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NIÑOS LINDOS

De Fernando Luis Azpurua.

Para Matilda Corral,


por tanto aprendizaje.
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NIÑOS LINDOS fue estrenada el 18 de Agosto del año 2013 en una lectura
semimontada del ciclo llamado “El Piquete”. Festival organizado por María
Gabriela Díaz y Carla Mariña, bajo la curaduría de Orlando Arocha y Diana Volpe,
en la Caja de Fósforos de la Concha Acústica de Bello Monte. Caracas, Venezuela.

Reparto:

Julio…………………………José Manuel Suárez

Martín…………………………………Héctor Zerpa

David…………………………………Slavco Sorman

Dirección:

ROSSANA HERNÁNDEZ.

PRIMER ACTO.

Entran Martín y Julio, este último con un bolso negro colgándole de la


espalda.

Martín- Pasa, estás en tu casa.

Julio- Gracias, disculpa la molestia.

Martín- (Colgando las llaves) No te preocupes. David y yo hacemos de este


apartamento lo que nos da la gana. Y eso que la señora que nos lo alquila es
bastante insoportable. Vive en el ocho, la doña. Créeme que es una pesadilla
tenerla en el mismo edificio. Cuando llegamos nos puso un montón de
restricciones que yo pensé que no iba a poder aguantar. Pero a la larga resultó que
David se supo ocupar sin ningún problema de ella, parece que se la llevan muy
bien, y yo no tengo que hacer mucho más allá que saludarla cuando pasa por aquí…

Julio- (Soltando su bolso) Esas señoras casi siempre son insoportables.

Martín- No, y ésta es peor… Imagínate a una vieja de El Cafetal que no sale de su
casa sino para cobrarnos a nosotros. (Mirando el reloj) ¡Qué raro! David todavía no
ha llegado. A esta hora casi siempre ya está por aquí. (Volteando) En fin, esta vieja
es como para lanzarla por la ventana. Apenas llega se sienta en aquel sofá a hablar
durante horas del gobierno: que si esto, que si aquello, que si la oposición debería
hacer esto, que ella no comprende cómo ha pasado tanto tiempo y no han podido
hacer no sé qué… Hay un momento en el que me provoca parar lo que sea que
estoy haciendo y sentarme frente a ella y decirle: Eugenia… Sí, porque además se
llama Eugenia… ¿A quién se le ocurre ponerle a una vieja Eugenia? En fin, le diría:
Eugenia… (Silencio) Cállate. Sí, cállate, cállate. Trágate este bendito sofá horrible

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que nos dejaste en este apartamento de mierda, oscuro, deprimente, mal pintado.
Sigo con lo del sofá, métetelo por donde te quepa, pero hazlo, llévatelo. O mejor,
tengo una mejor idea, quédate ahí, que yo mismo lo empujo por la ventana contigo
incluida, a ver si ya te dejas de hablar tanta paja de una vez por todas…

Julio- Pobre señora.

Martín- Es que si la conocieras, estoy seguro de que no le tendrías tanta


compasión. Es insoportable. Inmamable, insufrible y todos los adjetivos habidos y
por haber. ¿Quieres algo de tomar o de comer? Qué pena que no te he ofrecido
nada…

Julio- (Colocando su bolso sobre uno de los sillones) Tranquilo, no te preocupes.

Martín- ¿Seguro? ¿Ni agua? …Yo me voy a comer un Corn Flakes, porque te digo
sinceramente, si sigo comiendo pasta de noche, voy a amanecer cualquiera de
estos días como un globo, pero aerostático. Y yo no sirvo para ser gordo.

Julio- ¿Por qué dices eso?

Martín- Porque la pasta engorda.

Julio- No, digo, lo de ser gordo…

Martín- Ah, porque no. Porque yo no sé cómo ser eso. Los gordos sufren de muchas
cosas y trabajan toda su vida para aprender a superarlas y vivir con ellas, en
cambio uno no. Uno no sabe cómo enfrentarse a los sufrimientos de una vida
gorda, y sinceramente, no estoy listo para descubrirlo.

Julio- De igual forma tú eres bastante flaco. No te imagino engordando, por lo


menos no por ahora.

Martín- ¿Sí, verdad? Lo que pasa es que la otra vez me pesé y me di cuenta de que
había aumentado unos cuantos kilitos; aunque si te soy sincero, aún no veo para
dónde se fue esa masa muscular.

Julio- Por algún lado la debes tener, aunque no se vea.

Martín- Yo como que sí me voy a hacer la pasta entonces. Dame un chance que
pongo el agua.

Martín se va hacia la cocina. Julio observa la casa, luego se levanta y se dirige


hacia una de las mesas donde hay un portarretratos.

Al cabo de un rato, Martín vuelve con un bol de cereal.

Martín- (Mientras come) Esa foto es del año pasado, ahora se cortó el cabello.

Julio se sobresalta.

Julio- Pensé que ibas a comer pasta.

Martín- Sí, pero cambié de opinión en el camino. La pasta se hace para ser
compartida y como tú no quieres comer. (Pausa) Si uno se acostumbra mucho a

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comer pasta solo, termina dándole a la soledad demasiados permisos para seguir
siendo tu compañera. La comida italiana no se comparte con cualquiera. Y yo no
tengo muchas ganas de hacerle pensar a la soledad que ella es especial para mí…
(Pausa) Y además engordas. (Pausa) Por lo de los carbohidratos… (Pausa) Y la
noche, pero eso ya lo habíamos hablado.

Julio- En mi casa se cocina mucha comida italiana. Sobre todo cuando les da flojera
preparar otra cosa.

Martín- En esta casa es David el que cocina, y cocina divino. Yo creo que en su otra
vida él tuvo que haber sido chef o algo por el estilo. Es que me cuesta entender
cómo prepara esos platos tan sabrosos, sin nunca haber tomado ni un cursito.

Julio- No creo que sea por instinto.

Martín- Quién sabe… David es un chico muy misterioso. Desde que lo conozco,
siempre lo ha sido, (Vuelve a mirar el reloj) ya debe estar por llegar. (Pausa) Sin
embargo, es buena gente.

Julio- Tiene cara de asesino.

Martín- (Risas) ¿Te parece? No vale. Tu primo no mata ni a una mosca.

Julio- Yo sé. Lo dije jugando.

Martín- ¿Cuánto tiempo tienes aquí, Julio? Me dijiste que te llamabas Julio, ¿no?

Julio- Sí. Dos meses y medio. Llegué hace poco.

Martín- ¿Y te gusta?

Julio- Bastante.

Martín- ¿Por qué no nos buscaste antes? Mira que yo sé lo que son las primeras
semanas. Un infierno.
Julio- No vale, no me ha ido tan mal. Ya había estado en Caracas antes.

Martín- Bueno, tampoco es que tu pueblo queda tan lejos, pero igual, casa es casa. Y
aunque cuando uno se va para otro país uno la sigue extrañando, a veces es hasta
peor irte a un lugar tan cercano. Porque sabes que el aire que respiras sigue siendo
el mismo, y aún así no puedes hacer nada para cambiarlo. (Pausa) Lo bueno es que
cuando te sientas deprimido, siempre puedes volver agarrando el mismo
autobusito ¿No? (Pausa) Coño, perdón, no quise llamar pueblo a tu pueblo, no sé si
te ofende…

Julio- No, no me ofende. Es un pueblo.

Martín- Qué pena me da contigo, debes pensar que estoy un poco loco.

Julio- Un poquito.

Martín- Yo también me vine como tú hace unos años. Al principio me pegó


bastante. Conocí a mucha gente, pero no sé, me sentía como cerrado. No quería

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tener contacto con nadie, estaba como cohibido. Luego entendí que la ciudad me
comería si no hacía nada al respecto.

Julio- Esta ciudad es muy grande.

Martín- Y peligrosa, y oscura, y si te quedas varado en Oripoto a las 2 de la mañana,


más te vale tener a un amigo con carro que te quiera y te rescate de la borrachera y
de la perdida que te puedes echar por esos lares.

Julio- Suena como si te hubiese pasado.

Martín- Anteayer, y aún no lo he asimilado lo suficiente para comentarlo. Pero el


punto es que no se quede solo. No sea tonto.

Julio- Por eso no te preocupes, que hacer amigos en este país es más fácil que hacer
mercado.

Martín- ¿Necesitas ayuda con el mercado?

Julio- Créeme o no, es lo que más me ha costado. Todo se me pudre.

Martín- Eso es porque no le has agarrado el ritmo. Tu primo en eso sí te puede


ayudar. Ese es muy bueno para todo ese tipo de cosas, aunque medio tacaño.

Julio- Claro, él siempre hacía el mercado en la casa. (Pausa) Y siempre ha sido


tacaño.

Martín- Seguramente. Pero eso se le tiene que quitar. Los tacaños mueren solos.

Julio- A estas alturas tengo entendido que no sólo los tacaños terminan muriendo
solos.

Martín- Tienes razón. Eso sí me da miedo… Morir solo. ¿Para qué carajo Dios nos
hizo seres sociales, si a la larga nos íbamos a tener que ir en soledad?

Julio- Supongo que habrá uno que otro que sí morirá acompañado.

Martín- ¿Pero de quién? ¿Del fantasma que esté más pendiente de aprovechar la
cola para el otro lado?

Julio- Obviamente me refiero a que hay uno que otro que sí muere junto a su
familia.

Martín- Hace poco se cayó el avión de una boda que iba para Los Roques. Esos
serán los únicos.

Julio ríe.

Martín- Ahora que lo pienso, no sé si prefiera morir acompañado. Si de igual forma


me voy a ir. Es más, prefiero ser el primero. No quiero pasar por esa etapa en la
que la gente tiene que soportar ver a sus amigos partir.

Julio- Entiendo. (Pausa) ¿Pero por qué irse habría de ser algo malo? Puede que
estemos sintiendo miedo por la acción equivocada. Capaz el que se queda tiene
más que lamentar que el que se va.

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Martín- Eso está claro. Pero igual la compañía y los buenos tiempos siempre serán
algo que extrañar. (Pausa) Pero ya, cambiemos de conversación, que nos pusimos
intensos.

Julio- No, pero es que ya va, lo digo en serio. Siempre he pensado que nos han
acostumbrado a asociar a la muerte con algo malo. Pero, ¿y si no?

Martín- Mi amor, ¿Tú has visto un cuerpo en descomposición?

Julio- Sí.

Martín- ¿Y te parece bueno?

Julio- No. Pero…

Martín-¿Y entonces?

Julio- No me parece bueno porque no es bonito de ver. Pero eso no significa que
sea malo. Es necesario.

Martín- Alimentar a los gusanos está en mi lista de primeras necesidades, justo


después de pasear por Sabana Grande un viernes de Carnaval…

Julio- Perdón, tienes razón, me puse intenso muy rápido…

Martín- No te preocupes, lo dije jugando. Y entiendo que necesites conversación.


No te me vuelvas a poner tímido.

Julio- Tímido es mi estado natural.

Martín- Eso sí que no me lo creo.

Julio- Es verdad. Nunca he sido una persona de muchas palabras.

Martín- No, a mí tú no me engañas. Ni a mí, ni a tu primo. Él me contó que eras


bastante extrovertido y simpático…

Julio- Pues, mi primo te mintió. Bueno, no. Con él sí lo era. Pero es porque uno
siempre es distinto con los primos…

Martín- No siempre, mi lindo. A veces los primos son los aliados de tus enemigos.
He visto casos.

Julio- Bueno con David no era así. Él y yo siempre fuimos bastante cercanos,
porque él así lo quiso. Era mi único compañero de juegos.

Martín- David es bueno jugando. ¿Pero no había más muchachos por allá por
donde ustedes vivían?

Julio- Sí, sí había. Pero nunca me provocó acercarme. En cambio David sí lo hacía.
Él siempre fue muy social con todo el mundo. Con la familia era tan cercano, que
les dolió muchísimo cuando decidió venirse para Caracas.

Martín- Me he dado cuenta de que él causa ese efecto sobre la gente.

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Julio- Siempre me pregunté por qué se había venido. ¿Qué vino a hacer para acá?

Martín- Estudios.

Julio- Sí, pero… no. David nunca se iría solamente por los estudios. Él siempre decía
que cualquier cosa que habría que buscar por aquí, él encontraría la manera de
conseguirla por allá…

Martín- Sí, pero no puedes comparar las oportunidades que conseguiría en Caracas
con…

Julio- Precisamente, él no fue nunca de oportunidades… Él siempre me contaba


que detestaba la idea de ir a probar suerte, o esperar a que las cosas sucedieran. Él
siempre las buscaba.

Martín- Eso es lo mejor de vivir con él. Que resuelve todo lo que yo no sé resolver.

Julio- Sí, él siempre ha sido de los que le resuelven los problemas a los demás.

Martín- (Vuelve a mirar el reloj) Qué raro que no haya llegado. A veces me
preocupa que a esta hora no esté aquí. Sobre todo por lo oscura que se pone La
Central.

Julio- Si no llega pronto, igual yo tendré que irme. No puedo arriesgarme a perder
el Metro.

Martín- No vale, pero no te preocupes. Aquí hay suficientes camas para que te
quedes.

Julio- No quiero molestar.

Martín- ¿Qué te dije sobre la timidez? No te preocupes, en serio, que no molestas.


Además no te vas a ir la primera noche que vienes a visitar a tu tan querido primo.

Julio- Igual, supongo que no será la última vez.


Martín- Insisto en que eso se pone peligroso por ahí. Seguro que él mismo te va a
decir que te quedes.

Julio- Está bien. Igual, primero hay que esperar a que llegue.

Silencio. Martín mira hacia los portarretratos.

Julio- “Bienvenida sea la noche que se lo devora todo…”

Martín- ¿Qué es eso?

Julio- “…Aunque no todo se deje devorar.” Es algo que decía mi tío. ¿No te contó
David nunca sobre él?

Martín- No solemos hablar mucho sobre nuestras familias.

Julio- Mi tío era de los que a las 5 de la mañana en punto ya estaba despierto.
Mientras casi todos los demás luchábamos por seguir durmiendo, por lo menos
hasta las siete. Él era el que le preparaba el desayuno a todo el mundo, hasta a mi

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madre que le daba fastidio cocinar en la mañana. La cocina olía siempre bien,
gracias a él. Se despertaba todo el tiempo y preparaba lo que nosotros
quisiéramos. Y con mi madre lo entiendo, porque ella para la época era directora
de un colegio y siempre llegaba muy cansada, ¿Pero a nosotros? ¿Por qué nos
preparaba la comida a nosotros, si nosotros lo que éramos era un par de
consentidos? Estudiábamos de ocho a una, y luego volvíamos a la casa a ver
televisión, a sufrir de calor y a comer leche en polvo con azúcar. Pero no
importaba, porque su amor era muy grande. Para a las siete de la tarde ya el olor
de las empanadas, de las caraotas o del chigüire con arroz empezaba a recorrer
toda la casa. Y ahí estaba mi tío. Parado frente a la ventana de la cocina, que daba
para el patio de atrás. Como esperando algo, dándole tiempo a los plátanos para
que terminaran de freírse.

Martín- Me lo cuentas y se me hace agua la boca.

Julio- Nosotros vivíamos en un monte donde había muchas luciérnagas. Siempre


me han gustado las luciérnagas, y siempre las asocio con el plátano frito. No sé por
qué. Debe ser por eso de que cuando ellas se aparecían, ya se empezaba a sentir el
olor de los plátanos.

Martín- David siempre los quema.

Julio- Cuando ellos se mudaron para la casa, al principio me incomodó un poquito.


Mi tío se acababa de divorciar y mi padre tenía seis meses de muerto. Papá se
murió de una forma muy inesperada, y que de repente venga este señor, que ya de
por sí es parte de tu vida lo suficiente como para ser suficiente, para luego meterse
en tu casa. (Pausa) Yo sé que no debo ser egoísta, pero hay espacios que deben ser
solamente tuyos.

Martín- Te entiendo perfectamente.

Julio- A mí siempre me agradó David. Siempre fue muy dulce conmigo. Siempre me
cuidó, como mi tío lo cuidaba a él. Nunca me sentí solo. Y se acababa de morir el ser
que yo más quería en esta vida. Sin embargo, me sentía más acompañado que
nunca.

Martín- Maravilloso.

Julio- Supongo que lo es.

Martín- Aunque me cuesta creer que en ese monte tan grande tú nunca te hayas
llegado a sentir solo.

Julio- Yo sé que es raro. Pero jamás pasó. Ellos dos se ocuparon de que no pasara.
Tanto para mí como para mi mamá.

Martín- Bueno, pero ¿No te parece que es mejor eso? A tener una vida solitaria en
un apartamento de La Florida, metido medio día, pegado al Internet, esperando
que algo emocionante suceda y te saque por arte de magia de ese cubículo blanco.

Julio- No sabría decirte. Por ahora no me va mal.

Martín- ¿Y qué pasó con tu tío? ¿Sigue viviendo con tu madre?

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Pausa.

Julio- Mi tío dijo una vez que debía viajar a Panamá. Que era importante. Le explicó
a mi mamá sobre los negocios que le habían surgido, y todo lo que debía hacer en
esta ciudad a la que, en realidad, nunca había ido. Le pidió plata a mi madre para
irse. Necesitaba de su ayuda. (Pausa) Se iba por dos semanas. David insistió en
acompañarlo, pero mi tío le dijo algo sobre el costo de los pasajes y de la estadía.
En fin, no pudo llevárselo. (Pausa) Pasaron varios días y él se comunicaba con
nosotros, hasta que el teléfono nunca más volvió a sonar.

Silencio

Martín- No me tienes que contar esta historia si no quieres.

Julio- Sí quiero. (Pausa) A mí nunca me dio tiempo de acostumbrarme a él. Apenas


habían vivido nueve meses con nosotros. Pero fueron nueve meses en los cuales él
se portó muy bien. Yo estaba contento, a pesar de todo. Era como si mi papá nunca
se hubiese ido.

Martín- Nunca se fue.

Julio- Yo sé. Yo entiendo todo eso de que aún sigue con nosotros, pero no es lo
mismo. No es lo mismo tener a esa persona frente a ti para poder abrazarla,
sentirla. Saber que ese olor siempre estará junto a tu cuarto. Que puedes llegar en
la noche y acostarte a su lado, sentir su presencia. La presencia de una persona es
imposible de remplazar. Y los olores no se extrañan sino hasta que ya no los
seguimos oliendo.

Martín- Pobre David.

Julio- Yo nunca había tenido que consolar a alguien ─ni siquiera cuando murió mi
papá tuve las fuerzas para consolar a mi mamá─ como tuve que hacerlo con David,
el día que entendimos que más nunca regresaría.

Martín- ¿El era hermano de tu papá o…?

Julio- ¿Y eso que tiene que ver?

Martín- Cierto. Perdón.

Julio- No, por favor. Perdóname tú a mí. Tú me recibes en tu casa, y yo me pongo a


contarte tragedias. De verdad, discúlpame. Me volví a poner intenso.

Martín- No. No te preocupes. Si tienes que sacarlo para afuera, sácalo. De verdad,
conmigo no hay ningún problema.

Julio- ¿Me prestas el baño?

Martín- Sí, claro. Está al final del pasillo, tiene un letrero de “cuidado con el perro”
en la puerta. Imposible que te pierdas. Y si no, igual entras es a mi cuarto.

Julio- Gracias.

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Julio sale hacia el baño. Martín se levanta, se dirige hacia el retrato que antes
Julio había agarrado, hasta que éste vuelve.

Julio- Ese es mi tío.

Martín- Se parece mucho a David.

Julio- Sí.

Martín- Y a ti también, tienen un aire.

Julio- (Pausa) Esa foto de ellos dos siempre estuvo en la entrada de la casa, hasta
que él se la llevó.

Martín- ¿Lo extrañas?

Julio- ¿A mi tío?

Martín- No, a David. ¿Lo extrañas?

Julio- Qué pregunta tan tonta.

Martín- Obvio que sí lo extrañas. (Lo mira directo a los ojos) Si estás aquí.

Julio- Bueno, pero él no está.

Martín- En cualquier momento llega.

Julio- Pero capaz es mejor que le diga que nos veamos en un café o algo por el
estilo. Ya me di cuenta de que fue estúpido venir hasta acá.

Martín- Te dije que no es ninguna molestia. Ya viniste, ahora te toca esperarlo.

Pausa

Julio- ¿Desde cuándo lo conoces?

Martín- ¿Cómo?

Julio- A mi primo. ¿Desde cuándo lo conoces?

Martín- (Pausa) Desde hace 5 años. Nos conocimos por Internet.

Julio- Él se la pasaba pegado a la pantalla.

Martín- Yo también. O por lo menos desde que entablé conversación, ya no me


podía separar. Supe desde el primer momento que tu primo sería alguien bastante
especial. Ambos compartíamos las mismas ganas de salir de nuestros hogares. De
conocer algo más. Y bueno, no creo que haya sido casualidad que ambos
tuviésemos tantas ganas de mudarnos a Caracas al mismo tiempo.

Julio- No sabía que se habían venido juntos.

Martín- Bueno, primero nos teníamos que conocer. Digo, en persona. (Pausa) Antes
de verlo yo ya sabía casi todo sobre él. Pero igual me daba miedo. El Internet es el
maquillaje más perfecto para quitar las arrugas que no queremos tener.

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Julio- Claro.

Martín- Pero tu primo no mintió tanto. Al principio pensé que me iba a


decepcionar. Estaba acostumbrado a que las fotos ─que supuestamente son
mejores que las palabras─ me mintieran tan descaradamente cada vez que conocía
a una persona a través de esa página. (Pausa) Si alguna vez se te ocurre meterte,
usa los ángulos bien. Esos sí que son las herramientas de la mentira.

Julio- Sin embargo, David era todo lo que esperabas…

Martín- Hasta más. David se presentaba tan sencillo y agradable. Exacto a cmo se
mostraba en las fotos que ponía en el chat. Aunque desde el principio siempre le
noté algo de misterio, pero eso me gustaba.

Julio- Sí, el misterio es su especialidad. Pero bueno, ya sabes de dónde sale.

Martín- Sin embargo, yo estoy seguro de que hay algo más. Entiendo que la partida
tan repentina de su padre pudo haberle afectado… Pero…

Julio- Te cambia por completo. Sea cual sea la forma en que se vaya. Todo se reduce
a cuánto hayas aprovechado antes de que ya no esté.

Martín- Mis padres nunca estuvieron, así que no sabría decirte.

Julio se acerca a Martín.

Julio- ¿Tú viniste a Caracas a estar con mi primo, o a buscar algo más?

Martín- Yo vine a Caracas porque me dio la gana de venir a Caracas. A mí esta


ciudad siempre me ha gustado.

Julio- O sea, que viniste a buscar algo más.

Martín- No lo sé. Uno no siempre está claro de qué quiere cuando se va de algún
lugar. Y tu primo también se quería venir, así que nos caía bien venirnos juntos.
(Pausa) Mira, yo soy diseñador, o bueno, estoy a punto de serlo…

Julio- Lo eres.

Martín- Lo soy. En fin, el punto es que si lo soy, no es gracias al lugar en donde


estaba, sino al lugar en donde estoy.

Julio- O sea, que te viniste a tener éxito, pero no a aprender.

Martín- No, sí me vine a aprender. Pero después de aprender, necesariamente


tendría que tener éxito.

Julio- No necesariamente.

Martín- Bueno, pero entonces para qué tendría que aprender, si luego no fuese a
suceder nada. Es más, el aprendizaje es una simple excusa para todo lo demás. Yo
no soy muy creyente de la academia, y menos si las de aquí se parecen más a la de
cine norteamericana ─con tanta película repetida que te pasan los profesores por
no querer dar clases─ que a cualquier otra. (Pausa) Yo creo que todo está en la

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mente. Si eres bueno en algo, te dedicas a desarrollarlo y tarde o temprano lo


logras…

Julio- Entonces, ¿para qué estudias?

Martín- Para matar el tiempo. Si obtendré algo, no lo sé. Una que otra tontería que
se me quedará pegada de alguna clase. O hasta la capacidad de mantenerme activo
todo el tiempo. Pero si soy buen diseñador es por mi intuición. Porque de eso sí
estoy seguro: por muchos dólares que yo le pague a cualquier universidad, ninguna
vende intuición, o por lo menos no a buen precio.

Julio- Estás equivocado.

Martín- Esa es tu opinión.

Julio- En todo caso, ¿Por qué no te quedaste en dónde vivías si todo es cuestión de
intuición? Estoy seguro de que igual, aquí tienes mucha más competencia.
Entonces, ¿por qué no preferiste triunfar allá, en vez de en este lugar?

Martín- Porque triunfar allá no tiene la misma magnitud que triunfar acá.

Julio- ¿Y por qué no has triunfado?

Martín- ¿Quién te ha dicho a ti que yo no he triunfado?

Julio- Que yo sepa, esta ropa no es un Martín original.

Martín- ¿Quién te dijo a ti que yo quiero ser diseñador de ropa?

Julio- Oh, disculpa. Deja que me retire del gran salón del palacio, hacia el cuarto de
los esclavos.

Martín- (Risas) ¡Silencio! (Pausa) En todo caso… Vivir con tu primo en esta casa ya
es todo un éxito.

Julio- (Pausa) No es una casa, es un apartamento.

Martín- ¿Y qué viniste a hacer tú, Julio? ¿A qué te dedicas?

Julio- Quiero ser ingeniero civil.

Martín- Ya me aburres.

Julio- Perdona, no merezco respirar tu mismo aire.

Martín- Sí puedes, sólo intenta no llenar los pulmones.

Julio- ¿Sabes lo que creo que te pasa a ti? Creo que estás muy preocupado por el
éxito. Muy ansioso por obtenerlo. Eso seguramente te mueve y te hace sentir con
ganas de hacer cualquier cosa hasta sentirlo tuyo. Pero el problema es que no
sabes lo que significa de verdad tenerlo entre tus manos. Has estado cerca, pero
nada es suficiente. Así que te escondes detrás de mi primo, porque en el fondo,
estás muy consciente de todo esto que te estoy diciendo. (Pausa) Sabes que nunca
lo encontrarás. No podrás satisfacerte, pero eso es demasiado para enfrentar. Así
que te auto-engañas. Te conformas con los pequeños logros que complementas con

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los besos de David, las caricias, lo prohibido. Lo que se supone que no deberías
tener según los demás, y aún así lo tienes. Eso es éxito para ti. Pero no del tipo de
éxito que quieres. Aunque te baste, terminas siendo por un lado un conformista sin
solución, y por el otro, un inconforme sin motivo.

Pausa

Martín- ¿Terminaste?

Julio- Sí. (Pausa) No. Seguramente también eres un egoísta. Las personas tan
involucradas consigo mismas, y su afán por obtener el éxito, suelen ser bastante
egoísta.

Martín- Te pareces más a tu primo de lo que te imaginas.

Julio- No me es necesario imaginármelo. Lo sé.

Martín- ¿Qué te hace pensar que soy tan egoísta? ¿Acaso no te he tratado bien?

Julio- No me has vuelto a proponer pasta.

Martín- ¿Pasta?

Julio- La pasta que me propusiste al principio. No me la has vuelto a proponer. Ni


Corn Flakes.

Martín- Porque me dijiste que no querías.

Julio- Pero ahora sí quiero. Me dio hambre.

Martín- Pues tendrás que servírtela tú mismo. No pretenderás que un hombre tan
egoísta como yo, termine haciéndole la comida a un ser tan inferior como tú.

Julio- Pero si me acabas de decir que me parezco mucho a mi primo.

Martín- Sí, ¿Y?

Julio- Que si yo soy tan inferior, entonces en ese caso tú estarías empatado con
alguien inferior a ti.

Martín- ¿Y quién te ha dicho a ti que yo estoy empatado con tu primo?

Julio- La casa lo dice a gritos.

Martín- (Risas) ¿Sí? A ver, dame un ejemplo.

Martín se dirige hacia la cocina.

Julio- A ver, muchas cosas. No hay que ser un genio para poder adivinar.

Martín- (Desde la cocina) Te estoy escuchando. ¿Cosas como qué?

Julio- Las fotos de los gatos que hay en la entrada. Al menos que sean de la vieja
que les alquiló el apartamento, no creo que dos chicos straight las hayan puesto
ahí.

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Martín- (Desde la cocina) Sí, son de la vieja. Pero sigue, que me diviertes…

Julio- No sé, es algo que se huele en el ambiente. (Pausa) Los DVDS, varios
musicales: Brokeback Mountain y el unplugged de Shakira, eso da mucho que
pensar.

Martín- (Desde la cocina) Vamos bien, ya estamos cayendo en los clichés.

Julio- (Sentándose en el sofá) ¿Qué estás haciendo?

Martín- (Desde la cocina) Estoy poniendo el agua a calentar. ¿No me dijiste que
tenías hambre? Pasta querías y pasta te daré.

Julio- Ok.

Martín- (Desde la cocina) A ver, ¿Qué más?

Julio- No sé, es una sensación en general. La manera en la que hablas cuando te


refieres a él. Lo que dices. Se te ve en la cara. Además de que cuando fui para el
baño me di cuenta de que en la habitación de al lado sólo había una cama
matrimonial. No vi ningún cuarto anexo.

Martín- (Desde la cocina) Porque el otro cuarto anexo está por aquí. (Saliendo)
Además, ¿Qué haces tú metiéndote en mi habitación?

Julio- Me confundí, pensé que ese era el baño…

Martín- No eres buen mentiroso.

Julio- No lo soy. Te mentiría si no te dijera que me dio curiosidad. Me da curiosidad


todo esto.

Martín- ¿Qué? ¿Tu primo y yo? ¿Qué hacemos con nuestras vidas?

Julio- Sí. Por mucho tiempo me lo estuve imaginando. A dónde se había ido. Cómo
era la casa. Su habitación, su calle, su trabajo, su universidad, su gente.

Martín- ¿Y qué tal te ha parecido hasta ahora? ¿Se asemeja a lo que imaginabas?

Julio- Tú…

(Pausa)

Julio- Se asemeja. (Pausa) Es aún mejor.

Martín- Y eso que no has visto nada.

Julio- ¿Qué me queda por ver?

Martín- No puedo estar pendiente del agua hirviéndose, si comienzo a contarte.

Julio- Yo me encargo de eso.

(Pausa)

Martín- ¿Qué edad tienes tú, Julio?

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Julio- Suficiente.

Martín- ¿Y si te digo que no te creo?

Julio- ¿Qué hay que creer? Me dices que me parezco mucho a mi primo. Vengo aquí
y te cuento más de su vida de lo que él pudo contarte desde hace cinco años. ¿De
qué hablan ustedes dos? ¿Por qué nunca te contó sobre mi tío?

Martín- Sí me contó. Sólo que nunca me dijo que se había ido para siempre. Se le
olvidó ese pequeño detalle.

Julio- ¿Te dijo que volvería?

Martín se acerca a Julio.

Martín- Me dijo que estaba lejos. Que tenía tiempo fuera. Que tardaría en volver.
Pero que tarde o temprano regresaría. Me dijo que hablaban mucho, que nunca
habían perdido el contacto. (Pausa) Que él no se molestaría cuando regresara,
justamente por eso, porque supuestamente seguían hablando.

Julio- Te mintió.

Martín lo besa delicadamente. Un beso que dura lo necesario. Luego se


aparta. Suena el agua desbordándose en la cocina.

Martín- No metí la pasta.

Julio- Es mejor que yo me vaya.

Martín- (Saliendo hacia la cocina) ¿Vas a seguir con eso? Ya es muy tarde, creo que
es mejor que te quedes aquí. (Desde la cocina) En la cocina hay un cuarto.

(Silencio)

Martín- Aquí descansarás.

Julio se levanta del sofá. Se dirige hacia la cocina. Black out.

SEGUNDO ACTO.

Entran Martín y David al mismo tiempo. Se cruzan y se dirigen hacia dos


computadoras situadas en esquinas opuestas.

Martín- ¡Tienes un mensaje!

David- A ver…

Martín- ¿Nombre?

David- David. ¿El tuyo?

Martín- Martín.

David- Me gusta, es sexy.

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Martín- Es el de mi abuelo y el de mi padre, me cuesta verlo como sexy. ¿Qué


buscas?

David- Lo que se dé.

Martín- ¿Qué tipo de respuesta es esa?

David- Una que evita ser directo, a una pregunta bastante estúpida.

Martín- Estúpida pero necesaria. Podrías estar buscando víctimas.

David- No te lo diría.

Martín- Podrías ser un asesino.

David- En todo caso el asesino serías tú, con el tema tan presente en la cabeza.

Martín- Yo asesino, pero de otras formas.

David- No me gustaría ser asesinado.

Martín- Opinarás distinto después de que me conozcas.

David- ¿Tienes fotos?

Martín- La del perfil.

David- ¿Esa es la única? No se te ve la cara.

Martín- ¿Es eso lo que deseas ver?

David- Ok, ahora te pregunto yo, ¿Qué buscas?

Martín- Lo que se dé.

David- ¿Qué tienes para dar?

Martín- No lo sé. Sólo te demostraba lo terrible que es esa respuesta.

David- Tienes razón. Empecemos de nuevo.

Martín- Mi nombre es Martín, tengo 19 y soy de…

David- ¿19? Estás muy pequeño.

Martín- ¿Qué edad tienes tú?

David- 24.

Martín- Oye, sí. Mejor te presento a mi abuelo, que se llama igual que yo, y seguro
te parecerá más contemporáneo.

David- Me haces reír.

Martín- Gracias, soy bueno para eso.


David- ¿Para qué? ¿Chats latinos, para hombres maduros?

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Martín- No vayas a pensar que soy un sin oficio que se la pasa metido en esta
página.

David- Siempre estás conectado.

Martín- Y al parecer tú siempre estás pendiente. Pensé que mi foto te parecía


desagradable.

David- Eso no implica que no le haya echado un vistazo.

Martín- A mí sí me gusta tu foto, David. Se nota que eres un chico inteligente,


agradable y echado pa’ lante…

David- ¿Puedes leer todo eso en una foto?

Martín- Ah, sí. ¿No te lo dije? A eso me dedico… Leo fotos de perfiles. Por eso la mía
no muestra mi cara. Por miedo a lo que los otros puedan leer.

David- La mía no dice nada. No dice ni la mitad de lo que soy, ni de lo que te


interesa. Ni siquiera con todo el prejuicio del mundo podrías adivinarme a través
de mi perfil.

Martín- Tienes razón. Estas cosas son como las loterías. Vas de la mano con tu
prejuicio a arriesgarte con el que te parezca más conveniente.

David- O con el que viva más cerca.

Martín- Pero yo sí creo que las imágenes dicen mucho. Puedo leerte la cara, las
intenciones, hasta ciertas cosas de tu personalidad, por la simple decisión de haber
colocado una imagen con ese ángulo o con esa vestimenta. En este momento puedo
saber de ti más de lo que te imaginas.

David- A ver… Pruébame.

Martín- Bueno, tu nombre es David…


David- Tienes razón, tengo cara de David. Ya me lo han dicho antes.

Martín- Déjame continuar. Estudias Ingeniería.

David- Primera equivocación.

Martín- Coño, pero entonces deberías, porque esa cara de ingeniero frustrado que
vende donas en el negocio de la tía, no te la quita nadie.

David- Gracias, es lo más bonito que me han dicho a través de este chat.

Martín- De nada. Entonces, como te iba diciendo, estudias para ser abogado…

David- Diseño…

Martín- Abogado del diseño malo, que se sigue haciendo constantemente en este
país. Defenderás a todos los que estamos en desacuerdo con poner la imagen de un
pollo asado gigante en los carteles de las carreteras, para anunciar una pollera.

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David- (Risas) Vas bien.

Martín- Te gustan todas las divas de la cultura pop…

David- No me digas…

Martín- Menos Mariah Carey, porque aún no logras entender si su cara le


pertenece a un hombre o a una mujer…

David- Ahí te equivocas… Hay una canción de ella que me mata (Tararea)

Martín- Por eso digo, que eres muy fanático de los transfors, y de todo lo que
coloca a la comunidad gay dentro de un plano decadente.

David- Los transfors no me parecen decadentes. Me parecen hermosos.

Martín- ¿Quién dijo lo contrario?

David- Ahora me toca a mí. Tú, Martín, eres un chico que vive con su madre y su tía,
en una casa desolada de los campos de Bejuma…
Martín- Calidad…

David- En el patio de tu casa, has jugado a ser todos los papeles habidos y por
haber que la humanidad te ha negado conocer. A los 14 años te ibas a dedicar a la
medicina, a los 15 estarías más convencido de que tu camino verdadero sería el de
un enfermero. Luego de cumplir 16 dijiste: “¿por qué no? Podría mudarme a
Valencia e intentar, mejor, ser veterinario.”. Hasta que a los 17 entendiste que la
época para soñar ya había pasado. Que tus opciones se habían reducido, y que para
completar tus dolores de cabeza, siempre fuiste mejor soñador que cualquier otra
cosa.

Martín- Qué triste es mi historia.

David- El problema estuvo en que no podías pasarte toda la vida soñando.


Seguramente tu tía querida, que te apoyaba en todas tus malas decisiones de vida,
falleció de cáncer en los meses menos esperados. Lloraste su partida, así como
aprovechaste para llorar tu miseria. Pero luego vino la luz. Surgió esta herramienta
llamada Internet, que antes ni considerabas. Apareció una tarde de marzo,
mientras te ahogabas en mala televisión. Tu madre irrumpió en tu cuarto con un
hombre de pantalones caídos, que vendría a instalar la que sería tu nueva ventana.
(Pausa) A través de ella sufrirías el doble, puesto que conocerías más a fondo aquel
mundo que nunca podrías ver.

Martín- No lo había pensado de esa manera.

David- Y luego, un poco de gloria. Tú, Martín, serías maestro de este nuevo terreno
inexistente en el plano físico. Poeta de las almas atrapadas en el escape cibernético.
Conocerías a muchos chicos interesantes que te invitarían a salir. Unos más bellos
que otros, y otros sólo por necesidad. Asumirías tu nueva vida, esperando y
esperando aún el día de tu partida. Ese, en el que quebrarías las barreras de la
pantalla para tocar con tus propias manos el cemento de lo desconocido. En el que

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por fin, el golpe con lo real te hiciera entender que, a larga, todo era tierra y agua,
tal y como siempre lo sería en tu casa.

Martín- Si no me conecto, no tengo suficiente batería para enfrentar la realidad.

David y Martín se cruzan y cambian de ordenador.

David- ¡Tienes un mensaje!

Martín- Me tienes olvidado.

David- Son pocas cosas las que puedo olvidar.

Martín- Yo soy una de ellas.

David- He tenido siempre la costumbre de olvidarme a mí mismo antes de olvidar


a los que amo.

Martín- Me has mandado quinientas fotos pero aún me da miedo conocerte.

David- Ya nos conocemos.

Martín- Lo sé, digo, pero no es lo mismo sentirte, olerte. Esas cosas importan
¿Sabes?

David- Te da miedo que no te guste.

Martín- Me da miedo el asunto químico. Podemos tener muy buena conversación.


Podemos ser perfectos intelectualmente el uno para el otro. ¿Pero qué y si nuestras
químicas no funcionan juntas?

David- Explícate mejor…

Martín- Hay hasta estudios que indican que cuando dos personas no tienen
química, se repelen físicamente.

David- No será muy difícil para mí adaptarme a una mala química, si se trata de ti.

Martín- No es tan fácil como lo pintas. Los olores se hacen desagradables. La piel se
vuelve áspera. Los defectos resaltan.

David- De mis defectos te enamorarás.

Martín- La química no es cualquier cosa. Es como con los perfumes. Cuando no


tienes el PH adecuado, el perfume puede oler riquísimo, pero si no te queda, no te
queda.

David- Entiendo, de Givenchy a Pachulí.

Martín- Yo casi siempre termino teniendo química con gente que no me


corresponde.

David- ¿Cómo así?


Martín- Me huelen rico sus cuerpos. Hasta sudados me son provocativos. Pero yo
resulto todo lo contrario para ellos.

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David- ¿Quieres decir que constantemente buscas el perfume que no puedes


pagar?

Martín- O que me queda mal.

David- Pues yo prometo quedarte bien. Así tenga que comer lechugas todos los
días para cambiar mi Ph.

Martín- ¿Quién te dijo que así se cambia?

David- ¿No? Casi siempre es comiendo lechuga que se cambian las cosas…

Martín- Son las 12, me tengo que ir…

Entra Julio.

Martín- La próxima vez que tengas un mensaje, no me dejes esperando.

David y Martín se cruzan y cambian de ordenador.

Martín- ¡Tienes un mensaje!

Julio- Eran casi las 6 de la tarde y yo dormía una siesta calurosa. El sudor inundaba
mi cama, y la brisa apenas comenzaba a entrar. Mi madre no se encontraba en la
casa, desde temprano nos había dicho que saldría a comprar unas sábanas. Tenía
varios meses remodelando la sala, los baños, y ahora los cuartos. Desde la partida
de mi tío, no hacía otra cosa que buscar cambiar el ambiente de nuestras
habitaciones. (Pausa) Nuestra casa aún olía a él. El comedor todavía tenía su
puesto desocupado. En la cocina quedaba la caja de su Corn Flakes favorito. Se
seguían comprando las frutas que le gustaban. En el cuarto, que ahora era sólo de
David, todavía quedaba su cama deshecha y una noche lo conseguí durmiendo en
ella.

David- Tienes lunares, repartidos por todo el cuerpo. No me habías contado de


ellos.

Martín- No los conozco. No soy de los que se miran en el espejo.

David- Creo que es hora de darte a conocerlos.

Julio- Nunca entendí por qué había que cambiar la sábanas, me gustaban las mías.
Me acostumbré a su olor. Me abrazaban de noche. No me hacían falta otras.

David- Cruzas en la avenida, cuando llegues al kiosco de la esquina. Luego caminas


por esa calle hasta el fondo.

Julio- Tenía la mala costumbre de dormir con la puerta abierta. No lo suficiente,


pero sí estaba siempre abierta.

David- Abres la puerta de la casa azul. No te preocupes, sólo estaré yo.

Julio- En cierta forma, yo también fui culpable. Mis miradas buscaban algo que yo
no entendía.

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David- Entras y pasas la sala y el comedor. Camina hasta la puerta al final del
pasillo.

Julio- Primero sentí sus manos frías despertándome, tocando con timidez mis
manos caídas. Abrí los ojos creyendo que era mi madre, pero era él. No quise
levantarme de inmediato. (Pausa) Escuché el ladrido de los perros en la casa de al
lado. Quería seguir durmiendo, así que me volteé dándole la espalda. Él se acostó
boca arriba sobre mi cama, levantó una de las cobijas y se introdujo hasta taparse
dejando su cuerpo justo al lado del mío. (Pausa) Me dio la espalda también. Tocaba
parte de sus hombros con mi cadera. Sabía a lo que venía pero no sabía cómo
vendría. Me preguntó varias cosas, me seguía despertando. Preguntas tontas, que
no venían al caso. Yo a veces intentaba respondérselas. Pero mi voz no era la
misma. Era la de alguien que sabía que el cambio lo esperaba. No quería hablar.
Busqué disimular con el sueño una situación de estabilidad. Luego se volteó hacia
mí, yo… yo me pegué hacia la pared. Fueron varios minutos de silencio. Podía
sentir su aliento. Me desagradaba, y sin embargo, me hacía cosquillas en el cuello.
Algo se despertaba en mi cuerpo. Con cada roce, con cada movimiento, así fuera de
la sábana, sentía mi piel erizarse. Eran cosquillas que me despertaban. Me
mantenían en el sitio, pendientes de la brisa y de su aliento. A los pocos minutos, él
se levantó y se sentó sobre el borde de la cama. Se acercó a mi mesita de noche y
prendió el modo radio de mi despertador. Colocó música para distraer lo que
estaba sucediendo. Cambió varias veces de frecuencia, hasta llegar a una canción
que le agradó. A mí también me gustaba, pero seguía pegado de la pared, buscando
el frío que ella resguardaba, manteniéndome alerta, pero sin hacer ningún
movimiento. Casi sin respirar. Hipnotizado por el momento. Sentía cómo el miedo
en mi pecho se mezclaba con mis ganas de soltar lágrimas, y mi deseo por sentir el
placer más puro que él me pudiera propiciar. Tenía ganas de que se volviera a
acostar. De que siguiera haciéndome cosquillas. Pero luego venían a mi cabeza las
imágenes de mi madre y de mi tío. Juro que intenté bloquearlas, pero seguían
viniendo. Me dejaban inmóvil en ese espacio de mi cama. Sudado, con olor a mí. Él
seguía sentado en el borde, esperando. Yo también esperaba. Pasaron varios
segundos antes de que decidiera levantarme y sentarme de nuevo, apoyado contra
el muro azul. Una pared desgarrada que poco a poco iba perdiendo el frío de la
brisa, y adormecía mi impaciencia ante sus ojos penetrantes. Nos miramos por
varios segundos. Yo de ahí no me movería. Contra el recto abismo del final de mi
cama me quedaría expectante. Pidiéndole que se fuera. Sacando las fuerzas
muertas que llevarían a un cambio brusco de conversación. A una noche tranquila.
Pero luego, la única media que aún sobrevivía a tanto movimiento terminó
saliendo de mi cuerpo. Sus manos tocaron mi cadera mientras sus brazos recorrían
el borde de mi pecho. Sus labios desataron el mismo olor que me desagradaba
sobre la caída de mi garganta, y mis ojos perdieron la plenitud para entregarse a
los sentidos de su toque.

Martín y David, atrás, se tocan por primera vez.

Me trató con cariño, al principio, pero luego devoró cada centímetro de mi niñez.
Cada imagen de juego en el jardín. Se apoderó de mi inseguridad. No permitió que
sus manos tuvieran un lugar sin conocer. Sabía lo que hacía y me protegía del dolor
más incontrolable que pudiera sentir. De un dolor interno, desgarrador, que me
quemaba hasta el punto de no poder respirar de la misma manera. La brisa siguió

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entrando, pero tomó un camino distinto mientras adquiría cada vez más fuerza. De
mi cuarto pasó a la sala y luego se fue por la puerta. Esa noche me cambiaron las
sábanas y yo comencé a dormir contra la pared.

Blackout.

TERCER ACTO.

Entra Martín con un plato de pasta. Se sienta. Luego entra Julio desde el
pasillo que lleva al baño.

Martín- Quedaron pegajosas.

Julio- ¿Qué?

Martín- La pasta quedó pegajosa.

Julio- Si no sabes hacer pasta, no puedes vivir solo. Es lo mínimo.


Martín- No vivo solo, vivo con tu primo.

Julio- ¿Fue difícil?

Martín- ¿Qué?

Julio- Mudarte para acá. Tomar esa decisión.

Martín- No. Fue liberador.

Julio- ¿Te parece esta ciudad liberadora?

Martín- Puede ser complicado de creer, pero sí. Esta ciudad es muy liberadora.

Julio- ¿No te dan miedo las miradas?

Martín- ¿Por qué habrían de darme miedo?

Julio- Bueno, no sé si es cosa mía. Pero lo que más me asusta de esta ciudad son las
miradas. Por ejemplo, cuando yo iba a comer con David a algún sitio, allá en casa,
no importaba cómo me miraba la gente, porque por más que sea, todo el mundo
sabía que David era mi primo. Pero si fuese a comer contigo aquí, la cosa sería
distinta. Aquí nadie sabría de ti, o de David. Y sé que me mirarían raro. Que nos
adivinarían.

Martín- ¿Qué tendrían que adivinar?

Julio- A nosotros.

Martín- ¿Y cuál es el problema? (Pausa) No. Creo que estás confundido. Sí creo que
hay un asunto con las miradas, en primera instancia. Pero si te pones a ver, Caracas
sigue siendo una ciudad de miradas amables, aún conocidas, familiares. En este
lugar, el que juzga lo hace por miedo a ser descubierto.

Julio- Supongo que yo soy muy inseguro.

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Martín- Todos lo somos. Pero si vas a empezar a vivir aquí, no debes temerle a
cómo te miren. Es el arma fácil. Y más si es entre nosotros, que solemos utilizarlas
como códigos de a quién le debes temer y a quién no. (Pausa) ¿Alguna vez te has
enamorado, Julio?

Julio- No. Sí.

Martín- Yo me enamoro cada dos días. Soy muy enamoradizo. Pero creo que ya eso
es normal en mí.

Julio- ¿A David no le molesta?

Martín- No, porque David es igual. Él también se enamora muchísimo. Pero


supongo que eso le pasa a mucha más gente de la que me imagino. No sé si de
verdad lo podríamos llamar amor. Porque también es un poco de deseo, de
fantasía. Verás, tu primo y yo somos seres muy curiosos.

Julio- ¿Cómo puedes enamorarte tanto y estar tan tranquilo?

Martín- No lo estoy, aunque lo aparento. Escucha, todo el tema de las miradas tiene
mucho que ver con esto. Estamos en una jungla, con todos sus peligros incluidos.
Una jungla de niños lindos, amantes de sus madres. Consentidos, sueltos en tierra
infértil y salvaje. Buscando rechazar lo que no está a la altura, para alimentar los
egos.

Julio- Esta ciudad tiene sobrecarga de egos.

Martín- Ésta y las que restan en el mundo, Julio. Deja de juzgar lo que es tuyo, deja
de ser tan inconforme. El ego es la única enfermedad que al hombre moderno le
gusta tener.

Julio- Caracas no me pertenece.

Martín- No estoy hablando de Caracas. Pero igual, no te hundas en el limbo de la


inconformidad tú también. Qué mala costumbre la de tu familia.

Julio- Creo que ahora sí me tengo que ir.

Martín- No te molestes. Dios, eres idéntico a tu primo.

Julio- Deja de decirme eso.

Martín- Escucha: los niños lindos son peligrosos, porque juegan con tus deseos.
Pero aunque parezca irónico, tú no estarás peleando con ellos. Estarás peleando
contigo mismo.

Julio- ¿Por qué me dices esto?

Martín- Ya me lo agradecerás. Tarde o temprano, te darás cuenta de que Dios


murió creando la igualdad, dejando mucha belleza suelta.

Julio- ¿Quieres saber qué tan inconforme soy? A veces pienso que ese mismo Dios
terminó enamorándose de mí, y sin embargo yo lo rechacé.

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Martín- Qué mala suerte la tuya.

Se escucha el sonido de unas llaves. Se abre la puerta. Entra David.

David- Amor, tienes un mensaje…

Martín- ¿Ah, sí? ¿Quién me necesita?

David- ¡Julio! Qué sorpresa tan grande.

Julio- Hola, primo.

David- ¿Y eso que estás aquí?

Julio- Bueno, ya pasaron dos meses.

David- ¿Ya? ¿Tan rápido? (Pausa) ¿Por qué no me llamaste antes? Qué alegría me
da verte.

Julio- Perdóname por no avisar que hoy vendría.

Martín- Hablamos de tantas cosas que ya ni te extrañábamos.

David- Hablando de extrañar, el mensaje es de la vecina del 8. Esa está… pero que
no puede vivir sin nosotros. Creo que ha venido a cobrarnos, pero nunca estamos.

Martín- Nunca estuvimos, nunca estaremos.

David- ¿Te ofrecieron algo de comer?

Julio- Sí, no te preocupes.

David- Aún sigo sorprendido. Cuéntame, ¿Cómo está tu mamá?

Julio- Está bien. Se quedó un poco sola. Al principio me costó salir de casa. No la
quería dejar.

David- Sí, te entiendo, no es fácil irse.

Julio- Tampoco es fácil quedarse.

David- ¿Por qué no se vino ella también contigo?

Julio- Mi mamá nunca se va a ir de allá.

David- Tu mamá es lo máximo. Cómo la quiero.

Julio- Y ella a ti.

David- Martín, tú te morirías con la casa de mi tía. Yo sé que a ti te encantaría. Las


sábanas más limpias del estado Lara. La cocina más impecable. Los baños, la sala,
es que hasta la puerta, que está siempre abierta, es una obra de arte.

Martín- (A Julio) Me muero. ¿No tienes fotos?

David- Yo no, de repente podríamos ir algún día, para que la conozcas. Estoy
seguro de que te va a encantar.

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Julio- A mi mamá eso le gustaría mucho.

David- Claro que sí.

Julio- ¿Sabes que se murió Isabella?

David- ¿La perra?

Julio- Hace más de un año.

David- ¿Qué le pasó?

Julio- Cáncer.

David- ¿De qué?

Julio- En la piel. En el cuerpo. Por una época, mi madre y yo ya no estábamos casi


en la casa. Ella empezó a irse a jugar rummikub con sus amigas. No sé. Supongo que
la distraía. Y yo empecé a tener nuevos amigos por la casa. Isabella se empezó a
quedar muy sola. Estaba triste todo el tiempo. Y a un pitbull es difícil identificarle
la tristeza. Pero ella se la pasaba decaída. En el suelo. Así que mi mamá decidió
llevársela a la señora Liseth para que la cuidara.

David- ¿Liseth sigue viva?

Julio- Lo sé, esa señora es anciana. Bueno, Isabella, al parecer, tampoco aguantó
este cambio, y a los pocos meses murió.

Martín- Qué triste esa historia.

Julio- Yo quería mucho a esa perra.

David- Yo también. De haberlo sabido me la hubiese traído.

Martín- No te la iban a aceptar. Si esta tipa de broma aguanta que nosotros


vivamos aquí.

David- No te metas con ella, si esa señora es un amor.

Martín- Contigo. Por eso te acepta que yo viva aquí. Porque te quiere y soy la única
mascota que te permite.

David- Qué exagerado.

Martín- Pero bueno, iré a pagarle, antes de que le dé algo y nos toque la puerta
mañana a las seis de la mañana, para cobrarnos.

David- Gracias, mi vida. Déjame buscar la chequera que no la traigo conmigo. (A


Julio) Ya vengo.

David se levanta y se dirige hacia su cuarto.

Julio- Si lo quiere tanto a él ¿Por qué no va él a pagarle?


Martín- Porque a la gente le gusta cobrarle a quien, para ellos, no tiene la culpa de
nada.

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Vuelve David.

David- Ten mi amor. No te pelees con ella, mira que de aquí no queremos irnos.

Martín agarra las llaves y sale.

David mira fijo a su primo.

David- Por fin te acercaste.

Julio- ¿Siempre supiste que estaba en Caracas?

David- Sí. Aunque no fue fácil enterarme. Tu madre no me habla.

Julio- Por eso no me buscaste.

David- Por eso y otras cosas, Julio. ¿Cómo llegaste hasta acá?

Julio- Una tontería. Hace un tiempo celebraste un cumpleaños en este apartamento


e hiciste alguna reunión. Ese día me enviaste una invitación por Facebook.

David- Se me habrá escapado.

Julio- Pensé que estaba invitado… y vine tarde, lo sé. Pero vine.

David- Julio, entiendo cómo te puedes sentir. Pero créeme que yo me sentía mucho
peor.

Julio- ¿Ya no te sientes mal?

David- Ya estoy bien. Ésta es ahora mi casa. Mi espacio. Y él es mi novio.

Julio- Está bien. Te felicito. Has conseguido lo que tanto querías.

David- Gracias. ¿Quieres agua?

Julio- Sí, por favor.

David se dirige hacia la cocina.

Julio- ¿Qué se siente estar con alguien a quien quieres tanto?

David- (Desde la cocina) ¿Qué dices?

Julio- Desde el primer día en el que estuve contigo, empecé a sentirte de una forma
distinta. Tu olor cambió para mí. Puedes pensar que estoy loco, pero me causaba
una felicidad inmensa el simple hecho de olerte.

David entra y le otorga un vaso de agua a su primo, luego se sienta para


escucharlo.

Julio- Dicen que las personas no son químicamente compatibles con todas. Sucede
que a veces uno puede fijarse en alguien y al acercarte no te atrae ni su olor, ni su
ser. Su piel te resulta repugnante, justamente por el hecho de que, a pesar de que
ésta pueda ser maravillosa contigo, no es quien en carne te provoca. ¿Nunca te ha
pasado?

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David- No. Tengo ya mucho tiempo estando con Martín.

Julio- Me parece hermoso. Eso significa que Martín si es alguien que te llena.

David- ¿Qué me estas queriendo decir?

Julio- Que a mí me ha pasado justamente lo contrario. Después de ti, nadie olía


como tú. Y también, disculpa que siga insistiendo con esto, pero nunca nadie me
olió como mi tío, ni como mi perra, ni como mi padre.

David- Así es la vida.

Julio- No. Así no es la vida. Así no es para los demás…

David- Entiendo perfectamente que te haya afectado que nos fuéramos, pero en
algún momento tenía que suceder. Y créeme, Julio, que el día que lo hice no fue el
único que lo intenté. Pero a pesar de todo lo que sucedió en los últimos meses
antes de que me viniera, a mí también me costó dejarte tan solo por allá.

Julio- ¿Por qué no me pediste que me viniera contigo?

David- Porque las cosas sucedieron de otra forma.

Julio- No sé a quién le tengo más envidia. Si a ti o a Martín.

David- Te entiendo, pero ésta no es una vida tan sencilla. Tienes que trabajar de
día, estudiar de noche. Caminar por estas calles no es lo mismo. Soportar el Metro,
el calor es distinto, se une al sucio de la calle, y se te mete por los brazos antes del
mediodía.

Julio- Pero por lo menos es una vida acompañada.

David- ¿Y qué pasa con tu madre? Ella estaba contigo.

Julio- Ya no. Desde que pasó lo que pasó tenía tiempo sin estarlo.

David- Para ti también cambió.

(Pausa).

Julio- ¿Qué pasó, David?

(Pausa).

David- Tú deberías saber. (Pausa) Después del día en el que le dijiste a tu madre
todo lo que había ocurrido entre nosotros, las cosas empezaron a cambiar. Ni
siquiera entiendo por qué me pidieron que volviera. Desde ese día yo ya no tuve
casa.

Julio- ¿Y eso es suficiente?

David- ¿Sabes cuál es mi palabra favorita? Vulnerable. Me encanta esa palabra.


Creo que es porque es rara. Me encanta todo lo que significa.
Julio- No cambies el tema.

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David- Toda la vida he sido muy vulnerable, pero no nunca había estado tan
consciente de lo mucho que suelo serlo. Hasta que conocí esa palabra y pude
pronunciarla en contexto normal.

Julio- Mi mamá no te dejó de querer.

David- Sí lo hizo. Lo que espero es que no lo haya hecho contigo. A ti sí te necesita.

Julio- Te equivocas.

David- No fue nada más por lo ocurrido a partir de ese día, Julio. Tu mamá me dejó
de querer desde que mi papá salió de esa casa. Supongo que yo se lo recordaba.

Julio- ¿Y yo? Yo no te dejé de querer.

David- Querer es difícil, y amar aún más. Sólo los valientes y los tontos quieren,
porque hay que ser valiente para querer algo que en cualquier momento puedes
perder.

Julio- Yo soy valiente.

David- Lo eres. Yo no.

Julio- Tú lo que eres es un egocéntrico, un egoísta.

David- No hay forma de que me pierda a mí mismo.

Julio- Si no eres valiente, no. Si tu mismo sabes esto, ¿por qué no lo usas?

David- Porque me enseñaron a escapar, y cuando algo tan profundo te lo enseña


alguien tan cercano, es muy difícil poder sacártelo.

Julio- Tienes razón.

David- No te hagas daño conmigo, primo.

Julio- Deja de decirme primo.

David- Creo que ya es hora de que te vayas.

Julio- Ya no hay metro.


David- Llamamos un taxi. ¿Dónde vives?

Julio- No. Recíbeme aquí. Yo ya no tengo casa. Mi casa se fue, y tengo tiempo
buscándola.

David- Julio, tienes que sacarte eso de la cabeza.

Julio- No puedo. Ya está muy dentro de mí. Tengo mucho tiempo sin dejar de
pensarte. Necesitaba verte y decírtelo. Esto que siento, obviamente, no es normal.

David- No te juzgues.
Julio- No es normal. No por lo que eres o por lo que representas, sino por como se
ha metido dentro de mí, y el dolor que me causa.

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David- Hay cosas que debes superar por tu propia cuenta.

Julio- Pero a veces no puedo. Ya tiene mucho tiempo atormentándome. Pensé que
viniendo para acá, y siguiendo tus pasos, podría superarlo. Pero fue una tonta
excusa para esto. Para ubicarte y decirte lo que siento. Para sentirte otra vez.

David- ¿Qué quieres que haga?

Julio- No sé. Entiéndeme. Me pierdo a mí mismo cuando se trata de ti. De verdad no


quiero que pienses que estoy loco. Y sé que sueno desesperado, pero éste es el
último intento que me queda.

David- Yo vivo con Martín, Julio.

Julio- Lo sé. Y es un ser hermoso. Se nota que te quiere mucho. Pero estoy harto de
pensar en los demás cuando absolutamente nadie piensa en mí. Dime una cosa. Ese
día, el día que tú y yo estuvimos juntos por primera vez, ¿lo hiciste por ti o lo
hiciste por mí?

David- No sé, primo.

Julio- ¡No me digas primo! Te estoy haciendo una simple pregunta. Porque si lo
hiciste por ti, fuiste un gran egoísta. Eres mayor que yo. ¿Cómo no pudiste
entender lo que eso causaría en mí?

David- Éramos muy pequeños para entender cualquier cosa.

Julio- ¡Pero lo entendíamos! ¡Ese es el punto! Lo entendíamos, porque las cosas


corporales no tienen edad para entenderlas.

David- No, yo hice lo que sentí que debí hacer, y luego tuve tanto miedo como tú.
Estaba muy arrepentido, y estoy seguro de que tú también.

Julio- Sí, tienes razón. Yo por muchos días estuve arrepentido. ¿Y sabes que es
doloroso? Arrepentirte de algo que te gusta. Porque tú me gustaste David, y me
diste calor. Y yo necesito volver a sentir ese calor. Yo necesito tranquilidad.

David- Yo no puedo darte tranquilidad, si ni siquiera yo la tengo.

Julio- Pero en Martín sí la ves y la sientes ¿No?


David- (Pausa) Sí.

Julio- ¿Y entonces por qué no la ves en mi?

David- Porque tú tampoco la tienes.

(Pausa).

Julio- Tienes razón. Fue una pregunta estúpida.

David- No. No lo es.

Julio se sienta.

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Julio- He sido un tonto. (Pausa) Pensé que podía venir acá y hablarte, y así ver si las
cosas de alguna manera cambiaban.

David- No. Yo también debo disculparme contigo, primo. Hay cosas que nunca debí
haber hecho.

Julio- ¿Pero de qué sirve tu disculpa? Si a la larga no fue lo que tú hiciste, sino lo
que yo sentí, y lo que sigo sintiendo.

David- Yo no puedo recibirte en esta casa. Mi vida ha cambiado para bien desde
que me fui. Estoy donde quiero estar y con quien quiero estar; y aún así sigo
teniendo inestabilidad. No me voy a quedar aquí para siempre. Cuando tengamos
chance, Martín y yo nos iremos.

Julio- ¿Otra vez?

David- Hay cosas que queremos conseguir y que no encontraremos aquí. Lo hemos
pensado mucho y queremos irnos a Madrid. Martín tiene el pasaporte español, y
apenas tengamos la plata necesaria, aprovecharemos para empezar a construir por
allá.

Julio- Claro. Me parece una muy buena decisión.

David- Te siento muy solito, Julio. No debiste haber dejado a mi tía.

Julio- Estoy solo, con o sin ella.

David- Entonces deberías estar solo con ella, porque capaz ella no está sola
contigo.

Julio- Discúlpame por haber intentado buscar lo que quería.

David- No es lo mismo, Julio. Tu mamá aún está para ti. En cambio, a mí se me fue
todo lo que tenía.

Julio- Nos tenías a nosotros.

David- Tienes razón. Y me disculpo por no haberlo visto antes.

Julio- Aún puedes volver.

David- Te voy a contar algo. Desde que estoy pequeño te he considerado una
persona extraordinaria. Un ser muy lindo que podía adaptarse a cualquier
situación. Siempre te he tenido envidia por eso mismo. Porque ocurra lo que
ocurra, siempre tienes una actitud positiva. Siempre estás sonriente.

Julio- No siempre lo que hay detrás de una sonrisa es felicidad.

David- Pero por lo menos eso demuestras, y das esperanzas. Hay dos tipos de seres
en esta vida, Julio. Los que producen esperanza y los que la destruyen por no saber
cómo producirla. Los primeros son los valientes, los segundos son los cobardes.

Julio- No me llames valiente si no lo soy.

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David- Lo eres. ¿Tu crees que yo hubiese sido capaz de viajar hasta acá para
declararle mi amor a alguien? Para eso se necesita de mucha valentía.

Julio- Tú te viniste hasta acá para vivir con alguien.

David- Me fui huyendo de lo que no supe controlar, primo. Somos muchos los que
vivimos constantemente huyendo. En cambio tú logras enfrentar. Y eso te lo
envidio.

Julio- ¿De qué me sirve enfrentar si no consigo lo que necesito?

David- Te sirve para curar más rápido tus heridas. En cambio, yo las dejo abiertas.
No me duelen ahora, pero me dolerán después.

Julio- A mí sí me duelen.

David- Pero te dejarán de doler. Entiendo que no lo veas, pero por favor ten
conciencia de tu grandeza. Parecemos unos idiotas todos al creernos menos, al no
ver lo buenos que somos, al no sentirnos dignos.

Julio- Me acabas de decir que eres un cobarde.

David- Porque lo soy, pero eso no me hace peor persona. Me hace consciente de lo
que debo enfrentar. Y cobardes como yo, en este país no hay tantos. Éste es el valle
de los valientes ignorantes. Que no saben de sus capacidades. Que se creen la gran
cosa cuando son nombrados en un programita de televisión norteamericano;
cuando en realidad nuestro nombre es mil veces más valioso que cualquier
programa de plástico barato. Nuestra existencia es legendaria, pero nadie se la
cree.

Julio- ¿Entonces por qué necesitas irte?

David- Porque no quiero ser olvidado. Porque ya me han olvidado demasiado. Y a


este valle no le cuesta nada olvidar.

Julio- ¿Pides que no te olviden?

David- Caracas es una ciudad que aún lucha por sobresalir entre tanta mata y tanto
monte. En tal guerra, yo no tengo espacio para ser reconocido. Yo debo cruzar el
muro del Ávila para que del otro lado me entreguen a un hijo, me den espacio para
probar el éxito. Debo salir de aquí para que me vean.

Julio- Aquí puedes ser el primero en tener un hijo. Aquí puedes ser el primero en
ser visto.

David- Es que ese es precisamente el problema. Viniendo confirmé que aquí ya se


han visto a otros. Que era muy naive al creer que yo podía ser el primero, cuando
esta ciudad tiene más historia de la que yo me imaginaba. ¿Pero sabes qué es lo
que les pasa después de que los ven? Los olvidan. Esta tierra traga agua y gente
constantemente.

Julio- Capaz porque nunca quisieron ser recordados. (Pausa) Tienes razón. Te
gusta huir demasiado. Es más, huyes tanto, que pienso que aún si te fueras,

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terminarías regresando. Porque eres igualito a este pueblo. También te gusta


olvidar. Todo eso que dices querer hacer, es mentira. Es una búsqueda falsa.

Pausa

David- Al lado de la cocina hay un cuarto. Acomódate por esta noche ahí. Subiré a
ver si Martín necesita de mi ayuda.

David se dirige hacia la puerta y la abre.

Julio- Mi tío no volverá. Pero tú si puedes volver.

David se detiene. Cierra la puerta, se voltea hacia su primo y luego se le


acerca. Julio se queda inmóvil antes de que su primo le dé un largo beso.

David- (Se separa agarrándole la cara) No quiero volver.

David vuelve a dirigirse hacia la puerta. Julio se precipita sobre su bolso al


otro lado de la sala. Saca una pistola, David se voltea antes de salir.

David- ¿De dónde sacaste eso?

Julio- Era de mi tío. Una de las únicas cosas que quedaban en su cuarto.

David- No te creo.

Julio- No necesito que me creas

David- Guarda eso, Julio.

Julio- No te preocupes, que tú ya huiste a donde tenías que huir. Deberías estar
contento, primo. Has cumplido tu meta a buena edad.

David- Que la guardes, te dije.

Julio- Mi tío estaría muy orgulloso de ti… Tanto que le costó a él.

David- ¡Cállate!

Julio- ¿Callarme? Pero si yo nunca tuve voz. ¿Por qué no pediste que callara mis
gemidos aquella tarde? Te pregunto, ¿Es que acaso estoy haciendo algo malo? Yo
no te pedí un beso David, eso es un consuelo muy barato para lo que tú y yo ya
hemos pasado.

David entra y cierra la puerta detrás de él.

David- Tú eres valiente primo, tú eres de los valientes.

Julio- No me malinterpretes, pero claro que algo de valiente tengo. Y estoy seguro
de que tú también. Es más, tú más que yo. Esta ciudad no es para cobardes, ni para
sensibles. Ahora, que nos disfracemos de débiles es otra cosa. ¿Acaso no lo ves? Los
que no la aguantan, se marchan. Y tú no eres así. Fíjate que irónico, yo soy más
como mi tío y tú eres más como mi madre. Supongo que a uno se le termina
pegando las cosas de la gente que desprecia. Ahora, si yo de verdad fuera valiente,
sería en este momento tu hermano gemelo, de lo mucho que nos pareciéramos.

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Pero no. Soy tan cobarde, que ni un poquito me parezco. ¿Te imito? Sí. Pero te
quiero, en lo sucio, en lo fresco que puedes llegar a ser. En cómo consigues lo que
quieres, a pesar de sostenerte en las esperanzas falsas que le tienes a este país. Te
quiero tanto, y te deseo… Porque al parecer eres la única persona que admiro.
(Pausa) “Admiro”, esa es la palabra, primo.

David- Yo también te quiero, yo también te admiro.

Julio- Pero yo no necesito que me admires. (Julio se coloca la pistola en la cabeza)


(Pausa) Yo necesito que me extrañes.

Disparo. Blackout. Se apaga la música.

Entra Martín. Únicamente él iluminado.

Martín- ¡Tienes un mensaje!

Se ilumina a David.

Fin.

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