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En el piso cuatro de un hermoso edificio, ubicado en Pueblo Libre., vivían los Reyes.
Rosario Reyes, era madre de Linda de 6 años y Román que tenía 8 años, con quien
precisamente esa inolvidable mañana saldría a comprar lo necesario para el almuerzo de ese
día.
Cuando Charo, como le decían en el edificio, empezó a escoger las verduras, sonó el timbre
de su celular, era Juana, su intensa madre parlanchina cuya marca registrada era hablar y
hablar hasta que su batería se muera totalmente, si es que antes no moría estresado el que
estaba al otro lado de la línea.
Cuando finalmente colgó, se percató que Román, su pequeño hijo, no estaba por ningún lado.
Entonces, ella, desesperada, con lágrimas en los ojos empezó a buscarlo en todo el super
mercado, mientras que le preguntaba a todo el mundo si habían visto a Román, dando las
características y todas descripciones de su pequeño vástago. Perifonearon, alertaron a todo
el personal de seguridad, vieron las cámaras una y otra vez y era como si Román se hubiera
esfumado de manera extraña y repentina. La triste realidad era que Román no estaba, había
desaparecido.
Pasaron nueve años y Linda cumpliría quince años y el ansiado sueño de su gran fiesta se
acercaba cada vez más. Cuando ella le dijo a su mamá Rosario, sobre las ideas que tenía para
el día de su cumpleaños, su mamá le dijo ¿Eres tan inconsciente de decirme que quieres un
cumpleaños cuando tu hermano sigue perdido?
Ella respondió – Mamá ya han pasado muchos años y deberías de resignarte a esa verdad,
acaso no te has dado cuenta que debido a tu sufrimiento, todo en esta familia ha cambiado,
hasta incluso pareciese que Papá y yo, ya no existiríamos para ti. Ya no me cuentas cuentos
antes de dormir, has descuidado totalmente a mi papá, no me sacas al parque, no paseamos a
Hermoso, ¡te da igual cada cumpleaños que pasa!
Mamá tu cabeza solamente está en Román, discúlpame, yo sé que es muy triste e incluso yo
extraño horrores a mi hermano. Tú sabes que yo me llevaba muy bien con él. Pero aquí todos
te necesitamos y yo en este tiempo te necesito aún más. Por favor date tiempo para nosotros
quienes somos tu única familia …
Rosario reflexionó un momento y le respondió: Mira Linda, tú sabes que yo los amo a todos.
Sé que no será fácil tratar de salir de esta burbuja de tristeza y dolor, pero pondré todo de mi
parte para que las cosas cambien. Mi Hijita, discúlpame, te prometo que todos juntos
recuperaremos el tiempo perdido…
Pasarían once años de la perdida de Román, y lamentablemente Rosario sería otra víctima
más de cáncer pulmonar, debido a tantos años de fumadora compulsiva, adicción que cogió
desde que su hijo se extravío en ese fatídico e inolvidable día..
No sólo era la pena de su hijo la que la consumía sino la pesada culpa de su irresponsabilidad.
Una mañana, Rosario salió a comprar los ingredientes para la fiesta anual de los Reyes, y en
el único lugar donde vendían los ingredientes necesarios, era precisamente en aquel
supermercado donde Román desapareció. Entre el ir y no ir, ella fue recordando minuto a
minuto ese día que lo vería por última vez.
Luego de comprar todo lo necesario, cocinó y llamó a toda la familia Reyes, a quienes pidió
las disculpas del caso por su reprochable conducta en todos esos años: Familia discúlpenme,
pero primordialmente a ti Rubén, esposo mío y sobre todo a ti, mi bella Linda, perdónenme
ambos por haber detenido el reloj en el momento en que perdí a Román. Sé que no puedo
retroceder el tiempo, pero este día marcará un decisivo después a todo y un deseado nuevo
empezar a este futuro provisorio que hoy inicia… Espero que todos en este día tan especial
se encuentren felices. La familia en pleno aplaudiría fervorosamente. Charito entre lágrimas,
pidió la palabra por última vez, quiero decirles con esta copa de champagne en la mano que:
¡Vivamos este día como si fuese el ultimo! ¡Salud!
Así, ella cumpliría su objetivo. La familia se retiraría muy complacida con el suculento arroz
con pato que había preparado.
Esa noche, soñó con su hijo en el supermercado. Estaba hecho ya todo un joven. Se acercó
a ella y le dijo… Buenos días, disculpe ¿Por qué llora? Ella respondió. Porque te pareces
mucho a mi hijo Román. Entonces, el joven le dijo: yo soy Román, acompáñeme a un gran
banquete…
Cuando despertó su Padre, llamó desesperadamente a Linda. La piel de Rosario era blanca
como una rosa. No respiraba. Ambos sabían que, por fin, después de tanto sufrimiento
Rosario podría descansar en paz.