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EL MILAGRO DEL MAGNESIO

Las almendras
¿Sabías que el magnesio?

El magnesio es un tranquilizante natural que mantiene el


equilibrio energético en las neuronas y actúa sobre la transmisión
nerviosa, manteniendo al sistema nervioso en perfecta salud.
Ampliamente recomendado para los tratamientos antiestrés y
antidepresión.
El magnesio (mg.) ayuda a fijar el calcio y el fósforo en los huesos
y dientes. Previene los cálculos renales ya que moviliza al calcio.
El magnesio actúa como un laxante suave y antiácido.
Es también efectivo en las convulsiones del embarazo: previene
los partos prematuros manteniendo al útero relajado.
Interviene en el equilibrio hormonal, disminuyendo los dolores
premenstruales.
El magnesio actúa sobre el sistema neurológico favoreciendo el
sueño y la relajación.
Autorregula la composición y propiedades internas (homeostasis)
Actúa controlando la flora intestinal y nos protege de las
enfermedades cardiovasculares. Favorable para quien padezca de
hipertensión.
La refinación de alimentos produce una perdida entre el 85 - 99
% de magnesio y la cocción produce un 50 % de pérdida.
Antes los alimentos eran más ricos en Magnesio ya que los
agricultores utilizaban estiércol animal. Ahora con los abonos
químicos los alimentos lo contienen en menor cantidad.
Los minerales son componentes inorgánicos, es decir, aquellos
que se encuentran en la naturaleza sin formar parte de los seres
vivos.
Juegan un papel importante en la formación de tejidos, síntesis
de hormonas y en la mayoría de las reacciones químicas.
El magnesio es esencial para la asimilación del calcio y de la
vitamina C. Es importante para la transmisión de los impulsos
nerviosos, equilibra el sistema nervioso central y aumenta la
secreción de bilis.
Aquí le
presentamos una
tabla con alimentos
ricos en Magnesio,
el contenido se
expresa en
miligramos por
cada 100 gr. de
porción comestible
del producto.
El magnesio es
un mineral muy beneficioso para los deportistas, que podemos
encontrar en una gran variedad de alimentos. Lo ubicamos en la
clorofila, el pigmento vegetal que proporciona el color verde a
ciertas verduras, como la espinaca, la acelga, la achicoria, la
lechuga, entre otras.

ALIMENTOS CONTENIDO EN MAGNESIO


Almendras, cacahuetes 250
Caracoles 250
Garbanzos, judías blancas, guisantes 150 Avellanas, pistachos,
nueces 150
Maíz 120
Chocolate 100
Pan integral 91
Lentejas 78
Cigalas, langostinos, gambas. 76
Acelgas 76
Dátiles 59
Pasta 57
Chocolate con leche 50
Espinacas 50
Sardinas en conserva 50
Almejas, berberechos 50
Gruyere, Emmental 50
Pasas, ciruelas secas 40
Queso manchego semicurado 39
Castañas 36
Plátano 36
Langosta y bogavante 34
Galletas 32
Queso de bola, manchego fresco 28
Judías verdes, habas. 28
Sardinas en conserva 26
Patatas 25
Conejo 25
Besugo, dorada, salmonetes, merluza 23

Denominado por muchos expertos el mineral antiestrés, ya que


ha demostrado ser un tranquilizante natural que relaja los músculos
esqueléticos y actúa positivamente sobre la transmisión nerviosa.
Se asegura que previene la ansiedad, las fobias, los tics y el
insomnio por lo que está recomendado en tratamientos contra la
depresión y el estrés.
Es tal su importancia que se le considera absolutamente
imprescindible para un correcto funcionamiento del organismo y, de
forma muy especial, del corazón, las arterias, el aparato músculo
esquelético y los sistemas nervioso, endocrino y digestivo. Se ha
descubierto que su ingesta previene el ACV. La sangre contiene
más calcio que magnesio, pero los músculos tienen más magnesio
que calcio.
El magnesio queda absorbido por nuestro organismo y después
se libera gracias a la función renal y a las heces. Un 45% del
magnesio ingerido en las comidas es aprovechado mientras que un
55% se deshecha. El intestino delgado y el estómago, el segundo
en menor medida, son los encargados de la absorción.
Las tareas del magnesio dentro del cuerpo humano aluden al ATP
que, al usar la glucosa por fosforilación anaeróbica o por la
decarboxilación oxidativa para la producción de energía desde las
células. También nos servimos de este mineral en la contracción y
relajación muscular.

Otra función del magnesio es la disminución de la excitabilidad


del sistema nervioso central. Específicamente, el magnesio inhibe
la liberación de acetilcolina. En cuanto al medio intracelular, el
magnesio equilibra el ácido- base, participa de la actividad
electrolítica celular, la respiración y los intercambios entre las
mismas.
El magnesio es el octavo elemento más abundante en la Tierra,
el segundo -tras el sodio- en el mar y el quinto más abundante del
organismo humano.
El magnesio capta la energía solar y la
potencia, formando compuestos químicos
que los organismos son después capaces
de sintetizar. Al mismo tiempo, permite
liberar el oxígeno necesario para las
funciones respiratorias.
El 60% de las necesidades diarias se
depositan en los huesos, el 28% en los
músculos y el resto en los tejidos blandos -principalmente, corazón,
cerebro, hígado y riñones-, y el 2% restante en los líquidos
corporales.
Toma parte en el mantenimiento de la glucosa y otras partículas
nutrientes, para que posteriormente se pueda aprovechar la energía
de éstas.
La ingesta diaria de magnesio debe estar entre los 300 y 350
mg./día para los hombres, 280 mg/día para las mujeres y entre 320
a 350 mg/día para las embarazadas.
Las necesidades medias diarias de magnesio son de
aproximadamente 0’0067 gramos por kilogramo de peso corporal.
Esta cantidad debe ser el aporte mínimo, y a condición de estar en
consonancia con los otros elementos de la llamada tétrada catiónica
(potasio, sodio y calcio). Además, debe administrarse en la
alimentación; de otro modo no surtiría ningún beneficio ya que no
sería absorbido y se arrastraría junto con las heces.
¿Qué sucede con su carencia?
Este mineral es esencial para el buen rendimiento de los niños en
la escuela, de los estudiantes en general y de las demás personas
en el ámbito laboral y cotidiano.
Al parecer la carencia de magnesio afecta principalmente a las
personas que sólo consumen alimentos procesados, es decir, a
quienes no ingieren habitualmente frutas, hortalizas u otros
alimentos crudos o que, en general, mantienen una alimentación
pobre. También es frecuente en alcohólicos y en personas con
cirrosis hepática, diarreas prolongadas, mala absorción intestinal y
enfermedades renales o bien están a tratamiento diurético o han
sufrido una intervención quirúrgica.
Asimismo, las embarazadas y las personas que realizan grandes
esfuerzos físicos, ya sea por razones deportivas o laborales,
también se encuentran expuestas a sufrir carencias de este mineral.

El Magnesio en los alimentos


Hay alimentos que, de por sí, son muy ricos
en magnesio. Las fuentes más conocidas de
magnesio son el cacao, las semillas y frutas
secas, el germen de trigo, la levadura de
cerveza, los cereales integrales, las
legumbres, las verduras de hoja y el pescado.
También se encuentra, pero en menor
cantidad, en carnes, lácteos y frutas. Así, una lista no exhaustiva
contendría comidas como la remolacha, las espinacas, el trigo, la
avena, la patata, la zanahoria, las almendras, las nueces, las
avellanas, las castañas, el arroz, las cerezas y los plátanos, entre
otros.
La sal marina sin refinar también aporta una importante cantidad
de este elemento.
La refinación de alimentos produce una perdida entre el 85 - 99
% de magnesio y la cocción produce un 50 % de pérdida.
La aplicación de calor a las comidas elimina una cantidad
considerable de cloruro de magnesio. Es preferible, por tanto,
comer los alimentos crudos (donde abunda es en los vegetales,
frutas y verduras). Todos los procesos tampoco destruyen
igualmente las reservas del mineral; el tostado no es tan perjudicial
como la ebullición.
Antes los alimentos eran más ricos en
Magnesio ya que los agricultores
utilizaban estiércol animal. Ahora con los
abonos químicos los alimentos lo
contienen en menor cantidad.
La necesidad diaria de este mineral, se cubre consumiendo
alguna de las siguientes comidas:
Una taza de chocolate con leche, y tres rebanadas de pan
integral. Una porción de carne acompañada de ensalada verde*
Una taza de legumbres cocidas Una banana de tamaño grande.
El magnesio ejerce una acción antiinflamatoria, protege contra
infecciones, mejora la resistencia ante el estrés, el frío y la fatiga.
La ansiedad, el insomnio, el exceso de emotividad hacen que se
descarguen cantidades de magnesio intracelular.
Una dieta pobre en magnesio puede producir, espasmofilia,
temblores, depresión, vértigos, confusión, arritmia, alopecia,
artritis… los casos de déficit de este mineral se observan en
pacientes dependientes del alcohol, que han sufrido quemaduras,
diarreas, vómitos excesivos, cirrosis o cáncer. La falta de magnesio
está unida a las carencias de potasio y calcio.
Por ello te recomiendo que controles bien tu dieta, al practicar
Yoga, y la complementes con este mineral imprescindible: EL
MAGNESIO.

Síntomas déficit de magnesio


El magnesio es un importante mineral que participa en procesos
enzimáticos y metabólicos necesarios para el organismo.
Un déficit o bajo nivel de magnesio en el consumo diario puede
generar en enfermedades crónicas y comprometer seriamente su
salud.
Si usted se siente cansado y estresado es posible que usted
tenga un déficit de magnesio en su dieta.
Debido a que el magnesio se degrada fácilmente con la cocción,
la mayoría de las personas presentan deficiencia de este mineral
esencial

Cómo Saber si usted Tiene un Déficit de Magnesio


El siguiente test indica si usted tiene déficit o nivel bajo de
magnesio. Sume el valor de cada síntoma que presente.
Un total entre 30-50 puntos, usted probablemente tiene el
magnesio bajo.
Por encima de 50 puntos con seguridad usted tiene el magnesio
en un nivel bajo.
• Permanece bajo excesiva tensión emocional. 2

• Es irritable, o se encoleriza fácilmente. 3

• Es inquieto, o hiperactivo 2

• Se sobresalta fácilmente por ruidos o luces. 4

• Tiene dificultad para dormir. 2

• Presenta dolores de cabeza crónicos o migrañas. 3

• Presenta convulsiones. 3
• Tiene temblor o inestabilidad en sus manos. 3
• Espasmos musculares alrededor de sus ojos, cara, u otras zonas
del cuerpo.3
• Calambres musculares. 3
• Espasmos musculares en manos o pies. 3
• Espasmos del esófago. 4
• Asma o dificultad para respirar. 3
• Enfisema, bronquitis crónica, o respiración difícil. 2
• Osteoporosis. 5
• Ha tenido cálculos renales. 3
• Sufre de una enfermedad renal crónica. 2
• Padece de diabetes. 4
• Tiene aumento de la actividad de la tiroides o de la paratiroides.
3
• Padece de hipertensión.3
• Presenta prolapso de la válvula mitral.4
• Presenta latidos del corazón muy rápidos, irregulares o
arritmias.3
• Toma Digital (Lanitop). 3
• Toma algún diurético.5
• Ha tenido terapia con radiación o exposición a ella. 5
• Bebe más de 7 copas semanalmente.4
• Ha tenido problemas por el alcohol en su vida? 3
• Toma diariamente más de 3 tazas de café.2
• Toma alimentos con azúcar diariamente.2
• Desea comer carbohidratos (harinas) o chocolates.2
• Tiene deseo anormal por la sal.2
• Su comida es altamente procesada / (comidas rápidas).2
• Su dieta es pobre en verduras, semillas y / o frutas. 2
• Su dieta es pobre en proteínas.2
• Presenta comida no digerida o grasa en las deposiciones.2

• Padece colitis ulcerativa o de intestino irritable. 3

• Presenta diarrea frecuente o estreñimiento. 3

• Padece de síndrome premenstrual o de calambres menstruales.3

• Está embarazada o lo ha estado recientemente. 2

• Tuvo hipertensión o pre-eclampsia en un embarazo anterior.4

• Padece de fatiga crónica. 2

• Tiene debilidad muscular.2

• Presenta manos o pies fríos. 2

• Ansiedad.3

• Depresión crónica sin razón clara.2

• Presenta desorientación de tiempo o lugar.2

• Nota que su personalidad es fija o mecánica.2

• Alucinaciones.2

• Tiene ideas persecutorias. 2

• Presenta la cara pálida o abotagada. 2

• Tiene pérdida considerable de su energía sexual. 2

• Su médico le ha dicho que su nivel de calcio en sangre es bajo. 2

• Su médico le ha dicho que su nivel de potasio en sangre es bajo.3

• Toma suplementos regulares de calcio sin magnesio.2

• Toma suplementos regulares de hierro o zinc sin magnesio.2

• Ha tenido exposición crónica a fluoruros.2

• Usa con frecuencia antibióticos, esteroides,


anticonceptivos, antiinflamatorios o estrógenos sintéticos. 3
Si usted toma un suplemento diario de por lo menos 600
magnesio de magnesio reste 15 del total de su cuenta.

Características importantes sobre el consumo de magnesio


El magnesio se absorbe en presencia de la piridoxina (Vitamina
B6), la que actúa como enzima. En ausencia de un nivel razonable
de ésta, el ion
Magnesio no es absorbido. Por esta razón siempre debe
administrarse en forma conjunta, con esta Vitamina del Complejo B
para que sea asimilado por vía hepática.
Una norma práctica para administrar magnesio es administrarlo
en conjunto con el ion de calcio para mantener el equilibrio. Y
siempre alejado de las comidas grasas para asegurar su absorción.
La principal causa de pérdida de magnesio por vía renal es el uso
de diuréticos sin control.
El magnesio tampoco se adhiere a las proteínas en medio ácidos
o acidosis. Ejemplo: las hipomagnesemias derivadas de procesos
inflamatorios crónicos, como el caso de la disfunción de la
articulación témporomandibular (ATM) o bruxismo que genera
acidosis 1200-1500 veces al día.
Cuando existe acidosis en los tejidos, se produce un excesivo
consumo del magnesio y por ello se altera el sistema hormonal
femenino.
Esta situación de consumo excesivo de magnesio es válida
también para otras formas de cuadros inflamatorios crónicos, de
alta frecuencia de aparición (artritis, reumatismos, inflamaciones
pelvianas, etc.).
Debe señalarse que son las mujeres las que esencialmente
experimentan este tipo de problemas en relación 3-1 con respecto
a los varones.
La pérdida del ion magnesio se traduce en una disminución de la
función reguladora del eje hipotálamo-hipófisis y de la glándula
tiroides.
La resistencia eléctrica del magnesio es de 4.46 microhms/cm. y
sus efectos orgánicos se pierden a temperaturas sobre los 60
grados Cº. Por eso se pierde el magnesio al cocinar los alimentos.
Una de las causas de hipomagnesemia o tener niveles bajos de
magnesio es porque el cuerpo tiene mayor requerimiento de
magnesio para defender al organismo de los contaminantes
ambientales.
El magnesio reduce el monóxido de carbono, el dióxido de
carbono, el dióxido sulfuroso y el óxido nítrico. Se combina,
además, directamente con el nitrógeno, arsénico, azufre, halógenos
y el fósforo. De aquí, su importancia, como defensa biológica natural
contra la contaminación ambiental.
En el alcohólico y en el adicto al tabaco presentan serias
carencias de magnesio, reducen su dependencia de estos tóxicos
al administrárseles en forma de sales de sulfato de magnesio.
En pocas palabras, el fosfato de calcio que forma parte del sarro
o tártaro dentario, es una manifestación de una pérdida de calcio,
en forma anormal y a su vez de bajo niveles de magnesio.
Se aprecia que en las dietas ricas en fitatos tales como los
alimentos de tipo integral o con germen de trigo, el magnesio es
poco absorbido, generando hipomagmesemia.

Alimentos que contienen Magnesio


En orden de prioridad los siguientes alimentos y vegetales
contienen magnesio: algas marinas, salvado del trigo, germen del
trigo, almendras, anacardos, melaza, levadura de cerveza, nueces
del Brasil, avellanas, maní, millo, trigo entero, nueces de nogal,
centeno, tofu, coco seco, soya cocida, espinaca, arroz integral,
higos secos, albaricoques secos, dátiles, palta o aguacate, queso
Cheddar, perejil, ciruelas, semillas de girasol, frijoles o porotos,
cebada, diente de león, ajo, pasas de uvas, guisantes verdes
frescos, papa con cáscara, plátano, coliflor, zanahorias, apio,
espárragos.
Es el responsable de la energía del cuerpo, ayuda a prevenir
enfermedades serias tales como la depresión y la enfermedad al
corazón.
La primera versión de este libro, en el 2003. en ella atribuyen
propiedades casi milagrosas al mineral magnesio. Se señalan entre
otras la relación entre la deficiencia de magnesio con la diabetes, el
síndrome pre menstrual, la osteoporosis y los cálculos renales. En
este libro se descubre las muchas necesidades de este mineral para
una dieta saludable. Debemos cuidar que la cantidad adecuada de
magnesio llegue a nosotros diariamente, recordando siempre que
es preferible prevenir, es necesario puntualizar que actualmente
nuestra alimentación adolece de muchos minerales importantísimos
debido a que la tierra donde se siembra los productos que
consumimos en nuestra alimentación esta exhausta.
El magnesio alivia los síntomas de las siguientes enfermedades:
ansiedad y ataques de pánico, asma, coágulos sanguíneos,
enferma intestinal, cistitis, depresión, desintoxicación, diabetes,
fatiga, enfermedad del corazón, hipertensión, hipoglucemia,
insomnio, enfermedad al riñón, migraña, condiciones músculo -
esqueléticas. Problemas nerviosos, problemas obstétricos,
osteoporosis, síndrome de Raynaud y caries dentales.
Quien escribe tenía diarias palpitaciones al corazón, calambres a
las pantorrillas, tensión al cuello y al hombro que desaparecieron al
consumir 500 mg. de óxido de magnesio dos veces al día.
El magnesio es cofactor en reacciones químicas, produce y
transporta energías, sintetiza proteínas, transmite señales
nerviosas y relaje los músculos el calcio y el magnesio comparten
igual importancia en nuestro cuerpo y deben coexistir en un
adecuado equilibrio para que nuestro cuerpo funcione con
corrección…el exceso de calcio sin magnesio puede ser perjudicial
el calcio sin magnesio se pierde…los alimentos procesados carecen
de magnesio la acidez estomacal es esencial para la absorción del
magnesio…o sea que el ácido clorhídrico produce un cambio
químico en los minerales y los hace absorbibles…consumir
moderadamente los antiácidos de carbonato de calcio porque
originan que mayor cantidad de magnesio sea expulsado al
magnesio lo obstruyen ciertos alimentos entre los que
mencionaremos a la soya y el Tolú la comida chatarra no es una
dieta con magnesio y abunda en aceites trans, también podemos
decir que la tierra pobre y cansada de producir nos brinda alimentos
deficitarios en magnesio.
Algunos fármacos producen deficiencia de magnesio como
diuréticos, insulina, otros, por el contrario, interactúan con él como
los relajantes musculares, los barbitúricos, los hipnóticos y los
narcóticos…antes no se hablaba del magnesio porque los
laboratorios hacen sus investigaciones sobre fármacos no sobre
minerales.
Cada año muchas personas entran a tratamiento psiquiátrico por
causas que pueden deberse a deficiencia de magnesio aparte de
ansiedad puede causar ataques de PÁNICO; aparte puede aliarse
con la glucosa y producir hipoglucemia con todos sus molestos
síntomas…en los niños se asocia la deficiencia de magnesio con
desórdenes como déficit de atención e hiperactividad, DDAH,
delincuencia juvenil y depresión la serototina, químico cerebral
natural llamado” me siento bien” precisa del magnesio para
Se puede usar el magnesio como protocolo oral de la
QUELACION CON EDTA.
Los diabéticos necesitan más magnesio y pierden más
magnesio…el magnesio es necesario para la producción y
transporte de la insulina….
Evita las piedras en los riñones porque mantiene el calcio disuelto
en la sangre…para tratar la osteoporosis se debe unir el calcio al
magnesio…. Para evitar la osteoporosis comer frutas y verduras y
calcio, potasio… Sobre el magnesio las investigaciones y pruebas
continúan, es importante saber que la deficiencia de magnesio
origina el síndrome de fatiga crónica y la fibromialgia y que por lo
tanto es parte muy importante en su tratamiento porque disminuye
la fatiga, el dolor muscular y la sensibilidad química, la ausencia o
déficit de magnesio origina también enfermedad ambiental y asma,
el magnesio ayuda a eliminar químicos y metales pesados del
cuerpo el magnesio mejora ostensiblemente a los personas
atacadas por el asma.
SALUD Y LONGEVIDAD
CUANTO MAS AVANZAMOS EN EDAD REQUERIMOS UNA
DOSIS MAYOR DE MAGNESIO EN FORMA DE
SUPLEMENTO…unido a otros alimentos elimina químicos tóxicos
y metales que nos envejecen…el magnesio cumple todos los
criterios de las drogas para la inteligencia con menos costo y sin
efectos colaterales…los radicales libres hacen mucho más daño a
un organismo que adolece de magnesio…es necesario confiar en
los antioxidantes en esta lucha contra los radicales libres…se ha
identificado a los pesticidas como la causa de la enfermedad de
Parkinson… la enfermedad de Alzheimer está unida a los metales
tóxicos especialmente el ALUMINIO, ollas, latas cubiertos pueden
envenenarnos…el Parkinson se rumora que es causado también
por pesticidas calcio y aluminio…

CONCLUSIÓN: Para protegernos del Parkinson y del Alzheimer


recurramos al magnesio acompañado de una alimentación sana de
frutas y verduras…el Alzheimer es tipificado como una gran
concentración de aluminio en el cerebro…cuando en una persona
de la tercera edad se presentan desbalances críticos de niveles de
magnesio se debe recurrir a la administración de magnesio por via
intravenosa…un gran especialista francés concluye sus
investigaciones con las siguientes aseveraciones:
La deficiencia de magnesio acelera el envejecimiento porque
tiene malos efectos en el aparato neuromuscular, cardiovascular y
endocrino, también en los riñones y huesos y en los sistemas
inmunológico, antiestrés y antioxidante…
Las personas estamos consumiendo 4 mg/kg/al día cuando
óptimo es 6 mg/kg/al día.
ALIMENTOS RICOS EN MAGNESIO: algas marinas, salvado de
trigo, germen de trigo, almendras anacardos, melaza, levadura de
cerveza, trigo sarraceno, castañas, avellanas, maní, pecanas,
nueces, tofu, centeno, hierbas como el culantro, diente de león,
verdolaga, algas, ortiga es muy rica el agua mineral con magnesio
y si tiene calcio que no sea más del doble del magnesio
OPTIMO 6 8 mg/día/kilo de peso

Compilación de Estudios de eminencias médicas, zootécnicas y


agronómicas sobre los beneficiosos efectos del magnesio en el
hombre, en los animales y en las plantas
Índice

• Prologo

I. Capítulo - ¿Posee El Magnesio Virtudes Curativas?

II. Capítulo - El Magnesio En El Organismo Humano

III. Capítulo - El Magnesio En Zootecnia

IV. Capítulo - El Magnesio En Agricultura

• Epilogo

I. Apéndice - ¿Cómo Debe Tomarse El Magnesio?

II. Apéndice - Contenido De Magnesio y De Calcio En Los


Principales Elementos

III.Apéndice - Principales Dolencias Para Las Que Se


Recomienda El Empleo De Las Sales De Magnesio

IV. Apéndice - Bibliografía PRÓLOGO


La presente obra recoge varios artículos de diferentes autores,
consagrados a divulgar el importante papel que desempeña el
magnesio en los organismos vivientes, como sus efectos curativos
en el hombre y en los animales, los prodigiosos resultados del
mismo aplicado a las plantas y, en general, su poderosa
intervención en el metabolismo vital.
Sobre todo, los diez artículos de Francisco Manzanal, S. I., han
tenido la virtud de interesar a gran número de personas que han
practicado, con excelente resultado, la cura del magnesio en ellos
recomendada y que luego, espontáneamente, se han constituido en
los grandes propagadores de las virtudes curativas del magnesio.
No se crea, sin embargo, que con estos artículos se descubre
algo totalmente nuevo o ignorado respecto al magnesio.
Desde hace años se conocía su intervención en el metabolismo
orgánico y no pocas de sus virtudes curativas, según lo dan a
entender los excelentes preparados hechos a base de sales de
magnesio, tales como,
• DELBIASE (en forma de comprimidos y de crema)
• LIDACRÓN (en forma sólida)
• LIDATINE (en forma líquida)
• MAGNOGENE (en grajeas)
• HALMAGNOL (en ampollas)
• más recientemente HALÓGENOS JULIÁ-4 (en forma
líquida), etc.
Sin embargo, hablando en general, se había prestado escasa
atención a la importancia que el elemento tiene en el mundo
orgánico, hasta que recientes experiencias, llevadas a cabo
principalmente en Francia y en los Estados Unidos y recopiladas
con gran maestría por el Padre Manzanal, han tenido la virtud de
llamar la atención del público sobre lo mucho que puede esperarse
del elemento magnesio, ingerido, no en forma metálica
naturalmente, sino en sales, particularmente de cloruro y carbonato.
Que, por lo menos en Barcelona, son muchas las personas que,
se sirven de las sales de magnesio para alivio de sus males y aun
como alimento (pues autoridades médicas aseguran que el
magnesio debería figurar en la dieta ordinaria), lo demuestra la
admiración de algunas droguerías de dicha ciudad que en un mes
venden más sales de magnesio que antes vendían en diez años.
No vamos a extendernos, en este prólogo, haciendo la apología
del magnesio, puesto que ésta ya se hace - y por cierto bien
cumplida, según creemos - en el decurso del presente libro.
Solamente queremos precisar, antes de terminar, el carácter del
mismo, que es más bien una complicación o refundición de lo que
especialistas en las respectivas materias (médicos, ganaderos y
agricultores) han observado y experimentado con respecto al papel
biológico del magnesio.
Aunque el fondo básico de este libro, sobre todo en lo que
respecta al hombre, son los aludidos artículos del Padre Manzanal,
quien a su vez se ha servido principalmente de la obra del doctor
Delbet, hemos de hacer constar, que en él figuran extractos de otros
varios autores.
Asimismo, hemos utilizado los informes que nos han
proporcionado cuantos se han servido darnos a conocer los efectos
beneficiosos del magnesio que en sí han experimentado.
En esta complicación de datos o, si se quiere, refundición de
trabajos de otros autores, hemos procurado la mayor unidad y
orden, reuniendo en capítulos separados lo referente al hombre, a
los animales y a las plantas, lo que no siempre se encuentra bien
delimitado en otros autores.
Esperamos que la presente obra servirá para ampliar el campo
de acción del magnesio.
CAPÍTULO PRIMERO
¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?
Entendemos que, en todo libro, revista y, en general, en cualquier
escrito, lo primero que debería hacerse - y no siempre se hace - es
justificar el título que se le ha puesto, a no ser que él mismo se caiga
por su peso o que, en el decurso de la exposición, aparezca
claramente justificado.
Al encabezar esta compilación de escritos sobre el magnesio le
hemos puesto por título «Virtudes Curativas del Magnesio», con lo
cual parece queremos dar a entender que el magnesio posee
virtudes curativas, como así es en efecto.

A) MARAVILLOSOS EFECTOS DEL MAGNESIO


A no pocas personas que tan sólo habrán oído hablar del
magnesio al designar los polvos de que se sirven los fotógrafos para
producir chispazos de luz blanca deslumbradora, o al tratar del
purgante denominado magnesia, les ha de parecer raro que se
pueda escribir un libro que trate exclusivamente de las virtudes
curativas del magnesio.
Por esto hemos creído del caso comenzar esta compilación
justificando el título que le hemos puesto, a fin de que nadie nos
pueda tildar de que no ponemos en práctica lo que creemos debe
hacerse en todo libro y de que en él caemos en el mismo defecto
que reprochamos en otros.
Dice el refrán que la mejor manera de demostrar el movimiento
es andando; pues esto es lo que ahora vamos a hacer en este
capítulo introducción: describiremos una serie de maravillosos
efectos curativos, obrados con el magnesio, no precisamente bajo
la forma metálica, sino de sales, como el cloruro, sulfato o carbonato
en lectores de esta obra, los cuales además de experimentar en sí
sus saludables efectos, nos lo han escrito o comunicado de palabra.
En la imposibilidad de aducirlos todos, nos limitaremos a dar a
conocer en este lugar algunos pocos.
1. Cura la artrosis debida al ácido úrico
(De una carta fechada el 28 de octubre de 1956):
Un amigo mío me recomendó el libro las «Virtudes Curativas del
Magnesio», el que, una vez leído, me decidió a poner en práctica el
tratamiento a base de cloruro de magnesio.
» Los resultados no han podido ser más sorprendentes ni más
halagüeños, ya que, al poco más de un mes de tomarlo todas las
mañanas en ayunas, me vi casi totalmente restablecido (hoy
completamente) de las dolencias que me aquejaban. Me
encontraba excesivamente sobrecargado de ácido úrico y, como
consecuencia de ello, sufría una grave artrosis en ambas rodillas,
particularmente en la izquierda, y estaba decidido a dejarme operar,
sabiendo que me tenía que quedar la articulación rígida, o sea, cojo
para toda la vida; pero es que hacía cerca de cinco meses que me
tenía imposibilitado y con unos dolores terribles. Afortunadamente
este peligro desapareció tomando el cloruro de magnesio y hoy me
encuentro mucho mejor que diez años antes.
» También sufría de dilatación de la aorta (tengo cincuenta y dos
años) y hoy puedo decir que ya no me inspira ninguna
preocupación; pues, en opinión del doctor que me ha mirado
últimamente en la pantalla, me encuentro perfectamente.
«Aparte de lo que antecede, se siente uno a los pocos días de
tomar el cloruro, con una gran energía y vitalidad, que hace que
hasta el carácter se transforme, ya que le proporciona una euforia
y optimismo sin igual.
» Me complazco en proporcionarle los detalles de este mi caso,
para que sirva de estímulo y de ejemplo a aquellos que sufren, no
solamente de las dolencias reseñadas, sino de todas aquellas que
son propias de las personas de edad.»

2. Hace desaparecer el temblor senil


(De una carta fechada el 2 de marzo de 1956):
«Desde que terminaron de publicarse los artículos del P.
Francisco Manzanal sobre «Virtudes Curativas del Magnesio», he
sido un propagandista del cloruro de magnesio.
» Yo lo tomo desde entonces y sus efectos han sido más y
mejores de lo que yo esperaba. Empecé por tomarlo para aliviarme
del temblor senil que me impedía escribir y hasta poner mi firma, si
no era sujetándome la mano derecha con la izquierda, y me
temblaba la mano al beber, y demás usos. A los cuatro días de
tomar una dosis bastante floja, ya noté sus efectos, pero no quise
dar crédito, hasta a los trece días en que, sin querer, di un grito de
entusiasmo al ver la facilidad y constancia en poder manejar la
pluma y demás enseres.
«Padecía desde muchos años hemorroides constantes y se me
han curado totalmente, y esto que ya trataban de operarme. Ahora,
a pesar de los tiempos reinantes, esto era en febrero de 1956, sin
usar bufanda y saliendo de casa varias veces al día, no he cogido
ningún resfriado. Otra ventaja he observado en mí ya achacoso
cuerpo; optimismo, alegría de vivir, agilidad de mis piernas y rodillas
a mis 62 años.
» Son muchas las personas que me agradecen les haya
aconsejado el cloruro de magnesio. Es un laxante eficaz y el más
económico.»
3. Desvanece el agotamiento intelectual
(De una carta fechada el 17 de junio de 1957):
«Me dirijo a usted para solicitarle el libro «Virtudes Curativas del
Magnesio». Tengo interés en tenerlo; pues conozco el resultado
satisfactorio que ha obtenido con el tratamiento del magnesio un
señor que sufría desgaste y agotamiento intelectual y ahora sigue
trabajando incansable. Como soy enfermera y también otros me
han hablado de los efectos del magnesio, es por eso que deseo
tener este libro.»
4. Otros notables efectos beneficiosos del magnesio
A. Un hombre de carrera, de unos 60 años de edad, padecía de
cierta infección intestinal crónica. Un amigo le proporcionó
«Virtudes curativas del magnesio». Después de dos meses, escribió
estas textuales palabras:
«Hace un mes que tomo magnesio y me he librado de un achaque
que hacía 35 años lo llevaba conmigo».
B. Hace algún tiempo se presentó un individuo diciendo que,
poco antes, apenas podía valerse por el reuma; incluso le habían
de vestir. A los pocos días de tomar magnesio, le desapareció el mal
y «ahora - dijo - me siento como un atleta», y comenzó a gesticular
como tal. Todavía dijo más:
«Mi madre - añadió - que ya pasa de los 80 años, desde que toma
magnesio se encuentra como una joven».
C. Un lector que toma magnesio y que está entusiasmado con
él por los buenos efectos que le ha producido, fue a visitar a un
amigo suyo que sabía estaba enfermo. Se lo encontró en cama
aquejado de fuertes dolores, pues padecía de la próstata y le habían
de operar. Le recomendó tomara magnesio, como efectivamente lo
hizo. A los pocos días, se lo encontró en la calle, tranquilo, sin haber
sido operado y como si nada hubiese tenido.

¿EN LOS CASOS REFERIDOS NO SE TRATARÁ DE


SUGESTIÓN?
Antes de contestar directamente a esta pregunta, hay que saber
qué es sugestión, lo cual vamos a hacer aduciendo dos casos: uno
provocado por el profesor Slosson y el otro referido por el psicólogo
Gillet.
Primer caso: Un día el profesor Slosson llega a clase con un
frasco de un líquido transparente. Sus alumnos, al entrar,
concentran sus miradas intrigantes en el frasco. El profesor, a su
vez, fija sus ojos centelleantes en los discípulos y les dirige unas
breves palabras de aclaración para justificar su modo de proceder.
Se trata de un experimento sumamente delicado para el que
reclama la cooperación de los jóvenes del aula.
El doctor Slosson infunde a sus alumnos el convencimiento de
que jamás han percibido un olor tan fuerte como el del líquido que
conserva en el frasco; con todo, les advierte que, durante la
experiencia que piensa realizar, no se sentirán excesivamente
molestados por el olor del líquido.
Les ruega encarecidamente que, una vez haya destapado el
frasco, le vayan indicando cuándo empiezan a percibir la acción
odorífica del líquido, para que él pueda precisar la velocidad de
propagación de las partículas existentes.
El profesor quita cuidadosamente el tapón del pequeño frasco,
echa unas gotas del líquido sobre un pedazo de algodón y se retira
convenientemente para no dejarse inficionar tan de cerca por el
influjo del líquido. ¿Qué sucede?
A los quince minutos, los alumnos de la primera hilera de los
bancos levantan la mano: han notado ya el escozor del líquido.
Unos intervalos más, los de la segunda serie dan también señales
de haber respirado el aire contaminado por las partículas del líquido.
Apenas ha transcurrido un minuto, las tres cuartas partes de la clase
se sienten impresionados por el olor, hasta el punto de que muchos
pretenden abandonar el aula.
La voz del profesor resuena de nuevo, entremezclada con una
sonrisa.
«No han de temer los jóvenes universitarios: el líquido del frasco
que ha producido efectos tan alarmantes, no es sino agua pura, de
clara transparencia, cuyas moléculas gozan íntegramente de las
propiedades esenciales del agua.»
Los alumnos de aquella clase han sido víctimas, no de la
peligrosa contaminación de un líquido mefítico, sino de un
fenómeno psicológico, conocido vulgar y científicamente con el
nombre de sugestión.
«Este hecho - anota José O. Martínez, S.L., al reproducirlo en su
libro ¿Cómo curar la neurastenia? - que, tal como acaba de ser
escrito, parece extraordinario e increíble, en sus caracteres
generales es muy frecuente.»
Este primer caso es un ejemplo palpable de heterosugestión, es
decir, de sugestión provocada por otro.
El que a continuación ofrecemos, presentado por Gillet, es de
autosugestión, de sugestión provocada por uno mismo.
A un hotel de ínfima calidad llega un hombre de mediana edad.
Las tinieblas densísimas de la noche se avecinan. El forastero,
después de haber cenado se retira al aposento.
A altas horas de la noche, el huésped se despierta por el acceso
de tos. Es asmático y el ahogo le oprime. Anda a tientas por la
habitación, hasta que al fin llega a los cristales. La asfixia aumenta.
No puede hallar la falleba de la ventana.
Impaciente, acosado por el dolor, destroza con sus puños los
cristales.
¡Ah! ¡Qué diferencia! ¡Qué mejoría! - exclama.
Devora el aire puro de la noche La tos va desapareciendo. El
forastero se calma. Se acuesta de nuevo.
Pasa lo restante de la noche con normalidad absoluta.
Al día siguiente, al despertarse, advierte con horror que ha
aporreado el cristal del reloj de pared, ¡cuyo aire apolillado había
estado respirando la noche anterior, y en el que había encontrado
el remedio para el asma que le asfixiaba!
«Ejemplo notable de autosugestión» - exclama José O. Martínez,
S. I. al reproducirlo en el libro antes citado.
«Si bien es verdad - añade - que la sugestión es muy frecuente
en todos los órdenes de la vida, hay que tener, con todo, presente
la posición de los que, imbuidos en ideas psicológicas nada
científicas y a las veces supersticiosas, ensanchan
desmesuradamente el campo de este hecho y atribuyen a sugestión
lo que, en realidad, no lo es. Ya que hablamos de sugestión y
tenemos ante la vista ese número de falsos psicólogos Se trata de
los milagros de Lourdes.»
Al llegar a sus oídos las relaciones de esas curaciones, los
influidos de doctrinas perniciosas, sin detenerse a examinar, sólo
tienen unas palabras.
«¿Todo eso? ¡Superchería!, ¡no es sino sugestión!»
Lean los tales, lo que escribe el doctor Boinerie acerca de este
particular:
«En Lourdes no hay sugestión, pues las curaciones que allí
suceden no corresponden a ningún tipo de sugestión, pues las
curaciones son súbitas, como las curaciones funcionales, pero
estables como las curaciones orgánicas.»

Y a todo esto se dirá: ¿qué es sugestión?


Se han dado muchas definiciones de sugestión, las más de las
veces incompletas o inexactas.
Una de las que más satisface es sin duda la que propone el
psicólogo Fernando María Palmes, S.I., en un artículo aparecido en
la revista madrileña «Razón y Fe»:
«Sugestión - dice - es un proceso psíquico que se verifica con
cierto grado de automatismo por parte de las actividades inferiores,
es a saber: de la razón y del libre albedrío.»
He aquí delineados, según esta definición, los dos elementos
esenciales a toda sugestión.
En primer lugar se requiere:
a. un proceso psíquico inferior, que se reduce a un fenómeno más
o menos complicado de asociación, por el cual un fenómeno
suscita a otro, hasta llegar a un movimiento corporal interior o
exterior, o a una tendencia, a un sentimiento, a un conocimiento
o a cualquier otro fenómeno mental, sin exceptuar actividad
mental alguna; y, además
b. un grado más o menos pronunciado en el psiquismo superior,
respecto de dicho proceso. Ni el primer elemento separado del
segundo, ni éste separado del primero son sugestión. Esta se
halla constituida esencialmente del complejo o junta de los dos.
A la vista de esta definición de sugestión y de los casos
particulares antes referidos, vean nuestros lectores, si las
curaciones anteriormente expuestas, obtenidas con el tratamiento
de sales de magnesio, pueden explicarse puramente por sugestión.
SE DESCARTA QUE EL MAGNESIO ACTÚA SOLO POR
SUGESTIÓN
Por si alguno de nuestros lectores no queda, con lo hasta aquí
expuesto, enteramente convencido de que el magnesio actúa física
y químicamente en el organismo humano y no puramente por
sugestión, le ofrecemos a continuación un caso notable, referido
verbalmente por el mismo interesado.
El aludido relator enfermó de tifus cuando tenía unos 33 años de
edad. Salió bien de la enfermedad; pero el médico le advirtió que,
después de algún tiempo, experimentaría a media tarde fuertes
dolores intestinales debidos a fermentaciones provocadas por algún
alimento, que él entonces no podría prever cuál sería.
Y así fue en efecto: Algún tiempo después, le vinieron dichos
dolores.
Acudió a otro médico, pues entonces residía en otra población, y
éste le dijo que debía averiguarse el alimento que se los
ocasionaba; cosa no siempre fácil, añadió. Le preguntó si solía
tomar leche, y, al responderle afirmativamente, le sugirió que
pasase tres días sin tomar otro alimento más que leche. Como no
se le reprodujeron los dolores, la conclusión fue que el responsable
del mal no era la leche.
Entonces el médico le dijo que añadiese pan a la leche, y al primer
día de hacer esto, le repitieron los dolores. El médico ya no dudó de
que el causante del mal era el pan y, en consecuencia, que debía
abstenerse de tomarlo.
Con esta abstención fueron pasando los meses y aun los años,
sin que nuestro informante fuera molestado de los dolores; con la
particularidad de que podía comer macarrones, fideos y sémola, sin
que le sobrevinieran los dolores intestinales, a pesar de estar
hechos de harina dichos alimentos: es que esta harina no ha sufrido
fermentación previamente como la del pan.
Después de transcurrido mucho tiempo, un buen día le repiten los
dolores, no obstante estar persuadido de que no había comido pan.
Acudió de nuevo al médico.
Éste le sugirió le fuese nombrando los manjares que había
comido y, al saber que uno de ellos eran albóndigas, exclamó el
médico: «No diga más; es que una buena parte de albóndigas están
hechas de pan.»
Años más tarde, un cocinero, que sabía que nuestro individuo no
podía comer pan, quiso probar si esto era pura aprensión, dándole
a comer pan sin que el interesado se diese cuenta.
A este fin calentó en el horno miga de pan sin que llegara a tomar
el color tostado, y la trituró de manera que pareciese sémola.
Naturalmente, el individuo en cuestión, ignorante de la treta, comió
de aquella sémola como lo venía haciendo con la sémola legítima,
y esta vez le volvieron los dolores. El cocinero, pues, pudo
convencerse de que los malos efectos del pan eran realmente
debidos al pan y no fruto de la imaginación.
En tiempo rojo y durante los primeros años de la posguerra,
nuestro comunicante podía comer pan sin dolor alguno: es que
aquel pan negruzco todo lo era menos pan legítimo. Volvió el tiempo
del pan blanco y ya no podía comer de él.

En 1954, al enterarse de las maravillas que obraba el magnesio,


comenzó a tomar cada día alguna de sus sales, y desde entonces
puede comer todo el pan que quiera y sin que se le reproduzca la
pasada dolencia, después de más de 40 años que debía abstenerse
de él: ahora tiene ya 77 años.
Que el magnesio tiene virtud intrínseca para actuar
favorablemente en el organismo humano y que no obra por pura
sugestión, se deduce también por los testimonios médicos de gran
competencia que lo aseguran y por los muchos casos que se
refieren en el segundo capítulo de este libro, como también
científicamente estudiando las propiedades inherentes a este
elemento introducido en el organismo bajo la forma de alguna de
sus sales, es decir, no bajo la forma metálica, sino iónica.
Y todavía queda descartado cualquier resquicio de sugestión
sabiendo que las sales de magnesio no sólo previenen y curan
muchas enfermedades en los animales como largamente se explica
en el capítulo 3.° de este libro, sino también en los vegetales, en los
que por testimonio de agricultores han obrado verdaderas
maravillas.
¿Va a hacer sugestión en los animales que ingieren sin saberlo,
o en las plantas que carecen de todo conocimiento?
CAPITULO II

EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO


Las carencias y desequilibrios en la parte orgánica de los
alimentos del hombre causan terribles estragos.
Conocidas de todos son las carencias de vitaminas, las cuales
han atraído de tal manera la atención de los sabios, que han
emprendido contra esas carencias una lucha seguida de victorias.
No así con respecto al desequilibrio mineral del hombre que
continúa haciendo estragos, sin encontrar oposición.
Pues, por una parte, este desequilibrio ha sido menos estudiado
por los sabios, y por otra, sucede que los poderes públicos lo
fomentan inconscientemente y la opinión pública continúa
ignorándolo.

A) LA SALUD Y EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE


Como hace notar Francisco Manzanal, S. I., la atención de todo
el mundo se dirige a conseguir el don natural que juzga más
precioso: su salud.
Es que la conservación de la salud, la preservación y cura de las
enfermedades infecciosas, admite una solución diversa y más
eficaz que la que se sigue ordinariamente, es decir, la de la lucha
contra los microbios por medio de antisépticos, vacunas y sueros.
Éstos van creciendo continuamente y no pocas veces dan lugar a
efectos perniciosos y aun contraproducentes, que ya no tratan de
ocultar los galenos que quieren ser sinceros.
Hoy día, desde hace algún tiempo, empieza a dirigirse más la
atención sobre el terreno donde se desarrolla el microbio, que sobre
el microbio mismo; en una palabra: atiende más a la disposición del
organismo que al microbio que lo invade continuamente. Y con
razón. Es que la fuerza del microbio, según se ha comprobado,
radica en la pobreza del terreno, cuya resistencia natural queda
frecuentemente paralizada por causas diversas.
Por esto, Pasteur pudo decir a este respecto:
«El microbio no es nada, el terreno es todo.»
Pues bien, una de las causas más importantes de la mala
disposición del terreno del organismo humano en su lucha contra
los microbios es el desequilibrio mineral.
He aquí un pasaje del doctor Alexis Carrel, que da luz sobre el
particular:
«Los microbios y los virus se encuentran por doquier: en el aire,
en el agua, en nuestro alimento.
Se hallan siempre presentes en la superficie de la piel y en las
mucosas digestivas y respiratorias. Sin embargo, en mucha gente
permanecen inofensivos. Entre los seres humanos, unos están
sujetos a ciertas enfermedades y otros son inmunes a las mismas.
Este estado de resistencia proviene de una constitución especial de
los tejidos y de los humores, que impide la penetración de los
agentes patógenos o los destruye cuando han penetrado.
Esta es la «inmunidad natural».
Ella preserva a ciertos individuos de casi todas las enfermedades
- prosigue diciendo el doctor Carrel.

Es una de las cualidades más preciosas que el hombre puede


desear. Ignoramos su naturaleza. Parece depender, a la vez, de
cualidades provenientes de los progenitores y de otras adquiridas
en el curso del desarrollo.
Hay razas sensibles o resistentes a ciertas enfermedades. Se
observan familias predispuestas a la tuberculosis, apendicitis,
cáncer, enfermedades mentales. Otras, en cambio, resisten a todas
las enfermedades excepto a las degenerativas que sobrevienen a
la vejez. Pero la inmunidad natural no se debe solamente a la
constitución hereditaria; proviene también del género de vida y de
la alimentación, como lo ha demostrado Reid Hundt hace tiempo.
«Nosotros no sabemos todavía qué modo de vida podrá producir
en el hombre la resistencia natural a las infecciones. La prevención
de cada enfermedad por inyección de vacunas o sueros
específicos, los exámenes médicos repetidos en la población, la
construcción de gigantescos hospitales y sanatorios son medios
costosos y poco eficaces para desarrollar la salud de una nación.
La salud debe ser una cosa natural de la que no hay que
preocuparse. Además, la resistencia innata a los individuos un vigor
y una intrepidez de la que carecen los que deben su vida a la
medicina y a la higiene.
Las ciencias médicas, en adelante, deberían orientarse a la
búsqueda de esos factores de la inmunidad natural.»
Tales son los nuevos puntos de vista del doctor Carrel, respecto
de la salud y la manera de conservarla o de recuperarla cuando se
ha perdido, que a más de uno podrán parecer revolucionarios.
De dos fuentes principales hace provenir el citado médico la
inmunidad natural espontánea: de las propiedades hereditarias del
organismo y de las conseguidas en el curso de su desarrollo
continuo por el régimen de vida y de la alimentación. El terreno de
nuestro organismo, cualquiera que éste sea, se puede disponer
mejor o peor contra los agentes que le van a atacar por medio de
las segundas propiedades.
Respecto de las primeras propiedades, las ciencias no pueden
nada: cada uno deberá contentarse con las que le han caído en
gracia. Las otras, sin embargo, son susceptibles de perfección y
mejoramiento, y los hombres de ciencia han dado pasos, con sus
estudios y experiencias, para encontrar esos factores de la
inmunidad natural.

Múltiples estudios y experiencias han llevado a la conclusión de


que, en la inmunidad natural, tiene una parte principalísima lo que
muy ajustadamente se ha dado en llamar equilibrio mineral. En este
capítulo nos esforzamos en divulgar, según lo hace el P. Manzanal,
los modos concretos de conseguirlo y fomentarlo.
En el organismo humano hay dos clases de elementos químicos,
llamados respectivamente orgánicos y minerales.
Los elementos orgánicos son el carbono, hidrógeno, oxígeno y
nitrógeno, por ser los que principalmente constituyen los
compuestos orgánicos. Los elementos minerales, que en conjunto
forman del 4.3 y 4.4 por 100 del peso del cuerpo humano adulto,
son, por orden decreciente en cantidad, el calcio, fósforo, potasio,
azufre, cloro, sodio y magnesio.
Todavía deben señalarse los llamados oligoelementos, por
hallarse en cantidades insignificantes, los cuales, por orden
decreciente en cantidad son: el yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio,
cobre, manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro.

Los elementos minerales, considerados en conjunto,


desempeñan un triple papel: unos sirven a la formación del
esqueleto y tejido; otros intervienen en la formación de fermentos y
diversos catalizadores bioquímicos; otros forman disoluciones
iónicas e intervienen en sus condiciones de equilibrio, tan
importantes en los fenómenos vitales.
Frecuentemente, cuando la proporción de los elementos
minerales no tienen el valor deseado en el cuerpo humano, las
perturbaciones que de ello se siguen puédanse atribuir
indiferentemente, ya al exceso de uno de los elementos, ya a la
carencia del antagónico, que no está en cantidad suficiente para
equilibrar al otro que es, relativamente, demasiado abundante.
Pongamos por ejemplo la proporción que hay en un terreno entre
el potasio y el magnesio (K/Mg), que es de especial importancia
para los vegetales. Si abunda mucho el potasio con relación al
magnesio, podemos decir que las plantas son envenenadas por un
exceso de potasio, o también que son envenenadas a causa de la
carencia de magnesio, que no contrarresta en las plantas la
absorción de potasio o sus efectos.

Es una ley universal la necesidad de un equilibrio mineral


determinado para asegurar el desarrollo y funcionamiento
armónicos, tanto del hombre, como de los animales acuáticos y
terrestres y de las plantas. Si éste falta, vendrán trastornos del
organismo. Un desequilibrio pronunciado hace sentir prontamente
sus efectos, pero también un desequilibrio pequeño puede causar
trastornos considerables, si continúa durante mucho tiempo.
Puede servir de ejemplo el caso de aquellas regiones pobres en
yodo; algunos de sus habitantes, al faltarles este alimento
insignificante, sufrirán trastornos de la glándula tiroidea y tendrán el
llamado vulgarmente mal de «paperas» o bocio.

B) DESEQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE POR FALTA


DE MAGNESIO
Entre los elementos minerales del organismo humano hay tres
que constituyen un interesante trío de mutua dependencia, a saber:
• magnesio
• calcio
• sodio
Estos tres elementos para formar equilibrio deben encontrarse en
el hombre, según se cree, tal como se encuentran en la naturaleza,
por ejemplo, en las cáscaras de los huevos de pájaros salvajes.
Repetidas experiencias, de las que más adelante se hablará, han
llevado a la afirmación de que el magnesio juega un papel
importante en la vida de las plantas, de los animales y, por
extensión, del hombre, con el mismo derecho que otros tres
elementos más conocidos: el nitrógeno, el fósforo y el potasio.
En el hombre los huesos son el principal depósito de magnesio,
aunque contienen ocho veces más calcio que magnesio; también
existe en los tejidos muscular y nervioso y en la sangre.

Copisarov señala en el hombre la siguiente proporción de


magnesio: huesos, 31.7 a 46.6 por 1000; hígado, 22.5 por 1000;
bazo, 6.2 a 7.5 por 1000; pelo, de
9.2 a 127 por 100. El plasma del hombre adulto contiene de 2.4 a
3 miligramos de magnesio por 100 centímetros cúbicos; los glóbulos
rojos, de 61 a 7.1 miligramos por 100 y la sangre completa, 4.5
miligramos por 100 centímetros cúbicos.
Es un hecho innegable que una gran parte de las personas se
hallan bajo los efectos del desequilibrio mineral, particularmente por
falta de magnesio en su organismo. Naturalmente que esta escasez
proviene de una alimentación deficiente en este elemento mineral.
El agricultor francés H. Vilain señala tres causas principales del
desequilibrio mineral en el organismo humano, en una conferencia
pronunciada en Lachapelle (Francia), donde posee y cultiva una
gran finca.
1. Una ley mal hecha, que no conoce como abonos más que
tres elementos: nitrógeno, potasio y fósforo. Un abono que los
contenga es legalmente completo, de suerte que el cultivador es
impulsado a creer que a las plantas no les faltará sustancia útil, si
han recibido estos tres elementos. Somos un rebaño - dice - dirigido
por un pastor, bueno o malo, a quien seguimos con sus
consecuencias.
La ley sobre los abonos - continúa el mismo autor refiriéndose a
la ley francesa - nos obliga a contentarnos con tres elementos,
siempre los mismos, para todos los terrenos, para todas las
especies y variedades de plantas. Esto es sencillamente absurdo.
Vosotros - dirigiéndose a sus conciudadanos - habéis contactado
conmigo este error y yo soy feliz al mostraros que la aldea de
Lachapelle revive, aunque sea fuera de la ley.
2. El abono de la potasa y el empleo de sales de potasio puras:
Por todas partes se repite: «Cuanta más potasa empleéis, tanto
más abundantes serán vuestras cosechas». Y el resultado es que
el exceso de potasa ha creado un envenenamiento potásico
crónico, sobre todo allí donde, en lugar de silvinita, que aporta con
la potasa otros muchos elementos útiles, se han empleado sales
puras: cloruro, sulfato, nitrato.
El análisis ha revelado que los abonos ordinarios, con mucha
potasa o poco o nada de magnesio y de sodio, acarrean
modificaciones importantes en el equilibrio mineral de los vegetales,
aumentando el porcentaje del potasio con relación al del magnesio.
Se han obtenido, sin abonos, remolachas que contienen cinco
veces más potasa que magnesia. Con la aplicación de distintos
abonos, las remolachas de la misma variedad contenían 150 veces
más de potasa que de magnesia.
3. El abuso del superfosfato como fuente de ácido fosfórico: El
superfosfato contiene un 50 por 100 de yeso. Donde el superfosfato
es empleado con exceso, las plantas absorben demasiada potasa
del suelo; de ahí la perturbación del equilibrio mineral y el riesgo de
intoxicación del ganado.
El «kuhima-phos» o «escorias Thomas», que es superfosfato sin
yeso, no tiene estos peligros últimos.
Descubierta la raíz de los males, ya se ve dónde debe aplicarse
la segur: evitar el exceso de potasa, yeso y amoníaco en los
terrenos, y suministrarles magnesio en forma de fosfato, nitrato,
carbono y sal marina no purificada. De este modo se asegura el
equilibrio mineral en los vegetales y animales y, consecuentemente,
en el hombre que se alimenta de ellos.
La prodigiosa influencia que se atribuye al cambio de aires para
la salud, no puede explicarse por un mero cambio de éstos.

Pero, teniendo en cuenta que cambiar de aires es cambiar


también de agua, suelo y de alimentos de composición mineral
distintas, entonces se explica fácilmente este influjo tan
extraordinario sobre la salud. La eficacia indiscutida de las
estaciones termales es debida primeramente a la mineralización
característica de las aguas, y también a los alimentos producidos
sobre el suelo, que lleva consigo algunos de los elementos tan raros
que escapan a veces al análisis corriente.
Por su parte el médico francés Pedro Delbet aduce las siguientes
razones para demostrar que la alimentación de los pueblos
civilizados es actualmente menos rica en magnesio que en otros
tiempos.
La primera es el refinamiento de la sal. Antes se usaba en la mesa
y en la cocina la sal gruesa y gris, es decir, la sal sin especial
refinamiento. En tiempo húmedo se licuaba, en tiempo seco y
caluroso se convertía en masa un poco dura. Esta delicuescencia
de la sal se debía a la presencia del cloruro magnésico.
El análisis de dicha sal gruesa y gris mostró que contenía por
kilogramo 1.7 gramos de magnesio. Para evitar la incomodidad que
representa el humedecimiento de la sal, se comenzó a eliminar una
gran parte del cloruro magnésico, de suerte que ahora la sal
refinada sólo contiene de 0.35 a 0.45 gramos de magnesio, en vez
de 17 que tenía antes, o sea una cuarta parte. De sólo este hecho
resulta que la ración magnesiana ha disminuido unos 50 gramos
cada año por persona.
La segunda causa de la disminución del magnesio es el cernido
de las harinas, siguiéndose de ello un pan desmineralizado.
Sobre este punto leamos, en primer lugar, estas líneas de Alexis
Carrel:
«Nuestra vida está influenciada en muy grande escala, por los
diarios. La publicidad está hecha únicamente en interés de los
productores y nunca de los consumidores. Por ejemplo, se ha hecho
creer al público que el pan blanco es superior al moreno. La harina
ha sido cernida de un modo cada vez más completo, y así ha sido
privada de los principios más útiles.
Se conserva mejor y el pan se hace más fácilmente. Los
molineros y panaderos ganan más dinero. Los consumidores
comen sin duda un producto inferior. Y en todos los países donde
el pan es la parte principal de la alimentación, las poblaciones
degeneran. Sumas enormes se invierten en la publicidad comercial.
Gran cantidad de productos alimenticios y farmacéuticos, inútiles
y frecuentemente nocivos, han venido a ser una necesidad del
hombre civilizado.»
Alexis Carrel está perfectamente de acuerdo con Pedro Delbot,
quien nos dice:
«El pan era antiguamente el alimento más rico en magnesio. Era
la principal fuente de él para la humanidad occidental que se
alimentaba de pan. El pan y la sal solamente eran el símbolo de la
hospitalidad, eran los elementos fundamentales de ella. Ahora bien,
se ha llegado a eliminar del pan la mayor parte del magnesio
contenido en el trigo.
Esta falta grave contra la higiene alimenticia no tiene otra
explicación que la satisfacción de la vista. La única razón de preferir
el pan blanco es el agrado que su blancura produce a la vista. Se
paga esta elegancia con una disminución de la energía y de la
salud. El magnesio se acumula en las envolturas del grano,
envolturas a las que se aplica la molinería perfeccionada, y las logra
descartar.»
Se han analizado las distintas harinas y salvados.
Los resultados, por cada 100 gramos, en miligramos de
magnesio, son:

La aberración sobre esta cuestión es tal, que la harina que


contiene una notable cantidad de magnesio (62 miligramos por 100
gramos) recibe el calificativo de baja.
Y por este error insospechado, la mayor parte del magnesio está
destinado a los animales en la harina de baja calidad y en el
salvado.
Por consiguiente, con razón se puede decir que los
perfeccionamientos de la molinería son una causa importante de la
degeneración, que es causada por la mala mineralización de los
alimentos.
Pedro Delbet viene de nuevo sobre este punto capital:
«En este asunto la molinería tiene la primacía, pues en nuestro
país el pan es el alimento principal. Por un error inimaginable, el
cernido de las harinas ha sido apurado tanto, que el precioso
magnesio del trigo ha sido eliminado del pan blanco. Yo he
demostrado que el pan blanco es cancerígeno.»
Por su parte, Schrumpf-Pierron nos notifica que, en el país donde
se come mucho pan, éste, si es bueno, suministra la mayor parte
del magnesio alimenticio.
Pero, he aquí que nuestro pan contiene siete veces y media
menos de magnesio (MgO) que el que toman los campesinos de
Egipto. Si nuestro pan europeo tuviese la conveniente
mineralización magnesiana, un individuo que consumiese 500
gramos de pan ingeriría 830 miligramos de magnesio, mientras que
ahora sólo ingiere 320 miligramos.
La tercera causa de la pobreza del magnesio en la vida moderna
proviene de la agricultura. P. Delbet experimentaba que las patatas
degeneraban en cierta región al cabo de tres años que se habían
plantado en ella
Era preciso importarlas de los Países Bajos, Flandes y Monte San
Miguel, es decir, de terrenos particularmente ricos en magnesio.
Es cosa enteramente averiguada que las plantas fijan el
magnesio en tiempo de su maduración; que unas especies lo fijarán
más que otras, supuesta siempre una relación proporcional entre el
contenido de la planta en magnesio y el del suelo.

C) MANERA DE OBTENER EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL


HOMBRE
Acabamos de ver que el organismo humano se halla en
desequilibrio mineral particularmente por la falta de magnesio.
Ahora bien, este desequilibrio mineral produce estragos sin
cuento en los seres humanos, por no encontrar apenas oposición,
es decir, reacción para alcanzar el debido equilibrio.
Hombres de ciencia que se han preocupado de este grave
problema y lo han estudiado a fondo han estampado frases como
éstas:
«Los microbios patógenos son muy temibles en los organismos
desequilibrados; pero en el mundo equilibrado, no serían quizá más
que una curiosidad de laboratorio.»
Pero es el caso que estos microbios llevan tras sí la mayor
atención de los médicos e impiden así - y por eso sobre todo son
temibles - descubrir la verdadera causa de las enfermedades que
aquejan al género humano: el desequilibrio mineral, y de poner ahí
el remedio.
Mientras que la lucha contra los microbios acapara una mayor
actividad de los sabios y la diligencia de los servicios sanitarios, se
asegura la multiplicación de estos mismos microbios a quienes se
pretende combatir, se aumenta su virulencia, ofreciendo por todas
partes una excelente disposición para su desarrollo: los organismos
desequilibrados del hombre, animales y plantas.
Y los abonos minerales que pueden restablecer, al menos en
parte, un equilibrio mineral más perfecto, se emplean
frecuentemente de tal manera que son responsables de un
desequilibrio mineral que no cesa de aumentar.
Y bajemos a casos concretos. El doctor Hurfez-Sacleux ha
constatado cada año casos de enteritis graves en los niños, y ha
establecido una relación proporcional entre los casos de esta
enfermedad y la cantidad de leche de vaca que toman los niños.
H. Vilain hace notar que precisamente se dan estas
enfermedades cuando el alimento de las vacas es a base de
remolachas, cuya composición mineral es muy poco variada, sobre
todo si en los abonos predominan las sales de potasio, como se
aconseja desatinadamente a los cultivadores. En consecuencia,
que el desequilibrio mineral de la leche de dichas vacas es la causa
de las enfermedades graves de estos niños que se alimentan de
ella.
Una buena y equilibrada alimentación mineral será la base de
nuestra salud y de la recuperación de excelentes cualidades en la
sociedad.
Para evitar la deficiencia alimenticia de magnesio, es preciso
intensificar el cultivo de las especies y variedades más aptas para
fijarlo, y poner a disposición de la planta todo el magnesio que ella
pueda fijar útilmente. Éste es el camino que se debiera seguir. Pero
se ha elegido otro camino, con la subsiguiente perturbación del
equilibrio mineral.
Se siembran trigos híbridos que se desenvuelven en terrenos
pobres en magnesio, en vez de enriquecer los terrenos con abonos
de magnesio. Se siembran variedades incapaces de fijar el
magnesio del suelo en proporciones convenientes.
Los ingenieros agrónomos han de determinar qué variedades son
las de mejor constitución para la salud. Cuando éstas estén bien
determinadas, quedará el trabajo de hacerlas adoptar. Las
variedades, incapaces de fijar el magnesio en las proporciones
debidas, deberían ser proscritas.
Un punto muy importante para llegar a la obtención del equilibrio
mineral estriba en el conocimiento de su relación con las glándulas
endocrinas.

Sabido es que estas glándulas rigen, en su mayor parte, la salud


y el desarrollo vital del organismo. En este punto podemos asentar
como cierto este principio: a todo desequilibrio mineral prolongado
corresponde un desequilibrio endocrino, que repercutirá
notablemente en los individuos sometidos a él.
De ahí no nos extrañará que los individuos de una región
presenten especiales características respecto de los de otras
regiones, que tienen un influjo mineral distinto en las glándulas
endocrinas, rectoras de la vida y del desenvolvimiento del
organismo.
Los nuevos planes a realizar son numerosos:
• determinar cuál es la mineralización ideal, característica del
alimento perfectamente sano
• determinar cuáles son las plantas que pueden adquirir una
mineralización mejor
• precisar el modo de cultivo de las distintas plantas y las fórmulas
de abonos más aptas
La producción de tales alimentos se generalizaría, haciendo ver
a los cultivadores que ellos pueden producir tales alimentos, que
ellos deben producirlos y que esto es en su provecho propio,
consiguiendo frutos no sólo de excelente calidad, sino también en
mayor cantidad.
El pan, por ser primero de los alimentos, ha ocupado la atención
de H. Vilain. Insiste en que se siembren las mejores variedades de
trigo para la salud del consumidor.
A estos trigos se les debe dar un cultivo que mejore todavía las
cualidades de su excelente composición mineral, pues ésta puede
variar entre límites no pequeños. Y, por fin, hay que utilizar
debidamente estos trigos. Elimínese el salvado, que no es digerible;
pero, sobre todo, de ningún modo se quiten el germen y las
envolturas internas, tan ricas en vitaminas y minerales útiles, a fin
de obtener un pan más blanco.

La panificación directa es un excelente medio y muy poco


conocido por aprovechar perfectamente el trigo de buena calidad.
El trigo no se muele, sino que se pone en agua a temperatura
conveniente durante cierto tiempo.
Los granos de trigo absorben agua, se hinchan, se reblandecen,
el germen pasa de la vida de letargo a la vida activa, se enriquece
en vitamina, segrega diastasas, que le permiten digerir las reservas
nutritivas del albumen. Entonces se machaca y se transforma
directamente en pasta de pan.
Se elimina el salvado, pero las sales solubles del salvado quedan
en la pasta. No queda más que echarle sal, hacerlo fermentar y
cocerlo. Este pan es muy fácil de digerir, por contener las diastasas
del germen y las solubles del salvado. Este pan es, además, más
económico.
De todo lo dicho hasta aquí ya no puede dudarse de que nuestra
salud exige una alimentación más abundante en magnesio, sobre
todo si se tiene en cuenta los efectos saludables y el gran número
de enfermedades que previene o remedia la ingestión de las sales
magnésicas, según hemos de ver más adelante.
Parece, pues, que para evitar donde se pueda las enfermedades
sin número, que son la consecuencia directa o indirecta de la
carencia o desequilibrio mineral, es preciso y urgente asegurarnos
una alimentación más rica en magnesio. ¿Cómo obtenerla? Los
medios son dos: uno artificial, natural el otro.
Sin duda, cada uno puede añadir, en forma de sales, a su
alimentación los minerales deficientes. Este procedimiento tiene su
eficacia, como lo demuestran los enfermos curados que lo han
tomado siguiendo los consejos del doctor Delbet. Pero por dos
razones este método no es plenamente satisfactorio; pues así los
beneficiarios serían una minoría, y es un medio anormal, porque se
tomarían como medicamentos pedidos en la farmacia, ingredientes
que deberían estar en nuestra alimentación ordinaria.

El medio que mejor conviene seguir es el natural.


Dado que los desequilibrios, o al menos su aumento cada día más
acusado, son consecuencia de algunos errores señalados por P.
Delbet, el medio mejor es corregir estos errores, de la siguiente
manera:
1. Es preciso, en primer lugar, asegurarse un pan
convenientemente mineralizado. Un pan de esta clase sería
suficiente para aumentar nuestra ración magnesiana en
proporciones considerables.
Para llegar a esto, se deberían tomar las siguientes medidas:
A. No usar para la panificación más que trigos ricos en
magnesio (2 gramos al menos por kilo) y relativamente pobres en
potasio
B. Prohibir por una ley el cernido de las harinas por debajo del
80 por 100
C. Volver a los procedimientos de panificación integral de antes.
Las personas robustas que deben hacer un trabajo fatigante,
preferirían el pan íntegramente completo. La generalidad de la
gente adoptaría el pan moreno. El pan blanco sería reservado para
los dispépticos
D. Se debiera tener presente y estudiar la panificación directa,
sin harinas, de que hemos hablado antes.
2. Esta modificación del pan debería hacerse posible y ser
completada por una reforma de la agricultura. La agricultura debe
producir buen trigo, sin el cual no se puede hacer buen pan, y
procurar que las demás plantas, y consecuentemente los animales,
tengan la mineralización conveniente, el equilibrio deseado.
Hemos indicado antes que los abonos químicos pueden traer
perturbaciones perniciosas en la composición de los vegetales;
pero también se pueden obtener con otras fórmulas de abonos
minerales de una alta calidad mineral. Los señores Vilain y Kuck,
curando a sus animales con simple modificación de la fórmula de
sus abonos, han puesto de manifiesto la importancia de esta
cuestión y lo que se puede lograr en este punto.
Parece urgente dar a este problema el lugar que se merece.
Podría tener lugar la institución de un control para el análisis de los
productos de la tierra. Aquellos cuya composición fuese juzgada
malsanos, deberían ser apartados del consumo.
3. La vuelta a la buena sal, gruesa y gris, a pesar de su ligero
inconveniente de la higroscopia, no debiera ser descuidada. Pedro
Delbet ha sido el heraldo de estas ideas. Él ha tomado el trabajo de
publicar libros, para dar a conocer estas verdades, semillas de
resurrección.
Él no está contento con la sola administración de las sales
halógenas del magnesio, en forma de comprimidos o de solución
en agua. Este es un medio individual, no la solución de este
problema serio y universal de la sociedad moderna, a que siempre
ha aspirado.
A ésta conducirán los medios últimamente expuestos.
Otro médico francés, el Dr. Víctor Pauchet, de la Facultad de
Medicina de París, se esfuerza como su connacional, el Dr. Pedro
Delbet, en dar la receta para la incorporación de magnesio en el
organismo: el pan integral y la sal sin refinar.
Y así en su obra «Permaneced jóvenes», escribe (págs. 56 y 57):
«El magnesio se introduce normalmente en el organismo
consumiendo pan integral o salmuera, que lo contienen en
abundancia. El pan blanco y la sal blanca no contienen magnesio y,
por lo tanto, el individuo se halla privado de ese precioso auxiliar.
Esta laguna puede colmarse absorbiendo sales de magnesio,
preparadas en los laboratorios; pero, ¿para qué recurrir a este
medio artificial, cuando el uso del pan integral y de la salmuera
constituyen medios tan simples y naturales?»
Y para que nadie se llame a engaño acerca del verdadero pan
integral, el mismo Dr. Pauchet explica claramente de qué pan
integral habla, cuando dice:

«Una palabra sobre el pan integral. Se le desacredita mucho; se


le echa en cara que es indigesto. A esto respondo que hay pan
integral de muchas maneras. El pan que se vende generalmente
bajo el nombre de pan integral no tiene de éste más que la etiqueta.
Lo hacen con harina blanca a la que añaden un poco de centeno y
de salvado.
Esta horrible e indigesta mezcla no tiene nada de común con el
pan integral, cuya fabricación es muy difícil, si el panadero no posee
una instalación especial. La molienda de «Graham» necesita una
manipulación especial y una serie de tamizajes para obtener una
harina fina.
» Los molinos actuales - continúa diciendo el doctor Pauchet - no
están montados, por lo general, para poder llevar a efecto esta
molienda. Hace algunos años, bajo la influencia del Dr. Montennis,
se creó en París, en la calle Las Casas, una panadería moderna,
pero quebró, pues el filántropo que sostenía aquella obra se
desalentó ante la indiferencia de los parisienses. Más tarde
Heudebert, e] gran fabricante de productos alimenticios higiénicos,
ha emprendido la fabricación de un pan integral que corresponde a
la fórmula perfecta. Hace poco le preguntaba yo cuál era el
resultado comercial de sus ensayos.
«Sí, sí, ya se vende el pan integral, pero, sobre todo, a los
extranjeros. Es lástima que, ante el esfuerzo de un compatriota, los
franceses no se preocupen de sostenerle y de aprovecharse de este
alimento natural. El verdadero pan integral recuerda, por el gusto y
el aroma, el exquisito pan moreno o campestre de otro tiempo.
Todos cuantos padecen de estreñimiento han de consumir pan
integral.»

D) EL MAGNESIO Y SU PAPEL EN TERAPÉUTICA HUMANA


Por lo dicho, ya no es de maravillar que el magnesio haya
adquirido, desde hace algunos años, una importancia terapéutica
cada vez más considerable.

Elemento de transición entre metales y metaloides, presenta gran


actividad como agente catalítico o de fijación para los metales
alcalinotérreos, especialmente para el calcio y el fósforo.
La fijación del calcio sólo puede realizarse por intermedio de
ciertos agentes orgánicos, ayudados por agentes químicos en los
que se han fijado los fisiólogos en estos últimos años y han
estudiado su papel. En todos los trabajos, los autores, se han
dedicado a establecer el papel de fijador representado por el
magnesio, y a precisar, en los estudios sobre el raquitismo
experimental, que el magnesio ayuda enérgicamente a fijar el calcio
sobre los huesos de los animales hechos raquíticos.
El magnesio, cuya acción sobre las secreciones de las glándulas
endocrinas es muy importante, parece actuar como intermediario de
las glándulas paratiroides, cuyo papel sobre el metabolismo del
calcio es primordial. Las glándulas paratiroides contienen 5.8 por
100 de magnesio y la ingestión experimental del magnesio aumenta
claramente la actividad de las glándulas paratiroides.
Hoy día está bien establecido que, entre las substancias que
poseen la secreción más fijativa sobre el calcio orgánico, la que
mejor papel desempeña, es la hormona paratiroidea en primer
plano.
La hipoparatiroidía conduce a una serie de trastornos entre los
cuales los principales caracterizan la tetania, y, a consecuencia de
la diferencia de la fijación del calcio orgánico y por aumento de la
excreción del calcio resultante, se ha observado la aparición de una
serie de estados patológicos caracterizados por estados
convulsivos en los niños, así como en los deprimidos, cualquiera
que sea la causa de la depresión general.
El magnesio juega un papel considerable en el equilibrio de la
fijación paratiroídica y se puede igualmente considerar como el
verdadero regulador de esta secreción. Las experiencias han
mostrado que las sales magnésicas actúan en sentido inverso que
las sales de calcio.

La hiperparatiroidía aumenta la excreción del magnesio, mientras


que disminuye la del calcio. La ingestión de las sales magnésicas
excita la secreción paratiroídica oponiéndose a la descalcificación
paratiroídica, derivada de la hiperparatiroidía, y los trastornos
convulsivos que se presentan.
Los trabajos de Tibberts y Arch muestran claramente que la
asociación del magnesio y del calcio favorece la eliminación del
calcio orgánico en- exceso, y puede concluirse de sus experiencias
que el magnesio y sus sales constituyen agentes terapéuticos de
primer orden contra los trastornos del ateroma, favoreciendo
diferentes órganos, particularmente sobre las arterias y tejidos
articulares.
Se ha podido comprobar, en el servicio hospitalario, el
aclaramiento sobre pantalla de las aortas oscuras y la desaparición
de los ostiofitos, como consecuencia de un tratamiento de yoduro
magnésico.
La acción del magnesio sobre la asimilación del fósforo no es
menos importante. La experimentación ha demostrado que el
magnesio representa un papel considerable en la formación de los
fosfatos. Es necesario en la hidrólisis de las lecitinas, que dan el
ácido glicerofosfórico, y el ácido ortofosfórico. La mezcla de sales
cálcicas y de estos dos ácidos da origen al glicerofosfato de cal,
compuesto particularmente asimilable, tanto en cuanto al fósforo
como al calcio, utilizado para regular el equilibrio en fósforo y calcio
del organismo.
No deja de ofrecer interés indicar aquí los resultados de algunas
experiencias. Mientras que la ingestión de fosfato tricálcico no
determinó ninguna absorción del calcio, la del fosfato cálcico-
magnésico permitió comprobar una disminución de un 50 por 100
de la cantidad de calcio eliminado por las orinas, demostrando que
la presencia del magnesio ayuda a la retención de la cal, tanto
alimenticia como medicamentosa.
Por tanto, aquí para ayudar a la medicación cálcica, es oportuno
una indicación importantísima que permita comprobar la necesidad
de una asociación de sales magnésicas con las de fósforo y de
calcio para facilitar la absorción. Estas experiencias, rigurosamente
ejecutadas, permiten su comprobación y establecimiento.
Por otra parte, el magnesio asociado al bromo o al yodo da origen
a dos productos halogenados (bromados y yodados) de magnesio,
cuya utilidad terapéutica es de las más importante. En el bromuro
magnésico, el magnesio aumento su buena tolerancia y refuerza su
actividad por su acción antiespasmódica. En lo concerniente al
yoduro de magnesio, la absorción es aún más prometedora.
Su actividad terapéutica es mucho más poderosa y también más
durable que la de los productos yodados utilizados por la acción
hipotensora del magnesio que refuerza la acción hipotensa del
yodo. Así se han podido expresar los resultados quimioterapéuticos
obtenidos en las sales yodadas de magnesio.
Inspirándose en esta importante documentación y en el
tratamiento quimioterápico del cáncer, por H. Hartmaan, se ha
estudiado y redactado la fórmula de un complejo yodo yodurado
magnésico, en el cual el magnesio debe ejercer una acción
terapéutica.
Este complejo fue experimentado primero sobre animales en
aplicaciones locales para el tratamiento de diversas afecciones
cutáneas, llagas infecciosas, ulceraciones, etc.
P. Groulade, veterinario, dio a conocer en una comunicación los
resultados experimentales constitutivos de una prometedora labor
que pueda conseguir su aplicación a la medicina humana.
También el doctor Graciansky, dermatólogo, ha experimentado
ampliamente la acción del yodoyodu-ro magnésico sobre las
diversas variedades de úlceras infecciosas de los miembros. Esta
medicación fue utilizada, sea en tintura diaria o bien en un día sí y
otro no, resultando indiscutible que el tratamiento determinó una
cicatrización de las úlceras.
Según la citada comunicación del doctor Graciansky, esta
cicatrización fue a veces notablemente rápida. La úlcera, hasta este
momento, abierta, se cerró rapidísimamente.
Al cabo de un día o dos, la serosidad se concretó en forma de
costras, que se curaron rápidamente, dejando aparecer una piel
delgada, pero que desde el primer momento fue suficiente para que
la lesión pudiera considerarse como curada. Más frecuentemente la
curación fue más lenta. La costra se formó como antes, pero más o
menos rápidamente. La conclusión que se sacó fue que, en general,
se requieren tres semanas para conseguir la curación de una úlcera
de importancia media.
Recientes estudios han demostrado, en detalle, cómo el
magnesio interviene en acciones bactericidas y virucidas del
organismo humano.
Lo daremos a conocer, según lo refiere el director del Hospital de
la Cruz Roja, de Madrid, doctor D. Carlos Blanc-Soler.
«El organismo humano - dice - dispone de una serie de recursos
para luchar contra el paso de bacterias y virus al torrente circulatorio
a partir del intestino o de cualquier otro órgano, no sólo por la acción
macrófaga y destructora de los leucocitos, sino principalmente por
la acción bactericida de determinadas substancias, como la
lisozina, la espermina, etc.
Una de las últimas substancias descritas con poder bactericida y
virucida, que existe normalmente en la sangre, es la «properdina».
Es ésta una globulina que se une al «complemento» y al «ion
magnesio», dando lugar así a un sistema enzimático. Es suficiente
la falta de una parte del «complemento» o del «ion magnesio»,
para que el sistema enzimático de la «properdina» deje de tener
acción virucida, según se ha demostrado recientemente por el virus
de la enfermedad de Newcastle».

E) DELBET, PALADÍN DE LA TERAPÉUTICA MAGNESIANA


No cabe duda que el médico francés doctor Pedro Delbet ha
contribuido como nadie a valorizar la terapéutica del magnesio.

En los apartados siguientes hemos de hacer desfilar una serie


impresionante de efectos curativos, obrados por medio de las sales
de magnesio. Por esto agradecerán sin duda nuestros lectores que
les demos a conocer al héroe de tantas hazañas curativas, al
paladín de la terapéutica magnesiana; lo que vamos a hacer
presentándolo tal como nos lo ofrece el doctor F.A. Cid.
Al leer esta descripción, no podemos menos de representarnos al
doctor Delbet, no ya como en una foto estática, sino como en una
película cinematográfica sacada a lo largo de sus muchos años de
vida (más de 90).
El famoso profesor Delbet, discípulo de Dastre, mantuvo
tenazmente - a pesar de sus noventa y tantos años - un férreo índice
en dirección al polo de la ciencia inexpugnable: la que trasciende al
conocimiento humano, la que cada día, en mayor cuantía, suma sus
misterios con más muertes.
Las particularidades del cloruro de magnesio no podían menos
que fascinar, desde el primer instante, al abigarrado grupo de sus
contemporáneos. Y como el espíritu humano tiende
constantemente a buscar analogías, no es de extrañar que en un
principio le pretendieran asignar casi un papel, si se nos permite la
palabra, telepático.
Pero, allí donde surgen regiones sombrías, comparece en
seguida el espíritu investigador de Delbet con su penetrante mirada,
saturada de curiosidad. Su voluble fantasía científica, ya frívola, ya
genial, pero siempre inquieta, transformó inflexiblemente esta
confusa hipótesis de sus contemporáneos en una patética
afirmación: las virtudes curativas de las sales halógenas de
magnesio.
Muchas cosas, si el espacio nos lo permitiera, podríamos decir de
este paladín de la ciencia, coronado, ahora, por una vejez gloriosa.
Mas, preferimos recordar aquel hombre de ancha frente y bien
formado, que ya exteriormente llamaba la atención por su elevada
estatura y porte imponente, que se establece - a fines de siglo - en
el laboratorio de su maestro, en la calle de Ulm.
Sus rasgos reflejan un rostro armonioso y bien dibujado, labios
finos, mentón lleno y carnoso y frente magníficamente abombada
sobre unos indefinibles ojos de mirada de acero. Cuando por las
mañanas atraviesa, con su andar amplio y decidido, la puerta de la
trastienda de su laboratorio, irradia una seguridad bienhechora;
todos sus contemporáneos le reconocen una paciencia infinita,
incansable.
De temperamento más melancólico que impetuoso, más tenaz
que impulsivo, el animoso Delbet - entonces joven sabio Delbet -
observaba cuidadosamente los fenómenos, y, de la misma manera
que cruza por sus habitaciones con grandes pasos firmes y rudos,
así camina con pausa y decisión en sus investigaciones, pasando
de una observación a otra, lenta, pero inflexiblemente.
No procede por arranques fulminantes y arrebatadores, sino por
conclusiones prudentes y, por lo mismo, irrecusables, y no hay
impugnación ni encarnizamiento capaces de alterar su profunda
calma.
Esta tranquilidad, este tesón, esta grandiosa y perseverante
paciencia, esta entrega de la vida para la vida de la ciencia, este ex
profeso olvido del pensamiento en la penumbra del misterio, tenían
que resurgir. En 1891 demuestra que el lavaje del peritoneo con
antisépticos favorece la infección. La antisepsia, basada en los
descubrimientos de Pasteur, había revolucionado el campo de la
cirugía. Pero, si la esterilización de los instrumentos y de las manos
permanecía igual, la acción de los antisépticos sobre las llagas era
puesta en duda.
El licor de Labarraque, el ácido fénico y un sin fin de productos
atacan los microbios y destruyen las células. Para el pensamiento
científico de su época, la segunda conclusión no reza la mayoría de
las veces.
Pero Delbet va más lejos; sabe, desde Metchnikoff, el papel de
los glóbulos blancos en la lucha contra la infección, y constata que
una solución de cloruro de magnesio aumenta su poder fagocitario.
En un momento, las obscuras horas de soledad en el laboratorio y
los días, enterrado en sus estudios prorrumpen en un estallido que
hace volver todas las miradas hacia él.
Y es entonces cuando Delbet concreta parsimoniosamente un
método que bautiza de «citofiláctico». Su objeto: exaltar la vitalidad
de las células; un medio de acción: una síntesis de compuestos
órgano-magnésicos, que sus enfermos del Hospital Necker llaman
su «droga» y a la cual denomina «Delbiase».
A partir de este momento, queda aparentemente oscuro dentro
de su gloria. Y de la misma manera que la vida de su juventud linda
casi en lo desconocido, los quince años que transcurrirán hasta la
nueva comunicación, serán de un íntimo recogimiento que le
permitirá ir desmenuzando la trascendencia de su eslabón.
Y así en la Academia de Medicina expone que en el mundo
civilizado la ración magnesiana va disminuyendo: el pan es
demasiado pobre de magnesio, la sal refinada, las conservas se
consumen con exceso.
Y habla de la desmineralización fisiológica magnesiana del
hombre hacia los cuarenta años, desmineralización agravada
todavía por la alimentación deficiente en magnesio. Llega a afirmar
que el agricultor debe incorporar el magnesio en sus abonos para
mejorar las cualidades higiénicas de los vegetales alimenticios y
restituir al suelo el magnesio sacado por sus cosechas.
Esto debe ser política del Estado:
«Del Ministerio de Agricultura depende la salud pública» - dice.
Y mientras sus estudios - sobre la enfermedad que agota más a
la humanidad: el cáncer - prosiguen infatigablemente consumiendo
sus horas, van surgiendo nuevas comunicaciones:
«Acción frenadora del cloruro de magnesio en la multiplicación de
las células atípicas en el desarrollo anárquico (Academia de
Medicina, 1.° de mayo de 1932).
«El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y mejora la
digestión» (Academia de Medicina, 1.º de mayo de 1936).
«De la resistencia general conferida al organismo por las sales de
magnesio» (Academia de Medicina, con el Dr. Palios, 1.° de julio de
1939).
«Delbiase y prostatismo. Disminución de pH urinario» (Academia
de Ciencias, 25 de mayo de 1940).
Y citando obras y más trabajos, trazaríamos la vida del profesor
Delbet.
Como todos los hombres de ciencia, su existencia está alejada
del mundo y oscura entre su luminoso pensamiento. La humanidad
sólo premiará al descubridor del medicamento efectivo del cáncer,
y es muy posible que olvide en él uno de sus precursores.
No querríamos que ocurriera al profesor Delbet, el primero de los
médicos modernos que ha debido tomar sobre sí la suerte ingrata
eternamente reservada a los que llegan antes de tiempo, aquello de
que en todas las épocas los precursores han de ser sacrificados.
Este ha sido el motivo de que hablásemos de él, a través de sus
obras.
F) MÚLTIPLES EFECTOS CURATIVOS DEL MAGNESIO
Ante la multitud de efectos curativos atribuidos al magnesio, que
nuestros lectores podrán luego apreciar, si continúan leyendo este
libro, no ha faltado quien le haya llamado despectivamente
«panacea».
Podemos, sin embargo, llamarle panacea - como advierte el
Padre Manzanal - en el verdadero sentido de la palabra, con una
pequeña acotación explicativa.
Si se consideran las sales de magnesio como medicamentos,
entonces con razón se las puede llamar en sentido peyorativo
panacea; pero, si se las considera como alimentos necesarios, a
cuya falta se deben muchas enfermedades, que desaparecen con
la toma de cloruro de magnesio o de otra sal magnésica, entonces
la experiencia ha demostrado que son una verdadera panacea, por
la multitud de enfermedades que curan.

Esta son tantas, que, si no las viésemos confirmadas por los


hombres de ciencia, nos parecerían sospechosas.
Pero he aquí que son casos realmente sucedidos y comprobados
por la experiencia. Nos bastará para nuestro intento revisar los
comunicados que el doctor Delbet ha dirigido a la Academia de
Medicina francesa. P. Delbet, de la Academia de Medicina, es
nombrado Presidente de la Asociación Francesa para el Estudio del
Cáncer. Por un camino distinto ha llegado a las mismas
conclusiones que H. Vilain.
Los dos proclaman la necesidad del magnesio en la economía
mineral del mundo actual.
Esta necesidad proviene, en parte al menos, del refinamiento
meramente caprichoso y poco racional de los alimentos, que han
sufrido menoscabo de su equilibrio mineral, especialmente por la
deficiencia del magnesio.
Vamos a exponer brevemente cómo P. Delbet ha comprobado
experimentalmente que el cloruro de magnesio obra en multitud de
curaciones, dejando para más adelante tratar con detenimiento de
las enfermedades infecciosas, tales como la difteria y el cáncer, que
también son curados o, cuando menos prevenidas, por el cloruro de
magnesio.

1. El cloruro de magnesio y la fagocitosis:


En el año 1914, el doctor Delbet se admira de los daños de la
antisepsia (conjunto de procedimiento destinados a eliminar, alejar
y destruir los microbios patógenos).
«Esta - nos dice - dirige sus tiros a los microbios y mata las
células».
Por eso, en vez de ir directamente a la destrucción del microbio,
se prefiere aumentar la resistencia y actividad de las células, para
que ellas triunfen de los microbios. A esta acción protectora y
exaltación de la actividad celular la ha llamado citofilaxia; concepto
que debe añadirse, si es que no sustituir, al de antisepsia.
En el tratamiento de las llagas con diversas soluciones investiga
el doctor Delbet cuál de ellas exalta más las propiedades
citofilácticas de los glóbulos blancos, tan importantes en la lucha
contra la infección. Hasta entonces se creía que la solución del
cloruro de sodio al 8 por 100 era lo mejor.
Las nuevas experiencias del doctor Delbet han demostrado que
el cloruro de magnesio cristalizado en solución acuosa el 22 por
1.000, ejerce una acción tal sobre los glóbulos blancos, que duplica
la acción de éstos en la destrucción de los microbios.
La solución de cloruro de magnesio ejerce benéfica influencia
sobre las llagas, y conserva esta influencia cuando es inyectada en
el sistema circulatorio. La experiencia se hizo en un perro. Se le
inyectaron en una vena 150 centímetros cúbicos de esta solución.
Se tomaron muestras de sangre antes y después de la inyección. A
los glóbulos blancos de estas muestras se les inyectaron microbios
de un mismo cultivo. De esta manera, los glóbulos blancos bajo la
influencia del cloruro de magnesio destruyeron triple número de
microbios que se habían tomado antes de inyectar la solución al
perro.
Con las debidas precauciones el doctor Delbet ha hecho pruebas
en el organismo humano, y ha experimentado los mismos efectos:
los glóbulos de la sangre reaccionan más activamente contra los
microbios, invasores del organismo humano, si les ha sido
inyectada la solución del cloruro de magnesio.

2. Euforia y resistencia a la fatiga:


Además de estimular la acción fagocitaria de los glóbulos
blancos, tanto externa como internamente, se podría pensar si el
cloruro de magnesio favorece a otras células de distinta actividad.
Fue en el Hospital de Necker cuando se usó, por primera vez, por
vía bucal. Había un soldado gravemente herido que rehusaba las
inyecciones.

El doctor Delbet dijo una mañana a las enfermeras:


«Probemos de darle la solución por vía bucal».
A estas palabras las enfermeras insinuaron una sonrisa.
«¿Por qué se ríen ustedes?», les pregunta el doctor.
«Todas lo tomamos», respondieron ellas».
«¿Por qué lo toman?»
«Es que nos da ánimo en el trabajo. Hemos notado que los
enfermos mostraban cierto bienestar, y a nosotras nos ha producido
el mismo efecto.»
Por este suceso, que podríamos llamar casual, el doctor Delbet
administraba esta solución a todos los heridos de su servicio. Las
enfermeras, satisfechas por la sensación de euforia, de energía y
de resistencia a la fatiga, hicieron propaganda de la solución. Muy
a menudo, un gran número de personas tomaban regularmente esta
solución. Este paso debía traer otros consigo.
Sucedió que muchas personas que buscaban el efecto tonificante
del cloruro de magnesio, sufrían distintos padecimientos que
desaparecían. Se produjeron curaciones en extremo variadas, que
fueron relatadas al doctor Delbet.
El doctor Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París,
en su obra «Permaneced jóvenes», exalta de varias maneras el
poder del magnesio para el bienestar corporal. Así, por ejemplo,
para gozar de salud recomienda «consumir cloruro de magnesio»
(pág. 51).
Esta recomendación es consecuencia de lo que antes había
dicho (pág. 37):
«Los que consumen regularmente cloruro de magnesio excitan
las tiroides y experimentan una impresión legítima de
rejuvenecimiento y de vida. No consumáis sal blanca ni pan blanco,
que no contienen magnesio; consumid pan moreno y salmuera que
lo contienen».

3. Desórdenes digestivos:
Un médico envió al doctor Delbet su propia observación. Tenía
perturbaciones intestinales penosas y persistentes. A pesar de un
severo régimen y un tratamiento de agentes físicos (diatermia,
rayos infrarrojos), su estado no había cambiado apenas.
Se somete, por fin, a la acción del cloruro de magnesio con una
dosis de 2 gramos por día, suprimiendo todo medicamento. Los
resultados fueron excelentes: desaparecen los dolores de la región
epigástrica y las perturbaciones intestinales. Aumenta 10 kilos de
peso, su aspecto exterior se transforma y puede llevar las
ocupaciones ordinarias sin fatiga.
El cloruro de magnesio, tomado de una manera continua, reduce
las evacuaciones en los diarreicos. En otros, aunque al principio
traiga algunas perturbaciones, el resultado de su acción habitual es
una regulación. Hace también que las materias fecales pierdan su
olor desagradable.
El doctor Rodríguez Méndez, en su obra titulada «Apuntes sobre
Medicamentos», dice ponderando las ventajas de los bizcochos de
peróxido de magnesio (págs. 133 y 479), conocidos con los
nombres de «hopogán» y «perhidrol magnésico», que están
destinados a combatir muchos padecimientos gastrointestinales, y,
al mismo tiempo, hace constar expresamente que el peróxido «no
irrita ni causa accidente alguno».
En una obra de los doctores S. Milne Edwards y P. Vacasseuh,
publicada nada menos que en 1835, con el título de «Manual de
Materia médica», al referirse al carbonato de magnesio calcinado,
se dice textualmente (pág. 289):
«Es muy ventajoso su uso, en casos de acidez de las primeras
vías, que se observa mayormente de esta manera como antiácido
y absorbente para neutralizar los ácidos que se desenvuelven con
demasiada frecuencia en el estómago en ciertas circunstancias.
Ofrece igualmente grandes recursos, en casos de envenenamiento
por los ácidos, en razón de la facilidad con que se combina con
estos cuerpos y de no ser nocivas las sales que resultan de esta
combinación». Un poco más adelante (pág. 299), tratando del
subcarbonato de magnesio, asegura que «sus usos son los mismos
que los de la magnesia calcinada y se emplea mucho en los mismos
casos».
Y termina diciendo:
«En fin, se emplea con mucha ventaja en casos de mal de piedra,
que dependen de la superabundancia de ácido úrico».
4. Acción sobre la piel:
Es interesante la acción del cloruro de magnesio sobre picores
que quizá se deban a alteraciones de la piel o a lesiones nerviosas.
Una criada no podía lavar sin sentir después picazones en las
manos, que no la dejaban dormir, acompañados a menudo de
eczema. Había sufrido muchos tratamientos sin resultado
satisfactorio. Tomando 2 gramos de cloruro de magnesio diarios, le
desapareció la molestia. Puede lavar sin inconveniente ni molestia.
La señora de un médico sufría mucho de sabañones. Después de
la ineficacia de los tratamientos preventivos y curativos, renuncia a
ellos, comenzando a tomar un poco de cloruro de magnesio en el
mes de septiembre. Con este tratamiento se pasó el invierno sin
sabañones. Otras personas han constatado la eficacia del cloruro
de magnesio como preventivo de los sabañones.
Hablando concretamente de una enfermedad de la piel curada
por las sales de magnesio, el doctor Delbet expone a qué se deben
estos efectos curativos, dentro de su teoría general de la citofilaxia.
Se expresa en estos términos:
«Una dosis de 2 gramos de cloruro de magnesio, tomada por vía
digestiva, no puede tener ninguna acción antiséptica sobre los
microbios de las glándulas sebáceas. A causa, pues, de una
modificación de las células, las glándulas triunfan de los agentes
patógenos. Puede considerarse esto como acrecentamiento de la
actividad celular. Yo repito que el magnesio debe considerarse
como alimento, no como medicina».

5. Operaciones quirúrgicas e intoxicaciones de


cloroformo:
Varios efectos del cloruro de magnesio indicaban el uso de los
enfermos antes de sufrir una operación: una reacción más rápida y
eficaz contra las infecciones, desodorificación de las materias
fecales y, sobre todo, su acción sobre el sistema nervioso.
Se evita, ante una operación de esta clase, una emoción
desordenada y el agotamiento que ella trae, mediante el uso
regulador del cloruro de magnesio que, al cabo de unos cuantos
días, proporciona una especie de equilibrio del sistema nervioso.
También modera las sensaciones superexcitadas y, a la vez, da
más energía.
Un punto quedaba oscuro: su acción sobre el narcótico. Delbet
hizo la experiencia sobre el cloroformo, realizando la prueba con
conejos. En ella llegó a la conclusión de que varias dosis de
inyecciones de cloruro de magnesio, administradas en los días
anteriores a la operación, reducen la toxicidad del cloruro, por lo
cual Delbet recomienda se practiquen inyecciones de cloruro de
magnesio, como preparación a las operaciones quirúrgicas.
El antes citado doctor Rodríguez Méndez, en su libro «Apuntes
sobre Medicamentos», dice, a propósito de las sales de magnesio
(pág. 404):
«Los estudios de Mcltzer prueban que sus sales (cloruro y sulfato)
poseen gran poder inhibitorio y anestésico. Bajo su acción ha
efectuado (Meltzer) intervenciones quirúrgicas».

6. Los achaques de la vejez:


Los avanzados en edad, por debilitación del sistema nervioso,
tienen cierta rigidez muscular que se manifiesta en diversas
acciones: la marcha es un poco sacudida, al bajar de una escalera
necesitan apoyo Personas de esta clase han recuperado, bajo la
influencia del cloruro magnésico, la marcha flexible y elástica de su
juventud.

La primera manifestación de esta rigidez es una modificación de


la escritura, que se hace irregular. En un grado más avanzado está
el temblor senil. Todos estos inconvenientes, pequeños o grandes,
desaparecen bajo la acción del cloruro de magnesio.
En un hombre de sesenta y nueve años, el temblor comienza a
disminuir a las tres semanas de tomar todos los días 2 gramos de
cloruro de magnesio. Al cabo de cinco semanas, la escritura, que le
era imposible desde hacía dos años, se hace normal.
Una anciana de sesenta y siete años tenía, además de otros
temblores más pequeños, temblor de los miembros superiores, con
grandes oscilaciones, de manera que no podía llevar nada a la
boca. Toma una dosis de 3 gramos por día. El temblor disminuye
rápidamente. Cesa la dosis de cloruro magnésico, sobreviene a los
pocos días el temblor.
El cloruro de magnesio se lo hace desaparecer de nuevo y
definitivamente.
Las sales de magnesio obran también sobre algunos temblores
patológicos y hacen desaparecer las sensaciones de calambres.
Entre las enfermedades más propias de la vejez figuran las
perturbaciones en la próstata, que se manifiestan en desórdenes
molestos, frecuentemente penosos, a veces graves. Pues bien, en
todos los desórdenes de micción, graves o leves, el uso regular de
comprimidos de magnesio ha hecho desaparecer o disminuir el mal.
Un anciano retentista completo se disponía a una operación de
próstata. Como preparación para ella toma cloruro de magnesio. Y
he aquí que comienza la mejoría, y sale curado del hospital, sin
haber sido operado, por el benéfico influjo del cloruro de magnesio.
El aumento de la ración de magnesio detiene la evolución de la
hipertrofia prostática, que es una plaga de la humanidad, y a veces
la hace desaparecer. Además, parece ser un preservativo de los
desórdenes prostáticos, pues los que lo usan comúnmente, no los
han tenido.
Las investigaciones que se han hecho sobre órganos muy
importantes de los ancianos, nos dicen que las características de
estos órganos afectados por la edad son la disminución del
magnesio y el aumento del calcio; y, por consiguiente, la proporción,
el equilibrio debido, disminuye entre estos dos importantes
elementos.
En los adultos el valor de esta proporción es doble que el valor de
esta misma proporción en los ancianos. Esta disminución del
magnesio no es un hecho secundario, ya que el aumento del calcio;
y, por consiguiente, la proporción de accidentes y caídas de la vejez.
Por eso es necesario que el contenido en sales magnésicas de los
alimentos sea tanto más rico, cuando la edad es más avanzada.
El magnesio favorece la fijación del calcio allí donde su presencia
juega un papel fisiológico normal, por ejemplo, en los huesos;
mientras que lo elimina de las partes donde su presencia es
patológica. Ejerce, pues, una acción reguladora.
Al eliminar el calcio patológico, el cloruro de magnesio es un
excelente preventivo de la hipertensión. Los depósitos de calcio,
que hacen perder su elasticidad a las arterias, desempeñan un
papel importante en ciertas hipertensiones y en los accidentes que
de ellas provienen. La eliminación de estos depósitos calcáreos
tiene, pues, una importancia grande en la práctica, que es
favorecida por el cloruro de magnesio. Según esto, el magnesio
resulta un medicamento muy indicado para evitar la arteriosclerosis.
No hay contradicción en que el magnesio fije en unas partes del
calcio y lo elimine de otras, pues el calcio se encuentra formando
distintos compuestos en las diversas partes del cuerpo.
La acción del cloruro magnésico también se manifiesta en la
actividad cerebral. Un escritor agradecía al doctor Delbet el efecto
de las sales de magnesio; pues, gracias a ellas, escribió su última
obra con suma facilidad. El reuma también desaparece mediante la
toma de la solución del cloruro de magnesio. Se deberá tomar en
pequeñas dosis (una copita), mañana y tarde, hasta que se note la
curación, con alguna breve interrupción.
En el organismo débil de los ancianos los efectos del magnesio
son magníficos; sin embargo, en el organismo lleno de vida de los
jóvenes puede aún acelerar el ritmo vital produciendo efectos no
saludables. Por eso, advertimos - dice Delbet - por bien de los
jóvenes, que no es conveniente que ellos abusen de ello, sino que
lo usen con moderación.
En las mismas ideas abunda el Dr. Pauchet antes aducido en su
obra
«Permaneced jóvenes» (página 57), cuando escribe:
«Y para acabar este capítulo, dos palabras sobre el magnesio.
Actualmente los médicos se ocupan mucho de la cuestión del
magnesio introducido en el organismo como medio terapéutico. Se
ha demostrado que, en todo individuo, la presencia del magnesio
está en relación directa con el grado de vigor.
Rico en magnesio al principio de la existencia, el organismo
posee cada vez menos a medida que el individuo envejece y se
torna senil. Parece ser que, para prolongar el período de vigor en el
adulto, para combatir las diferencias orgánicas, la absorción de
sales de magnesio prestaría grandes servicios».
G) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LAS ENFERMEDADES
INFECCIOSAS
Los efectos curativos del magnesio se extienden, en general, a
todas las enfermedades infecciosas.
Podríamos narrar minuciosamente casos de curación en distintas
enfermedades, pero nos limitaremos a las líneas generales de esta
materia. Iremos extractando, según lo hace el P. Manzanal, las
observaciones y notas del doctor Neveu en las principales
enfermedades que ha tratado.

1. Gripe y afecciones de las vías respiratorias:


El doctor Neveu atendía desde 1923 a 1939 a los enfermos de
las Hermanitas de los Pobres en Rochefort-sur Mer. La cuarta parte
de los ancianos, físicamente agotados, moría cada año de
bronconeumonía, siendo tratados por los medicamentos usuales.
El año 1934 comienza el doctor Neveu el tratamiento magnesiano
en el asilo. Daba a todos los enfermos con fiebre la solución de
cloruro de magnesio, en dosis de 125 centímetros cúbicos cada seis
horas. Los efectos fueron excelentes: los enfermos curaban
rápidamente.
En el invierno de 1934-1935 vino una fuerte epidemia de gripe,
que atacó a todos los ancianos. Todos salieron incólumes de ella
por la solución de cloruro de magnesio. Ésta les cortaba la fiebre.
Los que fueron atacados de bronconeumonía gripal, recibieron el
mismo tratamiento, además se les inyectaba aceite alcanforado.
Curaban todos en el espacio de tres a cinco días.
En el mes de mayo, pasada la epidemia, había muerto en el asilo
un solo enfermo de bronconeumonía gripal, mientras que la
mortalidad en la ciudad había sido muy elevada. Este contraste
inesperado fue señalado en el Ayuntamiento de la ciudad. En lo
sucesivo los ancianos adoptaron este método curativo, y cuando se
sentían indispuestos o con fiebre, iban a pedir a la Hermana
Enfermera la solución de cloruro de magnesio a la que habían
puesto el nombre de «la bebida que corta la fiebre».
El doctor Neveu nos narra su propia curación. Sintiéndose
insomne y con malestar general, aparecieron los síntomas claros de
la neumonía. Acostado en el lecho, se hizo llevar la solución. Era un
viernes cuando empezó a tomar la solución. Al domingo siguiente,
aunque no perfectamente curado, se levantaba para visitar a un
amigo suyo que estaba enfermo. A partir de este momento, se
puede decir que su neumonía había sido cortada por el cloruro de
magnesio.
Dice el doctor Neveu que ha tratado en su clientela desde 1934,
no pocos casos de gripe, neumonía y bronconeumonía por el
cloruro de magnesio, con un éxito constante: «He tratado en
particular - son sus palabras - niños, en bronconeumonías
consecutivas a la gripe o a la tosferina, que sin duda no hubieran
curado por un tratamiento distinto del magnesio.
Estas palabras del doctor Neveu se ven perfectamente
confirmadas por las distintas observaciones que de cada
enfermedad nos transmite. No es nuestro intento reproducirlas.
Baste decir que la curación, en general, es rápida; si se ha dado al
paciente una dosis suficientemente fuerte de la solución al principio
de la enfermedad, habrá que aumentar esta dosis en cantidad o en
número, hasta conseguir una mineralización magnesiana suficiente.
Estas observaciones muestran el poder citofiláctico de la
mineralización magnesiana en las afecciones pulmonares agudas,
ya sean de gripe o bronconeumonía, pleuroneumonía o
bronconeumonía. La solución magnesiana cura, en efecto, las
enfermedades agudas de las vías respiratorias.
La tosferina también ha sido tratada por la solución de cloruro
magnésico. La experiencia fue hecha en un orfelinato en 1935. Es
preciso comenzar el tratamiento muy a los comienzos, al notar la
primera tos. De esta manera el tratamiento magnesia-no corta la
tosferina. Comenzando un poco tarde, modera los accesos de tos y
corta la enfermedad.
Estos resultados en la tos ferina se pueden tener por ciertos, dado
el suficiente número de casos tratados por el doctor Neveu. En un
caso desesperado cuando la penicilina y la estreptomicina se
mostraban impotentes para combatir la enfermedad, la solución de
cloruro de magnesio salvó del inminente peligro a una niña de siete
meses.
El tratamiento magnesiano posee igualmente una notable acción
contra el asma, bronquitis crónica y el enfisema. El doctor Neveu
nos dice:
«He obtenido resultados admirables en enfermos que habían
agotado todos los recursos de la terapéutica clínica, y que varias
veces habían tenido tratamientos de aguas medicinales».

A estos enfermos hacíales tomar por la mañana y por la tarde 125


centímetros cúbicos de la solución durante veinte días. Este
tratamiento era renovado cuantas veces su estado de salud lo hacía
necesario. En caso de crisis aguda, de congestión o de fiebre, les
hacía tomar la misma dosis cada seis horas.
Para el doctor Neveu el mejor tratamiento contra el asma y la
bronquitis crónica es éste de la solución de cloruro magnésico.
2. Afecciones de otros aparatos:
Restan todavía muchas enfermedades cuya curación puede
realizarse por la solución de cloruro de magnesio. Es suficiente para
nuestro intento mencionar las más principales.
Comenzaremos por el forúnculo. El tratamiento magnesiano se
opone a la evolución de un forúnculo, al principio de su formación.
(Forúnculo, en lenguaje vulgar, «divieso».)
Varios enfermos atacados de forúnculos y que habían ensayado
todos los remedios, se han curado con el siguiente tratamiento: 125
centímetros cúbicos de la solución de cloruro de magnesio, mañana
y tarde, durante veinte días.
Los forúnculos que tenían tendencia a renovarse, reventaban
después de un corto período inflamatorio; luego desaparecían
definitivamente. El tratamiento magnesiano es, a juicio del doctor
Neveu, el mejor tratamiento de la forunculosis.
El doctor Neveu también ha curado por este tratamiento varios
ántrax.
La intoxicación alimenticia también ha desaparecido por la
solución de cloruro magnésico. Asimismo, la enfermedad de
eczema desaparece mediante el tratamiento magnesiano. La dosis
es de 125 centímetros cúbicos, mañana y tarde.
Se registran varios casos de poliomielitis curada por el mismo
tratamiento. La poliomielitis se distingue clínicamente como una
atrofia muscular. Dos observaciones nos muestran la eficacia del
cloruro de magnesio en el período agudo de la poliomielitis. Una
tercera observación nos muestra que, administrado dos meses
después de los primeros síntomas, ha hecho desaparecer una
atrofia muscular y una parálisis que, sin duda, hubieran sido
definitivas.
El doctor Neveu ha aplicado el tratamiento magnesiano a todos
los enfermos atacados de erisipela, ostiomielitis, escarlatina,
sarampión y adenitis, para los cuales ha sido consultado. Bajo la
influencia de este tratamiento, las curaciones son siempre rápidas.
En particular ha experimentado curaciones muy interesantes en
erisipela y ostiomielitis. Ningún enfermo de ostiomielitis ha tenido
que sufrir intervención quirúrgica; todos se han curado
perfectamente por el cloruro de magnesio.
Los atacados de estas cinco enfermedades últimas no tienen
complicaciones con otras enfermedades infecciosas, tratados por la
solución del cloruro de magnesio.

H) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LA DIFTERIA


En las primeras horas de un jueves, el doctor Neveu es llamado
junto a una niña de nueve años atacada de una angina sospechosa.
La niña presenta señales claras de una difteria grave. El análisis
de los bacilos de sus amígdalas confirmó el diagnóstico. Para atacar
la enfermedad, había que inyectar a la niña suero a grandes dosis,
como lo había hecho el doctor Neveu en muchos casos con feliz
resultado. Con el fin de evitar las perturbaciones debidas al suero
que pensaban inyectar, el doctor Neveu prescribió la solución
siguiente: Cloruro de magnesio cristalizado, 28 gramos; agua
natural, como disolvente, medio litro.
Esta solución debía ser tomada en tazas de café, cada cuatro
horas.
El sábado por la mañana pasa por la casa de su enferma y
comprueba con admiración que está en vías de curación. A las
cinco de la tarde vuelve junto a la enferma. Había acabado de tomar
la solución, y ya estaba curada. Es preciso reconocer que el cloruro
de magnesio había curado una difteria, como lo hubiera hecho el
suero, si se hubiera administrado. Esto lo veremos confirmado a
medida que se multipliquen las experiencias del doctor Neveu y sus
compañeros de profesión.
El cloruro de magnesio no ha obrado como antibiótico o como un
suero, los cuales, o bien atacan directamente la vitalidad de los
microbios, o bien neutralizan sus toxinas. No ha podido causar la
curación más que por una acción favorable ejercida sobre el mismo
organismo.
Esta es la citofilaxia del cloruro de magnesio de que hemos
hablado antes, es decir, el aumento de vitalidad de las células que
las hace triunfar por sí solas de los microbios, según la doctrina del
doctor Delbet confirmada por muchas experiencias.
Y si éste es el método de obrar del cloruro de magnesio, es claro
que no es un remedio particular y específico de la difteria, como lo
es el suero antidiftético, y que la inmunidad que proporciona no
debe ser limitada a la sola difteria, ya que, fortaleciendo el
organismo, lo dispone para superar ésta y otra infección cualquiera
que sea su clase.
El doctor Neveu ha tratado con este método otros cinco casos
con los síntomas y exámenes positivos de los bacilos de la difteria
(bacilos de Loeffler).
Todos se han curado rápidamente, después de haber tenido gran
cuidado de probar que se trataba de casos de difteria. Neveu,
seguro de la eficacia de su método, ha suspendido los exámenes
bacteriológicos y la redacción de las observaciones clínicas, que ya
no tenían interés para él, y en los años siguientes trató por la
solución de cloruro de magnesio al 20 por 1.000 más de 60 casos
de anginas diftéricas, siempre con feliz resultado.
Notemos solamente que el doctor Neveu, en un caso difícil de
difteria, en el que después de siete días de tratamiento por la
solución de cloruro de magnesio no aparecía franca mejoría, usó
una inyección antidiftérica de 10.000 unidades, continuando el
tratamiento por la solución de cloruro de magnesio con una sola
dosis.

Este tratamiento dio por resultado la curación del paciente. Las


10.000 unidades de suero, dosis mínima y tardía, no bastan según
el doctor Rouche, para justificar la curación de este caso. La
dificultad provino de haber comenzado tarde el tratamiento, que fue
al cuarto día de la enfermedad, viniendo a aumentar la dificultad el
frío y la falta de higiene.
En 1943 el doctor Neveu se conmovió, al saber que sus colegas
estaban insuficientemente armados contra la difteria por la escasez
de sueros, y que ésta hacía estragos lamentables. Entonces creyó
deber suyo dar a conocer un tratamiento cuya eficacia había
experimentado.
Reveló, pues, las observaciones clínicas de cuatro nuevos casos
de difteria, tres de los cuales eran extremadamente graves,
confirmados todos por el laboratorio, y dirigió estas observaciones
juntamente con las precedentes al doctor Duvic, Inspector-Médico
de la Charente-Marítima.
Este comunicó los documentos al director regional de la Salud y
Asistencia de Poitiers.
«Ellos me impulsaron - escribe Neveu - a publicar sin retraso un
artículo en la prensa profesional. El primero de enero de 1944, el
diario de medicina
«Concours Medical», me incluía una nota sobre el tratamiento de
la difteria por el cloruro de magnesio»
El quince de abril del mismo año publicaba otro artículo el
«Concours Medical». He aquí una síntesis de sus ideas:
Desde hace diez años he tratado con éxito más de sesenta casos
de difteria por la solución siguiente:
• Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos
• agua ordinaria, como disolvente, 1 litro
Empleo esta solución en dosis de 125 centímetros cúbicos que
se toman de una vez o en el espacio de cinco minutos. Después de
dos horas, viene una segunda dosis de 125 centímetros cúbicos.
Esta dosis se renueva cada seis, ocho o doce horas, según la
gravedad del caso.
Las dos primeras dosis, bastante próximas, permiten obtener
rápidamente una concentración sanguínea suficiente. El intervalo
de las dosis siguientes tiene por fin mantener o disminuir
progresivamente esta concentración, según el estado del enfermo.
Este tratamiento es sumamente sencillo y rápido.
Frecuentemente el análisis del cultivo de los bacilos llega del
laboratorio, cuando el enfermo está casi ya curado, pues el examen
del cultivo se hace después de diecisiete horas.
No he tratado niños menores de cinco años. La dosis para éstos
debería reducirse a 100, 80 ó 60 centímetros cúbicos. Hasta aquí la
exposición del doctor Neveu.
Con este artículo comienza a extenderse, con feliz augurio, el
procedimiento del doctor Neveu. Llega a muchos médicos y será
presentada a la Academia de Medicina una comunicación sobre él.
Vamos, pues, ahora a decir algo sobre la acogida y resultados del
nuevo método expuesto en este artículo. Los mismos doctores nos
cuentan cómo lo recibieron y con qué resultados lo aplicaron.
Naturalmente, la primera reacción no fue de franca acogida. Se
mostraban indecisos ante el tratamiento; pero, después que
experimentaron los mismos efectos que el doctor Neveu, la acogida
fue incondicional. René Fortin lo empleó, por primera vez, con un
poco de escepticismo. El resultado fue rápido y feliz. Cree que la
desaparición de las adenitis es más rápida que con el suero.
(«Adenitis» se llama a la inflamación de las glándulas y de los
ganglios linfáticos.)
F. Bouyssi empleó con desconfianza el tratamiento en un joven.
La falta de suero le movió a emplearlo.
Su impresión posterior, al visitar al día siguiente al joven, la
describe así en carta al doctor Neveu:
«Yo me permito manifestarle mi gran satisfacción por el método
de la angina diftérica que Vd. ha preconizado. He quedado muy
satisfecho y, al mismo tiempo, sorprendido» (ante el efecto
curativo).
El doctor Roussi, inspector adjunto de la Salud, se expresa así:
«Hemos conocido con vivo interés su artículo sobre el tratamiento
de la difteria por el cloruro de magnesio Después de pequeñas
epidemias que han castigado nuestro sector, y cuando comenzaban
a faltar los sueros, hemos avisado a los médicos y les hemos
aconsejado el tratamiento preconizado. Hasta ahora este
tratamiento parece haber obtenido muy buenos resultados en los
adultos, los muy pequeños absorben con dificultad la bebida.»
Otros doctores han experimentado el método del doctor Neveu
en la curación de la difteria, y han enviado también sus
observaciones de feliz resultado.
Entresacamos de ellas, siguiendo al P. Manzanal, algunas ideas
de especial interés e importancia. Este tratamiento es en extremo
interesante para aquellas personas a quienes es perjudicial el
suero, en general, por su complexión hipersensible.
El tratamiento magnésico no hay que cortarlo, tan pronto como el
paciente se encuentre bien; hay que prolongarlo algún día. Pues
pueden quedar todavía bacilos que, multiplicándose rápidamente y
encontrando al organismo sin la defensa que le proporcionaba el
cloruro de magnesio, puedan prevalecer y producir de nuevo la
enfermedad.
Por eso conviene seguir el tratamiento, hasta que el primer
examen del cultivo de la flora bacteriológica sea negativo de los
bacilos de la enfermedad. Un segundo examen se hará siete días
después.
Esta última observación de tomar, por ejemplo, un litro de la
solución de cloruro de magnesio en la convalecencia de la difteria,
es aplicable a toda difteria, sea cualquiera el tratamiento empleado.
Sólo el doctor Couturier escribió al doctor Neveu diciéndole que
su tratamiento no había producido efectos satisfactorios en tres
casos de difteria. El doctor Neveu le escribió dudando de que
hubiese seguido sus prescripciones y comunicándole un consejo
práctico para tales casos.
Dice así:
«Yo le agradecería que hiciese el favor de responderme a lo
siguiente. Como el medicamento suministrado debe ser cloruro de
magnesio desecado, si se emplea el cloruro de magnesio
cristalizado, es preciso emplear la fórmula de 43 gramos de cloruro
magnésico por un litro de agua. Así que, véase de nuevo con el
farmacéutico que ha hecho la preparación y pregúntele cuál era la
naturaleza del cloruro de magnesio empleado.
«Por otra parte - añade - le agradecería que, en el próximo caso
de difteria que haya de tratar, siga los consejos del doctor Metzquer,
es decir, prescribir el tratamiento de cloruro magnésico en la
primera visita, al mismo tiempo que hace una toma de la flora
bacteriológica, esperando el resultado del análisis para comenzar o
no la seroterapia, según el estado del enfermo. Esto no compromete
en nada su responsabilidad. Y comuníqueme sus resultados.»
Al día siguiente el doctor Couturier respondió a Neveu:
«Acabo de ver al farmacéutico. Las tres veces ha empleado
cloruro de magnesio cristalizado. Quiero, pues, comenzar en la
primera ocasión con 43 gramos de cloruro magnésico cristalizado,
tanto más cuanto que he tenido en octubre último una muerte cinco
minutos después de 1.000 unidades de suero.»
En el mismo mes Couturier comunicaba a Neveu cuatro casos de
difteria curados rápidamente con el tratamiento del cloruro de
magnesio debidamente empleado.
A un niño que por los vómitos arrojó el cloruro de magnesio,
agravándose su estado, fue preciso inyectar 40.000 unidades de
suero para conseguir su curación. El doctor Couturier llama la
atención sobre las perturbaciones gastrointestinales: vómitos,
intolerancia del cloruro de magnesio en el tubo digestivo.
Dos causas principales explican estas frecuentes perturbaciones
en los enfermos del doctor Couturier:
• 1.a No atenerse al horario de la dosis señalado por el doctor
Neveu.
• 2.ª Un error de cálculo en los gramos de cloruro de magnesio,
según reconoció el doctor Neveu.
Con la solución de cloruro de magnesio cristalizado (33 gramos
por un litro de agua), conformándose el horario con las directrices
del doctor Neveu, las reacciones digestivas no son frecuentes y se
reducen a poca cosa.
El doctor Neveu ha suministrado el cloruro de magnesio por
medio de comprimidos de 0.6 gramos de cloruro de magnesio
desecado. La dosis es de cuatro comprimidos con el mismo horario
que la solución. Los efectos son tan excelentes como los de la
solución. Se cuentan multitud de curaciones aportadas por muchos
doctores que han adoptado el método terapéutico del doctor Neveu.
Vamos a concluir este punto dando la estadística de los casos de
difteria tratados por el método del doctor Neveu. El mismo la dio en
una comunicación a las «Jornadas Terapéuticas de París».
Dice así:
«He aquí, por orden cronológico, los nombres de los compañeros,
que con conocimiento mío, han ensayado el tratamiento de la
difteria por el cloruro de magnesio y la estadística:
«En resumidas cuentas, 59 curaciones en 62 casos tratados (por
el cloruro de magnesio sólo); un 95 por 100 de resultados favorables
en el procedimiento citofiláctico del tratamiento de la difteria por el
cloruro de magnesio.
Los tres diftéricos que han recibido suero, además de cloruro de
magnesio, se han curado, lo que supone un 100 por 100 en los dos
procedimientos asociados: citofilaxia y seroterapia.»
Hasta aquí el doctor Neveu en su comunicación.
Digamos dos palabras sobre la asociación de estos dos métodos.
El doctor Funeron tuvo siete casos de difteria en una familia.
Tratado el primero por la seroterapia en el hospital, el resultado fue
desfavorable y el niño murió. A los demás enfermos aplicó el
método del doctor Neveu, curándolos todos.
«Después de esta experiencia - nos dice - adopté definitivamente
el método propuesto por el doctor Neveu para el tratamiento de la
difteria, añadiendo con todo, en los casos más graves, 10.000
unidades de suero.» Todos los enfermos así tratados, que fueron
unos treinta, han curado.
«¿Qué puedo sacar de esta experiencia? Que, en la difteria, el
tratamiento que actualmente (julio de 1950) parece dar el máximun
de garantías es el siguiente:
Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos; agua común como
disolvente, 1 litro. En los casos más graves añádase 10.000
unidades de suero»
(Doctor F. Funeron).
Estos dos métodos, en esta forma empleados, no se oponen, sino
que se ayudan y complementan.
La citofilaxia aumenta la resistencia y vitalidad del organismo en
general; la seroterapia tiene una acción más propia y específica
contra las toxinas de determinados bacilos y microbios.

I) EL MAGNESIO, PREVENTIVO DEL CÁNCER

Como es sabido, el cáncer es un tumor maligno de células


anárquicas, que no se someten a la subordinación y correlación del
organismo.
Se multiplican excesivamente y segregan substancias tóxicas
para las células normales. Hay dos clases importantes de cáncer;
unos que proceden del tejido epitelial; otros, del tejido conjuntivo.
Estas dos clases de tumores son muy diferentes, y son mucho más
abundantes los del tejido epitelial, a los cuales nos referimos
exclusivamente en todo lo que vayamos diciendo.
Además de los tumores claramente cancerosos, hay lesiones o
vegetaciones de carácter precanceroso; hiperplasia epitelial,
leucoplasia, etc. Las lesiones precancerosas no son ciertamente la
causa del cáncer que se desarrolla sobre ellas; ellas tienen la
misma causa que el cáncer.
El estado interno del individuo se manifiesta primero en las
lesiones de este género; si el estado del individuo sigue
empeorando, al no poner remedio, aparecerá con signo trágico el
tumor maligno del cáncer; pero, si se pone remedio al aparecer las
primeras lesiones posibles de curar, se habrá detenido en muchos
casos el curso de un futuro cáncer.
En primer lugar, fijaremos nuestra atención en los efectos del
cloruro de magnesio sobre estas manifestaciones precancerosas,
siendo nuestro guía el competente médico doctor Delbet en todo lo
que vayamos diciendo. Después, entraremos de lleno en el estudio
del magnesio con relación al mismo cáncer.
Nuestra conclusión será: un mayor contenido de magnesio en
nuestra alimentación disminuiría notablemente el número de
cánceres.
A. Curación de afecciones precancerosas:
Una auto-observación del doctor Delbet nos hace pensar.
Algunos de sus antepasados habían muerto de cáncer por línea
materna y paterna. Lo que, supuestas las leyes mendelianas,
implica una probabilidad de caer en esta misma enfermedad o, al
menos, tener una predisposición.

Delbet tenía vegetaciones epidérmicas en las orejas, que venían


a ser lesiones de carácter precanceroso. Se hizo operar tres veces,
pero al cabo de las operaciones reaparecían las mismas lesiones.
Ante tal resultado se resigna a sufrirlas, sin aplicar
intencionadamente ningún remedio curativo. Por otras razones
comienza a tomar continuamente cloruro de magnesio. Y el
resultado fue que, al cabo de veinte meses, desaparecen las
vegetaciones epidérmicas, que no hicieron desaparecer las
operaciones quirúrgicas.
Un hombre de 45 años se presenta al doctor Delbet para
agradecerle la curación de una leucoplasia afección netamente
precancerosa, gracias a las salas halógenas de magnesio. Vuelve
a aparecer la enfermedad al cesar el tratamiento de magnesio; pero
reanudado éste, desaparece enteramente. Sigue una observación
de leucoplasia lingüo-papilar completamente curada. En seis meses
y medio las sales de magnesio la hicieron desaparecer a una. dosis
cotidiana de 2.40 gramos.
Las mamitis crónicas han atraído la atención de P. Delbet. Es una
cuestión de importancia, pues, a su juicio, nadie puede ignorar que
haciéndolas desaparecer, disminuiría el número de cánceres.
Ninguno, de quince casos, se ha agravado al ser tratado con sales
halógenas de magnesio. De ellos se han curado doce y tres han
mejorado.
Estos hechos clínicos permiten atribuir a las sales halógenas de
magnesio una acción preventiva contra el cáncer. Hechos
experimentales demuestran también una acción centra la célula
cancerosa. Animales tratados con magnesio han tendido hacia la
prevención contra sustancias cancerígenas y, al serles injertados
cánceres, éstos se han desarrollado más lentamente que en
animales ordinarios.
No se vaya a creer que los compuestos halógenos del magnesio
son venenosos para las células cancerosas. Su acción es distinta,
aunque ciertamente va contra ellas. Su acción consiste en impedir
que se formen tales células o hacer que su proceso sea más lento.
Su acción es preventiva, aumentando la resistencia y actividad de
las células sanas.
Sean éstas suficientemente aumentadas, y veremos un
enderezamiento de la dirección patológicamente viciada de las
células. Cerremos este apartado con las palabras de J. Lasage,
profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Dice así: «A título de medicamento anticanceroso el magnesio
goza actualmente de gran aceptación.»
B. A menos magnesio en la alimentación, mayor número de
cánceres.
Una afirmación tan atrevida, aun apoyándose en pruebas clínicas
y experimentales, pide ser confirmada. ¿Dónde encontraremos esta
confirmación?
Si es posible probar:
a. Que el aumento de número de cánceres en todos los países
civilizados marcha a la par con la disminución de la ración
magnesiana en estos mismos países.
b. Que, en los países civilizados, las regiones más probadas
por el cáncer son precisamente aquellas donde el magnesio
alimenticio es más deficiente, y que, inversamente, allí donde la
alimentación lleva más magnesio, los cánceres causan menos
estragos.
c. Que las colectividades no civilizadas, en las que no ha
entrado el refinamiento de la civilización y en las que el cáncer es
prácticamente desconocido, tienen una alimentación rica en
magnesio.
Será prueba de que esta inmunidad es consecuencia de la
alimentación, no de la raza, si se puede probar que los individuos
de estas mismas zonas son atacados como los blancos, cuando
adoptan su régimen alimenticio.
De todo ello parece que se podrá legítimamente concluir que,
actualmente, una carencia de magnesio es, de hecho, no una causa
cualquiera entre otras muchas, sino la causa principal del cáncer, y
que bastará asegurar una alimentación más rica en magnesio para
reducir, tarde o temprano, notablemente el número de cánceres.
4. El aumento de cánceres marcha a la par con una disminución
de la ración magnesiana: El hecho del aumento del número de
cánceres en las regiones civilizadas no lo pone en duda ningún
médico.
En 1939 escribía el doctor Chirié:
«No es preciso que nos enteremos por los médicos, sobre todo
de los que se acercan a los sesenta años, que el número de
tuberculosos y cancerosos aumenta cada año, que el cáncer hiere
cada vez más a los individuos jóvenes.»
En los años anteriores a 1944, nos advierte P. Delbet que la
media anual de muertos por el cáncer en Francia era de 40.000. En
1948, según el doctor Denoix, Director de la Sección del Cáncer en
el «Instituto Nacional de Higiene», morían 73.000 personas de
cáncer en Francia, mientras que de tuberculosis morían 30.000
personas.
5. Las regiones más probadas por el cáncer son aquellas donde
la alimentación es más pobre en magnesio: En los países civilizados
hay unas regiones severamente atacadas por el cáncer, otras
donde esta enfermedad es relativamente rara. ¿Esta diferencia
estará en proporción con la diferencia de estas regiones en la
riqueza magnesiana?
Dice el doctor Delbet:
«Se oye decir, de vez en cuando, acerca de un municipio, de un
cantón, de una provincia: es un país donde hay muchos cánceres,
o, al contrario, donde los cánceres son raros. Estas impresiones
corresponden a la realidad. Las investigaciones que se han hecho
desde hace algunos años sobre la repartición geográfica del cáncer,
han mostrado que vastas regiones del globo son casi inmunes a
esta plaga, mientras que otras son gravemente castigadas. Las
diferencias de proporción son tales que no podríamos ni
sospecharlas: van de 1 a 10, 12 y aun a 14.»
M. Robinet ha establecido para Francia dos mapas: el uno
geográfico, el otro cancerológico.
En el primero ha señalado en amarillo las regiones ricas en
magnesio, en azul las regiones pobres. En el segundo ha señalado
de amarillo las regiones donde la mortandad por cáncer es baja; en
azul, aquellos donde la mortandad es elevada. La comparación de
estos dos mapas es sorprendente. Se les puede confrontar. Los
colores amarillos y azules de cada mapa superpuestos coinciden
casi exactamente.
Lo que equivale a que, donde el magnesio es abundante, el
cáncer es raro; allí donde el magnesio es raro, el cáncer es
abundante.
Tengamos presente que los vegetales alimenticios contienen más
o menos magnesio, según que el terreno donde se asientan sea
más o menos rico en este elemento.
Y, por consiguiente, también los animales que se alimentan de
los vegetales tendrán mayor o menor proporción de magnesio, y
como estas dos fuentes suministran el alimento del hombre, la
influencia del terreno en la salud o enfermedad del hombre es muy
posible y aun natural. Si el terreno está debidamente equilibrado, el
hombre gozará de salud; de lo contrario, sufrirá debilidades o
quebrantos en ella.
M. Robinet ha hecho el mismo trabajo en Inglaterra y en otras
partes. En todos los sitios el resultado es el mismo: las regiones
ricas en magnesio son pobre en cáncer, e inversamente.
En Egipto, el suelo laborable, que es el limo del Nilo, es muy rico
en magnesio. A todos los médicos europeos que han ejercido en
este país, ha llamado la atención los raros que son los cánceres en
los campesinos egipcios.
Tchermy muestra, por medio de una tesis, que en Argelia las
regiones más ricas en magnesio son las más pobres en cáncer.

Bablet y Bader, apenas comenzada una investigación de


Indochina, ya sacaron esta conclusión:
«Los primeros resultados de nuestra encuesta en las zonas
délticas de Cochinchina y de Tonkín parecen favorables a la
concepción de Delbet», que es la que vamos exponiendo.
Esta última conclusión es tanto más importante, cuanto que la
población examinada pertenece a una raza distinta, que es la
amarilla. Apoyándonos en este conjunto de hechos, hemos de
pensar que una alimentación rica en magnesio reduciría el número
de cánceres.
6. La alimentación de las colectividades poco atacadas por el
cáncer es rica en magnesio.
La encuesta de Schrunph-Pierron nos muestra que en Egipto
mueren 10 veces menos de cáncer en el estómago que en los
países supercivilizados de Europa y América.
Por otra parte, acabamos de ver que los campesinos egipcios,
que constituyen para nuestro intento el 90 por ciento de la
población, tiene una alimentación cuatro o cinco veces más
magnesiana que la media de las poblaciones de Europa y América.
Y el hecho de que estas razas son también tan atacadas como
nosotros, cuando aceptan nuestra alimentación, es suficiente para
demostrar que la inmunidad de que ellos gozan, no debe atribuirse
a su raza, sino a su régimen alimenticio.
Los negros que viven en la sabana africana, en vida llamada
salvaje, son poco más o menos inmunes al cáncer. Sin embargo,
los negros que viven en la vida llamada civilizada, ya sea en África
o en América, tienen tantos cánceres como los blancos. Esto ha
conducido a Tripper a afirmar que el cáncer es una enfermedad de
la civilización.

Médicos europeos que han ido a colonias africanas y no han


encontrado cánceres, han examinado los alimentos que forman la
base de la alimentación de sus habitantes, y los han hallado
notablemente ricos en magnesio.

La conclusión se impone: si la alimentación de los blancos fuese


tan rica en magnesio como la de los negros que viven de los
productos de sus suelos, el cáncer sería tan raro en los blancos
como en los negros.
C. Relación entre el cáncer y el exceso de potasio en los
alimentos:
El abuso que se hace de abonos potásicos en los cultivos acarrea
en los alimentos un notable aumento de potasio con relación al
magnesio, que en las remolachas se ha encontrado ser de hasta
250 veces. Ahora bien, el exceso de potasio en la alimentación
predispone al cáncer, como se deduce de los hechos siguientes:
Se han analizado los productos procedentes de huertos
abonados con exceso de potasio, cuyos propietarios se
alimentaban de ellos, y murieron de cáncer. Todos los análisis
revelaron un gran exceso de potasio en relación al magnesio.
Tenían hasta 18, 20 y 26 veces más de potasio, y la causa estaba
en que los abonos eran a base de este mineral.
Las patatas, ordinariamente, tiene poco magnesio con relación al
potasio. Usando desde hacía mucho tiempo abonos potásicos, se
producían patatas que contenían 146 y 174 veces más de potasio
que de magnesio. Los propietarios que se alimentaban de tales
productos murieron de cáncer.
En resumen: el uso de abonos químicos en agricultura ha tenido
por consecuencia una notable disminución del magnesio en la
alimentación.
Esta causa, sumándose al refinamiento de la sal y, sobre todo, el
cernido de las harinas, nos ha conducido a un empobrecimiento
magnesiano, cuya importancia no se sospecha generalmente.
En Egipto es fácil determinar la composición mineral de los
alimentos que, desde hace varios siglos, vienen consumiendo unos
trece millones de individuos, pues su régimen alimenticio no ha
variado. La alimentación suministra cada día a estos habitantes de
Egipto de dos a tres gramos de magnesio.
La ración magnesiana en los pueblos europeos, antes de los
abonos químicos y del cernido de las harinas, era inferior a la de los
egipcios, pero la diferencia no debía ser considerable, pues la
composición mineral de los vegetales no difería mucho de la que
tienen las mismas plantas cultivadas hoy en Egipto.
Notemos solamente que el pan europeo contiene siete veces
menos de magnesio que el pan de estos habitantes de Egipto.
Mientras que los campesinos de Egipto consumen de 2.5 a 3
gramos de magnesio por día, contra 3 gramos a lo sumo de potasio,
la alimentación de los ciudadanos de Europa y América contiene a
lo sumo 0.5 gramos de magnesio contra 3 ó 4 gramos de potasio.
Nuestra ración magnesiana es unas cinco veces más débil que la
de los campesinos de Egipto y unas tres veces más débil que la
nuestra de otro tiempo.
Estas últimas referencias son datos positivos de la Ciencia, que
ponen de manifiesto que el aumento del número de cánceres
marcha a la par con una disminución de la ración magnesiana.
Queda bien claro, con lo dicho, que la disminución del magnesio
no es despreciable por tres causas principales, y que a esta
disminución corresponde un mayor número de cánceres.
CAPÍTULO III

EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA
La salud del hombre depende, en gran parte, del equilibrio mineral
de su alimentación.
Ahora bien, como este equilibrio mineral falta con frecuencia por
deficiencia del magnesio en el organismo humano, de aquí que este
elemento, desde el punto de vista de la química biológica, sea
considerado como un elemento fundamental y del que no se puede
prescindir en la alimentación.
Esto que hasta ahora suele referirse al hombre tiene también su
aplicación a los animales, y por consiguiente, no puede menos que
afectar al ganado y, en general, a todos los animales domésticos
según se podrá apreciar en la exposición que sigue.

A) PORCENTAJE DE MAGNESIO EN LOS ANIMALES


Al tratar del porcentaje del magnesio en los animales, débese
hacer una distinción que no tiene razón de ser en el hombre, y es la
referente a los animales terrestres, a los acuáticos.
Con respecto a los animales terrestres, las variaciones de
magnesio dependerán de la especie zoológica de que se trate, y,
dentro de la misma especie, de que tengan más o menos magnesio
los alimentos de que se sustentan.
Copisarov señala en el perro las siguientes proporciones de
magnesio: suero de su sangre, 27 a 2.3 por 1000; hígado de 3.6 a
3.9 por 1000, este último en proporción muy inferior a la del hombre,
que es de 22.5 por 1000, según el mismo doctor.
El doctor V.L. Ferrándiz, en su publicación «Armonías
alimenticias», señala para 100 gramos: en las carnes frescas 277
mg. de óxido de magnesio o magnesia (MgO); en la leche sin
azúcar, 13 mg:; en la nata, 4.5 mg; en la mantequilla, 1.0 mg.; en el
queso fresco, 132 mg.; en el queso fermentado, 141 mg.; en el
huevo completo, 6.1 mg.; y en la yema de huevo, 8.5 mg.
La carne de pescado tiene un contenido mineral comprendido
entre el 1 y el 2 por 100. En este porcentaje van incluidos, no sólo
el magnesio, sino también los otros elementos minerales, tales
como el calcio, fósforo, potasa, azufre, cloro y sodio; además de los
oligoelementos yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio, cobre,
manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro; con la particularidad de
que, en los animales marinos, dentro de cada especie, suele haber
mayor uniformidad que tratándose de los animales terrestres en los
porcentajes de los diversos elementos minerales.
Esto se debe a que el mar es el receptáculo en que van
acumulándose todos los elementos minerales conocidos, y, por
tanto, los seres marinos, a diferencia de los terrestres, tienen
siempre a su disposición todos los elementos necesarios para la
constitución normal de los principios inmediatos, sin el peligro de
hallarse sometidos a carencia o escasez de algunos de ellos, como
les sucede a veces a los animales terrestres.
Entre otros, el máximo interés de la parte mineral del pescado, de
los moluscos y mariscos, estriba en proporcionar a los seres
humanos magnesio, yodo, arsénico, manganeso, cinc, cobre y otros
«elementos trazas», en forma de combinación orgánica natural;
todos ellos reconocidos como esenciales a la vida, desde los
trabajos de Armando Gautier y Gabriel Bertrand; elementos que los
alimentos de origen terrestre no siempre proporcionan en cantidad
suficiente.
Diversos autores, entre ellos Lowern, MacCance, Winddewson y
Atwater, han determinado y hecho público el contenido de magnesio
de algunos pescados, moluscos y crustáceos.
Así, según Lowern, el bacalao tiene 20 miligramos de magnesio
por 100 gramos; la pescadilla, 30; la merluza, 35; el róbalo, 25, y la
platija, 25.
Según MacCane y Widdown, el rodaballo tiene 32 miligramos de
magnesio por 100 gramos; según Atwater, el esturión tiene 150 mg.;
la anguila, 48, y la robaliza, 86 mg.
Con respecto a los moluscos, Lowern señala 20 mg. de magnesio
por 100 gramos en la almeja, 40 en la ostra, 50 en la coquina, 40
en la venera, 160 en el bucino y 385 en el caracol. Por lo que hace
a los crustáceos, el mismo autor señala 50 miligramos de magnesio
por 100 gramos en el cangrejo, 35 en la langosta, 40 en el camarón
y 105 en la quisquilla.
Los animales domésticos son víctimas, en los actuales tiempos,
lo mismo que el hombre, de falta de magnesio en su organismo. Los
suelos, con el cultivo, intensivo tienen poco menos que agotadas
sus reservas de magnesio y la generalidad de los agricultores no
las incrementan con adiciones de compuestos magnésicos.
Natural es que los animales domésticos (ganado, aves de corral
y conejos), que se nutren casi exclusivamente de vegetales, estén
también faltos de magnesio y, en consecuencia, que experimenten
los mismos o parecidos efectos dañinos que esta misma falta
ocasiona en el hombre.

B) EL EQUILIBRIO MINERAL EN LOS ANIMALES


La salud de los animales, al igual que en los seres humanos, no
se debe solamente a la constitución hereditaria; proviene también
del género de vida y de la alimentación, como lo ha demostrado
Reid Hunt hace tiempo.
Así, se ha comprobado que cierta alimentación aumenta la
receptibilidad de los ratones a la fiebre tifoidea experimental.
Asimismo, la frecuencia de la pulmonía es también modificable por
el alimento, como lo demuestra la siguiente experiencia verificada
en el Instituto de Rockefeller. En el criadero de ratones de este
Instituto para fines experimentales, vivían ratones de raza pura que,
sometidos a un régimen habitual, eran atacados de pulmonía en la
proporción de un 52 por 100.
Un grupo considerable de estos animales recibió una
alimentación más variada. La mortalidad bajó al 32 por 100, al 14
por 100 y hasta al cero por 100, después de añadir a la alimentación
ciertas substancias químicas.
Los fisiólogos sostienen que uno de los factores más importantes
de la resistencia natural de los animales a los agentes patógenos,
es el llamado equilibrio mineral; y, cuando hablamos de equilibrio
mineral, no nos referimos directamente a los animales, sino más
bien a los alimentos y medios por los cuales éstos logran conservar
su existencia, lánguida o pletórica de fuerzas.
Si los alimentos y medios de vida suministran a los animales la
variada gama de elementos naturales que necesitan, diremos que
en tales alimentos y medios, hay equilibrio mineral para aquel
determinado animal, que desarrollará con ellos su existencia
perfectamente.
Sin embargo, estos mismos alimentos y medios de vida
fácilmente no suministrarán a otro animal los elementos necesarios
y convenientes para vivir, y entonces habrá desequilibrio mayor o
menor para ese otro animal, que morirá o tendrá menos salud.
Como se ve, hay que comprobar cada caso determinado,
tratándose de animales domésticos, si hay suficiente y completa
alimentación mineral; si la hay, habrá el equilibrio, si no, el
desequilibrio. El hombre, conocedor de estos desequilibrios
minerales, los empleará según le convenga: en los vivientes
dañosos a los animales domésticos empleará el desequilibrio, para
hacerlos desaparecer; en cambio, para los que les son útiles,
procurará un buen equilibrio para favorecer sus intereses.
Se han llevado a cabo varias experiencias relacionadas con el
magnesio en la materia e ideas que acabamos de exponer. Las que
a continuación vamos a narrar, muestran, bien a las claras, la
influencia que tiene el cambio en la alimentación y medio de vida.
El Gammerux pulex, o pulga de agua, vive en las aguas corrientes
de los ríos; pero su adaptación a ellas es reciente, viviendo unas
especies semejantes a él en el agua del mar. Por esto, la pulga de
agua puede vivir en una mezcla de agua de mar y agua dulce, y
también en agua de mar artificial que contenga las principales sales
marinas: cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de magnesio,
sulfato de magnesio y cloruro cálcico, en las mismas proporciones
que se encuentran en el agua del mar.
Si a esta agua de mar artificial se le quita el cloruro de magnesio,
el medio se hace para este animal tóxico. Seguimos suprimiendo el
sulfato de magnesio, el cloruro cálcico y el cloruro de potasio,
dejando sólo el cloruro de sodio. A cada nueva supresión aumenta
la toxicidad del medio, que adquiere su máximo con el cloruro de
sodio solo.
Hechas nuevas experiencias y en orden inverso, J. Loeb ha
anunciado algunas leyes concretas:
1. Todas las soluciones de una sal única son tóxicas
2. Toda solución de una mezcla de sales de catión monovalente
y toda solución de una mezcla de sales de catión bivalente es tóxica.
3. Si a una de estas soluciones tóxicas, las de sales de catión
monovalente, por ejemplo, se añade una solución de sales de catión
bivalente, se atenúa su toxicidad, y baja a cero para una proporción
determinada. En este caso la solución está equilibrada. Todo
desequilibrio equivale a una toxicidad.
En las experiencias que acabamos de referir, la notoxicidad, es
decir, el equilibrio se realiza para el Gammarus cuando la
proporción entre cationes monovalentes y bivalentes, tiene el
mismo valor que en el agua del mar.
Con cualquier otro valor, el medio está más o menos
desequilibrado y, por lo mismo, es también más o menos venenoso.
Los elementos minerales que entran formando un medio, no
tienen valor meramente aditivo o absoluto, sino relativo. Éste
depende de la proporción, mayor o menor, en que estén con
relación a otros elementos que se oponen o favorecen a su acción.
Clarke también hizo sus experiencias.
Con diversas sales regaba rosales plantados en arena, que
llevaban hembras partenogenéticas y sin alas del pulgón Aphis
rosae. Con sales de magnesio obtuvo pulgones con alas. De nuevo
hizo estas experiencias Shinji, obteniendo semejantes resultados:
regando con sales de magnesio, antimonio y níquel, obtuvo
pulgones con alas; con sales de calcio, potasio y estroncio, sin alas.
Para obtener estos resultados fue suficiente una variación en la
composición mineral de la savia de que se alimentaban los
pulgones. La variación mineral del alimento, bastó para modificar la
disposición del organismo de estos insectos.
De donde se deduce cuán grande es el influjo de una distinta
composición mineral de los alimentos.
C) EL EQUILIBRIO MINERAL VISTO POR UN GANADERO
NORTEAMERICANO
Mr. Kuck es el propietario de las granjas Brookside, en New
Knoxville (Ohío).
Esta es una vasta explotación de producción de leche y de cría
de ganado, de un rendimiento considerable. Más que esto, M. Kuck
es un granjero de espíritu investigador y deseoso de saber, de
imaginación siempre despierta. Es uno de esos hombres que, a lo
largo de la historia de las ciencias, han ejercido una acción
estimulante, renovando los temas de discusión y abriendo el camino
a nuevas investigaciones científicas.
En cuanto Mr. Kuck ve surgir problemas en su explotación
lechera, quiere saber de dónde vienen estos problemas y cuál es
su solución. Muy a menudo ha triunfado por sus propios medios y
fuerzas. Con interés y entusiasmo ha montado su laboratorio y
hecho experiencias, sacando gran provecho de las observaciones
y conocimientos antes adquiridos.
En la historia de Mr. Kuck hay un episodio íntimamente unido con
el tema que vamos tratando del equilibrio mineral.
Expondrémosle a continuación, según ampliamente lo refiere el
P. Manzanal.
En 1933 fueron adquiridas las granjas Brookside y se inauguró un
plan que comprendía la explotación de vacas de leche de pura raza
Guernesey, de puercos y de gallinas. Primeramente, la explotación
comprendía dos granjas de 72 hectáreas, a las que más tarde se
unieron otras tres granjas de 97 hectáreas. La mayor parte de los
terrenos se comenzaba a cultivar por primera vez, desde hacía cien
años.
Teniendo su debida formación agrícola y naturalmente interesado
en los estudios científicos, introdujo en el tratamiento del terreno y
en la cría del ganado los métodos y las ideas más modernas que
habían llegado a su conocimiento. Se llevaba escrupulosamente
nota de cuanto se emprendía y de sus resultados.
A pesar de la aplicación de los principios científicos más
recientes, concernientes a las aves, cerdos y vacas lecheras, los
resultados no fueron mejores que los ordinarios de los vecinos. Un
porcentaje elevado de mortalidad en los pollitos obligó en 1939 a
renunciar al plan de las aves. La mortalidad elevada también hizo
abandonar la cría de cerdos en 1940.
Después, las granjas Brookside se consagraron enteramente a la
cría de vacas lecheras, y en esta empresa se han probado
sinsabores de todas clases: mortalidad elevada de terneros,
enfermedades mamarias en las vacas lecheras, y, naturalmente, el
problema siempre actual de la esterilidad.
Había en Brookside unas 100 vacas lecheras, 50 novillos, 70
terneras y 49 terneros. Cada año nacían unos 120 terneros, de los
cuales algún año murieron 49, lo cual no sólo era motivo de
desaliento, sino una verdadera pérdida.
Este porcentaje elevado de mortalidad hizo concebir y llevar a
cabo el plan de un establo moderno para los terneros y sus madres.
Este establo, de grandes dimensiones (8 metros de alto, 50 de largo
y 22 de ancho), tiene asegurada la luz por grandes ventanales y una
ventilación perfecta por el techo. Además, está debidamente
dispuesto para la esterilización y fumigación. En abril de 1945 se
había terminado la construcción. Las paredes de 16 apartados
individuales para los terneros habían recibido una capa gruesa de
revocado.
En seis de ellos este revocado estaba recubierto de capa más
fina. Todos estos apartados fueron ocupados rápidamente.
Se tenía especial cuidado en alimentar debidamente al ganado.
En todo tiempo se daba grano a los animales, añadiendo el
complemento conveniente, de manera que se aseguraba una ración
con el 16 por 100 de prótidos. El complemento utilizado era
suministrado por una empresa nacional fabricadora de alimentos.
Estos contenían, según garantía, todos los elementos necesarios
para una gran producción de leche. Añadiendo, además, 18 kilos
por tonelada de una mezcla de creta pura, huesos y sal.
A pesar de los esfuerzos por tener una habitación y alimentos
excelentes para las vacas y terneros, las desgracias continuaron
siendo las mismas: los terneros seguían muriéndose con los
mismos síntomas. Nacían débiles, sus actos reflejos eran lentos, no
tenían apetito; la descomposición era general, con un 50 por 100 de
una especie de neumonía que hacía toser mucho a los terneros.
Convulsiones fuertes eran el prestigio de la próxima muerte. Se
gastaron miles de dólares en buscar un tratamiento eficaz.
Remedios de tales clases: sulfamidas, vitaminas, sueros, vacunas,
etc. Todo fue inútil; no se consiguió ningún cambio en los resultados
generales.
Advertimos antes cómo seis de los apartados para los terneros
habían sido recubiertos de un fino revestimiento. No se tardó en
notar que los terneros deterioraban con sus bocas estas paredes.
Al principio no hicieron ningún caso de esto. Más bien pensaron no
terminar los restantes; pues sería un gasto inútil.
Hasta que un día Mr. Kuck se hizo esta pregunta:
¿Por qué a los terneros les gusta comer el revestimiento más fino
de la pared, mientras el más grueso permanece intacto?
Había quedado en un saco parte del material utilizado para el
revestimiento fino.
En seguida pidió al fabricante que le mandase el análisis de las
substancias del material. Éste se componía de carbonato de calcio
y de carbonato de magnesio principalmente. Por otra parte, la
sociedad fabricadora de este material envió a las granjas de Mr.
Kuck un químico que, durante varios días, hizo exámenes
completos de la composición mineral de los campos. Prescindiendo
de otros elementos menos importantes, aparecía claro que había
buena proporción de nitrógeno y fósforo, muy excesiva de potasio
y muy baja de magnesio.
Teniendo presente que en la alimentación mineral no entraba el
magnesio, la conclusión fluía por sí sola: la falta de magnesio en la
alimentación del ganado, que no lo recibía de las plantas ni de las
semillas, al no tenerlo el suelo, ni tampoco la alimentación mineral.
El alimento estaba desequilibrado en su composición mineral: ésta
es la raíz del mal.
Sin más tardar, Mr. Kuck hizo un pedido grande de dolomita
(compuesto de magnesio): 4 toneladas molidas y cribadas como
complemento mineral alimenticio y 40 toneladas para abonar los
campos y pastizales.
En seguida cambió la mezcla alimenticia mineral. Sustituyó el
carbonato cálcico puro por la dolomita, añadiendo 18 kilos por
tonelada, de modo que, quedando prácticamente el mismo calcio,
aumentase notablemente el magnesio.
Los terneros eran alimentados por las vacas que habían recibido
el buen alimento. Al cabo de dos semanas, se atenuó el olor fétido
del establo de los terneros y se notó un cambio notable en la
mortalidad. Los terneros parecían más despiertos.
Se terminaron de revocar los apartados de los terneros con el
mismo revestimiento que los anteriores. Los terneros no tocaron
ahora este revestimiento, pues no tenían necesidad del magnesio
que les venía por otra parte.
Desde entonces se comenzó a hacer una larga serie de
experiencias, algunas de las cuales mostraban con evidencia
clarísima, la importancia de un equilibrio conveniente entre ciertos
alimentos y de la acción de unos respecto de los otros.
Con los nuevos elementos desaparecieron las mamitis de las
vacas. Trece vacas estaban en cuarentena por mamitis: al cabo de
20 días, las trece estaban curadas sin ningún tratamiento especial.
En un examen de todo el ganado sólo aparecieron dos vacas con
un pequeño toque en sus mamas, mientras que antes un 50 por
ciento estaban con mamitis en un tiempo u otro de su lactación.
Desapareció la infecundidad. Un año entero dieron leche
veintitrés vacas, sin que se pudiera asegurar su fecundación.
Fueron conducidas a pastizales abonados con dolomita, que con
oportunas lluvias dieron excelente vegetación. Este fue el alimento
de las vacas.
Además, tenían acceso libre en su establo a cajones de dolomita.
Al tiempo debido, veinte tuvieron su ternero pudiéndose comprobar
que su fecundación había sido inmediata al cambio de alimentación
distintamente mineralizada.
Los nuevos terneros eran fuertes, normales, sin síntomas de
descomposición. Sin embargo, las vacas que para prueba no
tomaron la nueva alimentación, dieron terneros débiles, que
presentaban los mismos síntomas y evolución que antes.
La prueba era bien clara: el equilibrio mineral hacía prodigios en
los animales.

D) EL MAGNESIO COMO MEDICAMENTO DE LOS ANIMALES


El magnesio desempeña en los animales vertebrados un papel
bioquímico de importancia parecida a la señalada en el hombre
como cofermento en varias reacciones de óxidorreducción y de
fosforilación de glúcidos.
McCollum, experimentando con ratas encontró que una dieta
deficiente en magnesio engendra la llamada «tetania por carencia
de magnesio», caracterizada por fuerte vasodilatación tan intensa
que los animales adquirían color rosado, taquicardia, convulsiones
tetánicas y muerte. En esta tetania, el contenido de magnesio en la
sangre desciende a un décimo del normal. El ganado vacuno
padece también una tetania llamada del «heno», debida,
igualmente, a deficiencia de magnesio en la alimentación. Ambas
tetanias se curan con sales de magnesio.
El sulfato de magnesio, como todas las sales de magnesio, ejerce
una acción abiertamente sedante en el sistema nervioso en
inyección intravenosa, subcutánea o intrarraquídea, o en aplicación
local sobre un tronco nervioso. Por todo ello se ha empleado en
solución al 10 por 100 en el tratamiento del tétanos del caballo,
hasta la dosis de 30 gramos por día en inyecciones intravenosas.
También se administra en brevaje y mezclado con la leche caliente
en el perro.
El agricultor francés H. Vilain, quien ha conseguido notabilísimos
éxitos agrícolas con el empleo de sales de magnesio, refiere él
mismo, en una conferencia dada a los habitantes de Lachapelle
(Francia), donde radica su granja, cómo ha curado enfermedades
de animales domésticos gracias a la utilización de compuestos
magnesianos.
Para mí - dice - el secreto de la salud de los animales es el
equilibrio mineral de sus alimentos. Noté que el veterinario recetaba
a mi ganado enfermo sales de sodio: sulfato sódico, bicarbonato
sódico, cloruro sódico. Y me vino a la idea de hacer pasar estas
sales por las remolachas destinadas a la alimentación.
Así, además del nitrato de magnesio y calcio y de fosfato de
magnesio, eché 400 kilogramos de carbonato sódico; 300, de
cloruro de sodio (sal marina sin purificar), y 20, de borato sódico. La
calidad de estos alimentos preparados con estos minerales curó
enfermedades graves sin ningún medicamento.
Se curó radicalmente un caballo de enteritis crónica muy grave;
un buey, de enteritis paratuberculosa; una yegua, de mal de cruz
declarado incurable; una yegua, anémica-tifoidea, dada por
perdida.
Un caballo sano estuvo junto a ella y comió de su mismo pesebre.
Así queda también demostrado que la enfermedad declarada
contagiosa no lo es, si se puede comunicar al animal una resistencia
natural a los microbios.
La anemia tifoidea no es para mí más que un envenenamiento
potásico que podría ser remediado por un poco de sosa y magnesia
en los abonos. Vosotros decís - dirigiéndose a sus oyentes de
Lachapelle - que las plantas tiernas vienen bien a vuestros
animales. Y la causa de ello es que las plantas tiernas son más ricas
en sodio y en magnesio, minerales que influyen benéficamente en
la salud.
Hice una encuesta entre los poseedores de vacas lecheras y
observé que no tenían fiebre aftosa las de los que habían puesto en
sus abonos sodio, cloro y magnesio. Es que no se había olvidado
de los elementos necesarios para la producción de leche, que
contiene una proporción no despreciable de cloro, sodio y
magnesio.
Por el descuido de estos minerales y excesivo empleo del
superfosfato, se produce en el ganado vacuno un desarrollo rápido
del volumen del vientre por la acumulación de gases, enfermedad
conocida con el nombre de meteorismo. El superfosfato contiene un
50 por 100 de yeso y éste es malo para la calidad de los forrajes,
que, entre otras especialidades, producen el meteorismo. La acción
del yeso es contrarrestada por la sal natural no purificada, que,
siendo del mar, contiene magnesio. Así, en los terrenos salados no
se da el meteorismo.
He creído como muchos o como todo el mundo, en el contagio.
Hoy ya no creo en él; y cuando al cabo de algún tiempo, recibo una
aviso urgente: «Venid en seguida, epidemia en el rebaño», mi
disgusto es nulo. Voy a verlo; cambio el régimen alimenticio y la
epidemia se para.
Como se ve, por esta conferencia, para Vilain el equilibrio mineral
es la base de la buena salud de los animales. Todo el desequilibrio
mineral crea un estado de menor resistencia, que deja al organismo
casi sin defensas contra los microbios y parásitos; y, cuando la
epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente
andar a la caza del microbio o del parásito y luchar contra él; lucha
ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral que
ha abierto la puerta el mal y poner allí el remedio.
Microbios y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin
que se haya empleado ningún otro remedio.
Antes de terminan este punto, queremos subrayar el papel del
magnesio como oligoelemento, por la acción específica que
manifiesta sobre la materia viva. Como advierte el doctor F.A. Cid,
nuestros conocimientos bioquímicos no son suficientes para
permitir una explicación adecuada de sus acciones referidas a
propiedades fundamentales; por esto, los hechos que el citado autor
refiere deben ser considerados como observaciones cuyo
mecanismo no ha sido todavía esclarecido, a pesar de haberse
aventurado algunas hipótesis para explicarlo.
Entre los varios oligoelementos que se han hecho acreedores a
ser estudiados de una manera especial, figura, según el doctor Cid,
el magnesio y el potasio, por cuanto existen un buen número de
hechos que permiten afirmar la singularidad de su comportamiento,
sobre todo cuando se trata de sales haloideas, como son las que se
contienen en el producto farmacéutico conocido con el nombre de
«Delbiase».
La carencia de magnesio influye sobre la membrana superficial
de la célula o actúa alternando la reacción actual del interior de la
misma. Experimentando sobre el corazón de la rana, si se suprime
experimentalmente el magnesio del líquido de perfusión, se
producen de un modo inmediato los típicos efectos debidos a la falta
de aquél, debilitándose la intensidad de las contracciones.
Más notable son todavía a este respecto los efectos que se
producen por la acción del magnesio sobre el músculo del intestino
del conejo.
Al añadir este oligoelemento, se produce un aumento de tono, y,
tan pronto el músculo se lava con solución salina corriente, tiene
lugar un segundo aumento de todo.
Esto se explica diciendo que su efecto farmacológico se
manifiesta mientras pasa a través de la membrana, siendo el primer
aumento de tono, debido al paso del magnesio hacia el interior de
la célula, y el segundo aumento de tono que se produce al lavar el
músculo con solución fisiológica, exenta de magnesio, a
consecuencia del paso de la droga detenida dentro de las células
musculares del exterior.
La solución pura de cloruro potásico (que aumenta paralelamente
a la disminución de magnesio) ejerce invariablemente una acción
paralizante sobre los tejidos contráctiles o conductores. En el caso
del músculo cardíaco, por ejemplo, la contracción cesa tan pronto
como se sustituye el líquido de perfusión normal con soluciones de
cloruro potásico químicamente puro.
Todas estas disquisiciones han permitido aclarar que el
magnesio, al igual que otros oligoelementos, desempeña el papel
de catalizador de las funciones vitales de los organismos animales.
Cuatro son los procesos, de importancia fundamental para la
vida, que se ven influenciados por el magnesio:
1. La síntesis y destrucción de los elementos de los tejidos,
particularmente de las proteínas
2. Los procesos energéticos cuales son las oxirreducciones
3. La desintoxicación de venenos de origen endógeno
4. La transmisión de los estimulantes nerviosos
Estos hechos, como advierte el doctor F. A. Cid, abren
perspectivas nuevas en lo que se refiere a la alimentación,
tratamiento de las enfermedades en los animales y en lo que
concierne al problema del cáncer, es decir, el problema del trastorno
de la formación y variaciones hasta ahora oscuras del epitelio y
tejido conjuntivo.
No deja de ofrecer interés el conocimiento de la acción del
magnesio sobre los narcóticos aplicados a los animales.
El médico francés Delbet quiso aclarar un punto oscuro con
respecto al magnesio: su acción sobre los narcóticos en animales,
para luego deducir la que podrían ejercer sobre el hombre. Para ello
se sirvió del cloroformo que suministró a dos conejos: a uno de los
cuales había inyectado previamente cloruro magnésico y al otro no,
y fue repitiendo la operación de dar al mismo tiempo igual dosis de
cloroformo a los dos conejos hasta que uno de ellos murió, lo que
sucedió a las siete veces.
Otro tanto hizo con otras binas de conejos. El resultado de tales
experiencias fue que murió doble número de conejos de los que no
habían tomado la solución magnesiana, que de los que la habían
tomado.
Estas experiencias han permitido concluir que el aumento de
magnesio en el organismo hace a los conejos más resistentes a la
toxicidad del cloroformo. Se ha probado que una sola inyección
antes de la operación no tiene ningún efecto. Son necesarias varias
dosis en los días anteriores. Otras experiencias han mostrado que
el cloruro de magnesio no aumenta la hemorragia de la operación.
Antes de dar por terminado este punto vamos a señalar algunos
de los efectos sorprendentes que el tratamiento con sales de
magnesio produce en las principales enfermedades de los distintos
animales domésticos.
Por de pronto la solución más corrientemente usada para estos
casos es la de 33 gramos de cloruro magnésico cristalizado en un
litro de agua. Esta solución se puede preparar con la antelación que
se quiera, pues se conserva indefinidamente.
A continuación, proponemos en forma esquemática la
dosificación veterinaria, según los distintos tipos de animales
domésticos.
• GATOS: La enfermedad principal que suele afectar a los
gatitos es la gastroenteritis infecciosa y tifus; ésta se cura con dos
cucharaditas de las de café, de la citada solución, cada tres horas.
• AVES DE CORRAL:
1. Tratándose del cólera, tifus, difteria y pesie aviar, el
tratamiento para diez animales será de un litro de solución por día,
mezclado con el alimento
2. En el caso de la pepita, habrá que extirpar la parte córnea de
la lengua y dar dos o tres cucharaditas de la solución, de las de
café, por ave.
• CERDOS: Si se trata de bronconeumonía o neumoenteritis,
en animales de 50 kilogramos, la dosis será de medio litro cada seis
u ocho horas, durante cuatro días; en animales de 100 kilogramos,
un litro en las mismas condiciones.
• CABRAS Y CONEJOS: El tratamiento que habrá de dárseles
será poco más o menos como el indicado para los cerdos, o sea de
50 kilogramos de peso.
• CABALLO Y JUMENTO:
1. Si se trata de la erupción pustulosa denominada usagre y el
animal tiene un peso del orden de los 500 kilogramos, el tratamiento
es un litro cada seis u ocho horas, durante cuatro días, según la
gravedad del caso y las reacciones del animal enfermo
2. En el aborto se les dará un litro mañana y tarde, durante
cinco días. Con todo, en animales de peso bastante superior a 500
kilos, la dosis habrá de ser de litro y medio.
• BOVINOS:
1. Tratándose de fiebre aftosa y de vacas adultas de 400 a 500
kilos de peso, la dosis ha de ser de un litro cada seis u ocho horas,
según la gravedad del caso, durante cuatro días; para becerros de
200 kilos, las mismas dosis; para terneros de leche, medio litro cada
seis u ocho horas, durante dos días
2. La mamitis requiere el mismo tratamiento que para la fiebre
aftosa
3. La enteritis exige idéntico tratamiento al de la fiebre aftosa,
renovándolo una o dos veces
4. En el aborto, bajo la influencia de este tratamiento, la vaca
expulsa las envolturas fetales ella sola, sin cólico y, hecho notable,
sin olor, a los pocos días que siguen el tratamiento, y la lactación
será normal. El tratamiento curativo consistirá en un litro de solución
magnesiana mañana y tarde, durante cinco días. El tratamiento
preventivo consistirá, durante la gestación, en un litro cada dos días,
si la vaca presenta señales de aborto, y en un litro por día durante
cinco días.
Unas atinadas advertencias del doctor Neveu servirán de colofón
a cuanto acabamos de exponer acerca del empleo de las salas de
magnesio por la cura y prevención de enfermedades de los
animales.
1. El doctor Neveu ha observado la inocuidad absoluta de las
dosis altas del cloruro de magnesio, siempre que ha creído deber
prescribirlo. Por eso no es de temer traspasar las dosis que
parezcan suficientes para curar algunas enfermedades.
2. Para movilizar, tan rápidamente como se pueda las
reacciones de defensa del organismo, la regla es, en los casos
graves, comenzar con dosis próximas, por ejemplo, cada seis
horas. En los casos excepcionalmente graves, las dosis iniciales
serán prescritas con dos horas de intervalo.
3. Cuando una mejoría clara del enfermo muestre que éste
reacciona eficazmente, se pueden aplazar las dosis, al principio
cada ocho horas, después cada doce prolongando el tratamiento
algún día después de la curación aparente o quizá real, para
consolidar los resultados obtenidos. Estos ofrecen el máximum de
garantías con las dosis que se han prescrito.
4. Dado el modo de obrar de la solución de magnesio, que
consiste en activar las reservas del organismo con el fin de
disponerlo y vigorizarlo para la lucha contra los microbios que lo
invaden, fácilmente se entiende que su acción es extensiva a otras
muchas enfermedades no mencionadas aquí. Por consiguiente,
también lo recomendamos para ellas, con las debidas proporciones
y prudencia.
CAPITULO IV

EL MAGNESIO EN LA AGRICULTURA
El magnesio, en la vida de las plantas, desempeña un papel
importantísimo, que no siempre ha sido debidamente valorado.
Por de pronto, en las cenizas de todos los vegetales, y
especialmente en las de sus semillas, el análisis encuentra
magnesio. Este hecho dio una pista a los agrónomos sobre el papel
que en la vegetación debe desempeñar dicho metal. Fue en los
comienzos del siglo cuando se observó su presencia y de ella se
dedujo que debía ser indispensable en la vida vegetal, si bien
entonces no se llegó a aclarar su función específica.
Se le solía confundir con el calcio y se creía que su acción
ignorada podría realizarse en presencia de otras sales metálicas.
Experimentos realizados en estos últimos años en diferentes
ensayos, han comprobado de una manera evidente la gran eficacia
del magnesio, así como también el calcio, como fertilizantes de
extraordinaria importancia.
Esta confirmación experimental de sus valiosas propiedades
alimenticias para las plantas ha contribuido bastante a su empleo,
que se ha ido generalizando a medida que se han divulgado los
ensayos e investigaciones de destacados agrónomos. De sus
trabajos se deduce que el magnesio y el calcio no sólo deben
considerarse como los elementos que facilitan la asimilación del
amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas, sino que, además,
representan valiosos elementos para la vegetación.
E. Canals, en su tesis para el doctorado en ciencias físicas,
presentado en la Facultad de Ciencias de París, resume sus
investigaciones acerca del papel fisiológico del magnesio en los
vegetales diciendo que este metal, generalmente extendido en
todas las plantas, les es tan indispensable como los elementos
fundamentales carbono, hidrógeno, oxígeno, etc.
Más aún, según este autor, el magnesio está dotado, además, de
aptitudes especiales comparables a las de los infinitamente
pequeños elementos químicos, conocidos con el nombre de
«oligoelementos», gracias a su acción catalítica establecida antes
que nadie por G. Bertrand.
En nuestra exposición daremos cuenta, algún tanto detallada, de
cuanto se acaba de apuntar acerca de la importancia del magnesio
en la agricultura.

A) EL MAGNESIO EN LAS TIERRAS DE CULTIVO


Como es natural, el origen del magnesio de las tierras de cultivo
debe buscarse en los minerales y rocas de donde aquéllas
provienen.
Los principales minerales magnesianos son: la magnesita, el
talco, la serpentina, ciertas micas, los piroxenos y los anfíboles.
Todos estos minerales son silicatos de diversos metales (aluminio,
hierro, calcio, sodio, potasio, etc.), entre los que figura el magnesio,
los cuales forman parte de las llamadas rocas ígneas o eruptivas.
Entre las rocas magnésicas de origen neptúnico cabe señalar el
carbonato magnésico o dolomita, que en algunos puntos del globo
constituye enormes montañas, como en los Alpes del Tirol. La
formación de esta roca se debe a la acción del anhídrido carbónico
sobre el calcio y el magnesio de los silicatos antes mencionados.
También hay magnesio en el agua del mar y de algunos lagos, en
aguas minerales y en yacimientos salinos. En estos casos,
generalmente lo está bajo la forma de sulfatos y cloruros, y
constituyendo también sales dobles o triples con las de otros
metales, en particular de potasio y sodio.
El magnesio se encuentra en la tierra en proporción relativamente
baja, pues sólo se halla en la proporción de 2 al 2.5 por 100 de la
masa de la corteza terrestre; proporción ésta análoga a la asignada
al sodio y potasio y ligeramente mayor que la del calcio. Pero, a
pesar de esta relativamente pequeña cantidad del magnesio,
debido a su gran actividad mineralizante respecto al silicio y
anhídrido carbónico, su difusión es tan extraordinaria que con
mayor o menor abundancia se encuentra en la mayoría de los
terrenos.
Sin embargo, esto no quiere decir que todos los terrenos de
cultivo tengan suficiente magnesio para las necesidades biológicas
de las plantas:
• En primer lugar, por la escasa solubilidad de la dolomita,
cuyos componentes calcio y magnesio tienen tan fuerte unión que
difícilmente se rompe por agentes naturales. Todo esto hace que los
terrenos cultivados, a pesar de contener compuestos magnésicos
en relativa abundancia, no puedan ser éstos utilizados por los
vegetales en proporciones necesarias.
• En segundo lugar, la insuficiencia de magnesio se da en
tierras que primitivamente contenían este elemento en cantidad
suficiente para que las plantas se pudieran desarrollar normalmente
en ellas. Recientes investigaciones agronómicas han comprobado
una constante reducción del magnesio en los terrenos arenosos y
en aquellos otros donde las lluvias suelen ser torrenciales, cuyas
pérdidas se han manifestado en los trastornos experimentados por
las cosechas.
Otra causa de la reducción del magnesio en las tierras se debe a
las mismas plantas que lo toman y, si no se restituye, puede, tras
una o varias cosechas, agotarse en detrimento de la fertilidad.
Todavía el investigador F.B. Johnston señala como factores que
contribuyen a la deficiencia de los suelos en magnesio, además de
los ya señalados, la elevada acidez del terreno (pH = 4.5 a 5.2), la
aplicación intensiva de fertilizantes acídicos (super) y el escaso
contenido en materia orgánica.
Con todo, es de notar que la carencia total de magnesio en los
suelos es desconocida; pero la deficiencia en magnesio asimilable
- como atinadamente observa el doctor L. Blas - es más frecuente
de lo que podría suponerse, después de examinar los análisis
químicos de su composición.
Es que no basta que el suelo contenga suficiente cantidad de
magnesio para la vida de las plantas; sino que es necesario que
éste sea asimilable; pero dicha asimilación es un fenómeno
bastante complicado, en el que intervienen factores físicos,
físicoquímicos y biológicos. Basta un exceso de cationes más
fuertes, cuales son los de potasio, sodio, calcio, etc., para
determinar una enorme disminución en la absorción de magnesio.
Garman y Markle han ideado un método para determinar la
riqueza de los suelos en magnesio, el cual se basa en la extracción
de una muestra de tierra por solución de acetato sódico 0.25 normal
de pH = 5 y valoración del magnesio en el extracto. Este método
tiene indudablemente un valor positivo para altos niveles de
magnesio.
Así, por ejemplo, riquezas del orden de 80 a 100 kilogramos de
magnesio por hectárea indican la no deficiencia de magnesio y
experimentalmente se comprueba la exactitud de ello; pero, cuando
los niveles son bajos, no puede este método definir carencia. Por
esto, al método de Garman-Markle sólo se atribuye un carácter
aproximado y un cierto valor informativo.
Algunos autores han dado, como cifra de deficiencia de magnesio
en los suelos, el valor de 50 kilogramos por hectárea; pero la
experiencia demuestra que muchas plantas pueden vivir con
normalidad en suelos con menor cantidad de magnesio
determinado por el método de los autores antes citados. Como
conclusión de lo que se acaba de exponer se deduce que el
magnesio extraíble por la solución de acetato es ciertamente un
índice de seguridad; pero el recíproco no es exacto siempre.
Hablando en general, puede sospecharse la deficiencia de
magnesio en el suelo en todas las regiones sometidas a intensos
riesgos o de gran pluviosidad; particularmente las tierras arenoso-
arcillosas en regiones húmedas son las que muestran más
destacados los fenómenos de esta carencia.
Esta disminución en rendimientos puede agravarse aún más por
el inadecuado empleo de ciertos abonos, tales como el cloruro
potásico, nitrato cálcico o sulfato amónico, cuyos aniones
solubilizan rápidamente las escasas reservas de magnesio
existentes en el suelo, hasta el punto de poder llegar a producir la
carencia casi total del mismo.
Los agricultores desean, para poder obrar en consecuencia, que
se les señalen cifras o valores medios del contenido en magnesio
de los suelos, desde el punto de vista de su importancia con las
necesidades de las plantas. Pero deben hacerse cargo de que es
difícil, o poco menos que imposible, como se deduce de lo
anteriormente expuesto.
Una información, que no pasa de aproximada, se puede obtener
por el método ya indicado de extracción con acetato, para lo que
pudiéramos llamar magnesio fácilmente asimilable; pero el dato
«magnesio total» deducido del análisis posee un valor que, sin
previa experimentación biológica, carece de interés desde el punto
de vista de su utilización y empleo por la planta.

B) PAPEL DEL MAGNESIO EN LA BIOQUÍMICA VEGETAL


El magnesio y el calcio son indispensables para la vida vegetal,
si bien su papel fisiológico es diferente, según lo pone de manifiesto
el distinto predominio de uno y otro en las varias partes de los
vegetales.
En general, las semillas, bulbos y tubérculos contienen el
magnesio bajo las formas de carbonato y fosfato, y esto en
proporción generalmente mayor al calcio, salvo algunas
excepciones.
El magnesio y el calcio de los vegetales se determinan en las
cenizas bajo la forma de óxidos, llamados magnesia (MgO) y cal
(CaO), respectivamente, en miligramos por 100 gramos:
Una de las partes de la planta donde más abunda el magnesio
son las hojas, por razón del pigmento verde, llamado clorofila, que
impregna la materia protoplasmática incolora de los cloroleucocitos.
La riqueza de la clorofila es del 27 por 100. Una gran deficiencia
de magnesio en el suelo provoca necesariamente el
amarilleamiento de las hojas, llamado clorosis, y - lo que es más
importante - una disminución de la fotosíntesis clorofílica. Según
Rabino-with, pueden presentarse deficiencias en el fenómeno
clorofilo-fotosintético, antes de que aparezca la clorosis en las
hojas, si la cantidad de magnesio asimilable en el suelo no es
suficiente para las necesidades de la planta.
Para comprender el proceso biológico que en las hojas tiene
lugar, es de saber que, en el protoplasma de la célula vegetal,
existen los leucocitos, que son unos corpúsculos destinados a
elaborar principios esenciales necesarios para la vida vegetal. A los
leucocitos coloreados se les designa con el nombre de
cromoleucitos que, con distintas materias colorantes, producen la
rica gama cromática de flores y frutos.
Los leucocitos incoloros, llamados cloroleucitos, son a los que
colorea de verde la clorofila, substancia de vital interés para las
plantas, por cuanto mediante esa substancia los vegetales asimilan
el carbono del anhídrico carbónico contenido en la atmósfera.
La clorofila «trabaja» cuando se halla expuesta a la luz solar, pero
su actividad desaparece al desecarse las plantas. Está mezclada
con otras dos materias colorantes: la xantofila amarilla y la carotina
roja.
Comparando la clorofila con la hemoglobina, que es el pigmento
colorante de la sangre, se observa que el núcleo fundamental de
aquélla es idéntico al de ésta, con la diferencia de que, así como en
la hemoglobina el metal principal y típico es el hierro, en la clorofila
el metal característico es el magnesio que forma parte de un
«derivado órgano-magnésico».
Ahora bien, como hay dos tipos de clorofila (a y b), resulta que el
total de los pigmentos de las hojas verdes son cuatro: clorofila a,
clorofila b, carotina y xantofila.
La clorofila a se obtiene sometiendo el polvo de las hojas secas
a la acción de la acetona al 80 por 100 y al fraccionamiento
sistemático en frío con el alcohol metílico y un éter de petróleo, del
que se separa en forma de un polvo azul oscuro. La clorofila b se
encuentra en el alcohol metílico del tratamiento anterior; es menos
abundante que la clorofila a y se presenta como un polvo verde
oscuro.
El conjunto de los dos productos de la clorofila es soluble en
alcohol absoluto, en éter, bencina, cloroformo y sulfuro de carbono,
a los que tiñe de color verde. El rendimiento total del tratamiento
que se acaba de exponer es de 6 a 8 gramos por kilogramo de hojas
secas.
Ahora bien, se ha comprobado que los compuestos órgano-
magnésicos tienen afinidad de absorción del anhídrido carbónico, y
la función clorofílica se ha esquematizado de la siguiente manera
en dos reacciones de equilibrio:
1. El gas carbónico es atraído por la clorofila a que, por la
energía lumínica absorbida, se transforma en clorofila b y da lugar
a la formación de productos hidrocarbonados.
2. La clorofila b, formada, desprende oxígeno y pasa a clorofila
a, repitiéndose el ciclo, en el que el magnesio actúa de agente
catalítico. La absorción del anhídrico carbónico llega a su límite,
cuando el magnesio se separa del núcleo clorofílico, porque
entonces termina la reacción. Sin embargo, se produce una
reacción intermedia, por la que se regenera de nuevo la clorofila.
Pero el magnesio clorofílico no es el único indispensable para la
planta; en las mismas hojas, en los tallos, frutos, etc., existen otras
cantidades de magnesio no clorofílico, que son también esenciales
para el normal desarrollo del vegetal.
La relación magnesio total (magnesio clorofílico en las hojas, por
ejemplo) puede alcanzar hasta el valor 26 y, según Garret y
colaboradores, la deficiencia magnésica sólo se evita cuando esta
razón es superior a 6 ó 10 como mínimo: es decir, normalmente en
la hoja verde de una planta debe haber, por lo menos, diez veces
más magnesio no clorofílico que el incorporado a esta molécula.
Esta es la cifra dada por Carolus.
Pero en las plantas de tabaco se ha demostrado, que sólo el 0.03
por 100 del contenido total de magnesio de la planta (hojas y tallos)
era el necesario para satisfacer las necesidades de magnesio
clorofílico.
Para Jacks y Schesbatoff, toda deficiencia de magnesio en los
suelos se traduce inmediatamente en deficiencia de clorofila y
disminución, por tanto, de la importante función fotosintética,
disminución de glóbulos, almidón, etc.
Más aún, se ha llegado a la conclusión de que el hierro, a pesar
de no encontrarse en las cenizas de la clorofila, es indispensable
para la formación de este producto, cuando en la economía vegetal
no haya pirrol. De aquí que la ausencia de este último compuesto
obligue a añadir una sal de hierro para activar la acción clorolítica
combatir la clorosis. La conclusión de que todo este proceso sacan
los biólogos es que en formación de la clorofila se requiere el
magnesio y el pirrol, o, en defecto, de éste, el hierro.
En la obra titulada «En los próximos 100 años», de C.C. Furnes,
profesor de ingeniería química de la Universidad de Yale (EE.UU.),
al tratar de la granja perfecta, señala el magnesio entre los
alimentos indispensables para las plantas (pág. 369).
Anteriormente (pág. 45) había dicho:
«Unos pocos metales, como el hierro, cobre y magnesio,
intervienen en los procesos y prestan su ayuda a la tarea
constructiva de las plantas.»

C) EL MAGNESIO AGENTE ASIMILADOR DEL FÓSFORO


Desde hacía tiempo existía la presunción de que una de las
funciones adscritas al magnesio en la fertilización de los vegetales
es la de ser agente que favorece la asimilación del fósforo, por
cuanto es indispensable para el normal metabolismo fosforado en
los procesos de síntesis de fosfolípidos, nucleínas, etc. de los
vegetales.
De ser esto así se puede esperar una correlación entre el fósforo
y el magnesio contenidos en las plantas.
Pero los investigadores E. Trong, Goates y K.C. Berger, en una
revisión de la literatura acerca del magnesio, no lograron ver
demostrada de manera concluyente la existencia de esta relación.
Esto les lleva a realizar una serie de experiencias, que vamos a
exponer en este lugar.
Por de pronto, los citados autores se dieron cuenta de que, para
hacerse un exacto criterio sobre el particular, no es suficiente el
análisis químico de los tejidos de las plantas, sino que es necesario
el análisis de la semilla. Para comprobar estos extremos, verificaron
experimentos en un terreno que contenía el porcentaje requerido en
magnesio, o sea 30 kilogramos por hectárea, y cultivaron en él
melocotones y maíz.
El abonado consistió en los fertilizantes clásicos de nitrógeno,
fosfatos, potasa. Pues bien, los resultados de los análisis llevados
a cabo en las semillas, mostraron un aumento de 10 a 18 por 100
en el contenido del magnesio cuando se utiliza como abono
fosfatado. Esta constatación confirma la suposición de que el
magnesio es el agente asimilador del fósforo.
Pero, a pesar de esta comprobación experimental, la teoría del
proceso permanece aún inexplicada.
Esto sí, dicha comprobación experimental ha sido siempre
confirmada brillantemente, y de ella se muestra que, al aumentar la
cantidad de magnesio asimilable del suelo, se produce
simultáneamente un aumento de fósforo asimilado por la planta,
como lo han experimentado Bartolomew y otros investigadores.
K.C. Berger, por ejemplo, ha cultivado guisantes en suelos
abonados con distintas proporciones de fosfatos y magnesio, y ha
comprobado de un modo irrefutable que, al incrementar el
suministra de magnesio, la respuesta del cultivo ha sido siempre un
enriquecimiento de fósforo en la semilla, superior al obtenido por
sólo incrementar el abono fosfatado.
Estas definitivas experiencias, realizadas con toda clase de
cuidados y controles, han llevado al autor a la conclusión, quizá no
absoluta, de que la mayoría de los fallos, que a veces se observan
después del abonado con fosfatos, pueda obedecer a faltas de
magnesio asimilable en los suelos.
El doctor L. Blas sospecha que, con este fenómeno, tenga
relación otro hecho observado, cual es la mayor riqueza en
magnesio no clorofílico en los tejidos jóvenes, raíces y frutos; es
decir, en aquellos lugares donde el dinamismo bioquímico es más
intenso.
De no menos importancia práctica son los trabajos realizados
sobre semillas de judías en la Universidad de Wisconsin (EE.UU.).
Diversos investigadores han cultivado dicha planta, en un suelo
en el que la relación magnesio-fósforo era variable, y también
comprobaron que, a mayor cantidad de magnesio asimilable en el
suelo, correspondía un incremento en fósforo absorbido por la
semilla. De estas experiencias se dedujo que la disminución del
valor nutritivo del fósforo en muchas cosechas, obedece
simplemente a no haber incorporado al abono fosfatado magnesio
asimilable por la planta.
Es decir: con esto ha quedado demostrado prácticamente que el
elemento magnesio es un transportador o movilizador del fósforo y,
por tanto, imprescindible para el éxito de los abonos fosforados.
Al conocer los rusos los trabajos que se acaban de relatar, se
pusieron a emplear en aquel país mezclas de superfosfatos con
silicatos de magnesio y los resultados han sido verdaderamente
satisfactorios. Las primeras experiencias hechas en Rusia
consistieron en adicionar al superfosfato ordinario un 8 a 9.5 por
100 del mineral «dunita», rico en olivino; luego, también lo aplicaron
al superfosfato triple.
Esta adicción, además de incorporar sales de magnesio al abono,
neutraliza el exceso de acidez del superfosfato, absorbe la
humedad y proporciona un abono que, según estadísticas rusas, es
superior al superfosfato aislado, no obstante, la disminución
efectiva de fósforo que supone su mezcla con un 10 por 100 del
mineral no fosforado.
Pruebas semejantes a las rusas se llevaron a cabo en
Norteamérica y Nueva Zelanda. En este último país el mineral
magnesiano era serpentina, la cual, finamente pulverizada, se
mezclaba con el superfosfato ordinario en la proporción del 10 por
100. La mezcla tardaba de dos semanas a cuatro días, según la
humedad, en fraguar y quedar seca y homogénea.
El producto así obtenido no ataca a los sacos de yute, no se pega
a las manos y se derrama con facilidad en las máquinas
distribuidoras de abonos, únicamente el análisis químico revela una
ligera disminución de la cifra del fósforo soluble al agua, pero no al
citrato. Los resultados experimentales han demostrado que el
abono llamado «serpentina-super» tiene igual valor como abono
fosfatado que el superfosfato ordinario, y a veces algo superior.
En 1942 se emplearon en Nueva Zelanda 31.000 toneladas de
«serpentina- super», y en 1943, más de 62.000 toneladas.
Este descubrimiento, reputado como de trascendental
importancia en la química de los abonos, explica hechos que hasta
ahora eran incomprensibles. Por ejemplo, en Alemania se había
observado que escorias básicas del desfosforado del acero daban
mejores resultados, como abono fosforado, que el superfosfato
ordinario a igualdad de riqueza en fósforo.
Análisis cuidadosos han demostrado que las citadas escorias
contenían un 6 por 100, aproximadamente, de óxido de magnesio.
Nuevas experiencias verificadas por la Universidad de Wisconsin,
posteriormente a las antes citadas, en hidrocultivos y tierras, han
comprobado una vez más, la enorme importancia de la adición de
las sales de magnesio, ya que la respuesta ha sido siempre un
incremento en el fósforo de la cosecha.

D) EL MAGNESIO EN LAS SEMILLAS Y FRUTOS


El magnesio que absorben las plantas por las raíces se
redistribuye de los tejidos viejos a las partes jóvenes,
concentrándose preferentemente en las semillas y en las hojas.
De aquí que la cantidad que de dicho elemento contiene cada uno
de los órganos de la planta, difiera mucho de uno a otro. Así, por
ejemplo, en el maíz el 34 por 100 se encuentra en el grano, el 32
por ciento en las hojas, el 21 por ciento en el tallo y el resto en las
raíces.
Willsttater halló que el trigo contiene en sus cenizas más
magnesio que calcio, y Czapek amplió esta conclusión a casi todas
las semillas, lo cual hizo pensar a los fisiólogos en la posible
importancia del elemento magnesio como elemento modificador de
la cuantía de las cosechas.
Este hecho, de que el magnesio se acumule en las semillas y
frutos de las plantas, es considerado como el corolario de su papel
antes expuesto de elemento conductor del fósforo. Loew encuentra,
como un hecho general, que las semillas aceitosas contienen de
ordinario menos magnesio que las ricas en glúcidos, almidón, etc.;
en una palabra, en hidratos de carbono, e incluso señala el valor de
2.5 como relación normal.
Durante la maduración de los frutos y semillas, se observa
siempre un incremento en la riqueza de magnesio y fósforo; más
aún, parece demostrado que este incremento se debe a una
translocalización del magnesio contenido en las hojas hacia el fruto.
La clorosis de muchas hojas y su caída, coincidente con la
maduración de la semilla y del fruto, obedece, según Reed y Haar,
a este fenómeno.
Para otros autores, que consideran este hecho desde un punto
de vista demasiado simplista es evidente que el fruto o semilla, que
necesariamente precisa magnesio para su maduración, lo toma de
las reservas de dicho elemento existente en las hojas próximas.
Este proceso parece fuera de duda al iniciarse la fructificación,
según comprobaciones de Fudge. Este autor ha analizado hojas
verdes próximas a los frutos y hojas algo alejadas de los mismos, y
ha demostrado para las primeras valoraciones del 0.013 por 100 y
en las segundas hasta el 0.20 por 100 de magnesio. De aquí es
dado concluir que, haya o no clorosis y caída de hojas, las reservas
de magnesio de las hojas son las abastecedoras de dicho elemento
para el fruto.
Algunos fisiólogos, basados en estos hechos, han querido ver,
precisamente en esta modalidad del magnesio, la explicación del
fenómeno de las cosechas alternativas de ciertas plantas y árboles:
por ejemplo, el caso del olivo. Como es sabido, la floración de
nuestros frutales y del olivo mismo se realiza preferentemente en
las ramas jóvenes del año anterior, y el magnesio se ha demostrado
que puede fácilmente transferirse de una rama joven sin fruto a otro
adyacente con él, pero no de una rama vieja sin fruto a otra que lo
tenga.
Por ello es frecuente ver en los árboles ramas con frutos y hojas
amarillas junto a vigorosas ramas con hojas intensamente verdes,
pero sin fruto.
En el caso particular del olivo se sugiere que las necesidades en
magnesio sean posibles responsables de la cosecha alternativa, Su
carencia, como se ha demostrado, produce el no fructificación.
El doctor L. Blas aduce, como ejemplo de esto, los olivos de
algunas regiones, que de jóvenes dieron abundante cosecha; pero
que, al transcurrir los años, la frecuencia alternativa de su
fructificación fue ampliándose de período, hasta que el labrador,
cansado de ver la inutilidad de sus esfuerzos, optó por la radical
medida de su talado.
En algunas tierras donde esto sucede, el análisis demuestra
carencia de magnesio asimilable.
«Si esta hipótesis se confirma - son palabras del referido autor;
si, en efecto, las cosechas alternativas del olivo en muchas regiones
españolas obedecen a la escasez de magnesio o a la falta de
movilidad del mismo en el suelo, y se consigue, por métodos
químicos de abonado, la disminución del período de no
fructificación, el resultado práctico de esta mejora representaría
para los olivares de España un incremento fantástico en su
importancia económica.
Pero - añade - no nos dejemos sugestionar por ideas o teorías
más o menos atrayentes; el análisis, la experimentación sistemática
y los estudios técnicos cuidadosos son los únicos procedimientos
de estudio, y sobre sus resultados es solamente sobre los que se
pueden formular hipótesis e ideas.»
Pero lo que sí ya está probado experimentalmente en muchos
árboles frutales es la importancia del magnesio como elemento
modificador de la calidad del fruto.
Harley, trabajando en perales, ha llegado a la conclusión de que
el mal desarrollo y calidad de ciertas especies era sólo debido a las
deficiencias de magnesio, acompañadas de exceso de potasio en
el suelo.
Damond Bounton, de la Cornell University, publicó hace algunos
años un extenso trabajo acerca de la importancia del magnesio en
los manzanos.
Las primeras noticias acerca de esta deficiencia aparecieron el
año 1939, siendo Hill y Wallace los primeros que estudiaron y
diagnosticaron la presunta enfermedad como carencia de
magnesio, basándose en la semejanza de síntomas con otros
árboles cultivados en huertos arenosos y de bajo contenido en
magnesio.
Los investigadores de Nueva Zelanda corregían dicha deficiencia
con inyecciones de sulfato magnésico en el propio árbol. Pero,
cuando intentaban combatir la carencia por la adición de sales
magnésicas del suelo, los resultados eran totalmente negativos.
Iguales hechos ocurrieron en los Estados Unidos, y esta ineptitud
del suelo para suministrar magnesio asimilable está siendo en la
actualidad estudiada, ya que el sistema de corrección por
inyecciones no es práctico ni económico.
Los síntomas visibles de la deficiencia magnesiana en los
manzanos son: palidez de las hojas entre las nervaduras de las
hojas viejas y de algunos brotes, y amarilleamiento subsiguiente,
manchas morenas de necrosis entre las venas que asemejan islas;
las hojas se arrugan y caen prematuramente, y los frutos de las
ramas donde la deficiencia aparece son pequeños, de pobre calidad
y con frecuencia caen prematuramente.
Químicamente por su análisis, se puede diagnosticar y prevenir
la enfermedad de carencia, pues para ello basta analizar las hojas.
Si su riqueza en óxido de magnesio, es superior al 0.40 por 100 con
respecto a la sustancia seca, el árbol raramente muestra fenómeno
alguno de carencia y el fruto es normal.
Riquezas comprendidas entre 0.25 y 0.40 por 100 de óxido de
magnesio eran indicios de posible aparición de la enfermedad, y,
cuando el contenido en óxido de magnesio era inferior a 0.25 por
100, entonces, sin excepción el árbol acusaba claramente los
síntomas de deficiencia anteriormente indicados.
Ante hechos tan evidentes, se procedió al análisis sistemático de
los suelos donde el proceso de carencia apareció. Wallace, por
ejemplo, encontró la enfermedad en suelos ricos y pobres de calcio,
con lo cual eliminó este factor. Otros investigadores achacaron la
enfermedad a los suelos de baja acidez.
Finalmente, se llegó a la conclusión más probable de que lo que
influye definitivamente en la asimilación del magnesio por los
manzanos es la relación potasio-magnesio. Se comprobó, además,
que siempre que hay deficiencia de magnesio en dichos árboles se
advierte, por el análisis de sus hojas, enriquecimiento simultáneo
en potasio y que, fertilizando con exceso de sales potásicas, se
producen deficiencias de magnesio.
A.F. Camp, en un notable trabajo acerca de la importancia del
magnesio en el cultivo de los limoneros, hace resaltar el decisivo
papel que tiene este elemento en las cosechas de dicho fruto.
Según él, la causa de cosechas deficientes en algunas regiones
de Florida, Brasil, Argentina, etc., es sólo debida a deficiencias de
magnesio en el suelo donde se cultivan. El follaje del limonero tiene
normalmente dos tercios más de fósforo que magnesio, mientras
que el fruto es tres cuartas partes más rico en magnesio que en
fósforo.
Por esto dice el citado autor que resulta incomprensible el dar
tanta importancia al abono fosfatado solamente, cuando del
magnesio depende el éxito de la cosecha.
Los síntomas de deficiencia magnesiana del limonero son:
amarillo de las hojas, frutos de menor tamaño y baja calidad,
facilidad de invasión de las ramas por hongos.

E) EL MAGNESIO EN LA PRODUCCIÓN DE
CARBOHIDRATOS Y VITAMINAS
Una vez demostrado que toda deficiencia de magnesio se traduce
por inmediata disminución del proceso fotosintético determinado
por la clorofila, se comprende que la falta de magnesio asimilable
ha de producir menores rendimientos.
Raume fue el primero que relacionó el transporte del almidón de
las hojas al tallo y, como para este proceso se necesita el fósforo
como coenzima, de aquí que el magnesio transportador del fósforo,
según antes se ha explicado largamente, sea teóricamente un
elemento indispensable para este fenómeno.
Esto se ha comprobado prácticamente en cultivos de patata, por
ejemplo, ya que en esta planta la acumulación del almidón en los
tubérculos se realiza de una forma bien ostensible. Para esta
comprobación Chuck realizó múltiples cultivos en diversas
condiciones de abonado y observó que, en las plantas deficientes
en magnesio, con hojas ya cloróticas, una adición de sales solubles
de magnesio, y hasta de dolomita, provocaba a los pocos días
(cinco o seis), una respuesta favorable.
Las hojas cloróticas no recuperaban ciertamente su color verde,
pero el proceso de amarilleamiento cesaba de producirse y todos
los nuevos brotes presentaban un aspecto normal. Además, en las
plantaciones testigo no tratadas, la muerte de la planta ocurría
siempre. El mismo investigador llegó a la conclusión de que el
abono magnesiano producía, en todas las experiencias, un notable
incremento en los rendimientos de las cosechas de patatas.
No menos importante, sobre todo para la agricultura española, es
la intervención del magnesio en la producción de lípidos o aceites:
mejorar y aumentar la producción y rendimiento del aceite de oliva,
por ejemplo, supondría una adquisición de extraordinario interés
para la economía nacional.
Se da como comprobado que el magnesio estimula algunos
procesos reductores. De aquí que se hayan realizado múltiples
experiencias para averiguar si las respuestas del cultivo de plantas
oleaginosas a adiciones de magnesio se traducían o no en
aumentos de lípidos en las semillas. Poca es la información
experimental obtenida hasta ahora al respecto, y ésta referida
únicamente a un reducido número de plantas oleaginosas.
Con todo, en el caso particular del girasol, por ejemplo, se ha
demostrado experimentalmente y de un modo indudable que la
cantidad de aceite en los cultivos abonados con sales de magnesio
era superior a la cosecha testigo.
En estos últimos tiempos se han comenzado a realizar ensayos
en olivares españoles acerca de la influencia del abonado
magnesiano en la calidad y cantidad del aceite obtenido. Pero aún
es pronto para decir nada concreto, ya que las citadas experiencias
precisan varios años para su comprobación.
Con respecto a la influencia del magnesio en la producción de
vitaminas, debemos manifestar que los resultados experimentales
hasta ahora obtenidos son incompletos, a pesar de hacer bastante
tiempo que han sido iniciados. Es que los trabajos de este género -
como no puede ser menos - se realizan en series y son largos y
laboriosos; además, se trata, no de una o pocas vitaminas, sino de
múltiples de ellas.
Por de pronto, está ya comprobado que, por ejemplo, la adición
de magnesio al suelo aumenta la riqueza en ácido ascórbico en las
naranjas, cereales, espinacas, repollos, etc., en cambio, apenas
tiene influencia su riqueza en la patata, tomate y remolacha.
Sobre otras vitaminas, los resultados no son aún definitivos; pero,
desde el punto de vista bromatológico e industrial, estos ensayos
revisten la mayor importancia en ganadería, y su mejora o
corrección significaría un gran progreso en la economía ganadera.

F) CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE MAGNESIO EN LOS


VEGETALES
Para apreciar las consecuencias perniciosas que la falta de
magnesio produce en los vegetales hay que saber los efectos
beneficiosos a que su presencia da lugar.
Ante todo, se ha comprobado la virtud que reúne de dotar a los
vegetales de una extraordinaria resistencia a las invasiones
criptogámicas, y esto en mayor escala que el calcio, sin duda alguna
a causa de la más pronunciada basicidad del magnesio.
En segundo lugar, este elemento facilita la asimilación del
amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas. Asimismo, como el
magnesio transforma los silicatos de calcio, al ponerlos en libertad,
permite que las plantas aprovechen importantes cantidades de
potasio que, de otro modo, quedarían inutilizadas. Pero, para que
el magnesio surta todos estos efectos en grado máximo, debe ir
asociado al calcio, pues la incorporación combinada de ambos
elementos favorece las reacciones químicas, sin las cuales la
asimilación de los abonos minerales deja de producirse.
El magnesio se encuentra en las plantas bajo tres formas
diferentes: constituyendo parte de la molécula de clorofila, según
vimos anteriormente; combinado o absorbido en el protoplasma
celular, y en forma iónica en la savia y jugos vegetales.
En líneas generales, las plantas más ricas en magnesio son las
leguminosas, ya que su contenido medio es del 0.3 por 100. Pero
existen otras plantas en que el contenido de magnesio es hasta cien
veces menor.
Es de notar que, en estos análisis del total del magnesio
contenido en la planta, los resultados de distintos investigadores
son muy diversos, puesto que el proceso de absorción y emigración
del magnesio es muy variable y depende, además, de la vejez de la
planta. Hawkin, en su experiencia con tomates, ha demostrado que
esta planta absorbe del suelo el 3 por 100 de su riqueza total de
magnesio durante el primer mes, el 20 por 100 durante el segundo
y el 77 por 100 en el último mes.
Las hojas marchitas, antes de caer, transfieren su contenido de
magnesio, hacia las semillas u otras partes de la planta. Así se
explica que, según sea la edad de la planta, la cantidad de hojas
caídas, etc., los resultados analíticos referidos a la totalidad del
peso de la planta puedan ser variables.
También es menester distinguir entre necesidades de magnesio
para la germinación y fase primera de la vida de la planta y
necesidades para la fructificación y desarrollo. En un interesante
trabajo de Walters, sobre las necesidades de magnesio para el
desarrollo normal de las semillas, se llega a la conclusión de que
las plantas inferiores (líquenes, musgos, etc.) son más sensibles a
la carencia magnesiana que no las plantas superiores.
Esto viene confirmado por los análisis de magnesio de los
gérmenes o semillas de ambas, y, como advierte el investigador
citado, la deficiencia de magnesio se deja sentir en las cosechas de
cereales cuando el medio germinativo adolece de escasez de
magnesio.
La pobreza de magnesio determina en las plantas una
decoloración anormal, consistente en un tinte verde claro y hasta
casi blanco, que toman algunas zonas cloróticas y que terminan por
invadir toda superficie foliar. Como es natural, no todas las plantas
sufren con igual intensidad los efectos de la deficiencia del
magnesio.
Entre las más perjudicadas figuran el maíz, el tabaco y la
espinaca. Las gramíneas y las patatas presentan mayor resistencia,
si bien esto no quiere decir que se encuentren del todo libres de
estos perniciosos efectos, y así algunos investigadores
agronómicos han comprobado que la falta de magnesio en los
terrenos de cultivo de patatas ha dado por resultado numerosos
casos de clorosis.
En la mayoría de los casos, el agricultor puede conocer por sí
mismo la falta de magnesio en los suelos que explota. Sin embargo,
el publicista agronómico don Luis Catalina advierte que el tal no
debe fiarse de una manera absoluta en sus propias apreciaciones,
por lo cual aconseja que se acuda a los laboratorios para
cerciorarse, mediante serios análisis, del porcentaje verdadero de
magnesio existente en las tierras de cultivo.
La dificultad en atribuir precisamente a la deficiencia de magnesio
determinadas anomalías observadas en los cultivos se debe a que,
en algunos casos, no es posible diagnosticar si los trastornos se
deben a la falta de unos o al exceso de otros, como bien dice Mc.
Murtey.
Asimismo importa recordar que muchos elementos son tóxicos
cuando falta otro de los necesarios; pero, en presencia de algunos
que contrarrestan los efectos nocivos, desaparecen los síntomas,
como sucede con el magnesio y el calcio, pues el primero elimina
las influencias tóxicas del segundo. Además, se da la particularidad,
tratándose del magnesio, de que no sólo es el defecto del mismo lo
que produce efectos perniciosos en las plantas, sino también su
exceso, que llega a ser tóxico.
Pero todavía hay más; y es la comprobación de síntomas de
deficiencia de magnesio en los cultivos de determinados terrenos,
a pesar de que el análisis químico revela cantidades de dicho
elemento más que suficientes para satisfacer las necesidades del
vegetal, lo cual puede deberse a condiciones desfavorables para
que pueda ser aprovechado por las plantas, como sucedería si la
tierra contuviese el magnesio en combinaciones químicas que no
permitiesen a las plantas el asimilarlo.
Los síntomas visuales de la falta de magnesio pueden aparecer
en las raíces, tallos, hojas, flores, frutos y semillas.
El ingeniero agrónomo colombiano Mesa-Bernal dice haber
comprobado que la deficiencia del magnesio no afecta
sensiblemente al crecimiento de la raíz, como lo hace la pobreza de
calcio; sin embargo, otros investigadores opinan más bien lo
contrario, cuando afirman que el crecimiento queda interrumpido y
que aparecen nuevas ramificaciones.
En las tomateras de tierras pobres de magnesio, el crecimiento
de la raíz principal es normal, si bien con pocas ramificaciones; en
cambio, la corteza muere rápidamente y adquiere color de café. En
todas las especies los tallos son relativamente flexibles y débiles,
pobres en materia leñosa, y los nuevos brotes mueren muy pronto.
En algunas plantas de jardín la falta de magnesio perjudica
sensiblemente la belleza natural de las flores, que les hace perder
sus vivos colores, a la vez que son más pequeñas. La deficiencia
de magnesio resulta asimismo nociva para los árboles frutales,
cuyos botones florales ofrecen reducido volumen y, si en algunos
llegan a formarse los frutos, la mayoría de ellos se desprenden
antes de llegar a su madurez, como le sucede al manzano.
La carencia o pobreza de magnesio se revela principalmente en
las hojas. Ya hemos dicho algo de ello, pero ahora lo vamos a hacer
con más detalle, por tratarse del defecto más general y más
fácilmente reconocible. La tonalidad amarilla de las hojas comienza
a manifestarse por manchas verdes claras, que van extendiéndose
hasta cubrir toda la superficie foliar.
Estas anomalías se inician en las hojas más viejas, al paso que
el tejido intranervioso se vuelve amarillo o blanquecino, bronceado,
rojo púrpura, hasta que, finalmente, sobreviene la necrosis o muerte
de los tejidos. La clorosis se presenta en el ápice de las hojas y
avanza con mayor o menor rapidez, según los casos, hasta la base
de las mismas, mientras que a veces se curvan.
Otro pernicioso efecto es que las hojas se tornan quebradizas,
diferenciándose de las cloróticas más resistentes.

G) RESTITUCIÓN DEL MAGNESIO EN LAS TIERRAS


Pocos son los agricultores que se preocupan del magnesio de sus
tierras de labor, lo que contrasta con la práctica adoptada por la
generalidad de los mismos de abonarlas con compuestos
nitrogenados, potásicos, fosforados y cálcicos.
Es que no ha entrado todavía en la generalidad de los agricultores
la conciencia de la necesidad de los abonos magnésicos. El mal no
es de ahora, viene de hace muchos años, pues se debe en gran
parte a las manifestaciones del agrónomo francés Jorge Ville.
Este investigador realizó, a mediados del siglo XIX, amplios
ensayos culturales, prescindiendo del empleo de sustancias
minerales.
De ellos dedujo:
1. sin fosfatos las plantas mueren
2. sin potasa, los tallos carecen de rigidez
3. la supresión del magnesio determina una vegetación pobre,
hasta el punto de llegar a reducir las cosechas en un 75 por 100
Pero también afirmó que, con los compuestos magnésicos
existentes naturalmente en el suelo, había suficiente magnesio para
nutrir la vegetación, sin necesidad de nuevas adicciones.
Esto indujo a los agricultores a que hicieran caso omiso de la
fertilización magnesiana.
Al hacer la afirmación que se acaba de recordar, Jorge Ville no
tuvo en cuenta que no todas las tierras tienen suficiente magnesio
nativo utilizable, bien sea porque se halla formando parte de
compuestos no asimilables para las plantas, bien porque
principalmente nunca lo tuvo en cantidad conveniente, bien porque,
aun cuando en otro tiempo lo tuvo, paulatinamente ha ido
desapareciendo por los agentes atmosféricos o por los mismos
cultivos.
Pues, en efecto, de la tierra cultivada, se extrae, por cosecha y
hectárea, un promedio de 6 a 8 kilogramos de magnesio, en los
cereales, que llega a 10 kilogramos en las leguminosas, de 12 a 15
en las patatas, de 15 a 20 en los viñedos y de 30 a 35 en la
remolacha azucarera. Esta última, muy ávida de la potasa, se la
suministra el agricultor incluso con exceso; pero suele prescindir del
magnesio; que debe intervenir para dar al producto agrícola más
abundancia y riqueza, que naturalmente repercute en el
rendimiento industrial.
Debido a esta paulatina ablación de magnesio, sobre todo por
determinados cultivos intensivos, se produce escasez de magnesio
que se advierte en sucesivas cosechas por un descenso de las
mismas, al principio imperceptible, pero que puede superar el 50
por 100.
Sin embargo, la propaganda sólo trata, y esto con insistencia, de
fertilizantes nitrogenados, fosfatados y potásicos y también cálcicos
(aunque de éstos mucho menos), pero no menciona los
magnesianos. No cabe duda de que los tres primeros son los que
en mayor proporción asimilan los vegetales y que los magnesianos
y cálcicos se necesitan proporcionalmente en menores cantidades.
Estos dos últimos, además de constituir un alimento
indispensable para las plantas, influyen ambos (magnesio y calcio)
aumentando la eficacia de los aportes de estiércoles y de los
abonos minerales de uso corriente, que son los tres primeros antes
citados.
Existe en agronomía la ley de restitución del suelo de los
elementos que extraen de él sucesivas cosechas. Esta restitución
se practica de dos maneras: por enmiendas y por abonos. Las
enmiendas modifican las propiedades físicas de los campos,
haciéndoles aptos para los cultivos, mediante adición de tierras
adecuadas que cumplan con la finalidad deseada.
Los abonos restituyen a los terrenos de cultivo los principios
nutritivos que de ellos extraen las cosechas. Ahora bien, tratándose
del magnesio, no es suficiente efectuarlo con enmiendas; ha de
hacerse empleando abonos magnesianos, al igual que se hace con
los potásicos, nitrogenados y fosfatados.
¿Qué clase de compuestos de magnesio pueden o deben
emplearse?
El publicista de temas agrícolas, don Luis Catalina, dice a este
propósito:
«Se recomienda la agregación de los compuestos de magnesio
en cantidades variables y en relación con las necesidades de los
diferentes cultivos. Los más utilizados son los hidróxidos,
carbonatas, cloruros, nitratos, fosfatos y algunos silicatos».
Por las razones antes expuestas existía, hasta hace pocos años,
una gran resistencia por parte de los agricultores norteamericanos
y de casi todo el mundo al empleo de sales o compuestos
magnésicos con abono.
No obstante, sin darse cuenta, en muchas de las mezclas que
empleaban, o bien añadían magnesio en el suelo (sales potásicas
impuras, encalado con cales dolomíticas, etc.), o incorporaban
correctivos que unas veces contenían magnesio (cenizas de
plantas, yeso impuro), y otras inmovilizaban parte del magnesio
insoluble del suelo (sulfatos, cloruros, nitratos, etc.).
Es decir, aunque no se reconocía como tal, el hecho es que
abonaban con magnesio y como los síntomas de las deficiencias
magnesianas no son lo espectaculares que otras carencias, el
labrador suponía que nada más que los tres clásicos fertilizantes
conocidos (fósforo, nitrógeno y potasio) eran los necesarios para el
normal desarrollo de sus plantaciones y cosechas.
Según McMurtrey, el tabaco fue la primera planta en que de un
modo experimental se reconoció la gran importancia del magnesio
como abono. Los síntomas de deficiencia magnésica en ella se
llamaban «sand drown», antes que el origen del mal fuera conocido,
y consistía en la pérdida del color verde en las hojas bajas,
comenzando por las puntas y luego extendiéndose en todas las
fases del desarrollo de las plantas, desde la semilla hasta la
completa madurez. Se presenta de preferencia en suelos muy
permeables, después de períodos de grandes lluvias.
La consecuencia pronto se sacó, al comprobar los efectos
perniciosos observados en las plantas por efecto de la carencia o
escasez de magnesio
aprovechable en el suelo, y fue la necesidad de añadir magnesio
al terreno laborable.
Lo que aún no está muy claro es la forma como se ha de añadir
este magnesio.
Precisamente para llegar a una información práctica al respecto,
los investigadores McIntire, Shaw y Joung han llevado a cabo
experiencias, que han durado cuatro años, con dos minerales: la
serpentina y el olivino, como fuentes de magnesio. Entre las
ventajas que desde un principio vieron los citados investigadores en
estos silicatos son: ser abundantes y baratos y prestarse a
utilizarlos mezclados con los abonos clásicos
Sin embargo, no pudieron precisar el grado de compatibilidad con
el potasio, nitrógeno y fósforo, utilizados como abono. Más bien
sacaron la conclusión de que ambos silicatos (serpentina y olivino)
originan un desequilibrio de los elementos propios del suelo y no
garantizan una aportación efectiva de magnesio en los terrenos
desencalados
Al principio, en los Estados Unidos, se adicionaba magnesio al
suelo en forma de enmiendas calcáreas, es decir, empleando
calizas dolomíticas, o sea de carbonato cálcico-magnésico. Pero
pronto se vio que tales calizas solamente debían aplicarse a suelos
ácidos, de un pH comprendido entre 4.5 y 5, pues sólo entonces
producen efectivamente un enriquecimiento del magnesio utilizable.
After y Hartwel, estudiando experimentalmente el efecto de la
dolomita como abono en terrenos are-no-arcillosos, deficientes en
magnesio, han comprobado que esta forma de abono suple las
necesidades de magnesio a la tierra durante varios años, lo cual ha
hecho que pudiera llamarse tipo «standard» de abono magnésico.
Dicha adición dolomítica está particularmente indicada para
cosechas de gran período de desarrollo. Se considera que la
adición de dos toneladas de dolomita pulverizada por hectárea es
suficiente abono magnésico durante tres años.
En el caso de cosechas de período corto, como tabaco, patatas,
etc., no es aconsejable alterar el pH del suelo por adición de
carbonatos de calcio y magnesio; es mucho mejor entonces, o bien
el supermagnesiano, con un 8 a 10 por 100 de silicato de magnesio,
o las sales solubles, tales como el sulfato de magnesio, la kieserita,
etc.
De 20 a 30 kilogramos por hectárea son suficientes una vez al
año, aunque estas cifras, según otros autores, pueden reducirse
hasta 10 a 12 kilogramos solamente, cuando se emplean el sulfato
o el cloruro de magnesio, siendo además importante el advertir que
en estos casos de cosecha de período corto, la dolomita, a unas
dosis diez veces mayores, no responde satisfactoriamente.
Ciertas materias orgánicas, como raíces, residuos de industriales
forestales, algodón, etc., cuando se aplican en grandes cantidades,
pueden considerarse como abonos magnesianos y prevenir las
deficiencias de magnesio en el suelo. Pero la calcita sola, los turtos
de purificación del azúcar, por ejemplo, no sólo carecen de
magnesio, sino que actúan como insolubilizantes del magnesio
existente, por lo que su empleo debe ser proscrito en los suelos
deficientes del citado elemento.
En suelos ácidos, un abonado excesivo con sales potásicas
puede provocar la carencia del magnesio sobre todo en los árboles
frutales; en estos casos se reducirá al mínimo el abonado potásico
y se aplicará la dolomita y el sulfato magnésico. No hay que olvidar
que el empleo del sulfato amónico en cantidad excesiva produce
marcada acidificación del suelo, y que el exceso de potasio impide
la absorción del magnesio por las raíces y hace decrecer las
cantidades de magnesio reemplazable del suelo.
Según Croper, el abono magnesiano resulta singularmente
efectivo en las tierras margoso-arenosas; pero siempre, después de
comprobar por el análisis la deficiencia del magnesio asimilable y
acidez o no del suelo.
Suelos calizos y de baja acidez no deben ser abonados con óxido
ni carbonato magnésico, pero sí con sulfatas amónico y magnésico.
El rociado con sal de Epson (epsomita, que es sulfato magnésico)
e incluso las inyecciones sólo deben realizarse cuando los demás
métodos fallan.
El ingeniero español don Luis Adelantado recuerda que, ya a fines
del pasado siglo, se aconsejaba mezclar con los abonos
compuestos sulfato magnésico, que se encontraba nativo
cristalizado o se obtenía de las aguas madres de las salinas
marítimas o en el beneficio de los yacimientos potásicos.
Sucesivamente se elaboró el nitrato cálcico-magnésico partiendo
de dolomías, con lo que se disponía de un fertilizante nitrogenado y
magnésico a la par.
También se utilizó el fosfato bimagnésico que, por su insolubilidad
en el agua y fácil reacción con ácidos débiles, proporciona a los
vegetales fósforo y magnesio en las mejores condiciones de
asimilación.
El cloruro magnésico llegó a ensayarse, pero no se generalizó su
uso a causa de la higroscopicidad y ser peligroso el ion cloro en
determinados cultivos.
El producto que mayor éxito consiguió fue el fosfato doble
amónico-magnésico que, aparte de las características esenciales
de solubilidad, proporciona a las plantas tres elementos muy
apreciados en la fertilización, como son:
fósforo, nitrógeno y magnesio, en la proporción respectiva de
28/29 de P2O5, 6/7 de NH3 y 15/16 de MgO, soluble en agua
cargada de anhídrido carbónico y en disoluciones al 2 por 100 de
ácido cítrico, que equivale a decir que es utilizable por los ácidos
vegetales del suelo.
El fosfato amónico-magnésico, por ser insoluble en el agua, no es
arrastrable a las capas inferiores del suelo por las aguas de lluvia y
de riego.
Esto hace que su aprovechamiento sea casi integral, a medida
que se solubiliza, con un rendimiento fertilizante de utilización
mayor que el de los otros fosfatos y demás abonos solubles en el
agua.
Su proporción normal de empleo es de 100 a 200 kilogramos por
hectárea, pudiéndose elevar entre los límites de 250 a 500
kilogramos cuando los terrenos son muy pobres y las plantas que
se trata de cultivar ricas en hidratos de carbono. Apenas habría
necesidad de decir que, si se emplea fosfato amónico-magnésico,
su contenido fosfórico y nitrogenado reduce la cantidad que haya
que emplear de dichos fertilizantes.
Como fórmula más adecuada para acelerar el crecimiento de las
plantas jóvenes y los rendimientos herbáceos, se recomienda la
siguiente composición:
150 gramos de nitrato de sodio, 200 gramos de superfosfato
mineral, 100 gramos de cloruro potásico y 10 de sulfato de
magnesio. Se distribuirá primero en dosis de 20 gramos por metro
cuadrado y, posteriormente, en forma de riego en una solución de
200 gramos por cada hectolitro de agua, alternando un riego con
fertilizantes con otro de agua pura.
Para favorecer y desarrollar la floración, al mismo tiempo que
obtener un mayor rendimiento frutícola, la fórmula debe consistir en
50 gramos de nitrato sódico, 300 gramos de superfosfato mineral,
150 gramos de cloruro potásico y 25 de sulfato de magnesio. La
distribución se practicará, en igual forma que la anterior y en las dos
etapas mencionadas.
Para aquellos lectores que pretendan adquirir abonos
magnésicos, les indicamos a continuación algunas casas que les
podrán facilitar carbonato, cloruro o sulfato.
El carbonato al por mayor puede adquirirse en,
«Industrias Químicas del Carbonato magnésico y sus
Derivados», Aragón, 89, PALMA DE MALLORCA
«S. E. de Productos Dolomíticos, S. A.», General Mola, número
24, SANTANDER
El cloruro puede adquirirse al por mayor en,
«Aprovechamientos Salineros, S. A.», Rambla Estudios, 109,
BARCELONA
«Productos Toht, Sociedad Limitada», Huertas de la Villa, 9,
BILBAO El sulfato,
en «Aprovechamientos Salineros»
en «Cándido García Vaquero» VILLACAÑAS (Toledo)
en «Agencia General de Productos Químicos», Paseo de Gracia,
11, BARCELONA

Los productos magnésicos de esta última casa merecen los


precisemos más, ya que sobre ellos tenemos una mayor
información.
El cloruro magnésico cristalizado se entrega envasado en
bidones tipo CAMPSA, pues se trata de un producto muy
delicuescente (higroscópico), el precio es de 270 pesetas el
kilogramo; el envase cuesta 225 pesetas la unidad y su cabida es
de 170 a 190 kilogramos.
El sulfato magnésico se ofrece en tres tipos:
• industrial, con 3 a 4 por ciento de cloro (a 115 pesetas 100 Kg.)

•refinado, con un máximo de 0.5 por 100 de cloro (a 200 pesetas


los 100 Kg.)
•refinado, con un máximo de 0.2 por 100 de cloro (a 250 pesetas
los 100 Kg.) Las tres categorías van ensacadas y el precio de cada
saco es de 14 pesetas.
H) ÉXITOS AGRÍCOLAS GRACIAS A LAS SALES DE
MAGNESIO
Para apreciar en su justo valor la importancia del magnesio en la
agricultura, más que ponderaciones, nada hay tan aleccionador
como los éxitos obtenidos como su aplicación a los cultivos
agrícolas; por esto señalaremos algunos.
Einsenmenger no circunscribe la necesidad de magnesio
solamente a determinados tipos de cultivos, sino a todas aquellas
tierras de este elemento.
Este autor ha podido comprobar que no hay ninguna planta de
entre las malváceas, geraniáceas, papaveráceas y otras, que no
reaccione favorablemente a la aplicación del magnesio, sobre todo
en lo que respecta a los síntomas de clorosis. Este efecto - añade -
es muy marcado en las gramíneas.
En los Estados Unidos existen terrenos muy eficientes en
magnesio, precisamente aquellos donde se hallan las pomeradas
más importantes del Este de la Nación. Poco menos que agotados
de magnesio aquellos suelos,
después de muchos años de sucesivas cosechas de manzanas,
comenzaron a presentarse en los frutales síntomas evidentes de
deficiencia de magnesio.
Pero, gracias a los trabajos llevados a cabo por Boyton y Cain, se
ha logrado la completa normalización de aquellas tierras, mediante
la aplicación constante de sales magnésicas en sus diversas formas
(epsomita, kieserita, magnesia o calizas dolomíticas).
Especialmente la pulverización en verano de disoluciones de sulfato
magnésico ha hecho desaparecer los síntomas perniciosos, incluso
en la cosecha del año siguiente.
F.B. Johnston ha emprendido un estudio de las deficiencias en
magnesio de las provincias marítimas del Canadá, y por él ha
comprobado la importancia de este metal en las plantaciones de
patatas, tabaco, manzanas y otros frutales. Con respecto a las
patatas, ha demostrado ser indispensable el magnesio para lograr
buenos rendimientos; pues, aplicando de 75 a 750 kilogramos por
hectárea de caliza dolomítica, ó 60 a 120 kilogramos de sulfato
magnésico, ha conseguido incrementos insospechados.
Con respecto a la aplicación de sulfato magnésico, señala dicho
autor la posibilidad de «sulfatar» las cosechas con un caldo
bordelés que contenga un kilogramo de aquel sulfato por cada 6.5
litros. Los resultados logrados - al decir de Johnston - han sido
sorprendentes.
El mismo investigador ha logrado combatir la clorosis del tabaco,
mediante la adición de una cantidad prudencial de dolomita,
mezclada con los abonos ordinarios; pero advierte - al decir esto -
que no se agregue demasiado producto magnésico, porque
entonces se perjudicaría a la combustibilidad del tabaco
recolectado.
Tratándose del manzano, en suelos fuertemente ácidos,
Johnston ha logrado excelentes rendimientos con la aplicación de
50 a 70 kilogramos de caliza dolomítica por hectárea; pero, al
mismo tiempo, señala la posibilidad de practicar pulverizaciones de
una disolución de sulfato magnésico al 2 por 100 sobre las hojas de
los árboles.
No podemos omitir en este lugar los éxitos agrícolas obtenidos
con el empleo de compuestos magnesianos por Mr. Kuck,
propietario de las granjas Brookside, en New Knoxville (Ohío, EE.
UU.). Las cosechas obtenidas en sus campos abonados con
dolomita dieron la prueba más manifiesta de la acción del magnesio.
Con una primavera extraordinariamente húmeda, seguida de la
sequía más rigurosa, los resultados se podían apreciar a simple
vista.
Los campos de maíz, por el exceso de lluvia en la época de su
plantación presentaban toda una gama de colores variados, desde
el amarillo al verde intenso. Las plantas amarillas estaban en los
terrenos elevados y en las depresiones. Sin embargo, en los
campos abonados con dolomita, el maíz guardaba un mismo color
verde, excepto en algunos puntos aislados que habían estado tres
o cuatro días debajo de agua, con dolomita no tardaron en recobrar
su color verde.
Y así, mientras casi todos los campos de la vecindad estaban muy
exhaustos, las 42 hectáreas de Mr. Kuck permanecieron verdes y
dieron una cosecha muy superior a la media de la región. Los tallos
de la alfalfa no abonada con dolomita estaban amarillos después
del tercer corte, mientras que las abonadas con dicho mineral
tenían, a la entrada del invierno, un bonito color verde oscuro.
Sin embargo, los éxitos agrícolas más espectaculares de cuantos
se conocen, logrados con el empleo de sales de magnesio, son los
del agricultor francés H. Vilain. Se trata de un hombre que ha
trabajado, experimentado y leído mucho. Su activismo le ha llevado
a cultivar unas 40 heredades de 15 departamentos franceses
diferentes, durante unos 50 años. Habiendo hecho sus primeras
experiencias agrícolas en terrenos muy pobres de Plachet, pasó
más tarde a Lachapelle.
En 1918 Lachapelle era una región desolada entre todas.
Sobre el suelo, pobre y arcilloso, las plantas crecían difícilmente
y eran presa de los más variados parásitos. Los animales, mal
alimentados, eran arrebatados por las epidemias. Los campesinos,
arruinados y desalentados, abandonaron el terreno. H. Vilain se
enteró de que por 3.500 francos le vendían
31 hectáreas de terenos y los edificios de habitación. Así se lo
anunció su amigo el abate Renand, antiguo párroco de Lachapelle.
En seguida aceptó la oferta y se puso en camino del nuevo
domicilio.
En 1928 reinaba en Lachapelle la misma desolación en todas
partes, exceptuados los terrenos que cultivaba H. Vilain a «su
manera». Allí todo había cambiado: las cosechas eran magníficas,
las plantas y las bestias gozaban de una salud perfecta, y sin
remedios, sin pulverizaciones y sin vacunas, se defendían
victoriosamente contra la invasión de parásitos y contra el contagio
de las enfermedades que hacían estragos en todo el rededor. Más
aún: si sobrevenía una helada en el momento de la floración de los
centenos, los de H. Vilain quedaban intactos.
Los campesinos, llenos de admiración, se preguntaban cómo
explicar este prodigio y H. Vilain les respondía:
«Yo no tengo más que un secreto, un buen equilibrio mineral.
Esto es todo.»
El 24 de abril de 1938 todos los campesinos de Lachapelle se
reunieron en las casas consistoriales para escuchar una
conferencia de H. Vilain, que comenzó así:
«Hace varios años que estoy con vosotros. Habéis seguido con
interés mis experiencias, y hoy es el día en que he llegado a tales
resultados, que se puede hablar de un verdadero resurgir de la
tierra de Lachapelle y, por extensión, de todas las tierras
semejantes».
Expondremos a continuación las principales ideas de la
conferencia de H. Vilain, según la ha dado a conocer el P. Manzanal
a los lectores de lengua española:
«Comencé - dice - empleando los abonos comunes y clásicos:
superfosfato, nitrato de sodio, etc., llegando a echar 1.200
kilogramos de superfosfato por hectárea. Las cosechas fueron bien
escasas. Después de muchas experiencias y fracasos, me dije: la
falta absoluta de magnesio soluble es perjudicial, y así hice fabricar
nitrato de magnesio y calcio. Con este abono mineral hubo una gran
mejoría en la vegetación, pero el rendimiento de semilla no era
proporcional a la paja.
» Fue preciso suministrar nuevos abonos al terreno. Hice fabricar
fosfato y superfosfato de magnesio, que se echó a la tierra a razón
de 200 Kg. por hectárea. El peligro de las heladas que amenaza a
la cebada desaparece si echan 100 ó 200 kilos de carnalita o cainita
por hectárea. La sal marina bruta, es también uno de los excelentes
abonos empleados. De esta forma los resultados fueron excelentes:
las cosechas muy abundantes, recogiendo, según años, 3.000 Kg.
de trigo, 50.000 Kg. de remolacha forrajera 2.400 kg. de guisantes
y 20.000 kg. de patatas por hectárea.
» Con la buena alimentación mineral yo evito los parásitos y las
epidemias. El brujo, por ejemplo, ese insecto que agujerea las
semillas, no hace en mis sembrados daño alguno. La misma teoría
- la alimentación mineral - hace frente a la enfermedad del corazón
de la remolacha. Para ello se echan 5 kg. de ácido bórico por
hectárea. De esta manera tampoco son temibles las enfermedades
que, según dicen, vienen por invasión: la caries, la roña, etc.
» En el Canadá se trabajó durante muchísimos años en la
destrucción del espino agracejo, en el que se suponía vivía el
parásito de la roña. Al cabo de algunos años, cuando creían que
habían desaparecido, tuvieron más roña que antes. También en
Francia tenemos bastante roña. Yo os doy un remedio: la buena y
adecuada alimentación mineral. En caso de invasión, yo no temo
más que las invasiones guerreras, que no dejan nada tras de sí,
pues he podido comprobar en mis propios cultivos la verdad de
aquellas palabras de Pasteur: El microbio es nada, el terreno es
todo.»
Como se ve por su conferencia, para H. Vilain el equilibrio mineral
es la base de la buena salud en los vegetales.
Todo desequilibrio crea un estado de menor resistencia que deja
al organismo casi sin defensas contra los microbios y parásitos; y
cuando la epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más
urgente andar a la caza del microbio o parásito y luchar contra él, la
lucha ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio
mineral que ha abierto la puerta al mal y poner allí remedio.
Microbios y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin
que se haya empleado ningún otro remedio.
Terminaremos esta exposición con unas atinadas
recomendaciones de don Luis Catalina, que vienen muy a propósito
para el tema que hemos tratado.
«Los agricultores - dice - interesados en los rendimientos de las
cosechas deben cerciorarse si las deficiencias vegetativas
obedecen a falta de magnesio o a otras causas meteorológicas,
para en el primer caso efectuar las correspondientes correcciones.
Se trata de una cuestión de enorme trascendencia económica
para la economía agraria, que es preciso prestarle la debida
atención, a fin de que los fructificaciones sean remuneradoras para
el cultivador.
Finalmente, no podemos olvidar que la explotación continuada e
intensiva de las tierras de labor provoca un acentuado y progresivo
agotamiento, que únicamente podrá ser contrarrestado con
abundantes aportaciones de adecuados abonos minerales.»

EPÍLOGO
Vamos a terminar esta compilación de trabajos acerca de las
virtudes curativas del magnesio, reproduciendo - pues nos las
hacemos nuestras - las palabras con que el P. Manzanal dio término
a la serie de sus artículos.
En el transcurso de este estudio hemos relatado numerosos
hechos que muestran que la salud de las plantas, de los animales
y del hombre depende, en gran parte del equilibrio mineral de su
alimentación.
Hemos visto asimismo cómo H. Vilian y Mr. Kuck obtuvieron
buenas cosechas y curaron a sus animales enfermos por medio de
un mejor equilibrio mineral, aportando particularmente magnesio.
Este elemento, pues, desde el punto de vista de la química biológica
es un elemento fundamental. En la producción vegetal no se puede
prescindir de la alimentación magnesiana de la planta. Lo mismo
hay que decir respecto de los animales y del hombre.
No vayamos a creer, que cualquier tenor de magnesio en el
organismo es bueno. También la proporción de magnesio tiene sus
límites. Este elemento parece estar en excelente proporción en la
alimentación de los campesinos egipcios, por los efectos de buena
salud que en ellos produce.
El campesino egipcio, insuficientemente vestido tirita cuando
hace frío; pero no se constipa, ni enferma de gripe, neumonía ni
pleuresía. Sus dientes no se carían. Se sabe que las caries eran
antes desconocidas en los esquimales. Ha aparecido en ellos
solamente cuando ha penetrado en sus tierras el pan blanco y los
alimentos refinados de nuestra alimentación, que, por otra parte,
están más o menos desequilibrados.
El campesino egipcio resiste muy bien a las enfermedades
europeas. Sus mujeres dan a luz con mucha facilidad, sin la fiebre
subsiguiente, y alimentan a sus hijos durante dos años o más. Los
que escapan a las enfermedades parasitarias, viven hasta una edad
muy avanzada, conservando una salud perfecta, física y psíquica.
Estos mismos efectos podemos nosotros conseguir mediante el
buen equilibrio mineral, que hemos propugnado en todas las
páginas de este estudio. Y, bajo este punto de vista, se han de
considerar todas las curaciones que hemos relatado. Este equilibrio
estará en el terreno de nuestro organismo.
No olvidemos que la enfermedad es un verdadero drama en el
cual intervienen dos actores: el agresor (microbio o agente
patógeno) y el organismo del viviente (terreno), que el agresor
intenta invadir; pero que se apresta, con todas sus reservas, a la
defensa. Si su defensa es débil, el agresor la vencerá, que, en
circunstancias normales, el agresor no puede penetrar en él.
Siendo esto así, tenemos dos modos de intervenir en este drama,
para prevenir la enfermedad o para curarla; o bien atacar al
asaltante, sea fuera o dentro del terreno, para debilitarlo o destruirlo,
si es posible, o bien reforzar la defensa del organismo, mejorar el
terreno, para que él, por sí mismo, supere fácilmente al asaltante.
Fuera del terreno la lucha contra el agresor presenta notables
ventajas; pero dentro del terreno esta misma táctica, si el terreno es
deficiente, por ejemplo, en su equilibrio mineral, no puede dar más
que resultados fragmentarios y rara vez definitivos, después de un
período más o menos largo.
Pero el agresor no puede dejar de perder mucha de su
importancia, si nos acordamos menos de él, para dar una mayor
importancia al perfeccionamiento del terreno. Y este es el segundo
modo de combatir al agresor.
¿No es, en efecto, la débil resistencia del terreno, de la cual el
desequilibrio mineral es actualmente, una de las principales causas,
que, no activando su defensa, transforma enemigos ocasionales e
inofensivos en parásitos peligrosos o en microbios virulentos?
Y, por el contrario, en un terreno resistente los microbios pierden
poco a poco su virulencia agresiva.
Recientemente, la importancia del terreno ha sido puesta a plena
luz por los trabajos de médicos que estudian enfermedades
misteriosas hasta entonces incurables, y por los trabajos de sabios
biológicos que han estudiado el problema de la alimentación.
Éstos trabajos han revelado que muchas enfermedades - y de las
más graves - tienen por causa,
«no la presencia de un elemento nocivo que el organismo ha
dejado penetrar en su seno, sino la ausencia en la alimentación de
una o varias substancias indispensables a la vida o a una de las
manifestaciones de la vida».
(Randoin)
La trascendencia de mirar la defensa del organismo desde el
punto de vista de su perfecto estado de resistencia y de explotar las
energías latentes que puede desarrollar, más que perseguir o
destruir el microbio con medios venidos de fuera, una vez
introducido en el organismo, es de unos límites insospechados. Un
organismo en tal disposición triunfa solo y fácilmente de sus
enemigos.
Un cultivador francés, un ganadero norteamericano, un eminente
cirujano y biólogo, un médico de mucha práctica hacen pasar a
segundo plano la lucha directa contra el agresor, para tener delante
y en primer término el perfecto estado del terreno y explotar sus
energías.
Y precisamente el equilibrio mineral es uno de los factores de ese
perfecto estado.
A esto se han dirigido nuestras líneas, a presentar este punto de
vista menos atendido, no precisamente a despreciar y rebajar en su
importancia otros medios que, estudiados por los sabios, dan lugar
a muy apreciables éxitos, pero sí a decir que éstos no son
exclusivos de ellos, porque hay otros medios que proceden de otra
dirección y que también dan excelentes resultados.
Creemos haber puesto en claro la importancia de que los
organismos tengan en sí la excelente defensa de un equilibrio
mineral perfecto, que los defienda de muchos ataques por sí
mismos, sin requerir ninguna defensa extraña, que a veces,
entrando en conflicto con el organismo, le puede perjudicar.
APÉNDICE PRIMERO
¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?
En los varios trabajos extractados para componer este libro,
hemos podido advertir tres cosas:
1. que se preconiza casi exclusivamente la ingestión de cloruro
de magnesio;
2. que las más de las veces no se indican las dosis
3. que, cuando la señalan, no coinciden los diversos autores en
la cantidad.
Para orientar en este punto a nuestros lectores, vamos a
presentar unas normas de orientación.
Efectivamente, la sal magnesiana más comúnmente aconsejada
es el cloruro de magnesio; y ésta es, por consiguiente, la que
deberían tomar las personas que tratan de practicar la cura del
magnesio y que la pueden tolerar, ya que para algunos les resulta
muy laxante. Otras sales magnesianas, que en ciertos casos se
aconsejan en la cura del magnesio, son: el sulfato y el carbonato de
magnesio.
Vamos, pues, a explicar en qué consisten estas tres sales, cómo
se deben tomar y dónde se pueden adquirir.
En el comercio se presenta el cloruro de magnesio bajo tres
formas:
1. cristalizado
2. desecado
3. anhidro
• el cloruro de magnesio cristalizado contiene seis moléculas
de agua llamada de cristalización y tiene por fórmula Cl2Mg6H20
• el cloruro de magnesio desecado tiene sólo dos moléculas
de agua, por haber perdido gran parte de ella al ser sometido a la
temperatura comprendida entre 200° y 300°, y su fórmula es
Cl2MgH20
• el cloruro de magnesio anhidro carece de agua, por haberla
perdido totalmente al ser calcinado a una temperatura superior a
700°, y su fórmula química es simplemente Cl2Mg
De estas tres formas de cloruro la más corriente es la cristalizada
y ésta es la que ordinariamente deberá usarse.
Puede adquirirse en farmacias o en droguerías algo bien surtidas,
como suelen serlo las de poblaciones importantes. Se expende en
frascos de 100 ó 250 gramos muy bien tapados, y en la misma
forma se han de conservar, por tratarse de un producto
delicuescente (higroscópico), es decir, que toma la humedad del
aire y se licua. Es inodoro y de sabor amargo.
La otra sal magnésica es el sulfato de magnesio, que cristaliza
con siete moléculas de agua y tiene por fórmula S04Mg7H20.
Expuesta al aire enflorece, perdiendo agua. Es inodora y de sabor
muy amargo. Puede adquirirse también en farmacias o en
droguerías.
La tercera sal magnésica es el carbonato de magnesio, C03Mg.
Se presenta bajo la forma de un polvo blanco, insípido, inodoro,
inalterable al aire y sumamente ligero. Al igual que las otras sales
de magnesio, puede adquirirse en farmacias o en droguerías.
Todavía debemos mencionar los comprimidos DELBIASE, que
contienen las cuatro sales halogenadas del magnesio (cuales son
el fluoruro, el cloruro, el bromuro y el yoduro de Mg), y la crema
DELBIASE, de composición parecida a la de los comprimidos del
cloruro, para ser aplicada a la piel, como regeneradora de los tejidos
y frenadora del desarrollo anárquico de las células. Estos
preparados se venden exclusivamente en las farmacias.
Lo mismo puede decirse del MAGNOGENE, del HAL-MAGNOL y
de los HALÓGENOS JULIA-4H.
En el empleo de sales de magnesio, débese distinguir, según se
trate de curar alguna enfermedad o achaque ya contraído, y
entonces reviste carácter medicinal, o sólo como preventivo, y en
este caso debe considerarse, no como medicamento, sino
simplemente como alimento poco menos que necesario. Por regla
general, cuando se trata de curar alguna enfermedad, se
recomienda tomar doble dosis al día.
Una de las maneras prácticas de tomar el cloruro magnésico es
sirviéndose de una solución dispuesta previamente al efecto, que
puede prepararse disolviendo 33 gramos de cloruro magnésico
cristalizado en un litro de agua. Si se tratase de sulfato magnésico,
la solución se habría de preparar con 50 gramos de esta sal en un
litro de agua.
Si no se desea preparar previamente la solución de sales,
entonces se toma una cucharita de café, no muy colmada, de
cloruro sódico o una cucharita de café, esta vez bien colmada, de
sulfato magnésico.
En ambos casos se disuelve cualquiera de estas sales en un poco
de agua, lo que se obtiene muy rápidamente, por tratarse de
sustancias muy solubles.
Si la sal que se toma es carbonato, se ha de desleír una
cucharada sopera, colmada, en un poco de agua en un vaso (como
dos dedos) o bien en la leche del desayuno, pues no le comunica
ningún sabor. Cada toma de comprimidos DELBIASE consiste en
dos comprimidos en medio vaso de agua. La aplicación de la crema
DELBIASE a la piel comporta un masaje, a fin de hacerla penetrar
bien en la epidermis.
Téngase presente que las cantidades indicadas se refieren a una
dosis; por tanto, en los casos de utilizar las sales de magnesio como
medicinas, se habrían de tomar dos dosis al día: una por la mañana
y otra por la tarde. Con todo, por razón de la edad, las dosis para
obtener los efectos curativos deberán atenerse a otras cantidades,
según lo ha expuesto el doctor Neveu y nosotros reproducimos a
continuación.
Las cantidades que a continuación se expresan se refieren a la
solución de 33 gramos de cloruro de magnesio cristalizado en un
litro de agua.
1. Adultos y niños hasta 5 años: 125 centímetros cúbicos de la
solución de cloruro antes indicada para seis horas. En casos muy
graves: dos dosis iniciales, con dos horas de intervalo; las
siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
2. Inferiores a 5 años: 100 centímetros cúbicos para los de 4
años, 80 para los de 3,60 para los de 2, y 40 para los de 1 año. El
horario es el mismo que para los anteriores.
3. Inferiores a un año: Dos cucharadas (30 centímetros
cúbicos) a los de más de seis meses, una cucharada muy llena (20
cm cúbicos) a los seis meses, una cucharada (16 cm. cúbicos) a los
de menos de seis meses. La separación de estas dosis es de tres
horas.
Las dosis que acabamos de mencionar se refieren a las fases
agudas de la enfermedad.
Se les irá desplazando progresivamente, cada 8 horas, más tarde
cada doce, a medida que el enfermo mejore. Después de la
curación aparente, es necesario continuar el tratamiento algunos
días, para que el enfermo no se exponga a recaídas.
Tratándose de los HALÓGENOS JULIÁ-4H, se señala como
dosis preventiva o de conservación una cu-charadita de las de café
(5 c.c.) cada día, mezclada con dos dedos de agua natural, mineral,
sifón o gaseosa, que se tomará antes o después de una comida,
sea la que sea.
Pero, cuando se trata de atacar en su fase aguda, los adultos y
niños de más de 5 años deberán tomar dos cucharaditas cada 6
horas; en casos muy graves, 2 cucharaditas iniciales, y a las dos
horas otras 2; las siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
Repetimos que la sal magnésica más recomendada de los
médicos es el cloruro. Sin embargo, a algunos les resultará molesta
de tomar. En primer lugar por ser amarga; con todo, a la larga uno
se acostumbra y ya nota menos el amargor. Otra propiedad del
cloruro magnésico es la de ser bastante laxante y, para algunos,
poco menos que purgante.
Con todo, este efecto suele ser más pronunciado en los primeros
días; después, el cuerpo ya se habitúa y se regularizan las
evacuaciones. A los tales, les convendrá ingerir el cloruro
magnésico, no en ayunas, sino poco después de la comida, pues
entonces el efecto laxante es menos pronunciado. En cambio, en
las personas que padecen de estreñimiento, el cloruro de magnesio
resulta un excelente regularizador de las evacuaciones.
A las personas que no pueden tomar cloruro magnésico por
resultarles demasiado laxante, les convendrá ingerir el magnesio en
forma de carbonato, de la manera que luego se explica.
El carbonato de magnesio, por ser insoluble en el agua, no es
directamente asimilable por el organismo; pero sí lo es
indirectamente, por convertirse en cloruro dentro del estómago,
gracias al ácido clorhídrico que de ordinario contiene el jugo
gástrico.
Para las personas, pues, que por padecer de hiperclorhidria
(exceso de ácido) suelen tomar bicarbonato de sodio, el carbonato
de magnesio resulta ser un excelente neutralizador de la acidez
para calmar el dolor de estómago, sin los inconvenientes del
bicarbonato, que suele ser desaconsejado por los médicos; porque,
si bien de momento quita el dolor, fomenta la causa de la acidez y,
por consiguiente, el que se vaya reproduciendo con más intensidad
en adelante.
En cambio, a las personas que padecen de hipoclorhidria (falta
de acidez) no es aconsejable que diariamente ingieran este
neutralizador, que es el carbonato de magnesio.
El sulfato de magnesio conviene más a las personas que padecen
del hígado, dado que precisamente los sulfates suelen recetarse
para este género de dolencia.
Se dirá, ¿no ha salido últimamente otro producto que hace en el
organismo humano lo mismo y tal vez más que las sales de
magnesio, la jalea real?
Así, por lo menos, se anuncia, si bien no parece que tenga
carácter de tanta universalidad como las sales de magnesio. Una
diferencia grande hay entre ambos productos y es lo referente al
precio: Cada cajita de jalea real viene a costar unas 500 pesetas, y
cada toma, de 30 a 35 pesetas; en cambio, el precio del cloruro de
magnesio, cuando menos en Barcelona, es de 10 pesetas el frasco
de 100 gramos, comprado en droguería; el precio del sulfato es por
el estilo, y un kilo de carbonato de magnesio a granel cuesta sólo
25 pesetas comprado en droguerías.
Todavía debemos hacer resaltar entre los preparados
magnesianos, citados en el decurso de esta obra (DELBIASE, HAL-
MAGNOL, MAGNOGENE, LIDATINE), los llamados HALÓGENOS
JULIA-4H, de Villanueva y Geltrú (Barcelona), definidos como
«estimulante biológico general, a la vez que sustancia plástica, base
de toda célula».
En el prospecto de este preparado farmacéutico se señalan unas
orientaciones, con respecto a su uso, que conviene tengan
presentes cuantos toman sales de magnesio, sea en forma de
cloruro, de carbonato o de sulfato, sea en cualquiera de los
preparados farmacéuticos que se acaban de citar.
1. Después de los 40 años, este alimento o medicina es
conveniente tomarlo todos los días sin interrupción, a pesar de que
parezca hallarse el individuo orgánicamente perfecto. De esta
necesidad se habrá dado cuenta el lector por lo que
precedentemente se ha expuesto.
2. Naturalmente que su uso no crea hábito; puede dejarse en
cualquier momento, sin perjuicio orgánico; pero, al abandonarla,
queda el sujeto sin la protección hasta entonces conseguida.
3. Esta medicación es compatible con cualquier otra que se
pueda hacer, y no hay que suspenderla, aunque se vayan a tomar
otros medicamentos.
4. No crea el que tome sales magnésicas que quedará exento
de dolencias y contratiempos; habrá enfermedades y trastornos
entre los consumidores; pero buena parte de ellas, y no
despreciable, serán atenuadas y muchas eliminadas.

APÉNDICE II
CONTENIDO DE MAGNESIO Y DE CALCIO EN LOS
PRINCIPALES ALIMENTOS
A continuación, presentamos una lista, bastante completa, del
contenido de magnesio de un gran número de alimentos, de origen
animal y, sobre todo, de origen vegetal, y para que esta información
sea más completa, hemos añadido el contenido de calcio de los
mismos alimentos, ya que este elemento es necesario también para
el organismo humano, tanto o más que el magnesio.
La diferencia que hay entre el uno y el otro estriba en que,
modernamente, los vegetales suelen contener el calcio requerido
para su buen desarrollo, porque si las tierras no lo tienen se les
añade en forma de abonos o de enmiendas, al paso que los
vegetales y también los animales que se alimentan de aquéllos,
suelen ser deficitarios de magnesio, puesto que las tierras lo tienen
en gran parte agotado por los cultivos sucesivos, y entre los
agricultores no ha entrado hasta ahora, si no es con raras
excepciones, el abonado con compuestos magnesianos, como se
hace con los de fósforo, nitrógeno y potasio.
El contenido de magnesio que se señala en la lista que a
continuación presentamos se refiere al que suelen tener los
vegetales que se han desarrollado en tierras dotadas de suficiente
magnesio.
Pero debemos advertir que, de hecho, muchas veces no se
aprovecha este magnesio de los alimentos, por cuanto, al
prepararlos, se deja perder miserablemente.
En efecto: la mayor parte de las materias minerales y también de
las vitaminas de los vegetales se hallan en las frutas y, muy
particularmente, en las verduras; por lo cual es una mala costumbre,
reprobada con razón por los higienistas y dietéticos, desechar el
agua de cocción de las mismas, porque en ellas están disueltas las
materias minerales y las vitaminas, y así se desperdicia lo que más
conviene para evitar la desmineralización del organismo.
Por lo tanto - y así lo recomienda el doctor V. L. Ferrándiz - se ha
de aprovechar, para confeccionar sopas, el caldo resultante de la
cocción de las verduras, y no tirarlo al fregadero, como
frecuentemente se hace.
Esta inveterada y mala costumbre tiene en algunos casos su
justificación, y es cuando el caldo resultante ofrece gusto
desagradable, como sucede al cocer garbanzos secos y judías
tiernas; pero, en otros casos, no hay nada que lo justifique, si no es
la rutina, como, por ejemplo, tratándose del caldo resultante de
hervir las patatas y las judías secas, pues ambos caldos, además
de ser muy sustanciosos, porque contienen la mayor parte de las
materias minerales y las vitaminas de los respectivos vegetales, dan
lugar a sopas de gusto delicioso para la mayoría de paladares.
Los valores de magnesio y calcio se dan en miligramos de óxido,
es decir, de magnesia (MgO) y de cal (CaO) por 100 gramos de
sustancia.
El orden escogido es el de porcentaje de magnesia.
APÉNDICE III

PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE RECOMIENDA


EL EMPLEO DE SALES DE MAGNESIO
Con objeto de que, cuantos se sienten aquejados de alguna
dolencia puedan saber inmediatamente si en este libro se citan
autoridades médicas que recomiendan las sales de magnesio para
alivio de su mal o si efectivamente se han dado casos que lo han
prevenido, aliviado o curado, nos ha parecido poner en este
apéndice un catálogo de las dolencias que en él se citan. Y al hacer
esto, mucho nos tememos que alguno de los lectores tilde,
despectivamente, de Panacea a las sales de magnesio.
Si hubiese alguno que así procediese, le diríamos que
efectivamente las sales de magnesio pueden llamarse panacea - y
no en sentido despectivo—, por cuanto es un hecho bien
comprobado que a su falta se deben muchas enfermedades que
desaparecen con la ingestión de cloruro de magnesio o de otra sal
magnésica.
Precisamente en farmacia, desde tiempo antiguo, se llama
«panacea inglesa» - y no ciertamente en tono despectivo - el
carbonato de magnesio mezclado con carbonato de calcio.
He aquí, pues, la serie de dolencias que se citan en el libro, con
indicación de la página o páginas en que esto se hace:
Aborto de los caballos y bovinos (El Mg previene el), 96. Adenitis
(El Mg cura la), 61, 64.
Aftosa (El Mg cura la fiebre), 96.
Agotamiento intelectual (El Mg desvanece el), 12. Alimento (El Mg
es considerado como), 53.
Anginas diftéricas (El Mg cura las), 62, 64. Antrax (El Mg cura el),
60.
Arterias (El Mg da elasticidad a las), 56. Arterioesclerosis (El Mg
evita la), 56.
Artrosis (El Mg cura la), 10. Asma (El Mg suaviza el), 59.
Atrofia muscular (El Mg hace desaparecer la), 60. Bactericida del
magnesio (Acción), 43.
Biliar (El Mg favorece la evacuación), 46. Bioquímica vegetal
(Papel del Mg en la), 104-108. Bronconeumonía (El Mg evita y cura
la), 57, 58.
Bronquitis (El Mg reduce la), 59.
Calcio patológico (El Mg elimina el), 56. Cáncer (El Mg preventivo
del), 46, 69-77. Cicatrización de úlceras por el Mg, 42.
Citofiláctico (Método), 45, 49.
Citofilaxia del magnesio, 62, 68.
Cloroformo (El Mg cura las intoxicaciones del), 53, Desequilibrio
mineral (El Mg remedia el), 22.
Desodorante (El Mg como), 52. Difteria (El Mg cura la), 60-68.
Digestivos (El Mg modera los desórdenes), 50. Enfisema (El Mg
reduce el), 58.
Enteritis del ganado (El Mg cura la), 91, 96. Equilibrio mineral (El
Mg contribuye al), 30-38. Erisipela (El Mg cura rápidamente la), 60.
Escarlatina (El Mg cura rápidamente la), 60. Euforia (El Mg
produce), 49.
Eczema (El Mg cura el), 60.
Fagocitario (El Mg aumenta el poder), 43, 48, 49. Fatiga (El Mg
alivia la), 49.
Fiebre aftosa (El Mg cura la), 95.
Forúnculo (El Mg se opone a la evolución del), 60. Fósforo en las
plantas (El Mg asimilador del), 108-111. Gastroenteritis de los gatos
(El Mg cura la), 95.
Gripe (El Mg previene la), 57, 58. Hemorroides (El Mg cura las),
11. Hiperclorhidria (El C03Mg modera la), 50. Hipertensión (El Mg
previene y rebaja la), 55. Hipertrofia prostática (El Mg detiene la),
54.
Infección intestinal crónica (El Mg cura una), 12. Infecciosas (El
Mg cura las enfermedades), 56. Inmunidad natural (El Mg confiere),
23.
Intestinales (El Mg suprime perturbaciones), 50.
Intoxicación alimenticia (El Mg cura la), 59. Juventud (El Mg
alarga la), 50.
Laxante (El Mg es un excelente), 12. Leucoplasias (El Mg cura
las), 69-70. Magnesio virtudes curativas (Posee el), 9-20. Mal de
piedra (El Mg alivia el), 51.
Mamitis crónicas (El Mg. cura las), 70, 88. Meteorismo del ganado
(El Mg evita el), 91.
Narcóticos en los animales (El Mg da resistencia a los), 93, 94.
Neumonía (El Mg cura la), 58.
Olivo (El Mg suprime la cosecha alternativa del), 113. Ostiomielitis
(El Mg cura rápidamente la), 61.
Panacea de todos los males? (¿Es el Mg), 47. Parálisis (El Mg
hace desaparecer una), 60.
Paratiroidea (El Mg determina la fijación de la), 39. Peste aviar (El
Mg da resistencia contra la), 94.
Piel (El Mg cura los picores de la), 51. Poliomielitis (El Mg cura
la), 60.
Próstata (El Mg previene y cura la), 13, 54. Rejuvenecimiento por
el magnesio, 50.
Reuma (El Mg hace desaparecer el), 12, 55.
Sabañones (El Mg cura y previene los), 52. Sarampión (El Mg
cura rápidamente el), 61. Sugestión? (¿El Mg obra por), 13-20.
Temblor senil (El Mg cura el), 11, 54, 55. Terapéutica humana (El
Mg en la), 38, 42. Tifus de las aves (El Mg previene el), 95. Tonifica
(El Mg), 50.
Tosferina (El Mg cura y previene la), 59. Usagre de los caballos
(El Mg cura la), 96. Vejez (El Mg aleja la), 50.
Virucida del magnesio (Acción), 43.
APÉNDICE IV BIBLIOGRAFÍA
Para cuantos quieran estudiar algo más a fondo las virtudes
curativas del magnesio y su acción sobre los animales y las plantas,
nos ha parecido bien añadir un cuarto apéndice dedicado a
bibliografía sobre estas cuestiones.
Sin pretender, ni mucho menos, haber agotado la materia,
podemos ofrecer a nuestros lectores una lista de libros y artículos
de revista acerca de los efectos salutíferos del magnesio.
ADELANTADO (L.): Fertilizantes magnesianos. («Revista
Industrial y Fabril, abril 1953, pág. 210, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio en la producción de cosechas. («Ion»,
marzo 1950, pág. 172, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio regulador del calcio, fósforo y halógenos
en el organismo de ciertas especies de plantas. («Ion», noviembre
1946, Madrid.
ANÓNIMO: El magnesio y el calcio. («El Monitor de la Farmacia,
20 mayo 1947, pág. 193, Madrid.)
ANÓNIMO: Sales de magnesio y manganeso en el crecimiento
del trigo. («El Cultivador Moderno», agosto 1954, pág. 302,
Barcelona.)
ANÓNIMO: Virtudes curativas del magnesio. («Ibérica», volumen,
20, 1954-II, pág. 252, Barcelona.)
BLAS (L.): El magnesio como abono. («Ion», marzo 1949, pág.
137, Madrid.)
BOYTON Y CAÍN: El magnesio en la manzana. («Ion», febrero
1941, pág. 106, Madrid.
CAMP (A. F.): El magnesio en la fertilización del limón en Florida.
(«Ion», marzo 1947, pág. 193, Madrid.)
CANALS (E.): Du role physiologique du magnesium chez les
végétaux. 134 págs. Montpellier, Roumegous et Déhan, 1920.
CID (F. A.): Una página sobre el profesor Delbet, investigador del
cáncer. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 26, Barcelona.)
CID (F. A.: Los oligoelementos son catalizadores de nuestras
funciones vitales. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 104, Barcelona.)
COOPER (E. H.): Factores que modifican la asimilabilidad del
magnesio en el suelo.
DELBET (P.): Acción frenadora del cloruro de magnesio en la
multiplicación de las células alípicas, en el desarrollo anárquico.
(«Academia Francesa de Medicina», París, 1.° de mayo de 1932.
DELBET (P.): El cloruro de magnesio favorece la evacuación
biliar y mejora la digestión. («Academia Francesa de Medicina,
París, 1.° de mayo de 1936.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo las plantas
y la necesidad de magnesio. («Ion», noviembre 1946, pág. 619,
Madrid.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo de de las
plantas en los cultivos de sementera y la necesidad del magnesio.
(«Ion», febrero 1947, pág. 105, Madrid.)
FAVIVE (J.): Equilibre mineral et Santé. 403 págs. París, Librairie
«Le François» (Boulevard Saint-Germain, 91), 1951.
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio fulminante vital. «Ibérica»,
vol. 11, 1950- I, pág. 100, Barcelona.)
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio y el calcio en el
metabolismo vital. (Ibérica», vol. 14, 1951-II, pág. 32, Barcelona.)
JOHNSTON (F. B.): El magnesio en la producción de cosechas.
(«Ion», marzo 1950, pág. 172, Madrid.)
KRAUSE (M.): Magnesio para el diagnóstico diferencial de las
enfermedades agudas. (Arzt. Weschr.», 9, 283, 1954.) En este
trabajo se habla de la sedación de los espasmos viscerales
abdominales, pero no de los procesos inflamatorios, con respecto
al tiosulfato de magnesio.
MANZANAL, S. I. (Francisco): ¿Qué se entiende por equilibrio
mineral? («Ibérica, vol. 19, 1954-I, pág. 302, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un
agricultor. («Ibérica», vol. 19, 1954, pág. 314, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral del hombre.
(«Ibérica», vol. 19, 1954-I, pág. 387, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un
granjero norteamericano. («Ibérica, vol. 19, pág. 425, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Multitud de efectos curativos del
cloruro de magnesio. («Ibérica», vol. 19 pág. 462, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El magnesio y el cáncer.
(«Ibérica», vol. 20, 1954-I, pág. 28, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Deficiencia de magnesio en la
alimentación actual de los pueblos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II,
página 68, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de la
difteria. («Ibérica», vol. 20, 1954, pág. 105, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de las
enfermedades infecciosas. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 146,
Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco: Las enfermedades infecciosas de
los animales domésticos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 187,
Barcelona.)
MC INTIRE, SHAW y YOUNG: Empleo de silicatos magnésicos
en el abonado de tierras. («Ion, mayo 1953, pág. 280, Madrid.)
MC MURTREY: Efectos del magnesio sobre el crecimiento y
composición del tabaco. («Ion, marzo 1947, página 193, Madrid.)
MATONS (A.) y ROSELL-VITA (M.): Magnesio. («Diccionario de
Agricultura, Zootecnia y Veterinaria», vol. II, pág. 506, Salvat
Editores, Barcelona.)
NEVEU (Dr.: El tratamiento de la poliomielitis por el cloruro de
magnesio. (Revista «L.Ouest medical», Francia, 10 noviembre
1951.)
PALIOS (Dr.) De la resistencia general conferida al organismo por
las sales de magnesio. («Academia Francesa de Medicina», París,
25 de mayo de 1940.)
PEVEN (Dr.): Traitement cytophylactique des moladles
infectieuses par le chlorure de magnésium. A propósito de este libro
ha escrito el Dr. A. L.: «Se puede afirmar que este mineral (el
magnesio) protege contra toda infección y ciertamente abrevia
siempre la convalecencia reduciendo la astenia tan molesta.»
PRIECH (J.) y CONSTANT (J. P.), dan cuenta de los resultados
favorables obtenidos por el glutanato de magnesio en sujetos
afectados de «petit mal»
epiléptico y en niños deficientes mentales. Con este tratamiento -
añaden - disminuye la frecuencia de las crisis mentales, se
normaliza el comportamiento, se eleva el coeficiente intelectual y se
mejora el estado somático. («Medicamenta», número 265, pág. 45,
15 mayo 1955.)
PUIG, S. I. (L): .Posee el magnesio virtudes curativas? («Ibérica»,
vol. 26, 1957-II, pág. 95, Barcelona.)
PUIG, S. I. (I.): El magnesio en zootecnia. («Ibérica», vol. 26,
1957-II, pág. 135, Barcelona.)
RIBAS MARQUES (I.): Los bioelementos del pescado. («Ion»,
octubre 1944, pág. 603, Madrid.)
ROCASOLANO (C): La cal y la magnesia en fruticultura. («El
Cultivador Moderno», noviembre 1956, página 118, Barcelona.)
SCHLIEPHAKE (E.): Empleo de preparados de magnesio en
trastornos circulatorios. («Deustch. Med. Wschr.», 77, 1508, 1952).
En este artículo se dice estar indicadas las combinaciones de
tiosulfato y nicotina-to de magnesio en inyecciones intramusculares
o intravenosas en varias afecciones y trastornos circulatorios.
SUÁREZ-GARCÍA (B.): El magnesio en agricultura («Ibérica,
volumen 25, 1957-I, pág. 343, Barcelona.)
SYMPOSIUM OF THE AMERICAN CHEMICAL SOCIETY: El
contenido en
magnesio de los fertilizantes. «Ion», febrero 1947, página 105,
Madrid.) TRIGO MEZQUITA (A.): Importancia del magnesio en la
vida de las plantas. («Ibérica», vol. 3, 1946-I, pág. 39, Barcelona.)
TROUG (E.), GOATES Y BERGER (K. C): Relación
magnesio/fósforo en la nutrición de las plantas. («Ion», marzo 1947,
página 193, Madrid.)
VIDAL FREIRE (A.): Catión magnesio en la terapéutica. (La
Prensa médica argentina, XLII, 3.075, 1955.) En este trabajo se dice
ser el magnesio muy importante para la vida, por cuanto
desempeña en ella un decisivo papel en los
procesos de síntesis y oxidación del organismo, y da cuenta de
los alentadores resultados de su empleo.
VITORIA, S. I. (E.): Los elementos químicos y su olio-godinamia
en los seres vivos. («Memorias de la Real Academia de Ciencias y
Artes de Barcelona», vol., XVIII, núm. 4, 1946.)

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