Sobre la inexistencia de la salvación de todos los hombres
DH 623: Sínodo de Quiercy, mayo del 853.
“Cap. 3. Dios omnipotente quiere que «todos los hombres» sin
excepción «se salven» [1Tm 2, 4], aunque no todos se salvan. Ahora bien, que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden”.
DH 632: Sínodo de Valence, 8 de enero del 855, canon V.
“Mas de la misma muchedumbre de los fieles y redimidos, unos
se salvan con eterna salvación, pues por la gracia de Dios permanecen fielmente en su redención, llevando en el corazón la palabra de su Señor mismo: «El que perseverara hasta el fin, ése se salvará» [Mt 10, 22; 24, 13]; otros, por no querer permanecer en la salud de la fe que al principio recibieron, y preferir anular por su mala doctrina o vida la gracia de la redención que no guardarla, no llegan en modo alguno a la plenitud de la salud y a la percepción de la bienaventuranza eterna”.
DH 1362: Proposición de Zanino de Solcia condenada en la
carta “Cum sit accepimus” de Pío II, 14 de noviembre de 1459. Las opiniones de Zanino fueron calificadas como “errores perniciosísimos” y “contra los dogmas de los santos padres”.
“Y todos los cristianos han de salvarse”.
DH 627: Sínodo de Valence, 8 de enero del 855, canon I.
«Y no creemos que nadie sea condenado por juicio previo, sino
por merecimiento de su propia iniquidad», «ni que los mismos malos se perdieron porque no pudieron ser buenos, sino porque no quisieron ser buenos y por su culpa permanecieron en la masa de condenación por la culpa original o también por la actual».
DH 1006: Escrito "Cum dudum" dirigido a los armenios, agosto
de 1341.
“Igualmente lo que dicen y creen los armenios, que el pecado
de los primeros padres, personal de ellos, fue tan grave, que todos los hijos de ellos, propagados de su semilla hasta la pasión de Cristo, se condenaron por mérito de aquel pecado personal de ellos y fueron arrojados al infierno después de la muerte, no porque ellos hubieran contraído pecado original alguno de Adán, como quiera que dicen que los niños no tienen absolutamente ningún pecado original, ni antes ni después de la pasión de Cristo, sino que dicha condenación los seguía, antes de la pasión de Cristo, por razón de la gravedad del pecado personal que cometieron Adán y Eva, traspasando el precepto divino que les fue dado. Pero después de la pasión del Señor en que fue borrado el pecado de los primeros padres, los niños que nacen de los hijos de Adán no están destinados a la condenación ni han de ser arrojados al infierno por razón de dicho pecado, porque Cristo, en su pasión, borró totalmente el pecado de los primeros padres”.
DH 338: Sínodo de ARLÉS, año 473: Carta de sumisión del
presbítero Lúcido.
[Condeno juntamente con vosotros aquella sentencia] “que