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Abner de Burgos
Burgos, Abner de. Alfonso de Valladolid. Burgos, c. 1270 – Valladolid, c. 1350. Rabino, médico y
filósofo.
Rabino y médico de la comunidad judía burgalesa, Abner de Burgos se formó en las Filosofías árabe y
judía, en Astrología, en estudios bíblicos y talmúdicos y en la cábala. A la edad de veinticinco años ya era
médico. Aunque se sabe poco de su vida, sin embargo se hizo famoso a raíz de unos hechos de los que él
mismo dio noticia y que, a la larga, provocaron su conversión al cristianismo, bautizándose con el nombre
de Alfonso de Valladolid.
La hostilidad hacia los judíos, a veces por influencia de lo que sucedía en otros países europeos, comenzó
a crecer en el último tercio del siglo xiii, tanto en el reino de Aragón, durante los reinados de Pedro III
(1275-1285), Alfonso III (1285-1291) y Jaime II (1291-1327), como en el de Castilla durante los reinados
de Sancho III (1284-1295) y de Fernando IV (1295-1312). Una de las medidas que tomaron los últimos
gobernantes mencionados parece haber sido la de ir suprimiendo paulatinamente los cargos públicos
desempeñados por los judíos. Comenzaron a ser acusados de magia, misterio, sacrilegios y crímenes
rituales.
Se sabe que el mismo año de la subida al trono de Fernando IV aparecieron dos falsos profetas, uno en la
villa de Ayllón y el otro en Ávila. Éste aseguró el inminente advenimiento del Mesías, que habría de
redimir al pueblo judío y asegurar el fin de su dispersión. Fue entonces cuando apareció la figura de Abner,
quien da cuenta de algunos prodigios anunciados por el profeta de Ávila y de cómo los judíos se prepararon
para el día en que estaba anunciado el advenimiento del Mesías, que sería anunciado por un toque
de šofar. Pero el prodigio esperado se tornó en la aparición de cruces en la ropa de quienes estaban
aguantando la llegada del Mesías, lo que movió a los judíos allí presentes a solicitar su conversión. Se ha
dicho que a consecuencia de este hecho, Abner se convirtió al cristianismo. Según algunos biógrafos, esta
conversión tuvo lugar poco después de haber terminado sus estudios de Medicina, lo que coincidiría con
las fechas inmediatamente posteriores a esos sucesos mesiánicos. Sin embargo, según otros autores, entre
ellos el obispo de Burgos Pablo de Santa María, en su Scrutinium Scripturarum, señalan que su conversión
tuvo lugar cuando ya frisaba los cincuenta o sesenta años de edad, mucho más tarde, por tanto, que el
episodio del mesianismo, por lo que se ha de pensar que esos incidentes no tuvieron una determinación
inmediata en la conversión de Abner, aunque sí pudo provocar en él una crisis de tipo espiritual, a pesar
de que de lo que afirman algunos de sus contemporáneos parece deducirse que su conversión no se debió
tanto a una convicción espiritual, sino a las ventajas materiales que traía consigo tal transformación.
Quizá contra esta acusación, escribió una obra, hoy perdida, Milűāmot ‘Ādonay, traducida al castellano a
petición de la infanta Blanca, abadesa del monasterio de Las Huelgas, con el título Las guerras del
Señor, en la que sostuvo que su conversión había sido voluntaria, alegando que le había movido a ella la
lectura de san Agustín.
La sinceridad de esta declaración podría verse confirmada por el hecho de que, tras su conversión, fue
nombrado sacristán, cargo de poca importancia económica, en la colegiata de Valladolid. Aquí adoptó el
nombre de Alfonso de Valladolid y a partir de entonces tomó parte activa en la lucha contra los judíos.
Ésta había continuado durante el reinado de Alfonso XI (1312-1350), quien al alcanzar la mayoría de edad
en 1322, se apoyó en ellos para gobernar, restableciendo la legislación protectora de las deudas de los
judíos. Parece que favoreció su conversión y, ante la acusación que formuló Abner de que los judíos usaban
en sus preces una oración en la que blasfemaban del Dios cristiano y maldecían de todos los cristianos, el
Rey prohibió dicha oración. El ahora llamado Alfonso de Valladolid comenzó a mantener hacia sus
antiguos correligionarios una actitud de rechazo, expresada en las continuas proclamas a favor de la
conversión, incluso forzada, de los judíos, y en el descrédito contra las diversas sectas en que éstos se
habían dividido a lo largo de su historia. Al haber consagrado los últimos años de su vida a la lucha contra
los judíos, ha pasado a la historia de éstos como uno de los iniciadores del anti-semitismo, creando, según
afirmó Baer, la ideología de la persecución religiosa que poco más tarde iba a sufrir la comunidad judía
hispana.
En algunas de sus obras, destinadas a los judíos, trata de probar la superioridad de la fe cristiana,
especialmente en su Moreh Şedeq, escrita hacia 1330 y vertida al castellano en traducción supervisada por
él mismo con el título Mostrador de justicia, única lengua en la que se ha conservado y en donde cita a
San Agustín, a Santo Tomás y a Pedro Alfonso.
Formado en la más genuina tradición judaica, se negó a aceptar cualquier interpretación racionalista de
la Torah. Iniciado también en astrología, aceptó la influencia de los astros y, como consecuencia de ello,
el determinismo y la predestinación, doctrinas que aprendió de la filosofía musulmana, de la que debía
tener conocimiento de primera mano. Es posible que participara en la versión latina de un texto árabe,
conocido como Tratado sobre la Causa Primera, conservado en un manuscrito de Oxford, en el que se
dice que fue traducido en Valladolid, durante la primera mitad del siglo xiv, por el maestro Alfonso Dinis
de Lisboa, en colaboración con un judío converso de nombre Alfonso, conversus sacrista
[vallis](t)oletanus.
El determinismo que defendió fue radical: las acciones humanas derivan necesariamente de causas tales
como los procesos naturales, de manera que las elecciones que adoptan los hombres dependen de leyes
necesarias, porque si fueran totalmente libres Dios no podría conocer la decisión humana hasta el último
momento.
Por esto, afirmó que su acto de conversión estaba previsto, porque todo está sometido a la predestinación.
Estas doctrinas influyeron en Asday Crescas, quien debe mucho a Abner de Burgos, aunque realice una
crítica de sus doctrinas. Contra sus ideas, Moisés de Narbona escribió una epístola sobre el libre arbitrio.
Abner tuvo, además, numerosas respuestas por parte de autores judíos posteriores, especialmente de
Yişűaq Policar (Pulgar), compañero y discípulo suyo, quien redactó un escrito contra él, reprendiéndolo
por haber abjurado de su religión judía. Abner le replicó escribiendo el Minűat qěna’ot, conservada en su
versión castellana, titulada Ofrenda de celos. Más tarde, volvió a refutar otro escrito de Policar con
su Respuestas al blasfemo. Compuso otras obras más, además de tres cartas contra el judaísmo. Y se le ha
atribuido un Tratado contra las hadas, compuesto hacia 1349, donde muestra costumbres de la época.
Obras de ~: Supercomentario al Comentario al Decálogo de Abraham ben ‘Ezra’ (a. de 1320); Las
guerras del Señor (Milűāmot ‘Ādonay) (c. 1320, perdida); Mostrador de justicia (Moreh Şedeq) (c. 1330),
hg. von W. Mettmann, Band I (Einleitung; Kapitel I-V), Opladen, 1994; Band II (Kapitel VI-X), hg. von
W. Mettmann, Opladen, 1996; La concordia de las Leyes (versión castellana contenida en el ms.
Biblioteca Nacional, París, esp. 43, fol. 1r.-11v.); Libro de las tres gracias (o creencias) (ms.
BNE); Ofrenda de celos (Minűat qěna’ot), hg. von W. Mettmann, Opladen, Westdeutscher Verlag,
1990; Respuestas al blasfemo (Sefer těšubot la-měűaref), Spanische Fassung, hg. von W. Mettmann,
Opladen, 1998; Sermones contra los iudíos e moros, The text and concordances of Sermones contra los
iudíos e moros, ms. 25-H, Biblioteca Pública y Provincial de Soria, ed. por J. Dagenais, Madison, Hispanic
Seminary of Medieval Studies, 1991; Epístola sobre el hado (Iggeret ha-gězerah); Tratado sobre las
hadas (c. 1349, dudosa).
(Enrique de Aragón o de Villena; Torralba, actual España, 1384 - Madrid, 1434) Escritor
español. Absolutamente incomprendido en su época, fue uno de los primeros humanistas
españoles.
Enrique de Aragón, marqués de Villena, conocido como “el nigromántico”, nació en Torralba
de Cuenca, en 1384. Nieto bastardo de Enrique II de Castilla, miembro de la casa de Aragón,
quedó huérfano a temprana edad. Enrique III le nombró maestre de la Orden de Calatrava,
título que perdió en 1444. Su matrimonio con María de Castilla acabó en nulidad. Cobró
fama de brujo por sus estudios de matemáticas, filosofía, cabalá, alquimia y astrología. Gran
parte de su obra fue quemada después de su muerte. Destacan “Arte de trovar” (1433), en
la que introduce en castellano el arte poético provenzal; y “Los trabajos de Hércules” (1417),
escrita en catalán. Su fama de mago inspiró a Ruiz de Alarcón, Rojas Zorrilla, Quevedo y
Hartzenbusch, quienes le convirtieron en personaje de sus obras. Murió en Madrid, en
1434.
Nieto bastardo de Enrique II de Castilla por parte de madre y miembro de la casa de Aragón
por vía paterna, quedó huérfano a temprana edad. Vivió en su infancia en la corte de su
abuelo Enrique, quien le crió, y luego en la de Enrique III, que le nombró maestre de la orden
de Calatrava, título del que fue desposeído en 1415. Su matrimonio con María de Castilla
no fue feliz y acabó en separación.
Su desinterés por las cuestiones militares y de Estado se había hecho patente desde su
juventud. Su afición a la teología, la medicina y la astronomía lo apartaban de sus
quehaceres cotidianos y no tardó en labrarse cierta fama como erudito, si bien su conducta
extravagante y su amplitud de miras, muy desprejuiciada para la época, despertaron más
de una sospecha entre las gentes de la orden, quienes lo consideraban poco menos que un
brujo. Tras asistir a la ceremonia de coronación de Fernando I de Aragón (1412-1416), se
retiró a Valencia para vivir de las rentas y dedicarse a la literatura.
Antes de 1417 comenzó a preparar Los doce trabajos de Hércules, obra compuesta en un
principio en catalán y que después vertió al castellano y en la que aplica a los relatos
mitológicos los procedimientos usuales en la exégesis bíblica. En ellos, Villena narra la
leyenda de cada una de las empresas o trabajos para rematarlos con una interpretación
alegórica y una explicación desde el punto de vista histórico.
Otra de las obras conservadas, si bien de manera fragmentaria, es el Arte de trovar (1430),
dedicado al marqués de Santillana y en el que se conjugan ciertas observaciones sobre la
poesía, muy influidas por la tradición trovadoresca provenzal y catalana, con disquisiciones
más lingüísticas. Sus traducciones de la Retórica nueva de Tulio de Cicerón, de la Eneida de
Virgilio (la primera en una lengua romance y muy apreciada por Juan de Mena) y de
la Divina Comedia de Dante pueden considerarse, si cabe, uno de los primeros indicios del
cambio en el gusto que llevaría, ya avanzado el siglo XV, al desarrollo de un ambiente más
proclive a la aparición del humanismo.
Sefer haZohar
En el siglo XII y principios del siglo XIII floreció la Kabbalah en Provenza, más
exactamente en su parte occidental llamada el Languedoc. En esta región entraron
en contacto diversas expresiones del esoterismo de distintas tradiciones, incluyendo
a los monjes-guerreros templarios, guardianes y transmisores del esoterismo
cristiano; a los círculos de iniciados del Islam, a sabios neoplatónicos, neopitagóricos
y gnósticos, principalmente los cataros o albigenses. Estos últimos fueron combatidos
fuertemente por el cristianismo católico, haciendo posible que una gran oleada de
judíos procedentes de tierras de Alejandría, Bizancio y Persia llegaran a Provenza y
tuvieran un gran florecimiento cultural. Ellos se encargaron de difundir, mediante la
traducción al hebreo, las obras clásicas de la filosofía griega que los pensadores
hispanoárabes habían vertido y comentado en lengua árabe. De este modo, el
lenguaje intelectual de la filosofía aristotélica y su terminología, así como el concepto
platónico y neoplatónico de las ideas sobre el origen del mundo y la Divinidad, fue
ampliamente utilizado por los pensadores judíos. Pero también bebieron la mística
cristiana y sufí que se hallaba disponible en este lugar para todos. El círculo de
kabbalistas de Provenza lo encabezó Abraham Ben Isaac, discípulo de Yehudá ben
Barzilay de Barcelona a quien se le atribuye el cuarto comentario al Sefer Yetzirah, la
más temprana obra hebrea dedicada al pensamiento cosmológico, que sirvió en una
primera instancia, como modelo a los kabbalistas provenzales y centroeuropeos.
El Rabí Abraham ben Isaac le trasmitió el linaje a su hijo Abraham ben David (1125-
1198) y éste a su hijo Isaac el Ciego (1165-1235). Se considera a Isaac el Ciego como
el primer judío que utilizó el término kabbalah que es lo transmitido y murmurado en
secreto. Se apodaba el Ciego, no tanto porque le faltara la visión de lo perceptible por
los sentidos, sino porque fue muy grande la riqueza de su luz interior que le permitió
conocer directamente la realidad de lo que está más allá del mundo manifestado.
Dedicaba la mayor parte de su tiempo íntegramente a la contemplación, al estudio
de su tradición y a la transmisión de la doctrina a sus pocos adeptos cualificados. En
sus escritos enigmáticos e ininteligibles, este Maestro dejo para la posteridad las
especulaciones que se operaron en su alma y en la de sus discípulos, no sólo por la
transmisión horizontal de su linaje tradicional, sino también por la vertical, pues
algunos de ellos, entre los cuales se cuenta al mismo Isaac, recibieron el influjo directo
del profeta Elías, el mismo Enoch y el Gran Metraton. Ya en los linajes budistas se
había introducido la idea de la enseñanza vertical, o sea un ser no encarnado, una
divinidad o una deidad, transmitiendo directamente su saber al discípulo, sin recibir
éste enseñanza oral de un humano trascendido y aún presente en cuerpo físico.
Recuerde el lector como los linajes Nyingma y Kagyu, Gelup, Sakya y Bön, la trasmisión
oral y no dual es dada por Adi Budha. Este último es el mismo Adi Nath, padre del
linaje Adinatha Sampradaya, cuya filosfía es concoidda como Sidda Siddhanta.
Relaciones maravillosas que permiten entrever el origen común de algunas
enseñanzas que luego fueron vestidas con sus propios ropajes, símbolos o palabras.
Nandhi Nath es el padre del linaje Nandinatha Sampradaya que incluye todas las
vertientes del Yoga y cuya filosofía es conocida como Saiva Siddhatha. Maestros como
Ramakrishna Paramahansa o Ramana Maharshi recibieron su linaje por la línea
vertical y no horizontal; es decir, no tuvieron instructor encarnado. En los sufís el
Maestro del linaje vertical es Al-Kadhir y en lo cabalístas Elías. Babaji y Jesús al
fusionarse con la Unidad de vida, también son considerados maestros del linaje
vertical.
Para aproximarse a la kabbalah, el Zohar dice que la Torá, es como una amada bella y
bien hecha, escondida en un lugar retirado en medio de su palacio. Tiene un solo
amante, que nadie conoce y que permanece escondido. Este amante, por Amor hacia
ella, siempre pasa por delante de la puerta de su casa, para mirar por todas partes. La
amada sabe que su amante viene siempre delante de la puerta de su casa. Qué hace
ésta? Entreabre ligeramente una puerta de la morada escondida donde ella se halla
y desvela su rostro a su amado y luego se vuelve a esconder rápidamente. Todos
aquellos que se encontraban junto al amante no verían nada. Sólo el amante la ve y
la oye; su corazón y su espíritu van hacia ella y sabe que por amor a él, ella se le
desvela por un instante, a fin de alentar en él el amor. Lo mismo ocurre con la palabra
de la Tora, que se revela sólo a aquel que la ama. La Tora conoce al sabio de corazón
que pasa sin cesar delante de la puerta de su palacio. ¿Qué hace ésta? Le revela su
rostro desde el fondo de palacio, le llama la atención e inmediatamente regresa a su
lugar secreto y se esconde. Todos aquellos que se encuentran allí no saben ni ven
nada, excepto él y todo su ser, su corazón y su espíritu se dirigen hacia ella. Tal es la
razón por la cual la Torá se manifiesta y se esconde; colmada de amor, va hacia su
amado para despertar en él el amor. Ven y ve: este es el camino de la Torah. Al
principio, cuando comienza a manifestarse al hombre, le llama la atención por
alusión; si comprende es perfecto. Pero si no comprende entonces le envía a alguien
que lo trata de imbécil. La Torá dice a aquel que ha enviado hacia él: dile a este necio
que se acerque a mí a fin de que pueda hablarle. Cuando el hombre se acerca a ella,
empieza a hablarle desde el otro lado de una cortina, según su comprensión, hasta
que se atreva a ir a observar desde más cerca; esto es la derashá –explicación-. Luego
le dice palabras alegóricas desde el otro lado de un velo fino; esto es la agadá- relato,
cuento, leyenda-. Cuando ya se ha familiarizado con ella, se le revela cara a cara y le
habla de todos los secretos y caminos ocultos que están sepultados en el corazón
desde los primeros días. Entonces este hombre se convierte en un maestro (moshel),
esposo de la Tora, como el amo de la morada al que la Torá, desvela todos sus
secretos y al que no le esconde ni calla nada. Por ello, los hombres deben estar
atentos e ir en busca de la Tora, a fin de convertirse en sus amantes” ¡Oh palabras
más sabias y bellas de aquellos iluminados por el sof o el secreto de la Torá.
En su Comentario al Sefer Yetzirah, Isaac el Ciego, muestra cómo el buscador debe
aunar el diseño revelado de la estructura orgánica del Cosmos (Árbol de la Vida) con
el mapa de ruta (senderos) que debe seguir para su recreación permanente,
convirtiéndose en un mago o teúrgo, en el sentido de la palabra, ya que envuelve la
madeja cuyo hilo luminoso lo guía en la senda iniciática o sea de nuevo a la unión con
Ein Sof. Isaac el Ciego descubre en sus meditaciones y abstracciones el simbolismo
cabalístico, el código secreto mediante el cual da Dios da lugar a la creación. El
símbolo es el Verbo o Fiat Lux que se ocupa de penetrar en el vacío o No-existencia
mediante el uso de las letras hebreas y da lugar a los sefirot, las cualidades divinas
que sirven para lo que del Innombrable puede ser numerado, pesado o medido y por
tanto conocido. Así que el árbol es el modelo del Cosmos, la montaña que vincula al
Todo y su Principio, y cuyo vientre está surcado de túneles que ponen en
correspondencia los senderos que unen las sefirot y por los que circulan las
vibraciones que animan el Universo.
Ese árbol en realidad muestra no solo a las sefirot, sino también a los caminos que los
conectan, haciendo posible el ascenso por todos los emporios de poder de Ein Sof. El
Sefer Yetzirah describe 32 senderos de sabiduría existiendo en el Árbol de la vida,
compuestos por los 10 sefirot y las 22 letras del alfabeto hebreo. El árbol contiene
tres senderos horizontales, 7 verticales y 12 trasversales. Los senderos horizontales
están regidos por las tres letras madres Aleph, Men y Shin. Ellos se relacionan a su vez
con Urano, Neptuno y Plutón. Men rige el sendero 16, que une Hod con Netzah;
Aleph, el sendero 8 que conecta Hesed con Geburah, y Shin, el sendero 24 encargado
de conectar a Hochmah con Binah. Los siete senderos verticales se encuentran
relacionados con los siete planetas restantes: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus,
Mercurio y Luna. Los 12 senderos transversos se relacionan con los signos del zodiaco.
Una integración entre astrología y kabbalah que se inició cuando los hebreos
contactaron a los árabes, no solo en el cautiverio en Babilonia, sino en épocas
posteriores.
Isaac el Ciego tuvo dos discípulos: Azriel y Ezra de Gerona, dos de los más grandes
representantes de la Cábala de Gerona. Azriel de Gerona (1160-1238) contribuyó a
una mayor difusión y apertura de la enseñanza cabalística porque su mente tránsito
no sólo por las corrientes tradicionales de su linaje, sino por otras formas esotéricas
que logró unificar en sus escritos. De esta forma con Azriel, la kabbalah se hizo
receptiva a diversas formas de expresión del pensamiento esotérico de otros tiempos
y lugares y muy especialmente del pensamiento griego y hermético que
desembocaría luego en la Kabbalah cristiana del renacimiento. Azriel enfatizó que el
mundo manifestado es un despliegue de fuerzas de arriba hacia abajo y que sólo la
voluntad individual es el empuje que le permite al hombre elevarse de escalón en
escalón para acceder a Ein Sof. Todos, según Azriel y sus contemporáneos,
enfatizaron que esa función se puede efectivizar apoyándose en la kavaná,
meditación unida a la oración, actitud espiritual e intención, con el fin de hacer
concordar el pensamiento con la fe y unificarse con Ein Sof, mediante la invocación
de sus nombres divinos. Todo ello conduce a la restauración de la Unidad Divina, a la
reunificación del Eterno con su Shekiná -presencia Divina en todo lo creado-, e implica
el cumplimiento del tikkum o rectificación que conduce de la separación y del pecado
a la unificación y la pureza. No sobra señalar claro está el cumplimiento de los middot
o sea los principios y las cualidades de los sefirot, otra forma de alcanzar la unión con
Ein Sof.
Ezra ben Menahem –supuestamente suegro o cuñado de Azriel-, comentó uno de los
escritos más breves y de profundo contenido esotérico y metafísico de la Biblia,
el Cantar de los Cantares, atribuido al sabio rey Salomón. En su interpretación literal
se lee sólo como palabras de amor profano, palabras frívolas y sin utilidad. En su
énfasis alegórico, se cree que es el amor que muestra el Creador hacia Israel, su
pueblo elegido y parte de su heredad, comparándolo con el amor experimentado por
el amante hacia el objeto de su pasión y por el hombre hacia su compañera. Pero en
su acercamiento metafísico da una visión cosmogónica del universo en la que el
Innombrable, Infinito o No-Ser, mediante un vacío en su concavidad, fecundó con su
propia simiente, concebida en su mismo seno, gestada y alumbrada sin salir de su
esencia, en el rincón más secreto y oculto, a su Amada suprema, la Sabiduría, fuente
y origen de la Creación, cantera de la que son extraídas las piedras santas, a saber, las
veintidós letras, cada una de la cuales es un objeto que sirve como precioso vaso,
comparándola también con una dura roca, a causa de los senderos ocultos en ella y a
la raíz de todas las entidades que al ser emanadas conformarán la plenitud universal.
En este fragmento Ezra descubre el sacrificio por el que el Uno se polariza en un
aparente "otro", de cuya unión permanentemente actualizada surgirá el orden
universal, imprimiendo en cada mundo, ser o entidad esa misma estructura dual. Y
las palabras de amor que se perciben son en realidad una evocación constante a la
diosa Sabiduría, vista como la nada de la que emanan todas las entidades. De ella fluye
la luz, símbolo de la luz suprema que ya existía en la potencia suprema, la cual será
derramada en cada mundo o plano del Ser en la forma simbólica de diez esferas
diáfanas unidas por senderos igualmente luminosos, y su resplandor no disminuirá
con la emanación, sino que brillará en todas y cada una de sus producciones, pues el
Principio es inmanente en toda su manifestación y nada hay fuera de él. Igualmente,
la Sabiduría es el lugar del comienzo de la palabra, el soplo o el Verbo y el vuelo de la
voluntad; de aquí procede la causa y subsistencia de todas las cosas, la fuente de la
vida, sus influjos y la satisfacción de las necesidades de todos los seres, los superiores
y los inferiores. La luz y la palabra son las fuentes que revelaron la Ciencia Sagrada o
Torah que permite adentrarse por las vías, los nombres y las numeraciones luminosas
del cuerpo de luz que es el universo para identificarse plena y permanentemente con
todos los matices de la irradiación, y reunirlos en todo momento en su esencia única.
Y ese ascenso a la copa o corazón del árbol halla su forma de expresión más pura en
el lenguaje del Amor erótico del adepto cuando es raptado o aspirado verticalmente
por esa energía copulativa. La sabiduría tiene el poder de disolver los errores y la
ignorancia, de conjugar todas las polaridades, de religar lo que está disperso, de
difundir la luz de la Unidad y reunir la vivencia de todo lo cognoscible con lo
Innombrable e Infinito. El enlace del novio y de la novia, o el del Rey y la Sulamita
del Cantar, son símbolos de todos los posibles maridajes que conforman el universo:
el del hombre y la mujer, el del alma y el Espíritu, el del ser humano y su Principio, el
del Cielo y la Tierra, reflejos sexuados todos ellos de una Unidad que se polariza, la
del No-Ser y el Ser, la Suprema Identidad. Este cortejo está bellamente expresado en
algunas frases cortas del texto: “Que me bese con besos de su boca”, la aspiración a
ser iluminado por la Luz Suprema; “Hazme saber, amado de mi alma…” el lugar para
ir hacia Ein Sof. Y al encontrarse el alma peregrina con su Esencia en un mundo aparte,
fuera del tiempo y del espacio, en la cavidad más recóndita del corazón, exclama: Qué
bella eres... Así que Ezra en su Comentario al Cantar de los Cantares, descubre que
este texto es una síntesis de la Cosmogonía y simultáneamente al camino de retorno
del iniciado a su verdadero hogar a través de la simbólica del Amor.
El círculo de Iyyún que probablemente estuvo activo en Toledo entre 1230 y 1260,
fue un grupo específico de místicos que dieron descripciones del mundo espiritual no
basadas en la doctrina sefirótica, sino en la Merkabah o carroza divina. No se conoce
ningún Maestro sobresaliente y su literatura se conservó en el anonimato pues
consideraron mantenerse en secreto, dado el peligro que veían en la difusión de
enseñanzas tan interiores y de difícil comprensión por los profanos. Se basaron en la
literatura pseudoepigrafía, es decir, en escritos atribuidos a destacados personajes de
la antigüedad, como Moisés, sumos sacerdotes o rabinos famosos. Tres son las
principales obras de este grupo: “El Libro de la contemplación”, atribuida a R.
Hammay (el visionario) que da nombre al grupo; “La fuente de la sabiduría”, cuyo
autor anónimo dice estar describiendo los secretos místicos transmitidos por el ángel
Peelí a Moisés; un tercer texto, fragmentario, conocido con el nombre de “Libro de la
unidad” atribuido también a R. Hammay.
La Kabbalah de Castilla
Escribió también “La Luz Preciosa” en la que ha dejado algo muy gráfico con respecto
al sentido literal o más bajo de la lectura de la Torah.
”Si una persona piensa que Dios es un viejo con pelo blanco, sentado en un trono maravilloso de fuego
que brilla con innumerables chispas. Así que el tonto corporiza a Dios. El tonto cae en una de las trampas
que destruyen la fe. Su temor reverente a Dios está limitado por su imaginación. Pero si tú estás
iluminado, tú conoces la Unidad de Dios; tú sabes que lo divino está vacío de categorías corpóreas –
éstas nunca pueden ser aplicadas a Dios-. Entonces, te preguntas, asombrado: ¿Quién soy? Seré una
semilla de mostaza en medio de la esfera de la luna, que ella misma es una semilla de mostaza dentro
de la próxima esfera. Así es en esa esfera, y todo lo que contiene en relación a la próxima esfera. Y así
es con todas las esferas –una adentro de la otra– y todas ellas son una semilla adentro de otros espacios.
Tu temor reverente es fortalecido, el amor en tu alma se expande”. Expuso de manera clarísima el tema
de la Unidad en la multiplicidad como sigue: “En el principio, En Sof, emanó diez sefirot, que son de su
esencia, unidas a ello. Ello y ellas son enteramente uno. No hay cambio o división en el emanador que
se justificaría diciendo que ello está dividido en partes en estas varias sefirot. La división y el cambio no
es de ello, solo de las sefirot externas. Para ayudarte a concebir esto, imagina el agua fluyendo a través
de receptáculos de diferentes colores: blanco, rojo, verde y así sucesivamente. Conforme el agua se
esparce a través de esos recipientes, ella parece cambiar en los colores de los recipientes, aunque el
agua está exenta de todo color. El cambio de color no afecta al agua en sí misma, sólo nuestra
percepción del agua cambia. Y así es con las sefirot. Ellas son recipientes, conocidos por ejemplo como,
Hesed, Gueburah y Tiferet, cada uno coloreado acorde a su función, blanco, rojo y verde,
respectivamente, mientras que la luz del emanador –sus esencias– está en el agua, sin tener color
alguno. Esta esencia no cambia; sólo parece cambiar al fluir a través de los recipientes. Mejor aún,
imagina un rayo de luz del sol brillando a través de un vitral de diez colores diferentes. La luz del sol no
posee ningún color en absoluto, pero parece cambiar de matiz al pasar a través de los diferentes colores
del vidrio. Luz coloreada irradia a través de la ventana. La luz no ha cambiado esencialmente, aunque
sí pareciera hacerlo para el espectador. Así mismo, con las sefirot. La luz que se viste a sí misma en el
recipiente de las sefirot es la esencia, como el rayo de la luz solar. Esa esencia no cambia de color en
absoluto, ni el juicio ni la compasión, ni lo derecho o izquierdo.”
Discípulo de Moshe Cordovero fue el Rabí Isaac Luria Ashkenazi (Jerusalén 1534-
Safed 1572), apodado el Sagrado Ari (iniciales de Ashkenazi Rabi Itzjak). A este
acróstico de le agregó, tras su deceso, la expresión “zal”, que quiere decir “sea su
recuerdo para bendición” y así pasó a la posteridad también como el Arizal. Luria
viene del río Loria, porque uno de sus antecesores, Rab Shimshón, recibió una casa a
orillas de este río, como pago a sus servicios médicos al Rey de Francia de aquella
época. Desde ese momento el médico judío tomó el nombre del río como propio. El
Padre de Isaac Luria se llamó Rab Shelomó Luria, famoso por dos importantes
tratados sobre el Talmud. El término Asquenazí en el nombre de Isaac Luria, alude a
todos aquellos judíos descendientes de los que se asentaron en Europa Central y
Oriental después de la destrucción romana de Jerusalén en el año 70. Su padre murió
cuando contaba con unos pocos años y su madre emigró a Egipto a donde su
hermano, Mordejai Frances, rico comerciante se hizo cargo de su educación. Allí
quedó bajo la dirección de David ben Salomon ibn Abi Zimra y su sucesor. Desde esta
época empezó a conocerse en toda la zona por su gran dedicación. A la edad de ocho
años fue reconocido como un niño maravilla, un prodigio que ya eclipsaba a las
mentes más brillantes de Jerusalén, pues ya había dominado las complejidades del
Talmud, memorizado docenas de volúmenes y rezaba ya con sidur -libro judío de
oraciones-. Cuando comenzó a estudiar, su maestro se dio cuenta que Isaac no
necesitaba más que una ligera explicación para entender cualquier cosa. Su memoria
era fenomenal y para cuando tenía quince años su habilidad en el Talmud había
sobrepasado a todos los sabios de Egipto. Había sido bendecido en su circuncisión por
Elias, lo cual explicaba gran parte de sus maravillosos talentos.
Las leyendas describen cómo el ARI fue merecedor de “la revelación de Elías” y que
estudió El Zohar “de él”, desde los 16 años. Elías había dicho a su padre que Isaac
estaba destinado por la Providencia a estudiar la cabalá y a propagar en el mundo su
luz escondida. Elías le había hecho llegar el conocimiento de la kabbalá a su propia
sinagoga, en un Shabat. El Arizal, sentado en las últimas filas, con gente corriente y
mendigos ambulantes, vio llegar un extranjero que parecía muy confuso y
desconocedor del orden de las oraciones y las costumbres de la sinagoga. Al tomar el
sidur –oraciones diarias- del extranjero, se dio cuenta, asombrado, de que lo que tenía
en las manos era un manuscrito antiguo. Lo tomó prestado por unos instantes y al
leerlo cuidadosamente, descubrió que contenía profundos secretos esotéricos que
requerían un estudio mucho más profundo. Descubrió que el extranjero no era
cabalista, aunque si judío. Había sido educado bajo creencias cristianas por sus
padres, porque temían por su vida, bajo el dominio en España de la temible
Inquisición. Logró huir y llevarse consigo una pequeña parte de su fortuna y unos
pocos manuscritos que había encontrado entre las pertenencias de su familia. Isaac
Luria convenció al extranjero que le dejara el manuscrito ya que en sus manos podrían
cumplir una mejor función. El Arizal empezó a estudiar las obras en profundidad y las
maravillas que aprendió de ellas lo cautivaron. Se dio cuenta de pronto que su alma
estaba sedienta de ese tipo de conocimiento. Su alma encontró una satisfacción y una
serenidad verdaderas en las enseñanzas de esta mística maravillosa. Pero tenía miedo
de no estar a la altura; de que quizás no supiera lo suficiente acerca de la Torá
revelada. Preguntó a Radbaz -David ben Salomón ibn Zimra- si su forma de vida y de
actuar eran lo suficientemente santas. Este Maestro le delineó los requisitos de
perfeccionamiento de los rasgos de carácter que se necesitan como preparación para
embarcarse en ese tipo de estudio y decidió refinar su comportamiento porque
anhelaba llegar a las cumbres de la santidad y la pureza necesarias para adquirir la
capacidad espiritual que le permitiera entender los secretos de la Torá. Por medio de
la reclusión, el Arizal consiguió veintiún rasgos de carácter dignos de encomio entre
ellos, humildad y saber empequeñecerse ante Hashem –Dios-; miedo del pecado,
guardarse del orgullo, la cólera y la irritación con respecto a otros; cuidarse de los
alimentos prohibidos y de hablar despectivamente de otra persona; evitar la mentira,
la ligereza y el lenguaje insustancial.... Fue el primero en adoptar todas las directrices
que daba a los demás, predicando con el ejemplo.
Era especialmente cuidadoso en concentrarse en las palabras de las bendiciones que se hacen antes y
después de comer; deseaba ser sincero al expresar su agradecimiento por la bondad que Hashem derrama
sobre la humanidad. Decía regularmente sus oraciones; todos los días se levantaba a medianoche, se
sentaba en el suelo y se lamentaba de la destrucción del Templo de Salomón y del exilio de la Shejiná o
de la Presencia de Dios en cada quien. Recomendaba purificarse periódicamente y trataba de ser uno de
los diez primeros hombres en llegar a la sinagoga, para mostrar su amor por las mitzvot o mandamientos.
Encontraba siempre más gusto en cumplir cada mitzvá que en ningún otro placer del mundo. Para él, eran
más importantes que el oro y las joyas. Inspeccionó todos y cada uno de sus actos a lo largo de su
existencia. Examinó cuidadosamente los rincones más recónditos del corazón para ver si, había pasado
por alto algún detalle referente al refinamiento del carácter o había ido hacia atrás en algo. Siempre rezaba
a su Creador y le rogaba que lo ayudara a continuar subiendo a niveles aún más altos de purificación. Se
dice que, cuando estaba a punto de morir, se le oyó murmurar: "Líbrame del orgullo". Por revelación de
Elías, Isaac Luria partió a Safed, a los 35 años, salvado de un invierno en el que lluvias torrenciales
provocaron inundaciones, y el Nilo desbordó sus riberas, dejando las ciudades bajo un manto de lodo y
agua. Le anunció así mismo que había tan sólo venido a este mundo para corregir el alma de Rabí Jaim
Vital, ya que esta alma era muy preciada. Esto aconteció cuando tenía treinta y seis años.
Michael Laitman dice de El: “En el lapso de apenas un año y medio, Isaac Luria
revolucionó la Cabalá haciéndola accesible a todos. Desde esa época, su “Cabalá
Luriánica” ha llegado a ser la metodología predominante en el estudio de la
misma”. Por tal razón es considerado el cabalista más importante del siglo XVI, y uno
de los más influyentes personajes en la historia y evolución de la sabiduría de la
Cabalá”. Su vida estuvo envuelta de misterio y leyendas. Sólo vivió 38 años, tras caer
enfermo por una epidemia en el verano de 1572. Explico a sus discípulos que la plaga
había llegado a Safed, por causa de un funcionario corrupto que había incumplido su
promesa de ayudar a los pobres. Según él todos fueron afectados, porque a sabiendas
de que éste personaje tenía una deuda que cumplir, nadie reclamo el cumplimiento
de la promesa, así que todos debían pagar por su olvido y poco interés. ¿Por qué es
tan importante este ilustre kabbalista? Según Michael Laitman, los cabalistas
ocultaron la sabiduría de la Cabalá durante 1500 años antes del ARÍ. Se levantaban a
media noche, encendían una vela y cerraban las ventanas para que sus voces no se
oyeran fuera. Abrían reverentemente los libros de Cabalá y se sumergían en ellos,
tratando de desentrañar las verdades ocultas. Su estudio era secreto, enseñado a
puerta cerrada. Los cabalistas temían que éste fuera mal interpretado. “La
generación“, afirmaban, “no está lista todavía”. La humanidad esperó muchos siglos
al maestro adecuado para abrir las puertas de la sabiduría de la Cabalá al público.
Finalmente, con la llegada del ARI a Safed y la consiguiente exposición de El Zohar, se
dio la pauta para revelar los secretos de la Cabalá entre las masas. Es difícil
dimensionar la importancia y estatura del ARI; en apenas año y medio, dejó una
profunda huella en la historia del pensamiento cabalístico, aún sin escribir una sola
palabra, ya que todos sus conocimientos fueron transmitidos a través de Rabí Jaim
Vital, primer estudiante del ARI y único sucesor, quien a su vez, fue incapaz de publicar
todos sus escritos mientras vivía. Fueron elaborados por sus parientes y estudiantes
en los siglos posteriores.
Entre los primeros escritos de Rabí Vital se encuentra el libro “El Arbol de la Vida”, que
presenta las enseñanzas cabalísticas del Arizal en un estilo claro y simple. Otra notable
publicación es “Ocho Puertas”, una serie de ocho libros que describen —entre otras
cosas— el concepto de reencarnación. Cuando el Ari llegó a Safed, organizó un grupo
de cabalistas conocido como “Los cachorros del León”, incluyendo a algunos de los
más ilustres de la época: Rabí Shlomo Elkabetz, compositor de la famosa canción, Lejá
Dodí (ve, Mi amado), y al gran Rabí Moisés Cordovero, considerado el primero en
reconocer la grandeza de Isaac Luria; además de ser su amigo y estudiante. Antes de
fallecer, el Ramak dijo a sus estudiantes: “Sabed que hay un hombre, aquí sentado,
que se elevará tras de mí e iluminará los ojos de esta generación con la sabiduría de
la Cabalá… en mis días, los canales estaban bloqueados... y en sus días, los canales
serán revelados... y sepan que es un gran hombre, una chispa del Rashbi -ya dicho en
el anterior artículo que el Ari era la reencarnación de Rabí Shimon Bar-Yojai, autor del
Zohar”. El Ari fue el precursor de una nueva era humana y espiritual. No sólo uno de
los grandes cabalistas, sino el primero a quien se le dio “permiso desde lo Alto” para
revelar la sabiduría de la Cabalá a las masas. Su habilidad para transformar la Cabalá
de un método para unos pocos escogidos a un método para todos, le convierte en un
gigante por siempre. Hoy día, muchas almas ya están listas para la elevación espiritual,
y gracias a la Cabalá Luriánica, –el método legado por el Sagrado Ari– podrán alcanzar
la Meta para la cual fueron creadas. La profundidad conceptual de los temas del Zóhar
era sumamente alta. Y aunque hubo insignes cabalistas que estudiaron dicha obra y
la expusieron, tales como Rabí Moshé Cordobero y otros, por lo general se considera
que no fue sino hasta la aparición del Arizal que la extensión y profundidad del
conocimiento cabalístico encontró su plena expresión. Como lo señaló el rabino Aryeh
Kaplan (en su libro Inner Space, pág. 6), “las enseñanzas del Arizal pueden ser
denominadas la teoría atómica del Zóhar: Con ellas todo comienza a cobrar sentido”.
Muchas de sus costumbres fueron emuladas, no sólo por los kabalistas, sino también
por los ortodoxos. Sus plegarias, como sus melodías, y también sus poesías, fueron
adoptadas por amplios círculos judíos, e ingresaron al texto del Sidur -Libro de
Oraciones-.En numerosas comunidades se reza hasta el día de hoy según el texto por
él definido, llamado “Nusaj HaArí Zal”.
Para Jaim Vital, su discípulo principal, Isaac Luria era un experto en el lenguaje de los
árboles, de los animales, y el habla de los ángeles. Podía leer las caras en la forma
indicada en el Zohar, podía discernir todo lo que cualquier individuo había hecho, y
podía ver lo que iban a hacer en el futuro. Podía leer los pensamientos de la gente,
sabía los eventos futuros, estaba al tanto de todo lo que ocurría aquí en la tierra y lo
que había sido decretado en el cielo. Conversaba con los espíritus del pasado e
invocaba la presencia de los tzadikim –hombres justos que han recorrido el sendero
que conduce de Yesod a Tiferet- y éstos le revelaba secretos esotéricos. En estos
contactos su cara resplandecía como el sol, de forma que no se le podía ver y sostener
la mirada. Cuentan que su discípulo Jaim Vital se le quedaba mirando y debido al
fulgor que sus ojos recibían, se estaba quedando ciego. El Ari como dijo sus amado
discípulo también conocía los misterios del guilgul –reencarnación-, quién había
nacido previamente y quién había sido previamente. Podía mirar a una persona y
decirle cómo estaba conectada a niveles espirituales más elevados, y su raíz original
en Adam. Miraba con sus ojos y era capaz de ver las almas de los justos, tanto los que
habían muerto recientemente como los que habían vivido en los tiempos antiguos.
Del olor de una persona era capaz de saber todo lo que había hecho. Era como si las
respuestas a todos estos misterios permanecían latentes dentro de él, esperando ser
activados cada vez que lo deseaba. No tenía que recluirse para buscarlas. Todo esto
lo vió Jaim Vital con sus propios ojos, no fueron cosas que habían escuchado de los
demás. Eran cosas maravillosas que no se habían visto en la tierra desde la época de
Rabí Shimón bar Iojai y no eran logradas a través de la magia, porque había una fuerte
prohibición de estas artes. Así que concluye Jaim, le venían en forma automática
como resultado de su santidad y el ascetismo, después de muchos años de estudio de
textos cabalísticos antiguos y los más nuevos. Así aumentó su piedad, ascetismo,
pureza y santidad hasta que llegó a un nivel en que Elias se le revelaba
constantemente, hablándole "boca a boca", enseñándole estos misterios y secretos.
El Arizal se convirtió en la persona que tenía la última palabra en Safed y los sabios de
la ciudad acudían a él cuando tropezaban con alguna dificultad y él les aclaraba todos
los aspectos de la cuestión con claridad y sabiduría.
Jaim Vital, el díscipulo más adelantado del Ari, nació en Calabria al sur de Italia. Su
padre Rav Josef Vital era conocido por su piedad, grandeza, así como por su
conocimiento de la kabbalah. Desde chico adquirió conocimientos sobre la Torá y
sobre la kabbalah. En su juventud ya era famoso y Yosef Caro profetizó que Jaim
heredaría algún día la posición del propio Moshe Cordovero. Más aún, expresó que el
mundo existía gracias al mérito de dos tzadikim –hombres justos- Rav Josef y su hijo
Jaim. Jaim estuvo cerca de los Maestros Rav Moshe Alshij y Rav Moshe Cordovero.
Conoció al Arizal en 1571 y en menos de 2 años, logró adquirir los conocimientos de
su Maestro. Tenía mucha sed y estaba bendecido con un alma sublime, adecuada por
naturaleza para el estudio de la sabiduría oculta. Se cuenta además que el Ari lo llevó
al Kinéret en Tiberíades, donde absorbió gran conocimiento del pozo de la profetiza
Miriam, el mismo que siguió a los judíos durante su deambular por el desierto. Jaim
partió para Jerusalén a los cinco años de muerto su Maestro y allí se convirtió en el
rabino más prominente. Por el la obra del Arizal se extendió por todo el mundo.