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La ora de Mara.

- Claro, recuerdo perfectamente a Mara Durán. Fuimos vecinos cuando vivía en la calle
53.- Era una pequeña de cabello rizado; una carismática ovejita que sobresalía de toda
su familia por su aspecto. Casi nadie lo notaba, pero tenía dos lunares idénticos en la
misma zona, cada uno en la zona entre la oreja y el pómulo.

- Fui profesor de Mara en la universidad. Una alumna con una perspicacia interesante,
muy peculiar. Daba gusto verla trabajar con las máquinas de grabado o en otros talleres
que compartimos. –

Nací un tres de diciembre en la ciudad capital. Buena parte de mi infancia la viví ahí,
aunque no tengo muchos recuerdos de mi niñez. Creo que tiene que ver con un golpe
que me di cuando niña, dice mi madre que pasaba casi todo el día corriendo por la
colonia, y un día tuve una fuerte caída, el golpe fue en la zona de la cabeza, estuve
internada por casi una semana.

Tengo pocos recuerdos del hospital, sé que tuvieron que operarme y estuve en terapia
intensiva, pero no recuerdo gran cosa. Lo único que sé es que mi memoria jamás regresó
a ser la misma, incluyendo el olvido de casi toda mi infancia hasta ese momento. Lo único
que se mantuvo fue la familiaridad con muchas sensaciones. Recuerdo no tener presente
ciertos lugares o momentos específicos en mi memoria, pero había una sensación
cercana, íntima con la que estaba rodeada. Es algo que hasta hoy en día me eriza la piel.

Acompañaba a mi madre al centro de la ciudad casi todo el tiempo. Parecía el lugar más
colorido que pudiera existir en la tierra. Un lugar repleto de edificios de color pastel, un
cierto aroma entre rocío y gasolina; aunque fuera la capital estaba repleto de vida, no
estábamos muy lejos de la provincia, además buena parte de mi vida pertenecí a
Mercedes (municipio de la provincia).

-Regina, ¿hace cuánto llegaste de la ciudad? –

- Tengo una semana aquí en el pueblo. No he andado muy presente en la vida pública
estos días. Llegué a la casa de campo de mi abuela directamente.

- ¿Vienes seguido? –

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- Poco en realidad. Venía más cuando niña; desde que me volví a mudar a la capital, me
consume todo el tiempo.

El barrio de Miravalle se encontraba a las afueras de Mercedes. Buena parte de los niños
del pueblo pasaban todo su verano ahí, había un pequeño río que acompañaba al camino
de terracería hasta Mercedes. El barrio tenía una pequeña iglesia con algunos locales
anexos, y unas cuantas bancas que hacían un cuadrante que asemejaba una plaza.

-Es extraño- Se dijo Mara.

Tengo pocos recuerdos de la ciudad, de mi decaída memoria en varios intervalos de mi


niñez, la forma en que me sentí perdida muchas veces en mi juventud; alejada de la
experiencia común, de mí misma. Mercedes me permitía regresar a mí en pequeños
momentos; la claridad del campo, la vida con tonalidades distintas, pero al mismo tiempo
extrañando el bullicio y levedad de la ciudad. Sin duda, pasaba el tiempo pensando
demasiado en estos viajes cuando no estaba jugando en el parque.

-Mi abuela tiene un negocio de conservas al lado de la iglesia, aprovechaba para apoyarla
todo el verano; acomodaba mercancía, elaboraba las conservas junto con ella, a veces
me tocaba ser repartidora, era lo que más disfrutaba. Usaba la bicicleta, con la que me
perdía horas por Mercedes, si era una entrega de máximo veinte minutos, aprovechaba
para ausentarme un par de horas y disfrutar de las maravillas de andar sola por el mundo.

- ¿A qué le cantará Marita? ¿Qué la traerá siempre por las nubes? –

Mi madre se llama Lupe, Lupe Durán; jamás disfrutó la vida en Mercedes porque siempre
añoró la capital. De hecho, la infancia de mi madre transcurrió en la ciudad. La mayor
parte del tiempo la pasó en un complejo de apartamentos, una selva de concreto donde
su reinado parecía eterno. No había más niños en el complejo, así que tenía la
oportunidad de conquistar el mundo de condominios que le salían enfrente.

Era un edificio sin muros para Lupe, sin puertas o barreras. Su reinado empezaba desde
el departamento C hasta el anuncio de Barbacoa en la entrada. Una construcción sin
fronteras para las misiones de Lupe contra el concreto. Todo ello cambió en el momento
que Mercedes llegó a su vida.

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Mercedes y la capital se volvieron los escenarios decisivos para crear a Mara y Regina
de maneras inversas, pero tan cercanas. Ambos escenarios acercándose como dos
cartografías perfectamente elaboradas para conectarse sin siquiera tocarse (o así lo
creían). ¿Cómo es posible que nunca se conocieron?

Mara y Regina tuvieron a la misma mejor amiga en distintos momentos de su vida, se


llamaba Luisa. Mara y Luisa se conocieron en la preparatoria mientras estudiaban en la
ciudad capital, no eran compañeras en el mismo colegio, pero compartían una clase de
baloncesto en la cancha de la colonia. Regina y Luisa se conocieron en una fiesta de la
universidad; compartieron unas cuantas palabras, unas cervezas y una amistad que
duraría toda la vida.

Mara tenía cuatro meses de embarazo cuando regresó a Mercedes, creía que un
ambiente más templado y limpio le caería mejor para mantenerse a flote en esta etapa.
Solía caminar mañana y noche por el sendero principal que conectaba la plaza principal
con el barrio de Miravalle. Era el único sendero que tenía una buena iluminación casi todo
el tiempo, era la única que arropaba al pueblo cuando el ocaso cobijaba antes de
anochecer. Todo lo demás era absorbido por la oscuridad y la ola de cantares del campo
y las cantinas del lugar.

En ese mismo sendero, tiempo atrás había huido don Aurelio (abuelo de Regina),
escondiéndose del ejército nacional junto con otros hacendados adinerados de la zona.
Lograron esconderse en los anexos de la iglesia de Miravalle. El ejército decidió quemar
la pequeña plaza donde la mayoría murieron calcinados o torturados.

Regina conocía poco sobre la vida de su abuelo y de su familia en general. Ocurrió


cuando era muy pequeña y no le era cercana la vida Mercedita. Lupe Durán estuvo
presente ese día, entre la ola de incertidumbre y desesperación, buscando un lugar para
refugiarse o esconderse. Jamás se habría imaginado sentirse como una rata escabullida
por un pedazo de pan como ese día, nunca le comentó a Mara de este episodio de su
vida, aunque la marco de por vida, especialmente en sus sueños.

Sueños no muy distintos a los que le llegaron a Mara y Regina por gran parte de su vida.
Mostrándoles la presencia de la levedad que les era propia, de una extrañeza consigo y

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con su mundo. Un viaje interminable de situaciones entre aire puro y concreto, cortadas
por el sendero de Miravalle.

Revelaciones de coincidencias insospechadas, que, a diferencia de poder explicar, lo


único que dejaban era el paso de la vida misma.; la forma en que la vitalidad se hizo y
hace presente. Lo fue para Mara al llegar su parto, la necesidad de volver a la capital y
olvidarse de Mercedes.

El 22 de diciembre, Mara regresó a Mercedes junto con Luisa. Las dos asistieron al
funeral de Regina. El día del parto de Mara, tuvo la noticia que estaba embarazada de
gemelas, una no sobrevivió las primeras 48 horas. Mara nunca fue una mujer religiosa,
sólo en dos ocasiones oraría en su vida. La primera fue en la capilla del hospital cuando
supo que su hija murió. La segunda fue en el funeral de Regina, en su primer encuentro
sin siquiera conocerse, sin mirarse cara a cara, solo desde las lagrimas.

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