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EL PROPÓSITO ESPIRITUAL DE LA MENOPAUSIA: SOLTANDO LASTRE

SANTIAGO.A.MARRONE:

Durante las primeras etapas de la menopausia, algunas mujeres


experimentan un período de duelo que parece interminable. Este duelo es
una faceta de un poderoso proceso emocional de muerte y renacimiento. ¿Y
por qué la mujer debe pasar por un duelo durante esta fase de su vida?
Experimenta un duelo porque muere psicológicamente y llora una pérdida
porque suelta el dolor del mundo a través de su útero.
Si renuncia a identificarse con su fertilidad, con ser madre, amante, esposa,
secretaria, artista, recepcionista, mujer menstruante, conectará cada vez
más profundamente con el misterio intemporal de su propia fuente interna.
La mujer es un insondable océano de amor, un eterno manantial de devoción
hacia la fuente de su Diosa interior. En el fondo de su corazón desea de
forma natural vivir en consonancia con este lugar de amor devoto.
Pero demasiado a menudo se ve obligada a abandonar su santuario infinito
de oscuridad lunar femenina para entrar en la deslumbradora claridad solar
del externo sueño mundano masculino.
Su realidad reside en la receptividad interna esencialmente yin. No es la de la
existencia, de los relojes, del tiempo y de las estructuras lineales; sino que
su realidad es innatamente cíclica, ovular, circular, espiral.
Cuando la mujer está demasiado ligada al mundo exterior de las creencias
irreales en torno a la menopausia, no puede abrazar conscientemente el
gozo y la libertad que hallaría si, en aquel momento, entrase profundamente
en su cuerpo.
Aunque el período menopáusico significa un final, también ofrece la
expansiva libertad de los nuevos comienzos. Si la mujer se cree la
tergiversación de la sociedad moderna según la cual la menopausia es el fin
de su vida como mujer real, sufrirá.
Por eso pasa por un proceso de duelo.
Sufre porque el mundo moderno no honra su poder gentil y misterioso, sufre
porque sabe, desde el fondo de su corazón, que ser mujer es mucho más
que la superficialidad de la sociedad contemporánea.
Durante la transición menopáusica, su universo interno de oscuridad la atrae
suavemente, gentilmente, profundamente y a menudo tumultuosamente
hacia si.
En la mitología antigua, la mujer era la seductora sirena del mar que cantaba
dulcemente a los náufragos para seducirlos y llevárselos hacia las oscuras
cavernas de sus profundidades oceánicas. Nuestra civilización actual, la
civilización que ignora el poder emergente de las mujeres menopáusicas, no
puede captar su profundidad, porque prospera en las aguas superficiales de
la irrealidad.
Cuando el dolor del amor insatisfecho entra en su útero, sucede a menudo
que la mujer suprime el dulce perfume de su esencia, para poder enfrentarse
al mundo exterior. Puesto que eso requiere una fuerza ajena a su ritmo
cíclico femenino, crea un caparazón duro y, al mismo tiempo frágil, que
esconde su vulnerabilidad y gentil fuerza.
Durante el viaje de la menopausia, la mujer se desprende de muchos dolores
reprimidos, de forma que su sabiduría amorosa puede resplandecer a lo
largo de esta fase de la vida que le concede la capacidad de realizar tantas
cosas. Mientras, durante esta purificación única, la sabia y amorosa
conciencia interna de su útero busca la liberación, la mujer a menudo
derramará lágrimas de dolor y pena por la pérdida de todo lo que nunca más
podrá ser.
Desde que empezó a menstruar, su profunda relación con el cuerpo ha
cabalgado de forma innata y fluida con el ritmo cíclico de las fases de las
mareas, las estaciones y la luna.
Como su amada madre tierra, la mujer experimenta eternamente un ciclo
infinito de nacimiento, muerte y renovación. Cada mes es nutrida y colmada
por la sabiduría de su ciclo menstrual, y cada mes potencialmente
profundiza más en el misterio de su ser.
Lágrimas de amor, de nostalgia y de remordimiento a menudo afloran desde
una pena profunda que ha formado parte del espíritu femenino durante
siglos. Si se trata de una madre que ha puesto todo el amor en sus hijos,
puede que ahora deba enfrentarse a la realidad de un nido y un corazón
vacíos, ahora que sus niños han crecido de golpe, han desplegado sus alas
y han volado.
Ahora bien, en el interior de su vacuidad tiene, esperándola, el tesoro. En el
silencio y la calma tiene, esperándola, el poder. En el desahogo de su duelo
tiene, esperándola, el gozo y la luz radiante.
¿Por qué se lamenta, pues, la mujer? Se lamenta porque esta pérdida
inexplicable parece casi insoportable. Aún no sabe que las bendiciones que
recibirá serán abundantísimas, porque antes debe experimentar el vacío. Se
lamenta porque no ha sido reconocida, comprendida ni amada.
Y cuando la preciosa copa, el cáliz sagrado de su útero, se haya vaciado del
duelo, empezará a prepararse para una vida de sabiduría y de paz llena de
gracia. Empezará a llenar su copa con la riqueza abundante de nuevas
bendiciones.
Si se trata de una mujer que no ha sentido nunca la madurez de su útero a
punto de dar a luz, que no ha sentido fluir dulce leche de sus pechos, que no
ha sostenido sus criaturas dulcemente cerca del corazón y las ha nutrido
hasta la madurez, quizás ahora lamenta que, irrevocablemente, nunca será
madre. Nada puede parar este lamento, porque ahora es el momento en que
debe desbordarse y debe desbordarse hasta que haya disuelto todo lo que
inhibe el nacimiento de su sabiduría, su poder y su libertad.
¿Por qué, querida mujer, sufres tanto? En realidad no has perdido nada,
porque no tienes nada que perder. Sin embargo, ahora debes sufrir, porque
es una parte necesaria de la sabiduría que ha de nacer de ti.
Sufres porque estás soltando todo lo que en ti es irreal.
Sufres porque estás soltando todos los apegos a los roles externos y a los
éxitos que has tenido.
Sufres porque ya no sabes quien eres.
Sufres por todas tus amadas hermanas, el amoroso poder de las cuales ha
sido reprimido e ignorado durante siglos.
Sufres porque eres una mujer que vive en un mundo dominado por los
machos.
Sufres porque anhelas que a las profundidades de tu útero llegue,
tiernamente, y apasionadamente, un hombre que está demasiado ocupado
pensando, haciendo y viajando a otros planetas para parar un momento y
amarte a ti y a tu venerada madre tierra.
El proceso de duelo de la mujer durante la menopausia es una purificación
que limpia el lastre del pasado que hay en su corazón, cuerpo, espíritu y
mente. Las aguas purificadoras de sus lágrimas la obsequian con un sentido
profundo de gozo, fuerza y libertad. Su nueva vida no puede emerger
plenamente hasta que suelte conscientemente todo aquello que no pueda
acarrear en su viaje de poder y sabiduría.
La mujer sufre un duelo porque ha acumulado capas de pensamientos,
emociones y creencias que no corresponden a lo que ella es
verdaderamente.
El duelo consiste en desprenderse de aquello que no es real en su cuerpo,
en su corazón y en su psique. El duelo es la puerta de entrada de la
sabiduría, el poder y la libertad.

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