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A las necesidades de nuestros hermanos y al deseo de un mundo nuevo, hoy

comienza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad,


invitándonos a alzar la mirada y abrir el corazón para recibir a Jesús, lo que se
espera de la gente. En Adviento no solo vivimos la espera de la Navidad,
además estamos invitados a despertar la expectativa del glorioso regreso de
Cristo, preparándonos para el encuentro final con Él con decisiones coherentes
y valientes. En estas cuatro semanas estamos llamados a salir de un modo de
vida resignado y rutinario, alimentando esperanzas y sueños para un nuevo
futuro, vivir este tiempo desde hoy hasta Navidad, es clave estar en vela y orar.
El sueño interior nace del girar siempre en torno a nosotros y nos quedamos
atrapados en nuestra vida cerrada con sus problemas, sus alegrías y sus
dolores. Mientras que el Adviento, nos invita a un compromiso de vigilancia,
mirando hacia afuera de nosotros mismos, ampliando nuestra mente y nuestro
corazón para abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos y al deseo de
un mundo nuevo. Es el deseo de tantos pueblos atormentados por el hambre,
la injusticia y la guerra. Es el deseo de los pobres, los débiles, los
abandonados. Este tiempo es oportuno para abrir nuestros corazones, para
hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras
vidas, se trata de levantarse y orar, de volver nuestros pensamientos y
nuestros corazones a Jesús que está por venir. Te levantas cuando esperas
algo o a alguien, nosotros esperamos a Jesús y lo queremos esperar en
oración, que está estrechamente relacionada con la vigilancia. ¿Pero cuál es el
horizonte de nuestra espera en oración? Lo indican en la Biblia sobre todo las
voces de los profetas. Hoy es la de Jeremías, que habla al pueblo que fue
sometido a duras pruebas por el exilio y que corre el riesgo de perder su propia
identidad. Incluso nosotros, los cristianos, que también somos el pueblo de
Dios, nos arriesgamos a mezclarnos y perder nuestra identidad, de hecho, para
‘paganizar’ el estilo cristiano. Que la Virgen María, mujer de espera y oración,
nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, a
experimentar que, a través de las pruebas de la historia, Dios permanece fiel y
se sirve de los errores humanos para mostrar su misericordia.

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