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Las tentaciones de Jesús siguen tres patrones que son comunes para todos los

hombres:
1) La primera tentación tiene que ver con los deseos de la carne (Mateo 4:3-4), lo
cual incluye toda clase de deseos físicos. Nuestro Señor estaba hambriento, y el
diablo lo tentó a convertir las piedras en panes, pero Él respondió citando
Deuteronomio 8:3.

2) La segunda tentación fue concerniente al orgullo de la vida (Mateo 4:5-7), y aquí


el diablo trató de usar un pasaje de la Escritura contra Él (Salmo 91:11-2) pero el
Señor nuevamente respondió con la Escritura de manera opuesta (Deuteronomio
6:16), declarando que sería un error que Él abusara de Sus propios poderes.

3) La tercera tentación es respecto al deseo de los ojos (Mateo 4:8-10), y si hubiera


una ruta rápida por la que el Mesías pudiera cumplir su misión evitando la pasión
y crucifixión para lo que Él originalmente vino, sería ésta. El diablo ya tenía
control sobre los reinos del mundo (Efesios 2:2), pero estaba listo para cederle
todo a Cristo a cambio de Su lealtad. El solo pensarlo casi causa que la divina
naturaleza del Señor se estremeciera, y Él contesta bruscamente, “AL SEÑOR TU
DIOS ADORARÁS, Y SOLO A ÉL SERVIRÁS.” (Mateo 4:10; Deuteronomio 6:13).

Hay muchas tentaciones en las que caemos porque nuestra carne es débil por
naturaleza, pero “fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de
lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a
fin de que podáis resistirla.” (1 Corintios 10:13). Por tanto podemos obtener la victoria y
agradecerle a Dios por librarnos de la tentación. La experiencia de Jesús en el desierto,
nos ayuda a ver estas tentaciones comunes que nos impiden servirle a Dios eficazmente.

Podemos utilizar versículos en la Biblia para citar cuando estemos en tentación justo
como Cristo lo hizo, diciendo escrito está no robarás, por ejemplo.

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