Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Provincia NORANDINA
Ecuador, 8 al 12 de marzo
Las miradas
de Jesús en Mc
Mirar como miró Jesús… ponernos en sus zapatos. De eso se trata esta aproximación al Jesús de
Mc. No es un estudio exhaustivo… es solo tratar de introducirse en el texto sin prejuicios y hacerse
compañero de Jesús y descubrir en sus miradas, su sentir.
Dicho de otro modo: esta es una invitación a fijar nuestra mirada en Jesús. Como dice José María
Arnaiz: “…los ojos permiten el juego de las miradas. La del creyente en Jesús, una mirada
contemplativa y agradecida de aquel que en su corazón sabe de quién se ha fiado. Y la de Jesús en
él, mirada que llena de alegría y de paz, y que hace que la vida rezume abundancia y plenitud. De
este cruce nace la fe viva, personalizada y confiada. ”
PETICIÓN
"Pido al Dios de nuestro Señor Jesús, al Padre glorioso, que les conceda el don espiritual de
comprender su revelación para que conozcan, de verdad, quien es Él... Le pido que ilumine la
mirada interior de su corazón, para que conozcan a qué esperanza les ha llamado" (Ef 1,17-18a)
CARACTERÍSTICAS DE LAS MIRADAS DE JESÚS.
1º) La mirada de Jesús refleja de una manera privilegiada la mirada de Dios, pues se fija sobre todo
en las personas concretas, pero con una particular
atención a los más necesitados.
4º) Una de las particularidades de la mirada de Jesús es su gran capacidad para observar las cosas
pequeñas y habituales, que suelen pasar desapercibidas, y a partir de aquí extraer un enseñanza
para la vida, porque su mirada es una mirada “contemplativa”, que va lo hondo del
acontecimiento y la persona (en Lc 12, 24-29 se fija en los cuervos y los lirios. En Lc 14, 7, observa
cómo los invitados cogen los primeros puestos).
5º) La mirada de Jesús es una mirada asimismo capaz de descubrir lo exterior para, desde allí,
pasar a lo interior y acabar en la mirada espiritual (“con los ojos de Dios”): en Mc 5, 38-40
descubre que donde los demás veían muerte sólo había sueño, posibilidad de vida. En Mt 9, 4,
conoce las auténticas intenciones de la persona. Un texto clave para descubrir la mirada de Jesús:
Lc 21, 1-3.
6º) La mirada de Jesús tiene la capacidad de romper los prejuicios, sobre todo cuando mira a los
ojos. Y esa mirada de Jesús que llega a lo profundo transforma nuestro corazón y nuestra mirada,
y nos lleva, más allá de nuestros prejuicios, a un mundo nuevo de posibilidades inéditas, descubre
y revela lo mejor de cada uno de nosotros/as (Jn 1, 45-48: del Natanael con prejuicios dirá “éste es
un verdadero israelita, en el que no hay doblez alguna”).
En el evangelio de Mc
Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las
redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ---Veníos conmigo y os haré pescadores
de hombres. Al punto, dejando las redes, le siguieron. [19] Un trecho más adelante vio a
Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca.
Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, se fueron con él. (Mc 1,16-20)
El seguimiento comienza cuando alguien se siente llamado personalmente por El y acoge su
llamada. Este encuentro personal es absolutamente necesario. Jesús nos mira a cada uno de
manera personal.
A Jesús no sólo no hay que perderle de vista (Hb 12, 1-2), sino que
tampoco hay que perder de vista su mirada ni su punto de mira, el corazón. Los evangelios
conservan diferentes «miradas» de Jesús; si los ojos son el reflejo del alma, a través de ellas
podremos llegar a conocer los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,6), para interiorizarlos y
hacerlos propios. Y todos necesitamos ese cruce de miradas clarificador, pues en la mirada de
Cristo se percibe la profundidad de un amor eterno e infinito que toca las raíces más profundas del
ser.
Contemplar la mirada de Jesús nos servirá, también, para aprender a mirar cristianamente la
realidad. Te aconsejo colirio para ungir tus ojos y poder ver, advirtió el Testigo fiel al ángel de la
Iglesia de Laodicea(Apoc 3, 18). Contemplar la mirada de Jesús puede surtir en nosotros los
efectos de ese colirio clarificador.
1. La mirada al «Joven» rico: Una mirada de cariño perdida. A pesar de que el relato lo
transmitan los tres evangelios sinópticos, la mirada la
conserva sólo el de san Marcos (10,21). Un hombre rico
busca caminos de salvación. Su pregunta -¿Qué he de
hacer para conseguir la vida eterna? (Mc 10, 17)- deja
entrever el desconcierto de la gente piadosa de aquel
tiempo ante las variadas interpretaciones de la Ley. Se
acerca a Jesús, llamándole Maestro bueno, porque
sabemos que eres veraz..., y que enseñas con sinceridad
el camino de Dios (Mc 12,14).
Pero Dios ya había hablado; por eso Jesús le remite a la palabra de Dios: los
mandamientos (Mc 10, 19). Expresamente recuerda los mandamientos de la
«segunda tabla», los llamados mandamientos sociales. Y es que a Dios no hay que
buscarle por sendas ocultas: El nos sale permanentemente al encuentro en el
prójimo. La reacción del hombre -Todas esas cosas las he observado desde la
adolescencia (Mc 10, 20)- parecía poner fin a la cuestión: podía estar tranquilo, estaba
en el buen camino.
Sin embargo, todo comienza a partir de ahí. Conmovido y cautivado por la honestidad
y sinceridad de aquel hombre, Jesús, mirándole, sintió cariño por él y le dijo: «Una
cosa te falta. Vende cuanto tienes y dalo a los pobres... y luego sígueme» (Mc 10, 21).
Al mero cumplimiento de la Ley, Jesús ofrece la plenitud de la Ley (cf Mt 5, 17). La
propuesta, exigente sin duda, va envuelta en una mirada de cariño, que, si reconoce y
celebra el bien hecho, es, sobre todo, estímulo para nuevas conquistas: liberarse para
seguirle. El v. 22 es sombrío, la luz que se había encendido en la mirada y con la
mirada de Jesús, se apagó inmediatamente. Quien se acercó corriendo (Mc 10, 17), se
retiró entristecido y disgustado (Mc 10, 22).
Detente un momento. Revive la escena. Tú eres ese joven rico a quien Jesús mira
con cariño. Ve tu fidelidad de tantos años. Se complace en ella. Hoy te pide un
paso más: “hacerte limosna” sobre todo para los niños y jóvenes pobres.
¿Qué le dices tú al Señor?
2. Mirada airada. No es una mirada fácil de asimilar, quizá por eso los evangelios de
Mateo (19, 9-14) y Lucas (6, 6-11) la han omitido; sin embargo es una mirada real y
evangélica (Mc 3, 1-6).
No es la ira del arrebato pasional e irracional, sino la del dolor por la ausencia de
compasión; expresión de una humanidad dolorida por la falta de humanidad,
sofocada con el pretexto de observancias religiosas. La ira de Jesús prolonga y evoca
la ira de Dios en el Antiguo Testamento, que no es sino un antropomorfismo (un modo
humano de hablar) para expresar el dolor de Dios y su no indiferencia ante el
deterioro del hombre por el pecado. La mirada airada de Jesús expresa la decepción
por unos guías ciegos, que no sólo confunden a Dios sino que lo deforman y no
comprenden que la gloria de Dios es que el hombre viva.
La mirada airada de Jesús es una mirada revulsiva, para sacar a aquellos hombres de
una religiosidad ritual, que se nutría de observancias, y colocarlos en el camino de la
fe, que «se actúa en la caridad» (Gal 5, 6). También nosotros necesitamos contemplar
esta mirada airada, porque puede que aún participemos de aquella dureza de corazón
que Jesús, apenado, descubrió en sus contemporáneos.
Desde su celibato por el Reino, Jesús no dudó en acercarse a la mujer y mirarla con
buenos ojos y sentimientos de profunda humanidad. De hecho, el mundo femenino
ocupa un puesto relevante en el Evangelio. Buena parte de los milagros tienen como
destinatarios a mujeres: la suegra de Pedro (Mc 1, 29-31), la hemorroísa (Mc 5, 25-
34), la hija de Jairo (Mc 5, 21-24.35-43), la hija de la sirofenicia (Mt 15, 22-28 la mujer
encorvada (Lc 13, 11-13)...; y el «lenguaje femenino» inspira no pocas parábolas: la de
la levadura (Mt 13, 33), la de la dracma perdida (Lc 15, 8-9), la de los dolores y alegrías
del parto (Jn 16, 21), la de las diez doncellas (Mt 25,1ss); la de la viuda insistente Lc 18,
1-8)... Jesús miró con compasión a la mujer cananea (Mt 15, 28) y la viuda de Naín (Lc
7, 13) con dignidad y misericordia a la pecadora pública (Lc 7, 13) y a la adúltera (Jn 8,
1-11); con confianza a la samaritana (Jn 4, 1ss); con amor a las hermanas de Lázaro (Jn
11, 5); con ternura a María Magdalena (Jn 20,11-17); con generosidad a la pobre viuda
(Mc 12, 41-44)... ¡Y cómo miraría a su madre! Los evangelios son parcos al respecto.
Pero sabemos algo significativo: para ella, para María, fue su última mirada, desde la
cruz (Jn 19,26-27).
La mirada de Jesús hacia la mujer fue una mirada surgida de un «corazón limpio» (Mt
5, 8): libre y liberadora, adulta y madura (no dura), dignificadora, estimulante,
responsabilizadora, afectiva y sin prejuicios..., que ama, enseña a amar y genera amor.
Una mirada de la que todos tenemos que aprender.
De los textos evangélicos que se señalan, de miradas a mujeres, elije uno que
quieras meditar más a fondo. Revive la escena y estate atento a lo que esa mirada
suscita en ti.
Mi mirada, ¿tiene las prioridades del Maestro?
1
Mateo 14, 14
ovejas sin pastor» 2. Al entrar en Naín, se encuentra con que llevan a
enterrar al hijo único de una viuda: « el Señor, la vio, se conmovió y le
dijo: No llores» 3. Johan Baptist Metz ha recordado que, frente a la
«mística de ojos cerrados» más propia de la espiritualidad de Oriente,
volcada sobre todo en la atención a lo interior, quien se inspira en
Jesús está llamado a cultivar una « mística de ojos abiertos » y una
espiritualidad de responsabilida d absoluta hacia los que sufren.
Esta mirada al que sufre nos libera de ideologías que bloquean nuestra
compasión o de marcos normativos que nos hacen vivir con la
conciencia tranquila. Esa mirada nos arranca de la indiferencia, nos
recuerda nuestra propia condición vulnerable, despierta en nosotros la
solidaridad fraterna 4.
2
Mc, 6,34
3
Lucas 7, 13. Los evangelistas emplean el término «splanchnizomai» que expresa una reacción visceral, una
conmoción entrañable.
4
Joan-Carles MélichÉtica de la compasión, Herder, Barcelona, 2010; José María Castillo, La sensibilidad de
Jesús, en Varios, El grito de los excluidos. Seguimiento de Jesús y teología, Estella, Verbo Divino, 2006,
153-172.
5
Ver la hermosa síntesis de WilligisJäger, Sabiduría eterna. El misterio que se esconde detrás de todos los
caminos espirituales, Verbo Divino, Estella, 2010.
Tercer ejercicio:
Recreación de Mc 6, 30-46
3.2 Disfruto de esta recreación que hace Dolores Aleixandre del texto evangélico
« Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues
tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
se lo quiera revelar.»Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos
que ven lo que ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
ustedes ven, pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyeron, pero no lo oyeron. (Lc.
10. 21-24)