta, porque se creía que si se apagaba, sobreven­
dría una calamidad pública. De ahí que el descuido de las Vestales era
penado severamente. Además de la conservación de este fuego, cuida­
ban de los objetos misteriosos, de los cuales suponían los romanos que
dependía la salvación de la urbe. Tales objetos eran el escudo de Marte,
el paladión, el cetro de Príamo, el carro de Júpiter, las cenizas de Ores-
tes, la piedra cónica, el velo de Helena o de Ilione.
Las Vestales vivían en el templo de Vesta y económicamente eran
sostenidas por el Estado. Aquella que dejaba apagar el fuego sagrado
era condenada a muerte por azotes; la que faltaba al deber de conser­
var la virginidad era condenada a ser enterrada viva y sus cómplices,
a muerte.
En la jerarquía sacerdotal de los romanos se encuentran otras va­
riantes que no fueron conocidas con precisión como, por ejemplo, la
clase integrada por los adivinos y los arúspices.
Entre los romanos, la religión y el derecho estuvieron íntimamente
relacionados, de ahí que nos veamos precisados a referirnos a otras creen­
cias que fueron de particular importancia en la época antigua y que
incluso todavía perviven en algunos adagios, que revelan resabios supers­
ticiosos cuyo origen no es otro que el pagano. Por ejemplo, los romanos
habían dedicado el día martes al dios Marte, que era la deidad de la gue­
rra, y el viernes a la diosa Venus, que lo era del amor; y como las guerras
NUMA POMPILIO 21

y el amor producen calamidades para los pueblos y para los hombres,


consideraron de mal agüero todo aquello que comenzara bajo la influen­
cia de ambos dioses. De allí surgió el conocido adagio: “el viernes y el
martes no te cases ni te embarques” .

Festividades religiosas romanas

Entre las fiestas se distinguen las agonales, en honor del dios Jano,
que fue honrado con la construcción de un templo en el valle ubicado
entre los montes Palatino y Quirinal. Jano estaba representado con dos
caras: una que miraba hacia Roma y otra dirigida a Quiris, una ciudad
de los sabinos. Si reinaba la paz, las puertas del templo permanecían
cerradas para evitar comunicaciones indiscretas; en caso de guerra, las
puertas se abrían para que romanos y sabinos se socorrieran m utua­
mente.
Como las fiestas de Jano se celebraban en enero, del nombre de esta
deidad surgió la palabra Januarius, que en latín designa a ese mes. En
las fiestas agonales se ofrecía un carnero a Jano, como sacrificio.
La diosa Luperca personificaba a la loba (lupa) con cuya leche, se­
gún la leyenda, se mantuvieron Rómulo y Remo cuando fueron arroja­
dos al Tíber.
Las fiestas dedicadas al dios Pan se celebraban en febrero y en ellas
se daban por terminadas las diferencias entre parientes y amigos; se sa­
crificaba una cabra en honor de la deidad y el pueblo abría paso para
que los sacerdotes oficiantes, llamados lupercos, recorrieran desnudos
de medio cuerpo hacia arriba, las calles en todas direcciones, golpeando
con una correa a los concurrentes, especialmente a las mujeres. Estas
no se resistían; por el contrario, les presentaban las palmas de las manos
para recibir los golpes, pues existía la creencia de que mediante este ri­
tual dejaban de ser estériles.
Existían también fiestas matronales, en recuerdo de la paz celebrada
entre romanos y sabinos; las saturnales en honor de Saturno y las fiestas
florales para invocar la bendición del cielo sobre los frutos de la tierra.
Los romanos adoraron a un sinnúmero de dioses, propios y extra­
ños, los cuales representaban los vicios y las virtudes; personificaban a
la juventud, a la fecundidad, las tempestades, el miedo, la gloria, etc.
En muchos casos, bajo distinta advocación se adoraba a un mismo dios.

Los dioses romanos

Las clasificaciones de los dioses son múltiples. Una de ellas los dis­
tingue en dioses conocidos —aquellos cuya naturaleza y funciones eran
22 CAP. 3. LOS SUCESORES DE ROMULO

notorias— y dioses desconocidos que, aun pudiendo existir, eran igno­


rados por los hombres. Los conocidos se subdividían en mayores y
menores.
Los dioses mayores, dii mayorum gentium , eran los que formaban el
Consejo de Júpiter y los había de dos clases: consentes y olímpicos y
no consentes o auxiliares.
Los consentes —llamados así por tener asiento en el Consejo— eran
doce, seis masculinos y seis femeninos, a saber: Júpiter-Zeus, N eptuno-
Poseidón, Marte-Ares, Apolo-Helios, Mercurio-Hermes, Vulcano-He-
festos, Juno-H era, Minerva-Atenea, Venus-Afrodita, Ceres-Deméter,
Diana-Artemisa, Vesta-Hestia.
Los no consentes, auxiliares populares y selecti o patricios, eran
consejeros de los olímpicos y de igual naturaleza que ellos, pero infe­
riores en poder y sin asiento en el Gran Consejo. Sus nombres eran:
Plutón-Hades, Baco-Dionisio, Jano-Fanes, Saturno-Cronos, Cibeles-
Rhea-Ops, Otelus-Ge, Platona-Selene-Feba, Cupido y Genio.
Seguían en categoría los dioses menores, dii minores gentium , y
eran numerosos; se dividían en indigentes —que eran los dioses locales —
y en semones, que cuidaban de la persona.
Los dioses eran también divididos en celestes, infernales e implaca­
bles. Los romanos llamaban dioses naturales a los objetos de la natu­
raleza divinizados por la mitología y alegóricos a los que personificaban
virtudes, vicios, pasiones, grandezas y miserias.
En Roma se adoraba al genio público, divinidad protectora del Im­
perio.
De Daimón o Genio proceden otros muchos, entre ellos los penates,
númenes tutelares de los reinos, las provincias, las ciudades y hasta de
pequeñas familias y los lares, que protegían los hogares.

TULIO HOSTILIO

Historia del combate entre Horacios y Curiados

A Numa Pompilio lo sucedió un ciudadano romano de nombre Tu-


lio Hostilio (673-641 antes de J. C.), quien atacó y destruyó los peque­
ños poblados circunvecinos, con lo que amplió la ciudad por medio de
la conquista.
La época de Tulio Hostilio abre un nuevo periodo bélico entre las
ciudades de Roma y Alba, las que, para evitar grandes derramamientos
de sangre, convinieron en encomendar a tres hombres de cada pueblo
la decisión de la victoria. Es así como surge en la leyenda el combate
entre los Horacios y los Curiados. La tradición cuenta que en cada ejér­
cito se encontraban tres hermanos iguales en edad y fortaleza: los del
TULIO HOSTILIO 23

ejército de Alba eran los Curiacios y los del de Roma, los Horacios. Se
dispuso un campo de batalla que tuvo como espectadores a ambos ejérci­
tos. En el primer encuentro, los Horacios llevaron la peor parte, ya que
murieron dos de ellos y, aunque los tres Curiacios estaban heridos, todo
parecía indicar que la batalla se decidiría a favor de Alba. Pero el Hora­
cio superviviente discurrió que si los tres Curiacios estaban heridos, no
podrían alcanzarle si él corría por el campo de batalla. Entonces fingió
huir y fue seguido por los tres Curiacios, quienes debido a sus heridas
cayeron agotados durante la persecución. El Horacio aprovechó la si­
tuación y cuando advirtió que los Curiacio'S se encontraban muy sepa­
rados entre sí, regresó y les dio muerte a los tres.
Al retornar a Roma, el ejército llevaba los despojos de los tres Cu­
riacios. Entre quienes salieron a las puertas de la ciudad a recibir al ejér­
cito vencedor había una doncella, hermana del Horacio, la cual era
prometida de uno de los tres Curiacios. Esta, al ver los despojos que su
hermano llevaba, soltó su cabellera en señal de luto y se echó a llorar y
a clamar a gritos el nombre de su amado. El Horacio no justificó la ac­
titud de la hermana y, ciego de ira por el menosprecio que ésta hacía de
su patriotismo, le dio muerte.
Este crimen no agradó a la población ni a los padres de la patria y
pudo más el amor a la justicia, por lo que se sometió al conocimiento
del pueblo esa causa grave. Puesto que el rey se negó a conocer de ello,
se nombraron dos ciudadanos para juzgar el hecho y se indicó que si el
Horacio fuera condenado a muerte y apelase y el pueblo confirmara la
sentencia, sufriría la pena de azotes y después se le cortaría la cabeza,
que sería colocada en un palo a la vista de todos.
Los dos ciudadanos nombrados no se atrevieron a salvar al Horacio
por tem or al pueblo y así fue condenado a muerte. Apeló al rey y éste
consultó a la población; entonces intervino el padre del reo, quien ex­
presó que había perdido una hija y otros dos hijos habían perecido en el
campo de batalla, en defensa de la patria. Pedía así, que no le fuese
quitado el único hijo que le quedaba. El pueblo se condolió y absolvió
al Horacio.
Desde la época de Tulio Hostilio, la caballería fue considerada como
una fuerza puramente militar; no representaba categoría alguna social ni
tampoco tenía influencia política. Estaba integrada por patricios y ple­
beyos. Pero los caballeros, que más tarde desempeñaron un im portante
papel en los destinos de Roma, se denominaron quirites.
El uso de dicha palabra comienza después de la transacción o conve­
nio celebrado entre romanos y sabinos que los llevó a reconocerse con
el nombre común de Populus Romanus Quiritium.
El nombre de quirites, que los sabinos se dieron, seguramente pro­
cedía de quiris, nombre de su ciudad construida en el m onte Quirinal.
Esta palabra, quiris, en romano significaba lanza, por lo que quirites
24 CAP. 3. LOS SUCESORES DE ROMULO

vino a expresar una clase social y también el nombre de una sección


del ejército que utilizaba lanza. Con el tiempo prevaleció la primera de­
nominación y la de quirites o caballeros romanos quedó reservada a
quienes se honraban con ser descendientes de los romanos y de los sa­
binos, que a la postre se unieron definitivamente en un solo pueblo.

ANCO MARCIO

Anco Marcio, latino, llega al trono a la muerte de Tulio Hostilio,


funda el pueblo de Hostia y construye el primer puente para comunicar­
se con el dominio etrusco, 641-616 antes de J. C.

TARQUINO PRISCO

Cuando muere Anco Marcio, el etrusco Tarquino Prisco sube al tro ­


no y ejercita una acción sumamente progresista en lo que se refiere a
la cultura y al urbanismo. Convierte la planicie en el lugar de reunión
política de la ciudad y le llama Forum, espacio muy parecido al que
en Grecia llamaban Agora. Edifica un templo en el monte Capitolino,
dedicado a Júpiter y construye también un canal subterráneo que aún
existe, llamado Cloaca Máxima, que permite la salida de las aguas del
Forum, las cuales hasta la construcción de dicho drenaje formaban ex­
tensos pantanos.
En lo que se refiere a la organización política romana, Tarquino con­
servó las tribus, pero introdujo en ellas un número de gens de calidad
plebeya, a las que dio el nombre de minores gens.

SERVIO TULIO

A la muerte de Tarquino, su yerno Hastarno es proclamado rey y


cambia su nombre por el de Servio Tulio. (578-534 antes de J. C.)
Al tratar de controlar al pueblo en su totalidad, Servio Tulio hizo
ingresar a la plebe a la vida política. Para conseguirlo, divide el territo­
rio de Roma en cuatro regiones y, atendiendo al domicilio, los colocó
en clases según la fortuna de cada uno, cuyo m onto debían declarar
bajo juram ento. Formó ciento noventa y tres centurias en atención a
las obligaciones militares.
Las cuatro tribus organizadas recibieron el nombre de urbanas y
fueron la del Palatino, la de Sumaga, la del Esquilmo y la del Quirinal.
También organizó tribus rústicas, que en un principio fueron diecisiete
y aum entaron después hasta llegar a treinta y una.
SERVIO TULIO 25

Se dice que este rey organizó las clases sociales, que comprendían
en primer lugar a los caballeros o equites, a quienes repartió en diecio­
cho centurias y cuyo capital o fortuna debía ascender a cien mil ases.

Monedas romanas

El as es una moneda de cobre en cuya composición se incluyen 70 a


91% de cobre y 6 a 30% de estaño; algunas veces también contenía zinc.
Los romanos fabricaban lingotes de cobre, cuyo peso no era tan
regular como el de los legítimos. Estos pesaban 2 libras y 2 onzas, mien­
tras que los de bronce pesaban 9 1/2 a 2 1/2 libras (la libra romana pe­
saba 325.45 gramos y se dividía en 12 onzas).
El primer aes signatun consistía en lingotes de bronce de forma cua-
drangular de 5 libras de peso; para pesos menores era cortado en varias
partes para utilizarlo como moneda fraccionaria.
Al principio, los aes signatun llevaban en cada cara la figura de un
toro, un carnero o un cerdo, que recordaba las primeras transacciones
en las que el valor se refería a una cabeza de ganado.tomada como uni­
dad (pecos) de donde tom a su nombre el dinero (pecunia).
Las Leyes Alternia Tarpeia en el año 454 antes de J. C., y las Leyes
Julia, Papiria y Menella Cestia en el año 430 antes de J. C., fueron nece­
sarias para dotar a Roma de una moneda lenticular de bronce, fundida
con la efigie de Jano en el anverso y con la proa de un buque en el re­
verso. Fue a esta moneda a la que se le dio el nombre de as, que tenía
un peso de 12 onzas.
En el año 269 antes de J. C., por la Ley Pabia-Ogulnia apareció la
moneda de plata; luego, ya con Julio César, surge la moneda de oro.

Organización social romana en


tiempos de Servio Tulio

A efectos de las clases, el resto de la población fue dividida de acuer­


do con su patrimonio. Si éste llegaba a la suma de 80 000, se pertene­
cía a la segunda clase; 75 000 eran suficientes para la tercera; 50 000
para la cuarta; 25 000 para la quinta; 11 000 para la sexta, y a la última
clase, es decir, a la séptima, que sólo tenía hijos que dar al Estado, se
la eximió de impuestos y de formar parte de las legiones, denominán­
dola proletarii.
A la segunda clase correspondieron ochenta centurias, a la tercera
veintidós, a la cuarta veinte, a la quinta veintidós y a la sexta treinta.
Los proletarii formaban sólo una centuria y dentro de cada una de las
clases existía además un número igual de centurias de los llamados jú ­
niores y seniores, integradas por los ciudadanos de diecisiete a cuarenta
26 CAP. 3. LOS SUCESORES DE RÓMULO

y seis años de edad y de cuarenta y siete a sesenta, respectivamente.


Toda la población estaba representada por centurias en los comicios
que se celebraban en el Campo de Marte y cuya función exclusiva era la
deliberación acerca de los asuntos bélicos. La decisión de los comicios
por centurias requería forzosamente de la sanción senatorial para su va­
lidez. Las resoluciones de los comicios se denominaban L ex Centuriata
y las de los comicios por curias, Lex Curiata.
La reforma establecida por Servio Tulio, cuyo origen fue eminente­
mente militar, hizo nacer a la vida los censos, los cuales se realizaban
cada cinco años. A la vez que cerciorarse de las fortunas privadas, te­
nían la pretensión de organizar debidamente todos los aspectos de la
vida social con base en la economía. A partir de entonces, todos los ha­
bitantes de Roma estuvieron sujetos a las cargas públicas. El traslado o
trasmisión de la propiedad surgió a la vida política como base del im­
puesto.
Como recuerdo de la obra imperecedera de Servio Tulio se conservó
una muralla de quince metros de altura, que fue construida para la de­
fensa de la ciudad; además, permaneció la unidad, lograda para el domi­
nio de las siete colonias de Roma y la urbanización considerable que
llevó a cabo en su beneficio.
Servio Tulio llegó a rey sin ser previamente elegido. Desde niño fue
educado en palacio, ya fuese hijo de una señora de alta clase, que en
una de tantas guerras quedó viuda y cautiva, y fuera tom ada a su ser­
vicio por la reina Tanaquil, ya fuese fruto de amores de Tarquino con
una esclava. Cuando Servio Tulio llegó a la mocedad, Tarquino lo casó
con su hija y siguió teniéndole en palacio. La tradición indica que, con­
jurados los hijos de Anco Marcio contra Tarquino, buscaron y compra­
ron a dos hombres para que lo asesinaran. En tan crítico momento, se
dice que Tanaquil mandó cerrar las puertas de palacio para que no fuera
sabida la verdad y llamó a Servio Tulio, a quien le encargó que con el
atuendo del monarca administrase justicia y simulara hacerlo por dele­
gación del propio Tarquino.
Tanaquil anunció al pueblo que Tarquino estaba herido y que se
restablecía; mientras tanto había encargado a su yerno, Servio Tulio,
que lo representara.
Cuando el pueblo se hubo habituado a ver en Servio Tulio personi­
ficado al rey, se anunció que Tarquino había muerto y así, según la tra­
dición, la reina Tanaquil vio coronado su deseo de conservar el trono en
su familia.
Servio Tulio consultó al pueblo si éste lo quería por rey, por tem or
a las consecuencias provocadas por los rumores esparcidos en su contra:
él sabía que estaba en posesión del trono sin el consentimiento popular.
Otro aspecto de la tradición señala que Servio Tulio representa la
invasión y dominación etrusca de Roma; se afirma que Selio Vivenna
LOS COMICIOS CENTURIADOS Y POR TRIBUS 27

salió de Etruria con mucha gente para atacar Roma; que muerto éste le
sucedió Masterna, hijo de una esclava, quien llegó a vencer y a dominar
a Roma bajo el nombre de Servio Tulio.

TARQUINO EL SOBERBIO

Tarquino asesinó a su yerno Servio Tulio, asumió el poder y se hizo


llamar “el Soberbio” , con vanagloria de su origen etrusco. Tarquino hu­
milló a los romanos e hirió la dignidad popular. Se enriqueció exorbi­
tantem ente y sin ningún recato llevó al caos y al desquiciamiento a
Roma. Por un acto delictuoso que se atribuye a su hijo, abandonó el
trono ante la presión popular que dirigió Collatino, con lo que surge a la
vida el nuevo régimen.
El nombre de Tarquinius usado por los escritores latinos no tiene
otra traducción que la de Tarquinio; además, muchos autores suprimen
la “i” y proponen utilizar Tarquino, aunque el verdadero nombre sea
Tarquinio.
Tarquino el Soberbio (534-510 antes de J. C.) inició su mandato
con la violación de las leyes fundamentales del pueblo. Removió la con­
juración, hizo cargos a Servio Tulio, se burló con menosprecio del pue­
blo. Sin embargo, en todo y para todo invocó el respeto a la ley. Una
vez conseguido su objetivo de asumir el trono, fue el primero en piso­
tear la ley debido a su ambición desenfrenada.
Con la actitud de Tarquino, Roma escarmentó y los pueblos de la
tierra, desde entonces, comparan la actitud de muchos mandatarios que
en la historia dejan huellas semejantes, con la del monarca romano.
La tiranía de Tarquino desconoció todo lím ite; no sólo el pueblo,
sino también los nobles y el senado constituían un estorbo; las prerro­
gativas de los primeros no se atendieron y el segundo dejó de conocer
las leyes y de intervenir en las declaraciones de guerra y de paz: todo
quedó a cargo del dictador. Su arrogancia, lo arbitrario de su actitud y
la férrea sujeción a su capricho transformaron a la monarquía en una
forma de gobierno insostenible.

LOS COMICIOS CENTURIADOS


Y LOS COMICIOS POR TRIBUS

Durante un largo periodo, Roma ejerció el poder de forma directa,


mediante los comicios populares. Las reuniones del pueblo se llamaban
comicios (comitia) y en virtud de realizarse por curias, se denomina­
ban comicios curiados (<comitia curiata).
La reforma de Servio Tulio originó los comicios centuriados, que
28 CAP. 3. LOS SUCESORES DE RÓMULO

constituyeron al ejército. Por esta razón, las asambleas se celebraban en


el Campo de Marte.
A él también se debe la organización de los comicios por tribus (con-
cilium plebis), presididos por un magistrado patricio o un tribuno.
Los comicios centuriados tenían como atribución designar a los ma­
gistrados mayores (curules, pretores, censores y los tributa), a los magis­
trados inferiores y a los miembros de los colegios sacerdotales, en tanto
que los concilia plebis designaban a los tribunos y a los ediles de la plebe.
El comicio era reunido a solicitud del magistrado y las iniciativas
o proyectos de ley (rogatio) debían darse a conocer públicamente y
con una anticipación de 17 días como mínimo. Con frecuencia, pre­
viamente al comicio se celebraban reuniones o asambleas para discutir el
proyecto. Allí, era casi seguro que los auspicios que tanto influían en
Roma se presentaran como favorables, a efectos de que posteriormente
se llevara a cabo la celebración del comicio.
En principio, el sufragio se realizaba de forma oral ante el presiden­
te; con posterioridad fueron utilizadas tablas con inscripciones: las le­
tras “V R ” que significaban (Uti Rogas) “ como pides” , eran indicadoras
del voto favorable, en tanto que una simple letra “ A” (Antiguo), signifi­
caba voto negativo.
A medida que aumentaba la población de Roma y la de sus domi­
nios, se hizo necesario incrementar el número de curias, que llegaron a
ser treinta y cinco. Sus nombres fueron:

1. Anienses. 13. Lemonia. 25. Sabatina.


2. Arniensis. 14. Mecia. 26. Scapcia.
3. Claudia. 15. Menenia. 27. Sergia.
4. Collina. 16. Oufentina. 28. Stellatina.
5. Cornelia. 17. Palatina. 29. Suburbana.
6. Crustumina. 18. Papiria. 30. Terentina.
7. Emilia. 19. Pollia. 31. Tromentina.
8. Esquilma. 20. Pomptina. 32. Veintina.
9. Fabia. 21. Publilia. 33. Velina.
10. Falerina. 22. Pupinia. 34. Vetaría.
11. Galería. 23. Quirina. 35. Voltinia.
12. Horatia. 24. Romilia.
4
La República

El suicidio de Lucrecia, motivado por el ultraje que le causó el hijo


de Tarquino el Soberbio, provocó una sublevación popular, bajo el man­
do de Lucio Junio, apodado “ Bruto” , auxiliado por Collatino, que hizo
posible expulsar a Tarquino el Soberbio de Roma (509 antes de J. C.).
Con la caída del último rey, en apoyo de la asamblea popular, el senado
romano resolvió que dos cónsules reemplázaran al gobierno monárquico
y que ejercieran el cargo por el térm ino de un año.
Aparecen así elegidos para regir a Roma en el nuevo gobierno, Lu­
cio Tarquino Collatino y Lucio Junio.
Los dos cónsules, magistrados que ejercitaban la función civil roma­
na con el nombre de Judex Praetor, se reservaron el imperium. Cónsul
significaba consulere (deliberar). Ambos se repartían alternativamente
las funciones civil y militar, a la vez que uno reprimía la actitud del
otro, al hacer que las resoluciones se dictaran de manera conjunta.
Los nombres de los cónsules eran insaculados de una lista de patri­
cios confeccionada por los senadores; en su persona resumían todas las
potestades que en la m onarquía habían asumido los reyes, menos una:
la religiosa.
Por lo tanto, a ellos estaba encomendado presidir el senado y los
comicios, convocar a estos últimos a efecto de formular ante ellos las
“rogaciones” o proyectos de ley.
Todos los casos judiciales eran fallados en últim a instancia por los
cónsules; al término de su función —es decir, al añ o — si no eran reele­
gidos, tenían derecho a ingresar en el senado.
Sus familiares formaban una clase llamada optimates, palabra que
significa “los mejores” , que todos los patricios reconocían.
El lo . de enero de cada año eran investidos con el poder ya citado
por la ley denominada Lex Curiata de Im perium , consistente en recibir

29
30 CAP. 4. LA REPÚBLICA

de las curias todo el poder que se les otorgaba y que les perm itía actuar
sin sujeciones.
El conjunto de atribuciones que poseían los hacían gozar del privi­
legio llamado “ curul” , cuyo origen se rem onta a la m onarquía y que
consistía en el derecho de ocupar una silla especial que recibía el nom­
bre de “ curul” . La silla curul es una silla de marfil en donde ellos se
sentaban. En sentido figurado, se trata de la silla que ocupa la persona
que ejerce una elevada magistratura o dignidad.
Un cónsul desempeñaba el cargo de judex, por lo que recibía tam­
bién el nombre de togatus o d o m i. Iba precedido siempre en sus funcio­
nes por 12 lictores que portaban una varilla cuyas fasces no llevaban
hachas —símbolo de la autoridad sobre la vida— ya que dentro de los
límites que circunscribían a la ciudad nunca podría darse muerte a un
ciudadano sin que antes éste pudiera recurrir en apelación ante la Asam­
blea Popular, conocida esta acción como Provocado ad Populum. Cabe
aclarar que el lictor, entre los romanos, era un ministro de justicia, que
precedía con las fasces a los cónsules y a otros magistrados.
Como insignia llevaba, además, un- cordón llamado licium o limus y
entraba a una corporación repartida en decurias. La costumbre de hacer­
se preceder por lictores se tom ó de la Etruria y su nombre provino de la
costumbre de atar las manos y los pies a los reos {ligare) antes de azotar­
los o golpearlos con las varas. Los reyes, cónsules, dictadores, decenvi-
ros, pretores y otras personas de autoridad, iban precedidos por varios
lictores que debían caminar en hilera, uno detrás de otro. Las Vestales
y los Flámines tenían derecho de ir acompañados por uno. Cada curia
tenía su lictor y los comicios acabaron por ser representados por 30
lictores. El oficio de éstos consistía en abrir el camino al magistrado
o funcionario a quien precedían, con la frase Cedite Quirites Cónsul
Velpreator Venit (ceded el paso, quirites, al cónsul, al pretor que viene).
Los lictores también cuidaban de que se le rindiesen al magistrado
los honores propios de su rango y de llamar con la vara que portaba a
la puerta de la casa a que el magistrado se dirigía. Se colocaban tam ­
bién delante o enfrente del tribunal. M ontaban guardia en la puerta de
las casas de los magistrados y ejecutaban sus mandatos.
En cambio, el cónsul a cuyo cargo se encontraban las funciones mi­
litares, también llamado preator o armatur iba revestido del paluda-
m entum (manto púrpura bordado con oro, que usaban en campaña los
emperadores y caudillos romanos). Y los lictores que lo precedían agre­
gaban a las fasces el hacha, símbolo de la autoridad militar.
Ambos cónsules, cuyas magistraturas representaban dos aspectos,
hacían que su jurisdicción recibiera el nombre de provincias, cuya signi­
ficación se refiere a la división administrativa.
Al tratar de impedir que los cónsules absorbieran el poder político
—ya que en ocasiones eran reelegidos— el senado limitó sus atribuciones
LA REPÚBLICA 31

y se reservó el derecho de examinar las rogationes; es decir, las iniciati­


vas que los cónsules podían presentar ante los comicios, para fiscalizar
de esta forma la iniciativa consular.
Poco tiempo después, el senado creó una magistratura llamada cuaes-
tor, encargada de estudiar y aprobar en su caso todo lo relacionado con
el aerarium, tesoro público cuya administración correspondía a los cón­
sules.
Asimismo, con el objeto de controlar - o mejor dicho de supeditar
a los cónsules a la autoridad senatorial— el senado absorbió la facultad
de otorgar títulos y honores a los cónsules cuando dirigían las campañas
militares, mediante la organización de una ceremonia pública de carác­
ter militar que denominaron triumphom. Para congratularse con ellos, el
senado dispuso que sólo los patricios podrían aspirar al consulado, para
lo que declaró fuera de la ley a cualquier plebeyo que aspirara al cargo
al presentar su candidatura y, a la vez, supeditar al capricho senatorial la
autoridad de los cónsules. De esta manera, el senado dictó una disposi­
ción consistente en aplicar la pena de muerte a todo aquel ciudadano
que los suplantare.
Con este movimiento político, la autoridad de los patricii regresó al
grupo aristocrático amenazado por la intervención de la plebe. De esta
manera la autoridad retorna al senado. Los comicios se convocan ahora
por curias y no por centurias.
El estado de agitación política y la constante expansión romana
hizo ver al senado que cuando el peligro amenazara se haría necesaria
una magistratura que pudiera dirigir las actividades todas. Así se creó la
dictadura, institución que luego veremos más detalladamente.
Por otra parte, los comitia curiata se establecen decretando la sepa­
ración del poder religioso (sacerdotium) y del poder civil (imperium),
con el objeto de evitar que todos los oponentes políticos dieran al acto
aspecto de sacrilegio o, de otra manera, para asegurar que los nuevos
magistrados actuaran sin escrúpulos de esa naturaleza.
Las funciones de sumo pontífice que desempeñaba el rey se con­
firieron a un sacerdote que designaron sus compañeros del Colegio Re­
ligioso. En lo político, este pontífice máximo —que era el jefe de la
religión— en ciertos y determinados asuntos del orden civil sólo podía
emitir su opinión y presidir las asambleas por curias, sin tener derecho
a votar.
Para la inspección de los cultos privados de cada gens se designaba
un sacerdote (rey sacrorum) de menor jerarquía a la del sumo pontífice.
Para la declaración de guerra y la firma de las alianzas entre los pue­
blos, se estableció un cuerpo religioso compuesto de veinte miembros,
llamado Colegio de los Feciales, que tenía derecho de asistir a las reu­
niones del senado, pero sin poder votar.
Además del Colegio de los Feciales, hubo otro denominado Sacri-
32 CAP. 4. LA REPUBLICA

faciendis, el cual tenía como atribuciones la de estudiar los cultos de


los extranjeros antes de permitirles su estancia en la ciudad e interpre­
tar los libros civiles. Los miembros de estos cuerpos, con excepción de
las Vestales y de los augures, desempeñaban cargos públicos, pero eran
escogidos de entre los patricios.
5
La Dictadura

Esta institución (458 antes de J. C.) hizo desaparecer todos los po­
deres, en tanto un dictador asume el poder por espacio de 6 meses, tiem­
po considerado entonces por el Estado romano como suficiente para
term inar cualquier campaña militar, dirigir la guerra, aplacar una revuel­
ta, extinguir una conspiración o consolidar la fuerza del Estado. El
establecimiento de la dictadura constituía una suspensión de atribucio­
nes: todos los poderes y las funciones de los magistrados cesaban, no
tenían validez los derechos privados; todo quedaba suspendido mientras
la emergencia prevaleciera.
Durante su gestión, el dictador era el único que tenía derecho a con­
vocar las asambleas y nombrar jefe que representara su autoridad en caso
de abandonar la ciudad. Este recibía el nombre d q Magister Equitum y
también tenía derecho de ir precedido por lictores, en número de 24.
Al término de su cargo, el dictador no incurría en responsabilidad
alguna - a diferencia de los cónsules— y ninguna acción podía seguirse
en su contra. Sólo el manejo del tesoro público escapaba a su poder, ya
que estaba reservado al senado.

TRIBUNOS DE LA PLEBE

La situación de los plebeyos fue em peorando; por una parte, son ex­
cluidos de las magistraturas; por la otra, agobiados por las constantes
guerras, se ven obligados a pedir dinero prestado a los patricios y a los
plebeyos ricos.
Los intereses usurarios aumentaban sus deudas de forma desmedida
y, ante la imposibilidad de pagar, sufrieron los rigores del derecho pri­
mitivo, que autorizaba la prisión del deudor en casa del acreedor, donde
era tratado como esclavo.

33
34 CAP. 5. LA DICTADURA

Ante esta situación, según algunos historiadores, la plebe se retira al


Monte Aventino. Preocupado por la retirada de los plebeyos, el senado
envía al senador Menenio Agripa, a efecto de convencer a los rebeldes a
que depongan su actitud.
Lo cierto es que la plebe consigue la creación de una magistratura:
tribuni plebis, mediante la cual podía vetar las decisiones del senado y
aun las de los mismos cónsules.
En el aspecto criminal, haciendo uso de las facultades que le habían
sido otorgadas, el tribuno de la plebe las esgrimía llamándolas apellatio,
muy semejante a la provocado, que el particular lograba llevar para que
fuera fallado ante un tribunal nombrado por el pueblo.
Cuando la plebe comprobó que los comicios centuriados no otorga­
ban ninguna garantía, a partir de la división hecha por Servio Tulio, im­
puso la costumbre de llevar a cabo reuniones por cada una de las tribus,
a las que dieron el nombre de concilia plebis, con el objeto de conocer
todos aquellos casos en apelación presentados ante los tribunales.
Más tarde, los concilia plebis tuvieron como facultades la elección
de los tribunos y la de dictar la Ley Valeria Horatia (año 449 antes de
J. C.) Dicha Ley daba pleno efecto a un compromiso entre patricios y
plebeyos, por el cual los acuerdos de las comitia tributa obligaban a
todo el pueblo. Sus resoluciones, que tuvieron fuerza legislativa y valor
legal, fueron llamadas plebiscitos y estuvieron sometidas a la autoridad
del senado. Tiempo después, sólo se exigía que antes de adoptarlas se
comunicara al senado, pero la L ex Hortensia (286 antes de J. C.), dio
efecto y validez a los plebiscitos, sin el concurso del senado. Además,
reconoció los concilios por tribus de la plebe y suprimió la formalidad.

ASIMILACIÓN PATRICIO-PLEBEYA

El aum ento de los pobladores plebeyos los fortaleció y, por lo tanto,


la preponderancia que llegaron a tener fue real; el voto en esta clase de
comicios expresaba la unidad de la tribu y se manifestaba en primer lugar.
No existía ya diferencia alguna entre los miembros del senado, a no
ser las facultades o atribuciones que, en relación con la religión, conser­
varon los patricios. El encargado de presidir las deliberaciones en el se­
nado —que tenía la prerrogativa de opinar antes que nadie en é l— debía
ser elegido solamente entre los paterfamilias, patricios de origen, y esto
en atención a que los ritos religiosos no encontraban compatibilidad
con la calidad de los plebeyos.
La plebe pugnaba por la igualdad religiosa y civil; su aspiración la
llevaba a la adquisición del poder público mediante el hecho de escalar
magistraturas. Debido a la fuerza de los plebeyos, los patricios perdían
cada vez más el poder que detentaban desde la fundación de Roma. Sus
ASIMILACIÓN PATRICIO-PLEBEYA 35

comicios curiados y centuriados sólo quedaban como recuerdo; ahora


estaban representados únicamente por trein ta lictores.
La plebe, constantemente agitada, se encontraba en un estado de in­
quietud provocado por los nuevos ricos de su clase. Por convicción o
por demagogia, los tribunos facilitaban la adquisición de prerrogativas a
su favor, en contra de los patricios, que oponían sistemática resistencia.
6
Ley de las XII tablas

Uno de los mayores éxitos de la plebe fue lograr la creación de las


XII tablas.
Cuenta la leyenda que el tribuno Terentilio Arsa pide en 462 antes
de J. C. la redacción de una ley que rigiera igualmente para patricios y
plebeyos.
Ocho años después, en 454, son enviados tres patricios (una comi­
sión) a las ciudades griegas de Italia meridional, donde las leyes de So­
lón y Licurgo estaban aún en vigor.
fAl regreso de esta legación —que se dice llega hasta A tenas— se sus­
penden las magistraturas y todos los poderes son confiados a diez patri­
cios, los decenviri, elegidos en los comicios por centurias, que son los
encargados de elaborar la ley.
Al cabo de un año, estos decenviri publican sus trabajos escritos so­
bre diez tablas (de bronce o de madera) y reciben el voto aprobatorio
de los comicios por centurias. Posteriorm ente y por haber parecido in­
suficiente, se eligen otros decenviros, esta vez cinco patricios y cinco
plebeyos, que presentan dos tablas adicionales, que fueron aprobadas.

CONTENIDO DE LAS XH TABLAS

Según los fragmentos que quedan de los comentarios de Gayo, éste


es el orden generalmente adoptado:

I De la citación ajuicio.
II De los juicios.
III De los créditos.
IV De la potestad paterna.

36
CONTENIDO DE LAS XII TABLAS 37

V De las herencias y tutelas.


VI Del dominio y la posesión.
VII De los derechos sobre edificios y heredades.
VIII De los delitos.
IX Del derecho público.
X Del derecho sagrado.
XI y XII Complementar a las diez primeras.

Las XII tablas según fragmentos de Gayo

Conocemos el contenido de las XII tablas a través de fragmentos y


comentarios, entre ellos los de Gayo, que legó a la posteridad estudios
de los que se desprende que la primera y segunda tablas contenían todo
lo relacionado con “ la organización judicial y el procedimiento indispen­
sable” . La tercera contenía “ lo relativo al procedimiento de ejecución
contra los deudores insolventes” , mientras la cuarta regulaba la institu­
ción “ de la patria potestad” . La quinta tabla se refiere al tema “de las
sucesiones” ; la sexta trata “ de la propiedad” ; la séptima, “ de las servi­
dumbres” ; la octava tabla con lo “ de los delitos” ; la novena trata “del
derecho público” , en tanto la décima se refiere al tema “del derecho
sagrado” .
Las dos últimas tablas contenían disposiciones complementarias de
las 10 anteriores.
Los fragmentos de dichas leyes que han llegado hasta nosotros son
los siguientes:

Fragmentos de las leyes de las XII tablas

Tabla I

El que sea llamado a juicio, vaya al instante.


Si no quiere ir, tome testigos y preséntelo.
Si con astucia trata de escaparse, puede sujetarle.
Si no pudiese ir por enfermedad o por anciano, súbale en un borrico; y aunque se
resistiese, no le dé mejor carruaje.
Si alguno saliese fiador por él, suéltesele.
Rico ha de ser el fiador de un rico; de un pobre, cualquiera.
Si por el camino se aviniesen, sea esto válido.
No aviniéndose, se presentarán en el comicio o en el foro, y antes de medio día,
perorando ambos, comenzarán el pleito.
Y se acabará al ponerse el sol.
38

Tabla II
Se les cita para cierto día, y si por enfermedad, voto, ausencia por causa de la repú­
blica, o por obsequiar a un huésped, tanto del juez árbitro como del reo, no
pudiese éste asistir, se difiere el juicio.
El que quisiere denunciar a un testigo, ha de presentarse tres veces en el decurso de
veintisiete días en su casa.
Si alguno matare al que roba de noche, sea bien muerto.
Si se cometiese el hurto de día y se le aprehendiese en el mismo acto, azótesele y re­
dúzcase a esclavitud de aquel a quien robó.
Si fuere esclavo, sea azotado y despeñado.
Si impúber, azótesele a arbitrio del pretor, y satisfaga el daño causado.
Si el ladrón se defendiese con armas, puede ser muerto, gritando antes, para que
vengan testigos.
El hurto encontrado per lancem etlicium sea castigado lo mismo que el manifiesto.
El no manifiesto castigúese con el doble.
El que cortare sin derecho alguno los árboles ajenos, pague la multa de veinticinco
ases por cada uno.
No se persiga al ladrón, cuando se haya convenido con el robado.
Las cosas furtivas no se prescriben nunca.

Tabla III

El depositario que dolosamente malversare el depósito, pague el daño doblado.


El que exigiere más usura que la onza mensual por cada cien ases, satisfaga el cuá-
druplo.
Los extranjeros no pueden adquirir por usucapión.
Al que confesare la deuda o fuere condenado por sentencia judicial, se le dan treinta
días de término para pagar.
Transcurridos, se le podrá prender y llevarle ajuicio.
Si no pagare lo juzgado ni lo hiciera otro por él, tiene derecho el acreedor de ponerle
preso en su casa y cargarle de cadenas y grillos, con tal que no excedan del peso
de quince libras; mas el poder aligerarle queda a su arbitrio.
El deudor así preso, viva de lo suyo, si puede; si no, el acreedor que lo tiene en pri­
sión le dará una libra de pan por cada día: si quiere le dará más.
Si no convinieran en otra cosa, tiene el acreedor derecho de retenerle preso hasta se­
senta días, durante los cuales, por espacio de veintisiete seguidos (o por tres
ferias), será llevado al pretor en los comicios y allí se pregonará la cantidad en
que ha sido condenado.
Siendo muchos los acreedores hagan a los veintisiete días su cuerpo a pedazos. Si
éstos fueren más o menos, háganlo sin fraude; y si quieren, vayan a venderle le­
jos, a la otra parte del Tíber.

Tabla IV
Mate el padre al momento al hijo que le naciere monstruoso.
Sobre los hijos legítimos tenga el derecho de vida y muerte y la facultad de venderles.
CONTENIDO DE LAS XII TABLAS 39

Si el padre vendiese tres veces al hijo, quede éste libre respecto de aquél.
Es legítimo el postumo nacido a los diez meses de muerto el padre.

Tabla V

La disposición del padre de familia sobre su patrimonio y la tutela de sus hijos sea
tenida como ley.
Si muere intestado quien no tiene herederos suyos, herédele el agnado más próxi­
mo, y si agnados no tuviese tampoco, sucédanle los gentiles.
Si el liberto muriese intestado y sin herederos suyos" y le sobreviviese el patrón o los
hijos de éste, los bienes de la familia del liberto pasen a la del patrón.
Las obligaciones y créditos de la herencia se entienden divididos ipso jure entre los
herederos por partes hereditarias.
Los demás bienes no se entiendan así: si place a los herederos podrán dividirse,
nombrando el pretor tres jueces árbitros para verificar las divisiones.
Si el padre de familia muere intestado y deja por heredero a un hijo impúber, pase
su tutela al agnado más próximo.
Póngase a cargo de los agnados y gentiles la persona y bienes del furioso o pródigo
que no tengan guardador.

Tabla V I

El propietario que obliga sus cosas o las vende, debe estar tenido a cuanto expresare.
Caso de engañar, condénesele con el doble.
El esclavo que por testamento adquiere la libertad, habiendo dado por ella alguna
cosa, si fuese vendido luego, sea libre de darlo al comprador.
La cosa vendida y entregada no puede adquirirla el que compró hasta que quede sa­
tisfecho el vendedor.
El término de la usucapión de un fundo es el de dos años. Uno sólo es suficiente
para las demás cosas.
La mujer que viviese con su marido por espacio de un año, sin separarse de su lado
por tres meses, caerá en su dominio por la usucapión. Si dos litigasen, decidirá
interinamente el pretor según quien posea.
Mas cuando se trate sobre una causa de libertad, lo hará siempre a favor de ésta.
Cualquiera materia unida a los edificios o a las viñas, ni se reivindique, ni se separe.
Pero al que la unió, condénesele con el doble.
Mientras se encuentre separada, será lícito vindicarla.
Si trata el marido de repudiar a su mujer, tiene que probar una de las siguientes causas.

Tabla V II

Si el cuadrúpedo causa daño, ofrezca su dueño la estimación, si no quiere hacerlo,


entregue al cuadrúpedo a quien sufrió el detrimento.
Quien perjudicare sin derecho o por casualidad, esté tenido al resarcimiento del
daño.
40 CAP. 6. LEY DE LAS XII TABLAS

El que trasladase o arrancase la mies ajena por encantamiento, está también obligado.
El que ocultamente y de noche segase o cortase las mieses cultivadas, será colgado y
muerto en honor de Ceres.
Si el agresor es impúber, azotado a arbitrio del pretor, pagando doblado el daño que
causó.
Quien introdujese su ganado a apacentar en mies ajena...
Quien incendiase dolosamente y a sabiendas el edificio o el acervo de trigo colocado
junto al edificio, será azotado, muerto y quemado.
Pero si lo hiciere por negligencia, resarza únicamente el daño.
Siendo pobre, impóngasele un castigo más ligero.
Si alguno injuriase a otro, veinticinco ases formen la pena establecida contra él.
Si le difamase públicamente, si le asestara un libelo injurioso o infamatorio, sea
apaleado.
La fractura de un miembro, a no medir convenio, castigúese con el talión.
El que arrancase un diente o muela a un hombre libre, pagará en pena trescientos
ases; el que a un esclavo, pagará ciento cincuenta.
El que, rogado para ser testigo o para tener la balanza, faltase a la verdad, queda in­
fame e imposibilitado para lo sucesivo, tanto en dar como en pedir testimonio.
Sea despeñado quien levantare falso testimonio.
Quien dolosamente diere muerte a un hombre libre.
Quien le encantase o le matase con veneno, sea castigado con pena capital.
El matador de uno de sus padres, el parricida, sea echado al río, cubierta la cabeza y
cosido dentro de un pellejo.
Al tutor que proceda con dolo malo, cualquiera puede acusarle como sospechoso:
concluida la tutela, pague doblado cuanto tratare de hurtar.
El patrono que engañase a su cliente, sea execrable.

Tabla VIII

Entre edificio y edificio se ha de dejar la distancia de dos pies y medio.


Se permite pactar entre sí a voluntad los árbitros colegas, siempre que no sea en
contra de las leyes.
Acerca delos linderos,es incierta la ley, aejemplo dela ática de Solón.
El espaciode cinco piesque media entre loscampos no puedeusucapirse.
Si litigan vecinos sobre división de términos, señalará el pretor tres jueces árbitros
que diriman la controversia.

................h o rtu s.....................


..............heredium .....................
.............. tugurium ...........

Si el árbol cayese sobre el campo vecino, córtesele sus ramas hasta los quince pies de
altura.
Si produjera frutos de cualquier género, podrá cogerlos el dueño de éste.
Si perjudicare el agua de la lluvia en virtud de alguna maniobra, nombrará el pretor
tres árbitros para remover este obstáculo y hará pagar al dueño los daños que se
hubieren ocasionado.
CONTENIDO DE LAS XII TABLAS 41

El camino, siendo recto, tendrá ocho pies; si es tortuoso, dieciséis.


Si los dueños de los campos porque pasa el camino le tuvieron sin limpiar o embara­
zado, se guiarán las caballerías por donde acomode.

Tabla IX

No se concedan privilegios.
Una vez disuelto el lazo, sean iguales el que guardó constantemente fidelidad y el
agradecido.
Del juez o del árbitro judicial que reciben dinero por la sentencia, sea la pena de
muerte la condena.
No se imponga al ciudadano la pena capital, sino únicamente en los comicios mayo­
res o centuriados.
Son de nombramiento del pueblo los cuestores parricidios que entienden en las cau­
sas capitales.
El que en la ciudad promoviese reuniones nocturnas, pague con la vida.
Sufra igual pena quien promoviese sediciones o entregase los ciudadanos a los fac­
ciosos.

Tabla X

.......... del juram ento...............

No se entierren ni quemen los difuntos en la ciudad.


Se prohíben los funerales y lutos suntuosos.
Esto se permite y nada más.
Las maderas de la hoguera en que se quema el cadáver no sean lisas ni pulidas.
Con tres lazos de púrpura, diez trompetas se permite sacar al difunto.
Las mujeres no se arañen o despedacen, ni den tampoco gemidos en los funerales.
Al difunto no se le corte ningún miembro con el objeto de reiterar los funerales: sólo
es permitido cuando hubiese muerto lejos o en la guerra.
No sean ungidos los cadáveres de los esclavos, ni se haga convite alguno en las exe­
quias.
Con los difuntos no se empleen dispendiosos rocíos.
Ni haya muchas coronas, ni en las aras se quemen muchos inciensos ni perfumes.
Al que hubiese ganado alguna corona en los juegos públicos, puede servirle de ala­
banza por su medio, por el de sus esclavos, o el de sus caballeros: y de esta
manera la podrán llevar él y sus parientes, tanto en los nueve días en que el ca­
dáver permanezca en la casa, como cuando sea trasladado fuera.
A uno mismo no se le pueden hacer muchos funerales, ni muchos lechos.
No intervenga el oro; mas en cuanto sirva para sostener alguno los dientes, lícita­
mente podrá ser enterrado o quemado con esta parte.
Contra la voluntad del dueño, no se ponga la hoguera o el túmulo más inmediato al
edificio ajeno que a sesenta pies.
Ni el sepulcro, ni su vestíbulo pueden usucapirse.
42

Tabla X I

Sea válido lo que mande el pueblo posteriormente.


Los patricios no pueden casarse con los plebeyos.

Tabla XII

. . . . acerca de la prenda..........

Si dedicase alguno a los dioses la cosa sobre que se está litigando, pague con el doblo.
Si hubiera conseguido uno la posesión con mala fe, nombrará el pretor tres jueces
árbitros para el pleito y éstos le condenarán al valor doblado de los frutos.
Si el esclavo a ciencia y conocimiento del dueño cometiese un hurto, o causase un
daño, sea entregado en noxa al perjudicado.

Otra versión de las XII tablas

Primera tabla
De la citación a juicio

1. Si alguno llama a otro ante el magistrado, y éste se resiste a ir, busque el deman­
dante testigos y deténgalo.
2. Si el llamado procura demorar la presentación o escapar apodérese de su persona.
3. Si alguna enfermedad o los muchos años sirven de impedimento al llamado, su­
minístrele el que le llama un medio de transporte, no estando obligado a darle
un carro cubierto.
4. Por un rico, sólo otro rico puede ser fiador o responsable; por un proletario pue­
de serlo cualquiera.
5. Si se avienen, termínese la contienda.
6. Si no se avienen, conozca el magistrado de la causa antes del mediodía, en el co­
m ido o en el foro, estando presentes los dos litigantes.
7. Después del mediodía adjudique el magistrado a la parte presente la cosa o el de­
recho objeto del pleito (o tal vez déle la acción y abra la instancia ante un juez,
si ha de lugar a ello).
8. Al ponerse el sol terminen los procedimientos.

Segunda tabla
De los juicios

Una enfermedad grave, el haber fijado día con un extranjero, si alguno de estos mo­
tivos asistiere al juez, al árbitro o una de las partes, difiérase el día.
El que reclame el testimonio de otra, preséntese delante de su casa a llamarlo en alta
voz para el tercer día de mercado (es decir, con veintisiete días de plazo, pues
el mercado se celebra cada nueve).
43

Tercera tabla
De los créditos

1. Para el pago de una deuda confesada o de una condenación jurídica, dense al


deudor treinta días de plazo.
2. Pasado el cual, puede darse contra él la acción de ley para la ejecución forzosa y
llévesele ante el magistrado.
3. Entonces, a no ser que pague o que alguno se presente como fiador o responsa­
ble, llévelo el acreedor a su casa y póngale cadenas o correas o hierros en los pies,
que no pesen más de quince libras, pero si menos, a su arbitrio. (El texto hace
dudar si es un máximum o un mínimum el que se fija.)
4. Viva a su costa, si él quiere; si no, déle el acreedor que lo tiene encadenado una
libra de harina cada día, o más si quisiere.
5. Pasada la tercera novena, divídanlo en pedazos; si cortan porciones más o menos
grandes, no haya en eso un fraude.
6. Contra el extranjero haya autoridad perpetua. (Es decir, que nunca puede ad­
quirir por prescripción una cosa que pertenece a un ciudadano romano.)

Cuarta tabla
De la patria potestad

Si el padre vendiere tres veces al hijo, quede éste libre del poder paterno.

Quinta tabla
De las herencias y tutelas

Lo que se disponga en testamento sobre los bienes o tutela de los suyos, llévese a
efecto.
Si muere intestado, sin herederos suyos, tome la herencia al agnado más próximo.
Si no hubiese varones, sea heredero el gentil.
El cuidado de la persona y bienes del loco que no tuviese curador, toca a sus parien­
tes varones, y en su efecto a los gentiles.
De esta familia... a aquella familia. (Disposición que confiere al patrono la heren­
cia del liberto que fallece sin heredero suyo o forzoso.)

Sexta tabla
Del dominio y de la posesión

Cuando alguno cumpliere la solemnidad del nexum y del mancipium, sean ley las
palabras que pronuncie.
Si hay combate judicial ficticio entre dos personas ante el magistrado, dé el magistra­
do la posesión provisional al que se encuentre de hecho en posesión de la cosa.
El madero empleado en un edificio o unido a la vid, no se arrancará (y por tanto el
dueño no puede reivindicarlos).
44 CAP. 6. LEY DE LAS XII TABLAS

Mas si los materiales llegan a separarse, y mientras lo estuvieren... (podrá el dueño


reivindicarlos).

Séptima tabla
Derechos sobre edificios y heredades

H uerto... heredad... casa de campo. Si hay desacuerdo entre ellos... (Acaso dis­
ponía que si se disputa sobre límites, el magistrado debe dar a las partes tres
árbitros para que decidan.)
Preserven la vía; y si no estuviese señalado, guíese el carro por donde se quiera.
Si el agua pluvial ocasiona daño... (El propietario cuya finca se veía amenazada de
recibir daño de las aguas pluviales a consecuencia de algún trabajo artificial o
de algún acueducto, tenía derecho a pedir que se le garantizase contra ese per­
juicio.)

Octava tabla
De los delitos

El que rompe a otro un miembro y no se aviene con él, sufrirá la pena del talión.
Si con la mano o con un palo le rompiese algún hueso, siendo a hombre libre pagará
300 ases, 50 siendo a esclavo.
La injuria se castiga con la pena de 25 ases.
Por el daño causado injustamente... (como no sea por accidente fortuito), condéne­
se a la reparación.
El que con encantamiento desmejore las cosechas, o las traslade de un campo a o tro ...
Si robando alguno de noche fuere muerto, lo será conforme a derecho. (El robo
lance licioque conceptum era el descubierto por medio de un hombre que en­
traba desnudo en el sitio donde se suponía estaba la cosa hurtada, con sólo una
faja por respeto a la decencia, y llevando en la mano un plato, cuyo verdadero
objeto no se conoce. El robo conceptum era el delito de aquel en cuyo poder
se había hallado la cosa hurtada; y el robo oblatum el del que llevaba a otra
casa la cosa robada, para que se encontrase en ella y no en la suya.)
Si se entabla acción por hurto no manifiesto (la pena del ladrón será el duplo).
El patrono que defraudó a su cliente, sea sacrificado a los dioses.
El que ha sido testigo en un acto, o sostenido en él la balanza, si se niega a testificar
acerca de él, sea declarado infame, incapaz de dar testimonio, e indigno de que
se dé por él.
El que haya ligado a alguno con palabras de encantamiento, o dádole veneno (sufra
la pena capital).

Novena tabla

No se traduce nada de esta tabla, por no haber en ella texto latino.


45

Décima tabla
Del derecho sagrado

No se entierre ni se queme en la ciudad ningún muerto.


No se haga más que esto; no se pulimente la madera de la pira.
No se destrocen las mujeres el rostro, ni den gritos inmoderados.
No se recojan los huesos de los muertos para hacerles luego otros funerales. (Se ex­
ceptuaba de esta prohibición a los que habían muerto en el campo de batalla o
en el extranjero.)
Al que hubiese ganado una corona por sí mismo, o por sus cosas, concédansele los ho­
nores de ella. (Podía llevar esta corona el difunto y también su padre.)
No se ponga oro; pero si los dientes están unidos con oro, bien puede este oro en­
terrarse y sepultarse con el cadáver.

Undécima tabla

Suple a las cinco primeras tablas. (No se traduce esta tabla por no haber texto latino).

Duodécima tabla
Complementa a las cinco últimas tablas

Si el esclavo comete robo u otro delito que cause daño... (Puede ejercitarse contra
el dueño, no una acción personal, pero sí una acción noxal.)
Si alguno ha obtenido de mala fe una posesión interina, dé el magistrado tres árbi­
tr o s ^ con la sentencia de éstos, sea condenado a restituir el duplo de los frutos.

Comentario relativo a la Ley de las XII tablas

No cumplió su objetivo esta ley, pues se conservaron preferencias


para los patricios, las cuales se tradujeron en serias desigualdades para
los plebeyos. Continuó establecida por ellas la prohibición de contraer
matrimonio entre plebeyos y patricios. Las penas mantuvieron su dure­
za y los gentiles, constituidos en jefes de las gens por medio de dichas
leyes, mantuvieron su hegemonía y su autoridad. Sin embargo, una apa­
rente tranquilidad llegó a los plebeyos, porque las leyes de las XII tablas
estatuían, en lo general, una igualdad en el orden civil y se suponía que
de esa forma desaparecería la arbitrariedad judicial.
7
Continúa la lucha entre
patricios y plebeyos.
La Ley Canuleya

Los decenviros, con el exceso de facultades que fueron obteniendo


durante su m andato, pretendieron mantener el gobierno y con su acti­
tud provocaron una nueva insurrección, que rápidamente se transformó
en sublevación para desconocerlos.
La lucha continúa eíitre plebeyos y patricios y señala una lenta pero
constante evolución en las instituciones del pueblo romano.
Al desaparecer el grupo decenviral, la plebe logra obtener autoriza­
ción para el matrimonio entre plebeyos y patricios, mediante la Ley Ca­
nuleya (445 antes de J. C.).
Recelosos de la preponderancia que estaban adquiriendo los directo­
res plebeyos —o sea, los tribunos — los patricios consideraron impropio
restaurar el consulado, puesto que habían de com partir con los plebe­
yos la designación de las magistraturas y por tradición, por sistema, por
ley, o necesidad, a partir del nacimiento de la República, Roma les ha­
bía elegido sólo de entre los patricios. Por esa razón, prefirieron reem­
plazar la calidad consular por representaciones de seis tribus.
Los nombrados deberían tener las mismas atribuciones que los cón­
sules habían detentado pero no les concedieron los mismos honores, en­
tre ellos el de dar su nombre al año, aspirar al triunfo, ni ingresar como
miembros del senado al extinguirse su mandato.

LOS EDILES CURULES, LOS PRETORES,


LOS CENSORES Y LOS CUESTORES

El tiempo habría de exigir a la soberanía de los aristócratas romanos


la obligación de compartir, por la fuerza orgánica de los plebeyos, la de­
signación de todas sus magistraturas y después de haber permanecido

46
LA PLEBE ALCANZA ALGUNOS LOGROS 47

casi sesenta años el gobierno de los seis, que fue de verdadera transición,
hicieron surgir nuevamente el consulado, restándole atribuciones para
otorgarlas a otras magistraturas que, al establecerse, trataron de reser­
varse para ellos la edilidad curul, la pretura, la censura y la cuestura.
Para la inspección de la ciudad, el senado creó ediles patricios lla­
mados también cumies, cuya elección debería efectuarse en los comi­
cios por centurias. Cuatro fueron los elegidos: dos ediles plebeyos y
dos cumies, :on las facultades distribuidas para inspeccionar la ciudad
desde el punto de vista de la sanidad, policía y urbanismo; autorizados
los cuatro para imponer y cobrar multas e impuestos que no ingresaban
al erario, sino al municipio y eran destinados a costear los festejos y di­
versiones públicas.
Al formar una clase poderosa desde el punto de vista económico,
los patricios impedían a toda costa que fueran aplicadas las leyes que,
mediante los tribunos, los plebeyos habían logrado obtener. El mayor
beneficio era siempre para los patricios. Los plebeyos, participantes en
las guerras de conquista, aspiraban a que las tierras que se obtenían les
fueran repartidas, pero no lo lograban. La población, empobrecida por
las luchas, sentía más que nunca la urgencia de satisfacer su ambición
económica. Surge así, en la vida de Roma, el pavoroso problema agrario.

LA LEY LICINIA

Las peticiones que buscan la distribución equitativa de las tierras del


Estado son acalladas ante la consternación popular. La vida política
de Roma es alterada constantemente por la justificada protesta, que se
expresa a través de los tribunos, cuyo veto paraliza la actividad del Es­
tado. Aparece, en el panorama político romano, Licinio Stolon y Lucio
Sexto y su actividad, decidida actitud, capacidad y valentía, logran un
plazo para los pagos y una repartición más o menos equitativa de la pro­
piedad del Estado, así como la admisión de los plebeyos en el consulado.
Logran la promulgación de una ley, a la que el tribuno Licinio le dio
su nombre (Ley Licinia —S e x t i a 367 antes de J. C.) y que, interpre­
tada debidamente, se refería al aplazamiento de los ricos para llegar a la
magistratura consular, la dotación a los pobres de tierras quitadas a los
patricios y, a los pequeños y pobres propietarios, la disminución de sus
cargos crediticios.

LA PLEBE ALCANZA ALGUNOS LOGROS

El hecho de que los plebeyos compartieran con los patricios el im­


perium, exclusivo hasta entonces de la clase dominante; el que al aban-
48 CAP. 7. LA LEY CANULEYA

donar el cargo de cónsules los plebeyos ingresaran al senado, valiéndose


de la pujante fuerza que continuaban adquiriendo; el poder asumir la
dictadura, la censura, la pretura y la cuestura y, cediendo ante el ímpe­
tu y decisión plebeyos también el cargo de pontífice, cuya autoridad
perm itía no sólo intervenir sino dominar en todas las deliberaciones, pro­
dujo un cambio sociopolítico de verdadera trascendencia.
La magnitud de este paso permitió que ya no fuera el Colegio de
Pontífices quien eligiera, sino que la elección se llevara a cabo en los
comicios por tribus, acto para el que se convocaba solamente a la mitad
menos una de las tribus que siempre asistía a los comitia tributa. Esta
asamblea, cuya misión era la elección del pontífice máximo, fue deno­
minada comitia calata.
Aparentemente se había logrado la igualdad política, civil y religiosa,
parecía que tras una lucha de siglos, el pueblo romano se constituía por
la voluntad popular al asegurar los derechos de todos los hombres en to ­
dos los aspectos de la vida. Sin embargo, a los patricios y plebeyos fue
integrándose una nueva clase que se había constituido por quienes ha­
bían ostentado y ostentaban aún las magistraturas; una nueva clase que, a
la vez que era vista por todos como superior, era considerada y fom enta­
da: se trata de los nobilitas, clase que atrajo a su seno a todos los adine­
rados que gracias a su poder económico se habían agrupado en la clase
de los caballeros. Esta última agrupación se com ponía de aquellos ciu­
dadanos que en ese mom ento no tenían las armas y que se formaban
tanto de plebeyos como de patricios.
Los acontecimientos provocados por la constante guerra que Roma
se empeñaba en m antener contra sus vecinos influían marcadamente en
su evolución y progreso.
8
Roma continúa
su expansión

Tratando de restablecer el régimen de los tarquinos, los etruscos ata­


caban la visible dirección de la confederación de la Urbs latina. Tito Lu­
cio, primer dictador, logra disolver la coalición de las ciudades que se
habían sumado a los etruscos.
Otro dictador, Cincinato, derrota a los ecuos y a los volscos y Roma
continúa logrando triunfos sobre muchos pueblos, entre ellos sobre los
velles, a quienes somete lastimosamente reduciendo a esclavitud a todos
sus habitantes. Esta victoria obliga a Roma a reestructurar su ejército y
organizarlo de nueva forma, al establecer el sueldo estimulando así a sus
componentes y logrando su permanencia en filas (458 antes de J. C.).
La displicencia, la comodidad, la riqueza, van dejando atrás las ge-
nuinas cualidades del romano, al punto que existe un periodo en que se
resiente la pujanza y la agresión de los galos que, por su ím petu y su
denodado empeño de someter la vanidad y la altanera actitud de los sol­
dados romanos, los vencen.
Durante 45 años los galos atacan el territorio romano, en tanto que
los movimientos internos permiten el asalto a las magistraturas.
Los pueblos latinos sometidos a Roma trataron de aprovechar la
invasión gala y, al comprender que ésta los necesitaba, exigieron el de­
recho a participar en la dirección de la República, confederándose y
sublevándose contra el gobierno romano. Esto sucedía en el año 340,
pero el ejército, acostumbrado a la guerra y considerando traición el acto
realizado, impone la fuerza y somete al grupo que, aunque siguió siendo
aliado, recibe la prohibición de organizarse militarmente.
En las guerras no siempre se tiene éxito y Roma cae en el ardid que
le tienden samnitas al reclamar su auxilio, simulando hacerlo a cos­
ta de su independencia. Más tarde, Papirio Curso resarce a Roma de
esta derrota y ocupa todo el territorio de los samnitas imponiéndoles el
reconocimiento al Imperio.

49
50 CAP. 8. ROMA CONTINÚA SU EXPANSIÓN

Roma continúa con sus conquistas, invade ciudades griegas y anexa


Llavigia, Lucania y Lutum , logrando establecer colonias romanas en terri­
torios de los pueblos vencidos, para obtener además de la colaboración
que se les im ponía, fidelidad a todas sus disposiciones. En estas luchas,
Roma incorpora a los vencidos con todos los derechos cívicos propios
de los vencedores, pero después, su fuerza arrolladora exigió algunas
modificaciones.
Se sucedían batallas en las que los romanos sufrían derrotas, que
hacían vislumbrar el próximo fin de su poderío. La deserción cundía
en las filas del ejército y Roma se cimbraba ante la amenaza de Aníbal,
las luchas por el predominio de los mares y la influencia sobre la ciu­
dad. Algunas veces las poblaciones recobraban su independencia, pero
siempre bajo la protección del ejército romano.
Se concertaron alianzas y se emprendieron nuevas conquistas para
aproximarse al Mediterráneo Oriental. Vitinia y Macedonia son incor­
poradas al dominio romano hasta lograr también que Grecia se torne
en provincia. Escipión Emiliano, nieto de “ el Africano” , logra que Car-
tago fuera sometida, así como la Liguria y la Galia Cisalpina. Después de
una lucha de diez años, consigue que los celtíbones, los alógrofos, los ga­
los y los auvernios se sometan, dejando a Marsella convertida en aliada.
Razones políticas no perm itían el cambio de los cónsules que iban
al frente de los ejércitos. Por tal motivo fue haciéndose costumbre de­
signar procónsules y a la vez propretores, que quedaban como dueños
y señores de las provincias que conquistaban y como jefes de las legio­
nes, con facultades para designar a sus colaboradores y mantener a su
servicio una guardia en el lugar donde se asentaba el pretorium. Esta
situación permite que la organización política sufra modificaciones de
importancia, ya que por sus facultades, los procónsules llevaban a la
práctica campañas para conquistar pueblos por su propia cuenta.
El desastre más espantoso, el latrocinio y el abuso fueron las carac­
terísticas de esta actividad imperialista. El enriquecimiento, producto
de la conquista, tenía que transformar el sistema económico, cuyo ori­
gen y cimiento eran las actividades agrícola, ganadera y comercial y
tenían como fin el tributo individual para el sostenimiento del Estado,
que había de cimentarse también en los pueblos vencidos que se suje­
taban como vasallos. Desde Servio Tulio, la contribución se organiza y
reglamenta.
La transformación en la cultura hace sentir la influencia de la civili­
zación griega, pues no sólo se salvan los principios, doctrinas y filosofías,
sino que se imponen los conquistadores.
Los capitales en manos de unos cuantos hacen que la especulación,
producto del botín y el tráfico comercial, trataran de acaparar la propie­
dad raíz. Se extiende el latifundio y la pequeña propiedad desaparece.
Brilla esplendorosamente el poder económico romano, que sentaba
ROMA CONTINÚA SU EXPANSIÓN 51

sus reales e iba haciendo aumentar al grupo carente de recursos en todas


partes.
La codicia, el atesoramiento y la ambición, traían como consecuencia
vicios y corrupción, a los que colaboraba la influencia de Grecia, con la
degeneración en que se encontraba en el mom ento de su sometimiento
a Roma. Las tierras no se trabajaban, el aumento de los esclavos amerita­
ba el trabajo en libre competencia y la acumulación de tierras conquis­
tadas, fértiles y productivas, al no haber brazos que las cultivaran, fue­
ron destinadas al pastoreo y a la ganadería. Así, la falta de trabajo fue
precipitando rápida y violentamente la despoblación.
La política había cambiado, su panorama no estaba ya dominado
por los aristócratas, producto de las gens que en su origen crearon la
exclusividad patricia y que posteriormente pugnaron por la igualdad ci­
vil para mantener la fuerza del Estado. Existe ahora algo así como un
núcleo de mercaderes que absorben el poder, nuevos ricos que habían
sustituido a los antiguos varones que, interesados y unidos, arraigados,
actuaban siempre en interés del Estado. En este mom ento se trata de
una clase enriquecida, mercaderes que procuraban mantener el poder
con base en una corrupción inaudita. Era una lucha entre ricos que in­
fluían y actuaban para destruir políticam ente a los nobles.
No es ya la plebe la que lucha contra los patricios tratando de con­
quistar derechos y de colocarse en igualdad ante la ley: es el soberbio
oportunista enriquecido mediante botín o el comercio quien pretende
controlar el poder.
Es un periodo de cambios en el que todo se transforma, al punto que
hasta las mismas magistraturas se alteran. Patricios —y sobre todo ple­
beyos— aspiran a ellas, puesto que a éstos últimos ya les son accesibles.
La autoridad consular se distribuía entre otras tantas magistraturas
pero no dejaba de ser la más ambicionada por constituir la máxima re­
presentación, no obstante el desmembramiento del Imperium.
La pretura representaba a la administración de justicia y su núme­
ro iba en aumento de acuerdo con el número de provincias. El pretor
entregaba a los litigantes una fórmula que contenía los aspectos princi­
pales del proceso, que se iniciaba ante él, en una instancia denominada
in jure. La resolución que pronunciaba el juez o tribunal después de
haber conocido los pormenores del negocio constituía la instancia de in
juditio.
El censo había menguado en su severidad, por la exención de im­
puestos a los ciudadanos cuya procedencia social trajo consigo la rique­
za y la formación del latifundio.
El tribuno, originalmente representante y defensor de la plebe, ante
la cesación de la lucha de clases, se concretaba ahora a dictar ordena­
mientos, presidir los comicios por tribus y, en ocasiones, a convocar al
senado.
52 CAP. 8. ROMA CONTINÚA SU EXPANSIÓN

Surgieron magistraturas de carácter menor y con atribuciones reduci­


das, pero permanecieron con las mismas atribuciones sólo cuestores y
ediles.

LOS TRIUNVIROS

Estas magistraturas de m enor categoría fueron los triunviros capita­


les, encargados de cuidar las cárceles y juzgar a los esclavos. Existían
triunviros nocturnos, a cuyo cuidado estaba la vigilancia de la ciudad
durante la noche y triunviros monetarios, con atribuciones relacionadas
con la acuñación de moneda. La denominación común —que abarca a
todos ellos— fue la de Vigintirato.

LOS PROCÓNSULES, LOS COMICIOS


Y LOS DEMAGOGOS

La dictadura cesó desde la guerra contra Aníbal. El Estado romano


encontró más práctico nombrar procónsules, cuya actividad superó el
éxito de las campañas y demostró ser una representación útil y digna
del consulado.
Las reuniones anuales que los comicios por curias llevaban a cabo con
la reducción de la participación de los ciudadanos, ahora se practicaban
con la sola presencia de treinta lictores y efectuaban también para poner
en posesión de su cargo a los magistrados nombrados, con base en la Ley
Curiata de Imperio.
Cosa semejante sucedía con los comicios por tribus y los comicios
por centurias; los primeros tenían como facultad designar a los tribu­
nos y ediles plebeyos, elaborando los plebiscitos, mientras los segundos
elegían a los magistrados curules y aplicaban la sanción marcada por
la ley.
Para la deliberación y sobre todo, para las rotaciones, el patriotismo,
el interés a favor del pueblo, el conocimiento, el arraigo y la simpatía
popular eran cosas sin importancia en esta etapa de la vida romana. Apa­
recieron los demagogos que con habilidad, expensados debidamente por
interesados en la sanción popular, obtenían el sufragio mediante la com­
pra. De esta manera, el éxito en las elecciones dependió de la destreza
y el dinero, sin im portar ni el ciudadano, ni el partido.
El senado se arrogaba facultades que le parecían necesarias. El
sesgo legislativo de su poder ya no existía; sólo sus senadoconsultos se­
guían reglamentando, modificando e interpretando las leyes.
Administrativamente, el senado intervenía en la designación de los
procónsules y propretores para las provincias. Representaba al Estado
LEX PROVINCIAE 53

Romano en las relaciones internacionales; nombraba embajadores, cele­


braba tratados con las ciudades itálicas, encomendaba la recepción de
embajadores, compensaba y brindaba triunfos a los militares e imponía
el título de Imperator. Una de las facultades que el senado nunca aban­
donó fue la administración del erario.

LEX PROVINCIAE

Dadas estas circunstancias, en el panorama político romano se avi­


zoraba la instauración definitiva de una dictadura que iba a llamarse Im ­
perio, cuya finalidad fue la conquista y absorción de todos los pueblos
del mundo.
Así, cada conquista, cada pueblo subordinado se convertía en pro­
vincia romana. De acuerdo con las circunstancias que acompañaban al
sometimiento de cada pueblo, Roma le dio una organización sujeta a la
Lex Provinciae.
Dicha ley investía de plena potestad civil y militar al pretor, al
procónsul o al propretor, que tuvieron un funcionario auxiliar llama­
do quaestor que les auxiliaba en lo relativo a las cosas económicas.
Existían ciudades aliadas que gozaban por voluntad de Roma del fus
latinum ; es decir, podían adoptar el derecho a regirse por leyes semejan­
tes o parecidas a las que estaban en vigor en Roma. Otras, sin ser alia­
das, también recibían este derecho. Por su parte, a los pueblos donde se
habían fundado colonias se otorgó el jus italicum. Estas ciudades alia­
das eran poseedoras de su territorio, pero Roma no reconocía derecho
alguno a la propiedad de sus suelos. Los regímenes de estas ciudades,
por su organización, recibían el nombre de jus italicum. Había provincias
que no gozaban de prerrogativas ni privilegios, aparentemente indepen­
dientes, autónomas, pero administradas por procónsules o propretores
auxiliados por cuestores.
Estas provincias resultaban administradas como una cosa propia; el
gobernante era representante de Roma, por lo que a su criterio quedaba
señalar el impuesto, la forma de administrar la justicia y la organización
y el reclutamiento de las fuerzas armadas.
En subasta pública, Roma autorizaba la recepción del impuesto y el
gobernante daba todo su apoyo a la empresa que habría de encargarse
de recaudarlo; así, el beneficio se establecía por la diferencia entre las
cantidades percibidas y las que debían entregarse al Estado.
Esta forma de percibir los impuestos era apoyada por los goberna­
dores que obtenían porcentaje y dio lugar a exacciones tremendas en
contra de todos, que propiciaron la formación de sociedades principal­
mente integradas por miembros de la clase ecuestre, cuya existencia so­
lapaba el gobierno.
54

LA LUCHA POR LA TIERRA

La Ley Licinia agraria

El monopolio establecido y amparado para la explotación de las


tierras públicas despertó en Tiberio Graco la convicción y el interés de
aplicar la Ley Licinia agraria. Esta ley fue originada por los mismos tri­
bunos. Prohibió bajo pena de muerte que cada ciudadano pudiera tener
más de 500 yugadas de tierras públicas, debiendo devolver al Estado el
resto para ser distribuido entre los ciudadanos pobres a razón de 7 yuga­
das por cabeza. Se refirió principalmente al reparto equitativo del ager
publicas, pero fue una ley que, aunque se aprobara tiempo atrás, nunca
estuvo en vigor.
Elegido en el año 133, tribuno de la plebe, Tiberio Graco solicitó la
aplicación de la ley mencionada, que como se ha dicho fijaba el máximo
de tierras que un ciudadano podía explotar y a la vez obligaba al Estado
a entregar el excedente, bien en arrendamiento, o bien en propiedad a las
familias carentes de recursos, pero el otro tribuno, Octavio, por interés
afín con los latifundistas y sobornado por ellos, se opuso a las intencio­
nes de Tiberio Graco y presentó su veto.
Decidido a lograr la vigencia de la expresada ley, Tiberio Graco luchó
porque los comicios por tribus se convencieran de la bondad de ésta y
de la sinceridad de su actitud. Así, obtuvo la aprobación y consiguió
que se produjera la caída de Octavio como tribuno.
El interés de los latifundistas —los opositores— impidió que la ley
entrara en vigor, puesto que la m ayoría debería entregarse al trabajo
agrícola estando ya muy acostumbrados a la placentera vida de la ciu­
dad. La comisión, cuya finalidad principal consistía en el reparto, pre­
vio rescate de las tierras bajo la influencia de los patricios interesados en
la no vigencia de la referida ley, intervino para que los senadores aproba­
ran partidas económicas ridiculas que no permitieran llevar a cabo el
trabajo señalado, logrando con esto que transcurriera el año para que
terminara el periodo de Tiberio Graco. Cuando llegó la ocasión de una
nueva elección de tribuno, éste apareció nuevamente como postulante,
pero grupos enemigos lo acusaron de aspirar a la tiranía y sorpresivamen­
te le dieron muerte.

La Ley Frumentaria
Las leyes mencionadas quedaron latentes y diez años más tarde
Cayo Graco, (123-121 antes de J. C.), hermano de Tiberio, tribuno tam ­
bién, insistió en solicitar la aplicación de la ley. Se atrajo al pueblo y
logró la aprobación de la Ley Frumentaria. Esta ley, cuyo nombre de­
riva de frum entrum , trigo, se refiere al abastecimiento, distribución y
MARIO Y SILA. LAS LEYES CORNELIAS 55

venta del cereal, que regulaba a precios reducidos. Concedía la distri­


bución periódica del trigo a muy bajo precio, cosa que haría cesar la
escasez y la carestía estableciendo la lucha contra los grandes acapara­
dores de la tierra.
La actitud de Cayo Graco tendió a que los capitalistas representados
por los caballeros fueran atraídos —olvidando que todos ellos eran pro­
pietarios de latifundios— al otorgarles concesiones consistentes en el
arrendamiento de las empresas autorizadas para la percepción del impues­
to y la facultad de juzgar a los gobernadores en las provincias. Así, se
ganó la animadversión de un gran número de enemigos, porque obtuvo
de los comicios la resolución de castigar a los asesinos de su hermano
Tiberio.
No falta nunca quien se preste a combatir, denigrando a los que se
han constituido en benefactores de las clases menesterosas: aparece Li-
vio Truso para coartar las iniciativas de Cayo Graco.
Cayo Graco deseaba atender a la elección de colonias en los suelos
conquistados y, por lo mismo, se separaba constantemente de Roma,
alejándose y perdiendo popularidad, lo que permitió aum entar el nú­
mero de sus enemigos que, al final, lograron imponer la creencia de que,
al igual que su hermano, pretendía constituirse en tirano. Exigieron
que se le declarara enemigo de Roma y fuera de la ley. Perseguidos y
asesinados muchos de sus partidarios, Cayo Graco se hizo dar muerte
por un esclavo y las leyes agrarias fueron borradas definitivamente del
panorama político.
El control político, el absoluto dominio gubernamental quedó nueva­
mente en manos de los patricios, quienes para impedir la intervención de
hombres que no pertenecieran a la clase de los optim ati establecieron el
escalafón para el ejercicio de las magistraturas. Señalaron como primer
puesto la cuestura, después la edilidad, la pretura y, por último, el con­
sulado, denominándola Carrera de los Honores. Además, establecieron
que los pretores y cónsules al terminar sus funciones, fuesen designados
por el senado gobernadores de provincia con el nombre de propretores
o procónsules.
Los publicanos, encargados de recaudar los impuestos, obraban ge­
neralmente con los propretores o procónsules y obtenían riquezas fabu­
losas. Al pertenecer los publicanos a la clase de los caballeros y los pro­
cónsules y los propretores a la de los patricios, fue fácil el entendimiento
m utuo; confabulados, establecieron un grupo económico poderoso que
habría de dirigir la política de Roma.

MARIO Y SILA. LAS LEYES CORNELIAS

La corrupción y el desbarajuste social se enseñorean en este periodo


en el que la actitud bélica frente a Africa, Germania y Galia hace que des­
56 CAP. 8. ROMA CONTINÚA SU EXPANSIÓN

taque Mario, que asumió el consulado a pesar de ser plebeyo. Permane­


ce en él cinco años, periodo durante el cual organizó el ejército, fundado
en la necesidad de la incorporación del proletariado a las legiones, refor­
mó la organización que dio Servio Tulio y permitió que la clase pobre
encontrara en el ejército un modo de resolver sus necesidades. (100 an­
tes de J. C.)
Por la voracidad y desmanes de sus gobernantes, el empobrecimien­
to general de la población permitió que se gestara una revolución que
exigía la independencia de algunas provincias y que Lucio Cornelio Sila,
al otorgar el derecho de ciudadanía a los rebeldes, logró detener. (88
antes de J. C.)
Mario, con su prestigio, actividad y dinamismo, llevó a cabo una per­
secución rabiosa contra sus enemigos. Aplicó la confiscación de bienes,
el asesinato y los suplicios. Por su parte, Lucio Cornelio Sila asume el
poder, somete a Grecia y la obliga a pagar tributos que utilizaba en uso
personal, haciendo nacer así el fiscus (tesoro personal del emperador).
Bajo su mando fueron aprobadas las Leyes Cornelias (81 antes de J. C.)
en la que se fijaba que matar a un esclavo constituía un asesinato si el
matador no era el propio amo, pero quedaba reservado al emperador
Claudio el determinar como crimen la muerte de un esclavo, hasta en
aquellas ocasiones en que lo cometiera el mismo amo. La ley fue roga­
da por Cayo Cornelio, tribuno de la plebe y convirtió de hecho a todos
los edictos de los pretores en translaticios —en tanto leyes más fijas—
y que constituyeron con el tiempo un cuerpo de derecho respetable,
llamado fus honorarium. La Ley Cornelia también consideró al ciuda­
dano muerto prisionero, como m uerto en el m om ento de caer prisione­
ro, lo que significa: “ libre y ciudadano rom ano” . Dicha ley castigaba
el homicidio o el asesinato sin motivo: del esclavo propio, ya castiga­
do por Adriano y por Claudio, fue generalmente equiparado al asesina­
to del esclavo de otros por el emperador Antonino Pío, que condenó
también la tortura, la impudicia y reconoció formalmente a los esclavos
el derecho de huir a los malos tratos del propio patrón, obligando al
patrón cruel a vender por precio justo al esclavo. La Ley Cornelia del
Edictis Perpetuis, declaraba ilegal que un pretor se apartara de su edic­
to. También llamada Cornelia de Edicto Praetoris, la ley de Cornelio,
tribuno de la plebe (año 687 de R.), disponía que los magistrados se
alejaran de su edicto, poniendo coto al abuso de los que como Verres se
apartaban de él o con edictos repentinos lo modificaban durante el año
de su ejercicio. La Ley Cornelia Agraria, de Sila (673 de R.), concedió
tierras a los veteranos de los ejércitos del dictador; fue la primera ley
que votó por la propiedad privada y dispuso al mismo tiempo del domi­
nio público.
La Ley Cornelia de Captivis se confunde con la Ley Cornelia de Fal-
sis, posterior a las Guerras Púnicas. Por ella se fundaba (ficción) que el
MARIO Y SILA. LAS LEYES CORNELIAS 57

ciudadano m uerto en cautividad m oría en el mom ento de ser hecho pri­


sionero y se concedía el jus post limini a los que regresaban a Roma.
Por su parte, la Ley Cornelia de Falsis, también llamada testamenta­
ria y numaria (año 363 de R.), castigaba con la interdicción del agua y
del fuego la falsificación de testamentos; en sí, se hizo extensiva a la de
todos los demás instrumentos, la fabricación de moneda falsa y del per­
jurio y soborno de los testigos.
La Ley Cornelia Judiciaria (año 672 de R.), limitó el número de las
recusaciones de jurados y ordenó que éstos se eligieran dentro del or­
den senatorial. Mientras, la Ley Cornelia de Injuris, separa de las otras
injurias las culpas y la violación del domicilio, haciéndolos delitos pú­
blicos.
La Ley Cornelia de Lusu declaraba nula la deuda de juegos de azar.
La Ley Cornelia de Magistrate (año 673 de R.), castiga el crimen de
lesa majestad; la Ley Cornelia de Prommisoribus, limita a 20 sextercios
la suma por la cual podía una persona obligarse por otra para con el
mismo acreedor.
La Ley Cornelia Repe tundís estableció una quaestio perpetua para
perseguir el delito de concusión cometido por magistrados; la Ley Corne­
lia de Sicariis et Beneficiis (año 673 de R.), estableció la pena de depor­
tación para los homicidas y también para el intento de homicidio, para
los envenenadores y los que vendieran drogas para el envenenamiento.
La Ley Cornelia X X Quaestoribus, eleva a veinte el número de quaes-
tores y regula el convenio de los escritos; la Ley Cornelia et Baebia A m bitu
(año 673 de R.), castigaba el soborno en los candidatos que se valían de
él para obtener votos.
Además, la Ley Cornelia et Julia de A m bitu (año 594 de R.), impu­
so pena capital al que comprase sufragios por medio de dádivas.
Finalmente, la Ley Cornelia et Pompeia Nupciaria, limitaba al 10%
los intereses de los préstamos. Estas leyes reformaron la constitución
política romana; ahora el senado se integraría con los magistrados que
finalizaban su mandato; los censores ya no fiscalizarían las listas para in­
tegrar el senado y los cónsules, al término de su m andato, pasarían como
procónsules por acuerdo del senado a la provincia que éste señalara.
La clase ecuestre ya no tendría jurisdicción, pero en cambio trescien­
tos de sus miembros ingresaban al senado; los tribunos carecían ahora
de facultad legislativa, el veto ya no tenía el mismo alcance que antes en
el ejercicio de la actividad tribunicia y sólo se le concretó a la defensa
de personas, al señalárseles la prohibición de intervenir en actividades
políticas y que se reeligieran o se presentaran como candidatos para nue­
vas magistraturas.
Mediante la autoritos patrum, el senado reasume la potestad para
fiscalizar todos los proyectos (rogaciones de leyes que se presentaran
ante los comicios).
58 CAP. 8. ROMA CONTINÚA SU EXPAjnSIÓN

El régimen despótico y arbitrario suprime los beneficios populares;


ya no se distribuirá el trigo a precios bajos, numerosos grupos de escla­
vos —aproximadamente unos diez m il— bajo la potestad dominica del
dictador son manumitidos y se les llama libertos cornelios.
Todos los pueblos y ciudades itálicas que fueron adictas a Mario
son incorporadas a las provincias que señaló el dictador, sus bienes y sus
tierras pasaron a poder de los soldados que formaban el ejército de Sila
y sus gobernantes fueron asesinados.
Era lógico que en manos de soldados las tierras habrían de conver­
tirse en improductivas. Se notaba claramente que Sila protegía solamen­
te a la clase senatorial, integrada por acomodaticios, por oportunistas
e incondicionales, que en agradecimiento se concretaba a la alabanza
del dictador, a quien llamó Félix, títu lo que busca expresar el halago de
bendito, bienaventurado, excelso.

Mario, Sertorio y Lépido

A la muerte de Sila se gesta un nuevo movimiento revolucionario.


Aparece Lépido, que trata de continuar la política de Mario y, además,
Sertorio y Pompeyo. Este último se convierte en jefe, en el hombre
más apreciado, y es halagado con el nombre de magnus, que equivale al
calificativo de grande.
Pompeyo se une a Craso, que es el hombre más rico de Roma y an­
tes, ajeno a la política. La actividad de ambos sometió al senado a sus
caprichos y lo convirtió en un grupo incondicional.
Demostrando desbordante interés por el Estado, Pompeyo recibe el
apoyo como procónsul extraordinario, con jurisdicción amplísima e in­
determinada, que a la vez lo faculta para manejar los fondos del erario
sin intervención ni autorización del senado.

JULIO CÉSAR

La clase dominante, el grupo cuyos privilegios económicos iban cada


día en aumento, sin importarle el impedimento de participar en la po­
lítica, daban ahora su apoyo a Cayo Julio César y a Marco Licinio Cra­
so, quienes, no conformes con la organización que Pompeyo había dado
al Estado, se unieron con Catilina, abanderado de los grupos populares
y de los viejos soldados que estaban en las filas del ejército.
Catilina, que pretendía mejorar las condiciones económicas de los
ciudadanos, emprendió su lucha contra el senado. Al considerar facti­
ble llegar al consulado, presentó su candidatura frente a Marco Tulio
Cicerón, cuya carrera política destacada, le permitió derrotarlo. Catili­
na organizó fuerzas con el propósito de tom ar el poder, pero Cicerón
PRIMER TRIUNVIRATO 59

logró del senado un Ultimátum, mediante el cual Catilina fue declarado


fuera de la ley (63 antes de J. C.).
Catilina había organizado un movimiento militar en Etruria, pero
Cicerón lo venció en la batalla de Pistoya y le dio muerte. Esta victo­
ria le adjudicó el título de Padre de la Patria. Marco Tulio Cicerón (106-
43 antes de J. C.) fue, además, el más grande orador romano, destacado
hombre de letras y una de las figuras prominentes en el Estado. Viajó
constantemente, lo que le permitió adquirir una preparación excepcio­
nal, pues fue de quienes creyeron que los conocimientos universales
eran necesarios al orador y por ello se dedicó al estudio de la filosofía,
lenguas, leyes, literatura y oratoria. Defendió su primera causa por me­
dio de la palabra a la edad de 26 años.
Convencido de que para la actuación política era necesario tener
valor y firmeza que no consistentemente poseía fracasó en muchos ca­
sos; pero su naturaleza emotiva y su sensibilidad le permitieron destacar
como escritor y como uno de los mejores oradores que legaron al mun­
do su nombre y las peculiaridades de su personalidad.
Sus discursos son un modelo distinguido en la literatura, reflejan sus
propios ideales y señalan la necesidad de luchar contra los vicios.
La carrera política de Cicerón fue destacada y lo colocó unas veces
en la popularidad y otras en el exilio. Murió durante el régimen de Mar­
co Antonio, perseguido por los sicarios y seguramente a causa de sus
invectivas contra el emperador.
La situación política de Roma cambia con el retorno del triunfador,
César. El senado queda anulado por la actitud del jefe militar y surge
un triunvirato que integran Pompeyo, César y Craso, organismo que
ejerció el poder sobre todos los integrantes del gobierno. Los tribunos
y los comicios retornaron a la vida pública, actuando sin que el senado
autorizara sus resoluciones (60 antes de J. C1.).

PRIMER TRIUNVIRATO

Después de haber obtenido el pontificado máximo en Roma y el


consulado, César* adquirió el nombramiento de gobernador de la Ga-

* Julio César (1 0 0 -4 4 antes de J. C.), aristócrata de origen, perteneció a una ilustre fa m ilia
cuyas relaciones lo hacían aparecer com o miembro del partido y, aunadas a su propia cultura,
fortalecieron el don de mando que mostró poseer. Celebró nupcias con la hija de Lucius Cinna,
llamada Cornelia, pero este matrimonio disgustó al mandatario Sila, quien pidió a Julio César
que se divorciara. Lejos de hacerlo, éste abandonó Roma para regresar a la muerte de Sila, el
año 78. Al dudar de la virtud de su esposa, se divorció en 67 para casarse con la hermana de
Pompeyo, jefe entonces del partido demócrata, que cobraba un auge cada vez mayor.
Valido del apoyo popular ganado gracias a su personalidad, reformó instituciones, creó
otras y proporcionó beneficios a su pueblo. Sin embargo el absolutismo del poder, la absorción
y la grandeza que César obtuvo, alarmó a sus propios amigos y aliados. Cayó asesinado en una
conjura el 15 de marzo de 44 antes de J. C.
60 CAP. 8. ROMA CONTINÚA SU EXPANSIÓN

lia Cisalpina; de Italia y de la Galia Narbonense. Pompeyo, por su par­


te, obtuvo el de gobernador de España, mientras Craso el de gobernador
de Siria.
César mostraba inteligencia, capacidad y calidad militar; su popula­
ridad crecía y sobrepasaba a la de todos los que pretendían convertirse
en amos de la situación romana.
Ante Roma, manifestaba la intención de acercarse al pueblo para
poner término radical a todas sus necesidades, pero su tendencia se en­
caminaba hacia la tom a del poder (59 antes de J. C.).

LEYES JULIAS

Durante su consulado, había logrado de los comicios, la aprobación


de las Leyes Julias. La Lex Julia se invocaba cuando el paterfamilias,
sin motivo suficiente, no daba su consentimiento para contraer justas
nupcias, pudiéndose mediante esta ley recurrir ante el magistrado para
que supliera el consentimiento paterno. Lex Julia reguló el adulterio,
concedió que se evitara la infamia producida por la bonorum bendi-
tio, que consistía en ceder voluntariamente los bienes propios. En el
periodo entre la República y el Imperio, la Lex Julia obligaba a cada
padre, si tenía medios para hacerlo, a otorgar una dote a su hija en oca­
sión de su matrimonio. El marido disfrutaba del usufructo de la dote
durante el matrimonio, pero si éste se disolvía por divorcio o por muer­
te, la propiedad revertía al padre de la mujer. La Lex Julia et Titia (31
antes de J. C.), concedió facultad a los presidentes de las provincias para
nombrar tutores; ordenaba que fueran publicados los actos de los magis­
trados; la obligación de los gobernadores de llevar minuciosa contabilidad
de los fondos públicos; informar acerca de la restitución del produc­
to de los cobros de los procónsules y publicanos, ahora llamados recau­
dadores.

Los triunfos militares y políticos de Julio César

La actitud de César lo llevaba a atraerse el apoyo del partido popu­


lar, seguro de su fuerza, para utilizarlo después con el objeto de lograr la
unidad y la paz entre las diversas corrientes que dividían a Roma desde
mucho tiempo atrás y que eran causa de las constantes guerras intestinas.
La fuerza adquirida por César y su simpatía le significó la conforma­
ción de un ejército adicto y fanático, que le llevaría a conquistar las re­
giones pobladas por enemigos.
Sometió a todos los pueblos; luchó contra los secuanos, los helve­
cios y los suevos, a los que derrotó. Paseó las insignias romanas hasta
LEYES JULIAS 61

llegar a Bretaña, sometió a los belgas y llegó a conquistar la hoy llamada


Inglaterra.
Vercingétorix acaudilló a los galos y se declaró jefe de una federa­
ción integrada por pueblos que los seguían; sin embargo, César lo derro­
tó y con ello finaliza una peligrosa campaña de oposición.
Con el triunfo del conquistador, que había anexado a Roma muchas
provincias, decidió hacerse presente en los asuntos de los romanos.
Representante de las fuerzas oligárquicas, el senado era ya totalm en­
te indiferente a los problemas populares; las necesidades crecían y el
ámbito político se encontraba viciado y corrompido. Con sus tribunos
entregados a la degradación, provocaba motines y asonadas.
César marchó hacia Roma. El senado, con Pompeyo al frente, le­
jos de oponerle resistencia abandonó la ciudad y se dirigió a Grecia con
lo que se despejó el camino. Airoso y eufórico, César llega a Roma y
establece un gobierno que deja en manos de su amigo Marco Antonio,
en tanto él iba a la Iberia a someter a los rebeldes. Una vez logrado su
objetivo, vuelve a Roma, declara una amnistía general y ordena que a
todos los proscriptos les fueran entregados sus bienes. Asume la dicta­
dura, cita a los comicios y en ellos resulta electo cónsul.
En Farsalia derrota a Pompeyo, quien se dirige a Egipto y ahí, el
faraón Ptolomeo XII ordena su asesinato con el propósito de ganarse
el apoyo de César, que había entregado á Cleopatra el trono de Egipto.
En Asia Menor, Farnaces luchaba desesperadamente por adquirir el
reino de Ponto y es ahí donde la táctica militar, el valor, la rapidez en la
actividad y el posterior triunfo de César, hace famoso el mensaje que di­
rige a Roma: veni, vidi, vinci (llegué, vi, vencí).
Triunfo tras triunfo, César fortalece su personalidad y al pisar el te­
rritorio de Roma, no sólo es aclamado sino que se le instituye dictador
por diez años y presidente vitalicio, con facultad, además, de presentar
candidatos a las magistraturas y decidir sobre las declaraciones de guerra.
La adhesión, el apoyo y la actitud servil llegaron a otorgarle la facultad
tribunicia con jurisdicción sobre todo el Estado romano.
Convertido ahora en mandatario con poder absoluto, se traslada al
Africa a someter a los hijos de Pompeyo y a los ejércitos de muchos
pueblos que secundaban la política de su rival. Los triunfos coronan la
actitud bélica: Numidia, Tarso e Iberia se incorporan a Roma y, suma­
dos a los pueblos vencidos, permiten dar término a la lucha que se sos­
tenía contra el Estado romano.
Regresa y el senado se inclina sumiso y reverente y lo nombra padre
y libertador de la patria, dictador perpetuo con poderes constituyentes,
censor único por tres años, prefecto de las costumbres, cónsul único.
Inteligente y hábil, militar de relieve, hace que su régimen establez­
ca el cesarismo con sede en Roma. Después de él, Roma sólo conoce tal
régimen.
62 CAP. 8. ROMA CONTINÚA SU EXPANSIÓN

De los Césares auténticos se suceden doce: Julio César, Augusto, Ti­


berio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito
y Domiciano. Después, los emperadores sin mérito y por costumbre
siguieron denominándose Césares.
El gobierno de Julio César reformó la política en todos los órde­
nes y creó nuevas colonias en las provincias. En materia fiscal, la per­
cepción de impuestos pasó a manos de los cuestores y se decretó la
exención para todos los que tuvieran tres hijos, con miras a que se re­
poblara la ciudad.
El jus civitatis fue otorgado a las ciudades italianas y algunas ciuda­
des de Iberia y Galia.
También dictó una ley para la organización de los municipios y de­
cretó la amnistía general.
Por orden del César, las tierras fueron distribuidas entre los soldados
y los necesitados; el régimen de trabajo a jornal fue debidamente organi­
zado. Asimismo, se controlaron las dilapidaciones mediante la prom ul­
gación de Leyes Suntuarias *
A los municipios les dejó la facultad de designar sus órganos de go­
bierno y a la vez, el derecho y la obligación de levantar los censos de
población y de fortuna, al igual que sucedía en Roma.
César reformó el calendario mediante el agregado de un mes, al que
se denominó calendario juliano en su honor.
En lo concerniente a la urbanización, construyó un nuevo foro. Por
otra parte, en materia sociopolítica, otorgó la ciudadanía a los habitan­
tes de la Galia Cisalpina y permitió que sus representantes ingresaran al
senado, al que concedió la calidad exclusiva de cuerpo consultivo.
Asimismo, César decretó la duración de cinco años para las magis­
traturas.
Con táctica, inteligencia y visión política estimuló al pueblo y enal­
teció la memoria de los hombres destacados, sin distinción. También
otorgó dignidades a aquellos que habían formado parte de los ejércitos
vencidos.
La envidia, la ambición y la tentación que provocaba la fuerza de
César no permitió que su obra destacara más en beneficio del pueblo.
Así los senadores armaron la mano de Marco Junio Bruto —que se cree
hijo adoptivo de César— y apoyados por la conjuración encabezada por
los partidarios de Pompeyo, ultim aron a César a las puertas del senado.
Herido, al reconocer a Bruto en el grupo de asesinos, profirió la frase
que a través del tiempo señala la ingratitud: “ ¿Tú también, hijo?”

* Se refieren al freno que se impuso al lujo en los gastos de los particulares, en banquetes,
vestidos y otros signos de ostentación. En el Imperio se dictaron leyes suntuarias que redujeron
el lujo en los vestidos, los bordados en oro, plata y perlas que muchas ciudadanas romanas usa­
ban, así com o las joyas con que se adornaban las matronas y, además, la suntuosidad y magnifi­
cencia de los banquetes.
SEGUNDO TRIUNVIRATO 63

Al pronunciar una oración fúnebre en honor y defensa de César,


Marco Antonio sublevó a las masas, a las que otra fracción encabezada
por Cicerón se oponía. En tanto, el senado trataba de atraerse a Octa­
vio, mientras Bruto y Casio asumían los gobiernos de Macedonia y Siria,
respectivamente.

SEGUNDO TRIUNVIRATO

Con la fuerza política de su oratoria y de su personalidad, Cicerón


logró hacer que Octavio fuera elegido Cónsul y éste, ya en el cargo, en
contra del parecer del senado se une con Lépido y Antonio para consti­
tuir el segundo triunvirato (43 antes de J. C.).
Las dificultades, producto de la ambición, dividen a los componentes
de la alianza y, para dirimirlas, efectúan el siguiente reparto: Italia y Oc­
cidente corresponden a Octavio, Africa a Lépido y el Oriente a Antonio.
Un aspecto interesante de entonces está constituido por las alianzas
matrimoniales, que destacan en la vida política de Roma. Las mujeres
que en ellas figuran positiva o negativamente deben conocerse, puesto
que influyeron en la evolución del Estado romano.
Una de ellas es Julia, hija de César; Lidia, hija de Tiberio Claudio;
Claudia, Fulvia, Cleopatra y Agripina, madre de Nerón, representaron
planes políticos determinados.
Cleopatra, que provoca una desenfrenada pasión en Antonio —que
por ella desdeña a Octavia—, influye en él para que legara a sus hijos
territorios inmensos como Cirenaica, Sicilia y Siria. Cleopatra declara
que Ptolomeo Cesarión, hijo de ambos, debía ser César.
Se recrudece la lucha y, con su fuerza militar. Octavio obliga al se­
nado a desconocer a Antonio, derrota a la fuerza egipcia que dirigían
éste y Cleopatra, por lo que Antonio se da muerte por la derrota que su­
fre en Alejandría. Al fracasar en la seducción de Octavio y antes de ver
a Egipto supeditado a Roma, en la que entraría como esclava y venci­
da, Cleopatra también se provoca la muerte.
9
Nace el Imperio

AUGUSTO

El Imperio queda en manos de César Octavio. La paz, interrumpida


por las constantes luchas intestinas, se implanta en Roma. Definitiva­
mente, el cesarismo sentaba sus reales al establecer el gobierno de un
hombre.
Princeps Senatus, título que recibe Octavio como César, le da de­
recho a presidir el senado, a opinar en primer término —con lo que su
opinión se convierte en una o rd en —, a presidir los comicios por cen­
turias. Todo ello además de ser tribuno, Sumo Pontífice y obtener
el título de Emperador, que desde entonces creó el nuevo régimen: el
Imperio.
Una vez que se atrajo el afecto de todas las clases del Estado roma­
no, César Octavio fingió que quería abdicar su autoridad y separarse
del mando; su actitud produjo más honores y fue en esa ocasión cuan­
do adoptó el nombre de Augusto (año 727 de R.). Realmente, en este
mom ento se estableció una nueva y perfecta m onarquía, a la que el
pueblo absolvió de sujetarse a las leyes existentes. Augusto era ya el
Emperador.*
Así, en la cima de su poderío y su fuerza, los aduladores le llamaron
Augusto, cuya significación apuntaba a la idea de sagrado, lo que lo con­
vertía en una divinidad ante quien la falta, el atentado y la irreverencia
eran actos sacrilegos.
El senado permaneció como órgano consejero del Estado, pero Octa­
vio nombraba a los senadores por la potestad de Prefecto de las costum­
bres y, por el servilismo que lo hizo Princeps Senatus, era quien presidía
las reuniones senatoriales.
* Emperador denota mando, poder, personificación de la República, sin perder el original
significado de General victorioso que solamente podía ostentar el soberano.

64
AUGUSTO 65

Los comicios se limitaron a ratificar los nombramientos que efec­


tuaba el César como cónsul y como tribuno, quien hizo inamovibles y
remunerados a todos sus empleados.
Las resoluciones dictadas por los emperadores recibieron el nombre
de Constituciones Imperiales y fueron:

• E dicta: reglas generales de derecho.


• Decreta: decisiones judiciales.
• Rescripta: respuesta a todas las consultas.
• Mandata: instrucciones administrativas.

Se organizó una policía municipal que debía proteger la ciudad no­


che y día así como otra especial que vigilaba las habitaciones del man­
datario.
La censura fue unida a la prefectura y a los cuestores con atribucio­
nes que antes tenían los ediles.
Se creó un magistrado encargado de la distribución, existencia y ad­
quisición de la subsistencia de la ciudad.
Augusto dejó algunas magistraturas antiguas al Estado romano y se
reservó las facultades y la administración de las provincias. La percep­
ción de los impuestos habidos y por haber los compartió con el senado;
creó el aerarium propio, particular, que recibió el nombre defiscus, un
patrimonio para el Emperador que era deducido de la renta de bienes
inmuebles propiedad del Estado y de todos los productos de las minas,
con lo cual nace la propiedad privada de César.
Octavio —conocido como Augusto— dividió el Imperio en dos clases
de provincias: senatoriales e imperiales.
Las senatoriales eran administradas por el Emperador y el senado.
Los titulares de los gobiernos elegidos cada año entre los miembros del
senado recibirían el nombre de procónsules y no tendrían autoridad mi­
litar, en atención a que dichas provincias estaban sometidas al Estado
romano.
Las provincias imperiales dependían del Emperador, que nombraba
a los titulares de los gobiernos con el nombre de procuradores o legados
en sus territorios, con legiones establecidas para hacer cumplir los man­
datos de aquél.
Entre las provincias senatoriales figuraban: Macedonia, Creta, Asia,
Africa, Galia Narbonense, Chipre, Cirenaica y Pamfiria; las imperiales
eran: Tracia, Arabia, Petria, Armenia, Capadocia, Ponto, Lusitania, Brita-
nia, Aquitania, Germania Superior, Germania Inferior, Palestina, Judea,
Mauritania, Lingitania, Galia Lugdunesa, Bélgica, Iberia Taracena, Mau­
ritania Cesánea y muchas más.
Hábil e inteligente, Augusto cuidadosamente separó la administración
de las finanzas de los asuntos meramente políticos. A los procuradores
66 CAP. 9. NACE EL IMPERIO

fiscales les autorizó el manejo económico para reducir las distracciones y


fijó los impuestos sobre minas, corporaciones obreras, manumisiones,
herencias vacantes, sucesiones, patentes profesionales, tráfico m arítim o
y pluvial, y transacciones comerciales. A Italia le concedió la exención
del impuesto predial y la dividió en once regiones: Lacio, Liguria, Etruria,
Emilia, Lucania, Sabina, Piseno, Apulia, Istria, Transpagana y Umbría.
Las legiones militares, constituidas por aproximadamente doscientos
cincuenta mil hombres, permanecían alertas en las fronteras del territo­
rio imperial, sobre todo en África, Egipto, Britania, Iberia y Siria; otras
estaban establecidas frente a los ríos Rhin y Danubio. Las escuadras na­
vales merodeaban por todo el Mediterráneo y se habían asentado bases
que configuraban prefecturas marítimas, sobre todo en Nápoles, Bolo­
nia, Trevisonda, Trípoli y Alejandría.
El templo de Jano, que en tiempos de guerra tenía sus puertas abier­
tas, durante el mandato de Augusto las mantuvo cerradas. Es decir, la
paz había sido lograda durante el Imperio de Augusto. Con una pobla­
ción grande, Roma iba transformando el espíritu de una raza que, con
anhelo de libertad, no había sabido hacer uso de ella. Lo multifacético
de su población y lo disímil de sus filosofías la agitaba y conmovía.
Las costumbres griegas y egipcias —así como sus deidades— fueron
infiltrándose en las religiones vernáculas, introduciendo en ellas una ver­
dadera confusión.
César Augusto, divinizado por el pueblo romano, estableció a su vez
la costumbre de divinizar a todos los que le siguieron en el mando.

LOS CÉSARES POSTERIORES A AUGUSTO

A la muerte de Augusto, en el año 14 de nuestra era, asume la prime­


ra magistratura Tiberio, que suspende las asambleas populares acostum­
bradas y convierte al senado en un órgano sin facultades, servil, integrado
por favoritos y que durante su mandato no habría de desempeñar papel
alguno en beneficio de la República. Asume el poder como un gran dic­
tador: su capricho impera, su arbitrio decide.
La crueldad inaudita, el asesinato, y el desenfreno en los placeres
señalan a Tiberio como un sádico que, fundado en las leyes de Lesa Ma­
jestad * dictadas por el mandatario anterior, se convertía en verdugo
implacable al ordenar insensatas sentencias de muerte, por placer, en

* Estas leyes castigaban a quienes abandonaran al César o hubieran intervenido aunque sólo
fuese con ayuda o consejo al que se levantara en armas contra la República o contra el Empera­
dor o que utilizara al ejército para golpes de Estado o que sin permiso del régimen hicieran la
guerra. A los culpables se les im ponía com o pena la privación del agua y del fuego, pero Tiberio
llegó hasta establecer la pena de muerte en caso de patricios. Si se trataba de un humilde, la
pena consistía en obligarlos a luchar con fieras o arrojarlos al foso para que éstas los comieran
vivos.
LOS CÉSARES POSTERIORES A AUGUSTO 67

contra de enemigos o de los propios romanos en quienes encontraba


el menor síntom a de descontento, de subversión o de rebeldía contra el
régimen. Llegó hasta la confiscación de todos los bienes de las víctimas
en su propio beneficio.
Le sucede Calígula, otro emperador que se siente dios. Criminal nato,
en la historia su régimen aparece como dirigido por un esquizofrénico. A
su muerte es sucedido por Claudio, hombre sin carácter, carente de fa­
cultades de mando, irresponsable, cuya actitud demostró al pueblo que
dos de sus esclavos eran los consejeros o titulares del gobierno y que im­
primían a la administración pública los caracteres resultantes de su situa­
ción servil. Su propia mujer, de nombre Mesalina, una prostituta que
cometió toda clase de atrocidades e influía en la vida política romana,
dejó en la historia un nefasto ejemplo.
No obstante la inercia, el periodo pudo hacer sentir la fuerza del
Imperio en todas las provincias, al impulsar el desarrollo económico y
político, y al llevar a muchas de ellas los derechos cívicos establecidos
en Roma.
A la muerte de Mesalina, Claudio celebra matrimonio con Agripina.
Ésta, ante la debilidad de Claudio, logra que desherede a su hijo y lo
obliga a llevar a cabo la adopción del suyo, Nerón, producto de su pri­
mer matrimonio.*
Ya convertido en Emperador, Nerón hizo gala de lo estridente y sal­
vaje de sus pasiones, de su megalomanía y desenfreno. Despertó en sus
consejeros el interés por liberarlo de la influencia de su madre, a quien
asesinaron (muerte que se atribuye al propio Nerón) al acercarle a una
joven liberta, de nombre Acté.
Pero se sabe que fue una mujer llamada Popea Sabina la que desper­
tó otra pasión amorosa en Nerón, que lo llevó a cometer el asesinato de
su esposa para casarse con ella.
Es sabido que a Nerón se atribuye el incendio de la ciudad de Roma,
terrible y destructor, al que siguió la miseria, la desesperación y la peste.
El descontento y el odio sembrados en el pueblo hicieron surgir una
sublevación en su contra. Ante la avalancha popular, Nerón huyó y bus­
có la solución en el suicidio. Este personaje nefasto en todos los aspec­
tos de su vida, cometió todo tipo de atrocidades: como vimos, ordena
el asesinato de su propia madre y a éste se suman los de Petronio, Luca-
no, Corbulón y Séneca. Filósofos, maestros, poetas, militares, todos
ellos destacados, fueron abatidos por la locura del hijo de Agripina, que
se ve precisado a darse muerte ante la rebeldía y exaltación de un pue­
blo que tenía al frente del Imperio a un loco.
El circo romano, pletórico, contempló el asesinato de múltiples
* Vivió del año 37 al 68 de nuestra era. Era hijo de Agripina, quien, casada con el entonces
Emperador, Claudio, lo conmina a contraer nupcias con la hija del propio Claudio. Al buscar el
poder para Nerón, Agripina envenenó a su marido.
68 CAP. 9. NACE EL IMPERIO

predicadores que se convirtieron en mártires del cristianismo al ser des­


garrados por las fieras. Este espectáculo siniestro divertía, con el bene­
plácito del Emperador, a multitudes de depravados. Loco al fin, Nerón
participaba en los juegos, en los certámenes literarios, como gladiador y
como artista. Cuando las guardias pretorianas lo abandonaron y la su­
blevación general lo obliga a dejar el poder, no tuvo más remedio que
hacerse dar muerte por un esclavo. Se cuenta que antes de expirar, en su
locura exclamó: ¡Qué artista pierde Roma!
Luego de tan trágica época, se suceden luchas intestinas para la ocu­
pación del poder: Galba primero, Othón y después Vitelio, que deja el
poder a Vespasiano, quien inaugura la sucesión hereditaria de los Flavios.
Vespasiano se destaca por el orden y fuerza que imprime al ejército.
A su modo, restaura las normas morales y divide el poder (im perium )
con sus hijos Domiciano y Tito. Reorganiza el senado para que sea quien
elija a los magistrados. Bajo su régimen, la ciudadanía se extiende a las
provincias.
Además, Vespasiano cimenta y fortalece la econom ía pública y or­
dena la construcción de muchas obras, entre las que destaca el coliseo.
Políticam ente somete a los pueblos rebeldes contra Roma. Lo sucede
Tito, su hijo, quien destaca en la historia por su actitud bondadosa, com­
prensiva y justiciera.
Le sucede Domiciano y a éste Nerva, que adopta a Trajano. Este,
que asume el poder a la muerte de Nerva, es ajeno a las familias roma­
nas, a las gens, y con sus sucesores al frente del Imperio crea la que ha­
bría de conocerse como dinastía de los Antoninos, a semejanza de los
Julios y de los Césares.
Trajano renunció a las dignidades para congratularse con el senado y
con el pueblo; así, conquistó el apoyo, el cariño y la admiración gene­
ral, puesto que como ningún otro emperador, dentro de su poderío se
m ostraba sencillo, accesible y modesto. Ya no fiscalizó las listas de se­
nadores; ya no era tribuno; ya no juzgaba con apoyo en las Leyes de
Lesa Majestad a los enemigos o descontentos. Con él se produce el he­
cho inusitado de que sólo probado deliberadamente el acto constitutivo
del delito de lesa majestad, se aplicarían las leyes respectivas.
El mandatario ordenó que los magistrados debían invertir por lo me­
nos una cuarta parte de su patrimonio en bienes inmuebles dentro del
territorio de Italia. Durante su régimen, el cristianismo continuó siendo
perseguido en tanto su actitud y su doctrina son para el Estado romano
una constante fuente de subversión política.
La conquista de pueblos va apagándose durante este régimen, que
destaca por la construcción del puente sobre el río Danubio. Para con­
memorar las últimas conquistas de este emperador, el pueblo romano
construyó la columna Trajana.
Trajano muere en el año 117 de nuestra era, en Sicilia, y lo sucede
LOS CÉSARES POSTERIORES A AUGUSTO 69

su primo Adriano, a quien adoptara para dejar en sus manos el poder.


Durante el régimen de Adriano los bárbaros se agrupan para luchar
contra Roma; las fronteras constituyen un serio peligro y obligan a orga­
nizar el ejército;ir a las Galias y a Britania, Africa, Grecia y Asia. Adriano
se destacó también como un hombre afecto a las ciencias y las artes,
que dejó construida para la posteridad la ciudad que lleva su nombre:
Adrianápolis.
Bajo Adriano se recopilan las resoluciones dictadas por todos los
pretores, cuya encomienda tuvo el jurisconsulto Salvo Juliano y que re­
cibió el nombre que aún se conserva de Edicto Perpetuo.
Bien sabemos que durante el reinado de Augusto los jurisconsultos
romanos habían recibido la facultad de asesorar a los jueces y de que
sus opiniones fueran normas de derecho, a partir de una concesión im­
perial que se designó jus publicae respondendi.
Adriano les dio fuerza de ley a estas opiniones, siempre que no hu­
biera disensión alguna entre los jurisconsultos; es decir, que opinaran
de forma unánime y cumpliendo las formalidades que habían sido es­
tablecidas en las Constituciones Imperiales. Así se origina lo que en la
historia se conoce como Responsa Prudentium (respuesta de los pruden­
tes), que con el Edicto perpetuo y las Constituciones Imperiales consti­
tuyeron los más exclusivos principios, fuentes y reglas del derecho escrito
romano.
La administración fue reorganizada: Italia se dividió en cuatro re­
giones denominadas Consulado, cuyo titular era nombrado por el Em­
perador.
Antonino, hijo adoptivo de Adriano, le sucede en el Imperio y se
destaca como un mandatario condescendiente, afable, coordinador de
las actividades, de cierta forma liberal, que mantuvo la paz y con esta
actitud consiguió el respeto y la estimación del pueblo romano.
Ambos hijos adoptivos de Antonino le suceden en el poder: Marco
Aurelio y Lucio. El primero nació en 121 y murió en el 180 de nuestra
era. Huérfano a los tres meses de edad e hijo del prefecto de la ciudad y
tres veces Cónsul, Annius Veras, fue adoptado por su abuelo y educado
en forma particular por Conelius Konto y Herodes Atticus, maestros de
literatura, y por el estoico Rústicus, en el estudio de la filosofía.
Su carrera política lo hace llegar en el año 140 a Cónsul y en el 161,
debido a muerte de Antonino Pío, a Emperador. Durante su gobierno
se dedica a defender al Imperio de los partos contra los pueblos del nor­
te —que ocupaban la Germania —a quienes sometió en el año 165.
Marco Aurelio destacó como uno de los mejores administradores de
la cosa pública y también por su dedicación al estudio y a la filosofía.
Se casó con Faustina y hubo once hijos de su matrimonio.
Su pensamiento y su táctica militar y política quedaron plasmados
en un libro que llegó hasta nosotros con el nombre de Meditaciones o
70 CAP. 9. NACE EL IMPERIO

Reflexiones. A la muerte de Lucio, Marco Aurelio queda como amo


absoluto del Imperio; destacándose como filósofo, amante de las letras
y las ciencias, general táctico y vencedor de muchos pueblos. A su muer­
te, su hijo Commodo asume el poder y, a semejanza de Calígula y de
Nerón, defrauda a Marco Aurelio, ya que se destaca por lo dispendioso
de su actitud, sus orgías y vicios, y por la crueldad que se sumaba a su
constante actividad. Como Nerón, trató de destacar en el atletismo y
luchó como gladiador para diversión del pueblo. Gozaba sádicamente al
ultrajar a ciudadanos inermes e inofensivos y mataba por placer. Final­
mente su conducta provocó que la m ultitud lo asesinara, aunque por
desgracia esto ocurriera trece años después de su m andato.
Con Commodo se da térm ino al esplendor del Imperio —finalizan
los A ntoninos— pero la época deja un legado a las ciencias y las artes
esplendorosamente cimentado con el apoyo de muchos de sus empera­
dores. La Roma orgullosa y altanera atraía cultural e intelectualmente,
como capital, a los pueblos del mundo conocido. Entre otros, quedaron
grabados en la historia los nombres de Tertuliano, San Cipriano, de los
Padres de la Iglesia: San Jerónimo, San Agustín; los poetas cristianos:
Prudencio y San Paulino de Ñola.
10
Breve panorama de la literatura,
el arte, las ciencias y la
filosofía durante el
Imperio romano

EL SIGLO DE AUGUSTO

Las letras y las artes, bajo la protección de Augusto, encuentran


apoyo en Mecenas y Agripa. La multiplicación de los espectáculos re­
creativos públicos y el brillo que adquieren las artes hace que esta eta­
pa se conozca como el Siglo de Augusto. En él surgen y florecen los
pensamientos poéticos de Horacio, Catulo, Virgilio, Ovidio, Propercio
y nacen para la historia las obras de Tito Livio y Salustio. Dentro del
Imperio se concentraban artistas y sabios que provenían de la región
mediterránea.
La batalla de Actium (31 antes de J. C.) puso fin a las guerras civi­
les. En su deseo de olvidar la desgracia que había acarreado la pérdida
de su libertad, el pueblo romano gozó con volver los ojos al pasado y
evocar los tiempos más gloriosos de la República. Augusto vio con agra­
do esta tendencia: fue él quien animó a Horacio a cantar las alabanzas
de la piedad y las virtudes de los grandes hombres de antaño. Incitado
por el Emperador, levantó Virgilio* en su Eneida un m onum ento peren­
ne a la gloria de Roma y a las antiguas tradiciones del Lacio.
La fama de Virgilio, oscurecida a fines del siglo i antes de J. C., se
ha perpetuado hasta nuestros días. La Edad Media lo reverenció como
poeta y en los albores del Renacimiento, Dante lo eligió como guía y
maestro.
En el terreno de la poesía lírica, si se prescinde de la obra de Catulo,
es posible afirmar que los poemas de Quinto Horacio Flaco,** represen-
* Publio Virgilio Marón (7 0 -1 9 antes de J. C.) nació en el pueblo de Andes, cerca de Man­
tua. Después de la batalla de Filipos logró conservar sus tierras, pero al poco tiempo se retiró a
Nápoles, cuyo clima y aislamiento se avenían mejor con su salud delicada y su afición a la so­
ledad.
** Horacio nació en 65 antes de J. C. en Penusa, de un padre liberto, de fortuna modesta,

71
72 CAP. 10. BREVE PANORAMA DE LA LITERATURA

tan la totalidad de la poesía lírica latina hasta llegar a los tiempos de


Prudencio ya en pleno cristianismo.
Por su parte, la poesía elegiaca —forma del lirismo consagrada a la
expresión de sentimientos tristes y particularmente del am or— fue in­
troducida en Roma por los discípulos de la escuela poética alejandrina.
El m etro elegiaco era utilizado en las inscripciones funerarias y en cier­
tas clases de poemitas —epigramas— sobre asuntos muy variados. En
la época de Augusto, el género está representado por tres nobles: Alvio
Tibulo, Sexto Propercio y Publio Ovidio Nason.
En la prosa, dentro del género histórico, destaca la obra grandiosa
de Tito Livio, natural de Padua. Se ignora la época en que se trasladó
a Roma, donde gozó de la protección de Augusto. En su juventud es­
cribió sobre temas de filosofía y retórica, pero pronto se consagró por
entero a su gran obra histórica, que comienza entre los años 27 y 25 an­
tes de J. C. y continúa sin interrupción hasta su muerte, acaecida en su
ciudad natal en 19 después de J. C., tres años después de la de Augusto.
La Historia de Tito Livio abarca desde la llegada de Eneas a Italia
hasta los días de su autor. El últim o acontecimiento narrado es la muer­
te de Druso, ocurrida en el año 9 de la era cristiana. La obra total cons­
taba de 142 libros, de los cuales sólo 35 han llegado hasta nosotros.

EL PERIODO COMPRENDIDO ENTRE LA MUERTE


DE AUGUSTO Y LA DE MARCO AURELIO

Con fines didácticos, este periodo puede ser dividido en dos partes:
en la primera, al estar en boga las declamaciones y las lecturas públicas,
los escritores buscaron cada vez más la originalidad en el estilo. En
el transcurso del segundo periodo y bajo el influjo de hombres como
Quintiliano, operóse después de la muerte de Nerón una especie de re­
nacimiento clásico, con Tácito, Plinio el Joven, Marcial y Juvenal. Con
posterioridad al Imperio de Marco Aurelio sólo sobresalen algunos no­
bles, tanto en el campo de la poesía como en el de la prosa.
En la poesía épica destaca Marco Anneo Lucano (39-65 después de
J. C.), el Cordobés, sobrino del filósofo Séneca. Un poema en honor
de Nerón le granjeó la amistad del Emperador, pero despechado por la
prohibición de leer en público sus versos, tom ó parte en la conjuración
de Pisón y se dio voluntaria muerte al ser aquélla descubierta.

que lo condujo en 54 a Roma. Habiendo pasado más tarde, en 43, a Atenas, adquirió una cul­
tura literaria y artística profunda y variada y llevó a cabo estudios sistemáticos de filosofía
moral. Tribuno militar a las órdenes de Bruto, fue uno de los vencidos en Filipo. De regreso a
Roma trabó amistad con Mecenas y se dedicó de lleno a la producción de sus poemas. Murió en
8 antes de J. C., pocos días después de la desaparición su protector y amigo.
OTROS HOMBRES DE CIENCIA 73

La poesía satírica es representada por Aulio Persio Flaco, y por


Decio Junio Juvenal. El primero, nacido en 34 después de J. C. en Bo-
laterra (Hungría) fue discípulo y amigo del filósofo estoico Cornuto,
quien, después de muerto el poeta, publicó una parte de su obra, las
seis sátiras que hoy conocemos.
Por su parte, Decio Junio Juvenal nació en Aquino, probablemen­
te en 55 y murió hacia el año 130. Pocas noticias tenemos de su vida,
pero se conservan de él dieciséis sátiras, publicadas bajo los reinados de
Trajano y Adriano.
El epigrama floreció con Marco Valerio Marcial, nacido en 43 des­
pués de J. C. en Bílbilis (Calatayud). Se trasladó a Roma a los veintiún
años, durante el reinado de Nerón, con el objeto de term inar sus estu­
dios de derecho. Hasta el Imperio de Domiciano, época en que Mar­
cial comienza a escribir, nada sabemos acerca de su vida. Sus primeras
poesías surgen en la celebración de las fiestas que acompañaron a la
inauguración del Anfiteatro de los Flavios, en 80. Luego de los treinta
y tres primeros epigramas, a los que se designa con el nombre de Libro
de espectáculos, publicó cuatro años después una serie de piezas bre­
ves destinadas a acompañar los regalos que se hacían en las saturnales.
Algunos de ellos se entregaban en las comidas y otros se enviaban a
domicilio; de allí el nombre de Xenia y Apophoreta que respectivamen­
te llevan. En 96 publicó los once primeros libros de epigramas. Des­
pués de la muerte de Domiciano, Marcial se retiró a Bílbilis. De esta
época data el Libro XII y último de su obra. Falleció poco después, a
los ochenta años.
El apólogo Fedro, liberto de Augusto, durante el Imperio de Tiberio
se granjeó la enemistad de Cejano y probablemente vivió en la pobreza.
Se conservan de él noventa fábulas en cinco libros, cuyos asuntos por lo
común proceden de los relatos atribuidos a Esopo. Algunos otros son
fruto de su invención y destinados a censurar a sus contemporáneos. Gra­
cias a su estilo sencillo y claro y la pureza de su gusto, Fedro es todavía
un escritor clásico.
Es en esta época cuando la filosofía egipcia cobra auge y el pensa­
miento de los griegos y sus doctrinas se confunden con la teología ex­
puesta y explicada por los hebreos. La astronomía, la medicina, las
matemáticas y la geografía llegan desde Alejandría. Se perfeccionan
todos los aspectos de la administración pública y se logra que el derecho
romano cobre todo su esplendor.

OTROS HOMBRES DE CIENCIA, ESCRITORES,


HISTORIADORES Y POETAS DE LA ÉPOCA
Dentro del género histórico la figura más brillante es Cornelio Tácito,
cuyo lugar y fecha de nacimiento y muerte son desconocidos. Sabemos
74 CAP. 10. BREVE PANORAMA DE LA LITERATURA

que en el año 78 contrajo matrimonio con una hija de Agrícola, perso­


naje de nota, y que desempeñó cargos públicos durante el gobierno de
los tres Flavios. Fue Cónsul en 97 en sustitución de Derginius Rufus.
En 113 se hallaba como procónsul al frente de la provincia de Asia. De­
bió morir poco después de haber dado cima a sus Anales. *
La Historia de Alejandro Magno, de Quinto Cursio Rufo, más bien
obra de artista que de escrupuloso historiador, está escrita en un lengua­
je claro, aunque en muchos de sus pasajes abundan las hipérboles, me­
táforas, sentencias brillantes y antítesis, que dejan traducir la influencia
de la poesía y de la retórica.
Destacan, además, Cayo Suetonio Tranquilo (75-160) con su Vidas
de los Césares, que incluye las de Julio César, Augusto, Tiberio, Calígula,
Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito y Domiciano y
con De los hombres ilustres. Suetonio escribe basándose en documentos
que a veces inserta textualm ente y su obra se caracteriza por la ausencia
de retórica.
Finalmente, citamos a Floro, que con su E pítom e de la historia ro­
mana llegó al registro de los hechos hasta los tiempos de Augusto.
En el campo de la filosofía, podemos afirmar que Lucio Anneo Sé­
neca es la figura sobresaliente. Nació en Córdoba y, una vez trasladado
a Roma, fue discípulo del estoico Atalo. Desterrado a Córcega en 41,
se consagró al estudio de la literatura y de la ciencia.
Vuelve a Roma en 49 y es encargado de la educación de Nerón,
quien, ya emperador en 54, le nombró primer ministro. Sin embargo,
pese a sus condescendencias, el poder de Séneca fue disminuyendo. En
62 se apartó de la corte y tres años más tarde fue acusado de haber in­
tervenido en una conjura fraguada por Tison. Se suicidó por orden del
Emperador. De Séneca se conservan:

• Tragedias en verso.
• Producción en prosa, que cronológicamente puede clasificarse así:

a) Antes de su destierro, en 41: Consolación a Marcia de la Ira.


b ) Durante su destierro: Consolación a Helvia y Consolación a
Polibio.
c ) Entre su retorno a Roma y su retiro en 49-62: De la breve­
dad de la vida, Apolokintosis o metamorfosis de Claudio en
Calabaza, sátira política escrita en prosa y verso, poco después
de la muerte del citado emperador; De la Clemencia, De la

• Otros historiadores destacados fueron D eleyo Patérculo, con su Historia romana, en dos
libros, escrita durante el reinado de Tiberio, a quien el autor prodiga humillantes adulaciones;
Valerio Máximo, contemporáneo del anterior, con los Ahueve Libros de los hechos y dichos m e­
morables, Colección de anécdotas y Relatos cortos, destinados a servir com o obras de consulta
a los oradores.
OTROS HOMBRES DE CIENCIA 75

constancia del sabio, De la tranquilidad del espíritu, De los


beneficios.
d) Entre su retiro y su muerte (62-65): Del ocio, De la vida feliz,
De la providencia, Cuestiones naturales, Epístolas morales.

Séneca es el más conspicuo representante de las letras latinas impreg­


nadas por las doctrinas estoicas. Como escritor ocupa el primer plano en
la época de Calígula, Claudio y Nerón. Su estilo cortado difiere neta­
mente del amplio periodo de Cicerón. Las obras del filósofo cordobés
han sido muy gustadas por la posteridad y muchas sentencias sacadas de
sus escritos formaron en la Edad Media florilegios que lograron gran
popularidad, especialmente en España.
En lo que concierne a la literatura científica, es posible citar a Fronti­
no (40-103), con sus Estratagemas, relatos breves de las argucias emplea­
das en la guerra por los generales romanos y de otras naciones y Sobre
los acueductos, obra de gran interés arqueológico.
Columela es un gaditano contemporáneo de Séneca. Escribe De re
rústica, el tratado más completo de agricultura que nos ha legado la
antigüedad. Consta de once libros en prosa y uno en verso, sobre los
jardines.
De Plinio el Viejo (23-79) se conserva su Historia natural, mientras
que de Frontón (100-175), las Cartas, en su mayoría dirigidas a Marco
Aurelio.
Sobresale también Aulo Gelio (siglo n ) con sus Noches áticas, precio­
sa compilación de veinte libros, verdadera mina de noticias sobre historia,
derecho, arqueología, gramática, etc.
No podemos dejar de referirnos a la retórica y a los géneros epistolar
y novelístico de esa época; para ello debemos destacar algunos de los
más sobresalientes nombres, cuya fama le dio prestigio al pueblo romano.
A efecto de cumplir con lo anterior citamos las obras y autores si­
guientes: las Instituciones oratorias, de Marco Flavio Quintiliano,* se
proponen formar un orador perfecto, elocuente e instruido en toda cla­
se de disciplinas y virtudes. Con este fin, el Libro I, de la instrucción
que se debe dar al niño, trata de educarlo antes de que comience el es­
tudio de la retórica; en el II expone los principios de esta disciplina; en
los Libros III y VII se ocupa de la perfección, disposición y partes del
discurso; los Libros VIII y X tratan de la elocución; el XI de la memoria
y el Xll de cuáles deben ser las costumbres del orador, sus virtudes y
ocupaciones. El Libro X contiene propuestas como lecturas útiles al
orador, una serie de juicios célebres sobre los principales autores griegos
y latinos.

* Marco Flavio Quintiliano nació hacia el año 35 después de J. C. en Calahorra, España. Se


trasladó a Roma, donde primeramente fue abogado, profesor de retórica y, más tarde, maestro
de los sobrinos del Emperador Domiciano. Muere aproximadamente en el año 95.
76 CAP. 10. BREVE PANORAMA DE LA LITERATURA

Plinio el Joven, Publio Cecilio segundo, nació en Nobum Común ha­


cia el año 61 después de J. C., ocupó cargos administrativos im portan­
tes y falleció durante el gobierno de Vitinia, en 113. De sus numerosos
discursos ninguno ha llegado hasta nosotros, pero el Panegírico de Tra-
jano, pronunciado con motivo de la exaltación de este emperador al
Consulado, bastará para formarse una idea del redundante estilo ora­
torio del autor de las Epístolas. Estas constituyen nueve libros de la
correspondencia cruzada entre Plinio y el emperador Trajano y son de
inestimable valor para el estudio de la vida literaria y costumbres de la
época.
Petronio es probablemente el personaje del mismo nombre —árbitro
de las elegancias, cuya muerte acaeció durante el Imperio de Nerón, de
acuerdo con el relato de Tácito.
De Petronio se conserva E l satiricón, una novela realista formada
por una serie de episodios {La cena de trimalción, La matrona de Efeso,
Poemas sobre la guerra civil, Parodia de Lucano) particularmente inte­
resantes por la pintura del ambiente y por su lenguaje correcto puesto
en boca de los personajes instruidos y vulgar en la de los ignorantes.
Apuleyo es de origen africano (125-fines del siglo ii). Su obra prin­
cipal es la Metamorfosis o Asno de oro, cuyo episodio más conocido es
el relato de Los amores de Psiquis y Cupido.
En cuanto a la literatura aparecida con posterioridad a Marco Aure­
lio, citamos: en la poesía, a Ausonio (310-395). Escribe los Idilios,
entre los que sobresale el poema descriptivo El mótela. Claudiano (fines
del siglo iv y principios del v ) es el últim o de los grandes poetas lati­
nos. Sus Obras históricas están consagradas al elogio de Honorio y de
Estilicón, y a la censura de sus adversarios; los Poemas diversos, entre
los que destacan El rapto de Proserpina, incompleto, y los Epigramas,
de los cuales es el más célebre y logrado el que lleva por títu lo El ancia­
no de Verona. Claudio Rutilio Namaciano (416), de origen galo, es
autor del poema De reditu suo {Itinerario de Rom a a la Galia), en dís­
ticos elegiacos.
Abieno (siglo iv): Descripción del universo, traducción de los fenó­
menos y pronósticos de Arato.
En la prosa, la elocuencia pagana del siglo iv está representada por
Símaco; la historia, por los continuadores de Suetonio, desde 117a 284;
Amiano Marcelino relata los acontecimientos ocurridos entre 353-378,
Julio Atsecuens escribe De los pródigos y Eutroppio.

NUEVA ETAPA

En el siglo i de nuestra era se manifiesta en ciertos espíritus una


marcada tendencia hacia la humildad, la dulzura y la pureza de costum­
NUEVA ETAPA 77

bres. Esta com ente se acentúa en el transcurso del siglo n y es reforza­


da por el cristianismo, que, surgido en la capital del Imperio en tiempos
de Claudio, extendió en adelante sus conquistas hasta las provincias más
apartadas del mundo occidental. En un principio profesada por gentes
de condición humilde, la nueva religión fue insinuándose gradualmente
en las clases elevadas. Por otro lado, la oposición suscitada por los de­
fensores del paganismo durante los siglos n y m, da como resultado una
literatura de carácter apologético, que opone su réplica contundente a
los escritos de los partidarios de las antiguas creencias. Más tarde, en el
transcurso de los siglos iv y v, al cesar la era de las persecuciones, los
Padres de la Iglesia enseñan la nueva doctrina y los poetas cantan sus
íntimas bellezas.
Entre los apologistas sobresale Tertuliano (155-225), natural de Car-
tago, de temperamento fogoso, polemista destacado y gran orador. Sus
obras principales son El apologético, ardiente protesta contra la intole­
rancia pagana y las persecuciones y el tratado Contra los herejes.
San Cipriano (200-258), pagano convertido como Tertuliano, ofrece
al contrario de éste un espíritu ecuánime y ponderado pero su estilo es
menos original. Además de las Cartas, se conservan de él numerosos tra­
tados: De la unidad de la Iglesia Católica, Del bien de la paciencia, etc.
Entre los llamados Padres de la Iglesia destacan San Hilario, obispo
de Poitiers; San Ambrosio (340-397), arzobispo de Milán y maestro de
San Agustín, que, al comentar la Sagrada Escritura, puso de relieve el
sentido moral de la misma, para dar a los fieles alentadores ejemplos;
San Jerónimo (331-420), dálmata de origen, que además de traducir al
latín el Antiguo y Nuevo Testamentos (La vulgata) nos ha dejado una
colección de cartas de inapreciable valor, extensos escritos exegéticos,
dogmáticos y polémicos, una crónica y el tratado de los Valores ilustres
(Historia de la literatura cristiana)', San Agustín (350-430), obispo de
Hipona, en Africa, cuyas dos obras principales son La Ciudad de Dios
y Las confesiones.
De los poetas cristianos es posible citar a Marco Aurelio Prudencio
Clemente (siglos iv y v), español de origen, y a San Paulino de Ñola
(353-431). Este, nacido en Burguez hacia el año 394, se apartó del
mundo para ir a vivir como penitente junto al sepulcro de San Félix, en
Ñola (Campania), ciudad de la que más tarde fue nombrado obispo. Se
conservan de él treinta y seis poemas y cincuenta y una cartas en prosa.
Al caer el régimen de los Antoninos, muerto Commodo, asumen el
mando los militares y su régimen dictatorial de absolutismo degenera la
administración. Los soldados destituyen y asesinan emperadores y co­
locan en el poder a quienes satisfacen sus caprichos e intereses. Así sur­
gen Pertinax, Juliano y Septimio Severo, quien prohibió al senado dic­
tar resoluciones, ordenó el asesinato de senadores y sustituyó la guardia
que cuidaba de su persona por enemigos de Roma que le eran adictos.
78 CAP. 10. BREVE PANORAMA DE LA LITERATURA

Sin embargo, dictó un gran número de Constituciones Imperiales que


configuran su obra legislativa que marca un absolutismo tal que convir­
tió en serviles a los propios jurisconsultos, quienes, por boca de uno de
los más grandes, Ulpiano, exclamaban: la voluntad del emperador tiene
fuerza de ley (Quo Principi placuit, legis habet vigorem).
Al morir Septimio Severo en el año 211 de nuestra era, sus hijos
Caracalla y Geta asumen el poder, distribuyéndose el Imperio.
En el m om ento de asumir el poder, Geta muere asesinado por su
propio hermano y Papiniano, jurisconsulto eminente, por órdenes de
Caracalla, muere a manos de los esbirros.
Seis años permanece el emperador cometiendo atrocidades, hasta que
cae asesinado por el jefe de la guardia pretoriana, Macrino (164-218),
que asume el poder el año 217.
El régimen de Caracalla deja para la historia una resolución anhelada
por las turbas plebeyas, que en la lucha constante con la aristocracia no
les había sido posible adquirir. Esta consistía en una ambición de todos
los habitantes del Imperio: la ciudadanía.* Se trata de una resolución
que dejó establecido para toda la humanidad de aquel entonces el jus ci-
vitatis, que fue bandera, anhelo, ambición y finalidad de la lucha entre
los plebeyos y patricios, no sin descartar a los esclavos, que, dentro de
su propia situación servil, deseaban adquirir la calidad de personas por
los derechos que la ciudad otorgó desde su fundación sólo a los descen­
dientes de las gens que Rómulo y sus compañeros fundadores dictaron
a su favor.
En el poder, Macrino sucede a Caracalla y encabeza el gobierno du­
rante doce meses. Lo sucede Heliogábalo (204-222), impuesto por las
fuerzas militares. Su nombre era Vario Avito Vaciano y fue pariente en
cuarto grado de Septimio Severo. Adoptó el nombre místico por ser
sacerdote. Sus familiares maternos lo acompañaron a su llegada a Roma
y los corifeos que le rodearon, traídos del Oriente, estaban formados por
un grupo de prostitutas, bufones y esclavos que, junto con su conducta
personal que fom entaba costumbres desconocidas para Roma, sembra­
ron el descontento, alteraron los ánimos e hicieron nacer la inconform i­
dad. Las constantes orgías y los escándalos, aunados a la implantación
de una religión exótica para los romanos, provocaron que Heliogábalo
cayera asesinado por la propia guardia pretoriana.
Surge entonces Alejandro Severo (208-235), diferente en todo de
Heliogábalo: era la consecuencia y la tolerancia, que permiten estable­
cer la libertad de culto. Logró que el senado tuviera facultades que le
* La ciudadanía constituye un estado de privilegios de unos cuantos que, a partir de Cara-
calla, se aplica a todos los habitantes de ese mundo que sintió los rigores de las luchas intestinas,
el fragor de las conquistas y el despotismo y orgullo de los aristócratas, que en todo sojuzgaban
a la inmensa mayoría del pueblo romano. Sólo se negó a los vencidos o a quienes se rendían
por temor a las legiones romanas. Tampoco se concedió a los extraños que, sin relaciones con
Roma, constituían los grupos bárbaros.
NUEVA ETAPA 79

habían sido suprimidas y lo autorizó a com partir de cierta forma la res­


ponsabilidad administrativa. Alejandro Severo reorganizó algunos de los
aspectos constitucionales, al provocar la división entre los grupos que
apoyaban al senado y los que eran adictos exclusivamente al Emperador.
Fortalece, separándolas, las magistraturas civiles y militares; ya no
le concede carácter militar a la prefectura pretoriana y nombra Prefec­
to del pretorio a uno de los más conspicuos jurisconsultos de la época:
Ulpiano.
Las fuerzas militares descontentas por la pérdida de sus prerrogati­
vas y privilegios muestran su animadversión contra el emperador, asesi­
nando primero a Ulpiano y luego al propio Alejandro Severo, para dar
término a su encono con el asesinato de la madre de Alejandro; todos
estos sucesos permiten la llegada del emperador Maximiano.
11
Comiénzala
anarquía militar

El despotismo subleva a las legiones de África, que designan emperado­


res a Gordiano I y a Gordiano II, descendientes de Trajano, y Maximiano
marcha contra ellos. En su ausencia, el senado nombra dos Augustos,
Pupiano y Claudio Balbino. Tanto éstos como Maximiano y los Gordia­
nos fueron sucesivamente asesinados y el Imperio quedó en manos de un
niño de trece años: Gordiano III (225-244), que el árabe Felipe (244-
249), prefecto del pretorio, manda estrangular. Felipe fue a su vez ven­
cido por las legiones de Iliria cerca de Verona. Sucesivamente reinan
Decio (201 -251), valeroso militar que detuvo una invasión de los godos
sobre el Danubio; Ostiliano, su hijo Gayo, Emiliano, Valeriano, vencido
y hecho prisionero por los persas, y Galiano, bajo cuyo reinado los go­
dos penetraron en Grecia, los hérulos se apoderaron de Bizancio y los
francos asolaron las Galias.
Durante este periodo cada legión se arrogaba el derecho de nombrar
emperador. Los asesinatos y usurpaciones se multiplican. Las más céle­
bres fueron las de Odenato, que creó un reino independiente en Siria, cuya
capital era Palmira; Aureolo, que se proclamó rey de Iliria y Postumo,
que se mantuvo diez años como rey de los galos.
Por último, subió al trono Claudio II, en 268, con el cual comenzó
la dinastía de los emperadores ilíricos, cuyo mérito fue el saber detener
a los bárbaros durante algunos años. Claudio II quitó a los senadores las
atribuciones que les había devuelto Alejandro Severo y les prohibió ejer­
cer mando alguno sobre los ejércitos.
Su sucesor Aureliano abandonó Dasi, la conquista de Trajano, pero
expulsó a los godos y sometió el reino de Palmira, cuya reina Zenobia
fue tom ada prisionera. Después de él, Tácito (200-276), nom brado por
el senado, derrotó a los alanos y Probo (233-282) a los persas. Los últi­
mos emperadores ilirios, Caro (223-283), Carino y Numerario, perecie-

80
COMIENZA LA ANARQUÍA MILITAR 81

ron asesinados y el Imperio pasó a manos de un pretoriano nacido en


Dalmacia, Marco Valerio Aurelio-Diocleciano (285).
Este emperador no carecía de talento ni de virtudes políticas. Para
remediar la rarefacción monetaria producida por los excesivos gastos
suntuarios y la disminución de la producción minera, comenzó a efectuar
pagos en especie y a establecer servicios personales. Revalorizó la m one­
da —alterada por sus antecesores— y creó registros de cosechas para
metodizar la recaudación de los impuestos. Bajo su gobierno, dos juris­
consultos eminentes, Gregorio y Hermógenes, publicaron las colecciones
de constituciones imperiales conocidas hoy con los nombres de Código
Gregoriano y Código Hermogeniano, respectivamente, cuya autentici­
dad se discute.
Al comprender cuáles eran las necesidades más inmediatas del Imperio
ante el peligro creciente de los bárbaros, Marco Valerio Aurelio-Dioclecia-
no asoció al trono a su antiguo camarada de armas Maximiano, quien
debió residir en Milán para pacificar las provincias occidentales, mientras
él mismo se estableció en Nicomedia (Asia Menor), para vigilar el Oriente.
Ambos se repartieron la autoridad imperial con el título de Augustos y
se hicieron adorar bajo los nombres divinos de Júpiter y de Hércules,
respectivamente. Se rodearon de un lujo digno de los soberanos orien­
tales e introdujeron en la corte un ceremonial despótico que imitaba al
de los persas. Los emperadores no representaban ya un personaje inves­
tido de las magistraturas tradicionales, sino a verdaderos autócratas cuya
soberanía era de carácter sobrenatural.
Pocos súbditos tenían derecho a contemplar su persona y los corte­
sanos los saludaban posternándose, hablándoles de rodillas: el trato era
de dóm ine, equivalente a Señor Dios. Maximiano combatió a los galos
sublevados, a los bretones que habían proclamado emperador a Carucio
y a los sajones que saqueaban las ciudades del litoral del Mar del Norte.
Diocleciano, al mismo tiempo tenía que luchar contra los persas y los
egipcios. Para hacer frente a tantos peligros, este último completó su
organización imperial denominada Tetrarquía, al nombrar a dos Césares
que debían colaborar con los Augustos y su cederles automáticamente a
la muerte de éstos. Constancio Cloro y Galerio, de origen ilirio, fueron
elegidos a ese efecto y recibieron la jerarquía, el primero en Tréveris, para
defender la frontera del río y el segundo de Sirinum para proteger la del
Danubio. Hubo entonces cuatro imperios asociados. Los dos Césares se
diferenciaban jerárquicamente de los dos Augustos, pero tenían jurisdic­
ciones territoriales tan extensas como las de éstos.
La organización administrativa creada por Augusto fue abolida y
todo vestigio de reparto de la autoridad entre el poder imperial y el se­
nado desapareció; Italia perdió también el privilegio de una administra­
ción especial.
Se crearon cuatro Prefecturas divididas en Diócesis y éstas en Pro­
82 CAP. 11. COMIENZA LA ANARQUIA MILITAR

vincias. Magistrados especiales nombrados por los respectivos soberanos


gobernaron estas nuevas entidades políticas. Las Prefecturas fueron con­
fiadas a Prefectos del Pretorio; las Diócesis a Vicarius y las Provincias a
Presidentes o Corregidores. Esta organización está descrita en la llama­
da Lista de Verona, sancionada en 297.
Constancio Cloro recibió la Prefectura de las Galias, que com prendía
las Diócesis de Galia, de Viena - sobre el R ó d a n o - y de España; Maxi­
miano tuvo a su cargo la Prefectura de Italia con las Diócesis de Italia,
Panonia y África. Galerio gobernó la Prefectura de Iliria, que abarcaba
una sola Diócesis, la de Mesia, y Diocleciano se atribuyó la Prefectura
de Oriente, con las Diócesis de Tracia, del Ponto, de Asia y de Egipto-
Siria. Los dos Augustos y ambos Césares lograron finalmente el someti­
miento de los alemanes, batavos, bretones, moros y egipcios y llevaron
la frontera oriental hasta el río Tigris, después de vencer a los persas.
En 302, fue decretada una persecución de cristianos y los empera­
dores se jactaron de haber aniquilado la superstición oriental.
En 305, Diocleciano y Maximiano abdicaron a la vez; el primero se
retiró a su palacio de Salona, sobre el Adriático, donde murió en 313.
Galerio y Constancio Cloro se convirtieron en Augustos y nombraron a
Severo y a Maximiano Dalla como nuevos Césares. Recomenzaron en­
tonces las rivalidades.
En Roma, los pretorianos destituyeron a Galerio y dieron el poder a
Magencio, hijo de Maximiano; seis emperadores, Constancio Cloro, Ga­
lerio, Severo, Maximiano Dalla, Magencio y Licinio, nombrados Césares
por Galerio, se disputaron el poder supremo durante once años.
Mientras tanto, Constancio Cloro, que se había distinguido por su
tolerancia hacia los cristianos, m oría en Bretaña y dejaba la autoridad
en manos de su hijo Constantino, quien quedó como dueño del Imperio
después de derrotar a Magencio, único sobreviviente de tantas guerras,
en el puente Milvio, cerca de Roma. Constantino, fiel a las ideas de su
padre, apoyaba el cristianismo mientras Magencio se había erigido en
campeón del paganismo.
Si bien la fe en los antiguos dioses había desaparecido, los diversos
cultos politeístas reunían todavía numerosos adeptos, sea por respeto a
los cuerpos sacerdotales —oficiales—, sea por espíritu de tradición histó­
rica. En Oriente, Licinio, que había vencido a Maximiano Dalla, pactó
con Constantino. De común acuerdo publicaron en 318 el célebre Edic­
to de Milán, que permitió a los cristianos el libre ejercicio de su culto.
Constantino (312-315) justificó su actitud mediante un relato al obis­
po Eusebio de Cesárea, en el cual decía que pocos mom entos antes de la
batalla del Puente Milvio, una cruz luminosa había aparecido ante sus
ojos junto con estas palabras: Por este signo vencerás (In hoc signo vinces).
Éste fue desde entonces el lema de Constantino y la cruz reemplazó el
águila en las enseñas romanas, que se denominaron labarum. El empe­
CONSTANTINOPLA 83

rador manifestó siempre su predilección por la nueva religión, no obs­


tante haber demorado hasta el m om ento de su muerte la recepción del
bautismo y haber ejercido siempre su dignidad de Pontífice Máximo de
Roma. Sin embargo, reconoció a la Iglesia el derecho de poseer tierras
y bienes muebles y concedió a los obispos la facultad de administrar
justicia respecto de sus fieles.
La primera ruptura de Constantino y Licinio fue seguida por una
paz de nueve años y el segundo casó con una hermana del primero. En
323, la guerra volvió a estallar entre ellos, pues Licinio se mostraba fa­
vorable al restablecimiento del paganismo. Finalmente, fue vencido en
Adrianápolis, se vio obligado a abdicar y murió estrangulado por orden
de su colega imperial.
Si bien Constantino tom aba medidas impregnadas de alta justicia y
moderación —que mejoraban la situación de los esclavos— y fundó asi­
los y hospitales, su vida privada no constituía ningún modelo de caridad
cristiana. Su hijo Crispo, su esposa Fausta y su sobrino Luciniano fueron
víctimas de sus crueldades, mientras su madre, Elena, trató en vano de
dirigir su conciencia.
Cabe aclarar que desde hacía un siglo los emperadores ya no resi­
dían en Roma.

CONSTANTINOPLA

Fundada por Constantino en el emplazamiento de Bizancio, Cons-


tantinopla fue capital del Imperio de Oriente. El emperador consagró la
división del Imperio romano en dos fracciones. Su intención, al fundar
la capital en Bizancio, fue aproximarse a los países más ricos de Oriente
y alejarse del peligro constante que representaban las irrupciones de los
bárbaros. La fecha de la fundación fue el 11 de mayo del año 330. En
el ángulo del Este y dominando el Bosforo fue construido el palacio im­
perial; cerca de él, el foro y junto a éste, el palacio del senado y la primi­
tiva basílica de Santa Sofía. En la ciudad se estableció un gran número
de familias de clase senatorial. Cada emperador de Constantinopla dejó
huellas de su reinado en construcciones grandiosas; a Arcadio y Eudosio
se debió El palacio de las termas; a Teodosio II un foro y dos palacios
para las hermanas de Pulqueria. Marciano hizo construir los acueductos
y León I varias iglesias. Justino I restauró algunos edificios de la ciudad
y Justiniano se interesó en la reedificación y cuidado de la basílica de
Santa Sofía, que fue destruida por un incendio; además, hizo levantar 26
templos en los distintos barrios de la ciudad.
En sus principios, Constantinopla fue un gran mercado; la actitud
imperial impuso monopolios e impidió el desarrollo de la riqueza m ate­
rial. En ella tuvieron lugar insurrecciones e intervenciones que la sitiaron,
84 CAP. 11. COMIENZA LA ANARQUÍA MILITAR

como la de los ávaros, los persas y por último los árabes, al punto que el
Imperio de Oriente quedó constituido sobre la sola capital. Diocleciano
y los ilirios casi no habían estado en ella.
Con el fin de crear una Roma cristiana, Constantino trasladó la sede
del Imperio a Bizancio, que entonces se denominó Constantinopla (año
330 después de J. C.).
Una inmensa muralla que encerraba también siete colinas rodeó a
la nueva capital y sus instituciones fueron una réplica de las institucio­
nes romanas. Se creó el senado y se pusieron en práctica hasta las distri­
buciones de trigo.
La consagración solemne tuvo lugar en 330. Sin embargo, los Papas
siguieron residiendo en Roma y uno de ellos, San Silvestre, fue el encar­
gado de bautizar a Constantino en 337.
Bajo Constantino y favorecido por él mismo —que se atribuía el títu ­
lo de Jefe externo de la iglesia— tuvo lugar en Nicea el famoso concilio
donde se reunieron 318 obispos, que condenó la herej ía arriana y pro­
clamó en el llamado Sím bolo de Nicea el dogma del Verbo hecho Carne
Consustancial a su Padre (325).
Constantino consagró la organización del Imperio bajo la forma m o­
nárquica. La disciplina romana fue reemplazada por el servilismo asiá­
tico. El Concilium Principis se convirtió en Sacrum Consistorium y se
compuso de altos dignatarios investidos de los principales cargos palacie­
gos. Hubo en él encargados de la cámara imperial (Procpositus), minis­
tros de los asuntos internos (.Magister Officiorum), de finanzas (Comes
Sacratum Rey Largitionum), de justicia (Cuaestores Sacrarum), ministros
de guerra (.Magister Militae). Las oficinas administrativas, bajo el nom­
bre de Cancillería Imperial, reunieron una enorme cantidad de funcio­
narios que se consideraban como los ojos y oídos del soberano. Las
funciones militares se separaron de las civiles; las divisiones administra­
tivas de Diocleciano, fueron conservadas, salvo la introducción de al­
gunas modificaciones territoriales. Las ciudades tuvieron un Defensor
Civatatis, magistrado municipal supeditado a la jerarquía imperial. Los
Prefectos del Pretorio, gobernadores de las Prefecturas, no tuvieron más
que jurisdicción civil, pues la militar pasó a los Magister Militari en tiem­
pos de paz y a los Duces, en los de guerra. La guardia pretoriana fue
disuelta y el glorioso nombre de Legiones fue reemplazado en las pro­
vincias por el de Milicias.
Todos los funcionarios que de cierta forma participaban de la majes­
tad imperial recibieron títulos honoríficos tales como ilustres, spectaviles,
clarissimi y form aron una nueva nobleza de carácter hereditario. Para
entonces, el senado romano no tenía sino una limitada autoridad mu­
nicipal.
En sus últimos años, Constantino tuvo que luchar contra los sárma-
tas y los godos. Se preparaba a marchar contra Sapor, rey de los persas,
CONSTANTINOPLA 85

cuando murió en Nicomedia en 337, después de nombrar Césares a sus


tres hijos, Constantino, Constancio y Constante, que ostentaron el títu ­
lo de Porfirogenetes o nacidos en la púrpura.
Diocleciano había deseado consolidar el Imperio mediante la división
y conservación de una cierta jerarquía entre los jefes de cada facción,
pero para la sucesión prefirió el régimen de la adopción, que tan buenos
resultados había dado bajo los Antoninos. Sin embargo, su sistema se
había revelado nefasto en la práctica. Constantino optó por el régimen
hereditario que, como se verá, no tuvo mejores consecuencias.
El primero de sus hijos reinó sobre las Galias, el segundo sobre Ita­
lia e Iliria y el tercero en el Oriente. Pero las rivalidades no tardaron en
dividir a los tres hermanos: Constantino II (340) pereció en una em­
boscada y Constante fue destituido y asesinado en los Pirineos por el
franco Magencio.
Constancio (361) derrotó a Magencio y, dueño del Imperio, nombró
César a su primo Gayo (353).
Más tarde, temeroso de la ambición creciente de éste, le hizo decapi­
tar y desterró a Atenas a su otro sobrino, Juliano. Volvió, sin embargo,
a llamarlo y le nombró a su vez César. Le confió la dirección de una
guerra contra los alemanes y los francos, que habían invadido la Alsacia
actual. El joven Juliano, que sólo contaba veintidós años, derrotó en
Argéntoratum —hoy Estrasburgo— a los bárbaros y eligió como resi­
dencia la ciudad de Lutecia, que habría de convertirse en París.
Sus milicianos le proclamaron Augusto en 360, a pesar de la oposición
de Constancio, que murió poco después. Durante su reinado favoreció
al arrianismo y persiguió a los católicos. Por ese entonces, se habían
comenzado a conferir al soberano títulos de eterno y de majestad, este
último reservado hasta entonces al populus romano.
Como vimos, después de asumir el poder, Juliano inició contra el
cristianismo una persecución de carácter original. Proyectó restablecer
el paganismo, al purificar su doctrina y rodearla del prestigio de la ma­
gia y de la conciencia pitagórica.
Erigido en doctrina, el politeísmo se opuso al pensamiento cristiano
con el nombre de helenismo. Sus dogmas se inspiraban en las enseñan­
zas del neoplatonismo, que a la sazón florecía en Alejandría y en el cul­
to grecopersa de Apolo Mitra.
Las herejías que dividían al cristianismo favorecían la tentativa de
Juliano. Así, los colegios sacerdotales paganos fueron reorganizados y
jerarquizados.
Asesorado por los filósofos griegos, Juliano escribió sátiras contra
los cristianos, les prohibió enseñar su doctrina y confiscó los bienes de
la Iglesia.
El emperador pereció en una guerra contra los persas, después de
haber tom ado su capital, Ctesifonte, en 363. Su muerte trágica pare­
86 CAP. 11. COMIENZA LA ANARQUÍA MILITAR

ció ser un castigo divino y el justificado rencor de los cristianos, que le


apodaron El Apóstata, hizo olvidar sus sabias medidas gubernativas, las
virtudes de su vida privada y su tentativa de volver a las gloriosas tradi­
ciones de Roma, cualidades todas ellas mancilladas por su equivocada
política religiosa.
Joviano, elegido por los soldados, se apoderó del mando, abandonó
a los persas las conquistas de Juliano y permitió el culto pagano junto
con el cristianismo. A su muerte, el ejército de Asia proclamó empera­
dor a Valentiniano, quien repartió el Imperio con su hermano Valente.
Mientras el primero —que prosiguió con la política religiosa de tole­
rancia— vencía con la ayuda del español Teodosio a los germanos, a los
moros y a los escotos, Valente, que trataba de implantar el arrianismo,
hacía frente a un nuevo peligro en Oriente. Los hunos, procedentes de
Siberia, irrum pían en Europa; los visigodos, espantados por la llegada de
estos invasores de raza mongólica, característicos por su ferocidad, cru­
zaron el Danubio y bajo promesa de abrazar el cristianismo recibieron
de Valente el permiso de establecerse en la provincia de Mesia. Pero la
mala fe de los agentes imperiales, sublevó a estos nuevos pobladores del
Imperio, que asesinaron a Valente y marcharon sobre Constantinopla.
En Occidente, Valentiniano, muerto en 375, había dejado el imperio
a sus dos hijos Graciano y Valentiniano II; éstos confiaron a Teodosio,
hijo del vencedor de los germanos, la misión de socorrer la ciudad de
Constantino.
Los visigodos fueron vencidos y los restos de sus tribus recibieron el
título de confederados, con la tarea de defender la frontera del Danubio.
Teodosio volvió entonces a Roma, donde Graciano había perecido
asesinado por un usurpador, Máximo, Dux de Bretaña, que se había adue­
ñado de la Prefectura de las Galias. Teodosio restableció a Valentiniano
II, m ató a Máximo y asumió el poder.
En 394, se vio obligado a combatir contra otro pretendiente, Euge­
nio, proclamado Augusto por el jefe de la milicia, Arbogasto. A pesar
de sus crueldades, Teodosio se manifestó celoso defensor del cristianis­
mo y persiguió a la herejía de Arrio. Prohibió la adoración de los ídolos
y se abolieron los sacrificios paganos. Los politeístas y los arríanos se
vieron privados de sus derechos políticos y perseguidos en virtud de la
Ley de Lesa Majestad.
Numerosos templos fueron implacablemente destruidos. El poder
moral de la Iglesia era tal que el mismo emperador se vio obligado a ha­
cer penitencia por orden del Obispo de Milán, San Ambrosio, a raíz de
una matanza realizada por mandato suyo en Tesalónica.
Al morir en 395, Teodosio dividió el imperio entre sus dos hijos:
Arcadio gobernó el Oriente bajo la tutela del galo Rufino como Prefec­
to del Pretorio, y Honorio dirigió el Occidente bajo la tutela del vándalo
Estilicón como Magister Militae. El origen racial de estos dos ministros
CONSTANTINOPLA 87

permite comprender cuál había de ser el porvenir del Imperio. Los hom­
bres de capacidad no podían ser ya suministrados ni por Roma ni por
Constantinopla.
La miseria física y moral se había adueñado del Imperio de los Césa­
res. Reemplazando a los romanos, nuevas naciones se aprestan a ocupar
el escenario del mundo. El imperio dividido en dos partes seguía organi­
zado de acuerdo con las reformas de Diocleciano y de Constantino.
El ejército debilitado sólo servía para la protección personal de los
emperadores, mientras las milicias fronterizas se hallaban compuestas
casi enteramente por bárbaros, a quienes se otorgaba la ciudadanía con
el fin de enrolarlos.
Las fronteras naturales constituidas por los grandes ríos Rhin y Da­
nubio ya no bastaban para contener a la masa germánica que, si bien no
se movía a impulsos de una idea nacional —por otra parte inexistente —
presionaba llevada por el hambre y el peligro de los hunos que paulati­
namente se acercaban a Europa.
La política exterior romana ya no era más que defensiva. Aureliano
había abandonado Dacia en la imposibilidad de defenderle y todos los
emperadores después de Trajano habían guerreado constantemente con­
tra los bárbaros sin que ninguna de sus victorias haya alcanzado nunca
resultados decisivos. Para robustecer la defensa de las fronteras se habían
elevado en algunos puntos fuertes murallas, tales como la de los Campos
Decumacios en la Germania meridional. Estas murallas, erigidas princi­
palmente por iniciativa de Vespasiano, Domiciano, Trajano, Adriano,
Septimio Severo y los emperadores ilirios, recibían el nombre de Limes,
o sea Límites.
Los defensores eran reclutados en el mismo territorio en el que se
alzaban. No se podía pedir, por consiguiente, mucha fidelidad a estos
hombres vinculados racialmente con los bárbaros, a quienes se quería
detener; favorecían, en efecto, la penetración de los mismos y, cuando
se presentaban en masa, no había otro remedio que cederles tierras, don­
de se establecían como colonos.
Además, se ha visto que ciertos emperadores concedían a pueblos
bárbaros el derecho de asentarse en algunas regiones como confederados
o aliados, condición peculiar que les obligaba a prestar servicios milita­
res, pero les dejaba su organización social y gobiernos propios.
Estas prácticas perjudicaban a la romanización y un fenómeno in­
verso se iba cumpliendo: las poblaciones del Imperio se barbarizaban
gradualmente.
A causa de la inseguridad de la vida y del exceso de impuestos los
campos se despoblaban. Para remediar esta situación, se acudió al esta­
blecimiento del colonato, que había de reemplazar a la esclavitud com­
batida por el cristianismo y que se transform aría durante la Edad Media
en la institución de los siervos de la gleba.
88 CAP. 11. COMIENZA LA ANARQUÍA MILITAR

Los colonos, en su m ayoría bárbaros que recibían tierras del Imperio,


eran hombres libres pero pertenecían a la tierra, aunque ésta cambiara
de dueños. La condición del colono era perpetua y hereditaria.
El malestar económico era considerable por el decaimiento de la agri­
cultura, la depreciación de la moneda y la inseguridad del comercio. Poco
a poco, se volvía a la econom ía del trueque de productos de consumo
inmediato. Los impuestos se habían unificado respecto de los bienes in­
muebles. El comercio pagaba una contribución llamada crisargiro, que
se recaudaba cada cinco años. La percepción de los impuestos confiada
por Constantino a los curiales, magistrados de la clase media que for­
maban parte de la curia o Senado municipal, era defectuosa. Estos
funcionarios, que debían completar con sus bienes la deficiencia de las
contribuciones y que por tal motivo desertaban de sus cargos, fueron
incorporados coercitivamente a sus puestos y consecuentemente, con
esta medida, todas las clases sociales fueron organizadas de forma corpo­
rativa, al declararse obligatorias y hereditarias las profesiones y las posi­
ciones económicas.
Una tasación rígida de los bienes inscritos en registros fiscales deter­
minaba la suma fija de impuestos susceptibles de ser percibidos y adeu­
dados solidariamente por todos los miembros de las corporaciones. La
miseria provocada por este régimen fiscal dio lugar a levantamientos cam­
pesinos, que los ejércitos sin espíritu militar eran incapaces de reprimir.
Las poblaciones, ante semejante estado de cosas, se refugiaban en
pequeñas ciudades y en ellas organizaban su régimen de gobierno propio
bajo la dirección del Defensor Civitatis, magistratura creada por Cons­
tantino. Se marchaba, pues, por todas estas causas a la constitución del
feudalismo, elemento característico del mundo destinado a suplantar
al Imperio romano.
Las nuevas instituciones, m onarquía, colonato, ejércitos mercenarios
y el aislamiento de las poblaciones se perpetuarían en Europa durante
muchos siglos. Su establecimiento inauguraba un nuevo ciclo político y
a su vez cerraba otro, pues para los contemporáneos existía la impresión
de un retorno a las viejas instituciones romanas, que parecían revivir
con nuevos nombres y distintos caracteres.
Frente al Imperio se alza la barbarie, que ha de emplear para el de­
rrumbe de aquél la infiltración pacífica, la guerra de guerrillas y la irrup­
ción en masa. Los primeros pueblos que golpean contra los limes son
los germanos, cuyas tribus más próximas son los visigodos del Danubio,
los francos, los alemanes y los burgundios, sobre el Rhin. Detrás de
ellos vienen los frisones, los anglos, los vándalos, los hérulos, los lombar­
dos y, más allá todavía, en las estepas orientales, se concentraban los
alanos y los ostrogodos.
Los pueblos eslavos constituyen otra ola de invasión detrás de los ci­
tados y en los m ontes Urales ya comienzan a aparecer los terribles hunos,
CONSTANTINOPLA 89

de raza amarilla, procedentes de Asia Central. En general, los nombres


que se dan a las distintas estirpes bárbaras provienen de las tribus que
ejercían cierta hegemonía sobre las diversas poblaciones nómadas o bien
de las denominaciones dadas a las confederaciones constituidas con los
restos de otros pueblos sometidos en su marcha hacia el Occidente.
Rufino, el tu to r de Arcadio, había ofrecido el mando de los ejérci­
tos del Imperio de Oriente al jefe de los visigodos, Alarico. El caudillo
bárbaro solicitó el título de Magister Militae y, al serle negado el cargo, in­
vadió Macedonia y Grecia con el saqueo consiguiente de todas las ciuda­
des, excepto Atenas. Luego pasó a Italia, donde fue vencido por Estilicón
en 403. Éste fue llamado apresuradamente por la provincia de Galia,
amenazada por una gran invasión germánica compuesta de burgundios,
alanos, suevos y vándalos, al mando de Redagacio (406). Estilicón logró
derrotarlo cerca de Florencia y salva nuevamente Italia. Las hordas pasa­
ron entonces a España, que fue horriblemente devastada. El emperador
Honorio, que había fijado su residencia en Ravena, mandó asesinar a Es­
tilicón en 408, a raíz de una intriga palaciega.
Nadie pudo ya oponerse a las invasiones germanas. Alarico, jefe de
los visigodos, encabezó una nueva invasión a Italia. Roma fue tomada y
saqueada y el jefe bárbaro se transformó en emperador títere en el tro ­
no de Honorio (410).
A la muerte de Alarico los visigodos pasaron a España, donde, des­
pués de someter a los suevos y a los vándalos, fundaron un reino in­
dependiente, núcleo de la futura m onarquía española. Los vándalos
conducidos por Genserico abandonaron el Sur de la Península Ibérica y
pasaron a Africa, donde fundaron también su propio reino.
Encabezados por Atila, los hunos se arrojaron en 450 sobre las Ga-
lias. El jefe romano Aecio logró reunir ante el peligro común a los visi­
godos de Teodorico, los francos de Meroveo y otros pueblos que ya se
habían establecido en Galia. Atila se retiró hacia Italia. Allí, el Papa
León I se presentó ante él y su prestigio religioso impresionó tan consi­
derablemente al bárbaro que los hunos, abandonando su marcha sobre
Roma, volvieron hacia Oriente y se establecieron en las márgenes del
Danubio, en la actual Hungría.
Los emperadores que residían en Ravena eran incapaces de hacer fren­
te al derrumbe del Imperio. Después de presenciar el saqueo de Roma
por Alarico, Honorio había soportado el asentamiento de los burgun­
dios en la región del Ródano y de los visigodos en ambas vertientes de
los Pirineos. Su sucesor, Valentiniano II, dio muerte a Aecio, el vence­
dor de Atila, y dejó establecerse a los vándalos en Africa.
Petronio Máximo presenció el segundo saqueo de Roma, esta vez
realizado por los vándalos de Genserico, que cruzaron el estrecho de Si­
cilia al aprovechar las rivalidades palaciegas de los sucesores de Teodosio
(458). Desde ese momento, Italia pertenece de hecho a los bárbaros,
90 CAP. 11. COMIENZA LA ANARQUIA iv¡;LITAR

que nombran y destituyen emperadores a su arbitrio. Roma fue nueva­


mente ocupada por los suevos capitaneados por Ricimer. En 475, el
panonio Orestes, valido de su título de patricio, título de nobleza crea­
do por Constantino para ciertos dignatarios, coronó a su hijo Rómulo
Augústulo, de seis años de edad, cuyo nombre coincidentemente recor­
daba a la vez el fundador de Roma y al del Imperio.
Dueño del poder, Orestes rehusó el acceso a la Península de las mili­
cias imperiales, a la sazón compuestas íntegramente por bárbaros. Estos
se sublevaron bajo la conducción de otro patricio, Odoacro, quien, a la
cabeza de los hérulos, se apoderó de Roma y después de dar muerte a
Orestes y destituir a Rómulo Augústulo, se proclamó rey de Italia. Así
terminó la Majestad Imperial que duraba ya 500 años, en el año 1230
de la Era Romana. Los restos del Imperio de Occidente abandonados
por los romanos se constituyeron en varios reinos bárbaros.
Los alemanes ocuparon las Galias Orientales y los francos el Norte de
la misma región. Los ostrogodos Iliria y los anglos la Isla Británica. En las
márgenes del Sena y del Loira se mantuvo independiente una fracción
del Imperio romano, administrada en nombre del poder de Ravena por
el vicario Siagrio, que había de ser absorbida en 486 por los francos.
Los bárbaros respetaron el derecho privado de los romanos, pero
crearon para sí mismos uno nuevo, que inaugura así el sistema de la per­
sonalidad del derecho. Para los súbditos romanos que habitaban los
reinos bárbaros, fueron dictadas nuevas recopilaciones inspiradas en las
constituciones de los últimos emperadores. Así, existió un edicto dic­
tado por Teodorico, rey de los ostrogodos, cuando éstos reemplazaron
a los hérulos en el dominio de Italia; una ley visigótica llamada Brevia­
rio de Alarico y una ley borgoñona, dictada por el rey Gondevardo. El
Imperio de Oriente, no obstante su peligrosa situación geográfica y la
carencia de elemento nacional, subsistió casi mil años más que el de Oc­
cidente. Sus emperadores, de carácter teocrático, tuvieron el mérito de
convertir a Constantinopla en un nuevo centro de irradiación intelectual.
A partir de 454, los altos dignatarios se disputaron el poder. En 518
subió al trono Justino, fundador de una dinastía tracia cuyo principal
soberano fue Justiniano.
Este emperador, que con la ayuda de sus generales Belisario y Nar-
ces destruyó a los reinos ostrogodo y vándalo y logró reconquistar du­
rante su reinado la península itálica y el Africa, fue el prom otor de la
más completa recopilación de leyes romanas, cuya importancia ha llega­
do hasta nuestros días.
Producto de este esfuerzo fueron el Codex, recopilación de consti­
tuciones imperiales, el Digesto o las Pandectas, que contenía las más
destacadas opiniones de los jurisconsultos, la Instituía, que constituía
un manual de enseñanzas del derecho y las Novelas, compuestas por las
constituciones publicadas bajo su reinado.
CON STANTINOPLA 91

Después de Justiniano, el Imperio de Oriente, sin cesar de titularse


Imperio romano, se transformó gradualmente en una m onarquía de
acentuado carácter asiático, donde el idioma griego reemplazó al latín y
en la que el cristianismo sufrió una transformación al aparecer la iglesia
ortodoxa.
A pesar de la corrupción y los vicios de pensamiento que han reci­
bido precisamente el nombre de bizantinismo, este Imperio fue un ba­
luarte de la civilización contra el Islam y un depositario de los valores
de la antigüedad, así como un vínculo eficaz entre la antigua cultura y
la moderna.
Los cruzados fundaron en Constantinopla una dinastía latina en
1204. El Imperio volvió a manos griegas con la dinastía de los Paleólo­
gos, en 1261, para terminar con su ruina definitiva en 1453, debido a la
toma de Constantinopla por los turcos, fecha que marca en la tradición
de los historiadores modernos el final de la Edad Media.
12
La codificación
de Justiniano

Durante los inicios del mandato de Justiniano, la confusión reinaba


en Roma; la legislación y la jurisprudencia estaban saturadas de constitu­
ciones imperiales que propiciaban la incertidumbre, la oscuridad y sobre
todo la contradicción. Todo ello tendía al desajuste de la administra­
ción legal, que hasta entonces había sido orgullo del pueblo romano.
Ante tal situación amenazadora de desquiciamiento y trastorno ge­
nerales, durante el segundo año de su mandato Justiniano se propuso
llevar a cabo una reforma radical del derecho, fundada en la simplifica­
ción y derogación de las disposiciones legales que se encontraban en
contradicción.
Fijó su mirada en el jurisconsulto Triboniano, en quien valoró su in­
teligencia y talento y, con vista en los resultados de sus tareas y activi­
dades, a lo célebre de su personalidad y al ejercicio de una profesión que
lo había llevado a las más altas magistraturas del Imperio, comisionó con
él y dictó una Constitución en febrero del año 528, a otros nueve juris­
consultos: Leoncio, Juan, Basílides, Constantino, Focas, Tomás, Pre-
sentino, Dióscoro y Teófilo. Estos, en conjunto, presentaron la obra
que fue publicada al año siguiente y que se llamó Código Justinianeo.
Este Código fue arreglado y compaginado con los denominados Gre­
goriano, Teodosiano y Hermogeniano. Dividido en doce libros y forma­
do por diferentes títulos, contiene diversas leyes. Al respecto, Justiniano
dictó una Constitución, que derogaba las compilaciones y Novelas que
no estuvieran comprendidas en el Código. Así, éste apareció al princi­
pio con toda la autoridad necesaria pero debido a las reformas sufridas,
quedó abolido para ceder su lugar al nuevo código, llamado repetitae
praelectionis, que no era otro que el Justinianeo, enmendado, revisado
y agregado, con mejoras en todo sentido.
Los libros que contenían las respuestas de los prudentes, juriscon-

92
INSTITUIA 93

sultos autorizados para hacerlo, contenían con la mayor claridad, exten­


sión y desenvoltura los principios de la jurisprudencia. Pero por ser tan
crecido su número, era necesario seleccionarlos, puesto que, debidamen­
te ordenados, constituían sentencias dignas de tomarse en consideración.
Nuevamente, se da el encargo a Triboniano y a dieciséis destacados
jurisconsultos, que fueron Jaime, Juan, Platón, Timoteo, Leónides, Do­
roteo, Eutonio, Anatlio, Prosdocio, Tratino, Esteban, Menna y Teófilo,
más los dos Constantinos, con la orden de que las leyes se transcribieran
completas, sin abreviaturas; que no se hicieran comentarios sobre el li­
bro que iba a elaborarse, que dividieran esa compilación en cincuenta
libros y cada uno de ellos en diferentes títulos. Se ordenó también que
fuera publicado en un tiempo perentorio. Estas pandectas tenían el sig­
nificado de compendio de todas las materias encerradas en las ciencias o
bien, compilación que lo abarcaba y lo comprendía todo. Digesto, por
su parte, significa libro que contiene materias perfectamente arregladas
y clasificadas.
Al cabo de tres años y con el nombre de Pandectas o Digesto, la com­
pilación apareció el 16 de diciembre del año 533 de nuestra era, compues­
to por cincuenta libros divididos en títulos y éstos a su vez, en leyes. A
la cabeza de cada una de ellas aparecía el nombre del jurisconsulto de
quién se había copiado la resolución, a efectos de dar el crédito corres­
pondiente a todos los sabios que la crearan,.
Las leyes copiadas se dividieron en principio y párrafos, lo que dio
lugar a confusión, pues en un mismo título se colocaban muchas leyes
sin orden cronológico y carentes de enlace lógico.
Posteriormente, Justiniano ordenó que el Digesto fuera dividido en
siete partes, la primera de las cuales comprendía los cuatro libros prime­
ros; la segunda, que incluía al quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno,
décimo y undécimo, se denominó De judiciis (de los juicios). La tercera
parte se conformaba con los ocho siguientes libros, hasta el final del de­
cimonoveno. Ésta fue dominada De rebus (de las cosas). La cuarta
parte contuvo también ocho libros, el último de los cuales es el vigésimo
séptimo, denominada De pignoribus (de la prenda). A su vez, la quinta
parte se formó con nueve libros, de los cuales el último es el trigésimo
sexto, parte que se denomina De bonorum possesionibus (posesión bo-
nitaria). Finalmente, la séptima parte estaba compuesta por los seis úl­
timos libros y se le designó De speculationibus (de las especulaciones).

INSTITUTA

Una vez terminado el Digesto, Justiniano consideró necesario precisar


de manera elemental los principios de la jurisprudencia; es decir, que se
ordenaran de forma sustancial y propia para el estudio del derecho en las
94 CAP. 12. LA CODIFICACIÓN DE JUSTINIANO

academias de Roma, Berito y Constantinopla; que no sólo sirvieran para


los estudiantes sino para todo el que quisiera conocerlas. A tal efecto
comisionó a Triboniano, Teófilo y Doroteo para que lo llevaran a cabo
y éstos, con fundam ento en las instituciones de Gayo, en sus conoci­
mientos y en obras de jurisconsultos anteriores, procedieron a su ela­
boración y lo publicaron el 21 de noviembre del año 533, con el nom­
bre de Instituía o Insíiíuciones, obra que consta de cuatro libros. Cada
uno de ellos se conforma por títulos divididos en leyes y éstas, a su vez,
en párrafos.
Los dos primeros títulos del primer libro hablan de la justicia, de la
jurisprudencia y del derecho en generadlos veinticuatro títulos siguientes
se refieren al derecho de las personas; por su parte, el segundo y tercer
libros, hasta el títu lo del decimocuarto, tratan de las cosas; del cuarto al
sexto títu lo —que comprende el libro cu arto — se habla de la obligación
de los contratos, cuasi-contratos delitos y, de aquí en adelante, hasta la
parte final, las Instituía aluden a los medios para perseguir judicialmen­
te los derechos que se tienen establecidos.

DECISIONES DE LA LEY

Al encontrar el emperador Justiniano que muchas resoluciones y


disposiciones entraban en contradicción —sea porque el desacuerdo era
producto del sectarismo o de la filiación partidista o porque se fundaban
algunas en simples principios de equidad y de justicia—, dicha contradic­
ción debía ser eliminada. A pesar de haber sido incluidas en el Código y
en lasPandecías, Justiniano consideró que no había sido oída la opinión
de los opositores y, para corregir la omisión, publicó Las cincuenta de­
cisiones, que se denominaron Jusíinianeas. Se resuelve así los puntos de
derecho controvertido que se encontraron en los libros publicados.

CÓDIGO REVISADO O
REPETITAE PRAELECTIONIS

Pronto hubo necesidad de reformar un número considerable de dis­


posiciones que, por defecto en la compilación, se contrariaban en sus
capítulos. Ocurría también que muchas constituciones nuevas no es­
taban comprendidas en ellas y fue indispensable que Justiniano orde­
nara la enmienda, para colocar los títulos y los párrafos de acuerdo con
las circunstancias y para que no quedaran fuera disposiciones sueltas
que menoscabaran la unidad y la precisión, al restar al Código su sen­
cillez y claridad. Constantino y Juan, Menna, Doroteo y Triboniano
fueron quienes insertaron las decisiones de ley y todas las Novelas que
EL CUERPO DEL DERECHO CIVIL 95

se habían dictado posteriormente. Publicaron dicho Código, ya debida­


mente arreglado, el 29 de diciembre del año 534 de nuestra era, con el
nombre de Codex Justinianeus Repetitae Praelectionis, dividido en doce
libros, los libros en títulos y éstos en leyes. Este Código conservó la
división y el orden establecidos en el llamado Justinianeo, ahora en­
mendado, revisado y acondicionado, derogando al anterior con su pro­
mulgación.
Todo lo no previsto en el Código durante los años posteriores a la
edición, se enmendaba o corregía con la promulgación de nuevas consti­
tuciones, que recibieron el nombre de Novelas. publicadas en lengua
griega. Según los historiadores y estudiosos, existen ciento sesenta y
ocho Novelas, de las que se formaron algunas colecciones.

EL CUERPO DEL DERECHO CIVIL Y ALGUNAS


LEYES DICTADAS POR LOS JURISCONSULTOS

Por ser de trascendencia para el estudio jurídico del derecho romano,


se transcribe el proemio del Cuerpo del derecho civil (Corpus Juris Ci-
vile), de Justiniano, que aparece en una edición impresa en Barcelona
en 1874. Así mismo, para que la juventud estudiosa conozca las leyes
dictadas por los jurisconsultos eminentes, en este capítulo se transcri­
ben algunas de ellas.

INSTITUCIONES DE JUSTINIANO SA CRA TÍSIMO PRÍNCIPE

Formadas en vista de las

INSTITUCIONES DE GA YO

PROEMIO

De la confirmación de las In stitu cion es

En nombre de nuestro Señor Jesucristo

César Flavio Justiniano, emperador de los alemanes, godos, francos,


germanos, alanos, vándalos, africanos, pío, feliz, ínclito, vencedor, triun­
fador siempre augusto a la juventud amante de las leyes.
Conviene que la majestad imperial esté no sólo condecorada con las
armas, sí que también armada con las leyes, para que en todo tiempo,
ya de guerra, ya de paz, pueda bien gobernarse, y a fin de que el Prínci­
pe romano no sólo salga vencedor en las batallas contra los enemigos, sí
que también reprima por medio de los trámites legales, la iniquidad de
los calumniadores, y sea tan observante del derecho como triunfador
magnífico para los enemigos vencidos. § 1. Cuyos dos objetos con la
96 CAP. 12. LA CODIFICACIÓN DE JUSTINIANO

voluntad de Dios y con una extremada diligencia y muchos trabajos


hemos alcanzado. Las naciones bárbaras reducidas a nuestro yugo sien­
ten el peso de nuestras armas, y así el Africa como otras numerosas pro­
vincias, reducidas después de tanto tiempo otra vez a reino romano y
añadidas a nuestro Imperio con las victorias que nos dispensó el favor
del cielo, lo atestiguan; todos los pueblos empero, se rigen por las leyes
ya promulgadas por nosotros, ya compuestas por nuestros antecesores.
§ 2. Después de haber sacado de la confusión en que estaban, y puesto
en orden las constituciones imperiales, hemos reducido en un solo vo­
lumen inmenso número de ellas, y fluctuando, por decirlo así, en un
vasto océano, se ha acabado con el socorro Divino una obra intentada
inútilm ente por muchos. § 3. En seguida de este feliz éxito, del que so­
mos deudores al Todopoderoso, hemos encomendado a Triboniano, va­
rón eminente por su sabiduría, Mayordomo, Excuestor de nuestro sacro
palacio y Excónsul, y a Theophilo y a Dorotheo, personas ilustres, y
hombres consumados en la ciencia del derecho (cuya capacidad y pro­
funda erudición en la Jurisprudencia, y exactitud y fidelidad en ejecutar
órdenes, hemos experimentado muchas veces); que compusieran, espe­
cialmente, bajo nuestra autoridad y conforme a nuestro pensamiento,
estas Instituciones a fin de que, sin necesidad de antiguos libros llenos
de máximas desusadas, podáis recibir de la Majestad Imperial los prime­
ros elementos de la legislación, aprendáis sólo cosas útiles y únicamente
lo que se practica actualmente; para que con brevedad os enteréis de las
Constituciones de los Emperadores, que apenas se sabían antes, después
de cuatro años de estudio, pudiéndoos tener por felices en gozar de esta
ventaja, y en tener el honor de obtener de vuestro mismo Emperador el
principio y fin de toda Jurisprudencia. § 4. Así que hemos mandado di­
vidir en cuatro libros las Instituciones, para que sirvan de elementos y
primeros principios de toda Jurisprudencia, inmediatamente después que
los dichos tres Jurisconsultos, distinguidos por su sabiduría y elocuen­
cia, han acabado de reunir todo el antiguo derecho en los cincuenta li­
bros del Digesto. § 5. En ellas hemos referido sucintamente el derecho
antiguo, y aquellas leyes que después de desusadas se han vuelto a es­
tablecer por medio de nuestra autoridad. § 6. Hemos leído estos pri­
meros elementos de la Jurisprudencia sacados de todas las Instituciones
de los antiguos Jurisconsultos, y principalmente de nuestro Gayo, de
sus memorias, compilaciones y comentarios presentados por aquellos
tres esclarecidos varones, y los aprobamos, y damos la misma autoridad
que a nuestras constituciones. § 7. Recibid, pues, estas leyes con en­
tusiasmo, y estudiadlas tan bien, que después de haber concluido este
estudio, podáis ser dignos de que se os confíen los primeros cargos del
Imperio. Dado en Constantinopla a 30 de noviembre, siendo Justiniano
perpetuam ente Augusto, Cónsul por tercera vez.
97

JU STIN IAN IIN STIT., LIB. I, TÍT. II

LIBRO PRIMERO
TÍTULO PRIMERO

D e justitia e t jure
De la justicia y del derecho

La justicia es una constante y perpetua voluntad de dar a cada uno


su derecho. § 1. La jurisprudencia es el conocimiento de las cosas di­
vinas y humanas, y la ciencia de lo justo e injusto. § 2. Conocido esto
en general, y empezando a explicar las leyes del pueblo romano, paré-
cenos que pueden enseñarse muy cómodamente, si se hace primero con
un método sencillo y fácil, pasando después a una interpretación más
diligente y exacta; de otro modo si desde un principio abrumásemos el
ignorante y débil entendimiento del estudioso con muchas y varias cosas,
sucedería, o bien que le obligaríamos a abandonar el estudio; o que con
grande trabajo, y en muchas ocasiones con cierta desconfianza, (que las
más de las veces retrae a los jóvenes), le conduciríamos con más lentitud,
a lo mismo a que siguiendo un método más sencillo, sin grande costa y
sin desconfianza ninguna habrían llegado con mayor prontitud. § 3.
Los preceptos del derecho son: vivir honestam ente, no dañar a nadie, y
dar a cada uno lo suyo. § 4. Dos son las partes de este estudio: públi­
co y privado. El derecho público es el que pertenece al Estado de la
república romana; el privado es el que mira a la utilidad de los particu­
lares: en cuanto a éste debemos advertir que se divide en tres especies,
pues o está compuesto de los preceptos o leyes naturales, o del derecho
de gentes, o del civil.

DIGESTO O PANDECTAS

LIBRO PRIMERO
TÍTULO PRIMERO

De justitia e t jure

De la justicia y del derecho

Ulpiano, lib. 1 de las Instituciones

Ley I. El que haya de estudiar el derecho, conviene que primero


sepa de dónde trae su origen este nombre: tiene su denominación de la
justicia, porque según la define elegantemente Celso, es arte de lo bue­
no y equitativo. § 1. Por lo cual nos puede llamar cualquiera sacerdo­
tes: pues cultivamos la justicia; profesamos la noticia y ciencia de lo
bueno y equitativo, separando lo justo de lo injusto, discerniendo lo líci­
98 CAP. 12. LA CODIFICACIÓN DE JUSTINIANO

to de lo ilícito; deseando hacer buenos a los hombres, no sólo por el


miedo de las penas, sí también con la esperanza del premio; deseando
con vehemencia (si no me engaño) la verdadera filosofía, y no la aparen­
te. § 2. Esta ciencia abraza dos partes: una es el derecho público, otra
el derecho privado. El público es el que tiene por objeto el gobierno de
la República romana. Privado es el que pertenece al provecho de cada
individuo en particular; porque hay algunas cosas útiles al común, y
otras a los particulares. El derecho público comprende las cosas sagra­
das, las del sacerdocio, y las de la magistratura. El privado es de tres
maneras, por estar compuesto de preceptos naturales, o de gentes, o ci­
viles. § 3. Derecho natural es aquel que la naturaleza enseña a todos
los animales; y éste no es solamente propio del hombre, sino común
a los animales terrestres, marítim os y volátiles. De aquí procede la con­
junción de macho y hembra, que nosotros llamamos matrimonio: la
procreación y educación de los hijos, pues vemos que los demás anima­
les y hasta las fieras se gobiernan por este derecho. § 4. Derecho de
gentes es aquel de que usan todas las naciones, y se deja fácilmente en­
tender que se diferencia del derecho natural; porque éste es común a
todos los animales y aquél lo es sólo a los hombres entre sí.

DIGESTO, LIB. I, TÍT. II.

Ulpiano, lib. 1 de las Reglas

L ey X . La justicia es una voluntad firme y perpetua de dar a cada


uno lo que le pertenece. § 1. Los principios del derecho son éstos: vivir
como se debe, no hacer daño a otro, y dar a cada uno lo que es suyo.
§ 2. La jurisprudencia es conocimiento de las cosas divinas y humanas,
y ciencia de lo que es justo o injusto.

DIGESTO, LIB. I, TÍT. II

TÍTULO SEGUNDO

D e origine Juris e t om nium Magistatuum, e t successione Prudentum


Del origen del derecho, y de todos los magistrados y
de la serie de los jurisprudentes
Gayo, lib. 1 en la L ey de las X II tablas

Ley 1. Habiendo de interpretar las leyes antiguas me ha parecido


preciso tom ar el hilo desde los principios de Roma, no porque preten­
da escribir dilatados comentarios, sino porque conozco que siempre es
perfecto aquello que consta de todas sus partes; y a la verdad el princi­
EL CUERPO DEL DERECHO CIVIL 99

pió de cualquiera cosa es la parte más principal de ella. Demás de esto,


si en los abogados que informan de las causas en los tribunales (por de­
cirlo así), parece impropio al juez que lo hagan sin que preceda algún
exordio, ¿cuánto más enorme delito será en el que prom ete una inter­
pretación, entrase a tratar inmediatamente la materia, sin lavarse (por
decirlo así) las manos, ni hacer mención de su origen? Porque (si no me
engaño) estos exordios nos conducen con más gusto a la lección de la
materia, y cuando estamos ya en ella, facilitan su más clara inteligencia.

DIGESTO, LIB. I, TÍT. III


Juliano, lib. 27 de los Digestos

Ley X V . En las cosas establecidas contra la razón de derecho, no


podemos seguir la regla de derecho.

El mismo, lib. 33 de los D igestos

Ley X IX . La voz ambigua de la ley se ha de entender en aquel sen­


tido que no incluya vicio alguno, en especial cuando también se colige
de la mente de la ley.

Pablo, lib. 4 a Plaucio

Ley X X III. No deben alterarse por ningún título las cosas que siem­
pre tuvieron interpretación cierta.

Celso, lib. 9 de los Digestos

Ley X X IV . Es contra derecho el juzgar o responder en vista de al­


guna parte de la ley, sin tenerla toda muy presente.

Tertuliano, hb. 1 de las Cuestiones

Ley X X V II. Y por tanto, porque es usado interpretar las leyes ante­
riores por las posteriores, conviene creer que casi siempre está en ellas
contenido tácitam ente que en los casos semejantes se extiendan tam­
bién a las mismas cosas y personas.

DIGESTO, LIB. I, TÍT. V


Papiniano, lib. 3 de las Cuestiones
100 CAP. 12. LA CODIFICACIÓN DE JUSTINIANO

Ley VIII. El emperador Tito Antonio respondió que el estado de


los libertos no se perjudica por estar mal escrito el instrum ento.

DIGESTO, LIB. VIII, TIT. VI


Marcelo, lib. 4 de los Digestos

L ey X I. Si aquel a quien se le debía el camino o la carrera para que


usara de cierta clase de vehículo, hubiese usado de otro de diferente es­
pecie; se ha de examinar si perdió la servidumbre, así como si es otra la
condición de aquel que transportó mayor carga que la que le era permi­
tida; y si se reputará en este caso que hubiese hecho más de lo que de­
bía, como si hubiese usado de sendero más ancho, y conducido mayor
número de caballerías de las que le estaban permitidas, o si mezcló un
agua con otra. Y efectivamente, en todas estas preguntas no se pierde en
verdad la servidumbre, pero no se concede más que aquello que se pactó
que se tendría. § 1. Si el heredero hubiese impuesto alguna servidum­
bre sobre el fundo que le fue dejado bajo condición; ésta se extinguirá
en el caso de que se cumpla la condición del legado. Pero examinemos
si las servidumbres que se adquieren seguirán a favor del legatario. Y lo
que debe decirse con mayor verdad, es que siguen a éste.

DIGESTO, LIB. XV, TÍT. I


Marciano, lib. 5 de las Reglas

Ley X L . El peculio nace, crece, se disminuye, y muere; y por esto


decía elegantemente Papirio a Fronto, que el peculio era semejante al
hombre. § 1. Se preguntó de qué modo nace el peculio; y los antiguos
distinguen de esta forma, si el siervo adquirió lo que el Señor no tiene
necesidad de darle, esto se llama peculio; pero si túnicas u otras cosas
semejantes que el Señor le debía dar, no es peculio; esto supuesto, el
peculio nace de esta manera: crece cuando recibe aum ento; se dismi­
nuye cuando mueren los siervos vicarios, y perecen las cosas; y muere
cuando se quita.

DIGESTO, LIB. XVI, TÍT. III


Ulpiano, lib. 41 a Sabino

Ley XI. Lo que depositó el siervo, aquel en quien lo depositó lo vol­


verá de buena fe al siervo; porque no es conforme a equidad negar lo
que se percibió, y deberá volverlo a aquel de quien lo recibió; pero de
forma que lo vuelva sin dolo, esto es, que no haya ni aun sospecha de
culpa. Ultimamente explicó esto Sabino, añadiendo, que no intervenga
EL CUERPO DEL DERECHO CIVIL 101

causa alguna por la cual se puede juzgar que el Señor no quería que se
volviese. Esto se entiende si pudo sospechar que fue movido de razón
justa; pero basta que haya buena fe; y si el siervo había hurtado antes la
cosa, y lo ignoró aquel en quien estaba depositada, o creyó que el Señor
no había de llevar a mal esta paga, se puede libertar; porque así lo pide
la buena fe. Mas no solamente resulta la liberación por justas causas, si
se pagó al que estaba en servidumbre, sino también al manumitido o al
enajenado; conviene a saber, si alguno ignorantemente pagó al manumi­
tido o al enajenado. Lo mismo dice Pomponio que se ha de observar en
todos los deudores.

DIGESTO, LIB. XX, TÍT. IV


Pablo, lib. 5 a Plaucio

Ley XIII. Te vendí una casa, y dije que la posesión del primer año ha­
bía de ser para mí, y la de los siguientes para ti, y que las prendas que
había de dar al inquilino, fuesen para la seguridad del derecho de ambos.
Nerva y Próculo dicen que si las prendas no son suficientes para ambas
pensiones, primero me corresponden a m í todas ellas, porque no se ex­
presó si del importe de todas las prendas se había de pagar a los dos
a prorrata de lo que se debía. Pablo dice que es duda de hecho; pero
que es verosímil que se trató, que las prendas correspondiesen a cual­
quiera que se debiese la primera pensión.

DIGESTO, LIB. XXVI, TÍT. X


Papiniano, lib. 5 de las Respuestas

Ley V. La acción de cosa juzgada no se dará contra el curador, que


administró los negocios después de la muerte del furioso, así como no se
da contra los tutores, si constase que después de fenecido su cargo, no
intervino novación por consentimiento, y se transfirió la obligación con­
tra el curador y el tutor. § 1. El tu to r que dio caución de pagar la canti­
dad a que había sido condenado el padre del pupilo, con razón se excusa
de admitir la acción después de finalizar la tutela: no se dice lo mismo
respecto del que recibió dinero prestado en su nombre, y pagó por el
pupilo la cantidad en que fue condenado, a no ser que el acreedor hubie­
se contraído para que la cantidad pasase en autoridad de cosa juzgada.

DIGESTO, LIB. XXXV, TÍT. I


Gayo, lib. 3 en las leyes Julia y Papia

Ley LXIII. Cuando se lega así: si no se casase con Ticio;o así: si


ni con Ticio, ni con Seyo, ni con Mevio se casase; y finalmente si fueron
102 CAP. 12. LA CODIFICACIÓN DE JUSTINIANO

comprendidas muchas personas: se determinó que si casase con cual­


quiera de ellos, perderá el legado: y no parece que se comprende viude­
dad en tal condición, pudiendo casarse cómodamente con cualquiera
otra. § 1. Veamos si se legase así: si se casase con Ticio; y a la verdad si
honestam ente pudiese casarse con Ticio, no se dudará que si no cumplie­
se con la condición, se la excluirá del legado. Pero si este Ticio no fuese
digno de casarse con ella, se dirá que puede ella casarse con cualquiera
por beneficio de la ley; pues a la que se le manda casar con Ticio, se le
prohíbe cualquiera otro casamiento. Por esto si Ticio es indigno, es
como si generalmente se hubiese escrito: si no casase. Antes bien si es­
tamos por la verdad, es más grave esta condición que aquélla: si no casa­
se; porque se le prohíbe casar con todos los demás, y se le manda casar
con Ticio, que no corresponde a la estimación de su persona.
13
Gobernantes romanos
de Rómulo a Justiniano

Róm ulo, primer rey de Roma, 753-715. Numa Pompilio, 715-673.


Tulio Hostilio, 673-641. Ancus Marcius, 641-616. Tarquino el A n ­
tiguo. Lucio Tarquino Prisco, llamado “ el Viejo” , quinto rey de Roma,
616-578. Servio Tulio, sexto rey que permanece en el gobierno de 578-
534. Tarquino Soberbus (Tarquino el Soberbio), 534-510. Se funda
la República de Roma. Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquino Colatino
se convierten en cónsules, 509. Tiberio Graco (163-133 antes de J.
C.), es electo tribuno. Su programa es de reformas. En 133 antes de
J. C., reforma la redistribución de terrenos públicos para beneficio
de los pobres. Ese mismo año, el senado rechaza su nueva candidatura
y pospone las elecciones. Tiberio es asesinado en un m otín que se sus­
citó por esa causa, 133. Cayo Sempronio Graco (153-121 antes de J.
C.) es elegido tribuno. Introduce im portantes leyes y establece colonias
comerciales en Capua, Tarento y Cartago. Cuando busca ser reelecto
para un tercer año como tribuno, es muerto en los motines que ocurrie­
ron, 123-121. Cayo Mario (156-86 antes de J. C.) es cónsul por sexta
vez, habiendo servido antes como tribuno (119 antes de J. C.) y pretor
(115 antes de J. C.), asegurando la victoria para Roma en la guerra con­
tra Yugurtha, Africa (11-105 antes de J. C.), contra los invasores bárba­
ros en Aix (102 antes de J. C.) y contra los cimbrios en Vercelli (100
antes de J. C.), 100. Cinna, cónsul; se apodera de Roma con la ayuda
de Mario. Aterrorizan a la oposición y son Cónsules en 86 antes de J.
C. (Mario por séptima vez). Mario fallece en ese año y Cinna es muerto
en 84 antes de J. C., 87-84. Sila se hace dictador, mata o proscribe a la
mayor parte de sus opositores. En 79 antes de J. C., renuncia a su pues­
to y muere en 78, 82. Marco Emilio Lépido, cónsul (m. 77 antes de J.
C.), 78-77. Craso (115-53) y Pompeyo (106-48 antes de J. C.) son
cónsules, 70. Catilina es acusado por Cicerón de conspirar para apode-

103
104 CAP. 13. GOBERNANTES ROMANOS DE RÓMULO A JUSTINIANO

rarse del puesto por la fuerza, 63. Craso (115-53 antes de J. C.), Cayo
Julio César (101-44 antes de J. C.) y Pom peyo, integran el Primer Triun­
virato, 60. César se convierte en cónsul, 59. Pompeyo es nombrado
único cónsul por el senado romano, 52. Marco A ntonio (83-30 antes
de J. C.), Lépido (m. 13 antes de J. C.) y Octavio (63 antes de J. C.,
14 después de J. C.) forman el Segundo Triunvirato, 43. Reinados de
Octavio, conocido como Augusto, 31. Tiberio (42 antes de J. C., 27
después de J. C.), 14-13. Claudio (10 antes de J. C., 54 después de J.
C.), 41-54. Nerón (37-68) sucede a Claudio, quien fue envenenado por
Agripina, madre de Nerón, 54-68. Galba (4 antes de J. C., 69 después
de J. C.). General al mando del ejército romano en España, es procla­
mado emperador. Al aceptar a Galba la guardia pretoriana, Nerón se
suicida, 68-69. Galba (5 antes de J. C., 69 después de J. C.) es asesina­
do por Othón (32-69), quien obliga al senado a que le reconozca como
emperador. Al ser vencido en batalla, Othón se suicida, 69. Vitelio
(15-69). Em perador en lugar de Galba, es muerto en Roma al comba­
tir contra los partidarios de Vespasiano, 69. Vespasiano (9-79), pri­
mero de los emperadores Flavios. Aboga por un gobierno militar here­
ditario, asegurando así la sucesión de su hijo Tito, 69-79. Cneo Julio
Agrícola (37-93), gobernador de Britania, extiende la dominación ro­
mana en la isla, 78-85. Tito (39-81). Notable durante su reinado fue
la erupción del Vesubio (79), que causó la destrucción de Pompeya, 79-
81. Domiciano (65-96), 81-96. Nerva (35-98). Em perador que siguió
al asesinado Domiciano, 96-98. Trajano (53-117). Es el primer empe­
rador originario de las provincias, 98-117. Adriano (75-138), 117-138.
A ntonino Pío (86-161), 138-161. Marco Aurelio (121-180). Comparte
la autoridad imperial con Lucio Aurelio Vero, hasta la muerte de éste
(169). Filósofo estoico, Marco Aurelio es el autor, en griego, de las
Meditaciones, 161-180. Commodo (161-192), 180-192. Pertinax
(126-193). Muere asesinado por la guardia pretoriana, que “ vende”
después el cargo a Didio Juliano (133-193). Este último es ejecutado
por las tropas de Septimio Severo, 193. Septim io Severo (146-211),
193-211. Caracalla (188-217). En 211 asesina a su hermano Geta, 211-
217. Macrino (164-218). Instigó el asesinato de Caracalla, 217-218.
Heliogábalo (204-222). Asesinado por la guardia pretoriana, 218-222.
Alejandro Severo (208-235). Asesinado por sus soldados a raíz de ha­
ber concertado una paz humillante con los alamanni en la frontera del
Rhin, 222-225. Maximino Tracio (172-238) es hecho emperador por
las legiones del Rhin, pero el senado no reconoce su nombramiento.
Sus mismas tropas le dieron muerte, 235-238. Gordiano (225-244).
Muerto por M. Julio Filipo, el Árabe, quien le sucede en el trono, 238-
244. Filipo el Arabe. Pierde la vida en un combate contra Decio, gene­
ral de su ejército, 244-249. Decio (201-251). Es intensa su persecución
contra los cristianos. Decio es muerto en batalla por los godos, 249-251.
GOBERNANTES ROMANOS DE RÓMULO A JUSTINIANO 105

Galo (205-253), 251-253. Valeriano (193-260). Es en este periodo


que los francos, godos y atamanes irrumpen por las fronteras del Impe­
rio, haciendo que las ciudades de la periferia se protejan con murallas,
253-259. Gálieno (218-268). Es muerto por sus propios soldados, 259-
268. Claudio II (214-270). Muere por la peste, 268-270. Aureliano
(212-275). Consolida el imperio volviendo a las anteriores fronteras
danubianas. Hace retroceder a los alamanii y recobra las Galias. Aure­
liano alza murallas alrededor de Roma. Es asesinado por varios de sus
oficiales, 270-275. Tácito (200-276). Es muerto por sus tropas a pesar
de las victorias que logró contra los godos y otros invasores bárbaros,
275-276. Probo (223-282). Arroja a los invasores bárbaros de las Ga­
lias, pero es muerto por sus soldados, 276-282. Caro (223-283). A
su muerte, el ejército de Oriente elige como emperador a Diocleciano
(284), 282-283. Diocleciano. Divide el Imperio en una porción orien­
tal (Asia y Egipto), que él gobierna desde Nicomedia, y otra occidental
(Italia y Africa), que Maximiano gobierna desde Milán. Este es nom­
brado coaugusto por Diocleciano en 283, 284-305. Diocleciano. Mar­
zo 1?, escoge a Galerio como su sucesor (César) y Maximiano a Cons­
tancio como el suyo, 293. Diocleciano y Maximiano abdican y Galerio
(250-311), junto con Constancio (250-306), se convierten en empera­
dores coiguales, 305. Constantino I (Constantino el Grande) (285-337).
Cuando Diocleciano y Galerio no le eligen para suceder a su padre Cons­
tancio, se reúne con éste en Britania; pero cuando Constancio muere,
sus legiones aclaman a Constantino como emperador. Constantino surge
en calidad de único gobernante del Imperio, en Oriente y Occidente,
306-337. Constantino se convierte al cristianismo y persuade a Licinio
—en esa época coemperador en O ccidente— para que se una a él en la
promulgación del Edicto de Milán, que concede iguales derechos a to­
das las religiones y restituye a los cristianos sus bienes confiscados. Es
fundada Constantinopla. Al completarse la edificación de la ciudad,
Constantino la designa su capital, 330. Constantino II (m. 340), Cons­
tante I (m. 350) y Constancio II (m. 361); reinados de los hijos de
Constantino, 337-361. Julián (el Apóstata) (331-363), 361-363. Jo­
viano (331-364). Colocado en el trono por sus tropas, restablece el
cristianismo en el lugar que ocupaba antes del reinado de Julián el Após­
tata. Muere después de perder la Mesopotamia, 363-364. Valentinia-
no I (321-375). Designa a su hermano Valente coaugusto en Oriente
(364) y a su hijo Graciano coemperador en Occidente (367), 364-375.
Graciano (359-383). Hace a Valentiniano II (372-392), su medio her­
mano, coemperador de Occidente, 375-383. Teodosio vence y da muer­
te a los asesinos de Valentiniano II, su coemperador de Occidente. El
Imperio romano queda por breve tiempo bajo la autoridad de un solo
monarca, 394. Arcadio (377-408), hijo mayor de Teodosio, primer em­
perador romano de Oriente. Es oscurecido por su esposa, la emperatriz
106 CAP. 13. GOBERNANTES ROMANOS DE RÓMULO A JUSTINIANO

Eudoxia (m. 404), de origen franco, quien es la que en realidad gobier­


na, 395-408. Honorio (384-423), hijo de Teodosio. En este periodo
Roma pierde su poderío, 395-432. Valentiniano III (419-455), en Oc­
cidente. En 437 se desposa con la hija de Teodosio II, emperador de
Oriente. En 454 da muerte a Aecio (396-454), general de su ejército
y vencedor de los hunos en la batalla de Chalons (451); al año siguiente,
Valentiniano es asesinado por dos de los hombres de Aecio, 425-455.
Marciano (392-457) como emperador romano de Oriente. Hábil jefe
militar, se rehúsa (450) a pagar tributo a Atila (406-453), rey de los hu­
nos, quien entonces conduce sus ejércitos hacia Occidente, 456-457.
Los hunos, al mando de Atila, invaden las Galias. Son derrotados en
Chalons Ounio 541) por los romanos a quienes encabeza Aecio y sus
aliados visigodos bajo el mando del rey Teodorico I, quien pierde la vida
en la batalla, 451. Reinados de una serie de ineficaces y nominales em­
peradores romanos en Occidente: Petronio (455), A vito (455-457),
Mayoriano (457-461), Severo (461-465), A ntem io (467-472), Olibrio
(472), Glicerio (473), Julio Nepos (473-475), 455-457. León I (m.
474), 457-474. León I I (467-474), nieto de León I, le sucede como
emperador romano de Oriente, pero muere poco tiempo después, 474.
Zenón (426-491). En Oriente, 474. Róm ulo Augústulo (n. 461), último
emperador romano de Occidente. Es depuesto por Odoacro (434-493),
jefe bárbaro de Italia, quien es reconocido entonces como la cabeza de
facto del Imperio occidental por Zenón, emperador de Oriente, 475-476.
Anastasio I (430-518), bizantino (romano oriental). Construye una
muralla para proteger a Constantinopla (512), 491-518. Teodorico I
toma Ravena, recibe la bendición de Odoacro y luego lo manda asesi­
nar. Después de esto, Teodorico gobierna Italia. Muere en 526, 493.
Justino I (450-527) como emperador bizantino. Por ser analfabeto,
confía la administración del Imperio a su sobrino Justiniano, quien lo
sucede a su muerte, 518-527. Justiniano (483-565) como emperador
bizantino. Es fuertem ente influido por su esposa Teodora. Con ayuda
de sus generales Belisario y Narsés, lucha contra los vándalos y los per­
sas y reconquista Noráfrica, 527-565.
14
Algunas reglas del
derecho romano

El abogado debe alegar razones y no denuestos (Advocatus ratione,


non probris certare debet).
C. 2 , 3 , q . 7.

Lo accesorio sigue la naturaleza de lo principal (Accesorium natu-


ram sequí congruit principalis).
C. 42 de Reg. jur. in 6.

El que concede u otorga lo principal, concede lo accesorio (Princi­


póle concedens, concedit subinde accesorium).
L. 2 ff. de Jurisdit.

Cuando hay varias acciones respecto de una misma cosa, debe ejer­
citarse una sola (Quoties concurrunt plures actiones ejusdem rei nom i­
ne, una quis experiri debet).
Ulpiano.

Cuando concurren varias acciones sobre una misma cosa, particular­


mente si son penales, la una no se extingue por la otra (Numquam actiones
praesertim poenales, de eadem re concurrentes alia aliam consumit).
El que puede deducir acción, puede con mayor razón oponer excep­
ciones (Qui ad agendum admittitur, est ad excipiendum m ulto magis
admittendus).
C. 71 de Reg. jur. in 6.

No suelen pasar a los herederos las acciones penales provenientes del


delito, como son las del hurto, daño injusto, rapiña e injurias (In hae-

107
108 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

redem non solent actiones transiré, quae penales sunt ex maleficio, ve


lu tifu rti, damni, injuriae, vi bono rum raptorum, injuriarum).
Gayo.

Las acciones que perecen por la muerte del reo, pasan contra los
herederos, si se había contestado el pleito {Omnes actiones quae morte
aut tempore prereunt, semel ínclusae judicio salvae permanent).

L. 199 ff. de Reg. jur.

Lo mismo es uno tener por derecho acción alguna, que tenerla de


tal modo que pueda ser excluida por excepción (Nihil interest, ipso jure
quis actionem non habeat, an per exceptiomen infirmetur).
Paulo.

La obligación y la acción una vez extinguidas no reviven (.Actio seu


obligatio semel extincta, aplius non reviviscit).

L. 83 V ff. de Verb. Oblig.

El actor debe seguir el fuero del reo (Actor sequi debet rei forum ).

L. 21 tít. 5 lib. 2 de la R.

La prueba incumbe al actor (Actori incum bit probatio).

L. 2 ff. de Probation

No debe ser lícito al actor lo que no se permite al reo (N on debet


actori licere quod reo non perm ititur).
Ulpiano.

No probando el actor, debe ser absuelto el reo, aunque nada haya


hecho por su parte (Actore non probante, reus, etsi nihil praestiterit,
absolvitur).
C. 3 de Caus posses.

Cuando es oscuro el derecho de las partes se ha de favorecer más al


reo que al actor (Cum sunt partium jura obscura, reo favendum est po-
tius quam actori).
C. 4 de Reg. jur. in 6.
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 109

Los actos legítimos que no admiten día o condición, como la man­


cipación, la aceptilación, la adición de la herencia, la opción del escla­
vo y la dación del tu to r se vician totalm ente por el señalamiento de
día o de condición. Sin embargo, los actos indicados admiten alguna
vez de una manera tácita el día o la condición que, señalados expresa­
mente, los viciarían. Porque si yo hago la aceptilación a aquel que
promete bajo condición, se entiende que la aceptilación produce su
efecto sólo en el caso de que se cumpla la condición de la obligación;
pero si la condición está comprendida expresamente en las palabras de
la aceptilación se nulifica el acto (Actus legitimi qui non recipiunt diem
vel conditio nem, veluti mancipatio, acceptilatio, haereditatis aditio,
servi optio, datio tutoris, in totum vitiantur per temporis vel conditionis
adjectiomen; nonnumquam tamen actus supra scripti tacite recipiunt,
quae aperte comprehensa vitium adferunt. Nam si acceptum feratur
ei, qui sub conditione promisit, ita denum egisse aliquid acceptilatio
intelligitur, si obligationis conditio extiterit, quae si verbis nominatim
acceptilationis comprehendatur, nullius m om enti faciet actum).

Papiano.

Ordinariamente nos liberamos con actos contrarios a aquellos con


que nos hemos obligado. Cualquiera que sea la manera de adquisición,
perdemos lo adquirido con actos contrarios a aquellos por medio de los
cuales adquirimos. Y así como no puede adquirirse la posesión sin el
concurso del ánimo y del cuerpo, así tampoco puede perderse, sino in­
terviniendo actos contrarios a aquellos modos de adquirirla (Fere qui-
bus qum que modis obligamur iisdem in contrarium actis liberamur.
Cum quibus modis acquirimus, üsdem in contrarium actis amittimus.
Ut igitur nulla possessio adquirí nisi animo et corpore potest ita nulla
om ittitur, nisi in quautrumque in contrarium actum).
Paulo.

El que adquirió por autoridad del juez es poseedor de buena fe (Qui


auctore fudice comparavit, bonae fidei possessor est).
Ulpiano.

Lo que una vez se aprobó, no puede ya desaprobarse (Quod non est


correctum, stare non prohibetur).
L. 32 fin C. de Appellat.

A los peritos de un arte se les debe creer {In quacunque arte ejus pe-
ritis fide adhibenda est).
C. 4 de Probat.
110 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

La buena fe favorece al poseedor tanto como la verdad, siempre que


la ley no lo impide (Bona fides tantum dem possidenti praestat, quan­
tum veritas, quoties lex impedimento non est).
Paulo.

En los casos dudosos debe preferirse siempre lo que fuere más be­
nigno (Semper in dubiis, benigniora prae ferenda su n t).
Cayo.

En los casos fortuitos no se presume culpa si no se prueba (Culpa in


casibus fortuitis non praesumitur nisi probetur).

L. 18 § 1 ff. de Probat.

Al caso fortuito nadie está obligado sino por culpa, pacto o tardan­
za (Excasu fortuito quis tenetur si praecessit culpa, pactum vel mora).
El que puede hacer de modo que la condición se cumpla, se conside­
ra que puede cumplirla (Qui potest facere ut possit conditioni parere,
jam posse videtur).
Paulo.

Luego que llega a existir la condición, se retrotrae al tiempo de la


obligación, de modo que ésta se reputa pura desde el principio (Quando
cumque existit conditio, retrotraihitur ad tempus dispositionis factae,
ita u t ab initio pura censeatur).
L. 8 § 1 ff. de Pericul.

La confesión hecha una vez, no puede retractarse sino en el acto


(Confessio semel facta nequit revocari nisi incontinenti).

L. 7 de Testib cogend.

El que calla parece que consiente (Qui tacet consentiré videtur).

C. 43 de Reg. jur. in 6.
El que calla, en realidad no confiesa; pero al menos es cierto que no
niega (Qui tacet, non utique fatetur, sed tom en verum est, eum non
negare).
Paulo.

El que ve y no impide, pudiendo, el daño que otro le hace en sus


cosas, se entiende que lo consiente (Qui videt et non impedit, cum pos-
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 111

sit, damnum quod abio rebus suis infertur illud consentiré intelligetur).
Las convenciones de los particulares no derogan el derecho público
(Privarorum conventio juri publico non derogat).
Ulpiano.
Bajo el nombre de cosa se comprenden las causas y los derechos (Rei
appellatione causae et jura continentur).
L. 23 ff. de V. S.
Una misma cosa puede debérsenos por muchos títulos, pero no pue­
de ser nuestra por muchas causas (Non, ut ex pluribus causis deberi no-
bis idem potest, ita ex pluribus causis idem possit nostrum esse).
Paulo.

La costumbre es la mejor intérprete de las leyes (Consuetudo est óp­


tima legum interpres).
L. 9 C. de Pignorat action.

No puede ser peor sino mejor la condición de los que han contesta­
do la demanda que la de aquellos que no la contestaron (Non solet de-
terior conditio fieri eorum, qui litem contestati sunt, quam si non: sed
plerumque milior).
Paulo.
Nadie puede ser forzado a permanecer en comunidad (Nemo invitus
compellitur ad conmunionem).
No son defraudados los acreedores cuando el deudor deja de ad­
quirir, sino cuando disminuyen en algo sus bienes (Non fraudantur cre-
ditores; cum quid non acquiritur a debitore, sed cum quid de bonis
diminuitur).
Ulpiano.
El argumento que se tom a del absurdo es válido en derecho (Argu-
m entum ab absurdo validum in jure est).
C. 14 de Praebend in 6.

En derecho vale el argumento que se forma del sentimiento contra­


rio (Argumentum á contrario sensu in jure validum prorsus est).

L. 20 § 6 ff. de Qui testam.

Todo lo que se contrae por derecho, se disuelve por un derecho con­


trario (Omnia quae jure contrahuntur, contrario jure pereunt).
Gayo.
112 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

La culpa lata se compara al dolo (Culpa lata dolo comparatur).


El grande descuido es culpa y la culpa grande dolo (Magna nigli-
gencia est culpa, magna culpa dolus est).
L. 12 6 f f . d e V. S.

No se entiende que recibe daño alguno aquel que lo recibe por su


culpa (Quod quis ex culpa sua damnum sentit, non intelligitur damnum
sen tire).
Pomponio.

Es interés de la República que no queden impunes los delitos (Rei-


publicae interest, né delicia maneant impunita).

L. 51 § 2 ff. Ad leg Aquil.

El delito debe castigarse donde se cometió (Crimen ubi m ommissum


est puniri debetX
C. 1 de Raptor.

El derecho nace del hecho (Jus ex facto oritur).


Paulo.

El derecho público no puede renunciarse por los particulares (Juri


publico non potest á privatis renuntiari).
L. 38 ff. de Pact.

En el derecho civil toda definición es peligrosa, porque casi siempre


se la puede echar por tierra (Omnis definitio in jure civili periculosa est.
Parum est enim u t non subvertí posset).
Javoleno.

Por ningún derecho civil pueden quitarse los derechos de la sangre


{Jura sanguinis nullo jure dirimí possunt).
Pomponio.

Ninguno hace daño o injuria, sino aquel que hace lo que no tiene
derecho de hacer {Nemo damnum facit, nisi qui id facit, quod facere jus
non habet).
Las cosas que se hacen contra derecho, se reputan no hechas {Quae
contra jus fiu n t debet utiqué pro infectis habere).

C. 64 de Reg. jur. in 6.
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 113

No puede carecer de dolo el que no obedeció el mandato del magis­


trado (Non potest dolo carere, qui imperio magistratus non paruit).

Javoleno.

Hace el daño el que manda hacerlo y carece de culpa el que tiene


necesidad de obedecer (Is damnum dat, q u í jubet daré ejus vero nulla
culpa est, cui parere necesse sit).
No se hace más pobre el que deja de adquirir, sino el que da algo de
su patrimonio (Non fit pauperior qui non admitit, sed qui de patrimo­
nio suo dedit).
L. 5 § 3 ff. de Donat int.

A los malhechores, consejeros o encubridores debe ser dada igual


pena (Facientes et consentientes aequali poena puniuntur).

c. 29 de Sentet excom.

Ni pactando, ni imponiendo condiciones, ni estipulando puede algu­


no adquirir seguridades para un tercero (Nec pacis cendo, ñeque legem
diciendo, nec stipulando quisquam alteri cavere p o te st).
Q. M. Scevola.

En todas las cosas y muy particularmente en el derecho, debe aten­


derse a la equidad (In ómnibus quidem, máxim e tateur in jure, aequitas
spectanda, sit).
Paulo.

Es de equidad y de derecho natural que nadie puede hacerse más


rico con detrimento o injuria de otro (Jure naturae aequm est, neminen
cum alterius detrimento et injuria fieri locupletiorum).
Pomponio.

El que se deja engañar a sabiendas, no puede querellarse como hom­


bre engañado (Scienti et consentienti non f i t injuria ñeque dolus).

L. 145 ff. de Reg. jur.

El esclavo no puede usucapir, porque no parece que pueda poseer el


que es poseído (Qui in servitute est, usucapere non potest; namcum
possideatur posidere non videtur).
Ulpiano.
114 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

De nadie se juzga que quiso lo que no expresó (.Nullus consetur va-


luisse quod non expressit).
C. 12 de Decim.

El actor debe seguir el fuero del reo (Actor sequi debet reí forurri).

L. 21 tít. 5 lib. 2 de la R.

A nadie debe favorecer su fraude o dolo (Nulli fraus sua vel dolus
patrocinan debet).
C. 16 de Rescrip.

Si no se puede favorecer a uno de dos sin perjuicio del otro, vale


más no favorecer a ninguno (Si non potest alicui subveniere, nisi alter
laedatur, com m odius est neutrum juvari, quam gravari alterum).

C. 10, 14. q 5.

La cosa que perece por caso fortuito, la pierde su dueño (Res, quae
casu fo rtu ito perit, suo domino perit).
Generalmente, cuando se trata de un fraude, no se considera lo que
tenga el actor sino lo que su contrario le haya impedido tener (Generali-
ter cum de fraude disputatur, non quid habeat actor, sed quid per ad-
versarium habere non putuerit, considerandum est).
Papiano.

Los frutos pendientes son parte de la cosa (Fructus quamdiu solo


cohaeret fu n d i pars sunt).
L. 44 de Rei vindic.

Lo que se hace por la m ayoría de los miembros de una ciudad, cole­


gio o comunidad, se entiende hecho por la totalidad (Quod major pars
civitatis, collegii, vel conmunitatis, facit, a bomnibus factum videtur).

L. 19 ff. de Ad Municip.

La más pequeña variación en el hecho hace variar el derecho (Jus


totum per miniam fa cti m utationem mutatur).
L. 31 ff. de Excusat tutor.

Al que está obligado a hacer se le compele a que haga (Obligatus ad


actum praecise facere compellitur).
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 115

El que no hace lo que debe hacer, se reputa que hace lo contrario,


por cuanto que no hace; y el que hace lo que no debe hacer, no se con­
sidera que haga lo que se le ha ordenado hacer. (Qui non facit quad fa-
cere debet, videtur facere adversus ea, quae non facit; et qui fa cit, quod
facere non debet, non videtur facere id, quod facere jussus est).
Se presume hecho lo que se acostumbra hacer (Factum praesumitur
quod fieri consuevit).
L. 14 ff. Anmius legat.

Lo que uno no quiere para sí, no debe hacerlo a otro (Quod tibi
non vis, alteri ne facías).
C. 1 4 D. 50.

Lo que se hace o se dice en el calor de la ira no se tiene por hecho


ni dicho, sino cuando por la perseverancia se conozca que tal ha sido
la intención. Y por lo mismo, la mujer que vuelve prontam ente a la
casa del marido no se juzga que la ha abandonado (Quicqued in calore
iracundiae vel fit, vel dicitur, non prius ratum est, quam si perseverantia
apparuit, judicium animi fuisse. Ideoque brevi reversa uxor nec diver-
tisse videtur).
Paulo.

Es disimulable la ignorancia sobre hecho ajeno, pero no sobre el


propio (In alieni, secus proprii ignorantia facti tolerabilis est error).

L. fin ff. Pro Socio.

Excusa la ignorancia del hecho, pero no la del derecho (Ignorantia


facti, non juris excusat).
C. 13 de Reg. jur. in 6.

Los que suceden a otro en todos sus derechos, se reputan como here­
deros (Hi qui in universum fus succedut, haeredis loco habentur).
Paulo.

El heredero tiene el mismo poder y derecho que el difunto (Haere-


dum efusdem potestatis jurisque esse, cujus fu it defunctus constat).
Ulpiano.

El que una vez llega a ser heredero, no deja de serlo (Qui semél est
haeres, nunquam desinit esse haeres).
L. 88 ff. de Haered instit.
116 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

No quiere ser heredero el que quiso transferir a otro la herencia (Non


vulthaeres esse, quid ad alium transfere voluit haereditatem).
Ulpiano.

El que no puede ser heredero, aunque quiera, tampoco puede re­


nunciar la herencia (Quod Puis si velit habere non potest, id repudiare
non potest).
Paulo.

Herencia no es otra cosa que la sucesión en todos los derechos que


tenía el difunto (Haereditas nihil aliud est, quam succesio in universum
jus, quod defunctus habuerit).
En cualquier tiempo que se acepte una herencia, se entiende acepta­
da al tiempo de la muerte (Omnis haereditas, quamvis postea adeatur,
tamen cum tem pore mortis continuatur).
Paulo.

No parece que ha muerto sin hijos el que ha dejado a su mujer en­


cinta (Si quis praegnanten uxorem reliquit, non videtursine liberis de-
cessisse).
No todo lo que es lícito es honesto (Non om ne quod licet, hones-
tum est).
Paulo.

Lo que es nuestro, no puede pasar a otro sin algún hecho nuestro


(Id quod nostrum est, sine facto nostro ad alium transferri non potest).

Pomponio.

Aquello que es imposible dar o que no existe en la naturaleza de las


cosas se tiene por no puesto (Ea quae daré impossibilia sunt, vel quae in
rerum natura non sunt, pro non adjetis habentur).
Paulo.

Lo imposible no produce obligación alguna (Impossibilium nulla


obligatio est).
Celso.

Más vale dejar impune el delito que condenar a un inocente (Satrus


est im punitum relinquere facinus, quam innocentem damnore).
Lo mismo es no ser, que ser inútil (Paria sunt non esse et inutiliter
esse).
L. 1 § 2 ff. Quod Cujus univers.
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 117

El juez no debe juzgar a las leyes sino según las leyes (Judex non de
legibus, sed secundum leges debet judicare).
C. 3 D. 4.

Todos los juzgadores deben ayudar a la libertad, porque es amiga de


la natura (Libertas ómnibus rebus favorabilior).
L. 122 ff. de Reg. jur.

El juez deja de serlo luego que remite-la causa al superior (Judex


desinit esse ex quo causam retulit superiori).
C. 5 de Offic. deleg.

Los actos de juez en lo que no toca a su oficio, no son válidos (Fac-


tum a Judice quod ad officium ejus non pertinent, ratum non est).

Paulo.

Impunemente se desobedece al juez que hace justicia fuera de su


territorio (Extra territorium jus dicenti non pare tur impune).

L. fin ff. de Juris dit.

El juez que traspasa los límites de su jurisdicción se le reputa como


hombre privado, y se le puede resistir (Judex qui suae jurisdictionis li­
mites excedit, u t privatus habetur, ei que p otest resistí).
A quien es lícito hacer lo más, debe ser lícito hacer lo menos (Non
debet, cui plus licet, quod minus est, non licere).
Ulpiano.

En casos dudosos es mejor favorecer al que reclama lo suyo que al


que intenta lucrar (In re obscura melius est favere repetitioni, quam
adventitio lucro).
Ulpiano.

El que compra contra las leyes se presume que no tiene buena fe


(Qui contra jura mercatur, bonam fidem praesumitur non habere).
C. 82 de Reg. jur. in 6.

Las cosas que no se prueba que están prohibidas, se reputan lícitas y


permitidas (Quae non probantur prohibita, licita et permissa censentur).

L. 28 § 2 ff. Ex. quib caus.


118 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

Ninguno debe enriquecerse con perjuicio de otro (Nemo cum alte-


rius damno locupletior fieri debet).
Cuando hay dos que cuestionan respecto del lucro, es mejor la causa
del que posee (Cum de lucro duorum quaeratur, melior est causa possi-
dentis).
Ulpiano.

Cuando no hay ley, el juicio se deja al arbitrio del juez (Quando ca­
non vel lex déficit, judicium relinquitur arbitrio judicis).

C. 3 § fin 13 q 12.

Donde milita la misma razón de la ley, debe tener lugar la misma ley
(Ubi eadem est ratio, eadem debet esse juris dispositio).

L. 12 ff. de Legib.

Cuando la ley no distingue, ninguno debe distinguir (Ubi lex non


distinguit, nec nos distinguere debemus).
L. 32 ff. de Recept qui arbitr.

Interpretar la ley es propio del que la da (Ejus est interpretan, cujus


est condere).
C. 12 de Judie.

La ley ve los hechos y no las voluntades (Lex opus inspicit non vo­
lunta tem).
C. 13, 15 q 1.

La ley debe guardarse aunque parezca dura (Lex quamvis dura, ser-
vanda est).
L. 12 § 1 ff. Qui et a quib.

Es más útil a las Repúblicas que sus leyes sean permanentes, que
mudarlas con frecuencia so pretexto de mejorarlas (Magis expedit Rei-
publicae firmas et permanentes habere leges, quám pretextu meliorum
saepé m u tare).
L. 2 ff. de Condtit princip.

Es conforme a la razón que se sujete a la ley el que la dicta (Quili-


bet, ratione sic dictante, pati debet legem quam ipse tullit).
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 119

La ley correctoria no se amplía por igualdad ni m ayoría de razón


(Lex corectoria non ampliatur a paritate, quin nec a majaritate rationis).

L. 14 ff. de Legib.

Las leyes favorecen al diligente y no al omiso (Vigilantibus et non


durmientibus jura subvenium).
L. 24 ff. de Quae in fraud creditor.

En vano invoca el auxilio de la ley el que obra contra ella (Legis


auxilium frusta invocat qui com m itit in legem).
C. 14 de Usur.

El mandato, no habiendo empezado la cosa, acaba por la muerte del


mandante o del mandatario (Mandatum, re integra, m orte mandatarii
vel mandantis finitur).
L. 15 C. Mand —L. 15 ff. de Jurisdict.

En los matrimonios debe considerarse siempre, no sólo lo que sea


lícito, sino también lo que sea honesto (Semper in conjunctionibus non
solum quid liceat, considerandum est: sed et quid honestum sit),

Modestino.

No es violento poseedor de mala fe el que ha pagado el precio de la


cosa (Nemo praedo est, qui pretium numeravit).
Ulpiano.

Al que niega no le toca probar (Negantis factum nulla est proba­


torio).
C. 11 de Probat.

El consentimiento y no el concúbito es lo que forma las nupcias


(Nuptias non concubitus, sed consensus facit).
Ulpiano.

Lo que es nulo, no produce efecto alguno (Quod nullum est, nullum


producit effectum ).
C. 52 de Reg. ju r in 6.

Para los negocios y obligaciones no se hallan en el mismo caso los


furiosos y los que pueden hablar, aunque no entiendan aquello de que
120 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

se trata. El furioso no puede contraer en manera alguna; pero el pu­


pilo puede hacerlo todo con intervención de su tu to r (In nogotiis con-
trahendis alia causa habita est furiosorum, alia eorum q u i fari possunt,
quamvis actum rei non intelligerent: Nam furiosus nullum negotium
contrahere potest: pupilus omnia tutore agere p o te st).
Paulo.

En todas las obligaciones en que no se señala día, se deben desde


luego CIn ómnibus obligationibus, inquíbus dies non ponitur, praesenti
die debe tur).
Pomponio.

Nada puede pedirse antes del tiempo que por la naturaleza de las
cosas sea imposible pagarlo: y cuando en la obligación se ha señalado el
día en que deba cumplirse, nada se puede exigir hasta que haya pasado
(Nihil p eti potest ante id tempus, quo per rerum naturam persolvi pos-
sit, et cum solvendi tem pus obligationi additur, nisi eo praeterito peti
nonpotest).
Celso.

La cosa que no tiene dueño, la hace suya el primero que la ocupa


(Quod nullius est, primo occupanti acquiritur).
Es mejor tener la cosa que acción a ella (Melius est habere rem,
quám actionem ad illam).
Es menos tener acción a la cosa que tener la cosa (Minus est actio­
nem habere, quám rem).
L. 204 ff. de Reg. jur.

El acreedor que permite que se venda la cosa empeñada, pierde el


derecho de prenda (Creditor qui perm ittit ren venire, pignus adm ittit).

Gayo.

El que de dos consecuencias niega una, se presume que afirma la otra


(Qui ex duobus illatis alterum negat, reliquum affirmare praesumitur).

C. 5 de Praesumption.

Los pactos contra las buenas costumbres, las leyes o la honestidad,


no tienen fuerza alguna (Pacta contra bonos mores, vel leges, vel contra
honestas consuetudines nullius sunt m om enti).
C. 2 , D. 8.
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 121

La cosa es de su dueño, sea quien fuere el poseedor (Res, ubicum-


que sit, pro suo dominio clamat).
L. 44 ff. de Condit. indeb.

Donde no hay culpa, no cabe la pena (Ubi culpa non est, non debet
esse poena).
L. 49 § 1 ff. Ad Ley Aquil.

Sin culpa ni proceso, ninguno debe ser castigado (Sine culpa, nisi
subsit causa, non est aliquis puniendus).
C. 23 de Reg. jur. in 6.

El que es primero en tiempo, tiene un derecho preferente (Qui prior


est tempore, potior est jure).
C. 24 de Reg. jur. in 6.

A cualquiera es lícito reedificar su propia casa con tal que no ofen­


da arbitrariamente la propiedad de otro, sobre la cual no tenga derecho
(Domum suam reficere unicuique licet, dúm non officiat invito alteri, in
quo jus non habet).
Ulpiano.

El que promete hacer algo, está obligado a hacerlo: si no lo hace o


no puede ya hacerlo, está obligado al interés (Qui factum promissit, ad
factum tenetur: si non fecit, vel amplius non potest fieri, ad interesse
obligatur).
L. de Action empt.

Las palabras se interpretan según la costumbre del lugar (Verba ex


consuetudine regionis interpretationem accipiunt).

L. 18 § 3 de Instrum legat.

La paga comprende todos los modos de libertarse de obligaciones


(Solutio omnen speciem liberationis continent).
L. 54 ff. de Solution.

El poseedor de mala fe no gana por prescripción en ningún tiempo


(Possessor malae fidei ullo tempore non praescribit).

C. 2 de Reg. jur. in 6.
122 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL LZRECHO ROMANO

No habiendo posesión, no puede ganarse la prescripción (Sine posse-


sione praescripto non proced.it).
C. 3 de Reg. jur. in 6.

El que no quiso lo que pudo, y no pudo lo que quiso, nada hizo (Qui
quod p o tu it noluit, et quod voluit non potut, nihil fecit).

L. 3 ff. de Reg. dub.

Las cosas favorables se han de aplicar más bien al reo que al actor
(Favorabiliores rei potius, quam actores habentur).
Gayo.

La ausencia por causa de la República no debe perjudicar ni al ausen­


te ni a otro alguno (Abstentia ejus qui Reipublicae causa abest, ñeque
ei, ñeque alii dammosa esse debet).
Ulpiano.

El que una vez renunció su derecho, no puede alegarlo después (Qui


juri suo semél renuntiavit, non valet posteá ad ipsum redire).

C. 16 de Election.

Entiéndase por Regla una breve narración de la cosa, no para que la


misma regla forme un derecho, sino por el contrario, la regla debe ema­
nar de un derecho previamente establecido. La Regla pues, debe ser una
sucinta narración de la cosa o, como dice Sabino, un compendio de ella,
cuya regla deja de llenar ese objeto desde el mom ento en que adolece de
algún defecto. (.Regula est, quae rem, quae est, breviter enarrat: non u t
ex regula jus sumatur: sed ex jure, quod est, regula fiat. Per regulam
igitur brevis rerum narratio traditur, et, u t ait Sabinus, quasi causae con-
jectio est, quae sim ul cum in aliquo vitiata est, perdit officium suum).
Paulo.

Aquellas cosas que no pueden dividirse en partes, se deben solidaria­


mente por cada uno de los herederos (Ea quae in partes dividí non pos-
sunt, solida a singulis haeredibus debentur).
Marcelo.

El socio de mi socio no es mi socio (Socii m ei socius, meus socius


non est).
Ulpiano.
ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO 123

Ninguno puede trasmitir a otro un derecho mayor que el que él


mismo tiene (Nemo plus juris ad alium transferre potest, quam ipse
haberet).
Ulpiano.

Lo que no tiene tiempo señalado para hacerse, puede hacerse en


cualquiera (Quod nullum habet tempus praefinitum, quo cumque vitae
spatio potest fieri).
L. 10 ff. de Credit et demonst.

La voluntad del testador y la institución de heredero no pueden de­


pender de otro ( Voluntas testatoris et haeredis institutio non debet ab
aliquo pendere arbitrio).
C. 4 de Reg. jur.

La voluntad del testador se puede variar hasta que muere ( Voluntas


testatoris pro lege habetur).
C. 7 D. 34.

Lo que está escrito en el testam ento de tal modo que no pueda en­
tenderse, es lo mismo que si no estuviera escrito (Quae in testamento ita
sunt scripta, u t intelliginon possint, perinde sunt, ac si scripta nom es-
sen t).
Q. M. Scevola.

En los testigos debe atenderse más a sus calidades que a su número


( Testium non tam m ultitudo quám qualitas consideranda est).

C. 32 de Testib.

El dicho de un testigo es como el de ninguno (Dictum unius dictum


nullius).
L. 9 § C. de Test.

Ninguno puede ser testigo en causa propia ( Testis in causa propia


nüllus deponere valet).
C. 12 de Testib.

Lo que a todos interesa por todos debe aprobarse (Quod omnes tan-
git ab ómnibus debet aprobari).
C. 22 de Reg. jur. in 6.
124 CAP. 14. ALGUNAS REGLAS DEL DERECHO ROMANO

La cosa juzgada es la verdad legal (Res judicata pro veritate accipitur).

Ulpiano.

La palabra varón se tom a comúnmente por el sexo; pero a veces se


designa la fuerza, y a veces la edad ( Vir com m uniter sum itur pro sexu;
aliquando pro virtute; aliquando pro aetate).
C. 17, 32 q. 7.

El loco y el que está bajo interdicción judicial de sus bienes, no tie­


nen voluntad (Furiosi, vel ejus cui bonis interdictum sit, nulla voluntas
est).
Pomponio.

La voluntad aunque sea forzada es voluntad (Coacta voluntas, vo­


luntas est).
L. 21 § 4 de eo quod metus causam.
15
Locuciones latinas de
uso frecuente

Actio est fus persecuendi in juditio, quod sibi debetur: acción es el


derecho de reclamar enjuicio lo que se nos debe.
Actio de familiae erciscunde: acción de reparto de bienes de fami­
lia, de la herencia.
Actio de com m uni dividundu: la acción para dividir la cosa común.
A ctio de finium regundorum: la acción para definir los límites de
las heredades.
Altius non tollendi: no levantar más alto.
Alterum non laedere: no dañar a ninguno.
A rbiter: que interviene conforme a la equidad.
Bonae fidei: de buena fe.
Confarreati: la consumación nupcial.
Concubinatus per leges nomen assumpti, extra leges penan est'. el
concubinato que está reglamentado por la ley no toma su nombre de
la ley.
Coem ptio: la compra o simulación de venta de la mujer al marido.
Connubium: derecho para contraer matrimonio.
Connubium est uxoris, jure ducende facultad: la potestad de poder
contraer matrimonio con una mujer conforme a la ley.
Consuetudo est óptima legis interpres: la costumbre es la mayor in­
térprete de la ley.
Dico, dices, dicere, dici, dictum: declarar.
Dies ad quam : día hasta el cual o hasta el que.
Dies certum ad certum cuando: día cierto y cierto cuándo.
Dies certum ad inccrtum' cuando: día cierto pero incierto cuándo.
De stricti juris: de estricto derecho.
De internis nec eclessia judicat: de la intención ni la iglesia juzga.
Distingue témpora, et habebis jura: busca el tiempo y encontrarás
el derecho.

125
126 CAP. 15. LOCUCIONES LATINAS DE USO FRECUENTE

Jus sacrum est publicum jus in magistratibus in sacerdotibus consis­


tir: el derecho público sacro consiste en relacionar las cosas santas, las
actividades sacerdotales y las cosas de los magistrados.
Dominium est jus utendi fruendi et abutendi de re quatenus juris
ratio patitur: dominio es el derecho de usar, disfrutar y disponer de
una cosa en tanto nos lo permita la razón y el derecho.
Dura lex set nata lex: la ley es dura pero es la ley.
Dolus: mala intención.
Duorum pluriunve in idem placitum concensus: el acuerdo de dos
personas acerca de una misma cosa.
Exceptio m etus causa: la excepción fundada en la violencia.
Extra annun judicium non dabo: fuera del año no administro justicia.
Error: error.
Fraus sua nemine servit: a nadie aprovecha su propio fraude, a na­
die es lícito enriquecerse.
Furtum: robo.
Familia est, plures personas quae sunt, sub unius potestate: la fami­
lia está constituida por todas las personas que se encuentran sometidas a
una potestad.
Testes stole: tom ar testigos.
Honeste vivere: vivir honestamente.
Haereditas jacens est quo nondun adita est: herencia yacente es
aquella que aún no ha sido entregada.
Interpretatio est legis explicatio: la interpretación es la explicación
de la ley.
Intra annun judicium dabo: yo administro justicia durante el año.
Imperium: mando para ejecutar las resoluciones.
Inveterata consuetudo, jus moribur constitutum : la costumbre lar­
gamente practicada constituye el derecho consuetudinario.
Infans conceptus pro natu habetur, quoties de com m odis ejus agi-
tur: al infante concebido se le tiene por nacido para todo aquello que
lo favorezca o que lo beneficie, o que se haga en su provecho.
Jus civile est propium civium romanorum: el derecho civil es pro­
pio de los ciudadanos romanos. Gayo.
Jus civile est quod cuisque populus, ipse sibi jus constituit: derecho
civil es aquel que cada pueblo ha constituido para sí.
Jus gentium est quod naturalis ratio, inter omnes ominis constituit,
id apud omnes populos peraeque custoditur: derecho de gentes es aquel
que la razón natural constituyó entre todos los hombres y que todos los
pueblos guardan por igual.
Jus naturalis est quod natura omnia animalia docuit quae in térra,
quae in coelo, quae in mari nascuntur: derecho natural es aquel de que
ha dotado en la naturaleza a todos los animales que han nacido en la
tierra, en el cielo y en el mar.
LOCUCIONES LATINAS DE USO FRECUENTE 127

Jus privatum est quod ad singulorum utilitatem pertinent: el derecho


privado es aquel que se refiere a los intereses de los particulares.
Jus publicum est quod ad statum rei romanae spectat: derecho pú­
blico es aquel que se refiere a la cosa romana.
Publicum jus in sacri, in sacerdotibus, in magistratibus consistit: el
derecho público consiste en relacionar las cosas santas, las actividades
sacerdotales y de los magistrados.
Jus suum quique tribuere: Darle a cada quien lo que le corresponde.
Jus est ars boni et aequi, justi atque injusti scientia: el derecho es el
arte de lo bueno y de lo equitativo, la ciencia de lo justo y de lo injusto.
Ulpiano.
Justitia est constans et perpetua voluntas, jus suum cuique tribuendi:
justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo que
le corresponde o le pertenece.
Jus non scriptum est quod usus comprabit : el derecho no escrito es
aquel que se comprueba por el uso y la costumbre.
Jus gentium est quod gentes humanae u tu n tu r: derecho de gentes
es aquel que se celebra o practica por todas las criaturas humanas. Gayo.
Jus dicitur quod semper aequm ac bonum est: derecho es todo
aquello que es bueno y equitativo. Paulo.
Jus pretorium est quod pretoris introduxeron adyuvandi vel suplen-
di, vel corrigendi juris civile gratia propter titilitatem publicam : derecho
pretorio, es aquel que los pretores introdujeron con el fin de coadyuvar,
de suplir o corregir el derecho civil por gracia de utilidad pública.
Jus in re: derecho en la cosa.
Jus juris: derecho.
Jurisprudencia est divinarum, atque humanarum rerum notitia, justi
atque injusti scientia: jurisprudencia es el conocimiento de las cosas hu­
manas y divinas, por medio de la ciencia de lo justo y de lo injusto.
Juris praecepta sunt haec: éstos son los mandamientos del derecho.
Judex est persona legitima, juris et aequi peritus de negotius et con-
troversius, litigotorum congnocendi et decindendi, potestate praedi-
tur: juez es la persona legítima, perita en el derecho y en la equidad y
dotada de la potestad de conocer y resolver de los negocios y de las con­
troversias que se suscitan entre los litigantes.
Legis actiones: acciones de la ley.
Lex naturalis est non scripta sed nata lex, quod non dedicimus, ac-
cepimus ligibus, verun ex natura ipsa arripuimus: ley natural es aquella
que no ha sido escrita, sino que es una ley innata, que no aprendimos,
ni tomamos, ni leimos, sino que la adquirimos de la misma naturaleza.
Lex est ordinatio rationis ac bonum communem, ab eo qui curam
comunitatis, habet promulgata: la ley es un ordenamiento de la razón
dada y promulgada para el bien común, por aquel que tiene a su cuida­
do la comunidad.
128 CAP. 15. LOCUCIONES LATINAS DE USO FRECUENTE

Litis: contienda.
Litis contestatio: contestación a la demanda.
Legatii augusti: representante del emperador.
Libellus est brevis scriptura, quo actoris petitio d efa cta et de agen-
dae fundam ento, clarae et distinctae judici proponitur, ab obtinendum
quod sibi debetur: demanda es una breve narración, en la que el actor
propone su petición de una manera clara y distinta, con los fundamen­
tos de hecho y de derecho en que se apoya, para obtener en juicio lo
que se le debe.
Metus anima illata: coacción metida en el alma.
Metus corpore illata: coacción metida en el cuerpo.
Munus numus non parit: el dinero no produce dinero.
Metus: miedo.
Matrimonium est maris et fem ine conjunctio et consortium omnis
vitae divini et humani juris comunicatio: matrimonio es la unión del
hombre y la mujer, una asociación de toda la vida, que implica la comu­
nidad de intereses en lo humano y en lo divino o sea, intereses econó­
micos y religiosos.
Matrimonium est viri et mullieri conjunctio individuam vitae con-
suetudinem: el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con
el objeto de formar una sociedad.
Manus mercantil: poder mercantil.
N em ini locupletarii licet, cum jactura alterius: a nadie es lícito enri­
quecerse en perjuicio de otro.
Nullum est negotium nihil actum est: si es nulo el negocio no hay
acto jurídico.
Nisi navit ex asia venerit: entre tanto viene la nave de Asia.
Nihil volitur quin praecognitur: nada existe en la voluntad sin que
antes esté en la inteligencia.
N on om ne quod licet prescriptum est: no todo aquello que es bue­
no o que está perm itido se encuentra prescrito, ordenado, regulado,
mandado y comprendido en la ley.
Ordinatio juditia: juicio ordinario o procedimiento formulario.
Extraordinaria juditia: juicio extraordinario.
Obligatio est juris vinculum quo nececitate adstringimur alicuyus
solvendae rei secundum nostra civitatis jura: la obligación es el vínculo
de derecho, por el cual nos vemos obligados a resolver alguna cosa con­
forme a las leyes de nuestra ciudad.
Omne jus ex facto oritur: todo derecho nace de un hecho.
Omne jus quod utimur, vel ad personas, velad res, velad actiones per-
tinent: todo el derecho de que hacemos uso, pertenece bien a las perso­
nas, bien a las cosas, bien a las acciones.
Patria potestas in pietate debet, non in atrocitate consistere: la pa­
tria potestad debe fundarse en la piedad y no en la atrocidad.
LOCUCIONES LATINAS DE USO FRECUENTE 129

Pater familias apellatur ei quae in domo, dom inium habet: padre de


familia es el que tiene el dominio en la casa.
Pater est quod justae nuptiae dem ostrant: padre es aquel que de­
muestran las justas nupcias.
Postulare judiéis: pedir un juez.
Quae ad presens vel praeteritum tempus referentur: el aconteci­
miento en las condiciones puede referirse al tiempo presente o al tiem­
po pasado.
Quaerella: querella.
Radix est fundam ento juris praetensio: la raíz y el fundamento de
lo que se pide.
Res sua nemine servit: nadie tiene servidumbre en cosa propia.
Res corporalis sunt ea qui tangi possunt: cosas corporales son aque­
llas que pueden tocarse.
Res incorporalis sunt ea qui tangi non possunt: cosas incorporales
son aquellas que no pueden tocarse.
Responsa prudentio sunt sentencia et opiniones eorum quibus per-
misium est jura condere: las respuestas de los prudentes son las senten­
cias y las opiniones de aquellos a quienes se ha conferido el permiso
para resolver el derecho.
Recuperatur: que interviene en conflictos.
Sponsalia sunt spondeo et repromissio nuptiarum furtuarum: los
esponsales son la promesa y el compromiso de contraer futuras nupcias.
Sacramentum in ju stu m : no tiene razón el juez.
Sacramentum justum: tiene razón el juez.
Si seiam auxorem duxeris: si tú contraes matrimonio con Seiam.
Si navis ex Asia venerit: si la nave viniere de Asia.
Si Alexandriam ieris: si fueres a Alejandría.
Si rem sacram titius vendiderit: si Ticius vendiera la cosa sagrada.
Si dígito coelum tetigere: si tocas el cielo con el dedo.
Si servís non manumitieres: si tú no manumitieres al siervo.
Si tu nupteris: si tú te casas.
Sine manus: sin mano (sin poder).
Tutela est vis ac potestas in capito libero ad tuendum eo qui propter
etatem sua ce defenderae nequit jus civile data ac permissa: la tutela es
una fuerza o potestad que se da a una persona libre para que proteja a
quien por razón de su edad no puede defenderse y el derecho civil así
lo autoriza.
Usus: uso.
Vestita propie tas: propiedad plena.
Venter non patitur dilatione: el vientre no admite esperas.
Voluntas coacta, voluntas non est: la voluntad coaccionada no es
voluntad.
16
Algunos principios del
derecho romano

Justicia. Justitia est constans et perpetua voluntas jus suum cuique


tribuendi. Es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo
o, dicho de otra manera, es la voluntad firme y duradera de dar a cada
quien lo suyo.
Jurisprudencia. Jurisprudentia est divinarum atque humanarum re-
rum notitia justi atque injusti scientia. Jurisprudencia es el conocimien­
to adquirido del derecho, la ciencia de lo justo y de lo injusto; en otros
términos, el conjunto de principios o preceptos que sirven para distin­
guir en las cosas divinas y humanas lo que cada quien tiene el deber de
hacer o de abstenerse de hacer.
Se habla de las cosas divinas porque en Roma las reglas que se refe­
rían al culto tenían carácter legal; además de los derechos ciudadanos
había dentro de la ciencia jurídica una parte con el nombre de derecho
divino, derecho sagrado o derecho pontificio.
Los preceptos fundamentales del derecho son: a) honeste vivere:
vivir honestam ente; b ) alterum non laedere: no dañar a nadie, y c) suum
cuique tribuere: dar a cada quien lo que le pertenece.
En efecto, el derecho se sustenta en estos principios morales y cons­
tituye la base en que descansa, por lo que sería imperfecto o se notaría
incompleto si faltara alguno de ellos.
Si el derecho se funda en la moral, claramente se nota que su campo
es menos extenso que el de ésta, pues los deberes que nacen de la moral,
por carecer de obligatoriedad, no pueden ejecutarse con intervención le­
gal alguna y, por lo contrario, los deberes que se originan con el derecho
tienen carácter obligatorio. Por esta razón, los romanos expresaron: Non
om ne quod licet honestum est (no todo lo que es lícito es honesto).
En su vida de relación, el hombre tiene a la vez deberes con los de­
más hombres, con el Estado y con la sociedad en conjunto, de lo cual se
ha formado la división del derecho en público y privado.

130
ALGUNOS PRINCIPIOS DEL DERECHO ROMANO 131

Derecho público. Jus publicum est quod ad statum rei romanae


spectat. Es el derecho que arregla la constitución del Estado y las rela­
ciones entre la sociedad y sus miembros.
Derecho privado. Jus privarum est quod ad singulorum utilitatem
pertinent. El derecho privado es el que regula los intereses de los par­
ticulares entre sí.
Como las instituciones se refieren casi exclusivamente al derecho
privado, en relación con su origen, procedencia o fuentes, el mismo se
dividió en derecho natural, derecho de gentes y derecho civil.
La filosofía estoica consideraba al hombre como animal, como hom­
bre y como ciudadano, por cuya razón se encuentra la interpretación de
que el derecho natural es aquel que la naturaleza ha enseñado a todos
los seres que viven en la tierra, en el cielo y en el mar (Jus naturalis est
quod natura omnia animalia docuit que in coelo, que in térra, que in
mare nascuntur).
En efecto, para su obediencia, las leyes de la naturaleza no requie­
ren sujeción y aprobación de la inteligencia humana, sino simplemente
de la vida animal, como puede verse respecto de la obediencia a que se
sujeta la unión de los sexos, con la sola distinción de que en el hombre
se ejercita la razón y en el animal el instinto.
Derecho de gentes. Jus gentium est quod naturalis ratio inter om-
nes homines constituit. Derecho de gentes es aquel que la razón natural
ha constituido entre todos los hombres.
Dicho de otro modo, es un derecho propio de la especie humana es­
tablecido por la razón natural, que se observa en todos los pueblos y se
aplica tanto a los nacionales como a los extranjeros. Jus gentium est
quod gentes humanae utuntur (Derecho de gentes es aquel que practi­
can todos los individuos).
Derecho civil. Jus civile est quod populus ipse sibi jus constituit.
Derecho civil es aquel que el pueblo se da para sí y que se aplica a los
miembros de la ciudad.
Así, el derecho civil es el establecido para los ciudadanos originarios
o propios de un pueblo, o de un país; por esta razón, hay derecho civil
de los romanos, de los atenienses, de los galos, etc. Jus civile est pro-
pium civium romanorum \ o sea, el derecho civil es el propio de los ciu­
dadanos romanos.
El derecho civil romano se dividió en escrito y no escrito. El prime­
ro fue el resultado de las declaraciones expresas de quienes tenían a su
cargo la función legislativa, mientras que el segundo fue producto del
uso, las costumbres y el consentimiento tácito del legislador.
El derecho no escrito perduró y tuvo gran influencia en virtud de
que las costumbres que se introdujeron, fortalecidas por las teorías y las
doctrinas de los jurisconsultos, les dieron fuerza obligatoria y en ocasio­
nes mayor autoridad que el derecho escrito.
132

FUENTES DEL DERECHO

De acuerdo con Gayo, se entiende por ley todo aquello que el pue­
blo ordena o estatuye (Lex est quod populus ju b et atque constituit), lo
cual constituye la expresión particular de la fuente; es decir, de dónde
nace, surge o procede.
Asimismo, los romanos decían: Lex est ordinatio rationis ac bonum
comunen ab ea qui curam comunitatis habet promulgata (la ley es un
mandamiento de la razón dada para el bien común, promulgada por
aquel que tiene a su cuidado la comunidad).
En la República, a diferencia de la Monarquía, es posible encontrar
múltiples fuentes del derecho.
Sin embargo, la ley es la más im portante, en un sentido amplio; lue­
go, todo el derecho escrito y a veces las mismas costumbres hacen equi­
valer el térm ino ley al de derecho.
Generalmente, las leyes romanas adoptaron el nombre del magistra­
do que hizo la rogatio y si la ley fue rogada por magistraturas colegiadas,
es decir, por dos o más magistrados, adoptó el nombre de éstos. Ahora
bien, si una ley entre dos nombres hizo figurar la partícula et, indicaba
en los textos que estaba formada por leyes diversas, como la Julia et
Papia Poppaea, la cual estableció que la porción vacante no era adquiri­
da proporcionalmente por todos los coherederos.
Para designar las leyes, en múltiples ocasiones se utilizaba no el nom­
bre, porque resultaba común, sino el cognomen y cuando esto también
era común, la diferencia se expresaba mediante el uso del prenom en;
por ejemplo, Lex Sempronia Tiberii o Lex Sempronia Gaii, ley que
aseguraba cinco boceles, antigua medida de capacidad para los áridos
equivalente a 12.5 litros, de trigo por mes a todos los ciudadanos domi­
ciliados en Roma.
Generalmente, al inicio de la ley, en el principio, a la cabeza (praes-
criptio), aparecía el nombre del magistrado que la proyectaba, así como
el día, lugar de la votación y nombre de la centuria o de la tribu que vo­
taba en prim er lugar.
Mediante la Ley Junia Licinia, se ordenó que el texto de las leyes se
guardara para conservarlo en el aerarium.
A continuación se citan las seis principales fuentes del derecho ro­
mano.

a) La ley.
b) E l plebiscito.
c) E l senadoconsulto.
d) Las constituciones imperiales.
e) Los edictos de los magistrados.
f) Las respuestas de los prudentes.
133

LA LEY

La ley era propiamente una resolución aprobada por el pueblo (po­


pulas), constituido por la reunión de los patricios y los plebeyos en una
asamblea denominada comitia curiata o centuriata (comicios), resolución
adoptada a propuesta de un magistrado que pertenecía al orden de los
senadores: un cónsul, un pretor o un dictador. (Lex est quod populus
romanus senatorio magistratu interrogante, veluti consule, constituebat).

EL PLEBISCITO

El plebiscito era una resolución de los plebeyos solamente (plebs),


emanada de los comicios por tribus, originada en la proposición de un
tribuno, mismo que era un magistrado plebeyo. Durante mucho tiem­
po, los patricios se opusieron a las resoluciones plebeyas, es decir, a so­
meterse a la resolución emanada de la plebe, y argumentaban que no
podían tener fuerza obligatoria sin su aprobación, pero se logró que los
plebiscitos sí la tuvieran para todos los plebeyos y patricios indistinta­
mente, mediante la Ley Hortensia dictada en el año 565.

EL SENADOCONSULTO

El senadoconsulto era el nombre que recibían las decisiones o reso­


luciones dictadas por el senado, aun cuando en un principio sólo se refi­
rieron a la administración pública, pero más tarde, cuando el senado
tuvo facultades verdaderamente legislativas, deliberaciones a nombre
del pueblo, se dictaron leyes propiamente dichas que sirvieron para re­
formar y establecer el derecho privado.

LAS CONSTITUCIONES IMPERIALES

Recibían este nombre los actos resolutivos emanados del príncipe


romano. Se dividieron en:

a) Los Edicta: órdenes de carácter general.


b) Los Decreta: decisiones dictadas por el príncipe en los casos en
que se le invocaba o cuando resolvía una apelación.
c) Los Rescripta, mandata y epistolae: eran las respuestas o ins­
trucciones que el príncipe daba a sus subordinados cuando le
interrogaban sobre un punto de derecho, respecto del cual te­
nían duda o bien, era la respuesta que daba a los particulares, la
134 CAP. 16. ALGUNOS PRINCIPIOS DEL DERECHO ROMANO

cual tenía carácter personal; es decir, la resolución se aplicaba


únicamente a la persona a quien se había dado o al caso a que se
refería, y en otras ocasiones se le daba carácter general, cuando
la aplicación de dicha resolución pudiera servir como regla para
casos semejantes.

LOS EDICTOS DE LOS MAGISTRADOS

Al entrar al ejercicio de su función, los pretores tenían la obligación


de presentar una especie de programa al que som eterían sus actos, llama­
do edicto pretorio. Asimismo, los ediles en Roma y los presidentes en
las provincias publicaban un edicto, que modificaban con frecuencia, lo
cual motivó que se obligara a estos magistrados a someterse al edicto
publicado al entrar al ejercicio de sus funciones, y originó que fuera per­
petuo, es decir, no podía cambiarse y, por tanto, sería inmutable para
el magistrado que lo había publicado.
En el año 131 después de J. C., durante el imperio de Adriano, el
jurisconsulto Salvio Juliano fue comisionado como pretor para publicar
un edicto que sus sucesores, por m andato de un senadoconsulto, debían
obedecer, es decir, debía ser inmutable para el porvenir, robustecida esta
resolución por un m andato del emperador Adriano, en el sentido de que
dicho edicto debía regir en la pretura sin alterarse en nada, por cuya ra­
zón se conoce como edicto perpetuo.
El poder judicial que perteneció o que asumieron los reyes, que pasó
a los cónsules y posteriorm ente quedó en manos del pretor cuya función
y competencia aparecía cuando los contendientes o litigantes eran ciu­
dadanos romanos {pretor urbanus), se extendió después a otro pretor
que por su competencia dirimía las controversias entre extranjeros o en­
tre extranjeros y romanos {pretor peregrinus), y ambos duraban un año
en el cargo.
En virtud de que no se aplicaba el derecho civil cuando se trataba de
extranjeros o de éstos y romanos, en Roma se aplicaba y formaba el
Jus gentium , cuya base era solamente la equidad, frente al/w s civile, rí­
gido, duro, estricto; en consecuencia, fue necesario eludir el cumplimien­
to de las disposiciones de las XII tablas, apareciendo los edictos, en los
que se expresaban los principios en que los romanos fundaban la admi­
nistración de justicia, edictos publicados en tablas de color blanco cuan­
do entraban en función. Dichas disposiciones duraban también el año
que duraba el pretor, pudiendo cambiarlas o modificarlas el siguiente;
pero como algunos pretores vieron que algunas disposiciones eran ade­
cuadas, las dejaban en vigor, impidiendo en esta forma innovaciones que
sublevaran a la plebe. Por otra parte, mediante la práctica se perfeccio­
nó el derecho pretorio, en vista de las necesidades y en auxilio del dere­
LAS RESPUESTAS DE LOS PRUDENTES 135

cho civil, supliéndole, corrigiéndole o haciendo más suave su rigidez, de


donde surgió en boca de Papiniano la expresión acerca del objeto y fina­
lidad del derecho pretoriano al decir: Jus pretorium est adjuvandi vel
supliendi, vel corrigendi juris civilis gratia propter utilitatem publicam :
el derecho pretorio coadyuva, suple y corrige el derecho civil por gracia
de utilidad pública.
La invasión del derecho pretorio en todas las materias que se referían
al derecho privado fue tan significativa y llegó a tal grado de perfección,
que en la época de Cicerón no se estudiaban ya las XII tablas, sino que
se daba preferencia extraordinaria al derecho pretorio.
El edicto publicado por los pretores se llamaba edictum pretoris y
se refería al de los dos pretores de Roma, en tanto que los edictos de los
procónsules y propretores gobernantes de las provincias recibían el nom­
bre de edictum provinciae.
La parte del edicto o el propio edicto que el nuevo pretor conserva­
ba del anterior recibía el nombre de edictum traslatitium y la parte que
se innovaba se denominaba edictum novum.
También los ediles curules tenían derecho de publicar edictos, pero
éstos se referían en la aplicación de su contenido a ciertas ramas de la
administración, sobre todo a la policía de los mercados, y recibían el
nombre de aedilitio edicto.
El derecho que se fue formando por los edictos de los pretores, edi­
les, propretores y procónsules recibió el nombre d z derecho honorario.
Los romanos hacían una distinción entre las funciones públicas por­
que unas se expresaban exteriormente y señalaban actos de dignidad, de
honores, que no tenían las otras. El consulado, la pretura, la censura y
la edilidad mayor constituían honores que perm itían al magistrado utili­
zar la silla curul, ir precedido por lictores y conservar las imágenes, que
eran estatuas de cera colocadas en el primer patio de la casa por orden
de generación y que se llevaban en procesión durante los funerales de
los ascendientes.
Así, el derecho honorario hace provenir su nombre de las prerrogati­
vas y honores que se adhieren a los cargos y que perm itían el derecho
de publicar edictos y, a la vez, se aplicaban también al conjunto de edic­
tos de todos los magistrados que gozaban de dichos honores.

LAS RESPUESTAS DE LOS PRUDENTES

El emperador Augusto concedió autoridad a determinados juriscon­


sultos para interpretar el derecho y Adriano estableció que si el pare­
cer de los jurisconsultos era unánime, su opinión debía tener fuerza de
ley; pero en el caso de diferir en opinión, el juez se convertía en árbitro
para elegir; de no haber acuerdo, la decisión correspondía al juez, con­
136 CAP. 16. ALGUNOS PRINCIPIOS DEL DERECHO ROMANO

virtiéndose la opinión de los jurisconsultos investidos de tal autoridad


en fuentes u origen del derecho escrito.
El esplendor que dieron los jurisconsultos al derecho es muy signifi­
cativo en la influencia cultural que Grecia había hecho sentir en Roma.
La jurisprudencia se convertía en ciencia excelsa; en el orden civil, casi el
único medio para ilustrarse: puede afirmarse que en ningún pueblo de
esa época se dio importancia a ello, y precisamente por esta razón desta­
ca la calidad de los jurisconsultos, a quienes se llamó clásicos.

LOS JURISCONSULTOS

Los jurisconsultos (jurisperiti o jurisprudentes)

Durante mucho tiempo, en la vida política romana la administra­


ción de la justicia y el estudio de la ley no requería de profesionales,
competentes y capaces en esa disciplina, sino que cualquier ciudadano
romano podía ejercer el oficio público para administrar la ley.
Las magistraturas eran funciones de políticos más que de jurisconsul­
tos, y constituían escaños para llegar a los puestos más altos; sin embar­
go, con el tiempo se formó una clase dedicada exclusivamente a conocer
el derecho y las leyes y dar opiniones sobre ellos, hombres que no parti­
cipaban en la administración de justicia, yaque quienes estaban al frente
de los puestos públicos no conocían la ley ni dedicaban atención alguna
para conocerla.
Sin embargo, de los datos existentes se desprende que el Colegio de
Pontífices tenía la encomienda de custodiar las XII tablas, principio del
derecho escrito -, a la vez, sólo los pontífices tenían la facultad de conocer
el procedimiento y la interpretación de la ley (legis actiones). Cien años
después de publicadas las XII tablas, Cneio Flavio edita un libro en el
que descubre en su totalidad las fórmulas de las acciones y que se cono­
ce con el nombre de Jus flavianun. Poco tiempo después, en otra publi­
cación, Sexto Elio dio una interpretación acertada de las XII tablas y de
las formas de procedimiento romano; los historiadores llamaron a esta
publicación Jus aelianun. Más tarde, aproximadamente unos 80 o 100
años antes de Jesucristo, hubo jurisconsultos de profesión a cuyo cuida­
do quedó la tarea de responder a las interrogantes y demandas acerca
de la ley
Durante el régimen republicano, era indiferente para un magistrado
recibir opiniones y consejos acerca de la ley o para cualquier ciudadano
otorgarlos, lo cual dió lugar a que los pretores y los jueces acudieran a
los jurisconsultos de profesión para recibir dicho consejo.
Así, el emperador Augusto dio autoridad a pretores y jueces y auto­
rizó el ejercicio de la profesión a jurisconsultos, es decir, admitió que
ESCUELA DE SABINIANOS Y PROCULEYANOS 137

ejercieran la profesión sólo aquellos que previamente hubieran obteni­


do del emperador la sanción debida (y aparece en esta forma el derecho
de dar respuestas, contestaciones e informaciones, denominado jus res-
pondendí), limitándola exclusivamente a aquellos juristas que habían
sido autorizados y obligando al mismo tiempo a quienes administraban
la justicia sin conocer la ley a guiarse y aceptar dichas opiniones.
Esa autorización para las opiniones de los prudentes se hizo extensi­
va más tarde a todo lo que ellos escribían, lo cual dio lugar a la literatu­
ra legal e impulsó la actividad que produjo razonamientos jurídicos que
dieron valor permanente, los cuales hicieron florecer y progresar el dere­
cho romano.

ESCUELA DE SABINIANOS
Y PROCULEYANOS

En muchos casos, las opiniones de los jurisconsultos romanos resul­


taban contradictorias, por lo que era común que se planteara la siguien­
te pregunta: ¿Cómo determinar cuál de ellas se refería a lo legal? Como
consecuencia de esas opiniones contradictorias surgieron históricamen­
te dos escuelas, cuyos criterios acerca del derecho eran significativos, y
resultó que el juez o el pretor al aplicarlas a su arbitrio podían resolver a
favor o en contra, según se decidieran seguir una u otra escuela.
Dichas escuelas son conocidas como la de los sabinianos y la de los
proculeyanos. Fueron sus fundadores Labeón y Capitón y tuvieron
como discípulos el primero a Nerva, Próculo, Pegazo, Juviano, Celso
hijo y Erado Prisco, y como seguidores discípulos de Capitón aMasurio
Sabino, Cassio Longino, Celio Sabino, Javoleno Prisco, Tuscio Fuscia-
no, Salvio Juliano y Alburno Valence.
Labeón se inspiraba en la escuela de los estoicos, quienes, a base de
dialéctica, partían de un principio conocido para llegara sus últimas con­
secuencias, y no aceptaban opiniones que no fueran deducidas de los
argumentos presentados por él. Por su parte, Capitón se apegaba a lo
conocido, se circunscribía a la jurisprudencia, a la tradición, a la prácti­
ca y a la costumbre. Sin embargo, ambos diferían en que el primero se
apoyaba siempre en la lógica, mientras el segundo encontraba firmeza
en la autoridad.
Conocidas estas escuelas como sabiniana y proculeyana, a la primera
le dio el nombre Masurio Sabino, en tanto que a la segunda se lo dio
Próculo, y destacaron además como seguidores de una u otra doctrina
jurisconsultos eminentes, como Gayo, Papiniano, Paulo, Ulpiano y Mo-
destino.
En el año 426 después de J. C., Teodosio II promulgó la llamada
Ley de citas y autorizó que sólo fueran citadas las opiniones de Papinia-
138 CAP. 16. ALGUNOS PRINCIPIOS DEL DERECHO ROMANO

no, Paulo, Gayo y Modestino en sus escritos, con toda autoridad, y si


la mayoría de las opiniones de éstos estaba unificada, dicha opinión
obligaba al juez. En un dado caso de que las opiniones se dividieran, de­
bía adoptarse la que emitiera Papiniano, por su reconocida e ilustre ca­
pacidad.
17
El pueblo romano
y sus leyes

El pueblo romano, a través de sus comicios curiados y centuriados,


dio origen a las leyes y distinguió a éstas de los acuerdos o resolucio­
nes dictadas por las reuniones (comicios plebeyos), que recibieron el
nombre de plebiscitos.
Los comicios curiados constituyeron la más antigua asamblea o reu­
nión de los romanos y participaban en ellos sólo los patricios, convocados
por el rey, asambleas cuyo objeto principal era decidir sobre problemas
de la guerra, de la vida pública, religiosa, militar o política, haciendo la
proposición (rogatio) el propio rey.
Los comicios centuriados se organizaron para dar oportunidad a los
plebeyos (extranjeros) de participar en las decisiones, tendiendo a ci­
mentar la m onarquía y la fuerza del Estado, lo cual logró Servio Tulio
al formar una comunidad diferente que agrupó a patricios y plebeyos,
mismos que durante mucho tiempo ejercieron las funciones legislativa,
electoral y judicial.
Al inicio del régimen republicano, los comicios por tribus formaron
parte del Estado, pero no les fue concedido el derecho de ciudad. Su
formación no integraba la constitución romana, pero, dado el acuerdo
entre patricios y plebeyos (Lex Sacrata), sus directores (tribuni) hacían
citar ante ellos a quienes violaban las leyes que consideraban sagradas.
En su lucha, patricios y plebeyos lograron extender la autoridad de
los plebiscitos, mismos que más tarde formaron parte de la propia legis­
lación, de ahí que tengan intervención en su desenvolvimiento la Lex
Valeria Horatia del año 305, la Lex Publilia del año 415 y la Lex Hor­
tensia del año 468.

FORMACIÓN DE LA LEY
Los comicios curiados, centuriados o por tribus debían ser convoca­
dos por el magistrado investido de tal potestad, mismo que presentaba

139
140 CAP. 17. EL PUEBLO ROMANO Y SUS LEYES

el proyecto para que, previa deliberación que se sometía a las formali­


dades constitucionales, fuera publicado por edicto especial durante 24
días por lo menos, antes de llevar a cabo la votación. A la vez, dicho
proyecto se depositaba en el Erario de Saturno y posteriormente se dis­
cutía en reuniones que se celebraban para tal efecto; si los magistrados
de categoría igual a la del proponente, y los tribunos de la plebe, no ve­
taban el proyecto, entonces era aceptado en votación pública antes de
la Lex Papiria del año 623; y después de ella se votaba en forma secreta.
Si se aprobaba la ley, el texto se leía al pueblo, y si era de suma im­
portancia se grababa en placas metálicas y depositaba en el archivo del
Estado romano, denominado Erario de Saturno, donde se guardaban
los docum entos importantes. Ese depósito constituía la publicidad que
a la ley se daba, obligatoriedad de hacerlo dada por la Ley Licinia Junia
del año 692.
Toda ley constaba de tres partes: a) la praescriptio, que contenía
los nombres de los proponentes o rogadores, la asamblea, el día y lugar
del voto, y la curia, centuria o tribu que votaba primero; b) la rogatio,
que era el texto de la ley, y c ) la sanctio, que constituía en forma deter­
minada todos los efectos derivados de la transgresión a dicha ley.
Las leyes romanas más im portantes son las siguientes:
Las leyes regias (Leges Regiae): con este nombre se conocen todas las
normas que se refieren al derecho sagrado (sacrae) y a las instituciones de
la vida patriarcal. De estas leyes, Papirio logró hacer una colección, cono­
cida como Jus papiriarum, cuyo contenido abarca las costumbres y ce­
remonias sagradas, más que leyes; sin embargo, deben haber existido
leyes durante el periodo monárquico, pues no es posible que la constitu­
ción romana se guiara solamente por costumbres, y basta con suponer la
formación del senado o la organización política de Servio Tulio, para
justipreciar la obra legislativa de ese periodo.
En el orden civil destacan: La Ley de las X II tablas', la Lex Aquilia de
Damno, del año 467, que reguló la responsabilidad por los daños culpa­
bles extracontractuales; la Lex Voconia de Molierum haereditate, del
año 585, que puso coto al excesivo lujo y riqueza de las mujeres; la Lex
Rubria de Gallia Cisalpina, que organizó la actividad judicial en la Galia
Cisalpina; la Lex Falsidia de Legatis, del año 714, que estableció la cuar­
ta parte de la porción hereditaria forzosa para el heredero; la Lex Silia
de Legis Actiones, que introdujo una forma especial para el procedi­
miento en las legis actiones-, la Lex Julia Municipalis, del año 709, que
estableció normas para la constitución municipal; la Lex Julia del año
757 y la Papia Popaea del año 762, una de las más im portantes después
de la Ley de las XII tablas, la cual se refiere al matrimonio, a la sucesión
y a la procreación de los hijos; las leyes Valeria, Valeria Horatia, Licinia
Sextia', las Sacratae-, las Cornelias de Sylla y las Julias-, la Lex Asilia Re-
petundarum-, la Lex Agraria; la Lex Salpesana y la Lex Malacitana.
141

IMPORTANCIA DEL SENADO

En su origen, el senado fue sólo una asamblea integrada por los jefes
de las gens que el rey había formado como órgano de consulta. La elec­
ción de los senadores la hicieron seguramente las mismas gens. El rey
era el indicado para convocarla a efecto de exponerle el asunto motivo
de consulta y el senado nunca se reunía sin su intervención. Concretán­
dose a emitir su opinión como consejo, ésta no era obligatoria para el
rey, pero no podía eludir la consulta del senado en los asuntos que por
su importancia interesaban al pueblo.
En la evolución del derecho romano, el senado tuvo etapas de suma
importancia y en ciertas circunstancias llegó a absorber las facultades del
poder, mientras que en otras se constituyó en órgano servil, incondicio­
nal; sin embargo, no deja de encontrarse en él una autoridad reconocida
que, al carecer de facultades legislativas, llegó a obtenerlas y posterior­
mente sus resoluciones constituyeron una de las fuentes más importantes
del derecho civil, si a esto agregamos que desde el tiempo de la Repúbli­
ca se integraba por exmagistrados.
Los más importantes senadoconsultos fueron, entre otros: el mace-
doniano, que estableció la prohibición de hacer préstamos en efectivo al
hijo de familia; el planciano, que dio nacimiento a la acción de partu
agnocendo para las mujeres divorciadas; el veleyano, que declaró sin va­
lor las intercesiones de las mujeres; el neroniano, que precisó las fórmu­
las de los legados; el trebeliano, relativo a la herencia fideicomisaria; el
tertuliano, que fijó el derecho de sucesión de la madre en los bienes de
sus hijos; y el orficiano, que dio preferencia a los hijos llamados a la su­
cesión intestada de la madre.

LOS EDICTOS

Como ya se dijo anteriormente, los magistrados, al entrar en fun­


ción, estaban obligados a dar a conocer el procedimiento que seguirían
en los asuntos que les plantearan en el ejercicio de su cargo. Era una es­
pecie de programa, de plan a seguir, en el que exponían las reglas a que
someterían los asuntos de su jurisdicción (jurisdicción: potestad de co­
nocer y fallar asuntos). El edicto, programa o plan duraba el año de
ejercicio del magistrado (pretor), por lo cual recibía el nombre d zanuo
o perpetuo. Cada pretor que entraba al ejercicio de su función em itía
su edicto, pero generalmente hacía reproducir algunas o la mayoría de
las reglas de los edictos precedentes, aunque introducía, modificaba o
adicionaba algunas por anacrónicas. De ese modo, en el nuevo edicto
permanecían intactas reglas del anterior, por lo que al edicto nuevo se le
denominaba edicto traslaticio (traslatium) que con el tiempo, por la
142 CAP. 17. EL PUEBLO ROMANO Y SUS LEYES

autoridad y lo consuetudinario de su aplicación, llegó a constituir lo que


se conoce como derecho pretorio o derecho honorario, lo cual restrin­
gió el jus edicendi (poder de promulgar edictos) y dio lugar a que el de­
recho pretorio supliera, coadyuvara y modificara al derecho civil, que fue
lo más eficaz para el desarrollo y progreso del derecho romano (jus pre-
torium est quod pretores introduxeron cuadyuvandi, vel supliendi, vel
corrigiendi juris civilli gratia propter utilitatem publicam ).

CONSTITUCIONES IMPERIALES

Las constituciones imperiales fueron disposiciones o resoluciones


mediante las cuales los emperadores, al llegar al poder, establecían reglas
para la legislación o condiciones del pueblo, o bien se referían a la con­
dición jurídica de las personas en particular.

RESPUESTA DE LOS PRUDENTES

En el régimen republicano destacaron jurisconsultos cuya prepara­


ción y filosofía permitió hacer valer sus opiniones en respuesta a las pre­
guntas sin sujeción a formalidad, pero valederas por su doctrina, con lo
que muchas veces constituyeron el cimiento de las resoluciones dictadas
por los jueces y quedaron en la práctica como una costumbre. Con este
valor, dichas opiniones complementaban la legislación y, ya en el Im­
perio, se confirió el derecho de dar respuestas autorizadas por el man­
datario, Jus publice respondendi; de donde resultó, por la autorización
y garantía, que el príncipe había dado a dichas respuestas fuerza obliga­
toria para los jueces.
Los jurisconsultos que disfrutaron del Jus publice respondendi más
conocidos fueron: C. Aquilius Gallus, Servius Suplicius Rufus, Sextus
Aelius Paetus, Q. Muciu de Scaevola, Aulos o Filius, C. Atius Capito,
M. Antistius Labeo, T. Juventius Celsus, Massurius Sabinus, C. Casius
Longinos, Proculus, Sextus Pomponius, Salvius JulianusL., Neratius Prís-
cus, Gallius, L. Javolenus Priscus, L. Ulpius Marcellus, Cervidus Scae­
vola, Aemilius Papinianus, Aelius Marcianus, Herennius Modestinus y
Julius Paulus.

DECISIONES DE LOS PRETORES


FUNDADAS EN LA EQUIDAD

Con el pretor, cuyo poder era limitado, se iniciaban los procedimien­


tos legales. Como su intervención era directa y tenía mucha autoridad,
DECISIONES DE LOS PRETORES 143

resultaba inevitable que el pretor ejercitara su función con una influencia


más marcada que la de los jurisconsultos sobre la formación del derecho,
por lo cual el pretor se vio obligado a someterse a la costumbre de que,
al asumir el cargo, publicara el edicto o hiciera una proclama en que se
señalaba cada regla a que habría de sujetarse al conceder los recursos
legales o al no aceptarlos.
Dicha proclama recibía el nombre de edicto, el cual podía ser perpe­
tuo, repentino o traslaticio.
El Edicto perpetuo (edictum perpetum ) era el edicto o proclama
a que habría de sujetarse el pretor durante el periodo de su encargo.
El Edicto repentino era el edicto o proclama dado ocasionalmente. El
Edicto traslaticio era la parte de los edictos o proclamas que un pretor
trasladaba a su edicto de otro edicto de pretores anteriores.
En el año 66 antes de J. C., considerando que no había garantía para
que el pretor se sujetara a su edicto perpetuo, es decir, a las reglas que el
mismo había fijado para guiarse durante su actuación, se promulgó la
Lex Cornelia de Edictis Perpetuis, la cual declaraba ilegal que un pretor
se apartara de su edicto, y preveía el caso de la muerte en estado de cau­
tividad (Cornelio Sila estableció que al ciudadano muerto prisionero se
le considerara como muerto en el momento de su cautividad). Dicha
ley también castigaba el homicidio, el asesinato sin motivo del esclavo
propio, y lo equiparó al asesinato del esclavo ajeno.
18
Instituciones del
derecho romano

PERSONAS, COSAS Y ACCIONES

Respecto a este tema, versa la siguiente sentencia latina: Omne jus


quod utimur: vel ad personas vel ad res vel ad actiones pertinent (todo
el derecho de que hacemos uso se refiere a las personas, a las cosas o las
acciones).
El objeto del derecho privado se refiere ya sea a las personas, a las
cosas o a las acciones. De esta manera, se puede afirmar lo siguiente:

Se refiere a las personas: porque los derechos de cada una de ellas


varía según la categoría, pues puede referirse a personas libres, libertos,
ciudadanos, extranjeros, padres, hijos de familia, adoptados, etc.
Se refiere a las cosas: porque los derechos varían según la natura­
leza de los objetos a que se aplican, pues pueden ser muebles o inmue­
bles, corporales o incorporales, divisibles o indivisibles, fungibles o no
fungibles.
Se refiere a las acciones: porque éstas son los medios legales que
permiten perseguir en juicio lo que se nos debe, o hacer respetar y valer
nuestros derechos.

DE LOS DERECHOS

En sentido objetivo, los derechos son las reglas que dirigen las accio­
nes humanas, pero cuya observancia cae bajo la garantía del poder regu­
lador de la sociedad y establece ciertas prerrogativas a unos y deberes a
otros; las primeras, provenientes del derecho objetivo y garantizadas
plenamente por el poder, se constituyen en derecho desde el punto de

144
DE LOS DERECHOS 145

vista subjetivo. Por tanto, en atención a lo subjetivo que aparece en los


derechos, éstos pueden reconocerse como la facultad individual protegi­
da por el poder público para el ejercicio de ciertos actos o para impedir
que otros ejecuten algunos o los omitan en vista del interés propio.
A todo derecho subjetivo necesario y forzoso corresponde un deber,
y si éste es una consecuencia o fundamenta al derecho, da lugar a que
los derechos sean absolutos o relativos.

Derechos absolutos

Reciben este nombre los derechos cuyo deber es una consecuencia


del propio derecho; por ejemplo: en el derecho de propiedad, se puede
hacer de la cosa lo que mejor parezca y el deber de los terceros implica no
perturbar el ejercicio de ese derecho, constituyendo la facultad del pro­
pietario de disponer de su propiedad, por lo que el deber de los demás
es una consecuencia de ese derecho.

Derechos relativos

Reciben este nombre los derechos cuyo deber constituye el funda­


mento del propio derecho; por ejemplo: en el derecho de crédito, con­
siste en la obligación del deudor de pagar al acreedor, en cuyo caso, es
decir cumplida la obligación, se extingue el derecho.
De esta suerte, el deber que corresponde a los derechos absolutos es
general, pero negativo; en cambio, el que corresponde a los derechos re­
lativos recae sobre una o varias personas y es positivo; por esta razón, se
ha definido a los derechos absolutos como aquellos que se pueden hacer
valer contra todos, y relativos aquellos susceptibles de hacer valer con­
tra una o varias personas bien determinadas.
Sin embargo, para comprender mejor lo anterior, se debe aclarar que
la distinción entre derechos absolutos y derechos relativos se encuentra
en la relación universal que existe entre derechos y deberes que, como
se dijo, proviene de la consecuencia de que el deber en los derechos
absolutos incumbe a una o varias personas determinadas, a diferencia de
la consecuencia encontrada en los derechos relativos.
Como derechos absolutos se encuentran los que se refieren a la per­
sona, la familia, el vínculo familiar y los derechos patrimoniales conoci­
dos como derechos reales (Jura in re).
Como derechos relativos se hallan todos aquellos derechos patrim o­
niales conocidos como obligaciones y que reciben el nombre de derechos
de crédito o patrimoniales personales (jura in personam seu obligationes).
146

ACTOS JURÍDICOS

Forma de adquirir los derechos

Los elementos indispensables para adquirir un derecho son los si­


guientes: el sujeto que lo adquiere, el objeto, el hecho que hace nacer la
relación que existe entre ambos, y la norm a jurídica que une al hecho
con el efecto de la adquisición.
Todos los hechos que originan las relaciones jurídicas reciben el
nombre de actos jurídicos, mismos que pueden ser voluntarios, ajenos
a la voluntad o consistir en un acto voluntario y simultáneamente en
un hecho casual, o bien en un acto voluntario del que adquiere y de un
tercero.
Este m odo de adquirir los derechos puede ser originario o derivado,
bien que sean adquiridos sin relación alguna con el derecho de otro o
que sean transferidos de una a otra persona.
Asimismo, la adquisición de los derechos puede ser en forma gratui­
ta o en forma onerosa, según que esta adquisición se realice a cambio de
un equivalente o sin él.
Dichos actos jurídicos llegan a constituirse en causa eficiente de los
derechos y pueden ser hechos o acontecimientos positivos o negativos,
a través de los cuales se origina la adquisición, pérdida o modificación
de un derecho.
Si los actos de los hombres, positivos o negativos, lícitos o ilícitos,
producen consecuencias jurídicas, se hallarán dentro de la denomina­
ción de actos jurídicos.
En sentido estricto, son actos jurídicos las manifestaciones volunta­
rias de una persona tendientes a crear, modificar o extinguir una relación
jurídica, produciendo dichas consecuencias. Asimismo, si los actos ju rí­
dicos tienen por efecto constituir, modificar o extinguir relaciones de
derecho, darán lugar a denominarlos, en sentido propio, negocios ju ­
rídicos.
Los actos jurídicos tienen como elementos constitutivos los siguien­
tes: esenciales, naturales y accidentales.

Los esenciales constituyen la esencia del acto, los cuales no puede


existir el acto jurídico.
Los naturales existen en los actos jurídicos, sin que sea necesaria su
existencia para constituirlo, por cuya razón siempre se presume la exis­
tencia en él, a no ser que las personas que intervienen hayan hecho ex­
clusión expresa de dichos elementos.
Los accidentales no provienen de la naturaleza del acto, sino que se
agregan expresamente para darle nacimiento.
147

Requisitos de los actos jurídicos


Para que exista un acto o negocio jurídico, necesariamente debe exis­
tir un sujeto determinado, un objeto determinado y una expresa mani­
festación de la voluntad.
De este modo, el sujeto debe ser capaz de obrar, el objeto debe ser
lícito y posible, y la manifestación de voluntad debe expresarse en forma
oral, por escrito, por signos o en otras formas que resulten concluyentes;
aunque en ciertos casos se reviste de formalidades y de formas, bien por
la pronunciación en el uso de palabras determinadas o la intervención
de personas que testifican o que intervienen como representantes del
poder público, cuando la ley lo prescribe, para dar validez al acto.

Nulidad y anulabilidad
La invalidación de los actos o negocios jurídicos se conoce como
nulidad (inexistencia) o como anulabilidad (rescindibilidad).
Así, un acto o negocio jurídico es nulo cuando existe sólo en apa­
riencia, pero no puede producir efectos jurídicam ente, en tanto que es
anulable o rescindible cuando, teniendo existencia jurídica, se le impug­
na para ser declarado ineficaz; sin embargo, mientras no se impugne, ese
acto subsistirá.
La invalidación, lo anulable, puede aparecer desde el principio, de
ahí que si al acto jurídico le falta un requisito esencial será ilícito.
Por ende, recibe el nombre de acto ilícito el acto u omisión imputa­
ble mediante el cual se lesiona el derecho de un tercero.
De todo lo anterior resulta que los actos jurídicos (negotia nego­
cios) son aquellos actos voluntarios e involuntarios, lícitos o ilícitos,
que tengan por objeto inmediato establecer relaciones jurídicas entre las
personas: ya sea creando, modificando, transfiriendo, conservando o
aniquilando derechos.
Los actos jurídicos, según consistan en una acción o en una omi­
sión, serán positivos o negativos.

Unilaterales o bilaterales

Un acto jurídico será unilateral cuando, para originarlo, baste la vo­


luntad de una persona, en tanto que será bilateral cuando para su naci­
miento se requiera el consentimiento de dos o más personas.

Entre vivos o por causa de m uerte


Los primeros tienen eficacia al depender de la voluntad de los que
intervienen para darles nacimiento, en tanto que los segundos, para ser
148 CAP. 18. INSTITUCIONES DEL DERECHO ROMANO

eficaces, dependen del fallecimiento de las personas de cuya voluntad


emanan.

Onerosos o a título gratuito

Los primeros son aquellos en los que las obligaciones son recíprocas
para quienes intervienen (como en la compraventa) y los segundos son
aquellos en los que la prestación y la obligación existe sólo para una parte.

Formales y no formales

Los primeros son aquellos que deben someterse a reglas o normas


especiales respecto a su forma, en tanto que los segundos son aquellos
que no requieren de forma especial alguna.

Solemnes o no solemnes

Los primeros son aquellos que requieren formas esenciales o la pro­


nunciación de palabras sacramentales, sin lo cual el acto no tiene efica­
cia o es inexistente, en tanto que los segundos no requieren el apego a
la forma esencial o al pronunciamiento de las palabras sacramentales.

Elementos de los actos jurídicos

Todos los actos jurídicos presentan tres elementos integrales: la vo­


luntad, Inform a en que ésta se manifiesta y el objeto perseguido.

La voluntad

La voluntad debe intervenir por parte de quien la expresa con abso­


luta validez; así, en toda persona capaz, la voluntad no debe adolecer
de vicios como el error, el dolo o la violencia. Por ello, en todo acto se
requiere fundamentalmente que la voluntad no esté viciada, pues si in­
terviene el error en la persona, en el número, en la cosa o en la causa
eficiente, el acto se considerará en derecho no como tal, sino como un
acontecimiento operado como acto ajeno a la voluntad del hombre y,
por tanto, producto de la fuerza m ayor o el caso fortuito.
En relación con la voluntad, la expresión puede resultar facta en
aquellos actos jurídicos mediante los cuales puede conocerse con certi­
ACTOS JURÍDICOS 149

dumbre su existencia, como cuando se exige una expresión positiva o


cuando no hay protesta o declaración expresa o contraria.
En el derecho romano se prefirió la manifestación de la voluntad en
la forma oral aunada a formalidades, consistentes en ceremonias, ritos,
testigos, etc., aunque en la evolución del derecho la forma escrita se
hizo más general y sus redacciones se hicieron en tablas, papiros y per­
gaminos.

Vicios de la voluntad

Los vicios que puede adolecer la voluntad son: el error, la violencia


y el dolo. Voluntas coacta voluntas non est (la voluntad coaccionada
no es voluntad).
El error: es la noción equivocada de la verdad, implica la ignorancia;
el error y la ignorancia pueden aplicarse a la misma significación. Los ro­
manos distinguían entre error de hecho y error de derecho, y afirmaban
que el primero es aquel que consiste en la falsa noción de las cosas, en
tanto que el error de derecho consiste en la falsa noción sobre una regla
jurídica.
En el derecho romano, el error en la causa implica la invalidez de los
negocios, y se entiende por causa el motivo determinante del acto.
El error en la voluntad invalida el acto cuando es esencial; por ejem­
plo: entregar una cosa por otra.
El error en el negocio puede consistir en la ignorancia o equivoca­
ción acerca de diversos elementos del acto jurídico o sobreentender mal
la naturaleza del acto; por ejemplo: si se da algo como donación y el
otro quiere recibirlo en comodato.
El error en la cantidad es aquel que existe cuando no hay acuerdo
sobre ella, pero lo hay en principio sobre un importe menor.
Por último, puede haber error en la persona cuando equivocadamen­
te se celebra un acto jurídico con persona diversa de la conocida.
La violencia: es la fuerza física o moral, ejercida sobre la persona
para obtener su voluntad. Así, es física cuando se ejercita presión sobre
el cuerpo de la persona a efecto de obtener la expresión de su voluntad
(consentimiento) y es moral cuando la presión ejercida consiste en ame­
nazas de un daño que se causará sobre su persona, su familia, sus bie­
nes, etc., a fin de que establecido el miedo (m etus), pueda otorgar su
consentimiento; pero esta violencia moral debe revestir un grado tal que
pueda impresionar o someter a un hombre razonable y moral.
El dolo (dolo malus): es el vicio que recae sobre la voluntad consis­
tente en artimañas, maquinaciones, artificios o actividades utilizadas
para que pueda caer en el error la persona, engañándola e induciéndola
a dar su consentimiento o llevar a la práctica un acto.
150

Condición y térm ino del acto jurídico

El acto jurídico produce sus efectos desde su nacimiento, su ejecu­


ción y su extensión, y puede supeditarse o sujetarse al tiempo.
Si la creación del acto, la modificación o la pérdida del derecho de­
ben ocurrir necesariamente, ese acto estará sujeto a término, mismo que
es el acontecimiento futuro pero cierto del cual depende la realización
del acto y sus efectos. Si hay inseguridad sobre la realización del naci­
miento, su ejecución y extensión, se estará en presencia del acto sujeto
a condición, misma que es el acontecimiento futuro e incierto del cual
depende la realización del acto.
Si el térm ino está determinado se llama cierto, en tanto que si no lo
está se denomina incierto. Puede ser también suspensivo (dies ad quo)
o extintivo (dies ad que).
La condición puede ser suspensiva o resolutoria. Es suspensiva cuan­
do por no cumplirse la condición se impide el nacimiento del derecho o
su ejecución, mientras que es resolutoria cuando el sujeto espera la reali­
zación del acontecimiento incierto y entretanto detenta el derecho, pero
se extinguirá éste cuando el acontecimiento se produzca.
19
Interpretación de la ley

Para poder entender lo que la ley prescribe, es indispensable llevar a


cabo una operación lógica que conduzca a ello, a lo que se llama inter­
pretación.
Las interpretaciones conocidas que permiten entender la ley, son
dos: la legal y la doctrinal. La primera emana del mismo legislador, en
tanto que la segunda se verifica en dos aspectos, ya sea que se trate de
comprender o aclarar lo expresamente señalado y sancionado por la ley,
o bien, de explicar lo implícitamente contenido en ella, en cuyo caso
toma el nombre de analogía o interpretación analógica.
Desde luego, toda norma debe interpretarse, pero es preciso com­
prender y aclarar para explicarse lo que la ley contiene, principalmente
cuando se trata de leyes oscuras, cuyo doble sentido provoca a veces la
ambigüedad, o cuya imperfección en la expresión siembra la duda, en
ocasiones formando parte de un sistema, y da la apariencia o encierra
una marcada contradicción.
De tal suerte, la interpretación hace distinguir dos formas: la gra­
matical y la lógica. Ambas resultan ser sólo momentos del procedimien­
to que se sigue, pues en la primera solamente se persigue establecer el
verdadero sentido proveniente del valor atribuido a las palabras y forma
sintáctica empleada por el legislador, valor analítico atribuido también a
los términos jurídicos y a los tecnicismos empleados, cuya significación
y valor no corresponden en forma alguna al lenguaje común.
Sin embargo, la interpretación gramatical puede no dar el resultado
que se busca, pues no deja con claridad el verdadero sentido de la ley,
en cuyo caso es necesario recurrir al procedimiento lógico, buscando
primero el enlace entre las partes de la ley que se interpreta; recurrir en
segundo término a la conexión de la ley que se estudia con la ley que la
ha precedido o la que posteriormente apareció, y en tercer término es­

151
152 CAP. 19. INTERPRETACIÓN DE LA LEY

tudiar la finalidad que la ley se propuso, finalidad que los romanos lla­
maron ratio legis, la cual puede encontrarse en la fuente jurídico-social
de la propia ley, es decir, los antecedentes, precedentes, fundamentos y
exposiciones de todos aquellos que contribuyeron a su formación. Pero
si, a pesar de todos los procedimientos seguidos, resulta inútil el esfuer­
zo, debe recurrirse al sistema a que pertenece.
De todo lo anterior se concluye que la interpretación puede ser: gra­
matical, lógica, histórica o sistemática.
La interpretación lógica puede llevar a corregir la expresión en el
precepto emanado del órgano legislativo, en cuyo caso recibe el nombre
de extensiva o plena (interpretación).
Si la concepción a que la ley se refiere abarca, por su am plitud, más
que la expresión que contiene, se denomina entonces restrictiva.
Si la concepción es más restringida que la expresión que en ella se
contiene, entonces recibe el nombre de modificativa.
Se trata, pues, no de modificar la ley, sino de entender lo restringi­
do o lo amplio de sus palabras empleadas en los conceptos que la for­
man. Buscar el pensamiento, encontrar la voluntad estampada en la ley,
es precisamente interpretar la ley.
20
De las personas

De acuerdo con la etimología de la palabra persona, la significación


primitiva la hace provenir de per, sonare (para sonar), o sea la máscara
con que los actores se cubrían el rostro en la escena, máscara que en el
orificio bucal tenía una membrana que perm itía amplificar el sonido de
la voz; asimismo, se daba el nombre de persona al personaje que un indi­
viduo representaba en la escena.
Viabilidad: como primera acepción, la palabra persona significa un
hombre considerado por la ley como capaz de tener derechos; sin em­
bargo, la jurisprudencia, mediante abstracciones y ficciones, extendió el
significado de esta idea y consideró que hay seres abstractos y cosas
que, sin ser hombres pero que disfrutan de ciertos derechos, fueron co­
locados en la calidad de personas. Precisamente por la extensión ya
señalada, surgió la división de personas en físicas y morales, llamadas
estas últimas también personas abstractas o jurídicas.
La capacidad legal de un hombre consiste en las cualidades que debe
poseer, en las aptitudes para poder tener derechos y adquirirlos, de don­
de resulta que una persona física es un hombre capaz de tener derechos.
El derecho romano reconoce como hombre al ser humano que nace
vivo, tiene figura humana y probabilidad de vivir, y llama viabilidad a la
reunión de estos elementos.
Por una ficción, el propio derecho considera el ser humano concebi­
do, en atención a todo aquello que de su beneficio se trate, como si
hubiera ya nacido, y lo definió de la manera siguiente: Infans conceptu
pro natu habetur quotis de commodis ejes agitur.
Del anterior concepto surgió la distinción entre capacidad general
o natural y capacidad civil, mismas que al reunirse en una sola persona
le otorgaban la capacidad plena para el ejercicio de sus derechos. La
general o natural se adquiere por el solo hecho de ser hombre, de haber

153
154 CAP. 20. DE LAS PERSONAS

nacido viable, en tanto que la segunda se obtiene de acuerdo con las


condiciones que el derecho señala.
Entre los romanos, no todo hombre era persona, ni toda persona
gozaba del mismo grado de capacidad civil, dependiendo ésta de las con­
diciones, cualidades y requisitos que señalaban tanto el derecho público
como el derecho privado.
Estas cualidades o requisitos, que determinaban o reconocían la ca­
pacidad civil, recibían el nombre de status o caput. Así, para que un
hombre pudiera, en general, tener derechos y ser considerado como per­
sona debía ser libre; sin embargo, la sola libertad no daba la capacidad
para ejercer los derechos políticos, y aquellos que estaban sujetos al
derecho civil (y, por tanto, para que fueran ciudadanos) debían perte­
necer a una familia, a fin de poder ejercer en forma plena y absoluta la
capacidad civil.
Por último, para que un ciudadano romano pudiese tener y adquirir
derechos civiles para sí y, a la vez, tener bajo su poder a otras personas,
era indispensable que no dependiese de nadie que fuera sui juris.
En el derecho romano, los derechos y las obligaciones del hombre
como ser físico se refieren a las cualidades en virtud de las cuales disfru­
ta de distintos derechos y, a la vez, constituyen su estado social.
Tal vez por ello, la palabra persona se aplicó a esas circunstancias en
atención a la cualidad de hombre libre, padre de familia, ciudadano o
adoptado; papeles representados en la sociedad, a semejanza del perso­
naje que representaban en escena los actores, que son lo que se llama
persona.
En la sociedad romana, la condición jurídica de sus hombres esta­
bleció la principal diferencia en hombres libres y hombres esclavos.
Capaz de derechos o sujeto del derecho es únicamente el hombre,
pero en Roma no todos los hombres eran sujetos de derecho. Así, el
hombre debía reunir condiciones especiales para ser considerado sujeto
capaz de derechos, es decir, un hombre con capacidad jurídica. Esas
condiciones fueron conocidas como status libertatis (ser libre), status
civitatis (ser ciudadano) y status familiae (pertenecer a una familia).
Reunidas estas condiciones, que le daban capacidad jurídica, el hombre
recibía en Roma el nombre de caput.
Bien definida estaba en Roma la distinción de la capacidad jurídica
relativa a los derechos familiares y los derechos patrimoniales, de tal
suerte que la primera se denominaba connubium o jus connubii y la se­
gunda commercium o jus commercii.
Asimismo, existía la distinción entre la capacidad para intervenir en
las funciones políticas, en el acceso a las magistraturas o en la facultad
para trasm itir sus bienes o para adquirir de otro por decisión de última
voluntad, llamadas sucesivamente jus sufragii, jus honorum y testamen-
tifacción activa o pasiva.
DE LAS PERSONAS 155

El estado de libertad (status libertatis): se adquiere por nacimiento o


por salir de la esclavitud; sin embargo, la condición en que se coloca social
y jurídicam ente un sujeto nacido libre y otro que ha adquirido la libertad
es totalm ente distinta. Así, por un lado, el que nace libre, de personas li­
bres, recibe el nombre de ingenuo, el cual podía provenir de personas
libres o libertas (el esclavo libertado se denominaba liberto), y por otro
lado, el ingenuo que caía en la esclavitud y posteriorm ente era libertado
continuaba siendo ingenuo.
La liberación de la esclavitud se originaba en el jus gentium y reci­
bía el nombre de manumisión, que consistía en la renuncia del dueño
(dom ine) a la potestad que ejercía sobre el esclavo; sin embargo, no sólo
el hombre considerado individualmente podía ser sujeto de derecho,
sino también las asociaciones y corporaciones de las que se hizo abstrac­
ción de las personas que las com ponían, incluyéndose así a las personas
jurídicas o morales.
Por ello, es indispensable estudiar los requisitos que debe reunir el
hombre para tener capacidad jurídica e iniciar ésta desde la existencia
que el individuo tiene como hombre para ser considerado como existen­
te y, por tanto, capaz de derechos.
Considerar al hombre como existente es, en primer térm ino, que
esté separado totalm ente del claustro materno, que nazca vivo, con vida
propia, que tenga figura humana y con probabilidades de vivir.
Los romanos, al estimar los efectos jurídicos que en ocasiones se
presentaban, retrotrayeron la existencia del hombre a un periodo ante­
rior al acto del nacimiento. Así, al ser aún no nacido se le tenía como
tal por el solo hecho de haber sido concebido, situación que Juliano ex­
presó de la forma siguiente: infans conceptus pro natu habetur quotis
de commodis ejus agitur (al infante concebido se le tiene por nacido
para todo aquello que le favorezca).
Hombre libre: es aquel que goza de libertad, la cual consiste en el
derecho de ejercitar todas las facultades que la naturaleza otorgó, a no
ser que lo impidan la ley o la fuerza.
Sin embargo, el impedimento que puede hacerse del ejercicio de la
libertad detiene el derecho, pero no lo destruye, pues aparece la facul­
tad para impedir la violencia y lograr la intervención del poder público,
reclamando ante él este ataque e impidiendo la violación del derecho a
la libertad.
Si se trata de impedir el ejercicio de la libertad por la ley, esta sus­
pensión se debe a que cada hombre en la sociedad debe enajenar parte
de su libertad, por necesidad y con el objeto de no verse obligado a so­
portar el ejercicio absoluto de la libertad de los demás, que lo oprimi­
rían o lo someterían.
21
La esclavitud

La esclavitud fue una institución admitida por todos los pueblos de


la antigüedad. Surgió del derecho de gentes, pero también fue sanciona­
da por el derecho civil romano. En el derecho de gentes tenía su fuente
en la cautividad y en el derecho civil, en una pena.
Se consideraba que la esclavitud constituida por el derecho de gentes
contrariaba a la naturaleza (servitus est constitutio Juris Gentium quo,
quis dominio alieno contra natura subjicitur). Sin embargo, en el dere­
cho civil, y específicamente en el Corpus Juris Civile, de Justiniano, se
afirma: “ Los esclavos nacen o se hacen” .
La esclavitud podía derivarse de la guerra, del nacimiento, de los de­
litos, del comercio (insolvencia del deudor), de la autoridad paterna, del
tráfico de esclavos, del abandono del hijo y, tal vez, del plagio y la pi­
ratería.
Todas estas formas crearon esclavos y, aunque no surgieron simultá­
neam ente ni produjeron el mismo número, ni su duración fue la misma,
sí fueron legítimas y autorizadas y reconocidas por el derecho.

FUENTES JURÍDICAS DE LA ESCLAVITUD

El nacimiento

El hijo nacido de una esclava era esclavo como su madre, y propie­


dad del dueño de la madre; sin embargo, en la evolución del derecho se
llegó a considerar que si la madre esclava llegaba a ser libre en un mo­
mento cualquiera de su preñez, el hijo también lo era.

156
157

Hechos posteriores al nacimiento

Se caía en la esclavitud por el cautiverio, que constituía el origen


principal de la pérdida de la libertad según el derecho de gentes; sin em­
bargo, según el derecho civil, la pérdida de la libertad fue estimada como
castigo que el Estado impuso a hombres considerados indignos de con­
servarla.
La cautividad debía provenir de una guerra con distinto país, pues
cualquier otra cautividad sólo se consideraba como privación del ejerci­
cio de la libertad, sin pérdida del derecho.

LA GUERRA

En Roma, fue la fuente determinante de la esclavitud. El derecho


de gentes, sancionado y reconocido en la antigüedad por todos los pue­
blos, daba autorización al vencedor para m atar al vencido; pero los ro­
manos, para obtener mejor rendimiento, utilidad y servicios, optaron
por esclavizarlo, ya sea para el cultivo del campo, para las artes o para
los oficios. En vez de matar al vencido, lo conservaban, con lo cual sur­
gieron los siervos, cuya significación es la de conservar (servare) y este
término se confundió con la palabra mancipius, que se deriva de las pa­
labras manu y cap tus, las cuales al traducirse al español significan “ cogi­
do con la m ano” ; sin embargo, la esclavitud de los prisioneros de guerra
sólo se llevaba a cabo cuando se trataba de guerra con las naciones ex­
trañas a Roma.
Como consecuencia de la guerra, la fuente que aparece como más
pródiga para el establecimiento de la esclavitud es el comercio. Dado
que Roma era eminentemente conquistadora, sus dominios se fueron
extendiendo hacia lugares próximos a su capital, lo que dio margen a la
fácil venta de los prisioneros; pero cuando Roma se extendió a puntos
lejanos, fue difícil conducir a los prisioneros hasta esa ciudad, lo cual
obligó a los conquistadores a llevar a cabo las ventas en los campos de
batalla o en lugares próximos.
Los romanos consideraban al comercio como una profesión deni­
grante, por lo que aparecieron los traficantes de esclavos, llamados vena-
licios o vangones, presentes siempre en los campos de batalla para llevar
a cabo la compra de prisioneros, o recorrían diferentes países para com­
prar a los esclavos traídos de España, Inglaterra, Córcega, Cerdeña, Áfri­
ca o de cualquiera otra de las provincias.
En la época de la República y en el primer siglo del Imperio, la escla­
vitud se encuentra con más abundancia en el periodo histórico. Domina­
dora, fuerte e imponente, Roma lleva su conquista a inmensos territo­
rios; más tarde, su situación cambia con el triunfo de las legiones y el
158 CAP. 21. LA ESCLAVITUD

número de esclavos tan excesivo. En esta época la gente libre renunciaba


al trabajo; lo dejaba en manos de los esclavos, de ahí el predominio de la
esclavitud en Roma. No hubo nación que tuviera tantos esclavos como
ella, ni ciudades en otros pueblos que poseyeran tantos como los ciuda­
danos de Roma. Hubo romanos bajo cuyo poder había más de 10 000,
llegando la inquietud bajo determinadlos regímenes por la cantidad de
esclavos existentes, mientras que los hombres libres disminuían. Hubo
una época en que las muchedumbres de esclavos transfiguraron por com­
pleto la situación del pueblo, pues la inmensa m ayoría de hombres li­
bres que trabajaban con anterioridad fueron sustituidos por esclavos, los
cuales eran bien conocidos, unos como esclavos públicos y otros como
privados.
Los esclavos públicos pertenecían al Estado, a la ciudad o a ciertas
corporaciones y habían sido adquiridos ya sea mediante la compra con
dinero del Estado o reservándose éste muchos prisioneros de guerra; o
bien, por la esclavitud que había sujetado a los habitantes de los pueblos
que se rebelaban contra Roma, en cuyo caso fueron llevados al servicio
de magistrados, para obras de las ciudades o del Estado o para funciones
religiosas.
Las ocupaciones que se dieron a los esclavos públicos fueron disím bo­
las: ya sea para las fiestas de los dioses lares; para el servicio de los tem ­
plos o de los despachos de los cuestores, jueces, ediles y muchos otros
magistrados que siempre tuvieron esclavos; como encargados de la con­
tabilidad en los municipios; para servir en asambleas, reuniones o festiva­
les; para manejar el remo y tripular las naves; para atender los servicios
públicos, como los baños o acueductos; para apagar incendios; como
carceleros o verdugos; o bien, para el trabajo de las minas y todas las
obras del Estado.
Los esclavos privados se emplearon en las ciudades o en los campos;
de ahí proviene el nombre de esclavos urbanos o rústicos, los cuales, para
poder llevar a cabo el trabajo en orden, controlado y bien administrado,
se dividieron en cuadrillas de 10 en 10, llamadas decurias, a la vez gober­
nadas por otro esclavo llamado decurión. Los trabajos en el campo eran
de acuerdo con las necesidades: para el arado, para cultivar la vid, para
la agricultura; para m anufacturar los vestidos, extraer el aceite, cuidar
los enfermos, las abejas, los caballos y los animales del campo; para car­
dar lana e hilarla. Se ocuparon también como pastores o en los oficios:
como albañiles, carpinteros, productores de instrum entos necesarios para
las labores agrícolas; para la pesca, la caza, el jardín, etc.
La explotación de las minas requería una gran cantidad de hombres,
y a ella fueron destinados muchos esclavos, cuya situación era en ex­
tremo difícil y desgraciada. De la diversidad de labores a que se des­
tinaban los esclavos en el servicio doméstico o de los hogares, se pueden
encontrar también a los porteros, trabajo para el cual se empleaban
CAUSAS CIVILES DE ESCLAVITUD 159

además a mujeres; mayordomos, tesoreros, camareros, anunciadores


de horas, barredores, bañeros, limpiadores, tersores o peluqueros, pei­
nadores, cocineros, esclavos dedicados a encender y alimentar el fuego;
panaderos, despenseros, reposteros, preparadores de la mesa, trincha­
dores, colocadores de lechos, gesticuladores, probadores de los platos
que se servían a los invitados; coperos, divididores o repartidores de
pan, espantadores de moscas, etc.
Las patricias también tuvieron sus esclavos, que constituían la servi­
dumbre^ la cual era de ambos sexos, ocupándose las mujeres de tejer,
hilar, coser, criar a los niños, rizar a las señoras, peinarlas, teñirles el
pelo, perfumarlas y adornarlas.

CAUSAS CIVILES DE ESCLAVITUD

En roma, las principales causas civiles de esclavitud fueron las si­


guientes:

a) No hacerse inscribir en el censo con el objeto de substraerse del


pago de los impuestos y principalmente para eludir el servicio
militar.
b ) Por ser soldado refractario.
c ) Por ser ladrón aprehendido en flagrante delito.
d ) Por ser deudor insolvente.

Durante el periodo considerado como clásico en el derecho, las prin­


cipales causas de esclavitud fueron:

a) Por ser hombre libre que se vendiera fraudulentam ente como es­
clavo.
b ) Por ser condenado a trabajar en las minas o a combatir con las
fieras.
c) Por ser mujer libre que tuviera relaciones con un esclavo ajeno.
d) Por ser liberto ingrato.

En tiempos del emperador Justiniano, se conservaban aún las que se


refieren al liberto ingrato y la del que se hacía vender para participar del
precio de la venta.
Las causas mencionadas tenían su justificación en las consideracio­
nes siguientes:

El hombre libre que no se inscribía en el censo. Tal actitud hacía


suponer al Estado que renunciaba a su libertad, y si no se presentaba
para alistarse en las legiones era azotado y vendido, pues Roma conside­
160 CAP. 21. LA ESCLAVITUD

raba el patricio remiso o desertor como indigno de hacer uso de la liber­


tad que él se negaba a defender.
El soldado refractario. Era castigado por idénticas razones a las
anteriores.
El hombre libre que era sorprendido robando (flagrante delito san­
cionado por Roma). Era entregado como esclavo a la persona contra
quien había com etido el robo.
Los deudores insolventes. Los acreedores podían aprehender y has­
ta vender al deudor; sin embargo, cuando el deudor se obliga a prestar
servicios al acreedor en pago de su deuda, sólo se le consideraba ligado o
com prom etido con él; y si no estaba en su poder, sino sólo com prom eti­
do o ligado por la obligación de pagar, una vez reconocidas las deudas, el
acreedor le daba un plazo de 30 días para que pagara. Si el deudor no lo
hacía, el acreedor lo llevaba ante el pretor y si a pesar de esto no paga­
ba, ni había tercero que otorgara fianza por él, el pretor lo entregaba
definitivamente al acreedor, quien lo encerraba en un calabozo que ge­
neralmente todos los patricios tenían en sus hogares; ahí lo conservaba
atado y si no tenía medios propios para su alimentación, el acreedor de­
bía alimentarlo con exigua cantidad de pan. La condición del deudor no
era propiam ente de esclavo, sino simplemente de un deudor adjudicado,
es decir, adicto a su acreedor; y si éste le daba la libertad, el deudor re­
cobraba su estado anterior, gozando, por tanto, de los derechos que
antes tenía. Aun en su situación de adicto, podía tener un arreglo con
su acreedor; si no lo lograba, perm anecía encerrado durante 60 días, y
dentro de ese lapso el acreedor debía presentarlo tres veces al magistra­
do con un intervalo de nueve días, en el mercado. A hí se hacía pública
la cantidad que adeudaba y si no había quien pagara la deuda o lo fiara,
el acreedor tenía derecho de venderlo o matarlo; si se decidía por la ven­
ta, ésta tendría que hacerse fuera del territorio romano.
La disposición establecida en la ley era tan cruel que si el deudor
debía a dos o más acreedores a quienes se adjudicaba, éstos podían di­
vidirse su cuerpo y repartírselo en fragmentos.
La evolución del derecho aminoró la crueldad; así, surgió la Ley Pe-
piquia Pafiria, la cual ordenaba que los deudores pudiesen garantizar sus
deudas con sus bienes y ya no con sus personas, cesando en esta forma
la esclavitud por deudas, aunque la situación del deudor continuó sien­
do trem endam ente deplorable, de tal suerte que aun cuando cesó en
Roma, en las provincias conquistadas por ella continuó como en su ori­
gen romano.
El hom bre libre que se vendía fraudulentam ente como esclavo. Para
los romanos la esclavitud era una deshonra. Por esta razón, cuando al­
guno enajenaba su libertad con el fin de usufructuar con el producto de
su venta, a pesar de que se le hubiera permitido reclamarla a él o a algu­
no de sus agnados, caía en la esclavitud, ya que se prestaba a la degene­
CAUSAS CIVILES DE LA ESCLAVITUD 161

ración. De este modo, no se perm itía que los jóvenes que gozaban de
libertad, unidos en asociaciones delictuosas, se vendieran para obtener
lucro de su venta y posteriormente la anularan, con lo que defraudaban
a quienes los habían adquirido. Se estableció que todos aquellos mayo­
res de 20 años de edad que lograran esa clase de ventas, cayeran en la es­
clavitud, aunque posteriorm ente podían adquirir la libertad como los
demás esclavos mediante la manumisión, pero sin volver a su calidad de
ingenuos, sino de libertos como todos los esclavos.
El condenado a trabajar en las minas o a com batir con las ñeras. La
esclavitud de la pena, la cual consistía en que un hombre libre condenado
a trabajar en las minas, a combatir con las fieras o a morir en el patíbulo,
fuese esclavo, se denominaban servi poenae. Y cuando la pena consistía
en morir en el patíbulo, antes de que el verdugo cumpliera su cometido,
perdía su libertad y se transformaba en esclavo, pues el Estado romano
consideraba una ofensa el que un hombre libre se entregara al castigo
infamante.
La mujer patricia que sostenía relaciones con un esclavo ajeno, sin
consentimiento del dueño. Caía en la esclavitud, pero no si las soste­
nía con un esclavo de su hijo o de su liberto.
El liberto ingrato. El liberto era aquel que había salido del estado de
esclavitud legal mediante un acto del dueño, denominado manumisión.
El liberto conservaba una vinculación especial con su antiguo señor,
el cual se convertía en su patrono. Tal vinculación consistía en una
serie de obligaciones llamadas jura patronatus.
Cuando el liberto faltaba a las obligaciones de alimentos que debía a
su patrono, se reputaba ingrato y podía ser vuelto a su anterior condi­
ción de esclavo.

Condiciones del esclavo

Ninguna diferencia legal existía entre los esclavos. Los dueños goza­
ban de derechos absolutos sobre ellos, aunque, por voluntad del propio
dueño, algunos de sus esclavos se encontraban en mejores condiciones
que otros, pues en ocasiones alguno ejercía cierta autoridad sobre otros
esclavos por disposición del dueño. Así, había la distinción en servi vi-
carii, los que ejercían la autoridad, y servi ordinarii, los esclavos que la
soportaban, distinción que no constituía diferencia legal alguna, sino de
hecho y que dependía exclusivamente del patrón del esclavo.
El esclavo carecía de derechos familiares o patrimoniales. Por ende,
la rudeza de la esclavitud o el derecho absoluto del dueño perm itía m atar­
lo, venderlo o maltratarlo, lo cual fue aminorando hasta llegar, durante
el derecho clásico, a impedir que el dueño continuara en esa actitud,
por lo que se le sancionaba si m altrataba o mataba al esclavo. Durante la
162 CAP. 21. LA ESCLAVITUD

intervención del cristianismo, el parentesco servil (es decir, el de los es­


clavos) ya producía efectos respecto a la sucesión.

FORMA DE SALIR DE LA ESCLAVITUD

La liberación se llamaba manumisión, palabra que proviene de manu-


missio, que significa “ puesto fuera de la m ano” , es decir, fuera de la
potestad. De tal suerte, se podía libertar legalmente de la esclavitud
cuando el dueño que tenía capacidad legal daba la libertad al esclavo
por medios solemnes o menos solemnes.
Las formas solemnes, perfectam ente reconocidas, eran las siguien­
tes: per vindicta, per censum y per testamentum.

Per vindicta

Esta manumisión consistía en un procedimiento ficticio mediante


el cual se consideraba que un hombre libre estaba sometido injustamen­
te a la esclavitud y cualquier ciudadano podía intentarlo contra el que
aparecía como dueño, procedimiento que se denominó asertio in liber-
tamen.
Dicho procedimiento servía para lograr la libertad de un esclavo; así,
bastaba que un amigo o un lictor se convirtiera en assertor libertatis y
frente al magistrado sostuviera “ que el esclavo era libre” , con lo cual con­
vertía al dueño en demandado, quien no contradecía la afirmación del
dem andante, en cuyo caso el magistrado proclamaba con su decisión “que
el esclavo era libre” . Cabe aclarar que este procedimiento se llevaba a
efecto m ediante la pronunciación de palabras solemnes y el demandan­
te, con una varita en forma de lanza pequeña llamada vindicta o festuca,
tocaba al esclavo y afirmaba que era libre. Dicha vindicta simbolizaba
la propiedad y la fuerza, o sea, la conquista que había originado el po­
derío de Roma. De esta denominación tom ó la manumisión el nombre
de medio solemne para obtener la libertad.

Per censum

Bien sabido es que el censo se practicaba en Roma cada cinco años;


que se inscribían en él sólo los caput, con todas sus propiedades; que
era para los hombres libres, partícipes de las cargas públicas, con todos
los derechos que el derecho civil otorgaba. Como consecuencia lógica,
el hecho de inscribir a un esclavo en las tablas censales lo catalogaba
como un hom bre libre. Por esta razón, era medio solemne de salir de la
MEDIOS PARA OTORGAR LA LIBERTAD 163

esclavitud el hecho de aparecer inscrito en el censo quien había estado


sometido a la esclavitud.

Per testamentum

El derecho civil daba al ciudadano facultades como la de la testa-


mentifacción, que consistía en disponer de sus bienes para después
de la muerte y a la vez para ser instituido heredero; en tal virtud, al
ejercitar ese derecho, expresamente podía otorgar la libertad al esclavo
o instituirlo heredero, por lo que también por ese hecho le otorgaba
la libertad o encargaba a su heredero la comisión de otorgársela (fidei­
comiso).
En el derecho antiguo, la libertad otorgaba a los manumitidos la ciu­
dadanía; no había diferencias, pues la libertad era una e indivisible o
solamente se exigía que el dueño tuviera el dominio quiritario sobre el
esclavo y que se llevara a cabo la manumisión mediante uno de los tres
medios solemnes ya citados, solemnes por haber sido establecidos por el
derecho civil que la fundó, estando toda la ciudad interesada en la ma­
numisión. En virtud de ella, iba a su seno un nuevo ciudadano, en tanto
que la ciudad debía estar representada en el acto del otorgamiento de la
libertad; por esta razón, en la vindicta debía estar representada por el
pretor, en la manumisión por censo debía estarlo por el censor, y en la
manumisión por testam ento, ésta debía hacerse ante el propio pueblo.

MEDIOS PARA
OTORGAR LA LIBERTAD

Los medios para otorgar la libertad que no se ajustaban a las condi­


ciones citadas recibían el nombre de modos menos solemnes, por estar
reconocidos sólo por el derecho pretorio; por tanto, otorgaban una liber­
tad de hecho imperfecta, que el derecho civil no reconocía y que produ­
jo efectos hasta la época de Justiniano e hizo nula la manumisión según
el derecho civil y, en consecuencia, impidió al esclavo hacerla valer, pues
el dueño podía volver a constituirlo en siervo. Esos medios fueron los
siguientes:

a) Inter amicus (entre amigos).


b) Per epistolam (por carta).
c) Inter eclesia (dentro de la Iglesia).
d) Por el trato como de hijo que se daba a un esclavo.
e) Por el hecho de que el príncipe o el magistrado saludaran a un
esclavo.
164

Inter amicus

Por exhibicionismo, por presunción, para significarse como altruista


un patricio después de un festín, banquete, orgía o festejo, entre sus
amigos hacia la declaración de que otorgaba la libertad a uno o a varios
de sus esclavos. Esta manumisión les daba la libertad de hecho.

Per epistolam

Bien podía suceder que en un acuerdo dirigido por un patricio a


otro, se hablara la libertad de un esclavo otorgándosele de hecho, sin
que tampoco fuera reconocido por el derecho.

Inter eclesia

Posteriormente, las manumisiones se hicieron ante los sacerdotes o


pontífices, sin mediar la declaración del dueño, quien de hecho otorga­
ba la libertad.

Libertos manumitidos

Rara vez el príncipe o los magistrados se molestaban en saludar o


tratar a los esclavos, pero podía darse el caso de que, por placer o expre­
samente, lo llegaran a hacer durante algún paseo o en el trayecto recorri­
do por aquéllos hacia el baño o el teatro, con el resultado de otorgar la
libertad de hecho al esclavo; o bien, sucedía que las frases con que se tra­
taba a un esclavo fueran familiares, pues bastaba con que le dijera hijo
para darle la libertad.
El abuso de las manumisiones multiplicó los medios para otorgar
la libertad, creándose una situación de animadversión contra el sistema
de manumitir, pues gran cantidad de hombres degenerados, viles, que
habían sufrido penas infamantes, obtenían fácilmente la libertad, lo cual
originó la Ley Aelia Sentía (promulgada en el año 4 después de J. C.),
misma que disponía que, una vez manumitido el esclavo, quedara sujeto
a las incapacidades de los peregrini dedititii, incapaces de llegar a con­
vertirse en ciudadanos. Antes de Justiniano, esta ley cayó en desuso y
rara vez se oyó en nombre de latinos.
Ley Aelia Sentía establecía: Io. Que no se pudiesen m anum itir los
esclavos en fraude de los acreedores, es decir, cuando el deudor tuvie­
ra la seguridad de que no podría seguir satisfaciéndolos después de la
manumisión. 2o. Que no se pudiesen manumitir los menores de 20
MEDIOS PARA OTORGAR LA LIBERTAD 165

años de edad, ni los esclavos menores de 30, sino con arreglo a una justa
causa, demostrada ante el consejo especial. 3o. Que los peores esclavos,
como eran los culpables de delitos, no consiguiesen la ciudadanía roma­
na mediante la manumisión, sino la peor de las condiciones, haciéndose
dediticios.
La Ley Aelia Sentía del tiempo de Justiniano revocó las disposicio­
nes de la ley anterior, por las que se exigía que el amo, para manumitir,
debía tener 20 años de edad y el esclavo 30, a menos que, por especiales
razones, fuera permitida la manumisión por un cuerpo público, que faja­
ba muchas nuevas condiciones para la validez de las manumisiones.
La Ley Junia Norbana, promulgada en el año 19 después de J. C.,
que se refería a los derechos de los libertinos, declara que las personas
manumitidas tan imperfectamente pudieran disfrutar de más elevados
derechos, de los mismos que los latini coloniarii, por lo que desde en­
tonces se llamó latini juniani a las personas que de la libertad mediante
este tipo de manumisión, eran libres, pero no ciudadanos y quedaban
sujetos a varias incapacidades.
La Ley Junia Norbana aplicada entre los años 44 y 27 antes de
J. C., confirió al esclavo libertado por la voluntad pura y simple del amo
una condición intermedia entre el ser ciudadano romano y el ser pere­
grino o extranjero, llamada latinidad, que significaba la capacidad patri­
monial, o sea el jus comercii, por lo que se le llamó latino juniano. Este
liberto no tenía el commercium mortis causa; por ende, a su muerte los
bienes volvían siempre a su antiguo amo, quien regularizaba su posición
y le concedía los derechos que habían tenido los habitantes de las colo­
nias. El nombre de latino se debía a que el nuevo liberto disfrutaría del
derecho de latinidad y el de juniano por la ley que regularizaba su posi­
ción, lo cual dio lugar a que mediante esas leyes hubieran tres clases de
libertos manumitidos.
Primera: ciudadanos manumitidos cuya manumisión debía cumplir
tres condiciones:
a) Que el esclavo tuviera 30 años de edad cumplidos.
b ) Que el dueño tuviera el dominio quiritario.
c) Que para manumitirlo se hubiera empleado uno de los tres mo­
dos solemnes.

Segunda: los latinos junianos, aquellos esclavos que habían obteni­


do la libertad por manumisión, pero a la que le faltaba una de las tres
condiciones señaladas.
Tercera: los dediticios, manumitidos que durante su esclavitud ha­
bían sido castigados o sufrido una pena infamante.
El latino juniano podía obtener la libertad en diferentes formas,
entre ellas: la adquirida mediante rescriptos del emperador, quien se la
concedía; cuando había contraído nupcias con una ciudadana o latina
166 CAP. 21. LA ESCLAVITUD

y tenía con ella un hijo y éste había cumplido un año; por una nueva
manumisión que reunía las condiciones que daban la ciudadanía y que
le faltaron a la primera; por haber servido en las guardias de Roma du­
rante seis años, aun cuando después se exigieron solamente tres; por
haber transportado trigo a Roma durante seis años en una nave cons­
truida por él; por haber construido una casa en Roma; y por haber esta­
blecido en Roma un molino o una panadería.
Justiniano suprimió las distinciones al declarar que todos los manu­
mitidos gozaran del títu lo y de los derechos ciudadanos, y dejó subsistir
sólo los derechos de patronato, que consistían en deberes respetuosos;
es decir, las consideraciones y el respeto que un hijo debe al padre: no
podía citarle a juicio sin antes obtener permiso del magistrado, debía
darle alimentos en caso de necesitarlos, y otros.
Se fijó lím ite a la facultad de los dueños para manumitir, y esa limi­
tación fue restringida por las leyes Aelia Sentía y Fu fia Caninia, que
prohibieron: la primera, m anumitir a un esclavo m enor de 30 años de
edad o impedir que el patrón lo hiciera antes de cumplir los 20, o impe­
dir a los dueños manumitir en fraude de sus acreedores; a su vez, la ley
Fufia Caninia confería la libertad a los esclavos por testam ento, pero
señalaba el número máximo de manumisiones que podían hacerse, de
manera que nunca pudieran manumitir a más de cien, ley que derogó
Justiniano.

CONDICIONES DEL LIBERTO

En el derecho antiguo, el liberto se convertía en ciudadano romano,


pero sin tener acceso a las magistraturas, es decir, carecía del jus honorum
y a la vez del jus connubium (derecho de contraer matrimonio legítimo
con una ingenua). Respecto a su dueño, estaba obligado a guardarle res­
peto y gratitud, así como prestarle servicios; por su parte, el dueño te­
nía derecho a heredar los bienes del liberto.
En el derecho clásico, los libertos se convertían en ciudadanos, pues
su condición había sido mejorada. Bajo el imperio de Augusto, ya po­
dían contraer matrimonio legítimo con ingenuas, con la excepción de
hacerlo si su contrayente ostentaba el rango senatorial.
Los latinos junianos no tenían ningún derecho público, es decir, no
gozaban del jus honorum ni del jus connubium ni tampoco de la testa-
m entifacción.
Los libertos dediticios jamás llegaban a ser ciudadanos y solamente
eran libres, pero no podían vivir en Roma, sino a 100 millas de distancia
a su alrededor.
En la época de Justiniano, todos los libertos se convirtieron en ciu­
dadanos y disfrutaban de las prerrogativas que a ellos correspondían.
22
Status civitatis

Una de las condiciones esenciales para adquirir la capacidad jurídica


era ser ciudadano. Dicha calidad la daba el haber nacido en Roma al ser
hijo de ingenuos e ingenuo también.
La Ley de las XII tablas denominaba hostis al extranjero y posterior­
mente peregrino, hombre libre en los actos propios que realizaba, mismo
que vivía en Roma pero sin estar protegido por el derecho romano. Con
el desarrollo de la civilización y el incremento de la vida comercial por
la amplitud de relaciones entre los pueblos, se fueron reconociendo cier­
tos derechos y una limitada capacidad protegida por el derecho a los pe­
regrinos, lo que dio lugar a establecer un magistrado denominado pretor
peregrino, y en el año 212 después de J. C., el emperador Caracalla con­
cedió a todos el jus civitatis al considerarlos romanos a todos.
En esa época, existió una condición intermedia entre los ciudadanos
y los peregrinos, llamada de los latinos, a quienes se reconoció una capa­
cidad mucho más limitada, pues sólo se les otorgó el jus commercii, de
ahí que se conocieran como latinos coloniarii en semejanza a los latinos
junianos, a los cuales la ley junia norbana les dio esa condición interme­
dia entre ciudadanos y peregrinos. Ninguno de ellos tenía el comercium
mortis causa, por lo que a su muerte los bienes que habían adquirido
regresaban al antiguo amo, situación que teminó al publicarse el edicto
de Caracalla, que convirtió en ciudadanos a todos los extranjeros.
La status civitatis, o sea la condición para adquirir la capacidad ju rí­
dica, comprendía las formas siguientes:

a) Jus commercii
b) Jus connubium.
c) Jus sufragii.
d) Jus honorum.
e) Provocatio ad populum.

167
168 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

a) La facultad o potestad de trasm itir y adquirir la propiedad


recibía el nombre de jus commercii.
b ) La facultad de contraer matrimonio mediante las justas nup­
cias que daban origen a la patria potestad (es decir, al poder
paternal) y a la manu (poder ejercido sobre la mujer) recibía
el nombre de jus connubium.
c) La facultad de ejercitar el sufragio en los comicios se denomi­
naba jus sufragii, activo y pasivo.
d) La facultad de llegar a ejercer el derecho en las magistraturas
recibía el nombre de jus honorum.
e) El derecho de interponer apelación por inconformidad ante
los comicios por tribus en los casos del orden criminal se de­
nominaba provocatio at populum , otorgándose por último el
derecho de ser inscrito en el censo.
f ) La facultad de formar una gens, que recibía el nombre de jus
gentilitatis.

Roma, en su afán de hacer sentir que era grata con aquellas ciudades
que le guardaban fidelidad o que en una forma decidida se adherían a
ella, concedía a sus habitantes el jus civitatis. Esas ciudades, estructura­
das a semejanza de Roma, recibieron el nombre de municipios y se go­
bernaban ellas mismas, pero generalmente sin disfrutar del jus sufragii,
quedando como civitas sine sufragio (ciudades sin derecho al sufragio).
También habían ciudades no latinas y latinas; las primeras eran aque­
llas aliadas que podían adoptar el derecho a regirse por leyes similares o
parecidas a las que estaban en vigor en Roma; el suelo de su territorio
era posesión de los habitantes de dichas ciudades, pero Roma no reco­
nocía derecho alguno a la propiedad de tales suelos, y cada régimen de
estas ciudades se llamaba jus italicum. En cambio, las ciudades latinas
disfrutaban del jus latinum por lo que se refería a su gobierno, pero nin­
guno de sus habitantes obtenía el jus civitatis sin acuerdo expreso del
gobierno romano.
Otras ciudades sometidas a la dominación romana, que la habían
aceptado sin oponer resistencia, perdían desde luego la autonom ía que
antes gozaban y se les im ponía anualmente un praefecto, el cual aplica­
ba en su gobierno, con ciertas excepciones siempre, el jus gentium (de­
recho de gentes).
Roma extendió su dominio sobre una vasta extensión y creó pobla­
ciones que eran colonias de ciudadanos romanos, situación debida al re­
parto o distribución de tierras entre los soldados conquistadores, mismos
que por su calidad extraordinaria de romanos habían quedado someti­
dos a jus civitatis. Su forma de gobierno era muy similar a la que preva­
lecía en Roma y como era propia, fortalecía el Imperio.
El ejemplo de la ciudad de Roma formó en esas colonias también
STATUS CIVITATIS 169

una especie de patriciado, que tendía a extender la forma constitucional


romana, frente a éstas, que se gobernaban por sí mismas pero no goza­
ban del jus latinum y se conocían como latini coloniarii.
La forma de organización que Roma utilizaba dentro de la domina­
ción permitió que, por el anhelo, el deseo o la ambición de obtener el
jus civitatis, que tantas prerrogativas otorgaba al romano, los pueblos
sometidos se adaptaban fácilmente a la imposición, romanizándose y en
esa situación exigían o reclamaban ávidamente su participación en todas
las actividades de la vida del Estado.
Roma se extendió hasta las orillas del mar, situación que cambió en
parte la estructura y calidad del romano, hasta entonces agrícola y ele­
mento que había de participar en la actividad comercial, lo cual dio lugar
a que la propia política romana se transformara en ciertos aspectos, se
aplicara ahora a las poblaciones sometidas, construidas sobre el litoral.
Una de las primeras medidas fue otorgar la exención de la obliga­
ción militar y dejar como carga la vigilancia permanente de todas las
costas y los puertos.
Respecto a la propiedad que de tantos esclavos eran capaces los pa­
tricios, aunado a la tendencia a adquirir grandes extensiones de tierras,
surgió el cultivo en forma diferente de la individual, o que con medios
modestos se llevaba en Roma, lo cual dio nacimiento a la explotación
de la tierra en grandes extensiones por un numeroso grupo de esclavos,
hecho que recibió el nombre de latifundio.
La moneda y el tráfico mercantil en Roma influían en el mar Medi­
terráneo, de suerte que se celebraron tratados con muchos pueblos y se
sentaron las bases del Imperio.
En el año 264, el senado romano decidió que su ejército luchara en
Sicilia contra los mamertinos, por lo cual desembarcaron en esta isla, lo
que ocasionó muchas altas y bajas, en las que a veces el triunfo sonreía
al ejército romano y en otras aparecía la derrota; pero al fin, Roma se
impuso a Cartago y la obligó a pagar indemnizaciones.
En relación con sus derechos de familia, en Roma las personas se di­
vidían en dos grupos: aquellas que tenían su condición propia, su dere­
cho, su voluntad y que no dependían sino de sí mismas, y aquellas que
dependían de la voluntad de otro, por lo que las primeras recibían el
nombre de sui juris y las segundas el de alieni juris.
Cada persona se encontraba colocada en una familia, ya sea como
cabeza, jefe o dueño de la casa o sometido a cualquiera de ellos, a los
cuales se les denominaba, según el sexo, paterfamilias o materfamUias.
La denominación de paterfamilias no estaba ligada forzosamente a
la paternidad, pues bastaba con que no perteneciera a la familia de nin­
gún otro no sometido a un paterfamilias para que recibiera ese nombre;
así, podía ser paterfamilias un recién nacido.
Los sometidos a la dependencia del paterfamilias (alieni juris) reci­
170 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

bían de éste la patria potestad si se ejercía sobre los hijos (la manus so­
bre la mujer), la dominica potestad sobre los esclavos, o el mancipium
sobre el hombre libre.

PATRIA POTESTAD

En Roma, la patria potestad era el poder atribuido al padre de fami­


lia, o sea la potestad ejercida sobre los hijos que formaban su familia y
que se encontraban en ella como consecuencia de las justas nupcias, por
la legitimación o por la adopción.
Para ejercitar esa patria potestad, nacida del derecho civil romano,
se requería ser ciudadano romano, en cuyo caso, según el derecho anti­
guo, se daba al paterfamilias el carácter de propietario de los hijos; el
derecho de vida y muerte, de venderlos, exponerlos, abandonarlos o en­
tregarlos para reparar el daño que éstos hubieran causado; castigarlos y
matarlos, según disponía la Ley de las XII tablas, si nacieran deformes.
Como era el propietario de su hijo, los bienes que éste adquiría pasaban
al poder también del padre. Sin embargo, esta potestad que duró casi
todo el régimen republicano, fue modificada, por lo que ya en el Impe­
rio, el padre se convirtió en jefe supremo de la familia, mas no en el pro­
pietario de ella.
La patria potestad originada en las justas nupcias hacía que todos
los hijos que nacían de los cónyuges cayeran bajo su poder, así como los
nietos o descendientes del hijo varón que contraía matrimonio legítimo;
pero esto no se aplicaba a los hijos de la hija, que pasaban o se sometían
a la patria potestad del padre de la madre.
Respecto de la mujer, aun cuando fuera sui juris, jamás ejercía la pa­
tria potestad sobre los hijos.
En conclusión, en su origen, la patria potestad no se estableció con
el fin de proteger al hijo; duraba toda la vida de éste y la ejercía el as­
cendiente de más edad.
En el derecho antiguo, los efectos recaían sobre el hijo de familia,
que se aproximaba a la situación del esclavo, sin derecho a patrimonio
alguno, por lo cual siempre se le consideraba alieni juris.
En el derecho clásico y en el Bajo Imperio, se limitaron los poderes
del paterfamilias sobre el hijo.

FUENTES DE
LA PATRIA POTESTAD

Las fuentes de la patria potestad fueron: las justas nupcias, la legiti­


mación y la adopción.
171

JUSTAS NUPCIAS
Recibía el nombre de matrimonio o nupcias en general, la unión
del hombre y la mujer que deseaban establecer entre ellos una comuni­
dad indivisible de existencia (nuptiae-viri m a tñm onium , individuam
vitae consuetudimen continents). Así, se definió al matrimonio como la
unión de un hombre y una mujer con el objeto de formar una sociedad
indivisible.
Otra definición aplicable en el derecho romano fue: M atñm onium
est maris et fem ine conjunctio et consortium omnis vitae divini et huma-
ni juris comunicado; o sea matrimonio es la unión del hombre y la mujer,
una asociación de toda la vida, que implica la comunidad de interest
en lo humano y en lo divino, es decir, intereses económicos y religiosos.
Desde el punto de vista etimológico, el térm ino matrimonio proviene
de matris (madre) y monos, monere (oficio, ocupación o protección);
o bien, de mater (madre) y monus (uno), o sea, una sola madre.

Manus
Esta institución significó primeramente el poder del hombre en sen­
tido genérico, pero su significado evolucionó para llegar a ser sujeción,
supeditación, subordinación de la mujer al marido por las ceremonias o
formas llamadas confarreatio, coemptio y usus.
El matrimonio era la cohabitación del hombre y de la mujer con la
intención de ser marido y mujer, así como procrear y educar a los hijos,
y entre ambos cónyuges se constituyó una sociedad íntima, indisoluble
y perpetua; de ahí que los romanos llamaran affectio maritalis a esa in­
tención constructora del matrimonio.
Monogámica en extremo fue la forma constitutiva del matrimonio
romano; pero, en virtud del poder que el hombre adquirió desde la fun­
dación de la ciudad (imperativo, arbitrario y despótico, proveniente de
un régimen dictatorial y ególatra), la mujer fue sometida a él, por lo que
dicho poder sobre ella se conoció como manus.
Ninguna forma jurídica establecía la celebración del matrimonio;
sin embargo, el acto en sí era revestido de ceremonias, ritos y fiestas
que evolucionaron con las costumbres, tan disímbolas que se mezcla­
ron, provenientes de distintos pueblos.
El matrimonio romano consistía en vivir juntos un hombre y una
mujer con la intención marital; si no se daban estas circunstancias, el
matrimonio no existía.
La voluntad permanente, duradera, ininterrumpida, que constituye
la afectio maritalis da valor y existencia al matrimonio romano, de ahí
que se concluya que sin la cohabitación y la intención marital no exis­
tía matrimonio.
172 CAP. 22. STA TUS CÍVITA TIS

La comunidad debida se extendía para ambos al domicilio y la posi­


ción social; en efecto, el hombre tom aba por esposa a una mujer y le daba
el papel de compañera, a quien asociaba a su posición social y su rango;
de aquí surgía la diferencia marcada entre el matrimonio legítimo o jus­
tas nupcias y el concubinato, que era una unión ilícita, por medio de la
cual la mujer se unía a un hombre, sin entender que se asociaba a su po­
sición y a su rango. El concubinato era el matrimonio reconocido por
el derecho de gentes; unión que, sin tener el carácter de matrimonio le­
gítimo, era tolerada por la ley y hasta regulada por ella; además, como
las justas nupcias, sólo se llevaba a cabo entre personas libres. Es decir,
fue más bien una concesión por las costumbres degeneradas en el Imperio
y su finalidad aceptada: aumentar la población.
Constantino, el emperador cristiano, atacó el concubinato al prohi­
bir al padre dejar instituidos herederos o dejar bienes a los hijos natura­
les; además, prohibió que las personas ilustres tuvieran concubinato a
efecto de que esto se aplicara a las clases menos pudientes; sin embargo,
Justiniano justificó el concubinato al considerarlo unión lícita.
Las justas nupcias o el matrimonio legítimo producían efectos civi­
les: daban al esposo el título de vir y a la mujer el de uxor; además, los
hijos nacidos dentro de él seguían la condición que el padre tenía en el
momento de la concepción y eran elementos de la familia.
La absoluta comunión de vida entre el hombre y la mujer constituían
el matrimonio, considerada tal comunión como la base sólida en que
descansaba dicha institución. Al derecho correspondía regular las re­
laciones que económicamente se establecían entre los cónyuges, parte
secundaria del matrim onio, ya que, como se ve, esta institución mono-
gámica por excelencia y con un respeto hacia la mujer dentro del hogar
era la base moral de la familia; sin embargo, en la evolución de esta ins­
titución, los romanos no siempre tuvieron el mismo concepto, ni las
relaciones conyugales se desenvolvieron siempre dentro de la misma
igualdad, pues en un principio el hombre im ponía su poder sobre la per­
sona y bienes de su mujer (manus). No obstante, la manus desapareció
paulatinamente y dejó que el matrimonio fuera libre, y más tarde per­
mitió que la mujer permaneciera en las condiciones que guardaba antes
de contraer matrimonio.
El marido podía adquirir la manus por medio de la conferreatio, la
coem ptio o el usus.

Confarreatio

Era la forma más antigua de la ceremonia o solemnidad tradicional


que acompañaba al matrimonio, fundado éste principalmente en el con­
sentimiento de las partes. Dicha solemnidad o ceremonia consistía en
JUSTAS NUPCIAS 173

la presencia de los futuros cónyuges ante el pontífice máximo, quien se


hacía acompañar del flamin dialis, así como de otros sacerdotes y diez
testigos; los contrayentes ofrecían una torta o pan de harina, lo cual
constituía un sacrificio ante el dios Júpiter; en seguida pronunciaban
palabras alusivas al acto en forma solemne y luego se colocaban juntos,
cubiertos por la piel de una res sacrificada con este motivo y perma­
neciendo sentados hasta el fin de la ceremonia. Esta solemnidad cayó
en desuso hasta quedar en la época de Tiberio (años 42 antes de J. C a
37 después de J. C.) como ceremonia propia para el matrimonio de los
sacerdotes, pues de aquí se desprendía que los hijos de éstos, y que tam­
bién celebran el matrimonio confarreado, podrían adquirir la calidad de
sacerdotes.

Coemptio

Era una ceremonia común en muchos de los pueblos indoeuro­


peos, cuyo inicio fue incierto, pero de conocida aplicación. Consistía
en una mancipatio simbólica de la esposa: el futuro esposo golpeaba
con una moneda de cobre la balanza que portaba el libripens, ante cinco
testigos, moneda que entregaba al padre o tu to r de la mujer, que en di­
cha ceremonia aparecía como vendedor de ella, y en seguida el hombre
preguntaba a la mujer si era su voluntad formar parte de su familia y
ella a su vez le formulaba a él la misma pregunta. Igual que la confarrea-
tio, dada la evolución familiar romana, cayó en desuso.

Usus

En la historia romana, una forma menos solemne de adquirir la ma-


nus era el usus.
La convivencia continuada durante un año con la mujer se asemejó
a la posesión continuada por un año sobre los muebles (usucapión), pero
era indispensable que en la convivencia interviniera la capacidad, el con­
nubio y, sobre todo, el consentimiento.
Si la confarreatio, la coemptio y el usus habían acompañado al ma­
trimonio, éste se consideraba como justae nuptiae (es decir, legítimo) y
producía, desde luego, todos los efectos familiares y económicos que
como tal habrían de su cederle.
Sin embargo, era necesario que se cumplieran los requisitos para la
celebración, esto es: capacidad para contraer matrimonio, consenti­
miento m utuo y connubio.
El poder marital adquirido mediante estas ceremonias, llamado ma-
nus, hacía que la mujer recibiera el nombre deu xo r y el marido el de vir.
174 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

Por la dependencia a que se sujetaba, la mujer entraba a formar parte de


la familia del marido en calidad de hija, en cuyo caso adquiría los sacra
del marido, el derecho a ser tratada como hija en la sucesión heredita­
ria, colocada como hermana de sus hijos; a su vez, el marido adquiría lo
que constituía la dote, así como el derecho de corregir a la mujer, ma­
tarla o emanciparla.
El absolutismo y rigor del marido por la manus se modificó con la
evolución social y la tendencia a una forma más liberal del matrimonio
sin sujeción a las ceremonias para tratar de impedir, sobre todo en el
usus, que el marido adquiriera la manus, que lograba la mujer al ausen­
tarse del hogar durante tres noches consecutivas cada año (trinoctii
usurpado) para dejar por completo, durante los dos primeros siglos del
Imperio, paso franco a la forma libre de matrim onio, en el que ya no
aparece la manus como producto de la solemnidad.

El concubinato

Era una unión prohibida, considerada como el comercio ilícito de


un hombre y una mujer sin que hubiera matrimonio entre ellos; y aun
cuando se llevó a cabo entre ciudadanos romanos, no producía efectos
civiles: en dicho caso, los hijos seguían la condición de la madre, pues
no entraban a la potestad del padre; eran sui juris, privados de los dere­
chos que producía el ser miembro de la familia. Tenían un padre reco­
nocido, pero en relación con él recibían el título de hijos naturales, en
oposición al de hijos legítimos, que se aplica a los hijos producto de las
justas nupcias, hijos que formaban parte de la familia del padre. A su
vez los hijos naturales se diferenciaban de los espurios (spurii o vulgo
conceptii) en que eran hijos sin padre conocido, porque nacían de una
unión pasajera llamada stuprum.
Las condiciones exigidas por el derecho civil para la celebración de
las justas nupcias eran las siguientes:

a) Pubertad de los contrayentes.


b) Consentimiento de los contrayentes y el de las personas bajo cuya
potestad estaban o debían estar los hijos que nacieran del m atri­
monio.

La pubertad se había fijado en la mujer a los doce años de edad y en


el hombre a los catorce. La razón de esto era el hecho de que antes de
cumplir con las edades mencionadas, el im púber era físicamente incapaz
de engendrar, por lo que no cum plía el objeto principal del matrimonio,
o sea, la procreación.
El consentimiento debía preceder a las nupcias, pues de lo contra­
JUSTAS NUPCIAS 175

rio, éstas no tendrían existencia legal. Dicho consentimiento podía ser


tácito o expreso; el primero se daba cuando el ascendiente no se opo­
nía al matrimonio, y era válido cuando se daba sin error, sin dolo y sin
violencia.

Esponsales

Eran una forma de contrato mediante el cual se pactaba la celebra­


ción futura del matrimonio (sponsalia): Sponsalia sun m entio et ree-
promisio futurarum nuptiarum, con la única diferencia de que podían
contraer esponsales los impúberes y de que el consentimiento no requería
de forma especial, pues podía otorgarlo un representante o desposarla el
padre sin consentimiento de la hija. Los requisitos para los esponsales
eran los mismos para el matrimonio.
Los esponsales no daban origen para compeler o constreñir a nin­
guna acción la celebración del matrimonio que se prom ete; sin embar­
go, producía efectos semejantes a los del matrimonio, pues impedía
otros esponsales y otras nupcias, asegurando en esta forma el carácter
de matrimonio y la unión subsiguiente.

Connubium

En un principio, el connubium sólo existió entre los ciudadanos


romanos, pues los latinos y los peregrinos no lo tenían, pero lo adqui­
rían en virtud de una disposición particular (rescripto). En efecto, el
connubium era la capacidad legal para contraer legítimo matrimonio y
obtener los derechos que se derivaban de él, como la patria potestad
y el parentesco civil.
Antes de que estuvieran en vigor las leyes Plautia Papiria y Silvani
et Carbonia, llamadas así por haber sido propuestas por los tributos
M. Plautius Silvanus y C. Papirius Carbo, se concedía la ciudadanía ro­
mana a aquellos que habían sido maltratados después de defenderse
obstinadamente; sin embargo, mediante estas leyes se concedió el de­
recho de ciudad a todos aquellos que habitaban el territorio llamado
Lacio; sus habitantes gozaban de un estado intermedio entre los ciuda­
danos y los peregrinos y su situación les otorgaba el jus commercii, pero
no el jus connubium ; mejor dicho, sólo les daba algunos derechos civi­
les a los habitantes de las colonias latinas, por haber permanecido fieles
a Roma. Sin embargo, aun entre los ciudadanos, no todos gozaban
siempre del connubium, pues había impedimentos derivados de las rela­
ciones de parentesco, de consanguinidad y de afinidad o de otras causas
particulares.
176

PARENTESCO

Es el lazo de unión que existe entre las personas que descienden


unas de otras y de un tronco común, unidas por la sangre (cognati), de
ahí que se le llame también parentesco por cognación.

Jus sanguinis (derecho de sangre)

Expresa que la ley que ha de aplicarse al extranjero es la de sus padres


o causantes, o sea la del país de donde procede, y no la del lugar donde
se encuentra. Pero también hay (el más im portante) un lazo de derecho
que une entre sí a los miembros de la misma familia civil que permane­
cen en ella mientras no salen de su seno, en cuyo caso recibe el nombre
de agnati o rarentesco por agnación.
El parei U'sco forma lo que se llama línea y grado de parentesco. En
consecuencia, se pueden señalar las consideraciones siguientes:

Línea. Es la serie de personas vinculadas entre sí, nexo que permite


denominarlas parientes. Si descienden unas de otras, como el padre, el
hijo y el nieto, la línea se llama recta. Cuando la serie de parientes tie­
nen un autor común, pero no descienden unos de otros, recibe el nom­
bre de línea colateral u oblicua, como el hermano, la hermana, el primo
o el tío.
En línea recta. Los grados se cuentan por las generaciones que hay;
así, del padre al hijo hay una (un grado), mientras que entre el abuelo y
el nieto hay dos (dos grados).
En línea colateral. Son parientes los que descienden del autor co­
mún, pero por una línea diferente que tiene sus grados, como el tío y el
sobrino, colocados el primero en el primer grado y el segundo en el se­
gundo grado en relación con el autor común; por tanto, ambos están
colocados entre sí en tercer grado.

Si se ha establecido que el connubium es la capacidad legal para con­


traer matrimonio legítimo y que el parentesco es un impedimento para
poder ejercitarlo, el parentesco en línea recta hasta el infinito de personas
consideradas como ascendientes o descendientes, unidas o no por lazos
consanguíneos, im pedía que éstas celebraran entre sí matrimonio legíti­
mo. Asimismo, existía impedimento legal para contraer justas nupcias
en el caso de la adopción que daba lugar a un parentesco civil; por tan­
to, el padre que adoptaba a una mujer como su hija o como su nieta no
podía contraer m atrim onio con ella, aun cuando por la emancipación la
mujer hubiera salido ya de la patria potestad.
En línea colateral, el parentesco también producía impedimentos,
PARENTESCO 177

pero menos extensos a los de la línea recta, resultado del parentesco


civil, impedimentos que podían cesar si desaparecía el parentesco civil;
por ejemplo: la prohibición establecida para contraer matrimonio entre
hermano y hermana; pero si éstos habían sido hermanos por adopción,
la emancipación de uno de ellos hacía desaparecer el parentesco, cesaba
el impedimento y perm itía celebrar el matrimonio.
El impedimento entre colaterales quedó establecido term inantemen­
te para aquellos parientes colocados en el primer grado en relación con
el autor común, pero a partir del segundo grado ya no había impedi­
m ento; por ejemplo, había impedimento para contraer matrimonio entre
hermanos o entre el autor común y sus descendientes; pero el primo sí
podía casarse con la prima, porque ambos se encontraban a dos grados
de parentesco con el autor común.

Parentesco civil

Mientras éste existía, producía los mismos efectos, es decir, origi­


naba los mismos impedimentos que el parentesco natural, sólo que en
razón de las personas entre quienes se formaba dicho parentesco, pues
un hombre podía casarse con la hija de su hermana adoptiva, ya que el
lazo familiar entre él y su hermano no se extendía a los hijos que ella
pudiera tener, pues tendrían que formar parte de la familia de su padre
y no de la de su madre, que en este caso sería la hermana. Así también,
ese hombre podría casarse con una mujer adoptada por su abuelo ma­
terno, colocada en esa circunstancia como hermana de su madre, pues al
pertenecer el presunto a la familia de su padre no lo unía ningún lazo na­
tural ni civil con esa mujer; pero no podría casarse con la hermana de su
padre, aunque fuera hermana por adopción, ya que formaba parte de la
misma familia.

Parentesco por afinidad

Era un lazo que unía a un cónyuge con los parientes del otro y en
ocasiones se extendía entre los parientes de ambos cónyuges. Este pa­
rentesco impe lía el matrimonio entre el marido y los ascendientes o
descendientes de su mujer o entre la mujer y los ascendientes o descen­
dientes del marido; por ejemplo, al marido le estaba prohibido casarse
con la hija de su primera mujer o con su nuera, así como con la madre de
su mujer o con su madrastra; sin embargo, podía casarse con la hija de su
madrastra que hubiera tenido en su primer matrim onio, aunque del ma­
trimonio de ella con su padre hubiera nacido un hijo, en cuyo caso sería
hermano del marido consanguíneo y hermano uterino de aquella con
quien podía casarse.
178 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

No había impedimento para contraer matrimonio entre uno de los


esposos y los parientes colaterales por afinidad, pero hubo constitucio­
nes que prohibieron el matrimonio entre cuñados.
Por decoro público, hubo prohibiciones en el sentido de que, para
impedir el matrimonio entre personas sin parentesco por afinidad, bas­
taba el solo hecho de que alguna de ellas hubiera tenido comercio carnal
o comunicación con el ascendiente o descendiente del otro.
También estaba prohibido que celebrasen matrimonio una menor de
26 años de edad con su tu to r o su curador o con el hijo o nieto de éstos,
a efecto de evitar que aprovecharan el matrimonio para no rendir cuen­
tas, alterarlas o no presentarlas con exactitud; asimismo, un gobernador
no podía casarse con una mujer cuyo domicilio estaba en la provincia
que gobernaba, para evitar que abusara de su autoridad; un ingenuo te­
nía prohibido casarse con una prostituta, artista o cómica; un senador o
sus hijos tenían prohibido contraer matrim onio con libertinas; sin em­
bargo estos impedimentos eran obstáculos sólo para el matrimonio le­
gítim o, para las justas nupcias, mas no para el concubinato.
El concubinato no daba origen a la patria potestad, y los hijos sin
padre conocido, cuando eran fruto de un comercio incestuoso, no da­
ban derecho a dote ni donación por causa de nupcias, ni tampoco lo
daban la unión de un incesto o bigamia. A los hijos nacidos de concu­
binos se les llamó naturales; además, los hijos seguían la suerte de la
madre, la patria potestad la ejercía el padre de la madre, y no existía
parentesco entre el hijo y el padre natural.

Formas de disolver el matrimonio


legítimo o “justas nupcias”

El matrimonio legítimo se disolvía de diferentes formas, a saber: por


la m uerte de uno de los esposos, por la pérdida de la libertad, por la pér­
dida de los derechos de ciudad, por el cautiverio y por el divorcio.
En los antiguos matrimonios por confarreado, era difícil pero no im­
posible que existiera el divorcio, y cuando se llevaba a cabo se hacía me­
diante disfarreación. En los matrim onios per aes et libram (coem ptio)
el marido sólo tenía derecho de repudiar a su mujer, con lo que volvía a
emanciparla; en otro caso, la mujer vendida al marido no podía abando­
narle contra la voluntad de éste y sin emancipación. Asimismo, el ma­
rido podía separarse de su mujér si ésta había com etido adulterio, en­
venenado a sus hijos o falsificado las llaves que se le habían confiado; si
la abandonaba sin tener ninguno de estos motivos, se adjudicaba la mi­
tad de sus bienes a la mujer y la otra mitad al templo de Ceres, y el ma­
rido era dedicado a los dioses infernales.
Cuando se estableció el matrimonio por simple consentimiento mu­
LEGITIMACIÓN 179

tuo, también se reguló el divorcio por consentimiento m utuo o median­


te el repudio de uno de los esposos, que disolvía el matrimonio sin justa
causa, e incurría en ciertas penas pecuniarias; lo mismo sucedía con el
cónyuge que por su mala conducta daba al otro justa causa de repudio.

LEGITIMACIÓN

La legitimación era un acto en virtud del cual un hijo nacido de con­


cubinato adquiría la calidad, la condición y los efectos de un hijo legíti­
mo, es decir, los hijos que no nacían en la familia de su padre podían
formar parte de ella posteriorm ente por la legitimación.
Antes del Imperio de Justiniano, la legitimación se verificaba en dos
formas: por matrimonio subsiguiente y por oblación a la curia; sin em­
bargo, Justiniano agregó otra forma: por rescripto del príncipe.
Los hijos de concubinato podían ser legitimados, porque en ese
caso no había impedimento alguno para celebrar las justas nupcias o el
legítimo matrimonio, solamente que ellos no cumplían requisitos que
el derecho civil había señalado para la celebración del matrimonio le­
gítimo.
Con todo, no podían ser legitimados los hijos nacidos de adulterio,
del incesto (stuprum) o de una unión pasajera o ilícita, que no tenían
padre legítimo o padre conocido según la ley.
La legitimación por subsiguiente matrimonio se llevaba a cabo cuan­
do un hombre tenía hijos con una concubina y posteriorm ente celebra­
ba con ella las justas nupcias, lo cual transformaba al concubinato en
matrimonio legítimo. Esta legitimación fue establecida en Roma en el
año 335 antes de J. C.
La legitimación antes mencionada debía reunir los requisitos si­
guientes:

a) Que el matrimonio entre el padre y la madre, en el momento de


la concepción, no estuviera prohibido o impedido por una ley.
b ) Que se levantara un acta en la que se constituía la dote o, sim­
plemente, que se expresara con claridad el deseo de transformar
el concubinato en legítimo matrim onio.
c ) Que los hijos aceptaran la legitimación, pues no podían ser so­
metidos contra su voluntad a la patria potestad.

Legitimación por oblación a la curia

La curia estaba formada por el senado de las ciudades municipales, es


decir, las que habían obtenido el derecho de ciudad romana y el privile­
180 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

gio de gobernarse en forma autónom a a través de instituciones similares


a las de Roma; por ello, la curia era un pequeño senado, los decuriones,
sus senadores, y los curiales, los patricios de esas municipalidades. Los de­
curiones formaban una orden que gozaba de privilegios, pero a la vez esta­
ban sometidos a obligaciones onerosas, como responder del cobro de
todos los impuestos. Por lo gravoso de las obligaciones, en determinadas
épocas del Imperio, la m ayoría rehuía estos cargos, sin importarles el ho­
nor que daba el cargo. En atención a ello, los emperadores Valentiniano
y Teodosio decretaron que un decurión o un ciudadano que únicamente
tenía hijos naturales podía legitimarlos por el solo hecho de ofrecerlos a
la curia, es decir, si adm itía esos hijos en el orden de los decuriones, o
también se estipuló que podía legitimar a una hija natural si la casaba
con un decurión.

Legitimación por rescripto del príncipe

Este tipo de legitimación se adquiría al obtener un rescripto del


emperador, en el que con toda claridad se concedía el privilegio de la
legitimación, siempre y cuando el padre no tuviera algún hijo legítimo,
pero, a la vez, era imposible que contrajera matrimonio legítimo con la
madre del hijo natural, bien por haber m uerto ésta o por un impedimen­
to grave.
El rescripto aludido para la legitimación lo podía solicitar ei padre o
los hijos, en el caso en que muerto aquél, en su testam ento manifestaba
su voluntad de legitimarlos. El efecto del rescripto de legitimación era
constituir a los hijos en herederos de su padre, lo cual los colocaba en
la situación de hijos legítimos.

ADOPCIÓN

La adopción es un acto en virtud del cual pasan a formar parte de la


familia los hijos nacidos de un extraño a ella y por el que un ciudadano ad­
quiere la patria potestad por efecto del derecho civil, independientemente
de los vínculos consanguíneos. Las personas que entran a la familia en esta
forma y sobre las cuales se constituye la patria potestad se denominan
hijos adoptivos y, a partir de entonces, toman el nombre de la familia
del adoptante.
Hay dos clases de adopción: la adopción propiam ente dicha, aplica­
da a los hijos de familia a quienes se hace pasar de la patria potestad de
un padre a la patria potestad de otro, y la adrogación, por la que un in­
dividuo que no depende de nadie (sui juris, o sea un padre de familia) se
somete a la patria potestad de otro.
181

Mancipación
La adopción propiamente dicha se llevaba a cabo por la venta solem­
ne mancipatio, seguida de la cessio in jure.
La mancipación, que debía repetirse tres veces si se trataba de un
hijo varón de primer grado, tenía por objeto liberar al hijo de la patria
potestad y no se le atribuía la calidad de hijo de familia del comprador;
en cambio, la cessio in jure no era más que la presentación imaginaria de
un proceso y consistía en que el adquirente que deseaba adoptar recla­
maba al hijo como suyo; era una reinvindicación simulada, pues el ver­
dadero padre no contradecía y el magistrado hacía la declaración de
que el hijo pertenecía al adoptante.
Posteriormente, al imperar Justiniano se acabaron esas formalidades
y la adopción se verificaba sólo por la simple declaración del magistra­
do (imperium magistratus), mejor dicho, por la simple declaración que
hacían ante el magistrado competente tanto el padre natural como el
adoptante en su presencia, desde luego sin contradicción del adoptado.
Los efectos de esta forma de adopción eran: que el adoptado salía de la
familia de su padre natural y pasaba a formar parte de la del adoptante;
perdía sus derechos a la sucesión del padre natural sin tener seguridad
de conservar los derechos que adquiría a la herencia del adoptante, por­
que éste lo podía desheredar o emancipar. Para remediar esto, para dar
seguridad al adoptado, Justiniano estableció que cuando la adopción
la hiciera un extraño, mejor dicho cuando la hiciera quien no fuera as­
cendiente del adoptado, éste debía permanecer bajo la potestad y en la
familia de su padre natural, a fin de conservar en ella sus derechos de
sucesión y que fuera considerado hijo del adoptante con derecho a su-
cederle, aunque fuera sólo ab intestato (cuando no testara, pero sin te­
ner acción alguna para combatir el testamento del padre adoptivo).

La adrogación
Era una especie de adopción que antiguamente se practicaba, fun­
dada en la ley populi autoritate, y se llamaba así porque se preguntaba
al adrogante si adm itía como hijo a aquel a quien se proponía adoptar
y al adrogado se le preguntaba si daba su autorización. Empero, en el
Imperio, la voluntad del pueblo fue reemplazada por la del emperador,
quien la expresaba en un rescripto.

Efectos de la adrogación
Los efectos de la adrogación eran los siguientes:
a) Hacer entrar bajo la patria potestad del adrogante no sólo al adro­
gado, sino también a todos los hijos naturales o adoptivos que
182 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

éste tenía bajo su patria potestad.


b) Que el adrogante adquiría todos los bienes del adrogado.

Como la adrogación se lleva a cabo sobre personas sui juris, sólo en


algunas ocasiones podían ser adrogadas las personas alieni juris, que eran
las que se daban en la adopción propiam ente dicha.
En el derecho antiguo, las mujeres y los impúberes, que siempre
podían ser adoptados, no podían darse en adrogación. En la época de
Justiniano, se permitió la adrogación de las mujeres y de los impúbe­
res, pero estos últimos con sujeción a determinadas reglas, a saber: la
edad del adoptante; causa honesta de la adopción; ventajas para el im­
púber; obligación del adrogante de restituir al adrogado los bienes que
recibía de él mismo si lo emancipaba o lo desheredaba, o a las personas
a quienes hubiera habido en adrogación en caso de que el adrogado mu­
riera antes de la pubertad; el aseguramiento de esta restitución de bienes
a través de un fiador, en el caso de que lo emancipara sin justa causa o
que le desheredara.
Para poder adrogar, el adoptante debía tener 18 años más que el
adrogado, o 36 años más si el adrogado iba a ser tom ado como nieto.
Por otra parte, sólo los incapaces de contraer justas nupcias no podían
adoptar, por ejemplo: los castrados.
Según el derecho antiguo, las mujeres no tenían potestad sobre sus
hijos naturales; sin embargo, se permitió reemplazar por adopción a
los hijos naturales que hubieran perdido.
El esclavo sólo podía ser adoptado por su dueño, en cuyo caso la
adopción producía para éste los efectos de la manumisión, pues se consi­
deraba que si el mismo Justiniano declaró que bastaba dar públicamente
el trato de hijo a un esclavo en un acto público para que éste adquiriera
su libertad, con mayor razón si lo adoptaba, el efecto inmediato que
producía era la manumisión.

FORMAS DE DISOLVER LA PATRIA POTESTAD

Independientem ente de toda voluntad, la patria potestad se disolvía


de las formas siguientes:

a) Si acaecía la muerte del padre o del hijo de familia.


b ) Por la pérdida de la libertad o de los derechos de ciudad, bien
que los sufriera el padre o el hijo de familia.
c) Por llegar el hijo a obtener ciertas dignidades con la voluntad del
padre y de él mismo.
d ) Por la emancipación.
e) Por la' adopción.
FORMAS DE DISOLVER LA PATRIA POTESTAD 183

La muerte del padre de familia libertaba o hacía salir de su potestad


a todos los hijos sometidos a ella; convirtiéndose en dueños de sí mis­
mos (sui juris) y, a la vez, en cabeza de una familia particular. Por otro
lado, la muerte del hijo de familia hacía cesar la patria potestad con res­
pecto de él mismo.
Si la patria potestad la ejercitaba el abuelo, sus nietos, a la muerte
de éste, recaían en la potestad del padre, siempre que éste se hallara aún
bajo la potestad del difunto; por tanto, los nietos no se convertían en
sui juris, sino cuando su padre, a la muerte del abuelo, ya hubiera falle­
cido o salido de la familia.
La pérdida de la libertad llevaba consigo la de todos los derechos ci­
viles, y al considerarse a la patria potestad en el número de éstos, tenía
que seguir la suerte de lo principal.
Al perderse la cualidad de ciudadano, la persona se consideraba muer­
ta para los derechos civiles, por cuya razón al perder el padre o el hijo
los derechos de ciudad, se disolvía la patria potestad. Esto sucedía
en los casos siguientes: cuando un ciudadano abandonaba Roma sin
ánimo de volver y había admitido se le recibiera como ciudadano de
otra ciudad; los que iban a fundar colonias en el Lacio o en las provin­
cias y se convertían en latinos coloniarii; cuando a un ciudadano se le
prohibía usar el agua o el fuego, obligándole en esa situación a salir de
Roma, pues al privársele de esos elementos vitales no tenía otro recurso
que expatriarse (esta prohibición fue sustituida posteriormente con la
deportación a una isla).
El deportado podía ser llamado por el príncipe, en cuyo caso reco­
braba los derechos de ciudad sólo para lo futuro, pero sin restablecer los
derechos perdidos con la deportación, a menos que por una disposición
expresa del príncipe se le concediera la recuperación completa de su an­
tiguo estado; por ende, recuperaba también la patria potestad, que había
perdido.
Durante el Imperio de Constantino, a ciertos personajes eminentes
que el emperador escogía como sus consejeros particulares, se les dio el
título de patricios, a quienes por esta situación se liberaba de la patria
potestad;pero Justiniano alejó la dignidad de oficio de cónsul y a todas
las demás que dispensaban de las cargas de la curia.
Antes de Justiniano, sólo la dignidad de flamin o de vestal libraban
de la patria potestad.
La emancipación era un acto solemne mediante el cual un padre de
familia renunciaba a la potestad tenida sobre el hijo para que éste se
convirtiera en sui juris. En el proceso evolutivo de Roma se distinguen
tres formas de emancipación, a saber:

Primera: La emancipación antigua, que consistía en llevar a cabo


una o muchas mancipaciones; es decir, por medio de la mancipación, el
184 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

padre vendía a su hijo a un tercero y convenía con el comprador que


éste adquiría la especie de potestad (dominica) llamada mancipium;
pero si lo obligaba a manumitirlo per vindicta, la forma se llamaba con­
tracta fiducia.
Una vez realizada la manumisión, el hijo recaía nuevamente bajo la
patria potestad del pater familias, pero era vuelto a vender y manumitido
por el com prador por segunda vez, para que por tercera venta se extin­
guiera definitivamente el derecho del padre; por la tercera manumisión
hecha por el comprador, el hijo se convertía en sui juris, pues no se en­
contraba ya sometido a la potestad de nadie.
Segunda: La emancipación anastasiana, que consistía en obtener del
em perador un rescripto (mediante el cual se autorizaba la emancipación)
y en hacerla insinuar por un magistrado, en quien estaba depositada. Este
procedimiento se estableció para emancipar a un hijo ausente, que no
podía llevarse a cabo por el procedimiento de la emancipación antigua,
ya que por la forma de mancipación, habría que tenerse con la mano, es
decir, presente, el objeto que se vendía.
Tercera: La emancipación autorizada por Justiniano, consistente
o resultante de una simple declaración hecha por el padre de familia
ante el magistrado (rectae via).

El emancipado en estas condiciones se consideraba manumitido,


sujeto al patronato del manumisor y, por tanto, por ingratitud podía
perder el beneficio de la emancipación.
La adopción se podía considerar en ciertos casos como un medio
para disolver la patria potestad, como cuando el adoptado pasaba de la
potestad de su padre a la del adoptante o cuando el adoptante era ascen­
diente del adoptado.
Había otros casos en que podía disolverse la patria potestad, por
ejemplo: si el impúber dado en adrogación quisiera hacerse emancipar
cuando llegaba a la pubertad, pues con ello demostraba que la adroga­
ción le era perjudicial; cuando los hijos eran m altratados por sus padres,
o cuando la hija probaba que su padre la prostituía.

TUTELA

En atención a la capacidad que tenían para gobernarse y ejercer sus


derechos, las personas sui juris eran clasificadas de la forma siguiente:

a) Aquellas que estaban bajo tutela (in tutela).


b) Aquellas que se encontraban bajo cúratela (in curiatone).
c) Las que no tenían tu to r ni curador y disfrutaban plenamente
sus derechos.
TUTELA 185

En efecto, en Roma la condición de los sui juris era diferente según


la edad, que comprendía: a) la im pubertad, que duraba hasta los 14
años de edad en el hombre y hasta los 12 en la mujer, periodo dentro del
cual se establecía la tutela; b ) la de la simple minoridad de edad, que
duraba desde la pubertad hasta los 25 años de edad, periodo en el cual
se estaba en cúratela; y c) la de la mayoría de edad, que comprendía
desde los 25 años de edad en adelante, periodo en el cual se tenía el ple­
no y libre goce y ejercicio de los derechos.
La tutela definida en las instituciones era el poder de una cabeza
libre, que la ley daba y perm itía para proteger a aquel que a causa de
su edad no podía defenderse por sí mismo (tutela est vis act potestas
in capito libero ad tuendum eum qui propter etamen sua-se defendere
nequit, jure civile data ac permissa). Era un poder en una cabeza libre,
porque sólo se ejercía en las personas libres, es decir, en aquellas que no
estaban bajo la potestad dominica ni bajo la patria potestad, a diferencia
de los alieni juris, que se hallaban bajo la protección del jefe del que de­
pendían y no necesitaban otro protector.
En un principio, instituidas por la Ley de las X II tablas, existieron
las tutelas legítima y testamentaria, y posteriorm ente por las leyes espe­
ciales se estableció la tutela dada por los magistrados, denominada dativa.
La tutela tenía como objetivo principal proteger a aquel que a causa
de su edad no podía defenderse por sí mismo, a diferencia de la patria
potestad, pues la tutela perseguía conservar los bienes del pupilo y de­
fender su persona, en tanto que la patria potestad daba al padre la pro­
piedad de los bienes y antiguamente hasta la de la persona sometida a
él. La tutela se daba en razón de la edad y estaban sometidos a ella los
impúberes.
Asimismo, la tutela se establecía en el testamento para los hijos que
se hallaban bajo la potestad inmediata; por tanto, al morir el padre, no
caían en la potestad de otra persona.

Requisitos para ser tutor


Los requisitos que debía cumplir una persona para ser tutor eran: ser
ciudadano y ser apto para desempeñar cargos públicos, pues la tutela
era uno de ellos.
La ciudadanía tenía a su favor el derecho de hacer disposiciones
testamentarias, instituir herederos y poder ser instituidos ' testamenti-
facción).

Tutela testamentaria
El nombramiento de tu to r testamentario podía hacerse en forma
pura y simple o con condición; además, se podía limitar la duración de
186 CAP. 22. STA TUS CIVITA TIS

la tutela (ad certum tempus) o no hacerla comenzar sino hasta cierta


época (es certo tempore).
Para que el testamento fuera válido, se requería que contuviera la
institución de heredero, por lo que eran nulas las disposiciones que se
dictaran antes de esta institución; pero Justiniano decidió que tendrían
validez las disposiciones testamentarias, se escribiesen antes o después
de la institución de heredero.

Tutela legítima
La tutela legítima se defería al agnado o a los agnados de grado más
próximo.
La Ley de las XII tablas confería la tutela a los agnados cuando mo­
ría el padre de familia ab intestato, es decir, sin hacer testam ento o si lo
había hecho éste era nulo o cuando no nombraba tu to r en su testam en­
to o cuando el tu to r nombrado m oría antes que el testador.
Eran agnados de un pupilo todas las personas que a la muerte del pa­
dre de familia se encontraban juntam ente con el pupilo bajo la potestad
del difunto, no rompiéndose por la muerte del padre el lazo de unión
entre las personas que se hallaban bajo su poder; sin embargo, se conver­
tían en sui juris: todos llegaban a ser cabezas de otras familias particula­
res, pero entre ellos permanecía la familia, cuyos miembros tenían entre
sí el título de agnados.
Justiniano definió a los agnados al afirmar que son los parientes uni­
dos entre sí por personas del sexo masculino; sin embargo, si se estudia
a fondo el parentesco, se verá que hay parientes provenientes de un va­
rón que pueden ser agnados de otros, pues se puede perder la agnación
sin que se pierda el parentesco natural llamado cognación.
La tutela era un cargo que, según los prudentes, debía colocarse don­
de estaba la esperanza de la herencia, pues el presunto heredero tenía
interés en velar por la fortuna del pupilo, ya que algún día podía ser
suya, y como la Ley de las XII tablas defería al patrono y después a sus
hijos la sucesión ab intestato del liberto, se dedujo que también quería
deferirles la tutela; por ello se dice: “ según el espíritu de las XII tablas”.
Así, la tutela de un liberto se defería a su patrono o a los hijos de éste,
pues en el mom ento de la manumisión el esclavo no tenía agnados por
no tener familia.
La tutela legítima del hijo de familia emancipado se defería al padre
que había emancipado al impúber, respecto del cual tenía los derechos
de un patrón.
Respecto de los impúberes emancipados, la tutela pasaba a la muer­
te del ascendiente emancipante, a falta de tu to r testamentario, los hijos
varones mayores de 25 años que habían quedado bajo la potestad del
emancipante, en cuyo caso se denominaba tutela fiduciaria.
187

Tutela dativa

Cuando no había ningún tu to r legítimo ni testamentario o cuando


no entraba en funciones de tutor, los magistrados nombraban tu to r al
pupilo, en cuyo caso se llamaba tutor dativo.
En Roma, la facultad de nombrar tu to r al principio recaía en el pre­
tor urbano y en los tribunos, y en las provincias recaía en el presidente
y en el cónsul provincial.
Durante el régimen de Justiniano se estableció que cuando la fortu­
na del pupilo no llegara a 500 sólidos (el sólido, también llamado suelo
de oro, se estimaba en más o menos 10 pesos actuales, por lo que 500
sólidos equivalían más o menos a 5 000 pesos), los magistrados munici­
pales, sin esperar la orden del presidente de la provincia, podían hacer el
nombramiento de tutor sin conocimiento ni causa, pero obligando a los
tutores a otorgar una fianza, de la que se hallaban exentos los tutores
nombrados, previa investigación del magistrado superior.
Los tutores debían dar cuenta de su gestión al término de la tutela,
por llegar a la pubertad el pupilo o por cualquier otra causa. El tu to r
ejercía sus funciones ya sea al obrar por sí mismo (es decir, en su propio
nombre y sin la presencia del pupilo, como un gerente) o al interponer
su presencia aunque no podía ejercer ningún acto (a no ser en caso de
urgencia) si no daba fianza y juraba desempeñar fielmente su cargo.
Además, debía formar un inventario de los bienes del pupilo; tenía la
obligación de alimentarlo y educarlo según su clase y la cuantía de sus
bienes; cobrar los créditos, depositar o dar a rédito el dinero, pues si no
lo hacía debía pagar los intereses; por último, en la administración de la
tutela, el tu to r debía ser diligente, cuidadoso y responsable, como si fue­
ran sus negocios propios.
El hecho en virtud del cual el tu to r concurría con el pupilo recibía
el nombre de auctoritas tutoris (autoridad) y la acción de aquél, por su
concurrencia aumentada, formalizaba y completaba la persona jurídica
del pupilo. Precisamente esa necesidad de concurrir el tu to r en asisten­
cia del pupilo en los actos en que éste no podía hacerlo válidamente, se
expresó del modo siguiente: “ el tu to r se da a la persona y no a los bie­
nes” . En esta forma, el tu to r se daba a la persona civil, porque la perso­
na del pupilo quedaba para su guarda y educación, primero donde el
testamento le había señalado; a falta de éste, el magistrado decidía el lu­
gar y la persona con quien debía quedar el pupilo, y quedaba a cargo
del tu to r el pago de los gastos que esto originara.
Cabe agregar que como el pupilo no era capaz de apreciar la trascen­
dencia de sus actos, debía ser asistido en ciertos actos por su tutor. Por
ello, mientras el pupilo era infans, cuando no podía hablar o pronunciar
las palabras legales, no podía celebrar ningún acto jurídico, en cuyo
caso el tu to r debía intervenir por sí mismo como si fuera un gerente.
188 CAP. 22. STA TUS C1VITATIS

Cuando el pupilo había salido de la infancia, cuando ya com prendía el


sentido de sus actos, podía figurar solo o, según las circunstancias, con
la asistencia de su tutor.
Sin la autorización del tutor, el pupilo figuraba cuando se trataba de
mejorar su condición, es decir, cuando iba a adquirir alguna cosa o tra­
taba de obligar a otro a su favor; pero la autoridad del tu to r se refiere al
caso en que el pupilo trataba de enajenar una cosa u obligarse a favor de
otra persona.
De lo anterior resultaba que cuando había enajenación y obligación,
se suponía que había una pérdida, y para estimar si ésta era compensada
con alguna ventaja o beneficio para el pupilo, se necesitaba comprender
perfectamente el sentido de los actos que contenían obligaciones recípro­
cas; quien contrataba con el pupilo quedaba obligado con él, a su favor,
sin que éste quedara obligado. Cuando el pupilo se obligaba, aparecía
obligado pero sin condición, y si no había intervenido el tutor, el acto
resultaba nulo en virtud de que el pupilo era incapaz de comprender el
sentido de sus actos.

Terminación de la tutela

La tutela termina por las causas siguientes:

a) Por llegar a la pubertad el pupilo.


b) Por la muerte o por la capitis dem inutio del pupilo.
c) Por la muerte del tutor.
d) Por la disminución de cabeza máxima o media del tutor.
e) Por cumplirse el término o la condición de los tutores testam en­
tarios, impuesta a la duración de su función; y, respecto a los tu ­
tores dativos, por llegar el término o la condición que suspendía
la entrada en las funciones del tutor.
/ ) Por excusas del tu to r que habían sido admitidas por el magistra­
do o por sentencia que dictaba su destitución.

CURATELA

Desde el punto de vista de su capacidad mayor o menor para gober­


narse y ejercer sus derechos, las personas sui juris se dividieron en tres
clases: las que estaban en tutela, las que se encontraban en cúratela y
aquellas que no tenían tutor ni curador y gozaban de la plenitud de sus
derechos.
La variación en la condición de las personas era conforme a la edad,
de ahí que se consideraran tres periodos:
CURATELA 189

a) La impubertad, que duraba hasta los 14 años en el hombre y has­


ta los 12 en la mujer, periodo durante el cual los impúberes esta­
ban bajo tutela.
b) La simple minoría de edad, que com prendía la pubertad hasta
los 25 años, periodo dentro del cual se estaba en cúratela.
c) La mayoría de edad, durante la cual se disfrutaba el pleno y li­
bre ejercicio de los derechos, a no ser que se presentaran circuns­
tancias que lo impidieran, como en el caso de la prodigalidad y
la demencia.

En esas condiciones, podían entrar en cúratela:

a) Los impúberes menores de 25 años de edad.


b ) Los impúberes cuyo tu to r no participaba en la administración
de los bienes porque se había excusado o no era propio.
c) Los mayores de 25 años de edad que habían sido declarados pró­
digos, enfermos incurables o locos.

Según la Ley de las XII tablas, la cúratela de los locos, enfermos incu­
rables y pródigos era la única legítima y correspondía a los agnados; en
todos los demás casos los curadores eran nombrados por los magistrados;
por tanto, la cúratela era más bien dativa,'pues en el caso de los locos y
los pródigos, eran herederos legítimos de quien había muerto sin testar.
La cúratela se estableció para los bienes y en ocasiones para un asun­
to determinado; no trataba de completar la persona civil, como la tu te­
la, interponiendo su asistencia el curador. El curador se nombraba por
circunstancias que impedían al adulto defender y dirigir sus negocios o
sus intereses; por esta razón, en los casos de locura, inexperiencia o pro­
digalidad, el curador procedía a veces como un gestor de negocios cuan­
do el adulto se encontraba totalm ente impedido para obrar, o asistía al
adulto en algunos actos que éste realizaba y le daba su consentimiento
para celebrarlos, por lo que esta institución se confunde a veces con la
tutela.

Administración de la tutela y la cúratela

Para garantizar la tutela y la cúratela en favor de los incapaces, se


establecieron las seguridades siguientes:

a) Juram ento de administrar como buen padre de familia.


b ) Fianza que el tutor o curador debía otorgar antes de entrar en
ejercicio de la administración, por lo que no era válido ninguno
de sus actos si no se daba antes la fianza.
190 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

c) El establecimiento de una hipoteca tácita, a la que se hallaban


afectos los bienes del tu to r y los del curador.
d ) El inventario de los bienes de los incapaces, antes de entrar al
ejercicio de sus funciones.

La palabra fianza (caución, proveniente del latín cavere-cautum),


que significa garantía o seguridad, consistía en una promesa escrita o
verbal o en una prenda; de ahí que fueran consideradas así el juramento,
llamado también caución juratoria (que era la obligación personal que
una tercera persona agregaba a la de la persona constituida en principal
obligado), o bien la satisdacción, en cuyo caso se obligaba al tu to r o
al curador con las formas solemnes que existían de la estipulación, que
consistía en responder de la administración del tu to r o curador, quienes
podían ser interrogados: (promittisme rem pupilli salvam fo rel, a lo
cual contestaba: prom itto ) y también al que se presentaba como fiador
(fidejubesm e rem pupilli salvam fo rel, a lo que respondía: fidejubeo).
Estaban exceptuados de dar fianza o caución:

a) Los tutores testamentarios.


b ) Los tutores y curadores nombrados por el padre en el testamen­
to, pero cuyo nombram iento requería la confirmación del magis­
trado.
c) Los tutores y curadores dativos nombrados sin investigación.

Excusas

Para el ejercicio de la tutela y de la cúratela, que eran cargos públicos,


podían presentarse motivos o circunstancias que, estudiados por el ma­
gistrado, dispensaban a un ciudadano del ejercicio de la tutela o cúratela
que se les defiriera. Estas excusas podían ser voluntarias o necesarias:
las primeras eran los motivos o circunstancias que presentaban el tu to r
o el curador para ser eximidos del cargo, y las segundas eran las circuns­
tancias que los excluían del cargo, no obstante que ellos no las alegaran,
pues constituían incapacidades o prohibiciones para ejercitarlo.
Las principales excusas eran las siguientes:

a) El número de hijos: tres en Roma, cuatro en Italia y cinco en


las provincias.
b ) La administración del fisco o del erario, entendiendo por el pri­
mero el patrimonio particular del príncipe, a diferencia del se-
gudo, que se refería al tesoro público. Ambos se confundieron
en el último periodo romano, y en este caso la excusa se refería
a la administración de los bienes de uno y otro.
CAPITIS DEMINUTIO (DISMINUCIÓN DE CABEZA) 191

c) La ausencia al servicio de la República.


d) Ejercer una magistratura.
e) El hecho de que el tu to r o curador tuviera pleito con el pupilo.
/) El tener tres tutelas o cúratelas.
g) La pobreza.
h) La enfermedad.
i) La enemistad del tu to r o curador contra el padre de los pupilos
o menores o contra éstos.
/) El cumplir 70 años de edad o no cumplir 25.
k) El estado de locura, sordera o mudez.
/) Ejercer en Roma una profesión liberal.
m) El estado militar.

CAPITIS DEMINUTIO
(DISMINUCIÓN DE CABEZA)

La capitis deminutio era la pérdida de uno de los elementos que


constituían el estado civil de un ciudadano romano (status), formado
por tres elementos: a) la libertad (status libertatis), b) la ciudad (sta­
tus civitatis), y c) la familia (status familiae).
Si un ciudadano perdía la libertad, pérdía también los derechos de
ciudad y de familia. Si perdía el derecho de ciudad, forzosamente per­
día el de familia, pero conservaba el de libertad. Si cambiaba de fami­
lia, conservaba los derechos de libertad y de ciudad.
La pérdida de cualquiera de estos derechos, que constituían la cali­
dad de caput, recibía el nombre de capitis dem inutio (disminución de
cabeza), pues ésta se constituía por los tres elementos, y la pérdida de
uno de ellos implicaba una disminución que según los efectos produci­
dos, se llamaba: máxima capitis dem inutio, media capitis dem inutio o
mínima capitis deminutio.

Máxima disminución de cabeza

La constituía la pérdida de la libertad, porque quien caía en la escla­


vitud no tenía derecho alguno; por esta razón, fue denominada máxima.

Media disminución de cabeza

Tenía lugar cuando el ciudadano perdía los derechos de ciudad, por


ejemplo: cuando era condenado a no usar el agua o el fuego o cuando
era deportado a una isla; es verdad que conservaba la libertad, pero al
192 CAP. 22. STATUS CIVITATIS

perder los derechos de ciudad perdía también los de familia, por lo que
se llamó dem inutio media.

Mínima disminución de cabeza

Tenía lugar cuando un ciudadano cambiaba solamente la familia,


pero no perdía los derechos de ciudad, ni los de libertad; o cuando un
hijo de familia era emancipado o pasaba a formar parte de otra familia
como hijo adoptivo; o cuando un padre de familia formaba parte de la
familia de otro por adrogación o por legitimación.
Debe entenderse que la disminución de cabeza provocaba un cambio
de estado, el cual disminuía en una cabeza la clase de hombres libres, es
decir, disminuía en una cabeza la calidad de ciudad.
Como consecuencia de la disminución de cabeza, los agnados per­
dían su calidad de tales, pues al salir de la familia se dejaba de ser miem­
bro de ella, no así los cognados, cuyo vínculo familiar consanguíneo
sólo le hacía perder los efectos civiles por la pérdida de la libertad y de
los derechos de ciudad (máxima y media), pues al perderse éstos, no se
producían ya ninguno de los efectos civiles que le eran propios, pero el
vínculo consanguíneo no se perdía nunca.
23
Las cosas

TERMINOLOGÍA

La primera parte del estudio del derecho la constituyen las perso­


nas, o sea, el sujeto del derecho, en tanto que la segunda está formada
por las cosas, o sea el objeto del derecho, entendiendo por derecho la
relación que existe entre la persona y las cosas.
Los romanos emplearon una variada terminología en esta segunda
parte, pues utilizaban no sólo el térm ino genérico res, que significa cosa,
sino también otros términos, como bona, que significa bienes (mancipia
riostra), cuando se referían a los esclavos especialmente. Empleaban el
vocablo pecunia para referirse al dinero y el término familia especialmen­
te en el antiguo derecho (en el de los reyes) para significar a las personas
subordinadas no precisamente al pater, sino al patrimonio. Por ello, se­
guramente el conjunto de bienes del pater se llamaba patrimonium, que
significaba los bienes de una persona viva, mismos que se denominaban
haereditas cuando se trataba de una persona m uerta, defunctus.

Res y bona

Entre los términos res y bona no había una diferencia de fondo,


sino sólo una sutileza que quieren hacer los juristas franceses.

Mancipia nostra

El término mancipia, aplicado a los esclavos por antonomasia, se de­


riva de la frase romana propia del lenguaje del derecho civil: res manci-

193
194 CAP. 23. LAS COSAS

pii, que podría traducirse como cosa romana, en oposición a otras cosas
que no son romanas o quiritarias, como las res nec mancipii o cosas no
romanas.

Pecunia

El térm ino pecunia, que significa dinero, se deriva de pecus-ris, que


quiere decir ganado; se rem onta a la época en que no se utilizaba la m o­
neda, y su radical indica que las monedas tom aron un valor comparativo
con el valor atribuido a las cabezas de ganado en las primitivas transac­
ciones de trueque o cambio de cosa por cosa.

Familia

El térm ino familia, derivado de fam ulatus, como dice Justiniano,


quiere decir subordinación, dependencia y aun esclavitud, y en sus orí­
genes significó el conjunto de personas y de cosas, de ahí que algunas
veces se tom a por sólo el conjunto de personas subordinadas, y otras
para significar el conjunto de las cosas (es decir, el patrimonio).

Patrimonium

Esta palabra proviene de los térm inos latinos numus y patris, que
significa ganancia, beneficio o provecho de paterfamilias; es otro térm i­
no que sirve para significar el conjunto de las cosas del pater, las que
por ese motivo se llaman cosas patrimoniales.
En un principio, el patrimonio comprendió sólo las cosas de apa­
riencia física externa, como las tierras, los esclavos, los ganados, el mo­
biliario, el dinero, etc.; pero en la época clásica se incluyeron también
los créditos (es decir, cosas sin apariencia física externa) activos y los
pasivos (o sea, tanto los derechos como las obligaciones), de ahí que en
esa época el patrim onio no era sino el resultado de deducir el pasivo del
activo.
Todos los bienes que dependían del pater constituían, en relación con
los terceros, una unidad jurídica, misma que consistía en que todas las
cosas, aun las heterogéneas, formaban un todo indivisible, naturalmente
desde el punto de vista jurídico. A ese conjunto de cosas les daba uni­
dad el poder que el pater ejercía sobre ellas.

DEFINICIÓN DE COSA EN EL DERECHO

La definición universalmente adm itida es la siguiente: cosa es todo


aquello que puede ser objeto de un derecho, definición que parte del su­
PRIMERA CLASIFICACIÓN DE LAS COSAS 195

puesto fundamental de que el jurista sólo tiene en cuenta ciertas cosas


que pueden ser materia de las relaciones jurídicas, o sea, que pueden
ser objeto de un derecho.
De este modo, se dejan para el estudio de las demás ciencias los as­
pectos no jurídicos que presentan las cosas que se encuentran en la natu­
raleza; así, las ciencias exactas, como la geom etría, las ciencias químicas
o la filosofía pueden estudiar respectivamente su dimensión, su compo­
sición o su esencia (la última desde el punto de vista meramente ontológi-
co); pero el jurista se limita a estudiar aquellas cosas que en su naturaleza
son susceptibles de un derecho, algo que ni la ley ni el hombre les dan,
sino que es una cualidad objetiva propia de las cosas.
De tal suerte, se deduce que las cosas a las que puede llamarse tam­
bién objetus no son sino la materia in quo, aquella sobre la cual se basan
las relaciones jurídicas.
En derecho, cosa es una aptitud o determinada capacidad; luego, las
cosas son una serie de capacidades o aptitudes tales que dentro de ellas
pueden existir relaciones jurídicas.
Eugenio Petit ha dicho, con todo acierto, que para que algo sea cosa
en derecho debe llenar los requisitos siguientes:

a) Que se trate de algo susceptible de limitarse en el espacio. Es de­


cir, para que algo pueda intervenir en una relación jurídica, es
necesario que esté delimitado o determinado, pues en caso con­
trario no podría aplicarse el derecho sobre ninguna cosa.
b) Que sea capaz de satisfacer alguna necesidad o placer lícito del
hombre.
En este segundo requisito, sólo las cosas lícitas y morales intervienen
en las relaciones jurídicas, pero nunca las inmorales, porque entonces
no estaríamos en el terreno del derecho y menos aún en el de la moral;
por consiguiente, no podrían ser objeto de las relaciones jurídicas.

PRIMERA CLASIFICACIÓN DE LAS COSAS

La clasificación proveniente de los textos las divide de la forma si­


guiente:

a) Res in patrimonio o cosas patrimoniales.


b) Res extra patrimonium o cosas extrapatrimoniales.

Hay muchas cosas que, de hecho, no están en el patrimonio de los


particulares porque no reúnen los requisitos para ello, y se deben siempre
a disposición expresa de la ley (entre los romanos, a la ley o a la costum­
bre), no porque las cosas en sí mismas, cuando son extrapatrimoniales, no
196 CAP. 23. LAS COSAS

sean susceptibles de pertenecer a un patrim onio, sino por circunstancias


extrínsecas; por ejemplo, hay cosas llamadas cosas públicas que pertene­
cen como tales al Estado, a una ciudad o a un municipio, en cuyo caso
mientras están destinadas a un objeto o servicio público son cosas extra-
patrimoniales.
Al lado de la clasificación anterior existe otra que divide a las cosas e n :

a) Res in com m ertio o cosas que están en el comercio.


b ) Res extra com m ertium o cosas que no están en el comercio.

En este caso, se suele confundir ambos conceptos.


Los romanos entendían por comercio no precisamente el tráfico de
mercancías, sino la celebración de negocios jurídicos quiritarios, tanto
en la facultad para hacer testam ento (testamentifacción activa) como
para ser instituido heredero (testamentifacción pasiva), y además en la
facultad para celebrar contratos romanos.
Entendido así el concepto de comercio, se advierte que sólo hay al­
gunas cosas que pueden ser materia de testam ento o de contrato, a las
cuales llamaremos res in com m ertio, y todas las demás cosas que no
puedan serlo se denominarán rex extra com m ertium .
El térm ino com m ertium proviene de la partícula acumulativa cum,
que significa con o unión de, y del sustantivo latino merx-cis, que signi­
fica mercancía; luego, com m ertium quiere decir concurrencia en form a
de tráfico de la mercancía, o cambio de la mercancía.
Estas dos clasificaciones son sustancialmente equivalentes y sólo se
puede notar una diferencia, referida al aspecto o punto de vista desde
el cual se consideran las cosas; de este modo: a) si se consideran o no
como materia de transacciones quiritarias, serán cosas en el comercio o
fuera de él; b ) pero si se les estima meramente como que forman parte
del patrim onio del pater, serán patrimoniales.
También es concepto esencial de las cosas patrimoniales para que
se les considere como tales el que sean convertibles en dinero, como lo
dicen de común acuerdo los comentadores, quienes explican que, sobre
todo tratándose de derechos, todos aquellos que se derivan del orden de
la familia (derecho de la patria potestad, derechos que nacen de la agna­
ción o parentesco civil, el derecho derivado de la manus o matrimonio
con manus, etc.) son jura extra patrimonialia, o sea, derechos extrapatri-
moniales, porque ninguno de ellos puede convertirse en dinero, ni tie­
nen valor de dinero. Con todo, los romanos tuvieron cuidado de sepa­
rar de esta última clase de derechos los llamados jura patrimonialia o de­
rechos patrimoniales.
Para comprender mejor esta clasificación, cabe recordar que esos
derechos podían ser de dos tipos: a) derechos absolutos o jura in re, y
b) derechos personales o de crédito, o jura ad rem.
PRIMERA CLASIFICACIÓN DE LAS COSAS 197

A los derechos que nacen del orden de la familia, la escuela francesa


moderna los ha llamado con acierto derechos función, que son en gene­
ral aquellos en que necesariamente existe una relación de subordinación
(autoridad o poder) de una persona a otra.
De esta suerte, también era derecho función el que tenía el repre­
sentante del poder público para exigir obediencia a sus disposiciones de
parte de los gobernados.

Cosas extrapatrimoniales

Las cosas extrapatrimoniales pueden ser:

a) de derecho humano, o b) de derecho divino.

De derecho humano:

a) Res communes (cosas comunes).


b) Res publicae (cosas públicas).

De derecho divino:

a) Res sacrae (cosas sagradas).


b) Res sanctae (cosas santas).
c) Res religiosae (cosas religiosas).

Cosas comunes

En Roma, cosas comunes eran aquellas de uso común que no se en­


contraban bajo el dominio de los particulares; por ejemplo, las aguas
corrientes y las riberas de los ríos.
Las aguas corrientes se llamaban aqua profluens o agua que corre,
para distinguirlas de las aguas quietas o estancadas, denominadas aqua
dormiens o aguas dormidas, las cuales pertenecían al dueño del predio
donde se encontraban.

Cosas públicas

Las cosas públicas eran aquellas que pertenecían al Estado o a algu­


na otra universitas, pero cuyo uso era común por estar destinadas a un
servicio público; por ejemplo, las calles, vías o caminos, las plazas públi­
cas, los lagos, ríos y estanques públicos, los templos, teatros, etc.
198

Cosas divinas

De entre las cosas de derecho divino ocupaban el primer lugar las co­
sas sagradas, que eran aquellas dedicadas por medio de un acto religioso
solemne, llamado consacratio, o sea, al culto de los dioses.
Aquí se habla de los dioses mayores u olímpicos y de los dioses me­
nores y existía la particularidad de que, al ser cosas sagradas por destino,
podían dejar de serlo por un acto religioso o de culto contrario a la con­
sagración.

Cosas sanctae o cosas santas

La palabra sanctae proviene del vocablo santionis, que quiere decir


sanción o pena. Así, las cosas santas eran aquellas que estaban protegi­
das por la divinidad contra la injuria de los hombres. Sin embargo, estas
cosas no estaban dedicadas a la divinidad, sino sólo se hallaban protegi­
das por los dioses; por ejemplo, los muros y puertas de las ciudades, así
como los linderos y mojoneras que separaban un predio de otro. De
este modo, quienes ejecutaban algún acto de destrucción sobre estas co­
sas sufrían castigos severos.

Cosas religiosas

La palabra religiosa se deriva del verbo latino reliquo-is-ere, que quie­


re decir dejar o abandonar, por lo que se definía a las cosas religiosas de
la forma siguiente: son aquellas que se habían dejado para el culto de los
dioses lares o dioses domésticos, que eran las almas de los antepasados;
por ejemplo, los sepulcros, las alhajas y vestiduras de los cadáveres y todo
aquello que servía para el culto doméstico de la sacra privata.
Asimismo, las cosas de derecho divino tom aban la siguiente denomi­
nación genérica romana: res nullius divini juris, lo cual indicaba que
también había res nullius humani juris.
En cuanto al concepto de res nullius, no existía una definición exac­
ta de este térm ino, tan frecuentem ente empleado en las fuentes (como
las novelas, el Digesto, las Instituciones, etc.), en las que algunas veces
tenía una acepción genérica y en otras una connotación específica; por
ejemplo, se consideraba res nullius una cosa de derecho divino, por cuan­
to no podía formar parte del patrimonio de los particulares.
En otras ocasiones se llamaban res nullius a aquellas que no tenían ni
nunca habían tenido dueño, como las piezas de caza y pesca. Aun llegó
a emplearse este concepto para significar las cosas que en ese m om ento
no tenían dueño, pero que lo tuvieron, las cuales eran principalmente:
CÓMO SE DIVIDÍAN LAS COSAS PATRIMONIALES 199

a) El thesaurus, o sea, el tesoro.


b) Las res derelictae, o sea, las cosas abandonadas.

Por tesoro se entendía todo el conjunto de bienes económicos de


cuyo dueño se había perdido la memoria, en tanto que las cosas aban­
donadas eran aquellas cuyo dueño había ejecutado actos que demostra­
ban su intención de no ejercer ya derechos sobre ellas.
A su vez el tesoro se distinguía de los minerales en que aquél siem­
pre constituía una reunión de alhajas o metales preciosos que en tiempo
inmemoriable tuvieron dueño, mientras qué los minerales eran riquezas
siempre ocultas para el hombre y que sólo por su industria se podían
descubrir y aprovechar.

CÓMO SE DIVIDÍAN LAS COSAS


PATRIMONIALES

Los romanos clasificaron las cosas patrimoniales de diversas maneras.


La primera de ellas era del modo siguiente:

a) Resmancipii, o sea cosas romanas.


b) Res nec mancipii, es decir, cosas no romanas.

Esta fue una clasificación bipartita, es decir, compuesta por dos


miembros, uno en contraposición con el otro.
Etimológicamente, el térm ino mancipium, que se aplicó también a
las personas para distinguir a cierta clase de esclavos de hecho o transi­
torios, se adecuaba mejor a las cosas patrimoniales, pues sus radicales
lo demuestran; manus: poder, y capere: tom ar; o sea, las cosas sobre
las cuales se ejercía poder jurídico, ya sea mediante su aprehensión o
captura.
Para el derecho romano, la anterior clasificación era la fundamental,
según su sistema de clasificar, así como en el derecho moderno la clasifi­
cación fundamental es la que los divide en: a) cosas muebles, y b) co­
sas inmuebles.
En la clasificación romana se tomaba como base la distinción de cla­
ses sociales que existía en Roma, pues como las personas se dividían en
patricios y plebeyos, correspondieron a los primeros las cosas romanas
y a los segundos las cosas no romanas. En cambio, la clasificación mo­
derna abandona por completo esta base del derecho romano al no hacer
distinción de clases, y fundamenta su clasificación sólo en dos puntos:

a) En la potencialidad económica de los bienes.


b ) En la perpetuidad de los mismos.
200 CAP. 23. LAS COSAS

En efecto, los legisladores han observado que los bienes inmuebles


tienen una potencialidad económica muy grande en comparación con la
de los bienes muebles, naturalmente desde el punto de vista general, por­
que en forma excepcional hay casos en que un mueble vale más que un
inmueble.
La segunda razón es que los bienes inmuebles son perpetuos, es de­
cir, no se acaban, aun cuando desde un punto de vista relativo, ya que en
realidad con el transcurso del tiempo llegan a desaparecer, pero en gene­
ral son perpetuos; en cambio, los bienes muebles no tienen esa perpetui­
dad y suelen acabarse con el uso.
Las res mancipii pertenecían al derecho civil quiritario, en tanto que
las res nec mancipii eran propias del derecho praetorium.
Los negocios romanos del jus civile quiritarium necesitaban reunir
los elementos siguientes: a) un sujeto romano, b ) una cosa romana, y
c) una forma romana.
Cuando no reunían estos elementos, los negocios romanos forma­
ban parte del derecho pretorio.

SEGUNDA CLASIFICACIÓN
Otra clasificación de las cosas romanas era aquella que las dividía en
cosas principales y en cosas accesorias. Las primeras eran aquellas que
podían existir por sí mismas, en tanto que las segundas eran aquellas
que sólo existían como subordinadas o adheridas a otra que hacía las
veces de principal.
Hablar de cosas principales y accesorias es hacer referencia a aquellas
cosas que no existían aisladas o separadamente unas de otras, sino que
se hallaban unidas física o jurídicam ente, en cuyos casos siempre una de
ellas absorbía a la otra, como si hubiera dependencia o subordinación.
En ese caso, la cosa subordinante o dom inante era la principal mientras
que la cosa subordinada era la accesoria. De esta forma, la cosa acceso­
ria se encontraba unida por virtud de una fuerza o relación natural, en
cuyo caso era parte integrante o constitutiva, lo que en derecho se llama
accesión. O se encontraba unida en virtud de una relación meramente
jurídica.
Por cuanto a que la cosa accesoria se empleaba para el servicio de la
principal, pero sin formar parte integrante de ella, eran accesiones las
partes de que se com ponía el todo, principalmente lo que en derecho se
llama impensas o frutos.
Asimismo, lo eran las mejoras hechas a alguna cosa, mismas que se
dividían en tres clases:

a) Mejoras necesarias.
b) Mejoras útiles.
SEGUNDA CLASIFICACIÓN 201

c) Mejoras de mero ornato o voluptuosas.

De este modo, por impensas (del radical latino impendere, que quie­
re decir gastar, emplear o desembolsar) se entiende todo aquello que sea
empleado en la mejora de una cosa.
El térm ino frutos se deriva del verbo latino fruor-eris-fructur sunt-
frui, que quiere decir fructificar. Y en derecho se entiende por fruto todo
aquello que las cosas rinden o producen de manera normal y periódica.
Al hablar de frutos, también se debe hacer referencia a los produc­
tos, aunque en lenguaje vulgar no jurídico se consideran sinónimos.
La periodicidad en el rendimiento distingue al fruto del producto.
De modo que las hierbas y frutos de un huerto son frutos en sentido
propio, mientras que las crías de los animales y el parto de las esclavas,
partus incillae, no son frutos sino productos.
El térm ino accesorio proviene de la partícula latina ac, que quiere de­
cir a o hacia, y del verbo latino cedo-cedere-cesum, que significa ceder
o aquello que cede ante otra cosa.
Etimológicamente, cosa accesoria es aquella que se doblega ante otra
o que sigue la condición de otra.
En derecho, los frutos tienen una variada clasificación, según el esta­
do en que se consideren; por ende, pueden ser:

a) Frutos pendientes (fructu pendentes), aquellos que no han sido


separados todavía y forman parte integrante de la cosa fructífera.
b ) Frutos separados (fructu separatí), aquellos que se han obtenido
por medio de la recolección o cosecha. Estos pueden dejar de
pertenecer a la cosa fructífera y pasar a formar parte de cual­
quier patrimonio o constituir uno por sí mismos.
c) Frutos percibidos (fructu percepti), aquellos respecto de los cua­
les el dueño ha ejecutado algún acto de disposición; por ejemplo,
mediante su venta o su consumo.

En los negocios jurídicos, esta clasificación tenía aplicación prácti­


ca en las cosas en que la ley atribuía algunos de esos cuerpos a deter­
minada persona, con preferencia a otra u otras; por ejemplo, cuando
establecía que los frutos percibidos y aun los ya separados pertenecían
al poseedor de buena fe, mientras que si era un poseedor de mala fe, no
tenía derecho a los frutos percibidos o consumidos.
El principio que afirma que lo accesorio sigue la naturaleza de lo
principal (accesorium naturam sequit debet principalis) tenía a su vez
íntima relación con otro que expresa: la cosa mayor atrae para sí a la
menor (major trahit ad ce minorem).
En Roma, las cosas accesorias se presentaban en múltiples formas,
ya sea con unión física o mediante unión jurídica.
202 CAP. 23. LAS COSAS

Ejemplos de unión física:

a) Las estatuas constituidas en nichos.


b ) Los tanques o albercas de los edificios.
c) Las plantaciones o siembras en los terrenos agrícolas.

Ejemplos de unión jurídica:

a) Las llaves de un edificio.


b) Los armazones.
c) Los mostradores, batientes, etc.
d) El pie de ganado de una finca rústica destinada a la cría.

El ejemplo de las llaves de un edificio (unión jurídica) era algo espe­


cialmente típico en materia de cosas accesorias, porque aun cuando no
formaban parte integrante de un edificio, servían para su uso o servicio,
de manera que hablar de una casa, para hacer entrega de la misma o dar
posesión de ella se sobreentendía que se hablaba de las llaves como una
cosa accesoria.
El ejemplo del pie de ganado para cría era otro caso de unión mera­
mente jurídica, pues la naturaleza de accesorio en este ejemplo proviene
del destino que le dé el hombre.

TERCERA CLASIFICACIÓN

Las cosas romanas también se podían dividir en:

a) Corpóreas o res corporales, y


b ) Incorpóreas o res incorporales.

El térm ino corpus, cuerpo, que es el radical latino en el caso, lo to ­


maron los romanos para significar la materia o la cosa sensible. De esta
suerte, son cosas corpóreas aquellas que pueden tocarse (Res corporales
sunt ea qui tangi possunt), y cosas incorpóreas aquellas que no pueden
tocarse (Res incorporales sun ea qui tangi non possunt).
La presente clasificación se apoya en la corporeidad de las cosas, cor­
poreidad que los romanos determinaban al referirse al sentido del tacto,
no por ser el único sentido que sirve para percibir las cosas sensibles, sino
porque es el menos expuesto a errores y el que más se emplea al ejercer
poder físico sobre las cosas, como se advierte en la figura jurídica de la
m ancipado.
Esta división encuentra aplicación práctica al tratarse de la posesión
de las cosas, porque las cosas corpóreas son las más susceptibles de po­
QUINTA CLASIFICACIÓN 20 3

seerse, mientras que las cosas incorpóreas no podían ser poseídas, de


ahí que los jurisconsultos romanos inventaran lo que llamaron quasi p o ­
sesión. Como ejemplo de cosas incorpóreas está el derecho que se tiene
de que otro haga o deje de hacer algo en nuestro beneficio.
Seguramente, en el derecho romano primitivo no se conocía esta
clasificación, pero en el derecho romano clásico el concepto de patrim o­
nio se perfeccionó, pues entonces ya se consideraban los derechos incor­
póreos.
Las cosas corpóreas son las únicas que pueden ser objeto de pose­
sión, o sea, de tener algo considerado como de uno, aunque no lo sea.
A su vez, posesión es la tenencia de una cosa o el disfrute de un de­
recho por nosotros mismos o por otro de nuestro nombre.
Las cosas que tienen cuerpo o forma indican algo inmaterial cuando
se habla de derechos, por lo que se dice que se posee el derecho por el
disfrute y se tiene una cosa por la posesión.
El ejemplo clásico de las cosas inmateriales es el derecho, como re­
sultado de una operación de nuestra mente, que es la abstracción; en
una palabra, los derechos son cosas incorpóreas o metafísicas. Desde
este punto de vista, por derecho se debe entender la relación que exis­
te de un sujeto a un objeto.
Cuando se trataba de la tenencia de una cosa, se podía aceptar la
intervención de testigos que lo justificaran; en cambio, cuando se trata­
ba del disfrute de derechos, no cabía la intervención de testigos, porque
los derechos carecen de materia, son suprasensibles.

CUARTA CLASIFICACIÓN

O tra clasificación de las cosas romanas era aquella que las dividía en:

a) Simples', aquellas que constituían un todo; por ejemplo, un es­


clavo o un predio rústico.
b ) Compuestas: aquellas constituidas por varias partes; por ejem­
plo, un rebaño, un edificio, etc.

Esta clasificación tenía aplicación práctica cuando se trataba de co­


sas compuestas u orgánicamente formadas por varias cosas unidas, lo
cual constituía universalidades, de ahí que lo dicho o resuelto por el
todo se decía también de cada una de las partes. Los ejemplos típicos
de estas universalidades eran la herencia, la dote y el peculio.

QUINTA CLASIFICACIÓN

En Roma, las cosas se clasificaban también del modo siguiente:


204 CAP. 23. LAS COSAS

a) Divisibles: aquellas que podían ser fraccionadas en partes, sin


perjuicio de su esencia y de su valor económico.
b) Indivisibles: aquellas que no podían ser fraccionadas en partes si­
no mediante la alteración de su esencia o su valor económico.

El térm ino divisible es de origen latino y su radical es el verbo divido-


is-ere-isi-isum, que significa dividir o descomponer algo en partes.
La división podía ser de dos maneras: física o intelectual. La prime­
ra era aquella que tenía lugar en la materia, o sea en el corpus de una
cosa; en tanto que la segunda era aquella que, sin tocar la parte física o
material de las cosas, se dividía en partes alícuotas o, como otros dicen,
en partes iguales; por ejemplo, cuando una herencia se divide en cuatro,
cinco o más partes alícuotas según el número de herederos y teniendo
en cuenta el valor de los bienes de la masa.
Dicho lo anterior, cabe agregar que una cosa es el hecho de la divi­
sión de algo patrimonial y otra muy distinta la divisibilidad.
Esta división se aplicaba principalmente en materia contractual cuan­
do se hablaba del pago para determinar si se podía hacer por partes, o si
debía hacerse en un solo acto y por medio de una sola cosa, aunque fue­
ran varios los deudores.

SEXTA CLASIFICACIÓN

Más im portante que las anteriores, es la clasificación de las cosas en:

a) Fungibles: aquellas de las cuales unas hacían las veces de otras, y


b ) No fungibles: aquellas que no podían ser subrogadas o sustitui­
das por otras.

En sentido etimológico, el térm ino fungible se deriva del verbo lati­


no fungor, que quiere decir fungir o hacer las veces de. De modo que
las cosas fungibles debían ser las que tuvieran en sí mismas la propiedad
de hacer las veces de otras en los negocios de derecho.
A su vez, la definición real de cosa fungible es la señalada en el inci­
so a): res fungibles sunt, ea quarum una alterius vice fungitur.
La fungibilidad es una propiedad objetiva, que radica en las cosas
mismas y que consiste en ser sustituidas unas cosas por otras, para lo
cual deben pertenecer a determinado género, de modo que en el lengua­
je común no se les designa por su individualidad propia, sino por el gé­
nero a que pertenecen. En cambio, las no fungibles sólo se designan
por su individualidad y no pertenecen a ningún género; por ejemplo: el
fundo semproniano, la Venus de Milo, etc.
Para distinguir las cosas fungibles, se debe aludir a ciertas modalida­
SEXTA CLASIFICACIÓN 205

des, expresadas en el texto de la Instituía: Ea quae número, pondere,


mensurare, consisíuní (cosas fungibles son aquellas que consisten en
número, en peso y en medida —es decir, aquellas cosas que se pueden con­
tar, pesar y m edir—).
Las mismas fuentes agregan que estas cosas se consumen por el pri­
mer uso: ... que primo usu consum muntur, y las consideran res con-
sumptibiles, en tanto que las cosas no fungibles se estiman como res
non consumptibiles.
En efecto, las cosas fungibles pueden consumirse en el primer uso;
por ejemplo, el dinero, el aceite y el trigo (,sicut pecunia, oleum, triti-
cum, según la Instiíuía).
De lo anterior se admite que el dinero es la cosa fungible por exce­
lencia.
Como ejemplos de cosas no fungibles se tienen el esclavo (síicus) y
la casa de Octavio (domus ocíaviana).
En derecho, los términos género y especie no tienen el mismo sig­
nificado que el que se les da en las ciencias filosóficas, porque para el
autor el término especie sirve para expresar o designar una cosa determi­
nada individualmente: especie, individuo. Por su parte, el género indica
el conjunto de cosas que individualmente concurren en razón de simili­
tud unas respecto de otras.
Establecida esta marcada diferencia en el significado, cabe agregar
que en la práctica de los negocios era frecuente emplear esos términos
en expresiones como primus es deudor en género, y secundus es deudor
en especie.
Lo anterior quiere decir, respectivamente:

a) Que primus podía pagar su deuda si entregaba una cosa de entre


varias pertenecientes a un mismo género y en algo individual­
mente predeterminado.
b) Que secundus, como deudor en especie, sólo podía liberarse de
la deuda si entregaba precisamente la cosa individualmente de­
terminada en la relación, y no otra cualquiera.

Todo lo anterior se expresaba en el siguiente principio romano: spe-


cies poerií, genus autem non poerit (la especie perece, pero el género
no), lo cual quiere decir que si primus era deudor en especie y la cosa se
destruía o desaparecía por caso foríuito, el deudor quedaba libre de
cumplir la obligación contraída, porque era evidente que perecía la es­
pecie (specie poerií).
Pero si primus solamente era deudor en género (res fungibles) enton­
ces no podía alegar que la cosa había perecido y que estaba libre de
cumplir la obligación contraída, porque no perecía el género (genun
non poerií).
206

SÉPTIMA CLASIFICACIÓN

Esta clasificación dividía a las cosas romanas en muebles e inmuebles.


La palabra mueble se deriva del verbo latino moveo-es-ere, que sig­
nifica mover o cambiar de lugar. Por ello, se habla de cosas muebles e
inmuebles en atención al espacio, lo cual quiere decir que esta clasifica­
ción se refiere a las cosas corpóreas, que fue como en el derecho roma­
no se tom ó siempre tal división, aunque en los tiempos modernos se ha
aplicado también a las cosas incorpóreas, las que ahora se clasifican tam ­
bién en muebles e inmuebles, pero en un sentido técnicamente impro­
pio, o sea, en razón de ciertas semejanzas que la ley escrita se encarga de
establecer.
Definición real. Cosas muebles son aquellas que pueden cambiar de
lugar.
A su vez, las cosas muebles se subdividen en:

a) Muebles propiamente dichos, y


b ) Semovientes-, aquellos que pueden cambiar de lugar por virtud
de movimiento propio, como los esclavos y las bestias.

Por su parte, las cosas inmuebles son aquellas que no pueden cam­
biar de lugar, como los fundos, las plantaciones y las construcciones.
Considerada la tierra como la principal cosa inmueble, los romanos
establecieron los conceptos siguientes:

a) El solum o suelo, que era la superficie a flor de tierra.


b) El subsolum o subsuelo, que era todo lo que se encontraba de­
bajo del límite del suelo o flor de tierra.
c) Superficies, o sea, todo lo que se levantaba de modo más o me­
nos permanente sobre el suelo, constituido por las construccio­
nes, siembras o plantaciones.

Respecto de las superficies, los romanos formularon el principio si­


guiente:

Superficies solo cedit, o sea, todo lo que se construye, planta o siem­


pre en terreno ajeno cede en favor del dueño del suelo.
Respecto especialmente de lo edificado, los romanos decían:

Omne quod in aedificatur solo cedit, es decir, todo aquello que se


edifica en terreno ajeno cede en favor del dueño del terreno.

Ambos principios romanos descansan en el principio más universal,


que dice:
SÉPTIMA CLASIFICACIÓN 207

Accesorium naturam sequit debetprincipalis, o sea, lo accesorio debe


seguir o sigue la naturaleza de lo principal.

Entre los romanos, el suelo siempre fue considerado como principal,


aunque las construcciones o plantaciones excediesen en valor al terreno
en que habían sido hechas.
Los aspectos de los negocios prácticos que sirven para demostrar la
importancia de esta división son varios, entre otros:

a) El lapso requerido para convertirse en propietario de una cosa


que se posee no es el mismo, respecto a la cual media lo que en
derecho se llama usucapión (del radical usus-us, que quiere decir
uso, y del verbo capere, que significa tom ar o adquirir), o sea, el
medio de adquirir el dominio de una cosa por su uso continuado.
b) Tratándose de cosas muebles, bastaba poseerlas un año para ser
propietario de ellas, y dos años respecto de las cosas inmuebles,
aunque en la época de Justiniano el lapso de posesión se-exten­
dió a tres y a 20 respectivamente.

Subdivisión romana

En este punto, se hará referencia no a la subdivisión tradicional de


cosas muebles propiamente dichas y semovientes, que no ofrece ningún
enfoque particular de examen, sino a la subdivisión de los inmuebles en
dos grandes clases:

a) Fundos itálicos', aquellos que se encontraban en la península


itálica, los únicos res mancipii.
b) Fundos provinciales: aquellos situados fuera de Italia, en las pro­
vincias, considerados como res nec mancipii.

Jurídicamente, sólo de los primeros se podía tener derecho de do­


minio quiritario amparado por el jus civile, mientras que sobre los se­
gundos o fundos provinciales sólo cabía cierta aplicación, situación de
hecho consistente en el goce o disfrute, pues el Estado era el verdadero
propietario. Pero como los fundos itálicos estaban exceptuados del im­
puesto o tributo (tributum o stipendium ) y tales cargas sólo recaían so­
bre los fundos provinciales, fue necesario conceder, paulatinamente a los
fundos provinciales la prerrogativa llamada jus italicum.
24
El poder jurídico de las
personas (físicas o m orales)
sobre las cosas

La vinculación sujeto del derecho con un objeto determinado produ­


ce unas específicas relaciones de derecho que son las diversas manifesta­
ciones del modo como el hombre ejerce poder jurídico sobre las cosas.
Los romanos enseñaron que esas distintas formas de poder jurídico
se reducen a dos, de ahí las categorías de los derechos apuntados:

a) El derecho real o jus in re.


¿7) El derecho personal, derecho de crédito o jus ad rem.

Bajo la primera forma, la relación del sujeto al objeto es inmediata o


sólo a dos términos, mientras que en la segunda es una relación mediata,
o sea, a tres términos. Por ello, la primera clase de relaciones jurídicas
se llama derechos absolutos, y la segunda, derechos relativos, obligacio­
nes o derechos de crédito.

DERECHOS QUE LAS PERSONAS


(FÍSICAS O MORALES) PUEDEN EJERCER
SOBRE LAS COSAS

DERECHOS REALES

Derecho real. Es la facultad que tiene una persona para obtener di­
rectam ente una utilidad jurídica de una cosa determinada, en todo o en
parte.
Derecho de crédito. Es la facultad que tiene una persona (llamada
acreedor) para exigir de otra (denominada deudor) la ejecución de una
prestación cualquiera, consistente en dar, hacer o no hacer alguna cosa.

208
2 09

Preferencia del derecho real


sobre el derecho de crédito

Hablar de este tema es analizar las distintas clases de consecuencias


que originan los derechos reales frente a los derechos de crédito. En
efecto, los derechos reales gozaban de una preferencia absoluta frente
a los derechos personales, que es la primera consecuencia diferencial
apuntada.
Por otra parte, el derecho real estaba provisto por la ley de una ac­
tio in rem (acción real), que por su naturaleza era persecutoria de la
cosa dondequiera que estuviera y la única que se ejercitaba contra cual­
quier poseedor, en respuesta a la relación estrecha de persona o cosa, lo
cual hizo decir a los romanos en un célebre aforismo: Res clamat dom i­
no, o sea la cosa clama por su dueño dondequiera que esté.
En cambio, cuando se trataba de un simple derecho de crédito, no
había preferencia alguna, sino que todos los acreedores entraban en con­
curso o en simple concurrencia y eran pagados a prorrata hasta donde
alcanzaran los bienes del deudor, de modo que si había algún acreedor
con derecho real, ya no entraba en concurso, sino que era pagado de
preferencia.
El sujeto del derecho personal sólo podía reclamar la entrega de la
cosa debida, y accionaba en contra del deudor o de sus herederos, pero
sin tomar de propia autoridad la misma cosa debida.

Enumeración de los derechos reales romanos

En Roma, se clasificó a los derechos reales del modo siguiente:

a) Derechos reales civiles: aquellos reconocidos y amparados por


el derecho civil quiritario.
b) Derechos reales pretorios: aquellos que reconocía y amparaba el
derecho pretorio.

Los primeros eran solamente tres, a saber:

a) El derecho de dominio (Dominium ex jure quiritium o simple­


mente dominium).
b ) Las servidumbres, tanto las reales o prediales como las personales.
c) El derecho de prenda (pignus).

A su vez, los derechos reales pretorios fueron:

a) La propiedad bonitaria (in bonis habere).


210 CAP. 24. EL PODER JURIDICO

b) El jus in agro vectigali.


c) El derecho de enfiteusis.
d) El derecho de superficie, o simplemente superficies.
e) La hipoteca (jus hipothecae).

Consideraciones generales

Al examinar en su conjunto el cuadro de los derechos reales romanos,


se advierte que su clasificación es consecuencia de la separación de las
personas en clases sociales y de las cosas mismas en res mancipii y res nec
mancipii. Por otra parte, los derechos reales pretorios se establecieron
casi siempre mediante una limitación al derecho civil y en otras ocasiones
al suplir el pretor las lagunas o deficiencias del derecho quiritario, espe­
cialmente inspirado el pretor en principios de equidad, lo cual motivó
que casi todos los derechos reales pretorios perduraran a través de los si­
glos y llegaran hasta nuestro derecho actual, por encontrarlos conformes
al hombre y a la naturaleza humana.

DEL DOMINIUM

Definición etimológica

El térm ino dom inium se deriva del sustantivo latino dom inus-dom i­
ne, que quiere decir dueño, señor o amo, por lo que etimológicamente
dom inium quiere decir tanto señorío como plenitud de facultades.
Seguramente, en la terminología de las XII tablas sólo se encuentra
ese térm ino con el siguiente agregado algunas veces: dom inium ex jure
quiritium , para significar que era un derecho real concedido a la clase
patricia, por oposición a cualquier derecho que pudiera atribuirse a per­
sonas de inferior clase social, denominación que está de acuerdo con la
fórmula consagrada de la mancipación, cuando se oye decir al manci­
pante: Aio eam rem, meam esse ex jure quiritium (Yo digo o declaro
que esta cosa es m ía según el derecho de los quirites).
Sin embargo, en la época intermedia o clásica surgió otro término, a
saber: propietas-atis, que se tom a generalmente como sinónimo del an­
terior, aunque para algunos romanistas puede aceptarse la siguiente dife­
rencia significativa:

El térm ino dom inium sirve para significar el poder que se ejerce sobre
la cosa y propietatis expresa la relación de pertenencia entre la persona
y la cosa, al grado de que resulta bien pronto una completa sinonimia
entre ambos términos, como acontece en el derecho contemporáneo.
DEL DOMINIUM 211

En esa misma época histórica coexistían dos clases de propietarios:


los quiritarios, protegidos por el fus civile, y los bonitarios o in bonis, sólo
protegidos por excepciones especiales (o sea, defensas indirectas dentro
del procedimiento judicial), de modo que podía darse el caso de que una
persona fuera teóricamente dueña quiritaria de una cosa perteneciente
de hecho a otra en propiedad bonitaria o pretoria, lo cual daba lugar al
plenum fus, es decir derecho pleno, cuando no era objetable dentro del
derecho civil quiritario ni dentro del derecho pretorio y a lo que tam­
bién se llamó nudum fus quiritarium, derecho quiritario desnudo, cuan­
do sólo era inobjetable dentro del derecho civil.
En las fuentes también se encuentra la palabra dominus, que se refie­
re no precisamente al propietario de una cosa, sino al dueño de un nego­
cio encomendado a otro, en cuyo caso se le llamaba dom inus negotii
(dueño del negocio), para distinguirlo del intermediario o procurador.

Deñnición clásica

La definición clásica de dominium es la siguiente: dom inium est fus


utendi, fruendi et abutendi de re, quatenus furis ratio patitur (el domi­
nio es el derecho de usar, disfrutar y disponer de una cosa en tanto el
derecho lo permita).
El dominio de la cosa (jus in re) estaba constituido por tres clases de
facultades, a saber:

Jus utendi o simplemente usus. Se deriva del verbo latino utor-oris-


usus-sum -utu, que quiere decir usar, y aisladamente considerado consis­
tía en la facultad de emplear una cosa para aquello que está destinada
por su naturaleza.
Jus fruendi. Al derecho de dominio corresponde también el fus fruen­
di o usufructus, término derivado del verbo latino fruor-eris-fructus
sum -uti, que quiere decir disfrutar, o sea el derecho de aprovechar lo
que producen las cosas natural o artificialmente.
Cuando el usufructus recaía sobre la cosa de otro o cosa ajena, en­
tonces el titular de ese derecho se llamaba usufructuario o dueño del
dominio útil, y el dueño de la cosa dada en usufructo se llamaba nudo
propietario o dueño del dominio directo, en cuyo caso este último tenía
únicamente la nuda propietatis o propiedad desnuda.
Jus abutendi. Es el tercero y último de los derechos de que se com­
ponía el dominio. El gerundio abutendi se deriva de la partícula latina
ab, que quiere decir fuera de, y del verbo utor-eris-usus sum -uti, por lo
que etimológicamente abusus quiere decir: el empleo que se hace de
una cosa fuera de lo ordinario. O, dicho de otro modo: el uso extraor­
dinario, anormal o anómalo de la cosa materia del dominio.
212 CAP. 24. EL PODER JURÍDICO

En un sentido jurídico, el abusus es el derecho de disponer de una


cosa que nos pertenece a títu lo de dueños. Nunca ha significado el de­
recho de abusar de ella, pues abusus es un térm ino técnico jurídico que
no puede tener la significación vulgar que tiene en español (abuso o
abusar) y consiste en todo acto de disposición dentro de los negocios
jurídicos, como enajenar, donar (por acto entre vivos o mortis causa),
perm utar, etc., y fuera de la órbita de los negocios jurídicos quiere decir
abandonar o hasta destruir la cosa propia, siempre que con la destruc­
ción no se lesionen derechos de tercero.

CARACTERÍSTICAS DEL
DERECHO DE DOMINIO

Como consecuencia de los elementos esenciales que constituyen el


dominio (usus, usufructus y abusus) las características de tan im portan­
te derecho real son las siguientes:

a) Ser un derecho absoluto.


b) Ser un derecho exclusivo.
c) Ser un derecho perpetuo.

Derecho absoluto

El dominio perm itía al dueño de la cosa obtener de ella todas las ven­
tajas y provechos posibles, incluso enajenarla; sin embargo, la propiedad
estaba sujeta a múltiples limitaciones que im ponía la convivencia social,
por lo que merecen mención especial las limitaciones surgidas de las re­
laciones de vecindad entre los predios rústicos o urbanos, limitaciones
que daban lugar a la institución jurídica de las servidumbres prediales.

Derecho exclusivo

Era derecho exclusivo aquel en que el propietario podía excluir a


todos los terceros en la ejecución de su derecho, a no ser que se tratara
del condominio, en cuyo caso dos o más copropietarios ejecutaban al
mismo tiem po derechos sobre una misma cosa.

Derecho perpetuo
Este derecho era aquel llamado a perdurar en el tiempo mientras no
desapareciera la cosa que le servía de materia; así, “ el que una vez es
propietario, para siempre lo es” .
213

HISTORIA DEL DERECHO


DE DOMINIO EN ROMA

La definición de derecho de dominio que se ha dado corresponde a


un periodo avanzado del derecho, pero este derecho real no siempre tuvo
el aspecto de propiedad individual, sino que atravesó por las mismas
vicisitudes que tuvo en los demás pueblos. Así, se dice que la primera
manifestación de este derecho lo fue la propiedad colectiva de la tribu;
después esa propiedad colectiva fue sólo familiar o, como dicen algunos
autores, copropiedad familar y finalmente existió como propiedad in­
dividual.
Al hablarse de la herencia romana, se confirman los conceptos rela­
tivos a la cualidad colectiva del dominio cuando se dice, por ejemplo: el
agnado, en su calidad de heredero forzoso, se denomina en latín haeres
suus, como quien quisiera decir heredero de lo suyo, como si en vida del
paterfamilias hubiera podido ser un codueño al lado de él.
Dentro de la misma materia de sucesiones se explica también cómo
los herederos legítimos, que son los llamados por la ley a falta de testa­
mento, sean precisamente los agnados o en su defecto los gentiles.

LA PROPIEDAD QUIRITARIA
FRENTE A LA PROPIEDAD BONITARIA

Para que se produjera el dominium ex jure quiritium se necesitaba


llenar los requisitos siguientes:

a) Que el dueño fuese un ciudadano romano.


b) Que la cosa fuera romana o res mancipii.
c) Un modo de adquirir igualmente romano, como la mancipatio,
la in jure cessio, etc.

Lo primero significaba que el propietario gozara del jus commercii,


o sea uno de los atributos de la ciudadanía, por el que los no ciudada­
nos, los peregrinos o extranjeros no podían ser propietarios. Cuando
más tarde, en la decadencia romana, se concedió a los extranjeros la fa­
cultad de ser propietarios, se hizo con muchas restricciones, como la de
negarles acción real persecutoria ante los tribunales y tenerlos alejados
de la práctica romana de adquirir.
En cuanto a las cosas nec mancipii, tratándose de las tierras provin­
ciales, adquirieron poco a poco el carácter de res mancipii por resolucio­
nes imperiales.
Por último, en cuanto a los modos de adquirir la propiedad, llegó a
admitirse que la simple entrega de la cosa (traditio) trasm itía derechos
sobre las cosas cuando eran nec mancipii.
214

Distintos orígenes
de la propiedad bonitaria

La enajenación de una res mancipii sin las formalidades de la man­


cipación era el caso típico, pero no el único, de la propiedad bonitaria,
en que el pretor reconocía como propietaria a una persona que no lo
era conforme al estricto derecho civil (propiedad bonitaria o in bonis).
Otros casos de este tipo de propiedad eran los siguientes:

a) •El bonorum possessor o heredero preatorium.


b) El del bonorum emptor.
c) El comprador del patrimonio de un quebrado.
d ) El del heredero pretorio, tan interesante como el de la mancipa­
ción en forma solemne.

En el primer caso, si a la muerte del paterfamilias, en vez de presen­


tarse a reclamar la herencia algún agnado, acudía algún pariente por
cognación (o sea una persona no llamada a heredar por el jus civile), el
pretor le concedía la mera posesión o tenencia de los bienes heredita­
rios, razón por la cual se llamaba bonorum possessor, que quiere decir
poseedor de los bienes. El pretor lo m antenía después en esa posesión
mientras los parientes agnados no justificaran plenamente su parentesco
civil (esto es, la agnación), de modo tal que podía darse el caso de que
el heredero cognado excluyera de una manera definitiva a los agnados,
lo cual constituía otro de los medios que daban nacimiento a la propie­
dad in bonis.
El bonorum em ptor (o com prador del patrimonio de un fallido) era
un caso igualmente típico, porque la buena fe con que adquiría el com­
prador y se hacía responsable del pasivo ante los acreedores, le daba
m éritos para que el pretor lo amparara en su calidad de propietario in
bonis, de ahí que prácticam ente fuera dicho comprador un verdadero
propietario por el jus civile.
La diferencia fundamental entre el dom inium ex jure quiritium y
la propiedad in bonis consistía en que el primero siempre daba lugar
a la acción real reinvindicatoria. Este térm ino se deriva de las raíces la­
tinas res-ei, que significa la cosa, y del verbo latino vindicare, que quie­
re decir reclamar, de manera que es la reclamación de una cosa que nos
pertenece a títu lo de dominio.
La reinvindicación trae consigo como efecto jurídico la restitutio,
término que se deriva de la partícula reduplicativa re que quiere decir
repetición, y del verbo sto-as are, que significa estar de pie o firm e. Por
ello, la palabra restitutio quiere decir volver a colocar las cosas en el es­
tado que tenían.
DE LA POSESIÓN

Etimológicamente, la palabra posesión se deriva del verbo latino po-


sum, potes, potesse potui, que quiere decir poder y, por lo mismo, es un
sustantivo verbal que significa o expresa el ejercicio del poder que una
persona tiene sobre las cosas. En este sentido, el térm ino posesión signi­
fica fundamentalmente un hecho, y en esto se distingue del dominio,
que por su naturaleza o esencia es un derecho.
El estudio del derecho de dominio no sería completo si no se estu­
diara el capítulo de la posesión. Así, cabe afirmar que la posesión es,
respecto de la propiedad o derecho de dominio, la exteriorización m ate­
rial o sensible de tal derecho, es decir la forma normal de expresar o ma­
nifestar ese derecho.
La posesión, aunque en sí misma es un hecho y no un derecho, cons­
tituye uno de los hechos jurigénicos más importantes, porque por su
naturaleza está llamado a producir el derecho de dominio, de ahí que
deba estudiarse dentro de la materia de la propiedad. Al respecto, René
Foigne la define del modo siguiente: Le possession est le pouvoir phy-
sique q u ’on excese sur une chosse avec l ’intentione de ce comporter
comne le propietaire (la posesión es el poder físico que se ejerce sobre
una cosa con la intención de conducirse como dueño).
De los términos de la anterior definición se concluye, con los comen­
tadores, que los elementos esenciales de la posesión son:
a) La tenencia material de la cosa poseída, que es lo que la defini­
ción llama poder físico.
b) El elemento intencional o psíquico a que se refiere la misma de­
finición en su última parte.
Los romanos denominaron al primer elemento con el término cor-
pus y al. segundo con el vocablo animus (animus domini: ánimo de due­
ño). Por ello, se compara a la posesión con el hombre mismo, que se
compone también de cuerpo y alma, de modo que si falta alguno de es­
tos elementos el hombre no puede existir o dejará de existir.
En virtud de lo expuesto, respecto a la posesión sólo se estudiará
lo siguiente:
a) Su naturaleza, que se compone de esos dos elementos.
b) Su división o clasificación.
c) Sus efectos jurídicos.
d) Su protección jurídica (estudio de las acciones posesorias).

Naturaleza de la posesión
El corpus o elemento material de la posesión, que Foigne denomina
poder físico, consiste generalmente en una serie de actos que ejecuta
216 CAP. 24. EL PODER JURÍDICO

el poseedor en relación con la cosa poseída; cuando ese elemento m ate­


rial se encuentra solo, es decir cuando el sujeto carece del ánimo de
dueño, entonces el corpus toma el nombre de detentación y el sujeto no
se llama propiam ente poseedor, sino mero detentador.
El segundo elemento, animus dom ini, es el elemento formal y, por
ende, el más im portante.
Los tratadistas hablan de cierta clase de poseedores que podríam os
colocar en una situación intermedia, a saber: aquellos que sólo tienen
el animus possidendi, o sea, que intentan comportarse no como dueños,
sino como meros poseedores, como el acreedor prendario, el depositario
judicial, el enfiteuta; en cambio, serían verdaderos detentadores, “por
carecer del ánimo de dueños” , los siguientes: el arrendatario, el depo­
sitario, el usurpador y el ladrón.
De estos mismos elementos cabría decir algo más en lo relativo a
cómo se adquiere y cómo se pierde cada uno de ellos; así, se dice que se
pierde el corpus cuando se abandona la cosa poseída, o cuando el posee­
dor deja de ejecutar actos de disposición sobre la cosa misma, de forma
tal que esa abstención pueda reputarse de definitiva.
El tercero que adquiría el corpus se ostentaba como detentador
(nudo detenlio, naturalis posesio o corporalis posessio).
A la vez, se adquiere el elemento corpus cuando se inicia la posesión
sobre una cosa, mediante lo que se llama justa causa de la posesión. Es
decir, por virtud de ella, primus se considera poseedor de una cosa deter­
minada, de la que no lo era anteriorm ente; en el lenguaje jurídico, esta
posesión se llama posesión civil, que quiere decir posesión nacida confor­
me al derecho. La posesión que no sea de este modo adolecerá de algún
vicio, de ahí su división en: posesión de buena fe y posesión de mala
fe , división que, aun cuando técnicamente no es correcta, prácticamen­
te sí lo es.
En cuanto al animus o segundo elemento de la posesión, cabe decir
que se adquiere o se pierde siempre que intervenga o deje de interve­
nir una causa jurídica para retener la cosa poseída como dueño; por
ende, se pierden el corpus y el animus simultáneamente siempre que se
verifique una traditio o entrega de la cosa a favor de otro, con la inten­
ción de hacerlo adquirir la propiedad.
En el campo del derecho romano se planteaba la cuestión relativa a
si podía adquirirse la posesión de la cosa por la mediación de un terce­
ro; algunos admitieron que en cuanto al corpus esto era perfectamente
posible, pero no en cuanto al animus, a no ser que se tratara de un in­
fante, un loco o una persona moral, en los cuales se adm itía que el ani­
m us estaba suplido por la ley en beneficio del adquirente de la posesión
y para la debida protección de esa clase de personas.
Como últim o ejemplo de la mera pérdida del animus, podía darse el
caso de que un poseedor a títu lo de dueño se convirtiera en detentador
DE LA POSESIÓN 217

(dejaba de ser poseedor) por virtud de convenio celebrado con un terce­


ro, como el llamado constitutio possessorio.
De lo dicho podemos deducir que la pérdida de la posesión era oca­
sionada por la pérdida del corpus o la del animus o de ambos.

Gasificación de la posesión

En Roma, la posesión podía ser de dos formas: de buena fe o de


mala fe. Posesión de buena fe era aquella que se iniciaba con justo títu ­
lo (justa causa possessionis o justum titulum ) conforme al derecho, y se
entendía por justo título aquel que era o se creía ser bastante para tras­
mitir el dominio.

Vicios de la posesión

Este tema se relaciona con las posesiones de buena fe y de mala fe.


En esta locución latina, los romanos expresaron que para que la posesión
fuera de buena fe no debía adolecer de vicios como la fuerza, la clandes­
tinidad o la precariedad (nec vi, nec clam, nec praecario).
Etimológicamente, la anterior locución latina se desmembra de la
forma siguiente: nec, partícula negativa que significa no\ vi, ablativo
del singular del sustantivo vis, que quiere decir fuerza; clam, adverbio
que expresa públicamente o en presencia de todos; y praecario, ablati­
vo del término neutro precario.
El primer vicio, que es la fuerza o la violencia, se refiere no sólo a
la fuerza física (coacción física), sino también a la fuerza moral (coac­
ción moral), la cual tendrá lugar siempre que se cometa una usurpación
en los bienes ajenos y dará lugar a un hecho delictuoso que la ley penal
llama despojo. Esta posesión viciosa es necesariamente de mala fe.
El segundo vicio que expresa el texto romano tiene lugar cuando la
posesión se inicia no en forma pública, sino clandestina. Así, se llama po­
sesión pública la que se inicia y ejercita a la vista de quien puede resultar
perjudicado con ella; la posesión que se inicia con este vicio es de mala
fe y como tal puede producir determinados efectos jurídicos, distintos
de los que produce la de buena fe.
El vicio de la precaridad es el más fácil de entender, pues consiste en
que quien pretende decirse poseedor no ha tenido justa causa para iniciar
la posesión, pues sólo hay de por medio un títu lo precario, como acon­
tece en el comodato o convenio, por el que una persona proporciona a
otra el uso transitorio de una cosa para devolverla en especie. Esta po­
sesión se llama viciosa y también es de mala fe.
La mala fe produce consecuencias jurídicas en contra de quien ha
ocupado la cosa ajena y en favor del dueño de ésta, principalmente en
218 CAP. 24. EL PODER JURIDICO

lo que se refiere a los frutos que hubiere producido la cosa; de ahí que
el poseedor de mala fe deba reintegrar no sólo los frutos percibidos y
que la cosa hubiere dado, sino también los que debió producir bajo la
administración cuidadosa de un buen padre de familia; en cambio, el
poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos, aunque no los
pendientes en el mom ento de la restitución, por lo que también hace
suyos los frutos separados.

Efectos de la posesión en general

La posesión, como hecho de los que por su naturaleza son jurigéni-


cos, podía producir efectos jurídicos que los comentadores enumeran
en la siguiente forma:

Primero. Estaba protegida por la ley mediante vías o medios espe­


ciales denominados interdictos posesorios.
Segundo. Servía de base para determinar los modos de adquirir el
dominio quiritario, a saber: la ocupatio, la traditio y la usucapió.
Tercero. El poseedor era siempre el demandado en todo juicio de
reinvindicación y, en términos procesales absolutos, se hallaba libre
de la carga de la prueba.
Cuarto. Le correspondían los frutos percibidos y aun los separados
cuando era poseedor de buena fe.

La protección legal a la posesión dio lugar a serias discusiones en­


tre los tratadistas que buscaban justificar al poseedor aunque no al pro­
pietario. Uno de los más destacados expositores fue Savigny, fundador
de la escuela histórica alemana, quien sostiene que esta protección legal
a los poseedores tenía por objeto mantener la paz pública, evitando que
los particulares se hicieran justicia por propia mano y recurrieran en­
tonces a los tribunales a plantear cuestiones de mera posesión; por otra
parte, tiene cabida la explicación que da Ihering, el notable tratadista
alemán, quien afirma que al proteger la ley a los poseedores, más bien
protege a los propietarios, pues la situación normal del propietario es la
de ser al mismo tiempo poseedor.

Interdictos romanos

Desde el punto de vista etimológico, la palabra interdicto es un tér­


mino técnico que se deriva de las siguientes radicales: la preposición
latina inter (que significa entre, entre tanto o mientras tanto) y un de­
rivado del verbo dico dicis dicere (que quiere decir declarar algo en de­
DE LA POSESIÓN 219

recho), como lo confirma el vocablo jurisdicción, que significa dicere


jus, o sea declarar o decir el derecho. De modo que interdicto, en senti­
do etimológico, quiere decir una declaración transitoria o provisional
sobre determinada materia.
En el derecho canónico se empleaba también el término interdictum
con la significación especial de pena o castigo eclesiástico, o beneficio de
los sacramentos en contra de alguna persona o de una población; pero
fuera de esa significación especial, la palabra interdicto siempre ha per­
tenecido al lenguaje de los tribunales.
En derecho romano, el término interdicto no sólo se empleaba en ma­
teria de posesión, aunque en ese sentido se considerará en estas líneas,
sino que también había interdictos numerosos que nada tenían que ver
con la materia posesoria; por ejemplo, cuando el pretor dictaba alguna
disposición de carácter urgente relativa a cuestiones de vecindad, de pre­
dio, a predio, para evitar que un edificio ruinoso o las ramas crecidas de
un árbol causaran algún daño al predio vecino, etc.; también había in­
terdictos que se referían a cuestiones de la libertad individual. Precisa­
mente de esto algunos tratadistas mexicanos han querido encontrar el
origen del juicio de amparo.

Definición real

El interdicto era una orden provisional o transitoria por la que


el magistrado o pretor ordenaba o prohibía algo sin verificar pruebas,
respecto a la posesión de alguna cosa. Así, tenía lugar cuando dos o
más personas planteaban alguna cuestión posesoria (por ejemplo, al re­
clamar para sí cada una de ellas la posesión de una misma cosa), en cuyo
caso el magistrado concedía la posesión en favor de una de ellas, pero
sólo interinamente; de ahí que los no favorecidos con el interdicto se
conformaban y entonces se evitaba un litigio en el que se discutiera el
dominio. O bien alguno de los no favorecidos quedaba inconforme, en
cuyo caso reclamaba enjuicio reinvindicatorio la acción de dominio para
obtener una sentencia definitiva que determinara de una vez para siem­
pre a quién pertenecía la cosa discutida; pero en esta segunda hipótesis,
el interdicto servía prácticamente para establecer cuál de los reclamantes
haría el papel de demandado y quién las veces de demandante.
La posesión estaba protegida por los interdictos retinendi possessio-
nis, uti posidetis para los inmuebles, en favor del poseedor actual; uiru-
bi para los muebles, en favor del que hubiera poseído durante el último
año o por más tiempo, y también por los interdictos denominados recu-
perandae possessionis, de precario y ute vi.
25
Modos de adquirir
el dominio según
el derecho natural

Los modos de adquirir el dominio provinieron del derecho natural,


del jus gentium y del derecho civil. Los que provinieron del derecho
natural, en sus más certeras variedades, fueron la ocupación, la accesión
y la tradición.

OCUPACIÓN
Por la ocupación se adquirían las cosas que no tenían dueño, como
las aves, los peces y los animales salvajes; todos los animales que goza­
ban de su libertad natural pertenecían a quien los apresaba, ya sea den­
tro de su propiedad o en campo ajeno, previa la indemnización del daño
o perjuicio que se causara, a no ser que se tuviera el consentimiento del
propietario del predio ajeno para apresarlas.
Los animales podían ser fieros o libres, mansos y domesticados. Los
primeros eran aquellos que se encontraban libremente en la tierra, en
el aire o en el mar; los segundos, aquellos que por la costumbre iban y
venían a la casa del dueño; y los últimos eran por naturaleza fieros o
libres, pero que habían sido amansados y podían perder la costumbre
de volver a la casa del dueño, en cuyo caso volvían a ser libres. Por tan­
to, los fieros eran susceptibles de apropiarlos el primero que los ocu­
paba, los segundos tenían propietario y los terceros podían ocuparse
cuando no regresaban a la casa del dueño; mejor dicho, la propiedad se
conservaba mientras los animales eran poseídos.

LA ACCESIÓN
En los textos, la accesión no se considera de forma expresa como
uno de los m odos de adquirir la propiedad, sino más bien se refiere a la
consecuencia que produce la propiedad adquirida.

220
LA ACCESIÓN 221

La accesión era un hecho que no trasm itía la propiedad pero sí acre­


centaba la del dueño de la cosa principal con todo el valor del objeto
accesorio. De ahí que la propiedad se adquiría originalmente por la
ocupación, se aumentaba en algunos casos por la accesión y se trasm itía
por la tradición.
La accesión era la extensión que la cosa recibía con la unión de un
objeto accesorio. En virtud de ella, el dueño de una cosa adquiría los
productos y todo aquello que llegaba a unirse a ella o a incorporársele
de manera que formara parte de ella, sin que mediara hecho alguno del
propietario de dicha cosa.
La accesión podía ser natural, industrial o mixta.

Accesión natural: era aquella producida por la naturaleza, como el


parto, la isla, el aluvión, la avulsión, la fuerza del río, la mutación de
cauce, etc.
El parto tenía lugar cuando el animal o la esclava pertenecían al due­
ño; por tanto, la cría y el hijo también pertenecían a él en el momento
de nacer, pues antes formaban parte de la madre.
Respecto de las islas que se llegaran a formar en el mar, pertenecían
al primer ocupante; pero si se formaban en el río, se consideraban cosas
accesorias de los campos que limitaban; por tanto, pertenecían a los pro­
pietarios de ellos en proporción a la extensión poseída en la ribera y en
relación con la isla en su parte más próxima. Razón semejante ocurría
en la mutación de cauce.
El aluvión tenía lugar cuando había agregaciones (acrecentamiento
insensible de las riberas de los ríos) sobre los campos de los propietarios
que lo limitaban, pero no se podía apreciar la cantidad agregada mo­
m ento a momento.
Con la fuerza del río, el terreno arrancado por la violencia de las aguas
seguía siendo del mismo propietario; este hecho era lo que constituía la
avulsión.
Accesión industrial: se debía a la transformación de las cosas; por
la intervención humana com prendía la adjunción, la especificación y la
conm ixtión.
La adjunción o unión de una cosa ajena al propietario de otra se lle­
vaba a cabo por la industria, ya sea al introducirla o tejer con ella, el
pintar, soldar, escribir o edificar.
La especificación era aquella accesión verificada por una transfor­
mación industrial que hacía nacer una nueva especie al utilizar la mate­
ria ajena.
La conm ixtión era la accesión realizada en virtud de la mezcla de
materias propiedad de diferentes dueños.
Accesión mixta: era aquella que tenía lugar al aumentar una cosa
por beneficio de la naturaleza y de la industria.
222

TRADICIÓN

Cuando las cosas pertenecían a alguien, a la posesión debía asistirle,


para hacer adquirir la propiedad al poseedor, el consentimiento del pro­
pietario anterior.
Así, la ocupación y la tradición se referían más bien a la posesión,
según que ésta recayera sobre objetos de nadie (es decir, que no tenían
dueño) o sobre objetos cuya posesión trasm itía el anterior propietario;
por ende, la posesión, según el derecho natural, era el único modo de
adquirir la propiedad.
26
Modos de adquirir
la propiedad según el
derecho civil rom ano

En Roma, los modos de adquirir la propiedad eran los siguientes:

a) La mancipación.
b) La cesión en juicio (in jure cessio).
c) La tradición.
d) La usucapión.
e) La adjudicación.
/) La ley.

MANCIPACIÓN

En un principio, la mancipación era una venta, la entrega de la cosa


y el precio verdadero que se daba a cambio de ella; es decir, el metal
que se daba a cambio de la cosa entregada era el precio real y pagado
por la cosa; empero, posteriormente la venta fue una cosa ficticia, o sea
imaginaria, consistente en que el comprador tocaba la balanza con un
trozo de metal o después con una moneda, antes de entregar la cosa al
vendedor, lo cual constituía un simulácro de venta. Bajo el régimen de
Justiniano, este modo de adquirir la propiedad desapareció.
Así, se estableció que la mancipación era una ceremonia solemne,
en la que se pronunciaban palabras sacramentales, a través de ciertos
ritos y ante la presencia de un ciudadano que portaba una balanza, re­
presentante del poder público llamado libripens, con asistencia de cin­
co testigos, capaces, ciudadanos romanos y en la que era necesario, por
una parte, tener en la mano el objeto que se quería adquirir o un frag­
mento de él y, por la otra, el metal que representaba el precio o valor
de la cosa.

223
224

CESIÓN EN JUICIO (IN JURE CESSIO)


Este modo de adquirir la propiedad era un proceso imaginario en vir­
tud del cual el adquirente trataba de reinvindicar como suyo el objeto
que deseaba adquirir, proceso que se sujetaba a las solemnidades ordina­
rias que el derecho civil había establecido para la reinvindicación. En
este juicio, el vendedor no ponía contradicción o reconocía el derecho
de quien trataba de adquirir; en esa virtud, el pretor, si se trataba de la
ciudad de Roma, o el presidente, si se trataba de las provincias, adjudica­
ba la cosa a quien trataba de adquirir.
La cesión en juicio (in jure cessio) era una especie de abandono de la
propiedad que se realizaba ante el magistrado por el enajenante al adqui­
rente, en el juicio ficticio apuntado; se aplicaba a las cosas mancipii o
nec mancipii y a personas que tuvieran el comercium \ sin embargo, de­
sapareció bajo el régimen de Justiniano.

TRADICIÓN
La tradición era la traslación de la posesión que una persona hacía
a otra; por ende, sólo eran objeto de la tradición las cosas corporales,
pues en las cosas incorporales únicamente había una cuasitradición, que
consistía en el uso o ejercicio del derecho que adquiría el que la recibía
y, por parte del que la concedía, la permisión de tal uso o ejercicio. La
cosa incorporal acompañaba a la entrega de la cosa corporal a la cual
aquélla iba adherida o le era inherente.
Es decir, la tradición era un modo de adquirir la propiedad, consis­
tente en la entrega material de la cosa por el enajenante al adquirente.
Para que produjera efectos de traslación de la propiedad, la tradi­
ción debía reunir los requisitos siguientes:
a) Que la persona que entregaba la cosa fuera su propietario.
b) Que tuviera capacidad e intención de transferir la propiedad.
c) Que quien recibía la cosa tuviera la intención de adquirir.
La tradición era un medio para dar la posesión y ésta, unida al con­
sentimiento del propietario, verificaba el traslado de la propiedad. La
verificación tenía lugar cuando la cosa era entregada o no al adquirente,
pero puesta a su disposición (es decir, bajo su potestad); entonces el po­
seedor la había transferido, por lo que no era necesario que el objeto cuya
propiedad se transfería se entregara en las propias manos del adquirente.

USUCAPIÓN
Era un modo de adquirir la propiedad según el derecho civil, consis­
tente en la posibilidad de llegar a ser propietario por virtud de la pose­
USUCAPIÓN 225

sión continuada durante un año si se trataba de muebles y durante dos


años si eran inmuebles. En la primera época tenía como objeto adquirir
el dominio quiritario a favor de quien había recibido una cosa mancipii
por simple tradición y la tenía in bonis, dicha tradición la había llevado
a cabo un extraño que no era el propietario, sin el consentimiento de
éste, y operaba después de un año respecto de los muebles y dos respec­
to de los inmuebles.
Otro requisito para poder usucapir era tener la posesión propiamen­
te dicha, es decir, la possessio animo domini, de buena fe, con justo títu ­
lo, el tiempo ya señalado y una cosa adecuada, o sea, susceptible de ser
usucapida o, mejor dicho, una cosa que no se encontrara viciada.

Buena fe

Por buena fe debía entenderse la creencia, certeza o consentimiento


de no cometer una injusticia al apropiarse de una cosa.
Si se tenía el convencimiento de adquirir la propiedad al tom ar po­
sesión de una cosa, ese convencimiento no era forzosamente necesa­
rio, pues la creencia errónea incapaz de permitir la adquisición de la
propiedad no conllevaba la certeza de la convicción, pero podía adqui­
rirse la cosa con justo título si se era poseedor de buena fe, y esa pose­
sión podía llevarlo a usucapir.
También podía suceder que el poseedor tuviera la creencia errónea
acerca del título por el que adquiría la cosa; sin embargo, podía adqui­
rir la propiedad a través de esa posesión por la usucapión, aun cuando
supiera que la persona no podía transferirle el dominio por causa de nu­
lidad. No obstante, el convencimiento o la creencia de adquirir la pro­
piedad sobre la que se tenía la posesión no siempre constituía el justo
título para considerarla de buena fe.
La buena fe así considerada para adquirir la posesión y llegar a la
propiedad debía existir desde el m om ento en que se poseía la cosa, pero
era indispensable que se continuara poseyendo durante todo el tiempo
posterior.

Justo título

El justo título o justa causa era un modo común de adquirir la pro­


piedad, siempre y cuando por la posesión misma no pudiera adquirir­
se por haber algún obstáculo, pues cuando alguien trataba de usucapir
la propiedad y se le contradecía, debía probar la posesión con la causa
justa o el justo título (Justus títulus possessionis).
El justo título tenía lugar cuando existía un motivo o un hecho ju ­
rídico perfectamente válido para atribuir la oropiedad, pues cualquier
226 CAP. 26. MODOS DE ADQUIRIR LA PROPIEDAD

obstáculo que se presentara no era significativo y provenía generalmente


de que el tradente no era el propietario o no tenía derecho a enajenar.
Quien adquiría o trataba de adquirir debía ignorar el vicio o el obs­
táculo para tal adquisición, pues si lo conocía, al adquirir lo hacía de
mala fe .
Por justo título debe entenderse la justa causa; por ejemplo: un con­
trato o un hecho que originara en forma legal la posesión propiam ente
dicha, ya sea la ocupación de una cosa de nadie, la donación, el pago de
una cosa debida o la venta, eran justas causas o motivos que legalizaban
la adquisición de la posesión.
La posesión debía ser continua durante el tiempo requerido para
muebles o inmuebles, pero podía interrumpirse para evitar la usucapión,
como cuando cesa la posesión de la cosa, por sí mismo o por otro, en
cuyo caso se decía que era una interrupción natural, a diferencia de la
interrupción civil, en que se intentaba la acción reivindicatoria contra el
poseedor. A esa interrupción de la posesión se le llamó usurpación, pala­
bra derivada de usurpare (que significa retener por el uso, así como usu­
capión proviene de usucapere, que significa adquirir por el uso).
Las cosas viciadas sobre las cuales no podía surtir efectos la usuca­
pión eran aquellas que estaban fuera del comercio y, por tanto, no po­
dían enajenarse, pues la usucapión es una especie de enajenación; por
ejemplo: las cosas públicas, las sagradas, las religiosas, las robadas, las
ocupadas con violencia, y todas aquellas que pertenecían al Estado o al
príncipe.
La usucapión rara vez se aplicaba a los muebles, pero era más fre­
cuente aplicarla a los inmuebles. En todas partes se aplicaba a los bienes
muebles, pero no a los inmuebles situados fuera de Italia, lo cual se debía
a que el dominio de los fundos provinciales pertenecía al pueblo roma­
no o al propio emperador; por tanto, los particulares no podían ejercer
derechos de propiedad sobre ellos. Sin embargo, el derecho pretorio es­
tableció la prescripción de largo tiempo para poder rechazar la reinvin-
dicación del propietario o la acción de toda persona que pretendiera
ejercitarla para hacer valer una hipoteca, una servidumbre o cualquier
otro derecho. Desde este punto de vista, la prescripción de largo tiem­
po (ilongi temporis) daba m ejor resultado que la usucapión y se aplicó a
los inmuebles establecidos fuera de Italia.
Justiniano fusionó la usucapión y la prescripción, con lo cual creó
un m odo único de adquirir la propiedad, por el uso y el tiempo, y la
llamó indistintam ente usucapión o prescripción de largo tiempo, mis­
ma que se aplicó definitivamente por tres años para los muebles y 10 o
20 para los inmuebles, según fuera de buena o de mala fe.
Independientem ente de la prescripción de 10 y 20 años (longi tem ­
poris praescriptio), las constituciones imperiales admitieron una de 30 o
40 años (longissimi temporis praescrivtio), que suplía por medio de una
LEY 227

larga duración de la posesión la falta de algunas de las condiciones exigi­


das para la primera; por ejemplo, después de 30 años de posesión, cuando
se trataba de una cosa viciada, especialmente de una cosa salida de manos
del propietario por causa de hurto o violencia o cuando la posesión no
se fundaba en un justo título o no se iniciaba de buena fe; después de
40 años, cuando se trataba de bienes pertenecientes al Estado, a la Igle­
sia o a los pupilos, el poseedor podía oponer la prescripción (longissimi
temporis) a la acción del propietario o del acreedor hipotecario.
En su origen, la prescripción de largo tiempo (praescriptio longi tem ­
poris) fue creada por el pretor exclusivamente para los peregrinos y para
los fundos provinciales, como un simple medio de defensa, convirtién­
dose más tarde en un modo de adquirir por ley.

ADJUDICACIÓN

La adjudicación era un modo de adquirir la propiedad según el dere­


cho civil, en virtud de una sentencia dictada por el juez, de ahí que po­
día verse con claridad en la actio familia erciscundae, actio com m uni
dividundu y actio finium regundorum.

LEY

La ley, considerada como medio de adquirir la propiedad dentro del


derecho civil romano, se refería a diversos casos en que una disposición
especial establecía la forma de adquirir.
Todas las formas anteriores de adquirir la propiedad se aplicaban en
relación con las cosas mancipii y debían intervenir sólo aquellas personas
que tenían el comercium.
27
Servidumbres

Son derechos reales establecidos sobre un bien en beneficio de una


persona o en provecho de un fundo que pertenece a distinto propietario.
Se clasifican en reales o prediales si están establecidos en provecho
de un fundo, y personales si el beneficio se establece en provecho de
una persona.

SERVIDUMBRES REALES

Se dice que son derechos reales porque se establecen sobre una cosa,
la cual debe ser ^jena, es decir de propietario distinto y constituye una
carga establecida sobre esa cosa ajena, que la soporta en beneficio de
otra de distinto propietario, quien indirectamente la adquiere.
Las servidumbres son bienes incorpóreos; las personales en provecho
de una persona son vitalicias, no así las reales, que por estar establecidas
en provecho de un fundo son perpetuas. En consecuencia, las servidum­
bres son derechos reales, accesorios, indivisibles, perpetuos y constituyen
una desmembración de la propiedad.
Las servidumbres reales se pueden considerar como urbanas si se es­
tablecen en beneficio o provecho de fundos donde hay construcciones y
servidumbres rústicas (propiamente dichas) o en provecho de fundos no
construidos.
En el principio del derecho romano, las servidumbres se constituye­
ron mediante el procedimiento llamado in jure cessio, y se llegaba a la
adjudicación por medio de la mancipación para la servidumbre rural, en
atención a que las servidumbres urbanas eran consideradas res nec man­
cipii y las rústicas res mancipii.

228
SERVIDUMBRES PERSONALES 229

El derecho pretorio estableció para los peregrinos y los fundos pro­


vinciales la cuasitradición y la posesión prolongada. La servidumbre se
extinguía o desaparecía por consolidación, es decir, por la fusión de los
dos fundos, del que soportaba la servidumbre y del que obtenía prove­
cho con ella, denominándose el primero predio sirviente y aquel a cuyo
favor se establece predio dominante. También se extinguía por el no
uso, en el derecho antiguo por dos años y en la época de Justiniano de
10 a 20 años.

SERVIDUMBRES PERSONALES

Son derechos que se establecen sobre una cosa ajena en provecho de


una persona, tales como: a) el usufructo, b ) el uso, c) la habitación, y
d) los servicios de un animal de carga o de un esclavo.

Usufructo

Es el derecho real que tiene una persona de usar y disfrutar de una


cosa ^jena, con la obligación de conservarla sin alterar su forma ni sus­
tancia.
Mediante el procedimiento in jure cessio o por la mancipatio, el usu­
fructuario obtenía el usufructo y tenía como derechos servirse de la
cosa y percibir los frutos, y como obligaciones, dentro del derecho civil,
no menoscabar la propiedad y, dentro del derecho pretorio, disfrutar la
cosa como un buen padre de familia.

Uso

Es el derecho de usar de la cosa de otro sin gozar o disfrutar de ella,


llamado mero uso (nudus usus). Se diferencia del usufructo en que por sí
mismo no daba derecho a los frutos, pero tal derecho se reducía al sim­
ple empleo de la cosa o del animal, por lo que los jurisconsultos le die­
ron extensión al interpretar fictamente la intención de quien constituye
el uso de concederle al que usa algo más del uso estricto.
El usuario no podía ceder el ejercicio del derecho que se constituía
y extinguía como el usufructo y sobre los mismos objetos, excepto en
la constitución por adjudicación y por la ley.

Habitación

Es una servidumbre personal por medio de la cual se habita una casa


ajena o se arrienda, siempre con respecto al destino de dicha casa. Se
230 CAP. 27. SERVIDUMBRES

confunde con la servidumbre de uso y con la de usufructo; sin embargo,


en los textos se encuentra bien aclarado que Justiniano le señaló atribu­
tos especiales al considerarle semejanzas con el usufructo, pero menos
amplias, y un tanto más extensas en relación con el uso.
Así, la habitación es una servidumbre, un derecho real muy especial,
sui géneris, pues el propietario no podía cederla gratuitam ente, pero sí
darla en arrendam iento; no se extinguía con el uso, ni por la capitis de-
minutio y se regía por las mismas disposiciones especificadas para el uso.

Trabajos de los esclavos y de los animales

Consistía en adquirir o percibir todas las utilidades provenientes de


las obras de los esclavos o de los trabajos de los animales ajenos. Muy
parecida al usufructo, se diferenciaba de éste en que no se extinguía por
el no uso, ni por la capitis dem inutio, ni era divisible.
El derecho pretorio coadyuvó, corrigió y modificó al derecho civil,
por lo que creó la propiedad bonitaria y estableció los derechos reales
conocidos como pretorianos.
28
Derechos reales pretorianos

En Roma, los derechos reales pretorianos fueron los siguientes:

a) El fus in agro vectigali.


b) La enfiteusis.
c) La superficie.
d) La hipoteca.

JUS IN AGRO VECTIGALI

Era el derecho real que obtenía una persona sobre la tierra de un


municipio que se le entregaba en concesión, con la obligación de pagar
una renta llamada vectigal.

ENFITEUSIS

Era un derecho real consistente en que una persona se servía de una


propiedad ^jena como si fuera propia y disponía de la sustancia de la cosa,
sin deteriorarla y con la condición de cultivarla, mejorarla y pagar todos
los años o, en determinados periodos, un canon fijo (canon, pensio o redi-
tus). La persona que la concedía sobre su propiedad recibía el nombre de
dominus emphyteuseos, el que lo recibía se llamaba enfiteuta y la cosa
sobre la cual se establecía o concedía se denominaba ager vectigalis.

SUPERFICIE

Era un derecho real enajenable y trasmisible a los herederos, en vir­


tud del cual se tenía a perpetuidad, o por lo menos a largo plazo, el

231
232 CAP. 28. DERECHOS REALES PRETORIANOS

goce pleno e ilimitado de toda la superficie de un inmueble ajeno o de­


term inada parte de ella. En un principio, este derecho no se consideró
real, sino que era una concesión hecha por el Estado a ciudadanos para
construir en suelo público y por la escasez de viviendas y habitaciones.
Consistía en conceder permiso a especuladores propietarios o particulares
ricos para edificar, mediante el pago de un canon anual (solarium), algu­
nas cosas cuyo nombre era insulae, para luego arrendarlas a otros par­
ticulares.

Derechos y acciones que producía la superficie

Como derechos, la superficie perm itía el disfrute del edificio por


parte del superficiario; la trasmisión de su derecho a sus herederos tes­
tamentarios o legítimos; el derecho a trasmitirlo como legado; enajenar
o hipotecar el edificio; ejercitar las acciones utilis reivindicatio, negatio,
consessoria, in rem actio y la publiciana, para la protección posesoria de
su derecho; tener los interdictos recuperatorios y el interdictum de su-
perficiebus. Como obligaciones, el superficiario debía pagar los impues­
tos y el solarium.
El concedente tenía las acciones personales correspondientes, las
inherentes al dominio y la acción reivindicatio.
La superficie se podía constituir por contrato, donación, legado,
por disposición del juez y por usucapión. Este derecho se extinguía por
las mismas causas por las que se extinguía la enfiteusis.

HIPOTECA

Era un derecho real que se establecía sobre una cosa ajena con el fin
de garantizar el pago de una deuda o una obligación.
En un principio se estableció una enajenación fiduciaria, pero poste­
riorm ente se creó la prenda sin desposeer al propietario y se llevaba a
cabo al arrendar un inmueble rústico. Más tarde, se estableció la hipote­
ca que daba al acreedor hipotecario el derecho tanto de poseer el bien
hipotecado al vencimiento del térm ino, como de vender el bien para ha­
cer el pago; si había varios acreedores, el primero tenía en sus manos la
suerte de los demás, pero aquéllos podían librarse si pagaban al primero
lo que se le debiera, a efecto de poder ejercitar sus derechos.
29
Las obligaciones

Obligación es un vínculo de derecho que constriñe o compele a una


persona por los medios que el derecho civil otorga al dar o hacer algu­
na cosa (obligatio est juris vinculum quo necesitae astringimur alicujus
solvendae rei secundum nostrae civitatis jura).
Desde un punto de vista pasivo, la obligación (de ligare, que significa
ligar o atar), respecto de la persona que se halla obligada (debitor), se
llama obligatio, aun cuando en un principio recibió el nombre denexum.
Considerada desde el punto de vista activo, respecto de la persona que
disfruta de ella recibía el nombre de creditum o nomen (<creditor).
La obligación crea una relación o un lazo (vinculum especíale) en­
tre personas determinadas que establece los derechos personales (jus
ad rem), es decir, estos derechos consisten en la relación de dependencia
particular o individual que se establece entre el acreedor y el deudor, y
es precisamente la que constituye la obligación, pues en ellos las obliga­
ciones ponen en relación directa a las personas obligadas a dar la cosa
que es su objeto.

CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES

En Roma, la primera clasificación de las obligaciones era aquella que


las dividía en civiles y naturales. Las primeras recibían la fuerza que da la
acción (o sea, el medio por el cual se compele, de acuerdo con el derecho
civil, a cumplir con la obligación); en cambio, las naturales, fundadas en
la equidad y protegidas por el derecho de gentes, no tenían la fuerza de
la acción, pero los magistrados las protegieron posteriorm ente en su
afán de corregir, coadyuvar y suplir el derecho civil romano.

233
234 CAP. 29. LAS OBLIGACIONES

Según el origen de la acción que les daba fuerza, las obligaciones po­
dían ser civiles o pretorias. Las primeras eran las establecidas y sancio­
nadas por la ley o por el derecho civil, que daba fuerza obligatoria a
convenciones que la ley civil no había tom ado en cuenta.
Las obligaciones tenían su origen o nacían de diversas formas, a
saber:

a) De los contratos (ex contracta).


b) De los cuasicontratos, que en sus efectos son similares a los con­
tratos (quasi ex contractu).
c) De los delitos (ex delito o maleficio).
d) De los cuasidelitos, que en sus efectos se asemejan a los delitos
(cuasi ex delito o maleficio).
e) De la ley.

EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES

D entro del derecho común era necesario determinar, por el cubri­


m iento de la obligación, el grado de responsabilidad en que incurría el
deudor; así, se estableció que en los contratos de derecho estricto, el deu­
dor respondía sólo de su falta positiva, y en los contratos de buena fe de­
bía atenderse al dolo que hubiera intervenido, a la falta grave o a la falta
leve en abstracto.
Sin embargo, también se precisó si el deudor o el acreedor debían su­
frir las consecuencias del incumplimiento de la obligación por caso for­
tuito; en esa forma, se ideó la teoría de los riesgos, dentro de la cual se
hizo la distinción acerca de la responsabilidad por caso fortuito respec­
to de un contrato unilateral y de uno sinalagmático; de tal suerte, en el
contrato unilateral la pérdida de la cosa por caso fortuito libraba al deu­
dor de la obligación, y en el contrato sinalagmático la pérdida la sufría
el acreedor.
El retardo injusto que el deudor tenía para cumplir con la obligación
recibió el nombre de mora, que trajo como consecuencia la exigibilidad
de todos los riesgos en contra del deudor y permitió que en los contra­
tos de buena fe se exigieran los frutos y corrieran los intereses; además,
para el caso del robo de la cosa, se estableció una excepción en favor del
deudor.

MODALIDADES DE LAS OBLIGACIONES

En atención al modo, las obligaciones podían ser:


235

Alternativas

Eran aquellas obligaciones que recaían sobre dos cosas, a elección


del acreedor o del deudor; es decir, el deudor podía pagar con una o
con otra, o el acreedor podía aceptar recibir una u otra.

Facultativas
Eran aquellas obligaciones que recaían sobre una cosa; es decir, se
debía una sola cosa, pero el deudor podía cumplir la obligación o librar­
se de ella si entregaba otra similar o de igual valor.

Condicionales y a plazo
La condición es un acontecimiento futuro e incierto del cual depen­
de la realización o no de una obligación, en tanto que el plazo o término
es un acontecimiento futuro, pero cierto, del cual depende la realización
o no de la obligación. En tal virtud, la condición suspende el nacimien­
to de la obligación hasta en tanto ésta no tenga lugar; a su vez, el plazo
o el término no suspenden el ejercicio del derecho y la exigibilidad de
la obligación hasta en tanto no se realice.

De lugar determinado

En este caso la obligación debe cumplirse en un lugar determinado.


El deudor no puede cumplir con su obligación en otro sitio, el acreedor
tiene que ejercer su acción ante el magistrado del lugar designado y ade­
más, no puede exigir que la obligación sea cumplida en otro lugar.

OBLIGACIONES SANCIONADAS Y NO SANCIONADAS

Sancionadas
Las obligaciones sancionadas eran las civiles y las honorarias o pre-
torianas. Las primeras las sancionaba el derecho civil; las segundas, los
magistrados o los pretores. Estaban provistas de acción y eran exigibles
judicialmente.

Naturales

Eran todas aquellas obligaciones no sancionadas por una ley y, por


tanto, no conllevaban ninguna acción judicial, es decir, no originaban o
generaban acción alguna.
30
Los contratos

El contrato es un convenio al que el derecho civil, para hacerlo obli­


gatorio, le confiere una acción, y convenio es el acuerdo de dos o más
voluntades en relación con una cosa, o sea, la promesa de dar o hacer al­
guna cosa entre sí (est pacto duorum pluriunve in idem placitum con-
sensus).
Considerado en forma general, el convenio no basta para establecer
una obligación civil, sino que, además del consentimiento, deben pro­
nunciarse ciertas palabras o utilizarse determinados escritos para que el
convenio constituido en contrato sea obligatorio; de ahí que diversos
jurisconsultos afirmen que si el convenio no reúne estos requisitos, sólo
será un simple pacto, es decir, no está protegido o no producirá ningún
efecto jurídico.
Por su forma de constitución los contratos podían ser: a) Re (rea­
les), b) Verbis (verbales), c) Litteris (literales), y d ) Consensu (consen­
súales).
Si el contrato se perfecciona por la entrega de la cosa recibe el nom­
bre de contrato re; si lo es por medio de la pronunciación de ciertas pa­
labras solemnes, se llama verbis-, si se perfecciona por la elaboración de
escritos, recibe el nombre de litteris; y si lo es por el sólo consentimien­
to de las partes, se denomina consensu.
El perfeccionamiento del contrato es el hecho de originar acciones,
derechos y obligaciones. Así, hay contratos con un nombre propio y
a los que se unen acciones específicas como los de venta (emptio vendi­
do), de arrendamiento (locatio conductio), de com odato (com m odatum )
y de sociedad (societas) que originan acciones también propias, denomi­
nados em pti-venditi, locati y commodati, por cuya razón se llaman con­
tratos nominados. Sin embargo, también hay contratos sin un nombre
especial que tampoco originan una acción especial o propia, pero se en­

236
LOS CONTRATOS 237

cuentran protegidos por una acción aplicada a todos ellos, por lo que se
llaman contratos innominados.
Tales contratos nacieron a la vida civil por las analogías que tenían
con los contratos nominados pero sin presentar todos sus caracteres es­
pecíficos, por lo que no podían ajustarse a las acciones de éstos; sin em­
bargo, como no podían quedar sin fuerza obligatoria y sin acción, los
pretores inventaron una fórmula aplicable a todos esos casos, la cual se
ponía siempre como el título de la acción que se denominó praescriptis
verbis, significando con ello la causa o el hecho generador de esos con­
tratos, pero se dejaba el nombre también para la acción.
En atención a las obligaciones recíprocas y acciones que generan en
favor de cada contratante, los contratos podían ser sinalagmáticos o bi­
laterales, y aquellos en los que sólo una de las partes contraía obligación
recibieron el nombre de unilaterales.
Otra clasificación de los contratos es aquella que los divide en de bue­
na fe y de derecho escrito -, los primeros son aquellos en que la obligación
y sus efectos están regulados por la equidad, y los segundos, aquellos en
que la obligación se fija y se ciñe a lo expresado en el convenio.
Los contratos nominados son siempre contratos reales porque para
crear obligación, exigen que una de las partes dé o haga alguna cosa. Di­
chos contratos pueden ser de cuatro formas, a saber: a) Mutuo (mu-
tuum ), b ) Comodato (com m odatum ), c) Depósito (depositum), y d)
Prenda (praenda).
En síntesis, el pacto es un acuerdo cualquiera al que no puede obligar­
se por carecer de acción; en cambio, el contrato es un acuerdo reconoci­
do como tal por la misma ley; además, el pacto no origina obligaciones,
en tanto que el contrato sí.
Por sus efectos, los contratos pueden ser unilaterales si originan una
obligación sólo para una de las partes, o bilaterales si originan obligacio­
nes recíprocas.
En atención a las facultades del juez, los contratos pueden ser de es­
tricto derecho (unilaterales), en los que se limitan dichas facultades o de
buena fe.
Dentro de los contratos formales, el m utuum consistía en un prés­
tamo de dinero por medio de la mancipación, en presencia del libripens
y de cinco testigos, en la que se pronunciaban ciertas palabras preesta­
blecidas que se convertían en sacramentales.
La enumeración, el jusjurandum liberti y la estipulación eran con­
tratos verbis que se perfeccionaban con una pregunta y una respuesta
correctiva, cuyos caracteres los hacían también unilaterales, formales y
de estricto derecho.
Los contratos litteris perfeccionados por lo escrito en el registro de
los ciudadanos romanos, codex, eran de dos especies: el transcripti-
tium nomen a re in personam y el transcriptitium nomen a persona in
personam, también formales de estricto derecho, unilaterales y de dere­
238 CAP. 30. LOS CONTRATOS

cho civil. Los contratos perfeccionados por la entrega de la cosa, llama­


dos reales, eran los siguientes:

Mutuo

Era el contrato consistente en el préstamo de consumo, que trans­


fiere la propiedad de las cosas prestadas, o sea, aquellas que se pueden
pesar, medir y contar y que hacen nacer la obligación de restituir al m u­
tuante el equivalente a la cosa prestada.

Comodato

Era el contrato en virtud del cual se presta la cosa para el uso, por lo
que se llama también préstamo de uso. Este contrato se perfeccionaba
al hacer entrega de la tenencia y obligaba al comodatario: a) a conser­
var la cosa como si fuera suya, y b) al térm ino del contrato, devolverla
al com odante y obligarle a éste acerca de las cargas extraordinarias que
para la conservación de la cosa hubiera lugar.

Depósito

Era el contrato en virtud del cual se entrega una cosa para que se
guarde y se devuelva al término. Este contrato se perfeccionaba con la
entrega de la tenencia, que originaba la obligación para el depositario de
guardar la cosa, conservándola sin hacer uso de ella y, a la vez, al térm i­
no del contrato devolverla, en tanto que el depositante estaba obligado
a pagar los gastos que pudiera originar el depósito.

Prenda

Era un contrato que tenía como objeto la entrega de una cosa a un


acreedor para garantizar el pago de una deuda o de una obligación. Se
perfeccionaba con la entrega de la posesión, para que quien recibiera
la cosa la conservara en garantía, pero sin servirse de ella y al término
del contrato la devolvía en el mismo estado; el acreedor prendario tenía
la obligación de pagar los gastos que originara la prenda.
El com odato, el depósito y la prenda hacen nacer una acción directa
y una contraria, la primera en favor del deudor y la segunda en beneficio
del acreedor, llamadas, respectivamente: en el com odato, actio commo-
dati directa y actio com m odati contraria', en el depósito, actio depositi
directa y actio depositi contraria', y en la prenda, actio pignoratitia direc­
ta y actio pignoratitia contraria.
239

CONTRATOS CONSENSUALES

Los contratos cuyo perfeccionamiento se presenta por el sólo con­


sentimiento de las partes reciben el nombre de consensúales.
El perfeccionamiento corresponde al nacimiento tanto de las obliga­
ciones como de las acciones para exigir su cumplimiento y aparece cuan­
do el consentimiento ha tenido lugar.
A tales contratos corresponden: a) La compraventa (em ptio-vendi-
tio), b) El alquiler o arrendamiento (locatio-conductio), c) La sociedad
(societas), d) El mandato (m andatum ).

Compraventa o venta (emptio vendido)


Era un contrato consensual por el que una persona se obligaba a en­
tregar a otra una cosa y éste a pagar un precio en dinero. Dicho contrato
producía dos acciones directas: una, cedida al vendedor, llamada vendi-
d; y la otra, contraria, dada al comprador, llamada empd.
En el derecho antiguo, cuando se llevaba a cabo una venta, el compra­
dor entregaba al vendedor una cantidad como señal o medio de poder
probar un contrato ya formado, cantidad que recibía el nombre de arras;
los contratantes no podían retractarse de la venta ya consentida, aun
renunciado a las arras.
Durante el imperio de Justiniano, el contrato de venta que es con­
sensual y que, por tanto, se perfecciona desde el mom ento en que se
ha convenido, es decir, desde que los dos han dado su consentimiento
acerca de la cosa y el precio, aun cuando no se haya entregado la cosa ni
satisfecho el precio, se estableció si se contrataba una venta con la in­
tención de redactar una escritura relacionada con ella, de ahí que el con­
trato no se perfeccionaría hasta que la escritura no se hubiera extendi­
do; por tanto, mientras no se extendía la escritura, la venta no existía y
ambos contratantes podían cambiar su intención y desistirse.
Posteriormente, las arras tom aron el carácter de multa y los contra­
tantes al retractarse perdían: el comprador las arras y el vendedor debía
pagar el doble de ellas.
El precio de la cosa debía ser cierto y consistir en moneda de cuño
corriente, pues de lo contrario no habría venta, sino otro contrato.
La cosa debía ser entregada y el com prador pagar el precio; hacía la
venta, por tanto, que se exigiera la posesión de la cosa, pues ésta daba
origen a la propiedad.
Tales ventas al contado, es decir, mediante la entrega del precio para
recibir la cosa, se hacían por mancipación, pero podían hacerse por do­
ble estipulación y condicionalmente, o sea convenir en que no habría
venta hasta en tanto la cosa conviniera al que la comprara dentro de un
plazo limitado.
240 CAP. 30. LOS CONTRATOS

El vendedor tenía las obligaciones siguientes: transferir todos sus


derechos sobre la cosa al comprador; garantizar al com prador contra la
evicción; garantizar al com prador contra los vicios que pudiera tener
la cosa. Además, el vendedor tenía las siguientes acciones: la actio ex
stipulatu duplo, acciones edilicias, la actio empti, la quanti minoris y la
redhibitoria.
A su vez, el comprador tenía las obligaciones siguientes: aceptar la
entrega de la cosa, y transferir al vendedor la propiedad del precio en
dinero. Estas obligaciones estaban sancionadas por la actio empti.

Alquiler o arrendamiento (locatio conductio)

Era un contrato consensual, en virtud del cual una de las partes se


obligaba a usar o hacer disfrutar a la otra una cosa, durante un tiempo
convenido, o a hacer para él alguna cosa mediante un pago o retribución
determinada, llamada merces.
El que se obligaba a entregar la cosa se llama locator (arrendador) y
el obligado a pagar la retribución por el alquiler recibe el nombre de con­
ductor (arrendatario).
De este contrato surgieron dos acciones: una, dada al locator y de­
nominada actio locati, y otra, dada al conductor, llamada actio conducti.
Como la venta, el alquiler es un contrato que se perfecciona por el
sólo consentimiento de las partes tan pronto se ha determinado la can­
tidad que una debe pagar a la otra. El alquiler se refiere desde luego a
cosas y se llama locatio rei.
El locator (arrendador) tenía como obligaciones hacer entrega de la
cosa, y que la disfrutara el arrendatario (conductor). A su vez, el con­
ductor o locatario debía pagar la suma debida (merces) y disfrutar la
cosa, pero conservándola y tratándola como un buen padre de familia,
y al térm ino del contrato debía restituirla.
El arrendador debía responder por el deterioro o la pérdida de la
cosa si éstos se debían a su descuido o negligencia, pero en el caso for­
tuito o fuerza m ayor todos los riesgos eran para el propietario.
También había alquiler de servicio en el cual el obrero o trabajador te­
nía la obligación de prestar sus servicios y el patrón, pagar el precio con­
venido, en cuyo caso recibe el nombre de locatio conductio operarum.

Sociedad (societas)

La sociedad era un contrato formado con el consentimiento recípro­


co de las partes, en virtud del cual éstas convenían en poner sus bienes
en común para dividirse los beneficios que pudieran obtener o las pérdi­
das que de ellos resultaran.
CONTRATOS CONSENSUALES 241

Entre los romanos existían varios tipos de sociedades: a) las univer­


sales (totorum bonorum ), que com prendían todos los bienes presentes
o futuros de los asociados; b) las alicujus negotiationes, que tenían por
objeto una clase particular de negocio en el que se incluían los benefi­
cios o las pérdidas resultantes del objeto de la sociedad; c) las unius o
alicujus jus rei, que se limitaban a uno o varios objetos, bien determ ina­
dos; y d ) las adquisiciones, que incluían todo aquello que los asociados
adquirían por su industria o econom ía y en la que se consideraba que
las partes contrataron cuando no habían expresado qué sociedad consti­
tuían.
En una sociedad, los beneficios y las pérdidas se determinaban en el
orden siguiente: primero, por lo que hubieran convenido;segundo, si sólo
se había convenido respecto de las ganancias o de las pérdidas, lo conve­
nido para uno servía como base para la distribución del otro; tercero, en
caso de no haberse convenido nada, cada socio debía ser acreedor de una
porción igual tanto en las pérdidas como en las ganancias.
Para el cumplimiento de los fines de la sociedad, cada socio en par­
ticular tenía la actio pro-socio y, como podía permanecer pro indiviso,
tenía también a su favor la actio com m uni dividundu.
La sociedad podía concluir por cualquiera de las causas siguientes:
a) por la voluntad expresa y manifiesta que hacían uno o varios de los
socios para no pertenecer más a la sociedad; b ) por la muerte de uno de
los socios; c) por la confiscación general de los bienes de un socio o, más
bien, por la máxima y media capitis-deminutio-, d) por la cesión o la
venta forzosa de los bienes de cualquiera de los socios; e) por la conclu­
sión del negocio o término dentro del cual estaba constituida, y / ) por
la pérdida de la cosa que era el objeto principal de la sociedad.

Mandato (m andatum )

El mandato era un contrato por virtud del cual se encargaba una per­
sona gratuitamente de una comisión honesta y lícita; era un contrato
consensual eminentemente gratuito, cuyo objeto era la comisión o en­
cargo dentro de la ley de la ejecución de un acto determinado que el
mandatario hacía por cuenta del mandante.
El mandato podía ser de diversas formas, a saber: a) en interés del
mandante; b) en interés del mandante y del m andatario; c) en interés
de un tercero; d) en interés del mandante y de un tercero, y e) en inte­
rés del mandatario y de un tercero.
Las obligaciones del mandatario eran las siguientes: ajustarse a los
términos del mandato; transferir al mandante los derechos nacidos del
acto consecuencia del mandato; y rendir cuentas. Para el cumplimiento
de los actos que debía ejecutar el mandatario existía la actio mandati
242 CAP. 30. LOS CONTRATOS

directa. A su vez, el mandante tenía las obligaciones siguientes: indem­


nizar en todo al mandatario, por lo que se refiere a los actos que éste
realizaba con motivo del m andato, así como vigilar y tom ar a su cargo
las obligaciones del mandatario.
Para exigir el cumplimiento de las obligaciones del mandante, el
mandatario tenía la actio mandati contraria.
El m andato podía concluir de diversas maneras, a saber: a) por la
revocación hecha por el mandante siempre y cuando no se hubiera eje­
cutado el acto; b) por la muerte del m andante o del mandatario, si ésta
ocurría antes de que el mandato empezara, y c) por la renuncia del man­
datario, pero no hecha fuera de tiempo.
31
Obligaciones que nacen
como de un contrato
(cuasicontrato)

Las obligaciones se derivan de los contratos y de los delitos, pero


hay algunas otras que, sin tener tal origen, producen efectos similares a
los de aquéllas, lo cual las hace parecerse. Por tanto, la obligación origi­
nada de esta forma se asimila o se parece a lo que resulta de un contra­
to. Tales obligaciones se forman sin que haya acuerdo de voluntades
como consecuencia de la realización de ciertos actos o hechos a los que
la ley ha dado fuerza para obligar a las personas del mismo modo que si
hubiera habido contrato. Esto se ve claramente en las obligaciones deri­
vadas de la tutela, la gestión de negocios, la indivisión de un objeto o
de una herencia, de la recepción de una cosa no debida y también de los
legados.
La gestión de negocios se presenta cuando una persona se inmiscuye
en asuntos ajenos y obra por otro sin la voluntad de éste. Como resul­
tado de dicha gestión, el gestor o gerente y la persona a cuyo nombre
realizó el acto sin su voluntad se vinculan; por tanto, se obligan recípro­
camente. El derecho romano lo admitió así por causa de equidad pú­
blica y en atención a los incapaces y a los ausentes que no podían elegir
mandatario.
En Roma, el gestor o gerente tenían como obligaciones prevenir y
cuidar el curso de la gestión como un buen padre de familia, así como
rendir cuentas; si no lo hacía, estaba obligado por la acción negotium
gestorum directa.
La persona a cuyo favor llevaba a cabo la gestión el gestor estaba
obligada, aun cuando éste la ignorara, a reintegrarle todos aquellos gastos
que le había originado la actividad, desde el mom ento en que se había
iniciado ésta, para obligarlo; además el gestor tenía a su favor la acción
negotium gestorum contraria.

243
244 CAP. 31. OBLIGACIONES QUE NACEN COMO DE UN CONTRATO

Respecto de la tutela, el tu to r debía rendir cuentas y responder de


la culpa leve; para ello, el pupilo tenía la acción tutelae directa y a favor
del tu to r quedaba la acción tutelae contraria.
En la división o comunidad de una cosa o de una herencia, se obliga­
ba a los comuneros, entre los cuales no había sociedad, a que si alguno
estaba obligado a rendir cuentas, otros debían estar obligados a pagar, lo
cual daba lugar a las acciones com m uni dividundo y familiae erciscundae.
Obligaciones que nacen
de un delito

Se entiende por delito un acto previsto y caracterizado por la ley


como dañoso (es decir, que causa un mal) cuya previsión está protegida
por una acción particular. En él siempre se supone el dolo, la intención
de dañar, causando un mal. Sin embargo, hay actos que al realizarse,
causan un mal, sin que el sujeto activo haya tenido la m enor intención
de causarlo. Algo semejante sucede en los contratos y en los cuasicon­
tratos, que hace necesario, para que haya obligación resultante de un
delito, que el hecho dañoso haya sido especialmente previsto y tipifica­
do como delito por la legislación y que le sea inherente una acción par­
ticular, configurándose así el cuasidelito.
Los delitos se dividen en públicos y privados; los primeros son aque­
llos que dan lugar a la instancia penal o criminal que recibe el nombre
de publicum judicium, y se configuran por los hechos que atacan la se­
guridad general o forzosamente se persiguen por causa de utilidad públi­
ca o interés público, de ahí que cualquier ciudadano tenga derecho para
intentar su persecución.
Los delitos privados son aquellos en los cuales una persona ha sufri­
do lesión en sus derechos y corresponde solamente a ella la persecución,
que da lugar a la instancia privada denominada privatum judicium , es
decir, tiene derecho a una instancia privada, semejante a la que se inten­
ta en los procesos del orden civil. A su vez, las obligaciones nacen de la
perpetración del hecho delictuoso.
Los delitos privados se consideran dentro de los que atacan los bie­
nes o el honor de una persona y son: a) el hurto (furtum ); b ) la rapiña
(rapiña o robo con violencia); c) el daño material (dam num ), y d) la
injuria (injuria).

Hurto
Es la sustracción o el uso o la posesión de una cosa en forma subrep­
ticia o fraudulenta, con la intención de obtener un lucro, pues si la sus­
246 CAP. 32. OBLIGACIONES QUE NACEN DE UN DELITO

tracción solamente es para causar perjuicio a otro, no se comete hurto


sino injuria o daño. También se comete hurto cuando el deudor sustrae
la cosa cuya posesión o uso pertenece a otro.
Si a un alieni juris, que es libre, se le sustraía de la familia, se come­
tía hurto, pues el hijo de familia en cierta forma participaba de la pro­
piedad del padre.
En el sistema romano existían dos clases de hurto: el manifiesto y el
no manifiesto. Existía hurto manifiesto no sólo cuando el que sustraía
la cosa era aprehendido en el lugar donde com etía el delito, sino tam­
bién cuando se le sorprendía antes de llegar al lugar donde quería llevar
la cosa hurtada; en cualquiera otra circunstancia el hurto se denominaba
hurto no manifiesto.
Del hurto se derivan obligaciones, como la restitución de la cosa hur­
tada y el objeto de la pena. La pena consistía en el pago del duplo en
relación con el hurto manifiesto y del cuádruplo respecto del no mani­
fiesto, independientemente de la obligación de restituir la cosa hurtada.
En el hurto, se consideraban coautores y se hacían acreedores a la
misma pena los encubridores, los que aconsejaban, los que prestaban
auxilio y los que ayudaban a cometerlo.
En la persecución del delito, el derecho lo tenía la persona cuyo in­
terés era conservar la cosa.

Rapiña
Este delito consistía en el acto de arrebatar dolosamente una cosa
ajena, mueble, con el ánimo de lucrar.
La diferencia existente entre rapiña y hurto es que en aquélla inter­
venía la violencia y en éste no.
De la rapiña se derivaban dos clases de acciones. La que tendía a
exigir del raptor cuatro veces el valor de lo robado, mediante la acción
furti-manifiesti; y la que tenía por objeto pedir la estimación de lo roba­
do y el triple de su valor, conocida como vi bonorum raptorum.
El que tom aba violentamente algo que fuera suyo pero que estaba
en poder de otra persona perdía, como sanción, el dominio sobre ello, y
si tom aba violentamente una cosa al creer que era suya y resultaba que
no lo era, estaba obligado a restituirla y a pagar por vía de pena la es­
timación.
Concusión era el acto por virtud del cual se obligaba a una persona,
mediante la violencia física o moral, a dar lo que tenía.

Daño material
En Roma, el daño inferido injustamente a una persona recibía el
nombre de damnum injuria factum y su castigo surgió a propuesta del
tribuno Aquilio.
OBLIGACIONES QUE NACEN DE UN DELITO 247

La ley Aquilia especificó las penas a que debía ser condenado el de­
lincuente si hubiera matado injustamente al esclavo ajeno o si hubiera ma­
tado a un animal perteneciente al ganado, ya fuera a rebaños de ovejas y
cabras, a recuas de caballos, muías, asnos, sin derecho a hacerlo, causan­
do un daño consistente en la disminución de la fortuna de otro.
La misma ley estableció una pena contra el adstipulante que defrau­
daba al estipulante, y condonaba la deuda del deudor por medio de una
aceptilación. Por último, la misma ley Aquilia estableció una pena apli­
cable a los que cometieran daños no especificados de los citados.

Injuria

Este término significaba, en Roma, cosa perjudicial a otro, injusticia


cometida por un juez o por un magistrado. Todo lo que era contra dere­
cho y todo aquello por lo que se hacía ofensa, con dolo, con intención,
lo que para otra persona se convertía en afrenta o en ultraje, recibía el
nombre de injuria.
La injuria podía consistir en acciones, palabras o escritos que ten­
dían a menoscabar el honor, la reputación, las buenas costumbres o el
pudor de las personas.
La injuria podía recibirse no sólo de una persona directam ente, sino
también de aquellas que estaban bajo la potestad del injuriante; lo mis­
mo sucedía cuando el esclavo recibía la injuria.
Por su importancia, debe decirse que la Ley de las X II tablas impo­
nía la pena en las injurias como sigue: por un miembro roto, el talión;
por un hueso fracturado, 309 ases si se trataba de un hombre libre, y
130 si se trataba de un esclavo. Cualquier otra injuria tenía como pena
el pago de 15 ases.
La acción de injuria que correspondía al ofendido se extinguía por
el perdón expreso o tácito.
33
Obligaciones que nacen
como de u n delito
(cuasidelito)

Cuando los hechos dañosos o ilícitos no habían sido previstos por


una ley y conllevaban una acción que les pudiera ser propia, surgían obli­
gaciones producidas como por un delito; pues efectivamente había actos
que sin ser delitos, debían reprenderse, lo cual daba lugar a una acción
para significar que el acto que la originaba, aunque no estuviera espe­
cificado en alguna ley, producía efectos muy parecidos a los de un deli­
to. De otra manera, eran hechos ilícitos sancionados por la legislación
posterior; así, se consideraban en esta clasificación los casos siguientes:
cuando el juez hacía suyo el pleito; cuando se arrojaba, derramaba o
colocaba un objeto sobre la vía pública y como consecuencia se causa­
ba daño a alguien; y la suspensión de objetos en las ventanas que daban
a la parte exterior de la casa.

248
34
Garantías reales y personales

Para garantizar las obligaciones, se establecieron la prenda y la hipo­


teca como garantías reales, y la correalidad, la solidaridad y la fianza
como garantías personales.

GARANTÍAS REALES

Prenda

Contractus fiduciae

La más antigua prenda de empeño del derecho romano era una tras­
misión real por mancipatio, ejecutada por el que tom aba a préstamo
el prestador, en virtud de convenio o contrato de fianza (contractus
fiduciae) de que si el dinero se entregaba en el día del plazo fijado, el
prestamista tenía que devolver la prenda al que había obtenido el prés­
tamo. Si en el día fijado no había pagado este último el préstamo, per­
día por completo su propiedad; pero esto no era lo peor, pues el que
obtenía el préstamo podía tener voluntad de pagar el dinero debido,
pero entretanto el prestamista podía haber vendido la prenda, y el deu­
dor no podía perseguirla en manos del comprador. Este grave defecto
de la ley romana se procuró remediar, de ahí que se declarara infame al
prestamista que se condujera de tal suerte. Como estas irregularidades
hacían que se pidiera justicia a voces, fue preciso acudir al pretor para
que entrara en acción una pujanza más aguda aún de la injusticia. De­
bía parecer que cuando el trato no se había hecho por mancipatio, no
tenía efecto legal ni siquiera la promesa solemne de devolver la prenda
al recibir el pago de lo prestado, y que el prestador podía retener y

249
250 CAP. 34. GARANTÍAS REALES Y PERSONALES

guardarse el objeto recibido en prenda, aunque excediera en mucho el


valor del préstamo, y negarse a pagar. En este punto intervino el pretor
y dio un edicto a efecto de que cuando un prestador se quedaba en po­
sesión del objeto dado en prenda por el deudor, se le obligara a devol­
vérselo cuando éste ofreciera pagar el préstamo que debía.

Pignus

Para el propósito anterior, el pretor concedió una actio pignorati-


tia al que tom aba a préstamo, y se conocía tal prenda, no constituida
formalmente, con el nombre de pignus. El objeto del pretor era ende­
rezar un mal flagrante e impedir que un acreedor injusto aprovechara
una mera falta de formalidad para robar la propiedad a su deudor; pero
en la práctica, el resultado de esta intervención fue dotar al derecho ro­
mano de una forma de empeño más sencilla y conveniente. La mera en­
trega de una cosa era bastante para dar completa seguridad al acreedor, a
la vez que quedaba la propiedad en favor del deudor, y así el acreedor
estaba incapacitado para trasmitir a otro fraudulentam ente tal propie­
dad. El acreedor, como no era propietario, no podía dar a un compra­
dor la propiedad que él mismo no poseía.

Hipoteca

Aunque la pignus constituyó una gran mejora y un verdadero ade­


lanto, no cum plía los requisitos en forma satisfactoria de prenda de em­
peño. El acreedor no obtenía seguridad alguna, a menos que se le diera
la posesión del objeto. Así, para obtener un préstamo, un propietario
estaba sujeto al inconveniente de tener que partir la posesión del objeto.
En aquellos casos en que se deseaba una seguridad o fianza, no podía
satisfacerse tal deseo con esa condición. De tal suerte, si un terratenien­
te dejaba un viñedo a un colono por el periodo usual de cinco o siete
años, deseaba, como es natural, tener derecho especial a reclamar las pro­
visiones y mejoras del colono como fianza de su renta. Pero como era
esencial que esas cosas permanecieran en posesión del colono, el terra­
teniente se veía en la incapacidad de gozar de la seguridad de una pren­
da (pignus).

Actio serviana

Algún tiempo antes de Cicerón, un pretor llamado Servio estableció


una acción por medio de la cual dio al dueño de una tierra de labor de­
GARANTÍAS PERSONALES 251

recho a tomar posesión del capital de su colono para la renta que se


debía, siempre que el colono conviniera en que dicho capital sirviera de
fianza de la renta. El nombre que se daba a tal fianza, hipoteca (h ypothe-
ca, depósito), indica el origen griego de ese expediente legal; sin embar­
go, no pasó mucho tiempo antes de que se apreciaran las ventajas de tal
fianza en otros casos, y a la larga la acción establecida por Servio se ex­
tendió bajo el nombre de cuasiserviana, a todos los casos en que un pro­
pietario se reservara la posesión de su propiedad, pero conviniera en que
ésta habría de servir de fianza de la deuda. Así, un mero acuerdo, que no
se necesitaba ni aun ponerse por escrito y sin trasmisión alguna de pose­
sión al que recibía la hipoteca, capacitaba al propietario a obtener dinero
a préstamo y daba amplia seguridad al acreedor, sin sujetarse a inconve­
niencia alguna. Prácticamente, en el derecho rom ano posterior no se
hacía distinción alguna entre la prenda (pignus) y la hipoteca.

GARANTÍAS PERSONALES

Correalidad

Esta garantía comprende la correalidad activa y la correalidad pasiva.


La primera consiste en la obligación que "un deudor contrae con varios
acreedores y en la que cada acreedor puede reclamar íntegra la deuda al
deudor, librándose éste por el pago de uno de ellos o por la demanda de
uno de los acreedores, en tanto que la correalidad pasiva existe cuando
la obligación recae sobre varios deudores con un acreedor, quien podía
reclamar el m onto íntegro de la deuda a uno de los deudores a su elec­
ción, por lo que la demanda formulada a uno de los deudores liberaba
a los demás.

Solidaridad

Era la obligación que soportaban varios deudores resultante de una


falta cometida por ellos. El pago de uno liberaba a los demás y entre
los deudores solidarios se suponía siempre la existencia de una sociedad.

Fianza

Esta era un contrato accesorio por medio del cual una persona se
obligaba para con un acreedor, garantizando la deuda de un tercero. Sólo
se aplicaba a obligaciones verbales y se llevaba a cabo entre ciudadanos
o peregrinos. Fue reglamentada por las leyes Furia, Apuleya y Cicereya
y constituyó la forma sponsio y fideipromissio.
252 CAP. 34. GARANTÍAS REALES Y PERSONALES

La llamada Fideiussio indemnitatis consistía en que el fiador sola­


m ente se obligaba bajo su promesa a pagar lo que no pudiera pagar el
deudor principal; es decir, la obligación del fiador acerca de la deuda era
condicional y subsidiaria.

El mandatum pecuniae crederae

Era más bien un contrato de buena fe, consensual, en virtud del


cual se mandaba prestar dinero a otra persona, por lo que constituía una
verdadera fianza porque si el prestatario (es decir, el que recibía el dine­
ro) era insolvente, el mandatario ejercitaba la acción de m andato contra
el mandante.

La constitutio alie ni debiti

Esta garantía era más bien un pacto por medio del cual una persona
se obligaba a pagar a un acreedor lo que le debía un tercero.
35
Extinción de las obligaciones

Entre los romanos, la obligación se extinguía ipso-jure, siempre y


cuando fuera por uno de los modos establecidos por el derecho civil; o
por los modos ideados por el pretor en su afán de coadyuvar, suplir y
corregir las deficiencias de este cuerpo de leyes, de lo cual se deduce
que se había extinguido exceptionis ope.
En las Instituciones, el derecho civil romano enumera como modos
de extinguir las obligaciones las siguientes:

a) El pago (solutio).
b) La aceptilación (acceptilatio).
c) La novación (novatio).
d) El m utuo disentimiento (<contraria voluntas).
e) El ofrecimiento y la consignación (oblatio et consignatio rei de­
bit ae).
/) La confusión (confusio).
g) La compensación (compensatio).
h) La prescripción (prescriptio).
i) La restitución (in integrum).

Pago (solutio)

Este modo incluía cualquier acto o hecho cuya finalidad iba dirigida
a extinguir la obligación, liberando definitivamente al deudor; sin em­
bargo, los romanos le daban un carácter estricto y entendieron yor solu­
tio aquello mismo a que una persona estaba obligada.
El pago podía hacerse por el deudor o por un tercero y aun contra su
voluntad; se debía hacer al acreedor o a la persona que éste había autori­

2 53
254 CAP. 35. EXTINCIÓN DE LAS OBLIGACIONES

zado, como a un tutor o a un curador que por ello se consideraban m an­


datarios; además, debía pagarse la misma cosa motivo de la obligación.
Sin consentimiento del acreedor no se podía entregar una cosa por
otra, ni hacer pago parcial; en esta forma, el pago extinguía la obliga­
ción y, a la vez, todos aquellos derechos que accesoriamente aseguraban
la ejecución, como la hipoteca, la prenda o la caución.

Aceptilación (acceptilatio )

Este modo de extinguir las obligaciones consistía en la revisión de


una deuda hecha con las formalidades de la estipulación, pero sólo se
aplicaba a las obligaciones verbales.

Novación (novatio )

La novación es el cambio que sufre una obligación anterior al con­


vertirse en una nueva, pero exige forzosamente la existencia de una obli­
gación anterior que va a ser reemplazada; esto es, una obligación que se
crea diferente de la anterior y la voluntad de ambas partes de hacer una
novación (es decir, una nueva obligación); si esto no se cumple, la obli­
gación que nace es simplemente agregada a la primera obligación.
La novación se llevaba a efecto con una estipulación, que podría ser
en una de tres formas: mediante la sustitución del deudor antiguo con
una estipulación entre el acreedor y el nuevo deudor; por la sustitución
del acreedor, que delegaba la obligación de su deudor a un tercero, al
que se vinculaba por otra estipulación; por la estipulación entre el acree­
dor y el deudor.

El m utuo disentimiento (contraria voluntas)

Es el acuerdo que opera entre las partes para extinguir las obligacio­
nes contraídas, pues las que se forman por el consentimiento de las par­
tes pueden disolverse o extinguirse según las reglas del derecho civil por
el mismo consentimiento, o sea, de la misma manera como se formaron.

Ofrecimiento y consignación
(oblatió e t consignatio rei debitae)

El ofrecimiento y la consignación extinguen la obligación, haciendo


oferta y consignando la suma ofrecida en el lugar que la autoridad seña­
EXTINCIÓN DE LAS OBLIGACIONES 255

le; en esta forma, el deudor quedaba liberado si se había hecho la con­


signación precedida de la oferta, lo cual se consideraba como pago al
acreedor o a persona autorizada para el cobro.

Confusión (confusio)

Cuando entre los romanos llegaban a reunirse las cualidades de acree­


dor y deudor en la misma persona, tenía lugar lo que se llama confusión,
que hacía desaparecer la obligación.

Compensación (compensatio)

Este modo de extinguir las obligaciones tenía lugar cuando existían


dos deudas o dos créditos recíprocos; el equilibrio, la equidad o la balan­
za que se establecía entre ellos perm itía que se extinguiera la obligación
hasta la concurrencia de las cuotas respectivas; es decir, hasta la equiva­
lencia de las deudas, para que cada parte se pagara como medio de libe­
ración sin intervención directa de la ley.

Prescripción (prescriptio)

En el derecho antiguo, las obligaciones civiles daban nacimiento a


acciones cuyo carácter era perpetuo, es decir, el tiempo no podía extin­
guirlas; sin embargo, en la evolución del derecho romano, las acciones
se limitaron a una duración de 30 días y el pago fue un medio para li­
brar al deudor de la acción del acreedor, haciéndole valer desde el m o­
mento que nació la obligación a 30 años.

Restitución (in integrum )

Éste era el restablecimiento de un estado anterior del derecho, dado


por el magistrado por motivos de equidad, teniendo en cuenta lo siguien­
te: a) que el solicitante hubiera sufrido una lesión; b) que se encontrara
dentro de los casos previstos en el edicto publicado por el magistrado,
y e ) que no hubiera tenido otro recurso para el restablecimiento del
derecho.
Para solicitarse la restitución, si era por vía de acción se daba un pla­
zo de cuatro años, y si era por vía de excepción había un plazo ilimitado.
La restitución retrotraía todos los efectos del acto que se reclamaba
y ponía al descubierto todos los efectos producidos, de ahí que fuera
un medio que los pretores introdujeron en su afán sistemático de corre­
gir el derecho civil.
36
Sucesiones

SUCESIÓN

Es el reemplazo o sustitución de una persona en los derechos de otra


que falleció, sucesión que puede ser universal o particular. La primera
es la sustitución o reemplazo de la persona en todos los derechos y obli­
gaciones del testador, que pueden ser trasmisibles, tanto activos como
pasivos; y la segunda (o sea, la sucesión particular) es la sustitución o
reemplazo de la persona en alguno de los derechos del testador.

HERENCIA

Recibe este nombre el conjunto de derechos y obligaciones del di­


funto, de donde proviene el derecho a ellos que constituye lo que recibe
el nombre de derecho hereditario.
La herencia también se ha denominado sucesión, bienes del difunto,
bienes de familia o patrimonio del difunto.
La sucesión puede ser por testam ento, en cuyo caso recibe el nom­
bre de testamentaria, o que la ley la disponga a falta de testam ento o
por defecto de éste, en cuyo caso se llama legítima o ab intestato.

TESTAMENTO

Es la expresión que el testador hace solemnemente de su última vo­


luntad acerca de la persona que debe sucedería.
La historia del testam ento puede sintetizarse si se considera que en
los tiempos primitivos del derecho sólo había dos clases: el que se hacía

256
TESTAMENTO 257

ante los comicios calados y el que se efectuaba ante el ejército armado.


Los comicios eran convocados dos veces al año y ante ellos los pater­
familias, con la autorización de todo el pueblo expresaban su última
voluntad. En esa virtud, muchos paterfamilias, al tener sólo dos opor­
tunidades al año, no podían testar, lo cual dio lugar a que se establecie­
ra el testam ento peraes etlibram , consistente en simular una venta entre
el futuro heredero y el testador, para lo cual debían intervenir cinco
testigos y el portador de la balanza, libripens, como si fuera una man­
cipación.
El testamento ante el ejército armado tenía lugar sólo en tiempo de
guerra y podían hacerlo todos los paterfamilias que iban a participar en
el combate; sin embargo, estas dos formas de testar cayeron en desuso y
fueron sustituidas por el testam ento per aes et libram.
Los pretores, en su afán de suplir, corregir y coadyuvar con el dere­
cho civil, fundados solamente en la equidad, no exigieron la venta sino
sólo que intervinieran siempre testigos y, aunque no podían dar la heren­
cia al presunto heredero, inventaron su entrega, a la que denominaron
bonorum possesio secundum tabulas.
Posteriormente, durante el periodo conocido como derecho clásico,
el derecho civil y el pretorio se fusionaron de suerte que para que el tes­
tam ento fuera válido, se requería que se hiciera en un solo acto, con la
presencia de siete testigos, quienes debían suscribirlo de acuerdo con las
constituciones y sellarlo conforme al derecho honorario.
En Roma, los testamentos se clasificaron en públicos y privados. Los
primeros eran aquellos celebrados con la garantía de la autoridad públi­
ca y se presentaban al príncipe o solamente los registraba la autoridad
que tenía jurisdicción civil, o su custodia y conservación se confiaban a
dicha autoridad. Los segundos eran aquellos testam entos que no se ajus­
taban en su elaboración a lo estatuido para los testam entos públicos, y
se clasificaban de la manera siguiente:

Nuncupativos: aquellos en que se expresaba la voluntad de viva voz.


Escritos: aquellos en los que se expresaba la voluntad por medio de
la escritura.
Ordinarios : todos aquellos que se ajustaban a las solemnidades o re­
quisitos que servían de regla general.
Extraordinarios: aquellos en los que se exigía más solemnidad o
menos solemnidad que en los ordinarios. La solemnidad era la forma
externa o interna exigida para la institución de heredero o la forma en
que se debía hacer el testamento, de suerte que las solemnidades exter­
nas de los testamentos ordinarios eran comunes o especiales. En conse­
cuencia, los testamentos extraordinarios eran los que hacían el militar, el
ciego, el elaborado en tiempo de peste, el de los que testaban en el cam­
po y el de los ascendientes en favor de los descendientes.
258 CAP. 36. SUCESIONES

En el del militar, sólo se exigía que constara la voluntad expresa. En


el del ciego, además de la presencia de siete testigos, debía elaborarse
ante un oficial público, y si no lo hubiera ante un octavo testigo; ade­
más, el ciego debía ratificar su voluntad después de haberle leído el
testam ento, el cual debían firmar todos y en seguida sellarse, para evitar
que se abusara de la condición del ciego. A los que testaban en tiempo
de peste se les dispensaban todos los requisitos. A los que lo hacían en
el campo se les perm itía la sola presencia de cinco testigos, cuando no
podían asistir los siete y a los ascendientes, como cuestión principal, se
les exigía que el testam ento señalara su principio, el día, mes y año del
otorgam iento y que se expresaran con claridad las partes de la herencia
que el de cujus dejaba a cada heredero, y a la vez podía instituir herede­
ro sólo al descendiente.
De conformidad con el derecho civil, las personas que tenían la tes-
tam entifacción, derivada del jus civitatis, podían elaborar testamento
como testigos.

Testamentifacción

Era la facultad de hacer testam ento e instituir y ser instituido here­


dero, de ahí que la testamentifacción podía ser activa o pasiva; la prim e­
ra era la facultad de hacer el testam ento, mientras que la segunda era el
derecho de ser instituido heredero.
Existían ciertas incapacidades que im pedían ser testigos en el testa­
m ento, unas absolutas y otras relativas. Las primeras incluían los casos
siguientes: la im pubertad, la esclavitud, la sordera, la mudez, la locura
(con furia), la prodigalidad, la infamia (los reos de lesa majestad), los
incestuosos, los adúlteros y (por el sexo) la mujer.
A su vez, las incapacidades relativas incluían: el haber sido institui­
do heredero; los ascendientes y descendientes de éste y del testador; así
como los hermanos del testador y del heredero que se encontraba bajo
la potestad del padre de éstos.

Validez del testamento

La validez de un testam ento en prim er térm ino resultaba de la facul­


tad del testador, facultad que tenían aquellos a quienes se las había con­
cedido la Ley de las XII tablas, que sólo la otorgó a los ciudadanos sui
juris; por tanto, los alieni juris no podían testar, pues eran incapaces,
dado que la testamentifacción era una facultad de derecho público que
solamente la ley aplicaba; sin embargo, Nerva, Trajano y Augusto, en
referencia al peculio castrense, perm itieron a los hijos de familia dispo­
TESTAMENTO 259

ner de él por testamento y posteriorm ente también se permitió disponer


por testam ento del peculio cuasicastrense.
De la testamentifacción se derivaba el derecho y el ejercicio de éste,
de suerte que todos los paterfamilias, por ser ciudadanos (sui juris), te­
nían la facultad; sin embargo, algunos no podían ejercerla por no reunir
las cualidades requeridas, cualidades que no otorgaba la ley, pues al ser
sui juris, podía ser también impúbero, sordo, mudo, loco o pródigo.
Si se tiene en cuenta que el patrimonio del que el padre disponía era
producto del trabajo de todos aquellos que se hallaban en su potestad,
cabe suponer lógicamente que ellos eran los indicados para suceder al
paterfamilias y para heredar. La Ley de las XII tablas no sometió a
ninguna restricción el derecho de testar; por ende, se prestó a que un
testador, que tenía hijos en su potestad, quisiera trasm itir la herencia a
un extraño, lo cual provocó que los legisladores aseguraran a los hijos la
cuarta parte de la herencia paterna, siempre y cuando no hubieran dado
motivo por faltas graves a la desheredación. Así, primeramente quedó
establecido que todo ascendiente estaba obligado a instituir o desheredar
en toda forma a los hijos sometidos a su potestad, bajo pena de conside­
rar nulo el testam ento. Más tarde, como se consideraba injusto el acto
por virtud del cual un testador desheredaba a su hijo sin causa alguna, la
ley mencionada concedió a éste el derecho de hacer anular el testamen­
to por inoficioso, porque ese testam ento expresaba la violación al deber
que el padre tenía como tal. De ese modo, para evitar que el testador no
dejara nada al hijo, el mencionado ordenamiento estableció como obli­
gación la de fijarle la cuarta parte de lo que hubiera adquirido como
heredero a falta de testamento, es decir, si el padre hubiera m uerto ab
intestato. Esa cuarta parte se denominó legítima; sin embargo, los pater­
familias que no querían dejar nada a sus hijos los instituían herederos,
pero los obligaban a entregar a otras personas legados gravosos. Tal acti­
tud provocó el nacimiento del derecho a todos los herederos testamen­
tarios de no pagar esos legados, sino sólo hasta las tres cuartas partes de
la sucesión, pero quedaba asegurada la cuarta parte a ellos, disposición
que apareció en la Ley Falcidia (promulgada en el año 40 antes de J. C.,
la cual ordenaba que la herencia debiese en todo caso permanecer intac­
ta en favor del heredero).
Así pues, instituir heredero era designar la persona o las personas que
el testador quería que fuesen sus herederos o, mejor dicho, que debían
continuar su persona jurídica. Por tanto, instituir heredero resultaba
primordial para la validez de las disposiciones que expresaba el testador,
ya que si no se hacía, o no era aceptada la herencia, todas las disposicio­
nes impuestas en el testamento al heredero quedaban sin efecto.
Como ya se dijo, sólo se podía instituir heredero a aquellos con quie­
nes se tenía la testamentifacción.
La institución de heredero podía ser pura y simple o bajo condición,
260 CAP. 36. SUCESIONES

pero en ésta no podía hacerse desde o hasta cierto tiempo, pues en ese
caso se consideraba como hecha pura y simple, y en relación con el tér­
mino se consideraba como no puesta.
Evidentemente, el término, a diferencia de la condición, trataba de
retardar el efecto de la disposición, en tanto que la condición sólo hacía
incierta la disposición y la colocaba para defender al heredero de un acon­
tecim iento futuro, del cual dependía la realización o no de la obligación.
Para que las condiciones no surtieran efectos, debían tenerse por no
puestas cuando eran físicamente imposibles de ejecutar o las moralmen­
te imposibles, pues eran contrarias a la moral, al derecho y a las buenas
costumbres; además, para el efecto de la validez de la disposición, de­
bían tenerse como puras y simples.
Cuando para instituir herederos se impusieron varias condiciones, se
requería distinguir: si éstas se encontraban unidas (es decir, conjunta­
m ente), pues entonces deberían cumplirse todas; pero si eran puestas en
forma disyuntiva, bastaba que se cumpliera una sola, pues había la ten­
dencia a interpretar la manifiesta intención del que testa, es decir, su vo­
luntad, no las palabras empleadas.
Los romanos no deseaban morir intestados, de ah í que instituían
herederos en grado inferior o instituían un segundo heredero para reem­
plazar al instituido, primeramente en el caso de que éste no acudiera a
la sucesión o no la aceptara y, en último extremo, instituían un tercero
para el caso de que el segundo tampoco aceptara o acudiera a suceder.
De esta forma de institución resultó lo que se conoce con el nombre
de sustitución vulgar; por ello los nom brados en prim er lugar eran pro­
piam ente herederos instituidos, en tanto que los nombrados en segundo
y tercer orden quedaban como sustitutos, dada la importancia que los
romanos daban a la institución de heredero y para estar seguros de haber­
los instituido; en último lugar, instituían a un esclavo, el cual quedaba
como heredero necesario.
Había también la sustitución pupilar, consistente en perm itir al pa­
terfamilias que testara por los hijos que a su muerte quedarían pupilos,
sui juris e impúberes; pero para hacerlo, antes debía haber hecho testa­
m ento.
En la sustitución pupilar existían dos testamentos: el hecho por el
padre propiam ente y el hecho en nom bre del hijo, pero el paterfamilias
podía sustituir a los hijos de los grados inferiores, siempre y cuando és­
tos, a la m uerte del padre, no recayeran en potestad extraña.
La sustitución pupilar term inaba por alguna de las causas siguientes:
por haber llegado el hijo a la pubertad, pues entonces tenía por sí mismo
la testam entifacción; cuando el testam ento del padre había sido invali­
dado; cuando el hijo moría antes que el padre; o por toda disminución
de cabeza que sufriera el hijo.
En caso de que tuviera que llevarse a cabo la sustitución de púber
TESTAMENTO 261

demente, se creó la sustitución llamada ejemplar o cuasiejemplar, que


consistía en que la sustitución la hacía no sólo el paterfamilias, sino
también cualquier ascendiente paterno o materno y además que hubiera
obligación de elegir al sustituto entre los hijos del demente y, si no los
tenía, entre sus hermanos.

Testamento inoficioso (officium )

En Roma, recibía este nombre todo acto contrario al deber derivado


de la sangre o el afecto entre las personas, o bien, el reconocimiento a la
relación de afecto entre las personas, que los romanos denominaban offi­
cium. De tal suerte, el testamento inoficioso era aquel que afectaba sólo
los deberes impuestos por la moral, el sentimiento o la naturaleza. Así
pues, se consideraba que un paterfamilias, al desheredar o al omitir sin
justa causa a sus descendientes, no obraba con lucidez o plenitud de fa­
cultades, con lo cual creaba a favor de los afectados la acción o la queja
de inoficioso testamento, en virtud de la cual los hyos o los descendien­
tes podían acudir ante los tribunales y reclamar la herencia en contra de
los herederos instituidos, para que se invalidara el testam ento que los
omitió o aquel en que se les desheredó. En consecuencia, tenían derecho
a ejercitar la acción o la queja citada aquellas personas con derecho a
concurrir a la sucesión, que podía ser ab intestato (por la muerte del tes­
tador sin hacer testam ento) pero no indistintamente, sino primero los
descendientes sometidos a su potestad y, a falta de ellos, los hermanos y
las hermanas del testador; sin embargo, en un principio este derecho sólo
lo tenían los hermanos y las hermanas agnadas, y en la época de Justinia­
no se otorgó a los consanguíneos que no eran agnados para terminar más
adelante incluyendo a todos los parientes paternos y maternos.
La acción se concedía contra todo heredero instituido que fuera pa­
riente en línea recta, acción que constituía un recurso extraordinario, es
decir, al que se recurría sólo a falta de otro.
La temeridad o el intento de interponer la queja o la acción de ino­
ficioso testamento en forma indebida, audaz y sin razón, traía como
consecuencia la pérdida de todo cuanto había dejado el testador.
En el derecho civil romano, se reconocían tres clases de herederos
instituidos, a saber: herederos necesarios, herederos suyos necesarios y
herederos extraños.

Herederos necesarios

Recibían este nombre los esclavos instituidos por su patrón herede­


ros, motivo por el cual adquirían la libertad y la herencia; pero había
262 CAP. 36. SUCESIONES

que distinguir si el esclavo instituido pertenecía al dueño en el mom en­


to de la confección del testam ento y apertura de la herencia; entonces
era heredero necesario.
Si el esclavo era m anumitido antes de la muerte del testador, se con­
vertía en liberto y llegaba a ser libre; pero si había pasado a la potestad
de otro antes de iniciarse la herencia, se convertía por tal acto en here­
dero extraño.

Herederos suyos necesarios

Eran aquellos que se hallaban bajo la potestad del testador a quien


sucedían en la época del fallecimiento, ya sea por una institución testa­
mentaria o ab intestato. Se llamaban herederos suyos porque los ro­
manos consideraron siempre a los hijos de familia, sobre todo a los que
se encontraban bajo la potestad del paterfamilias, como copropietarios
del patrim onio de éste, en tal forma que a la muerte del padre lo suce­
dían en los bienes (de hecho, ya les pertenecían); dicho de otra manera,
se convertían en herederos de sus propios bienes o adquirían la calidad
de herederos por su propio derecho, en cuyo caso se distinguían de los
herederos necesarios, en virtud de la potestad paternal que los convertía
en herederos, sin intervenir su voluntad según el derecho civil.
En cambio, el derecho pretorio no consideraba herederos a los hijos,
sino hasta cuando ya habían intervenido en los bienes del difunto.

Herederos extraños

Eran los herederos que se instituían sin estar en la potestad del testa­
dor; pero para ello, se requería que el testador tuviera testamentifacción
con ellos, testamentifacción que debía existir en el m om ento de la con­
fección del testam ento o cuando se abría o defería la herencia, si la ins­
titución había sido en forma pura y simple o, en su caso, al cumplirse la
condición y, por últim o, en el m om ento de adicionar la herencia.
Los extraños instituidos adquirían la herencia por el solo hecho de
expresar su voluntad de aceptarla en forma expresa o tácita (verbis o re),
acto que se denominaba adición de herencia o acto heredero.
Para hacer adición, el heredero debía estar cierto de que la persona
de quien heredaba había m uerto; cómo había sido llamado a la herencia,
si lo era por testam ento o ab intestato, si se había cumplido la condi­
ción puesta en el testam ento, agregando que la herencia debía aceptarse
o repudiarse en su totalidad, y si se aceptaba una parte se presumía acep­
tada toda; pero en ningún caso se perm itía aceptarla a térm ino o bajo
condición.
TESTAMENTO 263

Los efectos producidos por la adición de herencia consistían en que


el heredero que había aceptado sustituía al testador en todos los derechos
y obligaciones, es decir, continuaba su persona. Adquiría la propiedad
de todos los bienes hereditarios como si representara al difunto desde la
muerte sin intervalo alguno; sólo p oruña ficción se suponía vivo al testa­
dor entre el periodo de su muerte y la adición de la herencia.
Respecto al tiempo para aceptar o reprimir la herencia, según el dere­
cho antiguo el heredero tenía el tiempo que quisiera (es decir, ilimitado),
pero el derecho pretorio fijó 100 días como plazo determinado.
A su vez, Justiniano resolvió que el heredero podía aceptar la heren­
cia siempre y cuando no se viera obligado a satisfacer las cargas exce­
dentes del valor de los bienes hereditarios, de ahí que debía hacer un
inventario antes de entrar en la herencia (es decir, una enumeración de
los bienes en escritura) dentro del plazo de 30 días contados desde el
m om ento en que supo que había sido instituido heredero, inventario
que debía estar terminado antes de 60 días siguientes a los primeros 30;
pero si el heredero había estado ausente, el plazo se prorrogaba durante
un año, en cuyo caso el heredero debía hacer el inventario en presencia
del representante del poder público y de aquellos interesados en la he­
rencia y, a falta de éstos, en presencia de tres testigos (beneficio de in­
ventario).
Sin embargo, el heredero podía no aceptar la herencia, es decir, re­
pudiarla sin hacer el inventario, en forma expresa o tácita, lo cual se
com probaría si una vez transcurrido el tiempo señalado, no ejercitaba
su derecho.

Legados

El legado es una especie de donación que se deja por testam ento


como una obligación para el heredero; empero, puede precisarse que más
bien consiste en un donativo que el testador hace por acto de última vo­
luntad, refiriéndose a un objeto particular de su sucesión.
En Roma, los legados se hacían por medio de fórmulas particulares
que, aunadas a los ritos que las seguían, se convertían en sacramentales.
En el proceso evolutivo de Roma, se conocieron cuatro formas de
legados, a saber: a) Per vindicationem (por reivindicación); b ) Per dam-
nationem (por condenación); c) Sinendi m odo (a modo de tolerancia),
y d) Per praeceptionem (tom ar preferentemente).
El primero, llamado per vindicationem, consistía en la transferencia
directa de la propiedad de la cosa legada, sin que el heredero adquiriera al­
guna obligación y dando al legatario la acción reivindicatoría que corres­
pondía a todo propietario.
Las cosas que se legaban debían estar en propiedad del testador du­
264 CAP. 36. SUCESIONES

rante la confección del testam ento y en el m om ento de la m uerte; res­


pecto de las cosas fungibles que se donaban, bastaba que su propiedad
la tuviera el testador en el mom ento de su muerte.
El segundo, llamado per damnationem, consistía en la obligación que
se im ponía al heredero de dar o hacer alguna cosa; por tanto, otorgaba
al legatario una acción contra el heredero para obligarlo a transferirle la
propiedad de la cosa que le había sido legada o, en su caso, obligarlo a
hacer lo que se le había mandado en el testam ento. En este legado se
incluían tanto las pertenencias del testador como las del heredero o las
de cualquier otra persona.
El tercero, llamado sinendi m odo, consistía en imponer al heredero
la obligación de soportar que el legatario hiciera o adquiriera algo, otor­
gando al legatario una acción personal contra el heredero para adquirir
la propiedad o la posesión de la cosa legada, y correspondían a éste las
cosas propias del testador o las del heredero.
El cuarto, llamado per praeceptionem, consistía en que el legatario
podía adquirir la cosa legada de un m odo preferente y tenía que hacerse
a uno de los herederos instituidos.
Todos los legados podían revocarse expresa o tácitam ente (la revo­
cación expresa se hacía en el mismo testam ento en que se había hecho
el legado o en un codicilo posterior); o bien, podían hacerse condiciona­
les o transferirse de una persona a otra, destruyendo el prim er legado y
formando el segundo.

Fideicomisos

Ya se ha dicho que se instituía heredero aquel con quien el testador


tenía la testamentifacción; pero en muchas ocasiones, un ciudadano ro­
mano que quería favorecer, por un acto de últim a voluntad expresada en
su testam ento, a persona o personas con quienes no tenía la testam enti­
facción o que eran incapaces de obtener por otros medios algo que se les
hubiera dejado, inventaba o imaginaba instituir un heredero o establecer
el legado a favor de una persona capaz, a quien suplicaba entregara el todo
o parte de la herencia a la persona que él deseaba favorecer. De confor­
midad con el derecho civil, quien recibía la súplica, heredero o legatario,
no estaba obligado a cumplir con el deseo del testador, quien al hacerlo
confiaba sólo a la buena fe de éste el compromiso (fideicomissa). Poste­
riorm ente, el emperador ordenó que los magistrados intervinieran con su
autoridad para dar validez a los fideicomisos, de ah í que con el tiempo
se llegó a establecer la obligatoriedad, que más adelante creó un magis­
trado con jurisdicción a fin de determinar con claridad del derecho en
esta materia, por lo que se denominó praetor fideicomisario al que resol­
vía, sin conceder ninguna acción, la causa que se le presentaba.
TESTAMENTO 265

Así pues, es necesario distinguir el legado del fideicomiso: el prime­


ro debía hacerse siempre a base de fórmulas sacramentales, pues de lo
contrario resultaba un fideicomiso; sin embargo, en su evolución, por la
supresión de palabras y fórmulas, ambos llegaron a confundirse.

Codicilos
Los codicilos eran actos de la voluntad que se expresaban sin em­
plear las solemnidades del testam ento, expresiones de la voluntad en las
que se disponía de los bienes o de una parte de ellos para después de la
muerte.
Cabe suponer que los codicilos tuvieron lugar ante la imposibilidad
de testar durante los viajes o en circunstancias que impedían hacerlo.
En los codicilos no podía disponerse de la herencia, ni desheredar, ni
establecer una condición, cuestiones que sí podían hacerse en el testa­
mento. Todo el que podía hacer un testam ento era capaz de hacer un
codicilo.
El testam ento posterior revocaba o dejaba sin validez los codicilos
anteriores, a no ser que hubieran sido confirmados por el testador; pero
los codicilos posteriores al testam ento tenían validez, de suerte que m u­
chos de ellos podían referirse a distintos objetos. Además, a diferencia
del testam ento, el último codicilo revocaba sólo las disposiciones que
no se concillaban con las que él contenía.
En un principio, los codicilos no estaban sujetos a ninguna solemni­
dad, pero hubo emperadores que los sujetaron a ciertas solemnidades, las
cuales llegaron a la época de Justiniano y consistieron en: que el codicilo
debía hacerse como el testam ento, en un solo contexto verbal o escrito,
ante la presencia de cinco testigos convocados expresamente para este
fin, y si era escrito debían firmarlo los testigos.
A la muerte del testador, los codicilos y los testamentos debían abrir­
se ante la presencia de los testigos para que los reconocieran, así como
las firmas, para leer su contenido y después depositarlos en un archivo a
fin de obtener las copias necesarias. Si se trataba de testamentos hechos
fuera de Roma, debían leerse en presencia de los testigos o de personas
bien caracterizadas; a falta de ellos, en la plaza pública o en el templo se
debía obtener una copia debidamente sellada por los magistrados que
habían autorizado la apertura, lo cual sucedía en cuanto fallecía el tes­
tador o dentro de los cinco días siguientes y, si los testigos no estaban
presentes, a los cinco días de su regreso a la ciudad.

Desheredación
Como ya se apuntó en párrafos anteriores, el paterfamilias no podía
despojar a un heredero de sí mismo (haeredes suus) de su derecho heredi­
266 CAP. 36. SUCESIONES

tario, por simple omisión u olvido, pues debía instituirlo heredero o des­
heredarlo, así como tampoco podía morir en parte testado y en parte
intestado.
En el derecho civil romano, los herederos de lo suyo eran, en primer
térm ino, quienes debían ser instituidos herederos. La desheredación
debía ser nominativa si se refería a los hijos varones o ínter caeteros
para hijas o nietos; de suerte que la omisión referida a los hijos ocasio­
naba la nulidad del testam ento, y por cuanto a las hijas o al nieto, m oti­
vaba el jus accrescendi, que consistía en aum entar la parte proporcional
de los varones instituidos.
El derecho pretorio trató de modificar, corregir y suplir al derecho
civil, por lo que estableció que podían ser instituidos los descendientes
del testador, incluyendo en ellos a los emancipados y dejando a la vez la
forma establecida del derecho civil; nominativa para los hijos y nietos e
inter caeteros para las hijas; no obstante, para el caso de omisión de unos
y otros, estableció la sanción conocida como bonorum possessio contra
tabulas.
En la época de Justiniano, el derecho civil pretorio se había impues­
to definitivamente y quedaron las mismas formas de institución respecto
de las personas que tenían derecho a ser instituidas y la sanción estable­
cida por los pretores.

Testam ento ineficaz

Si el testam ento contenía vicios de origen se consideraba nulo o in­


justo.
La confección de un testam ento posterior anulaba o dejaba sin valor
alguno el testam ento anterior, lo que sucedía también con la supervi­
vencia de un heredero suyo, por lo que dicho testam ento se denominó
ruptum . En caso de que el heredero, por circunstancias especiales, no
pudiera o no quisiera aceptar la herencia, el testam ento quedaba sin va­
lor, en cuyo caso se llamaba testamento destitium . En caso de que el
testador sufriera una capitis dem inutio, el testam ento recibía el nombre
de testamento irritum.

Herencia yacente

Este nombre lo recibía el conjunto de bienes antes de la adición por


un heredero extraño, por lo que se definía de la forma siguiente: haere-
ditas ya cens est quo nondum adita est (herencia yacente es aquella que
no ha sido repartida o entregada).
267

Adición a la herencia

La adición era el acto en virtud del cual el heredero expresaba su


intención de aceptar la herencia. Este acto podía ser expreso o tácito;
en el primer caso, era la expresión de la voluntad verbal o escrita; en el
segundo, bastaba sólo con que el heredero se com portara o ejecutara
actos como heredero, considerándose por ello el continuador o sucesor
de la persona que había fallecido.
Los efectos de la adición consistían en que el activo del patrimonio
pasaba al heredero, quien respondía del pasivo, consistente en las obli­
gaciones, legados y fideicomisos señalados en el testam ento.
37
Donaciones

El térm ino donación proviene de daré, que en derecho significa trans­


ferir la propiedad, y cuando la traslación de la propiedad se hace por
liberalidad (doni-datio) recibe el nombre de donación.
En un principio, la donación consistía en la traslación de la propie­
dad que consumaba la tradición; sin embargo, uno de los m odos de con­
tratar era la estipulación, forma solemne que hacía nacer las obligaciones
y consistía en una pregunta y una respuesta con palabras determinadas
con antelación, de las que resultaba una obligación provista de fuerza
obligatoria; por ende, si la promesa de dar había sido por estipulación,
el donante estaba obligado a dar al donatario lo ofrecido, lo cual hacía
nacer la acción correspondiente para la entrega de la cosa prom etida
gratuitam ente.
La donación constituía una causa para adquirir, por los medios ordi­
narios, una cosa que se trasm itía por liberalidad.
Si la donación era por causa de muerte, es decir, si se hacía cuando
ocurría la muerte del que donaba, se consideraba un medio de adquirir la
propiedad, pues en cuanto movía el donante la propiedad de la cosa, se
trasm itía al donatario sin necesidad de otro medio y sólo por el efecto
del derecho, olvidando el procedimiento primario de que la donación de­
bía rodearse de ciertos requisitos, como que el donante cumpliera con
la formalidad de desprenderse de la cosa en presencia de testigos y de
que se asentara en un escrito la razón de dicha donación ante el magis­
trado com petente.
En los textos romanos se encuentran dos clases de donación: entre
vivos y por causa de muerte.
La obligación resultante de la adición de la herencia, antes del benefi­
cio de inventario, gravaba los propios bienes del heredero, pero con éste
se liberó al pagar las deudas hasta donde el activo pudiera satisfacerlas,

268
LA DOTE 269

sin invadir sus bienes propios y produciéndose con el beneficio de inven­


tario la separación de los patrimonios.
La donación entre vivos o propiamente dicha era aquella por la que el
donante disponía irrevocablemente de un bien de ¿u propiedad que for­
maba el objeto de la liberalidad.
La donación podía revocarse por ingratitud contra el donante, es
decir, por faltas graves de parte del donatario, revocación que debía te­
ner lugar en vida del donante.
La donación ante nuptias que el marido hacía a la esposa antes de las
justas nupcias era condicional, pues estaba subordinada a la celebración
de éstas, estableciendo a favor de la mujer bienes que garantizaban o ser­
vían de compensación de la dote, obligándose a devolver esta donación
como se obligaba al marido a devolver la dote al disolverse el m atrim o­
nio; esta donación ante nuptias indicaba que debía ser antes del m atri­
monio, pues entre esposos estaban prohibidas las donaciones.
Respecto a la donación, Justiniano estableció que podía constituirse
no sólo antes del matrimonio o durante él, sino también después de ce­
lebradas las nupcias, y a esta últim a donación la llamó propter nuptias.

LA DOTE
Recibía el nombre de dote todo aquello que la mujer o cualquiera
otro en nombre de ella transfería al marido para ayudarlo en las cargas
que conlleva el matrimonio.
Si el matrimonio era legítimo, llamado justas nuptias, la mujer que­
daba sometida a la potestad del marido (in manu) y, como consecuencia,
el marido adquiría los bienes que le pertenecían, los cuales se convertían
en dótales. Si el matrimonio no era legítimo o justas nuptias, la mujer
no estaba bajo la potestad del marido, y quedaba sine manu; por tanto,
sus bienes eran de su pertenencia y ajenos al marido, de ah í que podía
dar una parte en dote al marido y lo que quedaba fuera de dicha dote
recibía el nombre de bienes parafernales, precisamente por el significa­
do de la palabra (fuera de la dote).
Si la dote provenía del padre de la mujer o de cualquiera otro ascen­
diente varón, paterno, al disolverse el matrimonio por muerte de ella,
debería restituirse aquélla a quien la constituyó, por cuya razón recibía
el nombre de dote profecticia; y en el caso de que la dote proviniera de
persona distinta de éstos, la dote se denominaba adventicia.
Necesariamente, el padre y el abuelo paterno deberían constituir
dote en favor de la hija o de la nieta que no tuviera bienes, y esa dote
debía ser proporcional al m onto de los bienes o fortuna del padre o del
abuelo, por cuya razón se llamó dote necesaria, en oposición a la dote
que constituían personas que voluntaria o espontáneamente la daban
sin obligación alguna, dote que recibió el nombre de voluntaria.
38
Procedimiento
judicial romano

IMPERIUM (IMPERIO)

Era el poder en general que el Estado tenía sobre los gobernados, la


autoridad con que se revestía a los magistrados de más alta categoría; se
consideraba también como el conjunto de facultades en todos los órde­
nes que podía apreciarse en ellos desde la fundación de Roma, aunque
al principio se concretaban al jefe del ejército, que lo era también el rey
y que después pasó a los cónsules y a los emperadores. Por el imperium,
los magistrados tenían un poder pleno y absoluto, cuyo carácter coacti­
vo perm itía hacer cumplir sus mandatos.
El imperium tenía dos aspectos: el merum imperium (mero impe­
rio) o poder público que correspondía en el orden evolutivo romano a
los reyes, a los cónsules, a los emperadores y a los príncipes y el m ixtum
imperium (m ixto imperio) o poder que se otorgaba a los magistrados para
que hicierán cumplir sus órdenes y resoluciones mediante el uso de la
fuerza pública.

ACTIO (ACCIÓN)

El significado de esta palabra es diferente tanto en la evolución del


derecho rom ano como en sus sistemas procesales.
Legis actionis (acciones de la ley). Fue el primer procedimiento en la
vida de Roma, consistía en una recitación oral que los litigantes aprendían
con un carácter sacramental y que debían repetir sin alteración alguna
ante el magistrado, pues la alteración por error en los términos de la re­
citación traía como consecuencia la pérdida del litigio.

270
LOS SISTEMAS PROCESALES 271

En el sistema formulario, segundo en el derecho romano, se puede


considerar que la acción era la fórmula y que ésta materializaba u objeti­
vaba la demanda. Los litigantes escogían la fórmula, según ellos apta para
ejercitar su acción en el álbum que el pretor había publicado en las ta­
blas, al inicio de su gestión; por ende, la acción podía considerarse como
la facultad de solicitar del pretor la concesión de la fórmula, en inicio
de la actividad jurisdiccional que obligaba al magistrado a resolver nega­
tiva o afirmativamente en una forma verbal.
La acción en el proceso extraordinario consistía en la facultad de
pedir al Estado que decidiera una controversia. A quí puede verse que la
resolución que se dictaba era consecuencia de la intervención del poder
público, y no el resultado de un acuerdo entre litigantes. En los dos sis­
temas anteriores, el magistrado apoyaba al juez para que su resolución
se cumpliera; por el imperium hacía cumplir sus decisiones.

LOS SISTEMAS PROCESALES

Estudiar los sistemas procesales durante la vida sociopolítica-jurídica


de Roma desde su iniciación, sea por la leyenda o por la historia, es en­
contrar tres periodos perfectamente claros, aun cuando no pueda deslin­
darse la esfera de cada uno de ellos, máxime que se invaden durante cier­
tas etapas, como lo hacen todos los procedimientos que perduran, pero
que tienen que transformarse y que van unidos a las trascendentales re­
formas o modificaciones que política, religiosa y socialmente llegan a
verificarse.
Así, no es rem oto que el sistema conocido como de las acciones de la
ley (legis actionis) haya imperado durante toda la Monarquía, invadiendo
la República y llegando al Imperio hasta el año 150 antes de J. C.
El sistema formulario (ordo juditio), llamado también procedimiento
ordinario, imperó en la etapa conocida como clásica, durante el Imperio,
y su establecimiento se debió a la Ley Aebutia, más o menos en el año
200 antes de J. C., procedimiento que estuvo en vigor aproximadamen­
te hasta el año 300 de nuestra Era. (La Ley Aebutia estableció el proce­
dimiento per fórmulas que probablemente se vinculaba con las del pretor
peregrino o las del magistrado provincial.)
El sistema extraordinario (extraordinaria cognitio) estuvo en vigor
en forma por demás excepcional en determinados litigios y quedó garan­
tizado a partir del Imperio de Diocleciano, y precisamente ahí apareció
la fuerza pública que le dio plena garantía.
Para comprender en su fondo el proceso romano, es imprescindible
conocer las diferencias que lo estructuraron; así, se advierte que en el
procedimiento o sistema denominado acciones de la ley y en el formu­
lario, el procedimiento se dividía en dos instancias: una, que se llevaba
272 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

a cabo ante el magistrado, denominada in jure; y la otra, seguida ante


un juez, árbitro o jurado, denominada in juditio.
La instancia ante el magistrado era llevada cuando se tenía acción,
sin im portar que en el fondo asistiera o no razón al demandante, pues
lo im portante era que el derecho se garantizara con la acción acordada
por la ley; de lo contrario, no podía intentarse y el dem andante ocurría
al colegio de los pontífices para obtener la acción, o ante el pretor para
hacerse de la fórmula.
Posteriorm ente, se llevaba a cabo la petición ante un juez, árbitro o
jurado, que conocía las cuestiones de hecho planteadas plenamente y,
una vez estudiadas, dictaba su resolución (sentencia). Durante los dos
primeros sistemas, los jueces estudiaban las pruebas y si el demandante
demostraba en toda su extensión la acción intentada en su demanda, te­
nía éxito y la sentencia lo favorecía;pero en el caso de que sólo compro­
bara parte de lo reclamado, se rechazaba su acción, pues el procedimiento
impuesto a los jueces los obligaba a resolver a favor del reclamante sólo
cuando éste había probado totalm ente lo reclamado. Este rigorismo era
perjudicial y se atemperó al implantarse'el procedimiento extraordinario;
por ejemplo, el juez expresaba en la fórmula: “si consta que A debe a B
mil sextercios, sobre lo cual se litiga, se condena a A a pagar a B mil sex-
tercios. Si no consta, deberá absolverse. Por lo que si B sólo ha proba­
do ser acreedor de A por 900 sextercios, no se condenará a A a pagar
esta suma, sino que se rechaza su acción” .
En los dos primeros sistemas, el pretor se concretaba a dirigir el
debate y a pronunciar el derecho; el proceso se formaba y organizaba
por la voluntad de las partes, pues al estar de acuerdo ambas, escogían
la fórmula, elegían el juez y se com prom etían a sostener el litigio hasta
llegar a la sentencia, que acatarían fundados en la voluntad, es decir, en
el convenio, sin intervención del Estado.
En el Bajo Imperio, el procedimiento extraordinario sustituyó a los
anteriores; cuando la autoridad ya se hacía sentir en la ejecución de la
sentencia, el proceso dejó de ser un convenio entre litigantes y se con­
virtió en emanación del poder del Estado, es decir, en función pública.
El magistrado y el juez se identificaban en una persona.

PROCESO

En su inicio, el proceso siempre fue oral; las partes litigantes tenían


la obligación de reproducir las fórmulas preparadas por los pontífices,
en latín y en tiempo presente, justo a la medida de la fórmula, ni más
estricta ni más lata, y los demás actos del magistrado y del juez eran tam ­
bién orales.
En el formulario siguió predominando la forma oral, aunque ya la
base, es decir, la fórmula, se redactaba por escrito.
EL PRETOR 273

En el sistema extraordinario, se hizo sentir la influencia de lo escrito


sobre lo oral. Todos los actos, desde la demanda hasta la sentencia, de­
bían redactarse por escrito, lo que daba seguridad y precisión, marcan­
do la sujeción del juez en sus funciones a lo actuado por las partes, que
lo colocaban en un estrecho lím ite jurisdiccional que favorecía a los liti­
gantes y lo hacía ser, a la vez, un simple espectador del litigio.

SEMEJANZA ENTRE LOS PROCESOS

Las semejanzas de los tres sistemas eran las siguientes: el tiempo


presente en que debía plantearse la controversia; la continuidad desde el
inicio hasta el término de dicho litigio; y el concatenamiento de cada
etapa del litigio que se sucedían entre sí, convirtiéndose cada acto en el
presupuesto lógico y necesario del acto que le sucedía.

EL MAGISTRADO

Este funcionario estaba dotado de la jurisdictio o jurisdicción (de


jus, juris: derecho; y dico-dices-dicere-dici-dictum : declarar, o sea de­
clarar el derecho) y del imperium (imperio), mando o poder para hacer
valer sus resoluciones.
Cada magistrado, fuera del rey, cónsul o emperador, gozaba de po­
testades que lo hacían de igual rango a uno del otro, sin sujeción jerár­
quica entre ellos; todos eran competentes para todo, lo que no permitía
invasión o usurpación alguna en las funciones, aunque este sistema pro­
vocaba la constante zozobra por el arbitrio que se le dejaba al magistra­
do, así como por el desenfreno político y la ambición constante de los
militares que generalmente gobernaban las provincias.

EL PRETOR

Inicialmente fue nombrado entre los patricios y, en la evolución del


derecho romano, entre los plebeyos. Su figura destaca en la jurispru­
dencia romana por ser quien generalmente tenía a su cuidado la ad­
ministración de la justicia. En él se advierte la confusión de poderes que
lo hacían aparecer como juez, legislador, ejecutor, o amo del poder, diri­
miendo constantemente los litigios entre particulares. Asumía casi la
calidad de cónsul y el derecho recogió de su actividad en grado sumo su
progreso, ya que su actividad fue trascendente; revolucionó los princi­
pios y teorías y, fundado en la equidad, dejó para la Humanidad el deno­
minado derecho pretorio. En ausencia del cónsul, el pretor lo suplía, por
274 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

lo que llegó a figurar como la segunda magistratura de la República. Su


nombre proviene de los vocablos prae-ire, que significa magistrado mili­
tar, pero según otros autores, su significado era el de mariscal de campo.
Las preturas se crearon en el año 388 con motivo de las expediciones
y ausencias de los cónsules: el objeto de dicha institución era suplir las
faltas de éstos en el desempeño de sus cargos. Primero se nombró uno,
llamado pretor m ayor o urbano, y después se agregó otro, que se deno­
minó peregrino; el primero administraba justicia a los ciudadanos, y el se­
gundo, a los extranjeros. Posteriormente, las exigencias de la República
hicieron aum entar este número a cuatro, seis, ocho, diez, doce y hasta
dieciséis. Entre éstas se encontraban las dos preturas: parricida, dos tu­
telares, dos fideicomisarii, provinciales y fiscales.
Los ediles curules fueron instituidos el mismo año que el pretor
m ayor y tenían entre otros, los siguientes deberes: cuidar de la limpie­
za de la ciudad, vigilar los juegos y los caminos, administrar los artículos
de primera necesidad y vigilar también a las mujeres de la vida galante,
llamadas cuestuarias o meretrices.
Julio César agregó otros cuatro ediles curules del orden plebeyo y les
dio tanta jurisdicción, que en muchas ocasiones se confundía su labor
con la de los pretores.

EL JUEZ

Era el encargado de estudiar e investigar todas las controversias


(Controvertía est cuestio que in juditio proponitur: controversia es la
cuestión que se propone en juicio entre los litigantes —previo estudio de
las pruebas, para al final dictar sentencia en la que se absuelve o conde­
na al dem andado—). Su nombre era el de judex y se definía del modo
siguiente: judex est persona legítima juris et aequi, peritus de negotius
et controversius litigotorum cognocendi et decidendi potestate praeditor
(juez es una persona legítima, perita en los negocios y controversias, in­
vestida de la facultad y potestad de fallar las controversias que se susci­
tan entre los litigantes).

JUECES PEDÁNEOS

En Roma, se llamaron jueces pedáneos a los siguientes: a) los ase­


sores o consejeros de los pretores, porque éstos se sentaban en lugar
eminente y aquéllos, en bancos o asientos bajos; b) los jueces delegados
y los compromisarios, porque no tenían tribunal como los pretores, y
c) los jueces que tenían autoridad sólo para conocer de las causas leves
y de los negocios de poca importancia, porque no necesitaban sentarse
JURADOS 275

para dar audiencia, sino que solían o ír a los litigantes y decidir sus con­
tiendas de plano y en pie.

EL ÁRBITRO

Entre los romanos, el término árbitro (arbiter) significaba “aquel


que interviene conforme a la equidad” .
No se debe desconocer que los jueces eran escogidos de entre los
nombres de particulares que, al entrar en funciones el pretor, figuraban
en una lista y cuya función debían desempeñarla en el año de ejercicio
del pretor; sin embargo, entre el juez y el árbitro existían varias diferen­
cias, como la siguiente: el juez siempre es uno solo, en tanto que puede
haber varios árbitros o uno solo. Por ejemplo: en el famoso código de
las X II tablas y respecto del deslinde de los fundos, podían nombrarse
tres árbitros, cuya función tenía relevancia en los casos en que el pretor
se apartaba del derecho civil y creaba las acciones que denominó de
buena fe y arbitrarias, en virtud de las cuales se dejaba al juez arbitrio
para pronunciar su resolución, desde luego fundada en la equidad.

JURADOS

Ciertos procesos se juzgaban por tribunales colegiados denomina­


dos jurados, que eran de cuatro especies: recuperadores, decenviros,
centunviros y triunviros.

Recuperadores (recuperatur)

Estos jurados, cuyo significado era el de que “ intervienen en conflic­


to ” , seguramente fueron creados para decidir controversias suscitadas
entre ciudadanos y peregrinos, y es posible que hayan sido integrados por
un número de jueces igual para ciudadanos y para peregrinos. Se tiene
la certeza de que se les dio ese nombre porque generalmente recupera­
ban las cosas al demandante. Los jueces no constituían tribunales per­
manentes, sino que eran nombrados para cada caso, sobre todo cuando
eran urgentes.

Decenviros

Estos constituyeron un tribunal permanente, formado por 10 miem­


bros, que funcionaban bajo la presidencia de uno de ellos, quien sometía
276 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

al cuerpo establecido todas las cuestiones sobre las que tenía facultades
de decisión, aunque siempre se requería la comparecencia previa ante el
magistrado, es decir, se seguía la instancia in jure.
No debe confundirse el tribunal de los decenviros con aquellos que
fueron encargados de redactar las XII tablas, ni con aquellos que forma­
ban el colegio sacerdotal para cuestiones religiosas, pues éstos decidían
controversias relacionadas con la calidad que guardaba un hombre libre
o con la situación de esclavo de alguno, atendiendo peticiones del due­
ño de éste o del que se decía hombre libre. Hubo decenviros denomina­
dos decenviri-stlibus judicandis, en oposición a los legibus scribundis
que redactaron las tablas, y a los sacris faciendis del colegio sacerdotal.

Centunviros

Estos constituyeron un tribunal que conocía lo relativo a las suce­


siones; fueron nombrados tres por cada tribu y como en Roma había 35
tribus por el año 500 antes de J. C., o sea año de R., el tribunal estaba
constituido por 105 centunviros, número que se aumentó posteriorm en­
te hasta llegar a 180. Ante ellos comparecían los litigantes después de
haber iniciado la instancia in jure; por tanto, la función, la instancia ante
ellos, era in judicio.

ORGANIZACIÓN DEL RÉGIMEN JUDICIAL


ROMANO DURANTE LAS ACCIONES DE LA
LEY Y EL SISTEMA FORMULARIO

Los magistrados

En Roma, los magistrados estaban distribuidos de la forma siguien­


te: en la M onarquía eran los reyes; en la República, los cónsules, y en
ambas tanto los pretores (urbano y peregrino) como los ediles curules.
En el Imperio, los magistrados eran: el pretor, el prefecto de la ciudad
y el prefecto del pretor.
La justicia se im partía en el forum , donde asistían los propios em­
peradores, quienes daban un carácter de publicidad y de orden público a
las audiencias en que se escuchaban las exposiciones orales. Los magis­
trados ocupaban una silla curul (sella curulis) para dictar su resolución.
Con excepción de la fórmula, que era escrita, todo lo demás era oral.
No todos los días eran hábiles para la administración de la justicia, y
se consideraban inhábiles los señalados por los pontífices para las cere­
monias y fiestas religiosas. En los días fastos, el pretor podía pronun­
ciar las palabras dodico, abdico. Había también días llamados intersici
y nefasti.
ORGANIZACIÓN DEL RÉGIMEN JUDICIAL ROMANO 277

El calendario constituido por la división del tiempo y de creación


romana, aunque de origen egipcio, fue organizado en 365 días y 6 horas,
sobre el cual el Papa Gregorio XIII, en el año 1852 de nuestra era, confec­
cionó otro que comprendía 365 días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos,
calendario que recibió en su honor el nombre de gregoriano y que es el
que rige al mundo occidental.
En Roma se llamaba calendas (kalendae) al primer día de cada mes
e idus a los días 13 o 15. El año judicial duraba 10 meses y a su término
cesaba el ejercicio de los pretores, lo cual se modificó en la época de Mar­
co Aurelio y definitivamente en tiempos de Justiniano; los días fastos
y nefastos fueron eliminados y se estableció que el calendario judicial
abarcara 230 días del año, todos hábiles (dies judicarii), que estaban al­
ternados con días dedicados a fiestas (dies feriatí) y otros a vacaciones
(dies feriae).
El pueblo romano se enteraba de las reglas para la administración de
justicia por la publicación de los edictos que el pretor elaboraba y fijaba
en el álbum al iniciar su gestión.
Por el imperium, el pretor se apartaba del riguroso cauce y lo estric­
to del jus civile y corregía o modificaba con su interpretación equitativa
y analógica a éste; por ello, entregaba la posesión y la restitución ínte­
gra, creaba los interdictos, daba entrada a las acciones in factum y hacía
nacer las estipulaciones.
Durante el periodo en que rigieron las legis actiones y también du­
rante el procedimiento per fórmulas, el magistrado (el pretor), en vez de
remitir la causa al juez, la guardaba y él resolvía sobre su fondo (extra
ordinem ). En este caso, la demanda recibía el nombre de persecutio y
la resolución que el magistrado dictaba se llamaba decretum.
Generalmente, los casos que el magistrado resolvía en esta forma, es
decir, extra ordinem, se referían a asuntos o actos que correspondían a la
jurisdicción voluntaria y en muy pocos casos a actos de jurisdicción con­
tenciosa.
En esa época, entre los romanos existían resoluciones cuyos intereses
no estaban protegidos por acciones del jus civile, entre ellas la posesión
y las cosas públicas, en cuyos casos intervenía el pretor con su impe­
rium y pronunciaba su decreto.
La multiplicidad de negocios hizo que el pretor no pudiera conocer
de todos, de suerte que al no haber acciones no podía mandar las causas
al juez, por lo que aquél resolvía que en la primera comparecencia de los
contendientes daría una orden, llamada interdictum, palabra provenien­
te del vocablo interdicere, que significaba entre tanto se dictaba la resolu­
ción (o sea, prohibía). En esta forma, el pretor im ponía una prohibición
a las partes o les indicaba que se abstuvieran de realizar un acto, o bien
los intimaba para que restituyeran o exhibieran alguna cosa, lo cual dio
origen a los interdictos prohibitorio, exhibitorio y restitutorio.
278 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

De tal suerte, el interdicto fue una norma de carácter hipotético in­


condicional por medio de la cual el pretor intimaba a los contendientes
a obedecer la disposición que había dado, desde luego siempre que las
circunstancias que lo habían llevado a pronunciarla fueran fundadas en
la verdad; en consecuencia, la parte en cuya contra había hecho surgir el
interdicto debía obedecerlo, en cuyo caso terminaba el negocio; pero si
el contendiente no obedecía porque suponía que no había verdad en las
circunstancias que habían fundado el interdicto, su desobediencia a la
orden del pretor lo hacía quedar responsable frente a la otra parte. En
este caso, el contrario lo citaba ante el magistrado, quien lo obligaba a
cumplir una sponsio-poenalis, que consistía en una promesa de pagar una
multa por si resultaban ciertas las condiciones y circunstancias en que se
había fundado el interdicto desobedecido, y en la misma forma queda­
ba com prom etido el contrario, por lo que con este acto surgieron obli­
gaciones sujetas al derecho civil que podían ser ejercitadas dentro del
procedimiento.
Los más ilustres y renombrados jurisconsultos fueron autorizados
para responder las cuestiones jurídicas que se som etían a su estudio y
opinión; facultad que resultaba de su dedicación al estudio y enseñanza,
a su vocación e interés demostrado a través de la publicación de obras
de derecho.
A lo largo de la evolución de su vida pública durante la Monarquía y
la República, Roma le dio gran im portancia a la elocuencia; desde que se
inició el Imperio hasta la época de Diocleciano, destacó el estudio y ele­
vación del derecho; y durante el periodo del Bajo Imperio, aparecieron
los príncipes, que expresaron su misticismo y religión cristiana, así como
se dio relevancia a la teología.
En este orden de ideas, destacaron, entre otros: Cicerón, Servio Sul-
picio, Quinto Mucio Scaevola, Labeón, Casio, Sabino, Nerva, Capitón,
Próculo, Celso, Salvio Juliano, Gaio, Pomponio, Marcelo, Africano, Pau­
lo, Papiano, Ulpiano y Modestino.

Juicio

Los romanos dieron la siguiente definición de juicio: Juditia est legí­


tima controversia inter actorem etreum , coram judici competente, causa
litis ferendi et malefitio puniendisuscepta (la legítima controversia de una
causa ante y por el juez com petente, o sea, la legítima discusión de un
negocio entre actor y reo, ante juez com petente que la dirime y deter­
mina con su decisión o sentencia definitiva). Algunos otros definieron
al juicio como la serie de actuaciones judiciales; empero esto no forma
propiam ente el juicio, sino el m étodo con que en él se procede.
Además, la palabra juicio significaba también la sentencia y aun
SISTEMA DE LAS ACCIONES DE LA LEY 279

todo el mandamiento del juez; o bien, el tribunal del juez o el lugar don­
de se juzgaba. En este último sentido se decía “ citar a juicio” , que era
avisar judicialmente a alguien para que se presente en el tribunal, que es
deducir ante el juez la acción o derecho que se tiene. Las excepciones
excluían la acción contraria de “ pedir en ju icio ” , que significaba presen­
tarse en el juzgado y proponer las acciones y derechos. Otro significado
era el de instancia; así, se decía “ abrir el juicio” , que significaba con­
ceder una instancia extraordinaria después de ejecutoriado el juicio, a
fin de que las partes dedujeran de nuevo sus acciones o excepciones.
En su acepción principal, esto es, por la discusión y determinación
judicial de un negocio, que es de la que se trata, el juicio se clasificaba
de las formas siguientes:

a) Por razón de los medios que se adoptaban para que las partes ob­
tuvieran su derecho: en juicio de conciliación o de paz, juicio
arbitral o de aveniencia, y juicio contencioso.
b) Por razón de la materia o causa que en él se trataba: en civil, cri­
minal o mixto.
c) Por razón de la entidad o importancia de la misma causa o mate­
ria: enjuicio de menor o de mayor cuantía.
d) Por razón del o b jeto : en juicio pretorio o posesorio.
e) Por razón de la forma o por el m odo de proceder: en juicio ver­
bal o escrito; ordinario o plenario; y extraordinario, sumario o
sumarísimo.
/ ) Por razón del fin: enjuicio declarativo o ejecutivo.

En todos los juicios se requerían esencialmente tres personas princi­


pales: el juez, que dirigía el orden del proceso con sus providencias y
decidía con arreglo a la ley la cuestión principal por medio de su senten­
cia definitiva; el actor (en el orden civil también recibía el nombre de
demandante y en el penal, el de acusador) quien proponía la acción y
provocaba el juicio, y el reo, que era la persona provocada ajuicio por el
actor y contra la cual se pedía y procedía (en los negocios civiles tam­
bién se llamaba demandado).

SISTEMA DE LAS ACCIONES DE LA LEY

El sistema de las acciones de la ley hacía que la acción se identifica­


ra o confundiera con la propia ley. La petición que se hacía mediante
la fórmula era tan precisa que, si no se utilizaba del modo prescrito, se
perdía el litigio.
La palabra tenía una influencia decisiva como elemento formal y de
profundo arraigo en Roma, de tal suerte que, por su sencillez, precisión
280 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

y claridad en la forma de expresión, aseguró siempre el cumplimiento


de la ley. Así, rezaba la siguiente sentencia: Si quod nexum faciet uti
lingua nuncupacit ita jus esto (lo que hayamos dicho por la lengua tén­
gase como ley).
La solemnidad en que radicaba la palabra fue sacramental y su ex­
presión dio lugar a los símbolos y las ceremonias.

Símbolos

Entre los romanos, eran conocidos los símbolos siguientes:

Themis: símbolo griego de la justicia y del derecho en todos los


pueblos.
Puñado de tierra: símbolo de propiedad; entregarlo significaba tras­
pasar el derecho que se tenía sobre el suelo.
Musgo y rama: símbolo del derecho sobre la tierra; entregarlo signi­
ficaba traspasar ese derecho.
Pedazo de metal y balanza: símbolo de equivalencia y pago conmu­
tativo entre el precio y la cosa.
Una vuelta sobre sí mismo: símbolo de manumisión por medio del
cual el esclavo dejaba su propia personalidad en beneficio del nuevo amo.
Anillo de sellar: símbolo de atestación y de veracidad, privilegio del
hombre libre.
Fuego y agua: símbolo de comunión religiosa en el templo y de fe
en el hogar.
Una silla y un banco: símbolo de rango y de diferenciación de jerar­
quías.
La lanza pequeña: denominada festuca, presentada ante el magistra­
do, era símbolo de propiedad.
La lanza: símbolo de poder y de combate; arrojada a través de una
frontera, significaba declaración de guerra; apresada por una mano, era
signo de la propiedad derivada del b otín y no del trabajo.
Enceder fuego en una casa: símbolo del derecho de propiedad so­
bre la casa.
La espada: símbolo de potestad suprema y derecho a imponer penas.
A pretón de manos: acto por medio del cual se daba eficacia contrac­
tual a lo convenido y gracia de olvido en el perdón de la ofensa.
El hacha: portada en las fasces de los lictores, simbolizaba el dere­
cho de vida y muerte que correspondía al magistrado que precedían.
El anillo: portado en la mano, era símbolo de la ingenuidad roma­
na y expresaba la libertad.
Los cabellos largos: en la cabeza de los hombres, eran símbolo de la
esclavitud.
L EG IS A C T IO N IS 281

Los cabellos cortos: en la cabeza de los hombres, eran símbolo de


la calidad de hombres libres.
El fuego y el agua: cuando se privaba de ellos a los sometidos a pe­
nas por el Estado, era símbolo inequívoco de la pérdida del Jus civitatis
y el Jus familiae del delincuente.
Las llaves de la casa: en manos de la mujer, era símbolo de la facul­
tad que ésta tenía para manejar la casa.
Quitar las llaves: si se quitaban a la mujer, significaba el repudio o
la promoción del divorcio.
La silla curul: simboliza la potestad, el privilegio o la facultad del
magistrado.
El pan de trigo: ofrecido en sacrificio por el pontífice en la ceremo­
nia entre los novios en presencia de los testigos, simbolizaba el otorga­
miento de la manus sobre la mujer (confarreatio).

En la venta: la balanza, el pedazo de cobre y el terrón o fragmento


de la cosa, aunados a la declaración del adquirente en el sentido de que
la cosa era suya, configuraba la ceremonia llamada mancipatio. Sin em­
bargo, lo más estricto, lo más solemne, se encontraba en las palabras,
de suerte que el error en la pronunciación traía consigo la nulidad. Así,
podía verse lo siguiente: en la stipulatio, la palabra spondio, en la fi-
deipromissio, el vocablo fideiprom itto; en la acceptilatio, las palabras
aceptum habeo; en la institución de heredero, el término haeres esto,
palabras todas en que se basaba la validez del acto y cuyo error o falta
traía consigo la nulidad.

LEGIS ACTIO NIS

En Roma, las acciones de la ley, conocidas por medio de las fuentes,


principalmente de las Instituciones de Gayo, eran las siguientes: a) Sa-
cramentum, b ) Judicis postulatio, c) Condictio, d) Manus injectio, y
e) Pignoris capio.
Las tres primeras (sacramentum, judicis postulatio y condictio) han
sido llamadas acciones declarativas porque con ellas el reclamante hacía
que se reconociera su derecho y, mediante las dos últimas (manus injec­
tio y pignoris capio), se les daba la forma de ejecución.

Sacramentum

Consistía en que las partes adquirían el compromiso bajo juram ento


solemne de hacer una apuesta, que quedaría en beneficio del Estado y
para dedicarla al culto, perdiéndola el que resultara vencido en el litigio.
282 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

(Precisamente la apuesta recibía el nombre de sacramentum porque es­


taba dedicada al culto.) Dicha acción se ejercitaba tanto para exigir el
cumplimiento de las obligaciones, en cuyo caso era personal, como para
rescatar las cosas, en cuyo caso era real.
El sacramentum se iniciaba al citar al demandado para que compare­
ciera ante el magistrado, face in jure. El que demandaba frente a la cosa
que reclamaba la tocaba con la festuca si era inmueble, y pronuncia­
ba las palabras sacramentales siguientes: “ Afirmo que esta cosa me
pertenece en virtud del derecho de los quirites, con todo lo que con ella
se relaciona. Así como lo afirmo ante ti, coloco sobre ella mi festuca” ;
inmediatamente, el demandado se oponía a la pretensión del demandante
y simulaba un combate, lo que daba oportunidad para que el magistra­
do interviniera y expresara: “ Dejad uno y otro la cosa” . Entonces el
demandado manifestaba: “ Puesto que tú has reivindicado injustamen­
te, te reto a una apuesta de 500 ases” , a lo cual respondía el demandante:
“ y yo a ti” . En seguida, ambos juraban que la apuesta del perdidoso se
abonaría al tesoro del Estado. (En un principio debía consignarse en el
acto el m onto de la apuesta, posteriorm ente se permitió garantizarla a
través del fiador; a la vez, si se trataba de inmuebles, la ceremonia debía
celebrarse en el lugar de la situación de éste, pero más tarde se convirtió
en simbólica al llevar un terrón, un pedazo de teja, etc.) Por su parte, el
jus soli (derecho del suelo) establecía que la ley aplicable era la territo­
rial, y no la del país de donde se procedía.
Acto seguido, el magistrado daba la posesión de la cosa a uno de los
litigantes, quien debía garantizar con una fianza la devolución; en segui­
da se continuaba con la elección de un juez nombrado por ambos o, en
su defecto, por la determinación del magistrado, y si los litigantes no lo
aceptaban som etía la designación a la suerte.
La segunda parte de este proceso, denominada in juditio, se llevaba
a cabo ante el juez, con la presencia de testigos que habían acudido a
presenciar ante el magistrado la demanda, acto que se celebraba en la
plaza pública; el juez escuchaba con atención lo expresado por las par­
tes, estudiaba y analizaba las pruebas que habían presentado, y era con­
dición que dictara su sentencia antes de que el sol se ocultara.

Judiéis postulatio
Consistía precisamente en la petición del nombram iento de un juez
o de un árbitro; por ello, algunos consideran que esta acción era parte de
la actio sacramentum. Se utilizaba principalmente en el contrato verbal
denominado stipulatio, así como en la división de herencia (conocida
como familiae erciscundae), en la división de los bienes comunes (llama­
da com m uni dividundo) y en el señalamiento de linderos en los fundos
(denominado finium regundorum).
283

Condictio

Muchas suposiciones existen acerca de esta acción, pero puede afir­


marse que en el proceso romano apareció por la Ley Silia con el fin de
reglamentar el cobro de cantidades, y más tarde la aplicó la Ley Calpur-
nia, que prohibió la apuesta. Otras opiniones afirman que la condictio
apareció por un convenio de las partes, consistente en una nueva pre­
sencia ante el magistrado dentro de un plazo para designar el juez que
debiera resolver.

Manus injectio

La acción ejecutiva denominada con este nombre consistía en la


aprehensión material que el actor hacía de su demandado, ahora ejecu­
tado (judicatus), ya condenado a pagar y que por ser insolvente no po­
dían embargársele sus bienes. En un principio, esta acción se concedió
contra el confeso y el juzgado, para extenderla posteriorm ente a favor
del fiador, del legatario y del heredero.
El acreedor autorizado por el magistrado se llevaba a su casa al deu­
dor, y si durante el plazo convenido no pagaba podía venderlo o matarlo
(pero le concedía un plazo de 60 días con el fin de que los parientes o ami­
gos hicieran el pago por él), procedimiento injusto, cruel y despótico, con
caracteres de venganza privada, pues se dejaba al arbitrio del acreedor la
situación de dicho deudor y las propias XII tablas lo preveían.
Posteriormente, se dio un plazo al deudor y la Ley de las XII tablas
señaló dos procedimientos: el addicto y el judicati. En el primero, el
acreedor recitaba la fórmula establecida ante el pretor, en la que expre­
saba que por la condena y la falta de cumplimiento por el deudor, po­
nía su mano sobre el deudor y entonces el magistrado pronunciaba la
palabra addicto, con lo que autorizaba al acreedor a convertir en su pri­
sionero al condenado.
El segundo procedimiento (judicati) consistía en que el deudor te­
nía derecho de presentar una especie de fiador (vindex) que se compro­
m etía a pagar por él, persona que para desempeñar este cargo debía ser
propietario ampliamente conocido.

Pignoris capto

Esta es la última acción y la segunda ejecutiva dentro de las “ accio­


nes de la ley” , consistente en una verdadera expropiación de la cosa
mueble que se llevaba a cabo autorizada por la ley, en forma privada.
El procedimiento se realizaba fuera del tribunal; el ejecutante obraba en
284 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

forma particular delante de testigos y podía apropiarse la cosa en pre­


sencia o no del deudor sin ningún aviso previo; a la vez, lo podía llevar
a cabo en días fastos o nefastos.

PROCEDIMIENTO FORMULARIO

Las legis actionis fueron desapareciendo por el riguroso formalis­


mo que las tornó inadmisibles, por lo que fueron abolidas por la Ley
Aebucia y las dos Leyes Julias, que establecieron el procedimiento fo r­
mulario.
Su permanencia como sistema pasó desde la época de Cicerón hasta
los tiempo de Diocleciano. Su nombre se derivó de la fórm ula que re­
dactaba el magistrado una vez que las partes había presentado una
la demanda y otra su contestación, es decir, después de hecha la ex­
posición para que pudiera servir de guía y de instrucción al juez que de­
bía estudiar, examinar y decidir el litigio. A quí se advierte la diferencia
existente entre las legis actionis y el procedimiento per fórmulas. Otra
diferencia marcada es que en este procedimiento, las partes exponían
ante el magistrado sus demandas y sus razones, en el lenguaje que creían
más conveniente y el juez rehusaba o concedía la fórmula de acuerdo
con la alegación del actor, de la cual podía resultar condena o absolu­
ción para el demandado.
La fórmula constituía un juicio supuesto, mediante el cual el magis­
trado señalaba lo que al juez correspondería decidir. En este procedimien­
to, el magistrado se constituía en árbitro y quedaba bajo la jurisdicción
del edicto, quien podía consentir la aplicación del procedimiento y daba
al juez el carácter de órgano del derecho pretorio.

Constitución de las, fórmulas

En los litigios, la demanda presentada debía contener: a) la cues­


tión que habría de resolverse, la cual incluía o no la exposición que daba
lugar al litigio, y b ) las conclusiones del demandante.
Las fórmulas del magistrado contenían la intentio y la condemnatio.
La primera estaba constituida en la fórmula por la reproducción que el
magistrado hacía de la demanda que se le había presentado. A su vez,
la segunda se constituía por la facultad conferida al juez nom brado por
el magistrado para condenar o absolver según los fundamentos de la de­
manda. Cuando se trataba de acciones divisorias, la fórmula también con­
tenía la adjudicatio, que era la facultad conferida al juez para atribuir a
las partes derechos reales o de imponer limitaciones a la propiedad.
En ocasiones, cuando la intentio quedaba perfectamente determ ina­
PROCEDIMIENTO FORMULARIO 285

da, había una exposición del hecho que la precedía, exposición que se
hacía derivar de la pretensión del actor, la cual se llamaba demostratio.

Fórmulas romanas en el procedimiento

Fórmula in jus concepta, era aquella en que la demanda presentada


se fundaba en el derecho civil.
Fórmula in factum concepta: era aquella en que la demanda presen­
tada no se fundaba en el derecho civil, pero el magistrado la consideraba
digna de ser protegida.
Fórmula ficticiae: era la fórmula en que se suponía existente un
hecho para poder ejercitar la acción civil, o se suponía no existente
un hecho que impedía ejercitar la acción civil que perm itía la acción
pretoria.
Fórmula in personam: era aquella en la que un acreedor ejercitaba
su acción contra el deudor para lograr el pago de su crédito y surgía con­
tra persona determinada, obligada por el contrato, el cuasicontrato, el
delito, el cuasidelito o por disposición de la ley.
Fórmula in rem\ era la fundada en un derecho real por medio de la
cual se reclamaba el reconocimiento contra la persona que a él se opo­
nía; procedía contra todos los que atacaban o lesionaban un derecho y
además se concedía para proteger la propiedad y los derechos reales.
Fórmula certa: era aquella en que la intentio indicaba el objeto de­
terminado, preciso, una cosa individualmente señalada o una cantidad
precisa.
Fórmulas vulgares: eran las que anticipadamente aparecían en el
edicto, porque trataban lo referente a relaciones jurídicas consuetudi­
narias.
Formulas con cesse causa cognita: eran aquellas en que, analizadas las
circunstancias, el magistrado dictaba otras, ya sea como nuevas fórmu­
las o mediante la adaptación de las ya conocidas.

Según fuera la fórmula, su nombre se le daba a la acción ejercitada.

Acciones romanas en el procedimiento. También existieron accio­


nes de buena fe, de estricto derecho, directas, útiles, in fa c tu m , arbitra­
rias, civiles, honorarias, prejudiciales, simples, dobles, privadas, populares,
rei persecutoriae, penales y mixtas.
Acciones bonae fid e i: recibían el nombre de acciones de buena fe
cuando la intentio contenía el agregado ex fide bona.
Acciones stricti juris: se llamaban de estricto derecho cuando la in­
tentio no tenía el agregado ex fide bona, sino simplemente se refería a
un facere, aportare y daré.
28 6 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

Acciones directas: eran aquellas limitadas exclusivamente a los ca­


sos para los cuales se establecieron desde un principio.
Acciones útiles: eran aquellas que se aplicaban a casos semejantes o
análogos.
Acciones in factum: eran aquellas que servían para precisar que esta­
ban fundadas en la equidad y que no eran resultado del jus civile.
Acciones arbitrarias: eran aquellas que incluían acciones tanto per­
sonales como in rem y todas las acciones pretorias; daban un amplio
arbitrio al juzgador, pero, antes de condenar, el juez tenía la obligación
de indicar el medio aplicable para evitar la condena el convenido, me­
diante otra prestación.
Acciones civiles: eran aquellas que procedían del jus civile.
Acciones honorarias: eran aquellas que procedían de los edictos de
los magistrados, aunque también se llamaban así las procedentes de los
edictos de otros magistrados, que formaron parte del jus honorarium.
Acciones prejudiciales: eran las que tenían por objeto solamente la
declaración de la existencia de un derecho o de una relación de derecho
o de una situación, para que posteriorm ente el actor pudiera hacer va­
ler los efectos del derecho así reconocido.
Acciones simples: eran aquellas ejercitadas tanto por el actor como
por el dem andado; sin embargo, había casos en que el actor y el deman­
dado conservaban situaciones idénticas, es decir, de actor y demandante
al mismo tiempo, por lo que en estos casos podían ser condenados indis­
tintam ente; en esta circunstancia, la acción recibía el nombre de doble.
Acciones privadas: eran las que hacían valer las personas individual­
mente en defensa de sus derechos y su conservación.
Acciones populares: eran aquellas concedidas a cualquier persona
para proteger los intereses públicos, como si lo hiciera en representación
de toda la comunidad.
Acciones reipersecutorias, tendían a la reparación del daño sufrido
en el patrim onio, consecuencia lógica del derecho violado, y a la simple
restitución.
Acciones penales: tendían a obtener del delincuente la disminución
de su patrimonio en una cantidad igual al enriquecimiento ilícito obteni­
do y, a la vez, a obtener contra él una pena por la ofensa cometida.
Acciones mixtas: tendían a exigir tanto la reparación del daño como
la pena.

Excepciones
El juez debía absolver al demandado siempre y cuando no se proba­
ran las afirmaciones expuestas en la dem anda; no obstante, si el deman­
dado reconocía los asertos de la demanda e invocaba o exponía algunos
hechos que, de ser ciertos, destruían o provocaban la ineficacia en todo
PROCEDIMIENTO FORMULARIO 287

o en parte de la acción, era preciso agregar a la fórmula la advertencia al


juez del conocimiento, de que no condenara al demandado a no ser que
no probara sus asertos contra la demanda presentada en su contra y a este
agregado se le denominó exceptio (excepción).
En su afán de obtener una resolución condenatoria, el demandante
podía presentar nuevos asertos en relación con los hechos aducidos por
el demandado, y si se probaba su existencia, la excepción no surtía efec­
to alguno, por lo que habría que hacer otro agregado, llamado replicatio
(replicación), a la cual el demandado oponía la duplicatio y el actor, a
su vez, oponía a esta última la triplicatio y así sucesivamente.
Excepciones de mucha importancia fueron las llamadas praescriptio-
nes, que recibieron este nombre porque se colocaban en la fórmula an­
tes de la intentio (es decir, al principio), prescripciones que constituían
un exordio o preámbulo en que el magistrado instruía al juez respecto
al examen previo que suspendía la fórmula, pues podía suceder que el
argumento de la prescriptio fuera suficiente para hacer inútil todo el exa­
men ulterior del litigio, como en el caso del transcurso del tiempo que
inutilizaba la acción (plus petitio tem pore: “ me pides antes de tiempo” ).
Posteriormente, las praescriptiones recibieron un nombre específi­
co, que son motivo de estudio especial, como la plus petitio rev. “ me
pides más de lo debido” .
La contestación de la demanda constituía la etapa final de la instan­
cia in jure; a su vez, quedó establecida permanentem ente la instrucción
que debía ser escrita y que el magistrado tenía obligación de rem itir al
juez que conocía la causa (sine actione agis: “obras sin acción, niego
que exista tu acción” ).

Litis contestatio
La litis contestatio se refería al momento en que se separaban pre­
cisamente los procedimientos in jure e in juditio. Asimismo, fijaba defi­
nitivamente los puntos, asertos, excepciones y térm inos de la causa o
controversia sobre la cual el juez habría de dictar sentencia.
La instancia in juditio tenía como objeto principal hacer que el juez
resolviera mediante una sentencia, que podía ser absolutoria o condena­
toria, y permitía a los litigantes aportar las pruebas, ante el juez, que
pudieran darle la convicción de estar fundadas las pretensiones.
Las principales pruebas reconocidas en el derecho romano fueron:
la testimonial, la prueba por escrito y la prueba por juram ento.

Prueba testimonial
En el procedimiento judicial romano, los testigos eran presentados
por el actor y por el demandado y sus declaraciones se rendían en for­
288 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

ma oral y pública, con asistencia de las partes que podían preguntar y


repreguntar por ellos mismos o por sus abogados. Se consideraba que la
declaración de un testigo no hacía prueba plena, de suerte que en la épo­
ca del emperador Constantino se dictó la disposición unus testis nullus
testis (un testigo no es testigo).

Prueba por escrito

Esta era la que resultaba de escrituras privadas o de docum entos ex­


pedidos por autoridades en ejercicio de sus funciones. La escritura se
consideraba prueba en contra de la persona que la escribía, y los docu­
mentos públicos hacían prueba plena contra todos.

Prueba por juramento (jus jurandum)

Recibía este nombre el juram ento deferido a la otra parte sobre la


verdad de los hechos presentados (llamado juramento decisorio)-, en caso
de que los hechos presentados, los asertos, no hubieran sido probados, el
juez podía imponer el juram ento a la parte respectiva, completando en
esta forma la prueba, juram ento que recibía el nombre de supletorio. Por
último, existió el juramento estimatorio, mediante el cual el actor deter­
minaba la indemnización por los años que su demandado debía prestarle.

SENTENCIA

La instancia del procedimiento llamada in juditio daba término o


fin con la sentencia; con ella, el juez, según se le había expresado en la
fórmula, encontraba la alternativa de condenar o absolver al demandado.
Si se trataba del ejercicio de acciones prejudiciales, el juez no ab­
solvía ni condenaba, sino simplemente establecía el reconocimiento al
derecho, que precedía a un juicio; de ahí se tom ó el nombre de praeju-
dicium, fórmula praejudicialis y actio praejudicialis, pero esta forma
llegó a constituir el arbitratus judiéis o arbitrio judicial; a su vez, la de­
claración recibía el nombre de pronuntiatio.
Una vez dictada la sentencia, ya no intervenía el juez, en tanto que
la cosa motivo del juicio y ahora deducida se convertía en cosa juzgada
(res judicata), que constituía para las partes la verdad fo rm a l; a su vez,
cuando la decisión recaía sobre un hecho, expresaba definitivamente di­
cha verdad (res judicata promeditate habetur), por lo que el demandado
tenía como consecuencia lógica la excepción de cosa juzgada.
Las decisiones que el juez dictaba dentro del procedimiento para
PROCEDIMIENTO EXTRAORDINARIO 289

preparar la sentencia recibían el nombre de interlocutiones (interlocu-


torias).
También podía terminarse el litigio por la confessio in jure (es decir,
si el demandado confesaba ante el magistrado, se condenaba a sí mismo)
y, desde luego, ya no había necesidad de seguir la instancia in juditio.

PROCEDIMIENTO EXTRAORDINARIO
CEXTR AO RD IN A RIA COGNITIO)
A pesar de su nombre, puede considerarse al procedimiento extra­
ordinario como el más antiguo de los sistemas procesales, en virtud de
que el magistrado reunía a veces también la condición de juez, aunque
esto sucedía en casos excepcionales. Así, se llegó a afirmar que pronun­
ciaba sus resoluciones en esta duplicidad de funciones extra ordinem,
de donde tom ó el nombre de judicia extraordinaria, de suerte que en el
Bajo Imperio se establecieron magistrados encargados de resolver cier­
tas controversias (tutela-fideicomisos-alimentos) que se decidían admi­
nistrativamente extra ordinem, y en las provincias donde los magistrados
no eran designados por el pueblo sino por el príncipe, éste era el proce­
dimiento usual.
La práctica, la frecuencia y el uso modificaron la marcha del proce­
dimiento, pues debe recordarse que en la antigüedad el actor citaba a
su demandado ante el magistrado (in jus vocatio) y exponía su deman­
da ante éste, quien concedía al demandado un término para presentar
sus medios de defensa, previa comparecencia en un día determinado
(vadimonium). Posteriormente, bastaba con que el actor diera a cono­
cer al demandado la demanda que intentaba deducir y convenir con él
el día de la comparecencia, forma que con el tiempo constituyó lo ordi­
nario; algún tiempo después, este acto de carácter privado fue convertido
en público por la citación que verbalmente debía hacer al demandado un
representante del poder público, que más tarde fue sustituido por un es­
crito (libellus) remitido al juez y éste lo hacía notificar al demandado,
quien debía entregar recibo del acto de citación y prestar caución de
comparecer ante el juez, caución que si no se prestaba provocaba la guar­
da o prisión del notificado hasta el día de la comparecencia.
Así, junto al sistema de las legis actionis y del formulario por vía
administrativa, como un carácter excepcional cuando el magistrado re­
solvía por sí mismo el proceso sin intervención del juez, se estableció
el proceso extraordinario para imponerse definitivamente y abolir el
juego de palabras, las ceremonias, la argucia y llegar a la investigación
de la verdad.
Las instancias in jure e in juditio se identificaron y fundieron, lo que
hizo que tanto el magistrado como el juez también se identificaran, y la
justicia pasó a ser obligación pública del Estado.
290 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

En la época de Diocleciano, la justicia se convirtió en regla general,


de ahí que aparecieran la citación, la contestación de la demanda, el
periodo probatorio y la sentencia, como actos del poder público am­
parado en todo su rigor por la fuerza que el Estado prestaba para su
validez y ejecución, apareciendo en este periodo el momento decisivo
de la justicia pública en sustitución definitiva de la justicia privada.
Ahora el juez no dirigía el proceso, sino que directam ente interve­
nía con las personas y las cosas, escuchaba a las partes, investigaba los
hechos, valoraba las pruebas y dictaba la sentencia.
Los caracteres específicos de este proceso eran: a) ya no había
fórmulas; b ) ya no había elección de juez por las partes; c) ya no exis­
tían dos instancias; d ) había identidad de juez desde que se iniciaba el
proceso hasta dictar la sentencia; e) ya no había nada convencional;/)
toda actuación era por imperio de la ley; g) la justicia no era gratuita,
pues las actuaciones procesales se pagaban; h) el proceso era escrito en
su mayor parte; i) había menos público que en el sistema formulario,
pues sólo había publicidad en la promulgación de las sentencias; /') la
acción en éste no se sometía a fórmula alguna ni a palabras sacramenta­
les; k ) la condena podía versar sobre alguna cuestión litigiosa, objetos
personales o reales, en especie o en dinero, o en exhibición de cosas;/)
sólo las partes y sus representantes tenían acceso al recinto judicial; m )
no había días fastos ni nefastos a que se sometieran los jueces, y n) el
lenguaje usual en el proceso era el latín.
Por jurisdicción debe entenderse el poder de administrar justicia que
los jueces recibían por delegación del príncipe; ya no era el poder propio
de la condición de magistrado y, por tanto, el poder autónom o de que
estaba dotado este último funcionario, resultado de otro poder superior
también inherente a su condición de magistrado, que era el imperium.
La instancia suprema para la alzada la constituía el príncipe por
medio de su representante, llamado prefectus praetorium , quien desem­
peñaba una función doble: como revisor de alzada que conocía la ape­
lación contra las decisiones del juez y como representante del príncipe
que juzgaba absolutamente en primera instancia. Contra su decisión,
excepcionalmente se concedía la suplicatio, y en esta misma situación
quedaba el praefectus urbi, quien como juez de apelación actuaba con­
tra las decisiones que dictaban los jueces municipales {praefectus vigi-
lum, vicarius urbis, praefectus annonae).

La acción en el procedimiento extraordinario

A partir de la supresión de la fórmula, sólo bastaba con ser ciudada­


no para tener derecho a pedir al tribunal que se hiciera justicia, indepen­
dientemente de tenerlo o no, de que el derecho estuviera consagrado o
PROCEDIMIENTO EXTRAORDINARIO 291

no por la ley, de tener o no razón (cuestiones de fondo), pues se tenía


facultad para exigir ser oído, así como iniciar y continuar hasta su tér­
mino el desarrollo de un proceso.
Celso definió la acción que aparece en todos los textos: A ctioautem
nihil aliud est, quod jus persequendi in juditio, quod civi debetur (acción
es el derecho de perseguir en juicio lo que a uno se le debe).
En este procedimiento la acción se confundía con el derecho reclama­
do; así pues, sólo había una acción, que constituía un derecho subjetivo; si
había derecho y la demanda era procedente, debía deducirse que había
acción. A partir de ese momento, los jurisconsultos dedujeron del he­
cho de tener razón el derecho a tener acción; por ello, si un proceso se
desarrollaba aun sin tener razón el demandante, no obstante, existía.

Etapas del procedimiento extraordinario

El proceso se desarrollaba por completo delante del magistrado, des­


de que se iniciaba con la demanda hasta llegar a la sentencia; es decir, el
Estado intervenía desde el comienzo hasta la terminación del litigio.

Evocatio y litis denuntiatio

En este procedimiento, mediante citaciones sucesivas, el demanda­


do debía comparecer ante el magistrado, quien por todos los medios le
exigía esta comparecencia (la forma frecuente de citación se llamó evo­
catio). Diferente de la in jus vocatio, que era directa entre actor y de­
mandado, en la evocatio tenía intervención el magistrado.
La evocatio revestía tres formas: denuntiatio, lliterae y edicta.

Denuntiatio: consistía en una redacción escrita por el actor en la


que invitaba al demandado a comparecer ante el tribunal, pero la dirigía
al magistrado, escrito que el juez comunicaba al demandado por medio
de un empleado llamado viator o excecutor.
Lliterae: consistía en que el magistrado daba la comisión a otro ma­
gistrado de menor categoría para que llevara a cabo la citación cuando
la persona se encontraba fuera del lugar donde estaba el tribunal.
Edicta: consistía en la orden que un funcionario dirigía a otro, en
la que solicitaba su intervención para que se citara a un litigante que no
se encontraba en el lugar y se ignoraba su residencia.
Sin embargo, la forma más usual que se practicaba para la citación
fue la litis denuntiatio, que consistía en un docum ento público en el
que el actor exponía sus pretensiones e invitaba al demandado para que
compareciera junto con él ante el tribunal, docum ento que debía estar
autentificado ante el funcionario.
292 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

El demandado debía garantizar su comparecencia, aunque si se tra­


taba de grandes señores, bastaba que éstos prometieran su presentación
de palabra; en cambio, los pobres eran mantenidos en prisión o conduci­
dos al tribunal si no otorgaban dicha caución.
Si el actor no comparecía, se le tenía por desistido del procedimiento,
aunque la acción no se extinguía; pero para intentar o iniciar el proceso
nuevamente, debía indemnizar a su adversario de los daños y perjuicios
ocasionados con motivo de su demanda anterior.
La demanda debía contener los hechos en forma clara y sucinta, lle­
var los nombres del actor y del demandado, el objeto de su pretensión y
la causa de ésta. La calificación jurídica de su acción se determinaba
aquí no por una fórmula, sino por el procedimiento que la legislación
proporcionaba.
Entre los romanos, la demanda se definió en los términos siguientes:
libellus est brevis scriptura quo actoris petitio de facto et de agendae
fundam ento, clarae et distinte judici proponitur ab obtinendum quod ci
civi debetur (la demanda es un breve escrito en el que el actor hace sus
peticiones fundadas y claras, usando sus distintos propósitos en el juicio
para obtener lo que se le debe). Con el dístico latino se presentan los
requisitos que debía reunir toda demanda.
Por otra parte, es muy conocida la siguiente sentencia latina: quis,
quid coram quo, quod jure petatur et at quo. Rectae conffectus quisque
libellus habet, que significa quién demanda, qué demanda, ante quién
demanda, en qué normas de derecho funda su demanda.

Litis contestatio en el procedimiento extraordinario


Este acto comenzaba con el conocimiento que el magistrado tenía
de las pretensiones del demandante y de la contradicción hecha por el de­
mandado. Era uno de tantos actos que constituían el desenvolvimiento
del proceso, de ahí que los efectos de “ cosa juzgada” los producía sólo
la sentencia definitivamente firme.
En la litis contestatio, el magistrado podía ser recusado antes de
decidir, pero no después. En ella, las partes podían corregir los errores
cometidos hasta antes de la sentencia. En caso de que el juez faltara
por renuncia o muerte, esto no afectaba el proceso, pues era sustitui­
do por otro que lo continuaba; en esta etapa, la actividad del juez se
consideraba una función.
De esta manera, la litis contestatio se convirtió en un medio para
poder dilucidar la controversia suscitada entre las partes. Señalaba los
puntos de hecho y de derecho en la controversia, así como las defen­
sas que, a partir de ella, no podían ser modificadas. Por último, permi­
tía que el demandado opusiera las excepciones dilatorias y perentorias
que juzgara tener contra el actor.
PROCEDIMIENTO EXTRAORDINARIO 293

En este procedimiento, el magistrado nombrado por el Estado fungía


como juez, y de la imposición de la ley se aplicaba la sentencia; además,
dicho funcionario disponía de la fuerza pública para hacerla valedera, es
decir, para ejecutarla.

Pruebas

Los principales medios probatorios en este procedimiento eran: la


confesión y el juram ento, los documentos, los testigos y el reconoci­
miento judicial.
En el procedimiento extraordinario, también, operaba la litis con­
testatio, con los mismos elementos y propósitos del procedimiento ordi­
nario.

Pruebas del procedimiento extraordinario

Confesión y juramento

El actor debía jurar ante el magistrado que no procedería malicio­


samente, ni con el propósito de entorpecer el juicio, ni por odio o ren­
cor contra el demandado.

Documentos

Éstos eran importantes para la investigación procesal y más eficaces


que la prueba testimonial, pero menos que la confesión y el juram ento.
Los documentos públicos constituían prueba plena (pública fid es) y los
documentos en general que se otorgaban delante de tres testigos conlle­
vaban cierta fe pública por la intervención de los tabularii, que eran fun­
cionarios intermedios entre los notarios y los secretarios.

Testigos

Todos aquellos hechos que caían bajo el dominio de los sentidos y


a la vez ayudaban a dar autenticidad a la prueba escrita eran pruebas in­
corporadas al proceso; por tanto, los testigos debían reunir, entre otros,
los requisitos siguientes: tener una reputación exenta de sospecha y ser
dignos de fe. A su vez, eran incapaces para rendir testimonio: los ene­
migos, los que tuvieran pendiente una causa criminal, los condenados a
penas infamantes y, respecto al parentesco, todos los parientes en línea
294 CAP. 38. PROCEDIMIENTO JUDICIAL ROMANO

directa ascendente o descendente; en la colateral, hasta el cuarto grado,


y en el parentesco por afinidad hasta el segundo grado.

Reconocimiento judicial

El juez podía designar árbitros (expertos) en cualquier momento de


la litis, que deberían rendir su dictamen bajo juram ento, y el magistrado,
de oficio o a petición de parte, llevaba a cabo el reconocimiento de las
cosas o de los lugares relacionados con el proceso, delegando en algunos
casos, cuando las cosas o lugares estaban lejos de su jurisdicción, a otro
magistrado inferior dicho reco n o cim ien to ^ siempre que lo hacía, levan­
taba un acta con toda clase de observaciones en presencia de las partes.
La inspección ocular se refería a la prueba en el señalamiento de
linderos, cuando había confusión o desaparición de límites en fundos
vecinos.

Sentencia

Esta debía ser dictada por un magistrado (prefecto, vicario o juez


pedáneo), quien debía absolver o condenar. Las partes podían impug­
narla en los puntos que consideraran que no estaban conforme con los
planteamientos de la causa mediante la libellus refutatorii.

Apelación

Era la facultad de hacer revisar la decisión del juez inferior por el


inmediato superior.

Consulta (consultatio )

Era la remisión que hacía un magistrado a un tribunal imperial o


al propio emperador para que decidiera una causa.

Súplica (suplicado )

Era la petición de reforma de la sentencia dictada por el prefecto


del pretorio, dirigida ante él mismo o ante sus consejeros.

Restitutio in integrum

Se refería a la reposición o nulidad procesal.


A p é n d ic e *
Cuadros sinópticos
de
derecho romano
HISTORIA (2 PARTES)

Abreviaturas

D. A. Derecho antiguo. D. B. Derecho bizantino. D. J. Derecho jus­


tinianeo. A. R. Año de Roma. A. J. C. Año de Jesucristo. C.s Centurias.

1. Externa (4 periodos). Se expone en ésta las fuentes del derecho;


los trabajos literarios hechos sobre ellas y los acontecimientos y
situación política acaecidos y que guardaba Roma en cada uno
de los periodos en que se divide su historia.

I. Infancia de la ciudad y del derecho. Comprende desde la


fundación de Roma hasta la publicación de la Ley Decen-
viral, o sea, de las X II Tablas. (A. R. 1 a 304.)
II. Edad juvenil. Roma extiende su poderío. Comprende des­
de la publicación de la Ley de las X II Tablas hasta Cicerón.
(A. R. 304 a 650.)
III. Edad de virilidad. Transformación de la República en Impe­
rio, siendo éste uno de los más vastos que habían existido.
Comprende desde Cicerón hasta Alejandro Severo. (A. R.
650a 1000.)
IV. Decadencia del Imperio. Se ve invadido y devastado en sus
provincias. Comprende desde Alejandro Severo hasta Justi­
niano. (A. R. 1000 a 1300.)

* Según Ortolán el derecho romano puede considerarse “en la historia de su destino, o


bien en la historia de sus disposiciones”, de donde deriva la división en que se fundamentan los
cuadros sinópticos de este apéndice, los cuales se tomaron y adaptaron de un trabajo titulado
Tablas sinópticas de ia historia interna y externa del derecho rom ano, del licenciado E. Alvarez.

296
DERECHO ROMANO 297

2. Interna (3 fuentes). Trata del contenido de esas fuentes, expo­


niendo las vicisitudes por las que han pasado, para estudiarlas en
su origen y en sus progresos.

I. Colecciones de derecho, antiguas y modernas, con los decre­


tos de su publicación.
II. Las leyes antiguas, aun cuando sean sólo fragmentos, como
los de las X II Tablas y los de la Ley Thoria, los de algunas
leyes judiciarias, tales como la Ley Servilia repetundarum.
Ley Julia y Papia Poppea, la Tabla Heraclense y la Ley Ru-
bria, o sea, la de la Gallia Casalpina.
III. Escritos de autores antiguos, griegos y romanos, ya juriscon­
sultos, ya filósofos, historiadores tales como Pomponio, Gayo,
Dionisio de Halicamaso, Cicerón, Tito Livio, Tácito, Sueto­
nio, Quintiliano y otros.

HISTORIA EXTERNA

Primer periodo (A. R. 1 a 304)

Origen (3 razas)

De ese triple origen se formó el pueblo romano, que tuvo la ventaja


del territorio, la fuerza e independencia montañesa, la civilización de las
instituciones religiosas y políticas de aquella época. Hay que estudiar el
derecho público, el derecho sagrado, el derecho civil y las costumbres,
ya que cada uno de esos puntos sufre alteración en las diversas épocas
de la historia.

I.Derecho público. Forma la Constitución del Estado, determina


el modo de hacer las leyes, de administrar justicia, de nombrar
a los empleados y de hacer la paz y la guerra.
II. Derecho sagrado. Es una parte del derecho público con el cual
se enlaza íntimamente, arregla las ceremonias de la religión, su
necesidad en la vida pública y privada y el nombramiento o la
autoridad de los pontífices.
III. Derecho civil. Arregla los intereses de los particulares en las re­
laciones que tienen entre sí, como en sus matrimonios, en sus
contratos, en sus propiedades y en sus sucesiones.
IV. Costumbres. Estas, con el transcurso del tiempo, modifican lo
que se relaciona con los anteriores derechos.
En estos cuadros sinópticos se encuentran referidos:

Acontecimientos e instituciones políticas


Roma en tiempo de los reyes
República: sus instituciones, cónsules, dictador, decenviros, censor,
tribunos y ediles de la plebe
Leyes y fuentes principales del derecho
Usos y costumbres: primera fuente de las leyes
Leyes reales: leyes sagradas
Derecho papiriano
Leyes de las X II Tablas
Ensayos hechos hasta hoy para reunir sus fragmentos
Fuente en donde se les encuentra. Su explicación

1. División del 1. Patricios


pueblo (2 clases) 2. Plebeyos

2. División del 1. Rhamnenses o latinos


pueblo (3 tribus 2. Tatienses o sabinos
subdivididas en 3. Luceres o etruscos
10 curias cada una)

F.stas se verificaban al reunirse las 30 cu­


3. Asambleas de rias para deliberar y decidir sobre todos
esas curias los negocios de interés común, así se for­
(llamadas comitia maba el verdadero poder legislativo, con
curiatá) el carácter de asamblea aristocrática en
que dominaba la clase o raza patricia.

El senado fue una institución común a


Instituciones las ciudades antiguas, tanto de los pue­
políticas blos del Lacio como de los de la Grecia.
Se formó de los jefes principales de la
4. Senado casta patricia. Su número primero fue
de 300. y más tarde se aumentó a 500,
teniendo por facultad la de deliberar so­
bre las proposiciones que habían de so­
meterse a la aprobación de los comicios
en curias o en centurias.

Se desempeñaba éste por una persona


nombrada por el pueblo reunido en co­
micio por curias. Tomaba el nombre de
rey, administrando una República aris­
5. Poder real tocrática, siendo las tres esferas de su
poder: lo. la guerra como general, 2o.
las cosas sagradas como gran sacerdote o
pontífice máximo, y 3o. la jurisdicción
como magistrado.
DE DERECHO ROMANO 299

El derecho público regía a diversas clases de personas, que pueden


reducirse a cuatro: lo. los ciudadanos; 2o. los latinos; 3o. los provincia­
les, y 4o. los peregrinos, que com prendían: lo. el peregrino, o sea, ex­
tranjero propiamente dicho; 2o. el extranjero (hostis); 3o. el bárbarus,
extranjero que estaba fuera de la civilización y geografía romanas. Su
forma de gobierno fue la monarquía electiva, que duró aproximadamen­
te dos siglos y medio. Tenía su apoyo en la nobleza hereditaria, o sea,
en los patricios, en quienes estaba vinculado el gobierno del Estado y a
los que correspondían únicamente los derechos políticos, existiendo
por lo mismo gran diferencia entre los patricios y los plebeyos. La clase
patricia recibió fuerte golpe en sus prerrogativas en el reinado de Servio
Tulio (A. R. 176), quien modificó la Constitución política en estos cinco
puntos: lo. Estableció el censo; 2o. creó nueva división del pueblo por
clases y centurias; 3o. dio origen a los comicios por centurias; 4o. agre­
gó una tercera clase al pueblo, llamada caballeros, y 5o. organizó las tri­
bus plebeyas. Éstas reconocían por base el territorio y las personas.

Reforma serviana

lo. Censo. En él se inscribía todo cabeza de familia, marcando el núme­


ro de personas que la formaban, los bienes de toda clase que poseía
y su valor. Sólo el ciudadano romano tenía derecho a inscribirse en
ese registro, pues los menores de 16 años figuraban en él para el nú­
mero, y los esclavos, entre los bienes por su valor.
2o. Clases. Éstas eran seis, que respondían a estas tres necesidades so­
ciales: lo. el tributo; 2o. el servicio militar; 3o. el voto político. Se
llamaban a las 5 primeras, assidui, y a los de la última, proletarii, se­
gún Cicerón, De R e p ., Lib. II § 22.

División del pueblo por clases

la. Compuesta de ciudadanos que poseían 100 000 ases de renta anual.
2a. Compuesta de ciudadanos que poseían 75 000 ases de renta anual.
3a. Compuesta de ciudadanos que poseían 50 000 ases de renta anual.
4a. Compuesta de ciudadanos que poseían 25 000 ases de renta anual.
5a. Compuesta de ciudadanos que poseían 11 000 ases de renta anual.
6a. Compuesta de ciudadanos que poseían menos de 11 000 ases de renta anual.
300 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

Centurias

la. Clase, comprendiéndose en ella 18 centurias de caballeros y 2 de obreroslOO C.h


2a. Clase, 20 C.
3a. Clase, 20 C.s
4a. Clase,
5a.Clase, con 3 de músicos 33 C.
6a. Clase, 1C s

Total 194 C.s

3o. Comicios por centurias. Estos eran de la aristocracia de fortuna: se


reunían en el Campo de Marte y el voto se daba conforme al censo,
representando uno cada centuria. No sustituyeron del todo a los
curiados, sino que coexistieron con ellos; tenían la facultad de ha­
cer leyes y decidir sobre las acusaciones penales y crear a los magis­
trados, no siendo definitivos sus actos sino mediante la aprobación
del senado.
4o. Caballeros. Estos formaban un orden medio entre los patricios y
los plebeyos. Tienen origen en la primera guardia de Rómulo, co­
nocida con el nombre de Celeres, y formaban parte de la primera
clase, de las seis en que estaba dividido el pueblo.
5o. Tribus plebeyas. Estas, bien distintas de las tres primeras cuya crea­
ción se atribuye a Rómulo, se dividían en tribus de la ciudad y del
campo, formando una división territorial por cantones y por re­
giones. Algunos opinan, respecto de esta división, que todos los
ciudadanos estaban comprendidos en ella, mientras otros veían una
distribución exclusivamente plebeya; lo cierto era que la aristocra­
cia de raza, o estaba sumergida en las tribus, o excluida de ellas. El
poder real en su periodo de duración fue desempeñado por:

lo. Rómulo A. R. 1a 38
2o. Numa Pompilio A. R. 39 a 81
3o. Tulio Hostilio A. R. 81 a 113
4o. Anco Marcio A. R. 113 a 138
5o. Tarquino Prisco A. R. 138 a 176
6o. Servio Tulio A. R. 176 a 220
7o. Tarquino el Soberbio A. R. 220 a 244

Destruido el poder real el año 245 de la fundación de Roma, se creó


el poder consular, desempeñado por dos personas de la casta patricia, que
tomaban el nombre de cónsules, quienes ejercían las mismas atribuciones
que al rey competían. En virtud de ciertos disturbios que tendían a la
restauración del poder real, se creó una nueva magistratura, designándo­
DE RECHO ROMANO 301

se al que la ejerció con el nombre de dictador; éste, en ciertas y determi­


nadas épocas, reemplazó a los cónsules, cuyo poder no se extinguía, sino
que permanecía en suspenso hasta que se lograban consolidar las institu­
ciones. Los abusos de la clase patricia hicieron a los plebeyos retirarse por
primera vez al monte Annio o Aventino, volviendo después al recinto de
la ciudad mediante acuerdos entre las dos clases, que dio origen a la crea­
ción de los tribunos y ediles de la plebe, y al ofrecimiento de consignar,
en una ley escrita, el derecho, cuya publicidad e igualdad reclamaba la
clase plebeya, quien obtuvo con una nueva retirada de la ciudad, la sus­
pensión del poder consular y que se crearan diez magistrados con el
nombre de decenviros, encargados de redactar la ley positiva, la cual re­
dactaron y publicaron bajo el nombre de Ley de las X II Tablas, cuyas
materias son las que siguen:

I. De la comparecencia ante el magistrado


II. De las instancias judiciales
III. De la ejecución en caso de confesión o de condena
IV. Del poder del padre de familia
V. De las herencias y de las tutelas
VI. De la propiedad y de la posesión
VIL Del derecho en cuanto a los edificios y las heredades
VIII. De los delitos
IX. Del derecho público
X. Del derecho sagrado
XI. Suplemento a las materias de que tratan las 5 primeras tablas.
XII. Suplemento a las materias de que tratan las 5 últimas tablas.
1. Patricios
2. Plebeyos
3. Caballeros (esta clase se creó después de
Servio)
1. Pueblo
(3 clases) Sus poderes eran: lo. Elegir al rey; 2o. con­
sentir en las declaraciones de paz o de guerra;
3o. admitir o rechazar las leyes;4o. conocer
en los negocios penales en que se trataba de
la vida de un ciudadano.

Formado en un principio de 100 patricios,


llegó después a 300 y hasta 500.
Sus facultades eran: lo. Opinar en los ne­
gocios de administración; 2o. opinar acerca
2. Senado de las declaraciones de paz o de guerra; 3o.
opinar acerca de los proyectos de ley que
se sometían a la deliberación del pueblo;
4o. autorizar, con su aprobación, las decisio­
nes de los comicios por curias o centurias.

De elección vitalicia en los comicios por cu­


rias, constituido en su dignidad por la Ley
Regia.
Derecho público Sus facultades eran: lo. El mando de las
(3 cuerpos políticos) 3. Rey legiones; 2o. convocar a los comicios y al
senado; 3o. ejecutar y hacer ejecutar las le­
yes; 4o. administrar justicia por sí mismo,
o delegando su jurisdicción; 5o. presidir el
culto religioso.

Esos poderes que competían a los tres cuer­


pos políticos enunciados, pueden clasificarse
en esta forma:
1. Poder legislativo: ejercido por el rey,
el senado y el pueblo.
II. Poder ejecutivo: ejercido por el rey,
con obligación de seguir en algunos ne­
gocios el parecer del senado; y en otros,
tales como en las declaraciones de paz y
de guerra, de pedir su consentimiento
al pueblo.
III. Poder judicial: Por regla general se ejer­
cía por el rey, salvo facultad de delegar
su jurisdicción en negocios privados, o
en aquellos penales de que debía cono­
cer el pueblo.
IV. Poder electoral: Residía en los comi­
cios aristocráticos, de raza o por curias.
303

Presidido por el rey y compuesto de cuatro


miembros, nombrados de entre la casta pa­
1. Colegio tricia, con jurisdicción en todo lo que se
de los refería a las instituciones religiosas y en mu­
pontífices chos negocios privados, tales como los ma­
trimonios, adopciones y el culto que cada
familia debía a sus lares y a sus penates.
Derecho
sagrado Los sacerdotes de este colegio, con número
(3 instituciones) indeterminado, conocían de los asuntos re­
Colegio
lativos al derecho entre las naciones, a las
de los
alianzas y a las guerras.
feciales
(La dignidad sacerdotal era vitalicia y los
plebeyos no podían pretenderla.)

Compuesto de cuatro miembros, cuyas fun­


3. Colegio ciones principales eran: consultar a los cielos
de los sobre los auspicios favorables o adversos,
augures antes de acometer cualquier clase de em­
presa.

Las materias concernientes a este derecho residían en los usos y en


Derecho las costumbres, no obstante que la historia atribuye a algunos reyes
privado o de Roma leyes importantes, hechas en los comicios, relativas al ma­
civil trimonio, la patria potestad y el derecho de los acreedores sobre los
deudores.

Estas leyes revestían el carácter exclusivo del derecho de que sólo


podían disfrutar los ciudadanos. Todo el derecho privado que a és­
tos competía, tanto respecto a las personas como con relación a las
cosas, estaba basado sobre una sola y única idea: manus, la mano;
es decir, el poder en su expresión más general y en su símbolo más
vigoroso.
La fuerza guerrera, simbolizada con la lanza, era el medio de adqui­
rir aquel poder; y lo que hoy se llama propiedad, tomaba el nombre
de mancipium, de donde viene la palabra mancipatio o solemnidad
Usos y per ces et libram.
costumbres De ese poder nacieron estas instituciones, que se relacionan con el
derecho civil concerniente a las personas: lo. la esclavitud; 2o.
el poder paternal; 3o. el poder marital; 4o. el poder sobre los hom­
bres libres; 5o. la mancipación; 6o. la clientela. Puede decirse, en
cuanto a los bienes, que se distinguían el Ager romanus y el Ager
públicus, siendo el primero el suelo, el territorio romano, y el úni­
co susceptible de la aplicación del derecho de ciudad o quiritario,
que era lo que constituía el derecho civil del pueblo, que si bien no
estaba escrito, sí provenía de la costumbre, fuente de todas las le­
yes que habían de nacer en lo sucesivo.
304

Segundo periodo (A. R. 304 a 650)

Patricios
la. Plebeyos 1. Edad, 18 años
División Caballeros 2. Nacidos ingenuos y de familia
Condiciones honesta
Organización 3. Fortuna, 400 000 sestercios
División del
pueblo
(2 divisiones) Tribus, subdivididas en 35, de las cuales eran urbanas
2a. y el resto rurales
División ' Centurias, subdivididas en 194, según se expresó arriba
Curias, organizadas según el sistema primitivo

Publicadas las Leyes de las X II Tablas, debía reputarse como perfec­


to el campo del derecho romano; pero como en esa legislación no se había
conseguido la igualdad en los derechos, que era una de las aspiraciones
de la clase plebeya, continuó la enemistad entre ésta y la patricia, provo­
cando que cuando se trataba de interpretar o de aplicar las leyes, los pa­
tricios se arrogaban como suyo este derecho, y los tribunos de la plebe
sostenían que a ellos era a quienes correspondía, con cuyo motivo no
om itían medio ni ocasión de destruirla autoridad de los patricios; llegan­
do a conseguir durante este periodo para la clase plebeya, los honores,
el sacerdocio, el derecho de matrimonio y que los campos públicos se
dividieran entre los plebeyos pobres. Estos sucesos dieron margen a m o­
dificaciones im portantes en el orden político y en el social.

Acontecimientos y situación política

Consolidación de la República. Destrucción del poder de los de-


cenviros, restaurándose el de los cónsules. Se instituyen nuevas magis­
traturas que desmembran el poder consular, designándose a los que las
desempeñan con los nombres de censor, pretor urbano, ediles curules,
cuestores del tesoro, pretor peregrino, procónsules, pro-pretores.
Los plebeyos alcanzan la igualdad en los derechos políticos.
Tiene lugar la conquista del Lacio, con la cual la República conce­
de los derechos de estos pueblos a 18 colonias, de donde se origina la la­
tinidad. (Jus Italicum.)
Tienen lugar las guerras púnicas y macedónicas, que dieron por resul­
tado no sólo la sumisión de toda Italia, sino la toma de Cartago y Corin-
to. (A. R. 608.) Origen de los tribunales permanentes (quaestiones per­
petuas) para los juicios de delitos públicos.
Sedición de los gracos, que dieron margen a que pasara a los caballe-
DE DERECHO ROMANO 305

ros la autoridad judicial del senado, que se volvió común entre éste y
aquéllos.

Leyes y fuentes principales del derecho

Ley Canuleya (A. R. 309), que permite el matrimonio entre patri­


cios y plebeyos. Leyes Horada, Publilia y Hortensia, que dieron fuerza
de ley a los plebiscitos. Origen del edicto pretorio y edilicio. Derecho
flaviano. Derecho eliano. Leyes Pe tilia-Papiria, mitigando el rigor con­
tra los deudores, Silia y Calpurnia sobre repetición de cierta cantidad de
dinero prometida, o de cualquier cosa cierta; Cincia, Atinia, Furia testa­
mentaria, Voconia testamentaria, Thoria agraria, Servilia, primera judi-
ciaria dada por Quinto Servilio Cepión, cónsul; y el senadoconsulto de
Bacchanalibus.

Jurisprudencia

(A. R. 447) Apio Claudio (el ciego), primera vez cónsul; (458), se­
gunda vez cónsul. (A. R. 450) Neyo Flavio. (A. R. 502) Tiberio Corun-
canio, primer pontífice máximo de origen plebeyo y profesor público
de derecho.
(A. R. 449) Cneo Flavio, Sexto Elio Cato.
(A. R. 599) Llegan a Roma de Atenas tres maestros de Filosofía y
Retórica, nombrados Carnéades, Diógenes y Cristólao; y poco después
Panecio, Rodio, Estoico el Filósofo, familiar de Escipión.
Principia una jurisprudencia regular.
Regla Catoniana.
Comentarios del derecho por Marco Porcio Catón el Antiguo.
Según Pomponio, los fundadores del derecho civil en esta época fue­
ron: Publio Mucio Scévola, Marco Junio Bruto y Manilio, a quien se
atribuyen las fórmulas de los contratos de venta, así como Lucio Craso,
Q. Mucio Scévola y Hostilio, autor probablemente de las fórmulas de
los testamentos.

Instituciones políticas
(3 elementos)

El derecho de ciudad (jus quiritium ) comprendía dos órdenes, te­


niendo cada uno de ellos diversos elementos que podían desmembrarse,
y sólo cuando todos estaban reunidos, se decía estar en el pleno goce
306 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

del derecho de ciudad. Los expresados órdenes eran: el privado, que


com prendía estos tres elementos: lo . el connubium ; 2o. el commer-
cium; 3o. la factio testam enti;y el político, compuesto: lo . del jus ho­
norum, y 2o. del jus suffragii.

la. Roma
2a. Colonias romanas
Ciudades 3a. Ciudades del Lacio
(6 clases) 4a. Colonias latinas
5a. Ciudades de Italia
6a. Ciudades municipales

Suelo o territorio Fueron asimiladas a\Ager romanus, los de las colonias


romanas y los de las demás ciudades antes expresadas

la. Ciudadanos
2a. Colonos
Personas 3a. Latinos
o habitantes 4a. Colonos latinos
5a. Aliados
(8 clases)
6a. Ciudadanos de municipios
7a. Extranjeros
8a. Bárbaros

1. Leyes
1. Derecho 2. Plebiscitos
escrito 3. Senadoconsultos, con fuerza obligatoria para
Fuentes (3 especies) todos (A. R. 468)
del
derecho La costumbre
(2 clases) 2. Derecho no Edictos de los magistrados í 1. Edicto pretorio
escrito (2 clases) [ 2. Edicto edilicio
(3 especies) Respuestas de los
jurisconsultos
307

1. Patricios
2. Plebeyos
3. Caballeros
1. Pueblo
(3 clases) Sus poderes eran: lo. Elegir a los magistra­
dos; 2o. declarar la paz o la guerra; 3o. ad­
mitir o rechazar las leyes; 4o. conocer en
algunos negocios penales.

Se formaba de las personas inscritas por los


censores en el cuadro de los senadores. Sus
facultades eran: lo . Deliberar y decidir en
los negocios concernientes a la alta adminis­
tración de la República; 2o. dirigir a los
2. Senado cónsules y pretores; 3o. imponer condicio­
nes a los pueblos vencidos; 4o. recompensar
o castigar a los colonos y a los aliados; 5o.
recibir como árbitro las quejas de las nacio­
nes; 6o. convocar al pueblo para los comi­
cios por centurias.
Derecho
público Éstos tenían sus asambleas y sus leyes; to ­
(3 cuerpos maban parte activa en el gobierno y tenían
políticos) capacidad para desempeñar las principales
magistraturas civiles.

Los poderes que correspondían a los ante­


riores tres cuerpos políticos, pueden clasi­
ficarse en esta forma:

I. Poder legislativo: Lo ejercían el pue­


blo, el senado y los plebeyos.
II. Poder ejecutivo: Desempeñado espe­
cialmente por el senado.
III. Poder electoral: Lo ejercían el pueblo
y los plebeyos en la elección para las
diversas magistraturas.
IV. Poder judicial:* Correspondía éste al
pueblo, a los plebeyos y al pretor; exis­
tiendo separación para ejercer su auto­
ridad en los negocios penales y en los
negocios civiles.

* Durante este periodo, en virtud de la ley AEbutia (A. R. 520 a 577) las acciones de la ley
fueron casi suprimidas, y no se usaba ese procedimiento sino en los negocios de la competencia
de los centumviros. Sustituyó al procedimiento de las acciones de la ley el formulario, regulari­
zando la aplicación del jurado a los negocios civiles, con la antigua distinción entre la Jurisdictio
y el Judicium.
30 8 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

Rentas públicas. Gastos públicos. Hasta el rey Servio Tulio el im­


puesto fue igual, consistiendo en una capacitación. Después se reemplazó
por una contribución territorial a la que se agregó una nueva capitación.
Desaparecieron esos impuestos después de la conquista de Macedonia
(A. R. 586), consistiendo desde esa época las rentas: lo . En el arrenda­
miento de los terrenos públicos; 2o. en el botín hecho a los enemigos;
3o. en los tributos de las provincias; 4o. en los productos de la venta de
la sal; 5o. en derechos de entrada por los puertos; 6o. en un veinte por
ciento en las ventas; 7o. en las emancipaciones de los esclavos.
Los gastos eran: lo . El sostén de las legiones; 2o. el sueldo; 3o. gas­
tos de guerra; 4o. construcción y embellecimiento de los m onum entos
públicos; 5o. construcción de caminos y acueductos; 6o. distribución
gratuita de granos a ciertas clases.

Destruido el poder real, la dignidad de


gran pontífice se consideró como digni­
dad particular, conferida por elección de
las tribus y confirmada por una Ley Cu-
riata. Esta magistratura era vitalicia; for­
1. Colegio de los maba un tribunal en que se juzgaba de
pontífices todos los asuntos relacionados con la re­
ligión; conservaba las memorias históri­
cas, anotando los acontecimientos en los
grandes anales. En este colegio se aumen­
tó el número de sus miembros, que llega­
Derecho ron a ocho, pudiendo los plebeyos for­
sagrado* mar parte de él.
(3 instituciones)
Los magistrados de ese colegio conti­
2. Colegio de los nuaron siendo de número indeterminado
feciales y conociendo en los negocios relativos al
derecho entre las naciones.
Podían pertenecer a él los plebeyos.

Se componía durante este periodo de


3. Colegio de los nueve miembros, siendo sus funciones
augures las mismas que se señalaron en el primer
periodo.

* Lo concerniente a esta parte sufrió determinadas variaciones.


309

Con relación a éstas, se consignan distin­


ciones entre las sui juris y las alieni juris,
1. Personas fijándose lo relativo a los diversos pode­
res de señor, padre y marido, y los que
se tenían sobre el deudor.

Éstas se dividían en varias clases, según


bajo el punto de vista que se les conside­
raba; y la propiedad del ciudadano era la
única reconocida, señalándose la manera
de adquirirla, trasmitirla o perderla. En
Derecho los testamentos se reconocía al jefe de
privado 12. Cosas familia libertad absoluta para disponer
o civil de todos sus bienes, recurriendo en la for­
(3 objetos) ma a una venta solemne y ficticia de la
herencia (Testamentum per ces et libram,
per mancipationem)',y en la sucesión, los
derechos se concedían no al vínculo de
sangre, sino al lazo civil.

Para el ejercicio de éstas, llegó a desapa­


recer lo concerniente a las pantomimas
3. Acciones simbólicas y actos sacramentales, desde
que se modificó o reemplazó el sistema
de acciones de la ley por el procedimien­
to formular.

Las primeras del pueblo romano y que se enlazaban más íntima­


mente con el derecho, habían sido transformadas en leyes. Había
ciertos usos que deben fijar la atención, porque ellos pintan la épo­
ca que comprende este periodo. Los generales se sacrificaban por
la República; los dictadores dejaban la espada para empuñar el
Usos y arado; los cónsules recibían a los enviados de los pueblos enemi­
costumbres gos frente a una mesa rústica, cubierta con vasos de barro, ya que
la opinión pública y las leyes sumptuarias condenaban el lujo. La
hospitalidad se ejercía en toda su sencillez, y las riquezas de Ta-
rento y de Italia preparaban un cambio notable, que se hacía sen­
tir por la decadencia del patriciado y la elevación de los plebeyos,
que borraba antiguas costumbres.
310

Tercer periodo (A. R. 650 a 1000)

{
Patricios | _
Plebeyos mismo que en

Cabañeros J el «"tenor penodo


Tribus, subdivididas en la misma forma que
Organización durante el segundo periodo
División del 2a. División - Centurias, la misma subdivisión, mientras no
pueblo se destruyó su poder por los emperadores
(3 divisiones)

Ciudadanos romanos
3a. División < Latinos
Provinciales

La República romana, que para conservar su existencia, tuvo que re­


currir a la dictadura de Julio César y a la creación del poder triunviral,
se encontraba en una crisis política que dio motivo a adaptar una nueva
forma de gobierno, verdaderamente monárquica, con el nombre de Im­
perio, que nació después del segundo triunvirato, en el cual sólo César
Octaviano quedó investido del poder dictatorial. Tácito principia así
sus anales: “Lepidi atque Antonii arma in Augustum cessere, qui cuneta
discordiis civilibus fessa nomine principis sub imperium accepit'*. Muer­
tos Bruto y Casio, desarmado el pueblo, estrechado Pompeyo en Sicilia,
depuesto Lépido, m uerto Antonio y no quedando otro jefe del ejército
juliano, sino Octavio, deja éste el nombre de triunviro, se erige en cón­
sul, aparentando que su objeto es defender a la plebe por medio del po­
der tribunicio; no se declara inmediatamente como único árbitro de los
destinos del pueblo romano; pero en un periodo relativamente corto
(A. R. 723 a 741), se hace revestir de todas las magistraturas principa­
les; primero por cinco años, después por diez, llegándose a confirmar
sus poderes hasta su muerte; confiriéndosele el título de augusto y el de
supremo pontífice. Con tal proceder, Octavio no destruyó las magistra­
turas de la República, sino que procuró su reunión y que a él se confi­
riesen todas, para formar así un poder absoluto. En cuanto al títu lo de
emperador, significaba solamente general, sin que tuviera nada de alar­
mante para los romanos, que muchas veces habían aclamado así a los
comandantes de sus legiones. El poder imperial pronto se volvió absolu­
to; causa de una nueva fuente de derecho, que más tarde sería la única y
principal.
311
Acontecimientos y situación política

i c^ e otorgan, los derechos de ciudad a los latinos, a algunos pueblos de


a fctruna y a las ciudades aliadas de Luilia, con excepción de los samni-
tes y lucanos.
Tienen lugar las guerras civiles, sociales y serviles, principiando aqué­
llas entre Mano, Cornelio y Sila, quien llega a ser nombrado dictador
perpetuo, y al organizar la República, hace recobrar al senado la autori­
dad judicial, desmembrando el excesivo poder de los tribunos
Neyo Pompeyo Magno (A. R. 684) vuelve el poder a manos de la
plebe, restablece la autoridad tribunicia, da participación en los juicios
al senado, caballeros y tribunos del tesoro, y forma las decurias de jueces.
Marco Tulio Cicerón y Cayo Antonio son elegidos cónsules; cele­
bran alianza Marco Craso, Pompeyo y Cayo Julio César, conocida bajo
el nombre de triunvirato.
Se conceden a los galos transpadanos los derechos de ciudad, que ya
tenían los cispadanos, haciéndose Julio César dueño de todos los pode­
res públicos, llega a ser nombrado dictador perpetuo; ordena el año, pu­
blica un nuevo calendario y aumenta el número de cuestores y pretores
llegando éstos a dieciséis.
En el año 7 11 ejercen el poder triunviral Marco Antonio, Julio Cé­
sar Octaviano y Marco Emilio Lépido; tiene lugar la última guerra civil y
después de la batalla de Accio, en que triunfa Octaviano, queda destrui­
da la República y comienza el Imperio, llegando en el periodo que ejer­
ció el poder a reunir todos los cargos de las antiguas magistraturas que
se le confirieron a perpetuidad, y a obtener el nombramiento de pontí­
fice máximo. Divide a Roma en catorce Regiones y a Italia en once.
Tiene lugar por el ano 753 de la fundación de Roma, el nacimiento
de Jesucristo, cuyo suceso marca una nueva era para el derecho.
Después de Octavio, a quien se nombra Augusto, desempeñaron el
poder imperial los personajes siguientes: Tiberio, Calígula, Claudio, Ne­
rón, Galva, Othón y Vitelio, Vespasiano, Tito, Donaciano, Nerva Traja-
no y Adriano. Durante el reinado de éste se divide Italia en cuatro partes
encomendándose su gobierno a varones consulares; los oficios de pala­
cio, de la milicia y de la administración civil reciben una nueva forma
que conservan hasta Constantino el Grande, siendo esto el origen de los
consejos y audiencias imperiales y de la gran autoridad del prefecto del
pretorio.
Se crea el abogado fiscal y se prohíbe la elección y recusación de los
jueces, introduciéndose el uso de las apelaciones. A Adriano siguieron-
Antonino Pío, Marco Aurelio, Marco Aurelio y Cómmodo, Cómmodo
Pertinaz, Juliano, Septimio Severo, Antonino Caracalla y Geta, Macri-
?,°t’ ^ h°8abalo> Alejandro Severo, Máximo, Gordiano I y II, Gordiano
III, Filipo, Fihpo padre, Augusto, Filipo hijo, César. Durante el periodo
312 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

en que ejerció el mando Septimio Severo, se nombran co-rectores para


la administración de Italia en lugar de los jurídicos: se establecen procu­
radores para los negocios privados, y el emperador Caracalla se hace no­
table por su célebre Constitución, en que concede derechos de ciudad a
todos los hombres libres que habiten en el Imperio romano; y por otras,
hace cesar los antiguos tribunales del pretor, que tenían jurisdicción en
materia penal, confiriéndola exclusivamente a los prefectos de ciudad.
Alejandro Severo llegó al Imperio a la edad de 16 años; estableció
un consejo de 16 varones, y entre ellos figuraban los principales juriscon­
sultos, entre los cuales se encontraba Ulpiano; y como conservó durante
algunos años el estudio de las letras, de las ciencias y del derecho, que
después de él desaparecieron por largo tiempo, los que examinan el de­
recho en sí mismo, sin enlazarle a los acontecimientos políticos, marcan
después de Alejandro Severo un periodo nuevo, debiendo fijarse las mi­
radas en aquella sucesión de príncipes, en dos cuadros generales que
son: en lo interior, la propagación del cristianismo, y en lo exterior, las
irrupciones de los bárbaros.

Leyes y fuentes principales del derecho

Leyes: Apuleya, sobre las promesas; Servilia, 2a. judiciaria; Licinia


Mucia y Julia, sobre los derechos de ciudad; Furia y Publilia, sobre las
promesas; Cornelias y Pompeyas judiciarias, y Rodia, sobre las mercan­
cías que se caen o arrojan.
Pompeyo intenta reducir las leyes a un código, y Julio César trata
de compendiar y ordenar metódicamente el derecho civil.
Leyes: Falcidia, de los legados; Scribonia, sobre usucapión y servi­
dumbre, y la Regia, que da origen a las constituciones de los príncipes,
como nueva fuente del derecho.
Leyes: Julia y Ticia, sobre nombram iento de tutores en las provin­
cias por los presidentes; Julia, de maritandis ordinibus , Elia Senda, sobre
manumisiones; Julia, imponiendo la vicésima, sobre las herencias, en las
sucesiones extrañas; Fusia Caninia, sobre manumisiones; Papia Poppea,
sobre matrimonio, paternidad y otras materias de derecho privado; Junia
Veleya, testamentaria; Junia Norbona, concediendo el derecho de lati­
nidad a ciertos libertos, y la Ley Viselia, sobre derechos de los libertinos.
Se aum enta el número y autoridad de los senadoconsultos, expidién­
dose del año 780 de la fundación de Roma, al A. R. 1000, entre los
principales, los que siguen:
Largiano, sobre sucesión en los bienes de los latinos junianos; Clau^
diano, sobre tutela legítima de las mujeres y sobre préstamos que se ha­
cen a los hijos de familia; Veleyano, prohibiendo la fianza de las mujeres;
Neroniano, de la apelación al senado y sobre forma de los instrumentos
DE DERECHO ROMANO 313

públicos y legados; Trebeliano, Pegasiano y Plauciano, sobre las heren­


cias fideicomisarias, y varios otros sobre el error en las pruebas y las he­
rencias y legados captatorios.
Epístola de Adriano, concediendo a los fiadores el beneficio de
división.
Se reforma el derecho honorario por medio del edicto perpetuo de
Salvio Juliano.
Edicto de Adriano, concediendo fuerza de ley a las opiniones de los
jurisconsultos, cuando estén acordes; permitiendo en otro caso, a los jue­
ces, arreglar su sentencia por la que elijan.
Se expidieron igualmente varios senadoconsultos sobre manumi­
siones; sobre derechos de los hijos procedentes de padres de diversa
condición; sobre reconocimiento del parto;sobre interrupción de la pres­
cripción por el heredero; sobre legados hechos a las ciudades; sobre fi­
deicomisos dejados a un extranjero o a persona incierta; sobre fianza de
los tutores nombrados por inquisición; sobre la hipoteca tácita del que
presta para reparar un edificio; sobre alimentos dejados en testam ento;
sobre los testamentos imperfectos y de aquellos en que el príncipe es
instituido heredero con ocasión de un litigio; prohibiendo la enajena­
ción o hipoteca de los bienes de aquellos que están bajo tutela o cúrate­
la, y el Tertuliano y el Orficiano, sobre sucesión de la madre y de los
hijos en los bienes de ésta.
Constituciones sobre la cúratela de los menores; sobre la erección
imperfecta de la herencia y la que reduce el impuesto de la vicésima so­
bre las herencias, privando del derecho de sucesión intestada a ciertas
personas.
Decretos o sentencias de Septimio Severo, pronunciadas con conoci­
miento de causa, ordenadas por el jurisconsulto Paulo.
Senadoconsulto de fecha incierta sobre las segundas nupcias. Cesa
de legislar el senado y al finalizar este periodo se encuentran los prime­
ros vestigios de los edictos del prefecto del pretorio y la Constitución
sobre los militares que admiten una herencia por ignorancia.

Jurisprudencia

Los escritos de Quinto Mucio Scévola; Cayo Aquilio Galo: Servio


Sulpicio Rufo, cónsul en el año 49 í A. J. C.), autor de muchas obras de
derecho civil; Alfeno Varo; Marco Antisteo Labeon, fundador de la es­
cuela de los Proculeyanos; Cayo Ateyo Capitón, fundador de la escuela
de los Sabinianos.
Divídense profundamente estas dos escuelas, que siguen siendo co­
nocidas bajo el nombre de Sabinianos y Proculeyanos.
En el año 827 de Roma, se decretaron por el Estado honores y suel­
314 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

dos a los profesores de elocuencia; en 882, se introduce la costumbre de


enseñar el derecho civil en los sitios públicos, y nace la escuela romana
del derecho; en 896, se conceden, en las provincias, salarios públicos a
los profesores de retórica y filosofía.
Sexto Pomponio escribe sus comentarios a los libros Sabinianos;
Lucio Volusio Meciano, su distribución del as hereditario; Gayo, sus
comentarios a las instituciones; Emilio Papiniano, sus libros de cuestio­
nes, respuestas y definiciones; Ulpiano, sus reglas y comentarios a los
libros Sabinianos y al Edicto de los Ediles; y Julio Paulo, sus cinco li­
bros de sentencias, comentarios a los libros Sabinianos y al Edicto.
La escuela de derecho de Berito obtiene gran celebridad, advirtién­
dose que en este periodo la jurisprudencia llega al apogeo de su brillan­
tez, ya que las numerosas obras de los jurisconsultos citados y de otros
que florecieron en la misma, desenvuelven las leyes y nos las presentan,
formando una vasta ciencia, que después de esa época declina para reco­
nocerse su valer en tiempos posteriores.

Leyes
Plebiscitos
Senadoconsultos
Constituciones

.
1. Derecho escrito imperiales 1. Rescriptos
(5 especies) desde Augusto 2 Decretos
(3 clases) 3. Edictos
Fuentes del Edictos con fuerza
derecho obligatoria desde
(2 clases) Adriano 1. Del pretor
(2 especies) 2. De los ediles

La costumbre
2. Derecho no escrito Respuestas de los jurisconsultos, te­
(2 especies) niendo éstas, cuando eran unánimes,
fuerza obligatoria desde Adriano, para
los jueces.
315

Con la Constitución de Caracalla desapa­


recieron las diferencias que existían entre
los habitantes del Imperio, que en lo suce­
sivo gozarían de iguales derechos, salvo
1. Derecho público algunas excepciones a que se refiere el his­
Instituciones 2. Derecho sagrado toriador Haubold, y conservándose la di­
políticas 3. Derecho privado ferencia respecto a los territorios que no
(4 elementos) o civil tenían la aptitud para el derecho civil. Ele­
4. Usos y costumbres vó a las personas, no al suelo, a la misma
condición cívica. El suelo itálico, el suelo
de las ciudades, cuyo territorio había sido
admitido al derecho de ciudad, según se
marcó en el periodo anterior, permanecie­
ron siempre distantes del suelo provincial;
la distinción se conservó hasta Justiniano.

No tenía derechos, sino de su fuerza. Su


indisciplina fue causa de grandes distur­
1. Ejército bios y sediciones, que cesaron con las re­
formas de Diocleciano, haciendo entrar a
aquél en el límite de sus atribuciones.
Derecho Se componía de miembros designados por
público el emperador, y despojado de sus atribu­
(3 cuerpos 2. Senado ciones, no conservó del poder administra­
políticos) tivo y del judicial más que lo que habían
querido dejarle.
Era nombrado por el senado. Algunas ve­
ces reinaron juntos dos emperadores. Dio­
3. Emperador cleciano creó dos augustos y dos Césares;
y este sistema que produjo resultados de
importancia, más tarde fue causa de la di­
visión real del Imperio.

Los poderes que correspondían a los tres cuerpos políticos, pueden


clasificarse así:

lo . Poder legislativo. Le correspondía al emperador, puesto que ha­


bía reunido en sus manos las atribuciones de los otros cuerpos políticos,
que ejercían la facultad de legislar.
2o. Poder ejecutivo y electoral.* Desempeñado también por el em­
perador, aun cuando el senado concurría a designar y confirmar la elec­

* Durante este periodo, las colonias se multiplicaron considerablemente y se extendieron a


países lejanos, dando esto motivo a crear ciertos magistrados, no sólo para administrar las pro­
vincias principales que eran las Galias, España, Africa y Grecia, sino las regiones más distantes
del Imperio que quedaron sometidas a sus leyes.
316 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

ción de aquél; a la elección de ciertos magistrados y en los asuntos sobre


los cuales se le consultaba.
3o. Poder judicial. Era ejercido por el emperador, el senado, los pre­
tores, los prefectos de la ciudad, los del pretorio, los magistrados locales
de cada ciudad y por los jueces pedáneos; existiendo separación en los
asuntos criminales y en los civiles, en que dichos magistrados ejercían su
autoridad.

Las magistraturas nuevas que se crearon, además de las ya existen­


tes, desempeñadas por los cónsules, pretores y ediles, fueron los cues­
tores, procónsules, prefectos del pretorio, procuradores del César y los
llamados Legati Augusti, encargados de gobernar las provincias impe­
riales.
Ingresos y gastos públicos. Respecto de aquéllos se habían estableci­
do diferencias entre el tesoro imperial (fiscus) y el tesoro público (cera-
rium populi)\ siendo el producto el de los mismos impuestos marcado
en el periodo anterior. Los gastos se referían principalmente al pago de
la soldada de los ejércitos y de dones distribuidos a los militares. Para la
percepción de los impuestos se recurría al arrendamiento de ellos.

La organización de estos tres colegios pa­


rece no haber sufrido innovación esencial,
con excepción de que en tiempo de César
1. Colegio de los se adhirió el cargo de pontífice y la digni­
pontífices dad augural a su misma persona; cargo y
dignidad que fueron después como anexos
Derecho 2. Colegio de los a la de emperador, y se creó un 4o. lugar
sagrado* feciales en cada uno de esos tres grandes colegios,
(3 instituciones) y tres nuevos en un 4o., llamado De los
3. Colegio de los Epulones. La religión del Estado había
augures servido de poderoso apoyo a la oligarquía
republicana y nada impedía que prestase
igual servicio al nuevo régimen.
(Véase a Varron en sus Antigüedades de
las cosas divinas.)

* La propagación del cristianismo, que principió en el reinado de Tiberio, vino a ser causa
de una verdadera revolución social en esta parte del derecho.
317

Respecto a éstas se marcó distinción entre


los libertos, que eran ciudadanos, latino-
junianos o dediticios. El poder sobre los
esclavos se restringió, quitándose a los seño­
res el derecho de muerte. El poder pater­
nal sufrió alteración, pues el padre no podía
vender ni entregar en prenda a sus hijos
(Cód. 4.43. dePatr. qui fil. 2a.), y éstos co­
1. Personas menzaron a tener personalidad propia con
derechos peculiares. El poder marital casi
no existía. El parentesco (cognatio) produ­
cía mayores efectos jurídicos; y conforme
a las Leyes Julia y PapiaPoppea, se estable­
ció diferencia entre los celibatarios y los
casados; entre los que tenían hijos y los que
no los tenían, produciendo desigualdad de
derechos, principalmente en la facultad
de adquirir por testamento.

Se conservó la división de éstas en mancipii


y nec mancipii. El derecho de propiedad
se despojó de sus antiguas denominaciones
quiritarias, y comenzó a tomar el nombre
más filosófico de proprietas-, dejando de
ser solamente propietario la casa, sino que
lo era cada individuo de ella. En los testa­
Derecho mentos, no sólo el padre de familia podía
privado o civil51 otorgarlo, sino también el hijo en cuanto a
(3 objetos) su peculio castrense; y para adquirir por he­
rencia, era preciso tener, entre otros requi­
2. Cosas sitos, el Jus liberorum; observándose las
antiguas formas, modificadas por el pre­
tor, que suprimió la mancipación. El legis­
lador, en esta materia, propendía cada vez
más a reconocer como base del derecho
hereditario el vínculo de la sangre, en lugar
del antiguo vínculo nacido de la agnación,
sirviendo de ejemplo los senado consultos
Tertulianum de la época de Antonino el
piadoso, y el Orphitianum, que se atribu­
ye a Marco Aurelio.

* El derecho primitivo, lacónico, rudo y salvaje, fue la base sobre la cual se elevó una cien­
cia vasta, enlazada con la equidad natural y propia para la civilización común de los hombres.
En tiempo de los emperadores desapareció la libertad que tenían los súbditos en la esfera públi­
ca, por eso los jurisconsultos desplegaron su actividad en lo concerniente a la esfera privada o
civil.
318

(Continuación)

Las antiguas “acciones de la ley” se fueron


alejando cada vez más de las costumbres
nuevas: el procedimiento por fórmulas que
las había reemplazado en este periodo se
abrogó definitivamente durante él, y cedió
Derecho el puesto al procedimiento extraordinario,
privado establecido como uso común por Diocle­
3. Acciones ciano, desapareciendo por ese sistema la
civil
(3 objetos) diferencia entre el oficio del magistrado y
el del juez (Jus y judicium); variando por
segunda vez el sentido de la palabra acción,
perdieron su verdadero carácter las excep­
ciones y los interdictos, instituciones del
procedimiento formular.

Los romanos, desde que se confirió el mando supremo a un solo


hombre, se encontraban despojados de sus derechos políticos y de
sus antiguos magistrados; sin recordar que en otro tiempo habían
Usos y sido libres, doblaron la cerviz bajo el cetro de los emperadores y bajo
la espada de los soldados. Comparado este estado con el que ofre­
costumbres cían las costumbres en medio de la República, se notaba un gran con­
traste, y con la nueva creencia, las disensiones religiosas se esparcían
por el Estado, llevando tras de sí el encono, la discordia y las perse­
cuciones.

Cuarto período (A. R. 1000 a 1300)

Sin distinción para el


la. División < Patricios y ejercicio de los derechos
Plebeyos
políticos

{
Romanos
Organización Provinciales 1. Tributarii
División del pueblo Colonos 2. Inquilini
(3 divisiones) (2 clases)

Ciudadanos 1. Peregrinus
3a. División < Extranjeros 2. Hostis
(3 clases) 3. Barbarus
DE DERECHO ROMANO 319

Por este tiempo el poder imperial se volvió absoluto. Todo depen­


día del emperador, quien, podía decirse, estaba sobre las leyes, según
aquellas palabras de Severo y A ntonino: “Licet enim legibus solu tisimus,
attamen legibus vivimus” . En la época de Diocleciano hubo un gran
cambio en la Constitución del régimen imperial, ya que para luchar con­
tra los enemigos que de todas partes atacaban el poder romano, se aso­
ció a Maximino, a quien confió, con el carácter de nuevo Augusto, Italia,
Africa, España, la Galia y Gran Bretaña, yéndose él a establecer a Nico-
media para defender el Oriente. R om ano era la verdadera capital del Im­
perio, porque Maximino se estableció en Milán. Se crearon dos césares
y el Imperio se formó de cuatro departamentos: el de Asia, dirigido por
Diocleciano; Africa e Italia, por Maximino; Tracia, Llyria y otras provin­
cias, hasta “el Ponte” , se confiaron a uno de los césares; y España, Mau­
ritania y la Galia, al otro. Los sucesores de Diocleciano se disputaron el
poder, y cuando Constantino fue elevado al solio imperial reunió bajo su
poder todo el territorio romano; y después de él, el Imperio se dividió en
dos partes, que se conocieron como Imperio de Occidente e Imperio de
Oriente. La luz del cristianismo se extendía, y habiendo abrazado aquel
emperador la nueva religión, fue preciso dar al Estado distinta organiza­
ción, propia de las nuevas costumbres, introduciéndose variaciones en la
jurisprudencia, según refieren Francisco Valduino y Jac Godofredo. Los
bárbaros habían realizado una nueva invasión logrando apoderarse del
mediodía, y cayendo Africa y España en poder de los visigodos e Italia
en el de los ostrogodos, quedó sólo con el nombre de romano el Imperio
de Constantinopla. En este estado, en que llegamos al último periodo de
la jurisprudencia romana, se proclamó como emperador a Justiniano,
quien contuvo a los persas y, venciendo a los vándalos, reconquistó Afri­
ca, destruyó el poder de los godos en Italia y en Sicilia, y realizó otras
varias empresas en la política y en la ciencia, que con dificultad hubiera
llevado a cabo otro hombre, cuyo mejor timbre de gloria fue, sin duda, el
monum ento legislativo que ha llegado hasta nosotros y conocemos con
el nombre de Corpus Juris.

Acontecimientos y situación política

Este periodo principia con una verdadera dominación militar, que


ocasiona repetidas sucesiones de emperadores, entre los que se enume­
ran los Gordiano I, II y III, Philipo Arabe, Decio, en cuya época se res­
tablece el censo por un breve tiempo; Hostiliano, Emiliano, Valeriano y
Galieno • tienen lugar las incursiones más frecuentes de los bárbaros en
los límites del Imperio, que es regido por aquenos treinta tiranos que
nombra la historia y que se suceden unos a otros.
Llega por el año 1037 (A. R.) o 284 (A. J. C.) al trono imperial, Dio-
320 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

cleciano, quien elevado a ese rango de una familia de libertos, dio mues­
tras de gran energía; al tiempo que restableció la disciplina en las legiones
e hizo retroceder a los bárbaros, dictó m ultitud de rescriptos en materia
de legislación, que se encuentran bajo su nombre y en número de más de
mil, en el Código de Justiniano; siendo lo más notable que hizo en su
reinado, en relación con el derecho, la sustitución en el procedimiento
del sistema formulario al de juicios extraordinarios; y en lo político, la
división del Imperio y del gobierno, entre dos augustos y dos césares.
Constantino Máximo es elevado al rango de césar, y después de ser
proclamado augusto y compartir el poder ya con Galerio, ya con Maxi-
miano, con Magnencio, y ya con Licinio y con Maximino, después de
derrotar a éste, viene al fin, por el año de 337 (A. J. C.) a ejercer solo
el poder imperial, reformando la organización militar; y revistiendo del
Imperio militar a los generales, dejó a los prefectos del pretorio sólo
el poder civil.
Se dedica al nuevo emperador la antigua ciudad de Bizancio, bajo
el nombre de Constantinopla, adonde se traslada la silla del Imperio,
que se divide en cuatro prefecturas pretorianas, y éstas en diócesis y
provincias.
Constantino engrandece algunos empleos del servicio imperial, alte­
rando sus funciones; plantea el consistorio y erige el patriciado y suma
nobleza, celebrándose en su época, en Nicea, el primer concilio general.
A Constantino le suceden Constantino II, Constancio y Constante,
que proscribe el gentilismo; Juliano el Apóstata, que trata de cambiar la
situación política, destruyendo todas las constituciones de los Constan­
tinos, abrogando la religión cristiana, que él mismo había profesado y
que es protegida por su sucesor Joviano. A éste siguen Valentiniano
y Valente, Teodosio I y Teodosio II, Arcadio y Honorio, celebrándose
bajo su imperio los concilios de Constantinopla, de Efeso y de Calcedo­
nia, y dividiéndose el Imperio en de Oriente y de O ccidente; siendo ma­
yor el número de los emperadores que rigieron éste, que concluyó en el
reinado de Odoacro o de Rómulo Augústulo, que fue precedido por Va­
lentiniano III, Máximo, Avito, Mayoriano, Severo, Antemio, Olibrio,
Glicerio y Julio Nepote.
En el Oriente, y durante el reinado de Valente, empiezan las emigra­
ciones de los pueblos bárbaros, traspasando los visigodos la frontera del
Imperio romano, donde la paz se altera, restableciéndose al dispersar
Teodosio las numerosas fuerzas de los godos.
De Teodosio II y de los León I y II, en cuyo reinado, según los me­
jores datos, tiene lugar el nacimiento de Justiniano en la Ilyria, empieza
el reino de los francos; los ostrogodos se establecen en Italia por Teo-
dorico, a quien sigue Anastasio, siendo el sucesor de éste, Justino, que
salió de las cabañas de Bulgaria para subir al trono, asociando en el se­
nado, después de darle esmerada atención y el título de augusto, su
DE DERECHO ROMANO 321

sobrino Justiniano, quien a la muerte de aquél se elevó al rango de em­


perador de Oriente, logrando con las victorias de Belisario celebrar un
tratado honroso con los persas y algunos años de paz, que le permitie­
ron examinar la situación interior de sus estados, fijando su mirada en la
ciencia jurídica que había decaído, ocasionando oscuridad en las leyes
por su multiplicidad; y para salir de ese verdadero caos legislativo publi­
có sobre el derecho antiguo y sobre las constituciones imperiales diver­
sos trabajos que deben fijar la atención del jurisconsulto, y que reunidos
forman la gran obra jurídica de su reinado, que duró hasta el año de 565
(A. J. C.), conocida con el nombre de Corpus Juris.

Leyes y fuentes principales del derecho

Tenemos como principales leyes que modifican las anteriores, diver­


sas constituciones imperiales, que en este periodo son de reputarse como
especial, si no es que como única fuente de derecho. Merecen recordar­
se, entre otras, las constituciones que siguen: la relativa a formalidades
del testamento en tiempo de peste; la de la rescisión de la venta; la que
establece el registro de las donaciones, y el Edicto de Milán, que admite
bajo la protección pública la religión cristiana. Constituciones sobre ma­
numisiones en las santas iglesias; sobre queja por inoficioso testam ento,
concedida a los hermanos; la que se refiere a la denuncia del pleito en las
causas de evicción; la que deroga la pena del celibato y de orfandad; la
que concede poder jurisdiccional a los obispos, inserta en el código que
se atribuye a Constantino {de Episcopali audientia); la que anula las notas
de Paulo y de Ulpiano sobre los escritos de Papiniano, permitiendo a las
iglesias la adquisición de bienes por testam ento. Se encuentran las pri­
meras leyes contra los herejes y constituciones relativas al peculio cuasi-
castrense, confirmando el senadoconsulto que prohíbe la enajenación de
las cosas del pupilo, estableciendo la forma de los codicilos, prohibiendo
el pacto comisorio, dando autoridad forense a las obras de Paulo, prin­
cipalmente al Libro de las sentencias-, sobre legitimación por subsiguien­
te matrimonio; sobre queja del testam ento y donación inoficiosos; y la
que prohíbe el matrimonio de los bárbaros publicada en Occidente por
el año de 365 (A. J. C.) durante el reinado de Valentiniano I.
Como en este año ya se encontraba dividido el Imperio en de Orien­
te y de Occidente, en uno y en otro se publicaron im portantes consti­
tuciones, siendo las principales:

En Occidente, Constitución privando a los padres del derecho de


vida y muerte.
En Oriente, sobre las segundas nupcias; la que prohíbe el matrimo­
nio entre cognados en 4o. grado; sobre tutela de la madre; sobre las nup­
322 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

cias incestuosas; la que admite el uso del idioma griego en las sentencias
judiciales; la que permite el matrimonio entre los cognados de 4o. gra­
do, y la que deroga las leyes decimarias, concediendo indistintamente
el jus liberorum para la sucesión; así como la relativa a la prescripción
de las acciones por treinta años, y la que dispensa el im petrar la ac­
ción en todos los juicios; y en Occidente, la del testam ento en el que se
nombra al príncipe; la del daño causado por el divorcio; la que deja sin
efecto los testamentos por el transcurso de diez años; y la muy im por­
tante, conocida por Ley sobre citaciones, que se atribuye a Valentiniano
III, referente a la fuerza jurídica de las respuestas de los jurisconsultos,
limitando el número de los que merecen entero crédito, entre los cuales
enumera a Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino.
En ambos imperios se publicaron constituciones referentes a la nue­
va forma de testar; la de legitimación por oblación a la curia; la que fija
las causas de divorcio; sobre la forma de las estipulaciones (pretorias y
judiciales); la del privilegio de la hipoteca pública; la de la legitimación
por subsiguiente matrimonio; la de los testigos; la del contrato de enfi-
teusis; la de la ritualidad judicial y derogación de las penas en caso de
plus-petición; la de la prescripción de 40 años; la de la disolución del
matrimonio por consentimiento mutuo; la de la emancipación anasta-
siana; y el edicto de Teodorico y la ley roma de los visigodos (Breviario
Alariciano); la de los borgoñeses (o Respuestas de Papiniano), publicada
entre los años 517 a 534 ( A. J. C.), y la Ley Anastasiana referente a la
venta de las acciones a menor precio.
En la época del reinado de Justiniano, se cuentan aquellas constitu­
ciones que ordenaron la redacción de su código a diez jurisconsultos,
sancionado y publicado el 7 de abril de 529 (A. J. C.); la que deroga la
ley Fusia Caninia; sobre emancipación de los hijos; sobre bienes de los
libertos; la que manda redactar el Digesto, encargándolo a dieciséis juris­
consultos, previniendo la formación de las Instituciones empezadas a re­
dactar por Triboniano, Teófilo y Doroteo después de las Pandectas; y
la de 533 (A. J. C.), en que reciben fuerza de ley Xas Instituciones y el
Digesto o Pandectas. En el año 534, al fin del reinado de Justiniano, se
publicaron: la Ley Emendatione Codicis Justinianei, derogando el ante­
rior y sancionando el Código Repetitae praelectionis, redactado por cinco
jurisconsultos; las Novelas de Justiniano, generalmente 168 pero en reali­
dad 1 59; y la Pragmática sanción conocida como: Pro Petitione Virgilii.

Jurisprudencia

Después del rescripto de Adriano que dio autoridad a las opiniones


de los jurisconsultos, autorizadas cuando eran unánimes, vino aquella
pléyade de hombres ilustres, que enriquecieron la ciencia jurídica, que
DE DERECHO ROMANO 323

llega al apogeo de su brillantez en tiempo de los Marco Aurelio y Anto-


nino, y empieza a declinar después de Alejandro Severo, sin que en el
transcurso de más de dos siglos la jurisprudencia se honrase más que con
jurisconsultos que existieron en otro tiempo; mirándose sus obras trans­
formadas en derecho escrito y sirviendo de norma a los que estudiaban
las leyes, a los que las aplicaban, y aun a los que las hacían.
En Roma existía una escuela de derecho. Teodosio, por el año de 425
(A. J. C.), estableció otra en Constantinopla, fijando en la Constitución
relativa ciertas reglas concernientes a la instrucción; marcando el número
de profesores encargados de enseñar en cursos públicos, unos, elocuen­
cia y gramática latina, otros, gramática y elocuencia griega y otros, filo­
sofía y jurisprudencia; y a la par que en esa Constitución se autorizaba a
dar lecciones públicas a determinados profesores, se prohibía a los que
no lo fuesen dar públicamente lecciones; pero perm itía que cualquiera
pudiera darlas en su casa.
Por esa misma Constitución se fija en 5 años el estudio del derecho,
sirviendo de texto la Instituía de Gayo, los libros de Ulpiano al Edicto y
las Respuestas de Papiniano.
En este periodo, apenas podemos nombrar entre los jurisconsultos a
Aurelio, Arcadio, Carisio, Gregorio y Hermógenes, dedicándose estos dos
últimos, cada uno, a recopilaren una obra los Rescripfos que les parecie­
ron más importantes, entre los que los emperadores habían dado sobre
el derecho civil. Esas colecciones recibieron el nombre de códigos, que
se designan con el de Código Gregoriano y Código Hermogeniano;y aun­
que tales colecciones, según opinión de Ortolán, no han llegado íntegras
a nosotros, se encuentran pasajes de ellas en algunas obras antiguas, y
sirvieron de poderoso auxilar a Teodosio y más tarde a Justiniano, para
la redacción de sus códigos.
Tenemos las concordancias de las Leyes Mosaicas y Romanas; el es­
tudio de un antiguo jurisconsulto; a Triboniano, Teófilo en su Paráfrasis
griega sobre las Instituciones; a Doroteo y a Stéfano en su libro. (Al
Cód. y Dig.)
Justiniano reforma el método de enseñar y estudiar el derecho. Prohí­
be esta enseñanza fuera de las escuelas de Constantinopla y Berito, y
existen los célebres Juan Lorenzo (hijo) Lidio, que publica sus tres li­
bros de los Magistrados de la República romana; a Taleleo, Teodoro,
Hermopólito y Cirilo en sus comentarios al Dig. y Cód.
En 551 la escuela de Berito es destruida por un terremoto.
Justiniano restablece la escuela romana a ejemplo de la de Bizancio.
Juan Escolástico reúne en una obra inédita las Constituciones de Jus­
tiniano De Rebus Ecclesiasticis; publicándose en fin, el Compendio la­
tino de las Novelas de Justiniano, atribuido generalmente a Juliano, pro­
fesor en Constantinopla.
324

En cuanto a las ciudades


Instituciones políticas I 2. En cuanto al territorio
(4 elementos) J 3. En cuanto a la administración
En cuanto a la religión

1. El derecho de ciudad, que no era sino propio de los que formaban


parte de ella, imprimía a todas las instituciones cierto carácter indeleble,
haciendo que toda la extensión del derecho dependiera de la cualidad de
ciudadano. Así es que había que ver cómo se nace con esa cualidad,
cómo se adquiere y cómo se pierde.
2. El territorio se dividió primero en cuatro grandes prefecturas de­
nominadas de Oriente, de Ilyria, de Italia y de las Galias, colocándose al
frente de cada una de ellas un magistrado, con el nombre de prefecto
del pretorio. Las prefecturas se dividían en diferentes diócesis, gober­
nadas por vicarios o procónsules, y éstas se subdividían en provincias, a
cuyo frente se encontraban los rectores, presidentes o consulares. En
esta división no estaba comprendida ni Roma ni Constantinopla, que se
regían por prefectos particulares. Después vino la división del Imperio
en de Oriente y de Occidente, que si bien no destruyó todos los vínculos
de unidad, sí hubo una Constitución de Teodosio II, en que se previno
que las leyes publicadas en un Imperio sólo rigieran en el otro cuando
en él lo fueran también; lo cual indica alguna distinción entre los dos
nuevos estados.
3. La administración pública sufre un cambio radical; se separan las
atribuciones militares de las civiles; al despotismo militar sucede el áuli­
co; los generales se convierten en subalternos de los cortesanos; cesa la
intervención de las altas magistraturas en los negocios públicos, y el Im­
perio es de hecho el patrimonio del príncipe, señor de las personas y
de las fortunas de sus súbditos. Por esto algún autor dice que “en este
nuevo sistema el príncipe reasume todos los poderes” ; los funcionarios
públicos son meros delegados suyos; legislador único, juez supremo y
administrador del Imperio; no está ligado a las leyes: es la ley viva.
4. La impiedad había invadido a la sociedad romana: la filosofía mi­
raba con indiferencia al politeísmo, y las clases más im portantes le habían
vuelto la espalda. Sin embargo, existiendo como una institución políti­
ca, los emperadores que veían en él un medio de gobernar, procuraban
sostenerle y darle, como jefes del culto, la dirección más acorde a sus
intereses. Al nacer y propagarse el cristianismo adoptado por Constan­
tino, quien lo proclamó como ley del Estado, hizo que sus sucesores
tom aran una parte im portante en el gobierno de la Iglesia cristiana; y
para mostrar celo por la nueva creencia, le concedieron capacidad de
adquirir, otorgada antes a los dioses de la gentilidad; la dotaron con
rentas perpetuas, y organizando la costumbre que durante las persecu­
DE DERECHO ROMANO 325

ciones prevalecía entre los cristianos, de terminar sus diferencias por


medio de árbitros, se sancionaron las decisiones de las audiencias episco­
pales. sobre materias puramente civiles, cimentando así la jurisdicción
eclesiástica. Esto, aunado a otras funciones encomendadas a los nuevos
ministros del cristianismo, con el fin de ligar la sociedad eclesiástica con
la civil, hace conocer el cambio notable que por la nueva religión se ve­
rificó en el Imperio.

1. Leyes antiguas
con fuerza obligatoria según
2. Plebiscitos
la Ley Hortensia (A. R. 468^
3. Senadoconsultos
1. Rescriptos
1. Derecho 4. Constituciones 2. Decretos
Fuentes escrito imperiales 3. Edictos
generales (6 especies) (3 clases)
del derecho 5. Edictos de los Edicto pretorio
(2 clases) magistrados
6. Respuestas de los
i i: Edicto edilicio*
jurisconsultos*’"

La costumbre y las obras de los jurisconsul-


2. Derecho I tos clásicos, aunque no estuvieran autoriza-
no escrito
I dos para responder en derecho

Los elementos y cuerpos políticos que en principio debían cons­


tituir esta rama del derecho habían desaparecido,ya que el pue­
blo, sus antiguas magistraturas y aun las de creación imperial, se
reputaban como los súbditos más sumaos, siendo el senado
sólo una especie de tribunal y representando el consulado una
fecha. El emperador lo era todo. Así es que los poderes legis­
lativo, ejecutivo y judicial se encontraban en sus manos, sin que
Derecho público hubiera más ley que su voluntad, ni más justicia que la que ad­
ministraba o hacía administrar en su nombre. La administra­
ción del Estado, fuera de la capital, se hallaba encomendada a
los prefectos, vicarios, rectores y presidentes, ejerciendo los
obispos gran autoridad en cada una de las provincias; y existien­
do además en cada ciudad, decuriones, defensores y algunos
magistrados municipales, cuyo crédito rehabilitó Justiniano en
una de sus novelas.

* Estas dos clases formaron el derecho honorario o edicto perpetuo de Salvio Juliano, con
fuerza obligatoria en virtud del rescripto de Adriano (A. R. 870-A . J. C. 177).
** Adquirieron fuerza desde la época de Adriano, confirmándose su autoridad por la ley
de Citaciones, expedida por Valentiniano III (A. R. 1178-A . J. C. 425).
3 26

Las antiguas instituciones o colegios que se relacionaban con


este derecho desaparecieron desde el momento en que el cris­
tianismo se generalizó y alcanzó la protección de las leyes, ele­
vándose por sus principios y por su moral, por encima del poder
temporal, del que se separa por completo. Los obispos eran
nombrados por el sufragio de los cristianos y se colocaban entre
Derecho sagrado • los primeros magistrados del Imperio,agregando a sus funciones
espirituales, un poder civil muy extenso. Las controversias teo­
lógicas a que dieron lugar las nuevas creencias eran continuas,
acres y encarnizadas, teniendo que reunirse con frecuencia con­
cilios, como los de Nicea, F.feso y Calcedonia, para decidir
aquellas disputas que, sin embargo, no llegaron a extinguirse.

Se entiende por éstas: todo ser considerado como


capaz de ser sujeto activo o pasivo de los dere­
chos. Las personas se consideran y dividen bajo
tres aspectos diferentes: lo. con relación a la so­
ciedad; 2o. con relación a la familia; 3o. con re­
lación a su capacidad o incapacidad. Las leyes
favorecían la emancipación; los emancipados
eran todos ciudadanos, habiendo desaparecido la
diferencia entre éstos, los latino-junianos y los
dediticios. La composición civil de las familias,
Derecho la diferencia entre la agnación y la cognación, no
privado o civil 1 Personas producía grandes resultados en sus derechos; di­
(3 objetos) ferencia que Justiniano, por una Novela, hizo casi
desaparecer. No existía el poder marital; la patria
potestad se acercaba a las leyes de la naturaleza,
reconociéndose en el hijo personalidad distinta a
la del padre: era propietario de muchas especies
de bienes (peculio que no pertenecía a aquél); y
había causas generales o particulares por las cua­
les no podían las personas gobernarse o defender­
se por sí mismas, en cuyo caso, siendo sui juris, se
les ponía en tutela o en cúratela, sin que existiera
ya la perpetua, que en los primitivos tiempos se
daba a las mujeres, cualquiera que fuese su edad.
327

(Continuación)

Se entendía por éstas; todos los objetos corpóreos,


o de pura creación jurídica, capaces de ser objeto
de los derechos. Las distinciones que en otro tiem­
po hubo, entre las cosas mancipii y nec mancipii,
entre las tierras de Roma, las de Italia y las de las
provincias, fueron suprimidas por Justiniano, no
quedando más de una propiedad: la natural, de
Derecho derecho común. Para testar no fue preciso ya la
privado o civil venta solemne ni la ficticia de la herencia, ya que
(3 objetos) se asignaron formalidades más sencillas al acto
testamentario, quitándose las restricciones que se
relacionaban con la testamentifacción;y aun cuan­
2. Cosas do las posesiones de bienes que el pretor conce­
día se aceptaron en la legislación de Justiniano, al
suprimir éste las distinciones entre agnados y cog­
nados, estableció un nuevo orden de sucesión,
basado sobre la cognación, o sea, el parentesco
natural. En cuanto a los contratos, modificados
en el periodo anterior, durante éste sufrieron po­
cas alteraciones, pasando al derecho de Justiniano
las disposiciones del pretor, que hacían obligato­
rios muchos convenios que el derecho civil no
sancionaba; y se generalizó el uso de redactar las
actas en que tales actos constaban, por personas
revestidas de carácter público, que se llamaban
tabeliones.

Si esta palabra, flexible tanto en el lenguaje vulgar


como en el jurídico, se prestaba a diferentes acep­
ciones, en esta época no significa sino; la facul­
tad que tenemos directamente y sin concesión es­
pecial, de perseguir ante la autoridad judicial lo
que nos pertenece o se nos debe. Todos los carac­
teres que en otro tiempo tenían relación con ellas
se habían ido desvaneciendo. Así es que no ha
3. Acciones bía actos simbólicos, como en la época en que
prevaleció el sistema de acciones de la ley, no ha­
bía demanda preliminar de la acción, ni de una
fórmula que sirviera de instrucción al juez, como
durante el sistema del procedimiento formulario
abrogado por Diocleciano. Desapareció, por fin
la diferencia entre el magistrado y el juez, siendo
una sola la autoridad que, reasumiendo las fun
ciones de aquéllos, pronunciaba la sentencia.
328

En el Estado, en las magistraturas, en las familias, no había que


buscar las costumbres de Roma, sino las de Constantinopla, según
expresión de Ortolán, quien dice: “Si en aquel periodo algo agi­
taba los ánimos, no era la libertad, ni el bien público, sino los co­
lores de las libreas de los aurigas o las controversias religiosas; que
en las magistraturas no se aspiraba a pagar una deuda al país, sino
que se buscaba acumular honores y hacer rápida fortuna; y que en
Usos y las familias no existía aquella unión rigurosa de sus miembros,
costumbres aquella disciplina interior, aquella sumisión a la voluntad del jefe,
que si bien hacía, formasen como unos pequeños Estados despó­
ticos, de su reunión nacía un gran Estado, libre en lo interior y
temible en lo exterior; cosa que no se veía en la época a que nos
referimos, en la cual el jefe de familia, no era propietario de los
bienes ni de las personas; y aunque las familias eran libres y de su
reunión nacía un gran Estado, éste era esclavo en lo interior y co­
barde y débil en lo exterior” .

Trabajos legislativos anteriores a Justiniano

I. Ley Regia. II. Leyes reales, coleccionadas por Papirio, conoci­


das generalmente con el nombre de Jus civile Papirianum. III. Leyes
Valerianas. IV. Ley Decenviral, o sea, Ley de las X II Tablas. V. Le­
yes Canuleya, Valeria Horatia, Petillia Papiria, Publilice y Hortensia y
el Jus Flavianum. VI. Leyes Silia, Calpurnia y Aebutia y Julia y Papia
Poppea. VII. Códigos Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano. VIII.
Los Fragmentos Vaticana y la Mosaicarum et Romanarum Legum co-
llatio.

Jurisdicción administrativa

Bajo los reyes y durante la República no había tribunales especiales


encargados de fallar, cuando los particulares litigaban con la administra­
ción, cuando había colisión entre el derecho de particulares y el interés
general.

Pomponio nos enseña (Frag. 2 § 32 de Origine juris, Dig. I. 2.)


En tiempo de que Nerva creó un pretor, especialmente encargado de fallar sobre
Nerva las controversias que pudieran suscitarse entre el fisco y los particu­
lares.
32

Después, las cuestiones concernientes al dominio imperial era:


Procura tores juzgadas por los procuratores ctnsaris, que más tarde tomaron e
ccBsaris nombre de rationales. Esos magistrados, ayudados de los advocai
fisci, juzgaban también las cuestiones que interesaban al tesoro de
emperador.

Desde el reinado de Constantino, las diversas administraciones fue


En tiempo de ron organizadas jerárquicamente; de manera que había cerca de
Constantino Emperador un comes rerm privatarum, encargado de fallar sobre
los juicios concernientes al dominio imperial. En cada provincú
. había los rationales, juzgando en primera instancia.

En otra esfera, el comes largitionum fallaba sobre las cuestiones


fiscales. Los que ejercían jurisdicción administrativa en esa época
Organización
eran numerosos, y por lo tanto me limito a señalar su existencia.
jerárquica
Se encuentran además, sobre este punto, detalles preciosos en el
comentario de Godefroy sobre el Código Teodosiano y en la Noti-
tia dignitatum, anotada por M. Ed. Bócking.
130

HISTORIA INTERNA*

1 . Organización de Jos cultos


1. Público**
2. Organización política
(3 objetos)
3. R elaciones internacionales

Unión d e los sexos


Educación de los hüos
Defensa legitim a

D erecho natura] aplicado a los hom bres solam ente

1 . Esclavitud por cautiverio


Préstam o de consum o c
m utuo
Préstam o de uso o
D erecho de com odato
gentes Perm uta
(2 grados) Venta
Locación
Sociedad
Mandato
Depósito
Prenda
3. Derecho de propiedad

1. Ley Obra del pueblo: patricios y plebeyos:


regia a todos los ciudadanos
2. Plebiscito*** O bra de la plebe: regía a ésta solam ente
3. Senadoconsulto Obra del senado, que por largo tiem po rigió
solam ente a los patricios

E spontáneos
Generales
Para el porvenir

4. C onstituciones Rescriptos o
de los respuestas
em peradores <3 caracteres) 1. Provocados
2. Privado (3 especies) 2. Especiales o
(3 elem entos) particulares
Decretos o 3. Sobre el pasado
sentencias
(3 caracteres)

Edicto perpetuo
anual
Edicto repentino II
5. Edictos de los
magistrados
íii
(2 especies)

Edicto sobre los


edificios
Edicto sobre los
mercados
E dicto sobre la
venta de los
esclavos y animales

1. Oficiosas hasta Augusto


2. Oficiales y obligatorias hasta Adriano
Respuestas de 3. Lim itadas por Teodosio II (Ley de
los prudentes citaciones)
(4 épocas) 4. Fundam ento de la legislación bajo
Justiniano {Digesto)

* Lo que se entien d e por esta y sus fuentes ha q uedado ya am pliam ente expuesto.
** F.1 derech o público, relacionado con la historia interna, no está indicado a q u í sino por m em oria, com o en las Instituciones de G ayo y de Justiniano.
*** La L ey H ortensia (año de R. 4 6 8 ) dio fuerza de ley a los plebiscitos y a los senadoconsultos.
33

Preceptos del derecho

I. Honeste vivere. II. Alterum non Icedere. III. Suum cuique tribuere

Objetos del derecho privado


1. Personas. 2. Cosas. 3. Acciones y procedimientos

1. H ijo s n a c id o s d e ju s t a s n u p c ia s
E f e c to d e lo s p r in c ip io s
2. H ijo s n a c id o s d e c o n c u b in a to
3. H ijo s n a c id o s d e u n a m u je r lib r e e n e l m o m e n t o d e l p a r t o
4. H ijo s n a c id o s d e u n a m u je r lib r e e n el m o m e n t o ^
d e la c o n c e p c ió n s o la m e n te
E f e c t o d e l p riv ile g io
5. H ijo s n a c id o s d e u n a m u je r U b re e n u n m o m e n t o
c u a lq u ie r a d e la g e s ta c ió n

1. V e in te a ñ o s p a r a el
R e e m p la z a d a s 1. U n a c a u s a j u s t a
señ o r
p o r tr e s 2 . A u to r iz a c ió n d e l c o n s e jo
2. T re in ta a ñ o s p a ra
c o n d ic io n e s 3 . E l e m p le a r la v in d ic a c ió n
el e s c la v o

S
o o. e ( J u s t i n i a n o p e r m i t i ó la m a n u m is ió n p o r t e s t a m e n t o , d e s d e la
a 8'§ e d a d d e 1 4 a ñ o s , sin a u t o r i z a c i ó n .)
S o E
5 '«3 =*
2=56
3§ 3. P r o p ie d a d q u i r i t a r i a d e l s e ñ o r s o b r e el e s c la v o , D . A .

1. P o r v in d ic ta
U n m o d o s o le m n e d e m a n u m itir 2. P o r te s t a m e n t o
(4 m o d o s p ú b lic o s ) 3. P o r c e n so , D. A. 0 o
4. E n la ig le sia , D . B. T3 C
. Personas (sujetos del derecho)

1i
A q u e llo s q u e d u r a n t e la e s c la v itu d
1. P o r c a r ta S
2. E n tr e a m ig o s £ 5
(2 divisiones)

n o h a b í a n c o m e t i d o n in g ú n c r im e n ,
3. E n la m e s a , D . A .
p e r o a c u y a m a n u m is ió n le f a l t a b a
4. P o r d a r le e l n o m b r e d e
a lg u n a d e la s c o n d ic io n e s q u e
h ijo , D . J .
preced en
5 . P o r c o d ic ilo , D . J .
A q u e llo s p a r a lo s q u e e s p e c ia lm e n te
6 . P o r d e s tr u c c ió n d e lo s
se e m p le a b a u n m o d o p r iv a d o d e
t í t u l o s , D . J.
m a n u m itir lo s ( 7 m o d o s )
7. P or c o n stitu irle d o te , D . J .

L a l i b e r t a d e ra t a m b ié n a d q u ir id a 1. A b a n d o n o c r u e l, D . J .
p o r el e s c la v o , e n t r e s c a s o s ; p e r o 2 . V io la c ió n d e lo s p a c to s , D . J.
e n t o n c e s c o m o p e n a p a r a el s e ñ o r 3. M a n u m is ió n s im u la d a , D . J.

A q u e llo s q u e d u r a n t e s u e s c la v itu d h a b í a n s u f r i d o c o n d e n a s ,
y a ju d ic ia le s , y a d o m é s tic a s

1. C a u tiv e r io en u n a g u e r r a c o n e n e m ig o s ; n o c o n la d r o n e s o p ir a ta s
D e r e c h o d e g e n te :
2 . N a c im ie n to d e u n a m a d r e e s c la v a d u r a n t e t o d o su e m b a r a z o , ( v é a s e a r r ib a “ I n g e n u o s ” )
3 . H e c h o , en m a y o r d e 2 0 a ñ o s , p o r h a b e r s e d e ja d o v e n d e r f r a u d u l e n t a m e n t e p a r a
o ,5 p a r t i c i p a r d e l p r e c io
5 g 4 . C o n d e n a c ió n a la s m in a s
5. C o n d e n a c ió n a la s fie r a s
6 . A d ic ió n p o r r o b o m a n if ie s to , a la p e r s o n a v ic t i m a d e l r o b o , D . A . D e r e c h o c iv il
7. N e g lig e n c ia f r a u d u l e n t a d e h a c e r s e in s c r ib ir e n la s ta b la s d e l c e n s o , D . A .
8 . C o m e r c io ilíc ito d e u n a m u je r lib r e c o n el e s c la v o d e a lg ú n o t r o . D e n u n c ia d e l s e ñ o r
( c a u s a a b o lid a p o r J u s t i n i a n o )
9 . I n g r a t i t u d d e u n l i b e r t o p a r a c o n su p a t r o n o
1. M ujeres n úbiles, casadas (p e ro no en p o d er m arita l), o viudas, D . A. (L a m ism a tu te la q u e la de los
im p ú b e ro s, m ás la tu te la o ptiva)
1. T esta m e n taria
1. H ijos leg ítim o s que se hacen d u e fto sd e s í m ism os (sui ju ris), sin dim inución 2. L egítim a de los agnados
de c abeza {capitis d e m in u tio ) (3 tutelas) 3. D ativa (Julio -Ticiana)

i 1. Legítima del emancipante


2. H üos leg ítim o s que se hacen d u e ñ o s d e s í m ism o s* (ju //u ríj), p o r 2. T esta m e n ta ria c o n firm ad a
g g em an cipación (4 tutelas) 3. Fiduciaria
2. Im p ú b ero s 4. D ativa (Ju lio -T ic ia n a)
¡•8 (S especies)
3. H ijos n a tu rale s nacidos de c o n cu b in ato ( U na sola tute la T u tela d a tiva (Ju lio -T ician a )
4. H ijos n a turales espurios >
1. • L egítim a del p a tro n o o d e sus
5. M anum itidos (2 tu telas) hijos
2. D ativa (Ju lio -T icia n a)

1. C úratela leg ítim a de los agnados


1. F uriosos y pró d ig o s, en ei se n tid o de ia L e y d e las X I I Tablas (2 c úratelas) 2. C úratela dativa

1. T e stam entaria co nfirm ada


2. L ocos y p ródigos, en el s e n tid o del d erecho p re to rio (2 cúratelas) 2. D ativa

Io 3. S o rd o s, m u d o s, ciegos (u n a sola cúratela)

1 . Para u n litigio
4. M enores de 25 aflos de e d a d (n o te n ía n c u ra d o r c o n tra su v o lu n tad , sino en 3 casos) 2. Para u n pago
3. Para la cu e n ta de la tu te la

E x istía n adem ás o tra s c úratelas especíales: la . V e ntris n o m in e ; 2a.


E x c a rboniano m d ic to ; 3a. B o n o ru m absentis; 4a. B o n o ru m deb ito ris
q u i s o lv e n d o n o n est', 5 a. H ctredttatis ja ce n tis. H abía tam bién algunas
c ú ratelas c o n c u rrie n d o con la tu te la

Q ue te n e m o s bajo d o m in io , m ayores de 25 aflos de ed ad y sanas de cu e rp o y aim a

1. P u b erta d (1 4 aflos), o n u b ilid a d (12 aflos)

1. D e los esposos
2. Del jefe de la fam ilia de cada
2. C o n sentim iento u n o d e los esposos
(3 especies) 3. De aquel b ajo cuyo p o d er h ab ían
de q u ed a r los h ü o s p o r m u e rte
del je fe d e fam fii8
1. H üos n acidos de ju stas nupcias (3 req u isito s para
las ju sta s nupcias) 1. C arencia de la calidad de
ciudadano
2. Cognación (paren tesco )
3. A u to rid ad de tu to r o m agistrado
3. J u s C o n n u b iu m
(7 im p e d im en to s 4. Prim er m atrim o n io sin estar
disuelto
p ara las ju stas
5. C iertas diferencias de clase, D. A.
nupcias)
6. Ju d a ism o , D. J
7. C om plicidad en el a d u lterio o
ra p to , D. J.

1. O blación a la curia o m a trim o n io co n u n d e cu rió n , D . A.


2. H ijos n acidos de ju stas nupcias (3 re q u isito s para 2. Subsiguiente m a trim o n io co n la m adre, D. B.
las ju sta s nupcias) 3. R escripto im perial (c o n o sin te sta m e n to ), D . J.

1. H ijos de fam ilia 3. H ijos nacidos de un a u n ió n a la cual faltab a la capacidad c u an d o h a b ía un erro r p ro b ad o


o perso n as
en p o d e r p a te rn o
(5 clases) 1. M ancipación del n iñ o al
a d o p ta n te
1. A ntes d e Ju stin ian o 2. R em ancipación al p adre
(3 m odos)
3. C esión in ju re p o r el p adre al
1. Form alidades de la ad o pción
a d o p ta n te
(2 épocas)

2. Bajo Ju stin ia n o
4. H ijos a lieni juris
a d o p ta d o s

1. A ntes de Justin ian o D om inio p a te rn o , siem pre


1. D om inio p a te rn o si el a d o p ta n te
2. E fe c to s d e la a d o pción
2. Bajo Ju stin ia n o era u n a sc endiente
(2 épocas)
2. D erecho de sucesión ob-intestato,
si e ra e x tra ñ o

1 . Form alidades de la 1. A ntes del Im perio Ley del p ueblo


adrogación 2. Bajo el Im perio R escrip to im perial

5. H ijos su i juris D om inio co m p leto sobre


ad ro g ad o s 1. A n tes de Ju stin ia n o el ad rogado, sus hijos y sus
2. E fecto s de adrogación* bienes
2. Bajo Ju stin ian o El d e rec h o so b re los bienes fue
re d u cid o al u su fru c to

2. M ujeres in m a n u riri, D . A. (3 form as): 1 . Usu. 2. F arreo. 3. C o e m p tio n e


3. H o m b res libres in m a n c ip io , D. A. (2 causas p ara la m ancipación) 1. A djudicación de los deu d o re s insolventes a sus acreedores
2. M ancipación de los niflos p o r el padre
4. E sclavos p a ra las causas y d iso lu ció n de la esclavitud (véase prim era división)

* Si la adro g a c ió n se ap lic a b a a u n im p ú b e ro , h a b ía g a ra n tía s especiales:


am en d e lo s m o tiv o s y d e la u tilid a d , ca u c ió n p a ra devolver los bienes en c u a tro casos, adem ás d e la cuarta a n to n in a en d o s casos.
1. Muerte natura)

1. Causas en la
persona del 4 . M ínim a d im inución de cabeza (capitis d e m in u tio ), o p érd id a de los
tutor derechos d e fam ilia (solam ente p o r esta causa se acababa la tu te la
(7 causas) d e los agnados)

5. Excusas (p o r favores, incapacidad o peligros)

6. D estitución (p o r sospecha legitim a)


Cautas portas
que termina 7 . Por c o n tra er segundas nupcias (la abuela o m ad re tu to ra ) D. J.
la fútala
(3 relaciones)

Mediante dos ficciones: fictio jus postlim inii y Fictio Legis Cornelias, el cautiverio suspendía los derechos y el estado de las personas, pero no los disolvía.
1. M uerte natu ral

2. M áxim a d im inución de cabeza (esclavitud)


Causas en la 3. Menor d im inución de cabeza (d e p o rtació n )
p erso n a del
p up ilo
4. M ínim a d im inución de cabeza (adrogación)
( 6 causas)
5. C onventio in m anu D. A.

6. Pubertad (1 2 aftos para las m ujeres, 14 aflos para los hom bres)

C um plim iento de la c o ndición o del té rm in o fijado

1. M uerte natura]

2. M áxima d im inución de cabeza


1. Causas en la 3. M enor d im inución d e cabeza
p e rso n a del
c u rad o r
4. M ínim a d im inución d e cabeza (para la cú ra tela de los agnados)
(6 causas)
5. Excusas

Causas por las 6. D estitución


que termina
la cúratela
(3 relaciones) 1. M uerte natural

2. Máxima dim inución de cabeza


Causas en la 3. M enor dim inución de cabeza
p erso n a del
incap acitad o 4. M ínim a d im inución de cabeza (para la cú ra tela de los agnados)
( 6 causas)
5. Ser m ayores de 2 S años

6. V uelta a la razón o p o r re co b rar la salud

C um plim iento de la co ndición o del té rm in o fijado

1. M uerte natu ral del p adre de fam ilia

2. A drogación del padre de familia

3. M uerte n atu ral del hijo


1. Subsistiendo los
v ín cu lo s de 1. de F lam in, D. A.
fam ilia 2. de V estal, D. A.
(4 causas) 3. de Patricio, D. B.
Dignidades del hijo 4. de C ónsul, D. J-
C ausas de la (7 dignidades principales) 5. de P re to r o p residente, D. J .
disolución del 6. de P refecto del pre to rio
p o d e r p atern al o de la ciu d ad , D. J.
(2 causas) 1 . de O bispo, D . J .
1. Máxima
D im inución de cabeza del padre
2. Menor
D isolviéndose
lo s vín c u lo s de 3. M áxima
fam ilia
( 5 causas) 4. Menor D im inución de cabeza del hijo

5. M ínim a

M uerte de uno de los esposos


Causas de 1. D isolución del m atrim onio p o r 4 causas M áxim a o m e n o r dim in u ció n de cabeza
d isolu ció n del D ivorcio (d iv o rtru m re p u d iu m )
p o d e r m arital P érdida del co n n u b iu m
2. E m ancipación de la m ujer, D. A.
1. Cosas corporales. Ellas eran o Mancipii o N ec m ancipii (véase la
prim era división), muebles o inm uebles, de Italia o de las provincias.
1. Sagradas
1. Cosas nullius de
d erecho divino 2. Religiosas
(3 especies)
3. Santas

1. Fieras,
pájaros,
peces
Cosas nullius de 2. Botín
derecho humano tom ado al
(3 especies) enemigo
3. Productos de
las playas
del mar

1. Cosas fuera
del p atrim onio Cosas com unes
(5 especies) (o m n iu m
h o m in u m )
(3 especies)

1. Ríos
Cosas públicas 2. Riveras de
(populi romani) los ríos
(3 especies) 3. Puertos de

1. Teatros
Cosas de
corporaciones 2. Plaza
(universitatis)
(3 especies)
3. Baños
Servidumbres reales
o prediales
(2 clases)

Servidumbres
personales
(5 clases)

Cosas
incorporales
o derechos
(2 clases)

1. C ontratos
nom inados
(4 clases)

1. Fundos de
Italia Derechos
2. Servidumbres personales y
rurales obligaciones
3. Esclavos (6 fuentes)
4. Caballos
5. Bueyes
1. Cosas 6. Muías
m ancipii 7. Asnos
(9) 8. Herencia por
testam ento
•f 9. Hijos de
Cosas d en tro '> familia
del patrim onio -5 • (para la
(2 divisiones) 2 mancipación
y abandono
.1 noxal)
a

Eran siem pre las


otras cosas,
hasta los
2. Cosas nec elefantes,
m ancipii
bestias de
carga, pero
extranjeros 6. Cuasidelitos

* La u sucapión n o se aplicaba a las servidum bres desde la Ley Seribonia; pero ex istía para los poseedores la Tuitio Prcetoris. Los pactos y las estipulaciones
no eran m edios, sino solam ente causas de adquisición de las servidumbres. Podíase siem pre deducir un a servidum bre p o r el m ancipante (D. A.) o librando un fun­
do (D. J.): h a b ía en tonces co n stitu ció n p o r pacto.
** El derecho de prenda e h ip o te c a era el ú nico derecho real qu e p o d ía ser co n stitu id o p o r un simple pacto.
*** Los p acto s nud o s no p ro d u c ía n sino u n a obligación natural que no d aba acción, autorizando solam ente un pago voluntario, u n a novación, u n a fianza,
una com pensación.
**** Los ro m an o s p arecen no h aber co nsiderado la ley com o una fuente de obligaciones, pero sí hab ían dad o gran im portancia a los cuasicontratos qu e lla­
m aban co m o de causas idénticas.
1. Ocupación (psra las cosas nullius de derecho hum ano)
1. Derecho de 2. Accesión (en los casos de aluvión, isla nacida, retiro de aguas, etc.)
gentes 3. Tradición (entrega real con voluntad de enajenar)
(5 m odos) 4. Posesión de buena fe de un fundo, en cuanto a los frutos separados del suelo
5. Percepción de los fru to s por el usufructuario o el usuario

1, Mancipación. D. A. (5 testigos, el libripens y palabras solemnes). La simple


tradición de una cosa m ancipii no daba, antes de la usucapión, sino una
propiedad im perfecta, que puede llamarse dom inio bonitario (in bonis Habere)
2. Cesión in jure. D. A. (proceso ficticio)

1. Posesión de hecho
M odos de 2. Intención
adquirir a títu lo 3. Buena fe
particular Usucapión ) 4. Causa justa
(2 fuentes) (7 requisitos) J5. Cosa no viciosa (no sagrada, no robada, etc.)
. Tiem po requerido (1, 7 años, D. A-, 3, 10, 20, 30,
40 aflos, D. J .)
. Propietario apto para una reivindicación

4. Adjudicación en las t s divisorias (vease Acciones)

Legado per vindicationem . D. A.


Legado per pr<eceptionem. D. A.
Legado caducum . Ley Papia Poppea
Legado ereptorium . Según Ulpiano
Legados y donación por causa de m uerte. D. J.

M ancipación, I). fi (para las servidum bres rústicas solamt


Cesión in jure, D.
1. Urbanas M odos de adquirir a título Adjudicación
particular* Legados per vindicationem , D. A.
2. Rústicas (7 m odos) Legados per praíceptionem , D. A.
Legados y donación por causa de m uerte. D. J.
Cuasitradición

1. Usufructo
2. Uso
3. H abitación Modos de Los mismos que para las servidumbres reales o prediales, monos
4. Servicios de adquirir a títu lo m ancipación; pero además adquiría por disposición de la ley el
esclavos particular padre de familia, D. J.
5. Trabajos de
bestias

Modos de adquirir a titu lo 1. Cuasitradición, en virtud de un pacto (especial desde Zenón)


particular 2. Legados
(3 m odos) 3. Prescripción de largo tiem po

M odos de adquirir a titu lo


particular
(5 m odos)

Préstamo de consum o (m utuo)


* por entrega Préstamo de uso o com odato
Depósito
Prenda

Verbales, que existen p o r palabras 1. Estipulación (voluntaria, pretoriana, judicial, com ún)
solem nes (verbis) 2. Declaración de dote, D. A.
(3 clases) i. Promesa de obras por el liberto

1. N om ina transcriptitia, D. A.
2. Chirographum (después del plazo para la excepción /
5 años, D. A., 2 años, D. J.)

Consensúales, que existen por el


solo consentim iento
(S clases)

) pactos ejecutados
"do u td e s " , " do uf /a ctas” , "fació u r d e s " , "fació u l facías"

1. Pactos civiles o adjuntos a los co n trato s (L ex comisoria. A ddictio in diem , e tc.)


2. Pactos legítim os (enfiteusis, D. B., donación, D. J., dote, D. J., com prom iso. D. J .)
3. Pactos p retorios (co n stitu to , precario, voto, hipoteca, recepción de efectos muebles por el m esonero, etc.)

1. Gestión de negocios 2. Tutela 3. Cúratela ^ Análogos al contrato de m andato


4. Indivisión de herencia f
5. Copropiedad < Análogos al contrato de sociedad
6. Vecindad L r
7. Pago de lo indebido < Análogo al m utuo

8. Adición de herencia ^ Análogo al c o ntrato por palabras, al menos cuando se llamaba O ración
9. L itis contestatio, D. A.

1. R obo (m anifiesto o no m anifiesto)


2. R obo con violencia (rapiña)
3. Daño contra justicia o de la L e y Aquilia
4. Injuria (afrenta, u ltraje)

O tros hechos ilícitos previstos únicam ente por el derecho pretorio


1. A bandono voluntario
2. Pérdida de 18 cosa
3. R etirada del com ercio
E xtinción del 4. Fuga de u n a fiera adquirida por ocupación
derecho de 5. R ecobro del b o tín por el enem igo
p ropiedad (Pr. L. 7, tít. I. Lib. XLI Dig.)
(9 causas) 6. A ccesión \ en beneficio de un
7. E specificación ( tercero
8. U sucapión por un tercero
9. Cesión o traslación

1. Institución
1. R enuncia del propietario
directa de
2. Confusión o reunión de los fundos heredero
E xtinción de
3. Pérdida de uno de los dos fundos
servidum bres 4. No uso (2 años, D. A.; 10, 20 años, D. J.)
reales 5. Efecto de la condición resolutoria Sucesión
(7 causas) 6. Resolución del derecho del c o n stituyente testam entaria
7. Prescripción del fundo por un tercero (3 clases)

1. M uerte del propietario


2. C apitis d e m in u tio (m enos la m ínim a desde
Ju stiniano)*
E xtinción de 3. Renuncia
servidum bres 4. Consolidación
personales 5. Pérdida o cam bio de Ja cosa Fideicom iso
(9 causas) 6. No uso universal
7. C ondición resolutoria o térm ino
(4 épocas)
8. R esolución del derecho del co n stituyente
9. Prescripción del fundo por un tercero

E xtinción de Las mismas causas que para el u su fructo, m enos la m uerte,


los d erechos de la capitis d e m in u tio y et no uso, y adem ás el no pago de
enfiteusis y de las pensiones o del canon
superficie
E xtinción de
los derechos de 1. Herederos
pren d a y de suyos
h ipoteca (5 clases)

1. Paga
1. Causas directas o de 2. Novación
d erecho civil prim itivo 3. Aceptilación Sucesión
(ípso ju re) 4. M utuo disenso legítim a o
(6 causas) 5. Pérdida de la co abintestato
6. Confusión (3 órdenes de
herederos)

C iertos co n trato s, com o la sociedad y el m andato, tenían


Causas de causas p articulares de extinción
extin ció n de
los derechos
personales y de 1. Pacto de no pedir
las obligaciones 2. Dolo
(2 clases) 3. Violencia
4. Error
Causas indirectas de 5. Com pensación
derecho civil nuevo, o 6. Cosa juzgada
sea, derecho pretoriano 7. V oto
(e x c ep tio n is ope) 8. No entrega de especies
(1 3 principales) 9. Ley Cincia
10. S. C. M acedoniano
11. S. C. Trebeliano
12. S. C. V eleyano
13. prescripción
Posesión de
bienes
(2 clases)

4, Sucesión por arrogación. El arrogado


adquiría, antes de Justiniano, to d o s los bienes;
bajo Justiniano, solam ente el usufructo
5. A djudicación, para conservar la manum isión
testam entaria en caso de negarse el instituido
6. V enta en masa de Jos bienes
de un deudor insolvente Sucesiones
7. Sucesión a la m ujer,
abrogadas por
que fue hecha esclava en Justiniano
virtud del S enado-
consulto C laudiano, D. A.

* La m ín im a capitis deminutio n u n ca se aplicaba a los servicios de los esclavos, ni al trabajo de los animales.
337

1. En los com icios convocados 1. Por sí mismo


2. En presencia del ejército D. A. (p o r to d a can
3. Por ei peso y el m etal (m ancipación y nuncupación) D. A.
1. Form as En ia m ism a ¿poca, el preto r adm itía a la posesión de los bienes
(4 clases) 2. Por ios hijos
del difu n to , al que estaba instituido por un testam ento revestido T estam ento im perfecto < familia (p o r t
con los sellos de siete testigos. no conform e a la ley causa, salvo
T estam ento ro to aquellas que ¡
4. T estam ento trip a rtito (civil, pretoriano, im perial) D. B., D. J. T estam ento inútil relacionaban
T estam ento destituido los peculios
T estam ento inoficioso castrense,
2. In stitución y 1. De los hijos vivos cuasicastrensi
desheredación 2. De los p ostum os, p ropiam ente dichos adventicio)
3. De los p ostum os veleyanos herederos suyos
(4 clases)
4. De los cuasipóstum os veleyanos
3. Por la m ujer t
nuestro podei
1. Activa, rehusada s (D. A. por to<
1. H erederos necesarios causa)
3. Facción de (beneficio de separación)
testam en to 2. H erederos suyos y necesarios
(2 clases) (beneficio de abstención) 4. Por los hom bi
2. Pasiva, rehusada i 1. Extranjeros, 2. Mujeres (p o r parte) 3. H erederos voluntarios
D. A. 3. Solteros, 4. Orbi, (por m itad) libres in
(beneficio de inventario) m ancipio D. /
D. A. 5. Ju d ío s y herejes, D. J.
(p o r toda caui

1. A ntes del S. C. Trebeliano (estipulaciones em ptee e t venditae hacreditatis)


2. Bajo el S. C. Trebeliano (acciones directas a favor y en contra del fideicom isario) 5. Por los esclavc
3. Bajo el S. C. Pegasiano (estipulaciones partís e t pro parte) (por to d a caut
4. Bajo Justiniano (sin estipulaciones, acciones directas; S. C. Trebeliano y Pegasiano confundidos)
6. P o rlo s h o m b r
libres poseído:
de buena fe,
com o esclavos
(p o r 2 causas:
por su cosa y j
1. Hijos legítim os (1er. grado) sus obras)
2. Descendientes por los varones (en to d o s grados)
3. Descendientes por las hijas (2o. grado) D. B. le r. Orden. Hijos o descendientes de to d o sexo y de todo
4. Hijos legitim ados grado, em ancipados o no 7. Por los esclavo
5. Hijos adoptivos, según el derecho pretorio (véase infra 2o. Orden. Ascendientes solos más próxim os en grado, o de o tro pose íd
posesión de bienes) concurriendo con los herm anos y herm anas carnales del de buena fe (p<
finado y ios hijos de éstos, cuyos padres m urieron las mismas dos
3er. Orden. Herm anos y herm anas consanguíneos o u te ri­ causas)
1. Colaterales, m iem bros de la familia nos y los hijos de éstos, cuyos padres m urieron antes
2. Descendientes de herm anas consanguíneas, D. J. 4o. Orden. T odos los otro s colaterales más próxim os, sin
3. A scendientes em ancipantes distinción de si son parientes p o r am bos lados o unila­ 8. Por los esclavo
4. La m adre (S. C. Tertuliano) terales de o tro en los
5. Hijos (S. C. O rficiano) cuales se tenía
usufructo (por
las mismas dos
causas)

9. Por los esclavo

te nían en uso
(por una sola
1. C ontra las tablas. A los hijos em ancipados u o m itidos causa: por su
2. Según las tablas. En virtud de testam en to sellado por 7 testigos

1. Ingenuos, que se hacen sui juris


sin capitts dem tn u tio
(4 posesiones) Por una persona
2. Ingenuos, em ancipados sin extraña, com o un
fidu cite procurador, se
(S posesiones) Unde liberi ad quiría solam ent
3. Ingenuos, em ancipados con la posesión, pero
fiducU z por esta posesión
Unde legitimi
(4 posesiones) se adquiría la
4. L ibertinos p o r un ingenuo 1. Unde liberi; 2. Unde legitim i ( patronus); 3. Tum quem propiedad, con o s
Unde cognari ayuda de usucapió
(5 posesiones) ex fa m üia (agnados del p a trono); 4. Unde vir e t uxor; S. Unde
cognati manumissoris según el caso.
Unde vir e t ux o r
i libertino I. Unde Uberi; 2. Unde legitim i (p atronus e t liberi ejus); 3. Unde
p atronus patroni; 4 . Under, vir e t uxo r

(E x istían adem ás algunas posesiones de bienes particulares:


I. U ti ex legibus; 2. Ventris nom ine; 3. E x Carboniano E dicto)
338

P rim era é p o ca. A cciones de la ley : l a , acción sacramenti ; 2a, acc ió n per judiéis pos tula tionem; 3a, acción per condictionem \ 4a,
acció n pignoris capionem ; 5a, acción per manus injectionem.

1. R eivindicatoría 1. A cciones
2. C onfesoria reales
3. N egatoria 2. A cciones
4. Petición de nacidas de
1. Civiles herencia y queja los c o n tra to s
(5 acciones) de inoficioso 3. A cciones
1. P ersecutorias
te sta m e n to nacidas de
5. A cciones de u n a cosa los pa cto s
prejudiciales (3 clases) 4. A cciones
nacidas de
1. Reales c u asic o n trato s
(2 clases) 5. La m a y o r p a rte
de las acciones
in fa c tu m

1. P ubliciana d irecta
2. P ubliciana
co n traria
2. Pretorianas 3. Pauliana (in rem )
(5 acciones) 4 . Serviana
5. C uasiserviana o
hip o tec aria

1. F u r ti m a n ife sti
1. De los c o n tra to s e tn o n m a n ife s t
no m in ad o s e 2. F u rti o b la ti,
in n om inados D. A.
2. De los pac to s 3. F u r ti co n c e p ti,
agregados D. A.
3. De los pac to s 4. F u r ti pro h ib iti,
S egunda leg ítim o s D. A.
ép oca 4 . De los 5. F u r ti non
P ro c e d im ie n to cua sico n tra to s e x h ib iti, D. A.
P ersecutorias 6. F u r ti adversus
fo rm u lario 5. De los delitos de un a pena
(1 4 divisiones 6. Para dividir lo n autas
de acciones) co m ú n
7. Para dividir la
8a (12 principales) 7. Injuriarum
8. D e albo
herencia co rru p to
8. Para fijar los 9. S e rvi c o rru p ti
lim ites 10. D e p a tro n o a u t
párente in ju s
vocato
11 . D e d o lo m alo
12. Q u o d fa lso
tu to re

1. D e pecunia
c o n stitu ía
P ersonales 2. De ju re juranao
(2 clases) 3. R e c e p ti (adversus
nautas)
4. D e eo q u o d certo
loco
5 . De d o lo m alo
6. Q u o d m e tu s
causa
7. Pauliana (in
p e rso n a m )
8. Q u o d jussu
Pretorianas 9. In stito ria 1. Vi b o n o ru m
(13 10. E xercitoria ra ptorum
principales) 11. Tributoria 2. Legis a q u ilia
12. D e p ecu lio 3. D ep o siti
13. D e in rem m iserabüis
M ixtas o 4. Ju d ica ti
p e rsecutorias 5. Leg a ti per
A dem as, la de u n a cosa damnationem,
m a y o r pa rte y de u n a pena D. A .
de las o tras (9 acciones) 6. Leg a ti ecclesiis,
acciones in D. J.
fa c tu m y 7. D ep e n si, D .A .
m uchas 8. Q u o d m e tu s
acciones causa
penales 9. D e tigno ju n c to

T erc e ra ép o ca. P ro c e d im ie n to e x tra o rd in a rio : C o n fusión d e l Jus y del Judicium; supresión de las fó rm u las; igualdad e n los m edios indirectos d e defensa
(Exceptions ope ), a los m edios directos Ipso Jure)\ su stitu c ió n d e los in te rd ic to s p o r acciones análogas.
339

1. A cciones reales 1. C o m m o d a ti
2. Acciones 2. D ep o siti
nacidas de 3. Pignoratitia
co n tra to s 4. E m p ti- ve nditi
3. A cciones 5. L o c a ti-c o n d u c ti
nacidas de 6. B nphiteuticaria
pac to s 1. Pro socio
1. E n el 4. A cciones 8. M anda ti
ta n to nacidas de 9. N egotiorum
(7 cu asicontratos gestorum
especies) 5. A cción penal de 10. T u te te
injuria 11. N e gotiorum
6. La m a y o r parte g estorum utilis
de las acciones (curas)
in fa c tu m 12. Familias
7. Algunas erciscun d<£
acciones penales 13. Com m uni
p re torianas div id u n d o
14. Fiduciae, D. A.
15. Praescriptis
verbis
Desde el punto de vista del monto de la condena, comparada con la intención

16. R e i u x o r ia ,
D. A.
1. F u rti non 17. E x stipulatu de
m an ifesti d o te , D. J .
2. F u rti non 18. Petitio
e x h ib í ti, D. A- hctreditatis,
3. F u rti {adversus D. J.
nautas) 19. AEstimatoria
4. R e c e p ti (Prtescriptis
{adversus nautas) verbis) Pr. L.
nautas) I. D. 19. III
En el doble 5. Servi co rrupti 20. D onationis,
(12 6. De tigno fu n c to Inst. V U . 2
acciones) 7. Judicati
8. L egati per
Cuarta división

da m n a tio n e m , 1. E x m u tu o
D. J. 2. E x stipulatu
9. L egati ecclesiis, 3. E x d ic tio n e
D. A. d o tis, I). A.
10. D epensit D. A. 4. E x operarum
11. Legis Aquiliae prom issione
12. D epositi 5. E x te stam ento
misera bilis 6. R eceptitia,
D . A.
7. Judicati
8. D epensi, D. A.
9. L egis Aquiliae
De e stricto 10. C o ndictio certi
derecho ex litteris
1 . F urti (16 acciones)
(sim pliciter 11. C o ndictio
c o n ce p ti), D. A. in d eb iti
En el 12. C ondictio ex
2. F u rti oblati,
trip le lege
D. A.
(3 3. A dversus 13. C o ndictio sine
acciones) causa data
■actorem ultra
ju s suum 14. C o ndictio ob
p e te n te m , D. J . causam data
15. C o ndictio ob
turpem causam
16. Condicfj'o
fu rtiv a

1. F u rti m a n ifesti,
D . A. Civiles
2. F u rti lance 1. Reales Pretorias
licioque
c o n ce p ti, D. A. 1 . Q u o d m e tu s causa
En el 3. F u rti pro h ib iti, 2. D e do lo m alo
cu ad ru p lo D. A. 3. D e eo q u o d certo
(6 4 . V ib o n o rm loco
acciones) raptorum 4. A d exh ib en d u m
5. Q uod m e tu s 2. Personales 5. A cciones en virtud
causa (7) de inte rd ic to s
6. A dversus litium re stitu to rio s y
e xecutores ex h ib ito rio s
ju s suum 6. F inium secundorum
transgresos, D. J. 7. Triticiaria
340

1. Acciones civiles, menos aquellas que resultan de l. De parte del demandante. Caución De rato, si gestionaba por procurador
Perpetuas, D. A. la adstipulación y de ia fianza limitada a 2 años,
según la Ley Furia, D. A.
Sexta, séptima, octava, novena, décima, undécima, duodédma, decimotercera y decimocuarta divisiones de las acciones y nrocedimientos (medios para conservar los derechos)

1. De dolo
2. De peraequendo servo, restituendove pretio
2. Acciones pretorias que imitan el derecho civil 3. Rem pupOJí satvam fore, D. A.
4. Judicatum solvi, cuando el defensor gestionab
personalmente, D. A.
• Acciones pretorias en oposición al derecho civil 5. Judicatum soM, cuando el defensor gestionab
por procurador
Todas las acciones en
Trasmislbles general, exceptuando las Dere/udicata
La caución judicatum solví contenía
siguientes:
primitivamente 3 cláusulas
“ {i 2. De re defendenda
3. De dolo

1. Pro »ia tantum


2. Acciones de injuria
Más tarde no contenía
{ persona
2. Pro litis <rsttmatione

De parte del demandante. Caución De rato, si gestionaba por procurado

Contra los herederos


En la acción judicati
En la acción depenal
En la acción de moribus
multeris
1. Patria: Roma y radio de una milla En la acción contra el
2. De parte del demandado que se concursó
En la acción contra el
2. Litigantes: Ciudadanos romanos heredero sospechoso

3. Juez: Unico y romano

imperio continentie « Todos los otros juicios


La caución damni in/ecti era extraña a las acciones
1. Todas las acciones civiles
Destrucción de las pruebas del demandante
2. Las acciones pretorias ficticias Prueba de uña causa legal de adquisición
(• (Véase extinción de las obligaciones)
• Las otras acciones pretorias
. Destrucción de las pruebas del demandante
Prueba de una causa legal de extinción de la
obligación
• Quae sua vim potestate valent (Véase extinción de las obligaciones)
1. Publiciana, directa y contraria
A las acciones reales
2. Pauliana y Fabiana (2 excepciones
3. Rutiliana (emptori bonorum) especiales)
4. Serviana {possessori bonorum>
s acciones personales, te
5. Algunas acciones útiles

Directa* • Nacidas de ios contratos de! padre


de familia
x' { indirectas • Nacidas de los contratos del htfo de
familia o de los esclavos
Directas • Nacidas de los delitos del padre de
familia 1. Pacti ad tempuv
• Nacidas de los delitos de los hijos de 2. Reiresiduta, D. A
familia y de los esclavos, o de ios Temporales y 3. L itisdtvidw t, D ..
dallos causados por tos animales dilatorias 4. Cognttarlas
• Nacidas inmediatamente de los (7 excepciones) 5. Procumtorkt
Directas contntoa o cuasicontratos 6. Nisi bonis cesserit
y sinalagmáticos perfectos 7. In id quod f acere
contrarias • Nacidas por un hecho posterior a los potest
mismos actos
Directas • Creadas especialmente por el derecho
civü o pretorio, para un caso previsto La excepción non numerata pecunias era perentoria y temporal
y • Extendidas favorablemente y por las
útíUs
necesidades de la práctica a un caso
imprevisto

‘ Existe otra división de interdictos, en simples y dobles, según si los litigantes s i demandantes o demandados. Ésta es de poco interés.
Interdictos (derecho privado)
División general (summa divissio)

s» |¡? |S Sf? 8¡ lí* ?


If s® f| ff f3f a
I* |f is |2- I | i i 5i s-a.
S ?

Otra división de los interdictos


desde el punto de vista de la posesión solamente*

J'iif il!
3?a - l a si?
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s 1¡? I? !S 8? 0 » £ i
i l i
1 11 ■5 %
§1 ii i
1
1
4
Ii S
II| g. 3 3
8
3

Penas y garantías contra los litigantes temerarios

Contra el demandante Contra el demandado


1. Judicium calumnia 1. Sponsio
1. Re 1 . Robo con vk
2. Judicium contrarium 2. Jus furandum calumnia 5. Sociedad
2. Tempore 2. Injuria
3. Pérdida del litigio, D. A. 3. Infamia (en 7 acciones) 6. Depósito
3. Loco 3. Dolo
7. Tutela
4. Causa 4. Mandato
342

1. Da por entablado un proceso,


haciendo posible una sentencia
1. Vocatio in jus* 2. Produce novación necesaria
2. Actionis o litis 3. D eterm ina el carácter y extensión
denuntiatio del litigio
3. A ctionis editio 4. Fija las personas de los litigantes
4. Vadimonium 5. D eterm ina el juez o jueces que
1. In Jure 5. Actionis
(ante el deben conocer del negocio
postulatio 6. Perpetúa las acciones que tenían
magistrado) 6. L itis contestatio
(9 partes) el carácter de temporales
(9 efectos) 7. Sirve de p unto de partida para
7. Interrogationis ciertas apreciaciones que debe
in jure hacer el juez
8. Confessio in jure 8. Interrum pe la prescripción longi
9. Jus jurandum in tem poris, pero no la usucapión
jure 9. Impide la enajenación de la cosa
2. Formulario litigiosa
(2 partes)
1. Comperendinatio

2. Alegaciones (éstas se hacían en público, oralm ente,


todos los días, a excepción de los feriados. El juez
podía conceder dilaciones, ya para presentar pruebas,
ya para preparar la sentencia)
2. In judicio
(4 partes)
3. Pruebas Testigos designados f 3. Jus jurandum in judicio
(4 clases) D ocumentos 1 4. Confessio in judicio

1. Interlocutionis
4. Sentencia*** 2. Jussus
(3 clases) 3. Mandata

1. Vocatio in jus

2. Demanda
(por escrito o verbalmente)
3. Extra­
ordinario * * * * 3. Litis contestatio
(5 partes)
4. Pruebas J Las mismas
mis que se expresan
( 4 clases) i en el sistema formulario

5. Sentencia*

* Ciertas personas no podían ser llamadas a juicio. Ejemplo: los magistrados durante el ejercicio de sus funciones; los furiosos, le
infantes y los impúberos, sujetos a potestad ajena; otras, para citarlas, se necesitaba el permiso del magistrado. Ejemplo: el ascendiem
por el descendiente; el patrono y su hijo por el liberto; otras, en ciertos actos. Ejemplo: los pontífices, mientras celebraban sacrificio
las que estaban contrayendo matrimonio; las que estaban entablando un litigio; los jueces; y no podía emplearse violencia contra las m
tronas.
** Véase cuadro sobre procedimientos civiles.
*** Esta debía pronunciarse en latín; si bien la Ley XII, Tít. 45, Lib. VII, del Cód., permite que en las provincias se use el griegi
Debía pronunciarse bajo pena de nulidad, de viva voz, en presencia de las partes; y una vez pronunciada, no era modificable por el jue:
el cual cesaba en sus funciones al darla. Doctrina no aplicable a las providencias interlocutórias, susceptibles de revocación y modificaciói
**** En este sistema, desapareció la diferencia entre el jus y el judicium, y las atribuciones del magistrado y del juez vinieron a refui
dirse en una sola persona: en la del magistrado.
***** La justicia se administraba antes de mediodía, pero no en los domingos ni en la semana anterior y la posterior a Pascua, ni e
las vacaciones de recolección y de vendimia, ni en los aniversarios de la fundación de Roma y de Constantinopla, ni en los del nacimienl
del emperador y de su advenimiento al trono, ni en el primero y último días del año (Leyes I, IV y V, Tít. 12, Lib. II del Dig.)
Esta parte del procedimiento sufre modificaciones: no es necesaria la condenación pecuniaria, sino que puede tener por objeto la mi
ma cosa demandada; no produce novación ni extingue ipso jure la obligación anterior; debe redactarse por escrito, pronunciarse públic
mente, insertarse en un registro firmado por el juez, del cual se sacaban copias para las partes en que se incluía un extracto del proceso.
Procedimientos civiles*
(3 sistemas)

1. In Jure
1. V ocatio tn ¡us 1. El Imperio
Mero
í >•
(ante el (2 clases)
magistrado)
2. V ad im on ium % . 2-
Mixto
(3 partes) 3. L itis contestatio O
G ' i. Voluntaria
u-, 2. Contenciosa
1. Acciones 1. C om perendinatio 0>
a 3. Plena
de la ley 4 4. Menos plena
(2 partes) 2. Causas coliectio *0
e*
2. La 5. Ordinaria
2. In judíelo jurisdicción * 6. Extraordinaria
(ante el 3. Pruebas .2 (10 clases) 7. Propia
juez) % 8. Delegada
Procedimientos (3 sistemas)

(S partes) 4. Alegaciones S 9. Propia 1. expresa


o 10. Prorrogada
5. Sentencia < (2 formas)
2. tácita

1. Dacción de juez. (Judex esto)


2. Demonstratio (podía reasumirse en la Intentio,
cuando se trataba de acciones in factum y no era
necesaria en las acciones reales)
1. Principales
3. Intentio (esencial)
(5 partes) 4. Adjudicatio (usada sólo en el ejercicio de las tres
acciones divisorias)
5. Condemnatio (esencial; pudiendo ser de
cantidad determinada o indeterminada)
Fórmulas**
(2 partes)
1. Excepciones
2. Réplicas
3. Duplicas
2. Accesorias
(adjeettones) 4. Triplicas
5. Prescripciones (éstas podían servir tanto al
(5 partes) demandante como al demandado, e iban al
principio de la fórm ula)
(Gayo, § 131, Com. IV)

* Todo debía practicarse en un solo día y antes de puesto el sol; porque cuando la cuestión no quedaba resuelta en el mismo
día, se aplazaba para el siguiente. Todo el procedimiento era público y en presencia de los interesados.
** En ésta se instuuía el juez, se fijaban las cuestiones que era llamado a resolver, se le señalaban los principios jurídicos de
cuya aplicación quedaba encargado y se le indicaba la condenación, sentencia que debía pronunciar dándole poderes más o menos
limitados. V enía por lo tanto a ser la fórmula, la guía del juez en la averiguación de los hechos y una sentencia hipotética. Las

343
fórmulas estaban redactadas con anterioridad, obtenían la debida publicidad, exponiéndolas en el A lbum del pretor.
Organización judicial general y procedimientos*
(3 sistem as)

El re y (É p o ca d el p o d e r real)
L o s có n su les (É p o ca d e la R epública)

L o s p re to re s f 1. U rb a n o J É p o c a de la R epública
(2 clases) j 2. Peregrino 1 y del Im p e rio

M agistrados,

{
fu e ro n : L os ediles 1. P lebeyos í É p o c a d e la R epúblici
(2 clases) 2. C urules | y p a rte del Im perio

Sólo p a ra lo s negocios
del c u lto y algunos
1. A cciones El p o n tífic e m á x im o o tro s q u e n o p u e d en
de la ley de te rm in a rse
e x a c ta m e n te .

1. El p u e b lo , p ara n egocios crim inales


2. Ju ez ú n ic o
3. Á rb itro
4. R ec u p e ra d o re s
5. C en tu m v iro s
Ju eces,
fu e ro n :
Organización judicial

1. D um viros
2. C u atu o rv iro s
(3 sistemas)

3. P refecto s
4. P reto res provinciales

El e m p e ra d o r
M agistrados P refec to d e la ciu d a d (é ste s u stitu y ó a lo s an tig u o s
co n o rd e n ediles en lo re lativ o a la ju risd ic c ió n p e n al)
je rá rq u ic o , P refecto d e la c o h o rte p re to ria n a
fu ero n : P reto r (se a u m e n tó su n ú m e ro h a sta 16)
El g o b e rn a d o r (só lo p a ra las provincias)

Ju ez ú n ic o
2. F o rm u lario Á rb itro
R ecu p erad o res

Ju eces, fu e ro n : 1. Sobre el e sta d o de las p e rso n as


C en tu m v iro s 2. Sobre el d o m in io q u irita rio
(p a ra 3 causas) 3. E n m a te ria de su cesión te sta d a
o in te s ta d a

Tuez pedáneo

El e m p e ra d o r
Los p re fe c to s

{
Magisi
M agistrados L o s p ro c ó n su les \ Ju ec e s o rd in a rio s
3 . E x tra o rd in a rio y jju
u eces L os p re sid e n te s (
al m
mi¡ism o P refecto d e la ciu d ad (
tie
tiemm po P refecto d e l p re to rio j Sólo en R o m a
Ju eces m e n o re s, D . A.
Ju ez p e d á n e o , D. J .

* La competencia reconocía tres causas: la., origen o la patria; 2a., el domicilio; 3a., patria especial, o sea
xmunicipio de donde era uno miembro. Había cuatro modos de hacerse miembro de un municipio: lo ., el nacimiento
^o., la manumisión; 3o., la elección, y 4o., la adopción. (Ley VII, Tít. 4o., Lib. X, del Cód.) Esas causas generale
\ e surtían fuero tenían las siguientes excepciones: lo ., por causa de sucesión; 2o., por causa de contrato; 3o., po
Va de delito; 4o., por causa de reconvención, y 5o., por conexión de causa.
345

Recursos contra las decisiones judiciales

lo . Nulidad. Resulta de la incompetencia del juez; de inobservancia de


las formas constitutivas del juicio; de violación de las leyes o de prin­
cipios evidentes del derecho. Fuera de los casos enunciados y cuando
no hay en realidad juicio, hay varios modos de atacar una resolución
judicial.
2o. Restitución in integrum. Esta puede obtenerse tanto contra una de­
cisión judicial, como contra cualquier otro acto en que, por ejemplo,
un menor de 25 años se lastime en sus derechos por esa decisión
judicial.
3o. Apelación. En tiempo de la República, cualquier magistrado y, so­
bre todo, los tribunos podían, en virtud de la demanda de una de
las partes (qui eos appellat), oponer su veto a las decisiones emana­
das de otro magistrado igual o inferior. Este veto sólo producía un
efecto negativo. Desde Augusto, en quien estaba vinculado el cen­
tro de la suprema jurisdicción, podía no sólo oponer un veto nega­
tivo, sino hacer sustituir por un juez superior, una decisión nueva a
la llevada en apelación.
4o. Súplica al príncipe. Desde Constantino, las decisiones del prefecto
del pretorio no se consideraron apelables; pero este emperador con­
cedió contra aquéllas la súplica (suplicatio), que difiere de la apela­
ción en varios caracteres esenciales.
5o. Revocatio in duplum. No está perfectamente fijado cuál sea el modo
de proceder en este recurso. Es probable:

lo . Que el contumaz y aquel que confesó in jure no podían recurrir


a la revocatio in duplum.
2o. El ejercicio de la revocatio in duplum no estaba sujeto a ningún
otro plazo que el de la prescripción de 10 y 20 años.
3o. Que aquel que recurriera a dicho arbitrio de derecho se exponía
a una condena doble de aquella de que se quejaba.

Ejecución de las sentencias

La ejecución supone más o menos el empleo de la fuerza material.


La condenación en dinero era evidentemente la más fácil y directa de
ejecutarse.

Bajo el sistema de acciones de la ley. Había dos modos de ejecución,


la manus injectio, sobre las personas; la pignoris capio, sobre los bienes.
Bajo el derecho pretoriano. Se conservó la ejecución personal, trans­
formada en adición; pero a su lado quedó establecida la venta de los
346 APÉNDICE. CUADROS SINÓPTICOS

bienes: bonorum venditio, precedida por la missio in possessionem de


los bienes del deudor.
Bajo los emperadores. Se continúa en los errores del periodo pre­
cedente; pero a los medios establecidos se agrega la cesión de bienes,
la venta al por menor, la nueva pignoris capio (pignus ex causa judicati
captum ).
Bajo Justiniano. Se vuelve al apremio personal, modificado con el
encarcelamiento en una prisión pública; la cesión de bienes; la pignoris
capio, que en general reemplazaba al antiguo procedimiento de la missio
in possessionem y la venditio bonorum ; la distractio bonorum, transfor­
mación de la antigua missio in possessionem y de la venta en junto en
una venta al por menor, bajo la vigilancia de un curador, y la restitución
en natural bajo el cuidado de los empleados del juzgado.

Organización judicial en materia criminal

(Tres épocas) Encontramos también aquí tres épocas, pero son di­
ferentes de las enumeradas para el ejercicio de la jurisdic­
ción civil.
El primer periodo comprende desde los primeros tiem­
pos de Roma hasta la creación de las Cuestiones perpetuas.
(A .R . 605.)
El segundo se extiende hasta el establecimiento del Im­
perio. (A. R. 723.)
El tercero hasta el reinado de Justiniano. (A. J. C. 565.
A. R. 1318.)

ler. Periodo Los reyes tienen la jurisdicción criminal sin apelación,


según unos; con apelación a las curias, según otros.

Bajo los reyes El rey podía delegar su jurisdicción en jueces particu­


lares; de esta manera se instruyó, según se dice, el proceso
de Horacio. Esta época no presenta ninguna certidumbre.

Durante la República Durante la República, los cónsules tuvieron al princi­


pio, el mismo poder que los reyes; pero en seguida los co­
Jurisdicción de los micios intervinieron en la administración de la justicia cri­
comicios minal, ya sea para la apelación que todo ciudadano podía
interponer ante las centurias, conforme a las leyes de Valerio-
Publicóla, ya sea para el derecho de juzgar directamente en
ciertos casos.

Por centurias Las centurias conocían principalmente de los actos que


podían indicar ataques a la seguridad o a la majestad del
pueblo romano.
347

Por tribus Las tribus juzgaban sobre los crímenes dirigidos contra
la plebe, el peculado y otros hechos diversos.
Se ha sostenido que las tribus no podían imponer sino
penas pecuniarias; que solamente las centurias fallaban so­
bre el estado y la vida de los ciudadanos. No creo que esta
división metódica haya existido en los primeros tiempos de
Roma. Cuando la jurisdicción de los comicios se organizó,
los cónsules no tuvieron más facultad que condenar al pago
de multas.
Delegaciones a los Durante este periodo, el pueblo, que no podía ocuparse
quaesitores de la instrucción preliminar de los procedimientos crimina­
les, delegaba este poder a particulares, llamados quaestores o
quaesitores. Éstos aparecieron hacia el año 245 de Roma.

Lo que eran No eran magistrados permanentes, tenían sólo una mi­


sión particular que terminaba al concluir la causa cuyo co­
nocimiento se les había delegado.

De qué orden Hasta la Ley Sempronia (632 de Roma), los quaesitores


se les tomaba se elegían de entre los patricios; después se les debía tomar
de entre los caballeros.

Sus funciones Las funciones de los quaesitores variaban: algunas ve­


ces se les confiaba hasta el derecho de imponer la pena; y
otras, debían limitarse a la instrucción. En algunos casos se
confirió el cargo de quaesitores a los cónsules, pretores, etc.

Senado El Senado también tenía funciones en materia criminal.


Juzgaba de las sublevaciones de los aliados, de las exaccio­
nes de los gobernadores de provincia, y algunas veces juzga­
ba también sobre crímenes particulares. Se ven ejemplos de
ello en casos de envenenamiento.
Los pontífices Los pontífices tenían una jurisdicción ilimitada sobre
los miembros de los colegios pontificales. Era éste el tribu­
nal que condenaba a las vestales, culpables de haber violado
su voto de castidad.
El tribunal En fin, el jefe de familia, asistido de sus agnados, podía
doméstico juzgar sobre la suerte de todas las personas que tenía en su
poder. Este tribunal, algunas veces absoluto, fue limitado en
su jurisdicción por el derecho que se arrogaba el pueblo de
reivindicar el asunto cuando lo creía útil.

2o. Periodo Cuestiones perpetuas. En el año 605 de Roma, la Ley


Calpurnia decidió que habría cuestores permanentes, encar­
Quaestiones gados de fallar en las quaestiones repetundarum; quiere decir,
perpetuas contra los magistrados acusados de haber extorsionado por
dinero a los particulares.
348

Límites Esta clase de cuestiones se extendió sobre un gran nú­


territoriales de mero de casos; pero sin reducir a la nada enteramente a las
las qucestiones otras jurisdicciones criminales. En efecto, no tuvieron lugar
perpetuas sino en Roma o en una milla a su alrededor.

Son confiadas a Se confiaban las qucestiones perpetuas a los pretores


los pretores, que presidian entonces cierto número de fudices, escogidos
asistidos de entre ciertas clases privilegiadas.
fudices Entonces los pretores se dividieron de esta manera: lo.
el pretor urbano y el pretor peregrino, encargados de la jus­
ticia civil; 2o. los pretores enviados para gobernar las pro­
vincias; 3o. los pretores agregados a las qucestiones perpetuas
y que tomaron su nombre de la naturaleza de los procesos
que juzgaron: qucestores parricidiv, qucestores repetunda-
rum, etc.
Cuando el cuestor estaba demasiado ocupado, podía
delegar sus funciones, pero el fallo era siempre pronunciado
por los judices. Las cuestiones hicieron más frecuentes las
decisiones dé los comicios.

Triumviri La guardia de las prisiones y la ejecución de los juicios,


capitales estaban confiadas a triumviri capitales, creados en el año
465 de Roma. Tenían igualmente una jurisdicción dé poli­
cía, poco extendida.
En Italia. Salvo casos muy raros, la justicia criminal es­
taba en manos de los duumviri.
En las provincias. Tampoco hay que establecer distin­
ción entre la justicia civil y la criminal.

3er. Periodo Bajo el imperio. Las qucestiones perpetuas duraron


hasta el tercer siglo de la era cristiana, pero se limitó su ju­
risdicción por la creación de nuevas magistraturas.
El Emperador juzgaba con alguna frecuencia, de los
crímenes graves en su auditorio. De ello se encuentran ejem­
plos a partir de Constantino.

Atribuciones del El Senado fallaba en los crímenes de los senadores, de


Senado sus mujeres e hijos; fallaba en todas las acusaciones de lesa
majestad, en casos de falsificación, adulterio, incesto, y en
actos de violencia. Sin embargo, bajo Constantino, el Sena­
do ya no figura como cuerpo judicial.
Por último, los prefectos del pretorio juzgaban en ape­
lación sobre los crímenes cometidos en todo el Imperio.

Jurisdicción local A estos Tribunales deben agregarse jurisdiccionales lo­


cales.
349

En Roma, el prefecto En Roma. El prefectus urbi imponía las penas correc­


de ciudad cionales, la multa, el látigo y la relegación.
Algunas veces se le daba facultad para condenar a muerte.

El jefe de la guardia El Prefectus vigilum juzgaba a los incendiarios, a los la­


municipal drones con fractura; cuando el asunto era grave, los remitía
al prefecto de ciudad.

En Italia En Italia. Bajo Adriano, la jurisdicción criminal pasa a


los judices creados por él. Los duumviri no eran más que
jueces de simple policía.

En las provincias En las provincias. La jerarquía vino a ser en lo criminal


bajo Constantino, lo que había sido en lo civil.

Tribunales Hay que advertir también que había tribunales especia­


especiales les para cierta categoría de personas; así los tribunales mili­
tares para los soldados; los sínodos y los obispos para el clero;
el Magister officiorum para los empleados de palacio, etc.
Bibliografía

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1963.
I*roceso civil romano, Ediciones jurídicas Europa-América, 1957.
Serafini, Felipe, Institución de derecho, Espasa Calpe, Madrid, 1927.

351
La publicación de esta obra la realizó
Editorial Trillas, 5. /A. de C. \J.

División Administrativa, Av. Río Churubusco 385,


Col. Pedro María Anaya, C. P. 05340, México, D. F.
Tel. 6884233, FAX 6041364

División Comercial, Catz. de la Viga 1132, C. P. 09439


México, D. F. Tel. 6330995, FAX 6330870

5e terminó de imprimir el 30 de marzo de 1995,


en los talleres de Impresora Publimex, 5. A.
5e encuadernó en Acabados Editoriales Anfre'd.
5e tiraron 600 ejemplares, más sobrantes de reposición.
BM2 80

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