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LA ECONOMIA EN EL SALVADOR EN EL SIGLO XIX

El libro de Héctor Lindo publicado en inglés en 1990, y, en español en 2002 se inserta dentro de los debates académicos
en torno al siglo XIX en El Salvador. El autor focaliza su atención en la manera como la economía salvadoreña fue
moldeada por la creciente importancia de las exportaciones y la transición de una agricultura tradicional a una moderna.

Lindo-Fuentes concluye que a finales del siglo XIX El Salvador había logrado un crecimiento económico regular y una gran
desigualdad social. Desde luego que la base de esas dos variables era el café. En tanto que las elites habían optado por
enrumbar al país por el camino de la monoexportación, un camino ciertamente diseñado por el rumbo que seguía la
economía internacional, pero también habían optado por excluir de los beneficios que proporcionaba la caficultura a las
mayorías de la población salvadoreña. Una decisión más bien autóctona.

Para concluir lo anterior, el autor nos guía a través de siete interesantes capítulos: en el primero hace un recorrido sobre
el estado de la economía salvadoreña previo a la independencia de 1821. El sector exportador estaba basado en la
producción de añil, el cual estaba controlado por una pequeña elite que a su vez mantenía fuertes contradicciones con
los comerciantes guatemaltecos por el reparto del pastel de ganancias. Al momento de la independencia correspondió a
los grupos dominantes asumir el poder, puesto que eran ellos los que estaban mejor preparados, para asumir la
dirección de la naciente república federal.

En el segundo capítulo, Lindo-Fuentes considera que después de la partida de los españoles, tocó a los centroamericanos
elegir el proyecto político y económico a seguir. La elección fue la guerra y la fragmentación. La guerra civil que afectó a
Centroamérica dejó un panorama desolador. En el caso salvadoreño, las consecuencias destructivas eran significativas, ya
que el país era pequeño con poca población y participo en casi todas las guerras que se libraron entre 1824-1842.

En el tercer capítulo el autor analiza la organización del Estado entre 1840-1880. El fracaso de la federación
centroamericana obligo a los dirigentes salvadoreños a asumir un nuevo reto: la construcción de la nación salvadoreña.
Una tarea por demás difícil en tanto se tenía que partir casi de cero. Las guerras contra otros países centroamericanos
(Guatemala, Honduras y Nicaragua) fueron frecuentes. Sin embargo, la nación se iba construyendo paulatinamente. Pero,
el resultado era una nación pobre, agroexportadora y excluyente.

En el capítulo cuatro Lindo-Fuentes analiza cómo la opción por la caficultura afectó de manera importante la mano de
obra, la tierra y la inversión. De acuerdo a este autor, las fuerzas del mercado primero, y luego las reformas liberales de
1880 reasignaron las tierras y aumentaron el número de trabajadores sin acceso a ellas. Según Lindo-Fuentes, durante el
período colonial la tierra del país se dividía entre haciendas privadas, tierras municipales (ejidos) tierras comunales
(pertenecientes a las comunidades indígenas) y tierras nacionales (terrenos baldíos) pero a fines del siglo XIX la mayor
parte de la tierra era privada. A partir de 1850 el papel del Estado en la redistribución de la tierra fue importante, en
tanto este se encargo de vender las tierras nacionales y luego eliminar las tierras comunales y ejidales. Pero, La
producción de café requería una inversión considerable y los frutos de la siembra no se veían antes de cinco años, por lo
tanto tener acceso al crédito era indispensable, pero este era limitado, y solo aquellos que tuviesen excelentes redes
sociales podían ser sujetos de crédito.

En el capítulo cinco Lindo-Fuentes se encarga de estudiar como el sector exportador financió y moldeó la organización
del estado salvadoreño. La transición del añil al café fue gradual. Los productores locales se decidían entre uno u otro
cultivo de acuerdo a las alternativas que se les presentaban. Finalmente el café resultó ser más rentable que cualquier
otro producto, pero el cultivo de este modificó la geografía económica del país, esta se movió del oriente al occidente del
país. La actividad portuaria se reorientó de la Unión a la Libertad y Acajutla. Además se conformó una elite cafetalera
que controló el aparato estatal de manera directa hasta 1931.

En el capítulo seis Lindo-Fuentes entabla un fuerte debate con los planteamientos propuestos por otros estudiosos de la
historia de la propiedad de la tierra en El Salvador tales como: Edelberto Torres Rivas, David Alejandro Luna, David
Browning y Rafael Menjívar Larín. A partir de ese debate establece cuatro preguntas que podrían ayudar a comprender
las implicaciones de las reformas liberales: ¿cuánta tierra fue afectada?, ¿cuál fue el clima político que hizo posibles las
reformas?, ¿cuál fue el papel que jugó la introducción del café? y ¿cómo alteraron las reformas la distribución de la
tierra?

Lindo-Fuentes rechaza la estimación de Menjívar quien considera que del total de tierras el 40% eran ejidales y
comunales. También es cauteloso con la cifra propuesta por Browning quien sugiere un 25%. Con respecto al clima
político Lindo-Fuentes considera que los ejidos y las tierras comunales no eran un obstáculo a la expansión del cultivo del
café, y este, por si solo no fue la razón principal de las reformas liberales. Las reformas se dieron porque, un pequeño
grupo que se había apoderado del control del aparato del estado deseaba modificar la tenencia de la tierra y desde luego
beneficiarse de ese cambio. El sistema de crédito fue un elemento importante que aseguraba que solamente la elite
estaría en condiciones de lucrarse del negocio del café.

Si bien es cierto, dice Lindo-Fuentes, que las reformas liberales no afectaron el 40% del territorio nacional, no fueron el
comienzo de la concentración de las tierras ni de los minifundios, y no fueron indispensables para la expansión del
cultivo del café. Estas ejemplificaron y aceleraron los cambios que ocurrieron en el siglo XIX: la apertura de la economía,
el fortalecimiento de la elite, el surgimiento de un numeroso campesinado sin tierra, y la creciente importancia del
cultivo del café.

En el capítulo siete Lindo-Fuentes concluye que el siglo XX arrancó bajo el signo del café. A partir de 1898, los cafetaleros
confundieron sus propios intereses con los intereses del país. La elite se atrincheró en el poder y cuando los grupos
marginados abrieron fuego para cambiar la balanza de poder, esta no dudó en acudir a los militares para mantener el
orden de cosas existentes, aunque ello significara otorgarles algunas cuotas de poder a los coroneles y generales.

La teoría utilizada por Lindo-Fuentes se enmarca en lo que los estudiosos denominan “Opción racional” ¿cómo entender
ese planteamiento teórico para el caso salvadoreño? Habría que entender las características del país y las decisiones que
sus gentes, especialmente sus dirigentes tomaron ante las opciones que se le presentaron la economía salvadoreña en el
siglo XIX. Esta claro que el rumbo agroexportador era probablemente la única opción para insertarse a la economía
mundial, pero esta generó desigualdad y subdesarrollo debido al desinterés de las elites de compartir los beneficios de
esa economía agroexportadora. La elite tuvo al menos dos opciones: la primera, quedarse con la mayor tajada de las
ganancias y marginar al resto de la población; y la segunda, crear oportunidades para un acceso más equitativo a los
frutos de la actividad económica. La elite eligió por la primera opción. Las consecuencias de esa decisión pueden verse
en los conflictos sociales que afectaron a la sociedad salvadoreña en el siglo XX.

Finalmente, hay que hacer notar dos aspectos: En primer lugar, es interesante observar que a pesar de las dificultades
que el autor tuvo para elaborar este trabajo (ya que la investigación se realizó en los años ochenta) por la dificultad para
acceder a las fuentes en el Archivo General de la Nación de El Salvador , Lindo-Fuentes ha hecho una interpretación muy
bien fundamentada a partir de la lectura de diversas fuentes tales como: el diccionario histórico de Miguel Ángel García,
el periódico La Gaceta, los informes de diplomáticos extranjeros, las crónicas de viajeros, etc. En segundo lugar, el libro
de Lindo-Fuentes provoca preguntas sobre la realidad presente de El Salvador, en el sentido de analizar si las elites
salvadoreñas están tomando las decisiones acertadas que permitan construir un país que no continúe generando
desigualdad y marginación o si han apostado por una elección que provoque futuros conflictos sociales.

http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=503

Categoria:
Libro
Autor:
Lindo-Fuentes Héctor
Lugar de Publicación:
San Salvador
Editorial:
CONCULTURA
Fecha:
2002
Reseña:

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