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Zazengi PDF
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La práctica de zazen es simple y sencilla. Pero lo que ella realiza o lleva a cabo es
inmenso e inagotable. Para su ejercicio se escoge un lugar tranquilo y apartado, propicio
para el recogimiento. Uno se sienta. El cuerpo ha de estar firme pero relajado; atento pero
sin tensión. Los ojos han de estar abiertos, pero con la mirada baja, en ángulo recto con la
punta de la nariz; y la boca cerrada, con la lengua en el paladar superior. De esa manera
se controla la salivación, y los labios se encuentran con los dientes sin ejercer presión. Es
necesario que el lugar no sea ni muy cálido ni muy fresco; ni muy claro, ni muy oscuro.
La posición del cuerpo sentado debe hacerse con las piernas cruzadas en suelo, teniendo
como apoyo un cojín redondo (safu). El cojín debe colocarse sobre una esterilla o, en su
caso, sobre un colchón delgado de tamaño adecuado, o incluso una alfombra de colores
sobrios, ligera y llana. Lo fundamental es mantener la postura erecta del cuerpo y la
compostura de la mente. Simplemente hay que estar ahí, donde se está. Lo más
recomendable es sentarse siguiendo una de las tres posturas tradicionales. La postura de
loto completo consiste en colocar la pierna izquierda sobre el muslo derecho y la pierna
derecha sobre el muslo izquierdo. La postura de medio loto consiste en colocar solamente
la pierna izquierda sobre el muslo derecho, y la pierna derecha bajo el muslo izquierdo.
La postura birmana consiste en sentarse con las piernas dobladas. En cualquier caso, se
trata de mantener las rodillas al nivel del suelo para sostener el equilibrio corporal. Luego
se acercan las manos a la altura del ombligo, colocando la mano izquierda sobre la
derecha, y extendiendo los pulgares hasta tocar ligeramente la yema de los dedos. Así se
forma el mudra, es decir, la expresión de la integridad del universo. Los brazos han de
mantenerse ligeramente arqueados, pues así se expresa la entrega y recepción de la
práctica. El esfuerzo, la paciencia y la perseverancia son las más altas virtudes. Por ello la
regularidad es fundamental, pues es la única manera de integrar la práctica a la vida de
cada día, de cada hora, de cada minuto, de cada momento. Las mejores horas son en la
mañana, en la tarde, en el atardecer y en la noche. Hacer zazen cada mañana luego de
levantarse es indispensable. Lo más recomendable es comenzar con períodos de veinte a
treinta minutos, e ir aumentando hasta lograr hacer períodos completos de una hora. Al
comenzar se hace una exhalación, y luego se respira con normalidad, pero poniendo toda
la atención en la inhalación y exhalación. Todos los pensamientos, sensaciones,
sentimientos o construcciones mentales que puedan surgir, sean placenteros o dolorosos,
alegres o tristes, despreocupados, preocupados, neutros o indiferentes, se observan y se
constatan sin más, sin apego ni repudio. Se percata uno entonces de que surgen, persisten
y cesan. Al decir del gran maestro zen Dogen: Sin esperar nada, sin buscar nada, sin
querer nada, solo siéntate, firme como una roca. He ahí la gran enseñanza, la Enseñanza
del Despertar, su sabiduría única.
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Estas indicaciones han sido escritas por Francisco José Ramos, y tienen como referencia los siguientes
textos: Satipatthana Sutta: El fundamento de la atención completa (Majjhima Nikaya, 10); Zazengi
(Shobogenzo 58) de Dogen Zenji; Carl Bielefeldt: Dogen’s Manuals of Zen Meditation, Berkeley,
University of California Press, 1988. Téngase en cuenta también las siguientes palabras de Dogen: «El
Despertar nace con la práctica, por eso no tiene fin. La práctica nace con el Despertar, por eso no tiene
comienzo.» Hay que precisar que ninguna indicación o guía sustituye a la enseñanza directa de un genuino
maestro zen, y que ningún libro ni lectura es capaz de suplir la práctica.