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I Parte: Introducción
En relación al primer proceso cabe señalar, como obstáculo central en el mismo, una vida política
institucional signada por dictaduras militares, con escaso interregno democrático, que marcaron
férreamente los límites de cualquier práctica que pretendiera trascender los estrechos marcos
permitidos. Es importante especificar las singularidades que tuvieron en nuestro país,
especialmente por sus alcances para el análisis del tema de este artículo.
En primer lugar la extensión del protagonismo militar en nuestra historia y la imposibilidad hasta
1983-1989, de concretar un ciclo completo democrático durante décadas.
En segundo lugar, la forma en que se fue internalizado a nivel de la sociedad civil, especialmente
en sus capas medias, el terror como bagaje presente en su vida cotidiana y por lo tanto en la
producción de conocimientos, especialmente a partir del golpe militar de 1976.En tercer lugar las
características profundamente reaccionarias de las clases dominantes en nuestro país, vinculadas
al pensamiento militar y a una Iglesia mayoritariamente reconciliar, que fueron construyendo un
Estado que nunca permitió ni siquiera mínimos espacios de debate.
Esto significó un estancamiento de las ciencias sociales, especialmente en aquellos que hubiesen
podido vincularse con una práctica cuestionadora. En este sentido la posibilidad de desarrollar una
psicología comunitaria que pudiera insertarse en aquellos espacios sociales excluidos de la
participación política y expropiada de la riqueza social fue una tarea aislada.
La psicología surge en la Argentina como carrera en el año 1958. Desde sus inicios estuvo
claramente influenciada por el modelo médico. En una primera etapa la Asociación Psicoanalítica
Argentina, que orientó los primeros años del rol profesional, impuso una decidida impronta clínica
al quehacer psicológico que marcó un sello de identidad para generaciones de psicólogos que
aprendieron a pensar el discurso social en términos de modelos intrapsíquicos.
En una segunda etapa, en la década del 70, se observa la presencia de psicólogos, discípulos de
aquellos que introdujeron el psicoanálisis en la Universidad, fundamentalmente preocupados por
reivindicar la legalidad del rol profesional reclamando la posibilidad del ejercicio clínico.
Esto coincide con la afirmación de Ardila (1986) de que los departamentos de psicología y las
posiciones de mando en la disciplina han estado desde los inicios, y diríamos hasta bien entrada la
década del 80, en manos de médicos, psiquiatras y psicoanalistas.
Otro antecedente, en el cual es posible encontrar abundante documentación escrita inédita, cintas
grabadas y material elaborado, es la Experiencia de Fortín Olmos, que se inscribe dentro de los
modelos de desarrollo de comunidades. Esta experiencia estuvo orientada a facilitar la
transformación de una población de hacheros nómades en agricultores, mediante el desarrollo
activo de una organización cooperativa.
Es importante destacar una experiencia que dentro del campo de la salud, se acerca a un abordaje
comunitario y de algún modo lo induce como modelo. Se trata del Hospital Gregorio Aráoz Alfaro
de Lanús (Provincia de Buenos Aires), el cual incorpora a la oferta gratuita y pública de los
servicios, los principios de psiquiatría dinámica y la psiquiatría comunitaria, transformando el
modelo institucional con una propuesta interdisciplinaria y comunitaria, poniendo el acento en la
prevención primaria, gestando un equipo de promoción y protección de la Salud.
A partir de 1986 se inicia en el campo de la salud comunitaria los Encuentros de Salud, Atención
Primaria en Salud y Participación Popular. Estos eventos delimitaron el surgimiento de una Red en
salud comunitaria y líneas de capacitación. Esta última, está orientada a la formación de agentes
de salud comunitaria.
Es Cardarelli quién a partir del análisis del marco normativo de los documentos teóricos, técnicos y
operativos de la Dirección Nacional de Promoción Social propone distintas etapas referidas a las
ideas prevalecientes sobre el Desarrollo de Comunidades a lo largo del lapso considerado en el
estudio.
Establece cuatro etapas que transcurren entre los años 1966 a 1983, cada una de ellas
caracterizadas por estar vinculadas a un modelo de desarrollo originado en organismos
internacionales y en las condiciones sociopolíticas del país. Estas etapas son:
Desde los organismos internacionales, se abre paso al tema de las "necesidades básicas" y a un
enfoque de desarrollo que trata de integrar las sociedades rurales y urbanas reduciendo las
disparidades sociales. En los foros internacionales se comienza a hablar de "promoción social o
promoción humana". Para los profesionales del tema, el desarrollo de comunidades pasa a ser una
técnica de trabajo.
Debe mencionarse la propuesta de articular: a) las fases del cambio social planificado (Lippitt P;
Watson, y Westley.1970), con procesos participativos, b) las habilidades sociales y c) tecnologías
sociales en procesos de cambio social en el plano del desarrollo local (Lapalma: 1988).
Esta propuesta, con un sinnúmero de intervenciones comunitarias, ha sido también una estrategia
de capacitación de equipos técnicos y de formación de agentes comunitarios en varias provincias
argentinas.
En los últimos años (especialmente a partir de la apertura democrática) las actividades de estas
organizaciones se han intensificado Dada la juventud de la mayoría de ellas, existe una dispersión
de la información en cuanto a las características de sus estrategias y estilos de intervención las
cuales desarrollan en áreas rurales y urbanas.
Problema abordado
El problema abordado es el de la salud popular. El objetivo general del proyecto es contribuir con
el abordaje comunitario del proceso de salud-enfermedad, a los procesos de organización barrial
que den marco a la construcción de alternativas sanitarias populares que faciliten el papel
protagónico de la comunidad en la definición de sus prioridades y soluciones.
Esta intervención comunitaria duró tres años y se desarrolla en un barrio suburbano de 3000
habitantes de extrema pobreza e intenta apartarse de los tradicionales lineamientos de la
Atención Primaria de salud.
Por su parte el equipo técnico plantea la construcción de alternativas de trabajo en salud, que
redefinan este proceso en el sentido de la superación que sitúan la participación popular en forma
subordinada, a la ejecución de campañas o programas de salud y que en la práctica terminan
funcionando como una "medicina pobre para pobres".
Estrategia de Intervención.
A partir de un diagnóstico participativo con la comunidad que dura aproximadamente seis meses
se relevan los problemas fundamentales de la misma:
Deficiente atención de los servicios públicos, tanto a nivel de servicios médicos, como de
saneamiento ambiental.
Problemas sanitarios derivados de las condiciones de vida: parasitosis, diarrea,
desnutrición infantil, enfermedades bronquiales.
Escasa posibilidades de atención en emergencia: no ingresan ambulancias al barrio
Graves problemas de violencia, adicciones, patologías mentales.
Inexistencia de una organización vecinal representativa.
A partir del análisis y discusión con la comunidad se evalúa la situación como sigue:
Esta postura implica como unidad del proceso de abordaje, sabido que un producto del trabajo va
ser la construcción conjunta de todos los actores de un acuerdo consensuado de la realidad.
Desde el punto de vista del proceso de salud-enfermedad el equipo técnico lo entiende como una
construcción histórico-social y al modelo médico hegemónico según la caracterización de Eduardo
Menéndez como biologista, positivista, que toma la salud como mercancía establece una relación
asimétrica médico-paciente, subordina la participación de los "consumidores" en las acciones de
salud, los excluye del saber médico, deslegitimando otras prácticas curadoras, teniendo el control
social e ideológico. También incluye como fundamento teórico en este tema la visión acerca del
modelo biomédico de Fritjot Capra (1985) quien sitúa al modelo como definiendo la enfermedad
en términos de los desajustes de los mecanismos biológicos escindiendo la integralidad del
proceso.
Desde el punto de vista del aporte de la psicología a la elaboración del marco conceptual
interdisciplinario se toman los aportes de los modelos sistémicos y comunicacional de P.
Watzlawick (1983), así como también los aportes en cuanto a recursos técnicos de R. Bandler y J
Grinder (1983).
Diseño de la intervención
Dada la cantidad y variedad de las expectativas generadas en el desarrollo del proyecto por parte
de la comunidad, entidades oficiales de la zona, etc. que expresaban objetivos, se especificó el
dominio de intervención del equipó "como el espacio interaccional del equipo técnico con la
comunidad". Esto posibilitó recortar el territorio y operar sobre el proceso de modificación de este
espacio, especialmente a partir del desarrollo organizacional de la comunidad.
En estos aspectos se sitúa la definición consensual de los contratos del equipo con la comunidad.
La definición contractual posibilitaba la clarificación por parte de los participantes del rol y las
expectativas, así como también, es lo que permitía validar la legitimidad y además, iba
modificando con el desarrollo del proceso el tipo de relación contractual que podría señalarse
como de una mayor actividad y presencia de la comunidad al final del proyecto.
Procedimientos de Abordaje
Se puede definir operativamente tres formas básicas en que el equipo técnico realizó su
intervención, aún cuando en la práctica del trabajo estuvieran interrelacionados:
Este equipo fue elaborando previa y durante la intervención su esquema conceptual referencial y
operativo (ECRO), que para Pichón Riviere es un instrumento de "carácter dialéctico donde las
contradicciones referidas al campo de trabajo deben ser resueltas en la misma tarea" (Pichón
Riviere E.1986, 150)
Además servía también para enfrentar la tensión entre la rigidez de los roles profesionales y la
licuación de los mismos, en función de construir un trabajo donde la interdisciplina no fuera un
empobrecimiento de los distintos modos sino por el contrario un aumento en la riqueza de las
distintas perspectivas.
El caso del proceso de intervención también pone a prueba en el espacio del trabajo, la
confiabilidad de los actores, (incluye el equipo técnico) que posibilitara legitimar el trabajo
conjunto. En función de ello en el curso de la intervención fue desde el inicio el mayor peso del
equipo, hasta lograr una mayor autonomía por parte del grupo de base. Así mismo, las actividades
del proyecto fueron aquellas en las que se fortaleció la participación colectiva de la comunidad
(construcción de pasillos) como aquellos que consolidaban al grupo líder (encuentros
interbarriales).
Por otra parte ha desechado un esquema rígido en la formulación de las metas y la planificación
de actividades en tanto la riqueza de un proceso de intervención requiere la posibilidad de ir
dando cuenta de los distintos momentos consensuales vinculados a los distintos momentos de las
circunstancias económicas-sociales y políticos de contexto.
Evaluación
En términos de los logros obtenidos el más importante fue la consolidación de una organización
vecinal, con características participativa y democrática.
Por otra parte esta organización fue creciendo en el desarrollo de actividades que le posibilitaron
generar consenso.
Prácticamente todas las metas que se definieron consensuadamente se cumplieron siendo quizás
el aprendizaje más importante la posibilidad de superar el fatalismo y encarar la solución. Aún
cuando esto signifique en gran medida tener que organizarse para obtener por parte del Estado el
cumplimiento de sus obligaciones.
Debemos situar el papel del psicólogo en esta intervención en distintas fases del proceso.
En primer lugar el aporte de su perspectiva a la construcción del ECRO lo que supone su inserción
en el plano de la elaboración interdisciplinaria.
En tercer lugar la utilización de instrumentos de la psicología social y/o de la clínica para trabajar
en el cambio de estos procesos en un sentido de mayor libertad en la interacción.
Y en cuarto lugar su papel en la coordinación y utilización de técnicas grupales para favorecer los
procesos participativos.
Es de señalar que en esta etapa de incipiente desarrollo para la psicología social comunitaria se
hace sentir el peso de la tradición clínica que desde su creación orientó la formación de los
profesionales de psicología. Es por ello que un porcentaje mayoritario de los proyectos
encausados desde una perspectiva comunitaria se orienta al campo de la salud mental.
Hay una creciente afirmación del rol del psicólogo en la evaluación de necesidades, el diseño de
modelos y planificación de la intervención.
Una de las dificultades ha sido la de delimitar el campo de la psicología comunitaria como campo
de la psicología social aplicada en la cual se confunden aspectos teóricos y metodológicos de las
ciencias sociales
Para concluir observamos como un objetivo de mediano plazo contar para el fortalecimiento de la
disciplina en nuestro país con un marco político que sostenga la formación de psicólogos
comunitarios, la realización de proyectos con la integración de estos profesionales y crear espacios
para la difusión de las experiencias.
En Argentina las “experiencias” en terreno han exhibido más originalidad y profundidad que los
desarrollos teórico-epistemológicos académicos, lo cual, probablemente, haya sido potenciado
por la carencia de tradición de investigaciones en la psicología académica.
¿Cree Ud. que hay problemas propios del hombre latinoamericano que la psicología tiende a
darles respuestas? ¿Cuáles son esos problemas y cuál la tendencia en las respuestas?
No creo que la psicología comunitaria –como subdisciplina psicológica- pueda dar respuesta a una
temática tan compleja, aunque creo que en una mesa donde estén sentados los antropólogos,
filósofos de tradición latinoamericanista, sociólogos y algunos “transdisciplinarios”…. en ese
contexto, los psicólogos comunitarios tendríamos algunas preguntas para compartir.
En Argentina, ¿La psicología comunitaria está asociada a algún desarrollo o movimiento social o
académico? Es decir, ¿La psicología comunitaria tiene una presencia coyuntural o no?
Considero que en nuestro país la psicología comunitaria estuvo y está más asociada a las
inquietudes de las prácticas que al saber compartimentado del mundo académico.
Estuvo asociado, en los 60’ a las perturbaciones que planteaban las nociones de “desarrollo
social”, en los 70’ a la “liberación nacional” y lo “popular”; en los 80’ al final de un mundo dividido
entre dos imperios, y con el comienzo del “fin de las ideologías”; en los 90’ al triunfo de la
“sociedad de consumo” y a fines del milenio al “mundo líquido”…. es decir que en mi visión, la
psicología comunitaria intentó dar soporte a las preguntas que las prácticas (educativas, de salud,
sociales, de derechos ciudadanos, minorías, etc.) proponían en un mundo cada vez más
globalizado.
Estoy tratando de decir que es coyuntural, en tanto que su conexión con las “practicas” le dio una
gimnasia reflexiva notable; pero que no es coyuntural en tanto se ha vuelto una referencia para
aquellos que han encontrado en ella un intersticio entre lo “político” y lo “profesional”.
Por lo general, los planes de estudio de las carreras de psicología no tienen su fuerte en la
mirada comunitaria. ¿Ud. coincide con esto?, desde su experiencia ¿Esto tiene causas visibles?, y
si es así ¿Pueden revertirse? ¿Es necesario?
La pregunta acerca de si se puede revertir esa situación, es una pregunta difícil ya que me obliga a
separar lo que sería mi deseo de que eso suceda, de mi mirada escéptica acerca de las
posibilidades de que ese cambio pueda ocurrir.
Mi deseo se fundamenta en la convicción de que la psicología comunitaria tiene mucho para
aportar a las otras subdisciplinas, y que sería de gran utilidad para aquellos psicólogos que,
trabajando en salud pública, en educación, en ciudadanía, se ven obligados–por desconocimiento-
a tener que “descubrir” herramientas y métodos que ya hemos inventado hace mas de 30 años.
Mi escepticismo de que el cambio pueda suceder, (a pesar del riesgo de generalizar hablando de
“la Argentina”), se basa en mi –penosa- sospecha de que los cambios en nuestro medio académico
se producen a consecuencia de profundas crisis desatadas por cambios en los contextos externos,
y que eso frecuentemente tiene efectos destructivos sobre las estructuras institucionales
rigidizadas. Dudo que las rígidas estructuras cambien de motus propio una forma de ver la
enseñanza de la Psicología que –por tan naturalizada- pareciera la única posible.
El programa CeAC surge en los primeros años de retorno a la democracia cuando en el país se
diseñaba un Plan Nacional de Salud Mental basado en la Estrategia de Atención Primaria de la
Salud, surgida en Alma Ata en los 70’ donde se priorizaba la atención rápida en lugares próximos al
hábitat de los consultantes y con participación comunitaria.
El obstáculo que se planteaba era que después de casi 10 años de dictadura no existían
profesionales preparados para esa estrategia, y tampoco recursos en condiciones de desarrollar
rápidamente las formaciones necesarias para ese objetivo.
Esa coyuntura hizo factible montar un programa (desde la concepción de extensión universitaria)
inserto en la comunidad, orientado a la atención en crisis, con enfoque familiar y de redes y con
equipos entrenados en metodologías participativas.
A medida que los estudiantes mostraban la necesidad de ese tipo de formación, los defensores de
la fe mostraban su alarma. Sin embargo quienes defendieron al CeAC como programa de los
intentos de control y/o de destrucción, no fueron los “padrinos” políticos sino la propia comunidad
que una y otra vez salió a proteger lo que era suyo.
A 24 años, podemos decir que hemos impactado en la formación de los psicólogos, mostrando que
es posible “otra” formación centrada en los desafíos de las prácticas, pero –desafortunadamente-
eso ha tenido poco impacto en el diseño curricular de la formación de los psicólogos, como lo ha
hecho en otras disciplinas (medicina, trabajo social, abogacía, antropología).