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El Rosario
El Rosario
Hay que recordar también como dato interesante para la historia del rosario que el salterio de
los Pater se subdividía entre los monjes conversos y los laicos devotos en tres grupos de 50 y
se recitaba en ritmos diurnos a imitación de la liturgia de las horas: Pío V lo prescribió con la
publicación del breviario en 1586, y sucesivamente entró en el rosario el Santa María, aunque
con algunas excepciones. En el s. XIV el cartujo Enrique de Kalkar realizó una ulterior
subdivisión en el salterio de las Ave, dividiéndolo en 15 unidades, es decir, en 15 decenas,
intercalando entre decena y decena el rezo del Pater. Por el mismo tiempo se va imponiendo
la leyenda de la institución del rosario por santo Domingo, leyenda difundida sobre todo por
Alano de la Roche, OP. Aunque tal leyenda no se puede aceptar en todos sus detalles, sin
embargo no se puede decir que sea falsa totalmente. El salterio mariano, como hemos visto,
está documentado antes de santo Domingo (1170-1221); pero ciertamente santo Domingo y
sus hermanos predicadores utilizaron esta forma popular de oración. Piénsese, p. ej., en las
archicofradías marianas fundadas por san Pedro de Verona, discípulo de santo Domingo, y en
el influjo que tuvieron estas archicofradías en la divulgación de la devoción a la virgen María.
La simple repetición litánica del Pater y del Ave no incluía todavía la meditación de los
misterios. El primer documento que testimonia el intento de unir la recitación de las Ave con la
meditación de los misterios evangélicos principales se remonta al s. XV. Entre los años 1410 y
1439, Domingo de Prusia, cartujo de Colonia, propuso a los fieles una forma de salterio
mariano en el cual el número de las Ave se reducía a 50, pero a cada una de ellas se le añadía
una referencia verbal explícita a un suceso evangélico, a modo de cláusula o ritornelo, que
cerraba la misma Ave María. De estas cláusulas, formalizadas por Domingo de Prusia, 14 se
referían a la vida escondida y preapostólica de Cristo, seis a la vida pública, 24 a su pasión y
muerte y las seis restantes a la glorificación de Cristo y de su madre María. A Domingo de
Prusia hay que atribuirle el comienzo de la forma renovada de salterio mariano que
desembocará en el rosario entendido en sentido moderno. El ejemplo del cartujo de Colonia
tuvo numerosos continuadores. El s. XV vio proliferar muchos salterios de este género. Las
cláusulas referidas al evangelio alcanzaron cifras altísimas, unas 300, variando de una zona a
otra, según las devociones que más se quería acentuar. Contemporáneo de Domingo de
Prusia, el ya citado dominico Alano de la Roche (1428-1478) difundió extraordinariamente el
salterio mariano, que desde este tiempo comenzó a llamarse "rosario de la bienaventurada
virgen María", a través de la predicación y sobre todo de las archicofradías marianas por él
fundadas. El mismo Alano de la Roche habla de rosario viejo y rosario nuevo, queriendo
distinguir entre el simple salterio de las Ave y el salterio que incorpora la meditación de los
misterios, los cuales se proponen ordinariamente en tres partes: encarnación, pasión-muerte
de Cristo y gloria de Cristo y María.
El excursus que ofrecemos sobre el magisterio pontificio quiere ser una mirada sintética que
trata de recoger, más que un elenco de documentos (por lo demás, vastísimo), las
aportaciones originales del magisterio en este tema. De san Pío V, proveniente de la orden
dominica y denominado "primer papa del rosario", hemos recordado ya la importante bula
Consueverunt. Recordemos también la bula Salvatoris Domini (1572), con ocasión de la
victoria de Lepanto, que instituyó la fiesta litúrgica como recuerdo de tal victoria. Su sucesor,
Gregorio Xlll, con la bula Monet Apostolus, instituyó la fiesta solemne del rosario,
introduciéndola en el calendario litúrgico en el primer domingo de octubre. La doctrina de Pío
V se puede sintetizar así: a) necesidad de la oración para superar las dificultades de la guerra y
otras calamidades; b) el rosario, inventado por santo Domingo, es un medio sencillo al alcance
de todos, c) tal medio se ha revelado de gran eficacia contra las herejías y los peligros para la
fe y ha obrado grandes conversiones, d) recomienda encarecidamente el rezo del rosario a
todo el pueblo cristiano.
Desde Gregorio Xll a León XIII son numerosísimos los documentos pontificios sobre el rosario.
En su mayor parte están dirigidos a la fundación de archicofradías, su disciplina y privilegios.
No siempre aportan elementos nuevos. Su importancia está en el hecho de que documentan
una continuidad de visión en los pontífices y una confianza en el rosario como medio eclesial
"pro Sedis Apostolicae et fidei catholicae exaltatione ac haeresum extirpatione, necnon pacis
ínter príncipes christianos conservatione", como se expresa, p. ej., Clemente Vlll en la bula
Salvatoris et Domini, del 13 de enero de 1593. Pío IX invita al rezo del rosario con la carta
Egregiis suis (3 de diciembre de 1869) para el buen éxito del concilio Vat I. A León Xlll se le
puede llamar merecidamente "papa del rosario", igual que a Pío V. Llevan su firma 12 cartas
encíclicas y dos cartas apostólicas, que desarrollan con suma doctrina los temas del rosario.
Nace en este periodo la práctica de consagrar el mes de octubre a esta oración, "distintivo
honorífico de la piedad cristiana", "la más agradable de las oraciones"; además el rosario "es
como un mosaico de nuestra fe y compendio del culto que se le tributa (a la Virgen)".
Con agudeza León Xlll ve en el rosario "una manera fácil de hacer penetrar e inculcar en las
almas los dogmas principales de la fe cristiana". Mirando a los males de la sociedad, el papa de
la Rerum novarum anima e invita a hacer esta oración para superar la aversión al sacrificio y al
sufrimiento, poniendo la propia fe y la mirada en los padecimientos de Cristo. La aversión a la
vida humilde y laboriosa la supera el cristiano meditando sobre la humildad del Salvador y de
María. La indiferencia hacia los misterios de la vida futura y el apego a los bienes materiales se
curan meditando y contemplando los misterios de la gloria de Cristo, de María y de los santos.
León XIII, en verdad, no ahorró palabras ni escritos para elogiar y potenciar el rosario. Se
calculan en unos 22 los documentos suyos mayores y menores al respecto.
Las intervenciones de Pío X y de Benedicto XV revisten un tono menor. Pío Xl, con la encíclica
Ingravescentibus malis (20 de septiembre de 1937), invita a rezar a la reina del cielo en la hora
de peligros que amenazan al mundo, utilizando la oración del rosario, que entre las oraciones a
la Virgen "ocupa el primer puesto", y es validísimo instrumento para suscitar las virtudes
evangélicas, para nutrir la fe católica, para reavivar la esperanza y la caridad.
Pío Xll escribió sobre el rosario una encíclica y ocho cartas, sin contar numerosísimos discursos.
El rosario es "síntesis de todo el evangelio, meditación de los misterios del Señor, sacrificio
vespertino, corona de rosas, himno de alabanza, oración de la familia, compendio de vida
cristiana, prenda segura del favor celeste y de la esperada salvación". Más solemnemente, en
la encíclica Ingruentium malorum (1951), afirma: "Porque, si bien puede conseguirse con
diversas maneras de orar (la ayuda de la Virgen), sin embargo, estimamos que el santo rosario
es el medio más conveniente y eficaz, según lo recomienda su origen, más celestial que
humano, y su misma naturaleza... De nuevo, y solemnemente, afirmamos cuán grande es la
esperanza que Nos ponemos en el santo rosario para curar los males que afligen a nuestro
tiempo. No es con la fuerza, ni con las armas ni con la potencia humana, sino con el auxilio
divino obtenido por medio de la oración —cual David con su honda— como la iglesia se
presenta impávida ante el enemigo infernal..."
Juan XXIII honró de modo constante el rosario. Éste se revela en su vida como un componente
esencial de su espiritualidad, según las revelaciones de Diario del alma. Explicó su magisterio
sobre el rosario reiteradamente, en encíclicas y discursos. Entre las primeras recordemos Grata
recordatio (1959), en la que se recomienda la devoción del mes de octubre. En ella, después de
haber recordado el magisterio de sus predecesores, sobre todo de León XIII, refresca la bella
definición de Pío V: "Éste (el rosario) como todos saben, es una muy excelente forma de
oración meditada, compuesta a guisa de mística corona, en la cual las oraciones del Pater
noster, del Ave María y del Gloria se entrelazan con la meditación de los principales misterios
de nuestra fe, presentando a la mente la meditación tanto de la doctrina de la encarnación
como de la redención de Jesucristo, nuestro Señor". También de Juan XXIII es la carta
apostólica I! religioso convegno (1961), exposición conmovedora y paterna para los fieles, que
presenta en un lenguaJe nuevo el valor y la eficacia del rosario, y constituye una verdadera
suma del mismo.
El Vat II, al tratar del misterio de María, hizo una breve referencia a las prácticas de devoción
hacia ella: "Los hijos de la iglesia... estimen mucho las prácticas y los ejercicios de piedad hacia
ella recomendados por el magisterio en el curso de los siglos" (LG 67). Pablo Vl, en la encíclica
Christi Mater, pormenorizará el texto del Vat II: "El concilio ecuménico Vaticano II, aunque no
explícitamente pero si con una indicación clara, ha enfervorizado el ánimo de todos los hijos de
la iglesia hacia el rosario recomendando estimar grandemente la práctica de los ejercicios de
piedad hacia ella, tal como han sido recomendados por el magisterio a lo largo de los
tiempos". En la misma encíclica, el papa recuerda que "el rosario es oración para obtener la
paz, defensa y alimento de la fe". Sobre el rosario como oración para obtener la paz insiste el
papa en la exhortación apostólica Recurrens mensis october (1969): "Meditando los misterios
del rosario aprenderemos, siguiendo el ejemplo de María a convertirnos en almas de paz, por
mediación del contacto amoroso e incesante con Jesús y con los misterios de su vida
redentora". Esta gran oración, "pública y universal", podrá ser rezada "en su forma establecida
por Pío V", o también "en aquellas formas más recientes, que con el consentimiento de la
legitima autoridad lo adaptan a las necesidades de hoy día". Esta alusión a nuevas formas de
recitación alentará nuevas experiencias de adaptación del rosario, según las exigencias de la
pastoral, experiencias que se desarrollarán en distintas formas, y sobre las cuales volveremos
más adelante. Otra exhortación apostólica de Pablo Vl, la Marialis cultus (1974), hablará
ampliamente del rosario. En ella se recuerdan los elementos esenciales constitutivos de tal
oración: a) la contemplación de una serie de misterios de la salvación distribuidos sabiamente
en tres ciclos; b) la oración del Señor, o Padrenuestro, que por su inmenso valor es base de la
oración cristiana; c) la sucesión litánica de las Avemarías en número fijado por la tradición; d)
la doxología Gloria al Padre, que cierra esta devoción con la glorificación de Dios uno y trino. El
rosario es al mismo tiempo, en virtud de sus elementos constitutivos, plegaria que alaba,
implora y adora. El rosario, además, da origen a otros ejercicios de piedad e inspira
formulaciones nuevas de oración como "celebraciones de la palabra", en las que se desarrollan
de manera homilética y meditativa más difusa algunas de sus partes.
Ha habido otras intervenciones del magisterio ordinario por parte de Juan Pablo I y Juan Pablo
II. Este breve excursus impresiona por el número de sus representantes, por su variedad y
constancia a lo largo de muchos pontificados, que van desde Pío V a Juan Pablo II. Todo esto
nos revela una tradición ininterrumpida y el sentir continuo del magisterio en esta materia.
Juan Pablo II sorprendía al mundo cuando, poco después de ser elegido, decía a los fieles en la
plaza de San Pedro: "EI rosario es mi oración predilecta" (29 de octubre de 1978). Y dando
pruebas de su mentalidad, profundamente teológica, ponía en relación esta oración mariana
con la orientación que el Vat II había dado sobre la Virgen: "Se puede decir que el rosario es un
comentario-oración sobre el capítulo final de la constitución Lumen gentium del concilio Vat II,
capítulo que trata de la presencia de la madre de Dios en el misterio de Cristo y de la iglesia"
(ib).
Desde esta convicción se explican las múltiples alabanzas que en las más variadas ocasiones ha
realizado sobre esta forma de oración: "Es una escala para subir al cielo" (29 de abril de 1979),
"la oración mental y vocal son las dos alas que el rosario ofrece a las almas cristianas" (en la
beatificación de J. D. Laval y F. Coll, el 29 de abril de 1979); "es unión familiar con la Virgen y su
misión en la historia de la salvación" (al Congreso internacional mariano de Zaragoza, 12 de
octubre de 1979); "es la oración mariana más sencilla y humilde, pero no por eso menos llena
de contenidos bíblicos" (21 de octubre de 1979), "el rosario lentamente meditado en familia,
en comunidad, individualmente, os hará entrar poco a poco en los sentimientos de Cristo y de
su madre evocando todos los acontecimientos que son la clave de nuestra salvación" (5 de
mayo de 1980), etc. Pero es sobre todo, con ocasión de su visita al santuario de Pompeya,
cuando Juan Pablo II realiza, en la homilía del 21 de octubre de 1979, una catequesis profunda
sobre el rosario. "Esa oración que María reza con nosotros se llama el rosario. Es nuestra
oración predilecta. Se la dirigimos a ella, a María. Pero no olvidemos que, al mismo tiempo, el
rosario es nuestra oración con María... Venimos aquí para rezar con María, para meditar junto
con ella los misterios que ella, como madre, meditaba en su corazón (Lc 2,19). Y sigue
meditando, porque éstos son los misterios de la vida eterna. Están inmersos en Dios mismo... Y
tan estrechamente ligados a la historia de nuestra salvación. Por eso, esta oración de María,
inmersa en la luz de Dios, sigue al mismo tiempo abierta siempre hacia la tierra. Hacia los
problemas de cada hombre, hacia todos los problemas humanos..., hacia toda la misión de la
iglesia, hacia sus dificultades y esperanzas... Esta oración de María, este rosario, es
precisamente así, porque desde el principio ha estado invadido por la lógica del corazón. En
efecto, la madre es corazón. Y la oración se formó en ese corazón mediante la experiencia más
espléndida: mediante el misterio de la encarnación".
En fin, y por no alargar estas líneas con innumerables textos, quiero destacar que el profundo
teólogo Juan Pablo II nos ha contado de qué manera tan sencilla reza el santo rosario:
"Nuestro corazón puede incluir en esas decenas del rosario todos los hechos que forman la
trama de la vida del individuo, de su familia, de la iglesia, de la humanidad... Experiencias
personales, o de las personas que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla
plegaria del rosario sintoniza con el ritmo de la vida diaria. En las últimas semanas (está
hablando el 29 de octubre de 1978) he tenido ocasión de encontrarme con muchas personas...
Os aseguro que no he dejado de traducir estas relaciones en el lenguaje de la plegaria del
rosario, para que todos se vuelvan a encontrar en la oración, que da a todo una dimensión
plena. En estas semanas he tenido abundantes pruebas de benevolencia. He plasmado mi
gratitud en decenas del rosario... A todos exhorto a recitar fervorosamente esta oración".
Diversos autores han puesto de relieve el carácter teologal del rosario (Sertillanges, Guardini,
Garrigou-Lagrange, Schillebeeckx, Suenens, etc). Efectivamente, es una oración de tal modo
unida a la fe en la encarnación que puede decirse que ha nacido de ella, tanto que hacia
exclamar a Newman: "El rosario es el credo hecho oración". Los elementos teológicos sobre los
que se fundamenta el rosario son:
2. ORACIÓN CRISTOCÉNTRICA. "La interminable alabanza que el rosario tributa a María tiene
su fundamento en Jesús, en quien termina toda alabanza. Las alabanzas a ella dirigidas quieren
sólo proclamar y defender con todo rigor la fe en Jesús como Dios y como hombre. Cada
Avemaría dicha en eterna memoria suya nos recuerda que ha existido uno que, aun siendo
felicísimo eternamente, no desdeñó el seno de una Virgen por amor a los pecadores".
Alabando a María, en efecto, no se hace otra cosa que proclamar y anunciar continuamente la
gracia por la cual ella es madre de Dios; en definitiva, anunciar y proclamar la encarnación del
Hijo de Dios. El Avemaría es incesante alabanza a Cristo, y Cristo constituye el objeto central
del rosario, porque en los misterios gozosos se le ruega en su vida escondida; en los dolorosos,
en su pasión y muerte, y en los gloriosos, en su exaltación participada a la madre y a la iglesia.
IV. Valores espirituales Anclados en los motivos teológicos precedentes, resaltan los valores
espirituales:
6. ORACIÓN QUE NOS INTRODUCE EN LA LITURGIA. Existe un estrecho nexo entre liturgia y
rosario. Como la liturgia, el rosario tiene índole comunitaria, se nutre de la Escritura, gravita en
torno al misterio de Cristo. La anámnesis de la liturgia y la memoria contemplativa del rosario
tienen por objeto el mismo misterio salvífico de Cristo. El rosario participa del sacrificium
laudis a la Trinidad.
Lentamente van cayendo los prejuicios contra la devoción a María en general y el rosario en
particular, mientras se va conquistando mayor lucidez y objetividad con respecto a esta
devoción. En ciertos aspectos, esto nos aclara la crisis que ha padecido el rosario. Tampoco él
se ha librado de los ataques de estos últimos tiempos, lo mismo que no se ha librado la oración
comunitaria y privada. Comunidades cristianas tradicionalmente apegadas al rosario (Irlanda,
Italia, España, América Latina, etc.) han sufrido esta crisis. En su origen hay múltiples causas,
que podemos agrupar en dos especificaciones: la crisis de la oración devocional, agudizada por
la secularización y por los nuevos humanismos ideologizantes, y la crisis del culto mariano que
es el contexto vital y natural del rosario. La crisis ha afectado igualmente al rosario en su
estructura de oración mental y vocal, en la dificultad de contemplación y en el rechazo de la
recitación litánica, acusada de ser un mecanismo sin alma. Estas dificultades tienen una cierta
seriedad, y no se pueden obviar con simples lugares comunes. Pero es claro que hay dos
niveles en esta crisis: uno es más radical (crisis de la oración en absoluto); y otro, que podemos
llamar más especifico, lleva a ver en el rosario una oración árida, mecánica, sin vida. Por lo que
se refiere al primer aspecto, basta decir que no será una reforma del rosario lo que traiga la
solución. Con respecto al segundo aspecto, los intentos de actualización quieren obviar las
dificultades psicológicas y reales de algunas personas que quieren rezar.
Otra forma de renovación es la "celebración del rosario", recitación paralitúrgica "que, aun sin
ser verdadera y propia liturgia, se inspira sin embargo en ella y está ordenada a ella, es decir, a
preparar el corazón de los fieles a una participación más personal y más viva en los diversos
tiempos litúrgicos, y a prolongar interiormente sus efectos". Bajo esta forma se ve con claridad
la ayuda que puede dar el rosario a la preparación de los ciclos litúrgicos de adviento-navidad,
cuaresma-pascua y pentecostés. Estas formas de rezar el rosario se van difundiendo, pero
están todavía en experimentación. Es difícil prever su futuro camino, pero han recibido una
autorizada aprobación en la MC. Ha habido también experimentos que, a nuestro entender,
han comprometido el espíritu del rosario, o con la supresión del elemento titánico, o con un
desarrollo desproporcionado de la parte homilético-escriturística, o con una discutible
proliferación de misterios. Tales intentos se separan, a nuestro parecer, del espíritu del rosario
tal como se ha ido configurando a lo largo de un interminable proceso histórico.
E. D. STAID
DICC-DE-MARIOLOGÍA. Págs. 1731-1741