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LA IMAGEN DE LA MUJER EN RINCONETE Y CORTADILLO

Luz María Martínez García

Rinconete y Cortadillo es una de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes y trata sobre la

vida de dos pícaros1 que coinciden en el camino a Sevilla y traman amistad. En un principio

puede parecer que el protagonismo de la historia se centra en las aventuras y desventuras que

viven dichos personajes en el transcurso de su viaje así como al llegar a su destino, pero

conforme se avanza en la lectura, este el protagonismo se va desplazando, primero a la vida

picaresca de Sevilla que se centra en cómo es controlado el ¨bajo mundo¨ sevillano y después a

un pasaje que tiene lugar en el patio de Monipodio que era “padre, maestro y amparo”

(Cervantes 233-34) de todos los ladrones y rufianes y es protagonizado por una prostituta

Juliana la Cariharta y un rufián El Repolido.

Esta novela surge en un siglo en el que se “presenció el nacimiento de los primeros grandes

imperios oceánicos de la historia del mundo” (Elliott 109) y “el contagio picaresco había

penetrado profundamente en el tejido social” (Bennassar 224). Si bien no se puede tomar como

un retrato detallado de la sociedad de aquella época dado que “el autor se preocupa más en

divertir a sus lectores con medios conocidos que en dar una pintura exacta de la realidad social de

su tiempo” (Defourneaux 206), si es permisible verla como testimonio social que “da una visión

sistemáticamente deformada de la sociedad española” (Defourneaux 2009).

Esta narración es un claro exponente de la novela picaresca y a lo largo de su desarrollo se

proyecta como se desarrollaba en Sevilla, donde “las cofradías de ladrones o criminales estaban

organizadas como corporaciones” (Bennassar 223). En el relato se ve claramente esta situación,

al relatar cómo es que los ladrones deben de “registrarse ante el señor Monipodio” (Cervantes

1
Deforneaux expone que el termino pícaro aparece en la literatura española en 1599 (205).
233) que era el encargado de repartir las labores y la zona en que habrían de realizarse. Pero no

solo esta clase de bribones estaban supeditados al control de Monipodio, sino toda clase de

rufianes, mendigos y prostitutas.

La imagen de la mujer

Es interesante ver como a lo largo de todo el relato es escasa la aparición de personajes

femeninos, y los pocos que surgen es en figura de prostitutas o alcahuetas. Cervantes, en sus

diversas novelas nos muestra diferentes tipos de mujeres, de los más distintos temperamentos y

estratos sociales, pero es precisamente en Rinconete y Cortadillo donde nos expone a la mujer

como prostituta. Defourneaux señala que “la prostitución tiene un lugar importante en el mundo

picaresco, puesto que constituye una fuente de ingresos” (215) por lo tanto, no resulta extraño

que en una novela del género picaresco aparezcan estos personajes como único referente al

género femenino.

Aunque se pueden dar por sentado varios aspectos respecto a las mujeres que se dedican a

este oficio, bien vale la pena analizar su papel dentro del “bajo mundo” de la picaresca sevillana.

Es conveniente para tal efecto dar a conocer que en esa época la prostitución tenía múltiples

grados, el más bajo de los cuales fue reglamentado por Felipe II, quien estableció ciertas

restricciones en cuanto a las mujeres que podían desempeñar el oficio, la vestimenta no podían

utilizar prendas o calzado que las hiciera confundirse con mujeres “de bien” y el control de

salud de las cortesanas. También se decretaron ciertos periodos en los que no podían ejercer su

profesión, e incluso se les daba la oportunidad de “arrepentirse” y ser enviadas a un convento.

Todo esto lo cuenta Defourneaux en La vida cotidiana en la España del Siglo de Oro (215-16).

Con estos antecedentes, y desde un punto de vista más moderno que antiguo (debido a la

incapacidad de ver y pensar las cosas desde una postura totalmente acorde a los Siglos de Oro),
se procederá al desglose de los personajes femeninos de la novela anteriormente mencionada con

la finalidad de ver cuál es la imagen que se nos presenta.

La Gananciosa y la Escalanta

La primer referencia que encontramos de personajes femeninos que participan activamente en el

desarrollo de la novela es la aparición de dos mozas de “afeitados rostros, llenos de color los

labios y albayalde los pechos, cubiertas con medios mantos de anascote, llenas de desenfado y

desvergüenza” (Cervantes 248). La función de estas damas (además de generar ingresos) era la de

llevar una canasta llena de provisiones que servían para alimentar a toda la “manada” de bribones

que se congregaban en el patio.

En la historia actúan también en el pasaje que más adelante vive una de sus colegas llamada

Juliana, a la cual aconseja la Gananciosa, y por último participan (ambas) en una especie de

jolgorio tocando y cantando que tiene lugar al resolverse el conflicto de la Cariharta (Juliana).

Doña Pipota

Esta vieja mujer (que hace su aparición casi a la par de la Gananciosa y la Escalanta) es

presentada como la “madre” de Monipodio y hace un papel de alcahueta de ladrones y

prostitutas, ya que en el texto se narra cómo es que guarda el motín de un hurto cometido por dos

bribones. También se muestra como una ferviente devota de Nuestra señora de las Aguas y de

San Agustín, que espera llegar al cielo solo por ir a prenderles candelas a los santos de su

devoción. Este personaje tiene una aparición muy breve (la más breve de todas las femeninas) y

al parecer de poca importancia, pero que deja entrever muy bien cómo es que a pesar de la vida

que llevaban, tenían la esperanza de poder alcanzar algún día “la gloria eterna”.

Juliana la Cariharta
Este es quizá el personaje femenino más significativo de toda la narración. Es una prostituta al

igual que la Gananciosa y la Escalanta, pero es más relevante porque protagoniza un

desafortunado pasaje al lado de un rufián llamado Repolido. Juliana llega en muy mal estado a

solicitar la ayuda de Monipodio para que se le haga justicia debido a la afrenta que en su contra

ha cometido Repolido, y que no es otra que el haberle propinado una gran golpiza con su

“petrina” hasta dejarla toda llena de chichones y dándola por muerta. Esto se dio porque el

Repolido había mandado (la noche anterior) a su trainel a pedirle a la Cariharta que le enviara

treinta reales, pero únicamente le mandó veinticuatro. Por esto, al día siguiente la llevó al campo,

la desnudo y la golpeo terriblemente.

Habiendo escuchado su testimonio, y prometiéndole protección y justicia, una de las

mujeres ahí presentes la Gananciosa intenta consolarla diciéndole que “a lo que se quiere bien

se castiga; y cuando estos bellacones nos dan, y azotan, y acocean, entonces nos adoran”

(Cervantes 255). También le cuestiona si después de haberla golpeado no le acarició, a lo que

responde que cien mil caricias le dio; le dice que es esos casos a los hombres le llega el

arrepentimiento antes de cometer la falta y que seguramente no tarda en irla a buscar y pedirle

perdón.

Como es de esperarse el tal Repolido hace su aparición, pidiéndole mil disculpas a la

Cariharta que se niega a verlo, y al ver ésta que ella no cedía ante sus ruegos, se hace el ofendido

y decide marcharse. Cuando Juliana ve que está muy resuelto a irse, pide que por favor lo

detengan y le grita que regrese. Terminando esto comienzan a tocar y cantar a manera de festejo.

Puede verse desde esta concepción cervantina de la prostituta como se toma a la mujer

como un objeto en aras de que un objeto es “algo que se manipula, carece de libertad interior, su

condición está delimitada por su finalidad, sus posibilidades son previsibles” (Schultz 142). Esto
aplica muy bien a la Cariharta, ya que el Repolido puede legislar sobre ella como si fuese

cualquier cosa y decidir si darle una paliza o disponer de su dinero, a sabiendas que ella lo

consentiría o aunque no lo hiciese, terminaría perdonándolo.

Resulta interesante ver como este tipo de prácticas parece ser lo más cotidiano de aquella

época, y resulta tan interesante por el hecho de que esta costumbre ha devenido hasta el día de

hoy. Estos episodios se siguen repitiendo día tras día, y no solo en los bajos estratos sociales, sino

hasta en las más altas cúpulas sociales se ha reportado el hecho de que las mujeres siguen siendo

vistas como meros objetos, ya sea sexuales, ornamentales o laborales. Actualmente se le conoce a

este tipo de prácticas efectuadas por el sexo masculino en contra de las mujeres con el nombre de

machismo; y la tolerancia de las féminas se conoce como sumisión. Atrae ver que la imagen de la

mujer que se presenta en esta novela de Cervantes resulta ser atemporal, porque si bien antes solo

estaba relegada al bajo mundo de la picaresca, a través de los años y de las distintas épocas que

ha atravesado el ser humano, se ha diversificado y expandido a lo largo y ancho del planeta.

Para finalizar viene bien señalar a Defourneaux cuando dice que “si bien la novela

picaresca es un reflejo deformante de la sociedad española de los Siglos de Oro, no por ello deja

de ser la expresión de una España que se pregunta de sí misma y de su destino” (Defourneaux

220). Así podemos concluir que si bien la novela de Rinconete y Cortadillo posiblemente nos

muestre una imagen de la mujer algo distorsionada, no quiere decir que sea del todo herrada, más

teniendo en cuenta la adherencia y permanencia de las prácticas de antaño hasta hoy en día.
Bibliografía

Bennassar, Bartolomé. “La parte de los pobres…y la de los pícaros.” La España del Siglo de Oro.
Barcelona: Crítica. 203-26.

Cervantes, Miguel de. “Novela de Rinconete y Cortadillo.” Novelas ejemplares I. Ed. Juan
Bautista Avalle-Arce. Madrid: Castalia, 1982. 217-72.

Defourneaux, Marcellin. “La vida picaresca.” La vida cotidiana en la España del Siglo de Oro.
Barcelona: Argos Vergara. 205-20.

Elliott, John H. “El mundo atlántico.” El viejo mundo y el nuevo. Madrid: Alianza. 109-39.

Schultz, Margarita. “Cervantes y las mujeres ejemplares.” Revista chilena de literatura. 14


(1979):141-50.

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