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CRÍTICA A “SAN RAFAEL, El misterio de los atorrantes”

Por Rubén Moscoso.

Los primeros minutos de la obra nos introducen a lo que sucederá. El humo


que llena el espacio, las contraluces sobre la Alcaldesa durante su proclamación
inicial y la fila de personajes personajes sin rostro que la respaldan instalan este
“misterio de los atorrantes”. Otro punto importante de partida inicial es la canción.
La intromisión del acordeón y el canto del coro de atorrantes elevan la teatralidad a
un extracotidiano musical. En esta canción, realizando una coreografía que
evoluciona desde sólo estar de pie a moverse incluso a ras de suelo, los fantasmas
nos revelan que son “los sin casa”, la gente que carece de viviendas, instalando así
el tema de la toma de terrenos.
Es, entonces, la forma elegida para traer este duro conflicto político-social la
del teatro político (épico-musical) de Bertol Brecht. Son varias las historias o líneas
de acción (los pobladores, los enamorados, los delincuentes, el periodista), las que
van conformando el universo de San Rafael. Las canciones nos cuentan los sentires
y pesares de este colectivo grupo de pobladores, del pasado y del presente, como
también nos presentan a personajes para distanciarnos y hacernos reflexionar.
Los temas presentes en la obra son varios. El machismo está ilustrado en la
señora que es “piropeada por la fruta”, en la familia de la joven de los enamorados,
en la mujer embarazada que habla por teléfono. Los jóvenes delincuentes como
consecuencia de la marginalidad, los policías como una fuerza de pocos sesos, sólo
operantes, y la religión como una forma de escapatoria espiritual para un grupo de
gente que necesita algo en qué creer. Pero eje central es la vuelta de estos
fantasmas atorrantes, que fueron tan aguerridos para tomarse los terrenos y armar
la población, pero que ya muertos notan que sus compañeros que quedan vivos han
perdido la fuerza, la conciencia política y la capacidad de luchar por lo que les
importa. Los fantasmas con su perspectiva total del tiempo, vienen a advertir a los
adormecidos vivos que si no hacen algo, pronto el progreso “se los comerá”, los
expropiará o comprará para sacarlos de ahí y dar paso a servicios asociados al
capital (malles, autopistas expresas, etc.).
El diseño de la obra es más bien simple. El vestuario es también en pálidos
rosa o beige como base para todos los actores. , un gran telón de un pálido rosa
hace de fondo y de lugar de entradas y salidas El fantasmagórico comienzo no sería
lo mismo sin ello, pues esa unidad (en color, no en corte) con la iluminación
apropiada nos genera esa atmósfera de un lugar que no pertenece a la realidad. Es
preciso el cómo ciertos elementos: un delantal, un gorro, una chaqueta, van
transformando al “actor base” en los diferentes personajes. Sobre lo anterior es
notable la la falda llena de vegetales de plástico que hace las veces del puesto de
una feriante, lo bien que hacen los actores en representar sólo con la ayuda de
linternas el caos del apagón provocado por el temporal, y cómo con instrumentos y
bailes de pareja generan la atmósfera de “La ponderosa”, un desaparecido local
nocturno del barrio.
La historia de San Rafael es real, fue una toma que se llevó a cabo en 1961
en la comuna de La Pintana. Cabe mencionar que la obra nace en un taller de teatro
de la comuna, en que el autor Cristian Figueroa la escribió junto a un grupo de
jóvenes, hijos y nietos de los pobladores de los años sesenta. Quince años han
pasado desde aquello, pero ésta no deja de ser una obra relevante, pues habitamos
un país que si bien ostenta ser el “jaguar de Latinoamérica”, aún alberga extrema
pobreza, gente sumida profundamente en la marginalidad y vulnerabilidad social, y
sigue habiendo muchos campamentos y poblaciones que ni siquiera poseen los
servicios básicos.
Probablemente un poblador de una toma se conmueva al escuchar a la
pareja de mediana edad hablar de sus primeros años luchando por una casa propia
y cómo tenían que cuidar a los hijos enfermos incluso con la pérdida de uno a
cuestas. Me parece que el un objetivo que posee el texto que el vecino de un
modesto barrio se despierte del letargo y conformismo en el que el modelo político-
económico-social pretende dejar a quienes son parte de él. De una u otra forma, el
mensaje es claro, la información está y “San Rafael” genera consciencia social.
La obra, cuyo proceso de montaje duró seis meses, tuvo una temporada en
la Facultad de Arte de la Universidad Mayor en Santiago, para luego ser llevada a
la Sala Negra de la Universidad de Valparaíso. Es buena la decisión de La Cancha
Teatro de montar esta obra, en la que lo contingente está tratado de una forma
interesante para el público. En lo personal, siento que la música hace bien en
hacerse presente en una obra con temas tan concretos. Las afinadas voces y las
interesantes armonías que generan, “entretienen” y sumergen a este autor de
manera más interesante a temas que pueden parecer repetidos, para sacarlos del
cotidiano comentario de pasillo y transformarlos en arte. Me parece que la obra
cautiva, como dije, desde la primera canción de “los sin casa”. Son el volumen de
los personajes y la musicalidad montaje la hacen interesante y digna de atención.
Bertolt Brecht dijo que el teatro debía “entre-tener”, y gracias un elenco lleno de
energía y ganas de entregar un mensaje, “San Rafael” cumple con creces.

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