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ADVIENTO
Itinerario de esperanza
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P. Carlos Pabón Cárdenas, cjm.
ADVIENTO
Itinerario de Esperanza
Pasto
2012
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INTRODUCCIÓN
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ntramos en un tiempo especial, con el cual se inaugura un
nuevo año litúrgico: es el tiempo del Adviento para la Navidad.
El Adviento es un tiempo de esperanza que dispone el corazón
para acoger en la vida al Señor que viene. Es un tiempo de preparación,
es también un tiempo de creatividad. Queremos prepararnos de la mejor
manera, estar dispuestos, hacer un camino que nos conduzca hasta el
encuentro con el Señor que viene, que está viniendo para hacerse «Dios
con nosotros».
Por eso tenemos una súplica que vamos a repetir a lo largo de todo
este tiempo de Adviento para la Navidad: «Ven Divino Mesías, ven Señor
Jesús». El Adviento que empezamos es un grito, es una oración, es una
esperanza. Sin embargo no faltan los «mesías» en nuestros días. Nos
preguntamos: «¿Hay que esperar a otro que triunfe donde han sido tantas
las esperanzas frustradas, donde han sido tantas las desilusiones?».
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Es que el mesianismo cristiano no se apoya en una fuerza humana. El
mesianismo cristiano no se apoya en seguridades humanas. Tiene sus
raíces en la palabra comprometida y comprometedora de los profetas, de
los pregoneros de la venida del Señor que salva.
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ADVIENTO,
TIEMPO DE ESPERANZA Y CREATIVIDAD
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l Mesías que estamos esperando, el Mesías que necesitamos,
el Mesías que invocamos, es el Mesías que recorre nuestros
caminos, que viene a nosotros, que se mete en nuestra historia,
que viene a salvar lo que estaba perdido (cfr. Mt. 9, 13; Mc. 2, 17).
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En estos tiempos litúrgicos especiales, Adviento y Navidad, la liturgia
propone leer grandes páginas de la Escritura. Sobresalen las lecturas de
Isaías, los Evangelios de la Infancia que son los primeros capítulos de
Mateo y de Lucas (Mt. 1-2 y Lc. 1-2), la primera Carta de San Juan, sólo
por citar algunos escritos de la Biblia cuyos mensajes se proclaman en
este tiempo de Adviento para la Navidad.
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Queremos rescatar el sentido verdadero de esta fiesta de la fe, de
este acontecimiento de fe, de esta experiencia del «Dios con nosotros»,
del Dios que entra en nuestra historia para permitirnos a nosotros
protagonizar un proyecto de vida, que nos saca del anonimato, que nos
lanza hacia el futuro, que nos hace aspirar a lo que sí vale la pena.
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En este itinerario, que es el Adviento como preparación a la Navidad,
se van perfilando unas etapas; queremos recorrerlas, nos queremos dejar
guiar por la Palabra de Dios en la Liturgia de la Iglesia para sentir que
estamos haciendo el camino del Adviento, para meternos en ese camino
de la preparación para recibir al «Emmanuel» que viene.
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EL ADVIENTO
EN EL AÑO LITÚRGICO
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A
l hablar de «tiempo de Adviento», etapa de Adviento, nos
preguntamos: ¿Esa etapa se une con otras etapas? ¿Forma
parte de algo o de un conjunto más amplio? ¿Por qué se llama
«tiempo de Adviento»? ¿Hay otro tiempo que no sea Adviento? Nos
parece oportuno que, al inicio de catequesis de Adviento, digamos algo
sobre lo que es el «Año Litúrgico» y, así, ubicaremos de la mejor manera,
dentro de ese gran contexto del Año Litúrgico, este tiempo especial que
se llama el «tiempo del Adviento».
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«memorial». ¿Qué recordamos en cada una de las fiestas que
celebramos?
¿Qué fiestas del Señor Jesús celebramos nosotros a lo largo del año?
Primero nos hemos preguntado, que fiestas celebramos en la vida, en la
familia, ahora nos preguntamos en la Iglesia, a lo largo del año, ¿qué
fiestas del Señor Jesús celebramos?
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a la fracción del Pan y a las oraciones» (Hch. 2, 42). El texto bíblico dice:
«asiduamente», no era de vez en cuando, sino con frecuencia, es decir
que formaba parte de su vida. No podían entender su vida sin esas
reuniones para ser formados en la fe (la «enseñanza de los Apóstoles»),
para ejercitar el compartir («se reunían») lo del Señor Jesús («la fracción
del pan).
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era cualquier celebración; era el corazón de la fe de la Iglesia y el corazón
de la Liturgia de la Iglesia. Esa celebración Pascual tenía una preparación
de 40 días, que se llama la «Cuaresma».
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Iglesia, a lo largo de un año, teniendo en cuenta la unidad del tiempo, que
nos sirve para ir midiendo la unidad de la historia (por «años» contamos
nosotros la historia), la Iglesia celebra desarrollo del misterio de Cristo,
Nuestro Salvador, en el curso de la historia humana.
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la etapa del Adviento, preparando la Navidad. Adviento, es el tiempo de
preparación a la venida de Jesús.
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Nosotros celebramos el hecho de que Jesucristo Salvador ya vino en
la Encarnación y celebramos la certeza de que vendrá en la consumación
final. Adviento es toda esta dinámica; nos pide esperanza, nos pide
decisión, nos pide anhelo. Por eso toda la oración de Adviento, todas las
reflexiones de Adviento están apuntando en esa dirección, en ese sentido.
San Lucas nos dice: «Les anuncio una gran alegría, les ha nacido un
Salvador» (Lc. 2, 11). La actitud propia del tiempo de la Navidad es la
Alegría. Alegría por la Salvación, alegría de compartir con los demás lo
que somos, lo que tenemos, con humildad, con generosidad, como lo hizo
Dios, al hacerse hombre por estar cerca de nosotros.
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La actitud de la fiesta de la Epifanía es de un sentido misionero
universal. Así, pues, estamos invitados a tener una triple actitud:
esperanza, alegría, y actitud misionera. Estas tres actitudes corresponden
a estos tres tiempos del Año litúrgico: Adviento, Navidad, Epifanía. El
verdadero seguidor de Jesús no descansa mientras en algún lugar del
mundo no se viva el Reino de Dios.
Hemos hecho un repaso del Año Litúrgico, para ubicar bien nuestro
tiempo del Adviento para la Navidad.
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LA
«CORONA DEL ADVIENTO»
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S
eguimos caminando por este tiempo del Adviento,
preparándonos. Seguimos con esperanza, pero viviendo una
esperanza que se orienta hacia un futuro que es mejor. Pero a
un futuro que no esta solamente «más allá», sino que nos compromete
desde el «más acá». Tenemos que ir haciendo realidad ese futuro, si
aprovechamos esta gracia del Señor que viene y que nos quiere
comprometer en esta construcción de una sociedad distinta, que nos
quiere hacer distintos, que nos quiere hacer mejores.
Son muchos los símbolos que van apareciendo durante este tiempo,
especialmente en la Liturgia. Los símbolos van despertando en nosotros
unos sentimientos. Los símbolos no producen nada por sí mismos;
simplemente tienen un significado.
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Es la Iglesia la que está en un proceso de renovación, es la Iglesia la
que busca responder a las exigencias de la Nueva Evangelización. La
Iglesia en todos sus estamentos, en todos sus sectores, en todas sus
células. La Iglesia, el Pueblo de Dios, es el que busca renovarse, el que
busca estar atento a la Palabra que lo convoca, el que busca
comprometerse con esta misión de impregnar el mundo, la cultura, de
Evangelio. Es el Pueblo de Dios el llamado por el tiempo del Adviento; y,
por supuesto, que dentro del Pueblo de Dios cada uno de quienes
pertenecemos a ese Pueblo de Dios.
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nuevo, que aclare la situación nuestra. Por eso el Adviento tiene una
dimensión pascual, porque es un paso de la oscuridad a la luz.
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El Adviento es tiempo de vivir la fe como esperanza, de vivir la fe
como expectación. Tiempo de sentir a Dios como futuro absoluto del ser
humano, como la meta hacia la cual nos encaminamos. ¿Sí lo sentimos a
Dios así? ¿Dios es nuestro futuro, nuestra meta, es el final al cual
queremos llegar? ¿Dios es nuestro destino? El Adviento es eso: es vivir la
fe como esperanza de llegar a ese encuentro.
Que hermosas son las palabras y las decisiones de los profetas que
anuncian la paz, que traen buenas noticias, que pregonan la
reconciliación y que le dicen al Pueblo: «Dios es nuestro Señor» (cfr. Is.
52,7). Escuchemos a los que gritan en nombre del pueblo y defienden los
derechos de los oprimidos: viven las exigencias de Dios. Mantengámonos
unidos en el trabajo, unidos en la fiesta, porque Dios quiere que hagamos
de los desechos humanos personas nuevas, del dolor consuelo, de la
opresión libertad. Que cambie nuestra situación porque a eso viene. La
salvación es sacarnos de eso negativo, de lo inhumano, del odio, de la
muerte, de la destrucción, de la oscuridad, a la vida, a la luz, al amor, a la
justicia.
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Jesús llamó «Bienaventurados» a los pobres, a los que
frecuentemente humillamos (cfr. Mt. 5, 3-12): por despreciar nosotros a
los hermanos pedimos perdón. Siendo rico se hizo pobre por nosotros, a
fin de enriquecernos El con su pobreza, mientras que nosotros estamos
ansiosos de tener dinero: por eso le pedimos a Dios perdón. El dio de
comer a los hambrientos, dio de beber a los sedientos: por no hacer
nosotros eso pedimos perdón.
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E stamos en el tiempo del Adviento, caminando en una peregrinación que nos
va haciendo descubrir cómo se prepara ese advenimiento de Dios, cómo se prepara,
sobre todo, el corazón para recibir a Dios que viene.
Hay unas figuras bíblicas que sobresalen en este tiempo del Adviento. Está el
Profeta Isaías, que nos dice «No teman. Miren a su Dios; El mismo viene a vivir con
ustedes y los salvará» (Is. 24, 4). La otra figura de las sobresalientes en el Adviento, es
la figura de Juan el Bautista, el testigo, el Precursor, el hombre leal, sencillo, honesto:
«Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas» (Lc. 3,4).
Otra figura que sobresale por su actitud, por su disponibilidad, porque es modelo
de quien espera de verdad la Salvación de Dios, es la figura de María. Ella es modelo,
ella es compañía especial en esta espera, desde que dio su consentimiento a la
Encarnación del Hijo de Dios: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mi, según tu
Palabra» (Lc. 1, 38).
Dentro del tiempo del Adviento celebramos también memorias de María, como la
fiesta de la Inmaculada Concepción, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
Momentos especiales para poder evocar la figura de la primera creyente del Nuevo
Testamento.
En este tiempo del Adviento, que es un tiempo de especial favor de Dios, de
especial benevolencia de Dios, que nos prepara para recibirlo, queremos descubrir a
María como signo de bendición. De esta manera, ella es figura del Adviento. También
por su fe, por supuesto, pero queremos descubrirla como signo de bendición, con todo
lo que esto significa.
¿Por qué nos impacta esta página de la Escritura? Porque en ella, por primera vez
en la Biblia se encuentra la palabra de maldición: «Maldita la serpiente, más que todas
la bestias salvajes» (Gn, 3, 14). Es impactante esta palabra: la maldición de la
serpiente, es símbolo de todas aquellas cosas que arruinan al ser humano. Hay
muchas cosas que arruinan al ser humano.
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El Concilio Vaticano II afirma que el pecado «niega al hombre, impidiéndole lograr
su propia plenitud». El pecado arruina al ser humano. Debemos afirmarlo porque hace
muchísima falta tener entre nosotros, en nuestro mundo, conciencia de pecado. No
somos conscientes de esa raíz del mal y por eso nos parece que las graves faltas que
cometemos, que arruinan la vida, que hacen tanto mal, son sólo simples
equivocaciones que se deben a la fragilidad humana. ¡Es mucho más que eso!
Nos impacta esta página de la Sagrada Escritura, porque pensamos en cuántas
veces más la palabra maldición se ha repetido desde ese momento. En cuántas otras
veces se han lanzado en el mundo, maldiciones unos contra otros. En cuántas veces
hemos llegado a maldecirnos a nosotros mismos e incluso a maldecir a Dios. Nos
impacta y es necesario pensar en esto.
¿Por qué y cómo nos vamos a preparar para recibir a Dios, para distinguir, para
captar lo que significa que El llegué a la vida, si no somos conscientes de tanta falta
que nos hace, si no somos conscientes de tanto que hemos arruinado la vida?
Llegaremos a vivir la experiencia del resplandor de la luz, cuando tengamos
consciencia de lo fea, horrible, que es la oscuridad.
Por eso, en este tiempo del Adviento, tiempo de bendición, nos atrevemos a hacer
esta meditación, a reflexionar en esta palabra, con la que nos encontramos con ocasión
de la celebración de una fiesta mariana en el contexto del Adviento.
No importa si este momento de reflexión esta coincidiendo con la fiesta mariana de
la Inmaculada Concepción. Sí importa que la fiesta de María es siempre dentro del
Adviento y por eso nos esta sirviendo para continuar nuestra preparación, nuestro
itinerario hacia ele encuentro salvador con la Navidad.
A partir de la narración que la Escritura nos presenta, el signo doloroso del pecado,
y de la tristeza entró en el mundo (Ro. 5, 12) y, por decirlo de alguna manera, nos
persigue. Por un ejercicio equivocado de la libertad humana, que nos encierra en
nosotros mismos y que nos hace romper nuestra relación vital con Dios, entra en el
mundo la realidad triste y fea del pecado y, de alguna manera, desde ese entonces,
nos persigue.
Tal vez, no siempre iremos a pronunciar esa palabra pero hay tantas cosas en
nosotros, hay tantas cosas alrededor nuestro, en la sociedad que no funcionan, que
nosotros no queremos. Hay tantas cosas que originan en nosotros un sentimiento de
rebelión porque no estamos de acuerdo, porque no nos satisfacen, porque nos
entristecen, porque nos arruinan.
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El pecado es la verdadera causa de todos los descontentos, el pecado es la causa
verdadera de todas las tristezas, de todas las guerras, de todas aquellas cosas que son
en realidad la maldición del hombre.
«Bendita tu, bendita entre todas las mujeres» (Lc. 1, 42). Esta palabra dirigida a
María es símbolo de lo mejor de nosotros mismos. Es que el pecado no puede tener
última palabra. La última palabra no puede ser pérdida, la última palabra no puede ser
maldición. La última y definitiva palabra tiene que ser vida, tiene que ser bendición,
tiene que ser Dios.
Podemos desear que la Virgen entre en nuestra vida con su bendición, de modo
que nosotros podamos decir con toda verdad: «Bendita eres María, entre todas las
mujeres» (Lc. 1, 42). Que, en la oración a Dios, por la intercesión de María, cada uno
de nosotros pueda decirle a ella: «Hazme participe de tu bendición, haz que yo sienta
cuanto hay en mi, que puede llegar a ser parte de tu bendición». Pero necesitamos
creer como María, confiar como María, disponernos como María, aceptar a Dios como
María, que se cumpla en nosotros la Palabra como se cumplió en María (Lc..1, 38).
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Cuando leemos la Palabra de Dios, en los textos de la Sagrada Escritura
encontramos descrita la situación negativa y oscura de la existencia humana, en la que
Dios interviene.
A este miedo contesta la carta a los Efesios que nos hace contemplar el aspecto
luminoso, el aspecto positivo de la existencia humana. San Pablo en la carta a los
Efesios, nos dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en
los cielos nos bendijo en Cristo con toda suerte de bendiciones espirituales, por cuanto
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nos eligió en él antes del comienzo del mundo, para que fuésemos santos e
inmaculados ante El por el amor» (Ef. 1, 3-4).
Hemos sido escogidos, El nos eligió. Los que Dios ha elegido somos nosotros,
nosotros los que primero hemos esperado en Cristo y Pablo refiere el pronombre
«nosotros» ante todo a sí mismo, y a sus hermanos Hebreos, hijos de la Promesa,
elegidos por Dios desde siempre. Y la Iglesia lo refiere en particular a la Hija de la
Promesa por excelencia, a la «Hija de Sión», a María, la primera de los que han creído,
la primera de los que han esperado plenamente la promesa de Dios en Cristo. Para
María, para la Madre de Jesús, valen antes que para cualquier otra persona, estas
palabras de la Escritura: María predestinada a ser hija adoptiva, a ser santa e
inmaculada ante la presencia de Dios.
Aquí está la luz en la que todo el mundo se refleja, la luz en la que cada uno de
nosotros se siente hombre verdadero, se siente persona, se siente elevado, se siente
transformado, porque participa de la vida, de la existencia de una creatura así, que es
la Virgen, la Madre de Jesús, nuestra Madre, santa e inmaculada.
La Virgen ciertamente se alimentaba con la lectura del profeta Isaías, era una
persona miembro del Pueblo de Dios y conocía las Escrituras, y ese versículo resuena
en cada fibra de las palabras de María. Hay una armonía entre las palabras de María y
las palabras del profeta: «He aquí la sierva del Señor» (Lc. 1, 38) y «He aquí mi siervo»
(Is. 42, 1). Y hay armonía con las otras palabras del profeta: «has hallado gracia ante
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Dios» (Lc. 1, 30b) y «mi siervo, a quien yo prefiero» (Is. 42, 1). María halló gracia, María
aceptó esa gracia de Dios, María se comprometió con esa gracia.
María es la primera creyente del Nuevo Testamento y por eso ella es modelo del
Adviento, por eso anima nuestra esperanza, por eso nos contagia con su entusiasmo,
por eso nos enseña a decir «amén», por eso nos acompaña en esta peregrinación que
nos lleva hacia el Dios con nosotros.
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MARÍA,
DISCÍPULA PERFECTA
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E
n María, la obra de Cristo es perfecta. Esto lo queremos
descubrir en el Adviento para hacer con ella la peregrinación,
para prepararnos adecuadamente con ella y como ella. .
Qué ocasión más propicia que este tiempo del Adviento para que
centremos nuestra atención en María, para que subrayemos las razones
por las cuales ella ocupa en la experiencia de la fe cristiana católica un
puesto imprescindible. Estamos reconociendo la obra de Dios en ella.
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¿Qué quiere decir imitar la adhesión de María a Dios y expresarla en
la propia vida? ¿Qué es tener fe como María? ¿Qué es ser creyente como
fue María? No olvidemos que según la Palabra, según el Evangelio, si
miramos como se presenta a María, cada vez que se habla de ella,
tenemos que sacar como conclusión que la raíz, la razón, la base, el
origen, el fundamento, la grandeza de María es su fe: «Dichosa Tu porque
has creído» (Lc. 1, 45). Ella misma es consciente de que, por haber
aceptado a Dios, la llamarán bienaventurada, todas las generaciones (Lc.
1, 48).
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Escuchar la Palabra es hacer silencio, para que esa Palabra entre en el
corazón y allá dentro, en el corazón, nos comunique lo que Dios quiere.
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guardaba y meditaba todas estas cosas en su corazón» (Lc. 2, 19). Y
cuando dice «estas cosas», emplea el término «palabra» (en el texto
griego aparece el término ta. r`h,mata = ta rémata, que significa,
literalmente, «las palabras»); el mismo término que emplea cuando dice
cual fue la respuesta de María al ángel: «Hágase en mí, según tu
Palabra» (to. r`h/ma, sou, to rema su). De este modo, Lucas llama
«palabra» a esas «cosas», es decir, a los acontecimientos, que María
meditaba en su corazón.
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funda en la seguridad de Dios, por eso tiene la solidez de lo divino. Es El
quien nos guía; es su fidelidad la que está en juego. Por eso al decirle a
Dios que sí hay en nosotros seguridad.
Por otra parte, la Madre de Jesús demostró esa adhesión a Dios, esa
disposición, esa obediencia. Dejó que se manifestase en ella, el Reino de
Dios. ¿Cómo? Con el humilde servicio de esclava, pero por amor. No de
sirvienta, porque le tocaba y a la fuerza, sino servidora por amor, desde la
Encarnación (Lc. 1, 26-38) hasta la Cruz (Jn. 19, 25-27). Después también
en la primera comunidad cristiana, sirviendo a los demás (cfr. Hch.1, 14).
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En el contexto del tiempo del Adviento se celebra siempre en memoria
de la Santísima Virgen María, el recuerdo de su Inmaculada Concepción y
también en nuestro ambiente la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
Esas dos fiestas marianas, suceden dentro del tiempo del Adviento; por lo
tanto nos inspiran esta espiritualidad del Adviento, al hacernos memoria
de esa mujer, María Santísima, que en su Inmaculada Concepción, en la
vocación para la cual Dios la llama, nos representa y representa para
nosotros, el caso perfecto ejemplar de la dignidad de la vida recibida
desde el comienzo como un don, como una gracia y expresada en su
existencia como obediencia.
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Efesios, que nos habla del designio eterno de Dios (cfr. Ef. 1, 3-14),
contemplamos la dignidad de todos los seres humanos, cada uno de
nosotros, de cada niño que nace, de cada ser concebido, porque la
Palabra vale para todos como para María.
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la Palabra de Dios, es aceptar sinceramente, amorosamente, esa Palabra.
Esa Palabra que desde siempre nos ha tomado en serio, que desde
siempre ha dicho nuestro nombre y que desde siempre nos ama. Se
expresa de modo perfecto en la palabra de María, cuando ella contestó al
Ángel: «hágase en mi, según tu Palabra» (Lc. 1, 38).
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MARÍA,
COMPAÑERA HACIA BELÉN
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S
igamos caminando en este tiempo del Adviento, disponiéndonos
para que realmente sea una experiencia de Dios, cuando
celebremos la Navidad. Una experiencia de encuentro con el
Señor que viene y con los hermanos con quienes esperamos a ese Señor
que viene.
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¿A quién llamaban, los profetas sobre todo, «Hija de Sión? Lo hacían
cuando anunciaban especialmente una palabra de restauración, de
esperanza para el Pueblo de Dios: «Alégrate, Hija de Sión porque ha
llegado tu Rey» (Zac. 9, 9). ¿A quién le decían eso? A Jerusalén. Pero no
a Jerusalén simplemente como ciudad, sino a Jerusalén como el resumen
más representativo de lo que es el pueblo de la Alianza, es decir, a
Jerusalén en cuanto representa al Pueblo de Israel, al pueblo de la
Alianza. En otras palabras el mensaje de los profetas, mensaje de
invitación a la alegría para la Hija de Sión, se dirigía a la comunidad del
Pueblo de Dios. Ese Pueblo, esa Comunidad de la Alianza es la Hija de
Sión.
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respuesta que el Ángel le dio a María para explicarle el anuncio que le
estaba comunicando.
Y esa mujer es la Madre de Dios, que alimentó siempre su corazón con esa
presencia de Dios, que dejó que la amara Dios, que dejó que la inundara Dios,
que fue realmente Morada de Dios para los hombres.
Por tanto, Ella puede escuchar esta bendición: «Dichosa tu, que has
creído» (Lc. 1,45), que es lo que le dice Isabel, cuando ella llega a
visitarla. Cuando Jesús proclamaba la Buena Noticia una mujer del pueblo
gritó: «Dichoso el vientre que te engendró» (Lc. 11, 27) y María debió
escuchar la respuesta de Jesús a esa exclamación de la mujer: «Más
dichosos los que escuchan la Palabra y la cumplen» (Lc. 11, 28). Es la
bienaventuranza de la fe, que Isabel se la dijo a María directamente. :
«Dichosa tú, bienaventurada tu porque creíste» (Lc . 1, 45).
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En esta peregrinación del Adviento, María es nuestra hermana en la fe
y en el seguimiento, es nuestra hermana en la esperanza y en el amor
que el Padre infunde por el Espíritu Santo en nuestros corazones (cfr. Ro.
5, 5). Madre de Jesús, Ella está con los apóstoles en el último de los
acontecimientos definitivos, el descenso en plenitud del Espíritu Santo en
Pentecostés (Hch. 1,14): ahí nació la Iglesia pascual, ahí comenzó su
larga peregrinación el Pueblo de Dios y María estaba acompañando
desde el inicio a esa Iglesia peregrina.
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En efecto, cuando el Ángel habló de esa maternidad mesiánica, se
refería, sobre todo, a la profecía de Isaías. Para comprender el Evangelio
de la Anunciación debemos tener abierta la Biblia en los textos de Isaías,
sobre todo en 7,14, en 9, 5- 6. El profeta habla del Mesías y de la Madre
del Mesías. Es bueno que cada uno de nosotros, con la Biblia abierta,
comparemos Lc. 1,30 -32 con Is. 7, 14 y 9, 5 -6.
María sabía esto, pero lo sabía siendo una joven, más o menos de
diecisiete años, y ella ha debido madurarlo durante toda su vida y
precisamente en esta experiencia es donde el Espíritu inunda a María.
Los evangelios de Lucas y de Juan nos permiten ver cómo, poco a poco,
María concede más importancia al aspecto comunitario de su vocación y
cómo, más y más, hasta la Cruz, Ella descubre lo que es ser Madre del
Pueblo de Dios, su Madre espiritual, cuando recibe el encargo de cuidar al
discípulo como hijo y el discípulo recibe el encargo de que la cuide a Ella
como Madre (cfr. Jn. 19, 25-27).
.
Y Ella, poco a poco, hasta el final, pasando por toda esa peregrinación
junto a su Hijo, ha ido madurando, porque el sufrimiento juega un gran
papel en el descubrimiento de la vocación. De Cristo nos dice la Carta a
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los Hebreos, «aprendió sufriendo a obedecer» (Hbr. 5, 8). Esto es María,
ejemplar de la fe, la Virgen del Adviento.
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- Y finalmente, la séptima palabra, la experiencia de la prueba, la
noche de la fe. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?» (Lc. 2, 48), le
pregunta al Niño cuando se perdió en esa peregrinación a Jerusalén y
después lo encontró discutiendo con los doctores de la Ley.
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ADVIENTO,
CAMINO DE CONVERSIÓN
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l Adviento es un tiempo de actividad, es un tiempo dinámico,
porque no es una esperanza pasiva, es una esperanza
comprometida y comprometedora. Adviento, quiere decir
«advenimiento», pero con el sentido de camino hacia la venida. «Ad –
viento» quiere decir «hacia la venida»: nos encaminados, estamos en
camino, hacemos el camino y por eso, haciendo el camino nos
preparamos, estamos activos.
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conversión y no anden diciendo en su interior: "Tenemos por padre a
Abrahán"; porque les digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a
Abrahán. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol
que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego". La gente le
preguntaba: "Pues ¿qué debemos hacer?" Y él les respondía: "El que
tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para
comer, que haga lo mismo". Vinieron también publicanos a bautizarse,
que le dijeron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?" El les dijo: "No exijan
más de lo que les está fijado". Preguntáronle también unos soldados: "Y
nosotros ¿qué debemos hacer?" Él les dijo: "No hagan extorsión a nadie,
no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo"» (cfr. Lc. 2, 6-
14).
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El tiempo del Adviento tiene un doble carácter: Es el tiempo de
preparación a las solemnidades de Navidad en las que se renueva la
primera venida del Hijo de Dios a los hombres, pero al mismo tiempo, el
Adviento es el tiempo en el cual, mediante ese memorial de la Navidad,
mediante ese recuerdo de esa primera venida del Señor, las mentes se
dirigen a esa expectativa de la segunda venida de Cristo, al final de los
tiempos. El que vino, volverá.
Mientras tanto, nos corresponde a nosotros realizar una tarea. El se
fue como el dueño de la Viña que se fue de viaje y encomendó su viña a
unos labradores (cfr. Mt. 21, 33-45). ¿Qué hacen los labradores con esa
viña? De eso tienen que darle cuenta los labradores al dueño cuando El
vuelva. Nosotros estamos esperando y mientras tanto vivimos y en este
lapso, desde esta espera del presente hasta esa venida definitiva, allí se
coloca el compromiso de nuestra vida. Y allí es donde se verifica la
autenticidad de nuestra fe y allí es donde nos decimos de qué manera nos
preparamos y si vale o no vale la pena esta experiencia que estamos
viviendo.
La llegada del Señor, nos pide unas actitudes, quiere encontrarnos
dispuestos en un ambiente de acogida para que suceda en nosotros ese
misterio de «Dios con nosotros». El Adviento es un tiempo de conversión.
Por eso, en esta preparación que estamos haciendo de Adviento para la
Navidad, nos sentimos llamados a convertirnos y el primer paso es
reconocer que somos pecadores, que fallamos, que nos equivocamos,
que hemos hecho daño, que estamos provocando angustia.
Pero eso lo reconocemos si examinamos nuestra vida. A nuestro
alrededor no todo es luz; hay muchas sombras. Sombras en nosotros
mismos, sombras a nuestro alrededor, como personas, como familia,
como comunidad. No podemos estar satisfechos del todo de lo que
hacemos porque hay muchas cosas que es necesario suspender, dejar de
hacer, cambiarlas porque no están derechas. Necesitamos conversión.
Adviento es tiempo de conversión.
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Jesús a quien esperamos no nos da una doctrina sobre Dios,
sencillamente porque El no es ni un filósofo ni un teólogo, ni vino a eso.
Es Profeta, Anunciador y en cuanto tal se sitúa en la tradición profética y
los profetas son ante todo testigos del Dios vivo, son los formadores de la
conciencia del pueblo de Dios para que entren en esos caminos de Dios.
Al profeta le preocupa el cambio del ser humano, el cambio de la sociedad
humana, pero cambio ¿para qué? Para que reine la justicia, para que se
implante el reinado de Dios. Esa es la preocupación del profeta: que
cambie el ser humano, que cambie por dentro, que cambie el corazón,
para que cambiando ayude al cambio del ambiente, al cambio del
escenario de la sociedad.
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Misericordioso, cercano a los pobres, cercano a las exigencias de la
justicia. El que quiera entrar en ese Reino tiene que apostarle a esas
actitudes, de lo contrario no se puede. No es compatible con el Reino de
Dios una vida de superficialidad, o de injusticias, o de resentimientos, o de
guerra o de violencia.
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En el Adviento, tiempo de conversión, escuchamos el llamamiento de
los profetas, especialmente de Isaías a buscar al Señor: «Busquen a
Yahvé mientras se deja encontrar, llaménlo mientras está cercano. Deje el
malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahvé,
que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en
perdonar.
75
esa Patria, para esa Iglesia a las cuales pertenezco?
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8
ADVIENTO
NOS PREPARA A RECIBIR AL EMMANUEL
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78
E
l anuncio de Adviento convoca a la esperanza, pero es a la
esperanza de Alguien que quiere hacerse presente, que quiere
venir a estar aquí con nosotros. Es la esperanza del Emmanuel,
«Dios con nosotros». Por eso el Adviento es preparación para recibir,
preparación para acoger. Entonces es una preparación que sale desde
adentro, es preparación de la persona y de la comunidad.
«La justicia y la paz se besan» (Sal. 85, 11), dice el mensaje del
Adviento en la Sagrada Escritura, describiendo la situación nueva que
produce ese Emmanuel. La llegada de ese Niño Salvador trastorna
completamente al mundo, lo re- crea, recupera la creación original cuando
todo era bueno, porque Dios lo hizo bueno, «muy bueno» (Gn. 1, 31; cfr.
Gn. 1, 10.18.21.25).
80
fundamental para que captemos que el Adviento es tiempo de
transformación de nuestra manera de vivir, el Adviento nos compromete
con un cambio: se diría que es un juego de niños, que «el lobo y el
cordero se lleven bien» (Is. 11, 6; cfr. Is. 11, 6-9). Eso nos suena como a
una historieta para niños en las tiras cómicas. Eso no es posible, decimos
nosotros, pero, acaso, la esperanza ¿no consiste en vivir lo imposible?.
Además no deberíamos impedir a los niños jugar (cfr. Is. 11, 8).
¿No será que si dejamos a los niños jugar y los vemos jugar se nos
olvida, entonces, combatir, se nos olvida luchar unos con otros, se nos
olvida la guerra? Hagamos el intento y dejemos que los niños jueguen y
mirémonos a nosotros como espectadores del juego de los niños y nos
olvidamos de que ellos tengan que mirarnos a nosotros, loa adultos, en el
campo de batalla peleando unos con otros.
Los niños que están viendo cómo nos destruimos. ¿Por qué no
cambiamos los papeles?: que los niños jueguen y nosotros aprendemos a
jugar con ellos, porque de eso se trata: de que vivamos de otra manera,
de que haya otra forma de existir. Que «la justicia y la paz se besen»
(Sla. 85, 11) y que el lobo y el cordero se lleven bien (Is. 11, 6).
81
niños, son los espectadores de nuestra guerra. «El lobo y el cordero se
llevan bien.... La justicia y la paz se besan» (Is. 11, 6; Sal. 85, 11). Los
niños traducen espontáneamente esta poesía enraizada en la Biblia y
cuando se les pregunta dónde han visto tal cosa, citan a las gentes
buenas, a las gentes sencillas, a las gentes, a las personas en las que «la
justicia y la paz se besan».
82
de muchas prisiones que nos impiden vivir. Después miremos a nuestro
alrededor, en la familia, en el colegio, en el lugar del trabajo, en la
sociedad, en la diócesis, en las parroquias, en los sectores, en la Iglesia
entera, en la Patria, en todo lo que es el escenario de nuestra vida.
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9
ADVIENTO,
LA EXPERIENCIA DEL CONSUELO DE DIOS
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86
L
as exhortaciones que la Palabra de Dios nos hace durante todo
el tiempo del Adviento, de la preparación de la Navidad, están
encaminadas a que sintamos que la situación nuestra puede
cambiar, tiene que cambiar porque Dios quiere que seamos felices, nos
quiere constructores, no quiere que nos destruyamos. El quiere que
vivamos bien.
Dios nos consuela, nos anima. Es que El sí nos toma en serio, El nos
conoce y sabe quiénes somos, pero nos respeta en nuestra libertad. El
podría de otra manera obrar la Salvación y manejarnos a su antojo; al fin y
al cabo, El es el Señor, El es el Dueño; pero nos hizo libres y respeta
profundamente nuestra libertad.
87
demás, porque como que no entendemos otra manera de ejercer poder
sino haciendo sentir que somos más, golpeando y aplastando. En cambio,
en Dios la ternura y el poder van juntos. ¡Que maravillosa experiencia! La
Escritura nos afirma de muchas maneras. El Dios Todopoderoso, el Dios
Señor del Universo quiere consuelo para su pueblo. Nos toma en serio,
nos comprende, nos entiende y siempre tiene una palabra de esperanza
para cada uno de nosotros como personas y para todo su pueblo.
88
cruzado; la esperanza nos compromete a trabajar. Son trabajos duros,
porque son trabajos de reconstrucción. Y todos sabemos que reconstruir
es más difícil que construir. Porque para reconstruir hay que remover
escombros.
El Adviento es todo esto, nos prepara para esto que es muy serio.
Después vendrán las expresiones externas, sencillas, espontáneas, con
adornos, con signos. Pero si no hay esta búsqueda de Dios, los adornos y
los símbolos se quedan vacíos.
Lo que Dios quiere es venir para que con El vivamos entre nosotros
una nueva realidad. Nos quiere consolar, nos quiere animar, nos quiere
hacer creer de nuevo en nosotros mismos y creer por supuesto de nuevo
en los demás.
89
Cuando le preguntaron a Jesús si era El el que había de venir o si era
necesario esperar a otro (Mt. 11, 3; Lc. 7, 18-20), la respuesta que dio era
mostrar cómo va creciendo la vida allí donde no la había: ciegos,
inválidos, leprosos, sordos y muertos dejan de ser eso, resucitan, ven,
caminan (Mt. 11, 4-6; Lc. 7, 21-23). Ha cambiado la situación, se
transforma la realidad humana, vence la vida sobre la muerte, aparece la
luz, disipa las tinieblas. El es el que esperábamos porque con El se realiza
esa transformación.
Los historiadores nos dicen que en tiempos de Jesús había una gran
expectación mesiánica. Toda la historia de Israel, era una historia de
anhelo, de esperanza; y en ciertos momentos se avivaba de una manera
especial esa Esperanza.
90
nadie. El futuro que preocupa es muy inmediato, queremos ya, aquí,
ahora, en este momento, que se nos cambie la situación, en este día.
91
¿Cómo no va a ser eso objeto de nuestra esperanza? ¿Cómo no
vamos a desear todos ser felices? Lo que pasa es que tenemos que
revisar de qué manera estamos invitados e invitando a los demás a la
felicidad.
92
10
ADVIENTO,
ANHELO DE JUSTICIA Y PAZ
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E
stamos en Adviento, caminamos en el Adviento y queremos
aprovechar de la mejor manera este itinerario. De nosotros
depende que la gracia del Señor que viene nos aproveche, para
que cambiemos de mentalidad, cambiemos de vida, para que nos
sintamos distintos, sobre todo para que seamos mejores.
95
Los grandes textos de los profetas que se proclaman de una manera
especialísima en este tiempo del Adviento están cargados de un
compromiso político. Tal vez, podríamos afirmar también, son los únicos
que formulan el sentido de una política que no queda atascada, atrancada
en las arenas de la desesperación porque nos hablan de un mundo según
Dios, no nos hablan de proyectos humanos, no nos hablan de ideologías,
de maneras parciales de ver, de interpretar la realidad.
96
de que la comunión no se busca con egoísmo, la comunión no se busca si
somos ajenos a los sufrimientos de tanta gente y ajenos a tanta injusticia.
97
temor de comprometerse con un Mesías cuya ternura parece carecer de
armas eficaces para derrotar al adversario. Porque ellos esperaban
derrotar al adversario y las armas con las cuales se supone que ese
Mesías va a acabar con el enemigo no se ven, no son armamentos
pesados, al contrario se vale de la figura frágil, primero de un Precursor y
después de un Hombre como nosotros, pero que es personalmente Dios.
Juan Bautista es figura del que prepara, figura del seguidor fiel, figura
del que hace el espacio, del que crea el ambiente para que acontezca ese
advenimiento (cfr. Jn. 1, 23-27). Nuestro itinerario, en la medida que va
marchando tendrá que irse estrechando, tendrá que ir convergiendo
hacia unas viviendas humildes, hacia unas mujeres que están esperando
hijos, hacia unas personas desplazadas, a quienes las encontraremos en
la Navidad.
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ADVIENTO
ES NECESIDAD Y BÚSQUEDA DE SALVACIÓN
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100
E
n el tiempo de Adviento la Palabra insistentemente nos invita a
la conversión y a la vigilancia porque es la manera como nos
preparamos para recibir a Dios que viene. Queremos llegar al
encuentro con Dios, hay en nosotros una actitud de querer acoger porque
partimos del reconocimiento de una necesidad y por eso estamos en
búsqueda. Necesitamos ser salvados.
Hay una propuesta que se nos hace: Dios quiere salvarnos pero nos
invita a estar dispuestos diciéndonos por medio de su Hijo: «Conviértanse,
acojan el Evangelio porque el Reino de Dios esta cerca» (Mc. 1, 15).
desde el Antiguo Testamento, el profeta Joel nos había dicho:
«Conviértanse al Señor Dios suyo que es compasivo y clemente,
paciente y misericordioso» (Jl. 2, 13).
101
La Conversión es obra del Espíritu en nosotros pero con la
colaboración de nosotros, porque se trata de un trabajo en equipo.
Colaboración de la libertad humana a la iniciativa de Dios. Y esa
conversión es un proceso, es un itinerario continuo, un camino. Sabemos
que en todo camino hay altibajos, hay partes planes, hay cuestas muy
empinadas y hay bajadas muy peligrosas. Todo el camino no está parejo
y asfaltado; hay huecos, muchos huecos. Hay peligros, cansancio... Es
verdad: ¡un camino cansa!
Lo ordinario de la conversión es que sea un proceso, un itinerario, con
altibajos, con avances y con retrocesos. No vamos a esperar que, una vez
convertidos, ya nos volvemos impecables. Nadie vaya a decirse «Ya
encontré al Señor y por fin ya mi vida cambió para siempre», pues, de
pronto mañana ya volvemos a las mismas andanzas de antes, de pronto
nos desanimamos. El cansancio nos impide avanzar, pero no importa,
sigue siendo posible.
El Señor conoce nuestra debilidad, El sale a nuestro encuentro,
siempre dándonos la oportunidad, siempre posibilitándonos que nosotros
nos mantengamos en el camino, con la mano siempre ofrecida por El,
siempre tendida. Ojalá de parte nuestra haya la disposición de estar
recibiendo siempre la ayuda de esa mano.
Proceso, itinerario, es el modo normal de la conversión. La existencia
cristiana es un camino. La conversión tiene momentos más intensos u
oportunos: el Tiempo del Adviento es uno de esos momentos especiales,
pero no significa que éste es el tiempo de conversión y pasado el
Adviento ya estamos convertidos. Permanentemente, a lo largo de toda la
existencia cristiana, de todo el trayecto de todo el año, no solamente de
esta época, estamos llamados a la conversión.
Claro que hay momentos de especial intensidad y uno de esos
momentos de especial intensidad en el llamado a la conversión es el
tiempo del Adviento. La conversión es retorno radical a Dios; de esta
forma la conversión es sinónimo de fe y constituye el núcleo central de la
102
predicación de Juan Bautista, de la predicación de Jesús y era núcleo
central en la predicación de los profetas del Antiguo Testamento (cfr. Mt.
3, 7-12; 4, 17).
103
Confesémonos pecadores; es que somos pecadores. En el mundo
moderno no nos gusta hablar del pecado; lo disfrazamos con otros
términos que, de pronto, nos parece que dicen más en nuestro lenguaje;
pero es mejor que nos decidamos a llamarlo con el nombre propio. No se
trata de cualquier equivocación, no se trata de cualquier error, no se trata
de cualquier fragilidad.
La «vigilia» nació como tiempo de vela que precede a una fiesta y que
le sirve de preparación y tiene siempre un sentido escatológico de
105
esperanza. ¿Qué significa que tiene un sentido «escatológico»? El
término griego «esjaton» significa «final»: lo escatológico es lo que se
refiere al final, a la consumación, a la plenitud total.
Eso nos exige una actitud vigilante de estar atentos, con los ojos
despiertos. Es una actitud que no es pasiva. Consiste en discernir los
signos de los tiempos, qué es lo que esta pasando a nuestro alrededor.
¿Para qué discernir los signos de los tiempos? Para darnos cuenta de qué
nos quiere decir Dios con esto que estamos viviendo. Descubrir la
presencia de Dios, la presencia de su Reino, en los acontecimientos y
actuar en consecuencia.
107
La hora del dolor es, al mismo tiempo, la hora de la alegría; pero la
alegría que viene de Dios, la alegría que sólo se encuentra en El y la
alegría que nos compromete a trabajar por un mundo más justo, más
fraterno. Para eso es la vigilancia, para eso es la conversión. Para eso es
el Adviento, tiempo de vigilancia, tiempo de conversión.
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12
ADVIENTO
ES UNA NECESIDAD VITAL
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110
E
l Adviento nos invita a celebrar la venida del Señor a nuestro
mundo. ¿Será que podemos decir que el Adviento es una
necesidad vital? De eso estamos convencidos, sobre eso
queremos reflexionar.
111
integrante del camino. Y el cansancio nos hace dar pasos con dificultad. Y
a veces vamos totalmente perdidos en la noche, sin saber la dirección, sin
saber dónde estamos, sin saber para dónde orientamos los pasos.
112
trabajo en equipo: Gracia de Dios y actividad humana, libertad humana
abierta a esa acción de Dios. Es experiencia de liberación.
El Dios revelado por los profetas de Adviento, sobre todo por Isaías, y
sobre todo el Dios dado a conocer por Jesús de Nazaret, es decir el Dios
Padre, que tiene un proyecto de salvación, que tiene a su Hijo, que nos
ama, que nos busca para hacer con nosotros una Alianza, ese Dios es un
Dios que nos invita a mirar hacia el futuro. Apoyados, no en nuestros
cálculos ni en nuestras técnicas ni en nuestras seguridades, sino en su
Promesa, hacemos esa experiencia liberadora.
San Agustín decía: «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti». Dios
es Padre, es misericordioso, tiende la mano, nos consuela, nos
comprende, nos tolera, nos da fuerza, pero nos manda que nos
levantemos por encima de los obstáculos, que comencemos de nuevo,
nunca desanimados porque somos siempre redimidos, nunca
desanimados porque somos siempre perdonados.
113
acabó», porque no es cierto que todo esté acabado. Debemos confiar que
el Amor de Dios sabe transformar la oscuridad en una luz de liberación e,
incluso, sabe transformar el desastre en un acontecimiento que puede
cambiar radicalmente la vida.
Pero estamos tan entretenidos con las compras, andamos tan llenos
de cosas, que parece que ya no sabemos alegrarnos de la cercanía de
Dios, por eso seguimos insistiendo: hagamos la pausa, al pie de la
montaña, para mirar hacia la cumbre, hacia la cima.
114
¡Felices los que en medio del bullicio, en medio del ruido de las
fiestas, en medio del ruido del comercio sepan acoger con corazón
humilde, con corazón agradecido, el Regalo que Dios nos quiere dar! El
Regalo de un Dios- Niño, Vida Nueva: «Les anuncio una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor» (Lc. 2, 10-11). Para ellos es la Navidad.
Preparémonos entonces para recibir de Dios lo que El quiere hacer por
nosotros pero no lo quiere hacer sin nosotros.
115
No se trata simplemente de que vivamos, de que simplemente
actuemos, porque podemos actuar mucho, hacer muchas cosas pero sin
alma. Necesitamos asimilar lo que hacemos. No simplemente cumplir con
el deber, cumplir con un horario, llenarnos de actividad, sino asimilar lo
que hacemos, sentir lo que hacemos, apasionarnos por la vida.
Necesitamos tener pasión por la vida.
Cada uno debe sentir que está invitado a entrar en una grande historia
en camino, en donde cada uno, si lo quiere, puede trabajar para llevar esa
historia adelante, según el programa de Cristo junto con su Espíritu, junto
con todos sus hermanos. Dios no es un Dios de muertos sino el Dios de
los vivos.
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13
ADVIENTO,
TIEMPO Y OCASIÓN DE TESTIMONIO
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118
E
stamos caminando en el Adviento tiempo de esperanza, de
compromiso, de conversión, de vigilancia, de fe. Pero todo esto
hay que testimoniarlo, hay que expresarlo, hay que dar cuenta
de la fe, hay que dar cuenta de la conversión. Somos pregoneros de esta
experiencia de Dios, testigos: «Den culto al Señor, Cristo, en sus
corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida
razón de su esperanza» (1Pe. 3, 15).
119
El testigo se identifica con una causa y se compromete hasta el final,
con riesgo, a veces, de su propia vida. Por eso hay testigos verdaderos y
hay testigos falsos.
Según la Biblia, el profeta es el testigo de Dios que relata, que narra
ante los seres humanos lo que escucha. El profeta anunbci9a el mensaje,
da testimonio de la Palabra de Dios, para que haya conversión de
personas, para que haya transformación de estructuras, aún a costa de no
ser entendido o de ser sacrificado.
Nunca fue cómodo ser profeta, ser verdadero profeta; es que también
hay falsos profetas, aduladores de los reyes, como hay falsos testigos:
«Guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con disfraces de
ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo
árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol
bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos
buenos» (cfr. Mt. 7, 15-18). Ser testigos es un honor, es una dignidad, es
un compromiso porque el testigo queda implicado en su testimonio.
El Adviento nos está educando, nos está dando pautas, nos está
orientando. Somos un pueblo que avanza buscando, pero con una
seguridad bien fundamentada. Así, pues, ya que estamos esperando la
venida de Cristo, en este tiempo del Adviento reconozcamos que estamos
necesitados de la misericordia del Padre para poder rechazar la maldad
del pecado y para testimoniar una vida nueva. Pues para eso queremos
el encuentro con Dios, para pregonarlo, para anunciarlo, para relatarlo,
para contarlo, para poder decirles a los demás: «Hemos encontrado...»
(Jn. 1, 41.45).
En efecto, ésa era la gran experiencia que compartían los que eran
llamados. «Ustedes que buscan?» (Jn. 1, 38a) les dijo a los discípulos. A
la pregunta «Maestro, ¿dónde vives?» (Jn. 1, 38b), El les respondió:
«Vengan y Vean» (Jn. 1, 39) y les permitió encontrarlo. Y luego, cuando
ellos se encontraban en su camino a otros, les decían «Hemos
encontrado. . .» (Jn. 1, 41.45). Es decir, se hacían testigos.
120
Con humildad y sinceridad reconocemos que, a veces, nuestro
comportamiento no es coherente, porque, llamándonos cristianos,
actuamos en nuestra vida diaria como si fuéramos paganos, de espaldas
al Evangelio. Es decir nos falta testimonio. Somos insolidarios con los
marginados, con los enfermos, con las personas que nos necesitan,
indolentes, pasamos como extranjeros al dolor de los demás. Es decir,
nos falta testimonio.
121
Esta piedra ha sido modelada por el viento y por el agua a lo largo del
tiempo, pero en esencia permanece inconmovible porque «Jesucristo es
el mismo ayer, hoy y siempre». Cristo es la piedra verdadera. Cristo es la
piedra angular, la única que es y permanece inalterable. Por eso en El hay
seguridad y en El, el testimonio es sólo, es cierto, es seguro.
122
que han querido. Del mismo modo van a hacer padecer al Hijo del
Hombre. Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan
Bautista» (Mt. 17, 12-13).
123
hombre modesto, el hombre austero pero es el hombre fiel. Y esa
fidelidad será indudablemente recompensada, porque nadie ha recibido
nunca jamás un elogio como el que recibió Juan el Bautista. Jesús les dijo
un día las gentes: «Yo les aseguró que no hay entre los nacidos de mujer,
nadie mayor que Juan Bautista» (Mt. 11, 11).
124
El Adviento es un tiempo muy propicio para que de nosotros salga esa
proclamación, el testimonio de las maravillas que hace Dios en nuestra
vida. Que nosotros podamos encontrarnos en familia, con nuestros
hermanos, con nuestros seres queridos, en el vecindario, en la parroquia,
en el sector, en el lugar de trabajo, en el centro de estudios y podamos
decir: «Hemos encontrado . . .» (Jn. 1, 41.45). De esta manera, nuestra
alegría «será completa» (cfr. 1Jn. 1, 4).
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14
ADVIENTO:
EL TESTIMONIO EXIGE COHERENCIA
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D
ecimos que el Adviento nos invita a dar testimonio, nos invita a
ser consecuentes en nuestra vida para que haya coherencia
entre lo que proclamamos, lo que anunciamos y lo que vivimos.
Porque los hechos, la conducta, el comportamiento son los que verifican
la autenticidad de nuestra fe.
El Señor les advertía a las gentes que escuchen lo que les enseñan
en las Sinagogas los Maestros de la Ley pero que no hagan como ellos,
porque ellos no hacen lo que dicen: «En aquel tiempo Jesús habló a la
gente y a sus discípulos diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado
los letrados y fariseos: Hagan y cumplan lo que les digan pero no hagan lo
que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen» (Mt. 23, 2-3; cfr. 23,
1-39).
Que estas palabras del Señor nos ayuden a reflexionar porque nos
están ayudando a prepararnos para que el Adviento sea realmente una
experiencia de gracia, para que el Adviento nos prepare realmente al
encuentro salvador.
129
El testimonio exige coherencia entre decir y hacer, pensar y obrar. No
pensemos una cosa y hagamos otra, no proclamemos una certeza si en
la práctica vivimos lo contrario, porque si no hay coherencia, no es
Adviento, no preparamos el advenimiento.
130
hacen para ser vistos por los hombres; ensanchan las filacterias y alargan
las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los
primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que
la gente les llame "Rabbí"» (Mt. 23, 5-7). ¡Cómo nos duele cuando nadie
se fija en nosotros! ¡Cómo nos duele cuando nos sentimos relegados! Las
cintas de las cuales habla el Evangelio, las borlas, los adornos, son
ráfagas de vanidad. Los primeros puestos, los asientos de honor en la
Sinagogas, significan instalación, significan dominio de bienes y ejercicio
de poder y eso nos gusta.
Pero nos gusta aparentar, nos gusta reclamar títulos y nos gusta que,
aunque no los tengamos, nos den los títulos. El Señor nos dice que no
llamemos la atención de esa manera aparente; que seamos verdaderos,
que teniendo la verdad no tenemos que hacer bulla, teniendo la verdad no
debemos inventarnos títulos porque la verdad se impone.
La luz aparece, la luz no tiene que hacer nada especial para hacerse
notar; si es luz, aparece. Continúa la lección del Evangelio: «Vosotros, en
cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es su Maestro; y
vosotros sois todos hermanos. Ni llamen a nadie "Padre" suyo en la tierra,
porque uno solo es su Padre: el del cielo. Ni tampoco se dejen llamar
131
"Instructores", porque uno solo es vuestro Instructor: el Cristo» (Mt. 23. 8-
10).
Este mensaje del evangelio de San mateo nos tiene que preparar para
abrirnos a la acción transformadora del Señor que viene. El que manda es
el Señor; sólo El es el Señor. Es terrible suplantar a Dios y creernos
maestros, padres, responsables, dueños, jefes. No podemos suplantar a
Dios. «El primero entre ustedes sea su Servidor, el que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido» (Mt. 23. 11-12).
Todo esto que nos motiva en el Adviento, los mensajes, los cantos,
especialmente la Palabra, nos dispone a que entremos en una manera
nueva de pensar para una manera nueva de actuar. Y hagámonos
presentes nosotros, fieles, para adorar al Dios vivo y verdadero y a su
132
enviado, Jesucristo. Estamos convocados a hacernos presente, nosotros
los fieles para venir a adorar.
133
mayorías de nuestros hermanos, ausencia del compromiso ético en la
política, etc. Ese es el ambiente que espera el testimonio veraz de los
cristianos.
134
En este tiempo santo de Adviento tenemos que orar mucho, elevar
nuestras súplicas a Dios Padre para que despierte el corazón de los
fieles, para que nos prepare a todos a la venida gozosa del Señor. Orar
muchísimo para que la venida del Príncipe de la Paz apague los odios y
las violencias, para que ponga fin a la injusticia y establezca su Reino en
medio de los seres humanos.
135
136
15
EL ADVIENTO
DESEMBOCA EN LA NAVIDAD
137
138
A
l final del Adviento entramos en el inicio de la «Novena de
Navidad», y de la última preparación para que el nacimiento del
Salvador sea un encuentro de Fe, un encuentro de Esperanza,
para que este caminar en la fe haya servido para reencontrarnos con
nosotros mismos, para reencontrarnos con la comunidad y para llegar
juntos a vivir la experiencia de Cristo Salvador. Con el comienzo de la
Novena de Navidad iniciaos ya el último tramo de la peregrinación de Fe
hacia el pesebre.
139
celebrarlo con ganas, a celebrarlo preparados. Es fundamental que
descubramos este sentido cristiano de la Navidad.
140
contemplación, de agradecimiento. Esas son las actitudes con las que
queremos entrar nosotros en la Navidad, como fruto del Adviento.
Que la alegría nos una, que la paz llegué al mundo entero. Que nos
preparemos para decir de todo corazón: ¡Feliz Navidad! a quienes nos
rodean. Si los hemos engañado, si hemos fallado, si hemos pecado,
recuperemos, en esta oportunidad que el Señor nos brinda, la paz, la
tranquilidad. Es que la Navidad es la cima más alta de la entrega del
compromiso de Dios para con nosotros y de nuestro compromiso con
nuestros hermanos. Porque «tanto amó Dios al mundo - nos dice la
Sagrada Escritura- que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn. 3, 16). Por eso la
Navidad es fiesta de la vida, es fiesta de la vida de la familia humana, es
fiesta de la vida del Universo, es reconciliación con la vida.
141
Ahora comprendemos lo que eso significa en la vida del Dios hecho Niño,
en la Vida de Dios que nos toma en serio, en la vida de Dios que se hace
«Dios con nosotros» Ahí comprendemos el alcance de toda esa promesa
que animó el Adviento, que animó la esperanza del Pueblo que deseaba
que llegará el Salvador.
142
propicio, personal, familiar y comunitario, de acogida para esperar y recibir
a Dios que viene.
143
Navidad es más que todos sus símbolos, sobre todo más que todos
sus símbolos manipulados. Navidad es una fiesta más rica que todos los
mecanismos de consumo. Digamos una palabra sobre cada uno de esos
Símbolos que constituyen el Universo de la Navidad.
144
rigores de la pobreza, del desplazamiento, del abandono. Que la Navidad
nos enseñe a compartir en el nombre de Dios por el bien de los demás.
Busquemos ser fraternos, ser solidarios, ser generosos y entonces
estaremos con gozo celebrando la Navidad. Porque la Navidad es el
comienzo de un Amor que debe perpetuarse.
145
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BENDICIÓN
DEL PESEBRE NAVIDEÑO
147
148
P
ara ambientar la Novena de Navidad que celebramos en la
etapa final del Adviento, a partir del 16 de Diciembre, vamos a
hacer la bendición del Pesebre Navideño. Unámonos todos
alrededor del Pesebre que esta señalando y que esta expresando el
ambiente que nosotros le queremos hacer al Dios que llega. El Pesebre
es un símbolo: con él estamos expresando que queremos que llegue, que
llegue a la familia, que llegue a cada hogar a la ciudad, a Colombia y al
mundo entero.
Que ese pedazo de nuestra casa, que ocupa hoy el Pesebre, sea
bendecido por Dios y desde allí irradie El la bendición a todos los
miembros de la familia.
Alabemos y demos gracias a Dios Padre que tanto amó al mundo que
le entregó a su Hijo.
En este momento de reunión de toda la familia para iniciar las fiestas
de Navidad, dirijamos nuestra oración a Cristo, Hijo de Dios vivo, que
quiso ser también Hijo de una familia humana, y digámosle:
149
haz que en nuestra familia Dios sea aceptado, creído y adorado
y reciba el homenaje de nuestra actitud filial.
R/. Amén.
150
CONTENIDO
Introducción 7
Contenido 151
151
152