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La última gran estafa al pueblo argentino

Mauricio la inició, Alberto la continúa (…los giles de siempre la pagan)

Luis Lafferriere (*) – 29 de diciembre de 2019

Desde mediados de los años 70 del siglo XX el pueblo argentino viene sufriendo las
consecuencias de un saqueo constante de sus riquezas y del esfuerzo de su trabajo.
Saqueo que se multiplica y profundiza de manera cíclica, con caídas más profundas en
momentos de crisis estrepitosas. Crisis que se superan luego con esfuerzo, pero que
nunca alcanzan a recomponer todo lo destruido y jamás a recuperar lo perdido.

La última dictadura cívico-militar inició el largo camino hacia el abismo, con una
política que hirió de muerte el modelo económico social vigente hasta entonces
(denominado ISI –industrialización por sustitución de importaciones-), dejando una
herencia a los futuros gobiernos democráticos, que luego del impasse de la agonía del
radicalismo alfonsinista dio lugar a la demolición y la muerte del viejo modelo por
parte del justicialismo menemista, sentando las bases de una nueva etapa del
capitalismo dependiente en la Argentina.

En el camino quedaron la fuga masiva de capitales de la dictadura (más de 50 mil


millones de dólares) con la herencia de una deuda fraudulenta avalada ilegalmente por
los gobiernos posteriores; el ‘dolarazo’ y el golpe de mercado contra Alfonsín; la
nueva y masiva fuga de capitales durante el menemato; la explosión de fines de siglo
que terminó con el gobierno de la Alianza, y el mega saqueo perpetrado por la banca y
las corporaciones, con un vaciamiento financiero organizado conjuntamente por
Cavallo, los banqueros y el FMI (vaciamiento fraudulento comprobado por una
comisión investigadora especial de la Cámara de Diputados de la Nación, que sin
embargo no generó ninguna medida oficial para reparar, atribuir responsabilidades o
juzgar a los responsables).

Nuevo siglo, más saqueos

Superada la profunda crisis de cambio de siglo, se desplegará en la Argentina


dependiente un nuevo modelo económico social, que por sus características denomino
neocolonial, concentrador, extractivista depredador, de saqueo y corrupción. La
democracia se consolidará al servicio del nuevo modelo, es decir al servicio del
proyecto dominante de quienes detentan el poder real, y la partidocracia sólo luchará
en las elecciones para definir quiénes serán los capataces que han de administrar el
Estado para garantizar la continuidad esencial de ese modelo.
A pesar de la bonanza de la reactivación post 2002, de los extraordinarios precios
internacionales de nuestra producción exportable y de haber pasado por un período
de enormes ingresos de las arcas públicas, los graves problemas estructurales de la
Argentina no se resolvieron y el saqueo de nuestras riquezas continuó sin
alteraciones.

La modalidad del saqueo se produce de manera material, vía la extracción


depredadora y la exportación de gran parte de lo extraído (por la megaminería, el
fracking, los monocultivos transgénicos con uso masivo de agrotóxicos, etc); y de
forma monetaria, vía la remesa de utilidades, el pago de intereses y la fuga de
capitales, con dólares que son cada vez más escasos para saciar la voracidad de los
saqueadores.

Durante los doce años del justicialismo kirchnerista, el país pagó cifras fabulosas a
los usureros internacionales por una deuda fraudulenta que nunca se auditó ni
investigó oficialmente (lo reconoció la ex presidenta cuando dijo que fuimos
“pagadores seriales”). Y la fuga de capitales alcanzó casi los cien mil millones de
dólares. Eso, además de la salida de miles de millones por remesa de utilidades al
exterior de las corporaciones extranjeras.

De más está decir que esta orgía saqueadora en beneficio de una minoría de parásitos
la debe pagar luego el conjunto de la sociedad, con esfuerzos y sacrificios, que
incluyen desempleo, empleos precarios, pobreza generalizada, hambre para millones,
crisis en la salud y la educación pública, etc.

La última gran estafa: la inicia Mauricio, la continúa Alberto

En el período diciembre 2015-diciembre 2019 asume la gestión del Estado un grupo


de representantes directos del poder económico, que van a dejar a la economía
argentina como zona totalmente liberada para el vandalismo de las corporaciones y de
la usura financiera. El tan denostado ‘estatismo’, el tan criticado ‘intervencionismo’,
se va a poner al servicio de la acumulación desenfrenada de riquezas de unos pocos, a
costa del esfuerzo de los argentinos y del saqueo de nuestros bienes comunes.

Será el Estado quien dispondrá de tarifazos de servicios públicos esenciales en


beneficio de las distribuidoras energéticas, por más del mil, dos mil y tres mil por
ciento; de aumentos dolarizados a las empresas petroleras por la extracción de
nuestro propio petróleo y gas a costos ínfimos; y dejará libertad total para la
fijación de precios en mercados supuestamente ‘libres’ a monopolios y oligopolios que
se harán un festín con aumentos de precios imparables (que terminan el 2019 con la
inflación más alta de los últimos 28 años).
Todo eso lo paga el conjunto de la población con la pérdida de su calidad de vida, con
caídas sistemáticas de sus ingresos, con deterioro del salario real y de los haberes
de los jubilados, con la dramática disminución del consumo de bienes y servicios
esenciales, como es el caso de los alimentos, los medicamentos, el gas y la
electricidad.

Pero además, el tan denostado ‘intervencionismo estatal’ de Mauricio y su pandilla


armó una arquitectura pública para garantizar rentas fabulosas a los usureros
(muchos de ellos funcionarios y amigos del poder) a través del endeudamiento y la
emisión de dinero por el Banco Central.

El mecanismo de tomar deuda vía Lebac, Leliq y pases activos, llevó al Banco Central a
garantizar rentas por tasas de interés superiores al 40, 50 y hasta más del 70%
anual, ante un endeudamiento que superaba los dos billones de pesos. Eso les
garantizaba a banqueros y usureros varios, poder obtener rentas por cientos de miles
de millones de pesos al año (sin mover un dedo y muchas veces sin poner siquiera un
peso de su propio bolsillo).

El mecanismo de saqueo interno por parte de las grandes corporaciones y del capital
usurero (y a costa del sacrificio de los argentinos) permitía acumular inmensas
fortunas en pesos argentinos. Pero los saqueadores necesitaban dólares para llevar
su botín al exterior. Como los dólares no alcanzaban, el gobierno de Macri tomará
deuda en dólares para abastecer la demanda de los saqueadores.

Así, lo que entraba por una puerta (del Estado), se lo fueron llevando por otra puerta
(los privados). Los ‘inversores’ acumulaban fortunas inmensas en pesos y el Estado los
abastecía luego con dólares baratos, para que se las llevaran afuera. Hubo entonces
episodios de saqueos y posteriores devaluaciones del peso, como consecuencia de
esos saqueos. Pero mientras tanto, los saqueadores fugaban montos enormes. Sucedió
desde el 2018, cuando se entregaron decenas de miles de millones de dólares a veinte
pesos, luego a cuarenta, hasta que se acabaron (hoy, un argentino de a pie que quiera
comprar unos dólares para ahorrar debe pagar más del doble).

En el ínterin, cuando los ‘inversores’ vieron la dificultad futura para recuperar los
dólares que traían para volverlos multiplicados, se interrumpió el endeudamiento con
privados. Pero continuó la repudiable bicicleta financiera. ¿Cómo era posible? ¿Qué
podían hacer con las ganancias fabulosas todavía en pesos de los grandes inversores
usureros, si se estaban agotando los dólares?
Aparecerá entonces el generoso Fondo Monetario Internacional, quien por orden de
Trump otorga a nuestro país un préstamo en violación de sus propios estatutos, (y
acordado por Macri en violación de nuestra constitución), para lograr un doble
objetivo: abastecer a la Argentina de nuevos dólares para que continúe la fuga, y
evitar la explosión de dólar de manera de favorecer la estabilidad y la reelección de
Macri. Llegará así un préstamo del FMI por más de 56 mil millones de dólares, de los
cuales ya se desembolsaron más de 44 mil millones de esa moneda.

De acuerdo a la denuncia penal realizada por Claudio Lozano contra Macri y otros
funcionarios de su gobierno, durante el período que ingresaron los 44 mil millones de
dólares del FMI, hubo una fuga de capitales de más de 36 mil millones. A fines de
noviembre de 2019 solo quedaban disponibles un poco más de mil millones de dólares,
de ese préstamo irregular y corrupto recibido por la Argentina.

Como saldo de esa gestión, la deuda pública del Estado nacional se incrementó en casi
130 mil millones de dólares, y los especuladores vía la fuga de capitales se llevaron
más de 85 mil millones de dólares.

¿Qué debía hacer el nuevo gobierno?

Además de cumplir con sus promesas de cambiar drásticamente el rumbo de la


economía, y recompensar a la mayoría de la población por el deterioro que sufrieron
sus ingresos, se esperaba que Alberto Fernández frene la sangría de los saqueadores
y lleve adelante una profunda investigación sobre el destino de los recursos por el
mayor endeudamiento del país, y por la responsabilidad de los funcionarios corruptos
que llevaron adelante las medidas que incentivaron el saqueo (incluyendo la
irresponsabilidad del Fondo Monetaria que brindó dólares de manera irregular para
que siga la fiesta).

Es decir, el nuevo Presidente sólo debía cumplir con las obligaciones que le
corresponden a cualquier gobierno en el marco de la ley vigente. Y por supuesto,
bregar por los intereses del conjunto, para devolver aunque sea parcial y
gradualmente lo perdido durante la gestión anterior.

Hay que recordar que el saqueo fue posible por dos circunstancias: una, políticas que
facilitaron de manera ilegítima la acumulación de riqueza en una minoría, a costa del
sacrificio de casi toda la población; y la otra, medidas que brindaron dólares baratos
a los que se enriquecieron en peso, para que llevaran sus ganancias al exterior. Con el
agregado que cuando los dólares no alcanzaban, endeudaban al Estado (es decir, a
todo el pueblo).
¿Qué quiere hacer el gobierno de Alberto Fernández?

A contramano de los intereses nacionales y populares, tomó una decisión estratégica


que supone la continuidad esencial del gobierno anterior, esto es: garantizar a los
acreedores usureros que la prioridad de sus políticas será el cumplimiento de las
obligaciones fraudulentas asumidas por Macri, sin hacer ningún tipo de auditoría,
investigación ni denuncia judicial. Máxime considerando que se trata de una deuda
impagable en los términos que ha sido asumida.

Y para llevar adelante esa estrategia, decide aplicar las tradicionales políticas de
ajuste, donde el Estado tiene que obtener el dinero suficiente para comprar los
dólares necesarios y pagar la deuda, ya sea bajando gastos o subiendo ingresos.

¿Cómo lo hace? ¿Bajando gastos superfluos, como los subsidios a grandes grupos
empresarios? ¿Subiendo impuestos a los que más ganaron en estos años, incluyendo
los que se enriquecieron con la usura y con tarifazos irracionales?

No. La decisión es subir impuestos a sectores medios, y lo más importante, meter


mano a los fondos de la ANSES y reducir más aun los haberes ya deteriorados de los
jubilados y pensionados nacionales (en violación de derechos constitucionales que
protegen a nuestros ancianos).

Mientras tanto, se garantizan las tarifas actuales a las distribuidoras de energía, se


permiten nuevos aumentos del precio de los combustibles, no se tocan las ganancias
de las corporaciones y los bancos, y hasta se elimina del pago del impuesto a las
ganancias el interés que obtengan los inversores en plazo fijo y bonos del Estado
(impuesto que pagan cada vez más los giles y perejiles de menores ingresos, como los
trabajadores autónomos, en relación de dependencia y hasta los jubilados).

En resumen, el saqueo que sufrió el pueblo argentino durante el gobierno de Macri,


significó un duro golpe a las condiciones de vida de toda la población. Fue una gran
estafa que contó con la complicidad parlamentaria y política de los partidos del
gobierno y los más importantes de la oposición. Pero el sacrificio, lamentablemente,
no concluyó ahí.

Como además se endeudó al Estado para darles dólares baratos a los saqueadores
para que se lleven su fortuna afuera, el nuevo gobierno ahora les garantiza no hacer
ninguna investigación por esa deuda fraudulenta, y decide poner como prioridad de su
gobierno cumplir con el pago de la misma.
Entonces ahora viene el doble sacrificio del pueblo argentino, que el gobierno quiere
volcar sobre sus espaldas con las políticas de ajuste, para posibilitar el casi imposible
pago de la deuda fraudulenta.

En lugar de cumplir con la promesa de campaña a los jubilados, de que recuperarían el


20% perdido de sus haberes durante la gestión anterior, sacándolo de la ganancia de
los bancos; decide sacarles a los jubilados una parte de sus haberes deshilachados,
quitándoles el derecho a la recomposición de los mismos ante las pérdidas sufridas
por la inflación (sin tocar a los sagrados banqueros). Pero además, se busca
profundizar el extractivismo depredador y contaminante en todo el territorio, como
garantía adicional de obtención de dólares para pagar la deuda fraudulenta, ilegítima
y odiosa asumida por gobiernos títeres del poder concentrado.

Se consuma así la última gran estafa al pueblo argentino, que con infinitos sacrificios
y la destrucción de sus bienes comunes debe pagar la fiesta de los saqueadores.
Estafa que Macri la inició, Alberto Fernández la continúa… y la pagan los giles de
siempre.

Estafa con final abierto… ¿Dejaremos de ser giles?

Sin embargo, no está dicha la última palabra. Pedir más sacrificios a los que menos
tienen, sin tocar a los más poderosos, está mostrando que puede colmar la paciencia
de los giles. Por más que se trate de atemperar con subsidios a los hambrientos y
ocultar con marketing contra el hambre.

La Argentina tiene una sociedad de apenas 45 millones de personas, y posee uno de


los territorios más privilegiados del planeta, por la cantidad de riquezas para
producir alimentos sanos, insumos variados, energía limpia y sustentable, que debería
brindar a todos una adecuada calidad de vida. Tenemos muchas potencialidades para
potenciar el trabajo de un pueblo que merece y puede mucho más.

Está en todos nosotros la decisión de aceptar pasivamente un destino sin futuro o, en


cambio, salir de nuestros espacios de comodidad para comenzar con más participación
y compromiso a construir una democracia real, una economía más solidaria y
sustentable, y un proceso de transición hacia otra sociedad mejor para todos. Pero
para eso, el comienzo es resistir las políticas de ajuste y la continuidad esencial del
modelo extractivista depredador. Ya hay muestras de la capacidad de nuestro pueblo
para buscar ese nuevo rumbo.

(*) Luis Lafferriere – Docente universitario y director del Programa de Extensión “Por una nueva
economía, humana y sustentable”, carrera de Comunicación Social de la UNER / Miembro de la Junta
Abya Yala por los Pueblos Libres y del Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria Argentina.

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