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La reinvención de la novela en Al faro de Virginia Woolf

Elisa Suárez Hernández

Antecedentes
Se considera a la novela como el género más tardío ya que en la Antigüedad la
narración se expresaba en verso. Durante la Edad Antigua existieron todo tipo de
relatos narrativos largos escritos en verso, tales como El mito de Gilgamesh o El
mahabharata, propios de la tradición oral. Para el siglo XI y XII surgen los primeros
romances, que eran narraciones de ficción escritas en verso llamados así por estar
escritos en lengua romance. Fueron la antesala para los primeros romances en
prosa del siglo XV, que hablaban sobre temas caballerescos, evitando el verso
rimado. Después dieron paso a los libros de caballerías. Otra novedad durante ese
siglo fue la novela sentimental, que retoma las teorías sobre el amor cortés. A
mediados de siglo, se produjo un cambio de ideas a los temas del amor, para dar
paso a situaciones más realistas, lo cual puede ser percibido en la Vida de Lazarillo
de Tormes y de sus fortunas y adversidades, dando origen a la novela picaresca.
Pero es hasta el siglo XVII cuando puede considerarse el verdadero
nacimiento de la novela moderna con Don Quijote de la Mancha de Miguel de
Cervantes. En El canon occidental, Harold Bloom explica que “muchos le conceden
al extraordinario experimento de Cervantes el honor de haber inventado la novela,
en oposición a la narrativa picaresca” (107). Ya no se presenta una sucesión de
eventos aislados, sino una obra cuya estructura interna que se va formando desde
el comienzo de las aventuras de Don Quijote. El mundo que Cervantes está creando
representa al mundo real, ya no hay sucesos maravillosos; vuelve al lector un ser
activo dentro de la novela. Los personajes no son estáticos; tanto Don Quijote como
Sancho Panza –su leal compañero– van evolucionando a medida que se topan con
distintas situaciones a lo largo de la novela.
En 1678 Madame De La Fayette toma la técnica de la novela española para
crear su obra más conocida La princesa de Cléves. Logró reflejar el comportamiento

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humano detallando las emociones que sus personajes sentían. Los temas de la
melancolía y los amores ilícitos mueven a toda la historia; esto gustó mucho a los
lectores. Esta fórmula siguió a varios autores de Francia, Alemania y Gran Bretaña
los siguientes años. Muchos de ellos se cultivaban de los escándalos y las personas
deseaban consumir este contenido, con la intención de conocer los detalles. Para
justificarse, los escritores señalaron que no pretendían escandalizar o propiciar
chismes, sino que buscaban dar lecciones morales a las personas. Para superar la
crítica alrededor de las llamadas novelas escandalosas, se retomó el tema
romántico y melancólico que permanecería y se volvería más fuerte al llegar al siglo
XIX. En este periodo de tiempo aparecen la novela histórica, psicológica, poética y
social.
Anteriormente, la novela no era vista como un género serio, sino que era
utilizado mayormente para la comercialización de historias; pero logró alcanzar la
madurez durante este periodo. Su forma y estética se mantuvieron estáticos en todo
este lapso, aunque algunos escritores se atrevieron a experimentar, la mayoría
siguió la misma fórmula: división de capítulos, narrador omnisciente, pasados
narrativos que introducen a la diégesis, personajes que cambian de acuerdo con las
situaciones que deben enfrentarse, descripciones detalladas de los espacios,
intriga, críticas sociales y toques moralistas. Todas estas características ayudaron
a la creación de grandes obras por toda Europa que lograron consolidar a la Novela
como un género literario.
El siglo XX trajo consigo una gran cantidad de cambios a nivel mundial,
incluyendo a la literatura. El relativismo y el psicoanálisis provocaron que las
técnicas narrativas también cambiaran y se adaptaran a estas nuevas formas que
estaban cambiando el modo de pensar de la gente. En cuanto al contexto histórico,
las guerras mundiales también influyeron en las nuevas técnicas de narración, así
como el surgimiento de las vanguardias. Una de las primeras características que
pueden apreciarse en la novela del siglo XX es el psicoanálisis, esto porque muchas
novelas de finales del siglo pasado buscaban desarrollar un análisis psicológico en
sus personajes. A partir de este momento, las características que acompañaban a
la novela del siglo XIX pasan a segundo plano.

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La historia ya no será trascendente en estas nuevas novelas, no importa qué
cuenten, sino cómo; lo primordial ahora es conocer lo que los personajes piensan.
El estilo se convertirá en el vehículo para reflejar la psicología de los personajes,
así se llega a desarrollar una nueva técnica narrativa que se interioriza en los
pensamientos más profundos de los personajes: el monólogo interior, que es una
modalidad narrativa que consiste en presentar el discurso de un solo hablante.
Verbaliza desde el yo y junto al estilo indirecto libre es una absoluta innovación ya
que el narrador pierde protagonismo. Su función es la de facilitar el acceso a la
conciencia del personaje y permitir su introspección y caracterización.
Los tiempos en que ocurren los hechos de las novelas también cambian.
Novelas como Ulises de James Joyce y En busca del tiempo perdido de Marcel
Proust, marcan una ruptura acerca de la concepción tradicional del tiempo en la
novela. Al mencionar a Joyce y a Proust, también es importante hablar de Franz
Kafka, Henry James, William Faulkner y Virginia Woolf; junto con esta última autora
es importante mencionar la novela Al faro, con la cual siguió la tradición de los
novelistas modernos.

Virginia Woolf y la ficción moderna


Virginia Woolf (1882-1941) fue una de las más notables escritoras del siglo XX. Hija
del biógrafo y filósofo Leslie Stephen, se mudó tras el fallecimiento de este en 1905,
junto a sus hermanos, a una casa del barrio londinense de Bloomsbury, que más
tarde se convertiría en lugar de reunión de intelectuales. En el grupo, conocido como
Grupo de Bloomsbury, participó el economista, historiador y ensayista Leonard
Woolf, con quien Virginia se casó en 1912.
En 1917 ambos fundaron la editorial The Hogarth Press, que sirvió de puente
para lanzar a Virginia al mundo de las letras. Bloomsbury contribuyó al desarrollo
del pensamiento liberal. Deseaban ante la vida una actitud más libre, racional y
civilizada. Comenzaron por el intento de hacer tambalear el énfasis victoriano sobre
el deber público, favoreciendo el constante análisis de las relaciones personales.
Virginia Woolf aceptó más tarde que ese grupo logró una visión ascética y austera
que les permitió seguir unidos con el paso del tiempo.

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La escritora se desarrolló en un mundo de actitudes victorianas. Por tal razón
se preocupó por el reconocimiento de los derechos intelectuales y artísticos de las
mujeres de su tiempo. Virginia nunca fue a la escuela, realizó sus estudios en la
casa. Después de sufrir la primera depresión nerviosa a los diez años, Woolf vivió
la mayor parte de su vida bajo el temor de una inminente demencia. Su madre murió
cuando la escritora tenía trece años. Muchos años más tarde, la homenajeó
configurando el personaje de la Sra. Ramsay en la novela Al faro. El texto se publicó
en 1927, y consiguió para su autora el premio Femina Vie Heureuse en 1928.
La forma de pensar de Virginia Woolf la llevó a ser inspiración del movimiento
feminista liberal sufragista, al que después se fue uniendo de forma consciente de
diferentes maneras. La primera y más relevante, en los temas que analizó en sus
obras, como el uso de la violencia de hombres sobre mujeres para reprimirlas de
forma política e intelectual –en La Sra. Dalloway–; o en Una habitación propia en la
que, con la célebre frase, “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para
poder escribir novelas” (Woolf 10), hace alusión a la necesidad de independencia
financiera de la mujer.

Al igual que Proust y Joyce, Virginia Woolf deseaba experimentar con la psicología
interna de sus personajes y dejar a un lado la trama. Lo que Woolf resalta en varias
de sus obras es sumirse en los pensamientos más profundos de sus personajes
para conocerlos y a aquellos con los que interactúan. Enfatiza mucho acerca de las
emociones infantiles y lo complejas que llegan a ser las relaciones humanas entre
los adultos.
Dos años antes de la publicación de Al faro, Virginia Woolf ya había
comenzado a experimentar con otra novela, titulada La Sra. Dalloway. En ella la
acción ocurre en un solo día, siguiendo de cerca a Clarissa Dalloway, quien está
preparando una fiesta para la noche. Woolf juega con el tiempo yendo al pasado y
luego regresando al presente para construir y conocer a fondo la vida de los
personajes con los que Clarissa se va encontrando durante su camino por las calles
de Londres. Todo esto ocurre y se conoce a través de los pensamientos de ella. La
Sra. Dalloway comparte muchas similitudes con Ulises de James Joyce; Woolf
anticipó a esta novela como uno de los grandes hitos de la novela moderna del siglo

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XX en su ensayo “narravita moderna” publicado en una antología de ensayos titulada

El viejo bloomsbury:

No estamos solicitando tan sólo valor y sinceridad, sino sugiriendo que la materia adecuada
de la narrativa es un tanto diferente a lo que quiere hacernos creer la costumbre. En
cualquier caso, es de alguna manera parecida a ésta que buscamos definir la cualidad que
distingue a la obra de varios escritores jóvenes, el señor James Joyce el más notable entre
ellos, de aquella de sus predecesores. Intentan acercarse más a la vida, preservar con
mayor sinceridad y exactitud lo que les interesa y conmueve, incluso si para lograrlo hayan
de descartar la mayoría de las convenciones que suele observar el novelista.
[…] No demos por sentado que la vida existe con mayor plenitud en aquello comúnmente
pensado grande que en lo comúnmente pensado pequeño. Cualquiera que haya leído
Portrait of the Artist as a Young Man o lo que promete ser una obra mucho más interesante,
el Ulysses, que en este momento aparece en la Little Review, arriesgará una teoría de tal
naturaleza respecto a la intención del señor Joyce. […] el señor Joyce es espiritual; se
preocupa a cualquier precio por revelar los titubeos de esa llama interna que destella sus
mensajes a través del cerebro, y para conservarla hace de lado con valor absoluto todo
aquello que parezca adventicio, se trate de la probabilidad, de la coherencia o de cualquier
otra señal caminera que por generaciones haya servido para dar apoyo a la imaginación
del lector, cuando se le pide que imagine lo que le es imposible tocar o ver (43)

Tanto La Sra. Dalloway como Al faro, llamaron la atención por la técnica usada por
Woolf y el deseo de ella para experimentar y reinventar este género literario. No se
trata únicamente de la narración de lo que sucede dentro de la mente de los
personajes, sino que también es capaz de usar los recursos propios de la poesía
para la creación de imágenes.

Al faro
To the lighthouse, traducida como Al faro, se publicó en 1927, convirtiéndose en la
quinta novela de la escritora inglesa. La historia es sencilla, puesto que se centra
en la familia Ramsay y su visita a la isla Skye. Toda la acción ocurrirá en dos días
separados por entre sí por un lapso de diez años que va de 1910 a 1920. Los
diálogos son muy escasos, tampoco ocurren muchas acciones y por ellos quizás se
vuelve tediosa para el lector, porque aparentemente no está sucediendo nada.
Está divida en tres partes: la ventana, el tiempo pasa y, por último, el faro.
Como ya se mencionó, la trama se vuelve secundaria, pero tiene la intención de
narrar una visita por parte de la familia Ramsay al faro ubicado en la isla Skye.
Aunque interioriza en los pensamientos infantiles y las relaciones humanas, el arte,

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en este caso la pintura que Lily Briscoe –una de las invitadas a la casa de los
Ramsay, quien más tarde empatizaría con la Sra. Ramsay– realiza, reflejará como
los personajes buscan replantear el sentido de sus vidas: “Mojando con cuidado la
punta del pincel, se decía Lily que uno tiene que estar a la altura de la experiencia
ordinaria, sentir sencillamente que esto es una silla, que eso es una mesa, y, no
obstante, sentir al propio tiempo que es un milagro, un éxtasis” (158).
En cuanto al conflicto familiar, que va de la mano con la visita al faro, se
hallarán situaciones sobre las relaciones humanas y la forma en que las personas
lidian con ellas en la cotidianeidad. Hay dos puntos importantes durante el desarrollo
de estos conflictos. El señor Ramsay, tal como lo retrata Virginia, es un hombre
patético, tirano y aguafiestas, para luego revelarse como un hombre fuerte,
inteligente e inspirador; pero en un principio, el lector lo puede percibir como un
hombre autoritario que se molesta con su esposa porque ella ilusiona al menor de
sus ocho hijos –James– diciéndole que sí es posible ir al faro:

Enfurecíale la estulticia de la mente femenina, la irracionalidad de su comentario. Había


cabalgado a través del valle de la Muerte, había sido triturado, y ahora se encabritaba ella
ante los hechos inculcando en sus hijos falsas esperanzas que eran, en una palabra, una
palabra: mentiras. Pateó el escalón de piedra. “Vete al diablo”. Pero ¿qué es lo que había
asegurado ella? Pues simplemente que acaso hiciera buen tiempo mañana. Y, en efecto,
pudiera ser. (24)

En contraparte, la señora Ramsay se muestra como una mujer sensible que, de


acuerdo con los ideales del siglo XX antepone su vida a todos los demás, dejándose
a ella misma en un último plano. Es un personaje simple, puesto que sus
circunstancias la han llevado a ser así; Sin embargo, es descrita como una mujer
de extraordinaria belleza. Encarna la femineidad propia de su época, cuida de todos
y por motivos de caridad siempre tiene invitados en la casa. Soporta la violencia y
maltrato de su marido, quien vive de acuerdo con los convencionalismos de su
tiempo.
Los párrafos son prolongados, lo que llega a hacer que la lectura sea pesada
en algunos momentos; yuxtaponiendo los pensamientos y las situaciones una tras
otra, a tal grado de llegar a confundir al lector en algunos momentos, porque si se
pierde la atención, la conexión de los eventos ya no se percibe fácilmente. El ritmo

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de su obra va de la mano con el ambiente en el que la historia tiene lugar. La
cercanía con el mar y las olas golpeando de cerca, logran crear una atmósfera de
melancolía.
Woolf no es una escritora sencilla de leer, a pesar de que sus libros tienen
una trama sin trama, lo que construye a sus novelas es el monólogo interior, que
impide que el lector alcance certidumbre alguna. El conocimiento es parcial. La
multiplicidad de puntos de vista provoca desaliento en el lector. No se trata de un
sujeto reproduciendo sus impresiones internas, sino de muchos sujetos mirando la
misma realidad. Si el monólogo interior sirve para algo, es para averiguar cómo se
forma ese mundo externo en la consciencia individual, de otra manera, cómo las
diferentes conciencias de los individuos llegan a diferir tan grandemente en función
de perspectivas condicionadas por la edad, el sexo, la educación, las esperanzas,
los intereses, es decir, las diferencias humanas.
Esta obra se concibe como analogía de la obra que pinta Lily Briscoe. Pintura
que adquiere forma y cuerpo con el paso del tiempo; se realiza ante los ojos del
lector, quien propiamente no ve la pintura, pero la lee y puede imaginarla. Esto
presenta una nueva estética en la literatura que pretende desentenderse de las
formas tradicionales de escritura para presentar en la novela la posibilidad de un
retrato. Se aleja de los cánones realistas convencionales, ya que considera que la
realidad no se ha representado de manera fidedigna siguiendo los viejos cánones:

Esto de la pintura era un arduo camino de andar. Avanzando siempre, cada vez más lejos,
hasta que se tiene la impresión de estar completamente solo sobre una tabla estrecha
dominando el mar. Y al tocar la pintura azul con su pincel, tocaba, al mismo tiempo, el
pasado. (135)

Por todos estos elementos que Virginia Woolf usa para tejer todos los
pensamientos de la novela, es que, junto con Joyce y Proust, ha logrado reinventar
al género de la novela. Junto con ellos se atrevió a comenzar con la experimentación
de nuevos estilos y técnicas narrativas que evolucionaron junto con otros eventos
propios del siglo XX. La curiosidad por conocer más a fondo la mente humana logró
que los autores se interesaran por conocer qué pensaban los personajes de las
novelas. Ya no es importante saber qué sucede, lo que en verdad atrae es saber lo

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que piensan los personajes y cómo perciben el mundo en el que se están
desarrollando; por ello, cuando hablamos de Al faro, no pensamos en la visita a este
lugar, porque no es trascedente. A la señora Ramsay, a su esposo, a sus hijos y a
los demás personajes que interactúan con ellos, los conocemos a través de los
monólogos internos, de los recuerdos y de cómo ven al mundo. La acción ocurre en
dos días, pero Virginia nos hace sentir que pertenecemos a la vida de ellos desde
siempre. El tiempo no pasa, sin embargo, es como si viajáramos en él a través de
la mente humana. Es así como se logró reinventar la novela, que, si para el siglo XIX
ya había alcanzado su madurez, en el siglo XX logró la perfección.

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Bibliografía

Amorós, Ándres. Introducción a la novela contemporánea. España: Cátedra. 1989.


Impreso.
Bloom, Harold. El canon occidental. Madrid, España: Anagrama. 1995. Impreso.
― ― ―. Novelas y novelistas: el canon de la novela. Madrid, España: Páginas
de espuma. 2013. Impreso.
Bobes Naves, María del Carmen: La novela. España: Síntesis. 1993. Impreso.
Woolf, Virginia. Al faro. México: Porrúa. 2012. Impreso
― ― ―. El viejo Bloomsbury y otros ensayos. México: UNAM. 1999. Impreso.
― ― ―. Obras maestras: La señora Dalloway. México: EMU. 2016. Impreso.
― ― ―. Una habitación propia. Barcelona, España: Austral. 2017. Impreso.

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