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Oyendo Con Empatia
Oyendo Con Empatia
"Yo hablo, hablo, pero quién me oye retiene solamente las palabras que desea. Quién comanda la narración
no es la voz; es el oído".
Marco Pólo, As Cidades Invisíveis
Oír es más productivo y persuasivo que hablar, en todos los niveles. La persona que sabe oír es más
simpática, conquista al interlocutor, economiza tiempo, permite asegurarse de cómo su mensaje está siendo
recibido, estimula al interlocutor a hablar, previene malos entendidos y, por encima de todo, añade a su
nivel cultural, la información que el interlocutor exterioriza.
Oír es, de hecho, una habilidad adquirida a través de prácticas conscientes e inteligentes. No hay conexión
automática entre la capacidad auditiva y el acto de oír adecuadamente. Algunos de los que escuchan mejor
son los peores oyentes. Oír es mucho más complejo que escuchar. Mientras que escuchar puede ser descrito
como un proceso neurofisiológico, oír implica un proceso intelectual y emocional. Es la síntesis de muchas
actividades, incluyendo escuchar. Un micrófono escucha, mas no oye.
Nuestras primeras experiencias de comunicación tienen efecto directo sobre nuestra capacidad de oír. Es
raro el ser humano que, durante la infancia, no fue condicionado para no oír. La mayoría de nosotros ya oyó
frases como: "no oiga lo que él dice" o "no oímos cosas de ese tipo allá en casa" o aún "no preste
atención a lo que él está diciendo".
Existe una gran diferencia entre la velocidad del lenguaje (cerca de 125 palabras por minuto) y la velocidad
en que el cerebro opera (400 a 500 palabras por minuto). Es un esfuerzo, por lo tanto, oír con atención.
Siempre habrá una tendencia para interrumpir, si usted siente que quién habla está enfocando el asunto en
contradicción a sus convicciones. La mente puede divagar y - lo que es peor, por no ser cortes - los ojos
pueden alejarse de quien habla.
Como estamos mucho más propensos a hablar que a oír, habituamos a interrumpir bajo cualquier pretexto a
las personas que están hablando. Uno de los resultados del hábito de interrumpir, es ver a dos personas
hablando al mismo tiempo. El efecto es grotesco, principalmente cuando los dos se convencen de que se
harán oír si levantaran las voces.
En la empatía yo percibo, yo vivo nuevamente la realidad interior del otro como de hecho es. Veo el mundo
o me veo a mí mismo "con los ojos del otro": esta percepción es objetiva, exacta, no es influenciada por
mis propios valores.
La empatía sólo ocurre cuando el individuo alcanza un grado de objetividad tal, que le permita alejarse de
su mundo para colocarse dentro del otro, sin mezclar su mundo interior al de la otra persona. No habiendo
objetividad, tendremos, en vez de la empatía, la implicación emocional, y consecuentemente, una visión
errada de aquello que se piensa es el mundo interior del otro.
El carácter momentáneo del "aquí y ahora" de la empatía, asegura la no identificación permanente del
individuo con el otro, sin poner en riesgo su equilibrio mental. El opuesto de esto sería una confusión
patológica de identidad.
Obstáculos a la empatía
La empatía es difícil de ser practicada a causa de nuestras diferencias. Es principalmente difícil cuando
alguien no está de acuerdo con nosotros o realmente no gusta de nosotros o de algo que estemos
haciendo. Salir de nuestra piel y colocarnos en el lugar del otro en momentos como ese es la perfección de
la empatía. No se consigue escalar la montaña sin bastante experiencia previa en subir montañas más bajas.
La empatía, como la mayoría de las habilidades, es adquirida solamente en la práctica gradual.
Si tuviéramos coraje para revelarnos a alguien y sospecháramos que esa otra persona está pensando en
otra cosa, probablemente percibiremos eso. O si la otra persona esté aparentando tedio, perderemos todo
el deseo de compartir nuestro delicado problema con una persona negligente. Es difícil para un oyente fingir
una “presencia real”. La intuición humana generalmente no se deja engañar por una presencia falsa. Si
existen otras cosas que usted preferiría estar haciendo en vez de oírme, lo percibiré.
A veces, ofrecemos al otro sólo nuestras cabezas. Es relativamente más fácil escuchar sólo con la cabeza.
Cuidadosamente examinamos los hechos presentados y la lógica envuelta. El oyente que está usando sólo
la cabeza puede fácilmente hacer con que aquel que quiere auto revelarse que se sienta como un “caso” o
un problema. Sin embargo, al oír solamente los hechos, oímos sólo una parte y perdemos el todo.
Generalmente el oyente que usa sólo la cabeza es desviado de la verdadera empatía, porque oye sólo las
palabras literales.
El más serio obstáculo a la empatía, sin embargo, es la fijación en nosotros mismos. Tendemos a relacionar
lo que estamos oyendo a nuestras propias experiencias. Hacemos de nosotros y de nuestra experiencia la
norma para todo el mundo.
Beneficios de la empatía
La empatía, como otras prácticas envueltas en la comunicación, es una habilidad que puede ser
desarrollada. A veces, el principal obstáculo a la empatía es nuestra creencia de que todo el mundo es
exactamente como nosotros. Insistimos en creer que todo el mundo ve las cosas de nuestro modo. Creemos
que todo el mundo reacciona exactamente como nosotros. Para desarrollar nuestros poderes de empatía,
tenemos que reconocer la diversidad única de todo ser humano. Debemos ser capaces de abandonar
nuestro propio sistema de coordenadas y nuestros propios instintos y asumir los del otro. En cierto sentido,
la empatía es el arte fundamental del oyente en el proceso de comunicación.
Para la persona que desea aprender, hay momentos para oír y momentos para hablar. Es necesario respetar
esos momentos y estar apto a ejercerlos. En un esfuerzo para desarrollar nuestra empatía, debemos prestar
atención en los mensajes verbales y no-verbales de los otros (expresiones faciales, sus cambios en el tono
de voz y al tono de voz, pausa y lenguaje corporal). No es fácil andar dos kilómetros con los zapatos del
otro. Sin embargo, si realmente queremos penetrar en los pensamientos y actitudes del otro y participar de
La invitación a la empatía comienza con esta pregunta: ¿Cómo es ser usted? Y si estoy realmente haciendo
esa pregunta al relacionarme con otro, ese otro oirá mi pregunta con una declaración de interés: "Yo me
importo".
Hablamos lo que puede ser hecho por una persona ser un oyente empático. Pero un oyente también
necesita hablar. Para ser una persona equilibrada usted necesita tener habilidad de oír y de hablar. Ser un
buen oyente también puede ayudarlo a hablar bien, porque usted quedará más consciente de sus
necesidades en una conversación. Buenos oyentes pueden frecuentemente entrenar a alguien próximo a
también ser un bueno oyente.
Bibliografía:
Como Ouvir, Maria Lúcia Rocha Costa, 1991.
A Arte de Ouvir como Habilidade Gerencial, revista T&D, nov/96
O Sentido de ser Empático na Comunicação, Loreta Brady
Escutar Atentamente é Necessário para Aprendermos a Consistência Interior das Outras Pessoas, John Powel
Ouvir - uma arte em extinção, Lynda Field