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¡Canta!

: Las intenciones que escribieron La Ilíada

Madre de todas las epopeyas occidentales, entre ellas las españolas, La Ilíada es junto
con la Odisea, la expresión más antigua y original del género y también de toda la
literatura universal. Ante un texto que data aproximadamente del siglo IV o VI antes de
nuestra era, se podría pensar que nos separa de ella una brecha de tiempo tan grande
que es imposible llegar a conocerla o poder comprenderla. Sin embargo, basta con
adentrarse en sus páginas para darse cuenta que, aunque es cierto que el mundo
griego antiguo es muy diferente al nuestro, el rostro del ser humano sigue siendo el
mismo y las características humanas de los personajes, ya sean hombres o dioses, que
perfectamente dibujó el autor con ayuda de la lengua griega, con sus innumerables
flexiones, sigue reflejando al hombre en su complejidad.

El siguiente ensayo es el intento, siempre temerario por la distancia histórica y


cultural que nos separa, de develar el misterio de las intenciones, primero de quienes
produjeron la historia que se transmitiría de forma oral y después, las intenciones del
“Homero” o los “Homeros” que la pusieron por escrito. De este intento deriva el título
del ensayo: ¡Canta! Ésta es la primera palabra (τραγουδά), con la que el autor invoca a
la diosa para poder introducir el breve resumen de la disputa entre Aquiles y
Agamenón. Este primer vocablo es un verbo; el verbo es acción. Una acción que se
espera, en este caso, sea realizada en una forma de comunión entre el rapsoda y la
diosa inspiradora. Pero toda acción tiene una intención. El fin de este trabajo es
descubrir la intención de quien decidió dar a conocer a otros los últimos 51 días del
décimo año de la guerra de Troya.

En cuanto a género, hablamos de una epopeya, con sus personajes y valores


heroicos muy bien identificados, hablamos también de un texto bélico, lleno de acción
violenta, de estrategias y política militares; debemos decir que también La Ilíada es un
libro religioso, de alguna manera, pues demuestra cómo el estado se siente privilegiado
y digno por la voluntad de los dioses que lo favorecen. En cuanto a estilo, sólo
remarcaremos el énfasis por la acción y no tanto por la descripción narrativa llena de
adjetivos de la literatura contemporánea. Se caracteriza por describir mediante la
acción y no mediante las cualidades a los objetos, las personas o los dioses. Homero, a

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lo largo de la obra utiliza el recurso del recuerdo, para describir objetos o personas, por
lo cual el narrador desprende de la historia principal que está describiendo en cada
rapsodia, una historia, no siempre muy breve, que explicará alguno de los elementos
de la historia principal. Otro recurso literario importante utilizado es el juego con el
tiempo. Para el lector resulta, a la vez que complicado, entretenido, que el narrador
comience en un tiempo determinado, después, por momentos vaya al pasado para
describir la historia de un héroe, para completar nuestra información acerca de la
guerra, que para el comienzo de La Ilíada ya lleva nueve años. También resulta
interesante ir al futuro en el que el autor nos va dando pistas de qué es lo que sigue,
qué va a suceder y, con mucha anticipación también, nos avisa cómo es que ha de
terminar la historia. Esta especie de desorden temporal no era algo confuso para los
griegos, pues se trataba de una historia que para ellos era bien conocida. La obra de
Homero, además, refleja en su estilo lo muy valorada que era la retórica y la oratoria
para los griegos. Todas las rapsodias están llenas de discursos que se pronunciaban
para la persuasión. Y en algunas ocasiones, los discursos son repetidos exactamente
de la misma manera cuando el mensajero otorga al destinatario el mensaje que ha
recibido de parte de su señor. Un último recurso que cabe destacar por su uso
frecuente es la analogía que se utiliza, sobre todo, para describir los momentos de
batalla: comparar a Héctor con el león rugiente, comparar los sentimientos con los
fenómenos naturales, comparar los ruidos de batalla con las olas del mar, todo esto nos
habla también de la capacidad observativa y comparativa del autor.

Como ya se mencionó, La Ilíada es el resultado, sin duda, de los cantos de los


rapsodas, que eran recitadores ambulantes que cantaban los poemas heroicos de las
batallas importantes de Grecia. Al no estar desarrollada una forma de escritura, ésta
era la forma en que la tradición era transmitida a todas la generaciones. Como
resultado, posiblemente de la obra de un solo autor, debido a su estilo muy particular
presente en el transcurso de toda la obra, o quizá de varios compiladores de los
poemas de los rapsodas, se obtiene una obra escrita, dividida en 24 rapsodias, con
aproximadamente 16 mil versos, escrita en hexámetros.

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El argumento de la obra se basa en la disputa entre Aquiles, el mejor de los
guerreros aqueos (o griegos, si así se les quiere llamar) y Agamenón, que es el
principal rey de los mismos. Aquiles ha luchado con su pueblo, los mirmidones durante
nueve años en favor de Agamenón, pero a causa de un ultraje que éste le hace, el gran
guerrero decide no pelear más. A partir de ese momento, Zeus, el magno dios,
comienza a incitar a Agamenón por terminar el sitio de Troya que ya lleva años y
establecer por fin la batalla en la gran muralla que esconde la ciudad. El libro completo
describe este episodio de la guerra en sus tres momentos de batalla, pero también en
las noches de espionaje y estrategia, en los momentos de oración y sacrificios para
implorar por la victoria a los dioses, en los llantos de las mujeres troyanas que lloran a
sus maridos y en las discusiones y peleas que entablan los dioses. Como ya se
mencionó, el autor escribe con la idea preestablecida de que el lector conoce la historia
de la guerra de Troya, por lo cual, se toma la libertad de adelantar cosas que han de
suceder, pues el fin del texto no es dar información, sino contar y recontar la historia
que los griegos tenían por la guerra más grande habida.

Después de tres episodios distintos de sangrienta y bien detallada batalla, uno


ganado por los aqueos y los otros dos por los teucros (o troyanos), Aquiles, a la muerte
de su mejor amigo y compañero, Patroclo, decide doblegar su orgullo y luchar en favor
de Agamenón Atrida y de los Aqueos. De esa manera, el casi inmortal semidiós termina
por hacer triunfar a los aqueos, al asesinar a Héctor, el príncipe preferido de Troya,
quien hasta ese momento es quien le daba la victoria a los Troyanos. Todo esto ocurre,
según Homero, para complacer la voluntad de los dioses, quienes tienen alta estima
por Aquiles.

En cuanto a personajes, sería difícil y muy extenso, describir a cada uno de los
que se nombran, pues ambos ejércitos están formados por miles de guerreros y el
autor no los olvida en los detallados censos y pases de lista que hacen los reyes.
Enumerar en este escrito a cada uno sería ocupar espacio que preferimos asignarle a
la reflexión sobre las motivaciones que llevaron a escribir esta historia. Entonces, a
manera de presentación de los personajes, enumeraremos a aquellos principales que

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desde un bando u otro, tienen una acción repetida o importante en el transcurso de las
batallas y la guerra.

Comencemos con los personajes divinos: Antes que a cualquier otro, tenemos a
Zeus, quien es el que mueve y decide el destino de la vida entera y por lo tanto,
también de la guerra de Troya. Es el dios principal, está casado con su hermana Hera,
con quien tiene una relación antagónica, aunque disfruta de acostarse con ella. Es hijo
del creador, Cronos, tiene simpatía por Aquiles y debido a eso y al amor que profesa
por Troya, favorece el triunfo de los teucros, aunque al final, termina quitándoles la
gloria y quemando su ciudad. Esto último no aparece en La Ilíada, pero se conoce por
otras fuentes de tradición griega. Podríamos decir, y éste es un rasgo característico de
Zeus, que no tiene un bando en la guerra. Por momentos favorece a unos, pero con la
intención de desfavorecerlos después y volverlos a favorecer más adelante,
traicionando a los otros. Es un dios supremo, pero escucha la opinión y las exigencias
de los dioses subordinados, por lo que en momentos, prefiere mantenerse al margen y
sólo observar desde lo alto la batalla y dejar que el destino se decida solo. También
divina es Hera, quien apoya a los dánaos y en muchos momentos hace que triunfen.
Tetis es la madre de Aquiles, quien en la primera rapsodia clama por justicia a Zeus,
para que éste perjudique a Agamenón. Ella sufre a lo largo de toda la obra, porque
sabe que si su hijo llega a pelear en Troya, no ha de volver a verlo. Atenea también
favorece a los griegos, ella misma lucha en la batalla, dando su poder a Diomedes y
confundiendo a Héctor en el momento de su muerte. Apolo, hijo de Zeus lucha también,
pero en favor de los troyanos. Poseidón, hermano y enemigo de Zeus tiene un
momento importante en la segunda batalla, defendiendo y animando a los dánaos.
Afrodita y Ares son partidarios de los troyanos en varios momentos de la guerra e
incluso son heridos por Diomedes. Pocas menciones tiene Héfesto, pero es de especial
importancia porque elabora la nueva armadura con la que Aquiles asesina a Héctor y
da la victoria a Grecia.

Antes de mencionar a los personajes humanos hemos de evitar caer en la


tentación de confundir este texto con el modelo del romanticismo, que se basa en el
contraste entre los personajes “buenos” y los “malos” que en dialéctica constante,

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luchan para al final, dar el triunfo al bien sobre el mal. La obra de Homero que nos
atañe no cumple con estas características pues las personalidades humanas de sus
personajes (incluso de los que no son humanos) está tan bien plasmada que se puede
apreciar en todos ellos la verdad sobre el ser humano: ninguno es completamente
bueno, ni completamente malo. La belicosidad, la avaricia, el orgullo son elementos con
los que el ser humano diariamente vive y a los que regularmente, no renuncia. Es por
ello, que los personajes altamente humanos de La Ilíada bien, viven los valores más
altos, también tienen defectos que nos hacen difícil hacer una elección de bando a la
hora de leer. Paris amando a una mujer que no le pertenece y robándola junto con
todas sus riquezas, Agamenón ultrajando a Aquiles al robarle a la sacerdotisa, Héctor
teniendo miedo ante Diomedes, Aquiles lleno de ira, buscando la venganza de Patroclo,
son cuadros que hacen pensar dos veces antes de mantener la preferencia por un
bando de la guerra.

Del lado de los aqueos se encuentra en primer lugar, por su protagonismo en la


obra, Aquiles, hijo de Peleo y de la ninfa Tetis. Es él, el primero de los guerreros aqueos
y tiene a sus órdenes a los mirmidones. Se trata de un semidiós apasionado por la
guerra como forma de vida, pero decepcionado de la causa por la que ha luchado
durante años. Debido a una venganza personal del rey de reyes, Agamenón Atrida,
Aquiles decide no volver a pelear por los griegos. El segundo en importancia es
precisamente este contrario, Agamenón: un rey avaro, borracho, rencoroso, aunque es
muy respetado por sus súbditos y tiene mucha capacidad para la guerra. Junto con
Agamenón, se ha de mencionar a Menealo, que sirve de pretexto a los griegos para
querer invadir Troya, cuando su esposa, Helena, es robada por uno de los príncipes
troyanos. Menelao es un hombre belicoso que disfruta de las luchas mano a mano y
que busca la venganza de su honor en todo momento. Ulises es el estratega de
Agamenón. En todo momento, Agamenón lo escucha y le pide consejo. Además es un
hombre que establece relaciones muy sólidas, y así, hace que todos los aqueos le
tengan gran confianza. Es amigo de Aquiles, de los reyes Atridas y también de
Patroclo. Éste último es, con su muerte, quien detona la ira de Aquiles. Homero habla
poco sobre él, pues siempre se le menciona junto a Aquiles, como un acompañante,
hasta que decide ponerse la armadura de Aquiles y luchar contra Héctor, quien le da

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muerte. Áyax Telamonio es un antemural de los aqueos. Se le describe como un
hombre alto y extraordinariamente fuerte, educado para la lucha y durante la obra de
Homero asesina a muchos troyanos, e incluso enfrenta a Héctor, mano a mano.
Diomedes Tidida es un guerrero fuerte también. En la rapsodia quinta, Agamenón lo
tacha de cobarde y éste le responde luchando con todas sus fuerzas y obteniendo los
poderes de la diosa Atenea, con lo cual, se vuelve invencible, mata a muchos, hiere a
dos dioses y hace que los griegos ganen la primera batalla. De esta forma, en la
ausencia de Aquiles se convertirá en el arma más poderosa de los aqueos, hasta la
segunda batalla en la que sea herido y no pueda luchar más. Teucro Telamonio,
hermano de Áyax, también es un guerrero griego importante. Néstor es quien
recomienda a Agamenón atacar a Troya para conquistarla.

De parte de Troya, tenemos a la cabeza a Héctor Priámida, un líder responsable


y legítimo de llevar sobre sus hombros el cargo de cuidar a la ciudad. Es un hombre
valiente en la batalla, amoroso con sus padres, su esposa y su hijo, con un alto sentido
del bien y de lo correcto, aunque por su gran prudencia, a veces parece que tiene
miedo de enfrentar a los enemigos. Es además un gran honrador de los dioses, por lo
que Zeus lo tiene como el más grande de todos los hombres que han existido. Es
Héctor quien encarna todos los valores que Homero quiere ofrecer de manera
pedagógica a quienes reciban su obra. Príamo, su padre, es un hombre anciano,
imposibilitado para la batalla, pero de buenas decisiones y de gestos importantes de
amor a sus hijos. Menos prudente que su familia es Paris o Alejandro, quien después
de robar a Helena, demuestra cobardía y falta de convicción. Sí lucha en favor de
Troya, pero hasta que es obligado por Héctor a salir de su escondite. Glauco es un
guerrero importante para los troyanos. Él enfrenta a Diomedes cara a cara y también a
Patroclo. Junto con Sarpedón, otro guerrero troyano, Glauco hace que los teucros
crucen el pozo que cubría a los aqueos. Sarpedón es quien muere a manos de Patroclo
y provoca la ira de Héctor. Dolón es un guerrero teucro que es asesinado por Diomedes
y Ulises cuando intenta infiltrarse a las naves aqueas para obtener información.

En esta descripción de personajes hacen falta muchos otros, pero los antes
mencionados son los que conforman la médula del relato y sostienen con sus acciones

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la anécdota que Homero trata de relatar. Habiéndolos ya presentado comenzamos
formalmente las reflexiones acerca de las intenciones homéricas.

La necesidad heroica de Homero.

Según Alfonso Reyes (1960), “Homero siente ya que en la raza humana ha


comenzado la decadencia. Los hombres no valen ya lo que valían sus predecesores”.
Es por ello que la principal intención de Homero, al recuperar los poemas recitados en
las cortes de los conquistadores por los rapsodas, es ofrecerle a su sociedad
contemporánea una antítesis de sí misma, buscando los valores que siente perdidos en
el más glorioso pasado: la era heroica. El estudio del pasado, a través de toda la
historia del ser humano, nos habla acerca de la búsqueda constante de íconos que nos
enseñen cómo vivir y bajo qué valores regir nuestro comportamiento.

“En sus cantos épicos, el rapsoda mezcla el pasado ya mítico, con el presente, mismos
que se confunden sin posibilidad de distinguirse, entreverados con la sabiduría de que
ahí se encuentra el camino trazado para la construcción de una identidad que recoja lo
glorioso de su historia (…)” (Velázquez, 2010).

Es debido a esta necesidad que se tornan vitalmente importantes los valores


ensalzados por los héroes homéricos, quienes se convierten en la mitificación de éstos:
el honor, el patriotismo, el valor, la fidelidad a la palabra dada, el respeto a los dioses, la
solidaridad con los heridos o débiles, entre otros. Los mejores héroes de La Ilíada,
dioses y hombres, son la encarnación de estos “súper yo” que cada griego habría de
conocer por medio de la obra escrita por Homero. De esta manera, la obra de Homero
es un texto también pedagógico. Aquellos antivalores o deshonras de algunos
personajes en la historia son pagados con tragedias, para mostrarle al lector el futuro
de aquellos que las practiquen. Tales son el caso de Aquiles, quien se gana la muerte
al final de la guerra, debido a abandonar a sus hermanos griegos en la lucha contra
Troya y también el caso de la misma Troya, que debido al rapto y traición de Paris, se
gana la destrucción y el sometimiento.

El autor del presente ensayo, al estudiar la religión griega, encontró un ligero


pero significativo símil entre las personalidades y los valores que hiper-encarnan los

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dioses helenos y las personalidades de los héroes ficticios de historieta que admiró en
su infancia. No es éste un detalle intrascendente, pues nos quiere decir que el hombre
siempre busca íconos en los cuales imprimir los valores que admira, para tenerlos
presentes en la memoria y poder seguirlos.

“”Pero mi fama será imperecedera”: La búsqueda del sentido de la vida y la


muerte de Aquiles.

Un pueblo como Grecia, que ha encontrado su identidad y ha logrado su


desarrollo por medio de la guerra, es un pueblo que seguramente, se hace preguntas
acerca de la vida que termina con la muerte, traída a causa de la guerra. La muerte es
un tema de interés desde que el ser humano es tal. La muerte nos intriga, nos asusta,
nos emociona o nos inspira. Homero no se vio exento de pensar en la muerte: lo
demuestra la atención al cuidado de los cadáveres de la guerra, la venganza por la
muerte y también la majestuosidad de los funerales de los héroes, a quienes, a partir
de su gloriosa muerte se ha de venerar cual dioses.

Pero Homero hace manifiesta su pregunta existencialista (muchos siglos antes


del existencialismo conocido como filosofía) en el personaje de Aquiles. El “hermoso
como dios”, “mejor de los guerreros”, al haber luchado durante toda su vida y después
de detenerse por la disputa con Agamenón, comienza a preguntarse si su vida belicosa
ha tenido sentido. Cuando Néstor y Ulises tratan de convencerlo de volver a la lucha,
declara que para él, ya vale lo mismo el que pelea que el que se queda en casa, pues
al final todos han de morir. Estas reflexiones son fruto de la amenaza a la que se ve
sometido Aquiles desde el primer diálogo con Tetis: si lucha en la batalla de Troya será
asesinado, pero su fama será eterna; por el contrario, si no lucha, podrá volver a casa y
vivir muchos años. Ante esta disyuntiva, Aquiles decide detener su participación en la
lucha y meditar, pendulando a momentos entre una opción y la otra. Esta actitud es
muy humana: al saber que se va a morir, pensar en la trascendencia con que se
recordará nuestro nombre. Al morir Patroclo, Aquiles, motivado por el rencor y la
venganza, decide luchar: “Así yo, si he de tener igual suerte (que Patroclo), yaceré en
la tumba cuando muera; mas ahora ganaré gloria, fama (…)”. No estamos seguros de
que la intención de Homero haya sido dar una lección acerca del sentido de la vida y de

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la muerte, pero sí fue su intención mostrarnos el rostro humano que tanto conocía en
todas sus facetas y una de ellas, innegable, es preguntarse acerca del porqué de vivir.
Aquiles opta por dar más importancia a la manera de vivir y ser recordado, que a la
manera de morir.

La guerra y la violencia desde una concepción griega.

Cuando Agamenón pasa revista de los reyes que lo acompañan en el asedio de


Troya, el autor realza en cada uno de los nombrados (que son muchos) sus cualidades
bélicas y violentas. Tal pareciera que, para el autor, o quizá, más bien, para los
receptores de la obra, la guerra es un tema cautivante, o por lo menos, bien conocido.
Homero describe la estrategia, las armas, las técnicas, las cualidades de los guerreros,
las horas que dura una guerra y hasta las prácticas funerales. Y es que la vida de
Grecia como imperio dependió, principalmente de su capacidad guerrera. Por este
medio se alcanzó a expandir tanto. He aquí que todos los valores nacionales sean
valores guerreros. Hoy, a siglos de esta historia, y tras evidenciar la monstruosidad de
dos guerras mundiales, cualquier persona civilizada que tenga recta intención,
repudiará la guerra y quizá esta connotación negativa que posee el sustantivo, nos
separa culturalmente del pensamiento griego. Pero, volviendo al análisis que Homero
hace del misterio humano, un hecho es innegable: la violencia siempre ha existido
donde habitan los hombres. Tanto en el tiempo de Homero como en el nuestro ha
habido hombres que eligen las armas como medio para alcanzar sus fines, ya sean
moralmente buenos o malos. Homero lo sabe y no encuentra solución al problema, así
como Aquiles no encuentra la solución entre pelear la guerra y no hacerlo. La lección al
final de la lectura, será sólo histórico-cultural-comparativa y no moral.

A manera de conclusión, después de haber analizado a grosso modo la obra de


Homero, ya bastante bien conocida en nuestra propia cultura, tanto por la lectura del
libro, como por adaptaciones distintas a películas, cuentos infantiles y demás,
consideramos el texto muy rico en cuanto a tradición literaria, pues de a partir de él, la
épica, la literatura y el pensamiento occidental se forjaron. Es uno de los libros que los
lectores que gusten de la aventura, la mitología griega, y hasta la fantasía tendrán que
buscar para sumergirse junto con el autor en una lectura que, de paso, también nos

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habla acerca del misterio de los seres humanos en un ambiente específico: la guerra.
Es de sugerirse su lectura y también su correcta interpretación, para disfrutarla, pero
también para reconocer en ella a uno de los clásicos de la literatura universal, rico tanto
en forma como en fondo.

REFERENCIAS

Homero. (2010). La Ilíada. México: Editores Mexicanos Unidos.

Reyes, A. (1960). Prólogo en La Ilíada. México: Porrúa.

Velázquez, E. (2010). Prólogo en La Ilíada. México: Editores Mexicanos Unidos.

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