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Desde mediados de los años 70 del siglo XX el pueblo argentino viene sufriendo las
consecuencias de un saqueo constante de sus riquezas y del esfuerzo de su trabajo.
Saqueo que se multiplica y profundiza de manera cíclica, con caídas más profundas en
momentos de crisis estrepitosas. Crisis que se superan luego con esfuerzo, pero que
nunca alcanzan a recomponer todo lo destruido y jamás a recuperar lo perdido.
La última dictadura cívico-militar inició el largo camino hacia el abismo, con una
política que hirió de muerte el modelo económico social vigente hasta entonces
(denominado ISI –industrialización por sustitución de importaciones-), dejando una
herencia a los futuros gobiernos democráticos, que luego del impasse de la agonía del
radicalismo alfonsinista dio lugar a la demolición y la muerte del viejo modelo por
parte del justicialismo menemista, sentando las bases de una nueva etapa del
capitalismo dependiente en la Argentina.
Durante los doce años del justicialismo kirchnerista, el país pagó cifras fabulosas a
los usureros internacionales por una deuda fraudulenta que nunca se auditó ni
investigó oficialmente (lo reconoció la ex presidenta cuando dijo que fuimos
“pagadores seriales”). Y la fuga de capitales alcanzó casi los cien mil millones de
dólares. Eso, además de la salida de miles de millones por remesa de utilidades al
exterior de las corporaciones extranjeras.
De más está decir que esta orgía saqueadora en beneficio de una minoría de parásitos
la debe pagar luego el conjunto de la sociedad, con esfuerzos y sacrificios, que
incluyen desempleo, empleos precarios, pobreza generalizada, hambre para millones,
crisis en la salud y la educación pública, etc.
El mecanismo de tomar deuda vía Lebac, Leliq y pases activos, llevó al Banco Central a
garantizar rentas por tasas de interés superiores al 40, 50 y hasta más del 70%
anual, ante un endeudamiento que superaba los dos billones de pesos. Eso les
garantizaba a banqueros y usureros varios, poder obtener rentas por cientos de miles
de millones de pesos al año (sin mover un dedo y muchas veces sin poner siquiera un
peso de su propio bolsillo).
El mecanismo de saqueo interno por parte de las grandes corporaciones y del capital
usurero (y a costa del sacrificio de los argentinos) permitía acumular inmensas
fortunas en pesos argentinos. Pero los saqueadores necesitaban dólares para llevar
su botín al exterior. Como los dólares no alcanzaban, el gobierno de Macri tomará
deuda en dólares para abastecer la demanda de los saqueadores.
Así, lo que entraba por una puerta (del Estado), se lo fueron llevando por otra puerta
(los privados). Los ‘inversores’ acumulaban fortunas inmensas en pesos y el Estado los
abastecía luego con dólares baratos, para que se las llevaran afuera. Hubo entonces
episodios de saqueos y posteriores devaluaciones del peso, como consecuencia de
esos saqueos. Pero mientras tanto, los saqueadores fugaban montos enormes. Sucedió
desde el 2018, cuando se entregaron decenas de miles de millones de dólares a veinte
pesos, luego a cuarenta, hasta que se acabaron (hoy, un argentino de a pie que quiera
comprar unos dólares para ahorrar debe pagar más del doble).
En el ínterin, cuando los ‘inversores’ vieron la dificultad futura para recuperar los
dólares que traían para volverlos multiplicados, se interrumpió el endeudamiento con
privados. Pero continuó la repudiable bicicleta financiera. ¿Cómo era posible? ¿Qué
podían hacer con las ganancias fabulosas todavía en pesos de los grandes inversores
usureros, si se estaban agotando los dólares?
Aparecerá entonces el generoso Fondo Monetario Internacional, quien por orden de
Trump otorga a nuestro país un préstamo en violación de sus propios estatutos, (y
acordado por Macri en violación de nuestra constitución), para lograr un doble
objetivo: abastecer a la Argentina de nuevos dólares para que continúe la fuga, y
evitar la explosión de dólar de manera de favorecer la estabilidad y la reelección de
Macri. Llegará así un préstamo del FMI por más de 56 mil millones de dólares, de los
cuales ya se desembolsaron más de 44 mil millones de esa moneda.
De acuerdo a la denuncia penal realizada por Claudio Lozano contra Macri y otros
funcionarios de su gobierno, durante el período que ingresaron los 44 mil millones de
dólares del FMI, hubo una fuga de capitales de más de 36 mil millones. A fines de
noviembre de 2019 solo quedaban disponibles un poco más de mil millones de dólares,
de ese préstamo irregular y corrupto recibido por la Argentina.
Como saldo de esa gestión, la deuda pública del Estado nacional se incrementó en casi
130 mil millones de dólares, y los especuladores vía la fuga de capitales se llevaron
más de 85 mil millones de dólares.
Es decir, el nuevo Presidente sólo debía cumplir con las obligaciones que le
corresponden a cualquier gobierno en el marco de la ley vigente. Y por supuesto,
bregar por los intereses del conjunto, para devolver aunque sea parcial y
gradualmente lo perdido durante la gestión anterior.
Hay que recordar que el saqueo fue posible por dos circunstancias: una, políticas que
facilitaron de manera ilegítima la acumulación de riqueza en una minoría, a costa del
sacrificio de casi toda la población; y la otra, medidas que brindaron dólares baratos
a los que se enriquecieron en peso, para que llevaran sus ganancias al exterior. Con el
agregado que cuando los dólares no alcanzaban, endeudaban al Estado (es decir, a
todo el pueblo).
¿Qué quiere hacer el gobierno de Alberto Fernández?
Y para llevar adelante esa estrategia, decide aplicar las tradicionales políticas de
ajuste, donde el Estado tiene que obtener el dinero suficiente para comprar los
dólares necesarios y pagar la deuda, ya sea bajando gastos o subiendo ingresos.
¿Cómo lo hace? ¿Bajando gastos superfluos, como los subsidios a grandes grupos
empresarios? ¿Subiendo impuestos a los que más ganaron en estos años, incluyendo
los que se enriquecieron con la usura y con tarifazos irracionales?
Como además se endeudó al Estado para darles dólares baratos a los saqueadores
para que se lleven su fortuna afuera, el nuevo gobierno ahora les garantiza no hacer
ninguna investigación por esa deuda fraudulenta, y decide poner como prioridad de su
gobierno cumplir con el pago de la misma.
Entonces ahora viene el doble sacrificio del pueblo argentino, que el gobierno quiere
volcar sobre sus espaldas con las políticas de ajuste, para posibilitar el casi imposible
pago de la deuda fraudulenta.
Se consuma así la última gran estafa al pueblo argentino, que con infinitos sacrificios
y la destrucción de sus bienes comunes debe pagar la fiesta de los saqueadores.
Estafa que Macri la inició, Alberto Fernández la continúa… y la pagan los giles de
siempre.
Sin embargo, no está dicha la última palabra. Pedir más sacrificios a los que menos
tienen, sin tocar a los más poderosos, está mostrando que puede colmar la paciencia
de los giles. Por más que se trate de atemperar con subsidios a los hambrientos y
ocultar con marketing contra el hambre.
(*) Luis Lafferriere – Docente universitario y director del Programa de Extensión “Por una nueva
economía, humana y sustentable”, carrera de Comunicación Social de la UNER / Miembro de la Junta
Abya Yala por los Pueblos Libres y del Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria Argentina.