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Por medio de la naturaleza Dios manifiesta su grande amor hacia nosotros de manera visual y tangible.
Por medio de su palabra nos muestra su amor a través de la historia de la humanidad. Mas, sin
embargo, fue la encarnación de su amado Hijo quien nos mostro la evidencia suprema de “Dios con
nosotros”. Jesús hizo manifiesto su amor por medio de sus principios prácticos y vivos, también nos
mostró una clara forma de relación con los diversos tipos de personas y en medio de un mundo
agobiado por el maligno, sanó las dolencias de los hombres. Y cuando hubo realizado toda su obra
de amor, se dio a sí mismo para garantizar nuestro rescate, resurrección y acceso al cielo por medio
de Él, a quien rendimos honra y gloria.
Salido de la mano del Altísimo el hombre era perfecto, imagen de Dios, pero Satanás desfiguró la
magnífica obra de la creación; ahora estamos tan llenos de pecado, y malos hábitos. Cristo es nuestra
única solución El es la escalera que une el cielo con este mundo, es quien puede transformarnos, tiene
poder para hacerlo, Él, que venció toda tentación y pensamiento inmundo nos capacita hoy para
vencer cualquier pecado, nos transforma de nuevo en seres que glorifican al Eterno con sus actos.
No necesitamos hacer algo que gane el favor de Dios, solamente confesarle nuestros pecados.
Cuando la transgresión ha sido pública entonces debe haber una confesión pública y dichas
confesiones van acompañadas de arrepentimiento y reforma. Cuando no se sede al podes del Espíritu
Santo siempre se pondrán excusas a las faltas; el espíritu de justificación propia tuvo su origen en el
diablo.
Capítulo V: LA CONSAGRACIÓN
Debemos entregar todo el corazón a Dios para que efectúe una transformación completa y en esto
consiste la guerra contra nosotros mismos. Debemos abandonar todo aquello que nos separa de Él.
El amor manifestado por nuestro Dios debe ser nuestro motivo de entrega. Cuando abandonamos
todo, abandonamos un corazón manchado de pecado y eso es a lo que difícilmente renunciamos.
Todo el cielo está interesado en el Hombre y la vida verdadera consiste en que se forme en ella Cristo.
Deseamos hacer su voluntad mas sin embargo somos débiles y dominados por nuestra vida de
pecado. Pero el secreto de la victoria está en elegir servir a Dios y así la naturaleza estará bajo el
dominio del Espíritu Santo.
Cuanto más luchamos por escapar del pecado más cuenta nos damos de nuestra falta de fuerza. Lo
que necesitamos es paz. Cuando pedimos perdón y un corazón limpio, creamos que nos lo dará. No
esperemos a sentirlo porque él lo ha prometido, agradézcamele por haberlo recibido. Ahora bien, ya
entregado no debo regresar a mi camino antiguo, pero si caigo puedo regresar a Dios quien ya espera
para poderme limpiar. Todas sus promesas son la expresión de un amor y una piedad inefables.
Aunque es posible que una persona no pueda definir el momento exacto de conversión, los cambios
movidos por el Espíritu testifican del magnífico acontecimiento. Los cambios producidos no son
movidos por deseos personales, es el Espíritu quien impulsa cada fibra del ser. No hay evidencia de
arrepentimiento verdadero cuando no hay una evidente reforma. Debemos evitar fijarnos en nuestras
propias obras y por otro lado pensar que la fe en Cristo nos exime de guardar la ley. Recordemos que
la obediencia no es un mero cumplimiento externo, es un servicio de amor, es la verdadera prueba del
discipulado. Cristo cambia el corazón y habita en el por fe, así no hay en nosotros motivo de jactancia.
A menudo caemos, pero no debemos desesperar, oremos con más fervor, desconfiemos de nuestra
propia fuerza y aferrémonos al poder de Cristo. Cuanto más cerca estemos de Cristo más imperfectos
nos veremos porque no puede haber amor profundo al Señor en un corazón que no conoce su propia
perversidad. Mientras menos cosas de estima veamos en nosotros mas apreciaremos la pureza y
santidad infinitas de nuestro salvador y tanto más reflejaremos su imagen.
El origen de la vida espiritual es el mismo del material, Dios. Así como un niño no pude crecer por su
propia voluntad, el cristiano necesita de Dios para crecer. Cristo autor de nuestra fe también es su
consumador; necesitamos permanecer en Él. Sea nuestra oración Tómame ¡oh señor! Como
enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo y sea
toda mi obra hecha en ti. Meditemos en las diversas aristas de la manifestación de Cristo. Cuando
pensamos mucho en nosotros mismos, nos alejamos de Cristo. Si le contemplamos constantemente
llegaremos a ser transformados en la misma semejanza, de gloria en gloria, la influencia regeneradora
del Espíritu Santo renovara nuestro corazón. Todo lo que Cristo fue para sus primeros discípulos
desea ser para nosotros hoy.
El gozo de nuestro salvador estaba en levantar y redimir a un hombre caído. Este mismo gozo
caracteriza a los ángeles y es el mismo que hereda todo discípulo de Cristo. El amor al señor Jesús
se manifestará por el deseo de trabajar para beneficiar a la humanidad. Los participantes de la gracia
estarán dispuestos a hacer cualquier sacrificio para que otros por quienes Cristo murió compartan el
don celestial. Si aceptamos ese privilegio, al trabajar ganando almas para El, sentiremos mas
necesidad de una experiencia más profunda e intima y obtendremos un conocimiento más amplio de
las verdades divinas; tendremos hambre y sed de justicia. Este es el modo de crecer en la gracia,
aprovechando cada oportunidad que Dios nos permita, sin desperdiciar una sola.
Si tan solo queremos escuchar, las obras que Dios creó nos enseñarán preciosas lecciones de
obediencia y confianza. No sufriríamos ansiedades indebidas; cada cosa se dejaría en las manos del
Dios que nos habla mediante sus obras providenciales y la influencia del Espíritu Santo en el corazón.
Dios nos habla también en su palabra, con líneas más claras nos revela su carácter. Nadie equivocará
o perderá el camino, salvo los que sigan su juicio privado en vez de la voluntad divina. Mediante el
estudio de la biblia podremos elevar el pensamiento y vigorizar nuestras facultades. Para esto
debemos estudiar un pasaje hasta que su significado nos sea claro y evidentes sus relaciones con el
plan de salvación; leer un pasaje meditar en el hasta que se grabe en la mente y por sobre todo orar
fervorosamente para que el Señor nos dé luz y conocimiento.
Debe existir un verdadero intercambio entre Dios y nosotros, comentándole todo punto tocante a
nuestra vida real, abrirle nuestro corazón como a in amigo. Dios nos está esperando lleno de
bendiciones para sernos derramadas y nosotros ¡orando tan poco! Sintamos real necesidad de la
ayuda que Él nos puede dar. Confesando nuestros pecados y sumando toda la fe existente en nosotros
podemos estar seguros que Dios contestará de la manera más conveniente, recordando que la
perseverancia es otro componente esencial de la oración eficaz; debemos mantener una constante
charla con nuestro padre. Orar en el nombre de Jesús es orar con los sentimientos y el espíritu de Él,
creyendo en sus promesas, confiando en su gracia y haciendo sus obras. Al alabarle, al expresarle
nuestra gratitud nos aproximamos al culto que rinden los habitantes del cielo.
En cada uno de nosotros Dios está enviando caratas al mundo; nuestra influencia siempre debe ser
totalmente positiva, no hablemos de algo que no construya, reconforte, edifique o fortalezca. Las
aflicciones no agobian si hemos llevado nuestras cargas a Cristo y poniendo toda fe en Él nos
decidamos a actuar según nos ilumine. Somos comprados por precio carísimo, somos valiosísimos
para nuestro padre que nunca nos dejará, un padre que hasta aquí no ha ayudado y estará con
nosotros hasta el fin.