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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE CIENCIAS PSICOLÓGICAS

PSICOLOGÍA CLÍNICA

INTERVENCIÓN EN CRISIS Y EMERGENCIAS

PROCESOS
DE DUELO
NOMBRES: FRANCIS ALMEIDA
KERLY CUENCA
JEAN PIERRE MONTALVO
KAREN REAL
DANIEL VÁSQUEZ

DOCENTE: DAVID BALSECA

SEXTO SEMESTRE

PARALELO “A”

2019 – 2020
2

ÍNDICE

I. Introducción…...…………………………………………………………. 3

II. Reacciones psicológicas comunes.……………………...………………. 3

III. Trastornos asociados; diagnósticos más frecuentes....………………….. 6

IV. Teoría que lo fundamenta.……………………………………………… 9

V. Factores de riesgo y factores protectores……………………………..…. 11

VI. Tipo de intervención……………………………………………………. 12

VII. Referencias bibliográficas..…………………………………………….. 16

VIII. Anexos………………………………………………………………… 17
3

I. Introducción

Bonanno y sus colaboradores (2002) mencionan dos tipos de duelo: duelo normal,
caracterizado por tener reacciones emocionales comunes que tienden a disminuir en un
tiempo corto y duelo crónico, tienen reacciones emocionales intensas principalmente de
tristeza y ansiedad que perduran durante un periodo largo de tiempo.

Se dice que el duelo es una crisis situacional debido a que son accidentales, desgracias
inesperadas, apoyadas en un factor ambiental. Presentan un estrés manifiesto, imprevisible y
surge de fuerzas externas, ajenas al individuo y a la familia. La naturaleza inherente de la
muerte en el proceso de desarrollo del ser humano, hace que Slaikeu (1990) considere que el
duelo se presente principalmente por enfermedades físicas y lesiones, y por muertes
inesperadas causadas por accidentes y crímenes. El dolor ocasionado por la pérdida también
puede dar lugar a problemas de memoria, pérdida del apetito, dificultad para concentrarse y a
un riesgo mayor de sufrir ansiedad, depresión, insomnio y disfunción social. Esas reacciones
pueden oscilar de ser muy breves y ligeras a ser extremas y muy duraderas, algunas veces
incluso por años. Se dice “que la mayor parte de las personas (del 50% al 85%) son capaces
de superar adecuadamente esta situación, siempre que se tenga en cuenta que el duelo es un
proceso de transición y no un mero estado” (Echeburúa & de Corral, 2012)
II. Reacciones psicológicas comunes

Bonanno y Kaltman hacen una distinción entre interrupciones comunes en el


funcionamiento por tiempo limitado y reacciones al duelo crónicas. Esta investigación tiene
consistencia con la concepción del DSM IV acerca del duelo como un evento estresante con
consecuencias relativamente normales y predecibles. Este estudió reveló que las personas que
se enfrentan al duelo experimentan cuatro tipos de interrupciones en el funcionamiento en el
primer año después de la pérdida: desorganización cognitiva, disforia y déficits de salud. Por
otro lado, se encontró evidencia de experiencias positivas durante el duelo. Adicionalmente,
los estudios demostraron que un gran número de personas en proceso de duelo tendía a no
mostrar interrupciones significativas en el funcionamiento, mientras que un pequeño
subconjunto tendía a presentar variaciones extremas y duraderas de las reacciones
mencionadas.

1. Desorganización cognitiva
La pérdida ha denotado un impacto desorganizante en la vida de las personas en duelo,
estas dificultades parecen ser más severas cuando el evento cambia el sentido de identidad
personal y cuando a la persona le es difícil entender la muerte de su ser amado. Estas
alteraciones cognitivas se presentaron en la mayoría de las personas en duelo durante los
meses iniciales posteriores a la pérdida y fueron declinando a lo largo del primer año.

1.1.Confusión y preocupación
Numerosos estudios han demostrado que las personas que atraviesan un duelo, con
frecuencia experimentan dificultad para creer que su ser amado a muerto, acompañado de
sentidos de desrealización, desorganización y preocupación. Shutcher y Zizook (1993),
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citados por Bonanno y Kaltman (2001), observaron que dos meses después de la pérdida el
70% de los individuos de la muestra encontraban “difícil de creer” la muerte del esposo y el
49% de los sujetos mantenía esta sensación dos años después del evento.

1.2.Disturbios de identidad
Una característica dentro de la desorganización cognitiva era el sentido de pérdida de su
identidad junto con la del ser amado. Shutcher y Zizook (1993), citados por Bonanno y
Kaltman (2001), reportaron que el 87% de sujetos de la muestra señalaron el ítem “una parte
de mi falta”, el 55% de participantes se encontraron a sí mismos haciendo cosas como su ser
querido lo hubiese hecho, o se sentían más como su esposo o esposa. Por otro lado, los
investigadores encontraron que solo el 10% de la muestra empezaron a sentir síntomas
similares a los que sentían sus seres queridos antes de la muerte.

1.3.La larga búsqueda del significado


Otro de los síntomas cognitivos comunes es la sistematizada y duradera búsqueda de
significado en la pérdida. En un estudio realizado por Shwartzberg y Janoff.Bulman (1994),
citados por Bonanno y Kaltman (2001), en grupos de estudiantes que habían experimentado
la pérdida de un padre, con registros de hasta tres años después de los eventos, se encontró
que los participantes describían el mundo como con menos significado y creían fuertemente
que los eventos personales estaban determinados por la casualidad. Lehman y sus
colaboradores (1987), demostraron convincentemente que la búsqueda del significado se
mantiene en el tiempo, incluso después de 4 a 7 años de la muerte repentina de un esposo o
hijo las personas continuaban hablando de la pérdida, revisando recuerdos, pensamientos o
imágenes mentales del fallecido; el 68% de los esposos y el 59% de los padres reportaron que
no le encontraron ningún significado o sentido a la pérdida.

2. Disforia
Otra dimensión del duelo, cercanamente relacionada a los desórdenes cognitivos, es el
malestar prolongado e intensificado o disforia. La mayoría de las personas suele experimentar
estados disfóricos en los primeros meses después del deceso del ser querido, que van
disminuyendo en el primer año posterior al evento. Las formas más extremas y duraderas de
disforia tienden a caracterizar solo a una pequeña parte de individuos que atraviesan un duelo
crónico.

2.1. Emoción disfórica


Innumerables registros del duelo han asociado a las pérdidas interpersonales con una
amplia gama de emociones angustiantes, comúnmente centradas en ira, irritabilidad, tristeza,
miedo y culpa. Bonanno y Keltner (1997) realizaron un estudio en donde se identificaban las
emociones a través de las expresiones faciales en una entrevista a los seis meses posteriores
al evento y encontraron que el 67% de la muestra exhibía ira y tristeza y el 33% de los sujetos
de estudio presentaban desprecio y disgusto. Los temas de ansiedad, vergüenza, culpa, miedo,
envidia y celos fueron evidenciados con poca frecuencia.
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2.2. Anhelo
Desde una perspectiva emocional Parkes (1970), citado por Bonanno y Kaltman (2001),
concluyó que un rasgo patognómico del duelo era un intenso anhelo por el fallecido, más
tarde Parkes and Weiss (1983) hicieron un estudio en el que los sujetos anhelaban al esposo
fallecido frecuentemente o cuando estaban inactivos. Los investigadores encontraron que el
67% de la muestra sintió un “anhelo intenso” en los primeros meses después del deceso de su
ser querido. Holowitz y sus colaboradores (1997), citados por Bonanno y Kaltman (2001),
utilizaron una entrevista clínica estructurada que dio como resultado que el 58% de la
muestra expresó un fuerte anhelo por el fallecido todos los días durante los primeros seis
meses, y el 35% se mantenía en su emoción 14 meses después de la pérdida.

2.3.Soledad
Shutcher y Zizook (1993), citados por Bonanno y Kaltman (2001), reportaron que el 59%
de los viudos y viudas que participaron en el estudio experimentaron soledad durante los dos
primeros meses posteriores al evento, mientras el 37% se sentían solos incluso estando
rodeados de gente; para el segundo año de duelo, estos porcentajes disminuyeron a 39% y
23% respectivamente. Stroebe, Stroebe, Abakoumin y Schut (1996), citados por Bonanno y
Kaltman (2001), distinguieron dos tipos de soledad; la social se refería por la ausencia de
personas a su alrededor, con sentimientos de aburrimiento y marginación social; por otro
lado, la emocional caracterizada por la sensación de absoluta soledad sin importar si la
presencia de otros es accesible o no.

3. Déficits de salud
Hay evidencia considerable de que el estrés causado por una pérdida interpersonal incurre
en costos médicos significantes. Como en los otros aspectos del duelo, los déficits de salud se
presentan con mayor intensidad durante los primeros meses posteriores a la pérdida, pero se
presentan particularmente duraderos en un pequeño subconjunto de pacientes con duelo
crónico.

3.1. Comportamientos de salud y quejas


Numerosos estudios han dado evidencia clara asociando las pérdidas interpersonales con
el incremento de dificultades somáticas, incluidos la falta de aliento, palpitaciones,
dificultades digestivas, pérdida del apetito, inquietud e insomnio. Parkes (1964), citado por
Bonanno y Kaltman (2001), examinó la cantidad de visitas al doctor en los primeros seis
meses después del evento, un 60% de los sujetos de la muestra aumentó sus citas con el
médico, está tendencia fue decreciendo en el segundo y tercer semestre posterior a la pérdida.

3.2. Mortalidad
Stroebe y Stroebe (1993), citados por Bonanno y Kaltman (2001), concluyeron que, sin
importar las inconsistencias entre los estudios, había abundante evidencia de que las personas
que atraviesan un proceso de duelo tienen un riesgo mayor de morir que aquellas que no, y
este riesgo se extiende al duelo por variadas situaciones, particularmente en los primeros
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meses después del evento y aún más prevalente en las personas jóvenes que atraviesan
pérdidas interpersonales.

4. Aspectos positivos del duelo


En los antiguos modelos del duelo, las experiencias positivas eran vistas como raras
durante el proceso. Más aún, los comportamientos y respuestas positivas que eran
consideradas positivas en otro tipo de pérdidas, se veían como indicadores de patología o
evitación cuando eran observadas dentro de este contexto. En oposición a esta visión,
estudios recientes han demostrado que las respuestas emocionales y cognitivas positivas son
mucho más frecuentes en un curso normal de duelo.

4.1. Pensamientos, creencias y evaluaciones positivas


Varios estudios han demostrado que las pérdidas significativas interpersonales con
frecuencia inducían a cambios positivos de la identidad. Shutcher y Zizook (1993), citados
por Bonanno y Kaltman (2001), encontraron en los dos meses posteriores al evento el 42% de
los respondientes se consideraban a sí mismos mejores personas tras haber atravesado el
duelo; y el 35% de los sujetos de la muestra reportaron que empezaron a disfrutar de la
“libertad de estar por sí mismos”. En los dos años posteriores al evento sobre el 50% de la
muestra señaló este ítem.

4.2. Pensamientos positivos y risa


Las emociones positivas sirven como una importante función adaptativa en la negociación
de eventos de vida negativos. Shutcher y Zizook (1993), citados por Bonanno y Kaltman
(2001), encontraron que el 28% de los participantes experimentaron alivio en los dos meses
posteriores al evento, mientras que el 85% de los sujetos se sentían confortados por el hecho
de que “su esposo estaba en el cielo.” Bonanno y Keltner (1997), citados por Bonanno y
Kaltman (2001), examinaron las expresiones faciales durante las entrevistas encontraron que
el 63% de la muestra presentaba signos de disfrute (sonrisa) y el 58% diversión (risa). Los
investigadores exploraron el rol adaptativo de la risa durante el duelo; los pacientes que reían
durante la entrevista presentaban menos ira y más disfrute y reportaron mejores relaciones
sociales.

III. Trastornos asociados; diagnósticos más frecuentes


En los procesos de duelo, sea cual sea el contexto, es importante recabar cuáles son los
diagnósticos clínicos más comunes que se asocian a este evento; sin embargo, considerando
que Bonanno es el autor principal de esta investigación, es importante mencionar que hace
una diferenciación entre: duelo complicado o severo, y aspectos positivos del duelo; siendo
necesaria esta diferenciación en pro del concepto más importante es su teoría, la resiliencia,
vista en el proceso de duelo como la:
Capacidad de los adultos que, en circunstancias normales, se han expuestos a un evento
potencialmente disruptivo, como la muerte de un ser querido o una situación violenta o
potencialmente mortal, para mantener niveles relativamente saludables de funcionamiento físico y
psicológico (…) es más que la simple ausencia de psicopatología (…) los sujetos resilientes
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experimentan perturbaciones transitorias en su funcionamiento normal, sin embargo, generalmente


exhiben un funcionamiento saludable así como la capacidad intacta de generar experiencias
enriquecedoras y emociones positivas (Bonanno, 2004).

Con este concepto en mente, queda claro por qué, en la presentación de los siguientes
trastornos asociados, hace clara mención al alto porcentaje de individuos que no tienen
sintomatología ni psicopatología, sino un manejo correcto de la situación.

Duelo complicado o severo


- Duelo patológico

La sintomatología específica para este trastorno responde a una investigación realizada


por Kim y Jacobs (1991) donde identifican los siguientes síntomas para duelo patológico:

1. Llanto
2. Suspiros, sollozos
3. Búsqueda y anhelo de ver al fallecido
4. Preocupación hacia el fallecido
5. Pensamientos intrusivos sobre la ruptura de la relación

El análisis de Kim y Jacobs, obtuvo un alto porcentaje de sujetos con duelo patológico,
llegando al 64% de la muestra en un seguimiento entre 6 y 13 meses luego de la pérdida.
Sin embargo, Bonanno critica que el resultado tan abrumador y alto responde a que
utilizaron como criterios patológicos aquellos que son normales en un proceso de duelo.
Para mejorar el diagnóstico, por tanto, Bonanno y sus colaboradores dan una
recomendación al DSM-IV (por la época) para diagnosticar Trastorno de Duelo Patológico
(véase Figura 1)

Figura 1: Criterios diagnósticos propuestos para el Trastorno por Duelo Patológico. Traducido de:(Horowitz,
Siegel, Holen, Bonanno, Milbrath & Stinson, 2003)
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- Trastorno depresivo mayor

El estudio llevado a cabo por Zisook (1997) tomó como base para el diagnóstico de
depresión mayor, los criterios contemplados en el DSM-IV, siendo estos:

1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.


2. Anhedonia en todas o casi todas las actividades.
3. Pérdida o aumento importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso.
4. Insomnio o hipersomnia casi cada día.
5. Agitación o enlentecimiento psicomotores.
6. Fatiga o pérdida de energía.
7. Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados.
8. Disminución de la capacidad para pensar, concentrarse o indecisión.
9. Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurrente sin un plan
específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse.

Los resultados obtenidos en el análisis longitudinal encontraron que los porcentajes de


sujetos con depresión mayor que atravesaron un proceso de duelo recae a los 13 meses de
la pérdida, teniendo que el 12% tenían depresión mayor, el 17% depresión menor, 10%
depresión subsindrómica y un apabullante 62% no mostraban depresión, dato que a los 25
meses se eleva a un 70%, poniendo en evidencia una vez más que el postulado de la
resiliencia suficiente de Bonanno está claramente demarcada (Bonanno & Kaltman, 2001).
- Trastorno de Ansiedad Generalizada

El estudio de Jacobs (1990) intentó evidenciar porcentajes diagnósticos de sujetos con


TAG, encontrando que este es el diagnóstico más común con un 43% a los 6 meses de la
pérdida y un 49% a los 12 meses; dejando a los sujetos sin ansiedad en un 11%. Los
síntomas que basaron la investigación de Jacobs fueron:

1. Inquietud o impaciencia
2. Fatigabilidad fácil
3. Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco
4. Irritabilidad
5. Tensión muscular
6. Alteraciones del sueño
- Trastorno de Estrés Postraumático

También llevado a cabo por Zisook (1998), intentó analizar cuál es el porcentaje de
individuos que tienen sintomatología de EPT luego de atravesar un proceso de duelo, sin
embargo, no logró una muestra significativa cuando tamizó muertes naturales, llevándolo
al estudio con sujetos que afrontaron un duelo donde la causa de muerte fue: homicidio,
suicidio o accidentes, encasillando todos los aspectos en pérdida traumática demostrando
que a los 2 meses de evaluación obtuvo un 10% con esta sintomatología, sin embargo, a
los 13 meses este porcentaje se elevó a 54%. A pesar de esto, Bonanno, realiza un
seguimiento de los mismos pacientes en 1999, obteniendo que a 25 meses del evento el
número de sujetos con sintomatología decayó a un 30%.
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Aspectos positivos del duelo


La psicopatología ha dejado de lado la gran importancia de la resiliencia, entendiendo
que aquellos quienes superan exitosamente el duelo o no muestran sintomatología
negativa, o tienen un estado de psicopatología específica o son seres excepcionalmente
saludables en el aspecto mental y emocional (Bonnano, 2004), entonces, es un error
considerar la ausencia de síntomas como un duelo inhibido o enmascarado o como
precursora de un duelo diferido; la ausencia de síntomas en los primeros meses tras la
pérdida es un indicador de adaptación, no una respuesta patológica o anormal.

Los estudios recientes de Bonanno (2004), demuestran claramente que las experiencias
positivas tanto emocionales como cognitivas asociadas a un proceso de duelo son más que
comunes, y estas experiencias tienden a asociarse a un curso relativamente medio o
normal del duelo.

IV. Teoría que lo fundamenta

En contraposición a las consideraciones tradicionales que basan la recuperación del duelo


en el análisis y la expresión de las emociones negativas, se sugiere que la resolución
adecuada se producirá con mayor probabilidad cuando se instiguen y aumenten las emociones
positivas y se regulen o minimicen las negativas. Desde esta perspectiva, la presencia de
emociones negativas intensas predice claramente dificultades en la resolución del duelo y por
el contrario, la expresión adecuada de emociones positivas favorece las relaciones
interpersonales y, por tanto, el soporte social y con ello una mejor adaptación a la pérdida y
sus consecuencias. (Yiyi, 2015)
Así, según Bonnano y Kaltman (1999), los cuatro componentes del proceso del duelo son:

1. El contexto de la pérdida
Una comprensión completa del proceso de duelo debe comenzar con el contexto en el que
ocurre la pérdida y para un claro entendimiento de este hay que tomar en cuenta diversas
variables.

 La perspectiva del trauma es una variable enfatiza la naturaleza particularmente


estresante de las muertes violentas, así como su asociación única con los síntomas del
trauma y la depresión prolongada.
 La edad es otra variable que puede interactuar con muchas facetas de la experiencia
del duelo. Por ejemplo, con muestras de mediana edad se obtuvo la minimización y
disociación de la emoción negativa con un curso de duelo relativamente leve. Debido
a que la mediana edad es típicamente un período altamente activo, a menudo
caracterizado por una carrera alta y demandas interpersonales, la disociación o
minimización de las emociones negativas puede ser una estrategia particularmente
adaptativa y útil en esa etapa de la vida. Por el contrario, las pérdidas en etapas
posteriores de la vida tienden a caracterizarse por diferentes preocupaciones (por
ejemplo, la propia salud o capacidad del sobreviviente en duelo de funcionar de
manera independiente) y diferentes resultados (por ejemplo, menos síntomas
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depresivos). Por lo tanto, puede ser que la disociación emocional sea una respuesta de
afrontamiento menos adaptativa en la vida adulta.
 La influencia del género en el curso del duelo es otra variable que merece una
investigación empírica continua. Existe cierto consenso en que los hombres tienden a
deprimirse más después de la pérdida de un cónyuge que las mujeres. Sin embargo, la
razón de esta diferencia aún no está clara. Una posibilidad, consistente con la
perspectiva del estrés cognitivo, puede ser que la pérdida de un cónyuge resulte en
diferentes déficits percibidos para las viudas y viudos. Por ejemplo, en una encuesta
nacional de 3.614 adultos, las viudas tenían más probabilidades que los viudos de
experimentar una mayor tensión financiera, mientras que los viudos tenían más
probabilidades que las viudas de experimentar la tensión de las tareas domésticas. De
particular importancia para nuestras preocupaciones aquí es que se encontraron
diferentes tipos de cepas para mediar la depresión en hombres y mujeres viudos.
 La influencia cultural: es una variable significativa en el duelo. Numerosos relatos
teóricos y antropológicos han identificado variaciones culturales, así como similitudes
en la experiencia y la respuesta a la pérdida interpersonal. Sin embargo,
sorprendentemente, la cuestión de las variaciones interculturales en el duelo aún no se
ha abordado utilizando un diseño empírico sistemático y comparativo. Es
imprescindible remediar este déficit para identificar las formas en que las diferencias
culturales pueden interactuar o moderar otras facetas de la experiencia de duelo.

2. El continuo de los significados subjetivos asociados a la pérdida


Por naturaleza, los seres humanos son criaturas fundamentalmente creadoras de
significados. A medida que se desarrolla el proceso de duelo, las personas desconsoladas
comenzarán a considerar el significado de su pérdida en el contexto más amplio de sus vidas.
Los significados subjetivos asociados con la pérdida interpersonal se manifiestan en un
continuo que se extiende desde evaluaciones relativamente mundanas relacionadas con
asuntos pragmáticos inmediatos, hasta evaluaciones concretas de problemas ocasionadas por
la pérdida (por ejemplo, cambios en el nivel de ingresos), a preguntas más profundas y más
amplias sobre el bienestar emocional y la identidad, a las preocupaciones existenciales más
profundas sobre el significado de la vida y la muerte.

Desde la perspectiva del trauma, una tarea central en la recuperación de un evento


angustiante, como la muerte de un ser querido, es ganar perspectiva o de alguna manera
incorporar la pérdida en las estructuras de significado existentes. La evidencia disponible
sugiere que, para muchas personas desconsoladas, dar sentido o comprender completamente
una pérdida puede ser extremadamente difícil, si no imposible. Más bien, lo que parece
fomentar la adaptación es el eventual beneficio personal de la pérdida. Un medio por el cual
esto se puede lograr con el tiempo es a través de reevaluaciones retrospectivas que se basan
en comparaciones temporales (por ejemplo, "Ahora soy una persona más fuerte" o "La
pérdida me ha demostrado lo que es importante en la vida") o comparaciones sociales (por
ejemplo, "Comparado con algunas de las cosas por las que otras personas deben pasar, no
tengo nada de qué quejarme"). El concepto de crecimiento relacionado con el estrés sugiere
un tipo similar de reinterpretación a largo plazo del evento de pérdida.
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3. Las representaciones cambiantes de las relaciones perdidas


El desarrollo del significado después de una pérdida se refleja en cierta medida por los
cambios en la representación de la relación perdida a lo largo del tiempo. Para la perspectiva
del apego es crucial la observación de que el dolor del duelo conduce a una redefinición,
reorganización y elaboración gradual de la representación de la relación perdida en un
vínculo continuo y duradero. Sin embargo, en contraste con el enfoque del trabajo de duelo,
que enfatizaba la renuncia al vínculo con el difunto, la perspectiva del apego considera que
los vínculos continuos cumplen una importante función adaptativa. Los lazos continuos
fomentan la continuidad de la identidad, refuerzan los esfuerzos de afrontamiento y brindan
consuelo y apoyo durante la transición a una nueva vida.

4. El rol del afrontamiento y los procesos de regulación emocional


Una forma particularmente importante de afrontamiento, asociada con la reestructuración
cognitiva, es el acto de hablar con otros sobre los eventos difíciles. Sorprendentemente, la
evidencia de la eficacia de la divulgación verbal durante el duelo no fue concluyente. Sin
embargo, cuando se considera en el contexto de otros aspectos del duelo, queda claro que
hablar sobre la pérdida es probable que interactúe con reevaluaciones retrospectivas, con
cambios en el curso del duelo, en la representación de la relación perdida, y con la sociedad.
En este sentido, es importante considerar que la divulgación verbal durante el duelo puede ser
moderada por las limitaciones sociales percibidas sobre la divulgación. Por lo tanto, el hablar
sobre eventos traumáticos solo puede ser útil cuando los oyentes son discretos, sin prejuicios
o con probabilidad de ayudar.

Un aspecto especialmente importante de la regulación de las emociones durante el duelo


parece ser la regulación o disociación de las emociones negativas y la mejora de las
emociones positivas, particularmente la risa. Concluimos que estos procesos fomentan el
ajuste a la pérdida porque ayudan a mantener niveles relativamente altos de funcionamiento
y, por lo tanto, contribuyen a reevaluaciones retrospectivas de que se puede hacer frente al
dolor de la pérdida y que la vida puede y continúa después de la muerte de un ser querido.

V. Factores de riesgo y factores protectores

Según Bonanno, Boerner y Wortman (2008) los factores que hacen que el individuo pueda
generar un duelo complicado o desencadenar un trastorno son:
 La muerte de un ser querido.
 Presencia de depresión o de otra psicopatología.
 Falta de red de apoyo social de la persona.
 Antecedentes de vivencias de eventos potencialmente traumáticos,
 Expresión intensa de emociones negativas al hablar de la pérdida.
 Problemas económicos.
 Apego inseguro ansioso ambivalente, se caracteriza por presentar reacciones afectivas
intensas ante la ausencia de un ser querido, haciendo que la intervención o
tranquilización de la misma sea complicada, debido a que no es flexible al cambio.
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Por otro lado, Bonanno (2008) manifiesta que los factores que pueden prevenir el
desarrollo de alguna psicopatología tras atravesar una pérdida son:
 Buena red de apoyo social de la persona.
 Expresión de emociones positivas al hablar de la pérdida.
 Flexibilidad de adaptación del individuo.
 Apego seguro, se observó en un estudio realizado por Bonanno y Fraley en el 2004,
que las personas que tenían un estilo de apego seguro mostraban una trayectoria
flexible durante el duelo, además de una manera de afrontamiento pragmático los que
tenían apego inseguro evitativo, también manifestaban una forma efectiva de superar
el duelo, pues estos se mostraban de manera segura junto a su pareja.
 Características de una personalidad saludable, dentro de este contexto entra la
personalidad narcisista, pues al tender a la sobreestimación de cualidades positivas de
sí mismo, representa un aspecto natural y beneficioso de la cognición humana para la
resolución efectiva del duelo.
VI. Tipo de intervención

Al decir que el duelo no se trata únicamente de un estado en el que se sumerge una


persona tras la pérdida, sino que implica un proceso activo, Worden (1997) afirma que se
trata de un tiempo en el que la persona ha de realizar diferentes tareas generales a través de
las cuales se puede ir elaborando la pérdida. Para este autor pues, existen cuatro tareas
básicas que la persona en duelo ha de realizar tras la pérdida. Las 4 tareas propuestas son:
Tarea 1: Aceptar la realidad de la pérdida: Esta primera tarea es básica para poder seguir
haciendo el trabajo del duelo. Aunque parezca algo evidente, incluso si la muerte es esperada,
como sucede en los casos de enfermedad terminal, en los primeros momentos casi siempre
existe la sensación de que no es verdad, una sensación de incredulidad que generalmente se
resuelve en poco tiempo.
Tarea 2: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida: Se hace referencia tanto al dolor
emocional como al dolor físico que muchas personas sienten tras una pérdida significativa. Es
importante reconocer los sentimientos que ésta despierta y no intentar evitarlos, sentir el
dolor plenamente y saber que algún día pasará.
Tarea 3: adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente: La realización de esta
tarea implica cosas muy diferentes en función del rol del fallecido y del doliente y de la
relación que existiese entre ambos, pues no es lo mismo el que el fallecido sea el padre, la
pareja o un hijo.
Tarea 4: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo: Básicamente se trata
de poder continuar la vida de un modo satisfactorio, sin que el dolor por la pérdida impida la
vivencia plena de sentimientos positivos respecto a los otros. Partiendo de esta premisa, existen
diferentes formas en que se puede intervenir desde el acompañamiento, el asesoramiento y la
terapia.
Acompañamiento
De acuerdo con Tizón, lo más adecuado para la persona en duelo es poder recibir un
acompañamiento, de forma que el proceso de duelo ocurra de una manera natural, dejando el
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tratamiento para aquellas personas que presenten un duelo muy complicado o patológico.
Una de las características básicas para poder hacer de acompañante, asesor o clínico es poder
tolerar los afectos como la tristeza o la nostalgia. Como principios generales para realizar un
buen acompañamiento Tizón propone entre otros:
1. Ser prudentes y evitar el sentimiento de que sus soluciones, normas o perspectivas son las
que mejor le van a la persona en duelo.
2. Recomendar que no se tomen decisiones irreversibles o que impliquen grandes cambios en
el estilo de vida o el lugar de residencia ya que hay que tener en cuenta que la distancia casi
nunca resuelve los duelos sino más bien al contrario puede empeorarlos.
3. Disponibilidad del acompañante. Es importante poder proporcionar un apoyo lo más
continuado posible, prestando especial atención en las fechas señaladas, "crisis de
aniversario" u otras crisis
Asesoramiento
Existen algunos principios generales que pueden ayudar a la resolución del duelo evitando
que éste se convierta en un duelo complicado o patológico. Siguiendo a Worden (1997), estos
pueden resumirse en:
1. Ayudar al usuario a hacer real la pérdida: para ello es importante poder hablar de la
pérdida, explicando cómo sucedió, cómo fue el funeral ... de forma que a través del relato la
persona va adquiriendo mayor conciencia de lo sucedido.
2. Ayudar al usuario a identificar y expresar sentimientos: algunos de los sentimientos que
mayor dificultad presentan a la hora de reconocerlos e incluso poder sentirlos son:
El enfado: probablemente el enfado proviene de la frustración y de la impotencia. Si este
enfado que normalmente va dirigido al fallecido no se expresa ni se desplaza hacia otra
persona se puede volver hacia uno mismo convirtiéndose en los casos más extremos en
ideación suicida.
La culpa: es frecuente experimentar culpa tras un fallecimiento, por no haber cuidado
suficiente al fallecido, por no haberse dado cuenta antes de la enfermedad... e incluso por no
sentir la pena suficiente tras la pérdida; esto último, junto con cierto sentimiento de alivio o
liberación puede ocurrir tras el fallecimiento por una enfermedad especialmente si ésta ha
sido larga y penosa obligando a la persona en duelo a dispensar cuidados continuos. Si la
culpa es desadaptativa es relativamente sencillo confrontarla con la realidad, pero puede
complicarse si existe una culpa real la cual es más difícil de trabajar.
La ansiedad y la impotencia: la ansiedad puede derivar de la sensación de impotencia ante la
expectativa de vivir si el fallecido. También es una fuente de ansiedad importante la derivada
de la toma de conciencia de la propia muerte que suele producirse tras la pérdida de alguien
allegado o muy querido.
La tristeza: hay ocasiones en que es necesario estimular la tristeza y el llanto, pues la persona
en duelo no se atreve a hacerlo, considera que ya lo ha hecho lo suficiente o bien cree que
puede incomodar a los demás si lo hace frecuentemente. Es importante poder llorar por la
pérdida y fundamentalmente hacerlo en compañía, sintiéndose comprendido y apoyado. Hay
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que tener en cuenta que la simple expresión de los sentimientos no es suficiente, sino que hay
que ayudar a la persona a identificar el significado de las lágrimas.
3. Ayudar a vivir sin el fallecido: Implica poderse adaptar a una nueva vida sin la persona
fallecida. En función del rol que desempeñase tanto el fallecido como la persona en duelo las
tareas a desempeñar serán diferentes, aunque suele resultar útil ayudar en la resolución de
problemas para los que anteriormente se contaba con la ayuda del fallecido. Por otra parte,
también es importante ayudar a que no se tomen decisiones importantes en la fase aguda del
duelo ya que las posibilidades de hacerlo de forma desadaptada son mayores.
4. Facilitar la recolocación emocional del fallecido: Se trata de colaborar en la búsqueda de
un nuevo lugar en la vida del superviviente de su ser querido fallecido. Ayudar a que la
persona entienda que el fallecido será importante para él probablemente toda la vida, pero
ahora como recuerdo y no como realidad. Pueden darse los dos extremos y encontrar
personas incapaces de seguir con su vida por la creencia de que rehacer su vida implica de
algún modo deslealtad hacia el fallecido o bien personas que rápidamente sustituyen al
fallecido en sus vidas en un intento desesperado de llenar el vacío que les ha dejado. Ambas
formas han de ser reconducidas de manera que el duelo pueda ser vivido por completo y de
algún modo terminado.
5. Dar tiempo para elaborar el duelo: Como indicábamos anteriormente el duelo es un
proceso largo, gradual y con momentos en los que parece que no hemos avanzado nada, pues
se vuelve una y otra vez a experimentar el dolor y la pena de forma más o menos intensa.
Estos momentos suelen coincidir con los aniversarios, vacaciones, fechas señaladas... en las
que el dolor por la ausencia se hace más evidente. Con el tiempo, si la evolución es normal,
también en estos momentos la intensidad de los sentimientos va disminuyendo y pueden
vivirse con normalidad.
6. Interpretar la conducta “normal”: En muchas ocasiones las personas tras una pérdida
importante refieren tener la sensación de estar volviéndose locas ya que sienten y
experimentas cosas que normalmente no sentían, como puede ser alucinaciones visuales o
auditivas en relación con la persona fallecida, intensa rabia u hostilidad entre otros. Resulta
muy tranquilizador que alguien pueda transmitirle la normalidad de todo lo que le está
pasando.
7. Permitir las diferencias individuales: Cada persona elabora el duelo de forma diferente en
función múltiples factores (relación con el fallecido, edad, pérdidas anteriores...) siendo muy
importante aclarar que, mientras el proceso siga su curso, hemos de respetar las diferencias
individuales en cuanto a las formas de actuar o de sentir.
8. Dar apoyo continuado: A diferencia de la terapia, durante el asesoramiento se ha procurar
estar disponible durante un tiempo más largo y fundamentalmente en los momentos más
críticos. Sin embargo, si no puede mantenerse la frecuencia durante un largo periodo de
tiempo, es mejor comenzar también con menor frecuencia en lugar de realizar inicialmente un
acompañamiento intensivo y al poco tiempo no poder responder a las demandas de la persona
en duelo.
9. Examinar defensas y estilos de afrontamiento: Generalmente las defensas o estilos de
afrontamiento se intensifican tras la pérdida de un ser querido, de forma que si éstas no son
adaptativas puede suponer complicaciones a la hora de elaborar la pérdida. Es importante
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tener en cuenta que algunos estilos de afronta miento como pueden ser la negación bien de la
realidad o bien de los sentimientos que esa realidad despierta pueden resultar útiles al inicio
pero convertirse en desadaptativos si se mantienen de forma inflexible durante un tiempo,
sería aconsejable explorar formas alternativas de afrontamiento que ayuden a la resolución
del duelo de forma satisfactoria. Otras formas de afrontamiento como puede ser el consumo
abusivo de alcohol o drogas suelen resultar desadaptativo ya desde el inicio teniendo que
iniciar un tratamiento activo del problema desde el primer momento.
10. Identificar patologías y derivar: Hay que tener en cuenta que no todas las personas van a
poder realizar el trabajo del duelo de forma satisfactoria, aunque dispongan de un buen
asesoramiento tras la pérdida. En estos casos es importante reconocer los límites y derivar
para un tratamiento específico o terapia.
Psicoterapia
Para Horowitz (2003), existen criterios que definen el duelo complicado o patológico
diferenciándolo de otros síndromes. Sin mayor detalle, podemos decir que las características
más importantes del duelo complicado incluyen:
1. Sensación de incredulidad respecto a la realidad de la muerte.
2. Enfado y amargura
3. Emociones dolorosas recurrentes con un intenso deseo y anhelo en relación con el
fallecido.
4. Preocupación por pensamientos acerca del fallecido incluyendo a menudo pensamientos
intrusivos estresantes relacionados con la muerte.
Tests Psicológicos

GRIEF INTENSITY SCALE – ESCALA DE INTENSIDAD DE DUELO


La Escala de Intensidad de Duelo evalúa los pensamientos, sentimientos y conductas
comunes en personas que han perdido a alguien importante para ellos. Esta escala busca
capturar la intensidad que una persona presenta en su reacción ante una pérdida. Asimismo,
esta herramienta diagnóstica evalúa el riesgo que corre una persona de desarrollar un duelo
complicado seguido de la muerte de un ser querido. Existen síntomas particulares que se
deben evaluar 6 meses después para que coincidan con los síntomas del duelo prolongado. Si
la persona que responde esta escala coincide con los criterios, debe buscar una evaluación
más completa por parte de un profesional de la salud. Esta escala está disponible en variedad
de idiomas.
Escala de Intensidad de Duelo: https://endoflife.weill.cornell.edu/research/grief-intensity-scale
PG-13
El PG-13 consiste en 13 preguntas siguiendo la línea de “En el me pasado, ¿con qué
frecuencia se ha sentido anhelando a la persona que perdió?”. Once de estas preguntas se
responden marcando una de las cinco respuestas entre: “Nada en absoluto” a “Varias veces al
día”. Por otro lado, la tercera y la última pregunta requieren una respuesta de si o no. A
diferencia de algunas evaluaciones, no se suma los puntajes para medir el dolor. En cambio,
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el riesgo de duelo prolongado se indica por cómo responde preguntas específicas. La


autoevaluación puede ser un indicador, pero la experiencia y objetividad de un profesional le
dará un indicador más confiable y preciso de lo que está sucediendo.
TRAUMATIC GRIEF INVENTORY – INVENTARIO DE DUELO COMPLICADO
El ICG consta de 19 declaraciones en la línea de "Pienso tanto en esta persona que es
difícil para mí hacer las cosas que normalmente hago". Responde marcando una de las cinco
respuestas de "nunca" a "siempre". cada respuesta de 0 (nunca) a 4 (siempre) y sume los
puntajes de las 19 preguntas. Esta evaluación está destinada a usarse antes de los seis meses
posteriores a la pérdida. Si después de ese punto su puntaje es 25 o más, esto podría indicar
que está en riesgo de sufrir un duelo complicado. Casi un año después de la muerte de Brady,
obtuve un 23. Entonces, podría ser mejor, pero podría ser peor.
HOGAN GRIEF REACTION CHECKLIST – LISTA DE VERIFICACIÓN DE REACCIÓN
AL DUELO DE HOGAN
Este instrumento evalúa los efectos emocionales de pérdida, nostalgia y anhelo hacia un
ser querido y la soledad que le sigue a la muerte de un ser querido, una característica que
comparte con otros instrumentos para el duelo. De cualquier manera, el HGRC extiende
nuestro entendimiento de los efectos psicológicos, cognitivos y espirituales/existenciales que
acompañan la separación permanente de un ser querido. Sus subescalas proveen información
sobre la naturaleza multidimensional del proceso de duelo. Consta de 61 preguntas que se
responden utilizando una escala de 1 a 5 entre: “No me describe para nada” y “Me describe
muy bien”.
La presentación de todos los test aquí descritos se presenta en los datos adjuntos.
VII. Referencias bibliográficas

 Echeburúa & de Corral, (2012). Duelo normal y duelo patológico. Obtenido de:
http://guixa.es/pdf/El-duelo-normal-y-duelo-patologico.pdf
 Horowitz, M; Siegel, B; Holen, A; Bonanno, G; Milbrath, C & Stinson, C. (2003).
Diagnostic Criteria for Complicated Grief Disorder. FOCUS, 290-298.
 Bonanno, G. (2004). Loss, Trauma, and Human Resilience. American Psychologist, 20-
28.
 Bonanno, G., & Kaltman, S. (2001). The varieties of grief experience. Clinical
Psychology Review, 701-734.
 Bonanno, G., & Kaltman, S. (1999). Toward an Integrative Perspective on Bereavement.
Psychological Bulletin,
 Slaikeu, K. (1990). Crisis Intervention A Handbook for Practice and Research. 2nd
edition, Neham Heights, MA, Allyn and Bacon. pp.66-73
 Tizón, J.L. Pérdida, pena y duelo. Vivencias, investigación y asistencia. Ediciones
Paidós, 2004. 3- Maddocks, I. Grief and Bereavement. M.J.A. 2003; 179: S6-S7.
 Worden, J.W. El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona:
Paidós, 1997.
VIII. Anexos

1. GRIEF INVENTORY SCALE


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2. PG-13
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3. TRAUMATIC GRIEF INVENTORY


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4. HOGAN GRIEF REACTION CHECKLIST


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