Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Poco después, cuando los últimos supervivientes aun deambulaban por el campo
de batalla en busca de otro enemigo al que enfrentarse, un centelleo lo iluminó
todo, pues había llegado el gigante Surt con su espada flamígera; se decía que era
el ser vivo más antiguo del universo y el único con derecho a destruirlo.
Los distintos palacios de Asgard pronto quedaron reducidos a cenizas,
como si todos los robustos y maravillosos materiales con que fueron construidos
sólo hubiesen sido poco más que una ilusión carente ya de sentido, pues no
queda nadie que la mantenga. La gran fortaleza del Valhalla, aquel reducto de
hombres valientes, reclutados justamente para combatir en esa batalla final, se
desmoronó como un castillo de arena frente a un vendaval.
Pronto, todo el Asgard quedó completamente reducido a cenizas y las
llamas alcanzaron el Yggdrasil y, a través de él, los otros mundos, igualmente
condenados.
Y tras el Fuego, la Oscuridad reinó sobre la Muerte, como si la Vida nunca
hubiese existido. Pero esa muerte no era sino el anticipo de un nuevo tiempo,
porque Balder, protegido por la energía de su anillo, había permanecido
resguardado entre el chamuscado tronco de Yggdrasil.
De pronto, una vibración se expandió por el árbol arcano. Nuevas ramas y
raíces crecieron velozmente, como si recordaran y recuperaran una época de
esplendor. El tronco reverdecido volvió a ser el nexo de unión entre la energía del
sol y la del interior de la tierra. Yggdrasil estaba preparado para mantener el
nuevo mundo. Vientos y nubes, mareas y lluvias, montañas y valles; todo
preparado para el comienzo de una nueva humanidad, pues ya estaban dando
sus primeros pasos una nueva pareja bajo la protección del hijo de Odín: Balder,
el luminoso.
LIBROS DE MANUEL VELASCO