Está en la página 1de 7

Universidad Católica Andrés Bello

Cátedra: Filosofía del lenguaje II


Estudiante: Janyole J. Guillen V.

Prueba escrita (Junio 2019)

El Tractatus Logico-philosophicus. Se trata de trazar los límites del


significado, de separar lo que puede decirse y lo que no puede decirse. En efecto, no
todo puede decirse de forma sensata, existen para Wittgenstein límites a la expresión
de los pensamientos. El autor no sostiene aquí que haya pensamientos en sí mismos
desprovistos de significado, sino más bien que no todos los pensamientos son
expresables. La obra tiene entonces por objeto establecer los criterios que hacen que
una exposición tenga sentido, determinar lo que podemos decir y lo que debemos
callar. El veredicto de Wittgenstein es claro: el ámbito de lo que puede decirse y el
del significado se traslapan, intentar expresar lo indecible en el lenguaje no lleva
sino a una exposición carente de significado. El Tractatus es entonces una obra de
delimitación: Wittgenstein expone los criterios del significado y en qué casos no se
cumple con dichos criterios.1

En este mismo sentido, el verdadero método de la filosofía sería propiamente


este: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”. La función de la filosofía.
Según el primer Wittgenstein el lenguaje solo puede hablar del mundo cuando es
posible aplicar la isomorfía. Por ello, las proposiciones verdaderas serían la totalidad
del contenido de la ciencia (a un objeto le corresponde un nombre, a un hecho una
proposición y al mundo el lenguaje). Y por ello, aquellas proposiciones a las que no
se les puede aplicar la isomorfía son pseudoproposiciones. La filosofía hasta ahora
sólo ha expresado pseudoproposiciones. La verdad filosófica, como tal, aspira a
estar más allá de la experiencia y por eso es un sinsentido. Las cuestiones filosóficas
1
Tierno Galván E., Tractatus Logico-philosophicus presentación en forma de árbol en una
misma página, siguiendo la traducción de para la Revista de Occidente.
no se pueden responder y la verdadera tarea de la filosofía es convertirse en una
actividad de clarificación sobre lo que puede conocerse. Así la filosofía es crítica del
lenguaje y análisis de los límites del conocimiento.

Frente a este planteamiento, deduzco que el Wittgenstein de las investigaciones


filosóficas, no estaba de acuerdo con su primera teoría presentada en el fragmento.
Y rechazó del “Tractatus” su visión del lenguaje como una representación, es decir;
el Wittgenstein del “Tractatus” consideró que este lenguaje es imperfecto pues
esconde su estructura lógica, y se preocupó por mostrar que era posible rescatar esta
estructura y expresarla en un lenguaje ideal que no tuviese los defectos del lenguaje
corriente.

En su segunda época, Wittgenstein no ve el lenguaje ordinario como imperfecto,


rechaza la teoría pictórica del significado y la visión esencialista del significado y
del lenguaje. No existe “el lenguaje”, existen muchos lenguajes, tantos como formas
de vida; cada forma de vida da lugar a un juego de lenguaje, con reglas y objetivos
propios. Entre los juegos de lenguaje existen sólo ciertos parecidos de familia, no
una esencia común.

El segundo Wittgenstein, plantea una nueva teoría de significación, que tiene una
visión instrumental o utilitaria. Es decir, “el lenguaje es como una caja de
herramientas” y mantiene aspectos comunes aunque está en desacuerdo con su
primer planteamiento en el “Tractatus.” Que sostenía que existe un solo lenguaje
que es el de la ciencia. Dicho de otra manera, para el primer Wittgenstein existen
límites en las expresiones del pensamiento, o sea en las palabras, porque no todo
puede ser expresado a través de ellas. .

En conclusión, podríamos decir que aunque Wittgenstein parte del mismo


problema son totalmente opuestos; porque en el primer planteamiento Se trata de
una concepción del lenguaje completamente ideal, científico. Mientras que para el
segundo Wittgenstein, el lenguaje en este aspecto es puramente per formativo: el
significado de una expresión es su uso.

Dejare diferencias clara entre el primer Wittgenstein y el segundo que quizás


ayuden a aclarar su desacuerdo con respecto al fragmento presentado.

 Mientras que para el W1 había un sólo lenguaje, a saber: el lenguaje ideal


compuesto por la totalidad de las proposiciones significativas (lenguaje
descriptivo), para el W2 el lenguaje se expresa en una pluralidad de distintos
juegos de lenguaje (del que el descriptivo es sólo un caso).
 Por otra parte, el W1 definía lo absurdo o insensato de una proposición en
tanto que ésta rebasaba los límites del lenguaje significativo, mientras que
el W2 entiende que una proposición resulta absurda en la medida en que ésta
intenta ser usada dentro de un juego de lenguaje al cual no pertenece.

 De ahí que, para el W1, el significado estaba determinado por la referencia,


lo que equivale a decir que si una palabra no nombra ninguna cosa o una
proposición no figura ningún hecho, carece de significado en tanto que
resulta imposible asignarle un determinado valor de verdad.

 Pero el W2 reconoce que en el lenguaje ordinario la función descriptiva es


una de las tantas funciones del lenguaje y que, por ende, el dominio del
significado es mucho más vasto que el de la referencia.
 Así, para el W2, el sentido de una proposición o el significado de una palabra
es su función, o sea, que está determinado por el uso que se haga de la
misma.

Por otro lado, está la postura de Austin que pertenece a una tradición de
pensamiento iniciada tempranamente por John Cook Wilson (1849-1915) a
comienzos del siglo XX, la que había sido luego continuada por H.A. Richard
(1871-1947), quién fuera maestro de Austin. A través de ella se destacaba la
importancia del lenguaje ordinario por sobre el “lenguaje de la reflexión” y se
sostenía, en palabras de Austin que el lenguaje ordinario, si bien no es la última
palabra, pues “puede ser complementado, mejorado y superado”, sin embargo, “es la
primera palabra” y de él debe ser el punto de partida de la indagación filosófica.

Por lo que, en primer lugar, según el fragmento presentado, se deduce


claramente que Austin no está de acuerdo en algunos aspectos con la postura
presentada en el “Tractatus” por el hecho de que él considera el lenguaje como
punto de la indagación filosófica, mientras que en el fragmento presentado del
“Tractatus” claramente refleja que el verdadero método de la filosofía seria
propiamente no decir nada, sino aquello que se puede decir; es decir, la
preposiciones de la ciencia natural algo que no tiene nada que ver con la filosofía. O
sea, el presenta un leguaje que está más ligado a lo ordinario y desligado de la
filosofía.

En otro sentido, Austin no estará de acuerdo por el hecho de que Wittgenstein


presenta un lenguaje exclusivamente descriptivo o informativo, y el por su lado
afirma que el lenguaje hace cosas. Que no todo enunciado puede ser verdadero o
falso.

En segundo lugar, Austin nos propone usar un lenguaje ordinario, natural y


simple, mientras que en el “Tractatus” claramente Wittgenstein señala y afirma que
“Quien lo comprende debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de
haber subido” es decir, que no existe un lenguaje claro y ordinario, o sea,
Wittgenstein negaba categóricamente que hubiese un «lenguaje ordinario»,
precisamente porque tampoco hay un lenguaje «extraordinario» (ya sea el de la
ciencia o el de la metafísica). No disponemos de un lenguaje «mejor» que el
lenguaje (como alguna vez se pensó que era la lógica) ni tampoco de un lenguaje
más «ordinario» que él: disponemos (por así decirlo) únicamente del lenguaje, y no
podemos elevarnos ni descender por encima o por debajo de él.

En tercer lugar, se puede afirmar que Austin está de acuerdo en otro sentido,
con este fragmento del Tractatus, por el hecho de que él afirmaba que el lenguaje
presentado por el primer, Wittgenstein era poco ordinario, exclusivamente
descriptivo y un limitado números de personas lo entendían, aspecto que claramente
el mismo Wittgenstein afirma en el fragmento cuando dice “Mis preposiciones son
esclarecedora de este modo; quien me comprende acaba por reconocer que
carecen de sentido, siempre que el que me comprenda haya salido a través de
ellas” y delante de esta afirmación, Austin opina exactamente lo mismo que se
resume en esas líneas y por tal motivo, nos presenta un leguaje más ordinario que va
ligado a la experiencia y a los actos de habla. Y que pueda ser comprendido no solo
por el que lo elabora. Si no por todo el que lo escuche.

Porque según Austin todo enunciado debe llevar consigo una “fuerza
ilocutiva” es decir, que indica el modo en el que debe ser interpretado dicho
enunciado. Característica que no tenía el enunciado presentado en el Tractatus y que
marca de alguna manera la diferencia y el desacuerdo entre ambos autores.

Por lo tanto, A diferencia del Wittgenstein del Tractatus, Austin no se


preocupo por encontrar la verdadera forma del mundo, es decir, su representación.
A través de una explicitación de rasgos estructurales regidos por su forma lógica, de
Wittgenstein encontró la manera de reconocer los índices semánticos comunes del
lenguaje y el mundo: Los hechos sin embargo, desde la perspectiva Austiana tales
propósitos solo podían ser alcanzados recurriendo a lo que Austin denomino, una
falacia descriptiva.
En cuanto, a este mismo tema, Searle está en de acuerdo con el fragmento,
cuando afirma que en la emisión de una oración el hablante expresa una preposición.
Es decir, no hay que decir nada, si no aquello que se puede decir, o sea las
preposiciones de la ciencia natural. Y estas preposiciones claramente tienen que ir
acompañadas de Actos de habla para darle el significado correspondiente a los
signos dentro de las preposiciones. Y estos actos los clasifica en ilocutivos,
ilocucinario y perlocucionario

Searle en mi opinión, funda su teoría teniendo como base en primer lugar la


teoría de Austin, y en segundo lugar, a este fragmento del Tractatus.

Sustento esta opinión en la frase del fragmento que dice “Y siempre que
alguien quiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado
significado a cierto signos en sus preposiciones” es decir, si el hablante da
significado a ciertos signos en sus preposiciones, este va a producir un efecto,
haciendo que el oyente reconozca su intensión de producir ese mensaje y el
significado final que este tiene.

Por lo tanto, se podría afirmar que Searle está de acuerdo, por el hecho de
que él también piensa que es necesario dar y demostrar ciertos signos en las
preposiciones para que pueda ser comprendido el lenguaje. Y por este motivo
plantea los actos de habla y los clasifica en:

 Asertivos: Que comprenden al hablante con una proposición.


 Directivo: Acto de invitar, ordenar y preguntar
 Propósito ilocucinario: Intentar que el oyente haga algo.

Estos signos podemos decir, que pueden ser, la Perlocución que es el efecto
que causa la preposición en otro y la ilocución que es donde se establece el
significado.
En conclusión, el acierto indudable de Searle reposa en el hecho de acentuar
la importancia del elemento intencional en la comprensión del significado. Es cierto
que el significado depende en parte de nuestras intensiones, pero no por completo.

También podría gustarte