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La herejía del Catarismo y los cátaros

Origen y configuración del Catarismo

El catarismo fue un movimiento religioso herético, con respecto a la Iglesia Católica, que surge en
el S. XII y que, difundiéndose por toda Europa, tuvo especial arraigo en el Sur de Francia.

Desde un punto de vista doctrinal, el catarismo ha sido vinculado a diversas corrientes religiosas y
de pensamiento:
 Maniqueísmo y dualismo oriental, por cuanto contemplan la existencia de dos
principios, el Bien y el Mal, en constante lucha. El Mal, Satán, habría creado el
mundo y lo material, mientras que el Bien se identifica con lo espiritual.
 Neoplatonismo, a través de Juan Escoto Erígena, que también pone el acento en
el mundo de las ideas, en lo espiritual, frente al mundo terrenal, frente a lo
material.

 Bogomilismo, por cuanto, además de lo anterior, comparten algunas posturas


respecto a los sacramentos, como el rechazo al bautismo de los niños

 Paulismo, en una interpretación maximalista de las enseñanzas del apóstol San


Pablo respecto a la castidad, el celibato y la santidad de estas virtudes.

Por su parte, el origen de este movimiento herético medieval se ha intentado explicar en base a
diversas interpretaciones: Así, podría ser un movimiento de resurgimiento de intromisiones
heréticas maniqueas de Oriente que ya se habían producido en los primeros siglos del cristianismo,
contestación social de carácter popular o más bien de sectores vinculados al desarrollo urbano y
comercial, un intento por retornar al cristianismo primitivo, una doctrina que permitía a la pequeña
nobleza asegurar su independencia frente a la Iglesia y los grandes magnates... Objeto aún de
discusión por parte de los especialistas, lo que es seguro, es que en este movimiento,
convergerían diversas inquietudes e intereses.

En cuanto al nombre, cátaro, provendría del griego 'katharos', esto es, perfecto, que es el estado
que los miembros de este movimiento esperaban alcanzar y que es, de hecho, uno de los grados
de la jerarquía cátara.

Dicho nombre, provendría de Alemania, dado que en Francia eran conocidos como texerant,
mientras que en Flandes eran denominados piphles. No podemos confundir a los cátaros con los
valdenses, fuertes en el Norte de Italia, nacidos de las doctrinas del rico comerciante lionés, Pedro
Valdo. Dado el arraigo y la protección que tenían en la ciudad meridional francesa de Albi, desde
1183, los cátaros también serán conocidos como albigenses.

Ya el Concilio de Reims (1148), puede que se refiriera a ellos cuando acusa de cómplices a
aquellos que dejen residir a los herejes en sus dominios. El Concilio III de Letrán (1179), articula
medidas contra ellos y contra quienes tengan tratos con ellos, mientras que en 1163, Eckbert, abad
de Schönau, escribía ya los Trece Sermones contra los Cátaros.

Por su parte, los cátaros habrían celebrado en 1174 el concilio de San Félix de Caraman, donde se
reunieron los obispos cátaros del norte de Francia, Albi y Lombardía, y representantes de las
iglesias cátaras de Carcasonne y Toulouse, siendo presidido dicho concilio por un papa, el oriental
Nicetas o Niquinta de Constantinopla. Desde 1167 se habrían organizado diversos obispados
cátaros, como el de Albi, Toulouse, Carcasonne y Agen. Los cátaros habrían tomado como modelo
la organización eclesial católica romana, pero clasificaban los fieles de la siguiente forma:

 Obispo
 Perfecto

 Diácono

 Creyente

El diácono sería una especie de predicador, e incluso se le considera el equivalente al sacerdote


católico. Sólo de entre ellos, serían elegidos los perfectos, fieles que habrían llevado su renuncia a
lo material y lo mundano a un nivel superior, que les acercaba más que a ningún otro, a la
perfección y la salvación. Por eso, sólo ellos podían nombrar a otros perfectos, ordenación que
realizaban mediante la imposición de manos, rito sacramental equivalente al bautismo que se
conoce como consolament o consolamentun. Otro de los sacramentos conservados por los
cátaros, era una especie e confirmación, conocida como melhorament, que consistía en inclinarse
tres veces seguidas delante del perfecto, pidiendo su bendición y la de Dios, a fin de perseverar en
el camino hacia la perfección y la salvación. El aparelhament, por su parte, era el equivalente a la
penitencia y la endura, el ayuno. Dado el radical rechazo de los cátaros a todo lo material, el ayuno
más perfecto, el que garantizaba la salvación, era aquel que se llevaba al extremo de morir de
inanición, lo que fue practicado por algunos de los fieles a este movimiento. Pobreza, celibato,
condena de procreación de hijos (¡!) y rezo, constituían los pilares de la vida del perfecto cátaro.

Localización

El Concilio de Tours (1167) afirma que la herejía "parte del país de Tolosa", si bien, aún siendo esta
el área donde arraigó de manera más intensa el movimiento, para algunos autores, las primeras
manifestaciones se detectarían en el Norte de Italia, lo que avalaría la tesis de aquellos que hacen
de las ideas del pope Bogomilo origen de muchos de estos movimientos heréticos, dada la relación
de la Italia septentrional con el Imperio bizantino.

Sabemos que, tras ser eliminado, el catarismo volvería a tener un breve renacimiento en la
persona de Pierre Autier, precisamente gracias a la pervivencia en el norte de Italia de obispos y
'perfectos' que podrían imponer el consolamentum, permitiendo la pervivencia del movimiento. Sin
embargo, para Everwin de Steinfeld, los primeros cátaros aparecen en Colonia en 1143.

Sea como fuere, lo cierto es que el área de mayor implantación se dibuja entre las ciudades de
Carcasonne, Albi y Toulouse, con otros enclaves fuertes fuera de ese triángulo, como Laurac,
Mirepoix o Montségur.

Los cátaros y los complejos equilibrios internacionales

Si bien el catarismo pudo ser manifestación de descontento social o peligrosas desviaciones


religiosas, este fenómeno pasará a la Historia más bien por el particular contexto político e
internacional y los intereses encontrados en este ámbito meridional:

Corona de Aragón

Ante las embestidas musulmanas en el lado septentrional de los Pirineos, Carlomagno decidió
constituir una serie de entidades lo suficientemente fuertes como para frenar las incursiones
islámicas en el Imperio: Se constituía así un dispositivo defensivo, la Marca Hispánica, de la que el
condado de Barcelona formaría parte. En el contexto de la disolución del Imperio de Carlomagno -
tratado de Verdún (843) -, surgirá en Barcelona Sunifredo, comes Barchinonae, y que, según
Ramón d'Abadal, podría ser del conde de Carcasonne, lo que nos puede dar una idea de la
temprana ligazón de Barcelona con el ámbito pirenaico septentrional.
Efectivamente, los titulares del condado de Barcelona irán aglutinando diversos territorios al norte
de los Pirineos, de modo que, por ejemplo, hacia 1070, Ramón Berenguer II adquiere los derechos
hereditarios del condado de Carcasonne-Rases, por vía materna - Almodis de la Marche -, mientras
que Ramón Berenguer III, recibirá Besalú en herencia en 1111 y al año siguiente, al casarse con
Dulce de Provenza, obtendrá este condado y las tierras de Millau, Gavaldan y Carlat.

Esta política occitánica, será recogida por los reyes aragoneses cuando, a raíz del matrimonio
entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV de Barcelona, se constituya la Corona de Aragón
y ambas entidades queden vinculadas.

Francia

Desde que Matilde, hija de Enrique I Beauclerc, rey de Inglaterra y duque de Normandía, se casara
con Godofredo Plantagenet, conde de Anjou, y el hijo de ambos, Enrique I, se casara a su vez, con
Leonor de Aquitania, el rey de Francia veía cómo diversos territorios occidentales del Imperio de
Carlomagno, escapaban a su control. De hecho, los reyes de Francia apenas controlaban mucho
más que la actual Île-de-France. Paradójicamente, el rey de Inglaterra, ostentando títulos de
extensos territorios franceses, siendo más poderoso que el rey de Francia era, sin embargo,
vasallo suyo, por ejemplo, por los ducados de Normandía o de Aquitania. Así, determinado el inglés
a sacudirse el dominio vasallático del francés, y éste, a su vez, a imponer claramente su soberanía,
el enfrentamiento resultaba inevitable.

En este contexto, surge la figura de Felipe II Augusto (1180 - 1223), decidido a consolidar la
soberanía regia y asegurar su dominio sobre los grandes principados surgidos de la disolución del
Imperio carolingio. Sin duda, los dominios continentales del rey de Inglaterra, constituían uno de los
desafíos más graves a los proyectos de Felipe Augusto, de manera que su sometimiento efectivo
se convirtió en una prioridad para el galo. La vinculación comercial de Inglaterra y Flandes,
inclinaría a los titulares de este ducado, vasallos del rey de Francia, a alinearse con los isleños. Sin
duda, el principal escenario de la lucha sería, por tanto, el Norte, pero no debemos olvidar que el
rey de Inglaterra también tenía vinculaciones con Aquitania - era duque de Guyena, porción de la
antigua provincia romana -, por lo cual, no dejaba de ser el Sur un frente a tener en cuenta en la
lucha general que mantenía Felipe Augusto contra los Plantagenet. La gravedad del asunto debía
ser percibida ya por los franceses que asisten en 1159 al proyecto de enlace matrimonial entre los
hijos de Enrique II de Inglaterra y Ramón Berenguer IV de Toulouse, enlace que suele ser
manifestación, en estos tiempos, de una alianza política.

Por otro lado, la conquista de de Normandía (1204) por parte de Felipe II Augusto, implicó que los
nobles normandos fueran desposeídos de sus feudos ingleses: Urgía compensar a dichos nobles
con otras posesiones, si quería atraerse a los mismos y evitar una rebelión. No podemos olvidar
que la cruzada contra los albigenses prendió especialmente en Normandia y que, de hecho, fue un
normando, Simón de Montfort, el líder más destacado de la misma. Resulta significativo, además,
que Simon de Montfort fuera también conde de Leiscester, si bien, lo era en teoría, dado que, como
señalamos, los nobles normandos fueron desposeídos de sus feudos ingleses.

El Sur de Francia

La Francia meridional se encontraba dividida, en estos momentos, en diversas entidades políticas


cuya vinculación vasallática resulta fluctuante: Por ejemplo, en 1135, Guillermo IV de Montpellier
juraba fidelidad, nada menos, que a Alfonso VII de Castilla, mientras que Beziérs, Narbona y
Carcasonne eran feudatarios de Pedro II de Aragón (1196-1213) durante el período que estamos
analizando.

Sea como fuere, podemos distinguir tres grandes bloques:


 Los Sant Géli, condes de Toulouse
 Los Trencável, señores de Carcasonne, Béziers y Albi

 Otros poderes locales: Foix, Narbona, Beárn

Teóricamente, los Trencável eran vasallos de los condes de Toulouse, pero la actitud refractaria de
los primeros hacia el control por parte de sus señores, generaría tensiones y enfrentamientos entre
ambos, llegando a cerrarse contra los Trencável, alianzas entre los tolosanos y aragoneses. Quizás
este enfrentamiento explique la benévola y tolerante actitud de los señores de Albi y Béziers hacia
los cátaros: Dado que Raimundo V de Toulouse combatía con denuedo la herejía, era natural que
cátaros y Trencável se unieran, dada la convergencia de intereses y enemigos.

Papado

Aunque el arraigo de la herejía en el sur de Francia, y el amparo que los Trencável otorgaban a los
herejes, podía preocupar a Roma, lo que los Papas temían especialmente era al Sacro Imperio
Romano Germánico y los repetidos intentos de sus titulares por someter al Papado. Por eso,
cuando Constanza de Sicilia se casa con Enrique VI (1190 - 1197), las alarmas saltaron en la
Curia: el cerco imperial en torno a los Estados Pontificios se estrechaba.

Sabemos que la esposa de Raimundo VI, Matilda, era 'perfecta', es decir, una notable cátara - lo
que es perfectamente plausible, habida cuenta de las influencias islámicas y bizantinas de la corte
de su padre Roger II, que podrían haberla puesto en contacto con doctrinas orientales -, lo cual,
habría contribuido a suavizar la actitud del conde de Toulouse respecto a los herejes. Que un señor
como el de Albi protegiera a los herejes era una cosa, pero que un magnate como el conde de
Toulouse se uniera a éste en su amparo a los cátaros, podía resultar demasiado inquietante para
Roma. Ahora bien, lo realmente grave, es que Matilda, era hermana de Constanza, es decir, de la
esposa de Enrique VI de Alemania, de manera que, Raimundo VI estaba ahora vinculado a los
enemigos de Felipe II Augusto e Inocencio III papa, por cierto, de origen francés. El frente
meridional se volvía ahora especialmente hostil.

La elección de Otón de Brunswick en detrimento del gibelino Felipe de Suabia, continuador de la


tradicional política de los emperadores alemanes, redujo la tensión que había excitado los ánimos
franco-romanos, pero ambos aliados se daban cuenta del peligro que suponía el condado tolosano,
a la retaguardia del frente principal de la lucha entre ingleses y franceses.

La cruzada contra los cátaros

Paralelamente a estos acontecimientos, el Languedoc hervía desde un punto de vista religioso. Así,
para contrarrestar la actividad cátara, la Iglesia envió diversos predicadores como Domingo de
Guzmán, fundador, precisamente, de la Orden de Predicadores, también conocidos como
dominicos, que continuarían la obra de San Bernardo de Claraval. Esta catequizante competencia
se vería encauzada en los llamados coloquios, en los que cátaros y católicos se reunían para
exponer sus puntos de vista. Si bien, Inocencio III podía impacientarse ante los escasos avances
de la actividad misionera católica en el Languedoc, era Felipe II Augusto el que tenía bastante más
prisa por dar salida a muchos de esos nobles normandos que se habían quedado sin sus feudos
ingleses, y por neutralizar un principado que, a más de escapar al control soberano del rey de
Francia, constituía un serio peligro en su retaguardia.
La actitud de los legados pontificios como Pedro de
Castelnau o Arnaud Amaury, muestran que a éstos no
les interesaba la conciliación, sino poner a Raimundo VI
al límite con exigencias cada vez más humillantes y
duras que condujeran irremediablemente a la guerra. En
1207, Pedro de Castelnau consiguió que Raimundo VI
se uniera a la cruzada contra los albigenses, pero el
asesinato del legado pontificio poco después -
supuestamente, a manos de un caballero al servicio del
conde de Toulouse -, serviría en bandeja aquello que el
rey de Francia esperaba desde hacía tanto tiempo: En
marzo de 1208, Inocencio III proclama la cruzada contra
Ramón VI y, lo que es más importante, contra sus
territorios. El Papa, como no podía ser de otra manera,
se dirige al rey de Francia y a la nobleza del Norte que,
hasta ese momento, implicada en su lucha contra Juan
Sin Tierra de Inglaterra, había ignorado otras
convocatorias similares: Ahora, el Papa no llamaba a la
cruzada sólo contra los herejes, sino contra un poder
territorial muy concreto. Así, entre 1208 y 1209, Arnaud
Amaury, sucesor de Pedro de Castelnau, predicará la
cruzada, uniéndose a ella, entre otros magnates del
norte, Otón III de Borgoña.

Inicialmente, Ramón VI propondrá a su rival Ramón Roger, señor de Albi y Carcassonne, constituir
una alianza contra la cruzada, pero el de Albi la rechazará. ¿Por qué rechazó Ramón Roger un
ofrecimiento dirigido a frenar una agresión que iba, al fin y al cabo, especialmente contra él?.
Quizás, el Trencável sabía que esa cruzada no iba tanto contra los herejes, como contra el conde
de Toulouse, de manera que era probable que, si a las puertas de sus dominios, el señor de Albi se
arrepentía, los cruzados respetarían su posición y títulos, mientras arremetían contra el tolosano,
eliminando así a su adversario. Es probable que el conde de Toulouse se diera cuenta de la
maniobra, puesto que él acabará haciendo exactamente lo mismo: Si la cruzada barría a los
pequeños nobles de Occitania que habían tolerado o protegido a los herejes, cuando los cruzados
se marcharan, el tolosano quedaría como el poder hegemónico de la zona.

Ahora bien, aunque Raimundo VI se había unido a los cruzados, el líder de éstos, Simon de
Montfort atacaría también Toulouse, demostrando que la cruzada no se dirigía tanto contra los
herejes, como contra el titular del poderoso condado meridional, insistimos, amenaza constante en
la retaguardia de Felipe II Augusto y poder todavía no sometido a la efectiva soberanía del rey de
Francia.
Las victoria de Simon de Montfort, suponen victorias para el rey de Francia, pero su peón
normando comenzaba a hacerse demasiado independiente y poderoso: Si en el verano de 1209
conquista Béziers y Carcasonne, convirtiéndose en señor de ambos señoríos - Pedro III aceptó que
Simon de Montfort tuviera estos señoríos, pero estaría sometido a vasallaje del conde de
Barcelona -, poco después irá arremetiendo contra otros enclaves y territorios, llegando a tomar
Moissac e incluso los señoríos de nobles que nunca habían amparado la herejía.

Los nobles del Sur de Francia se dieron cuenta de que, o bien, la cruzada tenía como objetivo la
completa erradicación de la herejía - muchos de sus familiares seguían las doctrinas cátaras -, o
bien, se pretendía la completa sumisión del sur al rey de Francia, de manera que, ante la eficaz
resistencia de Toulouse, el conde de Fóix, el vizconde de Béarn y a otros señores se unieron a
Raimundo VI para combatir a los cruzados. Quizás las palabras atribuidas a Arnaud Amaury
respecto a la población cátara y católica de Béziers, - "matadlos a todos, Dios escogerá a los
suyos" - sean apócrifas, pero pueden ser un claro reflejo de lo que el rey de Francia y sus agentes
pontificios pretendían: Someter a su soberanía el sur de Francia, territorio que, fuera católico o
cátaro, prefería mantener la situación tal y como estaba.

Sin embargo, la intensa actividad conquistadora de Montfort, podía conducir a la constitución de un


principado aún más poderoso y extenso que el de Raimundo VI, por lo que Inocencio III acabará
denunciando los excesos de Montfort, quizás horrorizado por las matanzas realizadas por el
mismo, pero quizás también respondiendo a la inquietud generada en Felipe II Augusto por la
exitosa expansión y consolidación del noble normando.

Ahora bien, si el Papa procuró atenuar los excesos de Montfort, Inocencio III no atenderá las
demandas de los señores injustamente desposeídos, por lo cual, muchos de estos, vasallos de
Pedro II el Católico de Aragón, decidieron pedirle ayuda, conscientes del prestigio alcanzado por su
brillante y vital actuación en las Navas de Tolosa contra los almohades (1212), que le valió el título
de rey católico. La presencia del aragonés mostraría al Papa que la de Montfort, no era una
cruzada contra la herejía, sino una simple operación política.

Pedro II, por su parte, tenía algunos motivos para intervenir: Los genoveses estaban trastornando
sus planes respecto a Valencia y Mallorca, y Francia era el principal aliado de estos comerciantes
italianos. Por otro lado, y como adelantamos más arriba, el rey de Aragón recoge la política
pirenaica del condado de Barcelona, de manera que la actuación de Montfort es contemplada
como una intolerable injerencia del rey de Francia en un ámbito de influencia que le pertenecía. La
intervención en el sur de Francia, podría servir para enfriar el excitado ánimo galo y daría a Aragón
mayor margen de maniobra en su pugna mediterránea. En septiembre de 1213, aragoneses y
cruzados habrían de encontrarse en Muret, pero la derrota y muerte de Pedro II en la batalla,
constituirá un duro golpe para la posición de los catalanos-aragoneses en el Pirineo septentrional.

Tras la victoria de Muret, Monfort volvió a arremeter contra Toulouse, pero como tras la batalla de
Bouvines (1214), Felipe II Augusto había neutralizado a sus más poderosos enemigos, decidió que
ya había llegado el momento de ocuparse del frente sur, y muy especialmente, del activo y
poderoso Simon de Montfort. El que había iniciado su carrera como peón de Francia, parecía estar
ahora fuera de control, por lo cual, urgía contrarrestar su poder…. Y precisamente, el conde de
Toulouse podía servir a tales propósitos. Para no crear perplejidad entre los cruzados, el rey de
Francia no podía pactar con Raimundo VI, personaje que, a pesar de retractarse, hacer penitencia
o de haberse unido a los cruzados, había sido atacado sin piedad. Si ahora se pactaba con él,
podría cundir la confusión entre los cruzados, y lo que es más importante, Simón de Montfort y
otros jefes cruzados ahítos de tierras y títulos, podían sospechar. Era necesario eliminar a
Raimundo VI, pero sin destruir por ello el señorío de los St. Gilles ni a sus legítimos titulares; la
solución era simple: Raimundo VI sería sucedido por su hijo Raimundo VII.

Aceptando los tolosanos las soluciones propuestas en el IV Concilio de Letrán (1215), Raimundo VI
y su hijo, durante el viaje de vuelta, serían recibidos en Marsella y Avignon con honores, jurándoles
fidelidad. La victoria de los Raimundos en la batalla de Beaucaire (1216), anunciaba que la estrella
de Montfort comenzaba a declinar. Es entonces cuando, decidido el normando a acabar de una vez
por todas con los St. Gilles, decide poner un nuevo sitio a Toulouse. Sin embargo, el 25 de junio de
1219, Simon de Montfort moriría bajo los muros de la ciudad.

Con la desaparición de Montfort, los señores del sur vieron alejarse el peligro de conquista y
desposesión de sus feudos y señoríos, por lo que también se atenuaría el apoyo a los cátaros. El
sucesor de Felipe Augusto, Luis VIII, seguirá presionando sobre los herejes y acabará imponiendo
su autoridad, pero llegará a un acuerdo con Raimundo VII (Tratado de París, 1229), por el que el
tolosano conservaba sus dominios y, a cambio, el rey de Francia consolidaba su autoridad.
Raimundo VII debía, además, combatir a los cátaros hasta su completa erradicación.

El final del Catarismo

El final del catarismo, viene dado por diversas causas, que podemos clasificar en dos grandes
grupos:

Externas

Como adelantamos más arriba, la muerte de Montfort contribuyó a que la pequeña nobleza
atenuara el apoyo prestado a los herejes. Los cátaros ya no eran tan necesarios y, seguir
apoyándoles, podía sumir Languedoc en una nueva tormenta como la padecida desde 1209. De
hecho, Ramón VII se preocupó de combatirles y perseguirles.

Internas

Disensiones doctrinales derivadas de sus propias incoherencias: dudas, desconfianza y


desazón entre los fieles.

Uno de los aspectos más problemáticos, y que generó gran inquietud y desafecciones entre los
cátaros era, por ejemplo, la doctrina relativa al estado del perfecto: así, si un perfecto pecaba,
todos los que hubieran recibido el consolament de sus manos, lo perdían, de manera que se
condenaban irremediablemente. Muchos comenzaron a temer si se salvarían, al no saber si el
perfecto que les había impuesto las manos había pecado, generando dudas, desconfianza y una
insoportable desazón entre los seguidores de la herejía, que les acabó por apartar del movimiento.

El rechazo al matrimonio y la procreación de hijos, contribuyó a reducir sus efectivos


demográficos

Puesto que todo lo material era intrínseamente abominable, lo peor para los cátaros era tener hijos.
Por ello se abolió el matrimonio para evitar la reproducción. De haber triunfado esta herejía, se
habría llevado a la Humanidad a su desaparición. Lo que sí consiguió -ciertamente- esta doctrina
es hacer que el número de cátaros disminuyese de forma natural.

Pero el desatino sobre la tenencia de familia llegó más lejos pues los cátaros afirmaban que si una
mujer moría antes de dar a luz, se condenaba, puesto que había muerto llevando un demonio
dentro. Y es que, si todo lo material era obra de Satán, también el hombre lo era - de hecho, Satán
habría creado al hombre del barro y le habría infundido vida al incardinar en dicha creación a un
ángel caído -, de manera que las mujeres embarazadas no estaban más que propiciando el
nacimiento de nuevos demonios, y tenían ya dentro de sí un demonio.

Que las mujeres pudieran ser ordenadas quizás atrajera a muchos disidentes de la Iglesia Católica,
pero este tipo de doctrinas acabaría alejando a muchas de ellas, en una época, en la que éstas
eran principales educadoras y transmisoras de valores.

La revuelta de 1242

Ante la persecución de los cátaros, el sur de Francia volvió a agitarse en 1242, siendo asesinados
algunos eclesiásticos. Dado que la revuelta habría sido planificada en Montségur, bastión albigense
en el que se habrían refugiado obispos y gran número de perfectos, se resolvió acabar con el
mismo. Sometido a sitio entre el verano de 1243 y marzo 1244, su caída supuso un duro golpe
para el movimiento, al desaparecer el grueso de aquellos que, mediante imposición de manos,
podían ordenar a nuevos perfectos.

Refugiado en el Norte de Italia, el catarismo intentaría resurgir en diversas ocasiones a lo largo del
S. XIV, destacando el período de Pierre Autier (1299 - 1310), hasta desaparecer en los albores del
S. XV.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:


Jorge Martín Quintana

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