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«NOESIBABIES» BEBÉS EDUCADOS POSITIVAMENTE

La Noesiterapia es una escuela humanística dentro de la Medicina creada por el cirujano es-
pañol Ángel Escudero Juan en Valencia y que desde 1972 permite operar sin anestesia química
a los pacientes y dar a luz a las mujeres utilizando sólo anestesia psicológica. Para ello basta
enseñar a programar el cerebro con el propio pensamiento y movilizar los mecanismos natura-
les de la curación. La Noesiterapia se convierte así en la base de la mejor Medicina Preventiva
y en un punto de apoyo para luchar contra las ideas de “imposible” e “incurable” tan arraiga-
das en nuestra cultura. Es más, el conocimiento y uso inteligente de los fundamentos de la
Noesiterapia mejora los resultados de cualquier actividad humana: estudio, trabajo, deporte,
relaciones sociales, etc. Y, por descontado, el resultado de cualquier práctica médica.
Esto es de suma importancia. Hay que entender que existe un cordón umbilical psicológico
entre la madre y el hijo que la tijera no pudo cortar en el momento de nacer. El hijo ya respira
de forma independiente pero no piensa de forma independiente sino que aprende sus primeras
emociones, expresiones y esquemas mentales imitando a las personas que le rodean. No es
suficiente pues con mantenerles calentitos, secos y bien alimentados; todo lo que hagamos y
pensemos cerca de nuestros hijos será absorbido por ellos. Son auténticas esponjas y si les
enseñamos a ser positivos y sentirse seguros así serán, pero si les enseñamos a tener miedo.

El bebé no mama

María tuvo un precioso niño, se portaba fenomenal. En sus primeros días, apenas se le oía;
casi todo el tiempo estaba durmiendo y muy relajado.
María y su marido estaban encantados de la bondad de su hijo hasta que alguien dio la voz de
alerta. El bebé se portaba tan bien porque no se alimentaba, estaba apagándose lentamente
en su cuna. Era preciso que el bebé mamara pero existía un pequeño problema: el pecho de su
madre, lleno de leche a rebosar, necesitaba de la succión del hijo para que el pezón estuviera
suficientemente formado y sin esto el bebé no sabía mamar. La pescadilla que se muerde la
cola.
Por supuesto, se podía haber optado por alimentarlo con biberón pero los padres tenían bien
claro que lo mejor para su hijo era la lactancia materna.
¿Sabéis cómo se resolvió el problema? María puso a su hijo al pecho. El niño estaba dormido y
tan relajado que no hacía el menor intento de mamar. ¡Y no sólo tenía que aprender a hacerlo:
tenía que dar forma al pezón de su madre!
A continuación, María empezó a hablar con su hijo y le dijo lo rica que estaba la leche, que era
necesario que mamara. María le decía a su hijo todo lo que ella quería que sucediera. Con sus
palabras iba su deseo, su fuerte deseo de madre.
En pocos minutos, el niño estaba comprobando lo deliciosa que era la leche materna y en las
semanas siguientes continuó portándose tan bien como antes pero ahora se estaba convirtien-
do en un chicarrón, orgullo de sus padres y alegría de su pediatra por lo bien que se criaba. El
poder del pensamiento de la madre dirigido a su hijo hizo lo necesario.

Las malas noches

Otro caso muy típico -siguiendo con la crianza de los recién nacidos- es el problema de las ma-
las noches. A veces una reacción a las vacunas o los primeros dientes hacen pasar unas no-
ches terribles a bebés y padres, que suelen sentirse impotentes al no saber cómo eliminar el
sufrimiento de sus hijos a unas horas en que normalmente no pueden localizar a sus pediatras.
Muchos padres optan por ir a servicios de urgencia por temas que en realidad son banales.
Otros se pasan literalmente la noche en vela meciendo a sus hijos con la esperanza de que
terminen por dormirse, con mayor o menor éxito. Pero, ¿qué puede uno hacer ante una situa-
ción así si conoce cómo funciona el cerebro?. Sabemos de mujeres que cuando sus hijos, re-
cién nacidos, tienen algún problema, les ponen algunas de mis grabaciones -de las que usaron
durante el embarazo- y el recuerdo del bienestar que tantas veces sintieron cuando aún esta-
ban dentro de sus madres les tranquiliza ahora.
¿Has probado a coger a tu hijo en brazos, apretarlo contra tu cuerpo haciéndole sentir tu calor
y la energía positiva que tú emanas -puedes llamarle amor- mientras programas su cerebro
positivamente hablándole como si tuviera cuatro o cinco años en lugar de ser un bebé?.
Puedes decirle todo lo que quieras, todo lo que tu sensibilidad de madre te sugiera: “Mi tripita
está dormidita, mis encías están dormiditas, todas mis defensas se ponen en marcha y se
“comen” al bicho que me produce la fiebre.” ¡Pruébalo! Te sorprenderás. ¡Verás cuántas dosis
de inofensivo “calmante” eres capaz de generar y poner en marcha y cuánta medicación pue-
des evitarle a tu hijo, por ejemplo durante los largos meses de dentición!.
Cuando veas que tu hijo está jugando a uno de esos juegos al borde del peligro que tanto le
gustan, nunca le digas “Te vas a caer”. Háblale en positivo y dile algo como: “¡Cuidado, mira
bien dónde pisas, apoya bien los pies!”. Le estarás evitando el peligro de una forma inteligente
y haciendo algo más importante: le estarás enseñando a pensar en el bien que necesita.

En la guardería y el colegio

Y llegan los primeros días de guardería o colegio. Es un mal trago normalmente para madre e
hijo: supone una separación y posible desorientación. El niño que está acostumbrado al am-
biente familiar se encuentra de repente separado de sus padres durante muchas horas al día.
Eso puede causar muchos problemas, inseguridades y traumas además del sufrimiento que
supone para las madres.
¿Y qué se puede hacer?… Sencillamente, piensa en positivo, piensa en el bien que necesita, no
le hables del mal que deseas evitarle y enseña a tu hijo a hacerlo de la misma manera. Háblale
del colegio como un lugar estupendo donde tendrá la oportunidad de compartir su tiempo con
muchos niños de su edad. Dile además que es un lugar estupendo donde se aprenden muchas
cosas jugando. Y que incluso aprenderá, para empezar, a escribir la carta a los Reyes Magos.
¡Estupendo!.
Le estarás así motivando adecuada y positivamente, el niño lo agradecerá, los profesores lo
agradecerán y todos estaremos más tranquilos sabiendo que nuestros hijos están estupenda-
mente en sus horas de colegio.

La hora de comer

A la hora de comer podemos también enseñarles a pensar positivamente recalcándoles lo bue-


nos que son algunos alimentos y para qué sirven. Así no tendremos necesidad de estar prohi-
biéndoles otros; las célebres golosinas, por ejemplo, que sabemos que en exceso son perjudi-
ciales. Pero no le hables de las cosas negativas que no tiene que tomar o hacer, háblale de las
cosas buenas que le convienen.
Si tienes algún hijo pequeño o trabajas con niños puedes actuar así con ellos: son como es-
ponjas, aprenden muy rápido y hay que ser muy conscientes de que lo que aprenden o asimi-
lan en los primeros años va a repercutir en ellos a nivel psicológico para toda la vida. Y el re-
sultado siempre es el mismo: un niño que ha sido educado positivamente no se mueve por
temor sino por cariño. El cariño que ha recibido y que le será muy fácil dar a los demás el res-
to de su vida.
Una maestra -discípula mía- me contaba que suele empezar el día procurando que todos los
niños tengan saliva fluida en sus bocas y haciéndoles pensar que todo lo que van a hacer les
va a resultar agradable y fácil. Es decir, empieza poniéndoles en condiciones para que todo
funcione con normalidad ayudándoles a superar los problemas con los que han podido salir de
sus casas. Los resultados que obtiene son verdaderamente alentadores. Uno de sus alumnos -
de seis años de edad- no hablaba al comienzo del curso con normalidad y tenía un retraso
considerable en relación con sus compañeros. Sin embargo, terminó el primer trimestre esco-
lar leyendo al mismo nivel que el resto de la clase y superando las dificultades que tenía para
hablar.
Y no es más que unos de tantos ejemplos.

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